Rene Zavaleta Mercado: El Nacional Populismo Barroco
Rene Zavaleta Mercado: El Nacional Populismo Barroco
Rene Zavaleta Mercado: El Nacional Populismo Barroco
> V..-
>mo en fiilivia
Indice
Agradecimientos...................................................................................
11
Prefacio...........................................................................................................
15
Programa de investigacin.............................................................................
a. Condiciones de conocimiento e hiptesis...........................................
b. Tensin cultural del barroquismo americano.....................................
19
24
75
C A PT U L O I
89
115
141
C A PT U L O II
153
163
195
217
247
C A PT U L O III
293
321
351
365
395
inclusiones.
441
enologa
451
entes de referencia........
A. Fuentes primarias ...
B. Fuentes secundarias
461
461
477
exos
493
lice de nombres
497
Agradecimientos
Este extenso estudio se ha favorecido con las observaciones de maestros a los que
agradezco sus pacientes y generosos sealamientos, los doctores: Horacio Cerutti,
Fabiola Escrzaga, Carlos Ham, Mario Magalln y Jess Serna.
A Luis Tapia Mealla debo la mayor parte de los materiales inditos de Zavaleta, que l compilara exhaustivamente del archivo familiar de Zavaleta y sin
los cuales el proceso en s mismo moroso de esta investigacin hubiera resultado
ms arduo. Otros maestros y amigos me comunicaron su experiencia personal
en relacin al talante y pensamiento de Ren Zavaleta; menciono con gratitud a
todos los que recuerdo, en el orden en que les consultara, a tiempo de subrayar mi
entera y exclusiva responsabilidad por el presente texto: Luis H. Antezana, Jorge
Surez (f), Roger Cortz, Isaac Sandoval, Mario Miranda (f), N orbert Lechner
(t), Hugo Zemelman (f), Julia Miguez, Juan Carlos Salazar, Esther Iglesias.
El prlogo de Mauricio Souza, quien ha ordenado e introducido las obras
completas de Zavaleta editadas por Plural, honra los lmites y debilidades de
la interpretacin que postulo. Jos Antonio Quiroga hace posible que se pue
da conocer este estudio en Bolivia; le estoy muy agradecido por su desmedida
confianza.
/
>v
P r lo g o
La diosa Fortuna
Sobre Ren Zavaleta Mercado -que acaso sea el ms importante ensayista boliviano
del siglo XX, como Gabriel Ren-Moreno, su dolo, lo fue del XIX- tal vez ya se
pueda hablar de fortuna crtica (para, claro, celebrarla). Porque son pocos, muy
pocos, los autores que en la historia de nuestra cultura han merecido -como l- tal
sostenida atencin y perseverancia exegtica (devota u hostil, poco importa). Este
inters por Zavaleta Mercado se distingue adems porque ha provocado, con una
frecuencia inusual para Bolivia, la real lectura de su obra -algo que difcilmente
sucede con una parte considerable de lo que sobre Ren-Moreno o Villamil de
Rada o Tamayo o Arguedas se ha escrito: a menudo expresiones de la encomistica
o la diatriba poco o nada preocupadas con la especificidad de un pensamiento-.
En suma: sobre Zavaleta no slo hay una bibliografa, sino que los textos que la
conforman son por lo general legibles, interesantes, no pocas veces lcidos.
0 IttMinstruinentalizaciones para-estatales de conceptos (como la banaliza1Jg abigarramiento, que deviene una categora celebratoria, del tipo. Ay
Ululo, qu abigarrados que somos!; o como la del concepto de Estado
t que nombra ahora, en las fantasas del populismo corporativo, aquel
no entregado a una insaciable centralizacin autoritaria);
ti Iiin crticas liberales de Zavaleta Mercado, un tanto innecesarias pues
swnl|rueban simplemente aunque monten un espectculo histrico con su
^ c u b rim ie n to - que Zavaleta era marxista (y, por lo tanto, poco inclinado
fl compartir los dogmas liberales de estos alarmados intrpretes).
(Ulercncia de Rodas
este libro, Hugo Rodas tambin quiere explicar a Zavaleta Mercado. La suya
una explicacin que busca su diferenciacin en por lo menos tres gestos.
Rs sostenida e inmisericordemente crtica con la obra de Zavaleta, obra en
la que identifica lmites, renuncias, parlisis y retornos vinculados a lo que
: llama el nacional-populismo.
A
Presta atencin fia construccin escritural' a la cuestin del estilo (barroco)
de Zavaleta, que no es, en su lectura, mero obstculo (o defecto) que habra
que despejar del camino sino principio constitutivo de la manera en que los
conceptos (o metforas) son creados. Esta atencin, habra que aadir, es el
resultado de una lectura minuciosa, de esas que resultan de un regreso (de
una vida entera) a los textos.
Aborda, por vas ms bien mltiples, la relacin entre vida y obra. Este libro
es, por eso, no slo una explicacin de los textos de Zavaleta sino su biografa
poltico-intelectual.
De su fervor crtico (a) y de su atencin a la escritura de Zavaleta (b) -difeu-ias de la lectura de Rodas que el lector puede explorar a su antojo y en detalle
/endo este libro- no diremos muchos en estas lneas prolgales. Bstenos selar que ese su impulso crtico no pocas veces es alimentado por los vientos de
polmica y que se sabe algo cspeeulativp (aunque, casi siempre, plausiblemente
PRLOGO
13
Prefacio
iviuno conociera (por ejemplo, Luis Zilveti dibujando a Juan Carlos Gato
#*ar...). Lo all anotado de s mismo, ha merecido la decisin de su familia de
darlo a conocer, impedimento mayor al que pesara sobre el testimonio de la
ta del MNR, publicado a tres dcadas de haber sido escrito por Zavaleta.
Programa de investigacin
Minotauro, el hijo de dosformas.
VIRGILIO: Eneida, VI: 302.
terico latinoamericano est tejido por sus muchas desdichas y tiene como lmite
ideolgico sus quejas y tensiones individuales descontroladas, as como renuncias
nacionalistas de hiperblicos discursos en sentido contrario, comunes a la praxis
poltica del nacionalismo continental de los aos 60.
En el primer captulo se definen las principales tensiones del pensamiento
de Zavaleta en las dos dimensiones arriba sealadas, relativas a la expresin y su
potencialidad barroca (1.1), la eleccin a partir de la tradicin de Occidente (1.2) y
el proyecto ntimo burgus (1.3), tal como las configurara un discurso conservador
y demaggico (hiperblico) basado en un culturalismo reaccionario de juventud,
que no sera abandonado sino replanteado sincrtica e idiosincrticamente (la sen
tencia de Gide mencionada) por lecturas marxistas de una etapa biogrfica adulta.
Podramos sealar como hitos cartogrficos de esta sensibilidad, las ciudades de
Oruro o la prdida del padre, Cochabamba o la presencia de la madre, Montevi
deo como incipiente periodismo cosmopolita, y Mxico como recuperacin del
sentido acadmico e institucionalista de una historia movimientista (el M N R de
la Revolucin Nacional de 1952).
El segundo captulo ejercita la lectura hacia atrs de la historia de la Revo
lucin Nacional de 1952: su alegora ilustrada y plena de experiencia del poder
burocrtico por Zavaleta en el Estado y desde el exilio en un campus acadmico
ingls (II.5); la autonoma intelectual subordinada al nacionalismo argentino
(Hernndez Arregui), al nacionalismo literario local (Augusto Cspedes) y el del
jefe histrico o caudillo impuntual del MNR (Paz Estenssoro, apartado II.4); la
historia natural de Bolivia como historia de tipos humanos mticos (el minero)
emparentados con el peligro como razn de ser, como origen de totalizaciones
mticas que luego sern desarrolladas: tierra, sangre, raza, nacin, patria, familia
(IJ. 1, II.2 y II.3) y parcialmente revisadas mediante el rechazo de Gide a la idea de
la familia como destino. En cualquier caso, como historia natural, se trata de una
eleccin que tendr un triple y polmico significado como historia nacionalista:
lineal, continua y necesaria.
El tercer captulo relaciona las distintas direcciones en que el barroquismo
de Zavaleta explora sus propios lmites asimilndolos como lmites de su pas,
Bolivia: la democratizacin social weberiana como realismo poltico con, base
historiogrfica neomarxista, gramsciana en particular, para describir sin sacrificar
las ancdotas, la poltica que correspondera a una formacin econmico-social
determinada (III. 1 y III.2); el ms all innominable por absurdo de la desigualdad
social en Bolivia (adems de Per y otras sociedades ms) que logra ser expre
sado como patria de la injusticia con un destino socialista y como socialismo
local, visible en la articulacin histrica de la lucha (el canto) comn de los ex
plotados (111.3); el punto ciego del celo de Zavaleta ante su impotencia oral para
comunicar la poltica orgnica de las masas, la negacin por impensable, de esa
virtud en un miembro de la casta seorial (Marcelo Quiroga Santa Cruz) y la
27
sentido esttico (la memoria como ficcin), limitada ideolgica y ticamente por su
cional-populismo como reforma moral e intelectual de la intersubjetividad resultante
la desigualdad social boliviana.
Los dos modos de proceder en la escritura (discursivo y narrativo), no slo
gstica sino tambin historiogrfica y polticamente distinguibles (esto ltimo
mo complemento de la hiptesis central afirmativa de investigacin), cojsponden a lo que en trminos de arquetipos del trabajo de un escritor suele
lificarse como la actitud clsica narrativa: que cree en la virtud de los signos
1 lenguaje como medios de expresin en tanto comunicacin humana, y otra
tipo romntico que, respondiendo a dificultades de comunicacin por su
rcter ntimo, en general con pobre fortuna quiere incesantemente expresar
orges, 2005a: I, 229).
Zavaleta resuelve en trminos tericos barrocos los dilemas que advierte
i la abigarrada realidad social boliviana, mediante un procedimiento (barrosmo) con dos direcciones distintas: la del barroquismo terico, como narrativa
: una manera de producir conocimiento, y la del barroquismo romntico, con un
)o de discurso con pretensiones de monopolio del poder. Tanto lo primero como
pretensin indicada se pueden verificar en su praxis poltica y al interior de su
terpretacin y desarrollo del marxismo, as como en el hecho de que el texto
imeo de Lo nacional-popular en Solivia apela simbiticamente al canon sociolco de la democratizacin weberiana, aunque el sobreentendido de su horizonte
plicativo sea marxista (gramsciano). La forma barroca de interpretacin en
avaleta ilumina problemas importantes de su sociedad de origen, tales como el
ger ser visto por los individuos de otras sociedades de manera poco significativa,
|a tradicional expresada por el prejuicio que otorga importancia desmedida y
germinante a la opinin ajena y, por tanto, -siguiendo una indicacin conocida
( Oscar W ilde- la distancia que dicha conducta y opinin mantienen, como
rvor negativo sobre lo propio.
Cronolgicamente: (Cspedes, A., 1984); (Guzmn, A., 1984); (Solz, A., 1984); (Rocha, R.,
1984) ; (PereiraJ., 1984); (Lechn, J.C ., 1984); (Toranzo, 1985); (Laserna, R., 1985); (Bedregal,
C 1985); (Zapata, F., 1985); (Zemelman, H., 1989); (Prado, V., 1989); (Mayorga, F., 1989);
(Rejas, E., 2002); (Miranda, M., 2006); (Vargas, W., 2010); (Ortega, J., 2010); (Molina, F
2011); (Zarate, F, 2012).
Entre tesis, ensayos y artculos testimoniales o periodsticos significativos sobre Zavaleta, cabe
mencionar los siguientes: (Lora, G., 1972); (Domic, M., en UMSA, 1984); (Hofmann, A., 1984);
(Le Bot, Y., 1985); (Kuajara, A., 1987); (Rodrguez, G., 1989); (Calla, R., 1989); (Lazarte, J.,
1989); (Quirs.J., 1984); (de la Vega.J., 1984); (Zavaleta, Ronald, en UMSA, 1984); (Grcbe, II
1985) ; (Velasco, R., 1985); (Llobet.C., 1985); (Zepeda.J., 1985); (Aguila, M., 1984); (Romero
P., S 1985); (LibermanJ., 1985); (Albarracn, J., 1989); (Antezana, L.H., 1991a); (Gil, M
1994a); (Oliver, L., 1995); (Tapia, L., 1997b); (Souza, M., 2013).
Jorge Lazarte Rojas en Aqu, 1984; Rocha, 19841); Solz, 1984; Ascarrunz, 1984; 'Ibranz.,
1985; Laserna, 1985 (que agrega a Carlos Montenegro, en K-RL, 1985); Llobct, bul., Grebc,
1987:7-8.
PROGRAMA DE INVESTIGACIN
31
Otros como Juan Claudio Lechn (hijo del dirigente minero Juan Lechn,
muy cuestionado ste ltimo por el joven Zavaleta de los primeros gobiernos del
MNR), tentaron relaciones entre su prosa y la antigua poesa oral japonesa, refi
riendo encuentros con Zavaleta en La Paz, Mxico y Pars: Cuando el golpe de
fEstado de] Garca Meza le consultamos sobre la toma de la Embajada boliviana
[y] su total seguridad nos decidi a proceder, describindolo como: mestizo,
con el pelo lamido hacia atrs y de nariz aguilea, tiene ojos abultados que brillan
por el resplandor de las cosas que ve y como reflejo de las ideas que no dejan de
asomar. Orgulloso de ser orureo y de su origen aymara [...]. Ren es el indio y
el cholo, es el minero (Lechn, J.C., 1984).
Con no menos retrica se escribi tambin que junto a no ms de seis
periodistas, entre ellos [...] el autor de esta nota, [Zavaleta resisti] el golpe [de
Estado] del coronel Hugo Banzer [y] junto a su familia -como otros- sufri en
carne propia al tener que vivir obligatoriamente (sic) en el exilio. Dicen que una
enfermedad lo mat; puede ser. Pero su muerte, es causa directa, tambin, del
exilio (Daz, 1984). Otro destacado periodista nacionalista, glos Lar masas en
noviembre (1983) afirmando que las reales victorias obreras en la semicolonia
Bolivia, slo pueden darse contra el imperialismo y la socialdemocracia y no en
coincidencia con los grandes centros mundiales de poder (Solz, 1984). N o faltan
artculos periodsticos ms bien autobiogrficos, ampliados en ocasiones al ensayo
(Miranda, 1984, 1985 y 2006) y reducidos en otras al panfleto fcil: Nunca fue
BCadcmicista. Haba heredado esa forma chola y agresiva de interpelar que fue el
mejor atributo del MNR (Rocha, 1984a).
En otros textos ms acertados, como el del escritor Julio de la Vega (1984), se
Cuestion el pasar por alto la irrupcin de Zavaleta en la escena literaria nacional
V.gr. Augusto Guzmn, quien sostuviera errneamente que Zavaleta abando
n la creacin literaria y potica- habiendo participado del primer congreso
de poetas jvenes en Cochabamba (1959) y un poeta que anunci una nueva
poesa, [habiendo] muchos que aejan su obra guardada en folios que alguna
vez surgen. Tambin, en cuanto testimonio ms fiable, estudiantes mexicanos
(le la KI.ACSO-Mxico perfilaron rasgos fragmentarios que hacen al problema
tic la expresin y la intersubjetividad, misma que no requiere condiciones mate
riales para realizarse (Zepeda, 1985: infra) destacando que llamaban a Zavaleta
"el indio poeta, por su particular diccin. De hecho, Zavaleta no hablaba,
espetaba. Cualquiera se intimidaba ante sus parrafadas breves y bruscas. [Algu
nos! haban optado por relajarse en el asiento y disfrutar la fraseologa potica
de Ren. Escuchaban al acecho de planteamientos como: la oligarqua es una
burguesa que no tiene ideologa burguesa, la democracia representativa es la
aplicacin de la contabilidad a la poltica o la historia se ha vuelto vulnerable al
hombre (...). El acostumbrado No es cierto? remataba sus esotricas frases
(Zepeda, 1985: 575-577).
32
RENZAWiLm
IiTCNAdONAL-POPULISMO BARROCO
RF.Ntf ZAVAL
36
REN ZAVAL1
AL-POPUUSMO BARROCA
Desde Mxico, me lleg una carta de Ren Zavaleta Mercado. En ella [...] me invitaba a
colaborar en el volumen Bolivia, hoy, que preparaba para la editorial Siglo XXI. Quera que
me ocupe del tema ideolgico en el Estado del 52. N o le conoca personalmente y creo que,
en esas pocas, (1978 y pico), slo haba ledo su Poder dual, aunque s saba de su importancia
(fama) intelectual en el pensar y hacer polticos bolivianos [...]. Ms adelante, me anim a
realizar un par de trabajos anlogos, entre ellos, por ejemplo, intentar leer la obra del propio
Zayalcta Mercado". En Ante/.ana (2011: 16).
38
RF.N ZAVC
),
42
hasta la cima del cielo (Badiou, 2005: 96)- tantas veces referido o connotado a
lo largo de la prosa de Zavaleta, de principio a fin de su obra {i.e., desde el primer
artculo de prensa que escribiera en 1954, hasta sus ltimos ensayos publicados
en Mxico y Bolivia, ver 1983a y 1983b). U n cierto pudor acrtico general parece
haber inhibido a dichos estudios, de un anlisis desprejuiciado en lo relativo a su
obra de madurez y a la importancia de lo biogrfico en la misma; por ejemplo
respecto al carcter reservado del escrito: La cada del M.N.R. y la conjuracin de
noviembre, que sus familiares y conmilitantes del PCB como Horst Grebe publi
caran una dcada despus de fallecido su autor (C C N , 1995: 9-16).
El resultado de estos presupuestos epistemolgicos y lmites metodolgicos
deliberados, prolonga el carcter crptico que todava guarda la prosa de Zavaleta,
as como cierta veneracin acrtica que se ha rendido a muchos de sus ms sintticos
y significativos enunciados, cuya wr-historia o genealoga crece en importancia
al quitarles el velo tradicional que los preserva para lecturas especializadas, y que
adems, de manera general, significan para el lector comn interrogantes cen
trales acerca de la forma de este pensamiento, que se prestan a la deformacin
especulativa, cuestin que este estudio se plantea dilucidar en una perspectiva
global, esto es, la obra y vida de Zavaleta.
En el prlogo del ms trabajado texto de Antezana (1991a), que reelabora y
da unidad a estudios previos anteriores (1989, 19.91b), se indica con claridad los
dos lmites generales a los que se enfrentaba su lectura de Zavaleta: el proponer
un modelo parcial del pensamiento de Zavaleta, y la consideracin del ltimo
periodo (1974-1984) de su obra (cf. Antezana, 1991b: 8 y 14). Siguiendo la di
mensin epistemolgica planteada por Antezana en su texto ms trabajado sobre
Zavaleta (1991a) y el desplazamiento que sugiere respecto a la teora zavaletiana,
remite a la nocin de hegemona para calificar la diversidad social como fuente
del poder y como un hecho de realidades concretas o teora local (contrasen
tido que Antezana considera til para bordar con sentido comn el pensamiento
de Zavaleta). Sugiere considerar que la diversidad social e histrica produce
hegemonas (Antezana, 1991a: 12), reemplazando el concepto gramsciano de
hegemona considerado por Zavaleta, primero con el plural y luego en tanto
sentidos comunes, uno de los cuales (el N R del Nacionalismo Revolucionario)
caracterizara a la Revolucin Nacional de 1952; sentidos comunes como el
sistema de juicios y prejuicios ideolgicos con los que se identificara la sociedad
boliviana y que Zavaleta habra hecho suyos para estar ms prximo a esa realidad
social, objeto de su trabajo terico.
En un texto posterior sobre Zavaleta (Antezana, 1989), se indica que sien
do la actividad terica parte de la bsqueda de sentido humano, se opone a la
reduccin positivista del sentido comn en la forma del fantasma del progreso
ininterrumpido {ibidr. 76). Esta duda no se limita a la obviedad de desconocer el
futuro, sino que otorga ms importancia a una recepcin de la obra de Zavaleta
43
conforme modas intelectuales, en este caso por lo que no se comprende fcilmente
("fascinacin, hermetismo, en Antezana, 2002b: 1212) antes que al horizonte
histrico poltico de la misma, a sus conceptos ms difundidos y qUe son los
que ocuparon a Antezana en los estudios previos a su libro de 1991: "momento
constitutivo, sntesis connotativa, forma masa, sociedad abigarrada, de
mocracia como autodeterminacin de la masa {cf. 2002 y antes 1991a: 9- 1991b*
lj 1989: 63). Para entonces, Antezana dispona de una tesis doctoral (referida
ntre las fuentes de la entrada del Diccionario enciclopdico de Bolivia) que es un
trabajo exhaustivo y terico sobre el pensamiento de Zavaleta (Tapia, 1997) y al
escribir su prlogo como libro el ao 2000 (Tapia, 2002) Antezana admitir que
"Zavaleta tiene, sin duda, un importante lugar dentro de lo que solemos llamar
'el pensamiento social boliviano; pero, al leer a Tapia, uno se da cuenta que se
lo haba tratado como un conjunto de categoras ms o menos fijas, quietas, casi
inmviles, en fin, definitivas y, por definitivas, prcticamente cerradas en s mis
mas" (//>/d.: 13).
Queda en claro que el hermetismo atribuido a la obra de Zavaleta es al
contrario, la continuacin de una curiosa nocin de un socilogo boliviano tam
bin muy conocido, que prologara y trabajara la obra de Zavaleta: Jorge Lazarte.
Antezana asume que la obra zavaletiana, por inconclusa (qu obra humana no
lo es), no habra logrado superar dificultades estilsticas que hacan ardua su
lectura: Como apropiadamente sealar Lazarte (...) Zavaleta Mercado estaba
lobre todo en su ltimo periodo, en una bsqueda que su temprana muerte dej
Inconclusa y que, por ah, sus conceptos no siempre estn clara y definitiva1
*mtr
(Antezana, 1991a: 15. nfasis mo).
^ n t e d e },J*ero ms bien parece una limitacin de mtodo la que impide c o m p r e n d e r la
Dlturttlcza del discurso estudiado. En el caso de Zavaleta (Antezana aade que
anlogamente se observara tambin en los conceptos de Benjamn), se tratara de
dos conjuntos de nociones mezclados, uno nacionalista y otro marxista' Desde
ya, no hay una sntesis entre sus juicios y prejuicios (nacionalistas y marxistas).
Algunas dificultades de lectura se podran localizar en tales tensiones (Antezana
1991b: 7). Por nuestra parte podramos sugerir hipotticamente, que precisamente
lo que es significativo de tales tensiones es que permite hacer visible su sntesis
n la dimensin biogrfica burlada o eludida: el pensamiento d e Ren Zavaleta.
Los trabajos previos de Antezana, como el referido, tienden a analizar
tribuyendo a las partes estudiadas arbitrarias dimensiones, de modo que luego
In reunin de las polaridades construidas se ha alejado antes bien que expresar al
pensamiento zavaletiano.. Este procedimiento es notorio por ejemplo en rela
cin a la cita anterior, de la que se infiere que el lado racionalista de Zavaleta
correspondera a sus juicios y prejuicios nacionalistas para tender la complejidad
<le la realidad social, mientras que el lado "marxista contribuira generalizando
una realidad concreta. Con este tipo de prenociones, en todo ajenas al objeto
La relectura de los Grundrisse por Zavaleta, fue recibida como un hecho productivo para el
tratamiento de la cuestin nacional a nivel regional, en Soler, 1981: 106-107.
DEINVESTIGACIN
45
46
estara dotado de sntesis y apertura al mismo tiempo. Este doble carcter es afn
a la pretensin de los tres criterios metodolgicos de Zemelman acerca de lo que
representara pensar la historia. Los enuncio sucintamente: 1. El conocimiento
como compromiso poltico admitira sujetos sociales con distintos proyectos entre
s; 2. Este conocimiento subordina la reflexin terica a dichos proyectos en su
potencialidad histrica y 3. Pensar la realidad est en funcin de la viabilidad de
dichos proyectos. (cf. Ibid.: 178); en suma un conocimiento (histrico) que sirva
para definir opciones viables (de poder) (ibid.-. 189).
Sin embargo, como ha sido expuesto y demostrado en dos tesis acadmicas
ya referidas (Gil y Tapia), la produccin del conocimiento en Zavaleta implicaba
una actividad terica por excelencia y segn se despliega en esta investigacin,
para Zavaleta que estimaba como ejemplar la prosa de Marx, se trataba de una
batalla con la expresin, no subordinada a perspectivas de poder ni a sujeto social
alguno, pues esto supondra una ilusin teleolgica contraria a la dinmica social.
De modo que entre la interpretacin de Zemelman y el pensamiento de
Zavaleta no existe una construccin terica de articulacin, sino una historia
personal de simpatas que no ha merecido una reconstruccin precisa, por lo que
su continuacin en los dos primeros estudios rigurosos sobre Zavaleta (los de
Antezana y Gil) es ms aparente que real y en este sentido acrtica.9
Fue por circunstancias biogrficas que hacen a la prctica poltica de Zavaleta,
precisamente cuando abandonaba la organizacin poltica en la que se formara, el
M NR, adhiriendo al M IR y por el exilio comn latinoamericano en Mxico, que aca
dmicos chilenos realizaron lecturas parciales de la obra de Zavaleta, comparativas
J de los casos chileno y mexicano o motivados en principio por la teora marxista del
.poder dual y los casos de Bolivia (Asamblea Popular de 1970-1971) y Chile (va
pacfica al socialismo mediante una democracia liberal). El inters metodolgico
por relaciones tericas entre conceptos como nacin y clase en formaciones
sociales concretas, motiv a profesores chilenos como Hugo Zemelman (1989) y
Francisco Zapata (1985), que, por lo dicho, se aproximaron de modo no elegido,
a la obra intelectual del socilogo y poltico boliviano.
,
En el proceso de militarizacin del Cono Sur latinoamericano de los 70,
Zavaleta lleg al Chile de Salvador Allende y trabaj en importantes instancias
estatales de ese rgimen en formacin, mismo que el golpe de Estado del gral.
Augusto Pinochet frustrara violentamente. La proximidad de Zemelman al Par
tido Socialista chileno (encabezado por Allende y la principal fuerza poltica en
9
Gil hace un mayor esfuerzo por asumir la interpretacin de Zemelman (1994: 106, 114),
al incluir la prctica de los sujetos como importancia de su historicidad y el valor de la
escasa sistematicidad formal que Zemelman observa como una virtud, pero acertadamente
no omite lo francamente caprichoso de los usos lingsticos de Zavaleta (ibid.: 122-123),
aunque sin explicar esta lgica narrativa, a pesar de reconocer como central su carcter
historiogrfico.
48
" ..
Adems Zavaleta ilustraba sus comentarios, con trminos cuyo origen hist
rico se vea investido de nuevos significados al pulirse con las luchas locales; asi, la
jacquerie (de la chaqueta,jaque, que caracterizara las revueltas campesinas francesas
deis. XIV; el campesino visto por los cronistas de esa poca como Jacques Bonhom*fue) o revuelta campesina de carcter premoderno, para referir los levantamientos
campesinos en la Bolivia de los 70, o lo que apenas un ao despus describira
como Las masas en noviembre (L M N , 1983 b), cuyo antecedente narrativo dotado
de enorme expresividad (forma significativa) es este comentario de Zavaleta
aportado a la ponencia de Zemelman:
Vamos a ver las consecuencias de esta especie dejacquerie que consisti bsicamente
en el bloqueo de los caminos. Los campesinos aprovechaban la ventaja de su mayor
presencia territorial, es decir, transformaban su cantidad en calidad poltica. El ejrcito
patrullaba los caminos y levantaba los estorbos, las trancas que ponan, pero los
campesinos los volvan a poner porque ellos son infinitos y el ejercito no. [...| Aqul
50
10
La opinin de algunos especialistas ampla esta nocin errnea sobre la teora, interpretando
lo que Zavaleta llama sin rodeos varias oscuridades en la exposicin de Marx (EAL, 1990:
95) en el sentido tic ideas no del todo duras en los clsicos marxistas ( Presentacin de Jorge
Laxarte, op. dt..\ V, ftnfasi mo).
DE INVESTIGACIN
52
individuos, que de acuerdo a Zavaleta semejan una suma finita de palabras que
requieren decirse para ser:
[Lo que hace la clase obrera boliviana] se expresa en acontecimientos, pero los acon
tecimientos necesitan ser teorizadospara que terminen de existir. (Ibid. Enfasis del original
con maysculas).
:
/
J
desatiende la propia teora que refiere (de Milner) para precisar el peso individual
en toda produccin terica (ibid.: 20). Dado que no se cuenta hasta hoy con un
perfil propiamente biogrfico de Zavaleta, tambin se elude difundidas referencias,
que coinciden con circunstancias relativas al carcter secreto de su diario personal
y comportamientos explicativos en parte de su singular lucidez intelectual. Las
posibilidades para el conocimiento unitario de la obra de Zavaleta se empobrecen
hI operan mediante connotaciones vivenciales histricas, que dejan en la sombra
deliberadamente el peso biogrfico del pensador, lmite que alcanza a los tres
trabajos referidos anteriormente (Antezana, Gil y Tapia), mximo si se pretende
conocer como escribiera Antezana (y compartiera Tapia), desde la perspectiva
Mvaletiana (ibid.: 21).
Clon todo, la consideracin de fuentes ms amplias y en especial de los escritos
de juventud en los estudios acadmicos posteriores al de Antezana (los de Mauricio
Ol y 1mis Tapia), signific un avance notable en la interpretacin y explicacin
de la obra de Zavaleta. Renovacin que comporta un rasgo generacional y una
afortunada relacin de dilogo con la tradicin. El estudio final de Antezana, y
los trabajos que lo anteceden, as como la relacin que estableciera a propsito de
la obra de Zavaleta con otros investigadores, propici indirectamente bsquedai
ms acuciosas, logradas en los 90.
Conforme la direccin explcita de cada estudio, el de Gil explora una bio
grafa intelectual y dedica 25 pginas a la consideracin de los escritos juveniles
de Zavaleta, en particular el de 1955: Enfermedad y sino del seor Goliadkin.
Sigue en parte lneas que Antezana planteara, aadiendo a la periodizacin de ste
lilluno una primera desconocida hasta entonces, pero que no incluye la mayora
de artculos de prensa de un lapso de casi 20 aos (entre 1956 y 1974), estudiando
Ih obra inarxista de Zavaleta desde El poder dual (PDA, 1974: 49 ss).
Adems, conviene desarrollar la importancia de Kierkegaard en p e rsp e c tiv a
H los escritos maduros de Zavaleta, en los que es posible anotar la reescritura de,
su s preferencias de formacin temprana as como la discusin sobre su p r e t e n
d id o nacionalismo revolucionario de izquierda, con que Gil (1994: 32) s ig u e a
Anteznna), a pesar del paso que adelanta al demostrar una etapa temprana d e fin id a
reactivamente al hecho central en la vida de Zavaleta (reiterado por Antezana): la
Revolucin de 1952. Gil reconoce con timidez el anti-intelectualismo p a ra d j ic o
le joven Zavaleta (ibid.: 36) y que respecto al hecho revolucionario d e l 52 e x
p re sa b a de alguna manera (no queremos ser deterministas) la crisis d e las cla se s
m e d ia s bolivianas (ibid.: 18).
Qu pudo hacer cambiar tanto al joven Zavaleta como para adherir miliIam nente al MNR poco despus, -n o digo al nacionalismo revolucionario de
Izquierda? Slo los escritos subsecuentes a los analizados por Gil y levemente
por Tapia, no incluidos por ninguno de los tres investigadores mencionados
(Antezana, Gil y Tapia), podran sugerir pistas o establecer con claridad razones
54
R E S
TttNAOONAL-POPULISMO BARROCO
tal vez no ideolgicas sino del orden de la necesidad material o el poder polti
co, como argumentaremos citando entre otros documentos la correspondencia
personal entre Zavaleta y su madre y artculos desde la Embajada de Bolivia en
Montevideo (trabajo diplomtico por el M N R que supla las dificultades de su
ingreso como periodista que cumpla en esa ciudad).
Adems de reconsiderar su filiacin al M N R y su salida final -ambas puestas
en entredicho desde el punto de vista de la presente investigacin, lo mismo
que muchas otras aserciones sobre la postura ideolgica de Zavaleta en distintas
etapas de su vida y obra, comenzar considerando el papel de principio a fin de
Bloy, que parece haber influido de manera singular en la expresin potica y en
prosa de Zavaleta (con su arte de la injuria que Zavaleta parafrasea en Las masas
en noviembre)-, tambin la orientacin humanista burguesa de Mann en su com
paracin entre Wolfgang Goethe y Len Tolstoi, en relacin con la poesa de
juventud que ejercita Zavaleta; o las jerarquas de Gide y la sociologa de Weber
respecto a la paradoja seorial entendida como contradiccin entre castas sociales
excluyentes, debida a la desigualdad entendida como escasa democratizacin social
en sentido material. Las consecuencias de esta ampliacin de dimensiones sugiere
una relacin imbricada entre vida/obra de la expresin barroca en Zavaleta, en vez
de su adecuacin a una formacin social abigarrada como la forma de produccin
del conocimiento local boliviano (Tapia), y el lugar del individuo, del propio
Zavaleta en el principio de intersubjetividad boliviana que describe, calificado
no slo socialmente (Gil, op. cit.).
El mtodo, como orientacin regulativa para este estudio, es diferente al de los
tres estudios antes citados, por lo que ser evidente desde el ndice hasta el trato
' de las fuentes de referencia de este trabajo: la relativizacin del peso de la teora
/ poltica marxista, como modelo a priori desde el cual analizar una obra u otras
en un sentido acadmico-formal, porque suele dotar de atributos casusticos a la
comprensin del objeto de estudio, procedimiento que es el que exactamente se
ha explicado en todos los casos, contrario al ejercitado por Zavaleta; y, en cambio,
la comparacin de los escritos de Zavaleta, amplificndolos en la direccin del
; conocimiento de las influencias explcitas y otras que verosmil y argumentadamente se pueden inferir. Todo lo cual permitira una interpretacin nueva sobre
su obra en conjunto, en especial la de su etapa madura, con diversas implicaciones
discursivas y polticas, contrarias a su mistificacin.
i n te r io r h o m in e
Le interesaba Adorno por el estilo que utilizaba como medio de abrir derroteros a
su discurso y su inspiracin, [precisamente] poco atendido en relacin a su factura
estilstica. Es tambin lo que pas con Foucault, Laclau y Poulantzas.
ALHARRACN MILLN: Recordando a Rene Zavaleta Mercado, 1989.
REN ZAVAL1
Kste recurso literario, que ilumina una frase al repetirla invirtiendo sus trminos, frecuente en
I legel y el materialismo dialctico (ver Jameson, 2010: pp. 115-116 nota 5), opera convirtiendo
argumentos tradicionales en principios de critica social; v.gr. en Bolivia: el discurso conservador del
ex presidente gral. Carlos Blanco (alindo, sobre una condicin presuntamente inmodificable:
"Bolivia es un pas pobre y debemos resignamos a vivir pobremente", cuestionado mediante un
quiaxmo por el socialismo radical de Marcelo Quiroga Santa Cruz.: N o somos dependientes
por pobres, sino pobres por dependientes", en Rodas (I: 64 y II: 355).
D E N VESTfO ACI N
"No es que hay un mundo interior y otro exterior entre los niales se tiende el puente de las
palabras: es que son ospalabras las que hacen al lado de adentro y al lado de afuera del yo", en
liraunstcln (008: 2fi. Enfasis mo).
que se trata de un habla para uno mismo y que, por tanto, sublima pensamientos
en sentido inverso al habla externa: del exterior al interior. La complejidad de
este proceso motiv que Jean Piaget interpretara como una involucin el que
desapareciera con la infancia, manteniendo como paradoja irresuelta el que al
declinar el habla interna por hacerse ms social, se hiciera ms inteligible, lo que
no sucede en los hechos. Vygotsky avanz sobre Piaget demostrando que lo que
disminuye es solamente la vocalizacin, pues el habla para uno mismo no puede
encontrar su expresin en el habla externa (ibid.-. 210. Enfasis mo) y que, en vez
de desaparecer, surge una nueva manera de hablar.
En el caso del habla externa, siguiendo el ejemplo de literatura universal que
el joven Zavaleta considerara, Tolstoi la explic al ocuparse de la psicologa del
entendimiento y de expresiones abreviadas que provocan confusin, salvo si existe
un pensamiento comn entre las personas. La gente que mantiene un contacto
estrecho puede captar significados complicados del otro mediante una comunica
cin lacnica y con el mnimo de palabras. En el caso contrario, el del pensamiento
ilc Zavaleta, por rasgos que se prueban con base en citas posteriores y porque la
doble caracterstica que sigue fue el criterio regulativo de su ser intelectual desde
su etapa de desarrollo ms temprana, el pensamiento solitario e independiente no
comprende fcilmente el pensamiento del otro (ibid.-. 218. Enfasis mo).
Si lo anterior es as para el habla externa, el habla interna comporta una
serie de caractersticas adicionales ms significativas. Planteada la CUGltin en
trminos generales, el principio potico de toda literatura es la creacin de una
historia virtual, puesto que la poesa no afirma nunca nada sobre la realidad sino
que expresa el propio sentimiento del artista sobre la vida. La simbolizacin del
sentimiento explica la primordial funcin intelectual en la construccin de toda
historia virtual y por ello se lo debe comprender para orientarse: El primer
fenmeno emotivo que una persona quiere formular son sus propias pasiones
desconcertadas (Langer, op. cit.: 238).
Debido a esa emocin es que objetos y hechos pueden configurar una Gestalt
congruente; la realidad proporciona las imgenes que ya no son realidad, sino
una forma de la imaginacin, incluidas las metafricas o fantasas sintomticas.
I .neg sigue el trabajo de composicin, la lucha por la expresin completa, por una
comprensin de la forma que conceda sentido al caos emocional (ibid. Enfasis
mo). Langer agrega que un poeta piensa en poesa una buena parte del tiempo
y puede contemplar esta experiencia y la de otros poetas emotivamente, porque
comprende la emocin (cf.: 239). Esta nocin final es tambin la que sintticamente
podemos emparentar con la de Goethe en su sentido de totalidad; en cuanto al
trabajo para formularla (lucha), sin duda es prxima a la exgesis de Zavaleta
sobre la riqueza expresiva del pensamiento de Marx (apartado III.1).
Superando pues la costumbre de la oposicin entre prosa y poesa y el pre
juicio consiguiente de que la primera no es arte, la prosa, que es un uso literario
62
del lenguaje, es una forma potica; deriva de la poiesis que experimenta imagina
tivamente con lo real, no de la conversacin ni slo en ficcin, sino tambin en
el ensayo o escrito histrico. Por otra parte, no son los contenidos morales o
los sentimientos la falla de una mala poesa que se queda en un simple discurso,
sino una deficiencia en la creacin de la ilusin debida; son ideas o emociones no
transformadas por un esfuerzo intelectual adecuado a su materia, que han sido
relatados en vez de creados, ya que el modo en que se relata un suceso le da la
apariencia [Schein] (ibid.-. 242).
N o es el tema lo que logra atraer al lector. La narracin es un artificio
organizador que introduce el inters del relato. La vida virtual relatada resulta as
una forma contenida en s misma, en la que incluso los elementos fragmentarios
deben estar orgnicamente relacionados: el mismo desorden de los fragmentos
es un efecto total. En relacin al barroco, Geoffrey Scott describi que crea
de forma rpida e inexacta; para su realizacin o exactitud de su propsito as lo
requiere. Si es tosco el detalle barroco, lo es porque comunica algo exultante. Aqu
requerimos nosotros mismos un quiasmo para iluminar la cuestin: el barroco
no es inexacto por rpido, lo que sera una obviedad, sino rpido por inexacto;
porque su inexactitud fue una invencin necesaria (Scott cit. por Langer, op. cit.\
246, nota 4); lo mismo sucede en poesa, aade Langer, en el caso de poetas en
los que la diccin es convencional: La poesa slo puede alcanzar su sentido en
movimiento, sin igual y casi recto, gracias a que las palabras individuales atraen
tan poco la atencin sobre s mismas.
La manera en que se resuelven las paradojas en esta dimensin expresiva del
lenguaje, es comprendiendo que su expresin es una clase especial de forma sim
blica; forma significativa que no dice nada y se diferencia de la simbolizacin
cientfica (ibid.-. 357). El pblico entra en relacin con la obra, no con el artista,
la observa como un smbolo y busca la significacin que le es revelada. En este
sentido la emocin esttica es una sensacin penetrante de gozo (ibid.-. 366-368.
Enfasis del original) y requiere atenderse como se atiende una obra de arte en
su totalidad. Pero no antes de disfrutarla, sino antes de juzgarla; en pintura por
ejemplo, la eleccin tcnica o artstica de sus elementos est dada por la organi
zacin de una imagen total, producida no por elementos sobrepuestos sino por
relaciones entre los elementos, ofreciendo tensiones en el espacio.
Con el mismo sentido de potica creatividad barroca desde Jos Lezama Lima
- De la fe que de la nada brota / y de la nada que en la fe hace espino (1985:
58)-, pero transfigurando la nada del idealismo en objeto del materialismo o, si
se prefiere, la forma de una narrativa mstica en el contenido general del capita
lismo, Zavaleta comparti el criterio religioso de dos personajes aparentemente
excluyentes (Walter Benjainin los opone, 1992:180): el primero, Lamartine; cuya
postura de idealista humanitario fue admirada y descalificada por Lon Bloy en un
mismo prrafo: "Ete hombre, ante el cual los mismos cielos parecan doblegarse
y por quien el inundo cansado y agonizante haba agotado sus ltimas capacidades
de admiracin, conoci finalmente la horrible necesidad de escribir [de escribir
por necesidad], y fue, despus de la gloria, el senil novato de la miseria, (2005:
188), El segundo poeta, descubridor de lo moderno (Charles Baudelaire), dara
mediante las estrellas la imagen oculta de la mercanca que Benjamin recuperara
para el marxismo: Lo siempre-nuevamente-igual en grandes cantidades (1992:
117).
i, 3 Polaridades dialcticas, homologas estructurales y nuevas preguntas
Kl idt'dcter arbitrario del signo es conocido; el vnculo ambiguo entre significado y
jfnificantc; el hecho de que los datos se resisten a la coherencia de la imagen que
JVftindc organizarlos. Nuestra experiencia de la historia es inherente al discurso
|hffl ella que nos aproxima el lenguaje; supone cierta relacin con el pasado y
por lo tanto alguna emocin. Que el pasado existe es un presupuesto necesario,
pero no en s mismo sino a partir de un discurso, de un modo narrativo que de
do distinguirse no conformara un discurso histrico. Para comprender lo distin
tivo de un discurso histrico (en este caso de la obra de Zavaleta como expresin
vital suya), se debe analizar como estructura del lenguaje en tanto produccin de
conocimiento especfico.
Eredricjameson reactiva el marxismo menos como ciencia que como narra
tiva maestra de la historia de opresin de clase, una historia vivida; la entiende
de modo distinto a Haydn White, como instancia central de la mente. Por su
parte, Paul Ricoeur agreg que la narrativa constituye, mediante el lenguaje,
tilia experiencia distintivamente humana de la temporalidad (cf. White, 2003:
176- i 77). Esto ltimo, en su generalidad, es propiamente lo que Zavaleta deca,
tomando como modelo la narrativa del escritor nacionalista boliviano Augusto
Cspedes. (Los mitos vidos de Sangre de mestizos, Marcha, Montevideo, 25 de
enero de 1963).
1.a importancia resultante para nuestro trabajo es epistemolgica: la relacin
que sostiene la descripcin ensayada como interpretacin y explicacin, cmo se
construye el contenido de la forma lingstica, mediante el proceso de hablar de
l y se supera la ingenuidad de suponer que el propio lenguaje es transparente, no
problemtico (White, op. cit.-. 147) aislando al contenido de su forma, ignorndolo
por tanto, al prescindir del medio que lo hace posible. El lenguaje implica conte
nidos tropolgicos y otros, cualidad literaria que sobrevive a la pertinencia de un
discurso, como es fcilmente observable al leer a Zavaleta, sin bien la tropologa
es una teora del discurso que explica la representacin, la percepcin antes que
la conciencia (ibid.-. 171).
La teora al respecto atiende la funcin narrativa que cumple un texto his
trico, la llamada estructura narrativa" que reemplazara a la nocin de estilo
del siglo XIX {ibid.\ 146). De Vico a Marx, pasando por Hegel, y ahora como
teora de tropos discursivos en autores de orientaciones distintas como W hite o
Jameson, el proceso de la conciencia parece reconocible (al menos bajo las pautas
de la cultura occidental) como el hacer potico de un mundo, cuyo objeto es el
satisfacer plenamente las necesidades humanas mediante procesos cognitivos
preracionales (ibid.: 72).
As, los relatos histricos y los de ficcin comparten los mismos modos po
ticos, por lo que las interpretaciones distintas se deben a diferencias valricas. El
mecanismo esttico elegido transfigura al conceptual segn el tropo implicado: la
metfora, cuya trama es el romance, configura la relacin objeto-objeto; la metoni
mia, cuya trama es la tragedia, configura relaciones de contigidad; la sincdoque,
cuya trama es la comedia, configura la relacin objeto-totalidad o cierta sinonimia
de la parte con el todo como identificacin parte-todo; y finalmente la irona, cuya
trama es la stira, configura una oposicin por la que niega lo que se afirma de
modo literal (cf. White, op. cit.\ 160-161). Entonces, lo que distingue un discurso
de otro es el acto potico que W hite llama metahistoria determinante del estilo,
en el sentido de un acto precrtico que registra una experiencia particular antes de
analizar y conceptualizar el dominio del campo histrico a explicar, y sobre el
cual se vuelcan las preferencias narrativas del autor.
Los temas del mencionado campo histrico as definido, analizan entidades
histricas que son inherentes al pasado y por tanto no controlables de modo direc
to; no son susceptibles de verificacin o falsacin. Lo que se estudia es el registro
escrito (documentos) que requiere ser interpretado. Es por tanto un conocimiento
de segundo orden, basado en construcciones hipotticas ms afines a la literatura
<jue a la ciencia de la historia -v.gr. Zavaleta en CCN, 1995 o La cada delMNR.. .|fuyo ttulo, en el ltimo caso referido, anticipa nociones de decadencia y cada
rpias de un relato Accionado con base en mitos trgicos que Spengler y Gibbon
frecuentaran, puesto que las ficciones subliman estructuras mticas arquetpicas y
se convierten en artefactos verbales con significados latentes, producto de un
tipo especial de uso del lenguaje (White, op. cit.: 111 y 147).
Antes de la Cada (trmino con significado teolgico-poltico en Benjamin),
ijptr la que el lenguaje humano perdiera el nombre de la realidad a la que aludie
ra, y dado que la naturaleza es muda, su segunda mudez hubiera consistido en
lamentarse si se le hubiera otorgado el lenguaje, el origen del sufrimiento de
los oprimidos (traduccin marxista secularizada que Adorno efecta de la prosa
de Benjamin) era su anhelo de lenguaje, por la indiferencia de las palabras en la
sociedad burguesa, su fetichizacin (cf. Susan Buck-Morss, 1981: 190). Lo que
suele desatenderse es que la literatura no se reduce a la ficcin, siendo al contrario
muy amplia su funcin en tanto representacin realista de la realidad: Herdoto,
Tucdides, Tcito, Maquiavelo, Ranke, Treitschke y otros, todos mencionados en
la obra de Zavaleta, connotando distintos aspectos tratados por la misma.
Aun es menos atendida la analoga que guardan los tropos retricos con los
mecanismos psicolgicos de defensa contra un significado literal muerto, como
planteara Harold Bloom (cit. por White, op. cit.: 65), al referirse a la desviacin
de un significado propio hacia otro ideal; movimiento a partir de una nocin
sobre cmo se relacionan las cosas hacia otra. Dado que el discurso es dialctico, 15
puesto que desde su etimologa supone un ir hacia atrs y hacia adelante, resulta
prelgico si sirve para delimitar el estudio lgico de un tema, antilgico si tiene por
objetivo analizar crticamente algo (deconstruir); es contrario, por lo indicado,
A las nociones convencionales y al uso y mediador, porque interpreta as toda
hipstasis o lugar comn frente a una concepcin vital de la historia.
Los niveles de anlisis de un discurso dado incluyen la descripcin operada
(mimesis), la narracin (digesis) y la combinacin de ambos (diataxis, de donde
deriva la diatctica), en tanto relaciones o gestos inaugurales cuyas conclusio
nes hacen visible el modelo de proceso de conciencia desarrollado: la formacin
(prdgicamente definida en el caso de Zavaleta) de la conciencia nacional (na
cionalista y su ideologa intersubjetiva nacional-populista) en Bolivia. El objeto
debe conquistarse (en el sentido metodolgico de ruptura epistemolgica) como
comprensin de experiencias sentidas por el narrador, para que lo extrao, en el
sentido freudiano de lo siniestro, tome una forma familiar, i.e. comprender en un
sentido hermenutico la dominacin seorial en Bolivia, lmite no superado por
Zavaleta y extendido a sociedades como Bolivia, Per y algunas ms.
El discurso, adems del axioma de Michel Foucault respecto de su preten
sin de un saber con efectos de poder, es, en el sentido interno del autor que nos
nieresa explorar aqu, un resultado de esfuerzos de la conciencia para adaptarse
u las experiencias vividas. Comienza como una aprehensin metafrica de la ame
nazadora realidad, para desagregarla metonmicamente y de modo no lgico; en
una palabra, prefigurndola, para luego reintegrarla hasta alcanzar una reflexin
irnica sobre la misma. Todo esto ocurre en el plano de la psicologa del sujeto
tpie interpreta una realidad vivida. Dichas reestructuraciones perceptivas (White
sigue aqu ajean Piaget), se producen como desarrollo no lgico de las facultades
cognitivas del nio y corresponden a lo que aqu se llama lgica potica o po
tica a secas y que compete no slo a los nios o a la poesa sino (como Rousseau,
i legel, Nietzsche y otros pensaron) a los pueblos primitivos (cf. White, op. cit.:
75) en un sentido no contrario a la racionalidad, sino pleno de poiesis-, un descentramiento del ego original para poder cumplir lo que se denomina funcin
simblica, que se estima sucede en los individuos alrededor de los 18 meses de
11
White (/>. cit.: 68) sugiere reemplazar el trmino dialctica por el de diatdctica, para prevenir
la connotacin inevitable lie ego narrativo que conlleva el primero, pero en nuestro caso
atendemos la expresin e interxubjellvldad m /.avlela, siendo posible obviar la precisin
terieo-lingllstica sealada.
66
edad y se reorganiza nuevamente alrededor de los 7 aos. Ello supone un cambio
metalgico, que sita a la conciencia de otra manera respecto a la realidad, de
modo que en general, para romper en el sentido epistemolgico y no como mero
proceso secuencial, un encadenamiento lgico o racional que se ha convertido
en hipstasis u ontologizacin de algo, conviene el regreso a un modo de pensar
previo, ms primitivo o primordial.
As, un acto prelgico que aparece como un error y an un fracaso, tiene la
virtud de someter ala crtica al pensamiento lgico mismo, poniendo en entredicho sus
supuestos ms fuertes; por ejemplo, el uso consciente de la metfora (lo que supone
personas adultas) libera de sobredeterminaciones conceptuales. Esta ontognesis
de la conciencia humana en relacin a la expresin y a la metfora (y otros tropos
retricos) signific el descubrimiento por Piaget de un principio de creatividad
cognitiva anlogo a, cuando no originario de, la tradicional teora posrenacentista
de los tropos (ibid.: 83). Lejos de representar una ley del pensamiento humano,
White lo limita a una atendible convencin sobre el discurso acerca de la conciencia
en la moderna cultural occidental (a la que perteneciera Zavaleta).
La presencia de los tropos en el inconsciente y en el lenguaje, como pautas
de cambio dirigidas al pensamiento conceptual (al razonamiento adulto digamos,
que no es ms humano que el del nio), se muestra bien en las formas del valor
que Marx desarrollara en El capital y sirven para periodizar procesos histricos
diacrnicos, como hiciera en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. (cf. White,
2001). Tambin opera en autores ms apegados a lo concreto de la realidad; en el
caso de Zavaleta, su obra muestra ambos posicionamientos, el ms abstracto en
ensayos y el ms concreto en textos historiogrficos, de modo semejante al de
' Edward. P. Thompson, en La formacin de la clase obrera en Inglaterra. En esta obra
'(ver anlisis de White, 2003: 89-96), los grupos sociales identificados de modo
*concreto, transitan de una condicin ingenua a una irnica (que es propiamente
un cambio tropolgico, cambio de narracin o discurso sobre un mismo objeto).
La irona final de Thompson se expresa cuando debe enunciar cmo la autoconciencia de la clase obrera inglesa coincide con su fragmentacin; el fracaso de dos
tradiciones que con sentimentalismo Thompson denomina memorables, gracias
Jf a su cultura heroica del rbol de la Libertad (White, 2003: 96).
En Zavaleta, algo muy semejante ser evidente a fines de los 70, y en parti
cular en un cambio de caracterizacin del proletariado minero boliviano: de actos
picos o gloriosos, constitutivos del Libro de Abril (de la Revolucin Nacional de
1952), a su impotencia sobre el poder o muestra de los lmites reales de su utopa,
pero al final (1984), en un giro diametralmente opuesto dir todo lo contrario,
sugiriendo la superioridad cualitativa de la clase obrera boliviana respecto a otras
como la inglesa (apartado 111.2).
S consideramos que Zavaleta fallece casi al mismo tiempo que se produjera
la movilizacin minera sin resultados frente al gobierno de Hernn Siles (1984)
68
op. cit.i 109), que es tambin lo que pretenda realizar Zavaleta. Ms ampliamente,
cabe decir entonces con White, que: La antigua distincin entre ficcin e histo
ria, en la que la ficcin se concibe como la representacin de lo imaginable y la
historia como la representacin de lo real, debe dejar lugar al reconocimiento de
que slo podemos conocer lo real, contrastndolo o asemejndolo a lo imaginable
(ibid.-. 137).
La complejidad del discurso histrico fue descrita por Paul Ricoeur como una
metfora extendida (tradicional denominacin de la alegora) y por tanto parte
de un habla figurativa, a la que se debe considerar en un sentido tcnico. Por esta
razn White seala que: El discurso histrico se traduce en un conocimiento que
debe basarse no en un anlisis epistemolgico de la relacin entre la mente del
historiador y un mundo pretrito sino [en cosas] producidas por el lenguaje, [...]
Como un tipo especial de uso del lenguaje que, al igual que el habla metafrica,
gl lenguaje simblico y la representacin alegrica, siempre da a entender ms de lo
que literalmente dice, dice algo distinto de lo que parece querer deciry revela algo acerca
de! mundo slo a expensas de encubrir algo ms. (Ibid.: 152-153. Enfasis mo).
En el curso de este estudio y su redaccin se tiene in mente estas tres caracte
rsticas del discurso histrico que hacen a su naturaleza opaca, por las mltiples
referencias internas y externas, parecindose a una enunciacin potica. De modo
que si el barroquismo terico de Zavaleta requiere explicarse en relacin a su
biografa en tanto habla interna, el problema de la expresin de su discurso y sus
electos sobre la intersubjetividad social boliviana se esclarece mediante el anlisis
del uso especial de lenguaje que implica.
Menciono un ejemplo sencillo, que constituye una cita recurrente en el dis
curso histrico, reiterada, parafraseada o glosada con o sin conciencia sobre las
palabras y su significado, que es ms que lo que dice, algo distinto a lo que parece,
y revela de manera limitada lo que es su objeto. Est presente en varios escritos de
Zavaleta, en ninguno de ellos revelando mejor estas tres dimensiones que el anlisis
(ropolgico (antes que lgico) permite descubrir. Se trata de la glosa cannica de
Marx, con la que comienza El dieciocho brumario de Luis Bonaparte: Hegel dice ert
alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se
producen, como si dijramos, dos veces. Pero se olvid de agregar: una vez como
t ragedia y otra vez como farsa. (White, 1978: 9). La interpretacin directa del
sentido, sin anlisis de la forma o anlisis tcnico del lenguaje, es decir la inter
pretacin de lo dicho sin las tres connotaciones tropolgicas antes sealadas, indica
que los hechos y personajes histricos se repiten y que no hay segundas partes
buenas. En realidad Marx est hablando de dos tropos (tragedia, comedia) y dado
pie representan algo distinto, al tiempo que ocultan otros aspectos, debemos
explicitar ambos: en la historia de la lucha de clases, es decir en la historia en la
pie existen perspectivas de ciis distintas y enfrentadas, lo que es trgico desde
una perspectiva es cmico desdi otra (lo distinto de la glosa), pero esta forma
70
R E I# ,
como tctica de prolongacin nacional-populista del Estado del 52, se observa una
misma lgica. En este ltimo caso: el decurso de la prebenda (generalizada para
1980) que representaba la prueba de la superacin de las masas de 1952 por la
autodeterminacin democrtica de las masas en 1979; la crisis general del Estado
boliviano -la historia que transcurre por su lado malo, como gustaba repetir
Zavaleta recordando a M arx- se narra y reconstruye como inagotables potencia
lidades (desplegamiento). En este ejemplo se trata tambin de una incoherencia
de Zavaleta en 1984, al no hacer justicia a la homologa estructural cierta entre su
caa eterizacin del Estado de 1952 y lo que Bloy entenda como tentacin para
desesperar en un sentido intemporal; incongruencia que la homologa estructural
revela al tratar ambos polos en el plano comn de la expresin como lenguaje
explicado (no meramente dado), presente en todas las etapas de la obra y vida
de Zavaleta y que es parte del campo o estructura sociolgica y de teora poltica
en el que el autor estudiado inscribe su singularidad:
Hay un grado de incoherencia espiritual [se refiere al polo oligrquico-seorial] que
no se puede explicar por el mero atraso cultural. (M3: 20. Enfasis mo).
Debemos aprender a ser implacables como una metfora perfecta. (Jbid,)
Al separar lo seorial de las consideraciones estructurales de su anlisis, Za
valeta otorga a la dominacin en Bolivia un carcter de superioridad irracional que
no puede tener, por muy particular o concreta que fuera la formacin econmicosocial boliviana, salvo como sntoma de un punto ciego de la perspectiva total,
explicable biogrficamente. La modificacin de un objeto como la explicacin
material postulada por Zavaleta y definida como praxis en Gramsci, es tambin
errnea respecto al polo de la dominacin, con el que Zavaleta postulara un
acuerdo o pacto hasta el final de sus das, entre lo que llamaba nacionalismo
popular y la tendencia obrera marxista (E-MB, 1984: 10).
La explicacin de por qu Bolivia no corresponde a un capitalismo en forma,
se encuentra en los propios trminos en los que Zavaleta plantea la cuestin y no
en el desarrollo de categoras medias de anlisis que analiza Gil (1994:133-134)
-como la de formacin social abigarrada o constelacin denominada localmente
archipilago, reapropiada como archipilago andino por la antropologa fran
cesa que estudiara Bolivia, sobreentendiendo un sentido positivo de lo diverso-,
derivando hacia hiptesis vagas relativas a una intersubjetividad profunda (el
"fondo histrico que Zavaleta reinterpreta a partir de otras teoras relativas a la
historia de Polonia, E-MB, 1984:11), u otras formas de intersubjetividad, que en
este estudio se entienden en su significado lingstico de alegora barroca, distintas
a la derivada de la totalizacin mercantil" o especulativa. Dichas categoras han
sido erguidas para la (in)compriniln de la realidad boliviana a travs de espe
culativas analogas con la idea de iluaorloi "hbridos productivos, como el que
ll B , NW JONAI^-POPULISMO BARROCO
72
Un modelo que aqu sirva de refereM'li, es el del lugar neutral de Gustave Flaubcrt y su
posicin del "arte por el re", opUMM ll liurjru* y al pueblo por igual. I'.n Bourdieu, op. cit.:
210-212.
74
posible, lo que no puede lograr la razn pura sino la imaginacin. As, la relacin
entre discurso y ficcin resulta inherente a la posibilidad de la narracin misma.
Las consideraciones anteriores parecern pertinentes, si se atiende a las con
diciones de conocimiento actuales sobre la obra de Zavaleta y la pretensin de
aportar a la misma y a su unidad, explorando con mayor penetracin biogrfica
el problema de investigacin sobre la expresin barroca en la obra y el pensamiento de
Zavaleta, y guindonos por dos nuevas preguntas de investigacin relacionadas
entre s, que corresponden a nuestro tema y en su articulacin construyen la
hiptesis de investigacin ya enunciada: Responde la conducta humana y la
conciencia que la subyace, a su expresin (en este caso el barroquismo terico)? y
qu modos de intersubjetividad como cemento social le corresponden, en caso
de afirmarse lo anterior? La direccin metodolgica de ambas preguntas de in
vestigacin, permitira explorar argumentativamente mejor la relacin entre obra
y vida, el denominado pensamiento de Ren Zavaleta Mercado, mejor que los
acercamientos parciales hasta ahora efectuados: el ltimo periodo (Antezana,
1991a); un ensayo de biografa intelectuaF (Gil, 1994), o la elusin de la dimensin
biogrfica en el trabajo ms exhaustivo y analtico (Tapia, 1998 y 2002).
Consiguientemente, ser posible desplazar los obstculos insalvables con
que tropieza una lectura admitidamente rgida, que no supera la mera filiacin
. taxonmica; v.gr. en vez del marxismo zavaletiano de estirpe gramsciana (Ante
zana 1991a: 13), la exgesis zavaletiana del marxismo de Gramsci. Tambin ser
condicin de posibilidad para superar un sentido comn asentado y difundido
pero no siempre consciente (desde el lenguaje), relativo al carcter supuestamente
necesario de un progreso cientfico y revolucionario en el pensamiento ltimo
de Zavaleta y a las influencias que tuvo en su juventud (Antezana, Gil y Tapia,
op. cit., passim).
Ninguno de los tres acadmicos referidos abre un flanco a los aspectos
conservadores que pudiera contener la obra ltima de Zavaleta. Tapia incluso
expresa el deseo de conciliar una oposicin personal e intelectual visible en toda
la obra de Zavaleta: En el ao 60 Zavaleta y Quiroga Santa Cruz se encuentran
enfrentados intelectual y polticamente. (Ambos) son considerados hoy los prin
cipales intelectuales socialistas contemporneos del pas (2002: 150). En esta
investigacin no se excluye la valoracin de preferencias partidarias o de jerarquas
en la institucionalidad acadmica; de la pugna interna que Zavaleta sostuvo hasta
el final, cuando no poda ser refutado, con el lder socialista Quiroga Santa Cruz,
a quien no reconoca como parte de la izquierda boliviana interior al movimiento
de masas y sobre todo del proletariado minero; en suma lo que se desprende de
su obra como globalidad y sus consecuencias respecto al socialismo.
Para un escritor de estilo clsico, la adhesin poltica al inmovilismo confor
me una concepcin de la vida sub specie aetemitatis, tiene como opcin ntida el
conservadurismo; as Jorge Luis Borges y su adhesin congruente con la corriente
RAMA D E INVESTIGACIN
75
76
% NAnONAL-POPUUSMO BARROCO
Comunicacin perennal (le Juan Carina Sala/nr, periodista que conociera a Zavaleta. Ciudad
de Mxico, julio de 2011.
manierista, que reforz con imgenes la profundidad de los mitos que el desarrollo
capitalista disolva. A diferencia del manierismo, que entenda a la historia como
una alegora de los hechos, el realismo del barroco la concibe como testimonio
de la verdad y la memoria (ibid.: 38), sintetizando formas escenogrficas y ret
ricas del manierismo de Bernini (1630) y relativizando la tendencia nacionalista
que constitua la unidad ideolgica de la poca. As, los afectos expresados se
logran en trminos de especificidad: Rubens ms decorativista, Caravaggio ms
realista, Carraci ms clasista; ya no la simple descripcin, sino la configuracin
de un modelo.
Kn los espacios del Estado-nacin, Europa opt ms bien por lo decorativo
que por lo estructural del barroco; Espaa adopt un hiperdecorativismo y
Una idea espacial distinta al continuum de la tradicin romana. Las diferencias en
Amrica toman caractersticas propias de color local: en Mxico reemplazando
fteundros, valos o tarjas manieristas con piedras volcnicas roja o blanca, tezontle
Oeluluca; el barroco mestizo de la zona peruano-boliviana tendra una orientacin
Indoeuropea, y a la inversa, en Francia se desarroll una literatura de ideal",
como la del cubano Severo Sarduy en Pars, analizada por Roland Barthei: de
Un centro fijo a un centro que se esconde o neobarroco. De modo que la historia
sera una superficie ms, pero que busca y esconde su esencia. El rococ alemn
por ejemplo, logrado como decoracin plana en un muro y que supone "prdida
de definicin del espacio (ibid.-. 91-92), se diferencia de la configuracin abigarrada
del barroco americano que implica una pugna entre unidad y pluralidad.
Dicha tensin se reprodujo en distintas pocas histricas, tambin en la
literatura. En 1969, Julio Cortzar responda desde Pars a las crticas de scar
Col lazos -de las que hiciera tmido eco ngel Rama- sobre literatura y revolu
cin, rechazando que si el Che Guevara y Fidel Castro eran pautas de nuestro
autntico destino latinoamericano (1987: 110), se estimaran en menos las obras
literarias de Csar Vallejo, Lezama Lima, Alejo Carpentier o Pablo Neruda y
mencionando Poemas humanos (Vallejo) y Cien aos de soledad (Garca Mrquez).
( lortzar argumentaba que considerar dicha literatura menos que la poltica, res
ponda a una nocin de menosprecio de la realidad, de complejo de inferioridad
le la izquierda frente a la obra de Borges y que lo que Collazos reclamaba de
la literatura latinoamericana, el constituirse como un hecho de identificacin,
de expresin, de estrecha correspondencia con la realidad latinoamericana (ibid
111), no poda ser sino la expresin entendida como identificacin con la realidad
total del hombre que, como dijera Hamlet a Horacio, tiene ms cosas en el cielo
y en la tierra de lo que imagina su filosofa (ibid.: 137).
La novela revolucionaria no sera slo la que muestra contenido revolu
cionario, sino la que revoluciona la forma misma de la novela (ibid.: 134) y se
aproxima a otras facetas de la realidad que no se limitan a la experiencia cotidiana,
sino que buscan esa trra incgnita que alcanza a vislumbrarse en la prosa de un
.:
80
,
/
*,
C
if
Vossler especula que, de haber existido menor presin social en la Espaa de su poca, los
personajes de Lope de Vega -referente de nacionalistas latinoamericanos como el argentino
Hernndez Arrogul y el propio Zavaleta (Ct'.N, 1995)- habran sido menos desenvueltos (cf.
Ib id
.: 91, in fr u ) ,
82
REN ZAVALE
W . NAC30NAL-P0PUUSM0 BARROCO
PROGRAMADEINVESTIGACIN
83
CAPTULO I
H iprboles barrocas
del nacionalism o catlico
Ciudad de Dios, s.
V.
I.os exabruptos del lenguaje son ndices de los lmites de un conocimiento que te
expresa vicariamente a travs de individuos, pues, como sealara Merleau-Ponty,
para encontrar semejantes palabras es preciso llevarlas en s (1986: 38), D in
cuenta de modo vergonzante, de las condiciones en las que un conocimiento M
produce y son en este sentido, el sntoma social y un costo de la poca histrica,
l)c modo semejante, bajo la conciencia mtica del mundo aparece una dimensin
de seres ilusoriamente poderosos, determinando el lenguaje y a la vez apoyndo
se en ste; condicin humana que la conciencia cientfica slo puede desplazar
parcialmente. En este sentido, el mundo como un reino de fuerzas vivas indivi
duales, cada una de las cuales es un ser con deseos y propsitos que le ocasionan
conflictos con otros poderes teleolgicamente dirigidos, es [propio] de todas las
ideas msticas. (Langer, op. cit.: 176).
La conciencia mtica domina las expresiones primitivas, en los grados en los
que esto ocurre, tambin en la poca histrica del capitalismo. As se advierte en la
crtica reflexin de Zavaleta sobre algunos aspectos del lenguaje de Marx (apartado
II 1.1). La importancia de la palabra como lmite de las relaciones entre humanos y
animales se narra en el psicoanlisis lacaniano, remontndose al origen de la tradicin
<>ccidental en el sentido de la tradicin que reivindica: la cultura griega. La situacin
en la que los compaeros de aventuras de Ulises son convertidos en cerdos y su
contacto con el mundo humano que contina a travs de gruidos, significa que no
han perdido toda su naturaleza humana (aoramos a Ulises y lo que l tena con
nosotros). Esos gruidos pueden reconocerse en su ambigedad como palabras,
pero slo lo son en la medida en que alguien las crea: el gruido que pretende hacer
creer algo y funcionando como un eipejismo que exige reconocimiento (Lacan, 1996,
I: .148) opera como palabra, no M mera transmisin mecnica.
90
,v .
Tal la metfora ambivalente de cerdos que gruen, lo que significa que cada
vez que estamos en el orden de la palabra, todo lo que instaura en la realidad otra
realidad adquiere su sentido y su acento en funcin de este orden mismo. Si la
emocin puede ser desplazada, invertida, inhibida, si ella est comprometida en
una dialctica, es porque ella est capturada en el orden simblico, a partir del cual
los otros rdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se ordenan. (Lacan, 1996,
1: 346). Sera pues una simpleza, pretender describir los sentimientos expresados
en las palabras. Veamos esta complejidad apelando a la prosa del notable escritor
ingls barroco, convertido al catolicismo, G.K. Chesterton, inspirado en la obra
pictrica de A. Watts y las consecuencias msticas extradas por el escritor francs
Lon Bloy, al que los primeros y ltimos escritos de Zavaleta evocan.
La relacin con el catolicismo es comn a los tres escritores mencionados: de
Chesterton es fama recordar que su conversin e ingreso a la Iglesia catlica, por
sus opiniones con mucho ms amplias y ricas que las del dogma al que adhera
como rara avis, eran incmodas a la jerarqua eclesistica referida, a pesar de no
ser muy rgida por tratarse de un pas mayoritariamente protestante.1 Bloy, con
su imperativo de misticismo y pobreza no poda ser ms incmodo para la misma
institucin religiosa y el mundo ontologizado del Burgus que execraba. Zavaleta,
que asumiera en su juventud la fe catlica como identidad con su madre y en su
madurez el escepticismo materialista, no era menos para el PC boliviano, al que
descalific sostenidamente en su juventud, hasta que con la lectura del marxismo
su propio perfil acadmico se volvi polticamente aceptable, puesto que el PCB
era la tendencia de izquierda dentro del M N R de Hernn Siles Zuazo.
Chesterton ofrece una clave acerca del lenguaje que consideraremos rectora
del presente estudio -que ha sido sealada por Borges en su lectura de G.F. Watts
de Chesterton (2005, II: 130)-y se opone a Croce, quien negara la diferencia entre
contenido y forma y calificaba las alegoras como innecesariamente trabajosas (lo
que no se ha desmentido en teora). Chesterton recordaba algo no menos cierto y
es que el lenguaje no agota la expresin de la realidad: los gruidos que salen por
/
la boca y que llamamos lenguaje, son tales en atencin a los inagotables matices
del espritu humano y ms innombrables que los colores de un bosque en otoo.
(2011: 100). Tambin lo haba sealado de algn modo Herder, al escribir sobre
, los orgenes del lenguaje que el hombre invent en tonos de naturaleza viva
y que serva a la pintura, como Karl Bhler subraya, (cf. Benjamin, 1998: 161).
An ms: La verdad es que la lengua no es en absoluto una cosa cientfica, sino
una cosa completamente artstica. [...] La lengua es verdaderamente un miembro
1
indisciplinado, como dijo un santo muy saldo,1 una cosa potica y peligrosa, como
la msica o el fuego (ibid.\ 100-101).
Ya que el lenguaje es insuficiente, con el mismo derecho tienen presencia
la alegora o si se quiere, la arquitectura, la msica y otras manifestaciones del
hombre. En lo que a este estudio importa, lo sealado por Chesterton reivindica
la expresin barroca intrnsecamente, es decir, como habla interna del espritu
(alma) humano. As, al estudiar una obra de arte en general (en el caso de Ches
terton, la del pintor G .F. Watts), los colores utilizados (la expresin de Zavaleta en
nuestro caso) son parte de la identidad de su ejecutor. Lo ejemplificaba Chesterton,
en lo que podemos imaginar anlogo a la vida del joven Zavaleta: El misticismo
catlico [tiene] que ver con las celdas del alma, con las angustias y los sueos [:]
el paganismo siempre trata de la luz que brilla sobre las cosas, y el cristianismo,
de la luz que brilla a travs de stas. Por eso el color renacentista es opaco, y el
color prerrafaelista es transparente. Los cielos de Rubens son ms slidos que Ifll
piedras de Giotto: [...] de mrmol azul inmemorial. (Chesterton, 2011: 131),
Adems de lo indicado, Bloy aportara una certeza no menos aguda sobre ll
escritura de la historia, aseverando que todo individuo no representa lino un llg*
no (unos cuantos signos; v .g r. Zavaleta: ocho) en el alfabeto divino, y que pOf M
razn nadie es Alguien: N o hay un ser humano capaz de decir, con certidumbre,
lo que es. Nadie sabe lo que ha venido a hacer a este mundo, a qu COrreipQftdtfl
sus acciones, sus sentimientos, sus pensamientos, quines son sus prjimos m il
cercanos entre todos los hombres, ni cul es su nombre verdadero (...), Emperador
o cargador, nadie conoce su fardo ni su corona (ibid.\ 18). Y por lo tanto, "el es
clavo que se mira en los ojos del amo -como J-P . Sartre interpretaba la dialctica
hegeliana y Zavaleta recordaba repetidamente (v.gr. GYP, 1967: 142; M3: 3)- es
una manera todava pobre frente a la de Bloy que se enunciara como: Nadie
sabe quin es el siervo y quien es el amo. Esta idea de la inexistencia del yo, cer
cana a filosofas orientales, se ve reforzada o resulta sugerente frente al empeo
contrario de la tradicin cultural de Occidente. Zavaleta perteneca, claro estf
a esta ltima, y sus sueos, angustias y celdas del alma, al catolicismo espaol
de su infancia y juventud. El alma tuvo un lugar destacado en su nacionalismo,
como ndice de identificacin esencial:
Carcter excepcional que confiere lo intransferible de la historia am ericana. Es<
unidad del alma es indestructible, viene de m uy lejos [es histrica]. (M xico: Entr<
la revolucin y el p rotocolo. H istoria de un da nub lado, diario La N a ci n , La Paz
2 de febrero de 1960).
Nadie puede dominar la lengua, en Carta del apstol Santiago, mencionado en Me, 6:,
(1991:1279).
algebraicos razona por uno, siempre y cuando se sigan las reglas algebraicas. Esto
no sucede con el lenguaje ordinario (Whitehead, A., 1969: 10). O tambin, en
trminos de la dialctica amo-esclavo: El saber del amo se produce como un sa
ber completamente autnomo del saber mtico, y esto es lo que se llama ciencia
(Lacan, 2002,17:94). El pensamiento es una vivencia que tiene su origen en algn
lugar; caractersticamente en el saber del Amo; saber alejado de su ser, porque
en trminos del lenguaje ordinario de los prejuicios o la historicidad la lucha de
clases, la ciencia sociolgica o el saber sobre la sociedad es exactamente esto: un
saber simblico sobre la realidad social. Y si Zavaleta dice que escribe Las masas
en noviembre desde cierto sentido comn (y no desde el conocimiento acadmico,
como har en Lo nacional-popular en Bolivia), tenemos claramente delimitados en
ambos textos dos lenguajes, dos modos en que se expresa y que corresponden a su
ser y a su saber. En el primer caso es preciso comprender a Zavaleta, en el segundo
analizar el concepto de intersubjetividad que desarrolla, desde su orientacin
marxista heterodoxa.
En el primer caso, se trata de un escrito que exhibe la historia de una ene
mistad, la de la defensa del Estado del 52 (Zavaleta) vs. socialismo (Quiroga
Santa Cruz); historia de la limitada relacin con el Otro (Quiroga Santa Cruz)
que demuestra Zavaleta, bajo la fetichizacin de un significante (seorial), al
que reduce psicticamente a una sombra, la forma de la palabra (Lacan, 1981b,
3: 365), reforzando lo que Benjamin y Bourdieu sugirieran ms bien destruir,
describiendo con rigor sus condiciones de posibilidad: El fetiche del nombre del
amo (cit. por Bourdieu, 2008: 218). Lo que Zavaleta procur fue negar ex post
lo que haba sido incorporado por las masas de 1979. En el segundo texto antes
mencionado, observaremos un desarrollo tcnico de lo dicho y su reescritura
remitida al pasado, pero cuyo presente era el texto primero (de los mismos aos
adems). Si el anlisis del presente siempre enfrent al autor (Zavaleta) consigo
mismo, esto es, con la estructura mtica de su sociedad, el del pasado le permiti
asumir distancia para explicarla. En el segundo escrito mencionado, Zavaleta pro
cura explicar(se) simblicamente, incluso en trminos de mtodo, la complejidad
o inmadurez de desarrollo clasista en Bolivia.
Este es el problema de la expresin barroca; la forma del contenido de nuestro
problema de investigacin: cmo una misma expresin asume diversas formas en su
despliegue e inclusoformas antagnicas con ncleos de referencia distintos. En este caso
podemos comparar a Zavaleta con el innombrado Otro (Las masas en noviembre)
y a Zavaleta consigo mismo (Lo nacional-popular en Bolivia) constatando que
los lmites de un rencor y la productividad intelectual son parte de un mismo
pensamiento; expresin barroca de lo que Zavaleta nombr como la paradoja
seorial en Bolivia, posible slo porque el autor opera poticamente en el sentido
esttico de recrear el ser mediante la riqueza del lenguaje. Bajo estas premisas, que
son tambin una parfrasis del ltimo volumen de los seminarios impartidos por
96
EL NAaONAL-POPUSWO BARROCO
98
Ln a o o n a l - p o p u u s m o
b a rro co
LA METAFORA AMBIVALENTE!
99
,Vi-
I "f.
' ;
/.
102
RF.N ZAVAf.m
H.NAnONM.-POPUl.ISMOBARR(X'.0
En un diario paceo se indica que tambin lo utilizaban sus amigos (El Mundo, 1984a). El
apellido, originariamente vasco de Guipzcoa (Zabaleta) sufri modificaciones por migracin
de espaoles a Italia (Zavalleta o Zavaleta) y de all al Per, siendo su significado etimolgico
comn el de anchura o amplitud. El mismo Ren deca ser un vasco-quechua, segn
Esther Iglesias, acadmica argentina y amiga suya (comunicacin personal en el Instituto de
Investigaciones Econmicas-IIEc de la UNAM , Ciudad Universitaria, D .F., 3 de julio de 2009).
Vase su escritura errnea (Zavaleta) aun siendo ministro o diputado en la prensa en general,
revista Clarn Internacional (ao V III, nm. 45,1966:13), Juan Claudio Lechn, Luis Cndor,
Andrs Solz Rada y Ral Prada; Universidad Central del Ecuador; semanario montevideano
Bsqueda; intelectuales extranjeros como el pakistan y asesor de Telesur, Tariq Ali {Piratas del
Caribe. El eje de la esperanza, Madrid, Foca, 103, nota 8); o ms localmente, la municipalidad de
La Paz (Avenida Zabaleta); acervo bibliogrfico del MUSEF; editorial Plural (Alma Reyles
de Zabaleta en Lo nacional-popular en Bolivia, 20 1 0 ) y publicaciones insospechables como la
del amigo y conmilitante de Zavaleta en el MNR, Guillermo Bedregal Gutirrez (diario U l
tima Hora, 10 de abril de 1994), los Cuadernos del pensamiento crtico latinoamericano, del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO, nm. 19 del 28 de abril de 2 0 09) y
libros de la misma institucin (De la axa a!poder, de Fernando Salazar Ortuo) o del ex grupo
Comuna (v.gr. Oscar Vega Camacho: A manera de prlogo, en Memorias de octubre, 2004),
entre muchos otros.
104
105
burgus, que plasman las obras de Bloy y Maritain y que para Zavaleta consista
en un proyecto personal.
Como se advierte en su temprana reivindicacin del individuo, que relativiza
el trmino expresin frente al de desesperacin, la influencia de Croce es
acaso menos significativa para comprender el pensamiento de Ren Zavaleta en
ese entonces -a pesar de que desechara la idea del carcter parcial del arte, al des
brozar el anlisis de la obra de arte individual concreta contra su clasificacin en
gneros (cf. Benjamin, 1996: 103)-, frente a la angustia que le provoca el recuerdo
de desamparo de Medinaceli, mediante una cita del filsofo dans Kierkegaard.
Y todava cabe suponer que ambas influencias seguan la nada imperceptible pro
testa vociferante del mendigo ingrato de Bloy, segn se refiriera a este ltimo el
propio Zavaleta, en un artculo apenas posterior del primero y del mismo ao. La
postulacin del derecho al desarrollo completo de la personalidad y el lamento
respecto a alguien nunca tantas veces venerado en su abandono, son expresiones
que tambin Bloy escribiera textualmente. En Zavaleta aparecer reiteradamente
esta queja, inclusive en sus reflexiones y giros hacia el marxismo de Marx como
deca, fiel a la ortodoxia que ensea Bloy a cualquiera de sus lectores, as como
en relacin a su segunda profesin no reconocida en Bolivia: la del periodismo
(l'.-MB, 1984: 4). En los nfasis de Zavaleta respecto al abandono boliviano de
Medinaceli y el desarrollo pleno del yo, se advierte el aliento de la prosa de Bloy,
pero Zavaleta connota ambas expresiones al trasladarlas a la poltica boliviana.
La obra de Bloy ha sido reconocida como un modelo del arte de la injuria
y como un esfuerzo ortodoxo por proyectar sobre el mundo una visin mstica
cristiana, una crtica implacable del mundo mental de la burguesa. Esta es la razn
para que en dicha obra ocupe un lugar central un texto que Zavaleta rememorara
mucho despus (apartado III.3): Exgesis de los lugares comunes; crtica de una suma
de clichs burgueses, de los que Bloy hara una comprometida y feroz mofa bajo
la forma de breves ensayos, entre cuyos ttulos destacan: Dios no pide tanto,
"No se puede tener todo, Yo no soy ningn santo, El sol sale para todos,
I'.star en deuda con Dios y con el diablo, Los extremos se tocan, adems de
otros lugares comunes que Zavaleta evocara bajo las circunstancias del golpe
de Estado y la revuelta que derrib al M N R en 1964 con el entonces presidente
Vctor Paz Estenssoro, quien repetira otro lugar comn al ser depuesto: El pas
llorar lgrimas de sangre (apartado II.5).
En sus dos series de Exgesis de los lugares comunes, Bloy propona ser uno
mismo a travs del trabajo de la expresin como el ideal intelectual y esttico
ms alto, visible por defecto a travs de hiprboles y signos de escritura barrocos,
oponindolo a la insondable vida del burgus universal (el Burgus), para quien
no habra ms Dios que "m onedll de plata teidas de rojo, tras de haber sido
manipuladas por un carnicera un liflin o " {bit!.: 343-344). Bloy acusa al len
guaje corrompido de loa cUohj||^ ||lfei comunes", en los que hacer el bien no
106
r e s
S T L NACIONAL-POPULISMO BARROCO
significa otra cosa que lo que agrada y resulta conveniente. Por ejemplo: Se hace
lo que se puede [:] Qu significa Ser en realidad para el Burgus? Esta abstraccin
que tanto invoca no ser acaso el Dios desconocido? N o Se conoce a ese hom
bre, no Se le ama, no Se le ha visto nunca, Se le ha visto demasiado. Conocis
frmulas de reprobacin ms exactas, ms eficaces? [Se] sabe quin sois, se os da
crdito. Cada vez que habla el Burgus, ese misterioso Se suena como un saco de
dinero dejado pesadamente en el suelo, en una habitacin contigua donde alguien
habra sido asesinado. {ibid.: 145 y 211).
Es difcil que dicha prosa sea ajena a la del joven estudiante boliviano de
Derecho, Zavaleta, ni que lo desinteresara despus como maduro intelectual, que
afinando la dura pa del mstico francs espoleara exgesis no dogmticas de Marx.
No haba dedicado Bloy a un amigo su anfisis de los lugares comunes del lenguaje
burgus, como demostracin de lo que llamaba la enfermedad de que morimos?
(Bloy, 2007b: 15). No era este otro ejemplo de desplante simultneamente panfletario y romntico, antimoderno y antiburgus? Adems de un diagnstico, contena
una utopa: reducir al silencio lo que Bloy llamaba Acfalos enemigos del hombre
(burgueses), ya que el proyecto de ser uno mismo -que llevara Zavaleta a todos sus
escritos- significaba llegar a crear una nueva Tierra y Cielo, (cf. Ibid.-. 18 y 22-23).
Lo que antecede sirve para explicar la situacin y posicin en que Bloy combate
un lenguaje que niega la posibilidad de ser al individuo e incapacita al hombre para
hacer lo que le peda que hiciera una multitud de pobres gentes (son sus palabras).
Una cita algo ms extensa, en la que pudiramos imaginar incorporado el deseo que
pareca expresar Zavaleta, tendra que conservar este aliento mstico de una religin
de los pobres, en su condicin de condenados por la sociedad del buen Dios, un
fondo de desesperacin inextinguible: El Burgus es un eco estpido, pero fiel, que
repite la palabra de Dios cuando suena en los bajos fondos; un oscuro espejo lleno
de reflejos de la Faz inversa de ese mismo Dios cuando se inclina sobre las aguas
donde se encuentra la muerte. [Prefiero] intentar la conquista de cualquier cosa,
saltando por encima de lmites y barreras; querer vivir, en una palabra {ibid.-. 65).9
Con esto Bloy quera decir que no era inaccesible, pero a la vez desenmascaraba
el lugar comn de estar al alcance de todo el mundo".
Zavaleta -as lo permite entender su primer artculo de prensa antes referidohaba ledo minuciosamente El mendigo ingrato, pero adems guardara para s el
epgrafe de esa obra, expresivo de la sensacin de exilio interno que pregonaba
Bloy: Los ms bellos nombres llevados por los hombres fueron los nombres
que les dieron sus enemigos {ibid.: 21) y quiz tambin las penosas palabras de
San Juan: Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, ms expresivas como
veremos al final de esta investigacin, del sentimiento de Zavaleta en relacin a
9
Adems (op. c it.), respecto a los lugares comunes: Leer entre lneas y Obras son amores,
que no buenas razones, en pp. 278, 282-2H5.
Ihid,-.
responder a una misma expresin; los polos opuestos de una emocin suelen ser
similares en su estructura y reminiscentes uno del otro" (bid.: 227); cuando no
existe exclusin de opuestos tampoco hay propiamente negacin. En la poesa por
ejemplo, no hay negacin sino contraste, lo que es perceptible en Zavaleta cuando
a sus veinte aos, en una carta a su madre del 21 de septiembre de 1957, ensaya
una metfora potica mediante un lenguaje legal, en la que los duros trminos
tcnicos del campo jurdico cumplen la funcin de crear una apariencia (Schein),
la de lo inevitable -como notablemente Shakespeare en su soneto lxxxvii: Adis!
Eres demasiado precioso para mi posesin y conoces bastante bien tu estima. La
ejecutoria de tu dignidad te permite liberarte; mis derechos sobre ti han finali
zado todos (cit. por Langer, op. cit.: 237)-. En el caso de Zavaleta, para abril de
1957 haba debido trasladarse a una pieza alquilada, ms tranquila que pensiones
y hoteles, en la que la propietaria era una amable seora mayor de edad, polaca y
que haba sido concertista. All trabajara junto a su mquina de escribir Olivetti,
a la que en broma apreciaba como una esposa ejemplar en su docilidad.
En la historia de las formas simblicas se trata un acto de espiritualizacin que
afecta de modo singular la imagen misma del hombre; por tanto no corresponde
a una antropomorfizacin sino a un principio que es propio del lenguaje, del
instrumento simblico humano que sirve a la expresin de contenidos internos:
la estructura del lenguaje simboliza a la mente humana, construyendo un mundo
aparte en el que se reflejan concepciones abstractas como las de historia y la poltica
que es nuestro caso. Dicho modelo subjetivo sera en realidad una gran metfora,
en la que se expresa nuestra concepcin natural del mundo (ibid.: 177). Este
principio de espiritualizacin relativiza una afirmacin testimonial sobre Zavaleta
respecto a la desaparicin completa de sus creencias religiosas, que fuera parte
de aserciones rememorativas, susceptible de matizarse y enderezarse con mayor
perspectiva histrica y conocimiento de la obra de Zavaleta y de la expresividad
de su prosa. Me refiero al semblante de Zavaleta que el sacerdote de su familia -a
quien Zavaleta tena por confesor desde sus 17 aos (1954)- describe como el de
un precoz poeta torturado por graves pensamientos, cuyas fuertes convicciones
religiosas el tiempo haba disipado (Quirs, 1991: 433-434).
El ltimo de los poemas conocidos de Zavaleta (Poema del domingo del cier
vo), enviado a Quirs a fines de 1983, para que lo publicara en el diario catlico
Presencia de La Paz, denota un espritu religioso aunque ya no cristiano, porque
se puede tener espritu religioso prescindiendo de un Dios personal en el sentido
mstico y/o materialista de Spinoza, para quien Dios o la naturaleza eran iguales:
Los dioses nefastos no permiten que se miren sus ojos
ni admiten que el que vive pueda contemplar la muerte
pero el que a Dios ha perdido, su corazn lo sabe,
no tiene otro recurso que perseguir los dioses.
112
Tambin Ronald Zavaleta aaever, que al evocar a su hermano, se omita recurrentemente algo
que formaba parte fundamental de la mentalidad c idiosincrasia, [de Ren Zavaleta, quien]
nunca ha[ba] permitido que M hable mal del pas. |l,a] desesperacin de Ren [por] algunas
pequeas miserias que tiene |Hnllvla y le lmpiden| convertirse, de una vez por todas, en un
Kstado-nacin. [ E l f l k H U m t
b u l d e h a c e r u n lis ta d o n a c io n a l q u e te n g a u n e s ta tu s
e le v a d o e n e lc o n c ie r to t k t MHMIb hMmtrknnm", (UMSA, 1984: 9-10. Enfasis mo).
85J
..
i;T
13
14
Dilemas franco-germanos
y raza espiritual de los sutiles
I,;i importancia que tuvo para el desarrollo intelectual de Zavaleta, el mito fustico
de Goethe en la interpretacin de Thomas Mann es evidente. Al interior de estas
modulaciones culturales ira perfilando su comprensin de las teoras naciona
lista y marxista posteriores: su defensa de la primera desde 1960 en adelante y su
adscripcin ms bien formal al Partido Comunista de Bolivia, junto a su aporte
acadmico y terico a la segunda (1970-1984).
Tambin tempranamente, es posible advertir cierto comienzo de admiracin
por aquel nacionalismo francs que Maritain alimentara y que atraa disputas
sobre las nociones de civilizacin y cultura, mismas que Zavaleta continuara
al referir, aunque sin mencionarlo, un ensayo comparativo de dos autores escrito
por Thomas Mann: Goethe y Tolstoi. Acerca del problema de la humanidad:
Cuando muchos autores alemanes y algunos rusos divorcian los trminos cultura
y civilizacin dando a esta ltima un sentido ms bien peyorativo y material en
oposicin a la cultura que vendra a ser la dotacin de su espritu a la civilizacin,
incurren en [un] error que ya sealaba Jacques Maritain. (Los ciclos histricos y la
actitud creadora del individuo, op. cit.).
Desde su primer artculo publicado en la prensa de la ciudad de La Paz (1954)
como un joven desconocido que incursionaba en la opinin pblica, hasta la
ltima de las entrevista* que concediera, retornando a dicha sede de gobierno
de Bolivia (1983), y an en iu obra en curso no concluida (Lo nacional-popular en
Holivia, 1986:213) siendo uno de lo* tfl* destacados intelectuales bolivianos en el
exilio (Mxico), Zavaleta condttffl el carcter barroco del concepto civilizacin
y mantendra atencin sobre UftttHMin clsica respecto al concepto de cultura,
116
118
r k n A rava
Si f t NAdONAL-POPUUSMO BARROCO
imaginativo distinto, segn enunciara Wittgenstein: "Un ser humano puede ser
un enigma completo para otro. Nos damos cuenta de esto cuando vamos a un
pas extranjero [y] no comprendemos a la gente (cit. por Geertz, 2001: 26-27).
En el caso de Zavaleta, dichos trminos (civilizacin y cultura en prin
cipio) eran como deba serlo por regla, evidentes; se serva de ellos en el sentido
que se explica anteriormente, por haberlos usado para ver el mundo desde pe
queo. Qu concepcin del mundo (filosofa) cultivada desde la infancia en
un colegio alemn del Occidente andino boliviano (Oruro), tendera a expresar?
Cul la evolucin y lmites histricos de dicha concepcin, segn los cambios
sociopolticos de su escenario social de origen es posible evidenciar, en el sentido
en que llegar a ser humano es llegar a ser un individuo? Al despliegue de estas dos
interrogantes especficas
ya formalizadas como preguntas de investigacinnos
dedicaremos en lo que sigue, buscando interpretar y convertir en significacin
inteligible algunas determinaciones histricas concretas, lo que Geertz llamara
espantosa complejidad, en la tarea de captar el carcter realmente humano
de un individuo, situado entre las diversas clases de individuos que conviven al
interior de su cultura.
La dicotoma errnea que Zavaleta retoma de Maritain consista, segn sus
trminos de 1954, en olvidar la relacin condicionada de los conceptos de cul
tura y civilizacin. El carcter de desarrollo verdaderamente humano que
deba procurar la cultura, era el de las condiciones elementalmente humanas
como requisito del desarrollo espiritual, pues la pura miseria y luto atendan
nicamente la preocupacin por lo material, debilitando el deseable progreso
espiritual. Confiando en esta circularidad de aliento spengleriano, segn la que
toda necesidad de cambio se traduca en la certeza de que el presente significaba
la negacin del ayer, la capacidad creadora del individuo, segn Zavaleta, era una
creencia o fe, contradictoria con el cambio de poca que admita. Pero ya hemos
sealado que se tratara de un esfuerzo de sntesis en el plano de la expresin,
vinculado con la prosa de Bloy y el proyecto de ser uno mismo, antes que de con
gruencia terica propiamente.15
Zavaleta aada a lo anterior siguiendo a Spengler, que las civilizaciones na
cen, son plenas, se amplan y mueren y que la capacidad generadora de la libertad
humana no anulaba la inevitabilidad de los ciclos historeos:
Todas las culturas [siguen] este curso casi animal, las edades niegan a las que las
preceden en muchos de sus valores. Es menester la intervencin del homo historicus
para asimilar las bondades de esos ritmos anteriores. (Los ciclos histricos.. op. cit.).
15
Dn.RMAS FRANCO-OF.RMANOm
119
Lo que deca Zavaleta ir* que la* cultura no cran naturales en tanto resulta
do de la naturaleza, mientras el cambio o la novedad de las civilizaciones significaba
(como para Maritain y Arnold 'Jbynbee) una diferencia importante; la imperfeccin
de las civilizaciones dara lugar a su conclusin, de modo que sera el esfuerzo del
hombre como actividad no natural, el que constituira a la historia como un lugar
de la inteligencia, no de impulsos. La finalidad de las sociedades sera el realizar
plenamente lo que en el hombre est en potencia: no el genio ni el hroe, ni la
superacin de la naturaleza humana al modo nietzscheano (otro hombre), sino
un hombre realizado. N o una vida parcial del ser, sino el trascender la vida
social del hombre; idea cristiana formulada por Maritain - grande filsofo de
Meudn, lo llamaba el joven Zavaleta- en la que la referencia al genio y el hroe
provena de aquellos autores alemanes que distinguan cultura de civilizacin.
En su segundo artculo de prensa, Zavaleta ampliara sus ideas seminales
sobre el continente americano, en lnea con el dirigente demcrata cristiano
chileno Radomiro Tomic, citando repetidamente ideas de escritores como Bloy,
1lermann Hesse y el conservador italiano Giovanni Papini. De Bloy conoca la
opinin acerca de que Espaa, infiel a su misin de cristianizar Amrica, haba
destruido ferozmente a pueblos enteros y que golpeada por Inglaterra el s. XVII,
la dominadora de una mitad del globo dos siglos antes, subsista como una men
diga hosca e inabordable en el encasillado de sus montaas donde no penetraban
ideas nuevas; Debi serle comprensible preguntarse igualmente sobre el vnculo
boliviano que poda existir con Espaa," nacin esencialmente provinciana y
parroquial (cf. Bloy, 2006a: 81-84).
Contemplando el horizonte americano desde un contradictorio antropocentrisino cholo, que impone ideolgicamente el rasgo indgena a todas las repblicas
independizadas de Espaa, a la vez que adopta la herencia hispanista como un tipo
humano de alma aborigen truncada (idea nacionalista), un carcter guardado
por la raza en sentido autobiogrfico, elitista, gratuito, el joven Zavaleta repiti
en prosa inferior a la de Bloy:
No se trata de negar las bondades de la Espaa conquistadora, sino de reprochar
la interrupcin de una cultura naciente. [En] siglos de formacin que tal vez duran
todava el conquistador fue vencido y el alma de Espaa
viva an en nosotrosse
integra lentamente y para siempre en la autoctona americana. As Amrica crea su
tipo humano [cuya] existencia real no se da sino en algunos espritus, a pesar de la
hostilidad del medio en que actan. [Sus] coetneos no les perdonan tal pecado, y
los anatematizan y los sacrifican en el Glgota horrible de la indiferencia. [Espritus
malditos por no ser como todo el mundo -como dira el vociferante Mendigo
ingrato [Bloy]. Este tipo humanojbrmard una raza espiritual. (nfasis mo).16
11
>
M | slsh o rm iii
122
Dtt.KMAS FRANCO-O
RAA FFIRITl'AI,"
d f . EOS
SUTILES
123
Anlogamente decs BorgMt (|U4 loe eecrllore* muy jvenes no destacan por torpeza o afectacin,
sino "porque se advierte t)IM N p fip M le MeiU'lal no es hacer tal cosa, sino -ostentosamenteno hacer tal otra. "(200J.IVM
As por ejemplo, el importante MlMyO "1<*I formaciones aparentes en Marx se public primero
como "Formacin aparente y forma tntmfljturada en Marx", ( I97V: W).
125
126
V#'
Pudiera parecer en los trminos descritos, que poseer una conciencia propia
es algo anlogo en cierto sentido poltico a la Fortuna que refiere Maquiavelo; una
dimensin no plenamente controlable, pero que puede orientarse en el sentido de
los propios intereses y el problema de la expresin en Zavaleta puede ser definido
hasta aqu, como el esfuerzo por ser uno mismo, semejante al restablecerse de una
dolencia, pero no para retornar al estado de salud anterior sino para saltar a una
nueva situacin y, por tanto, asumiendo la crisis como un mtodo a ejercitar. Vea
mos las condiciones de existencia escondidas en los pliegues de la vida cotidiana
del autor de dichas ideas.
Probablemente una lectura pausada de los poemas del joven Goethe, hubie
ra advertido al joven Zavaleta acerca de la gratuita altura que imaginaba: Oh
amigo! Qu gran tonto es, al final, el hombre: Se figura que Dios es su igual,
pues como Croce recuerda, los poetas no han sido representantes de sus pueblos
sino contradictores, como puede afirmarse del pacfico y humanista Goethe en
relacin al fanatismo alemn (cf. Croce, 1949: 47). Tampoco fue el preferido de
los polticos frente a Schiller, y la celebracin del primer centenario de Goethe,
en pleno auge nacional-socialista (1932), era .el sntoma de un extraamiento,
* aunque Croce diga no comprender que los alemanes fijaran su grandeza en la
poca primitiva de las invasiones brbaras que arrasaron el imperio romano; creer
que los longobardos eran los vencedores, cuando haban adoptado la lengua y
cultura italiana cambiando su modo de pensar, le pareca estimar las cosas en el
I
sentido inverso de la realidad histrica. N o sera la germanidad (Deutschtum) su
grandeza, sino la europeidad; as como los Lieder de Goethe expresan las escuelas
literarias inglesa y francesa de los siglos XVII-XVIII.
Adicionalmente a su reflexin sobre Goethe, Croce recurre a N orthrop para
considerar una correlacin epistmica que interesa a este estudio, al recordar
que los componentes estticos y los cientficos no guardan una relacin como la
. * que existe entre apariencia y realidad, sino como dos componentes igualmente
f * bsicos de una misma cosa, [de modo que] la inmediatez esttica se convierte en
un componente del conocimiento cientfico y filosfico (Croce, op. cit.: 106' 107). Si la ciencia moderna se distanci de la morfologa histrico-natural de
Goethe, la visin de ste acerca de los valores humanos arraigados en una ciencia
de la naturaleza se ha realizado en la perspectiva de una ideologa universal entre
culturas orientales y occidentales (cf. lbid.\ 113). La incompatibilidad de Goethe
19
En este punto es lcito imaginar el significado amplio de esta "enfermedad espiritual o creati
vidad de individuos singulares, considerando cpic Zavaleta pareca comportar una personalidad
impulsiva.
DILEMAS I
t* DE LOS SUTILES
la
ver el sol? (ibid.: 76). En este caso cabe concebir que el arte griego -si bien se trata
de un debate sobre la esttica moderna- no se elevaba sobre la naturaleza, sino que
se situaba dentro de ella; realismo que no conceba lo que la modernidad impondra
y que consiste en un tipo de hombre libre e independiente, cuyo espritu retorne
a la naturaleza en vez de crearse un mundo intelectual abstracto.
Esto es decir tambin que la esttica no se limita a contemplar lo acabado ni
huye de la naturaleza, sino que asume un todo en el que el mtodo es mimtico;
el modo que Schiller, por ejemplo, logra ver agudamente en Goethe. En trminos
de Steiner, existira una naturaleza superior, una fuerza detrs de los fenmenos
de la que quiso posesionarse Goethe estableciendo arquetipos intelectuales, modo
simblico de relacionarse con el mundo en las dimensiones del ser y el pensar
que a Zavaleta le resultaron fundamentales, porque su catolicismo y su bsqueda
intelectual hallaban as una expresin satisfactoria para mltiples contradicciones no
mrificadas (barroquismo) y que explor en Thomas Mann y Andr Gide, desple
gndolas en su obra madura.
En palabras de Goethe, que son por analoga una sntesis de las preocupaciones
culturalistas y antidemocrticas del joven Zavaleta: Si ya en lo moral, mediante
la fe en Dios, en la virtud y en la inmortalidad, debemos elevarnos a una regin
superior y acercarnos al ser primordial, lo mismo tendra que ser en lo intelec
tual, hacindonos dignos de la participacin espiritual en las producciones de la
naturaleza mediante la observacin de sta en su creacin continua. Por eso he
insistido sin cesar en lo arquetpico (ibid.: 82). N o es que el contenido del arte sea
-1 mismo que el de la ciencia (como Schelling interpretara), sino que la esttica
:ine autonoma en tanto busca dar a lo real una forma potica -para no rebajarlo
f un simple medio de expresin- buscando la forma que le corresponda desde
punto de vista humano. Las creaciones poticas no se basan en lo que es, sino
I r lo potencial de la realidad, pues a la naturaleza los individuos no le importan,
construye y destruye siempre (ibid.: 89) para mejorar no al individuo sino al todo,
il hombre puede estudiar la naturaleza porque es constante en su variacin; en
:ambio los dioses son ms arduos de comprender porque son caprichosos, como
os hombres (cf. Nicol, 1950: 51), como la poesa de Zavaleta.
La divinidad cristiana procura eludir este azar de poderosos inescrutables
neqliante el amor, mientras el pagano (el personaje Fausto) que siente su propia
berza se vuelve osado y compite con la divinidad. En la realidad, la vida y el amor
alia la aritmtica, y un ideal se convierte en una suma de cualidades que arroja un
esultado negativo: La leccin que se desprende de ello es que el amor no cura ni
alva. Si no es banal, solo trae destruccin y sufrimiento. Para lo cual no mereca la
)ena haber vendido el alma y renunciar a la soledad y el estudio (ibid.). Por eso lo
jue hace el artista es trabajar una forma que sobrepase a la naturaleza; sobrepasa su
>bjeto con algo que Se encuentra dentro del mismo para que la naturaleza pueda
apresarse como lo que quiere pero no puede ser, que es manifestar la ley interna
130
pensar la sociedad boliviana tratando de coincidir con los juicios y prejuicios [de
sta] (1991: 8); Tapia silencia por completo la cuestin del doble, a pesar de
referirlo (Enfermedad y sino del seor Goliadkin); y Gil trata la pertinencia de
Kierkegaard, renunciando a desarrollar su lcida intuicin acerca de la enfer
medad del yo o conciencia existencialista de vivir la muerte, de estar muriendo
eternamente: N o debe intentarse sin embargo un paralelo riguroso, entre otras
razones porque en Kierkegaard hay tres estadios o tipos humanos diferentes,
mientras que aqu [Zavaleta] hay solo dos. Es cierto, con todo, que en la existencia
autntica que estamos describiendo, pueden tambin hallarse rasgos del estadio
religioso kierkegaardiano [y] una patologa, una enfermedad propia del espritu,
del yo. (1994a: 13-14).
Para comprender el sentido fustico de Zavaleta en la conquista de un yo
autntico, veamos la dimensin que en Mann y Goethe asume esta transaccin
espiritual, que cede el alma para obtener un conocimiento singular; que renuncia
al Alma, dir, parafraseando de Zavaleta un juego verbal recordado por Eduardo
Galeano,21 con el objetivo de ser uno mismo sin temor a la ambigua naturaleza
humana. Leemos que vivir -es combatir dentro de s el salivazo de fuerzas os
curas. Crear -administrar justicia sobre el propio yo; con este notable epgrafe
de Henrik Ibsen, comienza el estudio de Lukcs sobre Thomas Mann, quien
luego de estudiar durante tres dcadas el marxismo, se dedica a explorar en 1948
la decadencia ideolgica de la burguesa, en la obra de Mann que era un escritor
realista y libre de rasgos utpicos, por tanto apto para comprender la problemtica
de la Alemania burguesa, como tambin dijera Walter Benjamn sobre Goethe.
j
El contenido de la obra de Mann no busca exceder, por decir as, la realidad
misma, ni se ata a una perspectiva futura encantada en el presente (Lukcs, 1969:
13 -14) como el Wilhelm Meister (Los aos de aprendizaje de Wilhelm Meister) de
Goethe; ms bien se trata de una anttesis artstica. Mann parece el escritor ms
representativo (espejo del mundo dice Lukcs) que cualquier otro de la primera
mitad del siglo XX; Goethe, Tolstoi y Balzac lo seran del instante y Schiller del
futuro. Es decir que en Mann sera visible el burgus prefascista que elabora lo
. sentimental, la ingenuidad dirigida a su plenitud en un modo pico propio de los
siglos XIX-XX. Goethe es ingenuo pero de manera distinta, permitiendo no slo
lo sentimental en su obra, sino el impulso de reconstruir a partir de s mismo
aquella unidad disuelta por la abstraccin y que surja una conciencia hegeliana en
tanto advertencia del deber: Llega a ser el que eres, s esencial (Lukcs, 1969:
20-21). Mann deja ver el ncleo sociolgico del arte moderno; la bsqueda inaca
bada del burgus alemn como invitacin a la cultura siguiendo el pensamiento
en Goethe y Schopenhauer hasta NletMche; su personaje, Thomas Buddembrook
21
131
(que da nombre a una de sus obrai), descubre que su vida destrozada se podra
recomponer, si logra domesticar su sufrimiento mediante el pensamiento. Otros
personajes como Cristian y Thomas, se contraponen al enfrentar de diferente
modo la decadencia burguesa, en medio de la desesperacin que causa la anarqua
tlcl sentimiento vivido: el primero se rinde a ella, el segundo la remonta con frrea
autodisciplina y se hace de una personalidad propia.
La esttica y moral propuesta por Mann ser esa disciplina vital (ibid.: 23)
necesaria para existir plenamente y hacer de la actividad artstica una profesin.
As sucede con el protagonista de La montaa mgica, Naphta: La enfermedad es
profundamente humana (ya que] ser hombre significa estar enfermo del espritu,
pues, en la enfermedad radica la dignidad del hombre y su distincin [respecto
a la naturaleza] (ibid.: 37). De este modo, Mann (y tambin Zavaleta) no rompe
con sus maestros conservadores a pesar de advertir el contenido antiliberal de sus
ideas, segn se observa en su opinin acerca del fascista noruego Knut Hamsun
(que tambin impresion a Zavaleta). De acuerdo a Lukcs, era el escepticismo
de Mann acerca del valor de sus enseanzas sobre la democracia, lo que lo ase
mejaba a quienes rechazaban el cambio histrico, eternizando el pasado mediante
la piedad con lo muerto (ibid.: 41). Por esta va, el progreso sansphrase, sin auto
crtica, representaba el heraldo del capitalismo y su cruel requisito de ser rico, de
modo que la democracia quedaba espiritualmente indefensa ante el fascismo o el
an ti capitalismo reaccionario. Si el carcter impersonal de aquella poca dejaba
sin esperanzas al ser humano individual -que es el sentir explcito de Zavaleta, de
los primeros a sus ltimos escritos- slo con una actitud heroica se podra evitar
que se detuviera el sentido humano de vivir. Pero este sentido no poda lograrse
mediante el tipo de burguesa que toler a Hitler, al nacionalsocialismo, sino a
l ravs del rescate de Goethe con base en su nica obra de carcter plenamente
histrico, Lotte en Weimar. Se trataba de buscar un optimismo moral a travs de
una burguesa libre de prejuicios para dirigir e impulsar el Estado y la economa
(ibid.: 46-47), lo que tambin sera el camino idealizado para la incipiente burgue
sa boliviana, en la escena poltica a la que ingresa militantemente Zavaleta aos
despus, en lo que llam, acuando un eco pico marxista, el Libro de Abril (el
de la revolucin de 1952, apartado II.5).
El problema con Goethe se afincaba en su universalidad; la historia alema
na -seala agudamente Lukcs- no consigna en su lengua una expresin de lo
que interesaba y hubiera sido til a Mann: el citoyen francs (ciudadano), en vez
(le bourgeois, el grashdanin ruo, el cholo boliviano al que en su madurez Zavaleta
dirigi efusivas expectativa y que lo grupos neoliberales de fines del siglo XX
postularan en un sincretlimo demaggico.-2 En obras posteriores de Mann, en
"Pluri-nndti" como dir, ttyl
m n r , de 1952 hnu remata
XileintlN d e
132
cambio, sern los sencillos, aquellos que viven la vida normal, los que sern
calificados de burgueses (por ejemplo en Tonio Kreger, o La muerte en Venecia),
advirtiendo que en el lugar del deseo ni se est ni se es, y que una toma de con
ciencia unilateral estaba destinada a quedar sin fruto. (Lukcs, 1969: 49). Para
Goethe, el romanticismo representaba una enfermedad en el sentido espiritualproductivo de Zavaleta. Sabemos que Zavaleta afirm haber ledo en Mann esta
concisa relacin de ideas sobre Goethe y Tolstoi, e inferimos que se abstuvo de
mencionar el subttulo de la obra de referencia (Acerca del problema de la humani
dad), porque redunda sobre lo tratado en su artculo de prensa.23 Tolstoi no era
menos universal que Goethe, pero Zavaleta elige a Dostoievski por la idea del
doble antes sealada, a propsito del seor Goliadkin. Aunque la trampa de las
apariencias nos recuerda la prevencin de Lukcs sobre lo errneo de evaluar un
texto con las mismas proposiciones que le atribuye su autor, pues as los conflictos
histricos de poca resultan petrificados.
Rondando los 50 aos (1922), Mann experiment un cambio espiritual que,
en su desenlace, le permiti conciliar dos mundos con plena conciencia que se
trataba del comienzo de una nueva poca y una nueva cultura. Cambio que en el
siglo XX va del romanticismo al positivismo y por el que las escisiones del sujeto
moderno se superan mediante dos mbitos: el de la democracia (Mann adhiere a
k constitucin democrtica de Weimar, en 1922) y el mito educador basado en
prototipos, en vez de la idea vulgar de relacionarlo con un autoritarismo irracional
\cf. Gom, op. cit.\ 399). Entre el artista y el mundo, Mann entenda que se producan dos tipos de personas opuestas (en el relato Tonio Kroger): los excepcionales
/ y los normales. La inadaptacin del artista sera resultado de la conciencia que
da el talento (una nusea del conocimiento) y en ello ve a Hamlet: Le basta
* a un hombre comprender una cosa para que sta le produzca inmediatamente
una repugnancia mortal (ibid.: 404). Lo que Mann consigue comprender es que
adems de encontrarse l mismo entre dos mundos, es tambin artista y burgus.
Es, siguiendo su tipologa, un excepcional, pero no desdea a los normales. Su amor
- por lo humano le permite transitar del literato al poeta, trnsito por el que supera
' el esteticismo, que es realizado en parte en su texto Consideraciones... (1918) y su
estudio sobre la figura de Goethe comparada con la de Tolstoi. El primer texto era
' expresin de una crisis intelectual ante la cuestin del ser humano, el problema
de la humanidad, en toda su magnitud (Mann, 1990: 79).
Mann reconoca que no era posible separar limpiamente el espritu y la pol
tica, siendo un error de la burguesa alemana creer que se poda ser un intelectual
apoltico, con lo que se aproximaba as a la cuestin democrtica. De ello infiri
que la introspeccin es el primer paso hacia la transformacin [ya que] despus
de conocerse a s mismo, nadie puede seguir siendo el que era {ibid.). Luego se
23
i FRANCO-GERMANOS Y 1
135
egularmente con los sutiles. Pero Lafcadio, ya que el deseo siempre insatisfecho
es el motor fustico, desea de golpe todo, y entonces, de un modo repentino e in
dolente quiere y cumple con el impulso de asesinar a un hombre particularmente
virtuoso (Amadeo Fleurissoire) porque no le pareca que fuera feliz. Qu se yo?
Lo hice muy rpidamente, mientras duraba el deseo de hacerlo. Cmo quiere
que le explique lo que yo mismo no puedo explicarme? [...]. H e matado como
en un sueo. (C f I b i d 205-206 y 209).24 Por otra parte, lo que Lafcadio dice de
las mujeres corresponde a una concepcin misgina, que la novela de Gide que
es crtica de la iglesia catlica, narra indirectamente.25
En efecto, la nocin de la vida femenina como una sucesin de estados di
smiles y determinados externamente (segn el ejemplo clsico de la Celestina o
Tragicomedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas, siglo XVI), es interior a
esta concepcin elitista de la vida.26 Nos importa aqu el sueo que se narra, el
de Lafcadio, que busca escapar de una vida que no fuera la de los nios mendigos
del hospital y de las convenciones burguesas, que considera ridiculas y le impiden
entregarse a su amada (Genoveva) como quisiera, quien haba comprendido el
crimen de Lafcadio sin juzgarlo y a la que quera siempre un poco menos en la
medida en que Genoveva lo amaba ms.
Zavaleta enfatizar que si la cultura significa ir ms all de la naturaleza
humana y si quienes anhelan la libertad son los pocos que enferman del espritu,
entonces la lite a la que crea pertenecer deba considerarse suicida; la masa
deba ser animal e histrica y la divisin entre sutiles y crustceos no de tipo
social sino de tipos humanos, una divisin de los hombres.27 La explicacin de
Arthur Koestler al respecto -otro autor que Zavaleta refiriera (ver III. 1)- sugiere
como explicacin un cierto devenir talmico (actividad del tlamo cerebral)
responsable de las emociones; slo podra alterarse estimulando artificialmente
la zona cerebral correspondiente al comportamiento lgico (corteza palial), para
dar direccin racional a las pulsiones humanas e influir as mejor en el devenir
histrico. Pero Zavaleta pareca preferir la explicacin que diera Otto Weininger,
que restringa lo que sugiriera Koestler a quienes no tuvieran las ideas supeditadas
a un encadenamiento causal. Con esto se refera a lideres naturales de las
24
25
26
27
La situacin es antecedente a otra semejante que diera fama a la novela existencialista Ltranger
(Elextranjero) de Albert Camus (1942), en la que su protagonista, Mersault, dispara a un hombre
sin un motivo causal.
La condesa Guy de Saint-Prix dir a Lafcadio, secamente, que se fantasea mucho sobre la
poca capacidad de inteligencia de las mujeres". (Ibid,; 77).
Simblicamente representada en el epitafio de madamc Lcnormad I-Vistiles, elevada a duquesa
de Chatearoux por su favorito Luis XVi "Cl-gtt qui fin vingt ms pucclle, quinze ans catn et
sept ans maquerclle" ("Aqu yace quien file velme aos doncella, quince aos ramera y siete
aos celestina"), en Maurola (|.f11 JftJ),
l'.nfermcdad y sino...", o/), rtn p. IA0.
Siguiendo a este ltimo, cabe notar que dicha emocin adversa de 'iolstoi se deba
a un antagonismo explicable
contra esa naturaleza universal que todo lo acepta, los celos que un hombre que
soporta un tormento moral no poda ms que sentir frente a la despreocupada irona
de un genio absolutamente creativo (ibid.: 61).
N o es una reaccin inusual. Tambin la encontramos en las venenosas pero
siempre inteligentes agudezas de Bernard Shaw sobre Shakespeare, a propsito
de comentarios que parecen no conducir a ninguna parte, ni ocuparse de la ver
dad desnuda y prctica. Entre varias interpretaciones posibles, la de John Keats
rememorada por John Cowper parece atendible; este ltimo seala que, cuando se
ha visto la cabeza de la Gorgona (algo insoportable), esto debe ser olvidado para
poder continuar viviendo y que la imaginacin en extremo sensible de Shakes
peare poda hacerlo, eludiendo presentar una filosofa definida, lo que habra
molestado la tica puritana de Shaw. Shakespeare entonces, es uno de aquellos
casos singulares que pareca poder ordenar a su razonamiento la suspensin del
juicio en un momento dado, para que su imaginacin quedara libre de rondar
a sus anchas en esa marginal zona de nadie (Cowper, 2008: 25-26) que permite
renovar el impulso de vivir pese a lo intolerable. .
Puede resultar significativo entonces, volcar la mirada sobre Tolstoi y observar
cmo era que el escritor ruso creaba sus personajes y qu tipo de relacin con la
realidad en general sostena su indudable profundidad psicolgica. George Steiner indica una pista al afirmar que el genio de Tolstoi pareca incapaz de adaptar
su estilo al desorden, es decir, a la descripcin del caos mental. (1990: 163).28
Nuevamente contra las apariencias, conviene observar el tratamiento que hiciera
Tolstoi de materias escurridizas como el alma y la filosofa que segua: Entra
con demasiada lucidez en la conciencia de sus creaciones y su propia voz se hace
or en los labios de aquellas (ibid.: 166). Segn Steiner, esto se deba a que Tolstoi
rivalizaba con Dios en cuanto a la filosofa del acto creador y no quera el mundo
que prometen las religiones, sino estar ligado directamente a la inmanencia que
significa nuestra naturaleza terrenal. Si lo observamos desde una interpretacin
marxista ampliada, el mencionado historicismo absoluto ser semejante a lo
que la filosofa de Gramsci rescatara de Croce: el que los hombres distinguidos
de Croce (los sutiles de Gide) constituyeran un Olimpo del Espritu (Bodei,
2001: 56 y 59) que se encargara de equilibrar las relaciones entre clases sociales
antagnicas. Croce en Italia, como Mann en Alemania, tendan una propuesta
a la clase dirigente nacional para que estuviera a la altura no slo de su pas sino
de un proyecto poltico europeo, Para Antonio Gramsci se trataba pues, de dar
28
F.n particular ver "In m iM M ll lil IWnHll an I mundo" y"l.u comparacin final", pp. IS8- 180.
DILEMAS FRANCO-GIS
l ESPIRITUAL" DE LOS S m i l
139
y |',n Ifolivia, ese papel de rescate de une tradicin en un sentido emancipador lo cumpli el
escritor y poltico Marcelo Qllirofl lana ( ru* (fundador del Partido Socialista), de notable
expresin y recepcin M I
Sobre cultivar las parado)*" Vlf Analtos! "Kl m uerdo en materia poltica, infia.
1 (lomo dijera del MNR, flUI Nptf| Mollean#, tiene que explicar la historia entera de llolivia,
de tal suerte que su
1967: 51).
falla de ser no-todo, como expresa Lacan respecto al goce femenino. La identidad
del cuerpo (alma), el alma como paciencia siendo ajena a la fantasmtica del amor
como relacin sexual que alcanza la unidad, es lo que permite al ser (que habla o
escribe) soportar lo intolerable de su mundo (ibid.: 102). Cuando Lacan define
el barroco como la regulacin del alma por la escopia corporal (ibid.: 140),
se refiere en este caso concreto a que el alma depende del sentido del goce (las
representaciones dolientes del cristianismo), aquello que orientara el pensamiento
de Bloy y desde donde ste goza de una escritura innecesaria que eleva el arte
(aunque sea el de la injuria).
Elevacin imposible sin el goce mencionado y su materia prima que son los
cuerpos dolientes; en el caso de Bloy, junto a la experiencia reveladora y mstica de
la pobreza. Pero adems del dolor y la pobreza como representacin corporal, que
lleva al goce suplementario que el cristianismo supo crear desde el barroco, Lacan
aade que tambin habra que hablar de la msica (ibid.: 140. Enfasis mo) y en
esta direccin indica otro rasgo constitutivo de la sensibilidad de Zavaleta, que
encarnar en su palabra: expresin barroca en la que cabe distinguir lo dicho de su
significado y la influencia de Adorno en su prosa, quien, como se sabe, encontr
en la msica el criterio ejemplar para referirse a un pensamiento (dialctico) que
en vez de detenerse fluye. Es decir que la idea del goce aparece subsumida en el
barroquismo terico, pero potencialmente ilimitada en su desenvolvimiento que
renuncia a la finalidad, semejante a la relacin sexual y el deseo de ser Uno, que
debe aprender el goce de lo incompleto como apertura mayor a la del fantasma
del cierre amoroso.
El principio vital (alma) en tanto principio de la vida consciente, est orien
tado a los fines de la especie en su forma substancial. Este vitalismo individual
de Kierkegaard que se asienta en la ambigedad y la paradjica situacin de los
hombres, tambin supone a Nietzsche en tanto conocimiento que ha de servir
a la vida. Pero en este ltimo caso, el riesgo consiste en favorecer un pragma
tismo nacionalista que derive en nociones raciales, al trasladar lo individual a
lo racional-nacional (Brugger, 2000: 572), en el sentido de manifestar un alma
racial derivada de una experiencia interna de lo vital, mistificando el unir a la
humanidad entera.
Este defecto de esencializar la relacin con Dios se muestra claramente en la
juventud de Zavaleta, al anteponer ideolgicamente su sola existencia ante vici
situdes de la poltica boliviana, como pasiones elementales que, menos filosfica
que pragmtica y cnicamente, lo acercaran a la realizacin personal menciona
da. Esto parece tambin indiscutible en au madurez, puesto que lo que Zavaleta
promociona coherentemente con au ideal nacional-populista o de realizacin de
la plenitud individual, se traduce como "vitalidad excepcional (en Anexos: El
recuerdo en materia poltica", in jr d ) en ll exaltacin de un programa poltico re
formista, cuya retrica excluye loe "extremismos", Veamos la raz de esta escuela
ttue
eeefM
htf#(*fflO
145
Estar ya tan metido en el tiempo, que i* como salirse de l. Gozar deesa eternidad
del momento, de que hablaba Kierkegaard msticamente" (Nicol, op. ciu 43-44). El
l<(insto de Goethe, ya que hubo una obra y personaje anterior (en 1587, de Crist
bal Marlowe), expresa la antinomia entre saber y vivir pero se salva (en la segunda
versin goethiana) a diferencia del de Marlowe, faltando a su palabra firmada con
sangre y presumiendo ser ms listo que el diablo, lo que a Dios no podra parecerle
verosmil pero que nos proporciona una imagen ms completa como realidad de
su creador: El gran afn de vida que tuvo Goethe. Siempre aspir ste a quedarse
con el mundo y con la Gloria; a la vez con la vida, con el saber y la inmortalidad.
En suma, con Dios y con el diablo (ibid.: 47).
No es extrao. La facultad racional que produce conceptos es la misma que
crea mitos, capacidad creadora del hombre, el cual slo puede crear expresndose
n s mismo, mediante smbolos que expresen lo que no es l (ibid.). Para los grie
gos era la misma palabra la que designaba la accin y la creacin potica; el poeta
como hacedor, como autor en general; el pensamiento est en la palabra y sta
tiene un poder creador. Goethe, que lo entenda as, se refera a la Humanidad
suprema; Nicol agregara que la capacidad del hombre en general, de crear con
lu razn poitica, es primariamente la de crearnos o hacernos a nosotros mismos.
Al apegarse a la realidad del mundo, Goethe se mantuvo dentro de la idea segn
la cual el hombre transfigura la existencia en la medida en que se transfigura a s
mismo; el poeta puede vivir ms de una vida a diferencia de los hombres comunes:
la suya y otras creadas poticamente por l. (cf. Ibid.: 48).
El 29 de septiembre de 1962, cuando Zavaleta ocupaba el cargo de Primer
Secretario de la Embajada de Bolivia en Chile, junto a Leonardo Sornco Rivero
amigo del poeta Edmundo Camargo Virreira, presenta a Lber Ford, como un
hombre sensible, vital y prximo a los intereses comunes que sostena aquella
juventud el M N R . De ello se desprende que el existencialismo de Zavaleta res
ponda a una filosofa de la vida individual prxima a la reflexin de Kierkegaard
sobre las (tres) Etapas en el Camino de la Vida (el esttico o de la desesperacin,
el tico o de la angustia y el religioso), crtica de la filosofa sistemtica y racional
representada por Hegel, porque lo que Edmundo Camargo recordaba a Zavalera
era ni ms ni menos que algo semejante a las etapas de Kierkegaard saboreadas
con unos anticuchos paceos y, en suma, la certeza de que, siguindola prosa de
Zavaleta, existe un lugar en el alma donde las cosas no cambian.
No es casual la referencia al filsofo Kierkegaard, cuyo trgico elitismo
entenda que pocas, muy poca# personas, vivan sus vidas en cualquier grado de
la categora de espritu y cuya obra misma se entenda reservada a los elegidos;
a los que alrededor de la conciencia de la angustia valoraban la soledad y anti
nomias como la fe y la deiuptnein. Lo contrario era aquella masas chismosa
de seres infrahumanoi 0 llUuoiriblia" que no sentan impulso alguno hacia la
soledad (cf Kierkegaard, 2 0 f lju M |) J f c n todo caso, lo que Zavaleta comunica
V # '.
146
R E ZAVAt.fi
Para una revisin del elltlumu trgico de Kierkegaard (la abduccin que desprendo hacia el
idealismo trgico de avlete) remito a la critica lustrada sobre la tragedia, que desarrolla
Tcrry Kaglcton ((f, 201 li 11*19) 111*111 y 10-153).
147
1963: 49).
GAPTULO II
Pasado primordial de la R evolucin
de abril de 1952
En Bolivia, el primero en reivindicar este horizonte escandinavo fue Ricardo Jaimes Freyrc,
cuya obra se viene revisando en los ltimos aos. Su Castalia brbara incluye el poema Siem
pre, citado tantas veces por Borges, as como otros que remiten explcitamente a las Eddas y
ricas metforas en los poemas El camino de los cisnes (p. 11) o La espada (p. 23) y otros
como Aeternum Vale" (pp. 27-28). En el primero repite a la literatura germnica antigua: el
mar como el camino do los cisnes"; los barcos como cisnes adjetivados con menos fortuna:
speros corceles de los vientos" (i 11), o como entraas palpitantes del Camino de los Cisnes"
(: 11). En el segundo, al sol es el "Corcel luminoso (: 23). En el tercero se mencionan al dios
Odn, a Thor y otros (| I7*V)| al largo poema El hospitalario (pp. 51-54) est dedicado
significativamente Rubn U lfltl (j j I),
1 54
REN Z A V A lJf
Zavaleta era l mismo, por as decir, al expresar en las dos dimensiones sea
ladas de poesa y frustracin lo siguiente:
Este transcurrir de dentro a afuera, del alma al mundo, a ese mundo que en elfondo existe
por el alma, recuerda a Hamsun. Los dos escritores nrdicos hacen que el relato flote
en aires de miserias. Hamsun en las ciudades y Laxness sumergiendo sus personajes en
la silvestre soledad, independiente, gris, indigente y temerosa; por esto, dura realidad
que impide la independencia reclamada por el alma. (Esbozo de Laxness, premio
Nobel de literatura, diario Ultima Hora, 30 de noviembre de 1955).2
RIMAS NRDICAS PO R
155
Visin cristiana distinta de ll dfU eyi *KI vrlsllsnlsmo es sufrir los unos por los otros" (Bg\iin,
2003: 144).
,-POPUUSMO BARROCO
156
Sim a s
n r d i c a s p o r u n a n a c i n d e p e q u e o s p r o p ie t a r io s
157
Las tres vrgenes a cargo del Miado, presente y futuro de las vidas humanas, respectivamente,
en la traduccin de Borgei y kodimi! Urthr, Verihandi y Skuld. Apenas algunas de las muchas
de tres linajes distinto*, de !m dio**, loe elfos y los enanos. I\n Sturluson (1VH4: 41).
159
Un idiosinertico horizonte
de independencia personal
La consciencia se glora de la unin de lo que ella primero dividi
arbitrariamente en elementos; de ah el trasfondo ideolgico de todo
discurso de la sntesis. Este es la tapadera de un anlisis oculto a s
mismo y cada vez ms tab. [...] Su modelo son los procesos racio
nales de trabajo [;] la parcelacin como condicin de la produccin
de mercancas, la cual se asemeja al proceso de sntesis mediante
conceptos universales.
T H E O D O R A D O R N O : Negative Dialektik..., 1966. (nfasis mo).
Vase su deriva y los ecos ConMrVMitMSM (tal Indigenismo desnrrollista del Movimiento ni Socia
lismo (MAS) en los texto oflcillM l k f V f e f l t t i stsial boliviana contempornea (2006-2013)
y la retrica populista d e l hOV " ( I M l p M f K M Itu n lta rio ", primero denominado "capitalismo
andino" por el i n te le c tu l l y
M l v i l l t o del MAS, Alvaro (arda.
164
n, NACIONAL-POPULISMO BARROCO
La cita de Zavaleta corresponde textualmente a la (segunda) edicin (2004) del texto de Laxness
que manejamos.
! ID IO SIN C R TICO 1
l PERS
hombre moderno que defiende una libertad no realizada. Lo que no se puede es destruir
los valores (sic). (Lazos con Laxness..., op. cit. nfasis mo).
Por lo mismo, Bjartur le pregunta a su hijo ms pequeo, Nonni, si realmente
quiere irse a (Norte)Amrica: Porque considero que un hombre debe decidir
por s mismo y no seguir los mandatos de nadie. [Es] una costumbre muy til la
de no creer ms de la mitad de lo que la gente dice (ibid.: 485). Esta es tambin
la opinin circular, en el sentido que se muerde la cola, de otros campesinos; as
Finar de Undirhld: Nosotros los islandeses jams tuvimos un gran respeto por
los reyes [pues] mientras un agricultor pueda considerarse hombre independiente
y esclavo de nadie, podr considerarse, del mismo modo, su propio rey (ibil499-500).
Ni siquiera la prdida de la Casa Estival por la deuda de Bjartur con el banco
provoc en l lamentos, sino ms bien lo que podemos considerar el desarrollo de
cierta conciencia histrica como resultado de la experiencia directa: He llegado
a la conclusin de que un individuo no tiene en estos das ms probabilidades de
independizarse que en tiempos pasados, si se le ocurre construir una casa. Yel
resultado retrico de ello es un juicio severo y pesimista sobre la historia nacional
dependiente, semejante al que el intelectual boliviano efectuara sobre su propio
pas, Bolivia (semicolonia) durante la crisis de estado de 1979, en su obra ltima
titulada Las masas en noviembre. Leamos las palabras que Laxness pone en labios
de Bjartur: Nunca, en toda la historia del pas [Islandia] desde la poca de la Co
lonizacin en adelante ha habido un solo trabajador que consiguiese construirse
ima casa digna de ese nombre, de modo que qu utilidad reportar comenzara
hacerlo ahora. N o hay que darle ms vueltas {ibid.: 612). De aqu vendra tal vez
un giro enftico sobre lo que se ha definido, propio de la prosa de Zavaleta, tal
como la expresin un avance sin vueltas.
Dado que otras casas ms confortables y grandes tambin haban sido expro
piadas, Bjartur pensaba que la nica manera sensata de vivir consista en habitar
una pequea choza en el mismo nivel de civilizacin que los negros de Africa
central {ibid.: 592-593), ya que morirse de hambre le pareca infinitamente pre
ferible, por la independencia que supona en el sentido negativo de morir como
hombres libres, lugar comn repetido en el himno nacional boliviano: Morir
antes que esclavos vivir. Despus de fallecida su primera esposa Rosa, y haberse
casado con Finna y despus finalmente con Brynja, Bjartur le dice a esta ltima,
que haba sido primero empleada de la Casa Estival cuando la construccin se
encontraba en estado lamentable: Las goteras que vienen de afuera no hacen
dao a nadie. [Las de] adentro ion lai peores {ibid.: 627).
Arribamos as a una m il explcita definicin del sistema responsable dlas
dificultades de los "campeiinOI independientes", segn el protagonista de la novela:
el capitalismo. Ante una
en el pueblo de Ejrdur, Bjartur defendera a
UN IDlOSINCRnCO HORIZONTE OR I
T6T
168
f?
profeca, de las palabras aladas {ibid.: 208-209). Cantar para todos siendo nadie,
habra que agregar, por la realidad del padre de Nonni, Bjartur; es decir, la poesa
como creacin humana tiene la ambicin de realizar el que sera un ideal esttico
que Borges atribuyera a Bernard Shaw: Yo comprendo todo y a todos y soy nada
y soy nadie (2005, II: 135).11
An de muchacho Nonni observar el rostro de su madre como la ms noble
y exaltada muestra del mundo, pues efectivamente la poesa haba sido su destino:
Entonces senta que tambin l, como las Montaas Azules, haba tenido la suerte
de experimentar la santidad de la contemplacin religiosa. Su ser haba descansado
lleno de adoracin hacia la gloria que unifica todas las distancias en una belleza
y un sufrimiento tales que ya no se desea nada... En la adversidad invencible, en
los anhelos imposibles de satisfacer, senta que la vida, no obstante, haba sido
digna de ser vivida. (Laxness, 2004: 263). Nonni fue consciente de algo distinto
a la conciencia de su padre: saba que los mayores deseos eran tambin causa de
las ms hondas penas y no deseaba mostrarlos a sus hermanos para evitar la bur
la. De modo que un velo de sombra convena a los objetos de la casa, incluidos
los utensilios de cocina que de da parecan esclavos abyectos, pues todo lo que
uno crea se convierte en realidad. Y pronto llega el da en que uno se encuentra
a merced de la realidad que se ha creado. Y llora por el da en que la vida estaba
casi vaca de realidad, en que casi era una nulidad... {ibid.: 478).
Las rimas nrdicas del futuro poeta (Nonni) simbolizaban el deseo de superar la
condicin de servidumbre campesina atada al trabajo de una tierra que no era suya.
Condicin histricamente representada por el campesinado rabe (fellah) al que
Zavaleta aludira en La formacin de la conciencia nacional (ver C IN , 1967), negando
que se tratara del campesinado boliviano despus de la Reforma Agraria del Estado
del 52, porque el fellah representaba al campesino argelino cuya tierra propia no
le era suficiente para sobrevivir y migraba a la ciudad, en la que se converta en un
comerciante sin honor en tanto que se haba desarraigado (Bourdieu, 2011: 172).
Zavaleta mencionara este trmino como efecto de la falsa democracia ros
quera y en defensa del voto universal que daba ciudadana al campesino; luego
precisara esta ltima nocin al interior del concepto de poblacin, destacando
el estupor de la mayora indgena durante los periodos colonial y republicano,
dominados por minoras antinacionales:
U n a vasta masa hum ana estupefacta y exiliada que, por m om en tos, adquira las
caractersticas de una cultura paralela o de una nacin oprimida, juna] superposicin
11
la Incalculable
UN IDIOSINCRTICO HORIZONTE M il
169
El puente tendido por esta diferencia campesina nacional que remite al pasado
colonial indgena, en relacin a la democratizacin del voto universal que hiciera
posible la existencia no de siervos sino de gente independiente, como la avizorada
por Ivaxness que Zavaleta lcidamente resea, nos lleva a un momento de la historia
boliviana en el que Zavaleta va asumiendo mayor compromiso con el proceso de
la Revolucin Nacional: deja la poesa por la lucha poltica, digamos, aprendiendo
tic modo interrogativo acerca de objetivos estatales ms bien pragmticos, segn la
filosofa del partido al que haba ingresado casi annimamente en 1960, el MNR."
Un ao antes de concluir el segundo periodo consecutivo de gobierno del
MN R ( 1959) -cuando la reeleccin del mismo partido por un tercer periodo pareca
Inminente y efectivamente sucedera, siendo derrocado Paz Estenssoro en 1964lil situacin poltica nacional e internacional planteaba una variada oposicin al
partido gobernante. En orden ascendente y segn su importancia: la izquierda
marxista en sus distintas expresiones partidarias; diversas organizaciones socia
les (campesinos, ferroviarios, maestros, universitarios, abogados, prensa local);
instituciones cvicas del oriente boliviano que secundaron el intento fallido de
golpe de Estado ensayado por Falange Socialista Boliviana (FSB); y la institucioItitlizacin partidaria de la oposicin demcrata-cristiana relacionada con las lites
oligrquicas afectadas por la Revolucin Nacional de 1952. En lo internacional
los actores eran la revolucin cubana (1959); presiones contrarias al MNR desde
pases vecinos mediante el Sistema Interamericano de Prensa (SIP); y la ayuda
norteamericana aceptada por el MNR.
11
I ,a edicin cubana del texto referido, reemplaza errneamente fellahs por fallas (no en
oros casos, CIN, 1967: 64 y 36) y cambia las maysculas del original a negritas (cursivas que
actualmente identifican un ttulo de libro). Aunque la edicin boliviana no repite el primer
error (s.f.: 120), mantiene otros (v.gr. en la misma pgina, pallira en vez de palliri) como la
apropiacin postuma por el MNR (a decir de su dedicatoria: A los compaeros) o la ausencia
de referencia de lugar, editorial y ao, en un escrito a veces poco legible y que no lleva la
lecha del manuscrito (Montevideo, noviembre de 1965). Sigo la edicin cubana que separa
los prrafos, p u d i n d o s e a d v e r tir citas abruptas del autor poco articuladas al hilo narrativo
central, lo que s u g ie re a lg n a p u r o e su redaccin y en nuestro caso facilita la genealoga d e
las ideas contenidas ( a p a rta d o 11,4),
Fia uno de cerca de 30 universitarios representados como Movimiento 9 de Abril por Ramiro
Vclasco Romero y que orienMtM ! Iffllgo de Zavaleta, Mario Ojara, entonces catedrtico de
Derecho Internacional. Le MM jtHifttetttn el Secretario Ejecutivo del Comit Poltico Na
cional del MNR, Federico Rofffcl i l i ) t M l | |I 4 de junio de 1960. ("Veinticinco universitarios
o 5 de junio de 1960).
ingresaron ayer al MNR1
170
(ibid.).
14
ros terca d el en co b a rd ec im ien to q ue Ion m ilitan tes, propio del] leg u le y isin o
R e a liz a d o . (6 de septiem bre de 1959),
Como es evidente que el extremismo poltico y la accin sindical le parecan
a m eta desorganizadoras de la Revolucin Nacional, tambin la Central Obrera
o mana (C O B ) le mereca los comentarios ms vitrilicos. Frente al Estado d e
tio ficretado por el gobierno de Siles Zuazo, la C O B haba convocado a una
marcha qUe, segn Zavaleta:
fardaba caractersticas excesivam ente parecidas a las que antecedieron al g o lp e [de
ta(lo] rosquero de 21 de julio de 1946 [que derroc a V illarroel], L os dirigentes
sa balistas [de la COB] caen en el lazo contrarrevolucionario y antiobrero. (25 de
agsto de 1959).
que la C O B realizara una quema del diario oficialista La Nacin, Zavaleta apelaba nuevamente a la historiografa nacionalista, recordando que aos
antes (1956) el mismo diario haba sido empastelado por FSB y que an antes de
a evolucin Nacional, en 1947, se quem una novela de su director, Augusto
Cspedes: Metal del diabh. Dicha novela narraba crticamente la vida del empresario
mmero Simn I. Patio, origen de la rosca patiista que el discurso del M N R
enostaba recurrentemente. Por ello las alusiones al empresario asnal del diario
^ osltorltima Hora (Alfredo Alexander) y al proletario anglo sindicalista cuya
delicada epidermis [la de Stanley Caraberos, dirigente de la C O B ] como herencia
e a ubia Albin, remataba en la sospecha de una alianza rosquera contra La
acin y ]a censura de este diario ante un voto obrero contrario al presidente
Hernn Siles Zuazo (M N R ).
Cuando la C O B no erraba en la ortografa, Zavaleta acusaba defectos ideogicos qqe revelaban mucho de la lgica discursiva del nacionalismo oficialista,
enreacin a reivindicaciones salariales limitadas por una visin monetarista de
laestabilidad macroeconmica:
Con nn casuism o d ign o de los m ejores d octores altoperuanos de la clase m edia
gados huayralevas, supra, fun cion arios de la rosca minera] los dirigentes de
a C o tr a l O brera Boliviana han em itid o un v o to en el asunto de los m aestros,
[solidarizando] a obreros y cam pesinos con los colgadores de Villarroel, [incurriendo]
imnterillaje sinuoso, propio de la Rosca decadente. [La| c o n que en otras ocasiones
noha ten ido cuidado en el m anejo de las palabras, aparece ahora usando un estilo
abogadil [para] justificar algo en lo que n o cree. Sabe bien la COB que elproblema de
mmaestros no tiene sino dos salidas: erogaciones (,, ,y consiguiente inflacin con detrimento
peral de los salarios, o rechazo Uam y limpie de la demanda para mantener el equilibrio
jmnciero del pas. [Pretende] que no quede ni un billete de cien en el Banco Central
lba)] las m ism as inspiracionM del inilMfO p ecio rosco-com unista que in ici la
revU(dta contrarrevolucionaria d i 1141 (derrocamiento de Villarroel]. La agitacin
huelgustica [no] implica ms que un neto tic solidaridad con el absurdo. (12 de agosto
de 1959. nfasis mo).
Tres aspectos conservadores que aparecen en este artculo de 1959 y otros,
t'j irrespondientes a una ideologa nacional-populista (MNR partido de los cambas,
los cholos y los indios, 27 de junio de 1959) se mantendrn en el tiempo; los dos
primeros, en el pensamiento maduro de Zavaleta: 1) una concepcin conservado
ra de la estabilidad macroeconmica, que el (segundo) gobierno de Siles Zuazo
repetir entre 1982-1984, con resultados funestos para la centralidad minera y el
movimiento popular en general, gobierno que para Zavaleta supona un autn
tico proyecto democrtico y el que era necesario para Bolivia; 2) la retrica del
inovimientismo sobre los extremismos contrarios al ideologuema nacionalistarevolucionario pacto rosco-comunista segn la versin militarista del MNR,
gru. Ren Barrientos, cuyo uso insidioso del lenguaje alarm a escritores como
julio Cortzar-;15y, 3) el recurso demaggico a la teora de la conspiracin con
fines de colgamiento (smil al de Villarroel de 1946), para filiar en el campo de la
derecha a la protesta social.
Lo que Zavaleta llamaba leguleyismo y logomaquia sindicalista de Juan
Lechn Oquendo y su incongruencia partidaria, apuntaba a cuestionar todos
los logros del movimiento minero fuera de la Revolucin de Abril y su sntesis era
desde cualquier punto de vista conservadora: N o habra conquistas sin MNR en
el gobierno. (Funambulescas teoras expnense en nombre del sindicalismo,
1959). Acusaba a Lechn de una instrumentacin marxista por defender al POR
o d PCB antes que al MNR, y afirmaba que hablar de alianza de izquierdas era
equivocado porque el nico partido de izquierda que no ha traicionado a los
obreros ni ha intervenido en masacres es el MNR (ibid.).
El voto de la COB contra algunos funcionarios del MNR motiv su defensa
por Zavaleta, en un significativo artculo titulado: Endeble bolcheviquismo se
fortalece insultando al Ministro de Gobierno, impugnando la escritura como
forma de un contenido obrero indiscutible y evidenciando cun impermeable a la
crtica pretenda ser el mismo Zavaleta; cmo la concepcin del individuo tenia
un sentido elitista, explicativo de su falta de ascendencia en la masa:
K1 estilo sinuoso y delgado de la resolucin pro-huelga [repite una] conocida cantinela
pseudo-marxista que, al pretender aplicarse a la Revolucin Nacional resultan
15
A propsito de la ejecucin del Che Cuevara por el rgimen pronorteamericano del gral. Ba
rrientos, en cierta* pgina* de ltimo round, ver Rodas (2010,1:464). Sobre el que Barrientos
hubiera sido aaeiiniOO por "algdft tirador certero" (Desacato de los obreros, F.xelsior,
Mxico, 14 de febrero d# 1976), *V*l*t* etm|eiuraba que fuera el entonces mayor Faustino
Rico loro, influyente en te (UcMtin neebanaerlut* de 1980 y en el gobierno del MIR-Nuevn
Mayora de Jaime Pa> SEMMH| MI M i deapii,
174
LNAfllNA!,-POPULISMOBARROCO
denuncindose com o p ed antescos frutos de la falta de escrpulos doctrinal. L os
d irigentes de la COB que usan esos con cep tos no hacen sin o reproducir nuevam ente
el estilo de la clase m edia liberal. Esta, durante dcadas lanzaba los slogan s de
libertad, dem ocracia, progreso, derechos del ciudadano, libre p ensam iento y otros
esperpentos extraos a la realidad boliviana. [D educe] que la R evolu cin N a cio n a l ya
nada tien e que hacer. Sera ahora el proletariado que to m e a su cargo el segun do
periodo [revolucionario]. La reduccin com ienza a practicarse aun dentro de la m ism a
directiva de la COB [de 2 0 m iem bros]. Las resolu ciones anti-Andrade y anti-G uevara
estn suscritas por seis proletarios, u n o de ellos dactilgrafo, lo que dem uestra que de
la teora a la prctica hay una distancia por lo m enos de catorce cabezas. [...] No podemos
Un m io s iN C R n c o
hor
iW I O N A l,
175
y Siglo XX es la figura del jefe del MNR [Vctor Paz Estenssoro] (ibid.), en lo
esencial abstraa de la realidad la lucha clasista minera privilegiando el discurso
populista en la forma de un nacionalismo antipatiista de la pequea burguesa
en el Estado, como admitira slo dcadas despus.
Ya se haba expresado meses antes, respecto a la estructura democrtica
del M N R (23 de agosto de 1959a), al afirmar que el pueblo identificaba al jefe del
MNR con la Revolucin, nombre de su rebelin y de su suerte y que la gran
masa movimientista no tena sectores sino un solo partido revolucionario y
nacionalista que era, si hay que incurrir en el jacobinismo de las clasificaciones,
una izquierda sin concomitancias ni obsecuencias internacionales. Deca que el
sector de Lechn autodenominado de izquierda usurpaba ese nombre, porque
todo el M N R era de izquierda.
Paz Estenssoro era, en la retrica performativa de Zavaleta, Jefe de la Revo
lucin y no de una parte de ella, de acuerdo al mandato de la VII Convencin del
M NR. Al escribirlo as, sin embargo, expresaba lo que no quera que se entendiera:
el debilitamiento de la legitimidad que defenda, al decir que Paz Estenssoro era
"dueo de una popularidad sin discusin. Lo que Zavaleta defenda discursiva*
mente era una ontologizacin poltica imposible, que el sindicalismo no poda
corroborar:
El sindicalism o se vuelve nicam ente una m anera de ser y n o ser m ovim ientista, en
una extraordinaria dialctica que sin tener explicacin en la lgica tien e, sin em bargo,
prctica en la realidad. (23 de agosto de 1959a).
ln
l.a trayectoria sindical "oxtriffliM* di iigWBO de estos dirigentes los mantendra en el lCII,
alcanzando puestos mil lltOl C |y^pm ell estatal durante los gobiernos de Siles /.uazo
En cuanto a los sectores dentro del MNR que reclamaban una estructura
democrtica, sobre la impuesta de Paz Estenssoro, Zavaleta sostena que era
absurdo que delegados izquierdistas elegidos por bases pazestenssoristas
criticaran al jefe (19 de febrero de 1959). De modo colectivo*17 se comunicaba
al pueblo, en nombre suyo y bajo la amenaza de renuncia de Paz Estenssoro:
Denunciamos ante el pueblo de Bolivia que, dentro de su partido de vanguardia,
acta un mecanismo que trata de hacer imposiciones a la estructura interna [y
contra Paz Estenssoro como] lder indiscutido de la insurgencia revolucionaria.
(22 de abril de 1959).
La disolucin de este sector de izquierda dentro del MNR, fue posterior
mente justificada como una necesidad, frente al riesgo de escisin organizativa o
reconstruccin de un bloque
con un programa que no poda ser sino de una izquierda de in[coercibles derivaciones
porque, realmente, es difcil calcular qu mspoda hacer ese bloque sobre la Nacionalizacin
de las minas y la Reforma Agraria [...] ni cmo podra ampliar el voto universal. [Lo que]
nos lleva a pensar en una maniobra tctica de partidismo interno para asumir la
direccin del MNR. [Pero Lechn] ha lanzado declaraciones que no son coherentes
con el sentido que se debera dar lgicamente a la liquidacin del sector de izquierda
[...] aseverando que los comandos especiales del MNRse han convertido en enemigos
de los trabajadores, y con relacin a la lucha sindical haba expresado: Con el puro
sindicalismo no vamos a ganar nada. (Ibid. Enfasis mo).
Para febrero y abril de 1960, antes de las elecciones por las que Paz Estenssoro
ocupara por segunda vez el Ejecutivo (1960-1964), Zavaleta escribira un artcu
lo en el que agitaba la frmula: Todo el poder al jefe del MNR y las consignas
apoyadas por un grupo de militantes y amigos suyos: Elijamos un Presidente y
no un Prisionero y Todo el poder a manos del Jefe del MNR (19 de febrero y
22 de abril respectivamente), con lo que Paz Estenssoro no sera fiscalizado por
tendencias partidarias internas. Reivindicaba as el monopolio del MNR sobre el
hecho revolucionario de 1952:
[El MNR es] el mayor partido de la historia boliviana, mayor en cuanto encarna
el equivalente humano de la propia nacionalidad por su inigualada magnitud y la
profundidad de sus realizaciones. (23 de abril de 1959).
17
(1982-1984) y el actual de Evo Morales desde el 2006 (v .g r. Vctor Lpez como Ministro de
Minera y Metalurgia), es decir al nacional-populismo de las dcadas siguientes y aun del
siguiente siglo, siendo el PCB aliado de gobiernos hegemoni/.ados por el MNRI-MIR y el MAS,
respectivamente.
Mario Ojara Agreda, I lugo (onzleg Rloja, Mario Ramio Monje, Carlos Serrate Reich, Luis
Antezana Ergueta, Jorge Calvlmontcs y (! Mario Velarde Dorado, I lernando Velasco, Marcelo
Caldern Saravia, Emilio Cusleanqul (amacho y Jorge Medina Pinedo.
Del jefe del MNR no deca menos: habra aceptado la candidatura presidencial
"porque su vida, su destino, los siente hipotecados al inters del pueblo bolivia
no" y porque encarnaba la primitiva pureza del partido. En cambio el sector
leehinista representaba el defectuoso polo opuesto: su lder era afn al feudalis
mo explotador de los trabajadores gomeros y castaeros en el Beni; camarilla
cuyo estratagema para reemplazar a Paz Estenssoro ni siquiera hubiera podido
Imaginar la oligarqua.
Zavaleta destacaba la unanimidad que eligiera a Paz como candidato a la
Presidencia, convirtindola en discurso: Paz representa la unanimidad, agre
gando lo controvertido de la eleccin de Lechn como su acompaante para la
Vicepresidencia, cuya historia era polticamente complicada, profundizando
la dualidad de Lechn que refiriera: Lechn pasa velozmente de la Revolucin
a la demagogia y de la demagogia a la Revolucin. Justificaba la reaccin
(derechista) de Jos Cuadros Quiroga y W alter Guevara Arze, que formaron
sectores en el MNR opuestos al salarialismo, si bien criticaba a stos como
errores que reforzaban a Lechn (a Cuadros por fomentar la burocratizacin y
a Guevara por criticar a Paz Estenssoro). Sobre este ltimo deca que acusaba
sin pruebas, secundando a la derecha (FSB), ejercitando un apriorismo que
pide disculpas (19 de mayo de 1960) ante la muerte de militantes falangistas
el 19 de abril de 1959 y denunciando supuestos gastos electorales de empresas
estatales (COMIBOL y YPFB entre otras).
Sobre lo primero deca que en un combate no se muere de fiebre ama
rilla ni se pelea con naranjas, criticando lo que consideraba un recientsimo
catolicismo dotado de abrumador oportunismo masn. Tambin rechaz las
acusaciones de instrumentacin electoral de las instituciones del Estado, con
traacusando a Guevara: Cmo podr negarse que se trata de una ofensa a la
institucin armada cuando se sostiene que el Ejrcito Nacional ha vuelto al
triste papel de ser utilizado en la campaa electoral? (ibid.).
Su defensa de las FF.AA., reconstruidas para entonces por el MNR, se tor
naba ms gil en anagramas o neologismos injuriosos contra la lite tradicional
(Rosca), identificndola presente en los editoriales de tres diarios (Presencia, de
la Iglesia catlica; El Diario, decano proempresarial; y Ultima Hora):
L a s u b v e r s i n p e r m a n e n t e q u e la R o s c a y s u s s i r v i e n t e s r e a l i z a n d e s d e h a c e s i e t e a o s
|/.e , d e s d e la R e v o l u c i n N a c i o n a l m i s m a , 1 9 5 2 ] s e d i r i g e a m o l e s t a r a l E j r c i t o . [E l]
r a s t r e r i s m o c o n que a e invita a la t r a i c i n , la t o r p e r a m p l o n e r a d e t e n e r f e e n e l x i t o
i n t r i g a n t e y , s o b r e t o d o , ll minuciosa i g n o r a n c i a h i s t r i c a c o n q u e s e l u c e n la s p r e n d a s
d e la a n t i c u l t u r a roaauera, mejor dotada p a r a s o l v e n t a r n e g o c i o s n o c t u r n o s c o n t r i g o
a r g e n t i n o . [...] La hiltorit -diw I o n a g r o a s n o s a lv a je ] e n t u s i a s t a - e s t ll e n a de
e j e m p l o s s o b r e n o manlpultf ll ( j l r v l t o c o m o e n R u s i a ] . R u c i o n o e s l o m i s m o
q u e r u s o . ( . . . ) CualeaqUI(lHSjlfIliAfl loa a r g u m e n t o s n o h a y n i n g u n a j u s t i f i c a c i n
para deslizar insidias contra el Ejrcito B oliviano [dando] a en ten der a la pollina [que
se reduce a] una fuerza militar. (Incongruencias asnales sobre los ejrcitos, 1959).
F.n 1973, Zavaleta escribe el trmino infl* NfVCtta y d lm ittmciilc, ver l'IM, 1974: 177.
st T IC G HORIZONTE D I INDEPENDENCIA I
179
minero Avelino Aramayo (uno de los barones del estao) quien influa desde la
agencia de noticias UPI. Esta agencia de prensa haba calificado como diputado
de extrema izquierda a Augusto Cspedes (30 de abril de 1959), pero segn re
cordaba Zavaleta, lo haba llamado antes nazi por el asalto de la base de El Alto
en 1946 contra el diario La Razn, vinculado al empresario minero mencionado,
lo que Zavaleta consideraba deslealtad y falta de tica. Esto comprobara que en
vez de periodistas nacionales, fueran extranjeros los corresponsales de las agencias
en Bolivia (como sugera la Embajada de los Estados Unidos), alcanzando tambin
a otro miembro de la SIP, Demetrio Canelas, del diario Los Tiempos de la ciudad
de Cochabamba, al que Zavaleta llamaba Canciller de la guerra que perdimos,
industrial lechero y ttere valetudinario de la SIP, agente patiista y, connotando
su influencia local: Idelogo de la mantequilla del valle, viejo aficionado a los
charcos, [que en aguas estancadas] no sabe que la historia es un agua que corre.
Canelas propona un gran cabildo, iniciativa poltica contraria a los meca
nismos de decisin del MNR, favorecida, siempre segn Zavaleta que pretenda
alcanzar dos blancos de un tiro, por las fracturas internas del partido gobernante.
N i siquiera el fascismo, porque es corporativista, sostuvo, adoleca del defecto
absolutista de la mencionada propuesta, por lo que se entenda cual sera el deber
de los partidos polticos:
L o s partidos renen a todas las actividades nacionales. E l MNR, v.gr. llam a para su
co n ven cin a tod os los tipos de actividad y profesin. La com p eten cia entre esos
partidos [lim itados representativam ente en las cmaras de la p oca a m ayora y
m inora] que sirve para saber d nd e est la m ayora, para realizar el fundamental de
los principios democrticos que es el mando de los que son ms sobre los menos. (13 de febrero
de 1959. Enfasis m o).
Uno de los impulsores del apoyo por el Comit Pro-Santa Cruz, a la conspi
racin de FSB, Melchor Pinto Parada -asilado en el obispado de esa ciudad y que
saliera hacia el Per luego de ser detenido- haba, como era previsible, denunciado
en Lima el bao de sangre que (enlutaba segn su opinin] la vida boliviana.
por nadie? [Slo] las cortin al de hierro que encuevan las testas falangistas pueden
expresar lindezas tan milagrosas com o la de convertir a Paz Estenssoro al C om unism o,
porque ha viajado a C hecoslovaquia o de suponer que, porque el diputado Barrientos
M am ani se declara ateo sin m otivo, toda la masa m ovim ientista indudablem ente
catlica, tenga que com partir sus privadsimas creencias. (5 de septiem bre de 1959).
ca en
L o q u e Z a v a le ta e n te n d a c o m o p r d id a d e c o n t a c t o c o n la re a lid a d o n u la
re p r esen ta tiv id a d la ir re a lid a d in fin it e s im a l d e FSB c o n s is ta e n u n ca r cter
o s e n t im ie n to q u e le era in c o m p r e n s ib le ; a n o r m a l, r e s p e c to a u n a c o n d u c ta
p o ltica n o r m a l (id e a c o n tra r ia a c u a lq u ie r n o c i n b sica d e p s ic o lo g a s o c ia l) y
q ue rem atab a e n u n a p r io r ism o n a cio n a lista : e x c e p to e l M N R , t o d o s lo s d e m s
p a rtid os d e B o liv ia al ig u a l q u e FSB, er a n p r o d u c to d e u n a im p o r ta c i n " (ibid.)\
" b o v rico s, s e g n e x p r e s i n d e T a m a y o .
Los recursos y las patraa (le altoperuanlsm o decadente, sin reparos de ninguna
especie y ms aptos en el m anejo de las presunciones m alvolas que de las leyes y los
datos objetivos [prefiriendo) la violencia al juego dem ocrtico. D e ah es que ese letrado
[demuestra una] m entalidad de m ixtificaciones por las ms forzadas su posiciones.
Preguntarse lo s m otivos de la presencia de los m ilician os es en efecto , infantil.
(E m brollos y patraas del leguleyism o rosquero, 1959. Enfasis m o ).19
IV
Sobre la connotacin
ncrricholi", infra.
intactos, d efendiendo a los que tales cosas hicieron. Ksto es lo que el ex diputado
tiene que entender. Sobre el requisito de que la mayora es el p ueblo trabajan todas
las ideas de la dem ocracia que, precisam ente, quiere decir eso: prim aca de los ms
sobre los m en os y respeto de los m en os a con d icin de que respeten a los ms. (Ibid.).
que implicaba dicho financiamiento, por mucho que fundamentara con razn la
conducta de las viejas lites:
L o que unifica todos los actos de la oligarqua boliviana, estrecham ente ligada a
la oligarqua latinoam ericana, es el m overse y decidir sin pensar un instante en
averiguar las inclinaciones populares de los bolivianos. [N o] tienen ninguna dificultad
en solicitar que se prepare y organice el ham bre [con] tal de que el viejo feudo
despreciado vuelva a sus sucias m anos sin patria. [La] obnubilacin de H e rtzo g le
im pide cerciorarse de que la totalidad de la ayuda norteamericana es administrada por
norteamericanos a travs de los organism os del P u n to IV. [O] sea que la nica m anera
que Estados U n id o s y Bolivia practiquen una verdadera amistad es sustentndola en
el ham bre de los bolivianos. C osas de tarados... (19 de junio de 1959. nfasis m o).
N o slo lo anterior, sino que en otros artculos se adverta que quienes eran
ms favorecidos por esa ayuda que el M N R defenda (v.gr. mediante el Servicio
Agrcola Interamericano, con maquinaria a un connotado rosquero llamado
Carlos Canelas) eran precisamente las lites tradicionales. (9 de mayo de 1959).
Zavaleta listara los peculados del PU RS y su relacin con la Patio Mines
en los 40, al punto que consideraba que la oligarqua sirviente del Superestado
[minero] jams haba pasado de una condicin subordinada, de modo que el
Superestado no cre ni siquiera una burguesa nacional sino un grupo de lacayos
*(31 de mayo de 1960). Adelant esta interpretacin el libro de historia de Augusto
Cspedes El dictador suicida. 40 aos de historia boliviana (1956), del que Zavaleta
subrayaba su denuncia contra Mamerto Urriolagoitia, presidente saliente de
las lites tradicionales, que momentos antes de su renuncia, firmara una orden
de pago por una cantidad de dinero para s mismo.21 Su fuga con ese dinero lo
mostraba como
el ltim o lder de esa casta [seorial]. H e ah la explicacin para saber por qu la
R osca sirviente n o tena ni siquiera la aptitud para exigir su cuota parte en el pertinaz
saqueo al pas por parte del Superestado y por qu hace gala de una honradez a
base del hurto de los m endrugos que le dejaban sus am os. (Ibid.).
Zavaleta repite esta noticia, novelada por Cspedes y rememorada en 1960, 23 os despus,
en Las masas en noviembre (1983b: 55 nota 15b).
al no lograr unaforma propia como clase, trabaj su perdicin y cre las circunstanciaspara su
degeneracin que es ahora el nico hecho resaltante que aparece lo m ism o en los escritos de
Jorge Siles Salinas Vega que en los corbatines de guato y la n orteam ericanizacin de
la resaca rosquera que sobrevive en los camisas blancas de La Paz. La recurrencia al
concepto de tradicin es, igualm ente, propia de una clase que jams pudo arraigarse
en la tradicin nacional. Las p ostu laciones de Jorge Siles S.V. han sido, en tod os
los casos, de retorno a una presunta tradicin hispanista. P ero com o el espaol n o
logr tener carcter en el pas sino a con d icin de hacerse boliviano [cuando] a los
bolivianos se habla de m em oria y de pasado se hace referencia, naturalm ente, a la
gran tradicin nativista, cuyo cultivo p ertenece exclusivam ente a la R evolu cin [de
1952]. (Id elogos rosqueros difaman a Bolivia desde el extranjero, diario La N acin ,
le ro . de septiem bre de 1959. Enfasis m o).
Zavaleta debi sentir, sino reflexionar, sin duda como sola escribir, que los
ms ardorosos descalificativos contra la rosca slo daban cuenta de una reali
dad poltica contraria a sus deseos y enemistada con el M N R , lo que para el joven
militante, periodista primero, luego ministro y finalmente diputado, responda
a la paradoja inesperada de lo que llam en otro artculo de la poca: el institucionalismo salido del 19 de abril, reducido a mera reaccin ante la sedicin
falangista contra la Revolucin del 9 de abril de 1952.
La emergencia de este fenmeno (todos son democristianos ltimamente en
Bolivia) que aluda a la ausencia de tradicin y fin de raza de la degenerada
rosca -expresiones repetidas por Zavaleta como un conjuro contra lo que crea
inacabables reconstrucciones de las lites dominantes tradicionales (la paradoja
seorial), desde sus primeros textos hasta los ltimos-,22 se sostena sobre un
discurso nuevo que desafiaba al oficialista y contra el que Zavaleta esgrima una
dbil razn numrica: 700.000 ciudadanos" escriba -no votos- contra 5.000
electores del PSC , nmeros que no desconocan la referida institucionalidad
poltica emergente (el Partido Social Cristiano y otros grupos cercanos), que
para el joven Zavaleta significaba ! pretensin de conseguir por concesiones en
22
191
Quiroga Santa Cruz haba invertido el sentido de un expresin de Paz l'.stenssoro (la Victoria
Nacional de Abril, en Paz, 1964:10) y que Zavaleta repetira uns de una dcada despus (en
La crisis de 1971, Exclsior, Mxico, 26 de agosto de 1975, p. 7). Zavaleta injuria al autor
de La victoria de abril sobre la nacin, y I novel referid, llamndolo idelogo de la destebitacin, cerebro patiftista"mprdo por UH hdo protector y mestizo" (el padre del denostado
haba sido gerente de I PatlflO Mllte*)| IdinllActndulo i on su novela de homosexualismos
diluidos, lenguaje "enrevesado y propincua ll fllmt(a", "versin novelstica de los artculos
[referidos] y a la Inversa", miembro i f % B m n dl presente".
total que ha
[La Paz] a la
El propio confesor del joven Zavaleta, principal gestor literario para vincu
larlo con escritores de otros pases y publicar sus escritos en el diario catlico
Presencia, o la importante revista de crtica literaria local Signo, monseor Juan
Quirs (adems de los crticos que reuniera: scar Cerruto, Porfirio Daz Maehicado y el uruguayo Sergio Surez Figueroa), tena un concepto enteramente
distinto y positivo de la novela en cuestin {cf. Rodas, op. cit., 1,2010: 214). Como
despus observara Zavaleta, para su desgracia -contra aquella nica intuicin
suya sobre el fondo disonante de sus apasionadas reacciones juveniles-, el de
nostado escritor Quiroga Santa Cruz estaba inaugurando una historia que no
era la del banquero, hijo del terrateniente y seor de la nacin de Raudsmyri,
que prolongara el poder burgus con el recurso clsico de cambiarlo todo su
perficialmente para que nada cambiara. La restauracin oligrquica provendra
del propio MNR, mediante las FF.AA.
(nfasis mfo),
El azar y el doctor Paz Estenssoro] me han hecho ilimitado por ( )ruro, luego de una agitada
campaa por Carangas [,..| estudiando los efecto# (le voto universal en la tierra donde Dios
es el fro. No fue intil, en verdad, pero algunil VtC* quisiera volver a la violenta inocencia
de los primeros aflos de la Revolucin. (ClSi i).
ubsuma tipos culturales o humanos"; y las formas polticas del terror revolu
cionario (como interpelacin emancipadora, discurso nacionalista, republiquetas
guerrilleras e insurreccin obrera, respectivamente). Todas ellas merecern un
tratamiento temtico diferenciado en la conferencia, durante la que Zavaleta ^ce
un texto titulado: Notas para una historia natural de Bolivia. La orientacin
explcita de la Revolucin Nacional como espejo de ficcin barroca, se observa en
la alusin de Zavaleta, un ao despus, a la novela del cubano Alejo Carpentier
titulada El reino de este mundo (1948):
Supim os que cada h om b re es en cierta m edida del tam ao de su pas y q u e la
nacionalidad es un elem en to del yo. [...] Supim os que tem am os una tarea en el r e in o
de este m u n d o. (La revolucin boliviana y el d oble p oder, Marcha, M o n te v id e o ,
20 de julio de 1962, p. 12).
Debo tambin explicaciones a ustedes que me oyen por el inslito nombre (Notas
para una hls||'lanatural de Bolivia) que he dado a estas palabras de aproximacin
a m i Patna.(1963:49).
(1963:66)
D esp u s la op osicin entre los guerrilleros y los d octores dos caras en un lugar y
en otro y a travs de tod o el tiem po republicano en m ala hora se ha repetido pero
los antagonism os n o viven para siem pre. E l guerrillero n o es una im provisacin.
L os grandes alzam ientos de Am ara y lo s Katari descubrieron las posibilidades de
la m ovilizacin masiva y la guerra total p ero s lo inm ovilizaban un p oder que n o
conquistaban. Las guerras potosinas tuvieron la virtud de incorporar a los criollosm estizos a las razones nacionales. D e am bos aprovech la republiqueta para crear
el estilo de la guerra de guerrillas que es la form a nacional de la lucha que n o ser
superada sin o por la insurreccin de los m ineros (1963: 68-69).
Montevideo,
condnela M n M fc
]N
|V
30
Existen maneras de extraviar el pensamiento de ZlVlleta, con una retrica que opone la socie
dad al individuo, mitificando impulsos primortlislcsi v,fp, "Era un radical odo por todos. [...]
Pero, desafortunadamente, qu poco se sibil de este inte lloraba al leer los versos de Wllejo!
Qu infinitsimo se conoca de quien en filil ll Mttnlir dilogo jocoso y a la ve/, serio con
los nios!" (Ibranw, 198i 6).
El periodista peruano de Prensa Latina, Abraham Larrea, que trabajara con el boliviano Ted
C.ordova-Claure del M N R, consideraba que el Plan decenal de bolivia no tena nada de revo
lucionario y as se lo hizo saber a Zavaleta.
Existe pues una significa tiva/orra^ de la pobreza, un rasgo material que tiene
>u remate en una incapacidad clasista nacional, que Zavaleta ausculta mediante
! interpretacin de esta historia, cuya importancia intersubjetiva es decisiva a la
g ra del poder o de lo que la teora marxista denominara la consciencia para
r y no slo de s misma, de una clase, en este caso del proletariado minero botviano. Lo cholo evidencia aqu una apora pendiente de resolver y contraria
1esclarecimiento ideolgico-poltico, porque el ekeko como mito colonial de la
bpdancia es el reverso de la carencia o sentimiento del oro llegado con los
|p|oles, a una cultura colectivista agrcola que desconoca ambos:32
Es expresivo que [el ekeko] sea tnicamente un europeo, aunque lleve chullu o lluchu
o gorra indgena. La abundancia era ajena, propiamente espaola y, por tanto, el m ito
de la abundancia deba llevar su sello fisonmico. El recargado bastim ento del ekeko
advierte la pobreza de los indios y meatifto* coloniales que de sus apreturas hicieron
un mito abundante y dichoso. (1963: 64).
Una referencia indirecta de Cspedes a Ricardo Jaimes Freyre, resulta esclarisccdora respecto a la intersubjetividad de lo cholo en Zavaleta: la recepcin del
libro Castalia brbara en La Paz, con prlogo del argentino Leopoldo Lugones,
por el plido y expresivo rostro [de Freyre], de una estructura sea semejante a la
|c Huudelaire, de finos planos [y] tranquila arrogancia y que era]para nuestra imaI,ilicin serrana (potico] y al mismo tiempo seorial. [Caa] a esa feria de plebeyismo
denominada Convencin Nacional [a] consecuencia de la revolucin de [Bautista]
Stuivedra, una de las porciones ms antiestticas de la cholocracia boliviana ([conver
j a cn | caballeros [que] forman luego el gobierno oligrquico de Bolrna . El que
Freyre fuera entendido como seorial por el provincianismo cholo corresponde
AZavaleta, que as lo describi en una brevsima antologa de la poesa boliviana,
reservando su decadencia a una eleccin individual que no admita en otros casos:
Jaimes Freyre [representa] una creacin esttica rica, pero areay fugitiva y la expresin
un seoro que adopt la decadencia a falta de la propia. (U n in ten to de antologa ,
27 de diciem bre de 1963b, p. 29. nfasis m o).
Por el otro polo, entre todos los sujetos bolivianos el tipo minero llegar a
encarnar al personaje histrico central tambin varios aos despus (1970) y su
lugar narrativo original ser sealado por Zavaleta refiriendo una obra postuma
de Sergio Almaraz: Rquiem para una repblica.
"Reencuentro con J limen Frw lV\ w l Sexto continente. 1950. Enfasis mo,
Autonoma intelectual
en el nacionalismo continental
Aquella etapa uruguaya tuvo, creo, cierta importancia en mi
formacin. N o slo porque all consegu mayor densidad en mi
informacin [sino porque] fue entonces que incorpor los valores
[de] lo que se puede llamar la independencia del pensamiento, o sea
que la calidad de las ideas no debe estar sometida sino a s misma.
La propia militancia, si est bien entendida, tiene ese contenido:
se milita porque se cree, no se cree porque se milita. Este aspecto tena
mucha menos visibilidad en Bolivia donde, sin duda, estbamos
ms interesados en los aspectos picos de la historia.
R E N ZAVALETA: E-M B, 1984: 4.
(Enfasis del original, en mayscula*).
'V
,-POPUUSMO BARROCO
Donde conocera nuevas amistades con las que mantendra correspondencia personal.
La pretensin de esta tendencia era ecumnica, respecto a todos los pases dependientes: Por
izquierda nacional, en un pas dependiente, debfjntcndcrxe en sentido lato, la teora general
aplicada a un caso nacional concreto, qu iRlIlM i la luz del marxismo, en tanto mtodo de
interpretacin de la realidad [la] OCunomla, ll historia y la cultura |y| coordina tal anlisis
terico con la lucha prctica de lll IHMta MAM el lm|>etall*mo, en el triple plano nacional,
latinoamericano y mundial, y#AMC
tn l lernmlc/ Arregui, op. cite. 369.
]6
La idea cannica d Lanln N I ilguleniei "Kl que no favorece el nacionalismo de los pa!
oprimidos, favOlWMi BMIMIIhW di los pases opresores.
[Los] Estados nacionales que llegan tarde al reparto de los mercados entran a
practicar un nacionalismo agresivo y expansivo, que hace del nacionalismo de los
pases industrializados una posicin reaccionaria. (Ibid. nfasis mo).
Todos los autores mencionados en su obra primera cuyo ttulo Zavaleta rei
tero (Astrada Jauretche, Ramos, Spilimbergo, Treitschke), salvo l mismo, son
telendos de distinta manera por Zavaleta en su libro El desarrollo de la conciencia
nacionaly en artculos previos; algunos como Astrada desde 1962 (E N P , 1963:21)
Existe evidencia de que Zavaleta conoci el libro de Hernndez Arregui, pues
lo cita una vez en su tercer folleto editado por el M N R (RBP, 1964a: 41). El texto
homnimo de Zavaleta escrito en Montevideo de 1965 (y publicado en 1967) fue
denominado en Cuba de una manera que debi servir a su diferenciacin (Bolivia:
crecimiento de la idea nacional, 1967) y merecer despus, en el ttulo definitivo el
termino ms ambicioso de desarrollo en vez del genealgico de formacin
Otro indicador de que reescriba lo que era prosa nacionalista argentina, se obser
va en la manera en que Zavaleta aludiera al lugarteniente argentino de Facundo
t^mroga y el ultimo caudillo de la montonera de los llanos, ngel Pealoza, el
Chacho, al que Sarmiento -poltico que el nacionalismo argentino y boliviano
denostaban- dedica un libro con ese mote. Porqte Zavaleta lo tutea en vez de citar
Ja referencia, podemos saber que extrajo el dato de otra prosa.
Adems, al analizar el mito del pueblo enfermo en todos los pases latinoa
mericanos, reescribe lo dicho por Hernndez Arregui en 1961 sobre Sarmien
to (ver su apartado Realidad de Sarmiento en Qu es el ser nacional,?, 1973*
Jl-104) aadiendo con impostada familiaridad nacionalista que aqu resulta
1o ogicamente productiva, lo que en el texto argentino apareca correctamente
entrecomillado como el Chacho:
Sarmiento culpaba asus compatriotas de brbaros e hizo degollar al Chacho pero estos
no eran sino modos mixtos de justificar la opresin practicada por los civilizados es
decir por los ingleses. (ENP, 1963: 17. Enfasis mo).
Nutrido de la religin del nacionalismo que predicaba Ramos y por tanto
detendiendose de la opresin de los ingleses,7 Zavaleta homologaba el pensa
miento de Arguedas que era realmente pobre en comparacin al de Sarmiento,
37
El jefe del gobernante MAS boliviano, lvo M or.lv, Ayma cuyo semblante biogrfico el
penod,sta argentino Martn Sivak d fd ic in IV IIHlItlodlla.lo libro
Santa Cruz, El Pas
008-se expres rec,cruntenle N'm U* 1 lnt|rlo ll.gl, y el romano eon los que Bolivia
no tuvo ni pudo tener rtl.cin, NNMMhiMMRlII
diec que el imperio ingls mand
acabar eon los aiimrmy qUOtW, MBtt, !4 di abril del <
>11
40
Tales como por ejemplo sostener que Fidel Castro repeta en Cuba las experiencias nacionales
de Pern en la Argentina y Nasser en Egipto (2004b: 37) que la victoria electoral peronista
de 1973 tendra alcance mundial como triunfo inevitable de los pueblos coloniales (2004a:
7, 16); que el dilogo entre catlicos y marxistas demostrara que la Iglesia se acomoda a la
verdad explosiva del marxismo (2004a: 25); que Federico Kngcls era un ario puro (2004a:
31); que el tirano boliviano Melgarejo tuviera un plan de unin americana, en una accin
continental que encontr entre sus abanderados activos al caudillo argentino Felipe Varela
(2004a: 92).
^
42
El caso del grai. Pern ea el ms ilustrativo por razones obvias. A los crtica
de izquierda del peronismo (marxistas indoctos), Hernndez Arregui les repro
ehaba olvidar que lo nico que hace la actividad humana es retardar o acelera
sucesos que ya marchan en determinada direccin (op. cit.: 14-15). Porque crei
que a un gran poltico no le interesan las ideologas , aceptar que Pern lo citar
junto a un historiador de formacin ideolgica opuesta [se refiere a Jos Mari
Rosa], aunque nos una el mismo sentimiento de identidad a la tierral (op. cit.: 22-23
nfasis mo) o que en vez de determinados individuos, lo que se expresaba era e
pensamiento nacional en oposicin al antinacional y que la palabra marxisme
no lo horripila, cuando de algn modo le sirve a un escritor argentino desprovist
de toda ambicin humana para servir a la patria (ibid.). Cit in extenso la cod
retrica para que la expresin sea reflejo del contenido que cabe interpretar; que 1
abstraccin del nacionalismo reemplazaba a la realidad ms evidente, el concret
y limitado Pern.
Tampoco existen sino como abstracciones otros pasajes del mismo libro,
Pern fue expulsado de Amrica no como individuo, sino por lo que repreiem
con relacin a la Argentina, a la Amrica Latina y al mundo colonial en su conjttl
to (op. cit.: 208). De la misma manera se dir que atacar a Pern no es atacar a U
hombre, sino al proletariado nacional, porque el proletariado argentino, en ta
clase nacional, habra sido organizado por Pern (cf. op. cit.: 17). A Hernndez Arreg
le pareci injusto decir que la fidelidad al lder, la histeria que provoca Pern e
irracional, porque Pern o ha traicionado el ideal nacional de esas masas dispue
tas a resistir al coloniaje; se trataba de un lder inmune a las campaas hediond
internas y externas.. etc. Algo semejante dira Zavaleta de Paz Estenssoro.
En este punto de la invisibilidad del autcrata concreto por la abstracch
nacionalista, es preciso mencionar la cuestin del Terror a partir de su origen ec
nmico y desde el punto de vista del nacionalismo continental en el que se inscril
Zavaleta. Para que la industrializacin sea realizada, el nacionalismo conceba q
sobre la opresin que las minoras llamaban libertad, deba imponerse de tn
era inevitable y forzosa un tipo de democracia autoritaria de masas (ibid.: 3C
siguiendo el modelo chino de Mao de combinar democracia y dictadura. Es dei
que China represent tempranamente para el nacionalismo peronista argentir
el horizonte de cumplimiento del Estado Nacional, el modelo revolucionan!
racionalista del presente. (Ibid.: 247). Era la misma postura del joven Zavah
contra minoras o incluso individuos, algunos cuya irrelevancia no amerita
en buena lgica un extenso artculo plagado de adjetivos, por ejemplo, Eudoi
Ravines, contra el que Zavaleta lanza la descalificacin de cholo traidor, sig
icando una negativdad absoluta. (El traidor peruano Felipillo Ravines ameni
con la invasin a Bolivia", diario La Nacin, 6 de marzo de 1960).
El pensamiento de Mo. en tanto revisin del marxismo que al nacionalisi
argentino de Hem ndt Arregui interesara, se entenda como un pensar colect
h mismo
226
RE ZAVLi
'Al-POPUIiSMO BARRO
44
ffigUlfln
46
[Se han tomado] medidas recientes como el contrato de operaciones con Bolivia
Gulf para la utilizacin del oleoducto de Sica Sica a Arica, que cambiar el panorair
petrolfero del pas, panorama que se ha sostenido en cnones ms o menos estbil
hasta hoy. [YPFB] tuvo en los aos 1961-1 9 6 2 , el punto tope de una crisis que ven
arrastrando desde los Decretos de Estabilizacin Monetaria [del gobierno previ
del MNR, con Hernn Siles Zuazo, 1957]. El pasivo deja todava saldo desfavorabl
{cf. M20: 1-4).
Un contrato de operaciones con Bolivian Gulf Oil para la utilizacin del oleoduc
Sica Sica-Arica y la construccin de un oleoducto Caranda-Sica Sica. [Slo] es i
contrato de operacin |arrcndando] el oleoducto por 5 aos, en comparacin i
los 30 que proponl li Gulf. ha oferta de venta fue rechazada terminantemente,
prcticamente un contrato de transporte. El plazo de 5 aos puede ser renoval:
/-POPULISMO BARROCO
eso est,
precisamente, en
nfasis m o).47
Chvez O rtz respondi que sera una labor conjunta del Ejecutivo y el
Legislativo, cuando nos pongamos de acuerdo en una orientacin nacionalista
para la poltica petrolera. (M20: 21). Aadira una ampliacin exposicin sobre
la historia y situacin mundial del petrleo, hasta llegar a un momento en que
afirm: Lamentablemente, ahora tenemos que hablar de la Gulf en Bolivia. [El]
original Cdigo Davenport [nombre del funcionario estadunidense encargado
de su redaccin] pretenda tambin el monopolio de los oleoductos [que ha conseguido]
mediante este contrato de arrendamiento (M20: 33, 36. nfasis mo).
Zavaleta haba procurado atenuar la interpelacin, sugiriendo con vaguedad
lo que negaba la poltica de industrializacin descartada por el MNR. Deca que
YPFB estaba tratando de desarrollar planes de petroqumica primaria y tam
bin tratando de construir una refinera con capacidad de 5000 barriles diario!,
destinados a suplir el mercado oeste del Brasil (nfasis mos). Las perspectiva!
derivadas de esta posibilidad -deca-, eran realmente interesantes ya que hay
algunos consumos naturales que pueden permitir el iniciar estos planes. [El] 10
que ocurre, por ejemplo, en materia de explosivos. Bolivia, pas minero, tiene un
consumo elevado de dinamita (M20: 9-10). Se refera a la conveniencia de susti
tuir dicho explosivo por la produccin de nitrato de amonio, lo que una industria
petroqumica hara posible.
......................
Pero los antecedentes del tema sealaban una direccin distinta. Chvez
Ortz haba ocupado el mismo ministerio que Zavaleta y dos aos antes era este
ltimo, como diputado, el que junto a Augusto Cspedes y Mario Pando Monje
llamaran al titular para un informe congresal (el 17 de octubre de 1962), respecto
a una grave irregularidad en C O M IBO L que tiene relacin con la diferida industria
petroqumica: la simultaneidad por la que un ingeniero de C O M IBO L, encargado
de proveer dinamita fabricada en Chile a la empresa estatal, era tambin gerente
de una compaa privada importadora (la estadunidense Casa Grace), lo que segn
47 El diputado Mario Pando Monje (MNR), que actuara junto a Cspedes y Zavaleta, escribi en
speras memorias del periodo, que Zavaleta en el Parlamento asumi posiciones nacionalistas
de las que se olvid totalmente cuando fue Ministro de Minas, nombrado por Paz a instancias
de [Guillermo] Bedregal [a quien] hizo coro en las posiciones ms reaccionarias. (1969: 126
nota al pie). Respecto a la defensa de la desnacionalizacin de los hidrocarburos por el MNR,
merece citarse la retrica nacionalista de Bedregal hasta el final: La Gulf Oil Company
obtuvo [..,] un volumen importante de produccin en nuevos campos [y] en 12 aos demostr
gran dinmica productiva, l'.sta participacin de una de las grandes empresas mundiales del
petrleo estableci, conjuntamente con YPFB, un espectacular aumento productivo. La pro
duccin de 8000 barriles diarios antes del Cdigo del Petrleo escal hasta casi 50000 barriles
en 1969 [lustteando) plenamente el uso del oleoducto Sica Sica-Arica que V.P.K. [Vctor Paz
l'.stcnssoro] habla Matnildn en su primer gobierno [1952-1956). ( 1999: 609).
48
48
Una dcada despus, en 1975, la Gulf admiti haber sobornado a los gobiernos que aplicaron
aqul Cdigo del Petrleo. Kl socialista Quiroga Santa Cruz, que desde el mismo Ministerio
que ocupara Zavaleta dirigiera la derogacin de dicho Cdigo y la nacionalizacin de la t>ulf
en 1969, observ que su Influencia delictiva no se reduca al fantasma del fallecido gral. Barricntos, pues n extensa la responsabilidad por la poltica petrolera antinacional en favor de
Gulf.
Socrtico). Gran parte del libro reelabora y repite textualmente seis artculos,49
asicomo parcialmente el folleto referido ( E N P , 1963), caracterizando al partido de
laderecha tradicional ( F S B ) y produciendo imgenes picas de la Revolucin N a
cional de 1952 narradas primero en artculos de la revista Marcha de Montevideo
cutre 1957 y 1962.50Los captulos finales reflexionan sobre lmites ideolgicos y
horizonte del proceso de la Revolucin Nacional.
Dado que Zavaleta ya haba narrado como historia natural el captulo I
(apartado II. 3) o la lucha opositora (ideolgica) al M N R del IV sobre alienacin; el
Yllly otros pasajes del libro sobre diferencias de concepcin entre Lenin y Trotsky
fe tratado en un artculo publicado en Marcha como: La revolucin boliviana y
eldoble poder (20.07.62), adems de parcialidades como desarrollo, salarialismo
yotras. Existen tambin algunas repeticiones en pginas prximas, por lo que tal
vez la escritura del texto fue recogiendo fragmentos diversos o no tuvo un hilo
conductor central: la idea de que para Salamanca el nico objetivo en el Chaco
eraganar la guerra (C IN , 1967: 41 y 43); las guerrillas de la independencia como
antecedente del ejrcito (ibid.: 108 y 110); lo anacrnico o acadmico del planteo
Je ciertas conjeturas (z't/.:138y 142); y, adicionalmente se podra mencionar alguna
imprecisin histrica, inscrita en textos anteriores (ENP, 1963:26yCIN, 1967: 76),
sealadamente la de atribuir a un civilista como Daniel Salamanca lo que solo pudo
Jecir un general militarista como Carlos Blanco Galindo (apartado a. 3, nota 14).
La realidad y tambin la lgica sugieren, que personalidades distantes en el
espacio y tiempo histrico pueden sin embargo simpatizar al interior de un arque
tipocomn. Leda con la ventaja retrospectiva de los artculos previos, esta obra
ejercita no poco del cinismo saludable que atribuye y adopta desde su primera
pgina (la 9) del nacionalismo ingls de Benjamn Disraeli, que privilegiaba los
derechos de los ingleses a los derechos del hombre.51 Zavaleta asume su derecho
) Ver en apartado II.2 sobre los referidos artculos de Zavaleta en La Nacin: Los muertos que
no han vivido (20.04.59); Falange o la cada de un estilo poltico (29.04.59); Exilados en
Buenos Aires piden la intervencin Argentina en Bolivia (02.07.59); Idelogos rosqueros
difaman a Bolivia desde el extranjero (01.09.59); El sangriento domingo-onomstico, tema
para la calumnia y el absurdo (s.f.); y, Joven deshabitado culpa al pas por sus desgracias
personales (17.03.60).
6
: S r ^ ! l e r 0lUC1n en B o W (26M -57>>La Revolucin boliviana y el doble poder
(20.07.62); Reflexiones sobre abril (M24-25) y Sobre abril (M26).
Tambin es posible que esa idea haya sido sugerida por una cita de Hernndez a propsito de
la opinin de Bernard Shaw sobre los ingleses: N o hay nada demasiado malo ni demasiado
ueno que no haga n ingls, pero jams lograris sorprender a un ingls con las manos en
lamasa . (2004b: 218). Disraeli afectaba una distincin que no posea (Maurois, 2007: 32)
segn expresin de personajes ingleses de su libro Vivan Grey escrito a los veinte aos de
modo que fiie marcado por lo que ms temMi el ridculo. Ensay frustrados negocios relativos
a minas de America del Sur estando en Kredcricks Place, mientras el ministro ingls CanDing apopbaja rebelin en las colonias espaola* y portuguesas en nombre de los principios
literales (//>;</. :2 5), para favorecer concesiones mineras que favorecan a John Diston Powles
t
|
!
El MNR plante por primera vez un conjunto de principios relacionados antes con las
necesidades y los elem entos de Bolivia que con el casillero diario de fabricacin y factura
euroPeas ly] se form ul un nacionalism o de existencia en lugar del nacionalism o de
expansin que bogaba entonces en Europa. ( Marcha, 26 de abril de 1957).
Es obvio que ya nosotros, desde bastante antes, ramos marxistas y en consecuencia, no vivimos aquello [1952] sino como lo que era, es decir, como una ocasin en la lucha de las clases
que son el movimiento de la historia de un pas. Pero, hay que ver lo que es dejar la tierra d
i Uno ,a pamr de una ruptura; es romper todo un horizonte de referencia y tambin quebrar la
propia continuidad de tu tiempo, sin transicin alguna. Es algo que no se lo podra soportar sin
destruirse, si no se lo legitimara de algn modo como una suerte de oferta de la propia vida individual
a las circunstancias de nuestro ser colectivo." (li-MBG, 1984: 2. nfasis mo).
La comparacin de la obra homnima de Hernndez Arregui y Zavaleta (Laformacin de la candencia
nacional) muestra que dos aos antes que El desarrollo de k conciencia nacional de Zavaleta, se public
el de Hernndez Arregui de idntica temtica, titulado: )Quhs e!ser wichmal? (La candencia histrica
iberoamericana) y que en 1969 precisara su urincipal axioma: "Nuestro objetivo es el replanteo de
la teora nacionalista, renovndola, no desde Europa, sino desde las perspectivas peculiares de un
pas colonizado, flbda) teora nacionalista que prescinda de la potencia numrica y la conciencia
histrica de laiunafMes una abstraccin Inservible mutilada lela lucha nacional del pueblo. II Iay|
pues un nacionalismo reaccionario y un nsclonallsino revolucionario", (2004a: 12-13).
y no la haca; despus, era la dicha. Como desde 1965 (sin el MNR en el gobierno)
las cosas retornaban a su quicio, de alguna manera haba que reinterpretarlas.
Existe un cierto abuso de la hiprbole que es justo contemplar sin reducirlo
a un 'puro determinismo, porque muestra los lmites de este mtodo de inter
pretacin espasmdica de la historia, que la expresin discursiva presenta como
interpretacin verosmil, til a la intersubjetividad quiz, pero altamente ambigua,
instrumento de fines antagnicos a los propuestos. Se trata de un procedimiento
retrico del lenguaje, que sirve a un mecanismo ideolgico del ambidextro dis
curso nacionalista 55y recurre a los dos mtodos de interpretar la historia segn h
conveniencia del caso concreto y que podemos observar en el discurso de Zavaleta
sin prdida alguna, siguiendo la idea de Borges: Lo extrao es la conducta hbrida
de los historiadores. Estos incorruptibles aplican con rigor las nociones de libre
albedro y de culpa a cuantos gobernaron el pas -salvo al partido de Pern, pars
el cual se reservan los beneficios del fatalismo histrico-. O tambin: N o ha}
cosa en el mundo, por insignificante que sea, que no comprometa y postule toda;
las dems. En lo cotidiano, sin embargo, admitimos la realidad del libre albedro
el hombre que llega tarde a una cita, no suele disculparse (como en buena lgici
podra hacerlo) alegando la invasin germnica de Inglaterra en el siglo V o li
aniquilacin de Cartago. Ese laborioso mtodo regresivo, tan desdeado por e
comn de la humanidad, parece reservado a los comentadores del peronismo
que cautelosamente hablan de necesidades histricas, de males necesarios,^ d
procesos irreversibles, y no del evidente Pern. A esos graves (graves, no serios
manipuladores de abstracciones, prefiero el hombre de la calle [que afirma] 1
realidad de la culpa y del libre albedro. (Borges, 2003: 251-252 y 1999: 174).
Confirma lo previo, otro pasaje de Zavaleta en el que la guerra del Chaco e
antes de 1952, una perplejidad sin salida (CIN, 1967:34)y despus la clave donde s
hallara contenida la Revolucin Nacional de 1952; as tambin lo demuestra la valide
poltica de Disraeli y la pobreza intelectual de nzaga (Ibid.: 9 y 90); el escapulari
y rosario catlico de este ltimo eran prueba de su extravo en la realidad, as com
no significaban nada en amigos y conmilitantes que los exhiban en declaracion
pblicas, como Guillermo Bedregal; los democristianos usurpaban el nombre d
Cristo, por ser nacidos de una entraa conservadora -la catlica (Ibid.: 52). Otrc
ejemplos pueden multiplicarse fcilmente, pero tal vez conviene mencionar un<
relacionado a una lnea democristiana que preocupaba con razn a Zavaleta:
L es es grato [se refiere a la C om unidad D em crata Cristiana en la que participal
M arcelo Q uiroga Santa C ruz], decir que rechazan por igual al capitalism o y
55
Lo e je rc ita 1 lc rn n d e z Arregui en su lihro de 1960, indicando por ejemplo que por prolog
un libro de jauretehe (U P r n t h los U b r e s ) Borges to d a v a era un escritor argentino. (2004
el ser
Sera upa reduccin errnea calificar por ello a Zavaleta como determinista
en un sentido m a r x i i t a como le tiende a decir en la actualidad; dos aos antes a lo
M e he planteado, por centsim a ve*, el transitado problem a del azar y la n ece si* J (
en la historia, desde las dos lneas en que se reparte, desde hace m uchsim o tier r P
la historiografa m oderna. [La] discusin entre el h ech o histrico considerado ce?
un resultado casualista y h eroico y el h ech o histrico entendido com o un p r o c ^
com plejo, en el que la econom a se expresa utilizando el azar hum ano esta p e n d ie
( Una historia an ti-econm ica del
M N R , 1963).
hc
Algo semejante haba hecho el idelogo por excelencia del MNR, Carlos
mtenegro, mediante su reflexin sobre las doctrinas poltico-ideolgicas en
livia, en funcin de la historia nacional (Nacionalismoy coloniaje, 1943), elevando
opresin subjetiva meramente pesimista de Medinaceli a lo que Zavaleta llama
:omprensin de una totalidad ideolgica.
A la historia de hroes descabezados y al margen de los ciclos y lucha de
sas que era la promovida por la oligarqua,56 Zavaleta opone una descripcin
jda en personalidades de la Repblica (caudillos en general), cuyos actos se
pie contenidos en los pliegues de su ideologa y de su psicologa (as Linares
Zamanca, en CIN, 1967: 16 y 40), pero en rigor de caudillos nacionales frente
S antinacionales,57 es decir, de personalidades definidas en ltima instancia por
ontenido nacional (o antinacional) que se les atribuye, en una gradacin que
>ge a todos los que son convertidos en precursores del MNR, incluido el hroe
3 militar, cnel. Germn Busch. Medinaceli y Busch habran percibido que no
Itlealizarse el yo individual si no se realizaba el nacional, decidiendo sosteneri
i listona oficial de Bolivia que sigue el molde, por ejemplo, de un reeditado relato lineal de
Carlos Mesa Gisbert en coautora con sus padres; ex Vicepresidente del empresario minero
neoliberal Gonzalo Snchez de Lozada (MNR) y Presidente tle la Repblica en ausencia del
titular (2003-2005).
Santa Cruz, Ballivin, Belzu entre lo primero; Melgarejo, Linares, Arce y Montes entre los
segundos. Los dos primeros haban ldo oficale tle llolvar y el segundo de ellos adems de
la guerrilla de Lanza, durante la guerra de la independencia, como destacara Zavaleta. (CIN,
1967:16-17).
* - h d sin medir el
naciones que
historia nacionalista, relativa a que solo merecera
se proponen su propia grandeza.
, / j i nroceso de la ideologa
nacional , con una clara idea de la di e
una inclinacin
y nna m o t e j e n * ^ ^ d^
3
'
nacionalista en un mundo
td e o * p m ^ T tk K d L 2
r A = r ^ : = : = t . i . - , -..
sentido de Andre Gide).
paradjica dialctica, la del nacioVeamos algunos nudos centrales de est-P , ] . onte infinito. El fatalismo
nalismo revolucionario con el s V ^ de eleccin individual en relacin a la
mitolgico que declara, mega la pos
;nrr1qnpnre de sencillo mecanistotalidad social; se tra c de una misma
lo
mo verbal: en la superioridad (de Tamayo)
P
1q e ya es (FSB);
que en el fondo es ya equvoco (lo a lena o), so
^
Estado oligrquico)
el azar complementa una necesidad ya e a ^ mecan(ismo que Zavaleta formaliza;
y las que se puedan {ormf 3^
h hecho derrotable (la de 1952), etc. En
slo puede caer una revolucin que se na necuu
sntesis, en prosa algo deficiente:
El
Farolera de hablar de Pitgoras sin conocer la filosofa griega; palabras pierrotescas fen que]
se mueven las miasmas oscura del coloniaje"; "ancestro hermafrodita de la poesa universal
fuera del mundo. Se podra seguir hada la previsin determinista errnea de que Borges
hinchado todos los das por la prensa Imperialista recibira el Nobel, pero por este camino
el nico consuelo posible es Impotentei "S. '(helos hemos de morir. Borges tambin. (2004:
21).
es d e c i r .
*> *> * *
* * >"
q u e s lo se e q u iv o c a lo q u e e n el f o n d o
' una
jimportacin.T(CIN,
^ 1967.
r s 51).
T
sus desprendimientos, es producto de
es y a
cl MNR y
t
r.
./.V
Je los cobardes en sociedad" ( 0 6 : 1 )- mediante misivas destnate . ^ a l u a cin de la decadencia del M NR. Pero dicha razn ultima o, com idi id d
poca, el quid de la participacin de Zavaleta se encuentra - la
Bolivia, el de la acostumbradamente brutal lucha poltica.
sonas fallesedicioso falangista de abril de 1959 que termino con mas de ce*
cidas, entre ellas a lg u n o s a m ig o s d e Z a v a ie ta , p e r o el c o n ic to c ^
^ ^
lo salvaba de una opresiva existencia personal. Confesiones que
correspondencia ntima.
Aie+n-n* Ap aos v circunstancias
Si lo anterior solamente representara una distancia de anos V
d
distintas, el mito frecuente del p ro g r e s o indefinido del individuo
sus certezas primeras bastaran para hablar del desasosiego de los p
de Zavaleta (aos 50), en los que se transparenta la personalidad d
i
difciles condiciones materiales de existencia, en contraposicin
y ms acadmica (aos 80), en que la forma de expresin c u i r * * ^ ^
sntesis antropolgicas y sociolgicas de un
conom(^
como Director de la FLACSO, profesor-investigador en la Facult*
w j
de la UNAM y profesor-investigador de la UAM- evala con P ^ P * e ,,
la notable ensis estatal de 1979 en B ol , " ? ! ' ^ e n t e n d e r l o
desigualdad en las relaciones sociales de su
bs condiciones
insuficiente de esta presuncin y que una correlacin directa
materiales de existencia y la produccin terica soto escamotea d a
le debe al campo [de produccin cientfica] y a su
117).
que hace de ella una obra de arte, de ciencia o de filosofa <BourJ
d6
La confesin epistolar del oven Zavaleta no es impermeable a h I <
nuestra: una declaracin de la poesa como elemento constitutivo del em etery
^iT gro como conjura de las desdichas * ilavida:"Haber
el peligro de la lucha poltica local; condicin de participacin
sentir asco por lo cotidiano en que falta Dios. Zavaleta se apr p^ Hslderln: ,
b r u ta le s d e la c o n o c id a ln e a r o m n t ic a d e l p o e t a a le m n F n e d n c h
Respecto a las denostadas clases medias, habla una excepcin ambigua y que
sobre el candidato a la vicepresidencia demostrara lo arbitrario de lo afirmado,
pocos meses antes que el acompaante militar de Paz Estenssoro en las eleccio
nes, el gral. Barrientes, lo derrocara. Se trata del prejuicio nacionalista acerca
de un sector militar que no slo se adscribira a lo nacional-popular sino que lo
hara con todas sus posibilidades intelectuales (sic). La orientacin general de
Hernndez Arregui al respecto rezaba: El ejrcito, en un pas que se afirma en
su lucha emancipadora, representa la voluntad armada de la conciencia popular
(2004b: 45) y se refiere a la nocin de frontera interior, misma que Zavaleta
adoptara, junto al imperativo de que no exista una tercera alternativa en el caso
boliviano, entre revolucin y contrarrevolucin.
Esta cuestin reviste especial importancia, dadas las consideraciones del
ideologuema del nacionalismo revolucionario del MNR, sobre la ausencia del
cumplimiento de las tareas democrtico-burguesas por una oligarqua (Rosca)
antinacional y su pretensin de situar en su lugar al ejrcito. El ejemplo del
militar y poltico egipcio Nasser (1918-1970), significativo para el nacionalismo
argentino, muestra que la debilidad ideolgica del nacionalismo, fcilmente po
da trocarse en la tendencia nacional-populista que reemplazaba a una burguesa
nacional imposible en la poca del imperialismo, por las FF.AA. en una misin
nacionalista como la que cumpla el nasserismo. El nacionalismo superaba el
mesianismo, puesto que la nacin no sera algn da sino que ira siendo y
porque se imaginaba un ejrcito que comprenda lo que Nasser haba escrito:
El papel de las fuerzas militares es proteger la edificacin de la sociedad de todos
lospeligros exteriores. (Hernndez Arregui, 1973: 293).60 Pero adems estaba
la frontera interior como papel adicional de las FF.AA. en los distintos pases,
legitimado por la teora nacionalista de izquierda. Consista en que adems de
preservar las fronteras nacionales o frontera exterior, las FF.AA. deban cumplir
un papel tutelar:
60 Abra as sus puertas el pensamiento nacional, para que las FF.AA. actuaran corporativa
mente en funcin de una ideologa antinacional y neocolonial, que era la que profesaban por
adoctrinamiento estadunidense consentido por los gobiernos nacional-populistas. En Bolivia,
el campesinado como clase nacional le subordinado al aparato represivo del Estado para
^protegerlo de la influencia comunista: adoctrinadas por el anticomunismo estadunidense del
enemigo interno con el gral. Ren Barrientos Ortuo (desde 1964), las FF.AA. con el cnel.
Hugo Banzer Surez (desde 1971) cedieron a su prebendnli/.acin generalizada en mrito a su
pasado reinventado como poder garante del orden civil; se comprometi como institucin
en la continuacin criminal y delictiva de la mediacin determinante del Estado del 52 con el
Gral. Luis Garca Meza (desde 1980) y continuada a travs de bonos de lealtad que perviven
hasta hoy con el gobierno del MAS (desde 2006), una forma institucionalizada del privilegio
antidemocrtico e inconstitucional que corresponde a una ficticia fundacin tutelar sobre el
orden republicano en Dolivla (hoy Estado plurinaclonal").
Defender a las clases nacionalesfrente a las clases extranjeras oantinacionales que las oprimen
as como la lucha por una economa al servicio del pas contra la mayor agresin a la
soberana boliviana que es la opresin econmica. (RBP, 1964a: 41-42. Enfasis mo).
Clase extranjera o antinacional sera entonces para Zavaleta la izquierda
extremista, es decir la que (en trminos de Hernndez Arregui) no haba sido
nacionalizada y por lo tanto no constitua un interlocutor con el Estado del 52:
Para qu hablar ms de los comunistas: son agentes extranjeros. (RBP, 1964a: 32).
61
62
I Ic compartido con mayor detalle el discurso de este folleto (RBP, 1964a) con el libro pstumo
sobre la cada del MNR (CON, 1995) en un ensayo anterior. (Rodas, 2006).
l'.sa famosa lata d i 'llinM entre tres clases, escribi Zavaleta (C35: 2).
f F5,SW( PNAI.-POPUIJSMOBARROCO=
El segundo objetivo sealado por Paz Estenssoro era caro a Zavaleta y conS>s"
ta en una reivindicacin de la modernidad capitalista: El desenvolvimiento pleao
de la individualidad (ibid.: 12). En los trminos nacionalistas de Paz, la liberac>on
de la servidumbre indgena y campesina previa a la Revolucin, se haba deb
a que no podamos tener nosotros [habitantes urbanos] desarrollo econifllCp
y particularmente industrial, con la inmensa masa de los pobladores de este pais
sin formar parte del mercado nacional (ibid.: 12-13). De este discurso Za\'le
ta desprendera, en uso de criterios histricos marxistas relativos a Inglatera>
que la Reforma Agraria y el consumo campesino haban dado por resultado
(pequeo propietario conservador o clase tranquila, como la llamara despes
que no conoca el desarraigo y expropiacin de su tierra en el sentido que Marx
describiera en Inglaterra; sin embargo Zavaleta segua el apotegma clsico:
Adem s [el cam pesino es] un hom bre p sicolgica y econm icam ente dotado Para
convertirse en un obrero industrial [y] asim ilar los excedentes hum anos del ca ^ P
a la industria de las ciudades. (RBP, 1964a: 50).
65
66
.
Referencia partlcularmanta desafortunada desde el punto de vista nacionalista. Lase
roccntrlaino
pfupsllo del destino de la travesa de Coln: Parti hacia el P*ra s
frtnet
hacia el Dorado [y] tan slo fue a caer sobre Amrica del Sur, ese Extremo Occidente que
surgi en nuestro horizonte como un Oriente fallido, un c r s a z t de China, una interminable
desilusin. Esa cuna del futuro y que lo seguir siendo mucho tiempo. (Como deca D e Gaulle
a propsito de Brasil)", en Dclirey, 1992i H7.
Como se vera en esc mismo aflo (le 1964, la normalidad demostrada del Estado del 52 fue
la prcbendalzacin de todas las relaciones sociales y la instrumentacin de las mencionadas
milicias campesinas (el Pacto Militar-Campesino inaugurado por Barrientos).
260
O BARROCO
rememoracin de la cada del tercer gobierno sucesivo del MNR, est claramente
descolocado respecto al texto que sigue, por lo cual es, indiscutiblemente, un p
rrafo redactado al final. En el segundo comienza propiamente lo que le importa
a su autor:
Estn desnudos ahora los que fueron rboles de cobre del o to o de O xford, donde
h e ordenado aquella m em oria tan convulsa y, cuando con cluye este captulo que se ha
vuelto independiente como sifuera un libro [la cada, separada del L ibro de Abril, es decir
del h ech o revolucionario de 1952], puedo saber para siempre que la historia clsica
ha retrocedido a la periferia del m un do [se refiere a Bolivia] y la ha convertido en
una patria [...] la historia la de Salustio, que es tam bin la de M aquiavelo y L enin.
(C.CN, 1995: 17).
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(1999:
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flagrant
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68
kll, IWI),
proletariado) para sostener que la vida de las masas fue entonces, por primera
vez tambin, la vida del poder, o que incluso cuando la clase obrera ha adqui
rido el poder, tiende otra vez a perderlo, como lo demuestra la materia de este
ensayo (ibid.: 2 1 ).
La riqueza del barroquismo terico de este texto es proporcional a la retrica
de sus ejemplos. El jefe del M N R es merecedor de una velada apologa, como se
observa en artculos de los 60, en el tercer folleto publicado de Zavaleta (RBP,
1964a), o en su primer libro que revisa el folleto y otros artculos amplindolos
(CIN, 1967). Supone que Paz tiene fe en el progreso como camino interminable,
en el que la industrializacin se postergara indefinidamente, pero esto significa
ba conceder al pragmatismo de Paz una creencia que no tena. Segn podemos
leer en la obra de Kafka: Creer en el progreso no significa no creer que ya se ha
producido un progreso. Eso no sera fe. (2003: 668).
Es decir que, como observara Benjamn, la revolucin no consista en la ve
locidad que le pudiera imprimir el socialismo (al nacionalismo del M N R ), sino en
lo difcil del surgimiento del progreso; en el freno de esa locomotora de Marx
-n vez del aprovechamiento de su impulso, y que nada haba corrompido tanto a
los obreros (alemanes) como creer que nadaban con la corriente (progresaban):
u imagen como clase redentora de las dems haba neutralizado su fuerza, desaarendiendo tanto el odio como la voluntad de sacrificio (cit. Por Buck-Morss, op.
:it.: 134 y 331). En cambio, por la narrativa de Bloy, dado que el orden terrestre se
Jebe al Dolor -como viramos, cuyo nivel ms alto lo representan los santos- los
icontecimientos histricos se escriben como los lea Paz y no como eran deseados
}r Zavaleta, es decir segn el simbolismo de las lgrimas (Bguin, 2003: 58.
|fer apartado 1 . 1 ) y no de acuerdo al imperativo del ideario nacional (cf. HerS$ndez Arregui, 2004a: 134-135), que era como interpretaba el joven Zavaleta la
jjpstura del jefe del M N R .
Esto nos lleva a precisar las polaridades y homologas estructurales de Zavaleta
orno paradojas de su madurez, situada entre la mstica coherente de Bloy y la
lialctica materialista de la Escuela de Frankfurt (Adorno y Horkheimer) y que
ecoerda lo ficticio de la felicidad ofrecida por la industria cultural, concepto
^ractersticamente explicado por dicha escuela de marxismo crtico.
Recordemos que Bloy saba que el Dolor es la autntica verdad del placer
jarroco; ste era el sentido que comunicara a su novia, el 21 de noviembre de
.889: el amar instintivamente la desdicha de la miseria -le confes- y casarse con
sta habiendo podido elegir otra compaera (cit. por Bguin, 2003: 61-62). Se
rataba tambin de una estrategia del alma, por llamar as al fondo instintivo de
ina certeza cuya paradoja es no realizarse como felicidad: El silencio, la miseria y
as terribles penas, han sido cuanto he necesitado pura convertirme en el monstruo
nvencible que soy (Bloy, 2006b: 20-21), La sublimacin esttica (por ejemplo
a poesa no satisfactoria) se simbolln, y* que no por la felicidad inencontrable,
por el cumplimiento de una promesa rota (cf. Adorno cit. por Jameson, 2010:
228). Autenticidad que es fiel a la negacin y el sufrimiento (ibid.); paradoja
de la felicidad posible que todava no puede alcanzarse, felicidad que promete la
industria cultural bajo la nocin de entretenimiento, sin que como tal exista;
se ofrece la prueba visible de algo, no lo que eso es.
Aqu ya es posible enderezar la idea no resuelta, de que Zavaleta fue, como
otros tantos, un poeta fracasado que mantuvo un temperamento potico
(Gil, 1994: 1). Ms bien se dira lo que Eliot (2004: 217-239, passim) respecto a
la intimidad entre poesa y personalidad, que la emocin del arte es impersonal y
que por lo tanto se hace poesa no para expresar una emocin sino para escapar
a ella (y lo mismo respecto a la expresin de la propia personalidad): Pero, por
supuesto, slo aquellos que tienen personalidad y emociones saben lo que significa
querer escapar de esas cosas (Eliot cit. por Jameson, 2010: 198). Es el caso de
Zavaleta, no slo ni particularmente por su angustiada personalidad juvenil (segn
testimonios diversos: Quirs, Libermann, la correspondencia con su madre), lino
por su madurez intelectual, consciente de estos lmites que se entienden no por
defecto sino por abundancia de vida subjetiva; por no poder huir de uno mitmo
en el plano de la autenticidad del sufrimiento. Podemos leerlo directamente
de la correspondencia con su madre, en la defensa de su talante, conliderado
familiarmente como imprctico (apartado 1 . 1 ).
Veamos pues tres relatos de Zavaleta sobre una misma circunstancia
de turbulencia poltica, cuya retrica explicativa que justifica el castigo a la
desobediencia (llorar lgrimas de sangre) es lo que Bloy caracteriz como uno
de los lugares comunes del pensamiento burgus (apartado 1 . 1 ): la cada del
M N R .69 Conviene citar con amplitud para observar la plasticidad narrativa y sus
acomodos a la expresin no de los hechos histricos sino de la historia inter
pretada desde el lenguaje: crnica periodstica el primero (1964), en imgenes
cuasi cinematogrficas el segundo (1970), y el balance final y ltimo es de 1984,
ao en el que su autor falleciera:
Paz E stenssoro nos llam [a R en Zavaleta y G uillerm o Bedregal] a su departamento.
F ue m uy directo. H e resuelto - n o s d ijo - entregar el p oder. El plan entero de
69
El primer relato se public en dos entregas sucesivas e independientes del semanario Marcha
de Montevideo (22 y 29 de enero de 1965) y fue reproducido por el diario El Da de Mxico,
mes y medio despus. La segunda versin fue escrita en marzo de 1970, durante la estancia
acadmica de Zavaleta en Oxford, con ms nombres y aspectos, que revelan el carcter retrico
de lo expresado pblicamente (cursivas, infra)\ fue conservada por Zavaleta y su familia la dio
a conocer muchos flus despus (1995) para integrar unas obras completas truncas (la de Los
Amigos del Libro), l**l ltimo o del siglo pasado, Guillermo Bedregal public su biografa
de Paz Estenssoro en que coincide que el ltimo mensaje de Paz lo redactamos con Zavaleta
y Jaime Otero" (I W9i ftO), refirindose a Zavaleta como uno de los ltimos leales" a Paz.
resistencia en La Paz haba id o a dar, en sus detalles todos, n m anos de los m ilitares
e insistir en el en esas circunstancias era, en efecto, convocar a una cacera [de
m ilitantes del M N R ]. Yo n o lo har agreg. En la media luz del dormitorio, limpio y
pobre como Bolivia misma, en el abrumado silencio de aquel Palacio incendiado un da p or
C asim iro Corral [llam ado Palacio Q u em ado, d ond e se instala el P oder E jecutivo en
Bolivia] poblado todava acaso por los fantasmas fracasados del suicidio de Busch,
del co lg a m ien to de V illarroel, d on d e estaban ahora adorm ilados en una vigilia
perseguida los com paeros con sus fusiles, ram os los tres nicos que sabam os en
ese m o m en to que aquel p oder que haba com enzado en los com bates de L a P az y
Oruro, en abril del 52, haba llegado a su fin. D esp u s jugam os a la frialdad y a las
interpretaciones, n os cubri un tiem po sin tareas. Paz n eg o ci con [el gra l] O vando a
solas en su despacho, los trm inos de la entrega del poder. Pareca resuelto, p oderoso
todava, l cid o y seco, cuando baj. E l pas -d ijo a n - llorar lgrim as de sangre.
A las nueve y m edia parti hacia el Per. N o so tro s buscam os asilo. {Marcha, 22 de
enero de 1965).
/
Si
El poder estaba, efectivam ente, perdido y estos h ech os com pusieron la d ecisin de
Paz Estenssoro. A qu se abre un hiato o vaco. P az E stenssoro m e en co m en d la
redaccin de su renuncia pero y o m e resist. U sted n o est renunciando le dije, para
recordarle la gruesa obviedad de su derrocam iento. C on vin o a lo ltim o, en hacer
sim plem ente un m ensaje, considerando que al n o renunciar haca in con stitu cional la
presidencia de Barrientos que h em os visto que tam bin trat de evitar por m ed io de
O vando. C on O tero C aldern, con Jordn P ando y Bedregal [Gutirrez] redactam os
el docu m ento. [D espus], gastam os el tiem po en un d ilogo equvoco, jugam os a
la frialdad. H acia las 6 y 30 de la m aana se in ici la ltim a reunin de gabinete.
[Ovando] estaba otra vez m irando el desorden final de la discusin familiar en una
casa abandonada. C o m o todas las cosas estpidas esta circunstancia term in por la
seria razn de que se le haba term inado el aire con que estaba inflada. Paz E stenssoro
rom pi ese am biente, que se haba h ech o n ecio, y m e llam al paso para que subiera
a su departam ento, ahora para firmar el m ensaje aquel. Q u iso que furam os en su
avin y eso h icieron Rivas U gald e y H u m b old t [Barrero], Seran las 9 de la maana,
cuando sali [hacia Lima]. Llevaba el abrigo su elto y el som brero caractersticam ente
gacho, el pulgar en el chaleco y m ostraba un aire resuelto, plido, obstinado y seco.
A lcanz a decir todava: E l pas llorar lgrim as de sangre, (f. C C N , 1995: 50-51).
Al dejar el Palacio en la maana del 4 de noviem bre de 1964, las ltim as personas
que vi fueron F ernando Iturralde, Jaim e O tero C aldern y Eduardo Arauco [Paz].
Paz E stenssoro dijo, en ese m om ento: Al pas le esperan lgrimas de sangre. As
fue, por cierto. (E-MBG, 1984: 2. nfasis m o).
(infra).
Luego de la oposicin del Comit Pro Santa Cruz alineado con FSB, le
pareca a Zavaleta que San Aurelio era un feudo y su propietario incurra en
'(
nuestra naturaleza" (La Nacin, c. mayo de 1959). Veamos otra muestra de dicho
discurso, disputado a la tradicional lite crucea:
El ltimo caso de criminalidad demostrativa de las tcticas del terrorismo de los
gamonales cruceos fue el asalto a pleno da de la casa del invlido de guerra
Eustaquio Rojas -quien por lesin incurable recibida en defensa de la patria tiene el
sobrenombre de Pata de Bandera-jefe del comando zonal del MNR [...] asaltado
y baleado en presencia de su esposa y sus siete hijos, dejndolo por muerto. [Estas]
actividades delictuosas que, sin duda, rebasan las de un mero comit local que
defiende el progreso de Santa Cruz estn nutridas por una base financiera que
surge de los mismos frutos financieros de dicho progreso, o sea que indirectamente
provienen del gobierno de la Revolucin Nacional. (La Nacin, c. junio de 1959:
A plan de gansterismo..
Dicho desarrollismo, no antagnico a los intereses de la oligarqua tradicional
anterior al hecho revolucionario de 1952, se complementaba con una ideologa
populista partidariamente inorgnica. As, el prefecto designado por el MNR p i n
Santa Cruz, Mndez Ibez, que resenta un exceso de pasin partidista** ftlfi
reconvenido desde el diario La Nacin:
No pretendemos colocar al seor Prefecto frente a los principios del MNR, l ha
buscado esa colocacin defeccionista [como] vocero del melchorismo antimovlmientlstM
[sealando errores del MNR que no son] justificacin de las barbaridades que en el
orden econmico, poltico y social han cometido los gamonales, caciques, alcoholeros
y contrabandistas que desde el Comit Pro-Santa Cruz dominan al pueblo cruceflo.
(Atacando a su propio partido.. 2 4 de mayo y 11 de junio de 1959).
En la lectura de Zavaleta, lo que haca el dirigente cruceo impugnado era
antidemocrtico dentro de un Estado democrtico (19 de mayo de 1959: Pla
ideros rasgos...); democracia que remita a los documentos del MNR (como el
del 30 de julio de 1958 y el 11 de junio de 1959, cit.). Pero la cuestin democr
tica se revelaba entonces con todas sus contradicciones (diciembre 1959), como
lo que en el Estado de 1952 y no contra l fermentaba, una poltica nacional e
ideologa hegemnica.
Un artculo del joven Zavaleta, en el que los tonos de la polmica contra la
Central Obrera Boliviana (COB) exceden a los sealados, respecto a la denuncia
de la rosca crucea, lo documenta. Calificado como un libelo que [la COB]
publica en la prensa de la rosca, el pronunciamiento pblico de los obreros es
descalificado por Zavaleta como un comunicado colmado de dislates en un mal
castellano [que] propugna el sindicalismo revolucionario con total ignorancia
de su significado. (2 de diciembre de 1959). El comunicado acusaba carencia de
democracia por centurai en radio y prensa, contenido que Zavaleta (des)calificaba
Entre artculos del mismo talante, lamentaba los perjuicios al progreso nacionaF' por la actividad poltica del Comit cruceo de marras, con aseveraciones que
delataban lo contrario, al menos como discurso de emisin, de la preconizada
democracia del M N R y, en quien las expresa, como visin claramente conservadora
del progreso y un desconocimiento evidente del rea econmica. Se trata en este
caso de un discurso que se repite ms all de lmites nacionales, para defender
un orden estatal escaso de legitimidad, como sucedera en los 18 aos de autori
tarismo militar que siguieron a la cada del M N R , con breves periodos de frgil
constitucionalizacin (1964-1983):
D e una vez para todas tiene que ser excluida de la vida boliviana la mentalidad golpista. La
estabihdad [requiere] un cbma de total paz poltica que asegure la tranquila prosperidad
de los negocios y la multiphcacin de las inversiones [...] capitales e industrias que, sin
duda, nos son profundamente necesarios. Otra de las razones [constituye] las elevadas
sumas de dinero que tienen que ser gastadas en la m ovilizacin de tropas populares
cuando el orden ya es declaradamente desconocido [para] fines ms siniestros por ciertos
malos bofivianos, y malos cruceos. (La sedicin de los g r u p o s . 2 8 de junio de 1959).
D e esta cada que n o resulta de pecados propios sino de ajenas entregas []sacaremos I
sola con clusin de que habr que seguir p eleand o por lo s que n o pelean por nosotrc
ni por lo que querem os? (C35: 3).
Es necesario advertir que estos diez aos [1952-1962] nos han corrompi
tanto como enseado. El M N R , incluyendo ciertamente a los jvenes, es i
sueo de los comanduleros, el paraso hostil de los puesteros. Nadie pierd
la ocasin de hacer trampa. N o hay empero, para qu ser delicados: de esti
72
El Sol, diario dirigido por Marcelo Quiroga Santa Cruz, inform sobre el trabajo de dlel
comisin respecto a la malversacin de fondos del Banco Central, la COMIBOL y la partit
de G a s to s R e s e rv a d o s " , en los (pie se acusaba a Ren Zavaleta junto a Guillermo Bcdrcg
(q u e fu e ra gerente d # la empresa estatal minera), Augusto Cspedes, Anbal Aguilar y otrt:
(R o d a s , 2 0 1 0 , li 2 9 1 ),
que hay un desarrollo que libera y un desarrollo que no libera (C36: 2). Slo la
industria pesada -en vez del desarrollo perifrico agrarista o fisiocrtico- permi
tira lograr soberana econmica e independencia poltica. (E N P, 1963: 12-13).
Tres aos despus, que seran cinco al publicarse sus reflexiones al respecto, gana
el eufemismo: Pareca ignorarse o se quera ignorar que hay un desarrollo que
libera y un desarrollo que no libera. (C IN , 1967: 81). En cualquier caso, el MNR
no tena mayor responsabilidad:
E l M NR [que era una] sntesis eficaz y sabia en s m ism a [iba] sin em bargo a pagar su
propio tributo a las n ocion es antinacionales de la pedagoga oligrquica, a determinadas
form as id eolgicas de la alienacin y, finalm ente, a laflagrante inexperiencia poltica de
las clases que, con el M ovim ien to N acion alista R evolucionario, entraron por primera
v ez a las discusiones histricas de Bolivia. (CIN, 1967: 54. Enfasis m o).
Desde 1962 haba dicho pblicamente (E N P, 1963: 10), que la influencia del
imperialismo en los asuntos de Bolivia se deba a varias razones, entre laa que no
es la menor la falta de capacidad de resistencia del pas. En relacin al Plan d
Desarrollo Econmico-Social del M N R en 1961, a pesar de admitir que el pro
blema de los hornos de fundicin (en direccin a la industrializacin en veg del
desarrollismo fisiocrtico) era considerado en unos 20 renglones (ENP, 19631
11), conclua: N o creo que sea justo ni honesto adjuntarnos a la cohorte de loi
que creen que este Plan puede ser desechado en su conjunto. No era suficiente
razn la mencionada, el Plan debera ir encontrando su exactitud en la marcha,
pues no era responsabilidad del M N R .
El nacionalismo revolucionario del M N R centraba su discurso en la denuncia
de la oligarqua tradicional, la Rosca, culpando a las clases nacionales y al pas
por males que respondan a una dominacin mezquina. Esa era la pedagoga
anti-nacional del pueblo enfermo de Arguedas, que la grandeza de Tamayo
negaba y el M N R reelaboraba contra lo seorial en Bolivia. Una pedagoga de la
inferioridad, que haca de la clase opresora una clase tambin extranjera por su
origen, por sus intereses, por sus supuestos mentales. (E C N , 1967: 35).
En 1963, los sofismas tecnocrticos y la escasa lgica planteada para justificar
el Plan desarrollista del M N R q u e renunciaba a priorizar los hornos de fundicin
por una seleccin de remiendos son indiscutibles, pero adems, puede verse aqu
con nitidez cmo el hbrido de nacionalismo + marxismo produca un discurso
demaggico, a diez aos de la Revolucin Nacional:
Si bien se ve, estas deficiencias ob ed ecen en gran parte a las propias lim itaciones del
pas. U n pas subdesarrollado carece, por lo general, de buenas estadsticas y no tiene
los m edios para hacer estudios tcnicos sobre las obras que se propone realizar. Si
hubiram os podido hacer un Plan perfecto, n o seram os un pas subdesarrollado. |L o
im portante] n o es el Plan sin o la poltica que lo realice, [,, ,| depende de fundam ental
manera de la correlacin de las fuerzas polticas en el pas y del papel que jueguen
en ella las clases populares. (ENP, 1963: 11-12).
Separando las palabras de los hechos, Zavaleta sostena que no eran las
palabras las que definan posiciones polticas, sino los contenidos de clase (cf.
ibid.-. 38). Contra el antiimperialismo cipayo afirmaba que el MNR represen
taba el proyecto de una Patria libre y socialista (ibid.: 39 y 42). Para 1967
su discurso apunta a un error de la Revolucin que correspondera al pro
letariado, por seguir un desarrollismo limitado por el imperialismo. El papel
del M N R , creador y ejecutor de la poltica econmica subordinada a la Ayuda
yanqui, desaparece:
Para realizar tareas nacionales que en Europa cumpli la burguesa, elproletariado cede
el aparato estatal a lo msparecido a una burguesa nacional, en un pas en el que ella casi
no existe: a las capas medias del frente de las clases nacionales. El resultado es que se
acentan los aspectos formalistas de la democratizacin a la vez que se insiste en las
fases inofensivas del desarrollo econmico. Si se hubiera tratado de una verdadera
burguesa [habra] realizado la industrializacin a la vez que la democratizacin [y]
la unificacin [pero] el imperialismo le impeda crecer. (CIN, 1967: 86. nfasis mo).
Precisamente lo que pone en cuestin el Libro de Abril como historia hecha
nicamente por el M N R y por tanto slo reflejada en el discurso del nacioniliimo
revolucionario oficial, era la cuestin del poder dual, es decir, de una alternativa
clasista irresuelta en trminos del poder existente. El problema del poder dual"
se plantea, desde el punto de vista de Zavaleta, a partir de los sectores en que se
dividiera el M N R y, an en lo previo, de las tensiones entre la COB y el aparato
burocrtico alrededor del Ejecutivo, Paz Estenssoro (apartado siguiente, III. 1).
Dado que por la ndole misma del concepto, remite a la situacin revolu
cionaria sovitica y a las visiones distintas de Lenin y Trotsky en particular, tra
tndose pues de una discusin especficamente marxista, conviene reconstruir
sintticamente la crtica de Zavaleta a las posturas estalinistas y trotskistas en Bolivia,
la primera de las cuales ya se ha referido como crtica nacionalista a la izquierda
(haba que nacionalizar a las izquierdas sostena Hernndez Arregui, 1973:14) y de
recha cipayas (es decir, orientadas en un sentido supranacionalista). El trotskismo
en cambio, que sera criticado en el primer libro de Zavaleta (1967), tambin haba
merecido su atencin en su primer folleto de 1959: El asalto perista... (en referencia
al PO R , Partido Obrero Revolucionario que se reivindica trotskista).
Conviene tener in mente un artculo de Zavaleta, en el que haca un balance de
Cinco aos de revolucin en Bolivia, para comprender el grado de su adhesin
a la impopular poltica oficial del MNR definida por Paz Estenssoro y encabezada
por Hernn Siles Zuazo .74 All sostena que la situacin econmica nacional que
74
Bajo estos trminos planteara dos aos despus su crtica a los sindicatos mileros alineados contra el M N R . Zavaleta conceda que el PO R era ms consecuente
[Be el PCB y le conceda mrito por lo que llamaba su fantico herosmo,
|adiendo insidiosamente que era como un ejrcito de salvacin de la extrema
Equierda [al] servicio de una causa confusa y sin camino. (C IN , 1 9 6 7 : 4 7 ). Muy
ven entonces, en 1959, impugnaba la composicin de clase media de la oposiin porista al M N R con una peticin de principio cuando menos discutible: que
i revolucin es algo que hay que hacer en la economa silenciosa y spera antes
[Ufe en las conferencias de prensa. (EAP, 1 9 5 9 : 1).
I Rechazaba ms dbilmente lo que llamaba la desproporcin tctica de que
1 revolucin provoque al imperialismo buscando la invasin extranjera, una
guatemalizacin de Bolivia o tambin fragmentacin de la periferie colonial,
o que se conoce como balcanizacin {ibid.: 4, 9, 10) y resenta la influencia
lorista en los sindicatos mineros como control y dictadura ideolgica del P O R ,
s como su rechazo a los despidos masivos o masacre blanca, respecto a los
pueblo, e l in te r s d e la s clases q u e f o r m a n e l IM N R J " . (1964: 79. 'nfasis mo). Segn Zavaleta,
a los 12 aos de U marchita revolucin de 1952, data la ocupaban las clases medias; ver tesis
asesorada por l, en que ae sostiene que esto sucedi desde el principio, como alianza de clases
tutelada por la pcqueAa burguesa |del MNR)", (Punce Atanco, 1974: 68),
78
N o se aperciba [la COB] de un h ech o que era tan sen cillo que resultaba invisible: de
que el poder poda ser perdido antes de que llegue la fatal revolucin latinoamericana.
REV ZAVALi
dbil porque tiene contradicciones: lo que est vivo se contradice y es nico tan slo
lo que est muerto. (PDA, 1974).
El poder dual que refiere, se remite a dos clsicos del marxismo ruso: Lenin y
Trotsky. Este ltimo lo entenda -sigo a Zavaleta- como un hecho universal que
expresaba el desdoblamiento del poder entre los dos trminos de una contradic
cin; Lenin lo circunscriba a la revolucin rusa. Se dira que al considerar el tema
en Bolivia, Zavaleta estimaba pertinente la primera acepcin, pero en realidad
revisa lo planteado por Ernesto Ayala Mercado, terico del MNR, para el que la
relacin COB-MNR era un caso de poder dual, que se manifestara conforme se
desarrollase como contradiccin de la revolucin de 1952. Zavaleta introduce en
principio la idea de duplicidad o doble poder que adultera el sentido del debate,
siguiendo a Ayala, porque le importa desmentir dicha contradiccin y suplantar
la composicin clasista real del MNR y de la burocracia del gobierno, que era de
clases medias, por la figura del tipo humano minero convertido en organizacin
poltica (el MNR es un partido bsicamente minero), contra su propias y obvias
certezas respecto a que los partidos no se definen por lo que dicen sino por SU
contenido de clase. (RBP, 1964a: 17).
Prueba de lo dbil e inverosmil de tal pretensin era el argumento posterior,
que desautorizaba las dos inferencias de Zavaleta: lo determinante en el 52 habra
sido la fuerza obrera. Sostena que lo que Ayala haba traducido en favor de la mirada
oficialista post 52 se debera al discurso de la oligarqua minera previa, que resenta
la fuerza del proletariado minero como un Superestado sindical; el MNR acu
por su parte la expresin de Superestado minero para referir el doble poder de
los titulares de la Rosca y sus burcratas. En ninguno de los casos se tratara de
un desdoblamiento del poder o su (imposible) duplicacin; Zavaleta valida ambas
nociones equvocas, agregando que eran ms visibles antes que despus del 52:
[En las minas] el poder del Estado y la oligarqua llegaba ya rendido y difuso. [Tal]
vez el poder dual o doble poder sobre el que con frecuencia ha escrito Ernesto Ayala
Mercado, existiera entonces con mucha ms vigencia que dentro de la Revolucin.
(Una historia anti-econmica del M N R , 1963).
Bastara, para situar esta interpretacin del falso doble poder, referir el
posterior extravo del sentido revolucionario de 1952 y la deriva de un Estado
bajo la lgica prebendal. Zavaleta recurre a un pesimismo teleolgico que no co
rresponda al discurso nacionalista de luchar sin medir el tamao del enemigo,
entonces atribuido al proletariado minero (ver II. 3 y 1963: 69), para sostener lo
contrario al ao siguiente (ver supra, Marcha, Montevideo, 27 de diciembre de
1963a): dicha clase habra defeccionado del poder, pero de todos modos la Revo
lucin rigurosamente proletaria hubiera sido un fracaso:
L a s u p e r v i v e n c i a d e la R e v o l u c i n e n 1 9 5 2 b a j o u n a c o n d u c c i n p r o p i a m e n t e
p r o le ta r ia - e s c r i b i - h a b r a s id o d ifc il y e n c o n d ic io n e s p e n o s a s , p r o b a b le m e n t e
m o r t a l e s . (.Ihid.).
Este periodo terminara siete aos despus (1970) con la lgica exclusin
del MNR de la Asamblea Popular, lo que alentara a Zavaleta a retomar la cuestin
en trminos estrictamente tericos como veremos, que fueron interpretados en
la regin como un compromiso de su praxis con el movimiento obrero, por su
lectura marxista del mismo. Tenemos aqu, de modo paralelo, un curioso ejem
plo de refraccin de la teora sobre la realidad, que har ver a Zavaleta como un
intelectual del proletariado minero por su identificacin discursiva que, segn se
80
Otros autores argentinos, menos afectos al discurso nacionalista y ms diversos entre s, como
Anbal Ponte yjorge Luis Borgcs, tambin han ponderado con argumentos la prosa de Sar
miento.
286
-POPULISMO BARROCO
83
CAPTULO III
Aporas de la autodeterm inacin
com o intersubjetividad
HANOTEAU:
Puesto que la lucha de clases est cifrada en el epgrafe previo, bajo la condicin
de necesidad del antagonismo histrico en vez de opacar su sentido a travs del
recurso de nociones intemporales (esencia, primordial), la cuestin del tCFFOF
poltico (en adelante Terror, revolucionario o protofascista) corresponde ttten*
cionarse en primer lugar, en relacin al discurso de la historia como expresin
de este contenido particular.
Asumiendo que toda narratividad es susceptible de instrumentarse ideol
gicamente, cabe recordar que ningn relato de la historia es inocente, incluido
el que niega la conflictividad entre clases, e insta a reconocer que la guerra ha
terminadoy a resistimos al atractivo de un deseo de venganza (White, 1992:100)
realizable tambin en el discurso. En esto, Zavaleta no teme sealar la cuestin del
Terror en su carcter objetivo, como una dimensin de la poltica. Al respecto, no
establece el nivel de reserva que utiliza para otras cuestiones (no menos espinosas,
pues el poder, por ejemplo, incluye al terror): lo que escribe en su corresponden
cia personal no es ms significativo que lo que contienen sus artculos pblicos,
si bien suele mostrar un desdoblamiento, el que de joven confesara a su madre.'
Se entiende aqu por cuestin del terror a una va entre otras, pero adems
en relacin a nuestro tema relativo a la expresin y la intersubjetividad, como la
ampliacin de una mera lucha entre discursos (cientficos o no) entendiendo que
de cualquier modo que se presente el tema, al menos para los grupos subordinados,
la frase el fin de la guerra significa solamente un discurso ms de la dominacin
que los oprime. Puesto que tampoco basta oponer un discurso marxista a otro
conservador que reivindique la objetividad, como el sealado del fin de la gue
rra o a la inversa como guerra de clases sin fin, lo que corresponde es desarrollar
la conciencia de que el registro histrico es algo distinto a una ventana por la
que puede aprehenderse el pasado como realmente fue sino ms bien como una
pared que hay que atravesar para confrontar directamente el terror de la historiay
disipar el miedo que produce (ibid.: 100-101). Todo para no descartar a la historia
como un absurdo en s y comprender que antes que su estudio (que no ensea
cmo no repetirla) conviene tratar el pasado de una manera no convencional, no
exorcizando el terror o el miedo como tcnica de accin poltica.
Zavaleta ofrece al respecto acercamientos no menos barrocos y lcidos, soste
niendo que en la formacin econmico-social y su realidad poltica el Terror fracasa.
Esto no significa que no merezca anlisis, sobre todo porque en la historia boliviana
no fue aplicado sino en efmeras circunstancias temporales respecto a la normalidad
de la dominacin seorial, que en cambio, opera mediante formas represivas estata
les continuas (masacres), dado el asedio de masas insurreccionales sobre el Estado.
El nacionalismo construy una polaridad discursiva que se ha mantenido hasta
la actualidad, reprimiendo el retorno o eficacia del Terror (el propio discurso de
Zavaleta), al evocar una consecuencia que funciona como el otro polo de la re
lacin dialctica entre terror-linchamiento: El colgamiento del cnel. Gualberto
Villarroel por los fusilamientos de personalidades de la oligarqua de la poca en
Chuspipata es el modo en que puede formularse esta polaridad.1 Por supuesto
que el Terror produce efectos, pero stos estn determinados por su causa y no son
regresivos en s mismos; Zavaleta lo comprenda mejor, al comunicar a Baptista
Gumucio que el Terror lograba un punto de no retorno en la poltica, mismo que
era el que haba que analizar:
L o fundam ental en tu carta m e parece la relacin entre el problem a del desarrollo y
lo que en privado p od em os llam ar el terror. [Por] lo m ism o que las clases [sociales]
n o estn aqu [en Bolivia] definidas, en un sen tid o m o d ern o su dinm ica su ele
ser espectacular, su sensibilidad es m en os rgida que en otras partes, el h erosm o
puede ser aqu todava un personaje. E l h erosm o, a su vez, es el terror que est
dispuesto a morir. Yo tam bin elijo, com o t el segun do cam in o, la acum ulacin
del ahorro in tern o, pero lo relaciono de inm ediato, con el problem a de la libertad
y la dem ocracia poltica. E l terror fue d en so y general en la URSS de sus principios
porque era el nico pas socialista del m undo y acaso Stalin fuera tan m aldito com o
necesario, un creador m aldito. E l m un do ha cambiado: los pases que quieren ir al
socialism o n o necesitan h o y de esos rigores porque hay un equilibrio de escupitajos
que p od em os usar. Sin em bargo, as como no debernos elegir el terror, no es necesario
descartarlo porque s. L o que precipit la lucha de clases en Bolivia fue el terror de
En ella distingua dos medios para lograr un desarrollo efectivo: el aporte de capitales y
la ayuda m a siv a q u e pueda recibirse del exterior, o la acumulacin del ahorro interno ,
poniendo c o m o e je m p lo "Ineficaz y lentsimo del primer camina a la India, y del segundo a
C h in a , Yugoslavia y Guinea. (<; U l).
296
.NAfinNAL-POPUUSMO BARROCO
ibid.: 127), pero logra desplegar sus mejores especulaciones en los captulos VII
y VIII del Segundo interrogatorio, tortura" que ser superada por el nazis
mo posterior hacindola parecer, en comparacin, un trmite policial de rigor.
Zavaleta estaba muy lejos de la simpleza de taparse las orejas con las manos, al
or la maldita voz interior de su conciencia marxista respecto a los lmites de
la revolucin, como Koestler Accionara (op. cit.: 169). En realidad, despus de
la cada del socialismo sovitico, aun los stalinistas podran encontrar variadas
razones antihumanitaristas en el texto de Koestler y tambin anticapitalistas en
lo relativo al progreso tcnico, no menos propenso al totalitarismo porque
hara posible y hasta necesario el establecimiento de alguna forma de autoridad
absoluta (cf. op. cit.-. 186-187).
Aproximadamente a fines de enero de 1963, Zavaleta enviaba a Baptista Gumucio un artculo sobre Neruda de haca cerca de dos aos,3en el que trataba sobre
aspectos del problema del terror, en los que coincida con Baptista Gumucio. Lo que
haba expresado sobre Staliny el Terror en general se trata a propsito de un poema
de Neruda (...), quien militara en el PC chileno y haba comparado en un poema
suyo (de las bombas de ayer y las del hoy / aquilataremos estas explosiones), la
bomba nuclear estadunidense que eliminara la ciudad japonesa de Hiroshima (Qu
dijo el Papa entonces? Ni un murmullo / el buen hombre sigui sus oraciones)
cgn una inocua prueba nuclear sovitica (N i un pjaro ha cado ni una pulga. Qu
criminales estas explosiones [...] Dejar caer la bomba en pleno Polo! / donde no
hay japoneses ni leones), oposicin que equilibraba un mundo entonces bipolar
(Adelante, sencillo compaero, / te defienden cincuenta megatones).4
El propio Baptista Gumucio mostraba ideas matizadas sobre el terror y si
| bien criticaba sin atenuantes a la deriva corrupta de la Revolucin Nacional de
, ' 1952 (C 33: 1), entenda con argumentos ilustrados, que histricamente exista un
hiato ms importante, pues si algn periodista ingls habra afirmado que el siglo
XX culminara antes de que Bolivia entrara en l, aada: Hasta hace pocos aos
vivamos como los etopes que segn Gibbon se haban olvidado de la historia y
ella a su turno los olvid por mil aos (C 33: 2). Por tanto, sealaba, dado que
el problema es el ritmo con el que se quiera desarrollar un pas -en esto segua
1 a un inspirador liberal de Marx, W right Mills-, los excesos del estalinismo y la
coercin seran inevitables como en China, pero Bolivia no tena la tradicin
autocrtica de Asia, que hizo posible que el pueblo aceptara una rgida dictadura
con sacrificio compartido en la sociedad. Frente a los [Njapoleones de trapo
como los califica Rangel5corresponda formular no slo un balance sino tambin
3
4
5
Crnica para una bomba de SOmegatones", Marcha, Montevideo, 10 de diciembre de 1961, p. 13.
Id poema de Neruda se titula: Crnica rimada p a ra una Itonilw de cincuenta megatones (op. cit.).
Se refiere al periodista venezolano C a rin a H a n g c l (IW -I9HH), cuyo libro Del buen salvaje al
buen revolucionario ( 1976), enviara a Z a v a le ta BU 1962.
ofrecer un camino nuevo" (C33: 1 y 4). Elegirse como peda Gide, le haba
propuesto por su parte Zavaleta.
Aqu se comprende por qu este ltimo consideraba que eran extremistas
algunos planteamientos radicales locales y por qu atenda a la tctica relativizando
la estrategia. En cierta retrica pblica suya, cuando el M N R era un aliado cono
cido de la derecha protofascista (1971), quiz para defender todava un fantasma,
Zavaleta deca que la extrema izquierda para la derecha de FSB haba sido el
M NR. (El infantilismo de izquierda, la accin directa y sus problemas, s.n., La
Paz, 24 de mayo de 1971). Aada que dado que documentos del M N R hablaban
de izquierda infantil en el seno del propio M N R , ese relativismo exiga de los
dirigentes polticos que evitaran el terrorismo verbal y propendieran hacia
una suerte de lucha por el rigor en la cu estin de las designaciones y la mencin de
las categoras. [En] un pas con dificultades enorm es para ser conducido, el uso adulto
de los trm inos, la discrim inacin entre un caso que aun parecindose al otro puede
ser su contrario y la m oderacin en la prctica de la represin del Estado deben MI
norm as de un acto correcto de gob ierno. La prctica pura del poder, ea COS Sibidii
tiene trampas que son las ms peligrosas. (El infantilismo de izquierda,,. , tit,),
Zavaleta la menciona sin referirla a su autor (en Cuba: el arribo de la incongruencia, 1981 a) y otro*
textos, pero la haba popularizado Cspedes, entrecomillada y con un autorretrato, en un artculo
mediocre y antiimperialista, en que acusa a Thomas de Quincey de originalidad morltosa", ver
El asesinato como una de las bellas artes, revista Clarn Internacional, 1968: 11-12.
N o slo public textos de Zavaleta hasta antes de su muerte (el ltimo poema, "Domingo del
ciervo) sino que, como conlcsor, ayud al relacionamiento del entonces joven Zavaleta con
otros poetas, sobre todo del grupo chileno Fuego de Carlos Ren Correa, quien invit a
Zavaleta a pasar varia semanas en Santiago de Chile.
KOmKL*
BARROCO
e n p r c tic a , e s d e c ir, e l m e s ia n is m o
re v o lu c io n a rio o s o la m e n te p a ra u n
d e s u s a d je tiv o s . L a v id a n o e s u n a
" N o p o d e m o s - h a d ic h o [M a u ric e
OlfrTCA EN MARX
299
M e r l e a u - P o n t y ] - e l e g i r e n t r e la p u r e z a y la v i o l e n c i a . N o h a y s i q u i e r a p e r s u a s i n
s in s e d u c c i n , e s d e c ir, e n ltim o a n lis is , s in d e s p r e c io . L a v io le n c ia e s e l p u n t o d e
p a r t i d a c o m n d e t o d o s lo s r e g m e n e s . ( C r n i c a p a r a u n a b o m b a d e 5 0 m e g a t o n e s ,
M archa, M o n t e v i d e o , 1 9 d e d i c i e m b r e d e 1 9 6 1 , p . 1 3 .)
Amigos del Libro, 1989: 185 ss.) y otro escrito sobre el Chile de Allende que acababa de ser
derrocado, considerando en estos dos ltimo lo que llama problemas izquierdistas y rein
terpretando los hechos centrales de la primer* partet el gobierno del gral. Juan Jos Torres y
la Asamblea Popular o sviet obrero boliviano
1970-1971, ambos derribados por el golpe
de Estado del gral. I lugo Banzcr, en agonfo de 1971,
Mientras Zavaleta rclativi/. su papel entre 1952-1964 (he nido |un| participante secundario,
CN, 1967:9), uno de sus hijos, Pablo Zavaleta Reales, en la eontraportada de las OC de Amigos
del Libro, record lo evidente: |Fuc) protagonista directo en los principales momentos de la
historia boliviana [diputado, ministro.|".
Para nuestro caso es evidente que estamos refiriendo de este modo, tericamen(e
indirecto, la mirada de Zavaleta sobre la realidad que analiza, mediada por la imag^
pica de la irrupcin de masas en 1952 y su frustracin convertida en otra imagen, I*
de la paradoja seorial, ms precisamente de la expresin que traduce esa fluide^
sntesis entre lo descrito y el habla interior. De Man llama a esto ltimo, connot'
do el tipo de construccin metodolgica que designa y que adopta de Wasserma*11
analoga asociativa-, es decir, se trata de la expresin como producto de una relac^
del sujeto con la realidad que ha sido reemplazada por la relacin intersubjetiva y <]i,e
es en ltima instancia, una relacin del sujeto consigo mismo (ibid.: 217).
Tenemos adems razonado as, el mtodo historiogrfico de reinterpretaci11
ininterrumpida como forma de completar la realidad de la historia a travs de*11
conocimiento; no ya como emulaba Coleridge de Fichte, sino como el propi
Zavaleta lo llama (el gran Fichte) y ejercita, en tanto sujeto que asume SUy o $
un sentido infinito y que a la vez entiende que la Naturaleza y los objetos e irc #
dantes en general, tienen un carcter finito, moldeable y medible por el
del trabajo humano aplicado a su transformacin (antropocentrismo se
todo ello en trminos dirigidos al idealismo radical que prioriza al sujeto I
la naturaleza objetiva e insiste en la necesidad de que el yo d vida a lag j
muertas de la naturaleza (ibid.).
Pero si sumamos la comprensin de Wordsworth, a esta mirada dg
en trminos de su relacin dialctica con la realidad mediada por el riel
que se observa es aquello que Goethe llamaba -ms ampliamente que el
axioma italiano de cambiar para que nada cambie o gatopardismo, tradi
como tcnica poltica a partir de la rica expresin novelada de Lampedi
aqu consideramos en tanto ideologa nacional-populista a partir del axifli| |
nacionalismo declarado por Hernndez Arregui (apartado II.5)permanencia $
el cambio (Dauer in Wechset). En otros trminos, ese estado de estupor dg 1^
siglos o perplejidad de Tamayo, que Zavaleta cifra como clave de la interiubjc^*
vidad boliviana, quebrada en 1952 pero reconstruida desde la paradoja seorial1''
En palabras de De Man: Estado metatemporal y fijo que trasciende la de*'
integracin aparente de una mutabilidad que se ejerce sobre algunos aspcct<,(i
externos de la naturaleza, pero que deja el centro^ intacto. [...] Expresiones paradjit'^
de la eternidad en movimiento (ibid.-. 218. Enfasis mo). De dichas expresiones
la poesa es mejor ndice: El estrpito esttico de las cataratas..., Las forms
in transmutadas de mltiples mundos (The stationary blast ofwaterfalls... , '/K
untransmuted shapes of many worlds, de Wordsworth) o las variantes de lo inisi0
en Zavaleta.
Por lo tanto, el concepto de sntesis (sntesis connotada) como criterio reg*'
lativo para la comprensin del hecho revolucionario de 1952 -en tanto hecfr
histrico constitutivo central; periodo explicativo de toda la historia contemp^'
rnea boliviana- Nurge con toda nitidez en la obra de Zavaleta cuando ste escrita
su primer libro, en el que reflexiona sobre escritos previos y les otorga unidad
ideolgica nacionalista: El desarrollo de la conciencia nacional. Como sntesis conno
tada de la realidad corresponde a una elaboracin terica no slo nacionalista (en
la que la teora es de uso libre, es decir, arbitrario, de acuerdo a las necesidades
no cognoscitivas, sino polticas de la realidad en cuestin) sino marxista por su
pretensin cientfica, lo que se hace evidente en El poder dual en Amrica Latina.
El Ejrcito sera una sntesis distorsionada de la sociedad (sntesis connotada),
en tanto la dictadura militar exige la expresin indirecta de las clases al interior de la
institucin militar, que es parte de la sociedad aunque exprese los intereses de la
clase dominante como expresin del Estado.10Adems sera, con el mismo carc
ter connotativo sealado, una sntesis exacerbada, por representar la represin
concentrada del Estado en situaciones de crisis poltica:
Se expresa co m o el cu lto p atritico [de un aspecto de] la id eo lo g a de la clase
dom inante. O ficialm ente, el ejrcito n o cree sin o en la patria, que es el nombre que da
al poder del Estado [vigente], (PDA, 1974: 103. nfasis m o).
12
Sobre el efecto virtuoso de la censura en el arte, vase de J.L. Borges cmo aboga por menos
Estado, ponderando la eficacia de la insinuacin y la irona, en 2003: 305-306.
Zavaleta importa el adjetivo de la Argentina, segn admite en un artculo: Frondizi slo pudo
gobernar cuando lograba engaar a los militares que ya entonces haban recibido como apodo
el argentinismo gorilas, en Argentina en el fin de los mil das, I, El Da, Mxico, 17 de
agosto de 1965.
Anotada errneamente como del aflo 1971" (l'l)A, 1974: 104 nota 38), fecha casi dos meses
posterior al triunfante golpe de listado del gral. I lugo Baiv/.er, el 2 1 de agosto de 1971.
(le Quiroga Santa Cruz, solicitada a la Asamblea Popular por los canales regular
instituidos por sta), no provena del PO R de Lora, sino del naciente M IR con
que Zavaleta haba mostrado para entonces no slo afinidades, sino militanc
pblicamente conocida.
La segunda parte de El poder dual... debate significativamente sobre populi
mo (en un sentido aproximado a la historia latinoamericana desde Lenin; con
el encubrimiento mediante el trmino pueblo de los antagonismos de clase, <
Ibid.-. 172 nota 2) y la izquierda en Bolivia (cf. Ibid.-. 169-270). Segn Zavalet
era necesario evitar la seduccin de frmulas afortunadas, como le resultaba
(nacionalista a todas luces) que sealaba una alianza en 1970 entre la clase obre
y el nacionalismo militar (de Torres, cf. Ibid.-. 169), cuestionando una misma vi
Iuntad en ambos polos, no su mutua necesidad.
Torres habra significado un azar favorable a las izquierdas (niega que ha;
una), que se hizo populista habiendo pertenecido a los institucionalistas del Ej
cito, para defender mejor los intereses de su institucin. Las nacionalizacin
que justificara como concesiones a la clase obrera, tenan como significado m
profundo el recuperar la estima de la sociedad civil para las FF.AA. y Zavaleta vi
en ello el temor a la fractura militar, el fantasma del 52 (ibid.: 172). Se tiene aq
otro de los mitos en los que pervive el nacional-populismo, al modo de precauci
lies sobre las potencialidades revolucionarias extremistas. El del colgamiento i
Villarroel como amenaza a todo titular del Ejecutivo verazmente revolucionar
fue el primero; el de la fractura militar en toda vacilacin militar es otro. En ar
los casos se trata de la construccin de una intersubjetividad nacional-populisi
Para los fines que eran servidos por Torres, era preciso que los oficiales, cuyo uniforr
los volva algo as como portadores fsicos de una institucin entera, pudieran sul
a los colectivos [transporte pblico] sin que los rodeara la respiracin del rencor
las gentes. (Ibid.: 172).
La descripcin psicologista de las nacionalizaciones post 52 son tiles pa
comprender a Zavaleta, quien comienza indicando que por el recuerdo frustra*
de la Revolucin Nacional dichas nacionalizaciones representaban poco en
conciencia obrera, que ya haba vivido (acumulacin en el seno de la clase)
que llamaba en un eufemismo final y con una frase retrica, que luego verem
se repetira textualmente respecto al poltico que eluda mencionar, al englob
la nacionalizacin del petrleo de 1969 (la Gulf Oil Co.) con el proceso desn
cionalizador post 52:
Ni siquiera la ms avanzada de las nacionalizaciones [se refiere a la de la Gulf, en 19
puede reemplazar a la reconstruccin interna del sistema [capitalista dependicnt
(Ibid.: 174. Enfasis nto).
Se puede imaginar que uno de los costos de la gloria del poder y la heren
cia generacional del mismo es el extravo del pulso de las masas, as como esto
ltinio, un camino seguro hacia tareas meramente intelectuales. En cuanto a la
zquierda, nunca habra posedo una tctica segura y se mostr desconfiada y
:autelosa sino perpleja, respecto a las sorpresas con que fue eludida y atrada a
a vez por los generales Alfredo Ovando y Juan Jos Torres, dice Zavaleta. En el
so de Ovando, la mencionada izquierda incluye un nombre que es censurado
^reemplazado por el del general referido:
>*4*
Zavaleta haba recurrido varias veces a este trmino en sus primeros artculos del diario ofi
cialista La Nacin, para descalificar a la oligarqua terrateniente y cvica de Santa Cruz (ver
apartado 11.2).
Estado y en ese caso, puesto que su salario no le sirve sino para responder [a]l desgaste de su
fuerza de trabajo, la valorizacin supuesta ira hacia el Estado. [N o] queda claro, por
lo dem s qu sera en rigor un trabajador asalariado n o p rod uctivo. (EAL, 1990:
9 4 -9 5 . nfasis m o).
Es decir que, a casi tres dcadas de sus artculos de juventud en prensa y revistas,
alcanzada una indudable madurez poltica e intelectual, revisa muy poco tiempo
antes de su prematura muerte el problema de la expresin, desplazndolo a otro tipo
de consciencia, la conquistada durante una azarosa historia poltica, connotando
el potencial cognoscitivo y poltico de la prosa de Marx, si bien es probable que el
epgrafe sealado y el contenido de otros textos sobre Marx hieran un desarrollo
del ensayo Nuestro Marx, de Antonio Gramsci (Somos marxistes? Existen
marxistas? T sola, estupidez, eres eterna. [...] Todos son un poco marxistes sin
saberlo. Marx ha sido grande [...] porque con l lo fragmentaria, lo irreilludo, lo
inmaduro, se ha hecho madurez, sistema, consciencia, 1998a: 40-41 )l
[E]l podero de la prosa de C arlos M arx provena de una extraa capacidad para
resum ir las cosas. Era aq uello, sin duda, parte de una lucha fatigada y a la vez
infatigable por la expresin, sabiendo M arx [que] la expresin tien e su propia m isin
hacia la ciencia, p ero tam bin una m isin poltica. (Zavaleta, 1983d: 34).
R e v e la d o r d e l (ilo b o .
Ver el ensayo Clases sociales y conocimiento en Ren Zavaleta: Obras completas, Los Amigos
del Libro, Cochabamba, 1988, p. 215. nfasis mo.
Este trmino relativo a la idea de mejorar una realidad dada, fue elegido por Zavaleta en la
segunda versin (para libro de varios autores, despus de publicarse en revista) del ensayo en
cuestin, ver FAF, 1979.
318
, NAOONAL-POPWJ8MO BARROCO
que Lazarte presentara y (suponemos) leyera, en este caso como crtica ms amplia
del papel de las ciencias naturales como racismo folk, es decir, como ejemplo del
irracionalismo expresado por los supuestos de un discurso cientfico biologicista:
[Existe un] desdn universal y ancestral entre los hom bres que desprecian to d o lo
que n o con ocen [,] un peligro al que tien de lo elem ental del hom bre. Se trata siem pre
de probar prejuicios que preexisten. (EAL, 1990: 215).
18
Racionalizacin weberiana
y validacin marxista
El problema que subyace es el del propio inters o instinto de
conservacin en materia de pensamiento. [Todo] hombre se debe
en primer lugar a s mismo, a su identidad. El poseerse uno a s
mismo con plenitud, es decir, el autodeterminarse, lo habilita para
pensar en todo lo dems. Primero hay que ser uno para dar algo
despus, si cabe. Cierto grado de egosmo saludable es la clave de
la soberana pero tambin de la conciencia de clase o de la perso
nalidad, de toda forma de autodeterminacin.
R E N ZAVALETA (L N P , 1986b: 195).
Segn Hernndez Arregui (2004a: 30), Max Weber era uno de los pocos crticos
del marxismo dignos de tomarse en cuenta. De principio a fin, en los extremos de
su produccin intelectual escrita (1955,1983) y en los lmites de nuestro estudio
(recorte metodolgico simblicamente representativo al respecto), la obra de Zavaleta muestra que el problema de la expresin -constitutivo de la intersubjetividad
nacional-popular, especialmente en aquellos aspectos enigmticos en que su
prosa, sin un aparato crtico suficientemente explicativo y probablemente por el
carcter modesto o de emergencia de su publicacin-19 es el ndice ms seguro
para iluminar la explicacin de la realidad, as como la singularidad biogrfica y
ubicacin terica de su autor, al interior del menudo y complejo juego de matices
de la lucha ideolgico-poltica (delimitacin intersubjetiva del conocimiento so
cial). El momento cognitivo era dialctico y no lgico; por la misma razn Adorno
adoptara el quiasmo de Marx respecto a que la filosofa no era una cuestin de
lgica sino la lgica de la cuestin (Adorno, 2005: 184).
El punto de partida de la expresin como forma significativa autnoma al
interior de una visin barroca es, paradigmticamente, la msica. La pertinencia
de esta perspectiva remite no slo a la importancia del sentimiento de la forma
postulado por Langer - la msica no presenta la realidad en forma ms directa
19
La muy modesta edicin de Juventud, reproduce las negritas sealadas y otras varias a lo
largo de Las masas en noviembre, sin ninguna aclaracin; la edicin mexicana de Siglo XXI de
Lo nacional-popular en lolivia, procedi sobre materiales parciales de dicha obra pstuma,
adems de un aparato crtico (jue Inevitablemente dejara incompleto el autor y notas varias
no incluidas.
que el discurso filosfico, sino [una] imagen no discursiva, globalment, como diran
los franceses (ibid.: 114)y el consiguiente valor explicativo que se desprende
del anlisis de la msica para el habla interna de Zavaleta, sino que la dialctica
negativa o de polaridades en flujo de Adorno, tambin parti de ella para de
sarrollar su interpretacin de la historia y una ambigedad caracterstica que es
inherente a la expresin que aqu tratamos.
Pero adems, la relacin entre verdad y sociedad o conocimiento y transfor
macin de la sociedad, dependa de la dimensin intersubjetiva de la dialctica,
sea en la forma de Hegel (amo/esclavo), sea en la de la lucha de clases marxista,
de modo que la limitacin de Adorno de que la verdad no dependa del consenso
subjetivo, intent ser corregida por Jrgen Habermas con su teora de consenso
democrtico, entendido como comunicacin sin distorsiones (cf. Buck-Morss,
op, cit.: 183 nota 33). Zavaleta adoptara dicha teora de Habermas, en Lo nacio
nal-popular en Bolivia, en la que lo mismo que Adorno, el dilogo entre iguales
mantena la individualidad del sujeto (no poda reducirse a la clase dominante o
al Partido Comunista).
Consideremos que para Adorno, la msica, lo mismo que el tiempo, depende
por fuerza de una sucesin que la obliga a ir ms all, a transformarse en algo
nuevo, a desarrollarse a s misma (cit. por Buck-Morss, op. cit.: 102). Esta inter
pretacin, tributaria de la esttica de Lukcs y de Kierkegaard y otras formas de
idealismo (ibid.: 103), defina laforma de la historia a partir de un contenido literario
que no era simplemente subjetivo, sino que incorporaba las condiciones histricas
en que se realizaba y que en el caso de Zavaleta se vera acrecentada en el sentido
en que la haba definido Lukcs en su conocida Teora de la novela (escrita entre
1914-1915), es decir, como representativa de una poca histrica burguesa en
j cual, si la vida ya haba perdido la plenitud de su significado, todava crea en
ficha totalidad.
* Por su parte, la significacin musical en el barroco parece haber surgido de
ana reflexin filosfica anterior sobre el trmino expresin, ya que las estructuras
tonales que denominamos msica presentan cierta analoga con las formas de
sentimiento humano o, para decirlo en toda su significacin: con la forma lgica
p la grandeza y brevedad y el fluir eterno de todo lo vitalmente sentido (Langer,
cit.: 35). Dicha analoga es un requisito de la relacin entre smbolo y signi
ficado, en este caso de la msica, porque es ms fcil de percibir, como smbolo
le la vida emotiva, de modo que el inters en algo resulta imprescindible ya que
;in construir esta relacin resulta errneo decir que podemos articular las ideas
leseadas. Por todo ello puede decirse que el smbolo expresivo de lo nacionaljopular en Bolivia es el barroco y esta es tambin la ambigedad intrnseca del
wrroquismo terico de Zavaleta.
Lo que la msica estimula, como funcin suya, es la expresin de un sentiniento que no es sintomtico del presente del creador (o del autor), sino expresin
en tanto una forma articulada pero no discursiva, que sin referencia convencio
nal logra un alcance mayor en el sentido de una "forma significativa. Lo que a
los fines de la presente investigacin importa sealar de la forma significativa
descrita, es que, como la msica en tanto forma extendile, la experiencia que
posibilita se basa en una apariencia tan vivida como la realidad, algo que desde
la poesa Schiller llam apariencia o Schein, referida en los apartados metodo
lgicos (supra).
La apariencia tiene una funcin notable: libera la percepcin y la capacidad
de pensar de todo propsito prctico, de manera que as el conocimiento atiende
precisamente a las apariencias en cuanto tales. Por eso seala Langer que la fusin
de la ilusin en el arte no es la ficcin, como se supona desde la filosofa o psi
cologa, sino lo contrario: el desprendimiento de la creencia, una contemplacin
libre de significados comunes (cf. Ibid.: 51). Lo mismo cabe afirmar de los mitos:
los hechos del mundo inanimado son smbolos poderosos de formas animadas,
precisamente porque no son procesos vitales (Ibid. -.123). Esta virtualidad provoca
una extraeza, porque se parece al lenguaje, si bien su forma lgica es diferente.
La forma significativa que no significa nada, permite manifestar una dimensin
distinta a la del mundo cotidiano; en tanto meras formas, slo existen para quien
las percibe. N o se trata de la forma abstracta como ideal (una cuestin que es
lgica), sino de formas que al ser liberadas de sus empleos comunes, permiten
construir smbolos que sean expresiones del sentilniento humano, cuestin en la;
que la prosa de Zavaleta es extraordinaria.
Como el discurso cientfico convierte en contenidos los aspectos cualitativos ;
de la existencia, concluye reforzando una paradoja entre forma y contenido cuya ;
solucin consiste, por tanto, en estructurar la forma con relaciones peculiares a ella
que son elementos formales de su estructura, no contenidos. N o puede entenderse
como un sentido literal que evoca sentimientos, que es lo que constituye el grat
peligro de toda representacin; una garanta de significado en el estilo familiar de
la realidad (cf. ibid. 54-55). Con este conocimiento se entiende que el sentimient
sea inherente a cualquier forma imaginaria, de modo que los elementos que desde!
un principio no estn ordenados por una relacin, no constituyen estructuras O
formas, mismas que si residen en algn lugar ste es de tipo intelectual.
As, las dificultades de comprensin son mitigadas al notar que una expresin;
no tiene como correlato un sentimiento verdadero, sino ideas de sentimiento y que el
lenguaje no expresa cosas o hechos sino ideas de cosas o hechos. Si una palabra se puede
aprender y usar sin conocimiento de su significado -y en algn caso, podramos
aadir, resolviendo problemas de comunicacin a los que resulta indiferente su
uso incorrecto, como el espaol que aun mal estructurado se entiende- abstraer
la forma requiere de mayor claridad y en este sentido, como sealara Thom ai
Mann (cit. por Langer, op. cit.i 61), no existen formas superiores o inferiores, sino
que en cada una de ellas est completo el arte en cuestin.
I ge los parisinos bautizaron loa liotaa de basura dd s. XIX, con el nombre del intendente que
loa impusiera como recipiantM Idrtneoai l'oubdlc (cf Hraunstcin, op. cit.: 132 nota 12).
326
Ti n , NM30NAL-P0PUUSM0 BARROCO
poderosa que el artista mismo [y como] la msica da a la mente una relacin con
la armona [total]. Cualquier idea sola y separada tiene en s el sentimiento de la
armona, que es la unidad (cit. por Langer, op. cit.\ 125, nota 12). La unidad que
logra Proust, por ejemplo, luego de criticar el mtodo de Saint-Beauve y com
prender que toda obra es superior a la vida cotidiana de su autor.
Esto es lo hace tambin Zavaleta, sta la orientacin metodolgica de su
perspectiva histrico-poltica como comprensin global en la direccin indicada
por Goethe. Sin embargo no explcita el porqu de dicha globalidad, que puede
encontrarse en el epgrafe de Benjamn a su Trauerspiel (drama barroco), que
cita la teora de los colores de Goethe, ya que el todo no puede alcanzarse por el
saber (privado de interioridad) ni por la reflexin (privada de exterioridad): Nos
vemos obligados a considerar la ciencia como sifuera un arte, si es que esperamos de
ella alguna forma de totalidad (1990: 9. Enfasis mo).
En el drama barroco alemn de los siglos XVI-XVII, la teora de la soberana
expresada en la imagen del Prncipe o gobernante es barroca, porque no se modifica
ni con la ms espantosa de las degeneraciones (fratricidio, incesto, infidelidad,
asesinato conyugal), siguiendo la mxima referida por Gryphius: La prpura
lo tapar todo (ibid.: 55). Por esto Benjamn agrega, que se trata del despliegue
del poder con la mxima embriaguez y al mismo tiempo de la anttesis entre el
poder y la facultad de gobernar; la incapacidad para decidir.
Al recordar que el lenguaje, como la poesa, es una creacin esttica expre
siva en s misma y que, aunque no lo sepamos con rigor, lo sentimos as porque
es cierto, no estamos sino recordando que la poesa, el lenguaje, es una forma
de msica. La msica, que ha sido considerada como la ms abstracta de las
artes, en el sentido histrico es la ms concreta, ya que ningn arte est ms
integralmente referido a la dimensin temporal (Buck-Morss, 1981: 102). La
msica es un arte que ocurre dice Langer (op. cit.: 116); Borges gustaba repetir la
misma idea, expresada por W histler con ms clara concisin: El arte sucede o,
ms poticamente desde Angelus Silesius: La rosa es sin porqu; con todas las
reverberaciones expresivas de las lenguas implicadas, el ingls y el alemn, que
aqu se sacrifican a la idea comn y su traduccin castellana.
Por lo dicho, no debe sonar extraa, no debiera sobreinterpretarse como un
artificio caprichoso, ni motivar la sospecha de un referente musical inspirador
ausente, la expresin que Zavaleta crea anlogamente al tiempo virtual creado
por la msica, para nombrar al ltimo de los captulos (que en tanto ttulo es
una sntesis), de su Work in Progress sobre la historia de Bolivia como un todo, Lo
nacional-popular en Bolivia. Dicho captulo se puede inferir corresponda al ncleo
explicativo de la revolucin nacional de 1952 -lo seala Tapia pero sin explicar
por qu (2002: 336-337)- pues luego del captulo segundo (El mundo del temible
Willka), Zavaleta anot en su manuscrito que: "El 52 [la revolucin nacional de
1952] no habra sido posible sin Wlllki" (M 3:5). El cuarto y ltimo captulo se
En el original (M3:10). nfasis mo para destacar la importancia expresiva del artculo implica
do: el tuteo del sujeto minero como pauta deliberada y no del inconsciente de Zavaleta. 'Ripia
cita suprimiendo el artculo (La cancin de Mara Barzola, 2002: 335-336 y 346), quiz con
sentido gramatical, pero desatendiendo su propio postulado sobre lo nacional-popular como co
locacin e identificacin de Zavaleta. Podra considerarse una inexactitud acertada si reflexionamos
sobre la autopercepcin de Zavaleta inscrita al final del ndice de sus notas sobre L o n a c io n a lpopular en Bolivia: Lo veo bien para lo mal que est (M3: 10), que, siendo una apreciacin
esttica y no lgico-discursiva, refleja una consideracin consciente del texto como objeto de
arte, pero el rigor sobre su pensamiento y praxis de lo nacional-popular sugiere mantener el
original, puesto que as lo haba dado al pblico en un texto anterior: El campo de la Mara
Barzola" (ECN, 1967: 56), La mejora del texto postumo de 1986 (escribiendo cancin en
vez de campo) responda, si no sobreinterpreto, a lo que haba causado extraeza al joven
Zavaleta de los escritos de Marcelo (Juiroga Santa Cruz que denostaba (ver s u p r a , II.2, ltima
pgina).
....
La postura poltica de Jameson reivindica tcticamente, lo que por definicin tiene lffteS ca'J1
conservacin de un pensamiento respecto a lo ya avanzado por Adorno, un patbos cose^ 8
terico se filtra en su primer paso mnimo de lograr un movimiento socialdemcf*1
el contexto estadunidense, que incluya una presencia intelectual del marxismo y haaC j
una alternativa social realista: La forma privilegiada en que la izquierda amcricJ13 f UC *
desarrollarse es necesariamente la de tina alianza poltica; y tal poltica es el estre^ cclu,'j*
lente prctico del concepto de totalizacin a n iv el terico {ct. por Palti, 1996:78198 y
9). Tambin el curiosa la subvaforacin que efecta de otros agudos estudios sobreM'rn0 ^
Benjamn, como los lie IllSSn Kuk>mors suprucitada.
I'.n las notas sobre Lo nacional-popular e n folivia, ae deda a x minino, a propsito de la des
composicin del linaje o lo seorial que haba hallado en la obra de Weber: Si Weber lo
hizo por qu Tamayo no, aadiendo que FHimayo era "mejor que Mclitc". (Ver M3: 8 y 15).
concierne a su modelo de flirrieln que valida las pautas sealadas por la teora
de los tropos de Haydn W hitc y que desarrollara desde su primer libro de forma
y contenido nacionalista, escrito ett Montevideo y emulando nociones de H er
nndez Arregui (apartado II.5). Segn expone White, el modelo de narracin
que sigue el tropo de la metfora y que, segn la lectura marxista de Jameson,
disuelve el misterio del pasado cultural (cf. 1992: 160), implica la capacidad de
unir en una gran historia colectiva todas las historias singulares, recuperando lo
que fuera enterrado en el inconsciente colectivo; otro aporte de la lectura marxista
de Jameson en clave lacaniana, relativa a la funcin simblica.
Se trata de una aprehensin del pasado por la conciencia (desear hacia
atrs),24con base en la objetiva y compleja articulacin de pocas histricas sobre
puestas, no monolticas; la idea de lo abigarrado en Marx, que Zavaleta y Jameson
y todo anlisis no esttico de la dinmica social asume. Dichas superposiciones
de modos de produccin, son la base de percepciones o cosmovisiones clasistas
distintas e interactuantes, que Zavaleta connotara literariamente inscribiendo una
cita de Proust en Lo nacional-popular en Bolivia25 -que se puede leer a partir de la
estrategia narrativa o modelo narratolgico del presente estudio-, significando
as una historia pasada (la subordinacin juda a un orden social jerrquico), como
realidad actuante de los efectos de dominacin mltiples a partir de una sociedad
de castas. N o en vano -diramos emulando la narrativa de Zavaleta, en la lgica
sealada de que el presente contiene un pasado a develar, pero en un tropo trgico,
la metfora de la presin en el fondo del mar- Kafka que era judo y diera cuenta
de lo opresivo como idea de lo eterno, escribi como aforismo: El predicador, de
rodillas, rez con tanta devocin que pareca un hombre arrodillado y rezando en
el fondo del mar. Zavaleta es ms especfico respecto a la identidad de Bolivia;
su crtica a esta jerarqua de castas (cf. L N P , 1986b: 134) remite al fracaso de la
identidad social, pues no se es amo de s mismo sino del inferior en el rango, con
el aadido que lo que oprime al indgena es toda la colectividad, lo que creara
sentimientos colectivos de culpabilidad (ibid.).
En trminos que parecen glosar acertadamente el pensamiento de Zavaleta,
Ponce Arauco dice en una tesis acadmica, que sera pecar de unilateralidad, el
24
Sugiero esta reconstruccin de la historia como socialismo vivido, en Rodas, 2010, vols.
I-III.
25
Bloch era un muchacho mal educado, neurastnico, esnob y de familia poco estimada; de modo
que soportaba como en el fondo del mar las incalculables presiones con que le abrumaban no slo
los cristianos de la superficie, sino las capas superpuestas de castas judas superiores a la suya, cada
una de las cuales haca pesar todo su desprecio sobre la inmediatamente inferior. (I.NP, 1986:
129). Woody Alien construye bajo el tropo de comedia (cmico en vez del irnico de Proust,
por tanto menos rico) la misma Idea de superposicin opresiva en su film Zelig( 1983), al narrar
la regresin hipntica Hada el trauma infantil del protagonista. Una homologa estructural de
dicha matrla da saeta MI la hiatorla republicana de Bolivia, en Rodas (2010,1: captulo II).
26
27
Adicionalmente: Sera en verdad difcil cuantificar mi deuda intelectual con mi director de tesis
[Zavaleta, quien] contribuy a la dilucidacin de una buena parte de los incontables problemas
que encontr a lo largo de mi investigacin. (Kn "Agradecimientos, 1974, op. cit.).
Tampoco en esto las diferencias entre Zavaleta y Marcelo (Juiroga Santa Cruz fueron ad
jetivas, v.gr. su desacuerdo sobre dos fechas de la Revolucin l'iauecsa, ver Teatro de los
Andes (2005:22-23). Respecto al contenido de este articulo, se repite con otras [tatabras en
La democracia de clase en Chile") K scdlslori M slco , 9 de septiembre de 1975, p. 7.
Vi
Sino negada! por irtlt'uloi previo, por ejemplo "l.n democracia de iluxe en Q
M x ic o , 9 d e iwpiiM iifa? w m i
7, en el que e afirma; 1.a democracia
n u n c a ja m tfl O tf t M f t l t f f t
0 Miluimo nm el que mleivlaha la lucbM
<>"La hur
una tk u t
'
La ideologa nacionalista de Zavaleta sigue presente en afirmaciones diversas: las que otorgan
al lder poltico (el caudillo) preeminencia sobre las masas: Al otorgar la libertad a las masas,
Allende.... (Exclsior, Mxico, 9 de septiembre de 1975, p. 10); o las que definen la historia
como un escenario de individuos poderosos y del imperialismo personalizado: Fue Kissinger
quien derrot a Allende", en De Chile a Chipre", Exclsior, Mxico, 11 de septiembre de
1974, p. 7.
a que Bismarck reallsart l unidad alemana ado porque era Bismarck. Es cierto
que de Bismarck a Banser hay un trecho, Cero, en el fondo, no habra de ello en
extraordinario nada mi que ver actuar con sentido nacional a quienes no lo han
hecho jams. Sera verle ser nacionales en lo menor cuanto son antinacionales en
lo mayor. (Ib id . : 8. nfasis mo),
La tctica es una cuestin que de manera prolongada interes a Zavaleta,0
porque aunque entiende que se trata ele un arte, carga con el pasado de la derrota
de la Revolucin Nacional de 1952. La cita corresponde a Marx, pero el origen
de esta preocupacin y su debate con posturas programticas y estratgicas, que
recuerda la tensin entre nacionalistas y socialistas por razones anlogas de eficacia
y fines, se remonta a las lecciones del Libro de Abril, cuando Zavaleta afirmaba
como sabia la tctica del M N R , que en la historia se mostr como lo que en
los 70 cuestionaba de las flaquezas de regmenes como el socialista de Salvador
Allende. Ms penetrante en relacin al balance de la historia boliviana, es cuando
recuerda que la insurreccin era entendida como un arte por Marx:
Se desprende del anlisis general de la sociedad, de su co n o cim ien to cientfico, pero
la tctica que se deduce de ello es algo que n o se p uede com probar sino en su propio
m ovim ien to. (La crisis de 1971, Exclsior, M xico, 2 6 de agosto de 1975, p. 7).
V1
A'
/V*'
asemejan los temas como los distinguen, de modo que se justifica el tratamiento
de una misma cuestin en textos distintos, para proyectar facetas diferentes del
m ism o sema, categora o concepto (<fi. Jameson, 2010b: 42). En este caso, lo que
pudiera entenderse como auto-referencial es metodolgico, porque establece una
relacin entre la parte y el todo que, a partir de nuestra clave de lectura lingstico
formal (la expresin en Zavaleta y su derivacin intersubjetiva, es decir, ideolgica),
permite comprender o iluminar toda la prctica metodolgica de la constelacin
en conjuncin con uno de sus componentes cruciales (ibid.: 46).
Esta era la manera de proceder de Benjamin, si aceptamos los argumentos
ilustrados de la interpretacin de Jameson, con la diferencia significativa de su
rechazo a la narracin y a su expresin personal y subjetiva como tal, que le per
mita contar no con imgenes metafricas -que suponen un grado de reificacin y
separacin de la realidad como objetos-, sino propiamente con una reelaboracin
de la memoria histrica, semejante a la figura del recuerdo en Marcel Proust
que, yendo ms all del texto esttico, expresa los recuerdos como noticias de
un todo igual que el peso de la red se la da al pescador (Benjamin, 1998: 34).
Esta capacidad admirada por Jameson de costado, se observa al glosar casi im
perceptiblemente una parbola de Jesucristo, que se entiende sera plenamente
realizable (el complejo olvido de los muertos) mediante la lcida reflexin de
Benjamin: Los muertos st^Mhzno finalmente a sus muertos (ibid,.: 46) -lo que
en Zavaleta se sita en el polo contrario, el de metforas Accionadas, puesto que
el carcter no slo autobiogrfico sino plenamente reflexivo sobre su identidad,
est presente por todos lados en su obra, denotando pretensiones de intimidad
individual con el sujeto proletario, a pesar de provenir estrictamente del espacio
acadmico.
De acuerdo a Tapia (2002: 392), que no menciona las notables reservas de
Zavaleta sobre la centralidad y utopa del proletariado minero en su obra ltima,
ste buscaba lograr la manifestacin de la acumulacin de lo nacional-popular
como ideologa orgnica, es decir, practicar la funcin de intelectual orgnico del
bloque histrico emergente. Evidentemente, a Zavaleta no le pareca importan
te discutir lo que el intelectual deba hacer sino lo que haca, que era transferir
contenidos [en] conexin con el movimiento de masas (E-s.n., 1978: 16). Pero
el silenciamiento mencionado no es casual, puesto que el bloque emergente
referido, no era el de las masas movilizadas previamente (1979) sino el favorable
a una constitucionalizacin con mayora congresal de la derecha en 1982, bloque
que tena por protagonista al atrasado programa econmico de la UDP. Este era
el proyecto al que adhera Zavaleta, por considerarlo un potencial articulador de
lo que llamaba las dos tendencias nunca unificadas y derivadas de la Revolucin
Nacional de 1952. Zavaleta haca de la historia un sujeto expresivo de s, la pa
radoja seorial en Bolivia:
En el anlisis del m ovim ien to obrero boliviano, dentro de nuestra m odesta tradicii
sociolgica, se ha utilizado el con cepto de acumulacin en elseno de la clase para descri bi
la relacin entre m em oria colectiva, supresin-consagracin y enunciacin activa <
sea que es una m etfora referida a lo s m ecanism os de seleccin positiva y negativa e;
los m ovim ien tos del co n o cim ien to colectivo. (LMN, 1983b: 80. nfasis del origina
en negritas).
RE1
340
tH.NACJONAL-POPUUSMO BARRCXX)
V f '.
f.)
INMARXISTA
341
Estos prolegm enos generales, son necesarios para advertir que para el propio
pensam iento de Zavaleta (acumulacin en el seno de la clase), resulta evidente
que si el proletariado m inero tena una colocacin estructural privilegiada y una
conciencia precoz de ello, el que cada clase sea lo que ha sido su historia (LMN,
1983b: 85) implicaba que a la im potencia de clase sealada siguiera tam bin la evi
dencia de su incapacidad (desde 1952) para in tro d u cir la im prescindible reform a
intelectual y m oral (concepto gram sciano, ibid.: 87), una que perm ita cambiar
de prejuicio a la sociedad boliviana: la historia del 52 sera la de la recom posicin
de la dom inacin tradicional; la continuacin de la paradoja seorial con el
predom ino de una burguesa prem oderna, precapitalista:
T odo ello induce a preguntarse cul podr ser el d estin o final del radicalism o de los
m ineros bolivianos. (Ibid.: 88).
que lleg sin preverlo, com o Zavaleta sola decir, y que era el destino inescrutable
del crecim iento de los hechos o acum ulacin de su historia. Esos escritos articu
lados entre s tienen p o r centro su texto inconcluso sobre Lo n a cion al-popu lar en
B o livia (L N P , 1986b), incluyendo las notas m anuscritas del proyecto inicial, los
tres ensayos que com ponen L a s m asas en n oviem bre (L M N , 1983 b) y los artculos
de coyuntura entre 1980-1984, adems de textos inditos.
L o que sigue es una relectura en la clave de este estudio (expresin-ideologa)
de dicha constelacin m adura en tres partes, com enzando p o r L o n a cion al-popu lar
en B o livia ,32 W ork in P rogress que propone un razonam iento general sobre la
form acin boliviana, contrastando lo que se proyecta sobre ella y lo realm ente
acontecido: la produccin de la igualdad m aterial entre individuos y el poder al que
esto dio lugar. Todos los logros de lo prim ero, resum idos en la reform a burguesa
parcial de 1952, se oponen al reordenam iento conservador de la poltica posterior
a la crisis del 79 en Bolivia (L M N , 1983b: 64 nota 105). Zavaleta retorna a G oethe
sin citarlo, para sealar la carencia de perspectiva to tal en el anlisis histrico
boliviano (L N P , 1986b: 14) y que sucede a nivel m acro lo que en el de coyuntura,
con el resultado de arribar com o sociedad e individuos all donde no se pensaba:
L o que interesa en cam bio, a nuestro entender, es advertir el desarrollo contradictorio
de los factores, o sea, como si los hombres se propusieran algo y los hechos los llevaran
indefectiblemente a otro lugar. El jacobinismo result aqu una escuela poco eficaz. (Ibid.
Enfasis m o ).33
Zavaleta adm ite que el cam pesinado dem ostraba una acum ulacin de clase
propia que no depende de la centralidad proletaria y se expresa com o movilizacin
y desarrollo poltico autnom o respecto a la perplejidad obrera frente al poder,
pero, y esta es una objecin central, constata que el desarrollo del 52 fue al ser
vicio de la reposicin oligrquico seorial (ibid.: 15). L a causa est claram ente
sealada (L M N , 1983b): los hidalgos pobres del M N R habran vivido el terro r de
la hegem ona de masas de 1952 com o la clase m edia en general y esto se expres
del m odo ms conservador en el golpe de E stado de 1980.34
32
33
34
36
Los dos primeros, destacados dirigentes de la democracia cristiana; el ltimo, lder del Partid
Socialista desde 1971, que una a un programa proletario un partido de masas con el mayo
ascendiente ideolgico y electoral de la poca, en el proletariado minero y las clases media
urbanas.
Montes y Montes y Quiroga Santa Cruz. Si tales cosas hubiera dicho Eduardo Montes ;
Montes [se refiere a negar una masa revolucionaria] no sera de extraarse; pero pcrtenecci
a un lasallixta que no debe tener ms de 30 aos. F.sta constante entre los viejos y los jvene
rosqueros revela una Identidad de clase. La Rosca se siente a tal punto derrotada..." (Jovei
deshabitado culpa ll pas por sus desgracias personales, en La Nacin, 17 de marzo de 1960]
37
d e l n cleo c o m n . C iu d a d a n a y
por Jam eson sobre Kafka; "C uerpo de escritura m odernista de un tipo peculiar
e inim aginable que fall a la hora de existir -fallando p o r tanto a la hora de dar
representacin a alguna fuerza profunda de la poca, que precisam ente po r esa
razn perm anece no dicha e inno m in ad a- (ibid.: 46-47).
El lm ite ms expresivo en el caso de Zavaleta, rem ite al nom bre censurado
de la crisis de Estado de 1979, nom bre de las m asas que haba sido dado po r stas
en la poca de recuperacin de la dem ocracia representativa. Ese nom bre sin su
apellido infam ante era M arcelo, m ism o que evita Zavaleta en todos sus escritos,
rem itiendo a u n recuerdo congelado de 1960 (lo seorial), sum ndose asi a una
constante en los estudios acadmicos posteriores que retrotrae conservadoram ente
dicho nom bre de las m asas en n oviem bre de 1979 al ao de 1960. E n L o nacionalpopu lar en B olivia, Zavaleta slo refiere entre sus fuentes el folleto L a victoria de a b ril
sobre la nacin (1960), de Q uiroga Santa C ruz y evita el nom bre propio del autor.
E n cambio, de m odo notable po r la crtica sin lm ites que significa hasta el
da de hoy, Zavaleta distingue el uso conservador y vertical del excedente -e l
ideologuem a del El D orado o la am bicin del oro am ericano, que para Bloy
tena un sentido transform ador gracias a C o l n - expresndolo com o el lm ite
del fondo m ercantilista de la fundacin espaola p o r la que, dependiendo del
excedente en vez de la voluntad transform adora de las masas y puesto que no
todo excedente produce disponibilidad, este ltim o es el que interesa respecto al
m om ento constitutivo de una sociedad:
Am rica es un con tin en te conservador porque cree ms en la transform acin por la
va del excedente que por la va de la reform a intelectual. (: 4 3 ).3839
38
39
40
En LNP, 1986: 270 escribe Quiroga (ibid.-. 27); lo mismo en LMN, 1983b: 48-53 el apartado
Quiroga Santa Cruz y Quiroga en op. cit., notas 50, 64,131, 147b y 151.
Va sin duda privilegiada por los ribetes neopopulistas del socialismo del siglo XXI", en varios
de los pases latinoamericanos posncoliberales, incluida Bolivia.
Idea de Spengler referid antes en La crisis nacional en Chile, Exclsior, Mxico, 25 de
noviembre de 1V75, p. 7. Zavaleta utiliza en este texto la nocin poltica de Estado con mi
nscula, que continuar en sus propios textos 'lupia.
tuerra- P m
varse efrelativo
v a h d a d n t ^ d i s t i 7 Sentd m arxista-p u d ie n d o o b se rform acin social y estado aparente que e s ^ d T ^
^ 683 te ra la idea de
m mva de Lenin sobre la semicolonia (L N P i m b T s T
a **
^
identidad expresada com o una suerte de n m n ln
7 de autodeterm inacin,
(ibtd.: 6 9 nota 121) en las lites latinnam e
<a anorexla haca la soberana
ser para s m ism o 0 a t T d o de C
r 35'
^ te rm in a c i n o
ambos sentidos, el de la M en fd ad y el de BP
N m a Tupac K atariJ
9 se refiere
a la m o v f e & d
o separatism o guiado p o r el antagonism o del huera Z
tid? e
Separacn'
S S
q ' el
t S S ? a 2 S ? epre!1en,u
2000,7, s,.), e,
^
* Z
? d
o
atina m nuce, por ejemplo ver PDB 1980' 841 v tw, ormales expEcitos (la expresin
supere adems de su crtfiol perm.
. L m i i ^ " 5' " ' " " '
Grmsc
(el Estado piamonts), nociones intcrmedi sobre el es.,. V 6
rector del Am onte
territorial e intensidad de masa, p, f/r , \ qn homlo Y S U,HS de masa (difusin
efecto cstand" . -irradiacin J ,
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b ueSe desPrende de *u
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SO" Pr y~
d' V & *
Esta form alizacin de una cultura nacional propia en L o n a cion al-popu lar en
B olivia, la haba anticipado dos dcadas atrs:
L o que se llam a O ccid en te n o puede ser p en sado sin o co m o un pacto p o ltico
fundado en un sistem a eco n m ico pues con relacin a la cultura occid en tal cristiana
podram os p reguntarnos si el Japn que es un pas que p erten ece a este b loque
p o ltico, es una n acin que p u ed e ser calificada de occid en tal o de cristiana. (La
R evolu cin boliviana y el d ob le p od er, Marcha, M o n tev id eo , 20 de ju lio de 1962,
p. 14).
43
Que se repite (y ampla a la idea tic la igualdad segtln Merlcuu-Ionty) en el artculo Las
costumbres militares" (El Da, Mxico, junio de 1979, p, 12) y cu l,NI>, 1986: 211.
L o que justificaba el carcter nacional nico de don Franz Tam ayo - MlU
ensim ism am iento, aquella mascarilla de un B eethoven m estizo" \ su carcter "grande
y nico- , 4445eran sus races indgenas que haban dado com o fruto una " r a li
espiritual m estiza lograda; raza nueva a p artir de una historia chola.4* Rata
novedad la haba revelado Carlos M edinaceli: el m ejor crtico literario de Bolivia.
U tilizando la interpretacin de los colores que Osw ald Spengler planteara en su
D ecadencia de O ccidente (1922), la tesis de que la historia p o r venir era predecible.
M edinaceli seguira siendo referencia de Zavaleta, p o r su m encin de lo seorial
com o hom bres pequeos desterrados a un pas de m ontaas al que no quieren
(idea que Alm araz enriquecera con su prosa), en suma, la supuesta inexistencia
en form a de una burguesa boliviana.
D e aqu surgen algunas cuestiones tributarias del principio de intersubjeti
vidad propuesto p o r Tam ayo, interpretado desde el m arxism o, es decir desde la
historia y poltica bolivianas y que es el ncleo central de la cuestin nacional del
Zavaleta m aduro: el de la interaccin hum ana en el devenir (LNP, 1986: 214),
cuyo aspecto central era el m edio en el que los hom bres se desenvuelven y en ltima
instancia que la tierra hace al h o m b re com o haba indicado Tamayo; es decir,
el m edio o atm sfera de lo social no com o reduccionism o geogrfico, sino com o
interaccin que perm ite a los hom bres hablar de patria y de sentido de su vida:
La calificacin de la in tersu b jetividad p rem ercan til o p ro to m erca n til sob re el
desarrollo general del fond o de identidad es sin duda una prem onicin m uy avanzada
sobre la produccin de autoconciencia de esta sociedad. [La] accin p sicolgica del
44
45
La historia tls un Itirlopltueo", Marcha, Montevideo, 19 de mayo de 1961, p. 20. Enfasis mo,
Augusto C*pdM y una historia chola, Marcha, Montevideo, 7 de diciembre de 1956.
medio, que aqu no debe entenderse como mera geografa | sealaba lo indgena como
eje de la interpelacin] (ibidr. 215-216).
La ausencia de burguesa nacional, habra legitim ado la presencia de las FF.AA.
bolivianas en la construccin del orden poltico, debido a la conexin entre el
ejrcito y el territo rio [el] o rden com prendido com o la unidad del territorio, feti
che m xim o que simboliza a la nacin,46 que era la m anera de sealar la vigencia
de Tamayo com o intersubjetividad especfica que se logra en el m edio especfico
llam ado Bolivia. P ero si el orden no es slo reem plazar lo previo, sino conservar
las cosas y los m ilitares tenan la relacin esencial sealada:
Habr en ton ces sorpresa alguna de que all donde n o hay otro agente centralizador
[es decir, en ausencia de burguesa] el ejrcito sienta de pronto que la centralizacin lo
incumbe? E s slo una derivacin decir que, en este caso, la primera de las instituciones
nacionales (es decir, burguesas) pasa a com portarse co m o la cabeza o el sustituto de
la burguesa. [Este] es el aspecto en el que los ejrcitos n o siem pre cum plen tareas
reaccionarias en los pases com o los de la A m rica Latina. N a d ie es un hom bre
m odern o si n o es previam ente nacional. [...] En suma, hay un momento en que el ejrcito
puede ser el lugar ideal para sentir lo que la sociedad como conjunto no siente todava sino
como una atmsfera. (Las costum bres m ilitares, cit. nfasis m o).
46
Las costumbres militares, F.l Di, Mxico, junio tic IV7V, p. 12.
La patria de la injusticia
Es una peticin de principio que ni ahora mismo, tantos aos
despus de la revolucin dem ocrtica [de 1952], ni nunca en e
pasado, Bolivia ha sido un pas dem ocrtico. P o r el contrario, aqu\
s que unos hombres mueren como perros para que otros hombres coman
como cerdos. Esta es la patria de la injusticia social, y, si no fuera pot
sus masas, sera m ejor que no existiera Bolivia. Sociedades como
Bolivia, P er y algunas ms estn condenadas entre otras cosas
p o r la depravacin de la desigualdad entre sus propios hom bres.
REN ZAVALETA: Las masas en noviembre. (1983b: 34-35.
Enfasis del original).
47
Se dira que todos los caminos del nacionalismo conducen a la injuria, o la engordan a su propia
costa; injuria manifiesta que suele ser vital y plebeya; injuria velada cuando el nacionalismo
reacciona (se hace reaccionario) y se repliega a orgenes pobres, recuperando un oscuro hlito.
Cito dos de las ricas refutaciones de Hernndez Arregui a quienes criticaban la ausencia de
referencias en sus escritos, siendo textos no de investigacin sino de lucha: spanlo estos
caballeros que confunden la crtica con la cacera de pulgas, cambio mil llamadas a pie de
pgina por una idea". Aunque sus denuestos contra Jorge Luis llorges son olvidables, el no
subestimar a las pulgas nos exige referir alguna pgina suya (Hernndez Arregui, 2004a: 21)
y nuestra nota IV en apartado 11.4, supra.
51
52
resistir (com o en el caso de Bolivia pareca una fatalidad), elegirse.5' M s all del
individuo com o en otros casos reiteraba, por ejem plo al sugerir a Baptista G um ucio que una salida del extravo del MNR, era elegirnos porque (es de G ide)
ser es elegirse (C35: 3). T am bin sugiere en 1967 lo que despus ser, exgesis
m arxista m ediante, la nocin de Estado aparente (III.2), en principio com o idea
nacionalista de sem icolonia con una sem iform a estatal. Todava se trataba de un
esbozo barroco poco articulado, de lo que H ernndez A rregui haba llam ado
teora hegeliano-m arxista:
Es el trnsito de la nacin fctica a la nacin para s misma y del pas resistente al
pas histrico en un proceso por el cual, despus de haber resistido a la negacin
de la nacin, las clases que la contienen niegan la negacin de la nacin y tratan de
realizar un Estado nacional, en sustitucin de las semiformas estatales creadas por
las clases extranjeras. (CIN, 1967: 35).
P e ro , a diferencia del elegirse individualista de los p rim eros artculos,
aqu el com prom iso ideolgico con el nacionalism o, im pone la condicin de
sojuzgam iento colectivo. Sm bolo exacto de ello es u n epgrafe que Zavaleta
inserta en el captulo tercero del libro escrito en 1965, en relacin a la F orm a
cin de las clases nacionales y que corresponde a Kafka: Estoy acosado, estoy
elegido (C IN , 1967: 33). Expresa la resistencia de las clases nacionales que debe
com pletarse con elegirse, elegir a la nacin para s m ism a, para que sobreviva,
a diferencia de otras (O tro s pases, que no estn acosados..., en RBP, 1964a: 9).
Es lo que haba querido significar Zavaleta en 1962, m ediante la carta que enviara
a Baptista G um ucio.
E n Bolivia -escribira Zavaleta en 1965, certeza que durar hasta el final de
sus dasnada es fcil y todo tiene la form a de un reto , pero esta dificultad de ser,
implicaba la mayor gloria nacional. Destacamos aqu las nociones de ser nacional
y peligro, porque la unin de ambos era la condicin de existencia de Bolivia
toda, desde la perspectiva del nacionalism o del M N R y su principal idelogo,
C arlos M ontenegro. E sto ltim o ser revisado p o r Zavaleta en su m adurez, pero
en los 60 la proxim idad dem ostrada de Zavaleta respecto al discurso nacionalista
argentino, se intensific hasta u n p u n to en que buscar sus propias ideas y las
Represar en los 70, ms all de la recepcin que hiciera de la teora nacionalista
de H ernndez A rregui en M ontevideo. Zavaleta transit com o hem os citado,
p o r Q u es e l s e r nacional? del referido escritor argentino y m ilitante de un sector
del peronism o vinculado a la Izquierda N acional de ese pas. H ernndez A rregui
sostena que las naciones no son autnom as y que desde el siglo XIX estaban ms 53
53
En 1969, despus de la cada del M N R (1964) por lo que Zavaleta llamaba la ayuda yanqui,
sostuvo: Se resisti mal, con debilidades y aturdimiento, pero se resisti. (1985: 19).
54
Francisco Pizarro; hijo bstanlo tic un hidalgo de Trujillo, F.spaa, cuidador de puercos y
soldado de fortuna en Italia, asesin al Inca Atahuallpa (1532) despus de recibir el inmenso
rescate que exigiera, Al ao siguiente ocup el Cuzco, ejecutando a su rival espaol, Diego de
Almagro, haata ser muerto por el hijo tic ste, en Lima (1541).
f
5
En Mateo 7:6 de Nacar y Colunga, 1991: 1236. nfasis mo: connotacin de humanos como
animales, por eso pies y no patas, lo que es significativo para los fines explicativos que siguen.
Renn lo dijo mucho mejor que yo[:] si Cristo no es la encamacin humana de Dios -lo cual
parece sumamente inverosmil,fue de algn modo el hombre ms extraordinario que recuerda
la historia. Ahora, no s si se ha observado que [...] durante siglos, los escritores han buscado
metforas [y que] nadie ha encontrado imgenes tan extraordinarias como las de Cristo; imgenes
que al cabo de dos mil aos siguen siendo asombrosas. Por ejemplo: Arrojar perlas a los puercos;
cmo pudo llegar a esa frase. En la mayora de las frases, uno piensa, bueno, se ha llegado a ella
mediante variaciones pero [esa] no puede clasificarse, y es ilgica. |...| Segn Blake, hubo una
enseanza tambin esttica de parte de Cristo;
una enseanza literaria, y eso est dado por
las parbolas de Cristo (cf. Borges, 2005b, Hi 220-222).
58
Aguila cita la edicin mexicana de Las masas en noviembre como captulo de Bolivia, hoy, Ren
Zavaleta Mercado (comp.), Mxico, Siglo XXI, 1983, pp. 39-40. Estudiantes universitarios de
la UNAM recuerdan que Zavaleta los deslumbraba con relaciones entre la tradicin marxista y
la del medio local: Nunca fuimos discpulos de Ren. N o s si alguna vez los tuvo. El slo nos
confrontaba [...] uniendo puntas que nadie imaginaba posible tan siquiera acercar (Hofmann,
1984). En otros casos se menciona la densidad terica de sus textos: La naturaleza abigarrada
de sus escritos, acaso relacionada con las caractersticas de su Bolivia siempre presente -as
fuera slo por sus masas" (Aguila, 1985. nfasis del original).
Ren Zavaleta a laiss une oeuvre ahondante, inacheve, traverse par ses hantises. Ses rcflexions sur lEtat et les masses sur la nation et la clase sociale -m m e lorsquil leur donnait
un tour genral- navaient dautre vise que dlucider lnigme bolivienne: celle dune nation
qui nn est pas une, faute davoir su ou pu tablir un pacte social dont soient parties preantes
la grande majorit ndignc et une clase ouvrire, qui, plus quaucune autre sur le continent,
mrito ce n o m . L a S o liv ie , choz Zavaleta, cetait aussi cette fidlit, cette souffrance et cette
rage q u i lu ftlw tle n t crlrei (ieci est la patrie de linjustice sociale, et sil ny avait pas les
m a a io i, II M ltlt prfraltlc que la llolivie nexiste pas. (c. 1985: 1). "Ren Zavaleta ha dejado
ser tam bin un absurdo en s (III. 1) m uestra lmites en la concepcin del Zavaleta
m aduro, sim bolizados en la frase citada y cuya lectura com o goce esttico p o r la
form a ( Aqu s que unos hom bres m ueren com o perros para que otros hom bres
com an com o c e rd o s...) es signo de resistencia respecto a su rem ate retrico o
renuncia poltica p o r lo que le sigue: Esta es la patria de la injusticia social y, si
no fuera p o r sus masas, sera m ejor que no existiera Bolivia.
Se trata de una frase am pliam ente atendida aunque n o explicada; estilsti
cam ente calificada, p o r ejem plo, com o el fragm ento m s querido de la historia
del ensayo en Bolivia (Souza, 2007). Sin duda el tem a y la m anera de expresarlo
tienen un valor igualm ente im p o rtan te. Si se insertara la frase en el apartado
de L as m asas en n o viem b re, denom inado p o r su a u to r com o D iscusin sobre la
dem ocracia , sera una peticin de principio la caracterizacin de Bolivia que
la frase sobreentiende, la inalterable y dram tica injusticia social a lo largo de
su historia.
Pero la cita ha sido reiterada sin explicacin y casi con desconcierto ante su
virulencia, com o u n aspecto que am eritara cierto pesim ism o o im potencia frente
a una realidad im posible de cambiar, sin in terp retar su notable expresividad ms
que como estridencia del lenguaje sobre la injusticia social en Bolivia y emulndola
retricam ente: Esa lgica [explotacin eurocntrica de recursos naturales que]
a veces se reproduce al in terio r de los propios Estados, con la defensa a ultranza
de intereses sectoriales y m ezquinos (en Alarcn y M ora: 2 0 0 8 : 1 4 ). O tras veces
calificada en un sentido lato, com o alusiva de lm ites dem ocrticos: N o es que
lio exista la dem ocracia en Bolivia [...] pero es una dem ocracia representativa
y restringida, no es una dem ocracia participativa (Escobar, 2 0 0 4 : R E ); o sobre
el negativo papel del Estado: La exclusin de los indgenas, el centralism o del
| Estado y la prolongacin de las desigualdades (Rojas: 2 0 0 7 : 2 0 ) .
conju n t o , se trata en distintos grados sin excepcin, de una recepcin im
presionista y ahistrica de la frase m encionada. Los m ism os estudios acadmicos
ms trabajados, adm itiendo la fuerza expresiva de dicho pasaje y citndolo sin
ms, optan p o r el silencio interpretativo, con lo que su significado y explicacin
se desplaza en realidad hacia un m bito enigm tico o mistificador, un gesto biogrfico inescrutable, acaso retrico o pesim ista, a pesar de su rico significado al
interior de la obra de Zavaleta y de su recepcin.
una obra abundante, sin terminar, atravesada por sus obsesiones. Sus reflexiones sobre el Es
tado y las masas, sobre la nacin y la clase social -mismas a las que dio un giro general- sin
otro objetivo que dilucidar el enigma boliviano: una nacin que no es una, que no ha podido
establecer un pacto social entre los actores interesados, la gran mayora indgena y una clase
obrera que, ms que ninguna otra en el continente, merece ese nombre. La Bolivia de Zava
leta fue esa fidelidad, el sufrimiento y la rabia que le hicieron escribir. Esta es la patria de la
injusticia social y, si no fuera por sus masas, sera mejor que no existiera Bolivia, (Traduccin
libre ma).
Es cierto que al m ism o tiem po de publicar L a s m asas en noviem bre, con t frase
en cuestin, Zavaleta declara en una entrevista que, Bolivia, com o tal, tfrqto
59
La cita de la revista trimestral Quimera, que publica el ensayo de Luis H. Antezana, nc'espeta
las negritas de Ims masas en noviembre (en la edicin boliviana de Juventud, 1983b). Lasirsivas
(en la ediciones mexicanas de Siglo XXI: primera versin Autodeterminacin y clamada en
B o liv ia (I97HI9HO) y la de Bolivia, boy), o el subrayado de la frase (texto en mimen, fl: 37),
sugiere no pertenecer a Zavalem sino constituir una parfrasis, segn inferimos en estestudo,
de la RsgUti t lu
inmunes de liloy, texto conocido y citado por Zavaleta (1,rtulo
H ablam os pues de la expresin: ...m u eren com o perros; i.e. com o M ara
Barzola, asesinada por el ejrcito de la oligarqua pre 52. El otro polo, el rem ate de
la m uerte de unos .. .para que o tro s ... est sealado p o r Tam ayo sobre Pizarro.
Ambos polos (perros y cerdos) estn connotados social e histricam ente p o r
rasgos indgenas y seoriales que son com unes a Bolivia y P er y cuya versin
com o realidad o naturaleza se encontrara en el testim onio del sacerdote y
cronista espaol B artolom de Las Casas, respecto al p e r r e a r de los espaoles
durante la conquista (los perros eran utilizados para que en viendo u n indio lo
hacan pedazos en u n credo, y m ejor arrem etan a l y lo com an com o si fuese un
puerco, cit. por M anrique, 1993: 514 nota 1 1 7 )y co m o pensam iento o historia
en la frase referida de Zavaleta.
E n este ltim o caso, la polaridad dialctica es alusiva de la extrem a injusticia
social en cuestin (perros), m ediante el significado relativo a la situacin ind
gena dom inada por el virreinalism o espaol, que en P er es ms evidente p o r el
neologism o del perricholism o, es decir, el eufem ism o virreinal de nostalgia lim ea
que alude a perra + chola y rem ite a la actitud cortesana y criolla depositada en
M icaela Villegas, proveniente del despectivo cholo precedido de p e rro en el Per
(Flores G alindo, 1984: 172). E n cambio, el sentido de cholo com o m estizo que
constituye el tipo nacional boliviano, rem ite a lo nacional-popular sim bolizado
por M ara Barzola en la m asacre de m ineros de 1941 y de la que deriv el m ote
despectivo de barzolas a las m ujeres del MNR, durante la poca de milicias
armadas populares. (Sobre el P er y Pizarro, ver Anexos: El Per, los indios y
los perricholi).
361
El smil de I burguesa con Ion cerdos ha sido frecuentado en la cancin en lengua francesa,
por ejemplo en ll conocida "be llmirgeois, de Jacqucs Brel:... C'.est comme les cochons/Plus
Va devlent vieUN plui V* devicni M e..." (Eos burgueses, esos son como los cerdos/Cuanto
ms viejo m il
*N ( a m fa n ts , Madrid, Fundamentos, 1VH6, pp. 72-73.
En lo que ae refiere *1 M iarlo mnimo vital, yo supongo que esto hace referencia al
carcter no exproplahle que deben tener los mnimos [salarios] conseguidos por la
clase obrera, es decir, lo cine se llama el valor, como medida histrico-inoral. (Ibid.: 16).
D e esto se desprenden dos desarrollos discursivos que perm iten com prenden
lo que en L a s m asas en n o v m n b re Zavaleta escribiera desde el ardoroso lenguaje de
Bloy. El salario m nim o vital no era, no deba ser, una consigna solam ente obrera
sino de la nacin en su conjunto y del E stado com o expresin de la sociedad, si
sta haba avanzado dem ocrticam ente lo m ism o que sus masas obrero-campesinas
movilizadas en 1979. Zavaleta no quiere aqu cegarse a la realidad:
Si se ven los indicadores sociales de Bolivia, no se ve por dnde se pueda cortar el
ingreso de una clase social que est, evidentemente, desde hace muchsimo tiempo,
sometida a una suerte de desfalco de su fuerza de trabajo. Es una consigna que no
solamente se debe apoyar, sino que debe ser objeto de la consagracin ms general;
los obreros estn reclamando lo mnimo, que es no ser ms pobres de lo que son. En
cambio, es evidente que en Bolivia, unos son muy pobres para que otros sean muy ricos,
(Ibid. Enfasis mo).
Seis meses despus de L a s m asas en n oviem b re (junio de 1983), Zavaleta re
fiere la extrem a desigualdad boliviana com o desfalco de la fuerza de trabajo y el
requisito w eberiano de la dem ocratizacin social de la riqueza:61
Es evidente que en Bolivia, unos son muy pobres para que otros sean muy ricos. Es
decir que no se puede hacer democracia sin ciertas transformaciones de la estructura
social boliviana. (E-CM, 1983: 16. Enfasis mo).
Tam bin en el m undo, Bolivia tena que ser igualitaria para ser nacin res
pecto a otras (cf. Ibid.)-, que fuera la patria de la injusticia y el aqu s de la
depravada desigualdad entre sus propios hom bres, se reflejaba en su ubicacin
com o pas no slo en relacin a su dependencia de los Estados U nidos, sino tam
bin respecto a su historia con los vecinos, de m odo que los males del continente
estaban agudizados para la irresuelta nacin boliviana. Los trm inos cam bian en
su expresividad en este discurso, se trata sin em bargo de una traduccin pattica
del ejercicio de injurias original:
Este pas, vctima del racismo como praxis y como despojo [por el imperialismo
estadunidense], es tambin racista hacia s mismo. [...] El pecado est en eso; en que
no nos amamos a nosotros mismos y como no tenemos piedad de nosotros, pues el proceso
61
Citado (entrecomillado) con referencia de pgina simplemente (la 708), por Zavaleta, en su
nota aobre L n t k u a h p o p u l a r e n I h l iv ia : Dominacin tradicional en virtud de creencia en
la santidad d i loa ordenamiento* y los poderes seoriales existentes desde siempre". (M 3:10).
li R.NAaONAL-POPUUSMO BARROCO
364
de destruccin biolgica es ac un hbito aceptado, nadie [en consecuencia] tien e tam poco
piedad de Bolivia. (E-MB, 1984: 12. nfasis m o).
/
f..
62
Crticos del M N R como Marcelo Quiroga Santa Cruz (no d el h e ch o de masas del 52), expresaron
pblicamente: El fracaso del M N R es tambin, un fracaso m s para el pas. Si entendemos
al M N R del ao 52 como una robusta manifestacin de fe popular debemos concluir que su
derrota e s tambin la nuestra [...]. La iracunda revolucin anti-imperialista de 1952 ha sido
domesticada por el hambre (Diario Preaencla, U Vu, marzo de 1962. Ver adems Rodas, 1,
2010: 281; II: 167 nota 525).
El
n o m b re
6.?
Apresurado! juletlM onteiiiporilncns, descalifican con extrnfie/.a esta sentencia, sin explicarla,
Zavilttl ptI
Inesperadamente articulando frases filol'uscistns" (Vargas, 2010: 187).'
v.gr.
m ero defensor in abstracto y casi filantrpico de las riquezas bolivianas. E llo m ism o
n o sera p oco por cierto p ero reducir la im agen de Alm araz a esta con d icin o parte,
obviando las dem s, es una desfiguracin y un falso apoderam iento. [Es] in decente
recordar a Alm araz en otro lugar que en el que l m ism o se coloc. [Almaraz] fue el
m ejor expositor p oltico que y o haya con ocido. [Es] inevitable para m i considerar [su
m uerte] com o una frustracin personal. H acia la m itad de 1967, en efecto, pensam os
que haba llegado el m o m en to de pronunciarnos y as lo h icim os [en] lo que Sergio
bautiz el M an ifiesto de Septiem bre, y con el que fundam os, con Almaraz, con Jaim e
O tero, F lix R osp igliosi y otros com paeros, la C oord in acin de la R esistencia
N acionalista, la ltima organizacin poltica a la que Sergio perteneci. (El p eor en em igo
de la G u lf , cit. Enfasis m o).
65
[Almaraz] est junto a Edmundo Camargo y Jaime Canelas, junto a Zoilo Linares y Csar
Lora, junto a Gustavo Medinaceli, a Oscar Alfaro, a Rolando Rcqucna, junto a Coco e Inti
Peredo, a Jorge Vsquez Viaa, nombres todos que en la diversidad de su lucha y en su muer
te absurdamente temprana reflejan sin embargo el signo invariablemente izquierdista de las
generaciones que arrancaron del gran hecho multitudinario que fue la Revolucin de Abril.
(El peor enemigo de la G u lf, op. cit.: 22),
sobre el raciocinio m ilitar -B orges escribi con m ejor sentido, que la m ente
m ilitar no es com pleja (2003,111: 303)- cuando en realidad todo haba sido prepa
rado, y condicionado a su participacin en el gobierno, p o r el nom bre censurado
de la nacionalizacin:
Unas semanas antes de su golpe [el gral. Alfredo Ovando] mencion a Kemal Atatrk
[1881-1938: oficial nacionalista del ejrcito turco que introdujo reformas para crear
un Estado moderno, democrtico y secular]. Fue este plan ambicioso el que lo llev
a nacionalizar a la Gulf. (Los crmenes de Ovando, M archa, Montevideo, 2 de
abril de 1971).
D os aos despus de aquella nacionalizacin y pocos meses antes del golpe
m ilitar proim perialista del gral. H u g o Banzer -apoyado internam ente po r los
antes opuestos MNR y FSB (21 de agosto de 1971), contra la Asamblea Popular
que desafiaba la ficcin bonapartista del gral. Juan Jos T o rre s- Zavaleta declaraba
respecto a lo que el dirigente poltico M arcelo Q uiroga Santa Cruz, de U nin de
la N ueva Izquierda Revolucionaria (UNIR) haba sostenido de Paz Estenssoro,
que era la carta poltica del im perialism o p o r el contenido de lo que desde Lima
enunciaba el pacto de reunificacin de ese partido:
Se dice, de otra parte, que puesto que Ovando nacionaliz con el petrleo una
riqueza ms vasta y una inversin mayor, su breve gobierno fue de por s ms
revolucionario que el del MNR, que nacionaliz una riqueza decadente. En esto, la
visin de la cantidad de las cosas quiere sustituir la calidad de un fenmeno. Todos
hemos aprendido largamente a desconfiar de las nacionalizaciones, averlas slo como
defensas. (M24-25: 22).
L o que Zavaleta no deca era que las razones de la indicada desconfianza no
eran atribuibles a la com paracin de cantidad con calidad, sino a las desnaciona
lizaciones (la del petrleo para entonces, luego seguiran otros recursos naturales)
del m ism o MNR. D esde el gobierno de O vando se haba sealado (el ministro de
M inas y Petrleo, Q uiroga Santa Cruz) que el rgim en tena las armas pero careca
de masas. A nlogam ente a la decadencia del Estado del 52 y la tendencia hacia la
derecha de su jefe, V ctor Paz Estenssoro, la historia del peronism o (nacionalismo)
argentino m ostrara (1973) que, al reto rn o de su lder, ste optara po r fuerzas
param ilitares de la ultraderecha (la T riple A de su secretario Jos L pez Rega),
que incluyera sectores de los grem ios argentinos (el propio H ernndez A rregui
sufrira un atentado con bom ba para asesinarlo, en Galasso, op. cit.-.passim ). E n el
caso del MNR, Paz Estenssoro legitim el golpe m ilitar proim perialista de Banzer
cogobernando con FSB, as com o el de 1979 (derrotado p o r lo que Zavaleta lla
mara entonces las masas en noviem bre), teniendo en ambos casos a G uillerm o
Bedregal com o figura pblica preponderante, al que acaso p o r antigua amistad
Zavaleta siem pre eludi acusar.
El MNR ejercit a lo largo de su trayectoria de m edio siglo, entre los 50 y
principios del siglo XXI, un pragm atism o desnacionalizador (hasta el derroca
m iento popular de su lnea neoliberal ltim a, el ao 2003); su exitosa postura
desorganizadora del m ovim iento obrero boliviano, corrom pindolo m ediante el
sentido conservador del progresism o que W alter Benjam n haba descubierto
era contrario a una visin crtica de la historia (cepillarla a contrapelo, apartado
a.3): prim ero en los 50 y luego en los 80 con Siles Zuazo y Paz Estenssoro hasta
Snchez de Lozada (em presario m inero) en los 90 y principios del siglo XXI, quien
ayudara a Zavaleta cuando debi exiliarse en C hile luego del golpe m ilitar de
Banzer en 1971, habiendo escrito este ltim o, para negar que la doctrina marxista
del PIR fuera superior a la nacionalista del MNR:
P o r q u e r e c l u t a la c l a s e o b r e r a [e l] M N R e r a d e h e c h o m s p r o g r e s i s t a q u e e l P IR
y a s a c t u e n c o n s e c u e n c i a . ( M 2 4 - 2 5 : 9 ).
(M24<tii 7).
68
* .:
;_____________
69
70
71
72
I u n d e r s ta n d e v e r y th in g a n d e v e r y o n e , a n d a m n o b o d y a n d n o tb in g (ef,
alcanza el corazn de la verdad, que slo puede decirse en parte mediante el gnero
narrativo de los evangelios, en el que la palabra habla sin necesidad de saber, es
decir, goza. En este sentido, las escrituras sobre Dios son santas porque no dejan de
repetir el fracaso de un saber que supuestamente testimoniara el ser (cf. Ibid.: 139).
El mtodo selectivo de esta fbula antigua sera semejante al del psicoanlisis
(y al del marxismo de Lo nacionalpopular en Bolivia, segn veremos) en cuanto a la
manera de proceder para que las representaciones del Otro sean accesibles: Dio
ses haba a montones, bastaba encontrar el suyo, lo que equivale a esa artimaa
contingente que hace que, a veces, despus de un anlisis, llegamos a que cada uno
coja decentemente a su cada una (ibid.: 140).73 Lacan se refiere aqu a que cuando
se ama no es asunto de sexo, de modo que se puede descubrir la existencia como
le sucediera a Kierkegaard, mediante una nimia aventura de seductor [en su caso,
Regina] (ibid.: 123); en cambio, slo poda acceder a ella misma renunciando al
amor, porque el deseo de un bien en segundo grado, por as decir, no es el objeto
a de la teora lacaniana.
La articulacin entre el goce y el amor, depende de una comprensin del
papel de la mujer. De acuerdo al psicoanlisis, en la estructura de lenguaje que
le es particular y un ejemplo de que su lectura literal es correcta aunque luego
no se la entienda as, la mujer no existe porque la naturaleza de las cosas la hace
no-toda, es decir que al depender del falo le permite un goce que es por definicin
suplementario, el de La mujer (con artculo definido que designa el universal) que
no existe y nada significa (cf. Ibid.: 89-90). Por ello entre goce y amor puede existir
un puente que es mostrado por mujeres serias y msticas ms que por hombres
(aunque ah est San Juan de la Cruz), msticos que vislumbran un goce ms all
y al que el barroco cristiano dio lugar central, mostrndolo como un bien comn
a partir de un ser supremo (Dios, o como veremos, Lo nacional-popular), algo
que no sucede cuando el pensamiento est dominado por la inercia del lenguaje,
de modo que como expresa Lacan, su cadena no cie el goce (ibid.: 135). Ejemplo
negativo de lo indicado -que no confirma la regla como seala errneamente el
lugar comn, sino que en rigor la compromete o pone a prueba (exceptio probat
regulam)- en lo relativo al pensamiento crtico de Zavaleta, es un captulo de Las
masas en noviembre (L M N , 1983b: 48-53 y apartado final, III.5) en el que en vez
de pronunciar el nombre del socialismo boliviano desde las masas (Marcelo), Za
valeta elige el apellido para fallidamente negarlo mediante su filiacin seorial:
Quiroga Santa Cruz.
En este eterno retorno de la inercia del lenguaje vuelve tambin la historia
su rostro hacia atrs, y lo que fuera un artculo de juventud justamente indigna
do con la desplazada minora excluyente por el hecho revolucionario de 1952,
73
Cursivas del original. Asumo la expresin ms latinoamericana <|tic castellana de coger en vez
de joder, ver op. cit.: 37, n. 1.
Sobre la ruptura de la "cadena" que no sirve ms como tal, vase Rodas (2010,1: 587, n. 1200
Habra repetido el lugar comn y a la vez incongruente, de que al menos Quiroga Santa CIri
muri en au leyM
i aadiendo otra ambigedad a la realidad de 1979. Comunicacin person
de Juan
Halaaar, en dudad (le Mxico, 2011.
Vencen quienes merecen la victoria, principio q u e revela a loa estudiosos que la causa de
Napolen fue intachable hasta la maana d e W a te r lo o e in ju s ta y detestable a las diez de la
noche. (2005, IV: 42).
En el Foro sobre el ( mis, organizado por la Federacin Universitaria Local |de Coehabamln
su presidente, F.llodorn Aburado y dos de sus participantes, Quiroga Santa Cruz y yo, fuinu:
despus presos en conjunto y enviados al fortn militar de alto Madidi en la zona amaznica
escribi Zavaleta en su "Recordacin y apologa de Sergio Almaraz" (en Almaraz, 1979: l
nota 4).
naturaleza "traumtica, el autor conoce tan bien los hechos que narra, que se ve
impedido de observarlos fuera de lo que ellos proyectan; Zavaleta sobretram
de tal manera los acontecimientos, que de nada sirve oponer la verdad histrica
a su fantasiosa representacin, porque la forma obsesiva del recuerdo se impo
ne. Dado que los hechos sobredeterminan como fuerzas causales la explicacin,
deben ser vueltos a narrar para recuperar su significado vital y ocupar la funcin
subordinada a otros que debieran haber tenido, dotndolos de significados cul
turalmente (intersubjetivamente) reconocidos.
La narrativa no es slo una forma, como para los tericos que la consideran un
residuo mtico en el pensamiento moderno: Barthes, Kristeva, Derrida, Cohn...,
sino un modo discursivo cuyo contenido es su forma, es decir que produce
conocimiento-como-comprensin, en contraste con el modo terico-categorial
(ibid.: 177-178 y nota 32). En el trnsito del realismo a posteriores expresiones
artsticas o modernismo (no entendido por tanto como el programa de dominacin
de la naturaleza a travs de la razn), este ltimo parece haber repudiado la forma
narrativa y reprimido a la historia: Fue la expresin, en el plano de la forma, del
rechazo de la realidad histrica en el plano del contenido (ibid.).
En tanto huida de las contradicciones hacia respuestas meramente frmale,
el modernismo es anlogo al fascismo en la poltica; el modernismo literario y
el totalitarismo social comparten una misma mecnica (cfi ibid.: 182, 213, 229
nota 14). El modernismo narrativo desrealiza el acontecimiento histrico en
nombre de la novedad79y ocasiona que el tiempo dividido en momentos, como
en La nusea de Sartre, se disperse en fragmentos de existencia, estableciendo
una distancia completa, una oposicin entre la vida cotidiana y la de aventuras:
el significado de los hechos histricos deba parecerse a lo que aconteca en el
relato de aventuras. Las aventuras estaban en los libros, de modo que para que
existan deban contarse y -dice el personaje Roquentin, de Sartre-: Para que
el suceso ms trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo.
[...] El hombre es siempre un narrador de historias. [Pero] hay que escoger: o
vivir o contar. [...] Cuando uno vive no sucede nada. Los decorados cambian, la
gente entra y sale, eso es todo. Nunca hay comienzos, los das se aaden a los das
sin ton ni son, en una suma interminable y montona (cit. por W hite, ibid.: 234.
Enfasis mo).
Se atribuye a los acontecimientos (el contenido) lo que es una secuencia
encadenada del relato (la forma). Este rechazo a la historicidad de los aconte
cimientos, deja abierta la puerta al mito, segn Jameson, pues se trata ms de
79
una idea sobre los acontecimientos que de una representacin de ellos mismos.80
Como si pudiera haber historias verdaderas; los acontecimientos se producen
en un sentido, y nosotros los contamos en sentido inverso. En apariencia se em
pieza por el comienzo: Era una hermosa noche de otoo de 1922... [pero] en
realidad se ha empezado por el fin. El fin est all, invisible y presente; es el que da
a esas pocas palabras la pompa y el valor de un comienzo..." (cit. por W hite op. cit.:
235. Enfasis mo).
Esto es evidente en la narracin de Zavaleta sobre la Revolucin Nacional
de 1952 y su continuacin a partir de su narrativizacin (proceso de narracin)
hasta su amplificacin mtica: el Libro de Abril que es la reescritura modernista
en clave metafrica y palabras mediante, no de ese acontecimiento sino de la idea
(cambiante y por eso reescrita) de Zavaleta. Ello nos conduce a la importancia
central del lenguaje o el problema de la expresin en su narrativa que recurre a
Sartre para reflexionar sobre esta cuestin, ampliando lo que ya haba sostenido
programticamente en escritos anteriores, paradigmticamente en el prlogo a
la novela Sangre de mestizos, de Augusto Cspedes, quien fuera no slo el mentor
de Zavaleta en el MNR sino tambin su modelo narrativo y, lo que es significativo
por lo que sostena muy joven respecto a tener pocos amigos, su mejor a m ig o
(Adis al rabe, en Clarn Internacional dirigida por Sergio Almaraz, s.f.), as
como de Cespedes lo habra sido Carlos Montenegro, al que Zavaleta atribua la
mxima importancia intelectual:
t
f
|
ri
Encaro con voluntad afirmativa [en Nacionalismo y coloniaje] el desarrollo vital del
p ueblo boliviano en el despertar de una raza estupefacta y [definida por su relacin
con la tierra], la indgena, y el n acim iento a la historia de la raza nueva, la m estiza
dndose] por prim era vez el caso de una filosofa de la historia boliviana [...] en la
marcha de liberacin que em prenda el p ueblo kollavino [en el sentido am pliado
l^e boliviano , de pas del altiplano]. (A ugusto C sp ed es y una historia ch ola,
Marcha, M on tevid eo, 7 de diciem bre de 1956. nfasis m o).
80
La figuracin narrativa produce estilizacin, eNtetizacirtn que tiene por centro al autor y su
talento creativo (ibiil, 202).
81
En 19 ) (odivll (MMlfhla que los hechos no solamente existan por s mismos, sino que podan
cr elogi# y erwdi,
A travs de loa tropos puede W hite demostrar que Marx enia representacmes de la historia que so desplazaban de una concepcini trapea a otra cmica, lo
mismo que Hegel y a diferencia de Ranke. Mientras este vlnmopamena onenta.se
h c la aplicacin de hechos histricos nicos, Marx era cualquier cosa menos
reduccionista en su mtodo (acusacin convencional de historiadores liberales y
conservadores, White, 2001: 313-314). En sus consideraciones sobre memoria e
S o Z tema medular en Zavaleta (ver Anexos: El recuerdo en materia potoca ,
1984) que lo ocup en su etapa madura, demostr respecto a lo aenonal lo que
criticaba a los sujetos poh'cos: na saier olvidar (apartado m .4 ) o teco da como
el modo de posmiar demandas conservadoras, rezagadas respecto a la ucha de
clases en cuno. As por ejemplo, al describir los proyectos de Hernn Sdes y la
C O B en los 80 {v.grr. La reforma del Estado en la Bolina posdictatonal , Marcha.
Montevideo, marzo-abril de 1984):
S iles record sin duda las form as m s o m en os bonapardstas de su anterior gobierno
0 9 5 0 - 1 9 6 0 ) . [L os] resu ltad os son o m in o so s. La cla se obrera record ttm bin
la hora de su atraso. S iles la m at corporativam ente y ella o p t por reaccionar
corporativam ente. U n cam ino ciego, sin duda.
{Ibid).
Es cierto que Zavaleta precisa que es fcil decirlo pero que vencer y mandar
son actos que conocen pocos hombres y una de las cuestiones centrales de una
clase que quiere ser libre, pero lo traiciona el recuerdo del poder del M N R , aliado
a Banzer en 1971. Leamos la premisa de anlisis de Zavaleta, teniendo presente
que el 21 de agosto de 1971 fue el golpe de Banzer y el 17 de julio de 1980 el de
Garca Meza:
L o que ocurri en los m agnficos das tem ibles de noviem bre de 1979, n ueve m eses
antes de esta fecha [17 de julio de 1980] fue en cam bio una crisis social y n o una mera
adversidad de la dem ocracia representativa. D esp u s de las masas de n oviem bre, el
golp e de agosto (sic) era ineluctable. E s esta una prem isa primaria respecto a to d o el
discurso posterior. (LMN, 1983b: 14).
84
Tan solo en las notas leemos que Paz demostr tener un mayor consenso que Banzer" en
Santa Cruz (: nota 66): recibir fuertes retratos hostiles (: nota 67b); haber sido vcncedoi
en la eleccin de 1951 (: nota 77); principal figura del nacionalismo revolucionario contra el
liberalismo de Montes (: nota 86); y smbolo en la cancin campesina de Charazani: N o not
olvides Vctor Paz (: nota 89, sobre la importancia de lo musical ver apartado II1.2, supra).
Gral. golpista David Padilla Arancibia, que suscit ilusiones en cierta izquierda populista (come
antes el cnel. Alberto Natusch Busch) y que ante el juicio congresal a la dictadura de Banzci
desarrollado por Marcelo Quiroga Santa Cruz (principal dirigente del PS-1), reuniera al Alte
Mando (gral*. Ramn Azcro y Vctor Castillo) declarando al mencionado diputado socialista
como "enemigo de la* l''.A A . que quiere destruirlas por no limitarse a la democracia baje
tutela militar ("Libertad y democracia no han sido bien entendidas, en cable de noticia ll*S
9deoctubr*de IM79),
golpe de Estado del cnel. Natusch en 1979 y el del MIR promoviendo el golpismo
con militares patriotas:85
A unque N atu sch ofreci la n acion alizacin de la m inera m ediana y el au m ento de
su eld os y salarios, la m atanza em p ez de in m ediato. Sobre esto corre la v ersin de
que [el gral.] G arca M eza, en el com an d o de la represin, fue d on d e N a tu sch n o
quera ir. Esto quiz explique ciertas vacilaciones de alguna parte de la izquierda en ese
m o m en to [se refiere al MNR] y la p osterior adhesin franca de otra al n u evo in ten to
que h izo [el cnel.] N atu sch en 1981 [se refiere al MIR], (LMN, 1983b: 56 n ota 31.
Enfasis m o).
Todo esto fue analizado y cuestionado sin reparos en esa coyuntura, por el
PS-1 dirigido por Marcelo Quiroga Santa Cruz.86 Se puede observar que en el
denso ensayo de Zavaleta sobre aquellos acontecimientos (LMN, 1983 b), sobre
%
En cuanto a la superacin entonces evidente del Estado del 52 y su ideologa
J nacional-populista (LMN, 1983b: 26-27, el nacionalismo revolucionario o NR, con
lo que Zavaleta avala del anlisis de Luis H. Antezana, ver 1983: passim), atribuye
a Siles Zuazo y el MIR de la UDP lo que el PS-1 haba realizado en su programa
como partido de masas en crecimiento indisputable, segn era de uso popular en
tpdo el espectro poltico-institucional de 1979. Tener in mente al MNR de 1952 es
l l que ejercita Zavaleta, mediante un discurso histrico que hace a los actores de
1979 meros mediadores de aquel recuerdo contra el que se movilizaban las masas:
85
86
Como deca su dirigente Jaime Paz Zamora, despus Vicepresidente de Siles Zuazo por la
UDP (1982). Histricamente desprestigiado por relaciones prebndales que incluyeran vnculos
con traficantes de cocana, Paz Zamora fue rehabilitado como interlocutor democrtico el
2012, por el Presidente del Estado plurinacional y jefe del MAS gobernante desde el 2006,
Evo Morales Ayma.
En Rodas, 2010, til: passim.
La sum entre <mM* fuer/,a, las del popu lism o clsico [MNR de Siles Zuazo] y los
ncleos obreros |lc;H| a la <|UCse debe aadir una verdadera corriente generacional
(el MIR) y la forma poltica que sobrevive de los in ten tos guerrilleros de la dcada
anterior, genera un bloque invencible, al m en os en lo electoral [y] una novedad
considerable en lo que se puede llam ar el saber p o ltico local. (LM N, 1983b: 23).
Al publicarse Las masas en noviembre, Siles Zuazo era recordado por su postura
de 1971:
E l poltico de visibilidad m ayor entre los que con talante ms consecuente se opusieron
a la dictadura tan ocasional de Banzer obtuvo en ton ces un xito personal y poltico,
en la prim era eleccin del p eriod o (la de 1978). (LM N , 1983b: 24).
El PS-1 lOtteni pblicamente lo contrario, que el eje virtual MNR1-MIR daba la cara
lgica hegMtnlM reformista u las fracciones minoritarias del PCI y otras de i/.qiiierdl
frente, I UP, te Roda*, 2010: o>. dt.
el denunciante ms esforzado de las dictaduras prebendaras. (LMN, 1983b: 6566 nota 131).
Quiroga Santa Cruz era mencin reiterada, ocupando un apartado del texto
de Zavaleta, lo que no corresponde a su reduccin seorial:
Expresaba m ejor que nada la fascinacin que haba ven id o a ejercer el g esto de la
izquierda sobre lo s intelectuales. (LM N, 1983b: 45).
H8
89
etcrlblr ton una llmaal bsica; por su parte, este ltimo habra sostenido que Quiroga Santa
r m i ilininnwil la Mura. Km documental: Historia de Dolivia, Instituto lKISMA, s.f.
Alma esquizoide
de lo nacional-popular boliviano
Con relacin a lo que yo crea en 1952, yo no he sufrido ningn
desengao. Era una situacin revolucionaria de tipo democrtico.
[En] el sentido de tener una concepcin nacional de la transformacin
revolucionaria, no he cambiado de ideas en absoluto.
La historia avanza fracasando, [lo que] no quiere decir que haya que
enamorarnos del destino [;] no se puede sacar como consecuencia
el renunciamiento a la historia. Nunca es saludable aceptar la
historia tal como ocurre.
R E N ZAVALETA: E -C M , 1983: 4 y 6. nfasis mo.
majoni
' v r.
PO PULA R BOLIVIANO
92
[llevados al discurso] por la exacta fantasa del sujeto que expresaba su lgica interna
en una traduccin verbal que tena formas propias (cf. Buck-Morss, op. cit.: 187).
N o perspectiva burguesa del lenguaje como la duplicacin de lo dado, o identidad
idealista entre pensamiento y realidad, sino mimesis o imitacin no representacional de la naturaleza, imprescindible para el conocimiento: los cerdos que
gruen como metfora (imagen, segn prefera Benjamn) de la ambivalencia
del lenguaje (apartado 1.1). La verdad implicaba llamar a las cosas por su nombre
correcto o teora de la traduccin, configuracin de lenguaje y hechos llamada
constelacin , idea que Adorno secularizara entendindola como opresin
de clase en el capitalismo, para as desmistificar la realidad de modo anlogo al
de Marx y su concepto de mercanca como categora expresiva del mundo de
objetos en el capitalismo, desnudando su lgica constitutiva como totalidad que
responde al inters privado.
Nombrar as a travs del lenguaje, cuyo principio es la similitud no representacional, para mantener el objeto sin copiarlo ni Accionarlo era, para Adorno,
el prototipo de la esperanza (Buck-Morss, op. cit.: 191). Pero la diferencia entre
Adorno y Benjamn era el sentido teolgico que daba este ltimo al nombre como
rescate del olvido histrico a travs de las palabras; en vez de neologismos, el lenp a je deba ser renovado. De este modo los fenmenos eran lenguaje codificado,
cifra de verdades socio-histricas que mediante Marx y Freud se volvan un texto
legible (tf.: 213), a diferencia de Hegel en quien Jos antagonismos funcionaban
como sntesis superadoras en vez de mimesis o constelaciones expresivas de una
realidad modificada. Todo esto conduca hacia lo enigmtico de los fenmenos y
era un smil inesperado de la exgesis catlica de Lon Bloy, por la que el mundo
tambin se aclaraba en sus contradicciones, sin resolverlas, prolongndolas en
una inextinguible complejidad.
y
imgenes histricas de Benjamn, en tanto evidencia emprica y no
analogas poticas, eran semejantes a su vez a la alegora barroca que captara el
movimiento de los acontecimientos (ibid.: 214). Analogas y metforas aspiraban
a la semejanza con la realidad, no a la transformacin mimtica que la replicaba
mediante la produccin dialctica de imgenes histricas. En favor de las metforas
desarrolladas por Zavaleta (y las homologas estructurales de nuestro mtodo)
jd*be decirse que el proyecto de Benjamn no fue concluido hasta el punto que
l nombre fuera la cosa. Zavaleta pudo haber sido, como Adorno segn BuckMorss (op. cit.: 228), un esnob intelectual, pero libre por ello mismo de merecer
una crtica antimarxista con argumentos ad hominem.
Desde su juventud, la precariedad de las condiciones materiales del joven
Zavaleta en Montevideo, impondra direcciones oscilantes a su pluma durante
la redaccin de sus dos artculos sobre Laxness. Es evidente la importancia que
reconoce al Nobel islands y su rechazo simultneo a la mercantilizacin de la
literatura que Zavaleta llamaba algo retricamente, un hecho deshumanizado
del espectculo suntuoso. Nada poda existir fuera de all. [Interrogado] cierta
vez sobre lo que pudiera existir al lado opuesto de sus colinas, Karain replic,
con significativa sonrisa: Amigos y enemigos [...]. Nada ms, la respuesta era
impalpable y vasta. En verdad, el mundo haba huido de sus dominios y l, con
iqul puado de hombres suyos erguase rodeado de silencioso tumulto, como de
sombras en combate. [...] Amigosy enemigos! Podra haber agregado: y recuerdos
[ibid.-. 15-16. Enfasis mo).
Los morenos caciques de Karain que se envuelven con ropas de vividos
colores, son el polo opuesto del escepticismo de los hombres blancos con los
]ue comercian; el mundo cerrado de Karain era tan idiota o tan santo, como
toclla serlo el espejismo de amor y paz que anhelaba y cuyo descreimiento en los
deos se debera a que ellos no oan las voces invisibles que Karain escuchaba
ibid.: 37). Pero la culpa que acosa a Karain (la voz del Otro) le hace deseable ese
nundo blanco, al que las voces que escucha dentro suyo no alcanzan y al que
xee posible huir porque le parece que se limita a lo visible. Es as como se orlena el caos universal y la abigarrada lucha entre deseo y temores, propios de la
nquietud nativa de un atormentado corazn. N o es sino, por supuesto, la alegora
larrativa de lo incontenible del imperialismo colonizador, de la forma estatal del
apitalismo frente a naciones no constituidas ni independientes, cuyas sombras
lispersa por el acto de incorporarlas al ordenado mundo blanco.93
Los temores que la realidad y el sueo no anulan al enfrentarse en un mbito
memo, se conjuran con una huida hacia la muerte. La oscuridad que Conrad
leciona es propia del esclavo, lo mismo que la violencia. Aqu el colonialista juega
<|oi bandos simultneos: es externo al hecho de la colonizacin en el caso de los
pilcantes, pero en su juicio sobre Karain, ingleses y holandeses son de la m isma
nica raza sensata posible, y es el reconocimiento de la humanidad del pueblo
fjarain y l mismo lo que sirve a su descalificacin racial.94 Parece relevante la
tilia con que Conrad dibuja a los indgenas: Karain no aparece como un simple
tlvaje sino como un hombre singular que juega con las expectativas de los inlescs. A diferencia de la memoria del narrador (en primera persona), Karain se
tik siempre dentro del plural (nosotros).
__________
I Mir a su alrededor como si apelase a todo aquel abigarramiento, al desorden de tantas cosas
como constituyen la inconcebible existencia de esfuerzo, de poder, de trabajo, de incredulidad:
la fuerte existencia de los blancos, que marcha, irresistible y dura, al filo de la oscuridad exte
rior" (ib id .: 39). Tambin: [Blancos] para quienes el da es da y la noche es noche y no otra
cosa, porque vosotros comprendis todo lo visible y despreciis todo lo dems! Ir contigo,
a tu tierra de incredulidad, donde los muertos callan, donde todos los hombres son sabios, y
viven solos en paz! (ib id .: 62).
Su obsesin [los traficantes de armas se refieren a K a ra in ] h a b a venido persiguindolo hasta el
lmite de toda humana resistencia y a poco ms s e p r e c ip ita ra e n esa forma tic locura peculiar
de su raza (la violencia supuestamente in trn s e c a de los ln<lgeitas|" (ib id .: 63).
Nombre antiguo de la capital noruega, determinado e n t r e Ion NigloN XVI y xix (Cristiania,
Cristiana en castellano) por el rey de D in a m a r c a y N o r u e g a , ( '.rhililn IV,
toca con dedo! torpes su red nerviosa. Se trata, como en Karain de Conrad, en el
que la oscuridad de la vida sugiere un peligro que se hace interno e indescifrable,
de una realidad que se percibe externa e invencible. Lo nico que atina a hacer un
individuo aquejado en dicha atmsfera de hambre extrema es su autoafirmacin,
que oscila esquizofrnicamente entre la realidad de los dems y la propia; comporta
un yo que ya no parece hallarse en el mismo mundo de los dems.
El yo del famlico parece reforzar sus defensas con la soledad a que lo condena
su propia bsqueda incesante de medios u ocasiones por las que imagina poder
comer, idea que sucede a la de alimentarse. La causa fundamental del hambre es,
por supuesto, la pobreza; y su contraparte, la de ese yo famlico excesivamente
expresivo, implica un deseo casi rabioso de contacto. Pero la situacin sin salida,
laberntica, alienta pensamientos extraviados y estados crepusculares alucinatorios
vacos o de instintivo jbilo sin direccin, que se sintetizan en la palabra Ylajali.
Todas las cosas parecen perder (liberarse de) sus conexiones y en ese frenes crtico
el yo o la voluntad se descubre vital, frente a la debilidad del cuerpo.
De modo similar a los fantasmas de la culpa en Karain, la amenaza que motiva
el hambre se enmascara y disculpa con la creacin imaginaria de un enemigo; la
idea de un adversario que se opondra al famlico, lo cual provoca una alucinacin
en la que el yo sublevado ante la situacin supuesta, es capaz no de avanzar nor
malmente sino de dar un salto. Los sntomas del hambre en los nervios alientan
la esperanza de una recuperacin posterior y as un orgullo individual bsico; es
decir, el principio de la autoconservacin individual que mantiene el orden de
una totalidad injusta al perder objetividad, desplazndose hacia el esteticismo del
espectador repudiado por Kierkegaard (Adorno, 2005: 288 y 333). Este orgullo
subjetivo labra una caricatura del pequeo burgus que as corre hacia la nada, ya
que el que elige su identidad es un rey sin pas (Kierkegaard cit. por Eagleton,
2011 : 281) y en parte un acto gratuito que pretende demostrar como actitud
arquetpica del barroquismo, la propia libertad, igual que el personaje Lafcadio
Wluiki al arrojar a un desconocido del vagn en el que viajaba. (En novela de
Gide que impresionara al joven Zavaleta para la elaboracin del mundo espiritual
superior de los sutiles: Cuevas del Vaticano, apartado 1.2, supra).
Como indica Terry Eagleton, tambin existen otras tensiones de la libertad
del elegirse como la sealada por Francis Bacon (a quien reivindica Zavaleta en
Lo nacional-popular en Bolivid), en el sentido de que aunque el conocimiento de
la naturaleza y la sociedad sirvan a fines de emancipacin humana, su efecto im
plica reemplazar a Dios por la razn en un trono desptico. Esta contradiccin
entre naturaleza y razn sera el secreto del sufrimiento moderno segn Adorno
y Horkheimcr; el logas como la otra cara del mito; una cada hacia arriba, la de
una liberacin que ratifica la modernidad capitalista (cf. op. cit.-. 283, 290, 311).
Se trata del proyecto econmico (neodesarrollista) de la ideologa del naeionalpopuliamo que entiende el desarrollo de la historia por su lado malo, pasin del
De este modo es que la expresin defiende a! arte de la ley formal (cit. Adorno
por Jameson, 2010: 309) con su pasin acerca de lo particular y fechable que tiene
lo expresivo y que impide que una obra se cierre sobre s misma como objeto
puramente esttico (hermetismo que la convierte en mercanca), mantenindose
fiel a los reclamos mayores de la realidad y la verdad. Para Adorno y tambin para
Conrad, la expresin es la mirada de las obras de arte, obras que en tanto unidad
operan a la manera de una mnada sin ventanas, lo que significa que la mirada
del arte es ciega en tanto objeto y representa la condicin histrica del sujeto
psquico mismo (ibid.: 310).
Pero hemos de reparar tambin en que el antropocentrismo de Adorno, a
diferencia del de Zavaleta, aunque estn vinculados ambos a la interpretacin
de Marx, adolece no slo de eurocentrismo sino de una debilidad filosfica
inocultable: Nada es tan expresivo como los ojos de los animales (los simios),
que parecen objetivamente lamentarse de no ser humanos, escribi Adorno
{cit. por Jameson, ibid.).96 Resulta necesario observar que, respecto a la poltica,
el caso de Adorno nos es ms til en relacin a los problemas de la forma que
en cuanto al contenido, por lo que abandonaremos su dialctica negativa al
mismo tiempo que la obra de Zavaleta la supera al considerar con mayor rigor
la importancia de Weber, no reduciendo la racionalidad a su instrumentacin
meramente capitalista. Los rodeos literarios para enfrentar la realidad, o mejor,
eludirla en su precariedad econmica inicial, y el sealamiento interpretativo
de un lmite nacional-populista en el pensamiento de Zavaleta, se responden
con su correspondencia personal de juventud y su primer artculo que escribe
acerca de la clase media boliviana. El antecedente es la defensa del (segundo)
gobierno del M N R (bajo la presidencia de H ernn Siles Zuazo, que haba sido
vicepresidente de Paz Estenssoro).
5
Ante dudas de su madre, Zavaleta le escribira desde Montevideo -abstrayendo
V . Ia crtica situacin econmica de Bolivia en 1956, que golpeaba a las clases medias
}
por las medidas de economa poltica estabilizadora de Siles- apelando a todos
los recursos retricos, desde el religioso hasta el militante, para evitar alinearse
con la oposicin al M N R .
i^
Era ideologa en su acepcin tradicional y gruesa, es decir, como ocultamiento
, de la realidad y reproduccin de un discurso de poder es obvio. Ante la penuria
96
Bastara una referencia para considerar errneo este antropocentrismo eurocntrico, relativo
a la exclusin de los animales del lugar que tenan en el mundo humano, lo que implica la
desaparicin de la mirada que Adorno refiere y que desde su propia dialctica negativa podra
entenderse como el monumento vivo a su propia desaparicin que representan los zoolgicos
en la cultura del capitalismo. Vase Por qu miramos a los animales? en Mirar, de John
Berger (1998: 39).
La prim era [hiptesis es] que los m en tirosos som os n osotros [diario La N acin
porque ellos, caballeros tan en h iestos, con piel blanca y perfil griego, no puedei
participar en el m estizo wakaycholeo [festejo] porque eso sera parangonarse coi
los ciudadanos de segunda clase. La otra h iptesis es que el pisco, que es bebidi
plebeya y excesivam ente chola, haya h ech o dao a sus distinguidas visceras que sol
enconadam ente indoeuropeas. E n cuanto a las patadas a las puertas del Palacio di
Sucre es fen m en o n o esclarecido an por la h istoria del m undo. D e lo que se tienei
noticias ciertas es de otros puntapis en sentid o inverso, otorgados en calidad di
recuerdo y recibidos por el delegado M anuel N eir a C aldern, segn informe de li
guardia del Palacio de Sucre. (Si ser o no ser, borracho estaba no me acuerdo...,
diario La Nacin, s.f.).
La agresividad se comprende por los antecedentes: la Fundacin Rockefeller
que haba clasificado como dictaduras a los gobiernos de Repblica Domini
cana, Nicaragua, el Paraguay y Bolivia, financi el indicado seminario, eligiendo
como representantes bolivianos a universitarios de FSB, uno de los cuales (Vctor
Gonzles) haba propuesto suprimir los derechos polticos del indio mientras no
se civilice y, en conjunto, adems de criticar al M N R , haban rechazado observar
la realidad de las minas: Gran negativa concluy Zavaleta,los seminaristas se
niegan a abrir los ojos a la vida. (Seminaristas reunidos en Sucre se negaron a
conocer las minas, s.f.).
El ejemplo sirve tambin, para advertir cun fcilmente se expresaban, como
oposicin esencial en el lenguaje amplificado del barroco nacional-populista, las
diferencias adjetivas. Un minsculo titular, de un minsculo artculo, de un des
conocido corresponsal de AP en La Paz, publicado en diarios conservadores de
Santiago de Chile (y en tres lneas en mayscula por La Nacin: Tres de cada
cinco inscritos para comicios presidenciales en Bolivia son analfabetos) provo
caban levantiscos nimos en Zavaleta con sus ricos y barrocos productos verbales
(una campaa internacional que camina con pie plano), contra la torva propa
ganda reaccionaria [que] se dedica a la exportacin de las deformaciones, con la
colaboracin y el pago del vasto mecanismo imperialista, sobre hechos que no
tenan nada de extrao [como] resultado de la democracia rosquera preocupada
en fabricar antes y ahora en pre-fabricar fellahs [campesinos que trabajan la tierra,
| no propietarios]. Todo ello se sintetizaba en la llamada rosca latinoamericana
(rf- Desgarbados intentos imperialistas contra el voto universal, s.f.).
|
Las elecciones a su vez, prolongaran el discurso mencionado con su resultado
victorioso para el M N R , que apareca como insurgencia sobre el pas-ficcin que
haba cristalizado la Rosca. (El pas real de las grandes masas se fortalece con
las elecciones, agosto de 1960). Se refera a una inmensa mayora que haba
confirmado al M N R en el poder, a pesar de unas cuantas mesas [electorales] birlopitucas; los resuellos de los ex gamonales en Cochabamba; la plaidera impo
pularidad del extremismo en los distritos mineros, en los que la frmula del M N R
Paz-Lechn haba superado con mucho a comunistas y trotskistas; los reformistas
de las clases medias, cuyos votos no eran por partido alguno sino contra la Re
volucin; la oligarqua de ex gamonales y clases medias en favor de un desertor
del M N R , contra el proletariado y el campesinado que eran clases definidas o,
ms bien, clases propiamente pertenecientes al pas real de las grandes masas.
En cambio, sobre las relaciones con los Estados Unidos Zavaleta y el M N R
se expresaban de modo muy distinto. Si los acuerdos diplomticos entre las dos
En este plano retrico, los desde luego y lo urgente , adems del antico
munismo purgado del lenguaje de lucha de clases que se haba reprochado a
FSB, el nacional-populismo de Zavaleta aparece ntidamente. Las relaciones con
Brasil en aquella poca muestran algo semejante. Contra lo sealado respecto
a los acuerdos del alto nivel (diplomtico) que se decan distantes del pueblo,
Zavaleta reivindicaba los acuerdos de Robor al tiempo que entrevistaba a uno
de los periodistas ms importantes del Brasil (Helio Fernndez), candidato a
diputado por la Unin Democrtica Nacional (U D N ):
F ernndez se sita p olticam en te en el centro. Es u n nacionalista. (H e lio Fernndez
afirma que en el Brasil los acuerdos de R obor tien en buena aceptacin, diario La
N a ci n , 26 de junio de 1959).
Volviendo a 1959, Zavaleta defiende con no menor mpetu dicha concepdesarrollista, descalificando con adjetivos a los opositores. Su discurso no
distinto al de la burocracia anterior que llamaba rosca y de las dos dcadas
dsteriores, en particular la dictadura militar del gral. Hugo Banzer Surez,
nclinada a la explotacin intensiva del petrleo boliviano con descuido de las
revisiones tcnicas elementales que garanticen por un tiempo prolongado el
pilSumo interno, tratndose de recursos naturales no renovables y de carcter
l^ t g ic o para cualquier Estado. Zavaleta reproduca la interesada idea sin base
tfentfica, de que los hidrocarburos podran dejar de ser tiles en breve y negaba
l Carcter desnacionalizador del Cdigo del Petrleo:
En Bolivia, eso que todava estn buscando nuestros vecinos [la Argentina y el Brasil]
ha sido logrado por la Revolucin, con facilidad mayor por tratarse de un mercado
menor. El destino del petrleo boliviano es pues, la exportacin y ya no slo el
autonbastecimiento logrado ya, el convertirse en divisas y monedas para comprar
el desarrollo orgnico de la economa. Para el efecto, es un menester impostergable
que Bolivia haga una gruesa exportacin cuanto ante/, especialmente si se consideran los
reservas p etrolferas [que] ya han con d u cid o a una baja de su cotiza ci n m undial.
P aralelam en te la u tilizacin crecien te de otras fu en tes de en erga es un h ech o
universal. [Estas] circunstancias han sid o atendidas por el C d ig o del P etr leo ,
en tregu ista seg n lo s com u nistas, precip itados y op ortun istas, p ero resultado de
una ob servacin sensata de las p osibilid ades de esta exp lotacin . (C am paa sin
sen tid o favorecida p or eq u ivocad os y extrem istas, diario La N a c i n , 20 de a g o sto
de 1959. nfasis m o).
414
a quienes se est in dem n izand o en desproporcin con los im puestos que pagaron y
las declaraciones contables que h icieron . 2) La ayuda yanqui trabaja fortificando y
p rotegien d o a una oligarqua nacional probadam ente inepta [por] el P u n to IV. [ver
19 de junio de 1959, supra\. 3) La ayuda yanqui trabaja segn sus propios planes y
[llega] a com portarse com o si fuera un Estado incrustado en otro Estado, [un] poder
paralelo al del Estado. (D ogm as y paradojas que anulan a la ayuda norteam ericana,
diario La N a ci n , 15 de noviem bre de 1959).
t
f
'
Lo ltimo que hubiera esperado Tamayo cr que Re hiciere tille uiili/.anVm marxista de sus
escritos" (K-MB, 1984: 9), como sta que efecte ZlVtlltli
N o cabe en las recensiones o en las adjunciones a las tesis expuestas prestar atencin
a las exegesis reaccionarias del tem a, que han abundado en las ed iciones siguientes
de la prensa opositora. (EAP, 1959: ibid.).
Se refiere a la accin unitaria de las clases como alianza (de las clases amales contra el imperialismo) en cuanto son explotadas y responden y a
ausencia de diferencia especfica de la clase media respecto a las dos menmadas, de las que depende por la esencia flotante de la clase media, como
e y en el artculo de referencia, una media clase. Aqu Zavaleta vuelve a
igtrarse antimoderno, el mal de las ciudades que slo unos pocos superan, y
Rebelin de las masas de Ortega y Gasset, son indicadores de ello. Al escribir
fel clase media se explica negativamente, reitera lo que Halbwachs sostuviera
Ortega y Gasset:
Se alim enta de libros y d el rumor, m al de las ciudades, p ero slo por superioridad se
interioriza del problem a territorial, del com p lejo total. Se m ueve entre ideas y se
m ueve entre rum ores, pero d ifcilm ente se m ueve entre realidades. [Aunque] los
.dirigentes que salen de la clase m edia, que de ella se enajenan [en referencia a todos,
o casi to d o s lo s del MNR], dan form a y p royeccin id eol g ica al factum social de
nuestro tiem po que es la rebelin de las masas. (EAP, 1959: ibid. nfasis m o).
ibid).
E l desarrollo de la conciencia nacional (1967) Zavaleta dice que se trata de la historia contempornea
de los ltimos treinta aos, sera posible sumar las cinco dcadas en cuestin. No parecer intil
oponer dos razones al cambio del ttulo original: el nuevo suprime o sugiere la subsuncin de
dos volmenes, el primero anterior y el segundo posterior, que no se mencionan: L a calda del
M NR y la m j u m in de noviem bre. (H istoria del golpe m ilita r del 4 de noviem bre de /9 6 4 en Bolivia),
y Las matan en novietnlnr; la segunda razn es que dicha innovacin sugiere lo secundario de los
(Jams volmenes y otros escritos ms breves, afectando la misma idea de obras completas"
( tf, ti Intftlduwlrtll denominada "Zavaleta Mercado: La historia del presente", en 1998: 7-8),
Franz Tamayo escribi en Scherzos de 1932: Cuando el pual ibero - lhubo transido- este
mundo agorero -dio un alarido! Despus, pavura- y u n estupor de siglos - que a n d u ra , an
dura! (Mi: ii nota 13).
Casi un ao antes de enviar al padre Quirs un demorado artculo de 23 pginas, presumi
blemente sobre Tamayo, cuando Zavaleta contaba con 20 ao* y c encontraba en Montevideo,
aqul le escribi antes de retornar a Bolivia (desde Curlc-Chile, agito de 1956), invitndolo
a escribir para el tercer nmero de la revista Signo que diriga, dedicndola a la obra de Franz
Tamayo y pidindole analizar analizar la Balada de Glfibeli
p. 6.
E n fasis m o).
* h
adheridas a
si
Zavaleta comprendi que el concepto tnico de Creacin de la pedagoga nacio (1910) de Tamayo, responda a una tradicin europea del siglo XVIII, relativa
una supuesta esencialidad de lo nacional y a un racismo invertido. El rechazo
; la nocin de raza se aprecia en su defensa del ex presidente Andrs de Santa
ruz, aunque se tia de una ideologa derivada de la filosofa irracional alemana,
imayo atribuye al indio la energa pero no la inteligencia, de manera anloga a
interpretacin marxista de Zavaleta sobre lo nacional en Bolivia, que considera
presencia indgena en el espacio frente a la paradjica inteligencia impotente de
lites seoriales. Aunque Zavaleta no idealiza lo indgena como Tamayo, ni se
vindica como parte de dichas lites, el paternalismo.resultante es el mismo en
inos diversos. Para Tamayo se trata de lo que Zavaleta critica como una pauta
lo seorial:102 hacer del indio un letrado (la instruccin escolar de la lectoritura), darle la letradura, es sobre todo, respeto justicia, dignidad, nuestra
iideracin y nuestro amor, pensando que en muchos sentidos su miseria es
7stra obra, y que su resurreccin es nuestro salvamento. (Tamayo cit. por
Ijca P., 1989: 140. nfasis mo).
|Refiero adems la reflexin que merece a Garca Pabn la idea de Tamayo:
TOsuena esta cita a discurso y defensa del indio por los misioneros espaoles? Con
a la admiracin que se tenga por la obra humanitaria de stos, []no es este un
m poco anacrnico para el siglo XX? (ibid.) Lo enfatizado (mo) corresponde
i-responsabilidad paterna clsica, en este caso paternalista, por lo que esta
frpretacin es insuficiente para los fines de la presente investigacin y debe ser
notada antes de continuar. Se trata de una simplificacin ideolgica que no
jlde al aporte singularmente dialctico de Tamayo (que Zavaleta desarrollar en
uicional-popular en Bolivia) y de una lectura lineal de Zavaleta desde la historia
i'dtica de sus textos nacionalistas. En estas condiciones se torna impensable
Vease por ejemplo: El imperialismo es causa de los infortunios de Bolivia, diario Jornada
La I az, 25 de mayo de 1971: La historia de la Amrica Latina es la historia de la manera en
(|ue los sucesos del capitalismo del mundo r e b o ta r o n en la Amrica Latina",
En el Per, el prricholismo (de perra y chola, por ll a m a n te peruana del virrey Amat, ver
L N P , 1 786: 83 nota 157; Anexos: El Per, lo a in d io s y lo s perrlchnll", h i f i a ) .
POPULAR BOLIVIANO
jarcia Pabn precisa que, pese al espejo de Tamayo que pareciera no llegar a
ada y considerando que Tamayo sabe lo que es Bolivia porque sabe lo que
s indio , en realidad est develando que el aporte de Tamayo no es lo que dice
n [una parte de su obra, la Creacin...] sino que la representacin por y para s
ismo del sujeto nacional es conflictiva y, sobre todo, enigmtica (1989: 241).
Jaime Saenz proyecta el deseo de autoritarismo militar al corazn popular
aeional (ibid.: 234) con un trmino expresivamente alemn que Garca Pabn
>ma del propio Zavaleta: el supuesto Diktat interno que Salamanca habra imuesto a la nacin boliviana, para concurrir al conflicto blico contra Paraguay
bid.i 234). Semejante a la admiracin de Saenz por el nazismo, irracionalismo
puesto a la sociedad burguesa (ibid.: 284 nota 9) que aleja la fbula de Saenz de
ivuleta y del misticismo catlico de Bloy, es la forma paradjica en que Felipe
Ulgado remonta el trauma boliviano a la historia de la guerra del Pacfico con
hile: la clausura mediterrnea de Bolivia -que es de donde parte Lo nacionaltpulnr en Bolivia de Zavaletay los mares de alcohol de Saenz como opcin
Pin a la paradoja, en tanto estrategia temporal de la prolongacin indefinida
e una trama.
Zavaleta reinterpreta a Tamayo pero es muy distante de Saenz, pese al mismo
torno de la noche pacea que lo formara poticamente (apartado 1.1). Aunque
uis H. Antezana especul sobre la relacin Saenz-Zavalta, basndose en un
stinionio muy confiable (de Carlos Toranzo), termin en el punto de partida
: la ausencia de evidencia: Hay una distancia casi abismal entre la problemtica
bjetiva de [Felipe Delgado] y el tema de la constitucin intersubjetiva (AA.W.,
>06:165. Sobre la dudosa confiabilidad declarada, ver Toranzo, 1985 y apartado
4, supra).
j; En realidad, la mitificacin de Zavaleta se prolonga en algunos de sus ms
Conocidos intrpretes. As como hemos referido que expres un mundo mtico
sde sus primeros poemas (el objeto verbal pencil en el centro de su intimidad
niliar, en apartado 1.1) y lo continu en su lectura de Laxness y la Casa Estival
Bjartur en particular (la idea de construir una casa propia, ver apartado
1) donde ello se hace presente de modo indirecto. Si, en consecuencia con el
i o mitificador de los objetos inertes que asumen centralidad en la vida, el
fino avanza aqu en la misma medida en que se termina la casa (que es como
iijamin analiza Las afinidades electivas de Goethe, en 1996: 30), Antezana por
implo, replica el ideologuema del nacionalismo revolucionario en su extremo
nservador, refiriendo la nueva casa que el M N R neoliberal habra construido
la que el futuro (trminos de Snchez de Lozada) completara.105
' Epgrafe de un ensayo de Luis H. Antezana, que cita a Snchez, de I .ozada, quien conclua su
primer periodo de gobierno (1993-1997; 2002-2003), n "Hoilvla, La nueva casa en el tico,
revista N u e v a sociedad, nm. 150, Caracas, julio-agosto, |W7, p, ftV, lara una reflexin de esta
En el d esco n cierto absoluto o m alestar que produce la m ultip licacin de los objetos
del m un do, lo s h om b res estn so lo s en m ed io de las cosas que se am plan sin
cesar. N o es verdad acaso que esto es ya la soledad de la p oca, la falacia gen eral
de su id en tidad y, en fin, lo que p od em os llam ar la segunda prdida del yo? La
poca es cu antiosa y es co m o si huyera de n osotros, c o m o si significara siem pre
I ftlgo d istin to de s m ism a, perdida en el n m ero en orm e de sus a co n tecim ien to s
invisibles. (1986b: 9 6 ).106
Sin embargo de esta apariencia, efecto de lenguaje como razn potica antes
e discursiva, el discurso histrico de ambos autores responde a visiones distins: teleolgica la primera, poltica la segunda. Zavaleta habla de expansin de
ercancas, Bloy de entropa o decaimiento extremo de la razn.
6 Sobre un intento fallido de comprensin de dicha dlaonancia entre el yo y lu identidad, remito
a un lejano artculo mo: La soledad en el capitallimu", miplemento Semana de ltima 1lora,
La laz-Bolivia, domingo .1de marzo de 1991, p, 17,
razn m
(no .k ., ver como filosofa poltaca eu
observarse en el condicionamiento discursivo nacionalista del Zav
sobre la movilizacin popular, sugiriendo la autodeterm inacinW
tradicionales de organizacin y como pacto democrtico en
nacional/popular y la obrera de signo marxista, bajo el Estado del
N o podr haber vida dem ocrtica en Bolivia si n o se logra un PaC^
program a dem ocrtico, as sea lim itado en el tiem po pero com n a esta
tendencias que han surgido de la poltica nacional. (E-MB, 1984: )
Esta proximidad u objetividad por implicacin, es preciso decithem me.ramente acadmica en el caso de Zavaleta, quien no haba >b dona,lo ^ cedieI1
1971 con la salida de Banaer en 1978; en las extensas entretnstas qnicn
y sus artculos de coyuntura del ltimo periodo (desde Mxico),, d
deba significar la teora. All podemos observar, contrastan o
432
I b id ,i
a lof q
y*#
Admitida a mediados de los 70 la insolvencia de la capacidad tctica pazestenssorista para encarar la creciente beligerancia obrera, su conocida poltica
pendular e incluso, a nivel terico, el ciclo seduccin-fraude que personalizan los
lderes populistas, que daba razn de la intransigente oposicin de los obreros (la
COB) al Estado del 52, al que senta ajeno y opresor de la misma manera -aunque
bajo un contexto histrico diferente- que haba considerado ajeno y opresor al
Estado oligrquico (cf. Ponce Arauco, op. cit.: 59-63), veamos cmo unos aos
despus Zavaleta legitimaba el pacto social que Siles Zuazo representaba con
la UDP, frente poltico en el cual tena previsto participar ocupando un puesto
ministerial, incluso postergando tareas intelectuales.
A la salida de Banzer en 1978, el 17 de julio de ese ao -cuando Marcelo Quiroga Santa Cruz ya haba retomado clandestinamente a Bolivia para encabezar un
programa obrero de masas, mediante el Partido Socialista- Zavaleta escribi un
artculo significativo para la revista mexicana Proceso (La invencin de Pereda,
1978b), aseverando algo que debera entenderse al revs: Siles era un aliado del
Partido Comunista. Despus del jacobino local que habra sido Paz Estenssoro
en 1952, el hombre ms popular de Bolivia a la cabeza del partido ms grande de
la historia del pas (ibid.), se haba construido finalmente el proyecto de Siles me
diante la UDP, en el que predominaba el MNRI (I de izquierda). N o contaba para
el recuerdo de Zavaleta sobre Siles, la historia de los-aos 50, en que haba preten
dido crear un sindicalismo amarillo - reestructuradores, que en la dictadura de
Banzer 1971-1978 se llamaran coordinadores-, ni que hubiera militarizado los
principales distritos mineros (cf. CHB, 1977: 113-114), ni los lmites que Zavaleta
uestionara a Batlle en el Uruguay como proyecto personal en el Estado:
/
En Bolivia n o hay duda ninguna de que las dos grandes corrientes polticas surgidas
de la R evolu cin de 1952 son el nacionalism o revolucionario y la corriente obrera
marxista. E s un pas izquierdista, qu duda cabe. [Cualquier] gobierno, in clu so si
es u no nacional progresista, quedar arrinconado a la derecha si n o controla a la
clase obrera o pacta con ella. Esta es, en efecto, la debilidad del nacionalism o: que,
ten ien d o una gran fuerza electoral [no] controla lo s sectores decisivos del pas que
son los m ilitares y los obreros. P or eso [la UDP est] apoyada adems por los m ilitares
nacionalistas encabezados por O vando. [...] Es a Siles Z uazo a quien corresponde
este m rito excepcional: el de dar por primera vez bases viables para la constitucin de un
esquema verazmente democrtico en Bolivia. (La in ven cin de Pereda, revista P roceso,
17 de julio de 1978b. nfasis m o).
Pero dicho as, incluso la propia historiografa cubana sera parte del mundo
que no ayudaba a Bolivia. Asesorada por autores latinoamericanos y locales,
comprometidos con el decurso de la revolucin socialista en ese pas, como Mario
Benedetti, Ren Depestre, Roberto Fernndez Retamar y otros, resumira el curso
de inconsecuencias inocultables de la revolucin nacional de 1952: en octubre de
1955, Paa Estcnssoro dict el Cdigo Davenport sobre petrleo, que autoriza al
capital forneo a explotar los ricos yacimientos de hidrocarburos bolivianas"; que
al aflo lifuianta M amrcgaron las primeras concesiones petroleras a la empresa
yanqui Gulf Oil Company, al mes de lo cual icra electo (junio de 1956) H er
nn Siles Zuazo, dictando en diciembre del mismo aflo, el Plan de Estabilizacin
Econmica preparado por el Fondo Monetario Internacional (FMI): Se elimi
nan los controles estatales al comercio exterior y se congelan los salarios de los
trabajadores.
Adems llegaban a Bolivia asesores estadunidenses para reestructurar el Es
tado y el antiguo ejrcito profesional es reorganizado y fortalecido. En enero de
1958, se completa el proceso de entrega de los hidrocarburos a los norteamericanos,
quienes controlan todos los oleoductos bolivianos y yacimientos aurferos para la
Bolivian Development Company. En 1959 estallan gigantescas manifestaciones
obreras en La Paz, Cochabamba y Oruro en contra de la poltica gubernamental, a
las que sigue la sublevacin de FSB. En 1964, Paz Estenssoro, ya sin base popular,
obtiene la colaboracin de las Fuerzas Armadas [y el gral.] Ren Barrientes es su
Vicepresidente. Este ltimo derroca a Paz, en 1965 eleva el salario de los milita
res en un treinta por ciento y afirma que 7.000 mineros son supernumerarios,
masacrndolos despus de un Estado de sitio, entregando zinc, estao y el gas a
empresas norteamericanas, en el ltimo caso a la Gulf mencionada, hasta que en
1969 el Ministro de Minas y Petrleo Marcelo Quiroga, obtiene de Ovando que
sea nacionalizada la Gulf Oil (f. CASA D E LAS AMRICAS, 1982, II: passim).
Respecto a Siles Zuazo, Zavaleta afirmaba que su defensa del proceso de
mocrtico lo inclua y tena ese nombre y apellido, porque haba demostrado
una gran lealtad en el aspecto democrtico. N o se trataba, evidentemente, de la
democracia como autodeterminacin de las masas (teorizada en L M N , 1983b),
pues Siles representaba, como Zavaleta admita, a la centro-izquierda (E-SJ, 1983).
|P e ro aqu, como a lo largo de sus escritos sobre la historia de Bolivia, Zavaleta
Jfecurre a una retrica que llama la atencin, necesaria de explicar mediante el
'anlisis narratolgico ejercitado y exige una mirada hacia atrs, por la decidida
negacin del proyecto socialista entonces existente y frente al cual el programa
democrtico de Siles representaba la ilusoria pretensin del decadente Estado del
52, de realizaciones democrtico-burguesas demostradamente imposibles y que
|e | Zavaleta terico haba desahuciado.
Se detena ficticiamente la historia en el ao de 1978, enunciando en Siles el
nombre de la movilizacin democrtica boliviana, opuesta a la regresin militar:
M ien tra s que la burguesa en com en d ab a p o c o m e n o s q ue a un m u ch a ch o la
realizacin de las tareas de H rcules [el pobre Pereda, general y delfn de Banzer],
la m ovilizacin dem ocrtica m anifestada ahora com o antibanzerism o indisputable
tena su propio nombre: de Siles Zuazo. (PDB, 1980: 95).
El rol para ello, deca, lo tendra el doctor Siles Zuazo, sobre cuya capacidad
o voluntad poltica Zavaleta era elusivo: Eso lo va a decir la historia.112El sentido
de estos trminos podra imaginarse que iba dirigido a la derecha poltica, pero
inslitamente apuntaba a negar la dictadura del proletariado, en un momento en
que Zavaleta peda al PCB ser ms marxista:
La peor posibilidad sera la desorganizacin final del Estado por las masas. Yo ten go, sin
em bargo, una visin un p o co ms optim ista. C reo que en los propios m ilitares hay
la con cien cia de que optar por una actitud golpista conducira a entrar en una fase
anmala[,] en que el gran derrotado estratgico de esta form ulacin puram ente
vertical sera el Ejrcito m ism o. (E-SJ, 1983: 8. Enfasis m o).
442
44
vIAl.-POPUUSMO BARROCO
de M ann, tendra com o lmites la subjetividad burguesa, explorada por K ierkegaard y la concepcin de la otredad com o oscuridad indeseable, segn explicara
T h e o d o r A dorno. P o r lo tanto, un paso decisivo para Zavaleta fue la adopcin de
la dialctica descongelada o sin sntesis, de A dorno, en su ingreso tem prano
al m arxism o, para luego enriquecerlo gnoseolgicam ente con M arx (trabajo
productivo y otras categoras) y polticam ente con G ram sci (hegem ona y debate
de otras categoras). Fue esta dim ensin terica la que lo hizo superar el co n te
n ed o r partidario estrecham ente ideolgico del MNR y el policlasism o am biguo
del nacionalism o revolucionario, ideologuem a del NR.
P ero al m ism o tiem po, en vez de decantarse p o r el lxico del m aterialism o
dialctico sin ms, Zavaleta eligi desde su juventud, reescribir la realidad m tica
popular en trm inos de una lib e rta d heterodoxa y hacer h isto ria bajo u n p a r a d ig m a de
conocim iento potico, hacia una prosa que alcance el ncleo de la intersubjetividad
popular (cuyos m odelos reconocidos en sociedades con presencia indgena signi
ficativa, fueron tam bin para l, C sar Vallejo en el P er y Ju an Rulfo en M xico).
As, en esta simbiosis no exenta de culturalism o elitista o autodeterm inacin de
los sutiles, surgira la figura histrica del proletariado m inero boliviano, n arra
da en el decurso autobiogrfico de su propio creador (Zavaleta) y po r tan to en
hom ologa estructural a la m im esis propuesta por A dorno y H o rk h eim er com o
tipo h u m ano superior.
E n esta eleccin de prosa historiogrfica estara presente tam bin, una indefi
nicin nacionalista respecto al m arxism o adoptado, que se explica claram ente por
razones tcticas, es decir, p o r la conveniencia pragm tica de m todo de la ideologa
nacionalista, para la cual el m arxism o es un in strum ento com o otros, slo si sirve
al inters de las necesidades locales, o, en el lenguaje del nacionalism o argentino
de H ern n d ez A rregui adoptado p o r Zavaleta, si es til a la tierra de u n o . El
propio m arxism o era u n conocim iento de la poca, p o r lo tanto pertinente para
el presente y, com o hem os dicho lneas arriba, determ inado po r lo tanto, en el
sentido burgus de G oethe. Para Zavaleta, la idea de sobrevivir estaba vinculada
a la del peligro, que alguna vez aorara y despus sintetizara y estetizara (des
politizndola) com o el L ib ro de Abril. Idea de peligro inherente a la vivencia del
presen te porque en el presente som os tam bin participantes, dispuestos a hacer
historia y con ello responsables, lo que implica u n cierto riesgo parecido a los
cambios en la vida.
Zavaleta no slo n arra historiogrficam ente de m odo que lo sucedido apa
rezca com o necesidad, sino que escribe conservadoram ente un L ibro de Abril
en tan to orden m onopolizador de la realidad. C o n tra su autoridad terica (y su
expresin acadmica en trm inos de prestigio institucionalizado), no pudo o no
quiso ser independiente y autnom o de la tradicin poltica nacionalista del MNR
(movimientiiti) y se subordin a la perspectiva de los jefes locales respectivos en
literatura (Augusto Cspedes) y poltica partidaria (V ctor Paz Estenssoro). El velo
aunque n
funcin de intereses particulares y reescribiendo alegricam ente (desde afuera)
la historia de masas de 1952; 2. La realizacin de la narrativa nacionalista (no
socialista) y su despliegue com o m em oria de la sociedad, se basa en un recuerdo
de hacer h istoria, hace poesa pica de lo social y poltico ( e l lib r o d e a b r il" ) ,
Cronologa
Ao
Contexto cultural
Contexto hletrloo-potftloo
1937
1938
b u rg u s y h u m a n is m o p ro letario ,
de Anbal Ponce.
1939
Vive en Oruro.
1940
Vive en Oruro.
lo
41
Contexto oultural
En Bolivia se publica la novela
Coca, de Ral Botelho Gozlvez;
y el ensayo P o e ta s n u e v o s d e B o
livia, de Guillermo Viscarra Fabre.
Contexto hlstrlco-poltlco
Solivia ocupa el primer lugar a
nivel mundial, en la produccin
de estao.
42
Estudia hasta antes del bachillera En Bolivia se publican los poemato en el Colegio Alemn de Oruro. nos Beni, de Gregorio Reynolds;
Signo, de Antonio vilaJimnez; y
los ensayos La educacin d el g u s
to esttico, de Carlos Medinaceli;
La vida s o c ia l d e l co lo n ia je , de
Gustavo Adolfo Otero; y P a c h a
m a m a , de Guillermo Francovich.
El 27 de marzo el presidente Pe
aranda indemniza a la Standard
Oil Co. y por un prstamo de los
Estados Unidos concede materias
primas baratas a precios fijos.
Decreta Estado de sitioy masacra
a los mineros en Catavi, muriendo
Mara Barzola. El 10 de mayo se
crea el Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR).
13
Vive en Oruro.
En Bolivia se publica
14
Vive en Oruro.
Vive en Oruro.
Vive en Oruro.
J*"
I_________
Alto
ItenZtvateta Marcado
Contexto cultural
Contexto htetrlco-polftloo
Villarroel expulsa al MNR y re
nuncia, pero una turba asalta el
Palacio de gobierno y lo cuelga en
la plaza Murlllo. Paz Estenssoro
se exilia en Buenos Aires.
En elecciones por voto calificado
se imponen los candidatos de
la oligarqua Enrique Hertzoo y
Mamerto Urriolagoitia. El gobierno
rompe relaciones con la ex URSS.
1947
Vive en Oruro.
1948
Vive en Oruro.
1949
Vive en Oruro.
1950
Vive en Oruro.
1951
Vive en Oruro.
1952
Vive en Oruro.
AAo
Contexto cultural
Contexto hlatrleo-poltlco
El 2 de agosto se decreta la
Reforma Agraria en Ucurea;
caen los precios de ios mine
rales en el mercado internacio
nal; Estados Unidos concede
asistencia econmica el 6 de
noviembre.
En septiembre se comienza a
exportar petrleo boliviano a la
Argentina de Juan Domingo Pe
rn, quien readmite la inversin
directa de capital extranjero, a la
vez que se abstiene de rechazar
al comunismo Internacional.
Comienza en el Paraguay la
larga dictadura del gral. Alfredo
Stroessner.
AO
1956
Contexto cultural
M u i Zovaleta Morcado
E
n
Bolivia
se publica el poemarlo
i i Agregado Cultural de la em
bajada de Bolivia en Montevideo, P a tria d e s a l c a u tiv a , de scar
Cerruto; el cuento C erco d e p e
hasta 1960.
n u m b ra s , del mismo autor; y el
ensayo P e tr le o e n B o liv ia , de
Sergio Almaraz.
Contexto hiatrleo-polftloo
Se completa la entrega de oleo
ductos a la Gulf OHCo. y de ya
cimientos aurferos a la Bollvlan
Development Co.
1959
Un movimiento huelgustico y
manifestaciones desde marzo en
las principales ciudades (La Paz,
Cochabamba y Oruro) es aprove
chada para la fallida sublevacin
de FSB, cuyo lder scar nzaga
de la Vega muere. La Revolucin
cubana seala un Influyante rum
bo antiimperialista a la regln.
1960
1961
1962
g ra fa de la alianza p a ra e l atraso,
Arto
1963
1964
Contexto oulturl
Es Ministro de Minas y Petrleo. En Bolivia se publican los poePublica dos folletos con auspicio marios E l tie m p o d e la m u e rte ,
estatal: L a re v o lu c i n b o liv ia n a de Edmundo Camargo Ferreira; y
y la c u esti n d e l poder, y M N R . H a b ita n te fugitivo , de Edgar vila.
L la m a m ie n to p a ra la c o n s titu c i n
d e l Frente d e L ib e ra ci n N acional.
1965
Se exilia en Montevideo-Uruguay,
viajando primero a CaracasVenezuela. Escribe regularmente
para el semanario M a r c h a , de
Montevideo y el diario mexicano
El Da, hasta 1966.
1966
Reside en Montevideo.
. 1967
ff
Contexto hletrlco-poltlco
Se publica en Montevideo La fo r
m a c i n d e la c o n cien cia n a c io n a l
i*
___________
AftO
1966
1969
1970
Contexto cultural
l gobiern - n Se8|narT
E
n
Bolivia
se publica la novela E
El
A rali da una conferencia universi
miento popular, Intent
d0
Trpico
e
n
a
m
o
ra
d
o
,
de
Augusto
tariaen defensa del petrleo, sufre
detencin y confinamiento en la Cspedes. En Cuba el poemarlo a s 5 " S S
Inhspita regln de Madldi, junto M u e s tra r io d e l m u n d o o L ib ro
a Marcelo Qulroga Santa Cruz y d e las m a ra v illa s d e B olofa, de
otros dirigentes universitarios. Es Elseo Diego.
tory
investigador-asociado del Centro
Almaraz Paz.
Latinoamericano del Antonys
College en Oxford, hasta 1970.
Iten Zavalata Mareado
Charles
rlcanos fdeyF
EuAfre
UA) real 'aSerSo*
nv/aniCjo.
reservados con el 9.
ga fita
Renuncia Marcelo 0 0 j L j an
Cruz, es separado e 9 a ja
Jos Torres y "J
guerrilla 9uevar'ftaona| (EUN)
de Liberacin Naconal :^ on
en Teoponte. Asume Torres d#
apoyo obrero frentee un golpe |a
R w Ztvfeta M troado
Contarte ouBufrt
C ontarte hletrloo-polftloo
Se constituye en Santiago de
173
7B
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U
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1077
Pirtiolpa *n virio libros n cola En la Argentina se publica la no Una huelga da ham bra de cuatro
boracin, entra otro al coordina vela Manchaypuytu, del boliviano mujeras mineras se generaliza
sumando a miles y obligando a
do por Pablo Qonzilei Casanova: Nstor Taboada.
la dictadura de Banzer a dictar
A m irla Latina: historia de medio
amnista yconvoca r a elecciones
siglo, de editorial Siglo XXI.
generales.
1978
1979
1980
1981
1982