LUNA, F. - Atahualpa Yupanqui (Digital)
LUNA, F. - Atahualpa Yupanqui (Digital)
LUNA, F. - Atahualpa Yupanqui (Digital)
FLIX LUNA:
ATAHUALPA YUPANQUI
NDICE
1. EL PAS .................................................................................................................. 7
UN PAS, DOS PASES.......................................................................................... 9
LA DENUNCIA Y LAS REGIONES .................................................................. 14
2. EL HOMBRE ........................................................................................................ 18
INFANCIA PAMPEANA ........................................................................................ 20
ADOLESCENCIA NORTEA ............................................................................... 23
CANTOR EN TODOS LADOS ............................................................................. 30
EL TRIUNFO DEL FOLKLORE ............................................................................ 35
EL CANTOR Y EL MUNDO .................................................................................. 39
3. EL CANTO ........................................................................................................... 42
ALVERTENCIA... .............................................................................................. 44
EL CANTO ESCUETO ......................................................................................... 46
HUMOR ................................................................................................................. 49
RECATO ............................................................................................................... 50
FIJAR LA POCA ................................................................................................. 52
UN MARTIN FIERRO PARA EL SIGLO XX..................................................... 54
ANTOLOGA DE CANCIONES ............................................................................... 56
VIENE CLAREANDO ........................................................................................ 57
EL ARRIERO..................................................................................................... 57
LA POBRECITA ................................................................................................ 58
NOSTALGIAS TUCUMANAS ........................................................................... 59
CAMINO DEL INDIO ......................................................................................... 60
TU QUE PUEDES, VULVETE ........................................................................ 61
TIERRA QUERIDA ............................................................................................ 61
CRIOLLITA SANTIAGUEA............................................................................. 62
CHACARERA DE LAS PIEDRAS ..................................................................... 63
PREGUNTITAS SOBRE DIOS ......................................................................... 64
1. EL PAS
* * *
Juan Alfonso Carrizo, un folklorista obsesivo y fervoroso, dedic su vida a
coleccionar coplas, romances y cantares en las provincias argentinas. Los fue
recolectando en los pueblitos ms alejados, en las comarcas ms remotas, y los fij en
obras que son admirables por su vastedad, su rigor cientfico y su amor a la cultura
popular. Leyendo ese annimo florilegio que Carrizo rescat entre la gente vieja o
transport de antiguos cuadernos de familia a sus repositorios, se deduce sin lugar a
dudas que tal como ocurre en toda Amrica Latina un enorme porcentaje de esos
cantares deriva de la gran corriente popular espaola del Siglo de Oro. Canciones
religiosas o amorosas, coplas fiesteras, dcimas picarescas o hazaosas, casi todas se
inspiran en el patrimonio comn de Espaa. No sera, pues, una novedad, esta referencia
hispnica de los cantares populares del interior del pas: lo que asombra es que este
acervo cultural haya persistido tambin en un pueblo cuya regin ms rica y poblada
pertenece, como se ha dicho, al perfil europesta, al rostro argentino vuelto hacia el
ocano.
Pues tambin en esta regin, la de esos 500 kilmetros tendidos alrededor de
Buenos Aires, persisten huellas profundas de la msica y la poesa espaolas. No han
podido borrarlas las oleadas inmigratorias (que obviamente trajeron sus propias formas
culturales) ni los medios masivos de comunicacin ni el menosprecio en que se tuvo
durante mucho tiempo a las expresiones pampeanas tradicionales: las que cant durante
dos siglos el gaucho bonaerense.
He aqu, entonces, que en todo el territorio argentino subsisten expresiones
poticas y musicales anteriores a la etapa de modernizacin del pas. Anteriores al tango,
que fue cobrando individualidad a fines del siglo pasado en los suburbios porteos como
una conjuncin de la habanera y la antigua milonga. El folklore era una subcultura
sobreviviente en los niveles bajos de la poblacin rural del territorio argentino. Los
hombres y mujeres que seguan cantando esas coplas y dcimas, que seguan recitando
esos romances, que seguan bailando las danzas correspondientes, eran generalmente la
gente de campo; en las ciudades se ignoraba olmpicamente esa realidad cultural casi
clandestina, vergonzante. A tal punto que, cuando hacia 1920 un msico santiagueo,
Andrs Chazarreta, logr poner en un teatro de Buenos Aires un espectculo de cantos y
danzas de su provincia, llovieron las crticas por el atrevimiento de traer expresiones
artsticas rsticas y chabacanas a un escenario porteo... Slo la voz de Ricardo Rojas, el
gran escritor de la tradicin nacional, se alz para defender ese humilde muestrario de
voces y ritmos populares.
No puede omitirse, sin embargo, la mencin de algunos artistas que incluyeron
entre su repertorio algunos motivos de raz netamente folklrica: el ms importante,
Carlos Gardel, que registr un buen nmero de cifras, milongas, estilos y triunfos, as
como algunas zambas, especies, todas ellas, de origen folklrico. Algunos msicos cultos,
en los primeros aos de este siglo, buscaron inspiracin, asimismo, en temas
tradicionales; el primero de ellos Alberto Williams, que ya a fines del siglo pasado elabor
algunas composiciones con la intencin de estilizar formas sobrevivientes del antiguo
acervo musical bonaerense.
Estas intrusiones y concesiones no eran, sin embargo, suficientes para crear una
atmsfera de receptividad a expresiones que seguan siendo menospreciadas por la
crtica bien pensante y por el gran pblico. A lo ms, se las toleraba compasivamente,
* * *
El triunfo de Pern, en 1946, es en gran medida el triunfo poltico de estos
argentinos marginados, annimos protagonistas de la afirmacin de la industria liviana y
sus nuevos sindicatos. Sobre los sectores obreros tradicionales, afincados en Buenos
Aires y alrededores aos atrs, hijos o nietos de inmigrantes, que se expresaban
polticamente a travs del radicalismo, el socialismo o el comunismo, triunfan
arrolladoramente esos obreros nuevos que todava no han perdido su aire rural.
Era lgico, entonces, que paralelamente a esta personera poltica que conquistan,
esos sectores quieran adquirir una personalidad artstica; que quieran imponer sus gustos
musicales y sus intrpretes ms admirados. Aos ms tarde Pern pagar esta adhesin
con un decreto que obligar a las radios y lugares de baile a pasar msica nacional en un
porcentaje no menor del 50 por 100; una medida que por su misma drasticidad no lleg a
cumplirse nunca.
* * *
Hasta que en 1960 ocurre un impresionante boom folklrico en la Argentina. El
gnero arrasa de pronto con todas las otras modas musicales para consagrarse como el
tipo de msica aclamada por grandes pblicos, exhibido en festivales que congregan a
centenares de miles de personas, difundido en tiradas discogrficas de importancia
mundial, cantado, en fin, por todo el pas. Era el merecido triunfo de un tipo de msica
autnticamente nacional, motorizado por artistas que trataron de superar sus limitaciones
y lo consiguieron, y sostenido por un pblico que, en el reencuentro con esas canciones
vea un acercamiento a una realidad ignorada de su pas.
Pero cuando esto ocurri, haca mucho tiempo que cantaba, tocaba y compona
Atahualpa Yupanqui. Porque Don Ata, ya un mito, haba protagonizado un caso nico.
Desde los comienzos de su actuacin, hacia 1930, haba sido compositor, autor,
instrumentista e intrprete vocal. Todo en escala insuperable. Y adems, su mensaje se
diferenciaba de todos por un tono y una solidez muy especiales. Veamos de dnde sali
todo esto.
* * *
Un ltimo aviso para el lector no iniciado en los vericuetos del folklore argentino.
Lo que se llama folklore (y en la actualidad es, en realidad, msica de raz o inspiracin
folklrica) reconoce en nuestro pas continentes rtmicos y musicales muy diferentes
segn las regiones de las que ha nacido. No puede ser de otro modo, ya que los paisajes,
las costumbres, los trabajos, las influencias tnicas son muy distintas en el norte, en la
regin pampeana, en el litoral o en Cuyo.
En los pases de Amrica Latina el folklore nativo se diferencia, en general, segn
sea de la costa o la sierra o interior: el primero suele tener definidas influencias
africanas mientras que el segundo recoge algunos elementos de los primitivos aborgenes
y en uno y otro lado todos contienen aportes hispanos. En la Argentina, el elemento afro
casi no existe, y el tono indgena est limitado a algunas especies norteas los lmites
del antiguo Incario, donde quedan reminiscencias de la escala pentatnica y se usan
eventualmente instrumentos de origen indgena como la quena, adems de la guitarra
espaola y su descendiente mestizo, el charango.
A esta primera diferencia con el resto del folklore latinoamericano deben sumarse
en nuestro pas las particularidades regionales. La msica de la regin pampeana suele
ser cadenciosa y ligeramente melanclica: es apta para la voz solista y enfatiza ms el
contenido dado por las palabras que la forma musical que la envuelve. Se ha dicho que
todas las milongas son iguales: en cierto sentido esto es cierto, porque el acompasado
ritmo basado en la alternancia de tono a dominante se limita a acompaar el verso
cuarenta o dcima que es lo que prima en esta especie musical. Cifras, estilos, triunfos,
milongas, huellas, todas llaman a la voz humana acompaada nicamente por la guitarra
y sin ningn instrumento de percusin.
El folklore del norte argentino es mucho ms variado en sus ritmos. Zambas,
chacareras, gatos y escondidos forman un paisaje musical muy diversificado, capaces de
transmitir mensajes poticos de tono e intensidad distintos. Aunque la escala pentatnica
pueda pesar lejanamente sobre sus melodas, las posibilidades de la lnea musical
nortea son infinitas, y por consiguiente se prestan a interpretarse por conjuntos vocales,
preferentemente dos o cuartetos. La voz sola encuentra aqu su expresin natural en la
vidala y la baguala, formas de canto desgarrado con un lejano aire al cante jondo, a
veces intimista y otras veces vociferado, al que basta el acompaamiento percutivo de la
caja, pequeo bombo, o del bombo grande o legero (as llamado porque se
escucha desde muy lejos). Por otra parte, los argentinos del norte han adoptado especies
musicales que son originariamente bolivianas: carnavalitos, yaravs, huaynos, carnavales
cochabambinos o santacrucenos, taquiraris, etc. El intenso trfico que en la poca
colonial y durante la primera mitad del siglo pasado se dio entre el antiguo Alto Per y las
provincias argentinas de Jujuy, Salta y Tucumn, dio origen a una imprecisa frontera
musical y permiti a estas regiones absorber y hacer suyas a formas musicales de aire
definidamente indgena, nacidas en el altiplano.
En el litoral se nota la vecindad del Paraguay, que aporta el poderoso tono
guaran, y el Brasil, que trae el avasallador ritmo de los ancestros africanos, para imprimir
a la msica de esta regin un toque juguetn, pegadizo, generalmente alegre. Las polcas,
los valseados, los chamams, los rasguidos dobles y las chamarritas piden, en su riqueza
meldica, el acompaamiento del acorden y ocasionalmente el arpa, adems de la
guitarra. Hay que hacer notar que tanto el arpa como el acorden son instrumentos
importados (el arpa, acaso por los jesuitas de las Misiones Guaranticas y el acorden en
poca muy posterior, por los inmigrantes suizos y alemanes), no obstante lo cual se han
adaptado maravillosamente a las exigencias de al msica litoralea.
En cuanto a Cuyo, la regin pegada a los Andes, recibe los aires chilenos y, en
alguna medida, peruanos, a travs de la zamacueca, la marinera y el vals criollo. Su
forma ms tpica es la cueca; por su parte, la tonada es una interesante especie que
participa de los estilos pampeanos y chilenos. En esta regin es donde el virtuosismo
guitarrstico alcanza su mximo nivel: una reminiscencia, sin duda, del uso que hacen en
el Per del requinto, que otorga a su acompaamiento una especial brillantez que las
guitarras cuyanas imitan con xito.
Los prrafos anteriores corren el riesgo de resultar demasiado generales para
cualquier lector argentino que conozca algo del folklore de su pas. Son, sin embargo,
indispensables para sealar la variedad de nuestras manifestaciones populares de origen
rural, sobre las que se han reconstruido las expresiones de raz o proyeccin folklrica.
Agreguemos a lo dicho una circunstancia cuya existencia es un factor de unificacin
dentro de la diversidad apuntada: hay algunas formas, muy pocas, que tienen vigencia en
todo el pas. Por alguna razn tal vez su generosidad para acoger cualquier contenido
potico o las posibilidades que ofrece su tipo de msica son conocidas, desde hace
muchos aos, en todas las regiones argentinas. Me estoy refiriendo a la zamba, el gato y
la vidala.
La vidala tiene mil variantes: la vidalita pampeana, montona y llena de
sugestiones lricas; o la vidala chayera, propia de La Rioja y Catamarca, que suele
cantarse para carnaval. Es muy difcil establecer la vinculacin entre las diversidades
posibles de esta especie, pero ella existe y se ha convertido en uno de los instrumentos
expresivos ms populares del pas. El gato es una danza ligera, alegre, con cierta
picarda, que florece tanto en el norte como en la pampa. En cuanto a la zamba, merece
prrafo aparte por su importancia dentro del acervo de danzas y canciones argentinas.
La zamba debe haber venido del Per. Su origen puede haber sido la zamacueca,
pero en nuestro pas el vivo ritmo de esta forma se hizo ms pausado, ms seorial, y las
figuras de la contradanza la country dance del siglo XVIII enriquecieron su
coreografa. La zamba se compone, usualmente, de dos partes iguales, precedidas por
una breve introduccin instrumental. La parte cantada -que es tambin la que se baila
se compone de tres coplas, las dos primeras iguales en mtrica y la siguiente (la vuelta)
un poco diferente, aunque igualmente pausada y rtmica. Las dos partes se separan por
un breve intervalo de silencio. El todo configura una de las ms hermosas danzas
latinoamericanas de origen folklrico, que permite el lucimiento de las parejas con
movimientos recogidos y, a la vez, sugestivos, que remedan la persecucin amorosa y la
conquista final de la mujer. A su vez, la zamba, como continente musical de elaboraciones
poticas, es la ms apropiada. Su ritmo y su meloda permiten unas posibilidades lricas
casi infinitas; la invariabilidad de la tercera y ltima copla de cada una de las dos partes le
da el aire redondo de un soneto, y hace posible fijar el argumento de la cancin en torno a
un tema definido. Se la llama la reina de las danzas pero es tambin la reina de las
canciones de origen folklrico: en nuestro pas, en los ltimos veinte aos y paralelamente
al renacimiento del gnero y su reelaboracin por los autores y compositores argentinos,
se han compuesto miles de zambas de tono, tema y modalidades muy distintas, sin llegar
a agotar sus fecundas posibilidades.
* * *
La diferenciacin de las regiones musicales argentinas ubica automticamente a
creadores e intrpretes en determinadas zonas folklricas, vedndoles otras. Quien
compone o interpreta msica litoral, por ejemplo, difcilmente cruzar la invisible frontera
que separa esta comarca de otras. Quienes cantan msica nortea se sienten
generalmente inhibidos de inmiscuirse en la de la pampa. Atahualpa Yupanqui es uno de
los pocos artistas capaces de asumir ese riesgo con una autenticidad y una dignidad que
le han permitido ser canal transmisor vlido de cualquier tipo de msica folklrica
argentina, con prescindencia de su origen. Para el lector espaol resultara ms inteligible
esta hazaa si dijramos que ello equivale a un intrprete que puede cantar un zorzico,
una sevillana o un alal, como un vasco, un andaluz o un gallego, sin tratar de imitar
una modalidad, sino expresndola autnticamente, de punta a cabo.
2. EL HOMBRE
INFANCIA PAMPEANA
Y los recuerdos doloridos, sos que dejan un tajo indeleble en el corazn de los
nios. La pena comenz a anidar en mi corazn cuando vi a Genuario Bustos, un
gaucho que mucho admiraba, muerto, de tres balazos en la espalda. Lo balearon cuando
montaba en su redomn y slo alcanz a decir: "As no se mata un hombre!" Y se fue
deslizando con el cabestro en la mano, hasta quedar inmvil, mientras su sangre tea los
cascos del caballo. El chico Chavero queda impactado del suceso: Vi degollar cientos
de reses, hasta beba la sangre caliente de los novillos. Pero pensaba que los hombres
moran de otro modo, que la muerte no llegaba as, con tan desnuda violencia.
Y ah viene uno de esos retratos que en los libros y en las canciones de Atahualpa
Yupanqui llegan de sbito y en dos trazos convierten en inolvidable a un personaje. Se
refiere a Genuario Bustos, el gaucho que mataron delante de sus ojos infantiles: Lo veo,
llegando a mi casa, despus de manear su caballo y mirarlo un rato; detenerse ante el
portn e inclinarse, quitndose las espuelas y ocultando bajo su corralera el mango
plateado de su daga y luego llamar con suave golpe en funcin de visita. Por hambre que
tuviera, apenas probaba algo de la comida y beba agua y su discurso era breve, cordial y
prudente. Hasta cuando algo gracioso le produca risa, se llevaba la mano a los bigotes
como frenndose para no descomponer su eterna actitud de paisano entrado en razn.
Genuario Bustos!
Asociada, a sus aos chicos, est la guitarra. All estaba, frente al cantor,
bebiendo sin entender mucho las cosas que deca. Me senta totalmente ganado por la
guitarra. Este instrumento se hizo presente en mi vida desde las primeras horas de mi
nacimiento. Con guitarra alcanzaba el sueo. Con una vidala o una cifra me entretenan
mi padre y mis tos... As, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura,
gracias a esos paisanos... Cada cual tena su estilo. Cada cual expresaba, tocando o
cantando, los asuntos que la pampa le dictaba. Y la llanura posee una inacabable
sabidura.
As, entre peones de campo, reseros y carreteros, entre las mujeres calladas de la
pampa, en una sucesin de amaneceres y crepsculos tendidos sobre la llanura, va
creciendo el chico Chavero. El pago de Pergamino, hacia el noroeste de la provincia de
Buenos Aires, es ahora una comarca ubrrima, con estancias trabajadas a la moderna y
chacras donde se explota hasta el ltimo terrn del predio. En esa poca, hacia 1910,
hacia 1915, era todava regin de enormes fundos y caminos de tierra, que en tiempos de
lluvia se cerraban en persistentes pantanos. En la frecuentacin de la gente de la zona, el
chico Chavero va acercndose al misterio de la guitarra. En una sola cuerda recorra
parte del diapasn buscando armar la meloda que ms me gustaba: la Vidalita. El
instrumento perteneca a mi padre, y no nos era permitido usarlo. De manera que slo de
a ratos y a hurtadillas poda yo tocar el sencillo tema de la vidalita.
Un buen da llega al pueblo un cura cataln, sacerdote, jugador de truco y
violinista. Los padres de Hctor lo confan a la virtud violinera del cura. Pero un da que
el chico intenta tocar la vidalita en el violn, concluye abruptamente su aprendizaje. Al
poco tiempo lo llevan frente a un maestro de guitarra, don Bautista Almirn.
Ese instante frente al maestro fue definitivo para mi vida, para mi vocacin.
Entraba yo para siempre en el mundo de la guitarra. An no haba cumplido ocho aos y
la vida me daba un glorioso regalo: ser alumno de Bautista Almirn! Es entonces
cuando comprende que la guitarra no ofrece solamente temas gauchescos. Hay un
panorama musical infinito, agazapado en las seis cuerdas del instrumento. Muchas
maanas la guitarra de Bautista Almirn llenaba la casa y los rosales del patio con los
preludios de Fernando Sors, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albniz,
Granados, con Trrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol de
Schubert, Listz, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrstica pasaba por la
oscura guitarra del maestro Almirn, como derramando bendiciones sobre el mundo
nuevo de un muchacho del campo que penetraba en un continente encantado, sintiendo
que esa msica, en su corazn, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud el cantar
solitario de los gauchos.
Aos ms tarde, estaba Atahualpa en la redaccin de un diario de Rosario cuando
le pidieron que escribiera la nota necrolgica de un guitarrista. Era Almirn. Lo que pas
por m no sabra contarlo... Qu selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en
la noche! El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien
escribiera una semblanza del maestro. De un tirn, como si me hubiera abierto las venas,
me desangr en la crnica...
ADOLESCENCIA NORTEA
Pero el chico Chavero, el alumno del maestro Almir, no soaba an con ser un
guitarrista. Era, simplemente, un muchacho avispado, con curiosidad por todo, al que el
destino lo llev, un buen da, del chato panorama pampeano, a la Argentina nortea, al
Tucumn que entonces todava se llamaba el Jardn de la Repblica. Largo es el viaje
en tren. Estamos en 1917, y aunque la palabra guerra era extraa a mi mundo, algo me
haca presentir su sentido terrible. Al llegar al destino, la tierra tucumana, como
adivinando todo el amor que haba de despertar en m, tendi sus praderas verdes,
idealiz el azul de sus montaas y levant su mundo de caaverales para recibir a un
chango de escasos diez aos que llegaba desde la lejana pampa inolvidable con el
corazn ardiendo como una brasa en el pecho y una pequea guitarra en la que
tmidamente floreca una vidala.
Tucumn signific mucho para Atahualpa Yupanqui. All vivi en su juventud, all
volvi en su edad madura y los primeros temas de su cancionero estn referidos a
paisajes tucumanos. Porque Tucumn era, adems, el reino de las zambas ms lindas
de la tierra. Cuenta Atahualpa: Pocas zambas y canciones llevaban un nombre
definido. Generalmente se las identificaba por alguna frase ya popularizada de su letra o
estribillo, o de su regin de origen o del lugar donde fueron escuchadas. De ah que
muchas zambas alcanzaran notoriedad con el nombre de La del Manantial, La de Vipos,
La Carreta Volcala, La Anta Muerta, La Chilena Monteriza. Muchas de estas zambas
escuch. Y luego, pasados los aos, volv a orlas, aunque ligeramente cambiadas en su
lnea meldica y con otros nombres. Y tambin supe que a la vejez se les aparecieron los
padres... Los padres, obviamente, son los aprovechados msicos que se apropiaron de
ese acervo annimo, autnticamente folklrico, y registraron esas canciones a su nombre
cuando la creciente popularidad de la msica nativa creaba la posibilidad de cobrar
derechos de autor.
* * *
De aqu en adelante resulta imposible seguir en detalle el itinerario de Atahualpa
Yupanqui. Son aos y aos de andar de aqu para all, pasando a veces por un pueblo u
otro, detenindose otras veces por aos en cualquier lugar. Trabaj como empleado de
escribana y como periodista. Tambin como exhibidor cinematogrfico. Me gusta el
norte. Todo entero. Y lo conozco. Lo recorra de muchacho dando cine mudo con mi
amigo Molina. bamos en camin, parbamos, colgbamos la sbana en dos algarrobos
parejos y cobrbamos diez centavos del lado que se poda leer, cinco del otro... Despus
yo daba conciertos de guitarra; se me han quedado petizos los dedos desde entonces,
de tanto tocar! (Revista Gente, Buenos Aires, 17-11-1972). Atahualpa Yupanqui nunca
ha sido demasiado preciso en el plano autobiogrfico: prefiere que se mezclen aos,
gente, lugares, y todo lo cuenta con una pincelada borrosa que da dimensin de leyenda
a sus andares: Cuando muri mi padre, que era ferroviario, tuve que empezar a ayudar a
mi casa. Correga pruebas de un diario: me acuerdo que un da de invierno, lluvioso y
triste, tuve que subir a la pizarra para anunciar la muerte de Rodolfo Valentino. Trabajaba
tambin en una escribana. Y me diverta con un lindo grupo de muchachos amigos... Uno
sobre todo: Moiss Lebenshon, compaero de escuela y uno de los hombres ms
talentosos y buenos que he conocido... Empec a tocar en algunos clubs. Me acuerdo un
club de ftbol donde jugaba un muchacho que se llamaba Bernab Ferreyra. Mis primeros
cinco pesos los gan en una de esas sesiones... Cantaba vidalitas, gatos, cosas
annimas, aprendidas de mi padre y de algunos amigos. Pero sobre todo tocaba la
guitarra: la Serenata de Schubert o Momento Musical. Los interpret centenares de
veces, matizados con vidalitas y chacareras. Eran canciones casi exticas, apenas se las
conoca por algunos provincianos que pasaban por all ganndose la vida. Yo las conoca
por mi padre, que era de origen santiagueo. Siendo un mocosito me encontr una vez
con el famoso escritor rabe-argentino Emin Arslan. Me escuch y me dijo: "Su ambiente,
joven, est en Pars." Y yo le contest: "Seor, mi ambiente est en Humahuaca"... A los
dieciocho aos llegu a Buenos Aires. Aqu conoc a Arturo Capdevila, a Ricardo Rojas, a
tantos hombres importantes. A Jos Ramn Luna tambin, que en esa poca estudiaba
agronoma y trabaja en "Crtica". Yo trabajaba en "La Fronda", aunque ste era un diario
conservador y yo era "yrigoyenista perro", igual que mi padre... Yo toqu muchas veces
en la pea "Andrs Ferreyra", que fundaron algunos amigos radicales. Pero aqu no
cobraba nada... Era por solidaridad poltica (Revista Folklore, Buenos Aires, diciembre
de 1965).
La parrafada merece comentarios. Moiss Lebehnson, a quien recuerda Atahualpa
Yupanqui, fue un poltico de extraordinarias condiciones, prematuramente fallecido en
1954; llev adelante en el radicalismo un movimiento de renovacin partidaria que se
expresara ms tarde en la presidencia de Arturo Frondizi. Era Lebehnson oriundo de
Junin, donde vivi Yupanqui varios aos. En cuanto a Bernab Ferreyra, se trata de uno
de los grandes dolos del deporte argentino; era el irreemplazable goleador de River
Plate en la dcada del 30. El emir Emin Arslan fue un periodista y escritor que se jactaba
de su descendencia de los califas de Bagdad: tuvo gran influencia en las letras argentinas
entre 1920 y 1940, y su cultura refinadamente europea no le impeda conocer y valorar las
expresiones populares del interior argentino. En cuanto a Ricardo Rojas y Arturo
Capdevila, escritores que tuvieron en su momento la ms alta importancia, conservaron
durante toda la vida una clida amistad con Atahualpa Yupanqui. Cuando Ricardo Rojas,
maestro de maestros, polgrafo eminente y por sobre todas las cosas un ser humano de
inusual calidad, muri en 1956, Atahualpa Yupanqui le dedic una vidala: Se va don
Ricardo por el arenal... Recuerdo que una tarde, viviendo yo en Suiza, escuch en un
disco que me haban trado de mi pas, esa cancin, dolida y varonil, en homenaje a un
hombre a quien tanto quise como Rojas: y recuerdo que me corrieron las lgrimas al or la
voz apaisanada de Yupanqui evocando a este don Ricardo, que se marchaba
atravesando el arenal de la muerte...
* * *
Andar de un lado a otro, con la guitarra, haciendo mil oficios. Y leyendo mucho,
siempre. A los trece aos me devor el Quijote de punta a punta. Era y soy muy lector.
Lo cual no excluye mi pasin por la vida activa, por la naturaleza. No creo que sea
excluyente ser intelectual para ser autntico (Revista Extra. Buenos Aires, marzo de
1961). Y en esas andanzas bohemias, pasaban los cantores y dejaban en el muchacho
Chavero impresiones, recuerdos. Recuerdo a Nazareno Ros. Alto, delgado y fuerte.
Usaba saco negro, bombacha ancha y lustrosas botas. Una golilla blanca con
monograma. Su guitarra tena una estrella en la boca: era un brocal nacarado lleno de
embrujo. Cantaba con gran dignidad, imponiendo silencio y respeto. Recorra con la
mirada el saln lleno de hombres, criollos en su mayora, y no era necesario pedir
compostura al auditorio (...) Creo que de todos los cantores criollos que pasaron por el
pueblo, fue Ros quien me produjo la ms honda impresin, la ms cabal sensacin de
estar oyendo a un gaucho, a que se sumaba una rara condicin de artista. O aquel
Dagoberto Osorio, el ltimo trovador de la quebrada de Humahuaca, en la frontera
norte, donde la Argentina se da la mano con Bolivia: Osorio tena una modalidad
particular: nunca fue hombre de grupo ni cantor por mingao o encargo. Era, como se dice
all, un poco empacao. Dagoberto Osorio pasaba por Tilcara o Maimar, o Tumbaya a
caballo, cubierto con un gran poncho o una capa azul, debajo de la cual portaba su
guitarra. De a caballo se acercaba a la ventana de la gente amiga, bajo la madrugada
que encenda en el cielo las mejores candelas para el rito, y de a caballo no ms,
golpeaba llamando la atencin, soltaba su canto emocionado, su zamba, su baguala, su
trova galana. Y sin esperar la palabra de gratitud, mova riendas y tocaba espuelas,
misterio de las salamancas, para penetrar en el mundo de los smbolos, para callar
cuando era menester orlo al silencio. Esta excursin, que dur ms de cuarenta das, la
iniciamos en Rao (Tucumn) y abarc tierras de Catamarca, Salta y Jujuy. (...) Siempre
he pensado que nada es mejor que viajar a caballo, pues el camino se compone de
infinitas llegadas. Se llega a un cruce, a una flor, a un rbol, a la sombra de la nube sobre
la arena del camino; se llega al arroyo, al tope de la sierra, a la piedra extraa. Pareciera
que el camino va inventando sorpresas para goce del alma del viajero. Adems, el
hombre tiene la facultad del canto, y como no es necesario cantar hacia afuera,
hacindose or, el viajero de a caballo puede sentir todas las coplas vibrando en su
garganta sin que sea menester emitir un solo sonido. Y puede lograrse un estado de
gracia o de emocin intensa. Yo lo he experimentado en largos viajes y durante aos.
Muchas veces me han sealado como si fuera una sombra callada que pasa, cuando en
realidad mi corazn flotaba como la espuma en el tope de una ola y todo el canto del
mundo, desde lo ms olvidado yarav hasta un coral de Bach pasaban ayudando a mi
vida, estremecindome de dicha, de pena o de emocin. Ms de una vez estos recnditos
conciertos me han dejado rendido de fatiga, luego de tanta exaltacin. Y as he vencido
muchas leguas y as he aprendido a descubrir mil llegadas de un largo viaje, mientras la
bestia ajusta su marcha a un rtmico tranco y los caminos se pueblan de hechiceras.
* * *
Muchas veces he hecho yo travesas a caballo o en mula por las regiones que
atraves Atahualpa Yupanqui; por eso comprendo en profundidad el sentido de este
relato. Andar en montado, navegando lentamente por esas comarcas de llanos y sierras,
de quebradas y valles, aprendiendo a olvidarse del apuro y proyectando los itinerarios a la
medida del caballo o condicionndolos a las ganas que uno tenga de andar y a los azares
que pueden presentarse en el camino, es una experiencia nica. No existe, adems, una
manera ms pura y directa de comunicacin con la gente, habitantes olvidados de tierras
perdidas, a quienes se agravia cuando se apea uno del automvil para echar un parrafito;
pero con quienes puede establecerse un comercio de palabras y pareceres fecundo y
limpio cuando se echa pie a tierra, se desensilla, se larga la bestia a pastar y, con permiso
del dueo, se sienta uno bajo el alero del rancho a tomar unos mates o compartir un
churrasco. Visitantes y visitados estn entonces a un mismo nivel, aunque el visitante sea
un forastero del lejano litoral y el dueo de casa un paisano de La Rioja, San Luis o
Catamarca. Y la charla fluye entonces despaciosamente, dignamente, sin el apuro que la
presencia indiscreta del automvil est marcando, con toda la pausa y el demorado ritmo
con que se hacen las cosas en provincias. Las palabras vienen y van sin interrupcin, sin
interferencias, y en ellas, a cada rato, uno descubre con deleite algn maravilloso
arcasmo que se ha conservado en la antigua fabla de los paisanos, algn refrn aejo
donde se cifra una sabidura de siglos, algn dicho que esconde todo un misterio de
paisajes, vidas y muertes. Y alguna picarda sin malicia, alguna broma sin maldad. En
suma, la sntesis y el tesoro del alma del paisano argentino.
Nada de eso podra ocurrir o muy difcilmente si uno no llega de a caballo, con
el rostro hachado por los soles y las noches, el cuerpo envarado por la larga caminata,
mimetizado con los movimientos precisos y sobrios que usa el paisano en su relacin con
el montado. Atahualpa Yupanqui us esos medios y por eso pudo conocer a fondo su
tierra y su gente. Pudo vivir momentos emocionantes, de esos instantes estelares que
compensan con su plenitud jornadas y jornadas de esfuerzos. Como ste que relata en
El Canto del Viento, ocurrido en los Andes de La Rioja, al oeste del pueblo de Vinchina,
en unos enormes faldeos por donde yo tambin anduve hace aos:
La ltima noche pasada en el refugio, a la par de la Laguna Brava, estbamos
junto a un dbil fuego, fumando en silencio, en ese silencio que tanto respetan los
paisanos, sabedores de que la meditacin es un rito. Afuera, un silbo creciente de viento
libre. Arriba, una luna llena, que ya habamos admirado, y un inmenso misterio callado, de
cumbre en cumbre. De pronto, Flix Cruz habl En Vinchina estarn los amigos
zambeando lindo... Alguna fiesta? pregunt.Claro! Y ya me haban apalabrado
para ir. Como es veinticinco de mayo... Verdad! Sin calendario ni reloj, era otro universo
en que viva, otras las sensaciones. Me resultaban pequeos los ojos para ver las cosas
de esa inmensidad, para conocer piedras, guijarros, cumbres, bichos, vertientes, pastos,
historias, huellas, leyendas... Nos pusimos de pie y brindamos por la Patria, bebiendo un
aguado caf en nuestros jarros de lata. De repente tuve una idea, una ocurrencia. Mi
alforja se haba descosido cuando en Vinchina, das antes, cargaba clavos y otros objetos
de metal. Y record que en la noche remend la alforja con una cuerda de guitarra, una
tercera. Corr al rincn de los aperos y hall la prenda de viaje. Despacio fui
deshaciendo el torpe hilvn hasta recuperar completa la cuerda. Luego la at, bien tensa,
al mango de mi rebenque. Y a manera de puente le aad una caja de fsforos. Don Cruz
me miraba con una sonriente curiosidad, sin entender la razn de mis movimientos. Es
que me estaba fabricando una vihuela con una sola cuerda... Varias veces tuve que
asegurar la tensin de esa tercera hasta que, probndola, alcanz una nota que me
conform. Bueno, don Cruz le dije, ahora nos vamos a dar un concierto en
homenaje al Veinticinco de Mayo. Y abordando la mera meloda, ya que pulsaba una sola
cuerda, toqu unos compases del Himno Nacional. Cruz, de pie, quitse la gorra andina y
su sonrisa desapareci. Luego, la Zamba de Vargas y una vidala chayera, y hasta cant
en voz baja algunas coplas. No s cunto tiempo estuvimos ganados por una particular
emocin a raz de una ocurrencia que ms pareca una sonsera, pero que en el
transcurso de la noche adquiri la importancia que tienen las cosas cuando sentimos que
nos galopa en la sangre un clido y sagrado fuego. Al da siguiente emprendimos el
regreso...
* * *
En esos aos de la dcada del 30 el ambiente artstico argentino senta, como
otros sectores, los efectos de la crisis econmica. Pagas miserables, actuaciones
agotadoras en teatritos de mala muerte o en las incipientes radios, donde el artista tena
que hacer cinco o seis entradas en otras tantas horas y quedaba durante la jornada
entera encadenado a ese horario demoledor. El pblico argentino, desconocedor de la
msica nativa o acostumbrado a escucharla a travs de mediocridades, constitua un
mercado muy endeble para un artista como Atahualpa.
Entre actuaciones, intentos cinematogrficos ms o menos olvidables, y
periodismo ocasional, en 1940 publica su primer libro: Piedra Sola. Luego aparecer
Cerro Bayo, subtitulado Vidas y Costumbres Montaesas, reeditado en 1953, que
servir de base a la pelcula Horizontes de Piedra (cuya msica, original del propio
Atahualpa, obtendr el primer premio en el festival cinematogrfico de Karlovy-Vary,
Checoslovaquia, en 1956), en la que intervino como actor. Tambin lo hara en las
pelculas Zafra y Viaje de una Noche de Verano. En 1943 la Editorial Letras de
Montevideo public Aires Indios, recopilacin de conferencias y estudios dichos por
Atahualpa Yupanqui en escuelas y liceos del Uruguay durante ese ao. Posteriormente se
tradujo al holands, y en 1967 se reedit nuevamente, en Buenos Aires.
Vive un poco en todos lados. Crdoba, Tucumn y Jujuy son los meridianos
permanentes de sus andanzas. Se va quedando meses en uno u otro lugar, en casas de
amigos o tironeado por el capricho, la gana o algn motivo ms recndito. As, en aos de
peregrinaciones por la tierra llega a adquirir un increble conocimiento de la Argentina, su
paisaje, su gente. Es difcil, an ahora, que haya un punto del pas que no conozca, una
familia tradicional que no haya registrado en su memoria un cantor, un artesano, un tipo
pintoresco que no recuerde y sobre el cual no tenga en la punta de la lengua una
ancdota sabrosa. Y al ritmo pausado de sus romeras van brotando lentamente las
zambas o las chacareras, cada una con un significado especial o la asociacin de un
recuerdo. As van pasando sus aos mozos, mientras realiza recitales a un pblico adicto
que lentamente va creciendo. Ayuda a algunos artistas que estn, como l, en el gnero
folklrico. Una vez escucha a un joven pianista santafecino.
Usted toca bien, pero no conoce la tierra le dice. Vaya a Tucumn, a Salta, a
Jujuy... Qudese all estudiando los aires y los ritmos de all.
No tengo plata para ir y no conozco a nadie_ responde su interlocutor.
Atahualpa Yupanqui, que est escaso de dinero, como siempre, le regala una
camisa, un poncho y un pasaje de tren para Tucumn. Y lo ms importante, una carta de
presentacin a un amigo. Con esos dones empez Ariel Ramrez a adentrarse en el
misterio de la msica criolla...
* * *
Hacia 1945, Atahualpa Yupanqui ya es uno de los artistas ms prestigiosos en el
gnero folklrico, pero todava no ha traspasado las fronteras del gran pblico. Acta en
radio y en recitales ms o menos numerosos, en Buenos Aires y el interior o en algunos
pases vecinos. Ha compuesto algunas canciones de xito como Camino Del Indio,
Nostalgia Tucumana, Cancin de la Zafra (premiada en 1941 en el concurso literario
organizado por la entidad Bellas Artes de Tucumn), Viene Clareando, El Arriero,
Zambita de los Pobres, Zamba del Grillo y otras. Su discografa ya es bastante
nutrida, incluyendo sus propias creaciones, cantadas en solo de guitarra. Ha publicado su
libro de poemas Piedra Sola en 1940, y tres aos despus Cerro Bayo. Es entonces,
en 1945, cuando Atahualpa Yupanqui asume decididamente un compromiso poltico,
* * *
Me acuerdo en Pars, en 1948 relat hace poco. Yo era todava un Don
Nadie. Me toc actuar en el mismo espectculo junto a Edith Piaf, que en ese momento
estaba en la cumbre. Su humildad hizo que esa noche fuera yo la estrella y ella la
segunda figura: por imposicin de ella yo abr y cerr el espectculo. Cosas as, mi amigo,
no se olvidan... (Reportaje en revista Gente, julio de 1971).
Ms tarde, Edith Piaf alquil un teatro, el Ateneo, durante cuatro jueves (da de
descanso de la compaa de Orson Welles que haca Macbeth) para actuar con
Atahualpa Yupanqui.
La apertura europea de nuestro cantor fue decisiva. En 1949 dio ms de sesenta
conciertos en todo el viejo continente. Sus bases habituales de actividad eran los pases
socialistas, donde su filiacin poltica le abra una audiencia permanente. Pero los
En esa dcada del 50 se advierte la arremetida final del gnero folklrico hacia la
conquista de los pblicos masivos de la Argentina. Empiezan a destacarse conjuntos
vocales de sorprendente calidad, cada uno de los cuales tiene un estilo diferente en sus
interpretaciones; esta individualizacin forma bloques diferenciados de fanticos, que
estimulan la competencia y la calidad de cada uno. Se es partidario de Los Chalchaleros o
de Los Fronterizos como en la Edad Media se era aristotlico o platnico...
Instrumentistas de excelente nivel logran escenarios que antes les estaban vedados; sus
actuaciones son vistas, odas y aplaudidas por un pblico que empieza a descubrir el
cancionero nativo y sus intrpretes. Aparecen nuevos autores y compositores del gnero,
y desde Salta llegan a Buenos Aires envos poticos y musicales de gran belleza, que dan
a la msica de origen folklrico ese definido tono norteo que habr de prevalecer durante
varios aos.
El pblico de las grandes ciudades argentinas acompaa cada vez con mayor
fervor estas expresiones. Hasta la cada de Pern exista un prejuicio sobre el gnero, al
que se asociaba con los cobechas negras que formaron el ms slido ncleo de apoyo al
justicialismo. A partir de 1955 la msica de origen folklrico es apreciada, cantada,
bailada, grabada y difundida con destinatarios que abarcan todas las clases sociales,
especialmente en Buenos Aires, donde se consagran los prestigios artsticos de la
Argentina.
En el pinculo de este movimiento, Atahualpa Yupanqui ahora, simplemente,
Don Ata es el decano del folklore, la voz mayor e indiscutida. Aunque han aparecido
guitarristas de insuperable calidad, compositores y autores excelentes, intrpretes solistas
de singular valor, Don Ata sigue siendo el ms importante. Su discografa argentina
vuelve a hacerse nutrida desde 1954. Va largando de a poquito nuevas canciones que
expresan la madurez de su talento potico y su destreza como instrumentista y cantor.
Ahora los cachet y los derechos de autor empiezan a hacerse copiosos, y Don Ata deja
atrs su sempiterna escasez. Durante su ostracismo poltico, los derechos de autor que
cobraba llegaron a ser misrrimos, y ocasiones hubo en que se encontr que su cuenta
corriente, en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) arrojaba
dficit... Pero sigue viviendo como siempre; es hombre de gustos sencillos, enemigo de
ostentaciones y lujos. Ahora pasa largas temporadas en el exterior, y cuando vuelve al
pas se refugia durante semanas en Cerro Colorado.
Esa finca ser su cable a tierra, su vinculacin arraigada con la gente y las
cosas de la tierra entre el ajetreo de giras, conciertos y grabaciones. En algunas de esas
canciones hablar de este su pago adoptivo: Caminiaga, Santa Elena, El Churqui, Rayo
Cortado / no hay pago como mi pago. Viva el Cerro Colorado! Personajes de la zona
inspirarn algunas de sus canciones, como doa Guillerma, una criolla especialista en
artesanas de cuero, a quien dedicar su Cancin para Doa Guillerma, grabada en
1963.
* * *
Este ascendente movimiento del gnero folklrico ocurre paralelamente a un
proceso de introspeccin que se da en el pas a partir de 1955. El complejo fenmeno
peronista y los saldos de su rgimen, el replanteo de una poltica nacional que Arturo
Frondizi presidente desde 1958 define como desarrollista, el contexto internacional
marcado por presencias como las de Fidel Castro, Kennedy y Juan XXIII, la progresiva
maduracin de la opinin pblica, en fin, todo lleva a grandes sectores argentinos a
intentar una reformulacin del pas y su destino. Pero como este propsito supone un
acercamiento honrado y profundo a la realidad nacional, crece tambin una necesidad de
conocimiento. Conocimiento fsico de la Argentina, de sus regiones y sus paisajes, sus
pueblos y particularidades; conocimiento de su historia, clave del conflictuado presente de
aquella dcada del 60; conocimiento de sus problemas econmicos y sociales.
Naturalmente, este renovado inters por el rostro y el contenido del pas lleva involucrado
tambin una revalorizacin de la msica especficamente nacional.
En 1960 estalla lo que se dio en llamar el boom del folklore. Una zamba
bastante pobre pero original irrumpe arrolladoramente en el gusto del pblico. Anglica
bate todos los rcords de venta, es interpretada y grabada por casi todos los solistas y
conjuntos folklricos (que ya son legin) y en pocas semanas todo el pas la canta, la silba
y la tararea. El acontecimiento marca la consagracin masiva del gnero. De un momento
a otro, lo que haba sido un tipo de msica apreciado por segmentos crecientes pero
limitados de pblico, se convierte arrasadoramente en la msica mayoritaria. Sus artistas
se convierten en dolos. La gente joven aprende masivamente a tocar la guitarra: una
vieja firma de fabricantes de este instrumento debe anotar a los postulantes en listas de
espera, desbordada por los pedidos. Se importan guitarras de Brasil. En todas las
ciudades se multiplican las peas. En poco tiempo ms aparecer una revista, Folklore,
que alcanza tiradas impresionantes. Los espacios centrales de radio y TV se dedican a
audiciones de msica folklrica. Al comps de este estallido, esta moda, desde las
provincias ms lejanas acrece el envo hacia Buenos Aires de artistas locales o conjuntos,
de dismil calidad, que llenan las exigencias del pblico. Los grandes sellos grabadores se
vuelcan decididamente hacia los artistas folklricos y buen nmero de long-plays o
colecciones enteras de discos dedicadas al gnero inundan el mercado.
El boom del folklore desplaza al tango, al jazz, la msica meldica, a la msica
brasilea, a las canciones francesas e italianas. Y en el verano de 1961 alcanza su pico
mximo con un suceso que en ese momento pasa casi inadvertido. En enero de ese ao,
un grupo de vecinos de la localidad de Cosqun (Crdoba) realiza un festival de folklore.
En un pequeo tablado armado sobre la ruta nacional que atraviesa el pueblo, desfilan los
ms importantes intrpretes del gnero durante una semana, ante un pequeo pblico
enfervorizado. Es el comienzo del Festival Nacional de Folklore de Cosqun que marca la
* * *
Don Ata gan popularidad con los sucesivos festivales de Cosqun, a los que
asisti. Nunca fue un artista de masas. Sus pblicos fueron siempre un poco esotricos;
no minoritarios, desde luego, pero tampoco multitudinarios. Sus formas expresivas hacan
muy difcil la comunicacin con pblicos contados de a miles. Sin embargo, en Cosqun
fue escuchado y aplaudido por decenas de miles, sin que ello implicara renunciar a su
modalidad particular.
Por otra parte, don Ata nunca fue demasiado sociable. Siempre un poco distante,
retrado, su presencia impona distancias. En Cosqun, en cambio, fue siempre una de las
figuras ms rodeadas. Admiradores, curiosos, periodistas, formaban a su lado una
amistosa corte, la primera, seguramente, de su vida. All fue donde algunas de sus
salidas enriquecieron su anecdotario. Una vez, por ejemplo, le pregunta un periodista por
qu no tocaba con guitarra elctrica:
Porque soy guitarrista, mhijo, no electricista... respondi.
La culminacin de esta asociacin entre el Festival Nacional de Folklore de
Cosqun y Atahualpa Yupanqui ocurri en 1971 cuando, en el dcimo aniversario de la
primera reunin, se impuso al recin inaugurado escenario el nombre del autor de
Camino del Indio. Emocionado, brillante su rostro aindiado bajo las poderosas luces de
los reflectores, don Ata transfiri el homenaje a los precursores, los luchadores del
movimiento folklrico que murieron sin haber contemplado la realidad triunfante que l
vea ahora. Pronunci con uncin los viejos nombres de Andrs Chazarreta,
Buenaventura Luna, Julio Jerez, Soco y Cachilo Daz. Y las decenas de miles de
personas que lo vean all, los centenares de miles que escucharon su voz por la cadena
radial que la transmita y los que lo vieron y escucharon en la pelcula Argentinsima
que reprodujo esa escena todos sentimos que ningn argentino tena tanto derecho
evocar aquellos nombres y recibir esa distincin como don Atahualpa Yupanqui.
EL CANTOR Y EL MUNDO
Esto ocurri en 1971. Haca varios aos que El Payador Perseguido andaba
corriendo suerte en forma de disco y despus, en libro. Sin duda es sta la obra musical
ms importante de Atahualpa Yupanqui: una suma de experiencias y reflexiones cantadas
en su preferido aire de milonga pampeana, matizada con recitados. Slo su voz, hablada
o cantando; slo su guitarra, acompandolo o jugando con la meloda, a travs de los
726 versos que componen El Payador Perseguido. Es la marca de la madurez definitiva
de don Ata: ninguno de esos versos es vano. Es una verdadera cosmogona gauchesca
donde la autobiografa se mezcla con los consejos y las meditaciones sobre los temas
ms diversos, en tonos que van desde lo dramtico, lo evocativo o nostlgico, hasta lo
socarrn o el testimonio social.
El pblico recibi El Payador Perseguido como una de esas obras que definen
una poca. Hoy sus coplas se han trasfundido a los cantores annimos y partes enteras
de la obra suelen repetirse en los lugares y niveles ms diversos como si no tuvieran
autor, como si pertenecieran al pueblo, tal como hace cien aos ocurri con Martn
Fierro.
Completando armnicamente el sentido creador de El Payador Perseguido, en
1965 apareci El Canto del Viento, un libro en forma de ensayo con algunos
poemas que transmita autobiogrficamente lo que El Payador Perseguido
comunicaba en forma potica. Relatos de su propia vida, ancdotas, explicaciones sobre
leyendas y tradiciones, desovillado todo en ese sencillo estilo de conversacin amistosa
en la que es maestro.
El Payador Perseguido y El Canto del Viento son las grandes obras de la
madurez de don Ata: las entregas enjundiosas de un hombre que no se limita a ser un
artista, sino, por sobre todas las cosas, un ser humano atento a todas las vibraciones de
su tierra y sus semejantes.
* * *
Su relativo alejamiento fsico de la Argentina ha revestido ahora a su figura de una
dimensin mitolgica. Casi no acta en teatros desde hace varios aos, son escasas sus
presentaciones en TV. A veces se pasa algn viejo tape y entonces la imagen de don
Ata y su voz regresan a un pblico que siempre lo tiene presente. Durante la mayor parte
del ao vive en Pars, en su departamento del barrio del Observatorio, primero; luego, en
el de Alessia.
Por qu en Pars, don Atahualpa?
Porque es el centro. El centro geogrfico de un montn de actividades que me
conciernen. Pero no slo es Pars el centro geogrfico: es el centro cultural de todo.
Y a qu Pars pertenece usted?
A ninguno. Yo soy de mi tierra y siempre tengo que volver aqu, cuando necesito
regar mi rbol...
As contestaba (revista Gente, julio de 1971) a la clsica pregunta que suele
formularse al escritor o artista latinoamericano que vive en Europa. Pero ciertamente, sus
largas estadas en Europa no le han cambiado el haiga, como l suele decir...
En realidad, ni Europa ni el xito mundial han cambiado nada esencial en
Atahualpa Yupanqui. Una de las ms inteligentes profesionales de la radio y TV
argentinas, Paloma Effrom (Blackic) cuenta su impresin cuando lo conoci, en 1938:
Estaba yo en Radio Municipal, y al entrar al estudio veo un hombre vestido
rigurosamente de negro, con su pie derecho apoyado en una silla, tocando la guitarra ante
el micrfono. Estaba de espaldas. Me llam la atencin el instrumento colocado al revs,
como que el guitarrista era zurdo. Y me impresion la manera de tomar el instrumento,
como quien tiene en brazos una mujer, o un nio... Fui despacito rodeando al concertista
hasta verlo de frente. Nunca vi un rostro tan hermoso como versin nativa, indgena. Un
rostro delgado, cetrino, una nariz perfecta, unos ojos que parecan dos rayitas llenas de
luz... Cuando termin hablamos sobre msica. Me dijo que nunca haba podido estudiar;
yo le contest que, tocando como tocaba, no necesitara aprender... Desde entonces nos
uni una amistad entraable.
Atahualpa Yupanqui puede provocar diversas reacciones o sentimientos. Pero
nunca puede dejar de impresionar. Una cscara hosca, lacnica, introvertida, protege una
ternura que no suele prodigar. Tiene una actitud concentrada que armoniza con su
mscara coya; tapado con un poncho, acuclillado en un pueblo de Jujuy o el Altiplano
podra ser un indio ms. Es individualista, sabe de su superioridad y no tiene ganas ni
motivos para ponerse al nivel del rasero comn. Lo cual no quiere decir que sea soberbio
o vanidoso. Con la gente comn es, a veces, inesperadamente tierno y paciente. Pero le
irrita, sin duda, la estupidez, la superchera o el tartufismo.
Porque el xito del movimiento folklrico llev mucha resaca sobre sus triunfantes
olas. Muchos aventureros, apresurados y simuladores aprovecharon los gajes de un
movimiento que durante muchos aos no fue sino una manera de querer a la Argentina y
sus voces populares. Con esa resaca, don Ata no transige. No lucha contra ellos; eso no
le interesa. Pero siempre tiene lista para dedicarles la palabra demoledora o el mote
definidor. Son famosas en el ambiente artstico argentino las maldades de don Ata. Lo
saca mansamente de quicio la estupidez, el lugar comn, la soberbia. Entonces se limita a
mirar con sus ojos achinados, inmvil la faz, impasible el gesto, y va dejando caer, con
una tonada provinciana que en estas ocasiones acenta deliberadamente el comentario
incisivo que denuda todo lo que hay que desnudar y pone un sello imborrable sobre el
destinatario...
A don Ata se lo respeta, se lo admira, se lo teme. Son pocos los que tienen el
privilegio de quererlo. Y l, a su vez, otorga su ternura a muy pocos. Esta distancia entre
don Ata y el resto de sus colegas se acenta por la circunstancia de su alejamiento fsico
del pas y por la imponencia de una persona que es famosa y admirada desde que sus
colegas eran nios. Es una imponencia no buscada, no elaborada por l. Pero real. La
que crea en las salas donde acta un silencio total, una atencin casi religiosa. Don Ata
es una leyenda, un mito en vida. Y l es fiel a ese mito. Nada hace por diluirlo porque la
frivolidad no pertenece a su reino, ni la confianza excesiva, ni la demagogia artstica.
* * *
Esto es lo que cabalmente sent en un recital que dio en Buenos Aires a mediados
de 1971. Cuando don Ata viene a la Argentina pasa rpidamente por Buenos Aires y se
recluye en Cerro Colorado: muy pocas veces acta. Esta vez se haba comprometido a
ofrecer un recital en un teatro cntrico. La sala estaba repleta. Desde que se haba
anunciado la presentacin de don Ata no se consegua una sola localidad.
Cuando apareci en el escenario un cerrado aplauso lo recibi. El agradeci
sobriamente y se sent, abrazando su guitarra a la zurda. Luego cant durante casi una
hora. El programa no anunciaba las interpretaciones: don Ata no se ata a un itinerario fijo.
Antes de salir al escenario se asla una hora, por lo menos, en su camarn. No recibe a
nadie ni permite que lo interrumpan. Solo con sus recuerdos va armando su propio
programa, quin sabe sobre qu gustos, qu nostalgias, qu asociaciones mentales o qu
intuiciones sobre el pblico que lo aguarda.
Esa noche cant algunas de sus antiguas canciones, las ms queridas del pblico
argentino. En general es reacio a cantar sus creaciones ms difundidas:
Prefiero no cantar mis viejos temas ha dicho alguna vez (revista Gente,
febrero de 1972) porque hay algunos que, como dicen los chilenos, son muy orejas... Esas canciones suenan en la cabeza antes que yo cante...
Pero esa noche, sin embargo, tal vez como un galante regalo hacia ese pblico
compuesto por mucha gente que nunca lo haba visto en carne y hueso, don Ata cant
Luna Tucumana, El Arriero, Recuerdos del Portezuelo y otros viejos temas,
adems de algunos de su repertorio moderno. La gente escuchaba en silencio total, y al
finalizar cada interpretacin restallaba larga y apasionadamente el aplauso. Concluy el
programa. Las aclamaciones siguieron. Don Ata interpret un par de bis. Bajse el
teln, encendironse las luces y la gente segua rompindose las manos con sus palmas,
enronqueciendo de bravos y vivas. Con el teatro a luz plena, la gente de pie continuaba la
ovacin. Y don Ala, sereno el rostro coya cuarteado de largos surcos, enfundado en su
impecable smoking con la misma comodidad con que poda haber vestido una camisa y
unas bombachas, se inclinaba apenas con una ligera sonrisa de agradecimiento. Los
spots marcaban las lneas profundas de su mscara, resaltaban el color atezado de la
piel, se quebraban en el negrsimo casco de su pelo.
Ninguna concesin, ningn efectismo. As como haba hecho sus interpretaciones,
as reciba la aclamacin de su pblico. Con sencillez, sin vanidad. Sabiendo, sin duda,
que haba expresado cosas profundas y permanentes del alma argentina. Y del alma de
cualquier ser humano...
3. EL CANTO
Hasta aqu el cantor: su genio y figura. De aqu en adelante, su canto. Pero ocurre
que, en el caso de Atahualpa Yupanqui, cantor y canto son dos elementos inseparables.
El canto de don Ata es expresin de vivencias y experiencias vinculadas indisolublemente
a su propia vida. No es el poeta o el juglar que compone sobre las sugestiones que le
plantea un paisaje externo. En la poesa musical de Atahualpa Yupanqui todo,
prcticamente, es fruto de sus andanzas, su comercio profundo con seres humanos, sus
impresiones frente a una naturaleza que recorri largamente. Bien lo dice en El Payador
Perseguido: Estas cosas que yo pienso / no salen por ocurrencia / Para formar mi
experiencia / yo masco antes de tragar: / ha sido largo el rodar / de ande saqu mi
alvertencia.
ALVERTENCIA...
Ojo con esta palabra: es una palabra clave. En un reportaje que Ren Salas, una
excelente periodista, le hizo en julio de 1971 (revista Gente, Bs. As.), ella pregunta:
Usted, don Atahualpa, es inteligente?
Re un largo rato relata Ren Salas, pero re con melancola, con dolor. No
s si Atahualpa podra rer de otra manera.
Qu voy a ser inteligente yo, mi hijita...! Apenas si soy alvertido...
Ser advertido consiste en estar alerta para recoger todo lo que la vida, las cosas,
los hombres van ofreciendo para formar una experiencia. Y los aos de Atahualpa
Yupanqui fueron ricos en tratos humanos y en comunicacin con las cosas de su tierra. Y
como era un hombre advertido, como ninguna vibracin profunda se le escapaba, como
todo iba depositndose en el fondo de su memoria para sedimentarse y manifestarse
luego en forma de canto, su poesa musical no es ms que una proyeccin estilizada de
su persona, que no es ms que una suma de experiencias, (Decimos poesa musical
porque aqu nos interesa bsicamente el autor de canciones, no el poeta que lo es y
muy bueno ni el ensayista. Y porque es la va intemporal de la cancin la que le ha
abierto mayores posibilidades expresivas y de comunicacin).
Veamos, por ejemplo, cmo esta advertencia de Atahualpa Yupanqui le ha servido
para manifestarse a travs de una condicin esencial del alma criolla: la sobriedad. Si hay
una cualidad esencial del criollo argentino, esa es la sobriedad. En todo. En su lenguaje,
su indumentaria, sus ademanes, su alimentacin; en su modo de divertirse y pelear, en su
manera de amar y de morir. No es, en absoluto, un problema de introversin ni mucho
menos de estolidez. Es una natural elegancia, una cierta aristocracia de espritu que cie
todas sus expresiones y hbitos para que nada sea vano ni intempestivo, para que nada
est fuera de lugar. La sobriedad del criollo es una herencia castellana macerada en el
crisol aborigen. Y esa nota se manifiesta como un valor que tie toda su personalidad y,
por ende, su mundo cultural.
El lenguaje del criollo argentino carece de esa exhuberancia que es propia de
ciertas regiones de Amrica Latina, donde los aportes afro y las vertientes indgenas han
dado a la lengua espaola una blandura deshuesada, tornndola cantarina, sensual,
jugosa y tropical. A travs de las diversas tonadas regionales de la Argentina, el modo de
hablar del paisano se manifiesta contenido y parco. El criollo nunca habla a gritos, salvo
EL CANTO ESCUETO
* * *
Otro ejemplo que completa esta caracterizacin de la poesa musical de Atahualpa
Yupanqui: su milonga Eleuterio Galvn, relativamente reciente (la grab en 1973). Don
Ata sealmoslo es un maestro en la descripcin de personajes con brevsimos
trazos. En su libro el Canto del Viento, los medallones que burila de pgina en pgina
son inolvidables: le basta un par de toques para que la figura evocada aparezca en carne
y hueso, como si estuviera delante del lector. Lo mismo ocurre en su poesa musical. Pero
si la prosa permite al autor extenderse en la definicin de un personaje, en la poesa
musical las limitaciones vienen infranqueables, por va del ritmo propio del texto o de la
rima, en relacin con la msica. En este caso, el verso octoslabo que es el utilizado
generalmente por Atahualpa Yupanqui, como lo manda la arcaica tradicin coplera de raz
hispnica. De modo que la descripcin de Eleuterio Galvn debe iniciarse y acabarse en
los cuatro sextetos de la milonga, especie elegida por el autor para expresarse en este
caso. Voluntariamente sometido a esta tirana, Atahualpa Yupanqui consigue transmitir las
claves de una vida humilde sin sobrepasar las fronteras convencionales impuestas por la
milonga.
En el primer conjunto de versos inicia la aproximacin a Eleuterio Galvn,
hombre ni joven ni viejo / tan pobre como el que ms. Luego pinta su circunstancia:
rancho, caaveral, vino: lo dems era silencio / y era cuando hablaba ms. Ya est
sugerido el drama apacible y annimo de Galvn: soledad, pobreza, incomunicacin.
Entonces viene el planteo de la esperanza del hombre: Era una estrella pequea / la
HUMOR
RECATO
Tambin la temtica amorosa est tratada por Atahualpa Yupanqui con un recato
tpicamente criollo. Ni por asomo hay en sus canciones alusiones sexuales; ni siquiera se
insinan juegos erticos. La mujer es apenas una presencia, en el mejor de los casos:
casi siempre un recuerdo, una ausencia o una esperanza. Fernando Boasso, en su libro
Atahualpa Yupanqui, Smbolo, Mensaje y Drama (Ed. Guadalupe, Bs. As., 1969),
seala acertadamente algunas palabras que se reiteran en la creacin cancionera de
nuestro autor. Distancia, camino, silencio, senda, viento, son entre otras
constantes en los versos que canta Atahualpa Yupanqui. Muy frecuentemente alude a un
cantor que huye o se aleja. El ttulo de su obra ms importante, El Payador Perseguido,
parece sintetizar esta actitud, expresada en muchas de sus creaciones. En el terreno
amoroso ocurre lo mismo: Atahualpa Yupanqui canta al amor lejano o al amor que espera.
Difcilmente al que est. Esta posicin espiritual traspone acaso a su creacin la vida
amorosa del propio Yupanqui, errabundo y plural.
Tal vez Recuerdos del Portezuelo es la cancin que refleja mejor la timidez, la
idealizacin del amor, el pudor que suele ser comn en el hombre de campo argentino y
que nuestro autor expone magistralmente en sus canciones. Recuerdos del Portezuelo
es la crnica de un amor sin palabras: el hombre bajaba la cuesta en esas maanitas de
la quebrada y al pasar por el rancho del Portezuelo / salan a mirarme sus ojos
negros. Y eso fue todo. Nunca le dijo nada, pero eso bastaba para que el cantor diera su
copla al viento... Con los aos, el hombre recuerda Dnde estar la moza de!
Portezuelo? / Estn tristes o alegres sus ojos negros? Nunca le dijo nada, pero eso
bast para convertir en un recuerdo hermoso la fugaz visin de los ojos negros de la
moza del Portezuelo.
El laconismo, el silencio que es propio del criollo, adquiere un matiz casi
destructivo en Le Tengo Rabia al Silencio: Cuando el amor me hizo seas / todo
entero me encend / y a fuerza de ser callado / callado me consum. El amor callado, el
amor ausente porque se perdi es el que aparece en Cancin de los Horneros;
despus de describir la pareja de pajaritos que trabaja en su nido, el cantor se compara
con ellos: Ansina vivo en mi rancho / dende que slo me veo; / enantes otro era el nido /
y el mundo pareca nuestro.... La palabra nuestro, colgada al final de la cancin, tiene
la misma significacin iluminadora que la palabra ajenas cerrando El Arriero. Y la
parbola de los horneros, esas avecitas criollas que construyen con barro una suerte de
ranchito perfecto y durable, se comprende con el recuerdo evocado por el cantor ahora
solitario.
FIJAR LA POCA
mundo desde hace algunos aos, y que en casi todos los casos es artsticamente pobre.
Las canciones de Atahualpa Yupanqui que tienen proyeccin social marcan y sealan,
dejan subrayada una situacin: la del arriero que lleva ganado ajeno por montes y llanos
(El Arriero) o la del Dios que nunca visit las minas o el monte (Preguntitas sobre
Dios). Ha dicho Atahualpa Yupanqui que debe el cantor fijar su poca, es decir, no
ignorar su tiempo. El poeta no debe mirar tanto a la luna como a sus hermanos los
hombres (El Poeta), pero ello no debe llevarlo al panfleto, que es la desvirtuacin de la
condicin artstica.
Es muy difcil, ciertamente, no traspasar los lmites de esta delicada distincin. Las
alternativas peores consisten en caer en el escapismo exquisito o en el panfletismo
tremendista. En el caso de Atahualpa Yupanqui, nos parece que, salvo alguna ocasional
cada en el panfletismo (que coincide temporalmente con su poca de ms intensa
militancia) su cancionero se limita a fijar su poca con gran dignidad formal. Hay que
tener en cuenta que, cuando empez su trayectoria de intrprete y compositor, las
condiciones econmicas y sociales de la Argentina eran muy diferentes a las actuales. La
explotacin del asalariado era un hecho real: en ciertas regiones alejadas sobreviva un
verdadero feudalismo y la pobreza general, la falta de una conciencia sindical y la
insensibilidad de los gobiernos conservadores alimentaban una estructura de injusticia
cuya existencia era insoslayable. Hubiera sido complicidad callar esas circunstancias, y
desde luego Atahualpa Yupanqui no las omiti de su canto.
Posteriormente, el proceso argentino se va nutriendo de otros valores: se ponen
en marcha una serie de reformas que tienden a mejorar las condiciones de trabajo, a
redistribuir con mayor equidad el ingreso nacional y a robustecer la conciencia de la
dignidad humana en los trabajadores y en la poblacin general del pas.
Lamentablemente, el precio de estas reformas signific una restriccin en la libertad de
expresin y en los derechos de la oposicin a manifestarse. Entonces Atahualpa
Yupanqui cantar a la libertad, defender la dignidad personal del artista y pondr su
esperanza en la memoria de la gente humilde: Y aunque me quiten la vida / o engrillen
mi libert / y aunque chamusquen quizs / mi guitarra en los fogones / han de vivir mis
canciones / en lalma de los dems... (El Payador Perseguido).
Esa etapa pas, finalmente. Y en la Argentina de hoy, pas maduro que parece
haber superado sus peores antinomias, Atahualpa Yupanqui puede exponer eso que se
niega a llamar mensaje pero que, desde luego, lo es: un mensaje dirigido a los seres
humanos de cualquier latitud.
con mi destino / p'al lao donde el sol se pierde... / Tal vez alguno recuerde / que aqu
cant un argentino!.
Una conjetura menos modesta puede relacionarse con la ambicin de Atahualpa
Yupanqui de hacer de El Payador Perseguido un Martn Fierro contemporneo: un
Martn Fierro para el siglo XX. El poema de Jos Hernndez resumi, sin abandonar en
ningn momento el lenguaje y el tono gauchesco ni la ficcin de ser palabras que dice un
criollo iletrado, toda la temtica de su poca. En sus sextinas estaba el choque entre la
nueva civilizacin urbana y la cultura popular del campo; el avance de la frontera
comercial y crematstica sobre las poblaciones rurales que amaban su libertad por encima
de cualquier seduccin de riqueza: los novedosos ferrocarriles, las indiadas
sobrevivientes, las estructuras del poder que empezaban a pesar gravosamente sobre los
criollos, rechazados por los inmigrantes, el telgrafo y las inversiones extranjeras. Del
mismo modo, la obra de Atahualpa Yupanqui intenta expresar, en un lenguaje
deliberadamente menor, las preocupaciones del argentino contemporneo. Si hacia 1870
los temas que discutan los argentinos se relacionaban con los que Hernndez expuso en
su poema, la temtica de hoy abarca problemas que en conjunto hacen a la liberacin del
hombre de esta tierra. En El Payador Perseguido desfilan, a travs de la experiencia
del cantor, estas modernas servidumbres: los trabajos mal pagados, la falsificacin de las
antiguas tradiciones, el egosmo de los poseedores, la prepotencia de los mandones
arbitrarios, la explotacin del artista. Advertimos, entonces, que las sextinas de El
Payador Perseguido identifican esta obra con la actitud de denuncia que cien aos antes
adopt Jos Hernndez. Deca don Miguel de Unamuno que el Martn Fierro es un
caso nico dentro del gnero pico, porque es la historia de un pobre diablo que siempre
pierde, a quien siempre le va mal... Tambin el protagonista de El Payador Perseguido
es un desdichado que va golpendose a travs de la vida; que no intenta luchar contra el
sistema que le exprime el jugo, pero que deja testimonio de sus andanzas para hacer
trascender su denuncia.
Suma de toda su poesa, repositorio de experiencias vitales y de imaginaciones
que le son muy caras, almario de contenidos espirituales colectivos y de formas de
lenguaje todava vigente en la Argentina, en ninguna otra obra de la produccin de
Atahualpa Yupanqui est presente de modo tan cabal la fusin del pas, el hombre y el
canto.
ANTOLOGA DE CANCIONES
VIENE CLAREANDO
(Zamba)
Viditay, ya me voy!
de los pagos del Tucumn
en el Aconquija viene clareando, vidita,
nunca te he de olvidar.
Viditay, triste est
suspirando mi corazn
y con el pauelo te voy diciendo,
paloma,
vidita, adis, adis.
Viditay, ya me voy
y se me hace que no he'i volver
Malhaya mi suerte tanto quererte, vidita,
y tenerte que perder!
Malhaya mi suerte tanto querer
viene clareando mi padecer...
***
Al clarear, yo me ir
a mis pagos de Chasquivil
y hasta las espuelas te irn diciendo, vidita,
no te olvides de m.
Zambas si, penas no,
eso quiere mi corazn
pero hasta la zamba se vuelve triste, vidita,
cuando se dice adis.
Vidita, ya me voy
y se me hace que no he' volver
Malhaya mi suerte tanto quererte, vidita,
y tenerte que perder!
Malhaya mi suerte tanto quererte
viene clareando mi padecer...
EL ARRIERO
En las arenas bailan los remolinos
LA POBRECITA
(Zamba)
La llaman La Pobrecita
porque esta zamba naci en los ranchos;
con una guitarra mal encordada
la cantan siempre los tucumanos.
All en los caaverales
cuando la noche viene llegando
***
Mi zamba no canta dichas;
slo pesares tiene el paisano.
Con las hilachitas de una esperanza
forman sus sueos los tucumanos.
Conozco la triste pena
de las ausencias y del mal pago...
En mi noche larga prenden sus fuegos
los tucu-tucu del desengao...
Solcito del camino!
Lunita de mis pagos!
En la pobrecita zamba del surco
cantan sus penas los tucumanos.
NOSTALGIAS TUCUMANAS
(Zamba)
Noches de Tucumn,
lunas la de Taf...
Quin pudiera volverse
para los cerros, ay, ay de m!
Zambas para bailar,
arpa, bombo y violn,
recuerdos y esperanzas
en los pauelos, ay, ay de m!
Suena, guitarra,
fiel compaera!
Repiqueteando zambas
la vida entera, ay, ay de m!
***
Cerros color azul
perfumados de azahar,
naranjales en mayo
y en primavera los amancay.
Noches de Tucumn,
lunas la de Taf...
Quin pudiera volverse
para los cerros, ay, ay de m!
Suena, guitarra,
fiel compaera!
Repiqueteando zambas
la vida entera, ay, ay de m!
TIERRA QUERIDA
(Zamba)
Una voz bella, quin la tuviera
para cantarte toda la vida!
Pero mi estrella me dio este acento
***
Me dan su fuego clidos zondas,
me dan su fuerza bravos pamperos
y en el misterio de las quebradas
vaga la sombra de mis abuelos.
Lunas me vieron por esos cerros
y en las llanuras anochecidas
buscando el alma de tu paisaje
para cantarte, tierra querida.
Andar por los cerros
selvas y llanos, toda la vida;
arrimndole coplas
a tu esperanza, tierra querida!
CRIOLLITA SANTIAGUEA
(Zamba)
Criollita de mis pagos,
morena linda
por ti cantan los changos
sus vidalitas, santiaguea!
Criollita de mis pagos,
negras pestaas,
flor de los chaarales
en la maana, santiaguea!
***
Cuando vas a traer agua
de la represa
endulzas con tu canto
toda siesta, santiaguea!
Criollita santiaguea
morena linda,
por ti cantan los changos
sus vidalitas, santiaguea!
Otros han de alabar
a las donosas de la ciudad.
Huarmicita del campo
para tus tardes te quiero dar,
esta zambita linda, como tus ojos, santiaguea!
***
A la sombra de unos talas
yo he sentido de repente
a una moza que deca
sosiegue que viene gente!
Te voy a dar un remedio
que es muy bueno pa'las penas:
grasita de iguana macho
mezclata con yerbabuena.
Chacarera de las piedras
criollita como ninguna:
no te metas en los montes
si no ha salido la luna.
Caminiaga, Santa Elena,
El Churqui, Rayo Cortado...
No hay pago como mi pago
i viva el Cerro Colorado!
El ro es puro paisaje,
lejos sus aguas se van
pero los campos se queman
sin acequias ni canal.
Trabajo, quiero trabajo,
porque esto no puede ser,
no quiero que nadie pase
las penas que yo pas.
Las entraas de la tierra
va el minero a revolver,
saca tesoros ajenos
y muere de hambre despus.
Trabajo, quiero trabajo,
porque esto no puede ser
no quiero que nadie pase
las penas que yo pas.
Despacito, paisanito,
despacito y tenga fe
que en la noche del minero
ya comienza a amanecer...
Trabajo, quiero trabajo,
porque esto no puede ser...
LUNA TUCUMANA
(Zamba)
Yo no le canto a la luna
porque alumbra y nada ms,
le canto porque ella sabe
de mi largo caminar.
Ay, lunita tucumana!
tamborcito canchaqu
compaera de los gauchos
en las sendas de Taf.
Perdido en las cerrazones
quin sabe, vidita, por dnde andar?
Mas cuando salga la luna
cantar, cantar.
a mi Tucumn querido.
cantar, cantar, cantar.
Con esperanza o con pena
en los campos de Acheral
yo he visto a la luna buena
besando el caaveral.
En algo nos parecemos,
luna de la soledad,
yo voy andando y cantando
que es mi modo de alumbrar.
Perdido en las cerrazones,
quin sabe, vidita, por dnde andar?
Mas cuando salga la luna
cantar, cantar,
a mi Tucumn querido
cantar, cantar, cantar...
EL ALAZN
(Cancin)
Como una cinta de fuego
galopando, galopando,
crin revuelta en llamaradas
mi alazn, te estoy nombrando.
Trep la sierra con luna,
cruz los valles nevando,
cien caminos anduvimos
mi alazn, te estoy nombrando.
Oscuro lazo de niebla
te pial junto al barranco.
INDIECITO DORMIDO
(Cancin india)
Poncho de cuatro colores,
cuatro caminos quebrados
y un solo sueo de cobre
est el changuito... soando...
Indiecito dormido
p'acompaarte se duerme el ro
indiecito dormido
junto a tu puerta pasa el camino
pasa el camino, s, pasa el camino,
cuando por l te vayas
chuy! chuy! qu fro...!
***
Suea que es tibia la nieve
que son blandos los guijarros,
que el viento te cuenta cuentos
de pastores y rebaos.
y yo parezco un extrao
y el rancho parece de ellos.
Dentro solo, salgo solo,
siempre solo voy y vengo
juntos los hallo en el campo
y el campo parece de ellos.
Juntos trabajan y cantan
y tuito lo hacen contentos;
yo no s si a m me miran
con lstima o con desprecio.
Ni se asustan cuando paso,
como si yo fuera un perro
que ni estorbo ni hago dao
y me dejan andar suelto.
Ansina vivo en mi rancho
dende que solo me veo;
enantes otro era el nido
y el mundo pareca nuestro...
Rogle a Dios, hornerito,
que no te pase lo mesmo!
EL VENDEDOR DE YUYOS
(Cancin)
Poleo! Carqueja! Flor de romerillo!
Yuyos milagreros! Yerbas pa'olvidar.
Llenabas la siesta con tu voz de grillo
cuando aparecas por el arenal.
Se te vio en las carpas y en las procesiones,
mstico y pagano, rezar y bailar
pregonando en medio de las libaciones.
LA OLVIDADA
(Chacarera )
Yo encontr esta chacarera
penando en los arenales
por un criollo barranqueo
que ya no ha'i ver los jumiales.
As cantaba un paisano
paisano salavinero,
debajo de un algarrobo
y en una tarde de enero.
Ya me voy, ya me estoy yendo
pal lao de Chlca Juliana...
Ay viditay nadie sabe
las que pasar maana!
Barrancas, tierra querida
te dejo esta chacarera,
viditay ama concaichu
a quien se va campo afuera...
***
Mi prenda se me lo ha ido
EL PAYADOR PERSEGUIDO
(Fragmentos)
El trabajo es cosa buena,
es lo mejor de la vida;
pero la vida es perdida
trabajando en campo ajeno.
Uno trabaja de trueno
y es para otros la llovida.
Trabaj en una cantera
de piedritas de afilar.
Cuarenta saban pagar
por cada piedra pulida,
y era a seis pesos vendidas
en eso de negociar.
Apenas el sol sala
ya estaba a los martillazos
y entre dos a los abrazos
con los tamaos piegrones,
y por esos moldejones
las manos hechas pedazos.
Otra vez fui panadero
y hachero de un quebrachal;
he cargao bloques de sal
y tambin he pelao caas,
y un puado de otras hazaas
pa' mi bien o pa' mi mal.
Buscando de desasnarme
fui pinche de escribana;
la letra chiquita hacia
pa' no malgastar sellao,
y era tambin apretao
el sueldo que reciba.
Cansao de tantas miserias
me largu pal Tucumn.
Lapacho, aliso, arrayn,
y hacha con los algarrobos.
Uno cincuenta! Era robo
pa' que uno tenga ese afn.
Sin estar fijo en un lao
a toda labor le haca,
y ans sucedi que un da
que andaba de benteveo
me top con un arreo
que dende Salta vena.
Me pic ganas de andar
y apalabr al capataz,
y ans de golpe noms
el hombre me pregunt:
Tiene mula? Cmo no
le dije. Y hambre, de ms.
A la semana de aquello
repechaba cordilleras,
faldas, cuestas y laderas
siempre pal lao del poniente,
bebiendo agua de vertiente
y aguantando las soleras.
Tal vez otro habr rodao
tanto como he rodao yo,
y le juro, cramelo,
que he visto tanta pobreza,
que yo pens con tristeza:
Dios por aqu no pas.
LOS HERMANOS
(Milonga)
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar,
en el valle y la montaa,
en la pampa y en el mar.
Cada cual con sus trabajos,
con sus sueos cada cual,
con la esperanza delante
con los recuerdos detrs...
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar!
Gente de mano caliente
por eso de la amistad,
con un rezo pa'rezarlo,
con un llanto pa'llorar,
con un horizonte abierto
que siempre est ms all
y esa fuerza pa'buscarlo
con tesn y voluntad
cuando parece ms cerca,
que es cuando se aleja ms...
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar!
Y as seguimos andando
curtidos de soledad,
nos perdemos por el mundo,
nos volvemos a encontrar,
y as nos reconocemos
por el lejano mirar,
por la copla que mordemos,
semillas de inmensidad
y as seguimos andando
curtidos de soledad
y en nosotros, nuestros muertos
pa'que naide quede atrs...
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar
y una novia muy hermosa
que se llama... libertad!
CAMINITO ESPAOL
(Cancin)
Por un camino de Espaa
camina mi corazn:
antes no se conocan,
hoy son amigos los dos...
Por un camino de Espaa
camina mi corazn.
A veces bajo la luna,
como una conversacin,
entre el mar y los pinares
va cantando el corazn
y a veces bajo la luna,
como una conversacin.
Habla de pampas lejanas,
de unos aromos en flor,
de algn caballo perdido
que en esas tierras qued...
habla de pampas lejanas
y unos aromos en flor.
Como en los Libros Sagrados
hay un tiempo de sazn
vivan sin encontrarse
hoy la vida los junt
un corazn argentino
y un caminito espaol.
El camino nunca es triste:
lo entristece la cancin
si el caminante le cuenta
su desvelo o su pasin;
el camino nunca es triste,
lo entristece la cancin.
El da que se separen
que no se digan adis
el camino en su paisaje
y sin rumbo el corazn
el da que se separen
que no se digan adis.
Hermoso amor sin olvido
es la amistad de los dos
hemoso amor sin olvido
en la amistad de los dos
de un corazn argentino
y un caminito espaol
de un corazn argentino
y un caminito espaol.
LA FLECHA
(Cancin)
Llenen mi boca de arena
si quieren callar mi voz:
no he de morirme de pena.
La flecha ya est en el aire,
la flecha ya est en el aire
para llenarse de sol...
Han de romper mi guitarra
para que no cante yo.
No he de afligirme por eso:
la flecha ya est en el aire,
la flecha ya est en el aire
para llenarse de sol.
Sin amor, rodeao de olvido,
solitario el corazn,
yo no he de bajar los brazos:
la flecha ya est en el aire,
la flecha ya est en el aire
para Llenarse de sol.
Y aunque me quiten los ojos,
lo mismo he de verlo yo
JUAN
(Cancin)
Sembrando la tierra Juan
se puso un da a pensar
por qu la tierra ser
del que no sabe sembrar?
Le pido perdn al rbol
cuando lo voy a tronchar
y el rbol me dijo un da
Yo tambin me llamo Juan.
Tuve en mis ramas un nido,
yo s que se salvarn:
los pjaros siempre vuelan,
yo nunca aprend a volar...
Tal vez pensando, pensando,
un da aprenda a volar.
Sembrando la tierra Juan
se puso un da a pensar
por qu la tierra ser
del que no sabe sembrar?
Triste la vida del campo:
arar, sembrar y esperar
el otoo y el invierno
y el verano, todo igual...
Tal vez pensando, pensando,
un da aprenda a volar.
Un da aprenda a volar...
su tumba no la encontraron
porque no le han puesto cruz.
No importa que no la tenga,
lo mismo la hemos de hallar
multiplicada en el aire
donde est la libertad.
Crece la mata en la sierra,
crece el rbol ms all,
en los barrancos profundos
el ro canta y se va.
Pjaros de tres colores
pasan en vuelo fugaz
la mariposa y el cndor
todos lo quieren nombrar.
Tumba perdida en la sierra
jams se podr olvidar
en las guitarras del pueblo
se convierte en madrigal.
NADA MS
(Cancin)
Teniendo rancho y caballo
es ms liviana la pena,
de todo aquello que tuve
slo el recuerdo me queda
nada ms, nada ms.
No tengo cuentas con Dios;
mis cuentas son con los hombres,
yo rezo en el llano abierto
y me hago lin en el monte
nada ms, nada ms.
Me gusta mirarlo al hombre
plantado sobre la tierra
como una piedra en la cumbre
como un faro en la ribera
nada ms, nada ms.
Alguna gente se muere
para volver a nacer
y el que tenga alguna duda
tiene mucho que aprender
ELEUTERIO GALVAN
(Milonga)
Era una vida sencilla
la de Eleuterio Galvn,
hombre ni joven ni viejo
tan pobre como el que ms
con dos hijos en las casas
y otro perdido por ah.
Tenia un rancho chiquitito
cerca del caaveral
beba un vino dudoso
que lo ayudaba a prosear
lo dems era silencio
y era cuando hablaba ms...
Las cosas no se emparejan
cuando es duro el trajinar
era una estrella pequea
la esperanza de Galvn:
soaba con un caballo...
nunca lo pudo comprar!
Varios fueron al velorio
cuando se muri Galvn,
pin de surco con un rancho
cerca del caaveral,
hombre ni joven ni viejo,
tan pobre como el que ms
con dos hijos en las casas
y otro perdido por ah.
LA GUITARRA
(Aire criollo)
Tres tiples y tres bordonas
tiene la guitarra ma:
con unas lloro pasiones,
con otras canto alegras.
La guitarra fue a los campos:
no s qu andaba buscando,
que recordando paisajes
se lo pasa suspirando.
La guitarra junto al mar
no s qu sinti en la playa,
MADRE VASCA
(Cancin)
Qu nombre tendrn las piedras
que la vieron caminar
a mi madre cuando nia
o pastorcilla quizs.
El rbol a cuya sombra
descans, dnde estar;
qu bueno si lo encontrara
para rezar o llorar.
He de llegar algn da
en tierra vasca a cantar
ay madre! desde muy lejos
en mis coplas volvers.
Tu sangre dentro mis venas
como un rbol crecer
y el viento, que es generoso,
su rbol me sealar.
Qu bueno si lo encontrara
para rezar o llorar.
EL POETA
(Cancin)
T piensas que eres distinto
porque te dicen poeta
y tienes un mundo aparte
ms all de las estrellas.
De tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe adonde va.
Vete a mirar los mineros,
los hombres en el trigal,
y cntale a los que luchan
por un pedazo de pan.
Poeta de tiernas rimas,
vete a vivir a la selva
y aprenders muchas cosas
del hachero y sus miserias.
Vive junto con el pueblo,
no lo mires desde afuera,
que lo primero es ser hombre
y lo segundo, poeta.
De tanto mirar la luna
ya nada sabes mirar,
eres como un pobre ciego
que no sabe dnde va...
DISCOGRAFIA
OBRA
Gnero
Fecha de
grabacin
LA COCHAMOYERA
Chacarera
5-3-41
VIENE CLAREANDO
Zamba
5-3-41
HU JO JO JO
Jujea
5-3-41
AH ANDAMOS, SEOR
Cancin
5-3-41
Preludio
27-12-44
A ORILLAS DEL YI
Preludio
27-12-44
Zamba
27-12-44
EL ARRIERO
Cancin
27-12-44
HUELLA TRISTE
Cancin
26-6-45
Baguala
26-6-45
CAMPO ABIERTO
Estilo
18-7-45
Danza
18-7-45
CHILCA JULIANA
Chacarera
26-12-45
ANDANDO
Vidala
26-12-45
PASTITO QUEMADO
Zamba
26-12-45
Cancin
22-1-46
LA AERA
Zamba
22-1-46
LA POBRECITA
Zamba
7-11-46
ADIOS, TUCUMAN
Zamba
7-11-46
Cancin
22-4-47
GRAMILLA
Estilo
22-4-47
VIENE CLAREANDO
Zamba
22-4-47
Cancin
5-12-47
Meloda
5-12-47
Zamba
5-12-47
TIERRA QUERIDA
Zamba
5-6-53
Chacarera
27-7-53
EL VENDEDOR DE YUYOS
Cancin
27-7-53
Cancin
27-7-53
MINERO SOY
Baguela
27-7-53
EL BIEN PERDIDO
Chacarera
27-1-54
CENCERRO
Milonga
27-1-54
LA TUCUMANITA
Zamba
27-1-54
LAS CRUCES
Milonga
27-1-54
Zamba
19-8-54
EL ALAZN
Cancin
19-8-54
INDIECITO DORMIDO
Cancin
19-8-54
EL TULUMBANO
Galo
28-4-55
Vidala
28-4-55
HUELLA, HUELLITA
Cancin
28-4-55
EL AROMO
Milonga
28-4-55
ZAMBA DE MI PAGO
Zamba
10-10-55
Milonga
10-10-55
LEA VERDE
Milonga
10-10-55
LA MONTARAZA
Zamba
10-10-55
LA ZAMBA SOADORA
Zamba
1-6-56
Cancin
1-6-56
LA HUMILDE
Chacarera
1-6-56
LA ESTANCIA VIEJA
Milonga
1-6-56
PAISANO ERRANTE
Milonga
5-11-56
EL LLANTO
danza
5-11-56
HUAJRA
Carnavalito
5-11-56
CAMPO ABIERTO
Estilo
5-11-56
Chacarera
5-11-56
Milonga
5-11-56
VIDALA
Vidalita
6-11-56
Zamba
6-11-56
LA COLORADO
Chacarera
6-11-56
Zamba
6-11-56
Malambo
6-11-56
Meloda
7-11-56
MALQUISTAO
Vidala
7-11-56
EL GOYITA
Gato
7-11-56
VIDALA
Vidala
28-11-56
Danza
28-11-56
BURRUYACU
Zamba
28-11-56
Cancin
28-11-56
Zamba
30-10-57
EL POCAS PULGAS
Gato
30-10-57
Vidala
30-10-57
LA OLVIDADA
Chacarera
30-10-57
Zamba
31-10-57
Motivo
31-10-57
LA VUELTA AL PAGO
Zamba
31-10-57
ESTRELLITA
Cancin
7-11-57
Estilo
7-11-57
ROMANCE DE LA VIDALA
Vidala
7-11-57
Fecha
OBRA
Gnero
grabacin
LUNA TUCUMANA
Zamba
7-11-57
LA FINADITA
Chacarera
17-4-59
EL MAL DORMIDO
Gato
3-11-59
AGUA ESCONDIDA
Zamba
3-11-59
DON FERMN
Gato
3-11-59
PAYANDO
Cifra
5-11-59
LA DEL CAMPO
Chacarera
5-11-59
Vidala
5-11-59
POBRECITO MI CIGARRO
Cancin
5-11-59
TRISTE NUM. 5
__
20-5-60
BABUALA DE AMAICHA
Baguala
25-5-60
MI CABALLO PERDIDO
Gato
20-5-60
Zamba
20-5-60
Milonga
25-5-60
Cancin
20-5-60
Arrullo
28-6-62
PAYO SOLA
Zamba
28-6-62
LA TRISTECITA
Zamba
28-6-62
Milonga
4-11-63
Cancin
4-11-63
Milonga
22-11-63
LA ALABANZA
Chacarera
22-11-63
LA VENGO A DEJAR
Vidala
22-11-63
ZAMBA DE VARGAS
Zamba
22-11-63
SIETE DE ABRIL
Zamba
22-11-63
DUERME, NEGRITO
Cancin
22-11-63
Zamba
22-11-63
Milonga
22-11-63
EL PAYADOR PERSEGUIDO
Relato
22-11-63
Relato
6-11-64
TRIUNFO
__
6-11-64
MILONGA TRISTE
Milonga
27-5-65
Aire
27-5-65
Milonga
27-5-65
Preludio
26-7-65
LA AMOROSA
Zamba
26-7-65
Zamba
8-3-66
LA TARDE
Cancin
8-3-66
CRDOBA NORTE
Chacarera
2-2-66
Cancin
8-3-66
PELAJES ENTREVERAOS
Milonga
4-4-66
IMPOSIBLE
Vidala
4-4-66
DE LOS ANGELITOS
Chacarera
4-4-66
LA GAUCHA
Zamba
7-10-66
GRACIAS, GUITARRA
Milonga
7-10-66
Cancin
1-8-67
LA COPIA
1-8-67
LA DEL GUALICHO
Chacarera
1-8-67
NEM KORORO
Cancin
3-8-67
SACHA PUMA
Escondido
3-8-67
LA ESTANCIA VIEJA
Milonga
3-8-67
LA LLUVIA Y EL SEMBRADOR
Cancin
3-8-67
Vidala
18-8-67
Zamba
18-8-67
EL VENDEDOR DE YUYOS
18-8-67
CAMINITO ESPAOL
Cancin
2-1-70
CAMPESINO
2-1-70
VASIJA DE BARRO
2-1-70
MI MALA ESTRELLA
2-1-70
LOS HERMANOS
Milonga
2-1-70
JUAN, EL SEMBRADOR
Cancin
2-1-70
2-1-70
PIENSAN SILBANDO
Milonga
2-1-70
2-1-70
CACHILO DORMIDO
Chacarera
2-1-70
Cancin
2-1-70
LA MECHUDA
Zamba
24-6-71
Vidala
24-6-71
Cancin
24-6-71
MONTE CALLADO
Milonga
24-6-71
SALMO A LA GUITARRA
Poema
24-6-71
Cancin
30-6-71
CHILCA JULIANA
Chacarera
30-6-71
Vidalita
30-6-71
SE FUE MI NEGRA
Bailecito
30-6-71
LA FLECHA
Cancin
30-6-71
LAS PIEDRAS
Milonga
30-6-71
30-6-71
ESTILO DE QUIJANO
Meloda
2-1-73
LA JUAN CARREO
Chacarera
2-1-73
Poema
2-1-73
GATO SANTIAGUEO
Calo
2-1-73
Cancin
2-1-73
Milonga
2-1-73
Cancin
2-1-73
RANCHITO DE COLALAO
Zamba
3-1-73
NADA MAS
Cancin
3-1-73
ELEUTERIO CALVAN
Milonga
3-1-73
VIDALITA TUCUMANA
Vidalita
31-73
Milonga
3-1-73
IMGENES