Las Jariegas Azutan Toledo Una Pequena e
Las Jariegas Azutan Toledo Una Pequena e
Las Jariegas Azutan Toledo Una Pequena e
1.04.-
Resumen
La intervencin arqueolgica llevada a cabo en el yacimiento de Las Jariegas (Azutn, Toledo)
en el ao 2006, ha dado como resultado el descubrimiento de un conjunto de estructuras
excavadas tipo silo adems de una tumba y una cabaa que se podran fechar, por el material
cermico asociado a ellas, en poca emiral (siglo VIII). Estos hallazgos, pertenecientes a un
pequeo asentamiento campesino, proporcionan interesantes datos sobre el poblamiento rural en
la cuenca media del Tajo durante la Alta Edad Media, un perodo del que apenas contamos con
referencias arqueolgicas en la zona.
Summary
Archaeological works at Jariegas site (Azutn, Toledo) have resulted in the discovery of a
group of digged structures used to store, a cabin and a grave which could be dated from emiral
epoch (8th century), based on the ceramic materials associated to them. These finds belong to a
small agricultural settlement and provide interesting information about the rural habitat at the
middle Tagus valley during the Early Middle Age.
Key words: Azutn, Toledo, Cabin, storage silo, Early Middle Age.
1. Introduccin
municipio, Burg Assultn. Este asentamiento formara parte de una lnea defensiva dentro de la
Marca Media de al-Andalus junto con la Ciudad de Vascos, el Castillejo (Navalmoralejo),
Castros (Villar del Pedroso, Cceres), Espejel (Valdelacasa de Tajo, Cceres) o al-Gulaya
(Alcolea de Tajo), (Izquierdo, 1988).
Entre los trabajos previos a la excavacin arqueolgica se realiz en primer lugar una
prospeccin superficial del terreno para evaluar la afeccin al patrimonio arqueolgico del
proyecto de ampliacin de la gravera. En ella se localizaron, adems de fragmentos cermicos,
una serie de materiales ptreos que podan indicar la existencia de algn tipo de estructura en el
subsuelo. Entre estos ltimos destacaban varios fragmentos de lajas de pizarra, alguna de un
tamao considerable (hasta 45 x 45 cm.) y algunas piedras de granito que podran estar
asociados a la presencia de tumbas de inhumacin del mismo tipo que las del cercano
yacimiento del Cerro de las Sepulturas. Estos hallazgos se localizaban en un pequeo cerro y
estaban claramente desplazados por las actividades agrcolas.
El nivel geolgico afloraba apenas a unos 40 cm. de la superficie y como se pudo comprobar
posteriormente estaba tambin afectado por el laboreo de la zona. La parcela donde se sita el
yacimiento se encontraba anteriormente ocupada por cultivos de secano, por lo que la zona
oeste del montculo donde se sita el yacimiento presentaba hasta tres pequeas terrazas
artificiales creadas para facilitar el trabajo agrcola.
Durante esta retirada, en la parte superior de esa pequea elevacin, donde se haban localizado
los restos cermicos, comenzaron a aparecer manchas cenicientas. Tras su limpieza se pudo
comprobar que se trataba de una serie de estructuras circulares excavadas en el sustrato
geolgico dispersas en un rea de aproximadamente 4700 m2. Una vez finalizada esta fase se
solicit permiso de excavacin arqueologa a la Direccin General de Patrimonio y Museos.
3. La excavacin arqueolgica
La Fase Calcoltica
A esta fase se pueden asociar una serie de hoyas o fosas que presentaban nicamente cermica a
mano adems de aquellas que no contenan ningn elemento arqueolgico y que se situaban
junto a las anteriores (19, 23, 27 a 35, 39 a 43 y 45). Entre stas se podan diferenciar tres
agrupaciones: el conjunto I, compuesto por una nica hoya aislada en el extremo occidental del
yacimiento (19), el conjunto II (23, 27 a 35 y 45) situado en la zona norte del montculo, y el
conjunto III (hoyas 39 a 43) situado en el extremo este.
Estos datos permiten situar el yacimiento en el Calcoltico (III milenio a. C. = cal. mediados IV
mil.-finales del II mil. B. C.), relacionado con el patrn de asentamiento de esta poca en la
zona sobre terrazas medias del ro y del que es un claro exponente el yacimiento de Los
Castillejos de Las Herencias (De lvaro y otros, 1988). Adems hay que destacar la existencia,
a menos de 700 metros al sur, del Dolmen de Azutn. Este sepulcro megaltico tendra su origen
en el Neoltico Medio, detectndose cabaas bajo el tmulo y prolongndose su uso hasta el III
milenio cal. B. C, con una fase campaniforme (Bueno, Balbn y Barroso, 2005).
En la comarca, adems de los situados en llano, existe para la poca calcoltica otro grupo de
poblados en altura, en ocasiones fortificados, prximos a los cursos medios de ros y arroyos
para los que se ha sugerido una finalidad metalrgica (Carrobles y Mndez-Cabeza, 1991).
Destaca entre ellos Cabeza del Conde (La Estrella) y el Cerro del Castrejn en Aldeanueva de
San Bartolome.
La Fase Altomedieval
Pertenecientes a la fase altomedieval del yacimiento se hallaron 23 silos, cuatro pequeas hoyas,
un posible basurero, una cabaa y una tumba. Como se ha comentado anteriormente no se
encontr una superficie de ocupacin relacionada con su uso debido posiblemente al laboreo
agrcola (Fig. 3).
Los silos
Los silos altomedievales se situaban en la zona ms alta del pequeo cerro donde se
encontraban a menor profundidad las arcillas cuaternarias de tonalidades ms claras, con alto
contenido en carbonatos en las que estn excavados. Todos ellos tenan planta circular con los
bordes de la fosa bien delimitados. El dimetro medio de las bocas de estas estructuras se sita
alrededor de los 90 cm. y su profundidad en torno a 1,60 m. Son mayoritarias las secciones
acampanadas, aunque se conserva alguna globular de menor profundidad (Fig. 4). Se
encontraban la mayora de ellos en muy buen estado y slo algunos haban perdido parte de su
boca original. Tambin en ciertos casos la parte superior de su relleno presentaba franjas
longitudinales ms claras de tierra revuelta debidas a la accin del arado.
El relleno estaba formado por dos o ms niveles, pudiendo identificar en alguno de ellos hasta
seis depsitos de distintas caractersticas. En su mayora estaban compuestos por arcilla arenosa
de color marrn oscuro que contena escasa cermica, fragmentos de teja (algunas con
digitaciones), piedras y restos de fauna (Fig. 5). Muchos de ellos contenan potentes niveles de
1.04 Actuaciones Arqueolgicas en proyectos no urbansticas
cantos cuarcticos de ro similares a los existentes en la zona sur de la parcela y cuyo depsito
en el interior de los fondos hay que poner en relacin con un relleno intencionado de los mismos
tras su prdida de funcin. En los niveles inferiores de los rellenos se localizaron en varias
ocasiones (en alguna directamente sobre el fondo) losas de pizarra que pudieron formar parte
del sistema de cubierta o cierre de estos contenedores tal y como se han hallado en el
yacimiento madrileo de Gzquez (Vigil-Escalera, 2000: 228). Asimismo la aparicin de
piedras de granito y de otro tipo sobre el fondo de las hoyas se puede interpretar tambin como
parte del cierre o de la sealizacin exterior de estas estructuras.
La morfologa de estas fosas nos indica que podran funcionar como estructuras subterrneas de
almacenaje, especialmente de cereal, posteriormente reutilizadas como basureros, hecho
comprobado desde poca prehistrica. Las secciones acampanadas que reducen el dimetro de
la boca parecen apoyar esta hiptesis. Se puede afirmar que ste fue su uso original pese a no
contar con restos de grano en la gran mayora de ellos ni de evidencias de enlucidos o revocos
en las paredes de los hoyos que no son necesarios para una correcta conservacin del producto
almacenado, ya que es suficiente con un sellado hermtico que impida la entrada de aire
(Bellido, 1996: 29). Aunque los silos tienen una funcin secundaria como basureros, el hecho de
hallar en su interior un gran nmero de niveles de cantos y otros muy homogneos sin
elementos orgnicos parece indicarnos un relleno precipitado, intencionado y simultneo de la
mayora de ellos.
El anlisis de las semillas recuperadas en el interior de los silos nos permite precisar el tipo de
cereal almacenado. Segn un avance del estudio carpolgico realizado por Leonor Pea
1.04 Actuaciones Arqueolgicas en proyectos no urbansticas
Las estructuras del tipo silo u hoya se han documentado en la provincia de Toledo adems de las
correspondientes a poca prehistrica, asociadas al poblamiento de poca hispanovisigoda como
en Cabaas de la Sagra (Garca Zamorano, 2001) y al islmico en yacimientos como Olmos (el
Viso de San Juan) (Agust et alii, 2005), Alcabn (Pacheco, 2001), o Arenas Bajas (Cobeja)
(Hernando, 1996). Tambin se han hallado en el cercano yacimiento de Vascos asociados a una
fase temprana de la ciudad (Izquierdo y de Juan, 2007: 759). Aunque su difusin se ha puesto en
relacin con la llegada de colonos bereberes (Fernndez Ugalde, 1993: 611), ya en poca
visigoda su uso era generalizado.
La cabaa
Acompaando a estos elementos, en el lmite sur del yacimiento se encontr otra estructura
1.04 Actuaciones Arqueolgicas en proyectos no urbansticas
Tras su limpieza se observ como estaba rellena por una tierra de color marrn con cantos, tejas
y algunas piedras de granito, presentando una mancha de ceniza griscea muy fina en su zona
central. Al excavarla se registraron varias unidades estratigrficas: bajo el nivel de ceniza
apareca un relleno homogneo y de color marrn anaranjado que contena un gran nmero de
cantos rodados. Tras excavar este nivel se comenz a marcar una alineacin de mampuestos y
paulatinamente se fue descubriendo un muro de 55 cm. anchura con orientacin noroestesureste, realizado mediante cantos rodados trabados con barro (Fig. 9).
En total conservaba una altura de hasta 60 cm. y apoyaba directamente sobre el nivel geolgico
semiexcavado que constitua el suelo de la estancia (Fig. 10).
En el extremo sureste del muro se adosaba, perpendicular a l, otro pequeo murete de cantos de
apenas 80 centmetros de longitud. En el espacio comprendido entre esta estructura y el lmite
de la cabaa por el sur se encontr un hogar realizado con trozos de teja. Al otro lado, junto a la
esquina que formaban los dos muros se encontraron varios fragmentos de grandes vasijas de
almacenaje (Fig. 11).
mampostera, sino como el material que deba formar parte de esa delimitacin exterior.
El fuerte muro central contrasta con el resto de la construccin y nos da pistas sobre el tipo de
cubierta empleada de la que sera el soporte fundamental. Sobre ese zcalo de mampostera
trabada con barro el muro se construira de adobes (se pudo identificar alguno en uno de los
niveles de relleno de la cabaa) y sobre l descansaran las dos vertientes de la cubierta que se
realizara con elementos perecederos.
La diferenciacin de dos ambientes completamente separados por el muro central puede indicar
la coexistencia de un espacio residencial con otro que se pudo usar para el depsito de los
aperos de labranza o como pequeo almacn de distintos cultivos. Sin embargo, con los datos
con que contamos, resulta muy difcil acercarnos a la funcin y uso de esta construccin. La
superficie total ocupable estara en torno a los 20 m2 dividida en dos reas, una de 13 m2 situada
al este del muro y otra menor, de 7 m2 situada al oeste. La presencia de un hogar en el espacio
mayor podra estar indicando su funcin como zona residencial, aunque no se pueden descartar
otros usos. La superficie habitable no difiere mucho de las que nos encontramos en otros
ejemplos peninsulares de la poca en los que tambin se documentan divisiones internas
(Azcrate y Quirs, 2001)
La tumba
Al norte del conjunto de silos se pudo documentar, aunque bastante deteriorada, la existencia de
un enterramiento muy similar a las existentes en el cercano Cerro de las Sepulturas. Estaba
formada por una fosa alargada de 1,65 m de longitud y 64 cm. de anchura mxima, con
orientacin este-oeste sobre la que se disponan una serie de lajas de pizarra que hacan las
funciones de cubierta de la fosa (Fig. 12).
10
La vajilla cermica de Las Jariegas correspondiente a la fase altomedieval del yacimiento est
compuesta por dos grupos: por un lado la cermica de cocina (ollas y orzas) de pastas poco
depuradas con desgrasantes gruesos y tonalidades oscuras. Se trata de un conjunto muy
fragmentado en el que predominan los vasos torneados con fondos planos y las formas de
tendencia globular; y por otra parte se encuentra otro tipo de piezas de mesa entre las que
predominan las jarras y cntaros de pastas ms cuidadas y bordes con molduras que en
ocasiones presentan estras o hendiduras al exterior. Alguna de ellas presenta superficies menos
cuidadas y borde trilobulado un tipo caracterstico de la primera fase emiral de Recpolis (Sanz
Paratcha, e, p). Sobre las jarras se sitan las escasas decoraciones descubiertas en el yacimiento
que se reducen a lneas verticales onduladas oscuras pintadas a pincel en color marrn rojizo
(Fig.13, nums. 8-14). Las cermicas pintadas se relacionan con contextos tempranos de poca
emiral como los del arrabal de Saqunda en Crdoba (Casal y otros, 2005: 193). Sin embargo
esquemas pintados similares se han recuperado en el yacimiento cordobs de Cercadilla
asociados a una fase preislmica datada entre los siglos VII y VIII (Fuertes e Hidalgo, 2003:
518, 530)
Aparecieron tambin tres piezas con engobe rojizo, una de ellas con fondo plano y otra con
borde apuntado (fig. 13, num. 22).
En general, las formas presentan grandes similitudes con las que encontramos en la fase de
transicin entre poca visigoda e islmica de Recpolis (Olmo Enciso, 2000: 492), as como en
la andalus de El Turmielo (Aragoncillo, Guadalajara) donde se ha sealado el predominio de
cermicas de tradicin preislmica (Lzaro, 1995). Al igual que en Las Jariegas, en este ltimo
yacimiento hay una ausencia de producciones a torneta, y abundancia de formas cerradas. La
nica diferencia con estos conjuntos es la ausencia en ellos de cermicas pintadas. Los bordes
tambin son muy similares a los localizados en la fase I de Melque, donde, tambin se asocian a
jarras y botellas de pastas anaranjadas de buena calidad y acabado jabonoso al exterior
(Caballero, Retuerce y Sez Lara, 2003). Las jarras de labio moldurado (Fig. 13, nums., 14 y
23) se han relacionado con una fase de poca emiral en algunos yacimientos como Santa Luca
del Trampal (Caballero, Retuerce y Sez Lara, 2003: 234) o Mrida (Alba y Feijoo, 2003: 497,
fig. 10). La presencia de ollas de borde bfido (Fig. 13, nums. 6 y 16) se ha relacionado con el
periodo inicial de la poca emiral en la Meseta (Retuerce 1998: I, 291-294).
No se han identificado formas correspondientes al uso individual del tipo cuenco que s estn
representadas en otros yacimientos de la poca (Folch Iglesias, 2005). Tambin son comunes
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entre el relleno de los silos los fragmentos de grandes contenedores tipo tinaja alguno de ellos
con incisiones a peine e impresiones en el cuello.
Por ltimo hay que destacar la existencia de varios fragmentos de piedras de molino realizadas
en granito formando parte del relleno de algunos de los silos lo que nos indica que el procesado
del cereal se realizaba en el mismo yacimiento (Fig. 14).
Si la cermica nos est indicando una fecha en poca emiral, en torno a mediados del siglo VIII,
los paralelos en cuanto a la tipologa del yacimiento y de los tipos constructivos descubiertos
nos remiten a unos momentos algo anteriores, aunque se mantendran al menos durante el
primer siglo de dominacin islmica.
En Europa este tipo de construcciones son tambin relativamente frecuentes en este perodo,
diferencindose dos tipos de estructuras, las excavadas, como las aparecidas en Las Jariegas y
las estructuras a nivel de suelo, formadas por construcciones sobre postes de madera e incluso
sobre zcalos de piedra, elementos que posiblemente debieron existir asociados al yacimiento,
pero de los que no han quedado ningn tipo de restos. Segn algunos autores este tipo de
estructuras, pese a los materiales empleados, no indican un carcter menos estable del
asentamiento ni signos de decadencia o crisis, sino que se trata en muchos casos de lugares de
hbitat permanente y sus caractersticas estn reflejando un ciclo productivo que responde a
unas condiciones socioeconmicas determinadas (Azcrate y Quirs, 2001). La gran capacidad
de almacenaje y la dedicacin agrcola del yacimiento parece responder a este carcter estable
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La fauna
El estudio arqueozoolgico realizado por Jos Yravedra Sainz de los Terreros (2007) a partir de
restos de fauna procedentes de las estructuras altomedievales ha proporcionado interesantes
datos (Fig. 15). Las especies que han podido reconocerse son oveja (Ovis aries), cabra (Capra
hircus), perro (Canis familiaris), cerdo (Sus domesticus), burro (Equus asinus), bvido (Bos
taurus), ciervo (Cervus elaphus), liebre (Lepus europeus) y conejo (Orictolagus cuniculus).
Adems han aparecido restos de otras especies como el topillo de campo (Microtus arvalis) y de
aves como el gallo y gallina (Gallus gallus) junto a otras indeterminadas. Tambin se han
identificado diferentes anfibios como sapos (Bufo bufo, Pelobates fuscus, Pelobates cultripes,
Pelobates punctatus) y ranas (Discoglossus sardus, Rana dalmantina, Rana escalante y Rana
temporaria).
Los ovicpridos son los restos ms abundantes (aproximadamente el 50% del NMI y del NR),
predominando los individuos jvenes junto con algunos ejemplares seniles. Segn estos
patrones de edad, estos ltimos estuvieron dedicados a la produccin lctea y lanar mientras que
el sacrificio de infantiles y juveniles se debera a su aprovechamiento crnico.
La vaca es el segundo animal ms representado (hasta cuatro individuos) seguido del perro, el
burro y el cerdo de los que hay escasos restos. En los bvidos, la presencia de varios individuos
jvenes y marcas de corte similares a las observadas en los ovicpidos y en gallos demuestra su
funcionalidad crnica, complementaria de la lctea y agrcola que tambin debieron
desempear. Al mismo tiempo, la presencia de burro nos puede dar pistas sobre su uso agrcola
y la lejana de ciertos campos de cultivo, ya que ste es un animal es ms til de cara al trabajo
de campos lejanos.
Muy pocos son tambin los restos de animales salvajes (ciervo, conejo y liebre), lo que revela
que la caza representaba una actividad muy secundaria. La presencia de anfibios nos puede
indicar un cierto grado de humedad relativa que debi rodear al yacimiento y la proximidad en
las cercanas de zonas con agua favorables para su hbitat.
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La importancia de los hallazgos de Las Jariegas se debe a dos hechos. Por un lado el tratarse de
un yacimiento perteneciente a un perodo prcticamente desconocido desde el punto de vista
arqueolgico en el Valle del Tajo, como es la poca emiral. El registro arqueolgico, aunque
escaso, parece indicar una pervivencia durante el siglo VIII y principios del IX en los sistemas
de vida. Como indica Zozaya (2006: 125), los elementos visigodos cambiarn poco, salvo por
una mejora en la tcnica de las cermicas, un hecho que se plasma con claridad en el
yacimiento. Por otro lado, la excavacin en su totalidad de una pequea unidad de produccin
agropecuaria altomedieval, lo que nos permite hacer interpretaciones sobre el sistema de
explotacin en esta zona e incluso sobre la estructura de la propiedad de la tierra. La capacidad
de acumular grano junto a posibles estructuras de habitacin se podra asociar a una familia o
grupo familiar de propietarios en una poca en la que los campesinos pudieron aprovechar el fin
del Estado visigodo para obtener mayor autonoma en los procesos productivos y en las formas
de ocupacin del espacio (Azcrate y Quirs, 2001). Este hecho favorecera la creacin de
pequeas unidades diseminadas por un territorio bastante rico y favorable para la agricultura.
Este modelo de ocupacin del territorio extremadamente disperso predomina tambin en otros
lugares de Europa como en Inglaterra central durante los VII y VIII, donde se registran multitud
de pequeos asentamientos tipo granja (farmstead) o casero (hamlet), acompaados tambin de
algunos lugares centrales (Escalona, 2000: 235). Las estructuras de habitacin no se debieron
encontrar lejos de la zona de almacenaje, ya que sera necesaria una vigilancia del lugar de cara
a evitar el robo del producto. Tal vez la cabaa pudo tener ese uso, pero no se puede descartar la
existencia de otro tipo de estructuras, que por carecer de elementos subterrneos, no han llegado
hasta nosotros.
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Segn Duby (1973: 143-144) la productividad de la semilla pasara de los 2,5 por 1 en los siglos
IX al XIII a los 4 5 por 1 del XV, momento a partir del cual se estabiliza. Este incremento en
la produccin agrcola vendra motivado, no tanto por una mejora sustancial en las tcnicas
agrarias, en general muy bsicas y en buena parte herederas de los rudimentarios mtodos de la
antigedad (Duby, 1999: 236-252), sino por avances en el utillaje de influencia oriental (Glick,
1992), un aumento del terreno cultivado, y en mayor medida por una intensificacin del trabajo,
verdadero motor de este crecimiento.
Los datos fiables ms antiguos de la zona de estudio a los que nos podemos remitir son los
procedentes del Catastro del Marqus de la Ensenada a travs de los cuales se puede establecer
la productividad de la tierra en Toledo a mediados del siglo XVIII. Segn este documento, el
rendimiento medio de la tierra para el conjunto de la provincia es de 4,1 Quintales mtricos/
hectrea para el trigo y 6,2 para la cebada situndose muy cerca de la media espaola en esos
aos que era de 4,7 Qm/Ha para el trigo y 6 para la cebada (Bringas Gutirrez, 1998). En el caso
particular del valle del Tajo contamos adems con datos de otros municipios como el de
Aranjuez donde alcanzaba a finales del XVIII los 7,6 Qm/Ha para el trigo y los 13,9 para la
cebada (Bringas Gutirrez, 1998: 32).
En cuanto a la productividad con respecto a la simiente, en el siglo XIII se sita en 3,8 para el
trigo y 4,7 para la cebada (Bringas Gutirrez, 1998:200-202), por lo que se puede establecer
que una cuarta parte de la cosecha se debera reservar para la siembra.
En las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada del municipio de Azutn, (Archivo
Histrico Provincial de Toledo), la nmero doce da noticia de la produccin de cereal por
unidad de superficie sembrada, segn los tipos de tierras y sus calidades. En las tierras de buena
calidad, en cada fanega sembrada se obtenan 7 fanegas de trigo, en las de mediana 5 y en las de
inferior cuatro fanegas. En cuanto a la cebada, para las tierras de buena calidad se obtena 10
fanegas por fanega sembrada, en las de mediana 7 y en las de inferior 5. Aunque los
rendimientos de la tierra se doblaron durante la Edad Media, las cifras proporcionadas por el
Catastro de la Ensenada se podran aproximar a las altomedievales ya que, durante la primera
mitad del siglo XVIII (1704-1752), nos encontramos en esta comarca con un periodo de crisis
en el que la productividad se reduce considerablemente (Blanco de la Rocha, 1998: 247-248).
En la misma fuente, en el apartado dedicado a los Vienes y Rentas del Ymperial Convento de
San Clemente de la Ciudad de Toledo... que posee en la villa de Azutn, encontramos una
referencia concreta a las tierras sobre las que se ha llevado a cabo el estudio arqueolgico,
donde se detalla su calidad, rendimiento y tipo de cultivo al que se dedican. Estas aparecen con
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los topnimos: la Jariega y las Arijuelas que, sin olvidar modificaciones en el parcelario, no
son otras que las actuales Jariegas y Hariguelas. Segn esta fuente, tendran 211 fanegas cada
una, y seran sembradas con dos aos de descanso, siendo en ambas 174 las fanegas
dedicadas a cebada y 37 a trigo, lo que estara en consonancia con los hallazgos de semillas de
estas especies aparecidas en algunos de los silos excavados. (Catastro del Marqus de la
Ensenada: 1752).
Si tenemos en cuenta que la fanega castellana como medida de superficie equivale a 6439,561
m2 y como medida de capacidad a 55,5 litros y que 100 litros equivalen a 58 Kg. de cebada y 78
Kg. de trigo (Bringas Gutirrez, 1998: 516), podemos establecer que en Azutn, en la primera
mitad del siglo XVIII, cada Hectrea de trigo de mediana calidad produca 3,33 Qm. de cereal,
mientras que cada Hectrea de cebada produca 3,46 Qm., lo que supone una media bastante
inferior a la provincial.
Si tomamos estos datos de productividad del siglo XVIII y los aplicamos al mundo altomedieval
partiendo de que la capacidad total de almacenaje de los silos, se sita en torno a los 38.140
litros, podemos afirmar que la cantidad de cebada que poda ser depositada en esos
contenedores era de 221,21Qm. de cereal (297,49 Qm de trigo) y que este volumen equivaldra
a una superficie total cultivada de en torno a 64 Hectreas de cebada o a 89 Ha de trigo, que
podra constituir el rea de trabajo de esta pequea explotacin siendo perfectamente abarcable
por un pequeo grupo familiar de campesinos. Todos estos datos hay que usarlos e
interpretarlos con mucha prudencia ya que se trata de trasladar medidas y productividades de
una poca en la que se han producido ya avances en los sistemas de explotacin de la tierra.
Tambin se realizan estos clculos pensando que todas las estructuras de almacenaje
altomedievales funcionaron a la vez e incluso que el cereal que contenan perteneca a la misma
cosecha, lo que resulta muy difcil de demostrar. Hay que considerar adems la posibilidad de
que hubiera reservas de larga duracin y que parte del grano se pudiese almacenar durante ms
de un ao tanto para cubrir necesidades en pocas de escasez como para futuras siembras. A
partir de este valor y suponiendo que los campos cultivados se situaran en torno al yacimiento
(Vigil-Escalera, 2006: 110) se puede establecer un rea terica de cultivo en torno a l de unos
500 metros de radio. Por supuesto, a esta superficie habra que sumar una pequea extensin
destinada al estabulamiento ganadero (tal vez zonas cercadas) y a otros cultivos
complementarios pese a no haber hallado muestras de ellos en la excavacin.
Aunque estos datos hay que tomarlos con muchas reservas, nos sirven para hacernos una idea de
la posible existencia de un gran nmero de yacimientos de este tipo que han pasado inadvertidos
hasta ahora debido, tal vez, a su difcil localizacin mediante una mera prospeccin superficial.
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A falta de contrastarlo con datos arqueolgicos podemos deducir que el yacimiento de Las
Jariegas no se tratara una explotacin excepcional, sino que podra ser un modelo frecuente en
el entorno. Si esto fuera as, la densidad de este tipo de ocupacin a partir de los datos
proporcionados por la excavacin podra ser de hasta un enclave por kilmetro cuadrado. Este
clculo tendra validez tanto si existiese una ocupacin total de las tierras de forma sincrnica,
como en el caso de que stas se fueran poniendo en explotacin hasta su agotamiento tras lo
cual se producira un traslado de las estructuras de almacenaje y habitacin lo que dara lugar a
cierta movilidad en el entorno.
Agradecimientos
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Fig. 12. Vista de la tumba de inhumacin localizada en la zona este del yacimiento
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Fig. 13-Cermica recuperada en el yacimiento. Fase altomedieval: 1-23; Fase calcoltica: 24-30
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Fig. 15. Porcentajes de especies identificadas en el yacimiento a partir de los restos determinables
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