La Fertil Agonia Del Amor
La Fertil Agonia Del Amor
La Fertil Agonia Del Amor
La llegada de Bosch en el 1962 y la creacin del certamen de cuentos de la Mscara impulsaron a jvenes como Ren del Risco y
Bermdez, Miguel Alfonseca y Armando Almnzar a cultivar una literatura de apertura a todas las corrientes literarias universales
como se puede notar en estos autores y otros como Ivn Garca, cuyos cuentos aparecieron en la dcada del setenta. De los escritores
de narrativa breve que entonces perfilan un decir propio e interesante es menester hablar de Manuel Rueda y otro ms conocido
como ensayista de la generacin, Ramn Francisco.
En este marco amplio debemos ver como sobresale la obra de Marcio Veloz Maggiolo y qu aportes hace a la cultura literaria. En el
caso de sus obras breves debemos sealar que lo ms significativo para el autor ha sido recogido en un tomo con el ttulo Cuentos
para otros milenios. Antologa personal (2000), texto que integra cuentos y casi cuentos que pertenecen a distintos momentos del
desarrollo escritural del autor.
La narrativa de Marcio Veloz Maggiolo puede verse a travs del discurso que entre sujeto y poder trabaja el autor en una gran
cantidad de sus obras. Como un escritor que ha vivido en su juventud la dictadura, Maggiolo busca explicarse y explicar las distintas
prcticas del autoritarismo y cmo el poder dictatorial deforma el ecosistema de los sujetos. Enmarcados en esta lnea debemos leer
muchas de sus obras. Pero en el caso del cuento este elemento est muy bien tratado en cuentos como El nudo donde las manchas
del pasado, la pobreza y la aspiracin de los sujetos se debaten entre la libertad y el poder. Un pasado que une al reo y al juez, la
doble moral, el sujeto alienado que ha perdido su horizonte humano original y se encuentra en la estructura del poder que todo lo
norma y lo reduce a su voluntad y razn.
En el cuento Fantasmas de ida y vuelta, que me parece extraordinario en la medida que el autor ha tomado un temor de la
posdictadura, el posible regreso de los Trujillo, el volver atrs al oprobio de la dictadura, permite la construccin de una alegora, una
metfora continuada, que presenta el trujillismo como un fantasma que el tiempo va, poco a poco, convirtiendo en lo que es
verdaderamente: en una entelequia solo simbolizada en el cadver que se deshace en un mundo rural; lo que da al texto una forma
maravillosa e inusitada.
Los cuentos Camino del ministerio y El coronel Buenrostro ejemplarizan el trabajo que sobre los efectos del autoritarismo en los
sujetos plantea la escritura de Veloz Maggiolo. En el primero, el despiste y la fuerza, el acomodar al ms poderoso representan la
teora sobre la sumisin del sujeto que emplea tcticas serviles para no molestar al poder y a sus caprichos. Marcio Veloz Maggiolo
centra la mirada en la psicologa del sujeto alienado por la fuerza militar, y la brutalidad en la que se maneja y se ejecutan rdenes y
acciones que quedan fuera de todo marco del derecho y solo el absoluto de la violencia aparece como un lugar sin lmites. Esta
misma situacin la podemos encontrar en La mujer de Honorio Lpez, un cuento historicista, pero que muestra que ayer como hoy
el poder ha actuado de la misma manera: suprime la libertad y reduce a una condicin servil al sujeto.
La cuentstica de Marcio Veloz Maggiolo, como ocurre en algunos autores de su generacin, se desplaza a ciertos espacios de la
dominicanidad poco explorados por la narrativa anterior. Va hacia grupos subalternos, marginados que tienen una relacin muy
distante con el mundo poltico del pas. Son los pescadores de las mrgenes del ro Ozama u otros pescadores de zonas interiores,
como ocurre en La sombra de las tilapias, Hombre o mujer? y El destino de Tacho. El primero es un cuento excelente,
narrado con gran maestra y un inusitado juego de formas. Rescribe estos espacios olvidados y a esos subalternos que no se
encuentran en la lucha con la naturaleza y contra la opresin, sino dentro de su propio hbitat de pobreza y creencias. Creo que en
esta obra Veloz Maggiolo logra plasmar una visin equilibrada entre el hombre, su medio y su mentalidad mgica. Es la forma que
mejor retrata una dominicanidad que subyace fuera de las ideologas y el poder. Son estos grupos que el poder toca, pero a lo lejos.
Son escrituras, las de Marcio Veloz Maggiolo de reflejo, de la distancia hasta donde el poder alcanza a los ms dbiles. Como se
puede apreciar en Hombre o mujer? un cuento circular en donde se llegar a donde siempre hemos llegado: al autoritarismo y a la
violencia. Esta obra es interesante por los contextos historizantes que trabaja y en los que se ven los cambios polticos del pas, la
adscripcin de los personajes a un tiempo signado por la lucha poltica.
Otro aspecto, y no menos importante, en la narrativa breve de Veloz Maggiolo es el tema del neorromanticismo. Forma de la
narrativa de largo aliento que revivi Gabriel Garca Mrquez con El amor en los tiempos del clera y Del amor y otros demonios en
la literatura actual y un filn que sigue siendo importante en las novelas que se publican hoy da. Ya Marcio Veloz Maggiolo haba
experimentado a principios de la dcada del ochenta en la narrativa breve con su libro La frtil agona del amor (1981). El texto que
da origen a este libro es importante porque muestra la maestra narrativa del autor, su capacidad para crear personajes convincentes y
el trabajo que realiza en la ordenacin de la accin narrativa.
De semejante factura es el cuento Odisenica, que plantea en forma circular una maravillosa forma de recuperar el pasado en la
vida de dos amantes. La aventura personal que embarca a los enamorados los conduce a encontrar un pasado del que no se podrn
zafar. A la vez que la obra pasa el tiempo y el autor reconstruye un cronotopo interesante en el que se manifiestan, como en muchas
de las obras de Veloz Maggiolo, las preferencias y obsesiones de un arquelogo que es tambin un viajero y un amante de la cultura
antigua quien, como antroplogo, es tambin un cientfico que disfruta las culturas modernas y populares. Odisenica es de los
cuentos ms hermosos y sugestivos que se han escrito en nuestra lengua y uno de los principalsimos que trata el tema del amor y del
viaje.
Creo que Marcio Veloz Maggiolo no ha sido un epgono de Juan Bosch en el arte de escribir cuentos. Aunque una variedad de sus
textos podran ser estudiados desde la potica de Juan Bosch, se nota una escritura distinta a la del autor de El indio Manuel Sicuri,
por lo que creo que no ha seguido el modelo boschiano, que fue para su generacin cosa del pasado, pues Bosch lleg al pas cuando
el cuento ya haba dejado sus improntas campesinas y las del realismo social que le caracterizaron en los aos treinta. Creo como
Jos Alcntara Almnzar que es Marcio Veloz Maggiolo uno de los grandes cultores del gnero en la Repblica Dominicana. La
frtil agona del amor, Odisenica, Camino al ministerio, El coronel Buenrostro, Hombre o mujer?, El maestro, de sus
casi cuentos, y el maravilloso La pierna de M. Lavalette testimonian el trabajo en la cultura y en la literatura de este prolfico
escritor dominicano cuya narrativa breve solo ha sido opacada por la resonancia que siempre ha tenido como novelista y como
cientfico.
Juan, aquella mirada que slo tenia sentido si el futuro inmediato era el lecho, esa cama grande y
cuadrada en donde nos desahogbamos con mecnica frecuencia. No. Los ojos de Gabriel caan
pesadamente en mis encantos haciendo fuerza sobre ellos, absorbindolos, si absorbindolos,
porque yo senta sobre la piel ese Cosquilleo que comenz siendo como una caricia y que
posteriormente tom a transformar el mundo de nuestros alrededores). Vi el lunar
desaparecer. Aquella tarde me qued pensativo. Aunque revis en casa los papeles que Emilia haba
ordenado, deseaba seguir vindola. Quera trasladarla a mi habitacin, seguir contemplndola
intensamente, hasta colocarla dentro de m, hasta convertirla en algo as como una parte de mis
situaciones. Su foto, conseguida del peridico cuando cumpli los 24 aos, no me serva de nada.
La haba colocado cerca del pequeo florero que adomaba mi habitacin, en el mismo marco en que
estuvo la foto de Odilia, mi penltima amante. Comparaba este amor nuevo, este amor lleno de
incomunicaciones con el de Odilia, gritn y miserable, y comprenda las dificultades que se me
presentaran. Deca Odilia que la mujer era como una gata rabiosa, porque cuando el deseo la
atenazaba, preparaba las garras y se daba por entera agrediendo al hombre que amaba; pero con
Emilia no suceda lo mismo. Mi silencio y ese deseo reprimido eran como el reflejo del propio ser
de Emilia. Yo esperaba que ella diese el primer traspi, la primera oportunidad. Cuando la llamaba
por telfono ciertas noches con la intencin de invitarla a cenar, preparaba de antemano los
argumentos que habra de utilizar; le dira que me senta solo, que saba que tambin ella lo estaba,
que deseaba discutir con ella, fuera de las horas de oficina, algunos problemas personales, porque le
haba tomado gran confianza, que luego de la cena daramos un paseo en el automvil,
y que mas tarde hablaramos de importantes proyectos. No le hara ver que una vez hecho ese
primer contacto la llevara a bailar y a tomar algunos tragos en La Fuente, en el Maunalo a, o en
cualquiera de esos centros festivos en los cuales es posible hablar al ritmo de orquesta. (Me mir el
tobillo cuando el agua tibia y dulce rodaba por mis piernas aquella maana y not la desaparicin de
la mancha heredada de mi madre. Era una mancha de familia. Juan me deca que era lo ms bello de
m. Pero desapareci como por encanto. Mi abuela tambin la tuvo). Mis llamadas telefnicas, sin
embargo, se convertan en contactos y conversatorios sin objetivo; pronto perda el sentido de todo
cuanto haba planeado, y durante largas horas conversaba con Emilia de proyectos futuros, de
posibles aumentos de los precios del petrleo, de los nuevos maquillajes Max Factor, marca que ella
utilizaba aunque no era la ms cara ni la ms elegante. Se me iba la vida en ese esfuerzo mental que
preceda a mi intencin de romper la barrera y lanzarme sobre Emilia para siempre, sin embargo,
me detena el terror de verla decir no. Ese da de abril, si mal no recuerdo, me mir el tobillo
derecho y vi en l la mancha azul de Emilia. Un lunar similar al de ella se haba apoderado de mi
pie derecho. Qued estupefacto. (No dije nada. Pero coment con Gabriel, mi jefe, la prdida del
lunar. Los lunares se heredan, son el resultado de viejas leyes de la herencia). Cuando me lo dijo ya
lo saba. No quise sealarle la coincidencia. Hubiese podido informarle que a m me haba salido
una mancha similar a la de ella, y precisamente en el mismo sitio. Pero hubiese producido terror en
su temperamento frgil; o tal vez ello hubiese permitido una profunda conversacin sobre lo
penetrante del verdadero amor y abierto las puertas para un entendimiento, para unas relaciones que
en su imposibilidad me llenaban de angustia.
(Es que a la maana siguiente me sent mal y no quise ir a la oficina. Gabriel me llam. Deca que
mi imagen no poda separarse de su cabeza, que era realmente una obsesin de trabajo el pensar en
m y el buscar mi ayuda en cada momento. Yo pude decirle: no Gabriel, lo que sucede es que ests
enamorado de m y no tienes el valor de expresarte, entonces me miras con esos ojos negros y con
ese ardor que no te deja concentrar).
Y es lgico que suceda, la presin psicolgica ha sido fuerte. Yo creo, doctor, que estoy cambiando
profundamente. Me parece que no bastan esas explicaciones, porque no slo es cuestin de haberme
enamorado, sino que quiero a esa mujer, y no tengo modo de expresarle cmo la quiero. (Por la
tarde del mircoles 15 de abril Gabriel me ha llamado. Mi certificado mdico ha estado unos
cuantos das en el gran escritorio, porque tampoco l ha asistido al trabajo. Carola, mi sustituta, me
ha dicho que an no enva un certificado, como lo he hecho yo. Sin embargo, en sus llamadas
intensas y agobiantes, Gabriel no me dice ni me pregunta sobre nuestra mutua distancia, y sobre el
coincidente alejamiento de la oficina. Debera decirle claramente que mis manos se han hecho
gruesas de improviso, que mi pie, casi infantil, se ha hecho casi pie de hombre, con vellos y sudores
fros; que mis cejas han crecido de pronto, teniendo que afeitrmelas para volver a dibujar sobre el
arco finas cejas de mujer. Juan me ha llamado esta tarde para el intento de un arreglo. No me he
atrevido a decidir nada; mi mundo comienza a dar vueltas y estoy perdida como en un marasmo, y
Juan ni siquiera lo comprendera; estoy segura de que sera feliz junto a Gabriel, pero lo mismo que
a l, una timidez terrible, devastadora, me acosa, y slo puedo tenerlo en sueos, cuando reacciona
mi espritu y 10 veo posarse sobre mi como una mariposa, y acariciarme y hacerme el amor con la
mayor de las suavidades del mundo). He notado en Emilia como un dejo de tristeza, y no dudo que
su ausencia de la oficina se deba a mi retiro por unos das hasta poder dar con los motivos y
resultados de este cambio. Hoy he observado mis manos y casi son las mismas de Emilia. Si me
dejase crecer las uas y usase uno de esos pigmentos para decorarlas no habra diferencia. Las paso
sobre mi cuerpo, sobre ciertas partes de mi cuerpo, imaginndome qu sentira si estas manos
fuesen las de Emilia realmente. Ello me produce una extraa sensacin, porque cuando cierro los
ojos, son esas manos algo diferente, y siento, al posarlas sobre mis sentidos, como si estuviesen
fuera de m, con la terrible certeza de que lo que siento es, precisamente lo mismo que sentira
Emilia al hacerlo.
(Entonces reconstruyo aquellos momentos, y creo que sera imposible acariciar a Gabriel con estas
manos rsticas, con estos dedos que no son los mos, con estos labios que se han ido poniendo
duros, masculinamente duros, y con los que besara a Gabriel a pesar de todo. Ayer ha sido un da
inslito; Juan ha venido, ha tocado esa puerta, y entrado. Me ha mirado con asombro: Has
cambiado mucho en poco tiempo, Emilia!, me ha dicho. Le he contestado que mi corazn se entrega
lentamente a otro hombre, que ya no me interesan sus propuestas, y que el cario que senta por l
ha terminado definitivamente. Entonces ha tomado mis manos con un gesto de amor, con ademn
de reconciliacin, y estas manos ahora rudas se han zafado violentamente de las de
Juan, acobardadas, porque son como manos de hombre, que no quieren sentir tacto de hombre. Las
he pasado por mis cabellos y he tenido la sensacin de que Gabriel ha puesto sus dedos sobre mi
frente, y he llorado, llorado mucho, pero mis propias manos me consuelan, porque las hago recorrer
mis mejillas pensando que Gabriel est aqu, junto a m, dicindome por fin que el amor nos har
felices) .
Salir o no salir. Esta maana me mir al espejo y supe de improviso que haba tenido a Emilia para
siempre. Ya no slo eran sus manos, sino sus senos, sus dientes; yo mismo era ella, y ella era quien
desde el espejo me miraba coquetamente. Slo dos semanas haban sido suficientes para que mi
pensamiento la interiorizara de tal manera que sus atributos pasaran a ser parte de m. (Quise salir y
no pude, Gabriel estaba en m, vivo, atento, como un viento de la noche que acecha tras el ventanal.
Mis labios sintieron el nacimiento del bigote azulado; so que me enamoraba de m misma, porque
Gabriel era yo, y yo era Gabriel, sudaba, temblorosa o tembloroso, por as decirlo, porque mi sexo
comenzaba a cambiar. No le haba dicho nada, pero la ltima vez que conversamos nuestras voces
se transmutaron al punto de que cuando le habl emit el sonido de su propia expresin sonora,
dulce, la expresin del jefe administrativo que me miraba con fruicin las manos y que soaba con
mi garganta, y que pensaba en m ahora lo comprendo con deseos profundos de tenerme). Esa
tarde me decid. Saba, casi intua a ciencia cierta lo que haba pasado con Emilia. Aquellas
conversaciones, aquel cambio de carcter, aquel hablarme del amor del hombre por la mujer,
cuando yo deba haberle dicho a ella lo del amor de la mujer que el hombre debe sentir siempre;
aquella confusa sensacin de ardor en los labios cuando la brisa fresca de la noche me reemita al
recuerdo, y aquel desear que el recuerdo se invirtiera, y que ella fuese, realmente tan asustadiza
como yo, y yo tan tmido como ella. Todas estas sensaciones me decan que cada uno haba pasado
a formar parte del otro. Ella era l, es decir, yo; y en cambio el era ella, es decir ella, porque
comenzaba a desear el nuevo encuentro, el encuentro de seres cambiados, trocados por el amor.
Hasta qu punto ella me reconocera en l, y hasta qu punto yo me reconocera en ella. Debamos
resolver cuanto antes el enigma, vernos desde el otro sexo, desde nuestra nueva realidad vital,
nuestra nueva manera de afrontar la vida. El encuentro inicial despus de las forzadas vacaciones
nos hara trazar la estrategia, la estrategia final, porque al fin y al cabo tendramos que seguir
viviendo. Vi esa nube, y pens en mi manera de ver la vida; pens en mis ropas de hombre ahora
inservibles, yen sus ropas de mujer; en sus viejas modas porque se hicieron viejas en solo horas ,
y pens en el encuentro, en esa necesidad. Entonces ambos a dos , y dentro del ms gris de los
silencios, hicimos la cita. Emilia me enviara al apartamento uno de sus mejores vestidos, aquel del
escote, le mostrara el comienzo de mis senos, y llevara un tinte de labios La frtil agona del amor
encantador. Yo le devolvera con el mensajero mi traje azul a rayas, ese que huele a lavanda y que le
har quedar convertido en un caballero con suficiente garbo como para atraer la mirada de quien es
ahora mi propia encarnacin. Entraremos a la oficina uno despus del otro. Nadie notar que hemos
cambiado; yo llevo su lunar en mi tobillo, y ella lleva mi bigote y mi tibio pene que ahora comienza
a conocer, lo mismo que yo poseo su sexo azulado, de lacias trencillas y carnosas empellas. Se
sentar en mi escritorio. Me sentar en su escritorio. Me aposentar como una mariposa en su silla
giratoria de secretaria eficiente. Se sentar en mi antes silln de ejecutivo. Nos miraremos.
Simplemente miraremos desde el forro de las cosas. Ella mirara en m su viejo retrato, y levantar
lentamente la falda para mostrar su tobillo, aquel que dio origen a mi inquietud, y ser entonces
cuando ella, tan tmida como yo, ver difuminarse de mi pie el lunar azul, y sentir en sus carnes de
hombre emerger esa mancha... y poco a poco hablaremos de amor, y todo habr de ser como antes.
Y pasar el amor, porque todo tiene que pasar. Y nuevamente estaremos de vacaciones, cambiando
constantemente, buscando ser el uno para el otro de manera terrible, de manera infructuosa, pero
siempre en la agona de hacer realidad el amor.
MARCIO VELOZ MAGGIOLO (1936). Santo Domingo, Repblica Dominicana. Adems de una
veintena de ttulos sobre historia, arqueologa y cultura caribea, ha publicado, entre otros: El sol y
las cosas (1957 y 1963), Judas (1962 y 1965), Intus (1962), Creonte (1963), La vida no tiene
nombre y Nosotros los suicidas (1965), Los ngeles de hueso (1967), Cultura, teatro y relatos en
Santo Domingo (1972), De abril en adelante (1975), De dnde vino la gente
(1979), Novelas cortas (1980), La biografa difusa de Sombra Castaeda (1981), La frtil agona del
amor (1982), La palabra reunida (1982), La palabra reunida (1982), Apearse de la mscara (1985),
Cuentos, recuentos y casicuentos
(1986), Florbella (1986), Materia prima (1988), Ritos de cabaret (1991), Villa Francisca y otros
fantasmas (1977), Ua y carne (1999), Cuentos para otros milenios (2000), La memoria fermentada
(2001), El hombre del acorden (2003)
La frtil agona del amor. Santo Domingo: Editora Taller, 1982.
Edicin: Editora Taller, 1986
La Academia Dominicana de la Lengua ha propuesto al escritor, abogado y diplomtico Marcio
Veloz Maggiolo para el Premio Nbel de Literatura 2007, por considerarlo el escritor vivo ms
relevante de la Repblica Dominicana. El director de la asociacin, Bruno Rosario Candelier,
destac que Veloz Maggiolo posee ?una brillante labor novelstica y una fecunda bibliografa que
comprende varios gneros?.
Marcio Veloz Maggiolo La importante trayectoria del autor y su papel como ?inspirador de
tendencias narrativas? y ?gua intelectual de la generacin del ?60? fueron los argumentos que
citaron para la postulacin. ?En virtud de sus mritos lingsticos y literarios y del aporte intelectual
y esttico de este valioso creador, esta academia se complace en proponerlo como candidato al
Premio Nbel?, cierra el documento firmado por Rosario Candelier.
Con la Frtil Agona del Amor, Marcio Veloz nos introduce en una nueva narrativa del cuento
dominicano, envolvindonos en una atmsfera preada de figuras literarias y tcnicas que hacen
posible diferencial su forma de narrar, con un toque propio de sus vivencias y actitudes, que lo
diferencian de los dems escritores nuestros. Son constantes el uso de metforas, hiprboles,
anttesis, ironas, sinestesias, comparaciones, paradojas,etc. Entrando a lo que refiere a su forma
propia se pueden ver: exclamaciones; interrogaciones; admiraciones; algunas frases con puntos
negritas, como una forma de distincin; y puntos suspensivos. Pero lo que llama verdaderamente la
atencin del lector son palabras propias (suite generis) de Marcio, que por su introduccin en el
mundo de la arqueologa y la antropologa son fcil de distinguir en todo el proceso narrativo de su
obra.