Moral Entre La Crisis y La Renovación
Moral Entre La Crisis y La Renovación
Moral Entre La Crisis y La Renovación
INTRODUCCIN
fundamentos mismos sobre los que se apoya la teologa moral". Los puntos crticos que l
indica en este discurso son dos: la fuerza vinculante de la norma moral y el papel de la
conciencia en la vida moral, sobre todo en relacin con el Magisterio. En la alocucin de abril
de 1986 Juan Pablo II indic la raz profunda de la crisis en la rotura de la relacin entre la
libertad, la verdad y el bien; en la prdida de la relacin entre tica, antropologa y metafsica.
l adems ha indicado que el problema de la moral no es en efecto secundario,
perifrico, respecto a la fe. "La verdad de la que la Iglesia debe dar testimonio no debe ser
solo fide tenenda, sino tambin moribus applicanda" (cfr. Lumen gentium,25)(11 abril 1986).
La tolerancia a un rastrero cisma moral,el silencio sobre el pluralismo tico vivido y
teorizado no son comportamientos compatibles con la responsabilidad pastoral. Juan Pablo II
ha dicho claramente que la negacin de la verdad moral "hace vana la Cruz de Cristo (cfr. 1
Cor 1,17). Encarnndose, el Verbo ha entrado de lleno en nuestra existencia cotidiana, que se
articula en actos humanos concretos;muriendo por nuestros pecados, l nos ha recreado en la
santidad originaria, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana" (12
nov. 1988).
El tema de la libertad humana y de su ejercicio en la historia plantea la problemtica
antropolgica de la opcin fundamental y del pecado. Sobre estos puntos, de gran importancia
pastoral para la Confesin, el Magisterio mismo de Juan Pablo II se ha pronunciado en la
Exhortacin apostlica post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (n. 17).
A la luz de estas indicaciones, he pensado por tanto articular esta "introduccin a
algunas cuestiones actuales de moral fundamental" entorno a los siguientes temas:
1)En primer lugar, la situacin de la moral catlica, entre la crisis y la renovacin; los
retos de la renovacin pedidos a la teologa moral por el Concilio Vaticano II sern
considerados en relacin con las dificultades determinadas por contexto actual y por la tarea
de la nueva evangelizacin.
2)En segundo lugar:la discusin sobre los absolutos en la moral: existen normas
universalmente vlidas y sin excepciones? O ms bien se debe dar a cada uno la
responsabilidad de adaptar a la propia situacin concreta tambin las normas que contengan
prohibiciones generalmente vlidas, como las que ensea el Magisterio?
3)En tercer lugar, unido a este segundo punto, me parece importante reflexionar sobre
la libertad humana, con referencia a la teora de la as llamada"opcin fundamental". El tema
es particularmente importante para la pastoral, por las consecuencias que tiene sobre el modo
de entender el pecado mortal.
4)Por ltimo he afrontado la cuestin de la conciencia y de su formacin en la Iglesia,
en relacin con el Magisterio.
Despus de haber indicado los temas de los distintos captulos, debo precisar algunos
aspectos especficos de la obra que presento.
Se trata en primer lugar de una introduccin que no se dirige a especialistas en el
mbito de la teologa moral, sino a aquellos que quieren estar informados sobre los problemas
hoy mas debatidos, sin estar dotados de una preparacin previa. Estas pginas han sido
escritas pensando en mis alumnos del Curso para el Master (laicos y religiosas interesados
con los problemas de la familia, de la vida, de la biotica, etc.) y en los sacerdotes con
actividad pastoral, a los que he tenido que hablar. Tienen, por tanto, un carcter ms bien
divulgativo y tienden a ser una introduccin a las obras y autores, que presento en la
bibliografa. He tratado de desarrollar un tratamiento teolgico de las cuestiones, en relacin
al debate actual. El esfuerzo ha sido introducir, en trminos lo ms elementales y simples
posible, las discusiones quizs sutiles, cuando no complicadas. La referencia al Magisterio,
sobre todo al Concilio Vaticano II, y a la Tradicin estar como trasfondo, porque estoy
convencido que, aunque no tenemos an el documento de la Santa Sede prometido por el
Santo Padre, hay ya puntos de referencia suficientemente seguros sobre los problemas que
afrontaremos.
En segundo lugar, a pesar de no tratar en singular normas morales determinadas y de
mantenerme a nivel de los fundamentos, debo sealar que en el trasfondo de toda la
problemtica y con evidentes conexiones inmediatas, est la discusin de preceptos morales
especficos, con referencia particular a la Humanae vitae. Esto es debido no solo a la
circunstancia de la enseanza de moral fundamental que se imparte en un Instituto que tiene
como tarea especfica el estudio de la verdad sobre el matrimonio y sobre la familia, sino
sobre todo al hecho que en estos casi veinticinco aos, la Encclica de Pablo VI ha sido la
"piedra de toque o de escndalo" de la moral.
Captulo primero
LA MORAL: ENTRE LA CRISIS Y LA RENOVACIN
artculo del Prof. Franz Bckle, con el significativo ttulo "Puede la Humanae vitae ser la
piedra de toque de la verdadera fe?"2. La respuesta era, obviamente, negativa. Frente al
manifestarse en Alemania una desbordante apostasa de la Iglesia catlica (parece que en los
ltimos tiempos se ha constatado una media anual de unos 160.000 fieles, que salen de la
Iglesia, rechazando pagar la tasa estatal exigida por la pertenencia confesional), el diagnstico
del difunto profesor de moral era que los motivos deban ser buscados en el rechazo de la
moral sexual y su propuesta, la de tolerar el cisma latente, dejando todo el mbito de la moral
a la libertad interpretativa de la conciencia.
Se ha indicado un cisma moral latente en la Iglesia, que toma diversas modalidades.
Para resolver la tensin entre moral reconocida y vivida por la "base" y la enseanza del
Magisterio, en el mbito de la teologa moral progresista se han lanzado propuestas
divergentes.
Por un lado est la llamada que la Iglesia "oficial" (as se califica al Magisterio, con
una terminologa propia de las democracias y de sus burocracias) acoja la nueva sensibilidad
de los fieles en moral, aunque vaya contra la tradicin. Se habla de un sensus fidelium acerca
de la moralidad, esto es, de un modo de percibir la moral por parte de la mayora de los
cristianos, que entrara necesariamente en la definicin de la verdad moral 3, o bien se sostiene
la necesidad de verificar la autenticidad de la enseanza magisterial mediante su efectiva
recepcin por parte del pueblo de Dios4. No hace muchos aos se lleg as a pedir
pblicamente al Papa la propuesta de un referndum para ver que pensaba el pueblo cristiano
en materia de contracepcin5. La propuesta en el fondo es clara: se pide que el mtodo
democrtico entre en la estructura de la enseanza moral de la Iglesia. Surgen, con tal
motivo, gravsimos problemas no solo a nivel de relacin entre sentir de los fieles y
Magisterio, sino tambin acerca de la posibilidad de distinguir entre opinin pblica
(manipulada cada vez ms por los potentes medios de comunicacin) y el autntico sentir de
los fieles.
Si se quiere evitar esta identificacin, que desnaturalizaria la Iglesia y dejaria su
doctrina moral en poder de la mentalidad dominante y de quien tiene el poder de determinarla,
es necesario hacer del "sentido de la fe" el criterio del "sentir de los fieles", el criterio para
decir quienes son los "fieles", y por tanto entender, segn Lumen gentium, 12, la obediencia al
Magisterio como elemento interno y cualificante del sentido de los fieles6
Esta es una primera postura, presente en el frente progresista. Pero hay otra, mucho
ms radical, que propone distinguir entre centro y periferia a nivel de adhesin al Magisterio.
2 F.BCKLE, Humanae vitae als Prfstein des wahren Glaubens? Zur kirchenpolitischen Dimension
moraltheologischer Fragen, in "Stimmen der Zeit" 115 (1990), 3-16.
3 Cfr J. MAHONEY, The Making of Moral Theology. A Study of the Roman Catholic Tradition, Oxford 1987,
116-174.
4 Cfr. X. THEVENOT, Magistre et discernement moral, en "tudes" 362/2 (1985), 231-144.
5 Cfr B. HRING, Chiedere l'opinione di vescovi e teologi, "Il Regno/Attualit", 15 genn. 1989, 1-4. Para una
respuesta puntual y crtica a nivel metodolgico,vase: T. STYCZEN, Dove sbaglia Padre Hring, en "30 Giorni"
n. 5, maggio (1989),67-73.
6 Para todo este tema, lase un pequeo libro del Card. J. HENRY NEWMAN, On Consulting the Faithful in
Matters of Doctrine, London 1986. Recientemente ha sido traducido al italiano: Sulla consultazione dei fedeli in
materia di dottrina, Brescia 1991.
La identidad catlica estara garantizada con la acogida del Kerigma y con el testimonio
pblico de la fe;por otra parte la moral, sobre todo la "privada", seria perifrica y debera ser
dejada al individuo, al menos en su aspecto normativo7. Anlogamente a la propuesta de
Bckle, se sostiene que elecciones morales "categoriales" concretas no tendran un valor de
salvacin, sino solo de recta ordenacin del mundo:en l no se jugara la identidad cristiana.
Se podra tener un pluralismo moral, dentro de la misma Iglesia8.
Del lado de los "conservadores", otros, a decir verdad muy pocos en comparacin,
reaccionan de manera diametralmente opuesta:propiamente all donde es mxima la
resistencia a la enseanza magisterial, all debera ser llevado el reto de una permanente
contestacin del mundo, de una propuesta de conversin, que remache a tiempo y destiempo
(oportuna e inoportunamente) cuanto se busca olvidar.
He aqu, por tanto los trminos prcticos y pastorales de la alternativa:abandonar la
moral como tema de predicacin, refugindose solo en el kerigma, en el puro anuncio, o ms
bien hacer propiamente de la moral el campo de batalla para la llamada a la conversin?
Ambas soluciones no parecen recoger ni los trminos exactos del reto actual ni el sentido de
la moral cristiana en conexin con la fe. Para poder dar una respuesta al problema debemos
sobre todo establecer las proporciones reales de la crisis, ante la que nos encontramos.
9 Cfr G. ANGELINI, La crisi della morale, en "Riv.Clero Ital." 70/10 (1989), 662-675.
10 Indicaciones en este sentido se encuentran en el agudo anlisis propuesto por G. ANGELINI, Ritorno
all'etica? Tendenza e ambiguit di un fenomeno recente, in "Il Regno/attualit" 14(1990), 438-449.
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Iglesia ha defendido siempre y defiende hoy an la familia como lugar de nacimiento del
sujeto cristiano y he aqu por qu con la crisis de la familia y de su tradicional funcin
educativa, el ataque se hace radical.
Mientras nos adentramos en el anlisis de la crisis, nos preparamos tambin a
encontrar la respuesta adecuada a una adecuada predicacin de la moral cristiana en el
contexto actual. Me parece necesario anteponer an, a la parte positiva y propositiva, dos
momentos de anlisis de los factores que intervienen en determinar la situacin actual de la
moral. Se trata de recorrer muy sintticamente el cambio histrico que ha formado el
horizonte y el panorama presente cuando hablamos de moral. En primer lugar se sealarn
algunos elementos relativos a la moderna historia cultural de la moral en el Occidente. En
segundo lugar indicar los momentos clave del cambio mas reciente al interno de la teologia
moral catlica. No se trata obviamente de panormicas que tengan la mnima pretensin de
ser exhaustivas u originales:me parece interesante evocar cualquier problemtica, en cuanto
influye sobre la cuestion que entiendo iluminar y ayudar a resolver.
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preceptos morales y que para vivir en fidelidad a estos preceptos basta seguir la propia
conciencia. Se elabor as una tica hecha de imperativos absolutos, caracterizada por una
gran rigor (rigidez), por una gran presin sobre la persona. Una tica interior, laica, del deber.
Una tica individualista.
Desde el punto de vista teolgico se debe sealar una tendencia pelagiana en este
modo de pensar: se puede ser cristiano hasta sin la gracia, sin Cristo. Un telogo griego
ortodoxo, Ch. Yannanas, examinando la evolucin de la moral occidental, habla del peligro
mortal que tal concepcin de la tica es para la fe y la Iglesia:" La tica es la corrupcin de la
Iglesia"20. En efecto, esta moral del deber, separada de la fe y de la Iglesia, llega a ser pura
coherencia, esfuerzo individual y colectivo para mejorar la sociedad. Esto tiene consecuencias
no solo para la moral, que se individualiza y se separa de la gracia, sino tambin para la
misma Iglesia, cuya vida se reduce a la disciplina moral y cuya naturaleza se interpreta como
la congregacin de las personas justas y honestas.
20 CH. YANNARAS, La libert dell'ethos. Alle radici della crisi morale in Occidente, Bologna 1984.
21 R. GUARDINI, La fine dell'epoca moderna, Il potere, Brescia 1984.
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fundamentales y bsicos los del "deber" y la "norma". Este autor habla de la situacin de
"naufragio" de las diferentes corrientes ticas:estas solamente son capaces de proponer
fragmentos dispersos e inconexos de la concepcin de la vida moral. No siendo capaces de
fundamentar racionalmente las normas morales conducen al emotivismo, (voluntarismo), esto
es, a la idea que las normas no son ms que el fruto de una opcin de la voluntad. Frente a
tanta desolacin el autor lo compara con el final del imperio romano:"El momento del cambio
decisivo en la historia antigua se tuvo cuando hombres y mujeres de buena voluntad se
libraron de la obligacin de apuntalar el imperio romano y dejaron de identificar la
continuacin de la civilizacin y de la comunidad moral con la conservacin de tal imperio.
La obligacin, ms bien, que se impusieron fue la construccin de nuevas comunidades en las
que la vida moral pudiese ser mantenida, de modo que tanto la civilizacin como la moral
tuviesen la posibilidad de sobrevivir a la poca incipiente de barbarie y oscuridad. Si mi
opinin de nuestra situacin moral es exacta, debemos concluir que desde hace algn tiempo
tambin nosotros hemos llegado a este punto de eleccin (cambio). Lo que cuenta, en esta
fase, es la construccin de formas locales de comunidades en cuyo interior la civilizacin y la
vida moral e intelectual se puedan conservar a travs de los nuevos siglos oscuros que ya se
abalanzan sobre nosotros.... Estamos esperando: no a Godot, sino a otro san Benito, sin duda
muy distinto". (p. 313)
MacIntyre, que se ha convertido, durante este tiempo, a la Iglesia catlica, no est solo
manteniendo esta nueva tendencia, que intenta comenzar sobre nuevas bases, con respecto a
las de la tica moderna. Como se ha dicho, l encarna una corriente bien representada en el
mbito de la filosofa moral reciente. Entre los ms importantes de estos filsofos, indico E.
Anscombe, S. Hauerwas, P. Wadell. Estos, inspirndose en la tradicin clsica antigua de la
moral (sobre todo en Aristteles, como tambin en san Agustn y en santo Toms) indican
algunos puntos esenciales para reencontrar el sentido permanente y actual.
Y para comenzar proponen antes que nada redescubrir la amplitud de la demanda
moral:el problema moral no es, antes que nada, el de "que debo hacer?" (problema de la
accin justa), sino el de "como debo vivir?"(problema de la vida buena y feliz). La mirada
restrictiva centrada sobre la cuestin de la accin justa, ha llevado a transformar la moral en
una "tica del dilema" (E. Pincoffs), que se ocupa solo de situaciones problemticas externas,
olvidando la vida y la persona del sujeto que obra. Se ocupa en cuestiones complicadas y
raras, dejando de lado el comportamiento cotidiano que determina la fisonoma moral
concreta de una persona.
En segundo lugar, estos autores subrayan la centralidad (el papel central )del sujeto
moral. La cuestin moral es " quin debo ser?". Por esto, deben centrarse de nuevo las
cuestiones de la finalidad de la vida humana y de las virtudes. Es a travs del desarrollo de las
virtudes como el hombre llega a ser, quien debe ser y adquiere la capacidad de realizar actos
buenos.Esto es:solo cuando adquiere la madurez de una sensibilidad moral acorde con los
fines, es cuando llega a ser capaz de percibir los problemas morales, de plantearlos
correctamente en relacin con los valores en juego y de encontrar las soluciones adecuadas.
Por ltimo, se indica la importancia decisiva de la comunidad para la vida moral. La
tica tiene necesidad de una morada, porque solo dentro de una comunidad orientada al bien o
de la amistad de personas virtuosas, el sujeto (la persona) puede llegar a ser virtuoso/a.
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cristiana, del que se debe deducir su orientacin ms profunda y cualificante. Tal fundamento
tiene una funcin dinmica y atrayente:no se trata de cumplir con los actos conforme a una
ley, sino de crecer segn una vocacin que da unidad a la vida y que le da su ltimo sentido.
La obligacin no es el elemento primario, sino que deriva del don de la gracia. El
precepto, con su carcter obligatorio, no es suprimido, sino redimensionado, en un camino
que debe llevar a la maduracin de la virtud moral, bajo el impulso de las virtudes cardinales.
Los preceptos singulares tienen su centro, su fuerza propulsiva y unitaria en la caridad, en una
perspectiva ya no individualistica, sino social:"dar fruto para la vida del mundo". A fin de
perfeccionar y renovar de este modo la teologa moral el Concilio ofrece tambin dos
indicaciones metodolgicas:su exposicin se har de forma cientfica y se tendr que basar
mayormente en la Sagrada Escritura. Se trata por un lado, por tanto, de reencontrar las fuentes
teolgicas especficas de la tica cristiana y de hacer que de estas, antes que de toda reflexin
puramente racional, se nutra;y por otro lado se deber garantizar el rigor en la exposicin y la
metodologa coherente en cuanto "ciencia teolgica".
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Desde el punto de vista del nexo con la dogmtica, despus de un primer perodo de
entusiasmo, este camino se ha abandonado como poco fructuoso. Tambin aqu la orientacin
normativa y el privilegio dado a la comunicabilidad racional de la moral ha llevado a hablar,
en vez de teologa moral, de "tica teolgica". El acento se pone ms bien sobre la estructura
original de las afirmaciones normativas acerca del comportamiento categorial:en cuanto tal
ellas no son deducibles de la fe, sino que son fruto de la razn prctica. Por eso se habla de
una "tica" racional, producto de la razn autnoma, colocada despus en un contexto de fe,
que le hace asumir a nivel de intencionalidad, pero no de contenido, un carcter "teolgico".
Es la razn prctica que, autnomamente, obra una justa ponderacin de los bienes
prevalentes en la situacin, e individua las normas morales adecuadas al caso.
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En su raz este error procede de la opinin que el Evangelio no es suficiente para iluminar al
hombre en su obrar concreto. Y as, para determinar la verdad moral prctica, se acaba por
dirigirse a la razn autnoma, separndola del Evangelio, que el mismo Concilio haba
definido "como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta". (Dei Verbum,
n. 7)
Lo que est en crisis es una preceptstica no unida ya al sentido de la vida, que haga
evidente y plausible la razn de la norma. La moral tiene necesidad de re-dimensionarse, de
reencontrar el sitio adecuado dentro de la exposicin de la fe. Si es verdadero el anlisis que
hemos rpidamente delineado, el fallo de la tica moderna es la quiebra de una moral racional
del deber desligada de su contexto de sentido: desligada de un fin para la vida, de la verdad
sobre el hombre, de la comunidad que la vuelva evidente y persuasiva.
Los senderos de la teologa moral catlica del post-Concilio se han cortado porque en
el fondo eran an los viejos senderos del legalismo y de una moral filosfica deudora hasta el
extremo de la tica moderna. El vino nuevo ("nuevo" de aquella novedad eterna y definitiva
del Evangelio y no de la "diversidad" siempre cambiante y siempre vieja de las modas) exige
ahora de los moralistas la construccin de otros nuevos senderos, ms all de los estrechos
esquemas de la contraposicin sistemtica entre ley y conciencia, entre razn y fe, entre
libertad individual y obediencia al Magisterio. El trabajo de la teologa moral no es ya solo el
proponer de nuevo los preceptos inmutables, ni el de adaptarlos convenientemente a la
situacin del hombre moderno: es ms bien el de un pensar en las condiciones genticas de la
aparicin de un sujeto cristiano, que en la acogida del don de la gracia de Cristo y en la
compaa de la Iglesia, llegue a entender la ley como camino de la vida. Un camino
ciertamente arduo, pero que no lo mortifica, sino que lo conduce a la felicidad.
Un gran maestro de la teologa catlica de este siglo, Hans Urs von Balthasar, ha
indicado embrionariamente los trazos para la superacin del extrinsecismo de la moral a la fe,
en sus Nueve tesis para una tica cristiana30. Es sobre este camino, que, junto con otros31
intento colocarme para ofrecer algunas notas para la renovacin de la moral catlica.
Moral y Evangelio
Se ha dicho que se trata de reconstruir el sujeto cristiano. Pero como surge el sujeto
cristiano? Hacerse esta pregunta decisiva significa investigar el nexo originario entre moral y
Evangelio y buscarlo all donde la libertad humana despierta con toda su energa al anuncio
alegre de una realizacin presente y gratuitamente dada. El Evangelio es, en efecto,
cumplimiento de esa promesa, que est en el centro de todo dinamismo, de toda espera, de
toda accin.
Si se contempla la moral catlica de los ltimos siglos, en el modo como se ha
30 Enchiridion Vaticanum, vol.5, Bologna 1982, 612-645.
31 C. CAFFARRA, Vivente in Cristo, Milano 1981; I. BIFFI, Integralit cristiana e fondazione morale, en "La
Scuola Cattolica" 115 (1987),570-590; G. CHANTRAINE - A. SCOLA, L'venement Christ et la vie morale, en
"Anthropotes" 1 (1987), 5-23; A. SCOLA, Christologie et morale, en "Nouvelle Revue Thologique" 109 (1987),
382-410.
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Verdad, que revela el rostro del Padre, y por tanto tambin Camino para el hombre hacia la
felicidad. Cristo es, por tanto, el centro y el punto de referencia de la moral cristiana, la cual
no puede concebirse si no como relacin con su persona. l es la "norma categorial
concreta"(von Balthasar), en cuanto expresa en su misma persona la total realizacin de la
voluntad del Padre, de manera insuperable y completa. l ha vivido en la concrecin histrica
de una existencia humana, el amor mismo del Hijo de Dios al Padre, la obediencia perfecta a
su voluntad. En el Espritu Santo esta norma personal se universaliza e interioriza en el
cristiano como "ley nueva" en su misma vida: "No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en
m" (Gal.2, 20).
A la luz de esta dimensin cristolgica se pueden tomar y articular adecuadamente los
nexos teolgicos entre Evangelio y moral.
Ante todo, porque Cristo es una persona, la relacin del cristiano con l no puede
acabarse en una respuesta de asentimiento meramente intelectual a las verdades conceptuales
que le afectan. Esto significara vaciar la fe. l espera de nosotros una respuesta que afecta a
toda la persona, que se expresa, ms bien, a travs de la adhesin de nuestra voluntad a sus
preceptos: "en esto sabemos que le conocemos, en que guardamos sus mandamientos" (1 Jn.2,
3). La respuesta a su amor gratuito y absolutamente precedente a nuestra libertad, creada y
pecadora, no se resuelve en palabras, sino en un concreto testimonio de amor con hechos:
"Hijos mos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y segn la verdad" (1 Jn. 3,
18). Y el testimonio de la vida transformada llega a ser a su vez evangelizacin, invitacin a la
comunin (cfr. 1 Jn. 1, 3). El nexo entre "fides" y "mores" es por tanto constitutivo e
intrnseco: toda separacin hara vana la adhesin de fe, privndola de su naturaleza
especfica de respuesta global de la persona a la persona de Cristo. "El Evangelio es fuente de
toda verdad salvfica y de toda regla moral" (Dei Verbum, n. 7).
Por otra parte, y por la misma razn, el anuncio de la persona de Jesucristo no puede
tampoco reducirse al anuncio de ideas o de preceptos. l es el "fin" del hombre y no un
simple maestro, que nos introduzca en las verdades morales. l mismo, en su persona, es la
posibilidad de felicidad para el hombre. Desde el momento que la felicidad del hombre es una
persona ("Yo soy el camino, la verdad y la vida":Jn. 14, 6), la moral como bsqueda de la
felicidad esta sujeta a una radical renovacin: en su vrtice es sequela Christi, adhesin
completa de la libertad a l.
As se ven dos extremos a evitar: un cristianismo desencarnado, en el que la respuesta
de fe a Cristo no se traduce en la vida del creyente al nivel de la concreta prctica del obrar;
un moralismo que reduce a Cristo a ser ejemplo y sostn de valores morales autnomos en s
y separados de l.
Sin embargo, la fe no es un simple "horizonte trascendental" o intencional de la vida,
un horizonte que determina actitudes, pero no implica acciones concretas. Se expresa
necesariamente en aplicaciones particulares a nivel normativo (los preceptos morales), que
encuentran ni ms ni menos su fuente y su razn de ser, en la persona de Cristo. El nexo entre
la fe y la moral no se puede reducir solo al amor entendido como actitud "trascendental", sin
que pueda verificarse en aspectos concretos y "categoriales" del obrar.
Las normas morales particulares, necesarias para la verdad del seguimiento de Cristo,
estn por tanto ordenadas a vivir la gracia del encuentro con l y se deben aclarar con la
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legislador, que se acogen sumisamente, ni como reglas que derivan de una eleccin parcial de
fe y vlidas solo dentro de la comunidad de los creyentes, sino como verdades morales sobre
el bien de la persona. La capacidad argumentativa racional y la persuasiva vivencia cristiana
sern los ttulos de crdito y los lugares de dilogo sobre el humanum con todo hombre de
buena voluntad.
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Cul es, por tanto, la "morada" de la moral cristiana, el lugar gentico en el que
surge su sujeto adecuado?
El "ser en Cristo" mediante el Espritu constituye la identidad radical del sujeto moral
cristiano, su domicilio, el don que, precediendo absolutamente cualquier accin, asegura
races a su accin hacindola expresiva de tal don. Dice H.U.von Balthasar: "Sin ese
domiciliarse, la accin despus de una mirada al don de Dios desde la fe, se lanzara al mundo
y buscara, a travs de una actividad nerviosa y precipitada, dirigida a "cambiar el mundo",
dar su respuesta al amor de Dios. Pero se tratara entonces solo de las obras, segn la
concepcin rechazada por Jess y por Pablo" 37. Permanecer en el don de Dios es posible a la
libertad humana, frgil y pecadora, porque aquel don se ha convertido en "per-don", don
exuberante en la redencin mediante la cruz de Cristo. Como en la parbola del hijo prdigo
(Lc.15, 11-32) la libertad humana, despus de tantas peripecias lejos de su domicilio, en la
tierra de esclavitud, descubre entonces que se le adelanta el perdn del Padre, que le sale al
encuentro. As la libertad vive de un per-don que la constituye y que funda, de un modo an
ms verdadero y radical que el mismo don de la creacin (ley natural), la obligacin moral38.
Este don abierto siempre al perdn tiene adems una dimensin objetiva. El "ser en
Cristo" se realiza mediante nuestra incorporacin a la Iglesia. El "n" es tambin un "sn" con
los hermanos en la fe. El momento en el que se establece el nexo entre eclesialidad y moral y
se documenta con la mxima densidad teolgica es en el sacramento de la Eucarista: lugar
donde surge la Iglesia y, al mismo tiempo, lugar en el que se nos da el mandamiento nuevo de
la moral cristiana: "amaos como yo os he amado"(Jn.13, 34). La Eucarista, es el don que
Cristo hace de s mismo a los suyos, el verdadero domicilio del hombre nuevo, del que deriva
toda su tica.
Adems la Iglesia es la Esposa de Cristo, que recibe de l su Espritu y es as asociada
gratuitamente, bajo la cruz, a la obra de la redencin. Justamente en la conexin entre el
Espritu y la Iglesia se funda la funcin materna de la Iglesia en la formacin moral de los
cristianos. Esto ocurre en una doble y fundamental direccin: mediante la interpretacin
autntica de la ley divina y su correcta aplicacin a las nuevas circunstancias de la historia y
mediante el perdn de los pecados, la consolacin y exhortacin pastoral. Magistra et mater.
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de la Iglesia, cuerpo de Cristo: "in laudem gloriae gratiae suae" (Ef.1, 6). La prueba sobre la
calidad tica del obrar cristiano se encuentra propiamente en la comunin eclesial. La
canonizacin de los santos expresa el reconocimiento por parte de la Iglesia de que su vida ha
edificado realmente todo el cuerpo, que ha sido una "vida eclesial", hasta el punto de poder
ser propuesta como regla ("canon") a la vida de los otros fieles.
Por otra parte no hay oposicin entre perfeccin moral personal y edificacin de la
Iglesia, porque la Iglesia es Iglesia de personas, que crece cuanto ms madura la respuesta de
cada uno a la propia vocacin a la caridad. La caridad es, en efecto, la forma de todas las
virtudes, su constitutivo intrnseco: crecer en la caridad significa no solo participar siempre
mas ntimamente en la vida divina, sino tambin ensanchar las medidas del propio corazn en
sentido eclesial. La caridad dada a la Iglesia es la fuente misma de nuestras propias virtudes.
Edificar el cuerpo de Cristo significa entrar en la virtud de la caridad y, a travs de ella, en
todas las otras.
Si el sujeto moral nace del encuentro con Cristo, es mediante su insercin bautismal en
la Gracia y la infusin de las virtudes teologales, que se hace posible, se consolida y
perfecciona, a un nivel nuevo, la prctica de la virtud moral. Lo que acontece en el plano
simplemente humano no es anulado o superfluo, sino ms bien asumido e integrado en el
dinamismo de una generacin nueva de la persona en Cristo.
Respecto al tema del pluralismo moral, que ya antes se ha aludido como una de las
problemticas mas candentes de la moral actual, parece pertinente llamar la atencin sobre el
pensamiento de santo Toms a propsito del significado eclesiolgico de la concordia en el
juicio moral39. Comentando el cap. XII de la carta a los Romanos l seala la concordia como
una de las caractersticas esenciales de la charitas eclesial: consiste en la unidad del saber (in
unitate scientiae). Ahora bien no repugna a la concordia, entendida como amistad en la
caridad, que se tenga un disenso acerca de materias especulativas. Bien distinto es el caso del
juicio de la razn acerca de que hacer: aqu el disenso se opone directamente a la amistad. En
efecto tal disenso implica un contraste entre la voluntad, que destruye la concordia, aquella
"unidad de corazones", que es caracterstica constitutiva de la Iglesia. Es sorprendentemente a
partir de la necesidad de esta concordia que santo Toms piensa que es contrario a la unidad
eclesial el disenso en la fe: en efecto l argumenta que la fe no es solo especulativa (ella
"acta mediante la caridad", como dice Gal.5, 6) y por tanto disentir acerca de la fe es
contrario a la caridad. Para terminar con este disenso en el juicio moral el Apstol recomienda
"no querer ser prudentes ante nuestros ojos, a solas". Y el Aquinate aade: "hasta el punto de
juzgar prudente solo aquello que a vosotros parezca serlo". La concordia eclesial viene a ser,
por tanto, un criterio y hasta una modalidad del discernimiento de la verdad moral. Mediante
la fe y la caridad, en el mbito materno de la Iglesia, se abre as el espacio vital de una
educacin y formacin de la conciencia moral cristiana.
27
Pasemos ahora a una cuestin candente, que habamos dejado abierta al inicio de este
captulo. Cuales deben ser los contenidos privilegiados de la predicacin moral catlica en
nuestra situacin actual? Vale la pena insistir an sobre la moral sexual o no es el caso de
afrontar problemticas ms actuales y sobre las que se encuentra una mayor disponibilidad
para la escucha? Si se plantea as el problema, se da en seguida un carcter arbitrario a las
propias elecciones. El criterio de la verdad a predicar no puede ser el de su aceptabilidad
social, del cociente de "share" que ella tiene, an cuando ciertamente se considere un modo de
anuncio que permita al interlocutor la comprensin y la sintona.
Preguntmonos antes que nada por los motivos de la acentuacin de la predicacin
moral tradicional. Di todos los mbitos en los que se expresa el obrar responsable del hombre,
la predicacin moral cristiana ha privilegiado siempre sobre todo tres esferas:el respeto de la
vida humana, la sexualidad y el lenguaje40. En correspondencia con estas tres esferas y en
sintona con la tradicin filosfica clsica, ha individuado especficas normas de
comportamiento con validez absoluta: normas que son substradas a cualquier clculo de
conveniencia proveniente del contexto y de las circunstancias y que no admiten ninguna
excepcin, en cuanto prohben acciones que son siempre intrnsecamente contradictorias con
una voluntad orientada al bien de la persona. La muerte directa de un ser humano inocente, la
deliberada separacin de la sexualidad de su contexto de don integral interpersonal, la
voluntaria ofensa de la confianza mediante la mentira han sido siempre consideradas por la
tradicin comportamientos por s mismos malos y nunca aprobados. Por ellos , como por el
testimonio de la fe, la verdad moral llega a pedir el sacrificio supremo del martirio.
Porqu esta absoluta exigencia tica en tales mbitos? Si se reflexiona
adecuadamente sobre el significado antropolgico y moral que connotan estas dimensiones, se
debe reconocer que representan sectores de la existencia en los cuales la persona se expresa
de modo inmediato y no se la puede tomar por tanto en una forma meramente instrumental,
sin lesionar al mismo tiempo la dignidad propia o la de los otros (R.Spaemann).
El especial relieve de las exigencias ticas conexas a estas tres esferas depende
ltimamente de la primaca de la relacin interpersonal, como medida de la relacin con Dios:
"quien no ama a su propio hermano al que ve, como puede amar a Dios a quien no ve." (1
Jn.4, 20). El primero y ms grande de los mandamientos es amar a Dios con todo el corazn,
con toda el alma y con toda la mente, pero se realiza mediante el segundo que le es semejante:
amar al prjimo como a s mismo (cfr. Mt. 22, 37-39). En este mandamiento del amor al
prjimo dir Pablo que "toda la ley encuentra su cumplimiento" (Gal. 5, 14;Rom.13, 8-10).
La tradicin bblica y la misma tradicin moral cristiana constantemente han
privilegiado algunos "lugares" de la moral estrechamente unidos a las relaciones
interpersonales inmediatas: la relacin padres - hijos, la relacin hombre - mujer, la relacin
fraterna41. En ellas se expresa de manera eminente la postura y el contenido fundamental de la
moral: el reconocimiento del don y la acogida de la vocacin al don de s mismo. La norma
especficamente cristiana del amor al prjimo universaliza esta postura hasta abrazar a todos
como hermanos (Lc.10, 29-37), an a los enemigos (Mt.5, 44), y encuentra su vrtice en el
40 Cfr. R. SPAEMANN, La responsabilit personale e il suo fondamento, en AA.VV., Etica teleologica o
etica deontologica, Quaderno CRIS nn.49-50, Roma 1983, 5-25.
41 G. ANGELINI, Ritorno all'etica?, cit.,443.
28
amor activo a todos aquellos que son los ms dbiles, necesitados, abandonados. Entonces
aparece claro el fundamento cristolgico del mandamiento:"... cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos mos mas pequeos, a m me lo hicisteis" (Mt. 25, 40).
Entre las cuestiones hoy ms dramticamente urgentes y al mismo tiempo ms en
sintona con este mandamiento de Jess est la cuestin de la vida dbil e indefensa,
amenazada cuando an est escondida en el seno de la madre o cuando se est apagando. Si la
defensa de la vida debe abrazar el espectro integral de las amenazas a las que est expuesta,
ningn llamamiento a la tesis de la "tnica inconstil"42 puede evitar el reconocer la prioridad
absoluta de la cuestin del aborto. La Madre Teresa de Calcuta, hablando en Miln el 22 de
mayo de 1979 vino a decir: "El aborto es ms grave que la guerra. El aborto es el principio
que pone en peligro la paz del mundo.". De esta aguda visin se ha hecho intrprete la Iglesia
en sus mximos niveles, en las palabras del card. Joseph Ratzinger en el Consistorio
extraordinario de abril de 1991. En l seal el alcance no solo individual, sino social y
poltico de la cuestin del aborto: su legitimacin pone en cuestin los fundamentos mismos
de la democracia43.
Es as tambin indicada la apertura de las cuestiones de moralidad interpersonal en la
problemtica global, de naturaleza social, econmica, ambiental y poltica. Son expresiones
coherentes de la prctica del amor que no tiene lmites, pero que encuentra el punto inicial de
verificacin y de educacin precisamente en el mbito de las relaciones primarias entre
personas.
La poltica como forma eminente de caridad (Pablo VI), debe confrontarse con los
complejos problemas de la convivencia social e internacional. No encuentra soluciones
fciles, unvocas, vlidas de una vez para siempre: es el mbito del posible y del opinable, en
el que el Magisterio no tiene siempre una respuesta preparada y debe ejercitarse la inventiva y
la responsabilidad propia de los laicos cristianos, (cfr Gaudium et spes, n. 43), de las difciles
mediaciones de legtimos intereses para dar forma a una convivencia justa. Este esfuerzo
difcil e importante tiene su punto de referencia primero e imprescindible en el valor de la
persona, que es respetada inequvocamente en sus derechos fundamentales, base irrenunciable
del bien comn.
En conformidad con lo ya expuesto parece decisivo subrayar el carcter positivo que
debe tener la predicacin moral:"ms que las denuncias servir un anuncio gozoso del don de
la vida". Para no ajustarse a una serie de prescripciones ticas fastidiosas, advertidas como
limitacin de la libertad y fuera del tiempo, la voz de la Iglesia deber indicar antes que nada
el horizonte positivo del valor de la vida, de la verdad, del don de s mismo. Deber saber
hablar al hombre sin censurar los desafos del sufrimiento, de la soledad, de la prueba, de la
muerte. Sobre las cuestiones ltimas y decisivas solo Cristo puede dar una respuesta
satisfactoria. Sin esta perspectiva que abre la verdad moral a las preguntas por el sentido del
sujeto, la propuesta de una retrica de tipo casustico, an salvando la "objetividad" de la
42 En la discusin tico-poltica en los Estados Unidos, el argumento de "seamless garment" (tnica inconsutil)
se emplea para mantener que no nos podemos fijar solo en el aborto,sino que es necesario verificar si un
candidato poltico respeta la vida humana en todos sus aspectos (justicia social, poltica internacional, pena de
muerte, ect.). El tema de la defensa de la vida seria una "tnica inconsutil", que no puede ser rasgada
privilegiando algn aspecto parcial.
43 Sobre este tema, vase el candente anlisis de M. CHOOYANS, L'avortament: enjeux politiques, LongueuilQuebec 1990.
29
6.-Referencias magisteriales
CONCILIO ECUMNICO VATICANO II, Decreto Optatam totius, n.16.
PABLO VI, Allocutio ad Sodales Congregationis SS. Redemptoris, sept.1967: AAS 59
(1967), 960-963.
30
7.-Bibliografia
G. ABB, Felicit, vita buona e virt. Saggio di filosofia morale, LAS, Roma 1989.
G. ANGELINI, Ritorno all'etica? Tendenze e ambiguit di un fenomeno recente, en
"Regno/att." 14 (1990), 438-449.
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L. GIUSSANI, Moralit: memoria e desiderio, Jaca Book, Milano 1991.
R. GUARDINI, La fine dell'epoca moderna. Il potere, Morcelliana, Brescia 1984.
T.J. HERRON (Editor), The Catholic Priest as Moral Teacher and Guide. A
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L. MELINA, Ecclesialit e teologia morale. Spunti per un "ri-dimensionamento"
teologico della morale, in "Antropotes" 1 (1989), 7-27.
L. MELINA, La morale: ostacolo per l'evangelizzazione?, in AA.VV. Annunciare
Cristo all'Europa, Istra, Milano 1991, 161-182.
S. PINCKAERS, Le fonti della morale cristiana. Metodo, contenuto, storia, Ares,
Milano 1992.
P. POUPARD, La morale chrtienne demain, Descle Int., Paris 1985.
J. RATZINGER, Svolta per l'Europa. Chiesa e modernit nell'Europa dei rivolgimenti,
Paoline, Milano 1992.
31
32
Captulo segundo
LOS ABSOLUTOS DE LA MORAL EN DISCUSIN
El testimonio de la tradicin.
Toda la gran tradicin de la Iglesia ha afirmado siempre que existen acciones en s
mismas y por si mismas malas, las cuales no pueden hacerse buenas en virtud de las
intenciones subjetivas que las acompaan, de los bienes que se obtienen a travs de ellas o de
las circunstancias secundarias en las cuales han sido realizadas. Uno de los testimonios ms
claros y autorizados de esta doctrina tradicional es el pasaje que sigue, tomado del opsculo
de S. Agustn, Contra mendacium (VII, 18): "En cuanto a los actos que son en si mismos
pecados, como el robo, la fornicacin, la blasfemia, quin osara decir que no son ya
pecados cuando se realizan por un buen motivo, o, incluso, conclusin an ms absurda, que
son pecados justificados?(...). Hablar as es contribuir a la subversin de la sociedad, de la
moral, y de las leyes. Qu crmenes, qu escndalos, qu sacrilegios no se podran cometer,
por grandes que fueren, con la excusa de obrar con total rectitud y justicia, no ya con
impunidad, sino honestamente y con el fin de esperar una recompensa, lejos del deber de
temer un castigo? Si an una sola vez admitiramos que en todas las acciones malas de los
hombres lo que se examina no es ya lo que se hizo sino el motivo por el ha sido hecho, no
deberamos, pues, concluir que los actos, de cualquier tipo que sean, son siempre buenos si el
motivo por el que se realizaron es bueno? ".
Sobre la base de estas evidencias, patrimonio comn del sentido moral de todos lo
hombres, y que se pueden encontrar en las diversas culturas y en las diferentes pocas
histricas44, y fundndose adems en s. Pablo: "no se debe hacer el mal para obtener el bien "
(Rom 3,8), la enseanza de la Iglesia ha sostenido siempre que las normas morales que
prohben estas acciones "intrnsecamente malas" tienen valor absoluto y no pueden admitir
excepciones. De modo explcito y directo la reciente encclica Veritatis splendor ha definido
como "ncleo de las enseanzas,... que hoy volvemos a recordar con la autoridad del sucesor
de Pedro,... la reafirmacin de la universalidad e inmutabilidad de los mandamientos norales
44 Cfr C.S. LEWIS, L'abolizione dell'uomo, Milano 1979.
33
y, en particular, de aquellos que prohben siempre y sin excepcin los actos intrnsecamente
malos."(n. 115).
Como ya se dijo, la enseanza moral catlica ha sealado normas absolutas de este tipo,
sobre todo en tres mbitos: el de la vida, el del lenguaje y el de la sexualidad. En estas tres
esferas "la personalidad se expresa de modo inmediato y uno no puede comportarse en ellas
de manera meramente instrumental sin daar la propia dignidad y la dignidad de los dems" 45.
Matar a una persona humana inocente, el engao voluntario mediante una mentira, el ejercicio
de la sexualidad fuera del contexto conyugal de una autntica donacin interpersonal, han
sido consideradas acciones intrnsecamente malas, nunca lcitas por ningn motivo. Las
normas morales que prohben tales acciones valen, pues, siempre y sin excepcin (semper et
pro semper).
Para documentar posteriormente la unanimidad de la tradicin moral sobre este punto, basta
ver como los grandes maestros de la Escolstica medieval reaccionaban ante la opinin de un
antiguo comentarista pagano de la tica Nicomquea de Aristteles, quin sostena la licitud
de mentir o cometer adulterio con la mujer de un tirano con el fin de liberar de ese modo la
patria de aquel tirano. S. T. de Aquino expresa una posicin comn (Roberto Grossatesta, S.
Alberto Magno, etc.) cuando afirma que "aquel comentarista no debe ser seguido: por ningn
fin bueno se debe cometer adulterio". Se trata, de hecho, de una accin que es pecado en s
misma46. Quien cometiese tal accin en alguna circunstancia de presin psicolgica y de
opresin, debera, quizs, ser disculpado y compadecido por la falta de libertad con la que ha
obrado, pero nunca aprobado. El testimonio de los mrtires muestra claramente cual es la
accin justa, incluso en circunstancias difciles de extrema presin psicolgica, aunque
requiera un herosmo fuera de lo comn.
En lnea con esta larga tradicin, tambin el reciente Magisterio moral del Romano
Pontfice, ha declarado "intrnsecamente malos" algunos actos. El aborto, la fecundacin
artificial, la masturbacin, son casos de acciones de esta clase. En particular el n. 14 de la
Humanae vitae ha definido la contracepcin como una accin "intrinsice inhonesta", que no
puede justificarse ni por buenas razones, ni por el conjunto de una vida conyugal fecunda. Se
trata, de hecho, de un acto "indigno de la persona", contrario a la verdad del amor conyugal y
al don de s, que los actos sexuales estn llamados a expresar mediante el lenguaje del
cuerpo47.
Sin embargo, siguiendo la discusin sobre la Humanae vitae, se ha discutido que
existan acciones intrnsecamente malas, y que las correspondientes normas que las prohben
tengan valor absoluto, sin excepciones. Verdaderamente, los promotores de esta posicin
pueden ser encontrados ya en el Informe de la mayora impertinentemente publicada antes de
la Encclica, en 196748. En sta, para argumentar a favor de la licitud de la contracepcin
qumica, se da una interpretacin particular de la prohibicin de matar: matar es malo porque
45 R. SPAEMANN, La responsabilit personale e il suo fondamento, en R. SPAEMANN & ALTRI, Etica teleologica
o etica deontologica. Un dibattito al centro della teologia morale odierna, Quaderni CRIS, n. 49-50, Roma
1983, 19.
46 S. TOMS DE AQUINO, De Malo, q. 15, a. 1.
47 JUAN PABLO II, Uomo e donna lo cre. Catechesi sull'amore umano, Citt del Vaticano 1985, Catechesi
CXXIII, 467-469.
48 Cfr. W. MAY, Moral Absolutes, Catholic Tradition, Current Trends, and the Truth, Milwaukee 1989, 19-26.
34
es contrario a la recta razn, "a menos que est en juego un bien mayor", como sera el caso
del bien de la comunidad respecto a la pena de muerte. Aunque el Informe que citamos
declara explcitamente que algunas acciones, en el mbito de la moral sexual, han de ser
consideradas intrnsecamente malas y nunca justificables, el principio que aqu consideramos
contiene en s la negacin virtual de todo absoluto moral. Veamos ahora, con ms detalle, las
tesis y las argumentaciones que discuten la existencia de absolutos morales.
49 Cfr J. FUCHS, Etica cristiana en una societ secolarizzata, Casale M. 1984, 117-137.
35
36
El proporcionalismo
La moral de manual no estaba, por tanto, en condiciones de justificar los absolutos
morales. Ella los afirmaba y, hasta que no hubo rechazo a esa postura, poda bastar su
referencia a la ley. Los telogos innovadores han captado, justamente, la debilidad de esta
posicin y han hecho una pregunta radical, a la cual la manualstica no estaba en condiciones
de responder por el horizonte restringido en el que se mova: Cul es la razn por la cual la
ley define como recto o equivocado moralmente un cierto comportamiento? La respuesta que
ellos dan se conecta con el consecuencialismo, de matriz utilitarista, o tambin al ms
mitigado proporcionalismo. La adopcin de estas teoras de tica filosfica, para la fundacin
de la norma moral, ha sido ampla en el mbito de la teologa moral catlica, sobre todo en las
reas alemana y anglosajona. La encclica Veritatis splendor describe sintticamente con el
ttulo comn de "teleologismo" (n. 75), estas teoras ticas, que despus criticar
detalladamente.
El proporcionalismo consiste en apoyar la norma moral, llamada "material" (de rectitud, no
de bondad) sobre la base de una ponderacin de los efectos de una accin. Se habla ms
exactamente de la ponderacin de los bienes "pre-morales" ( J.Fuchs) u nticos (B.Schller)53.
El valor moral de una accin tambin aqu no es intrnseco, sino extrnseco: deriva del clculo
de factores extra morales, de la ponderacin de ventajas y desventajas que para la persona del
que obra, y para los otros, tiene una accin determinada.
Las normas morales, dicen los proporcionalistas, intentan proteger determinados
bienes humanos (la vida, la propiedad, la procreacin, la sociabilidad, etc...). Estos bienes no
son en si bienes morales, absolutamente obligatorios: son bienes contingentes, concurrentes
entre ellos hasta el punto de encontrarse en conflicto en situaciones concretas; frecuentemente
no es posible realizarlos todos contemporneamente sino que ser necesario sacrificar alguno.
El verdadero y nico bien moral es la voluntad buena y los comportamientos trascendentales
buenos, que se verifican buscando el comportamiento ms recto y ventajoso. Aqu, de paso, se
ve la extraa combinacin de un subjetivismo trascendental kantiano de la buena voluntad con
un consecuencialismo objetivo de la eficiencia acerca de la accin exterior.
El principio para encontrar la norma de la accin exterior es: "escoge siempre el bien
mayor" (B. Schller). Este es el principio de la razn proporcionada, que sirve de regla
general para determinar en concreto lo que hay que hacer: se debe hacer la accin que tenga
las mejores consecuencias, en el sentido de garantizar el mximo de bienes pre-morales
compatibles entre ellos. La tica proporcionalista reivindica para si el ttulo de "tica de la
responsabilidad", en cuanto que pide al hombre responsabilizarse de los efectos de todas sus
acciones y omisiones, para el bien del mundo. A la tica abstracta de la "conviccin", que fija
algunos principios inmutables y sanciona los absolutos de una vez para siempre, esta tica de
la responsabilidad contrapone el comportamiento inductivo flexible, atento a lo concreto (M.
Weber).
Ahora bien, como sea que los bienes pre-morales son contingentes, relativos y
53 Cfr B. SCHLLER, La fondazione dei giudizi morali, Assisi 1975.
37
38
reducir los problemas morales a cuestiones de clculo entre ventajas y desventajas. Sin
embargo, antes de llevar ms a fondo nuestra critica, debemos examinar otra argumentacin
aducida para sostener la negacin de los absolutos morales.
39
de factores no morales: los mejores bienes pre-morales que es posible conseguir. Podemos
decir que el acto humano es considerado como un evento que acaece en el mundo y que trae
consecuencias positivas y negativas en s.
Para entender mejor este punto decisivo, se puede poner un ejemplo que evidencia el
diferente modo de examinar un caso moral en esta concepcin y en aqulla tradicional 56.
Supongamos que se deba considerar la situacin de una mujer con cinco hijos, sin trabajo y
con una casa insuficiente. Mientras esperaba el sexto hijo, se le muere el marido de repente,
dejando sin recursos a la familia. Para agravar la situacin, su mdico diagnostica que el
embarazo y el parto podran resultar fatales para su misma vida.
Segn la concepcin proporcionalista de la moral que estoy describiendo, a la seora
se le presenta la siguiente alternativa: o arriesgarse a llevar adelante el embarazo con la alta
probabilidad que esta eleccin conlleva de que la madre muera y deje a seis nios hurfanos y
sin recursos; o realizar el aborto y, as, estar segura de que vivir ella con sus cinco nios, sin
problemas posteriores que se unan a los ya graves que debe afrontar. Si la alternativa es,
verdaderamente, la descrita por el proporcionalismo, parece lgica y humana la respuesta: es
moral la accin que provoca un estado de cosas mejor y es, ciertamente, preferible la situacin
de una madre viva que atiende a sus cinco hijos, a la de seis hurfanos sin recursos y sin
ningn progenitor que los cuide.
Esto desde el punto de vista de la rectitud. Desde el de la bondad moral de la persona,
la teora que estamos describiendo dira as: la bondad moral de aquella seora est
garantizada por su intencin de producir con su obrar el mejor resultado para si y para sus
hijos. La vida fsica del nio todava no nacido es un bien slo pre-moral, que no puede exigir
un respeto absoluto sin considerar los otros bienes en juego. El valor de la vida fsica del nio
todava no nacido debe contrapesarse con todos los otros bienes humanos concurrentes que
estn en conflicto con aqulla situacin, para hallar la eleccin justa (recta) tutelando
suficientemente los ms importantes.
Pero, en realidad, la alternativa que se presenta a la eleccin de la seora, no es
precisamente la que acabamos de indicar, aceptando hipotticamente la ptica del
proporcionalismo. De hecho, nuestros actos no tienen slo consecuencias exteriores a
nosotros mismos. Tienen, sobre todo, efecto sobre nosotros mismos: nos hacen ser buenos o
malos. Como dice S. Gregorio de Nissa: "nosotros somos hijos de nuestros actos" 57.
Escogiendo mentir, nos hacemos mentirosos; escogiendo robar, somos ladrones; matando,
somos homicidas. Entonces, segn la perspectiva de la moral clsica, la alternativa del caso
propuesto resulta: o seis hijos vivos y una madre que por uno de ellos ha dado su vida, o cinco
hijos vivos junto a una madre homicida. Es claro que las circunstancias dramticas del caso
atenuaran la responsabilidad de la mujer que escogiese el aborto; pero no podran hacer
buena una accin mala. Permitiran, quiz, excusarla; pero no valorar positivamente la
eleccin de abortar.
56 Debo la idea de este ejemplo a una conversacin con el Prof. M. Rhonheimer, del cual ha sido recientemente
publicada en italiano la obra de tica filosfica: La prospettiva della morale. Fondamenti dell'etica filosofica,
Roma 1994.".
57 Cfr SAN GREGORIO DE NISSA, Vita di Mos, II, 3-6, GNO VII,1 (Musurillo) 34-35.
40
41
lcito nunca matar para defenderse, sino que puede ser lcito matar defendindose. No es un
juego de palabras, sino un caso que puede ayudarnos a entender cul es el objeto de la
eleccin: en el caso en que mato defendindome, el objeto de mi eleccin no es el matar al
otro, sino la proteccin de mi vida con medios proporcionados. Por eso, desde el punto de
vista tico, la legtima defensa no es una excepcin al mandamiento de no matar, sino un caso
del todo distinto.
Esto nos introduce en la distincin esencial entre el aspecto fsico y el aspecto moral
de un acto62. El aspecto fsico es lo que viene determinado por la observacin exterior de lo
que sucede. Es el acto visto como un evento que acaece en el mundo exterior y que provoca
ciertos efectos. El aspecto moral del acto es el acto visto desde el interior del sujeto, en la
perspectiva de una eleccin de la libertad, y por esto calificado por el objeto (significado
objetivo) intentado por quien obra. Por esto, S. Toms dice, siempre, que si quiero dar a uno
miel, y por error le diera hiel, desde el punto de vista moral le he dado miel, aunque
fsicamente le di hiel y lo amargo le queda en la boca. Naturalmente ser mi tarea, y forma
parte de mi responsabilidad moral, verificar primero de qu recipiente saco una cucharadita de
miel para alguien...
As dos actos idnticos fsicamente, exteriormente indistinguibles, pueden pertenecer
a especies morales totalmente distintas. Se puede proponer otro ejemplo muy precioso para la
aplicacin a la moral conyugal. Una mujer puede tomar la pldora anovulatoria con una
finalidad no anticonceptiva: para regular el ciclo solamente. Me han contado el caso de una
monja de clausura que tuvo necesidad durante cierto perodo de esta cura, prescrita por el
mdico; y, es obvio, el fin no era evitar la concepcin: la terapia fue el objeto de su eleccin.
Pensemos ahora en el caso de una casada que toma la pldora para la regulacin de su ciclo, y
sabe que eso har infecundos los actos conyugales cierto perodo. Ella, desde el p. de vista
moral, mientras est en tratamiento, puede realizar los actos conyugales, aun sabiendo que no
sern fecundos. Pero, desde el punto de vista fsico, su accin es idntica a la de una seora
que, por el contrario, toma la pldora slo para hacer infecundos los actos conyugales. Desde
el punto de vista moral, sin embargo, la primera accin no es la contracepcin, mientras que
la segunda lo es. Se debe concluir que la contracepcin no es definida adecuadamente por la
expresin "tomar la pldora" (aspecto fsico de la accin), sino por la otra expresin usada en
la Humanae vitae: "toda accin que, o en previsin del acto conyugal, o en su realizacin, o
en el desarrollo de sus efectos naturales, se proponga como fin o como medio hacer imposible
la procreacin " (la accin descrita en su especie moral: Humanae vitae, n. 14).
Por esto, es equivocado decir que el caso de la ingestin teraputica de la pldora es
una excepcin a la norma moral sobre la contracepcin ( como ha dicho, por ejemplo, el
documento de los obispos austriacos de 1968, induciendo a confusiones y posibilitando que la
norma no quede sin excepciones y que no prevea adems otras posibilidades). Comprendemos
ahora el porqu no se trata de una excepcin. La norma moral no tiene como objeto suyo una
accin descrita en su aspecto fsico, sino la accin entendida en su especie moral: desde el
punto de vista moral el acto de la toma teraputica de la pldora simplemente no entra en las
acciones prohibidas por la norma. Por tanto, pues, las normas no son materiales, en el sentido
de que describan una accin en su aspecto fsico.
62 Para la distincin entre species naturae y species moris, vase: Summa Theologiae, I-II, q. 1, a. 3, ad IIIum.".
42
43
Al elegir los bienes humanos finitos, los "bienes para la persona", debo respetar y
afirmar siempre, como criterio ltimo de mi voluntad, el "bien de la persona". El bien moral
es el bien de la libertad que escoge, afirmando y queriendo en su eleccin de los bienes
humanos, el bien de la persona. As se vern los bienes jerarquizarse, de acuerdo con una
escala objetiva de valor o segn una escala contingente de urgencia.
Tambin, ciertamente, entrar aqu una justa ponderacin entre los bienes. Pero hay
bienes para la persona que estn casi estrictamente ligados al bien de la persona que no se
podr nunca negarlos sin negar y violar el bien de la persona misma. Si alguna vez ser
necesario suspender la realizacin de un bien moral inferior, dando la preferencia a uno
superior, o a uno ms urgente y fundamental, nunca se podr hacer objeto de eleccin una
accin que directamente viola en el bien finito el bien de la persona de aquel que obra o de los
otros.
44
45
nombre de esta comn naturaleza y vocacin en Cristo, en relacin a esta dignidad, formula
sus normas la moral. De hecho, como siempre afirma el Concilio, "el carcter moral del
comportamiento no depende slo de la intencin sincera y de la valoracin de los motivos,
sino que est determinado por criterios objetivos que tienen su fundamento en la naturaleza
misma de la persona y de sus actos ". (Gaudium et spes, n 51).
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47
una adecuada teora de la accin moral del hombre. Querra ahora recoger principalmente
algunas consideraciones de carcter teolgico.
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moral, en las circunstancias particulares. Ninguna ley puede sustituir a la prudencia. No basta
la obediencia a las leyes para calificar a la perfeccin moral: Es preciso la interior y original
habilidad para las acciones excelentes que derivan de una connaturalidad vivida con el bien.
"El virtuoso es la norma viviente de lo que est bien, porque a l le parece bien lo que es
tambin en s mismo verdaderamente bien" (Sto. Toms, comentando a Aristteles)69.
Desde el punto de vista cristiano se tratar de reconocer la funcin propia de los dones
del Espritu Santo, los cuales permiten al cristiano percibir el Espritu del Seor, principio de
la ley nueva, y escuchar los consejos de Jess, como venidos de la persona ms sabia y
amiga70. De esto se tratar ms difusamente con motivo de la formacin de la conciencia
cristiana. Por ahora, despus de la larga, fatigosa y tcnica discusin de los absolutos morales,
deseaba recordar que el vrtice de la moral cristiana es la amistad con Jess y no la obediencia
servil a las leyes (Jn,15, l5).
4. Referencias magisteriales
JUAN PABLO II, Exhortacin apostlica, post-sinodal Reconciliatio et paenitentia, n.
17.
JUAN PABLO II, Discursos del 11 de abril de 1986 y del 12 de noviembre de 1988.
JUAN PABLO II, Encclica Veritatis splendor, nn. 71-83.
5. Bibliografa
AA.VV. (dirigido por S. PINCKAERS y C.J. PINTO
permanence des Lois morales, (Univ. Fribourg Suisse, 1986.
DE
OLIVEIRA), Universalit et
J. FINNIS, Moral Absolutes. Tradition, Revision and Truth, The Catholic University of
America Press, Washington D.C. 1991.
W. MAY, Moral Absolutes. Catholic Tradition, Current Trends, and the Truth,
Marquette University Press, Milwaukee 1989.
S. PINCKAERS, Ce qu'on ne peut jamais faire. La question des actes intrinsquement
mauvais. Histoire et discussion, Univ. Fribourg Suisse, 1986.
R. SPAEMANN &
ALTRI,
69 SANTO TOMS DE AQUINO, Sententia Libri Ethicorum, III, 10, 89-90; vase L. MELINA, La conoscenza
morale, cit., 111.
70 Cfr SANTO TOMS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q. 108, a. 4: "Christus maxime est sapiens et
amicus!".
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Captulo tercero
LIBERTAD, "OPCIN FUNDAMENTAL" Y PECADO
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53
aparecern las condiciones para una legtima y fructuosa aplicacin de la categora de "opcin
fundamental". El modelo que examinaremos crticamente ha sido desarrollado de modo
sistemtico, adems de por el mismo K.Rahner 72, por autores como J.Fuchs 73, y R.McCormic
74
. El punto decisivo de este modelo consiste en la distincin entre libertad de eleccin (o
libertad "categorial") y una ms radical libertad fundamental o bsica (llamada tambin
"trascendental"). Mientras la libertad de eleccin se ejercera slo con vistas a motivos y actos
particulares, la libertad fundamental consistira en las determinacin de s mismo como totalidad, frente a Dios.
La libertad de eleccin es consciente y concierne a los bienes humanos, mientras la libertad
fundamental no es nunca plenamente consciente y mira a Dios. sta no es plenamente
consciente (en el lenguaje de esta teora se dice que es "atemtica") porque el sujeto que se
autodetermina, no puede nunca aferrarse plenamente a s mismo, como un objeto entre los
otros. El sujeto no puede nunca mostrarse como un simple objeto ante s, algo que siempre se
le escapa de s mismo: al menos la subjetividad con la que l trata de aferrarse.
Joseph Boyle, moralista americano, autor de una aguda crtica filosfica a estas teoras 75, ha
individualizado tres elementos especficos y calificativos de su posicin:
1) La opcin fundamental proviene del ncleo ntimo de la persona en su capacidad de
autodeterminarse completamente como persona;
2) no tiene como objeto acciones particulares, sino el mismo yo en su relacin con Dios;
3) no se trata de una accin como las otras y entre las otras, sino ms bien, de una actitud
bsica, de cuyo origen puede no tenerse pleno conocimiento.
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eleccin histrica sin alcanzarlo nunca por completo. Hay por eso, actos que dependen de
zonas "perifricas" de la libre personalidad, los cuales, aun siendo conscientes y libres, no
expresan a la persona en su autodeterminacin fundamental y no inciden en este nivel.
Tambin en las formulaciones ms moderadas, la relacin entre la eleccin tica en materia
grave, incluso libre y conocida, y la autodeterminacin ante Dios (opcin fundamental) sera
slo ocasional y no necesaria. La materia grave constituira solamente un indicio, no
necesariamente resolutivo, de que en aquel acto particular de eleccin podra estar
comprometida la propia libertad fundamental ante Dios.
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deber de confesar todos y cada uno de los pecados mortales. El Santo Padre Juan Pablo II ha
reafirmado tal doctrina, en comunin con los Padres Sinodales de 1983, en el documento
"Reconciliacin y Penitencia", donde en n. 17, se lee: "Es pecado mortal aquello que tiene
por objeto una materia grave y que adems se comete con plena advertencia y deliberado
consentimiento". Tambin Veritatis splendor (n. 70) cita precisamente este texto, cuando se
refiere a la doctrina del Concilio de Trento, para revalidar "la importancia y la actualidad
permanente de la distincin entre pecados mortales y veniales, segn la tradicin de la
Iglesia.". No hay, pues, lugar para la hiptesis de un "pecado grave no mortal", en el sentido
sostenido por algunos moralistas e ilustrado precedentemente.
Algunos aspectos de la teora de la opcin fundamental, en relacin al pecado mortal en
materia sexual, han sido criticados tambin por la Congregacin para la Doctrina de la fe, en
la Instruccin Persona humana de 1975, en el n.10. No entrando en una discusin de la teora
en cuanto tal, y no refutndole directamente una legitimidad cualquiera, este documento
afirma que como fuere, se debe reconocer que una semejante opcin fundamental "puede ser
modificada radicalmente por actos particulares [...]. En todo caso, no es cierto que uno solo de
estos actos particulares no pueda ser suficiente para que se cometa pecado mortal".
Con una gran precisin y fuerza magisterial, Juan Pablo II, en la reciente encclica
Veritatis splendor, fija as los lmites dentro de los que la teora de la opcin fundamental
puede ser compatible con la "sana doctrina": "Por tanto, se afirma que la llamada opcin
fundamental, en la medida en que se diferencia de una intencin genrica y, por ello, no
determinada todava en forma vinculante de la libertad, se acta siempre mediante elecciones
conscientes y libres. Precisamente por esto, la opcin fundamental es revocada cuando el
hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de sentido contrario, en materia
moral grave." (n. 67). Como se puede ver, la doctrina tradicional del pecado mortal es la que
constituye el principio de discernimiento de las propuestas teolgicas a cerca de la opcin
fundamental. A partir de esta doctrina se establece la centralidad, para la autodeterminacin de
la libertad, del momento de las elecciones libres y conscientes en materia grave: y mediante
estas ltimas y en conexin intrnseca con ellas, la opcin fundamental (o, como ms
exactamente la llama la Veritatis splendor, la eleccin fundamental) se realiza, se confirma o
se revoca.
Pero, ms all del contraste directo con el Magisterio de la Iglesia, estas teoras se prestan
tambin a una crtica filosfica y teolgica, desde mltiples puntos de vista. Esta crtica es la
que ahora desarrollaremos.
Crtica filosfica
Las teoras de la opcin fundamental, que caen bajo el modelo expuesto anteriormente,
parecen desear para el hombre, un acto de libertad "perfecta", anglica, fuera de los
condicionamientos del espacio y del tiempo en que se realizan necesariamente las elecciones
humanas. Desconocen as la realidad concreta de la libertad humana, que es libertad
verdadera, aunque se ejercita entre mltiples condicionamientos, en cuanto es libertad finita,
correspondiente a una criatura compuesta de cuerpo y de alma.
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Crtica teolgica.
Desde la perspectiva teolgica observamos que estas teoras separan la actuacin moral
intramundana de la opcin fundamental de la fe, vivida como caridad. La fe es, en efecto, el
acto libre con el que el hombre confa todo s mismo a Dios, ofreciendo el pleno obsequio de
la inteligencia y de la voluntad a Dios que se revela (cfr Dei Verbum, n. 5). Ahora bien, el acto
de la fe es un acto humano libre y consciente que compromete a la persona en una vida de
alianza con Dios y de observancia de los mandamientos, que expresan la ley moral
definitivamente revelada en Jesucristo y autorizadamente interpretada por la Iglesia. El acto
de la fe no es un vago consentimiento carente de contenido especfico, sino la libre adhesin
de toda la persona misma a otra Persona; es la adhesin a las modalidades histricas y
sacramentales mediante las cuales esta Persona de Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ha elegido
entrar en relacin con nosotros. Ahora bien, la Iglesia, Cuerpo mstico de Cristo, ensea que
algunos actos son moralmente malos, siempre incompatibles con la vida de fe y de caridad :
fornicacin, adulterio, muerte directa de un inocente, etc. Quien lo comete con suficiente
conocimiento y libertad, completa un pecado mortal (cfr Reconciliatio et paenitentiae, n.17),
aunque su eleccin concreta no se diriga consciente y directamente contra Dios.
59
Desde el punto de vista teolgico, la cuestin que estamos tratando encuentra su lugar en la
relacin que une caridad y mandamientos (cfr Veritatis splendor, n. 68). Santo Toms de
Aquino afronta esta problemtica cuando se plantea la cuestin de si en la economa de la ley
nueva, que es ley del Espritu Santo, ley de la caridad, se contienen tambin, necesariamente,
preceptos determinados, referentes a obras exteriores84. Santo Toms fundamenta su respuesta
afirmativa en la verdad central del anuncio cristiano, citando Jn I, 14: "la Palabra se hizo
carne". El Dios de la Ley - podremos decir nosotros - no se ha detenido en lo trascendental y
en lo formal de la intencionalidad, sino que ha entrado en lo categorial, para salvar la "carne"
concreta del actuar humano. De ese modo, la ley nueva del Espritu no se contenta con
indicaciones de bondad subjetiva de la intencin para la salvacin, sino que prescribe tambin
preceptos exteriores indicando en los "consejos" el camino para facilitar positivamente la
consecucin del fin, y prescribiendo en los "preceptos" lo que lo promueve, o tambin, lo que
le es intrnsecamente contradictorio, hasta el punto de que nunca podr convertirse en
eleccin de un autntico crecimiento moral.
Puede ser releda tambin en esta ptica la primera Carta de San Juan, donde el Apstol
expresa el ligamen constitutivo entre el amor de Dios y observancia de los mandamientos, de
modo que la observancia de los mandamientos constituye el criterio de comprobacin de la
presencia del amor de Dios en nosotros (cf. Jn 5, 2-3). La vida moral, que se realiza en el
amor y en la observancia de los mandamientos, tiene su raz en la fe. Pero la fe es confesin
que "Jesucristo ha venido en la carne" (Jn 4,2). El espritu que viene de Dios es en realidad el
que reconoce a Jess venido en carne. En el nivel moral podemos decir que el testimonio de la
caridad debe expresarse en la carne de nuestras elecciones, mediante la observancia de los
mandamientos y preceptos determinados. Por eso, la libertad que ama debe estar dispuesta
tambin al martirio (cfr Veritatis splendor, n. 68). Los mrtires son aqullos que dan
testimonio del amor en la carne, ofreciendo su carne a la muerte y renunciando cumplir un
pequesimo gesto. El gesto puede parecer irrelevante, como la participacin en un acto de
culto pagano, quemando algunos granos de incienso delante de un dolo, o un acto de abjuracin, aadiendo la propia firma sobre un trozo de carta. Pero ellos saban y saben, que la
interioridad debe expresarse en el exterior, y que nuestros gestos repercuten sobre nosotros
hacindonos buenos o malos. Por el contrario, las teoras puestas a examen desencarnan la
caridad, separndola de los mandamientos, desuniendo la fe de las obras que la testimonian,
desvalorizan la importancia de las elecciones en relacin a una interioridad inefable e inalcanzable. ltimamente, convierten en superfluo el martirio, esto es el acto libre que la Iglesia ha
considerado siempre como el vrtice del testimonio y del amor a Cristo, el vrtice de la
moralidad85. De l ha dicho el Concilio: "por eso el martirio, con el cual el discpulo se
asemeja al maestro, que libremente acepta la muerte por la salvacin del mundo, y a l se
conforma con el derramamiento de la sangre, es estimado por la Iglesia como don insigne y
suprema prueba de caridad" (Lumen gentium, n.42).
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ltima paradoja. Precisamente cuando el hombre debe responder de sus actos, no le es posible
dar un juicio definitivo de s mismo. Este juicio compete a Dios solo. En realidad, si el
hombre hace crecer su libertad en el tiempo, le es imposible de objetivarla a s mismo con
toda claridad. Slo Dios "escruta el corazn y las entraas" (Sal 7,10)" 87. Y sin embargo el
hombre no est abandonado a las percepciones subjetivas, sino que est sostenido por criterios
objetivos, representados por las normas morales, las cuales determinan la gravedad o ligereza
de la culpa a partir del objeto del acto. De ese modo hemos llegado, sin embargo, a la
dimensin antropolgica del pecado.
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Por otra parte, podra darse la posibilidad de un pecado grave (por lo tanto mortal, desde el
punto de vista "teologal") tambin en materia ligera, cuando la intensidad del compromiso
negativo de la libertad expresa una eleccin gravemente pecaminosa, aunque relativa a un
objeto en s mismo de escasa relevancia. La negacin de un acto de cortesa o una palabra
dura en el trato con el prjimo, pueden tener el significado interior de un rechazo del otro tan
radical, como para ser equiparado al homicidio (cf. Mt 5, 21-23), as como una mirada de
concupiscencia puede equivaler a un adulterio (Mt 5,27).
Lo que debe ser excluido es que se pueda realizar un acto grave, con pleno consentimiento y
libertad, sin que se vea implicada la orientacin fundamental de la persona. Cuando en
materia grave faltasen el suficiente conocimiento y libertad, se estara en presencia de un acto
imperfectamente humano, de pecado leve (desde el punto de vista antropolgico) y por eso
venial (desde el punto de vista teologal).
63
desesperacin en los hombres magnnimos, mientras que en los otros, que se adaptan
mezquinamente a vivir en el mundo como su nico horizonte, surge la gran tentacin de
hacerse una ley a su propia medida, para sentirse justos frente a ella, una ley que sustituya a la
escrita en el corazn de cada uno por la Sabidura del Creador. Sin el encuentro con la
misericordia de Dios que perdona, se le hace imposible al hombre pecador custodiar tambin
ntegra la fidelidad al Dios Creador. Sin la luz del Evangelio, todava la chispa de la
conciencia moral natural, corre el riesgo de oscurecerse, o, al menos, de no llegar a iluminar
las cuestiones de la vida concreta donde estamos ms inmersos.
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el Padre (cfr Mt 10,42). Cada eleccin, en el instante que estamos viviendo en el tiempo, es
una toma de posicin de nuestra libertad ante Dios, ms bien, delante de aquel Dios que se ha
hecho cercano al hombre, y compaero suyo de camino para siempre hasta el final de los
tiempos.
Por consiguiente: nunca una moral sin referencia al Dios que es nuestro Fin ltimo; nunca
una ley sin Legislador, que ha hecho Alianza con nosotros; nunca preceptos que no se refieran
a un rostro preciso, el de Cristo, que nos invita al seguimiento. Y al mismo tiempo, nuestro
camino hacia el Fin ltimo est siempre determinado por la verdad de las elecciones concretas
de los medios; nuestra relacin con el Dios de la Alianza es siempre mediata y comprobada en
los mandamientos; nuestro amor por Jess se realiza siempre a travs de la observancia de sus
preceptos. "Si me amis, observad mis mandamientos", dice el Seor (Jn 14,23).
6. Referencias magisteriales.
CONCILIO DE TRENTO, Decretum de iustificatione, (ene.1547); Decretum de
sacramento paenitentiae, (nov. 1551); cf. Denzinger - Schnmetzer, Enchiridion symbolorum
definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, ed. XXXVI, Herder, Freiburg im Br.
1976, 1520 - 1583; 1667 - 1693. 1701 - 1715.
CONGREGACIN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaracin Persona humana, su
Alcune questioni di etica sessuale, 29 dic. 1975, n. 10, en "Enchiridion Vaticanum", vol.5,
EDB, Bolonia 1982, 1142 - 1147.
JUAN PABLO II, Exhortacin apostlica post-sinodal Reconciliatio et paenitentia, n.17.
JUAN PABLO II, Encclica Veritatis splendor, nn. 65-70.
65
7. Bibliografa.
J. BOYLE, Freedom, The Human Person and Human Action, en AA.VV., Principles of
Catholic Moral Life (ed.W.May), Franciscan Herald Press, Chicago 1980, 237-266.
D. COMPOSTA, La nuova morale e i suoi problemi, Libreria Editrice Vaticana, Citt del
Vaticano 1990.
K. DEMMER, Opzione fondamentale, en "Nuovo Dizionario di Teologia morale",
Paulinas, Roma, 1990, 854 - 861.
S. DIANICH, L'opzione fondamentale nel pensiero di S. Tommaso, Morcelliana, Brescia
1968.
S. DIANICH, Opzione fondamentale,
morale", Paulinas, Roma 1976, 694-705.
66
Captulo cuarto
LA CONCIENCIA MORAL CRISTIANA Y SU FORMACIN EN LA IGLESIA
88 Cfr la declaracin de un grupo de telogos alemanes en enero de 1989 conocida con el ttulo de Klner
Erclrung. Adems: F. BCKLE, Humanae vitae als Prfstein des wahren Glaubens? Zur kirchenpolistichen
Dimension moraltheologischer Fraqen, en "Stimmen der Zeit" 115 (199O), 3-16. Entre los escritos del P. B.
HRING sobre el tema se vanse: el artculo Norma e coscienza creativa en "Il Regno/attualit" 8 (1989),
177-181; su conferencia Ist auf Gewissen Verlass? Zum Spannungsfeld Lehramt-Gewissen tenida en Viena el 12
octubre 1989 (manuscrito, tomado en sntesis en "Die Furche" del 19 octubre 1989, 1: Mut zum Widerspruch) y
tambin su libro-entrevista con C. LICHERI: Fede Storia Morale, Roma 1989.
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a) La conciencia "autnoma"
En el mbito de la teologa moral catlica del post-Concilio se ha subrayado una
concepcin de la conciencia moral que reivindica el carcter de la autonoma. Se la puede
explicar como reaccin comprensible a un enfoque legalista, que mortificaba
la
responsabilidad del sujeto exaltando como primera virtud moral la obediencia a la ley.
En realidad, el vnculo moral no puede dejar de tener ms que un carcter interior:
ningn precepto exterior a mi conciencia puede garantizar adecuadamente la cualidad moral
de mi accin. La forma constitutiva de la moralidad deriva de la promulgacin interior de una
norma vinculante: la ley moral tiene necesariamente por ello, en este sentido, la nota
cualificante de una "auto-noma" de la conciencia.
En tal reivindicacin, aunque claramente inspirada en el pensamiento kantiano, resuena
algo que corresponde a la instancia genuinamente evanglica de interioridad y que explica
el xito teolgico: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en l, pueda hacerle impuro;
sino lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre" (Mc 7, 15). Sto. Toms de
Aquino expresa precisamente esta instancia cuando dice que para cumplir el bien moral no
basta hacer cuanto es bueno "segn la recta razn" (secundum rectam rationem), sino que hay
que hacerlo con la recta razn (cum recta ratione)92.
En otras palabras: el valor moral de nuestro actuar no est determinado por una
conformidad puramente exterior a la verdad sobre el bien, sino que exige que tal conformidad
sea reconocida mediante un juicio personal (la conciencia), que motive la decisin.
Con otro lenguaje, el de la filosofa moderna del deber, se ha afirmado justamente que el
paso del "tu debes!" de una obligacin externa al sujeto, al "yo debo!", de la
auto-obligacin es inderogable para la constitucin de una moralidad autntica93. El juicio
moral debe tener el carcter de una conviccin personal del sujeto y debe ser promulgado en
la conciencia: sin esta promulgacin simplemente no existe un deber moral relevante.
Sin embargo, la teora que sostiene la autonoma de la conciencia dice algo que va ms all
de todo esto. De hecho no se limita a afirmar la necesidad de que la ley moral sea
promulgada en la interioridad del sujeto mediante su misma conciencia. Pretende ms bien
que la conciencia se de a s misma su ley, sin depender de alguna ley superior. As se llega a
hablar de "conciencia creativa".
El punto crtico de tal concepcin, que pone en evidencia el carcter especficamente
innovador en el mbito de la teologa moral catlica respecto a la tradicin, consiste
precisamente en la negacin de la posibilidad de una conciencia moral errnea. As se
expresa el telogo moralista alemn Bruno Schller: "La conciencia no puede engaarse
92 Cfr SANTO TOMS DE AQUINO, Sententia Libri Ethicorum, VI, 11, 107-117.
93 Cfr T. STYCZEN, Das Gewissen. Quelle der Freiheit oder der Knechtunq?, en "Archiv fr
Religionspsychologie" Bd 70, Gttingen, 13O-147, aqu 136. Vase tambin: A. LAUN, Das Gewissen. Oberste
Norm sittlichen Handelns, Innsbruck-Wien 1984, que, en una confrontacin crtica con la reciente teologa moral
de lengua alemana, entre otras cosas precisa los lmites en los que es aceptable el concepto de "autonoma de la
conciencia".
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sobre el bien y sobre el mal; lo que ella ordena es siempre e infaliblemente bien moral" 94. Tal
reivindicacin de infalibilidad de la conciencia moral es tpica del subjetivismo moderno 95,
pero puede asemejarse a la tesis de Pedro Abelardo segn el cual el nico modo de pecar en
sentido propio consistira en el actuar en contra de la propia conciencia: "Peccatum non est
nisi contra conscientiam"96.
71
Desde un punto de vista crtico, aqu debe aclararse que aunque aparentemente el
conflicto est entre la conciencia y el Magisterio; en realidad se trata de un conflicto entre
opinin personal y enseanza oficial, reducida incluso esta a una opinin entre otras en el
paradigma universal de las argumentaciones. Lo que se reivindica en realidad no es el derecho
a un juicio de conciencia divergente en un caso concreto, sino ms bien el derecho a una
opinin diversa a cerca de la norma universal.
La conciencia no se entiende solo como autora del juicio moral concreto, sino como
responsable tambin de la norma universal respecto a la cual ella debe verificar su
fundamentacin. El Magisterio es reducido a un punto de referencia que hay que tener en
cuenta, quizs hasta privilegiado, en un examen totalmente libre acerca del valor de la ley, en
el que el juicio es confiado finalmente a la propia razn. Desde el punto de vista teolgico, la
cuestin del pluralismo de las normas morales pone en duda la competencia del Magisterio de
proponer una va concreta como necesaria para la salvacin (o mejor de definir la
contradictoriedad de un cierto comportamiento moral concreto con la salvacin).
Obviamente en esta postura existe un valor innegable: esto es, el valorar la exigencia
de racionalidad de la moral. Un acto es moral cuando se cumple en conformidad con un juicio
que reconozca el bien como tal y lo quiera para s mismo, en conformidad con la razn. Pero,
es sobre el concepto de razn y sobre su nexo con la verdad, lo que exigir que volvamos de
nuevo para profundizar ms crticamente sobre estos planteamientos.
El "caso Washinqton"
Bajo el punto de vista pastoral la aceptacin de esta postura tuvo gran resonancia en el
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"Official Communication" de la Congregacin del Clero, que con fecha 26 abril 1971
resolvi la controversia conocida como "Caso Washington". Asumiendo una expresin de la
carta pastoral de los obispos estadounidenses (que parece probablemente preparada con la
ayuda de Ch. Curran), el Comunicado afirma que: "las particulares circunstancias que
intervienen en un acto humano objetivamente malo, mientras que no pueden
transformarlo en objetivamente virtuoso, pueden hacerle "no culpable, menos culpable o
subjetivamente defendible".
Cierto que no es problemtica la afirmacin de que las circunstancias pueden
disminuir o incluso quitar la responsabilidad moral de un acto en s objetivamente malo.
Esta es la tesis tradicional que distingue entre pecado formal y pecado material, segn la
lnea de la doctrina clsica sobre el actus humanus. Sin embargo, lo que s es problemtico y
derrumba el aserto de la moral clsica es la tesis segn la cual, a la luz de circunstancias
particulares, podra ser subjetivamente defendible en conciencia un comportamiento que
escoja en modo plenamente humano un acto en s objetivamente malo. El sentido original del
"intrinsice inhonestum" de que habla la Humanae vitae en el n. 14, es reducido a
"objetivo" (contrapuesto a subjetivo), por lo tanto entendido en sentido material, fsico y no
como objeto a escoger dotado de un propio "finis operis", que ninguna intencin subjetiva
puede pretender cambiar para s en vistas a un fin bueno.
Frente al grito de victoria de los opositores a la Humanae vitae98 la Congregacin del
Clero, en un "Apunte" del 30 mayo 1972, afirm no haber podido funcionar como un "foro
doctrinal", sino solo disciplinar, que quera revalidar la enseanza de la Humanae vitae y la
doctrina tradicional sobre la conciencia, y tomando de nuevo las formulaciones del
comunicado, abandon la expresin "subjetivamente defendible". A pesar del "Apunte",
enviado a la Conferencia Episcopal Italiana, ste no tuvo eco, mientras que puede exhibirse
una imponente documentacin que muestra cmo en todos estos aos se continu recurriendo
al "official Communication" como clave interpretativa oficialmente legtima para aplicar la
Humanae vitae a nivel pastoral. Baste indicar que la coleccin de los documentos oficiales
ms difusa en Italia -el Enchiridion Vaticanum de los Dehonianos- remite en pie de pgina
al Comunicado como la clave interpretativa para el texto de la Humanae vitae.
El "caparazn de la subjetividad"
Pero cuando falta en la conciencia la referencia al conocimiento de una verdad moral
universal, entonces la intencionalidad subjetiva se vuelve absoluta, sin posibilidad de
verificaciones racionales. En un semejante cuadro la afirmacin de la primaca de la
conciencia equivale a la deificacin de la subjetividad, encerrada en s misma. Al final, la
tendencia voluntarista llega a identificar la conciencia con la decisin moral: se dice que la
"conciencia decide", que ella "escoge" (cfr Veritatis splendor, n. 58). Ya no se trata de un
momento de cognoscitivo, sino de una decisin, sin que ningn criterio superior verifique la
presunta intencionalidad buena. As llega a ser una instancia indiscutible y no verificable: en
vez de ser la ventana que abre la persona a la verdad sobre el bien y, por tanto, a aquello que
98 Cfr "Il Regno", que titul: "Un passo in avanti rispetto ad HV"; el P. O'Riordan, Cssr, difundi la idea de
un cambio doctrinal, etc.
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garantizada por estas disposiciones subjetivas, las cuales son, precisamente, objeto de
formacin.
El primero y fundamental de la tales hbitos es la sindresis, la cual permite alcanzar los
primeros principios de la ley natural, en base a los cuales se desarrolla despus todo el
conocimiento moral. La sindresis expresa la original participacin de la mente humana a la
luz de la verdad divina, impresa en nosotros con el sello de la imagen de criatura. Esta luz
original de los primeros principios no puede ser cancelada nunca del todo, porque pertenece al
patrimonio constitutivo de lo humano, aunque su aplicacin puede ser ms o menos
oscurecida, hasta el punto de hacerla inoperante.
La ciencia moral constituye un desarrollo crtico y sistemtico de estos principios, en
confrontacin con la experiencia moral vivida por los hombres prudentes. La modalidad
silogstica, deductiva, a travs de la que el de Aquino describe el proceso cognoscitivo, que
lleva desde estos principios al juicio concreto de la conciencia, pone en relieve el carcter
profundamente racional y comunicable del razonamiento moral. La conciencia es
conocimiento de una verdad, que se pone en comn con los otros y que tiene un carcter
tendencialmente universal.
A pesar de ello no se debe olvidar la importancia de la experiencia, de la intuicin, de
la connaturalidad para el conocimiento de la verdad moral: y de hecho la virtud que
perfecciona la razn prctica y hace posible el conocimiento moral del bien concreto es la
prudencia de la que en breve hablaremos ms extensamente. Como ya se ha dicho, la
relacin con la verdad no es jams mecnica y solo intelectual: compromete siempre vital
y dramticamente al sujeto moral hasta en las races de su libertad.
De lo universal a lo particular
En el paso de lo universal a lo particular el trmino de "aplicacin" puede llevar al
engao: de hecho no se trata de un proceso meramente deductivo e intelectual. La gran
variedad de circunstancias singulares, en las que se realiza la accin moral, y, sobre todo, la
hilacin que existe siempre entre razonamiento tico universal y juicio particular, hacen que
para el conocimiento del valor moral concreto no baste referirse a los principios universales
del actuar, accesibles a travs de la ciencia, sino que son necesarios el conocimiento de
principios ms particulares. Estos estn constituidos por los bienes humanos, fines de las
diferentes virtudes morales. Son estas ltimas las que aseguran aquella connaturalidad
virtuosa con el bien que es indispensable a la virtud de la prudencia, perfeccin de la razn
prctica.
La recta disposicin del apetito es, por tanto, necesaria al conocimiento adecuado del
bien moral particular, tal como se realiza mediante la prudencia. Es este el sentido de la
expresin de santo Toms al decir que "qualis unusquisque est, talis et finis videtur ei" (la
percepcin del bien depende de como uno es) 101. El problema de la rectitud de la conciencia
en el juicio particular reside todo, por lo tanto, en la relacin entre "lo que es bueno en s"
101 SANTO TOMS DE AQUINO, Sententia Libri Ethicorum, III, 13, 58-78.
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(bonum simpliciter) y "lo que me parece bueno a m" (bonum apparens). En este sentido el fin
de la formacin de la conciencia ser el crear en la persona las condiciones subjetivas por las
cuales le parezca bueno lo que en realidad tambin lo es. Ahora bien precisamente es virtuoso
aquel al que le parece bueno lo que en realidad es en s mismo verdaderamente bueno, de tal
forma que este puede llamarse regla y medida viviente del bien.
Todo el trabajo de formacin de la conciencia consistir, por lo tanto, no solo en adquirir
informacin a nivel cientfico, sino sobre todo en hacer que el sujeto moral entre en posesin
del habitus virtuoso, que lo inclina a reconocer por connaturalidad lo que en s es el bien
(secundum se bonum), colmando una consideracin puramente abstracta e insuficiente del
bien en general y superando las pasiones que le empujan a juzgar bueno solo lo que por el
momento le parece bueno (bonum prout nunc)102.
Solo en un caso la conciencia no puede errar jams en el paso de lo universal a lo
particular: cuando el acto particular, al que la conciencia se aplica, encuentra ya un juicio
adecuadamente determinado a nivel universal en la sindresis. Es el caso de un precepto
moral negativo, que declara como intrnsecamente contrario al bien moral un determinado
comportamiento, por lo que a la conciencia no le falta ms que aplicar tal precepto, una vez
reconocida la pertinencia. Sin embargo, normalmente el paso al juicio concreto sobre el bien
en particular exigir una disposicin afectiva recta, que crea una connaturalidad y un gusto
hacia cuanto es verdaderamente bueno. De ah que afirme santo Toms que, en el rgimen de
la ley nueva, la obra del Espritu Santo a nivel cognoscitivo consiste precisamente en resanar
las disposiciones afectivas corruptas y crear un gusto sano en el justificado mediante la
caridad.
La necesaria docilidad
El recto juicio de la conciencia se hace posible por un modo de ser de la persona,
que se abre totalmente a s misma, en su inteligencia y en su voluntad, a la verdad sobre
el bien.
Una de las partes integrantes de la virtud de la prudencia, en cuyo mbito se desarrolla la
recta conciencia, segn santo Toms es la docilidad103. Esta cualidad es vista como necesaria
no solo para quienes comienzan a formar en s mismos la prudencia, sino tambin para
cuantos ya la poseen. El punto de partida de la argumentacin est representado por los
lmites constitutivos del conocimiento moral de cada uno: "teniendo en cuenta la infinita
diversidad que caracteriza las acciones humanas, es imposible que un solo hombre sea
informado a su respecto sin laguna alguna". Por ello, es parte de la prudencia la humildad de
dejarse instruir no solo por los sabios contemporneos, sino tambin "oyendo asidua y
respetuosamente las enseanzas de los antiguos, evitando olvidarlas por pereza o por orgullo".
La comunin diacrnica y sincrnica con una elevada tradicional moral llega a ser criterio
hermenutico para el conocimiento prudencial. La referencia comunional a un elevada
tradicin moral desarrollada en el curso de la historia y an hoy presente.
102 R. GARCA DE HARO, Legge, coscienza e libert, Milano 1990, 181-191.
103 SANTO TOMS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q. 49, a. 3.
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Por lo dems, el Aquinate reconoce que "la razn humana puede errar. Y, por lo tanto,
la voluntad que se pone de acuerdo con la razn humana no siempre es recta". As "a causa de
la incertidumbre del juicio humano" la ley divina llega a ser indispensable para que el
hombre alcance su verdadero fin. Si la conciencia es regula regulata, debe abrirse en
docilidad a la Revelacin, que hace Dios de su voluntad en Cristo, igual como, a nivel
simplemente humano, estar dispuesta a dejarse instruir por los sabios y sobre todo por los
virtuosos.
Lejos de realizarse en un aislamiento individualstico y en una autosuficiencia, la
formacin de la conciencia tendr necesidad de una instruccin externa. La comunin
interpersonal, a la luz del mismo amor a la verdad, que une en amistad a los virtuosos, llega a
ser dimensin interior de la conciencia. No es quizs verdadero que justamente en el ncleo
de la instancia ms ntima de la persona la voz de la conciencia representa la universalidad de
la llamada al bien moral, el deber de actuar como cualquier otra persona racional y honesta
actuara igual que si estuviese en mi puesto? As tambin en la misma interioridad subjetiva se
crea el espacio para la formacin de la conciencia en el dilogo intersubjetivo, como autntico
cum scire, "saber juntos" en la verdad que origina la comunin.
Pero, esto tiene lugar en la medida en que nos dejamos guiar por la verdad, a
diferencia de aquellas "almas rebeldes", que son "indciles a la verdad y dciles a la
injusticia" (Rm 2, 8). Efectivamente cuando la verdad se manifestar definitivamente en la
persona de Cristo, la docilidad intrnseca al dinamismo de la inteligencia adquirir el aspecto
de "obediencia de la fe" (Rm 16,26), con la cual el hombre se abandona libremente a Dios,
prestndole la plena entrega de la inteligencia y de la voluntad (Dei Verbum, n.5). As, la
docilidad es el elemento interior del dinamismo racional de la conciencia, que permite abrirla
de par en par a la fe y a la comunin eclesial, a la que da lugar tal fe.
Apertura a la comunin
La concepcin tomista de la conciencia implica, por tanto, la apertura a la comunin. Segn
el de Aquino la conciencia es "cum alio scire"104 y significa en cierto modo "simul scire". Para
l se trata, en sentido especfico, de un acto de conocimiento que se realiza a travs de la
aplicacin de una ciencia a un objeto particular ("scientia cum alio"). Ahora bien, la
ciencia es conocimiento de una verdad universal y comn, la cual en el juicio de la
conciencia llega a iluminar el acto concreto en torno al que la libertad es llamada a escoger.
Conciencia es, por lo tanto, saber, en el mismo momento, la verdad universal y la situacin
particular: saber la situacin particular a la luz de la verdad universal. En tal sentido propio el
juicio ms ntimo y personal, el que constituye la subjetividad moral en su irrepetible
responsabilidad y que la interpela en la singularidad de la situacin concreta hic et nunc,
enva a la universalidad de lo verdadero y a la comunin de las personas.
Lejos de ser clausura autosuficiente en la individualidad, la conciencia es apertura, al
104 SANTO TOMS DE AQUINO, Summa Theologiae, I, q. 79, a. 13.
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la forma.
Ahora bien, la formacin de Cristo en nosotros, como "ley nueva" de nuestra vida, es
obra del Espritu Santo, que universaliza la norma cristolgica, la hace interior, la hace llegar
a ser energa ntima orientada al Padre, "ley de la libertad". La conciencia moral
cristiana teolgicamente se comprende como expresin del "ser en Cristo" del bautizado
(Rm 6, 11), como su participacin en el "pensamiento de Cristo" (1 Cor 2, 16). De hecho,
en Cristo se revela no solo la verdad sobre el rostro de Dios como Padre y, por tanto, la verdad
completa sobre su voluntad salvfica, sino tambin la verdad sobre el hombre 108 . Si Cristo es
la Verdad (cfr Jn 14, 6), entonces, la conciencia cristiana ser un "saber con Cristo", una
participacin en la fe de su sabidura que salva y hace libres. El Espritu llega a ser el
autor principal de la formacin de la conciencia cristiana, realizando nuestra interior
participacin en el pensamiento de Cristo.
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Maternidad eclesial
La docilidad expresa el conocimiento de los condicionamientos en los que se ejercita
la facultad del juicio prctico, sealada no solo por los limites del ser criatura, sino tambin de
los debidos a la concupiscencia, a las pasiones y al pecado. En la fatiga de la historia, la
razn humana tiene necesidad de la mediacin del lenguaje para comprender y verificar lo
adecuado de sus percepciones y de sus juicios respecto a la verdad divina. Tiene, por tanto,
necesidad de la mediacin de una comunidad particular e histrica. En el orden
sobrenatural la Iglesia-madre es el medio indispensable de nuestra identificacin con el
Espritu de verdad.
Ahora bien, precisamente el ser generados, el existir en razn de otros, aparece hoy
como una ofensa en relacin a un principio tenido como irrenunciable por la sensibilidad
cultural ms difusa, que se reconoce espontneamente en la idea de la autonoma de cada
uno112. Y, sin embargo, el reconocimiento de esta evidencia originaria en el orden natural y en
el sobrenatural y su aceptacin cordial, con todas las consecuencias metodolgicas, aparece
como condicin irrenunciable para la formacin de una conciencia fundada sobre la verdad.
La conciencia moral sale del formalismo vaco de la autosuficiencia solo cuando se reconoce
engendrada, cuando reconoce el dbito ontolgico de la libertad hacia el otro113.
En la maternidad eclesial vienen a encontrarse dos figuras concretas, encarnando dos
elementos constitutivos de nuestro ser hijos de la Iglesia: Mara y Pedro114.
La maternidad de la Iglesia en Mara tiene un carcter omnicomprensivo y
originario: se extiende a toda la realidad eclesial (von Balthasar). El ncleo esencial y
gentico de esta maternidad es el "fiat" mariano y esponsal frente al Espiritu. En este "fiat"
mariano tiene origen la Iglesia: esta es la anttesis ms completa a toda "identificacin
parcial", que hace depender la concordia de la medida del propio comprender o aprobar. Aqu
est incluso la fuente de la "comunin", que es mucho ms que el xito de un recproco
acuerdo humano; es, ms bien, un ilimitado y recproco hacer espacio dentro de si mismo. Es
desde la impecabilidad esponsal de la Iglesia-Mara desde donde deriva la indefectibilidad en
la fe.
La figura personal y concreta de Mara, esposa y madre, especialmente en la
escena evanglica de la anunciacin, encarna el planteamiento generador de la fe, que es
el principio de la subjetividad cristiana. La persona histrica de Mara es el smbolo real de
la Iglesia, en su ntima esencia es la forma perfecta de la disponibilidad esponsal al Espiritu
que llega a ser fecunda y se abre a una maternidad universal. En la anunciacin se realiza al
mximo el planteamiento de obediencia, de respeto y de disponibilidad de una criatura frente
112 Cfr G. ANGELINI, Il figlio. Una benedizione, un compito, Milano 1991, 30.
113 Para ver una fundacin filosfica de la libertad desde su ser generada por el otro, recomiendo A. LONARD,
Le fondament de la morale. Essai d'thique philosophique gnrale, Paris 1991, 201-211.
114 Vase: H.U. VON BALTHASAR, Il complesso antiromano. Come integrare il papato nella Chiesa universale,
Brescia 1974, 171-225.
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al Creador.
Ante el Creador, ante el Dios que se revela y se da, el planteamiento de la criatura no
puede ser ms que femenino. A propsito de ello Meister Eckhart dice: "Mujer es el nombre
ms noble que se le puede atribuir al alma"115. En la carta apostlica Mulieris dignitatem Juan
Pablo II ha expresado el mismo concepto, caracterstico de una larga tradicin mstica
cristiana: "la mujer es la representante y el arquetipo de todo el gnero humano" (n.4).
A la luz del elemento mariano se toma tambin el sentido del elemento petrino. El
ministerio del sucesor de Pedro, de hecho, est llamado a representar la paternidad divina;
pero, sta no puede radicarse sino es en la maternidad eclesial. El ministerio est fundado
en el centro sagrado de la Iglesia (la Iglesia amante: la "paloma" de san Agustn); ahora bien,
desde este centro no solo se extiende hacia los pecadores, sino que participa de la misma
condicin pecadora. Pedro, aun renegando, conserva el ministerio: incluso en la culpabilidad
individual no es por ello menor la indefectibilidad ministerial.
Pedro en la "comunin" recibe el poder de las llaves, que es el poder del juicio, del
derecho eclesistico. Este aspecto jurdico, aun siendo excntrico respecto al corazn amante
de la Iglesia, permanece no menos constitutivo. ltimamente deriva incluso l mismo del
amor: "Simn de Juan, me amas ms que estos? [...] Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). Es
ministerio de representacin de la autoridad de Cristo, sin posibilidad de pretender una
identificacin personal completa, a causa de la pecaminosidad (lo que evita el
clericalismo, como pretensin de ponerse en el lugar de la nica autoridad paterna de Dios).
Pedro no podr jams asumir el ttulo de "padre" en sentido propio con la misma plenitud con
que Mara puede asumir el de "madre".
La infalibilidad del Papa como persona pblica que habla y ensea en nombre de la
Iglesia universal es un don dado a la Iglesia para garantizar su indefectibilidad en materia de
fe y de moral. Connota una situacin de emergencia: es la ltima garanta. El ministerio de
Pedro, en comunin con los obispos sucesores de los Apstoles, permanece por ello, en la
actual economa, como punto ltimo objetivo de referencia con el que debe confrontarse toda
conciencia cristiana, que se deja engendrar dcilmente en la verdad.
115 M. ECKHART, Traits et sermons, Sermon De la femme vierge, su Lc X, Paris s.f., 269.
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acabada. En ella la "bebida" pasa a ser "fuente" (Jn 4, 13; 7, 38)116. Con ello se est
definitivamente fuera de la alternativa autonoma/heteronoma: mediante el amor suscitado
en nosotros por el Espritu, la ley se ha interiorizado y ha llegado a ser nueva espontaneidad
espiritual, que permite el discernimiento del bien moral concreto segn verdad. Esto no
significa que se haya eliminado el carcter crucificante de la obediencia. Tambin Jess en el
huerto durante su agona dijo: "pero, no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42). Cuanto
sea propuesto por la Iglesia puede hasta exigir una obediencia de cruz a la conciencia
cristiana. Pero, la extraneidad aparente del precepto, la alteridad de la voluntad divina
expresada en la ley no llega a ser alienante heteronoma, porque est abrazada por el amor,
vnculo de perfeccin. Tambin la obediencia a la autoridad eclesial se fundamenta en el
juicio interior, que constituye el punto fontal de la misma conciencia cristiana: "scio cui
credidi" (2 Tim 1, 12).
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divina quede grabada en la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos pueden esperar
orientacin e impulso espiritual. Pero, no piensen que sus pastores estn siempre en
condiciones de poderles dar inmediatamente solucin concreta en todas las cuestiones, aun
graves, que surjan. No es sta su misin. Cumplan, ms bien, los laicos su propia funcin con
la luz de la sabidura cristiana y con la observancia atenta de la doctrina del Magisterio". El
sacerdote, por lo tanto, no puede sustituir la conciencia con recetas prefabricadas, ya
dispuestas, que dispensen de la responsabilidad personal. La dinmica de la formacin
implica la promocin en el otro de la madurez, la educacin al riesgo de un juicio personal
sobre lo que es ms oportuno hacer aqu y ahora. A pesar de ello, quizs se ha abusado en el
uso del precedente texto de la Gaudium et spes. El contexto en el que se coloca, esto es, el del
problema del implicarse los laicos en los problemas temporales, viene olvidado. La falta de
prontas respuestas se extiende a todo el orden moral. A pesar de ello, es claro que decir que no
siempre se tienen respuestas rpidas (en el sentido de indicaciones positivas sobre el qu
hacer) a todos los problemas del orden temporal, no significa que no haya nunca ninguna
respuesta magisterial sobre ningn problema moral. Como ya se ha visto, en el mbito
tico, el Magisterio doctrinal desarrolla sobre todo un funcin lmite: indicar, mediante
normas morales negativas, lo que est en contraste con la verdad sobre el bien de la persona.
Misin del sacerdote como pastor y educador
A pesar de todo, la formacin de la conciencia no tiene lugar solo a travs de una
comunicacin de verdades, a travs de una informacin. Se realiza mediante una educacin
del carcter, una maduracin de las virtudes. Decamos en el primer captulo que hoy se pone
en manera radical el problema de la regeneracin del sujeto cristiano, porque resulta intil
remachar normas si no hay interlocutores capaces de escuchar y comprenderlas.
A esto corresponde la misin del sacerdote como pastor y educador. l debe
conducir hacia los pastos en donde se encuentra la verdadera comida, la comida del bien y de
la verdad, que nutre y hace crecer a las personas. Primero que nada, l tiene la misin de
edificar la Iglesia, de construir la comunidad.
Lo cual inicia anunciando el Evangelio, la Buena Noticia, y suscitando ante la libertad
del hombre la perspectiva de una vocacin que supera todo deseo y esperanza del corazn...Y,
precisamente, aquella palabra es la palabra que espera el corazn del hombre, la palabra por la
que ha sido hecho aquel corazn. Su anuncio resuena persuasivo solo cuando est sostenido
por esta conviccin, por esta certeza, confirmada por la experiencia de tantos encuentros
y verificaciones en su vida. Lo que lleva, en vasos frgiles y viles de la propia persona, es el
anuncio de un don, por el cual la libertad de todo hombre est secretamente en espera. Este es
el anuncio que moviliza, que hace disponibles a la conversin, a escuchar incluso las normas
arduas y en contraste con la mentalidad dominante. Hay que tener la esperanza de que
mientras l, como puede, pero con todo el corazn, propone una palabra que no es suya, al
mismo tiempo el Espritu obra dentro de aquellos a quienes se dirige.
A pesar de todo, un solo anuncio no basta: es conveniente mostrar un lugar donde el
camino moral sea posible. Si la Iglesia es el lugar de la moral, el lugar humano y sacramental
donde Jess est junto al hombre, el lugar donde la conciencia cristiana viene engendrada, el
primer deber del sacerdote es construir la Iglesia en los trminos de una experiencia
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educadora. San Agustn hablaba con razn de la moral como de un evento eclesial y deca con
fuerza: "Quien quiera vivir tiene dnde vivir, tiene de qu vivir. Que se acerque, que crea. Que
sea incorporado para ser vivificado. No rehuya de la compaa de los miembros..." 119. En la
Iglesia no est sola la palabra verdadera, que indica el camino, existe tambin el testimonio de
los hermanos que dan valor, est el sacramento que conforta y consuela, est la experiencia de
una vida nueva que persuade aun cuando intelectualmente no se llega a entender. Tengo la
experiencia de que quien se encuentra con la esperanza nueva del Evangelio y experimenta la
maternidad de la Iglesia, no tiene muchos problemas para fiarse y aceptar las normas que no
entiende. Su prctica le podr parecer fatigosa, pero no adopta posturas de contestacin ante
la teora y, con el tiempo, entre cadas y nuevos empeos, sorprender como un milagro, que
tambin su vida, en el seguimiento de Cristo, se ha transformado.
6. Referencias magisteriales
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, nn. 16. 31. 43; Dignitatis humanae, n. 14.
JUAN PABLO II, Mensaje por la paz del 1 enero 1991. Discursos del 17 agosto 1983 y
del 24 junio 1988.
JUAN PABLO II, Encclica Veritatis splendor, nn. 54-64.
7. Biblioqrafa
AA. VV. (Ed. J. GRNDEL), Das Gewissen. Subjective Willkr oder oberste Norm?,
Kath. Ak. in Bayern, Patmos, Dsseldorf l99O (interesante para el debate reciente sobre la
conciencia y la Humanae vitae en el mbito alemn).
R. GARCA DE HARO, Legge, coscienza e libert, Ares, Milano l99O.
E. KACZYNSKI, La coscienza morale nella teologia contemporanea, en AA.VV.
(preparado por A. LOBATO), Crisi e risveglio della coscienza morale nel nostro tempo,
Edizioni Studio Domenicano, Bologna 1989, 478O.
L. MELINA, Coscienza, libert e Magistero, en "Sc. catt." 12O (1992), 152-171 (con
referencias bibliogrficas internacionales sobre el tema, al que reenvo)
L. MELINA, Simbolismo sponsale e materno nella formazione della coscienza morale
cristiana, en "Anthropotes" 2 (1992), 171-196.
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89
Captulo V
PEDAGOGA MORAL CRISTIANA:
CONVERSIN Y "LEY DE LA GRADUALIDAD"
90
hemos referido.
En esta primera parte del captulo se definir el "status quaestionis" de la
problemtica, procediendo por tres etapas: en primer lugar se delinear la relevancia de la
propuesta "gradualidad" desde el punto de vista pastoral, con una mirada histrica al reciente
Magisterio en cuestin; en segundo lugar vendrn examinadas crticamente algunas
propuestas teolgicas de la aplicacin del concepto de "gradualidad", basadas sobre la distincin entre nivel objetivo y nivel subjetivo de la moral. Por ltimo como resultado de esta
reflexin, se podrn evidenciar los ncleos problemticos analizados, a nivel teolgico, tico
y pastoral.
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que no acepta esta posicin radical y que desea, al contrario, dar una solucin pastoral a la
dicotoma. Con la hiptesis de la gradualidad se quiere echar un puente entre la doctrina y la
prctica123, respetando las exigencias tanto de la norma "objetiva" como de la conciencia y la
situacin "subjetiva". Este principio de "gradualidad" sera el instrumento conceptual, no slo
a nivel pedaggico, sino propiamente teolgico y moral, que permite colmar el abismo y
reconciliar la conciencia de los fieles con el Magisterio.
Como se comprueba, la propuesta teolgica que estamos examinando nace a partir de
una cuestin actual y candente a nivel pastoral, y justamente pretende excluir la falsa solucin
de una separacin o subjetivizacin completa de la moral (sexual y conyugal) frente a la fe y a
la pertenencia eclesial. Tambin advierte la insuficiencia de una mera reproposicin formal de
normas morales, que ya no son aceptadas y ni siquiera comprendidas. Falta por verificar si,
ms all de estas intenciones, la propuesta es realmente adecuada. Pero antes de analizar
desde cerca algunas teoras morales que van en este sentido, es til echar una rpida mirada
histrica sobre el emerger de la cuestin en el reciente Magisterio de la Iglesia.
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93
arbitrarias imposiciones mortificantes para las cuales hay que buscar dilaciones o
excepciones, sino verdades que manifiestan las exigencias del bien de la persona. Ciertamente
la persona es un ser histrico que realiza la verdad a travs de las libres opciones, en un
incesante camino, segn las etapas del crecimiento, pero la autntica pedagoga exige que
desde el inicio se acepte el carcter normativo y vinculante, para cada etapa del crecimiento,
de la ley de Dios. El precepto permite reconocer el pecado y la necesidad de alejarse para una
autntica conversin. La pedagoga cristiana autntica, es aquella que, acogiendo el valor
vinculante de la ley y reconociendo el pecado, da espacio en su interior a la cruz y al
sacrificio.
Se comprueba que la distincin entre "gradualidad de la ley" y "ley de la gradualidad"
es el principio hermenutico decisivo y que el rechazo sin ambigedades de la primera
(gradualidad de la ley) es considerada por el Papa como la condicin decisiva para poder
integrar el concepto de gradualidad en una pedagoga moral cristiana. Pero pasamos ahora a
examinar ms de cerca algunas propuestas de aplicacin del concepto de gradualidad,
presentes en el panorama de la teologa moral y que se basan en la distincin entre nivel
objetivo y nivel subjetivo de la moral. Se trata, como veremos, de impostaciones que no
permiten una integracin correcta del concepto de gradualidad. No obstante stas permiten
evidenciar con gran claridad los nudos teolgicos, ticos y pastorales que subyacen en la problemtica y por tanto preparan despus de la exposicin del status quaestionis y de su crtica,
el terreno para una solucin positiva.
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los principios y de las normas, enseada por la Iglesia deja abierta la posibilidad de decisiones
morales "para las cuales la Iglesia no es competente". Delante de los imperativos ticos
concretos, la Iglesia, "deja plantados" a los individuos cristianos. Por esto la tica
"existencial" no puede tener ms que un carcter "formal", desde el momento que en los
individuos no se da ciencia. Rahner alude a un conocimiento no racional y discursivo, sino
intuitivo, para cuya validez se dan nicamente verificaciones formales.
Posteriormente, el telogo jesuita ha concentrado su reflexin sobre la diferencia entre
la moral oficial de la Iglesia y las convicciones de la conciencia del individuo, sealando que
la situacin general de pecado en la sociedad secularizada puede oscurecer gravemente la
conciencia hasta al punto de impedir al individuo el reconocimiento de la ley 126. El modelo de
solucin de la teologa moral tradicional el de la "conciencia errnea", se demuestra
inadecuado al ser demasiado esttico. As el propone un nuevo modelo: el de la "conciencia
en fase de evolucin ". Es decir, se trata de reconocer que la conciencia atraviesa fases de
evolucin, a nivel histrico cultural y a nivel personal. Sobre todo se trata de distinguir entre
una conciencia meramente "terica" del valor moral y su "reconocimiento vital"
(Werterkenntnis). Se debe admitir la posibilidad de que en nuestra sociedad secularizada un
fiel pueda conocer tericamente la existencia de una cierta doctrina moral oficial, pero no
alcanzar a "reconocerlo" como vlido y normativo para s en conciencia. De una cierta norma
se puede dar informacin, pero no reconocimiento existencial. Por consecuencia Rahner
concluye que no existe culpa subjetiva en la transgresin de una norma que quiz el sujeto
"conoce", pero que no puede "reconocer", en cuanto esto necesitara un grado de madurez
superior al que efectivamente el ha alcanzado.
Los puntos ms representativos de su exposicin son los siguientes: 1) el nivel
existencial concreto del obrar no se alcanza exhaustivamente con la norma "objetiva" y solo
puede ser alcanzado intuitivamente por el individuo; 2) la ley universal no se aplica
mecnicamente al caso particular, sino solamente a travs de la mediacin existencial de la
conciencia y la "gradualidad" de sus etapas de madurez.
A partir de aqu podemos adelantar algunas reservas crticas sobre la propuesta
rahneriana. Esta llama justamente la atencin sobre dos caractersticas esenciales de la vida
moral, olvidadas por la manualstica y la casustica moral: el hecho de que esta vida no puede
concebirse como una simple "ejecucin de leyes universales", puesto que existe una
originalidad irreducible de lo concreto; adems el hecho de que la verdad moral no implica
para su conocimiento solo una razn abstracta, sino que implica tambin la libertad y la
afectividad127. Sin embargo, en la propuesta de Rahner el individuo viene postergado, relegado
a una esfera de inefabilidad y de aislamiento, impermeable a la razn y a la comunin
eclesial. La perspectiva en la cual se mueve es todava demasiado legalstica: donde no hay
ley (comprendida como "precepto" formulado) el espacio queda abierto a la "libertad" del
individuo. De este modo no se toma la ley como expresin de una verdad, que al menos, en su
126 Cfr A. RPER, Objektive und Subjektive Moral. Ein Gesprch mit K. Rahner, Freiburg im Br. 1971;
Theoretische und reale Moral in ihrer Differenz, in F.X. ARNOLD- K. RAHNER- V. SCHURR- L.M. WEBER (Hrsg.),
Handbuch der Pastoral theologie, Bd. II/1, Freiburg im Br. 1966, 152-163.
127 La diferencia entre conocimiento "especulativo" y conocimiento "prctico" era muy conocida en la
tradicin clsica. Vase a este respecto mi libro: La conoscenza morale. Linee di riflessione sul Commento di
san Tommaso all'Etica Nicomachea, Roma 1987. sta diferencia ha sido redescubierta en la tica contempornea
gracias la libro de G.E.M. ANSCOMBE, Intention, Oxford 1957, (ed. 1985: 57-83).
95
nivel bsico, es accesible a la razn, y que en las normas morales negativas, es condicin
imprescindible de la realizacin del humanum de cada persona. Por otro lado la subjetividad
que l reivindica como irrepetiblemente original no se establece correctamente fuera de la
"communio", no puede ser concebida como subjetividad individualstica que se defiende de
la Iglesia como de una institucin que la limita exteriormente a travs de la llamada a los
principios universales: al contrario la subjetividad cristiana nace de la respuesta a una
vocacin que personaliza verdaderamente al tiempo que abre a la comunin eclesial.
96
acta en particulares actos de opcin. Por esto la moral no se puede limitar a proponer ideales,
sino que tambin debe hacerse cargo de un juicio sobre los comportamientos particulares.
Como se ha visto anteriormente (cap. III, n.3) aqu est en juego la unidad profunda entre fe y
obras, entre caridad y mandamientos. Si el Verbo se hizo Carne, nuestra respuesta a El en la
vida moral debe traducirse en la carne de las opciones concretas129. De ah que la Iglesia deba
proponer tambin normas especficas de accin y no solo exhortaciones genricas del ideal.
97
para l.
Observaciones sintticas
Las propuestas teolgicas que hemos tomado en consideracin intentan integrar la
categora de "gradualidad" en la teologa moral como una verdadera categora tico-teolgica.
Para realizarlo se siguen dos caminos diferentes:
1) una primera va es aquella que, a partir de la distincin entre plano objetivo y plano
subjetivo de la moral, pone el en nfasis la originalidad del juicio de la conciencia, el cual no
puede ser reducido a una mera aplicacin de la norma objetiva. La categora de la
gradualidad es entonces una caracterstica del nivel subjetivo de la moral, la cual deriva
como consecuencia del reconocimiento del "primado de la conciencia" o de su creatividad.
An manteniendo el valor "objetivo" de la ley, no se le atribuye un valor inmediatamente
obligante aqu y ahora. La ley se concibe como un "ideal" que se hace concretamente
normativo solo a travs de la mediacin de la conciencia. El eje para la introduccin de la
gradualidad es por tanto la conciencia: entendida sta como respeto por la individualidad y su
singularidad, por las posibilidades concretas que el sujeto tiene, por el nivel de madurez que
ha logrado.
2) Una segunda va es mucho ms radical, porque impugna que la verdadera
objetividad permanezca por parte de la ley. En cuanto formulacin humana la ley es siempre
imperfecta y exige que se adecue a la situacin y se convierta por tanto en objetiva para el
juicio de la conciencia. La gradualidad aqu se entiende como una exigencia intrnseca de la
ley, como expresin de su inevitable imperfeccin. Esta solucin propuesta por Fuchs, es la
ms radical, y a su manera la ms coherente: no acepta un doble rgimen de normatividad
moral (objetivo y subjetivo; ideal y real). La gradualidad no es una concesin a la
imperfeccin del nivel subjetivo, incapaz de alcanzar el ideal en su plenitud, este es en cambio
la consecuencia de la imperfeccin de la ley misma, que si quiere ser verdaderamente
objetiva, debe graduarse teniendo en cuenta la situacin concreta del sujeto y de sus
posibilidades.
De todas formas es comn en estos dos planteamientos el reconocimiento de que el
deber realmente vinculante es aquel establecido sobre el plano subjetivo de la conciencia, la
cual no se limita a aplicar la ley al caso concreto, sino que formula con creatividad el precepto
a la luz de las circunstancias, de las posibilidades y del grado de madurez del sujeto.
98
enseanza oficial del Magisterio de la Iglesia y la experiencia moral de los fieles. Esta
propuesta termina sin embargo por volver a poner en discusin el plantemiento general de la
moral catlica y pide por tanto una rigurosa reflexin sobre algunos puntos complicados de
naturaleza tica y teolgica. Del anlisis que hasta ahora hemos realizado emerge claramente
que el horizonte en el cual se sita la legitimacin de la gradualidad es el mismo de la
tradicin casustica: la contraposicin entre ley y conciencia, entre plano objetivo y plano
subjetivo de la moral. En otras palabras: las "nuevas" propuestas an contestando el rigorismo
de una cierta casustica, en nombre de la singularidad y de la conciencia, no logran superar el
horizonte epistemolgico de la misma.
Intentaremos mostrar la insuficiencia de esta perspectiva, que podemos llamar
genricamente "legalista" e indicaremos el camino de su superacin, tratando tres temas: 1) la
contraposicin entre objetivo y subjetivo en la moral; 2) la ley; 3) el concepto de aplicacin.
Creo que, resultar evidente, al final, que ms all de las cuestiones propiamente ticas, se encuentra con ms radicalidad una cuestin de naturaleza teolgica, relativa a la identidad
misma de la moral cristiana.
99
100
desinters y una connaturalidad con el bien. La prudencia de hecho presupone las virtudes
morales, la totalidad del sujeto (razn, voluntad y apetitos), orientada al bien. De este modo
con Aristteles y S. Toms se puede decir que "el virtuoso es la regla viviente de lo que es el
bien. A l, en efecto, se le manifiesta como bien lo que tambin en verdad es bueno" 134. Aqu,
encuentran su lugar en la antropologa cristiana la accin de las virtudes teologales y de los
dones del Espritu Santo, que in concreto permiten el ejercicio de las virtudes morales y de la
prudencia y que confieren adems un "instinto del Espritu Santo", para discernir el verdadero
bien, adecuado a la vocacin sobrenatural del hombre en Cristo.
101
La cuestin de la "aplicacin"
Un rasgo comn en los autores examinados es su seco rechazo del concepto de
"aplicacin" entendido como deduccin mortificante de la norma de una ley abstracta, que no
podra ms que mortificar la riqueza y la originalidad del individuo. Al concepto de aplicacin
que santo Toms utiliza para definir la conciencia137, ellos contraponen el de la creatividad.
A continuacin, aparte de cuanto se ha dicho en el precedente captulo sobre la
conciencia (cap. IV, n.3) me parece necesario hacer algunas ulteriores observaciones para
clarificar la verdadera naturaleza del proceso que santo Toms llama "aplicacin".
La afirmacin "la ley (norma) es abstracta, mientras la situacin es concreta y solo la
conciencia puede alcanzarla" se puede compartir plenamente. De hecho las normas morales
universales son siempre, por su naturaleza, "abstractas" mientras solo el juicio de la
conciencia es "concreto". No existen normas morales universales "concretas". Es una cuestin
gnoseolgica: concreto es el individual "hic et nunc", del cual viene abstrado el universal.
Todo conocimiento humano (y tambin la norma es un juicio cognoscitivo del valor de un
cierto tipo de accin) viene de la experiencia: "nihil est in intellectu quod prius non fuerat in
sensu". Las normas provienen de la experiencia moral. Sin embargo esto no significa que sean
una simple coleccin provisional de datos empricos. De los datos y en los datos de la
experiencia, la razn est en grado de alcanzar ("abstraer") la esencia universal que vale
siempre.
Se debe tambin concordar con la afirmacin de que "el concreto es siempre ms rico
que la norma". El mismo santo Toms afirma que "las acciones humanas conciernen
singulares contingentes, que varan en infinitos modos, y no pueden ser simplemente
catalogadas bajo una idntica especie general". Sin embargo tambin entre las realidades
contingentes, como las acciones humanas, pueden conocerse las "razones universales", las
cuales se convierten en objeto de ciencia. La norma es, ciertamente, siempre indeterminada
respecto al concreto: comprende solo algunos elementos de la accin (el objeto intencional,
independiente de las circunstancias), pero cuanto comprende es la "ratio universalis" del acto.
Cuanto hemos dicho significa que en el proceso de la aplicacin de la norma al concreto se
deber tener en cuenta el "algo ms" de lo concreto. Sacamos en seguida dos consecuencias:
1) no basta conocer las normas universales para tener la capacidad de guiar la accin concreta:
no basta la ciencia moral, se necesita la prudencia; 2) sin embargo la norma moral puede ya
conocer, a nivel universal, la cualificacin moral intrnseca de la accin, su objeto intencional
que la especifica como eleccin. Esta norma ya puede por tanto, a nivel universal, individuar
el carcter intrnsecamente malo de ciertas acciones.
Cuando se habla de "aplicacin" para el juicio moral de la conciencia en el particular,
no se debe entender una especie de deduccin lgica y mecnica de la norma al caso. Si el
concreto es ms rico que la norma, siempre se precisar una obra de discernimiento.
137 SANTO TOMS DE AQUINO, De veritate, q. 17, a. 2: "La conciencia no es ms que la aplicacin de la ciencia
a un cierto acto particular.".
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Este "algo ms" de lo concreto exige una inteligencia del particular en sus
caractersticas morales especficas. En este nivel desempea su funcin insustituible la virtud
de la prudencia, que es la perfeccin de la razn prctica, en grado de reconocer la especie
moral concreta de la accin. Por tanto el proceso de aplicacin excluye tanto una arbitraria
creatividad del sujeto, como su pasividad (deduccin mecnica): el est llamado a participar
con su razn y su libertad al discermimiento del bien concreto.
Sin embargo existen casos en los cuales la norma por s sola excluye ciertos tipos de
accin como ilcitos (intrinsece mala). Santo Toms dice que "en algunos casos la conciencia
no puede errar: es decir cuando el acto particular al cual la conciencia se aplica tiene ya en s
mismo, en la sindresis, un juicio universal"138. Si la conciencia reconoce en el acto particular
"hic et nunc" la especie moral de un comportamiento en el cual est intrnsecamente conexo
un desorden moral ("esto es un homicidio") y este acto tiene ya una calificacin moral
negativa a nivel de norma universal, entonces ninguna circunstancia ulterior de la situacin,
ninguna consideracin de la gradualidad, podr convertir la eleccin de aquel acto en buena
para el sujeto
Conclusin provisional
La crtica tica a las propuestas de introduccin del concepto de gradualidad como
categora moral relativa a las leyes ha mostrado la insuficiencia del horizonte legalstico en el
interior del cual todava estas se mueven. El lmite ms grave que se ha manifestado es el
subjetivismo: para defender la persona de las pretensiones "excesivas" o desorbitantes de la
ley, estas propuestas hacen del sujeto la medida de la ley. Una medida que valora la ley a
partir de las propias circunstancias, de las condiciones de madurez, de las propias
capacidades. Pero el subjetivismo encierra al sujeto en el interior de sus propias medidas y no
le permite escuchar aquella voz que le llega de fuera y es la verdadera medida de su ser. De
hecho el hombre histrico, cado en la culpa y replegado en s mismo, puede ser reconducido
a la verdad de su ser desde una llamada que le llega desde a fuera, y que, no obstante, tiene un
eco profundo en su corazn, donde despierta la memoria de la imagen original para la cual ha
sido hecho.
A la raz del problema tico se perfila as una cuestin de naturaleza meramente
teolgica sobre la identidad de la moral cristiana: la moral cristiana forma a partir del mismo
hombre la medida desde la cual ste debe ser valorado o ms bien acepta una medida nueva?
El subjetivismo aparece como la consecuencia ltima de un pelagianismo escondido. Cuando
el hombre piensa la vida moral en los trminos de una empresa solo posible con sus propias
fuerzas, entonces pone necesariamente como criterio de verificacin de la validez de la ley su
capacidad de realizarla. El descuida as tanto el carcter herido de su libertad, como el aspecto
sobrenatural de la vocacin al cual est llamado en Cristo. La parbola de una moral que se
piensa a s misma en los trminos estrechos de una contraposicin entre ley y conciencia, ser
aquella que, despus de haber pretendido vanamente y farisaicamente cumplir la ley,
conducir ltimamente a redimensionar la ley al nivel de las posibilidades de un sujeto,
medidas segn una prudencia nicamente humana. Tambin desde este punto de vista el
138 Ibidem.
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Dios habra respetado las etapas de crecimiento del pueblo elegido, tolerando modos
imperfectos de ver la ley. Esta ltima debera por tanto entenderse ms bien como una
orientacin que estimula el crecimiento, que como una obligacin vinculante (A. You) La
Iglesia debera seguir el ejemplo de Dios en la Biblia, que ha adoptado el criterio de la
"oikonoma": la administracin misericordiosa, que adapta la ley a las capacidades de cada
uno (B. Hring). Se hace por tanto necesario examinar con profundidad, en la Sagrada
Escritura, la pedagoga redentora de Dios, para coger los elementos estructurales.
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La pedagoga de Jess hacia sus discpulos, hacia aquellos que han comenzado a
seguirlo, se muestra diametralmente opuesta a una pedagoga racionalstica, que programa
etapas diversificadas de aprendizaje y de crecimiento, valoradas sobre las crecientes
capacidades de los discpulos145.
Los Evangelios nos presentan un camino de seguimiento lleno de cadas y fracasos.
Parecen complacerse en resaltar la creciente incomprensin de los discpulos por las
exigencias radicales que Jess presenta: "Este lenguaje es duro, quin podr entenderlo?"
(Jn.6, 6O). Y Jess en vez de graduar su discurso a las capacidades de comprensin de los
seguidores y a sus efectivas posibilidades, no hace ms que profundizar y radicalizar el
desafo: esto os escandaliza? Y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?
(Jn.5, 61-62). "Tambin vosotros queris marcharos?" (Jn.6, 67):
La tensin se hace siempre ms radical. Despus del episodio del joven rico, que ha
puesto destacado las exigencias radicales del seguimiento, los discpulos preguntan:
"Entonces, quin podr salvarse?" Y Jess, frente a los discpulos asombrados, confirma:
"Para los hombres esta es imposible, pero para Dios todo es posible" (Mt. 19, 26). Jess en su
sorprendente pedagoga, parece querer conducir el discpulo hasta el punto en el cual debe
reconocer que con las propias fuerzas no puede continuar, ni siquiera entender. Solo la gracia
puede hacerlo liberando del pecado y ofreciendo al hombre la posibilidad de "renacer de lo
alto" (Jn. 3).
La extraa pedagoga de Jess no se apoya por tanto sobre las capacidades naturales
del hombre, sobre la madurez de su conciencia y de su voluntad. sta apunta a un
acontecimiento cualitativamente nuevo, que el hombre no puede realizar, pero que ser obra
del Espritu en cuanto participacin a la muerte y resurreccin de Jess: un nuevo nacimiento.
De lo contrario la moral del seguimiento es imposible. Condicin nica para recibir este don
es confesar la propia incapacidad y tener fe en Aquel que salva. "Solo en la gracia, solo en la
acogida humilde del don de la presencia del Seor, el mandamiento de Jess no aparece como
una exigencia terrible que hace morir, sino como un don de vida". (J. M Lustiger). Ms all de
esta lgica de comprensin y de re-nacimiento, la ley de Jess no puede aparecer ms que
imposible, insoportable, deshumana para el hombre. De hecho el hombre que lleva en s las
consecuencias del pecado, an reconociendo la bondad de la ley, que le revela su rostro ideal,
lo advierte como un peso que lo aplasta, porque de hecho otra ley, la del pecado domina en su
carne (cf Rom. 7, 14-25).
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interpretacin casustica de la ley mosaica, que trata de conciliar la letra del precepto con las
efectivas capacidades de observacin de los hombres. Jess rechaza entrar en esta ptica y
desconcierta el cuadro mismo del racionamiento farisaico. El se remonta al "principio", al don
y a la verdad original de la creacin. En el origen fue dada una verdad, que es ley para el
hombre: esta es la vocacin. Jess ha venido a restablecer esta verdad original, a devolver al
hombre la capacidad y el valor del destino para el cual ha sido creado. En esto no puede haber
rebajas o gradualidades.
La legislacin mosaica representa por tanto para Jess una etapa provisional,
concedida por Dios en relacin a la "dureza de corazn" del pueblo (cfr Jr 17 y 31). Ahora,
frente a las exigencias de la ley original, restablecida en toda su pureza, los discpulos estn
justamente asombrados: "Esto es humanamente imposible!". S, para el hombre herido por el
pecado es humanamente imposible vivir a la altura de la verdad humana a la cual llama el
Seor, Jess lo admite francamente: "esto es imposible para el hombre. Pero para Dios todo es
posible". (Mt 19, 26).
Emerge as con claridad la doble competencia de Jess frente a la ley:
1. l es el verdadero intrprete, ms grande que Moiss, porque restablece la verdad
original del "principio". Del ncleo complejo de la ley antigua Jess evidencia lo que
constituye la voluntad permanente de Dios (Declogo) separndolo de las caducas tradiciones
humanas y de las condescendencias con el pecado, a partir de ahora sin actualidad, porque el
don de la gracia es presente. l, como Hijo unignito, que conoce y manifiesta la voluntad del
Padre (Jn. 1,18) como Primognito de toda criatura, en el cual todo ha sido creado (Col 1,
15-20), puede revelar finalmente en su integridad el proyecto de la sabidura de Dios, y la
altsima vocacin del hombre146, sin reducciones y sin compromisos, debidos a la ceguera
espiritual y al pecado.
2. Pero l es tambin y sobre todo el cumplimiento de la ley. Jess es, de hecho Aquel
que hace la voluntad del Padre, realizndola hasta el fondo en su existencia humana. l, es el
Hijo que vive de toda palabra que sale de la boca del Padre. Su corazn es aquel donde se
realiza la promesa de Jr. 31 y de Ez.36: es el corazn donde est escrita la ley de Dios. Por
esto tambin en El est abierta finalmente la posibilidad de llevar a cabo la exigencias de la
ley, pero mediante el don de la gracia de poder participar en su muerte y resurreccin y as ser
regenerados en el Espritu.
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el origen. Dios no es un educador que desde el exterior de la historia nos invita a progresar
con nuestras fuerzas, superando obstculos, graduando las dificultades de la ley a nuestras
capacidades. El no se ha quedado a la espera del xito de nuestro camino de progreso para
alcanzar su santidad. Al contrario, "cuando an ramos pecadores" (Rom 5, 8). l se ha hecho
hombre, ha entrado en nuestra historia, se ha implicado con el hombre en una Alianza, tan
estrecha de convertirse en una compaa humana. El don de Dios al hombre es su presencia
entre nosotros en el Hijo: revelacin de la ley y su cumplimiento, palabra de Dios al hombre y
respuesta del hombre a Dios. As se nos revela la vocacin de ser "hijos en el Hijo" y se nos
da el Espritu para poderlo realizar. El Verbo "era al principio": el don ha sido hecho por Dios
no gradualmente, sino con totalidad desde el inicio. Las exigencias de la ley no son una
imposicin arbitraria, que la misericordia debera graduar, sino los rasgos de aquella vocacin
y dignidad original del hombre, que en Cristo se nos ha ofrecido la posibilidad de reproducir
sobre nuestro rostro humano, creado por siempre a imagen suya.
2. Ya se ha dicho que la pedagoga de Dios se dirige a un nuevo nacimiento del
hombre. No se trata de una mejora gradual a partir de la propia naturaleza y de las propias
fuerzas. Se trata de una regeneracin en la muerte y resurreccin en Cristo. Por tanto esta
regeneracin tiene un carcter pascual: implica una muerte, una conversin para llegar a la
resurreccin. La diferencia radical entre una pedagoga cristiana y una pedagoga humanstica
y pelagiana consiste en el reconocimiento de la necesidad de este nuevo nacimiento que pasa
a travs de la conversin. La acogida integral de un mandamiento que con sus solas fuerzas el
hombre pecador no puede llevar a cabo y que solo por gracia puede obtener forma parte
constitutiva de esta "diferencia". Graduar el mandamiento, de tal forma que el hombre pueda
observarlo a partir de un clculo sobre sus propias fuerzas significa nada menos que
"desvirtuar la cruz de Cristo" (1 Cor. 1, 17).
Hans Urs von Balthasar en su sexta tesis sobre la tica cristiana 147, afirma que entre las
exigencias de la ley y las capacidades de la naturaleza humana decada hay una brecha
siempre abierta, una divergencia que solo la gracia puede colmar y que el hombre debe dejar
abierta en la esperanza de que se cumpla la promesa del don. Hay dos modos de rellenar esta
brecha e intentar colmar con las propias fuerzas humanas esta divergencia: el farisaico que
busca hacer que el hombre pueda alcanzar el nivel de la ley, quiz reduciendo casuisticamente
o gradualmente sus exigencias (ley sin gracia); o bien el pseudoproftico, que disuelve la ley
en el movimiento de la esperanza (gracia sin ley). Pero de tal forma se elimina la persona de
Jess de la moral: o renegndola en cuanto cumplimiento de la ley (Pablo) o bien en cuanto
intrprete perfecto de la ley (Mateo).
3. La regeneracin en la muerte y resurreccin de Cristo marca el inicio de un hombre
nuevo, que debe crecer hacia su plena madurez (Ef 4,13) definida por el amor. El hombre
nuevo debe "caminar en la caridad" (Ef 5,2). Existe por tanto, despus de la conversin un
itinerario de crecimiento. El Espritu Santo es el Autor de este crecimiento hacia la madurez,
en sinergia con la libertad humana. Condicin del crecimiento y del dar fruto en la caridad es
"permanecer en el Seor", as como el sarmiento permanece unido a la vid y puede dar fruto.
147 HANS URS VON BALTHASAR, Nove tesi sull'etica cristiana, en J. RATZINGER - H. SCHRMANN - H. U. VON
BALTHASAR, Prospettive di morale cristiana, Roma 1986, 70-73.
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Recientemente ha sido propuesta una combinacin de las dos precedentes teoras, que
busca remediar sus lmites respectivos154. Reconociendo que la teora de la opcin
fundamental peca de "elitismo" y que la de Kohlberg se arriesga a ser demasiado formal, el
moralista canadiense Andr Guidon ha propuesto una interpretacin constructiva de la opcin
fundamental, la cual presupone que la nocin de bien frente al cual el sujeto emite la opcin
fundamental no tiene el mismo sentido en los diversos estadios del desarrollo moral. Esta
seala el desarrollo subjetivo como apelacin a una continua autotranscendencia. A cada fase
del desarrollo moral sera solicitada, por parte de la libertad fundamental del sujeto, una
opcin fundamental en la cual l transciende el nivel precedentemente logrado descentrndose
siempre ms en direccin del "otro". La propuesta es muy interesante, no solo porque
reconoce francamente los lmites de las escuelas en las que se inspira, sino tambin porque
indica en la apertura al otro la orientacin necesaria para superarlas. Y sin embargo, no
obstante lo anterior, me parece que se trata de una teora todava insuficiente y equvoca, en
cuanto permanece, a pesar de todo en el horizonte del sujeto transcendental. El carcter
realista de la educacin moral, tal y como la encontramos en la filosofa moral de santo
Toms, exigira tanto precisar ms claramente el nexo constitutivo de la opcin fundamental
con las elecciones concretas, como determinar el valor moral concreto no como una simple
"autotranscendencia en el desarrollo subjetivo", sino ms bien haciendo referencia al
contenido objetivo intrnseco que las elecciones tienen en cuanto respuesta de la libertad al
valor de la persona del otro. La madurez moral debe encontrar su verificacin no solo y no
tanto en un criterio subjetivo de autotranscendencia, sino en una efectiva adquisicin de
virtudes morales que sean capaces de hacer elecciones conformes al verdadero bien moral de
lo personal.
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contribuye a formar en los ciudadanos algunas actitudes que predispongan hacia la virtud no
inmediatamente, sino gradualmente (gradatim). De hecho, si en seguida se quisiera imponer a
la multitud todos los comportamientos propios de los virtuosos, se caera en males peores, por
lo que tal objetivo no es realista.
El punto decisivo que debe observarse, en esta teora tomista es la distincin entre
finalidad de la ley moral como tal (favorecer la virtud) y finalidad de la ley civil humana
(consentir una convivencia social armoniosa, orientada hacia la virtud). Hay una base mnima
de valores morales, que deben ser tutelados por la ley civil para no caer en una convivencia
injusta, pero se debe considerar que como tal la ley civil humana es estructuralmente
inadecuada para conducir a la virtud. En este sentido santo Toms admite la gradualidad de la
ley. Pero esto precisamente concierne solo a la ley humana de la sociedad civil y no a la ley
moral como tal.
La imperfeccin de la comunidad civil, la inadecuacin de las leyes humanas para
conducir a la virtud nos empujan a considerar una cuestin, que ya haba insinuado, pero he
dejado en suspenso: la necesidad de la gracia divina para la formacin virtuosa.
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preceptos de la ley moral (mandamientos de la ley moral y del Declogo). Antes de este nivel
solo hay una vida moral de conformidad pre-virtuosa; fuera de este nivel, en quien obra
contra los preceptos, solamente existe el vicio por reconocer y corregir. La ley humana de la
convivencia civil puede ayudar a travs de la disciplina y las sanciones el surgir de
disposiciones ticas elementales, pero es inadecuada constitutivamente para la formacin de
la virtud. Esta, por tanto debe mirar gradualmente al perfeccionamiento moral de la sociedad,
pero no puede hacerlo, ni inmediata, ni completamente.
A travs de un salto cualitativo, se accede al modo de obrar verdaderamente virtuoso,
en el cual se ama el bien por el bien. Solo la gracia divina puede realizar este paso, mientras la
accin educativa humana puede preparar el terreno por medio de un adecuado clima afectivo
y de una comunidad orientada al bien. Una vez logrado este nivel de la virtud, ste a su vez
puede incrementarse y crecer, tomando profundidad y races en el individuo. Asegurado el
respeto mnimo de los preceptos, la modalidad de la llamada moral ser la del consejo para
una perfeccin siempre mayor en el amor de Dios y de los hermanos.
6. El crecimiento en la caridad
Un "locus" privilegiado en el que santo Toms usa abundantemente el lenguaje de la
gradualidad con significado moral (gradualitas, gradus, gradualiter) es el tratado de la virtud
de la caridad, en cuyo interior realiza su funcin permanente, si bien subordinando
igualmente, el precepto. En este contexto se puede por tanto buscar una confirmacin del
nexo que une crecimiento moral y precepto y, por tanto, del significado legtimo y de los
lmites de la integracin de la gradualidad en el camino moral.
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Dios, el total por parte del amante, que para nosotros solo se puede realizar en el cielo, y al
finalmente el propio de nuestra condicin de peregrinos (viatores). Esta ltima modalidad,
todava provisional, de perfeccin en la caridad, consiste en el rechazar todo aquello que
contrasta con el movimiento de nuestro amor hacia Dios. Esta se realiza en una doble modalidad: 1. Por encima de todo excluyendo todo lo que contrasta directamente con la caridad
(pecado mortal); de hecho sin esta perfeccin inicial no se da ni siquiera la caridad. 2. En
segundo lugar excluyendo de la voluntad tambin lo que impide a la caridad dirigir totalmente
el afecto a Dios (pecados veniales e imperfecciones). Como se ve el Aquinate ha distinguido,
en el interior de la perfeccin en la caridad propia de los "viatores" un nivel inicial y bsico
de perfeccin, que no admite grados o compromisos con el pecado (o hay caridad o no hay) y
que es condicin previa de la vida de caridad, y un nivel de perfeccin ms avanzado, en el
que existen grados de crecimiento.
En este sentido los preceptos que quedan plenamente en vigor tambin en la va de la
caridad se dirigen sobre todo a la tutela del grado mnimo, por debajo del cual nos situamos al
margen de la caridad. El pecado mortal, o sea una eleccin en contraste grave con el amor de
Dios, es por definicin contra la caridad y hace perder la caridad. En cambio los consejos
estn dirigidos a quitar los obstculos y a facilitar el crecimiento en la caridad. Se observa que
los mismos preceptos, (en cuanto no son solo indicaciones negativas: "No hacer esto!" sino
tambin positivas: "haz esto!") son susceptibles de grados de realizacin diversos: desde un
nivel mnimo y bsico hasta un nivel mximo. Tambin estos son "caminos" que hay que recorrer. Para no transgredir un precepto basta realizarlo en un nivel mnimo, aunque no se
sigan los consejos. Para mantenerse al interno de la caridad es condicin necesaria respetar el
umbral mnimo de la observacin de los preceptos negativos.
Esto va en contra del rigorismo maximalstico que retiene todas las formas de precepto
igualmente obligatorias y no distingue entre precepto y consejo. Al mismo tiempo es una
invitacin al crecimiento continuo en la caridad, la cual tiene necesidad del ejercicio para
conservarse y aumentar.
Caridad y precepto166
Tropezamos aqu con la delicada relacin entre caridad y precepto, que decide la identidad
misma de la moral cristiana. Por un lado parece que la caridad supere todo precepto y lo
convierta en superfluo: quien vive la caridad no tiene ms necesidad de la ley. Por otro lado la
caridad misma se nos presenta como el cumplimiento de la ley, ms an como un precepto: el
mandamiento del amor. No hay quiz una heterogeneidad entre la lgica de los preceptos y
la lgica del amor? Y cmo es posible obligar al amor?
Acerca de esta cuestin, santo Toms se pregunta si es conveniente que se mande al
hombre "amar a Dios con todo el corazn". Parece que este precepto, tomado al pie de la letra
nos ponga a todos en un estado de pecado mortal. Quin, de hecho, en el curso de esta vida
puede decir que ama a Dios siempre y con todo el corazn, desde el momento que necesa166 Summa Theologiae, II-II, q. 44, aa. 1-8.
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Esta formacin comporta dos momentos distintos: 1. El paso de una vida moral pre
virtuosa a una vida moral virtuosa; tiene carcter de conversin, con un salto cualitativo
posibilitado por la gracia. De la deformidad del vicio o de la conformidad exterior a la ley, se
debe llegar a la moralidad autntica (modus virtutis), como sintona interior y amor al bien por
el bien. 2. El proceso de crecimiento en la virtud, que consolida y profundiza las disposiciones
de carcter y dota a la libertad de un soporte siempre ms adecuado para realizar elecciones
excelentes.
En este modo de concebir la educacin moral, la ley est al servicio de la virtud y sirve
para verificar la conformidad exterior con la verdad moral, que favorece el salto cualitativo de
la conversin al bien. La comunidad, enraizada en los valores morales, se manifiesta como
dimensin y factor imprescindible de la formacin a la virtud. Sobre todo el espacio queda
abierto para la gracia, que desde el interior permite el salto cualitativo: el rechazo del mal y el
amor al bien.
Es esencial en esta dinmica educativa la no disolucin de la ley en las coordenadas de
las posibilidades histricas factibles de la libertad humana, establecidas a la luz de una
valoracin "demasiado humana". Se debe respetar la distancia de la ley, como apelacin a una
vocacin que supera las posibilidades del hombre decado, pero que no obstante representa la
exigencia de su verdad original. "La ley es santa y justo y bueno es el mandamiento" (Rom 7,
12). "Pero nosotros bien sabemos que la ley es espiritual, mientras yo soy de carne, vendido
como esclavo del pecado" (Rom 7, 14). Esta dialctica de ley y pecado no desemboca en la
desesperacin de poder observar la ley o en la adaptacin de la ley a las posibilidades del
hombre pecador, sino ms bien en la oracin, en el grito de splica: "Quin me liberar de
este cuerpo dirigido a la muerte?" (Rom 7, 24). Esta oracin es el pasaje abierto a la gracia,
que irrumpe y transforma al hombre. Hacindolo capaz de observar la ley de Dios, para la que
su corazn est hecho.
San Agustn en su comentario al discurso de la montaa 167, ve la oracin del Padre
Nuestro y las preguntas contenidas en esta oracin, como la base de la moral. La moral es
solicitud de liberacin del pecado y de gracia para poder estar fielmente en grado de realizarse
a s mismos segn la medida de la propia verdad integral, que est en la vocacin de Dios.
2. La plenitud de la vida cristiana es la caridad, el don de s en el amor a Dios y a los
hermanos. Se trata de una virtud teologal, es decir, de una participacin en el Espritu hacia la
caridad misma de Dios. Se reanuda aqu, a nivel teolgico, ms bien teologal, cuanto se ha
dicho a nivel tico y antropolgico sobre la virtud y la educacin moral.
Hay un momento de conversin inicial. Es la acogida de la caridad, que comporta el
rechazo del pecado. La vida cristiana se inicia por un don de gracia que provoca la conversin
sin compromisos de todo aquello que se opone a Dios. En este nivel no puede haber grados:
se trata de un grado mnimo. Hablando con propiedad no se trata ni siquiera de una primera
etapa, sino en la condicin previa del camino. Se pide el reconocimiento honesto y claro de la
verdad: llamar las cosas por su nombre (decir bien al bien y mal al mal) y arrepentirse del
pecado confindose en la misericordia.
167 SAN AGUSTN, Explication du Sermon sur la Montagne (par A.G. HAMMAN), Paris 1978, II, 11, 38.
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7. Referencias magisteriales
JUAN PABLO II, Homila del 25 de octubre de 1980 al Snodo de la familia.
JUAN PABLO II, Exhortacin apostlica Familiaris consortio, nn. 9 y 34.
8. Bibliografa
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pastorale, oct. 1993, Ars (con escritos de C. CAFFARRA, M. HENDRICKX y L. MELINA).
120
G. ABB, Una filosofia morale per l'educazione alla vita buona, in "Salesianum" 53
(1991), 273-314.
E. ANSCOMBE, Gradualness in a Law, and a Law of Gradualness, in "Anthropos"
(ahora: "Anthropotes") 2 (1986), 183-186.
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H. GNTHR, Das Gesetz der Gradualitt oder das Wachsen und Reifen im
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A. YOU, La Loi de gradualit. Une nouveaut en morale?, Paris 1991. Sobre esta obra
vanse las observaciones crticas de M. HENDRICKX, en las pp. 28-37, del volumen colectivo
anteriormente citado, resultado del seminario de Ars de octubre de 1993.