Renato Rosaldo - Culture and Truth
Renato Rosaldo - Culture and Truth
Renato Rosaldo - Culture and Truth
NORMAS CLSICAS
La antropologa nos invita a ampliar nuestro sentido de las posibilidades humanas, mediante el estudio de otras formas de vida. Esta,
a diferencia del aprendizaje de otra lengua, requiere tiempo y paciencia. No hay atajos. Por ejemplo, no podemos utilizar nuestra imaginacin para inventar otros mundos culturales. Incluso los as llamados
reinos de pura libertad, nuestra fantasa y nuestros pensamientos ms
profundos, son producidos y estn limitados por nuestra propia cultura local. La imaginacin humana est formada culturalmente, al
igual que las distintas maneras de tejer, llevar a cabo un ritual, educar
a los hijos, llorar o curar; son propias de ciertas formas de vida, se trate de balineses, angloamericanos, nyakyusa o vascos.
La cultura, otorga importancia a la experiencia humana, al seleccionar a partir de ella y organizarla. En general, se refiere a las formas en las cuales la gente da sentido a su vida, ms que a la pera o a
los museos de arte. No habita en un mundo aparte, como por ejemplo,
la poltica o la economa. Desde las piruetas del ballet clsico hasta los
hechos ms manifiestos, toda la conducta humana est mediada culturalmente. La cultura rene la vida cotidiana y lo esotrico, lo mundano y lo insigne, lo ridculo y lo sublime. La cultura es ubicua, ni superior ni inferior.
La transferencia cultural nos exige que intentemos entender
otras formas de vida en sus propios trminos. No debemos imponer
nuestras categoras a la vida de otra gente, porque es probable que no
sean aplicables, al menos no sin una seria revisin. Podemos aprender
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acerca de otras culturas slo leyendo, escuchando o estando all. Aunque a menudo resultan extraas, burdas para los forasteros, las prcticas informales de la vida cotidiana tienen sentido en su propio contexto y en sus propios trminos. Los seres humanos no pueden dejar de
aprender la cultura o las culturas de los lugares en los que crecen. Un
neoyorquino transferido en su nacimiento a la isla de Tikopia, en el Pacfico, se volver un tikopiano, y viceversa. Las culturas se aprenden, no
estn codificadas genticamente.
Permtame el lector referirme a una serie de ancdotas ilustrativas acerca de los canes y los nios, con el propsito de discutir dos concepciones distintas respecto a la tarea de los estudios culturales. Para
empezar en la misma Norteamrica, la mayora de los angloamericanos
consideran que los perros son mascotas domsticas, animales que se
deben alimentar, cuidar y tratar con cierto afecto. La mayora de familias con perros tienen uno o tal vez dos. Las relaciones entre los angloamericanos y sus perros no son del todo distintas a sus relaciones con los
nios. Se trata a las mascotas con impaciencia, indulgencia y afecto.
Los ilongot de Luzn, en Filipinas, tambin tienen perros, pero
perderamos mucho de la traduccin si decimos simplemente que el
trmino ilongot para perro es atu, y nada ms. En este caso, gran parte
de lo que pensamos acerca de las relaciones entre perros y seres humanos sera incorrecto. Por ejemplo, los ilongot creen que es importante
mencionar que, a diferencia de sus vecinos, ellos no comen a sus perros.
El slo hecho de pensarlo es aberrante. Adems, no uno, ni dos, sino de
ocho a quince canes comparten el mismo techo con una familia que vive en casas sin divisiones. Entre los ilongot, los perros son utilizados en
la caza; son animales descarnados, aunque de extraordinaria fuerza; a
diferencia de otros animales domsticos (excepto los cerdos), se los alimenta con alimentos cocidos, generalmente camotes y vegetales. Los
ilongot consideran que los perros son animales tiles, no mascotas. Si
un perro queda mal herido en una cacera, su dueo le corta la cabeza
y regresa a casa con lgrimas de ira y frustracin; le preocupa no saber
cmo reemplazar a su perro, pero tampoco muestra afecto por el animal. En cambio, la enfermedad de un cerdito conmueve tanto a su dueo que derrama lgrimas, acompaadas de arrullos, caricias y lenguaje
infantil. En este caso, nuestra idea de mascota se aplica ms a las relaciones de los ilongot con sus cerditos que con sus perros. Incluso el trmino ilongot bilek se aplica no slo a las mascotas (cerdos pequeos,
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pero no muecas), sino tambin a las plantas domsticas y a los juguetes de los nios.
Este contraste entre la actitud de los ilongot y los angloamericanos hacia los perros sigue el estilo antropolgico de anlisis, cuya principal representante es Ruth Benedict y su obra Patterns of Culture1. De
acuerdo con el estilo clsico, cada modelo cultural es nico y autocontenido, como si fuera un diseo en un caleidoscopio. Debido a que la
variedad de posibilidades humanas es tan grande, no podemos predecir modelos culturales de un caso a otro; slo podemos decir que en
ningn caso concordarn. La mascota de una cultura ser el medio de
produccin en otra; un grupo adular a las muecas, mientras otro a
los cerditos. Donde un grupo ve el valor sentimental, otro encuentra el
valor utilitario.
Aunque la visin clsica de los modelos culturales nicos ha resultado ser de gran importancia, tambin tiene serias limitaciones.
Otorga demasiada importancia a los modelos compartidos, en perjuicio de procesos de cambio e inconsistencias internas, conflictos y contradicciones2. Al definir la cultura como un conjunto de significados
compartidos, las normas clsicas de anlisis dificultan el estudio de zonas de diferencia, tanto dentro de las culturas como entre ellas3. Desde
la perspectiva clsica, los lmites culturales resultan excepciones perturbadoras, en lugar de importantes reas de investigacin.
Las normas clsicas de anlisis social estn condicionadas por
un mundo cambiante y se han ido desgastando desde finales de los
aos sesenta, y han dejado el campo antroplogico en una crisis creativa de reorientacin y renovacin. Los cambios en el pensamiento social han vuelto cada vez ms urgentes las cuestiones relativas al conflicto, el cambio y la desigualdad. Los analistas ya no buscan armona y
consenso en la exclusin de las diferencias y sus inconsistencias. Para el
anlisis social, los lmites culturales han pasado desde los mrgenes
hacia el centro. En ciertos casos, estos lmites son literales. Las ciudades
de todo el mundo abrigan hoy cada vez ms minoras raciales, tnicas,
lingsticas, religiosas, sexuales, clasistas. El encuentro con la diferencia
atraviesa toda la vida cotidiana moderna en los ambientes urbanos.
Personalmente, debo decir que crec oyendo hablar espaol a mi
padre, e ingls a mi madre. Considere el lector cun pertinente fue, desde un punto de vista cultural, la reaccin de mi padre, nacido y educado en Mxico, cuando llev a mi perro Chico al veterinario, a finales de
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ngrafo Solitario (o como l mismo dice, su imparcialidad desinteresada) apenas ocultaba su funcin ideolgica, en la perpetuacin del
control colonial de pueblos y lugares distantes. Sus escritos representaban los objetos humanos de la empresa global de la misin civilizadora, como si fueran recipientes ideales del bagaje del hombre blanco.
Etngrafo Solitario describi a los colonizados como miembros
de una cultura armoniosa, internamente homognea y esttica. Al hacerlo, la cultura pareca necesitar progreso, progreso econmico y
moral. Adems, la cultura tradicional atemporal serva como una referencia autocomplaciente, en relacin con la cual la civilizacin occidental poda medir su progresiva evolucin histrica. El viaje hacia la
civilizacin se entenda ms como una elevacin que como una cada,
un proceso de superacin y no de degradacin (un viaje largo y arduo
hacia arriba, un viaje que culmina en nosotros).
En el pasado mtico, una estricta divisin del trabajo separaba al
Etngrafo Solitario de su nativo. Por definicin, Etngrafo Solitario
saba leer y escribir, y su nativo, no. De acuerdo con las normas del
trabajo de campo, su nativo hablaba y Etngrafo Solitario registraba
palabras en sus notas de campo6. Segn las normas imperialistas,
su nativo le proporcionaba la materia prima (los datos) que deba
procesar en la metrpolis. Despus de regresar al centro metropolitano
donde fue educado, Etngrafo Solitario escribi su trabajo final.
El sagrado legado que Etngrafo Solitario hered a sus sucesores
incluye la complicidad con el imperialismo, un compromiso con el objetivismo y una creencia en el monumentalismo. El contexto del imperialismo y el gobierno colonial dieron forma al monumentalismo de reseas sin tiempo sobre culturas homogneas, y al objetivismo de una
divisin estricta del trabajo entre el etngrafo objetivo y su nativo.
Las prcticas claves as transmitidas pueden resumirse bajo el trmino
de trabajo de campo, que a menudo se considera como una iniciacin
en los misterios del conocimiento antropolgico. El resultado del trabajo de Etngrafo Solitario, la etnografa, pareca un medio transparente. Describa una cultura lo suficientemente congelada para ser
objeto de conocimiento cientfico. Este gnero de descripcin social
se convirti, junto con la cultura que describa, en un artefacto digno
de las grandes colecciones musesticas.
El mito del Etngrafo Solitario describe el nacimiento de la etnografa, un gnero de descripcin social. Al utilizar modelos tomados
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Junto con el objetivismo, el perodo clsico codificaba una nocin de monumentalismo. Hasta hace poco, de hecho, yo mismo aceptaba sin mayor reflexin el dogma monumentalista de que la etnografa descansa sobre el slido cimiento de las etnografas clsicas. Por
ejemplo, recuerdo que hace algunos aos, durante una noche de neblina, iba conduciendo en compaa de un fsico por el estrecho montaoso de la ruta 17, entre Santa Cruz y San Jos. Ambos nos sentamos
preocupados por el clima y tambin algo aburridos, de modo que empezamos a discutir sobre nuestros respectivos campos de estudio. Mi
compaero me pregunt, como slo un fsico poda hacerlo, qu haban descubierto los antroplogos.
Descubierto?, pregunt, fingiendo sorpresa. Por un momento
me mostr indeciso; ya se me ocurrira algo.
S, t sabes, algo como las propiedades o las leyes de otras culturas.
Quieres decir algo como e=mc2?
Exactamente, dijo.
Repentinamente, me vino la inspiracin y recuerdo haber dicho
algo como esto: Hay una cosa que sabemos con seguridad. Todos conocemos una buena descripcin cuando la vemos. No hemos descubierto leyes culturales, pero sabemos que hay etnografas clsicas, descripciones realmente contundentes de otras culturas.
Las obras clsicas servan de modelos para la inspiracin de los
etngrafos. Los clsicos se consideraban descripciones culturales ejemplares, mapas de investigaciones pasadas y al mismo tiempo modelos
para investigaciones futuras. De hecho, eran la nica cosa que conocamos con seguridad, especialmente cuando nos veamos asediados por
un fsico inquisidor. Los principales antroplogos continan rezando el
credo monumentalista de que las teoras nacen y mueren, pero que las
buenas descripciones etnogrficas representan logros duraderos. R.O.
Beidelman, por ejemplo, dice en la introduccin de su ltimo trabajo
etnogrfico: Las teoras pueden cambiar, pero la etnografa sigue ocupando el ncleo de la antropologa; es la prueba y la medida de toda
teora9. En efecto, las etnografas clsicas han resultado duraderas en
comparacin con la corta vida de las escuelas del pensamiento, tales como el evolucionismo, el difusionismo, cultura y personalidad, el funcionalismo, la etnociencia y el estructuralismo.
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Para anticipar la discusin de las siguientes pginas, cabe mencionar que el monumentalismo mezcla un proyecto analtico ms o
menos compartido y en continuo cambio con una lista cannica de etnografas clsicas. Aun si aceptramos que el ncleo de la disciplina reside en sus clsicos, no se sigue de ello, como una base slida, que estas apreciadas obras siguen siendo las mismas. Los practicantes constantemente las reinterpretan a la luz de los nuevos proyectos tericos y
las reanalizan segn las nuevas evidencias disponibles. Desde el punto
de vista de su recepcin, los artefactos culturales que llamamos etnografas sufren un cambio constante, a pesar de que, como textos verbales, son fijos.
La investigacin de los temas tericos que surgen de los estudios
etnogrficos y se materializan en ellos es el propsito de este libro.
Opino que los experimentos actuales con la etnografa reflejan y contribuyen a un programa interdisciplinario permanente, que ha ido
transformando el pensamiento social. La reconstruccin del anlisis
social proviene de los movimientos polticos e intelectuales que nacieron durante el nuevo perodo postcolonial intensamente imperialista,
de finales de los aos sesenta. En este contexto, ciertos pensadores sociales reorientaron sus programas tericos sobre la base de variables
discretas y generalizaciones nomotticas, en busca de la interaccin de
diferentes factores, conforme se desarrollan en casos especficos.
La poltica de la reconstruccin del anlisis social
Si el perodo clsico reuni el legado de Etngrafo Solitario -la
complicidad con el imperialismo, la doctrina del objetivismo y el credo monumentalista-, la turbulencia poltica de finales de los sesenta y
principios de la dcada siguiente inici un proceso aclaratorio y de reelaboracin, que contina hasta la fecha. De manera semejante a las reorientaciones en otros campos y en otros pases, el mpetu inicial por el
desplazamiento conceptual en la antropologa fue la poderosa coyuntura histrica de la descolonizacin y la intensificacin del imperialismo norteamericano. Este desarrollo condujo a una serie de movimientos, desde la lucha por los derechos civiles hasta la movilizacin en contra de la Guerra de Vietnam. Durante este perodo, el tono poltico en
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conciencia poltica y la ideologa pasaron a primer plano. Averiguar cmo la gente construye sus propias historias y cmo funciona el juego
de dominio y resistencia fueron asuntos ms importantes que las discusiones acadmicas en torno a la conservacin del sistema y la teora
del equilibrio. Hacer una antropologa comprometida tena ms sentido que intentar mantener la ficcin del analista como un observador
imparcial. Lo que alguna vez fue un tema pasado de moda, a saber, la
emancipacin humana, empez a sonar con ms insistencia.
La reorientacin de la antropologa form parte de una serie de
movimientos sociales mucho ms amplios y reformulaciones intelectuales. En su libro The Restructuring of Social and Political Theory, por
ejemplo, Richard Berstein atribuye la reorientacin del pensamiento
social norteamericano, despus de finales de los aos sesenta, en gran
parte a la renovacin de corrientes intelectuales otrora rechazadas. Entre dichas corrientes, Berstein incluye la filosofa lingstica, la historia
y la filosofa de la ciencia, la fenomenologa, la hermenutica y el Marxismo12. Berstein atribuye estos cambios en el proyecto del anlisis social a las perspectivas crticas desarrolladas por jvenes acadmicos que,
en calidad de antiguos lderes estudiantiles, descubrieron que su crtica
de la sociedad tambin les obligaba a lanzar agudos reparos a sus disciplinas de estudio. Aunque educada dentro de los mtodos ms avanzados de investigacin formal del momento, la nueva generacin de estudiantes ejerca su crtica desde dentro, cosa que result ser muy efectiva,
ya que sta iba dirigida a profesionales plenamente formados que de
otra forma habran repelido los ataques desde ms all de las fronteras
disciplinarias, al calificar la crtica de defectuosa o llena de prejuicios.
En el interior de la antropologa, Clifford Geertz habl con gran
elocuencia acerca de la reconfiguracin del pensamiento social desde
finales de los aos sesenta. Los cientficos sociales, segn Geertz, han
desviado cada vez ms su atencin de las leyes explicativas generales a
casos individuales y su respectiva interpretacin. Para alcanzar sus objetivos, han diluido las fronteras entre las ciencias sociales y las humanidades. Sus formas de descripcin social utilizan inclusive palabras
claves tomadas de las humanidades: texto, historia y drama social. Despus de caracterizar los cambios que actualmente estn operndose en
las ciencias humanas, Geertz sostiene que los supuestos del objetivismo
acerca de la teora, el lenguaje y la imparcialidad, ya no son vlidos por
la manera en que el anlisis social ha modificado su programa:
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Se estn desafiando algunos supuestos de las ciencias sociales tradicionales. La separacin estricta de la teora y los datos, la
idea del hecho puro; el esfuerzo por crear un vocabulario formal
de anlisis exento de toda referencia subjetiva, la idea del lenguaje ideal; la neutralidad moral y la visin olmpica, la verdad de
Dios -ninguna de estas ideas puede prosperar, cuando consideramos que la explicacin procura conectar la accin con su sentido y
no la conducta con sus determinantes. La reconfiguracin de la teora social representa un cambio, no tanto en nuestra idea de lo que
es el conocimiento, cuanto en lo que queremos conocer13.
De acuerdo con Geertz, las ciencias sociales han sufrido profundos cambios en su concepcin (a) del objeto de anlisis, (b) del lenguaje de anlisis y (c) de la posicin del analista. El ideal otrora dominante de un observador imparcial que utiliza un lenguaje neutral para explicar datos puros ha sido desplazado por un proyecto alternativo que
intenta comprender la conducta humana segn se desarrolla a travs
del tiempo y en relacin con su significado para los actores.
La tarea pendiente es difcil. Tanto los mtodos como la asignatura de estudios culturales han sufrido grandes cambios, conforme su
proyecto analtico ha dado un nuevo giro. La cultura, la poltica y la historia se han entrelazado, pasando a un primer plano que no ocupaban
durante el perodo clsico. Este nuevo giro ha transformado la tarea de
la teora, la que ahora debe atender asuntos conceptuales que vieron la
luz gracias al estudio de casos particulares, y no restringirse a la bsqueda de generalizaciones.
La reconfiguracin del pensamiento social ha coincidido con
una crtica de las normas clsicas y un perodo de experimentacin en
la forma de hacer etnografa. Al hablar apasionadamente de un momento experimental, un grupo de antroplogos ha optado deliberadamente por una nueva forma literaria14. Sus escritos celebran las posibilidades creativas que se han abierto, gracias a la nueva flexibilidad de
los cdigos que gobernaban la produccin de etnografas durante el perodo clsico. Sin embargo, ms que un caso de pura experimentacin
sin ningn otro fin, o el hecho de quedar atrapado entre los paradigmas de investigacin, el actual momento experimental de la etnografa es el producto de cuestiones ticas y analticas permanentes mas no
transitorias15. Los cambios en las relaciones globales de dominio han
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gelinos o el ritual entre los ndembu de Africa Central, los estudios culturales consideran que los mundos humanos se construyen a travs de
procesos histricos y polticos, y no son puros hechos atemporales de
la naturaleza. Es maravillosamente fcil confundir nuestra cultura local con la naturaleza humana universal. Si la ideologa a menudo hace que los hechos culturales parezcan naturales, el anlisis social intenta reinvertir el proceso. Desarma lo ideolgico con el fin de revelar lo
cultural, una mezcla peculiar de arbitrariedad objetiva (cosas humanas
que podran ser de otra forma, y de hecho lo son en otros lugares) y
presuposicin subjetiva (slo es sentido comn -cmo podran ser las
cosas de otro modo?).
Al presentar la cultura como un sujeto de anlisis y crtica, la
perspectiva etnogrfica desarrolla una influencia mutua entre diferenciacin de lo familiar y familiarizacin de lo diferente. Las propias culturas pueden parecer tan normales a sus miembros, hasta tal punto,
que su sentido comn parezca basarse en la naturaleza humana universal. Las descripciones por, de y para los miembros de una cultura particular exigen un relativo nfasis en la des-familiarizacin, de suerte
que parecen -como de hecho ocurre- humanas y no naturales. Las culturas diferentes, sin embargo, pueden parecer tan exticas para quien
viene de fuera, que es como si la vida cotidiana flotara en una audaz
mentalidad primitiva. Las descripciones sociales acerca de las culturas
distantes, tanto para el escritor como para el lector, exigen un relativo
nfasis en la familiarizacin, de tal modo que parecen -como de hecho
ocurre- profundamente distintas en sus diferencias, aunque reconociblemente humanas en su semejanza.
Paradjicamente, el xito de la etnografa como perspectiva modeladora de una amplia variedad de estudios culturales coincide con
una crisis en la disciplina misma. Los lectores de etnografas clsicas sufren cada vez ms de un sndrome que yo llamo el traje nuevo del emperador. Las obras que una vez parecan completamente ataviadas,
aparecen ahora desnudas, incluso risibles. Las palabras que alguna vez
se consideraban como la pura verdad ahora son una parodia o, en el
mejor de los casos, constituyen uno de muchos puntos de vista. El cambio en el pensamiento social - objeto, lengua y posicin moral de sus
analistas- ha sido lo suficientemente profundo como para manifestar,
con toda claridad, el tedio que hoy causan ciertas formas de escritura
etnogrfica que alguna vez fueron cultivadas y respetadas.
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tradicionales en un sentido clsico, y donde el individuo actuaba a partir de un conjunto de reglas ms o menos fijas20. Al leer acerca de la familia china en la poca clsica, se percat que le recordaba a un ballet
que sigue meticulosamente determinadas reglas y papeles. Sin embargo,
ms tarde ley cmo los grandes guerreros chinos utilizaban la fuerza
bruta para obtener apoyo y alteraban de esa manera la vida de sus sbditos; y as ocurra una y otra vez, conforme el gobierno legtimo pasaba rpidamente de unas manos a otras. Mi conclusin fue, dice Bruner, que las explicaciones que optan por el equilibrio de las culturas
son tiles, principalmente para escribir etnografas al estilo tradicional,
o como instrumentos polticos que sern utilizados por los que estn en
el poder, para subyugar a quienes deben ser gobernados21. Aunque las
descripciones de las sociedades tradicionales, donde la gente sigue servilmente reglas sociales estrictas, tienen una cautivante formalidad,
ciertas descripciones alternativas respecto a las mismas sociedades hicieron que Bruner llegara a una conclusin no muy agradable, muy parecida a la ma. En su opinin, el retrato etnogrfico de la sociedad tradicional sin tiempo, tal como si fuera una ficcin, sola ayudar en la
composicin y legitimar la subyugacin de las poblaciones humanas.
Las normas clsicas de composicin etnogrfica, cumplan un
importante papel en el fortalecimiento del salto acrobtico de las hiptesis de trabajo, a las profecas acerca de mundos sociales estticos, en
los que la gente est capturada en una red de eterna repeticin. La teora antropolgica de moda estaba dominada por los conceptos de estructura, cdigos y normas; por su parte, desarroll practicas descriptivas en gran parte implcitas, que prescriban una redaccin en tiempo
presente. De hecho, los antroplogos han utilizado con orgullo la frase
el presente etnogrfico para designar un modo lejano de escritura, que
normalizaba la vida, al describir actividades sociales como si todos los
miembros del grupo las repitieran siempre de la misma manera.
Las sociedades as descritas se asemejaban a la nocin de orientalismo22 de Edward Said. Said subrayaba los vnculos entre el poder
y el conocimiento, entre el imperialismo y el orientalismo, y mostranba cmo las formas de descripcin social, aparentemente inocentes y
neutrales, reforzaban y producan, a la vez, ideologas que justificaban
el proyecto imperialista. En su opinin, el orientalismo registra observaciones acerca de una transaccin en la esquina del mercado, el cuidado infantil bajo un techo de paja o un rito de paso, con el fin de hacer
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generalizaciones que produzcan una entidad cultural mayor: el Oriente, que por definicin, es espacialmente homogneo y esttico a travs
del tiempo. De acuerdo con estas descripciones, el Oriente parece un
punto de referencia segn el cual medir el progreso de la Europa occidental y un terreno inerte, en el cual se pueden imponer esquemas
imperialistas de desarrollo.
La nocin clsica de que la estabilidad, el orden y el equilibrio
caracterizaban a las llamadas sociedades tradicionales naca en parte de
la ilusin de atemporalidad creada por la retrica etnogrfica. El siguiente pasaje, tomado del trabajo etnogrfico clsico de Evans Pritchard sobre los nuer, un grupo de pastores sudaneses, ilustra las tendencias que acabamos de mencionar: Los cambios estacionales y lunares se repiten ao tras ao, de modo que un nuer, en cualquier momento de su vida, posee los conocimientos conceptuales de lo que tiene delante y puede predecir y organizar su vida de la misma manera. El
futuro estructural de un hombre ya est fijado y ordenado en diferentes perodos, de tal suerte que se pueden prever los cambios sociales de
estatus por los que atravesar un nio, en su paso ordenado a travs del
sistema social23. El etngrafo habla igual de los Nuer como de un
nuer, porque, dejando de lado las diferencias de edad (las cuestiones de
gnero apenas entran en el trabajo androcntrico de Evans-Pritchard),
la cultura se considera uniforme y esttica. Sin embargo, en el mismo
momento en que el etngrafo realizaba su investigacin, los nuer estaban sometidos a cambios obligatorios por parte del rgimen colonial
britnico en su afn de supuesta pacificacin.
El museo y la venta de garaje24
Consideremos un museo de arte como una imagen de las etnografas clsicas y las culturas que stas describen. Las culturas son vistas como imgenes sagradas; tienen integridad y coherencia, lo que les
permite ser estudiadas, como se dice, en sus propios trminos, desde
dentro, desde el punto de vista nativo. Ms o menos como ocurre en
los grandes museos de arte, en este museo cada cultura est sola, como
un objeto esttico digno de contemplacin. Una vez abordadas, todas
las culturas parecen igualmente grandes. Las cuestiones de importancia relativa slo abundan como imponderables, incomparables e in-
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campo. As, las formas sociales perdurables continuaban siendo objeto del conocimiento antropolgico. Ver Bronislaw Malinowski, The Sexual Life of Savages (London: George Routledge, 1929); Jack Goody, ed., The Developmental Cycle of Domestic Groups (Cambridge: Cambridge University Press, 1958); Edmund Leach, Political Systems of Highland Burma (Boston: Beacon Press, 1965).
T.O. Beidelman, Moral Imagination of Kaguru Modes of Thought (Bloomington:
Indiana University Press, 1986), p. xi.
Los movimientos polticos de finales de los 60 y principios de los 70 reconfiguraron la agenda intelectual de la antropologa estadounidense, generalmente
mediante el trabajo de figuras como Laura Nader, Sidney Mintz, Karen Sacks,
Kathleen Gough, Sydel Silverman, Michelle Rosaldo, Gerald Berreman, Eric
Wolf, Rayna Rapp, June Nash, Dell Hymes, Joseph Jorgenson, Louise Lamphere
y David Aberle. El tenor de los tiempos puede percibirse con Dell Hymes, ed.,
Reinventing Anthropology (New York: Random House, 1969); Rayna Rapp Reiter, ed., Toward an Anthropology of Women (New York: Monthly Review Press,
1975); Talal Asas, ed., Anthropology and the Colonial Encounter (London: Ithaca
Press, 1973); Michelle Zimbalist Rosaldo y Luise Lamphere, eds., Woman, Culture, and Society (Standford, Calif.: Standford University Press, 1974). Las minoras tnicas han tenido as mucho menos impacto que las mujeres sobre la principal corriente antropolgica. La antropologa francesa y britnica de ese tiempo tambin influy en los programas de investigacin estadounidenses. Por
ejemplo, Pierre Bourdieu elabor una teora de la prctica, y Talal Asad un anlisis de la dominacin colonial. Algunas tendencias ms amplias del pensamiento social tambin influyeron en el reinvento de la antropologa: desde autores
como Antonio Gramsci y Michel Foucault, hasta Raymond Williams y E. P
Thompson, pasando por Anthony Giddens y Richard Bernstein.
Para ser ms precisos, la insatisfaccin con el nfasis del objetivismo sobre el patrn y la estructura alcanz proporciones epidmicas a principios de los 70. En
los aos 70, la historia y la poltica se invocaban a menudo para describir
aquello que los cientistas clsicos haban pasado por alto. Pero incluso durante
el perodo clsico, ciertos crticos expresaron su insatisfaccin con el objetivismo. Sus articuladas crticas nunca se convirtieron en un movimiento intelectual
dominante, y por eso no pudieron ser programas de investigacin convincentes.
Ver algunos trabajos crticos relativamente tempranos en, por ej., Kenelm Burridge, Encountering Aborigines (New York: Pergamon Press, 1973); Roy Wagner,
The Invention of Culture (Chicago: University of Chicago Press, 1975). Ver una
valoracin histrica de tales perspectivas alternativas en: Dan Jorgenson, Taro
and Arrows (Ph.D. dissertation: University of British Columbia, 1981).
Richard Bernstein, The Restructuring of Social and Political Theory (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1978), p. xii.
Clifford Geertz. Blurred Genres: The Refiguration of Social Thought, en Local
Knowledge: Further Essays in Interpretative Anthropology (New York: Basic
Books, 1983), p.34.
Durante los aos 80 han aparecido dentro de la antropologa una serie de trabajos sobre las etnografas como textos. Ver George Marcus y Dick Cushman,
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las tradiciones cuestionadas o los productos culturales (James Clifford, Introduction: Partial Truths, en Writing Culture, ed. Clifford y Marcus, p.3).
Mary Louise Peatt, Fieldwork in Common Places, en Writing Culture, ed. Clifford y Marcus, p.33.
Victor Turner, Dramatic Ritual/Ritual Drama: Performative and Reflexive
Anthropology, en From Ritual to Theater: The Human Seriousness of Play (New
York: Performing Arts Journal Publications, 1982), p.89.
Ibid., p.100.
Jerome Bruner, Actual Minds, Possible Worlds (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1986), p.123.
Ibid.
Edward Said, Orientalism (New York: Pantheon Books, 1978).
E. E. Evans-Pritchard, The Nuer (Oxford: Oxford University Press, 1940), pp. 9495. Ver tambin Renato Rosaldo, From the Door of His Tent: The Fieldworker
and the Inquisitor, en Writing Culture, ed. Clifford y Marcus, pp. 77-97.
Esto se refiere a la costumbre, en algunos pases, de vender artculos propios,
usados, en el jardn o el garaje de la casa.
Louis A. Sass, Anthropologys Native Problems: Revisionism in the Field, Harpers (May 1986), p.52.
Claro que el contraste entre un museo y un mercadillo informal de venta de artculos domsticos o personales, segn las propias premisas del vendedor (en ingls: garage sale ), se asemeja al que percibimos anteriormente en este captulo,
entre los patrones culturales y las fronteras culturales. Esta ltima distintin articula a nivel geopoltico lo que la primera expresa en el plano del anlisis social.
Mi tesis es que los cambios en el mundo han condicionado los cambios en la
teora, lo que a su vez moldea cambios en la literatura etnogrfica, que vuelven
a plantear nuevas cuestiones tericas.
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episodio del desayuno familiar, indica que una divisin entre una emisin seria del mensaje y una recepcin humorstica del mismo puede
separar las intenciones del autor de las respuestas del receptor. Los sujetos humanos a menudo han reaccionado con asombro al enterarse de
la forma en que han sido descritos por los antroplogos.
El problema de la validez en el discurso etnogrfico ha alcanzado magnitudes crticas en mltiples reas durante los ltimos quince
aos. En las respuestas que dan los chicanos a las descripciones que de
ellos elaboran los antroplogos, el juicio ms equilibrado, pero sin duda el ms devastador, ha sido emitido por Amrico Paredes. Paredes
empieza su crtica con estas palabras: Pienso que los mexicanos y los
chicanos descritos en las etnografas comunes tienen algo de irreal1.
Sugiere que la gente estudiada encuentra que las descripciones etnogrficas acerca de ellos son ms humorsticas que cualquier otra cosa: No
se trata de que se sientan ultrajados, sino perplejos, al ver que esto sea
la imagen de las comunidades donde han crecido. Muchos de ellos
sienten ms risa que indignacin2. Su crtica de la descripcin algo
irreal que ofrecen las etnografas acerca de los chicanos contina con
una asombrosa enumeracin detallada de errores, tales como traducciones incorrectas, chistes que se toman en serio, falta de doble sentido
e historias apcrifas que se creen verdades literales acerca de los brutales ritos de iniciacin de las pandillas juveniles3.
El diagnstico de Paredes es que la mayora de los trabajos etnogrficos acerca de los mexicanos y los chicanos no han logrado aprehender las variaciones significativas en el matiz de los eventos culturales. En una etnografa que considera representativa, Paredes observa
que los chicanos descritos no solamente son literales, sino que nunca
hacen una broma4. Segn Paredes, los etngrafos que buscan interpretar la cultura chicana deben reconocer si una reunin es un velorio, un alboroto cervecero o una pltica de esquina5. Un buen conocimiento acerca del contexto cultural de los acontecimientos ayudara al
etngrafo a distinguir una historia seria de una broma. Aunque se utilicen conceptos tcnicos, el anlisis no debera perder de vista la intencionalidad del acontecimiento (si es preciso tomarlo en serio, o si se
trata de una broma).
Para que no haya confusin alguna, no estoy diciendo que el nativo siempre acte correctamente, ni que Paredes, como etngrafo nativo, nunca pueda equivocarse. Ms bien, abogo por la idea de que de-
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Evidentemente, existe una brecha entre la jerga tcnica de la etnografa y el lenguaje de la vida cotidiana8. La descripcin de Miner
emplea trminos utilizados por un grupo de profesionales, en lugar de
palabras que la mayora de nosotros utilizamos al hablar de los cepillos de dientes. El artculo se convierte en una parodia, precisamente en
una parodia por la discrepancia entre lo que todos sabemos acerca del
cepillado de dientes y el discurso etnogrfico, distanciado, elaborado,
normalizador. A diferencia de mi historia sobre el desayuno familiar, la
desagradable discordancia no se vuelve explcita del todo en el texto (a
pesar de lo que piensen los positivistas). Ms bien, radica en la separacin entre la jerga tcnica de Miner y el conocimiento del lector norteamericano respecto a que los ritos bucales se refieren al cepillado de
dientes que se realiza por la maana.
Retrospectivamente, nos preguntamos por qu el artculo de Miner se consider simplemente una buena parodia y no una aguda crtica al discurso etnogrfico. Quin podra seguir sintindose bien al describir a otras personas en trminos que suenan ridculos cuando se
aplican a nosotros mismos? Qu ocurrira si la objetividad autoritaria
del observador imparcial radicara ms en una forma de hablar que en
caracterizaciones adecuadas de otras formas de vida?
Para que no parezca como si nunca se hubiera escrito una etnografa en la forma en que Miner describi los ritos bucales de los Nacirema, tal vez podramos citar el presente caso. De otra manera, el lector
podra creer que las normas clsicas son producto de mi imaginacin y
no el estilo de representar otras culturas, que hasta hace poco predominaba (y que de hecho predomina todava en algunos reductos).
Consideremos, por ejemplo, la descripcin de los ritos de llanto en la etnografa clsica de R. Radcliffe-Brown sobre los isleos andamanes, un grupo de cazadores recolectores que viven al sudeste de la
India:
Cuando dos amigos o parientes se encuentran despus de haber
estado separados, la relacin social entre ellos, que ha sido interrumpida, est a punto de iniciarse nuevamente. Esta relacin social implica o
depende de la existencia de un vnculo especfico de solidaridad entre
ellos. El rito del llanto (junto con el posterior intercambio de obsequios) es la afirmacin de este vnculo. El rito, que, no debemos olvidarlo, es obligatorio, exige a los dos participantes a actuar como si tu-
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vieran verdaderas emociones, y crea en ellos de esta forma y hasta cierto punto, las mismas emociones que fingen9.
El lector debe recordar que este pasaje se refiere a un llanto
saludable entre dos amigos que han estado separados por mucho tiempo. Sin embargo, el etngrafo expresa su escepticismo acerca de si los
participantes en realidad sienten algo. Por lo visto, cree que simplemente estn fingiendo el llanto. En la medida en que existen emociones, el etngrafo las explica como consecuencia de la ejecucin obligatoria del rito.
Sin embargo, la naturaleza del trmino obligatorio que utiliza
Radcliffe-Brown sigue siendo ambigua. Significa que cuando observ
el llanto ritual los participantes siempre resultaban amigos ntimos que
se haban separado por mucho tiempo? Cmo observ que dos amigos ntimos que se vuelven a encontrar despus de largos aos se saludan sin derramar una sola lgrima? O simplemente la gente le dijo al
etngrafo que dos amigos que se renen despus de mucho tiempo sin
verse lloran? A pesar de su importancia analtica, el lector sigue preguntndose qu quiso decir Radcliffe-Brown con obligatorio.
No obstante, la mayora de lectores de Radcliffe-Brown probablemente aprecien el valor nominal de su explicacin. Cuando, por
ejemplo, le cont a una colega ma sobre mi frustracin por la forma
en que Radcliffe-Brown describe los ritos de llanto de los andamn, ella
sigui correctamente el cdigo de los lectores etnogrficos y respondi
as: S, pero para ellos, mas no para nosotros, los ritos son obligatorios. Este es el costo de conservar hbitos de lectura, raras veces cuestionados.
El problema radica no tanto en el uso de este tipo de descripciones cuanto en su aceptacin, sin mediar crtica alguna, como el nico
vehculo para la verdad objetiva y literal. Radcliffe-Brown se separ
tanto de los sujetos humanos que investigaba, que su explicacin se
presta a una lectura humorstica e incluso absurda. Cuando los saludos
llenos de lgrimas, dados entre grandes amigos que se vuelven a encontrar, se describen como ritos obligatorios, se desfamiliarizan tanto que
parecen simplemente extravagantes.
El lenguaje de la etnografa clsica suele describir acontecimientos especficos como si fueran rutinas culturales programadas, y colocan al observador a una gran distancia de lo observado. Los efectos sistemticos de los modos clsicos de composicin etnogrfica fueron es-
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Ni la propia habilidad de anticipar adecuadamente las reacciones de otras personas, ni el hecho de que la gente exprese su dolor de
formas culturalmente especficas, se debera confundir con la idea de
que los afligidos deudos, simplemente, se ajustan a las expectativas convencionales. Aun los informes directos, relatados con un lenguaje etnogrfico normalizador, vuelven triviales los acontecimientos que describen, al reducir la fuerza de las intensas emociones a un simple espectculo. Estos casos visualizan las acciones de la gente desde fuera y no
ofrecen ninguna reflexin de los participantes sobre sus propias experiencias. Se presentan recetas generalizadas para la accin ritual, en lugar de buscar la comprensin del contenido particular del luto18.
Las normas clsicas del discurso etnogrfico hacen difcil mostrar
cmo las formas sociales pueden imponerse por convencin y ser utilizadas de manera espontnea y expresiva. Al basarse exclusivamente en
este lenguaje, las etnografas pueden representar otras vidas como si dudaran de las ms manifiestas agonas, inclusive, para poner un ejemplo,
del dolor que siente un padre por la muerte de su hijo, o el de un esposo por la prdida de su cnyuge que muri al dar a luz a su hijo.
La teora, como cosificacin de las normas clsicas
Claude Lvi-Strauss es uno de los ms famosos etngrafos que
han tomado las normas clsicas y las han vestido con su atuendo terico ms general:
Los hombres, como miembros de un grupo, no actan de
acuerdo con lo que siente cada uno como individuo; cada hombre
siente en funcin de la forma en que le est permitido u obligado
actuar. Las costumbres estn dadas como normas externas antes de
dar origen a los sentimientos internos, y estas normas determinan
los sentimientos de los individuos, as como las circunstancias en
que pueden o deben expresarse19.
Lvi-Strauss olvida no slo la importancia explicativa, sino
tambin la realidad misma de las emociones:
Adems, si las instituciones y costumbres toman su vitalidad de los sentimientos individuales, que permanentemente las llenan de frescura y vigor, como aqullos en los que se originaron, de-
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Una versin anterior de este captulo apareci como Where Objectivity Lies:
The Rhetoric of Anthropology, en The Rhetoric of the Human Sciences: Language and Argument in Scholarship and Public Affairs, ed. John S. Nelson, Allan Megill y Donald N. McCloskey (Madison: University of Wisconsin Press, 1987),
pp.87-110.
Amrico Paredes, On Ethnographic Work among Minority Groups: A Folklorists
Perspective, en New Directions en Chicano Scholarship, ed. Ricardo Romo y Raymund Paredes (La Jolla, Calif.: Chicano Studies Monograph Series, 1978), p.2.
Ibid.; el nfasis es del original.
Para rematar, un equipo de investigadores antropolgicos del sur de Texas, no
fue capaz incluso de darse cuenta de la emergencia, durante el tiempo de su investigacin, de un movimiento poltico localmente poderoso llamado La Raza
Unida Party.
Paredes, On Ethnographic Work among Minority Groups, p.5.
Ibid., p.28.
Talal Asad ha hecho una argumentacin similar en The Concept of Cultural
Translation, en Writing Culture: The Politics and Poetics of Ethnography, ed. James Clifford y George Marcus (Berkerley y Los Angeles: University of California
Press, 1986), pp.141-64. Ver tambin: Renato Rosaldo, When Natives Talk Back:
Chicano Anthropology since the Late Sixties, en The Renato Rosaldo Lectures,
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Ibid.
Ibid.
Clifford Geertz, Ritual and Social Change: A Javanese Example, The Interpretation of Cultures (New York: Basic Books, 1973), p.154.
Ibid., p.156.
Loring Danforth, The Death Rituals of Greece (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1982), p.11.
Ibid., p.13.
Chicago Tribune, October 21, 1984.