Canción Protesta
Canción Protesta
Canción Protesta
RESUMEN
El presente artculo tiene como objetivo proponer la expresin cancin protesta como forma ms
apropiada para referirse al fenmeno histrico que trataremos de definir mediante la caracterizacin que
puede llevarse a cabo a travs de la revisin, desde una perspectiva historiogrfica, de la bibliografa
ms relevante que ha tratado el tema hasta el momento.
SUMARIO: 1. Introduccin: situacin del debate sobre la terminologa. 2. Una realidad polifactica:
caracterizacin de la cancin protesta. 3. Conclusiones: legitimidad de cancin protesta como con-
cepto historiogrfico
1
FLEURY, Jean-Jacques: La nueva cancin en Espaa (2 vols.), Ed. Hogar del Libro,
Barcelona, 1978, p. 9.
2
Sobre esta distincin, no exenta de importancia, vid. LPEZ BARRIOS, Francisco: La Nueva
Cancin en castellano, Madrid, Ed. Jcar, Coleccin Los Juglares, 1976, especialmente pp. 19 y ss.,
donde el autor llama la atencin sobre ambas denominaciones y las diferencias por las que se caracte-
rizan, cuestin que tambin recogen otros autores TURTS, Jordi y BONET, Magda: Cantautores en
Espaa, Madrid, Celeste Ediciones, 1998, pp. 26 y ss.; ESPINS, Josep Maria: Pi de la Serra, Madrid,
Ed. Jcar, Coleccin Los Juglares, 1974, p. 56; CLAUDN, Vctor: Cancin de autor en Espaa.
Apuntes para su historia, Madrid, Ediciones Jcar, 1981, pp. 86 y 163. En nuestra opinin, tras unos
primeros momentos en los que ciertamente existen notables diferencias, ambos trminos pueden utili-
zarse como sinnimos, que es probablemente lo que le ocurre a Fleury, quien parece recoger el vocablo
por analoga con la Nova Can Catalana pero dotndolo de un significado semejante al de Lpez
Barrios.
3
GMEZ, Antonio: Eplogo, en GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin en
Espaa (1963-1983), vol. 2., Madrid, Grupo Cultural Zero, 1984, pp. 331-342.
4
Entre otros, y desde el mismo ttulo, TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin de Autor y
educacin popular (1960-1980), Madrid, Ed. de la Torre, 1999; o CLAUDN, Vctor: Cancin..., op.
cit.
5
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin en Espaa (1963-1983), 4 vols.,
Madrid, Grupo Cultural Zero, 1984-1987, passim.
6
Estas ltimas se encuentran menos documentadas, aunque quedan recogidas, junto con una
revisin de los matices ms especficos de todas las denominaciones mencionadas hasta el momento,
en Torrego Egido, op. cit., pp. 42-4, salvo la ltima, que se suele utilizar con el carcter peyorativo que
menciona el mismo autor en la p. 42, nota 23.
7
Vid. GARCA SOLER, Jordi: La Nova Can, Barcelona, Edicions 62, 1976, p. 202.
8
Esta y otras son labores que, junto con las cuestiones planteadas en este artculo, llevamos a
cabo en el Trabajo de Investigacin de Tercer Ciclo defendido el 13 de septiembre de 2004 en el
Departamento de Historia Contempornea de la Universidad Complutense de Madrid, titulado Cancin
protesta y censura discogrfica (1962-1975) y dirigido por el Profesor Jess A. Martnez Martn.
9
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin de autor..., op. cit., p. 17.
10
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada de los silencios rotos: voces y canciones
de autor, 1963-1977, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 33.
11
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin..., op. cit., vol. 1, passim.
12
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 30.
13
Ibid., passim.
Por otra parte, si atendemos a las diversas formas de nombrar a quienes han
sido encasillados en ambos sentidos, tanto clasificados, como confinados en su
quehacer artstico por su pertenencia al movimiento de la cancin protesta,
nos encontraremos con que no existe el mismo problema, a pesar de que can-
tautor, un trmino polismico sin duda, tambin conlleva ciertas implicacio-
nes que es necesario aclarar. No se trata, pues, de una cuestin meramente ter-
minolgica, sino que afecta seriamente al contenido del que se pretende dotar al
fenmeno en su conjunto y, particularmente, a la figura del intrprete, por lo que
merece una consideracin especial.
Como veremos ms tarde, el trmino cantautor figura como entrada espe-
cfica en el Diccionario de la Real Academia Espaola. La normalizacin de este
trmino, utilizado incluso hoy en da14, responde sin duda a que ha logrado obte-
ner el apoyo de los hispanohablantes, contrariamente a lo que ocurre con respec-
to a la denominacin del fenmeno en su conjunto, siendo as referido ste
mediante la utilizacin metonmica de aqul. Ello se debe, quiz, a una razn
bsica: la creencia errnea de que los cantautores son slo intrpretes de sus pro-
pias letras y msicas o, al menos, de que esto ocurre en la mayor parte de los
casos.
El mismo Torrego Egido comete un ligero error al considerar que los miem-
bros de la cancin protesta son los responsables de todo el proceso creativo
porque sus practicantes, mayoritariamente, componen las canciones que ellos
mismos cantan15. Por supuesto, no incurre este autor en lo que sera un desliz
imperdonable, esto es, olvidar la frecuencia con que fueron adaptadas las obras
de muy diversos poetas, peculiaridad que quiz hubiera merecido una mayor
atencin. Efectivamente, el caso ms ilustre es el de Paco Ibez, quien ha reali-
zado de forma habitual la adaptacin musical de textos literarios clsicos o con-
temporneos, a pesar de lo cual figura como uno de los ms importantes cantau-
tores.
Por todo ello, la vala de Paco Ibez dentro de la cancin protesta est
fuera de toda duda, siendo habitualmente reconocido como impulsor de algunos
grupos relevantes por ejemplo, Cancin del Pueblo, unin de individualida-
des ms que conjunto nacido en el recital del Ramiro de Maeztu del 22 de
noviembre de 1967. Lpez Barrios incluso hace recaer en la ascendencia per-
sonal de Paco Ibez uno de los elementos que impulsaron a la Nueva Cancin
en Castellano, aunque ya existieran algunas manifestaciones en Espaa16. Es
curioso, por otra parte, observar la alabanza que Luis Pastor realiza de Paco
Ibez: No s, creo que Paco Ibez, por ejemplo, fue muchsimo ms impor-
14
Lamentablemente, no podemos entrar en un asunto que nos llevara mucho ms lejos de lo que
pretendemos para este trabajo. Baste decir que, en nuestra opinin, no se puede entender que el movi-
miento de la cancin protesta siga vigente a da de hoy ni, por tanto, existen los cantautores de la
forma en que aqu aparecen, entre otros motivos por la ausencia, en el momento histrico presente, de
las caractersticas que lo conformaron en estos aos.
15
Vid. cita completa en TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin de autor..., op. cit., pp. 34-5.
16
LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., pp. 28-9.
tante. Y ms incluso que por la forma de musicar por las letras, por los textos que
manejaba17. En apariencia, podra resultar paradjico entender que la influencia
de Paco Ibez reside en unas letras que no son suyas, siendo esta una de sus
mayores cualidades, pero ciertamente es el uso de esos textos poticos, junto con
piezas musicales propias de gran sencillez, lo que hara de l un cantautor acla-
mado y tomado como ejemplo por infinidad de artistas en estos aos.
Como es de suponer, Paco Ibez no constituye el eje de nuestra atencin,
dedicada en estos momentos al trmino cantautor y a la relacin que se esta-
bleci entre stos y los autores que musicaban. Sin embargo, como venimos
sealando, es su ejemplo el ms claro para atestiguar lo incuestionable: que los
cantautores no tenan que ser necesariamente sus propios letristas, y que la posi-
bilidad de realizar adaptaciones de textos poticos constituye, precisamente, una
de las notas ms especficas de la cancin protesta. Veamos unas palabras
insustituibles del mismo Paco Ibez, pues, para retomar la cuestin de la auto-
ra debida a los cantautores:
Hay que tener un criterio de lo que es la letra de una cancin y si uno no es capaz
de alcanzar estos criterios que uno mismo se ha fijado entonces, hay que callarse y
dejar que otros hablen18.
17
Ibid., pp. 42. La cursiva es nuestra.
18
FLEURY, Jean-Jacques: La nueva..., op. cit., p. 22. Segn nota 22 en el original, son unas
declaraciones realizadas por Paco Ibez durante un debate en el Teatro de Albi en 1969.
19
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 272. Este autor utiliza repeti-
das veces la expresin cantautor en su obra Veinte aos de cancin..., op. cit., e, incluso, en aqulla.
20
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 34.
21
Decimos que Torrego Egido y Gonzlez Lucini estn slo parcialmente de acuerdo en tanto
en cuanto no significan lo mismo las dos formas de referirse al asunto, esto es movimiento cultural de
alternativa, que implica una idea de cambio a partir de cierta forma de expresin cultural, pero exten-
sible a otros mbitos, y alternativa cultural que, como parece evidente, se centra en los aspectos cul-
turales de la cuestin. A pesar de todo, en algn momento Gonzlez Lucini considera que el movimiento
de la cancin protesta naci en ruptura con la cultura dominante y en clara oposicin a la dictadura
franquista (GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 29).
22
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin..., op. cit., vol. 1, p. 173-4. Vid. tam-
bin p. 177.
23
Ibid., pp. 77-9.
24
Ibid., p. 139.
25
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 221.
26
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 38.
las del autor que presta parte de sus pginas para darle voz. No obstante, difiere
en dos cuestiones fundamentales.
En primer lugar, Antonio Gmez juzga ms apropiado el trmino cancin
popular, en tanto gnero que participa de la poesa y de la msica 27. Por otra
parte, dedica especial cuidado a uno de los puntos que para nosotros resulta ms
destacado: las implicaciones sociopolticas del fenmeno, en sus vertientes testi-
monial y de accin poltica. Ante todo, Gmez llama a atencin sobre
una concepcin indudablemente restrictiva del trmino [cantautores], con la que
se ha intentado significar fundamentalmente un tipo de cancin-texto, cargada de refe-
rencias y connotaciones testimoniales y polticas, de gran simplismo musical, instru-
mental y escenogrfico28.
27
GMEZ, Antonio: Eplogo, en GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin...,
op. cit., vol. 2, pp. 331-342. Para esta cita, p. 332.
28
Ibid., 333.
29
Ibid., 334.
30
Ibid., p. 335.
31
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 9.
32
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 47.
33
ESPINS, Josep Mara: Pi de la..., op. cit., p. 19.
34
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 36. Vid., sobre la reivindicacin lin-
gstica, las palabras de Vzquez Montalbn en CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 46; pala-
bras tomadas de Garca Soler en FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 15; el contraste que
realiza Luis Eduardo Aute entre la Nueva Cancin Castellana y la Nova Can con respecto a este tema
en LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 86; o sobre la recuperacin lingstica en
Euskadi en TURTS, Jordi y BONET, Magda: Cantautores..., op. cit., p. 25.
35
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin..., op. cit., p. 176.
36
GMEZ, Antonio: Eplogo, art. cit., p. 335.
37
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 15.
38
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 46. Quiz hablar de conciencia autonmica sea
excesivo, pero bien pueden entenderse estas palabras como sinnimo de una conciencia regional/regio-
nalista o nacionalista que participara en la formacin de algunas de las Comunidades Autnomas actua-
les en democracia.
39
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 206.
El caso Serrat, claro detonante del problema por la popularidad que haba
alcanzado ya este cantautor, fue tratado en muchas ocasiones como una infideli-
dad a esos principios lingsticos, puesto que constituan para muchos un axioma
irrenunciable por su contenido poltico e ideolgico. De esta forma, aunque
Fleury consienta en creer aparentemente el deseo sincero de Serrat por llegar a
un mayor nmero de personas en su labor artstica, no deja de aparecer entre sus
reflexiones un tono ligeramente acusatorio, o as se desprende de considerar que
ha preferido acomodarse al sistema y practicar el bilingismo41. Atribuir esa
supuesta acomodacin al sistema a un autor cataln en una indudable referen-
cia a la decisin de representar a Espaa y a Televisin Espaola en el Festival
de Eurovisin42, no deja de significar la imputacin en la prctica de un delito
de alta traicin a los valores y preceptos que guiaron la formacin de uno de los
grupos ms relevantes de la Nova Can Catalana. Y aunque no desconoce ni
deja de mencionar Fleury la procedencia aragonesa de su madre, no parece com-
partir la idea de Turts y Bonet o de Claudn, para quienes ese bilingismo de
Serrat debe entenderse como una opcin natural y acorde con su situacin fami-
liar43.
As pues, para muchos autores existen otras opciones ms honradas que la
adoptada por quienes decidieron abandonar una lengua nica de expresin, pues
Fleury opina que Raimon, Llach y otros, han sabido resistir a las sirenas, a las
facilidades que ofrece la normalizacin, la interaccin dentro del sistema44, de
la misma forma que, para Espins, en el momento crtico de la tentacin bilin-
40
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 67.
41
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 18.
42
Vid. CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., pp. 84-5.
43
TURTS, Jordi y BONET, Magda: Cantautores..., op. cit., p. 16; CLAUDN, Vctor: Cancin
de..., op. cit., p. 86.
44
FLEURY, Jean-Jacques: La nueva..., op. cit., p. 18. En el fondo, no es difcil verlo, aqu hay
sobre todo una crtica a ciertos cantautores, algunos perfectamente identificables, que un elogio a los
mencionados.
45
ESPINS, Josep Maria: Pi de la ..., op. cit., p. 26.
46
Quien, como indica Claudn, sostuvo que cantando en castellano poda promocionar parale-
lamente sus canciones en cataln, divulgar en el resto de Espaa la problemtica y existencia de una
lengua (CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 86).
47
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 121.
48
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 37.
49
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 256.
nes de Chicho Snchez Ferlosio o Jess Munrriz, a travs de las cuales se fue-
ron recuperando formas que conectaban con nuestra tradicin popular50, nos
interesa la utilizacin interesada o la negacin que se hizo de ese folklore o, ms
bien, de lo que se quiso entender que era. Porque Claudn seala cmo ya en los
aos cuarenta todo signo de identidad es sistemticamente perseguido, las
nacionalidades negadas. El folklore, la cancin popular, las manifestaciones ms
puras y simples, enterradas, castradas o manipuladas vergonzosamente para su
provecho por los crculos dominantes51, todo ello debido a que ese inters por
las canciones populares se insert en una corriente de bsqueda de la propia iden-
tidad y de liberacin nacional52, al decir de Torrego Egido. Elisa Serna indica
sencillamente cmo hasta cierto momento el pueblo castellano ha sido oficiali-
zado53. Otra cuestin muy diferente sera la utilizacin que de aquellas cancio-
nes hiciera el pueblo castellano y, en general, espaol, como bien ha tratado
Manuel Vzquez Montalbn54.
A pesar de ello, el resto de mbitos del pas tambin experimentaran ese fal-
seamiento, si bien es cierto que la posibilidad de recurrir a una lengua diferente
de la oficial permita distanciarse, en cierto modo, de la cercana al rgimen que
en determinados momentos pudo significar para muchos la expresin en caste-
llano, ms an teniendo en cuenta la trascendencia que el idioma tuvo en la cons-
truccin de una pretendida identidad nacional unitaria. Este es justamente el
motivo por el cual la mayor parte de las ocasiones en que se hace referencia a la
tradicin y el folklore de los diversos mbitos castellanoparlantes diferentes
del mbito castellano, ms reducido no se haga de la forma ms halagea.
En consecuencia, la desvirtuacin del valor atribuido a la Nueva Cancin
Castellana es comprensible si, con Vctor Claudn, se piensa que surgi como
proyecto artificial construido en Madrid para replicar al movimiento de can
catalana, cuando no como reflejo de la ideologa del Ministerio de Informacin
y Turismo55. Lpez Barrios es ms condescendiente y prefiere creer que naci
como cancin de texto ambigua, levemente crtica y por lo tanto poco o nada
incmoda o peligrosa para quienes controlaban a todos los niveles, desde arriba,
la realidad diaria socio-econmico-polticocultural del estado espaol56.
Aunque quiz sea excesivo concebir que la Nueva Cancin Castellana naci
auspiciada por las instancias oficiales, bien es cierto que al principio los textos de
sus canciones no se adaptaran plenamente a la concepcin que venimos dibujan-
do para la cancin protesta. Y poco se poda hacer, por otra parte, puesto que
50
Ibid., p. 67.
51
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 21.
52
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 180.
53
Entrevista a Elisa Serna, en CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 174.
54
VZQUEZ MONTALBN, Manuel: Cancionero general del franquismo: 1939-1975,
Barcelona, Ed. Crtica, 2000, o, del mismo autor, Crnica sentimental de Espaa, Madrid, Ed. Espasa-
Calpe, 1986.
55
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., pp. 163 y 86 respectivamente.
56
LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 19.
no se poda nutrir, segn Lpez Barrios, de un folklore que por lo que se refie-
re a Castilla est prcticamente muerto57. En cualquier caso, la Nueva Cancin
en Castellano acabara diferencindose notablemente de lo que Francisco
Almazn definiera como nacionalflamenquismo, del que se ha derivado un
retrato persistente e irreal del pueblo espaol que ha permanecido en el imagina-
rio popular dentro y, sobre todo, fuera de nuestro pas. Entre las notas definito-
rias que Almazn seal en su da, nos interesa sobremanera la apreciacin segn
la cual
utilizando elementos de la vida popular castellano-andaluza del pasado, de la tradi-
cin, que es lo que permanece del modo ms mayoritario como cultura, haba un veh-
culo adecuadsimo para verter la ideologa del rgimen, implantada culturalmente a tra-
vs de esos elementos culturales populares58.
57
Ibid., p. 29.
58
Francisco Almazn, citado en CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., pp. 21-2.
59
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 36.
60
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., pp. 90-1.
61
Ibid., p. .171. Vid. tambin CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., pp. 217 y ss.
62
Quiz esta afirmacin deba ser matizada para evitar confusiones. Aqu entendemos poesa
culta como aquella cuyo autor es conocido y ha obtenido reconocimiento artstico en el campo de la
Literatura. Valga esta expresin, pues, por su oposicin a la poesa popular y el folklore, generalmente
debidos a autores desconocidos y cuya trayectoria es imposible seguir a travs del tiempo.
63
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 35. Caracterstica sta que, como
indica el autor, defiende Mara del Mar Bonet en la entrevista publicada en Triunfo, n 660, 24-V-1975.
64
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin..., op. cit., p. 176.
65
ESPINS, Josep Maria: Pi de la ..., op. cit., p. 8.
66
Este dato segn la pgina web de Paco Ibez,
http://www.aflordetiempo.com/ENTRAR/entrar.html, aunque FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op.
cit., p. 21, indica la aparicin de su primer disco en 1966.
67
LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 26.
68
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., pp. 179, 147 y 154.
69
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 23.
msica que, sobre todo a mediados de los aos setenta y con posterioridad, rea-
liz Ovidi Montllor con obras de Joan Salvat-Papasseit, Vicent Andrs Estells o
Josep Mara de Sagarra. Aunque la lista podra ser virtualmente infinita, nos pare-
ce oportuno dejarla aqu, cuando han quedado reflejados la mayora de los mbi-
tos geogrficos espaoles.
Efectivamente, pues, el hecho de que la cancin protesta acudiera con fre-
cuencia a la obra de poetas clsicos y contemporneos no es mera casualidad. Se
hace necesario volver a insistir, as, en el factor o la intencin cultural que reside
en el acometimiento de estas adaptaciones, animadas frecuentemente por el
mismo impulso que dio lugar a la recuperacin del folklore regional esto es, el
deseo de reivindicar la lengua y, con ello, unas determinadas seas de identidad.
Sin embargo, existe otra caracterstica aun ms determinante.
Como es bien sabido, el texto mencionado de Gabriel Celaya, musicado e
interpretado por Paco Ibez, fue muy pronto adoptado popularmente como una
especie de himno compartido de lucha y esperanza70. Para Fleury, Celaya
deseaba, buscaba una poesa popular, al servicio del pueblo y que, gracias a la
transmisin oral, pudiera tocar el pblico ms amplio posible, una herramienta
que pudiera ser utilizada en la lucha cotidiana para la libertad poltica y la jus-
ticia social, para el alba despus de tanta noche, para una Nueva Espaa en mar-
cha71. El deseo de Celaya se encuentra, pues, plenamente satisfecho en una
cancin social y antropolgica, al decir de Gonzlez Lucini, que se transforma
en reflejo de una realidad para la que
el cantor y el poeta se convierten en unos de sus testigos ms radicalmente incon-
formistas, siendo su testimonio a la vez denunciante y proftico. Denunciante en la
medida en que el cantor refleja crticamente esa realidad para que el pueblo tome con-
ciencia de ella, y proftico por su carcter de anuncio esperanzado de un tiempo nuevo,
posible y transformado que es preciso construir72.
Todo ello a travs de unas canciones en las que sus creadores nos ofrecen
una visin de la realidad que es, a la vez, verdadera y crtica, ntima y comparti-
da, comprometida, a veces rebelde y siempre esperanzadora73. No son extraas,
pues, las reflexiones de Pi de la Serra, quien sabe que la poesa es un fermento
revolucionario toda poesa y no la decorada venda del conformismo, o de
Espins, en una afirmacin rotunda segn la cual el poeta es peligroso porque
siempre es una bandera de libertad74. As lo entiende Torrego Egido, quien sea-
la que
70
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 64.
71
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., pp. 8-9.
72
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin, op. cit., p. 169.
73
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 29.
74
ESPINS, Josep Maria: Pi de la ..., op. cit., pp. 51 y 62, respectivamente.
75
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 109.
76
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de Cancin..., op. cit., Vol. 2, p. 85.
77
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 41.
78
Ibid., p. 40. Es necesario mencionar otra de las calificaciones posibles, quiz la ms relevan-
te y siempre la ms temida, la Denegacin, por la que ni siquiera se permita grabar la cancin presen-
tada a censura.
79
FLEURY, Jean- Jacques: La nueva..., op. cit., p. 20. Vid. tambin CLAUDN, Vctor: Cancin
de..., op. cit., p. 141-2.
En los originales presentados a censura es donde se podan apreciar los tajos de los
temas. Y no es metfora, es que antes realmente utilizaban las tijeras con las que hacan
desaparecer las letras ms modernas. Luego fueron empleando dos elementales rallajos
cruzados en aspa para indicar cules se consentan y cuales no; y era necesario que lo
hiciera cada Delegacin Provincial del Ministerio de Informacin y Turismo80.
De la misma forma que la cuestin no era tan sencilla, tambin es cierto que
las Delegaciones Provinciales s impusieron un frreo control sobre la difusin
de las grabaciones sonoras durante el rgimen franquista. De cualquier manera,
no es este el momento indicado para entrar en apreciaciones que estn expuestas
en otros lugares81, sino para tratar acerca de una cuestin relevante que ha mere-
cido la atencin de los autores con los que venimos trabajando hasta el momen-
to. Se trata de los mecanismos desplegados por los cantautores para evitar, en la
medida de lo posible, la actuacin de las diversas frmulas censorias sobre su
obra.
Elisa Serna nos ofrece uno de los ms clarificadores testimonios sobre el
asunto:
a la sombra de la censura y de la autocensura, se ha creado incluso un estilo de decir
las cosas que ha hecho pensar a ms de uno en la posibilidad del hallazgo de un estilo
original cuando la realidad es que hemos tenido que movernos todos en el lamentable
mundo de la elipsis. De ah viene que quiz nos reprochan, cuando decimos la verdad
sencillamente, como es la verdad misma de sencilla, que somos panfletarios. Como si
la verdad fuera un panfleto...!82.
80
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 43. En realidad, la distribucin geogrfica de la
industria discogrfica y la atribucin de funciones a los rganos del Ministerio de Informacin y
Turismo en Madrid hizo que esta labor apenas fuese realizada ms all de Barcelona y Tarragona, y el
Pas Vasco, aparte de la capital.
81
Vid nota 8.
82
LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 94.
83
ESPINS, Josep Maria: Pi de la ..., op. cit., pp. 72-4.
rante son motivaciones que pueden llevar a esta utilizacin de planteamientos metafri-
cos84.
Vemos, pues, cmo aparecen las dos nicas cuestiones que, generalmente a
partir de los testimonios ofrecidos por los propios autores, consiguen acercarnos
en la bibliografa a los temas que ahora tratamos: autocensura y metfora.
Precisamente, Julia Len considera que los problemas comunes a todos los crea-
dores del momento podran resumirse en la falta de libertad, en la existencia de
la censura y de su secuela ms peligrosa: la autocensura85. Peligrosa, porque,
como de nuevo seala Elisa Serna:
Tal vez sea uno de los mayores xitos de la represin, puesto que la autocensura
funciona muchas veces sin que te des cuenta, de un modo totalmente subconsciente86.
84
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 101.
85
LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 66.
86
Ibid., p. 94.
87
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 44.
88
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de Cancin..., op. cit., Vol. 1, p. 170. Vid. tam-
bin pp. 201-2.
89
Palabras de Luis Pastor en LPEZ BARRIOS, Francisco: La nueva..., op. cit., p. 45.
90
CLAUDN, Vctor: Cancin de..., op. cit., p. 133.
91
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 41.
92
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de Cancin..., op. cit., Vol. 1, p. 203.
93
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 58.
94
Palabras de Luis Pastor en CLAUDN, Vctor: Cancin..., op. cit, p. 192.
95
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de Cancin..., op. cit., vol. 1, p. 175.
96
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Crnica cantada..., op. cit., p. 272.
97
GONZLEZ LUCINI, Fernando: Veinte aos de cancin..., op. cit., vol. 1, pp. 197-8. Vid.
tambin vol. 3, pp. 375-6.
98
Ibid., vol. 2, p. 40.
99
TORREGO EGIDO, Luis Mariano: Cancin..., op. cit., p. 32. Vid. tambin GMEZ, Antonio:
Eplogo, art. cit., p. 336.
100
TURTS, Jordi y BONET, Magda: Cantautores..., op. cit., p. 139.
101
GMEZ, Antonio: Eplogo, art. cit., p. 337.
102
Sirvan los motivos esenciales de partida que sealamos ahora para introducirnos en las con-
clusiones finales y mejor entender algunas de las consideraciones que llevaremos a cabo.
103
Quiz se deba tambin a que es ms comn referirse a sus intrpretes, los cantautores, que al
movimiento con el que son identificados y que, como sealbamos ms arriba, a nuestro entender no
puede decirse que contine existiendo.
104
DRAE, 22 edicin. Consulta electrnica en http://buscon.rae.es/diccionario/drae.htm.
105
Palabras de Buero Vallejo, en BENEYTO, Antonio: Censura y poltica en los escritores espa-
oles, Barcelona, Ed. Euros, 1975, p. 24.
106
O, en su defecto, se dio una conjuncin de ambos procesos, no exentos de otros matices.