ARTCULOS

La gente no habla en conceptos, a menos que quiera esconderse

Alfredo Molano Bravo

Resumen
Siendo fiel a m mismo, quisiera reconstruir a grandes
rasgos mi historia personal relacionada con una metodologa
de investigacin social que suelen llamar historias de vida y
que en otras ocasiones las llaman memorias orales. Tomo este
camino porque me es ms fcil reconstruir mi experiencia que
exponer desarrollos y mediaciones tericas o acadmicas para las
que no estoy preparado o francamente olvid.
Palabras Clave: biografa, historia personal, testimonio, lenguaje
acadmico, violencia.

Abstract
Being true to myself, I would like to reconstruct, in general
terms, my personal story related to a social sciences research
methodology that is often called life stories and that in other
occasions they call oral memories. I take this road because
it is easier for me to reconstruct my experience than to present
theoretical or academic developments and mediations, which I
am not prepared to discuss or, frankly, I have forgotten.
Key Words: biography, personal history, academic language,
testimony, violence.
Lo he dicho algunas veces y me excuso al repetirlo. Siendo
joven, mi pap coment sobre un novelista colombiano que lea
quiz Jos Eustacio Rivera: Por qu los escritores no podrn
escribir como hablan? En la universidad despreci la pregunta.
Durante aquellos aos y otros ms, defend con vehemencia la
ciencia social: comprender cientficamente la sociedad era el
primer paso para evitar los conflictos, la pobreza, la guerra y
construir sobre ese fundamento la justicia, la armona, la paz. No
me estoy refiriendo slo a los primeros aos de facultad, cuando
defenda la sociologa como ciencia de la sociedad, sino al tiempo
cuando con un grupo de estudio poltico, dirigido por Estanislao
Zuleta, trabajamos a conciencia lnea a lnea a Marx, Freud,
Nietzsche, Thomas Mann, para citar slo los ms admirados.
Trazamos entonces con presuncin una raya entre el conocimiento
cientfico y la representacin ideolgica. Rescato hoy no la lnea,
pero s la diferencia, sin darle tanto crdito a la identidad entre
ciencia y verdad. Hoy pondero ms la crtica nacida de principios
ticos y estticos, que las veleidades de teorizar el mundo social.
Despus de algunas andanzas aventurero-utpicas me
refugi un tiempo en la academia. Trat de ensear y, sobre todo,
de aprender. Algo qued del intento, pero el divorcio entre el
mundo cotidiano que me rodeaba y el estrecho argot conceptual
era cada vez mayor. Comenc a sentirlo en las respuestas que un
grupo de personasllamado muestrale daba a un entrevistador
llamado investigadory la conversacin libre que uno y otro
tenan antes o despus de la aplicacin del instrumento. Para
m, el trabajo de campo vala por las numerosas perspectivas

que abra y las sorpresas que guardaba, y no por la informacin

recogida. Que, por lo dems, una vez sistematizada, subrayaba de
nuevo la diferencia con lo que en la trastienda los entrevistados
dejan ver y permiten sentir.
Durante mi posgrado en Pars trat de aplicarme al estudio
de la sociologa rural, la renta de la tierra, la historia: Ricardo,
Marx, Kautky, Lenin, Tolstoi, Caballero Caldern y, claro est,
Fals Borda, a quien hoy quisiera de nuevo rendir un homenaje.
Planteado el requisito de la tesis, opt por un ensayo sobre la renta
de la tierra en una regin que yo conoca desde nio: los Llanos
orientales. El primer gran obstculo era que en el pas y menos
en el Llano no exista un alimento, como el trigo en Europa,
que influyera de manera determinante en la alimentacin, el uso
del suelo y la fijacin de rentas agrarias. Pero, haciendo de tripas
corazn, tom el arroz por trigo. Habra podido tambin escoger
la yuca, la papa, el maz. Teniendo en cuenta el presupuesto y las
dificultades del tema, defin una regin: Granada, Meta; dise
un formulario para la informacin cuantitativa y una gua de
entrevista para la cualitativa. A los pocos das volvi a saltar la
liebre: lo que la gente contaba por fuera de la relacin formal
era ms intenso, ms rico, ms atractivo que la informacin que
recogamos por los medios profesionales. Los testimonios
de la violencia y la colonizacin daban cuenta de la vida; de
la historia personal y social; de la ocupacin territorial; de las
relaciones sociales entre colonos, terratenientes, comerciantes;
de la explotacin econmica, y de la subordinacin poltica. Eran
testimonios llenos de fuerza, de matices, de trayectorias.
La verdadera crisis no se present en el trabajo de campo,
aunque all se hubiera insinuado, sino en el escritorio, cuando el
contraste entre las dos informaciones se puso en evidencia. A un
lado estaba la informacin fra; a otro, los testimonios grabados,
digamos off the record, con sus colores, sus contradicciones, sus
insuficiencias. No haba caso. Me dej seducir por los cuentos
y fui abandonando la informacin. No del todo. Escrib un
primer ensayo sobre la vida de un colono contada por s mismo
y elaborado a partir de varios testimonios. Se llam Valentn
Montenegro y arranc a contar su vida as: Nac por all en
el ao 17, para ms veras en la vereda La Yuca, donde canta el
Currucuc y se amaa Bermdez. Bermdez saba salir solamente
cuando la luna alumbraba los yarumos, montado en un caballo
que era su mera sombra. Luego, para ser polticamente correcto,
elabor otro sobre un empresario agrcola exitoso, que llame Don
Juan. Fue tal la seduccin que causaban en m estos personajes
reales, que me dediqu a construir sobre fuentes secundarias su
contexto: es decir, a escribir un ensayo sobre la violencia en el
Llano desde el ao 48 y sobre la represin y el desarrollo regional
a partir de los aos 50. Violencia y desarrollo, ejes sobre los que
gira nuestra historia, con lo que no haca ms que refrendar la
distancia entre la pretendida renta de la tierra para explicar la
regin, y los meandros de las historias personales que contaban
los colonos.

LA GENTE NO HABLA EN CONCEPTOS, A MENOS QUE QUIERA ESCONDERSE

Present mi tesis para el grado de Tercer Ciclo al tutor, Daniel

Pcaut, conocido por todos nosotros. Tenamos una amable
relacin personal. Tard un tiempo en darme su concepto: He
remitido su trabajo al especialista en historias de vida y l me ha
respondido que no logra distinguir entre lo que es real y lo que
es imaginario. Con ese comentario tan francs comenz para
m una larga y, creo, no finalizada polmica. De entrada no caba
duda del sesgo epistemolgico. Yo lo aceptaba y lo acepto. Ms
aun, no lo demerito, sino que lo valoro altamente. Pero, ms all
del positivismo rampante, la cuestin tocaba tangencialmente
un tema tico: Haba algo inventado en mis personajes? Yo
tena la certeza de no haber usado la imaginacin ms all de
la invitacin que Wright Mills haba hecho: la relacin entre la
biografa y la estructura social, y me preguntaba si la observacin
de Pcaut no iba dirigida ms bien a cuestionar la orfandad de
citas de autoridad de mi discurso. Quin poda probar que lo
dicho por Valentn o por Pedro Cruz o por Carmen Garca era
cierto, textual y exacto? Y, sobre todo, para qu, si la frase, el
prrafo o el relato podan dar cuenta parcialno parcializada
de una realidad. Dicho de una vez: ninguno de los testimonios
que us para construir los dos personajesValentn y Juan
era falsificado, todo fragmento guardaba una relacin ntima
con el contexto y ninguno haba sido sacado por las orejas del
cubilete de un mago. No obstante, Pcaut poda tener razn en
un punto: los dos personajes eran imaginarios en el sentido de
que ninguno de los dos hubiera tenido exactamente la experiencia
que relataba. Juan y Valentn eran prototipos, algo as como tipos
ideales construidos no socialmente, como enseaba Weber, sino
biogrficamente. El alegato no ha terminado.
En un rasgo de indignacin por las sugerencias flotantes
que dejaba Pcaut, opt a conciencia por cavar en la fosa que
nos separaba. Recuerdo muy bien ese momento: Aceptaba yo
la crtica acadmica y reformulaba la tesis de grado, u optaba
por seguir mi camino y renunciaba al ttulo? Hay decisiones
trascendentales que pesan o cuestan. Eleg el mtodo que permita
una comprensin ms real y ms popular de los fenmenos
sociales. En esos das redactaba Los Bombardeos de El Pato
y trabajaba con el CINEP. Es un cuento que cuento a menudo.
El Pato haba sido una de las llamadas por lvaro Gmez
Repblicas Independientes, que no eran ms que regiones donde
los campesinoscomunistas unos, liberales los msresistan
medio armados la represin del Frente Nacional. Hacia 1980, el
gobierno de Turbay reinici la persecucin y bombarde la zona.
Los campesinos se tomaron Neiva. Fuimos con Alejandro Reyes
a hablar con ellos. Muchas voces omos. A m me impresion
la historia de una anciana rodeada de nietos que con una fuerza
extraordinaria condens la historia de 50 aos en un par de
horas de grabacin. Regresamos a Bogot. Le muchas veces
las transcripciones; subray frases; anot interrogantes; puse
puntos, comas, puntos y comas, pero no saba cmo armar ese
gran fresco desvertebrado que la mujer nos haba transmitido.
Desesperado por el plazo de entrega del informe, cancel la
bsqueda y me consum en la redaccin de un relato a la manera
como haba hecho con Valentn y Don Juan. Es decir, utilizando
la primera persona y un personaje para relatar no slo lo que l
me haba contado, sino lo que otros me haban contado. Podra
haberlo narrado en tercera persona y haber ordenado fragmentos
seleccionados de otra entrevista para ensamblar un conjunto con
introducciones y conclusiones. La primera opcin era dejarme

llevar de la mano de los personajes a donde fueran; la segunda,

llevarlos de la mano al saln de clase para hacerlos hablar un
lenguaje formal, acreditado por la academia y de buen recibo
en los auditorios. Los Bombardeos del Pato me libraron de la
culpabilidad de haber dejado inconcluso el sueo de mi familia:
un cartn en pergamino con sellos, firmas, lacres.
Por la misma poca, Michel Taussing, un conocido
antroplogo, profesor de Columbia University, me propuso
hacer un trabajo sobre La Violencia, tema que los llamados
violentlogos haban puesto de moda al iniciar el gobierno de
Belisario Betancur. La Violencia tena una amplia bibliografa
bien como ensayos sociopolticos, bien como novelas, pero la
materia prima, los testimonios, eran relativamente escasos y, lo
ms grave: la gente que la haba sufrido era ya vieja y mucha haba
muerto. Le propuse a Taussing recoger testimonios y editarlos
como historias de vida. l conoca Los Bombardeos del Pato
y rpidamente consigui los recursos econmicos. Los recog,
ayudado por varios asistentes en Valle, Tolima, Caldas y Boyac,
regiones donde la violencia haba sido especialmente sangrienta.
En poco tiempo tena las trascripciones en mi escritorio. Cerr
la puerta de la oficina y volv a mi tcnica: leer, leer mucho,
empaparme desordenadamente de los testimonios; seleccionar
personas que como las cebollas, tuvieran muchas capas y como
la nuez, escondieran la semilla; entrevistas con cuerpo que
permitieran enlazar otras historias y, sobre todo, personajes que
sirvieran para contarlas. Era como vestir un cuerpo desnudo o
ponerle carne, piel, ojos a un esqueleto. Su trayectoria no era
modificada, era textual, digamos, y a travs de su propio relato
agregbamosyo y lfragmentos de otras historias como
si nos las hubieran contado. Ese como si fue lo que Orlando
Fals llamara mtodo de la imputacin, trmino que me dio
mucha brega entender. Es lo que quiz Pcaut entendi como
una falsificacin de buena fe. Cmo seleccion los cuerpos a
vestir? Esos ejes sobre los cuales girara el relato? Confieso que
de entrada unos personajes me atraan ms por su pasin, por la
fuerza de su palabra o por la cantidad de informacin que me
daban en la entrevista. Algunas mujeres me enamoraron por su
ritmo al hablar, por su picarda o simplemente por la manera de
soltarse la trenza. Y ah comenz una especie de seduccin mutua
que me llevaba a transformarme mediante la primera persona
en la otra y a la vez a admitirla como parte ma. S que esta
afirmacin me sita en un campo subjetivo, que no es lo mismo
que hablar de una posicin parcializada. Sobre el particular tengo
un solo argumento: nadie puede contar algo despojndose de s
mismo. Ni siquiera en un raciocinio matemtico. Yo reivindico la
subjetividad como parte esencial de la mirada histrica. Penetrar
en un personaje equivale a vivirlo, y es imposible hacerlo sin una
ntima fusin de sensaciones. De alguna manera, la lucha est
en permitirse ser alojado y al mismo tiempo alojar al personaje.
Quizs esto sea literatura y no sociologa, lo concedo y lo
defiendo. No en mi trabajo, pero s en mi intencin. Una palabra
marginal sobre el punto: escribo con ms soltura como mujer lo
descubr en Ana Juliaque como hombre. Lo explico: entrar en
un personaje es tambin descubrir lo que hay de l en uno. En
este caso, de ella.
Todo personaje es fragmentario y por tanto de alguna
manera complementario de otro que ha vivido experiencias
histricas similares. El yo de la primera persona que relata es al
mismo tiempo el nosotros que es relatado. Cmo selecciono de

ARTCULOS

un universo de entrevistas un fragmento determinado? Cmo

justifico su pertinencia? De la misma manera como yo voy
derivando conceptos de categoras, variables de conceptos, etc.,
lo que implica, desde luego, unos criterios que otros llaman marco
conceptual. Lo que yo hago, sin ms, es lo que hace un director de
orquesta: dejarse ver sin ser odo. La gente no habla en conceptos
a menos que quiera esconderse. La gran satisfaccin de escribir
los relatos, y al mismo tiempo su piedra de toque, es la reaccin
de los entrevistados cuando se leen y se encuentran en ellos, a
pesar de que digan: No, yo no estaba vestido as sino as, el
caballo no se llamaba Corsario sino Pirata. Pero, adems, agrego
otra gran satisfaccin: escribirlos. S que escribir es jugarse
frente a s mismo, desnudarse, como tambin hacerlo frente a los
dems. Sospecho que ese reto es el sabor de la escritura y lo que
la hace apasionante. No s si uno puede sentir tal compromiso
emocional cuando escribe sobre la renta de la tierra. Una palabra
ms sobre este punto: la intelectualidad suele poner de moda el
lenguaje acadmico, abstruso y seco. Los profesionales aaden
a este producto otro ingrediente, una terminologa polticamente
correcta. Habra que decirlo algn da: es un lenguaje creado
deliberadamente para decir poco y decirlo sin molestar a nadie,
sin implicar a ninguna institucin. Es una especie de dialecto
usado por Naciones Unidas, adoptado por las agencias de
cooperacin internacional, por los gobiernos y, lo ms peligroso,
por los profesionales que trabajan con la gente. Peligroso en
un sentido: a veces es adoptado tambin por el pueblo, lo que
contribuye a sepultar su memoria porque la gente no tiene acceso
a ese lenguaje, no puede expresarse a travs de l.

se toma como un ejercicio de vida o muertea pecho, digamos

para ser menos trgicosobliga a que el escritor ponga de s y
ponga a riesgo muchas cosas que de l ignoraba hasta ese instante
milagroso en que entran en juego sus verdades. Hay un material
secreto que est contenido en la relacin social, casi podra decir,
escondido, pero que slo se hace real en la escritura. Por eso
la escritura es tambin un ejercicio solitario. Frente al papel se
est solo, pero bajo el peso de una carga que ha sido recogida
en la relacin con otra persona, con otras personas. No es fcil
darle salida por la mano a ese peso. Se atropellan sensaciones,
informaciones, datos; se agolpan unas queriendo salir, otras
buscando quedarse. Las ms, huyen. Por eso es necesario el eje,
el personaje central que ayuda a que lo recogido sea escritura,
vea la luz. Qu hay subjetividad en este paso! No lo dudo. Lo
acepto. Pero es una subjetividad originada en la intimidad de la
relacin y, podra agregar a riesgo de ser colgado, originada en
la identidad no poltica, sino humana. As podra yo, siendo en lo
ideolgico profundamente contrario y crtico del paramilitarismo,
escribir sobre l desde esa entraa. Ahora mismo he terminado un
libro de relatos titulado Ah les dejo esos fierros, en el que dos
historias son de muchachas vinculadas a las AUC. No creo que
a esa subjetividad se deba renunciar. Por el contrario, se debe
asumir porque es de alguna manera el alma del texto. Y una
palabra ms: en este punto se bordea lo que tildan los positivistas
de littrature.

A la gente hay que llegarle al hueso, a su almendra. Hay

que ayudarle a despojarse de sus ataduras y representaciones.
Ms all de la envoltura, a veces blindada, est la persona que
interesa. La real. Es ella la que tiene que hablar para que la
palabra del escritor sea su palabra. Ello significa para el que llega
estar abierto a escuchar cada slaba, cada coma, cada gemido.
No es fcil porque se andase viveatrincherado en conceptos,
prejuicios y sanciones condenatorias o alabanzas rendidas.
Suprimir los juicios sobre s mismo y los prejuicios sobre los
dems es la primera y ms poderosa dificultad de la escritura.
El que llega es presuntuoso, llega desde arriba, llega a llevar.
Bajarse de ese pedestal imaginario es ponerse al alcance de la
mano y as lograr la condicin de ser objetivo. La identidad,
entendida como igualdad de planos, es el punto de partida para
comprender, reconstruir y, al fin, explicar sin necesidad de
disculparse apelando a lo conceptual. El intento biogrfico nace
en esa condicin. A partir de all es necesario regresar al contexto
tal como la gente lo vive, lo percibe, lo entiende. Es el estribo del
puente que hay que tender hacia esa otra dimensin, la social.
Puente que se va construyendo con el conjunto de experiencias
de la gente que nos interesa ver.

La palabra cotidiana, la palabra oral, el lenguaje de diario,

ntimo, es bello de por s. Tiene una belleza esquiva porque ha
sido sancionada como vulgar, nacida en el vulgo, o sea en el
pueblo. Es una sancin poltica. El lenguaje ordinario con el que
hablamos con la mujer, con el tendero, con el polica, lo dejamos
fuera de la academia. Lo que es una ganancia con la antigua
exigencia dogmtica de hablar en latn. Sin ser costumbrismo,
que es una trampa aristocratizante, la manera de hablar de la
gente, inclusive de los acadmicos cuando tienen que tomar un
taxi, es bella. Dira que tiene ritmo, puntuacin. En el campesino
nuestro hay, adems de exactitud, novedad, soltura, arcasmos que
embellecen aun ms su testimonio. Es difcil para los afueranos
orlos porque se est condicionado a traducir a su propio lenguaje
toda experiencia peregrina. No hablo slo del campesino y del
colono, del obrero o del hombre de la calle o de la mujer de la
calle, hablo tambin del hampa, del malandro. Un sicario, ms
all de la repugnancia que su profesin nos cause, tiene una
palabra encantada, plagada de figuras, de metforas crudas, de
simbolismos implcitos. S que a veces se abusa de la palabra
gonorrea en algunos textos y pelculas. Pero detrs de ella, y de
otras, est la belleza que recogen Fernando Vallejo en La Virgen
de los Sicarios y Vctor Gaviria en La Vendedora de Rosas. La
belleza de la palabra cotidiana puede constituir el sumario para
ser acusado de hacer literatura y no sociologa.

Sabemos desde hace tiempo que una cosa es la investigacin

y otra la exposicin. Vale. La investigacin nos lleva al hueso y al
puente. La exposicin es, para m, la escritura. Pero la escritura no
es la mera edicin, y menos aun la textualizacin. No se trata de
transcribir, sino de escribir y as, la escritura se convierte tambin
en investigacin. En una relacin profunda con otra persona hay
muchos aspectos que quedan escondidos y que afloran sobre el
papel. No antes ni despus. Saltan en la tinta y sobre el papel
en blanco. O, para estar al da: en la tecla y la pantalla. Y no
slo aspectos del otro, sino de quien escribe. La escritura cuando

Por ltimo, me han preguntado en ese cuarto de siglo que

llevo escribiendo historias de vida qu ha cambiado en la
metodologa que uso. Lo digo sin reticencias, con franqueza: he
perdido el miedo a ser tildado de hacer literatura, y no porque no
la haga, sino porque tengo la ntima conviccin de que no falsifico
a la gente. Ms aun, la mirada literaria permite descubrirla. Dicho
de otra forma: he perdido el miedo a la aventura, o mejor, el
aventurerismo que me ha llevado a zonas de guerra, a crceles,
a infiernos que se han ido apoderando de mi escritura, y cada
vez temo menos salirme del guin de la transcripcin literal de

LA GENTE NO HABLA EN CONCEPTOS, A MENOS QUE QUIERA ESCONDERSE

una entrevista. Hoy recreo ese material con algo que yo tambin
tengo que decir, que aportar como personaje que tambin soy de
la vida cotidiana. Al principio las historias de vida me servan
para decir lo que la gente ocultaba por temor, o para decir lo que
el miedo a m me obligaba tambin a esconder. La escritura me
ha librado de esos miedos, de esa crcel conceptual, de ese clset
acadmico. La literatura, la poca que pueda existir en los relatos,
no me pertenece. Mi trabajo consiste en ponerla al descubierto.
Hay un sabor parecido al de la libertad en ese oficio.
Por el ro bajaban las tarullas despacio, y el motor
runruneaba y runruneaba. Medio dormido, me despert
un golpe sobre una de las bandas de la panga, era una

ola que casi nos hace dar el bote. Me restregu los ojos
porque no entenda dnde estaba. El ro se haba vuelto
una cinaga muy grande. El marinero dijo: El golfo
estaba picado, y diciendo eso aparece de porrazo el
golfo, es decir, el mar. Me puse arrozudo de verlo y
sobre todo de olerle ese olor que viene de sus propias
profundidades, me dio por abrir los brazos como los
pjaros y por llorar como un recin nacido, sent como
si esa inmensidad me baara la pena. De El Barco
Turco, en Desterrados.
Mil gracias.
Bogot, 4 de agosto de 2009

Notas
Agradezco a Tico, alma y nervio de este congreso; [XVI Congreso de la Asociacion de Colombianistas, Charlottesville, agosto de 2009] a
Virginia Bouvier, del US Institute of Peace; a Juana Surez, de la University of Kentucky; a Liliana Madrigal, Vice President for Programs
Amazon Conservation Team, y a Carolyn Cooley, de la Embajada de Estados Unidos en Bogot, y dems colegas que han padecido
conmigo el va crucis de la visa a Estados Unidos, que contina siendo tan aplazada como la audiencia pblica final del proceso que se
me sigue por injuria y calumnia. No quisiera entrar en el vnculo interno que relaciona estos asuntos, bsteme decir que responden en el
fondo a una misma lgica: hay historias que no se pueden poner en duda. Ni la de las elites regionales ni la del movimiento armado. Las
primeras, porque atentan contra la imagen que los grupos en el poder fomentan sobre s mismos, y las segundas, porque todo material que
trate de explicar la violencia, en lugar de aceptar la versin oficial, cae en el bal sin fondo de la sospecha. Lamento no estar con ustedes.