Abbott Jack Henry - en El Vientre de La Bestia

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EN EL VIENTRE DE LA BESTIA

Jack Henry Abbott

Cartas desde la prisin

Ttulo original: In the belly of the beast


Jack Henry Abbott, 1981

Norman Mailer estaba escribiendo La cancin del verdugo,


un libro sobre un condenado a muerte, cuando recibi una
carta del presidiario Jack H. Abbott, quien le adverta que
muy pocas personas conocen la verdad sobre la violencia en
las prisiones, y se ofreca para suministrarle datos al respecto.
Despus de intercambiar algunas cartas, Mailer qued
tan fascinado que luch para que Random House las editara
bajo el ttulo En el vientre de la bestia epistolario que la
crtica compar con las obras del Marqus de Sade, que el
suplemento literario del New York Times public por
entregas y que vali al criminal su entrada en los crculos
artsticos del pas, cuyos royalties sirvieron al condenado
para contratar a tres excelentes abogados que hubieron de
conseguir que un juez le dejara libre.
Es comprensible que Mailer quedase fascinado por
Abbott: su prosa es poderosa, cargada de energa, sus
reflexiones, a menudo inteligentes, poco habituales en alguien
que haba pasado toda su vida en la crcel desde los doce

aos solo haba disfrutado de nueve meses de libertad, y


que se haba formado a s mismo mediante la lectura.

Agradecimientos del autor

La preparacin y ordenamiento de las cartas que


componen este libro, dirigidas a Norman Mailer, son obra de
Erroll McDonald, jefe de ediciones en Random House. Le doy
las gracias. Mi hermana me reconoci en este libro, y ha

mantenido vivo en m algo que de otro modo hubiera


perecido. Se lo agradezco.

A Carl Panzram, Willin (blanco) Hurts,


Gitano Adams, La Count Bly, Sam Melville,
George Jackson, Rizos McFee, George
(oso meloso) Lovell, Gary Gilmore que
puedan descansar en paz.

Introduccin, por Norman Mailer

Mientras trabajaba de lleno en La cancin del verdugo


recib una nota de Morton Janklow, agente literario. Me
enviaba una carta dirigida a l para que me la entregara. El
motivo, supona, era que nuestros nombres haban aparecido
juntos en un relato publicado en la revista People. En cualquier
caso, la carta era de un presidiario llamado Jack H. Abbott, y a
Janklow, le pareci que haba algo fuera de lo corriente en un
escrito de aquel tipo. Despus de leerlo, supe por qu lo haba
credo as.
Un escritor recibe varios centenares de cartas de extraos
al ao. En general, quieren algo: que uno lea su obra o escuche
el relato de su vida para escribirlo. En cambio, aquella carta
ofreca una instructiva informacin. Abbott haba ledo una
nota en un peridico segn la cual yo estaba preparando un
libro sobre Gary Gilmore y la violencia en Estados Unidos.
Quera advertirme de que muy pocas personas saben gran
cosa acerca de la violencia en las crceles. Ninguno de los
autores que haba ledo sobre el tema pareca tener la menor
idea al respecto. Crea que los hombres encarcelados durante
cinco aos seguan sin saber poco menos que nada del asunto.
Probablemente se necesitaba pasar una dcada detrs de los
barrotes para que una percepcin autntica de la vida
carcelaria calara en uno psicolgica y fsicamente. Abbott
conclua que, si me interesaba, l crea poder aclarar ciertos

aspectos de la vida de Gilmore en prisin.


Ser un escritor de xito plantea desdichadas paradojas.
Por ejemplo, uno tiene muchas oportunidades de leer buenos
libros (es demasiado desmoralizador cuando uno se siente
perplejo con su propia obra) y tambin llega a atemorizarle
escribir cartas. Quizs una decena de veces al ao dedicas un
par de das a poner el correo al da, y obtienes poco placer en
ello. Pierdes un tiempo que podras haber dedicado a una
escritura ms provechosa. Y hay tantas cartas por contestar!
Mi respuesta a una comunicacin buena, reflexiva, incluso
generosa de alguien que no conozco suele ser breve y llena de
disculpas.
Sin embargo, la carta de Abbott era profunda, directa, sin
florituras y objetiva: una combinacin poco habitual. As que
me ocup de l. Pensndolo bien, yo no s demasiado sobre la
violencia en las prisiones, se lo dije y le asegur que leera
cuidadosamente lo que tuviera que decir.
Me respondi con una larga misiva, realmente notable.
Le contest y lleg otra carta, tan interesante como la anterior.
Creo que no pasaron quince das antes de verme envuelto en
una copiosa correspondencia. Sent todo el pavor y respeto
que uno experimenta ante un fenmeno. Abbott tena una voz
propia. No haba escuchado otra igual. En sus mejores
momentos, cuando saba exactamente de qu escriba,
mostraba un tino en la continuidad de su pensamiento que
era como la lnea que un conductor de coches de carreras
sigue al tomar una curva. Escriba como un demonio, lo que
significa dado que nadie podra reconocer la verdad si se la

dijera un ngel que saba cmo hacer que el lector se


compenetrara con l mientras lea, le diera la razn, se
convenciera de que todo aquello era verdad. No hace falta
decir que esa verdad era tambin insondable. Leer las cartas
de Abbott no alentaba dulces sueos. Ahora poda contemplar
perfectamente el infierno. Estaba en la seccin de mxima
seguridad de una gran penitenciara.
Me encontr as convertido en el ms inocente de los
turistas que visitan tales parajes. Como digo, haba estado
trabajando en La cancin del verdugo, lo cual, aparte de lecturas
accesorias de literatura carcelaria y viajes para entrevistar a
reclusos y carceleros, me haba proporcionado tambin las
cartas de Gilmore a Nicole durante los seis meses
transcurridos entre su encarcelamiento y su muerte. Aquellas
cartas ofrecan su propia penetracin en las profundidades y
horrores de la vida carcelaria. Gilmore tuvo un talento
literario bastante notable. Con todo, no pudo proporcionarme
lo que Abbott me ofreca. Considerado como escritor, ms que
como un asesino, Gilmore era un romntico y un mstico, y en
ltima instancia vio el encarcelamiento como una especie de
karma. Al margen del odio que sintiera por la crcel, tambin
la consideraba como su propio mundo. La vida tena sus luces
y sus sombras. La prisin era el olor hediondo de los lugares
oscuros, y quizs l se haba ganado su estancia all. Aquella
era la triste ecuacin. Gilmore crea que ya no podra ser feliz
si no mora.
En cambio, las cartas de Abbott reflejaban a un
intelectual, un radical, un lder en potencia, un hombre

obsesionado con una visin de relaciones humanas ms


elevadas en un mundo mejor que la revolucin podra forjar.
En sus momentos ms acertados, su mente, desde una altura
filosfica, quera dirigirse a la de su interlocutor. No le
interesaba lo particular, como a Gilmore, sino solo en la
aplicabilidad de lo particular a lo abstracto. La prisin, con
todas sus pesadillas, no era un sueo cuyas races condujeran
a la eternidad, sino una mquina infernal de destruccin, un
sistema para que el ao de una sociedad tremendamente
enferma se desembarace de todo lo que le estorba.
Ambos hombres no podan ser ms diferentes. Gilmore,
aunque siempre estaba ojo avizor, buscando ocasiones de
fuga, an vea la muerte como una especie de solucin
romntica: l y Nicole podran estar juntos en el otro mundo.
Abbott, en cambio, podra estar dispuesto, por su cdigo de
presidiario, a enfrentarse a la muerte en cualquier tropiezo
fortuito, pero detestaba la muerte. Era la injusticia final, la
obscenidad final con que la sociedad podra obsequiarle.
Sin embargo, y esta es una de esas ironas que divierten a
Abbott, l es el primero en sealar: Si fueras a cualquier
prisin en la que hubiramos estado Gilmore y yo, y
preguntaras por todos los prisioneros con ciertos
antecedentes, tanto dentro como fuera de la crcel,
antecedentes que incluan un comportamiento vigilado y
sospechoso, obtendras una serie de expedientes, una lista de
nombres, y mi expediente y nombre siempre te seran
entregados junto con los de Gilmore.
S, superficialmente la morfologa es muy parecida.

Ambos eran delincuentes juveniles, ambos estuvieron


encarcelados durante la mayor parte de su adolescencia en
instituciones dependientes del Estado como Abbott
explicaba en sus primeras cartas, los nios a los que conocas
en el hogar juvenil eran como parientes cuando los
encontrabas de nuevo en chirona y ambos hombres haban
disfrutado de muy poca libertad. A los treinta y seis aos,
Gilmore haba pasado dieciocho de los ltimos veintids aos
de su vida en la crcel. Y Abbott, aunque era ms joven, haba
estado encarcelado, en proporcin, durante ms tiempo. Le
encerraron por primera vez a los doce aos, estuvo libre
durante nueve meses y fue encarcelado de nuevo, a los
dieciocho, por extender un cheque sin fondos suficientes. Le
sentenciaron a una pena mxima de cinco aos. Como nos
cuenta en este libro no es la descripcin corriente de un
asesinato mat entonces a un compaero de prisin y fue
sentenciado a una pena indeterminada de hasta diecinueve
aos. Desde entonces ha estado en prisin, excepto por un
perodo de seis semanas en el que huy de la seccin de
mxima seguridad de la prisin del Estado de Utah, y anduvo
prfugo por Estados Unidos y Canad. Tiene el alto mrito,
como presidiario, de ser el nico hombre que ha huido de la
seccin de mxima seguridad de aquella penitenciara.
Pocas son las restantes similitudes entre Gilmore y
Abbott. La principal es que ambos son convictos. Segn la
lgica del presidiario, constituyen la elite de la poblacin
interna de la prisin, la sociedad reclusa tal como la
consideran los propios reclusos, no la autoridad. Es decir,
pertenecen a los duros. Ellos mismos se consideran hombres

que establecen el cdigo de esta ciudad-Estado, esta prisin,


ocupada por el alcaide y sus funcionarios de seguridad. Por
debajo de esa autoridad superior, los presidiarios crean su
propio crculo. La relacin entre ellos es la de fuerzas rivales.
Sostienen juicios, instruyen a los jvenes, transmiten el
cdigo.
En el ncleo de la penologa hay una paradoja de la que
derivan las innumerables dolencias y aflicciones del sistema
carcelario. No se trata solo de que los peores jvenes sean
enviados a prisin, sino tambin los mejores pobres, los ms
orgullosos, valientes, atrevidos y emprendedores. Los menos
vencidos. Y ah empieza el horror. La premisa fundamental
del encarcelamiento, que Abbott nos demuestra una y otra
vez, es que la prisin tiene medios para reducir a la sumisin
social a los criminales cobardes, pero solo puede quebrar el
espritu de hombres valientes convertidos en criminales o
fortalecerlos hasta hacerlos ms duros que el acero que los
encierra. Si fuera posible concebir una sociedad que estuviese
ms interesada por el potencial creativo de jvenes violentos
que por la amenaza que estos plantean en los suburbios, lo
cual resulta muy difcil, tal vez se encontraran algunas
soluciones para las prisiones del futuro. Puede que la solucin
estribe en un sistema abierto, que oscile entre la Legin
Extranjera y una prisin externa, por lo menos para los
delincuentes juveniles que son atrados por el crimen como
una experiencia positiva, porque es ms excitante, ms
significativa, ms misteriosa, ms trascendental, ms religiosa
que cualquier otra experiencia que hayan concebido. Para
ellos es concebible un dilogo. La autoridad puede decir:

Eres duro? Pues demustranos que tienes redaos y escala


esa pared rocosa. O atraviesa los rpidos de un ro en una
piragua, o practica el vuelo sin motor Arrisgate a morir de
cualquier manera que no entrae la muerte de otras personas.
En cambio, para los criminales insignificantes que no se
adhieren de manera fundamental a tales pruebas existenciales
de valor y violencia, para quienes el crimen es un camino
equivocado, la prisin no constituye un problema. Pueden
pasar con escasas fricciones de centros de seguridad mnima a
crceles abiertas o instituciones de trnsito. Para ellos, una
sentencia de dos aos puede representar incluso una escuela
superior de educacin. Pero la prctica social de mezclar a
estas dos clases de criminales es un desastre, una explosin.
Los tmidos se vuelven miserables y soplones, los valientes se
transforman en crueles. Pues cuando se obliga a personas
audaces y tmidas a convivir, la valenta se vuelve brutalidad
y la timidez traicin. El matrimonio entre un hombre valiente
y una mujer timorata supone una desdicha conyugal que solo
puede ser sobrepasada por la unin de una mujer valiente y
un hombre timorato. Los sistemas carcelarios perpetan tales
relaciones.
Abbott no nos deja olvidar por qu ocurre esto. No me
viene a la memoria, as de improviso, ningn escritor
norteamericano que nos haya detallado con un anlisis de
semejante continuidad cmo la crcel est diseada para
destruir y corromper al tmido, y para quebrar o embrutecer
al valiente. Ningn sistema de castigo que pide a un valiente
comportarse como un ser humano que renuncie a su valenta
puede actuar jams en favor del bien comn, pues viola la

materia universal del alma con que estn construidas las


grandes civilizaciones.
Sin embargo, no vivimos en un mundo que trate de
resolver sus problemas carcelarios. Es incluso utpico suponer
que lo hacemos. El horror subyacente puede ser que todos
vivimos en los tejidos inflamados de un cuerpo poltico que
est empapado de mala conciencia, realmente tan malo que la
risa de la hiena reverbera en cada receptor de televisin y
corremos el riesgo de que se convierta en nuestro verdadero
himno nacional. Somos todos tan culpables por la manera en
que hemos permitido que el mundo sea ms feo y desabrido a
cada ao que pasa, que nos entregamos al terror y nos
empapamos de l. El asaltante llega a adquirir el tamao del
Glgota[1], y las clases medias se refugian en ciudades
amuralladas con guardias armados. Aqu, las prisiones tienen
moqueta de pared a pared, y los guardas tratan a los internos
de seor y les hacen reverencias. Pero son crceles. La
medida del encarcelamiento progresivo de toda sociedad
puede hallarse en la base, en el estado de las mismas
penitenciaras. La mala conciencia de la sociedad se centra en
la mente quemante de la penitenciara. Por eso no hablamos
de mejorar las prisiones, es decir, someterlas a algunas
potentes transformaciones mgicas, sino solo de fortalecer la
ley y el orden. Pero eso no es ms factible que el sueo de la
remisin en el enfermo de cncer. Leer este libro es vivir en la
tierra de la verdadera y spera percepcin: no tendremos ley y
orden sin una revolucin en el sistema carcelario.
Pero voy a considerarlo desde otro ngulo. En cierto

punto de su correspondencia, Abbott se refiere a cmo


consigui su educacin leyendo libros que su hermana
obtena de un librero amigo. Durante los cinco aos y medio
que pas en la seccin de mxima seguridad ley, con una
intensidad que se refleja en su propio estilo, a autores como
Niels Bohr, Hertz, Hegel, Russell, Whitehead, Carnap y
Quine. Entre todas sus lecturas, la de Marx fue fundamental.
En Abbott hallamos el fenmeno de un delincuente juvenil,
educado en reformatorios, que da muerte a cuchilladas a otro
recluso, toma drogas cuando puede y lee libros en la seccin
de seguridad mxima durante cinco aos, hasta que apenas
puede tenerse en pie, y luego, al igual que Marx, trata de
percibir el mundo con su mente y llega a tener una visin de
conjunto de la sociedad. La audacia del delincuente juvenil se
transforma en la osada del intelectual autodidacta. Es difcil
imaginar lo que debe ser vivir solo con semejante apetito y
adquirir el plato fuerte de la cultura sin la sopa que lo
acompaa. Abbott intenta comprender el mundo, lo domina
mentalmente, pero durante toda su vida adulta solo ha
pasado seis semanas en el exterior. Conoce la prisin como el
barquero mitolgico conoce el ro que cruza para llegar al
reino de los muertos. Pero Abbott solo conoce el mundo a
travs de los libros. Es el noble equivalente del degradado
observador de Jerzy Kosinski, quien conoce el mundo a travs
de un receptor de televisin, ese Chauncey Gardner que tan
magistralmente interpret en el cine Peter Sellers. Sin
embargo, Abbott ha engullido una comida prodigiosa. Ha
desgarrado la carne de la cultura con sus dedos, ha quebrado
los huesos con sus propios dientes. Y el resultado es que tiene
una mentalidad como ninguna otra que he conocido, y que se

expresa con idntica claridad desde supuestos del siglo XIX


como desde nuestro siglo. Hay momentos en que la voz que
nos llega procede directamente de Marx y Lenin, sin que la
haya afectado ninguna intervencin de la historia. Abbott, que
es medio irlands y medio chino, tiene incluso un ligero pero
inequvoco parecido con Lenin, y el tono de Vladimr Ilich
Ulianov surge de alguna de estas pginas. Esto nos
proporciona una certeza. Nadie que lea este libro estar de
acuerdo con todas las ideas de Abbott. Es imposible. Por un
lado es el plido superviviente del credo ultrarrevolucionario
de la Declaracin de Independencia, vida, libertad y
bsqueda de la felicidad. La libertad y la justicia son el
oxgeno de Abbott. Llega a escribir: Segn mi experiencia, la
injusticia es quiz la nica, sino simplemente la mayor causa
de locura entre rejas. Te sorprendera saber lo que un poco de
opresin anticuada puede hacerle a cualquiera. Od! Od!
Es la voz del diablo. Sabemos que es verdad en cuanto la
escuchamos. Naturalmente, Abbott es tambin comunista. No
estoy seguro de qu pelaje. Parece que sigue tanto a Mao
como a Stalin, pero vagamente. Est mucho ms claro que sus
simpatas se dirigen al Tercer Mundo, a Cuba, frica y los
revolucionarios rabes. No s cuanto tiempo sobrevivira en
un pas comunista. En nuestras cartas hemos tratado un poco
del tema, pero solo un poco. Ya no tengo el gusto por la
polmica de que l disfruta. Adems, no me he pasado la vida
en la crcel, puedo permitirme el sutil desaliento que produce
considerar a Rusia tan abominable como Estados Unidos e
incluso ms. He tenido la experiencia de conocer delegaciones
de burcratas rusos, y parecen funcionarios de prisin con
uniformes carcelarios. Como soy libre, puedo permitirme esa

percepcin. Pero si me hubiera pasado toda la vida en la


crcel, y descubierto que los funcionarios de mi propio pas
son mis enemigos, me resultara muy difcil dejar de creer que
los funcionarios de otro pas pueden estar iluminados por una
filosofa superior.
Aadir que me impresiona mucho ms el calibre
literario de los escritos de Abbott sobre la prisin que sus
anlisis generales de los asuntos mundiales y de la revolucin.
Para m, el primero es el plato fuerte, y el otro la sopa de la
que ha tenido que prescindir. Pero no hay en ello la menor
intencin despectiva. Abbott ha forjado sus ideas
revolucionarias a partir del dolor y el dao infligido a su
carne y a sus nervios durante una vida entre rejas. Es posible
que fuera tan revolucionario o ms que tras diez aos de
libertad, o tal vez una clave de hombre totalmente distinto.
Espero que tengamos la oportunidad de averiguarlo. Mientras
escribo estas palabras, parece que Abbott podr disfrutar de
libertad condicional el prximo verano[2]. Desde luego, ya es
hora de que salga de la crcel. Existe un punto rebasado el
cual un prisionero no puede obtener nada ms de la prisin,
ni siquiera la preservacin de su voluntad, y creo que Abbott
ha llegado a ese punto. En cambio, si queda libre, todava
podramos contar con un escritor de primera fila, pues se ha
forjado a s mismo en su encierro y todava le queda la mitad
del mundo por descubrir. Cuando hablamos de una posible
grandeza en escritores jvenes, nunca hay ms de una
oportunidad entre cien de que tengamos razn, pero en
Abbott esta posibilidad es tan vivida qu reafirma la misma
idea de la literatura como expresin humana que sobrevivir

a todos los obstculos. Aprecio a Jack Abbott por sobrevivir y


por haber aprendido a escribir tan bien como lo hace.
Norman Mailer
Marzo de 1981

Prlogo a la 1. edicin

AL, CRITICAR, EN EL Anti-Dhring, las leyes de la


economa burguesa basadas en la relacin entre Robinson
Crusoe y su criado Viernes leyes que todava se ensean en
las escuelas de una manera tan rutinaria como la vida de
Jesucristo Engels escribe:
El seor Dhring elabor su razonamiento en el campo
de la moralidad y la ley. Empez con un solo hombre, y dijo:
Un hombre concebido como un ser solitario o lo que para el
caso es lo mismo, sin ningn contacto con otros hombres,
puede que no tenga obligaciones. Para ese hombre no
importa en absoluto lo que debera hacer, sino solo lo que
quiere hacer! Pero quin es este hombre, concebido como un
ser solitario y sin obligaciones, sino el judo fatdico y
primigenio, Adn en el paraso, donde est libre de pecado
simplemente porque no tiene ninguna posibilidad de pecar?.
Adn est destinado a pecar. A su lado aparece de
sbito, desde luego, no una Eva de rizada cabellera sino un
segundo Adn, y al instante Adn adquiere obligaciones y
las infringe. En vez de tratar a su hermano como dotado de
los mismos derechos y atraerlo hacia su pecho, le somete a su
dominio y le convierte en esclavo.
Ms adelante, Engels aade: Todo lo que podemos decir
es que preferimos la antigua leyenda tribal semtica, segn la

cual vale la pena para el hombre y la mujer abandonar el


estado de inocencia y que al seor Dhring le quedar la
gloria indiscutible de haber fabricado su pecado original con
dos hombres. El pecado original significa relacin social.

Presidiario educado por el Estado

HE QUERIDO TRANSMITIRLE de alguna manera las


sensaciones, la presin atmosfrica, por as decirlo, de lo que
realmente supone ser un recluso condenado a una pena larga
en una prisin norteamericana. Esa frase no expresa de
manera adecuada lo que quiero decir. He querido
comunicarle lo que significa estar en la crcel despus de
pasar toda la infancia en instituciones penales, llevar tanto
tiempo entre rejas que uno no recuerda con exactitud lo que
hizo para verse as Tanto tiempo que las fantasas que uno
alimenta del mundo libre ya no se distinguen fcilmente de lo
que uno sabe con certeza que es el mundo libre, y llegar a
ser libre es algo que no se diferencia de los sueos celestiales
que tiene el hombre libre. Morir e ir hacia el mundo libre
Una parte de m vaga por mi mente y nunca ve o siente los
objetos reales, pero vive y se mueve a travs de mis pasiones y
mis emociones, y experimenta este mundo como una horrible
pesadilla.
Me refiero al yo de mis sueos, el que aparece en mis
sueos como yo, el que es a la vez sujeto y objeto de todos
esos smbolos irreales, el que viaja con mi vida, dentro de m,
en lo que san Juan de la Cruz, consideraba una bsqueda de
satisfaccin en medio de la noche oscura. Quienes hablan de
espritus de los muertos que vagan en la noche, con la carga
de las cosas que no hicieron en la vida, se acercan a mi

experiencia subjetiva de esta vida.


HACE TANTOS AOS que deseo desesperadamente
huir, que para m es algo rutinario intentar la huida. Mis ojos,
mi cerebro, buscan vas de escape all donde me envan, de la
misma manera que los ojos y el cerebro de otros reclusos
buscan amistad, refugio o un lugar caliente y tranquilo donde
descansar y estar seguros. Con demasiada frecuencia para mi
gusto esos ojos y cerebros me encuentran.
HUI UNA VEZ. EN 1971 estuve seis semanas en el
mundo libre. Me aloj en una habitacin de hotel en Montreal,
Canad. Tena sueo. Haca unas tres semanas que hua.
Empec a despertar de noche, baado en sudor, a causa de las
pesadillas. Haba estado soando en la prisin. Mientras
estuve en la prisin, deb dejar de lado todo temor, hasta que
no tener miedo fue algo habitual. Pero esa parte de m a la que
llamo mi lado subjetivo senta miedo todos los minutos de
cada da. Ahora, el odioso e inflexible horror reprimido dentro
de m sala a la superficie en mis sueos. Una maana me
despert sumido en una confusin psicolgica. Me haba
olvidado de que era libre, de que haba huido. No saba dnde
estaba. Me encontraba en un agradable dormitorio, bien
amueblado. Una ventana estaba abierta y la luz del sol
entraba en la habitacin. No haba barrotes. El papel de las
paredes tena un hermoso dibujo. Mi cama era grande y
cmoda. Todo era una sorpresa. Deb de permanecer sentado
en la cama una hora, inmovilizado por la conmocin y el
aturdimiento, mientras recobraba gradualmente la conciencia
de que me haba escapado.

As pues, todos podemos resistir como buenos soldados


y endurecernos en la prisin. Pero si uno lo hace durante
demasiado tiempo, se pierde a s mismo, porque en lo ms
profundo de nosotros hay algo indefenso, dbil e inocente,
algo que es como un nio, que realmente sufre de un modo
como ni siquiera le permitiramos vivir a un insecto.
De este modo la prisin me desgarra las entraas. Me
hiere todos los das. Cada da me aparta ms de mi vida. Y ni
siquiera soy consciente de cmo se acerca mi disolucin. Por
eso no puedo detenerla.
Nunca hablo de estas sensaciones. Nunca pierdo
demasiado tiempo pensando en ellas. La verdad es que solo
ahora, mientras escribo, pienso en ellas. Mirarme en un espejo
me parece doloroso e indignante. Cuando paso ante una
ventana vidriera en el corredor y veo mi reflejo, siento un
impulso de clera. En tales ocasiones experimento vergenza
y odio. Cuando, obligado por las circunstancias, me encuentro
entre una multitud de prisioneros, he de hacer un esfuerzo
para no atacarles. Siento tal hostilidad, tal odio, que no puedo
evitar esta clera. La he sentido durante todos los aos. Soy
paranoico, no puedo evitarlo. Jams busco un enfrentamiento.
Cuando converso he de graduar a propsito mi voz para que
oculte la indignacin que siento, el caos y el dolor bajo la
superficie de lo que solemos reconocer como realidad. La
paranoia es una enfermedad que he contrado en las
instituciones penitenciarias. El motivo no son las sentencias
que me llevaron a los reformatorios y la prisin. Es el efecto,
no la causa.

Le gustara verse obligado todos los das de su vida a


sentarse al lado de un borrachn hediondo y estpido cada
maana, a la hora del desayuno? O verse acosado a cada
momento por un idiota analfabeto que solo sabe decir, o
mejor, farfullar: Dame un pitillo, to!. Y yo me limito a
mirar sus ojos legaosos y deseo romperle la crisma ah
mismo, ante Dios y todo el mundo.
Imagine un millar de tales intrusiones cotidianas en su
vida, a cada hora y a cada minuto de todos los das, y podr
comprender cul es la fuente de esta paranoia, de esta clera
que podra consumirme en cualquier momento si pierdo el
dominio de m mismo.
MENTIRAS
No importa lo que se dice y se hace
Lo ven los ojos.
A la facultad legislativa de la mente
No te preocupan las apariencias y palabras
No hay nada listo y terminado.
Nada.
Ni siquiera tu rencor.
Sobre todo tu rencor.
As que no me pidas disculpas.

He andado encorvado debajo de tu corazn,


Esa corona de sangre fra
Que sostiene la joya resplandeciente
De la contradiccin en tus ojos.
Creo que los arrancar
De tu crneo
Y los triturar en mi puo
Te dar un perro como lazarillo
Te dar ojos que jadean y salivan,
Ojos que andan a cuatro patas
Ojos que se encogen al sonido de mi voz;
Minteme entonces.
Dime que le va bien la vida
Cuando todos tus recuerdos hayan sido destilados
En la imagen transformada, la Idea,
De una mano mecnica que se extiende
Para arrancarte los ojos.
Minteme entonces.

Minteme entonces, Ojos de perro.


Minteme entonces
Escrib este poema en brazos de la musa carcelaria, la
Paranoia, aqu, en el agujero.
Ser capaz de escribir algo tan mentalmente trastornado, e
incapaz de escribir nada ms que exprese mi reaccin social a
la vida, es algo que me deja muy perplejo.
Lo escrib esta maana entre la barahnda infernal de un
centenar de reclusos enjaulados en celdas individuales, un
estrpito de amenazas, de conversaciones apresuradas, como
si no hubiera maana.
NAC EL 21 DE ENERO DE 1944, en una base militar en
Oscoda, Michigan. Casi desde el momento de mi nacimiento
empec a entrar y salir de hogares adoptivos. Educacin
formal: nunca termin el sexto grado. A los nueve aos
empec a pasar largas temporadas en centros de arresto
juvenil. A los doce aos me enviaron a la Escuela Industrial
Masculina del estado de Utah. En una ocasin me dieron
libertad condicional por un par de meses. Luego regres
all. A los dieciocho, ya adulto, me soltaron. Cinco o seis
meses despus me enviaron a la penitenciara del Estado de
Utah, por el crimen de librar un cheque sin fondos
suficientes, con una sentencia indeterminada, entre uno y
cinco aos. Al cabo de tres aos de internamiento, mat a un
interno y her a otro en el comedor de la prisin. Me juzgaron
de acuerdo con el viejo reglamento penitenciario, segn el

cual, si el delito ha sido cometido con premeditacin, la pena


ser de muerte sin apelacin o una sentencia entre tres y
veinte aos. Me condenaron a lo segundo. Un perodo
indeterminado es lo que justifica el concepto de libertad
condicional. La buena conducta determina la duracin de la
estancia en la prisin. La ley se limita a establecer un mnimo
y un mximo, y se sobreentiende que nadie cumple la
condena mxima. En mi caso, no fue as. A los veintisis aos
de edad hui durante unas seis semanas.
Ahora tengo treinta y siete aos. Desde los doce he
estado libre un total de nueve meses y medio. He pasado
muchos perodos en confinamiento solitario. En solo tres de
esos perodos pas as ms de diez aos. Creo que, en total,
habr cumplido unos catorce o quince aos de prisin en
solitario. El nico delito grave que he cometido en la sociedad
libre fue el atraco a un banco durante el tiempo que estuve
huido.
ERA UN GRAN EDIFICIO de ladrillo rojo con dos alas y
tena una altura de cuatro pisos. Fue construido por el ejrcito
norteamericano cuando el estado era an territorio federal.
Era uno de los varios edificios que haban servido como
barracones disciplinarios para los militares. Haca mucho
tiempo que aquellos barracones haban pasado a manos del
estado y formaban parte de una institucin penal juvenil.
En los stanos del gran edificio de ladrillo rojo haba una
serie de celdas de confinamiento solitario. Al stano solo
poda accederse desde el exterior del edificio.

Tengo doce o trece aos. Es invierno. Camino entre una


larga doble fila de muchachos, en direccin al comedor. El
guardia hacia el que avanzamos nos vigila. Detrs de nosotros
camina otro guardia.
Se me encogen los testculos, la sangre se acelera en mis
venas, los ojos me arden y duelen. El corazn me golpea en el
pecho. Pongo todo mi empeo en respirar lentamente, para
dominarme.
No aparto la vista de los guardias: el de delante y el que
va detrs de la fila.
Ms all veo los campos arados, cubiertos de un helado
manto de nieve. Ignoro a qu distancia, mucho ms all de
esos campos, se encuentra mi libertad.
De repente, mi compinche en cabeza de la fila se vuelve y
golpea al chico de detrs. El guardia de delante se lanza sobre
ambos como un perro, golpendoles para someterlos.
Segundos despus, el guardia de detrs se acerca
apresuradamente, rozndome al pasar.
Me aparto de la fila y echo a correr. Extiendo las piernas
tanto como puedo, con la mayor rapidez, posible, pero las
piernas de un muchacho que mide un metro cuarenta no
pueden extenderse demasiado.
Los campos estn ante m, como una tierra plana de hielo
y nieve, y los enormes terrones helados constituyen
formidables obstculos. El cielo es de un azul diluido, casi
blanco, y el aire es claro.

Apenas he recorrido cincuenta metros cuando oigo que


da comienzo la persecucin:
Eh, t! Detente!
S de inmediato que me capturarn, pero sigo corriendo.
No siento el puetazo. Me veo en el aire un instante, y
luego ruedo sobre los helados terrones del suelo. Me ponen de
pie, me retuercen el brazo a la espalda. El aire fro me arde en
los pulmones. Tengo las narices inflamadas. Trato ya de
endurecerme ante el castigo que se avecina.
Los dems internos permanecen en una larga lnea recta,
flanqueados por guardias, y me llevan a rastras por delante de
ellos. No los respeto, porque no corrern, no tratarn de
escapar. Mis piernas son demasiado cortas para acompasarse
al paso del guardia, el cual, sin el menor esfuerzo, mantiene
mi brazo torcido en lo alto de mi espalda. Ando a
trompicones, humillado. Procuro mantener una actitud digna.
Veo la puerta del stano del edificio de ladrillo rojo, que
se aproxima rpidamente. Un copo de nieve me cae en un ojo
y se funde. Lentamente, est empezando a nevar.
Desde lo alto de las escaleras del stano me arrojan
contra una puerta alta de acero negro. Permanezco junto a
ella, con todos los sentidos alerta, mientras el guardia saca un
gran llavero y golpea la puerta. Alguien nos mira a travs de
la ventanilla. La puerta se abre y aparece un viejo guardia que
me mira malignamente.

Entramos y nos encontramos en lo alto de unos anchos


escalones de cemento que descienden hacia el suelo del
stano. Me empujan, caigo escaleras abajo y me quedo
tendido en el piso, esperando. Me sangra la nariz, y los odos
me zumban a causa de los golpes que me he dado en la
cabeza.
Levntate!
En cuanto lo hago, vuelven a derribarme de una palada.
Desndate!
Me pongo en pie, temblando, y me quito la ropa. El
guardia me tira del pelo, pero no me atrevo a moverme.
Date la vuelta!
Obedezco.
Agchate!
Me agacho. El funcionario me inspecciona el ano y los
genitales. Le miro inquieto, esperando con todas mis fuerzas
que no me lastime ah.
Entramos en un pasadizo entre hileras de pesadas
puertas de acero. Es un pasillo estrecho, de poco ms de un
metro o metro y medio, apenas iluminado. Nada ms entrar,
puedo oler el acre aroma del sudor y noto un calor corporal en
la atmsfera.
Nos detenemos ante una de las puertas. El guardia

descorre el cerrojo. Doy un paso adelante. El guardia no


pronuncia una sola palabra. Cierra la puerta y echa el cerrojo.
Puedo or sus pasos mientras se aleja por el estrecho pasillo.
En la celda hay una ventana enrejada y protegida con
una vieja y pesada tela metlica, al nivel del suelo exterior.
Los vidrios que an se mantienen estn cubiertos por capas de
suciedad intemporal, y la tela metlica impide su limpieza.
Miro a travs de los cristales rotos, y mentalmente vuelvo a
correr, libre, a travs de los campos.
Mi lecho es una gruesa lmina de madera contrachapado
sobre unas patas de hierro sujetas al suelo. En un rincn hay
un inodoro anticuado, junto a un lavabo con agua corriente,
fra. La escasa iluminacin procede de una pequea lmpara
con gruesa pantalla de hierro adosada a la pared, que
proyecta una luz mortecina y amarillenta.
Los muros estn cubiertos con nombres y fechas, algunas
de las cuales son de veinte aos atrs. Fueron grabadas en la
pared con las uas. Hay toscos corazones atravesados por
flechas y cruces de pachuco[3] por todas partes. Las palabras
mam, amor, Dios, llenan las paredes, fras y hmedas.
Como no me han dejado ms que los calzoncillos, me
muevo de un lado a otro para mantenerme caliente.
Por la noche, cuando apagaban la luz, lloraba
desconsoladamente. En aquellos tiempos, sesenta das en
solitario fue un perodo demasiado largo para m.
Cuando la llave del guardin golpeaba el cerrojo de la

puerta para sealar que me iban a servir la comida, tena


que estar atento, de pie en el extremo de la celda, de cara a la
puerta. Si no lo haca as, el guarda me atacaba con el montn
de llaves que pendan de una gruesa cadena.
Tres veces al da me daban un tercio de una comida
normal. Solo una vez a la semana me sacaban de la celda para
que me duchara. El guarda permaneca junto a la puerta de la
ducha, contabilizando los tres minutos que se me concedan.
Encerrados en nuestras celdas, no podamos vernos los
unos a los otros, y si nos sorprendan gritando a otra celda,
nos golpeaban. Nos comunicbamos mensajes dando golpes
en la pared. Pero si oan nuestros golpes tambin nos
azotaban, castigaban a todos los ocupantes de una hilera de
celdas, uno tras otro.
Pas cinco aos en el gran edificio de ladrillo rojo y, de
ellos, dos o tres en confinamiento solitario. Cuando sal, me
consideraron un adulto, sujeto a las leyes de los adultos.
Mi condena dur tanto tiempo porque no me adaptaba a
la institucin y trat de huir ms de veinte veces. Me haban
enviado all por el delito juvenil de incapacidad para
adaptarse a los hogares adoptivos.
EL PRESIDIARIO EDUCADO POR EL Estado desde
temprana edad, tras apartarle de lo que el Estado llama un
hogar roto, aprende una y otra vez, todos los das de su
vida, que en la sociedad la gente puede hacerle lo que quiera
sin ser castigada por la ley. Hacerle lo que quiera con el

respaldo de toda la fuerza del Estado.


De nio, debe marchar en filas cerradas hacia el enorme
comedor de la prisin. No puede tener ms que tres camisas,
dos pantalones y un par de zapatos.
La gente de la sociedad llega a l a travs del Estado y le
ofende. Todas las personas con las que entra en contacto estn
de alguna manera empleadas por el Estado. Aprende a evitar
a esa gente. Los elude a cada paso.
En cualquier estado norteamericano, cualquiera puede
disparar contra un preso y matarlo como a un perro. Quien no
tenga antecedentes criminales, puede hacer eso con toda
impunidad. No exagero ni un pice. Es algo tan corriente en la
mente de los prisioneros del Estado que resulta un tpico de
sentido comn. Si un prisionero mostrara una actitud
escptica hacia cosas de este tipo, los dems llegaramos a la
conclusin de que est perdiendo el sentido. Pone en tela de
juicio lo que es evidente para nosotros: un hecho prctico de
la vida.
MI MENTE VUELVE UNA y otra vez hacia uno de los
principales aspectos de la prisin que separa a los prisioneros
ordinarios los cuales, en cierto momento de sus vidas,
cumplen algunos aos de sentencia y salen para no regresar
jams, o, si lo hacen, es solo por otro breve perodo y se
acab del recluso educado por el Estado, es decir, el
prisionero que pasa de la infancia a la virilidad en
instituciones penales.

Me he referido a la condicin de este recluso como una


forma de inestabilidad (mental, emocional, etc.). No hay
duda, o digamos que hay pocas dudas, de que la causa de esta
inestabilidad radica en el encarcelamiento experimentado
durante toda una vida. Largas estancias en prisin desde los
diez a los diecisiete o dieciocho aos de edad, y luego desde
este inicio de la juventud hasta los treinta o los cuarenta aos.
Hoy se oye hablar mucho de adolescencia
interrumpida, y creo que este concepto es el quid de la
inestabilidad en presidiarios como yo mismo.
Toda sociedad da a sus hombres y mujeres las
prerrogativas que les pertenecen como adultos. Los hombres
reciben sus derechos. Despus de cierta edad, la sociedad le
considera a uno como un hombre; la sociedad le trata de
seor. Nadie se mete en sus asuntos, le golpea en las manos
o le ignora. La sociedad es, en general, solcita, y le sirve a
uno, le muestra respeto. Gradualmente, el juicio de uno se
modera porque poco a poco ve que tiene efectos autnticos:
causa impacto en la sociedad, en el mundo. La experiencia de
uno ablanda las propias emociones, porque es libre para ir a
donde quiera, trabajar, hacer lo que le venga en gana. Uno
puede perseguir cualquier objeto de amor, placer, peligro,
beneficio, etctera. A uno le ensean las mismas condiciones
de su existencia social, los resultados de sus acciones, y uno
aprende sobre s mismo, sus gustos, sus fuerzas y debilidades.
En otras palabras, uno madura emocionalmente.
No ocurre as con el presidiario educado por el Estado.
De muchacho, en el reformatorio, es castigado por ser

pequeo. En la prisin es castigado por intentar ser un


hombre en el sentido antes descrito. En la crcel es tratado
como un adolescente. Lo mismo que a un adolescente se le
niegan las llaves del coche familiar por cualquier
desobediencia, cualquier diablura, yo estoy sometido al
agujero por los mismos motivos. Puedo ir al agujero por
asesinato o por robar un paquete de azcar. En ambos casos
saldr del agujero, y la duracin de la sentencia por uno u
otro delito no ser diferente. Solo tengo un objetivo: no dejar
pruebas que sirvan para perseguirme ms all de estos muros,
all donde se practica una apariencia de la democracia.
Los regmenes penitenciarios hacen que los presidiarios
tomen decisiones extremas con respecto a cuestiones de pocamonta, decisiones cuya nica salida es hacer o no una cosa; no
se permite abiertamente ninguna contradiccin. No se le
permite a uno cambiar; solo puede someterse. No existe el
acuerdo, puesto que implica igualdad. Uno es el
adolescente rebelde que debe obedecer y someterse al juicio
de los adultos, los tiranos, como les llamamos cuando
hablamos de ellos.
Un prisionero que no ha sido educado por el Estado
tolera la situacin a causa de su madurez social antes del
encarcelamiento. Sabe que las cosas son distintas fuera de la
prisin. Mas para el recluso educado por el Estado no existe
ninguna diferencia. Carece de experiencia y, por lo mismo, de
madurez. Su juicio es inmoderado, spero. Sus emociones son
impulsivas, agudas, no domeadas.
Hay emociones todo un espectro de ellas que solo

conozco a travs de las palabras, mediante la lectura y mi


imaginacin inmadura. Puedo imaginar que siento esas
emociones, y, en consecuencia, saber qu son, pero no
sentirlas. A los treinta y siete aos apenas soy un nio precoz.
Mis pasiones son las de un muchacho.
Lo que digo sobre las emociones es el lado oculto, oscuro,
de los presidiarios educados por el Estado. Todos tenemos
una parte vil ms expuesta al ataque, que se oculta a los
dems. Hay otra cosa. Es la otra mitad, que concierne al juicio,
la razn (moral, tica, cultural). Es el manto del orgullo, la
integridad, el honor. Es la alta estima que tenemos
naturalmente por la violencia, la fuerza. Es lo que nos hace
eficaces, hombres cuyo juicio ejerce efecto en otros, en el
mundo: asesinos peligrosos que actan solos y sin emocin,
que actan con clculo y principios, para vengarse, establecer
y defender sus principios con actos criminales que suelen
evadir la persecucin de la ley. Este es el concepto de los
hombres adultos que tiene el presidiario educado por el
Estado.
El modelo que imitamos es el de un individuo
fanticamente insolente y alienado que no puede imaginar lo
que es el perdn, la piedad o la tolerancia, porque no tiene
experiencia de tales valores. Sus emociones desconocen lo que
son tales valores, pero las imagina como otras tantas
debilidades, precisamente porque el delincuente sin
principios parece escapar al castigo a travs de tales
debilidades, por parte de la sociedad.
Pero si uno se comporta como un hombre (un hombre

como uno mismo) est condenado; es temido y odiado. Segn


los patrones de las autoridades, sus prejuicios contra la
conducta en la crcel, uno est loco.
PUEDE IMAGINAR CMO me siento al ser tratado
como un chiquillo y no como un hombre? Y cuando era un
muchacho me trataban como a un hombre. Puede imaginar
lo que eso supone para un chico? Espero desde hace aos
llegar a tener sentido del humor pero hasta ahora carezco de
l por completo.
Hay miles de ejemplos. Un guardia frunce el ceo y me
dice: Por qu no trabajas?, Mtete la camisa en los
pantalones!. Haz esto y lo otro. La forma de hablar a un nio
pequeo. Es algo que he tenido que soportar no un ao o dos,
ni siquiera diez, sino, hasta ahora, dieciocho aos. Y cuando
estallo al fin, me he quemado al comportarme como un chico
contrito y revoltoso. Por eso, para evitar esa humillacin ms
profunda, tengo que practicar un mtodo que invierta toda la
situacin, y me convierto en el hombre que castiga al nio
pequeo (pobre chiquillo!). Me ha salido muy caro, y no solo
en aos de prisin o en el agujero.
NO PUEDO ADAPTARME A la vida cotidiana en la
crcel. As ha sido durante casi veinte aos. Nunca he pasado
un mes en la crcel sin ser objeto de una accin disciplinaria
por violar las reglas, ni un solo mes en todos estos aos.
Significa esto que debo morir en la crcel? Significa que
no puedo adaptarme a la sociedad, fuera de la prisin?

El gobierno responde que s, pero recuerdo la sociedad, y


no es como la crcel. Siento que si alguna vez me adaptara a la
crcel, pudiera ser que nunca me adaptase a la sociedad. Al
cabo de unos meses estara de regreso en la crcel. Pero me
preocupo de m mismo y no puedo permitir la posibilidad de
que no me adapte a la libertad, aunque ello signifique
pasarme toda la vida en la crcel, porque para m la crcel no
es ms que motn y revuelta.
UNA CLAVIJA REDONDA no podr entrar en una
abertura cuadrada. Creo que nunca me dejarn salir de la
crcel, puesto que mi liberacin depende de m buena
adaptacin a la prisin.
AL PRINCIPIO LOS MUROS de mi celda eran de chapa
de acero, y yo los aporreaba constantemente, vociferando,
chillando, sin ninguna razn aparente. En aquella poca, hace
diecisis o diecisiete aos, la ira me sofocaba tanto que apenas
poda hablar, ni siquiera cuando estaba tranquilo: no haca
ms que tartamudear. Sola arrojar mi bandeja al suelo con la
misma indiferencia con que usted arrojara la bola de papel
arrugado a una papelera, pero la bandeja estaba llena de
comida y lo haca ante las narices de un guardia.
Eso es lo que entiendo como respuesta a la experiencia
carcelaria por parte de un hombre que no se adapta a esa
vida.
Si nunca hubiera ido a la crcel, quin sabe la clase de
maldades que habra cometido. Esto no quiere decir que
por el hecho de no adaptarme a la crcel, no debera haber

sido enviado all. En teora, nadie debera adaptarse a la


crcel! Me enviaron all como castigo, y lo recib. Creo que no
les ocurre as a la mayora de los hombres enviados a presidio.
Todo el mundo sufre en la crcel, pero no de esa manera.
Todava no puedo hablarle a un guardia, a menos que lo
tenga acorralado en un rincn y sea yo quien le d rdenes.
An tartamudeo a veces cuando tengo que dirigirme a un
guardia, dirigirme a l sin romper las reglas. Puedo
imprecarle con mucha elocuencia, o insultarle, pero solo
cuando he infringido una regla o no me importa hacerlo. Es
curioso observar que la gente con un defecto de tartamudez,
en la sociedad libre, normalmente puede cantar sin
tartamudear. Pues bien, yo puedo maldecir sin tartamudear
ES IMPOSIBLE. SOY LA clase de idiota que ante el Csar
y sus leones hambrientos, solo tiene que retractarse de una
opinin para salir ileso, pero no puede dejar de decirle al
Csar que te jodan sabiendo perfectamente bien las
consecuencias. An ms, me niego a ser convertido en mrtir.
No acepto las consecuencias, y no paro de gimotear en mi
camino hacia la muerte, Una muerte que, al parecer, he
elegido.
Si supiera complacer al Csar, lo hara, y lo hara con
gusto.
Es un mundo jodido, pero es todo lo que tengo.
JAMS HE ACEPTADO QUE soy el responsable de lo
que me ha ocurrido.

El adoctrinamiento en esa creencia nunca ha tenido xito


conmigo. Esa es la nica razn de que haya pasado tanto
tiempo en la crcel.
El adoctrinamiento se inicia en el mismo momento en
que lo arrestan a uno. Se va haciendo cada vez ms
concienzudo, desde el arresto al encarcelamiento. Y en la
prisin encuentra su ms profunda expresin.
Durante aos le ves obligado a creer en todo momento
que tu sufrimiento es el resultado de tu mal
comportamiento, que le lo has infligido t mismo. Te
adoctrinan para que aceptes ciegamente cualquier cosa que te
hagan. Pero si un guardia me derriba al suelo, solo por
adoctrinamiento pueden hacerme creer que yo he sido el
causante. Si me arrojan al agujero carcelario por haber violado
una regla de la prisin, por ejemplo, haberme mostrado
insolente con un cerdo, solo mediante adoctrinamiento puedo
creer que yo mismo me he infligido ese castigo.
Podran haberme adoctrinado, si no fuera por la
malignidad y la ignorancia de los hombres empleados en las
prisiones.
Al prisionero se le ensea que lo que se espera de l es
que no oponga jams resistencia, que no contradiga. Se le
ensea a implorar a los cerdos y a aceptar la culpabilidad de
cosas que no ha hecho.
Yo he vivido la experiencia de que guardias a los que
jams haba visto me han acusado de amenazarles y discutir

con ellos. Me han llevado ante comits disciplinarios por


delitos que no haba cometido, y todos los miembros de tales
comits lo saban. Me han condenado al agujero por delitos
cuya inexistencia era perfectamente conocida por quienes me
condenaban.
Mi expediente carcelario contiene ms actos de violencia
interinados por guardianes que el de cualquiera de los 25 000
prisioneros federales que hay actualmente entre rejas, y solo
soy culpable de una dcima parte de las acusaciones. Sin
embargo, no puedo hacer nada para evitar esta situacin.
Si maana me mataran a palos, mi expediente sera
sometido a los jueces, a todos cuantos tienen el poder de
investigar, y mis antecedentes de violencia exculparan a
mis asesinos. De hecho, el rgimen carcelario puede cometer
cualquier atrocidad contra m, con la seguridad de que mi
expediente le saldr la absolucin.
El gobierno muestra ese expediente a los jueces si entablo
un juicio contra la prisin o solicito un auto de hbeas corpus.
Su intencin es la de predisponer al juez, un hombre que goza
con todas las oportunidades de predisponerse en contra de los
prisioneros.
Responsabilidad? No soy responsable de lo que el
gobierno su sistema de justicia, sus prisiones me han
hecho. No me lo inflig yo mismo.
Decir esto no es fcil. No es un punto de vista fcil de
sostener. Por qu? Porque hasta ahora me ha costado casi dos

dcadas de encarcelamiento. Lo que sostengo es la mayor


responsabilidad: no me hice esto a m mismo.
No comparto los pecados de este pas culpable. No
estamos todos juntos en esto. Quin, en los Estados Unidos
de hoy, se atrevera a tener la responsabilidad sobre s mismo
y los dems que yo e innumerables presidiarios como yo
hemos tomado?
S QUE USTED NO ES tan mezquino como para
pensar que estoy tratando de desviar la responsabilidad a mi
propio yo corrupto. De ninguna manera. Solo he tratado de
indicar lo contrario: que exijo responsabilidad para m mismo.
Y al hacerlo as he llegado a comprender las razones de todo
ello. Puedo arreglrmelas muy bien por m mismo.
No tengo la confianza de un sonmbulo, y por eso mi
deseo de mejorarme es, en un sentido espiritual, un deseo
muy consciente.
LOS EXISTENCIALISTAS DICEN que cargan sobre sus
hombros toda la responsabilidad de sus vidas y del mundo.
Quin puede culparles por eso? El mundo est asombrado
de lo cruel que es! (Qu divertido es pensar en esto!). Y
luego, cuando la suerte est echada (expresin favorita de
Sartre), Sartre, quien nunca ha jugado pero est enamorado de
la terminologa de una clase de osada que no supone
arriesgar el pellejo, se martiriza a s mismo. Es la misma
clase de responsabilidad que uno acepta al someterse a la
mala opinin que tienen de l los dems bajando la cabeza y
conformndose con todas las acusaciones Y luego, despus

de hacer eso, te dice acongojado que siente que lloviera


anoche, que lamenta la subida del precio del t, etctera. No
se defender, porque es culpable de veras, y demasiado
pattico para ser castigado.
Decir que usted no es responsable por la vida de alguien
a quien ha matado en defensa propia, que no es responsable
de las circunstancias que le llevaron a la crcel (y le
mantuvieron en ella durante dos dcadas), decir todo eso a la
cara de los acusadores, quienes tambin justifican los malos
tratos que le infligen a uno mediante esas acusaciones, es ser
realmente responsable de sus palabras y acciones. Porque
cada vez que rechaza las acusaciones se le considera ms
responsable de cosas de las que no tiene ninguna
responsabilidad.
SOLO RECIENTEMENTE HE descubierto que a los
treinta aos de edad empec a ejercitar la capacidad de
pensar. Ahora soy ms inquieto de lo que era a los diez aos,
y entonces nada poda detenerme.
Es curioso que algunos de nosotros no solo debamos
orientarnos sino tambin conocer todos los detalles del
mundo antes de que nos aventuremos en l. Solo ahora creo
que s lo suficiente para vivir, pero no es divertido que lo
aprendido pueda exigirme que aparte esa vida de m.
UNA VEZ CUMPL UNA sentencia de cinco aos y
medio en una celda de mxima seguridad, y durante un
perodo de ms de dos aos no habl con nadie, excepto con
mi hermana cuando vena a visitarme dos veces al mes.

Cuando ingres en la seccin de mxima seguridad


meda un metro setenta y cinco, no tena barba y no saba los
rudimentos de la aritmtica. Cuando sal no poda andar sin
doblarme, tena barba poblada y meda cerca de uno ochenta
y tres. Tena un conocimiento rudimentario de teora
matemtica y lgica simblica, y haba estudiado todas las
ciencias tericas. Haba ledo la mayora de los clsicos del
mundo, desde los tiempos prehistricos hasta la actualidad.
Cuando me encerraron mi visin era perfecta; cuando sal
necesitaba gafas.
Mi buena fortuna residi en el hecho de que en aquella
crcel se permita que los reclusos recibieran libros
directamente de una librera, siempre que los libros no
contuvieran ni pizca de pornografa (por entonces, la revista
Playboy era material de contrabando punible en la prisin).
Durante mis aos de reclusin, mi hermana hizo que me
enviaran libros de una sola librera y el propietario se
preocupaba de buscar ttulos que no tena en existencia, sin
cobrar el servicio, para envirmelos.
As es como dio comienzo mi educacin. Todava no ha
terminado.
POCOS SON LOS LIBROS filosficos de importancia
que no haya ledo. Pero el conocimiento procede de la
experiencia, y los libros solo ayudan a comprender la
experiencia. No solo ha sido mi observacin personal, sino la
experiencia de todas las autoridades carcelarias: los
presidiarios ms peligrosos y lo digo tambin en el sentido

fsico son lectores y escritores.


En la seccin de mxima seguridad pase varios aos
descalzo, con solo mis libros, mis pelotas y un surtido de
monos de castigo blancos, cinco tallas ms grandes que la ma.
Novelas y diccionarios. Y luego filosofa, hasta que me di
cuenta de que nunca haba odo pronunciar a nadie la mayor
parte de mi vocabulario. Recuerdo las palabras colegio y
retrica. Me sent azorado al descubrir que las haba
pronunciado mal toda mi vida, al igual que trminos como
gur y a priori. Abord todas las ciencias en un momento
u otro, de una forma tan ingenua que llegu a comprender
cosas que solo haba comprendido alguien como Bohr. No
puedo aprender cosas prcticas hasta haber estudiado el lema
en la forma terica ms pura. No comprend realmente la base
del clculo hasta que estudi a Hertz y a Hegel, nada menos.
Un libro de texto elemental me desorientara. La fsica terica
es simple para m, pero la fsica aplicada me asombra y me
deja boquiabierto. Puedo comprender la lgica simblica
Frege, Russell, Whitehead, Carnap, Quine, etctera mejor
que la aritmtica escolar. Todo ello hall expresin, y se uni
en el mejor de los sentidos, en los hallazgos de Marx. Y eso es
todo un mundo de ciencia y literatura que el mundo en el que
usted y yo vivimos nos oculta. Necesit un gran esfuerzo e
imaginacin por mi parte para buscar y obtener los
verdaderos grandes avances de nuestra cultura que el mundo
occidental en el que vivimos se empea tanto en suprimir.
Cuando entr en contacto con ese mundo y me comuniqu
con l hasta cierto punto, me volv libre hasta ese punto.

Los libros son peligrosos donde existe la injusticia.


He cumplido sentencias solo por pedir libros. He estado
sometido a estratagemas para incriminarme, prejuicios y las
peores formas de discriminacin a causa de los ttulos de los
libros que lea. Hasta un libro con el nombre de Platn en la
cubierta puede causarle los a uno.
Ninguna penitenciara federal y solo hay seis
penitenciaras de alto nivel; el resto son prisiones ordinarias
cuenta con biblioteca. Las autoridades dicen que
malversamos nuestro conocimiento si se nos permite que
nos eduquemos segn nuestros impulsos naturales. Dicen que
utilizamos la Enciclopedia Britnica para fabricar bombas,
armas, cidos, etctera, a partir de la informacin que
proporciona. Dicen que Marx nos miente acerca de nuestra
condicin, nos vuelve inmorales, cobardes y desesperados.
Por esta razn, ahora tienen programas de educacin
en la crcel, de manera que aprendemos solo lo que ellos
quieren que aprendamos. Me enorgullezco de no haber estado
jams en una escuela de la prisin.
Cuando usted me pregunt por qu los libros resultan
tan incmodos en los regmenes penitenciarios, puso el dedo
en la llaga ms grande del sistema carcelario. Para usted
constituye un problema comprender esto, porque es libre y
vive en Nueva York. Pero los hombres oprimidos conocen el
valor de los libros, porque si alguna vez se enamoran de una
sola idea, o simplemente sienten curiosidad por ella, y la
persiguen, estn en el camino de la rebelin. Por rebelin

entiendo la violencia ms sangrienta, el asesinato y la


destruccin ms despiadados que pueda imaginar. El sabor
de la libertad en la crcel se parece bastante al sabor de la
herona: un gusto que le obsesiona, un sabor que le
convierte en adicto, y por el que literalmente mataras. Hoy,
en la prisin, van en busca de la mente, mientras que antes
todo consista en sufrimiento fsico. Hoy, los riesgos son
mucho mayores, cuando los condenados ms peligrosos de
toda la historia penal norteamericana estn entre rejas. Matan
con mayor rapidez, con ms eficiencia, y estn dispuestos a
morir por creencias ms adulteradas en todos los sentidos.
Creo que usted sigue pensando en la crcel como si fuera un
campamento militar. No hay punto de comparacin. Es
mucho ms comparable a una prisin de gladiadores, a una
escuela en la antigua Roma, durante la aniquilacin de los
esclavos y los cristianos. Nos oponemos naturalmente unos a
otros por grados de estoicismo (una especie de sistema de
clases) a travs de la manipulacin carcelaria.
Los libros que tenemos los conservarnos casi literalmente
por la fuerza de los brazos. Carecemos de derechos legales
como prisioneros; solo los tenemos como ciudadanos. Los
nicos derechos que tenemos son los que quedan a
discrecin de la autoridad. Por ello afirmamos nuestros
derechos de la nica forma que podemos. Es un compromiso
y al final mucho me temo que, como prisioneros, perderemos,
pero esa prdida lo ser de la sociedad. Solo estamos algunos
pasos separados de la sociedad. Despus de nosotros, viene
usted.

S, es amedrentador, pero ms lo es para m el simple


hecho de que la sociedad ha bajado su guardia y puesto
demasiada confianza en el gobierno.
Por eso le escribo. Porque me interesan mucho todos
estos asuntos.
SEGUIR LUCHANDO POR aprender a escribir. Pero
es como aprender a nadar en tierra. Aprender tanto como
pueda. Me resulta difcil tomarlo seriamente o sentirme
cmodo en este campo. Es como si estuviera sentado entre un
auditorio, escuchando a caballeros cultivados y eruditos que
pronuncian conferencias y discursos sobre cosas hacia las que
siento un gran respeto. De repente, uno de ellos me mira
directamente entre el innumerable auditorio y dice: Es tu
turno, Jack. Ven aqu y di algo.
Es difcil imaginar mi azoramiento y mi placer: dos
emociones que crean una especie de confusin mixta a la que
no s cmo denominar. Gratitud es el trmino ms
aproximado. Como he dicho, lo intentar.
NO SOY UN INTELECTUAL, porque mis
pensamientos, para m, son principalmente un predicado de
la accin.
Le dije hace tiempo que no conozco otro camino. Nadie,
ni siquiera usted, aunque usted es quien ms se ha
aproximado y eso, en s, es un hecho pattico, me ha tendido
una mano para ayudarme a ser un hombre mejor. Nadie.
Le dije al principio que no soy lo que podramos llamar

una persona simptica. Nunca he tratado de embellecer nada.


Jams he intentado agradar.
Nunca he llevado un diario, pero lo que ms se aproxima
a uno son mis cartas a usted. Mi vida no es una saga, y me
molesta que usted utilice un trmino as. No me siento
heroico. Pero me atrae la experiencia de la vida, y no como
el tema de una disertacin corriente. Usted mostr un inters
en ello. He tratado de corresponder a ese inters en la medida
de mis capacidades.
Nunca le he predicado, ni he tratado de convertirle. El
respeto que siento hacia usted no me lo permitira. Adems,
conozco mejor que la mayora de la gente la futilidad del
debate en tales asuntos.

Variedades de castigo

LA INTENCIN DE TODA tortura es sacarte las cosas a


la fuerza. Nadie tiene derecho a separarme de m mismo, ni a
separar mi alma. Sin embargo, eso es lo que me hacen. Me he
convertido en un extrao que no reconoce sus necesidades y
deseos. Lejos de mi nimo parecer engredo o jactancioso,
pero puedo decir sinceramente que no imagino a nadie con
ms vigor moral que yo mismo. He medido tales cosas y lo s.
A lo largo de los aos he visto hombres a mi alrededor que se

derrumban moralmente, los he visto enloquecer en formas


sutiles, y abandonar su voluntad a la rutina de la prisin.
Y todo ello lo he resistido ms, mucho ms que otros. No
se trata, pues, de que sea dbil en esas reas, sino ms bien
de que eso demuestra la inmensidad del poder, la grandeza
de las fuerzas que se aplican para cambiar a los hombres, aun
cuando nadie, ni los guardianes ni los cerdos del gobierno,
puede controlar esa fuerza, ese poder, de manera que cambie
a un hombre para convertirle en lo que consideramos una
buena versin del hombre rehabilitado, es decir, el buen
ciudadano.
EN LOS LTIMOS QUINCE o veinte aos se ha
abolido legalmente un gran nmero de prcticas en las
prisiones, consideradas crueles e impropias de estos
supuestos tiempos civilizados en que vivimos.
Algunos presidiarios no muchos; solo unos pocos de
nosotros no hemos sido jams libres somos un producto de
las condiciones de la prisin que hoy se reconocen como
anticonstitucionales y que son realmente criminales.
Qu vamos a hacer? Hasta ahora nadie nos ha pedido
disculpas. Los mismos cerdos, o su calaa, siguen presidiendo
estas prisiones. Les gusto? Cualquiera dira que s.
Ninguno de ellos quiere verme libre de nuevo.
Esto forma parte del adoctrinamiento. Se supone que
debo estar contento de que hayan abolido los instrumentos
para la tortura meldica en la prisin, contento de que hayan

abolido los azotes, el castigo corporal, el dejarnos morir de


hambre.
Pero aunque sintiera de verdad agradecimiento, de
qu me servira? Desde hace mucho tiempo estoy a aos luz
de cualquier efecto de mejoramiento que pueda lograr
cualquier castigo que se proponga la rehabilitacin.
SE LE LLAMA ACCIN AFIRMATIVA. Lo aplica el
gobierno para llevar a cabo programas y polticas
encaminados a corregir injusticias pasadas sufridas por las
minoras de nuestra sociedad.
Me resulta fcil comprender la justicia de esta doctrina,
pero el gobierno no la aplicar a hombres como yo, aun
cuando se sepa perfectamente que he sobrevivido a
condiciones carcelarias que son ilegales y que ni una sola vez
desde entonces hasta hoy he tenido una sola oportunidad de
salir libre de la crcel.
Me he ganado una reputacin entre las autoridades
carcelarias que se extiende desde el tiempo en que existan
esas condiciones ilegales, y que llega inclume hasta el da de
hoy. Simplemente, resist a las condiciones que hoy estn
oficialmente abolidas, pero en su da la ley no estaba de mi
lado, no ms de lo que est hoy.
MI PRIMER CONOCIMIENTO del castigo consistente
en un largo perodo de confinamiento solitario, tuvo en m un
efecto ms adverso y profundamente espiritual que ninguna
otra cosa en mi infancia.

La primera vez que fui encarcelado sufr claustrofobia


durante aos. Jams conoc ninguna forma de sufrimiento
ms horrible en mi vida.
El aire de tu celda se desvanece. Te ahogas. Parece que
los ojos le van a salir de las rbitas. Te agarras la garganta,
gritas
como
una
plaidera.
Agitas
los
brazos
desesperadamente, vas de un lado a otro, caes.
Entonces te acometen los calambres. Los muros te
oprimen por todos los lados, con una fuerza invisible. Luchas
por hacerlos retroceder. La falta de oxgeno le hace sentir
vrtigo y angustia. Te sientes hueco, vaco. Notas ese vaco
sobre todo en la boca del estmago. Vomitas.
Agonizas. La agona de una muerte difcil, que se recrea
y juega contigo.
En la puerta de tu celda estn los rostros iracundos de los
guardas. La puerta se abre. Los guardianes le atacan.
Irrumpen en tu celda, te derriban al suelo y te golpean.
Sacan tu colchn, doblan tus sbanas. Pasan un extremo
a travs de un orificio situado bajo el camastro de hierro
adosado a la pared de la celda. Tiran del otro extremo a travs
de un agujero en el extremo opuesto de tu camastro.
Te esposan los tobillos y las muecas. La sbana pasa
entre las esposas y quedas colgando de un espetn por pies y
manos. Tu espalda est suspendida a varios centmetros del
suelo. Te ahogas. Te sientes como si lucras a morir aplastado.

Te dejan as toda la noche.


As es como, una y otra vez, me curaron de la
enfermedad llamada claustrofobia. Fueron necesarios al
menos tres o cuatro aos.
TENA VEINTE O VEINTIN aos cuando me sacaron
de la crcel y me trasladaron a una vieja prisin del condado
donde fui acusado y juzgado por matar a otro recluso en una
pelea.
Intent la huida. Los carceleros abrieron de nuevo una
celda que no haba sido usada en veinticinco aos, y me
encerraron en ella bajo la disciplina carcelaria, una dieta de
hambre consistente en un tazn de caldo y una galleta
durante una vez al da. Era una celda sin luz. Me dieron una
estera de lona para dormir y cerraron la puerta. En un rincn
haba un inodoro y lavabo combinados, de hierro, y aparte de
eso no haba nada ms, excepto unos cinco centmetros de
porquera en el suelo.
La oscuridad era total. En aquella celda no entraba ni una
rendija de luz por ninguna parte, y en los das que siguieron
busque esa rendija en cada centmetro de la puerta y las
paredes. La oscuridad era tan absoluta que pareca como si
estuviera sumergido en tinta.
En la puerta haba un ingenioso dispositivo. Era
cilndrico y se accionaba manualmente desde el exterior de la
celda. El carcelero colocaba el tazn y la galleta sobre una
plataforma en el dispositivo cilndrico. Luego golpeaba la

puerta dos veces con sus llaves, y yo poda or el chirrido del


mecanismo. Me arrastraba hasta la puerta y buscaba a tientas
el aparato. Cuando localizaba la comida, la tomaba
cuidadosamente y la consuma. Despus devolva el tazn a la
plataforma del dispositivo y el carcelero la haca girar para
recuperarlo al otro lado de la puerta.

Durante todo el tiempo de mi confinamiento me aliment


sin un resquicio de luz. La oscuridad amortigua el sonido.
Aparte de mis movimientos y murmullos, el nico ruido que
oa era el estrpito de las llaves y el rechinar del aparato de la
puerta una vez al da.
Solo vea alguna luz cuando cerraba los ojos. Entonces
haba ante m un vivido estallido de brillantez, de color, como
fuegos artificiales. Cuando abra los ojos se desvaneca.
Una cosa es prestarse voluntario para un experimento y
consentir ser arrojado a semejante oscuridad, y otra muy
distinta que te obliguen, que le priven de la luz.
Mis ojos anhelaban la luz, el color, de la misma manera
que alguien con la boca seca anhela la saliva. La sensibilidad
de mis globos oculares se agudiz tanto que solo con tocarlos
estallaban en luz, en cascadas de chispas blancas que parecan
brotar de un surtidor.
Mis movimientos levantaban polvo que se me meta en
las narices. Los insectos paseaban sobre mi cuerpo mientras
yaca, y todo mi organismo se agarrotaba con la tensin.

Cont veintitrs das por medio de las comidas. Un da


me levant, sediento, y me dirig a tientas al lavabo. Busqu la
taza y la cog con la mano derecha. Cerr los ojos un momento
y se abati sobre m una lluvia roja y azul. Volv a abrirlos a la
absoluta oscuridad. Con la mano izquierda busqu el grifo del
lavabo. Lo oprim y pude or el delgado chorro del agua.
Sostuve la taza debajo del grifo hasta que la juzgu llena.
Luego la levant con cuidado hasta mis labios y la inclin para
beber.
Not las palas, los cuerpos de muchos insectos que
corran por mi cara, sobre los ojos, entre el pelo. Arroj la taza
al suelo y me llev las manos al rostro en una reaccin
elctrica, cerr los ojos y los fuegos artificiales estallaron de
nuevo.
Oa que alguien chillaba a lo lejos, pero era yo mismo. Me
derrumb contra la pared opuesta. Di vueltas de un lado a
otro, de la puerta a las paredes, chillando, fuera de m.
Cuando recobr el conocimiento, me encontraba en una
celda normal. Me haban sacado de la celda oscura. Todo mi
cuerpo estaba negro de suciedad, y mi cabello estaba por
completo enmaraado.
Creo que las celdas oscuras no se usan hoy en muchas
prisiones
ESTN TODAVA EN USO, y no por razones
mdicas, sino como castigo. Se denominan celdas
desnudas, y he estado en ellas muchas veces, en ocasiones

durante meses enteros. Esta es la justicia de la prisin.


En una celda desnuda no hay agua corriente. Me
estremezco al pensar en las mentes diablicas que han ideado
estas celdas. La idea es que el recluso tenga que pedir agua
a un guardin. Creo que a nadie le costar imaginar que el
prisionero se ve reducido a implorar agua.
Es una gran caja cuadrada de cemento. Las paredes estn
totalmente desnudas, a excepcin de la slida puerta de acero.
El techo abovedado est a unos cinco metros del suelo, y hay
una sola bombilla que permanece encendida, da y noche.
La verdad es que no hay forma de discernir los das en la
celda, excepto comando las veces en que sirven la comida a
travs de una ranura en la puerta. Qu relacin tiene todo
esto con lo que has hecho para que le metan ah?
El suelo se inclina desde las paredes hacia el centro de la
celda. Lo hace gradualmente, como el fondo de un fregadero,
o ms bien como la taza de un inodoro. En el centro del suelo
hay un agujero de unos cinco centmetros de dimetro. Est
nivelado con el suelo de cemento, tan nivelado como un
agujero en un campo de golf. Al principio te desorienta su
propsito.
Manchas de orines y materia fecal irradian desde el
agujero hasta unos treinta centmetros de las paredes. El
hedor es constante.
No hay una litera adosada ni un camastro. No hay ms
que el olor de mierda y orines, y el brillo de la luz fuera del

alcance de uno que jams se extingue.


La luz est presente incluso cuando cierras los ojos.
Atraviesa los prpados y produce sensaciones visuales de un
resplandor blanco grisceo, de manera que no puedes
descansar los ojos. Es una luz que siempre late en tu mente.
No suelen darte ms prendas de vestir que unos
calzoncillos, y, si tienes suerte, recibirs una estera para
dormir y una sbana.
Al principio te mueves precavidamente por la celda, para
evitar los excrementos de los prisioneros que te han
precedido. En los primeros e interminables das pasas mucho
tiempo en cuclillas, con la espalda apoyada en actitud
protectora contra la pared, agachado en los extremos de la
zona de suciedad que se extiende desde el agujero. Te quedas
mirando toda esa mierda. Si lo que vieras fuese un panorama
de desolacin, probablemente te inspiraras de alguna
manera. Hay poetas que han compuesto cnticos basados en
escenas de desolacin.
Pero lo que ven tus ojos es una sentina oscura y
enlodada, un mundo subterrneo de cosas que se revuelven y
se deslizan en medio de nocivas aguas residuales, de mierda,
vmitos y orines. Notas el olor de los pies sin lavar, del sudor
de otros cuerpos enervados y, aunque cierres los ojos, no
tienes ningn alivio.
Si permaneces en esa celda durante semanas y meses, no
te limitas a hacer caso omiso y soportar todo esto. No.

Penetras en ese mundo y llegas a formar parte de l.


Nunca padec sed. Ningn recluso de esas celdas la
siente. La humedad de la comida es suficiente para evitarla.
Pero he tenido la boca tan seca que no pude tragar ni hablar
durante semanas. Pides el agua con sonidos inarticulados.
As es la celda desnuda. Tales celdas no solo existen
todava en todos los estados de este pas, sino que hasta los
arquitectos de las prisiones modernas las incluyen en las
nuevas instituciones.
Cualquier persona en su sano juicio puede preguntarse
qu crimen ha cometido un ser humano para ser tratado de
esa manera. La respuesta es que en la prisin basta cualquier
cosa. Cualquier indiscrecin, un libro de contrabando, un
asesinato, un bocadillo robado. Semejante castigo ni siquiera
es equivalente a la concepcin de la justicia que tiene el
salvaje: ojo por ojo.
HUBO UNA VEZ UNA forma de disciplina carcelaria
llamada la dieta de hambre. Te arrojaban al agujero y te
alimentaban una vez al da, apenas con lo indispensable para
poder subsistir, para vivir en el agujero, no de la manera
como lo hace la persona de la calle.
Ese castigo todava se imparta hace diez aos. En
algunos sitios te daban pan y agua una vez al da. Pero el
tiempo mximo calculado por esa extraa clase de mdicos, a
los que solo puedo considerar como tcnicos del dolor, era de
diez das con este tipo de rgimen. Luego te daban las tres

comidas normales al menos durante veinticuatro horas, y a


continuacin te sometan a otro perodo de diez das con la
dieta de hambre, es decir, si no te habas portado bien en el
agujero. En caso contrario, al cabo de diez das te dejaban salir
del agujero.
De un total de tres aos, estuve un ao entero a dieta de
hambre. Eso fue al principio de estar en la crcel, a los
dieciocho aos. El perodo ms largo de castigo fue de setenta
das consecutivos.
En aquella prisin, la condena mxima en el agujero bajo
condiciones de hambre era de veintinueve das. En general, la
sentencia nunca pasaba de un par de semanas, y se aplicaba
por una falta corriente, una infraccin menor de las reglas.
Una vez me condenaron por escupirle a la cara a un
cerdo que primero me haba escupido a m a la cara. Mis
condenas eran casi siempre las ms severas, y en aquella
ocasin el comit disciplinario me sentenci a veintinueve
das.
Cuando vivamos en condiciones de hambre en el
agujero, los funcionarios nos permitan tener los siguientes
artculos:
Una Biblia cristiana o un Libro de los Mormones. Estaba
prohibido cualquier otro tipo de lectura o de textos religiosos.
Un juego de monos de lona blanca (los guardianes
armados que vigilaban en las torres tenan rdenes de
disparar contra cualquier individuo al que vieran en el patio

vestido con ese uniforme disciplinario; le identificaban de la


misma forma que la cabeza rapada identificaba a los chicos
rebeldes de la Escuela Industrial Masculina).
Una estera para dormir y una sbana.
Nada ms. No podas recibir ni correo ni visitas. Esta
prohibicin se extenda al correo del juzgado y al de tu propio
abogado. Ningn abogado poda visitarte durante ese perodo
de disciplina. Una vez cumplida la sentencia, te entregaban
toda la correspondencia amontonada.
Una noche, cuando llevaba unas dos semanas de castigo,
el guardin se dispona a marcharse despus de hacer la
ronda y contarnos, cuando alguien grit: Que le den por el
culo!.
El cerdo se volvi hacia la fila y dijo:
Muy bien, Abbott! Voy a dar parte de eso!
Cuando se march, el que haba gritado se ofreci
voluntario para confesar y evitarme una prolongacin del
castigo. En aquellos das los presidiarios se apoyaban unos a
otros, y el agravio infligido a uno era un agravio para todos.
Cit este cdigo y le dije que deba aguantar lo que me
hicieran.
Al da siguiente, los guardianes me escoltaron hasta el
comit disciplinario y me condenaron a otro perodo de
veintinueve das, que cumplira al finalizar el perodo del que
ya haba cumplido la mitad.

Poco despus puse mi Biblia en remojo en el lavabo y la


envolv fuertemente con tiras de tela arrancadas de la sbana,
para formar una recia cachiporra. Lo hice porque el da
anterior haba sido provocado por los cerdos, quienes
fingieron que registraban mi celda y me golpearon mientras lo
hacan. Al da siguiente, cuando lleg el guardin, lo atraje
hasta los barrotes de mi celda y le golpe con la cachiporra,
abrindole una brecha en la frente.
El comit disciplinario me conden a otros veintinueve
das, que cumplira despus de las otras dos sanciones. El
capitn del comit me entreg la orden escrita. Yo la cog, la
arrugu hasta convertirla cuidadosamente en una pelota y se
la arroj al pecho, lo que me vali otra sancin de veintinueve
das. En total eran ya cuatro las que tena que cumplir, lo que
sumaba aproximadamente cuatro meses de condena.
Cuando finaliz el primer perodo de castigo, no me
sacaron de la celda para alimentarme con las tres comidas
normales durante veinticuatro horas. Arm jaleo y me
condenaron a otro perodo de veintinueve das, el penltimo,
porque finalmente me impondran una sancin ms.
El castigo definitivo era de seis meses, lo que equivala a
la pena de muerte. Sin duda morira si permaneca a dieta de
hambre durante tanto tiempo. Eso lo saban todos los
prisioneros y guardianes. El interno que haba gritado al
guardin estaba ya fuera del agujero, y le dijo al capitn del
comit que l haba sido el autor de la obscenidad y no yo,
tratando de salvarme. Pero no sirvi de nada.

Ha experimentado alguna vez hambre forzada? No se


parece en nada a un rgimen o a un ayuno, cosas que se
realizan voluntariamente.
Cuando la puerta se cierra detrs de ti en esa celda donde
vas a pasar hambre de una manera meldica, le enfrentas al
hecho de que has de sobrevivir a los peores momentos, los
ltimos das antes de que el castigo termine. Para mantenerte
no puedes pasear por la celda. Debes reducir a un mnimo
todos tus movimientos. Cumples el castigo tendido en la
estera.
La mayora de los presidiarios, al iniciar este castigo,
siempre daban su primera comida diaria al hombre que
llevaba all ms tiempo y la necesitaba ms. De la misma
manera, el que cumpla su ltimo da de condena daba su
comida al que la necesitaba ms. La mayor necesidad se
calculaba por das mecnicamente.
Al principio padecas un sufrimiento psicolgico. Por
eso, las personas que pensaban demasiado se quejaban ms.
Pero ms adelante, cuando lo que est en juego es la
supervivencia fsica, el sufrimiento es verdadero.
En este perodo aprend un pequeo secreto, transmitido
por un presidiario de ms de sesenta aos: las cucarachas
constituyen una fuente de protenas. Machacas la caza diaria y
la mezclas con un trozo de pan, y luego te lo tragas como si
fuera una pldora grande. Yo di un paso ms, y antes de que
finalizara el castigo, daba cuenta de todo insecto que pudiera
cazar.

Cuando empiezas a padecer hambre tu metabolismo te


proporciona extraas sensaciones. En esas condiciones no
puedes tener ms que un movimiento intestinal. Tu estmago
se encoge y lo notas como una bola apretada. Esto es lo que
ocasiona las punzadas de hambre. Cuando se ha encogido del
todo, ya no sientes esas punzadas. Ya no tienes hambre,
aunque el dolor empieza a extenderse al resto del cuerpo. Tus
miembros muestran el hambre cuando el tejido muscular
empieza a disolverse. La necesidad de comer se convierte en
una necesidad de devorar, como un animal.
Si te llenas de agua no haces ms que prolongar el dolor
de tu estmago, que se multiplicar en las dems expresiones
de sufrimiento por inanicin.
Una vez me sorprend a m mismo considerando la
posibilidad de devorar el brazo de un cerdo, y, me excit,
supongo que de la misma manera que una fiera carnvora se
excita al ver un animal que constituir su cena. Era como si
pudiese oler la sangre del guardin.
Llevaba sesenta das de castigo cuando se produjo una
huelga de trabajo entre los internos. Los cerdos llenaron el
agujero al mximo con los huelguistas. Ya no senta punzadas
de hambre en el estmago y mis msculos no se haban
disuelto todava. Una vez ms, no me haban dado la pausa
de veinticuatro horas.
Recuerdo que dej de consumir mi racin diaria y se la
daba solidariamente a los huelguistas. Insista en ello, y hasta
la arrojaba de mi celda cuando ellos se negaban a aceptarla.

Haba entrado en una fase de indiferencia, casi de euforia.


Dicen, sin embargo, que buscaba afanosamente por el suelo
Supongo que buscaba mis insectos. Todo lo que recuerdo es
que un da vi abrirse la puerta de mi celda, a travs de la
neblina que empaaba mis ojos. Durante todo aquel da haba
odo vagamente gritos y refriega. Los reclusos intentaron
hacerse con rehn para exigir mi liberacin antes de que
muriera de hambre. Todo esto lo descubr ms tarde.
Apenas poda distinguir las caras borrosas inclinadas
hacia m mientras estaba tendido en mi camastro. Uno de
ellos me llev en sus brazos a la enfermera. Tengo recuerdos
dispersos de que me llevaban por el pasillo principal.
Cerca de una semana despus me despert en una
habitacin de hospital, con un tubo que entraba por mis fosas
nasales y se diriga al estmago, y haba una botella de un
lquido claro puesta al revs y suspendida, de la que parta
otro tubo cuyo extremo estaba inyectado en mi brazo.
CUANDO NO PODAN SOMETERTE a segregacin, a lo
que ellos llaman el grado (confinamiento en mxima
seguridad), y tenan que sacarle de all, le metan en una celda
especial del tercer piso, en la seccin C. All estaban las
antiguas celdas de los condenados a muerte. La celda llamada
C-300 era un cubo de acero con una gruesa puerta del
mismo material. Era el depsito de gas: all podan arrojarte
gases lacrimgenos y no haba ventilacin. En aquella celda
pas una semana sin que me dieran el menor alimento. Solo
me daban un vaso de agua al da. Permanec encadenado al
suelo durante perodos de una o dos semanas.

Normalmente, no estaba encadenado. Una vez pas all


todo un ao. Y en otra ocasin estuve seis meses.
En aquella celda fue donde me enter del asesinato de
J. F. Kennedy. Los reclusos confinados en las celdas de la
muerte estaban contentos; haban odo la noticia por la radio.
Estaba all el da en que un cerdo con una pata de palo,
un cerdo que sola escupirme a la cara cuando se abra la
puerta de acero, la abri y exclam: Tu madre muri
anoche!, y luego la cerr en mis narices. As es como me
enter de la muerte de mi madre.
Nadie ha estado tanto tiempo encerrado en la C-300
como yo. Tampoco nadie ha cumplido hasta cinco aos desde
enero de 1966 a marzo de 1971 en mxima seguridad. Tuve
que escaparme para salir.
ESTOY EN EL GRADO. Paseo por la celda tras la
cena. Oigo una voz que susurra a travs de la rendija de
ventilacin. Voy a matarle, hijo de puta!, dice. Jack! Jack
Abbott! Vas a morir!. Sigue una ristra de obscenidades.
Nadie puede orlas excepto yo.
Enfurecido, me acerco a la rendija.
Quin eres?
Hay una pausa de silencio. Y luego:
Jdete! Soy yo, Abbott, soy yo!
Creo que es el prisionero de la celda situada frente a la

ma, en la fila de enfrente, adonde va a parar el otro extremo


de la tubera. Le llamo por su nombre. A travs de su
ventilador me dice que no sabe de qu le hablo y se retira.
Vuelve la voz. Miro cuidadosamente a travs de la
rendija y veo una mano que se mueve. Es un cerdo.
Le grito y l me contesta con amenazas y obscenidades.
Le digo que me las pagar y se marcha.
Ningn otro prisionero le ha odo. Les cuento lo que el
cerdo me ha hecho. Tiene que hacer la ronda para el recuento.
Cuando se acerque, le arrojar un vaso de agua.
Se acerca sonriendo malignamente, y cuando le tengo a
tiro de remojo su jeta.
El ventanuco se cierra violentamente.
Mi celda se abre. Entran los guardianes. Luchamos y se
van. Haban esperado que arrojara el agua.
Al da siguiente me llevan al comit disciplinario y me
condenan a veintinueve das en el agujero, bajo una dieta de
hambre.
Le digo al capitn del comit que el cerdo me haba
amenazado e insultado a travs de la rejilla de ventilacin.
Un psiquiatra me visita en el agujero. Me dice que tengo
alucinaciones. Me prescribe inyecciones de doscientos
miligramos de toracina tres veces al da.

En aquella poca, apenas tena diecinueve aos. Fui uno


de los primeros presidiarios de este pas sometido a terapia
con drogas en la crcel. Ahora es corriente.
Luch en todas las ocasiones, hasta que no pude hacerlo
ms. Cinco o seis guardias entraban en la celda y me
arrojaban al suelo, tres veces al da, para inyectarme la
toracina. Padec graves efectos secundarios fsicos. Por aquel
entonces no se saba mucho del efecto secundario conocido
como reaccin de Parkinson. El mdico de la crcel crey
que finga.
As obtuve mi primer expediente psiquitrico.
ESTA CARTA TRATA DE la inestabilidad de los
locos en la prisin. Se refiere al trato que recibimos los que
padecemos esta enfermedad cultivada en la crcel.
X me dijo una vez que haba visto a Gilmore
completamente paralizado, como si se le hubiera helado el
sistema nervioso central. Ya no mueres siempre crucificado;
las autoridades tratan de que eso no suceda. Yo mismo he
sido crucificado ms de cien veces por esas drogas
institucionales a las que por alguna siniestra razn
denominan tranquilizantes.
Son drogas de fenotiazina: mellaril, toracina, stelazina,
haldol El proxilin es la peor que he experimentado. Una
inyeccin dura dos semanas, y cada quince das le ponen una.
Esta clase de drogas no calman ni sedan los nervios, sino que
atacan. Atacan desde algn lugar tan profundo en tu interior,

que no puedes localizar el origen del dolor. Parece como si


esas drogas dirigieran los nervios contra ti mismo, contra tu
voluntad, tu resistencia, tu resolucin, atacando los tejidos, los
msculos, los reflejos, etctera. El propsito de esas sustancias
es hacer que te absorba por completo el malestar fsico, de
modo que solo puedas concentrarte para tratar de dominar tu
cuerpo (por ejemplo, para atarte los zapatos). No puedes dejar
de temblar.
Todas estas drogas pueden provocar la reaccin de
Parkinson, una reaccin fsica idntica a la enfermedad de
Parkinson. Los msculos de la mandbula enloquecen, de
modo que te muerdes el interior de la boca, y se traba la
mandbula y sientes un dolor pulstil. Esto ocurre por espacio
de horas, todos los das. La columna vertebral se le pone tan
rgida que apenas puedes mover la cabeza o el cuello, y a
veces la espalda se te dobla hacia atrs como un arco y no
puedes ponerte de pie.
El dolor oprime tus fibras. Tu visin est tan empaada
que no puedes leer. El dolor no le da tregua, y sientes la
necesidad de andar, de ir de un lado a otro. Pero en cuanto
empiezas a hacerlo, te ocurre todo lo contrario: debes sentarte
y descansar. Recorres tu celda arriba y abajo, de un extremo a
otro, aquejado por un dolor que no puedes localizar. La
inquietud te abruma, porque hasta respirar resulta doloroso.
A veces sueltas involuntariamente un gruido o un gemido, y
la gente te mira con curiosidad, as que suprimes el ruido
como si fuera un eructo, ese sonido exprimido de tu alma.
Andamos con la espalda rgida y no movemos los brazos

al andar
No estamos locos. Por qu entonces, nos someten a
semejante tratamiento? Porque nos temen, porque somos
peligrosos. No nos asusta nada de lo que puedan hacernos, ni
siquiera las drogas, la crucifixin.
No me interprete mal: sin duda hay quien necesita esas
drogas. No pretendo drmelas de mdico. Quienes necesitan
las drogas porque estn enfermos, no las experimentan de la
misma manera que yo. Ellos lo saben, el rgimen carcelario
conoce este truquito.
Es como el tratamiento del electrochoque: para algunos
es beneficioso. Pero si se administra a un hombre sano que no
lo requiere por razones mdicas se convierte en una forma de
tortura. Es doloroso, una pesadilla. Hace quince aos se usaba
para castigar a ciertos presidiarios.
Cuando el capitn y los cerdos no pueden disciplinarte,
no pueden intimidarte y en consecuencia, te hieren y castigan,
te controlan, se ocupa de ti un psiquiatra que, sin mirarte
siquiera, ordena que te traten con esas drogas. Algo no
marcha bien en tu mente si desafas al peor castigo oficial a
que el rgimen penitenciario puede condenarte legalmente.
Esa es su lgica.
Durante aos me han sometido a este ciclo una y otra
vez: capitn-mdicoregla infringida. Se ha repetido
incansablemente. Un cerdo me incita, yo respondo
instintivamente y, a veces, le ataco. As es como empieza. Al

final acabo tartamudeando como un idiota y tambalendome,


en general de seis meses a un ao cada vez, a causa de las
drogas, hasta que me suspenden el tratamiento y me
reintegran al grueso de la poblacin penitenciaria, entre los
prisioneros normales. Voy tirando hasta el prximo
incidente que conduce a mi disciplina, y, una vez ms,
comienza el ciclo, como un carrusel loco, un enorme tiovivo.
Ellos saben lo que hacen, aunque nunca lo admitan ante
nadie. Ni siquiera ante m. Nadie espera que me convierta en
un hombre mejor en la crcel. As es que no hay vuelta de
hoja: el propsito es el de arruinarme por completo,
marcarme, estampar en mi rostro el sello de esta bestia a la
que llaman prisin.
Escribo con mi sangre porque no tengo nada ms, y
porque es doloroso en exceso recordar estas cosas. Me purga.
Hay un dicho: el primer corte es el ms profundo. No
lo crea. El primer corte no es nada. Usted puede escupirme a
la cara una o dos veces, y no es nada. Puede robarme algo que
me pertenece y aprender a vivir sin ello.
Pero no puede escupirme a la cara todos los das durante
diez mil das; no puede robarme todo lo que me pertenece,
una cosa cada vez, hasta que termina por buscar mis ojos, mi
voz, mis manos, mi corazn. No puede hacer eso y decir que
no es nada.
Me han hecho excesivamente sensible. Han hecho incluso
que mi carne sufra sensaciones y ansias que nunca haba

tenido antes. Me han cortado en pedazos al privarme de


sensaciones durante toda una vida, mediante palizas tan
frecuentes que ahora soy un montn de carne y huesos, por
medio de mentiras y drogas que atacan mi sistema nervioso.
Han convertido mi mente en acero, mediante la interminable
fundicin de tiempo en confinamiento.
He sido estafado por la justicia de la misma manera que
otros hombres son estafados por el amor
Una vez me trasladaron desde la penitenciara federal de
Atlanta a la institucin correccional federal de Butner, en
Carolina del Norte, para someterme a experimentacin
psicolgica, con el resultado de que fui acusado falsamente de
participar en un ataque de cuchillo contra un guardin de la
prisin que result ser casi fatal.
Casi en el mismo momento en que puse el pie en Butner,
me dijeron que un informador annimo entre los reclusos
haba comunicado que planeaba la huida.
Rodeado por unos veinte guardias y otros funcionarios,
me llevaron a una celda especial de observacin psicolgica.
El diseo arquitectnico de la prisin de Butner era casi
futurista. Es tan moderna que podra servir como escenario
para una pelcula de ciencia-ficcin.
La celda de observacin psicolgica en la que me
encerraron tena la forma de pecera, a excepcin de que el
vidrio era irrompible. All dentro es imposible ver u or a otro
ser humano, o ser visto u odo por nadie excepto por el

personal de la prisin.
El suelo era de cemento, y en el centro haba un desage,
cubierto por un enrejado circular, como el suelo de una ducha.
Haba una plancha de acero colocada sobre palas de
hierro unidas al suelo.
Era la cama, y todo lo que contena la celda. Sobre la
plancha, una estera de goma de unos dos centmetros y medio
de grosor.
Me desnudaron y me obligaron a tenderme en la tabla de
acero. Me encadenaron cada tobillo a un ngulo de la cama, y
las muecas, por encima de la cabeza, a los otros dos ngulos,
de modo que quede con las piernas y los brazos
completamente extendidos.
Haba algunas mujeres entre el personal, que en su
mayora eran tambin funcionarias del ejrcito. Esto suceda a
finales de 1976.
Para poder orinar tena que torcer el torso, de modo que
el pene colgara fuera de la cama y a un lado, y los orines
cruzaran el suelo y bajaran por el desage mencionado.
Para comer, un funcionario me pona la comida en la
boca.
El da siguiente al encadenamiento, varios guardianes
irrumpieron en la celda y me golpearon con sus puos en el
rostro, pecho y estmago. Me ahogaron con sus manos

llevndome casi al punto de estrangulacin, momento en el


que las retiraban. La garganta me qued completamente
amoratada.
Me encadenaron as con autnticas cadenas de hierro,
no con correas de cuero durante diez das, y en ese perodo
fui atacado tres veces.
Finalmente, el tcnico sanitario observ que se estaban
muriendo los nervios de mis brazos, las zonas situadas entre
las muecas y los codos.
Vinieron de nuevo una veintena de guardianes. Me
desencadenaron y me vistieron con un mono de nailon.
Mientras me vestan, mir el reflejo de mi imagen en la
ventana: tena el rostro negro y los ojos hinchados. Estaba
cubierto de morados.
Me pusieron esposas y grilletes y me llevaron a la seccin
normal de aislamiento. All me encadenaron una sola mano al
travesao de hierro en la cabecera de la cama. Poda ponerme
de pie. Por entonces fue cuando empec a escribirle, en el
agujero, con una mano encadenada a la cama.
Estuve encadenado as hasta que me trasladaron al
centro mdico federal de Missouri, donde me extirparon la
vescula biliar. Tena clculos en la vejiga, pero las palizas
haban empeorado esa condicin, y supe que el tejido de la
vescula biliar se haba roto debido a los saltos de las piedras
apretadas contra el rgano.
LOS GUARDIANES CUBREN el camino desde tu

celda a la ducha. Debes mirar el piso y recorrer una distancia


de unos treinta metros. Te miran como si no estuvieras ah,
pero estn atentos a cada uno de tus movimientos. Observan
tu expresin facial, para ver si hay en ella algo ms que
mansedumbre y humildad. Si ven algo ms se encolerizan,
bajan las comisuras de la boca y cierran los puos.
Ests desnudo. El suelo est hmedo por las duchas que
han tomado los prisioneros anteriores. Tambin hay manchas
de sangre fresca.
Miras el suelo con fijeza. Tienes que hundir los hombros
y arrastrar los pies al andar. Debes andar lentamente, pero no
demasiado. Tu paso ha de ser tmido. No debes deslizarte por
el suelo.
Cruzas los brazos a la espalda. Esa es la mejor forma de
asegurarles que no puedes hacer dao. Es una de las posturas
de los locos mansos. Procuras que se ran de ti. Te encoges; as
lo conseguirs.
Sigues al pie de la letra estas instrucciones. Si no lo luces,
te derribarn al suelo. Los guardianes estn contratados para
eso. Son campesinos de Missouri, de las regiones de Ozark.
Cuando estn uno o dos solos, tienen un miedo profundo de
cualquiera. Pero seis o siete juntos no temen nada de lo que
pueda hacer un prisionero desnudo. Ah no importa lo fuerte
o peligroso que sea el prisionero.
Los contornos de las cosas se vuelven borrosos, se
diluyen en una vaga neblina. Tu mente ya no funciona,

porque ests bajo la influencia de una droga de fenotiaceno,


una cualquiera o una combinacin de las diez o quince
conocidas por sus nombres comerciales. Es como estar muerto
en vida.
Todas esas drogas tienen el mismo fin, pero cada una de
ellas presenta su pequea peculiaridad. Si te han dado dosis
regulares de mellaril, tus testculos no producirn esperma. Si
te masturbas en caso de que consigas de algn modo tener
ereccin al experimentar el orgasmo notars todas las
sensaciones naturales de tensin y eyaculacin, pero con la
diferencia de que la eyaculacin no expeler ninguna
sustancia, ningn fluido, no digamos semen.
Si desconoces la causa por la que ocurre esto, en tu
estado drogado puedes sufrir una inquietud, un terror que no
son fciles de describir. El hecho de que, de alguna manera,
hayas sido sexualmente lesionado, alimenta tu desesperacin.
No se lo digas a ninguno de los dos psiquiatras de la
prisin que se acercan a la puerta de tu celda cada maana.
Cuando aparece su rostro en la ventanilla de la puerta,
cuando sonre como un hombre mecnico y dice: Cmo
ests esta maana?, ocltate en ti mismo. Sonre alegremente
y parpadea al responderle: Bien, bien, o te duplicar la
dosis. Te castigan si los molestas, si les vas con
complicaciones.
PUEDO COMPRENDER CMO la mente de un hombre
puede volverse de acero en la prisin. Solo as puede soportar
las penalidades que le rodean.

El to Ho escribi este poema en la crcel:


Sin el fro y la desolacin del invierno
No existira el calor y esplendor de la primavera.
Las dificultades me han templado y fortalecido,
y han hecho a mi mente de acero.
Jams he olvidado estas palabras en trece o catorce aos.
CUANDO ME PUSE POTICO acerca de la mente del
prisionero que se vuelve de acero, quera transmitir la idea de
una fuerza de voluntad templada en juicios y penalidades
de una manera tan profunda que la resolucin mental del
presidiario, los poderes que se derivan de una lgica de
hierro resultan reforzados y no debilitados. Es un efecto
opuesto al de la tortura. No quera decir que el prisionero
perdiera su propia humanidad.
S cmo sobrevivir a cualquier cosa que quieran
hacerme. Me han sometido a celdas desnudas, celdas oscuras,
me han encadenado al suelo y a la pared. Naturalmente, he
sobrevivido a las palizas. He soportado todas las drogas que
la ciencia ha inventado para modificar mi conducta. Hubo
un tiempo en que pasar hambre era algo natural para m. No
siento escrpulos por comer insectos o vivir en medio de mis
desperdicios si es necesario para mi supervivencia. Los cerdos
disponen incluso de psicpatas armados que han colocado en
celdas de castigo conmigo para que me mataran, pero puedo
arreglrmelas. Eso es lo que significa el dicho lo que no mata

engorda. Lo que no me destruye me fortalece. Pero es un


error equiparar los resultados con la fortaleza. Soy flexible en
extremo, pero no soy fuerte. La verdad es que estoy
debilitado. Soy sutil, tmido, introspectivo, y desconfo de
todo el mundo. Un ruido fuerte o un movimiento falso son
como una alarma de incendio para m. Pero no tengo miedo, y
eso resulta extrao, porque tengo grandes deseos de ser libre
algn da y deseo llorar cuando pienso que jams lo ser.
Quiero llorar por los hermanos con los que he pasado toda
una vida. Algn da los dejar para no volver nunca.
Y DESPUS DE QUE TE lo han hecho todo, despus
de que te han despojado por completo del miedo y de que te
afecte ninguna amenaza de nadie, de qu sirve mantenerte
en la crcel?
Ya no es posible castigarte. Te han vuelto invulnerable al
castigo. Mantenerte en la prisin solo puede tener un objeto:
que te vuelvas loco o viejo en ella.
Pero por alguna perversa razn no s por qu nunca
me he hundido en la locura. He estado cerca de ella muchas
veces, he entrado incluso en sus primeras etapas. Pero nunca
pas de una fase introductoria.
Ahora he llegado a un punto en el que husmeo desde
lejos la perturbacin mental. Puedo ver sus expresiones ms
sutiles incluso en hombres a los que no se considera locos.
Si yo fuera el polo de un imn, y la locura un polo afn,
esta imagen explicara la situacin. No puedo ser atrado por

ella, pero la conozco por repulsin: por la fuerza con que me


repele antes incluso de que sea consciente de su presencia.

El agujero: confinamiento solitario

PARA QUE EL AGUJERO sea un autntico agujero ha


de haber un solo hombre en una celda. Hay hileras de celdas,
pero en el verdadero agujero nunca hay dos prisioneros que
salgan al mismo tiempo de sus celdas.
En el agujero hay voces siempre. Es algo extrao. He sido
testigo de guerras en el agujero; he visto escenas de amor
sexual en el agujero. He visto suceder las cosas ms
imposibles bajo tales condiciones. Digamos que existe ah una
especie de movimiento que no es realmente movimiento. Lo
ilustrar con un ejemplo: caminar veinte kilmetros en un
espacio cerrado de cuatro metros no es de verdad
movimiento. No hay veinte kilmetros de espacio, solo de
tiempo. Uno no avanza veinte kilmetros. En otras palabras,
para escribir acerca del agujero tendra que explorar ese tipo
de lugares comunes.
MUCHAS VECES ME HAN llevado a rastras al
agujero, luchando contra mi resistencia. En una ocasin, en
Leavenworth, fui llevado al agujero por la fuerza de
seguridad (una escuadra de terroristas pagados). Tena las
manos esposadas a la espalda. Un cerdo que meda casi metro
noventa y pesaba ms de cien kilos llevaba la voz cantante.
Tendra unos cuarenta y cinco aos, pero era duro como una
roca. Los cerdos me pusieron boca abajo, contra el suelo de

cemento, me golpearon y patearon. Era exactamente como si


me atacara una jaura de perros. El grande, el jefe, me orden
que me levantara. Hizo un gesto a los otros para que se
mantuvieran atrs y, te lo juro por Dios, aunque parezca
increble, me despoj de las ropas con unos manotazos.
La tela me rasg la piel como si la acuchillaran. Ca al
suelo y l me golpe los zapatos y me los quit rompiendo los
cordones. Durante todo este ataque procur dominarme
mantenindome pasivo y sonriendo. Pens que el mismo
temor que yo les causaba les converta en animales, lo cual era
cierto, pero no poda tranquilizarlos. Aquella fue la ocasin en
que me arrojaron a una mazmorra. Uno de ellos me quit las
esposas. El cerdo que me haba arrancado la ropa fue el
ltimo en salir de la celda. Cuando o que se alejaban me volv
de lado. Me dola todo el cuerpo. Pues bien, aquel cerdo, el
que haba parecido menos exaltado de todos, se haba sacado
el miembro; pareca moverse arriba y abajo. Finga que se
masturbaba. Luego se subi la cremallera y sali de la celda
riendo entre dientes.
ENCERRADO EN CONFINAMIENTO solitario,
parece como si te disolvieras lentamente en la nada, no solo
en tu propia nada, sino en la nada de la sociedad, del prjimo,
del mundo. El letargo de meses y meses que van sumando
aos en una celda, solo, se une a la actividad fsica del
cuerpo vivo y lo estrangula lentamente, lo sume en el horrible
decaimiento de la verdadera muerte en vida. Ya no haces
planchas ni ningn otro ejercicio fsico en tu pequea celda;
ya no recorres los cuatro pasos de un lado a otro de tu celda.

Ya no te masturbas; eres incapaz de tener ninguna clase de


imgenes erticas, y tus genitales, como los miembros de tu
cuerpo, solo funcionan para mantener tu cuerpo vivo.
El tiempo desciende en tu celda como la tapa de un atad
en el que yaces, y contemplas cmo se cierra lentamente sobre
ti. Cuando ni piensas ni te mueves en tu celda, flotas en la
pura nada.
El confinamiento solitario en la prisin puede alterar la
composicin ontolgica de una piedra.
MIS AOS EN CONFINAMIENTO solitario me
alteraron ms de lo que estoy dispuesto a admitir, incluso
ante m mismo. Pero tratar de relatar la experiencia, porque
usted es comprensivo, y lo que no comprende es nicamente
lo que no puede comprender porque no ha experimentado el
agujero durante aos. Usted escucha, y eso es todo lo que
cuenta.
Me resulta difcil comenzar. Ahora me cuesta empezar
por el principio.
All abajo, en el agujero, ocurre algo, como un
acontecimiento, pero este acontecimiento solo puede tener
lugar durante una serie de aos. No puedo situarlo en el
tiempo y en el espacio tal como los acontecimientos
ordinarios.
No son muchos los presidiarios que han experimentado
este acontecimiento. Nunca falla: la mayora de los prisioneros
que conozco, y que han entrado y salido de la crcel durante

toda su vida, te dirn que han pasado cinco aos en el


agujero. Por qu cinco aos? No puedo comprender por qu
esa duracin concreta es comn a todos ellos. Nunca dicen
que han cumplido tres o cuatro aos, ni siquiera seis o siete.
Siempre son cinco aos. Quiz conozco a media docena que
han cumplido realmente cinco aos, pero son muy pocos y
espaciados.
Sea como fuere, volvamos a la cuestin. Digamos que
est usted en una celda de tres metros y medio de largo por
dos y medio de ancho. Eso significa casi nueve metros
cuadrados de espacio. Pero su camastro mide un metro de
ancho por dos de largo. La combinacin de lavabo e inodoro
cubre un espacio de al menos un metro por noventa
centmetros. En total, dispone aproximadamente de unos seis
metros de espacio libre. El espacio por el que puede pasear es
de unos dos metros de largo por uno de ancho; los espacios
restantes, entre los pies del camastro y la pared, el retrete y la
pared, no son tiles.
Si yo fuera un animal alojado en un zoolgico en
habitculos de estas dimensiones, la sociedad protectora de
animales arrestara al responsable por crueldad. No es legal
albergar a un animal en tales condiciones.
Pero no soy un animal, as que no voy a insistir en esos
derechos.
Mi cuerpo se comunica con la celda. Intercambiamos
temperaturas y corrientes de aire, olores y restos en el suelo y
las paredes.

Durante el primer o el segundo ao trato de mantenerla


limpia, de borrar las huellas de mi presencia, pero luego dejo
de preocuparme por eso.
He experimentado todo lo que se puede experimentar en
una celda en poco tiempo. Si un da estoy activo, me
abandono a la indolencia una semana o dos. Entonces he de
luchar contra la rutina, la monotona que me enterrar vivo si
no tengo cuidado. Debo hacerlo sin perder la cabeza. Por eso
leo, leo cualquier cosa y todo. Por eso a veces hablo en voz
alta conmigo mismo, y a veces recito poesas.
Tengo mis recuerdos. Tengo los buenos, los malos y los
que no son ni una cosa ni otra. As me sostengo a m mismo.
Tengo un espacio de dos metros por un metro para
pasear, y lo hago a distintas velocidades, segn mi estado de
nimo. Pienso y recuerdo, incesantemente.
La memoria est detenida en el agujero, pienso en cada
cosa que recuerdo, la estudio con detalle, una y otra vez, y
agrupo los recuerdos de acuerdo con los sentimientos que me
inspiran. Finalmente, esa cosa cambia, empieza a liberarse de
los hechos y se une a mi imaginacin. Alguien dijo que el ser
es la memoria.
Viaja por el terreno del tiempo de una forma pura, sin
trabas por lo que es, despreocupada por lo que es y ser. La
memoria no se enriquece con cada nueva experiencia. Es una
memoria privada de todo movimiento, excepto el del cuerpo
aislado que viaja millares de kilmetros en el confinamiento

de mi celda carcelaria.
El cuerpo juega con la mente, y viceversa. Cuanto ms
me adentro en ese terreno del tiempo, en mis recuerdos, tanto
ms entran estos en mi imaginacin. La imaginacin,
utilizando los recuerdos, realizando todas las permutaciones y
combinaciones posibles, reemplaza a nuevas experiencias que,
si no las reforzaran, al menos la dejaran intacta.
Recuerdo tan bien, con tanta claridad, que estoy cegado
por los recuerdos. Es como si hubiera olvidado, pero lo que
sucede en realidad es que recuerdo muy bien, demasiado
bien:
Por qu estoy aqu? Por qu necesitaba dinero? O fue
la huella de la palma en el mostrador? Cul fue el motivo,
un robo? O fue aquella chica del vestido estampado, junto al
estanque, que me sonri?
Dnde estaba?
En cada recuerdo hay un elemento de dolor o decepcin.
Escuece un poco y a su propia manera. Normalmente, estos
recuerdos estn eclipsados por una familiaridad con la que
podemos vivir, y por suerte olvidamos el resto. El resto: no
hay resto, sino unas caractersticas que no nos incomodan, un
grado de sosiego.
Al cabo de cierto tiempo en el agujero los elementos
dolorosos empiezan a echar renuevos y brotar como frgiles
hierbajos en el jardn de la memoria, hasta que al final,
despus de tanto tiempo, asfixian todo lo dems en el jardn.

Solo te queda un yermo con maleza, pedruscos y suelo


polvoriento. Es lo que denominan psicodolor.
Lo mismo ocurre con los ideales. Todos tenemos algunos:
un toque de idealismo, un poco de pasin. Como la vida en el
agujero, en el puro terreno del tiempo, prosigue, tus pasiones
se despiertan cada vez menos con la ayuda de los recuerdos y
cada vez ms por los ideales. El amor, el odio, la igualdad, la
justicia, la libertad, la guerra, la paz, la belleza todos ellos se
convierten finalmente en dolos, dioses puros, vacos y
abstractos que exigen tu lealtad, t perpeta obediencia. Son
como Hitlers que surgen de cada preciado sentimiento, cada
nocin inocente que usted ha abrigado alguna vez, cada
pensamiento acerca de s mismo, sus familiares, el mundo
Todos ellos se convierten en otros tantos dolos, abstrados
unos de otros, que te dictan con estridencia en el agujero de la
prisin.
No puedes llenarlos con sus das y sus aos, porque
tambin ellos estn vacos. Pero lo intentas, y de qu manera.
El yermo que es tu memoria, queda ahora bajo la
dictadura absoluta de dolos a los que es demasiado terrible
imaginar.
Son los vientos speros y violentos que torturan las
plantas rodadoras por la desrtica pradera de la memoria,
vientos alocados, rudos, que alzan pequeas columnas
caticas de polvo que se arremolina a escasa altura del suelo
como mnimos tornados. Son los soles abrasadores que
agostan la maleza y atormentan el aire en oleadas trmulas de

calor sofocante que se alzan de la dura piedra muerta. Son las


noches fras y despiadadas del desierto que solo ofrecen alivio
a las serpientes dentadas: el castigo se despliega.
No te acerques a ti mismo.
Y luego estn los espejismos del yermo. Ests lejos de
locura. Solo vives una experiencia, un acontecimiento. Los
espejismos son reflejos reales de lo lejos que has viajado por
ese puro terreno del tiempo. Son reales. Ahora devuelven al
desierto las cosas fuera de lugar que una vez constituyeron el
elocuente jardn de tu memoria. All, una mujer querida cobra
existencia y te aproximas a ella, la tocas y acaricias, y luego se
desvanece en un dbil resplandor para revelar al masturbador
en que te has convertido y la acaricia tan tiernamente.
Una hermosa flor es visible a poca distancia, y abre sus
radiantes ptalos con una promesa de primavera entre los
hierbajos polvorientos. Con ms celeridad de lo que ha
aparecido, desaparece y revela una oscura mancha en la pared
de la celda ftida y oscura. Un arroyo bulle sobre los
polvorientos guijarros del desierto, que promete apaciguarte,
calmarte y cuando te vuelves, desaparece con el agua que
corre en el inodoro.
En el agujero te haces a ti mismo cuanto puedes
experimentar, y tras un obsceno intervalo cada experiencia
ocasional recuerda la vieja y hermosa cualidad de una
memoria que yace en barbecho bajo el yermo. Una palabra en
una frase, un tono en una voz o un sonido, una efmera
esencia en un sabor o un aroma, una textura momentnea en

una sensacin tctil, o una combinacin de movimiento y


forma y color cogida por la cola de tu campo visual. Eso es lo
que puede revivir algo bueno. Las cosas reales: eso son los
espejismos en el desierto.
El mundo real est fuera de lugar en el agujero, pero sin
embargo est realmente ah. Es hora ya de que no avances en
experiencia humana. Puedes pasear, colocar un pie delante
del otro, cruzar la eternidad del tiempo. No necesitas ms
espacio que dos metros. El agujero solo te proporciona esta
seguridad: ests viviendo una demostracin de la teora de lo
infinito dentro de lo finito; el sueo dentro de la realidad.
Pero el agujero no est hecho con la materia de los sueos
o las fantasas: es completamente real. De hecho, es tan real
que te persigue.
La experiencia tiene lugar raras veces, y siempre extrema:
de una vivida intensidad o de una absoluta monotona. La
pintura surrealista ha intentado captar yo dira que con
cierto xito las relaciones que son muy reales en la vida del
agujero carcelario. No es un sueo. Para ti no lo es. Tus
palabras y pensamientos solo pueden reflejar esta condicin
de tus sensaciones, tus sentimientos. Desconocen su situacin.
Pocos pensamientos en el agujero son conscientes de sus
verdaderos motivos.
Te vuelves silencioso, contemplativo, porque te has
invertido. Tu sentido de la percepcin, tras haberlo asimilado
todo, t mismo incluido, en los confines finitos del agujero,
atraviesa la monotona y se levanta por el otro lado, lo

infinito, para perseguirte con la realidad. En ese momento, los


que estn fuera del agujero lo llamaran un sueo, pero t que
ests dentro del agujero eres real, no un sueo.
Qu soy? Existo? Existe el mundo? Me despertar
para descubrir que todo esto es un sueo? Existe Dios? Soy
el diablo? Cmo ser estar muerto? Cmo sabe el agua del
inodoro? Qu sientes si te metes un dedo en el culo? Qu
ocurrir si me cago en el suelo? Y si me orino encima? Soy
homosexual? Cmo ser dormir sobre este sucio suelo de
cemento?
La mente, privada de experiencia a causa de una
privacin sensorial social en el agujero, concibe que su
capacidad intelectual es capaz de poner en funcionamiento un
aparato de ficcin cerebral. Creer que, de alguna manera,
puede aprender a controlar este aparato y utilizarlo para
mover cosas materiales, para destruir, cambiar o crear cosas
fsicamente reales. Despojada de un Dios misericordioso, la
mente se entrega a nada, a la nada:
Si me concentrara, podra fundir o doblar los barrotes de
mi celda? (S. Me concentro). Debera concentrarme primero
para mover esa pizca de polvo del suelo? (S. Me concentro).
La he movido? (Veo que se ha movido solo un pelo).
La inteligencia retrocede, ya no es una herramienta de
aprendizaje porque el conocimiento se basa en la
experiencia sino una herramienta del mundo exterior cuyo
conocimiento se le priva. Trata de entrar en contacto con otras
mentes por telepata. Se convierte en el Antepasado. Las

palabras y los nmeros llegan a tener significado mstico:


fueron invitados por alguna magia misteriosa, ms vieja que
el ser humano. La lnea entre la palabra y el objeto se
desvanece. Los intervalos de nmeros infinitos se disuelven
con la infinitud.
Ahora la mente se inclina con miedo y supersticin ante
los dolos del agujero, aterrada.
No quiero hablar ms. No puedes decir nada de inters.
No puedo recordar haber sido feliz alguna vez. Nadie ha sido
jams amable conmigo. Todos me traicionan. Quiz nadie
puede comprender Son demasiado ignorantes. No has
sufrido lo que yo he soportado. Me insultas (homosexual). No
comprendes. Te burlas de m (estrafalario). Este mundo no es
nada. Una ilusin. La muerte es la liberacin.
Pero de esta privacin de sensacin, de experiencia,
puede salir una especie de genio. Ha sido confundido con
inteligencia ingenua cuando en realidad es inteligencia vaca,
pura. La composicin de la mente se altera. Su cultivo anterior
se desintegra y tiene un mayor acceso al cerebro, al cuerpo: es
la supercordura.
El aprendizaje se vuelve del revs. Tienes que empezar
por arriba y abrirte paso hacia abajo. Tienes que estudiar
teora matemtica antes que la aritmtica sencilla; fsica
terica antes que la aplicada; anatoma, por as decirlo, antes
de que puedas caminar.
Tienes que estudiar filosofa en profundidad antes de que

puedas comprender las diferencias categricas ms simples


asumidas por el lenguaje, por cualquier lugar comn moral o
mxima tica.
Desde luego, es casi una regla que cuanto ms simple y
tpico es algo, ms difcil resulta de comprender.
Has recorrido el crculo completo, has experimentado ese
acontecimiento nico que sucede ah abajo, en el agujero de la
prisin. Cunto tiempo requiere? Aos. Yo dira cinco aos o
ms.
FINALMENTE LE DAN UN nombre a lo que he
sufrido en solitario: privacin sensorial. Las primeras veces
que cumpl un par de aos de sentencia as, solo vi tres o
cuatro colores montonos. Solo toqu cemento y acero.
Cuando me soltaban, no poda orientarme. Las insulsas
camisas azules de la crcel me impresionaban, me
deslumbraban con una belleza que nunca haban tenido.
Todos los colores me encandilaban. Un trozo de madera me
fascinaba por su tacto, su textura. Los movimientos de las
cosas, los numerosos prisioneros que deambulaban y su
multitud de voces, todas las cuales iban en diferentes
direcciones, me sorprendan. Yo era lento, con la mandbula
floja y me senta confuso, pero debajo de la superficie ruga.
Puedo suponer hasta qu punto me he echado a perder
porque ya no me desoriento a causa del confinamiento en
solitario. Finalmente, ha llegado a introducirse en mi corazn:
ya no puedo medir mi privacin.

Digamos que ya no puedo medir mis sensaciones. Pero


mentalmente puedo percibir las proporciones.
EL OTRO DA LE EXPLIQU que la celda regula los
caprichos del cuerpo. La mente no regula su propia condicin.
La depresin mental, por ejemplo, es un estado de la mente
causado por el cuerpo. En una celda del agujero solo parece
que existe una separacin entre la mente y el cuerpo. De
hecho, la condicin del cuerpo (privacin de sensaciones,
experiencias, funciones, etctera) controla los caprichos de la
mente ms que en cualquier otra situacin que puedo
imaginar.
William James describi esta relacin cuando dijo que
nos ponemos tristes porque vertemos lgrimas: no lloramos
porque estamos tristes. Esta es nuestra condicin original
como seres vivientes.
Hace mucho tiempo, en el agujero, la primera vez que
ingres en prisin, estaba tendido en el suelo boca abajo,
apoyando los codos, escribiendo una carta. De modo que
estaba doblado directamente sobre la pgina que escriba.
Mi humor era normal, quiero decir el humor normal de
un prisionero en el agujero. Recuerdo que, mientras escriba,
me di cuenta de que aparecan pequeas manchas de agua en
el papel. Las toqu con un dedo y me pregunt cul sera la
causa de aquel fenmeno, cuando de repente me di cuenta de
que las lgrimas caan de mis ojos, e inmediatamente empec
a llorar a lgrima viva. Fue la primera y nica vez que he
llorado desde nio. Ahora no s por qu, ni tampoco lo supe

entonces. Supongo que llor por todo.


CUANDO SE ENVA A UNA persona a la crcel, se la
aparta de su experiencia de la sociedad, se le aleja de la
experiencia de un planeta lleno de seres vivos.
Cuando a una persona se le encierra en el agujero, en
confinamiento solitario, se le aparta de otros prisioneros, de
su experiencia con los dems.
Cada paso del camino le aleja de la experiencia, y reduce
esta a la nica experiencia de s mismo.
Hay algo llamado muerte y todos lo hemos visto. Lleva
una vida a su final, la vida de un individuo vivo. Cuando la
vida termina, el ser vivo deja de experimentar.
El concepto de la muerte es simple: ocurre cuando un ser
vivo ya no percibe experiencias.
Por eso cuando a una persona se le aparta ms y ms de
la experiencia, se le lleva a la muerte.

El personal de la crcel

LOS CERDOS DE LAS prisiones estatales y federales


sobre todo en el sistema judicial, me tratan con tal violencia
que no puedo imaginarme sintiendo alguna vez por ellos algo
que no sea el odio ms profundo, doloroso y quemante. No
puedo empezar a decirle lo que me hacen. Si fuera un pelo
ms dbil, me destruiran.
ME PREGUNT USTED sobre el modo en que la
violencia se inculca en los prisioneros.
No he tenido contacto corporal con otro ser humano en
casi veinte aos excepto en la lucha, en actos de violencia.
Cmo es posible actuar de otro modo? Los deportes que
suponen el contacto entre las personas no se permiten en
ninguna de las prisiones en las que he estado.
Puede imaginar lo que es una vctima del terrorismo
en el agujero? En cualquier momento la puerta de la celda
puede abrirse, los guardianes pueden irrumpir y arrojarte al
suelo para golpearte, aunque ests durmiendo, a cualquier
hora del da.
En los llamados pabellones psiquitricos cerrados del
centro mdico para prisioneros, en la poca en que estuve all,
esto se haca de manera rutinaria. Ningn prisionero tena

que pronunciar una palabra ni hacer nada para provocar el


terror.
Los guardianes no te hablan. Eres ganado, sin la facultad
de la razn. Una vez me indicaron la direccin de un lugar en
el extremo de la jaula de ejercicios, y me empujaron para que
fuera hasta all porque los guardianes, en su desprecio, no
reconocan que un prisionero pudiera comprender la razn.
En aquella poca los guardianes prescriban por s
mismos inyecciones de drogas de fenotiaceno tan potentes
como el proxilin y todas estas drogas son peligrosas. No te
matarn, pero con toda la certeza te dejarn incapacitado. La
verdad es que te lobotomizan.
Me atacaban con tal constancia y arbitrariedad en mi
celda, que al cabo de un tiempo mi deseo de alivio fsico era
tan fuerte y penetrante que cuando al fin cesaba el ataque de
los guardias y abandonaban mi celda, a veces tena una
ereccin alentada por la desesperacin y el dolor.
En aquellas condiciones tena que masturbarme en busca
de alivio, pero sin ninguna visin en la mente, la imaginacin.
El simple acto fsico de acariciar el pene tras innumerables
exposiciones a los ataques es suficiente. Es algo totalmente
fsico e involuntario.
Si fuera un hombre ordinario con malentendidos
corrientes, fcilmente podra haber interpretado mal lo que
suceda en mi interior. Podra haberme equivocado hasta el
punto de convertirme en un masoquista sexual, o un sdico.

Podra haber confundido este acto de liberacin con un acto


sexual de amor. Podra haberme viciado con toda facilidad.
A cuntos prisioneros les ha ocurrido?
A los prisioneros se les inculcan actos de violencia
constantes y detallados, concienzudos e implacables, de
manera que se forme en ellos una especie de sospecha
defensiva automtica de todo el mundo. Esta sospecha ha sido
llamada paranoica.
Surge ms de la creencia adoctrinada que llegan a tener
los prisioneros que los agravios que les infligen. Casi
conscientemente acaban por dirigir hacia s mismos una
violencia suicida, tanto mental como fsica.
LIBRE VOLUNTAD: ESTA ES la doctrina del poder
judicial norteamericano cuando insiste en que los prisioneros
tienen la culpa de todo el dao que se les cause en las
prisiones.
Esta insistencia legal adoctrina incluso a las mejores
mentes de este pas.
Y, no obstante, un prisionero carece de libre voluntad, o,
por lo menos, digamos que tiene menos libre voluntad que
otros hombres. Ningn hombre elige perjudicarse a s mismo,
mientras est en posesin de sus facultades, sobre todo si est
en posesin de su libre voluntad.
Si agarro por mi cuenta a un polica que bajo los
auspicios del poder judicial me envi al agujero de la

prisin porque no me gusta, quiero que me deje en paz, y se


lo digo as, es culpable de un agravio que me achaca a m?
Ah, s! l carece de libre voluntad, es una herramienta
impersonal del gobierno! As es como procede la retorcida
lgica de la justicia norteamericana.
Jams he visto un cerdo indiferente. He visto cerdos
perezosos y despreocupados pero jams un cerdo objetivo e
indiferente. Los perezosos son como reyes magnnimos que
pasan por alto con despreocupacin los desaires y otorgan
clemencia arbitrariamente, pero que, movidos por un
capricho, de repente se enfadan y pasan cuentas de todo,
relegndonos a todos al infierno.
Siempre, sin excepcin, todo guardin de la crcel es un
tirano, y los prisioneros son sus sbditos.
Es ese el derecho de un gobierno fundado por hombres
libres?
EN SAN QUINTN, COMO EN otras muchas
prisiones, si un guardia armado junto a una valla o en una
torreta ve que tocas a otro prisionero, abrir fuego contra ti. Si
te ve correr por el patio de ejercicios, te disparar. En estas
ocasiones, las balas perdidas siempre alcanzan a otros
prisioneros.
Si los guardias van a tu celda para registrarla y, antes de
que puedan entrar, haces un movimiento hacia el lavabo, te
dispararn. Temen que hagas desaparecer contrabando por
el agujero del inodoro.

Esa es la razn de que San Quintn tenga el mayor


hospital de medicina traumtica de todo el pas. Incluso
mdicos del ejrcito van all para aprender.
Ahora dgame quin merece estar sometido a todo esto
por razones de justicia.
UN FUNCIONARIO DE LA prisin o un guardia,
cualquier autoridad carcelaria, odia una cosa sobre todas las
dems, y es que un prisionero sea arrogante. La forma de
andar de un presidiario puede constituir un desafo para un
cerdo. El preso puede insultar gravemente a un cerdo tan solo
permaneciendo en pie y respondindole, sin hacer o decir
nada que pueda considerarse ofensivo. Hay una forma de
mirarles que ellos interpretan como desafo (Solan arrojarte al
agujero por mirar mal, lo que ellos llamaban hacer rodar los
ojos).
Siempre que he estado en el patio de cualquier
penitenciara, he llamado la atencin a un cerdo, sobre todo a
vigilantes, y me han desnudado y registrado sobre el terreno.
LA VIOLENCIA ENTRE guardin y prisionero es
abierta, desnuda, y ves a muchos prisioneros que se defienden
peleando a puetazos con los cerdos.
Nunca he visto a un cerdo azotar a un interno. Ni
siquiera dos cerdos pueden azotar a un prisionero corriente.
Cuando hablo de que un prisionero lucha con los cerdos, lo
digo en sentido literal: pelea al menos con cinco o seis cerdos
a la vez.

LOS CERDOS DICEN AL pblico que estn en


desventaja. Cmo es posible? Ver: cuando pelean con un
preso, dicen que solo pueden aplicar la fuerza necesaria; no
pueden darle una paliza, porque la ley lo prohbe. En
cambio, el preso no tiene tales restricciones.
Ni una sola vez en la historia judicial de este pas la ley
ha prohibido golpear a un preso en una pelea Por pegar
quiero decir golpear hasta la muerte. Nunca.
La ley prohbe el uso metdico de la tortura y el castigo
corporal. Cmo puede alguien probar que tales prcticas
existen cuando solo los presidiarios son testigos de ellas?
Nadie de este pas puede citarme un solo ejemplo en que
la queja de un prisionero por un castigo cruel e irregular haya
sido aceptada en algn momento como fidedigna tanto por el
gobierno en general como por el rgimen carcelario en
particular. Jams ha sucedido.
Dgame pues: por qu nadie cree en la palabra de un
prisionero contra la palabra de las autoridades de la prisin?
Me gustara saberlo, porque en todos los casos en que un
prisionero tiene la suerte de exponer su queja en una sala de
justicia en uno de esos juicios por los derechos civiles
siempre sale reivindicado. Siempre se demuestra que ha dicho
la verdad.
Nunca, ni una sola vez, se ha demostrado en un juicio
que las quejas de un presidiario por trato cruel e irregular
hayan sido falsas.

Creo que en este pas hay un nmero excesivo de


personas que se enorgullecen de que su gobierno aplaste de
una manera tan concienzuda a los hombres que consideran
enemigo (enemigos pblicos).
Y quienes no sienten esa clase de orgullo por su
gobierno, se limitan a despreciar a los que lo tienen. Y no
hacen nada ms.
UN EX POLICA FUE destinado a la prisin. Haba
arrestado a alguien que conoc una vez. Era uno de esos
clsicos cerdos belicosos. Supongo que andara por los treinta
y cinco aos. Uno se le acerc en el patio y le dijo lo que saba
de l. El poli rog que no lo divulgara, y el tipo accedi. Le
propuso que se endeudara con algunos presos que yo conoca.
Cuando al poli se le acab el dinero para pagarles, el otro tipo
se hizo cargo de la deuda. Eso significaba que haba
comprado al poli. All estaba l, con los ojos muy abiertos y
cagado de miedo, cuando sucedi esto. Ms tarde, el que le
haba comprarlo y varios de sus amigos estaban hablando
conmigo en el pasillo, y el poli pas por all. El tipo al que le
deba le llam para que se acercara. Se limit a mirarle y le
dijo: Acabo de vender tu deuda. No me debes nada. Le debes
a este. Y le seal a un hombre que le hizo recorrer toda la
zona y aceptar cosas a crdito de una docena de presos. El
poli se suicid unos das despus. Por alguna razn no pidi
proteccin en la crcel. Eso era lo que queran que hiciera. No
haban querido matarle.
Aquel poli era un tpico sucio puerco que hubiera podido
pasar por un patrullero que recorre en un turismo la autopista

de Georgia. En el exterior usaba la brutalidad para obtener


informacin de la gente. Creo que tuvo su merecido. No es
corriente ver a un ex-polica en una verdadera penitenciara.
Todava me intriga el saber por qu destinaron all a este.
Algn pez gordo deba haberse enfadado con l!
DUDO DE QUE HOY EXISTA un solo departamento del
gobierno que no disponga de su pequea fuerza policial.
Naturalmente, esto podra ser un problema de percepcin
por mi parte. Pero conozco la mentalidad de los policas
mucho mejor de lo que ellos conocen la ma.
Utilizan el viejo truco de archivar informacin. Recogen y
manipulan adrede tantas tonteras sobre la ciudadana, tanto
alto secreto y mierda confidencial, que al final acaban por
alarmar a esos polticos convencionales cuyo culo se encoge
entre las hileras y rimeros de informes de gentes y cosas, los
cuales, si fueran ciertos, haran que la mitad de la poblacin
norteamericana fuera sometida a proceso y si una sola
fraccin de tales informes fuera falsa, ellos seran los
procesados. Por eso se ocultan a la vista pblica.
Los policas no tienen que preocuparse por las
elecciones. No es as como consiguen sus cargos. Se alquilan
unos a otros. Se aseguran con absoluta certeza de que el
trabajo es tan complicado con sus controles y
contracontroles, sus cdigos y seales, etctera que nadie
puede hacerlo excepto ellos. Ellos se investigan entre s: las
coartadas falsas, las obstrucciones los asesinatos.
DICE USTED QUE UNA de las debilidades de lo que

escribo es que solo presento el carcter de los prisioneros. Est


en lo cierto. Si esto es una debilidad, es la debilidad de un
preso que escribe sobre la prisin.
Los guardianes solo tienen caracteres fros. Cuando se
apartan de esa frialdad de su carcter, inevitablemente caen
en la obscenidad. Y jams podra retratarlos de otra manera,
puesto que faltara a la verdad, la verdad del hecho emprico
cotidiano, que es tanto de usted como mo.
Ese era el defecto del libro de Cheever sobre la prisin. Es
lo que en definitiva me muestra la extrema inutilidad de
Cheever. Estar tan seguro de la naturaleza de la relacin
esencial entre los guardianes y sus prisioneros es una pura
estupidez. Esa es una de las cosas que me gustan de usted:
jams ofrece tales tentadoras presunciones.
Las relaciones autnticas son perturbadoras para la
tranquilidad de la mente social. A la gente como Cheever le
gusta creer que los guardianes y los presos tienen puntos de
afinidad. La cruda realidad es que no ocurre as.
ENTRE ELLOS, LOS GUARDIANES son humanos.
Tambin lo son los presos entre s. No obstante, la relacin
entre los primeros y los segundos no es humana, sino animal.
Solo mediante la reflexin una reflexin subjetiva
reconocen que comparten una conciencia comn. En qu
consiste esa conciencia comn? Es la conciencia de que
pertenecemos a una especie viva comn. Pero esta no es la
conciencia de la sociedad. No es humanista, sino animalista.

Lo que quiero decir es que el preso se aproxima ms a la


humanidad que el guardin, porque ese le priva de ella. Por
eso digo que el mal existe no en el preso sino en el guardin.
Las intenciones no juegan ms que un papel ilusorio. De
hecho, el guardin encarna el mal. Su sociedad es demonaca.
No me importa que le guste la misma comida que a m, la
misma msica o lo que sea: este es el papel ilusorio que
juegan las intenciones. Los animales pueden disfrutar de la
misma msica o comida que nosotros.
Nuestras acciones nos definen.
Entre ellos, estos cerdos son malos hasta el hasto. Los he
visto en congregacin; he escuchado su charla. Son
extremadamente banales. Carecen por completo del menor
rasgo de espiritualidad. Su insipidez se acerca al retraso
mental. Es fascista, el smbolo mismo de la injusticia. Podra
parecer una irona, pero no lo es: no son los prisioneros los
que hacen que los guardianes sean as, ni tampoco la culpa es
de la sociedad en general. Adoptan esa forma de ser como un
sistema de vida. Esta es la fuente de su maldad.
Es mucho ms difcil y en consecuencia tiene una
cualidad moralizante que un prisionero hiera o mate a un
guardin que viceversa. Las consecuencias para un preso son
severas hasta un grado infernal. Un guardin gana una
medalla por su hazaa!
Segn mi experiencia, la injusticia es tal vez la nica si no
simplemente la mayor causa de locura entre rejas. Le
sorprendera saber lo que un poco de opresin anticuada

pude hacerle a cualquiera.


He aqu cmo lo ve el hombre medio:
Halla excepciones, y en vez de reconocer que estas
excepciones demuestran la regla, sustituye los extremos, uno
por otro, y se dice que la excepcin es mala y no la regla, que
los guardias son, en el fondo, como cualquier otra persona, a
pesar de que unos pocos sean brutales y malvados.
Esto no es cierto. La guerra formal, temporal (es decir, el
fenmeno) refleja una verdad histrica ms profunda. Y esa
verdad es que existe algo que es un implacable enemigo de la
sociedad humana y que requiere erradicacin, algo que no
puede reconciliarse jams con la sociedad humana: la
mentalidad del polica.
Todas las sociedades de la historia humana en todo el
mundo han reconocido esto en la primitiva (religiosa)
conciencia de la inhumanidad del hombre con el hombre.
Nota usted una humanidad comn en alguien como
Hitler? O Himmler? Si es as, se engaa a s mismo. No son
padres de familia entre bastidores. No son gente corriente
en ningn aspecto de su existencia con los dems. La suya fue
una revolucin de policas. Una revolucin de gobierno.
Esta verdad es difcil de soportar.
Cuando Marx dice que el capitalista es la encarnacin
viva del capital, eso es lo que se entiende. Somos lo que
hacemos, y nuestros pensamientos reflejan nuestras acciones.

Los idealistas, como Hegel, sostienen la opinin contraria: el


ser humano oficial es un ciudadano del Estado. El ciudadano
esencial es el polica.
No digo que este estado de cosas se ha dado siempre en
la sociedad humana y que siempre se dar en ella. El mal
surgi con el inicio de la historia y ahora se despliega
totalmente ante nosotros. Uno puede verlo, tocarlo,
expresarlo. A nosotros nos toca hacerlo desaparecer. Todas las
religiones reflejan esta lucha con el mal.
Todo esto se encuentra bajo el propsito de un comunista
revolucionario. No es lo principal en su mente porque no
percibe su tarea como religiosa, sino poltica y econmica. No
puede darse el lujo ni disponer de tiempo para ahondar ahora
en el significado religioso.
Pero yo, que llevo tanto tiempo en la crcel, he dispuesto
de l. Esta es la razn de que el movimiento comunista haya
sido comparado a troche y moche con un movimiento
religioso.
SI ESCRIBIERA SOBRE la vida familiar de un
guardin, sera un estudio de la dominacin de mujeres y
nios. Sus mujeres e hijos no los aman; los adoran.
La nica ocasin en que parecen humanos es cuando les
pones un cuchillo en la garganta. En cuanto lo apartas,
vuelven a la animalidad, a la obscenidad.
Cree que mi visin de ellos es unilateral? Tienen un
lado bueno, pero, como le he dicho, solo cuando hay un

cuchillo en su garganta. Obedecen a la violencia. La obedecen


instintivamente, como hacen todos los animales.
Un prisionero, no.
UN PRISIONERO SE REBELA hasta cuando tiene el
cuchillo en la garganta. Por eso en esta poca es un preso. Esta
es la esencia del preso de hoy. No puede ser sojuzgado. Solo
asesinado.
Esto es cierto a pesar de s mismo.
Los que no son ni guardianes ni presos son, sin embargo,
oprimido u opresores. No existe una verdadera mezcla de
estos dos trminos. Hay siempre una contradiccin de
principios.
Existe una zona gris habitada por la mayora de la
gente en las sociedades industriales europeas. Es como el seco
follaje que rodea un fuego, que lo extender y consumir.
Todo el mundo est destinado a las llamas, al margen de
nuestros deseos.
Cuando vengan con sus fuertes botas y pateen tu puerta,
desaparecer esa zona gris de tu existencia. Te unirs a
nuestra lucha mal que te pese.
La zona gris se engaa a s misma. Se dice a s misma
que el conflicto puede resolverse apaciblemente, o que no es
real.
Puedes llamarlo pereza; otros lo han denominado los

negocios como de costumbre y apata. Si te absorbiera un


torbellino, quiz podras observar los campos apacibles
extendidos por millares de kilmetros. Sabras que el
torbellino destrozara los campos. Lo sabras con toda
seguridad. Alguien, en los campos, podra desconocerlo.
As es como se acerca una gran conflagracin que
destrozar el mundo. Y es hora de combatir a nuestros
enemigos y no engaarnos dicindonos que no son
realmente enemigos. Es hora de unirnos a la conflagracin
para asegurarnos de que nuestros enemigos no triunfen.
Los pases industriales entrarn en la conflagracin
apretando simplemente unos botones. Pero todos los dems
pases del mundo ya estn en ella. Estn ardiendo y el
incendio crece, un incendio que consumir el mundo.
No tiene sentido fingir que nuestras vidas no culminarn
al fin en una revolucin mundial.
As es como lo veo. As es como miro el maana.
Deseara que fuera de otro modo, pero nada podra
convencerme de que no estoy en lo cierto.
HE CONOCIDO VIGILANTES Y guardianes para
quienes la misma nocin de que pudiera perdonarles es
insensata. El justo castigo constituye una gran parte de la
condicin subjetiva para la revolucin. Llmelo venganza si le
parece.
Un vigilante, un presidente Nixon, un Fhrer Hitler,
nunca ser uno de nosotros. La historia lo exige, no solo el

corazn humano. Jams podremos vivir junto a tales


monstruos, al da siguiente despus de la revolucin, en
igualdad de condiciones. Eso es pedir demasiado. Deben
pagar, porque no somos mquinas.
Porque no somos mquinas, no podemos esperar
indefinidamente el llamado desarrollo econmico de las
condiciones objetivas o el deterioro de la burguesa.
Habr un da despus de la revolucin.

Los internos

ENTRAR EN LAS NUEVAS dependencias de mxima


seguridad es exactamente como entrar en una sala en la que se
alinean jaulas de animales. En esas celdas los presos estn a la
vista.
Durante todo, el da se oyen gritos de las discusiones y
amenazas. No se diferencia gran cosa de las jaulas de monos
en el zoolgico.
Si a un preso le da la gana, puede dirigirte insultos y
amenazas en cualquier momento, y no tienes posibilidad de
hacerle callar. Hay que ir con pies de plomo para evitar que
alguno de esos tipos te tome ojeriza y se meta contigo, a veces
durante semanas enteras. Tienes que ser amistoso y
conversar con l sobre cualquier cosa que le salga de las
pelotas. Quien puede gritar ms alto durante ms tiempo es
quien domina esta situacin. Es la nica situacin que
conozco en la que un gallina redomado puede imponerse a
otros hombres.
En ningn otro caso est tan expuesta a la vista la vileza
de tales hombres. No abundan mucho, pero dominan las
relaciones entre los inquilinos de las jaulas.
DURANTE TODO EL DA, desde el desayuno hasta la
cena, hacia las cuatro o las cinco, los guardianes aparecen a

intervalos, y cada vez abren una de las antiguas celdas de los


condenados a muerte. En ese momento puedes ducharte,
barrer tu celda y pasear por el corredor ante las celdas de los
otros. Jonathan es absorbente como un nio. Mete la mano
entre los barrotes de tu celda y te agita para despertarte y
hablar del show de Lone Ranger o cualquier otra cosa del
mismo tenor. Nada de lo que puedas decirle lograr que te
deje tranquilo. Luego sale Thomas. Se detiene ante tu celda,
sonriendo provocativamente y mirndote ya de cintura
para abajo, y a los ojos. Te dar sus cigarrillos y caramelos
para entablar conversacin. Te pedir amablemente que te
saques el miembro y se lo ofrezcas entre los barrotes. No se
desanimar. Te acosar, y no puedes hacer nada excepto
tratar de ignorarlo. No puedes agarrarle y romperle los
dientes; no puedes alcanzar a nadie. Stephen es distinto. Se
trata de un introvertido. Joseph pasea y tropieza con todo.
Intentas leer, y descubres que has estado leyendo el mismo
prrafo durante horas. El nivel de ruido es alto. No puedes
pensar o concentrarle.
Poco puedes hacer para adaptarte; como mximo, le
obligars a dormir todo el da para zafarte del jaleo. Despus
de cada comida te acurrucas, te cubres con las mantas, te lapas
los odos con la almohada y duermes. Es un sueo drogado.
Estuve casi tres aos durmiendo as casi diecisis horas al da.
Cuando las luces se apagan te quedas all tendido, y solo
experimentas alivio entre la medianoche y la hora del
desayuno. El ruido que vibra literalmente en tu cerebro ha
desaparecido, y las distracciones tambin. Las caras

monstruosas no estn frente a tu celda. Vuelves a ser t


mismo, por lo menos hasta el alba.
Pero no puedes ni leer ni escribir ni escuchar la radio. No
oyes ms que los pasos de los cerdos al hacer su ronda. Oyes
ruidos de llaves y cadenas, de perros que llevan para hacer el
recuento. Oyes los sonidos de los prisioneros que duermen.
Todas las noches hay uno por lo menos que grita en sueos.
Te pasas la noche pensando, recordando tu vida. Retrocedes
hasta tus recuerdos ms tempranos, la primera memoria de la
infancia, y avanzas hasta la actualidad. Te has masturbado
hasta el punto de llegar a un absoluto desinters sexual desde
hace meses, tal vez aos. Tienes muchas fantasas. Piensas en
tu futuro, un futuro que, lo sabes bien, jams puede existir.
Esa no es manera de existir, no digamos ya de vivir. Ests
cansado de pensar cuando llegan el alba y el desayuno.
Comes y te duermes. Te despierta enseguida el ruido de la
puerta al abrirse. Saltas del camastro tambalendote y vas a
ducharte. Te derrumbas de nuevo en el catre. Apenas te has
dormido cuando sirven el almuerzo. Lo recoges medio
dormido. Al final les dices a los dems con firmeza que se
mantengan alejados de tu celda y no te hablen. Amenazas con
arrojarles una taza de orines, sabiendo que te arriesgas a que
te hagan lo mismo. Si tienes suerte, los otros reducirn a un
mnimo sus intrusiones. Pero no puedes detenerles por
completo. La tensin se enrosca en tu cerebro como un
tornillo de acero.
Vivir en paz en tales circunstancias puede convertirle
en uno de esos hombres abominables que harn cualquier

cosa para vivir, para existir biolgicamente.


Si amas demasiado la vida o temes demasiado la
violencia, tarde o temprano te volvers una cosa, dejars de
ser un hombre. Puedes terminar escabullndote como un
roedor, prestndote a todos los actos indignos, perversos,
degradantes que cualquiera te pida que hagas, ya sean cerdos
o presos.
Todo hombre tiene un lmite. Puede cantar la palinodia y
ser un lamesuelas hasta cierto punto. Puede despojarse de su
hombra durante algn tiempo, ser un buen actor.
Pero cuando un hombre rebasa el ltimo lmite esencial,
altera su mitologa, por as decirlo. Es como un pequeo
guijarro que inicia un corrimiento de tierras que nadie puede
detener. Puedes engaar a los cerdos hasta que, ay!, te has
engaado a ti mismo. Es tan ardiente tu deseo de sobrevivir,
tan terrible tu anhelo de ser libre, que hars literalmente
cualquier cosa cuando empieces a cruzar ese lmite. Permitirs
que cualquiera te d rdenes. Dejars que muera tu madre, tu
mujer, tus hijos, con tal de que t puedas vivir. Mamars
todos los miembros de la crcel para ir tirando. No habr
nada que no hagas.
La mayora de los presos no cruzan esa lnea. Los que lo
hacen, jams regresan. Aceptas la violencia, la cometes para
sobrevivir tanto moral como fsicamente. No eres un
psicpata, un asesino pero eso no significa que no vayas a
matar, que no llegues a cometer actos disparatados de
violencia. No te es fcil decidirte a cometer tales actos, pero

respiras hondo, consideras con inteligencia lo que debes hacer


y lo haces aunque ests paralizado de miedo y se te revuelva
el estmago.
YO Y MIS COMPAEROS de prisin tenamos un
cdigo duro, pero era un cdigo para la supervivencia.
Sobrevivir con dignidad y cordura. Si no lo hacamos as, sera
irremediable nuestra destruccin absoluta.
Lo nico que un preso respeta de otro es la fuerza moral.
Es todo lo que se necesita para matar a un hombre. No temo o
respeto a ningn hombre solo por su capacidad de hacer dao
a otro, y lo mismo sucede con todos los presos.
En la crcel hay muchos hombres destruidos. Les he visto
retroceder cuando un cerdo pasa a su lado. Les he visto
ponerse a tartamudear de tal manera que no podan hablar.
Les ha visto existir da tras da, sin ms necesidad, satisfecha a
diario, que el coito oral. Son estos los que estn tan
degradados y destruidos por la violencia, que no existe nada
que no puedan hacer, excepto cualquier acto que conlleve
violencia. Si no tuvieran miedo de la violencia, no habran
perdido su humanidad.
EL CDIGO DE TRABAJO de un preso es, en el
fondo, vencer al hombre, al cerdo, hacer lo que pueda para
cumplir su sentencia y salir de la crcel. Hay ciertas cosas que
un preso no puede hacer sin perder su hombra. Al llegar a
este punto se rebela. No tiene una ideologa revolucionaria,
es cierto. Pero al final se acercar a m en el agujero y yo le
dir cosas que aclararn su confusin y darn a su rebelin

una causa, Es lo que sucede ahora en todo el pas. Es una


nueva casia de presidiarios. Y cuando se rebela solo, si le veo
luchando con un pelotn de cerdos en el patio o en el agujero,
jams dudo en intervenir. En el fondo somos hermanos. Su
lucha es la ma. Si pago el precio ms alto por ayudarle y
luego l se rinde, no me molesto. He actuado como deba y no
albergo malos sentimientos hacia l. Solo nos tenemos los
unos a los otros, y eso es algo que he aprendido hace mucho
tiempo.
DAR MUERTE A UN CERDO en la prisin es mucho
peor que el asesinato del presidente de los Estados Unidos. En
este ltimo caso, por lo menos tienes la esperanza de pasear
por el patio de la crcel. Quien mata a un guardin, jams
vuelve a salir al patio de la prisin. Nunca le sacan del
agujero.
Tena un amigo al que le llambamos Huelguista. Mat
a un guardin delante de todo el mundo, en el patio principal
de la crcel.
Muchas cosas conspiraron para llevarle a aquello. En
primer lugar, llevaba en la crcel veintitrs aos, pero no tena
ms de cuarenta. El da anterior su madre haba muerto; haba
expirado, como dicen, en la cama, de vejez.
Era un pobre jugador de pquer, y estaba jugando en el
patio con otros ms. Un cerdo pas junto al grupo, se detuvo
y les orden que dejaran de jugar. El pquer est prohibido
por el reglamento, pero los cerdos hacen la vista gorda
mientras vean que los jugadores son todos normales, es

decir, mientras no haya entre ellos ningn interno dbil. El


guardin nuevo no lo saba.
Huelguista haba estado bebiendo, y cuando lo hace
siempre se pone agresivo. Discuti con el cerdo, pero este le
insisti y amenaz con enviarle al agujero. Huelguista trat
de convencer a los dems jugadores de que siguieran jugando
y desafiar as al cerdo, pero como l era el nico perdedor, los
otros abandonaron el juego.
Alguien le dijo a Huelguista que, si estaba tan
enfadado, por qu no mataba al cerdo? Lo dijo medio en
broma, pero Huelguista lo tom en serio y prometi
solemnemente que matara al cerdo si tuviera un cuchillo.
El preso, ms por librarse de Huelguista y conseguir
que dejara de molestar que otra cosa, le dio un cuchillo. Meda
en total casi cuarenta centmetros, era de doble filo y tena un
aspecto mortfero.
El cerdo estaba en medio del patio junto a otro cerdo,
entre numerosos internos que iban de un lado a otro.
Huelguista se detuvo junto al cerdo, le hundi unos
veinticinco centmetros de hoja en el vientre y lo destrip. El
otro cerdo se gir en redondo para enfrentarse a
Huelguista, y recibi varios golpes en el estmago mientras
retroceda para apartarse. Entonces Huelguista se volvi al
otro cerdo y le asest de nuevo varias cuchilladas profundas
en el pecho.
Ahora, el cerdo est tendido boca arriba, sangrando

como un surtidor. Todo el mundo permaneca inmvil,


observando. Huelguista saba lo que haba hecho y mir
frenticamente a su alrededor, en busca de ayuda. Luego se le
vio sonrer. Se arrodillo y empez a hablarle al cerdo
agonizante.
Le hundi el cuchillo en medio del pecho y dijo: Que,
te gusta as?, mientras retorca el arma en la herida.
Entonces la extrajo y empez a cortarle la cabeza al cerdo.
Aparecieron unos cincuenta guardias, de modo que
Huelguista hizo lo que le decan, dej caer el cuchillo y
empez a andar hacia el agujero entre aquella nutrida escolta.
Todos estaban en estado de conmocin peor an que el de
Huelguista.
Poco despus, una noche, fue encontrado ahorcado en su
celda. Dicen que los guardianes le lincharon, pero
Huelguista me dijo que tendra que matarse, y si hubiese
podido llorar, lo hubiera hecho cuando me lo dijo. Porque yo
estuve de acuerdo con l. La clemencia es a veces lo ms
difcil del mundo, porque la verdadera clemencia requiere un
acto de expiacin personal. Haba sido lo bastante irreflexivo
para hacerlo: mat a un cerdo de tal manera que no poda
evitar la captura.
Hubo una vez otro caso de clemencia en el que particip.
Haba un recluso de unos cincuenta y cinco aos, llamado X.
Haba sufrido una serie de ataques al corazn, y el ltimo le
haba dejado totalmente paralizado con excepcin de un
prpado. Cumpla cadena perpetua.

Me encontraba con una persona que fue a la enfermera


para visitar a su amigo X, y le acompae. Entonces, aquel tipo
le pidi a X que moviera una vez el prpado para decir s y
dos veces para decir que no. Durante un rato se comunicaron
de esa manera. Yo no prestaba mucha atencin a lo que
ocurra.
Luego le pregunto a X si quera que l, como amigo suyo,
le matara, le librara de la desgracia de no ser capaz de
cuidarse por s mismo en la prisin. Fij mi atencin en ellos.
Mir el rostro de X. Estaba inmvil como una piedra,
como una mscara muerta. Estuvimos largo rato all de pie,
mirando los ojos de X. Finalmente desvi la vista un
momento. Cuando volv a mirar, haba cerrado el ojo. Luego
lo abri de nuevo, y esper atentamente, con un gran
suspense, el otro movimiento del prpado que significara
no. No supe si aquel haba sido el segundo movimiento de
su prpado, o el primero. En cualquier caso, fue el ltimo.
El paraltico miraba fijamente el lecho, como siempre,
como si hubiera all una gran pantalla donde se proyectaran
escenas del infierno. No volvi a parpadear, y nos
marchamos. No dije nada al otro hombre. Sola hablar mucho,
pero despus de aquello solo hablaba cuando tena algo que
decir, porque X haba conseguido de alguna manera darse la
vuelta en la cama y haba muerto asfixiado con la cara contra
la almohada. Eso era lo esencial del informe sobre su muerte.
Su amigo le mat por piedad, a pesar del riesgo que
supona. Una vez, incluso le pregunt si haba matado a X, y

l me mir fijamente y dijo que s con una voz fra, y se


march sin hacer el menor comentario.
Acaso el destino del hombre que entreg el cuchillo a
Huelguista y del que mat a X estaban ligados de alguna
manera a los destinos de Huelguista y X?
Recuerdo que desde entonces vea a estos dos hombres a
cierta distancia de vez en cuando. Hay algo en su porte que
indica un esfuerzo consciente para no vacilar jams, no tener
nunca dudas acerca de lo que hacen. A un hombre no le
resulta fcil matar a su hermano.
Algunas personas dicen que esta manera de actuar es
irrazonable, pero no logran comprender nunca est muerto,
nunca terminado, liquidado. Lo que ocurre en el pasado es el
futuro, y por eso el pasado no es esttico, fijo. La realidad
humana no es as. Los hechos y decisiones de una historia
personal entran y salen de la perspectiva, adoptan nuevos
significados, tal y como lo hace la persona. Por esa misma
razn, no existen un bien y un mal personales absolutos.
Ellos se detienen a veces junto a m, y nunca me miran
directamente cuando me saludan diciendo: Qu pasa,
Jack?. Esto ocurre tal vez una vez al ao.
Solo despus de pronunciar esa frase se vuelven hacia m
y me miran a los ojos, me estudian atentamente. Luego se
ablandan, su mirada refleja una expresin amistosa y me
preguntan con verdadero inters: Todo va bien?.
A veces me limito a asentir con la cabeza, o a decir s.

Entonces apartan la mirada y se alejan. Es como si


investigaran para ver si el pasado ha cambiado desde la
ltima vez que nos vimos, o hasta qu punto ha cambiado. Yo
procuro no cambiar demasiado.
NO HAY CAMARADERA entre el conjunto de los
presos. Hay un sistema, una red de vnculos entre todas las
camarillas de la prisin, y eso es lo que parece una
camaradera, en general. La mayor parte de los presos
temen a casi todos los dems presos que les rodean.
DURANTE MIS ESTANCIAS en la penitenciara (las
crceles normales son diferentes), las peleas que he
presenciado casi pueden contarse con los dedos de una mano.
Nunca ves la violencia al descubierto, y siempre es con un
cuchillo o un trozo de tubera (ltimamente, aqu usan
gasolina Rocan al enemigo y le prenden fuego).
Naturalmente, esto solo se refiere a la violencia de unos
presos con otros.
COMO ESPECTCULO, ES UNA forma de arte en la
que participan los elementos del auto de fe y del drama. La
civilizacin brbara lo invent primero como una forma de
hacer el castigo un deporte de espectadores, y el juego de
gladiadores lleg a su ms completa expresin. Luego, la
emergencia de las naciones-estado civiles acab con l, y en la
sociedad no poda haber lugar para tales barbaridades. La
corrida de toros no es en modo alguno deporte. Ni siquiera el
matador la considera as, a menos que est confundido con
respecto a lo que hace. El torero ejerce su profesin como una
forma de arte, casi de la manera en que un actor profesional

interpreta el drama.
En una corrida de toros, un hombre arriesga su vida para
matar, pero eso no es todo: si no desempea su cometido con
honor, pierde. El toro se impondr y l resultar muerto o
mutilado. La situacin en la arena exige un gran dominio. El
torero debe atormentar al toro para poner al descubierto las
cualidades que este tiene para la lucha y realzarlas. La
situacin es tal que a un toro cobarde, si el toro es cobarde, la
pelea no es una corrida, sino una carnicera, y el matador se
deshonra por rebajarse al papel de carnicero.
No es un deporte porque pone en juego cualidades
estticas, sublimes, capaces de hacer que los hombres
contemplen los elementos morales del espectculo, de la
misma manera que hace el drama en el teatro.
Desde los orgenes histricos del toreo, el torero conserva
un aspecto de gladiador Pero a qu hombre normal se le
ocurrira dedicarse a semejante actividad? La respuesta es:
hombres de clases casi indigentes, hombres sin poder,
hombres para los que el toreo es un camino para obtener
logros sociales que de otro modo seran inalcanzables.
Las cualidades que se ponen de manifiesto en el toro:
bravura, respeto (en el fondo, honor), inteligencia (astucia
animal reforzada en el combate con un adversario inteligente),
y ms, son cualidades emuladas por el macho humano. De
manera que el matador en cierto sentido est luchando a
muerte con otro hombre. La corrida es el sustituto de un
conflicto entre gladiadores.

Un gran matador es como un maestro ingenioso que


puede lograr excelencias del msico ms inexperto, por la
pura fuerza del talento que ve en l.
Cuando el matador lleva al toro a su ms alta grandeza,
el animal resulta idealmente ennoblecido, y en un momento
de verdad porque idealmente en esa coyuntura el matador
y el toro llegan a ser iguales el matador le atraviesa el
corazn.
No es casualidad que los presos se refieran a las
instituciones penales como escuelas de gladiadores. En esos
lugares las circunstancias ensean a los hombres a cmo
matarse unos a otros. Se les ensea de la misma manera que
se ensea al toro: a travs del tormento.
El toro que transportan a la plaza procede directamente
de los campos de un cortijo. No tiene experiencia previa de la
capa, del juego del matador, ni siquiera de un corral. Carece
por completo de experiencia.
Cada fase de una corrida es una prueba. Antes de que el
toro se enfrente al matador, debe hacerlo con los peones; se
arremolina entre ellos, y las agudas banderillas se clavan en
los msculos de su cuello. No huye y se esconde. Si es bravo,
prescinde del dolor y ataca. Los picadores le rodean y le
torturan, y l carga contra ellos, una y otra vez. Su rabia es
ciega.
Si es un buen toro, ha pasado todas las pruebas. Los
banderilleros y los picadores se retiran, y el matador le llama

desde el centro de la plaza.


Con sus gestos y su capa atrae al toro hasta el centro de la
arena, y lo manipula hasta que la furia del animal alcanza tal
cima que se transforma en gloria, iluminada por la figura
del matador.
Qu experiencia para el toro! Debe de ser de una
intensidad mayor que la experiencia religiosa. Despus de
esto, nunca podra volver al rebao del que fue apartado.
Jams podr vivir como lo haba hecho antes. Durante todos
sus das llevara la arena en su interior.
Si gana, las oportunidades de que gane son casi nulas,
tendr que enfrentarse a otros toreros hasta que uno de ellos
le mate.
Los presos que han sido adiestrados en escuelas de
gladiadores pagan con el honor del atormentado, el honor con
el que el toro se comporta en la plaza.
La nica diferencia verdadera es que el toro se hunde en
el polvo de la arena bajo un mar de voces que exclaman:
Bravo! Ol!, y a veces entre una lluvia de flores que le
arrojan desde las gradas.
El preso tiene una muerte vergonzosa, entre hombres
desdeosos y despreciativos.
A VECES SE ALIENTA A un prisionero fsicamente
robusto para que dirija la vida a los dems presos. Este es el
sueo tradicional del carcelero tpico. Una jerarqua que

pueda controlar. Los prisioneros robustos que se tragan esto


suelen ser tontos que, como ovejas conducidas al matadero,
han sido llevadas a creer que, porque pueden dominar con
sus manos al hombre corriente, todo el mundo les obedecer.
Quien altera todo esto es el chico flacucho provisto de cuchillo
o cualquier otra arma. Los frenos internos y externos que
gobiernan a los hombres corrientes no afectan a un prisionero
decidido a protegerse.
Para un preso es un insulto la lucha a brazo partido con
otro. Si alguien le golpea con la mano (otro prisionero), tiene
que matarlo a cuchilladas. En caso contrario, estar
pelendose con el todos los das, y podra resultar muerto.
En la crcel, todos somos corteses entre nosotros, nos
profesamos un respeto formal. Estamos cumpliendo
sentencias de aos. Si tengo un desacuerdo verbal con alguno,
y estoy equivocado, le pedir excusas sinceramente. Pero si yo
tengo razn y algn idiota est equivocado y lo sabe, tengo
que ver su cara cada da. Si me amenaza con matarme, tengo
que verle a diario, durante aos. Esto es lo que me impulsa a
matarle por un asunto que parece trivial. En la prisin toda la
violencia est preparada para el asesinato, nada ms. No
puedes tolerar que alguien que te la tiene jurada ande a sus
anchas. Cualquier da podra emprenderla a cuchilladas
contigo.
Aprendes a sonrerle convenientemente, a desarmarle
con la amabilidad. Por eso, cuando tu interior est lleno de
rabia por alguien, aprendes a ocultarla, a sonrer o a fingir
cobarda.

Tienes que pasar a una actividad total desde una postura


totalmente inactiva para hundir un cuchillo lo ms cerca de su
corazn que te sea posible. El cuchillo es un arma ntima, muy
personal. Perturba la mente porque no matas en defensa
propia fsica. Matas a alguien para vivir respetablemente en la
crcel, en defensa propia moral.
Pongamos que alguien te roba algo de tu celda. Le coges
con las manos en la masa. Tal vez te ha robado un cartn de
cigarrillos. Se pone chulo contigo. Lo que debes hacer a
continuacin es mostrarte amistoso con l. Si te ha despojado
de tu propiedad, ni hay que decir lo que puede quitarte la
prxima vez. Hasta es posible que intente darte por el culo si
le dejas que te robe. En la sociedad carcelaria se espera de ti
que lo acuchilles. Tendrs que pasear con l por el patio
durante una semana para cogerlo desprevenido, para estar a
solas con l y matarle.
As es como sucede: estis solos en su celda. Has sacado
un cuchillo (una hoja de veinticinco centmetros, de doble
filo). Lo sostienes junto a tu pierna, de manera que l no
pueda verlo. El enemigo sonre y charla de cualquier cosa. Ves
sus ojos lquidos, de un verde azulado. Cree que eres un
bufn. Confa en ti. Contemplas el lugar; es un blanco entre el
segundo y el tercer botn de su camisa. Mientras hablas
pausadamente y sonres, mueves el pie izquierdo a un lado
para pasar a su lado derecho. Un ligero giro hacia l con el
hombro derecho y el mundo se pone al revs: le has hundido
el cuchillo hasta la empuadura en medio del pecho.
Lentamente, empieza a luchar por su vida. Mientras se

derrumba, tienes que rematarlo rpidamente o sers


sorprendido. l dir por qu? o No!. Nada ms. Puedes
notar cmo se estremece su vida a travs del cuchillo en tu
mano. Casi le vence la suavidad de la sensacin en medio de
un brutal asesinato. Le has hundido el cuchillo varias veces,
sin darte cuenta siquiera. Caes al suelo con l, para terminar.
No encuentras ninguna resistencia, es como cortar
mantequilla caliente. Siempre susurran una cosa al final: Por
favor. Tienes la extraa impresin de que no te implora que
no le hagas dao, sino que se lo hagas correctamente. Si
pronuncia tu nombre, ablanda tu resolucin: te sumes en una
especie de estupor mecnico. Parece que todo se mueve a
cmara lenta, porque todos tus sentidos han sido arrastrados
a una nueva altura. Le dejas en un charco de sangre,
mirndote con los ojos muertos. Una vez en tu celda, te
desnudas, rompes tu ropa y la haces desaparecer en el lavabo.
Arrojas el cuchillo. Te precipitas a la ducha. Tu claridad
regresa. No hay duda de que has hecho la nica cosa que
podas. La mayora de los internos veteranos saben que lo has
hecho. Nadie hace preguntas, pero siempre que ves a uno te
abraza, te da palmadas en la espalda, re. Has abatido a una
rata a la que todo el mundo odiaba. En las grandes prisiones,
esos crmenes ni siquiera se investigan. Cuando estuve
en____________, se encontraron entre treinta y cuarenta
cadveres acuchillados. Solo hubo una condena, e incluso en
ese caso fue porque el asesino se entreg l mismo y se
declar culpable, lo que le vali una sentencia de diez aos.
No soy un escritor profesional, as que me resulta difcil
escribir estas cosas sin parecer un tipo insensible, con una

imaginacin defectuosa. Pero quieres detener los


acontecimientos inexorables, estrechar al herido con toda tu
fuerza para impedir que se le vaya la vida y salvarle. Sin
embargo, no puedes hacerlo. Es la sinrazn de la violencia,
esta vez a favor de la vida, la que trata de detenerte en el
acto, la misma fuerza que te ha impulsado a cometerlo.
LE DIGO QUE YO estaba all! Pero lo he visto
suficientes veces para saber que es algo corriente. Podra
haberse protegido. An ms, le he visto moverse y s que
podra haberse defendido con xito. El que le acuchill era un
cobarde.
El corte en el vientre y en el hombro derecho no haba
sido profundo. Pero su atacante grit una orden: Baja los
brazos!. l le mir perplejo y dej caer los brazos a lo largo
de los costados. Le ofreci su pecho; hasta llen sus pulmones
de aire, casi como si fuera a suspirar de alivio, cuando saco el
pecho. Totalmente indefenso. El hombre no perdi el tiempo
en alcanzarle el corazn. Su vctima dej que le matara. Ni
siquiera intent huir para salvar su vida. Se la dio al otro. Fue
como si le dijera: He aqu mi vida, cgela!.
He visto hombres inmviles, como si estuvieran
helados, y los he visto esforzarse e intentar luchar contra su
propia pasividad mientras son atacados, solo para poder
enfrentarse y vencer a la violencia que ya les est arrebatando
la vida.
Si llegan a conseguirlo, siempre es demasiado tarde. Han
sido mortalmente heridos. Empiezan a debatirse, intentan

valorar a su atacante, pero es demasiado tarde.

No me refiero a la conmocin de la sorpresa, ni tampoco


a un momento de vacilacin. Digo que aceptan con demasiada
facilidad su muerte a manos de otro. A veces resulta incluso
una aceptacin consciente, que tiene lugar en cierto momento
de la lucha consigo mismos, para vencer su propia pasividad.
EL ODIO IMPOTENTE puede consumirte tanto,
alguien o algo puede enfurecerte de tal manera, que debes
masturbarte a causa de la violencia desencadenada en tu
mente, porque si no puedes contenerla de algn modo, si
aflojas un poco el dominio de ti mismo, es probable que
empieces a hablar solo en voz alta y termines tus das
chillando y echando espuma por la boca, sin posible retorno.
Abandonaras, enloquecido, este mundo.
SE REFIERE USTED A la nocin de que la violencia se
asocia con la sexualidad. Es un absurdo, pero estoy de
acuerdo hasta cierto punto.
Es una contradiccin absurda, por lo menos en la
sociedad norteamericana, que un hombre considere la
penetracin sexual de su esposa o compaera como una
consagracin y expresin de su amor, y en cambio considere
este mismo acto de penetracin, pero realizado por otro
hombre, como todo lo contrario: una profanacin y expresin
del ms profundo desprecio. A esta contradiccin se debe que
la sexualidad est tan emparentada con la violencia.

Una de las primeras cosas que ocurren en un motn es


que los guardianes son sexualmente dominados, en general
sodomizados. No voy a fingir que no lo comprendo; todos
lo hacemos. No estoy de acuerdo en varios puntos sobre la
naturalidad de esto, ni en que todos los actos abiertos de
agresin sexual encajan en al concepto de violencia, porque la
violencia es destructiva. Los hay que realizan tales actos por
amor. Pero est claro que cuando un hombre sodomiza a otro
para expresar su desprecio, solo demuestra su desprecio por
la mujer, no por el hombre. La actitud normal entre los
hombres en la sociedad es que haber experimentado el papel
sexual de la mujer constituye una gran vergenza y un
deshonor. Creo que una actitud tan radical refleja intensos
sentimientos al respecto.
ME ENVIARON A LA prisin por el mismo motivo
que Caryl Chessman fue ejecutado: por arrogancia.
El juez me conden a la penitenciara principal con el
propsito expreso de que los presos me violaran y me
redujeran a un homosexual, que es lo que est reservado a
todo preso joven. No haba ninguna otra razn. En aquella
poca ni siquiera haba un pretexto de rehabilitacin o un
grupo de asistentes sociales en la prisin. All mandaban
nicamente guardianes de la vieja escuela. No existan
programas de rehabilitacin.
Hasta los cerdos que me transportaron a la prisin me
dijeron que me enviaban all para ser pasto de los gorilas, que
me despojaran de mi masculinidad. Crean que sera menos
arrogante despus de que me hubieran convertido en un

mamn.
Si tuve miedo, nunca lo supe. Es cierto que me consuma
la ira, la clera ante aquel trato tan indigno. Llegu a la
prisin en esa condicin emocional y mental. Podra decirse
que estaba paranoico, sediento de sangre para hacerme valer.
Los nuevos presos eran colocados en cuarentena durante
unas seis semanas. Las celdas de cuarentena se conocan como
peceras. Cuando llegu a la pecera, alguien que haba
conocido en el reformatorio me proporcion un cuchillo de
deshuesar.
Al primer prisionero, un hombre de edad mediana, que
trat de joderme, le par los pies con el cuchillo. Le obligu a
arrodillarse y, con el cuchillo en su garganta, hice que me
chupara mi pene flcido delante de tres amigos suyos.
Esta es la forma de hacerlo. Si eres un hombre, tienes que
matar o devolverle la pelota a cualquiera que te haga
proposiciones con amenazas. Esa es la costumbre entre los
prisioneros jvenes. Al actuar as, todo el mundo sabe que
eres un hombre, al margen de tu juventud.
Me haba entrenado para esto durante toda una
adolescencia pasada en la escuela de gladiadores. Entonces
era inevitable que un joven de una penitenciara de adultos
tuviera en algn momento que atacar y matar, pues de lo
contrario con casi toda seguridad se convertir en un juguete
sexual de los internos, aunque puede que no se sepa bien lo
que eso significa. Si no puede protegerse a s mismo, algn

otro lo har.
Antes de los veintin aos haba matado a un preso y
herido a otro. Nunca sal de la prisin. Jams fui el juguete de
nadie.
Para las autoridades no es nada grave que a uno le violen
en la prisin. Al contrario, la idea les excita; gozan con ella.
En la prisin, cuando un joven es violado sexualmente
por otro preso, se convierte en su propiedad. Es como un
esclavo. Es costumbre que nadie se dirija a l directamente.
Limpia su celda y la ropa de su propietario, y hace tocados
para l. Debe hacer todo lo que este le pide que haga, de la
misma manera que, incluso hoy, tiene que hacer la esposa en
ciertos matrimonios. Pero su amo puede venderlo, prestarlo o
abandonarlo en cualquier momento. Y si otro prisionero
vence al dueo, puede arrebatrselo.
LA MAYORA DE LOS presos que he conocido
pongamos que un noventa por ciento muestran inters
sexual por su propio sexo. Dudo en considerar esto
homosexualidad porque la sociedad norteamericana solo
reconoce al homosexual pasivo, al que juega el papel
femenino, como tal. Ocurre lo mismo tanto dentro como fuera
de la prisin, pero dentro sucede abiertamente.
Como usted comprender, esto distorsiona muchos
significados y puede alimentar la violencia, tanto fsica como
psicolgica. Porque ningn preso respeta abiertamente a un
homosexual y, no obstante, como he dicho, la mayora tiene

esos deseos. Es lo mismo que en la sociedad de los hombres


fuera de la prisin.
Por otra parte, en cada una de las penitenciaras a las que
he sido transferido, haba solo, como mximo, media docena
de homosexuales conocidos entre los internos.
Solo una o dos veces en mi vida he visto que, en una
prisin, dos hombres demostraran afecto sexual besndose o
tocndose. El homosexual al descubierto juega el papel de una
mujer, y normalmente es la esposa de un preso respetado por
los dems. Este le proporciona la seguridad y proteccin que
ofrecera a una mujer fuera de la prisin. Pero el desprecio
mostrado por el joven sexualmente sometido en la crcel, solo
es superado por el desprecio hacia el sopln. En los regmenes
penitenciarios respetan estas relaciones. En realidad, las
alientan.
CUANDO SE SELECCIONA A un toro para la arena,
entre los rebaos que ocupan los campos del cortijo, hay que
observar atentamente cmo se relaciona con los dems toros
del rebao. Un toro que confunde a los dems por sus
tendencias homosexuales ya est derrotado por los otros
machos. Es pasivo, a pesar de que exhiba el mejor aspecto
fsico externo. No solo est inseguro de s mismo, sino que su
corazn es subyugado por el macho.
Volviendo a los hombres, esta es la principal razn de
que en la guerra de posiciones sobre todo en la clsica
guerra europea se ejecute al soldado cuya homosexualidad
se descubre. Los homosexuales estn exentos de

reclutamiento, o al menos se les excluye del campo de batalla.


GERARD SE ARRODILL ANTE los barrotes de mi
celda y me suplic con lgrimas y expresin angustiada: No
puedo soportarlo! Pnmela en la boca! Por favor.
Durante los ltimos meses haba acudido a todas las
celdas, y la mayor parte de los presos le haba rechazado.
Unos pocos haban accedido a sus splicas para realizar la
felacin a travs de los barrotes de las celdas.
Me sorprendi no lo que aquel hombre estaba haciendo,
sino que hubiera acudido a m. Cuando me veo enfrentado a
este tipo de cosas me siento hastiado, hasta sooliento, como
si fuera la causa del aburrimiento. Gerard, cualquiera que
fuese la idea que tena de s mismo, no era un mamn.
Deb menear lentamente la cabeza mientras l me
imploraba. S que en el momento en que su frenes
amenazaba con hacerle perder los estribos, me puse
impaciente. Tuve que ordenarle que no siguiera de rodillas y
se levantara.
Aljate de m! le dije. Mrchate! Largo!
l se seren y se march.
Le conoca desde haca aos, cuando estaba entero y era
fuerte y digno.
Ahora le miro y busco al hombre que conoc hace tanto
tiempo. A veces tengo un atisbo del viejo Gerard y es como si

estuviera embaucando a los dems y dijera: Solo estoy


comprobando lo que ocurre si hago esto; engao a todo el
mundo para ver quin me sigue siendo leal.
Gerard tena antes un malicioso sentido del humor,
todava lo muestra de vez en cuando. Pero no bromea, no
intenta tomarle el pelo a nadie.
Y no hace tanto tiempo que fue el Gerard al que yo
conoc. Solo algunos aos, no ms de cinco. No est loco, ni
tampoco ha flaqueado jams su resistencia al rgimen
carcelario.
Ahora, casi parece como si se revelara contra nosotros,
aunque no atacar a nadie a menos que sea en defensa propia.
Se defender de nosotros con tanta presteza como de los
cerdos. Intento comprender a este chalado que no est loco,
pero es difcil.
Pero esa mirada que observo en sus ojos, y que podra
tomar como prueba de engao, a veces me hace estremecer.
Algunos dicen que ven lpidas sepulcrales en sus ojos.
Nietzsche habla en sus escritos de la mirada de
eternidad, pero nunca prest mucha atencin a la frase,
considerndola uno de sus magnficos vuelos poticos.
El rostro de Gerard siempre estimula mis recuerdos, y
cada vez que lo veo surge esa frase: la mirada de la eternidad.
La libre voluntad, la voluntad de poder personal que no
reconoce lmites, ni a los hombres ni a Dios, est amordazada

por la muerte.
Cualquiera podra desquitarse de Gerard matndole, y
cualquier otro podra proteger a su asesino, guardin o preso.
Es una de esas personas que tientan todo lo malo de los
hombres, y, no obstante, segn la medida humana, es honesto
y nunca tiene la intencin de hacer dao.
Es como si el velo que nos protege a todos de nosotros
mismos, tanto como a unos de otros, hubiera sido apartado
por Gerard, de manera que pudiese ver la realidad de todo.
No puede ser engaado; no puedes ocultarle ningn
resentimiento o pensamiento. l comprende la realidad.
Por eso algn da ser asesinado, y l sabe que no puede
rehuir su destino.
No s cmo se produjo en l ese cambio. Debe de haber
sido gradual. Solo s que un da me di cuenta de que se haba
desmoronado. Sola hacer bastante el payaso. Como he dicho,
una de las cosas que le caracterizaban era su capacidad para
rerse de todo, y frecuentemente de s mismo.
Haba entrado y salido tantas veces del agujero, que los
guardianes lo colocaban en la lista de presos a los que no vala
la pena prestar la atencin de que le habl.
Puede imaginar media vida de regimentacin
carcelaria? En cualquier lugar, en cualquier momento, los
guardianes te detienen y registran. Tu celda es registrada casi
a diario, y todo cachivache que poseas, cualquier cosa que no
se entregue a todos los internos ni est explcitamente

permitida en una pattica lista de media docena de artculos,


se te confisca. Y si es un objeto que de alguna manera podra
amenazar la seguridad, te castigan arrojndote al agujero. Te
detienen e interrogan sobre las razones de tu presencia en
cualquier zona fuera de tu celda. Hay un milln de cosas as a
las que ests sujeto diariamente.
Un da, de repente, es como si fueras un fantasma.
Ninguno de los guardianes puede verte. Vas a cualquier
parte, y no solo los guardias no te detienen, sino que ninguno
te ve. Yo he visto a Gerard trepar la valla del permetro
interior, sentarse en los rollos de alambre plegable y saludar
con la mano a los guardianes armados de las torres. Estuvo
all media hora y nadie le molesto, hasta que al final un par de
guardianes se dirigieron a la valla y le pidieron con una
cortesa absurda que hiciese el favor de bajar. Cuando baj, y
para su confusin, los guardianes le dejaron seguir
vagabundeando por la zona, en vez de arrojarle al agujero.
Creo que los hombres que se toman las cosas en serio, y
se toman a s mismos ms en serio que ninguna otra cosa, son
los nicos que sobreviven cuando estn en esa lista de presos
a los que no se les presta atencin. Yo siempre he demostrado
que segua siendo peligroso y me han borrado de la lista,
aunque han intentado inscribirme en ella innumerables veces.
EN ALGUNOS MOMENTOS he iniciado el proceso de
disolucin. Los cerdos pueden notarlo y se lo comunican entre
ellos. Entonces te colocan en la lista de tipos inofensivos. Te
permiten vagar por la prisin, puedes hacer y decir lo que
quieras, y los guardianes te pasan por alto. Te ignoran, como

si ni siquiera estuvieras all. Solo si cometes un acto de


violencia saltan sobre ti y te arrastran al agujero.
La idea consiste en vigilarte y confiar que, en tu estado,
hars que los dems presos te cojan mana. As, uno de ellos
podra matarte, o bien tu desvaro se prolongar tanto que
caers en esa sorda locura que resulta del embotamiento de
todos tus sentidos en la crcel. La prisin es abstrada de tu
existencia sensorial. Puedes hacer o decir lo que quieras. En
esencia, te entregan el lugar.
Yo sola entrar tambalendome en el comedor, descalzo,
con solo unas sandalias de goma para la ducha, y ninguno de
los guardianes me detena. Rodeaba las colas de los
prisioneros y rondaba por la cocina, detrs de los mostradores
de servicio, picando lo que me apeteca comer. Los cerdos se
mantenan apartados, mirndome de reojo y sonriendo. Entre
ellos, se daban golpecitos en las costillas y guiaban los ojos.

Me marchaba con un tazn en una mano y una rebanada


de pan en la otra, con ese disparatado e impreciso desafo que
se aproxima a la locura. Insista en mi libertad. Me diriga as
por el pasillo hasta mi celda, mirando ferozmente a cualquier
cerdo que apareciese en mi camino.
Sabe usted lo ms extrao de todo esto? Casi estaba
dispuesto a suicidarme, tal era mi deseo de libertad. Senta la
necesidad quemante de abandonar la prisin y ser libre, de
alejarme de aquello que destrua mi vida irrevocablemente.

Vendera mi alma por liberarme de la prisin, pero no cedera


un da de trabajo o me comportara un solo instante por el
mismo motivo. No es extrao? Mi pobre alma! En qu
estado debe hallarse uno para ser comprado tan barato
LOS PRESOS NO SON los responsables de sus
mezquinas relaciones en la prisin. El sistema carcelario de
Estados Unidos es el que les impulsa a ultrajarse entre s. No
somos animales, pero nos amontonan como si lo furamos.
Nos despedaza el sistema de libertad condicional que premia
todo lo bajo y vil en el hombre. Si traicionamos a nuestros
pobres camaradas, somos premiados. Si competimos por el
buen talante de nuestros carceleros, somos premiados. Si nos
negamos a defendernos, somos premiados. Si un hombre deja
que el personal de la prisin le utilice para capturar a otro
preso, es recompensado. Si te chupa el pene para lograr que
hables, es premiado por la informacin y felicitado por su
mtodo. No es ningn error considerar a los funcionarios de
la prisin como sdicos brutales que pasan todo el tiempo de
su jornada laboral creando y propagando intrigas carcelarias
de la peor especie.
DICEN QUE LAS PERSONAS que viven juntas
empiezan gradualmente a parecerse entre s. Los cnyuges
empiezan a parecerse porque sus expresiones faciales
reflejan un acuerdo acerca de las cosas que les rodean, porque
sus hbitos y peculiaridades se han vuelto similares. Dicen
que ello es un signo de amor verdadero, que el amante y el
amado se funden en un solo. Todos sabemos que se requieren
aos de vida en comn para que los amantes lleguen a ser

parecidos.
Sin embargo, hay algo muy dentro de m que se agita en
su tumba cada vez que observo mi parecido con los
hermanos que han estado en prisin toda su vida. He
estudiado durante aos los cambios en mi aspecto. Es el
aspecto de un fuera de la ley, un forastero, como se deca
antes. Es el rostro de hombres desclasados y desculturizados.
Los hombres que se han convertido en proscritos sociales,
mientras existen en la sociedad, tienen esa fisonoma. Odio
ese aire lumpenproletario del criminal, ese producto de una
guerra de nervios que nadie ha declarado pero que nos ha
sido impuesta.
AL CABO DE DIEZ O quince aos, el sol nunca se pone o
sale en prisin.
No hay estaciones: ni viento ni lluvia ni sol en tu cabeza.
No hay nios que le den una visin de la vida, ni mujeres que
consuelen tu alma. Jams he andado por la noche, bajo el
ciclo, en los terrenos de la prisin.
Tus necesidades se transforman en criaturas que te
acechan con reflejos de todos los defectos de tu existencia
personal. No hay nada tan superfluo como la necesidad
personal de satisfacer necesidades personales, y esas
necesidades se magnifican y caleidoscopian en imgenes y
objetos de tal intensidad, que pierden la poca realidad tan
fcilmente como pudiste hacerlo en otro tiempo.
Solo tratas de mantenerte entero porque otros otros

presos estn contigo. Nunca hay intercambio de consuelo


con los dems, sino que uno sigue la corriente a los otros y
viceversa. Extiendes esa confusin sobre la realidad de los
dems por medio de mentiras. No puedes soportar la visin
de los dems, pero ests condenado a hallarte frente a ellos
todos los momentos de todos los das durante aos
interminables. Os bais juntos, defecis y orinis juntos,
comis, dorms, hablis y trabajis juntos.
La manifestacin del ms leve defecto es tremenda. Es
como si, muy discretamente, te tirases un pedo en un estadio
y de repente los millares de espectadores se quedaran en
silencio y te dirigiesen al unsono una mirada condenatoria.
Eso es lo que los prisioneros se hacen unos a otros.

Dioses y drogas

LOS YOGUIS PRIVAN DE todo alimento a sus


necesidades, hasta suprimirlas. Yo nutro mis sueos. Los hago
dormir, pero siempre se despiertan y tratan de moverme
como una marioneta en sus cuerdas. Soy un hombre blanco y
civilizado, como usted y todos los hombres blancos. La
necesidad de vivir cerca de Dios, la necesidad, en otras
palabras, que alimenta en nuestros corazones la certeza de
que Dios existe, ha sido eliminada de nuestros genes a travs
de la historia. Al contrario que usted y la mayora de los
hombres blancos, mi desesperanza de Dios me aleja incluso de
las convicciones rituales de la religin, porque, al contrario
que otros, no siento en m la necesidad de convenciones
sociales que respeten a los muertos. Al contrario que los
hombres blancos modernos, los filsofos, que desesperan de
Dios, mi desesperanza no me impulsa al acto existencial de la
creencia.
NO CREO EN DIOS, no porque no quiera sino porque no
puedo. No creo en la tica religiosa porque no puedo, y lo
mismo ocurre con todas mis creencias y mis sentimientos.
No puedo elegir lo que envidio, odio, amo o deseo. Si creyera
que la pena de muerte es absolutamente inmoral, no
dudara en salvar a cualquiera de la ejecucin. De otro modo,
mi conciencia me atormentara. Es todo esto una aberracin
psicolgica? Es idealismo? No lo creo. Pero creo que toda

la moderna filosofa se propone encontrar un camino para que


el hombre viva con una conciencia culpable, una conciencia
que le atormente. El hombre es un cobarde, lisa y llanamente.
Ama la vida demasiado. Teme a los dems con exceso. Y yo
tambin lo hara, si pudiera, pero no puedo vivir con una
mentira. He visto hombres que mienten con tal facilidad que
son capaces de sostener sus patraas durante dcadas.
SE ME ACABA DE ocurrir que cualquier clase de tesmo
debe estar enraizado en alguna clase paralela de fe. La fe
desplazada a la sociedad, a la humanidad, y a seres
personales termina siempre por ser la fe en algn mundo
metafsico. La fe es un concepto, un fenmeno tremendo. Para
Sartre, la fe existencial significaba solo fe en la distincin entre
tu propio culo y un hoyo en el suelo, de una manera bastante
literal. Por extraas razones demasiado triviales para tratarlas
aqu, Sartre dijo realmente que la prdida de fe (es decir, el
miedo, la fobia) en un agujero (en sentido literal) resulta, por
desplazamiento,
en
el
fenmeno
conocido
como
homosexualidad. Dijo esto hacia las ltimas doscientas
pginas de El Ser y la Nada. Lo le hace trece aos y todava me
cuesta creer que nadie (incluso l) pueda ser tan torpe, tan
estpido, para decir semejante cosa, aun cuando, en cierto
sentido, fuera cierta. As son de ingenuos los idealistas
cuando hablan acerca de la realidad material.
El elemento humano en todas las religiones me parece
muy bello y conmovedor. Las ideas religiosas me emocionan
mucho, casi tanto como la gente que sostiene esas creencias.
Me conmueve saber que usted encuentra consuelo en el

existencialismo religioso. Ojal pudiera. Es usted un hombre


muy afortunado. Mis lecturas de Kierkegaard, Buber y Jasper,
por nombrar solo a tres, me inspiraron y cambiaron. Siento
que debo muy poca madurez emocional a las obras de Sren
Kierkegaard (tras los desvaros infantiles de Nietzsche).
Quiero consuelo ms que ninguna otra cosa en este
mundo. No puedo evitar no haber sido consolado por Dios,
por una visin del verdadero Dios de Gloria. Lo digo con todo
mi corazn. La ciencia no es un consuelo para m, ms de lo
puede serlo cualquier conocimiento abstracto del mundo.
La verdad del existencialismo religioso es de una
naturaleza diferente a la verdad de la ciencia. Mi problema
consiste en adaptarme ambas, pues por alguna perversa razn
mi vida ha sido tal que no puedo ser feliz, no puedo hallar
consuelo en una sola de esas verdades. Ambas han de ser
reconciliadas, y eso es lo que, segn todos los indicios, puede
hacer el marxismo.
DIOS MO, AHORA NECESITO un narctico. Es el
nico respiro posible despus de tantos aos. El prximo mes
entrar en mi decimosptimo ao entre rejas.
Sentir el vivo calor que se inicia como fuego en mi vientre
y asciende a travs de mis nervios y rganos, hasta las sienes,
es algo que no puede proporcionarme nada ms. Me da lo que
necesito para soportar todo esto.
Los otros dioses no pueden compararse. No tienes que
creer en nada. Cuando, a causa de la desesperacin, llega a ser

necesario creer en Dios, si puedes vivir dentro de la bestia sin


que tu mente desvare y crea en Dios, habrs burlado a la
opresin.
Algunos dicen que si no existiera Dios, habra que
inventarlo. El hombre que invent el opio debi ser el ms
rebelde. Creo que la palabra adecuada, en este contexto
religioso, es condenado.
Ha observado cmo, en este hemisferio, las drogas estn
de alguna manera vinculadas a temas revolucionarios? Esto es
patente, sobre todo, en los grupos de presos sudamericanos.
A veces creo que la droga es nuestro antdoto contra el
diablo. La atmsfera es tan asfixiante en el ms poderoso
imperio monoltico capitalista del mundo No necesito lo
que el diablo solo puede darme si tengo algunas drogas (un
poco de marihuana, hongos, hachs).
Deseara que la revolucin en este pas fuese tan simple
como la de los pases industrialmente subdesarrollados.
Entonces terminara mi vida en el acto de asesinar a un cerdo
en el pasillo de la prisin. Sobre todo hoy, cuando las
prisiones son mucho ms fciles (es decir, un infierno
psicolgico para un comunista norteamericano). No durara
mucho sin un respiro de vez en cuando. Y estos respiros solo
se consiguen a travs de las drogas.
Ol!
Y si solo estuviera justificndome inconscientemente
con estas palabras y no fueran ms que las tontas excusas de

un necio?
Me doy cuenta, aunque no tanto como debiera, de que
todas estas dudas sobre m mismo son solo expresiones de mi
aislamiento. Si tuviera la libertad material de actuar, de
organizar y desarrollar situaciones y vnculos, no tendra tales
dudas. Me reira al recordar estos das en que me dedicaba a
reflexionar sobre mis reflexiones.
EL OTRO DA LLEG aqu un camarada procedente de
otra prisin. Considera la disciplina en trminos de salud
fsica (no fumar, nada de drogas ni desahogos sexuales, etc.).
Casi bajo el prisma de la calistenia. Esta actitud expresa una
tendencia ultraizquierdista que ha avanzado 180 grados; tan a
la izquierda que es idntica a la derecha.
Lleg a la prisin condenado a cadena perpetua. Es la
primera vez que le encierran. Aunque ya lleva cinco o seis
aos entre rejas, parece que una serie de circunstancias han
conspirado para protegerle de muchas de las realidades de la
crcel, de los otros prisioneros y, por ende, de s mismo.
No comprende el vicio. Tiene la conciencia de un
burgus, es decir, tiene una mala conciencia, lo que significa
tener sentimientos de culpabilidad.
Quiere mantenerse a distancia de la difcil situacin de
los presos y, sin embargo, l es uno de ellos. Naturalmente, ha
sentido algunas de sus necesidades ms apremiantes, que
para l son muy humillantes, vergonzosas, y deshonrosas. Se
niega a s mismo que la siente y parece gozar denunciando a

cualquiera que no hace igual.


No comprende que los hombres privados de las formas
ms bsicas de felicidad, siempre encontrarn esa felicidad en
otras formas. La felicidad es una necesidad seria: una
necesidad tan terminante, tan inevitable para el sostn de la
vida humana como el sueo.
Dado que forma parte de un pueblo que solo puede
hallar la felicidad en lo que las gentes de otras partes del
mundo llaman vicios, debe sentir la necesidad de entregarse a
esos vicios.
Para evitarlo hay varias vas de escape. Hay la locura (me
refiero a una torpe insensatez, de un sentimentalismo
babeante). Hay el suicidio. Hay la coexistencia, que significa
convertirse en una herramienta de quienes nos dirigen la
crcel.
Ninguna de estas vas pueden dejarte inclume. Todas
ellas proceden del mismo miedo a ti mismo, la incertidumbre
acerca de ti mismo.
Una vez le dije: Como comunista revolucionario, no
puedes presentarte con tus inmaculadas ideas a un boho
peruano y denunciar a los campesinos esclavizados por
mascar hojas de coca, ordenarles que dejen de tomar cocana y
echen a perder sus cuerpos antes de que puedan organizarse
para la revolucin.
Esa es una de las pocas formas de felicidad posible para
ellos. Exigirles tal cosa, es pedirles que unan sus fuerzas a las

de sus opresores, sus patronos, que les van con las mismas
exigencias.
HACE MUCHO TIEMPO empec a tomar herona en
la crcel. Acababa de pasar tres aos en el agujero, en
confinamiento solitario. Cuando sal no tena ms que piel y
huesos, y, como ocurre en general, mi sistema nervioso estaba
destrozado. Mis amigos enviaron a mi celda un chico con un
regalo. El chico estaba excitado y anhelante. Abr el paquete,
desped al muchacho y prepar una dosis. Supongo que la
utilic por razones emocionales. Todos necesitamos seguridad
emocional. Esta es la nica forma en que puedo conseguirla,
as que lo hago. Es prctico, y la mayora de los presos que
cumplen largas condenas utilizan la herona con ese fin. Es
teraputico.
HAY UNA CLASE DE marihuana muy buena, muy
potente y cara, procede de las hojas de una planta de cannabis
privada de relacin sexual. Se coloca una planta femenina de
cannabis para que crezca entre plantas masculinas, rodeada
de ellas. Se insertan agujas en diversos puntos de sus tallos
para evitar que las semillas se deslicen por ellos y sean
fertilizadas por las plantas masculinas. La planta femenina
empieza a estremecerse y sufrir.
Dicen que al cabo de varias semanas esta planta se
retuerce de dolor. Dicen que, por la noche, cuando se pone el
sol, pueden ver como se mueve. Agrupa sus hojas como si
rodeara su cuerpo con los brazos para darse calor. La idea de
la tragedia en la vida vegetal ha sido creada por el hombre.

Por todas partes veo sufrimiento, veo alguien que obtiene


placer de los frutos del sufrimiento.
ALGUNOS SE VUELVEN descuidados e ignorantes;
otros se vuelven insensibles y muertos, y los hay que se
vuelven taimados y paranoicos cuando se drogan en la
prisin. Yo me pongo filosfico. No me di cuenta de ello hasta
fecha muy reciente. Cuando estoy solo en mi celda, flotando
en un oleaje narctico, empiezo a pensar en temas filosficos,
y las cosas tienen tal claridad que es casi como la experiencia
del satori[4].
Hoy tomo hachs, detrs de la benzedrina, y tengo un
cuaderno de notas junto a mi cama en el que escribo lo que me
ocurre y me parece importante. Es fragmentario pero
coherente.
He descubierto que solo hay una diferencia relativa entre
la apariencia y la realidad. Una no tiene intrnsecamente ms
valor que la otra. Relacion este hecho con otras cosas, y he
aqu mis notas, palabra por palabra:
EL INTERIOR PUEDE inducir a un cambio exterior. Y
viceversa: siempre parecemos aceptar el aspecto de las cosas
como si fuera de menos valor que la realidad de las cosas.
Por qu?
Los hombres como yo no calculamos el valor. Por eso no
somos tacaos, no somos adecuadamente inteligentes al
intercambiar valores con los dems.
En vez de calcular el valor, determinar su precio, por una

especie de reflejo interior nos negamos a ponerle el precio.


Resulta entonces que no tenemos valores propios, pero en
realidad no tenemos precio. Hay una diferencia. Como ya he
dicho antes, cul es ms valioso que el otro?
Precio y valor. El uno no es ms moral o real que el
otro. Es un crculo vicioso, algo que se muerde su propia cola
mientras va en pos de otra cosa.
Tras la abrogacin de la negacin, no habr contradiccin
entre cosas como precio y valor. Existirn las cosas, pero no
las contradicciones. Que extrao. Es un paso ms en la
evolucin de nuestra especie; un paso por encima del homo
sapiens. Es el marxismo.
Es como si superase a todas las cosas de este mundo.
Todo, hasta mis placeres. Hasta cuando soy tan feliz que
deseo que el momento durara para siempre, siento an el
apetito de ver que se desvanece. Supero incluso a mi mayor
felicidad.
La nocin de existencia espiritual en cualquier forma me
produce angustia, desespero. El marxismo es mi consuelo.
Esto es lo que la gente corriente percibe de las doctrinas
del comunismo, del marxismo. Esto es lo que identifican con
las fuerzas de Satn.
(Un hombre sin valores aparentes que se siente afligido
hasta el punto de que le angustia la idea de una existencia
espiritual).

Los hombres como yo pretenden la muerte de Dios


incluso antes de que Dios sea concebido. Podemos hacer que
Dios desaparezca del mundo, y todo el mundo tambin puede
percibir eso en el marxismo.

Eleccin de bandos: Los comunistas y el marxismo

A LO LARGO DE LOS AOS, lo mejor de mi vida


consciente se ha enredado profundamente en una actitud
poltica. Es uno de los inevitables productos del sufrimiento
en la prisin, y no importa que se trate de un pensamiento
verdadero o falso. Es mo. Y el mundo entero cabe en mis
zapatos.
LA PROPAGANDA ES LA verdad contada desde
cierto punto de vista, con referencia al cual define el
significado de una cosa. No es del todo lo mismo que el juicio
relativo. Cuando uno dice que el luchador por la libertad de
un hombre es el terrorista de otro hombre, comprende lo que
es la propaganda.
Lo contrario de la propaganda es la falsedad. Si digo que
ha ocurrido algo que en realidad no ha ocurrido, estoy
mintiendo. No me dedico a la propaganda.
Cuando el cristianismo todava se estaba consolidando
en la Iglesia catlica romana, haba una agencia en el Vaticano
llamada la Oficina de Propaganda. Su misin consista en
ensear a los sacerdotes y funcionarios de la Iglesia a
interpretar los acontecimientos desde el punto de vista de las
doctrinas oficiales cristianas. No se estableci para propagar
mentiras, sino un punto de vista sobre el mundo.

Es evidente que, desde cierto ngulo, todos los males que


recaen sobre los hombres encarcelados son cosas que ellos
mismos se han causado. Eso es propaganda.
Para m, ningn preso es el causante de esos males, y una
de las razones ms simples radica en el hecho de que es un
prisionero y carece de libertad para hacerse nada a s mismo.
Pero si tuviera su libertad, una de las pruebas de que es libre
es que nunca se perjudicar, no cometer actos de violencia
contra s mismo. Tambin esto es propaganda.
A usted le toca decidir cul de estos puntos de vista hace
suyos y apoya.
HE VISTO LO QUE LA justicia ciega ha hecho con
todos sus horrores. He sido testigo de torturas fsicas
increbles cometidas por las autoridades carcelarias con los
presos. As es como castiga la burguesa.
Los presos que tienen la voluntad ms fuerte se rebelan.
Si son lo bastante inteligentes para leer y comprender un
poco, se rehabilitan como hombres, no a travs de la religin,
la reglamentacin carcelaria, la tortura fsica o las reflexiones
sobre la pena capital, sino a travs de la comprensin del
comunismo y la disciplina que acompaa a este.
El gobierno dice a todo el mundo que el comunismo tiene
que ensearse a travs de la tortura, que encarcela y envenena
las mentes de los hombres, y les arrebata su libertad de
pensamiento.
Le aseguro que, hasta que las izquierdas en la sociedad

libre presionaron al gobierno, la literatura comunista estuvo


absolutamente prohibida en todas las poblaciones
penitenciarias de Estados Unidos.
Yo y otros nos hemos arriesgado a sufrir serios castigos
disciplinarios por obtener y guardar literatura comunista.
NADIE PUEDE ACUSARME de no tener una voluntad
fuerte. Mi cociente intelectual pas de 127 a 138 tras dos aos
de intenso estudio de las obras de Marx y Lenin, entre 1966 y
1969, lo cual document un psiclogo de la crcel.
SI ALGUIEN QUIERE SABER por qu los presos se
sienten tan atrados por la literatura comunista, subversiva, la
respuesta es simple: la prensa comunista siempre dice la
verdad al informar de acontecimientos ocurridos en la crcel y
al describir las condiciones carcelarias. Es eso tan difcil de
entender?
Los presos entran en contacto con el comunismo por
necesidad. Lo hacen solo cuando no tienen eleccin. Pueden
escribir y apelar a senadores, congresistas, abogados de las
garantas constitucionales, medios de comunicacin,
tribunales y todos los estamentos imaginables, sin recibir la
menor atencin y ni siquiera una palabra de simpata. Y de
qu se quejan? De torturas a manos de los guardianes,
estratagemas para implicarles en delitos dentro de la prisin
que no han cometido, discriminacin caprichosa y arbitraria,
destruccin de su correspondencia, interrogatorio de sus
amigos y parientes fuera de la prisin La lista no es
interminable, pero es larga, ms larga que cualquier lista de

agravios que puedan presentar los presos en otros pases. Los


comunistas proporcionan abogados a los presos, de modo que
los tribunales no pueden convertir en confeti sus peticiones a
los estamentos oficiales con toda facilidad. Los comunistas
indagan acerca de los presos y se dirigen al hombre de la calle
para promover su inters hacia ellos. Los comunistas
promueven campaas para escribir cartas a los gobiernos
(estatal, municipal, federal, etc.), exigiendo el fin de los malos
tratos a los presos. Hacen todo lo legalmente posible para
ayudar a reformar estas prisiones y librar a los presos de la
locura, las heridas, la muerte. Lo hacen por todos los presos.
Nadie ms mueve un solo dedo por nosotros. Los
liberales, los humanitarios y los clrigos son peores que nadie.
Estn demasiado ocupados, poco es lo que pueden hacer,
etctera. Comentan entre s sus experiencias con los presos,
intentan que se les reconozca como autoridades y
portavoces de los presos. Y ni una sola vez, ni en grupo ni
individualmente, han efectuado una sola reforma o ayudado a
un solo prisionero torturado en la crcel. Los comunistas los
utilizan, usan sus nombres, para lograr entre bastidores la
reforma de la prisin. El FBI tiene razn al sospechar esto,
pero todo el mundo lo niega por vanidad.
Los comunistas siempre se portan como cualquiera
esperara que personas autnticas en una sociedad verdadera
respondera a los dems. Los comunistas, no los izquierdistas.
De no haber estado bajo su influencia, probablemente
habra salido de la crcel hace mucho tiempo. Pero habra
vuelto a ella una y otra vez. Hubiera sido un ladrn o un

morfinmano de jerga ininteligible que no sabe nada de la


vida y se limita a pagar su merecido y deprimirse en la
prisin.
TODAVA SOY MUY IGNORANTE, pero puedo
rehacerme. Mi leccin ms importante es que traicionar a
cualquiera y cualquier cosa en situaciones extremas. Todo
excepto mis creencias, y s que la amistad, los lazos de
sangre no son ms que sentimientos. Todo, cualquier vnculo
basado en el sentimiento, est en peligro de que lo traicione.
Nunca lo hago fcilmente. Nada hay ms doloroso para m
que traicionar un sentimiento ya sea propio o de otros, y no lo
he hecho ms que una o dos veces en mi vida, pero lo he
hecho con el corazn un milln de veces. Ahora considero una
debilidad ser leal a cualquier sentimiento. De esa forma soy
leal a mi corazn, a mi debilidad humana.
He elegido un bando, y al hacerlo as he ganado. He
aprendido a elegir siempre un bando y atacar al otro tan
implacablemente como sea posible.
Quizs esto es algo que un Fidel Castro podra
comprender fcilmente, pero que escapara a la comprensin
de un Sartre.
CUANDO UN HOMBRE adopta una postura opuesta
a otro y se niega a discutir el asunto basndose en que cree
que la verdad de su postura radica en un sentimiento de su
corazn que el otro hombre no tiene, ha adoptado una actitud
antihumana contra la humanidad. Esto se debe a que el
objetivo de la humanidad es lograr un acuerdo social comn.

Hasta un tonto puede ver que esto es correcto, dado que


somos seres sociales.
En realidad, solo los iguales pueden llegar a acuerdos. En
tanto que las clases no son iguales, los hombres tampoco lo
son, y no hay modo alguno de que yo pueda alcanzar ningn
acuerdo con los enemigos de mi clase, sobre todo porque esos
enemigos ostentan el poder de vida y muerte sobre nosotros.
Un hombre que no est de acuerdo en que alguien le arrebate
la vida no puede restringir ese desacuerdo a palabras. Si los
hechos resuelven el desacuerdo, son tan vlidos como las
palabras.
El sentimiento no es la fuente de la debilidad humana,
aunque hoy es la herramienta de esa debilidad.
Algunos Spinoza, por ejemplo dicen: el amor es esa
debilidad, pero cuando hablo del corazn humano me refiero
a algo imbuido de amor.
Creo que hoy la debilidad humana surge de las
divisiones sociales. Creo que hoy la debilidad humana
procede del hecho de que la naturaleza humana es todava
muy incompleta en su evolucin.
En una palabra, la debilidad humana radica en el hecho
de que nadie es perfecto porque ninguna sociedad es perfecta.
No es el conocimiento de esta circunstancia lo que exime a los
hombres de elegir bando. Solo la ignorancia exime.
Ser consciente de que nadie es perfecto es intuir,
comprender con el corazn la naturaleza de una imperfeccin

y tomar posicin contra ella. Es lo que se llama compromiso.


La razn dialctica contiene lo errneo. Cualquiera
puede sentir la verdad de esto en su corazn. El corazn
humano es traicionado si no mantiene su integridad
situndose contra lo errneo, persiguindolo por el mundo si
hubiera necesidad de pisotearlo hasta convertirlo en polvo.
Por esta razn Castro permiti a las prostitutas que se
organizaran, que agremiaran sus fuerzas, en vez de abolir la
prostitucin en La Habana. No dej que desapareciera y se
ocultara. Sartre no lo comprendi correctamente. Tambin por
esta razn el partido de Lenin aboli las leyes artificiales
que hacan de la sodoma un crimen cuando los bolcheviques
se alzaron con el poder en Rusia durante la Revolucin de
Octubre. Ninguna ley de la humanidad que abole hombre es
justa. Las leyes superiores son los principios materiales que
gobiernan el universo as como las sociedades de los hombres,
a pesar de los hombres. No existiran la prostitucin y la
sodoma si no fueran necesarias, y nueve dcimas partes de
las necesidades que sienten los hombres en una sociedad
revolucionaria se requieren por las condiciones antinaturales
de la vida social.
Los comunistas estn ms prximos a la solucin de
todos los enigmas de la humanidad de lo que han estado
jams los cientficos y filsofos del pasado y el presente.
Y al decir esto no pretendo jactarme. No es una teora
sino un hecho demostrable. No es que un da dijera: Maldito
sea el mundo entero! Voy a hacerme comunista!.

La verdad es que la palabra me pona los pelos de punta,


y contemporic de mil maneras diversas, tratando de librarme
de este ttulo infame.
Me dediqu a la filosofa no como un cientfico
desinteresado, no como un estudiante o especialista, sino
porque mi vida dependa de ella. Luchaba por librarme de mi
agona. Quin no lo ha hecho? Todos nos encontramos en esa
situacin en algn momento de la vida. Pero mi agona dur
mucho ms. Mi vida peligraba mucho ms porque luchaba
contra el tiempo, y he pasado demasiado tiempo en la crcel.
La insatisfaccin que me produca la vida misma me
impulsaba, me llevaba ms lejos que al resto.
Llegu a la cima con Hegel y Schopenhauer, y retroced
con Nietzsche y Kierkegaard, pero alcanc un nivel ms alto
con Karl Marx y Friedrich Engels.
Desde entonces, cada avance en el marxismo me ha
llevado a mayor altura.
Lenin, Stalin y Mao ensean los principios ms elevados
de la sociedad humana.
Nietzsche intuy la presencia de los comunistas cuando
escribi sobre los filsofos de la accin, los filsofos del futuro
que vendran despus de l, como Kierkegaard, quien
percibi la muerte de la fe y el nacimiento de la
responsabilidad individual y el compromiso. La cosa-en-s es
cognoscible a travs de la accin.
Marx puso fin a la filosofa, a los estudios filosficos tal

como los conocemos tradicionalmente. Proporcion a los


filsofos las herramientas para cambiar el mundo, e ipso facto
origin una nueva clase de hombre que se dedica a los
problemas filosficos.
En esencia, Marx demostr filosficamente que la
legitimidad del Estado no la otorgaba Dios, sino una clase
dominante. En la sociedad burguesa, cualesquiera sean los
derechos de un ciudadano estn garantizados por el Estado,
por los intereses burgueses. Estos derechos no amparan la
existencia del ciudadano individual, sino de la burguesa.
DE QU SIRVE UN hombre a otro en la sociedad
norteamericana? Es un objeto de explotacin. No importa que
lo que se busque sea sus habilidades, su conocimiento, su
cooperacin, su capital o su trabajo Unos hombres
encarcelan a otros no solo en el sentido concreto, sino tambin
en el sentido ms abstracto y mental. Un hombre es
inicialmente un obstculo para los dems hombres, debido a
esas cualidades que se buscan en l. En ltima instancia, en
esta sociedad de hombres, el Hombre supone un obstculo
invencible para los hombres, y no la Mujer, que no juega un
papel decisivo.
La tragedia de la sociedad de los hombres es que nunca
puede dominar al Hombre. Los hombres jams pueden
realizarse como tales hombres, porque cada avance en la
sociedad aleja ms a los hombres de s mismos en la misma
medida en que requieren para s las cualidades que deben
buscar en otros hombres. Por esta razn, ningn hombre en la
sociedad norteamericana ha ido jams a la tumba tras una

vida satisfactoria, realizada.


Esto es as porque en su vida debe enfrentarse casi a
diario a una eleccin entre el bien y el mal, y debe violar el
bien para sobrevivir como miembro de la sociedad. Y qu se
entiende por bien si no son las cualidades de justicia,
igualdad, verdad, libertad y todas esas cosas que
consideramos ideales?
Cmo se reconcilia esta tragedia? Cmo se redimen los
hombres en su totalidad como el Hombre? Se reconcilia en
una farsa, y sin carencia de justicia potica: todas las intrigas
romnticas del noviazgo y la consumacin del amor sexual
entre hombres y mujeres en esta sociedad de hombres que
excluye a las mujeres se reproducen en las relaciones entre
hombres El magnate poderoso y rico, el distinguido y
respetado senador, el sabio ingenioso y culto, as como el
hombre corriente y el deportista cultivado, se encuentran un
da, contra su sagrada fuerza de voluntad, encaprichados
con miembros de su propio sexo, los dems hombres.
Al margen de que se consume, la intriga permanece.
Puede aparecer en la competencia subyacente por una mujer.
Puede aparecer en caso todo acto de violencia personal, sobre
todo la violencia psicolgica cometida contra la mente.
Y en la historia de todas las civilizaciones, un sntoma
comn a todas ellas cuando se derrumban entre llamas y
ruinas es la imagen de esa realizacin absurda del Hombre,
que se abraza a s mismo en un amor sexual apasionado.

HE PASADO TODA UNA vida empaquetado con


otros, como sardinas. Una de las cosas ms evidentes que
percibo es la facilidad con que es posible cambiar a la gente. El
miedo y la ignorancia son las debilidades mentales que
proporcionan acceso a la gente. Ambas son distintas, no son
idnticas de ninguna manera. Las palabras nos ensean ms
que un vocabulario; dicho de otro modo, las palabras solo
dirigen la imaginacin en una direccin u otra. El uso a que se
destinan debera ser la accin, no la construccin de castillos
de arena. La gente empieza a pensar de veras y a cambiar en
un sentido positivo solo si se ve forzada a experimentar cosas,
tanto buenas como malas. Solo se refinan de esta manera.
Si fuera de otro modo, la vida no suscitara entusiasmo,
sorpresas, inters, Todos seramos lo mismo. La reforma no es
ms que palabras; la revolucin es accin.
Una revolucin es la experiencia ms liberadora, la ms
estupenda que cualquiera pueda tener. Es la poca en que un
nuevo mundo cobra existencia, cuando los hombres y mujeres
llevan sus propios destinos entre sus manos.
PARA M, VIVIR ES cambiar. Esto es fundamental en
el marxismo. Repito que no trato de convertirle. Usted sabe
mucho ms que yo. Para m la sabidura es an una estrella en
una galaxia situada a aos luz de distancia. Me insulta al
suponer que tengo tantos prejuicios que no puedo mantener
una conversacin con cualquiera.
SIEMPRE DICEN COSAS ineficaces, decadentes. Ella
me habl como si yo formara parte de una conspiracin y me

dijo: La violencia engendra violencia, como si en eso


estribara todo.
Le dije que las revoluciones se producen al margen de la
voluntad del hombre, que no son conspiraciones urdidas por
expertos. No importa lo que cualquiera piense de la violencia.
Hablan como si la revolucin fuera algo que empieza y acaba
con la toma de posesiones de la gente sobre los problemas.
Una revolucin no es una contienda verbal. Nadie vota por
ella.
La mxima que afirma que la violencia engendra
violencia debera responder a sus propias dudas sobre la
violencia. Si creen que el gobierno norteamericano, sus clases
dirigentes y sus lacayos no siempre han perpetrado violencia
sobre las clases bajas norteamericanas y las nacionalidades
ms dbiles, viven aislados en un estado de ensoacin.
No hay nada extrao en el hecho de que un gobierno
violento, una clase violenta, engendre la violencia que algn
da les obligar violentamente a ponerse de rodillas.
Comprendo la cuestin que se plantea cuando cuentan
que parece posible un cambio positivo de la gente sin
violencia, sin experimentar la fuerza real de las circunstancias
de la revolucin social.
Dejando aparte el hecho de que la experiencia de la
revolucin social es un deseo acariciado por la mayora de las
masas del mundo y no es en absoluto temible tal vez
concedera que es una mala experiencia para los enemigos

de estas masas.
Los enemigos, principalmente los liberales polticos y los
clrigos, dicen que en el cerebro de una persona puede caber
una tremenda proporcin de violencia y angustia. No estoy
acostumbrado a hablar as, pero este es uno de los pocos casos
en que puedo decir con propiedad que tales nociones son
originales.
Bien sabe Dios que lo s todo acerca del cerebro de la
persona, pero solo dir que existen los que sufren por s
mismos y los que sufren por los dems. Hay una enorme
diferencia. La primera forma de sufrimiento es ilegtima, lo
que no quiere decir en modo alguno que no se trate de un
sufrimiento autntico, el sufrimiento de un Hamlet. Es
ilegtimo porque ignora totalmente los sufrimientos de los
dems. El egosmo es una forma autntica de sufrimiento.
Histricamente, siempre ha sido un mal de las clases
opresoras, dominantes. Nadie ms sufre a causa de l.
LAS PALABRAS NO ME enfurecen. Son ridas mis
creencias? Debe ser porque mi vida es rida. Nunca he
calificado mi creencia en cosas como la violencia, y su amigo
_______ es realmente un marxista cultivado, muy distante
al marxista que yo soy, si desconoce que el marxismoleninismo predica el conflicto violento. Si una frase pudiera
caracterizar al marxismo en accin en la sociedad capitalista,
sera el conflicto violento. No me gusta y nunca dije que me
gustara. Pero es un hecho de nuestra sociedad (y no, en mi
opinin, de la conducta humana, como usted sugera).

La clase de ridculo que me gusta ms son las crticas


de los siglos XVIII y XIX, el mtodo crtico ideado por Kant y
refinado en los escritos revolucionarios. Marx fue un maestro
en esto. Ser capaz de alimentar desprecio por algo se asocia a
la capacidad de ensear. No se puede ensear una cosa
tomndola a la ligera, ocupndose solo de su superficie,
chancendose. La gente tolera las cosas que les divierten,
aunque no les vayan. Pero nadie tolera lo que desprecia.
Existen cosas en este mundo que deben ser bien explicadas.
La diversin no es la forma de hacerlo; el desprecio, s.
Las diferencias que producen la diversin y el humor no
son en verdad ms que diferencias transitorias o superficiales.
Pero rerse de las diferencias que existen entre, digamos, la
clase trabajadora y la burguesa, como si solo fueran
diferencias superficiales es mentir. Las diferencias son
dolorosamente profundas.
Las ansiedades de la vida del burgus (qu corbata
ponerse para ir a una fiesta) y las ansiedades de la vida del
proletario (falta de zapatos para los nios) no son
superficialmente diferentes. No son equivalentes.
EN CIERTA OCASIN, mientras cumpla una
condena de dos aos en el agujero, recib cartas de una mujer
cuarentona quien me escriba porque un movimiento popular
peda al pblico que escribiera y mostrara inters. La idea era
que si el Departamento de Prisiones se enteraba de que fuera
de la crcel haba alguien interesado por m, ello hara que el
trato fuera ms suave. En conjunto, esta estrategia funcion.
Nos hicimos amigos y le escrib mucho. En mi celda no tena

nada, pero si hubiera dispuesto de algunos dlares podra


haber encargado algo al almacn de la crcel. No tena
dentfrico, y no digamos una taza de caf o cigarrillos. La
mujer me enviaba dos cartas por semana, y siempre conclua:
Hazme saber si necesitas algo, as que le pregunt si poda
enviarme algunos dlares y relacion las cosas esenciales que
necesitaba. Ella me escribi una carta altiva, que le en mi
celda desnuda, donde estaba tan jodido que hasta la visin de
un trapo de color me produca euforia, y me deca lo
sorprendida que estaba y el disgusto que senta por los
materialistas. Haba credo que yo estaba por encima de las
cosas materiales.
Con el intenso deseo de no ser abandonado, le escrib
rpidamente pidindole disculpas. Ella sigui escribindome,
utilizando papel y sobres perfumados, y contndome sus
problemas para actuar en la televisin. En una de sus cartas
y le juro por Dios que no miento me habl de que tena un
solo abrigo de visn, el cual significaba todo para ella.
Cuando ests tan vencido que te aferras a cualquiera que
se aproxima a ti desde el exterior, tocas fondo, o as parece.
La verdad es que no hay fondo si no te aferras a alguien, no
importa lo odioso que sea, caes para siempre en un pozo de
las diez mil cosas que no tiene fondo.
Soy intelectualmente consecuente, estable. Pero en lo que
respecta a mi situacin, mi lado subjetivo, puede reaccionar al
dolor como una serpiente de cascabel. A nadie le gusta ser
herido, lastimado, y todo esto es doloroso. Todas estas son
cosas mezquinas, insignificantes, que cualquiera en toda

sociedad civilizada da por sentadas, pero de las que yo


carezco. La clera, una clera de la que ni siquiera soy
consciente, siempre arde en mi interior.
Y hasta me resulta doloroso hablarle a usted de esto
porque no puede conocer esta experiencia, pues est tan
cercana a mi corazn, el sentimiento es tan humillante y
delicado, que me parece que uno ha de padecerlo para
comprender lo que realmente significa.
Es como si una persona racional y sosegada, alguien que
siempre hace gala de amabilidad, un da se enfadara contigo
por algo a lo que no le das importancia, tal vez un pequeo
desaire accidental.
Conozco la sensacin que produce ser un asceta natural,
un espartano natural, y sentirse cmodo es ese ascetismo, en
ese punto de vista espartano. Y el hecho de que alguien, quien
llorara si le faltara la comida, me ridiculice por mi
materialismo, egosmo, intriga para obtener cosas,
supone para m el mayor de los insultos. Pero, como he dicho
antes, todos tenemos que aferrarnos a algo, por poco que sea,
para impedir la cada en ese pozo de las diez mil cosas (s
que parezco un filsofo chino, pero acabo de empezar a leer El
secreto de la flor dorada, de C. G. Jung y Richard Wilhelm).
NUNCA PUEDO SER FELIZ con los mezquinos deseos
que esta sociedad burguesa ha marcado en mi carne, en m ser
sensual.
Y lo ms curioso de todo ello es que la sociedad me ha

negado la experiencia de que ella disfruta (o as lo cree). La


curiosidad radica en el hecho de que no puedo saber por
experiencia lo que me he perdido, as que por qu no soy
feliz?
AL FINAL ME DIJO usted que tengo una visin
marxista-leninista y que estas ideas son las que sucumben con
ms dificultad. No es exactamente as. Depende de quien
tiene esas visiones. Usted dice que prefiere ideas que son
frgiles y delicadas, que han de sobrevivir cada da y ser
recreadas a diario bajo las condiciones ms difciles.
Creo que tal vez a desdeado usted el conocimiento de
las condiciones ms difciles, y ahora se empea incluso en
desdearme a m y a mi condicin. Las ideas ms frgiles y
delicadas son las que reflejan el hecho de que en los seres
humanos hay una zona impenetrable en la que nadie puede
entrar ni profanar: un corazn lleno de ternura humana tan
tenaz, tan sufriente y acogedor, sosegado y elstico para la
respuesta humana y el amor que ninguna fuerza de la tierra
puede jams derrotarlo. Es la idea del alma y hay muchas de
ellas. Nacen frgiles y delicadas, y tienen que sobrevivir cada
da y ser recreadas a diario bajo las condiciones ms difciles.
Necesito la belleza como necesito respirar. Cree acaso
que esas revelaciones tan queridas, esas ideas de las que usted
habla, no me llegan en ese pozo como le llegan a usted? S lo
transitoria que es la belleza, pero tambin s por experiencia
lo eterna que es en el corazn del hombre. Acaba de
ocurrrseme que me gustara creer que he captado un poco de
esa belleza para m.

Violencia y justicia norteamericanas: el sistema legal

EN ESTADOS UNIDOS SIEMPRE ha sido popular imitar


el ejemplo de los asesinos de masas, maleantes y criminales de
toda laya. Norteamrica cultiva la violencia en todo lo que
idea, incluso en la gente, las personas moldeadas por su
inmensa y complicada administracin gubernamental. La
cancin del verdugo debera hablarle al pas, decirle a sus
habitantes que si la historia de Gary Gilmore les entretiene, si
les estremece la violencia perpetrada en Gilmore (as como la
dispensada por l), deberan estar siempre preparados, tener
siempre un arma o un polica al alcance de la mano, porque
eso es algo que ocurrir una y otra vez mientras el tradicional
sistema norteamericano de violencia persevere sobre el uso de
la razn.
Que los norteamericanos se sientan conmocionados y
disgustados ante asesinatos absurdos y crmenes de extrema
violencia contra los inocentes es algo idntico a una prostituta
vieja y gastada que expresa indignacin moral ante la idea de
relaciones sexuales prematrimoniales. Dgale eso a Estados
Unidos.
Dgale a Estados Unidos que, en tanto permita el uso de
la violencia en sus instituciones, en todo el inmenso sistema
administrativo tradicional de este pas, sus hombres y mujeres
siempre se entregarn a la violencia, siempre ansiarn

alcanzar la capa cultural de esta sociedad basada en la estafa y


la violencia.
Cuando Estados Unidos pueda encolerizarse a causa de
la violencia perpetrada en mi vida y en las vidas de
innumerables hombres como yo, entonces llegar a su fin la
violencia, no antes.
Pero diga lo que diga, no diga eso que tanto le gusta
decir a Europa, que Estados Unidos es un monstruo atroz
engendrado por la emigracin de la ms baja calaa de todas
las naciones del viejo continente. Diga que Estados Unidos es
un cobarde rastrero, que hiere por la espalda, porque no
puede, y nunca lo ha intentado, ejercer su voluntad sin
violencia. Y porque es cobarde, no respeta la razn. Estados
Unidos recurre al uso de la razn solo como un intento final
para persuadir, solo despus de que ha intentado sin xito
destruir a un hombre, solo despus de que es demasiado
tarde.
LOS
NORTEAMERICANOS
QUE
ayer
se
avergonzaban de haber servido militarmente en Vietnam,
dicen ahora: Luch por mi pas. (?) Ahora se sienten
orgullosos de haberlo hecho. Orgullosos de matar, torturar y
mutilar a un pueblo de seres en miniatura, cuyo adulto
masculino medio pesa menos de cuarenta kilos y no llega al
metro y medio de altura, tiende a ser vegetariano y a practicar
esa delicada forma de inocencia sexual llamada en Occidente
amor libre. Orgullosos de desflorar a un pueblo amable y
hermoso!

UNO
DE
LOS
GRANDES
pasatiempos
norteamericanos consiste en hablar de lo horrible que es la
justicia sovitica. Pero Estados Unidos es peor que la Unin
Sovitica! Sobre todo porque nadie en este maldito pas nos
ayuda ni le importa un bledo lo que nos ocurre. Este es el pas
ms injusto y opresor del mundo entero, y no voy a meterme
en detalles y comparaciones de leguleyo. No voy a discutir
mi argumentacin segn sus reglas. Estoy del todo
convencido, y no creo que en ningn pas del mundo hubiera
sufrido mayores injusticias de las que he padecido aqu
durante toda una vida.
Si me equivoco, mustrenmelo. Eso es lo que he estado
diciendo durante la dcada pasada: ayudadnos. Aportad
justicia a esos tribunales, crceles, prisiones.
Si me preguntaran cul es la causa principal de
perturbacin mental en los internos de las prisiones, podra
decrselo sin la menor vacilacin: la injusticia.
Primero y ms importante, la injusticia de las leyes y
tribunales de esta tierra. La injusticia de la administracin
carcelaria podra soportarse si fuera la nica injusticia.
Puedo afirmarlo como una mxima: todo prisionero que
confe en resarcirse de la justicia que le han hecho apelando a
la jurisprudencia norteamericana, se volver loco a menos que
ceje en su empeo y se niegue a creer que existe una pizca de
justicia en cualquier tribunal o prisin de Estados Unidos.
Esto no es aplicable a todos los pases. Debo recalcarlo.
Estados Unidos est lejos de ser universal!

SI TENGO UN ANIMAL al que he enseado a


enderezarse sobre sus patas traseras y extender una pata en
actitud pedigea cuando se le ordena, y no lo hace as, debo
castigarle de alguna manera para ensearle a obedecer mi
orden.
Le inflijo dolor. Puedo hacerle pasar hambre o azotarle
con el ltigo. Cualquier otra forma de ensearle a obedecer
siempre sera interpretada por el animal como una
recompensa por desobedecer. Esta aplicacin de fuerza puede
ser humanamente ejecutada. No puede lesionar al animal y
seguir siendo humana.
Si empleo la fuerza hasta un grado que puede
denominarse violencia, entonces lo que busco es la destitucin
del animal, y no solo la correccin de un hbito de
desobediencia.
Hasta aqu, todo esto es indiscutible.
Ense al animal a enderezarse y pedir mediante
recompensas. Pero si en algn momento o por cualquier
razn, no obedece como debe, no se pone de pie y pide, puedo
enviarlo a un entrenador de animales. Cuando lo hago, le digo
al entrenador lo que el animal sabe hacer pero no hace cuando
se le ordena. Le digo que le ensee a obedecer mi orden de
enderezarse y pedir.
Si no lo hago as, si me limito a enviar el animal a un
entrenador para que lo entrene en trminos generales, el
entrenador puede ensearle todo menos lo que requiere para

obedecer la orden de enderezarse y pedir.


El animal aprende que todo dolor infligido por el ser que
le alimenta y sostiene es un dolor que l mismo se inflige por
desobediencia. Si no asimila esta leccin del dolor
autoinfligido, no queda ms recurso que la aplicacin de la
violencia para destruir al animal. Matarlo. Se defender con
violencia; se volver furioso y hurao. Resistir luchando o
huir. Har todo esto si no aprende que su dolor es
autoinfligido.
No me pregunte qu tiene esto que ver con la justicia
norteamericana: forma parte de la esencia del sistema de
justicia de este pas.
El preso empieza su entrenamiento en una sala de
justicia norteamericana. Le dicen que cierre la boca a menos
que se dirijan a l. Le dicen que es tonto si intenta ser su
propio abogado. Le dicen que sus motivaciones no son el
tema de su procesamiento criminal.
Su abogado de oficio le dice qu ley ha violado y cuntos
aos de prisin comporta el castigo. Le dicen que si da
informes y traiciona a su amigo, el tribunal se mostrar
benevolente. Y si es el nico acusado del delito, le dicen que si
ayuda a resolver otros la justicia ser indulgente. Le dicen
que, dado que sabe la hora del da, el da del ao y el hecho de
que est en la crcel, no puede declararse perturbado mental.
No importa que no sepa leer ni escribir, o comprender el
vocabulario de las reglas del tribunal. No importa por qu ha
robado en un almacn; solo importa que ha robado.

Si no ha cometido violencia y dispone de una cierta


riqueza que le site por encima de la necesidad de robar en un
almacn, la justicia ser de alguna forma benevolente con l si
se trata de su primer delito. No le enviarn a la crcel.
Pero ser encerrado si carece de unos medios que hagan
superflua la comisin de tal delito. Le envan a prisin si es
pobre. Es decir, si es pobre y se niega o no puede a actuar
como agente de la polica para traicionar a sus amigos y,
solucionar los delitos que hayan cometido.
Si su abogado le tiene afecto, regatear con el fiscal y el
juez para obtener la condena a prisin ms breve que pueda.
Si no le gusta a su abogado, no har ese esfuerzo. Hoy, en
Estados Unidos, ms del ochenta y cinco por ciento de todos
los acusados que van a prisin se han declarado culpables.
En todo este proceso, el preso nunca aprende un solo
valor social; jams aprende la definicin de ley o las
costumbres de su sociedad en las que se afirma basado el
sistema judicial.
Todos los derechos que tiene el prisionero se vuelven
contra l. Si decide no declararse culpable para que le sometan
a un juicio con jurado, si le consideran culpable recibir la
mxima pena que prescribe la ley por molestar a todo el
mundo, por hacer perder el tiempo a todos. Se instruye a
los miembros del jurado para que lleguen a la decisin de
absolverlo solo si el gobierno no puede probar que el hecho
fsico tuvo lugar. Se le dice al jurado que las motivaciones del
reo son, en esencia, irrelevantes. Nunca se le dice que puede

absolver por cualquier razn. Al jurado se le intimida para


que crea que violara la ley si actuara de otra manera. Sin
embargo, puede absolver por nada ms que simpata
personal. No todos los agudos y especiosos razonamientos de
los abogados y eruditos juristas del mundo pueden refutar
esto. Es un hecho prctico.
Ha habido hombres que se han declarado culpables de
asesinato y han sido ejecutados sin que nadie les hiciera la
sencilla pregunta: por qu? En ningn otro pas de la tierra
existen hoy tales injusticias. En ningn otro pas existe una
tirana tan profunda como en Estados Unidos.
En este pas se sostiene que el castigo termina con la
sentencia y el envo a la prisin. Esto significa que a un preso,
mientras est encarcelado, no se le castiga ms por el delito.
De otro modo el dao sera doble. Eso es lo que la ley afirma.
Sin embargo, dos hombres negros fueron enviados a prisin
hace diez aos y el juez orden que todas las Navidades el
carcelero los colocara en confinamiento solitario hasta el da
de Ao Nuevo, y as se hace. Este es el espritu de la justicia
norteamericana.
Cuando el preso ingresa en la prisin se le arroja a un
violento torbellino de destruccin moral, mental y fsica.
Al gobierno le gusta jactarse de que la pena capital
prcticamente ya no existe. Al gobierno le gusta alardear de
que solo dos o tres hombres entre doscientos millones de
ciudadanos han sido ejecutados en los ltimos veinte o
veinticinco aos.

Sin embargo, son ms los prisioneros asesinados hoy en


las prisiones norteamericanas que en las de los dems pases.
Todos los aos son asesinados o gravemente heridos cerca del
diez por ciento de los presos en Estados Unidos. Cada
prisionero est sometido a la amenaza constante de un ataque,
por cualquier cosa y desde cualquier lado.
LA CONDENA A PRISIN es el castigo judicial. Un
hombre es condenado a prisin por equis nmero de aos.
Cuando los ha cumplido, la ley le libera. Es soportable porque
puede medirlo, no importa lo insufribles que sean las
condiciones de la prisin. Puede que deje un ojo o una mano
tras l, pero de todos modos llega a recuperar la libertad.
Pero cuando la sentencia judicial es indeterminada, la
condena se alarga cada vez que a un cerdo le parece bien.
Cada vez que se le disciplina, se le castiga por infracciones de
las reglas carcelarias que son tan arbitrarias como las
corrientes del viento se le vuelve en efecto a sentenciar a
prisin ante el tribunal de libertad condicional.
Ante ese tribunal no existen procedimientos que
garanticen al reo un oportuno proceso judicial, y ese curioso
trmino legal significa nada menos que una garanta de
justicia.
Cmo cuenta un preso el tiempo que debe cumplir en
prisin cuando no tiene fin? Si fuera cadena perpetua, an
tendra fin. Un preso nunca puede aceptar que morir en la
prisin, sino que por una feliz casualidad algn da se ver
libre antes del fin de su vida.

La relacin de la mente con el tiempo es fundamental.


Qu puede pensar la mente cuando el destino del hombre ha
sido reducido a tal grado de incertidumbre que no puede
predecir el da o la hora siguientes?
El da o la hora siguientes podran terminar en la
aniquilacin segura del lmite (momentneo) que la ley,
supuestamente, ha puesto a su encarcelamiento, su castigo.
El preso podra infringir una de esas reglas intolerantes,
mezquinas, en cualquier momento y trastornar por completo
el equilibrio. Y tambin lo que es ms importante
trastornar el equilibrio de su mente. Uno de los ms grandes
cientficos y filsofos del mundo dijo que la mente humana
solo es consciente de un progreso en el tiempo porque puede
contar (Kant).
Qu sucede cuando la mente experimenta una
progresin de cantidad que no puede contar en tiempo, por la
razn de que en cualquier momento la mente debe empezar
de nuevo el proceso de contar debido a hechos tan
caprichosos y arbitrarios que ni siquiera puede calcularse su
inseguridad?
De aqu hasta all hay cinco aos. Cada da que pasa se
reduce el intervalo entre mi encarcelamiento y mi libertad,
que se encuentra en un instante ms all de esos cinco aos.
En cualquier punto de ese intervalo debo detenerme y
empezar a contar de nuevo, una y otra vez.
Durante casi veinte aos he tenido que detenerme y

empezar muchas veces. Y no estoy condenado a cadena


perpetua. Solo tengo una sentencia indeterminada de
diecinueve aos, pero hasta la fecha solo he cumplido diez
de ella. Pero eso no es todo. Llevo en prisin dieciocho aos
porque antes de que empezara a contar el tiempo en la
penitenciara federal, pas ocho aos en una prisin estatal.
Pero el tribunal de libertad condicional insiste en que
solo llevo en prisin diez aos. Se niega a reconocer la
realidad, porque una vez estuve libre, en enero de 1963. Me
escap en una ocasin y pas seis semanas como fugitivo
antes de que me encarcelaran de nuevo. Por qu he cumplido
tanto tiempo en prisin? Por esta razn: no reconozco que me
encerr yo mismo, sino que lo hicieron otros. Me enviaron a
prisin contra mi voluntad, y as es como estoy ahora. Qu
otra cosa significan esas rejas alrededor de mi jaula o esos
hombres armados con rifles que mantienen una vigilancia
constante en las torres alineadas en los altos muros que
rodean esta jaula? Y les gusta decir que no percibo la
realidad!
Si no quiero ceder al trastorno mental, debo enfrentarme
al hecho de que debo cumplir diecinueve aos de condena. En
consecuencia no puedo creer las exasperantes promesas de
que yo, como todos los dems, quedar libre antes de que se
cumpla el ltimo da de mi sentencia indeterminada. La
nica forma en que un hombre puede soportar la vida en el
infierno es abandonar toda esperanza, porque la prisin en la
sociedad cristiana no es nada ms que la expresin del
infierno cristiano despus de la muerte

En el sistema judicial norteamericano, todo el que es


enviado a prisin sufre una muerte civil. Hoy los expertos en
leyes del pas se burlan de esto y dicen que es una cosa del
pasado. Si pudieran alzar la cara de sus libros y mirar un
momento ms all de los hechos y acontecimientos oficiales
de las salas de justicia, veran hasta qu punto existe en efecto
la muerte civil en toda prisin norteamericana.
Cmo es posible? Es tan simple que cualquier nio
puede imaginarlo. No existe una relacin legal entre los
presos, y toda relacin social entre ellos, que no est
controlada directamente por los cerdos una relacin social
obligada viola las reglas. Es insubordinacin.
Toda deuda que un prisionero contrae con otro viola las
reglas. Son reglas serias. Ningn prisionero puede reclamar
una obligacin a otros prisioneros sin declarar la guerra.
En cierta ocasin, durante un motn, un prisionero
llamado Blackie se apoder de cuatro guardianes y los
mantuvo como rehenes mientras dur el levantamiento. En
una batalla con centenares de guardianes armados, uno de
ellos fue muerto a cuchilladas, y muchos otros fueron
hospitalizados con heridas.
Era una de esas penitenciarias donde los guardianes
suelen caer en la mala costumbre de atacar a los presos al
azar. En aquella poca, nadie iba al agujero sin que le
apalearan mientras lo encerraban en la celda. Un da, los
guardianes mataron a un preso, y se produjo un
levantamiento general de los internos. As es como empez.

Blackie tom los rehenes en medio de una encarnizada


batalla para defenderse. Exigi que los medios de
comunicacin entraran en la crcel y escucharan las quejas de
un comit formado por tres hombres de cada raza, y a tal fin
pidi mi liberacin del agujero.
No se permiti que los medios de comunicacin
nacionales entraran en la prisin. En cambio, trajeron a dos
periodistas de poblaciones pequeas. ramos nueve, y
expusimos nuestras quejas hasta la madrugada, y Blackie
solt a los rehenes ilesos.
Ms tarde Blackie fue trasladado de prisin y nadie
volvi a verle vivo. Se dijo que se haba ahorcado con su
camisa atada al camastro. Por muchas razones, nadie lo crey.
Blackie medira uno ochenta y cinco. Llevaba diecisiete aos
en la crcel y amaba la vida, sobre todo la suya propia.
No se practic la autopsia y los nicos testigos de su
muerte fueron guardianes, quienes redactaron el informe del
fallecimiento.
Con ocasin de ciertos procedimientos legales en la
ciudad, un joven mdico interno vino a verme y me habl
precavidamente a travs de las rejas de la celda.
Haba visto el cuerpo de Blackie en el depsito de
cadveres, pero me dijo que la garganta de Blackie presentaba
un surco que tena ms de dos centmetros de profundidad. El
interno se estaba especializando en medicina legal y era un
experto. Me dijo que haba sido aplicada una presin de ms

de cien kilos al lazo corredizo, y me explic los pormenores


fsicos. Cuando un hombre se cuelga, basta con una presin
de un kilo o kilo y medio, sin que su peso tenga una
verdadera importancia.
La ley afirma que los presos no pueden ser enterrados
sin por lo menos una autopsia. Pero Blackie no tena
familiares. Intent que lo exhumaran y le hicieran la autopsia,
y formul una peticin ante el tribunal con la ayuda de un
abogado. Cuando el tribunal dictamin finalmente,
reconoci que si bien no le haban practicado la autopsia a
Blackie, no exista una causa vlida para emprender una
accin, ya que yo no era pariente suyo y no tena ningn
derecho legal con respecto a l. Trat de soslayar esta
circunstancia presentando pruebas de que Blackie estaba en
deuda conmigo, y la consecuencia de su muerte haba sitio
una prdida financiera legal que el gobierno debera pagar si
se descubra que la causa de la muerte de Blackie no haba
sido el suicidio. El tribunal dictamin que ningn preso puede
tener obligaciones de ninguna clase con otros presos.
Cmo lograr su exhumacin? Cmo conseguir justicia
para l?
Dado que solo soy un fantasma de los muertos civiles, no
puedo hacer nada
LA REFORMA PENITENCIARIA tuvo lugar durante
veinte aos, desde 1960 a 1980. Nunca tuvo xito en el
establecimiento de la constitucionalidad de los derechos de
los presos. Se detuvo bruscamente en los derechos civiles de

los individuos. En la actualidad, pocos de nosotros nos


atrevemos a contemplar sus consecuencias.
Cuando se inici el movimiento de reforma penitenciaria,
todo lo que un preso tena que hacer era enviar una carta a un
juez y pedir ayuda. Los tribunales tenan el buen sentido de
suponer que exista un antagonismo fundamental entre el
preso y quienes le retenan en prisin, y por eso no se oponan
a una querella fuera de la sala de justicia.
Hoy, los tribunales no aceptarn siquiera una peticin de
una orden de habeas corpus, a menos que el preso pague una
tarifa o presente un certificado de pobreza, y el preso sin
recursos debe dirigirse al empleado de la prisin autorizado
para tomar juramentos. De modo que debe conseguir la
cooperacin de la prisin para presentar una queja contra la
prisin.
En esencia, los tribunales no solo han vuelto a una
doctrina de mantenerse al margen con respecto a las prisiones,
sino tambin con respecto a todo tema que pueda conducir a
la promulgacin de derechos de los prisioneros, distintos de
los derechos civiles individuales constitucionales. En
consecuencia, los tribunales se mantienen al margen de
cuanto concierne a los prisioneros.
Hemos sido entregados a policas que pueden tratarnos
como les plazca. Nunca he ledo u odo una declaracin
verdadera efectuada por un polica con respecto a la
condicin de un preso, y si alguien tiene curiosidad por la
mentalidad de los policas, solo ha de tener la ms vaga

nocin de lo que es un fascista, un poltico fascista, y


descubrir algunas ideas del polica sobre el patriotismo y la
democracia. Por lo que respecta a los presos, los policas son
la ley. Hoy, el menor capricho de un cerdo retrasado mental
es la ley para el preso. Este puede ser asesinado, incriminado
por delitos que no ha cometido, torturado hasta ser puesto al
borde de la muerte, y todo lo que se requiere como
explicacin es una simple e incontestable declaracin de un
cerdo de que no ha habido juego sucio por su parte. No hace
falta nada ms.
Mientras estaba en Leavenworth, un gran jurado de
K. C., Kansas, pronunci una sentencia contra m por un
delito que conllevaba diez aos de condena: llevar un arma
peligrosa. Sabe qu era? Era un bolgrafo, uno de esos largos
bolgrafos de plstico. Le faltaba la bolita de la punta, por lo
que decidieron que lo haba alterado lo suficiente para
convertirlo en un arma peligrosa en el agujero. Tengo una
copia de la sentencia, por lo que si no me cree sera un placer
envirsela. Fui acusado ante un magistrado, y la acusacin no
se retir hasta que, con motivo de otro cargo, me declararon
demente.
LA LEY NUNCA HA castigado a nadie por hacerme
dao. Si quiero justicia para castigar algn agravio que me
han hecho, tengo que tomrmela por mi mano.
Imagnese usted mismo en esa posicin, ah, en Nueva
York. No puede recurrir a un polica o a la ley si roban su casa
o le atacan en la calle. La polica irrumpe en su hogar, le da
unos tortazos, por decirlo de una manera suave, y se

apoderan de cuanto quieren, incluso de su mujer y sus hijos.


Cualquiera, en Nueva York, puede acusarle de lo que sea, y
usted es castigado sin saber siquiera quin es su acusador.
Carece por completo de derechos a la proteccin legal. Lo
mximo que puede hacer es presentar una querella civil
contra la ciudad. A los responsables se les dan unos
palmetazos, pero nada ms. El juez dice: Bueno, alcalde
(carcelero), confo en que esto no volver a suceder. Eso es
todo. El alcalde ni siquiera ha de molestarse en responder a la
admonicin. Se levanta, se estira, bosteza y se larga. En
todos los rostros que le rodean, incluso los de los jueces, hay
sonrisas satisfechas. As es como he tenido que vivir toda mi
vida.
Qu hara usted? Le aseguro que se volvera un cobarde
trastornado mental o todo lo contrario. En el primer caso, todo
el mundo es feliz y le darn pequeas recompensas. Si se
convierte en lo ltimo, le destruirn a la menor oportunidad
que tengan. Dirn que es un loco, un psicpata, etctera. En
esta situacin la norma es ser cobarde.
SER REHABILITADO SIGNIFICA aceptar los valores de
una sociedad y vivir segn ellos. No solo requiere fe en las
leyes y costumbres de su sociedad, sino tambin fe en la gente
de su sociedad, as como extender esos valores y reproducir
esa fe en sus transacciones con otros en la relacin social.
Rehabilitar a alguien es un proceso de enseanza. Para el
hombre que necesita la rehabilitacin es un proceso de
aprender por medio de la experiencia Requiere conocer los
beneficios de los valores de su sociedad; requiere una firme

comprensin de los usos adecuados de las leyes y costumbres


de su sociedad.
Solo un hombre que sea una anomala social puede dejar
de perseguir lo que ms le interesa, sobre todo cuando el
camino resulta claro, pues una anomala social conoce los
valores de su sociedad, sus leyes y sus costumbres.
El sistema de justicia norteamericano ensea estas
lecciones a los hombres como si ya fueran anomalas, como si
tuvieran conocimiento de los valores, costumbres y leyes de
esta sociedad. Eso se refleja en la mxima norteamericana: la
ignorancia no exime.
As pues, la rehabilitacin se supone y la justicia
norteamericana trata de castigar a hombres que
(tericamente) saben ms.
Y qu significa el castigo que se propone la
rehabilitacin? Su objetivo no es ganar a los hombres por
medio de la razn, pues se supone que a un preso no se le
puede ganar con la razn. Es la aplicacin de la fuerza.
UN SISTEMA DE JUSTICIA que no instruye por
medio de la razn, que no demuestra racionalmente a un
hombre el error de sus actos, logra los fines opuestos de la
justicia: la opresin.
A nadie, en ninguna prisin de este pas, jams le ha
enseado la ley los errores de sus actos. Es un engorro con el
que no quiere molestarse nadie relacionado con la
administracin de justicia. As se relega a los regmenes

penitenciarios.
TODOS LOS PRESOS HAN cometido delitos, y podra
llamrseles criminales. Pero eso no significa que todos los
presos de la crcel se encuentren en su medio. Yo dira que
hay hombres que estn justamente en la crcel pero que no
estn en su medio, y otros que s. Tal vez la gran mayora de
presos se encuentran en su medio. Vuelven una y otra vez.
Les he visto ir y venir, marcharse y regresar durante tanto
tiempo, que he visto al menos la rotacin de toda una
poblacin penitenciaria. Casi todos ellos (desde luego, todos
los que yo he visto) se sienten aliviados al estar de vuelta.
Necesitan afeitarse y ducharse. Cuando vuelven del exterior
estn flacos y parecen muertos de hambre. Ren mucho,
saludando a los compaeros. Encajan en la prisin. Ese es su
medio. O, por ser ms caritativo, puesto que si los hombres se
ocupan de lo que ms les interesa ninguno realmente
pertenece a la crcel, dir que hay menos inseguridades en
la vida de una prisin que en el exterior. No se trata de algo
tan simple como que se hayan acostumbrado a la institucin
penitenciaria. No, no es eso. La prisin es mucho ms que un
hbito cuando en ella los hombres se encuentran en su medio.
La cuestin es que hay hombres no muchos, pero para
ellos la prisin castiga, y lo hace todos los das que en la
prisin no se encuentran en su medio.
Dejemos de lado cul es su medio; eso no importa ahora.
No se adaptan, no pertenecen a la prisin. Me refiero aqu a su
temperamento, al margen de la justicia o cualesquiera otras
consideraciones.

Afortunadamente, quienes no pertenecen a ella no suelen


pasar mucho tiempo en la prisin, y rara vez regresan a ella.
Pero hay algunos que pasan mucho tiempo en la crcel, y para
ellos se ide el agujero.
Desde luego las prisiones no se crearon para que
sirvieran como pensiones, fincas privadas o comunas
cultivadas. Le concedo que las prisiones pueden servir para
los fines de rehabilitacin de los hombres. Pero hay hombres
que no pueden ser rehabilitados, y tales hombres pertenecen a
la prisin.
La sociedad y no la prisin impide su rehabilitacin, pues
de la rehabilitacin es algo de lo que todos tenemos
necesidad. La rehabilitacin de la sociedad misma no se ha
logrado. Esto se refleja tambin en el hecho de que tantos
hombres encarcelados no se rehabiliten en la prisin.
Si la sociedad es tan intolerable que un hombre solo
puede sentirse como un presidiario, la culpa es de la
sociedad.
Y sugiero que algunos hombres son constantemente
rehabilitados en la prisin: su puesto est en la sociedad libre
o en el cementerio. Pero no en la prisin.
NADIE HA SALIDO JAMS mejorado de la prisin.
No me refiero a lugares como Allenwood y Maxwell Field, los
lugares a los que envan informadores del gobierno y a esa
frgil especie de individuos que pierden el favor del gobierno,
el partido Republicano o la Bolsa.

Me refiero a la penitenciara. Hay por lo menos una en


cada estado. Algunos estados, como los de Nueva York,
Texas, California, Michigan o Ilinois, tienen al menos media
docena de ellas. El mismo gobierno federal dispone de ms de
cuarenta prisiones, pero solo una media docena de
penitenciaras.
Hablo en general. No quiero decir que las prisiones como
San Quintn, Walpole, Leavenworth, Dannemora, Ramsey
Farm (Huntsville), Anglola, Trenton prisiones de ese
calibre no encajen en lo que digo aqu. Tambin es vlido
para ellas.
Durante casi veinte aos he visto entrar y salir presos. No
hay ni uno de ellos encarcelado por primera vez que sea capaz
del vasto repertorio de delitos que puede cometer cuando sale
de la crcel. No me refiero a las habilidades tcnicas de,
pongamos por caso, abrir cajas fuertes o dominar mecnica
del asesinato. No me refiero a las metodologas.
Nadie aprende esas cosas en la crcel, al contrario de lo
que el gobierno afirma. Los presos no aprenden a cometer
delitos de otros presos. Saben como hacerlo tan bien como
usted al leer esto. Las novelas y el cine ensean ms sobre
cmo cometer delitos con xito de lo que cualquiera podra
aprender en las crceles.
Lo que se les imbuye a pesar suyo es la voluntad de
cometer delitos. La capacidad a la que me refiero.
Uno de mis pasatiempos sola consistir en contemplar el

cambio de los hombres, observar el ennegrecimiento de sus


corazones, que ocurre ante sus ojos. Entran en la prisin ms
desconcertados que asustados. Luego, a cada paso que dan
aumenta en ellos el miedo. Su experiencia con los hombres y
la administracin de las cosas no puede ensearla las novelas
o el cine, ni siquiera los peores rumores sobre la prisin.
Nadie est preparado para eso. Ni siquiera los cerdos lo estn
cuando empiezan a trabajar en la prisin.
Todo el mundo tiene miedo. No se trata de un miedo
emocional, psicolgico, sino que es algo prctico. Si no
amenazas a alguien, como mnimo, alguien te amenazar.
Cuando caminas por el patio o por el pasillo hacia tu celda,
destacas como un pulgar hinchado si no pareces
insensiblemente despreocupado o fro y dispuesto a matar.
Muchas veces tienes que devorar a alguien, o sers
devorado t mismo. Despus de tantos aos, no simulas.
Nadie lo hace.
A falta de una expresin mejor, esta es una experiencia
cnica de la vida tan peligrosa, que te cambia de tal modo que
ni siquiera notas el cambio. Al cabo de cinco o diez aos se
convierte en un modo de vida. Ves a los cerdos cometer
asesinatos, y todos, desde el alcaide para abajo, son cmplices
activos, por decirlo con suavidad. Los polticos ms famosos y
los jueces suprimen activamente las pruebas de tales
crmenes. Son endmicos. Lo ves con tanta frecuencia, que es
una rutina.
Es una rutina ver que los guardianes encierran juntos en

una celda a prisioneros que han jurado darse muerte.


Prisioneros que ya han demostrado ser capaces de matar a
cualquiera. Y les ves matarse como moscas instigados e
impulsados por los guardianes.
Los sacerdotes de la prisin, los ms fciles de intimidar,
mantienen la boca cerrada porque, dicen gimoteando, no
pueden probar nada y adems, el mal es superado por el
bien que pueden hacer si se mantienen en calma y hacen lo
que pueden. Si levantan la voz, son despedidos.
Cuando recobras la libertad si llega algn da eres
capaz de todo, de cometer cualquier crimen.
Ha visto alguna vez a un hombre desesperado porque
no es capaz de cometer un crimen? No hablo de homicidio en
el calor de una pelea, cosa que ocurre raramente en la crcel,
sino de un asesinato a sangre fra, premeditado. Los nicos
presos que he visto que no sienten esa desesperacin de ser
incapaces de asesinar, son los numerosos capaces de hacerlo.
La mayora de ellos descubren en algn momento que
son capaces de hacerlo. Descubrir que tus inquietudes acerca
del asesinato carecan de base es una sensacin similar a la del
joven que tiene dudas sobre su capacidad de consumar su
primer acto sexual con una mujer, y cuando llega el momento,
si su actuacin no es magnfica por lo menos cubre el
expediente. Te sientes ms fuerte.
Si puedes matar as, puedes hacer cualquier cosa. Entran
en juego todos los elementos del crimen. Hay el engao, la

capacidad de mantener un secreto, el clculo, el temple, y la


actividad de una violencia bien planeada y ejecutada.
Lo ms importante es que aprendes a no confiar jams en
un hombre, aunque parezca honesto y sincero. Aprendes
cmo los hombres se engaan entre s, y lo imposible que es
ayudarles sin perjudicarte.
Sabes todo esto y de una manera consciente, antes de que
salgas de la crcel.
Por qu robas cuando recuperas la libertad? Por qu
cometes delitos que nunca soaste ser capaz de cometer antes
de que ingresaras en prisin? Has cambiado de tal manera
que ni siquiera eres consciente de que hubo una poca en que
eras incapaz de tales cosas. Si meditas en ello, te dices que
robas porque ya no tienes miedo de que te metan en la crcel,
porque ya no recuerdas que al principio s lo tenas.
La verdad es que el dinero y me refiero a la riqueza de
toda la vida perdida en la prisin no puede ganarse con el
trabajo honrado. El capital es algo que se expropia: se roba.
Todo lo que necesitas es un poco de confianza en ti
mismo, y cualquiera que sale de la prisin la tiene: tiene
confianza en s mismo, pero ni la ms mnima confianza en los
dems.
Lo triste de todo esto es que no has aprendido a robar
adecuadamente en la crcel! El gobierno y los apologistas de
las prisiones norteamericanas acusan a los presos de que se
ensean unos a otros, Pero en ese aspecto, toda la capacidad

que tienes para el crimen no le ha hecho ni un pice ms


inteligente.

La pena capital y Gary Gilmore

ALGUIEN ME DEJ UN librito que contena una


seleccin de cartas escritas por Marx. Encontr en l un
fragmento sobre la pena capital. Esto puede que le divierta.
Era una carta inacabada al Herald Tribune de Nueva York
en respuesta a un editorial aparecido en The Times sobre la
pena capital.
La encontr interesante porque Marx seala una relacin
causal dentro de la sociedad entre la pena capital y los
asesinatos y suicidios insensatos y atroces.
El editorial de The Times observaba que siempre que
haba una ejecucin, sobre todo una ejecucin famosa, muy
difundida, parecan seguir ejemplos de muerte por
ahorcamiento, ya sean suicidas o accidentales en la sociedad.
Marx ataca esta observacin diciendo que The Times, con sus
predilecciones por la horca y su lgica sangrienta, se ha
detenido ante estos fenmenos en la apoteosis del verdugo,
en otras palabras, que la gente simplemente imitaba al
verdugo. The Times ignoraba al hombre ahorcado en su
conexin con estos fenmenos de suicidios y accidentes.
Marx mostr esto citando algunos datos compilados por
otro peridico britnico, The Morning Advertiser (enemigo de
la pena capital y de The Times). Los datos cubren un perodo

de cuarenta y tres aos a partir de 1849, y muestran no solo


suicidios sino asesinatos de la especie ms atroz, que siguen
de cerca de la ejecucin de criminales:
EJECUCIONES DE ASESINATOS Y SUICIDIOS
Millan 20 de marzo Hannah Saddles 22 de marzo Petley 20 de
marzo M. G. Newton 22 de marzo J. G. Gleeson (4 asesinatos
en Liverpool) 27 de marzo Smith 27 de marzo Asesinato y
suicidio en Leicester 2 de abril Howe 31 de marzo
Envenenamiento en Bath 7 de abril W. Bailey 8 de abril J.
Wards asesina a su madre 13 de abril Landish 9 de abril
Yardley 14 de abril Sara Thomas 9 de mayo Dosey, parricidio
14 de abril J. Bailey mata a sus dos hijos y se suicida 17 de
abril J. Griffiths 18 de abril Chas Overton 18 de abril J. Rush 21
de abril Danie Holmston 2 de mayo Marx se limit a
reconocer una relacin en estos datos, pero l mismo no traz
estos paralelos, o la tabla.
Marx seala que la burguesa puede predecir con
exactitud el nmero de cualquier clase de crmenes que sern
cometidos en cualquier perodo dado, basndose en una serie
de enfoques, que incluyen la tabla citada. Con tales cifras se
calculan los presupuestos para prisiones, patbulos, jueces,
etctera.
Marx escribe que a la mente burguesa le resulta difcil
verse a s misma como causa del crimen, al crear legalmente
las condiciones para este.
En este punto, el fragmento se pierde en otras
consideraciones, pero Marx uni conectando los datos por la

razn para compilarlos.


Quisiera aadir que la pena capital se emple
inicialmente en la ley como castigo por cosas que hoy
consideramos como delitos menores. Se colgaba a un hombre
por cualquier cosa, desde robar carteras a trozos de comida.
Al principio se utilizaba para evitar delitos insignificantes, y
no asesinatos.
La pena capital aparece en la historia antes de que
aparezcan los delitos de asesinos atroces y suicidas.
No solo las leyes perpetran las formas de delitos que
abolen, sino que finalmente contradicen el mismo objetivo
para el que fueron escritas, pues hacen surgir otras formas de
delito. Esto es lo que ha resultado de la pena de muerte en la
historia.
Los hombres como el Hijo de Sam estn motivados
conscientemente por la pena capital. Cmo si no llamara
usted a su forma, ahora corriente, de jugar con la polica
dejando pistas en forma de acertijos y notas para burlarse del
verdugo?
As es como puede afectar a una mente mrbida e
inmadura, tal como Marx relataba en el fragmento. Pero hay
ms.
Aqu, en la prisin, los hombres ms respetados y
estimados entre nosotros son los que han matado a otros
hombres, en especial a otros presos. No se trata simplemente
de miedo, sino de respeto.

Todo el mundo en la prisin tiene un ideal de violencia,


de asesinato. Por debajo de todas las relaciones entre los
internos encontramos el omnipresente hecho del asesinato. En
ltima instancia, eso es lo que define nuestra relacin entre
nosotros.
Y asesinatos y suicidios no siempre han constituido un
comportamiento aberrante en la sociedad. Antes de que
llegramos a este estadio de civilizacin, no existan en
nuestra sociedad asesinatos y suicidios. Los acontecimientos
que hoy definen estos trminos no estaban entonces tan
definidos.
En nuestra sociedad, el sacrifico humano ritual no era,
antiguamente, un horror mayor de lo que hoy es para
nosotros la pena capital, y hay perodos en nuestra historia en
los que un hombre reciba altos honores solo a travs de actos
que hoy llamamos asesinatos y suicidios. Por ejemplo, un
hombre que matara a su padre era considerado en cierta
poca con temor reverencial.
Creo que todo el mundo siente algo especial bajo los
estratos de la conciencia social, cotidiana, cuando sabe que un
miembro de su sociedad ha perdido la vida mediante un acto
atroz de asesinato o suicidio. Para el hombre corriente es algo
aterrador, segn el grado de frecuencia en que ocurra. Puede
arrastrarle.
Nos recuerdan que en la sociedad cualquiera puede
asesinarnos, no solo que cualquiera puede ser fcilmente
asesinado. La muerte puede provenir de cualquier lugar

donde haya otras personas presentes. Lo aprendemos en uno


y otro grado. No es un instinto: la expectativa humana
influye en las probabilidades humanas.
La nocin de que la pena capital es un freno para el
asesinato se contradice ante el mundo entero cuando alguien
es ejecutado por un acto de asesinato. Demuestra
irrevocablemente lo contrario al propsito para el que se
escribi la ley: los hombres que son ejecutados ni estaban
locos ni fueron disuadidos de cometer atroces asesinatos. El
sujeto (el hombre ahorcado) ha dominado al objeto (el
verdugo). La nica forma de prevalecer es matar.
La relacin causal es el gobierno, porque conecta la
pena de muerte con el asesinato. El conocimiento prctico (la
conciencia comn) no distingue al mismo gobierno que
practica la pena capital con la apoteosis del verdugo.
Su libro sobre lo que le sucedi a Gilmore debera ir
acompaado por un pequeo coro de gritos en el auditorio,
no le parece?
Si la sociedad castiga a sus miembros con la muerte y el
encarcelamiento, por qu vamos a sorprendernos cuando un
miembro de la sociedad castiga a sus enemigos con la muerte
y el encarcelamiento?
TODO EL MUNDO SABE que Estados Unidos, que
toda civilizacin moderna, industrializada, dispone de los
medios cientficos para alterar la conducta del hombre. Hasta
puede llamarlo lavado de cerebro, si quiere hablar como un

bobo que ha pasado toda su vida al abrigo de la realidad que


nos rodea. Podemos lavar el cerebro de un hombre para que
no vuelva a cometer crmenes. El mundo entero sabe que
podemos hacer esto casi sin ningn esfuerzo y hacerlo
humanamente, sin destruccin.
Por qu, entonces, la sociedad norteamericana ejecuta a
los criminales? Ejecutar a un hombre en este pas es quiz diez
veces ms costoso que lavarle el cerebro para que jams
vuelva a cometer crmenes.
Cuando un hombre ha cometido un asesinato, no es ms
humano ejecutarle que lavarle el cerebro. No es ms
humano matar a un hombre en vez de hacer de l un hombre
mejor que no mate a la gente.
Este es el argumento de la civilizacin contra la pena de
muerte. Es cualquier cosa menos un sofisma.
SEGN MARX, EL CASTIGO en general ha sido
defendido como un medio de mejora o de intimidacin.
Ahora bien, qu derecho tiene usted para castigarme por la
mejora o intimidacin de otros? Y adems, ah est la historia,
las estadsticas, que demuestran con absoluta evidencia que,
desde Can, el mundo no ha sido ni mejorado ni intimidado
por el castigo.
El criminal es un chivo expiatorio o el mercader de su
propia alma.
Esta es la esencia de la forma de justicia que conocemos
hoy en Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XX.

Digo que este es el concepto esencial de la justicia


norteamericana moderna, y no quiero que usted crea que con
esto doy por concluido el asunto. Todo el mundo sabe que es
posible comprar nuestra justicia con una moneda y otra, y que
quienes niegan la libre voluntad por las circunstancias de su
posicin de clase (los estpidos, sin amigos, pobres, etc.)
pagan el precio de los crmenes de los ms afortunados.
ME DOY CUENTA DE que me he identificado
completamente con Gilmore. Le aseguro que hay muchos
hombres como yo. Estoy lejos de ser nico. No somos nicos
porque no nos clasificamos nosotros mismos. Otros lo hacen.
En este caso lo hacen los regmenes carcelarios, las
autoridades. Y si acudiera usted a cualquier prisin en la que
estuviramos Gilmore y yo y preguntara por todos los presos
con ciertos antecedentes, tanto fuera como dentro de la crcel,
le daran una serie de expedientes, una lista de nombres, y mi
expediente y nombre siempre los entregaran junto con los de
Gilmore, y los de al menos ocho o diez ms.
GILMORE APARECI CUANDO los penados tenan
principios, cuando ser un penado era importante. Era una
poca en que a un hombre se le juzgaba por s mismo, por sus
propios actos. Se le juzgaba como individuo.
Luego se inici una transicin. Anteriormente, el simple
hecho de que te vieran conversando con un cerdo poda poner
en peligro tu vida. La vergenza de un sopln: lo mataban
casualmente, al azar. Ahora las prisiones son ms cmodas,
creo que debido a que los cerdos se dan cuenta del valor de
mantener a los presos suspicaces entre s y desunidos.

Nada acerca de su caso es para m ms fcil de entender


que su insistencia en ser ejecutado.
Para m, el problema de Gilmore consiste en saber por
qu mat al empleado de un motel y al de una gasolinera en
un acto de robo armado si ellos no le pusieron resistencia. Me
resulta difcil entenderlo.
Lo razonable es que uno mate de esa manera si se trata
del robo de una gran suma de dinero. Est implcito en el
motivo que ser tu ltimo robo. O bien puedes matar as si se
trata de tu primer y ltimo robo y ests desesperado, fuera de
ti.
Pudo haber sido un ladrn insignificante, sin xito, pero
solo por su historial hay que concederle una cierta pericia, una
medida de profesionalismo. Cualquiera que ha estado en
prisin durante tanto tiempo, tantas veces, adquiere
gratuitamente ese mnimo (podra decirse que se vuelve
informado).
Eso es lo que agudiza el problema que me plantea
Gilmore. Qu le posey para impulsarle a hacer aquello? Por
lo menos pudo haber ido en coche hasta Salt Lake City para
robar algo, si le preocupaba que le identificaran. Est solo a
cincuenta kilmetros de Provo.
No estoy seguro de la naturaleza de su inteligencia. No
creo que experimentara a sangre fra consigo mismo. Una vez
llev solo medio bigote. Se obligaba a hacer cosas que los
hombres corrientes no pudieran hacer. Era valiente.

Si tuvo la inteligencia de los hombres que son retratados


como nietzscheanos, cometi los crmenes por razones
experimentales. Como Leopold y Loeb[5], por ejemplo. Haba
en su inteligencia algo mrbido y sublime, por lo poco que
pude colegir. Cierta clase de hombres provocan los celos de
los dioses. Pero si Dios hubiera querido destruirle, primero le
habra vuelto loco. Hasta un comunista lo sabe!
No comprendo por qu hizo Gilmore aquello. Quiero
entenderlo, porque as entendera un poco lo que es el mal.
A veces, como me ocurre ahora, pienso que Gilmore fue
una de las muchas causas que culminaron en las muertes de
aquellos dos hombres, y que ellos son el efecto verdadero.
A veces creo que el efecto debera centrarse en ellos, y que
Gilmore no fue ms que una de las muchas fuerzas causales
que se combinaron para producir sus muertes.
El problema planteado es tan grande como el anterior:
dnde est la conexin local o existencial entre Gilmore como
la causa de sus muertes y el efecto (sus muertes)?
Plantearlo de esta manera solo conduce a un callejn sin
salida, y presenta ms problemas de los que resuelve.
Creo que una continuidad de causa-efecto en este
asunto debe ser interna, estar formada principalmente por
movimientos internos. Pero usar esta idea como un ndice
para contemplar el asunto abre las puertas a tal diluvio de
teoras psicolgicas, del comportamiento e ideolgicas que
apenas puedes hacer pie sin reflejar tus propias creencias

internas, porque decir algo es tomar posesin entre escuelas


de pensamiento y sistemas de pensamiento, de creencias.
Pero estoy seguro de una cosa. Nada hay tan interno
como el dolor, especialmente el dolor humano. Sera muy
triste de relatar el catlogo del sufrimiento en que consistira
registrar las interioridades del dolor que condujeron a la
manifestacin de un acto de asesinato mltiple.
POR MUY IGNORANTES que sean mis impulsos,
tiendo hacia los temas filosficos. A veces dudo de que
alguien con una mentalidad filosfica est capacitado para
juzgar a nadie. Nunca comprende el concepto de culpa.
Esa es la preocupacin de la verdadera justicia.
La cuestin es, ms bien, si l fue ntimamente culpable.
Por una serie de razones solo poda ser culpable en su corazn
si decida serlo. Solo l lo supo realmente. Nosotros solo
podemos suponerlo. Su insistencia en la ejecucin parece
apuntar a esa conclusin (entre otras cosas).
Si yo mismo estuviera seguro y pudiera aceptar su culpa
ntima, el conocimiento de su inocencia anterior le absolvera
en mi mente, pero no estoy seguro de que l fuera
ntimamente culpable, a causa de la clase de dolor que debi
de haber sufrido en su vida, un dolor causado solo por las
intenciones conscientemente malignas de la institucin penal
de nuestra sociedad presente.
ES DIFCIL ACCEDER A la verdad de los hombres. Hay
muchas verdades generales, pero la verdad es siempre algo

especfico. Con todo, no quiero dar la impresin de creer en el


fondo que el hombre es vulgar, aunque estoy seguro de que
usted sabe que doy como cierto lo contrario. En el fondo, los
hombres tienen principios; las vulgaridades se adquieren.
Cuando digo que tienen principios no quiero decir en
absoluto que sean inocentes o estn llenos de amor y
buenos sentimientos. Quiero decir que, en el fondo, los
hombres hacen lo que piensan y creen correcto, tanto bueno
como malo. Esto significa que, en el fondo, los hombres no
son dbiles, y nunca dira, para justificar un desliz de los
principios, solo soy humano, como si eso fuera una especie
de justificacin de la debilidad, la debilidad moral. La carne y
la sangre son mucho ms fuertes de lo que los necios creen.
CUANDO MARX IDENTIFIC a la sagrada familia
con los sueos humanos del paraso en la tierra, implic
que los sueos terminaran si ese paraso se realizara. Implic
que la conquista del universo es la condicin sine qua non de la
conquista del lado oscuro del hombre, de sus instintos, del
inconsciente nada menos.
Hoy en da uno debe empezar estudiando no la mente
inconsciente sino el mundo material, algo que los freudianos
no quieren comprender. El universo obedece leyes, una gran
variedad de leyes, pero los necios creen que esto refleja que
los hombres no nacen libres y carecen de libre albedro,
cuando de hecho esta misma creencia esclaviza a los hombres
porque solo conociendo esas leyes, esos principios, los
hombres pueden usarlos en vez de ser ciegamente agitados a
su merced, la merced de la propia ignorancia del hombre.

Por eso es una lstima que ni Gilmore ni el mundo


supieran realmente lo que le ocurra. El grado de civilizacin
que hemos alcanzado en este tiempo y lugar qued definido,
ilustrado.
DICE USTED QUE Gilmore escribi a Nicole ms de
mil quinientas pginas en tres meses y medio. Supongo que
reflejan una gran cantidad de sentimientos religiosos. Cuando
uno mezcla la poesa con la filosofa, el resultado es el
misticismo, la religin. Es razonamiento emocional y
apasionado ante un hecho a cuya merced nos encomiamos
todos, ante el que somos impotentes: la muerte. Apuesto a que
casi podra usted deducir la naturaleza de sus creencias
msticas es por la naturaleza de su propia muerte, por hechos
como su ejecucin formal, legal, su espera de la muerte,
solitario en una celda, su deseo de sufrirla en los ltimos das,
lo que probablemente sea el hecho ms importante en la
formulacin inconsciente de sus creencias msticas: Crear su
propia escatologa as como su propia vida despus de la
muerte, su eternidad. Quiso que le ejecutaran.
Solo un penado, un veterano en el sufrimiento de esa
clase especial de angustia, poda desviarse tan absurdamente
del tema como si fuera una conquista de su voluntad cuando,
en realidad, no poda estar ms perdido, ms esclavizado.
No puede usted saber lo triste que me siento al darme
cuenta del origen y la naturaleza del orgullo y el optimismo
que sienten todos los penados cuando estn condenados de
manos y pies, como si fueran feroces leones, animales
peligrosos. Convierten a seres inofensivos en criminales. Es

como si de sbito estuviramos bajo los focos, en medio del


escenario. El mundo se ha centrado en nosotros por un
momento. Somos capaces de amenazar al mundo de alguna
manera, por pequea que sea. Esta es la razn, por ejemplo,
de que el Hijo de Sam no pudiera suprimir aquella sonrisa,
esa sonrisa humilde que causa el orgullo en los hombres muy
humildes y muy humillados. Hombres encadenados.
Creo que ese orgullo involuntario de los hombres
humillados era un fuerte componente en las emociones de
Gilmore, sus sentimientos, en sus ltimos das, cuando el
mundo entero pareca contener el aliento para verle morir.
Nietzsche dijo cosas pertinentes a lo que acabo de decir
en su obra As habl Zaratustra, en los versos Del plido
delincuente.
ESTOY RELEYENDO Rojo y Negro. Han pasado al
menos veinte aos desde la primera vez que lo le. Ahora que
soy mayor puedo apreciarlo ms, y desde ms puntos de
vista. Esta obra es uno de los mejores retratos de amor
romntico del concepto romntico que existen. Tras la
lectura de las primeras pginas se me ocurre que, en esta era
existencial, los ltimos vestigios del romanticismo se nos
aparecen hoy en las relaciones sociales como paranoia.

Stendhal nos presenta inconscientemente a Julin Sorel


como un homosexual que, totalmente engaado desde su
infancia, lleva a cabo sus deseos en el escenario de una

sociedad dirigida por los machos. El escenario por el que se


pasean y realizan sus pequeas sublimaciones es la mujer
misma. En este libro, Stendhal ha conseguido mostrar unas
gentes en sus relaciones personales que no se comprenden en
absoluto y, no obstante, siguen juntas. Supongo que la misma
falta de entendimiento define claramente como fue el periodo
romntico de nuestra historia.
Las mujeres de Stendhal son realmente vctimas de
hombres castigados por un curioso sentido del deber, pero
una de ellas, la seorita De la Mole, pronuncia un mordaz
epigrama que podra haber ideado al meditar sobre Gary
Gilmore: La nica distincin verdadera para un hombre es la
sentencia de muerte.
Repare en que no es la muerte en s, sino la sentencia de
la muerte. No creo que la seorita, hija de un marqus,
conociera hombres que pudieran ser condenados a muerte
por sancin oficial.
En otras palabras, quien diga que la distincin verdadera
de Gilmore estrib en su sentencia de muerte, cae en la falta
de entendimiento a la que me he referido y que he
mencionado como una definicin del romanticismo. Me
gustara saber lo que Gilmore pens de s mismo en sus
ltimos momentos. No puedo evitar el secreto deseo de que
estuviera protegido por alguno de tales engaos en el
momento de morir. Estar equivocado es una cosa, pero incidir
en el error de una forma tan absoluta, es una experiencia
terrible. No se la deseara a nadie, excepto a la burguesa.

La he experimentado yo mismo lo suficiente para no


desersela a nadie ms. Creo que siempre sentir el deber de
pedir disculpas por algunos de mis errores (a los dems,
desde luego. No a la ley!).

El racismo en Estados Unidos y entre rejas

ESTA MAANA, HOJEANDO un librito de citas de


Marx y Engels, en un pasaje del Anti-Dhring de Engels, he
encontrado confirmacin de lo que dije sobre la poltica
norteamericana de los derechos humanos empleada como
doctrina poltica, un grito de autodefensa, exactamente como
la splica de un guardin de la prisin retenido como rehn
por un preso a punta de cuchillo, preso a quien el guardin se
ha dedicado a molestar constantemente: Pero tengo mujer y
dos hijos! Por favor, no me mates!.
Es una estratagema.
Este es el prrafo:
Y es significativo del carcter especficamente burgus
de esos derechos humanos que la Constitucin
Norteamericana, la primera en reconocer los derechos del
hombre, confirmara al mismo tiempo la esclavitud de las
razas de color que existan entonces en Estados Unidos: se
proscribieron los privilegios de clase; se sancionaron los
privilegios de raza.
Cmo es el racismo significativo del carcter
especficamente burgus de esos derechos humanos?
Todos estos derechos humanos sancionaron las doctrinas

ideolgicas de la Carta Magna, las cuales establecieron el


derecho del hombre blanco (auto de habeas corpus), y el
Manifest Destiny[6], que estableci la carga del hombre blanco
(el colonialismo).
Bajo la doctrina del Manifest Destiny, cualquier hombre
blanco poda declarar el dominio soberano de su tierra sobre
tierras no europeas bajo los auspicios de varios mandatos
coloniales de los diversos pases del hombre blanco.
As es como se establecieron los derechos humanos.
Fueron establecidos por doctrinas legales que se extienden
legislativamente hasta hoy mismo.
La idea consista en que la raza blanca dominara y
administrara los asuntos de las razas de color. Estas se
convertiran en la fuente de mano de obra y los blancos seran
la fuente del capital, es decir, civilizacin, riqueza, cultura.
Esto existe todava.
La teora racial de la humanidad se desarroll en aquella
poca temprana de las revoluciones burguesas del siglo XVIII,
pero entonces no existan los instrumentos cientficos
necesarios para una adecuada demostracin cientfica. Por
entonces Hegel era el ms sistemtico en sus pruebas
empricas de la supremaca blanca (vase su Filosofa de la
Historia).
La teora racial de la humanidad afirma que la raza
blanca es la ms avanzada en la evolucin de la especie
humana, que la estructura gentica de la raza blanca es

superior a la de las razas de color. Declara, en efecto, que


cuanto ms oscuro es el color de la piel, ms inferior es la raza
con respecto a la raza humana. La raza humana resulta ser
la raza blanca.
Los instrumentos cientficos son los instrumentos del
empirismo cientfico. La observacin emprica demuestra
definitivamente la verdad de la teora racial de la humanidad.
Los llamados humanistas adoptan la postura de que la raza
blanca debera guiar a los menos afortunados a travs de un
proceso evolutivo hasta que llegaran a ser blancos.
Este es posiblemente el secreto mejor guardado por la
comunidad cientfica mundial de la burguesa blanca, e
incluye tambin a filsofos burgueses del siglo XX, sobre todo
en la Europa continental (Heidegger es uno de los pioneros
ms importantes). Es tan secreto que pocos hablan de ello
entre s. Puedo imaginarlos en sus laboratorios, vestidos con
sus batas blancas, intercambiando miradas y arqueando
significativamente una ceja cada vez que se dispone de
nuevos datos que ayudan a cimentar la teora. El gran
experimento llega a su final! Puedo orlo ya. (El gran
experimento es lo que, histricamente, los primeros idelogos
burgueses llamaron democracia. Solo ms tarde lleg a
referirse a los Estados Unidos de Amrica).
Las nicas estadsticas que favorecen a las masas
negras de la sociedad norteamericana son las que demuestran
en ellas una mayor destreza atltica que entre las masas
blancas. Pero incluso eso se explica citando la procreacin
selectiva de esclavos antes de la guerra civil y he odo esta

explicacin incluso en labios de cultos universitarios negros.


No existe, pues, una falta de pruebas empricas que
apoyen la teora racial de la humanidad. Estadsticas de
delitos, conducta social, comportamiento econmico, reaccin
psicolgica la lista lo incluye todo. Debido a esta lista la
teora culmina con causas genticas, es decir, de acuerdo con
el empirismo cientfico. Ya se reconoce en la destreza atltica
de los negros como una caracterstica de la raza heredada.
El profesor Shockley demostr que los negros, en el
aspecto mental intrnseco, son intelectualmente inferiores.
Tuvo el mal gusto de no limitarse a publicar su hallazgo, sino
de hablar de l, de comentarlo en una sociedad democrtica
de hombres libres e iguales. Sus comentarios comenzaban
con lo que para l y quienes le escuchaban ya no era
discutible: la inferioridad gentica de los negros. Y el objeto
de sus comentarios era qu hacer al respecto. Lo menos que
puede decirse es que las consecuencias para la democracia son
negativas.
La nica fuerza cientfica en el mundo industrial que se
opone, al menos en teora, a esta teora racial de la humanidad
es la teora de la historia de la clase proletaria con las
herramientas del materialismo dialctico cientfico.
He aqu la teora comunista en oposicin a la teora
capitalista burguesa (basada en el empirismo cientfico):
(Este prrafo es de Notas al Anti-Dhring y aparece
tambin en el apndice a la Dialctica de la Naturaleza de

Engels. Es de la Seccin (a) Sobre los prototipos del infinito


matemtico en el mundo real).
Al reconocer la herencia de los caracteres adquiridos,
extiende el sujeto de experiencia del individuo al gnero; ya
no es necesario el individuo aislado que debe haber
experimentado, y su experiencia individual puede ser
reemplazada hasta cierto punto por los resultados de las
experiencias de una serie de antepasados. Por ejemplo, si
entre nosotros los axiomas matemticos parecen evidentes a
todos los nios de ocho aos, y no necesitan prueba de la
experiencia, este es exclusivamente el resultado de una
herencia acumulada. Sera difcil ensearlos mediante una
prueba a un bosquimano o un negro australiano
La experiencia acumulada de una serie de antepasados,
por usar la terminologa de Engels, es doble: las tradiciones
culturales externas de una sociedad, que incluyen libros,
herramientas, mitos, etc.; y, en segundo lugar, la experiencia
genealgicamente adquirida.
La percepcin se basa en estas dos zonas de experiencia
para convertirse en conocimiento consciente. (La misma lgica
es un aspecto de tal conocimiento).
Lo que es patente no requiere pruebas, por la simple
razn de que no puede ser cuestionado por alguien para
quien es patente. Y qu es patente en ltima instancia? El
mundo es evidente. La existencia del mismo individuo es
evidente. Estas son dos cosas de las que un cartesiano no
podra dudar, siempre que la experiencia externa fuera en su

busca. Tampoco podra dudar de la percepcin matemtica


que tan bien le caracteriza. Descartes fue un hombre blanco,
un europeo.
La teora comunista afirma que el prejuicio es un
obstculo para la inteligencia. Afirma que la perspectiva
burguesa del mundo es un prejuicio y que el empirismo
cientfico es solo el fundamento de la ciencia burguesa y no de
la ciencia en general. Afirma que el aislamiento cultural y
genealgico es la muerte de todas las civilizaciones, y la
historia lo ha demostrado con abundancia.
Es una mxima el hecho de que los ms fuertes
moralmente y los ms inteligentes de un pueblo oprimido se
encuentran en los patbulos y en las prisiones de los
opresores.
Me he pasado una vida entera en prisiones con indios
norteamericanos, mexicanos, chicanos y negros. Es
indiscutible que todo preso de raza distinta a la blanca que he
conocido tiene una conciencia revolucionaria del mundo, pero
los ms consecuentes, los ms persistentes, son los negros. Les
he visto tan radicales en su percepcin critica que no pueden
ni quieren comprender siquiera un prrafo de lenguaje
conceptual en un libro. Pronto supe que no aprendern
maquinalmente nada que se dirija al mundo cotidiano. No
atiborrarn su mente con un conocimiento memorizado que
no es evidente para ellos. Les he odo referirse a los
principios, ms abstractos y al parecer universales, y decir
con condescendencia: Son prejuicios! Admito que esto me
enfureca, sobre todo porque, cuando haces tales afirmaciones,

siempre hay cierta vehemencia y hostilidad patentes en sus


modales.
Los imbciles no sostienen semejantes opiniones. Los
hombres con un bajo grado de inteligencia no se enfurecen
por la injusticia. No desconfan de nada y aceptan cuanto les
dicen y hacen.
Y DE DNDE PROCEDE esta santa cultura blanca
europea? Es una herencia cultural de las civilizaciones
romana e islmica. La cultura europea se fundi en una
entidad distintiva como resultado de la incorporacin de
muchas razas, muchas entidades, genealgicas y culturales.
Comenz como una cultura independiente especficamente
europea, aproximadamente el periodo que llamamos
Renacimiento (del siglo XIV al XVII). El Islam y Roma tenan
una historia similar de incorporacin de muchas culturas y
razas. Lo mismo sucedi en la antigua Grecia, la India y
China, as como entre los mayas y aztecas en el hemisferio
occidental.
Que el mundo fuera redondo o no, solo lleg a ser objeto
de deuda cuando dej de ser evidente que era cuadrado, o
plano. Que el mundo fuera o no el centro de las
revoluciones del universo las luces del ciclo solo se
cuestion cuando dej de ser evidente que fuera as. La lista
de ejemplos en la historia europea es larga.
Vayamos ahora al ejemplo del mundo plano. En una
poca fue evidente. Nadie en aquella cultura lo dudaba.
Tenan esa certeza sentida que impide ejercer la duda. De

esa concepcin surgi toda una perspectiva del mundo, un


cuerpo entero de conocimiento. Tena la fijacin de un
prejuicio popular, y en eso consiste exactamente el prejuicio.
Cualquiera para quien no lucia patente ese hecho
fundamental careca de inteligencia y se le consideraba tonto
(en aquellos das no existan distinciones sutiles, como idiota,
imbcil, etc.).
Solo gentes genealgica y culturalmente distintas
podran ser capaces de poner en duda el hecho fundamental
de que el mundo era plano. Solo aquellos para quienes no era
patente podan hacerlo. En consecuencia, solo los tontos
podan hacerlo!
En una sociedad para la que el mundo es plano y toda
sociedad est racial y culturalmente atrasada de esta
manera todo conocimiento del mundo que contradiga que
el mundo es plano es errneo: un ejemplo de ignorancia o un
defecto mental.
En la sociedad norteamericana (europea) los test de
inteligencia no son solo de cultura europea, sino que forman
parte de las tradiciones culturales europeas. Esos test no
hacen ms que demostrar el grado en que el prejuicio se ha
convertido en una fijacin popular.
En la cultura europea, las personas que han brillado
como verdaderos genios artsticos creativos son las que han
sido capaces de trascender los prejuicios culturales, las
barreras. Ningn test acadmico de inteligencia podra
descubrir excepto negativamente, a travs del propio test

la alta calidad de su inteligencia.


En todas las sociedades del mundo, los hombres ms
sabios siempre han dicho, de una forma u otra, que solo
despus de dejar de lado todo lo que haban aprendido de
estudiantes empezaron a ejercer su inteligencia.
Lo que se refleja en los test europeos de inteligencia es,
en conjunto, una cierta clase de conocimiento evidente
llamado matemtico. Su lgica es fundamentalmente
matemtica. Las operaciones de cantidades y sus relaciones
(en formulaciones) son todas evidentes. Es evidente que si
A=B y B=C, A=C.
El cociente de inteligencia es una forma de juzgar
matemticamente el grado de fijacin (en la mente popular)
de los axiomas matemticos evidentes.
Nada ms. Significa que las personas ms pasivas y
serviles de nuestra sociedad en definitiva ignorantes y
dependientes puntan ms alto.
No existe un test de inteligencia inculto, Incluso si se
emplea el mtodo matemtico y el cociente es una proporcin
entre la edad gentica de cierto pueblo (en sustitucin de la
edad cronolgica de un individuo) y la edad cultural de ese
pueblo (en sustitucin de la edad mental de ese individuo), la
cantidad de respuestas positivas y negativas (verdaderas y
falsas) todava crea un juicio matemtico de valores de
cualidades, valores que no son cuantitativamente medibles.
Las mquinas pueden calcular. As pues, el clculo es la

forma ms baja de la inteligencia.


Todo cuanto puede aprenderse mecnicamente es un
prejuicio, no es conocimiento. El conocimiento es algo que
tiene un lado subjetivo, sin lado significativo ntimo, as como
un significado externo. El ruido de la vara de avellano que
golpea las nalgas de un escolar no es una experiencia propia
requerida para informar su inteligencia, y eso es algo que
debera saber cualquier tonto. Al nio se le ensea lo mismo
que se ensea a un perro: a obedecer. No le ensean a
comprender lo que hace cuando obedece incluso diciendo
que su inteligencia se basa en el amor y la benevolencia a
menos que el tonto que le azota crea que equis nmero de
golpes en el trasero es lo que compone el nmero aritmtico
equis. Pero esta es la mejor ilustracin. En la actualidad (pues
sospecho que equis nmero de golpes puede ser lo que
compone el nmero equis!) al nio se le ensea por medio de
azotes en qu consisten los conceptos, las cosas, ms que las
matemticas.
Con azotes le ensean qu es la historia, qu son los
ideales como la justicia, la igualdad, etctera; qu son la
pasin y la poesa. Se castiga al nio para que aprenda un
poema! Se le castiga para que conozca lo que es verdadero,
bueno, hermoso. Un chico realmente dotado se volvera
contra su maestro. Si tuviera una pistola, se escapara de la
escuela a tiros, como hizo Carl Panzram[7]. Eso es lo que hara.
Luego, probablemente, atracara un banco y huira de la
ciudad a escape.
Eso es lo que hizo decir al chico de Knigsberg (Kant):

El genio establece sus propias reglas. Hasta los filsofos


europeos se han percatado de que la mayor parte de lo que
tomamos por conocimiento no es ms que prejuicio.
Lo importante en la observacin de Engels es que no
demostraramos a un bosquimano o un negro australiano,
lo que es patente para nosotros, sino que un bosquimano o un
negro australiano podran demostrar lo contrario, ya que
ellos, y no nosotros, estn en disposicin de hacerlo por la
simple razn de que para ellos no es patente.
La humanidad no puede contemplarse de la manera que
lo hacen otras especies. La humanidad puede saber
cules son las mejores razas de trigo, ganado o perros, pero
solo, en el mejor de los casos, en relacin consigo misma.
Puede reproducir razas diversas para obtener ciertas
cualidades que busca en las especies, pero no puede
reproducir cientficamente las cualidades que constituyen un
ser humano completo y multilateral. Esto no se debe a que la
humanidad no pueda producir personas, sino a que no puede
saber en qu consiste un ser humano completo. En la
actualidad sabemos que lo que en otro tiempo tomamos por
rasgos humanos son en realidad peculiaridades cultivadas y
genealgicas. Sabemos que todava estamos evolucionando
como especie, y que detener ese crecimiento sera detener
nuestra propia evolucin:
AQU ESTOY, RODEADO DE mexicanos, ninguno de
los cuales habla ingls. Yo hablo un poco de espaol. Alguno
de ellos se mean en la ducha y se niegan a tirar el papel
higinico al water. Cuando barren el pasillo puedes ver

montones de papel higinico manchado de mierda que pasan


por delante de tu celda, sobre los que revolotean bandadas de
moscas, como ganado en miniatura que pasta a unos
centmetros del suelo. La frontera mexicana solo est a cuatro
kilmetros de distancia.
En Mxico como en la mayora de los pases
extranjeros la presin del agua en las caeras de desage es
demasiado baja para llevarse el papel higinico. Por eso
muchos de ellos, que, nunca han vivido en este pas y no
hablan ingls, no arrojan el papel higinico al water.
Un racista armara un escndalo con todo esto. Ve usted
la relacin entre ignorancia y prejuicio?
NO SIEMPRE ESTUVE en prisin! Una vez fui libre.
Pas unos cinco meses en, libertad, quiz cinco meses y
medio, en 1962. (Soy un hombre de mundo!).
He visto el racismo fuera de la prisin. No me gusta la
injusticia. A algunas personas s, por eso debo dejar
constancia de que a m no. He aqu algunas experiencias que
tuve antes de ir a la prisin. En el verano de 1962, antes de
que me enviaran a la crcel, fui a Texas. Llegu a ___________,
Texas, en autobs. En la terminal de autobuses haba dos
fuentes de agua potable idnticas. Una indicaba: Solo para
blancos y la otra: Solo para personas de color. Fue la
primera vez que vea algo as. Me pareci chistoso.
Era en julio de 1962 el movimiento por los derechos
civiles en el sur haba terminado. Esto ocurra antes de la gran

participacin de los estudiantes en el movimiento contra la


guerra, que se uni a l.
Las ciudades importantes de Texas tenan todas sus
distritos para negros, pero en las pequeas ciudades del
campo no existan tales distritos.
Los negros no podan entrar en aquellas pequeas
ciudades sin una excusa legtima. Al anochecer, los negros
sorprendidos en las ciudades corran el riesgo de que los
mataran.
La pequea ciudad donde vivan mis abuelos se
llamaba__________.
En las pequeas ciudades del campo, en vez de un
distrito para las gentes de color, haba lo que denominaban un
barrio negro. Era como si fuesen sobras de las verdaderas
ciudades. Parecan reflejar conceptualmente las relaciones
psicoanalticas entre la mente consciente e inconsciente.
En la ciudad de los negros procedentes de los barrios
negros entraban cuando sala el sol. Limpiaban las ventanas,
barran las calles y aceras y recogan la basura. Abandonaban
la ciudad antes de que se abrieran las tiendas. Un da me
encontraba en un cine, el nico de la ciudad y me levant
en medio de la pelcula para ir al lavabo. Mientras andaba por
el pasillo, observ que todos los asientos del anfiteatro estaban
ocupados por negros. Descubr que solo se les permita
sentarse en el anfiteatro. Creo que tenan que comprar sus
localidades para el cine en un determinado momento de la

semana. No podan acercarse a la ventanilla del cine a las


horas de proyeccin, como los blancos.
Consider que la mayor parte de esta discriminacin
racial era solo una excentricidad del sur. Nunca intent
conjeturar sus implicaciones.
Otro da, estaba mirando las noticias de la televisin. Una
de las noticias se refera a un acontecimiento ocurrido en la
misma ciudad. Apagu el receptor y sal a la calle. El hecho
ocurra a una manzana de distancia.
Un negro, grande como una casa, estaba acorralado
contra una pared de la terminal de autobuses. Era un granjero
del barrio negro de la ciudad. Deba de tener xito en su
profesin, porque tena un gran camin remolque cargado de
balas de heno. Un chiquillo de unos nueve aos permaneca
en la cabina del camin.
El camin del granjero estaba aparcado en doble fila
sobre una de las lneas blancas que separaban los espacios de
aparcamiento. Pero no haba otros vehculos aparcados all. El
negro haba ido a la ciudad para comprar una barra de hielo.
La terminal de autobuses, que estaba en las afueras de la
ciudad, tena tambin una tienda de hielo.
Un polica haba puesto una multa de doscientos dlares
al granjero negro, con la alternativa, si no pagaba en el acto,
de ir a la crcel. El granjero no llevaba tanto dinero encima, y
el polica trat de arrestarlo. Como el negro se resista, pidi
refuerzos y llegaron ocho o nueve policas ms.

Uno de ellos trat de coger al granjero, pero este le


empuj a un lado. En el borde del recinto de aparcamiento
quedaban los restos de una valla alambrada. Solo estaban los
postes de cedro que sobresalan del suelo, y el granjero
arranc uno de ellos y se apoy en la pared, blandiendo el
palo en una mano. Deba de ser fuerte como un buey, porque
los postes de cedro siempre estn profundamente hundidos.
Cuando llegu al lugar, los policas haban acorralado al
granjero en un semicrculo y, como he dicho, l daba la
espalda a la pared.
Los policas haban desenfundado sus pistolas y le
apuntaban. Me gritaron que me alejara, pero yo me acerqu
de todos modos. Antes de llegar a donde estaban los policas,
estos abrieron fuego contra el granjero. Me qued helado,
porque no poda creer lo que estaba viendo.
El granjero estaba all de pie, con el palo levantado, sin
atacar. Le o gritar una y otra vez:
Dejadme estar!.
Los policas descargaron sus armas sobre el negro. Su
cuerpo daba una sacudida a cada impacto. Le dispararon
municin del calibre 44, ms letal que las balas del 357magnum, desde una distancia de unos veinte metros. Estaba
muerto antes de que cayera al suelo.
El muchacho gema, viendo morir a su padre. Vi que el
camin estaba aparcado de manera que el neumtico
delantero, en el lado del conductor, rebasaba la raya blanca

divisoria en unos quince o veinte centmetros. Ms tarde


circul la especie de que el granjero era uno de esos negros
locos.
Cuando me march de Texas en un autobs de la
compaa Greyhound, ocurri otro incidente que me
sorprendi. Estos autobuses se dedican al comercio
interestatal, y una vez a bordo del vehculo no hay
regulaciones que discriminen a causa de la raza.
Tom asiento junto a una ventanilla, en el centro del
autobs. Todos los asientos estaban ocupados menos siete u
ocho en el pasillo. Un estudiante negro de unos veinte aos
subi al autobs. Era el nico pasajero de color.
Yo estaba perdido en mis pensamientos y miraba por la
ventanilla cuando el muchacho se detuvo y me pregunt si
poda ocupar el asiento vaco a mi lado. Claro, no importa,
le dije distradamente. l tom asiento. Todava no me
percataba de que ocurriera nada especial. Intercambiamos
algunas frases ociosas. l haba subido a bordo con otro
estudiante, un chico blanco de Idaho.
Cuando el autobs se detuvo frente a un caf para que
cenramos, todos los pasajeros bajamos y entramos en el
establecimiento. El estudiante negro y yo nos acomodamos
ante el mostrador. Recuerdo vagamente que le pregunt
donde haba ido el otro estudiante. Luego pedimos la cena a
la camarera.
Mi cena lleg a su debido tiempo y empec a comer. Mi

compaero pregunt a la camarera porque no le servan. Yo


segu comiendo, y l reclam su cena una segunda y una
tercera vez. Empec a impacientarme. Finalmente, la camarera
le dijo que su cena estaba preparada en una bolsa de papel y
que se la llevara cuando nos marchramos.
Mir al muchacho y a la camarera alternativamente.
Todava era tan inocente que no comprenda lo que estaba
ocurriendo, pero era evidente que no se tenan simpata.
Yo era tan estpido que pens que haban metido en la
bolsa la cena del negro porque el autobs iba a partir antes de
que pudiera terminarla.
El estudiante cogi la bolsa y pag su cuenta. Salimos del
caf. Haba quince o veinte pasajeros de pie en la acera y junto
al autobs. Todos blancos.
El muchacho se adentr en el csped y yo le segu. Nos
sentamos en la hierba y l abri su bolsa mientras
hablbamos. No hablamos de nada que tuviera que ver con la
situacin, al menos as lo cre. Pero ahora recuerdo que l me
pregunt repetidamente con inters, entre bocado y bocado,
de dnde era. Le dije que haba nacido en Michigan. Sin dejar
de masticar, asinti y parpade.
Las viejas, los viejos y los dems no nos quitaban ojo de
encima. Recuerdo que todos nos sonrean con gran simpata.
ramos los nicos en el csped. Pens que eso les diverta.
Mir entre la gente en busca del otro estudiante, el chico
blanco. De vez en cuando le vea, pero al parecer l no me vio

o no me oy cuando le llam. Cada vez que le vislumbraba, le


vea en el acto de volver la cabeza.
Cuando abordamos de nuevo el autobs, el estudiante
negro dijo: Deberan rodear este lugar con una valla.
Volvimos a ocupar nuestros asientos.
Aquella fue la primera vez que me percat de que a los
negros no se les permita comer en el caf. Todava estbamos
en territorio tejano.
Recuerdo que la mejor parte de nuestra conversacin
vers sobre ciudades de Estados Unidos. l dijo que le
gustaba San Francisco. En ese momento habl el estudiante
blanco: Ya conoce usted el sistema de esa gente: mirndome
fijamente, se dirigi al estudiante negro y observ que yo
podra hacerme rico all. De qu manera?, le pregunt con
curiosidad. El estudiante blanco solt una risita y el negro
aclar: Prostituyndote. Entonces se inclin hacia m y me
dijo en voz baja: Este tipo es marica, sabes?.
Creo que la ltima experiencia que tuve de la
discriminacin racial de los negros, y que me impresion,
antes de que me encarcelaran, ocurri en Salt Lake City.
Haba una gran sala de baile propiedad de los mormones
y dirigida por ellos. Se encontraba en el borde de lo que
entonces era una barriada negra. El lugar se llamaba Liberty
Wells. No se permita la entrada a negros, mexicanos o indios.
Solo se vean los rostros de jvenes blancos fsicamente
saludables y hasta atractivos. Todos tenan la mentalidad

lenta del ganado, la maligna inteligencia de una de esas


vrgenes ancianas del perodo Victoriano, que enseaban a los
escolares el alfabeto y a odiarse como es debido.
Eran las diez o las once de la noche y yo paseaba por la
zona. Me detuve en un bordillo, espetando que pasara el
trfico. Observ que en Liberty Wells, frente al lugar donde
me haba detenido, haba baile. Se aproximaron seis o siete
negros ms o menos de mi edad y aguardaron junto al
semforo.
Cruc la calle con ellos, dej atrs el baile, y segu
andando por la acera, bordeada por gruesos robles a un lado
y una valla metlica al otro. En aquel lugar apenas haba luz.
Los negros me rodearon y me detuve. El ms alto se
enfrent a m. Lo primero que pens es que deba haber
llevado mi pistola. Le dije que se apartara de mi camino y
avanc hacia l. Primero tendrs que pelear con uno de
nosotros, dijo el negro.
Entonces empuj a un chico ms pequeo, de aspecto
asustado, frente a m. Lo apart a un lado me dirig al que
haba hablado. Le di un derechazo y me abalanc sobre l, sin
hacer caso de los golpes que me llovan de todas partes. Recib
una paliza antes de caer al suelo. Rod hasta la valla, y no
pude hacer ms que quedarme all tendido y tratar de
esquivar las patadas.
Mientras me golpeaban, uno gritaba algo acerca de que
no poda bailar. Luego echaron a correr por la acera. Me

levant y me sacud la ropa. Unos veinte blancos estaban


reunidos al pie de la escalera que conduca al saln de baile,
observando.
Les mir y comprend. Prosegu mi camino.
Hoy comprendo que tuve que pagar el precio por las
muchas injusticias que los blancos cometen en esta sociedad.
Nunca he estado prximo a ellos, jams he tenido mucho en
comn con ellos. Me refiero a la gente que puede cometer esas
injusticias raciales. Nunca he ido a bailar a Liberty Wells, ni
me ha importado.
Se supone que si me atacan unos negros me volver
contra ellos, que eso me har ingresar en las filas de la
sociedad blanca.
Es una forma de rehabilitacin, y en muchos sistemas
carcelarios, es prcticamente el principal programa de
rehabilitacin. En conjunto, ha funcionado. Hay prisioneros
atrados por las doctrinas raciales, pero no tantos como los
policas de Los ngeles y el condado de Orange. Nunca se me
ha escapado que bajo las tnicas del Ku Klux Kla lo ms
probable es que encuentres a un polica. En realidad, el mismo
Mussolini justific su revolucin, de policas diciendo que
el pueblo trabajador solo ser feliz cuando exista un polica
en cada esquina.
Perdone, pero nunca he podido soportar a la polica!
Cuando pienso en la profundidad de las injusticias
cometidas con los negros de Estados Unidos, siento un horror

que no puedo describir fcilmente.


No sera yo un hombre si creyera que los negros no estn
justificados socialmente al tratar a todos y cada uno de los
miembros de esta sociedad blanca con violencia y odio.
Mientras escribo esto soy consciente de que muchachos
blancos son violados y asesinados en las crceles, de que hay
mujeres atacadas y muertas por negros.
Existe la justicia social, y no se trata de una justicia
individual. La sociedad blanca cre a la sociedad negra a
travs de la discriminacin racial. (La frase discriminacin
racial, parece hallarse a aos luz del profundo horror al que
dio nacimiento la sociedad blanca y lo nutri: el negro).
La causante de ello fue la forma peculiar en que la clase
burguesa se desarroll en los Estados Unidos. Me niego a
racionalizarlo presentando un anlisis de clase ms de la
historia de la opresin racial en Estados Unidos. De todos
modos, existe un fundamento de clase.
No est en la naturaleza de la sociedad blanca, o de
las culturas blancas el oprimir a otros pueblos.
No hay democracia para los negros, para todos los
norteamericanos de raza distinta a la blanca, en este pas.
Estados Unidos es un pas de hombres blancos, y esto no se
debe solo a ciegas leyes econmicas.
Una vez le unos viejos folletos que contenan actas del
Congreso norteamericano de principios de siglo, y encontr
un debate relativo a la necesidad de una legislacin para

controlar la emigracin extranjera a Estados Unidos.


El resultado fue un sistema de cuotas basado en la raza.
A los senadores les interesaba refrenar la oleada de
inmigrantes chinos y japoneses.
Puedo citar exactamente el principio utilizado para
determinar las cuotas: Si Estados Unidos ha de seguir siendo
un pas de hombres blancos, deca el senador no fue
senador famoso y he olvidado su nombre, nuestro deber es
restringir la entrada de razas no europeas en este pas.
Se puso en prctica un sistema de cuotas para todos los
inmigrantes, sancionado por el Congreso, para asegurar que
se permitiera la entrada en el pas a muchos ms blancos que
miembros de otras razas.
Recuerdo la poca en que la prisin estatal fue
racialmente integrada para los presos negros. Al recordarlo
hoy me parece increble. Haba seis negros entre una
poblacin de ochocientos reclusos. Hoy, la segregacin de un
nmero tan escaso parece totalmente absurda, pero en la
historia del estado, que abarca ms de cien aos, los presos
negros fueron segregados. Los chicanos y los indios
representaban casi la mitad de la poblacin penal, y nunca
fueron segregados.
Cuando esto ocurri y ocurri en todo el pas se
inici una lucha por los derechos de todos los presos. Cuando
pocos aos despus entr en vigor la Ley de Derechos Civiles,
se permiti a los prisioneros acceder a los tribunales federales

y pleitear por sus derechos para librarse de la discriminacin


y el castigo cruel e irregular. Empez entonces un perodo de
reforma carcelaria que ejerci un efecto revolucionario sobre
las condiciones de vida en la prisin para la gran mayora de
los prisioneros.
Ya no tenamos que temer que nos torturasen y nos
arrojaran al agujero por escribir una carta al juez, a un
abogado o a un senador. A partir de entonces result posible
para la mayora de nosotros comunicarse con cualquiera a
travs del servicio postal. La revista Playboy ya no fue un
artculo de contrabando punible con veintinueve das de
agujero a rgimen de hambre. Por primera vez tuvimos
derecho a cuidados mdicos, alimentos apropiados y ropas.
Tenamos derecho a no ser utilizados, bajo la vigilancia de
hombres armados, para realizar tareas de esclavos en
beneficio de negociantes particulares. Las barreras metlicas
se derribaron y, por primera vez, pudimos tocar y besar a
nuestros seres queridos en la sala de visitas. Me
desencadenaron del suelo y dejaron de administrarme gases
lacrimgenos mientras dorma. Se declar anticonstitucional
la terapia de electrochoque para castigar a los presos.
La lista es interminable.
Es cierto que, cuando entraron en vigor estas cosas,
surgieron formas de malos tratos ms sofisticadas y sutiles.
Se prodig la muerte de un preso a manos de otro.
Hasta entonces haba habido armona entre los presos.
Haba una lnea que divida a los presos y al personal

carcelario, y todos nosotros lo comprendamos. Hubo un


tiempo en que estuvimos unidos, no solo en nuestra
desgracia, sino como hombres, al margen de la raza.
Haba violencia y asesinatos entre los presos que
cruzaban esa lnea como informadores, no porque un hombre
fuera blanco o negro. Pero eso no era nada comparado
con la violencia que existe hoy entre los presos. Y esta
violencia puede medirse por el nmero de especialistas en
rehabilitacin, psiclogos y socilogos, por la cantidad de
empleados de la prisin que no son guardianes ordinarios. En
estos Estados Unidos, tpicamente imprevisibles, ha resultado
que las prisiones no se limitan a tratar de reformar a los
ladrones, sino que su meta, consciente o inconsciente, es
convertir a los presos en policas, de la misma manera que el
gobierno convierte en policas a criminales y adictos a las
drogas, que se vuelven informadores lucra de la prisin.
LA SOCIEDAD, QUE EN realidad nunca ha aceptado a
los negros como iguales, solo les proporciona la igualdad en
la prisin, donde inmediatamente explotan esa igualdad para
recobrar en la prisin lo que la sociedad externa les priva: el
poder.
El problema del racismo me trastorna polticamente.
Creo que he tratado de resolverlo durante toda mi vida
mediante la teora poltica. Veo una injusticia ciega, de
proporciones tan gigantescas que es difcil abarcarla en todas
sus ramificaciones.
Las razas oprimidas y las nacionalidades en las prisiones

buscan inmediatamente establecer la clase de supremaca


sobre los blancos a que estos les someten fuera de la prisin.
Es casi una ley mecnica, y debera serlo. Es el nico
momento y lugar en este pas en que la mayora de los no
blancos puede cumplir la promesa de su infancia, es decir, la
de ser hombres.
En la mayora de mis cartas a este respecto, tuve por
error ante mis ojos el ideal de la justicia individual, y todo
consista en establecer la justicia social.
La justicia no siempre es incruenta y no siempre visita
al individuo. Est por encima de las consideraciones
individuales y extrae su moralidad de las consecuencias.
La palabra negro es ofensiva en s misma, segn he
podido comprobar, pese a los intentos de los negros y los
intelectuales antirracistas blancos para utilizarla de una
manera no despectiva. Nada puede redimir a esa palabra.
Cuando las personas de color se llaman unas a otras negro,
han aceptado que son inferiores como seres humanos. Es lo
mismo que cuando los homosexuales se llaman entre s
zorra: han aceptado que son inferiores como hombres.
ES ALGO DE LO QUE he sido consciente desde que
empec a cumplir mi condena. Mientras que el rgimen de la
prisin pueda hacer que los presos se peleen entre s, podr
maltratar y torturar a sus prisioneros, y las injusticias
cometidas con los presos norteamericanos se multiplicarn.
En el sur, los regmenes carcelarios usan principalmente una
clase de presos que actan como guardianes, como cerdos. Se

les llama con diversos nombres, segn el estado. La lista de


nombres es pintoresca, y cada prisin del sur tiene su nombre
para designar a esos internos. Todos ellos reciben la autoridad
de los guardianes normales. Incluso estn armados con rifles.
En los estados del oeste los presos estn divididos por su
raza. En algunos casos, el rgimen carcelario otorga
privilegios a blancos, chicanos e indios que se niegan a los
negros. En otros casos otorgan todos los privilegios a los
blancos. Esto lo realizan de diversas maneras. Pueden utilizar
organizaciones de internos llamadas grupo cultural.
(Visitantes externos en un nivel social; libertad, etc.). Otro
sistema consiste en acosar a una sola raza de una forma
constante. En la actualidad, se tortura y discrimina a los
presos blancos.
En Leavenworth y Atlanta siempre me arrojaban en
celdas cuyos internos eran todos negros. Estos encierros
tenan lugar especialmente en las prisiones que contaban con
cuatro hombres por celda. Hay tambin sistemas de encierro
de ocho hombres por celda. Yo siempre era el nico blanco. El
propsito de los carceleros era que me atacaran los negros, y
que yo los odiara.
Personalmente nunca tuve ningn problema con ellos, ni
encerrado en la celda ni en el patio. Esto se debe a que me
conocen, pero mi caso es excepcional, y en general este
mtodo convierte a los blancos en racistas activos. Siempre me
encerraron con los musulmanes negros ms sinceros, pero
nunca tuve ningn problema.

Esto se debe a que comparamos una opresin comn; en


el fondo, la opresin de clase y la opresin racial son
idnticas. Antes incluso de que supiera lo que significa el
trmino, una vez, cuando empec a cumplir mi condena, un
viejo negro me dijo que yo tena conciencia de clase. (Tuve
que consultar mis libros para saber qu significaba eso).
Cada salto en la direccin de la reforma carcelaria est
precedido por un perodo de unidad racial entre todos los
presos. Las huelgas laborales se producen enseguida y en
rpida sucesin. Los presos se rebelan contra los golpes y son
apoyados por todo el mundo en el patio. El sabotaje en el
patio y en los lugares de trabajo se produce inmediatamente
despus de que cualquier preso sea torturado en el agujero.
La unidad de los presos acompaa a un perodo en el que
los cerdos se dirigen a ellos decentemente.
EN CUANTO TERMINABA el alboroto nos
amontonaban en las celdas. Sacaron a un preso negro y le
golpearon fuertemente, rompindole la mandbula.
Protestamos de los cerdos destrozando cuanto pudimos. Esto
suceda en la mayor de las prisiones federales. Los cerdos
tenan miedo de acompaarnos a las duchas, de que les
atacramos cuando abrieran las puertas de las celdas.
Unas tres semanas ms tarde nos dejaron ducharnos uno
a la vez. Nos escoltaban unos veinte cerdos, desde la celda
hasta el pie de la ducha.
Todos eran cerdos blancos, y se quedaban delante de la

ducha observndome y tratando de parecer tranquilos. Uno


de ellos, llamado Punchy, me dijo en tono amistoso: Somos
hombres blancos como t. A esos negros no les gustas ms de
lo que ellos nos gustan a nosotros. Me limit a decirle: Vete
a joderle a tu madre.
Si los cerdos me abordaban de esa manera, s que deban
hacerlo con otros presos blancos. A veces me lo pregunto,
cuando miro los rostros de los presos que me rodean.
NOS ENVIABAN A LA prisin para que, nos
destruyeran. Las fuerzas que nos arrestaban, nos procesaban
debidamente y nos arrojaban a la crcel, nos odiaban y
deseaban que no existiramos. No es accidental que, con
mucha frecuencia, nos viramos envueltos en conflictos
raciales de autodefensa, unidos a otros presos.
Queran que nos matramos unos a otros. Mientras nos
asesinemos entre nosotros, facilitamos a los regmenes
carcelarios y a la polica el retenernos y destruirnos.
Si presentara aqu las cifras de presos muertos y heridos
en las prisiones y crceles en la ltima dcada, podra
comprender ms fcilmente que en cada estado, en cada
condado, en cada ciudad, tiene lugar en este mismo momento
un conflicto armado, una guerra, aunque sea una guerra
pequea, orquestada por la polica. Todos los das de todos
los aos hay por lo menos cuatro prisioneros que sufren en
Estados Unidos una muerte violenta en la prisin, y ms de
un centenar de heridos.

Utilizan a los negros contra los chicanos, los blancos y los


portorriqueos, y a los blancos contra los chicanos y los
indios, los negros y los portorriqueos. Utilizan a cada raza
contra las otras, y esta es la razn de que no derriben las
prisiones.
Los regmenes penitenciarios y carcelarios ensean, a
los presos blancos a odiar a los presos de otras razas, porque
tras estar socialmente sujetos al racismo blanco durante toda
su vida, los negros, naturalmente, atacan a los presos blancos
en las crceles.
Las autoridades quieren que los presos blancos cambien
sus mtodos y vuelvan al seno de la sociedad blanca que
respeta la ley. Este es un mensaje, y es tan claro como el
agua.
En la crcel, los blancos se ven obligados a defenderse,
aunque parte de esa defensa consista en adoptar una postura
defensiva. Las prisiones norteamericanas no son escuelas
dominicales.
Los blancos tienen que estar juntos en la mayora de las
grandes penitenciaras y defenderse unos a otros. Eso ser as
mientras que los prisioneros de todas las razas no
comprendan que es ms ventajoso para ellos vivir en armona
y respeto mutuo. Hasta entonces, lo suyo ser la destruccin
mutua.
Pero eso jams puede suceder. La polica, los regmenes
penitenciarios siempre procurarn disponer nuestra vida en la

prisin de tal manera que estemos siempre a punto de


pelearnos.

Los asuntos mundiales

LOS COMUNISTAS QUE condujeron las revoluciones


campesinas y pequeoburguesas en Alemania en 1848,
fracasaron por razones polticas, Los comunistas no haban
ideado una poltica correcta para ganar a las clases
campesinas para la revolucin proletaria que agrupaba sus
fuerzas en las ciudades de Colonia, Pars y Londres.
Las lecciones derivadas de los anlisis que hizo Marx de
la experiencia comunista en Francia y Alemania
proporcionaron la base del Partido Comunista Leninista, que
abog por una alianza de clase entre trabajadores y
campesinos, una alianza que permite al proletariado, pequeo
en nmero en los pases campesinos, dirigir el gobierno.
La primera revolucin con xito llevada a cabo por el
proletariado comunista tuvo lugar en Rusia en 1917. Desde
entonces, toda la historia del desarrollo de las naciones se ha
desviado. El movimiento proletario ha reunido desde 1917 tal
inmensa fuerza en todo el mundo que no est lejana una
revolucin proletaria mundial. La revolucin depende de la
alianza entre trabajadores y campesinos y su capacidad para
mantener su independencia, econmica y poltica, de las
naciones burguesas industriales, concentradas en su mayor
parte en Europa, y especficamente Inglaterra.
Cada nacin agrcola que se libera mediante una alianza

con el Partido Comunista, la dictadura del proletariado, del


capitalismo monopolista de otras naciones, nos acerca ms a
la hora de la triunfante revolucin proletaria que,
histricamente, es la punta de lanza de la revolucin mundial.
Lo que sucede en Mxico, Amrica Central y Sudamrica,
en frica y en Oriente Medio, en las naciones del Tercer
Mundo, determinar esa hora, que es inevitable. Podra tardar
diez aos ms, tal vez treinta aos o un siglo, pero llegar: es
inevitable.
El papel que jueguen en ella las superpotencias
comunistas es otro asunto. China y la Unin Sovitica
posiblemente podran retrasar la revolucin mundial. No
estoy muy seguro de su papel en el movimiento comunista
actual.
Desde luego no pueden pretender el liderazgo, y no
estn en la vanguardia, simplemente porque son enormes y
poderosas. La pequea Albania o Mozambique, por poner
unos ejemplos solo como ilustracin, tal vez podran jugar un
papel ms importante en el movimiento (en todos los
sentidos) que los grandes y potentes pases comunistoides
como la Repblica Popular China y la Unin Sovitica.
El papel de esas superpotencias depender en un sentido
absoluto de la ayuda que presten a los revolucionarios que
luchan ahora, hoy, por su supervivencia en el Tercer Mundo.
Estos revolucionarios se templan en una guerra
revolucionaria por el poder y estn, en consecuencia, en
posesin de una conciencia revolucionaria ms elevada.

Estoy con las naciones ms dbiles y oprimidas del


Tercer Mundo. A ellas dirijo mis preocupaciones. Espero
hallarme en Inglaterra cuando tenga lugar la primera
revolucin proletaria triunfante
TAL VEZ HAY MUCHAS razones por las que parece que
admito a Rusia, pero la principal es esta: ha tomado forma
en m un sentimiento que responde al alma rusa, los ms
grandes escritores en prosa proceden de Rusia. Veo a Rusia
como una gran masa de humanidad sufriente que se ha
revolcado tan intensamente en el fango que solo puede
producir grandes pasiones.
Adems, primero estudi a Lenin y luego a todos sus
camaradas. Estudi la historia del Partido Comunista que
dirigi. La vieja guardia de Rusia y de toda Europa en la
poca de Lenin son presencias vividas en mi mente. Las
personalidades de Lenin y todos sus camaradas me
impresionaron. Creo que conozco personalmente a
Liebknecht, Luxemburg, Kautsky, Radek, Bukharin, etctera.
Incluso puedo imaginar la sensacin de ganar un pas con mis
camaradas y nutrirlo para que cobre la salud, ver la
realizacin de aos de teoras, de sueos, caminar con
camaradas que llevan trajes remendados y proceden de todos
los rincones de Europa y Amrica por un pas que acabamos
de conquistar y sentir el poder que al fin es nuestro.
HE LEDO AL MENOS tres libros de Alexander
Soljenitsin: Agosto de 1814, El Primer Crculo y Archipilago
Gulag. Tambin he ledo algunos de sus artculos.

Es un traidor, no al comunismo, pues para eso hay que


ser comunista, sino a su pueblo, a sus paisanos. (Observe
como Estados Unidos constituyen un refugio para los peores
traidores!).
Me gust la lectura de El Primer Crculo, porque debajo de
toda su mierda, aprend mucho sobre lo benevolente que fue
la Unin Sovitica con sus prisioneros. Yo he estado en
prisin el doble que l, y no soy un traidor que intent
entregar su pas a otro. Cumpli una condena de diez aos
por un delito que con toda su certeza en los Estados Unidos
de hoy le hubiera valido la ejecucin. Y si no lo ejecutaran,
estara cumpliendo una condena a cadena perpetua en
Leavenworth. En uno u otro caso, jams habra sido liberado.
Yo he pasado en el agujero ms tiempo que l.
Era y es un militarista, que adoraba el militarismo
alemn. Ni siquiera es un propagandista: es un embustero.
Dice sus mentiras, teje sus intervenciones, con cierto estilo, el
estilo de un comprometido, con una cierta pasin. Esa pasin
consiste simplemente en mentir para salir de una mala
situacin. Y ha triunfado en su empeo!
ESTA MAANA SE ME ha ocurrido que usted ve en
mi desagrado de los disidentes soviticos, como Anatoly
Shcharansky, una actitud prosovitica.
Existe un movimiento que, irnicamente, naci en las
prisiones soviticas de delincuentes, para restaurar el
comunismo, el marxismo-leninismo, en la Unin Sovitica. Yo
lo apoyo.

Existe un movimiento pequeoburgus en la URSS para


restaurar una libertad burguesa total, al que me opongo. Son
los disidentes. Los disidentes me parecen ridculos. No solo
son ridculos, sino que descubro en ellos una verificacin
cnica de los intelectuales ineducados que est produciendo
la Unin Sovitica.
MI POSTURA RESPECTO a Cuba y la relacin de
Cuba con el imperialismo es esta: los acontecimientos han
conspirado para obligar a Cuba, si las apariencias son
correctas, a arrodillarse ante la URSS, a ser un perro
corredor del imperialismo social. Ante todo, Cuba est sola
en el hemisferio occidental. Cuba tena que capitular frente a
Estados Unidos o alinearse con el imperio comunista de la
Unin Sovitica.
No estoy de acuerdo con la poltica exterior de Cuba
porque Cuba no tiene poltica exterior; la suya es la poltica de
la Unin Sovitica.
La nica manera en que Cuba puede romper con el
imperialismo social es que dos o tres pases latinoamericanos
tengan una revolucin triunfante. Esto acabara con el
aislamiento de Cuba, le dara voz en el hemisferio occidental y
le permitira formar, si fuera necesario, alguna especie de
bloque para castiga a sus enemigos. Esa fue la concepcin que
el Che Guevara tuvo de Cuba en relacin con otras potencias
del hemisferio.
No puedo criticar a un nio cuya nica fuente posible de
alimento son las ubres de una loba.

Lenin firm su Tratado de Brest[8]. Stalin su Pacto con


Hitler[9]. Lenin consider el Tratado de Brest como un medio
de ganar el tiempo, una forma de prrroga. Stalin consider
su pacto necesario, como en efecto lo era, porque las potencias
occidentales queran lanzar a Hitler contra Rusia, para luego
intervenir y derrotar a cualquiera de los bandos que quedara
victorioso.
El Tratado de Lenin y el Pacto de Stalin fueron maniobras
polticamente brillantes. Su respuesta a la realidad fue
magnfica, as como la de Castro.
MAO, EL PARTIDO COMUNISTA Chino y el pas son
tres entidades objetivamente separadas.
Respaldo la influencia de Mao en la revolucin, su
contribucin al conocimiento marxista.
Apoyo una China independiente.
No tengo datos suficientes sobre el Partido Comunista
Chino para juzgar si he de respaldar al partido.
Bajo Mao, China tuvo unos efectivos militares inusitados.
No dispona de las mejores armas, ni tampoco confiaba en
el armamento. Pero tena la mejor gente, porque estaban
polticamente entrenados, y este solo elemento contraviene
cuanto sabamos o sabemos de la guerra de posiciones.
Creo que este es el punto esencial de la diferencia entre
las doctrinas militares burguesas y las doctrinas militares de
la guerra popular. Las primeras se apoyan en el armamento y

la maquinaria. Las ltimas lo hacen en el valor de la gente, y


son muy superiores en la guerra. Ya nadie lo discute
seriamente ni en el Pentgono ni en ninguna parte. La
mayor innovacin de la guerra del siglo XX no es el
descubrimiento de la guerra nuclear, sino el de la guerra
popular.
Los militares capitalistas jams pueden utilizar los
mtodos de la guerra popular sin derrocarse a s mismos.
SE CREE QUE LOS judos de la URSS que quieren ir a
Israel, desean hacerlo por la razn expresa de empuar las
armas contra los palestinos. Por esta razn mucha gente tiene
reservas acerca de la migracin masiva juda de la URSS a
Israel. Esta no es mi opinin automtica. No sostengo esa
opinin porque sinceramente no lo s. Carezco de opinin,
excepto naturalmente, que si los judos quieren ir all para
vivir por los mismos motivos que cualquier emigrante de otro
pas, sera un crimen impedrselo. Pero existen rumores de lo
contrario, y yo s lo que es el sionismo, en contraposicin al
judasmo.
Me estremezco al or que la vida en Israel es como la
vida aqu, en Estados Unidos. Si se supone que eso es una
defensa de Israel, solo me dice lo corrupto, lo malvado y
terrible que es ese pas.
Si usted no comprende la naturaleza devastadora de la
violencia civilizada violencia que hace parecer un juego
infantil las horribles atrocidades de la violencia salvaje no
ha comprendido verdaderamente el fondo de mis cartas. Esa

violencia que destruye el carcter del hombre, su moral, su


vida, y pervierte todos sus sentidos es la violencia que acecha
bajo los estandartes del capitalismo y se abate como una plaga
sobre las repblicas democrticas industriales.
El sha del Irn te cortara las manos, pero no podra
arrancarte el alma. En Estados Unidos, por ejemplo, si sus
presiones ejercen la menor autoridad sobre ti, pueden
destruirte, y lo harn, y te arrancarn el alma.
Cada uno de nosotros es una zona de desastre devastada,
tanto ms lastimosa cuanto que la mayora no lo sabemos o no
podemos verlo.
No estoy a favor ni de la violencia salvaje ni de la
civilizada. Sin embargo, la violencia civilizada es la peor de
las dos. Es un impulso sin razn personal que impregna cada
aspecto de la vida en la sociedad burguesa. Marx lo llamaba
alienacin.
De modo que para m la visin de un Israel como
Estados Unidos hace que sienta alarma. La calidad de la vida
es infinitamente peor all que, pongamos por caso, en Arabia
Saud o Siria, con sus monarquas brbaras y tribus salvajes.
QUISIERA QUE MEDITARA sobre esto un momento.
Digamos que maana las naciones rabes se asocian con Israel
con todo lo que ello implica. Las monarquas feudales seran
apoyadas por todos los intereses que apoyan la existencia de
Israel. El colapso inevitable de aquellos sistemas feudales
sera postergado por saber Dios cuntas dcadas.

La revolucin sera asfixiada. Necesitamos inestabilidad


en esa zona del mundo para levantar en ella al pueblo. Todas
las naciones rabes empiezan a ser conscientes de ello. Ahora
tenemos que suscitar revoluciones populares democrticas, y
eso es precisamente lo que tratan de hacer los comunistas.
ESTE GRAN PAS SE ha llenado de santa indignacin
por la ltima farsa del ayatol para obtener un poco de justicia
de Estados Unidos, exigiendo la extradicin de uno de los ms
infames crimnales desde la segunda guerra mundial. Imagine
cmo reaccionaran los israeles si Estados Unidos no solo
albergara a Adolf Hitler, sino que le agasajaran, le hicieran
husped de honor. Nadie discute este extremo, naturalmente!
A lo que se oponen es a los mtodos de los iranes.
Salga a la calle, pregunte a cualquiera, desde el hombre
corriente a los expertos en ciencia poltica de Harvard y
Yale. Vea cmo se enrojecen sus rostros, cmo se enfadan! Al
fin se ha cometido una injusticia con su pas. Se levantan en
armas contra los nios iranes en este pas por atreverse a
mostrar solidaridad con su revolucin, una revolucin que se
ha retrasado histricamente cuarenta aos, que solo est en
sus comienzos. Necesita justicia.
Y eso signific que el Sha no poda andar libremente por
el mismo mundo que el pueblo de Irn. El amigo de un
enemigo es un enemigo. Infantil pero cierto.
El viejo pus amarillento de la cobarda norteamericana
late nuevamente en las venas de este pas lamentable. Cmo
aparece? En el chovinismo que se pavonea con seguridad en

su propia tierra, lejos del peligro. Es fcil hablar


peligrosamente de tumbar gente cuando ests en tu propio
terreno, tras un arsenal de militares, de misiles nucleares y
con un ocano por medio.
Esta mierda me revuelve la sangre si no pienso en otra
cosa. Si sigo pensando en ello, s que destrozar esta celda de
rabia.

Libertad?

VEO LA LUZ DE LOS


ventanas, y la lluvia que cae
medianoche y todo el mundo
que emprenden una huelga
acostarme y descansar.

relmpagos a travs de las


torrencialmente. Es cerca de
est en calma, como siempre
de hambre. Es mi hora de

Estas noches en las que la lluvia golpea con fuerza en las


ventanas siempre me han sosegado. El sonido encadenado de
los truenos parece el de los timbales de una orquesta
sinfnica.
Cuando me ocurren las cosas que pueden hacerme feliz
despus de todos estos aos, me gusta pensar que son
sencillas. Sencillas porque el dinero no puede comprarlas. En
realidad, el dinero es un obstculo para ellas. Pero s que pido
demasiado. As pues, no se trata de lo que me gusta o
disgusta, lo que quiero y deseo. No es un asunto de gusto
personal. Es lo que yo necesito, aquello sin lo que no puedo
vivir.
Algunos
lo
llamaran
venganza,
otros
reivindicacin. Yo quiero justicia.
No quiero estar en esta prisin tanto tiempo que llegue a
mirar el cielo y maldecir a las estrellas por mi desgracia. No
quiero llegar a la conclusin errnea de que nadie tiene la
culpa, como suele decirse. O de que este estado de cosas
siempre ha existido y siempre existir en este mundo. O que

yo mismo cerr tras de m la puerta de mi celda.


NO S CMO reaccionara a la experiencia de que
alguien, un hombre ordinario que trabajara para el gobierno,
se acercara a m y con sus modales, su tono, su voz me dijera:
Le pedimos disculpas por lo que le hemos hecho. Lo
lamentamos y nunca ms lo haremos.
Si fuera sincero y yo lo supiera, tal experiencia sera
devastadora para m. Creo que me alterara radicalmente.
Sera mejor olvidarlo. No es como el hombre que dice:
Creera en Dios solo si lo viera. En realidad tiene el secreto
deseo de creer, y cree al presuponer a Dios para verle. Pero
nunca lo ve, y nunca se reconcilia con sus creencias por un
acto objetivo pero personal de Dios: solo por sus propios
actos.
AHORA EXISTE PARA m algo demasiado evidente
para desconocerlo, y es que me resulta constitucionalmente
imposible seguir viviendo en prisin.
Mi visin de la vida exterior se ha convertido en un
sueo que se desvanece, y me pregunto si siempre ha sido as.
Creo que deseo salir de la crcel de la misma manera que el
hombre medio creo que quiere ser millonario o, lo que es un
ejemplo mejor, un gran artista como Miguel ngel, sin tener
la ms leve idea de los sacrificios y el esfuerzo que requieren
tales cosas.
Contrapuesta a mi visin de la vida fuera de la crcel,
est mi percepcin absoluta de una terrible guerra

revolucionaria en sus inicios, que estalla con movimientos


convulsos y se extingue rpidamente salpicando sangre y
violencia en una escala tan microscpica que pasa
desapercibida a la percepcin normal, cotidiana, de los
acontecimientos de este pas. La evidencia de que con toda
probabilidad yo ser uno de esos movimientos convulsos
que muere terriblemente envuelto en sangre y violencia
inhumana, no es muy alentadora. Sin embargo, la lnea de mi
vida avanza inexorablemente en esa direccin. Y esa visin ha
conquistado a la visin pastoral de la vida: la vida normal.
Los primeros revolucionarios naturales que nacen en
una sociedad siempre mueren en las crceles, despus de
largas torturas y vejaciones. Siempre son desconocidos, nadie
les apoya y ellos mismos suelen ser inconscientes de su
carcter revolucionario. Creen que mueren como buenos
ladrones, buenos presidiarios.
El catecismo revolucionario, escrito por Natcheyev, describe
a tales hombres. Pero describe cmo son y no su conciencia
directa como revolucionarios. Cada detalle de nuestra
sociedad colabora a mi aniquilacin. Ha sido as desde mi
nacimiento. La moral, las costumbres, las leyes de nuestra
sociedad se oponen, en esencia, a mi existencia.
Por eso tal vez esto explique un poco por qu parece que
yo no me preocupo realmente de si me ver libre o no de la
prisin. Tener una muerte violenta a una escala mayor, de una
manera ms sangrienta, en vez de morir en la prisin, puede
ser suficiente razn para vivir con el deseo de salir de la
crcel, donde la muerte sera a pequea escala. La historia

solo entiende las grandes cosas.


NO PUEDO IMAGINAR hasta qu punto sera feliz en
la sociedad norteamericana. Despus de todo lo que esta
sociedad me ha hecho, estoy naturalmente resentido. No
quiero venganza, no deseo castigar. Me conformara con
alguna clase de disculpa, un poco de consideracin, un
pequeo reconocimiento por parte de la sociedad de la
injusticia que se me ha hecho, por no mencionar a otros como
yo.
Me conformar con andar libremente por las mismas
calles que los hombres que han irrumpido en mi celda, me
han arrojado al suelo y golpeado, con el pleno conocimiento y
consentimiento de todo el mundo? Hombres que han ido a
trabajar y dedican su jornada laboral a torturarme?
Podr caminar por las calles con docenas de jueces,
polticos, predicadores y abogados que conscientemente han
conspirado para aplastarme a travs de mentiras intencionales
y encubrimientos, que me han colocado trampas para atrapar
mi cordura? Podr soportar la justicia, la decencia comn?
Podr andar entre las masas annimas de nuestra sociedad
que durante toda la vida han apoyado o se han sometido a
hombres malvados y a sus ambiciones? Y podr hacerlo con
pleno conocimiento cnico?
Salga de su casa y detenga a uno al azar en la calle.
Hblele. Puede divertirle porque l nunca tuvo poder sobre
usted. No est sometido a su ignorancia, su maldad bsica.

Pero si lo hubiera estado, no lo encontrara divertido. Yo


he pasado toda mi vida bajo sus talones arbitrarios.
CMO DESEO QUE esto termine! Cmo deseo andar
libre por el mundo, recuperar mi vida, ver y hacer cosas que
los dems hacen.
Pero no s cmo sera posible ahora. Me han sucedido
demasiadas cosas, durante demasiado tiempo. Pero quiero
intentarlo. Tengo derecho. En eso consiste el derecho
humano. Mi derecho, el derecho individual. Todos tenemos
derecho aunque sepamos ntimamente que podemos ser
incapaces de realizar aquello para cuyo intento tenemos
absoluto derecho. Si la sociedad tiene el derecho de hacerme
lo que me ha hecho, y todava hace, yo tengo al menos el
derecho de ser libre en algn momento de mi vida aun
cuando ahora las probabilidades de que no sea como los
dems hombres son abrumadoras.
No s cul ser mi reaccin al recibir la libertad
condicional. La idea de ser legalmente libre hace tanto tiempo
que desapareci de mi mente y mis sentimientos, que
sinceramente no recuerdo una poca en que tuviera planes o
esperanzas de ser alguna vez un hombre libre en este pas. Tal
vez ms tarde puedo escribir sobre ello, pero ahora no.

Naci en 1944 en el campamento de Skeel en Oscoda,


Michigan y falleci en el Wende Correctional Facility, Nueva
York, en 2002.
A los 21 aos se encontraba cumpliendo condena por
falsificacin en la prisin de Utah cuando apual a otro
recluso causndole la muerte. Fue condenado por este delito y
en 1971 su sentencia fue aumentada en 19 aos por cometer
un atraco en un banco de Colorado tras fugarse de la prisin.
En 1977 contact con Norman Mailer que se sinti
fascinado por el recluso llegando a prologar su libro de
experiencias carcelarias En el vientre de la bestia y a apoyar su
demanda de libertad condicional, la cual obtuvo en junio de
1981. Tras salir de prisin se traslad a Nueva York donde
durante un corto perodo se convirti en una estrella de la
escena literaria. En julio de 1981, seis semanas despus de
salir de la crcel, Jack Abbott asesin al camarero de un
pequeo caf porque este no le dej utilizar los aseos del

personal. Fue detenido en Morgan City, Louisiana, mientras


trabajaba en un campo petrolfero y acusado del asesinato
cometido en Nueva York. A pesar del apoyo que durante su
juicio le prestaron relevantes figuras, fue condenado a 15
aos.
En 1987 public Mi retorno, pero esta obra no tuvo la
repercusin de su primer libro.
En 2001 solicit la libertad condicional que le fue
denegada y el 10 de febrero de 2002 se ahorc en su celda
dejando una nota de suicidio cuyo contenido nunca fue hecho
pblico.

Notas

Calvario o Glgota es el nombre dado al monte o


colina a las afueras de Jerusaln donde tuvo lugar la
crucifixin de Jess. Frecuentemente el nombre del calvario se
refiere a esculturas o pinturas representando la crucifixin de
Jess. Tambin se usa para describir grandes construcciones,
esencialmente colinas artificiales construidas por creyentes.
(N. del E. D.) <<
[1]

Efectivamente, Abbott obtuvo la libertad, pero el 28 de


julio de 1981 asesin a un camarero de 22 aos, y de nuevo ha
sido encarcelado. (N. del E.) <<
[2]

Despectivamente,
estadounidense. <<
[3]

mezcla

de

mexicano

Satori es un trmino japons que designa la


iluminacin en el budismo zen. La palabra significa
literalmente comprensin. Satori es el momento en que se
descubre de forma clara que solo existe el presente (donde
nace el pasado y el futuro), crendose y disolvindose en el
mismo instante; con lo que la experiencia aclara que el tiempo
es solo un concepto, que el pasado y el futuro son una ilusin
al igual que todo el mundo fsico. Satori es un momento de
comprensin al nivel ms alto, es ir ms all de la experiencia
terrenal. Esta experiencia solo se da en niveles elevados de
conciencia, comunes en los meditadores pero al alcance de
[4]

cualquier persona. (N. del E. D.) <<


Nathan Freudenthal Leopold, Jr. (19 de noviembre de
1904 29 de agosto de 1971) y Richard Albert Loeb (11 de
junio de 1905 28 de enero de 1936), ms conocidos como
Leopold y Loeb, fueron dos estudiantes adinerados de la
Universidad de Chicago quienes secuestraron y asesinaron a
Robert Bobby Franks en 1924 en Chicago, en lo que fue
descrito por la prensa como el crimen del siglo. Segn sus
declaraciones, ambos asesinaron a Franks para demostrar su
inteligencia superior al resto, cometiendo el crimen
perfecto.
[5]

Luego de que fueron aprehendidos, los padres de Loeb


contrataron al renombrado abogado abolicionista Clarence
Darrow. El alegato de ms de doce horas de Darrow es
tomado como un ejemplo en lo que refiere a crtica y
oposicin a la pena de muerte, al considerarla justicia
retributiva y no rehabilitadora. El alegato disuadi al juez,
quien conden a ambos a cadena perpetua ms 99 aos
adicionales por el delito de secuestro. Loeb fue asesinado por
otro reo en prisin, en el ao 1936, mientras que Leopold fue
puesto en libertad condicional en 1958 y se mud a Puerto
Rico donde vivi hasta su muerte. (N. del E. D.) <<
Doctrina del siglo XIX que propugnaba la expansin
territorial de EE. UU. <<
[6]

Carl Panzram (28 de junio de 1891 5 de septiembre de


1930) fue un asesino en serie estadounidense. A menudo us
seudnimos como Carl Baldwin en Oregon; Jeff Davis en
[7]

Idaho y Montana; Jefferson Davis en California y Montana;


Jeff Rhodes en Montana; Jack Allen y Jefferson Baldwin
en Oregn; John King; y John O'Leary of Nevada en
Nueva York. (N. del E. D.) <<
La Paz de Brest-Litovsk fue un tratado de paz firmado el
3 de marzo de 1918 en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk
(entonces bajo soberana rusa, actual Brest) entre el Imperio
alemn, Bulgaria, el Imperio austrohngaro, el Imperio
otomano y la Rusia sovitica. En el tratado, Rusia renunciaba
a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania,
Ucrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el
dominio y la explotacin econmica de los Imperios
Centrales. Asimismo, entreg Ardahan, Kars y Batumi al
Imperio otomano. Con este tratado, Alemania reforz el frente
occidental con efectivos orientales.
[8]

La derrota alemana en la Primera Guerra Mundial anul


el tratado, y todas las prdidas rusas haban sido recuperadas
para 1940. Solamente Finlandia y Turqua, sucesora del
Imperio otomano, conservaron los territorios recibidos en
Brest-Litovsk. (N. del E. D.) <<
El Tratado de no Agresin entre Alemania y la Unin
de Repblicas Socialistas Soviticas, conocido coloquialmente
como Pacto Ribbentrop-Mlotov, fue firmado entre la Alemania
nazi y la Unin Sovitica por los ministros de Asuntos
Exteriores de Alemania y la Unin Sovitica, Joachim von
Ribbentrop y Viacheslav Mlotov respectivamente. En
realidad fueron Stalin y Hitler y no Mlotov y Ribbentrop,
quienes decidieron el contenido del tratado. El pacto se firm
[9]

en Mosc el 23 de agosto de 1939, nueve das antes de


iniciarse la Segunda Guerra Mundial. (N. del E. D.) <<

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