Ernesto Laclau - Porque Un Pueblo
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ISSN: 1012-2508
cupublicaciones@ucv.ve
Universidad Central de Venezuela
Venezuela
Laclau, Ernesto
Por qu construir un pueblo es la tarea principal de la poltica radical
Cuadernos del CENDES, vol. 23, nm. 62, mayo-agosto, 2006, pp. 1-36
Universidad Central de Venezuela
Caracas, Venezuela
Resumen
En este ensayo Ernesto Laclau contina su polmica
con Slavoj Zizek iniciada en obras anteriores.
Los temas centrales son la interpretacin de la
categora de sujeto, la conceptualizacin del estatus
del psicoanlisis, y en especial de la teora
lacaniana, y la nocin de heterogeneidad social.
La lectura de la historia del marxismo es central a la
estructuracin del conjunto del argumento, as como
la relacin entre las categoras pueblo y lucha
de clases. Las nociones de hegemona en la
teora poltica, de significante vaco en la
estructuracin de los sistemas de significacin,
y de objeto a en la teora psicoanaltica,
son peldaos fundamentales en la organizacin
del enfoque terico postulado por el ensayo.
Abstract
This article offers a continuation of Ernesto Laclaus
controversy with Slavoj Zizek, initiated in previous
works. Key issues here are the interpretation of the
category subject, the conceptualization of the
psychoanalysis status, in particular the Lacanian
theory, and the notion of social heterogeneity.
The reading of Marxism history is central to the
argument construction, as is the relationship
between the categories people and class
struggle. The concepts of hegemony in political
theory, empty signifier in the configuration of
signifying systems, and the object a of the
psychoanalytical theory, are essential steps
in the organization of the theoretical approach
posited in this essay.
Palabras clave
Populismo / Categora sujeto / Heterogeneidad
social
Key words
Populism / Category subject / Social heterogenity
* Versin original publicada en Critical Inquiry, 32 (4), 2006 [Why Constructing a People Is the Main Task of Radical Politics].
Traduccin de Nora Lpez para la Revista Cuadernos del Cendes.
** Deseo agradecer a los editores de Critical Inquiry por haberme invitado a responder las crticas de Slavoj Zizek a mi trabajo.
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Dejar de lado las secciones del ensayo de Zizek que tratan sobre los referendos en Francia
y Holanda cuestiones en las que mis puntos de vista no difieren mucho de los suyos3 y
me concentrar ms bien en las partes tericas, donde l expone nuestras divergencias.
Zizek comienza diciendo que yo prefiero el populismo antes que la lucha de clases (p. 4).
Esta es una forma bastante absurda de presentar el argumento: sugiere que populismo
y lucha de clases son dos entidades que existen de hecho en este mundo y entre las
cuales uno tendra que elegir, tal como cuando uno decide ser miembro de un partido
poltico o un club de ftbol. La verdad es que mi nocin de pueblo y el concepto marxista clsico de lucha de clases son dos formas diferentes de concebir la construccin de
identidades sociales, de manera que, si una es correcta, hay que descartar la otra o ms
bien reabsorberla y redefinirla en funcin del enfoque alternativo. Sin embargo, Zizek
ofrece una descripcin precisa de los puntos en que las dos perspectivas difieren: lucha
de clases presupone un grupo social particular (la clase trabajadora) como agente poltico
privilegiado; dicho privilegio no es en s mismo consecuencia de una lucha hegemnica
sino que se basa en la posicin social objetiva de tal grupo; de esa forma, la lucha polticoideolgica queda reducida, en ltima instancia, a un epifenmeno de procesos sociales
objetivos, poderes y sus conflictos. Para Laclau, por el contrario, el que una determinada
lucha sea elevada a equivalente universal de todas las luchas no es un hecho predeterminado, sino en s mismo el resultado de la lucha poltica contingente por la hegemona en
alguna coyuntura, esta lucha puede ser la de los trabajadores; en otra, la lucha patritica
anticolonialista, y en otra tercera la lucha antirracista por la tolerancia social en las
cualidades positivas inherentes a una lucha particular no existe nada que la predetermine
para un papel hegemnico tal de equivalente general de todas las luchas (ibd.).
1
S. Zizek, Against the Populist Temptation, Critical Inquiry, 32 (3), 2006. Las referencias en el texto remiten a esta obra.
Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2005 [On Populist Reason, Londres, Verso, 2005].
3
Excepto, por supuesto, cuando identifica el carcter particular de las campaas por el No con caractersticas definitorias de todo
populismo posible.
2
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Aunque esa descripcin del contraste entre los dos enfoques es obviamente incompleta, no objeto la visin general de la distincin bsica que ella proporciona. No obstante,
Zizek propone un rasgo ms del populismo que en su opinin no tom en cuenta: si bien
yo habra sealado correctamente el carcter vaco del significante maestro que corporiza
al enemigo, no habra mencionado la seudoconcrecin de la figura que lo encarna. Debo
decir que no encuentro ningn fundamento en esa acusacin: todo mi anlisis se basa
precisamente en la afirmacin de que todo campo poltico-discursivo se estructura siempre a travs de un proceso recproco mediante el cual la vacuidad debilita la particularidad de un significante concreto, pero, a la inversa, esa particularidad reacciona dndole
a la universalidad un cuerpo necesario que la encarna. He definido la hegemona como
una relacin por la cual una determinada particularidad se convierte en el nombre de una
universalidad absolutamente inconmensurable. De ese modo, al carecer de cualquier medio de representacin directa, lo universal obtiene solo una presencia prestada, a travs de
los medios distorsionados de su investidura en una particularidad determinada.
Pero dejemos este asunto a un lado por ahora, pues Zizek tiene algo mucho ms
fundamental que agregar a mi nocin terica de populismo. Segn l, algo que hay que
aadir es la forma en que el discurso populista desplaza el antagonismo y construye al
enemigo: en el populismo, el enemigo es externalizado/reificado en una entidad ontolgica
positiva (aun si esa entidad es espectral), cuya aniquilacin restituira el equilibrio y la
justicia; simtricamente, nuestra propia identidad la del agente poltico populista es
percibida tambin como anterior al ataque del enemigo (p. 5). Por supuesto que nunca
dije que la identidad populista existiera antes del ataque del enemigo, sino exactamente lo
contrario: que tal ataque es la condicin previa a cualquier identidad popular. Incluso,
para describir la relacin que tena en mente cit a Saint-Just, quien dijo que la unidad de
la Repblica es solo la destruccin de lo que se le opone.
Pero veamos cmo se desarrolla el argumento de Zizek. l afirma que reificar el
antagonismo en una entidad positiva involucra una forma elemental de mistificacin, y
que, aunque el populismo puede moverse en una variedad de direcciones polticas (reaccionaria, nacionalista, nacionalista progresiva, etc.), en la medida en que, en su nocin
misma, ste desplaza el antagonismo social inmanente en un antagonismo entre el pueblo unificado y su enemigo externo, alberga en ltima instancia una tendencia protofascista
de largo plazo (p. 7). A esto aade su razn para pensar que los movimientos comunistas
nunca pueden ser populistas: mientras que en el fascismo toda idea se subordina a la
voluntad del lder, en el comunismo Stalin es un lder secundario en el sentido freudiano
porque est subordinado a la Idea. Qu gran cumplido para Stalin! Como todo el mundo
sabe, l no estaba subordinado a ninguna ideologa, sino que la manipulaba de la manera
ms grotesca para ponerla al servicio de su pragmtica agenda poltica. Por ejemplo, el
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principio de la autodeterminacin nacional tena un lugar privilegiado en el universo ideolgico estalinista, pero con la estipulacin de que haba que aplicarlo dialcticamente,
lo que significaba que se poda violar tantas veces como se considerara polticamente
conveniente. Stalin no era una particularidad subsumible en una universalidad conceptual;
por el contrario, era la universalidad conceptual la que se subsuma bajo el nombre Stalin.
Desde este punto de vista, a Hitler tampoco le faltaron ideas polticas la patria, la
raza, etc. que manipulaba igualmente por razones de conveniencia poltica. Por supuesto, con esto no quiero decir que los regmenes nazi y estalinista fueran idnticos, sino, en
cambio, que sean cuales fuesen las diferencias que uno pueda encontrar entre ellos, stas
no se basan en una relacin ontolgica diferente entre el Lder y la Idea4 (en lo que
respecta a la relacin concreta entre populismo y comunismo, retomar ese punto ms
adelante).
Pero regresemos a los pasos lgicos que estructuran el anlisis de Zizek es decir,
cmo concibe l su complemento a mi planteamiento terico. Su argumento es poco
ms que una sucesin de conclusiones non sequitur, y la secuencia es la siguiente: 1) para
comenzar, cita un pasaje de mi libro donde, refirindome a la forma en que se constituyeron las identidades populares en el cartismo britnico, sostengo que los males de la sociedad no eran presentados como un producto del sistema econmico, sino como resultado
del abuso de poder por parte de grupos parasitarios y especulativos;5 2) para l, algo
similar ocurre en el discurso fascista, donde la figura del judo se convierte en la encarnacin concreta de todos lo males sociales (y presenta esa concretizacin como una operacin de reificacin); 3) concluye que eso muestra que en todo populismo (por qu?, cmo?)
hay una tendencia protofascista a largo plazo; 4) sin embargo, el comunismo sera inmune al populismo, puesto que en su discurso la reificacin no ocurre, y el lder se
mantiene, sin riesgos, como secundario.
No es difcil percibir la falacia de todo este argumento: en primer lugar, se presenta al
cartismo y al fascismo como dos especies del gnero populismo; en segundo lugar, se
4
Una ardid barato que uno puede encontrar en varios puntos de la obra de Zizek consiste en identificar el hecho de que algunos autores
encuentren un cierto grado de comparabilidad entre rasgos de los regmenes nazi y estalinista, con la imposibilidad de distinguir entre
esos regmenes postulada por autores conservadores tales como Nolte. En realidad, la relacin entre un lder poltico y su ideologa es
un asunto muy complicado que implica muchos matices. No existe ninguna situacin en la que el lder sea totalmente externo a su
ideologa y mantenga una relacin meramente instrumental con ella. Muchos errores estratgicos de Hitler durante la guerra, especialmente
en la campaa rusa, solo pueden explicarse por el hecho de que l realmente se identificaba con dimensiones bsicas de su propio
discurso ideolgico, y en ese sentido era un lder secundario respecto a ellas. Pero si es un error convertir la relacin manipuladora
entre lder e ideologa en la esencia de una suerte de rgimen totalitario uniforme, es igualmente errado establecer, como lo hace
Zizek, una diferenciacin mecnica entre un rgimen (comunista) donde el lder sera absolutamente secundario y otro (fascista) en el
cual tendra una primaca irrestricta.
5
En el pasaje que cita Zizek, simplemente estoy resumiendo, apreciativamente, el anlisis del cartismo de Gareth Stedman Jones en
Rethinking Chartism (Languages of Class: Studies in English Working Class History 1832-1982, Cambridge University Press, 1983).
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conceptualiza el modus operandi de una de esas especies (el fascismo) como reificacin;
tercero, sin ofrecer ninguna razn para ello (al llegar a este punto se olvida silenciosamente el ejemplo del cartismo), el modus operandi de la especie se vuelve el rasgo definitorio
de todo el gnero; cuarto, como resultado, una de las especies se convierte en el destino
teleolgico de todas las dems especies que pertenecen a ese gnero. A lo anterior aadiramos, en quinto lugar y como una conclusin infundada ms, que si el comunismo no
puede ser una especie del gnero populismo es porque presuntamente (pues no se
afirma explcitamente en ningn momento de la argumentacin) en l no ocurre la
reificacin. En el caso del comunismo tendramos una universalidad no mediada: por esta
razn la suprema encarnacin de lo concreto el lder tendra que estar totalmente subordinada a la Idea. No hace falta decir que esa conclusin no se basa en ninguna evidencia histrica, sino en un argumento absolutamente apriorstico.
Sin embargo, ms importante que insistir en la obvia circularidad del razonamiento
de Zizek es explorar los dos supuestos gratuitos en los que se basa, y que son los siguientes: 1) cualquier encarnacin de lo universal en lo particular deber ser concebida como
reificacin; 2) tal encarnacin es inherentemente fascista. Voy a oponer dos tesis a
estos postulados: 1) que la nocin de reificacin es completamente inadecuada para
comprender el tipo de encarnacin de lo universal en lo particular inherente a la construccin de una identidad popular; 2) que tal encarnacin entendida correctamente, lejos
de ser caracterstica del fascismo o de cualquier otro movimiento poltico, es inherente a
cualquier tipo de relacin hegemnica es decir, el tipo de relacin inherente a lo poltico
como tal.
Comencemos por la reificacin. Este no es un trmino del lenguaje comn; tiene un
contenido filosfico especfico. Fue introducido por Lukcs, aunque muchas de sus dimensiones operaban ya avant la lettre en varios textos de Marx, especialmente en la seccin de
El capital relativa al fetichismo de la mercanca. La omnipotencia del valor de cambio en la
sociedad capitalista imposibilitara el acceso a una visin de la totalidad; las relaciones
entre los hombres tomaran un carcter objetivo y, en tanto que los hombres seran convertidos en cosas, las cosas apareceran como los verdaderos agentes sociales. Ahora bien, si
observamos cuidadosamente la estructura de la reificacin, vemos un rasgo que sobresale
inmediatamente: la reificacin consiste esencialmente en una operacin de inversin; lo
que es derivado aparece como originario, lo que es aparencial se presenta como esencial.
La inversin de la relacin sujeto/predicado es la mdula de cualquier reificacin. En ese
sentido, del principio al fin es un proceso de mistificacin ideolgica, y su correlato es la
nocin de falsa conciencia. Sin embargo, el conjunto categorial reificacin/falsa conciencia solo tiene sentido si podemos revertir la distorsin ideolgica; si ella fuera parte
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Ver Why do Empty Signifiers Matter to Politics?, en Emancipation(s), Londres, Verso, 1996.
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positivo subyacente a las diferentes demandas: como lo que hay que expresar es una
negatividad irreductible, su representacin tendr necesariamente un carcter simblico.7
Las demandas de Solidaridad se convertirn en el smbolo de una cadena ms amplia
de demandas cuya inestable equivalencia en torno a ese smbolo va a constituir una identidad popular ms amplia. Esta constitucin de la unidad simblica del campo popular y
de su correlato, la unificacin simblica del rgimen opresor a travs de medios discursivos/
equivalenciales similares es lo que Zizek sugiere que debemos concebir como reificacin.
Pero est completamente equivocado: como hemos visto, en la reificacin tenemos una
inversin de la relacin entre expresin verdadera y distorsionada, mientras que aqu la
oposicin verdadero/distorsionado no tiene ningn sentido: una vez establecido el nexo
de equivalencia entre demandas radicalmente heterogneas, su homogenizacin mediante un significante vaco es un simple passage lact, la construccin de algo esencialmente nuevo y no la revelacin de ninguna identidad verdadera subyacente. Es por esta
razn que en mi libro insist en que el significante vaco es un nombre puro que no pertenece al orden conceptual. As, no se trata de un asunto de conciencia verdadera o
falsa. Como en el caso de la perspectiva psicoanaltica la elevacin de un objeto a la
dignidad de la Cosa, y en el de la significacin la presencia de un trmino figurado que
es caracterstico por cuanto nombra y confiere presencia discursiva a un vaco esencial
dentro de una estructura de significacin, en poltica tambin tenemos una constitucin
de agentes nuevos pueblos, en nuestro sentido mediante una articulacin de lgicas
equivalenciales y diferenciales. Dichas lgicas implican encarnaciones figurales que resultan de una creatio ex nihilo que no puede reducirse a ninguna literalidad precedente o
final. De modo que, olvidemos la reificacin.
Lo que hemos dicho hasta ahora anticipa ya que, en nuestra opinin, la segunda tesis
de Zizek, segn la cual la representacin simblica que l concibe como reificacin sera
esencial o al menos tendencialmente fascista, no va por mejor camino. Aqu Zizek usa un
artificio demaggico: elige como ejemplo el papel del judo en el discurso nazi, lo que
inmediatamente evoca todos los horrores del holocausto y provoca una reaccin negativa
instintiva. Ahora bien, es cierto que el discurso fascista us formas de representacin simblica, pero no hay nada especficamente fascista en hacerlo, pues no hay discurso poltico
que no construya sus propios smbolos de esa manera. Yo dira incluso que esa construccin es la definicin misma de lo que es poltico. El arsenal de ejemplos ideolgicos posibles, diferentes al que escogi Zizek, es inagotable. Qu otra cosa sino una encarnacin
7
Aqu no estoy usando el trmino simblico en el sentido lacaniano, sino en el que se encuentra con frecuencia en las discusiones
sobre la representacin. Vase, por ejemplo, Hanna Fenichel Pitkin, The Concept of Representation, University of California Press, 1967,
captulo 5.
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simblica est en juego en un discurso poltico que presenta a Wall Street como la fuente
de todos los males econmicos? O en la quema de una bandera de Estados Unidos por
manifestantes del Tercer Mundo? O en los emblemas rurales, antimodernistas, de las
acciones agitadoras de Ghandi? O en el incendio de la catedral de Buenos Aires por las
masas peronistas? Nos identificamos con ciertos smbolos en tanto que rechazamos otros,
pero esa no es razn para aseverar que la matriz de la estructura simblica vara de acuerdo con el contenido material de los smbolos. Tal aseveracin es imposible sin alguna
nocin de reificacin la Zizek que hara posible adscribir algunos contenidos a la conciencia verdadera y otros a la falsa. Pero ni siquiera esta operacin ingenua podra funcionar sin el postulado ulterior de que cualquier forma de encarnacin simblica ser una
expresin de falsa conciencia, en tanto que la conciencia verdadera estara completamente exenta de toda mediacin simblica (es en este punto donde la teora lacaniana se
convierte en la Nmesis de Zizek: deshacerse completamente de la mediacin simblica y
tener una expresin pura de la conciencia verdadera es lo mismo que sostener que existe
un acceso directo a la Cosa como tal, mientras que a los objetos a se les conceder
solamente el estatus de representaciones distorsionadas).
Demandas: entre peticiones y reclamos
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explcitamente nuestra nocin de demanda, no se percata en absoluto de sus consecuencias tericas. Desde nuestro punto de vista, toda demanda empieza como una peticin. Por
ejemplo, se pide a las instituciones del poder local que atiendan las quejas de la gente en
un asunto particular (por ejemplo, vivienda). Esta es la nica situacin que vislumbra Zizek:
se pide a los que estn en el poder que acepten amablemente la peticin que les hace un
grupo de personas. Desde esta perspectiva, la situacin sera absolutamente desnivelada;
acceder a la demanda sera una concesin por parte de los que estn en el poder. Pero
reducir el asunto a ese caso significa ignorar la segunda dimensin de nuestro anlisis: el
proceso social a travs del cual una peticin se convierte en reclamo. Cmo ocurre esta
metamorfosis? Como lo argument, mediante la actuacin de la lgica equivalencial. La
gente que hizo demandas sobre vivienda que no tuvieron respuesta ve que otras demandas sobre transporte, seguridad, salud, educacin, etc. tampoco son satisfechas. Esto desencadena un proceso que describ in extenso en mi libro y que se traduce en lo siguiente:
la frustracin de una demanda particular transforma la peticin en reclamo en la medida
en que la gente se considera portadora de derechos que no le son reconocidos. Sin embargo, esos reclamos son limitados, pues estn dirigidos a una entidad perfectamente identificable (en nuestro ejemplo sobre vivienda, la municipalidad). Pero si se extiende la
equivalencia entre demandas (en nuestro ejemplo: vivienda, transporte, salud, educacin,
etc.), resulta mucho ms difcil determinar a cul instancia hay que dirigir los reclamos.
Hay que construir discursivamente al enemigo la oligarqua, la clase dirigente, los ricos, el
capitalismo, la globalizacin, etc. y, por la misma razn, la identidad de los que reclaman
resulta transformada en este proceso de universalizacin tanto de las metas como del
enemigo. Todo el proceso de la revolucin rusa comenz con tres demandas: paz, pan y
tierra. A quin estaban dirigidas esas demandas? Cuanto ms se expanda la equivalencia ms claramente se vea que no era simplemente al rgimen zarista. Una vez que se va
ms all de cierto punto, lo que se peda dentro de las instituciones se convirti en reclamos dirigidos a las instituciones, y en cierta etapa estos pasaron a ser reclamos contra el
orden institucional. Cuando ese proceso rebasa los aparatos institucionales ms all de
cierto lmite, comenzamos a tener el pueblo del populismo.
Podramos preguntarnos por qu las acciones sociales siempre deben concebirse como
demandas. La razn, como lo explicamos en nuestro libro, es que el sujeto siempre es el
sujeto de la falta, siempre surge de una asimetra entre la plenitud (imposible) de la comunidad y el particularismo de un lugar de enunciacin. Eso tambin explica por qu los
nombres de la plenitud siempre van a provenir de investir radicalmente una determinada particularidad con un valor universal: nuevamente, la elevacin de un objeto particular a la dignidad de la Cosa. Pero es importante darse cuenta de que esa investidura no
deja inmodificado al objeto particular; ella lo universaliza al inscribirlo en una infraes-
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tructura de relaciones equivalenciales. Es por eso que nunca puede tratarse de una mera
cuestin de reificacin, como argumenta Zizek (como hemos dicho, la reificacin implica una inversin por la cual la particularidad y la universalidad intercambian lugares sin
cambiar sus identidades, mientras que la relacin hegemnica supone contaminacin entre lo particular y lo universal).
Esta situacin, por la cual una determinada particularidad no es nunca mera particularidad, pues est siempre cruzada por relaciones de equivalencia que universalizan su
contenido, es respuesta suficiente a la segunda objecin de Zizek (a saber, que las
movilizaciones por un asunto puntual, al tener metas particularistas, no pueden constituir
identidades polticas ms amplias). Esto es una ilusin total. La demanda inmediata puede
ser particular, pero es solo la punta del iceberg. Detrs del asunto individual, un mundo
mucho ms amplio de asociaciones y emociones lo contamina y lo transforma en la expresin de tendencias mucho ms generales. Tomar la demanda especfica de una movilizacin al pie de la letra sera lo mismo que reducir el anlisis de un sueo a su contenido
manifiesto. El referendo francs y el holands son buenos ejemplos. El asunto era puntual,
pero, como lo muestra el mismo Zizek, un sinnmero de frustraciones, temores y prejuicios
encontr expresin en el No. Y todo el mundo sabe que lo que est en juego en el
referendo tributario en EE. UU. son profundos desplazamientos polticos del sentido comn comunitario. La conclusin es que el significado latente de una movilizacin nunca
puede leerse en sus lemas literales y metas proclamadas; un anlisis poltico digno de ese
nombre comienza cuando uno sondea la sobredeterminacin que sostiene esa literalidad.
As pues, qu conclusiones generales pueden derivarse de este complejo conjunto
de interconexiones entre las identidades populares y las demandas y, dentro de las propias
demandas, entre peticiones y reclamos? La ms importante es que cada una de las
articulaciones posibles dentro de esa matriz estructural conduce a una forma diferente de
constituir identidades sociales y a grados diferentes en la universalizacin de sus reclamos.
En un extremo, cuando las demandas no van ms all de la etapa de meras peticiones,
tenemos una situacin altamente institucionalizada. Los actores sociales tienen una existencia inmanente dentro de las localizaciones objetivas que delinean el orden institucional
de la sociedad (por supuesto, este es un extremo puramente ideal: la sociedad nunca est
tan estructurada como para que las instituciones absorban totalmente a los agentes sociales). El segundo escenario es uno en el cual hay una tensin ms permanente entre las
demandas y lo que el orden institucional puede absorber. Aqu las peticiones tienden a
convertirse en reclamos y hay una crtica a las instituciones en lugar de una simple
aceptacin pasiva de su legitimidad. Finalmente, cuando las relaciones de equivalencia
entre una pluralidad de demandas sobrepasan cierto punto, tenemos movilizaciones masivas contra el orden institucional como un todo. Aqu tenemos el surgimiento del pueblo
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como un actor histrico ms universal, cuyas metas van a cristalizar necesariamente alrededor de significantes vacos como objetos de identificacin poltica. Hay una radicalizacin
de los reclamos que puede conducir a una reconfiguracin del orden institucional como un
todo.
Ese es probablemente el tipo de situacin que Zizek tena en mente cuando hablaba
de no demandar nada de los que estn en el poder, sino intentar destruirlos. Sin embargo,
la diferencia entre su enfoque y el mo es que para m el surgimiento de actores
emancipadores tiene una lgica propia que se arraiga en la estructura de la demanda
como unidad bsica de accin social, mientras que para Zizek esa lgica no existe: l
concibe a los sujetos emancipadores como criaturas ya maduras que surgen sin ningn
tipo de proceso gentico: como Minerva de la cabeza de Jpiter. La seccin de mi libro que
trata sobre su trabajo se titula Zizek: esperando a los marcianos. De hecho, hay algo de
extraterrestre en los sujetos emancipadores de Zizek; sus condiciones como sujetos revolucionarios estn especificadas dentro de una geometra de efectos sociales tan rgida que
ningn actor emprico puede llenar los requisitos. En sus ltimos escritos, sin embargo, al
nombrar a los agentes revolucionarios Zizek despliega una estrategia nueva, que consiste en elegir algunos actores sociales realmente existentes, pero atribuyndoles tantas
caractersticas imaginarias que se convierten en marcianos en todo menos el nombre. Ms
adelante regresaremos a la estrategia de marcianizacin de Zizek.
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poltica marxista el ser una ciencia ntica que delimita una regin de la realidad social y
reduce lo poltico a una posicin epifenomnica. Ese reproche que Zizek me atribuye es
una pura invencin. Nunca afirm que la economa poltica marxista es una ciencia regional por la simple razn de que, cualesquiera sean sus mritos o deficiencias, es un discurso
que concierne a la totalidad social (la anatoma de la sociedad civil es la economa poltica). En tal caso, las dos nicas maneras de criticarla son, o bien probar que hay
inconsistencias lgicas en la secuencia de sus categoras, o bien demostrar que hay un
exterior heterogneo que impide a la economa poltica cerrarse en torno a sus categoras internas, de modo tal que constituyeran as el fundamentum inconcussum de lo social.
Ahora bien, la primera crtica es posible y aunque yo mismo no la he formulado fue
planteada repetidamente en el ltimo siglo, hasta el punto que poco queda de la teora del
valor trabajo tal como fue formulada por Marx. Baste con mencionar los nombres BhmBawerk, Bortkiewicz, Joan Robinson o Piero Sraffa.9 Toda la discusin de la transformacin
de los valores en precios a comienzos del siglo XX constituy la primera etapa de este
anlisis crtico. Zizek ignora completamente esa literatura y sigue manteniendo la versin
de Marx de la teora del valor trabajo como un dogma incuestionable.
Pero no perdamos tiempo con ese dogmatismo estril y pasemos a la segunda crtica
posible de la economa marxista, que es mucho ms relevante para nuestro tpico. La
alternativa es la siguiente: un primer escenario sera aquel donde no existira un exterior
al proceso descrito por la sucesin de categoras econmicas; la Historia sera simplemente el desarrollo endgeno de esas categoras, de manera que la historia ntica para usar
el trmino de Zizek que ellas relatan sera, al mismo tiempo, ontolgica. As tendramos
un proceso puramente interno que no es interrumpido por ningn exterior. La sucesin
lgica tendra tambin un valor metafsico. Sin embargo, qu ocurre con las fuerzas que
se oponen al capitalismo? En este modelo, solo pueden ser un efecto interno al capitalismo mismo. Es bien sabido cmo se presenta la lucha de clases en esta perspectiva
objetivista: el capitalismo crea sus propios sepultureros. El segundo escenario resulta del
supuesto contrario: las fuerzas que se oponen al capitalismo no son simplemente efecto de
la lgica capitalista, sino que lo interrumpen desde el exterior, de manera que la historia
del capitalismo no puede resultar del desarrollo de sus categoras internas. Para dar un
solo ejemplo, como lo han demostrado diversos estudios, la transicin de la plusvala absoluta a la relativa no es solo la consecuencia de movimientos en la lgica de la ganancia
en un espacio libre de conflictos, sino tambin una respuesta a la movilizacin de los
trabajadores. Si esto es as, no existe una historia puramente interna al capitalismo como
la descrita en el Prefacio a la Crtica de la economa poltica, sino una historia plagada
9
Vase el excelente libro de Ian Steedman, Marx after Sraffa, Londres, New Left Books, 1977.
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grupo se encuentra en la contradictoria posicin de tener una ubicacin precisa dentro de la acumulacin capitalista y, sin embargo, ser incapaz de encontrar un lugar
dentro del orden capitalista.
3. La lgica abstracta del capital produce efectos concretos. Aqu Zizek propone su
diferenciacin entre realidad (gente real involucrada en interaccin y en el proceso productivo) y lo Real (la inexorable lgica espectral abstracta del capital
que determina lo que ocurre en la realidad social). Ya hemos demostrado las
inconsistencias de esa distincin y no vamos a volver sobre eso. Sin embargo, l
aade otro punto: las categoras de la economa poltica (digamos el valor de la
mercanca fuerza de trabajo (sic), o el grado (sic) de ganancia) no son datos
socioeconmicos objetivos, sino datos que indican siempre el resultado de una lucha
poltica. Por lo tanto, lo poltico no puede ser un epifenmeno.
4. Zizek agrega entonces una crtica a la forma en que yo conceptualizo, en una oposicin A - B, la esencia B de B que se resiste a una transformacin simblica en
una simple relacin A - no A. Como para discutir este punto tendramos que referirnos a ciertas premisas de mi argumento que voy a presentar ms adelante, pospondremos hasta entonces la discusin de esa crtica.
5. El capitalismo, por tanto, no es simplemente una categora que delimita una posible esfera social, sino una matriz formal-trascendental que estructura todo el espacio
social: literalmente, un modo de produccin.
Cul de esas diversas crticas resulta admisible al menos tentativamente? La respuesta es simple: ninguna. Procedamos a considerarlas una por una.
1. Las dos universalidades que describe Zizek no pueden coexistir en el mismo espacio
de representacin, ni siquiera bajo la forma de una presencia antagnica. La mera
presencia de una hace imposible la otra. La universalidad inherente a la clase universal de Hegel totaliza un espacio social, de manera que, en definitiva, dentro de l no
puede existir nada antagnico de lo contrario el Estado no sera la esfera de reconciliacin de las particularidades de la sociedad civil y no podra cumplir su rol universal. Pero qu ocurre si a ese rol lo amenazan particularismos que no puede dominar?
En ese caso, simplemente no hay reconciliacin; la universalidad, concebida como
universalidad no contaminada, es una farsa. Puesto que la relacin entre la universalidad del Estado y lo que escapa a su rol de reconciliacin es una de exterioridad
pura, es esencialmente contingente; lo que es lo mismo que decir que debe ser aprehendida como un sistema de poder. La universalidad no es un dato subyacente, sino
un poder que, como todo poder, se ejerce sobre algo diferente a s mismo. Ergo, todo
tipo de universalidad es tan solo una particularidad que ha logrado articular en torno
C
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a s de forma contingente una gran cantidad de diferencias: pero esto no es otra cosa
que la definicin de la relacin hegemnica. Pasemos ahora a la segunda universalidad de Zizek: la de un sector que, aunque est presente dentro de un espacio social,
no puede contarse como miembro de ese espacio. Muchas veces se cita el caso de los
sans papiers [indocumentados] en Francia como ejemplo pertinente. Digamos, para
comenzar, que el mero hecho de estar fuera del sistema de posiciones que define
la trama social no dota a un grupo de personas de universalidad alguna. Los sans
papiers quieren tener papeles, y si el Estado se los concede, podran convertirse en
una diferencia ms dentro de un Estado ampliado. Para llegar a ser universal se
requiere algo ms (a saber, que su situacin de outsiders se vuelva un smbolo para
otros que tambin estn afuera, que son marginales de la sociedad), esto es, que
tenga lugar una agregacin contingente de elementos heterogneos. Tal agregacin
es lo que hemos denominado un pueblo. Y, repetimos, ese tipo de universalizacin es
lo que entendemos por hegemona. Llegamos a la misma conclusin que habamos alcanzado cuando nos referimos a la universalidad del Estado. Es por eso que
Gramsci habl del devenir Estado de la clase trabajadora, lo cual supone una
reagregacin de elementos en torno a un cierto punto nodal, a costa de otros. Gramsci
llam a este movimiento guerra de posicin entre universalidades antagnicas. El
hecho de que Zizek atribuya existencia real a sus dos universalidades y no pueda
explicar en qu podra consistir la lucha entre ellas, y que, adems, conciba la lucha
hegemnica como la hegemonizacin de la forma vaca de la universalidad por
una particularidad, muestra que no entendi ni siquiera el abec de la teora de la
hegemona.
En lo que respecta al lumpenproletariado, una vez ms Zizek est confundiendo la
cuestin. l dice que, en el caso del proletariado, hay una contradiccin entre su
ubicacin precisa dentro de la acumulacin capitalista y su falta de localizacin en el
orden capitalista, mientras que en el caso del lumpenproletariado el primer tipo de
ubicacin no existira, por lo que su identidad sociopoltica sera infinitamente maleable. La pregunta es, sin embargo, si la falta de localizacin del proletariado est
tan anclada en su ubicacin precisa dentro de la acumulacin capitalista que resultara imposible establecer una equivalencia con otros sectores fuera de lugar, de
manera que se pudiera formar una identidad ms amplia de los excluidos que rebase
cualquier ubicacin particular. Si es as, la marginalidad del lumpenproletariado sera
el sntoma de un fenmeno mucho ms extenso. Volveremos sobre este punto.
Para Zizek, el campo econmico es intrnsecamente poltico porque es all donde se
estructura la lucha de clases. No puedo sino estar de acuerdo con una aseveracin de
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Heterogeneidad y dialctica
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Ms adelante discutiremos cmo es posible una relacin entre elementos que pertenecen a espacios de representacin diferentes.
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hay nada heterogneo en una contradiccin dialctica. Por esa razn, solo pueden tener
lugar en un espacio saturado. Cualquier remanente de una empiricidad contingente que
no sea dominado dialcticamente por el todo pondra en peligro a este ltimo, pues, en
ese caso, la contingencia del elemento no dominado volvera al todo igualmente contingente, y la propia posibilidad de una mediacin dialctica estara en entredicho (esta es la
objecin de la pluma de Krug a la dialctica, a la cual Hegel respondi descartndola
con una presteza que difcilmente ocultaba que no tena ninguna respuesta para dar). La
afirmacin de Zizek de que los datos socioeconmicos indican el resultado de una lucha
poltica es un ejemplo de una transicin dialctica i.e. una que ocurre en un espacio
homogneo que elimina as completamente la posibilidad de negatividad radical. Pero la
homogeneidad no requiere necesariamente transiciones dialcticas entre los elementos
que delimitan un espacio; una relacin semiolgica entre elementos tambin es una alternativa posible. El concepto de lengua de Saussure como un sistema de diferencias presupone tambin homogeneidad, en la medida en que la identidad de cada elemento requiere
su diferencia de todos los dems. La heterogeneidad solo entrara en juego si pudiera
mostrarse que la propia lgica de la totalidad ya sea dialctica o semiolgica falla en
algunos puntos como consecuencia de una apora que no puede resolverse dentro de los
principios que estructuran la totalidad.
Tomemos como punto de partida el concepto hegeliano de la Historia. La premisa
bsica es que una lgica interna, conceptualmente aprehensible y concebida como una
sucesin de trastocamientos y recuperaciones dialcticas, gobierna el movimiento de los
acontecimientos histricos. La llegada de diversos pueblos a la arena histrica es la manifestacin fenomenolgica de esa lgica. Sin embargo, en ese cuadro hay un punto dbil:
aquello que Hegel denomina pueblos sin historia, los cuales no representan ningn
momento diferenciado en la serie dialctica. En mi libro los compar con lo que Lacan
llama el caput mortuum, el residuo que queda en el tubo de ensayo despus de un experimento qumico. Esta presencia no histrica es como la gota de gasolina que arruina el
tazn de miel, pues la existencia de un exceso contingente que desborda la dialctica de la
Historia hace a esta igualmente contingente y, en consecuencia, toda la visin de la Historia como una relato coherente queda comprometida, por decir lo menos.
Lo mismo ocurre con el modelo de historicidad de Zizek: para que el capitalismo sea
una matriz formal-trascendental que estructura todo el espacio social lo que se necesita
es que tal matriz funcione estrictamente como un fundamento, es decir, que nada en el
espacio social exceda las capacidades de dominacin de la matriz. Sin embargo, puede
haber una cierta versin pragmtica del modelo dialctico: aunque esta nueva versin
moderara considerablemente las ambiciones dialcticas, todava podra afirmarse que el
exceso es marginal respecto a las principales lneas del desarrollo histrico, de manera
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que, desde la perspectiva de una historia universal, se la podra ignorar sin problemas
mayores. En tal caso, todo depende de decidir si los hechos como tales confirman o no las
afirmaciones de esta versin pragmtica.
Al llegar a este punto debemos pasar de Hegel a Marx, de cuya obra se deriva la
mayora de los anlisis de Zizek. Sin embargo, vamos primero a recapitular nuestros pasos
tericos previos. En primer lugar, como hemos visto, cualquier tipo de transicin dialctica
se basa en un terreno lgico saturado en el que nada puede escapar a la determinacin
dialctica. Segundo, este cierre lgico es, no obstante, inalcanzable, pues algo dentro de
ese terreno escapa al dominio dialctico (hemos usado el ejemplo de los pueblos sin
historia, pero obviamente se podra mencionar muchos otros). En tercer lugar, refrindonos
ahora el terreno de la historia, ese exceso respecto al desarrollo dialctico nicamente
puede conceptualizarse a travs de su relacin contingente con la lnea principal del desarrollo histrico. Cuarto, el hecho de que esa lnea principal tenga una relacin contingente con algo externo a s misma significa que ella misma se vuelve contingente. Quinto,
en consecuencia, la pretensin de esa lnea de ser la principal deja de basarse en un
desarrollo dialctico ineluctable, y solo puede hacerse valer como proceso contingente
histricamente comprobado. De modo que la pregunta es: en la teora de Marx, existe
alguna entidad que, en su contingencia, sea homloga a los pueblos sin historia de
Hegel? A mi juicio s la hay, y es el lumpenproletariado. Y el efecto de su presencia ser la
destruccin de la pretensin del proletariado de tener un papel central a priori como agente necesario del desarrollo histrico.
Para Marx, la Historia, en la medida en que es una narracin coherente, es una historia de la produccin (el desarrollo de fuerzas productivas y su compatibilidad/incompatibilidad con las relaciones de produccin). De modo que, para l, tener una ubicacin precisa
dentro de las relaciones de produccin es la nica base posible para ser un actor histrico.
Pero esa ubicacin es justamente lo que no tiene el lumpenproletariado. Sin vacilacin,
Marx deduce lo que, a partir de sus premisas, es la nica conclusin posible: se debe negar
toda historicidad al lumpenproletariado; este es un sector parasitario que habita en los
intersticios de todas las formaciones sociales. Aqu vemos una similitud estructural con los
pueblos sin historia de Hegel; respecto a la lnea principal del desarrollo histrico, su
existencia es marginal y contingente. Si eso fuera todo, no habra mayores problemas:
aunque el lumpenproletariado no tendra un lugar en una narrativa histrica concebida
dialcticamente, confinarlo a una categora de turba de la ciudad que es claramente un
sector marginal no pondra en entredicho la versin pragmtica del relato dialctico. Sin
embargo, las dificultades persisten. Sin duda, para Marx el referente intuitivo del
lumpenproletariado es el populacho urbano, pero l ofrece tambin una definicin conC
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Vase E. Laclau y C. Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy, Londres, Verso, 1985, captulo 3; E. Laclau, New Reflections on the
Revolution of Our Time , Londres, Verso, 1990, pp. 17-27; E. Laclau, On Populist Reason, Londres, Verso, 2005, pp. 139-156.
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toda objetividad, de forma tal que la sociedad nunca es un orden puramente objetivo sino
que se construye alrededor de una imposibilidad fundamental.
A esta altura est claro que la nica forma salir de este atolladero es pasar al segundo significado posible de la afirmacin de Zizek (que l evita sistemticamente): a saber,
que la sociedad capitalista no niega en el trabajador algo inherente a la categora vendedor de fuerza de trabajo, sino algo que en el trabajador est ms all de esa categora (el
hecho de que, por debajo de cierto nivel de salario, l/ella no pueda tener acceso a un
consumo mnimo, a una vida decente, etc.). Por consiguiente, el antagonismo no es intrnseco a la relacin de produccin sino que tiene lugar entre la relacin de produccin y algo
externo a ella. En otras palabras, los dos polos del antagonismo estn conectados por una
relacin no correlativa: es decir, son esencialmente heterogneos entre ellos. Como la
sociedad est entrecruzada por antagonismos, la heterogeneidad existe en el centro mismo de las relaciones sociales.
Las consecuencias de este desplazamiento de la nocin de un espacio homogneo,
saturado, a otra en la que la heterogeneidad es parte constitutiva pueden colegirse rpidamente. En primer lugar, aseverar que un antagonismo social surge de una heterogeneidad
insuperable implica, como corolario inevitable, que la relacin antagnica es conceptualmente inaprensible. No hay un Espritu Absoluto que pueda asignarle un contenido objetivamente determinable. Esto significa que sus dos polos no pertenecen al mismo espacio de
representacin. Aqu estamos en una situacin estrictamente homloga a la descrita por
Lacan en su famoso dictum segn el cual la relacin sexual no existe. Obviamente, Lacan
no estaba aseverando que la gente no tiene relaciones sexuales, sino que no existe una
frmula nica de sexuacin que pueda absorber los polos masculino y femenino dentro de
un todo unificado y complementario.13 Se trata de un exterior radical que no puede ser
dominado simblicamente. Heterogeneidad es otro nombre para lo Real.14 Esto explica
cabalmente por qu Zizek no puede entender el estatus terico del Real lacaniano: si el
modo de produccin fuera como lo es para l una matriz formal-trascendental de lo
social, todo en la sociedad tendra que explicarse a partir de los movimientos endgenos
de esa matriz; ergo, no habra lugar para la heterogeneidad (= la presencia de lo Real). Su
absurda atribucin de un contenido formal-trascendental a lo Real est reida con las
nociones ms elementales de la teora lacaniana. Es interesante observar que, dentro de la
misma tradicin marxista, hace mucho tiempo se rebaj la importancia de las ambiciones
imperialistas epistemolgicas de la categora modo de produccin. Para referirnos solo
a la escuela althusseriana, Etienne Balibar demoli el esencialismo de Reading Capital y
13
En relacin con este punto, vase el artculo clsico de Joan Copjec, Sex and the Euthanasia of Reason, en J. Copjec, Read my Desire,
Cambridge, Mass, MIT Press, 1994.
14
Lo que implica una representacin de lo irrepresentable que lleva a lo que Hans Blumenberg llam la metfora absoluta.
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demostr que la unidad de una formacin social no puede pensarse a partir de una matriz
modo de produccin.15
Sin embargo, hay una consecuencia an ms importante de darle ese papel constitutivo a la heterogeneidad, y es que la categora lucha de clases es rebasada en todas las
direcciones. Mencionemos tan solo las de mayor peso:
1. Si los antagonismos no son internos a las relaciones de produccin sino que ocurren
entre la relaciones de produccin y la forma en que los agentes sociales son constituidos fuera de ellas, es imposible determinar la naturaleza y el perfil de un antagonismo (en el extremo, si es que este va a existir realmente y su grado de intensidad)
a partir del mero anlisis de la estructura interna de las relaciones de produccin.
Sabemos que, empricamente, grupos de personas pueden reaccionar de las formas
ms opuestas a lo que, tcnicamente, son movimientos en la tasa de explotacin. Y
tambin sabemos que, tericamente, no puede ser sino as, dada la heterogeneidad
inherente a los antagonismos. Por lo tanto, ya no hay lugar para seguir hablando
infantilmente de falsa conciencia, que presupone una elite esclarecida cuya posesin de la verdad hace posible determinar cules son los verdaderos intereses de
una clase.
2. Pero la heterogeneidad desestabiliza la centralidad de la clase trabajadora en otro
sentido ms. Una vez que se acepta que los antagonismos suponen un exterior radical, no hay razn para pensar que las localizaciones dentro de las relaciones de
produccin vayan a ser puntos privilegiados del surgimiento de antagonismos. El
capitalismo contemporneo genera todo tipo de desequilibrios y reas crticas: crisis
ecolgicas, marginalidad y desempleo, desniveles en el desarrollo de diferentes sectores de la economa, explotacin imperialista, etc. Eso significa que los puntos antagnicos van a ser mltiples y que cualquier construccin de una subjetividad popular
tendr que comenzar a partir de esa heterogeneidad. Ninguna limitacin basada en
una estrecha nocin de clase servir a esos efectos.
3. Esto tiene una tercera consecuencia crucial que trat en detalle en mi libro. El desbordamiento de cualquier identidad restringida de clase por lgicas equivalenciales tiene que tomar en cuenta el hecho de que las equivalencias actan sobre un substrato
de demandas esencialmente heterogneas. Eso significa que el tipo de unidad que
puede constituirse a partir de ellas va a ser nominal, no conceptual. Como he sostenido, el nombre es el fundamento de la cosa. De este modo, las identidades populares son siempre singularidades histricas.
15
Vase E. Balibar, Sur la dialectique historique. (Quelques remarques critiques propos de Lire le Capital, en Cinq tudes du
materialisme historique, Pars, 1984.
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Ahora tenemos todos los elementos necesarios para responder la objecin de Zizek
respecto a lo que l llama mi reduccin de lo Real a determinaciones empricas del objeto. Zizek se centra en un pasaje de mi libro donde se asevera que la oposicin entre A y
B nunca va a volverse completamente A - no A. La esencia-B de la B va a ser, en ltima
instancia, no dialectizable. El pueblo siempre va a ser algo ms que el opuesto puro del
poder. Existe un real del pueblo que resiste la integracin simblica.16 La objecin de
Zizek a ese pasaje es que en mi planteamiento habra una ambigedad, pues oscilara
entre aceptar una nocin formal de lo Real como antagonismo y, por otro lado, reducirlo a
las determinaciones empricas del objeto que no es posible subsumir en una oposicin
formal. Para Zizek, la cuestin crucial es encontrar qu es aquello que, en el pueblo, excede
el ser meramente lo opuesto del poder, porque si se trata tan solo de una cuestin de
abundancia de determinaciones empricas entonces no estamos tratando con un Real
que se resiste a la integracin simblica, ya que, en ese caso, lo Real es el antagonismo
A - no A, de manera que lo que en B es ms que no A no es lo real en B, sino las determinaciones simblicas de B (p. 18).
Esta objecin es altamente sintomtica, pues muestra de la forma ms clara posible
todo lo que Zizek no entiende respecto a lo Real, a los antagonismos y a las identidades
populares. Para comenzar, para l solo existen dos opciones: o tenemos una contradiccin
dialctica (A - no A), o tenemos la empiricidad ntica de dos objetos (A - B) lo que Kant
llam Realrepugnanz. Si se tratara de una alternativa excluyente, es evidente que cualquier esencia B que sea ms que no A solo podra ser de naturaleza emprica, y
obviamente a Zizek no le costara demostrar que, en tal caso, no estaramos tratando con
lo Real, sino con la determinacin simblica del objeto. Pero Zizek no entendi lo esencial:
el punto importante es si tengo en A todo lo necesario para moverme hacia su opuesto
(que, en consecuencia, quedara reducido a no A); para volver a nuestra discusin previa: si en la forma del capital encuentro todo lo que necesito para deducir lgicamente el
antagonismo con el trabajador. Si ese fuera el caso, tendramos una contradiccin, mas no
antagnica, pues sera totalmente representable dentro de un espacio simblico unificado.
Y como sera completamente simbolizable, no estaramos tratando con lo Real en lo ms
mnimo. Un espacio construido alrededor de la oposicin A - no A es un espacio enteramente saturado, que a travs de esa oposicin agota todas las alternativas posibles y no
tolera ninguna interrupcin. Es por eso que el universo de la dialctica hegeliana, con su
ambicin de obtener una imbricacin completa entre los rdenes ntico y ontolgico, es
incapaz de abordar lo Real del antagonismo, que requiere precisamente la interrupcin de
16
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un espacio (simblico) saturado. Nuestra nocin de antagonismo como lmite de la objetividad es otra forma de denominar lo Real, y su condicin previa es que nos alejemos de
cualquier espacio saturado A - no A.
Sin embargo, no estaramos en la misma situacin es decir, dentro de un espacio
saturado si pasamos a la segunda alternativa de Zizek sobre una esencia B de B no
dialectizable? Lo estaramos si se identificara ese exceso con la empiricidad del objeto. Ese
espacio enteramente simbolizado ya no sera dialctico, sino diferencial o semitico; sin
embargo, su dimensin definitoria seguira siendo la representatividad objetiva total. Pero
es al llegar a este punto que pueden verse todas las consecuencias de nuestro anlisis de
la heterogeneidad. En nuestra discusin previa planteamos que el antagonismo no es
interno a las relaciones de produccin, sino que se establece entre stas y la forma en que
los agentes sociales son constituidos fuera de ellas. Eso significa que la explotacin capitalista tiene un efecto interruptor. Como hemos visto, ese efecto es lo Real del antagonismo.
De este modo, la presencia del antagonismo niega a los agentes sociales la plenitud de
una identidad, y como resultado se da un proceso de identificacin mediante el cual determinados objetos, demandas, etc., se convierten en los nombres de esa totalidad ausente
(son elevados a la dignidad de la Cosa). Eso es exactamente lo que significa la esencia
B de B; no se trata simplemente de un objeto emprico, sino de uno que ha sido investido,
infundido, con la funcin de representar una totalidad que rebasa su particularidad ntica.
De modo que, como podemos ver, la alternativa de Zizek es enteramente ficticia: primero
imagina lo Real del antagonismo como una relacin dialctica A - no A, en la cual la
representabilidad total de sus dos polos elimina la naturaleza disruptiva de lo Real; y
segundo, reduce la esencia B de B a las determinaciones empricas del objeto, ignorando as toda la lgica del objeto a. La objecin de Zizek no tiene el menor fundamento.
Sobre la genealoga de el pueblo
Habiendo alcanzado este punto en nuestra argumentacin, el prximo paso debera ser
decir algo sobre la forma en que la heterogeneidad constitutiva se refleja en la estructuracin
de las identidades sociales. Algunas dimensiones de ese reflejo ya estn claras. En primer
lugar, la dialctica homogenizacin/heterogenizacin debe ser pensada bajo la primaca
de la segunda. No hay ningn substrato fundamental, ninguna natura naturans, a partir de
la cual puedan explicarse las articulaciones sociales existentes. Las articulaciones no son
las superestructuras de nada, sino el terreno primario de la constitucin de la objetividad
social. Esto implica que son esencialmente contingentes, pues se componen de conjuntos
relacionales que no obedecen a ninguna lgica interna, como no sea su convivencia fctica.
Eso no quiere decir que puedan moverse en cualquier direccin en cualquier momento. Por
el contrario, las formaciones hegemnicas pueden tener un alto grado de estabilidad, pero
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tal estabilidad es en s misma el resultado de una construccin que acta sobre una pluralidad de elementos heterogneos. La homogeneidad se alcanza, jams se recibe. La obra
de Georges Bataille es altamente pertinente a ese respecto.
Una segunda dimensin que se desprende de nuestro anlisis previo es que la heterogeneidad constitutiva implica la primaca de lo poltico en el establecimiento del nexo
social. A estas alturas debera estar claro que no entiendo por lo poltico ningn tipo de
rea regional de accin, sino la construccin contingente del nexo social. Es por esa razn
que la categora hegemona adquiere su centralidad en el anlisis social. La consecuencia es que la categora formacin hegemnica reemplaza la nocin de modo de produccin como totalidad real autoabarcante. Las razones son obvias. Si el modo de
produccin no crea sus propias condiciones de existencia es decir, si estas son proporcionadas externamente y no son un efecto superestructural de la economa, esas condiciones son una determinacin interna de la totalidad social primaria. Y esto es an ms
evidente si aadimos que los nexos entre diferentes momentos y componentes del proceso
econmico son ellos mismos productos de articulaciones hegemnicas.
Una tercera dimensin que hay que tomar en cuenta es que, si la heterogeneidad es
constitutiva, la sucesin de articulaciones hegemnicas se estructurar como una narrativa que es tambin constitutiva y no el reverso fctico de un proceso que puede determinarse lgicamente. Eso significa que el reflejo de la heterogeneidad en la constitucin de las
identidades sociales adoptar a su vez la forma de una ruptura (nuevamente: la irrupcin
de lo Real) de lo homogneo por parte de lo heterogneo. Como el discurso marxista se
organiz, como sabemos, en torno a la nocin de leyes necesarias de la Historia, vale la
pena considerar por un momento la manera en que un otro heterogneo irrumpi en el
campo de su discursividad y condujo al resurgimiento del pueblo como actor histrico
privilegiado.
Los puntos en que el marxismo clsico, como campo homogneo de discursividad,
fue interrumpido por una heterogeneidad ingobernable dentro de su sistema de categoras, son innumerables. Sin embargo, solo nos vamos a ocupar de la experiencia leninista,
tanto por su centralidad dentro del imaginario poltico de la izquierda, como porque muestra, con claridad paradigmtica, el tipo de crisis poltico-terica a la que nos queremos
referir. Unos pocos principios organizaron el marxismo clsico como un espacio homogneo de representacin discursiva. Uno fue el postulado de la naturaleza de clase de los
agentes histricos. Otro fue la visin del capitalismo como una sucesin ordenada de
etapas dominadas por una lgica econmica unificada y determinada en forma endgena.
Un tercero, y el ms importante para nuestro argumento, fue una perspectiva segn la cual
las metas estratgicas de la clase trabajadora dependan completamente de las etapas del
desarrollo capitalista. Como Rusia estaba en un proceso de transicin hacia una sociedad
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capitalista madura, el derrocamiento del absolutismo slo poda consistir en una revolucin burguesa-democrtica que, siguiendo el patrn de procesos similares en Occidente, abrira el camino a un largo periodo de expansin capitalista.
Todo eso estaba perfectamente en armona con los pronsticos polticos y la visin
estratgica del marxismo tradicional. Sin embargo, haba una anomala heterognea una
excepcionalidad, para usar el vocabulario de la poca que complicaba el cuadro: la
burguesa rusa haba llegado demasiado tarde al mercado mundial capitalista y, en consecuencia, era dbil e incapaz de llevar a cabo su propia revolucin democrtica. Esto fue
reconocido desde el primer manifiesto de la socialdemocracia rusa, escrito por Peter Struve,
y ni siquiera un dogmatista empedernido como Plekhanov se atrevi a atribuir a la burguesa un papel protagnico en la revolucin por venir. En esas circunstancias, diferentes
clases deban asumir las tareas democrticas (de acuerdo con Lenin, una alianza de trabajadores y campesinos; en la concepcin de Trotsky, la clase trabajadora). Es sintomtico
que ese hacerse cargo de una tarea por una clase que no es su titular natural fuese llamado por los socialdemcratas rusos hegemona, introduciendo as el trmino en el lenguaje poltico.
Aqu encontramos ya una heterogeneidad que interrumpe la fluida secuencia de las
categoras marxistas. Los discursos de Lenin y Trotsky fueron un esfuerzo continuo de mantener bajo control esos efectos disruptivos. No se trataba de que la identidad de clase de
los trabajadores cambiara como resultado de que ellos hubieran asumido las tareas democrticas, o de que la naturaleza de las tareas mismas se transformara porque los trabajadores se hacan cargo de ellas. La concepcin leninista de alianzas de clases es explcita al
respecto: golpear juntos y marchar separados. Y, para Trotsky, toda la lgica de la revolucin permanente se basaba en una sucesin de etapas revolucionarias que solo tenan
sentido si la naturaleza de clase, tanto de los agentes como de las tareas, segua siendo la
que haba sido desde el mismo comienzo. Adems, se conceba la excepcionalidad de la
situacin como de corto plazo: el poder revolucionario en Rusia solo poda sobrevivir si
tena lugar una victoria socialista en los pases capitalistas avanzados de Occidente. Si eso
suceda, el exterior heterogneo sera reabsorbido por un desarrollo ortodoxo normal.
Sin embargo, el que no se produjera la revolucin en Occidente, importante como fue
por su efecto dislocador, no fue el nico factor determinante del colapso del clasismo
del marxismo clsico (incluyendo su variante rusa). En la visin leninista de la poltica
mundial ya haba algunas semillas que presagiaban tal derrumbe. Para Lenin, el capitalismo mundial no era solo una realidad econmica, sino tambin poltica: era una cadena
imperialista. En consecuencia, la crisis en uno de sus eslabones creaba desequilibrios en
las relaciones de fuerza en otros. La cadena estaba predestinada a romperse por su eslabn ms dbil, y nada garantizaba que este se encontrara en las sociedades capitalistas
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Por ltimo, Zizek hace otras crticas menores a mi trabajo que no quisiera dejar sin
respuesta.
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poder deficiente, contingente y temporal (p. 9). Yo sera el ltimo en negar que la
diferenciacin de Zizek es correcta. De hecho, yo mismo la hice en el pasaje de mi
libro que l cita: La vacuidad es, para m, un tipo de identidad, no una ubicacin
estructural.17 Durante varios aos me he opuesto a la tendencia de la gente a asimilar mi enfoque al de Lefort, lo que en buena medida proviene, creo, de que en ambos
anlisis se usa la palabra vaco. Pero que la nocin de vacuidad sea diferente en
ambos enfoques no quiere decir que sea imposible compararlos. Lo que afirmo en mi
libro es que si la nocin de vacuidad se restringe a un lugar del poder que todo el
mundo puede ocupar, se est omitiendo un aspecto vital de la cuestin global: a saber,
que ocupar un lugar vaco es imposible sin que la fuerza ocupante se convierta ella
misma, hasta cierto punto, en el significante de la vacuidad. Lo que Zizek retiene de la
idea de que cada portador emprico de poder [es] deficiente, contingente y temporal es solo la posibilidad de que sea substituido por otros portadores de poder, pero
pasa totalmente por alto la cuestin de los efectos de esa condicin deficiente, contingente y temporal sobre la identidad de tales portadores. Dado la ceguera de Zizek a la
dimensin hegemnica de la poltica, esto difcilmente puede sorprendernos.
En cuanto al movimiento antisegregacionista en Estados Unidos, que tiene su eptome en Martin Luther King, Zizek afirma que aunque procura articular una demanda
que no fue adecuadamente satisfecha dentro de las instituciones democrticas existentes, no puede ser llamado populista en ningn sentido significativo del trmino
(p. 10). Todo depende, por supuesto, de la definicin de populismo de uno d. En el
sentido usual y restringido del trmino, cuyos matices peyorativos lo asocian a la
demagogia pura, sin duda los movimientos de derechos civiles no pueden ser considerados populistas. Pero ese es el sentido del trmino que cuestiona todo mi libro. Mi
argumento es que la construccin del pueblo como un actor colectivo requiere
extender la nocin de populismo para cubrir muchos movimientos y fenmenos
que tradicionalmente no han sido considerados como tales.18 Y, desde ese punto de
vista, no queda duda de que el movimiento estadounidense a favor de los derechos
civiles extendi lgicas equivalenciales en una diversidad de direcciones nuevas e
hizo posible la incorporacin de sectores anteriormente excluidos a la esfera pblica.
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Finalmente, deseo referirme a un punto anecdtico, tan solo porque Zizek lo plante.
En una entrevista que conced en Buenos Aires19 hice alusin a otra que le hicieron a Zizek,
tambin en Buenos Aires pero en un peridico diferente,20 en la cual l afirmaba que el
problema de EE. UU. en la poltica mundial era que actuaba globalmente y pensaba localmente, y de esa forma no poda proceder adecuadamente como polica universal. De ese
llamado a EE. UU. a actuar, pero tambin pensar globalmente, deduje que Zizek estaba
pidindole que se convirtiera en la clase universal en el sentido marxista-hegeliano del
trmino. En su artculo en Critical Inquiry, Zizek reacciona con furia a lo que denomina mi
interpretacin ridculamente maliciosa y afirma que lo que quiso decir era que esta
brecha entre universalidad y particularidad es estructuralmente necesaria, por lo cual a
largo plazo EE. UU. est cavando su propia tumba (p. 14). Veamos lo que dijo Zizek
exactamente en la entrevista. A la pregunta del periodista, Cree que invadir Irak fue una
decisin acertada de Estados Unidos?, responde: Me parece que el punto es otro. Recuerda usted aquel slogan ecologista que deca: Piense globalmente, acte localmente?.
Bueno, el problema es que los Estados Unidos hacen exactamente lo opuesto: piensan
localmente y actan globalmente. En contra de lo que opinan muchos intelectuales de
izquierda, que siempre se estn quejando del imperialismo de los Estados Unidos, yo creo
que este pas debera intervenir mucho ms. Y, despus de mencionar como ejemplos a
Ruanda e Irak, concluye diciendo que: Esa es la tragedia de los Estados Unidos: en el
corto plazo ganan guerras, pero en el largo plazo esas guerras terminan por agravar los
conflictos que deban resolver. El problema es que ellos deberan representar ms honestamente el papel de policas globales. No lo hacen, y pagan el precio de no hacerlo.
Le corresponde al lector, por supuesto, decidir si fui particularmente ridculo y malicioso al no darme cuenta de que cuando Zizek pide a EE. UU. representar ms honestamente el papel de policas globales quera decir que la brecha entre universalidad y
particularidad es estructuralmente necesaria, por lo cual a largo plazo EE. UU. est cavando su propia tumba. Si es as, el mundo est lleno de gente ridcula y maliciosa. Recuerdo
que cuando esa entrevista se public, la coment con varias personas en Argentina, y no
encontr ni una sola que hubiera interpretado sus palabras en la forma en que l dice
ahora que deberan interpretarse. Hasta la periodista que lo entrevist confiesa que se
sinti confundida, pues era un filsofo marxista quien estaba pidindole a EE. UU. que
actuara como un polica internacional. Y el ttulo de la entrevista es Zizek: Estados Unidos
debera intervenir ms y mejor en el mundo (para qu dar el consejo si se considera que
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es estructuralmente necesario que no lo haga). Pero por qu es estructuralmente necesario que no lo haga? Aqu Zizek le pide ayuda a Hegel: en eso reside mi hegelianismo: el
motor del proceso histrico-dialctico es precisamente la brecha entre actuar y pensar (p. 14). Pero la expresin de Hegel no se refiere particularmente a la poltica internacional, pues se aplica a absolutamente todo en el universo. As, a la pregunta de si EE. UU.
hizo bien o no en invadir Irak, la respuesta de Zizek es que eso no es lo que importa,
porque el punto realmente importante es que en la estructura de lo Real hay una brecha
necesaria entre pensar y actuar. Sea como sea, con mucha buena voluntad estoy dispuesto
a aceptar la interpretacin que Zizek da sus propias palabras. Pero mi consejo amistoso es
que, si no quiere que lo malinterpreten completamente, tendra que elegir sus palabras con
ms cuidado cuando hace declaraciones pblicas.
La liquidacin ultraizquierdista de la poltica
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sentido de una guerra de posicin, una categora que ya hemos discutido. Eso es lo que
hace que el recurso ultraizquierdista a la exterioridad total sea sinnimo de erradicacin
de lo poltico como tal.
Es difcil encontrar un mejor ejemplo de ese ultraizquierdismo que el trabajo de Zizek.
Veamos el siguiente pasaje, al que vale la pena citar completo:
Hay una voluntad de consumar el acto de fe y dar un paso fuera del circuito global en
accin aqu, una voluntad que se expres de manera extrema y aterradora en un incidente muy conocido de la guerra de Vietnam: despus de que el Ejrcito estadounidense
ocupara una aldea vietnamita, sus mdicos vacunaron a los nios en el brazo izquierdo
para demostrar su preocupacin humanitaria; cuando el Vietcong retom la aldea al da
siguiente, le cort el brazo izquierdo a todos los nios vacunados Aunque es difcil
sustentarlo como un modelo literal a seguir, ese repudio total del enemigo, precisamente en su aspecto solcito, humanitario, sin importar a qu precio, tiene que ser avalado
en su intencin bsica. De forma similar, cuando Sendero Luminoso tomaba una poblado, no se concentraba en matar a los soldados o a los policas destacados all, sino a los
asesores agrcolas o a los trabajadores de la salud estadounidenses o de la ONU que
trataban de ayudar a los campesinos locales tras sermonearlos por horas, y forzarlos
despus a confesar pblicamente su complicidad con el imperialismo, los fusilaban.
Con todo lo brutal que era, ese procedimiento se arraigaba en una percepcin sagaz:
ellos, no la polica ni los militares, eran el verdadero peligro, el enemigo en su forma
ms prfida, pues estaban mintiendo disfrazados de verdad mientras ms inocentes eran (ellos realmente trataban de ayudar a los campesinos), ms servan como
instrumento de EE. UU. Solo un golpe total, contra el enemigo en su expresin ms
buena, en el punto donde el enemigo en verdad nos ayuda, muestra verdadera autonoma y soberana revolucionarias.22
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dad qua exterioridad el supremo valor poltico, y propugnar la violencia por la violencia
misma, solo hay un paso. Y el pasaje siguiente muestra que no hay nada ridculamente
malicioso en mi sugerencia de que Zizek no est lejos de dar ese paso: La nica posibilidad realista es fundar una nueva universalidad poltica optando por lo imposible, asumiendo plenamente el lugar de la excepcin, sin tabes, sin normas a priori (derechos humanos,
democracia), el respeto por las cuales nos impedira tambin resignificar el terror, el ejercicio despiadado del poder, el espritu de sacrificio () si algunos liberales sensibleros
tachan esta opcin radical de Linksfaschismus [fascismo de izquierda], que as sea!.23
Sin embargo, podramos preguntarnos:cules son para Zizek los sujetos polticos de
su Linksfaschismus? Es difcil responder esa pregunta porque l es muy evasivo a la hora
de discutir estrategias de izquierda. Por esto es que el libro de Zizek sobre Irak es muy til,
porque ah dedica unas pginas a los protagonistas de lo que l ve como la verdadera
accin revolucionaria. Se refiere principalmente a tres: los consejos de trabajadores de la
tradicin sovitica (que l mismo reconoce que desaparecieron); Canudos (un movimiento
milenarista del Brasil del siglo XIX); y los habitantes de las favelas brasileas. La conexin
entre los dos ltimos es presentada en los siguientes trminos: Los ecos de Canudos se
perciben claramente en las favelas actuales de las megalpolis latinoamericanas: no son,
en cierto sentido, los primeros territorios liberados, las clulas de futuras sociedades
autoorganizadas? () Los territorios liberados de Canudos en Baha sern por siempre el
modelo de un espacio de emancipacin, de una comunidad alternativa que niega completamente el espacio existente del Estado. Aqu hay que avalarlo todo, hasta e incluyendo el
fanatismo religioso.24
Esto es delirio puro. Las favelas son villas miseria de pobreza pasiva, sometidas a la
accin de bandas criminales totalmente apolticas que mantienen aterrorizada a la poblacin, a lo que hay que aadir las acciones de la polica, que lleva a cabo ejecuciones
regularmente denunciadas por la prensa. En cuanto a la asercin de que las favelas mantienen viva la memoria de Canudos, ella implica estar tan grotescamente mal informado
que la nica respuesta posible es: vaya a hacer sus deberes. En el Brasil contemporneo
no hay un solo movimiento social que establezca un vnculo con la tradicin milenarista
del siglo XIX (ni que hablar de los habitantes de las favelas, que no tienen idea de lo que
Canudos era). Zizek ignora totalmente lo que pas en Brasil hoy, ayer o siempre lo que
para l, por supuesto, no es obstculo para emitir las declaraciones ms tajantes sobre
estrategias revolucionarias brasileas. Este es el proceso de marcianizacin al que me
23
S. Zizek, Holding the Place, en J. Butler, E. Laclau y S. Zizek, Contingency, Hegemony, Universality. Contemporary Dialogues on the
Left, Londres, Verso, 2000, p. 326.
24
S. Zizek, Iraq, cit., p. 82.
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refera antes: atribuir a sujetos realmente existentes los rasgos ms absurdos, pero reteniendo sus nombres, para que se mantenga la ilusin de un contacto con la realidad. La
gente de las favelas tiene ya problemas harto apremiantes sin necesidad de prestar atencin a los preceptos escatolgicos de Zizek. As que lo que l necesita son marcianos de
verdad. Pero ellos son demasiado avisados para bajar a nuestro planeta simplemente para
satisfacer los sueos truculentos de Zizek.