Tomás Melendo-La Belleza de La Sexualidad
Tomás Melendo-La Belleza de La Sexualidad
Tomás Melendo-La Belleza de La Sexualidad
de la
Sexualidad
Toms Melendo
ndice
Primera parte
Pongmonos en forma!
Alerta!
Existen muchas maneras de leer o estudiar un escrito, como tambin las hay
de observar la realidad. Muy a menudo, no advertimos la existencia de algo o
dejamos sin percibir ciertas propiedades o caracteres de una persona, animal o
cosa, sencillamente, porque no los estamos buscando.
Con los libros sucede algo parecido. Es preciso poner la mente en estado de
bsqueda para encontrar lo que pueden ensearnos. Si esto no sucede, resulta
bastante fcil que nos quedemos sin ni siquiera advertir cuestiones claras y
claramente expuestas, pero que no nos dicen nada.
Por eso, antes de comenzar el presente apartado, me gustara que intentaras
responder, con calma y, si es necesario, por escrito, a estas preguntas.
Entiendes, al menos de forma aproximada, lo que significa antropologa de la
sexualidad?
Si la respuesta es negativa, no debes desanimarte. Te advierto desde ahora que, muy
probablemente, la lectura que inicias te resultar ms fcil de lo que imaginas.
En caso afirmativo, si ya sabes lo que es una antropologa, piensas que este modo
de estudiar la sexualidad el antropolgico resulta ms o menos adecuado que otros,
como el fisiolgico, el biolgico, neurolgico, mdico, etc.? Qu otros enfoques conoces y
qu opinas de ellos?
Consideras que es lo mismo hablar de sexo que de sexualidad? Si te parece distinto,
en qu consistira la diferencia?
En tu opinin, el modo como los hombres nos enfrentamos hoy da con esta realidad,
es preferible al de hace algunos aos? Como probablemente tengas que matizar la
respuesta, seala los aspectos positivos ms patentes y haz lo mismo con los negativos.
Estimas que hoy se conoce al ser humano con ms o menos hondura que en otros
momentos de la historia? Tambin ahora ser necesario que establezcas ciertas
distinciones, e incluso que las pongas por escrito, para ver si ests o no de acuerdo con
ellas una vez que hayas avanzado en la lectura de este ensayo.
A tu parecer, cules son las causas por las que un matrimonio, voluntaria y
conscientemente, no tiene ningn hijo o deja de tener otros que podra haber engendrado?
PEMN, Jos Mara, De doce cualidades de la mujer, Prensa Espaola. Madrid, 2 ed., 1969, pp. 84-85.
7
resulta bastante
complementarias.
neta,
especialmente
si
se
las
ilumina
con
algunas
aportaciones
Las resumo al mximo, aun a riesgo de simplificarlas, pues sern objeto de estudio en otro
momento y lugar.
1. La Revolucin del 68 se plante esencialmente y ejerci su mayor influjo en los
dominios de la sexualidad. Junto y en conexin con ella, algunas feministas radicales se
movieron en la misma esfera y en una direccin muy concreta.
2. Me refiero a la liberacin de la mujer, que se tradujo primero en independencia
respecto al varn justo en lo que atae a la sexualidad, para ms tarde convertirse en liberacin
de la maternidad.
Pero en estos ltimos aos la naturaleza femenina ha vuelto por sus fueros perdidos, y
bastantes de las mujeres entonces beligerantes, y muchsimas otras, experimentan de un modo
muy distinto, pero no menos profundo, la nostalgia de ser madres.
En cualquier caso, igual que para la familia, las tres dcadas que cierran el siglo XX y los
aos transcurridos en el XXI han introducido, terica y vitalmente, modificaciones esenciales en
la sexualidad humana, que han puesto de relieve rasgos y caractersticas desconocidas hasta el
momento.
Desde la antropologa, sin excluir los saberes experimentales
Por todo ello, nos encontramos en una situacin muy propicia para abordar, de forma ms
directa y definitiva, el estudio de lo que realmente es y debe significar la sexualidad humana, as
como su ejercicio.
Pero, para eso, es imprescindible el enfoque antropolgico: de una antropologa filosfica
que hunda sus races en la metafsica (o saber de lo que cada realidad realmente es), acoja las
aportaciones de otras disciplinas, incluidas las ciencias experimentales, y que se encuentre
abierta, tambin, a la fe y a la teologa.
Antropologa cabal e ntegra, por tanto, y, adems, en masculino y en femenino. Scheler
sostena que:
En la historia de ms de diez mil aos somos nosotros la primera poca en que el
hombre se ha convertido para s mismo radical y universalmente en un ser
problemtico: el hombre ya no sabe lo que es y se da cuenta de que no lo sabe. Solo
haciendo tabla rasa de todas las tradiciones referentes a este problema,
contemplando con sumo rigor metodolgico y con extrema maravilla a ese ser que se
llama hombre, se podr llegar nuevamente a unos juicios debidamente fundados2.
Y Rassam puntualiza:
hoy el problema de la persona es enfocado casi exclusivamente desde un
punto de vista psicolgico y tico, con preocupaciones esencialmente sociales,
polticas y econmicas. Pero, a la vez, se olvida nada menos que la dimensin
ontolgica de la persona, es decir, lo que es el soporte mismo de su originalidad
psicolgica, de su valor moral y de su destino espiritual3.
Antropologa con fundamento metafsico, por tanto. Otras consideraciones las que solemos
denominar cientficas, entendiendo la ciencia en su acepcin predominantemente experimental
sern sin duda enriquecedoras e incluso imprescindibles, y por eso har uso de ellas a lo largo
de este escrito. Pero ninguno de esos saberes puede erigirse en la clave ltima y definitiva para
dirigir la conducta de las personas en su ndole estrictamente personal y, por consiguiente,
tampoco en lo que atae al uso y regulacin de sus dimensiones sexuales.
Segn sostiene Benedicto XVI,
ms all de los lmites del mtodo experimental, en el confn del reino que
algunos llaman meta-anlisis, donde ya no basta o no es posible solo la percepcin
2
RASSAM, Joseph, Introduccin a la filosofa de Santo Toms de Aquino, Rialp, Madrid, 1980, p. 154.
8
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, p. 109
RATZINGER, Joseph, El hombre entre la reproduccin y la creacin. Cuestiones teolgicas acerca del
origen de la vida humana, en AA.VV., Biotica, Rialp, Madrid, 1992, p. 62.
10
de servicio y las virtudes que llevan a aceptar la vida humana en todos sus
estadios y estados como un regalo y don. La familia se convierte as en el punto
focal del inters y la preocupacin de todos9.
O estos otros de J. Ratzinger, ahora ya como Benedicto XVI:
En general se coincide en afirmar que a escala planetaria, y especialmente en
los pases desarrollados, existen dos tendencias significativas y relacionadas
entre s: por una parte, aumenta la expectativa de vida; y, por otra, disminuyen los
nacimientos. Mientras las sociedades envejecen, muchas naciones o grupos de
naciones carecen de un nmero suficiente de jvenes para renovar su poblacin.
Esta situacin es resultado de mltiples y complejas causas, a menudo de
carcter econmico, social y cultural []. Sin embargo, sus races profundas son
morales y espirituales; se deben a una preocupante falta de fe, de esperanza y,
en especial, de amor. Traer hijos al mundo requiere que el eros egosta se
realice en un agap creativo, arraigado en la generosidad y caracterizado por la
confianza y la esperanza en el futuro. Por su misma naturaleza, el amor tiende a
lo eterno. Tal vez la falta de este amor creativo y de altas miras sea la razn por
la que muchas parejas hoy deciden no casarse, numerosos matrimonios
fracasan y ha disminuido tanto el ndice de natalidad10.
Lo que nos lleva a tomar las decisiones de fondo, las que ms afectan al conjunto de
nuestra existencia, siguen siendo razones de corte antropolgico o, si se prefiere,
vital-existencial
Y esos motivos, hondos y globales a la par que muy concretos, son los que hay que ofrecer a
los cnyuges. En fin de cuentas, y a modo de resumen, se trata de averiguar cmo, por qu y en
qu medida influye la conciencia y el ejercicio de la propia sexualidad en el logro de la plenitud
humana y, como consecuencia, en qu proporcin y por qu causas refuerza o no la felicidad de
quienes componen un matrimonio y del conjunto de la familia.
Desde semejante perspectiva habr que considerar cuanto expongo a continuacin.
10
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, pp. 31-32.
11
GARCA-MORATO, Juan Ramn, Crecer, sentir, amar. Afectividad y corporalidad, EUNSA, Pamplona,
2002, p. 106.
12
CARDONA, Carlos, Metafsica del bien y del mal, EUNSA, Pamplona, 1987, p. 101.
13
CALDERA, Rafael Toms, Visin del hombre, Centauro, Caracas, 4 ed., 1995, p. 66.
13
14
15
16
LEWIS, Clave Staple, El diablo propone un brindis, Rialp, Madrid, 1993, pp., 35-36.
15
En los prrafos que preceden, al apuntar sobre todo al ejercicio de la sexualidad humana y
su nexo con el amor, he dejado de lado algo tanto o ms importante y, hasta cierto punto, previo:
la condicin sexuada de todo sujeto humano, su ndole de varn o mujer.
Me gustara exponer un par de ideas al respecto.
El estudio sobre la persona que realizamos en mdulos anteriores nos permiti extraer una
doble conclusin:
1. Antes que nada, que el obrar sigue al ser, y el modo de obrar al modo de ser; o, con
otras palabras, que, para actuar de determinado modo, cualquier realidad debe estar
conformada o confeccionada de una manera muy particular, tener un ser que permite y, en su
caso, provoca o sugiere, ese tipo de actividades.
2. Adems, que ese modo de ser se encuentra bsicamente ordenado a la operacin u
operaciones que le son ms propias. Como diran los latinos, esse est propter operationem: el
ser se orienta y ordena al obrar.
Por poner ejemplos sencillos y no excesivamente profundos, las aves tienen alas para volar, y
los peces aletas para nadar; de manera anloga y ms propia, refirindonos a la persona
humana y hablando con rigor, todo su ser, con los elementos en los que se concreta, est
encaminado hacia el amor inteligente, que es lo que, en el fondo, significa el trmino
contemplacin.
Bajo este prisma, el ejercicio de la sexualidad se orienta a suscitar, instaurar y poner
de relieve el amor entre los hombres y a hacerlos partcipes del Amor creador de
todo un Dios
Pero, si miramos ms all de la operacin, hasta su mismo fundamento, la sexualidad
constituira una determinacin intimsima mediante la cual se modula en su totalidad el ser del
hombre (mujer y varn), gracias a una particular participacin en el Ser Personal de Dios (y, ms
en concreto, en la Santsima Trinidad), haciendo que cada sujeto humano posea un ser
masculino (varn) o un ser femenino (mujer), orientados, a su vez, al amor recproco.
Esa modulacin o modo-de-ser-persona, masculina o femenina, alcanza desde el mbito
fisiolgico, en todas y cada una de sus clulas, hasta el propiamente espiritual, pasando por el
psquico; y hace de cada hombre una persona masculina o una persona femenina, con el sinfn
de caractersticas que le son propias.
Debido a su enorme riqueza, no es un tema que quepa abordar en el presente escrito,
mxime cuando ya ha sido estudiado en otros lugares.
Pero s es imprescindible dejar sentada la distincin entre:
1. Lo sexual: las manifestaciones ms externas y corporales de la sexualidad, de la que
lo estrictamente genital es un conjunto de elementos que hacen inmediatamente posible la
relacin ntima entre varn y mujer.
2. Y lo sexuado, que impregna a la persona entera del varn y de la mujer, dotndolos
de lo que llamamos masculinidad y feminidad, que resultan muchsimo ms amplias y ricas que
sus meras expresiones corpreas.
Y tambin tenerlo como teln de fondo en el conjunto de reflexiones que me apresto a
esbozar y que tienden a poner de manifiesto que la sexualidad humana es personal.
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
16
17
1. Sexo personalizado?
En las primeras pginas, establec una neta distincin entre sexo animal y sexualidad humana
o personal. Ahora querra esclarecer algunas de las diferencias abismales que marcan
semejante divergencia.
Sexualidad humana
Pero tambin sealar un principio metdico fundamental, al que ya he aludido en varias
ocasiones, pero que con excesiva frecuencia se desatiende en el mundo contemporneo; a
saber: que lo inferior se entiende a la luz de lo superior, y no viceversa.
Aunque las estime un tanto duras, he de reconocer que me agradan las siguientes
convicciones de Denis de Rougemont:
18
Nosotros, los herederos del siglo XIX, somos todos ms o menos materialistas. Si
se nos muestran en la naturaleza o en el instinto esbozos toscos de hechos
espirituales, inmediatamente creemos disponer de una explicacin de tales hechos.
Lo ms bajo nos parece lo ms verdadero. Es la supersticin de la poca, la mana
de remitir lo sublime a lo nfimo, el extrao error que toma como causa suficiente
una condicin simplemente necesaria. Tambin es por escrpulo cientfico, se nos
dice. Haca falta eso para liberar al espritu de las ilusiones espiritualistas. Pero me
cuesta mucho apreciar el inters de una emancipacin que consiste en explicar a
Dostoievski por la epilepsia y a Nietzsche por la sfilis. Curiosa manera de emancipar
al espritu, esa que se remite a negarlo17.
En concreto, y volviendo a nuestro tema, el sexo animal debera hacerse por completo
inteligible a partir de la sexualidad humana.
Sin embargo, razones de fondo, como la asuncin relativamente acrtica y no diferenciada ni
reflexionada del evolucionismo, y otras de tipo prctico, como la mayor facilidad para analizar el
sexo en los animales, llevan a menudo a tomar como punto inicial de referencia a estos, y a
presentar la sexualidad humana como un simple sexo animal, pero enriquecido o sin
enriquecer, lo cual resulta todava ms problemtico.
Y es cierto que el estudio de los animales aporta datos no despreciables para la comprensin
de nuestra sexualidad, y por eso, en las pginas que siguen, lo utilizar a menudo como trmino
de comparacin. Mas no conviene olvidar que la naturaleza profunda de la sexualidad humana
solo logra percibirse a la luz de la condicin personal de todo hombre, que constituye, a su vez,
un reflejo o participacin de la Trinidad Personal de Dios.
De ah, entre otras abundantes consecuencias, que las investigaciones al respecto realizadas
en los animales no puedan trasladarse sin ms, como a menudo se hace, a los seres humanos.
La naturaleza profunda de la sexualidad humana solo logra percibirse a la luz de la
condicin personal de todo hombre, varn o mujer
masculina y femenina
Esto me induce a dejar constancia de dos aspectos fundamentales:
1. Por un lado, algunos de los rasgos que distinguen y caracterizan la sexualidad
humana y su ejercicio, derivados de su condicin personal: lo llamar sexo personal o
personalizado.
2. Por otro, en absoluto independiente del anterior, ciertos elementos de la condicin
sexuada de toda persona humana, masculina o femenina.
En su momento, advert la importancia de una afirmacin de gran alcance: todo en el hombre
es humano. Ahora veremos algunos caracteres en los que se manifiesta la condicin humanopersonal de la sexualidad. Y, para ello, tal vez resulte oportuno sealar, de un modo todava
genrico, las diferencias ms de bulto entre el sexo animal y la sexualidad humano-personal, as
como algunas de las razones de esta radical desemejanza.
Sexualidad y sexo
Como punto de partida, sirva este texto de Juan Pablo II:
El cuerpo humano, con su sexo, su masculinidad y feminidad, contemplado a la
luz del misterio de la creacin, no solo se nos revela como manantial de fecundidad y
procreacin, tal como sucede en el entero orden natural, sino que encierra en s
desde el principio, el atributo esponsal, es decir, la capacidad de expresar el amor:
precisamente aquel amor en virtud del cual el hombre-persona se torna don y
actualiza a travs de semejante don el sentido mismo de su ser y existir18.
17
ROUGEMONT, Denis de, El amor y occidente, Kairs, Barcelona, 4 ed., 1986, p. 59.
18
JUAN PABLO II, Uomo e donna lo cre, Citt Nuova Editrice, Libreria Editrice Vaticana, Roma, 21 ed.,
1987, p. 77.
19
2. Sexo animal
El sexo animal, al servicio de la especie
Toms de Aquino explica esas divergencias, ms o menos, como sigue.
Entre todos los componentes del Universo, el individuo humano posee una propiedad en
exclusiva: en l conviven, ordenados e ntimamente imbricados, materia-y-espritu o espritu-ymateria.
1. En la materia, que lo asimila hasta cierto punto a las realidades infrapersonales,
encuentra el hombre el origen o principio tal vez, mejor, la condicin de su ndole sexuada,
que, sin embargo, como ya he indicado y veremos con ms detalle, alcanza e impregna todo su
ser.
2. Y el espritu que vivifica esa materia, ausente en los simples animales y en las
plantas, determina la superioridad del hombre en comparacin con los dems organismos
provistos de sexo y, simultneamente, da razn de las peculiaridades y de la grandeza de su sexualidad.
Si analizamos estos dos datos a la luz de la particularidad de la persona, con su dignidad y
singularidad, podremos advertir que:
2.1. En el reino vegetal y animal existe un nexo indisoluble y biunvoco entre sexo y
reproduccin: la genitalidad, con todo lo que lleva aparejado, es funcin estricta y exclusiva de la
necesidad que poseen los seres vivos de perpetuarse; todo lo cual nos recuerda algo muy
conocido: lo que en verdad importa entre los animales y plantas es la especie, a cuyo servicio se
encuentra absolutamente subordinado el sexo y los otros medios ms simples de reproduccin.
2.2. O, con palabras afines: es la especie la que se configura por s misma como
cierto valor, mientras que sus individuos se supeditan plenamente a ella.
Pero la especie no tiene existencia separada, al modo de las Ideas platnicas, sino que solo
subsiste en sus representantes singulares; y como estos, por su ndole corprea, son temporales
y corruptibles, es preciso que engendren otros individuos tambin perecederos, pero padres a
su vez de nuevos exponentes de la misma familia biolgica, que aseguren el persistir de la
especie.
20
3. y sexualidad humana
De la re-produccin a la pro-creacin
Segn vengo repitiendo, la situacin del hombre es radicalmente distinta. Y la diferencia
podra enmarcarse dentro de este texto de Toms de Aquino, comentado por Cardona:
Por eso, el alma racional da al cuerpo humano todo lo que el alma sensible da a
los brutos animales, lo que el alma vegetativa da a las plantas y algo ms: algo ms
en el sentido de una mayor perfeccin sensitiva y vegetativa en su conjunto
orgnico y en el sentido de una perfeccin de orden superior, espiritual20.
Sin embargo, para captar su originalidad, considerar de momento lo que parece equiparar al
hombre a los animales brutos. A saber:
1. Que el punto de partida de la sexualidad humana es, en cierto modo y desde la
perspectiva por ahora adoptada, el mismo que el de estos: la necesidad de reproduccin.
2. Y que tal exigencia deriva, en efecto, de la componente corprea del ser humano,
paralela a su carcter mortal.
Permanece, por tanto, entre los hombres, con todas las consecuencias que son del caso, la
orientacin de su sexualidad a la conservacin de la especie, en el sentido peculiar y un tanto
problemtico que tal trmino tiene para los hombres, respecto a los cuales parece preferible
hablar de naturaleza que de especie.
Esto resulta innegable, y posee amplias repercusiones a la hora de determinar el modo en
que el ejercicio de la sexualidad es verdaderamente enriquecedor: la unin sexual humana
jams podr ser desprovista voluntariamente de este que por ahora cabra definir como su
fin original constitutivo.
Pero, informando al cuerpo, y como raz de su originalidad y preponderancia respecto a los
animales, el hombre posee un alma espiritual e inmortal, en virtud de la cual se configura como
persona: es decir, como un fin o un valor en s.
En consecuencia, merced a su alma, el individuo humano no se encuentra en absoluto
subordinado a su especie, sino que, como afirma una tradicin multisecular, vale por s mismo,
tiene dignidad.
Consecuencias
Un primer corolario de esta disparidad bsica, que afecta incluso a cuanto de comn hay
entre el sexo animal y la sexualidad humana, es el siguiente:
1. Lo perseguido a travs de la generacin y de la cpula que le da origen no es ya
la simple conservacin del linaje humano, y ni siquiera el dar cumplimiento al noble afn de
perpetuarse los esposos en sus hijos.
2. No. Lo que ha de procurarse, cabal e intencionadamente, es el incremento, la multiplicacin, de las personas singulares, concretas, dignas y valiosas por s mismas
pertenecientes a la raza humana.
Eso es lo que Dios pretende en relacin a los seres espirituales el hombre lo es en funcin
de su alma, y eso es lo que los cnyuges deben hacer propio a la hora de plantearse lo que
hoy conocemos como paternidad responsable y a la de ejercer la unin ntima:
20
2.1. Aumentar, como alguna vez he sugerido, el nmero de los seres destinados a
mantener con Dios un dilogo de amor por toda la eternidad.
2.2. Abrir en cada unin ntima nuevas e inditas posibilidades de una felicidad
sin trmino: del surgimiento de una persona que nunca vendra al mundo (esa en particular, no
otra) en ausencia de tal relacin.
Con estricto significado personal
Y en lo que se refiere a la diferenciacin sexual y al instinto de apareamiento?
Tambin aqu establece la ndole personal del hombre notables desemejanzas respeto al
simple animal. Ambos diferenciacin e instinto, que en este caso se configura como tendencia
poseen un significado rigurosamente personal.
La razn de todo ello acabo de exponerla: siendo el hombre un ser digno y valioso por s
mismo, el sentido de su sexualidad no puede ser mera y simplemente especfico o en funcin
de, pues eso equivaldra a subordinarlo por completo, en una de sus dimensiones ms
profundas y esenciales, a la especie, ultrajando su dignidad; sino que ha de dejar su traza en los
aspectos estrictamente individuales y personales de su ser.
Por tanto, lejos de quedar reducida a los estrechos lmites de la funcin reproductora, aunque
tomando pie en ella, la diferenciacin sexual transforma y modula como ya he insinuado
hasta los rincones ms ntimos de la persona varn y mujer.
No constituye exageracin alguna (sino que responde a la naturaleza de las relaciones
constitutivas entre materia, forma y acto de ser, segn veremos ms adelante) afirmar que es el
mismo ser del hombre y de la mujer el que resulta sexuado. Y como el ser anima y da vida a
todos los elementos integrantes y al conjunto de las operaciones de cada individuo humano, todo
en l, desde lo ms exquisitamente espiritual hasta lo estrictamente corpreo, recibe el influjo de
lo que originariamente parece haber surgido desde la perspectiva ahora adoptada en
funcin de la reproduccin y de las dimensiones corpreas del hombre: el sexo.
De esta suerte, si antes afirmaba que los animales irracionales eran y se mostraban
complementarios exclusivamente en lo que haca referencia a su capacidad reproductora y a
cuanto se halla unido a ella; y si sostena tambin que esta pobreza era debida a la falta de
interioridad de tales individuos en definitiva, de profundidad y plenitud de ser; en este
momento, por el contrario, habr de recordar que, merced a su distinto sexo, el varn y la mujer
se muestran diferentes y complementarios en muchsimos aspectos de su personalidad: casi en
toda ella.
Lejos de quedar reducida a la funcin reproductora, la diferenciacin sexual
transforma y modula hasta los rincones ms ntimos de la persona varn y mujer
Y alcance global
Por eso, y como es obvio, hay que insinuar ya que la atraccin sexual entre varn y mujer
incluye la tendencia al apareamiento con vistas a la procreacin, pero de ninguna manera se
limita a ella.
Es toda la persona de la mujer, en cuanto mujer, lo que atrae o debe atraer al varn; y es la
persona ntegra del varn, en cuanto tal, lo que atrae o debe atraer a la mujer.
El varn-varn, el varn cabal, no solo desea unirse fsicamente a la mujer, y viceversa.
1. Cada uno de ellos aspira a conocer, tambin pero no solo a travs del trato ntimo,
toda la riqueza de una personalidad del sexo complementario, que cada cual por s mismo por
su diversa constitucin en cuanto ser sexuado no puede experimentar.
2. Anhela tambin, en mayor o menor medida, a tenor del temperamento singular de
cada individuo concreto, verse envuelto y como empapado por la afectividad de una persona del
otro sexo: sentirse comprendido, animado, estimulado, protegido e incluso orientado por ella, y
experimentar las propias emociones sexuadas que de ah se derivan.
23
21
NORIEGA, Jos, El destino del eros, Palabra, Madrid, 2005, pp. 33-34.
22
23
VERONESE, Giulia, Corporeidad y amor, Ciudad Nueva, Madrid, 1987, pp. 271-272.
24
24
Todo lo apuntado, y algo ms, lo recoge Cormac Burke en este pasaje, que remite a la
consideracin bsica que ofrecamos al hablar del mtodo de conocimiento de las realidades
lo inferior a la luz de lo superior, y que dar pie a reflexiones posteriores:
Tradicionalmente se ha tendido a explicar el instinto sexual, colocndolo dentro
de un marco demogrfico; as como tenemos un apetito de comer, para mantener la
vida del individuo, tenemos un apetito sexual para mantener la vida de la especie.
La explicacin vale, pero se queda corta.
Si el hombre y la mujer experimentan una profunda ansia de unin sexual es
tambin porque sienten cada uno personalmente un profundo anhelo de todo lo
que
va
implicado
en
la
verdadera
sexualidad:
auto-donacin,
autocomplementariedad, auto-realizacin, auto-perpetuacin, en una unin
conyugal con el otro25.
Para una mirada superficial, estaramos ante una mera cuestin de perspectiva. Pero hay que
tener muy en cuenta que, segn la que se adopte, aparecen regiones de sombra, cuya
explicacin se torna ardua.
Habitualmente, durante siglos, ha predominado el punto de vista que, partiendo de la
comunidad existente entre hombres y realidades infrapersonales, y poniendo el acento en estas
ltimas, descubre en el sexo la capacidad de reproduccin.
Hoy la situacin ha cambiado, aportando, como casi cualquier modificacin, ventajas e
inconvenientes. Un resumen muy acertado lo ofrece Benedicto XVI:
Ventajas:
La concepcin moderna de la familia, entre otras causas por reaccin al pasado,
da gran importancia al amor conyugal, subrayando sus aspectos subjetivos de
libertad en las opciones y sentimientos26.
Perjuicios:
En cambio, existe una mayor dificultad para percibir y comprender el valor de la
llamada a colaborar con Dios en la procreacin de la vida humana. Adems, las
sociedades contemporneas, a pesar de contar con muchos medios, no siempre
logran facilitar la misin de los padres, tanto en el campo de las motivaciones
espirituales y morales como en el de las condiciones prcticas de vida27.
Centrndonos en los beneficios, y de acuerdo con cuanto acabo de exponer, hoy la primaca
corresponde a la consideracin del hombre como persona, en cuanto dotado de un espritu que
lo discrimina radicalmente de los animales y plantas.
Y, juzgndola desde all, nos dice Guitton,
la sexualidad se presenta como el medio de realizar el amor [entre el varn y
la mujer en cuanto tales, como he apuntado y explicar con calma].
El amor ya no es considerado como una consecuencia artificial y accidental de la
sexualidad: al contrario, la sexualidad se presenta como un instrumento favorable
para excitar y mantener el amor en una sociedad formada por seres mltiples, ms
o menos comprometidos en la materia y la corporeidad.
Esta diferencia de puntos de vista desplaza las zonas de oscuridad.
En la doctrina precedente, lo ms difcil de justificar era la sexualidad humana,
que pareca como un brote aleatorio, como una derivacin bastante sutil [que
complicaba innecesariamente el mecanismo de la reproduccin].
En lo sucesivo, la sexualidad animal es aparentemente la ms inexplicable, y
desde entonces se nos presenta como un lujo intil. Si el animal carece de
25
BURKE, Cormac, Felicidad y entrega en el matrimonio, Rialp, Madrid, 1990, pp. 55-56.
26
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, p. 101.
27
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, p. 101.
26
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
28
GUITTON, Jean, Ensayo sobre el amor humano, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1968, p. 180.
27
28
Si an me sigues leyendo
Alerta!
Existen muchas maneras de leer o estudiar un escrito, como tambin las hay
de observar la realidad. Muy a menudo, no advertimos la existencia de algo o
dejamos sin percibir ciertas propiedades o caracteres de una persona, animal o
cosa, sencillamente, porque no los estamos buscando.
Con los libros sucede algo parecido. Es preciso poner la mente en estado de
bsqueda para encontrar todo lo que el libro puede ensearnos. Si esto no
sucede, resulta bastante fcil que nos quedemos sin ni siquiera advertir
cuestiones claras y claramente expuestas, pero que no nos dicen nada.
Por eso, antes de comenzar el presente apartado, me gustara que intentaras
responder, con calma y, si es necesario, por escrito, a estas preguntas.
1. Esenciales o constitutivas
Las primeras, las que nacen de su relacin con el alma espiritual, podemos calificarlas como
propiedades esenciales o, quiz mejor, constitutivas.
29
29
SANTAMARA GARAI, Mikel Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Palabra, Madrid, 1998, p. 12.
30
personeidad menos personal que el ejercicio de su sexualidad que, por eso, se acerca
ms a las condiciones estrictamente personales.
Entre los seres humanos, la sexualidad participa en muy notable medida de la
condicin personal: est personalizada
Libertad de la sexualidad
Y, en efecto, la sexualidad humana es mucho ms libre que el resto de las tendencias que
se dan en el hombre.
1. Por naturaleza, este tiene la capacidad de ejercerla con relativa independencia de
sus impulsos, sin que ello a pesar de cuanto se haya dicho en contra provoque la ms
mnima perturbacin de su equilibrio vital y psquico.
2. El ser humano puede conservar enteramente la plenitud de su salud y su vida, aun
cuando se abstenga de llevar a cabo la unin sexual en esta o aquella circunstancia o, incluso,
de manera absoluta: por s misma, la renuncia completa al uso de la genitalidad no constituye la
ms mnima traba para su desarrollo fsico y psquico.
Utilizando adrede trminos de origen freudiano, para que sus afirmaciones resulten ms
netas, sostiene un experimentado psiquiatra, con muchos aos de vuelo en la Europa Central:
La observacin libre de prejuicios del comportamiento humano ha hecho posible
que la psicologa ms reciente reconozca que la represin del instinto es tan humana
y natural como la satisfaccin del mismo, y que la una y la otra son causa de salud o
enfermedad, de serenidad o de inquietud, de placer o de disgusto, segn la relacin
que mantienen con la entera escala de valores especficamente humanos. Respecto
al llamado instinto sexual, tiene el amor un papel decisivo: la continencia por
amor produce calma y libertad de espritu, lo mismo que la relacin sexual llevada a
cabo tambin por amor. La disposicin ntima de la persona, que plasma y colorea
el mundo entero, se traduce en las relaciones interpersonales y, especialmente, en el
modo de ser y de existir-con-el-Otro-del amor30.
Conclusin: por estar ms estrechamente asociada al dinamismo espiritual del individuo
humano, por participar ms estrictamente de ese tipo de alma, la sexualidad se reviste con las
prerrogativas propias de semejante espritu, entre las que destaca como acabamos de ver la
libertad.
La sexualidad humana, orientada hacia la persona singular
Pero lo mismo ocurre con la singularidad.
La sexualidad humana madura es siempre una sexualidad personalizada y singularizada:
concentrada en una persona particular y nica.
Y en esto se diferencia tambin de lo que ocurre en las realidades inferiores.
As lo explica Guitton:
En el mundo animal, la seleccin no se realiza atendiendo a la interioridad.
Cuando el lobo devora a la oveja o se aparea con la loba, solo necesita que se hayan
cruzado en su camino. Es la oveja general la que le interesa, y no esta determinada
oveja, la loba y no una cierta loba. Y as sucedera en el hombre si este fuera solo un
animal ms refinado31.
Al no serlo, el sujeto humano tiene la posibilidad y el deber de personalizar el uso de su
sexualidad: singularizarlo y ejercerlo en un exquisito clima de amor, que culmina en la entrega
para siempre a una sola persona del sexo complementario. Hasta el punto de que, hablando en
rigor, para quien est verdaderamente enamorado, las dems personas de ese otro sexo acaban
subjetivamente por desaparecer como sexuadas: en cuanto tal, solo existe una.
30
TORELL, Juan Bautista, Psicologa abierta, Rialp, Madrid, 1972, pp. 91-92.
31
GUITTON, Jean, Ensayo sobre el amor humano, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1968, p. 66.
31
Se trata de una cuestin explicada con gran profundidad, junto con otras, en la cita que sigue:
La persona es un ser que vale en s y por s, es un todo en s y por s, no es parte
de un todo del cual derive su valor. Metafsicamente hablando, no forma parte y no
puede formar parte de ninguna serie. La especie humana existe solo para la
biologa. Desde el punto de vista metafsico esta realidad no existe: existe la
naturaleza humana, que no es la misma cosa. En este sentido, cada uno de
nosotros, cada persona, es un unicum. Esta unicidad debe ser reconocida a toda
persona: a la propia y a la de cualquier otro. Es el precepto tico fundamental o
norma personalista: ama al prjimo como a ti mismo.
Sin embargo, una vez descubierta esta particularidad de la persona, una vez
advertido que cada persona es distinta de otra, irrepetible e insustituible, resulta
espontneo preguntarnos: No exige esta singularidad una correspondiente forma de
reconocimiento? No debera haber una forma de reconocimiento del todo
excepcional y nica? nica y excepcional porque es dada a una persona singular y
no a otra? Ahora bien, si reflexionamos seriamente sobre la experiencia del
encuentro sexual, vemos que implica, como su fuente ltima, precisamente esto: el
reconocimiento del otro. La unidad en la carne, en el cuerpo, apunta a este
reconocimiento (es su intentio); lleva en s mismo esta finalidad.
Unicidad del otro y, por tanto, imposibilidad de sustitucin: tuyo/tuya para
siempre puesto que ningn otro podr tomar tu puesto. Esta es la definicin propia
del matrimonio monogmico e indisoluble en su ntima esencia tica32.
La sexualidad humana madura es siempre una sexualidad personalizada y
singularizada: concentrada y sublimada en una persona particular y nica
Tambin en este caso se advierte una mayor interiorizacin de la tendencia sexual respecto a
los instintos inferiores. Porque, prosigue Guitton,
cuando queremos alimentarnos no distinguimos entre tal o cual perdiz, tal o
cual trucha. El paladar ms delicado distingue la cosecha y acaso el planto, pero no
el viedo ni el racimo. La individualidad de la materia se nos escapa, y nos
contentamos con el pan y el vino como el lobo se contenta con la oveja. Y lo mismo
ocurrira con la generacin si el hombre no fuera espritu y libertad antes de ser
carne33.
Como lo es, por el contrario, la sexualidad puede ser personalizada. Y ello va unido a la
libertad que la configura intrnsecamente, en virtud de su incardinacin en un ser espiritual y que
podra condesarse en estas afirmaciones:
1. Puesto que nuestro comportamiento no responde a un instinto, sino a una tendencia
por lo tanto, controlable, no estamos obligados a ejercer nuestra genitalidad ni a entregar la
sexualidad a ningn individuo determinado.
2. Podemos libremente escoger el trmino personal, intransferible, de ese ejercicio y de
ese don.
3. Est en nuestras manos personalizar la sexualidad.
Libertad y singularidad sexuales, al servicio del amor
Y, como consecuencia de tal personalizacin, el sexo es capaz de participar activa,
profunda y abundantemente en el dinamismo constitutivo del amor.
Es decir: podemos amar tambin con el sexo, comunicarnos o entregarnos gracias a l,
elevndolo infinitamente por encima del ejercicio que del mismo hacen los animales irracionales.
Debido a su pertenencia a un ser espiritual, la sexualidad humana es capaz de trasformarse,
formalmente, en don, en culminacin de la entrega propia del amor.
32
33
GUITTON, Jean, Ensayo sobre el amor humano, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1968, p. 66.
32
En relacin con este extremo, conviene no olvidar lo que ya vimos: que amar era corroborar
en el ser a la persona querida, con todas las consecuencias que esa confirmacin lleva consigo;
y que consista tambin, desde una perspectiva casi coincidente con la anterior, en elegir el
trmino de nuestros anhelos, ratificarlo en su estricta individualidad irrepetible y entregarse a
l de por vida.
Vctor Frankl lo recuerda con palabras claras, que constituyen cierto eco de cuanto
estudiamos al hablar del amor.
El amor no tiene nada que ver con un compaero annimo de relaciones
instintivas; por ejemplo, un compaero que se puede cambiar a menudo por otra
persona que tenga propiedades idnticas.
En el caso del individuo elegido instintivamente no se busca a la persona, sino un
tipo []. El compaero en una relacin puramente instintiva (tambin el compaero
en una relacin social) es ms o menos annimo.
En cambio, al compaero en una relacin de amor verdadero se le trata como
una persona, se le considera como un t.
Por tanto, podramos decir que amar significa poder decirle t a alguien; pero
no solo esto, sino poder decirle tambin s: esto es, no solo aprehenderlo en toda
su esencia, en su individualidad y unicidad, tal como hemos dicho anteriormente,
sino aceptarlo en todo lo que vale.
As pues, no consiste en ver solo el ser-as-y-no-de-otro modo de una persona,
sino en ver al mismo tiempo su 'poder-ser', esto es, ver no solo lo que realmente es,
sino tambin lo que puede ser o lo que deber ser.
En otras palabras, citando una hermosa frase de Dostoievski: Amar significa ver
a la otra persona tal como la ha pensado Dios34.
Y, al advertirla segn el boceto divino, surge en nosotros el impulso razonable, sumamente
generoso, de ponernos radicalmente a su servicio: tiene lugar la entrega, resello conclusivo de la
corroboracin del ser.
Pues bien, el sexo humano puede hacer todo eso, puede decir un t y un s plenos,
radicales, y puede entregarse, en la misma medida en que, por pertenecer a una realidad
espiritual, obtiene la posibilidad esencial de ser personalizado.
Pero, para que efectivamente acte de esa manera, para que pronuncie el t y el s que
corroboran a la persona querida en cuanto sexuada, se requiere que, existencialmente, en la
vida diaria, se encuentre englobado en una corriente cardinal de amor librrimo.
Solo con esa condicin, la sexualidad humana se ver enaltecida y elevada, hasta integrarse
en la actividad ms noble y definitiva que puede realizar la persona: el amor, en el que la
persona humana y el sexo conquistan definitivamente, y actualizan, su intrnseco y constitutivo
carcter terminal de don.
Podemos amar tambin con el sexo, comunicarnos o entregarnos gracias a l,
elevndolo infinitamente por encima de los animales. Y debemos hacerlo!
FRANKL, Vctor, La psicoterapia al alcance de todos, Herder, Barcelona, 1983, pp. 93-94.
33
Ahora bien, en lo que atae a este punto, en la sexualidad humana cabra resear tres
componentes, que por lo comn actan de manera conjunta e indiscernible, aunque en
ocasiones alguno de ellos detenta un predominio incluso patolgico sobre el resto.
Tales elementos son:
1. El placer que acompaa al ejercicio del sexo y que no es mero deleite sensible, sino
psquico y espiritual.
2. La atraccin, fundamental aunque no exclusivamente psquica, por la que se tiende a
completar la propia indigencia con la ayuda de la persona del sexo complementario que se ha
transformado en el propio cnyuge.
3. Y el amor hacia esa misma persona, que, por su carcter conyugal, inclina a hacer
completa la donacin a ella: en el alma y en el cuerpo.
De esos tres integrantes, los dos primeros miran fundamentalmente a la propia satisfaccin y
cumplimiento, mientras que solo el tercero el amor electivo instaura con vigor la dialctica
del t, afirma radicalmente al otro y nos hace salir de nosotros mismos y, as, crecer y
desarrollarnos.
(Curiosamente, como hemos visto en otros momentos, la gran paradoja de la condicin de la
persona que solo vive en plenitud al des-vivirse tambin est presente aqu: de modo que,
cuando en la unin ntima alguien persigue el propio contentamiento placer y consuelo
emocional, por resumirlo en un par de expresiones no es cuando da pie a la propia mejora y
felicidad; sino que, al contrario, esta tiene lugar cuando el fin de nuestros actos es el amor al otro
en cuanto otro: la bsqueda de su bien, en las diferentes modalidades que adopta en la unin
ntima
De nuevo con palabras de Benedicto XVI,
la promesa ms profunda del eros puede madurar solamente cuando no solo
buscamos la felicidad transitoria y repentina. Al contrario, encontramos juntos la
paciencia de descubrir cada vez ms al otro en la profundidad de su persona, en la
totalidad del cuerpo y del alma, de modo que, finalmente, la felicidad del otro llegue a
ser ms importante que la ma. Entonces, ya no solo se quiere recibir algo, sino
entregarse, y en esta liberacin del propio yo el hombre se encuentra a s mismo y
se llena de alegra35.
Tambin en las relaciones ntimas, la felicidad es consecuencia del intento de
otorgarla al cnyuge, olvidndose de la propia
Cuestin de orden
Por eso querer el bien para otro lleva consigo, en este caso, articular los tres
ingredientes recin enunciados de manera que, aunque no siempre con plena conciencia, el ms
noble y altruista el amor voluntario se constituya en motor y gua del afn de complementacin y del placer derivado de la cpula.
Y el peligro que impedira la personalizacin existencial radica, precisamente, en que esa
necesaria jerarqua puede desintegrarse, de modo que el placer se transforme en nico mvil de
la vida conyugal o sexual, o que, trascendiendo levemente esa perspectiva, en el trato
matrimonial se busque en exclusiva el propio contento o incluso la propia perfeccin como
persona.
En ninguno de estos dos casos podr decirse que se quiere el bien para otro.
Cundo, por el contrario, puede establecerse fundadamente esa afirmacin? Antes de
avanzar una respuesta, querra hacer una observacin casi innecesaria: los dos integrantes del
uso del matrimonio que el amor ha de supeditar a s, personalizndolos, en modo alguno deben
ser calificados como ilegtimos ni, en consecuencia, han de quedar excluidos de la vida
conyugal.
35
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, pp. 30-31.
34
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
37
38
39
37
CARDONA, Carlos, tica del quehacer educativo, Rialp, Madrid, 1990 pp. 24-25.
39
SANTAMARA GARAI, Mikel Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Palabra, Madrid, 1998, pp. 55-56.
43
BENEDICTO XVI, El Papa con las familias, BAC Popular, Madrid, 2006, pp. 108-109.
41
En una de las ocasiones ms recientes en que esto se produjo, un joven de unos 30 aos,
probablemente casado, interrumpi mi exposicin para interrogarme, con especial intencin,
sobre el amor homosexual.
Con plena conciencia de lo que haca, y sabiendo que la cuestin volvera a plantearse al
final, le contest: es inviable, y prosegu con la conferencia.
Al terminarla, ese mismo chico levant un par de veces la mano con insistencia. Me las
arregl para contestar antes a otros que tambin la alzaron, debido a que se trataba de chicas, a
que no se haban colado, pues mi intervencin iba destinada a gente ms joven, etctera.
No trataba en absoluto de eludir la respuesta, sino de dar algunos elementos de juicio que
permitieran una mejor comprensin: como los motivos por los que las relaciones llamadas prematrimoniales resultan ms bien anti-matrimoniales, pues dificultan la convivencia antes y
despus de casados.
Amor homo no-sexual y no-legislable
Por qu un amor inviable?
No porque niegue a las personas homosexuales la capacidad de amar. En absoluto. Tambin
desde que ocurri lo que aqu narro y desde que redact estas pginas he trabado amistad con
personas que han tenido o tienen una orientacin homosexual, que batallan por portarse con
plena dignidad y a las que me unen lazos muy fuertes y hondos y, a veces, de sincera
admiracin.
Pese a todo lo anterior, rechazo de plano, y estimo que justificadamente, que pueda haber un
amor homo-sexual. Y es que el engaoso prefijo (homo-) hace imposible que el amor resulte
verdaderamente sexual.
No es difcil de comprender, en cuanto la sexualidad se advierta en toda la hondura personal
que lleva consigo. No reducida, por tanto, a la mera genitalidad y a lo que pueda seguirse
superficialmente de ella; sino en su completa dimensin humana: biolgico-psquico-espiritual.
Y, as entendido, lo sexual es necesariamente consecuencia de la unin de dos personas
sexuadas complementarias. Incluso desde el punto de vista biolgico, el organismo sexual
completo no es cosa de uno ni de dos personas del mismo sexo, sino que solo existe como
resultado de la fusin ntima de una mujer con un varn.
Y algo anlogo sucede en la esfera psquica o en la del espritu, aunque a algunos de
nuevo lo expreso con todo cario les cueste descubrirlo o aceptarlo.
Por eso, sin afn de ofender, sino de precisin terminolgica, a lo ms podra hablarse de
personas homo-genitales, pero no propiamente homo-sexuales: porque, en su relacin
recproca, la sexualidad en cuanto tal no puede hacer acto de presencia.
Y, por lo mismo, tampoco puede darse ese tipo preciso de amor, el amor sexual, que es el
nico capaz de situarse en la base del matrimonio y fundamentar una legislacin al respecto:
sobre todo, por su virtual fecundidad, pues es la venida de los hijos al mundo lo que muestra
ms claramente sus repercusiones sociales y reclama una legislacin ad hoc.
Con lo que tambin resultan antropolgicamente claros los absurdos aparejados a la
pretensin de equiparar legalmente el matrimonio con la unin por fuerza no-sexual ni conyugal
de dos personas homosexuales.
Personas homosexuales
Pocos das despus, en otra conferencia, la cuestin result ms peliaguda. Se trataba
tambin de los alumnos de una Universidad, ms algunos profesores.
En el turno de preguntas, se levanta un chico de unos 22 23 aos. Despus de ciertos
prembulos, difciles de entender al margen de lo que inmediatamente iba a exponer, dice:
42
Hace un par de meses, por la noche, haba bebido de ms, bes en la boca a un
hombre y desde entonces ya no me atraen las mujeres, incluida la ma: solo me
gustan los varones.
En el momento en que me hace la pregunta, desconozco si se trata de algo real o de una
mera representacin, pero le digo que, fuera lo que fuere, mi respuesta no iba a cambiar. Y
empiezo advirtindole que, en mi exposicin, yo haba puntualizado ms y mejor. Que, de
ordinario, haba hablado de persona masculina y persona femenina.
Por tanto, ahora me tocaba hablar de persona homosexual.
Y, con pleno convencimiento, agrego que, ante la grandeza del sustantivo persona, cualquier
aadido pierde casi toda su capacidad de sumar o restar vala a la maravilla de cualquiera de
ellas: la excelsa dignidad personal!
Contino diciendo, porque lo he aprendido de santos muy santos, que, con la gracia de Dios y
si la situacin lo requiriera, estara dispuesto a dar mi vida por cualquier otro ser humano, con
independencia absoluta de su orientacin sexual.
Asiente sin agresividad, pero se empea en que me pronuncie antropolgicamente sobre la
homosexualidad.
Despus de explicarle lo que resum hace algunos prrafos, le digo que se trata claramente
de una desviacin. Y lo es, por la contradiccin que implica el que la naturaleza produzca algoordenado-hacia-un-fin (el amor y la unin sexual, en este caso) que, como apunt, no puede
alcanzar ese objetivo: por lo que, ms que de orientacin, habra que hablar de desorientacin.
Aado de inmediato que la tendencia en s, al margen de su origen, aunque des-ordenada, no
es intrnsecamente mala. Que lo malo sera dar rienda suelta a esa tendencia (siempre, por la
desviacin que implica) igual que, al menos en algunos casos, a muchas otras.
Y ejemplifico, en consonancia con lo que antes haba expuesto:
Yo estoy enamoradsimo de mi mujer, pero, gracias a Dios, me siguen gustando
todas las dems. Cosa que me alegra enormemente, tambin por mi mujer. Pero que
no hace legtimo el que acepte y prosiga esa atraccin con cualquier otra, justo
porque debo y quiero defender la libertad de ser fiel a la ma, tal como le promet
gozosa y librrimamente en el da en que nos casamos (ese s es libertad que
genera libertades!).
En tal sentido solo en ese tu situacin no es muy distinta de la ma.
Los dos experimentamos una inclinacin a la que no nos es lcito atender: t,
nunca; yo, excepto en los casos en que, gracias a ella, manifiesto e incremento el
amor hacia mi esposa.
Igual que yo
Tampoco ahora hay la ms mnima agresividad por su parte. De hecho, cuando concluyo,
se sienta en la primera fila, en un extremo.
Mientras prosiguen las preguntas y los comentarios, le digo con gestos que, al terminar,
querra darle un abrazo. Despus de tres o cuatro intentos, logro que me entienda. Asiente con
la cabeza sin que yo sepa todava si todo ha sido un bluff o realmente lo que me ha contado
es cierto (luego me enter de que era verdad).
Ambos y el resto del pblico hemos pasado por momentos tensos, pero tambin nos hemos
divertido. Un rato serio, no de tirantez, trascurri mientras contaba la vida de aquel buen amigo
de un buen amigo mo, con fuertes y muy arraigadas tendencias homosexuales.
Una persona que est tratando por todos los medios de ser santo, y que lucha como
cuantos nos empeamos en esa empresa no solo ni principalmente a causa de su tendencia
sexual, sino, mucho antes, por tratar al Seor en la Eucarista despus de confesarse siempre
que es necesario; por ser buen trabajador, acabando su labor a conciencia; buen amigo de sus
amigos, buen ciudadano y tambin batalla como yo!, pero con manifestaciones distintas
43
4. Razones por las que el cuerpo del hombre puede considerarse porque lo es! un
cuerpo dotado de toda la nobleza de la persona.
El cuerpo del hombre est dotado de toda la grandeza de la persona
La posibilidad de amar con el cuerpo
Con un poco ms de detalle y sin pretender que se me comprenda a la perfeccin o
siquiera que se me comprenda: la clave para llegar a entender la grandeza del cuerpo humano y
de cuanto lleva aparejado como la posibilidad de expresar y dar vida al amor en las relaciones
conyugales, la ofrece el descubrimiento tomista del acto de ser (tambin llamado, en latn,
esse).
Doctrina que, en lo que nos atae, podra resumirse con estas brevsimas palabras del Santo
Doctor:
ipsa anima habet esse subsistens [], et corpus trahitur ad esse eius 44: entre
todas las formas substanciales que comunican con la materia, solo el alma humana
posee un ser subsistente, y el cuerpo es elevado hasta el interior de semejante acto
de ser.
O, con expresin todava ms sencilla: la nobleza del ser del alma es comunicada
ntegramente al cuerpo.
La nobleza del ser del alma es comunicada ntegramente al cuerpo
Nobleza del alma humana
En efecto, el hecho de que, una vez creada en el cuerpo, semejante alma posea un ser
que nunca ya podr perder, el hecho de que sea un espritu aunque imperfecto la sita a
aos luz por encima de las restantes almas (las formas sustanciales de los animales brutos
y las plantas), que tienen el ser no en s mismas, sino, por decirlo de alguna manera, en su
conjuncin con la materia.
De ah deriva el que cualquier realidad infrapersonal (animales, plantas, etc.) se encuentre
intrnsecamente sometida a la accin empobrecedora de la materia: generacin y corrupcin,
cambio constante, indigencia en el ser con tendencia a utilizar a los otros en su propio beneficio,
sometimiento a la especie y al conjunto del cosmos, de los que no es sino una simple fraccin,
etc.
Por el contrario, en su calidad de persona, el hombre trasciende y supera esas condiciones
depauperantes. En cuanto no depende de manera intrnseca y radical de la materia, su alma es
inmortal y constituye cierto absoluto: vale por s misma y no se halla ontolgicamente
subordinada a nada ni a nadie, con excepcin del Dios-Absoluto, que es precisamente quien ha
hecho de ella un absoluto, la ha querido como un fin en s, y la ha destinado a una felicidad
imperecedera.
Radicada en el ser
Lo importante, ahora, es al menos intuir que todas estas excelencias del alma humana, y
bastantes otras que cabra enumerar, se encuentran como condensadas en y derivan del acto
de ser por y en el que Dios crea a cada una.
Pues el esse es el acto primordial, la energa primigenia en la que se contiene y de la que
nace toda la realidad, la riqueza entitativa y operativa (del ser y del obrar), de cada existente.
En nuestro caso, por encontrarse recibido en una forma espiritual y subsistente, el acto
personal de ser constituye el origen y fundamento de la dignidad del alma humana, con la
sublimidad que le corresponde.
Y el alma da a participar al cuerpo ese mismo e inefable acto de ser: el mismo ser,
exactamente el mismo, que ella posee.
44
Luego el cuerpo humano es del mismo rango que el alma: tiene la calidad de la persona.
Con el aadido de que semejante acto de ser, por el hecho de comunicarse posteriormente a
la materia, no solo no decae de su nivel ontolgico, sino que en cierto modo lo refuerza: pues,
segn ya vimos, el cuerpo viene a colmar las deficiencias, sobre todo operativas, que para el
alma derivan de su nfima situacin por debajo de los ngeles en la escala de los espritus.
Por eso afirma Toms de Aquino que el cuerpo trahitur es atrado o introducido hasta el
acto de ser del alma: que resulta sublimado y encumbrado, hasta verse implantado en idntico
grado de realidad, en la misma excelsitud o dignidad, que corresponde al alma humana.
Se intuye, entonces, que ese grandioso organismo fsico, vivificado en ltimo trmino por el
mismo y dignsimo acto de ser del que participa primero el alma, sea capaz de repercutir con
extraordinaria pujanza en la consolidacin y en la fecundidad del amor bsicamente espiritual de
las personas: que el cuerpo pueda colaborar en el amor fecundo y unitivo, y en la felicidad,
radicalmente espirituales.
El cuerpo humano es del mismo rango que el alma: tiene la calidad de la persona
En resumen, cuanto he esbozado lleva a afirmar que el cuerpo del hombre participa de la
mismsima dignidad que su alma; explica tambin cmo la condicin personal sexuada puede
comunicarse hasta los extremos ms lejanos de la propia materia y hasta el acto en apariencia
ms insignificante realizado a travs de o con el cuerpo; y, lo que todava goza de mayor
relevancia, segn veremos al contemplar el ejercicio de la sexualidad, permite discernir por qu
las actividades y los gestos corporales poseen la capacidad de revertir sobre los dominios del
espritu, incrementando, por ejemplo, la intensidad y el temple del amor voluntario y de la
felicidad propiamente humana.
O, dicho de otra manera: precisamente porque el ser es nico y da vida y unifica a todos los
elementos constitutivos y a todas las acciones de cada hombre, la voluntad, la afectividad y la
actividad estrictamente fsica actan en perfecta continuidad e interdependencia: de manera que
el ejercicio de cada una de esas funciones se ve favorecido por el desarrollo equilibrado de las
restantes y, cuando existe esa armona, revierte sobre ellas, perfeccionndolas.
Volver sobre estos temas. Ahora querra simplemente citar estas palabras de Noriega,
referidas a las dimensiones espiritual, psquica y corprea del ser humano:
se da una mutua interrelacin y enriquecimiento entre ellas, que hace posible
una paulatina integracin de sus reacciones y finalidades []. Por otro lado, es
preciso tener en cuenta que lo que est en lo alto se sostiene en lo que est abajo,
y a la vez, lo que est en alto equilibra lo que est debajo. Es decir, la originalidad
del amor entre hombre y mujer, en su nivel espiritual, se funda en los niveles afectivo
y corporal, de tal modo que, si lo que est debajo se resquebraja, lo que est en alto
peligra, y viceversa. As, la prdida de atraccin ertica, por la falta de un cuidado
afectivo mutuo, puede hacer peligrar el don de s; y la falta del don de s puede hacer
perder la armona afectiva y el mismo deseo sexual45.
La necesidad de amar con el cuerpo
Si hasta el momento he intentado fundamentar que el cuerpo humano es capaz de amar,
empleando dicho verbo en su sentido ms propio y elevado, en este nuevo pargrafo explicar el
reverso de semejante afirmacin: que el alma humana resulta incapaz de amar plenamente sin
el auxilio del cuerpo.
Segn explica Ruiz Retegui,
la donacin personal se hace fecunda a travs de la mediacin de la
corporalidad, que es condicin de posibilidad, de modo anlogo a como la alegra del
alma se expresa en el rostro personal a travs de la mediacin material del msculo
adecuado46.
45
RUIZ RETEGUI, Antonio, Sobre el sentido de la sexualidad, en Anthropotes, Rivista ufficiale del
Pontificio Istituto Giovanni Paolo II Per Studi su Matrimonio e Famiglia, 2/1988, p. 238.
47
bien para el cnyuge, reclama el uso amoroso de la sexualidad humana, con el que ese amor da
vida a uno de los bienes ms preciados del matrimonio los hijos, a la par que trasciende su
ndole de amor meramente voluntario y se completa, originando un amor personal de la
persona toda, un amor ntegro y cumplido.
En condiciones normales, si no se expresa y consuma fsicamente mediante las relaciones
ntimas, el amor conyugal que confiere a ese trato todo su sentido no alcanza a conquistar la
plenitud unitiva, ni la fecundidad, a que se encuentra llamado.
Pienso que no es difcil de entender: igual que el alma por su particular finitud necesita
del cuerpo para desplegar el conjunto de operaciones que virtualmente contiene, el amor
matrimonial, anclado en la voluntad, requiere del concurso del cuerpo para madurar
precisamente como amor (conyugal) y para hacer efectiva la fecundidad virtual que lo caracteriza
en cuanto tal tipo de amor.
Gracias al concurso del cuerpo, el amor conyugal incrementa su poder de unificacin y la
felicidad con l emparejada: se torna ms completo, y contribuye al incremento de la felicidad de
los esposos.
En condiciones normales, si no se expresa y consuma fsicamente mediante las
relaciones ntimas, el amor conyugal no alcanza la plenitud unitiva ni la fecundidad a
que se encuentra llamado
Lo confirman, con ciertos tecnicismos, los siguientes juicios de Caffarra:
Ya se ha visto que una de las diferencias fundamentales entre el espritu y la
materia es que el primero puede de alguna manera llegar a ser todo, o sea, puede
entrar en comunicacin con algo distinto de s sin destruir la alteridad. Por el
contrario, la materia puede ser solo lo que es y es incapaz de instituir una relacin
con lo otro en cuanto otro. En otras palabras, solo el espritu es capaz de entrar en
una relacin de comunin, mientras que la materia est inseparablemente
constreida dentro de s misma. Se podra decir que el espritu es universal: unum
versus alii; que la materia es solo individual: dividida de cualquier otro.
La paradoja ontolgica de la persona humana es que es unidad sustancial de
materia y espritu. [] La unidad sustancial hace que si, por una parte, el cuerpo
llega a ser capaz de expresar el don de la persona en su subjetividad espiritual (el
cuerpo lenguaje de la persona), por otra, el espritu (humano) encuentra
exclusivamente en el cuerpo la posibilidad de expresar el don de la persona.
Reflexionemos atentamente sobre este segundo aspecto de la comunin entre las
personas humanas: el cuerpo base imprescindible del don47.
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar
una notable satisfaccin.
nimo.
Existe algn sentido correcto en que se pueda afirmar que el filsofo adopta en cierto
modo la perspectiva del propio Dios? Explica lo que te sugiere esa expresin.
En relacin con este extremo, me gustara que comentaras estas convicciones de
Carlos Cardona, que ya conoces:
Podemos y debemos hablar clara y directamente de Dios, en un mbito de estricta
teologa natural, de metafsica del ser. Para esa metafsica [], Dios no es
simplemente un Ser supremo, una especie de primum inter pares dentro de una serie
causal. Para la metafsica del acto de ser, Dios es el mismo Ser Subsistente o Acto
Puro de Ser; personal, infinito, absoluto, esencialmente bueno y verdadero y libre.
Solo esta nocin de Dios puede fundar una tica objetiva, universalmente vlida
siempre El cristiano debe tener el valor inteligente (sin arrire-penses) de hablar
de Dios. Y el metafsico debe saber del ser lo suficiente para poder hablar tambin
filosficamente de Dios. El abstracto y desvado Dios de los filsofos es el Dios del
racionalismo: y de ninguna manera el Dios al que la inteligencia natural, bien
conducida, puede llegar. Y es Dios el nico porqu definitivo de toda norma tica.
Cul es tu parecer respecto al amor entre personas homosexuales? Por qu
motivos es preferible hablar siempre de personas homosexuales o con tendencias de
este tipo que simplemente de homosexuales, omitiendo el sustantivo personas?
Tras lo que has ledo, consideras que las inclinaciones homosexuales son una traba
para el perfeccionamiento de la persona, o ms bien, como en tantos otros casos en que
existe un dficit inicial, pueden y deben convertirse con esfuerzo en trampoln para
alcanzar cotas ms altas?
Comprendes la diferencia entre la unin sustancial y lo que he llamado unidad en el
ser?
Vislumbras ahora con mayor claridad hasta qu extremo el cuerpo es imprescindible
para el amor humano? Consideras que existen excepciones a esta afirmacin? Por
qu?
49
Segunda parte
El ejercicio de la sexualidad
Con el fin de realizar con xito el estudio de este nuevo apartado, podras resumir
con las menos palabras posibles en qu consiste la sexualidad?
En tu opinin, cul es la relacin entre amor y fecundidad? Estimas ms
conveniente afirmar que la sexualidad humana est orientada a la procreacin que al amor
o viceversa? Por qu?
Segn tu modo de ver, cules son los motivos por los que puede hablarse de
grandeza o sublimidad de la sexualidad humana? Enumera al menos tres razones y
fundamenta tu respuesta.
Con qu clave puede decidirse si un acto en que se pone en juego la sexualidad de
un ser humano resulta legtimo o ilegtimo? Aunque no dieras con una respuesta que te
deje tranquilo/a, vale la pena que indagues e intentes responder con la mayor hondura y
precisin posibles.
Cmo interpretaras estas palabras de Vctor Hugo: Dios es la plenitud del cielo; el
amor es la plenitud del hombre? Tambin ahora vale la pena que lo intentes, aun cuando
de entrada te sientas incapaz de responder.
Qu significa para ti que toda persona es principio y trmino de amor? Qu
conclusiones tiene en la vida vivida esta afirmacin?
Consideras correcto o te parece exagerado sostener que el varn y la mujer son, en
fin de cuentas, amor? Razona tu respuesta.
Con qu criterios estableceras la capacidad de los gestos corpreos para expresar e
incrementar el amor humano? Pon algunos ejemplos que avalen lo que sostienes.
Comenta, si te parece oportuno, estas palabras de Miguel Hernndez:
Para siempre fundidos en el hijo quedamos: / fundidos como anhelan nuestras
ansias voraces; / en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos, / en un haz de
caricias, de pelos, los dos haces.
1. Amor y sexualidad
La sexualidad, creadora por amor
Al abordar el anlisis del ejercicio de la sexualidad, tal vez convenga repetir que, lejos
de esas visiones empobrecedoras que pretenden reducirla a mera genitalidad o a
sentimentalismo o difuso o apasionado, lejos tambin de las aberraciones que tienden a
animalizarla mediante representaciones grficas de varones o mujeres con denigrantes y
provocadoras posturas infrahumanas, la caracterizacin fundamental de la sexualidad, desde el
punto de vista que ahora nos ocupa, que es el de su ejercicio, puede realizarse mediante dos
afirmaciones.
1. Por un lado, se configura como una participacin inefable en el poder creador e
infinitamente amoroso de Dios; algo, por tanto, que nos identifica notablemente con l y nos
torna ms amables y ms amantes.
2. Por otro, compone un medio privilegiado, tal vez el ms especfico, para despertar,
instaurar, aumentar, consolidar, madurar y hacer fructificar (los verbos no estn escogidos
arbitrariamente) el amor entre un varn y una mujer precisamente en cuanto tales, en cuanto
sexuados.
Cuestin de prioridades?
Y no es que una caracterizacin preceda a la otra ni, mucho menos, que se site al
margen de ella o simplemente se le yuxtaponga. Ni siquiera que estn coordinadas.
51
Muy al contrario, existe una ntima conexin entre la sexualidad como participacin en el
infinito amor creador de Dios y su condicin de medio para instaurar relaciones tambin
amorosas entre varn y mujer.
Y si hubiera que sugerir alguna prioridad, esta correspondera a lo sealado en segundo
trmino.
Con otras palabras: la sexualidad puede configurarse como trasunto del inefable Amor de
Dios, que crea a cada hombre para encaminarlo hacia la dicha sin fin en el interior de Su propia
vida felicsima, porque es capaz de establecerse como acto y expresin portentosos del amor
humano, y no a la inversa.
Segn explica Caffarra,
el hecho de que la sexualidad humana est en condiciones de dar origen a
una nueva vida humana se debe, a su vez, al hecho de que la sexualidad est en
condiciones de poner en la existencia una comunin de amor48.
La sexualidad puede configurarse como trasunto del Amor de Dios porque es capaz
de establecerse como acto y expresin portentosos del amor humano, y no a la
inversa
Me interesa subrayar este extremo, porque con relativa frecuencia se ha pretendido que la
tradicin catlica reduce la sexualidad a mero instrumento de procreacin. Y no es as.
Sin duda, frente a cierta mentalidad difundida en nuestros das, contribuir a la venida al
mundo de una nueva persona constituye una de los ms grandes prodigios que el varn y la
mujer pueden llevar a cabo.
De nuevo con palabras de Caffarra:
El que una persona comience a existir constituye sin duda el mayor
acontecimiento del universo creado, despus de la Encarnacin del Verbo49.
Pero semejante posibilidad se apoya, a su vez, en la aptitud de la sexualidad para instituir
entre ambos una sublime relacin de amor: es el amor el que hace posible la fecundidad, y no al
contrario.
Veamos por qu.
Toda persona es un fin, trmino del amor humano
Aunque tal vez se quedara un poco corto, Kant acert al sostener que ningn ser humano
debe nunca ser tratado como simple medio, sino siempre tambin como fin.
Con palabras ms certeras, quiere esto decir que la nica actitud definitivamente adecuada
respecto a cualquier persona es la de amarla, buscando su bien.
A ello he apuntado tantas veces al sostener que todo hombre es trmino de amor. En las
circunstancias que fueren, si no lo amo, si no persigo su bien de manera decidida, estoy
atentando contra l, mancillando su dignidad. Siempre.
Con todo, hay momentos en una biografa donde esa exigencia se torna ms perentoria.
1. Por ejemplo, cuando el cnyuge, un hijo o un amigo vuelven a uno, arrepentidos por
la injuria ms o menos grave que le hayan podido infligir o por cualquier barbaridad llevada a
cabo.
En esa coyuntura, ms conforme mayores fueran la afrenta y el arrepentimiento, nuestro amor
hacia quien viene a nosotros debe alcanzar cotas que rozan con lo inefable: ante un alma
compungida que se acerca en busca de perdn, deberamos incrementar nuestro cario hasta el
punto de que, con un deje de metfora que no aleja, sin embargo, de la autntica disposicin
interior, la nica actitud coherente sera la de acogerla de rodillas.
48
CAFARRA, Carlo, Sexualidad a la luz de la antropologa y de la Biblia, Rialp, Madrid, 1990. p. 37.
49
Por eso, al asociar a los hombres al surgimiento de lo que representa el fin de su obra
creadora el incremento del nmero de personas destinadas a gozar de l por toda la eternidad
, la sexualidad se relaciona ms directa e ntimamente con el Amor que con el vigor creador
aun cuando la manera de expresarnos sea muy imperfecta y necesariamente traicione la
simplicidad de la Vida y del Obrar divinos.
Y algo similar hay que afirmar respecto a la actividad humana.
En contra de una opinin muy extendida en otros tiempos y de la que todava quedan
residuos, debe sostenerse sin reparos que la sexualidad entre los hombres se liga de manera
inmediata, primaria y formalmente, a la posibilidad de establecer entre ellos relaciones autnticas
de amor.
Como explica Marta Brancatisano,
en el ethos social del pasado (tomado superficialmente en bloque), la unin
sexual era considerada ms en su funcin social de reproduccin que como el
aspecto peculiar de la relacin entre los cnyuges: es decir, ese modo especialsimo
mediante el que la mujer y el varn se comunican una vida nueva, entran en una
dimensin de unidad, capaz de darles mutuamente una existencia que los conduce
juntos y en reciprocidad a descubrir en plenitud el sentido de la vida.
La relacin de amor, factor de crecimiento y realizacin del ser humano, pasaba a
un segundo plano, y de esta suerte, tambin la dimensin de la unin mutua, dejando
al varn y la mujer a la deriva de un destino dividido, que podra sintetizarse, para la
mujer, en una maternidad vivida en ausencia o en una presencia muy marginal
del padre y compaero, y para el hombre en el trabajo y en el compromiso social50.
Y como todo amor es fecundo, efusivo, creativo, y como aquel que pone en juego las
dimensiones gensicas goza de una fecundidad peculiar, capaz de introducir en el mundo un
nuevo ser humano, ms que un objetivo que se busque de forma expresa, aunque de ningn
modo pueda lcitamente rechazarse, la procreacin es la consecuencia natural y al tiempo
gratuita del amor inter-sexuado.
Con expresin decididamente potica y femenina, lo afirma tambin Brancatisano:
En este sentido la llegada de un hijo es el hecho ms natural y sobrenatural que
pueda existir. Cuando amamos, rebosamos de vida, somos creativos: deseo de hacer, de
emprender, que vence las dificultades, el dolor y el miedo. Es imparable como el viento,
al que no puedes detener cerrando las verjas51.
Por eso, la categora constitutiva y la calidad existencial de la sexualidad y de su ejercicio
su grandeza y su belleza! se encuentran determinadas por la relacin que, en s misma y en
cada acto concreto, instaure con el amor humano y, a travs de l pero como incluido en su
misma naturaleza, con el divino.
Cuanto mayor sea el amor del que deriva la unin y el que se establece en ella, ms fabuloso
y bello es el ejercicio de la sexualidad entre los esposos.
Dentro de este contexto, no es difcil advertir que la sexualidad, profundamente considerada,
se resuelve en amor: que toda su vala y su maravilla derivan del amor al que sirve de vehculo y
al que ayuda a crecer.
Toda la vala y la maravilla de la sexualidad derivan del amor al que sirve de vehculo
y al que ayuda a crecer
Todo por amor tambin, y muy partiularmente, las relaciones ntimas
Que el ser humano es amor lo he apuntado ya, en este y otros escritos y desde distintas
perspectivas. Pero ahora querra hacer una puntualizacin hasta el momento solo implcita, que
50
BRANCATISANO, Marta, Approccio allantropologia della differenza, Edizioni Universit della Santa
Croce, Roma 2004, p. 26.
51
muestra un inters especial para la plena comprensin de la vida de relacin ntima entre varn y
mujer.
Segn sostiene Vctor Hugo,
Dios es la plenitud del cielo; el amor es la plenitud del hombre52.
A primera vista, semejante afirmacin no puede sino despertar cierta extraeza. Pues, en
sentido estricto, Dios es Todo el cielo, la perfeccin suma e indivisa, a la que nada falta, origen
de la ms plena felicidad. No obstante, en l se incluyen asimismo aunque identificadas con el
Ser divino, sin establecer distincin ni ruptura alguna la integridad del cosmos infrahumano y
de las personas, en especial la nuestra propia y las que ms hemos amado y ms nos han
querido: toda la realidad.
De manera similar, tambin el amor como operacin particular es solo la plenitud el
hombre, lo ms alto y noble que puede llevar a cabo. Mas esto no quita que ese mismo amor
constituya en cierto modo todo el hombre, varn o mujer, por cuanto uno y otra pueden hacerlo
todo por amor y, de este modo, humanizar o personalizar todas y cada una de esas actividades o
tareas.
En definitiva, este es el sentido ms propio en que el hombre, a pesar de su complejidad, es
amor:
1. De un lado, el amor es el pice del ser humano.
2. De otro, todo lo que realiza un varn o una mujer obtiene validez propiamente
humana en la medida en que se relaciona con el amor: en cuanto, in-formado por l como
antes veamos, es o se convierte, en la acepcin ms propia de estos trminos, en un acto de
amor.
Dios es la plenitud del cielo; el amor es la plenitud del hombre
De ah, que a la hora de establecer relaciones personales estrictas y beneficiosas para
nuestro interlocutor, la pregunta clave sea siempre: lo que le propongo o sugiero, le impido o
prohbo, el modo en que lo hago favorece o impide que esa persona ame, que se olvide de
sus propias ventajas y beneficios y est ms pendiente del bien real de los otros?
Pues as hay que enfocar tambin cuanto atae a la sexualidad, modificando un poco los
trminos de la cuestin, que podra quedar como sigue: con mi actitud o mi modo de obrar,
consigo un bien real para la persona a quien digo que quiero, le facilito el que ame ms y mejor?
Apuntar ahora dos o tres detalles en los que la relacin entre amor y sexualidad se pone
particularmente de relieve y manifiesta la enorme posibilidad de convertir el trato ntimo en un
autntico motor para incrementar el amor entre los cnyuges.
sexuados es unin de personas por razn del significado sacramental del cuerpo.
La expresin procede de las clebres catequesis de Juan Pablo II sobre la
teologa del cuerpo: El cuerpo efectivamente, y solo el cuerpo, es capaz de
hacer visible lo que es invisible. En el lenguaje del cuerpo humano, del que el
acto conyugal es una palabra fundamental, se expresa la totalidad de la
persona porque la trascendencia de la persona humana est inscrita hasta
dentro de su mismo cuerpo. De forma que la unin de los cuerpos es signo
(sacramento) de la communio personarum, de la unin de las personas, del
hombre y la mujer53.
Para entender mejor este asunto conviene recordar algo ya visto. A saber:
1. La unidad intimsima que en el hombre forman el alma y el cuerpo.
2. El carcter estrictamente personal del cuerpo humano.
3. Y la necesidad de que el amor, que en fin de cuentas radica en la voluntad y de ella
dimana, se manifieste y complete a travs de los sentimientos y de los gestos que lo encarnan y
llevan a cumplimiento.
Entre los hombres, ningn amor es pleno si no va acompaado de cario, ternura, compasin,
consuelo, as como de miradas afectuosas y comprensivas y, cuando sea el caso, de abrazos,
caricias, besos, etc.
Estas y otras manifestaciones similares resultan imprescindibles no solo para expresar, sino
para despertar, establecer plenamente, completar, incrementar, pulir y hacer fecundo el amor.
Dentro del lenguaje amoroso del cuerpo el abrazo conyugal ntimo compone una
privilegiada palabra de amor
La ms ceida expresin de amor entre varn y mujer
Pero no todas las expresiones corporales gozan de la misma capacidad de llevarlo a cabo.
Parece claro que, por muy recta y sincera que fuere la intencin de agradar de quienes las
ponen por obra, ni la palabra grosera o la frase irnica ni el puntapi o la patada en la espinilla
son instrumentos aptos para exteriorizar y hacer ms total, hondo y jugoso el cario entre dos
personas.
Cules son, entonces, los gestos ms pertinentes?, cmo pueden descubrirse?
Tengamos en cuenta que la esencia del amor, el objetivo que buscan los que se quieren,
consiste en establecer la ms estrecha unidad recproca posible: fundirse uno en el otro, sin
perder por ello su propia consistencia y autonoma, sino, paradjicamente, consiguiendo de este
modo un ser de mayor densidad y una individualidad ms pronunciada.
Tambin ahora me animo a copiar unas palabras de Alberoni:
El enamoramiento tiende a la fusin de dos personas distintas, que conservan la
propia libertad y la propia inconfundible especificidad. Queremos ser amados en
cuanto seres nicos, extraordinarios e insustituibles. En el amor no debemos
limitarnos, sino expandirnos, no debemos renunciar a nuestra esencia, sino
realizarla; no debemos mutilar nuestras posibilidades, sino llevarlas a trmino.
Tambin la persona amada nos interesa porque es absolutamente distinta,
incomparable. Y as debe permanecer, resplandeciente y soberanamente libre.
Nosotros estamos fascinados por lo que ella es, por todo lo que ella nos revela de s.
Por tanto, estamos dispuestos a adoptar su punto de vista, a modificarnos a nosotros
mismos y, de esta manera, enriquecernos54.
Y recordemos asimismo, tras las huellas de Bergson, que la unin ms honda es la que llevan
a trmino los seres vivos, precisamente, en cuanto expanden su energa vital y la engarzan e
inter-penetran con quienes a ellos se unen: para comprobarlo, basta atender a la diferencia de
53
54
intensidad entre la cohesin de las piezas inertes de un artefacto, que en el fondo es extrnseca
y meramente funcional se limitan a funcionar como uno, y la mucho ms ntima y real
compenetracin que resulta en el mbito de lo vivo: de un injerto entre vegetales, pongo por
caso, o del trasplante de rganos en un animal o en un ser humano siempre que no sea
rechazado; en estos casos, los antiguos elementos no solo funcionan como, sino que llegan a
constituir una unidad: a ser uno!
A la vista de ello, cabra formular una especie de ley general: las acciones con las que los
hombres intentan sinceramente manifestar y hacer crecer su cario resultarn ms eficaces en
la medida en que mejor realicen, con sus cuerpos, esa unidad viva que de verdad anhelan sus
respectivos espritus.
Un buen apretn de manos
Desde esta perspectiva, y por poner un ejemplo, el apretn de manos representa en
nuestra cultura un medio excelente para acercar a las personas. Cada vez que realizo con
sinceridad ese gesto:
1. Mi mano expresin en ese momento de la vitalidad de toda mi persona se
adelanta, manifestando mis disposiciones de unirme con mi interlocutor.
2. Adems, se muestra disponible para ser envuelta por la mano del amigo.
3. Simultneamente, rodea y se funde con la de la persona a la que saludo de manera
ms o menos intensa y vigorosa, en dependencia exacta de mi modo de ser y, sobre todo y por
encima de ello, de lo que en realidad procura mi espritu.
Es decir, realiza en el plano corpreo la fusin que pretende la totalidad de la persona y, en
particular, su voluntad.
Por eso, un buen apretn de manos, efusivo y no rutinario, constituye por s solo un
instrumento eficacsimo para iniciar una amistad o para consolidar la que ya estaba incoada.
Con una condicin, ya apuntada: que se trate de un gesto sincero, capaz de transmitir,
mediante el ardor entraable del contacto entre las manos, la vida y el amor que laten en los
corazones de quienes se saludan.
En caso contrario, como tantas veces hemos experimentado, semejante accin no produce
efecto alguno e incluso, si advertimos cierto fingimiento o simulacin o una intencin oculta,
puede llegar a generar el sentimiento contrario: repulsa y repugnancia.
En nuestra cultura, el apretn de manos representa un medio excelente para acercar
a las personas
El abrazo sincero
Pues bien: la cuestin es todava ms clara en el abrazo.
En l, como escribe Barbotin,
mis brazos se tienden hacia adelante y se abren para prolongar mi lugar
corporal; ofrezco un espacio vivo que es mo, que soy yo, donde el otro est invitado
a entrar. El abrazo, cuyo significado culmina en la unin conyugal, expresa la
intencin esencial del amor: coincidir con el otro, crear entre ambos una nueva
unidad55.
Y, al manifestarla, aado yo, inevitablemente la realiza: la aumenta, la consolida.
La pregunta clave es ahora: por qu, como se nos acaba de decir, la significacin del
abrazo culmina en la unin conyugal?
Para contestarla, conviene recordar algo ya insinuado. A saber: que el amor es cierta vis
unitiva, una fuerza que origina comunin o identificacin entre seres vivos y difusivos; y que
55
BARBOTIN, Edmon, El lenguaje del cuerpo, vol. I, EUNSA, Pamplona, 1977, p. 51.
57
los gestos corporales manifiestan ese afecto en la medida en que realicen la compenetracin
fsica viva y abierta a la fecundidad, a la expansin.
y la unin ntima
Como consecuencia, la cpula es capaz de representar y realizar en proporcin sublime la
personal unin amorosa por tres motivos:
1. El primero, porque en ninguna otra manifestacin sensible del cario la penetracin
recproca de los cuerpos es ms interna, alcanzando tan ntima profundidad: te doy lo ms mo y
personal que poseo, aquello que guardo en el fondo de mi ser y que jams dar a otro u otra.
2. Despus, porque en ninguna otra ocasin el espacio personal compartido es tan vivo,
tan inmediatamente en contacto con las fuentes de la vida.
3. Por fin, y como culminacin de los anteriores, porque jams como en el caso que
estamos considerando, las porciones del propio cuerpo que tienden a ponerse en contacto
los grmenes vitales pueden llegar a compenetrarse tan entraablemente, y a identificarse,
hasta el punto de fundirse en una sola realidad viva el hijo, al que aspira naturalmente la
tendencia a la unin de los esposos, que sintetiza en un nico sujeto el espritu vital de los
padres.
Segn explica Leclercq,
el nio es el fruto de la unin; es la bendicin del matrimonio, el fin de esta
bsqueda de unidad que es la esencia misma del amor. El amor que busca la unin
debe desear el fruto por el que se afirma y alcanza su plena realizacin. Lo hemos
observado ya; en el hijo, y solo en el hijo, llegan los padres a la fusin completa, al
reunir el hijo en s, en su personalidad nica, la doble personalidad de su padre y de
su madre, fundidas en una tal unidad, de una manera tan armoniosa, que no
solamente son inseparables de l, sino que ni siquiera se puede discernir
exactamente lo que procede de uno o de otro56.
Tambin estn llenos de fuerza estos versos de Miguel Hernndez, que, adems, proyectan
en la totalidad del tiempo humano la unin viva de los esposos:
Para siempre fundidos en el hijo quedamos: / fundidos como anhelan nuestras
ansias voraces; / en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos, / en un haz de
caricias, de pelos, los dos haces. /
[] l har que esta vida no caiga derribada, / pedazo desprendido de nuestros
dos pedazos, / que de nuestras dos bocas har una sola espada / y dos brazos
eternos de nuestros cuatro brazos. /
No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia / y en cuanto de tu vientre
descender maana. / Porque la especie humana me han dado por herencia / la
familia del hijo ser la especie humana. /
Con el amor a cuestas, dormidos o despiertos, / seguiremos besndonos en el hijo
profundo. / Besndonos t y yo se besan nuestros muertos, / se besan los primeros
pobladores del mundo57.
Volviendo al resultado de la unin fecunda: el hijo, cabe acaso una mayor coincidencia con
el otro?, es pensable un modo ms hondo y sublime de crear una nueva unidad? Se
entiende, entonces, por qu, en cuanto mxima expresin de la donacin comunicativa, las
relaciones conyugales no desprovistas artificial y voluntariamente de su significado natural
realizan un progresivo incremento del amor entre los esposos?
Se comprende tambin por qu me atreva a afirmar que, siempre que se configure como
manifestacin autntica de un amor autntico, el abrazo conyugal compone el instrumento ms
56
57
HERNNDEZ, Miguel, Hijo de la luz y de la sombra, en Obras completas, vol. I: Poesa, Espasa-Calpe,
Madrid, 2 ed., 1993, pp. 715-716.
58
adecuado no el mayor! para incrementar el amor entre un varn y una mujer precisamente
en cuanto tales?
(Y, por lo mismo, se intuye el enorme poder destructivo de esos actos cuando se llevan a
trmino fuera de un exquisito y acendrado contexto de amor recproco?).
Con el amor a cuestas, dormidos o despiertos, / seguiremos besndonos en el hijo
profundo. / Besndonos t y yo se besan nuestros muertos, / se besan los primeros
pobladores del mundo
58
comadre y de mico. [] Dos salimos del chozo; / tres golvimos al pueblo. / Jizo Dios
un milagro en el camino: / no poda por menos!59
De manera similar, aunque con un estilo muy distinto, un poeta que no se caracteriza
precisamente por la viveza de su fe, no puede evitar el dejar constancia de que Algo inefable ha
estado presente en la generacin del hijo. Escribe Pablo Neruda:
Ay, hijo, sabes, sabes / de dnde vienes? // [] Como una gran tormenta /
sacudimos nosotros / el rbol de la vida / hasta las ms ocultas / fibras de las races /
y apareces ahora / cantando en el follaje, / en la ms alta rama / que contigo
alcanzamos60.
Las referencias a las ms ocultas fibras y a la ms alta rama dejan suponer, por una parte, un
Origen trascendente al ser humano y, por otra, un enriquecimiento la ms alta rama! que
muy pocas entre las restantes actividades del hombre consiguen proporcionar.
Las alusiones al Origen resultan ya del todo explcitas y como algo ms que alusiones en
los versos de Alfonso Albala:
Y sigue siendo esposa: / alta mar en su pecho, / baja mar en su vientre / sazonado
de Dios, / sazonado de madre hacia mis brazos61.
Y en estos otros, complementarios, de Miguel DOrs:
Ser madre es lo que nunca se termina, / lo que parece Dios de tan tan madre62.
y no pueden negarlo los intelectuales
Prescindiendo ahora del lenguaje potico, con trminos ms bien filosficos, lo expresa
Jean Guitton:
Lo que sin duda llamara la atencin de un observador extrao al hombre, si
existiera algn Micromegas venido de un planeta sin amor, sera sin duda la
desproporcin entre la relacin del hombre y la mujer y los efectos de esta relacin
[]. Platn lo vio claramente, y Proust an ms. Pero cuando un fenmeno no
guarda proporcin con el antecedente que lo produce, cuando un polvorn salta a
causa de una chispa, o cuando un imperio se disloca por el lunar de un rostro, ello
prueba que el antecedente no tiene dignidad de causa, sino que es el instrumento
que pone en movimiento una fuerza latente, cuya existencia la razn debe suponer a
fin de explicar la magnitud del efecto63.
Esa fuerza latente es la que casi todas las culturas a lo largo de la historia han descubierto
ligada a la sexualidad.
1. De ah que en la mayora de ellas la relacin varn-mujer, aunque no siempre
interpretada de la manera ms correcta, se encontrara ungida por el nimbo de lo sagrado.
2. De ah que las bodas, adems de algo ntimo y personal, se hayan vivido a lo largo
de los siglos como un fausto acontecimiento religioso-social.
3. Y de ah tambin el triste y tan profundo significado que acompaa al hecho de que
en nuestros tiempos las relaciones sexuales se hayan visto sometidas a un tan intenso proceso
de desacralizacin, hasta transformarlas en algo trivial e intrascendente que degrada por
fuerza al mismo ser humano, y limita o elimina el sentido de su dignidad.
Oigamos de nuevo a Brancatisano:
59
CHAMIZO, Luis, El miajn de los castos, La nacencia, en Obras Completas, Universitas Editorial,
Badajos, 2 ed., 1985, p. 95.
60
NERUDA, Pablo, El hijo, en ngel Urrutia, Homenaje a la madre, Ed. ngel Urrutia, Madrid, 1984,
pp. 17-18.
61 ALBALA, Alfonso, Madre otra vez, en ngel Urrutia, Homenaje a la madre, Ed. ngel Urrutia, Madrid,
1984, p. 21.
62
DOrs, Miguel, Canto a las madres, en ngel Urrutia, Homenaje a la madre, Ed. ngel Urrutia,
Madrid, 1984, p. 73.
63
GUITTON, Jean, Ensayo sobre el amor humano, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1968, p. 42.
60
BRANCATISANO, Marta, Approccio allantropologia della differenza, Edizioni Universit della Santa
Croce, Roma 2004, pp. 105-106.
61
RASSAM, Joseph, Introduccin a la filosofa de Santo Toms de Aquino, Rialp, Madrid, 1980, p. 145.
62
Las consecuencias de todo ello no pueden encarecerse en exceso. Me limito a sealar dos
de particular relevancia.
1. Antes que nada, que el fruto de la unin conyugal fecunda no es un simple ejemplar
de la especie humana, sino una imagen singular e irrepetible nica! del Dios tres veces
uno, directamente relacionada con l y a l referida.
Lo que implica, a su vez, que la verdad ms absoluta del hijo no es ser de los padres,
pertenecerles. Ms radical y profundo es su directo e inmediato nexo con el Creador: su
constituirse como alguien delante de Dios y para siempre, segn la acertada expresin de
Cardona69, inspirada en Kierkegaard, que tantsimas repercusiones presenta en educacin.
En resumen, cada persona que viene a este mundo, mucho ms y antes que hijo nuestro, es
hijo de Dios.
2. En segundo trmino, me gustara insistir en que, gracias al ejercicio de la sexualidad,
los padres se introducen dentro de la potencia creativa de Dios, con cuanto lleva consigo y que
empieza a vislumbrarse al considerar la simplicidad divina. Pues, en virtud de ella, el Acto con el
que Dios da el ser a cada nueva criatura es numricamente idntico a aquel con el que instituye
el universo entero, e idntico a su vez al mismsimo Ser divino que es su Amor infinito.
Por todo ello, y por mucho ms, no puede sorprender la alta estima en que los santos han
tenido el amor conyugal.
San Josemara Escriv, por referirme a una persona que entendi a las mil maravillas el amor
humano, no solo insista y se recreaba en la expresin paulina que califica el matrimonio como
sacramentum magnum (grande: calificativo que, entre los siete existentes, solo se aplica a este
sacramento); sino que repeta una y otra vez que el amor de sus padres, como el de todos los
esposos que actan con rectitud, l lo bendeca con las dos manos por la sencilla razn de
que no tena cuatro.
Y no dudaba en asimilar el lecho matrimonial a un altar.
Por qu esta ltima y tan audaz comparacin?
Estimo que en ella late una verdad teolgica fuertemente arraigada; a saber: que justo en la
unin ntima entre cristianos ligados en matrimonio se renueva de una manera muy particular el
sacramento que entrelaz sus vidas para siempre, con las gracias que lleva adjuntas.
(Y no estara de ms que los cristianos reflexionramos de vez en cuando sobre este
extremo: existen modos ms gozosos y eficaces para los cnyuges que unirse ntimamente en
una relacin abierta a la vida?).
Pero como filsofo me gusta pensar tal vez sin fundamento que, al comparar el lecho
conyugal con un altar, San Josemara apuntaba tambin a la especial presencia de Dios en el
mundo que acompaa a las relaciones matrimoniales actual o virtualmente fecundas.
Una presencia que, si fuera exagerado calificar de cuasi sacramental, debe sin embargo
preservar su singularidad nica, especialmente divina, distinta a las restantes en el mbito
natural: es formalmente, al menos en potencia, creadora de personas y no simplemente
conservadora de otras realidades.
(Personalmente, y tal vez por el cario que tengo a Mxico y a su Patrona, me gusta
establecer cierta similitud entre el modo en que Dios est presente en el acto de unin fecunda y
la manera, sin duda excepcional, en que la imagen de la Guadalupana se halla plasmada en la
tilma de Juan Diego: un modo radicalmente distinto a cualquier otro que pueda darse
naturalmente).
Gracias al ejercicio de la sexualidad, los padres se introducen dentro de la potencia
creativa de Dios
Otra vez la literatura y la vida
69
CARDONA, Carlos, Metafsica del bien y del mal, EUNSA, Pamplona, 1987, p. 90.
64
Tambin ahora son muchos los poetas que han sabido exponer ese vigor universal,
csmico, al que se encuentra aparejado el trato conyugal ntimo, justamente en virtud de su
potencialidad creadora.
Y, as, Rafael Morales, refirindolo al propio hijo, exclama:
Rama del beso t, que, leve y pura, / tienes raz en la pasin amante, / en una
humana y sideral locura. // Tibia luna rosada y palpitante, / dulce vuelo parado en la
hermosura / que ha surgido del cielo de un instante70.
De una manera velada, propia del lenguaje potico, estos versos sugieren la introduccin de
la actividad humana en una Accin a la que se encuentra referida, como a su Origen, la entera
realidad creada: cielos y tierras, segn apuntaba antes.
Algo similar expone Vctor Hugo:
Cuando se aproximan dos bocas consagradas por el amor es imposible que por
encima de ese beso inefable no se produzca un estremecimiento en el inmenso
misterio de las estrellas71.
Y, de nuevo, Miguel Hernndez:
La gran hora del parto, la ms rotunda hora: / estallan los relojes sintiendo tu
alarido, / se abren todas las puertas del mundo, de la aurora, / y el sol nace en tu
vientre donde encontr su nido. /
[] Hijo del alba eres, hijo del medioda. / Y ha de quedar de ti luces en todo
impuestas, / mientras tu madre y yo vamos a la agona, / dormidos y despiertos con
el amor a cuestas72.
Pero tambin lo experimentan, de manera ms clara cuanto ms crece su afecto, los esposos
que llevan a trmino cumplida y amorosamente la unin conyugal. Se advierten entonces ligados
a la Fuente del cosmos, con la que en cierto modo se identifican, y, con Ella y por Ella, al
universo todo y al conjunto de la humanidad.
Apoyado en expresiones explcitas del Romano Pontfice, lo expuso hace ya algunos aos
Cormac Burke:
Una falta de autntica conciencia sexual caracteriza el acto si la intensidad del placer
no sirve para despertar una comprensin plenamente consciente de la grandeza de la
experiencia conyugal: me estoy entregando entrego mi capacidad creativa, mi potencia
vital no solo a otra persona, sino a la creacin entera: a la historia, a la humanidad, a
los planes de Dios. En cada acto de unin conyugal, ensea Juan Pablo II, se renueva,
en cierto modo, el misterio de la creacin en toda su original profundidad y fuerza vital73.
Y aade, y con ello concluyo:
La vitalidad de sensacin en el acto sexual debe corresponder a una vitalidad de
significacin []. La misma explosin de placer que comporta el acto sugiere la grandeza
de la creatividad sexual. En cada acto conyugal debera haber algo de la magnificencia
de la envergadura y del poder de la Creacin de Miguel ngel en la Capilla Sixtina de
Roma74
Tranquilidad.
70
MORALES, Rafael, A un nio recin nacido, en Obra potica, Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1982,
p. 59.
71
72
HERNNDEZ, Miguel, Hijo de la luz, en Obras completas, vol. I: Poesa, Espasa-Calpe, Madrid, 2 ed.,
1993, pp. 714-715.
73
BURKE, Cormac, Felicidad y entrega en el matrimonio, Rialp, Madrid, 1990, pp. 54-55.
74
66
67
Por eso, lo aqu expuesto deber completarse con otro conjunto de ensayos sobre temas
afines, que indicar en la bibliografa.
En cualquier caso, llegados a este punto, deseara recoger ciertas observaciones que podran
redondear algunos de los temas ya enunciados.
El vigor unitivo de las relaciones ntimas
Con lo expuesto en las ltimas pginas, quedan sugeridos la direccin y el sentido en que
el espritu, y el amor electivo que de l surge, enaltecen las relaciones sexuales. De pura funcin
biolgica aunque con inevitables armnicos personales, de medio casi egosta para el
propio perfeccionamiento que todo podra ser!, el ejercicio de la sexualidad se transforma
en accin genuinamente humana, personal, generosa!: en aquello que cabalmente englobamos
bajo el nombre de amor de donacin.
Lo define bien Santamara Garai:
El amor personal [el que se alcanza y madura en el matrimonio] es mucho ms
que el enamoramiento. No es solo un proceso espontneo, sino que se transforma
en una actitud libremente asumida. El amor, que ha surgido sin intervencin de la
voluntad, se convierte en una decisin, tomada libremente, de entregarse al otro,
amndolo tal y como es y como ser, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en
la enfermedad.
Es un amor con el que acepto a la persona entera, no solo con las cosas buenas
que me enamoran, sino tambin con los defectos que me molestan. Y la acepto
como alguien que va a compartir y condicionar toda mi vida. La quiero, no por ser as
o de la otra manera, sino por s misma.
La quiero a ella, sin ms, y para siempre. Y le entrego todo, me entrego yo mismo,
corazn, cuerpo y vida entera75.
Pero ahora me encantara exponer, de forma todava ms sucinta, la otra cara de la moneda:
el modo y el grado en que las relaciones matrimoniales personalizadas el uso amoroso del
sexo favorecen el engrandecimiento y la consolidacin del amor conyugal y el crecimiento
perfectivo de las personas de ambos cnyuges.
Unas palabras de Plutarco, frescas y desenvueltas como de costumbre y, tambin como de
costumbre, necesitadas de algn matiz, pueden servirnos de introduccin y marco de
referencia.
Leemos en su escrito Sobre el amor:
La vida con la propia esposa es fuente de amistad, como si se tratara de una
iniciacin en comn a los grandes misterios. Pues aunque el placer dura poco por s
mismo, de l brota da a da un aprecio, una estima, un afecto y una confianza
recproca. Y no podemos acusar a los delfios de que llamen equivocadamente a
Afrodita Armona, ni de que Homero califique de amistosa una tal unin. Y es una
prueba de que Soln fue un legislador muy experto en leyes matrimoniales el que
prescribiese que el hombre tuviera relaciones sexuales con su mujer no menos de
tres veces al mes; y ello no solo por razones de puro disfrute sexual, sino que, al
igual que las ciudades renuevan sus pactos de tiempo en tiempo, tambin quera l
que hubiera una renovacin del matrimonio mediante tales pruebas de ternura,
liberndose as de las recriminaciones que surgen con la diaria convivencia76.
Entre otras, estas afirmaciones tienen la ventaja de situarnos derechamente en el ncleo
mismo de lo que pretendo examinar.
Pues es frecuente que los estudios sobre el tema analicen el papel que la atraccin sexual
desempea en el descubrimiento del futuro cnyuge y en el surgimiento de un amor de amistad
o benevolencia, preludio tantas veces del amor conyugal ms exquisito.
75
SANTAMARA GARAI, Mikel Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Palabra, Madrid, 1998, pp. 16-17.
76
Y asimismo es normal que sealen cmo la atraccin sexual mutua constituye la ocasin y el
estmulo para el florecer del afecto estrictamente personal: no en el sentido de que exista una
prioridad temporal del impulso del sexo respecto al amor que tambin pudiera haberla, sino
en el de hacer ver cmo la incitacin recproca proveniente de la sexualidad sirve de apoyo y
alimento para el cario y cmo este afecto interpersonal, al desarrollarse, hace ms penetrante e
intensa la estricta atraccin fsica, sirviendo esta a su vez, enriquecida, de nuevo cebo para el
amor en una especie de crculo virtuoso o, mejor, de espiral crecientemente ms alta, que no
tiene fin.
Pero ya no es tan comn que se pongan de manifiesto los mecanismos relativamente
concretos que sitan el ejercicio del sexo al servicio del amor electivo entre los esposos. Y son
precisamente esos resortes antropolgicos los que pretendo examinar.
El crecimiento del amor a travs de la sexualidad
Como teln de fondo, y con lo estudiado en otros captulos, no es imposible percibir que,
en virtud de la radical unidad de la persona humana, el amor fundamentalmente espiritual de los
cnyuges (el que reside o se inicia en su voluntad, que nunca puede faltar) se ver incrementado
en la medida en que se exprese y contine en los dominios afectivos la ternura!, por ejemplo,
o las caricias y las palabras y miradas de cario y, en su caso, a travs de la unin fsica.
Estos tres planos (espritu, psique, cuerpo) no son independientes: cuando es verdadero y
genuino, el amor ejercido y expresado en cualquiera de ellos, incluso en los inferiores, arrastra
consigo los otros dos, que ven casi automticamente incrementada su propia capacidad de
amar.
El amor exteriorizado corporalmente, por tanto, no solo revierte sobre el campo de la
afectividad, que de ningn modo debe encontrarse ausente de tales relaciones, sino que tambin
agranda la misma capacidad voluntaria de querer al otro en cuanto otro: el amor de amistad o
benevolencia, el que suelo llamar amor electivo y sobre el que enseguida volver.
A. Sexo sin amor
Un buen nmero de los principales tratadistas contemporneos ha insistido, sin
embargo, en el binomio estrictamente inverso del que acabo de enunciar: en lugar de exponer
cmo las relaciones conyugales incrementan el amor voluntario, advierten no sin razn que
es el acto de la voluntad, el amor en su sentido ms genuino, el que facilita o incluso toma
posible el trato sexual cumplido.
Al respecto, sostiene Erich Fromm, conocido ms bien por su talante liberal:
El amor no es el resultado de la satisfaccin sexual adecuada; por el contrario, la
felicidad sexual [] es el resultado del amor77.
Y prosigue:
Si aparte de la observacin diaria fueran necesarias ms pruebas en apoyo de
esta tesis, podran encontrarse en el vasto material de los datos psicoanalticos. El
estudio de los problemas sexuales ms frecuentes frigidez en las mujeres y las
formas ms o menos serias de impotencia psquica en los hombres, demuestra
que la causa no radica en una falta de conocimiento de la tcnica adecuada, sino en
las inhibiciones que impiden amar. El temor o el odio al otro sexo estn en la raz de
las dificultades que impiden a una persona entregarse por completo, actuar
espontneamente, confiar en el compaero sexual, en lo inmediato y directo de la
unin sexual. Si una persona sexualmente inhibida puede dejar de temer u odiar, y
tornarse entonces capaz de amar, sus problemas sexuales estn resueltos. Si no,
ningn conocimiento sobre tcnicas sexuales le servir de ayuda78.
Evidentemente, no puedo sino concordar con cuanto afirman las consideraciones que acabo
de reproducir, aunque, tambin es evidente, se refieran tan solo a un sector determinado de
problemas y soluciones dentro del amplio marco de la sexualidad.
77
FROMM, Erich, El arte de amar, Paids Studio, Barcelona, 1990, 11 ed., p. 89.
78
FROMM, Erich, El arte de amar, Paids Studio, Barcelona, 1990, 11 ed., p. 89.
69
Pero y lo que niegan? No parece rechazar Erich Fromm lo que vengo sosteniendo: que el
ejercicio cumplido de la sexualidad favorece e incrementa el amor voluntario en su acepcin ms
genuina?
Tal vez no. Lo que el pasaje aducido asegura, como fcilmente podra deducirse por el
contexto, es que la mera relacin sexual, desligada de toda actitud amorosa, no solo no
incrementa el amor entre los interesados, no solo no estrecha e intensifica sus lazos mutuos,
sino que incluso torna imposible el mismo ejercicio acabado del sexo.
Que es, tambin, lo que sostiene Veronese, con alguna puntualizacin muy pertinente:
Se puede observar que la causa primera de los distintos males y dolores que
provienen del sexo es siempre el egosmo, que trata de separar el sexo del amor.
Cuando el acto que debera expresar la mxima unin entre el hombre y la mujer y
proporcionar alegra se hace por egosmo, la persona se envilece, se apaga el gozo
esperado (y poco a poco, este encuentro puede llegar a ser tolerado con dificultad
por la mujer, o sufrido con repugnancia) y se destruye la verdadera relacin79.
El sexo, sin amor, desintegra la pareja y provoca
una sensacin cada vez mayor de separacin, puesto que el acto sexual sin
amor nunca elimina el abismo que existe entre dos seres humanos, excepto de forma
momentnea80.
Al margen del amor, el sexo inutiliza y desactiva el propio mecanismo sexual.
El amor no es el resultado de la satisfaccin sexual adecuada; por el contrario, la
felicidad sexual es el resultado del amor (Erich Fromm)
B. Amor expresado a travs de la sexualidad
Pero esto era, cabalmente, lo que afirmbamos al sostener que, para que reviertan en
una mejora del amor espiritual y afectivo, las relaciones matrimoniales tienen que ser, a su vez,
expresin autntica de un amor autntico.
Entre el acto de ser, el alma y el cuerpo existe una clara gradacin ontolgica. Por ello, si en
virtud del carcter rigurosamente personal de cuanto en el hombre anida, el amor conyugal debe
afectar y ser expresado por todos los mbitos de la persona humana el estrictamente espiritual
o voluntario, el psquico o afectivo y los dominios sensibles, a causa de la jerarqua existente
entre los distintos campos, la manifestacin amorosa en una de las esferas inferiores quedara
radicalmente falseada si no fuera como el desbordarse o el concretarse de los mbitos
superiores.
(Aunque en otro lugar expliqu que existe tambin una afectividad espiritual, y, por
considerarlo de capital importancia, incluso insist machaconamente en ello, en estos momentos
sigo el uso comn que tiende a encuadrar la afectividad en los dominios psquicos).
Consecuencia inmediata: sin verdadero amor voluntario (electivo) entre dos personas, la
unin afectiva o el trato fsico estaran desprovistos de su verdad ms radical, seran
constitutivamente falsos y, por eso, incapaces de acrecentar el vigor de las esferas ms altas y,
ni siquiera, de ejercerse cabalmente en su propio mbito.
Afirma Juan Bautista Torell, con la autoridad que le otorgan sus largos aos de ejercicio de
la psiquiatra:
Una sexualidad separada del amor, una ejercitacin meramente corporal, no
proporciona ninguna experiencia verdaderamente humana. Con las prcticas
erticas que una sexologa de folletn populariz sin cesar, se aprende tan solo a
separar lo que nicamente en el completo don de un yo a un t, que crea la unidad
definitiva de dos seres humanos nicos e irrepetibles e irremplazables que se aman,
encuentra significado y plenitud.
79
80
FROMM, Erich, El arte de amar, Paids Studio, Barcelona, 1990, 11 ed., p. 22.
70
81
82
83
VERONESE, Giulia, Corporeidad y amor, Ciudad Nueva, Madrid, 1987, pp. 263-264.
84
85
SANTAMARA GARAI, Mikel Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Palabra, Madrid, 1998, pp. 20-21.
86
SANTAMARA GARAI, Mikel Gotzon, Saber amar con el cuerpo, Palabra, Madrid, 1998, p. 64.
73
3. Por fin, y en la misma proporcin en que el placer fsico constituye un bien deseable,
cada uno de los esposos se esfuerza en proporcionrselo al otro cnyuge en la forma ms noble
y jugosa en que los seres humanos pueden comunicarlo: acompaado y enriquecido por su
propio deleite.
Pues la experiencia lleva a comprobar gozosamente que, en un matrimonio sano, incluso la
propia delectacin corporal se ve incrementada y enriquecida ms por la constatacin de que se
la est proporcionando a la persona amada, que por la egocntrica experiencia del disfrute
individual.
En cualquier caso, la pretensin de que los dos esposos gocen fsicamente en la cpula,
unida al deseo de que ambos alcancen simultneamente su punto culminante, constituye una
armonizacin del sistema nervioso y, en general, de las facultades sensibles puestas en juego
(tercera esfera).
Conclusin
Las relaciones conyugales se configuran, pues, como una escuela inmejorable para
conquistar la identificacin plena entre los esposos: para instaurar un amor que une
ntimamente sin prdida de la propia singularidad.
Y es que, como sugera Erich Fromm, el trato ntimo solo incrementa el amor electivo cuando
l, a su vez, es fruto y expresin de ese amor.
En tal sentido, podra decirse que es el mismo amor voluntario el que se engrandece a s
mismo a travs de su manifestacin fsica. Comenta Jean Guitton:
Lo que se requiere y se desea para que el acto de unin sea verdaderamente
una accin de unidad, es que ninguno de los dos seres pase por estados
demasiado diferentes y que lo que es alegra para uno no sea pena y humillacin
para el otro. Vemos claramente que esto no puede realizarse sino con la delicadeza que tiene algo de sacrificio y es fruto del amor. De manera que la unidad
fsica de la pareja, ms que la causa, es un efecto del amor87.
Y, de nuevo con palabras de Veronese:
En este proceso de crecimiento y maduracin individual que experimenta la
relacin de pareja, durante el ciclo vital, la relacin sexual, en las modalidades de
la relacin sexual en cada uno de los actos del repertorio sexual de la pareja, se
carga de significados que trascienden el acuerdo o el desacuerdo en el plano
estrictamente ertico. Todo aquello que complace ms o menos al dar o al recibir
el sexo, las peticiones hechas y denegadas, los requerimientos concedidos con
presteza y entusiasmo, o los atendidos con esfuerzo y de mala gana, son
modalidades de la relacin sexual que, en su conjunto, constituyen el estilo
peculiar de cada pareja, mientras cada una de por s dirige de forma ms o menos
encubierta, a menudo simblicamente, pero siempre significativamente, a la
conformidad o a la discrepancia de la pareja en cuestin que no son en s
estrictamente genitales.
No cabe duda [] que una sexualidad satisfactoria, que produce placer fsico,
alegra espiritual, crecimiento y madurez, exige este acuerdo mutuo, es decir, se
basa en el acuerdo acerca del significado que se le da al acto sexual, en la
aceptacin y valoracin no solamente genital, sino tambin del compaero como
individuo, como persona88.
Las relaciones conyugales constituyen una escuela inmejorable para conquistar la
identificacin plena entre los esposos: para instaurar un amor que une ntimamente
sin prdida de la propia singularidad
Nuevos frentes
87
GUITTON, Jean, Ensayo sobre el amor humano, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1968, pp. 102-103.
88
VERONESE, Giulia, Corporeidad y amor, Ciudad Nueva, Madrid, 1987, pp. 162-163.
74
Sealo todava, sin ningn afn de exhaustividad, un par de circunstancias en virtud de las
cuales el trato ntimo se presenta como un auxilio para el amor conyugal, tambin en su dimensin espiritual o voluntaria.
A estas alturas, sera ingenuo ignorar que la vida matrimonial ofrece su zona de sombras.
Aunque tambin sera injusto y poco humano y seal de inmadurez no advertir que tales
sufrimientos compartidos se transforman inmediatamente en algo gozoso, por cuanto
representan junto con la capacidad de advertir y hacer acopio de las alegras y satisfacciones
que el matrimonio lleva consigo! un elemento insustituible para incrementar el amor mutuo: y
la felicidad no es ms que una consecuencia y, casi, casi una manifestacin, un termmetro, de
la calidad e intensidad de nuestros amores.
Con todo, las sombras resultan a veces penosas y desgastan psquicamente por ms que
el espritu quiera permanecer fuerte y, en efecto, lo consiga.
Pues bien, como sugera Plutarco, cuando se enfoca del modo correcto, el regocijo derivado
de la unin fsica contribuye en cierta medida a sobrellevar tales cargas.
En este sentido, Carnot ha podido asegurar a los esposos: el amor corporal, aun cuando no lo
sea todo, se presenta
en cierto modo, como la recompensa del amor. El placer que sentiris juntos
ser merecido por vuestra fidelidad. Cada cual lo pedir al otro y cada cual gozar
del placer del otro tanto como del suyo propio89.
Ningn escrpulo para asumir tal conviccin:
1. Primero, porque a estas alturas debera estar ms que claro que nuestro cuerpo es
tambin estricta y rigurosamente humano y personal, y merece participar, lo mismo que en los
dolores, en el jbilo que proporciona el amor.
2. Despus, porque el regalo corpreo no se presenta nunca como un elemento aislado
ni, en los matrimonios vividos humanamente, se busca por s mismo:
2.1. La fruicin fsica, unida siempre a las ms nobles emociones de la afectividad
satisfecha y a los anhelos cumplidos de la voluntad, y como envuelta por ellos, es un corolario
que se ofrece por aadidura a quienes, tambin en el trato ntimo, procuran el bien del otro en
cuanto otro.
2.2. Pero un corolario que debemos aceptar, agradecindolo a Dios, que ha querido
ligarlo al don recproco pleno.
3. Por fin, y con esto no hago ms que insistir en lo mismo, porque el hombre es
tambin, efectivamente, su cuerpo; y acoger lo que este pueda aportar a la vida humana en su
conjunto, y a la vida conyugal en concreto, instaura una actitud de estricta justicia para con el
Creador: Dios obra maravillas de eternidad la procreacin!, tambin a travs del cuerpo. Y
hay que regocijarse por ello!
Lo expresan, con ciertos anacronismos en la expresin, las siguientes palabras de Mauricio
Alegre:
Es legtimo y santo el atractivo del comercio sexual entre los esposos. Es como un
salarlo providencial de las cargas, con frecuencia penosas, de la paternidad y
maternidad. Es como una seal de reconocimiento de la grandeza del matrimonio y,
en el matrimonio, de la obra de la carne, para aquellos que saben mirar con ojos
limpios y con rectitud de espritu90.
Aado una ltima observacin, sin olvidar que la clave del presente apartado y de casi todo el
escrito se resume as: por la especial constitucin sensible-espiritual del hombre, las
manifestaciones corporales del amor electivo parte integrante del amor propiamente humano y
conyugal contribuyen a incrementar tal amor.
Hay ocasiones en que los esposos no saben expresar espiritual e inteligentemente en
particular, con la palabra el afecto que sienten hacia su cnyuge. En esos casos, la
89
DOCTOR CARNOT, El libro del joven. Al servicio del amor, Herder, 1989, p. 185.
90
DOCTOR CARNOT, El libro del joven. Al servicio del amor, Herder, 1989, p. 185.
76
amores, bajo la accin primordial y globalizante de un autntico amor electivo, que persigue el
bien del otro por el otro. Solo entonces encontrarn los cnyuges la total realizacin como
persona dentro del matrimonio, y la felicidad que de esa plenitud deriva.
Al eros, que representa el ncleo diferenciador del amor entre ellos, los esposos
tienen que saber sumar todas las manifestaciones del amor natural, o afecto, y del
amor electivo o amistad
Y, en todo ello, desempea un gran papel el que suele ser efecto de la unin ntima: los hijos.
Incremento del amor natural
Ms de una vez he explicado que, cuando surge de un cario autntico, el hijo se introduce
en la misma corriente amorosa establecida entre los esposos. Y, desde este punto de vista,
favorece el incremento y la integracin de amores con los que se aquilata la categora personal
de uno y otra.
Y, antes que nada, del amor natural. Pues, si cada hijo es fruto efectivo del amor conyugal
como una suerte de derivacin espontnea de l, el amor con que los padres lo quieren
constituir tambin una prolongacin del cario que mutuamente se obsequian.
En este sentido, querer a cada nuevo vstago es amar doblemente al otro consorte. Y como
el afecto que a este se le endereza es, en cierto modo, una manifestacin privilegiada del amor
de cada cnyuge hacia s ya que el marido se configura como el ms adecuado complemento
del yo de la mujer, y viceversa, resultar que a los hijos, igual que al esposo o a la esposa, se
los quiere no como a uno mismo, sino con un amor numricamente idntico al que cada uno se
profesa.
Nos encontramos ante un exponente originalsimo y particularmente intenso del amor natural,
el de los padres a sus hijos (en cuanto suyos), que reduplica tambin, por las razones
apuntadas, el afecto entre marido y mujer.
Y que, adems, hace confluir ambos afectos el paterno o materno y el de los esposos en
un mismo e idntico amor, que, de esta suerte, se torna mucho ms cabal, completo, unitivo y
perfeccionador de las personas de los cnyuges.
La experiencia de tantsimos matrimonios bien avenidos podra servir como confirmacin de
cuanto vengo refiriendo. El hecho incontrovertible es que la llegada de cada nueva criatura
incrementa de forma prcticamente automtica y casi, casi tangible el amor recproco de los
desposados; lo que a su vez es una prueba de que existe una estricta identidad entre el afecto
de los esposos en cuanto tales y el que tienen a quien es sntesis viva y resultado de ese mismo
querer.
Son muchos los padres que podran refrendar hasta qu punto cada nueva concepcin y cada
nuevo nacimiento supone un aquilatarse y un tornarse ms intenso del amor matrimonial. Se
trata de un acontecimiento que reviste el mutuo cario con armnicos siempre inditos, y en el
que siempre tambin! se superan las expectativas.
Siempre. Incluso cuando la multiplicacin de los hijos lleva a prever que el prximo
alumbramiento aventajar con creces al aumento del aprecio, la cordialidad, el atractivo que
una experiencia reiterada permite lgicamente esperar.
(Lo cual lleva tambin a afirmar, con toda la comprensin del mundo, hasta qu punto los
celos del marido o la mujer hacia el hijo por cuya culpa l o ella se sienten desplazados y menos
queridos por el otro cnyuge manifiesta, junto con una notable inmadurez y falta de hondura en
la percepcin de lo que supone el hijo el que, probablemente, algo anda mal en la atencin
recproca y directa de los esposos entre s).
Querer a cada nuevo hijo es amar doblemente al otro cnyuge
Y del amor electivo o de amistad
77
Pero el crecimiento de la familia gracias a los hijos tiene tambin otro efecto posible, y tal
vez de mayor envergadura: instaurar relaciones exquisitamente amistosas entre los esposos.
Segn recuerda una tradicin ya antigua, los hijos componen el bien comn de los cnyuges.
Y, de acuerdo con la famossima dedicatoria de Miguel Hernndez en la elega a Ramn Sij, la
amistad se caracteriza precisamente como un querer con el amigo, que engloba y trasciende,
sublimndolo, al simple quererlo a l, propio de cualquier amor.
En consecuencia, cada vstago constituir un apoyo insustituible para enriquecer el amor
entre los cnyuges con las propiedades especficas de una autntica y genuina amistad.
Ms despacio. Se advierte a menudo, con expresiones ms o menos idnticas, que el eros y
la amistad se diferencian porque los amantes no cesan de contemplarse uno a otro, mientras los
amigos acostumbran a mirar juntos en una misma direccin. Pues bien: en el caso de los
esposos que llegan a ser padres, ambas perspectivas se anan y se potencian de manera
recproca. Y lo hacen, justamente, en virtud de ese bien comn constituido por los hijos.
Cuando marido y mujer dirigen hacia la prole una mirada conjunta, descubren en ella en la
comn descendencia, y por los motivos que acabo de esbozar a la persona del cnyuge y se
vislumbran a s mismos: puesto que cada hijo constituye la sntesis que resume, en conjuncin
original y autnoma, la realidad bipersonal de los esposos.
Al mismo tiempo, el hijo es un ser consistente, autrquico, otro, que conduce la vista de sus
progenitores ms all del propio yo de cada uno.
De ah que afirme Thibon:
El hijo, este fruto del amor tan exterior a los dos seres que lo han creado, este
fruto que solo existe verdaderamente a partir de la hora en que se separa de la rama,
rompe el exclusivismo de la pareja: sustituye la adoracin recproca, que encadena,
por un fin comn, que libera92.
Consecuencia: cuando se lo acoge de la manera adecuada, cada nacimiento hace ms fcil
que el afecto y el eros conyugales, sin desaparecer ni menguar en lo ms mnimo, se enaltezcan
hasta alcanzar las cotas de uno de los ms nobles amores de amistad, dotado de gran vigor
unitivo.
Cada nacimiento hace ms fcil que el afecto y el eros conyugales, sin desaparecer
ni menguar en lo ms mnimo, se eleven y conviertan en uno de los ms nobles
amores de amistad
Se trata de una verdad reconocida desde antiguo. Con expresiones de Toms de Aquino,
la causa de una unin firme y estable entre los padres son los hijos [], ya que
estos constituyen el bien comn de ambos, del varn y la mujer, cuya unin est
ordenada a la prole. Pero lo que es comn contiene y conserva la amistad, la cual,
como antes se dijo, consiste tambin en comunin y comunicacin93.
Y, como consecuencia, se acrisola hasta lo indecible la solidez y el temple del amor entre los
esposos.
Los esposos que se aman, aman todo lo que les acerca y les une. Nada les es
comn en el mismo grado que el hijo. Pueden poner sus bienes bajo el rgimen de la
comunidad; pueden llevar el mismo nombre; pueden concordar sus caracteres;
pueden unirles la inteligencia ms cordial; sin embargo, nada les es tan comn y
nada les une como el hijo. [] Los esposos unidos continan amndose uno a otro
en su hijo; encuentran en l no solo a s mismos, sino su unin, la unidad que ellos
se aplican a realizar en toda su vida. Cada uno de ellos reconoce en el hijo el ser que
l ama en un ser nuevo que se lo debe todo y que l ama tambin con un amor que
no se separa de aquel al que el hijo debe el haber nacido. El matrimonio encuentra
92
THIBON, Gustave, La crisis moderna del amor, Fontanella, Barcelona, 1976, p. 67.
93
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar
una notable satisfaccin.
nimo.
94
LECLERCQ, Jacques, El matrimonio cristiano, Rialp, Madrid, 19 ed., 1987, pp. 151-152.
79
80
Tal vez los tres prrafos que siguen sea lo ms importante de cuanto me queda por
exponer.
Al tratar sobre todo de los contraceptivos, en ningn momento pretendo establecer
un juicio moral sobre las personas concretas que puedan hacer, ya estn haciendo o
hayan hecho en algn momento uso de ellos.
Por honradez intelectual y humana, y teniendo en cuenta antes que nada la felicidad
del lector, expongo con plena sinceridad lo que, tras larga y pausada reflexin, pienso
de estos asuntos, as como su calificacin moral.
Pero, repito, sin juzgar ni descalificar a nadie quin sera, para hacerlo?, sino
con la sola pretensin de que, si lo estiman conveniente, acomoden su conducta a unos
criterios de los que, sin duda, se derivar, para cada uno, mayor plenitud y dicha.
81
1. Paternidad responsable
De acuerdo con el plan que me trac desde el principio, es el momento de abordar una
cuestin clave, que en buena parte hace de la familia un ambiente ms o menos idneo para el
crecimiento interior de cuantos la componen: para la mejora de su amor y el aumento de su
dicha.
Me refiero a la paternidad responsable, entendida en toda la amplitud que esta expresin
reclama.
Responsabilidad generosa
A propsito del nmero de hijos, la recta razn comprende y la Iglesia recuerda que se
trata de una decisin en la que debe respetarse absolutamente la responsabilidad de los
cnyuges.
Y ambas aclaran tambin que procreacin responsable no equivale solo ni principalmente a
limitar el nmero de hijos; puede significar asimismo mayor generosidad (palabra emparentada
con generar) para aceptar nueva descendencia. Por eso propongo hablar, ms que de simple
procreacin responsable, de procreacin responsable generosa.
Al respecto, deben tenerse en cuenta multitud de factores, sin dejarse dominar por una mera
visin materialista y egosta de la vida, aunque el ambiente empuje de manera sensible a ello.
Hay quien dice: por ahora un hijo u otro hijo no nos lo podemos permitir. En verdad, la
expresin podrselo permitir no parece la ms adecuada para el caso: uno puede permitirse
un abrigo de piel, un viaje a Amrica o un nuevo automvil; pero un hijo!
Un hijo, una persona, es lo ms grande que existe en el universo. Un hijo, uno no se lo
permite, sino que entre enamorado, pasmado y agradecido acoge esta magnfica ddiva,
tal vez exigente, pero hondamente enriquecedora.
En el extremo opuesto, una manera de librarse del compromiso que enaltece y preferir la
propia y puntiforme comodidad o seguridad consiste en pretender que para tener un hijo u otro
hijo se requieren unas condiciones ideales. Con ese planteamiento, muy pocos aumentaran
su descendencia.
Es de Saint-Exupry, aunque otros la han rozado antes y despus de l, esta hermosa frase,
que repito de memoria:
El amor entre los cnyuges no significa estar mirndose uno a otro, sino mirar
juntos en la misma direccin.
Como apunt, la direccin en la que los padres dirigen sin esfuerzo su vista, superando ese
egosmo a dos al que ya he tambin aludido, es naturalmente la que atiende al don de los hijos y
a su futuro.
La paternidad o maternidad implican, pues, una donacin y una responsabilidad no tanto para
evitar la prole, sino para procrearla y educarla y hacerla feliz.
El valor intangible y la centralidad del hijo
En nuestros das se discute mucho sobre el progreso y el desarrollo de los pueblos y sobre
los mtodos contraceptivos.
82
Pero, segn viene a decir G. Muraro, del hijo ya no se habla. Se habla de recursos
insuficientes, de sociedades en crisis, de valores olvidados, de la pobreza que se abate sobre los
pueblos desarrollados
Y prosigue, ms o menos: los sabios del momento se asemejan a un consejo de ancianos
que se sientan por las tardes para lamentarse de los males que los afligen, y que miran al futuro
con un sentido de aprehensin y de terror. Inventan remedios, pergean soluciones, levantan
trincheras defensivas, se acorazan contra el enemigo.
Pero, entre todos los remedios, no saben apreciar el nico verdadero: la vida. La vida se
defiende con la vida! La humanidad volver a mirar hacia el porvenir con confianza no a fuerza
de acumular bienes, de crear barreras con el fin de conservarlos, mirando con recelo a los
semejantes y difundiendo miedo, sino con la vida.
Para concluir: parece absurdo que el hombre no haya comprendido esta verdad elemental. De
esta suerte, su sabidura ha logrado convencer a los dems de que el hijo es un peso, un
estorbo; de que la vida es una amenaza contra la vida; y de que los creadores de vida se tornan
irrazonables y comprometen el bien de la humanidad.
En conformidad con lo que seala este autor, la sabidura de los hombres degenera en una
suerte de ceguera muy poco lcida. Precisamente contra esa falta de penetracin, se levant
repetidamente la voz de Juan Pablo II (la voz de los que no tienen voz, como tantas veces nos
dijo); por ejemplo, con ocasin de las conferencias de El Cairo y Pekn sobre poblacin y
desarrollo, en las que se pretenda imponer a los pueblos del tercer mundo programas de
limitacin de los nacimientos sin respetar como se debe la dignidad humana.
Los padres son ministros de la vida humana: servidores, no dueos. Por eso antes insista en
que, como una exigencia de su dignidad, la procreacin humana debe ser siempre el fruto y el
trmino del amor esponsal: toda persona goza del derecho a entrar en la existencia como
resultado de un acto de amor, recproco y exquisito, de sus padres. Fuera de ese contexto, se
est vulnerando su dignidad.
Toda persona goza del derecho a entrar en la existencia como resultado de un acto
de amor, recproco y exquisito, de sus padres
El hijo sometido al arbitrio de los padres
En realidad, la situacin presente respecto a los temas que vengo tratando es ms
compleja. Sin desmentir en absoluto lo que afirma Muraro, no es que no se hable de los hijos
hoy, sino que se tiende cada vez ms a considerarlos en funcin de los padres, de la satisfaccin
emocional y de los caprichos de estos ltimos.
De este modo, no solo se invierte la relacin natural entre los progenitores y la prole, sino que
se la falsifica y pervierte.
Atendiendo a la naturaleza de las cosas, puede afirmarse que los padres son para los hijos,
que se deben a ellos. Pero esto no implica ningn tipo de esclavitud o servidumbre, como a
veces se intenta que pensemos.
He explicado en este mismo escrito que los hijos constituyen la prolongacin natural del amor
y de la entrega recproca de los cnyuges. Por tanto, solo podr hablarse de sometimiento
envilecedor del padre o de la madre a su descendencia cuando la relacin entre los esposos
admitiera tambin semejantes calificativos.
Mas suger en su momento que la donacin mutua de los cnyuges, lejos de configurarse
como una subordinacin forzada, representa el fruto ms genuino y enaltecedor de la libertad
enamorada y constantemente mantenida. La llegada de cada nuevo vstago no hace sino
ampliar e intensificar ese acto de amor librrimo y gratuito y, claro est, tambin sacrificado
como todo amor.
Por el contrario, a veces los progenitores se erigen en rbitros absolutos de la vida del hijo,
rechazndolos por el presunto dao que a ellos pudiera reportarles (medido en ocasiones por
parmetros tan banales como el deseo de disfrutar de la juventud, el xito profesional
incontrolado o el simple sexo de la criatura); o se empean a toda costa en tener descendencia
83
(a menudo, despus de haberla repudiado violentamente durante aos) y recurren a los distintos
mtodos de fabricacin de un ser humano con el fin de colmar sus ansias de paternidadmaternidad o el vaco sentimental que una vida de pareja poco entregada origina en ellos
En todos estos casos, y en otros similares, la nueva criatura o viene considerada como un
simple instrumento para la satisfaccin de quienes no la desean o la anhelan a toda costa,
atentando tambin en la segunda de las circunstancias contra la dignidad del cro, que slo logra
salvar radicalmente la intervencin de Dios: un Dios que, pese a todo, le confiere el ser como
consecuencia de su Amor infinito, un Amor exactamente idntico al que ofrenda a quienes entran
en este mundo como resultado de un acto de exquisita donacin amorosa en el seno del
matrimonio.
Cuanto estoy apuntando constituye una de las distorsiones ms profundas que pueden darse
en el conjunto de las relaciones humanas.
Sus consecuencias resultan difciles de anticipar. Con todo, semejantes casos ocupan con
frecuencia las portadas de los peridicos, telediarios y revistas del corazn. No pasa mucho
tiempo sin que se nos informe de que un famoso o una famosa o alguien que empieza a serlo
justo como resultado de esta accin acuden por ejemplo a un banco de embriones para
seleccionar aquel con el que piensa paliar sus carencias afectivas.
No solo se invierte la relacin natural entre los progenitores y la prole, sino que se la
falsifica y pervierte
85
No son todas estas restricciones prueba palpable, puesto que se sitan en un plano casi
fsico, de la falsa real no necesariamente advertida ni culpable de las relaciones
contraceptivas? No es evidente que, a pesar de todas las tericas confesiones verbales de
amor, probablemente sinceras, se rechaza de hecho una dimensin esencial de la persona
querida, una dimensin que constituye parte fundamental de su ndole sexuada y, por tanto de
su mismo ser personal?
Se acoge tericamente a la persona amada, y se entrega uno a ella, repudiando al mismo
tiempo algo fundamental de uno y de otro, una porcin del propio ser personal.
De amor, de entrega incondicionada, ni rastro: todo son distinciones, salvedades.
Una contradiccin es tal porque afirma y niega, simultneamente, la misma realidad;
y esto es lo propio del amor contraceptivo
Y el lenguaje correcto
Por el contrario, desde el punto de vista moral y antropolgico, es muy distinto el
comportamiento de los cnyuges que, cuando existen motivos graves que aconsejan posponer o
evitar una nueva concepcin, se abstienen de tener relaciones ntimas en los perodos fecundos
de la mujer (mtodos naturales o continencia peridica).
En ese caso s que manifiestan y estimulan el amor conjunto, adems de no hacer nada
positivo que impida la transmisin de la vida.
Juan Pablo II ha observado:
De este modo la sexualidad es respetada y promovida en su dimensin verdadera
y plenamente humana, no usada, en cambio, como un objeto que, rompiendo la
unidad personal de alma y cuerpo, contradice la misma creacin de Dios en la trama
ms profunda entre naturaleza y persona95.
Obrando as, los cnyuges adaptan su comportamiento sexual a las exigencias provenientes
de la responsabilidad procreativa. Por el contrario, en el caso de la contracepcin hacen justo lo
opuesto: alteran el proceso procreativo para no tener que modificar su comportamiento sexual.
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar
una notable satisfaccin.
nimo.
Comenta esta frase, inspirada en Juan Pablo II: La contracepcin contradice la verdad
del amor y disminuye o incluso puede llegar a anular la felicidad que de ese amor deriva.
Qu entiendes por contradiccin? En qu sentido seran contradictorias las
relaciones contraceptivas y por qu? Para acertar con la respuesta, intenta calibrar la
relacin entre la unin conyugal y el amor del que deberan derivar o, de hecho, derivan.
Suponiendo hipotticamente que, en el fondo, los usuarios de los mtodos naturales y
los de anticonceptivos buscaran lo mismo, cules son las diferencias entre su modo de
obrar a la hora de mantener relaciones ntimas?; te parece que esas diferencias bastan
para legitimar los primeros y declarar ilcitos los segundos? Tambin ahora debes matizar
lo suficiente, si no quieres incurrir en error.
87
1. Introduccin general
Los gestos de amor personal deben llevarse a trmino como exige la naturaleza personal de
quienes les dan vida, sin fraudes, apreciando ese ntimo gozo que el uso sincero y recto de la
sexualidad en el matrimonio contiene en abundancia.
Los cnyuges se unen para manifestarse el recproco cario y sobre el fondo de la alegra de
poder llamar a la vida a otra persona, que testimoniar con su presencia el amor comn.
Resulta indudable que uno de los objetivos connaturales de la sexualidad humana es la
fecundidad. Hijos, por tanto, s, pues son una bendicin. Y procurando darles, dentro de nuestras
posibilidades y contando siempre con la voluntad divina, lo mejor para cada uno.
Los esposos deben, por tanto, estar dispuestos a recibir con alegra la descendencia que Dios
les mande. Pero es perfectamente legtimo que, como en las restantes circunstancias de la vida,
pongan su entendimiento al servicio de los designios divinos, e intenten descubrirlos y obrar del
modo ms conforme para darles cumplimiento.
88
Por eso pueden recurrir, cuando haya causas para hacerlo, a procedimientos aptos y lcitos
para regular la concepcin.
Algunos mtodos naturales de regulacin de la fertilidad
No pretendo exponer con detalle el modo de obtener un embarazo o, al contrario, el de
eludirlo o distanciarlo del precedente, cuando existen causas proporcionadamente graves. No es
ese el fin de estas pginas, y de ah que la cuestin se trate en otro lugar. Aqu aludir solo, y
con brevedad, al comportamiento que la razn y la Iglesia consideran correcto adoptar en tales
casos: la regulacin natural de la fecundidad.
Es decir, la adaptacin de la propia conducta sexual a las reglas que dicta la naturaleza.
El vulo, que abandona el ovario hacia un par de semanas antes de la menstruacin, resulta
fecundable durante un perodo aproximado de veinticuatro horas. Transcurrido este tiempo,
degenera. Por consiguiente, la concepcin solo puede tener lugar en ese da X, situado con
relativa frecuencia casi en el centro del intervalo entre una menstruacin y la sucesiva.
La pareja que desee concebir un hijo procurar mantener relaciones sexuales en la poca
cercana a ese da con objeto de que el espermatozoide, cuya vida es ms dilatada que la del
vulo, alcance a este cuando todava es fecundable; por el contrario, se abstendr de establecer
tales relaciones en ese mismo perodo, si existieran razones suficientes para evitar el embarazo;
y de ah la denominacin de continencia peridica con que se califican tambin y para
algunos, ms adecuadamente los mtodos naturales de regulacin de la fecundidad.
La ovulacin no tiene lugar con regularidad matemtica
Por eso, el mtodo basado en el calendario (el Ogino-Knaus) es bastante inseguro, y hoy
se encuentra sustituido por otros procedimientos mucho ms exactos, que permiten diagnosticar
el momento de la fertilidad en la mujer. La certeza de infecundidad en el segundo perodo del
ciclo menstrual es casi absoluta, puesto que no suele darse ms que una ovulacin al mes, y
esa ya ha tenido lugar. Solo en algunos casos poco frecuentes se verifica una doble
ovulacin, a distancia no superior a las cuarenta y ocho horas: en semejantes circunstancias, si
tiene lugar la concepcin, existirn gemelos biovulares, del mismo o distinto sexo.
Actualmente, los mtodos naturales que permiten establecer los confines del perodo de
fecundidad para cada mujer concreta se han multiplicado, alcanzando gran variedad y eficacia.
En lo substancial, y por lo que respecta a este escrito, podran reducirse a dos, y a la
combinacin de ambos:
1. El mtodo del moco cervical, conocido como mtodo Billings.
2. El mtodo de la temperatura basal.
3. El que resulta de la unin de los precedentes, denominado sintotrmico.
Como deca, existen tambin otras posibilidades de determinar el da de la ovulacin, algunas
de ellas mediante dispositivos comercializados de fcil empleo, que pueden adquirirse en las
farmacias. En cualquier caso, es imprescindible que, antes de llevar a cabo cualquier
procedimiento de regulacin natural de la fertilidad, los futuros usuarios reciban la formacin
antropolgica y tcnica adecuada.
En el caso de los mtodos a que nos hemos referido [1., 2. y 3.], esa formacin no puede
obtenerse con la simple consulta de folletos o incluso libros o material audiovisual, sino que
requiere la intervencin de personal especializado, que transmita las nociones y
comportamientos bsicos, y ensee a la mujer a conocer su fecundidad.
De lo contrario, es muy probable que, con la expresin tan poco feliz que suele utilizarse, el
mtodo falle.
Actualmente, los mtodos naturales que permiten establecer los confines del perodo
de fecundidad para cada mujer concreta se han multiplicado, alcanzando gran
variedad y eficacia
89
96
En este sentido, resultan muy sugerentes los prrafos de una carta recogida por Mnica de
Aysa, en los que una chica le cuenta los beneficios que le ha proporcionado el simple
conocimiento de los mtodos naturales, incluso antes de ponerlos en prctica, puesto que
todava no se haba casado:
Me sirven los mtodos naturales en el noviazgo para controlar mis estados de
nimo [...]. La observacin de los sntomas ligados a cada fase del ciclo me ha
servido muchas veces para conocer el porqu de mis estados anmicos.
Observando, he aprendido, entre otras cosas, que en los das de la ovulacin estoy
ms activa; en los das previos a la menstruacin ms cariosa y del da que
comienza el perodo me encuentro fatal [...] me doy cuenta de cmo efectivamente
se relacionan mi estado de nimo y mi estado fsico con el momento del ciclo
menstrual en el que me encuentro [...]. Consigo con menos esfuerzo el dominio de m
misma [...] me parece un tema apasionante conocer con profundidad cmo funcionan
el cuerpo del hombre y de la mujer y su aparato reproductor. Tambin esto me ha
ayudado a comprender mejor la psicologa masculina y femenina97.
3. La consiguiente intensificacin del conocimiento, aprecio y respeto hacia la esposa
por parte del marido.
Al respecto, Evelyn Billings contaba en una ocasin dos ancdotas simpticas, que,
obviamente, cito de memoria.
3.1. Recordaba, en primer lugar, lo que le coment en un pas de frica un hombre
de color de tamao impresionante:
Antes de practicar los mtodos naturales deca este, pegaba con mucha
frecuencia a mi esposa; despus de ponerlos por obra durante unos meses, la trato
con mucha ms delicadeza y me siento infinitamente feliz.
[La mujer, menuda y vivaracha, asista a la entrevista y, segn comentaba la Doctora Billings,
miraba a su marido con ojos tiernos y llenos de admiracin].
3.2. La otra es ms breve. Un varn de bajsima extraccin social, que antes buscaba
constantemente expansiones fuera de casa, le deca tambin a Evelyn:
Desde que estamos practicando su mtodo, me encuentro mucho mejor. Antes me
crea en la obligacin de demostrar que era muy macho; pero ahora estoy
aprendiendo de verdad a ser hombre.
4. Un aumento de la comunicacin interpersonal en lo relativo al ejercicio de la
sexualidad, que mejora tambin, por lo comn, el dilogo en torno a otros aspectos de la vida
matrimonial y familiar.
En relacin a este extremo, una usuaria de mtodos naturales escriba:
Durante todo el tiempo que dur el curso, curiosamente, se volvi a establecer un
dilogo fluido entre nosotros y aunque durante unos das al mes no podamos tener
relaciones, los dos sabamos por qu, y que eso tena al final una bonita
recompensa. Hablbamos de cmo seran esas noches, de lo que haramos y
mientras tanto las caricias, la comprensin y el dilogo fluan entre nosotros.
Empezbamos a vivir un amor sereno. Yo estaba feliz porque mi marido entenda
que haba das de abstinencia y saba que despus de esto vendra una entrega
completa y sin barreras por parte de los dos [...]. Despus de siete meses, en los que
mejor nuestra comunicacin, me di cuenta de que los miedos y reparos que tena al
principio sobre si mi matrimonio durara mucho o si seramos capaces de educar un
nio, desaparecieron. Tena al lado a un hombre carioso, comprensivo y
entregado98.
5. La supresin de cierto grado de ansiedad a veces nada despreciable, que, como
apunta el testimonio recin citado, acompaa a la esposa ante el riesgo de quedarse
embarazada.
97
AYSA, Mnica de, Sexo: un motivo para amar, Palabra, Madrid, 2001, pp. 10-12.
98
AYSA, Mnica de, Sexo: un motivo para amar, Palabra, Madrid, 2001, pp. 53-54.
92
Tambin ahora, y a pesar de su longitud, vale la pena copiar ntegra una cita de Brancatisano:
A la mujer que retorna a la maternidad porque no se ve sin ser madre, deberamos
preguntarle el porqu de esa vuelta, tras un abandono plenamente consciente
respecto a la maternidad concreta, y casi total en relacin con la maternidad
psicolgica.
Con estos dos modos de calificar la maternidad, me refiero, por una parte, al hecho
de generar al hijo y, por otra, al modo de relacionarse con o de concebir la maternidad.
En lo que atae al primer punto, es patente la crisis demogrfica de aquellas regiones
del mundo acordes con esta cultura; en lo que se refiere al segundo, conviene advertir
que la maternidad hoy ya no se vive con naturalidad ecolgica, sino con una actitud
progresivamente ms problemtica, que se acerca mucho o desemboca en ansiedad e
incluso en terror.
Habiendo dejado de ser un evento natural, consecuencia espontnea de la vida
sexual de la mujer, la maternidad se parece ms y ms a una enfermedad que debe
prevenirse mediante la contracepcin o monitorizar con atencin obsesiva
mediante el entero curso de su preparacin, el embarazo. El terror se refiere ms que
nada, sin embargo, a una especie de habitus a menudo inconsciente que se forma
en la psique de la mujer durante todos los aos (entre 15 y 25, por trmino medio) en
que decide tener una vida sexualmente activa, pero prescindiendo de forma categrica
de la maternidad.
En estos aos, los ms frtiles desde cualquier punto de vista, la actitud de la mujer
respecto a su propia capacidad de engendrar resulta consciente o
inconscientemente no solo negativa porque as lo plantea y lo desea, sino orientada
de continuo contra la posibilidad de quedarse embarazada: en la psique femenina se
insina un sentido de terror respecto a un acontecimiento temido y que, no obstante, la
amenaza por el hecho de que, por naturaleza, se encuentra inseparablemente unido
a las relaciones sexuales.
Un fenmeno tan prolongado y profundo no puede sino dejar una huella en el modo
de pensar, de vivir y de afrontar la maternidad, cuando la mujer se decide a tener hijos.
Huellas todava no del todo determinadas, pero sin duda alguna importantes99.
6. La asuncin conjunta, en plano de absoluta igualdad y justicia, de todas las
decisiones referentes al trato ntimo y, en concreto, a la gozosa responsabilidad ante el
inapreciable regalo de los hijos.
B. POR SU PARTE, EL EJERCICIO DE LA CONTINENCIA PERIDICA TRAE COMO CONSECUENCIA:
1. Un incremento del autodominio, con lo que este implica de acrisolamiento de la
verdadera entrega nadie da lo que no posee realmente y, como consecuencia, del amor
exquisitamente conyugal.
2. Una ayuda inestimable para salir de uno mismo y adoptar la perspectiva del otro el
cnyuge y el posible hijo, condicin ineludible para que se instaure el ms genuino amor,
definido ya por Aristteles como un querer el bien para otro en cuanto otro.
3. Una menor dependencia del placer puramente corpreo, que por eso se torna ms
pleno y ms acendradamente personal.
Para los futuros hijos
Como antes sugera, todos los beneficios incluidos en A. y B. nada tienen que ver con el
propsito de restringir el nmero de hijos, y pueden y deben ser vividos por todo matrimonio que
aspire a conquistar una mayor categora y madurez de su amor recproco, tambin cuando no
hagan uso de la PFN.
Por el contrario, en relacin con la futura prole, los mtodos naturales permiten:
99
BRANCATISANO, Marta, Approccio allantropologia della differenza, Edizioni Universit della Santa
Croce, Roma 2004, p. 40.
93
1. Querer con una intencionalidad redoblada inaccesible para quienes no dominan los
secretos de estos mtodos a todos y cada uno de los hijos que Dios tenga a bien conceder.
Puesto que los que practican la planificacin natural disponen de los medios para evitar la
concepcin de una nueva criatura, cuando deciden acogerla agradecidos, ese hijo o esa hija
entran en el mundo como fruto de un acto de voluntad de amor en cierto modo ms directo
y, sobre todo, expreso que el de quienes ignoran los mtodos naturales.
2. Determinar, dentro de ciertos lmites, el momento y las circunstancias de cada
concepcin y nacimiento, de forma que pueda atenderse con mayor dedicacin y efectividad a
las necesidades del hijo.
3. Enriquecer con el regalo de la maternidad a algunos matrimonios, en los que la
esposa se encuentra aquejada por una infertilidad subsanable a travs de estos mtodos.
(Lo que constituye la prueba ms palpable aunque no necesariamente la ms profunda
de que la Planificacin Familiar Natural no debe reducirse a un conjunto de tcnicas para
retrasar o eludir de por vida la concepcin, puesto que en algunos casos, cada vez ms
numerosos, se utiliza justo para lo contrario: para hacer posible la digna venida al mundo de un
ser humano100).
4. Cuando existan causas suficientemente graves que aconsejen posponer un
embarazo, seguir manifestando y acrecentando el amor conyugal tambin a travs de los
encuentros ntimos.
(Al contrario de lo que sucede con los contraceptivos, que, constitutivamente y con
independencia de la intencin subjetiva de quienes los utilizan, tornan radicalmente contradictorio el amor que pretenden expresarse sus usuarios).
5. Aceptar gozosamente la llegada de un hijo no planeado cuando, en contra de lo que
honradamente haban credo descubrir los cnyuges, es esa la voluntad de Dios para ellos.
Este ltimo extremo lo considero de una relevancia clave, decisiva:
Como los autnticos usuarios de la Planificacin Natural jams excluyen activamente
a los hijos, ninguno de estos llegar nunca a su familia como no-querido
Un incremento del amor mutuo
Entre las sugerencias apretadamente apuntadas en las lneas que preceden, hay una que
presenta un especial inters y conviene destacar, aun a riesgo de repetirme. Se trata de la
mejora del amor recproco que, utilizada con causas graves, la PFN puede llegar a instaurar
entre los cnyuges.
Un par de veces ha aparecido en nuestro escrito este interrogante: favorece la regulacin
natural de la fertilidad la calidad de las relaciones ntimas entre los esposos? Y tambin el criterio
que se debe asumir para responderlo: en ltima y radical instancia, , desde el punto de vista
antropolgico, tales relaciones podrn calificarse como satisfactorias cuando incrementen y
acrisolen el amor mutuo entre marido y mujer. Con lo que resulta que la Planificacin Familiar
Natural beneficiar la vida de los cnyuges si y en la medida en que genere un aumento de la
categora de su amor recproco.
Ciertamente, cabra adoptar otras perspectivas. Pero ninguna tan fundamental como esta.
La raz terminal de la dignidad del sujeto humano reposa en su capacidad constitutiva de
amar; y el ndice de su desarrollo, de su plenitud como persona, viene dado por el grado de
madurez de su facultad amorosa.
Como sabemos, un hombre y una mujer valen lo que valen sus amores
A. FUNDAMENTOS
100
Adems, las ltimas investigaciones realizadas, sobre todo, en Alemania, muestran que la tasa
de xito de la Planificacin Familia Natural para obtener embarazos supera a la fecundacin artificial,
sin los riesgos ni los problemas de vario tipo que esta segunda lleva consigo.
94
En consecuencia, habra que recordar dos cosas: en primer trmino, los motivos por los
que las relaciones matrimoniales presididas por el amor promueven el engrandecimiento y la
consolidacin de ese mismo amor; en segundo, por qu la prctica justificada de los mtodos
naturales no rompe ni disminuye esa virtud perfectiva, sino que, segn los casos, puede incluso
llegar a intensificarla.
Los dos extremos han sido suficientemente tratados.
Respecto al primero, recordar tan solo que:
1. El ncleo de un amor verdaderamente humano es espiritual: amar es
sustancialmente un acto de la voluntad con el que queremos el bien para otro.
2. Pero, en la misma medida en que ese amor finito y participado se prosigue y
manifiesta autnticamente a travs del cuerpo, recibe un claro incremento, se engrandece.
3. Y como las relaciones conyugales ntimas representan la manifestacin fsica ms
adecuada del amor entre un hombre y una mujer en cuanto tales, contribuyen de una manera
excepcional a desarrollar el amor (voluntario y afectivo) de los cnyuges.
Razones?
Precisamente porque cada hombre es tremendamente uno (en el sentido de unitario), la
voluntad en que radica en fin de cuentas el amor, la afectividad donde reside la mayor parte de
los sentimientos, y la actividad fsica en que concluye la relacin conyugal, actan en perfecta
continuidad e interdependencia: de manera que el ejercicio de cada una de esas funciones se ve
favorecido por el desarrollo equilibrado de las restantes y, cuando existe esa armona, revierte
sobre ellas, perfeccionndolas.
B. ACTITUDES RADICALMENTE CONTRAPUESTAS
En lo que atae a la segunda cuestin, surge una especie de pega. Tras dejar claro que las
relaciones conyugales adecuadas incrementan el amor del que provienen, he afirmado con la
misma o ms fuerza que los contraceptivos lesionan hondamente ese mismo amor. Por qu no
habra de ocurrir igual con los mtodos naturales?
Semejante pregunta solo tiene sentido para quienes piensen que la Planificacin Familiar
Natural presenta alguna semejanza de fondo con el uso de contraceptivos. Pero, en realidad, ya
he dejado constancia del abismo insalvable que las separa. La diferencia entre ellas no puede, ni
remotamente, reducirse a simple cuestin de mtodo, sino que lleva aparejada una distinta e
incluso contrapuesta concepcin no solo de la sexualidad, sino del mismo hombre y de la
realidad en su conjunto.
Ms adelante intentar llegar hasta el ncleo central del problema. Pero ya ahora cabra
resumir en un par de trminos antagnicos la mentalidad que impera en la contracepcin y la
que dirige la regulacin natural de la fertilidad: se trata de la antinomia dominio-respeto. Es decir:
1. Dominio arbitrario y manipulador de la sexualidad humana, para quienes propugnan
el uso de contraceptivos.
2. Y respeto total de la naturaleza, para los que utilizan, con causa proporcionada, la
Planificacin Familiar Natural.
En este sentido, y puesto que el respeto ha sido expresamente incluido desde mediados de
este siglo en la casi totalidad de los cdigos deontolgicos vigentes en nuestra cultura, me
atrevera a afirmar que la dispensacin de contraceptivos con fines antinatalistas se opone a la
esencia misma de la condicin y prctica mdicas, mientras que la enseanza y recomendacin
de la regulacin natural no solo concuerda maravillosamente con las exigencias de una correcta
preocupacin ecolgica o de la medicina naturista, sino que hunde sus races en ese
profundsimo ncleo de humanidad que legitima y engrandece a la profesin mdica en cuanto
tal.
Pero si la esencia de los mtodos naturales de autodiagnstico reside en el respeto
reverencial por la naturaleza y, ms en concreto, por la delicada y maravillosa sexualidad
femenina, tampoco violentar los elementos naturalmente constitutivos del amor, al contrario de
lo que ocurre con el uso de contraceptivos.
95
Desde esta perspectiva, la regulacin natural de la fertilidad conserva intactas todas las
virtualidades enriquecedoras inscritas en las relaciones conyugales no desprovistas de su recta
orientacin.
Y hay ms. El uso adecuado de los medios naturales no solo mantiene la pujanza originaria,
sino que mejora desde diversos puntos de vista la calidad del trato ntimo.
Como acabo de apuntar, uno de esos extremos lo constituye el incremento del seoro sobre
el propio ser y sobre la propia sexualidad, exigido y provocado por la continencia peridica: una
potestad que acrecienta, de forma muy notable y necesaria, la categora y la intensidad del amor
entre los cnyuges, al perfeccionar la calidad de su entrega mutua, gracias a un incremento del
propio autodominio.
En conclusin: el recurso a los medios de autodiagnstico, al aumentar el dominio de la
persona sobre s misma, aquilata la categora de la entrega, mejora el temple del amor y,
finalmente, favorece y perfecciona desde la perspectiva ms honda en que cabe advertirlo
las relaciones conyugales.
El recurso justificado a los mtodos naturales aquilata la categora de la entrega,
mejora el temple del amor y favorece y perfecciona las relaciones conyugales
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar
una notable satisfaccin.
nimo.
96
Un ltimo esfuerzo!
Alerta!
Existen muchas maneras de leer o estudiar un escrito, como tambin las hay
de observar la realidad. Muy a menudo, no advertimos la existencia de algo o
dejamos sin percibir ciertas propiedades o caracteres de una persona, animal o
cosa, sencillamente, porque no los estamos buscando.
Con los libros sucede algo parecido. Es preciso poner la mente en estado de
bsqueda para encontrar todo lo que el libro puede ensearnos. Si esto no
sucede, resulta bastante fcil que nos quedemos sin ni siquiera advertir
cuestiones claras y claramente expuestas, pero que no nos dicen nada.
Por eso, antes de comenzar el presente apartado, me gustara que intentaras
responder, con calma y, si es necesario, por escrito, a estas preguntas.
Cmo expondras, con una o dos palabras, la oposicin en el modo de entender y
valorar al hijo entre quienes utilizan adecuadamente los mtodos naturales y quienes
recurren a la contracepcin?
Podras describir la diferencia ms de fondo entre lo que habitualmente se han
llamado preceptos negativos y preceptos positivos? O se trata de algo que ni siquiera te
suena?
Qu es lo que justifica las relaciones ntimas entre los esposos en das o
temporadas que se sabe con certeza que son infecundos?
Al recordar la descripcin clsica del amor como bsqueda del bien para otro, quin
o quines seran ese o esos otros que resultan perjudicados con el empleo de
contraceptivos?
Y, al respecto, lo primero que conviene decir es que las dos pautas de conducta se oponen
justamente en el fondo, es decir, en la actitud ms profunda que unos y otros adoptan respecto a
los posibles descendientes.
Con las salvedades y matices que a continuacin establecer, es preciso afirmar que la
contracepcin y la regulacin natural de la fertilidad se enfrentan en su misma esencia,
precisamente porque la primera considera al hijo como un mal que hay que evitar a toda costa,
mientras los usuarios convencidos de los mtodos naturales ven en el hijo futuro un gran bien,
cuya ausencia, por motivos proporcionadamente graves, se ven constreidos a soportar.
A. EL HIJO COMO MAL
Maticemos ambas cuestiones. El hecho de que quienes practican la anticoncepcin
estimen la posible prole como un mal que debe ser suprimido no ha de entenderse como una
especie de odio cerval, emotivo e incondicionado al hijo futuro, sino como el resultado de un
errneo clculo en virtud del cual, tras sopesar incorrectamente los pros y los contras, el nio
acaba por englobarse en la categora de lo que hay que impedir.
Javier Echevarra lo ha expuesto certera y delicadamente, apelando a una actitud que
pone en duda el valor de la paternidad o de la maternidad en s mismas:
generar un hijo no se considera ya algo indiscutiblemente bueno y deseable, sino
una opcin entre otras muchas posibles. Se admite que dar la vida a otro es algo
incomparable; pero se considera que generar y educar a un hijo ms comporta una
tarea compleja y arriesgada, ante la que se hace un balance de satisfacciones que
proporciona y sacrificios que exige, para concluir a menudo que no vale la pena101.
Semejante no valer la pena, que en el prrafo recin citado manifiesta una exquisita
comprensin y respeto hacia los esposos que as concluyen, se traduce, sin embargo, con
frecuencia, en un conjunto de actividades las de la contracepcin que justifican plenamente,
con las puntualizaciones ya sealadas y sin entrar en ningn caso a calibrar las intenciones, el
juicio de que en la base de todas ellas se sita el rechazo del hijo, advertido como un mal.
Los usuarios de anticonceptivos quieren que no venga al mundo una nueva criatura; y en
conformidad con esa voluntad, aunque a veces contrariando sus sentimientos, ponen los medios
necesarios para eludir esa concepcin o, en algunas circunstancias, para suprimir la vida recin
procreada.
Reducida a su esencia ms nuclear, la actitud que adoptan podra resumirse en estas dos
breves expresiones:
1. Quieren impedir la concepcin (o el desarrollo del nio procreado).
2. Y actan en consecuencia con ese querer.
Quienes utilizan contraceptivos consideran al hijo como un mal que hay que evitar
B. EL HIJO COMO BIEN
Por el contrario, la actitud paradigmtica de los usuarios de mtodos naturales quedara
reflejada en esta ancdota de hace algunos aos. Guadalajara, Mxico. Al trmino de un curso
sobre Antropologa del amor y de la sexualidad, se nos acerca una madre todava joven. Nos
cuenta que tiene doce hijos, que el primero naci discapacitado, pero que ello no fue obstculo
para traer a este mundo a los restantes, motivos todos, incluido el primognito, de profundas
alegras. Aade que ahora, por un cmulo de causas de diversa ndole, tiene necesidad de
recurrir a la regulacin natural con el fin de evitar un posible embarazo. Y concluye exponiendo,
con lgrimas en los ojos, los tremendos sacrificios que le est costando la renuncia a engendrar
ms criaturas.
Modificando cuanto fuera menester las circunstancias, sin duda excepcionales, la actitud
profunda del autntico usuario de mtodos naturales debe ser anloga a la de la madre de
nuestra ancdota.
101
ECHEVERRA, Javier, Itinerarios de vida cristiana, Planeta - Testimonio, Barcelona, 2001, pp. 158-159.
98
El hijo futuro es para ellos un gran bien al que, por razones graves y justificadas, no pueden
dar vida.
1. Han de soportar, como antes deca, la carencia para ellos, para el mundo y, sobre
todo, para la posible criatura de esa maravilla que sera una nueva persona.
2. No hacen nada positivo que se oponga a ello.
3. Pero dejan de poner los medios para que ese ser humano entre en el banquete de la
existencia.
Oposicin tambin en el modo de obrar
Y esta sera la segunda gran diferencia entre las dos conductas que estamos analizando.
1. Los anticonceptivos ponen positivamente los medios para impedir la vida posible.
2. Mientras que la Planificacin Familiar Natural deja de utilizar los recursos que podran
hacer surgir esa vida, sin establecer obstculo alguno para la misma.
Y aunque ante una mirada epidrmica ambos procedimientos se asemejen, quien sabe
adentrarse hasta el corazn de los asuntos advierte una oposicin de raz entre ellos, que se
suma a la tanto o ms radical que establece ya la contrapuesta actitud de fondo: hijo como mal
que debe evitarse o como bien que, desgraciadamente, no se puede traer a la luz.
La distinta valoracin moral y antropolgica que corresponde a los dos casos no es difcil de
ver acudiendo a las claves de la tica natural. En concreto, basta con recordar una distincin
bastante neta:
A. LOS PRECEPTOS NEGATIVOS
Los as llamados no matar, no robar, no calumniar no admiten nunca excepcin. No
existe motivo alguno, en ningn caso, que justifique los comportamientos comprendidos dentro
de tales prohibiciones. Siempre est vedado matar, sustraer la fama a una persona,
desproveerla de un bien legtimamente adquirido, etc.; o, de modo paralelo, obstaculizar que una
persona se cure y conserve la vida, que se defienda en un juicio o ante la opinin pblica para
dejar a salvo su honor, que adquiera sin perjuicio para nadie un beneficio lcito de orden
material o espiritual
Como consecuencia, jams quedar justificado ningn tipo de actuacin destinada
directamente a impedir el grandioso bien que es la concepcin de un ser humano; dicho a modo
de paradoja: nunca ser legtimo sustraer la vida a alguien antes o en el momento en que esta
comenzara.
B. LOS PRECEPTOS AFIRMATIVOS
Contra lo que sera de suponer, tampoco estos admiten excepciones, en el sentido de que
no cabe obrar directamente en contra de ellos; nunca es lcito, pongamos por caso, faltar al
respeto o deshonrar voluntaria y conscientemente a los propios padres.
Pero la fuerza de estos mandatos es tal que no obligan a obrar constantemente y en todas las
circunstancias realizando de manera formal y expresa el bien que imperan.
Por volver al ejemplo citado, es obvio que ningn hijo tiene el deber de estar poniendo por
obra en todo momento y lugar, y a lo largo de su entera existencia, actos explcitos de honra y
veneracin hacia sus padres; de manera anloga, a ningn mdico le constrie el deber de curar
hasta el punto de que en cada uno de los momentos de su biografa haya de dedicar la totalidad
de sus esfuerzos a sanar a sus semejantes, descuidando sus obligaciones familiares o de
amistad o, incluso, en circunstancias normales, el merecido descanso.
C. AFIRMATIVOS Y NEGATIVOS
Sin duda, para cualquier persona que aspire ilusionada a llevar una existencia plena, el
precepto que compendia toda la moral es eminentemente positivo: haz el bien.
99
Pero eso no significa que tenga el deber de hacer efectivos todos los bienes que
hipotticamente, considerando la cuestin en abstracto, podran existir; en contra de lo que
afirmaba el conocido personaje de Shakespeare, ningn ser humano viene a este mundo con la
obligacin de salvarlo, resolviendo todos los problemas que en l se plantean.
Tampoco exige semejante principio realizar todo el bien que cada individuo concreto,
atendiendo a sus circunstancias particulares y a sus determinadas aptitudes, podra llevar a
trmino; entre otros motivos, y no de los de menor peso, porque nuestra libertad se actualiza
casi siempre mediante la opcin entre distintos miembros de una alternativa, y la preferencia por
uno de ellos deja por fuerza fuera los restantes, muchos de ellos tambin buenos.
Por ejemplo:
1. Si decido estudiar medicina como medio de servir a mis semejantes, no estar
preparado para construir las fbricas o las carreteras que tambin los beneficiaran;
2. Si dedico parte de mis posesiones a ayudar a los enfermos de SIDA, es muy probable
que carezca de recursos para atender a los damnificados de un terremoto, etc.
Bien absoluto y bienes relativos (que comportan algn mal)
Adems, y esto presenta especial relevancia para nuestro problema, cualquier bien finito
es limitado: a l se encuentran unidos, en todos los casos, de manera derivada, males de mayor
o menor calibre (son los llamados efectos colaterales). Solo Dios, en s mismo, es la Bondad
suprema, sin mezcla alguna de mal.
Por ir directamente a nuestro tema, parece innegable que la llegada de una nueva criatura,
que en s misma es un bien grandioso, se ve acompaada por un conjunto de inconvenientes,
casi siempre menudos, pero en ocasiones de cierta o notable envergadura.
1. Entre los cotidianos se cuentan, por referirme a cuestiones comprobadas, junto con
las molestias y sufrimientos del embarazo y del parto, cierta conmocin en la vida del
matrimonio: por ejemplo, la dependencia de la madre respecto al horario del recin nacido, que
le resta agilidad para dedicarse a otras cuestiones; las casi seguras perturbaciones en el sueo
de ambos esposos, obligados a atender al cro tambin durante la noche; cuando el chico crece,
el cuidado en los momentos de enfermedad, las preocupaciones por los problemas de diversa
ndole que plantea Como deca, semejantes desventajas suelen ser de ordinaria
administracin y quedan pagadas con creces por la presencia y existencia del hijo, que es un
bien inefable: lo ms perfecto que existe en toda la naturaleza, segn decan los clsicos en
relacin a cualquier persona.
2. Pero con relativa frecuencia los trastornos que acarreara la concepcin y el
nacimiento de un nuevo vstago adquieren proporciones muy considerables, hasta el punto de
que, para evitar tales males, puede ser aconsejable prescindir dolorosamente de la criatura: no,
como es obvio, suprimindola o impidiendo de manera positiva su entrada en el mundo, pero s
dejando de poner los medios para que la eventual concepcin se lleve a cabo.
Un nuevo embarazo o nacimiento puede poner en serio peligro la salud de la madre; puede
en casos excepcionales en la porcin del mundo en que nos desenvolvemos, pero nada
infrecuente entre las capas menos favorecidas de esa misma sociedad o en regiones
subdesarrolladas comprometer el normal despliegue de la entera familia: por falta del cobijo
adecuado o, simplemente, de alimentos y dems medios de primera necesidad; en algunos
pases, todava hoy se persigue a los matrimonios que superan un nmero nfimo de hijos (a
veces uno o dos), a los que a veces llegan a dar muerte, en especial si el neonato es una nia;
en situaciones de guerra, podra suponer una amenaza para todos, empezando por la posible
criatura, el que una mujer se quedara embarazada; hay circunstancias en que el peligro de
enfermedad fsica o psquica grave para la futura prole est claramente probado
En tales coyunturas, cabe arrostrar las consecuencias del crecimiento de la familia, poniendo
en primer plano la vala de cualquier persona, incluso profundamente infradotada.
Pero tambin es legtimo, con el fin de evitar males mayores, dejar de poner los medios para
ese incremento; e incluso cabra que esto ltimo fuera estricta obligacin, como en el caso
cada vez menos frecuente entre los pases tcnicamente ms desarrollados de una madre de
100
familia con hijos pequeos que la necesitan vital e imperiosamente y para quien una nueva
gestacin supusiera un riesgo mortal.
En resumen, la obligacin de hacer el bien puede verse atenuada, por decirlo de algn modo,
por los males de mayor trascendencia que, en determinadas condiciones, acompaan a esos
beneficios.
La obligacin de hacer el bien puede verse atenuada por los males de mayor
trascendencia que acompaan a veces a esos beneficios
Si el hijo es un bien
Volviendo al tema que nos ocupa, y por ms que pueda sonar como fanatismo a algunos
odos contemporneos, incluso repletos de buena intencin, parece conveniente recordar que
todo matrimonio est obligado a acoger gozosamente la prole que se derive de la expresin de
su amor recproco a travs de la sexualidad.
Mas es de sentido comn que esto no se traduce en el deber de dirigir toda su vida hacia la
consecucin del mximo nmero de hijos que las leyes biolgicas haran tericamente posible.
Ni siquiera, por decirlo de alguna forma, toda su vida de esposos. En cuanto tales, a lo que se
han comprometido es a amarse y a incrementar el afecto mutuo sin poner ninguna traba a
cuanto de ese amor pueda surgir. Entre los frutos de tal cario se cuentan, obviamente, los hijos.
Pero no solo ellos.
Por eso, y midiendo mucho cada palabra, aun cuando nunca les est permitido impedirlas o
suprimirlas, s ser lcito dejar de atender a la obligacin de traer nuevas personas a este mundo
cuando ese bien se oponga frontalmente a los otros deberes que tambin les incumben:
conservacin de la propia vida y de la del cnyuge, de la de los restantes hijos a su cargo, etc.,
tal como he insinuado.
En concreto, si existe un motivo de suficiente peso, como los que antes seal, los esposos
pueden dejar de tener relaciones ntimas en los das fecundos, justo para cumplir con autntica
dedicacin sus otros compromisos.
(Muy en particular, han de suplir entonces el dficit de la entrega fsica personal mediante los
mil y un detalles que un alma enamorada encuentra para que el amor recproco no merme).
Aun cuando nunca les est permitido impedir o suprimir una vida humana, s ser
lcito a los cnyuges dejar de atender a la obligacin de traer nuevas personas a este
mundo cuando ese bien se oponga frontalmente a otros deberes proporcionalmente
graves
Resumen
Actuando de esta manera consiguen:
1. En primer trmino, que no se produzcan algunos de los graves perjuicios aparejados
a la concepcin a que nos hemos referido; y ese no-surgir-del-mal tiene, como es patente, razn
de bien, es algo que hay que procurar.
2. Y logran evitarlo, adems, sin atentar para nada ni contra la posible vida futura ni
contra el crecimiento del amor mutuo: atentados que, tambin est claro, constituiran en s
mismos un mal no justificable.
3. Ms an, y como antes suger, el esfuerzo motivado para distanciar las relaciones y
para suplir con ternura y delicadezas esa ausencia compone un instrumento de primera
categora para aquilatar y hacer ms hondo el cario que se deben como marido y mujer.
A modo de ejemplo
Dentro de los lmites de cualquier analoga, la situacin del mdico que antes bosquej
podra contribuir a aclarar un tanto el asunto.
101
misma (o de otra) virtud. Y, por tanto, no es nunca lcito excluir uno en favor de otro.
En efecto, todo acto de virtud debe ser realizado en el modo debido (o
circunstancias): si no es realizado en el modo debido, no es ya un acto de virtud, sino
que solo tiene la apariencia de ser tal. En realidad, es un acto vicioso. Y, por tanto dar
al trabajo un tiempo tal que no permita ya tener un dilogo con los hijos, aunque se
tuviera la intencin de asegurar el bienestar de los hijos, no es ya un acto de virtud,
sino un acto contra la virtud de la piedad (de los padres hacia los hijos)102
De nuevo en nuestro caso
Como veremos de inmediato, el caso de la regulacin natural parece menos claro.
Normalmente, se acepta sin reservas la conveniencia de suspender el trato ntimo en los das
fecundos; pero cuesta ms admitir la licitud y la conveniencia de mantener relaciones en los das
infrtiles.
Por qu?
Pienso que porque la cuestin se enmaraa con tres falsos supuestos, que impiden
comprender su autntica naturaleza:
1. Que los usuarios de los mtodos naturales consideran al posible hijo como un mal,
cosa que qued descartada en el apartado anterior.
2. Que la unin se encamina ms directamente a provocar el placer que a expresar e
incrementar el amor, juicio a su vez rebatido por el hecho innegable de que los esposos en
cuestin se abstienen efectivamente de tener relaciones determinados das, tantas veces en
contra de lo que dictan sus impulsos sensibles.
3. Que el deleite tiene, curiosamente, cierta razn de mal: lo cual solo sera cierto si se
antepusiera desordenadamente a los otros elementos que intervienen en el trato ntimo,
excluyendo de forma positiva a los hijos e ignorando asimismo el amor.
Pero si se superan estos falsos espejismos, y como consideraremos enseguida, no existe
motivo alguno que torne ilegtima la manifestacin corporal del amor entre los cnyuges en los
das infecundos; ms an, hemos visto sugerir a los ltimos Pontfices que la calidad del
matrimonio mejora con esas pruebas de sincero afecto.
sin conocimiento del cnyuge, y, en lo que atae a su vida ms ntima, entre ellos no se
instaura ningn tipo de comunicacin.
En ocasiones, el nico punto de encuentro de esa pareja acaba siendo, tristemente, el placer.
Con lo que, en fin de cuentas, no solo tiende a desaparecer el ms genuino y rico sentido de la
sexualidad reducida tantas veces a una genitalidad patolgicamente sobrevalorada, sino
que puede perecer tambin el amor.
Algo totalmente ajeno al ejercicio justificado de la Planificacin Familiar Natural, que se
encuentra en las antpodas de cualquier tipo de reservas de corte individualista.
En efecto, de manera casi obligatoria, por su misma naturaleza intrnseca, los mtodos
naturales llevan a adoptar la perspectiva del otro. Cosa que, como ha ido quedando claro en
todo nuestro escrito, es la clave del verdadero amor y de la existencia y el xito del matrimonio.
Los mtodos naturales llevan a adoptar la perspectiva del otro cnyuge, haciendo as
crecer el amor mutuo
Para que el amor madure
Pues cualquier unin conyugal cobra fuerzas en la exacta proporcin en que cada uno de
los cnyuges sale de s mismo, se identifica con su pareja y, as unidos, ambos conjugan
decididamente el nosotros.
Ms en concreto, para quienes viven de verdad los mtodos naturales, con el modo de
entender la realidad que llevan consigo, la fecundidad jams ser un peso que habra de
soportar una persona aislada; se transforma, por el contrario, en un don maravilloso que los
esposos comparten y administran segn lo que honradamente piensan que es la voluntad de
Dios.
El resultado, como ya he sugerido, es la mejora de la vida intraconyugal y de todas las
relaciones familiares.
Tranquilidad.
El conocimiento humano es progresivo. Normalmente
no se comprende del todo lo que se lee por primera vez.
Lo medio-entendido entonces prepara para estudiar lo
que sigue, y el nuevo conocimiento aclara lo ya
aprendido. A menudo es preciso ir y venir, leer ms de
una vez lo mismo. Pero el resultado final suele provocar
una notable satisfaccin.
nimo.
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Contraportada
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