Antropologia en El Catecismo de La Iglesia Catolica PDF
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La primera rea se relaciona con el misterio de la creacin, con el orden interno que el designio creador
establece en la estructura de las cosas, del hombre y del cosmos: esto es lo que llamamos su naturaleza, en su
sentido ms llano y menos problemtico. La segunda se refiere a una intervencin libre y gratuita de Dios en la
historia, que se ofrece a los hombres para que puedan incorporarse libremente. Esto es la gracia.
Al plantearse el problema del sobrenatural, la teologa del siglo XX ha profundizado en las delicadas relaciones
entre las dos reas. Si pensamos las cosas desde la voluntad divina, no es posible distinguir plenamente entre el
designio creador original de Dios, que constituye la naturaleza de las cosas, y su intervencin salvadora en el
curso de la historia humana, que establece el camino por el que se llega al fin del hombre. Todo pertenece a la
misma Providencia que prev las cosas desde toda la eternidad. En cambio, si queremos mirarlo desde el punto
de vista de la comprensin que el hombre puede alcanzar sobre s mismo, iluminado por la fe, cabe distinguir entre
lo que pertenece a su naturaleza u ontologa y lo que Dios le concede en la historia, como gracia a la que debe
corresponder libremente. Lo primero le viene dado y ya lo posee. Lo segundo tiene que adquirirlo libremente,
correspondiendo a las llamadas de Dios, a travs de su Hijo Jesucristo, por el Espritu Santo.
Esto da lugar a las dos partes en que suele dividirse la antropologa teolgica: una general (el hombre creado)
y otra especial (la gracia). Dos partes muy relacionadas tambin desde abajo (no slo desde el misterio de la
voluntad divina). Porque, como si se tratara de un arco, las dos partes de la antropologa se encuentran en el
misterio de Jesucristo. l es, al mismo tiempo, el arquetipo de la perfeccin humana (revelacin de lo que es el
hombre) y la respuesta gratuita de Dios a los aspiraciones de salvacin de la naturaleza humana (una gracia que
responde a la naturaleza, aunque tambin la desborda). l est en el origen de toda la creacin (como Verbo) y es
su plenitud (Cristo glorioso). Y por l pasa el camino de transformacin, entre el estado de naturaleza creada y
daada por el pecado, y el estado del mundo glorioso (Misterio Pascual).
Al tomar conciencia de esto, la antropologa teolgica se ha replanteado a fondo las relaciones entre el
misterio de la creacin y el de la redencin. El Catecismo lo refleja sin entrar en detalles: La creacin es el
fundamento de todos los designios salvficos de Dios, el comienzo de la historia de la salvacin que culmina en
Cristo (n. 280; cfr. 288).
1.2 El Catecismo como testimonio actual de la fe de la Iglesia
Nuestro trabajo se centra en un texto, no en un autor ni en un tema. Tenemos que ser conscientes de sus
caractersticas singulares para trabajar con l.
1) Es un testimonio de la fe de la Iglesia, tal como la entiende en los albores del tercer milenio. Es el testigo de
una tradicin viva, con un espritu universal, con deseo de recoger todo lo valioso y de prestar atencin a todas las
tradiciones cristianas.
2) Es un texto autorizado y destinado a la enseanza. Por eso slo puede decir lo que es comnmente
posedo y aceptado por la Iglesia. No le toca tomar partido en los debates teolgicos, ni recoger opiniones sobre
las que no existe consenso o falta claridad. Slo puede ensear con autoridad lo que es comn, seguro y claro.
3) Su estructura y dimensiones est condicionada por su finalidad. No es ni quiere ser una enciclopedia
teolgica. Recoge sintticamente un inmenso material, centrndose en lo esencial, pero no puede ser completo en
todos los temas. Adems, su estructura exige tratar de algunas cuestiones como la antropologa de manera
fraccionada.
4) Representa en unidad la fe de la Iglesia aunque es fruto de muchas aportaciones. Fue elaborado por una
comisin amplia de trabajo; y se corrigi con sugerencias venidas de todo el mundo. Esto le da, desde el punto de
vista literario, una inevitable pluralidad. No es un ensayo de teologa concebido con un nico diseo por un nico
autor. Pero participa de la armona de la fe cristiana. Todos los que han intervenido en su redaccin lo han hecho
con el propsito de reflejar el patrimonio comn de la Iglesia. Ese es tambin el criterio fundamental para
interpretarlo. Aunque, ocasionalmente, pueda resultar til conocer las intenciones de los redactores (aqu
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1) El hermoso tema del hombre como imagen de Dios es usado, sobre todo, para definir el lugar del hombre en
el universo. Su vocacin a la unin con Dios le da unas capacidades singulares, de conocer y amar (en esto se
refleja la imagen; cfr n. 356) y lo pone por encima de todas las criaturas (n. 343). Las criaturas han sido hechas
precisamente en orden al hombre (n. 358). El ser imagen de Dios otorga al hombre la dignidad de persona: no es
solamente algo, sino alguien (n. 357).
Se dedica un nmero a recoger la cita textual de GS 22: Realmente el misterio del hombre slo se esclarece
en el misterio del hombre encarnado (359), referencia cristocntrica que tendr ecos por todo el Catecismo, como
luego veremos. Y se recuerda que la comn procedencia de un nico hombre Adn asienta la unidad
fundamental del gnero humano y sus relaciones de solidaridad (nn. 360-361; cfr 404). No se trata explcitamente
del monogenismo, aunque parece deducirse de esta afirmacin.
2) El lugar del hombre en el universo sirve tambin de punto de partida para tratar sobre el cuerpo y el alma. El
hombre en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material (n. 355; cfr 362, 327). Y al describir
las distintas acepciones que la Sagrada Escritura da a la palabra alma, se presenta el alma como lo que hay
de ms ntimo en el hombre, un principio espiritual (363), creado directamente por Dios en cada hombre y no
producido por los padres (n. 366); y que es inmortal porque no perece en la muerte y se unir de nuevo al
cuerpo en la resurreccin final (ibidem). El resumen del apartado refuerza: La doctrina de la fe afirma que el
alma espiritual e inmortal es creada de forma inmediata por Dios (382).
Como se ve, el Catecismo resume escuetamente los datos tradicionales sobre el alma, sin aludir a cuestiones
filosficas o cientficas. Un poco antes, en ese punto 33 que hemos destacado, ha hecho una consideracin con
relevancia filosfica: entiende que la apertura del hombre hacia la verdad, la belleza y el bien es un testimonio de
su fundamento espiritual. Otras referencias al alma se encuentran al tratar de las realidades finales (990, 992, 997,
1005, 1016, 1021, 1051, 1060) y en otros lugares (471-474, 1498). Con todo, quiz el punto ms interesante es el
que asume la doctrina tomista del alma como forma del cuerpo (citando el Concilio de Vienne): La unidad del
alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la forma del cuerpo y aade: gracias
al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente (365). Esta doctrina permite
un dilogo con la visin cientfica, que asocia distintos niveles de propiedades emergentes con las estructuras
ordenadas de los cuerpos. Es una cuestin abierta y pendiente.
Tambin lo es, desde luego, la cuestin del origen del hombre. La doctrina cristiana trata este tema con una
perspectiva propia y distinta que las ciencias positivas. Se fundamenta en los primeros captulos del Gnesis, que,
por sus caractersticas peculiares, necesitan una hermenutica (n. 289). El Catecismo lo expone breve y
matizadamente, en letra pequea, al plantear cmo debe ser la catequesis sobre la creacin (nn. 282-285).
Por otra parte, insiste bellamente en la dignidad del cuerpo (364) teniendo presente que el hombre en su
totalidad es querido por Dios (n. 362) y que la situacin definitiva de la persona humana tras la resurreccin es
con alma y cuerpo. Hay una clara intencin de evitar el desprecio maniqueo de lo corporal o material.
3). La corporalidad nos pone ante la doble condicin humana: Hombre y mujer los cre. En castellano, ya
que lo permite, quiz hubiera sido preferible usar el binomio varn y mujer. Tambin aqu se recoge
resumidamente la doctrina comn con algunos acentos. Se insiste en la perfecta igualdad entre hombre/varn y
mujer (369) y en la mutua complementariedad (372). Y se recogen las indicaciones de la bendicin nupcial del
Gnesis, sobre la fecundidad (373) y el dominio sobre el mundo (374). Aadiendo que el hombre es slo
administrador y que ha de gobernar el mundo responsablemente. Evidente alusin ecolgica, que aqu queda
un poco aislada y ser ampliada en otros momentos (2415-2418).
4). El ltimo epgrafe recoge, en substancia, la doctrina de la Justicia original, y destaca con hondura los
distintos aspectos de la armona original, que son consecuencia de un estado particular de gracia y unin con Dios
(375-378). Esto servir de contraste para entender despus las consecuencias del pecado original. En este
epgrafe se hace una mencin de que el hombre fue puesto en aquel jardn, para que lo cultivase (cfr Gn 2,15),
que el trabajo no le era penoso y que contribua con l en el perfeccionamiento de la creacin visible (378).
Quiz queda un poco escaso para la importancia del tema.
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En conjunto se echa en falta un apartado, que es habitual en los tratados de antropologa general, dedicado a
la accin del hombre en el mundo, a su trabajo y a sus frutos: el arte y la cultura; y al sentido del progreso
humano. El Catecismo recoge algunos elementos de la teologa del trabajo al tratar del sptimo mandamiento (no
robars), como parte de un pequeo aunque interesante desarrollo sobre la doctrina social de la Iglesia (2427,
2429, 2460-2461), con ecos de Laborem exercens, de Juan Pablo II. Trata del arte, muy bellamente por cierto,
aunque algo fuera de sitio, dentro octavo mandamiento (2500-2503, 2513). Y del sentido ltimo del progreso
humano, al hablar de la resurreccin y las realidades finales, recogiendo literalmente, en tres nmeros sucesivos,
el precioso texto de GS 39 (nn. 1048-1050). Esta materia queda, por eso, algo dispersa y falta un tratamiento
unitario.
2.3 El hombre en situacin de pecado [3]
Se suele llamar existencialista al pensamiento que intenta tomar conciencia de la situacin concreta la
existencia del hombre en el mundo. Hay un existencialismo ateo o agnstico, que quiere situar el hombre ante el
absurdo (Heidegger, el primer Sartre, la novela El extranjero, de Camus). Pues, si no hay Dios, no puede existir
ninguna razn profunda o ltima, slo el hecho obvio de que se est ah (Dasein) ante un mundo, unas cosas, que
tambin estn ah. Creen que al asumir a fondo esta situacin, al no esperar nada ni referirse a nada, se alcanza
la verdadera libertad; una libertad sin ninguna referencia fuera de lo obvio (que estoy ante las cosas).
El existencialismo cristiano, en cambio, sita al hombre ante Dios (Kierkegaard), que es su origen y destino, y
el referente de su libertad. Pero en el marco de un Dios creador, tiene que explicar los absurdos de la existencia,
el mal, en todas sus dolorosas manifestaciones. El Catecismo comienza el prrafo 7 (La cada) sealando
precisamente que la doctrina del pecado original es la respuesta cristiana a la pregunta por el mal existente en el
mundo (385). Ya antes ha dedicado algunos nmeros a analizar lo que es el mal (309-314; 272). Despus, se
subrayar su importancia en la comprensin cristiana del mundo y de la historia: La doctrina del pecado original
-vinculada a la de la Redencin de Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lcido sobre la situacin del
hombre y de su obrar en el mundo (407).
Es notable esta mencin de la Redencin de Cristo. El Catecismo construye el tema del pecado original en
paralelo con la redencin. De entrada, en un importante prlogo, se explica que la revelacin cristiana es tambin
una revelacin del pecado (387), porque slo a la luz de la idea verdadera de Dios y de nuestra relacin con El
se puede conocer lo que significa pecado (386-387). Slo a la luz de Cristo, se descubre la profundidad del
misterio del pecado original: La doctrina del pecado original es, por as decirlo, el reverso de la buena nueva
de que Jess es el salvador de todos los hombres (389).
Se profundiza bellamente en el sentido del mandato original: la relacin de amistad del hombre con Dios
implica, por parte del hombre, sumisin y obediencia (396). En ese contexto, toma fuerza la explicacin del pecado
de todo pecado y del pecado de Adn: Todo pecado ser una desobediencia a Dios y una falta de confianza en
su bondad (397). Se invierte el orden. El hombre no se entrega en una relacin obediente, sino que se prefiri a
s mismo en lugar de Dios (398).
El Catecismo hace entonces una descripcin sinttica pero detallada de las consecuencias en el propio Adn
(399-401) y para la humanidad (402-409). El tema tiene un gran inters antropolgico. El hombre es un ser cado.
En esto la revelacin cristiana coincide con una experiencia personal. Y es uno de los temas ms interesantes del
dilogo evangelizador. Quiz ms fcil de desarrollar en trminos literarios (Dostoievsky) que propiamente
teolgicos.
2.4 La raz antropolgica de la moral cristiana
La enseanza moral del Catecismo (tercera parte) es la parte del Catecismo que tiene una mayor densidad de
temas antropolgicos. Est enfocada bajo la perspectiva general de La vida en Cristo. Participando de la vida
de Cristo, podemos vivir como hijos de Dios y morir al pecado (1691-1698). El camino cristiano es, por eso, una
metanoia o conversin[4].
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Antes de exponer ordenadamente la doctrina sobre el Declogo, se antepone una seccin introductoria,
dedicada a los fundamentos de la moral, con el ttulo: La vocacin del hombre. La vida del Espritu[5]. Al recordar
el tema de la vocacin se enlaza con el inicio del Catecismo (el hombre hecho para Dios). En Cristo se descubre la
verdadera vocacin del hombre, y tambin la nica respuesta ltima a los anhelos y aspiraciones del espritu
humano. No cabe duda de que este enfoque presente en Gaudium et spes y fuertemente subrayado por Juan
Pablo II ha inspirado esta seccin. Se quiere situar la moral cristiana dentro de las aspiraciones del hombre a la
felicidad. Y se quiere desarrollar su base antropolgica: pues, como decamos antes, el obrar sigue al ser. Las
pautas del obrar cristiano dependen de la idea que tenemos de nuestra relacin con Dios, y de lo que son la
persona y la sociedad humanas. Sobre esa base se entiende despus la lgica de los mandatos morales con sus
dos tablas (nuestros deberes hacia Dios y los dems), que se compendian en el doble mandamiento de la
caridad.
El nmero inicial seala perfectamente la estructura y la lgica de esta seccin: La vida en el Espritu Santo
realiza la vocacin del hombre (captulo primero). Est hecha de caridad divina y solidaridad humanas (captulo
segundo). Es concedida gratuitamente como una salvacin (captulo tercero) (1699). Al estudiar los captulos,
llama la atencin el fuerte paralelismo con la Primera parte de Gaudium et spes. Se puede ver, por ejemplo, que
los captulos primero y segundo del Catecismo se llaman igual que los captulos I y II de la Primera parte de
Gaudium et spes: respectivamente; La dignidad de la persona humana, y La Comunidad humana. Y en las
introducciones de estos Captulos en el Catecismo (1701-1715; y 1977-1896) se recoge lo substancial de los
captulos correspondientes de Gaudium et spes. Se observa claramente la voluntad de encuadrar la moral
cristiana dentro de la antropologa cristiana del Concilio, en relacin a las ideas cristianas de persona y de
sociedad.
En cambio, el captulo tercero del Catecismo trata de La salvacin de Dios: la ley y la gracia; mientras que
Gaudium et spes trataba de La actividad humana en el mundo. El cambio viene pedido por la estructura del
Catecismo y resulta un claro enriquecimiento, pero la comparacin pone de manifiesto una diversa acentuacin.
Gaudium et spes, al presentar la condicin humana, trata poco de la gracia, aunque la menciona. En cambio, el
Catecismo se extiende sobre el valor de la ley moral, el pecado la gracia y; por su parte, trata poco y
dispersamente de la accin humana en el mundo (arte, trabajo, cultura, desarrollo). Ya habamos notado esta
carencia.
Estos tres captulos del Catecismo son muy extensos y condensan mucha doctrina, de forma que tendremos
que conformarnos con una presentacin genrica.
1) El primer captulo, dedicado a La dignidad de la persona humana, recoge la doctrina de Gaudium et spes,
casi punto por punto, aunque pone por delante el famoso nmero 22 (Cristo... manifiesta plenamente el hombre
al propio hombre). Despus sigue una presentacin de la moral fundamental, que recuerda mucho el orden de la
Suma Teolgica (I-II)[6]. Se empieza tratando de la felicidad y bienaventuranza (el fin ltimo del hombre)
aadiendo la doctrina evanglica de las bienaventuranzas.
A continuacin, se analiza la libertad (en la Suma, lo voluntario). Es un punto fuerte del Catecismo
(1730-1748). Despus de situarla en el contexto de la vocacin del hombre a la unin con Dios (1730), se define
as: La libertad es el poder, radicado en la razn y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello,
de ejecutar as por s mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de s mismo. La libertad
es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduracin en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su
perfeccin cuando est ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza (1731). Aunque se dice de manera muy
esquemtica, la definicin de libertad cristiana presenta un claro contraste con el de la tradicin liberal (sin quitarle
sus mritos), y, en el contexto de nuestra cultura, merece una particular atencin.
Adems, el Catecismo insiste en la responsabilidad de los actos libres, en la herida que recibe con el pecado y
en la cooperacin con la gracia. Despus, explica brevemente los elementos del acto moral. Y siguiendo en lneas
generales el esquema de la Prima Secundae de la Summa Theologiae, explica las fuerzas que intervienen:
pasiones y virtudes; con una cuidadosa descripcin de la conciencia moral y de lo que es el pecado.
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2) El segundo captulo, La comunidad humana[7] comienza hablando del Carcter comunitario de la vocacin
humana, partiendo del modelo trinitario, de las tres Personas divinas en comunin (1878). Este principio teolgico
sealado por Gaudium et spes (24) y subrayado por Juan Pablo II, tiene una importancia paralela al nmero 22 de
Gaudium et spes que citbamos antes. Sirve para ordenar bajo una luz teolgica toda la doctrina sobre la
condicin social del hombre. Ms adelante tendremos ocasin de subrayarlo.
Este captulo resume los principios de la doctrina social de la Iglesia. En el mismo prlogo, de pasada, expone
el principio de subsidiaridad (citando Centesimus annus, de Juan Pablo II), que es un principio que regula la
estructura de la sociedad al equilibrar las tareas entres los cuerpos inferiores y los superiores. Y se expone el
sentido cristiano de la autoridad; del bien comn (con tres elementos: respeto a la persona, bienestar social y
desarrollo, y paz social), y de la necesaria participacin en la vida social. El captulo se completa con un resumen
de lo que significa justicia en la vida social: el respeto a los derechos de la persona, la igualdad fundamental y la
diversidad entre los hombres; y los deberes de solidaridad.
Al compararlo con el captulo anterior, que recoge una moral fundamental desarrollada ya en Santo Toms, se
observa, la novedad que supone en su conjunto la doctrina social de la Iglesia y su creciente estructuracin sobre
la doctrina cristiana de la persona y de su dignidad. Esta doctrina social es un logro de los siglos XIX y XX, cuando
la fe cristiana se ha visto urgida a reflexionar sobre los graves problemas sociales y ha recurrido a sus principios.
Pero no cabe duda que ha recibido una nueva forma, al articularse sobre la idea de persona y sobre la idea de
comunin de personas. Como estos aspectos son en parte accesibles a la experiencia humana, resulta que esta
doctrina puede servir de encuentro tambin con personas que no tienen fe. Aunque partan de otros supuestos, por
la intuicin moral comn al ser humano, son capaces de sostener formulaciones parecidas sobre la dignidad de la
persona humana, sus derechos, el valor de la familia y el orden social.
3) El tercer captulo, bajo el ttulo La salvacin de Dios: La ley y la gracia, engloba los nuevos elementos que
deben ser tenidos en cuenta en la conducta moral y que se deben a la salvacin obrada por Cristo. Este captulo
se divide en tres artculos, dedicados respectivamente a La ley moral, La gracia y justificacin y La Iglesia, Madre y
maestra. La disposicin de los temas recuerda tambin la exposicin moral de la Suma Teolgica (I-II, qq. 90-114),
de la que se han tomado algunas inspiraciones, sobre todo en relacin al valor y funcin de la ley en sus distintos
aspectos (Ley natural, ley antigua y ley nueva o evanglica). La gracia viene breve, pero substanciosamente
descrita[8]. Y se ha aadido el artculo dedicado a la Iglesia que recuerda oportunamente el aspecto social de la
vocacin cristiana y tambin el papel de la Iglesia en la iluminacin de la conducta moral.
Esta poderosa introduccin, con sus tres captulos, irradia despus en la explicacin de los diez
mandamientos. Sin poder entrar ya en el detalle, hay que destacar la doctrina sobre la dignidad de la persona
humana, desarrollada en su diversas facetas dentro del quinto mandamiento (2258-2300). Sobre los deseos del
corazn humano y su purificacin, dentro del noveno y dcimo mandamientos (2514-2519; 2534-2557). La
doctrina sobre la sexualidad y el amor esponsal, dentro del sexto (2331-2400). Sobre la naturaleza de la familia
(2201-2213, 2232-2233) y de la autoridad, en el cuarto (2234-2237). Y sobre el valor de la propiedad, el trabajo y
la doctrina social, al tratar del sptimo (2401-2463). Estos desarrollos se basan en los principios de antropologa
cristiana expuestos en los tres captulos introductorios de esta parte.
2.5 El hombre resucitado y recapitulado en Cristo
Aunque pertenece a la exposicin de la fe, por razones de estructura, hemos dejado para el final este tema: el
hombre renovado y resucitado en Cristo. Se recoge en los artculos 11 y 12 del Credo: Creo en la resurreccin de
la carne y Creo en la vida eterna. Puede existir la tentacin de considerarlo un apndice a lo que llevamos dicho.
Algo que, simplemente, esperamos al final y sobre lo que no es posible extenderse porque la revelacin cristiana
se conforma con darnos algunas imgenes difciles de interpretar.
No es as. La revelacin cristiana todo ella- es escatolgica: porque se centra en la figura de Jesucristo
resucitado y glorioso (Danilou). Lo propio del cristiano es que ya participa en las realidades eternas, aunque sea
en el rgimen del ya y todava no. Ha iniciado su transformacin en Cristo y recibido una vida eterna. Lo
celebra constantemente en la liturgia; lo intenta desarrollar en su comportamiento moral; y lo expresa tambin en
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su oracin: El Espritu Santo es el agua viva que, en el corazn del orante brota para la vida eterna (2652).
Por eso, la perspectiva escatolgica ilumina toda la antropologa.
El Catecismo insiste en que gracias al Espritu Santo, la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una
participacin en la muerte y la resurreccin de Cristo (1002) y en que los creyentes participan ya en la vida
celestial de Cristo resucitado (1003), como se expresa de manera eminente en los sacramentos, especialmente
en el Bautismo y la Eucarista.
a) La fe en la resurreccin final (Creo en la resurreccin de la carne) contiene adems una afirmacin sobre la
estructura esencial y definitiva del ser humano. La fe cristiana sostiene, como hemos visto, la existencia de un
principio espiritual e inmortal en el hombre, que llamamos alma. En esto contradice las visiones materialistas que
se han desarrollado en la cultura occidental; y se acerca a intuiciones presentes en muchas religiones. Pero
tambin sostiene que el cuerpo est llamado a resucitar, subrayando su importancia en la plenitud humana. El
Catecismo destaca este aspecto, consciente al mismo tiempo de su originalidad y de las dificultades que puede
encontrar en nuestra cultura (996).
La perspectiva de la resurreccin ya incoada en la vida de la gracia refuerza el valor de lo corporal.
Esperando ese da el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la dignidad de ser en Cristo; donde se
basa la exigencia del respeto hacia el propio cuerpo, y tambin hacia el ajeno, particularmente cuando sufre
(1004)
Adems, nuestra fe en el misterio pascual transforma nuestra idea de la muerte. El tema, de fuerte contenido
existencial, es importante desde el punto de vista de la presentacin de la fe cristiana y de su oferta de salvacin.
Y es tratado con cierta amplitud en el Catecismo (1005-1014, 1016, 1018-1019). Por una parte, la muerte es el
final normal de la vida humana, consecuencia de su constitucin biolgica (1007), pero tambin es consecuencia
del pecado (1008). Cristo transforma su sentido biolgico y moral al asumirla obedientemente: La obediencia de
Jess transform la maldicin de la muerte en bendicin (1009). Por eso, Gracias a Cristo, la muerte tiene un
sentido positivo (1010).
b) El cristiano que une su propia muerte a la de Jess ve la muerte como una ida hacia l y la entrada en la
vida eterna (1020). As se inicia la explicacin del ltimo artculo del Credo, Creo en la vida eterna. Adems del
concepto mismo de vida eterna, desde el punto de vista de la antropologa, tienen particular inters algunos
elementos de la descripcin de los estados escatolgicos ltimos (Cielo e infierno), pues reafirman la fe cristiana
en el fin ltimo del hombre y, por tanto, configuran su idea de la felicidad. Por su parte, la doctrina del purgatorio
incide en la idea de purificacin y metanoia y entronca con toda la fe cristiana en la transformacin del hombre en
Cristo, aunque el Catecismo apenas lo desarrolla.
El Cielo es el fin ltimo y la realizacin de las aspiraciones ms profundas del hombre (1024). El Catecismo
insiste en describirlo centrndose en la idea de comunin: es vida perfecta con la Santsima Trinidad,
comunin de vida y amor con ella, con la Virgen Mara, los ngeles y todos los bienaventurados; comunidad
bienaventurada de todos los que estn perfectamente incorporados a l (Cristo) (1026); misterio de comunin
bienaventurada con Dios y con todos los que estn en Cristo (1027). All se realiza en plenitud la aspiracin de
vivir en Cristo. De ese modo, los bienaventurados encuentran all su verdadera identidad, su propio nombre
(1025). En paralelo, el infierno es descrito como estado de autoexclusin definitiva de la comunin con Dios y con
los bienaventurados (1033). Y se insiste: La pena principal del infierno consiste en la separacin de Dios en
quien solamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las cuales ha sido creado y a las cuales aspira
(1057).
La parte final de este artculo est dedicada a La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva[9].
Adems de afirmar la fe en esta realidad, se recoge casi ntegro el nmero 39 de Gaudium et spes en relacin al
progreso. Se trata de un matizado juicio sobre el valor de las realizaciones humanas de cara a la vida definitiva;
sobre la relacin entre lo que se consigue en este mundo y lo que estar presente en los nuevos cielos y la nueva
tierra. Por tanto, hay detrs una pregunta sobre el sentido mismo del progreso humano. Antes hemos echado en
falta que esta doctrina conectase ms con una idea cristiana de la accin humana y del trabajo.
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transversales porque estn presentes en todo el Catecismo. Quiz el ltimo aspecto (la nueva perspectiva sobre
el misterio de la salvacin) est menos acogido y pendiente de un ulterior desarrollo teolgico.
3) Hemos visto la fuerza que tiene dentro del Catecismo la idea de la vocacin del hombre a la unin con Dios.
Es una idea clave para entender al ser humano y puede ser considerada como el atrio del Catecismo. Sita toda la
economa de la salvacin. La Iglesia anuncia su mensaje con la conviccin de que tiene la respuesta de Dios a los
anhelos ms profundos del ser humano. En este sentido, la antropologa cristiana resulta ser un terreno
privilegiado de dilogo evangelizador.
4) Llama la atencin el esfuerzo del Catecismo para insertar la moral cristiana en una idea cristiana del hombre
(el obrar que sigue al ser). Es el rea de mayor densidad de temas antropolgicos. Detrs est la reflexin
personalista del siglo XX (con amplio eco del pensamiento de Juan Pablo II). Y tambin el esfuerzo que ha hecho
la Iglesia en los ltimos decenios por desarrollar su doctrina sobre los derechos humanos, el matrimonio, la
sexualidad y, en general, la biotica. De sus resultados se nutre el Catecismo.
5) Hemos visto que la exposicin sobre la naturaleza del hombre, dentro del Credo, recoge sintticamente los
temas tradicionales de la antropologa cristiana, con riqueza de perspectivas. El Catecismo no puede ir por delante
de la teologa. Pero, al representar el estado de lo que es comnmente recibido, ofrece pistas para proseguir la
reflexin. En la idea de alma, se expresa la singularidad del ser humano desde el punto de vista ontolgico: su
espiritualidad (que es el fundamento de su apertura universal a la verdad y a la relacin) y su pervivencia eterna
ante Dios. Este aspecto, que conecta con la filosofa clsica, est slidamente adquirido en la doctrina cristiana (y
en el Catecismo), pero parece necesario relacionarlo mejor con una visin cientfica del ser humano. La nocin
tomista del alma como forma del cuerpo ofrece posibilidades en este sentido. En el siglo XX, hemos enriquecido
nuestra idea de persona, pero quiz se ha empobrecido nuestra idea de alma. Hay una interesante tarea
pendiente.
6) Al comparar los tres captulos de la introduccin a la moral (seccin 1) con la primera parte de Gaudium et
spes, hemos notado en el Catecismo una relativa ausencia y fraccionamiento de lo que sera la teologa de la
accin humana; es decir la teologa de las realidades temporales o del trabajo humano con sus productos (arte,
cultura y progreso). Se trata de juzgar el progreso humano, desde una perspectiva cristiana; y tambin de orientar
la accin cristiana en el mundo, en cuanto creadora de cultura. El tema es ms difcil de lo que parece, como ha
puesto de manifiesto la crisis de las teologas de la liberacin. Por otro lado, padecemos un notable retroceso
cultural del cristianismo en los pases de antigua tradicin cristiana, que tambin plantea interrogantes sobre el
sentido y objetivos de una accin cristiana en el mundo (poltica, sociedad, derecho, cultura, arte). Sigue siento
importante la observacin del punto 43 de Gaudium et spes (uno de los pocos prrafos que no es citado
textualmente): a la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad
terrena. Es una respuesta clara y prctica. Pero tambin cabe una reflexin actualizada sobre el papel de la fe
cristiana en la ciudad humana pluralista y poscristiana. Sobre todo, si estamos convencidos de que el cristianismo
es la respuesta de Dios a los anhelos humanos, que Cristo es la atractiva plenitud del ser humano, y que la Iglesia
est llamada a reunir en comunin con Dios y entre s a todos los hombres.
Juan Luis Lorda. Universidad de Navarra
[1] Comenta Ch. Schnborn: Despus de largas deliberaciones, la comisin lleg a la conclusin de que el
Catecismo no comenzara con un anlisis de la situacin del tiempo actual (...). El punto de partida debera ser ms
bien algo comn a todos los hombres: la capacidad de Dios que tiene el hombre, su dimensin religiosa (...). De
esta forma, y desde un principio, se ha tendido un puente a la parte moral, que comienza con la tendencia del
hombre a la felicidad en J. Ratzinger y Ch. Schnborn, Introduccin al Catecismo de la Iglesia catlica, Ciudad
Nueva, Madrid 1995 (2), 74.
[2] El prrafo sobre la creacin del hombre (355-379) ofrece de forma concisa los fundamentos de aquella
antropologa que luego, en la parte moral, es desarrollada en su dinmica. La acentuacin de la unidad en la
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diferencia de cuerpo y alma pertenece al ncleo de la imagen cristiana del hombre (...) pero tambin la doctrina de
la creacin inmediata del alma espiritual por Dios y la comprensin de la muerte como separacin del cuerpo y el
alma hasta la resurreccin; Ch. Schnborn, en Introduccin..., 80.
[3] Un tema particularmente delicado es el de la cada original. Una comisin especial se haba ocupado
ampliamente en la redaccin del texto de este prrafo. No puede ser tarea del Catecismo defender las nuevas
tesis teolgicas (...) el Catecismo se limita a exponer lo que es la doctrina segura de la fe. Es nuevo y se ha de
tener expresamente en cuenta el esfuerzo por centrar cristolgicamente el tema; Ch. Schnborn, en
Introduccin..., 80.
[4] La catequesis de la moralidad cristiana es ante toda una escuela de la nueva vida en Cristo bajo la
operacin de la gracia; Ch Schnborn, en Introduccin..., 51.
[5] La primera seccin de la tercera parte, la moral fundamental est construida en la perspectiva del actuar
del hombre y del actuar de Dios. El punto de partida aqu es la vocacin del hombre a la bienaventuranza, al igual
que la primera parte haba comenzado con el tema de la bsqueda de la felicidad, Ch. Schnborn, en O.
Gonzlez de Cardedal y J. A. Martnez, El Catecismo posconciliar, 91. Con ello, el Catecismo hace suyo el
enfoque de la Constitucin pastoral del Concilio, Gaudium et spes. El camino del hombre a su fin, la felicidad
eterna, est trazado en la condicin de imagen de Dios y viene determinado por ese fin, en Introduccin, 98-99.
[6] Seala Ch. Schnborn: No se podra ocultar que este plan de la moral fundamental, adems de en
la Gaudium et spes, se inspira sobre todo en la Summa Theologica de santo Toms de Aquino, en El catecismo
posconciliar, 92. Lo detalla en la Introduccin, pp. 101-102.
[7] La dimensin social y comunitaria del hombre pertenece indisolublemente a la moralidad. Se tratan la
persona y la sociedad, la autoridad, el bien comn, la responsabilidad y la participacin, la justicia social y la
solidaridad en estrecha conexin con la Gaudium et spes. Los desarrollos concretos siguen en la segunda seccin
sobre los diez mandamientos, en Introduccin,..., 100-101.
[8] El artculo sobre la gracia comienza con la doctrina de la justificacin, que ecumnicamente es de gran
importancia. Est orientada totalmente por San Pablo, particularmente por la Carta a los Romanos. El tema de la
gracia atraviesa todo el Catecismo; Ch. Schnborn, en Introduccin..., 101.
[9] Con la esperanza de la resurreccin est vinculada la esperanza en la nueva creacin, el nuevo cielo y la
nueva tierra. Para el trato correcto con la creacin y con los bienes de este mundo es determinante esta
perspectiva de esperanza; Ch. Schnborn, en Introduccin..., 90.
Observaciones bibliogrficas
No constan estudios de conjunto sobre la antropologa del Catecismo. Varias obras colectivas comentan sistemticamente
las cuatro partes del Catecismo. Las numeramos para facilitar la cita: (1) Facultad de Teologa de la Universidad de Navarra,
Introduccin a la lectura del "Catecismo de la Iglesia Catlica", EUNSA, Pamplona 1993; (2) AEDOS (Asociacin para el
Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia), Estudios sobre el catecismo de la Iglesia Catlica, Unin Editorial, Madrid 1996; (3)
R. Fisichella (ed). Commento teologico al Catechismo della Chiesa Cattolica, Piemme, Casale Monferrato 1993. Con carcter
ms general, (4) O. Gonzlez de Cardenal y J. A. Martnez Camino (eds.), El catecismo posconciliar: contexto y contenidos,
Paulinas, Madrid 1993; (5) A. Amato, E. dal Covolo y A. Triacca (eds.), La Catechesi al traguardo. Studi sul Catechismo della
Chiesa Cattolica, LAS, Roma 1997. Adems, entre los nmeros especiales de las revistas teolgicas: Scripta theologica (1993),
recogido en (1); Miscellanea Comillas (1993); Nouvelle Revue Thologique (1993); Lateranum (1993); Salesianum (1994);
Theology today (1996); Phase (2002).
Todas contienen anlisis tiles. Desde el punto de vista antropolgico, entre los comentarios a la introduccin del Credo
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(creo), destacan C. Izquierdo (1) 139-158 y P. Henrici (3), 71-79; a la exposicin del De homine en el Credo, J. Morales (1)
159-176; y L. Ladaria (3) 170-185; a la idea de comunin de personas, (especialmente en la dualidad varn-mujer), Blanca
Castilla en (2) 163-194; a la presentacin de la moral fundamental, A. Sarmiento, en (1) 261-278; y S. Privitera, en (3) 429-451;
a la escatologa, L. Ladaria, (3) 298-314.
El hoy cardenal arzobispo de Viena, Chistoph Schnborn, que actu como Secretario general en la redaccin del
Catecismo, ha expuesto los Criterios de redaccin del Catecismo, en (4) 84-94; lo ha resumido en breves homilas en
Fundamentos de nuestra fe: el "Credo" en el Catecismo de la Iglesia Catlica, Encuentro, Madrid 1999; y lo presenta en dos
importantes conferencias, publicadas con otra de Joseph Ratzinger que da ttulo al libro: Introduccin al Catecismo de la Iglesia
Catlica, Ciudad Nueva, Madrid 1995. La conferencia de J. Ratzinger tambin en (4) 47-64. Son importantes los artculos de J.
Ratzinger en , entre otras, su intervencin con motivo de los 10 aos, publicada por la Congregacin para la doctrina de la fe,
Current Doctrinal Relevance of the Catechism of the Catholic Church (accesible en Internet).
Otros ensayos de conjunto sobre el Credo del Catecismo son A. Nichols, The splendour of doctrine: the "Catechism of the
Catholic Church" on Christian believing, T. & T. Clark, Edinburgh 1995; M. Simon, Le catchisme de Jean-Paul II: gense et
valuation de son commentaire du Symbole des aptres, Leuven University press - Peeters, Leuven 2000. Y algunos artculos
con perspectivas de conjunto: P. Rodrguez, El Catecismo de la Iglesia Catlica: Interpretacin histrico-teolgica, en (2) 1-46;
J. A. Domnguez, Fe y catequesis: a propsito del nuevo Catecismo de la Iglesia Catlica, en Isidorianum 5 (1994) 7-30; A.
Aranda, El Catecismo de la Iglesia catlica: algunas claves de lectura teolgica, en (1) 13-26; P. Poupard, Il Catechismo della
Chiesa Cattolica: Origine, struttura, dinamica contenutistica e significato, en Euntes docete 46 (1993)175-191; R. Pellitero,
Evangelizzare nel 2000. Il servizio del Catechismo, en Studi Cattolici 471 (2000) 324-330; L. Scheffczyk, Der Katechismus der
Katholischen Kirche unter theologischzeitgeschichtlichem Aspekt, en Forum katholische Theologie 9 (1993) 81-96; A. Gonzlez
Montes, "La fundamentacion racional de la dogmatica en el Catecismo de la Iglesia Catolica": sobre los presupuestos
racionales de la fe, en Dialogo ecumnico 33 (1998) 325-336. O con atencin particular a puntos que hemos tratado: J. A.
Says, El alma en el Catecismo de la Iglesia Catlica, Gratis datae, Pamplona 1994; P. Carlotti, La vita in Christo.
Considerazioni sulla terza parte del Catechismo della Chiesa Cattolica, en Salesianum 56 (1994) 489-522; C. Bermdez, Una
lettura sulla dottrina della grazia nel Catechismo della Chiesa Cattolica, en Annales Theologici 8 (1994) 377-393; D. Borobio,
Antropologa litrgico - sacramental en el "Catecismo de la Iglesia Catlica", en Phase 42 (2002) 109-135; L. Martnez
Fernndez, Diccionario del catecismo de la Iglesia Catlica, BAC, Madrid 1995.
Para los temas histricos, J. Honor, El Catecismo de la Iglesia Catlica. Gnesis y perfil, en (4) 65-83; entre otros artculos
de las obras colectivas citadas; adems, M. Simon, Un catchisme universel pour l'glise catholique: du Concile de Trente
nos jours, Leuven University Press -Peeters, Leuven 1992; Le "Catchisme de l'glise catholique": de Vatican II Jean-Paul II,
en Revue thologique de Louvain, 32 (2001) 3-23; Le catchisme de Jean-Paul II: une laboration de douze annes, en RTL 33
(2002) 211-238. Mons. Estepa ha destacado la vinculacin del Catecismo con el Concilio Vaticano II en El nuevo Catecismo es
el Catecismo del Concilio Vaticano II, Servicio de Informacin y documentacin de la Iglesia en Espaa, 3.XII.1992. En cuanto
a la lectura de Juan Pablo II sobre Gaudium et spes, mi libro Antropologa, del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II, Palabra,
Madrid , con amplia nota bibliogrfica; tambin R. Buttiglione, El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992; y G.
Weigel, Biografa de Juan Pablo II: testigo de esperanza, Plaza & Jans, Barcelona 1999.
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