Abbott Jack Henry - en El Vientre de La Bestia
Abbott Jack Henry - en El Vientre de La Bestia
Abbott Jack Henry - en El Vientre de La Bestia
Prlogo a la 1. edicin
Variedades de castigo
al andar
No estamos locos. Por qu entonces, nos someten a
semejante tratamiento? Porque nos temen, porque somos
peligrosos. No nos asusta nada de lo que puedan hacernos, ni
siquiera las drogas, la crucifixin.
No me interprete mal: sin duda hay quien necesita esas
drogas. No pretendo drmelas de mdico. Quienes necesitan
las drogas porque estn enfermos, no las experimentan de la
misma manera que yo. Ellos lo saben, el rgimen carcelario
conoce este truquito.
Es como el tratamiento del electrochoque: para algunos
es beneficioso. Pero si se administra a un hombre sano que no
lo requiere por razones mdicas se convierte en una forma de
tortura. Es doloroso, una pesadilla. Hace quince aos se usaba
para castigar a ciertos presidiarios.
Cuando el capitn y los cerdos no pueden disciplinarte,
no pueden intimidarte y en consecuencia, te hieren y castigan,
te controlan, se ocupa de ti un psiquiatra que, sin mirarte
siquiera, ordena que te traten con esas drogas. Algo no
marcha bien en tu mente si desafas al peor castigo oficial a
que el rgimen penitenciario puede condenarte legalmente.
Esa es su lgica.
Durante aos me han sometido a este ciclo una y otra
vez: capitn-mdicoregla infringida. Se ha repetido
incansablemente. Un cerdo me incita, yo respondo
instintivamente y, a veces, le ataco. As es como empieza. Al
personal de la prisin.
El suelo era de cemento, y en el centro haba un desage,
cubierto por un enrejado circular, como el suelo de una ducha.
Haba una plancha de acero colocada sobre palas de
hierro unidas al suelo.
Era la cama, y todo lo que contena la celda. Sobre la
plancha, una estera de goma de unos dos centmetros y medio
de grosor.
Me desnudaron y me obligaron a tenderme en la tabla de
acero. Me encadenaron cada tobillo a un ngulo de la cama, y
las muecas, por encima de la cabeza, a los otros dos ngulos,
de modo que quede con las piernas y los brazos
completamente extendidos.
Haba algunas mujeres entre el personal, que en su
mayora eran tambin funcionarias del ejrcito. Esto suceda a
finales de 1976.
Para poder orinar tena que torcer el torso, de modo que
el pene colgara fuera de la cama y a un lado, y los orines
cruzaran el suelo y bajaran por el desage mencionado.
Para comer, un funcionario me pona la comida en la
boca.
El da siguiente al encadenamiento, varios guardianes
irrumpieron en la celda y me golpearon con sus puos en el
rostro, pecho y estmago. Me ahogaron con sus manos
de mi celda carcelaria.
El cuerpo juega con la mente, y viceversa. Cuanto ms
me adentro en ese terreno del tiempo, en mis recuerdos, tanto
ms entran estos en mi imaginacin. La imaginacin,
utilizando los recuerdos, realizando todas las permutaciones y
combinaciones posibles, reemplaza a nuevas experiencias que,
si no las reforzaran, al menos la dejaran intacta.
Recuerdo tan bien, con tanta claridad, que estoy cegado
por los recuerdos. Es como si hubiera olvidado, pero lo que
sucede en realidad es que recuerdo muy bien, demasiado
bien:
Por qu estoy aqu? Por qu necesitaba dinero? O fue
la huella de la palma en el mostrador? Cul fue el motivo,
un robo? O fue aquella chica del vestido estampado, junto al
estanque, que me sonri?
Dnde estaba?
En cada recuerdo hay un elemento de dolor o decepcin.
Escuece un poco y a su propia manera. Normalmente, estos
recuerdos estn eclipsados por una familiaridad con la que
podemos vivir, y por suerte olvidamos el resto. El resto: no
hay resto, sino unas caractersticas que no nos incomodan, un
grado de sosiego.
Al cabo de cierto tiempo en el agujero los elementos
dolorosos empiezan a echar renuevos y brotar como frgiles
hierbajos en el jardn de la memoria, hasta que al final,
despus de tanto tiempo, asfixian todo lo dems en el jardn.
El personal de la crcel
Los internos
interpreta el drama.
En una corrida de toros, un hombre arriesga su vida para
matar, pero eso no es todo: si no desempea su cometido con
honor, pierde. El toro se impondr y l resultar muerto o
mutilado. La situacin en la arena exige un gran dominio. El
torero debe atormentar al toro para poner al descubierto las
cualidades que este tiene para la lucha y realzarlas. La
situacin es tal que a un toro cobarde, si el toro es cobarde, la
pelea no es una corrida, sino una carnicera, y el matador se
deshonra por rebajarse al papel de carnicero.
No es un deporte porque pone en juego cualidades
estticas, sublimes, capaces de hacer que los hombres
contemplen los elementos morales del espectculo, de la
misma manera que hace el drama en el teatro.
Desde los orgenes histricos del toreo, el torero conserva
un aspecto de gladiador Pero a qu hombre normal se le
ocurrira dedicarse a semejante actividad? La respuesta es:
hombres de clases casi indigentes, hombres sin poder,
hombres para los que el toreo es un camino para obtener
logros sociales que de otro modo seran inalcanzables.
Las cualidades que se ponen de manifiesto en el toro:
bravura, respeto (en el fondo, honor), inteligencia (astucia
animal reforzada en el combate con un adversario inteligente),
y ms, son cualidades emuladas por el macho humano. De
manera que el matador en cierto sentido est luchando a
muerte con otro hombre. La corrida es el sustituto de un
conflicto entre gladiadores.
mamn.
Si tuve miedo, nunca lo supe. Es cierto que me consuma
la ira, la clera ante aquel trato tan indigno. Llegu a la
prisin en esa condicin emocional y mental. Podra decirse
que estaba paranoico, sediento de sangre para hacerme valer.
Los nuevos presos eran colocados en cuarentena durante
unas seis semanas. Las celdas de cuarentena se conocan como
peceras. Cuando llegu a la pecera, alguien que haba
conocido en el reformatorio me proporcion un cuchillo de
deshuesar.
Al primer prisionero, un hombre de edad mediana, que
trat de joderme, le par los pies con el cuchillo. Le obligu a
arrodillarse y, con el cuchillo en su garganta, hice que me
chupara mi pene flcido delante de tres amigos suyos.
Esta es la forma de hacerlo. Si eres un hombre, tienes que
matar o devolverle la pelota a cualquiera que te haga
proposiciones con amenazas. Esa es la costumbre entre los
prisioneros jvenes. Al actuar as, todo el mundo sabe que
eres un hombre, al margen de tu juventud.
Me haba entrenado para esto durante toda una
adolescencia pasada en la escuela de gladiadores. Entonces
era inevitable que un joven de una penitenciara de adultos
tuviera en algn momento que atacar y matar, pues de lo
contrario con casi toda seguridad se convertir en un juguete
sexual de los internos, aunque puede que no se sepa bien lo
que eso significa. Si no puede protegerse a s mismo, algn
otro lo har.
Antes de los veintin aos haba matado a un preso y
herido a otro. Nunca sal de la prisin. Jams fui el juguete de
nadie.
Para las autoridades no es nada grave que a uno le violen
en la prisin. Al contrario, la idea les excita; gozan con ella.
En la prisin, cuando un joven es violado sexualmente
por otro preso, se convierte en su propiedad. Es como un
esclavo. Es costumbre que nadie se dirija a l directamente.
Limpia su celda y la ropa de su propietario, y hace tocados
para l. Debe hacer todo lo que este le pide que haga, de la
misma manera que, incluso hoy, tiene que hacer la esposa en
ciertos matrimonios. Pero su amo puede venderlo, prestarlo o
abandonarlo en cualquier momento. Y si otro prisionero
vence al dueo, puede arrebatrselo.
LA MAYORA DE LOS presos que he conocido
pongamos que un noventa por ciento muestran inters
sexual por su propio sexo. Dudo en considerar esto
homosexualidad porque la sociedad norteamericana solo
reconoce al homosexual pasivo, al que juega el papel
femenino, como tal. Ocurre lo mismo tanto dentro como fuera
de la prisin, pero dentro sucede abiertamente.
Como usted comprender, esto distorsiona muchos
significados y puede alimentar la violencia, tanto fsica como
psicolgica. Porque ningn preso respeta abiertamente a un
homosexual y, no obstante, como he dicho, la mayora tiene
por la muerte.
Cualquiera podra desquitarse de Gerard matndole, y
cualquier otro podra proteger a su asesino, guardin o preso.
Es una de esas personas que tientan todo lo malo de los
hombres, y, no obstante, segn la medida humana, es honesto
y nunca tiene la intencin de hacer dao.
Es como si el velo que nos protege a todos de nosotros
mismos, tanto como a unos de otros, hubiera sido apartado
por Gerard, de manera que pudiese ver la realidad de todo.
No puede ser engaado; no puedes ocultarle ningn
resentimiento o pensamiento. l comprende la realidad.
Por eso algn da ser asesinado, y l sabe que no puede
rehuir su destino.
No s cmo se produjo en l ese cambio. Debe de haber
sido gradual. Solo s que un da me di cuenta de que se haba
desmoronado. Sola hacer bastante el payaso. Como he dicho,
una de las cosas que le caracterizaban era su capacidad para
rerse de todo, y frecuentemente de s mismo.
Haba entrado y salido tantas veces del agujero, que los
guardianes lo colocaban en la lista de presos a los que no vala
la pena prestar la atencin de que le habl.
Puede imaginar media vida de regimentacin
carcelaria? En cualquier lugar, en cualquier momento, los
guardianes te detienen y registran. Tu celda es registrada casi
a diario, y todo cachivache que poseas, cualquier cosa que no
se entregue a todos los internos ni est explcitamente
parecidos.
Sin embargo, hay algo muy dentro de m que se agita en
su tumba cada vez que observo mi parecido con los
hermanos que han estado en prisin toda su vida. He
estudiado durante aos los cambios en mi aspecto. Es el
aspecto de un fuera de la ley, un forastero, como se deca
antes. Es el rostro de hombres desclasados y desculturizados.
Los hombres que se han convertido en proscritos sociales,
mientras existen en la sociedad, tienen esa fisonoma. Odio
ese aire lumpenproletario del criminal, ese producto de una
guerra de nervios que nadie ha declarado pero que nos ha
sido impuesta.
AL CABO DE DIEZ O quince aos, el sol nunca se pone o
sale en prisin.
No hay estaciones: ni viento ni lluvia ni sol en tu cabeza.
No hay nios que le den una visin de la vida, ni mujeres que
consuelen tu alma. Jams he andado por la noche, bajo el
ciclo, en los terrenos de la prisin.
Tus necesidades se transforman en criaturas que te
acechan con reflejos de todos los defectos de tu existencia
personal. No hay nada tan superfluo como la necesidad
personal de satisfacer necesidades personales, y esas
necesidades se magnifican y caleidoscopian en imgenes y
objetos de tal intensidad, que pierden la poca realidad tan
fcilmente como pudiste hacerlo en otro tiempo.
Solo tratas de mantenerte entero porque otros otros
Dioses y drogas
un necio?
Me doy cuenta, aunque no tanto como debiera, de que
todas estas dudas sobre m mismo son solo expresiones de mi
aislamiento. Si tuviera la libertad material de actuar, de
organizar y desarrollar situaciones y vnculos, no tendra tales
dudas. Me reira al recordar estos das en que me dedicaba a
reflexionar sobre mis reflexiones.
EL OTRO DA LLEG aqu un camarada procedente de
otra prisin. Considera la disciplina en trminos de salud
fsica (no fumar, nada de drogas ni desahogos sexuales, etc.).
Casi bajo el prisma de la calistenia. Esta actitud expresa una
tendencia ultraizquierdista que ha avanzado 180 grados; tan a
la izquierda que es idntica a la derecha.
Lleg a la prisin condenado a cadena perpetua. Es la
primera vez que le encierran. Aunque ya lleva cinco o seis
aos entre rejas, parece que una serie de circunstancias han
conspirado para protegerle de muchas de las realidades de la
crcel, de los otros prisioneros y, por ende, de s mismo.
No comprende el vicio. Tiene la conciencia de un
burgus, es decir, tiene una mala conciencia, lo que significa
tener sentimientos de culpabilidad.
Quiere mantenerse a distancia de la difcil situacin de
los presos y, sin embargo, l es uno de ellos. Naturalmente, ha
sentido algunas de sus necesidades ms apremiantes, que
para l son muy humillantes, vergonzosas, y deshonrosas. Se
niega a s mismo que la siente y parece gozar denunciando a
de sus opresores, sus patronos, que les van con las mismas
exigencias.
HACE MUCHO TIEMPO empec a tomar herona en
la crcel. Acababa de pasar tres aos en el agujero, en
confinamiento solitario. Cuando sal no tena ms que piel y
huesos, y, como ocurre en general, mi sistema nervioso estaba
destrozado. Mis amigos enviaron a mi celda un chico con un
regalo. El chico estaba excitado y anhelante. Abr el paquete,
desped al muchacho y prepar una dosis. Supongo que la
utilic por razones emocionales. Todos necesitamos seguridad
emocional. Esta es la nica forma en que puedo conseguirla,
as que lo hago. Es prctico, y la mayora de los presos que
cumplen largas condenas utilizan la herona con ese fin. Es
teraputico.
HAY UNA CLASE DE marihuana muy buena, muy
potente y cara, procede de las hojas de una planta de cannabis
privada de relacin sexual. Se coloca una planta femenina de
cannabis para que crezca entre plantas masculinas, rodeada
de ellas. Se insertan agujas en diversos puntos de sus tallos
para evitar que las semillas se deslicen por ellos y sean
fertilizadas por las plantas masculinas. La planta femenina
empieza a estremecerse y sufrir.
Dicen que al cabo de varias semanas esta planta se
retuerce de dolor. Dicen que, por la noche, cuando se pone el
sol, pueden ver como se mueve. Agrupa sus hojas como si
rodeara su cuerpo con los brazos para darse calor. La idea de
la tragedia en la vida vegetal ha sido creada por el hombre.
de estas masas.
Los enemigos, principalmente los liberales polticos y los
clrigos, dicen que en el cerebro de una persona puede caber
una tremenda proporcin de violencia y angustia. No estoy
acostumbrado a hablar as, pero este es uno de los pocos casos
en que puedo decir con propiedad que tales nociones son
originales.
Bien sabe Dios que lo s todo acerca del cerebro de la
persona, pero solo dir que existen los que sufren por s
mismos y los que sufren por los dems. Hay una enorme
diferencia. La primera forma de sufrimiento es ilegtima, lo
que no quiere decir en modo alguno que no se trate de un
sufrimiento autntico, el sufrimiento de un Hamlet. Es
ilegtimo porque ignora totalmente los sufrimientos de los
dems. El egosmo es una forma autntica de sufrimiento.
Histricamente, siempre ha sido un mal de las clases
opresoras, dominantes. Nadie ms sufre a causa de l.
LAS PALABRAS NO ME enfurecen. Son ridas mis
creencias? Debe ser porque mi vida es rida. Nunca he
calificado mi creencia en cosas como la violencia, y su amigo
_______ es realmente un marxista cultivado, muy distante
al marxista que yo soy, si desconoce que el marxismoleninismo predica el conflicto violento. Si una frase pudiera
caracterizar al marxismo en accin en la sociedad capitalista,
sera el conflicto violento. No me gusta y nunca dije que me
gustara. Pero es un hecho de nuestra sociedad (y no, en mi
opinin, de la conducta humana, como usted sugera).
UNO
DE
LOS
GRANDES
pasatiempos
norteamericanos consiste en hablar de lo horrible que es la
justicia sovitica. Pero Estados Unidos es peor que la Unin
Sovitica! Sobre todo porque nadie en este maldito pas nos
ayuda ni le importa un bledo lo que nos ocurre. Este es el pas
ms injusto y opresor del mundo entero, y no voy a meterme
en detalles y comparaciones de leguleyo. No voy a discutir
mi argumentacin segn sus reglas. Estoy del todo
convencido, y no creo que en ningn pas del mundo hubiera
sufrido mayores injusticias de las que he padecido aqu
durante toda una vida.
Si me equivoco, mustrenmelo. Eso es lo que he estado
diciendo durante la dcada pasada: ayudadnos. Aportad
justicia a esos tribunales, crceles, prisiones.
Si me preguntaran cul es la causa principal de
perturbacin mental en los internos de las prisiones, podra
decrselo sin la menor vacilacin: la injusticia.
Primero y ms importante, la injusticia de las leyes y
tribunales de esta tierra. La injusticia de la administracin
carcelaria podra soportarse si fuera la nica injusticia.
Puedo afirmarlo como una mxima: todo prisionero que
confe en resarcirse de la justicia que le han hecho apelando a
la jurisprudencia norteamericana, se volver loco a menos que
ceje en su empeo y se niegue a creer que existe una pizca de
justicia en cualquier tribunal o prisin de Estados Unidos.
Esto no es aplicable a todos los pases. Debo recalcarlo.
Estados Unidos est lejos de ser universal!
penitenciarios.
TODOS LOS PRESOS HAN cometido delitos, y podra
llamrseles criminales. Pero eso no significa que todos los
presos de la crcel se encuentren en su medio. Yo dira que
hay hombres que estn justamente en la crcel pero que no
estn en su medio, y otros que s. Tal vez la gran mayora de
presos se encuentran en su medio. Vuelven una y otra vez.
Les he visto ir y venir, marcharse y regresar durante tanto
tiempo, que he visto al menos la rotacin de toda una
poblacin penitenciaria. Casi todos ellos (desde luego, todos
los que yo he visto) se sienten aliviados al estar de vuelta.
Necesitan afeitarse y ducharse. Cuando vuelven del exterior
estn flacos y parecen muertos de hambre. Ren mucho,
saludando a los compaeros. Encajan en la prisin. Ese es su
medio. O, por ser ms caritativo, puesto que si los hombres se
ocupan de lo que ms les interesa ninguno realmente
pertenece a la crcel, dir que hay menos inseguridades en
la vida de una prisin que en el exterior. No se trata de algo
tan simple como que se hayan acostumbrado a la institucin
penitenciaria. No, no es eso. La prisin es mucho ms que un
hbito cuando en ella los hombres se encuentran en su medio.
La cuestin es que hay hombres no muchos, pero para
ellos la prisin castiga, y lo hace todos los das que en la
prisin no se encuentran en su medio.
Dejemos de lado cul es su medio; eso no importa ahora.
No se adaptan, no pertenecen a la prisin. Me refiero aqu a su
temperamento, al margen de la justicia o cualesquiera otras
consideraciones.
Libertad?
Notas
Despectivamente,
estadounidense. <<
[3]
mezcla
de
mexicano