Abu Lughod Escribir Contra La Cultura
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Lila Abu-Lughod**
Traduccin del ingls:
Pilar Castro Gmez***
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con una crisis del movimiento de las mujeres) que sigui de cerca los
intentos feministas de cambiar en yos a quienes se haban convertido en
otros o, para utilizar el dicho popular, dejar que las mujeres hablen
era el problema de la diferencia. Por quines hablaban las feministas?
Dentro de este movimiento, las objeciones de las lesbianas, de las muje
res afroamericanas y otras mujeres de color cuyas experiencias eran
diferentes de las de las mujeres blancas, de clase media y heterosexuales
problematizaron la identidad de las mujeres como sujetos. El trabajo
intercultural sobre mujeres tambin dej claro que lo masculino y
lo femenino no tienen, como solemos decir, el mismo significado en
otras culturas, tampoco las vidas de las mujeres del tercer mundo se
parecen a las de las mujeres occidentales. Como seala Harding (1986:
246), una vez que mujer se deconstruye en mujeres y se reconoce
que el gnero no tiene referentes fijos, el feminismo se disuelve como
teora que pudiera reflejar la voz de un interlocutor determinado.5
Desde su experiencia con la crisis de identidad o subjetividad, la teo
ra feminista ofrece a la antropologa dos recordatorios tiles. Primero,
el yo siempre est en construccin, nunca es una entidad natural
o terminada aunque tenga esa apariencia. Segundo, el proceso de crea
cin de un yo por oposicin a otras formas conlleva la violencia de
la represin o la ignorancia de otras formas de ser diferente. Las y
los tericos del feminismo se han visto forzados a investigar las im
plicaciones en la formacin de la identidad y las posibilidades para la
accin poltica de manera que el gnero, como un sistema de diferencias,
se entrecruza con otros sistemas de diferencias incluidas en el mundo
capitalista moderno, en la raza y en la clase.
el trabajo de las mujeres, aunque sean diferentes, deberan valorarse igual que los del
hombre, o c) mujeres y hombres deberan cambiar y entrar en las esferas del otro para
borrar las diferencias de gnero.
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Aade Harding, no disuelve el feminismo como identidad poltica, pero el asunto ms
apremiante en los crculos feministas es cmo desarrollar una poltica de solidaridad,
coalicin o afinidad construida en el reconocimiento de la diferencia, y no en la solidaridad de un yo unitario definido por sus oposiciones hacia otro que antes se defini
como tal. El pensamiento ms interesante sobre este tema ha sido el de Haraway (1985).
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implica que sean menos valiosos, slo nos recuerda que constantemente
debemos atender la posicionalidad del yo antropolgico y sus re
presentaciones de los otros. Entre otros, James Clifford (1986a: 6)
ha sostenido convincentemente que las representaciones etnogrficas
siempre son verdades parciales. Es necesario reconocer que son
verdades posicionadas.
La escisin del yo crea para los dos grupos mencionados un segundo
problema que est esclareciendo la antropologa en general: las audiencias
mltiples. A pesar de que todos los antroplogos estn empezando a
sentir lo que podra llamarse el efecto Rushdie los efectos de vivir en
una era global cuando los sujetos de sus investigaciones empiezan a leer
sus trabajos y los gobiernos de los pases donde trabajan prohben libros
y niegan visas, las antroplogas feministas y las halfies enfrentan de
manera conmovedora muchas responsabilidades. En vez de tener una
audiencia primaria, como la de otros antroplogos, las antroplogas fe
ministas escriben para los antroplogos y las feministas, dos grupos
cuya relacin con su tema est en desventaja, y responsabilizan a
los etngrafos de diferentes formas.11 Adems, los crculos feministas
incluyen feministas que no son occidentales, con frecuencia proceden
tes de sociedades que las antroplogas feministas han estudiado y tienen
que asumir la responsabilidad de un modo nuevo.12
Los dilemas de las halfies son incluso ms radicales. Como an
troplogos escriben para sus pares, la mayora de ellos occidentales.
Identificados tambin con comunidades fuera de Occidente o con
subculturas dentro de Occidente, son confrontados por miembros pre
parados de dichas comunidades. Ms importante an, no slo porque
se posicionan con referencia a dos comunidades, sino porque cuando
presentan al Otro se presentan a s mismos y hablan con una conciencia
compleja del Otro, y se aseguran de que as se entienda. Tanto los
antroplogos halfies como las feministas se ven forzados a confrontar
Crapanzano (1977) ha escrito perspicazmente sobre el proceso regular de distanciarse de la experiencia del trabajo de campo y buscar identificarse con la audiencia
antropolgica por la que todos los antroplogos atraviesan cuando regresan del campo
de trabajo.
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Esto est sucediendo, por ejemplo, en los acalorados debates en el campo de estudio
de las mujeres de Medio Oriente sobre quin tiene el derecho de hablar por ellas.
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Arens (1979), por ejemplo, ha preguntado provocativamente por qu los antroplogos se aferran con tanta tenacidad a la creencia de que en algunas culturas el canibalismo
es un ritual aceptado, cuando la evidencia (relatos de testigos visuales) es tan escasa (si
no es que ausente, como l sostiene).
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Discurso y prctica
La discusin terica, debido a que es el modo de interactuar de los
antroplogos, proporciona un espacio para refutar la cultura. Me
parece que las discusiones actuales y la utilizacin de dos trminos cada
vez ms populares prctica y discurso indican un alejamiento de
la cultura. Aunque siempre existe el peligro de que estos trminos lle
guen a ser usados slo como sinnimos de cultura, fueron planeados
para permitirnos analizar la vida social sin asumir el grado de cohesin
que el concepto cultura ha llegado a tener. En antropologa, la prctica est
asociada con Bourdieu (1977; vase tambin Ortner, 1984) cuyo enfoque
est construido en torno a problemas de contradiccin, malentendidos
y falsas apreciaciones, y favorece estrategias, intereses e improvisacio
nes sobre los tropos culturales ms estticos y homogeneizados de normas,
modelos y textos. El discurso (cuyos usos discuto en L. Abu-Lughod,
1989 y Abu-Lughod y Lutz, 1990) tiene ms fuentes y significados en
antropologa. En su derivacin foucaultiana, cuando se relaciona con
nociones de formaciones discursivas, aparatos y tecnologas, se utiliza
para rechazar la distincin entre ideas y prcticas, o entre texto y
mundo que el concepto cultura tambin fomenta con facilidad. En su
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Vnculos
Otra estrategia para escribir contra la cultura es reorientar los problemas
o temas que los antroplogos abordan. Un tema importante podra
ser los vnculos e interconexiones histricas y contemporneas entre
una comunidad y el antroplogo que trabaja ah y escribe sobre sta,
adems del mundo al que pertenece y le permite estar en ese lugar
en particular estudiando dicho grupo. Es ms un proyecto poltico
que existencial, sin embargo, los antroplogos reflexivos que nos han
enseado a considerar el encuentro en el campo de trabajo como un
sitio para la construccin de hechos etnogrficos nos han alertado
sobre una dimensin importante del vnculo. Otro tipo significativo de
vnculos ha recibido menos atencin. Pratt seala una mistificacin en
la escritura etnogrfica de un programa ms amplio de la expansin
En mi propio trabajo sobre una comunidad beduina egipcia, empec a pensar en
trminos de discursos en vez de cultura solamente, porque deba encontrar la forma
de que tuviera sentido al hecho de que parece haber dos discursos contradictorios
sobre las relaciones interpersonales el discurso de honor y modestia y el potico
de vulnerabilidad y apego que proporcionaban informacin y eran usados por los
mismos individuos en contextos diferentes (Abu-Lughod, 1986). En una reflexin reciente sobre las respuestas beduinas a la muerte (Abu-Lughod, no disponible). Tambin
tuve que encontrar el sentido al hecho de que hubiera mltiples discursos sobre la
muerte en dicha comunidad. No slo la gente manejaba explicaciones contradictorias
de muertes especficas (invocacin, en el caso de una muerte por accidente, estupidez,
ciertas acciones por parte de miembros de la familia, el ojo [del diablo], el destino y la
voluntad de Dios), pero los dos discursos principales el islmico de la voluntad de
Dios y el de los lamentos rituales funerales estaban relacionados con grupos sociales
diferentes, hombres y mujeres, y funcionaban para mantener y justificar las diferen
cias de poder entre ellos.
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Etnografas de lo particular
La tercera estrategia para escribir contra la cultura depende de la
aceptacin de la nocin de antropologa de Geertz, en la que se han
basado todos en este momento experimental (Marcus y Fischer,
1986), quien toma el asunto de la textualidad con seriedad; tambin
ha sustentado (1975, 1988) que una de las principales cosas que ha
cen los antroplogos es escribir, y lo que escriben es ficcin (lo que no
significa que sea ficticio).18 Ciertamente, la prctica de la escritura ha
recibido bastante atencin de quienes participaron en Writing Culture, y
de una cantidad an mayor de personas que no estaban involucradas.
Gran parte de la hostilidad hacia sus proyectos surge de la sospecha de
que las polticas etnogrficas tambin han fracasado en la potica de su
literatura. Sin embargo, han hecho surgir un problema que no puede
ignorarse. En la medida en que los antroplogos representan a otros
por medio de su escritura etnogrfica, seguramente el grado al cual
esas personas aparecen como otro, tambin determinar, en parte,
cmo escriben sobre ellos. Hay formas de escribir de manera que
se considere a los otros como menos otros?
Yo sostendra que una herramienta muy til para alterar el concepto
de cultura y subvertir el proceso de otredad que conlleva es escribir
Vase J. Abu-Lughod (1989) para evidencias de un sistema mundial en el siglo xiii.
Dummont (1986) recientemente ha reiterado esto al declarar que los cambios en la
teora social son slo cambios metodolgicos.
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