Leyenda Laguna Brava

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Laguna Brava “leyendas de un vergel”

En el acervo popular vallisto deambulan varias leyendas que avivan la mitología de la comarca calchaquí; entre
ellas la de la “Laguna Brava”.
Cuentan que existe una laguna donde no crece planta alguna; que a su alrededor hay cientos de restos de huesos y
animal que se acerca es atraído y devorado; nadie se atreve a pasar cerca de ella. En ocasiones se enoja y brama
como nada conocido en este mundo.
Se trata de la Laguna Brava, ubicada en los ásperos cerros del Cajón al oeste de Cafayate; allá, camino a Ovejería o
Jasimaná; es este sitio un vergel que atrae a los animales para saciar su lamento, cuentan.
Hay un toro de astas de oro “dicen”, que custodia la laguna día y noche; cuando alguien osa arrimarse el mismo
arremete con furia empujándolo hacia la laguna y nunca más sale de allí. Los que lo han visto deciden regresar o
evadir el paso por la laguna por temor; otros aseguran que si uno pasa rezando y echa un puña’o de coca y un
chorrito de alcohol a la laguna el arisco y bravo toro, no hace nada.
Cuentan que en épocas de la conquista; un grupo de jesuitas que iban huyendo de los nativos, (es que los rebeldes
indios se habían alzado contra los españoles) se estaban llevando mucho oro que les habían arrebatado a los nativos
y que al verse acorralados decidieron arrojar a la laguna todo el tesoro que era de los diaguitas y que dejaron en
custodia al famoso toro de astas de oro para que nadie pueda cobrárselo. Es por eso que la laguna cobro vida y
defiende el tesoro de los diaguitas para que nadie pueda adueñárselo para su vanidad o codicia.
En invierno es cuando más furiosa se pone, dicen; es que las heladas congelan la laguna y el “SER” que habita en
ella no puede salir y se escuchan ruidos aterradores desde lejos y se ven volar los pedazos de hielo por todas partes,
esto es además es señal de que ya no vendrán más heladas.
Su bravura fue puesta de manifiesto cuando un pastor osó acercase y tratar de develar el misterio queriendo sacar el
tesoro; pero no encontró nada; fue entonces cuando en los siguientes días la laguna dejó de verter sus aguas y el río
se secó por completo; provocando una sequia devastadora; es que de la laguna nace el río colora’o y aguas abajo da
vida a muchos pastizales y los puesteros que crían sus rebaños no pudieron sostener la sequia y no tenían agua ni
pa’ tomar; es cuando se enteraron de que alguien le faltó el respeto a la laguna y decidieron ir a hacerle ofrendas y
pedir perdón; al poco tiempo la laguna volvió a verter su agua a los arroyos; los pastizales volvieron a reverder y
los rebaños a recuperarse. Entonces la laguna se reconoce como un sitio muy respetado. Desde entonces siempre
alguien debe ofrendar a la laguna con un puña’o de coca y un chorrito de alcohol.
Cuanto más se indague más curiosa será la historia que se cuente sobre ella; es que por centenios se vienen pasando
de boca en boca las leyendas de esta fabulosa “laguna brava”.

Gonzalo “pigua” Cristófani

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