Buenos Aires La Imagen de La Ciudad en e PDF
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35 (invierno 2012)
ISSN 1669-6581
Introduccin
Qu es una ciudad? Un aglomerado de construcciones, personas y sus modos de
socializacin? Un relato? Un sueo? Una pesadilla? Entre lo material y lo simblico, entre
la teora y la praxis, proponemos concebir la ciudad como un devenir. Tomando la
conceptualizacin que realiza Pred (1984) para referirse al lugar, consideramos que la ciudad
debe ser entendida no como una entidad esttica y no histrica, sino como en un permanente
proceso de convertirse en.
Tradicionalmente, la ciudad ha sido abordada desde muchas y dismiles disciplinas; la
arquitectura, el urbanismo, la geografa, la historia y la sociologa, entre otras, han propuesto
diversas interpretaciones sobre sus espacios, su(s) historia(s) y los procesos sociales que la
involucran. Yuxtapuestas a los relatos cientficos, encontramos otras fuentes tales como
legislaciones, artculos periodsticos y textos literarios, que tambin dan cuenta de la ciudad en
mltiples dimensiones. En este sentido, coincidimos con Margulis (2002: 516) en que la ciudad
es comparable con la lengua, construida por mltiples hablantes en un proceso histrico que da
cuenta de interacciones y de luchas por la construccin social del sentido. Estas luchas
subyacen a lo que emerge con relativa estabilidad como una imagen de la ciudad, reconocible
y aceptada, en donde conviven un conjunto de imaginarios que la refuerzan o la refutan (1).
A partir de estos conceptos, el presente trabajo se propone abordar el devenir de la
imagen de ciudad, tomando como caso la ciudad de Buenos Aires. A tal fin, y como ejemplo
de la multiplicidad de lecturas sobre esta, pondremos en dilogo algunos textos acadmicos y
literarios que, a pesar de constituir diferentes submundos (Berger y Luckman, 1986)
contribuyeron a construir dicha imagen.
Asimismo, para dar cuenta de la tensin entre la inestabilidad y la permanencia,
presentaremos ese dilogo en relacin con algunos momentos considerados bisagra por la
historiografa urbana local (Scobie, 1974; Liernur y Silvestri, 1993; Gorelik, 2004a, 2004b;
Gutman y Hardoy, 2007; entre otros) en relacin con los cambios fisonmicos de la ciudad,
habiendo sido relevadas tambin desde el mbito literario: en primer lugar, el paso de la aldea
a la metrpolis, a fines del siglo XIX; en segundo trmino, el advenimiento de la sociedad de
masas durante la primera mitad del siglo XX; y por ltimo, la consolidacin de la ciudad
posmoderna o neoliberal a partir de los aos noventa.
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yo, que haba conocido aquel Buenos Aires en 1862, patriota, sencillo,
semitendero, semicurial y semialdea, me encontraba con un pueblo con
grandes pretensiones europeas, que perda su tiempo en flanear por las
calles. () los salones se haban transformado; el gusto, el arte, la
moda, haban provocado una serie de exigencias sin las cuales la vida
social era imposible (dem: 87).
Las transformaciones culturales obligaban a la gente pudiente a mostrar y mostrarse, en
un torbellino de ostentacin que tambin recoge La Bolsa, de otro novelista contemporneo,
Julin Martel. Este autor adems describe, cual presagio, otra transformacin urbana que
comenzaba a afectar a la creciente urbe: los desmanes de la especulacin inmobiliaria.
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Retomando los escritos de Leopoldo Lugones (1972 [1916]: 82-83), hallamos una descripcin
casi mtica de este hijo de la pampa, de quien lamenta su exterminio en favor del inmigrante
advenedizo:
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Aquella vieja sociedad cuasi estamental descrita en el apartado anterior estaba siendo
reemplazada por un nuevo modelo ms dinmico, y requera un espejo urbano que as lo
demostrara. El nuevo ideal estaba constituido por la ciudad funcional, del progreso. Esta
ideologa tuvo como basamento objetivo la prosperidad material y cultural de las clases
populares con aspiraciones de ascenso social que fueron poblando los barrios, mientras que el
centro buscaba inspiracin en un nuevo horizonte. Con Nueva York como espejo, el ideario
progresista se plasm en la ciudad vertical del porvenir (Gutman, 2011), tomando forma en
estas casas-monstruo que comenzaban a transformar el horizonte de la ciudad y daban
cuenta de su meterico progreso: el Comega (1933), el Safico (1934) y, preponderantemente,
el Kavanagh (1936) fueron las expresiones que materializaban el futuro en el presente.
Al margen de esta necesidad de mostrar progreso, ya para los aos treinta los edificios
de departamentos en altura destinados a renta se transformaron en una forma de asegurar el
capital en medio de un clima econmico y poltico de incertidumbre (Aboy, 2010). La ciudad de
Buenos Aires se consolid en esos aos como residencia de los sectores medios y altos, que
aumentaron notablemente la proporcin en el nmero de propietarios. Este incremento se vio
consolidado a partir la sancin en 1948 de la Ley 13.512 de Propiedad Horizontal: Para la
dcada de los cincuenta, los departamentos eran el tipo de hogar ms difundido en los barrios
del norte de la ciudad, donde las tendencias del mercado indicaban una orientacin cada vez
mayor hacia el crecimiento en altura, la estandarizacin de soluciones espaciales y la
reduccin de superficies habitables (Aboy, 2010: 3). Esta tipologa edilicia, agrega Sebreli
(2003: 78), con sarcasmo, retrataba la mediocridad de la clase que la habitaba: La arquitectura
de los inmuebles pequeoburgueses armonizaba con la mezquindad de sus vidas cotidianas:
cuartos estrechos, paredes frgiles a travs de las cuales se filtraban los gritos, las
conversaciones, las radios.
Estos cambios, que comenzaron afectando principalmente a los barrios cntricos, pronto
llegaran a otros ms alejados, generando sensaciones encontradas por parte de aquellos que
haban conocido estos lugares en su versin preurbanizada. Gorelik (2004a: 362) indica que
estos sentimientos se ubican en lnea con otros escritos literarios de las primeras dcadas del
siglo XX encabezados por Gache, Borges y Gonzlez Tun que intentaban ensalzar al
barrio a travs de la invencin de una tradicin romntica que lo recortara del fondo de la
creciente homogeneizacin urbana.
Roberto Arlt (1958: 12-14), entre ellos, se entristeca por los cambios en el barrio de
Flores a la vez que se burlaba de lo nuevo, artificial y degradado que se instalaba en nombre
del progreso. En su aguafuerte Molinos de viento en Flores, publicada en el diario El Mundo,
el da 10 de septiembre de 1928. Entre la crnica y la literatura, declaraba:
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las letras de tango. Podemos encontrar esta imagen hasta fines de 1980 al menos en el
recuerdo del autor de este cuento:
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Soy vieja, revieja. Tengo sesenta y ocho aos. Pronto voy a morir. Me
estoy muriendo ya, me estn matando da a da. Ahora mismo me
arrancan los escalones de mrmol, la gloria de los escalones de mrmol!
() Sesenta y ocho aos... En Europa sera joven. En Europa hay que
tener doscientos o trescientos o quinientos aos para que a una la
consideren vieja. Y entonces acarrean gentes en mnibus especiales
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para mostrarles la casa antigua, y les explican que la casa es ojival o que
en ella vivi un dramaturgo o un santo o un pirata o la favorita de un rey.
() Dolor y vergenza. Me avergenzo de que me vean as, mugrienta,
Notas
(1) Aqu resulta interesante introducir la diferenciacin que realizan varios autores entre imagen e imaginario
que desarrolla Lacarrieu (2007), segn la cual la imagen urbana remite a un ncleo duro, que cristaliza la vida y la
sociedad como en una fotografa; siendo el producto de una accin intencional de recorte y seleccin, donde prima el
valor constituido desde el acto de la memoria. El imaginario urbano, ms lbil, se acerca a la idea de representacin
social, y permite estructurar y organizar el mundo social a partir de la construccin de modelos que operan
simblicamente a travs de discursos y prcticas concretas (Lacarrieu, 2007: 55).
(2) De acuerdo con Baeza (2005: 9) En Adn Buenosayres, el barrio es la esfera de lo espontneo e incluye a
la casa, a la habitacin y sus objetos cercanos como distintos grados de apropiacin de la identidad, frente a la ciudad
que se manifiesta como el territorio de caza. Buenos Aires se presenta en el imaginario de Adn Buenosayres como
una trama que teje diferentes tiempos y diferentes escalas.
(3) Sobre el shopping como tipologa antiurbana, resulta interesante el anlisis de Carman (2006) sobre la
transformacin del barrio del Abasto. A pesar de que no existen aun trabajos acadmicos sobre estos casos, las
protestas de los vecinos de Saavedra por la construccin del DOT y de los vecinos de Caballito por la intencin de
poner all un shopping sobre viejos terrenos del ferrocarril, no dejan de ser sugerentes a la hora de pensar qu
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implicancias urbanas conllevan este tipo de emprendimiento. Vase, por ejemplo, Clarn, Pelea por un shopping en
Caballito, 12/11/08; Pgina/12, Discutiendo los shoppings, 21/11/09.
(4) Formadas durante los ltimos cinco aos, estas agrupaciones de vecinos han comenzado a organizarse
para frenar la demolicin de casas antiguas y por la recuperacin de ciertos espacios de sociabilidad local, como cines
o bares. Al respecto, vase Gonzlez Bracco (2009).
(5) En las referencias a estos personajes, utilizan sus imgenes para expresar el sentir de la organizacin
frente a la destruccin de las casas antiguas del barrio. As, en un pster puede observarse una foto de Baldomero al
lado de la frase: No demoli setenta balcones por no tener ninguna flor. En otro se ve a Castillo junto a la frase: Qu
saben los pitucos cmo es Floresta. Estas y otras imgenes pueden verse en el blog de la organizacin:
http://www.salvarafloresta.blogspot.com/.
(6) El video puede verse en http://www.youtube.com/watch?v=DU5FVeztv8M.
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