ST Xxii-1 04
ST Xxii-1 04
ST Xxii-1 04
JORGE VICENTE
El tema de la muerte constituye la piedra de toque de la Antropologa filosfica por cuanto que una interpretacin del hombre y la vida humana que escamotee el problema de la muerte es trivial y no merece ser
considerada en serio. La muerte, como la tierra, es la quintaesencia de la
condicin humana, es decir, del conjunto de condiciones fcticas bajo las
que nos es dado vivir . Del mismo modo que la vida humana es una vida terrena que de hecho tiene lugar sobre el planeta tierra, es una vida
mortal. La mortalidad es, sin duda, uno de los modos de ser de la existencia humana, uno de los existenciarios heideggerianos. Ya los griegos, para
contraponer el hombre a los dems seres, hablaban de nosotros, los mortales. En cierto sentido, morirse es un atributo exclusivamente humano.
1
La muerte proporciona un punto de vista privilegiado en la reflexin antropolgica porque permite la totalizacin de la vida humana y,
en esa medida, es posible enfrentarse a la totalidad de la propia vida cuestionando su sentido. La muerte es el enigma fundamental de la vida, por
usar la expresin de Dilthey, y, por tanto, nos convierte en problema para nosotros mismos. Vista desde la muerte, la propia vida resulta extraordinariamente problemtica. Factus eram ipse mihi magna quaestio , escribe S. Agustn . Se entiende as bien la tesis de Schopenhauer,
rememorando a Platn, de que sin la muerte el hombre nunca hubiera
empezado a filosofar . La muerte, el conocimiento de la propia muerte,
saca al hombre del letargo y el sopor, colocndolo frente de s y oblign2
Apn-
113
JORGE VICENTE
114
Cor.,
lect. 2, n.
924.
1. Naturaleza
ca de la
y cultura
en la muerte
humana.
La variabilidad
histri-
muerte
Esa interpretacin del binomio naturaleza-cultura es falsa e imposibilita una recta comprensin del hombre. En efecto, segn ella, lo dado al
hombre constituye lo esencial y verdadero, lo inamovible y eterno del
hombre es decir, su verdad mientras que lo cultural y lo adquirido designan lo no esencial, lo artificioso y lo accidental transitorio. Lo natural,
lo dado, es lo esencial y lo universal, mientras que lo cultural es lo accidental y lo particular, lo variable.
En cuanto que lo natural es lo esencial, es tambin lo universal porque la esencia se realiza en todos los individuos de la especie. Al interpre-
8. Cfr. sobre este punto D . V"ON HlLDEBRAND., Sobre la muerte, Madrid 1980,
pp. 127-30.
9. Cfr. por ejemplo, I. KANT., Antropologa desde el punto de vista pragmtico,
prlogo.
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tar la esencia universal como lo comn a todos los individuos de la especie, se tiende a identificar lo dado y lo natural con el conjunto de rasgos
comunes a los seres humanos. En la medida en que la naturaleza comn
es lo esencial subyacente a las diferencias accidentales, la relacin entre naturaleza y cultura tiende a verse de un modo estratogrfico: hay un fundamento comn invariable que subyace a las diferencias. De este modo, si
se quiere averiguar qu es lo natural bastara con indagar qu es lo comn
subyacente a todos los hombres.
La identificacin de lo natural y lo esencial del hombre con lo comn subyacente a la variedad cultural lleva a identificar lo natural con lo
biolgico, es decir, con lo menos especficamente humano. Si se proyecta
esta idea sobre la sexualidad humana, resulta que lo que en el sexo hay
de natural, en el sentido de esencial y verdadero, sera lo que hay en l
de materialidad biolgica, y lo que hay de cultural y artificial, en el sentido de accidental y variable, es lo que adviene al sexo por ser humano.
Si se proyecta la misma idea sobre la muerte, ocurre que lo esencial de
la muerte humana sera el proceso de destruccin biolgica, que de ningn modo es especfico del ser humano.
Este planteamiento puede llamarse reduccionista, porque induce a
creer que lo esencial del sexo o la muerte es fundamentalmente la constancia que viene dada por la materialidad del organismo biolgico, mientras
que lo que hay en ellos de variable, de artificial o cultural, posibilitado
por la espiritualidad del organismo biolgico, es accidental, prescindible y,
en el fondo, no verdadero.
La identificacin entre lo dado, lo natural, lo esencial, lo inamovible, lo universal y lo comn es incorrecta desde el punto de vista de la
lgica, porque lo universal no es lo comn a los particulares , y presenta tambin serios inconvenientes metafsicos y antropolgicos.
10
Spaeman ha insistido en la existencia de dos conceptos de naturaleza. El primero de ellos es un concepto naturalstico, mecanicista, de naturaleza, propio de la ciencia moderna : la naturaleza se convierte ahora
en el reino de lo que ya es. La naturaleza se vuelve exterioridad sin ser
11
10. Lo universal no tiene por qu ser lo comn a todos los casos de un concepto. Sobre el tema, cfr. P.T. G R E A C H . , Mental Acts, Londres 1957.
1 1 . Cfr. R . SPAJEMANN., El problema de un concepto de la naturaleza del hombre, en R . SEVlLLA.,(ed.), La evolucin, el hombre y el humano, Tubinga 1986, p.
96, e ID,. LO natural y lo racional, Madrid 1989.
116
propio y conocer a un ente por naturaleza significa enajenarlo como objeto y to know
what
we can do with
it, when
we have
it (Hobbes) . Es
12
La ficcin teolgica del status purae naturas fue postulado para subrayar la gratuidad de la elevacin al orden sobrenatural, pero tal ficcin
de una naturaleza pura se muestra muy peligrosa si se proyecta al orden
de la cultura o de la historia, porque si tiene sentido mantener la no necesidad del orden sobrenatural respecto del natural, no tiene ningn sentido
mantener tal gratuidad de la cultura o de la historia.
Frente al concepto mecanicista y autosuficiente de lo natural, Spaemann ha reivindicado un concepto teolgico de naturaleza de raigambre
clsica. La naturaleza, segn Aristteles, no es la mera apariencia exterior. Physei, por naturaleza, es, antes bien, aquello que tiene en s mismo
el principio del movimiento y del reposo. Si lo natural es aquello que
tiene en s el principio de su movimiento, la naturaleza es vista de un modo no cosista sino teleolgico y dinmico. Lo natural no se identifica con
lo dado, con lo que ya es o con lo comn, sino que lo natural es lo que
regula desde s sus operaciones, que por ello pueden ser calificadas con
verdad como propias. Lo natural es lo que posee una operacin que le
pertenece de suyo. La naturaleza, por tanto, no se muestra al principio
sino al final. La naturaleza es teolgica y no puede ser identificada con
lo dado. Esta idea est presente en la definicin clsica de la naturaleza
como la esencia en cuanto principio de operaciones.
12.
Cfr. R . S P A E M A N N . , El problema...,
13.
Cfr. Ibidem.,
p. 97.
pp. 98-9.
117
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La naturaleza humana no puede entenderse pues como autosuficiente y cerrada en s. En este sentido conviene recordar las crticas de Hegel
a la nocin rusoniana de naturaleza. Lo que hay en el hombre de natural,
si se deja completamente al margen del espritu (es decir, la cultura), no
es nada mas que la pura animalidad, pero adems no una animalidad regulada en su despliegue por un ordenfsico-biolgico,sino una animalidad
anrquica y catica, es decir, carente de naturaleza.
La innovacin y el artificio, la cultura y la historia, es algo que tiene lugar en un tipo de organismo viviente que est penetrado de espritu,
o sea, en el animal racional, en el hombre. Pero como ya se ha visto, la
naturaleza humana remite a la cultura y, por tanto, lo natural en el hombre incluye lo artificial. Por tanto, lo verdaderamente natural no es tanto
lo biolgicamente invariable como lo cultural, es decir, lo histricamente
variable .
14
14. Slo teniendo en cuenta esta nocin teleolgica de naturaleza puede entenderse la tesis aristotlica de que el hombre es p o r naturaleza u n ser hablante y
un ser poltico ( C f r . ARISTTELES, Poltica, 1, 2 ) . E s obvio que para l la polis
n o es natural en el sentido de ser c o m n para todos los hombres, sino en el sentido de ser el tipo de organizacin poltica que se corresponde c o n la plenitud humana. L o natural n o es lo c o m n o lo fctico, sino lo bueno y lo conveniente.
L a naturaleza tiene un sentido final.
L a misma relacin entre naturaleza y cultura puede observarse en el o t r o ejemplo
aristotlico. E l h o m b r e es, p o r naturaleza, zon logistikon pero, obviamente, n o
hay ninguna lengua natural. L a capacidad que el h o m b r e tiene p o r naturaleza de
hablar slo puede ejercerse en un mbito cultural. N o se puede hablar sin utilizar
una lengua concreta que es siempre un constructo cultural. L a naturaleza n o es,
pues, algo que se oponga a la cultura, sino que ms bien remite a ella. E l h o m b r e
es, p o r naturaleza, un ser cultural.
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pues la muerte de los individuos acontece en el seno de una sociedad. Toda sociedad debe encarar la muerte de sus miembros.
La muerte no es slo el trmino de la vida biolgica humana, la cesacin de las funciones vitales, sino que es tambin el trmino de la vida
biogrfica humana. No se puede identificar sin ms la muerte humana con
la descripcin realizada en la autopsia, porque tal descripcin deja fuera
lo especficamente humano. El morir humano es irreductible al acabar
biolgico porque la muerte participa del carcter personal del hombre, es
el trmino de una persona, y por tanto, de un ser que se posee a s mismo, que es dueo de s. La muerte de una mosca es un puro acabar biolgico que es asumido por la especie, pero la muerte del hombre, en cuanto
afecta a la singularidad de la persona, no es un puro suceso biolgico, en
la misma medida en que la biografa es irreductible a la biologa.
El hombre es un ser biogrfico, y no meramente biolgico, porque
es un sujeto, es decir, un ser con capacidad de objetar lo real o sea, conocerlo como real y de captarse a s mismo como real . Sujeto es el
ser que es objeto para s mismo, no slo en el plano terico sino en el
prctico. El hombre es sujeto no slo en el sentido de poseer autoconciencia intelectual, sino tambin en el de tomarse a s mismo como objeto de
conducta. Lo que caracteriza al hombre frente a los dems animales es la
necesidad que experimenta de interpretar su propia existencia, de adoptar
una postura respecto de s mismo, es decir, respecto de los impulsos y
propiedades que en s percibe y tambin respecto de los dems hombres.
El ser humano debe dar una interpretacin de su ser y, partiendo de ella,
tomar una postura y ejercer una conducta respecto de s mismo . Desde
este punto de vista, hay que decir que la muerte no es slo un proceso
que acontece al organismo biolgico que el hombre es, sino algo respecto
de lo cual el hombre adopta una postura y desarrolla una conducta. Ambos aspectos, el proceso biolgico y la conducta respecto de l son igualmente naturales para el hombre, aunque el primero le sea dado y el segundo dependa de su libertad.
15
16
15. Sobre este punto, cfr. el clsico estudio de M. S C H E L E R , Die Stellung des
Mensch im Kosmos, (El puesto del hombre en el cosmos), Madrid 1936.
16. Cfr. A. G E H L E N . , El hombre, Salamanca 1980, p. 9.
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es un mero accidente cultural que se aada a una naturaleza biolgicamente cerrada. La naturaleza de la muerte humana no puede dejar fuera lo
que en ella hay de especficamente humano. Hay una variabilidad histrica del morir.
En una obra reciente, el historiador de las mentalidades Philip Aries
ha distinguido cuatro etapas en el modo de encarar la muerte en occidente
desde la cada de Roma . La tesis de Aries, por discutible que sea, es de
gran inters y puede aportar un marco histrico valioso para la reflexin
antropolgica en torno a la muerte.
17
hombre
Para el historiador de las mentalidades, el siglo X X registra un nuevo cambio. La muerte se convierte en algo prohibido. La nueva actitud
comienza por un deseo de no alarmar al enfermo a quien se le oculta su
suerte. Analiza el fenmeno de la muerte hospitalaria. El moribundo muere solo, sin saberlo, aletargado. El ocultamiento de la muerte se presenta
incluso como un deber moral porque se ha de preservar la felicidad. No
se tiene derecho a hacer pasar un mal rato a nadie. La incapacidad, pues,
de encajar la muerte, manifiesta ya en la actitud precedente, ha llevado a
hacer de la muerte algo socialmente prohibido. Aries se suma as a los numerosos autores que han criticado el anonimato y la trivialidad del morir
contemporneo. Parece que la muerte ha perdido todo su carcter personal. Se muere en serie. El morir se ha convertido en algo profundamente
estpido y trivial . No es ajeno al carcter estpido con que se presenta
la muerte en nuestros das, la difusin de la mentalidad segn la cual la
muerte es algo natural, que debe ser aceptado. La muerte seria el desenla19
JORGE VICENTE
2.
Los cuatro
perspectivas
puntos
de la
de vista en el estudio
de la muerte
humana.
Las
exterioridad
20. Esta tesis fue desarrollada por L. Polo en la conferencia dictada en el Congreso UNTV 86 de Pamplona. Meyer seala cmo el atenimiento a los fenmenos
naturales del vivir y el morir es el intento de liberar la existencia humana de toda
angustia (cfr. o.c, p. 18).
21. Cfr. J . O R T E G A Y G A S E T . , Estudios sobre el amor, Barcelona 1971, pp.,
19-20.
22. La enumeracin y caracterizacin de estas cuatro perspectivas est tomada
de J . C H O Z A . , Manual de Antropologa filosfica, Madrid 1988.
122
24
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con Muerte en Venecia de Thomas Mann. Mientras que la primera describe la enfermedad y la agona como un ascenso hasta el acto terriblemente
majestuoso de la muerte en la segunda, la enfermedad aparece como un
puro proceso de deterioro en el que no hay lugar para actos majestuosos.
Mientras que Ivan Illich, con absoluta conciencia de que se muere, aspir
el aire, se detuvo a media aspiracin y falleci, Aschenbach, sin ninguna
especial lucidez y como puro trmino de un deterioro progresivo, se limita a desplomarse en el silln, inclinado suavemente hacia un lado .
Aqu no aparece un fallecer.
25
25. La expresin acto terriblemente majestuoso de la muerte, puede encontrarse en la p. 69 de la edicin de Bruguera (Barcelona 1983; 2 ed). La descripcin de la muerte de Aschenbach en la p. 85 de la edicin de Plaza y Janes (Barcelona 1975). Descripciones muy similares pueden verse, p. ej. en Los Buddenbrook.
26. Cfr. J . F E R R A T E R M O R A . , El ser y la muerte, Madrid 1962.
124
en esta perspectiva como natural, como algo que pertenece intrnsecamente a la vida y no como algo que es puramente exterior. La mortalidad
aparece como natural al ser vivo en la medida en que ste es un organismo diferenciado. Como sentenciar Tagore, la muerte es de la vida, igual
que el nacer; como el andar est lo mismo en alzar el pie que en volverlo
a la tierra .
27
JORGE VICENTE
E n este sentido, resulta habitual contraponer la llamada muerte africana la muerte tal y c o m o acontece en las sociedades tradicionales de
frica negra con la nuestra occidental. E s claro que, mientras que en
el primer caso hay una aceptacin social de la muerte, de m o d o que la
integracin social se reafirma, en la segunda, en la medida en que la muerte se convierte en un f e n m e n o privado y la sociedad n o tiene respuesta
para el p r o b l e m a de la muerte, aparece el desarraigo. N o en balde U n a m u n o es u n o de los grandes individualistas.
D e todos modos y frente a algunas exaltaciones de la muerte africana, conviene recordar que la conciencia de la propia individualidad es correlativa de la prdida de la integracin social y de la imposibilidad de'"
asumir la muerte individual en la vida social. Si se t o m a conciencia del
valor de la propia individualidad, la absorcin de la muerte individual en
la vida social se hace imposible.
3.
ma
La muerte
de la muerte
en la perspectiva
de la interioridad
subjetiva.
El
proble-
propia
30. Una clsica monografa sobre este tema es la de A . V A N GENNEP., LOS ritos de paso, Madrid 1987
31. Sobre esta cuestin cfr. R. JAULIN., La muerte en los sara, Barcelona 1985:
L. THOMAS., Antropologa de la muerte, Mxico 1983: K. BAMUNOVA, y B. ADOIKONOU, La muerte en la vida africana, Barcelona 1984. Un buen resumen de la
cuestin puede encontrarse en E. GIL., La muerte en otras culturas y religiones, en
J . G A F O , y otros, La eutanasia y el derecho a morir con dignidad, Madrid 1984,
pp. 9-39.
126
SOBRE LA M U E R T E Y E L MORIR
33
34
JORGE
VICENTE
En estos versos, Hlderlin sita en el temor y la anticipacin cognoscitiva de la muerte lejana la diferencia entre el hombre y el animal.
Que el hombre es el nico animal que sabe que va a morir es bastante
obvio, pero lo importante es que Hlderlin conecta la muerte, su anticipacin actual, con el futuro, articulando de este modo la temporalidad humana con la muerte. La muerte no es as slo un suceso futuro que advendr, sino que es algo presente ya en el modo humano de vivir la
temporalidad. El hombre la anticipa ya en cuanto que es capaz de barruntar el futuro, es decir, de proyectar.
Algn autor, al citar estos versos, seala que el hombre sabe que va
a morir en cuanto que proyecta su vida hacia el futuro. El hombre vive
y acta en un plazo que sabe que es limitado y tiene necesidad de proyectarse en cuanto que sabe que el futuro es un tiempo limitado a su disposicin. Slo hay realizacin de s mismo cuando hay conocimiento del futuro y de la limitacin de ese futuro. Ni Dios ni los ngeles se
autorrealizan .
36
califica todos sus momentos. Pero en tal afirmacin queda en el aire una
ambigedad: hay que entender la muerte desde la temporalidad humana
o la temporalidad humana desde la muerte? Dicho de otro modo, es la
vectorialidad del tiempo, el estar dirigido del tiempo, lo que funda la anticipacin en cada instante de la muerte, o ms bien, por el contrario, es
la condicin mortal de nuestra existencia lo que funda la vectorialidad del
tiempo? E incluso, parece que es posible una tercera posibilidad: no pueden ser independientes una existencia vectorializada y la muerte?.
Frente a la tesis tpicamente existencialista segn la cual la condicin
mortal funda la vectorialidad del tiempo, parece claro, por una parte, que
tal vectorialidad puede fundarse en la capacidad humana de proyectar. Si
hay proyectos, el tiempo se vectorializa, y los proyectos pueden constituir
una serie indefinida. Siempre se puede seguir proyectando. Por otra parte,
si se quiere mantener que la existencia humana ha de tener un trmino,
pues de otro modo el hombre jams alcanzara su fin (pues la capacidad
humana de proyectar en el orden histrico cultural es indefinida), entonces lo que hay que mostrar es por qu tal trmino ha de tener precisamente la forma de muerte, es decir, de derrumbamiento del organismo
que esencialmente el hombre es .
37
Sea de ello lo que fuere, es claro que Hlderlin seala que la muerte
no es slo un suceso final, sino algo presente en la vida en toda su duracin, algo que proyecta su sombra sobre toda la vida. As, cabe decir que
la vida humana es una vida ante la muerte, y el vivir ante la muerte la
califica y define. Vivimos sabiendo que hemos de morir.
Rilke introduce ya en los primeros aos de este siglo el tema de la
muerte propia. Denuncia la muerte trivial, despersonalizada, en serie, prefabricada. La muerte no debe ser algo annimo y estpido, sino el fruto
maduro de la existencia, el acto culminar y ms propio de la vida. Se
reconcentraban dice hablando de los nios que antiguamente saban
morir y moran lo que ya eran y lo que habran llegado a ser .
31
37. Esta confusin parece atravesar toda la obra de Sciacca, Muerte e inmortalidad,. Seguramente, el autor tiene razn al mantener que una existencia temporal
ilimitada supondra que el hombre no alcanzara su fin, pero eso no explica por
qu el trmino de la vida humana ha de ser precisamente la muerte (cfr. Muerte
e inmortalidad, Barcelona 1962).
38. E.M. RlLKE., Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, en Obras, Barcelona
196/, p. 1481, cfr. pp. 1476-81.
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El libro
de la pobreza
y de la
muerte:
39. R.M. RlLKE., El libro de la pobreza y de la muerte, en ed. cit., pp. 457-8.
131
JORGE
VICENTE
Para fundamentar tal tesis, segn Scheler, hay que resolver tres cuestiones: qu es la muerte, cmo se nos da y qu clase de certeza tenemos
de ella. En primer lugar, el conocimiento que tenemos de la muerte no
es resultado de nuestra experiencia exterior. No sabemos que vamos a morir por induccin emprica porque si eso fuera as, un hombre absolutamente aislado no sabra que iba a morir. Tampoco basta la experiencia del
envejecimiento.
Segn Scheler, si separamos la idea y la esencia de la muerte misma de todos los conocimientos que se transmiten por experiencia, se comprueba que la idea de la muerte es uno de los elementos constitutivos de
toda conciencia vital. De este modo, la muerte no es slo el final del proceso orgnico, sino que es interna a todo l y, en consecuencia, es interna
a la vida. Y si esto es as, sabemos de la muerte tanto por anlisis de la
conciencia vital como por experiencia exterior .
41
mos que algo se aleja y algo se acerca. A lo largo del progreso objetivo
del proceso vital, es decir, en el avance progresivo de la vida, el recuerdo
aumenta y la expectativa disminuye. Con la cantidad de vida dada en cada instante como algo vivido y de su repercusin, disminuye por lo tanto
la cantidad de lo que se puede experimentar, tal como se presenta en la
inmediata espera de la vida. Es decir, en el proceso vital aparece una direccin, y esa direccin significa consumir permanentemente lo experimentable como vida dada en el futuro, mediante la vida vivida y su repercusin. Esa vivencia de la direccin del proceso vital nos da la certeza
de la muerte. De ese modo, la certeza de la muerte aparece en toda experiencia acerca de la vida, con absoluta independencia del deseo de vivir
o el temor a morir.
As concluye Scheler: la muerte no es por lo tanto un mero componente emprico de nuestra existencia, sino que pertenece a la esencia de
la experiencia de toda la vida, y tambin de la nuestra, de modo que tiene
la direccin hacia la muerte. La muerte pertenece a la forma y a la estructura en que se nos ha dado cualquier tipo de vida, tanto la nuestra como
cualquier otra, y esto ocurre desde dentro y desde fuera .
42
pp. 26-31
pp. 33-4.
133
JORGE
VICENTE
44.
45.
134
SOBRE L A M U E R T E Y E L MORIR
La angustia nacida de la consideracin de la posibilidad siempre presente de la muerte, o sea de la propia imposibilidad, alcanza en Heidegger
un valor mximamente individualizador.
46. Cfr. R. JOLIVET., Las doctrinas existencialistas, Madrid 1962, pp. 120-30, e
JJD., Le probleme de la mort chez Heidegger et Sartre, Abbaye St. Wandrlle 1950.
135
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SOBRE LA M U E R T E Y E L MORIR
A la interiorizacin de la muerte operada por Heidegger opone Sartre, por tanto, su carcter extrnseco y absurdo. Como ha sealado Jolivet, la argumentacin de Sartre es irrefutable. Para un ser que es esencialmente proyecto y espera, la muerte, que es el fin de todo proyecto y toda
espera, es absurda. La vida no puede recuperar la muerte convirtindola
en punto final, en la nota final de una meloda, y, en consecuencia, la vida humana no se define por la muerte. Esta no da sentido a la vida sino
que la convierte en absurda. Si la muerte es la nihilizacin total del
hombre es absurda y proyecta su absurdo sobre toda la vida humana .
48
51
47. Cfr. J.P. SARTRE., El ser y la nada, Buenos Aires 1968, pp. 650-69.
48. Cfr. R. JOLJVET., Le probleme..., pp. 43-4.
49. L. WrrTGENSTEIN., Tractatus logko-philosophicus, 6. 4311.
50. Sobre este punto cfr, adems del Manual de Antropologa filosfica de Jacinto Choza ya citado, su artculo La triple teleologa del sujeto humano en A. LLANO., y otros, Etica y poltica en la sociedad democrtica, Madrid 1980, pp. 30-43.
51. J . CHOZA., Inmortalidad y suicidio, en Nuestro Tiempo n 232, octubre
de 1973, p. 11.
137
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VICENTE
da, sea breve o larga la duracin de su ciclo biolgico, por lo que se refiere al sentido metafsico de su existencia, est siempre cumplida en el momento en que la muerte rompe la unin del espritu con su cuerpo. La
muerte corporal nunca interrumpe la vida; la cumple siempre; sella un
destino (sin que haya nada que aadir o quitar) y abre la existencia a su
destinacin . Ms bien, en contra de Sciacca, hay que mantener que
toda muerte es prematura, porque el hombre siempre da ms de s y puede siempre, por tanto, iniciar nuevos proyectos. Sciacca parece confundir
el que, al chocar con un tope externo a mi biografa, como es mi muerte,
yo haya de preverla, conformarme con ella o incluso disponerme a bien
morir, con el que la muerte sea un lmite impuesto desde dentro de mi
biografa. No se puede pasar legtimamente de la primera consideracin a
la segunda.
52
La segunda consideracin relevante para nuestros efectos es la distincin entre acontecimientos y procesos. Los procesos duran tiempo y son
SOBRE LA M U E R T E Y E L MORIR
cronometrables, mientras que los acontecimientos tienen lugar en el tiempo y son datables. As, se pregunta por cunto dura un proceso y por
cundo tiene lugar un acontecimiento. Ahora bien, que algo sea un acontecimiento o un proceso depende del tipo de discurso. Lo que en un discurso es un acontecimiento, en otro puede ser un proceso.
Los lmites de los procesos son los acontecimientos, pero si centramos nuestra atencin en un acontecimiento podemos considerarlo como
un proceso. Podemos redescribir un acontecimiento que tiene lugar en un
tiempo determinado, en un proceso que dura tiempo. El concepto de instante surge de llevar esta posibilidad al lmite. Aparece as la idea de un
instante de duracin. Ahora bien, en nuestra experiencia, dice Rosenberg,
no hay nada que se corresponda con un instante de duracin. Los instantes son, pues, acontecimientos nominales .
55
55. Cfr. Ibidem, pp. 29-30. Sin embargo, se puede decir que pensar es una actividad instantnea al menos en el sentido de que toda la proposicin se piensa a
la vez. Por eso, pensar es una operacin intemporal. Esta intemporalidad es un
excelente punto de partida para demostrar la inmortalidad del alma. Cfr. P.T.
GEACH., Inmortality in God and Soul, Londres 1969, pp. 17-29.
56.
30-1.
139
JORGE VICENTE
pp. 31-4.
De este modo, la tesis que Scheler, Sciacca y, en buena medida, Rahner * comparten no es cierta. El cadver no es la muerte, es el muerto:
la muerte no es un acto de la existencia y pertenece a la existencia misma
en esta vida; en el muerto no est la muerte sino el hecho: el acto de morir cada uno la propia muerte est en cada uno de nosotros, pertenece a
nuestra vida que por aquel acto se cumple terrenalmente . Pero este
intento de interiorizar la muerte est condenado al fracaso porque la
muerte aunque no sea slo un proceso biolgico no deja de serlo. Como
proceso biolgico la muerte es insoslayable. La muerte no puede ser considerada slo como un acto biogrfico por el que el hombre alcanza su
plenitud porque es un proceso biolgico de destruccin de un organismo,
y este aspecto es insoslayable por cuanto que el hombre muere porque
es un organismo. Si no fuera un organismo, no habra muerte. En este
punto, al menos, Rahner est ms acertado que Sciacca porque el alemn
reconoce que la muerte es a la vez un acto biogrfico y un proceso biolgico. La muerte es accin y pasin en uno. Ahora bien, dada la unidad
sustancial del hombre, si es que realmente se toma en serio, no es posible
repartir simplemente estos dos aspectos de la muerte nica entre el alma
y el cuerpo, y disolver as la verdadera naturaleza de la muerte
humana
5
60
58. Sobre toda esta cuestin Cfr. L.-F. MATEO-SECO., La muerte como mal en
el pensamiento de Toms de Aquino en Atti del Congreso Intemazionale,
t. 7,
L'uomo, aples 1974, pp. 467-80.
59. Cfr. K. RAHNER., Sentido teolgico de la muerte, Barcelona 1965.
60. M.F. SCIACCA., O.C, p. 11.
61. K. RAHNER., O.C, p. 35. De todos modos, la postura de Rahner parece exsesivamente dualista. Algunas crticas muy interesantes a este autor pueden verse
en los artculos de Mateo Seco y Saranyana ya citados.
141
JORGE
VICENTE
dad en el caso del suicidio. Que el hombre no puede ser activo respecto
de su muerte implica que el suicida no muere por un acto de la voluntad,
sino que debe acudir a una causalidad externa que provoque el proceso
biolgico de destruccin del organismo. Tambin el suicida padece su
muerte.
Queda, por ltimo, a la hora de mantener el escndalo de la muerte,
una cuestin: cmo puede la muerte ser un mal si nadie, como mantiene
Epicuro, la padece? No es cierto que la muerte no puede ser un mal para
m, puesto que me suprime como sujeto de experiencias?
La muerte puede ser considerada como mala en cuanto que es privacin del bien de la vida. Esta tesis, con claro sabor clsico, ha sido defendida tambin recientemente, dentro del mbito de la filosofa del lenguaje,
por Nagel. Para este autor, la muerte es mala en cuanto que supone la
prdida del bien de la vida. Que la muerte signifique el fin del sujeto que
experimenta no permite decir, como hacen Epicuro y Rosenberg, que mi
muerte no me afecta, por tres razones. En primer lugar, porque para que
algo sea un mal no hace falta que se experimente como tal. El dolor no
es el nico mal. En segundo lugar, porque los males no tienen por qu
ser datables en una secuencia cronolgica, sino que a veces para considerar
si algo es bueno o malo tenemos que tener en cuenta la totalidad de la
existencia. En tercer lugar, porque para resolver el problema del sujeto^
basta con considerar que la muerte implica la prdida de alguna vida que
se hubiera tenido si no se hubiera muerto .
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Considerada as, aunque la muerte sea inevitable, significa una eliminacin sbita de bienes posibles indefinidamente extensos. El hecho de
que todos tengamos que morir no implica que no sera bueno vivir ms.
62.
23-8.
63.
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SOBRE LA M U E R T E Y E L MORIR
Y, por tanto, si no hay lmite para la cantidad de vida que sera bueno
vivir, la muerte es un mal que nos aguarda a todos .
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La muerte es, en definitiva, algo que conviene afrontar resueltamente y que no debe ser oculto ni trivializado so pena de perder la dignidad
de la existencia humana. Es cierto que hemos de vivir ante la muerte. Pero la muerte no es el final natural, el desenlace adecuado de la vida humana. Como ha sealado Guardini, la muerte surge del modo especfico de
ser de nuestra vida, pero es algo que no debera haber existido . La
muerte no puede ser pues ni ocultada ni asumida, sino algo que hay que
mantener en su carcter misterioso y enigmtico. La necesidad fctica de
morir es algo que repugna profundamente. Y tal realidad dolorosa y enigmtica de la muerte plantea el profundo misterio de la existencia humana.
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