Ultimo Discurso de Evita
Ultimo Discurso de Evita
Ultimo Discurso de Evita
Yo, que siempre tuve en el general Pern a mi maestro y mi amigo pues l siempre me dio
el ejemplo de su lealtad acrisolada hacia los trabajadores-, en todos estos aos de mi vida
he dedicado las noches y los das a atender a los humildes de la Patria sin reparar en los
das ni en las noches, ni en los sacrificios.
Mientras tanto ellos, los entreguistas, los mediocres, los cobardes, de noche tramaban la
intriga y la infamia del da siguiente, yo, una humilde mujer, no pensaba sino en los dolores
que tena que mitigar y en la gente a que tena que consolar en nombre vuestro, mi general,
porque se el cario entraable que sents por los descamisados y porque llevo en mi
corazn una deuda de gratitud para con los descamisados que el 17 de octubre de 1945 me
devolvieron la vida, la luz, el alma y el corazn al devolverme a Pern.
Yo no soy ms que una mujer del pueblo argentino, una descamisada de la Patria, pero una
descamisada de corazn, porque siempre he querido confundirme con los trabajadores, con
los ancianos, con los nios, con los que sufren, trabajando codo a codo, corazn a corazn
con ellos para lograr que lo quieran ms a Pern y para ser un puente de paz entre el
general Pern y los descamisados de la Patria.
Mi general: aqu en este magnfico espectculo vuelve a darse el milagro de hace dos mil
aos. No fueron los sabios, ni los ricos, ni los poderosos los que creyeron; fueron los
humildes. Ricos y poderosos han de tener el alma cerrada por la avaricia y el egosmo; en
cambio, los humildes, como viven y duermen al aire libre, tienen las ventanas del alma
siempre expuestas a las cosas extraordinarias. Mi general: son los descamisados que os ven
a vos con los ojos del alma y por eso os comprenden, os siguen; y por eso, no quieren ms
que a un hombre, no quieren a otro: Pern o nadie.
Yo aprovecho esta oportunidad para pedir a Dios que ilumine a los mediocres para que
puedan ver a Pern y para que puedan comprenderlo, y para que las futuras generaciones no
nos tengan que marcar con el dedo de la desesperacin si llegaran a comprobar que hubo
argentinos tan mal nacidos que a un hombre como el general Pern, que ha quemado su
vida para lograr el camino de la grandeza y la felicidad de la Patria, lo combatieron
alindose con intereses forneos.
No me interes jams la insidia ni la calumnia cuando ellos desataron sus lenguas contra
una dbil mujer argentina. Al contrario, me alegre ntimamente, porque yo, mi general,
quise que mi pecho fuera escudo para que los ataques, en lugar de ir a vos, llegaran a m.
Pero nunca me dej engaar. Los que me atacan a m no es por m, mi general, es por vos.
Es que son tan traidores, tan cobardes que no quieren decir que no lo quieren a Pern. No es
a Eva Pern a quien atacan: es a Pern.
A ellos les duele que Eva Pern se haya dedicado al pueblo argentino; a ellos les duele que
Eva Pern, en lugar de dedicarse a fiestas oligrquicas, haya dedicado las horas, las noches
y los das a mitigar dolores y restaar heridas.
Mi general: aqu est el pueblo y yo aprovecho esta oportunidad para agradecer a todos los
humildes, a todos los trabajadores, a todas las mujeres, nios y hombres de la Patria, que en
su corazn reconocido han levantado el nombre de una mujer, de una humilde mujer que
los ama entraablemente y que no le importa quemar su vida si con ello lleva un poco de
felicidad a algn hogar de su Patria. Yo siempre har lo que diga el pueblo, pero yo les digo
a los compaeros trabajadores que as como hace cinco aos dije que prefera ser Evita
antes de ser la esposa del presidente, si ese Evita era dicho para calmar un dolor en algn
hogar de mi Patria, hoy digo que prefiero ser Evita, porque siendo Evita s que siempre me
llevarn muy dentro de su corazn. Qu gloria, qu honor, a qu ms puede aspirar un
ciudadano o una ciudadana que al amor del pueblo argentino!
Yo me siento extraordinariamente emocionada. Mi humilde persona no merece el cario
entraable de todos los trabajadores de la Patria. Sobre mis dbiles espaldas de mujer
argentina ustedes cargan una enorme responsabilidad. Yo no s cmo pagar el cario y la
confianza que el pueblo deposita en m. Lo pago con amor, querindolo a Pern y
querindolos a ustedes, que es como querer a la Patria misma.
Compaeros: Yo quiero que todos ustedes, los del interior, los del Gran Buenos Aires, los
de la Capital, en fin, los de los cuatro puntos cardinales de la Patria, les digan a los
descamisados que todo lo que soy, que todo lo que tengo, que todo lo que hago, que todo lo
que har, que todo lo que lo que pienso, que todo lo que poseo no me pertenece: es de
Pern, porque l me lo dio todo, porque l, al descender hasta una humilde mujer de la
Patria, la elev hacia las alturas y la puso en el corazn del pueblo argentino.
Mi general: si alguna satisfaccin podra haber tenido es la de haber interpretado vuestros
sueos de patriota, vuestras inquietudes y la de haber trabajado humilde pero tenazmente
para restaar las heridas de los humildes de la Patria, para cristalizar esperanzas y para
mitigar dolores, de acuerdo con vuestros deseos y con vuestros mandatos.
Yo no he hecho nada; todo es Pern. Pern es la Patria, Pern es todo, y todos nosotros
estamos a distancia sideral del Lder de la nacionalidad. Yo, mi general, con la
plenipotencia espiritual que me dan los descamisados de la Patria, os proclamo, antes que el
pueblo os vote el 11 noviembre, presidente de todos los argentinos. La Patria est salvada,
porque est en manos del general Pern.
A ustedes, descamisados de mi Patria, y a todos los que me escuchan, los estrecho
simblicamente muy, pero muy fuerte, sobre mi corazn.