Qliphoth 17

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Qliphoth

NDICE
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al otro lado

Editorial................................................................III 'El Bosque', por Javier Esteban.........................................IV 'Morfologa Nocturna', por Rubn Mesas Cornejo.............................V 'Tiembla, Occidente!', por scar Mariscal.....VIII 'Un miedo de cuando Don Alfonso XIII, por Manuel Torcuato.....................XIV 'La Puerta Etrusca (XIII)', por Jorge R. Ogdon..................................XVIII

Febrero 2006 Qliphoth es un fanzine en formato PDF sobre mitologa que se distribuye gratuitamente y se realiza sin nimo de lucro. El de los relatos y las ilustraciones pertenece a los autores. Direccin de contacto: santiago@eximeno.com ISSN: 1578-1739 EDICIN/MAQUETACIN: Santiago Eximeno. DISEO DE PORTADA: Pedro Belushi COLABORAN: Javier Esteban, Rubn Mesas Cornejo, scar Mariscal, (ilustracin de portada), Jorge R. Ogdon (ilustracin de relato) y Manuel Torcuato.

II

Qliphoth
EDITORIAL
Revistas, fanzines, ezines.

al otro lado

Vivimos un momento de bonanza para la literatura fantstica en castellano. Proliferan las novelas de gnero fantstico, dentro y fuera de colecciones especializadas. Las editoriales (grandes como Minotauro, recin llegadas como Berenice) apuestan por los autores espaoles, tanto en distancias largas como en distancias cortas, y poco a poco parece que el mercado editorial se va asentando, y las posibilidades de publicacin de los autores de habla castellana se multiplica. Sorprende por tanto que, en un momento tan interesante como ste, sea cuando menos revistas de gnero fantstico encontramos en los estantes de las libreras. Galaxia, Solaris o Asimov, por diferentes motivos, han cerrado, y con ello han dejado un hueco que debera ser aprovechado. Es el momento de ver de nuevo fanzines de toda la vida, como Bucanero o La Plaga, pero parece que el mercado de las revistas est en recesin, y la ausencia de tres grandes no ha motivado la aparicin de alternativas. Es cierto que siguen vivas quiz las dos ms importantes, Artifex una antologa semestral simplemente imprescindible y Gigamesh, pero tambin es verdad que echamos de menos otras posibilidades, otros lugares para que los recin llegados tengan la oportunidad de ver publicados sus primeros trabajos. Qliphoth sigue aqu, claro, pero su orientacin mitolgica y la humildad de la propuesta es una limitacin a tener en cuenta. Quiz este sea el momento del despertar de los ezines como Aurora Bitzine un clsico, Axxon el decano o NGC 3660 uno de los ms elegantes, y podamos formar una cultura en la red similar a la que poseen los ezines de gnero fantstico, por ejemplo, en Estados Unidos. Quiz. Desde aqu, aportamos nuestro pequeo granito, y esperamos hacerlo durante, al menos, un poco de tiempo ms.

Los Editores.

III

Qliphoth

al otro lado
El Bosque
Por Javier Esteban

Son ms de las tres de la madrugada. Qu haca un cro jugando en mitad de la carretera? gimote por ensima vez el muchacho que conduca. Desde el asiento de atrs, su novia no le contest. Acunaba an aquel cuerpecito, con la cabeza envuelta en una de las polvorientas mantas de viaje del maletero y las manos regordetas cada vez ms fras, segn la lana iba tindose del negro de la sangre. El tacto pringoso le deca que no llegaran a tiempo a la ciudad. Se mordi los carrillos para no gritar de rabia, pero el odio en sus ojos se reflej con toda su fuerza en el espejo del retrovisor. Mastic muy cuidadosamente las palabras antes de escupirlas. Si se muere, t tendrs la culpa. Tendrs la culpa de todo lo que nos pase. El se gir un segundo para mirarla con el latigazo del pnico en su rostro. Un segundo. Eso bast. El enjambre de lucecitas apareci a unos trescientos metros por delante del coche. La muchacha, en el primer momento, trat de mentirse a s misma. Son lucirnagas, no son ms que lucirnagas. Pero no lo logr: los dos saban perfectamente lo que eran. Los frenos chirriaron desesperadamente, y tampoco esto les sirvi de nada cuando las hadas se abalanzaron sobre ellos. El parabrisas estall. El resplandor y el agudo alarido compuesto por decenas de pequeas voces la forzaron a encogerse. Enterr la cara en el pecho de lo que, justo ahora, entenda que era un cadver. Aun as, no pudo escapar de las pequeas cuchillas que se clavaban en su nuca una a una, quemando su carne con un conjuro distinto cada vez. Lo que apenas sinti fue el impacto. Un empujn contra el respaldo del asiento del conductor y poco ms. El movimiento ces. El ataque tambin. Levant la cabeza y lo primero que descubri fue que su chico yaca sobre el cap, los brazos a

lo largo del cuerpo y sus hombros recostados de una manera imposible contra el rbol contra el que acababan de chocar. El dolor se anud enloquecido en su estmago, s, pero poco ms. Estaba demasiado asustada. Logr abrir la puerta, no se haba deformado lo suficiente para encerrarla. Dej al pequeo dentro, no tena sentido ya preocuparse por l, y quiz eso entretendra a los suyos y le dara alguna oportunidad de escapar. Slo pensaba en echar a correr. Entonces, escuch un silbido y algo le golpe la pierna. Baj los ojos y vio aterrorizada el oscuro penacho de plumas de la flecha que haba atravesado su muslo. No haba empezado a chillar an cuando le lleg el turno a su hombro. Cay de espaldas, sin respiracin. Lo peor de todo, se dijo, es que no le dola. Un sonido extrao, como golpes sobre madera le hizo girar el cuello hacia su izquierda. Era un jinete. Qu haca un jinete en mitad de la carretera? Sonri, sin saber por qu. Not tambin el regusto salino de las lgrimas en su lengua y trat de incorporarse, apoyndose en su brazo ileso. Quera verle bien. Era exactamente tal y como poda esperarse. Rubio, con los cabellos dispuestos en trenzas gemelas, los ojos rasgados de puro verde, pupilas felinas, sobre pmulos afilados y labios cerrados en una mueca severa, pero aun as hermosa. Demasiado hermosa. Fue un accidente. Slo queramos salvarle, le llevbamos a un hospital... El elfo se inclin sobre su montura. Al alzar el brazo, una minscula llamarada de forma humana le asom brevemente entre los pliegues de la tnica. Y justo antes de que el corcel hundiera los cascos en su rostro, ella acert a escuchar cmo el bosque temblaba con el viento de la noche, asintiendo ante unas palabras hechas de silencio. Somos los Primognitos, bruja. Nunca nos humillar la compasin de tu pueblo.

IV

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Morfologa Nocturna
Por Rubn Mesas Cornejo

Mientras contemplaba el ocaso Jons tuvo la impresin de que la realidad se haba tornado endeble como una costra reseca. Impelido por el asombro volvi sobre sus pasos para determinar las condiciones en las que se encontraba el mundo del cual provena. Con esa idea en mente Jons hundi su magra figura en la penumbra de aquel crepsculo desolador, y su cabeza empez a or miles de voces que surgan de todas partes, provocndole un intenso pavor hacia la morfologa que le rodeaba. De repente una masa luminosa se desprendi del firmamento y empez a orbitar enloquecidamente a su alrededor; aquel fenmeno inaudito le sirvi para comprobar que haba ingresado en una senda que lo apartaba definitivamente de todo lo que haba conocido. Conforme se adentraba en aquel terreno observ con estupefaccin como la naturaleza que lo rodeaba empezaba a perder simetra y proporcin, como si una fuerza externa desvirtuara su aspecto. Y para completar su espanto el mundo que tenia enfrente se transfiguro en una imagen sobrecogedoramente prehumana. Despus de unos minutos un deslumbrante efluvio de energa se desprendi de la minscula esfera que le segua y penetro en su mente, asumiendo la forma de una voz que prometa otorgarle un don portentoso a cambio de una sumisin absoluta a sus designios. De inmediato Jons sinti que una sensacin placentera, muy semejante a un orgasmo, se difunda por todo su cuerpo como si la entidad que lo haba invadido intentara ablandar su resistencia. Desde ese momento Jons comprendi que se hallaba en un mundo regido por la omnipotencia de una deidad que se complaca en ejercitar el arte de la tortura. En efecto, la voluntad de aquella entidad propici la gnesis de una criatura protoplasmtica que apareci en lontananza reptando con la parsimoniosa lentitud de una babosa, y que apenas estuvo cerca se arrojo sobre l con la manifiesta intencin de asimilarlo. A toda prisa Jons empez a correr a travs del desierto buscando eludir el acoso de aquel

descomunal depredador; sin embargo, cada segundo que pasaba pareca acercar ms y ms la aberrante presencia de la criatura, anulando sus posibilidades de fuga. Y entonces percibi que su cuerpo se desintegraba en un milln de molculas que el poder de la deidad recompuso en otra parte de aquel mundo. Apenas recuper la conciencia Jons fue obligado por la entidad que lo haba capturado a ejecutar una serie de cabriolescas genuflexiones que reafirmaban su condicin subordinada; sin embargo, pese a la humillacin sufrida, Jons todava conservaba su voluntad de resistir alojada en algn pramo neuronal que permaneca ajeno a la intrusin de la deidad. De esta manera fue conducido de tropiezo en tropiezo hasta que su peregrinaje le condujo ante los reverberantes tabiques de un cubculo hecho de cristal. El brillo que despeda aquella materia translcida consigui cegar por un momento al involuntario visitante, aunque una vez transpuesto el umbral Jons no pudo evitar una exclamacin que resuma el horror que le inspiraba la quimrica bestia que moraba en el interior de aquel aposento. Se trataba de otro ser tan aberrante como el anterior, pero dotado de una decena de pequeas cabezas, que permanecan atentas a lo que pudiera pasar sobre la cambiante superficie de un portentoso obelisco que haba emergido del subsuelo como una estalagmita dispuesta a acribillar el corazn del cielo raso. Enfrentado contra aquella quimera la fraccin de conciencia que todava dominaba Jons se pregunt cul seria la intencin que persegua aquella entidad para transportarlo a ese lugar. Era probable que dicha deidad pretendiera probar su temple para la misin que le haba reservado. En aquel momento una imagen grandilocuente, una mixtificacin tal vez, arrib a su memoria, y se percibi como un epgono del profeta hebreo que tambin haba llevado su nombre, pues as como el antiguo Jons permaneci cautivo en el vientre de la Gran Ballena durante un espacio de tres das, nuestro Jons se encontraba preso en el interior de

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un mundo que era completamente extrao a su comprensin. La imagen describa con precisin su condicin de secuestrado, pero no le daba mayores luces al respecto, por lo que decidi dejar de lado su cavilacin para desafiar el acoso de aquella legin de ojos telescpicos que dotaban de percepcin a la gris aglomeracin de clulas que tenia enfrente. De inmediato el cerebro de Jons empez a captar las rdenes que la deidad le enviaba a travs de aquella criatura, y se dio cuenta de que permaneca sojuzgado. En un acto de incipiente rebelda Jons se cubri el rostro demudado por el horror de saber que se estaba convirtiendo en un instrumento en manos de aquella entidad distante. Pero su temor le dur poco, y se anim a abrir los ojos para ahuyentar el miedo como si fuera un macabro fantasma que le impidiera ejecutar la tarea que le haban impuesto: sondear el tropel de pensamientos que estaban llegando a su mente. Su trabajo era captar la direccin que adquiran aquellas ideas, para modificarlas en el acto asignndoles un nuevo contenido que variaba por completo la existencia de las personas que recepcionaban su transmisin... Y aquel imponente obelisco alrededor del cual pululaba aquella morfologa aberrante era el dispositivo que le servia para diseminar un nuevo credo en el mundo del hombre. Sin embargo su afn de rebelarse permaneca inclume y la deidad se vea obligada a desalentar sus deseos administrndole, de vez en cuando, una considerable dosis de dolor que hacia estremecer su cuerpo cada vez que intentaba apartarse de su tarea ante el obelisco. Y as Jons continu ejerciendo, a su pesar, su forzado papel de seductor de conciencias, conduciendo a millones de seres al esquema de posibilidades prevista por la deidad que lo haba esclavizado. Poco a poco la presin que aquella mente exgena ejerca sobre l empez a menguar en la medida que el mundo del hombre quedaba sojuzgado a la voluntad de aquella inteligencia csmica. A estas alturas la faz de su planeta de origen se haba modificado por completo: ahora la Tierra haba adquirido la condicin de un mundo primitivo habitado de culturas emergentes que estaban escribiendo una nueva historia. El sentimiento de haber contribuido a ese trastorno le indujo a intentar la rebelin definitiva ahora que su cerebro haba dejado de recibir las

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transmisiones mentales que emanaban del obelisco. A duras penas Jons empez a alejarse de all con la intencin de ganar la salida antes de que las circunstancias volvieran a serle desfavorables; afuera le esperaba un espacio menos ominoso, un mbito que su percepcin no concebira como una de las tantas imgenes especulares que lo haban anonadado y, aunque sabia que corra el riesgo de perder la razn, decidi trasponer el umbral que lo haba sumergido en esta locura a todo trance. Nuevamente aquellas diablicas criaturas cobraron animacin y empezaron a hostilizarlo como si pretendieran culminar la faena que su creador haba empezado. Pese a la amenaza la nica intencin que persista en la liberada mente de Jons era abandonar, de alguna manera, aquel horroroso mundo aunque las condiciones de su mente se hallaran en el lmite de su resistencia. Entonces sombras perversas empezaron a surcar las paredes del cubculo semejando las retorcidas ramas de un rbol milenario; sin embargo no se trataba de seres inofensivos, pues eran los vstagos de la enorme criatura poliploide cuyos ojos le haban hipnotizado, y aquella morfologa reptante se acercaba lentamente amenazando engullir su cuerpo atrapado en medio de aquel templo del horror. Era obvio que deba hacer algo para rehuir la aniquilacin, pero necesitaba concentrarse y reunir todas las fuerzas que le quedaban para ejecutar la operacin de transposicin que le permitira eximirse de la muerte que le haban deparado. Y Jons cerro los ojos intentando ubicar la imagen de su cuerpo tridimensional en alguna comarca de la Tierra alejada de la influencia de esas criaturas. En aquel momento le importaba muy poco perder el acervo de conocimientos que le hacan parte de la humanidad, teniendo en cuenta que esta ya no exista tal como la haba conocido. Ms bien ahora que se perciba etreo e inespacial tena plena conciencia de que la horrible dimensin que lo haba albergado careca del espanto que antes le haba inspirado. Desde la lejana le eclosin de voces e imgenes que lo haban acosado le pareca una mera simulacin pues, sumergido como estaba en la cuarta dimensin del universo, le pareca el momento ideal para elegir un nuevo estadio de persistencia. De esta manera su mente evoc la imagen de una remota isla del Pacifico meridional, antiguamente dotada de un nombre mstico y ahora

VI

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cubierta de un suelo infrtil, que solo servia de pedestal a una serie de enigmticas efigies de piedra que contemplaban el ocano como si estuvieran conjeturando algo. Poco a poco la isla se acercaba a l y su psicoforma empezaba a sobrevolar aquel minsculo trozo de tierra con el deseo de recalar en el interior de una de aquellas cabezas silentes. Pronto su psicoforma se abalanz sobre el mohai penetrando en su interior, y la oscuridad que le recibi le record, por analoga, la cerrazn del tero materno. Ahora poda considerarse, con razn, un feto inmerso en la cavidad ms ntima de aquel mohai. Un momento despus la percepcin de Jons

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consigui asomarse hacia el mundo exterior y contempl aquel triste paisaje ocenico, tan pleno de soledad, y se sinti conmovido por su valenta de abjurar de su condicin humana para convertirse en el alma de un fnebre mohai cuya piel se desgastaba bajo la calcinante mirada del sol. Y ahora que sabia que el mohai seria su puerto definitivo llego a comprender que el juego de las posibilidades le haba otorgado, entre la vastedad de estadios posibles, esta perpetua quietud acorde con el estado de equilibrio que su mente conceba como perfecto en contraposicin con los deseos de aquella voluntad que se haba hecho suyos el discurrir de todas las cosas.

VII

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Tiembla Occidente!
Por scar Mariscal

TIEMBLA OCCIDENTE! Guerreros, Piratas, y Cazadores de Cabezas del Oriente Novelesco


Amigo lector de Qliphoth: esta inslita leccin de geografa puede salvarte la vida. Si no eres aficionado a la novela de aventuras, o a los viejos libros de aquellos timoratos aventureros que decan: los sitios obscuros de la tierra estn preados de crueldad, y slo el Evangelio podr disipar eficazmente las tinieblas que los envuelven, quiz no sepas que llenar la maleta de intiles baratijas, no es el nico de los riesgos que corrers en el misterioso y fascinador Oriente Prximo y Lejano. Viajero occidental: no eres bienvenido en Asia y tu cabeza corre un serio peligro en las islas del Pacfico. Ya lo advirti el pirata chino Coia Acem, que se jactaba de ser vertedor y bebedor de sangre europea; y antes que l Genghis-Khan, que en la cima del Karasu Togol jur solemnemente: En el Oeste ser el hierro y el fuego, el Destructor, el Destino vengador... Nuestra ruta literaria por el Oriente novelesco comienza en la Persia de los Asesinos y finaliza en las islas de Micronesia habitadas por cazadores de cabezas. S indulgente con el rancio colorido folclrico de estas estampas, y con mis anacrnicas referencias histricas y polticas slo pretendo situarte mejor en la poca dorada de la amenaza oriental, y disponte a viajar en los vetustos ferrocarriles transmanchurianos, a pie por los estrechos senderos de la jungla, y en los oxidados vapores costaneros que hacen la ruta entre Shangai, Hong-Kong y Singapur.

I. ASIA
Hachs, Diablos y Ciudades Perdidas en el Asia Menor: El desrtico reino independiente de Irak, se extiende sobre la superficie de la antigua Mesopotamia. Al norte, cerca de Mosul, se encuentra el santuario del maligno Ibls: el templo de los yesidas o yazidi descendientes de los omniados y cismticos dentro del Islam, cuyas puertas, ricamente labradas, contienen representaciones de aytn. Toda su religin, segn Rafael Urbano (El Diablo, Madrid 1922), posee nicamente un objeto de adoracin: un candelabro rematado en un pjaro de bronce, llamado Mael Tos, que es una figuracin del diablo presentado al Seor cuando termin la creacin del mundo. La meseta del Irn est dividida polticamente en dos estados, la mtica Persia y el agreste Afganistn. Cerca de Kazvin, se fund en 1090 la sociedad secreta chita ismal de los hachichins o ebrios de hachs, por el jeque persa Hasan-i Sabbh conocido como el Viejo de la Montaa o Prncipe de los Asesinos. Como explica Teophile Gautier en El Club de los Hachichins, Hasan dominaba a sus fieles asesinos por medio de una droga maravillosa de la que posea la receta, y que tiene la propiedad de procurar alucinaciones deslumbradoras el hachs recibe distintos nombres: en la India baga, en frica teriaki, en Argelia y en la Arabia madjund, etc.. A una seal de su jefe se precipitaban desde lo alto de una torre, o iban a apualar a un soberano en su palacio, en medio de sus guardias. La historia dice que los Asesinos fueron expulsados de Irn en 1257. Afganistn es un pas rido de costumbres rudas y salvajes, cuya poblacin est formada por hostiles tribus autnomas, bajo la soberana de un Khan asistido por un consejo de barbas blancas. Los nmadas pashto del Hind K hablan en susurros de Yolgan, una perdida ciudad construida antao por un culto de adoradores del demonio quienes, expulsados de su distante tierra natal, haban hallado asilo en aquella inexplorada comarca. Los idlatras diablicos fundadores de Yolgan, a los que se refiere R. E. Howard en este fragmento, provienen de la regin helada de la tundra que bordea el Ocano Glacial rtico donde la madera se petrifica hasta el punto de que al choque con el acero, despide chispas como si fuera pedernal; su

VIII

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religin no era un budismo corrompido, era un culto puro al demonio: Malfico chamanismo, infecto como las tundras que lo engendraron. Francis Xavier Gordon, aventurero conocido desde Estambul hasta el mar de China, y a quien los mahometanos llaman El Borak (el veloz), habla as de los kirguizes negros en el relato de Howard La Hija de Erlik Khan: El culto al diablo no es ninguna tontera. sta es una especie de tierra de nadie, disputada por los kirguizes y los musulmanes nmadas del remoto Este. Hemos sido afortunados al no haber encontrado a ninguno de los primeros. Son una rama aislada alejada del tronco principal que se concentra en torno a Issik-kul, y odian a muerte a los blancos. El Tbet, Pas de Monjes y Bandoleros: Aunque las nevadas cumbres del Himalaya protegieron al Tbet de la influencia religiosa brahmnica, este territorio misterioso, entre el Turquestn Oriental y la India, acab por convertirse en el santuario de la religin amarilla de los lamastas originada en los monasterios de Bengala. Pas bajo la direccin espiritual y manifiesta del Dalai Lama, sus altas mesetas son castigadas regularmente por partidas de bandidos. Los salteadores tibetanos, al contrario que los hunghutzes chinos, respetan a los bolcheviques rusos como libertadores de los pueblos de Asia sujetos al yugo de la raza blanca. Por lo dems, segn Ferdinand Ossendowski, sus cuadrillas corretean por el pas, se presentan en los conventos percibiendo un tributo y se convierten, poco a poco, en defensores de la comarca. El gelogo austriaco Herbert Tichy tuvo un encuentro con estos bandoleros de vetustas espingardas, en el monasterio de Chunglung al pie del Kailas o Trono de los Dioses: en el Tbet, sta parece ser una profesin tan digna y honrosa como puedan serlo en Europa las de director de banco o periodista (Hacia el Trono de los Dioses, Herbert Tichy): Om Mani Padme Hung!. Sobre Mongolia, Tierra de Conquistadores: Nuestro lento y ruidoso trimotor Junkers Ju 52/3m, sobrevuela ahora la Mongolia exterior bajo la influencia rusa, y gobernada por un soviet bendecido por el Buda viviente de Urga; Ossendowski la describe como un pas de monjes, de demonios perversos y de tribus errantes regidas por Janos y prncipes segundones (Saits), descendientes de Kublai Khan y de Genghis-Khan. Sayn, estepas mongolas! Saynbaryna!. Envenenadores y Piratas Chinos: El antiguo Imperio del Centro ocup casi toda la parte oriental de Asia, constituyendo un enorme territorio equivalente al de toda Europa. Coincidiendo con la revolucin nacionalista que en 1912 acab con la ya marchita dinasta Manch, otro Manch el diablico Fu naca en las pginas de la revista britnica The Story-Teller (El Beso Zayat, Sax Rhomer); a partir de entonces ruinas de remotos templos budistas, y secretos subterrneos bajo las cancilleras de las capitales del mundo civilizado, se llenaron de tzurenes o doctores envenenadores, dispuestos a liderar un movimiento panasitico de levantiscas razas orientales campesinas contra la decadente aldea occidental: La Serpiente Amarilla de Edgar Wallace, Shiwan Khan archienemigo de La Sombra de Maxwell Grant, Tsiang Fo del tong del Dragn Amarillo de Luis de la Puente, El Dragn de E. V. Rickenbacker, Wu-Fang de Robert J. Hogan, Rinker El Destructor del Mundo de Agustn Piracs, Iskandar de Jack Williamson, Tsue Sung Jefe Supremo del Crculo Verde de Jos Mallorqu, Satn de Abraham Merritt... Terror sobre Pekn! Terror sobre las concesiones europeas! Fuh-Suh ha bajado de las montaas y avanza por la llanura. Va a la cabeza de un verdadero ejrcito de piratas, bxers y hunghutzes, reclutados a travs del inmenso territorio chino. Los hunghutzes son bandoleros chinos

IX

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movilizados junto a los tekineses la Divisin salvaje del general Kornilov y los belicosos chahars, para luchar contra el Ejrcito Rojo en Mongolia; van armados con mosquetones rusos y curvas cimitarras Ossendowski da noticia de ellos en su libro Bestias, Hombres, Dioses. ... Odia la capital, la Ciudad Imperial, la Ciudad Violeta, la Prohibida y, sobre todo, los barrios europeos (El Camino de los Dioses una aventura de Harry Dickson, Jean Ray). En los frondosos y clidos valles de una pequea isla en el trpico, al oriente de China, habita una tribu de fieros guerreros cazadores de cabezas humanas, preferentemente blancas: los tayales. Koxinga, el ms grande de los piratas de los mares de China, abandonaba all a sus vctimas cuando su cruel inventiva no hallaba otro castigo peor.

La Jungla Indo-China y sus Misterios: Indochina, con sus selvas regadas por los monzones e infestadas de malaria, y poblada por birmanos, siameses, camboyanos y anamitas, cobija a otros pueblos menos pacficos y dotados adems, de inquietantes poderes sobrenaturales: Tomati es un pueblecito al norte del ro Chinduin en Birmania central: Ningn buen cristiano, ningn hind, budista o mahometano podra vivir all advierten al viajero los indgenas, pues los tomati estn confabulados con los espritus del ro y de los bosques. Pueden embrujarle a uno, entre ellos no puede uno tener voluntad propia. Un explorador ingls lo confirm: Slo una vez he estado en Tomati, pero parece un hecho probado que toda su poblacin se halla dotada de un intenso poder hipntico. Entre las murallas en ruinas de los palacios de Arakn cubiertas de inscripciones votivas en snscrito y escenas de la vida de Buda, acechan los hombres-tigres. El alma de esos hombres escribe herr Tichy parece que vive temporalmente en el cuerpo de un tigre, el cual es, por decirlo as, la segunda manifestacin de dicha alma: Tigre y hombre mueren a una misma hora. Las vrgenes regiones ocultas por las cordilleras que separan a Birmania de la India, son el hogar de grupos tribales entre los que existe una abierta y macabra competencia: las frecuentes escaramuzas entre guerreros de estas comunidades, y las devastadoras expediciones a las aldeas de sus rivales, tienen por objeto enriquecer sus colecciones comunales de crneos. Los ms temibles cazadores de cabezas de la regin son los nagas con sus brazaletes de huesos humanos y sus carabinas hindes de largo alcance. Tichy, que atraves las montaas de los nagas, dijo de ellos: Me han resultado simpticos esos cazadores de cabezas; parecen hombres estupendos: no mienten, no roban, slo son aficionados a coleccionar cabezas. Pero a fin de cuentas, nosotros tenemos tambin nuestras debilidades.

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La Cofrada de los Estranguladores de la India:

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La India, segn el historiador Dieter Schlingloff, es un pas maravilloso entre la ilusin y la realidad. Olfert Dappers describe as, en su Imperio del Gran Mogol (1681), los trucos de algunos faquires: permanecen durante largo tiempo colgados, por algn miembro de su cuerpo, o un gancho de hierro colocado en lo alto de un poste o una viga, con el natural dolor y gran efusin de sangre: Sangre, querido lector, vertida intilmente por thimiles o herejes... Kali La Negra o Kali M (Madre Negra), diosa brahmnica de la destruccin y de la muerte, ha sido siempre venerada con fervor en Bengala, y entre sus ms devotos servidores se encuentran los miembros de la cofrada de los thugs: Los thugs! S, yo haba odo hablar de los feroces fanticos de ese nombre, que se encuentran en la parte central de la India y cuya desnaturalizada religin, representa el crimen como la ofrenda ms noble y pura que un mortal puede ofrecer al Creador (Nuestra Seora de la Muerte, A. Conan Doyle). La iniciacin en los misterios de Thuggea empieza con el goor o ceremonia celebrada por la secta despus de cada crimen, y en la que marchan en crculos alrededor del santuario de Kali, agitando antorchas y entonando mantras en honor a la Madre Negra. El nefito debe alcanzar diferentes grados hasta convertirse en un Borka o thug experimentado: Tilhacio o iluminador, Lughacio o sepulturero, Shumshea o encargado de inmovilizar a la vctima y Bhuttotea o estrangulador. Adems de velar por los secretos de su organizacin, los thug, obligados a asesinar por lucro, no pueden derramar sangre ms que sobre un sagrario de Kali; por eso usan un pauelo ritual para ahogar a sus vctimas principalmente a extranjeros: el rumal, tejido de seda hind, transparente y casi impalpable. Cuando se trata de emplear el rumal, pueden matar a un hombre tan rpidamente casi como una bala, pero con menos ruido que una mosca caminando por el techo (Zarpas de Gato una aventura de Jules de Grandin, Seabury Quinn). A pesar de que el ejrcito de su Graciosa Majestad acab con la cofrada en el s. XIX 1500 thugs fueron encarcelados por los britnicos en 1835, la secta sigue oprimiendo gargantas en el cinematgrafo y en las novelas de aventuras: Entonces vieron izar lentamente sobre los mstiles de guerra de los cuatro cruceros, cuatro banderas negras; un golpe de viento las tendi, y pudo distinguirse en medio de ellas y recortada en amarillo, una figura monstruosa con cuatro brazos, sosteniendo en las manos extraos emblemas. Acababan de reconocer la ensea de los thugs, la secta de los estranguladores de la India (Sandokn el Rey del Mar, Emilio Salgari).

II. LAS TIERRAS DEL PACFICO


Viajero-lector, si has sobrevivido a la seda mortal de los estranguladores, a la mosquetera de los guerreros tchamar del Gobi, y a las cerbatanas de los hipnotizadores birmanos, quiz acabes tu periplo enterrado hasta el cuello, con la boca llena de brasas ardientes y una tetera sobre tu cabeza, en alguna isla perdida en el Ocano Pacfico. Nuestro vapor propiedad de la East India Company, navega por el Mar de Java rumbo a Borneo. Los Tigres de la Malasia: La isla de Borneo es una de las ms grandes del planeta. En la ciudad malaya de Kuching se encuentra el kampong del Raj de Sarawak, y en su baha tiene la piratera malaya, un formidable puerto: es una escala obligada para los amantes de la obra del verons Emilio Salgari (1863-1911). De los grupos indgenas que all habitan, los iban, penan, melanau y oran ulu, son reputados y temidos cazadores de cabezas. Cuando los malayos invadieron Borneo eran ya expertos piratas, pero la poblacin indgena dayaka escribe Philip Gosse en su Historia de la Piratera era hasta entonces meramente cazadora de cabezas, oficio particular de ellos. Cada uno de los dayacos en condiciones de trabajar coleccionaba cabezas humanas con tanta ansia, como ciertos de nuestros hombres civilizados coleccionan sellos de correos, y al igual que los verdaderos coleccionistas, cada uno trataba de aventajar a sus vecinos en el nmero y variedad de sus ejemplares. Pero las ventajas de la piratera en gran escala fueron apreciadas

XI

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inmediatamente por los dayacos, pues una al provecho la oportunidad de coleccionar an ms cabezas. Esta feliz unin de la piratera y la caza de cabezas, infest Insulindia de giongs, paraos y prahus naves de unos treinta metros de eslora e impulsadas por remos que hicieron de la navegacin comercial, una aventura muy peligrosa para los europeos: eran las escuadras de la muerte de los sakarranes de Borneo armados con lanzas y pesadas espadas de dos manos, los sarebas guerreros malayos y dayacos con anillos de bronce colgando de sus orejas, los balani cuya costumbre era degollar con sus kriss de hoja llameante a todos los blancos que caan en sus manos, y los illanes los ms sanguinarios de todo el archipilago. Surgieron autnticos prncipes de piratas como Sheriff Sahib y Raga, cuyas organizaciones secretas tenan odos en cualquier lugar entre las costas de Borneo, Filipinas y los estrechos de las Molucas. Clebes y Molucas: En las islas Clebes, los toraja conservan los crneos de sus enemigos sobre efigies de madera vestidas con harapos llamadas tautau, que son exhibidas en los balcones de las criptas que excavan en los acantilados de sus costas. Los indgenas de las Molucas cortan las cabezas de los guerreros de otras tribus, machacan y extraen los huesos del crneo, y llenan luego la piel vaca de la cabeza con arena caliente, de forma que sta encoge sin perder su forma ni sus facciones una tcnica muy similar a la usada por algunas tribus del Ecuador, para conservar reducidas sus cabezas-trofeo. El Rey Del Mundo, y el Culto de los Crneos en Melanesia y Micronesia: Por medios que no especific en su narracin, se procur dos sacos de espejos y de cuentas de cristal, y consigui alcanzar las costas del noroeste de Nueva Guinea. Tena la ilusin de regresar con los dos sacos cargados de rubes rojo oscuro. Era una tierra poco conocida. Algunos de sus habitantes tenan la reputacin de ser cazadores de cabezas y canbales (La Raz de Ampoi, Clark Ashton Smith). El culto de los crneos constituye la base de la religiosidad Melanesia; con el fin de acabar con las prcticas de los lanudos papes cazadores de cabezas muy apreciados por los piratas malayos, como remeros para sus bajeles, sin provocar el derrumbamiento de su inestable edificio social, Sir Hubert Murray, a la sazn administrador de la Papuasia australiana, convenci a los indgenas de las ventajas de sustituir los crneos humanos en sus prcticas mgicas, por cabezas de cerdo. Abraham Merritt en su novela El Estanque de la Luna, habla de una antigua tradicin segn la cual, presa bajo la montaa, existe una raza de gigantes que en tiempos reinaron sobre la regin (...) Y no slo en Papa, tambin en Malasia puede usted encontrarse con esta leyenda. Y no slo en Malasia aadimos nosotros: el corazn de Asia late con la sola mencin del Reino de Agartha, que se extiende a travs de los accesos subterrneos de todo el mundo. Segn la tradicin citada por Merritt, los chamates o habitantes del subsuelo, se abrirn paso a travs de las colinas y reinarn sobre el mundo. La profeca hecha en 1890 por el Rey del Mundo a los lamas del monasterio de Narabanchi, acaba anunciando que los pueblos de Agartha saldrn de sus cavernas subterrneas y aparecern en la superficie de la tierra... En las tenebrosas aldeas de la Micronesia, por donde vagan como sombras vengadoras los espritus de los antepasados, sus habitantes adornan las chozas con cabezas de enemigos recin cortadas, que conservan despus en osarios sagrados denominados baangota. Sir Arthur Grimble, Oficial de distrito del Servicio Colonial del Protectorado de las Islas Gilbert y Ellice, cuenta en sus memorias que el alarde final del guerrero gilberts en la batalla consista en arrancar los ojos del enemigo cado, y partirlos en dos con los dientes estando a horcajadas sobre el cadver (Escogimos las Islas, Arthur Grimble)...

III. EL MODERNO PELIGRO ASITICO


Lector, finalizada venturosamente nuestra singladura slo me resta recomendarte vigilancia, pues la seguridad de los hogares occidentales, se ve amenazada por el surgimiento de una nueva corte de

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conquistadores en Karakorum. Lo he ledo en un vetusto libraco de geografa en nuestros das, esos pueblos orientales, organizados por el sovietismo ruso, representan un peligro no menor que el de las hordas de Genghis-Khan o Tamerln, en las obras del ocultista francs Ren Gunon (1866-1951) algunos orientales ven en Rusia, bolchevique o no, una posible aliada contra la dominacin de algunas otras potencias occidentales (...) si esta fuerza puede prestarles servicio momentneamente, se felicitarn por ello sin duda, en las crnicas del viajero Ossendowski y se oye el estruendo horrsono de la batalla y la matanza que lleva a los guerreros asiticos, entre ros de sangre propia y de los enemigos, a la conquista de Europa, y hasta en una enciclopedia escolar de la Espaa de posguerra: armados con los medios blicos de la poca, y animados del mismo espritu cruel y asolador de sus antepasados, seguramente transformaran la civilizacin occidental (Elementos de Geografa Fsica, Humana y Econmica, Granada 1940)... Terrores quimricos, prejuicios racistas y oscuros intereses colonialistas, al servicio del gran espectculo del peligro amarillo. Chinos, rusos y mongoles trabajando juntos para alterar el equilibrio del mundo, poniendo a Europa y Amrica bajo el control de Catay, combinando su ciencia milenaria con un armamento futurista... Menudo filn para la novela popular!: A la Primera Guerra Mundial le haba seguido otra guerra, en la que casi todas las naciones europeas se haban aliado para acabar con la fuerza financiera e industrial de Amrica. (...) Los rusos soviticos aprovecharon la oportunidad y se aliaron con los chinos para barrer toda Europa y reducirla a un estado de caos. (...) Fue imposible evitar una guerra con los mongoles, (...) el conflicto tuvo lugar finalmente en el ao 2019. (...) barrieron las costas atlntica y pacfica y bajaron por el Canad, aniquilando con su terrible rayo desintegrador aviacin, ejrcitos y ciudades americanas (Armagedon 2419 A. D., Philip F. Nowlan). Cuando llegue el momento, preveo un levantamiento simultaneo contra la supremaca blanca de todas las razas de color, que conducidas por un hombre como Kathulos y armadas con las mejores armas del hombre blanco, sern casi invencibles (Rostro de calavera, R. E. Howard)... En Supervivencia (1970), una novela de a duro de Ralph Barby (Rafael Barbern y ngels Gimeno), he encontrado esta apocalptica visin del mundo orientalizado del futuro: Lai Ho Woong se diriga a la multitud en la capital del Orient-Empire, Orientgrado, ciudad construida dentro del Himalaya que comenz a edificarse cuando en la Tercera Conflagracin Mundial, Mosc, Pekn, Tokio, Bombay, Calcuta, Stalingrado, Praga y Budapest, fueron totalmente arrasadas por las bombas de hidrgeno al igual que otras tantas ciudades del mundo occidental. Servido por el conflicto chino-sovitico de los aos 60, el plato de la amenaza oriental volvi a figurar durante un tiempo en la carta de la ficcin de consumo, sin renunciar a sus ingredientes ms reaccionarios. En el citado nmero de Hroes del Espacio Lai Ho Woong hablaba en el idioma chino, lengua totalitaria dentro del Orient-Empire desde que todo lo ruso fuera barrido de la faz de la tierra: El gigante haba alumbrado a un hijo ms poderoso que l mismo, que haba terminado por devorarle hasta las entraas.

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Un miedo de cuando Don Alfonso XIII
Por Manuel Torcuato

A mi padre, que me ense a amar los libros Querida Isabel: Muchas gracias por tu carta. Me alegra infinito que te emocionara la crnica del amor de los dos hermanos, publicada en el nmero diecisis de Qliphoth bajo el ttulo Pervivencia de la Pasin Romntica. Pero lo que ms me ha conmovido es que solo t, del puado de mensajes electrnicos recibidos, has intuido que el relato no es tal, sino repito, una crnica; que no hay en el un tomo de ficcin, y por el contrario, contiene tan solo la verdad ms cristalina de algo de lo que fui testigo en el ejercicio de mi labor de vidente. Es cierto que Pervivencia apareci con el membrete de relato. Lo consider mejor, y Santiago Eximeno y Francisco Ruiz estuvieron de acuerdo, pues no desean que su revista literaria se convierta en la versin amateur de una de esas publicaciones de tema parasicolgico donde las teoras ms absurdas encuentran sus entusiastas y sus exgetas. El presentar mi historia con pretensiones de verdad hubiera invitado al ridculo y a la incredulidad. Dirs que es lo que estoy haciendo justo ahora. Pero hay un matiz fundamental. Lo que voy a narrar aqu, bajo el ttulo Un miedo de cuando Don Alfonso XIII es asimismo la pura verdad, y asimismo se sigue publicando con la etiqueta de ficcin, con dedicatoria incluida. Y la argucia consiste en que este algo tedioso exordio puede ser ledo por el lector escptico como un ejercicio ms o menos sofisticado en meta literatura, un trampantojo, un aadido barroco a una historia que de presentarla monda y lironda hubiera resultado pattica de tan esculida. Ese lector dir, para su capote, mientras me lee con una sonrisa indulgente: Para este tipo no se hizo lo de una cruz ms sencilla, carpintero que aconsejaba Len Felipe. Solo t sabrs que sigo narrndote mis encuentros con los difuntos, tal como los viv. Es tu opinin la que me importa, Isabel, porque intuyo que ests, no se si bendita o maldita, pero en todo caso investida con el don de ver ms all de esas

grandes narices que obstaculizan nuestra visin. Esas ciclpeas narices de granito sobre el horizonte de la vida, inmensas y omnipresentes, y que la gente llama realismo, sentido prctico o sentido comn. La mayora de los mortales no ve ms all, por utilizar una expresin un poco de sainete, de las napias de lo tangible, y no vislumbra a los muertos, ni oye sus susurros, tan sabios y tan concisos. Me preguntas, Isabel, cuando me di cuenta por vez primera de que el arte tena el poder, todo lo irregular e impredecible que se quiera, pero poder al fin y al cabo, de convocar a los espritus. Fue en la adolescencia. Es un tpico en torno a estos temas, que quizs arranca de Otra vuelta de tuerca de Henry James, que los nios vean fantasmas donde los adultos no ven nada, y esto no les provoque horror sino ms bien una cierta familiaridad fascinada con sus nuevos compaeros de juegos. Por el contrario mi experiencia me dice que en la mayor parte de los casos los nios ven ms bien poco del mundo de ultratumba. Quizs estn tan llenos de vida que de algn modo repelen a esa otra esfera de existencia, que aunque tan bullente y agitada como ellos mismos, no es vida, sino su opuesto. O tal vez, como dijo bellamente Aim Michel, el nio es un sonmbulo, crecer es despertar. Es decir, la realidad llega filtrada al nio, a travs de los inmensos paisajes brumosos de los mundos de fantasa en donde viven. Los elementos ms evanescentes de esa realidad, como son los espectros, se desvanecen definitivamente en su viaje a travs del bosque primigenio de Hnsel und Gretel. Tal vez por eso mi niez fue tranquila. Fue en la adolescencia cuando vi a mi primer muerto, me refiero a mi primer muerto con apariencia, movimiento y actitud de vivo. Deba tener unos quince aos y estaba, por alguna razn que no recuerdo, solo en casa, mis padres ausentes. Para aprovechar mi noche de libertad, decid ver la televisin hasta muy tarde. Me las promet muy felices cuando vi que RTVE

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haba programado para aquella noche Drcula, la famosa versin de 1931 dirigida por Tod Browning y con Bela Lugosi en el papel del Conde. Fue al comenzar a ver los ttulos de crdito que record una ancdota relacionada con el filme que me haba narrado mi abuelo paterno, por aquel entonces recientemente fallecido. En su juventud mi abuelo viaj a Madrid desde su ciudad natal, Guadix, con el fin de asistir a las pruebas de la oposicin a Registrador de la Propiedad. Una tarde de asueto, quizs tras alguna de las solemnes exposiciones ante tribunal en que todava consisten este tipo de exmenes, decidi ir al cine. Lo que vio, segn yo deduje al escuchar su relato, y calcular las fechas, era la misma obra cinematogrfica que estaba a punto de ver, cincuenta aos despus, sobre una pantalla mucho ms pequea. El filme, que ahora nos parece tan acartonado y teatral, tena en aquel entonces un indiscutible poder de aterrorizar, y mi abuelo, que aunque concienzudo opositor, era tambin hombre sensible e imaginativo, se asust sobremanera. Al abandonar la sala vio que en las calles de Madrid haba cado la noche. La idea de volver a su pensin de la calle Fuencarral, un lugar de por s siniestro, y pasar all la noche, probablemente en vela, asustado por las sombras, le pareci totalmente insufrible. Su miedo nos puede parecer conmovedor en la distancia, ahora que estamos encallecidos por imgenes cien veces ms crudas y explcitas. Sin embargo fue ese miedo, evocado con tan fina irona al narrarme la ancdota, el que me hizo sentir tan prximo a mi abuelo mientras le escuchaba. Y fue quizs tambin ese miedo quizs es el adverbio ms utilizado en el pas de nieblas en que habito el que le trajo de nuevo conmigo aquella noche del verano de 198*. Pero me estoy adelantando en exceso. Por fortuna para mi abuelo las noches madrileas de principios de los 30 eran algo muy distinto a lo que son ahora. Cualquiera que haya tenido el capricho o necesidad de caminar por la Gran Va madrilea a altas horas de la madrugada se habr encontrado con un espectculo extrao. Las aceras bullen con la vida desarraigada de docenas de esquineras africanas. Lo que imagino son yoruba, fang o quin sabe qu lenguas del continente oscuro resuenan de pronto en el vaco nocturno, con

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hondos acentos, sonoros y extraos. Mujeres chinas, con su habitual paciencia y discrecin, se sientan sobre cajas de cartn mientras esperan que el hambre impulse a las pobres muchachas, o a sus rufianes emboscados en las bocacalles, a comprarles una racin de arroz. El aura invisible y letal de las mafias amarillas protege a estas vendedoras de cualquier posible violencia por parte de los proxenetas. Se ven pocos espaoles. Algn borracho, y quizs tambin algn mdium insomne expulsado de su apartamento por un exceso de visitas inesperadas. Se arrebuja en su abrigo rado y se pregunta porque es la noche tan propicia a los horrores de la carne, as como a otras amenazas, venidas de ms lejos. Mi abuelo, al salir del cine, se encontr con un Madrid muy distinto al actual. Quiz es por eso que decidi no volver hasta que despuntase el alba. Un Madrid de noches acogedoras, con la presencia balsmica de policas y serenos, y de tertulias en cafs donde brillaban los espejos biselados y las lmparas araa. Quizs tomara un chocolate en el Caf Comercial, o el Gijn, que todava subsisten. O quiz los establecimientos donde distrajera su miedo al vampiro hayan perecido ya bajo la piqueta inmisericorde y se llamaran Pombo, en la calle Carretas, o Fornos, en la de Virgen de Peligros. En cualquier caso la maana lleg sin nada digno de mencin. Mi abuelo iba a obtener plaza de registrador y a disfrutar de una vida larga y plcida, que consagr, una vez jubilado, al estudio y traduccin de los clsicos latinos. Recordaba todo esto mientras contemplaba el transcurso del filme, el movimiento algo envarado de los actores, la suave ebullicin de sombras del cine en blanco y negro. Conocedor del mito que rodea a la figura de Bela Lugosi, prest atencin fascinada a un largo primer plano del actor hngaro que se produce hacia la mitad del relato, en la que el Conde imparte ordenes a su esclavo, Renfield, slo con la mirada. Y fue entonces cuando por vez primera abandon el mundo en el que hasta entonces haba vivido, ese pas del realismo donde los muertos jams vuelven y no mucho despus, cuando a su vez fallecen aquellos que los conocieron y recuerdan, su misma sombra hace mutis por el foro, que es el olvido. Lo que sucedi fue que de pronto Bela Lugosi levant la vista sorprendido y seal a un punto fuera de la pantalla, fuera de

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su mundo ilusorio. Se que esto es incluso ms difcil de creer que los fenmenos extraos que narro en mi anterior crnica, pero debes creerme, Isabel, aunque solo sea porque lo que viene despus es incluso ms difcil de admitir. Bela Lugosi seal a algo que se encontraba en mi habitacin, a mis espaldas. Te aseguro que en aos posteriores he contemplado multitud de copias del filme de Browning, y como era de esperar en ninguna Bela Lugosi hace tal gesto de sorpresa, siendo sta un sentimiento casi tan poco vamprico como la ternura. De todos modos, aunque hubiera grabado la pelcula (era el comienzo de la poca del video), ese ademn que te refiero tengo la seguridad de que no se hubiera reflejado. Digo pues que la imagen se haba congelado con el actor en ese gesto de sealar, con las cejas arqueadas y un asomo de sonrisa en los labios, como cuando te parece distinguir un amigo en la acera de enfrente. Estoy seguro de que el resto de espectadores insomnes sigui viendo el filme, pero en aquel momento yo me encontraba, por vez primera, en ese pas fuera del tiempo donde se producen los encuentros ms inusitados. Sin embargo, mientras todo esto transcurra, nada me pareci especialmente extraordinario; yo no conoca el filme, luego el comportamiento de Lugosi, aunque extrao, poda suponerse que perteneca a la obra. La imagen congelada se poda deber a los habituales problemas tcnicos en Prado del Rey, por circunstancias ajenas a la voluntad de televisin espaola. Todo era un poco inquietante, y nada era definitivo. Entonces o un sonido, un leve crujido del silln que se encontraba a mis espaldas, justo all donde sealaba la figura congelada en el televisor. Me volv lentamente, con la sensacin de hacer algo irrevocable, de zambullirme en una laguna sin lmites. Como ya habrs adivinado, en el silln que se haba quejado a mis espaldas estaba mi abuelo. Su fantasma, si prefieres. Ni siquiera habrs tenido que adivinarlo, puesto que creo recordar que yo mismo lo he adelantado. Esto es la verdad, no un cuento de efecto, y mi propsito es relatar, no asustar con argucias archisabidas. Era mi abuelo, con la apariencia de sus ltimos tiempos: el batn en torno al frgil cuerpo y el rostro rasurado e inteligente ennoblecido an ms si cabe por la vejez. Miraba de hito en hito al

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Bela Lugosi de su juventud, en apariencia ahora tan congelados en un gesto atemporal el uno como el otro. Esto dur lo que pareci una eternidad. Luego mi abuelo pareci cobrar vida, adquirir flexibilidad, pulso y color. Su primer gesto fue empezar a trastear con su audfono, que portaba, como siempre, en el bolsillo frontal de su bata, sujeto con una pinza metlica. De ah parta un cable, que terminaba en el artilugio, algo aparatoso, que llevaba en la oreja derecha. Una felicidad infinita se apoder de m cuando o al mecanismo emitir los consabidos chirridos y zumbidos de protesta que siempre haba proferido cuando manipulado por mi abuelo, uno de esos sonidos cotidianos que la muerte inclemente va silenciando. Tras unos instantes de combate con el sonotone levant la vista, con expresin contrariada e inquisitiva, y la clav en la pantalla del televisor. Le o musitar: Soy yo, o es qu este to no dice nada. Luego pareci perder solidez, hacerse transparente y en un breve instante desapareci. Esa manera de volatilizarse es uno de los pocos tpicos del acervo popular sobre fantasmas que la experiencia me ha demostrado coincide con la realidad. Digo esto anticipndome a posibles crticas por parte del lector escptico y amante del realismo castellano, que pudiera imputarme una sbita debilidad frente al lugar comn en lo que para l es solamente ficcin. Mi alegra ante la aparicin de mi abuelo puede parecer inverosmil. Pero slo puedo decir que es lo que experimente desde que mi abuelo empez a moverse, y atribuy a un comportamiento renuente de su audfono un silencio que era en realidad absoluto. Esa alegra iba mezclada con una sensacin de absoluta maravilla, como de pisar por vez primera la luna. Mientras mi abuelo pareca una figura de cera, todo era demasiado irreal para sentir nada que no fuera la sensacin de estar soando. De hecho hasta que mi abuelo comenz a menearse, estuve convencido de vivir un sueo. Fue al mover sus manos cuando me di cuenta de que la proverbial torpeza manual de mi abuelo haba sobrevivido a la muerte, y que no haba tal sueo. Pues ningn sueo puede reproducir la realidad de un ser humano en todos sus matices de sonido, forma y movimiento, que unidos forman esa impresin sensible nica que es lo que amamos y que es lo que desaparece con la muerte. Pues de

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la persona muerta conservamos la imagen, en fotos y filmes, el sonido de su voz en grabaciones, sus palabras en libros o simples postales, e incluso su olor, si acercamos a la nariz a su americana o a su petaca, pero falta ese ente misterioso que era origen y tambin vnculo armnico entre todas esas percepciones, ahora fatalmente esparcidas. La imagen de un muerto que se nos aparece en sueos no es esa unidad de la que hablo, sino un retrato involuntario con la que el durmiente trata de calmar su aoranza de aquel que se fue. De ah que soar con ellos no sea gran consuelo, pues algo falta. Todo esto viene a cuento de que en el instante pasajero y eterno en que mi abuelo estuvo en mi casa viendo la tele su presencia fue viva, incluso si l era un espectro; viva en ese sentido de colmar a la perfeccin mi anhelo de l, viva en razn de aposentarse a sus anchas en la estancia vaca que en mi alma dejara su muerte. Por todas estas razones creo ahora que no tuve miedo, sino solo felicidad y plenitud. Nadie tendra miedo de los muertos si supieran que estos moran en otro lado, y siguen siendo torpes con las manos y sordos y dulcemente sarcsticos, y te siguen amando. Es lgico por tanto que cuando mi abuelo desapareci sintiera durante unas horas una sensacin de vivsimo desconsuelo, un duelo renovado que pronto cedi ante la reflexin consoladora de que los muertos persisten (no me atrevo a decir perviven) en un mbito ms o menos paralelo al nuestro, y que entre los dos planos se producen a veces tangencias inesperadas, e incluso en ocasiones fabulosas intersecciones.

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Una cuestin ms quiero aadir a la cuestin del miedo frente al mundo de lo espectral. Los fantasmas que inquietan son, en general, los de aquellos que cuando vivos, tambin producan tal desazn. La fuente primordial del miedo es el mal, no la muerte. Es por eso que los encuentros con los muertos que amamos son, si debidamente interpretados, motivo de felicidad, una felicidad muchas veces trmula y extraa, que quizs, si no debidamente aquilatada, pudiera confundirse con el desasosiego. Es un sentimiento ambiguo, a mi entender de calidad ms sutil y matizada que cualquier otro que puedan producir los objetos del mundo tangible, incluso los ms elaborados, como las obras de arte. Es un deseo que no se satisface, una alegra de estar vivo, un anhelo de estar muerto, la expectacin de un porvenir que ni siquiera podemos soar y la oscura inminencia del retorno de lo pasado y lo olvidado. En fin, Isabel, esta es la historia que me pedas. Es una historia fantstica, en la cuarta acepcin, la coloquial, que de ese adjetivo da el diccionario de la Real Academia: magnfico, excelente. O as yo lo creo, y no me parece que haya arrogancia en llamar as a un relato que no es hijo de la invencin, sino de la experiencia. Pues repito por ensima vez, con insistencia que sin duda pudiera tomarse por torpe recurso literario: al encuentro con mi abuelo le acontece la gracia de ser la pura verdad, y fue el primero de otros muchos, que te ir narrando, si tu paciencia lo consiente.

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La Puerta Etrusca (XIII)
Por Jorge R. Ogdon

66. Erat Flufluns spatiota et magna domus, sed infamis et pestilens.Per silentium noctis sonus ferris et strepitus vinculorum procul, fum e proximus auditis sum. Mox apparebat senex macie et squalore confectus, qui barbam magnam et capillos villosos habebat; pedibus et manimus vatenas habebant. * Una vez, hace tiempo. haba en Flufluns una casa notoria. Era grande y magnnimamente hecha, pero tena la reputacin de ser infame y pestilente. Cada noche, sus residentes escuchaban el ruido de cadenas. El sonido, primero, se oa a la distancia, pero creca cada vez ms cerca. Luego de un rato, apareca un sucio anciano emaciado, esculido y sin afeitar. Si mirabas a sus pies y sus manos, veas la fuente de tanto clamor: estaban encadenadas. Plinio el Joven

Julio se qued mirando al doctor Duval con la mandbula cada cual un idiota, lo que le dur un segundo, pues se recuper casi de inmediato, para decirle con voz temblorosa: Pero, qu dice, Duval? Me est diciendo que esos seres son reales y que estn aqu? Eso es una locura! Usted delira, hombre, por favor! le espet, con los ojos salindose de sus rbitas. Para nada, Signore Conde, le estoy diciendo la simple y pura verdad. Podr confirmarlo en el diario del conde Bruno, seguro que all habla algo de lo que le digo le respondi un imperturbable Duval, mirndolo con fijeza. Pero eso es una locura, Duval cmo es

posible? Encontrar que aqu todo es posible, Signore Conde. Cmo vamos a enfrentarnos a algo sobrenatural, doctor? Hay que volver a cerrar la puerta, pronto, cuanto antes, Signore Conde. S, s, pero, cmo?... Si la abr en sueos Tendr que volver a soar, quiz la seora Delia sepa cmo, yo, francamente, no lo s, Signore Conde. Hablar con ella, hoy mismo, Duval, ya mismo. Eso sera conveniente, Signore Conde; ella era la cocinera del conde Bruno, seguro que sabe algo que nosotros ignoramos, no le parece? acot el doctor, en tanto abra la puerta del dormitorio, aprestndose a retirarse. No ir a dejarme solo ahora, no es cierto? le dijo Julio, con un destello de temor en la mirada. Qu puedo hacer? Usted es el nico que puede detener esto, Signore Conde Pero no se preocupe, le ayudar en lo que pueda. Ahora hable con la seora Delia, y, luego, venga a verme o llmeme con Vpero. No creo que ngela desee acercarse a usted por un largo tiempo, eso creo despus de que quisiera violarla, no le parece? ngela, pobre chica S, s, tiene razn. Debo ver a la seora Delia contest Julio, algo ms repuesto y decidido a hacer lo que deca sin mayores dilaciones. Lo pens por un momento, y agreg, sin dudarlo. Y tambin ver qu escribi el conde de todo el asunto, despus nos vemos, le parece bien? Si a usted le parece, no hay problema de mi parte dijo Duval, dndose vuelta y saliendo del cuarto, al tiempo que cerraba la puerta. Julio se qued en pie, endurecido como una tabla de madera, luego de esta breve charla: ahora todo dependa de l y recin empezaba a tomar conciencia de que la curiosa y extraa situacin era as, y de ninguna otra manera. Deba actuar

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con rapidez y ponerle fin a las incursiones de ese demonio de Flufluns y sus Tuchulchas pero, existiran realmente semejantes seres en el mundo de los hombres? No importaba lo que l pensara sobre ello, sino que algo sobrenatural rondaba todo el tema desde su llegada a la Villa Scarlatti; y deba detenerlo, fuera como fuese, La seora Delia, se dijo mentalmente, y tom la decisin de verla en la maana, a primera hora, Voy a bajar a la cocina para el desayuno, pens algo inquieto. Se ech boca arriba en su lecho y cruz las manos por detrs de la nuca, apoyando su cabeza en la almohada. No pudo dormir en todo el resto de la noche. 67. El aire matinal era fresco y corra una suave brisa primaveral por una campia cada vez ms plana y una llanura cada vez ms extendida. Desde los desdibujados lindes de la Villa Scarlatti poda ver aparecer el Monte Argentato, dominando con su imponente masa oscura el horizonte azul y brillante del cielo; casi pareca que flotara a escasos metros del suelo y se elevara hacia las alturas lejanas y sin nubes de un paraso extraterreste. Cerca del monte, se encontraban las lagunas de Oberte y un golfo de majestuosa curvatura. Nunca los haba visto. Todava. Como tampoco haba podido hablar con la seora Delia. A pesar de haber bajado cuando el alba rayaba en el lmite del da, la cocina subterrnea estaba a oscuras: era fra y sinti que era, igualmente, hmeda. Aunque la recorri por completo, no encontr ni rastros de la misteriosa seora. No era que nunca sala de ac?... Otro enigma que tendr que esperar a ser resuelto luego, pens, con el rostro teido de extraeza. Volvi sobre sus pasos, ascendiendo la ptrea y desigual escalinata que bajaba al lugar, y sali al descuidado jardn. Una vez all, en lugar de regresar a la mansin, se puso a caminar sin rumbo ni propsito definido. As lleg a los lmites de su propiedad, en el lado sur de la misma, y pudo contemplar el monte lejano y difuso, aunque oscuro como el carbn. Slo su silueta desmaada poda ser contemplada desde donde estaba, pero era suficiente para impresionarle como un elemento dominante de la

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Naturaleza. Una naturaleza salvaje y primitiva, se dijo. Sigui su desatinado paseo por los alrededores, abstrado en sus pensamientos y subyugado por la agreste Naturaleza que le rodeaba. Remontando una antigua senda casi borrada por el tiempo, ascendi hasta un promontorio, en donde hall un derrudo albergue campesino, hecho de maderas podridas, herrumbre de hierro viejo y desaparecidas briznas de paja a modo de techumbre, y decidi sentarse a su lado, para quedarse sorprendido por una visin extraordinaria del valle que se extenda a sus pies: dominando un despeadero empinado, su vista se esparca sobre un espectculo nico; aosos y nudosos abetos se desparramaban en prietos bosquecillos, que llevaban hacia un tumultuoso arroyo, cuyas orillas eran pedregosas y plenas de juncos y tacuaras. La vegetacin asuma vistosos colores y ramilletes de flores de toda gama estallaban a lo largo de las riberas de esa corriente de agua. Se qued un rato contemplando el paisaje, con una sonrisa satisfecha sobre el rostro. Qu hermoso es este sitio!... Con razn Flufluns y sus Tuchulchas gustan de rondarlo!, medit al instante. Contempl, entonces, una mancha opaca y blanca en medio del centelleo de las aguas, que desapareci al momento de poner sus ojos sobre ella. Le pareci que deba ser un pez grande o algo as, y, sin prestarle atencin, opt por seguir dando vueltas. Mir su reloj, eran las 7:30 de la maana. Sera mejor regresar y ver si la seora Delia haba aparecido de donde fuera que estuviera. Tena mucho que preguntarle. Sobre el conde Bruno, sobre Flufluns y sus Tuchulchas; sobre qu diablos deba hacer para cerrar la puerta, como haba dicho el doctor Duval, sobre tena mucho que saber todava sobre lo que ocurra en este paraso italiano, que ignoraba completamente. Y tambin leer el diario del conde Bruno, en donde, sin lugar a dudas, muchas de sus actuales dudas encontraran una respuesta, o eso, al menos, esperaba con suma ansiedad. 68. Decidi regresar por donde haba venido, as que enfil por la campia hacia su casa, sin prestar

XIX

Qliphoth
mucha atencin al entorno que tanto le haba maravillado por su agreste belleza. Iba cavilando miles de ideas en su cabeza, cuando, de pronto, escuch los gritos de una mujer, que venan de un bosquecillo de abedules. Se detuvo inmediatamente, mirando para todos lados. S, los gritos venan de un prieto bosquecillo cercano al lugar en donde estaba. Apresur sus pasos hacia all, hasta que lleg al linde del grupo de rboles. Los gritos seguan escuchndose, cada vez ms seguidos y terribles. Con paso cauto, Julio fue arrimndose al sitio de donde parecan producirse, para ver una escena inesperada: una mujer desnuda entre tres hombres, que la zamarreaban, la golpeaban, y la sometan sin piedad bajo sus corpachones, en tanto rean y chillaban desaforadamente: Ayyyyyyyyyy gritaba la mujer a voz en cuello. Toma, perra maldita! Toma lo que tanto te gusta! vocifer uno de los hombres. Eso, eso! Mtesela por detrs!... Perra puta! dijo otro de los exaltados. Vamos, dadle duro, muchachos! agreg el tercero, en tanto follaba sin parar a la pobre desgraciada y le zampaba un fuerte puetazo en el rostro. Julio estaba paralizado, tanto por la brutalidad del espectculo como por el miedo. Si le llegaban a ver, seguramente le mataran all mismo. Y ms sorprendido qued al darse cuenta que la mujer no era otra que Salvia, la hija de Vespertino. A los hombres no los reconoca, pero tenan el aspecto de ser rsticos campesinos. Sern gentes de mi propiedad?, se pregunt intrigado. Si ven aparecer al conde, seguramente dejarn en paz a esa pobre chica, concluy, y estaba por dar un paso al frente e increpar a esos salvajes, conminndolos a detener su nefasto accionar, cuando sinti una oleada de placer incontenible ante lo que ocurra, sintindose invadido por incontenibles deseos de participar en la orga! Fue un segundo, pero fue tan fuerte que se vi aternazado por el horror de la mera idea de compartir el cuerpo vapuleado de Salvia con esas bestias humanas. Volvi a sentir esas despreciables ansias de ser uno ms de la orga, y se volvi sobre s mismo, alejando la vista del grupo y su loco accionar, pensando en huir de all en ese preciso instante.

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Con esa idea in mente, se dio cuenta que sus pies le llevaban lejos de la escena, entre rboles y arbustos enmaraados, en tanto los gritos se iban alejando de sus odos. Entonces, tom conciencia de que esos lamentos no eran de alguien que sufriera por lo que le estaban haciendo, sino de verdadero placer. Se detuvo, se dio vuelta y mir hacia el lugar, sintiendo nuevamente el impulso de regresar y sumarse a la orga. Se qued un momento como indeciso, pero resolvi ir en busca de Vpero y salvar a la muchacha de su desgracia. Comenz a correr hacia la casa, que estaba bastante lejos del lugar, lo que hizo que volviera a detenerse, sin saber que hacer. Es intil que trate de buscar ayuda. Esto, o lo resuelvo yo solo, o lo dejo como est, se dijo a s mismo. Decidi regresar sobre sus pasos, apresurndose para

XX

Qliphoth
encarar l solo a los zafados. Pero, entonces, escuch la detonacin de un arma de fuego, que retumb como un trueno entre las hojas de los rboles. Y luego otra, y otra. Se puso a correr y, al llegar al lugar de los hechos, vio ante s a una Salvia acurrucada como un animal temeroso, y, a su alrededor, los cadveres baleados de los tres desquiciados, tumbados en posturas increblemente tiesas. Luego vio a Vpero, surgiendo de entre los abedules, con una gran sonrisa de satisfaccin cubrindole los labios. Bienvenido, Signore Conde! le espet muy orondo y sonriente. Ha llegado a tiempo para la masacre de estos cerdos. Vpero!... Pero, cmo?... atin a decir Julio. Oh estaba cerca y vi todo este desastre, as que decid actuar. Estos malditos cerdos empez a decir Vpero, para echar una mirada a Salvia y quedarse en silencio. Se acerc a la chica, le tom la mandbula con la mano y le levant el rostro, hasta enfrentar su mirada con duros ojos, y le dijo: Ves, Salvia, lo que pasa cuando sales sola tan lejos de tu casa? Te gust, eh? No, nooo, nnnoo balbuce la muchacha y quit su cara de la mano de Vpero. Ahora bien, agarra tus ropas y vete. Vete pronto, antes que te mate a ti tambin, zorra. le dijo seriamente Vpero. No le dir nada a tu padre, maledeta putana. sin palabra alguna, la joven tom sus prendas y ech a correr a travs del bosque, mientras grandes lgrimas cubran sus mejillas. Pero, por qu la trataste as, Vpero? alcanz a decir Julio, que haba asistido a todo lo sucedido sin poder emitir palabra. Bah, Esa Salvia es otra vctima de la fiebre orgistica. No le habl Duval de ello, Signore Conde? S, pero, dijo Julio. sin agregar ms nada, Vpero gir sobre sus talones y ech a andar en direccin hacia la casa. Julio se qued mudo, sin saber qu decir o hacer ante lo vivido. Luego, cuando Vpero se haba alejado un trecho, comenz a marchar detrs de l. Tena que hablar con la seora Delia. Y lo que ms le obsesionaba, en ese momento, eran esos extraos deseos por ser uno ms de la orga, que

al otro lado
se haba visto tan violentamente concluida. 69. Julio apret el paso, ponindose a la par de Vpero, que avanzaba a grandes zancadas, y le dijo, con cara de extraeza: Dime, Vpero. No te perturba haber matado a esos tres hombres?... Eran unos canallas degenerados, pero, an as, eran hombres, no? Para nada, Signore Conde, Ya estaban posedos totalmente por los tuchulchas. Salvia tambin estaba casi posesa por completo, pero, si no hubiera sido porque estaba al fondo de sus ojos cuando la mir, la hubiera matado a ella tambin respondi Vpero, con una naturalidad que sorprendi a Julio. Pero, cmo puedes matar a un demonio? As noms, de un escopetazo? le pregunt un incrdulo Julio. Mat sus cuerpos, no sus almas se limit a contestar Vpero. Cmo es eso? Claro. Signore Conde. Una vez que ha sido posedo por completo, uno es un tuchulcha en alma, pero el cuerpo sigue siendo humano. As que puede morir, como cualquier persona. Eso es lo bueno de la posesin, Signore Conde; puede ser liberado fcilmente, sin necesidad de rituales complicados explic Vpero, terminando con su franca sonrisa de siempre. Pero, ests muerto! exclamo Julio. Su verdadera persona ya muri hace rato, cuando el tuchulcha expuls a su alma de su cuerpo. ste no es sino un cascarn vaco, una envoltura sin sentido le dijo Vpero, con cara de a ver si le entenda de una vez. Ah, Ahora caigo, dijo Julio, con rostro de haberle entendido finalmente. Iban caminando con paso tranquilo, sin apuro, rodeados de una Naturaleza agreste y hermosa, algo que Julio no terminaba de maravillarse ante ella. Era como si todo, ese da, fuera un sueo agradable e interminable; el brillo del sol les baaba enteramente y les confortaba con su tibieza; los pjaros trinaban, alegres, en las ramas de los rboles de apretados bosques; las cantarinas aguas cristalinas les arrullaban con su canto, pues pasaban junto al arroyo que conduca a la casa de descanso de los peones; la brisa meca de aqu para all los altos pastos; y, entonces, se oyeron unos ladridos lejanos, que hicieron que Vpero

XXI

Qliphoth
dijera: Los oye, Signore Conde? Son sus canes, que le estn recibiendo. Tommasino debe haberlos sacado a pasear. S, le vi a l anoche respondi Julio, algo distrado. Venga conmigo, Signore Conde, quiz quiera conocerlos. Son hermosos perros. Ahora no, tengo que ver a la seora Delia y hablar con ella le contest Julio. A la seora Delia, Signore Conde? Para qu, si puede saberse? Porque s, porque quiero que me aclare algunas cosas que nadie ms podra se mosque Julio, poniendo un tono de voz destemplado. Est bien, Signore Conde. No se excite usted dijo Vpero, un tanto sobresaltado por su actitud. Tranquilo, Vpero, no estoy siendo posedo por un demonio expres Julio, en voz conciliadora. No tendrs necesidad de disparame con tu escopeta concluy con una amistosa sonrisa aflorndole sobre los labios. Y dio por terminada la charla, ya que, casi sin darse cuenta, se encontraban entrando nuevamente en los jardines que rodeaban la casona. 70. Estaban enfilando hacia la escalera de mrmol blanco, a fin de ingresar en la mansin, en idea de Julio para refrescarse y luego ir a ver si encontraba a la desaparecida seora Delia en su cocina, cuando se abri la puerta de entrada a la casa y vieron al doctor Duval, quien, algo sobresaltado por la abrupta aparicin de ellos, les dijo: Oh!... Buenos das, Vpero; buenos das tenga usted, Signore Conde dirigiendo su acuosa mirada alternativamente a uno y otro, y una amplia sonrisa sobre los labios. Se vea que se acababa de levantar, ya que an se poda oler su colonia para despus de afeitar y se le notaba en su somnolienta mirada. Hola, doctor dijo Julio, quien sigui su camino, sin prestarle mayor atencin. Buenos das, dottore Duval murmur quedamente Vpero, que vena detrs de Julio. Han ido de paseo? inquiri jovialmente Duval. En absoluto ha sido un paseo, ms bien una

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pesadilla diurna coment Julio, mientras se diriga hacia la escalera de madera que le llevara al primer piso. Cmo? exclam el doctor, con voz estridente de no haber entendido a qu se refera con su comentario. Niente, dottore, niente agreg Vpero, tratando de restar importancia a lo acontecido. Cmo que niente, Vpero? Ah, si no me lo cuenta usted, Signore Conde, me lo contar el buen Vpero expres el doctor intentando dar a su voz un tono jocoso. l no le contar niente, verdad, Vipero? dijo Julio, mirando al sirviente con cara de pocos amigos. No, por supuesto, si usted lo ordena, Signore Conde musit Vpero, algo contrariado por lo que Julio deca. Claro que te lo ordeno, Vpero. Y usted, Duval, espere a que me refresque y despus le dir qu aconteci all en los bosques continu Julio intempestivamente, y luego de mirarlos duramente a ambos, se dio vuelta y comenz a subir la escalera, tratando de no contemplar mucho alrededor; era desesperante que, hasta en pleno da, las columnitas de la balaustrada danzaran como odaliscas en celo. No me debe afectar, no me debe afectar, iba repitindose a s mismo mientras suba hacia el bao. Cuando volvi a bajar, vio que Vpero ya no estaba en la planta baja, y que Duval se encontraba sentado en una silla veneciana, junto a las vitrinas que contenan algunas de las piezas arqueolgicas exhumadas por el conde Bruno. Ech una mirada rpida, de soslayo, a las vitrinas repletas de artefactos curiosos y delicados, para luego volver el rostro hacia Duval y decirle: Y bien, doctor Duval, tengo que hablar con la seora Delia sin demora, me acompaa o se queda aqu? Oh, Ir con usted, Signore Conde respondi el doctor con cara de circunstancia. Le parece que me dir algo de lo que quiero saber? Y, qu es lo que quiere saber, Signore Conde? Lo que tengo que hacer para acabar con ese mal y sus demonios! vocifer Julio, un tanto alterado. Est bien, clmese, Signore Conde. No

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Qliphoth
dudo en que la seora Delia le contestar todas sus preguntas, y responder a todas sus inquietudes. Mejor as, hay muchas cosas que se me escapan de lo que ocurri aqu, aunque me estoy dando una idea despus de lo que me cont y de lo que yo mismo he visto hoy. Y qu vio, Signore Conde? Una barbaridad, doctor, una barbaridad infame que no permitir que se repita. Pero, no va a decirme lo que fue? Mire, Duval, Estaba caminando de retorno a la finca cuando escuch gritos de mujer, que venan de un bosquecillo; al acercarme a ver qu era todo ese alboroto, me encuentro con esta escena: Salvia, la hija de Vespertino, entre tres rufianes desconocidos que se la estaban violando y la golpeaban duramente. No supe qu hacer, slo atin a huir de all, para luego recapacitar y volver atrs, a enfrentarme a ellos, aunque estaba seguro de que me mataran en cuanto me vieran. Entonces, o el ruido de unas detonaciones, y apareci Vpero, rifle en mano, habindolos matado a los tres malditos. Luego me dijo que estaban posedos por los tuchulchas, que por eso los mat tan tranquilamente. Y que la hubiera matado a Salvia si no se hubiera dado cuenta de que era ella todava y no uno de esos demonios. Qu le parece? Que Vpero hizo lo correcto, Signore Conde, yo tambin los hubiera matado sin miramientos, incluso a ella, si es que se hubiera transformado por completo. Entonces, ya sabe que no le he mentido, que las cosas que ocurrieron en la Villa Scarlatti, y en otras partes, fueron reales.

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Todava no puedo convencerme. He visto la muerte de tres brutos, animales, pero demonios, no lo s con certeza, Duval. Oh, pero es que es as, Signore Conde, o piensa usted que eran hombres en sus cabales? No, no creo eso, me parecieron que actuaban como dementes. Entonces? Cree que eran locos degenerados y nada ms? No s, doctor, no s qu pensar. Pues piense como yo le digo, estaban posesos, Lo he visto demasiadas veces como para creer otra cosa, Hasta en mis fallecidos padres, Signore Conde! Ya me lo cont, Duval, y lo siento muchsimo por usted, pero Pero nada, Signore Conde, No le permitir que dude de lo que digo. Soy enteramente franco con usted. Estamos rodeados por el Mal de nuevo, y tenemos que hacer algo contra ello. Haremos lo que podamos, doctor respondi Julio, indicndole a Duval que ya estaban a las puertas de la cocina de la seora Delia. El doctor se detuvo ante la escalinata de piedra que bajaba al recinto subterrneo, que pareca seguir a oscuras. Julio lo mir brevemente, y le dijo: Lo invito a descender. Usted primero, doctor agregando una ligera sonrisa, al ver el rostro dubitativo de Duval, quien, resignado, comenz el descenso ad inferos. (continuar en el siguiente nmero)

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QLIPHOTH
Fanzine de mitologa

http://qliphoth.eximeno.com

2006 Santiago Eximeno & Francisco Ruiz

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