Las Puertas Del Mal
Las Puertas Del Mal
Las Puertas Del Mal
Son muchas las leyendas que corren sobre cmo dar caza al unicornio, pero
slo una de ellas se har realidad: Nunca ser un hombre quien lo haga.
Segn la leyenda es imprescindible la ayuda de una mujer pura, virgen de
mente, de corazn y de cuerpo. Slo antes su presencia el animal se acercar
confiado, doblar sus patas ante ella y apoyar la cabeza en su seno.
Nria Masot
Las puertas del mal
El espa templario - 4
ePub r1.1
Titivillus 28.03.16
Serie: El espa templario 4
Nria Masot, 2007
Cerca del pueblo de Cabanes, en el Alt Empord, en medio de un extenso prado con
una peculiar forma cncava, y en la suave pendiente que desciende hacia el ro Muga,
se encuentra el monasterio de monjas bernardas de Sant Feliu. Eran muchos los que
aseguraban que el antiguo cenobio haba sido construido por maestros templarios. Las
monjas, por su parte, nunca perdieron el tiempo en afirmarlo o desmentirlo, ya que
slo exista un nico factor que lograra alterar su paz monstica: los cambios de
humor del ro Muga, obstinado en asaltar sus dependencias durante las imprevistas
crecidas. Tambin es cierto que su tranquilidad se vea amenazada por los constantes
pleitos y litigios que mantenan con sus vecinos del pueblo de Llers, acerca de
dominios y bienes. Sin embargo, siempre consideraron que, en tanto la furia del ro
dependa de la voluntad del Seor, sus pleitos eran cosa exclusivamente suya, por lo
que procuraban no molestar a la divinidad en materia tan humana.
Saurina de Vilaritg era una mujer menuda y bien formada, a pesar del amplio
hbito que disimulaba la forma de su cuerpo. Su rostro, perfectamente ovalado como
una almendra mstica, resaltaba unos ojos negros y brillantes. La boca describa un
delicado arco que suba hacia los pmulos en una cordial sonrisa, e incluso las escasas
arrugas de un cutis muy blanco danzaban siempre hacia las alturas. Pertenecime a la
pequea nobleza rural, era la menor de cuatro hermanos varones, cosa que le
confera, a pesar de su actual condicin, un sabio dominio acerca de los quehaceres
masculinos. Cuando se neg por tercera vez a casarse, su padre le reclam en tono
irritado por sus intenciones para el futuro. El pobre hombre tena serias dificultades
para entender a aquella muchacha que, desde muy joven, le haba suplicado tener
acceso a la enseanza. Pensando que tal vez fuera un capricho pasajero, Arnau de
Vilaritg accedi a las demandas de su hija, y para ello contrat los servicios del
cannigo de la parroquia ms cercana. Saurina result inteligente, vida de
conocimiento, hasta el punto de que despus de tres aos el propio cannigo confes
humildemente que ya no le quedaba nada ms para ensearle. Fue entonces, al
rechazar a su tercer y ltimo pretendiente, cuando Arnau de Vilaritg no tuvo ms
remedio que interrogar a su hija, quien tan poca inclinacin senta hacia el
matrimonio. Saurina no perdi el tiempo en excusas intiles y confes a su padre sus
verdaderas intenciones: quera ser monja.
Te lo has pensado bien? Arnau de Vilaritg la miraba con cierta tristeza.
Veris, padre, despus de observar atentamente a mis hermanos, a los que
quiero mucho, como sabis, me he dado cuenta de que ste es un mundo de hombres.
Vos conocis mi aficin a los estudios y sabis tan bien como yo que el matrimonio
me alejara para siempre de ellos. La nica manera en que podra seguir en esta senda
del conocimiento, sin llamar la atencin ni suscitar la crtica, es ingresando en un
convento.
El padre escuch sus palabras con atencin, perplejo ante la firmeza de sus
argumentos. Movi la cabeza afirmativamente, sin contestar, resignado ante aquella
extraa muchacha a la que consideraba una incgnita difcil de descifrar.
Haban pasado casi veinte aos desde aquella conversacin, y Saurina todava la
recordaba con afecto; su padre nunca le haba impuesto nada contra su voluntad. Con
el rostro alzado, observaba con detenimiento la larga grieta del presbiterio de la
iglesia. No haba duda de que necesitaba una reparacin urgente, el problema radicaba
en la manera de hallar el dinero necesario para llevarla a cabo. Era un serio motivo de
meditacin. Saurina siempre haba estado convencida de que la nica forma de rezar,
realmente til, era el dilogo constante e ntimo con el Seor acerca de todo tipo de
conflictos pendientes de resolver, y ni siquiera el problema ms nimio escapaba a ese
dilogo. La ayudaba a reflexionar, e incluso en ocasiones, la solucin apareca de
forma tan imprevista y clara que no poda por menos que creer en la intervencin
divina. Dios habla con nosotras si nosotras hablamos con l acostumbraba a decir
a sus monjas. No son necesarias largas letanas en latn, que muchas de vosotras no
comprendis, para comunicarnos con el Creador. Debis hacerlo como si hablarais
con un padre afectuoso que est preocupado por vuestros pequeos problemas. El
sentido prctico de Saurina, su eterna sonrisa y su optimismo la haban llevado a
convertirse en priora del monasterio. De eso haca ya dos aos, desde la muerte de la
anciana hermana Joanna.
Madre priora, perdonad que interrumpa vuestro rezo, pero La hermana
Agns la miraba con expectacin, y como era su costumbre jams se decida a
terminar una frase.
Saurina se levant, se arrodill en el crucero ante el altar para hacer la seal de la
cruz, cogi a la hermana del brazo y la gui hacia el exterior. El da era gris, plomizo,
y por el norte avanzaban negros nubarrones cargados de tormenta. Saurina aspir con
deleite aquel olor a humedad y a tierra empapada que despertaba todos sus sentidos.
Qu es lo que ocurre, hermana Agns?
No lo s exactamente, hermana priora, pero
Muy bien, por qu no empiezas desde el principio? En el peor de los casos,
estoy segura de que entre las dos descubriremos de qu se trata.
La hermana Agns sac de los faldones de su hbito un pergamino enrollado,
atado con una cinta de seda roja, cuidadosamente lacrado. Extendi su brazo hacia la
priora, mostrndole el objeto y atenta a su reaccin.
Dnde has encontrado eso? Saurina no pudo evitar el asombro, su convento
no acostumbraba a recibir mensajes tan elegantes.
En la puerta del convento, madre priora, encajado en la aldaba. Esta maana, a
primera hora, mando sala para el huerto me lo he encontrado, pero Agns lanz
un profundo suspiro.
Saurina esperaba con paciencia, animndola con la mirada para que continuara.
Es que a las cuatro de la maana no estaba, madre priora, porque he barrido la
entrada y no haba nada de nada, o sea que Arrastr la ltima slaba, con la boca
abierta, como si la siguiente palabra se hubiera atascado en su garganta.
O sea que alguien la ha dejado despus de las cuatro y antes de que salieras
hacia el huerto, no es eso?
La priora sonri con afecto, la hermana Agns nunca sabra lo bien que le venan
sus eternas pausas y vacilaciones, le daban tiempo ms que suficiente para pensar en
las respuestas.
Claro, supongo que s, pero ninguna de nuestras hermanas ha visto nada ni a
nadie, y
Entonces, no hay ms remedio que pensar en la posibilidad de un espectro, un
aparecido misterioso que vaga repartiendo pergaminos por los conventos. Saurina
lanz una carcajada ante el asustado rostro de su interlocutora. Vamos, vamos,
hermana Agns, no me dirs que crees seriamente en esa posibilidad.
La hermana Agns mir a su superiora con perplejidad, siempre le costaba
adaptarse a su peculiar sentido del humor. Antes de conocerla, pensaba que la risa era
un insulto al Todopoderoso, pero haba cambiado de opinin a la fuerza. No poda
imaginarse, ni por un momento, que la priora fuera una tenaz pecadora.
Dame ese pergamino, me har cargo de tan misterioso mensaje y as saldremos
de dudas. Tranquilzate y vuelve al trabajo, yo me ocupar de resolver el problema. Y
si es de tu inters, ten por seguro que te pondr al corriente.
Saurina extendi el brazo en actitud benvola.
Pero no me negaris que es muy raro, no s
Vamos, hermana Agns, tu cabeza ya anda conspirando sin sentido. Lo extrao
tambin es parte de lo que nos rodea, y por norma general acaba resultando de una
vulgaridad pasmosa. Ve con Dios y vigila los frutales, no sea que acaben arruinados
como el ao pasado.
La hermana le entreg el pergamino, todava vacilante, como si el objeto llevara
impresa una maldicin terrible. No era normal recibir algo semejante en el convento,
pens; nunca en sus aos de monja haba ocurrido algo parecido, pero Su
pensamiento se detuvo, atrapado en la vacilacin, las palabras haban huido de su
mente.
Saurina de Vilaritg vio alejarse a su compaera sin perder la sonrisa,
contemplando cmo el rostro de la hermana Agns se volva hacia ella una y otra vez,
con una mueca de temor supersticioso. Sus piernas la llevaban hacia delante con
pasos cortos, en tanto el cuello y la cabeza giraban en una posicin extraa, forzada.
Una vez que Agns se decidi a dejar de fragmentar su esculido cuerpo y recuper la
compostura, piernas y cabeza se pusieron de acuerdo y marcharon en direccin al
huerto. Entonces, Saurina dio media vuelta y se dirigi de nuevo a la iglesia.
La pequea puerta de entrada, situada en el ngulo con el crucero, era diminuta en
comparacin con la altura del edificio. Una puerta especial para frgiles y
empequeecidas mujeres. Qu ms se puede esperar de una construccin hecha por
hombres?, pens la priora con una irnica sonrisa. Atraves sin vacilacin la nica
nave de la iglesia romnica, gir por el brazo norte del crucero, muy cerca de la puerta
que llevaba al cementerio del monasterio, y se sent en la nica silla que all haba.
Aquel sencillo y destartalado mueble representaba para la priora el lugar preferido
para la meditacin: un espacio estrecho e incmodo que no permita distraccin
alguna. Su espalda se apoy en la rgida madera, con un crujido especial de
bienvenida. Saurina se haba convertido en una especialista cuidadosa que saba
descifrar cada sonido que sala de aquella peculiar poltrona.
Contempl detenidamente el pergamino que tena entre las manos, fijndose con
especial atencin en el sello de lacre. El color y la textura indicaban un material caro,
puro, muy lejos del que ella utilizaba, una especie de pasta mixta que secaba con
dificultad. Acerc sus ojos al sello, admirando las delicadas formas de un animal, un
unicornio impreso en el carmes. Un unicornio? No conoca a nadie al que pudiera
identificar con aquel emblema. Rompi el sello con delicadeza, procurando no
estropear la figura del animal fantstico, y desat la cinta roja abriendo el pergamino.
Era breve, escueto, de la medida de unos de los breviarios que haba en el convento.
Estaba escrito en una bella caligrafa Carolina. Una perfecta letra O, encerrada en un
florido cuadrado, iniciaba el mensaje:
Jadeaba por el esfuerzo y sus pulmones ardan en una hoguera que le quemaba las
entraas. La angosta callejuela se estrechaba sin fin en medio de la oscuridad. Corra
ciego, con las manos repasando el negro muro en un vano intento de orientarse,
cuando un rumor ensordecedor recorri la pared y la hizo temblar. Se cerraba, el
muro se cerraba ante l en pequeas sacudidas que levantaban las piedras del suelo.
Intent volver atrs, con el terror golpeando sus sienes, para descubrir que las paredes
ya se haban cerrado a sus espaldas. Exhausto, se apoy en el muro, sin ver, notando
la proximidad de la pared contraria que se acercaba y chocaba contra su pecho. La
presin le aplast las costillas y las parti con un seco crujido. Abri la boca para
gritar, sin que un solo soplo de aire lograra atravesar su garganta.
Guillem, Guillem!
Oy su nombre, el vozarrn de Jacques, el Bretn, aullando aquella palabra en la
distancia.
De golpe, pens que estaba muerto y que soaba, y le sorprendi mucho ms el
hecho de soar que la posibilidad de morir. Los muros le tenan prisionero, se
ahogaba lentamente y oa los gritos del Bretn a muchas leguas de distancia. Acaso el
obstinado gigante le estaba buscando? Era muy capaz, no haba duda posible, no
importaba las rdenes que tuviera, Jacques siempre acababa haciendo lo que le vena
en gana. Aunque pensndolo detenidamente, exista la posibilidad de que tambin el
Bretn estuviera muerto, perdido en un mundo de sombras, desorientado y confuso,
gritando su nombre para no sentir el peso de la soledad. De improviso, el aire volvi a
sus pulmones de manera extraa. Era anormal, ya que su situacin no haba variado y
segua all, encerrado y emparedado entre dos poderosos muros oscuros, sin poder
moverse. Sin embargo, agradeci el respiro y pens que quiz la muerte no fuera tan
horrible como l crea. Acaso algn alma caritativa y errante se hubiera apiadado de
sus sufrimientos, y ahora le mostraba el camino hacia el purgatorio. En cuanto a este
ltimo punto no tena ninguna duda, debera pasar por aquel ambiguo lugar para
expiar todas sus culpas, que eran numerosas y variadas Se acordara de todas ellas
cuando le pidieran cuentas?
Aspir otra bocanada de aire, suavemente, casi sin esfuerzo. Fue entonces cuando
vio aparecer la figura de su maestro, Bernard Guils, que le miraba desde el interior del
muro, fundido en la piedra. Una silueta casi transparente, liviana, con su habitual
sonrisa irnica en los labios: Pero qu demonios haces ah, maldito muchacho? Por
todos los clavos del Crucificado, lrgate inmediatamente!, tronaba su grave vozarrn
muy cerca de su odo[3]. Un brazo de Guils atraves el muro, toc sus cabellos con
suavidad y desapareci en la piedra que le esconda. Guillem not que la presin
ceda.
No haba nadie en el muelle, Bernard se oy a s mismo balbucir con una voz
desconocida. Bien, en realidad s haba, aunque no eran los que yo esperaba.
Creo que sos estn tan muertos como yo y el Bretn. El de Anjou, ya sabes, parece
que esta vez sus espas fueron mejores que yo.
La peculiar sonrisa de Guils desapareci de repente, su rostro se difumin en el
muro y una de sus manos pareci atraer a nuevas visitas, seres que habitaban en el
interior de la misma piedra: Dalmau y frey Besn, cogidos del brazo, le apuntaban con
un dedo acusador en una muda y severa reprimenda: Debes marcharte
inmediatamente de este lugar, muchacho, cantaban a coro en una letana repetida
hasta la saciedad.
Guillem, Guillem!. La voz de Jacques comenzaba a sonar muy asustada, y no
pudo evitar que de sus labios saliera una dbil carcajada. Alguien haba contemplado
alguna vez a aquella mole gigantesca gimotear aterrado? No, Jacques, el Bretn, la
mula ms obstinada y fuerte del Temple, era incapaz del mnimo sentido del miedo. A
no ser Dios misericordioso, no poda haber otra razn posible!, pens dejndose
llevar por un sopor irresistible. Estaban arrastrando al pobre Bretn al Averno, y sus
gritos de auxilio eran slo el espanto ante las llamas infernales. Pero por qu? No
era justo, Jacques no tena ms pecados que l y, a pesar de sus aos, el pobre hombre
se haba esforzado en mejorar.
Respir hondo, disfrutando del nuevo placer, senta el aire discurrir por su
garganta como un ro purificador. Acaso su destino no fuera el Purgatorio, reflexion,
era probable que aquel lugar en donde se encontraba no fuera ms que una estancia
de espera, que quiz no hubiera tantos demonios para tanto trabajo Esa era una
explicacin mejor, ms lgica, l y el Bretn compartiran la misma suerte, slo tena
que esperar a que le llegara el turno. Jacques tena la fuerza de cien toros salvajes,
aunque ya estuviera viejo; a buen seguro las tropas infernales haban necesitado
refuerzos para reducirlo. Muchos refuerzos. Guillem sonri en la oscuridad de su
extrao encierro, despus de todo, no estaba solo. A pesar de sus rostros
enfurruados, el buen Dalmau y frey Besn velaban sus armas junto a l, notaba el
roce de sus brazos pegados a su piel. Y tambin estaba Bernard Guils, aunque ste
apareca y desapareca dentro del muro con una facilidad pasmosa, viajando a travs
de la piedra en un trayecto incierto. Se relaj, estaba muy cansado, dormira un rato y
se dejara mecer por el sueo. Ya le llamaran en cuanto vinieran a buscarle los
esbirros infernales, no iba a ser tarea fcil reducir al Bretn Una desmayada sonrisa
se extendi en su semblante cansado. S, eso era lo mejor que poda hacer, sus
compaeros fallecidos eran unos expertos en el tema, ellos se encargaran de velar por
sus pasos en la nueva situacin, confiaba en ellos. Una agradable sensacin de vaco
se apoder de su mente, las sombras se desvanecan lentamente. Dormir y soar
pens antes de que sus prpados se cerraran con suavidad. Dormir y soar.
Captulo II
La memoria del Unicornio es su alma, escondida en el pensamiento. Recuerda a
sus enemigos, a aquellos que lo traicionaron, a pesar de que se oculten tras el velo
opaco de la dignidad. Uno de ellos es gris, su boca muestra afilados dientes que
escupen indiferencia y crueldad. Es uno, y son muchos los que crecen en su interior.
No ignora quin soy, aunque desconoce que lo sabe.
Girona
Ebre observaba con atencin el estribo que le mostraba el hermano encargado de los
establos. Era un hombre joven, de unos veinticinco aos, entusiasmado por el nuevo
cargo que le haban otorgado haca unos meses. Su pasin por los caballos era
manifiesta, contagiosa, y Ebre se dej llevar por sus largas explicaciones acerca de la
curacin de las delicadas patas de los animales, y por las ltimas novedades sobre
herraduras que venan directamente de Palestina.
Os lo aseguro, hermano Ebre, en lo Orden tenemos a los mejores herreros,
autnticos expertos en todo lo que respecta a estos magnficos animales. Ebre
asenta a cada afirmacin, sin interrumpir. Veris, mi maestro, el anterior jefe de los
establos, qu Dios tenga en su gloria!, dict un tratado sobre los tendones de sus
patas y la manera adecuada de aliviarlos. Debis ser muy cuidadoso con vuestros
animales, pensad que son una extensin de vos mismo
La aparicin de un sargento detuvo de golpe las explicaciones. El hombre se
acerc a ellos, envuelto en la habitual capa oscura que determinaba su posicin en la
Orden. Su cargo le impeda llevar la capa blanca que distingua a los caballeros, y
vesta una sencilla tnica marrn con una cruz roja delante y otra igual en su espalda.
La distincin entre ambas categoras era de carcter exclusivamente social, y el
requisito para obtener la blanca capa era pertenecer a un linaje noble. Los hijos
guerreros de san Bernardo, que clamaban por la igualdad de las personas, se haban
convertido con el tiempo en un ejrcito jerarquizado, y penalizaban la mentira acerca
de la posicin social de sus miembros con la expulsin de la Orden.
Me envan a buscaros, hermano Ebre. Frey Bertomeu os suplica que os reunis
con l en el refectorio explic con voz suave.
Ebre hizo un gesto afirmativo con la cabeza, sin contestar. Esperaba esa llamada,
no dudaba de que Folch intentara por todos los medios recuperar su alma para los
rezos, aunque fuera a travs de una dura reprimenda de sus superiores. Estaba
dispuesto a soportar el castigo, a pesar de que ninguna palabra le hara cambiar de
posicin. En realidad, nadie en la Orden ignoraba que el poder del Temple tambin
hunda sus races en un terreno oscuro y pantanoso, en el que pocos deseaban entrar.
Ebre saba que el comendador de Miravet estaba fuera de la fortaleza, camino de
Valencia, con una nutrida hueste templara. Acudan en ayuda del rey Jaume, que tena
graves problemas para atajar la rebelin en tierras valencianas. Su sustituto era frey
Bertomeu, un tranquilo personaje de mirada amable, al que nada ni nadie consegua
alterar.
Sintate, muchacho. Frey Bertomeu se arrellan en la silla y le sirvi una
copa de vino. Y que conste que este vino no est aguado, como el que
acostumbramos a servir en las comidas.
Seor, ya s que Folch est convencido de que voy directo al Infierno, pero
Ebre se detuvo, interrumpido por un imperioso gesto de su superior.
Alto, alto, Ebre, no te precipites. Una sonrisa irnica bailaba en los estrechos
labios del templario. No te he llamado para regaarte, no es mi intencin sustituir al
hermano Folch en su papel favorito. Pero debes comprenderlo, muchacho, te conoce
desde que eras un cro, y se siente unido a ti en una especie de paternidad espiritual.
No ignora los peligros que conlleva el trabajo al que te dedicas Aunque en mi
opinin, los exagera considerablemente. Sin embargo, quizs esa exageracin sea un
contrapunto para equilibrar esta difcil balanza de nuestra fe. Ests de acuerdo?
Frey Bertomeu mantena la sonrisa, y apur la copa de vino con expresin
satisfecha. Su estrecho rostro mostraba un gesto de diversin, una mueca burlona que
resaltaba sus penetrantes ojos claros. Ebre, a la expectativa, prefiri no contestar.
Ya lo sabes, muchacho, nuestro doble papel en el mundo preocupa a muchos de
nuestros hermanos aadi, sin valorar el silencio de Ebre. Algunos viven de
forma incmoda esta fragmentacin de nuestra alma: somos monjes o soldados?
Puede un hombre sobrellevar esta doble carga sin deformar su alma? Es una
pregunta muy vieja, Ebre, hasta nuestros fundadores estaban inquietos ante la posible
respuesta. Sin embargo, es necesario respetar las dudas del corazn humano, eso es lo
que nos acerca a Dios. Es el caso de nuestro hermano Folch, est atemorizado ante esa
divisin porque su experiencia no result ser lo que l esperaba. Y es un ser especial,
Ebre, aunque resulte agotador en sus intenciones.
No estoy enfadado con Folch, frey Bertomeu, si es ello lo que os preocupa.
Entiendo perfectamente lo que le inquieta, he tenido buenos maestros que me han
enseado a respetar la diferencia.
Ebre estaba un tanto sorprendido, no esperaba que la conversacin versara sobre
aquel tema.
Ya lo s, muchacho, pero es bueno hablar de ello. Ayuda a consolar la
conciencia de aquellos que dudan de tenerla. Pero no le he llamado para discutir de
temas tan profundos, en realidad, tengo que darte una noticia. Frey Bertomeu le
observ con curiosidad, la oscura tez de Ebre haba palidecido.
Es Guillem est, est?
No est muerto, si es que esperabas esa noticia, tranquilzate. Guillem de
Montclar tiene mucha suerte, la mano divina parece protegerlo. Sin embargo, est
herido de gravedad, ese trabajillo que se traa entre manos no sali tan bien como l
esperaba. Frey Bertomeu adopt un tono grave, la sonrisa se borr de su rostro.
Hace una semana que su nave lleg a Castell dEmpuries y, despus de ser atendido,
la Orden decidi trasladarlo a la encomienda de Aiguaviva, muy cerca de la ciudad de
Girona.
Frey Bertomeu aspir una larga bocanada de aire, sin dejar de observar a su
interlocutor. Pareca estudiar cada palabra, en un intento de situar los hechos con la
mxima claridad. Estaba preocupado.
Bien, por lo que me ha llegado, creo que le han dado un pequeo varapalo y lo
han dejado en remojo, en tanto piensan qu deben hacer con l aadi con seriedad
. Ahora se supone que debo interrogarte acerca del hecho: si estabas enterado o no
de la naturaleza de esa misin, para la cual no contaba con la autorizacin de la Orden.
Por lo que ves, se suponen muchas cosas de lo que debo hacer en esta situacin, y no
creo que vaya a hacer ninguna de ellas. No est en mi larga lista de obligaciones
mantener un interrogatorio contigo, Ebre, sera una perdida de tiempo y de energa. Ya
conozco tu respuesta de antemano: No s nada de nada de nada No es cierto?
Y en realidad lo es, frey Bertomeu, no s nada de esa misin. Ya sabis que
Guillem acostumbra a dejarme aqu en ocasiones, dice que es por el bien de mi alma y
para que no me olvide del lugar del que procedo, y El rostro de Ebre era la
imagen de la inocencia. Frey Bertomeu lo interrumpi de nuevo alzando la mano.
Cllate, Ebre, te lo ruego. Ya te he dicho que no voy a perder el tiempo en
preguntas, no lo pierdas t con mentiras innecesarias.
Una serenidad especial emanaba del templario, que volvi a sonrer sin mostrar el
ms leve gesto de enfado.
Entonces, puedo ir con Guillem? Ahora me necesita ms que nunca, frey
Bertomeu, no puedo abandonarlo a su suerte, alguien debe cuidar de l. La
pregunta contena una expectacin manifiesta, una prisa por desaparecer al instante.
No dira yo que Guillem de Montclar est solo y abandonado a su suerte,
muchacho, la Orden no lo permitira. Pero es evidente que el Bretn agradecera tu
presencia, segn me han dicho andan de nuevo perdidos en discusiones intiles,
alterando con sus gritos a los pocos hermanos de Aiguaviva. Eso, en cierto modo, es
una buena seal en lo que se refiere a la salud del hermano Guillem, no crees?
Frey Bertomeu se levant de la larga mesa. Puso sus manos a la espalda,
reflexionando. Te dejar ir, desde luego, pero necesito que me hagas un favor.
Lo que sea, frey Bertomeu, har lo que me ordenis.
La rapidez de la respuesta del muchacho sumi a su superior en una larga pausa.
Ebre cerr la boca y detuvo el caudal de palabrera que se agolpaba en su garganta, no
era el momento adecuado.
Es un favor, no una orden, eso debe quedar claro. Bertomeu vacilaba, como
si no estuviera muy seguro de lo que iba a decir. Vers, tengo un pariente, un primo
lejano, en Girona. Me ha escrito repetidas veces durante los ltimos meses en
demanda de ayuda, parece que tiene problemas. Extraos problemas, dira yo Si he
de ser sincero contigo, no estoy seguro de que ese hombre est en sus cabales, todo lo
que cuenta sobrepasa mi imaginacin, y no niego la posibilidad de que est
completamente loco. Pero no quiero precipitarme en mis juicios, no sera justo.
Desde luego, frey Bertomeu, pero decidme, de qu se trata? Ebre se
mostraba sorprendido ante el cariz que tomaba la conversacin. Deseaba con toda su
alma correr en auxilio de Guillem, estar a su lado, pero no poda negar que la
vacilacin de frey Bertomeu despertaba su curiosidad. Eligiendo con cuidado sus
palabras, aadi: Si he de viajar hasta la encomienda de Aiguaviva, no me ser
ningn esfuerzo visitar a vuestro pariente.
S, exacto, sa es la idea principal. Slo deseo que puedas evaluar el estado en
que se encuentra, sin complicarte demasiado en los motivos de su situacin
Bertomeu segua dudando, su mirada se encontr con la del muchacho, que le
escuchaba con atencin.
Perdonad, pero ahora no os entiendo. Si vuestro pariente est enfermo, es
lgico creer que habr un motivo, una razn que explique su estado.
Si y no, muchacho. Si se hubiera roto una pierna, sera razonable pensar en un
motivo lgico: desde una cada a una coz imprevista. Pero, en este caso, las razones
que alega son, son Bertomeu no pareci encontrar las palabras precisas.
Enmudeci de repente y dio la espalda a Ebre.
Me estis asustando, tan grave es que no podis mencionarlo? Sea lo que sea,
frey Bertomeu, os aseguro que mantendr la discrecin, y slo ser responsable ante
vos de todo lo que averige.
Bertomeu volvi a la mesa y se sent con gesto cansado. No era habitual ver la
inquietud en su rostro, sus ojos claros parpadeaban indecisos y su sonrisa haba
desaparecido sin dejar rastro.
Mi pariente, Renau de Biure, es un prspero terrateniente. Su madre era prima
de la ma, y ambas se profesaban un gran afecto. Este hombre del que te habl se cas
con una mujer de condicin social superior a la suya, Sibila, de la cual estaba
locamente enamorado. O eso dicen, que era una pasin ms prxima a la locura que a
la razn. Bien, el problema que Renau me expone con tanta desesperacin es que su
mujer le persigue sin tregua, a todas horas.
Perdonad de nuevo, frey Bertomeu, pero he de confesar mi ms absoluta
ignorancia acerca de asuntos conyugales, no sabra ni cmo empezar para calmar una
ria matrimonial, y Ebre se detuvo ante el gesto brusco de su superior, que le
exiga paciencia.
No es un asunto de esa ndole, muchacho.
Entonces, no lo entiendo, qu puedo hacer yo en medio de un matrimonio?
El encargo empezaba a poner nervioso a Ebre, que no comprenda la naturaleza de
su intervencin.
El problema, Ebre, es que la mujer de mi pariente est muerta y enterrada.
Bertomeu, turbado, llen de nuevo su copa de vino. Sibila muri hace quince aos,
tiempo ms que suficiente para llorar su perdida. Alguien acab con su vida,
muchacho, encontraron su cuerpo cerca de la casa, casi irreconocible a no ser por sus
ropas y sus joyas. Se haban ensaado con la pobre mujer de tal modo La voz
tembl hasta enmudecer. Bertomeu volvi a levantarse bruscamente, carraspe un par
de veces y continu. Nunca descubrieron al culpable de aquella carnicera, y el
hecho perturb de tal manera a Renau que casi se volvi loco de dolor. Y lo que temo
es que el tiempo transcurrido haya borrado este casi y mi pariente haya entrado
directamente en la locura. Entiendes? Eso es lo que me preocupa, un hombre en esa
situacin es capaz de lo que sea.
Por todos los santos celestiales! Podra ser que el alma de esta mujer no
consiguiera el descanso definitivo. Se dice que hay muertos que no encuentran su
camino, frey Bertomeu, que vagabundean eternamente en busca de auxilio. Y que en
su desesperacin logran atemorizar a los vivos! Ebre not cmo los cabellos de su
nuca se erizaban, recordaba las viejas leyendas de aparecidos que sola contarle frey
Besn.
No, no, Ebre, te equivocas! afirm Bertomeu con rotundidad. Ese no es el
camino, las historias de aparecidos slo estn para asustar a las viejas. Los fantasmas
no existen, muchacho. Lo nico que quiero que hagas es que visites a Renau y evales
su estado, aljate de todo lo dems. Los muertos no vuelven de sus tumbas, debes
tenerlo claro, no quiero otro loco en este asunto.
Ebre, boquiabierto, miraba fijamente a frey Bertomeu. Este le devolvi la mirada
en un gesto que contradeca sus palabras, su semblante estaba plido y sus manos se
aferraban con fuerza a la mesa. Un denso silencio los envolvi y una rfaga de aire
helado pareci recorrer las paredes de la amplia estancia, sobrevolando sus cabezas.
Captulo III
La mirada del Unicornio es como la luz que atraviesa las tinieblas, nada ni nadie
se escapa a su percepcin. Observa al necio, mil en uno solo, aunque se oculte como
una alimaa en su oscura guarida, creyendo que sus viejos dioses le protegen. Su
tiempo es el morir en la necedad, tiempo de destruir, tiempo de callar.
Ciudad de Girona
Astruc Ravaia, alcalde del cali de Girona, dignidad a la que los hebreos llamaban
nasi, mir con preocupacin a su amigo Salom Zaporta. La asamblea del Consejo
haca muy poco que haba finalizado, y los dos paseaban por el patio de la sinagoga.
El conjunto formaba un rectngulo con dos espacios principales: la sala de oracin, al
este, que se divida en lo que denominaban la sinagoga mayor, dedicada a los
hombres; y la menor, para las mujeres, una especie de coro interior alzado. Despus,
esta amplia estancia se abra al patio, que se alargaba hasta la muralla y a su paso de
ronda. Se deca que el edificio haba sido una iglesia cristiana, Sant Llorenc, cedida a
los hebreos a cambio del solar de la primitiva Sinagoga. Este intercambio se haba
producido muchos aos atrs, ya que la situacin del viejo edificio, entre la catedral y
el palacio episcopal, impeda las obras de ampliacin de ambas instituciones. La actual
sinagoga se hallaba emplazada en un callejn lateral de la va principal del cali, la calle
de la Forca, en su lado oeste.
S que no es fcil, Salom murmur Astruc Ravaia en voz baja, pasando
un brazo por los hombros de su compaero. Realmente no me esperaba algo as de
Mordeqai, a pesar de que en los ltimos aos su comportamiento no ha dejado de
empeorar, no poda imaginar que acabara de este modo.
Ha sido un trato, Astruc, un trato indecente para salvar el pellejo. Salom se
debata entre la amargura y la clera. Vi algo en los ojos del alguacil que no supe
descifrar, como si el hombre intentara decirme algo
No creers ni por un momento que su conversin tenga algo que ver con la fe,
Salom? Astruc mantena el ceo fruncido, aquel asunto le tena inquieto y
preocupado.
La fe! Mordeqai no cree en nada, Astruc, slo en la solidez de unas mseras
monedas! salt Salom, con los labios apretados en una delgada lnea. No dudo
ni por un instante que esa conversin se debe a un pacto: olvidarn los delitos de ese
renegado a cambio de su conversin a su fe. Es un acuerdo que beneficia a ambas
partes, Mordeqai se salvar de la mazmorra o de algo peor Y ellos, ellos se
podrn jactar de tener en su seno al hijo de un miembro del Consejo.
Son unos inconscientes, Salom, no saben qu clase de serpiente meten en su
cesto, slo les va a causar problemas, gravsimos problemas Y lamento tener que
hablar as de tu hijo. Astruc estaba apenado, con la cabeza inclinada.
He renunciado a ese muchacho, lo he expulsado de mi casa y de mi corazn, no
debes preocuparte ya de tus palabras. Slo dices la verdad, Astruc, nunca me has
mentido, los dos sabemos que este asunto no tena muchas soluciones felices. Pero
Sara Sara no puede entenderlo. Salom reprimi un sollozo que qued encerrado
en el fondo de su garganta.
Hay que dejar pasar el tiempo, amigo mo. Permite que el dolor fluya, no lo
escondas a tu mujer ni a tus amigos, Salom, no dejes que se pudra en tu interior.
Sabes que la amargura es un pesado fardo para este viaje, slo har que envejezcas
solo, alejado de tu tradicin y de tu fe.
Las lgrimas caan del rostro de Salom, sus apretados labios se abrieron en un
gemido. Siempre haba sido un hombre de fe, amaba a su pueblo y sus tradiciones,
crea en la divina fuerza de su Dios, pero Mordeqai Su hijo no slo era un
delincuente, un ladrn que despojaba a sus vctimas, era algo mucho peor. Haba
entrado en el alma de su padre como una negra tormenta, saqueando sus ms
preciados bienes. La fe de Salom se haba convertido en un pantano en donde se
hunda, y sus plegarias ya no encontraban un paciente receptor que las acogiera con
benevolencia. Por qu, Seor, por qu?, repeta da tras da, ao tras ao Un
largo y difcil camino que le robaba las energas y la conviccin.
Quieres que te acompae a casa, Salom? Astruc le contemplaba con honda
preocupacin, como si los pensamientos de su compaero le atravesaran. Debes
tomarte un descanso, viejo amigo, estar con tu mujer y darle fuerzas.
Salom se enjug las lgrimas con un gesto brusco y respir con fuerza, intentado
controlar el torrente de emociones que le sacuda. No quera volver a casa, ni tampoco
ver a su mujer para darle unas noticias que saba que destruiran su corazn. No,
todava no, sus fuerzas le abandonaban, e ignoraba dnde hallar la fuente vital para
recuperarlas.
Debemos escribir al Rey, Astruc, esos malditos clrigos han provocado muchos
daos en la parte alta del cali. Volvi a respirar con intensidad, buscando en los
problemas cotidianos de su comunidad un alivio para el dolor. No quera pensar en
nada ms. Sabes algo de la salud del buen rey Jaume?
Las noticias son inquietantes, Salom. Astruc respet los deseos de su amigo
de cambiar de conversacin, saba que intentaba aferrarse a una realidad diferente a la
suya. El Rey ya es viejo, y no es la primera vez que su salud le juega malas pasadas,
creo que ya tiene 68 aos y un corazn cansado. Est en Xtiva, eso me han dicho, le
han suplicado que se quedar all, en la retaguardia. Las cosas no van bien por tierras
valencianas, han sido derrotados en Llutxent, y se dice que la tierra qued tan
empapada en sangre que ms pareca que hubiera llovido gotas del fluido vital. El rey
Jaume se encoleriz ante la matanza y volvi a ordenar a su hijo, Pere, que acudiera
en su ayuda, pero ya sabes, los hijos
Todava anda detrs del conde de Empries, me temo susurr Salom, que
intent alejar de su mente cualquier referencia a conflictos entre padres e hijos.
Pero acudir, Astruc, ir en ayuda de su padre, est tan interesado como l en sofocar
la revuelta de Valencia. Es el heredero, no lo olvides, y detesta las rebeliones mucho
ms que su padre.
Posiblemente tengas razn, siempre has tenido una visin ms certera que yo en
estas cosas, a pesar de mi cargo.
Una mueca irnica asom a los labios de Astruc. Su cargo, alcalde del cali de la
ciudad de Girona, era designacin directa del Rey, que elega siempre a una persona
de su total confianza. El nasi actuaba con total independencia del Gobierno de la
ciudad, y no renda cuentas de sus actos a nadie ms que a la persona del Rey.
El prncipe Pere acudir, no tiene ms remedio que hacerlo, Astruc confirm
Salom, compartiendo la sonrisa de su compaero.
Y en Tierra Santa, las noticias son cada da ms desalentadoras sigui
Astruc, con la voluntad de alejar a su amigo de pensamientos familiares sombros.
Genova y Venecia siguen en pie de guerra, los Estados cristianos decaen lentamente a
causa de sus propios conflictos, se distraen matndose entre s Hasta los templarios
y los hospitalarios se persiguen con saa unos a otros. Mientras aqu, en Occidente, el
asunto no parece que les preocupe un comino.
Te has dado cuenta de lo mucho que se parecen las dos ciudades, Astruc?
Salom pareca absorto, perdido en su memoria. La vieja ciudad de Girona y
Jerusaln Hay das en que mis preocupaciones me llevan a vagabundear por la
ciudad vieja, me pierdo en sus estrechos y empinados callejones, y en algunos
momentos no s dnde me encuentro. Slo he estado en la Ciudad Santa una vez,
recuerdas? Y all me ocurra lo mismo. En ocasiones, tena la sensacin de que a la
vuelta de la esquina de cualquier callejn encontrara la puerta de mi casa.
Lo s gracias a ti, Salom, nunca he estado all. Sin embargo, tu memoria me
hizo viajar hasta aquellas lejanas tierras. T me hiciste sentir esa sensacin
Recuerdas aquel juego de hace algunos aos, de cuando volviste de la Ciudad Santa?
Me decas: Y ahora, un poco ms arriba, desembocaremos delante de la iglesia del
Santo Sepulcro. Y yo la vea, Salom, gracias a ti, como si estuviera viajando sin
moverme de casa. Astruc ri en voz baja, paladeando aquella emocin.
Jacques, el Bretn, se detuvo jadeando, haba perdido de vista las anchas espaldas
de Guillem. Se inclin y apoy sus manos en las rodillas, procurando recuperar el
resuello. El chico tena razn, estaba viejo y gordo, y era incapaz de seguir sus largas
zancadas hacia ninguna parte. Su rodilla estaba cada vez peor, senta que la vieja
herida se abra por dentro y morda tendones y huesos.
Rayos, condenado hijo de la peor ramera! El exabrupto reson a travs de la
calle que ascenda hacia el portal de Sobreportes.
Jacques estaba a punto de estallar en lgrimas de rabia e impotencia. Aquel
recuerdo era vivido y le quemaba las entraas: el maldito musulmn y su maza
repleta de clavos, descargando su furia en su rodilla hasta destrozarla! Con la cabeza
inclinada hacia el suelo, liber su dolor con el recuerdo, rememorando aquel lejano y
maldito da de 1271. Una torcida sonrisa ilumin sus facciones, era indiscutible que le
haban machacado la rodilla, pero fue lo ltimo que hizo aquel maldito bastardo en su
corta vida. No saba exactamente cmo pudo levantarse del suelo, izar sus casi dos
metros de altura, soportando el tormento de la herida, y acabar con su existencia
golpendole la cabeza contra una roca hasta que se hizo trizas entre sus manos. No,
ignoraba cmo lo haba hecho, pero aquel hijo de perra haca aos que se pudra en el
Infierno El recuerdo de Tierra Santa le conmovi hasta lo ms profundo, y un
sollozo contenido ascendi por su garganta y le impidi respirar con normalidad.
Dios todopoderoso, el nombre de Jacques, el Bretn, significaba algo all! Era la
mula ms temible del Temple, y su solo nombre era capaz de provocar una estampida
de terror entre sus enemigos. En qu se haba convertido, por los clavos de Cristo?
Se incorpor lentamente, luchando por recuperar el aliento. La calle estaba muy
transitada y haba logrado captar la curiosidad de los parroquianos. Le pareci
observar miradas de compasin, pequeos detalles que slo confirmaban todas sus
sospechas: Jacques, el Bretn, haba muerto en el mismo instante en que el maldito
musulmn agonizaba entre sus manos, el bastardo del demonio le haba robado el
alma! Nunca volvi a ser el mismo, durante aos su vida haba estado esclavizada,
condenada a un bastn que intentaba sustituir a su destrozada rodilla. Y despus, un
tiempo interminable para liberarse de aquel maldito apoyo, con la obstinacin de cien
mulas y los dientes chirriando para soportar aquel dolor atroz e inhumano. Y todo
para qu? Para que alguien le escupiera en la cara que estaba gordo y viejo, una
carga intil que ni siquiera l poda arrastrar con dignidad.
Pero qu diablos te ocurre?
Guillem le contemplaba con preocupacin, con los brazos en jarras y el ceo
fruncido. El Bretn le devolvi la mirada, estudiando a su compaero con atencin.
Slo poda ver a un muchacho de dieciocho aos que un da apareci en su taberna,
aquella mirada perdida y asustada, aterrado ante la muerte de su maestro, Bernard
Guils, el mejor amigo de Jacques. En aquellos tiempos, el Bretn representaba el
mejor papel de su vida, el tabernero del peor antro de la ciudad de Barcelona, los ojos
y odos de su Orden, siempre atento a los rumores que corran entre la gentuza que all
se reuna[4].
Y de golpe, casi en una iluminacin repentina, Jacques, el Bretn, se dio cuenta
del tiempo transcurrido, una sensacin que no haba experimentado jams. Por qu
se empeaba en llamar chico a aquel hombretn que le contemplaba? A pesar de
que el Bretn sobrepasaba en mucho la altura de la mayora de los mortales, Guillem
de Montclar consegua que esa diferencia de talla no se notara. Estaba delgado, pero
sus anchas espaldas dibujaban una musculatura firme, que marcaba cada lnea cuando
su cuerpo se pona en tensin. Su rostro de delicadas facciones haba adquirido con el
tiempo una dureza especial, con el cuadrado mentn que sobresala con firmeza. Slo
cuando Guillem estallaba en carcajadas, poda el Bretn recuperar a aquel muchacho
de aos atrs que le miraba con admiracin. Su mirada tampoco haba cambiado,
aquel intenso color castao, tan parecido a la tierra hmeda, poda brillar lanzando
seales peligrosas y, en unos segundos, transformarse para comunicar una profunda
calidez.
Jacques, te encuentras bien?
Estoy muerto, chico, muerto y enterrado susurr en voz baja.
Puede saberse de qu mierda ests hablando, idiota? Guillem no se atrevi a
ayudar a su compaero, tema sus reacciones y no estaba dispuesto a recibir un
manotazo del Bretn que le lanzara calle abajo.
Como t mismo puedes comprobar, ni siquiera soy capaz de seguir tu ritmo.
Quiero morirme de una maldita vez Si alguien se apiadara de m, me clavara un
hacha en mitad de la frente y terminara con este tormento.
Es una idea excelente, confieso que se me ha pasado por la mente en ms de
una ocasin. La mirada de Guillem experiment una de sus transmutaciones, la
ternura y la irona bailaban en sus ojos. Eres un carcamal gigantesco, Jacques, y las
barbaridades que dices se corresponden con tu tamao. Vamos, asno obstinado, he
visto una taberna con peor pinta que la tuya, a buen seguro que te trae recuerdos
espantosos.
Guillem emprendi la marcha con paso lento y pausado. Notaba el resuello de su
compaero a sus espaldas y disminuy el ritmo hasta que vio al Bretn a su lado. Le
sobrepasaba casi un palmo entero, pero a pesar de ello le sorprendi observar que
pareca ms bajo, como si hubiera decrecido. Iba ligeramente encorvado para
compensar su cojera, y sus poderosos hombros se encogan por el esfuerzo. Su pelo,
del color de la paja, estaba veteado con una variada gama de grises y blancos, largo y
mal cortado. A Guillem se le aceler el pulso ante el panorama, Jacques se
desmoronaba ante sus ojos y l era incapaz de asumirlo, no quera hacerlo. Tena la
profunda conviccin de que el Bretn era inmortal, necesitaba creerlo para compensar
la ausencia de demasiados seres queridos.
Qu te traes entre manos, Guillem? Qu maldita cosa has escondido?
farfull Jacques con los labios apretados.
Dime una cosa, Jacques, a estas alturas de la historia, crees en algo? Guillem
evitaba la pregunta, pareca interesado en otras respuestas. Me refiero a la fe,
entiendes? Los rezos, los salmos, los santos No s, todo eso. Quiero decir que si
cuando te arrodillas en la iglesia eres capaz de percibir la presencia de Dios.
Jacques, el Bretn, palideci todava ms ante la inesperada pregunta. Se detuvo
en seco, incluso su rodilla cruji de manera desagradable en un acto de protesta, como
si en lugar de tendones destrozados tuviera un fino odo. Mir a Guillem,
desconcertado, aquel chico siempre haba conseguido alterar su escasa conciencia y
remover los frgiles cimientos de su alma.
Quiero emborracharme afirm con rotundidad. Si vas por ah, quiero
emborracharme.
a casa se levantaba sobre una pequea colina rodeada de prados, cerca del
camino de Salt. Era una construccin cuadrada, de poderosos muros, con una
amplia torre que protega el portn de entrada. Desde la explanada que se
Ja, todava recuerdo la cara de idiota que ponas cuando entraste en mi taberna!
Las carcajadas del Bretn lograron conmover hasta las sucias paredes.
Guillem sonri ante el recuerdo de su compaero. Tena razn, no haba en el
mundo un ser ms asustado que l cuando entr en aquel tugurio de mala muerte. Su
maestro, Bernard Guils, haba sido asesinado, y una sombra invisible se cerna sobre
su vida, amenazndola. No slo estaba asustado, sino que el miedo ms intenso
transpiraba por cada poro de su piel. Jacques le haba engaado hbilmente, sin que
pudiera sospechar que tras aquel gigantesco tabernero se esconda un espa del
Temple El Delfn Azul!, pens. Menudo nombre para aquel antro mugriento y
asqueroso! Tripulaciones enteras gastaban all sus miserables sueldos, vomitando
obscenidades y confidencias, y all estaban los finos odos del Bretn para tomar
buena nota.
Hay veces que hasta lo echo de menos farfull Jacques con voz pastosa.
El qu? Qu es lo que aoras, Tierra Santa? Guillem se haba perdido en
sus propios recuerdos.
El Delfn Azul, mi maldita taberna! aull el Bretn con la mirada extraviada.
Vamos, no seas estpido. Era el lugar ms horrible que he conocido jams, no
me puedo creer que sientas nostalgia de algo tan espantoso.
Te lo juro, chico, all me senta libre como un gorrin. Era como un emperador
omnipresente, alzado en mi tarima, controlando cada palabra, cada movimiento
Guils me entenda, siempre me entendi. Jacques derivaba hacia la melancola, al
recuerdo de sus amigos muertos.
Un gorrin, t? Mejor dira que un buitre gigantesco. Es hora de irse,
Jacques, ests ms borracho de lo que acordamos y ya empiezas a hablar de los
muertos. Guillem se levant de un salto. Ya te avis de que te acompaara hasta
llegar a este punto, siempre haces lo mismo. Y no quiero soportarte borracho y
vomitando barbaridades sobre el tema!
Un nudo se instal en la garganta de Guillem ante la mencin de su difunto
maestro. No quera hablar de los seres queridos ausentes, no deseaba sentir el
profundo vaco que an le conmocionaba despus de tantos aos. No estaba
preparado e intua que nunca lo estara, posiblemente no quera estarlo. Levant al
Bretn, sujetndolo por uno de los brazos, y slo consigui que ste perdiera el
equilibrio y cayera sobre su trasero. Jacques se lo qued mirando con los ojos muy
abiertos, espatarrado en el suelo, y despus de unos breves segundos estall en
carcajadas.
Por todos los asnos que hay en este mundo! bram. Acaso te crees
con fuerza suficiente para cargar conmigo? Nadie, oyes, nadie ha podido levantarme
ni medio palmo del suelo! Puedo hacerlo slito, maldito cro arrogante y prepotente,
no te necesito para nada! Me has llamado gordo e intil Y no estoy gordo, diablos,
slo soy grande!
Guillem suspir, los vapores del vino tambin le tenan atontado. Se apart con
cautela, observando las complicadas maniobras del Bretn para levantarse. Jacques
tir tres mesas y a punto estuvo de empezar una pelea con unos parroquianos,
despus arroll a cinco inocentes clientes cuando ya estaban a las puertas de la
taberna. Guillem le segua, disculpndose, arrojando unas monedas para calmar los
nimos e invitar a una ronda a los afectados por la tormenta que causaba su
compaero.
Sabes lo que te ocurre, muchacho? barbote el Bretn, apoyado en el
muro. Que piensas demasiado, y eso no es bueno. Te lo digo yo, creme, Dalmau y
Guils te diran lo mismo. La fe! Acaso tu trabajo te permite esas extravagancias?
No, te lo digo yo, Jacques, el Bretn, no y no.
Haciendo eses por la amplia calle que ascenda, y topando de bruces con los
muros de la colegiata de Sant Feliu, el Bretn consigui enderezar sus pasos hasta
atravesar el portal de Sobreportes. Guillem le segua, cabizbajo y sin intervenir, con la
esperanza de que su compaero no se desmoronara completamente. Casi de
inmediato, se encontraron en la silenciosa plaza del Mercadell, ante las altas escalinatas
de la catedral. Era un silencio que impona, aquella concurrida plaza del mercado
durante el da se converta en las horas nocturnas en un refugio de sombras que huan.
Guillem contempl cmo Jacques tropezaba y chocaba contra el primer escaln de la
catedral, tambalendose. Se encamin hacia l con toda la serenidad posible.
Acabars con todos los huesos rotos si sigues as, y por muy dura que tengas
esa cabezota, conseguirs que te estalle como un huevo podrido.
El Bretn siempre lograba sacarle de sus casillas con su carcter obstinado, y ya
estaba a punto de soltarle un feroz insulto, cuando unos gritos detuvieron su
intencin.
Agns, Agns! Una voz femenina marcaba el aire con su tono agudo y se
detena cerca del portal, a su derecha.
Otra voz varonil la segua en el ter, controlada, en un vano intento de gritar en
voz baja.
Ante el asombro de Guillem y del Bretn, que pareci despertar de golpe,
aparecieron dos siluetas que atravesaron el portal velozmente. Y ambos quedaron an
ms desconcertados al contemplar a una monja y a un templario corriendo en su
direccin. Por un instante, Guillem de Montclar comprendi que haba bebido en
exceso y era preso de las ms delirantes visiones. No haba otra explicacin posible, y
se qued quieto, a la espera de que la pesadilla se desvaneciera.
Con la espalda pegada a los muros, sinti cmo el sudor resbalaba por su frente.
No se atreva a moverse, atento a cualquier interrupcin indeseada, esperando el
momento propicio para colarse en el call, justo antes de que la puerta Este se cerrara.
No haba otra manera de hacerlo, hubiese sido imprudente mostrarse a la luz del da.
Conoca perfectamente las costumbres del encargado de la puerta, y saba que nunca
cerraba sin antes visitar a un conocido que viva cerca, fuera del barrio judo.
Contempl cmo el hombre sala, andando despacio, y silbaba una meloda popular.
Mordeqai se desliz como una sombra a sus espaldas, atraves la calle y entr en
el oscuro y empinado callejn que descenda hacia la va principal, la calle de la Forca
del Cali. Al llegar all se detuvo, con las sienes palpitando por el esfuerzo y por la
excitacin, deba llegar al punto de la cita sin ser sorprendido, las rdenes eran muy
estrictas. Aunque no le preocupaba, haba entrado en la casa de sus padres de mil
maneras diferentes y a las horas ms intempestivas, y ellos nunca se haban dado
cuenta. Pensar en su padre, provoc una mueca de disgusto en su rostro, nunca le
haba entendido. Odiaba su resignacin, aquella mirada de conformidad ante las reglas
establecidas Qu razn tena l para quedarse encerrado entre aquellos muros del
asfixiante barrio? Por que cumplir unas reglas que consideraba estpidas? Mordeqai
aspiraba a otra vida mucho ms acorde con sus necesidades, y no haba duda de que
sus necesidades eran numerosas.
Cruz la calle principal y gir a la derecha hasta encontrar el callejn que llevaba a
la vivienda familiar. Su cautela aument, no deseaba darse de bruces con el encargado
de la puerta Norte, que, en aquel momento, cerraba la entrada. Avanz
silenciosamente y lleg al muro del jardn de sus padres, donde encontr con facilidad
los salientes para afianzar los pies. Salt el muro y esper unos segundos, con el odo
atento, el insomnio de su padre era un problema a tener en cuenta. Se adentr en la
casa con la suavidad de un gato, y no se detuvo hasta rozar con una mano la puerta
del stano.
Muchas de las casas del recinto amurallado, incluidas las del barrio judo, se
haban construido sobre edificaciones antiguas. Sin tiempo para derribar las viejas
construcciones, los nuevos habitantes se haban limitado a edificar encima de ellas,
aprovechando los materiales necesarios. Mucha gente ignoraba qu era lo que se
encontraba bajo sus casas, rellenando los huecos con los restos del derribo. Otros
haban aprovechado parte de lo anteriormente construido, como era el caso de Salom
Zaporta. Una gran estancia que se extenda bajo casi toda la superficie de su vivienda,
con elegantes arcos de medio punto, fue convertida por el encuadernador en un
stano donde guardar sus materiales de trabajo. Todo, excepto el pergamino y el
papel. La humedad que impregnaba aquellas paredes siempre haba hecho temer a su
esposa una sbita inundacin, en la creencia de que un delgado hijo del ro Onyar se
filtrara bajo su casa. Cuando Salom arregl aquella estancia, se encontr con una
desagradable sorpresa: un tnel, bajo y estrecho, sala de ella, y no haba duda de que
se trataba de una construccin humana. No slo no tuvo ningn inters en descubrir
hacia dnde se adentraba aquel oscuro agujero, sino que se aplic a la tarea de
cerrarlo con una pesada puerta de hierro. Salom crea en la perversidad de las
entraas de la tierra, y detestaba los espacios a los que no llegaba la luz. Su hijo,
Mordeqai, pensaba todo lo contrario. Su curiosidad por aquel estrecho tnel no hizo
ms que crecer durante toda su infancia, y cuando entr en la adolescencia ya tena
claro cmo actuar.
Mordeqai se acerc a la pequea puerta de hierro del stano. Durante aos la
haba cuidado, se haba encargado de engrasarla, de raspar cualquier asomo de xido,
siempre a espaldas de su padre. La acarici en un extrao gesto de ternura, casi con
veneracin. Sonri ante sus pensamientos: en realidad, todo haba empezado por su
constante necesidad de huir de la autoridad paterna, de la rgida severidad con que
eran controladas sus idas y venidas. S, todo haba empezado como un juego, pens.
Sin embargo, aqul haba sido el camino para encontrar al Maestro. Su destino estaba
marcado por brillantes estrellas que le guiaban hacia l, que absorban su ser para
fundirse en la eternidad que se le ofreca. Mordeqai suspir profundamente, senta su
llamada, los brazos del Maestro reclamaban su presencia, y en cada latido de su
corazn se hallaba la respuesta.
Abri con suavidad la pequea puerta de hierro, que se desliz sin el menor
sonido, entr en el estrecho tnel a gatas y cerr a sus espaldas. Oa su voz, perciba la
presencia que envolva todos sus sentidos. Estoy aqu, Maestro, acudo a tu llamada,
susurr Mordeqai. Desapareci en la oscuridad, tragado por las sombras de los muros
de roca que parecan sollozar, impregnados de diminutos ros que corran por sus
aristas.
Ascendi por el ltimo tramo de una estrecha escalera de piedra con extraas
inscripciones, que slo el Maestro entenda. Desemboc en la pequea cripta, donde
arda una tea, y contempl las espaldas del hombre que le aguardaba. Embozado en
una amplia capa negra, la figura se volvi hacia l y mostr un hueco tenebroso en el
lugar que ocupaba el rostro, escondido tras la proteccin de una profunda capucha.
Mordeqai susurr una voz grave.
S, Maestro, aqu estoy, tal como me ordenaste.
Mordeqai se arrodill ante la sombra silueta.
Eres un buen discpulo, Mordeqai, aunque El tono de voz se ensombreci
. He odo que has llegado a un acuerdo con los hombres del obispo. Has renegado
de los tuyos, Mordeqai, slo para salvar tu pobre pellejo. Eso me ha hecho meditar
profundamente, la duda ha entrado en mi corazn. Cmo saber hasta qu punto
podras llegar para salvar tu vida? Seras capaz de traicionarme del mismo modo que
has hecho con tu padre?
No, Maestro! Pens que os agradara, no pertenezco a nadie ms que a vos
El joven vacilaba atemorizado. No me importa mi familia ni mi gente El obispo
me ofreci la libertad a cambio de mi conversin, de lo contrario ser encerrado en
una de sus mazmorras. No podr serviros!
Hay muchas formas de servir a las Tinieblas, Mordeqai, incluso dentro de una
mazmorra. La capa onde ligeramente, tapando la luz de la antorcha hasta que el
rostro del joven qued envuelto en las sombras. No es por servirme por lo que has
aceptado ese trato, sino para salvarte, eres estpido, Mordeqai, no intentes engaarme,
cometeras un grave error.
No deseo engaaros, Maestro Estaba asustado, los hombres del obispo me
golpearon con saa, no tena otra salida.
Otra vez mientes, Mordeqai. No necesitaron ni tan siquiera levantarte la mano,
nadie te golpe. Por qu no confas en m? Una mano sobresali de la capa,
delgada, de largos dedos finos. Hizo un gesto que mostraba las desnudas paredes.
Estoy aqu, en la oscuridad, solo, en cierto sentido en una mazmorra que contiene, a
su vez, otra celda sin luz. Y se es el mundo que libremente escogiste, Mordeqai.
Viniste a m sin ser llamado, por qu razn mientes?
Perdonadme, Maestro!
El joven cay al suelo, con la cabeza escondida entre sus brazos. Su balbuceo no
impresion al hombre que le escuchaba, y ni siquiera las paredes de roca devolvieron
el eco de sus palabras.
Perdn, s, eso lo sabes reclamar con detallada precisin. Suplicar un perdn
que de nada vale, Mordeqai, slo para continuar con tu larga lista de errores. El
hombre hablaba con voz pausada, lenta, nada pareca perturbarle. Eres dbil, y tu
alma est vaca de contenido. Sin embargo, eso es precisamente lo que me acerc a ti.
Se gir hasta quedar nuevamente de espaldas al joven, fijando la invisible mirada
en el fuego que arda en un rincn. Un largo suspiro interrumpi el silencio y llen de
susurros la cripta. Mordeqai, an postrado en tierra, levant sigilosamente la vista
hacia la forma inmvil.
Me traicionars, Mordeqai, est en tu naturaleza hacerlo, es inevitable. El Mal,
de la misma manera que el Bien, nos proporciona talentos que al mismo tiempo son
nuestra redencin y condena. Slo los espritus puros logran enderezar su camino,
pero son pocos, casi inexistentes La sombra pareca hablar para s, inmvil ante
el fuego. Tu traicin ser tu condena, lo sabes?
Nunca me atrevera, Maestro, jams hara una cosa as! Mordeqai reaccion
ante la amenaza, su mente buscaba argumentos en los que apoyar sus mentiras. Si
es lo que deseis, romper el pacto con el obispo, y si es necesario me pasar el resto
de mi vida en la mazmorra, y
Una atronadora carcajada rebot en las rocas de piedra, la capa revolote sacudida
por el movimiento y cien reflejos azulados brillaron huyendo del negro, en respuesta a
la caricia del fuego de la hoguera. Por un momento, la capa se asemej a una noche
estrellada y clida.
No empeores tu situacin, Mordeqai. Tus mentiras son como agua transparente
para m, las que eres capaz de decir y tambin las que piensas. La oscura capucha
vaca se volvi repentinamente hacia l y se inclin. La plida mano sujet su cuello y
lo levant a un palmo del suelo con facilidad. Nada ni nadie va a ser capaz de
salvarte, Mordeqai, tu destino est escrito en el libro. Es intil que luches contra su
voluntad, es un amo ms exigente que tu infeliz obispo.
Mordeqai fue arrojado contra una de las paredes de la cripta, y de su frente
gotearon unas gotas de sangre. Aterrado, sin una sola palabra que le viniera a la
mente, esper encogido y con las manos sobre el pecho. El hombre de la capa se
acerc lentamente a l, se inclin, y uno de sus largos dedos roz su frente. Observ
la mancha roja que destacaba en su blanca piel y se llev el dedo a los invisibles
labios.
Demasiado acida para mi gusto Dejaremos esta polmica para ms adelante,
Mordeqai, no deseo perder el tiempo contigo. Lo que se impone ahora es el trabajo, ya
sabes lo que hay que hacer. En cuanto a esa banda de amigos tuyos, confo en que
sers discreto y no dirs ms de lo que acordamos, como hasta ahora. Sabes que
cualquier indiscrecin llegar a mis odos con la rapidez de un rayo, nada hay que
escape a mi percepcin.
La plida mano volvi a extenderse, esta vez cargada con un pergamino y una
bolsa de dinero.
Dnde deseis que sea hallado, Maestro? Mordeqai segua encogido, pegado
a la pared.
La capa volvi a inclinarse, cerca de su rostro, y un susurro sibilante le envolvi
en tanto l asenta. Despus el hombre se incorpor, su mano se dirigi al fuego y
dibuj un extrao signo en el aire. La hoguera lanz un suspiro crepitante, y con un
estallido de humo se apag. Mordeqai qued atrapado por la oscuridad, sin ver nada,
solo. Saba que el Maestro ya no estaba con l, haba desaparecido atravesando las
gruesas paredes, viajando a travs del ocano de piedra.
Captulo VIII
Y qu decir de vuestro corazn? El engao y la mentira anidan en l, en
delicadas y transparentes capas de piel y sangre que se confunden. El Unicornio
contempla asombrado cada uno de sus latidos, observa el comps que, golpe a golpe,
os arranca la vida. Y lo que ve le complace, porque en cada plpito se esconde la
verdad de vuestra muerte.
G creces cualquier visin de taberna: una monja, con los hbitos volando, se
encaramaba a toda prisa por las escalinatas de la catedral, en tanto gritaba un
nombre a grandes voces. Detrs de ella, arrastrando un bastn con dificultad, un
templario intentaba darle caza sin conseguirlo. Pero lo peor aconteci con la brusca
reaccin del Bretn que, con los ojos abiertos como platos, dej pasar a la veloz
monja con una expresin sorprendente, como si hubiera asistido al vuelo de una cabra
montes. Despus, sin mediar palabra, se lanz contra el renqueante templario que la
segua, rodando ambos por la plaza del Mercadell. Guillem reaccion instintivamente
y separ a los dos hombres que mascullaban juramentos y gemidos. El Bretn se
levant con inusitada rapidez dado su estado, dispuesto a continuar su imaginaria
guerra con enemigos quimricos, pero un repentino mareo le hizo dar de bruces
contra el duro suelo adoquinado. Desconcertado, se dedic a gatear como un perro
vagabundo abandonado por su dueo.
Qu est ocurriendo aqu? exclam Guillem, que acudi en ayuda del
annimo templario.
Montclar, Guillem de Montclar? Pero qu demonios haces aqu? De dnde
sales?
Galcern! Una leve sonrisa apareci en el rostro de Guillem.
Si haba alguien en el mundo que no esperaba ver en aquella situacin era a
Galcern de Vilaritg, su antiguo capitn en tierras de Ultramar.
Mi hermana, por Dios todopoderoso, hay que detener a mi hermana! clam
el templario, con la mirada perdida en lo alto de la catedral. Esta maldita pierna me
impide correr, aydame, muchacho!
El Bretn pareca despertar de una espantosa pesadilla, con los ojos fijos en el
hombre que sostena su compaero. Guillem corri escaleras arriba, tras la monja que
casi estaba llegando a la explanada que se abra ante el templo, saltando los peldaos
de dos en dos y con los pulmones a punto de reventar. En un fugaz pensamiento,
supuso que Jacques no se atrevera a matar a uno de sus capitanes preferidos en
Palestina, si es que los vapores etlicos le permitan reconocerlo, cosa de la que
dudaba seriamente.
Casi sin respiracin y con un agudo dolor en el costado, lleg ante la catedral y
observ de reojo las casas edificadas a ambos lados de la escalinata. Esperaba no tener
a inoportunos espectadores de aquel extrao escndalo nocturno. En la oscuridad, vio
los hbitos de la monja caer hasta el suelo, ocultando algo blanquecino e inmvil que
se hallaba tendido sobre las losas. Murmuraba el nombre de Agns en voz baja,
clida. Guillem se acerc pausadamente, y descubri el motivo de la grave
preocupacin de la monja. Una joven, completamente desnuda, yaca inconsciente con
los brazos abiertos a la noche. Se desabroch la capa y la tendi sobre el cuerpo, con
suavidad, arrodillndose ante la mujer que no cesaba de murmurar el mismo nombre.
No os preocupis, seora, os ayudaremos. Vuestro hermano est subiendo con
mi compaero. Tambin yo soy templario, un viejo amigo de Galcern murmur
en voz baja, con el temor de interrumpir el trance de la mujer.
Galcern! Dios santo, ayudadme, nadie debe ver a la hermana Agns en este
estado! Las lgrimas corran libres por las mejillas de la priora.
Guillem se hizo cargo de la situacin, su mente se aclaraba con rapidez. Tap a la
joven con cuidado, envolvindola en su capa, y la cogi en brazos en el mismo
momento en que Galcern de Vilaritg, apoyado en el Bretn, llegaba hasta ellos. Los
tres hombres se miraron desconcertados ante la situacin, perdidos en sus propias
reflexiones y paralizados ante el cuerpo medio cubierto de la muchacha.
Est muerta? farfull el Bretn, luchando por recuperar el equilibrio.
No, no lo est afirm Saurina en tono crtico, al percibir el estado de
embriaguez del gigante. Sin embargo, debemos marcharnos lo ms rpidamente
posible. He visto luces en una de las casas de ah abajo, y pronto estar lleno de
curiosos. No creo que sea una situacin que nos convenga a ninguno de nosotros,
sera difcil de explicar.
Guillem se moviliz al or las palabras de la priora. Tena toda la razn, sera
complicado excusar su presencia. Qu demonios hacan tres templarios en plena
noche, dos de ellos demasiado borrachos, y dos monjas? Sin olvidar que una de ellas
estaba completamente desnuda en sus brazos No quera ni tan slo pensar en las
posibles consecuencias, su Orden no soportara otro escndalo, y mucho menos de
esta naturaleza. Enfil las escaleras y empez a bajar con rapidez, sujetando con fuerza
el cuerpo de la muchacha. Saurina le sigui, apoyndose en su espalda e intentando
seguir sus veloces pasos. Cuando llegaron a la plaza del Mercadell, Guillem mir por
encima de su hombro para cerciorarse de la huida de sus compaeros. El Bretn no
consegua recuperar el curso normal de su equilibrio y se apoyaba en Galcern, y ste
intentaba desesperadamente que ambos no acabasen rodando por las escaleras. Con
un suspiro de resignacin, Guillem desapareci por el portal de Sobrepones en el
preciso instante en que varios vecinos salan a la calle con antorchas. Saurina se
adelant para guiarle en el camino. Torcieron a la izquierda, pasaron por los altos
muros de los bsides de la iglesia de Sant Feliu y corrieron como una exhalacin por
la pronunciada cuesta abajo de la calle de las Fabregues, sin detenerse hasta llegar a la
altura del portal Sur del call, a la sombra de su torre cuadrada.
Guillem se apoy en el muro, sin respiracin, soportando un dolor que le
atravesaba las costillas. La joven murmuraba y gema entre sus brazos. La priora, en
peor estado que l por la desenfrenada carrera, se acerc para tranquilizar a su
compaera. Por la cuesta descendan dos figuras renqueantes, discutiendo en voz
contenida.
No aprenders nunca, Bretn siseaba Galcern de Vilaritg. Si hubiera
necesitado de tu ayuda esta noche, ya estaramos ambos encadenados en alguna sucia
mazmorra, por todos los abismos infernales, no tienes remedio!
Pero, pero Qu haces t aqu, Galcern, no estabas en Acre? Has venido
especialmente para sermonearme? Pues no pierdas el tiempo, se de ah ya lo hace
por ti Crees que estoy gordo?
Guillem, exhausto de tantas emociones nocturnas, lanz un cauto silbido en
direccin a sus compaeros. Como cuatro conspiradores, sus siluetas se perdieron en
la negrura de la noche. Mientras, en la plaza del Mercadell, se reuna un grupo de
vecinos con antorchas que buscaba intilmente a los responsables del extrao
alboroto. No falt quien asegur con conviccin que haba visto la sombra del diablo
danzando en las escalinatas, en tanto una penetrante meloda de flauta acompaaba su
baile.
La boca del secretario del preboste dibujaba una O casi perfecta. Los severos
rasgos que marcaban su rostro se aflojaron formando unas bolsas oscuras que
parecan tiritar. Intent por dos veces coordinar el sonido de su garganta, bloqueado
por su propia estupefaccin, y hasta la tercera tentativa no consigui su propsito.
Qu estis diciendo? Un tono ronco y confuso sali en direccin al batlle de
la curia.
Que han encontrado el cuerpo de un franciscano colgado de un rbol, delante
de la iglesia del convento. El batlle vacil. En realidad, ya no perteneca a la
Orden, creo que fue expulsado de la comunidad.
Expulsado? El secretario no sala de su asombro.
Bueno, ya lo sabis, los frailes menores han tenido graves problemas al rebajar
las condiciones de ingreso en su Orden. Por ese resquicio se han colado gentes poco
recomendables y El batlle no pareca seguro de continuar.
Quin es ese franciscano?
Gispert, seor, se llamaba Gispert. Creo que los oficiales reales le andaban
buscando por la muerte de un indigente. Adems, rob en el convento de los
mercedarios, me lo dijo uno de sus capellanes, y andaba desaparecido desde hace
unos das. El batlle daba rodeos, no se atreva a entrar de lleno en el tema.
Y cmo muri ese granuja, se colg del rbol? El secretario esperaba una
respuesta afirmativa, una muerte justa bajo el peso del arrepentimiento.
No, seor La mirada del batlle lanz un destello metlico, un gesto
ambiguo difcil de interpretar. No se suicid, si es sa vuestra pregunta.
Entonces, cmo? Por Dios todopoderoso, dejad de una vez de marear las
palabras! salt el secretario, que temi una respuesta adversa a sus intereses.
No van a dejar que metamos las narices, os lo advierto. Los oficiales del Rey se
han hecho cargo del asunto, y ni tan slo dejaron que me acercara. Todo lo que s se
basa en comentarios de los curiosos que llenaban la plaza. El batlle no respondi a
la pregunta de su superior.
Habis perdido la razn, seor batlle, o intentis tomarme el pelo? No os he
preguntado quin se ha hecho cargo de esa muerte. Las adustas facciones del
secretario se tensaron como un arco dispuesto a lanzar su mortal dardo. Os lo
repetir de nuevo, con la demanda explcita de que no me hagis perder el tiempo:
cmo muri ese hombre?
Le colgaron, seor, aunque antes los cuervos dieron buena cuenta de l.
Todava llenaban el rbol con sus graznidos, era una imagen de pesadilla y La
frase qued en suspenso.
Cuervos, estis hablando de esos pjaros negros? La boca del secretario
volvi a abrirse, muda por unos momentos. Qu est pasando, seor batlle?
Primero ratas y ahora cuervos Porque supongo que ese pensamiento ha atravesado
vuestra mente tan rpido como lo ha hecho en la ma.
Es difcil evitarlo, seor. Ese tal Gispert no muri en el rbol, colgado. Ya estaba
muerto cuando lo colocaron ah, eso es evidente, su cuerpo estaba casi desangrado.
El batlle se encontr con la indignada mirada que pareca exigirle cuentas. Corren
rumores por ah, sabis? Susurran por lo bajo, pero se extienden con rapidez.
Ya, me lo tema en cuanto me has dado la noticia. Un escalofro recorri al
clrigo. La memoria es como una hoguera a medio apagar, si atizas los rescoldos te
acabas quemando.
Hay gente que todava recuerda las extraas muertes de hace quince aos,
seor El batlle entorn los ojos con lentitud. Aunque, he de decirlo, entonces
no hubo religiosos entre los muertos.
Creis que se trata de la misma persona? Nunca lo descubrimos, se evapor en
el aire como un infernal espectro. El secretario deseaba con todas sus fuerzas que su
interlocutor se equivocara.
El pergamino ha vuelto a aparecer. La voz del batlle era un murmullo
apagado.
Dios todopoderoso nos auxilie!
Estaba atado a la mano del muerto Pero yo no lo he visto, no s qu contena.
Consegu hablar con uno de los oficiales, con el que mantengo an una distante
relacin. Fue una suerte que estuviera tan asustado como yo, seor, tambin
recordaba los crmenes pasados. De lo contrario, no me hubiera dado ni los buenos
das, estn enfurecidos por la muerte de uno de sus hombres, ya os lo avis
Sin embargo, existe la posibilidad de que ambas muertes no tengan ninguna
relacin. Recuerda que nuestro infeliz cannigo no tena ningn pergamino. La cara
del secretario se ilumin.
No, no lo tena cuando llegamos, seor. Pero eso no significa nada, podran
habrselo quitado antes de nuestra aparicin.
Las palabras del batlle ensombrecieron de nuevo las facciones de su superior.
Ese maldito administrador, te dije que deberas haberlo encerrado! La furia
sacuda al secretario.
No es la nica posibilidad, seor, la casa del cannigo Camps pareca una feria,
entraba y sala quien quera, slo para curiosear. El batlle se qued en silencio,
meditando. Tambin pudo ser uno de los templarios, se quedaron all un largo rato.
Santo Cielo, el obispo tendr un disgusto, slo nos falta tener problemas con
esos hombres! Sin embargo, todo esto que dices no son ms que teoras. Ests
impresionado por la muerte de ese maldito ladrn, y que Dios me perdone, pero es
probable que la muerte de Bernat de Camps no tenga nada que ver con todo esto. El
secretario hablaba para s, en un intento de convencerse a s mismo de sus interesadas
teoras.
Los animales, seor, no tienen la costumbre de ponerse de acuerdo para devorar
a las gentes. El sarcasmo destacaba en las palabras del batlle. Por mucho que nos
desagrade, es imposible razonar una posible alianza entre ratas y cuervos, no creis?
Los dedos del secretario repiqueteaban nerviosamente sobre su mesa, sin
detenerse, en un concierto de golpeteos que alteraban al batlle. Despus de una pausa,
ste decidi continuar.
Hay otra cosa, seor, que es mejor que sepis. Ese tal Gispert iba con asiduidad
con la banda de Mordeqai Zaporta, el mismo que ahora reclama la conversin a
nuestra Santa Iglesia. Un tono crtico flua de la informacin. Una cuadrilla que
est acusada de numerosos delitos, seor, desde el robo al asesinato.
Es eso una crtica a nuestro obispo, seor batlle? El severo rostro se volvi
hacia el funcionario.
Dios me libre! Me limito a informaros de lo complicada que est la situacin
para nosotros. Y tambin a recordaros las palabras que me dijisteis hace quince aos:
Los intereses de la Santa Iglesia estn por encima de cualquier delito. El batlle no
baj la vista, haba recuperado la seguridad. Esas fueron vuestras palabras y las
comprend. Actu segn vuestras rdenes, para que el escndalo no nos salpicara. Y
aunque en aquella ocasin las vctimas no fueron miembros de la Iglesia, algunos
cuerpos aparecieron repartidos por los templos de la ciudad. Ahora, seor, me temo
que es mucho peor de lo que imaginamos.
El silencio envolvi a los dos hombres como un pesado manto de piedra. La tenue
claridad opaca de un da lluvioso empezaba a filtrarse por los ventanales creando
sombras grises y alargadas. El secretario se sent pesadamente, medio escondido del
batlle por un gran crucifijo que presida su mesa. El batlle, a su vez, esperaba las
rdenes correspondientes. No entraba en sus responsabilidades tomar decisiones sin
autorizacin. Finalmente, el secretario reaccion y rompi el silencio.
Buscad a Mordeqai, quiero hablar con l. Y hablad con el administrador del
clrigo Camps y con esos templarios Actuad con cautela, sin relacionar ambos
delitos, y quiero toda la informacin que haya sobre ese tal Gispert. No hay tiempo
que perder, y por pura prudencia hay que sembrar la murmuracin acerca del
administrador, ese tal Joan de Fui no parece estar en sus cabales. No os parece?
El batlle asinti, sin aadir una sola palabra. Con una leve inclinacin sali de la
estancia y observ cmo el secretario ocultaba su rostro entre las manos. Tiempo de
penuria y desesperacin, medit al salir de la Pia Almoina, el tiempo de muerte volva
a la ciudad. La lluvia acarici su rostro marcado por la preocupacin y durante unos
instantes permaneci inmvil, dejando que las gotas de lluvia acariciaran sus cabellos.
Ebre y Guitart aflojaron el paso de las monturas al llegar al camino que delimitaba
la acequia del Monar. Ya estaban en la ciudad, y no haba sido fcil llegar hasta all.
Guitart se neg en redondo a montar en uno de los caballos, alegando que aquellas
bestias no eran de fiar, y Ebre, con los nervios a flor de piel, a punto estuvo de
abandonarlo a su suerte en mitad del ltimo trayecto. Finalmente, y no sin dificultad,
llegaron a un acuerdo y el mercenario subi con suma precaucin a la grupa del
caballo de Ebre, pegado a su espalda.
Una vez all, Guitart, cumpliendo una parte del acuerdo, exigi bajar. No estaba
dispuesto a que nadie pudiera contemplarle agarrado a un joven y sobre una bestia
salvaje que no haca ms que moverse con la perversa intencin de deshacerse de l.
Harto y cansado, Ebre sigui su ejemplo, las prisas se le haban pasado de golpe.
Andaban despacio, aprovechando las primeras luces del da y soportando la humedad
que ascenda entre la bruma de la acequia.
Por qu razn no queras entrar en la casa de Renau de Biure? inquiri Ebre.
Los ojos del almogvar se abrieron de golpe y su cara palideci. Sus largos
cabellos se pegaban a su crneo formando un casquete y su boca se abri mostrando
unos dientes grandes y regulares. Al cabo de unos instantes, pareci cambiar de idea y
cerr los labios con fuerza.
Qu demonios te ocurre? Por qu no me contestas?
No vistres Nada en castell rezong Guitart con gesto de malhumor.
Eso no te lo crees ni t! Viste algo que te aterroriz tanto, que por poco sales
huyendo como una gallina que ha husmeado a un zorro. Ebre estaba dispuesto a
sonsacarle, quera compartir su experiencia.
Olor, fred Olor a los que muertos son.
Olor a muerto? El joven hizo un gesto de repugnancia y lo mir con
asombro.
No s yo decir. Tamb, t, miedo, yo he vist tu correr, no parlar de tema.
Pero yo puedo decirte exactamente lo que he visto, Guitart. Y por mucho que
no quieras hablar de ello, esa sensacin no desaparecer. Ebre no estaba dispuesto a
soportar la negativa de su silencioso amigo. He credo ver a un fantasma en el agua
del pozo, una mujer que
El mercenario le tap la boca con la mano, con los ojos suplicantes. Ebre vio el
pnico en ellos, y una nueva sensacin de escalofro le recorri todo el cuerpo.
Shssssss No parlar. Si parlar, ellos vienen. Shsssss
El sonido siseante atraves los tmpanos de Ebre, en tanto la mirada de Guitart se
diriga a ambos lados de la acequia, esperando que una banda de espectros apareciera
en un rincn del camino.
Ebre apart bruscamente la mano del mercenario y aceler el paso, slo le faltaba
la compaa de un supersticioso para calmar sus alterados nimos. Aquel hombre
estaba completamente loco, tan loco como el Bretn, con sus manas con los difuntos.
Estaba convencido de lo que haba visto, y estaba mucho ms cuerdo que ellos para
saber que no era presa de alucinaciones: en el cubo de aquel pozo, vio la imagen de
una mujer que gritaba, estaba seguro, un espectro que peda ayuda desesperadamente
con sus gritos mudos. Y no haba nadie en el mundo que le convenciera de lo
contrario.
Sumidos en sus reflexiones y en el silencio que impona el almogvar, llegaron a
una pequea plaza llena de gente y de ruido. Ebre, curioso, se acerc a un grupo de
hombres que cuchicheaban en voz baja.
Qu ocurre, hay un mercado? pregunt.
Un difunto, joven, eso es lo que hay contest uno de los parroquianos.
Colgado de un rbol, un fraile franciscano ahorcado, el Seor nos proteja!
aadi otro en voz baja.
Ebre se acerc al rbol que le haban sealado. Los oficiales del Rey intentaban
apartar a los curiosos que se reunan all para tener acceso al ltimo rumor, mientras
un grupo de franciscanos transportaban un bulto gris hacia el interior del convento.
Desconcertado, Ebre se aproxim a uno de los oficiales que hablaba con un fraile, su
rostro estaba blanco y macilento.
No s qu ms puedo deciros Lo encontr y me desvanec, lo siento
susurraba el fraile. Permitidme que me retire con mis hermanos, no me encuentro
bien.
Ebre vio la mirada de comprensin en el oficial, su cabeza asenta lentamente ante
el estado del franciscano. Hizo un gesto con la mano, como si desatara el nudo que le
una a l, y el fraile inici el camino hacia la puerta del convento con paso vacilante. A
unos pocos pasos se detuvo, con la mano extendida, buscando un soporte al que
sujetarse. Ebre corri hacia l, le sujet por un brazo y aguant su peso.
No os preocupis, hermano, os ayudar a llegar hasta la puerta.
Gracias, gracias, joven. No me encuentro muy bien, la cabeza me da vueltas y
Sus palabras salan con esfuerzo.
No tenis por qu explicarme nada, no os esforcis. Bien, ya hemos llegado y
estis a salvo. Ebre procuraba animar al plido fraile.
En la puerta del convento, apoyado en el dintel de piedra, el fraile se volvi
pausadamente para mirarlo. Haba una profunda tristeza en aquella mirada, un vaco
que atravesaba la piel del joven para perderse en la lejana. Sus labios se entreabrieron
para murmurar unas dbiles palabras.
Tened cuidado, joven, las puertas del Mal se han abierto.
Qu, qu habis dicho?
Por toda respuesta, las espaldas del fraile desaparecieron por el vestbulo del
convento.
Ebre se qued all, parado ante el portal, con una extraa sensacin que ya haba
experimentado en la casa de Renau de Biure. Los cabellos de su cogote se erizaron sin
aviso y su mensaje recorri todos sus huesos. Unos frailes le empujaron,
reprendindole por estar obstaculizando la entrada, al tiempo que le obligaron a
reaccionar. Mir a su alrededor buscando a Guitart, pero no haba el menor rastro del
mercenario. Ebre no supo si alegrarse o ponerse a llorar, pero pens que la
acumulacin de espectros y difuntos haba sido excesiva para su compaero y, al igual
que el Bretn, hua de la muerte como si fuera posible hacerlo. Slo esperaba que no
se hubiera largado con los caballos Y ese mal pensamiento le doli al ver a un
chiquillo con los animales sujetos por la brida.
Esos caballos son mos asegur con voz severa.
S, ya lo s, aquel hombre me indic quin erais contest el nio con una
sonrisa y enseando una moneda entre sus dedos. Me pidi que guardara los
animales para vos.
Te dijo algo ms?
S, pero no lo entend, habla muy raro, sabis? El nio le ofreca las bridas.
Desde luego que lo saba, pens Ebre, todava buscando con la vista al
mercenario. Se haba esfumado por completo, con la misma facilidad que los
espectros que tanto tema. Mont y sujet al caballo de Guillem, perdido en sus
propias reflexiones. Ya faltaba muy poco para encontrar a sus amigos, siempre que
stos no hubieran decidido trasladarse a otro lugar con la simple intencin de volverle
loco. Mir atrs por ltima vez, las palabras del franciscano se mezclaban con los
extraos hechos de la casa de Renau de Biure y no poda evitar una sensacin de
escalofro, un viento helado que viajaba por sus entraas. Una mujer danzando en el
agua de un pozo? Las puertas del Mal que se abran?
Captulo IX
Vuestras palabras son lanzas envenenadas que envuelven vuestro odio hacia m.
Sin embargo, qu decir de vuestros actos, cuando cada uno de ellos sirve a las
llamas del Infierno? Por qu adoris a un dios en el que no confiis? Vuestra fe es
tan frgil como una hoja mecida por el viento, se arrastra perezosa hasta postrarse no
ante quien veneris, sino ante quien sirve mejor a vuestros deseos ms profundos.
Al medioda, en medio de una intensa tormenta, Joan de Fui fue detenido por los
oficiales del obispo. Alarmado por el cariz que tomaban las cosas, el administrador
intent huir, con tan mala fortuna que lo nico que consigui fue una paliza que dej
su rostro desfigurado. Desde su casa, lo trasladaron a una lbrega estancia en la curia,
donde fue interrogado.
Se han terminado las historias fantsticas, ahora debes decir la verdad. El
secretario estaba satisfecho, tena a su vctima propiciatoria.
Ya os he dicho todo lo que s, seor No me he inventado nada, os lo juro.
Joan de Fui, calado hasta los huesos por la lluvia, estaba conmocionado.
Dnde est el pergamino?! clam bruscamente el secretario.
El pergamino? balbuci el administrador.
No me hagas perder el tiempo, los servidores de la Iglesia tenemos cosas
mejores que hacer que estar aqu contemplando tus mentiras. Sabemos lo del
pergamino, es intil que sigas callando. Se acerc al administrador con un dedo
acusador. El cannigo Bernat de Camps tena un pergamino en sus manos, qu has
hecho con l?
No s nada, os lo juro Joan de Fui apenas poda hablar. Tena algo
ensangrentado entre las manos, pero no s qu era, ni tan slo lo toqu. Estaba
aterrorizado, las ratas venan hacia m!
Lo ves? Ya vamos avanzando As pues, tena algo entre las manos, y aunque
estuviera manchado de sangre podra ser un pergamino.
No lo s, no lo s! Sal corriendo, las ratas me perseguan a m tambin, estaba
aterrado, seor.
Joan de Fui se vio perdido, sus sueos se desvanecieron de golpe como si una
gran maza los hubiera hecho aicos. Aquella gente no deseaba encontrar al culpable,
ya le tenan a l para hacer recaer en sus espaldas los crmenes ms abyectos. Acaso
saban quin era el responsable y le protegan! El administrador solloz, haba sido un
incauto a pesar de conocerlos perfectamente, trabajando toda una vida en defensa de
sus sucios negocios, para ser convertido en la mejor excusa que necesitaban. Oa los
gritos del secretario en la lejana, aquel ser arrogante y despreciable que se vengaba
por el trato recibido. Confesara lo que ellos quisieran, nunca haba resistido el dolor y
conoca sus prcticas de tortura. Acabara sus das en una lbrega mazmorra si tena
suerte, mucha suerte.
Por ltima vez, dnde est el pergamino, Joan?
Lo tir al ro!
El primer latigazo haba arrancado la camisa del administrador de cuajo, y sus
trozos volaban por la estancia. El grito fue agudo, estridente, sin lograr alterar las
facciones del secretario.
Eso es mentira, Joan, no lo tiraste, nunca haras una cosa as. Lo escondiste en
algn agujero seguro, pensando que sacaras una buena tajada por l.
El ltigo volvi a restallar con un sonido seco, y en la piel del administrador
apareci una nueva lnea roja, intensa, una lnea que abra sus bordes dejando manar
la sangre.
Lo tir, lo tir, estaba manchado de sangre, yo El hilo de voz se quebr en
un balbuceo y se detuvo. La cabeza del administrador se inclin sobre su pecho, sus
piernas se doblaron sin fuerzas y cay lentamente al suelo en silencio.
El secretario chasque la lengua en un gesto de aburrimiento, dobl el ltigo y lo
tir a un rincn. Al girarse, observ que el batlle estaba apoyado en la pared con una
expresin impenetrable.
Cunto hace que estis aqu de espectador, querido batlle?
El suficiente El batlle no se movi. Pero no conseguiris nada de este
modo, dir lo que sea para acabar con su sufrimiento.
Acaso creis que quiero algo diferente? El secretario le miraba con sus
agudos ojos de ave de presa. O estis enviciando mis decisiones, seor batlle? No
he visto hasta ahora que me ofrecierais alternativas razonables, vuestro trabajo deja
mucho que desear.
Mi trabajo me dice que ese desgraciado al que torturis, no dir nada que os
pueda interesar. Sin embargo, podis seguir si ello os distrae
Ese tendra que ser tu trabajo. El secretario dej la cortesa y lo tute. T
eres quien debe encontrar al culpable. Mi tarea es diferente, consiste en salvar el buen
nombre de la Iglesia. Ambos hacemos nuestra tarea lo mejor posible, y por ahora creo
que yo te llevo la delantera.
Pero vos utilizis a un desgraciado que nada os resolver, quin va a creer en
la culpabilidad de ese infeliz?
No te atrevas a poner en tela de juicio mis actos, batlle!, creo que no te das
cuenta de la gravedad de la situacin. Dos hombres de la Iglesia han sido asesinados
de la manera ms brutal, qu crees que pensar el pueblo de estas muertes? A quin
culpar?
Murmurarn, corrern rumores, seor secretario, slo eso Saben menos que
nosotros, y es imposible que hagan otra cosa. El batlle no poda dejar de mirar
fijamente el cuerpo de Joan de Fui.
Rumores! La palabra era un graznido desagradable. Tus odos se han
vuelto sordos, batlle. Corre un rumor en la calle que sostiene que esas muertes son un
castigo del mismsimo Dios por el comportamiento de sus servidores, nosotros Por
lo que aseguran, nuestra avaricia es castigada por el Todopoderoso.
Yo no me preocupara, seor secretario, sa es una murmuracin vieja que
jams nos ha afectado. El batlle dio un paso y entr en la oscura estancia, en su
mirada se adivinaba la curiosidad.
No me interesan tus opiniones, pero si quieres un consejo, yo me las guardara
en lo ms profundo de tu cabeza. El secretario mostraba una desagradable sonrisa
. El cargo de batlle puede quedar libre en cualquier momento, lo has pensado?
Bien, dnde est Mordeqai, lo has encontrado?
Un silencio se instal entre los dos hombres, una guerra de voluntades enfrentadas
que no obtuvo ganador. El batlle se inclin hacia el suelo, el cuerpo de Joan de Fui
adoptaba una forma extraa. Sus manos estaban agarrotadas y un color azulado
destacaba en sus labios. Los ojos, muy abiertos, contemplaban al batlle con una
sorpresa inaudita.
Vuestro culpable est muerto, seor secretario murmur entre dientes.
Es uno de los inconvenientes de este trato, el pnico consigue que el corazn estalle de
puro miedo. Aunque tambin puede ser una ventaja para vos, ahora podris decir lo
que queris acerca de su confesin. Quin podra dudar de vuestras palabras? Sois
un honrado y fiel servidor de la Iglesia.
La tensin marc el rostro del secretario, una mueca que dibujaba profundos
surcos bajo sus ojos. Se acerc al cuerpo del administrador y le propin varias
patadas sin resultados. La clera encendi su mirada, no estaba habituado a que nadie
muriera sin su autorizacin.
Dnde est Mordeqai, batlle? mascull amenazadoramente.
No tengo la menor idea Estar en el agujero ms profundo que haya
encontrado, ese infeliz no es estpido. Creo que es consciente de que se halla entre
dos peligrosos fuegos: la Iglesia y un asesino sin misericordia. Como comprenderis,
la eleccin no es fcil, ni tan slo para un embaucador como Mordeqai.
Te aconsejo que seas prudente con tus palabras. Y no vuelvas a hablarme jams
en ese tono, si es que quieres seguir con nosotros. Busca a Mordeqai hasta en el
mismsimo Infierno si es necesario!
El batlle mantuvo la dura mirada de su interlocutor, sin expresar el ms mnimo
sentimiento. Los repentinos ataques de furia del secretario eran parte de su trabajo,
nunca le haban alterado, y no estaba dispuesto a cambiar de postura. Sin embargo, la
muerte de Joan de Fui no solucionaba absolutamente nada, era un gasto intil que el
batlle jams se permitira.
Captulo X
La ambicin os ha corrompido hasta lmites insospechados, y vosotros, los que
jurasteis llevar la palabra, slo ofrecis duelo y lgrimas, desdicha y penalidades.
Vuestro silencio ha despertado al Unicornio de su sepulcro, gua sus pasos en esta
oscuridad del siglo, y no hay nada que podis hacer para detenerlo.
G desmont del caballo para curiosear entre el gento que llenaba la plaza, el
mercenario tom una decisin. Estaba profundamente preocupado, y saba que
slo era cuestin de tiempo que Ebre volviera a la casa de Renau de Biure, eran sus
rdenes. Y eso no poda suceder, ola el peligro como un perro perciba la fragancia
del estircol. Dej los caballos a buen recaudo y, de forma discreta, volvi sobre sus
pasos. Tena que solucionar unos asuntillos pendientes antes de que fuera demasiado
tarde.
Guitart captaba algo maligno en aquella casa, una sombra amenaza que se cerna
sobre su nuevo amigo. Y no le gustaba, aquel mundo de sombras espectrales
consegua atemorizarle, no haba nada slido en l que pudiera eliminarse con un
simple golpe de espada. Sin embargo, lo intua, siempre haba sido as, era una
sensacin que empezaba por aquel extrao hedor que penetraba en sus fosas nasales
como un chorro de agua ptrida, un hedor a cuerpos corrompidos, muy diferente de
aquel que emanaban los restos humanos que quedaban tras el combate. Guitart no
tema la muerte, en cierto sentido siempre la esperaba, luchaba codo a codo a su lado,
aunque a una prudente distancia de su afilada guadaa. No, no era la vieja Dama
Plida la que lograba erizarle la piel, sino sus clientes, los difuntos que vagaban sin
destino con pretensiones de inmortalidad. Haca muchos aos, cuando todava
conduca rebaos por las altas montaas del norte, los pastores se reunan de vez en
cuando para celebrar la compaa de otros seres humanos. Era un trabajo solitario y
duro, de gente extraa que apenas murmuraba dos palabras en toda una semana. Pero
en aquellas reuniones, con la ayuda de un buen vino, las lenguas se soltaban con
facilidad y las historias de espectros y almas errantes eran las preferidas. Los pastores,
aislados del resto del mundo e inmersos en plena naturaleza, desarrollaban un sexto
sentido que les otorgaba una habilidad especial. Guitart recordaba que los consejos de
sus amigos le haban salvado la vida ms de una vez En una ocasin, el pobre
Badell, un pastor ya viejo y casi sin vista, le haba susurrado al odo: Dentro de tres
noches, cuando la luna haya llegado a lo alto, despierta tu cuchillo. Turbado por el
aviso, Guitart haba seguido sus instrucciones sin una vacilacin, y cuando aquellos
salteadores se abalanzaron sobre l empuando sus dagas, slo encontraron un fardo
de mantas en su lugar. Su cuchillo, despierto y despejado, acab con sus vidas con la
velocidad del rayo. Tambin l haba aprendido de sus compaeros, y unas semanas
despus del ataque de los salteadores, una intensa sensacin se apoder de su mente:
vea al viejo Badell cado sobre la hierba, mientras sus ovejas mordisqueaban sus
cabellos. Corri como un loco para acudir en su ayuda, aunque la visin le adverta
que no era necesario apresurarse. Entonces, dej de correr al tiempo que recuperaba la
serenidad. Se acerc al cuerpo sin vida de su compaero, apart a los animales con
suavidad y comprob que su visin se corresponda a la realidad con una exactitud
estremecedora. Enterr a Badell en la montaa, en un inmenso valle perdido en las
alturas y clav su cayado de pastor junto al suyo, sobre su tumba. Despus, abandon
las ovejas a su suerte y se march para no regresar, ya haba aprendido todo cuanto
necesitaba.
Guitart avanz con cautela antes de llegar al camino, poda atisbar la torre que
guardaba el portn de entrada de la casa de Renau de Biure. Estudi con detenimiento
el terreno, un prado que descenda con delicadeza ante la mansin, sin rboles ni
matorrales. Pareca que alguien se hubiera dedicado con esmero a despejar cualquier
obstculo que impidiera la vista desde la casa. A una corta distancia, una formacin de
rocas ascenda hasta un solitario pino, y Guitart la observ con atencin, valorando la
situacin estratgica del lugar. Volvi sobre sus pasos dando un rodeo, sin fiarse del
aspecto de soledad y vaco que emanaba del casern, hasta llegar a las rocas. Oculto
en su refugio, comprob que la vista era magnfica, y que desde aquel lugar poda
vigilar con todo detalle lo que aconteca en la casa. Husme el aire, y un profundo
suspiro de alivio se escap de sus labios. Estaba seguro de que aquello que reinaba en
la casa maldita no llegara hasta su escondite.
Agazapado en el suelo, oy los familiares crujidos que movan el portn, y una
figura oscura, embozada, apareci ante la explanada de la casa. Escuch de nuevo los
oxidados chirridos de la puerta al cerrarse y el sonido de una llave girando en su
cerradura. Protegido tras la roca, observ cmo la figura embozada se detena y
miraba en su direccin. Pareca estar olisqueando el aire, con la capucha alzada y el
rostro sumido en las tinieblas. Tras pocos segundos, un enorme corcel negro apareci
en el camino como surgido de la nada, y la figura embozada mont en l sujetando
con fuerza las riendas. Caballo y jinete dieron varias vueltas, indecisos, y despus
salieron al camino en una veloz carrera.
Guitart se apoy en la roca controlando el temblor que aquel hombre le transmita,
la alerta se haba impuesto en sus cinco sentidos. Se qued all largo rato, con los ojos
cerrados, calmando el alboroto que senta en su interior y en pugna con el repentino
hedor que se extenda como la peste. Su sexto sentido se haba unido al toque de
campanas de los dems La perspectiva de entrar en la casa cubra su cuerpo de un
sudor helado que reconoca, sus manos temblaban. Sin embargo, deba hacerlo, no
tena otro remedio. Tal como le haba sucedido con el viejo Badell y con otros, Guitart
tuvo una visin al estrechar la mano de aquel joven escudero templario: le haba visto
muerto, cubierto de sangre, en tanto sombras viscosas se deslizaban sobre su cuerpo.
Y eso no poda ocurrir, no ahora, senta afecto por aquel desgarbado chico, y esta vez
el almogvar estaba dispuesto a llegar antes, costara lo que costara.
Duran Duran!
El grito de Saurina no consigui arrancar al fraile del sopor en que estaba sumido.
Haba llegado aturdido y ofuscado, incapaz de articular una sola palabra y prximo al
desmayo. La priora, desesperada, le haba hecho tragar una copa llena de vino sin
aguar, esperando que la bebida le reanimara. Sin embargo, Duran slo consigui
farfullar frases sin sentido, sacudido por un temblor que se extenda a todo su cuerpo,
como si estuviese afectado del mal de san Antn.
Muerto, muerto! Los pjaros negros, los pjaros negros! Muerto!
Quin est muerto, Duran? Qu significan tus palabras? insista Saurina,
exasperada por la situacin.
Agotada, con la mente en blanco por la falta de sueo, Saurina contempl el
lamentable estado de su compaero. Ya no saba qu hacer ni cmo remediar el
desconsuelo que flua del fraile y se pegaba a su piel. Aspir una profunda bocanada
de aire, cogiendo las manos de Duran entre las suyas y esperando. Acaso fuera lo
nico que poda hacer, regalar tiempo y afecto a su desdichado compaero para que
su nimo renaciera de la desesperacin. Si haba acudido a ella era en busca de
amparo, pens la priora, sera intil forzarlo con preguntas a las que no poda
responder.
Seora, seora La voz cascada y rota de la vieja sirvienta la sac de su
ensimismamiento.
Qu ocurre, se ha despertado la hermana Agns? Un nuevo motivo de
angustia borr su cansancio de un plumazo.
No, seora Es que hay hombres en la puerta, muchos hombres Y
preguntan por vos. El tono, que se fragmentaba a cada palabra, contena cierto cariz
crtico.
Hombres? Quines son y qu quieren?
No lo s, seora, hay uno que dice que es vuestro hermano. La sospecha se
deslizaba de forma delicada, sin atreverse a llegar ms lejos.
Entonces ser mi hermano Galcern, o acaso crees que las monjas salimos de
un soplo que el buen Dios lanza al vaco? Vuelve con la hermana Agns y no la
pierdas de vista, yo me ocupar de esa legin de hombres que asalta nuestro castillo.
El sarcasmo destacaba en sus palabras ante la pasmada sirvienta.
Galcern irrumpi en la estancia, sin aguardar la corts espera del recibimiento. Su
rostro manifestaba un especial enfado que sorprendi a Saurina, y antes de que
pudiera pronunciar una sola queja, detrs de la espalda de su hermano asomaron tres
cabezas ms, con las facciones marcadas por el mismo malhumor. La sirvienta tena
parte de razn, aqulla era una invasin masculina muy poco habitual en la casa.
Esto es toda una sorpresa, Galcern. No quiero ni pensar en lo que diran en mi
convento si mis monjas pudieran contemplar esta escena. Saurina lanz una mirada
de complicidad a su hermano, sin encontrar la ms mnima seal de comprensin.
Tendrs que excusarme, antes de atenderte he de prestar ayuda a mi buen amigo
franciscano, fray Duran de Navata.
Saurina ayud al aturdido fraile a incorporarse, y ste la sigui como un perrillo
faldero, sin reaccionar. Ambos fueron hasta la puerta y desaparecieron en la
penumbra de un corredor. La tropa masculina se qued en pie, envarados y rgidos,
como cuatro monolitos de piedra que se desconocieran entre s.
Y bien, en qu puedo ayudaros?
La reaparicin de Saurina oblig a los cuatro ptreos monolitos a un giro
completo para no darle la espalda.
Dame el pergamino, Saurina O mejor dicho, los dos. Una mirada de
desconfianza brill en los ojos de la priora. Sin embargo, Galcern, inmune a los
recelos de su hermana, extendi su otro brazo. Y t tambin, Guillem, dame tu
pergamino. Y no tengo ganas de discutir con ninguno de los dos.
Saurina y Guillem, un tanto atnitos, estudiaron a Galcern con el pulso acelerado,
en silencio. No pareca que ninguno de ellos quisiera ceder a sus pretensiones, pero
Galcern, inamovible, continu su discurso.
No pienso salir de esta casa hasta que hagis lo que os ordeno. La firmeza de
Galcern se reflejaba en cada una de sus palabras. Esta forma de actuar se acab,
estoy harto de arrogancias personales y de que os creis los ms listos, ste es un
problema que nos atae a todos. S, Saurina, no me mires de esa forma No viniste a
Castell en busca de mi ayuda, sino de mis servicios, por mucho que te pese
aceptarlo, muchacha. Y t, Guillem de Montclar, robas datos a las autoridades por la
simple y absurda razn de tu curiosidad, sin inters por los posibles perjuicios que
nos cuesten a los dems. Por todos los clavos de Cristo, tus actos slo obedecen a tu
aburrimiento, la peor excusa que nadie haya inventado! Y no estoy dispuesto a que
vuestro maldito orgullo nos arruine la vida a todos!
Un profundo y sonoro eructo del Bretn reson en la habitacin, sobresaltando
los ya excitados nimos. Ebre solt una carcajada contenida, sin que nadie se viera
con nimos de reprenderle. Saurina y Guillem, separados por la severa figura de
Galcern, meditaban, contabilizando sus escasos recursos y sin decidirse.
Hay ms pergaminos? susurr Saurina en voz baja, sin atreverse a exigir una
respuesta que nadie le dio.
La voluntad de Galcern y su silencio conquistaba cada palmo de la estancia,
como la majestuosa imagen de un mensajero de los dioses que impona su autoridad
sin aceptar rebeliones. Guillem, con una mueca de disgusto, rebusc en su camisa
hasta encontrar el pergamino ensangrentado y lo extendi hacia su viejo capitn. Por
mucho que le pesara, sus conceptos acerca de la jerarqua de combate eran
indiscutibles. Saurina, con los labios apretados y profundas arrugas en la frente,
introdujo la mano en un bolsillo de sus faldones y la mantuvo all unos segundos,
desafiando a su hermano. Finalmente, extrajo el contenido de su bolsillo emitiendo un
sonido indescifrable.
Galcern acept las dos manos que se extendan hacia l, cargando con el leve
peso de los pergaminos. Se acerc a la mesa que estaba en un rincn, desenvolvi los
documentos y se inclin sobre ellos. Un conjunto de cabezas inclinadas, a su espalda,
sigui sus movimientos con la precisin de una danza mil voces ensayada.
Por el sudario de los demonios, mirad, aqu estn las ratas! La atronante
exclamacin del Bretn no mereci ninguna respuesta.
Y los cuervos, los pjaros negros de los que hablaba Durn! La voz de
Saurina se perdi en algn rincn de su cerebro.
Bien, ahora debemos concentrarnos, aunar fuerzas para descifrar este infernal
galimatas, ya no hay tiempo para expediciones independientes. La dureza de
Galcern impact sobre los rebeldes poseedores de pergaminos. Sentaos, por favor,
y vayamos por partes. No quiero discusiones estriles, no quiero listillos ni salidas de
tono, y tampoco deseo alteraciones de borrachos. Esto es un asunto muy grave.
La tenacidad de Galcern pareca guiar sus pasos. Todos obedecieron como si
fueran siervos al servicio de un gran seor feudal, sin discutir, buscaron sillas y se
situaron en un crculo de caras desconcertadas.
Bien, ahora os contar lo que yo s, que es simplemente lo que mi hermana,
Saurina, me comunic advirti Galcern. En el monasterio de Cadins, del que
ella es priora, una mano annima dej un pergamino, el que muestra a un unicornio
rodeado de ratas. Tambin habis visto un fragmento, en el que nicamente se puede
observar la cabeza del mismo animal. Bien, este fragmento tiene otra historia, y creo
que debe ser Saurina quien os explique esta parte. Galcern, con un gesto que no
admita discusin, cedi la palabra a su hermana.
Hace quince aos, una mujer apareci cerca del convento respondi su
hermana, sin mucho inters. En su mano llevaba sujeto ese trozo
Saurina, intento convencerte de la inutilidad de tu conducta interrumpi
Galcern con severidad. Este es un asunto que desborda tus conocimientos,
muchacha. Nos necesitamos los unos a los otros, y aunque creas que ests
protegiendo a Agns, olvidas la posibilidad de que con tu comportamiento empeores
su situacin, por no hablar de la nuestra. Y espero que comprendas que ya no se trata
de tu pergamino, sino de una serie de ellos que van marcados por un sello de
muerte. Han muerto dos personas, Saurina
Agns apareci cerca del convento con las ropas destrozadas, cubierta de sangre
y barro, aunque no estaba herida Saurina reaccion, su hermano tena parte de
razn, era intil negar la evidencia que una a aquellos pergaminos en su camino de
destruccin. Pens, como cualquiera de vosotros hara, que aquella sangre no le
perteneca. Sin embargo, la cuid y le ofrec un nuevo hogar en el convento. Como ya
os he dicho, encontr ese fragmento de pergamino en su mano, pero no le di
importancia hasta hace muy poco, cuando alguien que desconozco dej el nuevo
pergamino del Unicornio en la puerta de nuestra iglesia, entonces reconoc el dibujo.
La muchacha de la catedral? sugiri Guillem.
S, la muchacha de la catedral, la hermana Agns confirm Saurina. A
pesar de que, en cierto modo, se adapt a nuestra vida religiosa, la hermana Agns
siempre ha sido un tanto peculiar. Sus pesadillas son terribles, y en muchas ocasiones
parece vivir muy lejos de nosotras. Al llegar a la ciudad, su conducta cambi de
repente Bien, quiero decir que ella nunca record lo que la llev hasta Cadins, hasta
nosotras, ni cmo lleg. Y aqu, aqu en la ciudad
Saurina vacil, no encontraba las palabras precisas para determinar la extraa
conducta de Agns, ni tampoco deseaba manifestar un juicio que la perjudicara. El
templario, al que Galcern haba regaado con la misma virulencia que a ella, la
escuchaba con atencin, sin perderse ni una sola de sus palabras.
Al llegar a la ciudad, os dio la impresin de que empezaba a recordar lo que
haba olvidado. Guillem acab la frase que ella haba dejado en suspenso.
Saurina afirm con la cabeza. No soportaba la mirada de reprobacin de su
hermano, y mucho menos el hecho de que la riera ante unos desconocidos. A pesar
de que posiblemente llevara la razn, no era justo que la tratara de aquel modo. Espi
por el rabillo del ojo a Guillem, al que Galcern no haba tratado mejor, y lo que
observ le confirm que a aquel hombre tampoco le haba gustado el trato recibido.
Un tanto irritada, prefiri callar las noticias recibidas de Duran.
Guillem? reclam Galcern, impaciente.
Qu le ocurri a la hermana en la catedral? cuestion Guillem.
Estaba bebida! Podemos continuar? insisti Galcern.
Ah, no, eso s que no! exclam Saurina, indignada. No, Galcern, si crees
que puedes tratarnos a todos como soldados bajo tus rdenes, te equivocas conmigo.
Y si has pensado en algn momento que conseguirs nuestra colaboracin
avergonzndonos e insultando a quien te plazca, vuelves a equivocarte. La hermana
Agns no estaba bebida, y no tolero que la trates de manera tan despectiva, no en mi
casa.
La clera encenda los oscuros ojos de Saurina, su escasa paciencia se haba
terminado ante el tono autoritario de su hermano. Guillem no tard en intervenir, las
exigencias de Galcern tampoco eran de su gusto.
Tenis toda la razn y os aplaudo. Por un breve instante, he credo encontrarme
en Palestina, ante la carga de los mamelucos y oyendo los juramentos de mi capitn.
Sin embargo, me habis hecho reaccionar y os lo agradezco. Comprendo el trato hacia
soldados, pero no creo que corresponda tambin a los amigos consider Guillem,
que se enfrent a Galcern. Tienes buenas intenciones, amigo mo, incluso puede
que lleves una parte de razn, pero no somos nios ni criados Y yo tampoco estoy
dispuesto a soportar tu trato de campamento.
Guillem dio un paso hacia la salida, con Ebre pegado a sus espaldas. Jacques
pareci vacilar, oscilando de lado a lado, hasta que tom la decisin de seguir a su
compaero. Galcern, plido y desorientado, levant una mano hacia ellos.
No os vayis, ste es un asunto muy grave. Tragarse su carcter no fue un
esfuerzo fcil, Galcern procuraba encontrar las palabras y el tono adecuado. Os he
acusado de arrogancia y he cado en el mismo pecado de orgullo, os ruego que me
excusis. Saurina, por favor, no tena derecho a tratarte como lo he hecho, perdona a
este viejo soldado. Y tienes razn, Guillem, no estamos en Palestina ni soy vuestro
capitn. Pero no olvidis, os lo suplico, que hay un enemigo real que est matando a
gente en esta ciudad, y que dos de vosotros tienen testimonios que compartir.
Galcern se sent, pareca realmente afligido. Saurina vacil, observaba a su
hermano todava sacudida por la indignacin, pero en el fondo comprenda la
frustracin de aquel guerrero apartado de su trabajo. Galcern se haba amargado
lentamente desde el da en que fue herido y retirado del campo de batalla. Quiz por
un fugaz instante, se haba imaginado de nuevo a la cabeza de las tropas celestiales, en
lucha contra el Mal que asolaba la Tierra. Saurina no se apart de la puerta e impidi
que los tres templarios salieran, con la mirada puesta en Guillem.
Galcern se ha disculpado, seores Y no podemos negar que su teora es lo
suficiente interesante para tenerla en cuenta. Aunque, en primer lugar, deberamos
acordar los lmites de nuestra colaboracin, no os parece? Nada de capitanes, de
rdenes, de listillos ni de criados Todos asumiremos nuestras correspondientes
responsabilidades, pero compartiremos lo que sabemos. Nuestra nica jerarqua sern
estas reuniones, discutiremos, y si es necesario pelearemos por nuestro punto de vista.
Ser como una hermandad secreta, sin interferencias ajenas, la hermandad del
Unicornio Estis de acuerdo?
Los rostros se haban vuelto hacia la priora, atentos, y el silencio invadi la
estancia. Los pensamientos haban huido hacia la intimidad de sus respectivas
moradas, deslizndose cautos a la espera de respuesta. Cinco cabezas pensaban y
medan escrupulosamente las consecuencias de la propuesta.
Haba faltado muy poco para que Salom Zaporta pillara a su hijo entrando en la
casa. Sin embargo, cuando el encuadernador baj a toda prisa hacia el stano, segua
tan vaco como la ltima vez que estuvo all. Se qued quieto, respirando con
dificultad, dudando de sus propias facultades. Hubiera jurado que alguien se deslizaba
por la casa, como un ladrn en busca de tesoros ocultos. Pero estaba equivocado,
Mordeqai no haba vuelto a casa. Acaso en su vela se hubiera dormido, y al mismo
tiempo soase que estaba despierto Posiblemente, los ruidos pertenecan al mundo
de la inconsciencia. Salom dio media vuelta y se encamin hacia sus habitaciones.
Estaba cansado y deprimido.
Mordeqai, agazapado tras la puerta de hierro del stano, oy los pasos vacilantes
de su padre, que se alejaban. Haba sido una mala noche, un presagio que oscureca su
nimo hasta lmites insoportables: el guarda de la puerta Norte le haba descubierto y
le haba obligado a huir en una enloquecida carrera para borrar su rastro por las
empinadas cuestas del call. Despus, casi haba tropezado con el mismsimo nasi,
Astruc Ravaia, que sala de su casa alertado por los gritos del guarda. Ni tan slo
recordaba cmo haba logrado escaparse de todos ellos Mordeqai permaneci en la
entrada del tnel un largo rato, con la mano sobre la puerta que conduca al stano de
su padre, un frgil hilo de una vida que se rompa y estallaba sin sentido a su
alrededor. Podra haber hablado con su padre y suplicar su ayuda? No, ya no era
posible, l mismo se haba encargado de cortar todos los lazos, haba sido una de las
condiciones del Maestro y lo acept sin el ms mnimo sentido de perdida. El oro
equilibraba la balanza en detrimento de su familia. Hablar con su padre, en qu
estara pensando, por todos los profetas? Reconoci el miedo como la causa principal
de su confusin, deba apartar aquellas locas posibilidades que se le ocurran, eran
fruto del pnico ante lo que estaba a punto de hacer: robar el libro del Maestro,
aquellas malditas pginas de las que brotaban imgenes deformadas hasta la pesadilla!
Ese era el botn que necesitaba, el salvoconducto que le llevara a una vida mejor.
Repiti aquellas palabras hasta convencerse de la brillantez de su idea, apartando la
duda y el remordimiento, unos sentimientos que no poda permitirse.
Avanz a gatas, procurando hacer el menor ruido, saba que en pocos minutos
desembocara en el tnel principal y podra incorporarse. Cuando lleg, se sacudi la
tierra que impregnaba sus ropas y escuch con atencin: oa unas voces discutiendo y,
aunque no perciba las palabras con claridad, el tono de la conversacin transmita un
enfado reprimido. Gir a la derecha en un tnel lateral, en direccin a las voces,
palpando las paredes y sin atreverse a encender la pequea tea que siempre llevaba
consigo. Sus pies tropezaron y, antes de darse cuenta, un ordenado montculo de
crneos se desparram ante l con un ruido ensordecedor. Mordeqai, aterrado, se
peg a la pared, las voces haban enmudecido. Permaneci all, paralizado, esperando
que los responsables de la conversacin creyeran que el estrpito haba sido
producido por las ratas. Y por qu no? All, bajo tierra, eran una legin. El
murmullo de voces se reanud, aunque en voz muy baja, y Mordeqai avanz de
nuevo hacia el sonido, con suma cautela.
Hago lo que puedo dentro de mis atribuciones, Maestro. Una voz apagada se
filtr a travs de la porosidad de la tierra hmeda, pero Mordeqai no oy la respuesta.
Sigui adelante y se detuvo en una cripta de poca altura, sus ojos se haban
habituado a la oscuridad. En las paredes, cuatro arcos daban cobijo a los difuntos,
todava vestidos con los harapos del tiempo de los vivos. A lo largo de los arcos,
calaveras incrustadas en sus piedras le observaban con indiferencia, y las oscuras
cuencas de sus ojos parecan taladrar a Mordeqai con augurios perversos. Advirti
que dos tneles salan de la cripta y vacil, nunca antes se haba atrevido a desviarse
del camino, pero no ignoraba lo fcil que sera desorientarse en aquel maldito
laberinto. En la profundidad del subsuelo, la realidad jams coincida con lo que
perciba su mirada. Tneles que parecan descender a las profundidades
desembocaban a la luz del da; y haba otros, otros que simulaban la liberacin de la
oscuridad Sin embargo, devoraban a los incautos que se atrevan a llegar hasta el
lmite del Infierno.
Mordeqai empez a sudar copiosamente, las voces haban enmudecido, y sin
aquella cuerda hecha de sonidos estaba perdido, no saba en qu direccin continuar.
Posiblemente, su pretensin no era una buena idea, haba visto el libro una sola vez
El Maestro gui su camino en la ms absoluta oscuridad, como si las tinieblas le
permitieran ver, sin una vacilacin, girando a derecha e izquierda, y sus ojos fueran
antorchas que penetraran en la negrura. Cmo haba llegado a pensar que encontrara
el camino?
Un sonido extrao puso en alerta todos los msculos de su cuerpo, peg la oreja a
la pared, y not la vibracin que surga del suelo arrancando tierra hmeda de los
muros. Alguien avanzaba por el tnel de la izquierda, alguien que arrastraba los pies
como si fueran de plomo. Mordeqai retrocedi en silencio, estudiando las pocas
probabilidades que tena de esconderse en uno de los nichos, aunque S, podra
hacerlo si era capaz de controlar las arcadas que a buen seguro revolveran su
estmago! A toda prisa, se dirigi hacia uno de los arcos que contenan los despojos y
subi con precaucin para no perturbar los ordenados huesos. Encogido, se desliz
tras el esqueleto con sumo cuidado, cubrindose con los retazos de tela podrida que
envolvan el cadver. El hedor le rode de forma inmediata, y supo que no provena
de aquellos huesos limpios, corrodos hasta el infinito, sino de las ptridas
vestimentas que disimulaban su mortalidad. Contempl con asombro el pectoral
metlico que brillaba en la oscuridad, slo para comprobar que incluso en aquellas
circunstancias de peligro, su mano corra en direccin a la joya, aunque un mnimo
sentido comn la devolvi a su seguro escondite. La luz amarillenta de una tea rompi
la oscuridad de la cripta. Los pasos pesados, lentos, resonaron en la cavidad. A travs
de una rendija de la tela, entre la brecha de unas descarnadas costillas, Mordeqai
contempl con horror al mensajero del Maestro, aquel monstruo salido del Infierno en
el que nunca haba credo: la testuz de un enorme caballo de pesadilla le estaba
observando, y el afilado cuerno que sobresala de su frente, rojo como la sangre,
hurgaba entre los huesos blanquecinos del difunto que le ofreca su frgil refugio.
Guitart se arrastr hasta los viejos muros de la casa, casi sin respirar, y se
incorpor, pegado a la pared, estudiando cada grieta que pudiera facilitarle la
escalada. Aspir una bocanada de aire y apoy uno de sus pies en un saliente del
muro, dndose impulso hasta un mnimo resquicio sobre el que sus dedos se cerraron
como garfios. Asom la cabeza con precaucin al llegar al lmite de la pared, sin ver
ningn rastro de vida en el patio, y tras un rpido movimiento salt al interior.
Una indescriptible sensacin de vaco se adue de cada palmo de su piel, y el
vello de sus brazos se eriz al contacto de sus pies con el suelo. Guitart, controlando
el escalofro que le recorra, ech un vistazo a su alrededor. No haba nadie y no se oa
el ms mnimo sonido, cosa preocupante segn el peculiar cdigo del mercenario. El
silencio total no exista, y en aquel lugar hasta las cucarachas haban decidido emigrar
hacia tierras lejanas. Entr en los establos, y comprob que el polvo y la porquera
cubran una gran parte de las caballerizas, con la excepcin de un pequeo espacio
limpio como una patena. El caballo negro, pens, aquel enorme rocn tan oscuro
como su dueo deba ocupar el lugar, y al menos alguien se ocupaba de que no
muriera de inanicin.
Se traslad al otro lado con suma cautela, sin bajar la guardia, hacia unas
construcciones que parecan ser la vivienda de los criados y los corrales de las aves
menudas. Slo encontr abandono y desolacin, incluso mucho peor que en los
establos: gran parte del interior de las viviendas se haba desmoronado, y fragmentos
de escaleras, de antiguas cocinas y muebles viejos se amontonaban en desorden,
esparcidos por todas partes. Se acerc a un ventanuco y observ la majestuosa
escalera que llevaba a la parte central del edificio, el espacio privilegiado que
corresponda a los seores de la casa. Sus facciones experimentaron un cambio
brusco, el miedo tensaba las profundas arrugas que surcaban su frente, y de golpe se
apart de la ventana desportillada buscando la penumbra de un rincn. No era una
alucinacin, estaba seguro, su vista era excelente Sin embargo, en uno de los
grandes ventanales gticos que daba al patio, haba contemplado una sombra que se
deslizaba suavemente, sin esfuerzo, envuelta en unos velos que la seguan. Guitart
expir el aire que haba quedado bloqueado en su garganta, sus manos temblaban, y
una urgente llamada a la huida sacudi su cerebro. Su mente se organiz de
inmediato, y estableci una feroz resistencia al deseo casi incontrolable de salir por
piernas y no detenerse hasta llegar de nuevo a sus montaas del norte. Por qu, Dios
bendito, haba abandonado a sus pobres ovejas? Pero haba un buen motivo que le
retena, casi fundido con el muro en que se apoyaba: Ebre, aquel joven que se haba
convertido en su amigo Y Guitart no tena un exceso de amistades, slo extraos
conocidos en un mundo de violencia y muerte. Aquel muchacho le hablaba con toda
sinceridad, sin ocultar jams su malhumor con palabras huecas, y de l emanaba un
afecto clido y desinteresado. Era toda una novedad para el mercenario, transportaba
su memoria al recuerdo de sus viejos compaeros, al viejo y entraable Badell, el
nico al que haba aplicado el calificativo de amigo. Guitart cerr los ojos y maldijo
el extrao don que posea, ver a los muertos no era un asunto agradable. Ese talento
fue la razn de que abandonara a sus compinches, la campaa de Valencia y al propio
Rey Para qu mierda le necesitaban? Ya no poda soportar la compaa de aquellos
a los que arrancaba la vida: se levantaban en el mismo momento que expiraban, le
pedan explicaciones y le seguan a todas partes. Se haba largado en mitad de un
combate, ante el desconcierto de sus compaeros, con la cabeza sonriente de un
musulmn en sus manos que, una vez muerto, intentaba explicarle las vicisitudes de
su familia. No, no poda soportarlo, era preferible la compaa muda de los espectros
de la montaa, siempre silenciosos y taciturnos.
Avanz decidido hacia las escaleras de piedra. La visin de Ebre, muerto y
ensangrentado, haba conseguido despegarle del muro con violencia. Ascendi
escaln a escaln, y a medida que suba, un hedor insoportable se colaba por todos
los poros de su piel. Reconoci la seal de inmediato, era el aviso de su encuentro con
los difuntos. Sin detenerse, ni dar el mnimo respiro al pnico que senta, empuj la
doble puerta de roble claveteada con filigranas de metal. Se abri sin un chirrido, sus
goznes haban sido bien engrasados, lo cual aportaba un dato interesante: no haba
espectro en el mundo que se dedicara a estos menesteres, una mano slida y tangible
era la encargada de tal tarea.
El vestbulo era amplio, majestuoso, iluminado indirectamente por la luz que sala
de una de las habitaciones. Una amarillenta claridad se proyectaba en rayos difusos y
caprichosos sobre una estancia enorme, que Guitart consider el saln de la casa. Los
ventanales que haba acechado desde la ruinosa casa de los sirvientes correspondan a
esta estancia. Entr con pasos silenciosos, como un gato ladrn en busca de restos de
comida. Una impresionante chimenea presida la sala. Sus dimensiones hubieran
ofrecido cobijo a todo un rebao de ovejas. Estaba delicadamente tallada, y a los ojos
del mercenario se ofreci una variedad infinita de temas esculpidos en el mrmol:
arriba, en el centro, lo que pareca un cortejo nupcial, con una pareja y sus msicos en
alegre comparsa, seguidos de un numeroso gento en el que se vean a obispos, a
nobles, a damas con todas sus galas Un repentino crujido alert al mercenario, que,
instintivamente, retrocedi unos pasos. Entre el polvo y los restos carcomidos de unos
leos resecos por el tiempo, apareci una llama que creci de intensidad,
conquistando cada rincn de la desmedida chimenea. El hedor se hizo casi
irrespirable, envolviendo a Guitart en una marea de calor sofocante y ptrido. Intent
salir, escapar de aquel infierno, pero la puerta, abierta de par en par, daba entrada a
una extraa visitante. Con toda la entereza de la que fue capaz, el almogvar se resign
a su don, no tena duda alguna sobre las intenciones del espectro: hablar, todos
deseaban hablar, comunicar su desesperacin al mundo de los vivos. Sin embargo, la
aparicin se qued en silencio, muda a su espera. Una mujer, cubierta por cientos de
velos grises que flotaban a su alrededor, impelidos por una desconocida brisa que no
exista, le haca seas con la mano. El espectro dio media vuelta mientras su brazo
quedaba en suspenso, indicando al mercenario que deba seguirla, para despus
llevarse un dedo a los labios. Guitart obedeci, sin resistencia, y fue tras los velos
transparentes que le conducan a la salida. Se asom a la luz tenue que languideca y
comprob que la mujer haba desaparecido. En su lugar, un remolino oscuro de velos
que danzaban se alargaba y una, volaba en el ter en formas extraas y cambiantes.
Por un momento, la suave tela roz su rostro desconcertado, con ligereza. Y
repentinamente, la amalgama de velos grises se situ sobre el pozo, en mitad del patio,
y se transform en una lnea recta y oscura. Sin darle tiempo a reaccionar, el torbellino
de velos grises se lanz al abismo del pozo como una lanza afilada.
Captulo XI
El alma del Unicornio est libre de vuestras sombras de perversin. Mi luz
ilumina su camino, protejo sus pasos de la inclemencia. A mi llamada, surgi del
abismo para borrar vuestra necedad, y pronto oiris sus suaves pisadas. El
prevalecer sobre vosotros, su tumba espera a que la venganza sea consumada.
Con toda la cautela de la que fue capaz, Agns se visti con rapidez. La sirvienta,
sentada en un rincn, con la cabeza inclinada sobre el pecho, se haba quedado
profundamente dormida. Agns saba lo que tena que hacer con una intensidad
rayana en la conviccin religiosa. Se desliz gilmente por la habitacin hasta llegar a
la puerta, corri de puntillas por el corredor y baj las escaleras. Oa la voz con una
claridad estremecedora, ms cautivadora que nunca. Haba entrado en su sueo para
guiarla de nuevo.
Se detuvo ante la puerta de la calle, vacilando, el nombre de Saurina se impona a
la voz que habitaba en su cabeza. Qu pensara la priora? Y si le contase lo
maravillosa que era la voz, lo mucho que haba hecho por ella? No, no poda hacerlo,
l se enfadara! Un estremecimiento recorri su piel, sin saber qu decidir. Saurina
haba sido buena con ella, la cuid con ternura cuando olvid quin era y de dnde
vena Pero no lo entendera, Saurina no lo entendera. Tena que alejarse de la
priora, y Oh, Seor de misericordia, deba recuperar aquel fragmento del
pergamino! Agns temblaba ante la puerta cerrada, dudando. Aunque siempre poda
asegurar que no saba nada de aquel fragmento, que haban pasado muchos aos
Hasta era posible que l pensara que estaba perdido! S, se olvidara de aquel sucio
fragmento como haba olvidado tantas cosas, lo borrara de su memoria. Su intencin
no era perjudicara la priora, y por ello era imprescindible que huyera de su lado.
Adems, sera estpido no reconocer que todava anidaban muchas lagunas en su
memoria. Estara vivo todava, despus de tanto tiempo? Recordaba que las cosas
no haban ido tal como ellos planearon, algo haba fallado, pero era incapaz de
adivinarlo. La mirada de Agns atraves la oscuridad del vestbulo en busca de una
respuesta: l no se lo haba dicho todo, ahora estaba segura, tena la certeza de que le
haba ocultado muchas cosas. La joven, paralizada ante la slida puerta, abri los ojos,
desconcertada. La niebla que cubra su mente an esconda demasiadas respuestas.
Acaso la haba engaado? Hizo un esfuerzo de concentracin, arrugando su frente en
tres marcadas lneas, y una nube de vapor difuso apareci repentinamente ante ella.
En una visin aterradora, Agns corra por estrechos pasadizos empapados en rojo,
sus manos chorreaban el fluido vital en tanto hua en la oscuridad. El sobresalto de la
delirante huida penetr en su interior con fuerza, en un xtasis de irrealidad que la
oblig a cerrar los ojos. De qu estaba huyendo, de quin? El sudor cubra su
frente, y sus irregulares jadeos la despertaron de la pesadilla. Los ojos de Agns se
transformaron, ya no haba all nada que recordara a la bobalicona hermana que
cuidaba del huerto, un destello de acero pulido brill en sus pupilas y, con un
decidido movimiento, abri la puerta de entrada. Su silueta se recort un fugaz
momento en el umbral, para despus desaparecer en la difusa claridad del alba.
Guitart contempl el fondo del pozo con una mueca de escepticismo. No estaba
muy seguro de lo que iba a hacer, pero si se decida, no haba tiempo que perder. El
hombre de negro poda volver en cualquier momento, y no estaba dispuesto a ser
pillado y acusado de robo o de cualquier otro delito. Inspir una bocanada de aire
fresco, controlando el temblor que agitaba sus manos. Aquel espectro de los velos
deseaba algo, de lo contrario se hubiera quedado tan tranquilo en el inframundo, sin
molestar a los desgraciados vivos. Y si era as, su deseo estaba en el pozo. Guitart no
se plante en ningn momento que sus sentidos hubieran enloquecido de repente,
haba visto con toda claridad a la mujer envuelta en velos, con los dos ojos que Dios
haba puesto en su cara. Estir la cuerda que haba encontrado en el establo entre los
dedos, comprobando su resistencia, y despus dio un violento empujn al arco de
madera sobre el brocal, observando la soga que sujetaba el cubo. La vieja madera
resisti el embate sin un solo sonido ni vibracin. Se subi a la boca del pozo, at la
cuerda al arco y volvi a tirar con fuerza. Una vez realizadas tan delicadas
operaciones, se colg de la soga sobre el pozo, con el odo atento a cualquier crujido
sospechoso. Sin embargo, ni la ms leve brisa alter el silencio reinante, por lo que
empez a descender, a pulso, con sus enormes manos cerradas en torno a la cuerda. El
pozo se estrechaba a unos veinte palmos de la superficie, y calcul que le quedaban
otros cuatro para llegar al agua. No se equivoc en su apreciacin, y sus pies pronto
experimentaron el fro que causaba la inmersin, un fro intenso y glido.
Baj unos palmos ms hasta quedar cubierto por el agua y mir hacia arriba. La
boca del pozo pareca un pequeo punto perdido en el cielo, una seal para el camino
de vuelta. Tante con los pies, con la vana esperanza de tocar el fondo, pero bajo l
no pareca haber nada slido, slo agua y ms agua, oscura y brumosa, con un
peculiar sonido de marea alta.
Ya estoy aqu, mujer, tal como queras Qu es lo que deseas mostrarme?
mascull, con la estpida sensacin de hallarse precisamente donde no deba.
El sonido segua regular, el agua besaba las paredes del pozo sin notar su
presencia, y el fro aumentaba hasta que not las piernas congeladas, casi sin
capacidad de movimiento. Atemorizado por la posibilidad de no ser capaz de ascender
de nuevo, Guitart aferr con fuerza la soga, dispuesto a la primera brazada que le
sacara de all. Cuando ya casi todo su cuerpo sobresala del agua, algo agarr su
pierna y la retuvo. El mercenario, sobresaltado, mir hacia las aguas, pateando en un
esfuerzo desesperado, a punto de lanzar un alarido terrible. Sus manos vacilaron ante
el peso que intentaba arrastrar su pierna al abismo, sinti que resbalaba y la soga
rompa la carne de su mano, y cay con estrpito, lanzando un brote de espuma negra
y espesa. Su cabeza emergi con fuerza, en el mismo instante en que la espuma
desapareca, jadeaba casi sin respiracin, con la alarma marcada en cada trazo de su
rostro. Sin perder ni un segundo, volvi a sujetarse a la cuerda que vacilaba de lado a
lado del pozo, apoyando la frente en la seguridad de la textura vegetal. Se qued all,
controlando el miedo que le atenazaba, colgando en las fras aguas y sin atreverse a
mover la pierna.
El susurro de las aguas cambi de tonalidad, apareci un chapoteo que surga de
las profundidades y dibujaba amplios crculos en la superficie. Guitart se volvi con
rapidez. Las cuencas vacas de unos ojos ya apagados emergan de las aguas, una
cabellera empapada y pegada al crneo, con retazos de una tela gris que se adheran a
la calavera con desesperacin. Unos puntiagudos huesos se alzaron sobre su rostro,
restos de una mano descarnada. Entre ellos destacaba una cadena dorada que lanzaba
destellos amarillentos. Incapaz de articular el ms mnimo sonido, paralizado, y con
los ojos a punto de salir disparados de sus rbitas, Guitart no poda dejar de mirar al
espectro de la mujer. Sacando fuerzas de flaqueza, arranc la cadena de los mohosos
huesos y se precipit por la cuerda, hacia arriba, en un viaje que le pareci una
eternidad.
Estaba a punto de asomar la cabeza por la boca del pozo, cuando el estridente
crujido de la puerta lleg a sus odos. Agazapado y oscilando en el vaco, esper, con
la esperanza de que el inoportuno visitante entrara rpidamente en la casa. Cerr los
ojos y murmur una vieja oracin, pero su meditacin se vio interrumpida por una
brusca sacudida de la soga que le sostena, la cuerda vibraba con una intensidad
creciente. Not cmo el vello se le erizaba cuando mir hacia abajo, y contempl el
pestilente esqueleto sujeto a la soga, como un reptil enroscndose en una rama. Suba
a gran velocidad, acompaado del sonido de sus huesos chocando entre s. Guitart
sinti cmo los afilados huesos se clavaban en su espalda cuando el espectro pas por
encima de l y, casi en el brocal, desapareca en una masa flotante de velos grises que
se alzaba como una lanza sobre el pozo.
Captulo XII
Escuchadme, soy la pesadilla que altera vuestro sueo, la mano que ahoga vuestra
ambicin. Soy el odo que escucha vuestros ms escondidos deseos, los ojos que
contemplan vuestra destruccin. Soy la luz y la tiniebla, aquel que gua el cuerno del
Unicornio y bebe en el Libro del Conocimiento.
Guillem, con la cabeza inclinada, mantena toda su atencin en la figura del batlle.
Haban salido de la casa del cannigo Bernat de Camps, el ambiente cerrado y
maloliente los oblig a huir a zonas ms respirables. Sentados en la hierba, en la orilla
del ro Galligans, contemplaban la mole majestuosa del monasterio de Sant Pere, al
otro lado del ro.
No haca ni dos meses que ostentaba el cargo cuando empezaron a ocurrir cosas
raras. El funcionario pareca masticar el relato. El antiguo batlle era un pariente
de mi padre, y no tuvo reparos en hablar a mi favor en la curia. No es que el trabajo
me entusiasmara, lo reconozco, pero vi en l una forma de ascender y huir de las
labores del campo Hubo cinco muertes en el plazo de dos meses, y luego se
detuvieron de la misma forma misteriosa en que empezaron. Estbamos
desorientados, y no slo era culpa de mi inexperiencia, os lo aseguro. Los oficiales
reales andaban tan confusos como yo, y tambin las autoridades eclesisticas
implicadas en tan absurdo caso.
Cinco muertos Guillem meditaba con la mirada distante. Tambin
fueron religiosos?
No, no, ninguno de ellos lo era continu el batlle. Adems de Renau de
Biure, que perteneca a la pequea nobleza, hubo un burgus que se dedicaba al
comercio de tejidos; tambin un rico comerciante de aceites que posea varios
molinos, un mdico que atenda a la curia, ya podis imaginar el escndalo! Y
finalmente, encontramos a un hombre que no pudimos identificar. Bien, cuando digo
un hombre, no s
Qu queris decir, seor batlle? consult Ebre, que hasta el momento haba
permanecido callado.
Como las muertes que nos ocupan, aqullas tambin fueron enigmticas. En
realidad, nunca se encontraron los cuerpos, slo trozos, pedazos de aquella gente
El batlle tena una expresin peculiar.
Cmo supisteis entonces a quin correspondan? insisti Ebre.
Cada fragmento humano llevaba un signo distintivo que los familiares
reconocan: un anillo, un vestido, un sombrero especial No s, ya no lo recuerdo.
Pero haba algo que marcaba los cuerpos con su identidad, y era el pergamino, con su
nombre escrito en tinta roja. Un unicornio ocupaba casi todo el espacio, y abajo, entre
sus patas, figuraba el nombre de la vctima. Por eso, el Unicornio es un viejo
conocido.
Pero eso no nos indica nada, amigo mo interrumpi Guillem, con la duda en
su mirada. Podran ser parte del mismo cuerpo, no os parece?
Bien, todos ellos haban desaparecido, y hasta el momento no he tenido noticias
de ninguno. No es suficiente? Qu creis, que se marcharon todos en buena
armona hacia Tierra Santa, sin avisar a sus familiares o a sus amigos? El batlle
pareca molesto.
No pongo en duda vuestro buen hacer, seor batlle le tranquiliz Guillem.
Slo apunto que existe esa posibilidad, y aunque algunos de esos trozos
correspondieran en verdad a los que creis, siempre existir la duda. Nunca
sospechasteis de nadie?
Tenamos a tantos sospechosos como desgraciados existan en esta maldita
ciudad contest el batlle. En la curia, queran a un acusado con celeridad,
deseaban encubrir el escndalo a toda prisa. Y cuanta ms urgencia haba en hallar a
un responsable, el Unicornio avanzaba dejando ms sangre y destruccin. Aunque
s, la gente tuvo a su culpable.
Pero vos no estabais convencido de su culpa Ebre le observaba con
especial inters, la indiferencia del batlle le inquietaba.
No es slo eso, muchacho, estoy seguro de que aquel infeliz no tena nada que
ver. Ahora ocurre lo mismo, en la curia quieren a una vctima para el sacrificio y no se
detendrn ante nada. Incluso me han amenazado con quitarme el cargo, estn
nerviosos de verdad De lo contrario, no se explicara lo del infeliz administrador.
El que sali gritando de la casa? intervino Guillem. Qu ha ocurrido con
l?
Est muerto, no soport la tortura. En cierto sentido, vos sois responsables de
su muerte. El batlle le dirigi una mirada acerada. Le exigan un pergamino que el
desgraciado nunca tuvo en su poder. Sin embargo, ahora tendrn el maldito
pergamino, y espero que las cosas se calmen, aunque que sea durante unas horas.
Y qu vais a decirles? pregunt Guillem con suavidad, necesitaba confirmar
su intuicin.
Y qu queris que diga? La verdad! Las ratas se lo llevaron, lo encontr
bajo un mueble en la casa del cannigo. El batlle suspir. Tenis una idea mejor
que no os lleve a la mazmorra?
Guillem asinti con la cabeza. A pesar del choque inicial el da de la muerte del
cannigo, y del malhumor de ambos, haba intuido que bajo el cuerpo cuadrado y
robusto del funcionario se esconda una mente brillante, aunque su aparente frialdad
le desconcertaba. Las palabras del batlle le tranquilizaron, no tena un especial inters
en desafiar a la curia.
Seor batlle, seor batlle! Los gritos resonaron a travs del ro.
El batlle se levant de un salto, al mismo tiempo que sus dos acompaantes. Su
odo captaba la direccin del grito con una precisin exacta.
Es mi ayudante, el saig, me busca en la casa del cannigo. Es mejor que no nos
vean juntos, Guillem Creo que debemos ser prudentes en nuestra colaboracin y
mantenerla en secreto.
S, es probable que tengis razn confirm Guillem. Cmo puedo
ponerme en contacto con vos?
Yo lo har, levantar menos sospechas. El secretario de la Pia Almoina estara
encantado si pudiera implicaros de algn modo. El batlle sonri con irona. Id
con Dios y permaneced atentos, nadie est a salvo.
Le vieron alejarse con paso rpido, hasta que desapareci por una esquina con una
leve mirada de recelo. Guillem estaba meditabundo, absorto todava por el relato del
batlle. Era indiscutible que los lejanos sucesos de haca quince aos estaban
estrechamente relacionados con lo que ahora los ocupaba, y las ltimas muertes
trenzaban un nudo con un hilo invisible, un nudo en medio de otros muchos. Dnde
encontrar el cabo del hilo que desapareca en el tiempo?
Sabes, Ebre? Me empieza a interesar ese encargo tuyo, Renau de Biure se ha
convertido en una prioridad.
Guillem le apunt con un dedo, reclamaba una informacin que el muchacho no
posea.
Salom levant los ojos de su trabajo, volva a or ruidos en el stano. Era casi
una obsesin, una esperanza intil que se repeta da a da. Un engao de los sentidos,
pens; todas sus ilusiones transformadas en una pesadilla que se mofaba de sus
sentimientos. Mordeqai no volvera a casa, era el ltimo lugar al que acudira, y saba
perfectamente que su padre no iba a encubrir sus fechoras. Sin embargo, las palabras
del batlle haban impactado en su espritu: su hijo poda estar en peligro Un sonido
en el stano se oy con claridad, y Salom supo que esta vez no era un mero deseo de
su mente. Mordeqai no acudira a l, de eso estaba seguro, pero s lo hara a su madre.
Una arruga cruz su frente, marcando una sombra en su rostro, se levant sin hacer
ruido y se desliz hasta la puerta del stano. Oa cuchicheos, retazos de una
conversacin que no quera ser escuchada, y un sentimiento de indignacin se
apoder de l. Abri la puerta y baj los tres escalones. Sara y Mordeqai estaban en
un rincn, en un vano intento de esconderse de su presencia.
No te enfades, Salom, por favor, es nuestro hijo! gimi Sara. No tena
adonde ir, es culpa ma.
No me enfado, Sara. El tono del encuadernador intentaba ser suave. Pero
ahora quiero que nos dejes solos, he de hablar con Mordeqai. Te lo suplico, Sara, no
te preocupes.
La mujer se separ de su hijo con esfuerzo. En su mirada se extenda el recelo de
la desconfianza, no estaba segura de hacer lo correcto. Sin embargo, baj la cabeza y
obedeci, no sin antes lanzar un desafiante gesto a su marido.
Madre no tiene la culpa, slo quera pasar esta noche aqu, no tena adonde ir.
Mordeqai call, la severa mirada de su padre le dej sin palabras, siempre lo haca.
S que tienes problemas, hijo, graves problemas. El batlle vino a visitarme y
Yo no he matado a nadie, padre! interrumpi Mordeqai, desesperado.
Soy un ladrn, tienes razn, pero no soy un asesino!
Djame hablar, Mordeqai, y piensa un poco antes de precipitarte en tu larga lista
de excusas. No te he pedido razones, nunca lo he hecho, y voy a decirte por qu, hijo:
por el temor anticipado a tus mentiras, nunca te has dejado ayudar. Salom inspir
en una larga pausa. El batlle cree que ests en peligro, eso vino a decirme.
Por una vez no se equivoca balbuci Mordeqai.
Aunque considera que no eres el responsable de esos asesinatos, est
convencido de que sabes algo de ellos prosigui Salom. Y creme, hijo, ha sido
una autntica sorpresa para m En contra de lo que supones, siempre he querido
ayudarte, a pesar de que tanto t como yo nos hemos equivocado en nuestras
acciones. He sido severo contigo, Mordeqai, y la severidad no siempre es una buena
maestra.
Mordeqai estaba asombrado, nunca haba odo a su padre hablar de aquel modo.
Algo se rompi en su alma al escuchar sus palabras, algo que nunca podra recuperar.
Su padre tena el valor de reconocer el error de su severidad, y lo haca con sencillez,
sin grandes prdicas ni el sonar de tambores divinos. Sin embargo, l no poda
hacerlo, aceptar el error sera como desaparecer en el infinito y morir de alguna
extraa manera. Estaba hecho de la naturaleza de sus defectos, y renunciar a ellos sera
convertirse en un vaco abismal. Las lgrimas asomaron a su rostro y contempl a su
padre desde su rincn. Haba envejecido de manera prematura, posiblemente por su
causa, y cientos de canas blanquecinas matizaban la cabellera que l recordaba negra
como el carbn. En una semana le haban cado cien aos de vejez, pens Mordeqai, y
ya casi no quedaba nada de la imagen que su memoria guardaba de aquel hombre.
Aunque era muy posible que aquella imagen no hubiera correspondido nunca a la
realidad, sino a su deseo. Odiar a su padre haba sido fcil. El Maestro le haba
ayudado, a pesar de que Mordeqai saba que exista en su interior un buen caldo de
cultivo para la ira. Por qu razn le odiaba tanto?
T no me conoces, padre, soy peor de lo que crees musit en voz baja,
convencido de lo que deca.
Conozco tu ira, Mordeqai contest Salom. Aunque nunca he intentado
comprenderla, estaba demasiado asustado.
Debo irme, padre, no quiero poneros en peligro. La vieja rabia rebrot en el
joven, deseaba terminar con la conversacin.
No es necesario que lo hagas, hijo. Ests a tiempo de enderezar tu vida, habla
con el batlle, te escuchar implor Salom. Te ayudaremos, Mordeqai, no
importa lo que hayas hecho, sino lo que hars ahora. Pinsalo, te lo suplico, detn esta
locura.
Tanto te preocupan las vidas de esos hipcritas que nos detestan? La
pregunta fluy con la facilidad de un ro al desbordarse. Mordeqai volva al odio, su
refugio preferido. Ests convencido de que al batlle, y a toda la curia al completo,
les importa un rbano quin es el culpable?
No eres quin para juzgar su comportamiento ni para condenar a nadie,
Mordeqai. Una cansada rigidez se extendi por las facciones de Salom. Slo
puedes remediar tu comportamiento, nada ms Y dudo mucho que t seas el mejor
juez para emitir sentencia contra la hipocresa, ya que si jugaras limpio, la peor
condena caera sobre tus hombros.
Eso es maravilloso, padre, sobre todo viniendo de ti. Las lgrimas haban
desaparecido del rostro de Mordeqai. Me ir esta noche, ya no te causar ms
preocupaciones.
Salom abri la boca, pero lo que fuera que quisiera aadir se perdi en el vaco.
Derrotado, con los hombros hundidos, asinti con la cabeza. Dio media vuelta, muy
lentamente, como si sus ojos hubieran perdido la vista, y subi los escalones. Cuando
estaba en el umbral de la puerta, la voz de su hijo le detuvo.
Padre
Una triste esperanza brill por un momento en sus facciones, para apagarse casi de
inmediato. La palabra qued en suspenso, sin continuacin, y Mordeqai le dio la
espalda de manera ostensible. Salom se apoy en el umbral de la puerta, con la
respiracin entrecortada por la angustia de un presentimiento, y antes de salir de la
estancia supo que nunca ms volvera a ver a su hijo.
Mordeqai se qued solo, los sollozos contenidos sacudan su cuerpo como si no
tuviera vida. Hubiera querido avisar a su padre, implorarle que cerrara a cal y canto
aquella entrada al Infierno, el largo y estrecho tnel del que slo emanaban efluvios
de azufre y de maldad. Hubiera querido gritarle que no era l, sino el Maestro, el que
le empujaba al abismo ms profundo. Sus palabras se haban apoderado de su
voluntad para siempre y le envolvan como una carcasa vaca, sin vida propia. Pero
acaso su padre le habra credo? No, Salom nunca entendera el malfico influjo, y
considerara que slo era una de sus innumerables excusas para no aceptar el error
Estara en lo cierto una vez ms? Mordeqai se mordi lo puos con desesperacin,
con una rabia creciente que senta arder en su interior, un fuego que quemaba sus
entraas hasta convertirlas en polvo. No era nadie, nada. Sin el Maestro estaba
perdido.
Y por qu estis tan interesados en todo este asunto? El oficial real los
observaba con suspicacia, fruto sobre todo de las seis jarras de vino que llevaba
contabilizadas. Era un hombre joven, delgaducho y aptico, con una melena muy bien
cortada, que enmarcaba una cara plida y de carnes flojas. Todo lo que le faltaba a su
esmirriado cuerpo pareca reunirse con glotonera en unas facciones hinchadas y
desmayadas.
Nos interesa lo que pasa en la ciudad, estamos hartos de rumores apunt
Galcern, con la vista fija en el turbio lquido que llenaba su jarra.
S, no nos gustan los rumores aadi el Bretn como un eco repetitivo.
No hay mucho que contar, la verdad espet el oficial con suficiencia. Ese
franciscano era un mal bicho, los de la curia andaban locos tras sus pasos Ja, rob
a los mercedarios antes sus mismas narices!
El oficial solt una carcajada, encantado ante su ingenio, esperando de sus
compaeros la complicidad en la broma. El Bretn ensay una forzada sonrisa,
mostrando los dientes ante un asombrado Galcern, quien no entendi la gracia del
asunto. Estaban sentados alrededor de una mesa, en una taberna prxima al ro, y un
penetrante olor a desperdicios en descomposicin caldeaba la sala sustituyendo a un
buen fuego. Una joven voluptuosa, de generosas carnes, roz al Bretn en el brazo y
le gui un ojo con picarda. Jacques se limit a mantener la exhibicin de su
dentadura, hasta que un puntapi de Galcern le hizo reaccionar.
Hemos odo barbaridades, como que a ese desdichado se lo comieron los
cuervos Ya me dirs! Cmo demonios puede uno creer tal estupidez? Galcern
insista, sin perder los nimos ante la apata de su interlocutor.
Pues, por esta vez, los rumores no andan exagerados, os lo aseguro. Estuve all
mismo, y vi lo que vi El oficial sonrea, su importancia creca por momentos y se
senta halagado por el inters de los dos templarios. Colgaron a ese tal Gispert de un
rbol, en la mismsima plaza de la iglesia de los franciscanos, y os puedo jurar que
estaba infestado de cuervos ms negros que una mala noche. Y eso no es todo, le
haban arrancado los ojos, las orejas, y slo conservaba media nariz Por no hablar
de sus entraas, se dieron un buen festn con ellas.
El oficial se lanz sobre la jarra como un animal hambriento y sorbi hasta la
ltima gota. Despus, mirando a sus interlocutores, golpe la jarra contra la madera de
la mesa, un sonido que anunciaba la necesidad de su sed. Galcern vacil, aquel
hombre borracho no les iba a servir de nada, pero an dudaba ms de su utilidad en
estado de serenidad, si es que acaso lo conoca. Alz una mano, indicando a la
tabernera que les sirviera de nuevo, al tiempo que lanzaba una furibunda mirada al
Bretn, quien ya levantaba su jarra con la misma demanda. Jacques, con gesto
enfurruado, acept la indicacin.
Aunque hay algo ms que muy pocos saben El tono misterioso del oficial
sealaba que era uno de los escogidos. Ese hombre no muri all, entendis? Ya
estaba muerto cuando le colgaron del rbol. Emanaba una peste a podrido que no os
podis imaginar. Adems, llevaba un papel atado a una mano
Qu interesante! exclam el Bretn, sin poder disimular un bostezo,
empezaba a aburrirse de aquel estpido engredo.
Dios todopoderoso! Queris decir que lo asesinaron en otro lugar y que
despus lo dejaron all, expuesto a todas las miradas? dijo Galcern, que intentaba
contrarrestar el aburrimiento del Bretn poniendo nfasis en la pregunta. Otro
puntapi se desliz bajo la mesa y provoc la furiosa mirada de su compaero.
Pues s, caballeros, as sucedi. Y no permit de ninguna manera que los
oficiales de la curia metieran sus asquerosas narices en el asunto, tuve que expulsar
con violencia a sus funcionarios. El oficial se pavoneaba mostrando sus ms
relucientes plumas. Y hay ms, estad atentos, los de la curia estn como locos, no
me extraara que intentaran atentar contra mi vida, ya han liquidado a uno de los
nuestros. Este s que es un asunto peligroso, andad con cuidado con la curia, amigos
mos.
El Bretn se levant de golpe, no poda soportar ni un instante ms al intil
presumido, y a punto estuvo de lanzar su puo contra las oscilantes carnes de sus
mejillas. Sin embargo, soport la ltima chanza de aquel estpido de forma estoica, y
no lo mat de milagro ante la sugerencia de una imprevista urgencia con la voluptuosa
tabernera. Sali a la calle como un vendaval desatado, esperando a Galcern.
Pero, bueno, a ti qu te ocurre? Estbamos a punto de descubrir algo, imbcil!
Galcern sala tras l con ganas de pelea.
No me insultes, ya te lo he advertido, carroa en descomposicin! salt
Jacques con furia. Y te lo digo en serio, Galcern, has perdido olfato, o peor, nunca
lo has tenido Te aseguro que con slo ver a ese estpido gallo, s que me har
perder el tiempo, cosa que me ha confirmado con su tonta palabrera.
Mira, no te hagas el sabiondo conmigo, que s por dnde andas!
Pero qu vas a saber t, maldito anacoreta! El Bretn solt la lengua sin que
ningn obstculo la contuviera. Esto no es Tierra Santa, Galcern, no es estrategia
de combate ni nada que se le parezca. No hay ejrcitos que mandar ni turcomanos que
esconder Por todos los clavos del Glgota, tu absurda estrategia es una pura
mierda!
No blasfemes, por todos los abismos del Infierno, asno estpido!
El oficial real, acompaado de otros compaeros, se apiaba en la puerta de la
taberna con gran jolgorio y los sealaban con el dedo. El Bretn cruz los brazos, con
las piernas abiertas, sin apartar la vista del grupo de provocadores. Despus, levant
un brazo, abri la mano y la cerr de golpe, dejando que su dedo ndice se izara al
cielo con una conviccin absoluta. El gesto molest a los oficiales reales, enterados ya
de su pertenencia al Temple por el guardia interrogado, quien se bamboleaba de lado a
lado con una estpida sonrisa de desmayo. Galcern vacil unos segundos, pero la
irritacin ante el gesto prepotente de los hombres del Rey pudo con su escasa
paciencia. Alz el bastn en una seal indiscutible, y cuando uno de los oficiales se
arroj sobre l, el bastonazo impact en el crneo del agresor con un sonido hueco. El
Bretn, con un alarido gutural, arremeti como un ariete y derrib a tres oficiales
prestos a lanzarse contra l. La barahnda de gritos y maldiciones se levant
enmudeciendo el bronco rumor del ro. La lluvia, que volva a caer en gotas heladas
como agujas, no enfri el ambiente.
Agns sigui al hombre de negro sin vacilar ni discutir. Saba que tena las
respuestas que ella buscaba, en una intuicin oscura que se perda en el eco de su
memoria. Y haba algo ms, siempre haba algo ms Deseaba con todas sus fuerzas
abandonar aquella sombra casa. Regresaba a su hogar y nada quedaba de l, la ruina
y la destruccin imperaban sobre aquello que haba amado, y un presagio de muerte
reinaba a su alrededor. No lo recordaba con precisin, pero lo intua con una fuerza
devastadora que conmova su alma. La haba visto, ella regresaba de su tumba lquida
en demanda de su vida, de la misma manera que Agns haba exigido su sangre en un
extrao tributo que ahora la persegua. Abandon toda esperanza al contemplar el
rostro que asomaba entre los ptridos velos, y se vio a s misma en las facciones que
le mostraba la muerte, recordando las promesas y la traicin. Sus aos en el convento
haban cambiado su alma, slo recordaba retazos, fragmentos de una vida pasada,
como si correspondieran a alguien ajeno a ella, distante y lejano, que le hablara en un
lenguaje desconocido. En su mente se dibujaron los rasgos de un ser amado hasta la
condenacin, una pasin que no tena lmites ni fronteras. Una parte de su ser se
desprenda de aquel amor sin redencin, sin perdn Cmo atreverse a exigir
misericordia si aquel sentimiento no haba ocupado ningn lugar en su vida? Los
velos grises se extendan ante ella, vaporosos y grciles, con la misma docilidad
especial que marcaba el andar de Sibila, el hablar de Sibila, el gesto de Sibila Dios,
cunto la haba odiado! Ella posea todo aquello que ansiaba, desesperadamente, sin
nada que detuviera la clera que ahogaba su razn. Los velos grises la observaron en
la casa vaca, extendindose ante ella como un campo de destruccin, sin tocarla, sin
rozarla siquiera, esperando en la estril tierra que la rechazaba. Inconscientemente, su
mano se haba alargado hacia ellos, y los velos retrocedieron con suavidad, sin un
solo movimiento brusco. Estaba all, Sibila estaba all, aguardando el desenlace,
esperando.
Sigui al hombre de negro en un trance, sin ver ni or, sumergida en laberintos de
tierra hmeda, la tierra empapada en sangre de sus pesadillas. Y esper a recordar,
llegaba el tiempo de la memoria. Esperara, tal como haca Sibila, esperar, esperar
Saurina estaba exhausta, durante horas ella y Duran haban buscado a la hermana
Agns con desesperacin. Sus ropas estaban empapadas en sudor, pegadas a su
cuerpo como una doble piel. Cansados y sin saber a quin recurrir, aceptaron el
fracaso con resignacin. Duran propuso acudir a la curia, a los hombres del obispo
para que encontraran a la monja, pero Saurina se neg. Algo en su interior le deca
que la sugerencia no era la adecuada y que deba alejarse de las autoridades. Acaso
Agns haba decidido finalmente correr hacia el mundo al que perteneca, y su
memoria, recuperada del olvido, la llamara por caminos secretos, caminos que ella no
poda seguir. La aceptacin del fracaso, ofreci a Saurina un descanso espiritual, una
confianza desconocida que la invada en serenas oleadas. Si sa era la voluntad del
Todopoderoso, ella no poda hacer otra cosa que inclinar la cabeza y obedecer. Por
primera vez, esa sensacin le procur un consuelo extrao, un abandono de su propia
responsabilidad en manos ms sabias y experimentadas. Dios deba servir para estas
cosas, reflexion: all donde su brazo se encoga, la mano divina alcanzaba la
eternidad. Era as de sencillo, lejos de la complejidad en que se debata su mente.
Haba interrogado a Duran acerca de la idea que, inoportunamente, asalt al pobre
fraile en la biblioteca. El franciscano explic que conoca a un hombre versado en
libros, un judo capaz de encontrar el manuscrito ms olvidado y recndito. Duran
estaba convencido de que aquel personaje podra ayudarlos, y con una energa
renovada arrastr a la priora por las estrechas callejuelas del barrio judo, hasta
detenerse ante una puerta que golpe con fuerza. La cabeza de Salom Zaporta surgi
en el umbral, con un gesto de reconocimiento.
Fray Duran de Navata, cunto tiempo, amigo mo! Pero pasad, os lo ruego,
sta es una visita inesperada y muy grata.
Con una sincera sonrisa, el encuadernador los llev hasta la sala y busc unas
sillas para acomodarlos. Su envejecido rostro, mostraba las seales de una profunda
tensin que no escap a la mirada del franciscano.
Salom, mi buen amigo, te encuentras bien? No quisiera interrumpir tu trabajo
ni tus preocupaciones insisti solcito.
No te preocupes, Duran, el trabajo puede esperar, y hay preocupaciones de las
que es bueno alejarse gracias a la compaa de un buen amigo. Qu te trae por aqu,
acaso un nuevo ejemplar que queris encuadernar?
No, no, Salom, el convento se ha quedado sin dineros para cuidar de sus
escasos libros. Duran buscaba una manera fcil de encauzar la conversacin.
Vers, aqu la hermana Saurina, priora del convento de Cadins, y un servidor nos
encontramos ante un problema que quiz t puedas aclarar.
Estar encantado si puedo hacerlo, Duran, y espero estar a la altura que
reclamas. Salom inclin la cabeza en un breve saludo hacia la monja.
Estamos buscando un libro La pausa del fraile se alarg.
Eso no es nuevo, amigo mo, se es tu trabajo, siempre en busca de interesantes
manuscritos perdidos. Salom intent ayudarle, vea la vacilacin en su buen amigo
. De qu se trata esta vez, hay algo que te preocupa?
Buscamos un bestiario. La voz de Saurina son firme y provoc la curiosidad
del encuadernador, que call a la espera de que la informacin se ampliara.
No es un bestiario corriente, Salom continu Duran. Por las noticias
que he podido reunir, hay rumores extraos acerca de l.
Lo llaman El bestiario del Unicornio volvi a interrumpir Saurina, ante los
constantes rodeos del fraile. Y segn fray Duran, tiene poderes que van ms all de
un simple libro Poderes del diablo!
Del diablo? pregunt con irona Salom. Me temo que este personaje es
parte de vuestras creencias, he odo repetidamente su nombre a muchos de vuestros
compaeros predicadores que se dejan caer por aqu para redimirnos.
Salom, es importante, sabes algo de l? La urgencia del fraile era visible.
S, creo que s alguna cosa acerca de ese libro, aunque desconozco si os puede
servir de ayuda. El encuadernador se pas un dedo por los labios, con la vista
perdida en la ventana del jardn. S, por ejemplo, que es una copia de un
antiqusimo manuscrito que los cruzados encontraron en un remoto monasterio de
Armenia; lo robaron y lo transportaron hasta Occidente. Tambin s que se hicieron
varias copias de l en el mximo secreto, una de ellas en el monasterio de Sant Pere de
Rodes, de donde volvi a ser robado. Y a partir de ese momento, desapareci de la faz
de la Tierra.
Saurina rebusc en sus faldones, sac su pergamino y lo extendi hacia Salom,
sin aadir una sola palabra. El encuadernador lo recogi con un cuidado exquisito, lo
abri suavemente sobre su mesa y se qued meditando profundamente. Suspir varias
veces, los mir y volvi a quedar sumido en los trazos del unicornio.
Un trabajo bellsimo, aunque no es necesario que os lo diga De dnde ha
salido? reclam con visible curiosidad.
Alguien lo abandon en la puerta de mi convento, en Cadins. La impaciencia
del tono de Saurina hizo sonrer al viejo hebreo.
Creo que fue uno de los tuyos, Duran, un franciscano Se dice que lo rob de
Sant Pere de Rodes, aunque ya sabes que los rumores son como ros que no llevan a
ninguna parte.
Mir dEsquenat afirm Saurina con rotundidad. El bibliotecario que hace
unos quince aos estaba en el convento de fray Duran.
S, s, se era su nombre, estis bien informados Un personaje inquietante,
por lo que he odo. Salom estaba concentrado, buscando en su memoria los datos
precisos. Conoc a un monje de Sant Pere de Galligans, ahora ya fallecido, que
saba mucho de l. Slo os puedo explicar lo que l me cont, haba sido tambin
bibliotecario de su convento, y ya sabis que los libros hacen extraas amistades. Era
un buen hombre, mantenamos largas conversaciones, sin ningn inters en
convencernos de las verdades absolutas de nuestras diferentes creencias. Fray
Silvestre se llamaba, un hombre realmente sabio.
Y qu fue lo que os cont acerca de Mir dEsquenat? La fra humedad de
sus ropas se calaba en los huesos de la priora.
Paciencia, hermana, todo llegar Ese hombre, Mir dEsquenat, pareca
fascinado por los bestiarios que su Orden no estaba dispuesta a adquirir, lo que le
acarre bastantes problemas, no hace falta decirlo. Posiblemente, fue lo que le
condujo al robo, sin duda Salom frunci el ceo. Aunque por lo que me
cont fray Silvestre, haba algo ms, algo terrible en ese hombre. Nunca se fi de l, y
no dejaba de vigilarle cada vez que acuda a su biblioteca. Es ms, estaba convencido
de que haba robado un grimorio propiedad de su monasterio.
El grimorio! salt Duran, excitado.
Ya sabis eso? pregunt Salom con asombro.
No, no lo sabamos, slo que a Mir dEsquenat se le encontr uno de esos
libros cuando fue expulsado de la Orden. Saurina intentaba atar cabos.
Parece que era una copia del grimorio de Honorio II, uno de vuestros papas
Salom los contemplaba, divertido. O al menos creo que se le atribuye la autora.
Ya sabis, las doctrinas de Simn el Mago, el pentculo, las splicas al Seor de la
Oscuridad y todo el ritual correspondiente.
S, el iniciado en sus prcticas est por encima de la religin que profesa, dice
de ella lo contrario de lo que cree y est convencido de que su misin es gobernar el
mundo, lejos de los pobres profanos cuya labor es obedecer sus leyes recit
Saurina, que recordaba aquel grimorio.
Mi amigo, fray Silvestre, estaba convencido de que Mir dEsquenat era un
servidor de las sombras y de que su profesin de fe slo era un engao continu
Salom. Estaba tan asustado que un da me confes que tena la seguridad de la
implicacin de aquel hombre en unas horribles muertes Y que su poder haba
crecido hasta tal punto que era capaz de influir sobre las vidas ajenas y robarles la
voluntad. Por otro lado, en la inmunidad franciscana, y durante un largo tiempo, casi
le tenan por un santo. Ayunaba y se flagelaba hasta el lmite, insistiendo a sus
hermanos en seguir su ejemplo. T todava no estabas en el convento, Duran, pero los
hechos trascendieron para unos pocos. Me cont fray Silvestre que su influencia
sobre la inmunidad franciscana fue nefasta, que provoc peleas y enfrentamientos
continuos, y tan poderosa era su voluntad que arrastr a muchos de sus hermanos a la
discordia.
Duran pens en fray Anselm, la persona perfecta para un manipulador de
voluntades. Hasta dnde habra llegado su pobre hermano en religin? Sus
meditaciones fueron interrumpidas por la voz de Saurina.
Entonces, vos creis en los poderes sobrenaturales de ese libro?
No lo s, hermana Saurina, aunque estoy convencido de que en malas manos
puede utilizarse de manera perversa. Almas ms frgiles pueden confiar en ese poder,
no creis? Depositamos nuestra fe en aquello que creemos, es la manera de
suministrar una poderosa fuerza a nuestras creencias, y esa energa crece en la medida
de nuestras convicciones. Una curva de tristeza marc los labios de Salom. Por
qu razn os interesa tanto ese libro?
Saurina call, una pausa que le permita tomar una decisin. Observaba a Salom
con especial atencin, sin que l rehuyera su mirada, y la priora constat la necesidad
urgente que tenan de ayuda, no haba tiempo de realizar cuidadosas selecciones. El
encuadernador era un buen hombre, no les haba negado la informacin requerida, y
su rostro expresaba una nobleza que destilaba confianza. Decidida, y con una mirada
de complicidad hacia el franciscano, Saurina se lanz a contarle toda la historia, sin
excepciones ni engaos. Las facciones de Salom pasaron del asombro a la
estupefaccin, mientras la priora hilaba aquella extraa sucesin de hechos, y un
hondo presentimiento se instal en el fondo de su alma, un tormento que creca a cada
palabra de la monja. Finalmente, Salom intua el peligro que acechaba a Mordeqai.
Creis que esos pergaminos corresponden a ese bestiario en especial, que ese
libro es una especie de grimorio? Saurina, inquieta ante el largo silencio del
encuadernador, interrumpa sus meditaciones.
No lo s, hermana Saurina, nunca he tenido ese libro en las manos. Salom
despert bruscamente, alterado por la pregunta. Sin embargo, todo cuanto me
habis contado parece confirmar esa suposicin. Y es todo ello lo que pervierte la
naturaleza del libro, y lo transforma en un instrumento maligno.
Entonces, Salom Duran le observaba con expectacin. Ests seguro de
que esas pginas no son una conexin con el diablo, una puerta abierta al Mal?
Salom cerr los ojos, el cansancio le desbordaba, y la tristeza se agrandaba en tal
medida que se senta incapaz de controlarla. Qu poda responder ante la angustia de
su amigo? Qu poda decirle que no sumiera su nimo en la desesperacin? El Mal
habitaba en su propia casa, adquira fuerza alimentndose de la clera de Mordeqai, y
poda ver cmo la profundidad de su odio desapareca bajo races que se hundan en
un abismo sin fin.
Slo hay una puerta hacia el Mal, Duran susurr en voz baja. Y un nico
camino lleva hasta su umbral, es el sendero del odio, amigo mo. Ni siquiera tu diablo
necesita intervenir, el corazn del hombre ya contiene esa semilla.
El Maestro se postr ante las pginas abiertas que yacan sobre el altar, iluminado
por los destellos amarillentos de dos teas sujetas al muro. Su cabeza roz el suelo de
tierra, en tanto la capa negra se adaptaba a las irregulares formas. La cripta rezumaba
humedad, hilos de agua corran por sus paredes, pendientes de encontrar un cauce
mayor en donde fundirse con su elemento. El Maestro no poda contener la
satisfaccin, cada poro de su piel exhalaba una incontenible alegra. Nuevamente, su
plan cumpla cada plazo con precisa exactitud, ahora la venganza recaera sobre los
verdaderos responsables y su sangre alimentara su resurreccin. Haba sido un largo
camino, penoso y lleno de sufrimiento, pero el conocimiento que haba obtenido le
compensaba con creces. Los bastardos seran castigados, y las humillaciones y el
desprecio se pagaran con sangre, la peor de sus pesadillas. La Iglesia haba vuelto la
espalda a la sabidura, y ni tan slo los elegidos como l eran autorizados a acceder a
las puertas del misterio. Pero ahora no importaba, las penalidades le haban
fortalecido y le acercaban al Seor de la Oscuridad. Escondido en las tinieblas de
aquel submundo planeaba su destruccin, y all, entre las sombras, toda ignorancia se
converta en una luz cegadora de donde emerga todo su poder. Senta correr la fuerza
por sus venas, una fuerza sobrenatural que creca con cada sacrificio, como si la
sangre de sus vctimas entrara en l con el mpetu de la tempestad que se avecinaba.
Haba aprendido mucho, las voluntades cedan ante su presencia y le alimentaban con
la sustancia que flua de sus pobres almas. El libro haba sido su instrumento, su
inspiracin, encontrarlo haba cambiado su vida hasta convertirle en lo que ahora era,
un prncipe que serva al ms poderoso Seor. Comprenda el miedo, el terror que
impregnaba a la vieja Roma, temerosa de perder una autoridad que jams haba
posedo. Ellos lo saban, siempre haban intuido que aquella fuerza arrollara sus
pobres y corrodos huesos, dbiles esqueletos sobre los que se sostenan las races de
su ridculo poder. Temblaban ante el ms mnimo rumor de su existencia, y, sin
embargo, crean que su miedo los protega, incrdulos fariseos! All, inmerso en la
pestilencia de sus primeros mrtires, el Maestro haba encontrado la verdad, en cada
recoveco de los malolientes nichos en donde se escondan los cuerpos putrefactos,
cuerpos que negaban cada una de las palabras de su nefasta doctrina.
El suelo vibr con sutileza, y la frente del Maestro capt el leve movimiento, la
oscuridad era su reino, nada escapaba a su percepcin.
Has vuelto, Mordeqai murmur con voz sibilante.
He vuelto, Maestro, no soy nada sin vos
El Maestro se incorpor, de espaldas a Mordeqai, y un silencio espeso lleg hasta
la plida luz de las teas, creando un juego de sombras en los muros. Siluetas oscuras
se movan y trazaban un amplio crculo alrededor de Mordeqai, los brazos se
despegaban de los fantasmales cuerpos como cuerdas alargadas que parecan
alcanzarle. El miedo le tena paralizado, con los prpados abiertos, expectante ante la
respuesta del nico ser ante el que se doblegaba.
Ya no es tu tiempo, Mordeqai. Tu debilidad me ha servido bien, pero, ahora,
nada ms puedes hacer para complacerme. El Maestro se gir, la hueca capucha se
movi de lado a lado. Aunque queda todava una cosa que debes hacer por m
Mordeqai miraba fijamente al Maestro, sus pupilas se agrandaron, perdidas en el
vaco que desapareca entre los profundos pliegues de la capucha y encubra las
facciones del hombre al que serva. All, en el fondo, brillaban dos ojos penetrantes
como puntas de cuchillo, dos afilados aguijones que se introducan en su piel y fluan
como serpientes hacia su alma. Un agradable bienestar se extendi por todos los
miembros del joven, una dulce sacudida que despertaba sus sentidos y, al mismo
tiempo, le permita el sopor del olvido.
Escucha mi voz, Mordeqai, porque eso es lo que deseo que hagas. Sabes que tu
vida aqu ha terminado, es hora de acceder hacia los planos superiores, correr tras
nuestro Amo y Seor para servirle en el otro lado. Slo debes decidir la hora y el
lugar.
Tengo miedo, Maestro
El miedo es tu naturaleza, Mordeqai, aquello que eres. La voz susurraba,
alargando las palabras en un sonido montono. Y quiero ayudarte, sabes que me
preocupo por ti, siempre lo he hecho. Ahora ha llegado el momento de descansar, de
abandonar el miedo.
Mordeqai sinti que las piernas le flaqueaban, nada las sostena. Cay de rodillas,
con el rostro demudado por el terror. Una parte de su mente luchaba, no quera morir,
pero las palabras del Maestro golpeaban su cerebro con la intensidad de una maza.
Baj la cabeza, con la derrota en su gesto, nada poda hacer si l le rechazaba. Por
qu se senta as? Siempre haba credo que era el oro lo que le impulsaba hacia aquel
ser que se esconda en los viejos pasadizos, el oro y su ambicin, el deseo de huir
Por qu no le haba traicionado? Por qu no salvaba su vida? Qu era lo que se lo
impeda? Una seca carcajada le respondi, un eco que se perda entre los viejos
muros, el Maestro poda atravesar su mente y leer sus pensamientos. Parpade varias
veces, el sopor no le permita pensar, y cuando logr abrir sus ojos se encontr de
nuevo a oscuras. Las teas haban desaparecido y el Maestro ya no estaba junto a l.
Mordeqai solloz, sus quejidos resonaron en los largos tneles en un lamento
inconsolable. Debera robar aquel maldito libro y entregarlo a la curia, quera
salvarse Se levant, medio a rastras, sin dejar de sollozar. Su mano palp el altar y
roz las pginas abiertas, pero un repentino escalofro apart bruscamente su brazo de
la salvacin.
Debes matar tu miedo, Mordeqai.
Las palabras resbalaron sinuosas y recorrieron los largos pasadizos, pegadas a sus
muros, reptaron sobre los cadveres de antiguos cristianos olvidados, sobre sus
sepulcros y osarios, y se detuvieron muy cerca del odo de Mordeqai.
Mata a tu miedo, Mordeqai.
a voz cantarina de Aspert de Bosc corra como una brisa suave, sus palabras
trenzaban historias y leyendas que formaban un enigmtico tejido, un relato que
tena cautivados a sus oyentes.
Gemido y sollozo se unieron en una suplica sin fin, el dolor de su unin recorri
criptas y pasadizos, y los hmedos tneles se impregnaron de ros de lgrimas que,
como un coro de plaideras, mostraban el desconsuelo ms desesperado. Renau de
Biure, encogido en un nicho, lanzaba su lamento en medio de la oscuridad. Poda ver
entre las tinieblas, percibir la pequea cripta en donde se hallaba, una ms en la
maraa de pasadizos y corredores que bajaban hasta el Infierno, hasta los ros
subterrneos que se deslizaban silenciosos, ocultos, hermanos lquidos de las
corrientes que mostraban su poder en el exterior. Observaba sin ver, como si en su
mente existiera una luz que alumbrara cada rincn del laberinto en donde habitaba,
vea con claridad cada lnea negra que le encerraba, barrote tras barrote, hasta
conformar la puerta de su mazmorra. Cuntos aos haca ya que su cuerpo era slo
el hogar del dolor? Acaso tantos que ni siquiera senta sus miembros, ni tan slo la
piedra que cobijaba en su interior, un corazn de mineral que haba dejado de latir.
Senta un cansancio extremo, sin fuerzas para moverse en el pequeo recinto, pero su
escasa energa pareca iluminar su mente en un estallido de recuerdos. La memoria del
Mal acuda veloz, sin encontrar obstculos que la detuvieran. Por qu? Por qu
ahora el dolor viajaba sin disimulo y le atormentaba? Qu le haba demorado tanto?
El no tena alma, se lo haba repetido Mir dEsquenat mil veces hasta convencerle. Su
alma era la transaccin que exiga el Seor de las Sombras, un intercambio que le
proporcionara todo aquello que haba deseado. Sin embargo, ahora, en medio de la
negrura que acompaaba su existencia, Renau dudaba: qu era lo que haba deseado
y por lo que pagaba un precio tan alto? Su memoria luchaba por encontrar un
resquicio en el que asomara la respuesta, un destello que le permitiera recordar Y
algo se abri en su mente, un instante fugaz que corra para no ser encontrado.
Hubo una maana en que Mir dEsquenat, su socio y amigo, le mostr el libro.
Aseguraba que en sus pginas encontraran la solucin a sus problemas, el Seor de
las Tinieblas acudira en su ayuda, y se era el nico auxilio que necesitaban. Qu
importaba, entonces? Qu ms daba a quin adorar, si la vida no tena sentido? Lo
esencial era encontrar al ms poderoso Seor que hubiera sobre la faz de la Tierra,
aquel que dominara los deseos ocultos que dorman en la inconsciencia. Renau tena
una fe sin lmites en Mir dEsquenat, nunca le haba defraudado, y su capacidad para
encontrar solucin al problema ms simple era aterradora. Mir la contemplaba y
actuaba, no exista traba que le detuviera, y los conflictos se deshacan en sus
manos
Sibila!, pens Renau con un escalofro. Tambin ella haba sido una idea de
Mir. El afirmaba que para llegar al umbral y pasar por su puerta necesitaban de unos
recursos ilimitados Fue entonces, ese mismo da, cuando percibi el ligero temblor
del miedo que le provocaba su compaero. Pero call, el miedo se hara ms fuerte y
el silencio le acompaara, y los dos, miedo y silencio, terminaran en una tumba
profunda, su tumba. Mir le haba llevado hasta los restos torturados de Sibila, la
primera sangre, el inicio del camino hacia el poderoso Seor que reclamaba el precio
del sacrificio. Despus, sin explicaciones, le haba conducido hasta el infierno de la
condenacin. El libro y sus rituales de sangre se haban convertido en su fin
primordial, escondido entre las sombras, era la liturgia de la venganza de Mir.
Acaso haba algo ms? S, siempre haba algo ms, los blancos velos de las
nupcias de Sibila convertidos en arroyos grises, serpientes que volaban tras l y le
perseguan. All, escondido en su nicho, Renau los contemplaba flotar en la oscuridad.
La gasa transparente cea su cuello con la levedad de las alas de una mariposa. Ya no
intentaba rechazar su caricia, se haban convertido en su nica compaa. Mir
d'Esquenat ya no le necesitaba, estaba muerto para l, para todos, desde el da en que
firm su juramento con su propia sangre. Vendi su alma a cambio de nada Pero
no, no haba sido una venta sin recompensa, aunque el maldito bibliotecario le haba
robado lo que le corresponda! El poder de venganza de Mir dEsquenat haba
superado con creces su deseo y ambicin, y el Seor de las Sombras no haba dudado
en elegir a su favorito. La cabeza le daba vueltas, los recuerdos olvidados golpeaban
su conciencia como dardos envenenados, luz entre tinieblas Dios misericordioso,
el dolor era insoportable! Renau llev sus manos hasta su cabeza, un agudo silbido
perforaba sus sienes y atravesaba su cuerpo con el tormento ms brutal.
Entonces lo supo con una violencia que arque su cuerpo en una acrobacia
inaudita. Sus manos no encontraron el rostro conocido, la firme protuberancia de su
mentn, las estrechas mejillas que se alargaban bajo sus ojos Sus manos palpaban a
una criatura desconocida, una piel maloliente y podrida que se deshaca entre sus
dedos, pegajosa y lquida. Su respiracin entrecortada rebuf, aterrada, sin encontrar
ms que un hocico que se alargaba en medio de una babeante dentada que rezumaba
podredumbre. Y Renau de Biure grit, grit hasta que sus pulmones quedaron vacos,
grit hasta que sus ojos contemplaron el poderoso cuerno rojo que habitaba entre
ellos. Y entonces record, su mente se abri a un abismo sin fondo, sin retorno
posible.
Aspert de Bosc los acompa a la puerta con una triste sonrisa. La lluvia haba
amainado, y slo el vapor del aguacero quedaba pegado a muros y portales, una
neblina que ascenda levemente, como si anduvieran entre las nubes de un paraso que
no conocan. Guillem de Montclar mostraba un rostro grave, sus facciones cortadas en
una piedra rosada y gris que no permita asomar el discurrir de las vetas minerales. A
sus espaldas, Ebre no poda ocultar la estupefaccin.
Guillem, crees que la brujera existe, que se puede llamar al diablo como quien
llama a la puerta de un convento? La irona result frgil, ni siquiera l era capaz de
entenderla.
Un da, cuando tena tu edad, me enamor de un espectro. La respuesta de
Guillem sobresalt al muchacho. Nunca te lo he contado, y creo que debera
haberlo hecho. Supongo que en aquel momento empez todo, la persona que era y, al
mismo tiempo, aquella en la que me convertira.
Ebre call, en la mirada de Guillem haba algo que no haba visto nunca. No dijo
una sola palabra hasta que su superior detuvo sus pasos, la fina llovizna acariciaba sus
cabellos y contempl cmo se sentaba en los altos escalones de una calleja solitaria,
esperando su compaa.
Se llamaba Timbors[7] susurr Guillem. Y no s exactamente cmo
sucedi, pero as fue. Yo estaba con un nimo semejante al tuyo, aunque por motivos
diferentes. Mi maestro acababa de ser asesinado, sabes? Bien, es algo que te he
explicado muchas veces, aunque no de la forma correcta.
Un dolor intenso apareci en los rasgos de Guillem, las lgrimas corran libres en
su rostro mezcladas por las leves gotas de la lluvia.
Te he contado cmo muri, pero jams te he explicado los detalles de mi propia
muerte, Ebre. Porque, en aquellos momentos, creo que yo tambin abandon parte de
mi cuerpo, me fui, hu Bernard Guils era el centro de mi mundo, la figura de un
padre al que nunca haba conocido, todo en lo que yo crea se hallaba concentrado en
su persona. Su muerte me dej un vaco oscuro, un agujero que ocupaba parte de mi
pecho y me impeda respirar No me detuve hasta vengar su asesinato, sabes?,
porque no era nada ms que eso, una pura y simple venganza por todo lo que me
haban arrebatado. Y entonces, en mitad de ese vaco, apareci ella
Timbors? pregunt Ebre en un murmullo apagado.
S, Timbors, aunque durante el breve espacio que nos fue concedido, ni
siquiera supe su nombre. Fue tan corto, una sola noche, como una chispa que
iluminase un hueco vaco Despus, tambin ella desapareci, y el hueco volvi a
ensombrecerse. En ocasiones, casi estoy convencido de que fue un sueo, un
espejismo de un campo de amapolas brillando entre los verdes de la primavera. Sin
embargo, Ebre, creo que all, en medio del prado que resplandeca en todos los tonos
del rojo, enterr algo ms que a la inocente Timbors.
Ella muri, Guillem? Ebre estaba conmocionado, un nudo se form en su
garganta.
Creo que, al igual que yo, ni tan slo vivi Tambin a ella le fue arrebatado
todo cuanto tena, todo cuanto pudo haber amado. Guillem cubri su rostro entre
las manos. Era tan poderoso el dolor que senta que sin darme cuenta renunci a l
y rechac todo sufrimiento, Ebre. Esa es la causa de mi huida perpetua, todos a los
que he amado han desaparecido. Y tienes razn, nunca he querido ser maestro de
nadie, quiz porque comportara negar la presencia de Bernard y la aceptacin de su
muerte. Entiendes?
Pero no puedes hacer eso, Guillem, no debes torturarte de ese modo. Ebre
pas un brazo por su espalda. T significas mucho para m, todo lo que s lo he
aprendido contigo, y no hablaba en serio, slo estaba enfadado Ahora entiendo por
qu actas as, y no te lo reprocho.
No quiero que sufras, muchacho.
S que no lo deseas, Guillem, pero no puedes evitarlo. No puedes protegerme
hasta ese punto Tampoco causaste ningn mal a los que ya no estn, ni ellos deben
pagar por tu sufrimiento. Crees que Bernard Guils querra esto, o frey Dalmau? Se lo
prometiste, Guillem, prometiste a Dalmau que lo dejaras ir, que no lo convertiras en
un instrumento de tu dolor. Yo estaba all, recuerdas? Se lo prometiste, y no muri
hasta arrancarte esa promesa, porque te conoca[8].
S, lo recuerdo, me esfuerzo en cumplirla, aunque a veces no resulta fcil.
La llovizna pronto se convirti en un nuevo aguacero, cortinas de agua caan de
los tejados en tanto el cielo volva a adquirir un gris intenso, plomizo. Guillem y Ebre
emprendieron una veloz huida a travs de los callejones, con las capas sobre sus
cabezas. La multitud se dispers en la plaza del Mercadell, extendindose como un
cortejo de hormigas en busca de proteccin, y la pelea ante la iglesia de Sant Feliu
qued aplazada durante el tiempo que durara la tormenta. El agua corra libre por las
calles de la ciudad, arrastrando rumores que se perdan en el fragor de los truenos, y
el brusco resplandor de los rayos no consegua iluminar el miedo que anidaba en el
interior de las almas.
Una hora antes de que estallara la tormenta, Saurina crey reconocer un rostro
entre la multitud. El enfado que senta ante la obstinacin de Duran se evapor en un
instante ante el reflejo de una sombra que corra a pocos pasos de ella. Era Agns,
estaba segura, sin los velos que sealaban su condicin de monja, pero an con parte
de los hbitos colgando de su cuerpo. Agns, arrastrada por un hombre embozado en
una capa negra. La priora entr en la plaza del Mercadell con la rapidez de una flecha,
perdida entre el gento que gritaba, saltando para poder mirar sobre las cabezas. Un
gesto de frustracin arrug su boca, y a pesar de que se abri paso a empujones, el
rostro de Agns haba desaparecido completamente. Desanimada, corri hacia el
portal de Sobrepones, sin detenerse, hasta los muros de la iglesia de Sant Feliu. En su
prisa, tropez con un hombre alto y cubierto con un abrigo de pellejos, que se
disculp en un extrao idioma. Saurina miraba en todas direcciones, desesperada, en
busca de una capa negra, de un rostro desencajado que expresaba terror. Agns,
Agns!, pens a punto de sollozar. Qu estaba haciendo, Dios misericordioso? Qu
pretenda aquella mente perturbada? Estaba mareada y todo su cuerpo temblaba, un
fro intenso se extenda por su piel, y tuvo que apoyarse en un muro para no caer al
suelo desvanecida. La culpa golpe su alma con intensidad, haba sido un error que
Agns la acompaara, nunca debi ocurrrsele tal idea. Apoyada sobre la hmeda
pared, con la respiracin jadeante, sinti que las fuerzas la abandonaban. Galcern
tena razn, Duran tena razn Su maldito orgullo la haba arrastrado hasta aquel
desastre, su arrogancia haba perdido a Agns definitivamente. Cmo, en nombre de
todos los santos, haba credo que tena inteligencia suficiente para solucionar aquel
enredo de muerte y violencia?
Unas voces familiares llamaron su atencin, alguien discuta a gritos muy cerca de
ella, y a punto estuvo de dudar de su propia cordura cuando reconoci la voz de
Galcern, su hermano.
Y quin sois vos para darme rdenes?
Ya os he dicho que no podis estar aqu, los curiosos no deben acercarse a la
iglesia
Curiosos? Pero acaso sabis con quin estis hablando, miserable? Ladr
la voz de Galcern, cada vez ms excitada.
Vmonos, Galcern, ya te dije que no era una buena idea, lo mejor es que
volvamos a casa, a esperar a los dems.
Eso es, haced caso a vuestro compaero, y dejad que haga mi trabajo en paz. Ya
no tenis edad para andar buscando problemas y
Saurina, atnita, contempl cmo su hermano lanzaba un bastonazo contra un
funcionario de la curia y, acto seguido y sin mediar palabra, su compaero, el
gigantesco Bretn, se arrojaba contra dos guardias reales que pretendan intervenir. Un
delgado cannigo se adelant para suplicar la serenidad que exiga la situacin, con
tan mala fortuna que, en uno de sus rpido giros, el bastn de Galcern le mand
volando hasta los pies de su hermana. La priora, a punto del desmayo, casi se
convenci de que estaba soando.
Captulo XV
Alzo la copa del sacrificio a mi nico Seor, mis manos empapadas en sangre
muestran mi respeto y devocin. Le ofrec el odio y la venganza, perfum sus altares
con la fragancia de la clera, sembr la semilla de la discordia para alumbrar su
rostro, y slo espero de su misericordia que me permita acceder al umbral. Es hora de
traspasar la puerta y fundirme en su esencia.
uando el batlle entr en la casa de la Pia Almoina, una extraa paz reinaba en
sus estancias. Nadie estaba para recibirle ni para vigilar sus pasos, y el trayecto
hasta las habitaciones del secretario transcurri en una soledad poco habitual.
La lluvia no ceda. En la furiosa corriente del Onyar, las aguas bajaban de un color
tierra intenso, con ondulaciones de un azul oscuro que cambiaban de forma y corran
con desesperacin, un contraste que destacaba sobre las sombras grises que cubran la
ciudad. Entre la mortecina luz de la tormenta, la vehemencia de la aguas era una
arteria que impulsaba vitalidad a las solitarias calles, a los grandes edificios que
parecan desmoronarse ante la acometida de la lluvia. En el ro Galligans, los monjes
de Sant Pere observaban con preocupacin la crecida, los enormes troncos arrastrados
que golpeaban el muro de contencin con un estruendo ensordecedor.
El batlle sali de la Pia Almoina con la misma sensacin, una riada incontenible
estaba a punto de saltar todos los muros, sus emociones competan con las revueltas
aguas. Se refugi en la entrada de la calle mayor del cali, en un intento por controlar la
rabia que senta, y para detener el temblor de sus piernas. Qu pretenda aquel
hombre? Acaso crea que la detencin de Mordeqai solucionara todos sus
problemas? Un escalofro supersticioso ascendi por su columna, recordaba con
precisin las muertes acaecidas haca quince aos, y sus esfuerzos por controlar la
situacin. Entonces, l era un joven inexperto y ambicioso, los mismos defectos que
adornaban al secretario, y sus carreras en la curia estaban profundamente enlazadas.
En aquel tiempo, el viejo secretario de la Pia Almoina haba muerto en circunstancias
extraas, aunque todos haban credo que su avanzada edad era motivo suficiente para
tan triste fin. Y de manera imprevista, sin tener en cuenta el preciado escalafn que
diriga la vida de aquellos cannigos, el actual secretario haba ascendido de la nada al
puesto que ahora ostentaba. Y a nadie pareci sorprender la decisin, ni siquiera a
l Aunque saba lo suficiente de las rgidas normas que reinaban en la curia para
sorprenderse, y aquel hecho slo poda calificarse de sorprendente.
Apoyado en el viejo muro del call, el batlle era un caos de sentimientos
encontrados, abierto a la lluvia que caa sobre l como un bao de expiacin que
intua imprescindible. Deba andarse con cuidado, el secretario poda representar un
peligro para sus planes. Mir a su alrededor intentando atravesar la cortina de agua,
contemplando el vaco de las estrechas callejuelas que se cerraban a sus espaldas.
Entonces vio una silueta embozada que apresuraba el paso y bajaba la cuesta de la Pia
Almoina, una sombra familiar. A pesar de la capa que le cubra, el batlle percibi la
arrogancia en la envarada espalda, en los pasos firmes que provocaban pequeas
cascadas a cada pisada. A punto de movilizar todo su cuerpo tras la sombra que intua,
una mano agarr su brazo y le empuj hacia el muro. Los ojos de Guillem de
Montclar, cubiertos a medias por la capa chorreante, le miraban fijamente. El batlle se
llev un dedo a los labios, sealando a la silueta que atravesaba la lluvia, y el de
Montclar asinti con la cabeza lentamente. Ambos se pegaron a la hmeda pared en
silencio, sin saber la intencin de aquel simple acto, y esperaron.
Agns cerr los ojos, su cuerpo tiritaba de fro, encogida sobre s misma rozaba
con las manos la hmeda tierra sobre la que se hallaba. El agua corra por las paredes
e impregnaba sus ropas, y aunque no poda ver en la oscuridad, perciba los charcos
que se formaban a su alrededor. Su pesadilla tomaba forma, y los estrechos tneles
rojos de su sueo se adaptaban a la realidad a travs de la tea que sostena el hombre
de negro. La haba arrastrado hasta all sin que su voluntad reaccionara, como si su
alma estuviera vaca de contenido. Recordaba la casa, los espectrales velos que la
aguardaban ocultando su propio rostro, la carrera a travs de la lluvia hasta llegar al
mundo de los muertos. Agns contuvo un sollozo, su memoria se abra en vaporosas
cortinas de gasa transparente, una tras otra, mostrando los contornos de una vida
fragmentada.
Renau de Biure la contemplaba fijamente, sus ojos abiertos en una seal de
reconocimiento. Haca ya tantos aos, y sin embargo, la conmocin del encuentro an
palpitaba en ella con ferocidad. Se reconocieron al instante, y un sentimiento
desconocido estall en ella con una fuerza devastadora. Se haban conocido en la casa
paterna de Sibila, donde Agns serva desde que tena uso de razn, y las pretensiones
matrimoniales de Renau provocaron en ella un odio sin medida. Sibila se haba
convertido en la fuente de toda su animadversin, en aquello que deba ser destruido
para que la luz pudiera existir. Y a espaldas de Renau, la sombra perversa de Mir
dEsquenat, siempre atento a las necesidades imprescindibles para su proyecto,
conocedor de la pasin que los consuma. El camino del Mal haba sido fcil de
seguir, Mir los convenca da a da entre los vapores de su infernal liturgia. Sibila
deba morir por muchas razones, aunque para l slo exista un deseo de venganza
que iba mucho ms all de sus prosaicos motivos. Agns slo deseaba huir, empezar
una nueva vida con Renau lejos de la nefasta influencia de Mir Pero aquello no
era posible, nunca lo fue. Sibila era el principio del gran sacrificio que abrira las
puertas a Mir, nada ni nadie impedira que llevara a cabo el espantoso ritual. Y
Renau le crea, le segua con la conviccin de un devoto pupilo Despus seremos
libres, nada nos faltar, le aseguraba sin cesar, con la mirada perdida en la voz que
posea su mente.
Las lgrimas rodaron sobre el rostro de Agns, su confusa memoria atrapada en el
altar donde Sibila yaca, inerte, indefensa ante la sombra que se alzaba ante ella. Sus
propios gritos clamando en su cabeza, el ltimo intento de huir, mientras Renau
sujetaba la mano de Mir, aterrado ante la realidad de sus amenazas. El brutal golpe
que sumi a Renau en la inconsciencia, su llamada de aviso antes de caer: Huye,
huye, escapa!. Era la pesadilla que conmova sus sueos, el laberinto de muros
empapados en sangre que se torcan a sus espaldas, cerrando todas las posibilidades.
Por qu razn haban esperado tanto? Por qu Renau haba estado ciego ante las
intenciones de Mir? Ya no haba tiempo para ella, desde el mismo da en que
particip de aquella locura estaba condenada, y ni tan slo haba tiempo de entender.
Un largo gemido recorri las paredes del subsuelo y lleg hasta ella, una vibracin
que conmova la tierra. Una queja profunda que atraves su alma y la impuls a
arrastrarse en la oscuridad, palpando los muros que giraban a la misma velocidad que
la locura que la haba llevado hasta all. Su cabeza top contra la fra y dura textura del
hierro, contra unos barrotes que obstaculizaban su paso y no le permitan continuar.
Not el suave roce de unos velos que acariciaban su rostro y la empujaban contra la
reja con delicadeza, y su mejilla percibi el tacto de una piel, una mano que se asa
con fuerza a los barrotes. El olor a descomposicin azot su cara hasta la nusea, y
cuando inconscientemente retroceda, la mano rode su cuello cerrndose como una
afilada garra.
El dijo que volveras. Una lengua reseca y spera pugnaba por formar las
palabras, un jadeo ahogado que no encontraba salida.
El grito escap de la garganta prisionera de Agns, como parte de una de las
infernales letanas de Mir dEsquenat. Sus temblorosas manos atravesaron los
barrotes y palparon la piel despellejada, las crines que se enredaban entre sus dedos
Entre sollozos, roz las heridas purulentas que las agujas haban dejado entre la piel
humana y la carcasa animal, feroces puntadas que encerraban el alma de Renau de
Biure para la eternidad.
Anselm corra, indiferente a la tormenta. Sus pies casi volaban a medio palmo del
pavimento de la antigua calzada. En su cabeza slo haba espacio para la huida, una
idea fija y obsesiva que cea su mente con la obstinacin de un cilicio. No se detuvo
hasta que sus pulmones le cortaron todo suministro de aire, sus piernas flaquearon y
su obeso organismo cedi, pliegue a pliegue, hasta derrumbarse a un lado del camino.
Su espanto aument al comprobar su ineficacia, todava poda contemplar las viejas
murallas de la ciudad, sus enloquecidos pasos slo le haban llevado a muy poca
distancia y, ante sus aterrados ojos, se elevaba la mole gris del hospital de Pedret.
Levant la cabeza, extenuado y resignado a lo peor, la gula con la que haba
complacido a su cuerpo se revolva ahora contra l hinchando sus piernas y tobillos,
marcando las azules venas en un recorrido abultado y sin destino. Dios Santo!,
murmur, y se dio cuenta de inmediato de la banalidad de su splica. No era
precisamente a aquel dios al que haba recurrido en mucho tiempo.
Sollozante y aterido, no quera pensar ni rezar, sostenido nicamente por una
obsesin de huida que se esfumaba a cada instante. Ellos nunca le dejaran marchar,
estaba seguro Mordeqai era slo el primero de una larga lista condenada a
desaparecer. El Maestro borraba sus huellas con la misma dedicacin con que lanzaba
sus conjuros, nadie escapara Perplejo, not la fuerza de un brazo que le levantaba
del suelo, con la facilidad de una pluma oscilando en la brisa. Mir a su alrededor,
buscando al responsable de la innecesaria ayuda, y slo hall una cortina de agua que
le impeda la visin. Aguz la vista, casi cerrando los pequeos ojos y, estupefacto,
vio cmo la cortina de agua se abra y un personaje avanzaba hacia l. Primero, no dio
crdito a la realidad que se acercaba Despus, con un gemido entrecortado,
reconoci a Mart de Palafrugell, el difunto procurador de su Orden, el amigo de fray
Duran. Paralizado, sin fuerzas para proseguir, contempl una mano que se extenda
hacia l y derivaba hacia la derecha, mostrando un paisaje aterrador: estaba en la
cripta, con Mir dEsquenat y el secretario de la Pia Almoina. La lgubre salmodia del
fraile atronaba en los hmedos muros, perdindose en oscuros pasadizos. En el altar,
atado y firmemente sujeto, Renau de Biure mova los ojos con la locura brillando en
ellos, en tanto Mir cosa su boca a grandes puntadas. El secretario, a un lado y con
gesto reverente, sostena una gran cabeza de caballo al que haban incrustado un largo
cuerno, rojo como la sangre.
Renau se haba rebelado, quera huir y alejarse del fuego del Infierno. Como l,
como todos aquellos que contemplaban la demencia ms atroz en la turbia mirada de
Mir dEsquenat, todos los que jams haban vuelto para contarlo. Anselm cerr los
ojos, no deseaba ver nada ms, pero una fuerza irresistible abri sus prpados de un
violento tirn, al tiempo que le arrastraba ms cerca de la visin, ms cerca Sus
manos se unieron con energa para silenciar el grito que qued encerrado en su boca,
y el terror de aquel instante volvi a atraparle con sus garras. Contemplaba a Mir
dEsquenat, que, con un brusco movimiento, confinaba la torturada cabeza de Renau
de Biure en el interior del sepulcro animal. Las manos volvieron a trabajar, las agujas
corran veloces y traspasaban la piel viva con el pellejo muerto, fundiendo la carne
humana en la testuz del Unicornio. Nadie traicionaba al diablo, nadie viva lo
suficiente para contarlo
El rostro severo de Mart de Palafrugell dej caer la cortina de bruma y agua,
fijando sus cuencas vacas en el franciscano. Anselm retrocedi ante su presencia,
arrastrndose, en un mudo gesto que clamaba piedad. Sus pies resbalaron en una
sustancia pegajosa, barro lquido que se escurra bajo su cuerpo, y sus manos se
aferraron intilmente al lodo. Su obeso cuerpo redondo resbalaba por la viscosa
pendiente y, sin percibir an las consecuencias de la cada, Anselm not el fro helado
de las aguas que le reciban y le arrastraban. Antes de que la corriente devorara su
cabeza, un pensamiento atraves la mente del fraile: Nadie traiciona al diablo, nadie
vive lo suficiente para contarlo.
Captulo XVI
El Unicornio me ha servido bien, el Seor de las Sombras le envi para proteger
mis pasos y guiar mi camino. Ya no hay en l rebelda, sino sumisin. No muerde mi
mano, sino que se alimenta en ella. Cumpl su mayor deseo y le venc, y es ese anhelo
la nica soga que rodea su cuello.
O llame Ese mercenario aparece aqu, perseguido por espectros que salen de sus
tumbas tan alegremente. Galcern, fuera de s, vociferaba entre aspavientos
. Y no quiero aadir las absurdas sospechas y acusaciones que, tambin aqu, he
escuchado. Porque es excesivo, acabaremos echando la culpa de los males del
mundo a los cruzados!
No pienso continuar sentado aqu, oyendo juramentos y barbaridades! Vuestro
escepticismo es una hereja, y no tolero que en mi presencia se ponga en duda la
existencia del demonio. Fray Duran, demudado, se levant con brusquedad,
detenido por Saurina, que intentaba razonar con l.
La reunin derivaba con rapidez hacia el caos habitual. Guillem, entre la
impotencia y la estupefaccin, se llev las manos a la cabeza. Ebre sujetaba el brazo de
Guitart, quien se dispona a enfrentarse a los insultos de Galcern. Slo el batlle
sonrea, en una mueca comprensiva, ante el escndalo.
Basta, esto se ha terminado! Guillem estrell la silla contra el suelo, y el
estruendo apag momentneamente la algaraba. Lo hemos intentado, pero esto es
un completo fracaso. Por lo que parece, no es factible la posibilidad de trabajar
juntos Qu digo! Ni tan slo existe la simple experiencia de intercambiar
informacin! Sintate, Galcern, o yo mismo te clavar en la silla a martillazos,
maldita sea! En cuanto a vos, fray Duran, he de confesar que no entiendo nada de lo
que acabis de decir.
Digo que no se puede colaborar con una banda de herticos! Eso es lo que
pasa, habis olvidado la fe en medio de vuestras batallas, y esas bonitas espadas que
cuelgan de vuestro cinto se han convertido en un smbolo de condenacin. Duran,
fuera de s, levantaba sus dedos acusadores.
Seores, deberis perdonarme, pero creo que habis olvidado la razn por la
que nos hallamos aqu. La voz del batlle reson con fuerza, enmudeciendo al
franciscano. Estn a punto de pasar cosas terribles, y la sangre volver a
derramarse. No soy persona culta, fray Duran, pero nadie aqu ha puesto en duda todo
aquello que afirmis, no comprendo vuestro enfado, y al igual que Guillem estoy
sorprendido. Sin embargo, debis reconocer que nos enfrentamos a algo que supera
nuestra imaginacin Y si hubierais permitido que Guillem de Montclar acabara de
contar lo que ambos hemos visto, tambin estarais preocupado. No es habitual
descubrir que una alta dignidad de la Iglesia pueda estar implicado en un asunto tan
atroz
El discurso del batlle avergonz a una parte de la asamblea, que, cabizbaja y en
silencio, retorn a sus asientos. Fray Duran, con el ceo fruncido, era incapaz de
comprender las intensas emociones que sacudan cada palmo de su piel. No entenda
la razn de la clera que le dominaba, ni tampoco su violenta reaccin. Galcern, por
su parte, buscaba la complicidad en la mirada del Bretn, cosa que no encontr. Ms
bien al contrario, Jacques pareca enfurruado y ausente. Ebre haba conseguido con
esfuerzo que Guitart volviera a su silla, pero el mercenario estaba profundamente
ofendido por el trato recibido.
Tenis toda la razn, seor batlle. Saurina, con gesto grave, intentaba
transmitir una calma que no senta. No tenemos excusa para este comportamiento,
os ruego que perdonis nuestra conducta.
Si estis interesados en lo que quiero contar, os agradecer el silencio suficiente
para no interrumpirme a cada instante. Guillem intentaba retomar el hilo. Si no es
as, no pienso seguir discutiendo. Os dejar con vuestras absurdas polmicas y me
largar a solucionar el asunto con el batlle.
La pausa se alarg, Guillem esperaba una rplica impertinente, o un sbito
arranque de ira. Sin embargo, el silencio ms denso se instal en la asamblea, la
contencin forzada poda contemplarse en los semblantes que le escuchaban.
Encontr al batlle en la puerta norte del cali, y ambos vimos cmo el secretario
de la Pia Almoina entraba en la iglesia de Sant Genis comenz Guillem. Su
comportamiento nos sorprendi, por lo que nos deslizamos hasta los muros de la
iglesia, para intentar averiguar qu era lo que ese hombre haca en el lugar.
Finalmente, nos pegamos a la puerta Haba alguien all esperando al secretario, y
aunque no pudimos escuchar con claridad las voces que salan a travs de la puerta, s
llegamos a la conclusin de que estaban discutiendo de forma violenta.
Galcern levant una mano con la intencin de intervenir, pero un violento
manotazo del Bretn le devolvi a la pasividad con una mueca de irritacin.
Tuvimos que correr al or los pasos del secretario, que se acercaba a la puerta
muy deprisa continu Guillem, impasible. Le vimos salir de estampida, como si
le persiguieran cien mil demonios Por favor, fray Duran, es slo una expresin,
nunca antes me haban llamado hereje! Bien, esperamos a que desapareciera entre la
lluvia, subiendo por la cuesta de la Pia Almoina como un perturbado enloquecido. Y
entonces, entramos en Sant Genis
Y quin haba dentro? pregunt Ebre, con la tensin reflejada en el rostro.
Ese es el misterio, Ebre, porque all no haba nadie.
Quizs haya otra salida que no tuvisteis en cuenta, un portn lateral sugiri
el Bretn.
No, no hay otra salida en Sant Genis, frey Jacques, slo la puerta principal
afirm el batlle con seguridad.
Otro fantasma que aadir al ejrcito de desaparecidos que nos aguarda?
Galcern no poda tener la boca callada.
No, Galcern, ste no es asunto de ultratumba, aunque te pese. El tono de
Guillem era seco y afilado. Haba alguien all, discutiendo con el secretario, de eso
no tenemos duda alguna.
No s por qu no hay que tener en cuenta los espectros de ese, de ese
mercenario. Galcern insista, con la aoranza de una nueva polmica.
Podis reros cuanto os plazca, frey Galcern, pero si Guitart dice que vio lo que
vio, yo le creo. Ebre no pudo contenerse. Es ms, sea lo que sea lo que
represente este asunto, la casa de Renau de Biure y sus extraos visitantes estn
relacionados con todo esto. Y tampoco es discutible lo que encontr en el pozo, ya
que aqu est el medalln para confirmarlo.
Es esa monja de Saurina salt Galcern.
No, no lo es, Galcern respondi Saurina con presteza. Conozco mucho
mejor que t a la hermana Agns, y sin dudar del parecido, puedo asegurar que no lo
es.
No empecemos de nuevo, porque os juro que me largo! Guillem se
esforzaba por controlar su enfado. Os ruego que no perdamos de vista lo nico
tangible que tenemos: quin haba con el secretario, y dnde est?
Una cripta, posiblemente. Fray Duran, conmocionado, sala de su letargo.
Hace aos que se murmura que existen unas viejas catacumbas bajo la ciudad, ya
sabis Tneles subterrneos donde los antiguos cristianos se refugiaban de las
persecuciones. Se dice tambin que las tumbas de los santos mrtires se escondan all
de la violencia de los paganos. No s, siempre ha sido un rumor.
S, he odo esos rumores. Todo aquel que se precie en esta ciudad, jura y
perjura que bajo su casa posee entradas secretas, pozos misteriosos o tneles
tapiados El batlle rumiaba las palabras del fraile. Claro que tambin todos
aseguran que son caminos secretos hacia tesoros de los antiguos. Bah, cuentos de
viejas aburridas!
Quiz no lo sean, seor batlle. Guillem le miraba fijamente. Hay algo que
tener en cuenta, por ejemplo, la facilidad con que el responsable o los responsables de
esas muertes desaparecen de la faz de la Tierra con tanta rapidez. Tambin sabemos
que esos crmenes no se realizaron en el lugar en donde se encontraron a las vctimas.
Pero, entonces, qu significan los pergaminos? Saurina los contemplaba
perpleja. Por qu abandonar esa pista de la que desconocemos su importancia? Si
alguien se ha preocupado en ponerlos a la vista, en los propios cuerpos de esos
infelices, qu intencin persegua con ello?
Acaso porque alguien quiere dejar bien claro que est en tratos con el demonio,
y que toda interferencia humana ser castigada. Fray Duran, con los labios
apretados, segua en una insoportable tensin.
Tambin existe otra posibilidad, fray Duran: que, sea quien sea el responsable,
desea convencernos de ese trato infernal insinu el Bretn en tono grave.
Incluso hay una tercera posibilidad, mucho ms tangible: que ese individuo crea
firmemente en sus relaciones diablicas y est completamente loco.
Veamos, recapitulemos e intentemos ordenar la informacin que poseemos. No
se si os dais cuenta, pero hay tantos hilos en esta madeja que corremos el peligro de
confundirnos. Guillem, absorto, intentaba relacionar los diferentes caminos de la
historia.
Tienes razn, Guillem, es difcil separar el trigo de la paja asinti la priora.
Sin embargo, creo que el nico nudo comn que enlaza toda nuestra informacin es
ese personaje, Mir dEsquenat. Quiz deberamos resumir lo que sabemos de l.
Estoy de acuerdo, hermana Saurina. Y qu sabemos de l?
Sabemos que es un franciscano renegado, motivo de escndalo en su convento,
hasta el punto de ser expulsado. Tambin que rob libros en los monasterios que
visit, aunque no unos simples libros, y conocemos dos de sus robos: un grimorio, y
el libro del Unicornio. Y sabemos que estaba ntimamente relacionado con ese hombre
que Ebre anda buscando, Renau de Biure, y que incluso lleg a proyectar su
matrimonio con una joven extraordinariamente parecida a Agns.
Y que tena un gran poder de persuasin, robaba la voluntad de aquellos a los
que convenca con sus patraas. Fray Duran se incorpor con gesto cansado. La
pregunta que me hago es: por qu rob esos libros?
Habra que aadir que desapareci junto con Renau de Biure y su mujer,
Sibila Cuando los guardias reales llegaron a esa casa, no haba nadie. Ebre quera
redondear las respuestas.
S, Ebre, desaparecieron, pero unos das ms tarde se descubri el cadver
desfigurado de una mujer intervino el batlle. O al menos as me lo contaron,
porque ese cadver volvi a desaparecer, y slo qued el testimonio de los dos
guardas que lo encontraron.
Esto es un maldito embrollo!, por qu andaran jugando con un pobre
cadver? Galcern no entenda nada.
Por qu rob esos libros? repiti Duran en un confuso murmullo.
Para qu se roban este tipo de libros, fray Duran? Guillem le contemplaba
con simpata. Sois el nico que duda de la razn de ese robo. Contienen frmulas,
cantos y letanas con un nico objetivo, no es as? Vos sabis mucho ms de ellos
que yo Pero con mi pobre conocimiento, me imagino que Mir dEsquenat
pretenda implorar la ayuda del diablo. Y no hay duda posible, si deseaba hacer tal
cosa, que su fe en las fuerzas diablicas era de una gran conviccin.
S, s, entiendo lo que me dices, Guillem, pero Por qu? El temblor daba
una extraa vibracin a la voz de fray Duran.
Venjanca et ira Las breves palabras de Guitart consiguieron sobresaltar a
todos los presentes, que entendieron perfectamente su significado.
La ira conduce a las puertas del Mal, recuerdas, Duran? Eso nos dijo
Salom, y me impresion profundamente. Saurina mir al mercenario con
admiracin.
Debemos organizamos de inmediato. Los dos motivos que Guitart haba
expuesto con tanta sencillez haban inquietado a Guillem de Montclar. No podemos
perdernos en teoras teolgicas ni en adivinar las intenciones de ese asesino, hay que
hacer un esfuerzo y aferramos a los datos slidos. Escuchad, pensemos por un
momento que los rumores son ciertos, que bajo esta ciudad se esconde un laberinto
subterrneo que permite a nuestro hombre un refugio seguro. Guitart vio al hombre
de negro desaparecer en la iglesia de Sant Feliu con la monja Imaginemos que ese
hombre sea Mir dEsquenat. Por otro lado, el batlle y yo vimos algo parecido en Sant
Genis; volvamos a imaginar que el interlocutor del secretario fuera el mismo
individuo. Bien, para desaparecer repentinamente, han de existir salidas de
emergencia
Y hay otra, Guillem, una antigua cloaca cerca del arenal del Onyar. Duran
estaba pensativo. Hace un tiempo que corren los ms extraos rumores, habladuras
acerca de un gigantesco hombre de negro que desaparece en sus entraas. No aseguro
que nos lleve a alguna parte, pero no deja de ser curioso.
No puedo entenderlo, cul es el motivo de esos hechos tan atroces? Saurina
estaba desorientada. De verdad creis que la venganza pueda llegar a ser tan
terrible?
Puede ser mucho peor, Saurina. Galcern la contemplaba con una sbita
ternura, sus nimos se haban enfriado de golpe. Creo que Guillem intenta decirnos
que acaso no sea tan importante adivinar sus motivos, es posible que nunca los
entiendas. Se trata de la locura, muchacha, la peor plaga que ha azotado al hombre, y
puedo asegurarte que no necesita motivos para manifestarse. La nica explicacin se
esconde dentro de ella misma, callada, y slo asoma para aterrarnos con la violencia
ms brutal.
El discurso de Galcern, por inesperado, cre un silencio respetuoso. Aunque
tambin integr una nota de temor irracional, un vaco repleto de miedo y alarma
inexplicables, la locura era un enemigo invisible difcil de combatir, una pesadilla que
envolva sus mentes en una espiral tenebrosa y desconocida.
Ese hombre est convencido de la existencia del diablo, lo ha convertido en su
amo y seor Duran arrastraba las palabras con esfuerzo, la cabeza flotante de
Mart de Palafrugell apareca tras los hombros de Guillem de Montclar y asenta con
leves movimientos de su cortado cuello, mostrando su conformidad. Todo lo que
hace debe tener una finalidad, los rituales de un grimorio se realizan para abrir el paso
a las fuerzas del Mal
Abrir el paso, qu demonios quiere decir esto? Ante la desesperacin de
todos, Galcern recuperaba el tono de batalla. Y para qu quiere este tarado
enloquecido abrir nada, acaso pretende entrar en el Infierno por la puerta principal?
O simplemente, frey Galcern, para que el Mal entre en nuestro mundo
sugiri Duran con un escalofro, su respuesta consigui que un hlito glacial
atravesara la habitacin de parte a parte.
Bah, por favor, fray Duran, el Mal ya est en este mundo! Qu quiere este
perturbado, un espectculo de cuernos y azufre pasendose por la calle? Por todos
los santos que existen, est ms loco que un rebao de asnos sin cerebro! Galcern
pareca no tener freno.
Ya basta, no est en nuestras habilidades discutir tan tenebroso asunto. El
sentido prctico de Guillem dio un respiro a la asustada asamblea. Lo nico que
podemos hacer, y lo que vamos a hacer, es organizar una bsqueda para sacar a esa
alimaa de su madriguera. sas son nuestras limitaciones, y ms nos vale aceptarlas
en lo que valen. No, Galcern, basta de bromas de pezuas y azufre! Ah afuera hay
alguien perverso, y os aseguro que slo es sangre lo que corre por sus venas. Estis
todos de acuerdo?
Las cabezas se inclinaron, dubitativas, todas las palabras haban huido capturadas
por negros presagios. La amenaza de un poder que los superaba ahogaba en la duda a
fray Duran y a la priora, ambos absortos en extraos pensamientos de los que ni tan
slo conocan la existencia. En lo ms recndito de sus mentes, la figura del Mal
tomaba forma, apareciendo y esfumndose en perfiles de pesadilla. Galcern haba
enmudecido de repente ante el asombro general, con la memoria perdida en lejanas
matanzas de las que ahora se arrepenta. Ebre y Guitart, sentados rgidamente, se
miraban de reojo, presintiendo una danza de velos grises que persegua sus pasos y
acechaba en la sombra. El Bretn, todava con gesto enfurruado, contemplaba a
Guillem, esperando un gesto preciso que le confirmara que no era el viejo
insoportable que se tema. El batlle los contemplaba con un gesto difcil de interpretar,
moviendo los labios, en una acelerada reflexin que pareca desbordar sus cauces.
Guillem de Montclar se aferr a lo que conoca, a la solidez de las enseanzas
recibidas y al escepticismo que todas ellas le haban procurado. No haba ms
demonio que el propio hombre, por mucho que se disfrazara, cuernos y pezuas no
eran parte de su territorio. Ese era el reino de Duran y de Saurina, un paraso de fe y
afirmacin que l desconoca. Con un suspiro de alivio ante el silencio de sus
compaeros, susurr una sola frase.
Organicemos esa maldita bsqueda.
Ebre avanzaba con extrema cautela, un seco crujido bajo sus pies haba encendido
su alarma en un escalofro supersticioso.
Escorpins, t, mucho cuidado! susurr Guitart en voz baja.
Entrar en la iglesia de Sant Feliu no haba sido tarea fcil. Un numeroso grupo de
cannigos se reuna en la puerta sur, ante el cementerio, pegados unos a otros, como
si el contacto con sus compaeros los alejara del peligro. En la puerta principal, a lo
largo de las escaleras que se asomaban al Onyar, otro grupo de cannigos y de
oficiales de la curia estaban absortos ante la furia del ro que amenazaba con
desbordar el muro de contencin. Nadie pareca consciente de la lluvia que caa, sin
atreverse a buscar refugio en el interior de la iglesia, en tanto la polmica continuaba.
No exista el ms mnimo acuerdo acerca de quin era el responsable de limpiar la
nave de tan molestos y peligrosos animales. Ebre y Guitart se acercaron a la puerta
sur, escuchando las quejas de los cannigos. Confundidos, posiblemente, con
hombres al servicio del obispo, no hubo nadie que impidiera su entrada. Es ms, un
ahogado gemido de alivio sali del grupo de eclesisticos, convencidos de que por fin
alguien se haca cargo de la situacin.
La nave estaba en penumbra, slo iluminada por las velas que el infeliz cannigo
haba colocado en el altar de su beneficio, antes de que uno de los escorpiones subiera
por su pierna con mortales intenciones. En el suelo, sobre el gris apagado de las
grandes losas, unas sombras se movan veloces atravesando la nave, acaso buscando
el camino ms fcil hacia sus madrigueras. Guitart se adelant hacia el altar, dando
pequeos saltos y con la vista clavada en el suelo. De vez en cuando, el nico sonido
que produca uno de los escorpiones al acabar su vida bajo sus botas resonaba en la
nave como el canto desafinado de un coro. Ebre vio una escoba apoyada en una de las
columnas, y la empu en sus manos como si de una espada se tratara, barriendo de
lado a lado a cada paso, con un temblor que agitaba todo su cuerpo y comunicaba a la
escoba un ritmo irregular y nervioso.
Guitart ya estaba ante el altar, revisando cada palmo de la tarima de piedra, sin
saber muy bien si lo que buscaba era una disimulada entrada a la cripta, o la sombra
movediza de uno de los animales colndose entre sus piernas. Refunfuaba por lo
bajo, hablando para s y sin atreverse a poner una de sus manos en el suelo.
Non veo, non veo cap entrada Sus, sus, animis malos, via fora!
Djame, Guitart Espera a que pase la escoba por ah y ten cuidado, bajo el
altar est muy oscuro.
Guitart dio un salto y retrocedi, con la mente abierta a la posibilidad de un altar
del que salan cientos de batallones de escorpiones con sus armas alzadas y surgiendo
de las sombras. Ebre daba violentos escobazos bajo el altar, provocando la huida
desesperada de tres siluetas negras que se deslizaron hacia el mercenario. Este, con el
rostro plido, machacaba con su bota cualquier movimiento sospechoso que osara
acercarse a l. De repente, Ebre detuvo su tarea con un gesto de sorpresa, la escoba
pareca atrada hacia un punto bajo el altar, una leve parada para recuperar de
inmediato su veloz movimiento. Se inclin con precaucin, y asom su cabeza en el
oscuro rectngulo que se esconda a sus pies. Sus manos ya se dirigan hacia el suelo,
cuando el escalofro retorn con fuerza y le oblig a apartarlas con un gesto de asco.
Guitart, dame una de esas velas que has cogido
La llama ilumin el breve espacio y destac la furiosa cola de un escorpin,
atrapado bajo lo que pareca una considerable losa que dibujaba su cuadrado perfil. El
mercenario, con los nervios a flor de piel ante la visin, la emprendi a escobazos
contra el indefenso animal, hasta que la feroz cola fue segmentada y arrojada unos
palmos ms all. Los dos se observaron con el terror en la mirada, paralizados, hasta
que con un esfuerzo Ebre consigui reaccionar.
Maldita sea, Guitart, crea que no haba nada en el mundo que consiguiera
asustarte!
Yo no tenc de miedo Escorpins no bons, no agradan a m, ni escorpins ni
espectros, no agradan.
Es una excelente explicacin, pero no consigue tranquilizarme. Aydame, creo
que esa losa es lo que buscamos!
Ambos se inclinaron en el suelo, sin que el mercenario dejara de observar
atentamente a su alrededor. Ebre encontr una pequea fisura por la que sus dedos
resbalaron e hizo presin hacia arriba, con lo que desplaz con facilidad la piedra, que
se movi dcil al impulso. Un oscuro agujero se mostr a sus perplejos ojos, y la luz
de la vela ilumin unos empinados escalones que se perdan en la negrura.
Enciende otra vela, no me gustara quedarme a oscuras ah dentro. Ufff, Dios
santo, qu peste ms terrible!
La cabeza de Ebre desapareci en el estrecho boquete, observado con prevencin
por el mercenario, que, tras persignarse cuatro veces, se sumergi a travs de la
abertura, no sin antes barrer el suelo a sus espaldas. Despus, tir la escoba y desliz
la pesada losa hasta colocarla en su lugar, no estaba dispuesto a que el negro ejrcito
de afiladas colas le siguiera en su bajada al Infierno.
El pozo descenda sin que se adivinara su final, casi de forma vertical. Guillem se
apoyaba en la hmeda pared, alargando el brazo hasta el tronco central en el que
descansaba la empinada escalera de caracol. Un gemido le oblig a volver la cabeza en
busca del batlle, por lo que dirigi la luz de la vela hacia el rostro del funcionario.
Qu os pasa, os encontris bien? El semblante del batlle era como un
pergamino reseco y arrugado del color de la ceniza. Dios Santo, seor batlle,
sentaos en el escaln, estis a punto del desmayo!
Se me pasar, no os preocupis, por favor Un dbil hilo de voz surga de
los labios blanquecinos.
Guillem se sent en el estrecho escaln, notando cmo el agua empapaba sus
posaderas. Era consciente de que el batlle no poda seguir, y saba por experiencia el
efecto que causaban los espacios cerrados en alguna gente. Medit unos segundos
antes de hablar con suavidad.
Seor batlle, es urgente que regresis a la iglesia. Si en algn momento
perdierais el conocimiento, no podra cargar con vos por esta escalera, lo
comprendis? Tranquilizaos, os lo suplico, y respirad con fuerza Es slo este lugar,
estrecho y maloliente, casi entre tinieblas, hay muchas personas que no pueden
soportarlo.
El batlle mova la cabeza de lado a lado, avergonzado. Su mente luchaba por
mantener la calma sin conseguirlo, las paredes de aquel estrecho pozo parecan tener
vida propia, se acercaban tanto a l que tena la sensacin de que le aplastaran sin
remedio. Y la oscuridad era un animal vivo, susurrante, notaba su intenso aliento
pegado a su cogote. Sin embargo, no quera abandonar al templario, perdido entre las
slidas tinieblas siempre dispuestas a devorar a los incautos. Le costaba respirar, su
pulso se aceleraba martilleando sus sienes sin descanso, mientras que sus temblorosas
piernas ya haban resbalado en ms de una ocasin, sin fuerzas, con el peligro de
arrastrar a Guillem de Montclar en su cada.
No puedo abandonaros, Guillem, no podis bajar ah abajo solo El miedo
marcaba sus palabras.
No me pasar nada, batlle, os lo aseguro. Lo ms probable es que ah abajo me
encuentre con el resto de la tropa, tan alterada como nosotros. Guillem sonri.
Adems, sera bueno que alguien se quedara de guardia en la iglesia, comprendis?
Para que nadie entre ni salga de este agujero, algo en lo que no habamos pensado. Os
acompaar un tramo, hasta que vea que llegis cerca de la salida. Despacio, muy
despacio, recordad que est muy resbaladizo.
Guillem se incorpor y ayud al batlle a levantarse, sujetando su espalda con una
mano y aferrndose con la otra al pilar central. Murmuraba palabras de consuelo y
nimo, guiando al funcionario de vuelta hacia la luz. Slo dej de darle apoyo cuando
observ el delgado resquicio iluminado que conduca a la salida.
Ya habis llegado? Estis en el armario? grit al ver que el resquicio de luz
se expanda.
Estoy bien, mucho mejor, lo siento
De acuerdo, descansad unos minutos. Guillem segua hablando, atento a la
respiracin del batlle. Eso ser de gran ayuda, no os preocupis, procurad calmaros
y respirad con fuerza.
Estoy bien, muy bien Las palabras del batlle resonaron ms seguras, su voz
pareca normalizarse.
Es importante que estis atento, no dejis entrar ni salir a nadie contest el
templario con forzada alegra.
Lo har, os juro que lo har Id con Dios y que El os proteja.
Guillem se detuvo unos instantes, sin reconocer que la presencia del batlle haba
fortalecido su decisin de bajar al abismo, y ahuyentado el miedo que empezaba a
colarse en su mente. Como siempre, no tena tiempo de pensar en las consecuencias,
estaba solo y deba acostumbrarse a ello. O quiz no, pens al notar un escalofro que
le recorra el cuerpo, quiz nunca se haba acostumbrado a la soledad, y sa era la
razn por la que hua de tales pensamientos. Sacudi la cabeza con fuerza en un gesto
que le caracterizaba, expulsando las ideas que planeaban como sombras en su cerebro,
tan oscuras como el pozo por el que se dispona a descender. Guillem de Montclar
respir con intensidad, su pie busc el lado ms amplio del escaln triangular y lo
clav con fuerza en la piedra. Not el movimiento resbaladizo que le devolva la
materia ptrea empapada en agua. Baj de nuevo, con precaucin, girando y girando
alrededor del gran pilar que pareca infinito, hasta perder la nocin del tiempo. La vela
era un triste recurso, su llama slo iluminaba una pequea porcin ante su rostro,
como si las tinieblas que le envolvan devoraran la escasa luz a cada palmo de su
descenso. Cuando crea que llevaba dos vidas enteras dentro de aquel sepulcro, not
cmo el agua resbalaba por su rostro y, a la luz de la vela, comprob que el irregular
techo que descenda junto a l goteaba con insistencia. Su pie roz un nuevo escaln,
y sinti que la materia pegajosa y resbaladiza se apoderaba de su equilibrio y lo
lanzaba sin miramiento alguno hacia el vaco que se abra ante l. Su espalda rebot
en la piedra, provocando un sordo quejido de dolor, con la cabeza en tensin para
huir del golpe que esperaba. Se encontr sentado al final de la escalera, sin saber por
cuntos escalones haba rodado su dolorido cuerpo, y empapado en los ros de agua
que surgan de la tierra, del techo, de las propias paredes. Por un fugaz instante, dud
del Infierno que le haban enseado y de las llamas que lo habitaban Bien poda ser
que en aquel maldito espacio de condenacin slo existiera agua: agua para ahogarse,
y para morir tiritando empapado de fro y soledad, un ro infinito sin salida.
Sentado, con la mente llena de oscuras elucubraciones, oy el sonido de un canto,
una letana que se alargaba hasta l en suaves ondulaciones musicales, y le traa a la
memoria el montono rezo de maitines. Se dio cuenta de que, en la cada, la vela
haba salido disparada como una flecha de incierto destino, y que se hallaba en el
vientre de la oscuridad ms profunda. Inspir varias veces, sin moverse, buscando
aplacar el miedo. Sus manos se movieron vacilantes en busca del veln desaparecido.
No tard en encontrarlo, mucho ms cerca de lo que pensaba, aunque le cost tiempo
y esfuerzo volver a darle vida, la yesca que llevaba estaba tan empapada como l.
Extendi el brazo e ilumin un espacio cerrado y asfixiante, la escalera terminaba de
golpe ante una entrada excavada en la roca, la misma ante la que estaba sentado y
recuperndose de la cada. Se alegr de que el batlle estuviera a buen recaudo, le
habra sido imposible cargar con l en un espacio tan reducido y oscuro. Se incorpor
con dificultad, con la mano presionando su herida para calibrar los efectos de la cada
en su lesin. Estaba empapado, y dudaba acerca de la naturaleza del fluido que
manchaba su camisa, sangre o agua, no haba ms opciones. Apret los labios en un
gesto de conviccin, no tena tiempo de averiguarlo, y empuando la vela se introdujo
en la nica salida que ofreca la escalera, un tnel bajo y estrecho que le obligaba a
caminar agachado, con la cabeza rozando el techo. Guillem de Montclar segua los
ecos apagados de una meloda que pareca llamarle, un sonido que se converta en un
hilo que le guiaba a travs del laberinto. La luz se transformaba en un crculo
concntrico a su paso, una rueda iluminada, al tiempo que avanzaba inexorable a
travs de los siglos.
A travs de sus ojos velados y medio ciegos, el Unicornio vio al Maestro levantar
el brazo, y el pulido metal del cuchillo lanz destellos que reclamaban su memoria.
Contempl la danza transparente de cinco puertas que aparecan y se esfumaban al
ritmo de las palabras Y tras ellas, cientos de brazos que se alargaban como hilos de
humo, envolviendo el altar en donde yaca aquella mujer. Recordaba su rostro,
aunque en su mente se desdoblaba en dos semblantes que se intercalaban y
confundan. Los velos de Sibila haban huido y le abandonaban, flotaban en la cripta
hasta que el Maestro inici su larga salmodia. Y de repente, el Unicornio sinti la
soledad de su encierro. Los velos haban sido su nica compaa, acariciaban sus
crines y envolvan su cuello en medio de la fra tiniebla, nunca antes le haban dejado.
Su mente se esforzaba en buscar una razn, meditaba en medio de una algaraba de
voces y de gritos que habitaban en su cabeza hasta volverle loco. Sibila ya no estaba,
pero por qu motivo ella iba a preocuparse de l, su verdugo, el que la haba
conducido hasta las puertas de la muerte? l amaba a la otra Sibila, la que entenda
cada uno de sus gestos, de sus pensamientos, la que adivinaba sus deseos Pero la
otra Sibila haba huido, se haba salvado de las garras del Maestro y l la ayud en su
desesperada fuga. O no haba sido as? El suelo tembl bajo sus pies, pero nada
poda romper la intensa concentracin que el Unicornio necesitaba para recordar. Los
ojos! Aquella mirada aterrorizada de la mujer huyendo que le sorprendi, sin poder
descifrar su mensaje. La otra Sibila jams hubiera cado en el error del miedo! Y
entonces el Unicornio record con una nitidez que lo sobrecogi: contempl otra
mirada suplicante, sin miedo en ella, pero con el ruego de una alarma urgente, un
aviso que lo conmocion. Haca quince aos de ello, pero la escena se repeta, y la
Sibila que yaca ahora en el altar lo miraba de forma diferente, lejos de los penetrantes
ojos oscuros que le enviaban seales de reconocimiento. Haca quince aos, la mujer
que estaba en el altar clav su mirada en l para comunicarle un reconocimiento y un
engao, y l no fue capaz de descubrir la simulacin. El cuerno rojo del Unicornio se
levant lentamente, tras las espaldas del Maestro, que insista en su canto y repeta una
y otra vez su sonido infernal. Y los velos reaparecieron por una de las puertas de la
cripta, a travs de la transparencia que se esfumaba, se enroscaron suavemente en su
cuello con la delicadeza de un abrazo, como seal inequvoca de la realidad de sus
pensamientos.
Me has engaado.
Las palabras quedaron flotando, acalladas por el ritual que no se detena, el
Maestro ni tan slo las haba odo. Las poderosas piernas del Unicornio avanzaron dos
pasos, el largo cuerno roz la negra capa sin que su propietario notara el contacto,
ajeno a todo aquello que no fuera parte de sus intenciones. En el mismo instante en
que el Maestro, con la locura en sus ojos, hunda el pual en el cuerpo de la mujer, el
Unicornio arremeti contra l con la fuerza de un toro encerrado largo tiempo, y su
cuerno atraves limpiamente el cuerpo de Mir dEsquenat, al que dobl en dos partes
casi simtricas.
Me has engaado repiti.
El temblor que sacuda los cimientos de la vieja cripta se intensific, las cinco
puertas lanzaban sofocantes llamas, incapaces de prender entre los ros de humedad
que resbalaban de sus paredes. Manos y brazos de humo se alargaban hasta tocar las
crines del Unicornio y envolvan el cuerpo que penda de su cuerno. Las sombras
danzaban en los hmedos muros presas de un frenes enloquecido, girando y girando
en sus encierros oscuros. De golpe, se produjo un silencio sepulcral, un silencio que
contena todos los sonidos que existan. El aullido del Unicornio se alz entre sus
muros, un gemido largo y penetrante que rompa la cripta en dos mitades, como las
dos Sibilas que bailaban ante l, unindose y dividindose en cien rostros que
sonrean, que gritaban y sollozaban a la vez.
Guitart sujet el brazo de Ebre con fuerza y estamp al muchacho contra el muro
de tierra. El alarido que surga del algn lugar cercano haba helado la sangre en sus
venas, y la vibracin del sonido an poda percibirse recorriendo las paredes.
Llevaban horas perdidos en el laberinto de tneles, atravesando criptas y
tropezando con los restos seos que haba desparramados por todas partes. Las velas
se consuman rpidamente, como si en aquella oscuridad faltase el aire que las
alimentara. Ebre haba estado a punto de precipitarse en un pozo que se abra en
medio de uno de los tneles, y la escasa luz que los guiaba haba sido incapaz de
detectar. El mercenario pudo sujetarle rpidamente del pescuezo, cerrando sus dedos
como garfios y aguantado todo el peso del muchacho, que se balanceaba aterrado
sobre el abismo. A partir de la experiencia, sus pasos fueron ms cautos, aplicando la
luz de la vela casi a ras del suelo, con el temor no confesado de acabar su vida en un
inquietante pozo repleto de cadveres en putrefaccin.
Por todos los santos! Qu ha sido eso? El pnico impregnaba las palabras
de Ebre.
Guitart no contest, su fino odo captaba una vibracin especial bajo sus pies,
alguien se acercaba con el mismo sigilo que ellos, unos pasos lentos que buscaban la
seguridad en sus pisadas. Se llev un dedo a los labios para indicar silencio y pego la
oreja a la pared. Despus mir hacia el techo, como si el sonido que oa tuviera su
origen encima de sus cabezas. Apart a Ebre a un lado, seal el techo y acerc la
llama a l. Gruesos goterones se dejaban caer con desmayo, al tiempo que las grietas
que atravesaban el techo oscilaban en un extrao movimiento, una respiracin lenta y
entrecortada. Guitart, con un repentino terror en sus facciones, empuj violentamente
a Ebre y lo lanz a una considerable distancia, saltando tras l. Unos segundos
despus, el empapado techo se desmoronaba sobre el lugar exacto en el que se
encontraban poco antes. La cascada de tierra y piedras en descomposicin arrastr
enmohecidos huesos junto a una mole oscura que pareca batir los brazos como un
pjaro a punto de emprender el vuelo. Guitart, veloz como el viento, se abalanz
sobre el recin llegado con la daga en su puo. Ebre, a su vez, salt sobre l
deteniendo la trayectoria del cuchillo con todas sus fuerzas.
No, Guitart, no!
El mercenario, con el puo todava alzado, le contemplaba sin comprender,
mientras el plido rostro de Guillem de Montclar surga de entre los cascotes de tierra
y piedra.
Dios todopoderoso, por los clavos de cien crucificados, has estado a punto de
degollarme, imbcil! No slo el suelo ha desaparecido bajo mis pies, sino que me
encuentro con una bestia salvaje que intenta asesinarme! aull Guillem, expulsando
tierra de su cabeza. El barro lo cubra completamente, dando a su semblante un
aspecto de monstruo salido del peor averno.
Qu ha sido ese alarido tan escalofriante, lo habis odo? A pesar de su
sucio aspecto, intentaba mantener la compostura.
No estamos sordos, ha sonado muy cerca de aqu Ebre miraba a su superior
con la risa bailando en sus labios, el lodo slo dejaba asomar el brillo de sus ojos
oscuros. Qu te ha ocurrido? De dnde sales? Dnde est el batlle?
Demasiadas preguntas, chico, me temo que no hay tiempo para las respuestas.
Guillem se incorpor, y observ sus manos pringadas en barro y en otras sustancias
que prefera ignorar. El suelo ha cedido de golpe, pensaba que terminaba mis das
en esta cueva del demonio
Una repentina inquietud los despert del aturdimiento del derrumbe, el gemido
volva a orse, un largo grito que contena todo el dolor del mundo. Las tres cabezas se
giraron en la direccin del sonido, en sus miradas se adivinaba el miedo intenso que
comunicaba el lamento.
Hay que apresurarse, esto va a derrumbarse de un momento a otro, hay
filtraciones en todas las galeras y, en algunas, el agua cubre los pies. Me temo que
estamos muy lejos de la luz del da, muchachos. El tono de Guillem era pesimista.
Vamos, no creo que sea peor que despearse por un pozo sin fondo.
Iniciaron la marcha, poco convencidos por las palabras de Guillem, intuan que
poda haber algo mucho peor en aquel subterrneo. Caminaban con precaucin,
atentos al relieve del suelo, y procurando no tocar las hmedas paredes que se
reblandecan con el contacto. Guitart alz la cabeza, husme el aire y detuvo a los
dems, pareca sentir algo que ellos no perciban. Se par en seco, con grandes
aspavientos, y les orden retroceder a toda prisa Guillem estuvo a punto de discutir
la perentoria orden, pero algo en la mirada del mercenario le convenci de lo
contrario, tambin l empezaba a or una trepidacin extraa, el suelo se mova y las
gotas de agua corran a reunirse en charcos cada vez ms grandes. Sin precauciones,
empezaron a correr confiando en la buena intuicin del mercenario, cada vez ms
veloces. Doblaron recodos estrechos y toparon con montones de huesos dispuestos en
ordenadas hileras. Corran agachados, rozando el techo con sus espaldas, y notando la
lluvia de tierra que empezaba a disolverse sobre sus cabezas. Corran sin saber adonde
se dirigan. Cuando desembocaron en una pequea cripta, exhaustos y sin resuello, la
trepidacin del suelo persegua sus talones. Guillem se apoy en una tumba de piedra,
doblado por la cintura, el dolor de la herida le atravesaba de parte a parte. Vio a sus
compaeros en el mismo estado, sin fuerzas para dar ni un solo paso ms, al tiempo
que oa el estruendo de las galeras a sus espaldas, desmoronndose al ritmo pausado
del tiempo al que pertenecan.
Descansemos unos instantes, no s hacia dnde vamos. Ni siquiera s si
estamos subiendo o bajando ms
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire viciado de la cripta, ante la aparicin
que contemplaban sus atnitos ojos. Un hombre acababa de entrar en la cripta por el
mismo lugar que ellos, un hombre La definicin qued bloqueada en su mente,
un hombre? Cierto que posea brazos y piernas, y que su ancho pecho corresponda a
un varn, pero su cabeza Dios misericordioso, su cabeza era una enorme testuz de
caballo enmohecida! Guillem se qued paralizado ante la visin, al igual que sus
compaeros, inmviles, a la espera de un fatal desenlace. De la testuz del animal
sobresala un largo cuerno torneado, rojo de la sangre de un cuerpo que penda de l,
ensartado por el pecho como un cerdo dispuesto para el festn. Aquella figura gema,
un lamento que atravesaba sus tmpanos como una fina aguja, sus hombros hundidos
parecan incapaces de sobrellevar el peso que cargaba, y su mano arrastraba otro
cuerpo firmemente sujeto por los cabellos, el cuerpo ensangrentado de una mujer.
La monja de Saurina y el Unicornio!, pens Guillem con un escalofro,
mirando a sus amigos en busca de la confirmacin, aunque slo encontr el brillo ms
autntico del espanto. El tiempo se detuvo durante un largusimo espacio, las figuras
paralizadas en la cripta no movieron un solo prpado, sus cuerpos atrapados en un
fragmento de vaco eran incapaces de huir. Un nuevo estremecimiento conmovi los
cimientos de la cripta, y sus visitantes se tambalearon buscando un soporte al que
agarrarse. Todos menos uno; la extraa cabeza del Unicornio y el cuerpo que la
acompaaba no experimentaron la ms leve sacudida, sus pies estaban clavados en el
suelo como profundas races que se alargaban hasta una profundidad desconocida.
Ebre cay sobre Guillem, mientras Guitart se daba de bruces contra un sepulcro, todos
ellos con los ojos desorbitados por el terror que les produca la posibilidad de morir
enterrados bajo innumerables galeras que se superponan. Antes de que pudieran
reaccionar, el aullido del Unicornio volvi a atravesar sus odos, las manos del
hombre-animal se cerraban en torno a su cuerno, en tanto la testuz se zarandeaba
violentamente, y el cuerpo colgado de l se mova como si hubiera recuperado la vida,
agitando los brazos inertes en todas direcciones. Con un ltimo estertor, las nervudas
manos arrancaron el cuerno de su frente y arrastraron el ensartado cadver de Mir
dEsquenat, que qued tirado a un lado, de nuevo inmvil. Los brazos del Unicornio
se extendieron hacia ellos, para mostrarles las palmas de sus manos, rojas de sangre.
Guitart empu el coltell, su espada corta, que reluci en su mano con la rapidez de
un milagro. Guillem se interpuso entre Ebre y el extrao ser, detuvo el gesto del
mercenario, y contempl la extraa splica que perciba tras la mscara y el continuo
gemido inconsolable. Ante su asombro, el miedo que senta desapareci y un
profundo sentimiento de piedad conmovi su alma, sin poder apartar la vista de aquel
ser irreal que viva en aquel infierno. El Unicornio cay de rodillas, sus manos
buscaron el cuerpo sin vida de la mujer, y la abraz en medio de lamentos y sollozos.
La trepidacin aumentaba, el suelo vibraba con un rumor sordo y, en la distancia,
se oa el estruendo de las galeras al desplomarse. Guillem se acerc con cautela hacia
los restos del hombre de negro que yaca de costado, su deformado rostro estaba
marcado por una mueca de sorpresa y estupefaccin. Incluso muerto, los ojos medio
abiertos de Mir dEsquenat despedan un brillo metlico que destellaba en respuesta a
la luz de la vela. Contempl a Guitart, que asinti con la cabeza, y a Ebre, que, atnito,
comprobaba la identidad del guardin de la casa de Renau de Biure. Y entonces,
retrocedi unos pasos, despacio, indicando a sus compaeros que haba llegado la
hora de buscar una salida. Iniciaron una marcha lenta hacia la abertura que haba a
espaldas del Unicornio, pasaron muy cerca de l. Cuando Guillem se dispona a salir
en completo silencio, una mano marcada de cicatrices se aferr a su brazo y le atrajo
hacia las enmohecidas crines. Guillem se dej llevar, casi como si estuviera en medio
de un sueo extrao poblado de fantsticas criaturas. Muy cerca de la testuz de
caballo, notando el penetrante olor que exudaba, oy una voz ronca, rota por su
encierro.
Los velos, sigue los velos
Venid con nosotros, huid de esta tumba, quin sois? Las palabras de
Guillem eran un ruego, la posibilidad de la salvacin.
Los velos, sigue los velos Ella te mostrar la salida.
La poderosa mano afloj la presin y volvi a enlazar la cintura de la mujer. De
rodillas, la testuz se hundi en su pecho y el penetrante quejido volvi a sonar
creciendo de intensidad. El eco del sonido se expandi como un mar de furiosas olas,
golpeando las paredes, rebotando en el techo y el suelo en una ceremonia que
reclamaba la muerte.
Guillem se apart y sigui a sus amigos. La penumbra volvi a apoderarse de la
cripta y de las almas que habitaban en su negrura, y en el momento preciso en que
ladeaba la cabeza para echar un ltimo vistazo al extrao ser, el techo de la bveda se
derrumb con gran estrpito, enmudeciendo el canto de dolor y enterrando
ambiciones convertidas en cenizas. La tierra desmenuzada caa sobre ellos mientras
corran con desesperacin, el agua inundaba las galeras y se llevaba los ordenados
huesos en otro viaje inesperado, interrumpiendo una calma que pensaban eterna.
Perdidos y desorientados, atravesaron criptas y pasadizos, en un mundo a punto de
hundirse en el abismo, sin encontrar el camino que los condujera a la luz del da. Casi
sin fuerzas, desembocaron en un espacio cuadrngular sostenido por cuatro robustas
columnas que mantenan una goteante bveda.
Ya hemos pasado por aqu! La voz de Ebre, en un chillido agudo, era pura
desesperacin.
Morts, tots morts, amb tots aquestos difuntos! susurr Guitart, agotado.
Guillem se inclin y se apoy en sus rodillas, el dolor de la herida empezaba a ser
insoportable, y no quera ser una carga para sus amigos. Respir hondo, y cuando
iniciaba un incmodo discurso de despedida, la mano del mercenario se alz como
una lanza, acompaada de un grito gutural. Guillem sigui la direccin de la mano de
Guitart, y aunque ya haba visto cosas increbles, sus ojos se abrieron como platos. De
una de las tres salidas que existan en el recinto, surga una rfaga de aire fresco Sin
embargo, Guillem comprob que la vista le engaaba, no era una rfaga de viento,
sino un largo velo gris que se mova hacia ellos, volaba en el enrarecido aire del
cubculo dando vueltas a su alrededor, formando nudos y dibujos extraos. Guitart
alz el brazo y roz una parte del velo, y ste se enrosc en su mano suavemente.
Es ella, dona del pozo, dona del pozo!
Un rayo de iluminacin estall en la mente de Guillem, al recordar las palabras del
Unicornio: Los velos, sigue los velos, susurraba de manera casi ininteligible La
larga tira de gasa gris y blanquecina se mova ahora en lnea recta, entrando en la
salida de la derecha, arrastrando su cola en el aire. Sin perder tiempo, Guillem arrastr
a un atnito Ebre tras el vuelo de los transparentes velos, gritando a Guitart para que
los siguiera. De nuevo iniciaron una loca carrera, sin detenerse a pensar en la lgica de
su conducta, con el estruendo continuado e incesante de los derrumbes que parecan ir
en su busca.
urn de Navata not que unos dedos rozaban sus cabellos con delicadeza y se
gir bruscamente. El rostro de Mart de Palafrugell le contemplaba con una
clida sonrisa, envuelto en un difuminado halo ms resplandeciente de lo
D habitual. Una mano apareci al lado de su oreja, con la palma abierta, en una
seal de despedida.
No te parece extrao, Duran? Esta historia no tiene sentido. La voz de
Saurina le sac de la ensoacin.
La hermandad del Unicornio haba vuelto a reunirse en la casa de la monja. Un
tanto taciturnos y silenciosos, parecan poco dispuestos al catico desarrollo de sus
anteriores reuniones. Duran asinti, sin saber muy bien a qu responda, con la mirada
fija en la cabeza del procurador que, con un ltimo gesto, desapareci tras el grueso
muro de la estancia con una facilidad envidiable.
Encontrasteis a Mir dEsquenat? continu Saurina.
Creo que s, encontramos a alguien Guillem, pensativo, no estaba muy
seguro de sus palabras. Guitart lo reconoci como el hombre de negro, y Ebre
asegura que era el guardin de la casa de Renau de Biure. Finalmente, hemos llegado a
la conclusin de que las dos personalidades se fundan en el maldito bibliotecario.
Y el libro, El bestiario del Unicornio? susurr Salom, que haba sido
invitado a la reunin y que todava se hallaba bajo la conmocin de sus anegadas
estancias de trabajo.
Tres pares de hombros se levantaron en una muda respuesta, un gesto confuso y
de dudosa interpretacin. Guillem, Ebre y Galcern no tenan nada que explicar al
respecto.
Posiblemente se perdi en el agua o qued sepultado bajo los derrumbes. No lo
encontramos, ni tan slo pudimos verlo, y la verdad No podemos asegurar que
estuviera all, y slo el bibliotecario podra responder a esa pregunta. Galcern
miraba a la concurrencia con una calma desconocida. No s, no os puedo decir
nada ms El de all abajo era un mundo diferente, oscuro y sin lmites. Una vez
dentro de l, las reglas del juego no existan, no haba nada ms que muertos por todas
partes.
Pero qu se ha hecho del bibliotecario, de Mir dEsquenat, y qu pretenda
con esas muertes? Saurina, impaciente, estaba asombrada ante la poca motivacin
de sus interlocutores.
Muri Guillem pareca calibrar sus palabras. Encontramos al hombre de
negro muerto, atravesado por el cuerno del Unicornio y
Un unicornio! Saurina, Duran y Salom, lanzaron un grito a la vez,
asombrados, interrumpiendo la parca contestacin del templario.
Estis diciendo que ese animal existe y que se pasea por ese subterrneo bajo la
ciudad? El batlle, tambin invitado a la improvisada asamblea, intervino.
No era un animal, batlle. Nuestro unicornio era un simple hombre, como
nosotros. Guillem no tena ganas de hablar, una sensacin extraa le corroa por
dentro. Alguien encerr su cabeza en una testuz de caballo, cosieron una carcasa del
animal en su cuerpo y despus Bien, por si la crueldad no fuera suficiente,
incrustaron un largo cuerno entre sus ojos. Acaso sirviera a Mir dEsquenat, aunque
fue ese extrao ser quien se encarg de acabar con su vida. Fue l quien tambin nos
ayud a salir de all. Es difcil de explicar, slo podemos contar lo que vimos y,
francamente, all abajo las cosas parecan tan fantsticas e irreales que
Jacques y yo no vimos nada de todo esto, pero os aseguro que Guillem tiene
razn, ya os he dicho que era como otro mundo, como si estuviramos inmersos en
una pesadilla interrumpi Galcern, su capacidad verbal haba disminuido.
Todo esto es muy confuso, caballeros, sabemos tan poco como al principio
intervino de nuevo Saurina. Ignoris dnde se encuentra el libro, y slo habis
visto a un hombre de negro que identificis como Mir dEsquenat, muerto por el
cuerno de un unicornio, que no es tal unicornio Un hombre disfrazado con un
pellejo animal que aullaba en la oscuridad. Qu significa todo esto? Tendris que
disculparme, pero vuestra historia me parece una sarta de insensateces.
Significa que se ha acabado, Saurina cort Duran de Navata con seguridad.
La pesadilla ha terminado y, aunque ignoremos la forma en que lo ha hecho, cualquier
detalle ha perdido importancia.
Ya entiendo Tengo que creerlo porque t lo dices y abstenerme de preguntar,
porque todo lo que era importante ha dejado de serlo por obra y gracia de tu decisin
infalible. La priora estaba molesta por el tono del franciscano, y tras una breve
pausa volvi a la carga. Y Agns, habis encontrado a Agns?
Un grupo de rostros la contempl con tristeza, vacilantes, sin atreverse a contestar.
La priora comprendi en un instante aquella reaccin, y la nostalgia de las miradas
penetr en ella con la fuerza de un vendaval.
Est muerta, eso es lo que no queris decirme Por qu ocultis ese hecho?
O es que su muerte fue tan atroz que no osis abrir la boca?
Est muerta, tenis razn, hermana Saurina, pero no sabemos cmo muri
confirm Guillem, mientras Galcern y el Bretn inclinaban la cabeza sin atreverse a
mirar a la priora. Cuando la encontramos, ya era tarde para ofrecerle ayuda. El
derrumbe de las galeras los sepult a todos: al Unicornio, a Mir dEsquenat y a
Agns Nosotros nos salvamos de puro milagro. Lo siento, comprendo vuestra
curiosidad, pero hay muy poco que decir, pasamos gran parte del tiempo perdidos en
aquel maldito laberinto. Sin embargo, tal como afirma fray Duran, estoy convencido
de que esta pesadilla ha terminado de una vez por todas.
Y quin era Agns? Lleg a recordar quin era? La splica de Saurina era
visible, las tristes explicaciones slo aumentaban sus sospechas.
Quiz simplemente era esa mujer que desapareci, esa Sibila de Fontanilles
Nunca pudieron confirmar la identidad del cuerpo que se encontr, y que despus se
esfum misteriosamente apunt Galcern con prudencia. Ya s que t no lo
crees, Saurina, pero no puedes negar el gran parecido de la hermana Agns con la
mujer del medalln de Guitart. Todos creemos que tu monja era la tal Sibila No es
cierto, muchachos?
Nadie contest a la pregunta, y Galcern se qued con la boca abierta, sin saber
cmo continuar, dudando incluso de lo poco que saba.
Estoy cansada de repetirte que Agns no es la dama del medalln Saurina,
obstinada, negaba con la cabeza. Adems, ignoro de dnde sacis ese
convencimiento absoluto, si no tenis la menor idea de lo que ha sucedido realmente.
Cmo tenis la certeza de que esta pesadilla ha terminado?
Ahora poco importa, no os parece? Guillem quera acabar con la
conversacin, tena otras cosas en la cabeza. Hermana Saurina, Galcern tiene
razn, la gente cambia. Existe la posibilidad de que fueran la misma mujer, aunque la
hermana Agns lo hubiera olvidado. Vos aparecisteis como una generosa visin en un
momento crucial de su vida, y le ofrecisteis un nuevo nombre y una nueva vida. Qu
hay de extrao en ello? En cuanto a nuestro convencimiento, tenis parte de razn,
nuestra ignorancia es extrema Sin embargo, todo lo que provocaba esas muertes,
los pergaminos y las amenazas, est sepultado bajo cien capas de tierra. Y creedme, no
estn en su mejor estado para contestar a vuestras preguntas, ni para clarificar el
motivo de su enloquecida actuacin.
Todo esto es la historia ms inverosmil que me hayan contado jams.
Saurina con el ceo fruncido, no estaba satisfecha. Si os hubierais puesto de
acuerdo para inventar un cuento fantstico, no os hubiera salido mejor.
Tienes razn, es inverosmil! salt Galcern. Pero acaso crees que all
abajo encontramos algo que no lo fuera? Te hemos contado lo que nuestros ojos
vieron, nada ms, qu quieres? Qu me invente lo que no s para que ests
satisfecha? Slo puedo decirte que estoy agradecido al Altsimo por haber podido salir
de aquel infierno y estar aqu, entre vosotros, aunque mi historia no te complazca,
Saurina.
La reunin se deshaca ante el silencio de muchos de los presentes. Los intentos de
Saurina por darle vida fracasaban a cada respuesta, y percibi que sus compaeros
todava tenan parte de su mente en unos pasadizos oscuros que ella desconoca. La
monja se resign, baj la cabeza y empez a jugar con el crucifijo que colgaba de su
cuello. Agns se desvaneca en su mente, atrapada por fuerzas oscuras de las que saba
muy poco, un cuerpo muerto se perfilaba en su imaginacin, blanco y plido, tal
como la haban encontrado ante las puertas de la catedral. Un unicornio se alzaba ante
el desvalido cuerpo y le impeda llegar hasta ella.
Bien, ya veo que no hay mucho ms que decir. Maana volver a mi convento;
a buen seguro, mis monjas creen que me he perdido en el camino Y creo que no
andarn muy equivocadas.
Saurina se levant de su silla con una ltima mirada a los presentes, el recelo
destacaba en sus oscuros ojos, y durante el resto de su vida no podra desprenderse de
la molesta sensacin de que no le haban dicho toda la verdad. Pero qu verdad?,
medit en tanto volva a sus habitaciones. Qu verdad esconda la enigmtica Agns
en su corazn? Lo sabran aquellos hombres que le devolvan la mirada con una
nostalgia infinita?
Yo partir, t, cuidado Guitart estrech la mano de Ebre, y la mantuvo entre
sus manazas durante un largo rato.
Y dnde vas a ir ahora, volvers a Valencia? Ebre ya senta la ausencia de su
compaero. Quiz yo vaya tambin all, ahora que el Rey ha muerto El nuevo
rey, Pere, va a necesitar toda la ayuda posible.
Non, non, basta de difuntos contest Guitart con una mueca asustada. Yo
torno a montaas, las cabras mucho millors que los homes.
El mercenario, emocionado, abraz bruscamente al muchacho ante la sorpresa de
Ebre. Acerc sus labios a su oreja y murmur:
Si t miras e gran roca a espaldas t ves, t marchar. Roca grande, forma de
home dormido, t marchar, sus, sus, marchar corrent! T recorda siempre, no
olvidar
Antes de que Ebre pudiera reaccionar a tan extraas palabras, Guitart haba
desaparecido despus de lanzar un grito gutural a la concurrencia, una corts
despedida al modo almogvar. Ebre, muchos aos despus, recordara el mensaje del
almogvar, un mensaje que salvara su vida.
La asamblea se disolva al ritmo lento de las despedidas. Galcern y Jacques
emprendieron la marcha hacia la taberna ms prxima, con el juramento asegurado de
que el resto de la tropa templara se reunira con ellos ms tarde. Fray Duran rog a
Ebre y a Salom que le acompaaran hasta el convento franciscano, y el muchacho no
pudo negarse, por lo que sigui sus pasos hacia la salida con cierta decepcin.
Guillem le prometi que le esperara en la casa y que, mientras le aguardaba, deseaba
hablar con el batlle. La hermandad del Unicornio desapareci con su marcha, y
Guillem y el funcionario se quedaron solos, cara a cara.
Deseo hablar con vos, seor batlle, y he credo que lo mejor sera mantener esta
conversacin a solas.
No s qu ms podra aadir a vuestra aventura farfull el batlle con un
gesto de preocupacin.
Yo creo que mucho ms, amigo mo Para empezar, podrais darme ese libro
que escondis entre vuestras ropas. El tono de Guillem se endureci. Debo
felicitaros por vuestra actuacin, ha sido realmente impresionante.
No s de qu me estis hablando, yo intent defenderse el batlle.
Siempre habis estado en un lugar privilegiado, en el centro mismo de la
historia, sin perder detalle. Guillem no hizo caso de las palabras del hombre. Vos
mismo me contasteis que, hace quince aos, tanto el secretario como vos mismo
fuisteis elevados de categora Una coincidencia un tanto interesante. Os lo digo
porque yo tambin he hecho averiguaciones. He descubierto que ninguno de vuestros
parientes ostent ese cargo, y ms bien fue el ascenso del secretario de la Pia Almoina
lo que os llev de la mano hasta vuestro actual puesto. Este dato me hizo sospechar,
os lo confieso Vuestra oferta de colaboracin, a espaldas de la autoridad de la curia,
no hizo ms que aumentar mis recelos. Porque lo que os proponais era espiar
nuestros pasos, y mantenernos alejados hasta que llegara el momento adecuado para
arrastrarnos hasta ese cementerio subterrneo. Supongo que todo era parte de esa
ceremonia infernal de Mir dEsquenat O no es as?
No, estis equivocado. El batlle trag saliva con esfuerzo. Reconozco que
durante un tiempo, Mir dEsquenat me atrajo con promesas de gloria y
reconocimiento, y que ello me llev al cargo que ostento. Y tambin que, despus, el
secretario de la Pia Almoina me oblig a trabajar en favor de sus intereses, bajo la
amenaza de descubrir mi implicacin en los terribles hechos que acaecieron hace
quince aos Es cierto que me ordenaron espiar vuestros actos, pero estis
equivocado acerca de mis intenciones. Slo deseaba que todo acabara para sentirme
libre de nuevo, y colabor con vosotros, os dije dnde se escondan
Para libraros de ellos y comenzar de nuevo? Guillem alarg una mano.
Dadme ese libro, batlle.
No lo entendis, podemos compartirlo. Mir dEsquenat lograba maravillas que
ni siquiera podis imaginar, todo lo que sois est en sus pginas El batlle rode
su pecho con los brazos.
En esas pginas slo hay condenacin y muerte, nada de lo que habis
conseguido os sirve. Vos aprovechasteis la locura de un infeliz para vuestros fines, fue
vuestro instrumento Entregadme ese libro, batlle, o lo coger a la fuerza.
Me extraan tus palabras, Guillem, una persona como t debera estar
interesada Los ojos del batlle experimentaron un brusco cambio, la vacuidad dej
paso a una penetrante mirada. Tu Orden te mantiene apartado, castigado, incluso es
posible que seas expulsado del Temple, sin tener en cuenta tus sacrificios. Ellos no te
conocen ni
Guillem empuj bruscamente al funcionario, que cay sobre una de las sillas
dispersas. Aferr sin miramientos su camisa y extrajo un volumen viejo,
descuartizado, y algunas de sus pginas volaron hasta caer al suelo. Guillem retrocedi
unos pasos, y se inclin para recoger un pergamino hurfano: el unicornio se alzaba
sobre las cabezas de tres serpientes, que se erguan ante l amenazadoramente, y
clavaban sus colmillos en su lomo.
Devulveme eso, no lo toques! El cambio en el tono de voz fue
impresionante, el susurro sibilante se desliz como una de las serpientes del
pergamino.
Creo que no lo entendis, vuestra sangrienta carrera ha terminado. Vuestros
aclitos han representado sus papeles a la perfeccin, algunos de forma involuntaria
me temo, y todos ellos han muerto. Los engaasteis a todos, os felicito. La pausa se
alarg. Guillem miraba a su interlocutor con irona. Pero ya es suficiente, no
creis? Vos sois Mir d'Esquenat, el autntico Mir dEsquenat, sin lugar a dudas.
El contrado rostro del batlle mostr la clera que esconda, sus ojos parpadearon
en busca del control perdido. Guillem le observaba sin perderle de vista.
Por qu hicisteis eso con ese pobre hombre, convertirle en un animal? Para
seguir el juego de vuestro infernal libro, un unicornio a la medida de vuestras
intenciones? La curiosidad era demasiado intensa para disimularla, y Guillem no
perdi el tiempo en ello.
Desobedeci, se atrevi a desafiarme, y nadie engaa al diablo. Renau de Biure
era un completo imbcil que slo sirvi a mis intereses. La voz del batlle era un
sordo rumor de ira contenida. Al igual que las dos Sibilas, tan parecidas y tan
diferentes a la vez. Fue un sacrificio necesario. Devolvedme el libro, Guillem, os
conseguir todo lo que habis soado, hasta podra devolveros lo que ms ansiis
La vida de los que se fueron!
Nunca sueo, lamento decepcionaros. Y si lo hago, procuro no recordar mis
pesadillas. Como veis, no hay nada que podis ofrecerme. Una ligera vacilacin
impregn las palabras de Guillem, su mano se apoy en la cintura.
El batlle se levant y se acerc a l muy despacio, sus ojos despedan chispas
brillantes, y su boca se torci en una desagradable mueca.
No tenis ni la ms mnima idea de lo que estis haciendo. Las puertas se han
abierto, y aquello que esperaba en el umbral ha ingresado en vuestro mundo. No
podis impedirlo, ya os demasiado tarde, debis devolverme ese libro.
Sin mediar aviso, el batlle se abalanz sobre Guillem de Montclar con un delgado
cuchillo en su mano, como si una fuer za invisible lo hubiera colocado entre sus
dedos. La acometida fue violenta, y una sonrisa de triunfo se dibuj en los labios de
Mir dEsquenat cuando choc contra el pecho de Guillem. Sin embargo, la sonrisa se
desvaneci lentamente, apareciendo y esfumndose al mismo ritmo que las puertas de
la cripta en su incesante destello. La mano de Guillem, oculta en su cintura, slo vari
discretamente la direccin de la daga escondida, que se hundi en la carne blanda del
autntico Maestro, el ltimo sacrificio de su infernal ceremonia.
Caballeros, crea que vuestra reunin ya haba terminado. La sirvienta los
miraba desde el dintel de la puerta, con prevencin y disgusto.
Os ruego que nos excusis, es imperdonable Nuestro amigo ha abusado de la
bebida, lo siento. Guillem volvi la mirada hacia la irritada sirvienta. No le digis
nada a la hermana Saurina, no quisiera que se disgustara, nos iremos ahora mismo.
La sirvienta remolone ante la puerta con una expresin de franco desagrado,
hasta que decidi desaparecer escalera arriba. Guillem esper su marcha
pacientemente, dej caer el cuerpo que sostena al suelo, y se acerc a la chimenea que
arda en un rincn. Mir fijamente las llamas y dej caer uno de los pergaminos,
absorto ante los estragos del fuego. Repiti la operacin, pgina a pgina, y se detuvo
en el ltimo pergamino que temblaba entre sus dedos: el unicornio yaca sobre un
verde prado, su testuz reposaba en el regazo de una joven que acariciaba sus crines y,
tras un matorral, oscuras siluetas de cazadores esperaban el momento preciso para
caer sobre l. Lo arroj suavemente al fuego y vio cmo las llamas se apartaban,
indecisas. Sin embargo, la brasa emprendi su labor en el centro mismo del
pergamino, e inici un negro recorrido que devoraba lentamente el hermoso dibujo
del animal. Envalentonadas, las llamas se acercaron para tomar parte en el festn y se
elevaron en espirales rojas y azules, difuminando la figura del unicornio, que se
consuma abrasado por el calor. Sin poder apartar la vista, Guillem de Montclar
contempl la transformacin de las pginas en ceniza y pens que, por un momento,
haba vacilado. Los cimientos de su alma haban experimentado el mismo temblor que
la ciudad: poda Mir d'Esquenat devolverle a Bernard Guils, a frey Dalmau, a la
dulce Timbors? Sacudi la cabeza y pas una mano por sus cabellos todava
hmedos, tena muchas cosas que hacer. Acarreara el cuerpo del autntico Mir
d'Esquenat hasta el ro, un difunto ms no alterara a los pobres ciudadanos. No era
necesario que nadie ms lo supiera, el secreto del batlle se fundira en las aguas, ya no
volvera a perturbar las conciencias. Y hablara con Ebre, deba apresurarse antes de
que el muchacho apareciera y le hostigara con cientos de preguntas para las que no
tena respuesta Sin embargo, no se movi, paralizado ante las llamas. Nadie
devolvera la vida a sus seres queridos, el viejo diablo era un rufin traidor y
embustero. No obstante, algo se estremeca en su interior, un deseo desesperado que
palpitaba entre las palabras de Mir dEsquenat: Puedo ofrecerte la vida de los que se
fueron Y en un breve y fugaz segundo, Guillem de Montclar comprendi todos y
cada uno de los motivos que creaban aquella extraa historia. Su mente retrocedi
ante la comprensin de aquellos oscuros deseos empapados en sangre, y reaccion
con furia. Acaso hubiera llegado el tiempo de recuperar lo que an posea y tena
vida La ceniza todava crepitaba entre las llamas, cuando Guillem sali de la casa
cargando el cadver del autntico Maestro. El cuerno del unicornio se destac entre un
fragmento descolorido y carbonizado, incrustado en medio de la frente del hermoso
animal. El fulgor que desprenda se expandi en la estancia creando sombras que
danzaban en los muros, brazos como hilos que se hundan en el suelo y atravesaban
las capas ms profundas de la Tierra.
FIN
Agradecimientos
E companyia. I tamb a la Blanca Rosa Roca, de Roca Editorial, per editar aquestes
obres i confiar en la seva escriptora[9].
NRIA MASOT. Escritora espaola nacida en Palma de Mallorca en 1949. Ha ejercido
como periodista, practicando tambin el teatro, aunque despus se dedic a sus dos
aficiones ms notables, la pintura y la literatura.