Cultura Escolar PDF
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PREZMEZ
La cultura escolar en
la sociedad neoliberal
EDICIONES MORATA, S.
L.
C/ Meja Lequerica, 12
28004
Madrid
La cultura escolar en
la sociedad neoliberal
Por
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e-mail: morata@infornet.es
direccin en internet: http://www.edmorata.es
de la presente edicin:
EDICIONES MORATA, S.L. (1998)
Meja Lequerica, 12. 28004 - Madrid
Derechos reservados
Depsito Legal: M-3.143-1998
ISBN: 84-7112-431-9
Printed in Spain - Impreso en Espaa
Imprime: LAVEL. Humanes (Madrid)
Cubierta: Juegos infantiles, por Pieter BRUEGEL (1560)
Contenido
INTRODUCCIN.
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CAPTULO
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Contenido
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BIBLIOGRAFA...............................................................................................
OTRAS OBRAS DE EDICIONES MORATA DE INTERS..............................
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INTRODUCCIN
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1. El concepto de cultura
Una de las primras formulaciones del trmino -cultura se debe al antroplo
go Edward B. Tylo quien .la define como "aquel todo complejo que incluye
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En todo caso, y como afirma CARSPECKEN (1992, pg. 508) existen importan
tes razones para no provocar una separacin radical entre la cultura, la poltica
y la economall Los fenmenos culturales no pueden considerarse, de manera
idealista como entidades aisladas; para entenderlos hay que situarlos dentro del
conflicto de las relaciones sociales donde adquieren significacin. Cultura, y
podI no forman parte de diferentes juegos lingsticos, sino que constituyen un
matrimonio indisoluble en la vida cotidiana.
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... los procesos culturales se encuentran ntimamente conectados con las relaciones
sociales, especialmente con la formacin de /as clases sociales, con las divisiones
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CAPTULO PRIMERO
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"En las ciencias sociales hemos de aadir al inestable carcter de todo conoci
miento emprico la 'subversin' que conlleva el reintegro del discurso cientfico social
en los contextos que analiza. La reflexin cuya versin formalizada son /as ciencias
sociales (un gnero especfico de conocimiento experto), es fundamental para la
ndole reflexiva de la modernidad en su conjunto. (...) la cuestin no radica en que no
exista un mundo social estable para se: conocido, sino que el conocimiento de ese
mundo contribuye a su carcter cambiante e inestable" (GIDDENS, 1993, pgs. 47- 51).
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1. Postmodernidad
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1 Niklas LUHMANN [citado por BARCELLONA (1990)] lo ha escrito con todas las letras al afirmar que
el derecho moderno responde esencialmente a una estrategia oportunista y que es absolutamente
contingente, convencional y mutable, y que los propios derechos fundamentales son una mera
reglamentacin de fronteras entre esferas de poder que constantemente pueden ser traspasadas
por los poderes.
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terreno movedizo del debate tico se desdibuje ante la emergencia de los des
lumbrantes ropajes estticos. Las apariencias, las formas, la sintaxis y el discur
so copan el territorio de la representacin. El medio es el mensaje y el continen
te desaloja al contenido, o mejor, se configura como el contenido manejable.
Como afirma VZOUEZ RIAL (1992, pg. 2), "los postmodernos no llegan jams a
la exaltacin pica, pero le abren la puerta, con perezosa elegancia, al negar el
pan y la sal a las ideas de Razn y de Progreso, y al someter la funcin a la
forma y la tica a la esttica".
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2 A este respecto me parece interesante recordar el pensamiento de FORLARI (1992) cuando afir
ma que: "De la cultura postmoderna, y ms an de las teoras sobre lo postmoderno, cabe recupe
rar no pocas cosas que la modernidad desatendi: corporeidad, instante, lmites del Logos, no-uni
versalizacin de normas, micropoltica, valoracin de lo esttico y expresivo, rechazo a los desbor
des del militantismo y la Razn, tolerancia, admisin de la multiplicidad, desmitificacin de los prin
cipios y el rol de la ciencia y la tcnica... " (pg. 92).
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3 Es otra manifestacin del mismo problema que plantea COLOM (1994) cuando afirma que:
"....la postmodernidad es, ante todo, la filosofa de la desmitificacin, de la desacralizacin, la filo
sofa que desvela el derrumbamiento de los viejos dolos. Las repercusiones en el terreno de la tica
son graves: ya no existen imperativos categricos, no hay evidencias apodcticas. tica y sociologa,
moral y poltica se confunden o se identifican. Valores sociales y valores morales se entremezclan
sin posibilidad de establecer fronteras entre ambos (pag. 51).
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2.1. Etnocentrismo
Las aportaciones del pensamiento a lo largo de todo el siglo XX, en particu
lar las procedentes del campo de la antropologa, han provocado el despresti
gio, al menos terico, de toda posicin etnocntrica. Las mltiples formas de
vida que los grupos humanos han ido construyendo a lo largo de la historia en
los diferentes territorios no pueden ubicarse en una lnea ascendente de progre
so y perfeccin, no forman estadios consecutivos de una progresiva marcha
triunfal hacia horizontes predeterminados. Ni existen criterios nicos, universa
les y libres de influjo cultural concreto, para determinar el valor de cada cultura
con respecto a los mismos y su ubicacin en el ranking cultural, ni aunque exis
tieran podran fcilmente aplicarse a la complejidad y diversidad de formas que
adquiere la vida cultural de cada grupo humano.
Parece evidente que la propuesta ilustrada de extensin del conocimiento y
la razn como elementos sustanciales para el desarrollo de los pueblos y la
organizacin de las sociedades, al hacerse desde una plataforma cultural con
creta, se encuentra impregnada del virus etnocntrico al primar como criterios
de razonamiento y valoracin universal unas formas concretas de concebir la
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2.2. Relativismo
Apoyado con mayor o menor propiedad en los estudios antropolgicos del
presente siglo, entre los que podemos destacar los de Malinowski, Mead, Boas,
Sapir y Lvi-Strauss, el pensamiento postmoderno abraza decididamente y sin
restricciones la orientacin relativista. Como afirma LVI-STRAUSS (en FINKIEL
KRAUT 1990, pg. 58) es hora ya de: "terminar de una vez por todas, con la idea
a la vez egocntrica e ingenua segn la cual 'el hombre est enteramente refu
giado en uno slo de los modos histricos o geogrficos de su ser"'. Por el con
trario, conviene no olvidar que cualquier forma de existencia individual o colecti
va es el resultado contingente de un complejo proceso de construccin social a
lo largo de un perodo histrico concreto, en un espacio tambin determinado.
Son las formas de la cultura las que incluso determinan en gran medida el ritmo
y sentido de la evolucin biolgica. "Lejos de preguntarse si la cultura es o no
funcin de la raza, descubrimos que la raza o lo que se entiende generalmente
por ese trmino es una funcin, entre otras, de la cultura" (LVI-STRAUSS en
SEBRELI, 1993, pg. 51).
Cada cultura aparece como una red de significados, smbolos y comporta
mientos con sentido en s misma, generada como respuesta a las peculiares cir
cunstancias que han rodeado a la comunidad. Los criterios y normas que rigen
los comportamientos y expectativas colectivas encuentran su legitimidad en el
sentido que adquieren para mantener la cohesin de dicha comunidad y garan
tizar las aspiraciones individuales en las singulares condiciones de vida que
definen su contexto. Por ello, de ninguna formacin cultural concreta pueden
extraerse, legtimamente, criterios generales vlidos y tiles para juzgar la bon
dad antropolgica de otra formacin cultural distinta, ni siquiera patrones de
comprensin generalizada que puedan aplicarse a la interpretacin de cualquier
proceso o producto cultural. El sentido de las prcticas culturales slo puede
extraerse de la comprensin radical de las mismas, es decir, de la vivencia inter-
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1997; ECHEVARRA, 1994; CRUCES, 1992; HELLER, 1992; HARENT, 1993; SEBRELI,
1992) y que en muchos casos se ha confundido con la imposicin etnocntrica
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nos toca vivir cabe distinguir, en mi opinin, al menos tres crculos claros de
mutua interdependencia y relativa autonoma: el individuo, el grupo cultural y la
colectividad humana. Los influjos que contribuyen a formar la identidad de cada
individuo y de cada grupo no pueden limitarse al escenario concreto de sus
relaciones cercanas, provienen fundamentalmente de las comunicaciones inter
nacionales de la humanidad, de los intercambios en la aldea global, de los innu
merables estmulos de informacin que cada uno procesa a su modo, media
dos por la cultura de su grupo y por sus propios e idiosincrsicos esquemas de
compresin. Giddens lo expresa con fuerza en el siguiente texto: "lo local y lo
global, en otras palabras, se han entretejido inextricablemente... La comunidad
local ha dejado de ser un lugar saturado de significados familiares y sabidos de
todos, para convertirse, en gran medida, en expresin localmente situada
de relaciones distantes" (GIDDENS, 1993, pg. 106).
Ninguno de los tres crculos puede por s mismo explicar la complejidad,
diversidad y convergencia de las redes de significados y comportamientos. Los
tres son necesarios, inevitables y complementarios. Ninguno de los tres puede
considerarse entidad ni autosuficiente ni natural. Por el contrario, son construc
ciones inacabadas, mviles y contingentes en proceso permanente de consoli
dacin y recreacin. La humanidad universal no existe ms que como proyecto,
como propsito decidido de consensuar los procedimientos y valores que per
mitan la satisfaccin ms generalizada Las culturas son entidades plurales y
complejas transitadas por la contradiccin y el enfrentamiento tanto como por
los acuerdos y convergencias siempre provisionales, en virtud del equilibrio de
fuerzas de los intereses en juego. Los individuos son entidades singulares en
permanente proceso de construccin, a caballo entre los diferentes sistemas de
categorizacin, normas de conducta, significados y expectativas que requieren
los distintos escenarios en los que nos toca vivir, -cada da ms, ms diferentes
y ms efmeros- intentando elaborar un conjunto personal coherente, una red
propia de significados con sentido, a partir de tan manifiesta y frecuentemente
contradictoria diversidad.
El problema actual de la cultura crtica se sita, a mi entender, en la necesidad
de elaborar comprensiones flexibles y plsticas de este complejo equilibrio de
interaccin entre estos tres niveles fundamentales en que se desarrolla la vida
de los individuos y de los grupos. Comprensiones que respeten la complejidad de
las interacciones as como la autonoma relativa de los sujetos y que estimulen las
creaciones diversificadas tanto como los procedimientos de comunicacin y
construccin compartida. El intercambio cultural est produciendo un curioso
fenmeno a la vez centrfugo y centrpeto en el sentido que plantea MOSTERIN
(1993), "el proceso de difusin cultural parece conducir a una situacin caracteri
zada tanto por una mayor variacin intracultural como por una mayor homogenei
dad intercultural. Los acervos culturales de las diversas poblaciones humanas
cada vez se parecen ms entre s, a la vez que internamente se diversifican ms y
ms, mediante la creciente admisin de memes exgenos"6 (pg. 104).
s Segn Monsterin un meme es una unidad de informacin aprendida por el individuo mediante
imitacin u observacin de la conducta adulta de su cultura. "Para designar las unidades de trans
misin cultural o imitativa introdujo Dawkins en 1976, el neologismo memes, que recuerda tanto a
memoria como a mimesis (imitacin)" (pg.76) ... Los memas son unidades de informacin cultural
en el sentido de trozos elementales de cultura" (MONSTERIN, 1993, pg. 78).
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Ahora bien, no podemos perder de vista que la cultura, en este caso la cul
tura crtica, es un proceso de elaboracin simblica en gran medida determina
do por las condiciones econmicas, sociales y polticas del contexto en que se
produce. Y las caractersticas del contexto actual estn definidas por las condi
ciones de la postmodernidad. La mundializacin de los intercambios econmi
cos dentro de las reglas del libre mercado, exige la ruptura de las barreras fsi
cas y simblicas que restringen las posibilidades de intercambio comercial y la
extensin universal del beneficio como principio rector de las transacciones.
Como veremos en el captulo dedicado a la cultura social, este proceso requiere
y estimula el desarrollo de unos valores y principios de comprensin y compor
tamiento que constituyen lo que se denomina el pensamiento nico. La mundia
lizacin y el pensamiento nico no pueden confundirse en modo alguno con la
universalidad, con las aspiraciones a construir los marcos universales de convi
vencia humana, respetuosos con las diferencias y comprometidos con la cons
truccin compartida. Como afirma BAUDRILLARD (1996), "Las palabras mundiali
zacin y universalidad no significan lo mismo. Ms bien son trminos excluyen
tes. La mundializacin hace referencia a tcnicas, mercado, turismo e informa
cin. La universalidad es la de los valores, la de los derechos humanos, la de
las libertades, la de la cultura y la de la democracia (...) De hecho, lo universal
muere en la mundializacin (...) La mundializacin de los intercambios pone fin
a la universalidad de los valores( ...) Es el triunfo del pensamiento nico sobre el
pensamiento universal(pg. 4).
En definitiva, la tendencia actual de la economa mundial de libre mercado a
extender y difundir el pensamiento nico, la verdad nica, el mercado nico, el
mundo nico, la argumentacin nica y la jerarqua de valores nica, el pen
samiento eclctico de las mezclas indiferentes y la convergencia en la triviali
dad, deben considerarse, en mi opinin, la ideologa concreta de la condicin
postmoderna. No supone una elaboracin reflexiva, una opcin compartida a
partir del debate y del contraste pblico, ni un pensamiento crtico o provoca
dor, es la asuncin espontnea y pasiva de las exigencias econmicas, polticas
y sociales de una manera concreta de configurar las condiciones de existencia:
la postmodernidad. En este sentido es ilustrativo el pensamiento de BAUDRI
LLARD (1996), cuando plantea que la mundializacin triunfante hace tabla rasa
de todas las diferencias y de todos los valores, inaugurando una(in)cultura per
fectamente indiferente. Y una vez que ha desaparecido lo universal, slo queda
la tecnoestructura mundial omnipotente frente a las singularidades que se han
tornado salvajes y entregadas a su propia dinmica.
En el mismo sentido me parece clarificador el siguiente texto de SAVATER
(1994): "La niversalizacin de un nico concepto de lo justo no ha remediado las
injusticias sino que las ha agrupado todas bajo un mismo patrn cuyo funcio
namiento econmico las hace inevitables, las ha exacerbado por el agravio compa
rativo, ya no entre ricos y pobres dentro de un mismo pas, sino entre pases ricos
y pobres; ha destruido los mecanismos locales compensatorios sin sustituirlos por
ningn otro de alcance universal y ha aadido a la nmina una injusticia ms: la de
aniquilar o desfigurar la pluralidad de identidades culturales hasta someterlas todas
a un proyecto omnicomprensivo segn el modelo occidental -y, ms especfi
camente, americano- basado en el individualismo posesivo, el utilitarismo, el con
sumo y la trivializacin espectacular de la vida espiritual"(pg. 10).
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de la representacin y de la accin
" ... no hay, cual tesoro oculto y por descubrir, ningn significado en el ser, el
mundo, la historia, nuestra vida; [lo cierto es] que nosotros creamos el significado
sobre un fondo sin fondo, que damos forma al caos mediante nuestro pensamiento,
nuestra accin, nuestro trabajo, nuestras obras, y que este significado no tiene ningu
na 'garanta' exterior a l mismo" (CASTORIADIS, 1993, pg. 47).
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7 Es necesario recordar con Serrano que Weber entiende los "derechos humanos" como
"imperativos ticos" formales, pues no definen una modalidad especfica de organizacin social o
poltica concreta. En ellos simplemente se establece que cualesquiera que sean las decisiones que
en una sociedad se tomen en relacin a su organizacin y a sus polticas, stas slo podrn tener
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3.4.
(GALA, 1995,
pg. 102).
De los debates y elaboraciones anteriores parece derivarse la necesidad de
un pensamiento que asuma la pluralidad y la contingencia de los fenmenos y
de las interpretaciones, apto para captar la multidimensionalidad de las realida
des sociales y la riqueza y diversidad de proyecciones imaginarias y creativas,
para reconocer el juego de acciones y reacciones, de lo consolidado y de lo
posible, para afrontar las complejidades sin ceder al maniquesmo, o a los
reduccionismos tecnocrticos (MoRN, 1993).
Al aceptar la carencia de fundamentacin definitiva de las representaciones
y acciones, al asumir el desfondamiento como destino y la desnudez como
base de contraste y colaboracin, he aceptado en consecuencia la concepcin
hermenutica de la verdad no como adecuacin a la realidad sino como apertu
ra y vivencia reflexiva, como construccin y proyecto. Y ello, como afirma VATTI
MO (1995), no supone en modo alguno una reivindicacin de "lo local" sobre "lo
global", una reduccin "parroquial" de la experiencia de lo verdadero. Ello signi
fica ms bien, la apertura de la racionalidad a los territorios prohibidos, exclui
dos de la razn instrumental: el mito, la esttica, la intuicin, la ideologa, la bs
queda hermenutica, el deseo... , todos aquellos aspectos que aun resistindo
se a un comportamiento lgico o mecanicista, incluso a un anlisis racional,
aportan importantes dimensiones, presentes en la representacin y en la accin
de los individuos y de los grupos.
El mito, por ejemplo, o las supersticiones o las creencias religiosas, son ele
mentos qCJe no soportan el anlisis racional y que, sin embargo, se encuentran
enraizados en la cultura de los grupos humanos, de tal modo que es difcil
encontrar ejemplares individuales o colectivos que no hayan recurrido a su refu
gio en alguna ocasin para afrontar la incertidumbre y escapar de la ansiedad
que provoca el misterio, lo desconocido e inevitable. Desconsiderar esta dimen
sin tan relevante y extendida de la especie humana, por no encajar en los
patrones de anlisis racional al uso, creo que debe calificarse con toda propie
dad de actitud irracional. Ya Lvi-Strauss aconsejaba no oponer magia y cien
cia, sino considerarlos como dos modos desiguales de conocimiento. El mito y
la razn son dos polos de referencia irreductibles pero inevitables de la historia
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Tal vez sea Habermas quien haya desarrollado con ms detenimiento las
caractersticas de la racionalidad procedimental situada en los procesos de
comunicacin1o. El aspecto que ms nos interesa de su planteamiento es la
insistencia tanto en el carcter formal y procedimental de su racionalidad comu
nicativa como en la concrecin de dichos procedimientos en supuestos y estra
tegias que garanticen la igualdad de oportunidades de los interlocutores, de
10 En
este sentido me parece oportuno recordar los principios en que se sustenta la teora de la
racionalidad comunicativa de Habermas, excelentemente sintetizados por SERRANO GMEZ (1994):
a) El entendimiento es un telas interno del lenguaje.
b) El entendimiento racional se apoya en las pretensiones de validez (verdad, rectitud y veracidad)
inscritas en la fuerza ilocucionaria de los actos del habla.
e) El medio racional para cuestionar las pretensiones de validez y buscar el restablecimiento del
entendimiento es el discurso.
d) El discurso debe sustentarse en la fuerza del mejor argumento, es decir, el discurso requiere de la
supresin de toda coaccin ajena a la lgica de la argumentacin.
e) La argumentacin racional tiene una serie de presupuestos que definen una "situacin ideal de
habla". Dichos presupuestos estn constituidos por una serie de normas en las que se establece
la necesidad de reconocimiento recproco de los participantes en el discurso como "personas" (
esto es, sujetos de derechos y deberes iguales), as como por el acuerdo de rechazar toda coac
cin que no sea la del mejor argumento (pgs. 215-216).
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en ciencias sociales
"Por el plcido ocano de la epistemologa y de su principal sucedneo, la llama
da Filosofa de la Ciencia, navegaba, todo orgullo y ostentacin, el ltimo gran paque
bote de este siglo malfico, el falsacionismo del Sr. Popper, un trasatlntico que for
maba en el cielo, con el vapor que sala de sus calderas, unas nubes con la bella
forma de un sueo: la vieja utopa -mecanicista- de una Razn construida a imagen
y semejanza de la Lgica Formal... Navegaba, plcidamente, el paquebote popperia
no por ese mar muerto cuando, de pronto, de una minscula barquichuela, propia
mente sin filiacin ni bandera, se solt una espita explosiva, un fragmento terico -un
libro titulado La estructura de las revoluciones cientficas- que fue a estallar en la
misma lnea de flotacin del mamotreto, que salt para siempre por los aires" (MEANA,
1996, pgs. 4-14).
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11
ToULMIN (1990) considera que el paradigma positivista, cuyas bases se remontan hasta
Descartes y Newton, para bien o para mal ha dominado el pensamiento y la investigacin natural y
social desde entonces hasta nuestros das. Las caractersticas esenciales de este pensamiento
racionalista son las siguientes: nfasis y prioridad a la lgica formal sobre la retrica y a la prueba
sobre la argumentacin; orientacin al desarrollo de principios abstractos y generalizaciones, des
preciando el estudio de los casos individuales, concretos, diversos; esfuerzo en la elaboracin de
teoras fundamentadas en la estructura permanente de la vida, independientes del espacio y del
tiempo ms que en la exploracin de los cambiantes y contextualizados problemas de la prctica
diaria.
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modo que se produzca constantemente una interaccin entre las teoras o hip
tesis de trabajo y los datos, los enfoques y los acontecimientos.
Es cierto que la mayora de las corrientes y perspectivas de investigacin
que se agrupan en este paradigma, en particular aquellas que trabajan en el
campo de la etnografa, privilegian la lgica inductiva por entender que es la
que respeta la naturaleza de la diferencia y de la singularidad de los aconteci
mientos y sentimientos humanos. No obstante, la inferencia se asume como un
procedimiento que no fundamenta teoras ni generalizaciones universales inde
pendientes del contexto. No slo porque los hechos en los que nos apoyamos
estn determinados por la perspectiva interpretativa desde la que los observa
mos, sino porque diferentes perspectivas tericas pueden recibir igual apoyo
del mismo conjunto de hechos. Nunca es posible llegar por induccin a una
nica e irrebatible teora a partir de un conjunto coherente de hechos (GUBA y
LINCOLN 1995).
No obstante, CASTAARES (1992) plantea que frente a la deduccin, que es
una inferencia analtica y slo permite explicar nuestro conocimiento, la induc
cin es sinttica y permite ampliarlo. Pero existe adems otro tipo de razo
namiento sinttico al que Peirce llama hiptesis o abduccin. Este tipo de infe
rencias abductivas permite explicar un hecho que aparece como sorprendente
al considerarlo, hipotticamente, como el resultado de aplicar una regla a un
caso, o al comprenderlo en un proceso comparativo con situaciones ya conoci
das. La abduccin puede considerarse como una inferencia transversal, en la
que inferimos un significado siempre provisional de la situacin actual por com
paracin y contraste con situaciones previamente interpretadas. Nos basamos
en las semejanzas y en las diferencias entre casos para avanzar nuevas repre
sentaciones o interpretaciones, que de forma tentativa incrementan las ideas e
hiptesis que orientarn nuestra bsqueda..
Como nos recuerda CASTAARES (1992), la abduccin es una inferencia
basada en la iconicidad, puesto que el icono es un signo que mantiene con su
objeto una relacin de semejanza, y puede constatarse cmo los procedimien
tos abductivos son mucho ms frecuentes de lo que cabra imaginar en princi
pio. En realidad regulan casi todos nuestros procesos comunicativos. La abduc
cin posee la eficacia de toda comparacin. Pero cuanto ms distancia exista
entre los elementos de la comparacin, mayor creatividad ser necesaria para
encontrar el elemento comn. Todo el mundo es capaz de hacer comparacio
nes; pero no todo el mundo es capaz de crear una metfora afortunada o una
hiptesis que resuelva un delicado problema cientfico.
En un sentido similar muchos autores hermenuticos reivindican el valor
cognoscitivo de las metforas, que ya no pueden considerarse como anomals
de lenguaje sino como expresiones de vida que enriquecen nuestros significa
dos e interpretaciones y que sern estmulos en la produccin y difusin del
conocimiento siempre que se consideren como aproximaciones tentativas,
como hiptesis ms o menos arriesgadas que provocan la reflexin y la bs
queda. (JOHNSON, 1987; LAKOFF, 1987; SOLA, 1995; BOWERS y FUNDERS, 1990).
LAKOFF y JOHNSON (1980) sugieren que las metforas proporcionan coherencia
a nuestra experiencia al servir como guas para la accin futura. En este mismo
sentido son clarificadoras las palabras de M. GREEN (1989, pg. 283) cuando
afirma que " ... a travs de las metforas el doctor puede imaginar las vivencias
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de sus pacientes, el que no tiene dolor puede imaginar a quien lo padece, los
que viven en el centro a los que estn en la periferia. El fuerte puede imag inar al
dbil. Las vidas luminosas a los que viven en la oscuridad. Los poetas en su
crepsculo pueden imaginar los lmites del fuego estelar. Nosotros desconoci
dos, podemos imaginar el corazn familiar de los desconocidos".
En cierta medida, y dada la radical indeterminacin de toda teora en cien
cias sociales, todo conocimiento es un conocimiento metafrico.
Hasta las paradojas pueden considerarse herramientas del conocimiento de
la complejidad humana. Lo propio de la paradoja como forma de conocimiento
es el ser opaca a interpretaciones dilemticas o conflictivas. Una paradoja
no es un dilema que podamos resolver, ni un obstculo que podamos enfrentar,
sino un lugar en el que vivimos (CRUCES, 1994). Entender las propias situacio
nes paradjicas que atraviesa nuestra existencia y nuestro pensamiento es rele
vante para entender muchos de los confusos y aparentemente impenetrables
comportamientos ajenos.
- Sumergirse en la compleja, cambiante y contradictoria realidad social. El
propsito de la investigacin interpretativa no es comprobar hiptesis, sino
sumergirse en la complejidad de los acontecimientos reales, e indagar sobre
ellos con la libertad y flexibilidad que requieran las situaciones, elaborando des
cripciones y abstracciones siempre provisionales de los datos, que han de utili
zarse como hiptesis subsiguientes de bsqueda y trabajo.
Dentro de esta estrategia de investigacin no se establecen limitaciones ni
restricciones, ni de partida ni de llegada, en el estudio de un ambiente natural.
Todas las variables intervinientes merecen ser consideradas en principio, hasta
que un primer conocimiento de las mismas y de su funcionamiento en la si
tuacin concreta objeto de estudio permita establecer un orden provisional de
prioridades en cuanto a la importancia de los diferentes influjos y, como conse
cuencia, determinar focos ms concretos y singulares de anlisis. Los aconteci
mientos anmalos e imprevistos, las variables o factores extraos, son siempre
bienvenidos. Tales sucesos emergentes suponen ocasiones de oro para com
prender el funcionamiento de la realidad, debido a que alteran la rutina y ponen
al descubierto conflictos, intereses, necesidades y comportamientos, habitual
mente ocultos y soterrados.
El diseo de investigacin es, por tanto, un diseo flexible de enfoque progre
sivo, sensible a los cambios y modificaciones en las circunstancias fsicas, socia
les o personales, que puedan suponer influjos significativos para el pensamiento y
la accin de los individuos y los grupos. No hay, por tanto, variables extraas
cuyo influjp perturbador haya que neutralizar. El diseo se denomina de enfoque
progresivo porque en el proceso de investigacin se van produciendo sucesivas
concreciones en el anlisis y focalizacin, segn vaya evidencindose la relevan
cia de los diferentes problemas o la significacin de los distintos factores13.
13 A este respecto conviene recordar los siguientes principios metodolgicos que propone
SPINDLER (1982):
- La observacin debe ser contextualizada.
- Las cuestiones e interrogantes deben emerger a medida que progresa el estudio.
(Contina en la
- La observacin debe ser prolongada y repetitiva.
-Debe descubrirse el punto de vista de los nativos (participantes).
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,r
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tuales, buscando los puntos crticos, las teoras implcitas, los planteamientos
latentes, los procesos contradictorios en las propias creencias y esquemas
mentales, as como en las relaciones entre el pensamiento y los modos de sen
tir y el pensamiento y los modos de actuar. La entrevista es un instrumento y
una ocasin inmejorable para propiciar la construccin compartida del conoci
miento a travs del dialogo y del contraste, siempre que se estimule una interac
cin real entre las ideas de los participantes entre s y con el investigador ( CARS
PECKEN, 1992)14.
- La triangulacin, es decir, el contraste plural de fuentes, mtodos,
informaciones, recursps. Su objetivo es provocar el intercambio de pareceres o
la contrastacin de registros o informaciones. Comparar las diferentes pers
pectivas de los diversos agentes con las que se interpretan los acontecimientos
es un procedimiento indispensable, tanto para clarificar las distorsiones y ses
gos subjetivos que necesariamente se producen en la representacin individual
o grupal de la vida cotidiana, como para comprender el origen y proceso de for
macin de tales representaciones subjetivas. (DENZIN, 1989a, 1989b; FIELDING
y FIELDING, 1986; STANLEY, 1990, 1992; FLICK, 1992).
La triangulacin ofrece la posibilidad a todos los participantes de relativizar
sus propias concepciones, admitir la posibilidad de interpretaciones distintas e
incluso extraas, enriquecer y ampliar el mbito de la representacin subjetiva y
construir ms crticamente su pensamiento y su accin.
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una perspectiva privilegiada y objetiva de la realidad, sino que todas las perspectivas se encuentran
sesgadas y condicionadas por un conjunto de intereses, necesidades, propsitos, formas de pensar
y sentir y, por tanto, son todas y cada una tan insuficientes como necesarias para componer el
marco de interacciones que dibujan la realidad fluida y compleja de los intercambios en el aula.
Para cubrir esta pretensin es recomendable el pluralismo metodolgico; todos los mtodos racio
nales pueden ofrecer datos interesantes, pero ninguno definitivo; por ello se favorecen los procesos
de triangulacin de instrumentos, de procedimientos metodolgicos, de fuentes de informacin y de
perspectivas de anlisis (FucK, 1992),
Replicacin paralela. A veces es recomendable y factible la constitucin de dos equipos de
investigacin que paralelamente estudian la misma realidad y contrastan y discuten sus descubri
mientos y elaboraciones, relacionndolas estrechamente con sus procedimientos de bsqueda,
anlisis e interpretacin.
Auditora. Se plantea como un procedimiento fundamental para comprobar la consistencia de
los datos as como de los mismos procesos de bsqueda, anlisis, reflexin e interpretacin. La
auditora se concibe como una revisin minuciosa de la investigacin, abarcando sus fases, fuentes,
procesos, decisiones, documentos, discusiones e interpretaciones. Durante todo el proceso de
investigacin es necesario ofrecer pistas claras de revisin de los procesos y secuencias, de modo
que en cualquier momento, investigadores externos o agentes internos puedan comprobar la cre
dibilidad de los datos y registros, as como la racionalidad de las decisiones. Los diarios de campo y
los diarios de investigacin son materiales de valor inestimable para el desarrollo de la auditora.
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sustanciosas 16.
La transferencia no se propone nunca como una actividad mecnica, sino
como un apoyo al inevitable proceso de estudio y comprensin de la nueva rea
lidad educativa que queremos entender. Solamente apoyndonos en descrip
ciones minuciosas y densas de los contextos estudiados podremos manejar
herramientas conceptuales adquiridas en un contexto para la comprensin de
otro.
16
DENZIN (1989) afirma que una descripcin rica y sustanciosa ha de contener las siguientes
caractersticas: 1) proporcionar el contexto de la accin, 2) establecer las intenciones y significados
que orientan la accin, 3) presentar la accin como un texto que puede ser, por tanto, objeto de
mltiples interpretaciones.
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VAN MANEM (1992) distingue tres estilos de redaccin de informes etnogrficos: "Narraciones
ciales... como el nombre indica, enfocan ms al investigador que a la cultura estudiada. Narraciones
impresionistas ... Son relatos personalizados de momentos fugaces del trabajo de campo, expresa
dos de forma dramtica. Por ello abarcan elementos de ambos estilos, realistas y confidenciales
(pg.
7).
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CAPTULO 11
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1 En este sentido es interesante el anlisis sobre el pensamiento nico que desarrolla RAMONET
(1995). Incluye el siguiente declogo de caractersticas: la primaca de lo econmico sobre lo polti
co; el monopolio del mercado, cuya mano invisible corrige las asperezas del capitalismo; la hege
mona de los mercados financieros en economa; la competencia como razn ntima de lo que se
hace; el libre intercambio sin lmites; la mundializacin, la divisin internacional del trabajo que
modera las reivindicaciones de los sindicatos y abarata los costes salariales; la liberalizacin, privati
zaciones, etctera.
2 Es interesante establecer la distincin entre modelo fordista y modelo toyotista de produccin
y consumo.
El modelo de desarrollo que subyace al perodo que sigue a la Segunda Guerra Mundial con
siste en lo que LIPIETZ (1986) describe como las tres patas de un trpode. Este modelo se conoce
como el modelo fordista del desarrollo.
- Un modelo de proceso de trabajo basado en los principios tayloristas de la gestin cientfica.
- Un rgimen de acumulacin donde las relaciones macroeconmicas se basan en la produccin
de masas y en el consumo de masas.
- Un modo de regulacin que implica todos aquellos mecanismos que tratan de ajustar el compor
tamiento contradictorio y conflictivo de los individuos.
El modelo postfordista o toyotista (HARVEY, 1990; LIPIETZ, 1986; JESSOP, 1990) se basa en la
siguiente triloga: Un rgimen global de acumulacin del capital basado en el principio de flexibili
dad como resultado de la competicin intensificada para reducir los mercados; un proceso de tra
bajo progresivamente ms flexible centrado en un trabajo contingente, negociado y esencializado y
un nuevo conjunto de conceptos de produccin basados en el trabajo de equipo, autogestin y
mltiples pero bsicas habilidades; y finalmente, modos de regulacin que estn principalmente
gobernados por la ideologa del libre mercado, el individualismo y la caridad privada (pags. 37, 38).
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hoy igual a la canibalizacin total. Tan pronto como todo sea igual, hayan desa
parecido las culturas, las barreras y la foresta, los grandes roturarn el solar
mundial con sus bulldozers". En el mismo sentido se pronuncia TOURAINE (1993)
al afirmar que la tormenta liberal ha destruido todos los sistemas de control pol
tico de la economa y ha obligado a todos los pases a someterse a las condi
ciones de la competencia internacional. Lo grave, a mi entender, es que la glo
balizacin de la economa de libre mercado supone la imposicin inevitable de
un modelo tan cuestionable, por parte de grupos privilegiados de poder econ
mico, sin la participacin reflexiva y organizada de los ciudadanos, que se
encuentran con un marco econmico inevitable, annimo, forneo, y todpode
roso, cuyas consecuencias no pueden sino sufrir, aprovechando, en el mejor de
los casos, sus posibilidades, grietas y aberturas, o condenarse a la ruina y al
aislamiento heroico en caso de enfrentamiento.
No obstante no conviene olvidar, como nos recuerda ESTEFANA (1996), que
los efectos de la mundializacin no son unvocos, sino complejos y contradicto
rios. "El debate est abierto. Cada vez con ms frecuencia se multiplican las
reflexiones sobre las secuelas que para el bienestar de los ciudadanos conlleva
la globalizacin. Que la misma est teniendo efectos muy beneficiosos para
amplias zonas del planeta en las que, de seguir aisladas, no hubiera fluido nunca
la riqueza, lo muestra la realidad; sin esta tendencia a la mundializacin de las
finanzas y los intercambios no habran circulado los capitales necesarios para el
crecimiento, ya que la endeblez del ahorro interno lo hubiese imposibilitado.
Espaa es buen ejemplo de ello". Hay tres amplsimas regiones -que suponen el
50% de la poblacin mundial- que se han incorporado en los ltimos aos a esa
economa global: la mayor parte de Asia -incluidos los mastodontes chino e
indio-, un gran trozo de Amrica Latina y bastantes de los pases de Europa del
Este. Miles de millones de dlares entran y salen de los nuevos mercados y
millones de personas se aprovechan de este orden econmico. (Para que se
sepa de qu estamos hablando: las transacciones financieras diarias equivalen,
por ejemplo, a la produccin de bienes y servicios de Francia en un ao.)
Pero del mismo modo que sera absurdo negar la existencia de lo obvio, es
irracional ocultar las derivaciones negativas de la globalizacin o sus aspectos
ms inquietantes. Entre ellos las dudas sobre su compatibilidad con la profundiza
cin de la democracia, tal y como la conocemos: los gobiernos libremente elegi
dos se muestran impotentes para reaccionar cuando una enorme masa de miles
de millones de dlares se desplaza en su contra y afecta a la normalidad de una
nacin; no hay reserva de divisas que resista ms de quince das seguidos el
envite de los mercados. George SOROS (1996), el financiero que sac en un da a
la libra esterlina del sistema monetario europeo, lo ha dicho con una extrema frial
dad: "los mercados votan cada da, obligan a los gobiernos a adoptar medidas
ciertamente impopulares, pero imprescindibles. Son los mercados los que tienen
sentido de Estado". A este respecto puede afirmarse que la globalizacin est res
tringiendo seriamente la capacidad de autonoma para tomar decisiones a nivel
local, regional y nacional, donde la democracia es ms cercana al ciudadano.
Por otra parte, conviene no olvidar que la mundializacin no puede confun
dirse con la bsqueda de la universalidad, no persigue un objetivo civilizatorio,
de regulacin universal de los principios y normas bsicas de convivencia que
garanticen el respeto y desarrollo de los derechos humanos en los intercambios
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4 Para profundizar en las caractersticas de esta nueva forma de organizacin del trabajo pue
den consultarse: ALLEN, J.; BRAHAM, P.; y LEWIS, P. (1992) (Eds.) Political and Economics Forms of
Modernity. Cambridge Polity Press.; CoRIAT, B. (1993) Pensar al revs. Trabajo y organizacin en la
empresa japonesa. Madrid. Siglo XXI.
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en la encrucijada.
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2.
Poltica
"Lo que importa no es la unanimidad, sino el discurso. El inters sustantivo
comn solamente se descubre o se crea en la lucha poltica democrtica y se man-
9 Sirva como sntesis la clara relacin de diferencias entre el declogo neoliberal y el declogo
socialdemcrata que realiza Avuso, J. (1996) El Pas Semanal, 1023
El declogo neo/ibera/.
1. El Estado tiene que limitar su actuacin a lo estrictamente imprescindible.
2. Las cuentas del sector pblico deben estar siempre equilibradas.
3. Eliminar subsidios a empresas, recortar los gastos sociales y reducir al mnimo los gastos
corrientes de la Administracin.
4. Recorte drstico de los impuestos y cargas sociales de empresas y particulares.
5. Flexibilidad del mercado laboral. Eliminacin del salario mnimo.
6. Reformas estructurales por la va de una mayor flexibilidad del mercado del suelo y una apertura
general a la competencia.
7. Polticas microeconmicas de fomento de la inversin privada y polticas activas de empleo.
8. Polticas monetarias basadas en tipos de inters bajos.
9. Poltica fiscal que incentive la reinversin de beneficios.
1O. Modificacin del sistema de negociacin colectiva (pg. 121).
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exigencias del mercado, donde los individuos y los grupos podan contrastar,
criticar y proponer alternativas a los modelos de vida y de relaciones que iban
forjando los requerimientos de la esfera econmica. El espacio pblico que abre
la extensin y consolidacin del estado de bienestar no slo legitima la peculiar
formacin poltica al pretender garantizar la igualdad de oportunidades, sino
que tambin favorece el equilibrio entre tendencias bien dispares, la economa
del mercado y las necesidades de todos los individuos de la colectividad.
El recorte y el deterioro actual de las prestaciones sociales atendidas por el
estado de bienestar, en virtud de la mundializacin de la economa del libre
mercado, amenaza la permanencia de los servicios pblicos y con ello la pro
teccin de los individuos y el equilibrio social anterior. Los ciudadanos corren el
riesgo de perder el espacio pblico de intercambio, satisfaccin y contraste, y
de verse arrojados como "clientes" a la arena de los intercambios inmisericor
des de la oferta y la demanda. El uso sostenido en el lenguaje poltico y en los
responsables de la administracin del vocablo "cliente" implica un cambio de
mentalidad mucho ms trascendente del que podamos imaginar. Si la idea
de ciudadano ha estado ntimamente ligada a la democracia y al surgimiento
del espacio pblico, del que histricamente el Estado-nacin ha sido su repre
sentante, la prdida de dicho espacio, su disolucin, puede cambiar incluso los
trminos mismos del "contrato social" con y entre los individuos (DARHENDORF,
1993). Podemos estar asistiendo a la transformacin de la aceptacin de dere
chos y obligaciones con y de los ciudadanos en razn de su status como ciuda
danos, a la aceptacin de derechos y obligaciones en razn de su acceso al
mercado, es decir, a la compra y venta de servicios por quien puede, el cliente
con recursos, comprarlos a quien los vende. La transformacin es sustancial y
de incalculables consecuencias, fcilmente previsible como desastrosas, para
quienes no se siten adecuadamente en el intercambio mercantil. Los indivi
duos y los grupos sociales desfavorecidos parecen abocados a la exclusin evi
dente de la nueva estructuracin social-mercantil, a la marginacin sin retorno.
Por otra parte, tambin la estructura familiar, que tradicionalmente y con
anterioridad al estado moderno del bienestar ha constituido un componente
fundamental de la estructura social, ofreciendo, en diferente medida, amparo,
satisfaccin de necesidades, espacio de comunicacin y plataforma de fortale
cimiento y despliegue de las posibilidades individuales, ha sufrido y sigue
sufriendo transformaciones tan sustanciales que le impiden la recuperacin o
incluso continuidad de dicha funcin (GARRIDO MEDINA, 1993; GIL CALVO, 1993 y
1995; TEDESCO, 1995). En las sociedades ms desreguladas y ms integradas
en la economa de libre mercado la movilidad profesional, el ritmo acelerado de
los cambios en el sistema de produccin y consumo, as como la fluidez y pre
cariedad en los estilos de vida y en el asentamiento de las personas estn pro
vocando la desregulacin de la misma estructura familiar tanto para la atencin
de los menores como de los ancianos. La familia tradicional, formada por una
pareja casada con nios/as, es hoy la excepcin en los EE.UU.: slo un 25% de
las casas encajan en este modelo. Un porcentaje elevadsimo de los hogares
son unipersonales, los padres viven separados y los ancianos ya no tienen
estructura familiar (CASTELLS, 1994). El problema reside en la dificultad para
recomponer los roles tradicionales de atencin y cuidado de los ms desfavore
cidos, o para sustituirlos por figuras o instituciones emergentes. Si, como afirma
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aos, y de la proteccin lejana y fra del aparato jurdico, aunque ello suponga
resistir y enfrentarse a las tendencias de disolucin que promueve la economa
neoliberal. Si el estado del bienestar es insostenible por la inevitable ruptura de
las fronteras de la economa global ser necesario edificar la sociedad del bie
nestar (CONTRERAS, 1990; SOTELO, 1993).
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mercado es una conjuncin diablica, por cuanto no slo transforma los objeti
vos, sino que modifica al mismo tiempo la forma como los individuos los asu
men e interiorizan. La realidad ya no se impone brutalmente, represivamente, ni
siquiera por la fuerza de los hechos ante la que los ciudadanos se sienten impo
tentes y abandonan; el aspecto ms original y peligroso es que a travs de la
manipulacin publicitaria las imposiciones polticas pueden aparecer como
deseos propios o compartidos. Al mismo tiempo, conviene resaltar que este
matrimonio no es natural e indisoluble, y que la sociedad puede utilizar la enor
me potencialidad comunicativa y expresiva de los medios de manera bien dife
rente, para facilitar la transferencia, la informacin, estimular el debate y poten'
ciar la descentracin e independencia intelectual.
Esta condicin tan decisiva de los tiempos postmodernos obliga a todos, y
especialmente a quienes tenemos responsabilidades educativas o polticas, a
repensar el sentido y el modo de nuestro quehacer, que, sin duda, se encuentra
inevitablemente mediado por la omnipresente influencia de la opinin publicada
en la formacin del pensamiento, sentimientos y actitudes de los individuos. Por
otra parte, el deterioro de la democracia es tan preocupante por el carcter fr
gil de las conquistas de la humanidad en el terreno de la convivencia respetuo
sa. Conviene recordar las palabras de VARGAS LLOSA (1997) al analizar los con
flictos armados en el corazn de Europa: "Igual que la ex Yugoslavia, la crisis
de Albania demuestra que, as como es largo y costoso acceder a la civilizacin,
el retroceso a la barbarie es facilsimo, un riesgo contra el cual no hay antdoto
definitivo... Tal vez deba decirse lo mismo de la democracia, ese sistema que,
con todos sus defectos, es el que se defiende mejor contra la brutalidad y el
que resiste ms tiempo las peridicas tentaciones del retorno a la barbarie que
aquejan a todas las naciones".
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tirse protegido por la conciencia colectiva del grupo invisible que se forma en
torno a la pantalla.
Los problemas que transmiten las imgenes son lejanos e inabarcables
desde las posibilidades de accin del individuo y, sin embargo, parecen ofre
cer la autntica y nica realidad. La comunicacin unilateral impide el dilogo
creador y conforma opinin por la claridad y reiteracin de las interpretacio
nes que transporta. Difcilmente puede imaginarse un ms adecuado caldo de
cultivo para la complacencia y la pasividad ciudadana y para la manipulacin
silenciosa, lenta y eficaz de su pensamiento y conducta. La gente no, hace ya
poltica, la escucha (RossANDA, 1994}. Ahora bien, la informacin que provoca
el enriquecimiento de los procesos de interpretacin y los proyectos de inter
vencin ciudadana, no puede confundirse nunca con la recepcin pasiva de
imgenes seleccionadas desde fuera y que forman parte de un discurso con
una clara intencionalidad persuasiva. La informacin formadora requiere bs
queda activa y contraste continuo, debate cercano, elaboracin personal y
experimentacin de alternativas. Es decir, una actitud propositiva abierta a las
interpretaciones ajenas, y comprometida activamente con las propias aun
siendo conscientes de su parcialidad y provisionalidad. Como afirman
CHOMSKY y RAMONET (1995, pg. 91} "querer informarse sin esfuerzo es una
ilusin que tiene que ver con el mito publicitario ms que con la movilizacin
cvica. Informarse cansa y a este precio el ciudadano adquiere el derecho de
participar inteligentemente en la vida democrtica".
As pues, en el mbito de la estructura social y de la gestin poltica, la
extensin de la informacin electrnica en los medios de comunicacin de
masas ha modificado sustancialmente los procesos de gnesis y difusin de la
informacin, creacin y crtica cultural, participacin ciudadana, actividad polti
ca, representacin democrtica y gestin pblica. Como veremos a continua
cin, tan sustanciales transformaciones se reflejan en la construccin de la per
sonalidad de los individuos a travs de sus peculiares procesos de socializa
cin.
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14 Por otra parte, es evidente que la televisin influye decisivamente en la opinin que se for
man los nios sobre la realidad social. Y esta influencia se basa en buena parte en los estereotipos
que utiliza la televisin al representarla. As podemos comprobar cmo se difunden y reproducen
los estereotipos sociales sobre las diferencias en funcin del sexo, la raza, las clases sociales, el ori
gen geogrfico. ALONSO y MATILLA (1990) ponen el ejemplo del mito de Tarzn que aparentemente es
un hroe natural y neutral. Nada ms lejos de la realidad. En el fondo es un mito que refleja y poten
cia una ideologa racista y colonizadora. Nace y crece en la jungla, pero es blanco y en pocos aos
aprende ms que las tribus de negros durante varias generaciones y nunca se siente atrado por
una mujer negra.
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mejor ejemplo de ello es Freestyle, una serie producida para la TV pblica norte
americana con el expreso propsito de cambiar actitudes sobre el papel sexual
en nios de ambos sexos y de edades comprendidas entre los 9 y los 12 aos.
En trece espacios de media hora cada uno, dicha serie presenta argumentos en
los que las nias pueden observar cmo hacerse independientes y proponerse
hacer carrera en sectores tradicionalmente masculinos, mientras que los nios
aprenden a cuidar a los dems y a expresar sus emociones. En el mismo senti
do puede hablarse de Barrio Ssamo, con un buen componente desmitificador
de estereotipos.
- La h i perestimulacin a udiovisual y el conocimiento fra gmentado.
Obedeciendo a la lgica infernal del espectculo al servicio de la publicidad y
del mercado, la sintaxis de los medios audiovisuales debe saturarse de mo
vimiento, colores, formas cambiantes y sonidos diversificados y estruendosos
para mantener la atencin sensorial de la audiencia. En este aspecto es claro
que la televisin transforma los hbitos perceptivos de los espectadores al crear
la necesidad de una hiperestimulacin sensorial. Los mensajes televisivos se
caracterizan cada vez ms por un ritmo trepidante, por una aceleracin cada
vez mayor en la sucesin de planos. Cada plano supone un cambio de la reali
dad representada o, cuanto menos, un cambio del punto de vista desde el que
se presenta una realidad. La aceleracin en la sucesin de planos supone pues,
que, como telespectadores, las nuevas generaciones estn cambiando de reali
dad representada, o por lo menos de punto de vista, cada pocos segundos. La
ansiedad que produce el hbito de hiperestimulacin sensorial provoca la insa
tisfaccin permanente y la exigencia de cambio constante. El telespectador
adicto pierde la paciencia necesaria para comprender de forma parsimoniosa el
fluir lento y reposado del pensamiento, de la reflexin, de la contemplacin arts
tica, o incluso de la interaccin sentimental cuando est acompaada no de
meras apariencias emotivas sino de anlisis y reflexin racional. La audiencia
necesita movimiento, marcha, espectculo, cambio y fascinacin a costa si es
preciso de sentimientos ms profundos, como lo prueban no slo las caracters
ticas de los programas de mayor xito, sino el mismo fenmeno del za pping
(FERRS, 1994).
Son significativos al respecto los consejos que daba Robert MacNeil a partir
de su xito como editor ejecutivo y como presentador de La hora de las noticias
MacNeii-Lehrer: "Que todo sea breve, que no se fuerce la atencin de nadie,
sino que se d estimulacin constante con variedad, novedad, accin y mo
vimiento. No detengis la atencin en ningn concepto, personaje ni problema
durante ms de unos cuantos segundos. Pequeo es mejor. Hay que evitar la
complejidad. Los matices no son necesarios. Los adjetivos estorban el mensaje
simple. La estimulacin visual es sustituto del pensamiento, y la precisin verbal
es un anacronismo" (N. PosTMAN, 1991, pgs. 133-134). El intercambio poltico
desarrollado por medio de este cauce, ha de perder necesariamente la densi
dad de los argumentos y propuestas, para presentarse en la simplicidad y reite
racin requerida por las imgenes.
Las nuevas generaciones corren el riesgo de perderse en la borrachera de
estmulos sensoriales, en la trama inconexa de multiplicidad de informaciones
episdicas. El problema no es la carencia de informaciones y datos, sino la difi Ediciones Morata, S.L
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19 Es paradigmtico, especialmente en la Espaa de los aos ochenta, el ejemplo que nos ofre
ce Flix ORTEGA (1994) sobre los yuppies: "Un orden tan poco racional como ste, sin embargo, pre
tende erigirse en marco de referencia social, y lo consigue. Sus virtudes, esto es: la falta de atributos
y competencia, son las que se difunden a travs del tejido social. Sus protagonistas, tiburones de la
especulacin, son los hroes de la moderna farsa".
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tamente con los modelos difundidos por la publicidad. En cualquier caso, como
en el resto de los intercambios mercantiles, la satisfaccin se encuentra seriamen
te comprometida al situarse en objetos o estados efmeros y superficiales que
slo se poseen por su valor de cambio. La carrera loca por tener conduce inevita
blemente a la insatisfaccin del ser.
- La emergencia y consolidacin de los movimientos alternativos. Tal vez
una de las manifestaciones ms reconfortantes de la pluralidad y tolerancia que
conviven no sin dificultades en el escenario eclctico de la cultura social post
moderna es la emergencia de los movimientos alternativos, entre los que cabe
destacar el feminismo y el ecologismo.
La transformacin lenta pero irreversible de la condicin social de la mujer y
la redefinicin de su papel en la familia y en la comunidad es, en mi opinin,
uno de los fenmenos ms alentadores y de repercusiones todava incalcula
bles de las transformaciones sufridas en el presente siglo. La incorporacin de
la mujer al mundo laboral y su irresistible aunque lenta irrupcin en la vida pbli
ca de la cultura, la economa y la poltica, est provocando modificaciones sus
tanciales en la vida cotidiana de la familia y del resto de las instituciones socia
les. Es evidente que la mujer est sufriendo incluso de modo ms abrumador
que el hombre, su utilizacin como mercanca, zarandeada su individualidad y
su identidad por las exigencias inmisericordes de la economa de libre mercado.
Es probable tambin que, junto con los desfavorecidos, sea la primera vctima
de la exclusin cuando la competitividad impone "ajustes de caballo" al estado
del bienestar que favorecan las polticas socialdemcratas. No conviene olvidar
que, aun manteniendo una orientacin asistencial, las polticas socialdemcra
tas alcanzaban a proteger, ms en la teora que en la prctica, los derechos de
la mujer. No obstante, y a pesar del desplome del estado de bienestar y de la
desigualdad que impone la economa mercantil, su flexibilidad, pluralidad, provi
sionalidad e incertidumbre descubren algunos resquicios, abren espacios a la
incorporacin y desenvolvimiento social de la mujer que las culturas autoritarias
y fundamentalistas tenan perfectamente bloqueados.
De modo similar, la sensibilidad ecolgica, la conciencia de los lmites del
desarrollo, y la necesidad de frenar el deterioro que la economa incontrolada
est imponiendo en la naturaleza, pueden suponer, sin duda, importantes resis
tencias colectivas que actan como control de las pretensiones desmedidas e
insaciables de la economa del libre mercado al servicio de la rentabilidad. El
desarrollo armnico y sostenido no es en modo alguno una preocupacin de la
economa especulativa y financiera, tampoco un componente sincero de las
polticas nacionales o internacionales al dictado de los requerimientos econmi
cos, se est manteniendo como la llama encendida por los movimientos margi
nales y alternativos que espolean la conciencia colectiva y presionan las polti
cas gubernamentales con sus atrevidas y consistentes iniciativas y resistencias.
En el col!age indiferente de la cultura e ideologa social postmoderna, al ser
vicio de la economa de libre mercado, es una fuente de esperanza la existencia
de movimientos alternativos que resisten el huracn de la rentabilidad y presen
tan iniciativas, opciones y compromisos, provisionales, parciales y experimenta
les que rompen la falsa indiferencia del eclecticismo acrtico y amoral, se pro
nuncian en favor de valores y de procedimientos para argumentar y decidir los
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1 Es necesario considerar, como plantea WILLIS (1990), que la escuela provoca fracaso escolar
por su carcter refractario a la cultura de origen de las capas ms marginadas y desfavorecidas,
pero que al mismo tiempo este efecto, en principio no deseado, puede ser un objetivo no confesado
que favorece la clasificacin y estratificacin social de la poblacin. El fracaso escolar orienta
"voluntariamente" a una parte importante de los jovenes ms desfavorecidos hacia el trabajo
manual, que se corresponde con las expectativas de su medio social.
Ediciones Morata, SL
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puesto que tal informacin est influyendo los comportamientos, las estructuras
o mecanismos sociales, los medios e instrumentos de intervencin, o el funcio
namiento complejo de las instituciones, para el individuo concreto el incremento
de informacin imposible de procesar provoca paralelamente el incremento de
la incertidumbre, la aleatoriedad, la ausencia de control y la angustia concomi
tan_
La complejidad de las redes sociales y sus mediaciones tecnolgicas
impiden predecir las consecuencias de los actos humanos y ms an de sus
intenciones. Las intrincadas redes de intercambio y la pluralidad de influencias
simultneas que se ejercen sobre los individuos y los grupos humanos provo
can la indeterminacin de las consecuencias y la imprevisibilidad d los efectos
llamados secundarios y colaterales, que frecuentemente condicionan los resul
tados de las acciones en tanta o mayor medida que los efectos pretendidos4.
En este sentido conviene recordar con LYOTARD (1992) que el incremento de
informaciones y el desarrollo de procedimientos de anlisis y medida cada vez
ms rigurosos, no suponen, como frecuentemente se pretende hacer creer, la
disminucin de la incertidumbre a la que se enfrenta el individuo en sus inter
pretaciones y actuaciones. Por el contrario suele suponer el incremento de posi
bilidades y alternativas, de informaciones y datos y la disminucin del control
por parte de los ciudadanos. La informacin slo favorece la autonoma y el
control cuando se integra en sistemas de pensamiento e interpretacin que
confieren sentido a los fragmentos y a los datos inconexos de la mltiple y cam
biante realidad (ELLIOTT, 1996). Al mismo tiempo conviene recordar que, como
veremos ms adelante, el incremento acelerado de la complejidad social plan
tea un reto de extraordinarias proporciones al desarrollo del conocimiento y de
las habilidades de tratamiento de la informacin, cada da ms abstracta y sofis
ticada, en las nuevas generaciones.r Cuando este conocimiento no se desarrolla
de manera anloga en los diferentes grupos sociales, las consecuencias de dis
criminacin son cada vez ms escandalosas porque, quienes no alcancen un
determinado nivel se encontrarn progresivamente excluidos tanto de la com
prensin como de la intervencin en los aspectos ms sustantivos de la vida
social y profesional de la comunidad.
- Por otra parte, los cambios acelerados en el flexible y fluido mercado labo
ral, as como las innovaciones permanentes en las mediaciones tecnolgicas,
estn provocando la movilidad incesante en las especializaciones laborales y
profesionales y la necesidad constante de reciclaje y formacin. 1 reto para el
sistema educativo y para la institucin escolar es de tal nturaleza que cuestio
na la estructura y funcionamiento tradicional de la misma. cmo preparar a las
nuevas generaciones para enfrentarse de manera relativamente autnoma, efi
caz y satisfactoria a la complejidad y variabilidad de las estructuras sociales,
4 Conviene recordar aqu la relacin entre complejidad, indeterminacin y azar (FERGUSON, ELS
TER y GIL CALVO). Como afirma GIL CALVO (1995, pg.100) " ... es aqu mismo, en las consecuencias
no intencionadas de los actos, donde mejor podemos reconocer la presencia del azar. De hecho,
hasta las definiciones coinciden casi: en un caso (el de las consecuencias no intencionadas), tene
mos resultados imprevistos; en el otro (el del azar), sucesos imprevisibles. De esta manera, la mayor
parte del continente del azar (que podemos tpicamente asociar con la parte sumergida del ice
berg} es un producto sin intencin: el conjunto de todos los resultados imprevistos (sea esta impre
visin atribuible a la ignorancia, a laTnexperiencia o a la irresponsabilidad) del comportamiento
humano.
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1.2. Enseanza pblica versus enseanza privada.Confrontacin y mestizaje de dos sistemas educativos
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Del mismo modo, ser necesario interpretar las propuestas polticas de cambio
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La cultura institucional
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146
"1. No asumas que tu versin del cambio es la nica que debe contemplar
se y desarrollarse. Por el contrario asume que uno de los propsitos fuhdamen
tales del cambio es el enriquecimiento de tu perspectiva mediante el contraste
con las perspectivas de los dems.
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2. Asume que toda innovacin educativa requiere que cada individuo trabaje
desde y sobre sus propias concepciones. Por ello, el cambio significativo y rele
vante siempre implica un cierto grado de incertidumbre y ambigedad acerca
del significado del cambio para cada una de las personas intervinientes.
3. Asume que el conflicto y el desacuerdo no slo son inevitables sino inclu
so fundamentales para el xito del cambio educativo. Puesto que cada grupo
de individuos poseen mltiples perspectivas, cada intento de cambio ha de pro
vocar necesariamente alguna forma de conflicto.
4. Asume que la gente necesita presin para cambiar (incluso en la direc
cin que ellos desean), pero tal presin solamente ser eficaz cuando permite a
la gente reaccionar para formar su propia posicin, interactuar con otros y con
seguir apoyo.
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La cultura institucional
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Teniendo en cuenta la interesante propuesta de1GoooMAN (1992), conocer
las interacciones significativas que se producen consciente o incons
cientemente entre los individuos en una determinada institucin social como la
escuela, y que determinan sus modos de pensar, sentir y actuar, requiere un
esfuerzo por decodificar la realidad social que constituye dicha institucin. La
organizacin comportamental de los estudiantes, su agrupacin, la jerarqua
, escolar, la evaluacin de los docentes, el currculum, los ritos y costumbres de
la vida soCiaf en la escuela, las habilidades de los agentes implicados, las
expectativas de la comunidad social, las relaciones entre los docentes, las rela
ciones profesor-estudiante son caractersticas de la cultura escolar que condi
cionan y presionan el comportamiento de todos los implicados en la vida esco
lar. Comprender la vida de la escuela supone un propsito bien diferente y bas
tante ms complejo e incierto que pretender especificar los factores organizati
vos que determinan su funcionamiento eficaz.
2.1. La obsesin por la eficiencia en la institucin escolar.
El movimiento de las escuelas eficaces
:>
148
- Un sistema de control de los alumnos basado en las recompensas ms que en los castigos.
- Un clima participativo y amable, que responda a las necesidades sentidas por estudiantes y
docentes.
- La implicacin de los estudiantes, de modo que participen activamente en las actividades de la
clase y de la escuela.
- Claridad en los objetivos, los contenidos, los sistemas de trabajo y las formulas de evaluacin.
- Un comportamiento docente adecuado tanto a las exigencias acadmicas como a las buenas
interacciones sociales.
- Un proceso claro de gestin del aula y del centro, desde la planificacin de la actividad acadmi
ca al mantenimiento de la disciplina y la administracin de las recompensas.
- Capacidades de liderazgo combinadas con formas de participacin democrticas donde todos
los docentes se sientan representados.
En segundo lugar el de EDMONDS (1979) que se concreta en los siguientes cinco factores:
-
En tercer lugar, su expresin ms reciente, producida por el grupo de investigadores del lntituto de
Educacin de Londres dirigido por MoRTIMER y publicado en SAMMONS y cols. (1995) y que concretan
los factores que definen las escuelas eficaces en los once siguientes:
1) Liderazgo profesional y participativo.
2) Colegialidad y cooperacin en la asuncin conjunta de los propsitos y programas de actua
cin.
3) Atractivo contexto de aprendizaje.
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1 O)
11)
diantes.
Desarrollo de los docentes basado en la escuela como organizacin de aprendizaje.
4)
5)
6)
7)
8)
9)
Por ltimo, uno de los modelos de indicadores de escuelas eficaces ms utilizado es el desarrollado
por SCHEERENS ( 1992 y 1997), que pretende ofrecer una sntesis de la evidencia emprica acumula
da. Entre los factores comunes encontrados podemos destacar los siguientes :
1. Un compromiso con normas y metas claras y comunmente definidas.
Plar'lificacin en colaboracin, coparticipacin en la toma de decisiones y trabajo colegiado (de
2.
los docentes).
6.
7.
8.
9.
1 O.
escuela.
La elaboracin de un curricu/um cuidadosamente planificado y coordinado.
Un elevado nivel de implicacin y apoyo de los padres.
La bsqueda y reconocimiento de unos valores propios de la escuela que identifiquen la seas
de indentidad pedaggica del centro.
Focalizacin en los procesos de enseanza aprendizaje.
Apoyo activo y sustancial de la autoridad educativa.
Ediciones Morat,a, S.L
150
8 A este respecto es interesante el concepto de red que desarrolla TEDESCo (1995, pg. 158).
Afirma que "el concepto que puede permitir una nueva articulacin entre la autonoma de los esta
blecimientos y la necesaria cohesin entre ellos es el concepto de red (...) la caracterstica funda
mental de una red, en comparacin con los sistemas jerrquicos tradicionales, consiste en que
puede ser movilizada en funcin de las iniciativas de cada uno de los participantes y usuarios, y no
slo de la cpula, de su propietario o de su constructor. (...) la propuesta de la red aparece no como
una alternativa a la institucin, sino como una nueva forma de institucionalizar determinadas prcti
cas, donde el protagonismo principal se c6foca en manos de los usuarios".
9 Es interesante en este sentido recordar la crtica que hace REYNOLDS al movimiento de escue
las eficaces (1994) tanto por las importantes ausencias que se aprecian en los factores detectados,
como por su inevitable condicionamiento contextw:l por otros muchos factores internos y externos a
la institucin escolar:
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dos previstos, sino en el valor educativo de los procesos; que en la educacin como en cualquier
otro aspecto de la vida humana los fines no justifican los medios; que los medios didcticos no son
indiferentes, sino que al ser procesos sociales de intercambios de significados, cualquier mtodo
pedaggico est activando procesos individuales y colectivos cargados de valores, provocando
mltiples efectos primarios y secundarios, explcitos o tcitos, a corto, a medio y a largo plazo, en
modo alguno previsibles de forma mecnica; que debido al carcter creador del individuo y de los
grupos humanos, los procesos educativos cuanto ms ricos e interesantes son, ms imprevisibles
se vuelven los resultados; y que, por ltimo, _la evaluacin rigurosa y objetiva de los resultados inme
diatos y observables en educacin, no logra detectar sino una mnima.parte de los efectos reales de
los procesos educativos que se manifiestan de forma muy diversa, compleja y prolongada a travs
del tiempo.
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claro de las pretensiones educativas tal como aqu las hemos defendido. En los
fenmenos educativos, precisamente por su dimensin abierta y creadora, lo
verdaderamente significativo y relevante es la calidad de los procesos de inte
raccin entre individuos, ideas, experiencias y artefactos en un contexto social y
culturalmente facilitador y estimulante. Los resultados puntuales -el denomir;la
do rendimiento acadmico-, deben considerarse elementos parciales y provi
sionales de ese mismo largo y complejo proceso y como tal debe interpretarse
su valor y significacin. Por tanto, sin identificar y comprender las caractersti
cas, naturaleza y calidad del proceso de enseanza-aprendizaje particular no
puede en ningn caso interpretarse adecuadamente el valor der producto
puntual>
En definitiva, en la prctica educativa la decisin y la accin pedaggica
emergen de, y suponen, un ejercicio de prudente eleccin entre alternativas
morales (ELUOTT 1993; CARR, 1990; HAMILTON, 1994). La opcin tica es inevita
ble en la prctica educativa. A la postre siempre nos encontramos con la necesi
dad de elegir entre opciones en un escenario moralmente complejo y cargado
de dilemas y conflictos. La decisin pedaggica supone "un proceso en el que
la reflexin sobre la accin correcta (los medios) es inseparable de la reflexin
sobre sus finalidades morales" (ELLIOTT, 1996, pg. 218) As pues, la calidad de
la prctica educativa depende bsicamente de la calidad del juicio y de la deli
beracin reflexiva de los docentes en las aulas cuando toman decisiones, inter
vienen y evalan. Este elemento sustantivo es el que desaparece por arte de
magia o por intereses no confesados, en el enfoque de las escuelas eficaces.
En ltimo termino .la eficacia de las escuelas debemos contrastarla con las
finalidades y funciones que la sociedad en general y el proyecto educativo en
particular asignen a estas instituciones. En este aspecto no podemos sino cons
tatar la importante contradiccin que en la actualidad se est produciendo entre
las finalidades polticas que se le atribuyen a la escuela en las sociedades
democrticas (equidad, igualdad, solidaridad y desarrollo humano) y las exigen
cias del mercado laboral (excelencia, formacin vocacional, competitividad indi
vidual).
La cultura institucional
155
sobre dos centros escolares que ejemplifican dos formas bien diferentes de
configuracin organizativa y funcionamiento social, y que nos pueden ayudar a
discutir los elementos y redes de interacciones que constituyen la peculiaridild_
organizativa de la institucin escolar.
La primera institucin es un centro de Bachillerato que ejemplifica una forma
de organizacin claramente instrumental dentro de una institucin orientada a la
consecucin de fines definidos externamente. La institucin escolar no se conci
be aqu como un espacio de vida e intercambio sino como un instrumento
acadmico que cumple las funciones que le asigna el sistema: transmitir cono
cimientos y evaluar aprendizajes. Por ello, debe marcar claramente la diversidad
de contextos y las fronteras entre ellos: el contexto de la vida convencional exte
rior, y el contexto interior de las interacciones acadmicas, el contexto objetivo
de las disciplinas con sus contenidos y principios y el contexto de la vida perso
nal de los individuos. El xito de la funcin acadmica del centro reside preci
samente en la disociacin de tales contextos y en la impersonalizacin de la
experiencia.
La vida acadmica del centro escolar se vive como una organizacin objeti
va, externa, por encima de los individuos, un mecanismo asptico que facilita la
concentracin en las tareas acadmicas y que pretende evitar la interferencia de
contextos personales o sociales perturbadores. La participacin de los agentes
en la determinacin de los pormenores de la vida compartida no tiene la menor
importancia, puesto que no existe ese espacio de vida compartida sino la acep
tacin de un mecanismo simple y formal que regula los intercambios de forma
asptica y distribuye los espacios y los tiempos.
La institucin no considera que deba constr_llir ninguna identidad comunita
ria propia y diferenciada como resultado de la convivencia comn, sino la mni
ma estructura formal requerida para garantizar sin interferencias extraas el fun
cionamiento de los intercambios acadmicos previamente regulados. No pre
tende ejercer ninguna funcin socializadora sino la mera transmisin de conoci
mientos disciplinares, por lo que huelga la organizacin de otras experiencias y
otros espacios de convivencia informal distintos a las aulas como escenarios del
preestablecido intercambio acadmico. La misma organizacin del espacio y
del tiempo en las aulas se rige por rutinas estndar derivadas de una concep
cin lineal y mecnica del intercambio acadmico, concebido como transmisin
clara de contenidos informativos y evaluacin objetiva de rendimientos. Cuantas
menos interferencias personales, mayores garantas de objetividad y funciona
miento eficaz.
Por tanto, la bsqueda de la objetividad y la eficacia se apoya en la tendencia a detsocializar las relaciones e intercambios docentes y al incremento del
ntrol tcnico y burocrtico ejercido por la propia maquinaria de gestin. El
liderazgo personal no parece necesario ni siquiera conveniente pues puede
alterar con motivaciones personales el ritmo mecnico de normas y rutinas pre
establecidas.
En correspondencia con estos planteamientos instructivos y organizativos
se descubre en los estudiantes una visin del mundo social mediatizada por los
:ogros instrumentales. Lo importante es la significacin social y profesional de
os xitos en el rendimiento acadmico definido por el dominio de los conteni
jos informativos transmitidos en las disciplinas del currculum oficial. El xito
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Son interesantes al respecto los planteamientos de ulia
que ponen de mani
festo no slo la profundidad del fracaso y rechazo escolar en las instituciones escolares instrumen
tales de corte academicista," sino incluso la funcin social que cumple el fracaso escolar al preparar
la aceptacin voluntaria de la divisin del trabajo en funcin de las clases sociales.
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3. La cultura docente
"El aula es el santuario de los profesores. El carcter sacrosanto del aula es un
elem.
central de la cultura escolar que es preservada y protegida a travs del ais
lamiento del profesor y la vacilacin de padres, administradores y compaeros en el
intento de violarla... el aislamiento se vincula a la autonoma en la mente de los pro
fesores. En la cultura de la escuela se mantienen aquellos aspectos que se pueden
considerar menos educativos: la dependencia de la opinin de expertos externos, la
inseguridad, la incapacidad para adoptar riesgos pblicos, la negacin de intereses
personales vinculada al incremento de la alineacin del trabajo, la utilizacin ambi
gua del aislamiento como mscara de autonoma, la supresin de las emociones, la
desconfianza de otros profesors, la tendencia estrecha a concentrarse exclusi
vamente en los medios, negando la discusin de los objetivos educativos.. "
{BULLOUGH, 1987, pg. 92).
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clsica, para acceder a una estructura de mayor colaboracin, exigida por las
transformaciones econmicas y sociales de la sociedad postmoderna, y en par
ticular de los sistemas actuales de organizacin eficiente, ha desencadenado la
estrategia omnipresente y compulsiva en todas las reformas educativas de
fomentar y exigir la colaboracin, al menos formal o procedimental, de los
docentes. En el mejor de los casos la colegialidad burocrtica puede conside
rarse un paso previo y muchas veces imprescindible para provocar la deseada
transicin hacia la colaboracin. En sus formas ms desdeables, la colegian
dad burocrtica supone una imposicin sin sentido que se acepta slo como
prescripcin autoritaria, que acumula actuaciones artificiales con el nico
propsito de rellenar papeles o cumplir expedientes sin la menor incidencia en
la modificacin de la prctica, o peor an, provocando el rechazo y quemando
las posibilidades de construir procesos espontneos de cooperacin deseada.
Puede incluso convertirse en un instrumento de dominacin y control de las
minoras divergentes y contestatarias, imponiendo como correcto un pen
samiento homogneo que impide la discrepancia, la contestacin y la originali
dad. La obsesin por alcanzar un pensamiento grupal que acompaa a muclla_
experiencias de colegialidad forzada y artificial puede fcilmente provocar la
imposicin autoritaria de una nica ideologa pedaggica que ahoga la diversi
dad y la creacin de alternativas imaginativas en la confrontacin de problemas
educativos. En estos casos, ms que un paso deficiente y provisional se con' vierte en un obstculo a la emergencia de autnticas formas de innovacin coo
perativa en educacin. Vuelve a aparecer el pertinaz dilema, el difcil equilibrio
entre la potenciacin de los individuos como sujetos de educacin y de actua
cin social y las exigencias de la colectividad institucional.
Este carcter burocrtico de la vida en la escuela, impregna de forma soterrada
y explcita las tareas, actividades y sobre todo las interacciones. Como en toda ins
titucin social, el establecimiento en la escuela de procedimientos formales para
ordenar la vida colectiva es sin duda un estimable avance sobre la vigencia arbitra
ria y caprichosa de los intereses o exigencias de los ms poderosos. No obstante,
cuando en la vida escolar se empiezan a valorar los procedimientos independien
temente de su contenido y de su virtualidad educativa, las tareas de los profesores
y alumnos pierden su sentido vital y se convierten en meros instrumentos formales
para cubrir las apariencias. Es necesario tener en cuenta que iniciativas y activida
des que manifiestan riqueza antropolgica en sus respectivos contextos originales,
frecuente y fcilmente se convierten en meras rutinas formales cuando se trasladan
al escenario !'!SColar. Parece como si la propia estructura artificial y la finalidad
acadmica de la escuela congelara la vida de cuanto se desarrolla en ella. La vida
se convierte en simulacro al servicio del xito acadmico en la superacin de las
evaluaciones. Baste como botn de muestra la reciente elaboracin burocrtica,
. en la mayora de los centros espaoles, de los proyectos curriculares, demanda
dos por la Administracin. Creo sinceramente que en este aspecto aunque la reali
dad es muy desigual, la obligacin de realizar a plazo fijo y por imperativo legal el
proyecto curricular en todos los centros ha provocado en muchos casos una impli
cacin meramente burocrtica y ficticia del profesorado, que se traduce en una
simple faena de alio que en nada afecta a la mejora de la calidad de la prctica.
En otros casos ha estimulado un proceso de discusin forzada cuyos resultados
son realmente inciertos; y en otros, los menos, ha permitido un marco legal para
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inmediata, sino un proceso colectivo y reflexivo que requiere su tiempo y sus eta
pas, los efectos de la intensificacin pueden modularse y aliviarse en parte por la
cobertura del grupo de compaeros y por la legitimacin del proceso reflexivo.
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17 En este sentido es interesante el anlisis que hace HARGREAVES (1994) del tiempo escolar dis
tinguiendo entre dos percepciones claramente diferenciadas y con repercusiones importantes desde
el punto de vista educativo: la monocrnica y la policrnica. "De acuerdo con Hall, las personas que
operan dentro de un marco de tiempo monocrnico se concentran en hacer una cosa al mismo tiem
po en secuencias sucesivas de tareas que tienen sentido en s mismas con independencia del con
texto. Por comparacin, dentro de una perspectiva policrnica del tiempo, la gente se concentra en
hacer varias cosas combinadas en el mismo tiempo. Existe una elevada sensibilidad al contexto as
como a la implicacin de las circunstancias intervinientes. Las relaciones dominan sobre las cosas. El
tiempo policrnico se orienta ms a las personas que a las tareas y es ms fcil encontrarlo en las
organizaciones ms pequeas y personalizadas, ms entre las mujeres que entre los hombres ( . ..) y
tal vez, lo ms importante, es que la concepcin monocrnica del tiempo deshumaniza la organiza
cin en aspectos fundamentales, alienando a los miembros al restringir la sensibilidad ante las rela
ciones y ante el contexto" (pg. 103). Es curioso detectar que, aunque los docentes perciben la vida
del aula como policrnica, intentan su reduccin a las dimensiones monocrnicas porque parecen
ms manejables y se acomodan mejor a las exigencias administrativas.
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fesional del docente parece tener ms que ver con rutinas, hbitos, intuiciones e
ideas tcitas (que se aplican de forma mecnica una vez aprendidas y domina
das, como estudiantes o como docentes, en el largo proceso de socializacin
profesional en la cultura de la escuela), que con conocimiento experto derivado
de la investigacin.
Por ello, gran parte de los intentos clsicos o neoclsicos de reinventar y
fortalecer el espritu profesional de los docentes19 se han encaminado a encon
trar y definir el cuerpo de conocimientos fundamentales para la enseanza, que
SHULMAN (1989) sintetiza como una codificada agregacin de conocimientos,
habilidades, interpretaciones y tecnologa, de disposiciones ticas y responsabi
lidades colectivas as como de medios para su representacin.
Podemos decir, que esta forma clsica de concebir la profesin docente,
como adaptacin peculiar del modelo de las profesiones liberales, ha respondi
do a las exigencias de una organizacin econmica y social tpica de la poca
moderna, dominada por las economas industriales de escala, la divisin del tra
bajo y la especializacin de tareas, propias del modelo fordista. Los docentes
han sido considerados como trabajadores burocrticos en el desarrollo de un
servicio pblico de relevancia capital para el funcionamiento econmico, poltico
y social de la comunidad. En este esquema y dentro de un perodo de bonanza
de la economa, orientada a la consecucin del bienestar social, tanto el sistema
educativo, en tanto que servicio pblico, como el docente, han ido Conquistan
po parcelas de autonoma y condiciones de mayor calidad. Independientemente
de las crticas justificadas y que a continuacin debatiremos, el movimiento de
desarrollo profesional del docente durante gran parte de la segunda mitad del
siglo XX debe considerarse un movimiento positivo para la dignificacin de la
prctica docente. Se ha ampliado la concepcin de su responsabilidad profesio
nal, desde la mera funcin de instruccin y control en el aula a la atencin a la
diversidad de personas y contextos para favorecer el aprendizaje y desarrollo
real de cada alumno. La profesin docente, al menos tericamente, ya no
puede reducirse al conocimiento de la disciplina y al control de los resultados.
Se acepta como una evidencia que el conocimiento profesional del docente es
preisamente el dominio del mtodo de enseanza y de la regulacin de los
intercambios entre los individuos y de stos con el conocimiento, para provocar
el aprendizaje significativo. As pues, progresivamente se ha ido fortaleciendo la
cobertura institucional de la profesin docente. Los procesos de formacin y
perfeccionamiento han adquirido el status universitario, y en la mayora de los
pases desarrollados hasta el nivel de licenci'atura. La jornada laboral del do
cent y su remuneracin tambin han experimentado en estos pases una
importante revaloracin, y los movimientos reivindicativos de la colectividad de
los docentes se han orientado a la consecucin de unas condiciones dignas de
19 Para entender el tipo peculiar de actividad profesional de los docentes es interesante esta
blecer la distincin entre profesionalizacin y profesionalidad (ENGLUND, 1996). Se entiende la profe
sionalizacin como un proyecto sociolgico relacionado con la dignidad y status social de la profe
sin en el que se incluyen las condiciones de trabajo, el nivel de retribuciones y la consideracin
social de sus miembros, mientras que la profesionalidad se refiere a un proyecto pedaggico que
tiene que ver con la calidad interna de la enseanza como profesin, en el que los aspectos ticos y
epistemolgicos, tericos y prcticos, constituyen el eje sustancial.
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Para un tratamiento ms minucioso y matizado de este tema puede consultarse PREZ GMEZ
(1992a).
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Enfoque tcnico-academicista
A pesar de las diferencias que, tanto en la concepcin de la enseanza
como en la del profesor y los procesos de su formacin, existen entre la pers
pectiva tcnica y la perspectiva academicista, las presento formando un mismo
enfoque porque su explicacin sobre el desarrollo del conocimiento experto y
sus consecuencias en el desarrollo profesional del docente son a la postre con
vergentes; y porque en la tradicin de nuestro contexto espaol se han desarro
llado sin solucin de continuidad, formando una amalgama difcilmente disocia
ble. En ambas se establece una clara diferencia entre el conocimiento terico y
el conocimiento prctico imponindose una obvia subordinacin de ste a
aqul.
Desde la perspectiva tcnica, denominada por ScHN (1983) racionalidad
tcnica y por HABERMAS (1971) razn instrumental de la prctica social, la inter
vencin didctica debe reducirse a la eleccin y activacin de los medios nece
sarios para la consecucin de objetivos determinados desde fuera y a priori.
Los problemas que se plantean al maestro son problemas instrumentales; y por
tanto tcnicos, como aplicar los recursos y las estrategias necesarias para la
consecucin de los objetivos, que se le indican en el currculum oficial. El cono
cimiento experto se restringe al dominio del cmo actuar y se desarrolla como
derivacin ms o menos directa o lejana del conocimiento cientfico elaborado
por especialistas externos, y en si mismo es indiferente a la calidad de su apli
cacin prctica. De las teoras organizadas en forma de leyes, que explican las
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A este respecto me parece interesante recordar el pensamiento de BEYER, (1987, pg. 29): "'El
rechazo de la racionalidad tecnolgica tambin implica importantes consecuencias polticas y socia
les, uno de los elementos de pensamiento tcnico y positivista es su defensa del conocimiento apro
piado, especializado, del experto aislado. Puesto que el conocimiento puede cuantificarse, acumular
se, la respuesta a un conjunto de problemas puede localizarse en un experto que ha adquirido ese
conocimiento.... EI rechazo de la racionalidad tecnolgica, lleva pues consigo, a la vez, la humaniza
cin y la democratizacin del conocimiento, as como una individual y grupal responsabilidad por la
accin'".
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ridad el hecho de que los juicios, decisiones y propuestas que hace el profesor
se derivan de su peculiar modo de interpretar su experiencia. Es obvio, por
tanto, que Piri entender su pensamiento y actuacin, no basta con identificar
los procesos formales y las estrategias de procesamiento de informacin o
toma de decisiones, y ser necesario calar en la red ideolgica de teoras y cre
encias que determinan el modo en que el profesor da sentido a su mundo en
general y a su prctica docente en particular.
El enfoque hermenutico-reflexivo22 parte del supuesto de que la enseanza
es una actividad compleja, que se desarrolla en escenarios singulares, cla
ramente determinada por el contexto, con resultados siempre en gran parte
imprevisibles y cargada de conflictos de valor que requieren pronunciamientos
ticos y polticos. Por ello, el docente debe concebirse como un artista, clnico e
intelectual que tiene que desarrollar su sabidura experiencia! y su creatividad
para afrontar las situaciones nicas, ambiguas, inciertas y conflictivas que confi
guran la vida del aula.
En realidad, el docente interviene en un medio ecolgico complejo (DOYLE,
1977, 1990), el centro y el aula; un escenario psicosocial vivo y cambiante, defi
nido por la interaccin simultnea de mltiples factores y condiciones. Dentro
de ese ecosistema complejo y cambiante se enfrenta a problemas de naturaleza
prioritariamente prctica, problemas de definicin y evolucin incierta y en gran
medida imprevisible, que no pueden resolverse mediante la aplicacin de una
regla tcnica o procedimiento, ni mediante recetas preestablecidas.
Por tanto, el conocimiento experto sobre situaciones en parte siempre sin
gulares y dependientes del contexto concreto espacial, temporal y psicosocial
donde se desarrollan debe ser pues un conocimiento en parte tambin siempre
emergente, elaborado en el propio escenario, incorporando los factores comu
nes y especficos que constituyen la situacin fluida y cambiante de la prctica.
No cabe esperar la pertinencia o adecuacin exacta de formulaciones explicati
vas y predictivas elaboradas desde fuera de dicho contexto, ni tampoco sera
lcito, desde una perspectiva epistemolgica, sucumbir a la inercia de las expli
caciones y propuestas transmitidas y mantenidas por la presin de los intereses
dominantes en la cultura social o escolar, toda vez que esta misma cultura es
un factor de influencia que requiere ser objeto de anlisis y consideracin para
comprender la naturaleza de los procesos educativos.
El conocimiento til y relevante, adecuado a esta concepcin de la prctica
educativa vincula necesariamente los dos trminos del dilema: la sensibilidad y
competencia experiencia! y la indagacin terica. El conocimiento emergente es
el resultado de la investigacin fluida y cotidiana sobre las peculiaridades singu
lares de la situacin concreta, utilizando como instrumentos y herramientas con
ceptuales, siempre provisionales, todo el bagaje intelectual que la experiencia
propia y ajena y el saber pblico de la ciencia, la cultura y las artes, pone a dis
posicin de la comunidad en cada poca histrica.
22 A pesar de los importantes matices que distinguen tendencias y posiciones diferentes dentro
de este plural y variado enfoque voy a considerar, para el presente propsito de clarificar el desarrollo profesional y el conocimiento experto, los elementos comunes y convergentes de las diferentes
alternativas del enfoque reflexivo y de la corriente de investigacin-accin: Fentermacher, Schon,
Elliott, Zeichner.
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miento habitual de las instituciones, por las formas de organizar la vida en los
centros y por las expectativas personales y profesionales.
Cmo provocar la reconstruccin del pensamiento pedaggico vulgar de
los docentes? cmo promover un aprendizaje donde las teoras puedan servir
como herramientas conceptuales para cuestionar las propias concepciones.
interpretar racionalmente la realidad y proyectar estrategias convincentes de
intervencin? El problema pedaggico en la formacin de los docentes no pare
ce situarse en la negacin o ignorancia de los presupuestos, valores, ideas y
hbitos adquiridos en la experiencia previa y fomentados por la cultura pedag
gica dominante, puesto que se han constituido en los esquemas subjetivos ms
significativos, poderosos y relevantes que utiliza el docente para dar sentido a
su comprensin y actuacin profesional, sino en la transformacin consciente
de los mismos, como consecuencia de prolongados y motivados procesos de
reflexin, debate y experimentacin en contextos reales.
La vida cotidiana de cualquier profesional prctico depende del conocimien
to tcito que activa y elabora durante su propia intervencin. El docente, bajo la
presin de las mltiples y simultneas demandas de la vida del aula, activa sus
recursos intelectuales en el ms amplio sentido de la palabra (conceptos,
teoras, creencias, datos, procedimientos y tcnicas) para elaborar un diagnsti
co rpido de la misma, valorar sus componentes, disear estrategias alternati
vas y prever, en lo posible, el curso futuro de los acontecimientos. La mayora
de estos recursos intelectuales que se activan en la accin son de carcter tci
to, implcito, y aunque pueden explicitarse y hacerse conscientes mediante un
ejercicio de metaanlisis, su eficacia consiste en su vinculacin a esquemas y
procedimientos de carcter semiautomtico, una vez consolidados en el pen
samiento del docente (ZEICHNER, 1987; CLANDININ y CONNELY, 1986).
Provocar la reconstruccin del pensamiento pedaggico vulgar implica
necesariamente un proceso de deconstruccin de los esquemas de pensamien
to y accin acrtica y empricamente consolidados. Es decir, se requiere remo
ver los obstculos epistemolgicos que desde la ideologa pedaggica domi
nante y desde la prctica socializadora de la escuela se han ido incorporando al
pensamiento, sentimiento y accin de los futuros docentes, hasta constituir su
ms o menos consciente, ms o menos tcito pensamiento pedaggico prcti
co: el conjunto de sus teoras y creencias implcitas.
Para comprender la compleja vida de la escuela y del aula, atendiendo de
forma prioritaria a los aspectos que reflejan los valores, ideas, expectativas y
conocimientos bsicos que determinan la conducta y el pensamiento de los que
participan en ella, GooDMAN (1992) propone analizar los mitos, rituales, perspec
tivas y modos de pensamiento, que se generan, establecen e intercambian en el
mbito de cada escuela.
Es interesante analizar las historias y los mitos23 de cada colectividad profe
sional como docentes y de sus concreciones en cada escuela, pues permiten la
R.
23 Segn
BARTHES (1964), los mitos son historias colectivas en las cuales se concede gran
importancia a ciertos aspectos, con la intencin de engrandecer algn acontecimiento real y as
condicionar las formas en que las personas ven el mundo y viven sus experiencias. Cuando las his
torias se repiten y se convierten en mitos de una colectividad empiezan a jugar un importante papel
en la determinacin de la vida social de dicho grupo.
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CAPTULO
IV
La cultura experiencial
"Es un grave error localizar la inteligencia en una sola cabeza. Existe tambin no
slo en tu particular repertorio de libros, diccionarios y notas, sino tambin en las
cabezas y en los hbitos de los amigos con los que interactas, incluso en lo que
socialmente has llegado a considerar como dado o incuestionable...Al entrar en la
comunidad se entra no slo en un conjunto de convicciones prcticas, sino en un
modo de ejercer la inteligencia" (BRUNER, 1996, pg. 154).
Entiendo por cultura experiencial la peculiar configuracin de significados y
comportamientos que los alumnos y alumnas de forma particular han elabora
do, inducidos por su contexto, en su vida previa y paralela a la escuela, median
te los intercambios "espontneos" con el medio familiar y social que ha rodeado
su existencia. La cultura del estudiante es el reflejo de la cultura social de su
comunidad, mediatizada por su experiencia biogrfica, estrechamente vinculada
al contexto.
La cultura experiencial del individuo es el reflejo incipiente de una cultura
local, construida a partir de aproximaciones empricas y aceptcciones sin elabo
rar crticamente. No obstante, y a pesar de estar constituida por esquemas de
pensamiento y accin fragmentarios, cargados de lagunas, insuficiencias, erro
res, contradicciones, mitos y prejuicios ..., es la plataforma cognitiva, afectiva y
comportamental sobre la que se asientan sus interpretaciones acerca de la rea
lida<;l, sus proyectos de intervencin en ella, sus hbitos sustantivos y sus com
portamientos cotidianos. Es obviamente una cultura poderosa para el individuo
porque ha sido generada a lo largo de su experiencia, constituye la base cogni
tiva de sus interpretaciones sobre los fenmenos naturales y sociales, y la arqui
tectura lgica de sus decisiones y actuaciones (BERNSTEIN, 1990b).
En definitiva, estudiar la cultura experiencial de los individuos es adentrar
nos en la identificacin de sus peculiares procesos evolutivos de construccin
de significados, de sus plataformas, estructuras o esquemas de pensamiento,
sentimiento y actuacin. As pues, el anlisis de la cultura experiencial nos intro
duce de lleno en el territorio de la psicologa evolutiva y de la microsociologa
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que nos pueden ofrecer los recursos conceptuales para entender tales proce
sos estrechamente ligados a la interaccin de cada individuo con las peculiari
dades de su escenario vital. Como veremos a continuacin, algunas elaboracio
nes tericas sobre el desarrollo psicolgico de los individuos me parecen
mucho ms adecuadas para entender la singularidad de la cultura experiencia!
de los individuos y son precisamente aquellas que en sus esquemas de inter
pretacin establecen la interaccin entre la cultura social y la incipiente cultura
individual como elemento indispensable de entendimiento del complejo e incier
to proceso de construccin individual de significados. Ser, pues, precisamente
en el complejo e incierto territorio de la interaccin biogrfica de cada sujeto
con su escenario vital donde situemos nuestro observatorio de anlisis para
intentar comprender los procesos de formacin de la cultura experiencia! de
cada individuo. Inevitablemente por razones metodolgicas me veo obligado a
distinguir dos polos, el subjetivo y el social, que se encuentran, como veremos,
ntimamente relacionados formando una unidad en la construccin de los signi
ficados individuales, grupales y colectivos.
de significados
Para el propsito del presente discurso: entender las caractersticas y proce
sos de formacin de la cultura experiencia! de los individuos, no es necesario
un recorrido exhaustivo por las principales corrientes tericas que explican de
forma diferente la ontognesis de los individuos humanos. Nos detendremos,
por el contrario, en el anlisis crtico de las posiciones constructivistas, con la
diversidad de sus matices y slo haremos referencia a las posiciones innatistas
y conductistas para entender los trminos del debate y la naturaleza compleja
de los fenmenos que abordamos. (Para un anlisis ms detallado de estas
posiciones puede consultarse: PREZ y ALMARAZ 1988.).
Desde la presentacin por Descartes del dualismo como cuerpo explicativo
de la realidad humana con sus dos "sustancias" constituyentes: res cogitans y
res extensa, tanto en filosofa como en epistemologa y especialmente en psico
loga se plantea con toda crudeza el problema de la relacin entre ambas. El
idealismo innatista y el materialismo mecanicista representan las dos respuestas
extremas, insuficientes a todas luces pues desvirtan la realidad al reducir a uno
de los elementos la complejidad de los fenmenos y experiencias humanas.
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tarias-, ciertamente exiguos, que le sirven para organizar sus primeras conduc
tas en orden a satisfacer sus necesidades en un contexto concreto. Al aplicar
tales conocimientos innatos o reflejos a los objetos y situaciones que encuentra
en la realidad, aprende las posibilidades y resistencias que stos ofrecen.
Aprende las cualidades o propiedades de los componentes concretos del esce
nario vital en el que se desenvuelve, y elabora los primeros esquemas o teoras
sobre la realidad y sobre sus estrategias ms adecuadas de intervencin. Los
conocimientos no estn pues en la realidad exterior, son construidos o bien por
la especie (conocimientos innatos), o bien por el individuo, (conocimientos
adquiridos individualmente). Cada sujeto, al actuar sobre la realidad, incorpora,
asimila y modifica, las peculiaridades y propiedades de dicha realidad dentro de
un esquema de interpretacin peculiar que construye como resultado del senti
do de su experiencia. Son estos esquemas internos de interpretacin los res
ponsables de las siguientes bsquedas, percepciones o explicaciones de los
prximos encuentros con el contexto exterior. En este proceso dialctico de
interaccin, Piaget considera que el primer movimiento del sujeto es su tenden
cia a asimilar, deformar si es preciso y forzar la estructura y el funcionamiento
de la realidad exterior para que encaje en sus propios esquemas de interpreta
cin anteriormente construidos. El conocimiento del sujeto no slo no es una
simple copia de la realidad, sino que en principio parece una imposicin terca y
tenaz de los esquemas internos previamente construidos y que han funcionado
con xito en la actividad adaptativa del individuo. El segundo movimiento, y
aqu Piaget se distancia de las posiciones idealistas o innatistas, es la tendencia
a la acomodacin, la necesidad de modificar los propios esquemas de interpre
tacin cuando la realidad, de forma insistente, rechaza la bondad o utilidad de
tal conocimiento. La integracin de ambos movimientos en un mismo proceso
dialctico constituye el carcter constructivo de los modos de pensar, sentir y
actuar de los sujetos humanos. Los individuos construyen tanto sus conoci
mientos e ideas sobre el mundo natural o social como sus propios instrumentos
y recursos de conocimiento.
No es ni ingenuo ni indiferente este desplazamiento del constructivismo pia
getiano hacia el polo interno en la explicacin del desarrollo. En primer lugar, es
esta insistencia en la importancia de la gnesis de las estructuras o esquemas
de conocimiento lo que nos permite entender mejor las peculiaridades del desa
rrollo de cada individuo. Es cierto que cada sujeto construye su cultura expe
riencia!, sus esquemas de pensamiento, sentimientos y conductas con los
materiales que el medio ofrece a sus actividades y experiencias, pero no es
menos cierto que cada uno los modula de manera singular y en cierto modo
irrepetible por las peculiaridades de su propio proceso biogrfico de encuen
tros, imaginaciones, fantasas, equilibrios, satisfacciones y frustraciones.
Conocer cmo cada individuo modula de manera singular la construccin de
sus representaciones y de sus capacidades para operar sobre la realidad es
clave para entender su desarrollo psicolgico.
En segundo lugar, la relativa primaca funcional de las estructuras internas,
autnticas responsables de los efectos que la realidad tienen sobre cada sujeto,
permite a Piaget identificar las condiciones de lo que puede entenderse como
desarrollo relativamente autnomo del conocimiento (aquel que se genera por
la actividad experiencia! y discursiva del sujeto) y distinguirlo con claridad del
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Constructivisto sociocultural
El constructivismo cultural (Vigostky, Wertch, Bruner, Rogoff, Cole) compar
te la premisa bsica de la interaccin activa entre la realidad y el sujeto en la
construccin de los conocimientos, sentimientos y conductas, pero prioriza, al
contrario que Piaget y la ciencia cognitiva, la importancia del polo social y cultu
ral en el desarrollo del psiquismo2. La mente humana se constituye y se realiza
al utilizar la cultura humana. La importancia del desarrollo de las capacidades
formales se encuentra siempre mediatizada por la orientacin, de los conteni
dos, intereses y actitudes del conocimiento. No existen, para el individuo, for
mas independientes de los contenidos, ni contenidos independientes del con
texto cultural. La especie humana se constituye como instancia cultural, y los
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3 BRUNER (1996) llega a proponer a este respecto que las habilidades de construccin narrativa,
as como la comprensin narrativa, son cruciales para construir nuestras vidas y para ubicarnos en
el amplio territorio de mundos posibles. "Solamente en el modo narrativo puede cada individuo
construir su propia identidad y encontrar un lugar en la propia cultura" (pg. 42).
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cognitiva y subjetividad
Tomando en consideracin el debate anterior, parece que uno de los aspec
tos ms relevantes para entender la formacin de la cultura experiencia! de
cada individuo es el anlisis de sus procesos de construccin de significados.
Son estos significados, en su ms amplia y diversificada consideracin, los res
ponsables de las formas de actuar, sentir y pensar, en definitiva, de la formacin
de la individualidad peculiar de cada sujeto, con su diferente grado de auto
noma, competencia y eficacia para situarse e intervenir en el contexto vital. En
el presente apartado analizar los factores, procesos, mecanismos y manifesta
ciones de este complejo proceso de construccin de la subjetividad.
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8 P RAWAn (1997) establece otra interesante agrupacin para referirse a estos mismos recursos
cognitivos en la construccin de significados. Analiza la formacin de los mismos teniendo en cuen
ta tres categoras: base de conocimientos, estrategias y disposiciones. A m me parece ms clarifi
cador ampliar dicha clasificacin para entender mejor el proceso evolutivo donde frecuentemente se
mezclan los conocimientos con las estrategias formales, dando lugar a categoras intermedias como
los guiones o las teoras.
9 GADNER (1993) considera que un guin "comprende la identificacin y ordenacin de aquellos
rasgos que se asocian facilmente con un acontecimiento actual. Por ejemplo, el guin para la fiesta
de cumpleaos de un nio al estilo americano incluye, como mnimo, la llegada de los invitados,
alguna actividad comn (tal como jugar a colgar la cola al burro), consumo de comida (como por
ejemplo pizza y el pastel de cumpleaos), el desenvolver los regalos, y cantar la cancin de cumple
aos feliz" {pg.78).
10 M. J. RODRIGO distingue los siguientes elementos constitutivos de los guiones: por ejemplo en
el guin referente a la comida en un restaturante, Objetos (mesas, men, comidas...) roles (camare
ro, cliente ...) , condiciones desencadenantes (estar hambriento . .), resultados (estar saciado, tener
menos dinero ... ) y sobre todo las acciones (comer, traer, llevar, pagar...)
,
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das e inadaptadas a los inevitables cambios del entorno vital y de las interaccio
nes personales. En consecuencia, el desarrollo, personal requiere necesariamen
te un delicado y mvil equilibrio entre la consolidacin de guiones y la supera
cin de los mismos, de modo que los primeros esquemas se vuelvan ms com
plejos, se inunden de matices especificadores, e incluso se transformen al ado:r
tar una nueva filosofa interpretativa. En definitiva, como veremos a continuacin,
la evolucin cognitiva exige que se conviertan en estrategias conscientes y en
teoras prcticas.
Este trnsito a la madurez significa la apertura a la flexibilidad, riqueza y
diversidad de esquemas y rutinas, que, aun siendo automticas, se configuran
como instrumentos polivalentes al servicio de la gestin inteligente de la con
ducta individual. Este espacio de diversidad, flexibilidad, curiosidad intelectual y
tolerancia no existe de la misma manera en las diferentes culturas humanas, en
los diversos grupos sociales ni en los distintos escenarios vitales que atraviesa
cada individuo. Por ello, la cultura experiencia! cargada de rutinas y guiones
que en parte subsisten inconscientes y subterrneos hasta la edad adulta, algu
nas incluso durante toda la vida11, se nutre de los rasgos y peculiaridades que
configuran los esquemas de comportamientos de la cultura cercana que rodea
la vida de cada uno. Una vez ms llegamos a la conclusin de que son estos
esquemas colectivos as como el modo peculiar de su interiorizacin individual,
los que deben ser estudiados minuciosamente para comprender la virtualidad
de cada forma concreta y personal de elaborar la cultura experiencia!.
La formacin de conceptos
Como he planteado en el punto anterior, los guiones son esquemas de proce
dimiento que se gestionan y componen de unidades ms simples denominadas
conceptos o categoras. El sentido de los guiones en gran parte se configura en
virtud del sentido y potencialidad cognitiva de los conceptos que manejan. Por
tanto la formacin de conceptos o categoras es una parcela imprescindible del
anlisis de la formacin de la cultura experiencia! diferenciada de los individuos.
Un concepto o categora es una agrupacin de objetos, situaciones o perso
nas diferentes en clases integradoras, de modo que el individuo interpreta y res
ponde a cada uno de ellos en funcin no de su singularidad sino de su perte
nencia a dicha categora en su mayor parte homognea. Conviene destacar que
las categoras son construcciones o invenciones, no existen en el entorno sino
que las elaboramos en la mente individual y en la mente colectiva: la cultura.
Los objetos, personas o sucesos manifiestan mltiples rasgos observables o
11En el mismo trabajo, GADNER (1993) plantea que 'la mente del nio de cinco aos est atesta
da de guiones prcticos muchos de los cuales se utilizarn durante las dcadas por venir. Si es
posible que otros aspectos del conocer y del comprender declinen algo con la edad, la capacidad
para utilizar guiones demuestra ser extraordinariamente potente, incluso sobreviviendo a lesiones
importantes del cerebro. En realidad, los individuos ms viejos son un virtual depsito de guiones
que pueden ser invocados para ayudar a tratar situaciones que pueden resultar familiares a los jve
nes ciudadanos. Por lo menos parte del saber puede implicar una rica provisin de guiones a los
que el individuo es capaz de recurrir y desplegar de un modo apropiado. En la senilidad los guiones
son simplemente enumerados y repetidos sin referencia al contexto.
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inferibles, de entre los cuales las culturas y los individuos seleccionan algunos y
desprecian otros para elaborar sus agrupaciones conceptuales.
Como plantea BRUNER (1978), los individuos humanos hacen frente a la
complejidad de estmulos agrupndolos en virtud de unos rasgos caractersti
cos que le parecen fundamentales. Estos criterios de discriminacin o discer
nimiento que se denominan atributos de criterio estn fuertemente influenciados
tanto por la cultura de la comunidad como por las propias capacidades y limita
ciones del individuo en su desarrollo evolutivo. Al mismo tiempo cabe afirmar
que los individuos humanos utilizan diferentes atributos de criterio como base
para su categorizacin en funcin del contexto, la experiencia y la intencionali
dad o los intereses y propsitos de su actuacin en cada momento y que
Bruner los agrupa en tres grandes clases de categoras: afectivas, funcionales y
formales12.
Solamente la categorizacin formal requiere el distanciamiento de los pro
pios intereses y propsitos, orientndose hacia una bsqueda de atributos de
criterio intrnsecos al propio objeto, que puedan ser admitidos como atributos
definitorios de los objetos, personas o situaciones, independientemente del
contexto y de la persona que elabora las categoras. Es conveniente recordar
que la categorizacin formal puede detenerse en aspectos superficiales y exter
nos o puede llegar a identificar elementos sustantivos como atributos de criterio.
Puede decirse, en este ltimo caso, que tal pretensin se asemeja bastante al
procedimiento de bsqueda cientfica de la naturaleza y de las propiedades
intrnsecas de los objetos. La mayora de los conceptos y categoras que utiliza
el individuo en su cultura experiencia! pertenecen a las categoras afectivas y
funcionales, de modo que sus atributos de criterio no coinciden con los criterios
cientficos sino con los criterios culturales que se muestran eficaces en la prcti
ca, dentro del grupo social de referencia.
Ahora bien, como hemos visto a lo largo de este libro y con especial nfasis
en el Capitulo Primero, la realidad social no se deja categorizar tan fcilmente y
presenta de forma permanente retos a la formalizacin13 Los individuos, grupos
y acciones humanas tienen tantos puntos en comn como aspectos diferencia
dores y singulares que solamente se pueden captar con cierta propiedad y pro
fundidad analizando la intencionalidad y el contexto. Cuando se olvida este
aspecto singular e irrepetible de cada realidad humana, los esfuerzos de simpli
ficacin que se encuentran en todo intento de categorizacin producen la fosili
zacin de estereotipos y la intervencin dogmtica e irrespetuosa, objetivando
tanto a los comportamientos como a las personas.
Adems de irrespetuosa moralmente, esta actitud o tendencia es insuficien
te y, por tanto errnea desde el punto de vista cognitivo, puesto que no puede
12
Para BRUNER (1978) la categorizacin afectiva establece el agrupamiento de objetos, perso
nas o situaciones en virtud de la similitud de las respuestas o reacciones afectivas que evocan. La
funcional establece el agrupamiento en virtud de la similitud de uso que pueden desempear dife
rentes objetos, personas o situaciones. Sin embargo, la categorizacin formal se distancia del suje
to, apelando a la similitud lgica, intrnseca de las propiedades o atributos requeridos para la perte
nencia a dicha clase.
13
Conviene aqu recordar la importancia que han adquirido en la actualidad las posiciones te
ricas hermenuticas y aquellas que defienden la relevancia de los conjuntos borrosos, tipos de con
ceptos cuyos lmites no pueden precisarse si queremos que abarque la riqueza semntica de los
elementos que lo componen.
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estimulador e incluso educativo del medio ambiente que rodea la vida de cada
individuo. Son bastante especficas al contexto, a la intencionalidad y al conteni
do (CaLE, 1997). Solamente los contextos con interacciones culturales con un
elevado nivel de desarrollo inducen y facilitan la formacin de estas estrategias,
superando el predominio de las rutinas y estrategias mecnicas y circulares, de
nivel inferior, que se alojan en la proliferacin de guiones que saturan la vida y
el comportamiento de los individuos y grupos humanos. Como afirma WHITE
(1997): "puesto que los procesos mentales superiores son formados por la cul
tura, difieren de una sociedad a otra" (p. xii).
A pesar del nivel cognitivo superior de estas estrategias, no cabe olvidar que
los movimientos y recursos heursticos de los individuos se encuentran profun
damente motivados y modulados por inevitables intereses y disposiciones emo
tivas, intencionales, en virtud de los intereses que cada sujeto se propone satis
facer en cada situacin. Por tanto, el anlisis de la formacin de la cultura expe
riencia! de los individuos debe integrar la emergencia de sus estrategias cogniti
vas en estricta concomitancia con las actitudes, intereses e intencionalidades
que gobiernan sus movimientos vitales.
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bilidad personal ante los xitos que ante los fracasos, y a la inversa, los nios
con baja autoestima se atribuyen los abundantes fracasos y atribuyen a los
dems sus escasos xitos. El escenario vital cercano y la calidad de las interac15 MAccosv, (1980) llega a concretar en los siguientes trminos las actitudes pr cticas de los
padres que se correlacionan con una elevada autoestima por parte de los nios y nias:
- Manifiestan con frecuencia el cario.
- Establecen reglas que mantienen y razonan de forma consistente, aunque con flexibilidad.
- Utilizan un tipo de disciplina no coercitivo.
- Mantienen una conducta democrtica, estimulando las opiniones de los hijos y aceptando sus
razonamientos.
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Teoras prcticas
Como consecuencia de este desarrollo experiencia! de conceptos, disposi
ciones y estrategias, los individuos humanos van formando a la edad de 5 aos
incipientes conjuntos de creencias organizadas, cosmovisiones relativamente
estables que les sirven para orientarse en la realidad que viven. Este conjunto
organizado de ideas recibe la denominacin de teoras intuitivas o prcticas,
ideas implcitas (RODRIGO, 1995; SCHN, 1983, 1987; GOODMAN, 1992).
Para comprender las teoras o creencias prcticas, Goodman propone anali
zar los mitos, rituales, perspectivas y modos de pensamiento, que genera cada
individuo en su peculiar experiencia de interaccin con la cultura de su grupo
social, al interiorizar reconstruyendo las historias de su cultura.
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Los mitos, historias o relatos, segn BARTHES (1964), son historias colectivas
en las cuales se concede gran importancia a ciertos aspectos, con la intencin
de engrandecer algn acontecimiento real y as condicionar las formas en que
las personas ven el mundo y viven sus experiencias. Cuando las historias se
repiten y se convierten en mitos de una colectividad, empiezan a jugar un
importante papel en la determinacin de la vida social de dicho grupo y por
tanto de los individuos. Es interesante analizar las historias y los mitos de cada
grupo humano, pues permiten la identificacin de los valores y de las cosmovi
siones no explcitas sobre la vida, el individuo, la sociedad y los papeles de
cada uno en el contexto social. Los mitos y lugares comunes que se expresan a
travs de narraciones cumplen el papel de mantener y consolidar el statu quo
de cada comunidad social, y de excluir y deslegitimar los valores o comporta
mientos de los individuos o grupos disidentes.
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16 GADNER (1993) relata cmo Bertrand Rusell sealaba, en relacin a la naturaleza no intuitiva
de la teora de la relatividad, que, puesto que la vida cotidiana no nos enfrentaba con tales cuerpos
y tipos de movimiento tan rpido, la naturaleza, siempre econmica, educ al sentido comn solo a
nivel de las exigencias de la vida cotidiana. Lo macro y lo micro pertenecen a la ciencia, lo mes al
sentido comn.
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de la subjetividad
La relacin entre cultura, conocimiento e inteligencia es clave para entender
el proceso de construccin de la subjetividad, es decir de la construccin de
significados, actitudes y comportamientos subjetivos que identifican a cada indi
viduo. En la manera de concebir esta derivacin de la cultura a la inteligencia
pasando por el conocimiento, con sus movimientos de continuidad reproductiva
y discontinuidad creadora (es decir en la interiorizacin singular de la inteligen
cia y el conocimiento acumulado en las instituciones, artefactos, valores y rela
ciones del grupo social) se encuentra definido el modo de concebir el proyecto
de construirse como persona.
El concepto de inteligencia
. Desde la primaca de la psicometra, que se corresponde con el auge de la
ciencia cognitiva, el concepto de inteligencia se ha extrado de la metfora de
la computadora para expresar las caractersticas formales que adornan los pro
cesos y actividades de la mente humana. La inteligencia se concibe como la
capacidad de recibir informacin, elaborarla y producir respuestas eficaces. As
pues, la inteligencia es una capacidad que incluye una serie de procesos que
constituyen el proceder inteligente, es decir el proceder que permite el proce
samiento, almacenaje, organizacin, recuperacin y utilizacin de la informacin.
La teora del procesamiento humano de informacin y de la inteligencia artificial
ha desarrollado y sigue desarrollando importantes y tiles conocimientos cada
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una red semntica (MANDLER, 1985) o narrativa (BRUNER 1988, 1992) de concep
tos al servicio de los procesos de bsqueda que el individuo elabora para inter
pretar o intervenir en la realidad. Desde esa red organizada de significados, per
cibimos, atendemos, seleccionamos, decodificamos, evaluamos y planificamos.
La memoria individual es el combustible de la inteligencia como el conocimiento
y la informacin son el sustrato de la cultura inteligente. En la memoria se
encuentran organizados los contenidos y las formas que nos permiten una inter
pretacin significativa de las situaciones novedosas y una planificacin hbil e
intencional de la intervencin futura, y en este sentido debe interpretarse la her
mosa frase de MARINA: "la memoria no es tanto el almacn del pasado como la'
entrada al porvenir. No se ocupa de restos, sino de semillas" (1993, pg. 124).
Por ltimo me parece de enorme inters plantear la dimensin proyectiva o
creadora de la inteligencia humana porque, como ya hemos visto, es una de sus
peculiaridades ms especficas. La diferencia con respecto a la inteligencia com
putacional es que la inteligencia humana se autodetermina, es decir se autodiri
ge hacia unos fines, apoyndose en criterios y valores, y se proyecta hacia el
futuro teniendo en cuenta la realidad conocida y las posibilidades todava no
exploradas. Ni los fines, ni los valores emergen de la nada por arte de magia, son
la peculiar combinacin que cada individuo elabora desde la plataforma de expe
riencias y significados compartidos con las culturas prximas o lejanas.
Precisamente la memoria semntica y narrativa que cada individuo edifica en su
propia biografa, permite la asociacin y ca-implicacin generativa de experien
cias y significados cuyos fragmentos pueden vincularse de modo innovador, sin
respeto al espacio ni al tiempo ni a la configuracin real que los integr en el
pasado. La posibilidad de interaccin individual o grupal de estos fragmentos del
significado y de la experiencia propios y ajenos, actuales o pretritos, permite la
combinacin infinita y la aparicin de nuevas e inagotables posibilidades de con
figuracin de lo real. Esto es a mi entender la creacin, no el surgimiento de la
nada sino la emergencia de nuevas combinaciones inditas de ideas, sentimien
tos, estructuras, instituciones, artefactos, interacciones, valores...
La inteligencia humana desarrolla y ejerce la autodeterminacin cuando,
apoyndose en esta base inagotable de combinaciones novedosas de fragmen
tos de la cultura de la humanidad, se independiza del ciclo cerrado de depen
dencia biolgica entre los estmulos y las respuestas para satisfacer necesida
des primarias, y se proyecta para configurar una nueva realidad y en concreto
un singular e irrepetible modo de ser individual: la subjetividad. "El proyecto cre
ador definitivo de la inteligencia es la creacin de su propia subjetividad inteli
gente... No es la agilidad, ni la potencia, ni la rapidez de nuestras facultades lo
que nos define, sino el modo en que configuramos con ellas nuestra libertad"
(MARINA, 1993, pgs. 222, 227).
Ahora bien, en qu sentido y hacia dnde se dirige la creacin de la subjeti
vidad? Qu significan la libertad y la autonoma sin la referencia a la cultura
humana que ha construido progresivamente los elementos simblicos que la
definen? Una vez ms Jos Antonio Marina nos ofrece una salida que merece
nuestra reflexin. El proyecto individual de construir la subjetividad en libertad
puede considerarse racional cuando cada uno voluntariamente decide penetrar
en el mbito de los intercambios racionalmente contrastados con las evidencias
universales y con las argumentaciones libres y crticas del resto de los individuos
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Por ltimo, las reglas de criterio se refieren a las normas por las cuales el
individuo discrimina lo legtimo de lo ilegtimo en la vida social cotidiana. Del
mismo modo que en las reglas anteriores, la comunicacin se establece de
forma bien diferente cuando las reglas de criterio se explicitan o cuando se vuel
van tcitas. Es obvio que en la comunicacin familiar las reglas de criterio se
establecen de forma mucho ms explcita que en la comunicacin social o en la
comunicacin meditica. Aun as, la disolucin paulatina de la comunidad unifa
miliar completa segn los criterios tradicionales de la poca industrial, est pro
vocando la amplitud y el incremento de la laxitud de los criterios de demarca
cin de los comportamientos legtimos. Cuando los criterios son explcitos al
nio le inducen seguridad pues conoce con bastante precisin lo que se espera
de l y cul es el comportamiento deseado socialmente, lo que implica inevita
blemente una cierta restriccin y homogeneidad de posibilidades. Cuando, por
el contrario, los criterios son tcitos, el individuo goza de mayor libertad para
crear los suyos propios y para valorar de manera ms personal la bondad de las
conductas propias y ajenas. Al mismo tiempo, el carcter tcito o difuso implica
cierta inseguridad e incertidumbre y la necesidad de afrontar mayores cuotas de
riesgo para hacer frente a la indeterminacin del contexto.
Como puede verse en los argumentos anteriores, no existen criterios defini
tivos sobre la bondad antropolgica o educativa de unas u otras formas de esta
blecer las reglas de jerarqua, sucesin, ritmo y criterio en los contextos vitales
en los que se desarrolla el individuo. Es imprescindible adoptar una posicin
descriptiva y narrativa para entender la complejidad de combinaciones que se
pueden producir en la interferencia de dichas reglas en el espacio comunicativo
y rastrear los efectos mltiples y sutiles que ejercen en el desarrollo prolongado
de cada individuo o grupo social. La claridad, la apertura, el riesgo, la incerti
dumbre, la subordinacin o el anonimato... son todos factores con efectos ml
tiples y slo en la interaccin concreta en cada caso singular se puede indicar el
sentido prioritario de sus efectos principales.
Del mismo modo, es necesario recordar que cada escenario vital, social y
cultural presenta caractersticas bien delimitadas y diferentes con respecto a
estos factores o reglas, cuyos efectos son decisivos en la formacin de modos
de pensar, sentir y actuar de cada individuo. En definitiva, la estructura social
define, no de modo mecnico ni automtico, sino complejo y mltiple, la inci
dencia de los diferentes factores al establecer distintas relaciones entre la base
material del individuo, su escenario vital y su elaboracin simblica. Las tareas
materiales a las que el individuo humano se ha de dedicar desde su nacimiento
condicionan las construcciones simblicas en todas sus dimensiones: sintcti
ca, semntica y pragmtica. Por ello BERNSTEIN (1990b) aventura la hiptesis
general de que la modalidad de los cdigos simblicos que elabora cada indi
viduo (restringido o elaborado, concreto o abstracto, sencillo o complejo) se
encuentra en estrecha dependencia con las caractersticas de las actividades
materiales que tiene que realizar en su contexto social. As, afirma que: "cuanto
ms sencilla sea la divisin de trabajo y cuanto ms especfica y local sea la
relacin entre un agente y su base material, ms dirl=!cta ser la relacin entre
los significados y una base material especfica y mayor la probabilidad de una
orientacin de cdigo restringida. Por el contrario, cuanto ms compleja sea la
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divisin social del trabajo y menos especfica y local la relacin entre un agente
y su base material, ms indirecta ser la relacin entre los significados y una
base material especfica, y mayor la probabilidad de una orientacin de cdigo
elaborada" (pg. 29).
No debemos olvidar que el desarrollo vertiginoso del conocimiento, la facili
dad y velocidad en la transmisin de informaciones y la complejidad de las apli
caciones tecnolgicas a todos los mbitos de la vida cotidiana, requieren el
desarrollo de cdigos simblicos cada vez ms elaborados y complejos, y que
aquellos individuos que en su vida cotidiana y en su escenario social slo ela
boran orientaciones de cdigo restringido se encuentran abocados a la margi
nacin y dependencia, pues su cdigo restringido no les facilita la comprensin
y adaptacin a las situaciones complejas que utilizan cdigos elaborados y que
son las habituales en la esferas ms desarrolladas y privilegiadas de la sociedad
actual.
La comprensin ms completa de los procesos de formacin de la cultura
experiencia! de cada individuo requiere un desarrollo mayor de esquemas de
anlisis que pongan en relacin las caractersticas y procesos del contexto con
las formas, recursos y estrategias subjetivas de elaboracin de significados. La
propuesta de Bernstein muestra un interesante camino al abrir la posibilidad de
entender cmo las reglas que rigen la interaccin humana en cada contexto
influyen en la formacin de los recursos sintcticos, semnticos y pragmticos
de construccin de significados. Los desarrollos tericos de modelos de anli
sis de ambas dimensiones (individual/social) deben encontrarse para propiciar
la comprensin de la gnesis e identidad de cada cultura experiencia!.
De la exposicin de lneas de indagacin anteriormente ofrecidas puede
concluirse que el desarrollo de la cultura experiencia! de cada individuo es un
compendio singular de contenidos y formas, capacidades y sentimientos, actitu
des y conocimientos que se generan en la concreta y peculiar interaccin evolu
tiva de cada sujeto con las peculiaridades, presiones y posibilidades bien dife
rentes de cada escenario vital. Los elementos comunes que presionan la sociali
zacin se diversifican en cada contexto y se modulan adems en virtud de la
peculiar interaccin que por azar o por necesidad cada individuo establece con
su entorno .
CAPTULO V
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La lgica de las diferentes disciplinas debe situarse con claridad en la mente del
docente, pero no tiene por qu definir una nica secuencia lineal ni de ensean
za ni de aprendizaje. Lo verdaderamente importante es que los alumnos se
impliquen de forma activa e ilusionada en los campos del saber porque vivan un
escenario cultural que los impulsa y estimula. Por dnde empezar o continuar
es una cuestin subsidiaria, que depende del proceso de bsqueda compartida
segn las circunstancias, las personas y el contexto. El docente debe saber pro
vocar la bsqueda de forma que los ejes, factores y elementos fundamentales
aparezcan a su tiempo.
Cuando la estructura acadmica y social de la escuela ofrezca un contexto
de vida e interacciones, educativo en s mismo, por ser significativo y relevante,
y estar conectado con el contexto social, el aprendizaje como proceso de encuf
turacin podr conducir a la adquisicin de las herramientas conceptuales
necesarias para interpretar la realidad y tomar decisiones. En el aula y en la
escuela ha de vivirse una cultura convergente con la cultura social, de modo
que los conceptos de las disciplinas se demuestren instrumentos tiles para
comprender, interpretar y decidir sobre los problemas de la vida escolar y de la
vida social.
Pero vayamos por partes. El primer aspecto que conviene clarificar, para
entender el funcionamiento de la cultura acadmica es la propia funcin que
cumple la escuela en cada realidad social.
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sofa tanto respecto a los conocimientos como a los valores para ordenar el
intercambio humano y la gestin de los asuntos pblicos; si las certezas situa
cionales deben surgir de la bsqueda compartida, de argumentos apoyados en
la reflexin personal, en el contraste de pareceres y en la experimentacin y
evaluacin de proyectos democrticamente estimulados y controlados; si la
gestin de la vida pblica de modo que ampare la libertad individual, garantice
la igualdad de oportunidades y proteja las manifestaciones diferenciales y las
propuestas minoritarias, ha de ser el resultado del consenso, de la participacin
democrtica, informada y reflexiva de los componentes de la comunidad social,
la emergencia y fortalecimiento del sujeto se sita como el objetivo prioritario
de la prctica educativa. El nfasis no debe, por tanto, situarse ni en la asimila
cin de la cultura privilegiada, sus conocimientos y sus mtodos, ni en la prepa
racin para las exigencias del mundo del trabajo o para el encaje en el proyecto
histrico colectivo, sino en el enriquecimiento del individuo, constituido como
sujeto de sus experiencias, pensamientos, deseos y afectos. Como afirma MIRET
MAGDALENA (1996, pg. 14): "educar no es convertir al nio, al adolescente y al
joven en un almacn de datos, sino dar al ser humano el poder de autogober
narse racionalmente, para no creer sin pruebas". Toda vez que tal enriqueci
miento del sujeto requiere estructuras democrticas que favorezcan y estimulen
los intercambios culturales ms diversificados, la reivindicacin del sujeto supo
ne a la vez la defensa de la libertad personal y el desarrollo de la comunidad.
El desarrollo de la subjetivacin como objetivo prioritario de la escuela post
moderna no significa la sustitucin de la cultura experiencia!, arraigada en la
cultura de masas de la condicin postmoderna, cargada presumiblemente de
errores y tendencias contradictorias, por la cultura privilegiada y culta de los
intelectuales, ni siquiera su yuxtaposicin acadmica. Supone, a mi entender,
sumergirse sin complejos elitistas en las peculiaridades y determinaciones de la
cultura de masas asimilada y reelaborada por el individuo, para provocar su
contraste, la reflexin del sujeto sobre s mismo y facilitar su reconstruccin cre
adora. Que la cultura crtica, privilegiada, se utilice ahora como la mejor herra
mienta para ampliar los horizontes reducidos del pensar, sentir y actuar y para
estimular el contraste es bien diferente de proponerla como el objetivo y fin de
la escuela. Por otra parte, facilitar la transicin en la escuela del individuo en
sujeto no es una tarea al alcance del mero aprendizaje acadmico de las disci
plinas, requiere la vivencia consciente rica y compleja, a veces placentera y fre
cuentemente polmica, de la cultura. Significa reproducir y recrear con los
materiales vulgares y cultos que ahora se ponen en tensin en el individuo y en
el grupo.
La escuela postmoderna debe superar la ruptura clsica que estableci la
modernidad entre la razn y el sujeto, ampliando el sentido de lo racional para
incluir la complejidad y multiplicidad, la ambigedad e incertidumbre del pen
samiento y la cultura humana, y proponer su utilizacin, no para orientar la his
toria, o la produccin econmica, por ejemplo, al margen y por encima de los
individuos, sino como instrumento inmejorable para provocar la subjetivacin, la
emergencia del sujeto capaz de convertirse en agente consciente de interpreta
cin, creacin y transformacin. La razn dentro del individuo para convertirse
en sujeto crtico de sus propias elaboraciones y conductas. La razn dentro de
la comunidad, como instrumento y a la vez producto de los intercambios, para
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RODRIGO (1994, pg. 10): "si lo que pretende el hombre de la calle no es descu
brir la verdad sino actuar eficazmente con su entorno, logrando una base esta
ble de conocimiento para la toma de decisiones y la accin, no tiene sentido
que cuente con procedimientos de investigacin complejos y exhaustivos para
elaborar sus teoras. Ms bien sigue procedimientos heursticos que le permiten
rentabilizar al mximo sus experiencias pasadas". As pues, la cultura experien
cia! del ciudadano se nutre de guiones, teoras implcitas y estrategias no sufi
cientemente teorizadas, criticadas y explicadas, pero que se han demostrado
eficaces en los contextos concretos de la prctica en funcin de los intereses
particulares de cada individuo o grupo social, que no siempre coinciden con las
preocupaciones por la verdad, la bondad y la belleza del conocimiento de la
cultura crtica.
Por otra parte, la complejidad, la apertura y la ambigedad son caractersti
cas del contexto pedaggico de reproduccin, lo que nosotros hemos denomi
nado la cultura acadmica, al ser un territorio intermedio, mediador y artificial
cuyos propsitos explcitos e implcitos se confunden y mezclan en funcin de
intereses polticos,,econmicos y sociales de cada comunidad en cada poca
histrica. En principio, la escuela, como contexto de reproduccin, se propone
provocar en los individuos en formacin la adquisicin de los conocimientos de
la cultura crtica, de modo que sustituyan los insuficientes y distorsionados, aun
que eficaces, conocimientos de la cultura experiencia!. Ahora bien, como hemos
visto anteriormente, son mltiples y contradictorias las funciones y finalidades
que puede cumplir la escuela bajo la presin de la economa o de la poltica y,
en consecuencia, son mltiples e incluso contradictorios los intereses y preocu
paciones que priman en la vida acadmica de la escuela en torno al desarrollo
del conocimiento en las nuevas generaciones. Por ello, sin atender al tipo de
funcin o finalidad que se establezca como prioritaria en el aula, escuela, o sis
tema educativo, no es posible establecer las peculiaridades del contexto
pedaggico de reproduccin que condicionan la emergencia del conocimiento
y su adquisicin por parte de los estudiantes.
No obstante, y como plantea BERNSTEIN (1990b), el contexto pedaggico
reproductor se ocupa de definir para cada comunidad y para cada poca el
conocimiento, las actitudes, los valores y el comportamiento que se consideran
social y epistemolgicamente legtimos. Y no importa la distancia real entre los
que producen el conocimiento (la cultura crtica) y quienes lo reproducen (la
cultura acadmica), frecuentemente el conocimiento legtimo para la mayora de
los individuos de las sociedades escolarizadas es el conocimiento que se repro
duce en la escuela y que en cierta medida es una compleja mezcla del conoci
miento definido por el curricu/um oficial (discurso pedaggico oficial, segn
Bernstein) y las interpretaciones autnomas o subordinadas de los docentes
(discurso pedaggico recontextualizador). La importancia del contexto repro
ductor reside en su capacidad para definir la legitimidad del conocimiento coti
diano, "quienes reproducen el conocimiento legtimo institucionalizan lo 'pensa
ble', mientras que quienes producen conocimiento legtimo institucionalizan lo
'impensable"' (BERNSTEIN, 1990b, pg. 270).
Al no tomar en consideracin esta diversificacin teleolgica y funcional del
contexto escolar, RODRIGO (1994) concluye que Los tipos de conocimiento
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del mercado. Esta divisin de las pedagogas visibles manifiesta una estrecha
relacin con la divisin social del trabajo: las pedagogas visibles orientadas al
saber (formacin acadmica) se dirigen a las clases favorecidas que se encami
nan a convertirse en la elite de la sociedad, las pedagogas visibles orientadas al
mercado (formacin profesional) se dirigen a las clases menos favorecidas que
constituirn la mano de obra no cultivada de las diferentes profesiones.
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dos intencionales. Las acciones narrativas implican estados intencionales. La comprensin narrativa
es hermenutica. Implica que ninguna historia tiene una nica interpretacin. No existe un procedi
miento racional para poder determinar la necesidad de una nica lectura como verdadera, ni mto
dos empricos para verificar la verdad de una nica lectura.
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dad y para estimular y desarrollar tanto el inters como la aptitud para la crea
cin. La dimensin artstica es una dimensin fundamental del quehacer huma
no, frecuentemente olvidada o postergada en el currculum escolar. En la confi
guracin actual del currculum de la enseanza obligatoria, los contenidos que
se refieren a la dimensin artstica, se encuentran, por lo general, academiza
dos, es decir, se limitan a un relato minucioso e interminable de la produccin
artstica, principalmente literaria, de la humanidad a lo largo de su historia, que
el estudiante debe aprender como un conocimiento ms que hay que memori
zar de forma ms o menos sufrida y esforzada. No es sta, evidentemente, la
forma en que la dimensin artstica del currculum puede facilitar la vivencia cul
tural creadora y provocar la reconstruccin de la cultura experiencia!.
En tercer lugar, la virtualidad poltico-moral se refiere al sentido que tienen
para el desarrollo del ser humano y para sus relaciones de convivencia, tanto
las representaciones cientficas y culturales como las instituciones y formas de
organizacin social que se han desarrollado a lo largo de la historia de la huma
nidad as como las que se encuentran vigentes en la actualidad. Los contenidos
del currculum han de ofrecer la posibilidad de conocer, debatir y valorar la bon
dad antropolgica de las mltiples y plurales formas de vida, de organizacin,
de produccin y de convivencia que la humanidad ha elaborado y experimenta
do a lo largo de la historia.
Los diferentes grupos humanos han buscado soluciones convergentes o
divergentes, en todo caso plurales, a las necesidades de produccin, distribu
cin y consumo, que han producido distinto grado de satisfaccin material y
espiritual a todos o a algunos de los miembros de la comunidad. La virtualidad
tico-poltica de los contenidos del currculum reside en la posibilidad de ofrecer
a las nuevas generaciones la oportunidad de analizar y debatir tanto el origen,
sentido, y consistencia de las alternativas experimentadas, como las vicisitudes
de su desarrollo y las consecuencias que acarrearon para el individuo y para la
comunidad. Los estudiantes deben tener la oportunidad de contrastar la riqueza
de soluciones propuestas por los ms variados grupos humanos en las ms
diversas circunstancias, as como de desarrollar el espritu de comprensin y
tolerancia requerido para entender las experiencias desde el sentido que tuvie
ron o tienen para aquellos que las viven: situarse en el lugar del otro y entender
desde su presumible estructura de ideas, valores y sentimientos. La apertura a
la pluralidad y el distanciamiento temporal y espacial de las formulaciones loca
les tienen la virtualidad de relativizar las propias costumbres y concepciones y
enriquecerse con las aportaciones ajenas. As, los patrones de conducta
y representacin que cada grupo humano considera naturales por ser los pro
pios de su comunidad se abren al escrutinio y al debate pblico para entender
mejor su sentido, sus posibilidades y sus limitaciones.
En este sentido es necesario que los contenidos del currculum ofrezcan la
posibilidad de pensar y repensar el sentido y valor antropolgico del mismo
desarrollo cientfico y de sus derivaciones tecnolgicas, as como de las formas
habituales de producir, distribuir y consumir, para cuestionar su compatibilidad
con la permanencia de la vida, el desarrollo sostenible de todos los pueblos, la
conservacin ecolgica del planeta y el respeto a los derechos humanos de
todos los individuos.
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sin. De igual modo, tampoco existen conocimientos libres del contexto cultural
donde se producen y reproducen. Los contenidos son la expresin del contexto
cultural y, por tanto, se muestran ms accesibles y relevantes para unos indivi
duos que para otros. La virtualidad psicopedaggica requiere este permanente
esfuerzo de adecuacin y de encuentro entre la cultura experiencia! del sujeto y
la cultura crtica del contexto cultural, o como dice Bernstein entre el contexto
de produccin cientfica y el contexto de utilizacin cotidiana. Este proceso que
se inicia en la seleccin de los contenidos en funcin de su virtualidad psicope
daggica pero que se extiende al resto de las decisiones que se toman en los
procesos de enseanza es lo que Bruner, Gadner, Brown y Bernstein denomi
nan el reto de la recontextualizacin del conocimiento en la escuela, y supone la
creacin de un escenario de vivencia cultural de tal riqueza que los contenidos
de la cultura crtica encuentran acomodo natural como herramientas de trabajo
habituales en los intercambios acadmicos.
Por ltimo, y como aspecto clave de la virtualidad psicopedaggica, no
cabe olvidar el significado y la importancia de la culturaQQY!ar_y dELrnasas.
Especialmente para los individuos de grupos sociales desfavorecidos, el des
precio acadmico en el aula de la cultura de masas en la que han crecido per
sonal e intelectualmente supone el rechazo de gran parte de su identidad indivi
dual y colectiva. Dicho desprecio y desconsideracin deja desnudas, sin conte
nidos y sin cdigos de entendimiento y expresin a una gran parte de la pobla
cin de estudiantes, precisamente a quienes ms necesitan la escuela para
comprender e intervenir en la compleja sociedad actual. La denominada cultura
popular o de masas ha de formar parte de los contenidos del curriculum como
puente, andamiaje y motivacin para el intercambio intelectual, como objeto de
disfrute tanto como de debate y crtica; en todo caso, como sustrato mental
de las vivencias de muchos de los estudiantes que componen el grupo de aula.
Por su parte, y para no perder su potencialidad educativa, /a organizacin
de /os contenidos del curriculum debe atender tambin a tres criterios bsicos:
la estructura lgica del conocimiento, la relevancia y complejidad de la realidad
que pretende representar y las caractersticas de la cultura experiencia! del
grupo de clase y de cada uno de los estudiantes.
La estructura lgica del conocimiento cientfico debe ser un criterio a consi
derar puesto que parece evidente para la mayora de los epistemlogos
(Popper, Lakatos, Schwab) que cada mbito disciplinar que pretende represen
tar un dominio diferente de la realidad dispone y se caracteriza por utilizar una
lgica peculiar, una sintaxis particular que especifica los mtodos de investiga
cin y la lgica de las relaciones entre los elementos, variables y ncleos sus
tantivos 'de la misma. Es decir, requieren lenguajes, cdigos, estrategias meto
dolgicas y sistemas lgicos, en parte diferentes y especficos. Por ello, para
garantizar la eficacia y la potencia del conocimiento, la secuencia de aprendiza
je debe respetar en cierto modo la estructura bsica fundamental de cada mbi
to o dominio del saber.
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4 Es interesante la sntesis que Inmaculada SERRANO nos ofrece, como resultado de su prolon
gada prctica, de las ideas de Freinet y los movimientos de renovacin pedaggica, en la estrategia
pedaggica denominada los "contratos de trabajo". Los contratos suponen la negociacin con cada
alumno de un contrato particular de trabajo durante un perodo determinado, donde se incluye su
aportacin al trabajo en grupo y en el colectivo de clase, en una estructura organizativa que compa
gina el trabajo individual, el trabajo grupal y el intercambio en asambleas del colectivo de aula. El
equilibrio de responsabilidades se explicita en las mltiples formas que ha de adoptar tanto en los
procesos de negociacin, realizacin y desarrollo como en los de auto y heteroevaluacin individual
y compartida.
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saje o mensajes que se intercambian por una parte y sobre las relaciones socia
les que se mantienen por medio de la comunicacin por otra.
El contexto fsico que se refiere tanto a la organizacin del espacio y del
tiempo, como a la-distribucin de los recursos, es un aspecto importante
del marco de la comunicacin pedaggica. Es fcil comprobar cmo la distribu
cin del espacio y la organizacin de los horarios escolares responden a una
concepcin tcnica o racionalista de la enseanza como transmisin del cono
cimiento disciplinar. Las aulas son espacios cerrados de recepcin con enor
mes dificultades fsicas para cualquier otra metodologa que no sea la transmi
sin magistral, la copia o trabajo individual y la evaluacin tambin individual.
Lo mismo ocurre con las escuelas como colecciones ordenadas de aulas y
espacios abiertos de recreo normalmente desregulado. Otro tanto puede decir
se de la distribucin del tiempo en horario generalmente fragmentado y ordena
do jerrquicamente por la supuesta importancia de las disciplinas. Significa un
marco adecuado a la organizacin disciplinar del curriculum y a un modo de
trabajo centrado en la transmisin. La enseanza educativa requiere un marco
espacial y temporal mucho ms flexible para acomodarse a la diversidad de
proyectos que pueden formularse y desarrollarse en cada grupo de alumnos.
Participar en un proyecto de vivencia cultural en el centro o en el aula significa
la disponibilidad abierta de los espacios, del tiempo y de los recursos para
afrontar las tareas que se deriven de la creatividad cooperativa.
El aula sin muros y la programacin abierta son los requisitos fsicos impres
cindibles para una enseanza educativa que se proponga integrar la escuela y
la sociedad, la teora y la prctica, el desarrollo individual y la cooperacin
social. Deben plantearse como recursos flexibles en manos del grupo de
docentes y estudiantes que se implican en proyectos de vivencia real de la cul
tura crtica. Los itinerarios pedaggicos, la investigacin en el campo, la viven
cia de las artes o la experimentacin de relaciones sociales y trabajos cooperati
vos requieren la maleabilidad del contexto fsico para que no se imponga como
un cors que ya en s mismo determina un nico tipo de metodologa didctica.
Si el problema es importante en la enseanza primaria, ya es decisivo en la
enseanza secundaria y al parecer insoslayable en la universidad.
El contexto psicosocial. El aspecto ms decisivo en la configuracin del
marco de-lnleraccohes en el aula y en la escuela es el clima de relaciones socia
les horizontales y verticales. En el fondo, la comunicaCin humana es un proceso
de interaccin social en el que los mensajes que intercambiamos conllevan inevi
tablemente nuestros intereses, deseos, expectativas y preocupaciones por influir
en el clima de relaciones sociales de modo que se tornen favorables. El anlisis
de la estructura social de participacin que hemos analizado con anterioridad es
clave para comprender el clima de relaciones sociales que en la base supone
relaciones de poder. Para entender la conducta de los individuos y los grupos en
el contexto social de la escuela y del aula es esencial tener en cuenta: cmo se
distribuye el poder, qu clase de roles y estereotipos se asignan y adquieren los
diversos participantes en la red de intercambios de significados en la vida social
de aula, qu canales explcitos e implcitos y qu rituales se desarrollan en el
aula para la transmisin y ordenacin de la influencia.
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las tareas de enseanza como facilitacin del aprendizaje relevante de los estu
diantes. Por ello, Stenhouse llega a afirmar que no puede haber desarrollo curri
cular sin desarrollo profesional del docente y viceversa, pero concebido no slo
ni fundamentalmente como una previa preparacin acadmica, sino como un
proceso de investigacin en el cual los docentes sistemticamente reflexionan
sobre su prctica y utilizan el resultado de su reflexin para mejorar la calidad
de su propia intervencin. Para poder desarrollar este modelo procesual de
cu"iculum abierto y emergente, el docente no puede ser un simple tcnico que
aplica las estrategias y rutinas aprendidas en los aos de su formacin acad
mica, debe necesariamente convertirse en un investigador en el aula, en el
mbito natural donde se desarrolla la prctica, donde aparecen los problemas
definidos de manera singular y donde deben experimentarse estrategias de
intervencin tambin singulares y adecuadas al contexto y a la situacin.
La responsabilidad del docente no es slo aplicar un curriculum oficial de
finido desde la Administracin o los libros de texto, sino mejorar permanen
temente la prctica y la comunicacin en la escuela de modo que se facilite la
reflexin crtica y la reconstruccin del pensamiento intuitivo de los estudiantes.
Mejorar la prctica, comprendida sta como una actividad tica y no instrumen
tal, exige un proceso continuo de reflexin en todos los que en ella participan.
No hay manera de establecer de antemano cul es el mtodo de enseanza
que garantice en unas circunstancias concretas y para un grupo especfico de
estudiantes la correcta realizacin de los valores que queremos desarrollar. En
este caso, y puesto que la correcta concrecin de los valores es siempre condi
cionada por el contexto y en cualquier caso cuestionable, el nico modo racio
nal y tico de intervenir es mediante la reflexin compartida y permanente en la
accin y sobre la accin.
En esta espiral de experimentacin y reflexin, de investigacin y accin,
que es la pauta clave de todo proceso de reconstruccin educativa de la cultura
experiencia! de los individuos, se transforma la prctica al transformarse los par
ticipantes y al transformarse la situacin. A travs de la investigacin/accin
educativa, los profesores transforman el escenario del aprendizaje (curriculum,
mtodo de enseanza y el clima de la escuela) en uno que capacite a los alum
nos para descubrir y desarrollar por s mismos su poder y sus capacidades. Se
transforman los participantes al desarrollar su capacidad para la discriminacin
y el juicio en situaciones humanas complejas, conflictivas, inciertas y singulares.
Como afirma ELLIOTT (1989): "si la investigacin-accin consiste en el desarrollo
de una forma de comprensin prctica, constituye un modo de bsqueda que
reconoce plenamente las 'realidades' que afrontan los participantes en toda su
singularjdad y desordenada complejidad. De este modo, resiste la tentacin de
simplificar las cosas, las situaciones concretas mediante la abstraccin terica,
pero debe utilizar e incluso generar teora para esclarecer en la prctica los
aspectos ms significativos de cada caso. En la investigacin-accin la com
prensin terico-analtica tiene una relacin de subordinacin al desarrollo de
una apreciacin holstica o sinttica de la situacin como un todo". Por tanto, se
transforman los participantes al verse inducidos a recomponer sus esquemas
estandarizados de pensamiento sobre la realidad, presionados por las eviden
cias que construye el proceso creativo de interacciones que se potencian en el
aula y en la escuela.
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