Garcia Cano Lizcano Antonio Tesis
Garcia Cano Lizcano Antonio Tesis
Garcia Cano Lizcano Antonio Tesis
DE EDUCACIN A DISTANCIA
FACULTAD DE GEOGRAFA E HISTORIA
TESIS DOCTORAL
LA CONFRONTACIN ENTRE
EL ANTICLERICALISMO FINISECULAR
Y EL MOVIMIENTO CATLICO EN MURCIA
(1889-1914)
Director
Dr. D. Juan AVILS FARR
MADRID 2015
Christifideles, ad civitatem caelestem peregrinantes,
ea quae sursum sunt quaerere et sapere debent, quo tamen nedum minuatur,
potius crescit momentum muneris eorum una cum mnibus hominibus adlaborandi
ad aedificationem mundi humanius exstruendi.
Et revera fidei christianae mysterium praestantia incitamenta et adiumenta eis praebet
ad munus illud impensius adimplendum
et preaesertim ad plenum huiusmodi operis sensum detegendum,
quo cultus humanus in integra hominis vocatione suum eximium obtineat locum
CAPTULO PRIMERO
EL PLANTEAMIENTO CONCEPTUAL
DE LA CONFRONTACIN Y SUS PROTAGONISTAS
1. Un nuevo paradigma de anlisis:
la recomposicin religiosa en la modernidad..... 11
CAPTULO SEGUNDO
EL REFLEJO DE LA POLTICA RELIGIOSA NACIONAL
EN LA PROVINCIA DE MURCIA
1. La confrontacin a nivel poltico
entre la confesionalidad y la secularizacin..... 63
-1-
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
CAPTULO TERCERO
EL CUESTIONAMIENTO
DEL CARCTER INSTITUCIONAL DE LA RELIGIN
1. La presencia de comunidades religiosas no catlicas en Murcia:
entre la tolerancia y la reivindicacin de la unidad catlica. 125
CAPTULO CUARTO
LA DIMENSIN POPULAR Y SOCIAL
DE LA CONFRONTACIN
1. Con la implantacin del rgimen de la Restauracin
desaparecen los ltimos residuos de violencia anticlerical popular. 185
-2-
ndice General
CAPTULO QUINTO
LA RELIGIN EN LA CUESTIN SOCIAL
Y EL SINDICALISMO OBRERO
1. Las condiciones sociales en la Murcia finisecular
y la irrupcin del problema obrero en la sierra de Cartagena........ 255
CAPTULO SEXTO
EL INTEGRISMO DOCTRINAL RELIGIOSO
Y LA PLURALIDAD IDEOLGICA LIBERAL
1. La confrontacin a nivel ideolgico
entre el tradicionalismo integrista y la libertad de pensamiento....... 319
-3-
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
CAPTULO SPTIMO
EL TRASFONDO CULTURAL
DE LA CONFRONTACIN RELIGIOSA
1. La cultura secular frente a la cultura religiosa:
la pugna por el control de la orientacin educativa..... 375
CONCLUSIONES................................................................... 437
BIBLIOGRAFA.......................................................... 447
-4-
INTRODUCCIN
El profesor Dr. Juan Avils Farr me propuso analizar esa confrontacin en Murcia
durante las fechas comprendidas entre los aos 1889 y 1914, que pueden considerarse
como un siglo en pequeo por la trascendencia de las cosas que sucedieron en ese algo
ms de cuarto de siglo, que se inicia con el comienzo de la poca de los Congresos
1
As lo refiere el gegrafo griego PAUSANIAS en su obra Descripcin de Grecia, lib. X, cap. XXIV, par. 1-2.
2
RUZ DE SANTAYANA Y BORRS; J.A.N.: Reason in common sense, XII, 3: Those who cannot remember
the past are condemned to repeat it. Es el primer volumen de su obra The life of Reason, Nueva York,
Dover Publications INC, 1905-1906.
3
CICERN, T.C.: De oratore, II, 36: Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra
vitae, vetustatis nuntia, qua voce alia nisi oratoris inmortalitati commendatur.
4
Result realmente conflictivo en Espaa el trnsito desde una sociedad sacralizada, propia del antiguo
rgimen, hasta la sociedad secularizada propiciada por la modernidad que se estaba forjando en Europa
desde el s. XVIII. En la formacin de esa confrontacin fueron decisivos la invasin napolenica y la
elaboracin de la constitucin de Cdiz en 1812, donde se asentaron las bases poltico-jurdicas de la
Espaa actual y se fueron fijando las bases del anticlericalismo, que adquiri tintes violentos a lo largo del
Trienio liberal (1820-1823), a la muerte de Fernando VII (1834-1835), en el Sexenio democrtico y en los
episodios cantonales en los que deriv la I Repblica (1868-1873). Se prolong tras la crisis finisecular a lo
largo del primer tercio del s. XX (1900-1913), hasta desembocar en una abierta confrontacin durante la
II Repblica (1931-1936) y los trgicos sucesos de la guerra civil, en los que se hizo explcita la violenta
persecucin religiosa (1936-1939). La jerarqua eclesistica espaola se posicion mayoritariamente con el
bando nacional, considerando la guerra como una cruzada de liberacin, y colabor en la creacin del
nuevo Estado, descrito por algunos historiadores como nacionalcatolicismo, en el que se repudiaba
nuevamente la conflictiva conciliacin del catolicismo y el ideario de libertades modernas abierto por el
liberalismo DE LA CUEVA, J. MONTERO, F.: La secularizacin conflictiva: Espaa (1898-1931), Madrid,
Biblioteca Nueva, 2007, pp. 9-11; AVILS FARR, J. (coord.): Historia poltica de Espaa (1875-1939),
Madrid, Istmo, 2002, pp. 9-13; Historia poltica de Espaa (1808-1874), Madrid, Istmo, 2004, pp. 9-11.
-5-
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
5
MONTERO GARCA, F.: Relaciones Iglesia-Estado en la Espaa del s. XX: de la confesionalidad limitada a
la separacin traumtica, en SUREZ CORTINA, M.: Secularizacin y laicismo en la Espaa contempornea
(III Encuentro de Historia de la Restauracin), Santander, Soc. Menndez Pelayo, 2001, pp. 281-298; La
Iglesia catlica ante el sistema poltico de la Restauracin, en PORTERO, F. TUSELL, J. (edits.): Antonio
Cnovas y el sistema poltico de la Restauracin, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pp. 207-210; PREZ-
AGOTE, A.: Sociologa histrica del Nacional-Catolicismo espaol, en Historia Contempornea, 26 (2003),
pp. 207-237; MOLINER PRADA, A.: Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea, en
Histria: Questes & Debates, 55 (2011), pp. 59-60.
6
DAZ SALAZAR, R.: Espaa laica. Ciudadana plural y convivencia nacional, Madrid, Espasa, 2008, pp. 8-17.
-6-
Introduccin General
El estado de la cuestin
7
LA PARRA LPEZ, E. SUREZ CORTINA, M. (Eds.): El anticlericalismo en la Espaa contempornea.
Para comprender la laicizacin de la sociedad, Biblioteca Nueva, Madrid 1998, p. 12. Puede verse aqu un
elenco bibliogrfico en pp. 204-210 y especialmente en DE LA CUEVA, J. MONTERO, F.: La
secularizacin conflictiva: Espaa (1898-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 261-277.
8
Como el intento de acercamiento de Julio Caro Baroja o las sntesis historiogrficas realizadas por
diversos autores, entre los que cabe destacar a Mara Pilar Salomn, Mirta Nez, Rafael Cruz, Manuel
Prez, Julio de la Cueva y Feliciano Montero o Antonio Moliner.
9
La geografa del anticlericalismo espaol ha sido estudiada por J. M. Cuenca Toribio y J. Andrs-Gallego,
pero poco a poco se han ido realizando estudios ms regionales y locales, como Mlaga, Cantabria,
Valencia, Aragn, Andaluca, Catalua, Navarra, Pas Vasco o Toledo, entre otros, que tienen interesantes
aportaciones pero adolecen de un planteamiento ms global de la confrontacin, como los estudios de E.
Mateo Avils, E. Ramrez Rodrguez, V. Lucea Ayala, J. de la Cueva Merino, R. Reig y M.P. Salomn Chliz.
Tambin los vnculos que tiene el anticlericalismo espaol con el de los pases de nuestro entorno
geogrfico: Francia, Portugal e Italia LA PARRA, E. - PRADELLS, J. (eds.): (1992): Iglesia, sociedad y
Estado en Espaa, Francia e Italia (ss. XVIII a XX), Instituto de Cultura Juan Gil Albert, Alicante 1992.
10
Cfr. en la Bibliografa la amplia produccin de estos autores.
11
MONTERO, F.: El movimiento catlico en Espaa, Eudema, Madrid 1993; El catolicismo espaol
finisecular y la crisis del 98 en Studia Historica. Historia Contempornea, 15 (1997), pp. 221-237.
-7-
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
movimiento catlico en Murcia est an por realizar de manera sistemtica, aunque hay
tambin interesantes aportaciones puntuales de los autores antes citados en el campo
social y de las estructuras eclesiales murcianas. Los estudios sobre la confrontacin
eclesial se han centrado ms en el Sexenio y los episodios cantonales en Murcia12, as
como la postura del movimiento catlico ante el advenimiento de la II Repblica y su
posicin en torno a la guerra civil13, la poca franquista o la transicin democrtica14.
El ttulo de esta investigacin sita el objeto general del trabajo, pues al carecer de
monografas al respecto busca fundamentalmente conocer y describir la confrontacin
experimentada en Murcia durante esas fechas con respecto a la cuestin religiosa.
En segundo lugar, busca disipar las ambigedades sobre quines son los verdaderos
sujetos de la confrontacin, para situar su actuacin y caractersticas a lo largo de la
investigacin, sobre los que ha de servirnos el mismo planteamiento del problema.
12
VILAR RAMREZ, J.B.: El Sexenio democrtico y el Cantn Murciano, Murcia, Academia Alfonso X el
Sabio, 1983; ESPAA TALN, M.C.: El obispo D. Francisco Landeira, su vida y su tiempo, Academia
Alfonso X el Sabio, Murcia 1961; NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en
Murcia durante la I Repblica, UMU, Murcia 2004.
13
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Aproximacin a la Iglesia en Murcia durante la II Repblica (1931-1936),
en Anales de Historia Contempornea, 2 (1983), pp. 219-250; Accin Popular Murciana. La derecha
confesional en Murcia durante la II Repblica, UMU, Murcia 1987; LEANDRO SNCHEZ OCAA, F.J.:
Muertes gloriosas. Tributo de sangre del Clero secular de la Dicesis de Cartagena en la persecucin
religiosa de 1936-1939), Obispado de Cartagena, Murcia 1949; SNCHEZ BAEZA, E.: La persecucin
religiosa en la Dicesis de Cartagena-Murcia, Industrias Grficas Getafe, Madrid 1988.
14
NICOLS MARN, M.E.: La Iglesia murciana durante el franquismo (1939-1962), en Cuadernos de
Historia, 10 (1983), pp. 359-394; VILAR, J.B.: La dicesis de Cartagena en el s. XX. Una aproximacin
histrico-sociolgica, Madrid, BAC., 2014.
-8-
Introduccin General
15
ALEMN SINZ, F.; Martnez Tornel, periodista de un tiempo, Murcia, Grficas Hijos de Antonio Zamora,
1967; ESTEVE FUERTES, L.: Martnez Tornel y su poca, Murcia, Biblioteca Platera, 1967; CRESPO, A.:
Historia de la prensa peridica en la ciudad de Murcia, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2000,
pp. 225-237.
-9-
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Agradecimientos
16
DE LA CUEVA MERINO, J. MONTERO, F.: Catolicismo y laicismo en la Espaa del s. XX, en NICOLS
MARN, M.E. GONZLEZ MARTNEZ, C. (coord.): Mundos de ayer: investigaciones histricas
contemporneas del IX Congreso de AHC, Murcia, UMU, 2009, pp. 192-193; MONTERO, F.: La
historiografa espaola: entre la historia eclesistica y la religiosa, en RMOND, R. TOUSSEL, J.: Hacer la
historia del siglo XX, 2004, pp. 266-281; La historia de la Iglesia y del catolicismo espaol en el siglo XX.
Apunte historiogrfico, en Ayer, 51 (2003), pp. 265-282; El catolicismo social en Espaa. Balance
historiogrfico, en PELLISTRANDI, B. (Ed.): Lhistoire religieuse en France et en Espagne, Casa de
Velzquez, Madrid 2004, pp. 389-409.
17
MONTERO, F.: La historiografa espaola: entre la historia eclesistica y la religiosa, en RMOND, R.
TOUSSEL, J.: Hacer la historia del siglo XX, 2004, pp. 266-281; La historia de la Iglesia y del catolicismo
espaol en el siglo XX. Apunte historiogrfico, en Ayer, 51 (2003), pp. 265-282; El catolicismo social en
Espaa. Balance historiogrfico, en PELLISTRANDI, B. (Ed.): Lhistoire religieuse en France et en
Espagne, Casa de Velzquez, Madrid 2004, pp. 389-409.
- 10 -
CAPTULO PRIMERO
EL PLANTEAMIENTO CONCEPTUAL
DE LA CONFRONTACIN Y SUS PROTAGONISTAS
1
DE TOCQUEVILLE, A.: El Antiguo Rgimen y la Revolucin (trad. de A. Hermosa), Madrid, Istmo, 59-62.
2
BAYLY, C.A.: The Birth of the Modern World (1780-1914): Global Connections and Comparisons, Oxford,
Blakwell Publishers, 2004, pp. 325-330; FAZIO, M.: Historia de las ideas contemporneas. Una lectura del
proceso de secularizacin, Madrid, Ed. Rialp, 2006, pp. 15-24.
3
ANGUITA TLLEZ, M.J.: Apologa del altar y el trono, Madrid, Imprenta del Cano, 1818, pp. 1-31.
- 11 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Hoy se tiende a enriquecer ese anlisis con los debates tericos sobre la religin
desde un marco conceptual histrico, para corregir sus limitaciones sociolgicas9. Fruto
de estos planteamientos crticos, surgen nuevos paradigmas que permiten una ms
completa lectura del conflicto religioso que ha jalonado la historia contempornea10. La
modernidad no es absolutamente incompatible con la religin, aunque la relacin entre
ambas sea compleja y dinmica, por lo que es preferible hablar de una metamorfosis para
4
Completa resea bibliogrfica en DE LA CUEVA, J. y MONTERO, F. (eds.): La secularizacin conflictiva.
Espaa (1898-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 259-277.
5
PREZ AGOTE, A.: Cambio religioso en Espaa: Los avatares de la secularizacin, Madrid, Centro de
Investigaciones Sociolgicas, 2012, pp. 4-30.
6
NIO CASTRO, A.: Redefiniendo el secularismo en democracias profundamente pluralistas: J. Habermas
y W. Connolly, en Dilogos de Saberes, 36 (2012), pp. 101-115; NAVARRETE, R.: Secularizacin,
escatologa y mesianismo: una revisin del debate entre Hans Blumenberg y Karl Lwith a propsito de la
filosofa de la historia, en Bajo Palabra. Revista de Filosofa, 7 (2012), pp. 315-324.
7
TIERNO GALVN, E.: Tradicin y Modernismo, Tecnos, Madrid, 1962; ELORZA, A. y LPEZ, A. (dir):
Arcasmo y modernidad. Pensamiento poltico en la Espaa de los siglos XIX-XX, Madrid, Historia 16, 1989.
8
REMOND, R.: Religion et socit en Europe: La scularisation aux XIXe et XXe sicles (1789-2000), Paris,
Editions du Seuil, 2000, pp. 199-200.
9
LA CUEVA, J. - MONTERO, F. (eds.): La secularizacin conflictiva, pp. 10-15.
10
LOUZAO VILLAR, J.: La recomposicin religiosa en la modernidad: un marco conceptual para
comprender el enfrentamiento entre laicidad y confesionalidad en la Espaa contempornea, en Hispania
Sacra, 121 (2008) pp. 331-354.
- 12 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Este nuevo criterio hermenutico nos permite clarificar cul fue la situacin histrica
que provocar la confrontacin que analizamos y situarla dentro del complejo problema
que gener la quiebra institucional del Antiguo Rgimen y el nacimiento de un nuevo
orden social. Todo el entramado poltico-institucional de la Cristiandad fue ampliamente
cuestionado por la modernidad y Espaa, que haba sido tradicionalmente vertebrada
por la influencia directiva de la Iglesia catlica, tuvo que experimentar un arduo y difcil
proceso de transformacin interna al verse confrontada por las revoluciones liberales.
Un conflicto que intentaba dirimir, en el fondo, cul deba ser el lugar a ocupar por la
Iglesia catlica en la nueva Espaa liberal y cmo podra desarrollar en ella su misin.
2. Los protagonistas:
el anticlericalismo y el movimiento catlico
11
MONTES DEL CASTILLO y MARTNEZ MARTNEZ, M.J.: Diversidad cultural y religiosa. Minoras
religiosas en la Regin de Murcia, Murcia, Icaria Editorial, 2011, pp. 25-53.
12
CALLAHAN, W.J.: La Iglesia Catlica en Espaa (1875-2002), Barcelona, Crtica, 2002, pp. 19-27;
FOESEL, M. KERVGAN, J.F. REVAULT, M. (Eds.): Modernit et secularization, Paris, CNRS Editions,
2007; MARRAMAO, G.: Poder y secularizacin, Barcelona, Pennsula, 1989.
13
DE LA CUEVA MERINO, J.: Clericales y Anticlericales. El conflicto entre confesionalidad y secularizacin
en Cantabria (1875-1923), Santander, Universidad de Cantabria, 1994, pp. 13-14.
- 13 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
14
LA PARRA, E. PRADELLS, J. (eds.): Iglesia, sociedad y Estado en Espaa, Francia e Italia (ss. XVIII al
XX), Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, 1992, pp. 11-14.
15
CAPRAN, L.: Histoire contemporaine de la laicit rpublicaine. La crise du seize mai et la revancha
rpublicaine, Paris, Librairie Marcel Hiviere, 1857, pp. 20-25.
16
LALOUETTE, J.: El anticlericalismo en Francia (1877-1914), en Ayer, 27 (1997), pp. 15-38;
PELLISTRANDI, B.: Clericalismo y anticlericalismo en Francia Una denominacin de origen?, en La
secularizacin conflictiva, pp. 23-38.
- 14 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
17
PELLISTRANDI, B.: Clericalismo y anticlericalismo en Francia, pp. 24-25.
- 15 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
como institucin, sino nicamente al clero, por lo que interpretaron las palabras de
Gambetta tan solo como una crtica a la presencia del clero en las instituciones pblicas
y a la excesiva influencia de la jerarqua eclesistica en los asuntos polticos, cuando en
realidad haca ya bastante tiempo que en Espaa no gobernaban los eclesisticos, ni
tampoco hubo en su historia poltica personajes como el cardenal Richelieux (1624-
1643), Mazarino (1653-1661) o el cardenal Fleury (1726-1743)18.
18
GUTIRREZ NIETO, R.: Clericalismo y Anticlericalismo, en GER, vol. V, pp. 781-785.
19
CARO BAROJA, J.: Introduccin a una historia contempornea del anticlericalismo espaol, Madrid,
Istmo, 1980.
20
LA PARRA LPEZ, E. - SUREZ CORTINA, M. (eds.), El anticlericalismo en la Espaa contempornea.
Para comprender la laicizacin de la sociedad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pp. 11-14.
21
NEZ DAZ-BALART, M.: Una aproximacin al anticlericalismo decimonnico, en Historia y
Comunicacin Social, 1 (1996), pp. 63-74.
- 16 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Lo cierto es que, en el fondo de esta expresin, estn siempre latentes las complejas
relaciones y tensiones que histricamente han existido en Europa entre el poder poltico
civil y el religioso de la Iglesia, porque tericamente son diversos, desde la distincin
evanglica entre dar al Csar lo que es del Csar y a Dios lo que es de Dios (Mt 22, 21),
pero en la prctica estaban mutuamente imbricados y estas tensiones se agudizarn al
comienzo de la edad contempornea. Resulta interesante, en este sentido, la propuesta
de E. La Parra para quien todo partidario del liberalismo entr ms o menos en conflicto
con la Iglesia, porque implicaba una modificacin del anterior sistema de relaciones23.
22
MURRI, R.: LAniclericalismo. Origini, natura, metodo e scopi pratici, citado por DE LA CUEVA MERINO,
J.: Clericales y Anticlericales, pp. 13-16.
23
LA PARRA LPEZ, E.: Los inicios del anticlericalismo espaol contemporneo (1750-1833), en El
anticlericalismo en la Espaa contempornea, pp. 62-63.
24
DE LA CUEVA MERINO, J.: Clericales y Anticlericales, p. 16.
25
RMOND, R.: Lanticlricalisme en France, de 1815 nos jours, Bruselas, Complexe, 1985, pp. 3-16.
- 17 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
26
LA PARRA LPEZ, J. SUREZ, M., El anticlericalismo en la Espaa contempornea, pp. 12-13.
27
MOLINER DE PRADA, A.: Liberalismo y democracia en la Espaa del siglo XIX: las constituciones de
1812 y 1869, en Jernimo Zurita, 85 (2010), pp. 167-190; MORANGE, C.: Sur la revolution de 1808-
1814. Pour une vision dynamique et dialectique du processus, en Mlanges de la Casa de Velzquez, 38
(2008), pp. 166-167.
28
LA PARRA LPEZ, E. - SUREZ, M., El anticlericalismo en la Espaa contempornea, p. 14; MOLINER
PRADA, A.: Anticlericalismo y revolucin liberal (1833-1874), en El anticlericalismo en la Espaa
contempornea, pp. 104-115; SALOMN CHLIZ, M.P.: Anticlericalismo y movilizacin poltica en
Aragn (1898-1936), en Ayer, 41 (2001), pp. 189-190.
29
MONTERO, F.: Laicidad, laicismo y catolicismo en la Espaa del s. XX, pp. 81-104; DE LA CUEVA, J.
MONTERO, F.: Clericalismo y anticlericalismo en la Espaa contempornea, en La secularizacin
conflictiva, pp. 10-14.
- 18 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Fue la expresin que utiliz la Iglesia catlica para referirse al desigual impulso de
renovacin interna, generado en su propio seno, para modificar los criterios doctrinales
y pastorales desde los que afrontar la misin eclesial en la sociedad liberal y hacer frente
a los nuevos desafos secularizadores que le planteaba. Se desarroll sobre todo en los
pases donde el liberalismo se haba afianzado, como Alemania, Blgica, Francia,
Inglaterra o Italia dando lugar a un fuerte desarrollo del catolicismo liberal y la presencia
de los denominados catlicos sociales, que trataban de potenciar la respuesta catlica
al drama social que planteaba el rpido proceso de industrializacin31.
30
LALOUETTE, J.: El anticlericalismo en Francia (1877-1914), en Ayer, 27 (1997), pp. 29-33.
31
ROMERO SAMPER, M.: Modernidad, moderno y modernismo; Iglesia y cultura en la Espaa de fin de
siglo, en Hispania Sacra, 41 (1981), pp. 699-718; CRCEL ORT, V.: El movimiento social catlico en
Espaa a principios del siglo XX, en Italica. Cuadernos de Trabajos de la Escuela Espaola de Historia y
Arqueologa en Roma, 18 (1990), pp. 257-320.
32
SPADOLINI, G.: Lopposizione cattolica da Porta Pia al 98, Miln, Mondadori, 1994.
- 19 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
33
TRANIELLO, F. y CAMPANINI, G.: Dizionario storico del movimiento cattolico in Italia, Casale
Monferrato, Marietti, 1981, 3 vols.
34
MONTERO, F.: El Movimiento Catlico en Espaa, Madrid, Eudema, 1993; FULLANA, P.: El Moviment
Catlic a Mallorca (1875-1912), Barcelona, Abada de Montserrat, 1994.
35
DE LA CUEVA, J. y MONTERO, F.: Clericalismo y anticlericalismo, pp. 15-16.
36
PELLISTRANDI, B.: Clericalismo y anticlericalismo en Francia, pp. 25-26;
- 20 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Despus de haber fijado quines son los dos sujetos protagonistas de la confrontacin
y clarificado su objeto, conviene que precisemos cul es el criterio identificador sustancial
de sus posturas. En lneas generales puede decirse que, a la hora de identificar cul deba
ser el papel que la Iglesia catlica tuviera en la nueva configuracin jurdico-poltica del
37
GARCA CHECA, A.: Accin social catlica y promocin de la mujer: el feminismo cristiano, en La
Secularizacin conflictiva, pp. 237-257.
38
CORRAL SALVADOR, C.: La relacin entre la Iglesia y la Comunidad Poltica, Madrid, BAC, 2003, pp. 18-
23; JERIC BERMEJO, I.: El moderno tratado De Ecclesia y sus inicios en la Escuela de Salamanca, en
Communio, 28 (1995), pp. 3-47.
39
MONTERO, F.: El Movimiento Catlico en Espaa, pp. 4-12; La Iglesia catlica ante la modernidad:
del jubileo de fin de siglo XIX al fin del milenio, pp. 308-309.
- 21 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
nuevo rgimen, el anticlericalismo opt por lo que podra ser descrito como horizonte
conceptual de secularizacin, en el que caben diversos grados y matizaciones, pero al
que histricamente se resisti con fuerza el movimiento catlico espaol porque opt
por mantener el criterio de confesionalidad tradicional y se enroc en el concepto de
ciudadana catlica creado por los primeros liberales espaoles en la constitucin de
181240. Son, por tanto, dos identidades que identifican histricamente la propuesta que
mantuvieron los protagonistas del conflicto, aunque fueran luego modificados, como
suceder con la confesionalidad por parte del movimiento catlico.
Ya hemos visto que conviene evitar el dualismo con el que frecuentemente son
analizados, como si se tratase de una confrontacin entre bloques ideolgicamente
compactos e histricamente estticos. No pasa de ser una simplificacin que nos obliga
a situar adecuadamente el punto de partida en la realidad histrica del s. XVIII espaol
en el que exista una frecuente confusin entre el plano de la poltica y la esfera de la
religin o, ms exactamente, un no saber precisar bien los lmites de uno y otro porque
sencillamente estaban amalgamados en una realidad poltico-social que no admita
tales parmetros. En el fondo no haba una percepcin de la realidad tan ntida como la
podemos tener hoy y es, precisamente, en ese proceso de clarificacin histrica donde
se sita la confrontacin que analizamos, que viene a alterar la simbiosis existente. La
iniciativa parti casi siempre de las propuestas del movimiento anticlerical y la respuesta
del movimiento catlico solo surgi en la segunda mitad del s. XIX, despus de un fuerte
inmovilismo, que acab por convertirla en el principal enemigo del ideario anticlerical,
frente al que no tuvo ms remedio que asumir la validez de algunos de sus presupuestos
para una efectiva recomposicin religiosa del catolicismo espaol en la modernidad.
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CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
de la religin y lo sagrado por lo mundano y profano41. Larry Shiner hablaba de hasta seis
usos diferentes para describir su contenido (declive religioso, mundanizacin de criterios,
ruptura del compromiso social, trasvase secular de conceptos religiosos, desacralizacin
de la realidad y sociedad secular), reducidos a tres por el belga K. Dobbelaere al hablar
de secularizacin como laicizacin (la religin es remplazada por creencias seculares),
como declive del compromiso religioso (fracaso de la religin) y como transformacin
ideolgica (creacin de una religin civil) 42.
41
REVUELTA GONZLEZ, M.: La secularizacin de la sociedad espaola y las reacciones eclesisticas, en
LVAREZ LZARO, P.: Librepensamiento y Secularizacin en la Europa contempornea, Madrid,
Universidad Pontificia de Comillas, 1994, pp. 321-373.
42
SHINER, L.: The Concept of Secularization in Empirical Research, en Journal for the Scientific Study of
Religion, 6 (1967), pp. 209-217: DOBBELAERE, K.: Secularization: A Multi-Dimensional Concept, en
Current Sociology, 39 (1981), pp. 3-217.
43
CEREZO GALN, P.: La secularizacin. Una cuestin disputada, pp. 2-5.
- 23 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 24 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
espaola, que estuviera garantizada por la legislacin civil a travs de un poder poltico
dcil a las enseanzas de la Iglesia, o plenamente identificado con ellas47.
El principio esencial de la unidad catlica nacional no solo fue visto como el simple
reconocimiento de la confesionalidad catlica del Estado y sus instituciones, sino tambin
como una autntica reafirmacin de la confesionalidad catlica de toda la sociedad
espaola, pensando que sin la presencia medular del catolicismo, la nacin espaola no
subsistira como tal y se extinguira48. El modelo confesional constituy una propuesta
netamente contrasecularizadora, que se sostena ideolgicamente sobre el rechazo del
liberalismo, o su asuncin como mal menor, y pona en evidencia el lastre de una gloriosa
tradicin catlica de cuya inercia sigui viviendo casi todo el s. XIX. Tambin manifestaba
las limitaciones a nivel doctrinal y pastoral de la Iglesia espaola, que segua mezclando
poltica y religin, considerando la poltica como el nico instrumento eficaz para hacer
frente a los retos secularizadores de la sociedad. Esta opcin histrica los convertir en
enemigos polticos de liberales y republicanos y har que la modernizacin interna de la
Iglesia en Espaa comience tardamente con respecto a otros pases catlicos europeos.
47
LA CUEVA MERINO, J.: Clericales y anticlericales, pp. 20-22; GONZLEZ CUEVAS, P. C.: La guerra
civil de la espiritualidad: el catolicismo espaol y sus enemigos (1898-1936), en La secularizacin
conflictiva, pp. 39-72.
48
LOUZAO VILLAR, J.: La recomposicin religiosa en la modernidad, pp. 338-339.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Hay que comprender la complejidad del proceso por ambas partes. No hubo total
unanimidad entre los agentes del anticlericalismo, sino mltiples diferencias en cuanto
a los objetivos a conseguir (diversos grados de secularizacin: estado, sociedad y cultura)
y a los mtodos a utilizar (legalidad e ilegalidad, control educativo, demagogia populista,
movilizacin callejera, violencia o revolucin). Y dentro del movimiento catlico fueron
momentos de gran confusin, con diversos niveles de percepcin del problema 50 ,
faltando personajes que percibieran con claridad su trascendencia, por lo que puede
describirse, ms bien, como el inicio de un lento y arduo proceso de maduracin, en
medio de un ambiente convulso y provocador. Ms an, durante la Restauracin estas
dos identidades se articularn desde el prisma nacional, haciendo que la confrontacin
no se centrara solo sobre el lugar que deba ocupar la religin, sino sobre la definicin
misma de lo que es y representaba la nacin espaola con respecto al catolicismo51.
49
DEL POZO ABEJN, G.: La Iglesia y la libertad religiosa, Madrid, BAC, 2007, pp. 134-136.
50
MONTERO, F.: El movimiento catlico en la Espaa del s. XX. Entre el integrismo y el posibilismo, en
DE LA CALLE VELASCO, M. D. - RODERO SAN ROMN, M.: Movimientos sociales en la Espaa del s. XX,
Madrid, Biblioteca Nueva, 2008, pp. 173-192.
51
LOUZAO VILAR, J.: La recomposicin religiosa, pp. 342-345.
52
BAUBROT, J.: Histoire de la lacit franaise, Paris, Presses Universitaires de France, pp. 9-12; FAZIO,
M.: Historia de las ideas contemporneas, pp. 21-24.
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CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Otra de las causas del reduccionismo con el que se suele analizar la confrontacin
procede de no haber percibido con claridad que se desarroll entremezclada en tres
niveles relacionados entre s, pero de significacin distinta que conviene distinguir para
no mezclar, confundir y desenfocar sus contornos: el nivel ideolgico, el nivel poltico y
el nivel social. Aunque con frecuencia se entrecrucen, sin embargo, cada uno tiene sus
caractersticas propias que inciden en su cronologa y en sus puntos de referencia
particulares desde los que analizar el alcance de las propuestas.
Adems, estos niveles tuvieron distinto alcance y significacin en cada uno de los pases
de nuestro entorno, especialmente en Francia, donde por lo general comenz siendo
un proceso social de divisin interna en la sociedad francesa, por influjo de la corriente
reformada calvinista (hugonotes), y luego pas a convertirse en ideolgico literario-
filosfico, de crtica a la religin durante la fermentacin intelectual de la Ilustracin y el
53
DE LA CUEVA MERINO, J.: El anticlericalismo en la Segunda Repblica y la Guerra Civil, en El
anticlericalismo en la Espaa contempornea, pp. 211-301.
54
MONTERO, F.: Laicidad, laicismo y catolicismo en la Espaa del s. XX, pp. 81-104.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Comenz por ser una confrontacin poltica e institucional, porque en Espaa no haba
existido el problema social francs de convivencia con las comunidades reformadas, ya
que el recurso a la Inquisicin preserv la unidad catlica de la nacin espaola y
tamiz el influjo de la Ilustracin, ms vinculada con el carcter confesional catlico de
la italiana, que con el anticlerical francs. Tampoco hubo, por tanto, un problema
ideolgico que eclosionara de manera natural en el fenmeno anticlerical, pues Espaa
mantuvo un fuerte aislacionismo cultural con respecto al pensamiento europeo. Fue el
intervencionismo de Napolen en los asuntos polticos internos de Espaa el que facilit
la irrupcin del sistema poltico liberal francs, a travs del cual todo el entramado
legal anterior comenz a desmoronarse e introdujo el horizonte anticlerical.
El nivel poltico absorber casi toda la confrontacin, debido en gran parte al regalismo
persistente de los liberales y a la fuerte ambigedad antiliberal de la Iglesia, junto con
el reconocimiento de la confesionalidad estatal como el ms eficaz instrumento para
mantener la posicin eclesial privilegiada. Se desarroll en dos aspectos relativos, primero
55
DAZ SALAZAR, R.: Espaa laica. Ciudadana plural y convivencia nacional, Espasa, 2008, pp. 31-55;
BAUBROT, J.: Religion, modernit et cultura au Royaume Uni et en France, Paris, Seuil, 2002. La
historiadora J. Lalouette recuerda que, antes de fraguar este anticlericalismo poltico e institucional en
Francia se desarroll un fuerte anticlericalismo social y popular a travs de la literatura ilustrada y
revolucionaria, que atraviesa la literatura francesa de Rutebeuf a Branguer, pasando por Rabelais y La
Fontaine, con sus frailes y cannigos rubicundos, licenciosos, codiciosos, muy alejados del ejemplo
evanglico que se supona deban seguir. Considera que contribuy a fijar en la memoria colectiva una
falsa imagen deformante del clero catlico y fue el fermento del que brot la confrontacin poltica;
LALOUETTE, J.: El anticlericalismo en Francia (1877-1914), en Ayer, 27 (1997), pp. 29-33; DLOYE, Y.:
Les voix de Dieu. Pour une autre histoire du suffrage electoral: le clerg catholique et le vote XIXe-XXe
sicle, Pars, Fayard, 2006.
56
CAPELLN DE MIGUEL, G.: El problema religioso en la Espaa contempornea. Krausismo y catolicismo
liberal, en Ayer, 39 (2000), pp. 207-241; La Espaa armnica. El proyecto del krausismo espaol para
una sociedad en conflicto, Biblioteca Nueva, Madrid 2006.
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CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
en el referente a la diversa poltica religiosa realizada por los gobiernos liberales (que
oscil entre la opcin ms contenida de los moderados y la ms radical de los
progresistas) y despus en el aspecto institucional (mantenimiento de la confesionalidad
o secularizacin del Estado). El horizonte secularizador poltico buscaba, inicialmente,
dotar a los partidos de la capacidad de crear y orientar la sociedad civil desde postulados
diferentes a los religiosos (frente a la anterior sacralizacin de la autoridad), pretenda
secularizar la poltica y tambin el Estado, desvinculando las instituciones pblicas de la
Iglesia con la finalidad de afianzar las libertades pblicas modernas y garantizar la
tolerancia en cuestiones religiosas, pero el rechazo eclesial llev al sector progresista a
intentar desmantelar los fundamentos que sostenan el poder institucional de la Iglesia
(financiacin, representacin poltica y presencia social)57.
57
ARBELOA, V.M.: Clericalismo y anticlericalismo en Espaa (1767-1930). Una introduccin, Madrid, Ed.
Encuentro, 2009, pp. 67-72. La monarqua espaola fue la que de manera ms significativa se haba
implicado en la Contrarreforma y en la evangelizacin del nuevo mundo, constituyndose en defensora
casi institucional de los legtimos derechos del catolicismo y la salvaguarda de la fe verdadera. Pero la
mayor parte de la jerarqua espaola pronto manifest su carcter antiliberal e intransigente, provocando
la erosin de los vnculos que inicialmente la unieron con la minora liberal hasta convertirse en franca
hostilidad a lo largo de casi todo el s. XIX, pues desde finales del s. XVIII hubo un nutrido grupo de
clrigos propensos a la apertura cultural de la Ilustracin y las innovaciones del liberalismo.
58
MONTERO, F.: Las Derechas y el Catolicismo espaol, pp. 67-72; DE LA CUEVA MERINO, J.:
Movilizacin poltica e identidad anticlerical (1898-1910), en Ayer, 27 (1997), pp. 101-125. Los primeros
liberales espaoles se consideraban catlicos y aplicaron la vertebracin jurdico-institucional de los
nuevos principios liberales (palabra creada en Cdiz) para preservar el carcter tradicional catlico de la
monarqua espaola segn la mentalidad confesional imperante en casi toda Europa. Hubo, por tanto, una
inicial colaboracin del constitucionalismo liberal con el ideal confesional, que desde los presupuestos del
regalismo pretenda servirse de la Iglesia para extender los nuevos principios liberales por toda la
geografa espaola, como expresin concreta de los deseos de reforma; PREZ LEDESMA, M.: El lenguaje
de la ciudadana en la Espaa Contempornea, en Historia Contempornea, 28 (2004), pp. 237-266.
59
DE LA CUEVA, J. y MONTERO, F.: Clericalismo y anticlericalismo entre dos siglos: percepciones
recprocas, en La secularizacin conflictiva, pp. 101-119. Baste recordar la traicin de Fernando VII a la
constitucin de Cdiz en 1814, aupado por el clero, que dio paso en el Trienio liberal a que se adoptaran
- 29 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
las primeras medidas claramente anticlericales (1820-1823), contra las que actuara la nueva invasin
francesa de los Cien mil Hijos de San Luis para restaurar el absolutismo segn el contexto europeo del
Congreso de Viena. A su muerte (1833) habra que sumar el gravsimo problema de la legitimidad de la
sucesin en el trono de Isabel II, por lo que la Regente no tuvo ms opcin que acercarse a los liberales
progresistas como nica garanta de permanencia en el trono, en medio de una guerra civil con los
carlistas que se identificaban con el antiguo rgimen y asuman la tradicional alianza trono-altar.
60
MOLINER PRADA, A.: Clericalismo y anticlericalismo, pp. 61-63; PREZ LEDESMA, M.: Teora e
historia. Los estudios sobre anticlericalismo en la Espaa contempornea, en SUREZ CORTINA, M. (ed.):
Secularizacin y laicismo en la Espaa contempornea (II Encuentro de Historia de la Restauracin),
Santander, Sociedad Menndez Pelayo, 2001, pp. 341-368.
61
SALOMN CHLIZ, M.P.: El anticlericalismo en la calle. Republicanismo, populismo, radicalismo y
protesta popular (1898-1913), en La secularizacin conflictiva, pp. 121-138; DE LA CUEVA, J.: Clericales
y anticlericales, pp. 198-211; LVAREZ JUNCO, C.: El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia
populista, Madrid, Alianza Editorial, 1990.
62
DE LA CUEVA MERINO, J.: Clericalismo y anticlericalismo, pp. 206-210; MOLINA MARTNEZ, J.L.:
Anticlericalismo y literatura en el s. XIX, Murcia, Publicaciones Universitarias, 1998.
- 30 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
interna eclesial (laicos contra clericales), buscando la creacin de una imagen negativa
de la Iglesia ante la opinin pblica, que forzara la modificacin de la presencia eclesial.
La utilizacin del discurso anticlerical mostrar sus lacras cuando llegue a fraguar en
actos de violencia hacia los edificios u objetos sagrados e incluso a los eclesisticos63.
La cuestin social, planteada por los nuevos movimientos obreros y la lucha por
las injusticias y desigualdades originadas por la primera industrializacin, hizo que la
Iglesia se viera cuestionada tambin por los nuevos grupos sociales emergentes y,
aunque tarde y desde presupuestos limitados, en poco tiempo se moviliz para canalizar
el sindicalismo confesional catlico y la creacin de una incipiente Doctrina Social65.
El tercer nivel de la confrontacin, el ideolgico, est presente en los otros dos como
su trasfondo cultural, porque en realidad la confrontacin religiosa en la Espaa liberal
no fue sino un constante reclamo por entablar un debate fructfero y enriquecedor que
hubiera evitado la trgica y contradictoria historia de la Espaa contempornea. La
Iglesia espaola careci de un verdadero pensamiento moderno, capaz de entablar un
dilogo fructfero con las nuevas corrientes de pensamiento y, encerrada en su propia
divisin interna y su trasnochado bagaje intelectual, se sum a las posiciones ms
intransigentes y reacias a asumir las nuevas y modernas libertades por considerarlas
63
LA PARRA LPEZ, E. - SUREZ CORTINA, M. (eds.): El anticlericalismo en la Espaa, pp. 14-15; REIG,
R.: Blasquistas y clericales, Valencia, Alfns el Magnnim, 1986, pp. 12-19.
64
DE LA CUEVA, J. MONTERO, F.: Clericalismo y anticlericalismo entre dos siglos, pp. 113-118.
65
MONTERO GARCA, F.: Los catlicos espaoles y los orgenes de la poltica social, en Studia Historica,
4 (1984), pp. 41-60.
- 31 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
66
GONZLEZ CUEVAS, P.C.: La guerra civil de la espiritualidad: el catolicismo espaol y sus enemigos,
pp. 39-72.
67
DOMNGUEZ SIO, M.J.: La religin modernista de Giner y Juan Ramn Jimnez, en Boletn de la
Institucin Libre de Enseanza, 12 (1991), pp. 75-90.
68
SUREZ, M.: Religin, Iglesia y Estado en la cultura institucionista. De Francisco Giner a Manuel
Azaa, en La Secularizacin conflictiva, pp. 73-79.
69
PAYNE, S.G.: El catolicismo espaol, Barcelona, Planeta, 1984, pp. 129-137; DE VICENTE ALGUER, F-
J.: El catolicismo liberal en Espaa, Madrid, Ed. Encuentro, 2012, pp. 226-236.
- 32 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Lo cierto es que Espaa haba vivido bastante aislada con respecto al fuerte desarrollo
cultural producido en Europa a partir del siglo XVIII, especialmente con el movimiento
intelectual de la Ilustracin (Aufklrung) y el poltico-social de la Revolucin francesa. Las
autoridades, tanto polticas como religiosas, valoraron su influjo como pernicioso y daino
a los intereses nacionales y persiguieron duramente los pequeos focos o ncleos de
penetracin de los mismos, hasta conseguir anegarlos desde posiciones doctrinales
claramente intransigentes. Por ello se produjo una fuerte confrontacin religiosa cuando
70
MONTERO, F.: El movimiento catlico, pp. 8-9 y 28-32; La respuesta de la provincia eclesistica de
Valladolid a la encuesta de Vico, en Espacio, Tiempo y Forma, 5 (1992), pp. 343-366; Del movimiento
catlico a la Accin Catlica. Continuidad y cambio, en La Secularizacin conflictiva, pp. 169-171;
ANDRS-GALLEGO, J.: Pensamiento y accin social, pp. 354-357.
- 33 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Con el lema sapere aude (atrvete a conocer), el filsofo alemn Inmanuel Kant
(1724-1804) desarrollar especulativamente la confianza en el poder de la razn
humana, como instrumento adecuado para resolver los problemas del hombre, haciendo
de ella el criterio bsico para sacar a la humanidad de la infancia o minora de edad
culpable en la que se haba mantenido hasta entonces, por su voluntario sometimiento a
los criterios religiosos. La razn ilustrada se singularizaba por su carcter autnomo (no
necesitaba de ninguna otra ayuda, como la que reciba hasta entonces de la fe o de la
tradicin). Era, sobre todo, una razn eminentemente secular y laica (ajena al mundo
simblico de la fe), que no deba fundamentarse en la religin, sino en el valor tcnico-
prctico del conocimiento racional. Una razn comn (motor de progreso), que permitira
hacer de la humanidad entera una sociedad verdaderamente digna del hombre71.
71
BEDESCHI, G.: Storia del pensiero liberale, Bari, Laterza, 1990.
72
HAZARD, P.: La crise de la conscience europenne, Paris, Boivin, 1935.
- 34 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
El trasvase del ideario francs a la realidad espaola hubiera supuesto sin duda una
verdadera revolucin total. Pero el carcter combativo de la monarqua espaola frente
a la Reforma protestante y las ideas consideradas como subversivas de la Ilustracin y
de la Revolucin francesa hizo que el problema religioso no surgiera en toda su extensin
hasta que se introdujeron los ideales de libertad con motivo de la invasin napolenica.
73
REALE, G. ANTISERI, D. (coord.): Il pensiero occidentale dalle origini ad oggi, Brescia, La Scuola,
1983; MONTERO, F.: La Iglesia catlica ante la modernidad: del jubileo de fin del siglo XIX al fin del
milenio, en VACA LORENZO, A. (coord.): En pos del tercer milenio: apocalptica, mesianismo, milenarismo
e historia (XI Jornadas de Estudios Histricos), Salamanca, Publicaciones Universitarias, pp. 245-297.
74
TOMS Y VALIENTE, F.: Gobierno e instituciones en la Espaa del Antiguo Rgimen, Madrid, Alianza,
1982; ARTOLA, M.: Antiguo Rgimen y revolucin liberal, Barcelona, Ariel, 1983.
75
GUERRERO LATORRE, A.: La crisis del Antiguo Rgimen (1808-1814), en Historia poltica (1808-
1874), pp. 52-53.
- 35 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Pero la actitud reacia de la Iglesia a los cambios tan profundos que introduca y su
desconfianza generalizada hacia el liberalismo, quebr las relaciones de colaboracin. La
introduccin de la libertad de prensa, la supresin de la censura (1810) y la abolicin de
la Inquisicin (1813) hicieron que gran parte de jerarqua eclesistica sintiera que se
desprotega la defensa de la ortodoxia catlica y se alineara a favor de Fernando VII,
apoyndole durante la restauracin absolutista (1814-1820). M. Revuelta y V. Crcel
reconocen la decidida aportacin de los eclesisticos, que supieron apuntalar la reaccin
poltica con el alarmante pretexto de la pureza de la religin amenazada, que encontr
fcil acogida en la masa popular77. Quiz fue el primer gran error de posicionamiento
de la Iglesia espaola, que la identific como el enemigo de las libertades modernas.
76
PREZ LEDESMA, M.: La invencin de la ciudadana moderna, en ID. (dir.): De sbditos a ciudadanos.
Una historia de la ciudadana en Espaa, Madrid, C. de E. Polticos y Constitucionales, 2007, pp. 21-58.
77
CRCEL ORT, V.: Historia de la Iglesia en la Espaa contempornea, Madrid, Eds. Palabra, 2002, pp.
33-34; REVUELTA, M.: Poltica religiosa de los liberales en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 1973.
- 36 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
incesante de conflictos polticos, que enturbiarn el fondo del problema religioso cuando
el carlismo llegue a identificarse con la defensa del proyecto poltico de la Iglesia y una
gran parte de los eclesisticos se alineen con l frente a la Regente, que tuvo que
acudir al sector ms liberal progresista para mantenerse en el trono78.
El deseo reformador de los liberales con respecto a la Iglesia haba consistido, hasta
entonces, en limitar la influencia omnipresente de la que haba gozado durante la
monarqua absoluta, para tratar de adentrarla en el mbito de las libertades pblicas.
Deseaban que se limitara a desempear un papel de significacin ms espiritual en la
sociedad espaola, con menos implicacin en la tutela y direccin religiosa y moral de
las decisiones polticas del Estado. Tambin pedan que rechazara abiertamente la
ideologa de orientacin teocrtica que justificaba la legitimidad de la monarqua
absoluta, frente a la soberana nacional, y disipara sobre todo la confusin y ambigedad
entre el mbito de lo sagrado y lo secular en el ejercicio de la poltica79.
78
MOLINER PRADA, A.: Anticlericalismo y revolucin liberal, pp. 71-75.
79
CALLAHAN, W. J.: La Iglesia Catlica en Espaa, pp. 20-28; MOLINER PRADA, A.: Clericalismo y
anticlericalismo, pp. 60-63; CUENCA TORIBIO, J.M.: Relaciones Iglesia-Estado en la Espaa
contempornea (1833-1985), Madrid, Alhambra, 1989.
80
EGIDO, T.: El Regalismo en Espaa, en LA PARRA LPEZ, E. y PRADELLS NADAL, J. (eds.): Iglesia,
Sociedad y Estado en Espaa, Francia e Italia (ss. XVIII al XX), Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-
Albert, 1992, pp. 193-217.
81
ARTOLA RENEDO, A.: La Alianza imposible: los obispos y el Estado (1812-1833), en Investigaciones
Histricas: poca Moderna y Contempornea, 34 (2014), pp. 155-184; FRAILE MIGULEZ, M.: Jansenismo
y regalismo en Espaa, Madrid, Ed. Agustiniana, 2010.
- 37 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
la Iglesia82. Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808), intentaron crear una Iglesia
nacional que conceda a los eclesisticos unos privilegios similares a los de la nobleza,
pero en contrapartida se atribua una serie de derechos (iura circa sacra), que le daban
una especial autoridad sobre la Iglesia espaola83.
La guerra civil con el carlismo (1834-1840), vinculado con los intereses clericales, y la
poltica anticlerical de los liberales progresistas irn creando un profundo distanciamiento
con la Iglesia 85 , pues aunque los liberales espaoles eran catlicos en su inmensa
mayora, no dejaban de ver con cierta preocupacin la enorme riqueza material de la
Iglesia y su afn por controlar la vida intelectual y moral de la sociedad, por lo que al
percibir el obstculo que supona la fuerte resistencia de los eclesisticos en la
implantacin de las reformas polticas y sociales que impulsaba el liberalismo, pronto
trataron de atajarlo y desde entonces la poltica religiosa progresista se orient a
conseguir el debilitamiento econmico de la Iglesia (con la supresin de diezmos y la
desamortizacin), a reducir el estamento clerical (con la exclaustracin y supresin de
beneficios) e intervenir en su gobierno jerrquico, con la pretensin de desligarlo lo ms
posible del influjo de Roma. No obstante, durante casi todo el reinado de Isabel II
(1843-1868) los liberales moderados lograron hacerse con el control de los gobiernos
82
GIMNEZ LPEZ, E. y MARTNEZ GOMIS, M.: El Episcopado espaol y la encuesta del Marqus de la
Ensenada de 1750, en Iglesia, Sociedad y Estado, pp. 263-300.
83
MESTRE, A.: Las necesarias y cambiantes relaciones Iglesia-Estado, en Iglesia, Sociedad y Estado,
pp. 541-549; CALLAHAN, W.J.: La Iglesia Catlica en Espaa, p. 25. Especialmente grave fue el intento
realizado por M. L. de Urquijo, el conde de Cabarrs y el marqus J. A. Caballero para desvincularla de
Roma, tras la situacin creada con la muerte de Po VI en septiembre de 1799.
84
CALLAHAN, W.J.: La Iglesia Catlica en Espaa, pp. 31-33; LA PARRA LPEZ, E.: El primer liberalismo
espaol y la Iglesia: las Cortes de Cdiz, Alicante, Publicaciones Universitarias, 1985.
85
PAYNE, S.G.: El catolicismo espaol, Barcelona, Planeta, 1984, pp. 116-124.
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CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
que, salvo en el parntesis del bienio progresista (1854-1856), orientaron sus esfuerzos
a restablecer las relaciones con la Iglesia y el Vaticano a travs del concordato de 1851
(decisivo en la construccin de la posterior identidad nacional catlica), por el que se
comprometan a cesar la desamortizacin, permitir el regreso de las rdenes religiosas
y ceder al clero el control de la enseanza. La Reina obtuvo legitimacin poltica y se hizo
cargo del sostenimiento econmico de la Iglesia, consiguiendo que se distanciara del
carlismo y recuperara gran parte de la influencia social perdida.
86
RODRGUEZ GONZLEZ, M.C.: Las relaciones Iglesia-Estado en Espaa durante los siglos XVIII y XIX,
en Investigaciones Histricas, 19 (1999), pp. 212-214; MOLINER PRADA, A.: Clericalismo y anticlericalismo
en la Espaa contempornea, en Histria: Questes & Debates, 55 (2011), pp. 60-61.
87
MANUEL ARBELOA, V.: Clericalismo y anticlericalismo en Espaa (1767-1930). Una introduccin, Madrid,
Ed. Encuentro, 2009, pp. 214-216.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Cnovas del Castillo (1828-1897), principal artfice del sistema de la Restauracin, fue
un liberal doctrinario moderado, que buscaba una va poltica intermedia para evitar toda
la radicalizacin creada durante el Sexenio. En el Manifiesto de Sandhurst a la nacin,
que le redact a Alfonso XII (1-XII-1874), dejaba claras sus intenciones: ni dejar de
ser buen espaol, ni como mis antepasados buen catlico, ni como hombre del siglo,
verdaderamente liberal, que se reflejarn en el art. 11 de la constitucin de 1876.
- 40 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
89
DARD, C.: Cnovas y el liberalismo conservador, Madrid, Faes, 2013, pp. 102-106.
90
SUREZ CORTINA, M.: Anticlericalismo, religin y poltica en la Restauracin, en LA PARRA, E.
SUREZ, M.: El anticlericalismo en la Espaa contempornea, pp. 127-129.
91
ROBLES, C.: Catlicos y liberales. La Iglesia ante la Restauracin (1875-1888), en Anthologica Annua,
35 (1988), pp. 307-466; MONTERO GARCA, F.: La Iglesia catlica ante el sistema poltico de la
- 41 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 42 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Pero este proceso no fue uniforme porque al iniciarse la Restauracin canovista, tras
las turbulencias anticlericales del Sexenio, se recuper de nuevo un contexto poltico
proteccionista hacia la Iglesia y el aliento de esas obras y asociaciones catlicas perdi
impulso, disminuyendo la necesidad de avanzar en la consolidacin de un movimiento
catlico organizado y con fuerte protagonismo seglar. Mientras en Italia maduraba y se
consolidaba la Obra de los Congresos, en Espaa quedaron interrumpidas las iniciativas
del Sexenio como iniciativas locales aisladas. La confusin entre religin y poltica llev al
fracaso de la Unin de los Catlicos, surgida en 1876 por iniciativa del cardenal Moreno
con el deseo de crear una fuerza que uniera a los catlicos en defensa de lo esencial,
bajo la direccin de la jerarqua, y se opusiera a las tendencias anticlericales, mientras
que laUnin Catlica fundada por Alejandro Pidal en 1881, contribuy a complicar el
problema poltico de los catlicos, al integrarse en el partido conservador en 1884. Fue
con el desarrollo de la poltica liberal promovida por el gobierno largo de Sagasta (1880-
1885) y el auge de la propaganda anarco-socialista cuando volvi a sentirse la necesidad
de relanzar el movimiento catlico, siguiendo el ejemplo de otros pases europeos. Vino
a ser, en palabras de Montero, un concepto globalizador que define la movilizacin de
los catlicos y la respuesta coordinada al peligro secularizador95.
- 43 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
una iniciativa muy clerical y jerrquica, a pesar de participar numerosos seglares. Entre
los preparativos para el primer Congreso se cre una revista que llevara precisamente
por ttulo El Movimiento Catlico y se convirti en el rgano de la junta organizadora,
que desde su celebracin pasar a llamarse Junta Central de los Congresos y, ms
tarde, Junta Central de Accin Catlica. Se llam movimiento catlico porque pretenda
movilizar la Iglesia espaola, frente a la inercia con la que se condujo durante el s. XIX, y
Junta Central porque tena la clara intencin de dotar a la accin eclesial en Espaa de
una direccin y unos objetivos comunes y dirigir todas las fuerzas catlicas para lograr
que se crearan tambin juntas que, a nivel diocesano, realizaran el mismo papel
vertebrador e impulsor de la accin catlica en medio de la sociedad liberal, pero no lo
lograron al no pasar de ser encuentros ocasionales, pues la organizacin efectiva de
cada uno de ellos corri a cargo de una Junta Diocesana creada para cada la ocasin96.
La celebracin de los Congresos sirvi para introducir, durante la dcada de los 90,
la renovacin eclesial y social que propiciaba el movimiento catlico europeo, pero se
encontraron con la profunda crisis que supuso la derrota del 98: una quiebra ideolgica
de la conciencia nacional (la quiebra poltica llegara en 1913-14 y la social en 1917),
que puso en tela de juicio los valores sobre los que se asentaba la Espaa tradicional
y, ms en concreto, la posicin de predominio que haba mantenido la Iglesia a lo largo
de su historia y su visin cultural del mundo97. Este fue el convulso clima poltico, social
y cultural en el que se desarroll la confrontacin que vamos a analizar.
96
CRCEL ORT, V.: La Iglesia en la poca contempornea, pp. 253-255.
97
GONZLEZ CUEVAS, P.C.: La guerra civil de la espiritualidad: el catolicismo espaol y sus enemigos
(1898-1936), en La Secularizacin conflictiva, pp. 52-56; DE VICENTE ALGUER, F.J.: El catolicismo
liberal en Espaa, pp. 228-235. El regeneracionismo situ a la Iglesia en el centro de la controversia por
su protagonismo social y poltico durante la guerra de Cuba y la acus de ser el mximo obstculo para
acceder a la modernidad, favoreciendo la introduccin del anticlericalismo ideolgico que acentu la
culpabilidad eclesial en los males sociales, econmicos y culturales de la nacin y la urgencia de cambiar la
situacin de privilegio eclesial.
- 44 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
La provincia de Murcia surgi en la Espaa liberal, con la divisin propuesta por Javier
de Burgos en 1833, que ha sido tachada frecuentemente de arbitraria y caprichosa
porque rompa los anteriores lmites del Reino del
Murcia e incluso del proyecto departamental con la
prefectura napolenica del Segura, en la que se
mantena la unidad de la cuenca del Segura hasta la
Vega baja y se integraban las tierras de Huscar. El
nuevo sistema provincial reafirmaba su ruptura con la
frontera alicantina (al integrar el valle del Vinalop,
con la anexin de Villena y Sax, a la provincia de
Alicante), y tambin con la regin manchega (al
desgajar Albacete y las antiguas encomiendas,
pertenecientes a la orden de Santiago, de Segura, Yeste y Socovos)98.
98
MARTNEZ CARRIN, J.M.: La poca contempornea: la regin de Murcia (ss. XIX-XX), en
RODRGUEZ LLOPIS, M. (dir.): Atlas histrico-ilustrado de la Regin de Murcia y su antiguo Reino, Murcia,
Fundacin Sneca-Agencia de Ciencia y tecnologa de la Regin de Murcia, Murcia, 2006, pp. 210-364.
Solo hubo que corregirla en 1836 con la integracin de Sax en Alicante.
99
AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del siglo XX. Apndice bibliogrfico sobre Murcia en la Edad
Contempornea, Murcia, Grficas Palmar, 1989.
100
PREZ PICAZO, MT.: Oligarqua y campesinado en Murcia (1875-1902), Murcia, Academia Alfonso X el
Sabio, 1979.
101
Algunos de los ocho partidos judiciales tenan una evidente homogeneidad, como Murcia (desde Molina
de Segura, Alcantarilla, Santomera y Beniel, hasta la costa del mar menor con San Javier, San Pedro del
Pinatar, Torre Pacheco y Los Alczares), Lorca (con Puerto Lumbreras y guilas) y Cartagena (con Fuente
lamo y La Unin), pero otros, como Cieza (con la zona de Abanilla y Fortuna, pero sin Ricote), resultaban
algo artificiosos, mientras que el de Yecla sirvi para recomponer la unidad geogrfica de una comarca,
an a costa de integrar en ella a Jumilla, que tradicionalmente mantena una gran rivalidad con Yecla.
Completaban la distribucin los de Caravaca de la Cruz (con Calasparra, Cehegn y Bullas), Mula (con
Pliego, Campos del Ro y Albudeite) y Totana (con Aledo, Alhama de Murcia, Librilla y Mazarrn).
- 45 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
102
VIAO FRAGO, A. (ed.): Historia de la educacin en Murcia, Murcia, UMU, 1983.
103
VILAR RAMREZ, J.B.: Las encomiendas santiaguistas de los Borbn-Parma. Aproximacin al modelo
de Caravaca-Cehegn (Murcia), 1741-1856, en Hispania, 45 (1985), pp. 59-100.
104
RODRGUEZ LLOPIS, M. GARCA DAZ, I. MARTNEZ CARRIN, J.M.: El obispado de Cartagena
(ss. XIII-XVIII), en Atlas histrico-ilustrado de la Regin de Murcia y su antiguo Reino, pp. 198-209.
105
VILAR, M.J.: Concordato de 1851 y reordenacin del territorio eclesistico en Espaa: la dicesis de
Cartagena, en Hispania Sacra, 56 (2004), pp. 617-636; TORRES FONTES, J. y MOLINA MOLINA, A.L.: La
dicesis de Cartagena y su catedral (1250-1805), en SERRANO CLIMENT, J.M. (coord.), Huellas.
Exposicin 2002, Murcia, Grficas Vernetta, 2002, pp. 32-57.
- 46 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
inici el movimiento catlico murciano, por lo cual resulta muy clarificador comenzar
exponiendo el contraste experimentado en Murcia con la poltica anticlerical, generada
a raz de la revolucin del 68, y la calma institucional del rgimen liberal canovista.
El general Prim, uno de los principales lderes del liberalismo progresista, entr en la
ciudad de Murcia el 29 de septiembre de 1868, procedente de
Cartagena donde haba desembarcado el da anterior de la fragata
Zaragoza con la intencin de extender la revolucin por la regin. La
Junta Revolucionaria reconoci el triunfo de la insurreccin en la
manifestacin multitudinaria congregada en la glorieta y plaza de la
Catedral, donde se habl del partido liberal unido como principio de
la regeneracin poltica y social que necesitaba Espaa, porque vena
a exigir la proclamacin explcita del sufragio universal, del que
emanaran todos los poderes y cambiar, as, definitivamente el orden
poltico existente. El da 1 de octubre emitieron un manifiesto con el programa poltico,
en el que se recogan las reivindicaciones ms radicales del partido demcrata porque,
de entre los tres partidos inspiradores de la revolucin (Unin Liberal, Partido
Progresista y Partido Demcrata), hubo mayora progresista y demcrata en la Junta
Revolucionaria Provincial, creada el 13 de octubre, con dos vicepresidencias: el cannigo
liberal progresista Gernimo Torres y el demcrata Jos Herrera Forcada106.
- 47 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
107
MANUEL ARBELOA, V.: Clericalismo y anticlericalismo en Espaa (1767-1930): una introduccin,
Madrid, Ed. Encuentro, 2009, pp. 209-212.
108
VILAR GARCA, J.B.: El obispado de Cartagena durante el Sexenio revolucionario, Murcia, UMU, 1973,
pp. 20-23;
109
La Paz de Murcia (6, 12 y 17-X-1868). Una de sus primeras medidas fue la decisin de pedir al obispo
que suprimiera las preces litrgicas por la reina Isabel II; FRUTOS BAEZA, J.: Bosquejo histrico de Murcia
y su Concejo, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1988, pp. 260-265.
110
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 76-80; La Paz de
Murcia, (29-X-1868).
111
La Paz de Murcia, (17, 21, 29-X-1868; 30-I, 3, 6-II, 1-V-1869).
112
La Paz de Murcia (21 y 29-X-1868; 30-I-1869).
- 48 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
modelo, llegando incluso a pedir la desaparicin del traje telar de los sacerdotes. A
diferencia de las Juntas locales de muchos pueblos de Andaluca o Catalua, en los que
hubo una gran violencia popular anticlerical, no hubo que lamentar agresiones fsicas al
clero, ni tampoco graves sucesos en la provincia, porque tanto la Junta de Murcia, como
las de Lorca y Cartagena no radicalizaron en la calle su postura anticlerical.
113
La Paz de Murcia, (17-X-1868; 3 y 6-II, 1-V-1869).
114
La Paz de Murcia, (28-VIII-1869); ESPAA TALN, M.C.: El obispo don Francisco Landeira, Murcia,
UMU, 1961, pp. 43-57.
- 49 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El principal objetivo del anticlericalismo del Sexenio fue poltico, buscando modificar
la estructura poltico-institucional del Estado, para lo cual se esforz primeramente en
elaborar la constitucin de 1869, en la que se proclamara el elenco de los derechos y
libertades modernas, que tanto molestaban a la Iglesia. Entre ellas se incluan, por
primera vez, las de libertad de imprenta, de reunin y de asociacin, as como el primer
esfuerzo poltico por introducir el espritu tolerante del principio de libertad religiosa.
Las elecciones municipales (16-XII-1868) y las generales para establecer unas cortes
constituyentes (15-I-1869) acabaran por configurar el panorama de los partidos polticos
en Murcia, pues los progresistas hicieron gestiones de conciliacin con los unionistas de
Antonio Hernndez Amores, logrando un acuerdo de unificacin bajo el lema todos
liberales, todos hermanos, y tambin con los federalistas para obtener una candidatura
nica, permitiendo que se impusiera en la prctica la lnea cimbria que controlaba el
comit republicano. Sin embargo, la presencia conjunta de monrquicos y demcratas
dividi al sector de los republicanos en dos grupos: los benvolos, encabezado por Rufino
Marn-Baldo y Francisco Prez Guilln, y el sector de los intransigentes, con Gernimo
Poveda y Antonio Martnez Garca, que en febrero de 1869 se definieron claramente por
la instauracin del sistema republicano frente al monrquico y se lanzaron a establecer
pactos al margen de la direccin oficial del partido. Glvez, Poveda y Diego Rueda
firmaron en junio de 1869 un pacto con los representantes de Andaluca y Extremadura
en el que optaron por la va insurreccional alentada por J.M. Orense y coordinada por
Rodrguez Sols, que pretenda sublevar Andaluca y el Levante haciendo de Murcia el
nexo revolucionario de unin entre ambos115.
Antonio Cnovas del Castillo, diputado de la Unin Liberal por el distrito murciano de
Lorca, expuso en los debates parlamentarios de la constitucin su visin pragmtica de
la religin para alcanzar un equilibrio entre los derechos individuales y la autoridad del
115
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 168-173. Los
demcratas murcianos se fragmentaron en dos, el sector denominado cimbrio y el partido republicano
federal, que liderar los acontecimientos revolucionarios en Murcia como exacerbacin del criterio
demcrata de descentralizacin del poder, motivado en parte por el hundimiento del partido progresista
que fue el protagonista del inicio de la revolucin y estuvo liderado por el cannigo liberal Torres
Casanova. MOLINER PRADA, A.: Anticlericalismo y revolucin liberal (1833-1874), en LA PARRA LPEZ,
E. SUREZ CORDINA, M. (eds.): El anticlericalismo en la Espaa contempornea. Para comprender la
laicizacin de la sociedad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, pp. 104-111.
- 50 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Estado, que hiciera compatible la libertad con el orden social en Espaa, dentro de una
sociedad mayoritariamente catlica116. Pero, mientras se debata la libertad de cultos el
ambiente se enrareci al haberse hecho peticiones a favor de la libertad religiosa desde
Cartagena, Ceut, Fortuna, Lorqu, Vlez-Rubio y Albacete, mientras el clero diocesano
trabaj activamente desde el plpito y su accin pastoral para salvaguardar la unidad
catlica y rechazar las libertades que concedan derechos al error religioso frente a la
verdad revelada del Evangelio, custodiado por la Iglesia como nica depositaria117.
El resurgimiento del carlismo en Murcia tuvo lugar a principios del 69, con la aparicin
del peridico neocatlico El Buen Deseo para centrarse precisamente en la campaa
crtica contra la libertad de cultos y la ruptura de la unidad catlica. El comit del
partido carlista se organiz a comienzos de 1870, encabezado por miembros del alto
clero, de la nobleza murciana y la aristocracia, que siguieron las pautas de la direccin
central para dirigir el combate dentro de la ley, segn el criterio expuesto por el
general Cabrera para abandonar el aventurerismo insurreccional y abrirse a la va
poltica legal; lo que no les impidi crear frecuentes altercados urbanos en Murcia, como
116
DARD, C.: Cnovas y el liberalismo conservador, Madrid, Faes, 2013, pp. 57-59.
117
VILAR, J.B.: El obispado de Cartagena, pp. 15-18.
118
ESPAA TALN, M.C.: El obispo D. Francisco Landeira. Su vida y su tiempo, pp. 38-40; La Paz de
Murcia (23, 28-VIII-1869).
119
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 75-77.
- 51 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Con motivo del reconocimiento del rey Amadeo I de Saboya, Po IX dirigi al gobierno
espaol una lista de agravios cometidos por la revolucin a la Iglesia, que fue tomando
cuerpo en los ambientes eclesiales ms reacios a asumir los nuevos cambios polticos122.
El gobernador de Murcia haba enviado un oficio al obispo para que al pasar el rey con
destino a Madrid, procedente del puerto de Cartagena (por donde entr en Espaa el 30-
XII-1870 en la fragata Numancia), ordenase al clero hacer un repique de campanas en
sus iglesias en el momento que pasara, especialmente en la catedral, pero Landeira
respondi que no proceda el toque de campanas a la llegada y salida de alguien que
no era rey, ni tan siquiera infante de Espaa, y no se trataba de un acto religioso123.
120
Ibidem, pp. 83-170; La Paz de Murcia, (4, 12-II; 22-VII-1870).
121
CRESPO, A.: Historia de la prensa peridica en la ciudad de Murcia, Murcia, Real Academia Alfonso X el
Sabio, 2000, pp. 123-143.
122
CRCEL ORT, V.: Historia de la Iglesia en la Espaa contempornea, pp. 100-102; Iglesia y
Revolucin en Espaa (1868-1874). Estudio histrico-jurdico sobre la documentacin vaticana indita,
Pamplona, Eunsa, 1979; ARBELOA, V.M. MARTNEZ DE MENDBIL, A.: Documentos diplomticos sobre
las relaciones Iglesia-Estado tras la revolucin de septiembre de 1868, en Scriptorium Victoriense, 20
(1973), pp. 198-232.
123
ACM: Acuerdos Capitulares, Lib. 126, fol. 91 (extraordinario 30-XII-1870); ESPAA TALN, M.C.: El
obispo D. Francisco Landeira. Su vida y su tiempo, pp. 53-59; VILAR, J.B.: El Sexenio democrtico y el
Cantn Murciano, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1983.
124
La Paz de Murcia, (14-I-1873); ACM: Legajo 69, nm. 79. Ao 1873. Borrador de la carta del Cabildo
al obispo, dndole cuenta del robo (sin fecha).
- 52 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Las elecciones generales de marzo del 71 supusieron un xito para el carlista conde
de Roche, Enrique Fuster126, que consigui un escao por el distrito de Murcia junto con
el moderado Francisco Melgarejo y el republicano Juan Contreras. Al poco tiempo, el 3
de junio de 1871 el ministro de Gracia y Justicia, Augusto Ulloa, promocion al
cannigo liberal Torres Casanova a la dignidad de den127, para situar un representante
del poder en el cabildo murciano, porque al haberse roto las relaciones con el Vaticano
la provisin episcopal de las dicesis se haca a travs del nombramiento de los deanes,
que solan ser elegidos como vicarios capitulares en sede vacante.
125
VILAR GARCA, J.B.: El obispado de Cartagena, pp. 25-29; MULA GMEZ, A.J.: Lorca y su comarca,
una realidad contrarrevolucionaria en la Murcia cantonal, en Anales de Historia Contempornea, 10
(1994), pp. 379-390.
126
AMM: Leg. 2180; NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social, pp. 176-181.
127
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 76-80.
- 53 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Con el fin de instalar las oficinas estatales y provinciales en el edificio del Palacio
Episcopal, se envi a Lorca una comisin, presidida por A. Glvez, para solicitar del
obispo la cesin del palacio, que tena desocupado en Murcia, pero Landeira no quiso ni
130
recibirla . El borrador de la nueva constitucin republicana contemplaba ya abiertamente
la separacin de Iglesia y Estado, pero la impaciencia de los federalistas provoc el
estallido de huelgas revolucionarias y la creacin de cantones. Las disensiones internas
en el seno del consejo de ministros causaron la
dimisin del presidente E. Figueras (10-VI) y asumi
el cargo el federalista radical F. Pi i Margal, que tendr
mucho influjo poltico en el republicanismo
cartagenero. Se iniciaron entonces las insurrecciones
que buscaban realizar el proceso de abajo arriba tal
y como haba expresado el lder republicano Roque
Barcia con intencin de establecer cantones
independientes, que triunfaron en Cartagena, Murcia, Jumilla, Caravaca, Cieza, Abarn,
Blanca, Ricote, Ojs, Ulea, Villanueva, Archena, Las Torres de Cotillas, Alhama, Lorca,
Fuente lamo y Pliego, siendo frecuentes los conflictos y confrontaciones entre ellos131.
El levantamiento inicial tuvo lugar en Cartagena el 12 de julio a travs de los clubs de
128
MONTES BERNRDEZ, R.: El carlismo en la regin de Murcia (1833-1901), Cartagena, Concejala de
Cultura, 2001, pp. 47-56. Se form, entonces, una columna de voluntarios que sali de la ciudad por la
Puerta Nueva en direccin a Churra, con el plan de atraer el considerable sector carlista de Orihuela, pero
fue interceptada por el ejrcito en Fortuna y tuvo que disolverse, aunque algunos elementos de la misma
se unirn a las partidas que procedan de Alicante y Castelln.
129
VILAR, J.B.: El federalismo en los orgenes del Cantn de Cartagena (el partido federal republicano en
Murcia y su Regin (1868-1874), en Anales de Historia Contempornea, 9 (1993), pp. 123-173.
130
La Paz de Murcia, (6, 7, 8-IV-1873).
131
PREZ CRESPO, A.: Incidencia en la regin murciana del fenmeno cantonalista, Murcia, UMU, 1994.
- 54 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
Pronto hubo que hacer frente a las partidas carlistas, procedentes de Valencia y
Alicante, especialmente las del cabecilla Miguel Lozano, natural de Jumilla, que recorri
132
VALVERDE, I.: El Cantn Murciano, rgano oficial de la Federacin (Estudio realizado sobre el facsmil
editado en Cartagena en 1891), Cartagena, Molegu Grficas, 1973, pp. 79-80.
133
La Paz de Murcia, (18-VI-1873).
134
ACM: Acuerdos Capitulares, Lib. 126, fol. 138 (ordinario del 21-VI-1873).
- 55 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
135
MONTES BERNRDEZ, R.: El Carlismo en la Regin de Murcia, pp. 47-56.
136
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 207-209.
137
MEDIONI, M.A. El cantn de Cartagena, Madrid, Siglo XXI, 1979.
138
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 344-358.
- 56 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
cambios tan profundos introducidos por la revolucin del 68 hicieron que se iniciara el
proceso de recomposicin eclesial con la intencin de frenar la creciente secularizacin
originada por las medidas polticas anticlericales. El texto de la nueva constitucin del 69
violaba en su art. 21 los tradicionales principios de la unidad catlica espaola y los
derechos y prerrogativas de las personas e instituciones eclesisticas, junto con todos
los privilegios reconocidos a la Iglesia por el concordato del 51. Lo evidenciaba la ruptura
de relaciones diplomticas con la Santa Sede, porque en Roma se prohibi el ingreso al
embajador espaol J. Posada Herrera y el nuncio Franchi se ausent de Espaa en junio
de 1869, dejando los asuntos de la nunciatura en manos del secretario E. Bianchi139.
La Gloriosa Revolucin puso fin al reinado de Isabel II, quien en 1862 haba estado
visitando Murcia con motivo de la inauguracin de la lnea frrea que una Cartagena con
Madrid y fue hospedada por el obispo de Cartagena en su
Palacio 140 . Frente a la actitud de un amplio sector del clero,
sentimentalmente carlista o renuente al menos a colaborar con
el rgimen isabelino, el obispo F. Landeira (1861-1875) entraba
en el nmero de quienes haban aceptado sinceramente la
reconciliacin entre la Santa Sede y el Estado liberal, estimando
que la paz religiosa del pas y los privilegios de la Iglesia
catlica solamente podan ser garantizados por un buen
entendimiento entre el altar y el liberalismo conservador141.
Sin embargo, la condena global y sin matices del liberalismo, realizada por Po IX en
142
el Syllabus , y el espinoso problema abierto en la cristiandad por la cuestin romana,
con la prdida de los Estados Pontificios a manos de los liberales italianos cuando se
celebraba en el Vaticano el concilio que defini el dogma de la infalibilidad pontificia
(1870) 143 , propici que el ambiente eclesial europeo en general, y el espaol en
particular, experimentara un fuerte repliegue doctrinal hacia posiciones intransigentes
e integristas con respecto a la posibilidad de conciliacin entre el catolicismo y el
liberalismo, dificultando en gran medida el proceso de recomposicin eclesial144.
139
CRCEL ORT, V.: Historia de la Iglesia en la Espaa contempornea, pp. 86-97.
140
COS-GAYN, F.: Viaje de Isabel II a Cartagena, Murcia y Orihuela, Cartagena, UMU, 1969.
141
VILAR, J.B.: El Obispado de Cartagena durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), UMU, 1973, pp.
15; ESPAA TALN, M.C.: El obispo D. Francisco Landeira. Su vida y su tiempo, Murcia, 1961.
142
PO IX, Syllabus errorum (8-XII-1864), en DENZINGER, H. HNERMANN, P.: Enchiridion Symbolorum
Definitionum et declarationum de rebus fidei et morum [DH], Barcelona: Herder, 1999, n 2980.
143
DH, n 3050-3075.
144
MONTERO, F.: El peso del integrismo en la Iglesia y el catolicismo espaol del siglo XX, en Melanges
de la Casa de Velzquez, 44 (2014), pp. 131-156.
- 57 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Los episodios vividos durante el Sexenio hicieron que Landeira sufriera una profunda
mutacin ideolgica. Haba sido simpatizante del matizado liberalismo de Narvez y
entusiasta partidario de un rgimen al que deba todo y que haba sabido conjugar los
intereses de la Iglesia y del Estado, acogi el orden de cosas introducido en 1868 con
una desconfianza que no tard en convertirse en abierto desagrado y declarada
hostilidad. Los excesos de la revolucin, de la cual fue precisamente una de sus vctimas
ms sealadas, le arrojaron en brazos de la contrarrevolucin. Su caso es el de aquellos
prelados que, enfrentados con el anticlericalismo sectario de los polticos septembristas,
imperceptiblemente fueron radicalizando sus posturas y experimentaron un progresivo
acercamiento al tradicionalismo doctrinario a partir de 1869, en la medida en que la
poltica religiosa oficial evolucionaba con signo opuesto145.
A pesar del rearme integrista, que impregn fuertemente en sus inicios el contenido
doctrinal del movimiento catlico, fue el anticlericalismo poltico del Sexenio el que hizo
despertar en la Iglesia espaola el deseo de acompasarse a los nuevos tiempos que
parecan imponerse por la fuerza de los hechos y afrontar la actualizacin del modo de
presencia eclesial en la sociedad a travs de una incipiente movilizacin social de los
catlicos, aunque sin tener muy claros los modos efectivos de ejercerlo, ni los principios
inspiradores. Lo iniciaron primeramente para evitar que se cerraran al culto algunas de
las iglesias de los conventos exclaustrados y para presionar a las autoridades liberales a
desistir en su apropiacin del Palacio Episcopal, smbolo evidente de la autoridad y del
poder eclesial diocesano. Pero, sobre todo, se movilizaron, al igual que en el resto de
las dicesis espaolas, para conseguir firmas en contra del proyecto de libertad de
cultos que proyectaban los constituyentes y a favor del mantenimiento de la unidad
catlica de Espaa, obteniendo 62.641 firmas en la provincia de Murcia, del total de tres
millones de firmas conseguidas en toda Espaa, que fueron enviadas al parlamento146.
145
VILAR, J.B.: El Obispado de Cartagena durante el Sexenio Revolucionario, pp. 16-17, 38-40.
146
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 167-168.
- 58 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
parte por carlistas y elementos de la extrema derecha del partido moderado (los
denominados neocatlicos) para propagar y defender las doctrinas, instituciones y el
influjo social de la Iglesia, sealadamente su libertad y la unidad catlica de Espaa
por las vas de la paz y bajo el amparo de la ley, pero result electoralmente un
fracaso, aunque constituy el primer intento de forjar una alianza poltica con las
fuerzas conservadoras avalada desde la misma institucin eclesial147.
147
CALLAHAN, W.J.: La Iglesia Catlica en Espaa, pp. 29-30.
148
MONTERO GARCA, F.: El movimiento catlico en Espaa, Madrid, Eudema, 1993, p. 10.
- 59 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
pontfice a su labor149. Tambin fundara la sociedad de San Luis Gonzaga para jvenes
de la clase media (conocidos popularmente como los Luises)150. Adems, surgi una
prensa de inspiracin catlica, que no siempre fue ponderada en sus juicios, como
peridico neocatlico El Buen Deseo, el Ateneo Lorquino y La Bandera Murciana, de
clara orientacin carlista. Otros tomaron partido por la causa alfonsina, como El Ideal
Poltico, fundado por el sacerdote J.J. Gimnez Bentez, con A. Garca Alix como redactor,
cuyo lema era justicia, religin, libertad 151.
J.B. Vilar considera que al menos en un plano ideolgico Landeira se haba convertido
en carlista militante. En 1873 lo vemos colaborar en las pginas de La Regeneracin y
La Reconquista, rganos en Madrid al servicio de la causa de don Carlos, con cuyos
directores mantiene activa correspondencia. Es natural que cuando poco despus Caste-
lar haga un ltimo esfuerzo para atrarselo proponindole para la mitra de Valencia en
sustitucin del cardenal Barrio, anterior obispo de Cartagena promovido ahora a la sede
primada, el prelado decline el honor y se niegue a abandonar su dicesis 152.
En general, la experiencia del Sexenio, con sus derivaciones cantonalistas, fue tan
traumtica para la sociedad murciana que se hizo evidente la necesidad de reconducir
el proceso poltico a travs de la creacin del nuevo rgimen de la Restauracin liderado
149
La Paz de Murcia, (10-IV y 21-V-1870); ESPAA TALN, M.C.: El obispo D. Francisco Landeira. Su vida
y su tiempo, Murcia, 1961.
150
ROBLES, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin (1875-1900), en Murgentana, 79
(1989), pp. 75-76; DAZ CASSOU, Serie de los obispos de Cartagena, Murcia, 1977, pp. 237-241
151
CRESPO, A.: Historia de la prensa peridica en la ciudad de Murcia, Murcia, Real Academia Alfonso X el
Sabio, 2000, pp. 123-143.
152
VILAR, J.B.: El obispado de Cartagena, pp. 47-56.
153
MULA GMEZ, A.J.: Poltica y sociedad en la Murcia del Sexenio Democrtico. Lorca y Valle del
Guadalentn (1868-1874), Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1993, pp. 126-128
154
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia, pp. 86-87.
- 60 -
CAPTULO PRIMERO: Planteamiento conceptual de la confrontacin y sus protagonistas
por el diputado por Murcia, desde 1864, Cnovas del Castillo. La burguesa murciana
particip activamente a travs de la presencia del marqus de Fontanar en el juramento
a Alfonso XII. Las Juntas Alfonsinas estuvieron integradas por los principales propietarios
y el rey ser recibido en Cartagena por el mayor contribuyente de la provincia: el conde
del Valle de san Juan, acompaado por el marqus de Pinares y Francisco Melgarejo155.
155
PREZ PICAZO, M.T.: 1805-1930: un tiempo de estancamiento, pp. 150-152.
156
SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciques murcianos. La construccin de una legalidad arbitraria (1891-
1910), Murcia, UMU, 2001, pp. 11-29.
157
ROBLES, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin, pp. 123-143.
158
Fue l, junto a su secretario Merry del Val, quien impuls directamente el movimiento catlico espaol
para potenciar la presencia de los catlicos en la sociedad civil y superar las dificultades que impedan su
transformacin; CRCEL ORT, V.: La Iglesia en la poca contempornea, p. 209.
- 61 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
159
Altiplano: integrado por Jumilla y Yecla. Alto Guadalentn: integrado por guilas, Lorca y Puerto
Lumbreras. Bajo Guadalentn: integrado por Aledo, Alhama de Murcia, Librilla, Mazarrn y Totana.
Campo de Cartagena: integrado por Cartagena, Fuente lamo de Murcia y La Unin. Huerta de
Murcia: integrada por Alcantarilla, Beniel, Murcia y Santomera. Mar Menor: integrado por Los Alczares,
San Javier, San Pedro del Pinatar y Torre Pacheco. Noroeste: integrado por Bullas, Calasparra, Caravaca
de la Cruz, Cehegn y Moratalla. Oriental: integrada por Abanilla y Fortuna. Ro Mula: integrado por
Albudeite, Campos del Ro, Mula y Pliego. Valle de Ricote: integrado por Archena, Ojs, Ricote, Ulea y
Villanueva del Segura. Vega Alta del Segura: integrada por Abarn, Blanca y Cieza. Vega Media del
Segura: integrada por Alguazas, Ceut, Lorqu, Molina de Segura y Las Torres de Cotillas.
- 62 -
CAPTULO SEGUNDO
EL REFLEJO
DE LA POLTICA RELIGIOSA NACIONAL
EN LA PROVINCIA DE MURCIA
El liberalismo irrumpi a lo largo del s. XIX como un rechazo radical del modelo
poltico-social formado por el absolutismo, propugnando un nuevo sistema constitucional
que vena a garantizar el respeto de las libertades modernas. Al situar como criterio
bsico de la configuracin poltica e institucional del Estado la soberana popular y su
representacin parlamentaria, se enfrent directamente a quienes defendan el origen
divino del poder poltico y el carcter sagrado de la autoridad. Fue profundizndose el
proceso histrico de separacin entre la poltica y la religin, que ya se vena fraguando
en Europa desde la modernidad1. El problema real de la confrontacin histrica entre el
anticlericalismo y el movimiento catlico consista en dilucidar la autonoma de la
poltica con respecto a la religin. La poca que analizamos muestra los pasos indecisos
por los que discurri este debate, en el que no siempre estuvieron claras las posiciones2.
Despus de haber quebrado en Espaa las instituciones del Antiguo Rgimen y ser
modificadas con la creacin del Estado liberal, se fue modificando tambin la simbiosis
existente entre la poltica y la religin. El mbito natural de confrontacin se desarroll en
este mbito en la medida en que el anticlericalismo cuestionaba la posicin privilegiada
de la Iglesia y buscaba desplazarla de su situacin. Adems, el horizonte secularizador
de la vida poltica experiment un fuerte incentivo durante la crisis finisecular3, porque el
liberalismo doctrinario del rgimen poltico de la Restauracin se vio alterado por las
nuevas corrientes democrticas que comenzaron a triunfar en Europa en los inicios del s.
1
ANDRS-GALLEGO, J.: El sistema poltico, en Historia General de Espaa y Amrica, Madrid, 1981, vol.
XVI-2, pp. 3-69; PRIETO, F.: Lecturas de historia de las ideas polticas, Madrid, Unin Editorial, 1989;
CHEVALIER, J.J.: Los grandes textos polticos. De Maquiavelo a nuestros das, Madrid, Aguilar, 1970.
2
DAZ SNCHEZ, J.M.: La doctrina social de la Iglesia y la tica civil, en Sociedad y Utopa, n
extraordinario en Homenaje al prof. J.J. Snchez de Horcajo (1999), pp. 99-111; GONZLEZ DE
CARDEDAL, O.: Aportacin de la Iglesia a una sociedad civil y de la teologa a una tica pblica, en
Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, 73 (1996), pp. 25-63.
3
LVAREZ TARDO, M.: Poltica y secularizacin en la Europa contempornea, en Studia Historica.
Historia Contempornea, 16 (1998), pp. 143-166.
- 63 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
XX, caracterizadas por la conformacin de una nueva sociedad poltica en la que fuera
relegada la religin, cada vez ms, al estricto plano espiritual e individual de los
ciudadanos, sin ninguna repercusin poltico-institucional.
4
MARTNEZ ESTEBAN, A.: Aceptar el poder constituido. Los catlicos espaoles y la Santa Sede en la
Restauracin (1890-1914), Madrid, Studia Theologica Matritensia, 2006, pp. 62-78.
- 64 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
5
MONTERO, F.: El movimiento catlico en Espaa, p. 10; La Iglesia catlica ante el sistema poltico de
la Restauracin, pp. 207-210.
6
ANDRES-GALLEGO, J.: La Restauracin, pp. 98-109.
7
MONTERO, F.: El movimiento catlico en Espaa, pp. 15-16.
8
DE LA TORRE GMEZ, H.: La crisis del liberalismo (1890-1939), en Ayer, 37 (2000), pp. 97-214;
ANDRES GALLEGO, J.: Planteamiento de la cuestin religiosa en Espaa (1899-1902), en Ius Canonicum,
12 (1972), pp. 173-221; La poltica religiosa en Espaa (1889-1913), Madrid, Editora Nacional, 1975; La
- 65 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
partidos polticos realizaron en torno a la cuestin religiosa, fijando cul fue su poltica
religiosa y la manera en que reaccion el movimiento catlico murciano.
A lo largo del ao 1875 llev a cabo la reorganizacin del partido en Murcia por la
fusin de exmoderados, como Francisco Melgarejo, Pedro Gmez Esbry o ngel Guirao,
y exunionistas, como Antonio Hernndez Amores, Pascual Abelln, Manuel Strico, o el
marqus de Ordoo. Luego prosigui con la reorganizacin de las filas del liberalismo
doctrinario con la fundacin del Partido Liberal Conservador y su control poltico creci al
elegir la provincia de Murcia para presentarse sucesivas veces como diputado en 1876,
187910, 1881, 1884, 1886 y 1894, alternando el distrito de Cieza con el de Murcia. Su
hermano Emilio Cnovas lo hizo por Cartagena en 1876 y por Cieza en 1879 y 188411.
- 66 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
Los hombres de confianza de Cnovas en la regin fueron los condes de san Julin
y sus parientes los Mellado en el distrito de Lorca, en Cartagena los Pedreo primero y
los Maestre despus, en Bullas los Carreo, en Cehegn los Chico de Guzmn, en Cieza
los Mox. Cada una de estas familias posea la suficiente influencia para movilizar a los
electores y el dominio conservador lleg a ser tan
fuerte que seguan eligiendo a Zablburu o Garca
Alix, aunque triunfaran en el gobierno los liberales12.
12
SALMERN GIMNEZ, F.J.: El caciquismo en la zona norte de Murcia (1891-1910): Bases sociales del
poder local en los distritos electorales de Cieza, Yecla y Mula, Murcia, Publicaciones Universitarias, 1998,
pp. 160-163.
13
AGRM: Junta Provincial del Censo Electoral de Murcia, Leg. 204; SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciques
murcianos. La construccin de una legalidad arbitraria (1891-1910), Murcia, UMU, 2000, pp. 205-229;
MARTNEZ CARRIN, J.M.: La poca contempornea. La Regin de Murcia (ss. XIX-XX), en RODRGUEZ
LLOPIS, M. (coord.): Atlas histrico ilustrado de la Regin de Murcia y su antiguo Reino, Murcia, Fundacin
Sneca, 2006, pp. 248-263.
14
La alternancia con Sagasta (11-XII-1892) se reflej en el tpico vuelco electoral del encasillado, siendo
elegido Cnovas por el distrito de Cieza junto a dos diputados ms por Murcia, mientras que los liberales
consiguieron seis escaos y otro los republicanos posibilistas (5-III-1893). Nuevamente volvi al gobierno
Cnovas (23-III-1895) y en las elecciones obtuvo ocho diputados frente a solo dos liberales (5-IV-1896). Al
fallecer Cnovas en un atentado anarquista (8-VIII-1897), volvi al gobierno Sagasta (4-X-1897) y obtuvo
en Murcia siete escaos para los liberales, por dos de los conservadores y uno republicano (27-III-1898).
Tras el desastre del 98 entr en el turno Silvela (4-III-1899) y en las elecciones tom protagonismo la figura
de Juan de la Cierva, diputado del distrito de Mula, al obtener los conservadores ocho escaos por uno de
los liberales y otro republicano, nada menos que el expresidente de la I Repblica Emilio Castelar (16-IV-
1899). Al volver Sagasta (6-III-1901) obtuvo ocho escaos por dos conservadores y un romerista, que
impidi a los conservadores tener representacin en el distrito de Murcia (19-V-1901). El turno se abri de
nuevo con Silvela (6-XII-1902) y obtuvo ocho escaos frente a tres liberales (30-IV-1903). Montero Ros
inici el turno liberal (23-VI-1905) y en las siguientes elecciones tuvieron seis escaos por cinco
conservadores, mostrando la fortaleza de Juan de la Cierva (10-IX-1905). Antonio Maura (25-I-1907)
consigui una aplastante mayora de nueve a dos (21-IV-1907). Tras los sucesos de la Semana Trgica de
Barcelona accedieron los liberales al gobierno con S. Moret (21-X-1909) y en las elecciones (8-V-1910),
con Canalejas ya como presidente (9-II-1910), obtuvieron solo siete escaos por cuatro los
conservadores, rebajando considerablemente la tensin anticlerical del momento. Canalejas fue asesinado
por otro anarquista (12-XI-1912) y le suceder el conde de Romanones (14-XI-1912). Con Dato en la
- 67 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El pacto del Pardo entre Cnovas y Sagasta para constituir el sistema de alternancia
pacfica en el gobierno (24-XI-1885), aseguraba una mayora parlamentaria a quien
convocaba las elecciones, que desde el 26 de junio de 1890 se hicieron ya por sufragio
universal masculino, pero en Murcia siempre obtuvieron los conservadores un resultado
muy abultado y la fortaleza del partido se prolong, e incluso acrecent despus
ampliamente, con el murciano Juan de la Cierva Peafiel (1864-1939), prototipo del
caciquismo poltico clientelar durante el rgimen de la Restauracin15.
Pero Cnovas necesitaba del apoyo de los catlicos para legitimar su rgimen y
evitar que se identificaran con los carlistas. Para ello utiliz una poltica de gestos de
acercamiento y concesiones limitadas a la Iglesia, creando un sistema en el que pudieran
encontrarse cmodos los catlicos, por el reconocimiento oficial de la confesionalidad,
pero tambin los contrarios a ella, por la permisin poltica de la tolerancia religiosa16.
Se opuso tanto al sectarismo progresista como a la intransigencia carlista y trat de
convencer a la jerarqua de la conveniencia de aceptar su posicin moderada.
Precisamente por ello no content ni a unos ni a otros y no logr pacificar los nimos.
presidencia (27-X-1913) obtuvieron de nuevo los conservadores una abrumadora mayora en Murcia al
conseguir nueve de los once escaos, con solo dos para los liberales, muy divididos internamente (8-III-
1914). Mayor fue la contundencia de los conservadores en el Senado.
15
RODRGUEZ LLOPIS, M.: Historia General de Murcia, pp. 378-379. Bien es cierto que el diseo de las
circunscripciones electorales favoreci el dominio conservador, quedando los pueblos con cierta tradicin
liberal insertos en distritos ms amplios para contrarrestar el voto. Cartagena constitua una misma
circunscripcin con la lejana Caravaca, e igualmente el voto obrero de la poblacin ciezana supo
contrarrestarse en el diseo de un distrito con Moratalla y Cehegn. Lo mismo ocurri con Jumilla y Yecla,
unidas a Fortuna, Abanilla y a una parte del Valle de Ricote. Aunque la ley de 26-VI-1890 estableci el
sufragio universal masculino e integr en el sistema a los republicanos posibilistas de Castelar, permitiendo
tambin a los carlistas tener presencia parlamentaria a escala nacional, persisti la manipulacin
gubernamental de los resultados electorales (encasillado) para favorecer a los dos partidos del turno.
16
ROBLES MUOZ, C.: La cuestin romana y la Restauracin (1870-1881), en Burgense, 30 (1989), pp.
105-137.
- 68 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
17
ID.: Insurreccin o legalidad: los catlicos y la Restauracin, Madrid, CSIC, 1988, pp. 122-150.
18
GMEZ DEZ, F.J.: Religin y poltica en Antonio Cnovas del Castillo, en Estudios Eclesisticos, 73
(1998), pp. 621-654.
- 69 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
poltico para defender los derechos de la Iglesia dentro de la legalidad, pero los carlistas
siguieron insistiendo en los intereses dinsticos y al finalizar la segunda guerra carlista
con una nueva derrota militar -y la restauracin monrquica en la persona de Alfonso XII
(1872-1876)-, se agravaron las divergencias internas y empez a perder el apoyo social y
eclesistico del que haba gozado hasta entonces. Durante los inicios de la Restauracin
todava guardaba la aureola de defensor a ultranza de la religin catlica frente al
liberalismo del sistema poltico creado por Cnovas, pero aunque mantena alguna
presencia social a travs de peridicos y revistas, ya no particip directamente en la vida
poltica e impulsados por Cabrera, que haba reconocido como rey a Alfonso XII, algunos
carlistas se fueron integrando progresivamente en el sistema y llegaron a colaborar con
el partido conservador segn la pretensin inicial de Cnovas.
19
ROBLES MUOZ, C.: La Unin Catlica: su significacin y su fracaso, en Burgense, 28 (1987), pp.
109-168. Ya en 1878 Cnovas solicit al Vaticano que aclarara a la jerarqua la diferencia entre la filosofa
liberal y el rgimen poltico liberal compatible con la fe catlica.
20
REVUELTA, M.: Contrastes ambientales en torno a las creencias religiosas, pp. 60-62.
- 70 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
secretario de Estado Franchi le recomend engrosar el partido ms afn para que sus
esfuerzos no quedaran intiles y estriles para el bien, lo que se cumpli en enero de
1884 cuando Cnovas inici un nuevo turno y lo integr en su gobierno como ministro
de Fomento, considerndolo como el grupo ms avanzado del catolicismo tradicional y
un freno evidente a la identificacin entre carlismo y catolicismo que los tradicionalistas
pretendan fijar conceptualmente21. Menndez Pelayo y el marqus de Comillas, junto
con el catolicismo oficial espaol, secundaron esta orientacin para seguir la poltica
del ralliement, o colaboracin con los regmenes liberales, que Len XIII haba
aconsejado a los catlicos franceses y pretenda introducir tambin en Espaa22.
21
ANDRS-GALLEGO, J.: Tradicionalismo, Corporativismo y Democracia Cristiana, en ID. (coord.):
Revolucin y Restauracin (1868-1931), Madrid, Rialp, 1981, pp. 99-103.
22
MARTNEZ ESTEBAN, A.: Aceptar el poder constituido. Los catlicos espaoles, pp. 67-91.
23
CRCEL ORT, V.: Historia de la Iglesia en la Espaa contempornea, pp. 114-115.
- 71 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Len XIII tuvo que intervenir ante la gravedad de la situacin dirigiendo a los
obispos espaoles la encclica Cum multa (8-XII-1882), para denunciar las tensiones
existentes en la comunidad eclesial por razones polticas y poner fin a las divisiones de
los catlicos, deplorando que algunos catlicos hubiesen sembrado la semilla de la
discordia entre las asociaciones fundadas para defender los intereses religiosos y por
disparidad de criterios sobre la actuacin de los catlicos en la vida poltica no
manifestasen la reverencia debida a los obispos. Peda que evitasen las disensiones y
se uniesen frente a los ataques de los enemigos de la Iglesia, denunciando por igual
dos errores opuestos que parecan constituir el ncleo del problema conceptual en el
seno de la Iglesia espaola: el de quienes defendan la religin totalmente separada
de la poltica y el de cuantos confundan la religin con la poltica.
Pero la encclica, como recuerda C. Robles, no sirvi en realidad para mucho porque
las divisiones entre los catlicos espaoles no solo no terminaron tras la intervencin
del papa, sino que se agudizaron todava ms 24 . Las implicaciones de los intereses
polticos en los asuntos eclesiales fueron tan frecuentes e intensas que difcilmente se
pudieron apagar las tensiones a pesar de que Len XIII pidiera la unin de los obispos
por provincias eclesisticas e incluso recomendara realizar peregrinaciones conjuntas a
Roma para mostrar su unidad y limar las asperezas y divisiones internas de la Iglesia25.
En este clima de divisin lleg a Espaa el nuevo nuncio, el cardenal Rampolla, que
ser decisivo para la consolidacin de las posturas posibilistas en el catolicismo espaol.
En diciembre de 1885, con ocasin de los funerales de Alfonso XII gestion en Madrid
un apoyo colectivo de respeto al rgimen por parte de los obispos presentes, entre los
que se encontraba el nuevo obispo de Cartagena T. Bryan Livermore (1884-1902), y con
ello puso las bases del respeto recproco que presidi la relacin de la Iglesia con los
gobiernos liberales de Sagasta, potenciando el camino hacia la conciliacin conseguida
en la negociacin de la regulacin del matrimonio cannico en el cdigo civil (1889) 26. La
24
ROBLES MUOZ, C.: La Cum Multa de Len XIII y el movimiento catlico en Espaa (1882-1884), en
Hispania Sacra, 38 (1987), pp. 297-348; Poltica y clero en la Restauracin. La crisis de 1881-1883 y La
prensa y la divisin de los catlicos en la Restauracin, en Hispania Sacra, 38 (1986), pp. 355-398; 40
(1988), pp. 431-467.
25
CRCEL ORT, V.: Historia de la Iglesia en la Espaa contempornea, pp. 115-117.
26
Id.: Los obispos espaoles y la divisin de los catlicos. La encuesta del nuncio Rampolla, en Analecta
Sacra Tarraconensia, 55-56 (1982-1983) pp. 107-207; MARTNEZ ESTEBAN, A.: La obediencia constante y
leal a la autoridad pblica. Len XIII y el comienzo de la regencia de Mara Cristina, en Hispania Sacra, 58
(2006), pp. 171-222; ROBLES MUOZ, C.: Insurreccin o legalidad: los catlicos y la restauracin, Madrid,
- 72 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
CSIC, 1988. Tras varias reuniones, el nuncio consigui que en diciembre se elaborara una declaracin en
la que se reconoca la conveniencia de un cierto pluralismo poltico, se estableca una limitada libertad de
opinin y se subrayaba la autoridad del nuncio sobre los obispos como representante del pontfice. A
cambio de este apoyo explcito al rgimen, se ofreci un pacto basado en la colaboracin recproca para
negociar los temas controvertidos.
27
ELIZALDE, M.D.: La Restauracin, pp. 110-112.
28
DE LA CIERVA, J.: Notas de mi vida, pp. 21-24.
29
La Paz de Murcia, (24-II-1891). SALMERN GIMNEZ, F.J.: El caciquismo en la zona norte de Murcia
(1891-1910). Bases sociales del poder local en los distritos electorales de Cieza, Yecla y Mula, Murcia,
Servicio de Publicaciones Universitarias, 1998, pp. 155-156.
- 73 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El ao 1889 coincidi con la finalizacin del gobierno largo del Partido Liberal de
Sagasta (1885-1890), impulsor de toda una serie de reformas polticas que tuvieron un
marcado talante progresista y consolidaron la transformacin liberal del rgimen de la
Restauracin, reconcilindola con la revolucin del 6831. Esta orientacin motiv que en
la prensa murciana se hiciera frecuente el reconocimiento de que el Partido Conservador
se fue haciendo cada vez ms liberal en sus posiciones polticas y propici la sensacin
de que en nada se diferenciaban los conservadores de los liberales, comprometiendo su
compromiso real con el catolicismo, incompatible con el liberalismo32. Las crticas vinieron
primeramente a travs de la publicacin de una pastoral del obispo Bryan sobre El
30
AYALA, J.A.: La Murcia del primer tercio del s. XX, pp. 16-20.
31
El Diario de Murcia, (3-VIII, 19-X-1889).
32
El Diario de Murcia, (11-VII-1890; 3, 8 y 9-II, 25-IX, 7-X-1892).
- 74 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
33
El Diario de Murcia, (9, 13-IV-1889).
34
El Diario de Murcia, (10-X-1889); La Enseanza Catlica, (16-VI-1889). Era la tercera pastoral en la que
identificaba a los enemigos de la Iglesia: primero el Librepensamiento (23-II-1887) y despus la
Francmasonera (19-II-1888).
35
VILAR, M.J.: Toms Bryan y Livermore, obispo murciano del 98, en Anales de Historia
Contempornea, 14 (1998), pp. 253-270.
36
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos espaoles, pp. 244-245.
- 75 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Toms Salado Morejn, el anterior lectoral y secretario, ser quien firme junto a l
las duras pastorales antiliberales, hasta que se march como penitenciario a la catedral
de Burgos en 1890, ao en que ocup el cargo Flix Snchez. Tambin ejerci un gran
influjo en los escritos episcopales el rector de San Fulgencio Francisco Bello y Martnez,
magistral de la catedral, que haba colaborado con Landeira como perito en el concilio
Vaticano I, pero con motivo del conflicto que el obispo mantuvo con el cabildo y la
reforma de sus estatutos present su dimisin y el informe recoge que huy de Murcia,
retirndose a Orihuela junto a un hermano suyo y se dice que tiene a hora la cabeza
trastornada. Bryan puso de rector al arcediano Joaqun Beltrn Asensio, elegido obispo
de vila en 1897, y desde entonces ejercer l mismo como rector, nombrando solo
vice-rectores, incluido el propio Flix Garca en su etapa final (1903-1904).
37
Ibidem, pp. 245-246.
38
VILAR, M.J.: El obispo Bryan, pp. 256-257; ROBLES, C.: Insurreccin o legalidad, p. 353.
39
ROBLES, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin (1875-1900), en Murgentana, 78
(1987), pp. 69-105.
- 76 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
nuncios fras y distantes. Tambin se alude a un detalle que suele pasar desapercibido
en su biografa, pues afirma que entr tambin en la Compaa de Jess, pero estuvo
solo poco tiempo 40 , cuando la Compaa de Jess era el reducto ms slido del
integrismo en Espaa. Bryan har que los jesuitas, que haban vuelto a Murcia en 1871
trados por un reconvertido obispo Landeira para que le ayudaran en la tarea educativa,
adquieran un gran protagonismo en la direccin pastoral y doctrinal de la dicesis.
Era perceptible la crtica antiliberal por la deriva que en opinin del eclesistico haba
supuesto el sistema poltico, aunque segn la crnica de Tornel hizo a grandes rasgos la
biografa de Cnovas, histori la Restauracin en toda su importancia, present al Sr.
40
CRCEL ORT, V.: Len XIII, pp. 244-245.
41
El Diario de Murcia, (9-V-1889). Lo del da: sueltos (por J.M. Tornel).
42
El Diario de Murcia, (4-IX-1897). Lo del da: en la Catedral (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Cnovas como estadista eminente luchando con la revolucin y dio a Espaa los ms
largos aos de paz y de orden que ha disfrutado en este siglo. De las circunstancias de
la muerte, dedujo los peligros y amenazas que rodean al principio de autoridad, de origen
divino, segn el catolicismo, y de origen humano, segn el positivismo. Indic como
remedio a prximos males el hacer entender el debido respeto al principio de autoridad.
No obstante, llegar a reconocer que el Sr. Cnovas no hizo todo lo que debi en
favor de la religin porque muchos conservadores lo creen as; y porque todos los
conservadores saben que los partidos monrquicos han dado a la Iglesia ms palabras
que obras; basta ser espaol y hablar con verdad y sinceridad, para que se llene el alma
de amargura y nuestros labios prorrumpan en amargos lamentos, recordando los
ltimos treinta aos de la historia de Espaa, delante del cadver de Cnovas por la
mano de un anarquista. l poda haber evitado la deriva liberal porque la revolucin
del 68 fue estril, se desacredit en sus funestas postrimeras, mientras que la
Restauracin se impuso por el orden y Cnovas la despoj de todo carcter vengativo,
poniendo el empeo de su talento y altas dotes, en que significara la paz, la religin
respetada y la libertad garantizada para todos. No faltaron tampoco en el sermn las
censuras al mal uso que se hace de la libertad de imprenta y de enseanza43.
43
El Diario de Murcia, (5-IX-1897).
44
El Diario de Murcia, (19, 22, 23-IX, 5-XI-1897). La polmica se extender a Murcia cuando Hacienda
pretenda sacar a subasta los terrenos en los que se encontraba el santuario de la Patrona de la capital,
porque el gobierno que ha vendido lo temporal y lo eterno, digmoslo as, no sabe ya de qu echar
mano, y va buscando esos pedazos de sierra, de valles y de montes que quedan todava libres para que
los pueblos puedan disfrutarlos, y como si fuera a salvar al Estado de sus penurias, recoge las miserias de
una desamortizacin agotada, aunque pact con la dicesis la exclusin del templo de la Fuensanta y la
residencia episcopal veraniega de Santa Catalina del Monte.
45
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el liberalismo, en BOEDC, 21 (1889), pp. 49-134.
- 78 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
La constitucin del otro partido del turno fue mucho ms compleja. En 1880 se unieron
dentro del Partido Liberal Fusionista los constitucionalistas de Sagasta, los centralistas y
los denominados progresistas-demcratas de Cristino Martos. En Murcia, la unin se
realiz bajo los auspicios del general Cassola y el comit del partido ser presidido por el
46
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico, en BOEDC, 25 (1893), pp. 65-104.
47
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos espaoles, pp. 901-903.
- 79 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
mdico Jos Esteve y Mora, junto con el abogado Eulogio Soriano, a travs de la
integracin de la fraccin constitucional (con Alejo Molina, Daz Cassou, Jos Gmez
Dez o Manuel Girn) y la demcrata (con el marqus de
Camachos, Rufino Marn Baldo, Julin Pagn y Agustn
Sandoval Braco), pero no la centralista. Eran notables sin
arraigo social, a diferencia de los conservadores, que
mantuvieron una posicin muy difcil, un equilibrio siempre
complicado, pues el partido se nutra de comerciantes,
profesionales liberales y propietarios agrarios deseosos de
mantener sus prerrogativas econmicas y pocos de ellos
formaban parte de las oligarquas locales; las banderas de libertad y de progreso que
esgriman fueron demasiado etreas ante la realidad que tenan enfrente, pues no
estaban seguros de llevarlas a sus consecuencias ltimas48.
La principal figura del liberalismo murciano fue el mdico Jos Esteve Mora (1823-
1903), que llegara a ser presidente de la Real Academia de Medicina y representaba el
ideario moderado de Sagasta al inicio de la Restauracin canovista49. Formaban parte de
la direccin regional del partido Joaqun Lpez Puigcerver (afamado abogado y yerno del
presidente Esteve, quien desde el gobierno central desempeara un papel decisivo en
la direccin de la poltica liberal en la provincia), el general ngel Aznar (diputado por
Cartagena y representante del ala progresista del ejrcito), el abogado criminalista
Jesualdo Caada Baos y el mdico ngel Pulido, todos dedicados a profesiones liberales,
que sufrirn una estrepitosa derrota frente a los conservadores en las elecciones de
189150. Aunque transmiti el mando del partido en Murcia a su sobrino Miguel Jimnez
Baeza -tambin mdico y diputado en cuatro legislaturas-, pronto tomara de hecho las
decisiones polticas decisivas dentro del partido Joaqun Lpez Puigcerver51.
Para F.J. Salmern, fue siempre en Murcia un partido subsidiario del conservador
y su implantacin fue prcticamente insignificante, hasta el punto de conjeturar que
48
SALMERN GIMNEZ, F.J.: El caciquismo en la zona norte de Murcia, pp. 178-186.
49
Jos Esteve Mora naci en La Arboleja, se distingui por su labor como mdico y jefe poltico de los
liberales murcianos durante la Restauracin. Tras cursar sus estudios en los Franciscanos y medicina en la
facultad de Valencia, alcanz la presidencia de la real Academia de Medicina de Murcia (1887-1890). Fue
vicepresidente de la Comisin Provincial, presidente de la Diputacin en varias ocasiones (1884, 1889-91,
1894-96) y diputado a Cortes en la legislatura de 1902. Por su labor humanitaria y profesional le fue
otorgada la Cruz de Epidemias (en el clera de 1854) y la Gran Cruz de Isabel la Catlica.
50
La Paz de Murcia, (3-II-1891).
51
Haba llegado procedente del partido democrtico en el que particip en la revolucin del 68-, debido
sobre todo al poderoso influjo que ejerci desde sus cargos como ministro de Hacienda (1886), Fomento
(1894), Gobernacin (1903) y Justicia (1890, 1902 y 1905); El Liberal de Murcia, (18-X-1905).
- 80 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
es posible que, sin el apoyo que los propios conservadores les brindaron en ocasiones
crticas, no hubieran podido mantenerse en el panorama poltico murciano, no pudiendo
sobrevivir a la continua divisin entre los distintos subgrupos que los componan, en
abierta oposicin a la unidad conservadora. Sufrieron el trasvase de sus elementos ms
valiosos hacia el partido conservador, como Garca Alix o Jos Maestre, y tan solo la
dependencia de las directrices emanadas desde Madrid les permiti ganar las elecciones
de 1905 o 191052, para lo cual tuvieron que pactar con los ciervistas y con sus notables
en Madrid, como Romanones que tena ya fuertes intereses econmicos en Cartagena y
fue creciendo en influencia al tiempo que declinaba la de Puigcerver. El cambio se produjo
a mediados de 1905 con la disidencia de los liberales en Yecla, el ms importante ncleo
liberal despus de Cartagena y Murcia, y actu de hecho el propio Romanones como
jefe poltico de los liberales murcianos tras el fallecimiento de Jos Esteve en 190653.
Con el mdico Jos Esteve Mora al frente del partido no hubo ningn atisbo de rebrote
anticlerical, sino que sigui fielmente las indicaciones del lder nacional para evitar la
confrontacin religiosa. Sus hondas convicciones catlicas fueron reconocidas por todos,
repitiendo en la prensa que se trataba de una de las personas ms simpticas y queridas
de Murcia y un poltico siempre respetado, hombre bondadoso y sencillo, mientras
que Tornel recuerda su amistad personal con Sagasta, a quien tuvo hospedado en su
casa en varias ocasiones y asimil su talante moderado en poltica religiosa pues largos
aos ha luchado en poltica, al frente del partido liberal, y aunque el demonio de la
poltica es el que inspira los odios y las venganzas. D. Jos Esteve se ha salvado de ello
y ni en toda su vida ha tenido un enemigo, ni le ha cogido la muerte con una mala
voluntad. Aun de la lucha poltica ha salido respetado y querido, y la prensa reseaba
que recibi cristiana sepultura despus de celebrar las exequias en su parroquia de
52
Solo en Yecla, Moratalla y Abarn puede hablarse de partido liberal local con propiedad, exceptuando
Calasparra, Cieza y Mula donde su representatividad era escasa pero al menos apreciable. En Cieza estuvo
Joaqun Chapaprieta, diputado en 1901 que lleg a ser ministro de Gobernacin con Romanones (1913) y
colabor con Alba en 1915 para la estabilizacin hacendstica; los grupos de izquierda dinstica, con
Evaristo Fernndez Marn, y la fusin liberal, con Baldomero Camacho, unieron sus fuerzas formando un
comit encargado de reorganizar el partido liberal dinstico, cuya presidencia recaer en Isidro Gmez
Marzo. En Moratalla con Juan Antonio Escalante Toledo, que tendr que luchar con su rival Jesualdo
Caada Baos, y en Abarn con el alcalde Jos Templado Fernndez y a partir de 1903 con Antonio
Castao Gmez. En Mula estar Miguel de la Torre y Cabrera, hasta 1906, y en Calasparra con Patricio
Hervn Marn y Juan Moreno Marn.
53
El Liberal de Murcia, (18, 22-VIII-1905; 3-I-1906). La divisin del liberalismo yeclano ser profunda:
uno de los grupos es el liderado por Francisco Antonio Martnez Peir, nutrido por un grupo de hombres
provenientes del partido conservador, que nunca ser aceptado por los liberales histricos yeclanos.
- 81 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Algo similar sucedi con su vicepresidente Eulogio Soriano, a quien se describe como
catlico ferviente55. Hasta entonces la orientacin de la poltica religiosa de los liberales
murcianos sigui el rumbo fijado por Cnovas y Sagasta para no radicalizar la cuestin
religiosa y suscitar un trnsito sereno hacia la aceptacin social del valor poltico de la
tolerancia religiosa, respetando la tradicional creencia catlica. Su actuacin podra
encuadrarse dentro de los parmetros que recoge el informe Vaticano de 1896 en el que
se indica que en estos ltimos aos se ha dado un gran paso para la pacificacin de los
espritus, separando las creencias religiosas de las cuestiones polticas. Puesto que se
ha reconocido que la fe no puede constituir un programa o una arena de partido y que
los sentimientos catlicos estn fuera de discusin para el pasado espaol56.
54
El Liberal de Murcia, (3, 4, 5-I-1906). Diario de Murcia: Don Jos Esteve (por J.M. Tornel).
55
El Diario de Murcia, (2, 17-19-XII-1891).
56
AAEESS Spagna pos. 837, fasc. 276, fol. 1-82; CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos, p. 819.
57
El Diario de Murcia, (1-I-1898). Ao nuevo (por J.M. Tornel).
- 82 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
que le propona renovar y llenar el programa poltico con varios objetivos nuevos, entre
los que sugera el tema religioso, concitando la lucha contra lo que consideraba la
reaccin teocrtica que defenda el regeneracionismo de la Unin Conservadora,
utilizada como plataforma de convergencia para acercar todas las tendencias dispersas
del tradicionalismo, hacia el nuevo partido conservador de Silvela58.
Incluso se sirvieron de los xitos del general Polavieja en las operaciones blicas de
Filipinas, que era presentado desde la prensa como encarnacin de la poltica catlica
y en Murcia logr conectar muy bien con las clases populares vidas de hombres de
temple, de patriotismo y acrisolada honradez, por lo que Tornel indicaba que el pueblo
murciano ha cifrado sus esperanzas en el general Polavieja y le manifiesta sus simpatas
en todas partes 61. En poco ms de una semana se multiplicaron por todos los pueblos
de la regin de Murcia las adhesiones al movimiento regenerador suscitado por l. La
crnica del desastre del 98, adquiri en Murcia caracteres dramticos por haber salido
de Cartagena la mayor parte de la flota que fue destruida, tanto en La Habana como en
58
ANDRES GALLEJO, J.: La Restauracin, pp. 377-394.
59
El Diario de Murcia, (16 y 18-XI-1900).
60
El Diario de Murcia, (23-II-1901): Del estado general de la poltica solo ha llegado Murcia un chispazo
que ha dado motivo que el Sr. Gonzlez Conde se separe del partido conservador silvelista. El hecho es
ya pblico, lo que no se sabe son los motivos determinante pero sean los que fueren, la separacin del Sr.
Gonzlez Conde del partido conservador privar a este de muchsimos valiosos elementos; SALMERN
GIMNEZ, F.J.: Caciques murcianos, pp. 109-111. Tambin se estableci un sector silvelista en otras
localidades menores como Calasparra, Moratalla y Abarn.
61
El Diario de Murcia, (6, 13, 16, 17 y 19-V-1897; 22-VI, del 18-IX al 4-X-1898).
- 83 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Cavite, y ser esta ciudad la escogida para inmortalizar el monumento a los hroes de
ambos conflictos62. El desgaste poltico experimentado por el gobierno de Sagasta hizo
que se convirtiera en un clamor popular la peticin de cambio poltico y Silvela pidi el
ejercicio del turnismo, al considerar agotado el proyecto liberal, mientras daba a conocer
las bases del acuerdo de entendimiento a los que haba llegado con el regeneracionismo
de Polavieja63. La situacin de vaco provocada por el desastre militar propici los rumores
de conatos de levantamiento, que generalizaron la identificacin de intereses mutuos
entre la Iglesia y el carlismo, hasta el punto que el mismo nuncio tuvo que entrevistarse
con Sagasta para negar el apoyo de ciertos sectores del clero al carlismo y pactar las
condiciones de repatriacin de los religiosos en Filipinas64.
Sagasta era consciente del peligro que implicara resucitar la cuestin religiosa, pero
no tuvo ms remedio que utilizarlo para prevenir el peligro de desunin interna, ya que
durante el otoo la prensa republicana radical haba centrado su anticlericalismo en los
Jesuitas, al considerarlos culpables de la reaccin antiliberal que pretenda hacer
retroceder el campo de las libertades en Espaa, y en la actitud poco patritica de los
frailes espaoles en Filipinas y su vuelta a la pennsula, haciendo que el anticlericalismo
acabara por convertirse en el remedio para resolver en el partido liberal el grave
problema de falta de programa y de unin interna entre los diferentes personalismos.
Pronto comenzar a impregnarse la prensa murciana de comentarios que recogen el
tradicional antijesuitismo sostenido por Castelar, pero Tornel lo rechazar como un
elemento de distraccin para evitar captar la grave situacin en la que haba dejado las
62
AYALA, J.A.: Murcia en la primera mitad, pp. 13-17.
63
El Diario de Murcia, (3-XII-1898, 12-I-1899).
64
El Diario de Murcia, (10, 12-VIII, 1, 16-XII-1898).
65
El Diario de Murcia, (16-II-1898); El Nacional, (8-I-1899).
66
El Diario de Murcia, (8-II-1899). Castelar ha hablado.
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CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
instituciones del Estado el gobierno liberal, llegando a indicar que da risa leer los
peridicos que combaten la alianza de Polavieja y Silvela. Creen que aqu no ha pasado
nada. Que estamos como hace treinta aos y las palabras libertad y reaccin tienen aquel
significado que en la poca romntica de la poltica. La gente ya est curada de espanto
y se re de que se diga que la unin la han hecho los jesuitas, como lo deca textualmente
ayer un peridico de Madrid, y no cree nadie que Romero Robledo se prepare a combatir
la reaccin. Estas son frases gastadas, sin sentido ninguno67.
Tambin se constataba la convergencia del partido liberal con los republicanos, que
hacan gala de su proverbial anticlericalismo con sarcsticas expresiones, como la mofa
67
El Diario de Murcia, (14-I-1899). Lo del da: a buenas horas mangas verdes o la mano de los jesuitas
(por J.M. Tornel).
68
El Diario de Murcia, (4, 5, 8, 9, 10-III-1899).
69
El Diario de Murcia, (25-II, 11-III-1899). La farsa de la reaccin.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El propio Silvela tuvo que defenderse de los ataques tan descalificadores y presentarse
como conservadores a la moderna, sin otro propsito que poner trmino a la obra de
regeneracin y reconstitucin de Espaa 72. La campaa orquestada por la prensa para
crear el frente comn poltico contra la pretendida reaccin catlica le recordaba a
Tornel fantasmas de otro siglo y lleg a preguntarse si es posible que nuestro atraso
sea tan grande que estemos dando vueltas eternamente a las viejas disputas sobre la
invasin clerical y el insaciable espritu de dominacin de la Iglesia?. Incluso llegar a
decir que deben creer que los liberales hemos de ser siempre tontos, que hemos de
comulgar con ruedas de molino, y que en nombrando el clericalismo, el ultramontanismo,
el doctrinarismo y otros ismos por el estilo, vamos creer que la Inquisicin ha encendido
ya sus hogueras y nos va a achicharrar vivos. Ni en el programa del propio D. Carlos!73.
Pero las crticas hicieron mella en el partido conservador, que quiso combatir desde
dentro la imagen de Silvela con el acercamiento hacia los sectores ms liberales, que no
fructificaron en Murcia, porque hay afn en ciertos conservadores de liberalizarse y para
ello tratan de minar la influencia de Polavieja, atrayndose a los liberales del duque de
Tetun y al mismo Weyler, ese liberaln. La culebra se va enroscando alrededor del
general y es posible, cuando la sierpe de la envidia y de los odios miserables est a punto
de ahogarle, que salga a relucir la daga florentina. Pero el da que a Silvela le falte el
apoyo del general Polavieja, ya se encargar de l Romero Robledo 74. Polavieja iba
perdiendo fuerza frente a Silvela y acab siendo desactivado su efecto regenerador a
70
El Diario de Murcia, (7-III-1899). Revista de la prensa.
71
El Diario de Murcia, (8-III-1899). Revista de la prensa y Lo del da (por J.M. Tornel).
72
El Diario de Murcia, (17-III-1899). Declaraciones del Sr. Silvela a Le Temps.
73
El Diario de Murcia, (3, 11-III-1899). Lo del da (por J.M. Tornel).
74
El Diario de Murcia, (13-V-1899) Notas polticas.
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CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
pesar de la extraeza mostrada por Tornel, pues si todos los amigos polticos del general
Polavieja han sido como los de Murcia y su provincia, no se comprende que el general
haga dejacin de ellos, puesto que no han hecho ms que creer en l y tenerle como
una esperanza para la regeneracin del pas75.
75
El Diario de Murcia, (30-VI-1899). Lo del da (por J:M: Tornel).
76
El Diario de Murcia, (6-VII-1899): reaccionarismo, clericalismo, militarismo, regionalismo y capitalismo.
77
El Diario de Murcia, (11-VII-1899). Alcance de noticias. Telegramas.
78
El Diario de Murcia, (31-VIII hasta 21-IX-1899). Incluso Sagasta lament la torpeza del gobierno al
provocar la lucha religiosa en Castelln y en otras partes por querer imponer su ideario religioso,
78
haciendo que el anticlericalismo comenzara a tomar presencia social en la poltica nacional . Lo cierto es
que en Murcia se vio a Silvela como una posible correccin del oportunismo poltico de Cnovas y su
pragmatismo en materia religiosa, ya que estaba vinculado familiarmente con el obispo Bryan, y como la
posibilidad de orientar el partido conservador o simplemente su refundacin como partido catlico;
ROBLES, C.: Frente a la supremaca del Estado y la Santa Sede y los catlicos en la crisis de la
Restauracin (1898-1910), en Anthologica Annua, 36 (1989), pp. 330-335.
79
El Diario de Murcia, (22,23-XI-1900, 12 al 23-II-1901).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
ovacin80, frase plagiada textualmente del famoso discurso del republicano francs de
finales del s. XIX Gambetta, con la que quera dar continuidad a su labor poltica en
Espaa. Al da siguiente Romero Robledo atac a las rdenes religiosas no autorizadas
por el Papa, por considerarlas ilegales y expoliadoras y se recre en la lectura de un
catecismo antiliberal que se enseaba en las escuelas religiosas de Madrid donde se
desacreditaba el rgimen poltico de la Restauracin por considerar condenado por la
Iglesia el liberalismo. Silvela intervino en la discusin declarndose sucesor de la poltica
liberal del Sr. Cnovas del Castillo y replicar a Canalejas diciendo que la cuestin del
clericalismo no es espaola, ni moderna, levantando grandes protestas de la minora
tetuanista81. Canalejas acentu sus ataques contra el clericalismo, pidiendo se deslinde
la Iglesia del Estado, mientras Silvela, por su parte, le peda que los liberales declaren
el concepto que tienen de las relaciones de la Iglesia y el Estado y si reformarn las
leyes vigentes que existen sobre esta cuestin cuando lleguen al gobierno82.
80
El Diario de Murcia, (15-XII-1900). Alerta (por B. Paraso) y Telegramas de anoche.
81
El Diario de Murcia, (16-XII-1900). Telegramas.
82
Durante el invierno de 1900 a 1901 se sucedern varios episodios que tuvieron una repercusin
meditica nacional desproporcionada y enrarecieron el ambiente en Murcia por la actitud decidida del
obispo Bryan, como el cese del preceptor de Alfonso XII, el Padre Fernndez Montaa, por recordarle al
futuro Rey que el liberalismo era doctrina condenada por el magisterio de la Iglesia y tuvo que ser el
diputado conservador murciano Garca Alix, anteriormente demcrata y liberal, quien se opusiera sin
82
paliativos al antiliberalismo eclesial, que tena en las pastorales de Bryan su ms claro defensor . La
Regente dio el turno a Sagasta, quien en el Mensaje de la Corona a las nuevas Cortes anunci ya su
intencin explcita de introducir en el programa de gobierno la reforma del concordato. Desde entonces,
se quebraron los equilibrios establecidos anteriormente entre los partidos del turno y la cuestin religiosa
adquiri relevancia poltica nacional; El Diario de Murcia, (18-XII-1900; 6-III-1901). Sagasta en el poder.
83
SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciques murcianos, pp. 95-101.
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CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
posicin, pero el postulado anticlerical fue asimilado por los distintos polticos que se
disputaron el liderazgo del partido, adquiriendo dinmica propia.
Joaqun Lpez Puigcerver haba sido varias veces ministro en los gobiernos liberales
y en 1902 era de nuevo ministro de Justicia con Sagasta, por lo que era considerado por
la prensa como dueo y seor de los destinos de esta provincia durante los gobiernos
liberales. Ser l quien transmita las nuevas consignas a los liberales murcianos en
oposicin a J. Esteve, que no quiso mezclarse en la poltica anticlerical y ver reducido
su influjo al mbito local de Murcia84. Sobre todo lo har cuando, despus de haber
radicalizado su postura en el tema religioso al acceder al poder los conservadores, vuelva
a ser otra vez ministro de Justicia en 1905 y pida abiertamente la libertad religiosa, la
reforma del concordato y la modificacin de la situacin de la Iglesia dentro del Estado,
para mostrar la independencia y autoridad del poder civil sobre el religioso.
Hizo suyas las ideas expuestas por Sagasta, llegando a afirmar que en cuestin
religiosa soy partidario de la libertad de cultos y quisiera que la educacin en Espaa
hubiera llegado a tan algo grado, que cada individuo profesara en conciencia las ideas
que le parecieran ms convenientes. Este es mi ideal, pero aqu nos encontramos con un
Estado catlico, una Iglesia privilegiada, que por serlo, tiene que aceptar la soberana del
Estado, y creo que no es compatible el derecho comn con el privilegio. El concordato
es una limitacin de la soberana del Estado pero es que no puede modificarse cuando
alguna de las partes pida su modificacin? Yo opino que para resolver la cuestin
religiosa deben tenerse en cuenta el derecho individual y el de la Iglesia. Estoy conforme
con el Sr. Moret en lo concerniente a las rdenes religiosas, entera libertad para que se
establezcan en Espaa, pero siempre que se sometan a la ley comn85.
84
El Diario de Murcia, (24-III, 1-V, 4-VIII-1901, 4-IV-1902). Sintonizaba as con su antigua militancia en el
partido democrtico, con el que particip en la revolucin de septiembre de 1868. l ser tambin quien
introduzca como cuneros en los distritos murcianos a algunos polticos liberales que haban sido
pasantes en su despacho de abogados y adquirirn relevancia poltica, como Joaqun Chapaprieta
Torregrosa, a quien consigui sacar como diputado por Cieza en 1901, y entrara despus en el gobierno
de Garca Prieto de 1923, ministro de Hacienda con Lerroux, en mayo de 1935, y finalmente presidente
del gobierno desde septiembre (25-IX-1935/19-II-1936).
85
El Diario de Murcia, (3-V-1902). Lo que ha dicho el Seor Puigcerver.
- 89 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
lleg a asumir las tesis de Canalejas y fue ms partidario del Modus vivendi, pactado con
la Santa Sede en el mes de abril, por el que se dispona que bastaba para su aceptacin
el que se inscribieran en el Registro Civil, pero con la progresiva radicalizacin de la
cuestin religiosa en los gobiernos de Montero Ros, S. Moret y Lpez Domnguez opt
por asumir una postura anticlerical, moderada en el fondo y audaz en el lenguaje, para
utilizarlo como nota distintiva de los liberales frente a los conservadores murcianos, ya
que desde 1905 el tema religioso se convirti prcticamente en la nica lnea divisoria
que separaba, ante la opinin pblica, al partido liberal del conservador86.
Puigcerver falleci en junio de 1906, pero desde haca algunos aos el conde de
Romanones haba comenzado a robarle protagonismo poltico en Murcia a travs de sus
cuantiosas inversiones en la cuenca minera y en el Banco de Cartagena, llegando a ser
dueo de una de las islas del litoral del Mar Menor, y se repartieron el mbito de
influencia: Puigcerver ejercera su influjo en Murcia y el interior de
la provincia, mientras Romanones se convertira en el lder de los
liberales de Cartagena y su comarca 87 . En el informe Vaticano de
1896 se indicaba que Romanones era peligroso por su avanzado
liberalismo 88 y, al fallecer Sagasta en 1903, intent optar a la
jefatura de los liberales, junto con Moret y Montero Ros. Visit
Cartagena, donde fue recibido -por el entonces lder liberal
cartagenero Jos Maestre-, con un brindis en el que se
manifestaba que el partido conservador no puede dar cima a las
reformas religiosas, polticas y sociales que reclama el pueblo espaol, haciendo falta
un instrumento de gobierno que bajo un rgimen de paz y democracia haga una patria
respetada y fuerte, y ese instrumento es el partido liberal 89.
86
El Liberal de Murcia, (1-II, 8, 13, 15-V, 15-VII, 24, 25, 26, 28, 29-IX, 3, 15, 29-X, 16, 20-XI, 3, 12-XII-
1903).
87
El Liberal de Murcia, (18-VIII, 2-IX, 10-X-1905).
88
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los espaoles, pp. 818-822, 900-908.
89
El Eco de Cartagena, (13-X-1903).
90
El Liberal de Murcia, (14-II-1906). Diario de Murcia: el asunto del da (por J.M. Tornel).
- 90 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
otros partidos, profesasen los mismos principios demcratas, como los republicanos
Hiplito Caldern, Prefumo, Jos Garca Vaso, Diego Gonzlez y Jos Ingls Guerrero,
adems del sector Canalejista murciano, representado por Enrique Martnez Muoz y el
sector liberal histrico con Justo Aznar, Francisco Conesa Balanza y Manuel Antn91.
91
El Eco de Cartagena, (23-VIII-1906, 2-I-1907).
92
El Eco de Cartagena, (21-III-1907).
93
EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos en la Cartagena de Alfonso XIII (1902-1923), Murcia,
CAM, 1990, pp. 157-159.
94
VICTORIA MORENO, D.: Las candidaturas dinsticas y sus opositores en la Cartagena de la
Restauracin y su circunscripcin. Electoralismo y liderazgo poltico (1909-1916), en Anales de Historia
Contempornea, 17 (2001), pp. 595-601.
- 91 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El periodista Martnez Tornel pronto vio en l un poltico de futuro y sintoniz con sus
propuestas de reforma en poltica religiosa pues no puede negarse que aviva el espritu
liberal, hace proslitos en toda Espaa y se ha declarado catlico y archirreligioso 99,
de tal manera que se han quedado chasqueados los que esperaban que el Sr. Canalejas
iba a hacer declaraciones antirreligiosas, anticipando que cuando llegase al gobierno
95
El Diario de Murcia, (22-III-1903); El Liberal de Murcia, (7-XI-1901; 8-II-1902; 13-V-1903; 30-X-1905);
AHPM: GOB, 6580/15: Crculo Democrtico de Murcia (n 775).
96
El Liberal de Murcia, (17, 25-VII, 30-X-1905; 14-II-1906); AHPM: GOB,6580/16-18: Crculo Democrtico
de Cartagena (n 808), Crculo Liberal Democrtico de guilas (n 821), Juventud Democrtica de
Cartagena (n 910), Crculo Liberal Democrtico de La Unin (n 1610).
97
El Diario de Murcia, (4 y 17-II y 1, 6 y 7-V-1900).
98
El Liberal de Murcia, (25-VII-1905): Marn-Baldo, Gregorio Alarcn Barns, Pinar, Mata y Montesinos.
99
El Liberal de Murcia, (1-III-1910). El Diario de Murcia: marzo (por J.M. Tornel).
- 92 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
100
El Diario de Murcia, (18-VI-1902), Lo del da (por J.M. Tornel).
101
El Correo de Levante, (14-IV-1902). Discurso de Canalejas.
102
Ibidem. Insistir siempre en el catolicismo sociolgico e institucional siendo Espaa un pas en el cual
la inmensa mayora de los ciudadanos profesa, y no todos, pero muchos, practican la religin catlica;
siendo Espaa un pas en cuya constitucin se halla incorporado como el principio regulador de la tica
nacional el de la moral catlica; en el que la libertad de conciencia est, despus de todo, consignada en
el art. 11 de la constitucin, que se ha escrito sin embargo con ciertos atisbos de desconfianza y de recelo
que caracterizan esta especialidad de nuestro rgimen constitucional y del derecho comparado.
- 93 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Y aseverar que ese deseo de secularizar la poltica coincide con el deseo popular104,
porque la promesa del ministro ha sido recogida por todos los espaoles amantes de
la libertad y del derecho y los ha llenado de regocijo. Ya era ocasin de que se hiciese
algo razonable para poner coto a algunas extralimitaciones de que todos nos condolemos
y de que un ministro diese forma al clamoreo popular. El reinado de la mentira dur
mucho tiempo para que nos inspire una alegra muy grande su finitud. Canalejas da vida
a las aspiraciones de toda Espaa y labora por su bien, tanto peor para los Tartufos que
le pongan impedimentos. La ola los arrollar a todos y quizs llegue muy arriba.
El jefe de los canalejistas de Murcia, R. Guirao, ser entrevistado por el peridico para
disipar las reticencias despertadas entre algunos catlicos murcianos por su decidido
combate contra el clericalismo, a lo que contestar diciendo que Canalejas camina con
paso firme a la regeneracin de este pas, hacindolo solo por los medios del derecho y
de la razn y oponerse a su obra redentora sera tanto como oponer diques a las potentes
olas del mar 105 , porque quiere conquistar para su pas, el adelanto perdido en los
muchos aos de atraso, que una poltica funesta y sin rumbo la tuvo dominada, aunque
reconoce ser cierto que Canalejas, con su perspicacia y modo de ser, rompe los
103
El Heraldo de Murcia, (29-IV-1902). El reinado de la mentira: Cmo hay ahora quien se atreva a
maravillarse de que el ministro obre honradamente con arreglo a sus convicciones? Cmo se pasma de la
obra de Canalejas el canario parlanchn de Melquades lvarez? Dice ste que Canalejas traer con su
proceder la revolucin, y ciertamente que si as fuera no habra bastantes palabras de elogio para el ilustre
demcrata, mas no se alarme por esto el elocuente diputado gubernamental: como acaso venga es si se
defraudan las esperanzas del pas y no se dicta esa ley de Asociaciones que espera Espaa.
104
Ibidem.
105
El Heraldo de Murcia, (5-V-1902). Una Interviu.
- 94 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
convencionalismos de gobierno que tantos das tristes han trado, a este empobrecido
pas, y con la gallarda del convencido por conocer el mal y su origen y hallarse penetrado
de su gravedad se anticipa a los acontecimientos y con sus doctrinas y enunciacin de
que pronto sern convertidos en leyes.
Lo mismo harn Jos Cayuela, Martnez Moya y F. Prez Guilln, pues como este
partido viene pblicamente tildado por su anticlericalismo, el Sr Prez Guilln, cristiano y
buen creyente, tuvo empeo en defender y aclarar este punto en los siguientes prrafos:
clericalismo, en el lenguaje poltico quiere decir gobierno del clero, o por lo menos,
predominio del clero en el gobierno de la nacin, y nosotros, que queremos el gobierno
de todos, no podemos ser partidarios del predominio de una clase social determinada.
Es esto enemistad a la Iglesia?, ya que en nuestra Espaa y en nuestra religin el
sacerdote catlico tiene una altsima misin que llenar, tan veneranda y augusta que de
la manera de cumplirla pende con frecuencia la tranquilidad del hogar, el sosiego de la
familia, la paz de las conciencias. Por eso queremos que tenga libres las dos manos para
elevarlas al cielo y para bendecir a pueblos, pero no para abofetear la libertad ni para
ensangrentar ferozmente los campos de la patria106.
La prensa murciana recoger las palabras de Canalejas en Valencia, donde dijo que
su postura poltica se identifica con la protesta contra el poder clerical que todo lo
invade, que todo lo domina y que compromete la libertad individual. Yo haba dicho, yo
haba escrito en pro de las reformas tributarias, en pro de la legislacin social, cumpliendo
un grito de guerra contra el clericalismo, muchas cosas, y se me llev al gobierno para
repetirlo desde el banco azul y desde las alturas del poder, pero cuando quise hacerlo no
106
El Liberal de Murcia, (18-V-1903). Los Canalejistas en Murcia.
107
El Heraldo de Murcia, (14-VI-1902). Canalejas en Alicante.
- 95 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
pude porque se interpuso una influencia extraa, superior a la influencia del poder Yo
fui el primero que dijo: hay que declarar guerra implacable al clericalismo y ese grito
de guerra lanzado en el parlamento corri y fue a repercutir por todos los mbitos108.
Sin embargo, tras su salida del gobierno, la prensa liberal murciana consideraba
que van resultando ya algo empalagosos los platos canalejistas, pero qu caramba!,
de no ayunar no hay ms remedio que meterse en el estmago los nicos alimentos que
108
El Heraldo de Murcia, (17-VI-1902). Canalejas en Valencia.
109
El Heraldo de Murcia, (3-V-1902). Silvela. Hombres as estn mejor en la celda de un manicomio que
en la presidencia del consejo o al frente de un partido. Gran triunfo fue el logrado por el Sr. Canalejas al
propagar doctrinas sanas, de amor y caridad frente a las ideas de exterminio prodigadas por un
energmeno con fortuna, y de l debemos congratularnos todos los amantes de la libertad.
110
El Heraldo de Murcia, (1-VII-1902). Discurso de Canalejas en los jardines del Buen Retiro.
111
El Heraldo de Murcia, (23-VII-1902). Disidencias conservadoras.
- 96 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
tiene uno a su disposicin. El tema clerical, que se acechaba por los periodistas con
motivo del recuento que vena practicando el Sr. Moret, como acecha el cazador a la
libre, ha dado fiasco, y a todos se les antoja que se arm demasiado ruido para tan
pocas nueces112. La faccin de S. Moret fue muy escasa en Murcia, pero se har notar
cuando alcance la presidencia del gobierno y dispute el liderazgo del partido liberal
nacional, hacindose presente en Murcia por el ciezano Alfonso Chpuli113.
Las reservas eclesiales hacia la poltica realizada por los liberales de Sagasta eran
mucho mayores que las dedicadas a los conservadores de Cnovas, pues ya en el informe
Vaticano de 1896 se reconoca que estaban ms decididos a aplicar los principios
liberales en el orden poltico y social con la finalidad de conseguir la secularizacin de
la poltica, desvinculndola del influjo de la religin catlica. Pero saban que estaba
integrado por la fusin de varios grupos heterogneos, que se diferenciaban en la
orientacin ms o menos radical de su poltica religiosa. Esto haca que estuviera dividido
en dos sectores irreconciliables, uno integrado por el ala ms moderada, que no quera
repetir los excesos del pasado, y otra, representada por los principios democrticos que
pretenda el triunfo de las libertades ms amplias en todos los rdenes, influido el
religioso, a fin de conseguir organizar la sociedad segn los dictmenes del ms puro
naturalismo, pues fueron los que ms combatieron a favor de las libertades modernas
y muchos de ellos militaron incluso entre las filas republicanas y aceptaron luego la
monarqua a condicin de que estuviese informada por los principios de la democracia
y a diferencia de los conservadores, saban la importancia de la instruccin pblica para
educar las nuevas generaciones, alejndolos de la Iglesia, sin que se tuvieran en cuenta
la moral y los dogmas catlicos 114.
Bryan los descalifica directamente como representantes del atesmo poltico, que
era la negacin de toda intervencin de Dios en el gobierno de los pueblos y defienden
que el gobernante puede prescindir de Dios y sin consideracin alguna a las leyes
divinas naturales y positivas formar cdigos para el rgimen de las naciones, ejercer su
autoridad y administrar la justicia o en la prctica prescinde de Dios y para nada
tiene en consideracin sus leyes en el orden poltico. Al suprimir toda relacin con
112
Las Provincias de Levante (Murcia), (21-VI-1902). Madrid al da (por Peaflor).
113
El Liberal de Murcia, (17-VII-1905)
114
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos espaoles, pp. 902-903.
- 97 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Dios, no solo destituye de su fin levantado y divino a la sociedad, sino que ahoga las
esperanzas del corazn y hace imposible la virtud y el perfeccionamiento moral, sin el
cual no hay paz, ni prosperidad, ni bienandanza para la sociedad, porque las leyes,
que deban regular los medios de propagacin de la verdad y del bien, son ateas y
hace ya tiempo est cayendo un torrente desbordado de obras y peridicos impos y
blasfemos, ms dignos de la Hotentocia o la Cafreria, que propios de un pueblo culto115.
La mayor parte del clero murciano comparta los criterios polticos tradicionalistas,
en la medida en que era con claridad antiliberal e identificaba la verdad catlica con la
tradicin frente a la revolucin. Desde el diario la Enseanza Catlica se afirmaba con
rotundidad que s podemos asegurar, porque nos consta, que el dignsimo y virtuossimo
clero de esta dicesis, estando como siempre e incondicionalmente ha estado al lado de
su obispo y de su Pontfice, es un clero antiliberal116. Incluso en el caso de los obispos
Landeira y de Bryan, puede afirmarse que su concepcin poltica se aproximaba a las
posiciones defendidas por los carlistas, aunque nunca tuvieron una toma de posicin
explcita a favor del problema dinstico que planteaban. Sostenan principios monrquico-
religiosos, en cuanto a la forma de Estado, y defendan los criterios polticos comunes
del catolicismo tradicional, como la defensa poltica de los dogmas y la moral catlicos,
el rechazo del liberalismo (soberana nacional, sufragio, representacin parlamentaria,
partidismo poltico, libertad de prensa y expresin, relativismo religioso), la exigencia de
preservar y mantener la unidad religiosa catlica excluyente, por ser la nica verdadera,
junto con la defensa del poder temporal del Papa, as como el fomento de todos los
medios favorables a la religin catlica en la vida privada y social117. La mayora de los
murcianos secundaban a sus pastores en esta concepcin socio-poltica tradicional de
las relaciones que deban mantener el Estado y la Iglesia, igual que sobre los principios
polticos del orden social cristiano, pero en Murcia no contaban con partidos polticos
que lo vertebraran, por lo que es preciso distinguir entre la mentalidad tradicionalista,
que era mayoritaria, y las opciones polticas concretas de los partidos tradicionalistas
(carlistas e integristas), que no tuvieron casi presencia poltica en Murcia.
115
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico (22-II-1893), en BOEDC, 25 (1893), pp. 74-
75, 78, 85.
116
El Diario de Murcia (7-IV-1893). Prensa local
117
REVUELTA, M.: Contrastes ambientales en torno a las creencias religiosas, pp. 60-64.
- 98 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
118
AHPM: Protocolo 8947 y 8948; MONTES BERNRDEZ, R.: El carlismo en la regin de Murcia (1833-
1901), pp. 58-63;
119
A la Lectura Dominical (25 suscriptores), Siglo Futuro (14), Viga Espaol (17), Correo Espaol (11), El
Propagador de la devocin de San Jos (Barcelona) (5), Las Hojitas de Hogar (6), Lectura Popular
(Orihela) (2), Semanario Catlico (1), Enseanza Catlica (1). Procedan de Murcia (30 suscripciones),
Mazarrn (12), guilas (7), Lorca (7), Cartagena (7), Totana (4), La Unin (4), Yecla (3) y Abarn, Cieza,
Aledo, Lobosillo y Estrecho de San Gins (1). MONTES BERNRDEZ, R.: El carlismo en la regin de Murcia
(1833-1901), pp. 58-63; AHPM: Protocolo 8947 y 8948.
120
MONTES BERNRDEZ, R.: El carlismo en la regin de Murcia (1833-1901), Cartagena, Concejala de
Cultura del Ayuntamiento, 2001; El Joven Propagandista. Semanario de Ceut (1910), Murcia,
Ayuntamiento de Ceut, 1996.
- 99 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
carlista inspirado por el sacerdote Snchez Maurandi, portavoz de la Accin Catlica, que
tambin crear en 1917 el Faro de la Juventud de Mula. Incluso la edicin murciana
quincenal de La Unidad Catlica tambin puede considerarse en la rbita carlista.
Con la aprobacin del sufragio universal masculino en 1890 llegarn a ocupar escaos
en el congreso algunos de los carlistas ms relevantes, como Barrio, Mier y Vzquez de
Mella, aunque su presencia parlamentaria fue casi simblica al ser marginados por el
turnismo liberal. Por Murcia no conseguirn ningn escao y tan solo tuvieron presencia
local en algunos ayuntamientos, especialmente en Murcia, donde llegaron a tener hasta
tres concejales121. Se solan llamar los leales para aparecer como catlicos practicantes
que acudan a todos los actos pblicos religiosos y sobre todo se declaraban enemigos
de la poltica liberal. A raz de la ruptura con los integristas, Carlos VII reorganiz el
partido y design al marqus de Cerralbo para representarle en Espaa, elaborando un
nuevo programa en el Acta de Loredn (1897)122.
El carlismo haba perdido casi toda su fuerza a finales del s. XIX y nicamente el
rebrote del anticlericalismo en la primera dcada del s. XX le har revivir de manera algo
artificial, sobre todo entre 1906 y 1913, porque se vincul tambin con la asimilacin
del tradicionalismo al liberalismo ms moderado y a la articulacin de las asociaciones
laicales para defender a la Iglesia en el terreno poltico, aunque tan solo se crearon
asociaciones carlistas en Cartagena, Jumilla, Murcia y las pedanas de Guadalupe y La
Raya entre 1910-1911, que coincidieron con los momentos ms intensos del
anticlericalismo de Canalejas 123 . En 1909 haba fallecido Carlos VII, legando sus
derechos a la corona de Espaa a su hijo Jaime, que tuvo desacuerdos con Vzquez de
Mella y el marqus de Cerralbo, del que se separarn en 1919.
El influjo poltico que el carlismo tuvo en algunos sacerdotes murcianos fue muy
reducido y Tornel indicar, con cierta sorna, que en el clero de Murcia no hay ms que
un cura y medio carlista, porque hay pocos polticos carlistas y los que hay son buenos
y no tiran al monte y adems en Murcia no tienen agravios de los que quitarse, porque
siguen el criterio expuesto por el mismo don Carlos sobre que se puede ser catlico y no
121
El Diario de Murcia, (13-V y 2-VII-1895): Simn Parra Palarea, Faustino Milln y Miguel Hernndez. A
escala nacional obtuvieron siete escaos en 1891 y 1893, nueve en 1896, cinco en 1898 y tres en 1899
(afectados por los rumores de una nueva guerra carlista); siete en 1901 y 1903, cinco en 1905 y 11 en
1907 por la coalicin con Solidaridad Catalana; diez en 1910 y siete en 1914.
122
El Diario de Murcia, (27-I-1897).
123
AHPM: GOB,6580/25-28: Juventud Carlista de Lorca (1907/n 1057), Crculo Jaimista de Cartagena e
Instructivo (1911/n 1338), Crculo Tradic-Instruc. de Guadalupe (1911/n 1373), Crculo Tradic-Instruc.
de Cartagena (1912/n 1436), Crculo Tradic-Instruc. de Alquera en Jumilla (1912/n 1437), Juventud
Legitimista de Murcia (1913/n 1456), Crculo Tradicionalista Instructivo de La Raya (1913/n 1486).
- 100 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
ser carlista, pero no se puede ser carlista sin ser catlico y en Murcia de la totalidad de
catlicos murcianos solo corresponde una pequesima minora de tradicionalistas. En
el clero de la dicesis no hay ms que carlista y medio, que nosotros sepamos124. Llegar
a decir que lo ms cerca que el carlismo belicoso est de Murcia se encuentra en la
provincia de Alicante (Pinoso), que es de donde llegaban las partidas durante las guerras
carlistas, sobre todo procedentes de Castelln 125 . Es innegable que los actos religiosos
que organizaba el conde de Roche eran multitudinarios y a travs
de ellos sabemos de la existencia de juntas locales en Lorca,
Yecla, Jumilla, Calasparra, Moratalla y otros pueblos de la
huerta 126 ; fue un personaje muy activo dentro del movimiento
catlico murciano y estuvo presente en la Junta Diocesana de
todos los Congresos Catlicos Nacionales, a los que asisti en
representacin de la dicesis junto con el obispo Bryan, del que
era un buen amigo y consejero, y siempre fue reconocida su
noble actitud de defensa de los intereses de la Iglesia catlica127.
Si el carlismo no cuaj en Murcia no fue por su poltica religiosa, que era ampliamente
compartida, sino porque se centr en la cuestin de la legitimidad dinstica y propugnaba
un cambio de dinasta que nunca se cuestion en una Murcia que era profundamente
monrquica, pero poco propensa a hacer conflicto blico por ello y, adems, porque la
hegemona poltica del partido conservador de Cnovas en la regin murciana lo
impidi, especialmente con el caciquismo demostrado por Juan de la Cierva.
124
El Diario de Murcia, (6-IV-1893). Lo del da (por J.M. Tornel).
125
El Diario de Murcia, (3, 7-XI-1900).
126
El Diario de Murcia, (9-V-1889 y 12-III-1897).
127
El Liberal de Murcia, (22-IV-1906). El Diario de Murcia: el conde de Roche (por J. M. Tornel).
- 101 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
el liberalismo mientras que Luis Escurra y Snchez hizo votos por la unin de los
catlicos. A continuacin tom la palabra el cura del Sagrado Corazn de Cartagena
D. Gaspar Archent, quien manifest los beneficios que est reportando a la religin la
Academia Catlica y de estudios sociales de dicha ciudad. Hablando mal del liberalismo,
dijo que comienza en Maura y acaba en Morral, pero sus afirmaciones y el tono
destemplado de su discurso provoc frecuentes protestas de una parte del pblico 128.
Ante el derrotero que tomaba el acto, tuvo que tomar la palabra el diputado Senante
quien con habilidosos y elocuentes prrafos trat de quitar del pblico la mala impresin
producida por los anteriores oradores y primero dice que debemos ser catlicos y luego
espaoles. Primero el nombre de Dios, despus el de la patria. Nuestros ideales son la
restauracin de la patria en Cristo, porque con Cristo queremos restaurarlo todo. Dice
que hay que rescatar a la patria de las hordas tirnicas que hoy la tienen oprimida. Alude
al carlismo diciendo que son ideales pasados, ellos aman la tradicin, defienden una
causa cuyas races estn en el pasado, pero cuyos retoos fructifican. Estis viendo que
los enemigos estn dentro de la fortaleza Nos cruzaremos de brazos? No. Hay que
luchar contra los enemigos de Cristo, que son los de Espaa (entre la ovacin, pateos).
Dice que los liberales han prostituido la libertad y que ellos la defienden. Ataca al
liberalismo con frases elocuentes pero gruesas y estudiando la situacin presente de los
partidos polticos, invita a los hombres honrados a que presten su concurso contra esa
hereja execrable: el liberalismo. Queremos luchar, queremos hasta derramar nuestra
sangre, pero antes es preciso sacrificarlo todo y trabajar cada uno en su puesto, pero
sacudiendo la pereza, pues no es hora de gemir, sino hora de pelear130. Inmediatamente
un espectador de la cuarta fila de butacas dice: yo digo que los hijos de Cristo deben
predicar la paz y no la guerra, como aqu han hecho! (grande y terrible escndalo sigue
128
El Liberal de Murcia, (21-XII-1908). El mitin catlico.
129
Ibidem.
130
Ibidem.
- 102 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
a estas palabras, que al primer momento son acogidas por una salva de aplausos) y
Olazbal dio por terminado el acto ensalzando la unidad nacional que los catlicos
murcianos deben defender bajo la advocacin de la Virgen de la Fuensanta, mientras
un grupo compacto acogi la salida de los asistentes al mitin con estruendosos vivas a
la libertad, calurosamente contestados por la gente, de modo imprevisto y espontneo,
tomando caracteres de manifestacin.
131
El Diario de Murcia, (25-VIII-1888). Correspondencia.
132
ANDRS-GALLEGO, J.: La Restauracin, pp. 102-104.
- 103 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
133
El Diario de Murcia, (13, 15-III-1890, 12-IV-1893, 18-I-1903).
134
AHPM: GOB,6580/23: Crculo Integrista e Instructivo de Murcia (1910/n 1188), Crculo Integrista
Instructivo de Espinardo en Murcia (1912/n 1429). A los que haba que sumar los conocidos Crculos
Tradicionalistas de Guadalupe y La Raya. VILAR, M.J.: Tomas Bryan y Livermore, pp. 253-270.
135
El Diario de Murcia, (6-III-1897). La confusin (por El Movimiento Catlico): Es verdad que el clero
espaol, en su inmensa mayora, es ntegro por conviccin, pero la fatal corriente aconseja que no se
haga alarde de las ideas integristas para no condenarse a s mismo al ostracismo de las prebendas, y ya
no basta hacer profesin pblica de fe integrista, sino que es necesario fingir que se profesan las ideas
contrarias, y as es que muchos sacerdotes dejan El Siglo Futuro y se suscriben a El Movimiento, aunque
se les indigeste su lectura, y si no se avergenzan, por lo menos no se atreven a publicar sus convicciones,
es el cristianismo de ancha banda que comprende al mismo tiempo al Sr. Ort Lara con D. Valentn Gmez,
con el Sr. Pidal, Menndez Pelayo, Cnovas, Gamazo y los liberales de todas las layas. Una gran parte del
- 104 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
vio tentado de avanzar por la senda de la creacin de una Coalicin Antiliberal con la que
hacer frente al anticlericalismo poltico promovido por el liberalismo democrtico de
Canalejas, como sucedi en 1910 con la creacin del Centro Catlico Antiliberal de
Cartagena, en el que derivaron los esfuerzos del Crculo Catlico136.
clero no sabe a qu atenerse. Desde que Pidal se puso al frente de los filsofos tomistas y Ort Lara al
frente del misticismo y Menndez Pelayo arremeti contra los heterodoxos y Valentn Gmez llam a su
peridico rgano de la Iglesia espaola y Montero Ros se dice padre de los cnones, desde que el
marqus de Comillas se ha puesto al frente de la reaccin, no s si catlica o trasatlntica y desde que
vemos que ya nadie sabe que el liberalismo est condenado y hay muchos que ignoran qu cosa sea el
liberalismo y quines sean los liberales, desde que todo el mundo habla de unin sin saber con quin
unirse, ni cmo, ni dnde, ni cundo, ni para qu, desde que se habla ese lenguaje ambiguo una gran
parte del clero est perplejo, no sabe qu hacer ni cmo acertar.
136
AHPM: GOB,6580/25: Centro Catlico Antiliberal de Cartagena (1910/n 1311).
137
SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciquismo en la zona norte de Murcia (1891-1910): bases sociales del
poder local en los distritos electorales de Cieza, Yecla y Mula, Murcia, UMU, 1998, pp. 192-193.
- 105 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Los republicanos centralistas de Jos Melgarejo Escario, influidos por Salmern, eran
ms moderados y proclives a considerar la tradicin catlica de la nacin, aunque en
rgimen de libertad religiosa por considerarlo una exigencia de las libertades polticas141.
Situaban la religin en el terreno de la conciencia y pedan la separacin y secularizacin
total del Estado, siendo eclcticos con respecto a la secularizacin de la sociedad sin
ser tan moderados como los gubernamentales de Azcrate y Melquades lvarez que
138
Las Provincias de Levante, (21-IV-1895).
139
El Diario de Murcia, (30-IV, 16-VI-1895). La Paz de Murcia, (20-I-1891); El Eco de Cartagena, (6-V-
1901; 27-IX-1895; 12-II-1897).
140
SALMERN GIMNEZ, F.J.: El caciquismo en la zona norte de Murcia, pp. 192-196.
141
El Eco de Cartagena, (4-IV-1896); VILAR, J.B.: El federalismo en el origen del Cantn de Cartagena (el
partido federal republicano en Murcia y su Regin (1868-1874), en Anales de Historia Contempornea, 9
(1993), pp. 123-173.
- 106 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
142
El Diario de Murcia, (17-III-1899).
143
El Diario de Murcia, (21 y 22-III-1901).
144
Su influjo se percibe en el catlico liberal J. Martnez Tornel: El Diario de Murcia, (23-V-1894).
145
El Diario de Murcia, (25-III, 13-IV, 4, 27-V-1899).
146
El Diario de Murcia, (1-IV-1899).
147
El Diario de Murcia, (7-IV-1893). Prensa local (por J. M. Tornel).
- 107 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
148
El Liberal de Murcia, (20-IV-1903); AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 49-50.
149
El Eco de Cartagena, (10-X y 22-XII-1902; 25-IV-1904).
150
La Correspondencia de Murcia, (23-III-1903); El Diario de Murcia, (20-IV-1903).
151
AHPM: GOB,6580/15-27: Unin Republicana de La Alberca (ao 1903/n 777), Unin Republicana de
Cartagena (1903-1904/n 793, 823), Unin Republicana de Mazarrn (1903/n 794), Unin Republicana
de Mula (1903/n 798), Unin Republicana de El Palmar (1903/n 804), Centro Unin Republicana de El
Algar en Cartagena (1903/n 837), Unin Republicana de La Aljorra en Cartagena (1904/n 884), Unin
Republicana de Beniajn (1905/n 938), Centro Unin Republicana de Cieza (1905/n 966), Centro
Republicano e Instructivo de Obreros de Cartagena (1905/n 967), Centro Instructivo de Obreros
Republicanos de guilas (1905/n 971), Unin Republicana de Los Barreros en Cartagena (1906/n 978),
Centro Republicano e Instructivo de Cartagena (1906/n 1004), Centro Republicano Instructivo de
Quitapellejos en Cartagena (1908/n 1084), Centro Instructivo Republicano de Torreagera (1910/n
1196), Centro Republicano e Instructivo de Alcantarilla (1910/n 1197), Centro de Unin Republicana de
Abarn (1910/n 1235), Centro Instructivo Republicano de San Javier (1910/n 1246), Centro Instructivo
Republicano Mazarrn (1910/n 1252), Centro Instructivo Republicano Obrero de Murcia (1911/n 1283).
152
AHPM: GOB,6580/15-27: Crculo Republicano de Abanilla (Ao 1903/n 780), Crculo Republicano de
Abarn (1903/n 782), Crculo Unin Republicana del Barrio de la Concepcin en Cartagena (1904/n
828), Crculo Unin Republicana de Pliego (1904/n 829), Crculo Republicano Federal de Cartagena
(1904/n 856), Crculo de Unin Republicana de San Antn en Cartagena (1904/n 886), Crculo
- 108 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
murciano, pero llevaban en su interior tal heterogeneidad que pronto comenzaron las
deserciones hacia el sector democrtico de Canalejas y el lerrouxista.
Durante el gobierno largo de Maura se haba reforzado entre los liberales la tendencia
a buscar entenderse con la izquierda situada fuera del turno, que era mayoritariamente
republicana, y el proyecto de ley de represin del terrorismo, que permita el cierre de
centros y peridicos anarquistas sin autorizacin judicial, fue la ocasin propicia para
conseguir la unidad de accin a travs de la creacin del Bloque Liberal, frente a la
reaccin antiliberal representada por el clericalismo de Maura. A iniciativa de Moret, los
liberales se movilizaron contra una poltica que consideraron represiva y se aliaron con el
grupo reformista de los republicanos moderados de Melquades lvarez, con la intencin
de aglutinar tanto a monrquicos como republicanos y los grupos de izquierda.
Republicano de Roche en La Unin (1904/n 889), Crculo Unin Republicana de Cartagena (1904/n
902), Crculo Republicano de Lorca (1905/n 942), Crculo Instructivo de Unin Republicana de San Antn
en Cartagena (1910/n 1265).
153
AHPM: GOB,6580/18-25: Crculo de Juventud de Unin Republicana de Archena (Ao 1904/n 873),
Juventud Republicana de La Unin (1904/n 883), Juventud Republicana de Jumilla (n 960), Juventud
Republicana de Murcia (1905/n 968), Juventud Republicana Instructiva de Cartagena (1910/n 1296).
154
El Liberal de Murcia, (19-XI-1908 y 7-III-1909).
155
El Liberal de Murcia, (2, 17, 18, 24-III, 29, 30-IX, 7-X-1907).
- 109 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Garca Vaso comenz militando en los republicanos del histrico Prefumo, luego en
la Juventud Republicana (1897) y la Federacin Republicana (1901), que fue el germen
de la Unin Republicana, pero percibi que el republicanismo estaba tan dividido en
Murcia que no tendra futuro, por lo que intent otras formas de accin poltica de la
izquierda burguesa a travs de La Liga de Vecinos del Campo159. El carcter regional y
localista con el que dot al Bloque le llevarn a crear una plataforma poltica en la que
se integraron el liberalismo y el republicanismo, llegando a conseguir asentar una
verdadera hegemona del Bloque de Izquierdas en el distrito de Cartagena.
156
El Liberal de Murcia, (7-VIII, 4, 10, 12-IX, 1-X, 19, 20, 30-XI, 14, 28, 29-XII-1908).
157
El Liberal de Murcia, (1-IV, 17, 25, 26, 28, 29-V, 1, 2, 6, 7, 20, 22-VI-1908).
158
EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos en la Cartagena de, pp. 90-91, 137-134.
159
AMC: Leg. Sucesos Polticos. Proclama (3-IV-1903).
- 110 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
160
EGEA BRUNO, P.M.: Jos Garca Vaso, diputado por Cartagena. Una estrategia poltica en la crisis de
la Restauracin, en Anales de Historia Contempornea, 17 (2001), pp. 613-616.
161
El Eco de Cartagena, (8-VI-1908; 15, 27-XI-1909).
162
AHPM: GOB,6580/25-27: Crculo Republicano Radical Instructivo de Murcia (1909/n 1177), Unin
Radical de Cartagena (1910/n 1214), Juventud Rebelde Instructiva Republicana Radical (1910/n 1216),
Centro de Unin Republicana de Abarn (1910/n 1235), Centro Instructivo Republicano de San Javier
(1910/n 1246), Centro Instructivo Republicano de Mazarrn (1910/n 1252), Centro Instructivo
Republicano Obrero de Murcia (1911/n 1283), Juventud Rebelde Republicana Instructiva de La Unin
(1911/n 1314). En Yecla ya exista la Juventud Republicana Radical de Yecla (1905/n 919).
163
El Liberal de Murcia, (16-V-1910).
- 111 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
cont con la presencia entusiasta de Pablo Iglesias poco despus de haber logrado
obtener por primera vez un escao parlamentario en el congreso. La primera
agrupacin socialista se cre en Cartagena, presidida por Ricardo Gmez, y se extendi
despus al Llano del Beal (10-IX-1910), La Unin (10-III-1911) y Portman (6-VIII-
1911) con poco ms de un centenar de afiliados. Tambin se cre un comit socialista
en Murcia con Mariano Rodrguez de presidente y Miguel Garrido de vicepresidente,
que intentaron unirse a los republicanos en una coalicin electoral con la intencin de
presentar al periodista Jos Escudero 164 . Experimentarn muchas dificultades para su
implantacin y no adquirieron relevancia social efectiva hasta el mitin celebrado en
Murcia en 1928 al que acudieron los lderes Saborit y Besteiro165.
Resulta llamativo que el anticlericalismo del PSOE en esos momentos era indirecto,
porque se limitaba a atacar la mentalidad religiosa burguesa en la medida en que
mantena un sistema social injusto, situando el objeto directo de su actuacin poltica la
burguesa y no la institucin eclesial, por lo que no incidieron directamente en el
anticlericalismo murciano durante la poca que analizamos, aunque s fueron creando
una fuerte animadversin entre amplios sectores de poblacin hacia lo que supona la
164
El Liberal de Murcia, (8-V-1910; 29-X-1911); RUZ ALEMN, J. MORENO FERNNDEZ, L.M.: Ensayo
cuantitativo de la Unin General de Trabajadores de Murcia en el primer tercio del siglo XX, en Anales de
la Universidad de Murcia. Letras, 39 (1980-1981), pp. 59-80.
165
El Liberal de Murcia, (13-I-1928).
166
EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos en la Cartagena de Alfonso XIII (1902-1923), Murcia,
CAM, 1990, pp. 159-163.
167
El Liberal de Murcia, (21-VI-1911). Joaqun Alcaraz de vicepresidente y Antonio Ruz de secretario.
Mantendr este carcter de inestabilidad institucional hasta la celebracin del acto organizado por las
juventudes socialistas de Espaa en Cartagena (7-I-1918).
168
PREZ PICAZO, M.T.: Introduccin a la presencia del socialismo en la regin de Murcia, en
SALMERN GIMNEZ, F.J. (coord.): Los socialistas en la poltica de la Regin de Murcia (1910-2010),
Murcia, Partido Socialista Obrero Espaol, 2010, pp. 34-36.
- 112 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
Ninguno de los dos partidos del turno poda ser catalogado estrictamente como
catlico, segn los criterios eclesiales exigidos entonces, ya que ambos eran partidos
liberales y, por tanto, no confesionales porque venan a distinguir con cierto nfasis la
distincin entre poltica y religin, aunque en el informe Vaticano de 1896 se deca que
se ofenderan si no se les considerara como tales 170 . Precisamente por eso fue el
partido tradicionalista carlista el que incidi expresamente en el carcter profundamente
antiliberal de su propuesta poltica, porque quera presentarse abiertamente como un
partido catlico, que rechazaba expresamente el postulado bsico del liberalismo en el
que la religin no se identificara con una concreta propuesta poltica.
Sin embargo, hasta las expresiones antiliberales del obispo fueron reinterpretadas en
la prensa liberal, como hizo el famoso periodista Martnez Tonel a raz de su pastoral
sobre el liberalismo, comentando que la carta del Sr. obispo de esta dicesis es un
documento notable. Acabamos de leer sus ochenta y ocho pginas y no nos atrevemos
169
LPEZ SERRANO, A.: Socialistas de Yecla. Historia de una militancia obrera (1914-1936), en
SALMERN GIMNEZ, F.J. (coord.): Los socialistas, pp. 161-169.
170
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos espaoles, pp. 906-907.
- 113 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Bryan haba afirmado con rotundidad que la mayor y ms horrible abominacin que
comete el liberalismo contemporneo es la de quienes pretenden armonizar el liberalismo
con el catolicismo; aquellos que profesndose catlicos, y viviendo al parecer como tales,
vuelven sin embargo las espaldas al tabernculo y a Dios, para ofrecer incienso al sol
que nace hoy alumbrando en los horizontes sociales porque prenden conciliar lo que
realmente es inconciliable y para l no se puede ser catlico y liberal, por lo que
tampoco es lcito a un catlico dar el voto a un partido liberal172.
171
El Diario de Murcia, (13-IV-1889).
172
Pastoral sobre el Liberalismo, en BOEDC, 21 (1889), pp. 114-115.
173
La Enseanza Catlica (Murcia), (3-XI-1887).
174
La Enseanza Catlica (Murcia), (29-IX-1889). Cuadros liberales (por Licio).
- 114 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
prubesenos concretamente, y con los respetos que todos nos debemos, en qu hemos
faltado y subsanaremos por completo nuestra falta175. Das ms tarde dir que por fin
La Enseanza Catlica define su actitud en contra nuestra y concreta el caso en que
hemos faltado a la religin, indicando que la falta contra la religin cometida por
nosotros consiste en haber dicho, cuando las ltimas elecciones de diputados a Cortes,
que nos pareca lcito que los catlicos podan votar a Cnovas del Castillo, Gonzlez
Conde, Melgarejo Escario y Puigcerver. Lo dijimos efectivamente, y ni entonces ni ahora
creemos haber hecho traicin a nuestras creencias con tal afirmacin. Como no creyeron
hacerla tampoco los cinco o seis mil catlicos que en aquellas elecciones tomaron parte.
Hay que distinguir, colega, entre lo que es de consejo y lo que es de precepto, lo que es
dogmtico y lo que es disciplinario; lo que lleva y no lleva en s anatema. Acaso aquellos
candidatos no eran y son notoriamente catlicos? pues qu ms haba que pedirles?176.
Esta posicin an no haba sido aprobada por la autoridad de la Iglesia, hasta que
Len XIII abri la poltica posibilista del ralliement 177, comenzando el conflicto entre
quienes seguan aferrados al pasado, y consideraban inamovible la condenacin del
liberalismo realizada por Po IX en el Syllabus, y quienes -no tanto por elaboracin
doctrinal de principios religiosos, sino por pragmatismo poltico-, haban enunciado la
distincin entre la tesis expuesta en el Syllabus (y obligado reconocimiento por parte
175
El Diario de Murcia, (14-VIII-1891). Lo del da (por J.M. Tornel).
176
El Diario de Murcia, (11-X-1891). Lo del da (por J.M. Tornel).
177
REVUELTA, M.: Contrastes ambientales en torno a las creencias religiosas, en Historia de Espaa, pp.
52-68.
- 115 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Cnovas actu con astucia en Murcia para integrar a los catlicos mediante la figura
el miembro de la Unin Catlica, Gonzlez Conde, porque evit reproducir los conflictos
y divisiones generados en otros lugares entre los mestizos y los integristas. El propio
Bryan tuvo que reconocerlo, porque bien sabemos, y lo consignamos aqu con singular
satisfaccin, que no han existido en nuestra dicesis las disputas, discusiones y cismas
que han dividido a los catlicos espaoles; aunque no ignoramos cunto han contribuido
para que se consoliden y propaguen los errores modernos, y cunto han influido en los
males que hoy afligen a la Iglesia, las discordias y partido de los buenos 178.
Esta ambigedad estuvo siempre latente en Murcia durante la poca que analizamos
y adquirir un mayor relieve cuando surja el peridico catlico La Verdad de Murcia en
1903, pues desde el diario El Liberal de Murcia le plantearn con claridad: en qu
quedamos? El diario integrista parece que tiene una especial satisfaccin en desmentirse
de un da para otro. Anoche afirma, muy seriote, que no ha dicho nunca que el partido
liberal no sea catlico; anteanoche deca que hay contradiccin entre los principios
catlicos y los del liberalismo. En qu quedamos? Se puede ser liberal conservador,
liberal dinstico, demcrata o republicano y catlico a la par? S o no?179.
178
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre los deberes cristianos (16-II-1890), en BOEDC, 22 (1890), p. 79.
179
Incluso en Murcia hubo quienes se consideraban catlicos, a pesar de sostener doctrinas condenadas
genricamente entonces por la Iglesia, y sostenan algunos de los principios del liberalismo, como afirmar
que las creencias religiosas deban implantarse por la conviccin interior de la conciencia y no por la
imposicin de las leyes civiles, ya que en el fondo resultara nociva para la religin la intransigencia y la
imposicin de la fe a nivel poltico e ideolgico. Tambin defendan abiertamente la libertad de cultos y la
separacin de la Iglesia y el Estado, rechazando la unidad religiosa excluyente, porque responda a la
esencia del verdadero catolicismo. Era la posicin defendida abiertamente por Castelar, que era
profundamente anticlerical dentro de su afirmacin explcita de catolicismo, y la que sustancialmente lleg
a tener el partido liberal de Sagasta, en el que tanto influy Castelar, al igual que no pocos republicanos
murcianos que, como Poveda, defendan la libertad de cultos y las libertades modernas no como una
concesin de las circunstancias del momento, sino como verdaderas exigencias polticas de un sistema de
libertades defendido por el liberalismo.
- 116 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
soy liberal, que soy tambin liberal porque soy catlico porque la libertad, la excelsa
libertad humana fue divina desde que Cristo vino a la tierra y la santific en la Cruz y la
consagr en el Evangelio con parbolas tan amorosas y tan inspiradas. La libertad es el
alma latente y poderosa de las sociedades modernas y la vida que ha de producir todas
las ricas florescencias del espritu en los futuros tiempos y en los pueblos nacientes: sin
libertad no hay ni puede haber civilizacin progresiva180.
El impulso recibido por el movimiento catlico espaol, desde el Vaticano, tuvo un claro
dinamismo de integracin poltica en el sistema liberal de la Restauracin y a ello se
dirigieron los esfuerzos de Rampolla, desde su etapa de nuncio en Madrid, y del cardenal
Sancha con la intencin de movilizar la Iglesia espaola a travs de la celebracin de
los Congresos Catlicos Nacionales. Con la nueva orientacin anticlerical impulsada por
el Partido Liberal, a raz del Desastre del 98 183 , se hizo cada vez ms necesario el
180
El Diario de Murcia, (21-VII-1901). Libertad y fe: para Blasco Ibez (por L. Dez).
181
SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciques murcianos, pp. 151-202, 237-287.
182
El Diario de Murcia, (15-X-1887). Los integristas y Le Franais de Pars (por J.M. Tornel). Tornel ir
introduciendo en su peridico las clarificaciones procedentes del catolicismo liberal europeo, poniendo el
acento en criticar el exclusivismo poltico que el integrismo haca del antiliberalismo eclesial, pues si Roma
ha condenado un conjunto de ideas y de doctrinas que se han convenido en llamar liberalismo, no se
infiere de aqu que cualquier integrista tenga derecho para ampliar con su propia autoridad esta
condenacin a tales o cuales catlicos que no tienen la dicha de agradarles, ni de presentar como el solo
ortodoxo a tal o cual partido poltico, o poltico religioso. La Congregacin del ndice ha recordado a los
admiradores del Sr. Sard todo esto y he aqu sobre esta cuestin cmo se expresan las Instrucciones
emanadas en 1876 en nombre de Len XIII por el cardenal Simenoni pues la Iglesia, al condenar el
liberalismo no entiende reprobar a todos y cada uno de los partidos polticos que pueden llamarse
liberales; las decisiones de la Iglesia se refieren a ciertos errores opuestos a la doctrina catlica y no a un
partido poltico cualquiera y determinado. Las cosas y no las palabras son lo que hay que considerar.
183
MONTERO, F.: El movimiento catlico en Espaa, pp. 32-37.
- 117 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
abordar cul debera ser la actitud eclesial con respecto a la bsqueda de la unin de
los catlicos en poltica. Este esfuerzo se concret en las conclusiones del Congreso de
Burgos (1899), con la redaccin de un complejo programa de unin poltica.
Pero el programa no pasaba de ser sino una reafirmacin de los principios integristas:
unidad catlica, gloria antes de nuestra patria y cuya ruptura es origen de muchos
males; declaramos todos los errores condenados por el Vicario de Cristo, especialmente
los comprendidos en el Syllabus y todas las libertades de perdicin, hijas del derecho
nuevo o liberalismo, cuya aplicacin al gobierno de nuestra patria nos condujo al borde
del abismo185. Bryan, que fue hospedado en la casa del hacendado burgals Sr. Liniers186,
haba escrito con anterioridad una carta pblica a los diocesanos en la que peda
paciencia y perseverancia pues hay muchos que comienzan a desanimarse porque no
ven los resultados prcticos que ellos esperaban; a estos les diremos, que no es obra de
un da, ni de un solo Congreso el restaurar cuanto ha sido destruido y siendo tan grave
el mal y muchas sus consecuencias, la accin de los catlicos ha de encontrar muchos
184
Bases y Programa para la Unidad de los Catlicos, en BOEDC, 31 (1899), pp. 438-445.
185
Se propona restringir la tolerancia religiosa al mnimo, impedir la enseanza no confesional en Espaa
y la circulacin de libros y prensa anticatlica, que se prohibiera la aprobacin de cualquier asociacin
acatlica que no se ajustara al art. 11 de la constitucin, afianzar el fuero religioso y sus exenciones
legales, que se sancionara y persiguiera el incumplimiento de la ley de descanso semanal y se permitiera
la total libertad de la Iglesia para realizar sus funciones sin trabas administrativas ni judiciales. Y en las
conclusiones se critic la imposibilidad de acceder los eclesisticos al congreso, pidiendo la supresin del
art. 29 de la constitucin que exiga el estado seglar de los diputados, se fomentara la creacin de
asociaciones diocesanas de procuradores y abogados para defensa jurdica de los intereses de la Iglesia
catlica (bienes y personas) y la correccin de toda la legislacin en sentido catlico en aplicacin estricta
del art. 11 que la considera religin oficial del Estado con la nica limitacin de la tolerancia privada de
actos de culto. Y, sobre todo, pedan que prevaleciesen las leyes concordadas con el Vaticano a las
disposiciones nacionales que la contradijesen. Conclusiones aprobadas por el Congreso Catlico de Burgos,
en BOEDC, 31 (1899), pp. 454-469.
186
El Diario de Murcia, (26-VIII-1899); Relacin de Socios inscritos en el Congreso Catlico Nacional de
Burgos, en BOEDC, 31 (1899), pp. 182, 185, 233, 288, 342.
- 118 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
187
El Diario de Murcia, (10-IV-1899); Carta Circular sobre el Congreso de Burgos, en BOEDC, 31 (1899),
pp. 269-270.
188
El Liberal de Murcia, (12-IV, 26-V, 2, 14, 21-VI, 7, 13-VII-1903).
189
El Liberal de Murcia, (19, 20-X-1903).
190
Haba nacido en la pequea localidad de Quiroga (Orense) en 1845, ingres en el seminario de Orense
y se sinti atrado a la vida religiosa en las Escuelas Pas (Escolapios o Calasancios); hizo el noviciado en el
colegio de san Fernando de Madrid y profes los votos en 1869, pasando a ser ayudante del maestro de
novicios y profesor de filosofa y teologa de los jvenes escolapios. Posteriormente ejercer su labor en el
monasterio del Escorial y en el colegio de san Marcos de Len. En 1888 fue nombrado rector del colegio
central de formacin de los Escolapios en la ciudad de Sevilla, donde entabl amistad con el cardenal
Zeferino y con el obispo Sanz y Forns, que haba sido antiguo alumno de los escolapios y lo nombr
telogo consultor, participando en el Snodo de 1892, donde el nuncio Cretoni se interes por l y lo
propondr para obispo de Astorga en 1894. All adquiri experiencia en el campo social y se caracteriz
por su aperturismo, encargando al arquitecto Gaud la construccin del palacio episcopal de Astorga. El
ministro que comenz en Espaa la legislacin social y laboral, E. Dato, prefiri para la dicesis de
Cartagena, que se prevea conflictiva, un obispo joven y experimentado en la zona minera de Len.
VALENTN, C.P.: Biografa y personalidad del Rmo. P. Vicente Alonso Salgado de las Escuelas Pas, Madrid,
Bibliogrfica Espaola, 1956.
- 119 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
relevante, pero tender a hacerse eco de las indicaciones recibidas de la direccin del
movimiento catlico, insertndolas en el Boletn Diocesano. Se sum a los numerosos
Escritos que el arzobispo metropolitano de la provincia eclesistica de Granada elabor
sobre los asuntos de actualidad191. As, en el mes de febrero de 1906 public, en texto
bilinge, la carta de Po X al obispo de Madrid, Guisasola, enviada a travs del nuncio al
obispo de Cartagena para recalcar que los catlicos, dejando a un lado los intereses de
partido, trabajen por la incolumidad de la religin, procurando con empeo que vayan
aquellos que han de mirar mejor por los intereses de la religin192.
191
La polmica mantenida en la revista de los jesuitas Razn y Fe favoreci la aceptacin de la teora del
mal menor, que vendr recogida en su aplicacin prctica por Po X en la carta Inter Catholicos Hispaniae
(1906) dirigida a los espaoles para lograr superar las divisiones internas, especialmente las del integrismo
poltico. CRCEL ORT, V.: San Po X, los jesuitas y los integristas espaoles, en Archivum Historiae
Pontificiae, 27 (1989), pp. 249-355.
192
Carta de S.S. al Sr. obispo de Madrid (20-II-1906), en BOEDC, 38 (1906), pp. 89-93.
193
El Liberal de Murcia, (27-IV-1909). Las Elecciones (por J.M. Tornel).
194
El Diario de Murcia, (29-IV-1909). Las Elecciones (por J.M. Tornel); Informacin electoral: el obispo
renuncia.
- 120 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
Reconoca la plena libertad en cuestiones polticas que tiene todo catlico, siempre
que no estuviera fuera de la doctrina catlica, y permita unirse a los catlicos en Ligas o
Juntas Catlicas, para defender los intereses de la Iglesia, presentando candidaturas
propias aprobadas por las Juntas Diocesanas. Podra haberse abierto de nuevo una
brecha en el apoyo catlico al Partido Conservador, pero solo tom cuerpo en Cartagena,
donde la vida poltica discurra ya por otros cauces distintos al resto de la provincia
debido al auge del Bloque Vasista, porque en las elecciones de diciembre de 1909
ganaron en Murcia los liberales, en Alcantarilla los republicanos y en Cartagena sali
elegido como concejal el catlico A. Gmez Rubio, en una corporacin en la que haba
desaparecido casi el turnismo dinstico, con la aparicin del bloque, que se reparti los
puestos con los liberales hasta que gan de forma mayoritaria en 1911196. En 1910 se
haba transformado la Academia de la Juventud Intelectual, avalada desde el Crculo
Catlico de Cartagena, en un Centro Catlico Antiliberal de Cartagena197.
Una curiosa poesa de Rojer de Larra, titulada catlicos de pega retrata muy bien el
intento del integrismo por identificar poltica y religin a travs de la creacin de Ligas
195
Documento importantsimo de Accin Social-Catlica del Emmo. Cardenal de Toledo (1-I-1910), en
BOEDC, 42 (1910), pp. 34-43; Reglamento de las Comisiones Diocesanas de la Junta Central de los
Congresos Catlicos, en pp. 43- 47; Estatutos del Consejo Nacional, pp. 47-48; Estatuto de los Consejos
Diocesanos, pp. 48-50; Algunas Reglas Prcticas sobre la Unin Catlica Electoral, en pp. 51-52; Programa
para la Unin de los Catlicos, en pp. 52-54.
196
El Liberal de Murcia, (17-XII-1909); El Eco de Cartagena, (14-XI-1911).
197
AHPM: GOB,6580/23-25: Juventud Intelectual de Cartagena (1909/n 1180); Centro Catlico Antiliberal
(1910/n 1302); EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos en la Cartagena, pp. 110-111.
- 121 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Catlicas: Que en Murcia hay muchos millares de catlicos, eso lo sabe hasta el gato, eso
lo sabemos todos. Mas los ponen en ridculo unos cuantos cleritontos que se pasan todo
el ao diciendo que ellos tan solo tienen derecho a la gloria; porque van a los responsos y
a la vela y alumbrado y ponen chapa en sus prticos, y reparten las hojitas llamando
hereje a su prjimo y yendo a las elecciones con ese lema famoso que dice Dios, patria y
rey para engaar a los bobos y qu han hecho esos histriones? Pues el oso; porque
segn sus teoras son el partido catlico; los nicos que defienden a Dios y a los santos
todos, y han puesto a Dios en ridculo y a la patria y a rey propio. Pues si la lgica existe
confesarn con nosotros que esos que hacen de la gloria exclusivo monopolio, y que
dicen que no hay nadie como ellos de religiosos, al hacer el
escrutinio minucioso, si sus teoras son ciertas resulta de un modo
lgico que Dios solo tiene en Murcia una docena de votos y la
patria diez patriotas y su rey cuatro caloyos. Id a las cuarenta
horas en buena hora y no seis tontos que Dios, la patria y el rey
tienen en Murcia ms votos; aunque no van a las urnas
engaados por vosotros aunque repartis ms hojas que caen en
el otoo a quin le vais a contar, cleritontos, que Dios solo tiene
en Murcia doce votos?198
198
El Liberal de Murcia, (14-XI-1911). Al pasar: poesa catlicos de pega (por Plcido Rojer de Larra).
199
Circular de los Rvdos. Prelados de esta Provincia Eclesistica de Granada sobre la Unin de los
Catlicos, en BOEDC, 45 (1913), pp. 517-519; Secretara de Estado: Normas para los catlicos espaoles,
precedidas de una carta del Emmo. Cardenal Primado y seguidas de una Exhortacin Pastoral, en 43
(1911), pp. 323-330; Normas para los Obispos de Espaa en el orden poltico-religioso, en pp. 589-590;
Reglas para el Clero espaol ordenando en qu forma se ha de conducir en poltica, en pp. 398-401; Carta
al Emmo. Cardenal Aguirre sobre las Normas ltimas a los Catlicos, en pp. 535-539. Ya en 1911 la
Secretara de Estado haba actualizado las Normas de Actuacin en Poltica, fijando el modo de actuar de
los obispos y del clero. Volva a recordar que la unin es accidental (per modum actus transeuntis) dadas
las dificultades para lograr uniones habituales.
- 122 -
CAPTULO SEGUNDO: Reflejo de la poltica religiosa nacional en Murcia
200
El Tiempo (Murcia), (1-I-1914). Inauguracin de la Casa del Pueblo.
201
AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 44-50. Maura se declaraba abiertamente como
catlico liberal y defensor de las libertades modernas y consideraba que no se deba mezclar la religin
con las cuestiones de derecho pblico o con la vida poltica, por lo que invitaba a los catlicos a dejar atrs
viejos esquemas para integrarse en los moldes democrticos y hacer frente a los graves problemas que
preocupaban a la nacin. Pensaba que los gobiernos se equivocaran si llegaran a legislar contra los
sentimientos religiosos de los espaoles, porque los catlicos eran la primera base de las clases
conservadoras y de la defensa del orden social.
- 123 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
202
El Liberal de Murcia, (15-III-1914). Que cierren las iglesias!.
- 124 -
CAPTULO TERCERO
EL CUESTIONAMIENTO
DEL CARCTER INSTITUCIONAL DE LA RELIGIN
La heterodoxia religiosa en Espaa a fines del s. XIX era casi testimonial y en modo
alguno supuso un grave problema social1, aunque s cre algunas dificultades de orden
poltico-institucional, debido sobre todo a la presin internacional que Cnovas recibi
de Inglaterra y Alemania para que se respetaran las creencias de sus connacionales
afincados en Espaa, siendo ms explcita con Sagasta cuando lleg al lleg al gobierno
a finales de 1880, ao en el que se constituy la Iglesia Espaola Reformada Anglicana
y se revitaliz la evangelizacin bautista2. La heterodoxia religiosa era considerada como
algo extranjero y esta fue la apreciacin que se tena en Murcia de la minora no
catlica, que se fue asentando a lo largo del s. XIX con motivo de la emigracin recibida
1
En el censo de 1877 hay 17.143 personas acatlicas, lo que equivala a 10 de cada 10.000 espaoles. De
entre los que profesaban religiones concretas hay 6.654 protestantes de diversas sectas, 402 judos, 271
mahometanos, 208 budistas y 4 confucianos, a los que habra que sumar otros que haban dado
denominaciones diversas a una comn fe de racionalismo, entre los que se contaban 452 librepensadores,
358 indiferentes, 236 racionalistas, 147 destas, 104 ateos, 19 sectarios de la moral universal, 16 sectarios
de la moral natural, 9 positivistas, 3 materialistas, 3 sectarios de la conciencia y 1 sectario de la
especulativa. Figuraban adems 258 espiritistas, 16 paganos y 7.982 sin profesin religiosa determinada.
2
VILAR, J.B.: Un siglo de Protestantismo en Espaa (guilas-Murcia, 1893-1993), Barcelona, Cle, 1993.
- 125 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
3
VILAR, J.B.: Un siglo de Protestantismo en Espaa (guilas-Murcia, 1893-1993), pp. 27-31.
- 126 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
4
Id.: El Cementerio Britnico de Cartagena, primera necrpolis protestante en la Regin de Murcia
(1846-1874), en Anales de Historia Contempornea, 15 (1999), pp. 385-412.
5
CARRILLO GARCA, G. y CERD MONDJAR, C.M.: Iglesias evanglicas., en MONTES DEL CASTILLO,
A. y MARTNEZ MARTNEZ, J.J.: Diversidad cultural y religiosa. Minoras religiosas en la Regin de Murcia,
Murcia, Icaria Editorial, 2011, pp. 132-135.
- 127 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Para sustituir a Haglund sera nombrado Len B. Armstrong, uno de los veteranos de
las misiones en Espaa, que se estableci junto a su esposa Julie y cuid de la mejora
de las infraestructuras en la localidad. Consigui la apertura de una capilla en la calle
San Sebastin, perteneciente a Francisco Serrano, un panadero recin convertido, que la
cedi para ese fin. Vilar ha estudiado las escasas fuentes que han pervivido y describe
las doctrinas que mantenan como especficas de las races anabaptistas, por el acento
y nfasis que ponan en el bautismo de adultos por inmersin, no admitiendo a los
nios, y coincidan en muchos aspectos con los diferentes grupos protestantes
(justificacin por la fe, la Biblia como regla suprema de fe y la libertad del creyente).
Llegaron a contar con una veintena de fieles autctonos, que pervivi con frecuentes
altibajos hasta su desaparicin completa durante el franquismo7.
6
GALLEGO, J-A.: La Restauracin, pp. 316-317.
7
CARRILLO GARCA, G. y CERD MONDJAR, C.M.: Estudio sobre tres confesiones religiosas minoritarias
en la Regin de Murcia, en Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 16 (2011), pp. 47-70.
- 128 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Fue segn Vilar un disidente del protestantismo oficial porque crea firmemente en
la justificacin por la fe, en el poder del Evangelio como instrumento de salvacin, en la
libertad de conciencia, en el gobierno democrtico de las Iglesias, en la supeditacin
de la jerarqua a la voluntad de los creyentes y en la separacin e independencia mutua
de la Iglesia y el Estado, convirtindose en un visionario de la separacin poltica entre
el trono y el altar en una poca difcil, pues defendi una postura ideolgica que difera
del propio protestantismo conservador de la Iglesia anglicana en Inglaterra y en Espaa
no poda ser sino fermento de una ms clara reivindicacin de la libertad de cultos y la
tolerancia religiosa. Su mujer Lina Simpson realiz una considerable labor humanitaria,
habilitando su casa como dispensario en la que curaba a pobres y dispensaba los
cuidados que poda e intent abrir una escuela y una residencia de ancianos, pero los
intentos se difirieron en el tiempo hasta los aos veinte, en los que entr en crisis y
tuvo que ser asistida desde la Congregacin de la Asamblea de Hermanos establecida en
Cartagena, que haba conseguido crear un centro escolar8.
Aunque se trataba de una presencia simblica, pona en evidencia que haba otras
formas de vivir el cristianismo al margen de la frrea ortodoxia y praxis impuesta por el
catolicismo murciano, que consideraba a estos disidentes como herejes y cismticos.
El mensaje contundente de Bryan no admita vacilaciones con respecto al reconocimiento
de la Iglesia catlica como la nica verdadera, fuera de la cual no hay salvacin9, porque
al fundar Nuestro Seor Jesucristo la Iglesia, segn los moldes soberanos de su
inteligencia infinita, y confiarla el depsito de la verdad, la predicacin y la propagacin
de la fe, instituy en ella una jerarqua destinada especialmente a la conservacin del
sagrado depsito y a la distribucin del preciado tesoro; un cuerpo docente, al que los
fieles estn obligados a obedecer, a escuchar con docilidad, sometiendo el entendimiento
a sus enseanzas, y la voluntad a sus preceptos y leyes. De ah deducir el deber de
los ciudadanos catlicos de someterse y obedecer al Papa y a los obispos, que son los
8
ESTRADA Y MAURESO, M.: Gua general de Cartagena y sus alrededores, Cartagena, s.e., 1902.
Experimentando una transformacin en sus creencias a travs del nuevo pastor Reinaldo Barnes, que no
abandon Murcia hasta 1936; VILAR, J.B.: Un siglo de Protestantismo, pp. 138-140. Sobrepasa nuestro
lmite cronolgico, pero desde guilas se irn extendiendo por Mazarrn y tambin por la ciudad de Lorca
con el colportor evangelista llamado Agustn Garca, que provocar un clamoroso tumulto antiprotestante
en 1931; ANDRS-GALLEGO, J.: Sobre las formas de ser y pensar, pp. 313-317.
9
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre los deberes cristianos (16-II-1890), en BOEDC, 22 (1890), p. 76.
- 129 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
10
Ibidem, pp. 76-77.
11
VILAR, J.B.: Un siglo de Protestantismo, pp. 52-53.
12
Podemos seguir desde la prensa murciana la polmica suscitada en 1893 sobre las insignias religiosas
presentes en la fachada de la capilla protestante de la calle de Beneficencia, en Madrid; El Diario de
Murcia, (10-III, 12-IV, 8-VII-1893).
13
El Diario de Murcia, (10-X-1894). Protesta.
- 130 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
que nos rige, ha recibido el golpe de gracia con la violenta transicin a la libertad de
cultos proclamada por el hecho de la capilla protestante, a ciencia y paciencia de nuestros
gobernantes. El error no tiene, no puede tener derechos: por eso al otorgarlos el
gobierno a la hereja, se siente ofendido el sentimiento y la dignidad de catlicos y la
misma constitucin del Estado enrgicamente protesta de verse conculcada
lastimosamente. Por eso Nos, con nuestro cabildo Catedral, nuestro clero y nuestro
Seminario protestamos tambin contra el hecho consumado 14.
Poco antes se supo que los misioneros metodistas expulsados de Ponap tuvieron
que ser readmitidos, sentando un precedente contra el sentimiento religioso, porque
se permite que vuelvan los metodistas a las Carolinas diciendo que van a continuar su
obra de civilizacin, cuando all no hay ni puede haber ms elemento civilizador que el
estandarte de nuestra santa religin, comenzando a escucharse pronto las primeras
crticas al papel desempeado por las rdenes religiosas en Filipinas15. La intransigencia
integrista de Bryan vea en el pluralismo religioso un drama que implicaba la quiebra del
Estado catlico y la destruccin del orden social cristiano. En 1900 hizo publicar de nuevo
en el Boletn eclesistico el Dictamen restrictivo que Cnovas haba emitido sobre la
interpretacin del art. 11 de la constitucin, para tranquilizar a los obispos espaoles
ante el rumor de una aplicacin laxa de la confesionalidad y amplia de la tolerancia16.
En la prensa solan aparecer algunas noticias sobre el contacto que, los miembros
de las comunidades protestantes de Cartagena y guilas, tenan espordicamente con la
sociedad murciana. Hasta Martnez Tornel reconocer que l mismo haba predicado el
catolicismo en el club, entre socialistas y ante algn protestante, donde ha habido
necesidad de hacerlo, sin ofender a nadie y sin transigir con nada 17. En 1903 admiti la
presencia y actuacin de los colportores protestantes en la capital, pero en su crnica
recoge algunas interesantes consideraciones en las que se ve que, el sector ms liberal
del movimiento catlico, ya comenzaba a percibir el valor de la tolerancia religiosa.
14
Ibidem.
15
El Diario de Murcia, (7- VII-1894). Los misioneros de Ponap; (19-VII, 26-IX, 15-X-1894). Continu
con la capilla del colegio alemn que segua la tradicin del pastor y mdico Federico Fledner (1845-1901),
un prusiano luterano que comparti con Ruet la direccin de la Iglesia Reformada hasta que al morir
Rouet en 1878 qued al frente y fund en Madrid varias escuelas populares financiadas por calvinistas
franceses y despus por protestantes alemanes, con las que intent atraer a las clases medias a travs de
su actividad cultural y docente. La intencin de construir una escuela con capilla suscit la polmica,
teniendo que reformar la fachada tras una agria polmica con la embajada (7-VII, 26 IX, 4, 15-X-1894).
16
Real Orden sobre Inteligencia y Ejecucin del art. 11 de la Constitucin del Estado (23-X-1876), en
BOEDC, 32 (1900), pp. 290-299. Bryan describir la interpretacin ms amplia expuesta por Moret como
la facultad para ofender a todos los catlicos: El Diario de Murcia, (13-XI-1895).
17
El Diario de Murcia, (13-IV-1889). Lo del da (por J.M. Tornel).
- 131 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Dir que parece que hemos olvidado los tiempos apostlicos y tenemos miedo a que se
discuta, por lo que conviene que haya herejes, para que la fe catlica se curta y
acrisole, pues no hace muchos das vino a Murcia un sujeto desconocido, que recorri la
ciudad y distribuy unas mil biblias y evangelios protestantes y se fue 18.
18
El Liberal de Murcia, (28-X-1903). Diario de Murcia: en la vspera (por J.M. Tornel).
19
Ibidem.
20
CRCEL ORT, V.: Acatlicos espaoles en los albores de la Restauracin, en Anales de Historia
Contempornea, 3 (1984), pp. 101-112.
- 132 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
21
El Liberal de Murcia, (31-III-1905).
22
El Liberal de Murcia, (14-V-1905). El suceso de Molina.
23
Ibidem.
24
No podemos contrastarlo por haber desaparecido la coleccin de La Verdad de Murcia durante esos
aos, pero la polmica se desarrolla en El Liberal de Murcia, (16-V-1905). Lo esperbamos y (19-V). En
legtima defensa, donde afirma que el peridico catlico con exclusiva, que no dijo ni una sola palabra a
su tiempo del suceso de Molina, sale anoche disparando contra nosotros porque hemos recomendado
prudencia, paz y amor al prjimo, en el asunto de que se trata. No le ha interesado el suceso y al hablar
de l ha sido para atenuarlo. No pudieron comprobar que los ingleses hubieran incitado a los catlicos.
- 133 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
hacer otra cosa que ostentacin de su fe, sin llegar a hacer dao a nadie. Es esta una
cuestin difcil y enojosa, pero yo he de decir la verdad respecto de ella. Si es verdad que
los protestantes vienen a ofender los sentimientos religiosos de este pueblo, hacen muy
mal y no creo que tengan derecho a ello. Aqu vivimos en paz respecto de la cuestin
religiosa hace muchsimo tiempo, sin que, en los das que ms se agitaron estas
cuestiones, all por los aos siguientes a la revolucin de setiembre, haya ocurrido nada
que lamentar, porque todos hemos tenido, dentro del sentimiento cristiano, una
hermosa tolerancia y un respecto a todas las convicciones. Y sera de sentir, muy de
sentir, aunque se proceda de buena fe, que esta paz y tranquilidad se turbaran. No hay
derecho para eso y adems me parece de mal gusto el ofender creencias , porque el
descatolizar a un pueblo es hacerlo desgraciado, infeliz y miserable. Prueba de ello
que el creyente verdadero, es digno de envidia. No puedo yo, por tanto, transigir con
ninguna propaganda en ese sentido25.
25
El Liberal de Murcia, (18-V-1905). Diario de Murcia (por J.M. Tornel).
26
Ibidem.
- 134 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Reconocern que el pueblo de Espinardo ha sabido y sabe respetar todas las ideas
por retrgradas o avanzadas que sean, y sabe perfectamente que por encima de las
fanticas y locas excitaciones, vengan de donde vengan, procedan de donde procedan,
est el respeto sagrado que toda idea merece, siempre y cuando sta ni reste ni denigre
sus derechos de hombres honrados, ni de dignos hijos de la patria. Nuestro pueblo vio el
acto celebrado por la juventud republicana por el prisma de la imparcialidad, despojado
por completo de todo cuanto al acto pudiera perjudicar favorecer, pues sabe muy
bien que toda propaganda, autorizada por la ley, debe de ser respetada 29 . Poco a
poco el movimiento catlico murciano tuvo que ir aprendiendo que la unidad catlica no
poda fundamentarse en la accin poltica, sino en la evangelizadora. El criterio bsico,
que mantuvo en estos temas la Iglesia murciana, fue la prohibicin de realizar toda clase
27
Exposicin de los Reverendos Prelados de Espaa, protestando de las disposiciones acerca de las
rdenes Religiosas y de la Libertad de Cultos y su contestacin, en BOEDC, 42 (1910), pp. 281-286.
28
El Liberal de Murcia, (15 y 19-VII-1911). Espinardo: protesta y perdn.
29
Ibidem.
- 135 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
de propaganda y negar la libertad para difundir sus errores, pues consideraban que el
catolicismo era depositario de la verdad religiosa frente a los errores herticos del cisma
protestante y as lo confirmaron los Congresos Catlicos Nacionales, en los que siempre
se pidi restringir la tolerancia constitucional. Se acuda al art. 3 del concordato del 51,
para indicar que el Estado tena que preservar la verdad catlica, frente a los errores
herticos, y solo caba libertad para la Iglesia catlica en la exposicin de la verdad
religiosa, pues la constitucin permita la tolerancia privada de los cultos no catlicos,
pero no la libertad religiosa, ni la difusin de las ideas religiosas no catlicas30.
30
Secretara de Estado: Normas para los catlicos espaoles, en BOEDC, 43 (1911), pp. 325-326.
- 136 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
31
LVAREZ JUNCO, J.: Mater Dolorosa: la idea de Espaa en el siglo XIX, Madrid, 2001; FUSI, J.P.: La
evolucin de la identidad nacional, Madrid, 2000, pp. 163-196; PAYNE, S.G.: Espaa. Una historia nica,
Madrid, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2008, pp. 234-237.
32
BOYD, C.: Historia patria: poltica, historia e identidad nacional en Espaa (1875-1975), Barcelona,
Pomares-Corredor, 2000, pp. 40-57.
33
La Enseanza Catlica, (desde 20-IV al 22-XII-1889).
34
La Enseanza Catlica, (11-IV-1889). Redactada por Len XIII en el Breve de 19 de enero de 1889, con
300 das de indulgencia (semel in die); El Diario de Murcia, (22-II-1889).
35
El Diario de Murcia, (19-III, 28-IV-1889; 2, 7, 14, 17-VII-1890).
- 137 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
siempre en nuestra nacin, porque el pueblo espaol no puede ser ms que catlico,
porque este pueblo generoso no puede amalgamar monstruosidades, lo santo y lo
sublime, jams debe asociarse amigablemente con lo profano y lo vulgar. El pueblo
espaol en sus robustos brazos ostentar siempre la santa bandera de la religin y de la
patria y recordar las palabras del predicador Norberto Gimnez Pagn, prroco del
Carmen de Cartagena, al mostrar que la nica religin que nos gua por el camino de
la felicidad es la catlica; nica que impone freno a nuestras pasiones, nica que puede
darnos la verdadera libertad, porque hace comprender a los gobernantes que no son su
patrimonio los estados que gobiernan, y que no han de convertir su altsima misin en
un medio desptico para avasallar a los pueblos sino para que donde la impiedad
establezca sus baluartes, implante la religin catlica los suyos36.
- 138 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
catlicamente, e insisti en la defensa poltica de los deberes para con la Iglesia frente
a las actitudes liberales, a las que acusaba de convertirse en una nueva religin40.
Bryan llegar a decir que Espaa, respondiendo a la vocacin del cielo, se ejercit
por espacio de quince siglos en reprimir el judasmo, el mahometismo y el arrianismo, que
guerreaban aqu en su seno, en las luchas seculares sostenidas en defensa de su fe se
elev al herosmo de las ciencias y las virtudes, del valor y del genio, y cuando no fueran
bastante para satisfacer su celo las fronteras peninsulares para contener la intrepidez
40
Pastoral sobre los deberes cristianos, en BOEDC, 22, (1890), pp. 73-81.
41
Algunos autores describen conceptualmente este fenmeno de intolerancia religiosa, basndose en una
supuesta teologa de las naciones en la que cada nacin tendra una determinada misin en el proyecto
orgnico de la providencia divina y vendra a ser una respuesta integral al principio jurdico de
nacionalidad liberal-constitucional. Bryan instituy en Murcia la fundacin de la Pa Unin de Oraciones al
Santo ngel Patrono de Espaa para asegurar que entre los sacerdotes se introdujera con arraigo la
devocin de rezar para que se cumpliera la misin que la providencia divina le tena encomendada a la
nacin espaola. Se trat de una ideologa poltico-religiosa, surgida como reaccin a la Ilustracin y la
Revolucin francesa, que a finales del s. XIX se transform en un profundo rechazo del liberalismo en el
plano poltico y cultural al considerar que Espaa era la nacin catlica por excelencia y lo haba
manifestado ampliamente a lo largo de su dilatada historia. A. Botti lo describe como la concepcin
jurdico-religiosa en la que se defiende que el espaol nace catlico, por lo que su sociedad ha de ser
catlica y catlico tambin el Estado, siendo la unidad religiosa su fundamento, pues las diferencias
ideolgicas y religiosas destruiran la nacin (los heterodoxos no son espaoles) y cuando Espaa se alej
del catolicismo fracas histricamente. En Murcia se fue abriendo paso muy lentamente la distincin entre
la tesis y la hiptesis porque se aferraban a las Normas dadas para los catlicos en cuestiones polticas en
las que se reconoca que debe mantenerse como principio cierto que en Espaa se puede siempre
sostener, como de hecho sostienen muchos nobilsimamente, la tesis catlica y con ella el restablecimiento
de la unidad religiosa. Fundacin de la Pa Unin de Oraciones al Santo ngel Patrono de Espaa en el
Colegio de Vocaciones Eclesisticas de Murcia, en BOEDC, 30 (1898), pp. 44-45; BOTTI, A.: Religin y
Nacin. El Nacional-Catolicismo, en GARCA DE CORTZAR, F. (coord.): La Nacin espaola: Historia y
Presente, Madrid, Papeles de la Fundacin, 2001, pp. 133-152.
42
HERVS GARCA, T.: Programa de Historia Universal, Murcia, Seminario Conciliar San Fulgencio, 1898;
Geografa e Historia de Murcia para uso de las alumnas del Colegio Jess Mara, 6 Clase, Murcia,
Imprenta Hijos del Nogus, 1904; PREZ CERVERA, F.: Historia Sagrada, Murcia, Tip. El Magisterio, 1904.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
de sus hijos, llev sus conquistas al Asia y a la Oceana y con su civilizacin y su idioma
llev tambin la fe de Jesucristo y el amor a su Iglesia 43.
Todo eso era poco todava: la providencia haba encontrado en Espaa el gran apstol,
capaz de evangelizar un mundo nuevo y por esta causa, cuando aqu regan nuestros
destinos los reyes y los gobiernos que la historia apellid catlicos, se engastaron a la
corona de Castilla las Amricas y a esos inmensos continentes, ignorados de las gentes
de aquende los mares, llev tambin Espaa con sus estandartes la Cruz del Redentor, la
fe y el reinado social de Jesucristo. Precioso galardn otorgado por el cielo a la piedad de
sus monarcas y a la fe y catolicismo de sus hijos. La nacin que nunca fue tan grande y
magnnima como cuando exigi de los consejeros de sus monarcas una fe prctica, una
virtud acrisolada y una honradez notoria y cuando sent al lado de los tronos a los Santos
y Doctores de la Iglesia. Sobre todo era elogiada por haber establecido la unidad poltica
mediante la religiosa, al oponer una valla insuperable con su unidad catlica 44.
43
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el gobierno divino en la prosperidad y ruina de las Naciones, en
BOEDC, 31 (1899), pp. 80-85.
44
Ibidem.
45
Circular y Reglamento de las Conferencias Morales y Litrgicas, en BOEDC, 20 (1888), pp. 313ss;
Relacin de materias y profesores del Seminario, en 21 (1889), pp. 295ss; Decreto sobre la Enseanza en
el Seminario, en 30 (1898), pp. 341ss.
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Como colofn, Bryan dir que las leyes que a deshora e injustificadamente
proclamaron la tolerancia religiosa son virtualmente ateas, que por eso cuando el
episcopado levanta la voz en demanda de amparo para los legtimos derechos de la
Iglesia conculcados solo el silencio responde y las constituciones de la mayor parte de
los estados modernos, prescindiendo por completo en muchos artculos de las
prescripciones de la ley divina y de las exigencias de la ley natural, proclaman muy alto
46
El concordato era considerado como un acuerdo de rango internacional e intrprete de la propia
legislacin, por lo que se deba leer en tal sentido la confesionalidad catlica del Estado expuesta en la
constitucin canovista del rgimen de la Restauracin en 1876: la religin catlica, apostlica y romana
es la del Estado. La nacin se obliga a mantener el culto y sus ministros (art. 11). Eran partidarios de una
interpretacin muy restrictiva de la tolerancia religiosa y siempre mostraron su disconformidad con la
clusula introducida por Cnovas: nadie ser molestado en el territorio espaol por sus opiniones
religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana. No se
permitirn, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones pblicas que las de la religin del Estado.
Carta del obispo de Osma sobre la observancia del Concordato, en BOEDC, 22 (1890), pp. 200ss.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
la legalidad de ese cmulo de libertades en abierta pugna con la naturaleza del hombre
y de la sociedad, que constituyen el pan-demonium llamado liberalismo, satnica
compilacin de los errores modernos, germen fecundo de la inmoralidad creciente y de
la guerra descarada contra todo el orden sobrenatural47.
47
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico, en BOEDC, 25 (1893), pp. 84-86.
48
Basta recordar que Bryan fue elegido sencillamente por sus vnculos familiares con Silvela, recibindose
con sorpresa su eleccin episcopal, mientras el P. Vicente lo fue por la determinacin de E. Dato en su
preocupacin social y prefiri al ya obispo de Astorga frente a otros candidatos. CRCEL ORT, V.: Len
XIII, pp. 244-245; ASV Secretara de Estado, rbrica 249 (1903) fascculo 1, folios 24-27; 291 Rinaldini-
Rampolla, 27-XII-1902; ROBLES, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin, p. 80.
49
El Liberal de Murcia, (29, 30, 31-X-1903).
50
Nunciatura Apostlica: Privilegios concedidos a la Familia Real de Espaa, en BOEDC, 43 (1911), pp.
534ss.
51
Circular ordenando rogativas pblicas por la salud del rey Alfonso XIII y accin de gracias por su salud
recuperada, en BOEDC, 22 (1890), pp. 9ss y 34ss.
52
Circular disponiendo se celebre con solemnidad Te Deum y exposicin de S.D.M. por la mayor Edad del
Rey D. Alfonso XIII, en BOEDC, 34 (1902), pp. 219ss.
53
Circular disponiendo que se celebren rogativas por el feliz alumbramiento de S.M. la Reina Victoria, en
BOEDC, 41 (1909), pp. 229ss; Circular prescribiendo preces en accin de gracias por el feliz
alumbramiento de S.M. la Reina Victoria, en pp. 293ss; Circular disponiendo rogativas por el feliz
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
los difuntos regios 54 . Igualmente suceda con la presidencia del gobierno, decretando
celebrar funerales por el fallecimiento de algunos presidentes del consejo de ministros.
Curiosamente, no aparecen los decretos por los funerales de Sagasta ni Cnovas del
Castillo, que fallecieron durante el episcopado de Bryan, pero s por los anticlericales
Canalejas, tras su asesinato, y Lpez Domnguez, que fallecieron ya con el nuevo obispo
P. Vicente. Tampoco faltaron los funerales por algunos significados polticos identificados
de alguna manera con la defensa de los derechos de la Iglesia, como el general Camilo
Polavieja, Alejandro Pidal y Mon, Luis Pidal y Mon (marqus del Pidal) o el marqus de la
Vega Armijo e incluso Romero Robledo55. El clero murciano pensaba que el concordato y
las clusulas confesionales de la constitucin requeran de las autoridades civiles el dar
contenido real a sus disposiciones, para garantizar el control de la pureza de la fe religiosa
en todos los niveles de la enseanza y de las costumbres sociales del pueblo murciano.
alumbramiento de S.M. la Reina, en 43 (1911), pp. 652ss; Real Cdula de ruego y encargo sobre preces
en accin de gracias por el feliz natalicio del serensimo Sr. Prncipe de Asturias, en 39 (1907), pp. 181ss;
Circular prescribiendo rogativas por el feliz alumbramiento de S.M. la Reina, en 40 (1908), pp. 221ss;
Circular disponiendo se celebre funcin de accin de gracias por el nacimiento del infante D. Jaime, en pp.
274ss; Circular disponiendo rogativas por el feliz alumbramiento de su Majestad la Reina, en 46 (1914),
pp. 399ss.
54
Circulares sobre funerales por el Rey D. Francisco de Ass, en BOEDC, 34 (1902), pp. 219ss; Circular de
S.E. sobre funerales por Da. Isabel II; pp. 373ss.: Circular del gobierno eclesistico sobre funerales por la
Princesa de Asturias, en 36 (1904), pp. 117ss; Circular ordenando la celebracin de sufragios pblicos por
el alma de su Alteza la Infanta Da. Mara Teresa, en 44 (1912), pp. 496ss.
55
Circular del gobierno eclesistico sobre funerales por D. Francisco Silvela, en BOEDC, 37 (1905), pp.
204ss; Circular sobre funerales en sufragio del alma de Don Raimundo Fernndez Villaverde, en pp. 230ss;
Circular disponiendo se celebren sufragios por el alma del Capitn General D. Jos Lpez Domnguez, en
43 (1911), pp. 630ss; Circular disponiendo sufragios por el alma del Excmo. Sr. Presidente del Consejo de
Ministros D. Jos Canalejas, en 44 (1912), pp. 575ss; Circular disponiendo se celebren sufragios por el
alma del Excmo. Sr. D. Camilo Garca Polavieja, marqus de Polavieja, en BOEDC, 46 (1914), pp. 45ss;
Circular ordenando la celebracin de sufragios por el alma del Excmo. Sr. D. Alejandro Pidal y Mon, en 45
(1913), pp. 494ss; Circular disponiendo la celebracin de sufragios por el alma del Excmo. Srd. D. Luis
Pidal y Mon, marqus del Pidal, en 46 (1914), pp. 2ss; Circular acerca de sufragios por el alma del Sr.
Romero Robledo, en 38, (1906), pp. 86ss.
56
El Diario de Murcia, (16-VIII-1891); Sentencia del Tribunal Supremo sobre ofensa a los sentimientos
religiosos, en BOEDC, 23 (1891), p. 261; Situacin creada al Clero de Francia, en 24 (1892), pp. 49-57.
57
Sentencia del Tribunal Supremo sobre defensa a los sentimientos religiosos, en BOEDC, 21 (1889), pp.
261ss; en 24 (1892), pp. 129ss., 30, (1898), pp. 320ss., 32 (1900), pp. 345ss., 35 (1909), pp. 146ss.
58
El clrigo en los Tribunales civiles, en BOEDC, 30 (1898), pp. 170ss.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
59
Liga Nacional de Defensa del Clero en la dicesis de Cartagena, en BOEDC, 45 (1913), pp. 496-555.
60
VILAR GARCA, J.B.: El federalismo en los orgenes del Cantn de Cartagena (el partido federal
republicano en Murcia y su Regin (1868-1874), en Anales de Historia Contempornea, 9 (1993), pp.
123-173; MANGAS MANGAS, S.: Catolicismo liberal en la obra de Roque Barcia. Filsofo, masn, clerfobo,
crata, revolucionario, demcrata, republicano intransigente y dems gentes de mal vivir, Madrid,
Universidad Autnoma, 2002 (tesis doctoral dirigida por Diego Nez Ruiz).
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
A ellos parece referirse siempre el obispo Bryan cuando afirma que pretenden la
emancipacin del Estado de la Iglesia, la secularizacin del Estado, el atesmo oficial, la
separacin de la religin de la poltica, en una palabra, una poltica sin religin y sin Dios
considerndolos herederos directos de la ilustracin, el filosofismo racionalista y la
revolucin62. Sin embargo, fue prcticamente nulo el influjo poltico-institucional que
tuvieron en Murcia durante la Restauracin, a pesar de que s sern determinantes en
la formacin del anticlericalismo popular y la confrontacin ideolgica con el movimiento
catlico, por su carcter racionalista, que les llevaba a querer prescindir de toda realidad
cultural, poltica y social que estuviera vinculada al mundo irracional de la fe.
Martnez Tornel, que particip durante el Sexenio con los republicanos benvolos y
radicales63, les recordar que mientras haya republicanos que crean que el triunfo de la
repblica es el acabose de la religin, la persecucin de los curas, el atropello de las clases
ricas, la anarqua ms o menos ordenada, podr triunfar un da la forma republicana,
pero caer enseguida por falta de base64. Tambin criticar la irrespetuosa actitud de
un hombre tan eminente como el Sr. Salmern, que es para nosotros una novedad muy
triste y muy desconsoladora y nos priva de una ilusin que queramos abrigar, la de que
el Sr. Salmern y los suyos eran republicanos en los que las creencias de la inmensa
61
ANDRS-GALLEGO, J.: La Restauracin, pp. 142-153.
62
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Liberalismo, en BOEDC, 21 (1889), pp. 55-57.
63
NAVARRO MELENCHN, J.: Organizacin social y sistemas polticos en Murcia durante la I Repblica,
Murcia, UMU, 2004, pp. 443-444.
64
El Diario de Murcia, (8-I-1895). Lo del da (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
mayora de los espaoles tenan respetuosos protectores y nos dej convencidos de que
tratndose de curas, frailes, monjas y catlicos de cualquier estirpe, es lcito insultarles,
pues de la singular lgica del Sr. Salmern resulta lo que expresaba en forma tan sincera
como pintoresca el orador del club de la Yedra: aqu se permite creer en todo menos en
Dios. Viva la libertad de pensamiento con tal de que no se piense en catlico! 65.
65
El Diario de Murcia, (11-V-1894). Lo del da (por J.M. Tornel).
66
El Diario de Murcia, (13-IV-1894). Lo del da (por J.M. Tornel).
67
SUREZ CORTINA, M.: Anticlericalismo, Religin y Poltica, pp. 149-157.
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Tuvo su origen en 1893, con la autorizacin dada por Sagasta para construir una
fortificacin militar en los terrenos de una antigua mezquita, lo que fue considerado por
los rifeos como una provocacin, alzndose en armas y causando numerosos muertos
68
SALMERN GIMNEZ, F.J.: El caciquismo en la zona norte de Murcia, pp. 150-153.
69
CUEVA MERINO, J.: Clericales y Anticlericales, pp. 141-164; LABOA, J.M.: Iglesia y religin en las
constituciones espaolas, Madrid, Ed. Encuentro 1981.
- 147 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
70
BRYAN LIVERMORE, T.: Exhortacin Pastoral sobre la guerra del Rift y rogativas por la paz, en BOEDC,
25 (1893), pp. 293-300; Circular sobre el donativo del Clero para la guerra de Marruecos, en 26 (1894),
pp. 20-21.
71
El Diario de Murcia, (7-X-1893). Lo del da: Velada en el Crculo Catlico (por J.M. Tornel).
72
El Diario de Murcia, (21-X-1893). Lo del da: el amor a la patria (por J.M. Tornel).
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
hace hermanos a los que la naturaleza ha aislado en un pedazo del globo, santifica el
hogar distinguiendo razas y pueblos, hace comunidad entre los que han luchado por
un ideal noble, redentor y glorioso.
Estos sucesos provocaron una exaltacin del fervor patritico catlico tan sentido que
casi adquiri caractersticas propias de una cruzada religiosa, porque nuestro amor a
Espaa nos impondr siempre la aversin a la raza mora, porque luchamos con ella siglos
y siglos, hasta echarla fuera de nuestro suelo; y quieran o no quieran, este odio de raza,
ha puesto de nuestra parte al mundo civilizado, no solo por haber peleado nosotros por
nuestra patria, sino por haber luchado a la sombra de la Cruz y por la religin del
Crucificado. La historia popular del moro y el cristiano es la epopeya nacional, siempre
viva, desde el Cid hasta el ltimo soldado cristiano muerto en Melilla 73.
73
El Diario de Murcia, (8-X-1893). Revista de la semana.
74
El Diario de Murcia, (2-XI-1893). El clero de Lorca: manifestacin cristiana y patritica .
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
de Melilla les han permitido revivir la nobleza patritica que se vivi en la reconquista.
La Iglesia en Murcia responde a sus tradiciones patriticas espaolas, bendice las
armas y las banderas, da escapularios benditos a los soldados que los besan y los
guardan en sus pechos porque la Iglesia espaola y el pueblo espaol estn unidos en
nuestra historia con los lazos ms estrechos. En nuestras seculares luchas con los moros
fue donde brotaron los hroes, y de los hroes los nobles, como brotarn ahora,
legando a sus hijos y a sus nietos un nombre glorioso75. Ese fervor patritico religioso
surgir en muchas localidades, con manifestaciones multitudinarias en las que, al frente
de la misma, estn casi siempre las autoridades y los sacerdotes o religiosos76. Se crear
una Junta Patritica en Murcia, a la que se sumarn las parroquias, tratando de
conseguir fondos para ayudar a los militares y sus familias77.
Incluso hubo un grandioso desfile de tropas, junto al palacio episcopal y las calles
ms cntricas de Murcia, en el que Bryan bendijo a las tropas y los enardeci para que
combatieran por su fe, porque otro espectculo vemos ahora altamente consolador:
la Iglesia, representada por los cardenales, los obispos y los sacerdotes, responden a
sus tradiciones patriticas espaolas, bendicen las armas y las banderas, dan a los
soldados escapularios benditos, que los besan y los guardan en sus pechos porque la
Iglesia espaola y el pueblo espaol estn unidos en nuestra historia con los lazos ms
estrechos 78. Das antes haba publicado su pastoral, para implorar por el pronto y
glorioso triunfo de nuestros ejrcitos en la guerra de Melilla y celebrar el da 14 de
noviembre un solemne funeral en la catedral, por los militares fallecidos en combate79,
entre los que se contaban algunos soldados naturales de Lorca y de Cartagena, desde
donde haban embarcado para acudir al lugar del conflicto80. Tornel reconocer en sus
crnicas sobre los acontecimientos, que nunca haba vivido tanta exaltacin de los
sentimientos catlicos y del fervor patritico en el pueblo de Murcia81.
El ejrcito no se haba caracterizado a lo largo del s. XIX por su carcter religioso, sino
liberal e incluso masnico, pero a travs de la prensa aparecen autores como Francisco
Barado que buscan los lazos de continuidad con la reconquista cristiana, al recordar las
75
El Diario de Murcia, (4-XI-1893). Revista de la semana.
76
El Diario de Murcia, (3, 6, 11, 14, 21, 22-XI-1893). El Palmar, Santomera, Espinardo, Yecla, Totana, Era
Alta, Cieza, Blanca, Mula (el pueblo de Juan de La Cierva con la presencia del obispo), Portmn, Molina,
Alcantarilla, Caravaca y Ulea entre otros muchos.
77
El Diario de Murcia, (9, 11 y 17-XI-1893).
78
El Diario de Murcia, (18-XI-1893). Noticias locales.
79
El Diario de Murcia, (4, 13-XI-1893). Revista de la semana y Noticias locales.
80
El Diario de Murcia, (9, 12, 21-XI-1893).
81
El Diario de Murcia, (16-XI-1893).
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
La campaa de Cuba comenz con el ambiente en contra, por los trgicos sucesos
del crucero militar Reina Regente85, que se hundi sin que se tuvieran datos del mismo
durante varios das y tuvo en vilo a la poblacin cartagenera, de donde zarp el barco con
tripulacin local. Sin haberse reconocido an su hundimiento, ni realizado los funerales
82
El Diario de Murcia, (26-XI-1893). Espaoles y cristianos (por F. Barado), Mis dominicales (por J.M.
Tornel).
83
Como sntoma del nivel que haban tomado los acontecimientos, resulta significativo que se critique
duramente en la prensa la conducta del general Martnez Campos por mandar fusilar a un soldado espaol
que a despecho cort la oreja de un soldado moro, al tiempo que se alaba el aliento y la presencia
constante de los capellanes castrenses en su heroica campaa de Melilla. El Diario de Murcia, (17-XI, 2, 3,
4-XII-1893). Lo del da: el primer castigo, Las orejas del moro, Cartas de Melilla (por Almodvar).
84
El Diario de Murcia, (17-XI-1893). Adis a los soldados murcianos.
85
En la prensa se contaba la ancdota de un marinero de Cartagena que, tras una fiesta en Tnger, no
logr embarcar, por encontrarse borracho, y gracias a ello salv la vida en el naufragio producido antes de
llegar a las islas Canarias El Diario de Murcia, (18, 22-III-1895).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
oficiales, se despeda en Cartagena a los infantes de marina que partan para Cuba cuyos
oficiales y soldados son todos, o casi todos, de aquella ciudad, despus del terrible
martirio por el que han pasado y estn sufriendo las familias que enviaron seres queridos
en el Reina Regente, pues esta separacin se realiza con las agravantes circunstancias
de los dobles temores que inspiran el mar y las contingencias de la guerra86. Son muy
emotivas las despedidas de los soldados, llenas de fervor y de patriotismo religioso87.
El obispo Bryan emitir una circular a favor de los soldados que luchan en Cuba, en
la que vuelve a dejar constancia de la unidad religiosa de la patria y el valor religioso
de combatir para defender la fe dando su vida, pues la religin es inseparable de
nuestras histricas glorias, la religin es la primera que se siente interesada, el sacerdote
es el encargado de esgrimir sus armas espirituales y de hacer propicio al Seor de los
ejrcitos, a nosotros toca rogar desde el altar con nuestros sacrificios y nuestra plegaria,
para que Dios, que es el dador de las derrotas y de las victorias, conceda pronto y
perfecto triunfo a nuestras armas, para lo cual pide a todas las parroquias y a las casas
de religiosos de la dicesis que hagan pblicas rogativas por su intencin90.
Los carlistas de Murcia organizaron sufragios por los soldados cados, en un intento
de querer acaparar la exaltacin patritica, pero pronto comenzaron a circular por la
prensa las noticias de las difciles condiciones en las que vivan los soldados murcianos
en Cuba91, al tiempo que tenan lugar varios actos benficos y de exaltacin patritica en
Cartagena y Cieza. A medida que pareca dilatarse la solucin y era preciso enviar ms
86
El Diario de Murcia, (30-III-1895). Lo del da (por J.M. Tornel).
87
El Diario de Murcia, (7-IV-1895). Lo del da: movimiento de soldados.
88
El Diario de Murcia, (21-IV-1895). Lo del da.
89
El Diario de Murcia, (23-IV-1895). Revista Semanal.
90
El Diario de Murcia, (22-VI-1895). Obispado de Cartagena: circular. Lo mismo suceder en Madrid con
la Regente y el nuncio despidiendo las tropas, mientras en Murcia repicaban las campanas (18-VIII, 22-X-
1895).
91
El Diario de Murcia, (19, 20-I, 1-II, 3, 10, 11, 21-III, 5, 28-IV, 1, 12-V-1896); (11-III-1896): Lo del
da: los carlistas.
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Se quiso presentar la guerra como la nica alternativa posible, para mantener intacto
el honor espaol, y surgi el mito del orgullo nacional herido. Hasta la Iglesia diocesana
tuvo que realizar un emprstito especial para costear la guerra94, mientras seguan las
rogativas en las que se volva a identificar el espritu patritico con la defensa de la fe y
la unidad catlica, que comenzaba a mezclarse ya con el papel desempeado por los
religiosos espaoles en Filipinas95. Varias veces se escuch el toque de campanas de la
Catedral, para sumarse al entusiasmo con el que eran acogidos los rumores del
apresamiento y muerte del lder filipino rebelde Maceo 96 . Los actos benficos en el
Romea, donde se mezclaba el patriotismo con la religin, comenzaron a prodigarse97.
Bryan haba publicado varias pastorales para motivar la causa patritica, conseguir la
divina proteccin a favor de Espaa y alcanzar el triunfo de nuestras armas en la
guerra 98 . Tras la voladura del Meine volvieron a repetirse las manifestaciones de
patriotismo avaladas por la propia Iglesia murciana99, pero los llamamientos a luchar por
la grandeza de Espaa y la religin catlica no se reciban ya de igual modo en el
nimo de los murcianos. Los peridicos solan ser muy optimistas sobre las posibilidades
de una victoria militar, pero cundi el desnimo general cuando se empezaron a conocer
92
El Diario de Murcia, (21-VIII-1896).
93
AYALA, J. A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 14-16.
94
El Diario de Murcia, (15 y 18-XI-1896).
95
El Diario de Murcia, (26-XI, 3-XII-1896).
96
El Diario de Murcia, (17, 27-II, 13, 29 y 31-III, 4 y 24-IV-1895; 10, 11, 15-XII-1896; del 7 al 19-I-
1897).
97
El Diario de Murcia, (19, 21, 27-I, 16-II y 10-III-1897).
98
Exhortacin Pastoral ordenando rogativas para pedir a Dios su divina proteccin a favor de Espaa, en
BOEDC, 30 (1898), pp. 157-160; Exhortacin Circular ordenando rogativas para alcanzar el triunfo de
nuestras armas en la guerra con los Estados Unidos, en pp. 177-183; Circular interesando a los fieles que
dediquen sus oraciones por el triunfo de las armas en la guerra de Espaa con los Estados Unidos, en pp.
213-216; Circular sobre cumplimiento de las Reales disposiciones aumentando el descuento de las
dotaciones del Clero y Fbricas parroquiales, en 30 (1898), pp. 306-308; El Diario de Murcia, (12-III, 5, 8,
14-IV-1898).
99
El Diario de Murcia, (28 y 29-I-1898).
- 153 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
100
El Diario de Murcia, (del 12-III al 29-IV-1898).
101
El Diario de Murcia, (31-V, 13-VIII al 21-X, 3-XI-1898).
102
BRYAN LIVERMORE, T.: Carta Pastoral sobre la necesidad, naturaleza y efectos del orden sobrenatural
en el individuo, en BOEDC, 30 (1898), pp. 65-107; Pastoral el Gobierno divino en la prosperidad y ruina de
las naciones, en 31 (1899), pp. 53-89; El Americanismo en Religin, en 31 (1899), pp. 151-154; Carta de
S.S. condenando el Americanismo, en pp. 154-168; Syllabus de los errores del americanismo, en pp. 482-
487; El Diario de Murcia, (11-IX, 10-XI-1898; 31-I-1899).
103
SUREZ CORTINA, M.: El republicanismo espaol tras la crisis de fin de siglo (1898-1914), en
Cuadernos de Historia Contempornea, 20 (1998), pp. 165-189.
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CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Ms all de las divisiones internas del republicanismo finisecular, desde comienzos del
s. XX se fueron estableciendo dos corrientes diferenciadas, una se asoci a la movilizacin
popular con una visin radical de la vida poltica, populista y rabiosamente anticlerical,
que acab cristalizando en la formacin del Partido Radical en 1908, bajo el liderazgo
de Alejandro Lerroux, y ser la ms influyente en Murcia, mientras que hubo otra de
carcter reformista que se form a partir del sector krauso-institucionista y aspiraba a
integrar las clases medias en la vida poltica para abrir la va democrtica, derivando en
la creacin del Partido Reformista en 1912, bajo la direccin de Azcrate y Melquades
lvarez, que abri una lnea de modernizacin del republicanismo histrico e incorpor
en Espaa las ideas del nuevo liberalismo europeo, sin casi recepcin en Murcia.
104
VILCHES, J.: El posibilismo republicano ante el catolicismo, pp. 543-544; LVAREZ JUNCO, J.: Mater
Dolorosa, Madrid, Taurus, 2001, pp. 584-593.
105
SUREZ CORTINA, M.: El republicanismo espaol tras la crisis de fin de siglo, pp. 181-182.
106
El Liberal de Murcia, (26-V-1906).
107
El Liberal de Murcia, (21-V-1906).
- 155 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
108
SUREZ CORTINA, M.: Radicalismo y reformismo en la democracia espaola de la Restauracin, en
Berceo, 139 (2000), pp. 49-66. El republicanismo no era entendido solo como un rgimen poltico, sino
como una visin del mundo y del sentido de la vida diferente completamente al que conform el antiguo
rgimen, en el que la monarqua y la Iglesia estaban tan unidos que les resultaba difcil distinguirlos, y
abogaban por la supresin de ambas realidades. Dentro de su universo mental jugaban un papel
fundamental la fe en el progreso, el racionalismo filosfico de la Ilustracin y el intento de superar la
dependencia de la religin para hallar explicaciones a las realidades mundanas y sus problemas. Pensaban
que la razn acabara por triunfar sobre la ignorancia, la supersticin y los prejuicios que se vinculaban
siempre con la religin, de manera que si el pueblo an no se haba emancipado de la religin era por el
oscurantismo en que haba vivido hasta entonces, debido al pernicioso influjo clerical. La izquierda
espaola comparta esa cultura poltica comn y, a pesar de sus discrepancias ideolgicas, mantena como
uno de los elementos bsicos de su posicin poltica el odio a la Iglesia catlica, a la que culpaban del
atraso del pas. Con la fuerte carga emocional con la que hablaban contra ella, atraan gran parte de las
masas trabajadoras y de la burguesa liberal, sabiendo explotar en sus mtines ese atractivo que haca del
anticlericalismo un pilar fundamental de su proyecto poltico; SUEIRO SEOANE, S.: La crisis del sistema,
en AVILS FARR, J.: Historia poltica, pp. 214-216.
109
El Diario de Murcia, (8-X-1892, 9-IV, 11-VI, 17-VIII, 20, 21-IX, 21-X-1893). Pretenda conciliar el
catolicismo con la democracia y el sistema republicano, abordando la cuestin religiosa desde la libertad
de conciencia y la separacin de la Iglesia y el Estado, porque consideraba la libertad de conciencia como
el primer derecho y el motor de todas las dems libertades y derechos de cualquier rgimen liberal, siendo
incomprensible que un sistema poltico que defienda la libertad individual pudiera identificarse con una
religin oficial. Desde este planteamiento rechazaba cualquier vnculo entre la nacin y el catolicismo
porque hara un flaco favor a la historia verdadera de Espaa, ya que los creadores de la patria espaola
no fueron los cristianos, sino los defensores de Numancia y Sagunto, anterior a la aparicin del
cristianismo. Ms an, la poca de esplendor de Espaa vino cuando exista pluralidad religiosa entre
cristianismo, judasmo e islam, mientras que su decadencia se forj con la expulsin intransigente de
judos y musulmanes y con la identificacin de la unidad catlica con el absolutismo borbn de Felipe V,
que lo llen de intolerancia religiosa e intransigencia, alejando a Espaa de las corrientes intelectuales de
Europa hasta que la revolucin de 1868 le devolvi su verdadera tradicin de tolerancia religiosa, por lo
que lo ideal de la democracia sera conciliar la separacin de Iglesia y Estado liberal con la secularizacin
del Estado y de toda la vida pblica, sin que supusiera ninguna merma el hecho de establecer acuerdos
con la Iglesia, desde presupuestos regalistas que nunca abandon; VILCHES, J.: El posibilismo
republicano ante el catolicismo durante el reinado de Alfonso XII. A propsito de los sucesos de La Santa
Isabel (1884), en Hispania: Revista Espaola de Historia, 72 (2012), pp. 535-564.
- 156 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Para entender mejor la situacin creada en Murcia por el influjo del anticlericalismo
poltico e institucional presente en la vida nacional, resulta enormemente clarificador el
descubrir cmo se recibi e introdujo el problema clerical en la prensa murciana, porque
110
El Liberal de Murcia, (desde 26-VII al 3-VIII-1909).
111
El Liberal de Murcia, (a partir del 4-VIII-1909).
112
El Liberal de Murcia, (17, 18, 22, 23, 24, 25, 26-VII-1909).
113
El Liberal de Murcia, (28-VII, 4, 9, 12-VIII, 2-IX, 10,13, 14, 15-X-1909); Representacin del los Rvmos.
Prelados de la Provincia Eclesistica de Granada a S.M. el Rey con motivo de los tristes sucesos de
Barcelona, en BOEDC, (1909), pp. 417-420.
114
El Liberal de Murcia, (20, 24-VII-1909). Juan de la Cierva tendr que incrementar la censura de las
noticias y prohibir la celebracin de cualquier manifestacin en contra de la guerra, mientras se describan
los embarques de tropas en Cartagena e incluso el rumor del juez de Chamber que quiso procesar a Pablo
Iglesias por sus palabras contra la guerra; ARROYO CABELLO, M.: La campaa de prensa contra Maura a
travs de El Liberal de Murcia, en Murgentana, 79 (1989), pp. 107-123.
115
El Liberal de Murcia, (23-IX-1910). El ao 1911 se abri con un mitin de los republicanos cartageneros
en el que Sol y Ortega situ el mayor problema poltico de Espaa en el combate a la nefasta influencia
clerical. El diputado Albornoz dar un mitin en el Crculo Radical de Murcia en el que arremeter contra el
caciquismo murciano y el clericalismo aliado de los caciques locales, proponiendo la separacin Iglesia-
Estado, establecida en Francia y Portugal, como el modelo a seguir en Espaa; (2, 20, 23-I, 11, 13, 16,
19-II, 17, 24-IV, 18, 24-VII-1911).
- 157 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Era muy frecuente la utilizacin del trmino clerical unido al de tonsura, para
indicar el ritual catlico por medio del cual se ingresaba en la clereca 116, mientras que
no se generaliz en la prensa como una expresin descalificadora de la poltica religiosa
conservadora, hasta que en 1899 Romero Robledo lanz su grave acusacin, a la unin
de Silvela y Polavieja, de coincidir en sus propuestas con la bandera carlista y ser un
grave peligro para la patria y la libertad, pues con alardes de religiosidad llevados a
la poltica marchamos a una reaccin clerical incompatible con el espritu del siglo117. El
republicano Castelar contribuy, desde sus presupuestos ideolgicos, a darle carta de
ciudadana al arreciar sus ataques contra la reaccin clerical, que simboliza el actual
gobierno118. Pero fue Canalejas quien perfil su contenido poltico, desde la intervencin
parlamentaria que tuvo en el mes de junio de 1899, aunque pas casi desapercibido119.
116
Desde El Diario la Paz de Murcia, (21-IV-1889), Las Provincias de Levante (Murcia), (3-IV-1895), hasta
El Diario de Murcia, (5-V-1895), era muy frecuente en torno a las fechas de las ordenaciones. Tambin
hay alusiones indirectas y espordicas a la prensa o al partido clerical, sin ahondar en su sentido.
117
El Heraldo de Murcia, (20-I-1899). Palabras de Romero Robledo.
118
El Heraldo de Murcia, (25-III-1899). Telegramas: artculo de Castelar. Vinculado siempre a la
reaccin: El Diario de Murcia, (16-III-1899). Lo de la reaccin; Las Provincias de Levante (Murcia), (15-I-
1900). Madrid al da: la reaccin.
119
El Heraldo de Murcia, (6-VII-1899). Discurso de Canalejas.
120
El Diario de Murcia, (7-III-1890). Lo del da. (por J.M. Tornel).
- 158 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
hay que exagerar ni convertir en ataques a la religin lo que solamente tiene carcter de
hostilidad contra las congregaciones religiosas. En esos mitins se han dicho las mayores
blasfemias contra el augusto Redentor y sus sublimes enseanzas; removidas las aguas,
apareci el cieno en la superficie y El Heraldo de Madrid dice que no hay que atacar la
religin y que por ese camino quedar justificada la represin contra esos actos,
impropios de un pas culto. Ahora no se encuentran conformes los peridicos con los
desmanes cometidos por la fiera que ellos mismos han irritado. Piensan lo que Danton
cuando entregaba su cabeza a la guillotina, vctima del terror que l haba provocado 121.
121
Las Provincias de Levante (Murcia), (23-IV-1901). Actualidades: era de esperar.
122
Ibidem.
- 159 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
123
Las Provincias de Levante (Murcia), (23-IV-1901). Madrid al da (por Peaflor).
124
El Correo de Levante (Murcia), (12-V-1903). Nota bene. De manera que lo escrito esta maana en
este ltimo peridico es el corolario de nuestras anteriores afirmaciones: demuestra una vez ms y de
manera incontestable la incompatibilidad que existe entre el Sr. Tornel, clerical durante 25 aos, y El
Liberal anticlerical desde su fundacin. Poco antes haban vertido sobre l duras acusaciones afirmando
que cuando muere un fraile dicen los dems: una boca menos una racin ms. En esto que reza el cantar
no somos los periodistas tan egostas como dice que son los frailes. Yo confieso que he sentido la muerte
de El Diario, pero Don Jos Tornel, catlico recalcitrante, el que ha levantado en Murcia por muchos aos
el estandarte del clericalismo ahora va a escribir en un peridico republicano y hasta anticlerical, segn
dice La Verdad! Volver el Sr. Tornel a sus buenos tiempos de republicanismo y de otras ideas ms rojas?
Cubrir la venerable calva, que ha sentido despoblarse al bullir de catolicismos pensamientos, con el gorro
frigio!; El Correo de Levante (Murcia), (7-V-1903). Quisicosas: la muerte del Diario (por Pepe Lpiz).
125
El Liberal de Murcia, (13-V-1903). Liberalismo e integrismo.
- 160 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Tendr que ser el diario El Heraldo de Murcia el que medie en la polmica para acercar
el concepto al sentido propuesto por Canalejas, pues dos estimados y queridos colegas
de la localidad andan a la grea, discutiendo la quinta esencia de las cosas haciendo gala
de ingeniosidad y travesura. Como la discusin no nos
importa, ni haba motivo justificado para intervenir, y
como el undcimo mandamiento aconseja no estorbar,
nos hemos abstenido de dar opinin -que nadie nos
peda- terciando en la polmica. Pero anoche hemos ledo en uno de dichos colegas,
en El Correo de Levante, una afirmacin que no podemos dejar pasar desapercibida y
que nos obliga a dar una aclaracin, ms que por lo que a la discusin respecta, porque
nos envuelve en un dictado errneo y absurdo. Dice as el colega: En el sentido usual
que es en el que nosotros la emplebamos- se dice anticlerical al que sistemticamente
ataca al clero, al que hace de los curas y de lo que representan causa de menosprecio
Alto ah compaero! Esto no es cierto 127.
126
Ibidem.
127
El Heraldo de Murcia, (13-V-1903). Alto ah!.
128
Ibidem. Sobre el que Tornel haba escrito al cerrar su peridico que es pblico y notorio el haberse
formado una empresa poderosa bajo los auspicios de la autoridad eclesistica para publicar un peridico
catlico y aunque no creo que este hecho lleve premeditacin en contra ma; pero que me ha de resultar
as, es indudable; y adems, su contemplacin me trae a la mente especies de ingratitud y de autos
desahucio, toda vez que el Diario ha sido toda su vida dos cosas, sobre todo: esencialmente catlico y
esencialmente murciano. En lo segundo habr habido otros tanto como l, en lo primero ninguno; El
Diario de Murcia, (10-V-1903). Despedida (por J.M. Tornel).
- 161 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
la diferencia que hay entre ser catlico y llamarse clerical. Hoy se arranca dicho aludido
peridico, con un artculo a guisa de sermn cuaresmal, para probar que estn ellos en
lo cierto al decirse clericales, envanecindose con ser la nica publicacin catlica de la
localidad. Dulcemente nos alude, llamndonos inocentes e incautos, y no podemos
eludir el modo de agradecer tanta benevolencia. Pero como somos tercos y obstinados,
mantenemos con tesn cuanto de nuestra pluma se escapa y, no satisfechos con los
razonamientos que aduce para demostrar qu cosa sea el anticlericalismo, apelamos de
su sentencia, que es sententia latae o sentencia lata o latosa 129.
Dir que ningn peridico, aun los que seala como anticatlicos La Verdad, niegan
las prerrogativas de las autoridades eclesisticas en todo aquello que al orden eclesistico
corresponde, creemos que nadie mejor que ellas pueden tolerar o anatematizar las
campaas anticlericales. Aqu nadie ha hecho campaas en contra ni en pro del clero,
pero ya que se discutan cosas, que de puro sabidas estn olvidadas, con escndalo de
los buenos catlicos, precisa la intervencin de alguien que aclare dudas y conceptos.
Nadie ms llamado y obligado que el Sr. Vicario Capitular; publique ste su opinin sobre
el anticlericalismo y veremos entonces si el peridico clerical tiene razn en lo que
sostiene o si somos los viejos catlicos, enemigos de la intrusin improcedente del clero
en los asuntos polticos, dignos de ser quemados por impos y herejes 130.
Desde entonces, ser el diario El Liberal de Murcia el que marque la pauta del concepto
anticlerical en Murcia, entendido como defensa de la supremaca absoluta del poder
civil frente a la dimensin poltico-institucional con la que caracterizar al clericalismo.
As lo hizo Romanones en el discurso que tuvo
en Cartagena, mientras se disputaba con
Puigcerver el liderato de los liberales murcianos,
afirmando enrgicamente que hay necesidad
de resolver el problema clerical, base de la
supremaca absoluta del poder civil, porque esto
solo pueden hacerlo los liberales. El problema social y de la enseanza marchan
unidos haciendo que haya necesidad de resolver cuanto antes la cuestin clerical,
porque si no se acude pronto al remedio para solucionarla, se aumentar131.
129
El Heraldo de Murcia, (15-V-1903). Anticlericalismo.
130
Ibidem.
131
El Liberal de Murcia, (14-X-1903). Romanones en Cartagena.
- 162 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Se har eco de la polmica del Liberal de Madrid con el diario ABC que niega ser
clerical, ni que haya clericalismo en Espaa, respondindole que le pasa lo que le
ocurri a Balan, no con la burra sino con los moabitas, a quienes les quera predicar
en contra y le sali el sermn a favor de los hebreos, porque en la medida en que se
empean en negar la realidad de la situacin que se vive polticamente en Espaa
evidencian que el clericalismo pone en entredicho a quien no profesa sus ideas133.
132
El Liberal de Murcia, (19-X-1903). Catlicos y clericales.
133
El Liberal de Murcia, (26-XI-1908). La prensa al da: el Liberal y el clericalismo.
134
El Liberal de Murcia, (25-VI-1910). La cuestin religiosa.
- 163 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
no querer asumir la modernidad, porque quines son ellos para definir el catolicismo?
y solo cuando aprendan respeto al gobierno y a la autoridad le responderemos, pero no
cuando emplean violentas invectivas. Si me amenazan con la fuerza les dir que tengo
ms valor, fuerza, energa y corazn que ellos. No tememos a la amenaza de la guerra
civil, pues tenemos a nuestro lado la autoridad de un rey demcrata que tolera vengamos
al poder. Si llegara un da en que fracasramos, nos retiraramos. No somos anticatlicos,
ni vamos contra el dogma. Sin religin no hay nada estable en las sociedades. No
atacamos los sentimientos religiosos, pero imitando al divino maestro estamos dispuestos
a impedir que se apoderen del templo los fariseos. Queremos y conseguiremos el respeto
a la libertad de conciencia. Quien crea que los liberales fracasaremos se equivoca, y
aunque no pretendemos radicalismos exagerados en la cuestin religiosa. Queremos
conseguir lo que ansa la opinin. Queremos que desaparezca de Espaa la vergenza
de estos elementos que nos atacan. El progreso de las ciencias mdicas ha alejado de
las enfermedades y se hace preciso reconocer en la situacin actual que la sarna y la
viruela del fanatismo es lo que hay que alejar de Espaa 135. Aqu ya se percibe con
claridad, el regalismo eclesial en el que se mova el pensamiento poltico de Canalejas.
135
El Liberal de Murcia, (30-VII-1910). Discurso de Canalejas en un banquete en San Sebastin. Qu
triste es luchar con las derechas y las izquierdas! Quienes no me ayuden no quieren adelantar sino
retroceder, laborando por el advenimiento de los reaccionarios. Si el partido liberal no prevalece, no habr
salvacin posible para Espaa. Contamos con el rey, con el ejrcito y la mayora y contamos con la razn
que tiene ms fuerza que todos los ejrcitos juntos.
136
El Liberal de Murcia, (6-VII-1910). El avance clerical (por R. Mourillo Lpez).
- 164 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
que se mezclen en ese asunto. Ningn concepto jurdico, ninguna institucin poltica es
incompatible con la Iglesia y nosotros nos preguntamos por qu ha de detenerse ahora
atajando la reconstruccin poltico-social de nuestro pas? El clericalismo en nombre de
Dios y de la verdad revelada celebra mtines monopolizando el nombre del catolicismo,
sin saber que es perjudicial para sus propios intereses religiosos, oponindose a que en
Espaa se efecte la evolucin social Siga el clero espaol realizando su obra evanglica
y deje al pueblo que siga su vida fraguando los moldes entre los cuales la conciencia,
como nico rbitro ha de moverse libremente. El gobierno del seor Canalejas tiene el
apoyo y confianza de su pas culto y con su tacto, prudencia y diplomacia se opondr
al avance clerical, pues si estos triunfasen sera el retroceso de Espaa a los tiempos
medievales, y traspasando nicamente los lmites de lo serio y razonable, si la unin
clerical redobla y pretende la revolucin, se sofocar al grito de Viva Espaa!137.
137
Ibidem.
138
El Liberal de Murcia, (13-V-1903). No es el camino (por J.M. Tornel).
- 165 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
139
Ibidem.
140
El Liberal de Murcia, (14-V-1903). No se convencer (por J.M. Tornel).
141
Ibidem. Qu autoridad, por otra parte ha de granjearse el falso concepto que de este pueblo tiene La
Verdad, ni qu regeneracin de catolicismo van a hacer esos improvisados periodistas que escriben
gitaneras, atropellan el lenguaje, tienen el descoco por lema de expresin y acatan, a medias, cuando no
discuten las sabias mximas de amplio espritu liberal del jefe de la Iglesia? Hasta por higiene mental hay
que huir de esas ranciedades, de esa mezquindad de espritu, tan en pugna con el catecismo cristiano y
- 166 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
La renovacin en el movimiento catlico espaol fue impulsada por Len XIII, a quien
Tornel reconoce que lejos de condenar la civilizacin moderna, como ha pretendido la
prensa reaccionaria, la ensalza y bendice142 y deja en la corte de Roma y en la Iglesia
universal un impulso dado, una direccin marcada en procedimiento definido, que no
hay ms que seguirlos, porque ellos afianzan la paz de la Iglesia en todas las naciones y
con todos los gobiernos posibles. La Iglesia que es esencialmente progresiva se ha puesto
con Len XIII en la linde a que puede llegar la libertad que no degenera en anarqua y
el socialismo que no anule la personalidad humana, ni los sagrados derechos del hombre.
El papa que suceda a Len XIII, tal vez no pueda ir ms all, pero tampoco retroceder
y no vendr despus ningn papa que aspire a ser rey de Roma, pero tampoco vendr
ninguno que renuncie a las preeminencias del pontificado, institucin divina, que tiene
por fin supremo luchar porque reine en el mundo la doctrina de Jesucristo. Y esa lucha
que tan admirablemente ha sostenido Len XIII, haciendo exclamar a algunos fariseos
con la lectura de alguna de sus encclicas durus est hic sermo, esa lucha la continuar
igualmente el que le suceda y la sostendr la Iglesia, que queda aliviada, por la alta
sabidura de Len XIII, del peso de toda impedimenta intil 143.
tan en guerra con los santos impulsos del progreso de los tiempos! Ms caridad y habr ms religiosidad;
contra el ltigo del tirano est, no la mansedumbre, sino el eslabonazo del esclavo.
142
El Liberal de Murcia, (17-VII-1903). El Papa: su espritu de tolerancia (por J.M. Tornel).
143
El Liberal de Murcia, (9-VII-1903). El Diario de Murcia (por J.M. Tornel).
144
El Liberal de Murcia, (26-I-1910). Propaganda anticlerical (por J.M. Tornel). La propaganda
antiliberal tiene que ir hoy contra el rey, contra la constitucin, contra el ejrcito, contra toda la prensa
espaola, exceptuando tres peridicos, contra todos los partidos, exceptuando al carlista, contra la
inmensa mayora de los hombres de ciencia y de letras. Concretndome a Murcia Qu es lo no liberal?
Casi nada, porque lo antiliberal ha salido a la palestra y ha podido a duras penas recoger un centenar de
votos. Mientras que lo liberal es el gran partido conservador liberal, es el partido liberal progresista, es el
partido democrtico, es el republicano en sus varias acepciones, es el socialista, los cuales cuando han
salido a luchar han demostrado que tienen huestes numerosas y efectivas.
- 167 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 168 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
fijando con claridad que la soberana nacional, representada en las cortes, sera la nica
fuente de derecho en la sociedad civil, por lo que tenda a considerar el fenmeno
religioso como una actividad que deba ser regulada por las leyes civiles.
147
El Liberal de Murcia, (28-X-1903). Lo del da: en la vspera (por J.M. Tornel). Ah estn todos los de
Espaa, gloria de la Iglesia, predicando con su ejemplo la paz y procurando atraerse al buen camino, a la
doctrina buena, a la moral evanglica, a todos los hombres; respetando los poderes constituidos para no
tener bandera en ningn bando, para esterilizar todo conato de funesta guerra civil; predicando la caridad
cristiana en las contiendas sociales y procurando en todo caso soluciones de paz.
148
Ibidem. El obispo tiene que considerarse ms pastor de la oveja descarriada, que de las que no han
salido del abrigado aprisco y, por eso, no se puede inspirar en el criterio de los que estn siempre
husmeando alrededor de las intenciones para ver si pueden echar uno ms fuera de la Iglesia. Hay que
hacer todo lo contrario y es atraer a la Iglesia a los que estn fuera, a cada uno de un modo, a todos por
la caridad y la persuasin. El Liberal de Murcia, (9-III-1903; 22-I, 27-II, 20-IV, 10, 16 al 24-V-1905).
149
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico, en BOEDC, 25 (1893), pp. 68.
- 169 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Segn este planteamiento, el hombre necesita del socorro y auxilio superior que le
sostenga y aliente en su debilidad y flaqueza para alcanzar la verdad y conseguir el bien.
El argumento silogstico deductivo es contundente: a estas grandes necesidades del
hombre Dios ha respondido: a la necesidad de la inteligencia respondi con la revelacin
de la verdad catlica, con el dogma; a la necesidad de la voluntad, con la revelacin de la
moral evanglica, por lo que, en consecuencia: en el orden poltico, tiene el hombre
el deber estricto de or la voz de la Iglesia y de normalizar sus actos por medio de la
moral catlica, que le seala cules determinaciones son conformes y cules repugnan
a los principios de la justicia, cules actos son conducentes y cules le apartan de su
eterno destino. Es, por lo tanto, competencia de la Iglesia velar por la integridad y
observancia de su moral en el mundo poltico 151.
Los criterios teolgicos que justificaban la potestad directa de la Iglesia en los asuntos
polticos, parecan haber quedado zanjados con las disputas medievales sobre el Imperio
150
Ibidem, pp. 70-71.
151
Ibidem, pp. 68-72.
152
Ibidem, pp. 73-74.
- 170 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Fueron frecuentes los escritos para pedir la liberacin de la cautividad del Papa155. Y
de manera ms explcita lo har con motivo de las visitas ad limina a Roma, sobre las
que escribir a los feligreses transmitindoles la lamentable situacin en la que haba
quedado la situacin jurdica-internacional del obispo de Roma, pidiendo la vuelta a la
situacin previa de los Estados pontificios, pues el Papa, en concepto de vicario de
Jesucristo, es tambin rey temporal. Por ventura no es Jesucristo verdadero rey
temporal?, no se deriva de l todo el poder y autoridad de los reyes de la tierra? No
hay poder que no emane de Dios, dice San Pablo (Rom 13, 1) 156.
153
Ibidem, pp. 80-81.
154
Ibidem, pp. 52-53. Culpabilizar al liberalismo de haber subvertido el orden social y poltico de la
cristiandad y dir que ese cmulo de errores generados por el liberalismo haba de producir informe
montn de desrdenes de toda especie en la vida de los gobiernos, de las instituciones y de los pueblos.
Ya no se respira en los parlamentos y en las cmaras, donde se confeccionan las leyes, el espritu
cristiano, alma de nuestros antiguos cdigos y vida de la vida nacional porque ahora los ttulos de
conspirador y de traidor a la patria son ttulos honorables y a la civilizacin moderna, sntesis de las
conquistas liberales, de tal modo se ha perturbado el sentido moral que a lo malo dicen bueno y a lo
bueno malo, que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz.
155
Circular ordenando rogativas por la libertad del papa Len XIII, en BOEDC, 21 (1889), pp. 281-284.
Especialmente con ocasin de la inauguracin de la estatua a Garibaldi en una plaza cercana al Vaticano;
El Diario de Murcia, (23, 29-IX-1895).
156
BRYAN LIVERBOME, T.: Pastoral sobre la Visita ad limina, en BOEDC, 26 (1894), pp. 9-20. Por
consiguiente, su vicario debe serlo tambin, porque si no hubiera recibido el poder de gobernar
temporalmente sera inferior a los antiguos patriarcas y jueces, y no sera vicario perfecto de Cristo , por
tanto, es indudable que el papa, juntamente con el poder de gobernar la Iglesia recibi de Jesucristo el
poder de gobernar civilmente, cuando el gobierno civil fuera necesario para el buen gobierno espiritual de
la Iglesia y con el papado el ttulo augusto de la ms gloriosa realeza. Los festejos para conmemorar el
vigsimo aniversario de los despojos del pontificado, fueron considerados por Bryan como la apoteosis
del mal, la legalizacin del sacrilegio, el culto cvico de la usurpacin y de la injusticia, un verdadero
- 171 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
retroceso a los tiempos del paganismo de Tiberios, Calgulas y Nerones. Firm el escrito en desagravio del
episcopado espaol; Exhortacin pastoral sobre las fiestas cvicas de Roma y rogativas por la causa del
Pontificado, en 27 (1895), pp. 245-250; Mensaje que en forma de protesta dirige el episcopado espaol a
Su Santidad Len XIII con motivo de los festejos que se preparan en la ciudad santa en celebridad del 25
aniversario de la usurpacin romana, en pp. 251-253. Lo volver a realizar en las sucesivas visitas:
Circular sobre la visita ad limina, en 29 (1897), pp. 311-314; Exhortacin pastoral sobre la visita ad limina,
en 33 (1901), pp. 461-463; Alocucin pastoral con motivo de la visita ad limina, en pp. 537-539.
157
CORRAL SALVADOR, C.: La relacin entre la Iglesia y la Comunidad Poltica, Madrid, BAC, 2003, pp. 3-
18.
158
Ibidem, pp. 73-75.
- 172 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Pero el partido catlico se formar, mejor dicho, est ya formado. Qu le falta? Por
credo tienen el smbolo de los apstoles, por disciplina la eclesistica, por jefe Rampolla
en Roma y entre nosotros a Nocedal, por primates a los religiosos, por caciques a los
prrocos, por poetisa los boletines de la dicesis, por meetings las misiones, por comit
las sacristas Dese a todo eso figura de partido y a bien seguro que no ha de haber
otro que se le ponga delante. Quin no se imagina al novel partido luchando
denodadamente en las prximas elecciones? Qu recursos los suyos! Toda la clereca
secular y regular saldr a campaa. Se predicar una cruzada contra los candidatos
adversos. Se har a favor del triunfo del amigo una adicin a la letana lauretana. Se
imprimir su nombre en las cdulas de comunin. Se encomiarn sus cualidades, juntas
con los dolores de Mara y la paciencia de Jos, desde la ctedra del Espritu Santo 160.
- 173 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
capa de religin, han establecido con lgica irrebatible de los hechos, la honda diferencia
que hay entre los catlicos y los clericales, entre los que comulgan en la Iglesia de Dios
y los que quieren servirse de ella para que triunfe el carlismo quieren involucrar los
conceptos, hacer una cosa sola de la poltica y la religin para llamar impos a quienes
rechazamos el carlismo, pero respetamos la religin Tal es el juego en nuestra regin,
donde no hay ms carlistas militantes que unos cuantos escritores ambiciosos clericales,
oos, cuando no groseros, el juego poltico tiende a crear carlistas: esta es la
propaganda que aqu se hace, aunque sin fruto; a reunir carlistas se encamina el intento
de formar Ligas y a engaar a los catlicos sinceros, puros, se dirige esa labor calumniosa
para llevarlos al carlismo si deja huellas la insensata predicacin de que no se puede ser
liberal o republicano y catlico. Les mueve la poltica, no la religin, perturban las
conciencias y la paz de los hogares cristianos, ponen en peligro los sagrados intereses
espirituales, quieren hacer de cada cura prroco un jefe poltico local162.
Unos cuantos das antes haba dejado caer la pregunta es esto religin, o es poltica?
Cuando algn prelado, como el ltimo de Barcelona, dice de Mella y su propaganda
carlista que desarrolla la bandera ntegramente catlica, los reaccionarios baten palmas.
En cambio, cuando un sabio y virtuoso prelado, vecino nuestro (Juan Maura en Orihuela),
cumple su misin religiosa y no hace poltica alguna, los miembros que se titulan catlicos
y solamente acatan a los obispos cuando les conviene para sus fines, llegan hasta
injuriarle gravemente en la prensa de su partido. Entonces los liberales, esos de quienes
los clericales dicen que no son catlicos, pero que cumplen siempre con la Iglesia, hacen
al prelado venerable una manifestacin solemne de protesta y desagravio, de paz y
amor. Es esto religin o es poltica?163. Tornel vio con precisin un problema y unas
dificultades que en la Iglesia no se encauzaran hasta bien entrado el s. XX164.
162
El Liberal de Murcia, (21-X-1903). Religin y poltica (por J.M. Tornel).
163
El Liberal de Murcia, (19-X-1903). Poltica encubierta (por J.M. Tornel).
164
MONTERO, F.: Las derechas y el catolicismo espaol: del integrismo al socialcristianismo, en Historia
Poltica, 18 (2007), pp. 106-115. Perdurar durante el franquismo hasta finales del s. XX.
- 174 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
No cabe duda que, las dcadas iniciales del rgimen canovista, supusieron para la
Iglesia espaola una autntica restauracin de sus efectivos y esa recuperacin eclesial
se hizo visible especialmente a travs del aumento considerable del clero regular en
toda Espaa, que lleg a excitar los nimos de los ms radicales. Prez Galds describi
el restablecimiento de las rdenes religiosas no como una reconquista sino como una
invasin, tildndola de ltima invasin histrica de los brbaros en Espaa, centrando
su ira en los jesuitas que eran la nueva intrusin de gente a la cual habr que vencer y
despedir como fueron vencidos y mandados a paseo los anteriores brbaros, porque
fortalecern su poder educando a las generaciones nuevas, interviniendo la vida
domstica y organizando sus ejrcitos de damas necias y santurronas, dotadas
paulatinamente con el armamento piadoso que les llevar a una fcil conquista166.
165
CAHALLAN, W.J.: La Iglesia catlica en Espaa, Barcelona, Crtica, 1998, p. 77.
166
PREZ GALDS, B.: Episodios Nacionales. Cnovas, en Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1945, vol.
III, pp. 1369-1370; REVUELTA M.: Contrastes ambientales, pp. 54-55; SUREZ CORTINA, M.:
Anticlericalismo, religin y poltica, pp. 160-162.
167
El Liberal de Murcia, (22-X-1910). La situacin en Espaa: El clericalismo nos lleva a la ruina.
Tenemos 80.000 frailes y monjas en los conventos que hacen la competencia al comercio particular, al
que causan la ruina. Los jesuitas captan las herencias, acaparan la enseanza e inculcan a los hijos malas
doctrinas. La influencia clerical es nefasta en Espaa, constituyendo el mayor peligro de la dinasta.
- 175 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
168
A finales del s. XVIII haba 14 rdenes religiosas masculinas y 8 femeninas, distribuidas en 75
conventos y 27 monasterios con 1997 religiosos y 682 religiosas, que tenan un gran protagonismo en los
mbitos religioso, educativo y social; RIQUELME OLIVA, P.: Las rdenes religiosas en la dicesis de
Cartagena, en Huellas, pp. 496-499.
169
En 1837 ascendan ya en Murcia a la cifra de 710 frailes exclaustrados; SNCHEZ BAEZA, E.:
Religiosos exclaustrados en la dicesis de Cartagena-Murcia en el siglo XIX, en Murgentana, 58 (1980),
pp. 123-135; Catlogo de religiosos exclaustrados y secularizados en la provincia de Murcia en el siglo
XIX, Academia Alfonso X, Murcia, 1990, pp. 383-384.
170
Los Franciscanos con tres casas: Santa Catalina del Monte (3 sacerdotes, 10 estudiantes y 4 laicos), en
Cehegn (7 sacerdotes, 5 estudiantes, 6 laicos, 6 novicios y 2 aspirantes) y Santa Ana de Jumilla (4
sacerdotes, 3 laicos y 4 aspirantes), los Jesuitas con dos casas: el noviciado en Los Jernimos (11
sacerdotes, 19 laicos y 45 novicios) y la Residencia (4 sacerdotes y 3 laicos), los Escolapios con una casa
en Yecla (9 sacerdotes y 3 laicos), sobre la que se indica que no se hacan notar por un gran espritu de
piedad, concordia y disciplina, y los Anacoretas de San Antonio de la Luz con 15 Hermanos. CRCEL
ORT, V.: Len XIII, pp. 605-606.
171
As se recoge en el Decreto de la S.C. de Indulgencias sobre creacin y agregacin de nuevas
congregaciones religiosas, en BOEDC, 30 (1998), pp. 147-148.
172
Los Maristas de Cartagena tenan 5 religiosos dedicados a la enseanza, y los Franciscanos haban
abierto dos casas ms en Almansa (con 12 religiosos dedicados a la enseanza) y en Lorca (con 28
- 176 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Los grficos que exponemos a continuacin son muy significativos y expresan con
claridad el desarrollo que experimentaron los Institutos de Vida Activa en Murcia:
religiosos dedicados a ministerios religiosos). Los Jesuitas haban abierto en su Residencia de la calle
Balboa una Escuela Nocturna en la que reciban formacin un centenar de personas. Entre los Escolapios
de Yecla, los Capuchinos de Totana, los Maristas de Cartagena y los Jesuitas de Murcia atendan a 683
alumnos. ROBLES, C.: La dicesis de Cartagena, pp. 86-87; ASV NM 669 IX.II, sin seccin.2.
173
Agustinas (con 2 casas, 38 de coro, 10 laicas y 1 novicia), Dominicas (18 de coro y 3 laicas) a las que
el informe acusa de espritu lnguido y decado, Franciscanas (con 3 casas, 61 de coro, 22 laicas y 1
novicia), Clarisas (con 6 casas, 103 de coro, 38 laicas, 8 novicias y 2 aspirantes), Concepcionistas (22 de
coro, 6 laicas y 1 aspirante), Capuchinas (19 de coro, 5 laicas y 2 novicias), Justinianas de San Lorenzo
(17 de coro, 7 laicas y 2 novicias), Trinitarias (12 de coro, 5 laicas y 1 novicia), Mercedarias (17 de coro, 5
laicas y 2 novicias) y Carmelitas descalzas (con 2 casas, 19 de coro, 17 laicas y 3 novicias).
174
En 1886 informaba el obispo Bryan de la existencia de 26 comunidades de religiosas consagradas a la
asistencia caritativa y a la enseanza. En el informe de 1896 eran 12 institutos y 29 casas, de las que se
censura el deficiente espritu de las Terciarias servitas y de las Franciscanas. En 1902 llegarn a ser 45
comunidades, con 16 Institutos religiosos de vida activa, 412 religiosas y 18 novicias. Atendan a 3.132
alumnos gratuitos, iban a sus centros de enseanza 1.545 alumnos que pagaban cuotas. 706 enfermos
estaban a su cuidado, contando con 1.181 adultos y 1.131 nios asilados en sus casas. CRCEL ORT, V.:
Len XIII, pp. 606-607.
- 177 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 178 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
175
Lo que se pretenda era considerar los institutos no concordados como sometidos al derecho comn,
para reducir su nmero y asentar el principio jurdico de la superioridad del orden legal civil sobre el
- 179 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
religioso, incluido el concordato, ya que era frecuente recordar que nada se poda hacer sin previo
acuerdo con la Santa Sede, porque el art. 43 fijaba que todo problema interpretativo ser decidido y
administrado segn la disciplina de la Iglesia cannicamente vigente, y el art. 45 aada que el Rey y el
Papa se pondrn de acuerdo para resolverla amigablemente. El art. 29 del Concordato contemplaba que
se establezcan donde sea necesario, oyendo previamente a los Prelados diocesanos, Casas y
Congregaciones Religiosas de San Vicente de Pal, San Felipe Neri y otra Orden de las aprobadas por la
Santa Sede. El art. 30 sobre las mujeres era mucho ms indefinido y permita la existencia de todo
gnero de Institutos femeninos. La discusin se centr en la laguna jurdica del art. 29 al fijar tres
instituciones (una de ellas sin concretar) y no contemplar en absoluto las dems. ANDRS GALLEGO, J.:
La Restauracin, pp. 422-425.
176
Exposicin que el Excmo. Sr. Arzobispo de Granada en su nombre y en el de todos los Prelados de esta
Provincia Eclesistica, dirige a S.M. la Reina (6-X-1901), en BOEDC, 33 (1901), pp. 477-487.
177
AHPM: GOB,6580/08, Registro de Asociaciones. En 1901: La Comunidad de Lorca (n 446), Murcia (n
447), Jumilla (n 449), Cehegn (n 450), Mazarrn (n 452); GOB,6580/11 (1902) la Compaa de Jess
(n 564), Colegio de Religiosos Maristas de la Enseanza (Cartagena) (n 565), Compaa de Jess (Los
Jernimos de Murcia) (n 573), Convento de Padres Capuchinos de Totana (n 574).
178
Las primeras tambin fueron las Franciscanas de Murcia: AHPM: GOB,6580/08, (n 451) y las Siervas
de Jess de Cartagena: GOB,6580/11 (n 554), junto con las Hermanitas de los Ancianos Desamparados
de Yecla (n 556) hasta las Hijas y Siervas de Mara de Murcia: GOB,6580/14, (n 615), abrindose luego
en 1910 a la Comunidad del Colegio La Pursima Concepcin de Los Dolores, Cartagena (n 1271), el
Colegio de las Hermanas de Nuestra Seora de la Consolacin de Caravaca (n 1274), las Siervas de Jess
de Totana (n 1277), las Hermanas Salesianas en Alhama de Murcia (San Jernimo) (n 1279), el Asilo de
San Vicente de Pal en San Antonio Abad, Cartagena (n 1286), el Asilo de San Vicente de Pal en la
Granja Mara Luisa de Cartagena (n 1290), la Comunidad de Religiosas de Hermanitas de los
Desamparados en San Camilo de Moratalla (n1293).
179
Carta Pastoral a las Religiosas enclaustradas sobre los Votos religiosos, en BOEDC, 34 (1902), pp.
316ss; Circular sobre votos de Religiosas enclaustradas y disposiciones sobre las mismas, en pp. 309ss. El
asunto se complicara durante el gobierno corto de Maura en 1904, por el asunto Nozaleda, ex arzobispo
dominico de Manila, a quien los anticlericales consideraban traidor y responsable de la rendicin de la
ciudad en 1898. Maura tuvo la falta de previsin de presentarlo para el arzobispado de Valencia y el
republicanismo estall en una de las ms sonadas protestas (periodstica y callejera), convirtiendo a las
- 180 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
Al llegar los liberales al gobierno en 1905, hicieron que rebrotara el conflicto poltico
de la regulacin jurdica de los institutos religiosos con el proyecto de ley de
Asociaciones, pero fue sobre todo cuando Canalejas asumi la presidencia del gobierno
en 1910 cuando se apresur a tramitar la ley del candado, por la que se propona limitar
y regular la aprobacin de nuevos institutos religiosos. La Iglesia lo interpret como una
injerencia poltica en la vida interna de la Iglesia y el cardenal Aguirre, primado de Toledo,
envi a Canalejas un Memorandum en defensa de las congregaciones firmado por todos
los obispos, incluido el de Cartagena, el P. Vicente Alonso Salgado180.
Canalejas le contestar con una frmula de simple cortesa dicindole que tendr
en cuenta su opinin pero debido a las negociaciones iniciadas por el gobierno anterior
y mantenidas por el actual con su eminencia el Secretario de Estado de Su Santidad,
sobre los importantes problemas jurdicos que V.E. examina, me permito creer que no
corresponde al gobierno de S.M. el Rey catlico de Espaa, exponer su criterio y
propsitos acerca de los preceptos que estime aplicables a la subsistencia y rgimen de
las rdenes y casas religiosas; pero s por altas consideraciones de filiales y debidos
respetos al pontfice considero obligado el silencio sobre las negociaciones pendientes,
me complazco en manifestarla la alta estima que su comunicacin merece, reiterndole
al par las expresiones ms sinceras de la veneracin de todos mis compaeros 181.
A pesar de la fuerte excitacin de los nimos anticlericales, en casi todos los lugares
de la geografa espaola, en Murcia no hubo que lamentar ninguna desgracia personal
rdenes religiosas en el centro de la polmica anticlerical; SUREZ CORTINA, M.: Anticlericalismo, religin
y poltica, pp. 156-159.
180
Se acusaba a la prensa liberal y republicana de provocar la presin social contra los religiosos y
recordaba que las leyes exclaustradoras ya fueron derogadas en Espaa por el art. 13 de la constitucin y
no corresponda al Estado juzgar sobre las instituciones de la Iglesia, de manera que las congregaciones
que tienen la aprobacin de la Iglesia, no necesitan ms requisitos para establecerse en Espaa. Su
establecimiento no depende de la voluntad de los gobiernos, ni por lo mismo tampoco su disolucin. Si
han procurado ser en particular autorizadas de Real Orden, ha sido para mayor seguridad y para obtener
as determinados privilegios pues todas las congregaciones establecidas en Espaa son igualmente tiles
y an necesarias al Episcopado espaol porque responden a una necesidad determinada, se proponen
un fin particular y tienen una especial vocacin, de otra suerte la Iglesia no las hubiese autorizado;
Exposicin de los Rvmos. Prelados de Espaa al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros sobre la
aplicacin de la ley de Asociaciones y contestacin del Presidente, en BOEDC, 42 (1910), pp. 199-204.
181
La cuestin se mezcl con la reforma global del concordato y el nuncio se vio obligado a denunciar que
el gobierno se apresuraba a legislar de manera unilateral en materias comunes. La propuesta fue
examinada en el Vaticano y consider que deba rechazarse por considerar ex novo asuntos que deban
de solucionarse de manera concordada y no unilateralmente y le invitaba a partir del Protocolo
concordado de 1904. Canalejas vio como una afrenta del clericalismo la sugerencia de partir del texto de
Maura, que los liberales haban criticado tan duramente y plante la cuestin en el consejo de ministros,
mostrndose divididos entre negociar o utilizar la poltica de hechos consumados; CRCEL ORT, V.:
Precedentes histrico-jurdicos, pp. 347-348.
- 181 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
ni provoc algaradas contra los religiosos, salvo un episodio violento, al ser bruscamente
golpeado un religioso del santuario de la Luz, y varios tumultos en torno a los actos del
Sagrado Corazn de Jess organizados por los jesuitas en la iglesia de Santo Domingo,
as como en otras localidades182, pero no tuvieron como objeto directo el odio hacia los
religiosos sino la aprobacin o disconformidad con la poltica religiosa de Canalejas183.
El gobernador civil de Murcia, Leopoldo Rius, tramit una circular a todos los
alcaldes de la provincia para que cumplieran el Reglamento y la prensa se hizo eco de
otros gobernadores que escribieron al ministro para saber cul habra de ser su modo
de proceder, siendo ratificada la voluntad gubernamental de seguir con la ley y su
deber de proceder al Registro185. Lo cierto es que en Murcia no tuvo tanta repercusin la
ley del candado, porque la proporcin de clero regular era muy escasa y no gener un
manifiesto rechazo, sino reconocimiento de su encomiable labor social. Solamente los
182
El Liberal de Murcia, (29, 30-VI, 1-VII-1910).
183
El Liberal de Murcia, (12, 13, 16-VII, 3-VIII-1910).
184
El Demcrata (Murcia), (15-XII-1906). Fraile apaleado: mana persecutoria. Desde el El Liberal de
Murcia se pondr el acento en el estado de embriaguez con el que se produjeron los hechos, porque el
agresor, cuando se le ha pasado algo la borrachera, parece que ha manifestado que cuando se
emborracha le da por pegar a cualquiera, mientras sentencia que el juzgado correspondiente entiende
en el asunto; El Liberal de Murcia, (15-XII-1906). Fraile apaleado.
185
El Liberal de Murcia, (9, 11, 12-VI-1910).
- 182 -
CAPTULO TERCERO: El cuestionamiento del carcter institucional de la religin
jesuitas, a consecuencia de las fuertes crticas vertidas hacia ellos durante estos aos,
estuvieron tentados de abandonar el noviciado que tenan en Los Jernimos.
El P. Vicente, que era religioso Escolapio186, se sum a todos los documentos del
episcopado espaol en los que se protestaba por las trabas que reciban del gobierno187.
La presin eclesial consigui que se introdujera, finalmente, una enmienda para dejar
sin efecto el proyecto si en el plazo de dos aos no se aprobaba una nueva ley.
Canalejas fue asesinado el 12 de noviembre de 1912 y Romanones ampli el plazo, pero
restableci las relaciones con la Santa Sede, y difiri en el tiempo su tramitacin hasta la
crisis de su gabinete en octubre de 1913, decayendo el proyecto regulador188.
186
Proyecto de Ley llamado del candado contra las Asociaciones Religiosas, en BOEDC, 42 (1910), pp.
333-334; Exposicin de los Rvmos. Prelados de Espaa al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros
protestando de las disposiciones acerca de las rdenes Religiosas y de la Libertad de Cultos, en p. 281ss.
187
Carta de los Prelados espaoles al Emmo. Cardenal Luon con motivo de la persecucin religiosa, en
BOEDC, 42 (1910), pp. 137-140; Protesta colectiva del Episcopado Espaol contra el proyecto de ley de
Asociaciones, en 43 (1911), pp. 330-333; Protesta colectiva de los obispos de Portugal contra el decreto
de separacin de la Iglesia y el Estado, en pp. 387-398; Carta del Emmo. Cardenal Primado de Toledo a
favor del Clero de Portugal, en 44 (1912), pp. 644-645; Suscripcin a favor del Clero de Portugal,
recomendada e iniciada por el Excmo. Prelado de la Dicesis, en 45 (1913), pp. 13-14.
188
ANDRS GALLEGO, J.: La poltica religiosa en Espaa (1889-1914), Madrid, Editora Nacional, 1975; La
documentacin de los 38 fascculos del ASV, Segr. Stato 249 (1913) y de las ponencias impresas de la
Sagrada Congregacin de Asuntos Eclesisticos Extraordinarios se encuentra en CRCEL ORT, V.:
Precedentes histrico-jurdicos de la Ley del Candado. Documentacin diplomtica esencial de 1876 a
1910, en Analecta Sacra Tarraconensia, 74 (2002), pp. 315-492; Negociaciones Hispano-Vaticanas sobre
la Ley del Candado. Documentacin diplomtica esencial de 1911-1913, en Analecta Sacra Tarraconensia,
77 (2004), pp. 309-479.
- 183 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
liberales, contentar a los amigos, no dejar que transcurra un da sin que les llegue en
alguna forma la gracia y el favor. Basta de idealismos y de otras armas al hombro! En
Santander fue menos prosaico o menos planificador el Conde. All ya habl algo de
ideales. Y dijo que era lo que haba sido siempre, liberal, muy liberal, morrionesco, muy
morrionesco; pero catlico tambin. Y que por serlo y por reconocer que el catolicismo
era la religin que profesa la mayora de los espaoles entenda ser muy conveniente
no herir esos sentimientos y buscar la concordia con Roma 189.
Fue entonces cuando declar con toda llaneza que en Espaa lo del clericalismo era
una monserga a la que convena dar de lado. Y no faltaron entonces peridicos de los
nuestros que se apresuraron a recoger la declaracin y a pasrsela por las narices al
seor Canalejas. Haba dicho parodiando a Gambetta y
plagiando a Waldeck que era necesario dar la batalla al
clericalismo. Y el conde, presidente del congreso, aspirante
a heredarle, metido por aquel tiempo en la conjura
anticanalejista afirmaba redondamente que no exista en
Espaa el problema clerical. Me parece que no di yo la
mayor importancia a las declaraciones del conde qu
haba de drsela? Yo s que don lvaro no tiene en todo
momento otra regla moral que la de su conveniencia. Y
porque s eso no me extraa que ahora, para congraciarse
con Melquiades lvarez, inclinado a Garca Prieto, haya
salido afirmando que en cuanto se despeje un poco el horizonte en frica, esto es, que
en cuanto no anden a tiros con los moros nuestros soldados, empezar a tirotear a los
catlicos el gobierno para resolver el problema del clericalismo que, segn l, no tena
existencia real. La salida no me sorprende, pero me indigna, me indigna porque revela
el propsito de seguir engaando a las gentes y explotando su credulidad o su
ignorancia para desviar hacia la Iglesia y hacer recaer sobre los catlicos los odios que
los gobernantes inspiran. Es una nueva estafa, incluso a la opinin radical, para seguir
granjeando los beneficios del poder. Es una estratagema de desalmados con vistas a los
lucros que depara la gobernacin 190.
189
La Verdad de Murcia, (5-VI-1913). La formalidad del conde (por M. Peaflor).
190
Ibidem.
- 184 -
CAPTULO CUARTO
1
Los episodios ms radicales de anticlericalismo liberal se produjeron en los aos 1834 y 1835, tras la
muerte de Fernando VII, dentro de los tumultos iniciados con la matanza de frailes en Madrid y
recrudecidos en Zaragoza y Catalua (bullangas). En el mes de abril de 1834 hubo un tumulto acusando al
obispo Jos Antonio de Azpeytia (1825-1840) de postergar al clero afecto al sistema liberal, nombrando
para las canonjas del cabildo catedralicio a los candidatos absolutista y resistindose a dar la colacin
cannica en la prebenda recibida por la Regente al prroco de San Lorenzo, el liberal progresista Pedro
Lechaur. Los liberales exaltados se amotinaron e incendiaron los fielatos y pretendieron asaltar el palacio
episcopal, aunque gracias al prestigio del gobernador, el ilustrado J. Musso, y las amonestaciones del
alcalde de Murcia Martnez de Galisonga, se contuvo la ira popular, obligando a abandonar la ciudad al
obispo. Segn otras versiones los amotinados mataron en el asalto al palacio al cocinero del prelado y en
la catedral al escribano Crespo, que haba pertenecido a los Voluntarios Realistas. El obispo tuvo que huir
a Tudela, donde un hermano suyo ocupaba la sede de Pamplona, aunque en la huida se fractur una
pierna que lo retuvo en el balneario de Archena y luego en Chinchilla, donde los liberales murcianos le
dirigieron escritos ofensivos y le recomendaban desde el Boletn Oficial provincial que presentara su
renuncia. Azpeytia dej como gobernador eclesistico al arcediano Anacleto Meoro, pero la reaccin liberal
antiabsolutista ya haba conseguido meter en la crcel al den Ostolaza, primero en Cartagena y luego en
Valencia, donde ante la entrada de tropas carlistas en Villareal se mand fusilar a siete reclusos
absolutistas, entre los que se encontraba Blas de Ostolaza. Las noticias de su fusilamiento llegaron a
Murcia en el mes de agosto y provocaron un furioso tumulto de los liberales ms exaltados contra los
absolutistas murcianos. Se asalt la crcel y dieron muerte a tres presos polticos acusados de favorecer a
los carlistas, entre ellos el famoso fraile Pepn, ensandose salvajemente con los cadveres, que fueron
arrastrados por las calles de la ciudad. Las Juntas liberales, dirigidas por figuras destacadas del Trienio,
como Antonio Prez de Meca en Lorca o el vizconde de Huerta en Murcia, permitieron que las calles
- 185 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Muy pintoresco fue el episodio de Beniel, en el lmite provincial con Alicante, donde el
alcalde se molest porque el Sereno pregonaba la frase de contenido religioso Ave Mara
Pursima, que haba sido prohibida expresamente durante la legislacin cantonal, y
responsabiliz al prroco de crear un
ambiente hostil contra los anticlericales,
teniendo que acudir el gobernador con la
guardia civil para evitar tumultos.
quedaran a merced de los exaltados y en Jumilla se quem el convento de San Francisco, mientras que en
la noche del 31 de julio de 1835, la muchedumbre atac y prendi fuego a los conventos de San
Francisco, Santo Domingo y la Merced en la ciudad de Murcia, despus que los conventuales hubieran
huido a buscar refugio. Se profanaron las tumbas del convento de San Agustn buscando imaginarios
tesoros escondidos por los religiosos y el provisor del obispado, Fernando de Lorenzo y Martn, tuvo que
acudir a la Junta de Autoridades para conseguir que los religiosos de los monasterios que no haban sido
atacados pudieran ser trasladados en previsin de nuevos incendios; CANDEL CRESPO, F.: La Murcia
eclesistica en tiempos de la Reina Gobernadora, Murcia, Tipografa San Francisco, 1981, pp. 26-27; Don
Pedro Lechaur, pp. 41-44; DAZ CASSOU, P.: Serie de los Obispos de Cartagena, Madrid, 1895, pp. 232-
235.
2
En 1846 solo haba para un territorio tan extenso y poblado 71 parroquias y 221 ermitas, oratorios y
edificios auxiliares, servidos por unos 400 sacerdotes que tuvieron que adaptarse a perder su condicin de
privilegio, su fiscalidad especfica y una remuneracin estatal desigual, segn un complejo sistema de
piezas eclesisticas en el que haba un gran desajuste con el nmero de feligreses, como lo demuestra el
caso de Cartagena con una sola parroquia y 50.000 habitantes, aunque en 1867 la dicesis tena 112
parroquias con 44 filiales. El obispo Bryan realiz en 1886 un Arreglo parroquial elevndolo a 122
parroquias y 78 filiales y en el Censo de 1898 encontramos una estructura diocesana de 19 arciprestazgos,
130 parroquias y 82 coadjutoras, con 671 sacerdotes, de los que casi doscientos desempeaban sus
funciones fuera de los lmites de la provincia de Murcia. En 1900 Murcia era la dicesis de Espaa con
menor porcentaje de clero por poblacin, un sacerdote por cada 862 habitantes, mientras que Galicia y
Catalua tenan uno por cada 442 y 431 respectivamente, a pesar de haber experimentado durante la
Restauracin canovista un considerable aumento: BOEDC, 43 (1911), pp. 454-467; ms adelante hubo
otra modificacin a medida que aumentaba el clero murciano: en 45 (1913), pp. 182-184.
3
AYUSO GARCA, M.D. GARCA MARTNEZ, T.: Costumbrismo y folklore en Murcia en el periodo de la
Restauracin (1875-1902), en Murgentana, 125 (2011), pp. 159-188.
- 186 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
4
El Diario de Murcia, (23-IV-1889). Lo del da: lo de Beniel (por J.M. Tornel).
5
Ibidem. La polmica la sirvi el peridico El Criterio en el que se tergiversan las palabras de El Diario de
Murcia para acusarle de decir que el Sr. Cura de Beniel comiqueaba y se sala del cumplimiento de su
deber sacerdotal. A lo que Tornel responder: en dnde hemos dicho nosotros tal calumnia? Nosotros
no hemos defendido a dicho respetable sacerdote, porque no lo necesita, y porque nadie hasta ahora le
ha ofendido ms que el autor de ese suelto, que lo nombra sin necesidad. Tampoco hemos dicho ningn
cargo al gobernador de la provincia, porque no tenemos ningn motivo; antes bien, si hemos ofendido
algo, habr sido su excesiva modestia, pues le hemos alabado su intervencin en el asunto de Beniel, cosa
que l debe tener en muy poco, pues no fue aquello ningn terrible conflicto. Lo gracioso a que aludimos
fue la comedia que empez all quien dijo que no haba de cantar el sereno el Ave Mara, porque le
aterraba esa voz. Eso es lo que nos pareci capciosamente cmico; El Criterio (Murcia), (2-V-1889); El
Diario de Murcia, (3-V-1889).
6
El Diario de Murcia, (3-I-1891). La provincia: Balsicas (por A. Ruz Avils).
- 187 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
olvide que este ilustrsimo Sr. Obispo ha resuelto aconsejado seguramente por esos
seores que l indica, que San Cayetano pertenezca a la adyutriz de Balsicas y poca
razn debe asistirle cuando le molesta que la prensa tome parte como es su deber en
pro de los pueblos en todo aquello que pueda interesarles.
No faltaron sucesos en los que estaba involucrado algn sacerdote, junto con el
alcalde, como en Puente Tocinos donde se les acus de apropiarse de la recaudacin de
7
El Diario de Murcia, (30-X-1889). Noticias locales: el tribunal eclesistico.
8
El Diario de Murcia, (1-XI-1889). Remitido (por P. Miano). El hecho fue como sigue: se estaba
celebrando el Santo Sacrificio de la misa el viernes de la pasada semana (y no el domingo como dice) en
el altar de Nuestra Seora de los Dolores, al mismo tiempo se rezaba la corona Dolorosa, como de
costumbre (). Prescindo, Sr. Director, de hacer las apreciaciones a que se presta un modo de sonarse las
narices tan estrepitoso en el templo, es acaso expulsar de la iglesia a esa mujer el decirle que no haga
ruido. Del mismo hecho se desprende la inexactitud de la noticia. Despus de terminada la mise se celebr
otra en el mismo altar, en la que comulg la mujer en cuestin; si hubiese sido expulsada, es claro que no
hubiera podido comulgar. Conste, pues, que la noticia publicada no es cierta, y que de su falta de certeza
se duelen muchas, muchsimas personas honradas de esta localidad, de las que, algunas, las que han
presenciado el hecho, estn dispuestas a probarlo si se quiere.
- 188 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
un fielato tras un motn popular. El responsable dir que por una ventana entrecerrada
de la casa donde estaba, vi cmo el populacho, en presencia del prroco y el alcalde, se
repartan la recaudacin y otros efectos que a la calle sacaron, quemando y rompindolo
todo. Poco despus se person el teniente de la guardia civil, el cual form su atestado
y orden a una pareja que me custodiase la capital. Estos son los hechos 9.
En Lorqu el sacerdote y el alcalde tuvieron que solucionar sus diferencias por el arreglo
del reloj del campanario con una querella en el juzgado de Mula. De las averiguaciones
hechas, parece ser que el alcalde y algn otro vecino del pueblo, se han puesto sin
motivo frente al prroco D. Isidoro Lpez Guevara, tomando como pretexto la cuestin
del arreglo del reloj. Tenemos
entendido que los vecinos de la villa
de referencia, se hallan altamente
indignados del proceder del alcalde,
el cual no sabemos qu inters
habr tenido en desarmar y sacar de
su sitio el reloj, siendo as que era
necesario por cuanto se hallaba y se
halla en buenas condiciones para marcar justamente la hora. Tambin hemos odo que
se intenta hacer dao al citado prroco, a cuyo efecto se le instruye sumario por el
juzgado de Mula, por oponerse a que sacaran el reloj. Llamamos la atencin del Sr.
gobernador con objeto de que adopte las medidas oportunas, a fin de que cese tal
estado de cosas, perjudicial para el prestigio de ambas autoridades10.
9
El Diario de Murcia, (28-XI-1890). Lo de Puente Tocinos (por A. Ardura). A las siete y media de la
maana del da citado se present en la puesto del fielato un grupo de 50 60 hombres armados y me
intimaron me trasladase inmediatamente a la capital, porque tenan el propsito de pegarle fuego al fielato
y de atentar contra la vida de quien se opusiera. En esta actitud, tuve por conveniente penetrar en el
referido fielato, con el fin de sacar la recaudacin y dems documentos anejos al mismo, o varias voces
que repetan la palabra fuego, haciendo varios disparos al fielato. En la imposibilidad de poder continuar
dentro del despacho, sal en seguida y me refugi en la casa de Juan Barba, no sin antes sufrir varios
golpes que me dio la turba. A los pocos momentos se presentaron en el citado domicilio el pedneo y el
prroco, ordenndole al dueo me dijese que saliera, puesto que hara valer su autoridad si alguno
pretenda atentar contra m. Acto seguido obedec la orden que me trasmiti, y en su presencia se
amotin la turba contra m, reproducindose las amenazas y golpes como anteriormente, limitndose la
autoridad a decir que no me mataran, pues bastaba l para llevarme amarrado, saliendo con vida en este
acto por un hijo de Fulgencio Barba, que me cogi de entre la turba, trasladndome la casa citada.
10
El Diario de Murcia, (16-VI-1893). (Noticias locales: copiamos de La Enseanza Catlica.
- 189 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
incendio. Quiera Dios que esta semana que empieza sea menos desgraciada!11. La
agresin procedi de un joven que iba ebrio, y que en tal estado ha dado varias
muestras de perder por completo la razn, pues dio anteanoche un espectculo
escandaloso en la plaza de San Nicols, al tiempo en que salan los fieles de la novena.
El suceso se produjo cuando se hallaba profiriendo palabras obscenas y un sacerdote,
que al pasar junto al beodo le reprendi de buena manera, fue bruscamente acometido
por aquel, que le dio de bofetadas y le tir al suelo el sombrero. En este instante se
presentaron los agentes de vigilancia Mariano Lpez y Jos Castao, a los cuales hizo
frente el joven con una navaja que esgrima, entablndose entre l y los agentes una
lucha pesada, para ver estos de arrebatarle el arma, lo que consiguieron no sin salir de la
refriega con grandes araazos en las manos y con la ropa destrozada. Por ltimo hubo
que atarlo y conducirlo en un carruaje la correccin, donde se encuentra a disposicin
del juzgado de la Catedral12.
Con respecto al robo sacrlego en la iglesia de la Merced, hizo que Tornel se mostrara
indignado por la desidia policial: quedar tambin impune este delito? No se podr
averiguar nada? No habr visto nadie salir al ladrn o a los ladrones de la iglesia? No
habr visto nadie nada sospechoso, para manifestarlo al juez, aunque sea por medio
del secreto? Si un delito, cometido en las barbas de todos, de manera tan sacrlega
como vulgar, queda envuelto tambin en la oscuridad, debemos todos sentirlo mucho,
todos sin excepcin. Cuando ni el copn est seguro en el Sagrario, ni en las calles hay
la debida seguridad personal, bien podemos decir, sin exagerar, que no estamos bien,
sino rematadamente mal. Lo robado est en Murcia, esto es casi indudable13.
11
El Diario de Murcia, (15-III-1891). Revista semanal (por J.M. Tornel).
12
El Diario de Murcia, (14-III-1891). Noticias locales.
13
El Diario de Murcia, (15-III-1891). Revista semanal (por J.M. Tornel).
14
El Diario de Murcia, (7-III-1890). Lo analizaremos ideolgicamente en la cuestin obrera.
- 190 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
15
El Diario de Murcia, (10-IV-1891). Remitido desde Alumbres (por F. Gallego). Todo lo de ms de
entregar al padre el dinero y negarse el Cura que suscribe dar recibo, es enteramente falso. Lo ocurrido
de cierto es lo que sigue: Viniendo un enviado del padre a exhibir la cdula de enterramiento, y viendo
que no prometa pagar los derechos, se le hizo presenta la necesidad de pagarlos, a lo que contest que
no lo vea claro, porque nada pedan de la iglesia y que lo consultan con la parte, se retir, volviendo
despus dando las mismas razones, por lo que le contest, yo tambin me niego dar la cdula para el
enterramiento nterin no se paguen los derechos; a lo cual quiso suponer que yo prohiba el enterramiento
y en su virtud contest que iban a invadir el cementerio y hacerlo por s propios, pero que advertido por
m de su compromiso, se retir. Despus vinieron otros, entre ellos D. Jos Albaladejo, haciendo la misma
exigencia pero negndose a pagar los derechos, mas obligando yo al pago prometiendo recibo para que
obraran en juicio si lo tenan a bien, uno de ellos sac la cantidad y me la entreg protestando que con el
recibo me llevaran a los tribunales. Al determinarme yo a efectuar lo dicho, D. Jos Albaladejo
oponindose lo expresado dijo, eso no, y dirigindose al compaero le indic que recogiera el dinero que
yo le entregu sin demora, y aadi que puesto que yo tena derecho a cobrar, fuese yo el demandante; y
como siempre se me ha resistido hacer demanda por tal motivo, les dije, estoy ms conforme en que la
parte se entere de quin debe enterarse si est obligado a pagar o no, y si no debe pagar, estoy dispuesto
a no cobrar de nadie. Con esto les di la cdula competente repitindoles lo dicho, que prometieron
cumplir, y esperando yo el resultados me encuentro con el dicho suelto. Este es el hecho de la verdad.
Vea Vd. seor Director del Republicano si es este motivo para que inserte en su ilustrado peridico, un
suelto tan denigrante a mi persona y clase a que pertenezco.
16
La Paz de Murcia, (15-II, 28-III, 13-IV, 24, 27 y 30-V-1893).
- 191 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El ao anterior ya haba habido otro episodio que cuenta Tornel ponindolo como
contraste con la pacfica realidad murciana: la provincia de Murcia presenta en estos
das un cuadro alegre y simptico, aun sin matizarlo con los colores que le prestarn, los
detalles de la siega que ha empezado en los campos, el desembojar alegre de la huerta,
el coger las primeras hortalizas y los primeros frutos que con tantas creces remuneran el
trabajo del labrador. En ese cuadro no hay ms que un punto negro: Mazarrn, donde en
esta semana, se ha dado un nuevo espectculo, triste y doloroso; donde han padecido
criaturas inocentes y donde han sido apedreados los Padres Misioneros y hasta la imagen
del Corazn de Jess. Basta con esto, para que se comprenda cmo andar aquello 17.
Mediar el peridico Las Provincias, en el que se nos dice que el alcalde de Abarn,
porque el Sr. Cura de aquel pueblo no se quiere someter a su poltica absorbente, ha
fomentado contra el respetable prroco una cruzada para obligarlo a que se marche de
aquella localidad. Como el alcalde a que nos referimos, tiene all impuesta su
omnipotencia, hay individuos que por temor o adulacin al monterilla se adhieran a los
insultos y censurables hostilidades contra el prroco. No hace mucho, que en la puerta
de la casa del cura, apreci un gato muerto con el siguiente rtulo: Te vers como este
gato si no dejas el curato! Porque en un sermn dijo el prroco: amados feligreses, se
ha propagado por el pueblo la frase indecorosa de to feligrs!, aplicada al Sr. cura, al
que adems en un viernes de cuaresma se le promovi tan inaudito escndalo dentro del
17
El Diario de Murcia, (29-V-1892). Revista de la semana (por J.M. Tornel).
18
El Diario de Murcia, (30-IIII-1890). Revista de la semana. (por J.M. Tornel).
- 192 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
templo, que no es para dicho sin grande repugnancia y vergenza. En cuando a untar la
puerta de la casa del seor cura, peor es mentarlo Pueden estos hechos cometerse en
un pueblo reducido, al menos sin la tolerancia, ya que no por la iniciativa del alcalde?19.
Hasta el obispo Bryan fue cuestionado por los feligreses de Librilla, que no aceptaban
el cambio de sacerdote. Tendr que intervenir el gobernador para que el alcalde y los
vecinos acepten los nuevos nombramientos. La prensa dir que lamentamos lo que
ocurre en este pueblo, excitado no sabemos con qu fines ni por quien, con motivo de la
salida del joven teniente de aquella parroquial D. Edmundo Garcia, para el cargo que se
le ha confiado, y la llegada del nuevo ecnomo y teniente que el Sr. obispo se ha servido
nombrar para dicha iglesia. Hemos de decir que son muy injustas las manifestaciones
ruidosas que se han hecho contra el dignsimo prroco y auxiliar que hay nombrados.
Si efectivamente quieren, como dicen y manifiestan, al teniente que ha salido del pueblo
por obediencia, la mejor prueba de afecto que pueden darle, es respetar y corresponder
debidamente quien le ha sucedido. Solo unos das ms tarde la prensa recoga que
parece que tanto el gobernador como el alcalde de Librilla han llegado a un acuerdo para
que se solucione el problema del traslado y los nuevos puedan entrar con tranquilidad21.
19
El Diario de Murcia, (13-IV-1890). Noticias locales: dice Las Provincias.
20
El Diario de Murcia, (17-IV-1890). Noticias locales: en el pueblo de Abarn.
21
El Diario de Murcia, (25-IV-1890). Noticias locales: Librilla; (30-IV-1890). Noticias locales.
- 193 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
comunicado la actitud que debi tomar en su primer escrito, que mejor cuadraba y
corresponda a su carcter sacerdotal. Parece que va viendo ya claro el asunto, cuando
antes deca que posea su hermano con justo ttulo los terrenos que se ventilan, y en el
comunicado manifiesta que no afirma rotundamente que sean suyos esos terrenos.
Dir que el seor cura de Montealegre hace bien en aconsejar a su hermano para
que acierte a defenderse del Estado, no de los poderosos. Es ms, yo creo que todo eso
lo hace con la mayor buena fe del mundo, porque si l, como buen sacerdote catlico,
creyera que su hermano posea en la actualidad ms hectreas de terreno que las que
aparecen en la escritura de compra, lo primero que le hubiese aconsejado, sera la
restitucin inmediata que prescribe y manda nuestra Santa Madre la Iglesia. En lo nico
en que estamos conformes es en aquello de que Cehegn no es Pars y que all todos
nos conocen. Efectivamente, seor Gonzlez: en Cehegn todo el mundo lo sabe 22.
22
El Diario de Murcia, (24-I-1891). Remitido (por F. Lorencio Clemente).
23
El Diario de Murcia, (1, 2-VIII-1891). Lo del da y Revista de la semana (por J.M. Tornel).
24
El Diario de Murcia, (6, 30-VII, 8-VIII, 11-IX, 24, 25-X-1889; 25-V-1890).
25
El Diario de Murcia, (14-VIII-1891). Incluso la irreligiosa Cartagena se conmovi por el ejemplo
caritativo de las Siervas de Jess y el entierro de una joven profesa que falleci despus de contraer una
grave enfermedad en su labor caritativa de asistencia a los ms necesitados, vibrando con la inauguracin
del nuevo templo dedicado a su patrona la Virgen de la Caridad.
- 194 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
2. La lenta transformacin
de las costumbres cvico-sociales en Murcia
26
El Diario de Murcia, (23-IV, 10-V-1890, 16-I, 9, 19-IV-1891).
27
Patrocinados por el Crculo Catlico, asistieron a la peregrinacin obrera a Roma y fueron agredidos en
el puerto de Valencia por grupos de republicanos blasquistas. Ellos mismos contarn su experiencia a la
vuelta. El Diario de Murcia, (6, 8-V-1894). Noticias locales: en el Crculo Catlico. El relato que el Sr. D.
Antonio Munera hizo fue el ms trascendental, porque para l la peregrinacin ha sido una cruzada, tanto
ms gloriosa para Espaa, cuando que ha sido la primera en nmero y significacin de las que ha recibido
el Santo Padre.
28
La provincia de Murcia era una sociedad predominantemente rural, donde la capital no pasaba de ser
una extensa huerta con algn emblemtico edificio religioso en el reducido centro urbano, y contaba con
unas explotaciones agrarias en las que an no se haba encauzado su modernizacin. El proceso de
ruralizacin de la poblacin activa sigui incrementndose hasta 1900 con un porcentaje del sector
primario con el 822% (el nacional era 678%), mientras el secundario nicamente alcanzaba el 97%
(152%) y el terciario un 81% (17%), muy por debajo de la media nacional. Las condiciones de vida social
eran todava muy duras, con un nivel de subdesarrollo muy elevado y una clase media industrial y
comercial muy dbil, que acentu el fenmeno del caciquismo clientelar, muy vinculado a la
convergencia de intereses sociales con la Iglesia; CALVO GARCA-TORNEL, F.: Continuidad y cambio en la
huerta de Murcia, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1982; PREZ PICAZO, M.T. LEMEUNIER, G.: El
proceso de modernizacin de la Regin murciana (siglos XVI-XIX), Murcia, Editora Regional, 1984; AYALA,
J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 24-31; PREZ PICAZO, M.T.: Dependencia econmica y
caciquismo poltico (1875-1923), en Historia de la Regin murciana, Murcia, Mediterrneo, 1980, vol. VIII,
pp. 110-179.
29
El Diario de Murcia, (16-IV, 22-VI-1889; 6-IV, 16, 23-IX, 11-XII-1890; 4-X-1891; 16, 22-VI, 8-XI-1892;
1-IV, 7, 24-V-1893; 13-I, 19-IX, 28-X-1894; 20-IX-1896; 20-II-1899; 2, 4-III, 6-IV-1900; 15-I, 15, 29-III,
4-IV, 25-V, 11-VII-1901; 2-III, 4-IX, 5-X-1902); El Liberal de Murcia, (4, 26-IV-1908; 11, 12-VI-1909).
- 195 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
tradicional, diciendo que Murcia es una de las poblaciones que suele calificarse de
levticas; pero esto, que en algunas otras ciudades ofende, no sabemos por qu, nos
debe tener tranquilos. Si levtica quiere decir ciudad influida por el clero, regulada por la
religin, de costumbres sobrias y morigeradas, lo que se debe sentir es que no fuera
levtica en alto grado, porque as no se dara en ella ni siquiera la posibilidad del germen
disolvente y antisocial que han desacreditado en otras ciudades. No bastan las leyes, no
bastan todos los recursos del Estado para defender la sociedad de esa nueva barbarie30.
Tambin nos refiere la arraigada idea que tena el movimiento catlico murciano de
considerar la fe catlica como el freno que garantizaba la estabilidad del orden social
frente al cambio de costumbres que ya se perciba en el ambiente de la poca, pues no
hay elementos ms efectivos que los de la religin, la educacin moral y la infiltracin en
las familias del espritu del Evangelio para evitarlo, pues lo que s se sabe, como cierto
y positivo, es que nada contra la razn, el orden, la moral y lo levtico prevalece porque
Murcia es una ciudad eminentemente religiosa 31. Todava en el ltimo tercio del s. XIX
sobrevivan los trajes regionales en algunos lugares y a comienzos del s. XX el Diario
de Murcia daba la noticia del fallecimiento del ltimo huertano, en el da de la fiesta
de la Ascensin, el to Bota que vesta a diario sus blancos zaragelles, su jubn con
broches de plata, sus calcetas y sus alpargatas32.
La implantacin poltica del Estado liberal no supuso una radical transformacin social
en Murcia, sino que propici la integracin de la vieja nobleza y la nueva burguesa en
una lite de poder poltico y econmico, que se prest a colaborar generosamente con
la Iglesia en el mantenimiento del orden moral y social33, por lo que el anticlericalismo
murciano de la Restauracin no tuvo un origen puramente endgeno, si bien pudo
revitalizar algunos aspectos de la tradicin ilustrada y liberal de los siglos XVIII y XIX.
30
El Diario de Murcia, (10-VI-1896). En Murcia (por J.M. Tornel).
31
Ibidem.
32
El Diario de Murcia, (19-V-1901).
33
PREZ PICAZO, M.T.: Oligarqua urbana y campesinado en Murcia (1875-1902), Academia Alfonso X el
Sabio, Murcia, 1979; ID.: 1805-1936: Un tiempo de estancamiento y evolucin, en: Historia de la Regin
Murciana, Ed. Mediterrneo, Murcia, vol. VIII, pp. 1-179; ID. LEMEUNIER, G.: El proceso de
modernizacin de la regin murciana s. XVI-XIX, Murcia, Editora Regional, 1984.
- 196 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
- 197 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Ser con el acceso de los liberales de Sagasta en 1881, cuando comience a abrirse
paso la necesidad de codificar adecuadamente el matrimonio civil y se introduzca en el
proyecto de cdigo civil de Alonso Martnez un sistema de matrimonio civil facultativo.
Tanto el nuncio Bianchi, que criticaba la reduccin del matrimonio a un simple contrato,
como la jerarqua espaola y la prensa catlica eran unnimes en reiterar la doctrina
expuesta en el Syllabus, para considerar el matrimonio civil como concubinato. El
nuncio quiso conocer el parecer de algunos obispos (28-III-1882) y Sancha lo valor a
la luz de la ambigedad creada por la constitucin, ya que se comprende que despus
de haberse establecido en la constitucin del Estado, con notoria infraccin de la ley de
36
ESPAA TALN, M.C.: El obispo D. Francisco Landeira, su vida y su tiempo, Murcia, Academia Alfonso X
el Sabio, 1961, pp. 37-82; ROLDN VERDEJO, R.: La Ley de Matrimonio Civil de 1870. Historia de una ley
olvidada, Publicaciones Universitarias, Granada, 1980.
37
IBAN, I.C.: Matrimonio civil y matrimonio cannico en la legislacin (1870-1978), en ADC, 32 (1979),
pp. 83, 175.
38
ROBLES MUOZ, C.: Algunos aspectos de la legalidad de la restauracin y la Santa Sede (1875-1888),
en Ius Canonicum, 25 (1985), pp. 781-817. La Real Orden de 27 de febrero de 1875 interpretaba quines
podan acceder al matrimonio civil en el mismo sentido de la regulacin republicana, pues podran hacerlo
aquellos que ostensiblemente manifiesten que no pertenecen a la Iglesia catlica.
- 198 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Dios y del concordato, la tolerancia religiosa, se consienta ese mal llamado matrimonio
civil para los protestantes y sectarios; pero en manera alguna para los catlicos 39.
En Murcia se recoga con asombro la noticia del primer caso de divorcio de Espaa,
precisamente en la ciudad de Mlaga, de donde era originario el obispo Bryan 41 . Los
primeros datos estadsticos sobre aplicacin del matrimonio civil registraban que hasta
1892 se haban realizado en Murcia 737 matrimonios cannicos y ninguno civil, mientras
que en la vecina Albacete, que dependa eclesisticamente de la dicesis de Cartagena,
se haban celebrado 150 cannicos y 3 civiles.
39
CRCEL ORT, V.: Situacin poltico-religiosa de Espaa en 1881 segn un informe del nuncio Bianchi, en
VILAR, J.B. (ed.): Las relaciones internacionales en la Espaa contempornea, Murcia, UMU, 1989, pp. 319-
335; El archivo de los nuncios de Len XIII en Espaa. II. Nunciatura de Bianchi (1879-1882), en Italica.
Cuadernos de Trabajos de la Escuela Espaola de Historia y Arqueologa en Roma, 17 (1984), pp. 231-262;
Catlicos liberales e integristas en la Espaa del Novecientos. Seleccin de documentos episcopales inditos
(1881-1884), en Analecta Sacra Tarraconensia, 63-64 (1990), pp. 285-422.
40
ROBLES MUOZ, C.: Algunos aspectos de la legalidad, p. 808.
41
El Diario de Murcia, (19-X-1889).
- 199 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
42
Nuevas disposiciones del Cdigo Civil sobre matrimonio, en BOEDC, 21 (1889), pp. 239-244.
43
Disposiciones sobre matrimonios de militares, en BOEDC, 23 (1891), pp. 142-145; Cuestiones terico-
prcticas: el matrimonio civil, en 30 (1898), pp. 457-460, 501-508.
44
Declaraciones de la Direccin General de Registros sobre Matrimonio civil, en BOEDC, 33 (1901), pp.
251-253; Exposicin del Sr. Arzobispo de Granada y dems Prelados de esta Provincia Eclesistica al
Ministro de Gracia y Justicia, en pp. 259-275.
45
El Liberal de Murcia, (12, 14, 17, 18, 20, 23, 29-VIII, 2, 12, 14, 18, 19, 20, 22, 23, 24, 27, 28-IX-1906).
- 200 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
matrimonios cannicos, que con frecuencia era incumplida, para manifestar claramente
que el Estado era el nico competente en la regulacin del matrimonio y deba
recuperar la soberana jurdica que le haba usurpado la Iglesia (R.O. 4-VIII-1906).
46
El Liberal de Murcia, (2, 3, 4, 5, 7, 9, 10-X-1906). Romanones no quiso ceder en su pulso con la
jerarqua eclesistica y tuvo que intervenir el nuncio Rinaldini, con la mediacin de Po X, para evitar un
conflicto mayor en el que poda verse involucrado el rey, obligando al obispo de Tuy a disculparse por
carta ante Romanones.
47
Instruccin de los Prelados de la Provincia Eclesistica de Granada sobre el matrimonio, en BEODC, 38
(1906), pp. 301-306.
48
El Diario de Murcia, (2-III-1907).
49
Resolucin de la Direccin General de los Registros sobre asistencia del Juez Municipal al acto del
matrimonio catlico, en BEODC, (1909), pp. 405-409, 585-587.
- 201 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
convertidos a ella de la hereja o del cisma, aunque tanto stos como aquellos la
hubieren despus abandonado 50. Tambin extenda a los matrimonios mixtos la forma
cannica para la validez del matrimonio. El obispo P. Vicente no tardara en escribir
una breve circular en la que aclaraba los trminos de la nueva regulacin cannica51.
Algo similar sucedi con los cementerios, porque a medida que se haca visible el
pluralismo religioso, se haca cada vez ms evidente la necesidad de fijar criterios
sociales secularizadores, para no convertirlos en campo de confrontacin religiosa. En
50
El Diario de Murcia, (9-IX-1907).
51
Circular del Obispo sobre el Matrimonio cristiano, en BOEDC, 40 (1908), pp. 109-112.
52
El Diario de Murcia, (27-XI,11, 13-XII-1908; 23-II, 6, 8-VI-1909).
53
El Diario de Murcia, (19 y 22-III-1910). Reformas eclesisticas: el matrimonio civil.
54
La Iglesia murciana sigui considerando el matrimonio civil como concubinato y a quienes lo contraan
como incursos en apostasa; Artculo canonista: Absolucin de la Excomunin en que incurren los casados
civilmente. Carta del Comisario General S.O. Frmula de abjuracin y rito de la Absolucin, en BOEDC, 43
(1911), pp. 49-56; Acuerdo de la Sala de Gobierno de la Audiencia de Albacete contra un Juez Municipal
sobre matrimonio civil; en 44 (1912), pp. 265-266; Advertencia referente a la asistencia al matrimonio de
individuos sujetos al servicio militar, en pp. 570-571; Real Orden sobre la celebracin de Matrimonios, en
45 (1913), pp. 267-269.
- 202 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
- 203 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
58
Alocucin Pastoral con motivo de la violacin del cementerio de Torreagera, en BOEDC, 30 (1898), pp.
525-529.
59
En 1906 se intent reformar el Reglamento civil sobre enterramientos, pero la tradicin eclesial no
admita la cremacin o incineracin, y los obispos de la provincia eclesistica de Granada tuvieron que
pactar su regulacin; Circular sobre la monda del cementerio de la Albatala y traslacin de cadveres en
BOEDC, 29 (1897), pp. 3-4; Circular determinando hacer la monda del cementerio de la Albatala, en 34
(1902), pp. 120-121; Real orden sobre enterramientos en 38 (1906), pp. 260-264; Real orden del
ministerio de la Gobernacin sobre ceremonias y canto fnebre en la conduccin de cadveres por las
calles en 41 (1909), pp. 109-110; Decreto del Sto. Oficio sobre sepultura eclesistica, en pp. 9-10; Real
orden del Ministerio de Gobernacin sobre enterramientos, en pp. 545-554 y 575-585; Gobierno civil de
Granada: sobre sepultura eclesistica, en 43 (1911), pp. 221-222; PREZ GLVEZ, J.F.: El sistema
funerario en el Derecho espaol, Eunsa, Pamplona, 1997, pp. 270-278.
- 204 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
llamada bien vulgarmente barraca teniendo como cimera una cruz de madera, es el
Palacio donde se alberga con su familia el lujo de la huerta. Sombreada la puerta de
aquella estancia por una o varias parras que riega la cercana acequia, pasaban las
veladas rezando todos, o hilando las mujeres, adornadas estas con el zagalejo de vivos
colores, la peina y las arracadas de plata. La mujer del huertano llevaba un arca donde
guardaba bordados con lentejuelas, adems de otros objetos que cayeron en desuso.
Incluso en un editorial del Liberal de Murcia se llega a decir que los saludables efectos
del moderno progreso alcanzan a todas partes: no solo se notan ostensible y rpidamente
en las grandes ciudades, donde la vida se concentra; sealadamente tambin se
advierten en los pequeos pueblos huertanos, en los campos tranquilos, donde la
actividad del hombre parece que no haba de salir nunca del lento comps que le marca
la tierra en su siempre incansable y renovada produccin. La huerta de Murcia ofrece,
bajo este aspecto, muy nobles ejemplos dignos de imitar. Apegada por tradicin de
60
El Diario de Murcia, (6-VIII-1895). El Huertano de antao (por. M. Belda y Belda).
- 205 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
tiempo y tiempo a la rutina, la va desechando poco a poco para sustituirla, con la mejora
de alguno de sus ms importantes cultivos, por las ventajas a que justamente aspira
en su vida social y a lo hecho en este sentido por diferentes pueblecillos de la Vega 61.
61
El Liberal de Murcia, (4-I-1905). La vida rural.
62
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo prctico (10-II-1896), en BOEDC, 28 (1896), pp. 53-54.
- 206 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
que ya no perciban la realidad vital de una manera tan sacralizada y moralizante como
antes, porque transmitan nuevos valores sociales, no directamente religiosos.
A finales del s. XIX la sociedad murciana se compona de una pequea lite burguesa,
que haba adquirido beneficios en la industria minera y consigui emparentar con la
tradicional oligarqua local, basada en la propiedad de la tierra. Esta burguesa ya tomaba
como referencia el ritmo y el nivel de vida de la sociedad europea, tratando de introducir
e imitar sus costumbres, especialmente en la zona de Cartagena y su comarca. De esta
manera, mientras la inmensa mayora de la poblacin murciana segua perteneciendo al
mundo rural, ms cercano al espritu religioso tradicional, la reducida clase media-alta
se abra a un proceso mimtico hacia las nuevas modas sociales, frecuentemente ajenas
a la moral catlica, porque parecan ms acordes con el espritu de tolerancia y libertad
que pedan los nuevos tiempos, desarrollando la sociedad civil frente a la eclesial63.
Murcia capital anduvo muy atrasada en su desarrollo urbanstico y sigui siendo una
ciudad invertebrada, sin vas espaciosas, hasta que en
1914 Isidoro de la Cierva present El Programa Murciano
con las grandes lneas de planificacin de reforma y
renovacin de las estructuras bsicas de la ciudad64.
63
AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 35-41.
64
DE LA CIERVA PEAFIEL, I.: El programa murciano: conferencia leda en el Crculo Liberal-Conservador
el da 6 de enero de 1914, Murcia, Tipografa De El Tiempo, 1914.
65
En 1897 se present el proyecto de ensanche diseado por Francisco de Paula Ramos Bascuana, Pedro
Garca Faria y Francisco de Paula Oliver, que prevea la construccin sobre los terrenos del Almarjal de una
nueva ciudad de amplias calles cortadas en ngulo recto, que delimitaban manzanas de formas variadas,
con amplios patios interiores comunes. Las calles tendran diferentes especies de rboles, entre los que
destacaban los Eucaliptos, y contaran con alumbrado pblico y alcantarillado. En medio del ensanche se
proyect un extenso parque con un lago y toda clase de instalaciones de ocio (jardn botnico con
invernadero, quiosco de msica) y deportivas (tenis, trinquete, hipdromo y veldromo). Se derribaron las
murallas en 1902 y entre 1899 y 1907 se construy el nuevo edificio modernista del ayuntamiento, se
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
crearon las escuelas graduadas y los edificios particulares ms representativos de la poca (la casa
Cervantes, la casa Aguirre, la casa Maestre y la casa Clares, la casa Dorada y la casa Zapata). Ya en los
aos ochenta se haba construido el muelle de Alfonso XII, al pie de la muralla del Mar como espacio de
ocio y paseo, con instalacin en l de quioscos, cafs y jardines, orquestas y bandas de msica que
amenizaban las tardes durante el buen tiempo y a partir de 1887 se instal all la feria, trasladando los
balnearios a las afueras; GRANDAL LPEZ, A.: Historia de Cartagena, Cartagena, Ed. Aglaya, 2010, pp.
392-400.
66
En 1901 se intent remodelar el popular barrio del Molinete, que se haba convertido en un foco de
prostitucin escandalosa y delincuencia de fama internacional. En la Gua de 1909 se describe la calle
mayor, rebautizada Isaac Peral, con lujosos establecimientos y elegantes sociedades de recreo y
espaciosos y ventilados cafs, desde el casino, el crculo liberal dinstico, el liberal conservador, el militar,
la asociacin de la prensa, los cafs de La Marina, Suizo y Espaa y lujosos establecimientos de modas,
bazares, tejidos, novedades, lo mismo que en la calle del Carmen y puerta de Murcia, centro comercial de
la poblacin, que era atravesada constantemente por tranvas elctricos, espaciosas plazas y jardines,
sobresaliendo la de Espaa. La Conferencia Internacional que tuvo lugar en su puerto, y de la que sali en
1907 el Pacto de Cartagena entre Espaa, Gran Bretaa y Francia para asegurar la situacin poltica del
Mediterrneo, pona de manifiesto la importancia de la ciudad y su carcter cosmopolita; PICAZO, MT.:
1805-1930: un tiempo de estancamiento y evolucin..., 140-163.
67
AYALA, J.A.; Murcia en el primer tercio del siglo XX, pp. 44-50.
68
El Diario de Murcia, (27-XII-1889); MUOZ ZIELINSKI, M.: Lugares selectos de ocio: Casinos, Crculos
y Sociedades, en MORENO, R.: Gua Secreta de Murcia, pp. 263-270.
69
AHPM: GOB,6580/01-35: Casino de San Antonio Abad en Cartagena (n 67), Casino de Murcia (n 69),
Casino de Mazarrn (n 72), Casino de Cieza (n 73), Casino Progresivo de Balsapintada en Fuente lamo
(n 95), Casino Agrcola Mercantil e Industrial de Abarn (n 106), Casino de Santa Luca en Cartagena
(n 107), Casino Minero de La Unin (n 110), Casino de Coalicin Republicana de Caravaca de la Cruz (n
118), Casino Republicano de Cartagena (n 135), Casino de Mula (n 174), Casino Agrcola de Librilla (n
206), Casino Popular de Caravaca (n 221), Casino Instructivo del Obrero de La Prosperidad en La Unin
(n 234), Casino Primitivo de Jumilla (n 244), Casino Primitivo de Yecla (n 247), Casino de San Pedro
del Pinatar (n 250), Casino Naval de guilas (n 255), Casino Nuevo del Barrio de La Concepcin (n
265), Casino de Monteagudo (n 275), Casino de Bullas (n 303), Casino de El Algar (n 372, 381), Casino
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CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Llevaban consigo una cierta inmunidad moral y social porque en ellos haba saln de
tertulia y biblioteca con la prensa local y nacional, restaurante y diversas salas de
entretenimiento o juego, siendo el de los
prohibidos el de mayor aceptacin. Tambin
haba salones para actividades deportivas como
salas de gimnasio o saln de armas. Tenan la
ventaja de que en ellos se solan improvisar
reuniones y bailes de sociedad, pero en 1897 se
provoc un grave conflicto en el casino de Murcia
por la negativa de la directiva a organizarlos,
dndose de baja unos cuarenta socios entre los que se encontraban bastantes personas
relevantes de la sociedad murciana como Joaqun Pay, Jess Seiquer, Juan Peafiel,
Jos Fayrn o Salvador Marn Baldo70. Los casinos permitan la asistencia de seoras y
seoritas para alternar socialmente y pasear, comer y sentarse en las terrazas; solan
tener orquestas a disposicin, como la del afamado msico Acisclo Daz, para amenizar
los bailes y las veladas que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, a las que
acuda, como punto de encuentro, la ms selecta sociedad de Murcia.
El presidente del casino de Murcia en 1889 era Eulogio Soriano Fernndez, militante
del partido liberal murciano, que lleg a ser alcalde de la capital. Eduardo Parto Moreno
(1890-1891) endureci el proceso de incorporacin de nuevos miembros para hacerlo
ms elitista, lo que le granje su dimisin ante la negativa de varios socios a que fuera
expulsado el marqus de Camacho. Antonio Sandoval Palarea (1891) incorpor al casino
como vicepresidente a quien sera el mayor cacique local y regional de Murcia: Juan de
la Cierva y Peafiel. El siguiente presidente fue el antiguo republicano Jos Cayuela
Ramn (1891-1894) y nombr bibliotecario al conocido liberal murciano Fermn-Lorenzo
de guilas (n 462), Nuevo Casino de Totana (n 525), Casino de Beniajn (n 545), Casino de Alhama de
Murcia (n 949), Casino de Abanilla (n 975), Casino de Los Barreros de Cartagena (n 999), Casino de
Cartagena (n 1036), Casino de Cieza (n 1060), Casino de El Beal de Cartagena (n 1077), Casino de
Caravaca de la Cruz (n 1046), Casino Instructivo de Valladolises (n 1208), Casino Nuevo de San Pedro
del Pinatar (n 1221), Casino de Puerto de Mazarrn (n 1374), Casino Agrcola de Beniajn (n 1411),
Casino de Moratalla (n 1426), Casino de la ora (n 1432), Casino de Puerto Lumbreras (n 1483),
Casino de Molina (n 1620), Casino de Cehegn (n 1670), Casino Liberal de Cartagena (n 1745), Casino
de La Ribera de Molina (n 1766).
70
El Diario de Murcia, (15-IV-1897); GUIRAO LPEZ DE NAVAS, J.: El Casino de Murcia (1847-1994),
Grafimar, Murcia 1994.
- 209 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Pausa Martnez, que llegara tambin a ser alcalde de la capital. Se inici un periodo de
inestabilidad con presidentes efmeros hasta que entr ngel Guirao Girada (1897-
1900), catedrtico del instituto Alfonso X el Sabio y uno de los personajes ms destacados
del conservadurismo murciano, que sera fusilado en la guerra civil (15-XII-1936).
La alta burguesa tena tambin sus clubes particulares, como el extranjerizante The
Garden Sport situado en la carretera de Espinardo, pero eran las fiestas particulares y,
sobre todo, la asistencia a las funciones de teatro las que completaban la vida de
relacin y expansin de la alta y media burguesa urbana, donde se contemplaban y
comentaban las nuevas producciones literarias, en las que se introducan las nuevas
modas y costumbres de la sociedad burguesa, con sus especficos criterios a la hora de
interpretar el sentido de la vida y llenarla de actividades para conseguir la felicidad.
El Teatro de los Infantes, luego Teatro Romea, fue inaugurado en 1862 y tuvo una
vida muy agitada hasta el comienzo de la Restauracin, llegando a denominarse teatro
de la Soberana Nacional en 1869. Entre
1901 y 1910 lleg a haber un total de
1.033 funciones por la noche y 218 por la
tarde, sin incluir los bailes sociales; lo que
supona una media aproximada de dos obras
71
GUIRAO LPEZ DE NAVAS, J.: El Casino de Murcia (1847-1994), pp. 123-194.
- 210 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Los locales sociales llenaban tambin el ocio y la ideologa poltica, segn fuera el
nombre que reciban: crculos, ateneos o liceos. Muoz Zielinski recoge la presencia de
casi un centenar de ellos, en casi todos los pueblos importantes 74 . La prensa liberal
desempe un papel trascendental en la introduccin del nuevo sentido de comprender
la vida, el ocio, la diversin y las distintas formas de pensar, pero por su contenido
ideolgico lo analizaremos con detenimiento ms adelante75.
72
MUOZ ZIELINSKI, M.: Lugares selectos de ocio: Casinos, Crculos y Sociedades, en MORENO, R.:
Gua Secreta de Murcia, pp. 253-270.
73
El Diario de Murcia, (14-V, 1-VI-1894).
74
MUOZ ZIELINSKI, M.: Lugares selectos de ocio, pp. 271-289.
75
En 1905 solo haba en Murcia un coche y dos tranvas, mientras que en Cartagena el alumbrado de gas
haba empezado a implantarse ya en 1861 y cuando apareci la electricidad convivieron durante algn
tiempo los dos sistemas. La capital de Murcia segua siendo una ciudad huertana, donde los tranvas
urbanos seguan siendo de traccin animal hasta que en 1897 se realiz la concesin a la compaa
Lionesa de Durante y Fay para convertirlos en elctricos. Tambin confluyeron en el umbral del s. XX una
serie de invenciones cientficas y tecnolgicas que cambiaran decisivamente las formas tradicionales de
vida, aunque en Murcia se hicieron de esperar algo ms, como por ejemplo el cinematgrafo, que se
convirti muy pronto en un escaparate del mundo, que cautivara la atencin de los murcianos,
generalizndose la costumbre de visionar los reportajes. En 1898 haba un pequeo local de cine en la
calle de la Rambla en el que se proyectaban cortos de corridas de toros, marchas de tropas o escenas
- 211 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Las nuevas costumbres irn abriendo lentamente una brecha entre el riguroso influjo
directivo de la moral religiosa y las formas de comportamiento de sociedad murciana
en sus diversiones, ocio y relaciones sociales. La Iglesia reprobar la moralidad de los
bailes, en general, y las fiestas ms licenciosas del Carnaval, en particular, as como las
costumbres que en Murcia surgieron a raz de la creacin del Entierro de la Sardina
(1899) y se celebraba durante la octava de Pascua, en la que pronto comenzaron
tambin a organizarse las denominadas Fiestas de Primavera o huertanas. Al principio
se valoraron recriminando nicamente algn elemento transgresor, pero poco a poco se
convirtieron en escarnio de las normas sociales y recibieron la dursima crtica del clero,
hasta llegar a organizar actos en desagravio por los escndalos y pecados cometidos76.
Tambin los bailes de piata eran muy populares en casinos, crculos recreativos y
asociaciones, con noticias de Moratalla, Totana, Alhama en los que se realizaban los
jueves, sbados y domingos, con frecuentes premios a las mujeres ms elegantes. El
espectculo circense tambin tena su pblico, pero fueron las cupletistas en los inicios
del s. XX las que se llevaron los xitos ms rotundos, como la Fornarina en el Teatro
Circo de Murcia y en guilas, o La Raquel y Candelaria Medina o La Chelito en el Teatro
cmicas. En Cartagena haba en 1909 tres cines estables El Brillante, Oriental y Olympia, sin contar los
que abran en verano; El Liberal de Murcia, (23-VIII-1905).
76
El Diario de Murcia, (2-III-1892; 11-II-1894; 11, 12-II-1899); El Liberal de Murcia, (16-II-1890).
77
Ya haba una fuerte tradicin clerical en la crtica de los espectculos escnicos que se remontaban al
cardenal Belluga, porque aparte de los teatros y salones apenas haba lugares de reunin social y en las
poblaciones se haban creado alamedas y jardines donde los das festivos se dejaba ver durante las horas
de paseo la buena sociedad, organizndose frecuentes bailes populares; El Diario de Murcia, (12-VI-1890;
30-XI-1892; 2-III-1900; 9-XII-1904).
78
MONTES, R.: Gua Secreta de Murcia, pp. 182-245.
- 212 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Las mujeres enfermas o contagiadas eran internadas en el Hospital San Juan de Dios
por lo que Ricardo Montes ha podido conocer la geografa de origen: Murcia, Cartagena,
La Unin, Caravaca y guilas, con una media de 28 aos82. En 1899 haba controlados
en la ciudad de Murcia 17 prostbulos, aunque en la calle lo hacan ms del doble en
79
El primer intento de regular el ejercicio de la prostitucin en Murcia databa de 1870 cuando el secretario
del gobernador civil redact un reglamento interno, para tratar de atajar sus consecuencias, y en 1876 el
alcalde Jaime Bosch inici un registro exhaustivo de las 49 casas de lenocinio existentes en la provincia
para introducir el control sanitario a travs de la Cartilla Higinica; La Paz, (5-V-1870); MONTES, R.: Gua
Secreta de Murcia, pp. 38-42.
80
El Diario de Murcia (1-III-1892; 19-X-1894); El Heraldo de Murcia, (2 al 23-VI-1902); El Liberal de
Murcia, (27-I-1907); MONTES, R.: Gua Secreta de Murcia, pp. 36-37.
81
El Liberal de Murcia, (4-XII-1912). En Mazarrn tuvo un desarrollo acorde con el flujo migratorio de la
industria minera, juntndose la generalizacin de las enfermedades venreas, entonces de difcil curacin,
y el alto grado de inseguridad ciudadana que se mezclaba con el abuso de alcohol y uso cotidiano de
armas de fuego ante la pasividad policial, siendo famoso el burdel La Cuaresma, por la clientela y los
escndalos, as como varios cafs cantantes que atraan multitudes y ofrecan la prostitucin; Las
Provincias de Levante, (23-I-1902); El Heraldo de Mazarrn, (14-VIII-1915). En Lorca se redactaron las
Ordenanzas municipales en 1900 y entraron en vigor en abril de 1908 diferenciando entre amas de casa,
prostitutas y sirvientas, siendo frecuentes los asesinatos y robos vinculados a los prostbulos de
Archena, La Unin, Llano del Beal, Portmn, Jumilla y Yecla; MONTES, R.: Gua Secreta de Murcia, pp.
55-162.
82
El reglamento publicado en 1889 buscaba reducir los malos efectos de la prostitucin, disminuir en lo
posible, e impedir que se manifieste de un modo escandaloso y provee una seccin especial para hacer
frente a la sfilis, que fue un grave problema sanitario ya que como en toda plaza de guerra, abundan las
mujeres de mal vivir y las autoridades se han visto obligadas a tomar severas disposiciones para evitar la
propagacin de esas terribles enfermedades que son el ms terrible azote de todo ejrcito acantonado;
MONTES BERNRDEZ, R. GUILLN RIQUELME, M.C.: De lupanares y lenocinios, en MONTES
BERNRDEZ, R. (dir.): Gua Secreta de Murcia en el siglo XIX, Azarbe, Murcia 2008, pp. 25-26.
- 213 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
los barrios de San Juan y San Antoln, hacindose famosas las calles Las Ericas de
Belch, Isabel la Catlica y Sancho en Murcia, as como la calle San Diego en Cartagena
o la calle Las Beatas en La Unin. Por entonces ya eran frecuentes las estampas impresas
que transmitan pornografa, aunque provocaban rechazo social83.
Tambin se extendi la prctica del duelo social o desafo, con armas de fuego o
espada y florete, que era duramente criticado no solo por la Iglesia, que lo censuraba
con la excomunin, sino por parte de los gobernadores, llegando a realizarse varias
jornadas en Murcia para concienciar a la sociedad de la lacra que supona una
concepcin del honor tan desproporcionada85.
83
El Diario de Murcia, (23-IV-1892).
84
El Diario de Murcia, (28-IV-1892).Que no se dignifiquen! (por M. Pern Garca).
85
El Diario de Murcia, (15, 16-I-1891; 4-II-1902; 15-XII-1893; 22-III-1894; 9, 10-V-1906).
86
El Diario de Murcia, (13-X-1889; 7-X-1891; 27-III-1892).
87
El Diario de Murcia, (27-II-1901); BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la blasfemia (20-II-1901), en
BOEDC, 33 (1901), pp. 73-103.
- 214 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
88
El Liberal de Murcia, (17, 18-XII-1901; 28-XII-1909).
89
El Liberal de Murcia, (31-I y 1-II-1909).
90
El Liberal de Murcia, (6-XII-1914).
91
NAVARRO EGEA, J.:Violencia social y desdichas en el siglo XIX, en Gua Secreta de Murcia, pp. 63-
129.
92
TORRES-FONTES, C.: Viajes de extranjeros por el Reino de Murcia, Asamblea Regional, 1996, p. 127.
93
GELARDO NAVARRO, J.: Los cafs cantantes en tierras murcianas (1870-1900), en MONTES, R.: Gua
Secreta de Murcia, pp. 166-167. Los ms tpicos eran el Caf cantante La Rambla, La Feria, El
- 215 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Esta liberalizacin de las costumbres fue considerada por Bryan como el progresivo
alejamiento social de los criterios religiosos que haban impregnado hasta entonces la
moral pblica, englobndolo bajo el concepto genrico de indiferentismo religioso,
que podramos traducir hoy por descristianizacin sociolgica, y era descrito como el
espritu liberal ganoso de dar amplitud a los derechos de la libertad, que arrebata a Dios
el derecho inalienable de fijar al hombre la religin, a sabiendas que esa transferencia
de derechos en el orden religioso es una conculcacin manifiesta del orden de la
providencia, un crimen de lesa divinidad, un ataque impo contra la soberana de Dios 97.
La asistencia a las prcticas religiosas haba decado y en muchos lugares eran solo las
mujeres las que solan frecuentar los actos religiosos, dando ocasin al escarnio familiar
Granero, El Plano de San Francisco y El Habanero en la capital, el caf cantante Las Delicias en
Jumilla, el Caf Comercio, el Caf del Sol, el del Muelle y el Cantante de la calle Honda en
Cartagena o el Caf del Rojo en la calle mayor de La Unin, en los que comenz a generalizar el arte
flamenco, muy vinculado a la poblacin andaluza inmigrante, entre los obreros de la minera.
94
El Diario de Murcia, (11-VIII-1902).
95
El Liberal de Murcia, (22-X y 7-XII-1907).
96
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la santificacin de los das festivos (11-II-1894), en BOEDC, 26
(1894), pp. 64-65.
97
Id.: Pastoral sobre el indiferentismo religioso (22-II-1895), en BOEDC, 27 (1895), pp. 72-73.
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CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
y pblico de las prcticas religiosas, porque tendan a considerarse como una obligacin
legal y un grave deber moral que incumban al catlico, dentro de una concepcin de la
religiosidad muy vinculada a los conceptos de obediencia y obligacin con respecto a
la autoridad de Dios98, por lo que tender a percibir la solucin en el declogo de los
principales deberes que incumben a los cristianos en los tiempos actuales99.
Sin embargo, el trnsito no fue nada sencillo, porque a partir de 1900 comenzaron
de nuevo a brotar los episodios anticlericales y, a su vez, el movimiento catlico tuvo
que experimentar el lastre que le suponan algunas deficiencias de su presencia social,
acentuadas por el criticismo del regeneracionismo finisecular, como la tendencia de la
religiosidad murciana hacia la supersticin (visualizada a travs del caso de Iluminada) y
la cada vez ms frecuente queja de los fieles ante los vicios clericales101.
98
Id.: Pastoral sobre la blasfemia (20-III-1901), en BOEDC, 33 (1901), pp. 94-95.
99
Entre los cuales el deber principal de todo catlico, por el hecho de ser miembro de la Iglesia, es la
obligacin de amar y defender la sociedad religiosa en que espiritualmente ha nacido, y que es su patria
espiritual y despus, como miembro de la sociedad cristiana, est obligado a profesar pblicamente la
fe, a defenderla contra los enemigos, a propagarla entre los extraos, procurando atraer a todos los
;
hombres al rebao del divino Pastor Id.: Pastoral sobre los deberes de los cristianos (16-II-1890), en
BOEDC, 22 (1890), pp. 74-77.
100
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la ignorancia religiosa y la enseanza de la doctrina cristiana
(21-I-1891), en BOEDC, 23 (1891), pp. 34-35.
101
La prensa murciana ya haba comenzado a hacerse eco del ambiente anticlerical que se generalizaba
por la geografa espaola, pero en Murcia no haba sucedido ningn episodio reseable; El Diario de
Murcia, (13 y 27-VI, 4, 12, 17, 31-VIII, 17-XI, 12-XII-1899, 11-III, 18-IV, 5-VII-1900).
- 217 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Desde la prensa se peda que no se actuara contra ella, pues salvo el parecer de los
mdicos, que son los que han de autorizar tal reclusin, el nuestro es que dicha infeliz
lo que necesita es que la dejen y que la
tonifiquen el cuerpo y el alma. No hay que
proceder airadamente y de modo tan extrao
con una infeliz; al fin y al cabo ella es una
enferma digna de compasin. Por el contrario,
se insista en que contra quien hay que hacer
algo efectivo es contra esa multitud de
ignorantes y supersticiosos que van a molestarla
y a que predique. Tenga la pobre sus aberraciones o las alucinaciones que quiera, ella
no hace dao a nadie y a quien hay que recomendarla es al mdico y al prroco; a la
guardia civil compete desbaratar esa romera de curiosos o de ignorantes102.
102
El Diario de Murcia, (24-VI-1900). Contra la Iluminada; Recluirla en el Manicomio, y con las
deficiencias que tiene, sera condenarla a fatal locura, a un mal cien veces peor que el curable que
padece. Mucho cuidado, pues no se trata de quien merece castigo, sino de quien debe ser tratada con
mucha caridad y mucha compasin. Estara bien que la autoridad llegase a este asunto, tarde, mal y
dando golpes de ciego!. Cfr. (27-VI-1900). Lo del da: el Manicomio y lo de Iluminada (por J.M. Tornel).
103
El Diario de Murcia, (28-VI-1900). Noticias locales: la pobre Iluminada. Ayer maana fue conducida
a esta capital por la guardia civil la joven histrica de la Algaida. La conduccin se hizo durante el fuerte
aguacero. Con la pobre enferma, venan en una tartana su padre y su hermano. Detrs del carruaje
venan seis guardias a caballo. Un amigo nuestro que desde Molina vino a esta capital en un carruaje, que
- 218 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
reconocen que hace un gran bien espiritual a los feligreses, aunque muchas veces, en
el celo por el brillo y esplendor de la religin, va envuelto un propsito de oscurecerla y
ridiculizarla, pues ella cree que habla con Dios y transmite lo que oye. Fue recluida
finalmente, pero por intercesin de los familiares logr salir y provoc la tragedia, pues
ayer maana circularon por esta poblacin insistentes rumores de haber ocurrido en la
diputacln de la Algaida, trmino municipal de Archena y en el sitio donde tiene su
residencia la clebre Francisca Guilln, conocida vulgarmente por la Iluminada, una
sangrienta colisin que por sus tristes consecuencias bien puede calificarse de verdadera
batalla campal. La exaltacin de las gentes sencillas y crdulas fanatizadas por las falsas
predicaciones de esta joven ya tristemente clebre, ha llenado al fin de luto numerosos
hogares, siendo el primero el de esta desgraciada mujer 104.
segua a la de Iluminada, nos dijo que sta vena tranquila, sin aparentar preocupacin alguna. Con el
mismo aparente estado de nimo ingres en el Manicomio. Nuevo Mundo recibi ayer, adems del
retrato de esta joven, y do otros fotograbados del paraje en que haca sus predicaciones, publica la burda
receta para los cojos que se le ha atribuido en muchos peridicos, en la que se habla de plumas de pavo
blanco y otras atrocidades de mal gusto con que se ha alimentado la curiosidad del vulgo. Dios se apiade
de la desdichada joven.
104
El Diario de Murcia, (28-VIII-1900). La Iluminada: sangrienta colisin.
- 219 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Tornel dir que cuando creamos que lo de la Iluminada habla concluido, por
desengao y desilusin de los creyentes, y por cansancio de esa infeliz y de su familia,
el triste y sangriento suceso que en otro lugar reseamos, ha venido probarnos que
eso est vivo, y que eso se defiende y se le combate de la manera que puede deducirse
de los hechos. En verdad no nos explicarnos cmo han podido llegar cosas tan balades
a fines tan trgicos. No querernos culpar a nadie, ni inclinarlos de un lado ni de otro;
porque la experiencia nos tiene demostrado, que si la ignorancia, la supersticin y el
fanatismo se atreven a todo, tambin sabernos cmo se aplican los correctivos, y cmo
se complican las cuestiones ms pequeas, por la lucha de intereses y pasiones ms
pequeas todava. Entiende ya del lamentable suceso la autoridad judicial, que concluir
de una vez con eso que no sabemos calificarlo y que se resiste a todo tratamiento106.
105
Ibidem.
106
El Diario de Murcia, (28-VIII-1900). Lo del da (por J.M. Tornel). El tema adquirir relieve nacional,
recibiendo la religiosidad de Murcia un duro escarnio cuando varios sacerdotes sean llamados
expresamente locos por defenderla.
107
El Diario de Murcia, (3-VII-1900). Robo sacrlego. Las seas del dicho Nio, son: su dimensin unos
dos palmos, tiene los brazos abiertos; cubiertas sus carnes con una tnica azul y su semblante risueo.
- 220 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
108
El Diario de Murcia, (19-I-1901). Atentado de impiedad en San Antn (por A.J.G.).
109
Ibidem: Y ya que aquellos catlicos, heridos en sus sentimientos religiosos no entablaran, como
podan hacerlo, la accin popular contra los que tan profundamente y con sangrientas burlas trastornan el
orden social, suponemos que por otras personas ms indicadas a ello se habr hecho la correspondiente
denuncia, para se imponga la merecida pena los que con sus actos burlescos, no solo hieren lo
sentimientos de los catlicos, sino que pueden acarrear conflictos de orden pblico; pues a pesar de la
tolerancia religiosa, establecida por las leyes, el art. 240 de nuestro Cdigo penal dice: Incurrirn en las
penas de prisin correccional en sus grados medio y mximo y multa de 250 a 500 pesetas: 1 el que con
hechos, palabras, gestos o amenazas ultrajare al ministro de cualquier culto, cuando se hallare
desempeando sus funciones. 2 el que por los mismos medios impidiese, perturbare o interrumpiese la
celebracin de las funciones religiosas en el lugar destinado a ellas.
- 221 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
que no vuelven a sonar hasta Sbado Santo; se suspende la circulacin de los carruajes,
no se oyen ni los pianos ni las bolas de los billares; se cierran todos los talleres y
establecimientos pblicos, y tiene el da las excepcionales circunstancias que no tiene
ningn da del ao. Ms o menos, todos dedican algo a la gran significacin religiosa del
da, pues de las ltimas y ms infelices moradas de los barrios de la ciudad, como desde
las ms apartadas barracas de los partidos de la huerta, salen hoy para estar y para
rezar en los templos, algunos que tal vez no lo hacen ya hasta otro ao, Y se quejar
de un grupo de personas, seguramente ebrias, que rompan el silencio con sus gritos:
lstima que haya todava algunos, siquiera sean vergonzosa excepcin que ofenden
la santidad de das como el de hoy y maana, escandalizando por las calles!110.
Pero quienes ms tuvieron que sufrir las consecuencias del proceso de secularizacin y
modificacin de las costumbres fueron los miembros de la jerarqua murciana. Tuvieron
que aprender a desarrollar su misin eclesial en unas nuevas condiciones sociales
110
El Diario de Murcia, (4-IV-1901). Lo del da (por J.M. Tornel).
111
(P. Montaa) El Diario de Murcia, (27-XII-1900); (Electra) El Diario de Murcia, (1-II-1901); (Ubao) El
Diario de Murcia, (8-II-1901).
112
El Diario de Murcia, (23-IX, 19, 21, 27-XII-1900, 1, 3, 8, 14, 15, 16-II-1901).
113
El Diario de Murcia (20 al 26-VI, 13 y 20-VII, 17, 20-VIII-1901).
- 222 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
adversas al comenzar a perder prestigio social y ser vistos de manera negativa. Los
obispos tuvieron que descubrir que sus nombramientos y decisiones eran replicados a
veces de manera pblica y con manifestaciones de desaprobacin delante de su Palacio,
como la que le organizaron los feligreses de la parroquia de Cabezo de Torre, con el
alcalde Gaspar de la Pea al frente. No tuvieron reparos en organizar la protesta con una
manifestacin formada por unos doscientos feligreses para criticar el traslado que el P.
Vicente haba hecho del sacerdote Francisco Vicente Pascual a la parroquia de Roldn
(Torre Pacheco), con la peculiaridad de que, al entrar por la senda de Churra se
cruzaron con la caravana en la que viajaba el obispo de Orihuela, Juan Maura, y lo
confundieron con l, queriendo exponerle con dureza sus intenciones. Deshecho el
equvoco se dirigieron al palacio episcopal donde el alcalde habl con el obispo y tan
solo consigui que continuara hasta el primero de julio para predicar las Conferencias
cuaresmales, porque haba sido denunciado por un sector de la feligresa de malversar
fondos en la restauracin de la iglesia parroquial114.
114
El Diario de Murcia, (1-VIII-1902; 13 y 14-I, 9-III-1903); El Liberal de Murcia, (9, 10-IV-1905).
115
Monicin Episcopal sobre el peridico La Tribuna, en BOEDC, 32 (1900), pp. 325-326; El Diario de
Murcia, (18-VI-1889); El Liberal de Murcia, (3-II-1909).
116
El Diario de Murcia, (22-III, 11-IV-1889; 25-IV, 11-V-1890; 3-I-1891).
117
CRCEL ORT, V.: Len XIII, pp. 244-247; El Liberal de Murcia, (9-VII-1904).
118
El Nuncio en Murcia, en BOEDC, 46 (1914), pp. 9-10.
- 223 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
119
El Diario de Murcia, (30-X, 1-XI-1889; 28-VI-1895; 19-XII-1900; 3, 9, 11, 20, 23-VII-1901); El Liberal
de Murcia, (15-II-1906; del 16 al 21-VI-1907; 28-III-1910).
120
El Diario de Murcia (3 al 20-VII-1901). Pronto saldrn a la luz las grandes desigualdades econmicas
de sueldo entre el clero urbano y el rural, al que tendrn que salir al paso los mismos sacerdotes de la
capital al verse injuriados por el escrito de un prroco rural. Las crticas a los sacerdotes de Cieza por el
exceso de aranceles y por el dinero que cobran al predicar, con algunas diferencias y desigualdades
hirientes, contribuirn a formar entre las clases populares la imagen del cura pesetero. Tambin las
predicaciones de los sacerdotes sern cuestionadas en pblico; El Diario de Murcia, (1, 3-VIII, 24-XI, 15-
XII-1901; 23, 24-VII, 1, 5, 13-VIII, 4-XI-1902; 13, 14-I, 9-III-1903); El Liberal de Murcia, (9, 10-IV-1905).
121
El Liberal de Murcia, (4, 5-V-1906).
122
El Liberal de Murcia, (15-I-1906).
- 224 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
vida, con mujeres, juegos y negocios, pues se acusa al prroco, que anteriormente
tuvo que ser expulsado de La Gineta y otros pueblos, de las siguientes enormidades:
jugar al prohibido en Jueves y Viernes Santos, escndalo pblico con barragana en su
domicilio, contraccin constante de deudas, cuyo pago hay que reclamarse siempre
judicialmente, y revelacin de los secretos recibidos en confesin. En noviembre vino a
Murcia una comisin, de personas respetables por su posicin, por sus cargos y por sus
antecedentes catlicos, y entreg al ilustrsimo seor obispo una razonada exposicin
firmada por todos los vecinos que saben hacerlo, autoridades, maestros, propietarios,
comerciantes, industriales, etctera. La Secretara de Cmara ha oficiado ahora a aquel
ayuntamiento para que se concreten los cargos sobre los cuales habrn de comparecer
a declarar en su da en el tribunal competente los denunciantes. Tratndose de hechos
de la gravedad de los denunciados, lo que al parecer se impone es el nombramiento de
una comisin que incoe sobre el terreno el oportuno expediente 123.
123
El Liberal de Murcia, (23-I-1904). Lietor: Contra un prroco.
124
El Liberal de Murcia, (16-VI-1907). Un sacerdote en el banquillo; (16, 17, 19, 10 y 21-VI, 9-X-1907).
125
El Liberal de Murcia, (19-XI-1911); La Iglesia y sus ministros en la amargura de la hora presente, en
BOEDC, 46 (1914), pp. 433ss.
- 225 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
pero sobre todo el inicio de una progresiva desclericalizacin de la Iglesia, que abri
las puertas a un lento redescubrimiento del valor de la vida seglar de los laicos.
Las ltimas dcadas del s. XIX supusieron el relanzamiento del mtodo pastoral de
las Misiones Populares, con la intencin de despertar la vida cristiana de los seglares y
remover los obstculos que la mentalidad liberal haba introducido en el alejamiento de
las prcticas religiosas. Bryan promulg en 1899 una gran misin general en la ciudad
de Murcia, para lo cual busc predicadores renombrados. La prensa dir que las
misiones estn llenando de gente los templos. La palabra sagrada de los misioneros est
levantando el espritu cristiano de nuestro pueblo 126, aunque era ya el reflejo no solo
de un cambio de mentalidades en Murcia, sino tambin en las costumbres y prcticas
populares, que comenzaban a secularizarse de la rgida tradicin moral eclesial127.
Los comentarios que, con ocasin de las frecuentes misiones populares realizadas
en Murcia, hicieron los famosos jesuitas P. Maruri, Marqunez y Crdenas, describen
perfectamente cul era la geografa referente a la actitud y reaccin de los murcianos
ante la predicacin eclesial: de abierto rechazo (en la sierra minera de Cartagena y, en
general, a lo largo del litoral costero desde Mazarrn a guilas, adems de ciertos
enclaves especialmente influenciados por la Masonera, como Torreagera y la cordillera
costera sur junto a la capital murciana), en claro contraste con el entusiasmo suscitado
en la capital y en la inmensa mayora del interior de la regin, que recordaban con
agrado las multitudinarias predicaciones del Padre Tarn128.
Son los aos en los que se desarroll de manera exponencial el crecimiento de las
Cofradas129, Hermandades130 y Asociaciones de carcter laical131, que revitalizaron la
126
El Diario de Murcia, (29-IX, 1 y 28-X, 3-XI-1898; 22-II, 12-III-1899); en San Antoln los Padres de la
Compaa de Jess M. Modesto Marqunez, Superior de la Residencia de Murcia y Fernando M. Topete, en
la Iglesia de San Juan a los Padres Capuchinos F. Eugenio Mara de Valencia, Guardan del Convento de
Totana y Laureano de Masamagrei, Guardin de la Magdalena de Valencia, en la Iglesia del Carmen a los
Padres Dominicos Flix Lpez, Superior del Colegio de Salamanca y Luis Snchez en Orihuela, y en la
Iglesia de Sto. Domingo a los Padres Jesuitas Francisco Falgueras, de la Residencia de Ganda y Jaime
Pons, Catedrtico del Colegio de Orihuela.
127
Santas Misiones en Librilla, en BOEDC, 21 (1889), pp. 144ss; Santa Misin en Sax, en pp. 155ss; Santa
Misin en Caravaca de la Cruz, en 22 (1890), pp. 87ss; Santa Misin en Helln, en pp. 97ss; Misiones en
Cieza, en pp. 105ss; Misiones en Roldn y Torrepacheco, San Patricio de Lorca, Calasparra y Aledo, en pp.
105ss; Santa Misin en Alcantarilla, en 22 (1891), pp. 105ss; Santa Misin en Molina, en pp. 113ss...
128
REVUELTA, M.: La Compaa de Jess en la Espaa Contempornea, Madrid, Grficas ORMAG, 1984-
1991, 325-329, 1079-1081, vol. II, pp. 166-169; APTol, leg. 1068.
129
AHPM: GOB,6580/12-13: Cofrada del Nio Jess de Beln en Mula (n 611), Cofrada del Santsimo y
nimas de Mula (n 612), Cofrada del Santsimo y nimas de Murcia (n 613), Cofrada de Mara
Santsima de la Coronacin de Murcia (n 616), Archicofrada de la Santsima Trinidad de Murcia (n 618),
Cofrada de la Buena Estrella de Murcia (n 619), Cofrada de Nuestra Seora de los Dolores de San
Lorenzo en Murcia (n 621), Cofrada de San Roque en San Andrs de Murcia (n 622), Cofrada de Mara
de los Dolores de Murcia (n 627), Cofrada de nimas de Lorca (n 632), Cofrada de Jess Nazareno de
- 226 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
fortaleza de las parroquias, al convertirse en verdadera expresin del influjo social que
mantena la Iglesia. Coincidi con la pervivencia de las formas de espiritualidad ms
tradicionales, pero fue facilitando la introduccin del incremento de la responsabilidad
personal y su expresin social, a travs del crecimiento del sentimiento de pertenencia a
la Iglesia y del desarrollo espectacular de la religiosidad popular, muy impregnada de
sentimientos sacrificiales y expiatorios, que se enraizaron en el carcter murciano.
Murcia (n 633), Cofrada de San Jos de Murcia (n 635), Cofrada de la Preciosa Sangre de Nuestro
Seor de la Parroquia del Carmen de Murcia (n 639), Cofrada del Santsimo y nimas de la Parroquia del
Carmen de Murcia (n 640), Cofrada del Santsimo y nimas de Puente Tocinos (n 641), Cofrada del
Santsimo y nimas de San Miguel de Murcia (n 645), Cofrada del Santsimo y nimas en San Pedro de
Murcia (n 646), Cofrada de Mara Santsima del Rosario de la Aurora en Santo Domingo de Murcia (n
653), Archicofrada de Mara Santsima del Rosario de Santo Domingo en Murcia (n 662), Cofrada del
Santsimo Sacramento de Santo Domingo en Murcia (n 677), Cofrada de Veneracin Perpetua al
Inmaculado Corazn de Mara de Murcia (n 680), Cofrada de las Benditas nimas de San Antoln en
Murcia (n 682), Cofrada del Santo Rosario de San Antoln en Murcia (n 683), Cofrada Sacramental de
San Antoln en Murcia (n 685).
130
AHPM: GOB,6580/12-13: Hermandad de nimas de Murcia (n 617), Hermandad del Santsimo y
Benditas nimas de la Parroquia de San Lorenzo de Murcia (n 620), Hermandad del Santsimo de la
Parroquia de San Mateo de Lorca (n 623), Hermandad de Nuestra Seora del Rosario en San Andrs de
Murcia (n 625), Hermandad de nimas de la Parroquia de San Andrs de Murcia (n 626), Hermandad
del Santsimo Cristo del Perdn en San Antoln de Murcia (n 629), Hermandad del Santsimo y nimas de
la Parroquia de Santa Catalina de Murcia (n 630), Hermandad del Santsimo y nimas de la Parroquia de
Santa Eulalia de Murcia (n 634), Hermandad de Nuestra Seora del Sufragio de Santiago en Lorca (n
636), Hermandad de la Madre de la Virgen y Divina Providencia en Santiago de Lorca (n 637),
Hermandad de la Santsima Trinidad en Santiago de Lorca (n 638), Hermandad del Santo ngel de la
Guarda de Murcia (n 644), Hermandad de Santa Rita en San Lorenzo de Murcia (n 648), Hermandad del
Santsimo Cristo de la Salud del Hospital Provincial de Murcia (n 649), Hermandad del Santsimo de La
ora en Murcia (n 655), Hermandad de Nuestra Seora del Paso de La ora en Murcia (n 657),
Hermandad del Rosario de La ora en Murcia (n 659), Hermandad de San Isidro Labrador y Santa Mara
de la Cabeza de San Juan en Murcia (n 688).
131
AHPM: GOB,6580/12-13: Sociedad de Auroros de Cabezo de Torres (n 610), Asociacin de las
Mercedes de Murcia (n 614), Sociedad de San Vicente Pal Conferencia de San Patricio de Lorca (n
624), Asociacin Josefina de San Nicols en Murcia (n 654), Asociacin Benditas nimas de La ora en
Murcia (n 658), Asociacin del Sagrado Corazn de Jess de San Antoln en Murcia (n 692), Asociacin
de las Pobres Siervas de la Parroquia de San Antoln (n 694), Asociacin de San Luis Gonzaga de San
Antoln en Murcia (n 695).
132
El Liberal de Murcia, (3-VIII y 14 y 17-IX-1907).
133
Peregrinacin al Pilar de Zaragoza, en, BEODC, 36 (1904), pp. 293ss; 37 (1905), pp. 78ss; 38 (1906),
pp. 384ss.; 39 (1907), pp. 131ss; 40 (1908), pp. 65ss; 44 (1912), pp. 202ss; 46 (1914), pp. 300ss.
134
A Roma: BEODC, 25 (1893), pp. 157ss; 26 (1894), pp. 49ss; 32 (1900), pp. 196ss; a Tierra Santa: 21
(1889), pp. 396ss; 36 (1904), pp. 60ss; 37 (1905), pp. 59ss; 38 (1906), pp. 372; 39 (1907), pp. 104ss; 41
(1909), pp. 19ss; 42 (1910), pp. 550ss; 43 (1911), pp. 696ss; 44 (1912), pp. 85ss; 46 (1914), pp. 52ss.
135
ROBLES MUOZ, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin, 96-99.
- 227 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
136
DAZ CASSOU, F.: Pasionaria Murciana, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1980; LPEZ MARTNEZ,
J.F.: Configuracin esttica de las Procesiones Cartageneras, Murcia, Biblioteca Pasionaria, 1995. .
137
Centros del Apostolado de la Oracin en la Dicesis de Cartagena, en BEODC, 42 (1910), pp. 72-73.
Exista en 81 localidades y en las que exista ms de una parroquia estaba en todas en Cartagena, Jumilla,
Murcia, Mazarrn, Totana, La Unin y Yecla.
138
AHPM: GOB,6580/12-13: Hermandad de la Orden Tercera (n 628), Orden Tercera del Carmen de
Lorca (n 631), Cofrada de la Orden Tercera de Carmelitas de Murcia (n 642).
139
AHPM: GOB,6580/12-13: Congregacin del Sagrado Corazn de Jess de Los Jernimos de Murcia (n
643), Congregacin del Sagrado Corazn de Jess de San Pedro de Murcia (n 647), Congregacin de
Siervos de Mara Santsima de las Angustias en San Bartolom de Murcia (n 650), Congregacin de la
Virgen Mara y San Luis Gonzaga de La ora en Murcia (n 651), Congregacin de la Virgen Mara y San
Luis Gonzaga de Guadalupe en Murcia (n 652), Congregacin de la Buena Muerte y de San Ignacio de
Loyola en Santo Domingo de Murcia (n 678), Congregacin de la Buena Muerte y de San Ignacio de
Loyola de Murcia (n 679), Congregacin del Sagrado Corazn de Jess y Apostolado de la Oracin de
Murcia (n 681).
140
El Liberal de Murcia, (10, 11-VI-1909).
- 228 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Adoradores a raz del impulso del Congreso Eucarstico de Madrid. Pero la preocupacin
por cuidar el ambiente matrimonial y familiar, con la introduccin de la Asociacin
Universal de Familias Cristianas, y el esfuerzo por cuidar la pureza de las costumbres
sociales, como la Cruzada de la Modestia Cristiana, irn haciendo ver con mayor claridad
el nuevo papel que deberan desempear los laicos en el desarrollo de la misin eclesial
dentro de la sociedad liberal. Fue la dimensin social y caritativa del laicado la que
propici el inicio del desprendimiento del fuerte clericalismo eclesial murciano, porque
ah aparecieron las figuras laicales ms significativas del movimiento catlico seglar
murciano: Mariano Palarea, Jos Mazn, Isidoro de la Cierva, Jos Martnez Tornel
141
El Liberal de Murcia, (2-VII-1910). Frutos de predicacin (por J.M. Tornel).
142
El Liberal de Murcia, (25-VI-1910). Diario de Murcia (por J.M. Tornel).
- 229 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
143
SALOMN CHLIZ, M.P.: El discurso anticlerical en la construccin de una identidad nacional espaola
republicana (1898-1936), en Hispania Sacra, 54 (2002), pp. 485-497; El anticlericalismo en la calle.
Republicanismo, populismo, radicalismo y protesta popular (1898-1913), en DE LA CUEVA, J.- MONTERO,
F.: La secularizacin conflictiva. Espaa (1898-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 121-138.
- 230 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
lentamente al ser amplificado por la prensa, pues se sola recordar frecuentemente que
en Murcia todava no haba sucedido ningn episodio de violencia anticlerical144. Con el
nacimiento del peridico El Liberal de Murcia en 1902 asistiremos a la introduccin en
sus pginas de casi todas las noticias anticlericales de mbito nacional e internacional,
aunque no tuvieran su correspondencia en Murcia, porque se convertir en el altavoz
del problema religioso, convirtindolo en la lnea divisoria que enfrentaba a los liberales
y republicanos con los conservadores y el movimiento catlico murciano145. Tambin se
utilizaron hojas y panfletos o proclamas, pero en menor escala.
144
El Diario de Murcia, (13 y 27-VI, 4, 12, 17, 31-VIII, 17-XI, 12-XII-1899, 11-III, 18-IV, 5-VII-1900).
145
El Liberal de Murcia, (8, 11, 16, 18-XI-1903).
146
Puede compararse con el baremo geogrfico establecido por CUENCA TORIBIO, J.M.: Un posible
punto de partida para el anlisis de una cuestin clave de la Historia Espaola Contempornea: El
anticlericalismo, en BENIMELI, F. (cord.): Masonera, poltica y sociedad. Symposium de Metodologa
Aplicada a la Historia de la Masonera Espaola, Crdoba, Centro de Estudios Histricos de la Masonera
Espaola, 1989, vol. II, pp. 709-730, o tambin por ANDRS-GALLEGO, J.: Sobre las formas de pensar y
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Los primeros sntomas que pusieron de relieve un movimiento de simpata hacia las
posiciones anticlericales se produjeron en Murcia durante el ltimo gobierno de Sagasta
(6-III-1901/6-XII-1902), despus de la feroz campaa poltica para desacreditar el
clericalismo y la reaccin que, para los liberales y republicanos, supuso el gobierno
formado por Silvela tras el desastre del 98 (4-III-1899/23-X-1900).
de ser, en ID. (coord.): Historia General de Espaa y Amrica: Revolucin y Restauracin (1868-1931),
Madrid, Rialp, 1987, vol. XVI-I, pp. 283-295.
147
El Diario de Murcia, (14-II-1901). Los sucesos de Cartagena. Ms adelante suceder algo similar en
los Maristas de Vinaroz, donde tambin tuvo que intervenir la Guardia Civil (10-VI-1901)
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CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
148
El Liberal de Murcia, (9 al 15-I-1906). (16-I): Contra los consumos: el mitin. Posiblemente fue el caso
de Nozaleda el episodio que influy decisivamente para que en Murcia se generalizara en las tertulias
callejeras la crtica al clericalismo, dividiendo las opiniones sobre el tema, por lo que Tornel lleg a decir
que con este escndalo la vida normal de la poblacin se ha alterado y el estado de alarma y de
intranquilidad domina en los espritus. Esto no es vivir, aunque asegura que seguramente las poblaciones
que estn mejor son aquellas donde llegan menos la influencia inmediata de los gobernantes, donde las
pasiones polticos estn menos excitadas, donde hay verdadera libertad para que cada cual profese la
opinin que quiera y no moleste al de la contraria. En Murcia, felizmente, estamos as, y ojal que esta
;
paz, que esta tolerancia y que esta tranquilidad duren muchsimo! El Liberal de Murcia, (20-I-1904). Lo
del da (por J.M. Tornel).
149
El Liberal de Murcia, (2, 17, 18, 24-III, 29, 30-IX, 7-X-1907).
150
El Liberal de Murcia, (1-IV, 17-29-V, 1-7, 20, 22-VI-1908). (2-VI): Diario de Murcia (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
151
El Liberal de Murcia, (26, 27, 28, 29, 30, 31-VII, 1, 2, 4, 8, 9, 10, 31-VIII, 2, 10, 12, 19 y 21-IX-1909).
152
El Liberal de Murcia, (19, 21, 22, 26 al 31-X-1909).
153
El Liberal de Murcia, (3, 10,11, 15, 17-II-1910).
154
El Liberal de Murcia, (29-VI-1910). La cuestin religiosa: manifestaciones en Yecla.
- 234 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
155
Ibidem.
156
Ibidem.
- 235 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
clericalismo porque este pueblo, que es religioso, con ese intento sutil de las
muchedumbres, supo distinguir desde el primer momento entre religin y clericalismo,
y por eso los organizadores de la manifestacin no deben extraar que fueran tan pocos y
que la mayora del pueblo se abstuviera y otros manifestaran su desagrado. El pueblo
sabe que las reformas de Canalejas van contra el clericalismo que nos detiene en el
camino del progreso y no contra la creencia religiosa y el dogma, y es difcil desarraigarle
esta conviccin. Adems, este es un pueblo liberal, y reciente est la manifestacin de
estos sentimientos de los cuales dio gallarda muestra en las ltimas elecciones 157.
Sin embargo, unos das antes haba estado en Yecla el republicano Mndez Pallars
y entabl una polmica con el alcalde, que bien pudo estar en el origen del conflicto.
Pallars dio un mitin y toc la cuestin religiosa en prrafos redondos, magnficos;
rechaz la especie calumniosa de que el partido republicano desea descatolizar a Espaa
y dijo que con la repblica conviven todas las creencias religiosas y que lo que el partido
republicano combate es el clericalismo, que no es la religin ciertamente, sino el deseo
de ciertas gentes de arrebatar al pueblo el derecho de gobernarse a s mismo, dando
con ello un ments a la mxima de Jess: a Dios lo que es de Dios y al Csar lo que es del
Csar y refirindose a la amonestacin que le hizo a su llegada a Yecla el seor alcalde,
dijo que sera fcil convencer a dicha autoridad del error en que su parcialidad le
colocaba, pero que entenda que era ello perder el tiempo, pues cmo mis radicalismos
y mis declamaciones han de ser subversivas, cuando las ha aplaudido y las ha sancionado
con actos propios el seor Canalejas, concurriendo con l a mtines del bloque de las
izquierdas? Dijo que el alcalde de Yecla no era amigo poltico del seor Canalejas, que
es ms radical en sus ideas sociales y religiosas que el orador158.
157
Ibidem.
158
El siete de junio en el correo de Madrid lleg el seor Pallars y a la estacin sali a esperarle una
muchedumbre. All se organiz la manifestacin que, dando vivas y con el mayor entusiasmo, se dirigi al
Hotel de Espaa. A las nueve de la maana, con un sol abrasador, se celebr en la plaza de toros un mitin
de propaganda de la candidatura del seor Barranco al que han asistido de cuatro a cinco mil personas, y
se han pronunciado diferentes discursos; El Liberal de Murcia, (7-V-1910). Mndez Pallars en Yecla.
159
El Liberal de Murcia, (1-VII-1910). La adhesin al gobierno.
- 236 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Desde la redaccin del diario Regin de Levante se menciona la reunin que tuvieron
con la comisin organizadora de la manifestacin en pro de la poltica anticlerical que ha
de celebrarse el prximo domingo162. El texto deca: Murcianos! El prximo domingo a
las diez de la maana se celebrar en nuestra hermosa ciudad una potentsima
160
Ibidem.
161
Ibidem; Al frente de la manifestacin se deban situar Jimnez Baeza, Martnez Moya y Ezequiel Dez
para aglutinar a todos los partidos en la movilizacin social menos al Conservador de Juan de La Cierva,
que pasaba automticamente a recibir la calificacin de clerical y reaccionario contra la dinmica
secularizadora ya generalizada en toda Espaa. La misma prensa reconocer que con este manifiesto se
adhiere esta capital al movimiento de simpata que han despertado los que con una obstinada y furiosa
oposicin han hecho la buena obra de unir en un solo haz, para el objeto de ayudar a Canalejas, a
partidos como el socialista, republicano y liberal monrquico, aparte de una masa neutra antes indiferente
y ahora dispuesta a unir su esfuerzo al de los que ven con gusto que quiera sealarse a Espaa un camino
de mejoramiento que en nada afecta ni daa a lo esencial de las creencias religiosas; sostenidas y
amparadas por el actual gobierno en la misma medida que los anteriores.
162
Regin de Levante (Murcia), (8-VII-1910). La manifestacin del domingo. Y se describe cmo con el
mayor entusiasmo se acord que los elementos liberales concurran a ella, proyectndose la celebracin de
un mitin en dicho da y terminado ese acto se organizar la proyectada manifestacin. Se lleg tambin a
la elaboracin de un manifiesto que se ha de repartir profusamente por la capital en el que se expona
las ideas a las que haban llegado los partidos de concentracin republicano-socialista.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 238 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
166
El Liberal de Murcia, (2-VII-1910). Frutos de predicacin.
167
Ibidem.
168
Ibidem.
- 239 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
169
El Liberal de Murcia, (3, 4-VII-1910). Se dirige al pueblo de La Unin y Cartagena, diciendo que l no
se adhiere al gobierno sino para combatir al clericalismo que solo aspira a catequizar a la mujer. Esta ha
sido hasta ahora nuestra mayor enemiga, defendiendo a los que nos hundieron en Cuba y en Filipinas.
Espaa se muere de hambre. Hay que ahorrarnos esos millones y emplearlos en obras de progreso
(aplausos). Afirm que en Molina (Murcia) ocurri el siguiente caso que le refiri un comisionista que
estaba presenciando un sermn y en l el cura excit al pueblo a la guerra civil para combatir los
progresos que intenta Canalejas. Hay que impedir estas infamias. Clama a favor del servicio militar
obligatorio que haga iguales a los hombres y termina recomendando orden en la manifestacin, da vivas a
Cartagena, la mujer y la libertad. Ibez que lee unas cuartillas combatiendo el problema clerical, contra
el cual se debe ir si queremos conservar el jirn de libertad que nos queda. Afirma que los clericales estn
guiados por Maura, el cual trata de conquistar el elemento femenino para sustraer el conocimiento
humano contra el progreso y piensa que nuestras mujeres y nuestras hijas se hagan anticlericales
(aplausos). Daniel Andreu en nombre de la Sociedad de la Maestranza que protesta en nombre de los
obreros de la actitud de los clericales. Quiere que la conciencia de los hombres espaoles nos ponga a la
altura de las naciones adelantadas. Combate la vida monacal y el acto de las damas que protestaron ante
Canalejas. A ninguna de estas damas, -aade- la cambiara por cualquiera de las que estn aqu. Los
gobiernos que hemos padecido son carlistas. No debemos volverlos a padecer, porque son carlistas
vergonzantes. El mitin servir de palanca a Canalejas, que tendr que cumplir las promesas que hiciera al
pueblo. En caso contrario el pueblo de derrumbar todo hasta conquistar sus libertades. El obrero albail
Julin Martnez protesta de su gremio, en el que hay sacristanes faltos de valor para venir aqu. Se
adhiere a la protesta contra los clericales. Se mantienen ochenta mil frailes que roban el pan a los obreros,
amparados por la ley y por Maura. Son industriales. En los asilos de nios de los clericales, se les explota
hacindoles trabajar para mantener a las monjas. Hay un carro de obispos mientras existen muchos
individuos que no comen en la semana. Dice que es justa la protesta para todo lo que sea clerical y pide la
separacin de la Iglesia y el Estado (grandes aplausos).
170
El Liberal de Murcia, (8-VII-1910). Sesin del ayuntamiento de Cartagena.
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CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
Despus se disolvi la reunin, que ha dejado en los vecinos de ese pueblo gratsima
impresin por el orden y respeto a todas las ideas que en el acto se expusieron171.
Se celebr en Jumilla un acto que ser atacado duramente desde el diario catlico La
Verdad, que los denomin chusma, pandilla y hampa jumillana y abrir una polmica
contra el cura de la parroquia de Santiago y el cacique barn del Solar, a quien se
acusa de hipocresa al haber asistido al mitin republicano celebrado en la Plaza de Toros
en las que los oradores masones y librepensadores, junto con los republicanos, criticaron
171
Hicieron uso de la palabra los seores Bonilla, Belmonte, Snchez Raja y Jernimo Salmern, que
fueron presentados por el vicepresidente del partido D. Jos Perpn Lpez; El Liberal de Murcia, (3, 4, 5-
VII-1910). Los republicanos de San Javier: mitin en el Teatro. Acabado el mitin, se trasladaron al
Crculo la mayor parte de los republicanos de esta villa y all fueron obsequiados por el seor Castillo,
acordndose dirigir un telegrama al seor Canalejas de adhesin a su redentora obra anticlerical.
172
El Liberal de Murcia, (4, 6-VII-1910). La cuestin religiosa: la jornada de ayer.
173
Ibidem.
- 241 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
A finales del mes de septiembre volvi a realizarse otro mitin en Cartagena y luego
en La Unin con Lerroux, Emiliano Iglesias, Hermenegildo Giner de los Ros y Jos
Rocha, trasladndose desde Murcia Sells, Amors, Fernndez y Pagn. Lerroux repar
en la diferencia ideolgica de Cartagena con respecto a la tradicional Murcia y
reconoci la presencia de una nueva juventud moderna que est cambiando la manera
de ver las cosas y de actuar para combatir la reaccin que representa la Iglesia y
quienes se dejan influenciar por ella. En el Teatro Circo
de Cartagena, con ms de cinco mil personas, presidi el
acto Prado Salmern, presidente del Crculo Republicano
de Cartagena y Lerroux insisti sobre todo en la
necesidad de crear y fundar escuelas laicas que a
diferencia de los Crculos, son abiertos y expanden por
toda la sociedad el ideario de libertad y democracia.
174
El Liberal de Murcia, (18-VII-1910). Al pueblo de Jumilla: manifiesto.
175
El Liberal de Murcia, (21, 22, 23, 24-IX-1910). Lerroux en Cartagena.
- 242 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
176
El Liberal de Murcia, (5, 6, 7, 8, 11-X-1910). Diario de Murcia: Mitin y manifestaciones (por J.M.
Tornel). Unos das antes se haba celebrado otro mitin republicano en la localidad huertana de
Torreagera, patria del lder histrico republicano Antonete Glvez, sirvi para inaugurar la Bandera del
Centro Instructivo Republicano de la localidad y mostrar las coincidencias del anticlericalismo del
republicanismo federalista murciano con el proceso secularizador abierto por el gobierno del liberal
demcrata Canalejas: (2-X-1910).
- 243 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
monjes Jernimos y hoy Colegio Mximo de la Compaa de Jess y los fines de tan
esplndida manifestacin catlica fueron tres: el primero desagraviar al ultrajadsimo
Corazn de nuestro Redentor, de las ofensas que le fueron inferidas en la vergonzosa y
trgica semana del mes de julio en Barcelona; el segundo, implorar del cielo la paz y el
triunfo glorioso de nuestras armas en frica; el tercero, agradecer al Corazn
Sacratsimo de Jess el favor inapreciable que ha dispensado a toda esta vega y a la
dicesis entera de Murcia, impidiendo que los esclarecidos hijos de San Ignacio
abandonaran el monasterio de San Jernimo177. Cifra la asistencia en ms de treinta
mil personas y enumera las delegaciones parroquiales y de asociaciones all presentes,
entre las que cabe resaltar la Junta Directiva del Crculo Integrista, por el inters que
despertar posteriormente el hecho178.
Se concluy con un sermn del prelado desde el plpito, pronunciando una hermosa
oracin sagrada que fue un himno de entusiasmo y de gratitud y una exhortacin
fervorosa a la prctica de las virtudes slidamente cristianas y en un prrafo
hermossimo pidi el amor para todos, incluso hasta ara nuestros mismos enemigos a
quienes debemos buscar, no para aniquilarlos, sino para convertirlos. Tambin expuso
el problema que hubiera supuesto el que los Jesuitas se marcharan de Murcia debido al
afn anticlerical que se haba desatado contra ellos en toda Espaa y manifest que
177
Crnica Diocesana: Romera a San Jernimo, en BOEDC, 41 (1909), pp. 561-565.
178
Concurrieron comisiones nutridsimas de Murcia, Palmar, ora, Javal Viejo, Guadalupe, Alcantarilla,
Raya, Puebla de Soto, Rincn de Seca, Era Alta, Aljucer, Espinardo, Molina, Ribera de Molina, jabal Nuevo,
Beniajn, Alqueras, Beniel, Zeneta, Torreagera, Santomera, Los Garres, Aljezares, Monteagudo,
Esparragal, Zarandona, Baena, Puente Tocinos, Cabezo de Torres, Churra, Lorqu, Ceut, Totana, Alhama,
Librilla, Archena, Rincn de Beniscornia, Zaraiche, Emita de Patio, Alguazas, Cotillas, Adoracin Nocturna
de Murcia y Junta Directiva del Crculo Integrista.
- 244 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
179
Ibidem.
180
San Jernimo. La fiesta del Sagrado Corazn de Jess, en BOEDC, 42 (1910), pp. 223-224.
181
Ibidem. Ya en la Iglesia, entre los vtores y aclamaciones de aquella fervorosa muchedumbre, que a
los acordes de las bandas de msica entonaba el himno del Apostolado, el estruendo de las tracas, el
voltear de las campanas y la iluminacin sorprendente del templo, ocup la ctedra sagrada el P.
Meseguer, murciano, y al hablar a sus paisanos, ahogado por la emocin, recomend la perseverancia en
estas demostraciones de piedad, de la cual quedar imborrable memoria en los concurrentes y ansia de
que se repita en los aos venideros.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Una comisin presidida por el director del Crculo Catlico de Murcia, Mariano Palarea,
organizar para el 5 de junio un mitin contra la escuela laica en el Teatro Circo183 ,
presidido por el Vicario general de la dicesis, Regino Lorencio Mata, quien orient la
protesta de los catlicos contra la poltica secularizadora de Canalejas, para captar y
organizar el voto catlico, concluyendo su intervencin con la frase que lo vena a
resumir: contra la escuela laica, el voto catlico , dando lectura a una multitud de
adhesiones al acto celebrado en Murcia184.
La crnica del mitin afirma que la asistencia fue masiva, con comisiones de todos los
pueblos inmediatos a la capital y de algunos distantes de la misma cuatro o cinco leguas;
comisiones nutridsimas, algunas compuestas de casi todo el vecindario, con banderas y
msica. Estas comisiones de los pueblos y partidos de la Huerta, sumadas con los que
afluyeron de la ciudad, llenaron el teatro Circo con lleno soberbio que se desbordaba
por las puertas e invada las calles prximas. Tambin participaron tres miembros de
la Asociacin Nacional de Jvenes Propagandistas (De la Villa, Aristizbal y Polanco) y
un joven murciano conocido por su laboriosidad en el movimiento catlico, Sigler Romeo,
as como el conocido abogado y poltico conservador Ramn Capdevila, que centraron
sus discursos contra los liberales, Canalejas y el Gobierno. Planearon un programa
182
Exposicin que los Rvmos. Prelados de Espaa han dirigido al Excdmo. Sr. Presidente del Conejo de
Ministros contra la existencia de las escuelas llamadas laicas, en BOEDC, 42 (1910), pp. 554-559.
183
En Murcia no tuvo repercusin directa la movilizacin del movimiento catlico hasta que Canalejas no
centr su poltica religiosa en la reforma unilateral del concordato, entonces se retom la protestas que ya
se haban realizado en otras ciudades espaolas contra las escuelas laica, porque a lo largo del ao 1910
hubo tres oleadas de manifestaciones que activaron el movimiento catlico en la zona norte de Espaa y
en la extensa franja que enlaza la montaa de Catalua con la comarca de Orihuela, que en Murcia
tuvieron desigual desarrollo a remolque de las circunstancias nacionales. Las producidas durante el
invierno contra el proyecto de ley de Asociaciones no tuvieron acogida en Murcia, pero las de febrero y
marzo para protestar por la reapertura de las escuelas laicas que haban sido clausuradas a raz de la
Semana Trgica se retrasaron en Murcia hasta el mes de junio. El Liberal de Murcia, (30-III-1910).
184
Se adhieren 17 obispos, 7.000 personalidades, 3.800 miembros de Centros y Asociaciones, 20
Ayuntamientos, 5.000 escolares nios y 3.000 nias, 2.000 miembros del clero, 450 poblaciones y la firma
de 70.000 ciudadanos. El total se cifra en 91.287 adhesiones, en BEODC, (1910), pp. 218-221.
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CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
poltico de unin para abordar las luchas electorales y conseguir puestos de concejales,
diputados y senadores. Sobre este plan de intervencin, frente al pas liberal, versaron
todos los discursos, en general de tonos exaltados. Parece que durante el acto hubo
algn incidente, segn narra El Liberal de Murcia, pero fue corregida con rapidez por la
polica, que haba adoptado grandes precauciones dentro y fuera del edificio 185.
Hay constancia de las protestas por escrito que varios colectivos eclesiales realizaron
al Presidente del gobierno, para quejarse de su orientacin anticlerical, tanto del clero
como de las asociaciones parroquiales de Cartagena y de Lorca, donde los seores
curas, rectores, clero, comunidades religiosas, arciprestazgo, asociacin de seoras
para la accin catlico social y otra entidades catlicas han expedido varios telegramas
como protesta de adhesin a sus creencias religiosas187.
Tornel nos cuenta que los sucesos tuvieron su origen en los comentarios a una
predicacin, el refutar ciertos anatemas con la
proclamacin de las ideas liberales, que no
tiene nadie por qu ocultar, y han hecho que
de los argumentos de palabra se pase a los
desmanes de obra y en vez de hablar las
lenguas han silbado las balas y un hombre ha
cado muerto y por no tener a estas horas
datos oficiales concretos no sabemos si habr
tenido ms fatales consecuencias la refriega188.
185
El Liberal de Murcia, (6-VI-1910). Mitin en el Circo.
186
Mitin contra la Escuela Laica en Murcia y Archena, en BEODC, 42 (1910), pp. 244-245. Teresa Snchez
Ocaa, ilustrada Profesora de primera enseanza, Srta. Victoria Contreras, joven Profesora de Instruccin
Pblica, Srtas. Crescenciana Lova, Pomplia Rubio, Isabel y Rosala Valcrcel y Teresa Snchez.
187
El Liberal de Murcia, (29-VI-1910). La cuestin religiosa.
188
El Liberal de Murcia, (2-VII-1910). Frutos de predicacin (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Con la confusin inicial de los hecho, dir que: ayer circul por Murcia el rumor de
que en el vecino pueblo de Ceut haba ocurrido un sangriento suceso, no pudiendo
comprobarse en el gobierno civil porque es dependencia que debiendo ser la primera en
conocer todo hecho que ocurre en la provincia, es la ltima que los sabe. Segn el rumor
pblico, el da de San Pedro tuvo lugar el suceso al que nos referimos del que podemos
dar los siguientes detalles sin responder de su veracidad: el concejal liberal don Antonio
Marcos Mirete, dando rienda suelta a sus sentimientos polticos, hubo de manifestarlos
pblicamente, as como el concepto que le haban merecido ciertas predicaciones, que
en dicho pueblo se haban hecho, con carcter clerical. Reiter su adhesin al gobierno
y sus simpatas por los proyectos que tiene sobre la cuestin religiosa 189.
Estas declaraciones no podan ser del agrado de los que no participen de igual opinin
y parece que algn vecino significado, cuyo nombre no hemos podido conseguir, las juzg
severamente. Un hijo del aludido Antonio Marcos, de igual nombre y apellidos, se enter
de aquellas noticias y trat de llamar la atencin al autor de ellas. En efecto, lo busc y
lo encontr. La entrevista tuvo tales caracteres violentos que el joven Antonio Marcos
ech mano de su revlver, disparndole un tiro, cuyo proyectil le produjo la muerte
instantnea. El suceso produjo enorme sensacin en el pueblo. Individuos de la familia
del muerto se echaron a la calle armados de escopetas, llevando la alarma a aquel
vecindario. El autor del crimen se dio a la fuga, sin
que se sepa hasta la fecha su paradero. Como el
puesto de la guardia civil que hay ms prximo es el
de Molina, bastante distante, no ha podido
esclarecerse con la prontitud que fuera de desear este
triste suceso, que es objeto de todos los comentarios.
Hoy ha permanecido dicha fuerza en Ceut haciendo
indagaciones e instruyendo el atestado190.
189
Ibidem.
190
Ibidem.
- 248 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
de vecinos de todas las ideas y opiniones 191. Surgieron disparidad de criterios entre los
asistentes, pues a unos les pareci bien y a otros mal, por cuya causa tuvieron un
conato de bronca agresor y matador. La velada termin a las once y media de la noche.
Varios das ms tarde se dar la versin completa de los hechos: nuestro corresponsal
en Mula nos escribe lo siguiente sobre lo ocurrido en el pueblo de Ceut, confirmando
lo ya publicado por nosotros: en las primeras horas de la maana del da 30, tuvo
conocimiento el juzgado de una ria en dicho pueblo. Inmediatamente salieron para el
lugar del suceso el ilustrado juez del partido D. Nicols Tenorio, actuario sustituto D.
Francisco Snchez y forense D. Gins Meseguer. El da de San Pedro se verific un
mitin en la plaza pblica. Varios oradores pronunciaron discursos en tonos violentos,
protestando del establecimiento de las escuelas laicas, y algunos ms exaltados, entre
ellos D. Antonio Garca San Nicols, apostrofaron y anatematizaron a los peridicos de
significacin liberal, diciendo que no deban leerse por ser muy perniciosa su lectura.
Pasado el acto que describimos, y que no queremos hoy juzgar, se hicieron juicios y
comentarios de distinta ndole a lo manifestado por los oradores; entre ellos fue uno D.
Antonio Marcos Mirete, y se nos dice que fue buscado por los del mitin, exigindole el
Garca San Nicols una explicacin de las palabras proferidas, en tonos violentos. A este
contest el hijo del Marcos, y disparando un revlver produjo la muerte a Francisco Garca
San Nicols, siendo desarmado por la familia y amigos del interfecto y herido. La guardia
civil captur y condujo a estas crceles al presunto autor, por mandato del juez. Por
hallarse la causa en periodo de sumario, no podemos decir ms por hoy. Estos son los
informes que hemos podido adquirir y que entendemos son los ms ajustados 192.
Resulta muy valiosa la interpretacin que dio Tornel de lo sucedido, porque no achac
directamente la culpabilidad de los acontecimientos al anticlericalismo, que l considera
legtimo en poltica y sociedad, sino a la desproporcionada reaccin del sector ms
influyente en la Iglesia, que tom la iniciativa de la confrontacin en Murcia al convocar
un acto en el Teatro Circo, que fue ms poltico que religioso, y tuvo como reaccin
191
El Liberal de Murcia, (3-VII-1910). La cuestin religiosa: detalles de un crimen. Los sucesos tuvieron
lugar a continuacin, pero en el peridico hubo mucha confusin sobre los datos, llegando a decir que la
vctima se llamaba Francisco Garca, de veinticinco aos de edad, era casado y ha dejado una pequea
hija. Como desempeaba el cargo de arrendatario de los consumos de dicho pueblo se dirigi a la central,
que estaba establecida en el puente, sentndose en l. A las doce y media se le present su matador,
consumndose el hecho. La guardia civil de Molina lo ha detenido y ha conducido a Mula a disposicin del
juzgado de instruccin.
192
El Liberal de Murcia, (5-VII-1910). Desde Mula: lo ocurrido en Ceut.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
La interpretacin de Tornel no deja lugar a dudas: ante los derroteros que la cuestin
toma, ante los efectos de rencorosas algaradas que suscitan los que debieran ser siempre
palabras de paz, ante los frutos que dan las predicaciones de la exagerada intransigencia
193
El Liberal de Murcia, (2-VII-1910). Frutos de predicacin (por J.M. Tornel).
194
Ibidem.
- 250 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
clerical, hay que pensar en que es necesario que de algn modo se imponga la prudencia
y refrenen su lenguaje las lenguas que en vez de propagar el amor y la hermandad de los
catlicos, los lanzan al odio y a la desunin, trocando lo que deba producir efectos de
concordia y semillero de bienes, en fomento de discordia y rastro de crmenes195. La
fractura pareca confirmarse, dividiendo la sociedad murciana en la cuestin religiosa196.
Y mostrar el contraste entre las dos visiones que subsistan en el seno eclesial,
aunque reconozca que l opta por la minoritaria, pues el sector mayoritario representado
por Capdevila cree ahora mismo que el seor Canalejas es enemigo irreconciliable de
la Iglesia y aspira a destruirle, yo no lo creo; primero porque el seor Canalejas no ha
195
Ibidem.
196
En estas poblaciones estuvo de por medio el influjo antiliberal ejercido a travs de la influencia
religiosa de los jesuitas, que acusaron a la prensa liberal de ser altavoz altavoz del anticlericalismo
poltico. A travs de su Noviciado, instalado en el monasterio de los Jernimos, desarrollaron una amplia
labor evangelizadora por la zona huertana cercana a Molina de Segura y all se sitan los acontecimientos
donde se produjeron los primeros actos de vandalismo contra los vendedores del peridico El Liberal de
Murcia, que fueron apedreados en La ora y Jabal por considerarlos agentes de propagacin del
anticlericalismo ms radical; El Liberal de Murcia, (21,22-VI-1910).
197
El Liberal de Murcia, (29-IX, 2, 3-X-1910)
198
El Liberal de Murcia, (2-X-1910). Diario de Murcia (por J.M. Tornel).
- 251 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
realizado todava ningn acto positivo contra ningn dogma, contra ningn templo,
contra ningn obispo, contra ningn sacerdote, ni contra ningn catlico. Trata de
reformar el concordato, pero no por s y ante s, sino en buena armona con la Santa
Sede. Hasta ahora no se le acusa ms que de algn paso incorrecto, estando como se
est en los principios de la tramitacin, cosa que no defiendo pero que creo no se debe
juzgar hasta que se llegue al concordato o a la ruptura. Sin embargo, ml espritu catlico
est con los que irn en la manifestacin de hoy, abrumados de pena, porque les han
hecho creer que ni la Virgen en sus altares, ni el Crucificado en su cruz, ni los sacerdotes
en el plpito, ni las religiosas en sus claustros, ni los muertos en sus sepulturas van a
estar seguros con Canalejas; con esos sinceramente pobres de espritu estn ml voluntad
y ml cario. Pero no estoy personalmente porque no creo nada de lo que ellos temen.
Hay quienes no quieren ni el catolicismo, ni religin ninguna; pero esos, hoy por hoy,
son los menos y nunca sern los ms 199.
El gobernador civil les prohibi dar consignas, gritar vivas y llevar pancartas con
letreros escritos, por lo que se redujo la manifestacin a un recorrido que arranc a
las 10 y media de la maana desde el paseo ronda Garay hasta el Gobierno Civil donde
se entreg un escrito al gobernador protestando por la poltica del gobierno de
Canalejas, sin ms actividades, mientras que en la vecina Orihuela la manifestacin
estuvo cargada de una significacin religiosa ms explcita al comenzar con una Misa
celebrada en la explanada del Seminario y tener previsto para despus un tren que los
trasladara a la manifestacin religiosa que se iba a realizar por la tarde en Alicante200.
- 252 -
CAPTULO CUARTO: La dimensin popular y social de la confrontacin
La prensa reflexionar luego sobre la manifestacin, y dir que estuvo casi desierta
de gente de Murcia, pues el nmero de manifestantes lo dieron los pueblos de la huerta,
era un hecho notorio que haba marcado claramente la significacin poltica del acto.
Pero tan acentuado ha sido este desamparo en que se han visto los elementos clericales
para sus propsitos, que el mismo peridico, rgano de este movimiento, interesado
en estas cosas, lo confiesa as en un artculo, cuya idea esencial est condensada en el
siguiente: prueba de catolicismo prctico, de catolicismo verdadero, no lo ha dado la
ciudad de Murcia en la grandiosa e imponente manifestacin del domingo. Excepcin
hecha de unos cuantos, los catlicos de Murcia, si los hay, se quedaron en sus casas o
se contentaron con ser meros espectadores. Hasta las seoras que fueron invitadas a
poner colgaduras al paso de la manifestacin, no respondieron como deban y como era
de esperar a la invitacin, puesto que bien pocos, eran los balcones engalanados203. El
propio obispo P. Vicente, nada proclive a poner por escrito su pensamiento ante las
201
El Liberal de Murcia, (3-X-1910). Manifestaciones de ayer.
202
El Liberal de Murcia, (2-X-1910). Cartagena: manifestacin en Murcia.
203
El Liberal de Murcia, (5-X-1910). Lo del domingo: a confesin de parte.
- 253 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
204
ALONSO SALGADO, V.: Circular oremos por la paz (31-VII-1910), en BOEDC, 42 (1910), pp. 311-316.
205
El Liberal de Murcia, (26-VI-1911). El congreso eucarstico de Madrid. Sin embargo el diario La
Unidad Catlica se preguntaba abiertamente a dnde vamos a parar, porque la sociedad moderna se
desmorona y mientras no se convenza de su culpable proceder, iremos de mal en peor: La Unidad
Catlica (Murcia), (25-II-1912). A dnde vamos a parar?.
- 254 -
CAPTULO QUINTO
LA PRESENCIA DE LA RELIGIN EN
LA CUESTIN SOCIAL Y EL SINDICALISMO OBRERO
1
PREZ PICAZO, M. T.: La transicin al capitalismo de la Regin murciana, en AYALA, J.A. BEL ADELL,
M.C.: Estudios sobre historia econmica contempornea de la Regin de Murcia, Murcia, Consejo de
Cmaras de Comercio de la Regin de Murcia, 1893, pp. 59-73; ANDRS SARASA, J.L.: Cartagena.
Crecimiento demogrfico y desarrollo industrial, Murcia, Imprenta Provincial, 1982.
- 255 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
2
Aparecen la Escombreras-Bleyberg, Cartagena Mining, Cartagena Water Works C. Ltd., Sociedad Minero-
Metalrgica de Pearroya, Compaa de guilas, Franco-Espaola de Explosivos y productos Qumicos, The
Cartagena and Herreras Steam Tramways Co.Ltd. y Compagnie du Chemin de Fer Sierra de Carthagne;
PREZ PICAZO, M.T.; 1905-1930: un tiempo de estancamiento y evolucin, pp. 156-180
3
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: La minera murciana contempornea (1840-
1930), Murcia, UMU-Cajamurcia, 1990, pp. 37-42; EGEA BRUNO, P.M.: Movimiento Obrero en la sierra de
Cartagena (1875-1923), en Anales de Historia Contempornea, 5 (1986), pp. 123-144.
4
AYALA PREZ, J.A.: Murcia en el primer tercio del siglo XX. Apndice bibliogrfico sobre Murcia en la
Edad Contempornea, Grficas Palmar, Murcia, 1989, pp. 50-56, 82-90.
- 256 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Ha sido L.M. Moreno Fernndez quien ha estudiado las duras condiciones sociales de
vida en la provincia de Murcia durante el ltimo tercio del s. XIX y comienzos del XX,
afirmando que las clases trabajadoras vivan en una situacin precaria. El hambre haba
5
La mejora de las infraestructuras facilit la exportacin: el camino de arrecife desde Santa Luca a
Herreras (1885), el ferrocarril de Cartagena a La Unin (1874) y el acondicionamiento de los fondeaderos
(Cartagena, Escombreras y Portmn); MARTNEZ CARRIN, J.M.: Las transformaciones econmicas, en
Atlas histrico ilustrado de la Regin de Murcia, pp. 330-331.
6
CHACN JIMNEZ, F. FRESNEDA COLLADO, R.: Los Municipios de la Regin de Murcia. Origen y
anlisis de un proceso histrico, Murcia, Asamblea Regional, 2002, pp. 131-132.
- 257 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
No han sido estudiadas las consecuencias que supuso a nivel religioso, pero es fcil
percibir las dificultades que tuvo que experimentar la Iglesia murciana para hacer frente
a los nuevos retos sociales que se le planteaban. La inmensa mayora de la poblacin
murciana estaba vinculada al mundo rural-urbano, con unas caractersticas religiosas
muy tradicionales, donde ya comenzaba a especificarse el carcter obrero de una parte
de la feligresa y peda ser atendido en cuanto tal. La zona martima del sur planteaba ms
problemas, porque tena serias dificultades estructurales para crear nuevas parroquias
y se encontraba en ellas con unas caractersticas religiosas muy diferentes al resto, por
su carcter proveniente de la emigracin y por existir en ellas ncleos de poblacin que
se haban alejado de las prcticas religiosas tradicionales, sobre las que comenzaban a
hacer mella las nuevas ideologas del
movimiento obrero social. Se comenz a
fraguar una geografa religiosa en Murcia que
distingua entre las zonas de interior, de mayor
intensidad religiosa popular tradicional, y las
de la cuenca minera, con mayor frialdad.
7
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Las clases trabajadoras y la formacin del sindicalismo aconfesional en
Murcia (1890-1923), Cartagena, Concejala de Cultura del Ayuntamiento, 1983, pp. 177-178.
- 258 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
8
La parroquia de San Pedro del Pinatar (2.614) contaba con dos sacerdotes, San Javier (3.500) tena tres,
el Mirador (600), Balsicas (900) y Roldn (800) tenan uno. Pero contemplaba tambin Torre Pacheco
(7.600) con cuatro sacerdotes y se extenda hasta Fuente-lamo (8.782), con siete sacerdotes.
9
AMM: Estadstica del Clero del Obispado de Cartagena, Murcia, Obispado, 1898.
10
LPEZ GMEZ, J. HERRERO CARCELN, M.: Beneficencia en Murcia. Cien aos de la Tienda-Asilo,
Murcia, Ayuntamiento-CAM, 2003, p. 208.
- 259 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
pona en evidencia que en el movimiento social murciano todava no haban hecho mella
las ideologas obreras presentes en otros lugares y se trataba de una sociedad en la
que era ms factible la intervencin del caciquismo poltico, para conseguir acuerdos o
transacciones entre las partes, que acudir a la manifestacin o el desafo huelgustico.
La clase trabajadora murciana fue reacia al motn, que era la forma tradicional de
protesta social espontnea y violenta, originada por hambrunas y sobre todo por el
impuesto de consumos o la subida de precios en las subsistencias. Para que los motines
derivaran en huelgas reivindicativas, se requera una mayor concienciacin asociativa,
por lo que su presencia nos indica los lugares donde ms desarrollo tuvo el movimiento
obrero: sobre todo en los ncleos mineros de La Unin, Mazarrn y guilas, as como en
zonas rurales con incipientes formaciones de jornaleros, como Jumilla y Yecla11. Adems,
no tuvo un ritmo uniforme, sino fases de calma con otras de fuerte agitacin.
11
MONTES BERNRDEZ, R.: Lucha por la supervivencia. De motines, huelgas y manifestaciones en la
Regin de Murcia (1808-1914), Murcia, Nausica, 2005.
12
La Paz de Murcia, (25-II, 24-VII-1890), El Palenque, (12-III-1890).
13
En 1891 volvi a repetirse la conflictividad de los obreros de Santa Luca, tuvieron que incrementarse los
efectivos de la guardia civil en Portmn y La Unin, hacindose ms visibles las protestas del primero de
mayo en Mazarrn. El Murcia se produjo un motn por consumos, sublevndose contra los fielatos, y se
reprodujo en Blanca durante el mes de mayo de 1892, en julio en Bullas, al igual que Moratalla y Benzar,
donde hubo disturbios y cargas de la guardia civil con el incendio de la casa del cobrador. En 1893 hubo
varios motines por consumos en Lorca, Bullas, Calasparra, Lorqu, Moratalla, Espinardo y Murcia, pero fue
especialmente violento en Cehegn donde los enfrentamientos se cobraron dos muertos y seis heridos; La
Paz de Murcia, (2-V-1890; 2, 3-V-1892); El Diario de Murcia, (1-VII-1893).
14
En 1895 se agravara la cuestin de los vales con la reivindicacin de ms obras pblicas, destacando el
tumulto protagonizado en Yecla, durante el mes de junio, con agresiones e incendio de locales. En 1896 el
ayuntamiento de Cartagena quiso ampliar el radio de los barrios a los que cobraba el impuesto de
- 260 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
consumos y provoc un motn de protesta a principios del verano. En 1897 se ampli de nuevo y provoc
un tumulto que tuvo que ser sofocado por la guardia civil y oblig a los obreros a vivir en los extrarradios
de la poblacin. Las precarias condiciones de vida del proletariado venan empeorndose gravemente
desde 1895 y su situacin se haba vuelto desesperada por la elevacin de los precios, hacindose
presente los tradicionales motines por hambre y consumos se hicieron a lo largo de los aos 1898-1899 en
diversas comarcas; Las Provincias de Levante (27-IX-1894; 3-I-1895), El Eco de Cartagena, (7-II y 17-X-
1895; 9, 19 y 20-VI-1896; 2 y 3-VII y 7-VIII-1897); BOPM, (13-VII-1895); El Diario de Murcia, (16-X-
1897).
15
El Diario de Murcia (4-V-1898).
16
VILAR-EGEA-VICTORIA, pp. 184-186. El Diario de Murcia, (6 al 8-V-1898), El Heraldo de Murcia, (5 al
11-V-1898), El Eco de Cartagena (5 al 7-V-1898).
- 261 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
los oficios, mientras que las huelgas del campo casi carecieron de importancia por el
escaso asociacionismo y la facilidad con que era reemplazada la mano de obra jornalera
por sus reducidos sueldos. Adems, en el campo predomin el influjo confesional del
catolicismo, contrario a la huelga, y en Murcia, a diferencia de otros lugares, la patronal
no mantuvo una negativa sistemtica a tratar con las sociedades obreras, ni acudieron a
mtodos represivos para acabar con los agitadores porque las sociedades de resistencia
no representaron de momento para ellos ninguna amenaza grave al no estar claramente
encuadradas en el espectro ideolgico ms radicalizado, a pesar de que figurasen entre
ellos algunos anarquistas, socialistas y republicanos17.
17
El Diario de Murcia, (4-VII-1893); SEGURA ARTERO, P.: La desamortizacin de la tierra en el campo de
Lorca (1798-1907), en CHACN JIMNEZ, F. (Coord.): Lorca, pasado y presente. Aportaciones a la
historia de la regin de Murcia, Murcia, Novograf, 1990, vol. II, pp. pp. 163-164.
18
La conflictividad social provocada por los desajustes econmicos tuvo cierta intensidad durante el
periodo de 1903 a 1913 con huelgas de mineros en Mazarrn y La Unin, de hiladores en Murcia y
Cartagena, de labradores en Torrepacheco, San Javier y Jumilla, de los cargadores del tranva y del
ferrocarril, de carreteros y mineros de Portmn, donde hasta los cabreros fueron a la huelga, debido a las
disposiciones municipales. El paro concentr ante el gobierno civil a varios cientos de obreros, con
manifestaciones en Cartagena, Alhama y Jumilla; El Diario de Murcia, (27-VI-1899; 19-I, 12 al 16-VI-
1900); El Eco de Cartagena, (24, 25-IV; 6 al 15-V-1899; 8-VI; 27-VII, 15 al 18-XI-1901); VICTORIA
MORENO, D.: La minera murciana, pp. 169-171.
19
El Diario de Murcia, (28-II, 27-VII-1902); El Eco de Cartagena, (25-II, 1 al 3-IV, 1-V-1902; 17-IV al 29-
V, 3 y 4-VIII-1903; 4-I al 4-II-1904; 21-IX-1906; 15-VI-1908); Las Provincias de Levante, (24-II, 1-V-
1902); El Liberal de Murcia, (4-VI-1903; 4-III-1908).
- 262 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
direccin del movimiento obrero. A finales de abril de 1912 hubo una denuncia por el
incumplimiento de la jornada laboral pactada y se declar una huelga alentada por el
socialista Facundo Perezagua, que mostr el efectivo liderazgo del sindicato UGT dentro
de la movilizacin obrera20. La respuesta oficial fue la convocatoria de la Junta Local de
Reformas Sociales, que emiti un dictamen favorable a los trabajadores. No tard en ser
incumplido por la patronal, emprendiendo las sociedades obreras una nueva campaa
que suscit varios expedientes en la Jefatura de Minas, pero tuvo el apoyo directo de
Pablo Iglesias, lo que permiti el asentamiento del socialismo obrero en Murcia.
20
VICTORIA MORENO, D.: Conflictividad y dinmica social en Cartagena y su cuenca minera (1909-
1916), en Anales de Historia Contempornea, 2 (1983), pp. 185-218.
21
El Eco de Cartagena, (27-VII-1913); El Liberal de Murcia, (2 al 5-III-1915); VILAR, J.B. EGEA BRUNO,
P.M. VICTORIA MORENO, D.: La minera murciana, pp. 297-310.
22
Al ser suprimidos los gremios en 1836 por la legislacin liberal, fueron surgieron algunas sociedades de
socorros mutuos y en 1848 haba censadas una veintena, de las cuales el cnsul francs en Cartagena
afirmaba, en 1865, que se correspondan prcticamente con los antiguos gremios de oficios. No obstante,
en 1853 se cre la sociedad de Socorros Mutuos del Arsenal de Cartagena, que se convertir en la cuna
del obrerismo murciano, porque el espritu asociativo obrero estuvo muy poco desarrollado en la regin,
salvo en los obreros de la Maestranza Naval de Cartagena.
- 263 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
23
AHPM: GOB,6580/01-11: Mutua de Zapateros de Yecla (ao 1889/n 74), La Caridad benfica de
peluqueros de Murcia (1890/n 111), Socorros Mutuos Nonduermas (1891/n 175), Sociedad de Socorros
Mutuos de los Operarios de la Fbrica de Don Francisco Mia en Murcia (1892/n 195), Asociacin de
Socorros Mutuos de Maquinistas de la Armada (1892/n 198), Santa Brbara de los Operarios de Artillera
del Arsenal de Cartagena (1893/n 218), Asociacin de Socorros Mutuos La Protectura Mutua de
Cartagena (1895/n 267), Sociedad de Seoras Protectora de los Nios Expsitos de Cartagena (1897/n
294), Sociedad de Socorros Mutuos El Nuevo Obrero de Cartagena (1897/n 297), Sociedad de Socorros
La Benfica de Cartagena (n 298), Sociedad Obrera de Socorros Mutuos de Portmn en La Unin (1897/n
305), Socorros Mutuos Los Pobres Obreros de Canteras en Cartagena (1898/n 310), La Protectora del
Obrero de Mazarrn (1899/n 359), La Previsin de Cartagena (1899/n 379), Centro Benfico de
Socorros Mutuos y Enterramientos (1900/n 481), El Centro Benfico de Cartagena (1901/n 483), La
Previsin Sociedad de Empleados de Cartagena (1901/n 500), La Prosperidad de Cargadores y sus
similares de Cartagena (1901/n 514), Centro Benfico de Socorros Mdicos Farmacuticos (1902/n 588).
24
AHPM: GOB,6580/01-13: El Recreo del Puerto de Mazarrn (n 77), Recreativa de la ora en Murcia (n
141), El Recreo de Alumbres en Cartagena (n 144), El Recreo Murciano (n 224), Sociedad Recreativa El
Hondn de Cartagena (n 264), Crculo Recreativo de Cieza (n 276), Sociedad de Recreo La Providencia
de Cartagena (n 299), Sociedad Recreativa Juventud Cartagenera (n 419). Centro Instructivo de
Obreros de Espinardo (n 190), Protectora de la Instruccin a los nios pobres de Miranda en Cartagena
(n 202).
25
AHPM: GOB,6580/02-43: Cmara Agrcola de Jumilla (ao 1890/n 127), Cmara de Agricultura de Lorca
(1891/n 154), Cmara Oficial de Comercio Industria y Navegacin de Cartagena (1899/n 369), Cmara
Agrcola, Industrial y Mercantil del Ro Segura en Abarn (1899/n 389), Cmara Oficial de Comercio e
Industria de Lorca (1900/n 393), Cmara Agrcola de Mula (1900/n 406), Cmara Agrcola del Ro
Segura (1902/n 531), Cmara Agrcola de Caravaca de la Cruz (1903/n 813), Crculo del Comercio de
Murcia (1904/n 867), Cmara Agrcola de Lorca (1905/n 931), Cmara Agrcola de Mazarrn (1905/n
957), Cmara Agrcola de Lorca (1905/n 958), Industria y Comercio de Caravaca (1906/n 982), Cmara
Agrcola de Murcia (1906/n 987), Cmara Agrcola, Industrial y Mercantil de Ulea (1910/n 1257 y 1317),
- 264 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Fueron surgiendo numerosas entidades29, que buscaban ventajas sociales para los
obreros. Se crearon con los fines ms diversos, desde la construccin de casas baratas
para trabajadores, como La Conciliacin en Cartagena, a los prstamos para financiar
compras, como El Crdito Popular, con la intencin bastante explcita de atajar la usura
y quitar los medios sociales y econmicos que propiciaban la explotacin generalizada de
los trabajadores, cooperando al bienestar moral y material de la clase obrera30.
Cmara Oficial de la Propiedad Urbana de Cartagena (1911/n 1364), Cmara Minera de la Provincia en
Cartagena (1919/n 2152).
26
Jumilla (V-1891), Mula (II-1900), Abarn (XI-1902), Caravaca (I-1904), Cartagena (VII-1905), Mazarrn
(VIII-1905), Lorca (VIII-1905) y Murcia (III-1906).
27
MARTNEZ SOTO, A.P.: Cooperativismo y crdito agrario en la Regin de Murcia, 1890-1936, en
Historia Agraria, 20 (2000), pp. 123-167.
28
LPEZ SERRANO, A.: Socialistas de Yecla: historia de una militancia obrera, pp. 355-357.
29
AHPM: GOB,6580/01-17: El Jornalero Cooperativa de Cartagena (ao 1890/n 108), La Cooperativa
Caravaquea (1890/n 109), Cooperativa El Progreso de Mazarrn (1890/n 113), El Bracero Cooperativa
de Portmn (1890/n 121), Cooperativa La Unin Pueblana (1891/n 147), Cooperativa de La Concepcin
(1891/n 161), Cooperativa de Amigos del Pas de Totana (1892/n 192), Cooperativa de Obreros de San
Juan en Moratalla (1897/n 296), Cooperativa de Albujn (1897/n 332), Sociedad Cooperativa de
Obreros de Murcia (1897/n 333), La Conciliacin de Cartagena (1898/n 360), Crculo Obrero de
Canteras de Cartagena (1899/n 397), Los Hijos del Trabajo de La Concepcin de Cartagena (1899/n
399), Sociedad Cooperativa de Puerto Lumbreras (1900/n 415), Sociedad Cooperativa Prosperadora de
San Javier (1900/n 502); Benfico-Popular de Alcantarilla (1903/n 801), El Crdito Popular de Cartagena
(1904/n 853).
30
Reglamento de la Sociedad Cooperativa El Crdito Popular, Cartagena, Imp. Pedro Arvalo, 1902, p. 3.
- 265 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
31
CARRIN INGLS, A.A.: Crdito Agrcola. Datos prcticos para la solucin de este problema,
proporcionados por el funcionamiento de un sindicato denominado Banco Agrcola de Cartagena fundado
en 1909, Cartagena, Levantina de Artes grficas, 1915.
32
La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Cmara Agrcola de Jumilla (fundada en 1893), la Caja de
Ahorros y Montepo Rural de Pozo Estrecho (1900), la Caja de Ahorros y Montepo Rural del Sindicato
Agrcola de Yecla (1902), la Caja Rural de Ahorros y Prstamos de Alhama (1903), el Banco Agrcola de
Cartagena (1907), la Caja de Ahorros y Montepo Rural de Lorca (1907), la Caja Rural de prstamos de la
Cmara Agrcola de Abarn (1908), la Caja Rural de Prstamos del centro Cooperativo de Puente Tocinos
(1908), la Caja Rural de Abanilla (1909) y la Caja Rural de Prstamos de Torreagera (1909).
- 266 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
respecto al centro directivo residente en Valencia, por lo que procedieron a una campaa
de agregacin del mayor nmero de entidades provinciales en las Vegas del Segura y
del Guadalentn, frecuentemente arrendatarios y pequeos propietarios, la mayor parte
de las cuales estaban ligados a las tendencias liberales democrticas y republicanas. La
direccin se traslad a Murcia y se transform en 1915 en La Agrcola Murciana33.
Victoria Moreno considera que el movimiento obrero cartagenero tuvo una grave
inmadurez organizativa del proletariado, porque se estructur por ramas de produccin
y distribucin, as los obreros de la Sociedad Espaola de Construccin Naval crearon el
sindicato obrero Once de Noviembre, como organizacin de clase (no interclasista),
que prohiba el ingreso a capataces y encargados, pero en el Arsenal militar los obreros
33
Estos cambios (incremento de centros afiliados, predominio de los arrendatarios, cambios de orientacin
poltica de los dirigentes) repercutieron en la reorganizacin de la Federacin y en 1914 se produjo la
renovacin de todos los altos cargos directivos en el contexto de un Congreso Provincial, que cambi su
denominacin, pasando a llamarse Federacin Agraria de Levante (FAL) al tener afiliadas algunas
organizaciones de la Vega Baja del Segura (Alicante); GARRIDO HERRERO, S.: Alentar y obstruir. Las
vacilaciones de la poltica estatal sobre cooperativismo en los inicios del siglo XX, en Noticiario de Historia
Agraria, 7 (1994), pp. 131-144; El cooperativismo agrario espaol del primer tercio del siglo XX, en
Revista de Historia Econmica, 1 (1995), pp. 115-144.
34
La Internacional se introdujo en Espaa despus de la cada de Isabel II y en diciembre de 1869 ya
apareca entre sus miembros la federacin local de Cartagena, aunque su constitucin definitiva no se
produjo hasta 1870 con una importante militancia de casi un millar de miembros. En el Arsenal de
Cartagena sus miembros estuvieron vinculados al republicanismo federalista, puesto de manifiesto en el
proyecto del peridico El Obrero, publicado en Murcia por Saturnino Tortosa, cuyo fracaso propici la
escisin del movimiento obrero en bakuninistas y marxistas tras el decepcionante balance de la huelga de
mayo de 1871, que supuso una drstica reduccin de los efectivos militantes cartageneros. Otras dos
federaciones locales se adscribieron a la Internacional, las Minas de Azufre de Helln en la provincia de
Albacete, dependiente entonces de la dicesis de Cartagena, y varias localidades de Murcia como Beniajn
y Torreagera, con adhesiones individuales por parte de obreros de Molina, Jumilla, Lorca. Se establecieron sobre
la base de un mismo oficio, con clara intencin gremialista, influidos por el Congreso fundacional de la
Federacin Regional Espaola, seccin de la Internacional, celebrado en Barcelona en julio de 1870;
VILAR, J.B. EGEA, P.M. VICTORIA, D.: La minera murciana contempornea, pp. 149-153.
- 267 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
se organizaron en la sociedad obrera La Maestranza que, por tener una financiacin dual
(privada-pblica) s tena intereses interclasistas. Los obreros de las fbricas de fundicin
se organizaron en distintas sociedades, como La Fraternal, El Porvenir y El Jornalero (en
el barrio de Santa Luca) y no intervinieron en ningn conflicto huelgustico, al igual que
los obreros del cristal, adscritos a la sociedad de Vidrieros, y los obreros de la sociedad
de Albailes. Tambin los obreros de las fbricas de productos qumicos, los afiliados a
la sociedad de cargadores y descargadores del puerto o los ferroviarios35.
Era la localidad del Llano del Beal la que tuvo un mayor desarrollo obrero, con la
sociedad de resistencia de obreros mineros Nueva Espaa (15-V-1910), dependientes
de comercio La Armona (20-VI-1013), obreros panaderos La Persuadida (20-VIII-
1913), sociedad de maquinistas y similares Unin y Constancia (7-XI-1913), sociedad
de fundidores La Aspiracin (15-XI-1913) y la sociedad de albailes El Trabaja (30-III-
1914)38. Estas sociedades sern la que posean una mayor carga ideolgica de lucha
obrera, tanto del anarquismo como del socialismo.
Pero, curiosamente, en estas localidades fueron sobre todo los liberales, liderados
por el banquero Joaqun Pay, quienes ocuparon las alcaldas y escaos parlamentarios,
porque tuvieron su base social en la gran oligarqua de propietarios y ricos mineros de
Cartagena y La Unin, con Jos Maestre de alcalde. Los conservadores apenas influyeron
35
VICTORIA MORENO, D.: Conflictividad y dinmica social en Cartagena y su cuenca minera (1909-
1916), en Anales de Historia Contempornea, 2 (1983), pp. 194-198.
36
El elenco de las existentes entre 1888 y 1902 puede verse en VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M.
VICTORIA MORENO, D.: La minera murciana contempornea, pp. 153-155.
37
EGEA BRUNO, P.M.: Movimiento obrero y crisis finisecular en el distrito minero de Cartagena (1895-
1898), en Anales de la Universidad de Murcia, 38 (1979-1980), pp. 6-8.
38
VICTORIA MORENO, D.: Conflictividad y dinmica social en Cartagena y su cuenca, pp. 198-200.
- 268 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
39
Estatutos y Reglamento orgnico de las Instituciones de Beneficencia y Previsin, Levantina de Artes
Grficas, Cartagena, 1913; Reglamento de la Sociedad Cooperativa del personal de la S.E. de C.N. en
Cartagena, Casa Garnero, Cartagena (s.f.).; Reglamento provisional de la Sociedad de Socorros Mutuos de
los obreros de la S.E. de C.N. en Cartagena, Cartagena, Imp. Casa Garnero, 1921.
40
AHPM: GOB,6580/57: Economato de los Empleados y Obreros de la Mancomunidad Miguel Zapata e
Hijos (Portmn, La Unin) (ao 1926/n 2701).
41
LORENZO SOLANO, J.A.: La Biografa de Jos Maestre Prez (1866-1933) (El gran mito poltico de
Cartagena), Murcia, UMU, 1989; AHPM: GOB,6580/23-40: La Legalidad de Cartagena (ao 1909/n 1202),
Sociedad de Obreros La Legalidad (Portmn, La Unin) (1918/n 1997).
42
El Diario de Murcia (5-VIII, 10-IX, 8-XII-1901); Federacin de Trabajadores de Murcia (n 672). Su
primera campaa fue protestar por los contenidos de la ley de Accidentes de trabajo, aunque no tardara
- 269 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
gobierno era sencillo, porque pretenda respetar la autonoma de todas las sociedades
integradas43, y estaban representadas por igual todas las asociaciones en la junta central,
donde se coordinaban las diferentes actividades44. En 1909 busc denodadamente la
unin con el Bloque de Izquierdas, pero lleg a extinguirse en 191445.
en entrar en crisis por falta de liderazgo e inters reivindicativo. Su domicilio se ubic en la calle Baos de
Alczar, luego de La Merced, y en sus salones se daban conferencias y mtines, abrigando desde
noviembre de 1904 una Seccin de Estudios Sociales, aunque las clases no empezaron hasta 1905.
43
AHPM: GOB,6580/23-40: La Unin de operarios carpinteros, tallistas, ebanistas y similares (5-I-1901),
Obreros sombrereros de Murcia (21-II-1901), Albailes de Murcia (20-III-1901), Cocheros (1-V-1901),
Obreros silleros (17-V-1901), Oficiales peluqueros y barberos (17-V-1901), Obreros tejedores (18-V-1901),
Canteros y marmolistas (31-V-1901), Obreros molineros (29-V-1901), Mecnicos de hierro y metales (17-
V-1901), Obreros guarnicioneros (28-V-1901), Sociedad de oficios varios (3-X-1901), Unin pastora para la
defensa de los intereses ganaderos (18-III-1902), Pintores y doradores (3-VI-1902), Sociedad de
panaderos (3-VI-1902), Federacin de trabajadores (4-VII-1902), Sociedad tipogrfica Arte de Imprimir
(16-II-1903), Sociedad de camareros, cocineros, reposteros y similares (9-III-1904), Sociedad de
panaderos (15-XI-1904), Seccin de Estudios Sociales (5-I-1905), Centro de Instruccin de dependientes
de comercio (5-I-1905), Obreros zapateros (6-III-1907), Tranvas elctricos (13-VII-1907), Obreros
metalrgicos y similares (16-II-1909), Ciencia y Arte, Cultura cientfica (28-VII-1909), Arte de imprimir
(20-I-1910), El Porvenir, sociedad de obreros zapateros (20-VI-1910), La Unin Nacional (7-III-1910),
Instructiva obrera (14-III-1910) y La Economa (2-III-1910).
44
VICTORIA MORENO, D.: El obrerismo, pp. 104-106.
45
El Liberal de Murcia, (22-I, 27-II-1905; 22-V-1909).
46
Como la capital de Murcia era una zona controlada polticamente por de La Cierva, el acto fue realizado
con el personal que se envi desde El Liberal de Madrid, repitiendo las protestas en La Unin y Cartagena
para suscitar la decisin de organizar un bloque de izquierdas; El Liberal de Murcia, (1, 8, 20-VI-1908).
47
El Liberal de Murcia, (9, 11, 14-V- 20-VI-1909).
- 270 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Con respecto al sindicalismo agrario, la ley de 1906 vino a reconocer una realidad ya
existente desde comienzos del s. XX, pues haban surgido ya los de Yecla, La Albatala
y Murcia, o los alicantinos de Monvar y Benejana, que tanto influyeron en Yecla y
Jumilla para constituir la Comunidad de Labradores con el fin de atajar los abusos y
atropellos de los no propietarios, que originara en 1905 la creacin de la Polica Rural.
En Mula ya existan la Cmara Agrcola, la Comunidad de Labradores y la Sociedad de
Agricultores. En 1900 se constituy el Sindicato Agrcola de Yecla, presidido por el
liberal romanonista Rogelio Azorn, que derivar en 1915 en la Comunidad de Labradores
al enfrentarse con el movimiento reivindicativo de los braceros51. Entre los aos 1906 y
1914 experimentaron un auge considerable52, pero pronto tuvieron que hacer frente al
48
Incluso la seccin de Estudios Sociales se disolvi y en su lugar imparta clases una entidad denominada
Instruccin Obrera, que era sostenida gracias a las aportaciones de los socios de mrito, que
proporcionaban dinero a la obra social. Para colmo de males, la prensa comentaba que el paro aumentaba
en la regin y en la capital haba casi mil obreros que padecan hambre; El Liberal de Murcia, (1 y 21-VIII-
1910).
49
El Liberal de Murcia, (1-V-1910).
50
No era solo en la capital de Murcia donde los obreros abandonaban las asociaciones, porque el
descenso se experiment tambin en La Unin y Cartagena, entre 1905 y 1910. Lo cierto es que el
retraimiento de muchos trabajadores se deba a la incapacidad de las propias organizaciones para
aglutinar el descontento de amplios sectores y encuadrarlos en el marco de una estrategia sindical y
poltica que satisficiera a su clientela, muy dividida por las disensiones ideolgicas y polticas, que
dificultaron el obrerismo murciano; El Liberal de Murcia, (30-IV-1911; 28-l-1912).
51
SALMERN GIMNEZ, F.J.: Caciques murcianos, pp. 87-92.
52
AHPM: GOB,6580/22-32: Sindicato Agrcola Palmesano (La Palma, Cartagena) (1909/n 1048);
Sindicato Agrcola de Miranda (Cartagena) (ao 1909/n 1052); Sindicato Agrcola (Cieza) (n 1175);
Sindicato Agrcola Murciano de Nuestra Seora de la Fuensanta (Murcia) (n 1204); Sociedad Agrcola e
Instructiva (Torre Pacheco) (n 1223); Crculo Agrcola (Torreagera, Murcia) (n 1242); Sindicato
Agrcola del Partido de Alberca (Murcia) (n 1514); Sindicato Agrcola del Partido de San Benito (Murcia)
(n 1515); Sindicato Agrcola del Partido de Torreagera (Murcia) (n 1517); Sindicato Agrcola del Partido
de los Garres (Murcia) (n 1518); Sindicato Unin Agrcola (La Azacaya, Beniajn, Murcia) (n 1519);
- 271 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
acecho del naciente sindicalismo agrario catlico, que recelaba tanto del asociacionismo
laico, como de los movimientos socialistas y anarquistas, para evitar que pudieran
alejar el mundo obrero en el campo rural del tradicional influjo de la Iglesia.
Todos los investigadores, que han analizado el movimiento obrero en Murcia durante
esta poca, reconocen las dificultades reales que han experimentado a la hora de precisar
cul es la orientacin ideolgica asumida, afirmando que se trata de una imprecisin
ideolgica 53, que solo se la puede detectar de forma un tanto imprecisa, por el carcter
de persecucin y clandestinidad en su marcha organizativa54, y por el localismo en el
que se desenvolvieron, que impide apreciar ntidamente un influjo diferenciado55.
Sindicato Agrcola del Partido de Zarahiche (n 1521); Sindicato Agrcola del Llano de Brujas (n 1523);
Sindicato Agrcola de Puebla de Soto (n 1525); Sindicato Agrcola del Pueblo de La Alberca (n 1526); La
Unin Agrcola (Murcia) (n 1529); Sindicato Agrcola de Era Alta (Murcia) (n 1534); Sindicato Agrcola
del Partido de Aljucer (Murcia) (n 1536); Sindicato Agrcola del Partido de Rincn de Seca (Murcia) (n
1537); Sindicato Agrcola Obrero de Torreagera (n 1545); Sindicato Agrcola Obrero de Javal Nuevo (n
1546); Sindicato de Riego (El Plan, Cartagena) (n 1547); Sindicato de Riego (Albujn, Cartagena) (n
1548); Sindicato Agrcola (Patio, Murcia) (n 1557); Sindicato de Riegos La Gila (Miranda, Cartagena) (n
1562); Sindicato Agrcola de Riegos (Lobosillo, Murcia) (n 1565); Sindicato Agrcola Obrero (Alcantarilla)
(n 1576); Sindicato de Riego (El Palmero, Cartagena) (n 1583); Centro Agrario (Roche, La Unin) (n
1582); Sindicato Agrcola (El Raal, Murcia) (n 1584); Sindicato de Agricultores (Nonduermas, Murcia)
(1913/n 1587).
53
VICTORIA MORENO, D.: Conflictividad y dinmica social en Cartagena y su cuenca, pp. 199.
54
VILAR, J.B. - EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero, pp. 155-156.
55
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Las clases trabajadoras y la formacin del sindicalismo, pp. 177.
- 272 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
sobre la prensa obrera para tratar de identificar cul fue la orientacin anticlerical que se
percibi en el movimiento obrero murciano56.
Cartagena ya tena una cierta tradicin en la prensa de carcter obrero desde que
en 1876 se publicara El Eco de Santa Luca, editado en el barrio obrero de su nombre57,
pero fue clausurado por sus crticas al ayuntamiento. En 1890, apareci la revista
mensual Adelante, dedicada a las clases
populares, y en 1901 el semanario Fraternidad
Obrera que pretenda ser el portavoz del Centro
de Sociedades Obreras de Cartagena. Desde
finales de 1912 se publicaba quincenalmente
La Voz del Pueblo, con Luis ngel Romero
como director, que pretendi convertirse en el
vocero del pueblo obrero desde julio de
1913. El Despertar del Obrero surgi el 4 de octubre de 1913 y fue un semanario ligado
a la Federacin de Sociedades Obreras y al sindicato La Constructora Naval para salir
en defensa de los oprimidos, reconociendo que la fraternidad y el trabajo eran la
base de la unidad sindicalista. En 1914 se public el semanario sindicalista denominado
Accin Directa, que en su editorial afirmaba vena a continuar la magna obra de todos
los rebeldes de todas las pocas, dirigido por M. Ferreira y administrado por P. Esteve58.
56
Ibidem, pp. 178-181.
57
MONTES BERNRDEZ, R.: Lucha por la supervivencia. De motines, huelgas y manifestaciones en la
Regin de Murcia (1808-1914), Murcia, Nausica, 2005, pp. 95-99. Estaba dirigido por Jos Mara
Fernndez y Luis P. Nez como redactor, llegando a contar con una tirada de 400 ejemplares.
58
VILAR, J.B. - EGEA BRUNO, P.M. - VICTORIA: El movimiento obrero, pp. 148-156.
- 273 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
peda una mayor instruccin para la clase trabajadora. Tambin apareci El Faro del
Progreso, dirigido por Leandro de Montesa, que acab fusionndose con el anterior y
crearon una nueva cabecera llamada Horizonte Nuevo, en defensa del asociacionismo
obrero y en contra del caciquismo. En junio de 1904 se public El Porvenir del Obrero,
dirigido por Juan Rodrguez y editado por La Sociedad de Oficios Varios, que peda
cohesin y unidad al proletariado, atacando duramente a la Compaa de guilas.
En Murcia capital ya exista desde 1870 El Obrero, que pervivi hasta septiembre
de 1873 como publicacin semanal de 500 ejemplares de tirada y talante intransigente,
dedicado a la clase trabajadora, teniendo que ser suspendido en varias ocasiones.
Estuvo dirigido al principio por el republicano Saturnino Tortosa, pero por l pasaron
Emilio Ramrez, Juan Jos Mercado y el sacerdote Jos Mara Martnez Candela. En
1871 apareci El Sindicato como defensor de las causas perdidas, dirigido por Eduardo
Bermdez. En 1902 surgi El Progreso, vinculado a los dependientes de comercio de la
ciudad que solan quejarse de la ley del descanso dominical, y en 1908 El Rebelde,
dirigido por Snchez Teller y administrado por Francisco Gonzlez Alemn, como
semanario colectivista y agresivo contra el poder municipal.
59
El Obrero, (21-XI-1901).
- 274 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Fue muy frecuente en un cierto sector de la Iglesia murciana el considerar que exista
una fractura entre la verdadera Iglesia de Cristo y la que manifestaba por entonces, lo
que justifica, segn Prez Picazo la distincin entre fanatismo sectario y verdadera
moral cristiana: sociedad hipcrita que conmemora el nacimiento de Cristo y desoye
sus mximas, sociedad indigna, ya que l luch a favor del pobre y desvalido y ella lo
abandona, convirtiendo la caridad en palabra vaca y abandonndose a la inmoralidad,
la concupiscencia y el vicio. Colocan el dios oro al lado
de un Dios que am la pobreza 60 . Se neg a la
reconstruccin de la torre de San Francisco porque los
conventos son casas donde se albergan los que
tienen horror al trabajo y no quieren luchar por la
vida mientras que los obreros viven en los barrios
pobres de la ciudad. Criticar las misiones populares
realizadas en Lorca porque debido a la oratoria
montaraz de los hermanos redentoristas, ignorantes
que nos traen una odiosa rfaga de la Edad Media,
con sus vozarrones y arranques, nada tienen que ver con la dulzura evanglica 61.
60
El Obrero, (31-IX, 26-XII-1901; 27-XII-1903); PREZ PICAZO, M.T.: El obrero, intento de aproximacin
a la mentalidad de un grupo pequeo-burgus perifrico, pp. 119-149.
61
El Obrero, (21-XI-1901; 3-IV-1902; 2-IV-1905).
62
El Obrero, (23-I-1902).
- 275 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Para Moreno Fernndez, las ideas anarquistas, ms o menos difusas, son las que
gozaron de mayor predicamento en la regin desde 1880 y sita fundamentalmente
su origen en la fuerte emigracin recibida como mano de obra por la minera de la sierra
cartagenera, aunque algunos de ellos eran naturales de otros puntos de la regin y
acaso conocieron estas doctrinas con motivo de una emigracin64.
63
PREZ PICAZO, M.T.: El obrero, intento de aproximacin, pp. 148-149.
64
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Las clases trabajadoras y la formacin del sindicalismo, p. 124.
- 276 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
al pobre trabajador, oprimido por la fuerza del capital y vctima de la ley del ms fuerte,
ltima y brutal consecuencia de la seleccin darwiniana! Porque al sacerdote catlico le
estn encomendados los pobres como si fueran sus hijos, y tiene que luchar por ellos y
defenderlos de los opresores y darles la mitad de su pan y de su abrigo, al par que los
consuelos espirituales y qu diremos de lo anticlerical, cuando la Iglesia tiene a Len
XIII por cabeza, a quien el mundo civilizado colma de respeto? Cuando el clero es ms
pobre y reparte ms beneficios!, cuando no tiene ms poder que el de la palabra, el del
ejemplo y el de sus sacrificios 65.
65
El Diario de Murcia, (7-III-1890). Lo del da (por J.M. Tornel).
66
Ibidem; La Paz de Murcia, (7-III-1890).
67
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena-La Unin, pp. 173-174.
- 277 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
la vanguardia del movimiento obrero unionense, alarmada por los supuestos preparativos
de colaboracin en atentados terroristas con los violentos anarquistas de Jerez. El diario
cartagenero El Mediterrneo fue el ms preocupado, junto con La Paz de Murcia, por
criticar con dureza los rumores de proselitismo activo anarquista, que haban llegado a
Murcia, y tenan por objetivo incendiar de subversin la cuenca minera de Cartagena.
Se enviaron, urgentemente, tres compaas del regimiento de la Princesa a Murcia68.
68
Ibidem, pp. 175-177; La Paz de Murcia, (12-IV-1885; 1-V-1890; 20-I-1892). HERRERN, A.: Espaa: la
propaganda por la represin, 1892-1900, en AVILS, J. HERRERN, A. (eds.): El nacimiento del
terrorismo en Occidente: anarqua, nihilismo y violencia revolucionaria, Madrid, Siglo XXI, pp. 103-140.
69
La Paz de Murcia, (28-IV y 2-V-1892).
70
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena-La Unin, pp. 179-181.
71
La Paz de Murcia, (24-VI-1892).
72
Las Provincias de Levante, (27-IX-1894); El Eco de Cartagena, (7-II, 14-VII, 17-X-1895; 10-IV, 9, 19-VI,
20-VII, 29-IX-1896; 2, 3-VII, 7-VIII-1897).
- 278 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Las autoridades los contemplaban como terroristas en potencia, hasta el punto que
el gobierno civil tena en 1901 un registro con los anarquistas ms significados en la
regin y todos ellos vivan en Cartagena o distritos adyacentes. Haba pocos censados
(solo 22) pero eran gente joven (71%) entre 30 y 44 aos, empleada primordialmente en
oficios preindustriales y desempeaban su labor en el Arsenal de Cartagena, tradicional
reducto crata. De ellos, diez eran herreros, tres carpinteros, dos caldereros, un albail
y otro jornalero; todos residan en Cartagena, pero algunos procedan de otros lugares74.
73
El Diario de Murcia, (6, 8-V-1898); El Heraldo de Murcia, (5, 8, 11-V-1898), La Gaceta Minera y
Comercial de Cartagena, (10-V-1898); El Eco de Cartagena, (5, 7-V-1898); EGEA BRUNO, P.M.:
Movimiento Obrero en la sierra de Cartagena (1875-1923), en Anales de Historia Contempornea, 5
(1986), pp. 134-135.
74
MORENO, L.M.: Las clases trabajadoras, pp. 124-125. Cita Archivo Privado. Leg. 1901, s.f; EGEA
BRUNO, P.M.: Apuntes para la historia del movimiento obrero en la industria naval de Cartagena (1898-
1923), Cartagena, Seccin Sindical CCOO-Bazn, 1988.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
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CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
lucha de clases pero pretenda que la Iglesia participase de las inquietudes sociales de
la Revolucin francesa, o por Lamennais (1782-1854) que tambin insisti en la vuelta
al cristianismo puro considerado como religin demcrata y popular, para criticar el
concubinato entre la Iglesia y el altar 77.
77
ANDRS-GALLEGO, J.: Pensamiento y accin social de la Iglesia en Espaa, Espasa Calpe, Madrid, 1984,
pp. 12-14.
78
El Diario de Murcia, (10, 29, 30-I-1901).
79
Manuel Sagrario de Beloy era en 1843 el presidente de la Junta Central de Minas, miembro de la
patronal minera de Cartagena y de la Sociedad Econmica de Amigos del pas. Desde finales de la dcada
de los treinta del s. XIX haban penetrado en Espaa las corrientes del socialismo utpico inspiradas
principalmente en Saint-Simon, Fourier y Cabet para solucionar la vasta y compleja problemtica
socieconmica que produjo la industrializacin, logrando adquirir cierta entidad en Catalua y Andaluca
oriental. La corriente de Fourrier fue introducida a travs de Joaqun Abreu, oficial de marina emigrado a
Francia por sus ideas liberales durante la dcada absolutista, donde conoci a Charles Fourier y su
comuna o falansterio de Cond-sur-Vesgres. Las aspiraciones fourieristas consistan en humanizar el
trabajo y hacerlo agradable y atrayente, prescindiendo de la explotacin y la especializacin montona y
embrutecedora de la fbrica, para convertirlo en instrumento de felicidad y de realizacin personal. Los
vnculos del socialismo utpico con los deseos de renovacin cristiana estuvieron siempre presentes en
Saint-Simn y sus discpulos. Despus de volver a Espaa logr formar en Cdiz un grupo de seguidores
del modelo de sociedad propuesto, entre los que se encontraba Manuel Sagrario de Beloy, acaudalado
propietario gaditano que trat de introducir el modelo falansteriano en Espaa, primero en Jerez de la
Frontera y despus en Cartagena, donde lleg a ser uno de los empresarios ms ricos e influyentes, al
tiempo que defensor del liberalismo progresista. Fund el peridico Telgrafo de la Minera, subtitulado
Peridico Industrial Cientfico y Literario, a travs del cual dio a conocer sus ideas y los informes o
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
memorias dirigidas a Espartero por la Junta Central de Minas. Para J.B. Vilar, evidencia la doble dimensin
de socialista utpico y eficiente hombre de negocios, ms propios de Robert Owens que de Charles
Fourrier, pero proyect construir un Falansterio en el poblado cartagenero de La Palma, convirtiendo la
zona desertizada en una vasta explotacin agrcola a travs de importantes obras de infraestructura, para
lograr la creacin de un nuevo y pacfico sistema social, pero el proyecto no prosper; VILAR, J.B.: Los
orgenes del Movimiento Obrero murciano. La I Internacional, en Anales de Historia Contempornea, 5
(1986), pp. 109-114.
80
GARRIDO, F.: La Repblica democrtica federal universal. Nociones fundamentales de los principios
democrticos dedicados a las clases productivas, Madrid, 1848, publicado como Apndice en el libro de
Juan J. Tras y Antonio Elorza, Federalismo y Reforma Social en Espaa (1840-1870), Madrid, Seminarios y
Ediciones, 1975, pp. 404-406; VARELA SUANZES, J.: El sentido moral del pensamiento democrtico
espaol a mediados del siglo XIX, en Revista de Derecho Poltico, 55-56 (2002), pp. 13-32. Dir que "las
monarquas, a pesar de todos sus ttulos de cristianas y catlicas, son hoy vanas. La fraternidad, la
caridad, la igualdad, proclamadas por Cristo son incompatibles con los tronos... la Repblica democrtica,
federal y universal, es la ms cristiana de todas las instituciones polticas; o mejor dicho, es la nica
institucin verdaderamente cristiana: porque en ella la prctica de los grandes principios morales del
evangelio se convierte dogma, en base de todos los derechos, de todas las leyes". Insistiendo en el
contenido moral e incluso religioso de la democracia dir que "la libertad, la igualdad y fraternidad,
principios religiosos y morales ms que polticos, son la cspide, principio y fin de las democracias".
81
Entre los primeros propagandistas del socialismo en Murcia figuraban algunos refugiados franceses,
escapados de la represin de que fue objeto la Comuna de Paris, como Chevolot, residente en Cartagena
y operario en la fundicin Brumen, de la que fue expulsado por conducta desordenada y despus
perseguido por la justicia con el cargo de falsificacin de monedas, huyendo a Orn para regresar despus
a Almera y establecerse de nuevo en Murcia. Entabl amistad con su compatriota J.B. Yelli, antiguo
activista seguidor de Blanc, escapado de su pas y mezclado en todas las discordias que han tenido lugar
en Paris. En un informe de la polica del ao 1854, se afirmaba de quienes transmitan ideas sociales se
comportaban sin ningn respeto, ni pudor, y abusan hasta de las cosas ms sagradas, escandalizan con
sus palabras y gestiones excitando a la inmoralidad, y con sus relajadas costumbres ofenden la piedad de
los vecinos pacficos y honrados, pues tienen en poltica ideas demasiado avanzadas y peligrosas,
propagando el socialismo, son irreligiosos, inmorales, ebrios y de opiniones socialistas de las ms
peligrosas. Delincuencia y socialismo eran interpretados entonces conceptos sinnimos y el obispo Barrio
- 282 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Contrasta la visin inicial del socialismo utpico, cercano al espritu cristiano, con la
recogida por Bryan, que coincide con la visin casi apocalptica de Donoso Corts, al
considerar que el liberalismo, con su individualismo egosta, provocara la aparicin del
socialismo para corregir las injusticias y desigualdades sociales generadas por el sistema
liberal. El socialismo acabara engullendo al liberalismo, por su escepticismo relativista y
su antiteologismo, ya que el socialismo se presentaba como una verdadera religin de
salvacin del hombre, con la intencin de construir el paraso terrenal aqu en la tierra
y no en el irreal cielo. Bryan considera que se trataba de una teologa satnica que
pretende combatir la verdad de Dios y de su Iglesia desde dos posturas que se
corresponderan, en primer lugar, con la exaltacin de la libertad individual absoluta
para, a travs de la revolucin y el caos, lograr derribar y aniquilar la sociedad actual
injusta, que diera paso a la construccin de una nueva y radical sociedad (que Bryan
denomina como socialismo propiamente dicho, aunque se trata del anarquismo), y otra
que buscara ejercer progresivamente un despotismo social de proporciones inauditas y
gigantescas, como estatalismo totalitario organizativo, que denomina comunismo82.
Descartar las soluciones socialistas porque todas las escuelas socialistas afirman
que el malestar de los estados modernos proviene de la constitucin defectuosa de la
sociedad. El mal, dicen, no est en la administracin, ni en la forma de gobierno, sino que
es ms profundo, est en el gobierno mismo y en la sociedad, por lo tanto es preciso a
todo trance destruir por inservibles los gobiernos y todo el orden social existente por
funesto y con esta solucin pretender sanar quitando la salud; quieren reconstituir
destruyendo, y dar vida ocasionando la muerte. Adems, dir que es injusta, porque
la reforma social que intenta, pugna con los sagrados derechos de propiedad y es
revolucionaria, porque proclama que es lcito sublevarse en el orden social contra las
autoridades legtimas, en el orden poltico contra los gobiernos, en el orden moral contra
denunciaba la circulacin de folletos socialistas por la dicesis, dirigidos a las clases ms menesterosas
con la intencin de desviarlos de la virtud del trabajo, para hacerlos ricos con una quimrica divisin de
bienes, aunque abrigbamos la confianza de que nuestra dicesis, especialmente agrcola y alejada de
los centros de circulacin, se librara del venenoso contagio; VILAR, J.B.: Los orgenes del Movimiento
Obrero murciano. La I Internacional, pp. 115-117.
82
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo prctico, pp. 53-54.
- 283 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El socialismo, unido al principio con los republicanos, se fue asentando poco a poco
en Murcia, hasta asumir un claro liderazgo 86 , y Pablo Iglesias dio un mitin en Murcia
83
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico, pp. 96-97.
84
VILAR, J.B.- EGEA BRUNO, P.M. - VICTORIA, D: El movimiento obrero, pp. 263-264.
85
El Liberal de Murcia, (21-V-9-VII-1911; 8-I, 5-V-1912); AHPM: GOB,6580/27, Cooperativa de los
Empleados y Obreros del Ferrocarril de Lorca a Baza y guilas (AO 1912/n 1401), Unin La Ferroviaria
(guilas) (n 1405), La Unin Ferroviaria. Seccin de Murcia (1912/n 1408).
86
AHPM: GOB,6580/25-54: Agrupacin Socialista Obrera de Cartagena (ao 1910/n 1284); Centro
Republicano Socialista (Mula) (1911/n 1313); Agrupacin Socialista de La Unin (1911/n 1336);
Cooperativa Republicana Socialista (La Unin) (1911/n 1349); Agrupacin Socialista de Murcia (1911/n
1350); Agrupacin Socialista de Portmn (1911/n 1353); Agrupacin Socialista de El Llano del Beal
(Cartagena) (1912/n 1434); Juventud Socialista Obrera (La Unin) (1913/n 1569); Juventud Socialista
Obrera (Yecla) (1914/n 1700); Agrupacin Socialista Obrera de Yecla (1914/n 1736); Agrupacin
Socialista Obrera y Caja de Resistencia por Secciones de Oficios (Yecla) (1916/n 1797); El 1 de Mayo
Juventud Obrera Socialista (Algar, Cartagena) (1917/n 1872); Juventud Socialista Obrera (Alumbres,
Cartagena) (1917/n 1916); El Trabajo Agrupacin Socialista Independiente de Oficios Varios (Yecla)
(1917/n 1939); Juventud Socialista Nueva Aurora (Llano del Beal, Cartagena) (1918/n 1960); Juventud
Socialista Obrera (Roche, La Unin) (1918/n 1969); Agrupacin Socialista de Murcia (1918/n 1970);
Agrupacin Obrera Socialista de Cartagena (1918/n 1972); Juventud Socialista Obrera (Portmn, La
Unin) (1918/n 1973); Juventud Socialista Obrera La Iluminada (Rincn de San Gins, Cartagena)
(1918/n 1978); Juventud Socialista Obrera Idea Avanzada (San Javier) (1918/n 2027); Juventud
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CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
durante el mes de julio de 1912, en el que censur el espantoso marasmo que padecan
los trabajadores murcianos87, a quienes invitaba a que se asociaran y participaran en la
vida pblica y acabaran con la explotacin para no abandonar el poder en manos de
sus enemigos de clase. El gran problema del obrerismo en Murcia era que careca de
sentido unitario y solo lo lograr a partir de 1912, cuando se funde la Federacin de
Sociedades Obreras de Cartagena y La Unin, y se ponga en pie la Federacin de
Sociedades Obreras de la Provincia de Murcia en 1914, domiciliada significativamente en
la diputacin cartagenera de Llano del Beal88. A partir de 1916 se reactiv el fenmeno
asociativo y en 1919 se constituy la Unin Provincial de Trabajadores de Murcia, en la
que se reunieron una veintena de sindicatos, vinculados ya con el socialismo 89 . Los
anarquistas tuvieron ya ms problemas para ejercitar su labor propagandista, como el
mitin que trataban de organizar en la Sociedad Obrera de Portmn con figuras tan
destacadas como Jos Climent, Teresa Claramunt y Salvador Segu, les fue negado el
local, despus de haber sido depurados tras la represin gubernamental con ocasin de
los sucesos de la Semana Trgica de Barcelona, y no volvern
a penetrar en Murcia hasta 1917, con la CNT. Fueron esos
acontecimientos los que modificaron la orientacin inicial del
anticlericalismo del PSOE.
- 285 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
que la vean como un elemento ms, pues debido a su ideario marxista buscaba la
completa liberacin del proletariado, entendido como clase desposeda y sometida por
la clase burguesa explotadora. Su intencin era conseguir la emancipacin de la clase
obrera a travs de la lucha revolucionaria, para derribar el sistema poltico liberal y
poner fin al capitalismo y a la dominacin burguesa, con la toma del poder poltico por
la clase obrera. La Iglesia apareca como un elemento ms de esa burguesa opresora.
Pero a raz de la convergencia con la Conjuncin Republicano-Socialista comenzar a
tomar cuerpo un anticlericalismo ms activo y protagonista social, aunque en Murcia no
eclosion hasta los aos 2090.
Los datos de afiliacin a la UGT corroboran la baja adhesin inicial de los murcianos
al sindicalismo de clase, herencia del apresurado paso de Pablo Iglesias, camino de
Cartagena en abril de 191191. Hasta 1917 fue muy desigual el ritmo de afiliaciones,
llegando a desaparecer en ocasiones, pues tras la reunin celebrada en 1911 para
fundar un comit del PSOE, los socialistas murcianos no aparecen hasta 1918 en el
Palace Hotel para constituir la agrupacin y meses ms tarde volveran a reunirse en la
Casa del Pueblo Radical para proceder a nuevo a su reorganizacin92.
Moreno Fernndez afirma que es probable que la actividad socialista encontrara mayor
aceptacin popular en el terreno sindical que en el poltico y que su labor se aplicara con
mayor entusiasmo, al tratar de asociar a los trabajadores, pues de las 24 sociedades
ugetistas de las que hay noticia, casi el 50% surgieron a partir de 1914 y hasta entonces
ni siquiera sigui la trayectoria del resto Espaa. La UGT se implant principalmente en
Cartagena y su cuenca minera (El Algar, Llano del Beal, Portmn, Rincn de San Gins,
apenas en La Unin, el ncleo minero de mayor envergadura) as como en el altiplano,
por lo que las sociedades ms numerosas aparecieron en estas dos comarcas. La
sociedad Nueva Espaa se cre a mediados de mayo de 1910, con varios cientos de
mineros, siguindole las agrupaciones de Yecla y Jumilla, que tuvieron ms protagonismo
90
SUREZ CORTINA, M.: La confrontacin clericalismo-anticlericalismo en la Espaa de principios del s.
XX, en GARCA SANZ, F. (Ed.): Espaa e Italia en la Europa Contempornea desde finales del s. XIX a las
Dictaduras, Madrid, CSIC, 2002, pp. 187-208.
91
El Liberal de Murcia, (7-IV-1911; 21-V-1911; 9-VII-1911). En 1912 se creaba otra agrupacin en El
Llano y dos aos ms tarde se constituiran dos secciones de juventudes socialistas en La Unin y en El
Llano, aunque el influjo socialista ms temprano se dio en Yecla, que data de 1908, pero no apareci
oficialmente hasta 1916. En 1917 en Totana, al ao siguiente en Cieza y en 1919 en Abanilla, junto con El
Gorguel, San Javier, Los Belones Algar y Llano del Beal.
92
El Liberal de Murcia, (25-I-1918); MARTNEZ SOTO, A.P.: Socialismo y obrerismo en la regin de
Murcia. La Unin General de Trabajadores (1900-1931), en Los socialistas en la poltica de la Regin de
Murcia, pp. 105-152.
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CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
poltico. Sus afiliados eran sobre todo mineros, fundidores, maquinistas y metalrgicos,
obreros portuarios, cargadores y descargadores, tipgrafos, ferroviarios, albailes,
hiladores y rastrilladores de esparto, mientras que en Yecla era de jornaleros, destacando
el escassimo peso especfico de los obreros del campo en el seno de la UGT, a pesar
del carcter agrario de la regin. El lder sindical socialista Facundo Perezagua tomar
protagonismo en la sierra cartagenera a travs de una campaa de mtines a lo largo
de 1912, especialmente durante el mes de abril, que se prolongarn hasta el mitin
convocado por la Federacin de Sociedades Obreras de La Unin y Cartagena el 30 de
marzo de 1913 con la intencin de desprestigiar la labor del sindicalismo amarillo
potenciado entonces por la Iglesia y la burguesa cartagenera y lograr el enganche de
la masa trabajadora en la lucha por la redencin de la clase obrera. En solo cuatro
aos lograr el arraigo del sindicalismo socialista manifestado en la huelga del 18 de
diciembre de 1916 y sobre todo a partir de 1917 con la presencia en Murcia de
Besteiro, Anguiano, Saborit y Largo Caballero, que fue encarcelado en el presidio de
Cartagena y fue constantemente visitado por las sociedades obreras de la cuenca93.
En Cartagena los republicanos radicales eran la nica faccin Con cierta entidad y
realizaron un enorme esfuerzo organizativo para focalizar el desencanto obrero, aunque
saban que sus esfuerzos eran ineficaces ante el control poltico dominado por los
conservadores de Maestre y liberales de Pay, por lo que propiciaron la formacin del
bloque de izquierdas y luego la conjuncin con los socialistas, que les permitir influir
con su tradicional anticlericalismo en los momentos de mayor incidencia social 94 . Se
93
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena-La Unin, pp. 259-267. Gracias a esta implantacin los socialistas lograrn vencer las
elecciones municipales en Cartagena en 1920, aunque su anticlericalismo solo puede describirse hasta
entonces como radicalismo verbal llegando a describir al lder socialista Amancio Muoz de Zafra como el
Lenin cartagenero por su incidencia en presentar a la Iglesia como aliada de la burguesa oligrquica y el
mayor enemigo de la revolucin social; La Tierra, (8-I-1918); El Eco de Cartagena, (3-XII-1920); AMLU:
Legajo n 2 (Mitin 11-XI-1919). La progresiva desunin interna, tanto del partido conservador como el
liberal, condujeron a la crisis poltica del sistema ideado por Cnovas y facilitaron el reforzamiento
progresivo de los objetivos socio-ideolgicos del proletariado espaol, estructurado ideolgicamente bajo
la unin conjunta de la UGT y la CNT a partir de diciembre de 1916.
94
AHPM: GOB,6580/16-32: Centro de Unin Obrera Republicana (Mazarrn) (ao ao 1903/n 811);
Centro Instructivo de Obreros Republicanos (guilas) (1906/n 971); Centro Republicano e Instructivo de
Obreros (Cartagena) (1906/n 967); Centro Republicano e Instructivo (Cartagena) (1906/n 1004); Centro
Juntero (Murcia) (1906/n 1017); Centro Instructivo Republicano (Torreagera, Murcia) (1910/n 1196);
Centro Republicano e Instructivo (Alcantarilla) (1910/n 1197); Centro Instructivo de Obreros
Republicanos (La Unin) (1910/n 1228); Centro Instructivo Republicano (San Javier) (1910/n 1246);
Centro Instructivo Republicano (Mazarrn) (1910/n 1252); Centro Instructivo del Bloque de las
Izquierdas (Llano del Beal, Cartagena) (1911/n 1276); Centro Instructivo Republicano Obrero de Murcia
(1911/n 1283); El Porvenir Centro Instructivo de Obreros (El Algar, Cartagena) (1911/n 1307); Centro
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
consideraban los nicos liberales genuinos, porque los partidos dinsticos haban
transigido con la Iglesia y la haban fortalecido y colmado de privilegios para mantener
un orden social injusto. Los ms hostiles hacia la Iglesia eran republicanos federales,
porque la vean como un instrumento poltico de pervivencia del antiguo rgimen que
impeda el advenimiento del nuevo rgimen republicano de la Repblica como intento
de reedificacin global de la sociedad95.
Republicano Socialista (Mula) (1911/n 1313); Centro Instructivo del Beal (1911/n 1322); Secretara y
Centro Instructivo del Partido Republicano Radical (Murcia) (1911/n 1325); Centro Benfico de Obreros
Republicanos (San Antonio Abad, Cartagena) (1911/n 1384); Centro Obrero Ferroviario Instructivo
(Murcia) (1911/n 1390); Centro Republicano Radical Instructivo (Librilla) (1912/n 1415); Centro
Instructivo de Obreros (Espinardo, Murcia) (1913/n 1472); Centro Instructivo Reformista (Alcantarilla)
(1913/n 1568); Centro Reformista e Instructivo (Fortuna) (1913/n 1580); Centro Agrario Bloquista
(Santa Ana, Cartagena) (1913/n 1591).
95
DIEGO ROMERO, J.: La cultura poltica de los Republicanos finiseculares, en Historia Contempornea,
37 (2008), pp. 409-440.
96
AMC: Leg. Suc.Pol. (Proc. 27-VI-1908); EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos, pp. 97-98.
- 288 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
escrito a El Grupo de Amigos del Progreso 97. Aparecer tambin una Hoja Santa, con
intencin de motejarse de la Hoja Popular catlica, en la que dice en su cabecera: Sin
Permiso de la Autoridad Eclesistica, en la que de nuevo Blas Carrillo realiza una
furibunda campaa anticlerical. En el mes de agosto cambiara su nombre por el de La
Voz del Pueblo con las colaboraciones de Luis Lled, en las que tambin se critica el
socialismo catlico, pero en el que ya se percibe con mayor claridad el extremismo
anticlerical lerrouxiano con frases ms gruesas como cuando habla de las monjas que
entran con la categora de hermanas y al cabo de un tiempo, por escalafn llegan
hasta a ser madres, teniendo por esposo a Cristo o algn ministro en su ausencia 98.
97
AMC: Leg. Sucesos Polticos (Proclama 21-VII-1908; Proclama 24-VII-1908).
98
Hoja Santa, (26-VII-1908); La Voz del Pueblo, (4-VIII-1908).
99
La Voz del Pueblo, (15-VIII-1908); EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos, pp. 99-100.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
absorber el frgil partido liberal presidido por el banquero Joaqun Pay, hombre de
confianza de Romanones, que intent ensanchar la base electoral contactando con los
lderes obreros, aunque tras su integracin en la conjuncin republicano-socialista
acabar integrndose en el bloque cartagenero de Vaso100, que propici el mitin que
Pablo Iglesias dara en La Unin el 13 de abril de 1911. El anticlericalismo del bloque
tiene su raz en la tradicin republicana decimonnica, pero tambin en el influjo de la
masonera y el librepensamiento, a las que perteneca Jos Vaso, presidente honorario
del Centro Obrero de Cartagena, junto con el tambin masn Adolfo Terrer y Perier,
director del influyente diario La Tierra, desde el que se vertieron constantes crticas
contra los privilegios de la Iglesia murciana101.
Con respecto a la masonera, Ricardo Montes afirma que desde ella se apoyaron y
crearon algunas sociedades de obreros, siendo tambin muy notoria la presencia de
reconocidos masones murcianos en los
sindicatos, que tuvieron en el movimiento
obrero una presencia relevante. As, existi en
Murcia una logia llamada Electricista que
agrupaba a los empleados de Elctrica de
Levante y a algunos trabajadores de correos y
ferroviarios, que ha sido bien estudiada por J.A.
Ayala, y en Yecla haba otra logia que tom el nombre de Hijos del Trabajo y estaba
formada solo por obreros. Siguiendo sus ideales y la terminologa que utilizaban
podran tener origen masnico la sociedad de Calasparra Hijos del Trabajo (1903), o
las cartageneras Unin y Amor, Hijos del Trabajo (1900), la Lealtad y La Fraternidad
(1909), o la de Mazarrn La Lealtad (1908), en Yecla la Fraternidad (1903), en Villanueva
del Ro Regeneracin (1912) y en Murcia La Humanidad (1890) y La Caridad (1890).
Entre 1870-1873 existi en Murcia el peridico llamado El Obrero, que haba sido
dirigido por Saturnino Tortosa, republicano y miembro de la masonera. En 1884 se
cre la logia Primera Obrera, con el fin de incluir al elemento obrero y por esos aos
exista tambin en Murcia la logia Caridad, con cuyo nombre nacieron dos sociedades
de socorros obreros en Cartagena (1887) y ms tarde en Murcia (1890). En Mazarrn
destac el profesor de primaria Julin Raja, que adems de escribir para la prensa,
defendiendo a los obreros, fue presidente de la sociedad El Porvenir del Obrero y
100
El Eco de Cartagena, (13-IV-1909 y 15-XII-1911).
101
MONTES BERNRDEZ, R.: La lucha por la supervivencia, pp. 81-83.
- 290 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
La Iglesia murciana sinti desde muy pronto la necesidad de afrontar el reto que le
planteaban las nuevas realidades sociales, porque se trataba de una de las tareas que
de modo directo entroncaban con su propia naturaleza. Sin embargo, lo plante de
manera genrica, como ejercicio pblico de la caridad cristiana, que abarcaba no solo
al mundo del trabajo laboral, sino al mundo del dolor y del sufrimiento social por las
difciles condiciones de vida en las que se desarroll la sociedad murciana finisecular.
Este esfuerzo se proyect en algunas interesantes instituciones que describen su perfil.
El modelo de asociacionismo obrero catlico a finales del s. XIX eran los crculos
obreros, difundidos con eficacia por el Jesuita Vicent, desde los 80, e impulsados por el
Consejo Nacional de Corporaciones
Catlico Obreras a partir de la
celebracin de los primeros Congresos
Catlicos Nacionales. Los Crculos
Catlicos pretendan resolver los
problemas que planteaba la cuestin
social procurando la armona entre el
trabajo y el capital, mediante la
integracin de trabajadores y patronos dentro de una misma asociacin, a diferencia de
como lo plante el asociacionismo obrero de clase. Tenan cuatro objetivos (religioso,
102
AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 122-123; AHPM: GOB,6558/1-39: La Humanidad (Murcia)
(n 102); Sociedad Cooperativa Elctrica (Cartagena) (n 835); Los Hijos del Trabajo (La Concepcin,
Cartagena) (n 399); La Caridad (La Albatala-Murcia) (n 534); Hijos del Trabajo (Calasparra) (n 772);
La Fraternidad (Yecla) (n 792); Sociedad Obrera Terrestre La Fraternidad (Cartagena) (n 851); Unin y
Amor (Cartagena) (n 991); Los Hijos del Trabajo (Cartagena) (n 1034); La Lealtad del Obrero
(Mazarrn) (n 1069); La Regeneracin Agrcola (Villanueva del Ro Segura) (n 1453).
- 291 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
instructivo, econmico y recreativo), pero sobresala el fin religioso por encima del resto
y se centraban, sobre todo, en el mundo rural agrario que todava conservaba el
tradicional espritu religioso, llegando a crearse 12 Crculos.
103
VICENT, A.: Socialismo y anarquismo, Valencia, Imp. Jos Ortega, 1893, p. 491-493.
104
Gaceta Minera y Comercial de Cartagena, (20-IX-1904); El Eco de Cartagena, (21-I-1913).
105
El Diario de Murcia, (27, 31-X-1891). Los precedentes estn en La Paz de Murcia, (27-X-1890).
106
El Diario de Murcia, (3,18-XI, 15, 16, 19, 23-XII-1891; 10-I, 22-III, 16-VII, 25-VIII-1892; 21-III, 18-IV,
19-IX, 24-X-1893; 11-I-1894; 15, 29-I, 13-XII-1895).
107
El Diario de Murcia, (22-I-1895), Pedro Gonzlez Adalid, Jos Mazon, Jos de la Canal, Mariano
Palarea, Fermio Ponce, Pascual Martinez Palao, Jos Mara Ibaez, Eduardo Chacon, Virgilio Guirao,
Benigno Diez y Sanz, Miguel Murcia, Alejo Molina Mrquez, Diego Tuero y Madrid, Juan Angel de
Mariadaga, Luis Peafiel Martinez, Jos Antonio Romero Soler, Jos Mara Ripoll, Jos Bguena, Diego
Salmeron, Ricardo Strico, Mariano Marn, Virgilio Guirao, Ricardo Sanchez Madriga, Jos Antonio
Rodrguez, Luis Senac, Mariano Moreno Pretel, Pedro Martinez Martinez y Luis Orts.
108
MORENO FERNNDEZ, L.M.: El Crculo de Obreros y el Sindicato Obrero San Jos de Murcia (1890.
1923), en Murgentana, 82 (1990), pp. 88-89.
- 292 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Las Cajas de Ahorro fueron el intento del catolicismo social para solucionar el problema
crediticio de los trabajadores del campo y sacarlos de una pobreza casi endmica,
porque ayudaron a difundir la previsin y la seguridad social, adems de contribuir a
extender el crdito y combatir la usura. El pionero en Murcia fue Nicols Fontes lvarez,
uno de los promotores del catolicismo social espaol a raz de la encclica Rerum
109
El Diario de Murcia, (18-V-1889; 11-IV, 29-V, 15-VII-1890; 14-III, 17, 31-V, 1, 7, 15-VI, 17-VIII, 9, 25-
X-1892; 3, 10-I, 4, 28-II, 25-IV, 22-VI, 22-VIII-1893; 22-I, 25-X, 27-XI, 27-XII, 1894; 13-IV, 31-XII-
1895;16-VII-1896; 27-IX-1898; 12-X-1899; 30-VI, 2-VII-1901; 3-VII, 18-X-1902)
110
El Diario de Murcia, (25-VII-1892; 12, 23, 24-III-1893; 6-I-1911); AHPM: GOB,6558/1-39: Crculo de
Obreros Catlicos (Lorca) (1890/n 094); Crculo de Obreros Catlicos (Murcia) (1890/n 163); Crculo de
Obreros Catlicos (Yecla) (1891/n 166); Crculo Catlico de Obreros (Totana) (1891/n 193); Crculo
Catlico de Obreros (Totana) (1892/n 485); Crculo Catlico de Obreros y Caja de Ahorros (Bullas)
(1903/n 784); Crculo Catlico de Obreros (Cartagena) (1904/n 846); Caja de Ahorros del Crculo
Catlico (Cartagena) (1904/n 847); Crculo Catlico San Jos (Javal Viejo, Murcia) (1904/n 848); Crculo
Catlico de Obreros (Jumilla) (1906/n 1018);Crculo Catlico de Obreros (Cehegn) (1909/n 1179);
Crculo Catlico de Obreros (Abarn) (1911/n 1311); Crculo Catlico (Alhama de Murcia) (1914/n
1659); Caja de Ahorros y Prstamos del Crculo Catlico de Obreros (Cehegn) (1914/n 1662); Caja Rural
de Ahorros y Prstamos del Crculo Catlico de Obreros (Cehegn) (1915/n 1738); Crculo Catlico (Ceut)
(1916/n 1773); Crculo Catlico de Obreros (Cehegn) (1917/n 1953).
- 293 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Sigui la orientacin del barn de Scholesmes Aits, dirigente del Centro Catlico
Alemn que fund en 1867 una asociacin cooperativa de labradores en Westfalia y fue
el embrin de lo que a partir de 1871 llegara a ser la Federacin Cooperativa de
Labradores Westfalianos con la estructura fijada por W. Raiffeisen para sus cajas de
crdito y socorros mutuos111. Conoci el modelo raiffeisianista a travs de sus lecturas
del cooperativismo catlico francs, y fue el precursor de la aplicacin tarda en Espaa -y
con ciertas adaptaciones-, de los diferentes sistemas surgidos en Europa para crear
redes de crdito agrario cooperativo y favorecer la adaptacin de la pequea y mediana
explotacin a las nuevas condiciones del mercado mundial de productos agrcolas112.
- 294 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
las pedanas vecinas (La ora, Javal Nuevo y Guadalupe) y tena como objetivo luchar
contra la usura de los logreros, o pequeos usureros que se apropiaban de sus
producciones a travs de mecanismos de compra-venta que les haca enriquecerse a
costa de dejarlos en la miseria, y les impeda progresar en sus pequeos negocios
agrarios familiares. Tena la ventaja de no exigir la declaracin del destino del prstamo
y que los intereses devengaran a favor del impositor y el xito qued patente con la
expansin que experimentaron a pesar de la muerte de su fundador en 1903, que haba
previsto la creacin de un Consejo o Junta Central encargado de entender en cuantos
asuntos se relacionaran con la conservacin, propagacin y mejora de la institucin.
113
Se fue introduciendo el modelo inspirado por los demcrata cristianos franceses y belgas, con el
objetivo de organizar agrupaciones que reunieran de manera separada a los obreros y a los patronos,
contemplando la existencia de una tercera instancia comn que ejerciera de arbitraje. Fueron los llamados
sindicatos horizontales y paralelos, que en rigor fueron una forma evolucionada pero no opuesta del
asociacionismo mixto; MARTNEZ SOTO, A.P.: El cooperativismo agrario en la regin, pp. 127-131.
- 295 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
114
Revenga realiz una serie de campaas a favor del pimentn puro, sin aceite, que resonaron en toda
Espaa, intervino en defensa de los usuarios de las Vegas media y baja del Segura, ante el uso abusivo en
la zona alta de motores para extraer agua, y contribuy a formar con otros el Banco Rural de Crdito. Pero
lo que ms fama le dio fue su apoyo a las reivindicaciones de los remolacheros de la Rioja, Navarra y
Aragn, enfrentados con la Sociedad General Azucarera Espaola y litig con Canalejas, consiguiendo
ganarle el pleito. Su popularidad le llev a ser elegido diputado en 1910 por el distrito de Daroca
(Zaragoza); AYALA, A.: Murcia en el primer tercio del siglo XX, pp. 50-52.
115
CUTILLAS, S.: Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Cmara Agrcola de Jumilla (Murcia). Notas de
su historia, Cartagena, Sociedad Levantina de Artes Grficas, 1909.
- 296 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
116
CUENCA TORIBIO, J.M.: Catolicismo social y poltico en la Espaa contempornea (1870-2000), Madrid,
Unin Editorial, 2003, pp. 138-150; MARTNEZ SOTO, A.P.: Cooperativismo y crdito agrario en la regin
de Murcia, pp. 123-167; MARTNEZ CARRIN, J.M.: Cambio agrcola y desarrollo capitalista. El sector
agrario murciano a finales del siglo XIX, 1875-1914, en R. GARRABOU, La crisis agraria de fines del siglo
XIX, pp. 154-155.
117
El Diario de Murcia, (2-IX-1900); MORENO, L.M.: Movilizacin campesina y catolicismo social en la
regin de Murcia, en Hispania Sacra, 41 (1989), pp. 748-749.
118
ANDRS GALLEGO, J.: Pensamiento y accin social de la Iglesia, pp. 241-263..
- 297 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Murcia, aunque hubo un intento de creacin de la Unin Sindical Catlica en 1910, con
solo una docena de sindicatos de orientacin catlica. Fue con la presidencia de Rafael
Lpez Martnez, cuando comenz a aumentar su nmero hasta llegar a sobrepasar la
treintena de asociaciones, con sindicatos en Alcantarilla, Alguazas, Alhama, Archena,
Bullas, Beniel, Ceut, Cehegn, Molina, Moratalla, Mula, Totana y Murcia (18 pedanas),
que no se orientaban a las reivindicaciones laborales sino hacia la ayuda a sus socios
cuando quedaban parados o enfermos y a la educacin moral y tcnica, porque ponan
el nfasis sobre todo en la educacin cristiana del sistema tradicional de vida119.
119
AHPM: GOB,6580/19-32, Federacin de Sindicatos Catlicos de Murcia (n 1578). Entretanto se haban
creado el Sindicato Catlico Agrario (Caada Hermosa, Murcia) (1906/n 1000); Sindicato Catlico Agrario
y Cooperativa Agrcola (Archena) (1913/n 1539); Sindicato Agrcola Catlico (Javal Nuevo, Murcia)
(1913/n 1556); Sindicato Agrcola Catlico de Puente Tocinos (1913/n 1602), Sindicato Agrcola Catlico
de Llano de Brujas (1913/n 1603), Sindicato Catlico Obrero de La ora (1914/n 1626), Sindicato
Agrcola Catlico de Alcantarilla (1914/n 1655), Sindicato Agrcola Obrero de El Palmar (1914/n 1660),
Sindicato Catlico Agrcola de Nonduermas (1914/n 1719), Sindicato Catlico Agrcola de Llano de Brujas
(1915/n 1735), Sindicato Agrcola Catlico de El Esparragal (1915/n 1746), Caridad del Obrero de La
Aljorra de Cartagena (1915/n 1747), Jess Aparecido Obreros Agricultores de Moratalla (1915/n 1750);
Sindicato Agrcola Catlico (El Esparragal, Murcia) (1915/n 1746); Sindicato Catlico Agrcola (Molina de
Segura) (1916/n 1783); Sindicato Catlico Agrcola (Ulea) (1916/n 1805).
120
MARTNEZ SOTO, A.P.: Cooperativismo y crdito agrario, pp. 146-156; Las vas de financiacin de
la agricultura murciana entre 1870-1936, en Agricultura y Sociedad, 84 (1997), pp. 49-106. Fue el obispo
P. Vicente quien tuvo que escribir una carta personal a los prrocos para que dedicasen su esfuerzo en
asentar la Federacin Catlico-Agraria y poner en marcha un cooperativismo confesional, bajo la direccin
y tutela del Consejo Diocesano de Accin Social, que fuese capaz de atraerse al campesinado modesto
ante el aumento que experimentaron los sindicatos de resistencia con el aumento de conflictividad y
huelgas agrarias capitalizadas por las sociedades de obreros agrcolas afiliadas al PSOE-UGT (con
episodios graves como en la huelga general de 1917 en Yecla) que fueron el detonante para que
confluyeran los intereses de la gran propiedad, autoridades de la provincia y el obispado de Cartagena.
- 298 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
121
AHPM: GOB,6580/37-45: Federacin Catlico Agraria (Murcia) (1917/n 1848); Sindicato Agrcola
Catlico (Javal Nuevo, Murcia) (n 1856); Sindicato Catlico Agrario (Puente Tocinos, Murcia) (n 1879);
Sindicato Catlico Agrario (La Raya, Murcia) (n 1888); Sindicato Catlico Agrario (Alguazas) (n 1895);
Sindicato Catlico Agrario (Torrealta, Molina de Segura) (n 1900); Sindicato Catlico Agrario (Guadalupe,
Murcia) (n 1901); Sindicato Catlico Agrario (Puebla de Soto, Murcia) (n 1905); Sindicato Catlico
Agrario (Monteagudo, Murcia) (n 1906); Sindicato Catlico Agrario (Ceut) (n 1913); Sindicato Catlico
Agrario (Alhama de Murcia) (n 1917); Sindicato Catlico Agrario y Obrero (Javal Viejo, Murcia) (n
1925); Sindicato Catlico Agrario (Churra) (n 1928); Sindicato Catlico Agrario (Zarandona, Murcia) (n
1930); Sindicato Catlico Agrario (Torreagera, Murcia) (n 1958); Sindicato Catlico Agrario (Beniel) (n
1962); Sindicato Catlico Agrcola (Cehegn) (n 1967); Sindicato Catlico Agrario (Totana) (n 1968);
Sindicato Catlico Agrario (Alquera y Fuente del Pino, Jumilla) (n 1974); Sindicato Catlico Agrario (El
Palmar, Murcia) (n 1982); Sindicato Catlico Agrario (Albatala, Murcia) (n 1991); Sindicato Catlico
Agrario (Espinardo, Murcia) (n 1994); Sindicato Catlico Agrario de la Pursima Concepcin (Yecla) (n
1998); Sindicato Catlico Agrario (Era Alta, Murcia) (n 1999); Sindicato Catlico Agrario (Albudeite) (n
2008); Sindicato Catlico Agrario (Santomera) (n 2010); Sindicato Catlico Agrario (La Arboleja, Murcia)
(n 2012); Sindicato Catlico Agrario (San Benito, Murcia) (n 2015); Sindicato Catlico Agrario (Jumilla)
(n 2019); Sindicato Catlico Agrario (Lobosillo, Murcia) (n 2039); Sindicato Catlico Agrario (Fortuna)
(n 2040); Sindicato Catlico Agrario (Zeneta, Murcia) (n 2043); Sindicato Catlico Agrario (Sangonera La
Seca, Murcia) (n 2044); Sindicato Catlico Agrario (Lorqu) (n 2047); Sindicato Catlico Agrario (San
Pedro del Pinatar) (n 2054); Sindicato Catlico Agrario (Campos del Ro) (n 2062); Sindicato Catlico
Agrario (Blanca) (n 2071); Sindicato Catlico Agrario (Librilla) (n 2084); Sindicato Catlico Agrcola
(Calasparra) (n 2102); Sindicato Catlico Agrario (Corvera Alta, Murcia) (n 2111); Sindicato Catlico
Agrario (Torre Pacheco) (n 2124); Sindicato Catlico Agrario (Las Torres de Cotillas) (n 2126); Sindicato
Catlico Agrario (San Javier) (n 2137); Sindicato Catlico Agrario (Puente Tocinos, Murcia) (n 2141);
Sindicato Catlico Agrario (Cieza) (n 2142); Sindicato Mixto Catlico Agrario (Villanueva del Ro Segura)
(n 2148); Sindicato Catlico Agrario (Alqueras, Murcia) (n 2151); Sindicato Catlico Agrario (Ojs) (n
2169); Sindicato Catlico Agrario (Sangonera La Verde, Murcia) (n 2171); Sindicato Catlico Agrario
(Sucina, Murcia) (n 2194); Sindicato Catlico Agrario (Ychar, Mula) (n 2205); Federacin Obrera del
Sindicato Catlico (Murcia) (1918/n 2237).
122
El Eco de Cartagena, (21-I-1913). AHPM: GOB,6580/15-34: Sindicato Obrero de San Jos (Murcia)
(1913/n 1407). Tambin hubo un Centro de Estudios Sociales (Cartagena) (1903/n 760); Centro de
Estudios Sociales (Mazarrn) (1904/n 859); Centro de Defensa Social (Murcia) (1910/n 1244); Centro de
Defensa Social (Javal Viejo, Murcia) (1914/n 1708).
- 299 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
del obrero, haciendo cuanto est de su parte para cristianizarlo, en primer trmino, y
darle la cultura profana necesaria en armona con sus necesidades, pero s se
convirti en centro de numerosas y frecuentes conferencias de formacin.
123
EGEA BRUNO, P.M.: Sindicalismo cristiano en la sierra minera de Cartagena y en la dicesis de
Orihuela. Dos modelos de comportamiento sindical en el Levante espaol (1890-1920), en Anales de
Historia Contempornea, 1 (1982), pp. 195-196.
124
El Eco de Cartagena, (20-VI-1918): presidente (Serafn Muoz), vicepresidente (Pascual Aguilar),
secretario (Faustino Garrido), contador (Antonio Meroo), tesorero (ngel Saura) y vocales (Tesifn Soto,
Juan Garca y Juan Expsito).
125
EGEA BRUNO, P.M.: Sindicalismo cristiano en la sierra minera de Cartagena, pp. 198-199.
126
AHPM: GOB,6580/36-42: Centro Instructivo de Obreros Catlicos (Cartagena) (1916/n 1808); La Paz
Obreros Catlicos Albailes Constructores (Murcia) (1916/n 1842); La Fraternidad, Obreros Catlicos
Carpinteros (Murcia) (1916/n 1843); La Caridad, Obreros Catlicos Tipgrafos (Murcia) (1916/n 1844);
Gremio Catlico de Obreros albailes y similares (Murcia) (1917/n 1854); La Fe Maestros Catlicos de
Oficios Varios (Murcia) (1917/n 1858); La Esperanza Gremio Catlico de Obreros de Oficios Varios
(Murcia) (1917/n 1859); Gremio Catlico de Obreros Zapateros y Similares El Progreso (Murcia) (1917/n
1861); Gremio Catlico Maestros Metalrgicos La Templanza (Murcia) (1917/n 1862); Gremio Catlico de
Obreros Sombrereros La Proteccin (Murcia) (1918/n 1863); Gremio Catlico de Obreros Pastores y
- 300 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Similares La Unin (Murcia) (1918/n 1864); Gremio Catlico de Obreros Chafferris y Similares (Murcia)
(1918/n 1868); Sindicato Catlico de los Ferroviarios (Murcia) (n 2292); Sindicato Catlico Obrero de
Mineros Espaoles (La Unin) (1918/n 2057); Sindicato Catlico Obrero Alpargatero (Caravaca) (1919/n
2103); Sindicato Catlico Obrero (Alumbres, Cartagena) (1919/n 2110); MORENO FERNNDEZ, L.M.: El
Crculo de Obreros, pp. 79-102.
127
Boletn Oficial de la Provincia de Murcia (11, 12-V-1908). Fue competencia de los gobernadores civiles
provinciales desde 1833, aunque tambin intervinieron la Diputacin y los Ayuntamientos (1835-1842,
1854-1855 y 1868-1874). La gestin administrativa fue llevada durante la Restauracin por medio de la
Junta Provincial de Beneficencia y la Secretara General del gobierno civil.
128
FLORES ARROYUELO, F.J.: Sociedad Murciana e Ilustracin, en Murgentana, 49 (1977), pp. 5-73. En
1781 se crearon en Murcia las Juntas de Caridad con la ayuda de los alcaldes de barrio y los vecinos que
deban administrar las limosnas con las que socorrer a los necesitados. Los Estatutos elaborados por
Mateo Pardo de la Casta establecan la formacin de una Diputacin de Caridad en la que se integraran
las once parroquias de la ciudad, que proporcionaban cuatro diputados encargados de pedir la limosna,
con un administrador y dos secretarios, estableciendo un riguroso orden a la hora de socorrer las
necesidades. Su mxima preocupacin era distinguir al falso pobre, del autntico, al que haba que reducir
obligatoriamente la casa de Misericordia, por lo que el corregidor de Murcia Joaqun Pareja de Obregn
prohibi en 1784 la mendicidad en la ciudad y la huerta e inici una campaa contra los criterios
restrictivos de la caridad social sostenidos hasta entonces por las cofradas para con sus miembros.
- 301 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
por la poblacin entera: la idea de constituir Juntas Parroquiales, en lo que hemos estado
siempre, para socorro de los pobres 129. Se ve en esta iniciativa la mutua imbricacin
que exista entre las instituciones caritativas presentes en la dicesis y las corporaciones
municipales para hacer frente a las mltiples necesidades sociales130.
129
El Diario de Murcia, (13-VIII-1889).
130
Ibidem: El proyecto ya se ha acariciado hace tiempo y se ha llevado a efecto en algunas parroquias,
pero no se ha dado una forma para que sus resultados sean tan generales y eficaces como fuera
menester. Ante el azote peridico insistente de las calenturas y de otras enfermedades, que si no
diezman, aniquilan a los pobres de la huerta y barrios extremos de la ciudad, el seor alcalde, de acuerdo
con la prensa local, ha iniciado la idea de constituir una sociedad permanente de socorros a los pobres,
contando con el apoyo valioso de la autoridad eclesistica y con todas aquellas personas que siempre han
estado propicias a hacer el bien de esta ciudad. A este efecto, uno de estos das se repartir una circular
en la que se har conocer algo de lo que alcanza este pensamiento. Dicha circular la suscribirn
particularmente el seor alcalde y el Sr. provisor de este obispado, que ayer, cuando los representantes de
la prensa con el Sr. Pagan, le invitaron a patrocinar esta obra humanitaria, lo acept gustossimo y
aplaudi el pensamiento creyendo as interpretar tambin el sentimiento caritativo del bondadoso Sr.
obispo. Para el prximo lunes, a las nueve de la maana, se invitar a una reunin, a los seores curas
prrocos, mdicos titulares, tenientes de alcaldes y directores de los peridicos locales, a fin de dejar ya
constituidas dichas juntas parroquiales, y una directiva, que desde luego pongan mano en la realizacin de
esta obra altamente piadosa. Uno de los fines de esta, y acaso no lejano, puede ser el establecimiento de
una tienda asilo, donde a imitacin de otras poblaciones, se d alimento, ya al enfermo, ya al
convaleciente, o ya al trabajador que se vea privado de poder ganar un jornal con que atender al
mantenimiento de su familia; AHPM: GOB,6580/01: La Caridad Murciana (Murcia) (1889/n 076).
131
El Diario de Murcia, (18, 20, 21, 25-VIII, 4, 24-IX, 17-XII-1889; 2-I-1890).
132
El Diario de Murcia, (31-X-1890). Lo del da (por J.M. Tornel).
- 302 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
a travs del peridico El Liberal de Murcia para volver a impulsarlas en 1910. Recibi la
crtica del diario catlico La Verdad, para no multiplicar las obras de caridad que ya
existen en la ciudad y perjudicarlas, pero Tornel en su respuesta situ el verdadero
problema del movimiento catlico murciano en su falta de iniciativa, pues lo difcil en
Murcia es hacer, es moverse. En tratndose de obras de caridad todo el mundo dice:
cuente usted con el bolsillo con arreglo a mis fuerzas, pero no me nombre usted nada,
ni me designe para ningn cargo, cuando esto es lo ms necesario muchas veces! y
resulta imposible realizar el santo ideal cristiano de que no haya en esta ciudad nadie
sin los socorros, la proteccin y el consuelo necesarios133.
133
El Liberal de Murcia, (8-V-1910); cfr. (24, 28, 29-V, 1, 6, 8, 22-VI, 1-VI y 16-XII-1910; 6-I, 4, 5, 14-II-
1911). Hasta entonces la iniciativa de colaboracin con la Iglesia haba partido de las autoridades locales,
pero la prensa pidi el cambio del alcalde liberal y critic duramente su pasividad y dejadez en el
sostenimiento de las tradicionales Juntas de Caridad. Tornel pretendi que todas las parroquias se
comunicaran entre s como vasos comunicantes para erradicar la pobreza de Murcia en un esfuerzo
conjunto, mostrando que asuma de manera anticipada los modernos mtodos de ejercer la caridad, y
dar cuenta de sus progresos y debilidades al indicar que no todas las parroquias funcionaron de la misma
manera, habiendo respondido muy bien las del Carmen, San Bartolom y San Pedro, mientras San
Lorenzo no ha hecho nada y otras han hecho lo que han podido: (26-XII-1911), Diario de Murcia
(por J.M. Tornel).
134
La inmensa mayora de expedientes en los fondos documentales de la Administracin Provincial de
Gobernacin y Fomento de Murcia al Archivo Histrico Provincial de Murcia hacen referencia a
Instituciones o Fundaciones con sede en la ciudad de Murcia (58), siguindole en importancia aqullas
radicadas en Lorca (16), Cartagena (14), Yecla (10), Mula (8), Caravaca y Moratalla (7), Cieza y Mazarrn
(6), Totana (5), Cehegn y Jumilla (4); La Unin, Pliego y San Javier (2), y Abanilla, Alcantarilla, El Algar-
Cartagena, Alguazas, Blanca y Helln (1). Por el volumen de documentacin destacan las Pas Fundaciones
del Cardenal Belluga en Murcia, el Hospital de San Juan de Dios (Murcia), La Casa de Misericordia y de
Hurfanos (Murcia) y el Hospital de la Pursima Concepcin de Mula. En cuanto a la tipologa de
establecimiento de beneficencia predominan los Hospitales (83 expedientes: Abanilla), Casas de Expsitos
(17 expedientes), Casas de Misericordia (12 expedientes) y en menor nmero Casas de Dementes, Casas
de Maternidad y diversas Obras Pas: Hospital de Abanilla, Fundacin Salvador Molina Pagn de
Alcantarilla, Asociacin La Caridad de El Algar-Cartagena; Patronato de Don Alonso Faura y Perea de
Alguazas, Casa Hospital de Blanca; Casa de Expsitos (2), Hospital de la Caridad y Hospital Provincial (4)
de Caravaca; Asilo de Hurfanas Pobres e Hijas de Trabajadoras, Casa de la Misericordia (3), Casa de
Expsitos (6), Psito de San Antn-Monte de Piedad, Santo Hospital de la Caridad (2) y Sociedades de
Socorros Mutuos de Cartagena; Hospital de la Real Piedad y Hospital Municipal (3) de Cehegn; Hospital de
San Pedro, Hospital de Distrito, Hospital Municipal y Hospital Provincial (3) de Cieza; Asociacin La Caridad
de Helln; Casa de Expsitos (2) y Hospital del Espritu Santo (2) de Jumilla; Hospital Municipal (2) de La
Unin; Casa de Beneficencia (3), Casa de Expsitos (2), Hospital, Hospital de la Beneficencia (3), Hospital
de San Juan de Dios (2), Casa de Beneficencia (2) y Obra Pa de Don Francisco Gmez Carralero (2) de
Lorca; Obra Pa de Don Jaime de Limiana de Mazarrn (6); Hospital de San Camilo de Lelis (5) y Hospital
Municipal (2) de Moratalla; Hospital de la Pursima Concepcin (7) y Hospital Municipal de Mula; Casa de
- 303 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El Asilo de la Pursima Concepcin, fundado en 1902 por los sacerdotes Diego Lpez
Tuero y Enrique Quesada. Estaba regido por las Hermanas de la Caridad y proporcionaba
alimentacin a nios pobres y a obreros de ambos sexos, con sus comedores, escuelas
de nios y su escuela de Artes y Oficios137. Los mendigos podan retirar su plato de
comida, aunque los principales beneficiarios eran los trabajadores de las fbricas de
Seda, muy especialmente las huertanas hilanderas que venan a la fbrica, antes que
saliera el sol, y no volvan a sus casas despus de oscurecer. La fundacin se sostena
a base de suscripciones, de rentas y con el producto recaudado al vender comidas para
que recibieran educacin e instruccin gratuitas los prvulos del barrio de San Antn y
los de la huerta cercana, llegando, incluso, a tener una Editorial grfica138.
A los que haba que sumar la Casa de Expsitos y Maternidad (fundada por el cardenal
Belluga en 1741), La Casa de Misericordia y Hurfanos (fundada en 1752) y el Manicomio
Dementes, Casa de Expsitos y Maternidad (5), Casa de Misericordia y de Hurfanos (8), Casa de Mujeres
Recogidas (5), Cofrada de la Pursima Concepcin, Colegio Seminario de San Isidoro, Congregacin de
Nuestra Seora de la Asuncin, Hospital Civil y Militar (2), Hospital de Convalecencia (5), Hospital de la
Caridad (6), Hospital de San Juan de Dios (9), Casa de Misericordia y Crcel, Junta Provincial de
Beneficencia, Obra Pa de Don Andrs Rivera Carranza (3) y Pas Fundaciones del Cardenal Belluga (10) de
Murcia; Obra Pa de Doa Jernima Gutirrez de la Torre (2) de Pliego; Hospital de San Javier (2);
Hospital de la Caridad y Hospital de la Pursima Concepcin (4) de Totana; Caja de Ahorros y Monte de
Piedad (2), Casa Asilo, Hospital de Caridad (6) y Hospital Municipal de Yecla. MONTOJO MONTOJO, V.:
Orden pblico y beneficencia en la Murcia contempornea. Su incidencia sobre mujeres y nios, en
Anales de Historia Contempornea, 19 (2003), pp. 327-346.
135
El Diario de Murcia, (4-I-1895).
136
El Diario de Murcia, (18-VIII-1889; 22-V, 28-VIII-1892).
137
El Diario de Murcia, (21-III-1903); El Liberal de Murcia, (1 y 2-XII-1903).
138
El Liberal de Murcia, (17-I-1912).
- 304 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
(fundado en 1892) en los que prestaban sus servicios y administracin las Hijas de la
Caridad. En la Junta Auxiliar de la Casa de Misericordia estaban Isidoro de la Cierva y
Tornel, habindose creado tambin una Junta de Seoras voluntarias139.
El Hospital de Caridad estuvo regentado desde octubre de 1902 por una Asociacin
Hospitalaria y su director fue el prroco de la Iglesia del Rosario, Eloy Villena Gmez142,
con el fin especfico de la asistencia de heridos en accidentes laborales de las fbricas y
la minera, pero posea una sala de enfermos comunes. Incluso el nuevo Hospital de la
Unin fue entregado por la corporacin al servicio de las Siervas de Jess despus de
llegar a un acuerdo con el obispado143. Funcionaba tambin en esa localidad minera el
Asilo regentado por las Carmelitas de la Caridad.
139
El Liberal de Murcia, (14, 19-III, 5-VI-1909).
140
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero, pp. 246-256.
141
El Diario de Murcia, (19-X-1892).
142
El Diario de Murcia, (1-II-1893).
143
El Diario de Murcia, (2-II, 8-V-1893).
- 305 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Las cocinas econmicas eran los establecimientos ms frecuentados por los obreros
y sus familiares. La mejor dotada fue la Tienda-Asilo de Nuestra Seora de la Fuensanta,
144
El Diario de Murcia, (14, 18-XI-1890). El Reglamento aparece en 13-XII-1890; AHPM: GOB,6580/03-31:
Tienda Asilo (Murcia) (n 164).
145
El Diario de Murcia, (28-XII-1890;).
146
Ibidem. Cfr. El Diario de Murcia, (3-X-1891; 9-XI-1893).
147
LPEZ GMEZ J. HERRERO CARCELN, M.: Beneficencia en Murcia. Cien aos, pp. 13-16.
148
AHPM: GOB,6580/03-31:Tienda Asilo de San Pedro (1897/Cartagena) (n 293); Tienda Asilo
(Cartagena) (1902/n 604); Tienda Asilo (Mazarrn) (1904/n 906); Tienda Asilo (El Palmar, Murcia)
(1911/n 1324); Tienda Asilo de Nuestra Seora de la Consolacin (Molina de Segura) (1911/n 1347);
Tienda Asilo (asociacin, Alhama de Murcia) (1913/n 1596).
- 306 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
A ella acudan los obreros de la huerta y las hijuelas que trabajaban en la ciudad,
donde permanecan desde primera hora de la maana hasta la noche, las viudas con
sus hijos y las madres que, debido a lo exiguo del jornal que perciba el marido,
carecan de recursos con que atender a su manutencin, o los obreros y sus familias
que vivan exclusivamente de lo poco que ellos ganaban. El da que escaseaba el
trabajo el nmero de raciones aumentaba desproporcionadamente. En 1906 atenda
unos 100 pobres diarios y Tornel sola retratar en su peridico el estado de la Tienda
Asilo como el termmetro de la caridad en Murcia151.
Tambin exista una cocina econmica en Cartagena, fundada en 1892 por el alcalde
conservador Jacinto Conesa Garca, para dar comida
diaria a los obreros, a un precio reducido, que en
ocasiones llegaban a ms de mil. Estaba regentada las
Siervas de Jess y entre otros fines auxiliares se
encontraba el suministro de alimento para nios
desamparados. El Liceo de Obreros, fundado tambin
por Conesa (1-XI-1900), daba instruccin elemental
a los nios desamparados, con capacidad para 600, y en rgimen nocturno para los
adultos con asignaturas como dibujo, matemticas y laboreo152.
Las Conferencias de San Vicente de Pal fueron las pioneras en introducir en Murcia
la dinmica social abierta por F. Ozanam y fueron implantadas por Segismundo Moret y
Prendergast, quien haba asistido a las creadas en Madrid por Santiago Masarnau (en
149
El Diario de Murcia, (17-I-1891).
150
El Diario de Murcia, (9-II-1901).
151
El Diario de Murcia, (16, 22-VII, 1-IX-1893; 31-I-1909; 28-I-1911).
152
El Diario de Murcia, (7-V-1893).
- 307 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
1849) y aprovech la estancia de unos meses en Murcia con su familia para introducir
los ideales del primer catolicismo social en algunos seglares murcianos como Mazn,
Prez Calleja, Lacanal, Montiel y otros simpatizantes, que se reunieron en la iglesia de
Santo Domingo el 21 de septiembre de 1856 para fundar la Conferencia de Santa Mara.
Pronto le siguieron las parroquias de San Lorenzo, San Pedro, San Nicols, San Miguel.
Cuando hubo ms de tres conferencias se constituy el Consejo Provincial, de acuerdo
con la unificacin que peda su reglamento. Los presidentes que se sucedieron al frente
fueron Mazn, Prez Calleja, Palarea y Snchez de Palencia, cuya labor se plasm en la
fundacin de diversas obras sociales, que se convirtieron en instituciones benficas de
carcter permanente: escuelas nocturnas, dormitorio de pobres, ropero y cocina
econmica, que seran luego sustituidas por las del Crculo Catlico de Obreros153.
Una institucin caritativa muy apreciada en Murcia era el Pan de San Antonio,
nacida el 13 de junio de 1902 sobre la base del cepillo de la Catedral para los ms
pobres154. Se reservaba para los mendigos, llamados pobres vergonzantes, sin que
intervinieran en su distribucin los prrocos, porque los obreros que acudan a la
tienda-Asilo no queran mezclarse con ellos por su mendicidad y por la repugnancia que
les produca su modo de vida y condiciones higinicas 155. Su labor se centraba, por
tanto, en los pobres que solan pedir por las calles y en las puertas de las iglesias.
Tambin prest un gran servicio caritativo El Asilo de Lourdes, creado por el activo y
Padre Antonio Gallego en el populoso barrio de San Juan, aunque acab siendo puesto
en entredicho por el mismo obispado. Se ubic en el edificio donde tradicionalmente se
reunan los masones de la ciudad, en el n 2 de la plaza de San Juan, y en poco tiempo
consigui arraigarse en la ciudad porque abri talleres para ensear los oficios ms
bsicos a los nios hurfanos, dndoles as el sustento; incluso se cre una escuela en
la que los seglares impartan enseanzas con nuevos mtodos pedaggicos, que
fueron muy criticados por su liberalidad156.
Fue muy frecuente la formacin, de forma ocasional y con ocasin de las mltiples
catstrofes que sucedan en Murcia, de Juntas de Ayuda que siempre estuvieron
153
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Las clases trabajadoras y la formacin del sindicalismo aconfesional en
Murcia (1890-1923), Cartagena, Concejala de Cultura del Ayuntamiento, 1989, pp. 63-67. En 1907 se
fundan en La Unin: AHPM: GOB,6580/21: Conferencia S. Vicente de Pal (La Unin) (n 1062).
154
El Diario de Murcia, (13-V-1902).
155
El Diario de Murcia, (7-V-1899).
156
El Liberal de Murcia, (13-VII-1907).
- 308 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
En Murcia haba varios Roperos para gente pobre y necesitada, como el de la Srta.
Victoria, en el que estaba Isidoro de la Cierva con los prrocos de la ciudad 160 . La
beneficencia catlica ir modernizando sus mtodos de captacin de ayudas y a partir de
1907 comienza a llamarse veladas de caridad a los actos benfico-sociales en los que,
a travs de banquetes y musicales, se recaudaban fondos161. Poco a poco se fueron
desplegando los instrumentos necesarios para crear los rganos de atencin social de la
dicesis en las diversas localidades, en los que participaban ya de manera activa los
laicos (sobre todo las mujeres), que irn abriendo paso a la Accin Catlica162.
157
El Liberal de Murcia, (3-X-1891; 6 al 14-VIII, 30-IX-1906; 6, 16-I-1909).
158
El Diario de Murcia, (20-I-1892).
159
El Diario de Murcia, (24-II-1893).
160
El Liberal de Murcia, (5 y 18-XII-1909).
161
El Liberal de Murcia, (21-IX-1907).
162
AHPM: GOB,6580/20-50: Centro de Asociacin Catlica (Totana) (1906/n 1020); Academia Catlica
(Cartagena) (1907/n 1061); Asociacin de Seoras para La Accin Catlica Social (Murcia) (1907/n
1064); Juventud Catlica (Murcia) (1909/n 1173); Centro de Defensa Social (Murcia) (1910/n 1244);
Centro Catlico de Accin Social (Yecla) (1910/n 1297); Asociacin de Seoras para la Accin Catlica
Social (Cieza) (1911/n 1397); Centro Instructivo de Accin Social Interparroquial (Jumilla) (1914/n
1667); Centro de Defensa Social (Javal Viejo, Murcia) (1914/n 1708); Juventudes Catlicas (Murcia)
(1917/n 1890); Accin Catlica Espaola (Mula) (1918/n 2092); Juventud Catlica (Espinardo, Murcia)
(1919/n 2101); Accin Catlica Espaola (Albudeite) (1919/n 2163); Accin Catlica de la Mujer
(Murcia) (1920/n 2291); La Accin Social Alhamea (Alhama) (1920/n 2361); Centro de Accin Catlico-
Social (Cartagena) (1923/n 2503).
- 309 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
faltas de coordinacin, en los que estaba muy presente la clsica mentalidad de las
iniciativas benfico-caritativas, por considerar que la raz del problema social era de
orden religioso-moral y no estructural o de orden poltico-econmico.
163
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo social (10-II-1902), en BOEDC, 34 (1902), pp. 68,
69, 71-72.
164
Ibidem, pp. 57-59. Para cuyo cumplimiento se requiere la influencia benfica de la Iglesia y su gracia:
Sabis por qu? Porque en el seno de la sociedad est Dios consagrando la autoridad de los que
gobiernan y viviendo en el corazn de los sbditos, porque all est Dios, calmando con su religin de
caridad y de paz las pasiones y mitigando los dolores humanos con las inefables esperanzas del cielo, y
oponiendo a las sublevaciones del alma humana el grano de arena de su palabra soberana, el dique
infranqueable de su gracia divina, contra la cual se estrella el fiero rebramar de las pasiones.
165
Ibidem, p. 60. Acudir al ideario social donosiano para justificarlo, pues en este mundo, dice a este
propsito Donoso Corts, no hay ms que dos frenos capaces de mantener el equilibrio social: dos
represiones posibles, una interior y otra exterior, la represin religiosa y la represin armada o poltica, y
- 310 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
catlica o esclavitud: o la fuerza dulce y amable de la ley divina, o la ley brbara y tirnica
de la fuerza humana 166. Por ello la accin de los catlicos se situaba en una zona
ambigua de tipo benfico-asistencial y seguan situando esta nueva realidad dentro de
los esquemas legitimadores de la apelacin caridad moral como la nica solucin cristiana
a todos los problemas humanos, minusvalorando el recurso a la justicia social167.
Para Bryan ese germen malfico de las turbaciones que nos revuelven, esa virtud
perdida, ese elemento arrojado del seno de nuestro pueblo, ese principio que mantuvo
por largos siglos el equilibrio social, fuente de la paz, de la prosperidad, de la pujanza y
de la grandeza de nuestra nacin es la religin catlica y la influencia de las virtudes
cristianas, porque la fe catlica y la caridad que ella inspira han huido de los poderosos
mientras la humildad y la paciencia cristiana ha sido expulsada del alma del obrero y
del pobre. En consecuencia, los ricos y grandes del mundo han olvidado su condicin y
sus oficios de representantes de la divina providencia y padres del menesteroso,
mientras que los pobres y los obreros sin esperanzas eternas, sin paciencia cristiana no
sufren, no pueden sufrir resignados las privaciones de la pobreza y los dolores de la
vida y se alzan contra sus opresores en tumultuosas manifestaciones, perturbadoras
del orden y precursoras de la ms profunda anarqua168.
es un hecho constantemente comprobado por la historia de todos los siglos que cuando el termmetro de
la represin religiosa desciende, se ve inmediatamente que el termmetro de la represin poltica sube.
166
Ibidem, pp.60-61. Incluso se reafirmar en esos principios al indicar que si desgraciadamente, o por
castigo del cielo, disminuyera todava ms el influjo de nuestra religin en la vida pblica, la sociedad
caer necesariamente en la ms espantosa tirana. Porque como no puede concebirse la vida social sin la
represin de las ambiciones desmedidas, de las venganzas y de los odios, sin la represin de la licencia y
de la codicia, de la injusticia y del robo, sin la represin del tahr y del asesino, precisa que llegue al fondo
de los corazones y alcance al seno de la familia o la influencia de la religin o la fuerza de la ley humana.
167
SANZ DE DIEGO, R.M.: El P. Vicent: 25 aos de catolicismo social en Espaa (1886-1912), en
Hispania Sacra, 38 (1981), pp. 323-372.
168
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo social (10-II-1902), en BOEDC, 34 (1902), pp. 53-54.
169
NOVELLA SUREZ, J.: El pensamiento reaccionario espaol (1812-1975). Tradicin y contrarrevolucin
en Espaa, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, p. 106.
- 311 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Resulta expresivo el testimonio del sacerdote Jos Clares, dedicado al trabajo pastoral
social, que hablaba de las deficiencias que encontraba reflejadas en el catolicismo de
170
Ibidem, 55-56. Su ausencia ha oscurecido y envenenado las cuestiones de economa poltica, de
capital y salario, las relaciones entre patronos y obreros, entre los ricos y los pobres, y pretende echar por
tierra, si se le permitiera, todo el edificio social. Crear una sociedad sin Dios lleva a negar a Dios como
principio y fundamento de los elementos constitutivos de la sociedad y del orden social, de la autoridad y
de la libertad, del trabajo y de la diversidad de jerarquas y clases, le niega la razn de legislador supremo
de la vida social y de fin ltimo de las entidades colectivas es una monstruosidad y un imposible moral.
171
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena-La Unin, pp. 173-177, 268-272.
- 312 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
los mineros de La Unin, porque rompan con las prcticas religiosas normales en la
Iglesia y no frecuentaban los sacramentos. Escribi una carta abierta para poner de
relieve la fra indiferencia del capitalista y del obrero en materia de religin catlica
apostlica-romana porque no podr negarse que los mineros no cumplen, ni pueden
cumplir, con el precepto de santificar las fiestas oyendo misa y dando reposo a su cuerpo
y esto prueba el menosprecio y la burla que se hace de la Iglesia catlica apostlica-
romana y de sus santos y saludables mandamientos por los hombres ambiciosos y
deseosos de enriquecerse, porque no basta con la existencia de capillas en casi todos
los centros mineros. Pues para qu sirven? si tiene La Unin, centro minero por
excelencia, 25.000 almas y dos pequeas capillas en las dos distintas parroquias 172.
La poca asistencia religiosa hace que sean suficientes para dar cabida a los pocos
fieles que asisten a cumplir con el precepto de que venimos hablando173. Concluir su
argumentacin afirmando que se trata de un raciocinio que no tiene vuelta de hoja. En
el sentido catlico y cristiano, fe y religin son una misma cosa; la fe sin obras, es fe
muerta e intil; o lo que es lo mismo, vivir sin obras es vivir sin fe; del mismo modo,
Dios y religin son dos palabras inseparables, puesto que la religin es hechura de Dios
mismo, fundada por su Unignito Hijo en el patbulo de la Cruz; luego vivir sin religin
cristiana es vivir sin Dios; luego vivir sin cumplir con los preceptos (obras) de la religin,
es vivir sin Dios. Este es el dogma catlico, y esta es la verdad cristiana por dura que
sea; mucho muchsimo debemos esperar de la inagotable misericordia de Dios, pero
mucho muchsimo tambin debemos temer de su tremenda justicia 174.
172
El Diario de Murcia, (2-XI-1902). Me ratifico (por J. Clares).
173
Ibidem. Y si es del precepto de la confesin, echemos un velo: tampoco se ignorar que la confesin
auricular, junta con la atricin o contricin perfecta, es absolutamente necesaria para conseguir la felicidad
eterna y que no solo es bastante que el obrero sea creyente, porque tenga alguna devocin a su modo
entendida, a tal o cual santo, o porque toque con sus speros dedos la cruz bendita al bajar a la mina,
para que sea recibido por los amantes brazos del Dios de la misericordia; al lanzar el ltimo aliento, si no
da seales de verdadero arrepentimiento al sacerdote, se necesita un acto de contricin tan sincero, tan
grande, tan perfecto, un amor tan puro y tan vehemente de la criatura para con el Creador para salvarse
sin confesin, que es muy raro se d en nosotros mseros mortales: hay que ser creyentes, pero creyentes
con obras, y las obras son todos los preceptos de nuestra santa religin sin dejar de cumplir uno siquiera.
174
Ibidem.
175
ROBLES MUOZ, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin (1875-1900), en Murgentana,
79 (1989), pp. 69-105.
- 313 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
multitud de emigrantes llegados para trabajar en las minas. El obispo Mariano Barrio
(1847-1860) ya percibi el olvido total de las prcticas religiosas en la zona, hasta el
punto de afirmar que eran muchos quienes de hecho vivan fuera de la Iglesia, mientras
que otros no se acercaban a los sacramentos y se estaban alejando desde haca muchos
aos176. Para J.B. Vilar se deba, ms bien, a las deficiencias del clero, mal seleccionado
o poco formado, y a la escasa cooperacin de los fieles177, aunque, sin duda, tambin
estuvo presente la excesiva extensin de las parroquias y la penuria de medios
econmicos, con la consiguiente escasez de clero preparado para las nuevas realidades,
por lo que no recibieron una atencin pastoral adecuada.
176
IRIGOYEN LPEZ, A. GARCA HOURCADE, J.J.: La religiosidad de los murcianos en la segunda mitad
del siglo XIX. El juicio de los obispos de Cartagena, en EGEA GRUNO, P.M. GARCA HOURCADE, J.J.
(coords.): Javier Fuentes y Ponte (1830-1903), pp. 57-86.
177
VILAR, J.B. EGEA BRUNO, P.M. VICTORIA MORENO, D.: El movimiento obrero en el distrito minero
de Cartagena-La Unin, pp. 88-95.
178
Ibidem, pp. 95-98. Se quiso recuperar garantizando la enseanza de la doctrina cristiana como base
nica y segura de salvaguardar el orden moral y social, pero no debieron de surtir mucho efecto por la
desidia del clero y el rechazo popular. Egea Bruno recuerda cmo en 1856 el pueblo minero de Herreras
pretendi erigirse en parroquia y todas las instituciones locales decidieron cooperar para evitar el peligro
de la relajacin de las costumbres y la indiferencia religiosa, recordando que hay personas que pasan
meses y aos sin or la palabra de Dios, de cuya existencia hay muchos que no tienen conocimiento, y que
ni an saben santiguarse, y no se acercan a la Iglesia y los sacramentos, por lo que no sirve de freno a
sus vicios morales. En 1859 seran los vecinos de El Garbanzal quienes, debido a la lejana del cementerio
de Alumbres y ante la imposibilidad de enterrar a los muertos, con ocasin de la epidemia de clera,
pidieron ayuda para recibir atencin pastoral conjunta con Herreras. El ayuntamiento escribir al obispo
recordando la conveniencia de llevar la religin al pueblo porque la multitud lo desconoca y haca gala y
ostentacin de indiferentismo mil veces ms desolador que el conjunto de todas las sectas protestantes.
Algo similar suceda con El Algar, Portmn, San Gins y Rincn donde la circunscripcin parroquial de
Alumbres adems de su marcada extensin, est cruzada por algunas ramblas y cuando ocurren las
avenidas en ciertos periodos dificultan la administracin de los sacramentos y el sepelio.
179
ROBLES MUOZ, C.: La dicesis de Cartagena durante la Restauracin, pp. 73-75. La ciudad de
Cartagena contaba solo con una parroquia y se aprovech para transformar algunas iglesias de los
conventos en parroquias, como ocurri con el Carmen o San Diego, mientras que en los barrios ms
populosos se levantaron las nuevas iglesias de la Concepcin y Los Molinos.
- 314 -
CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
que la masa rural no senta el problema por su falta de cultura, que le impeda siquiera
tener elemental noticia de ello y nicamente la clase media estaba a nuestro lado, sin
unanimidad porque en la clase obrera el problema religioso careca de contenido, lo
resolva apartndose por completo de toda confesin y por el contrario la aristocracia
nos combata compacta, sirviendo de eficaz instrumento al poder de la Iglesia 180.
Hubo que esperar al ltimo Congreso de Santiago de Compostela (1902) para que
se notara el influjo de la encclica de Len XIII Graves de communi en el que rectificaba
la dinmica de la naciente democracia cristiana para encaminarla hacia el fomento
exclusivo de la accin social, por lo que el Congreso dedic toda su seccin IV a elaborar
un programa social que debera ser continuado por las Asambleas Diocesanas y
Regionales de las Corporaciones Catlico-Obreras y por las Semanas Sociales185.
180
FIGUEROA Y TORRES, A.: Notas de una vida (el conde de Romanones), Madrid, Marcial Pons, 1999,
pp. 340-345.
181
Reglas prcticas dirigidas a los catlicos por los Obispos espaoles con ocasin del 2 Congreso
Catlico Nacional de Zaragoza, en BOEDC, 22 (1890), pp. 263-270.
182
Resea del Congreso Catlico de Sevilla, en BOEDC, 24 (1892), pp. 281-286; Conclusiones del
Congreso Catlico de Sevilla, en 25 (1893), pp. 11-39; El Diario de Murcia, 13, 21, 25, 29-X-1892).
183
El Diario de Murcia, (30, 31-IX, 24-X, 1, 2, 7, 8-XI-1894); Junta Diocesana de los Congresos Catlicos
del obispado de Cartagena. Relacin de Socios inscritos de la dicesis, en BOEDC, 26 (1894), pp. 241-248;
Conclusiones aprobadas por el 4 Congreso Catlico de Tarragona, en 27 (1895), pp. 115-132.
184
Conclusiones aprobadas por el Congreso Catlico de Burgos, en BOEDC, 31 (1899), pp. 454-469.
185
Arrancaron en la Semana Social de Valencia (1907) y tuvieron continuidad en Sevilla (1908),
Compostela (1909), Barcelona (1910) y Pamplona (1912), en los que participaron un buen nmero de
sacerdotes murcianos. Tomaron el relevo de los Congresos tras la propuesta nacida en el seno del Centro
de Defensa Social de Madrid (26-I-1906).
- 315 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
En 1908 el nuncio Vico realiz una encuesta eclesial sobre la conveniencia de seguir
en Espaa el modelo Italiano y desarrollar el catolicismo social como plataforma de
unin de los catlicos espaoles, a travs de la cual conseguir la tan deseada unin a
nivel poltico, pero el obispo Vicente Salgado, a pesar de su fama de social, demostr
su falta de iniciativa, excusndose por no haber desarrollado las propuestas que haca en
su encuesta, pensando que se analizaran en la reunin de la provincia eclesistica,
pues las numerosas tareas pastorales le haban impedido reflexionar sobre ellas186.
186
ASV, Arch. Nunz. Madrid 690, ff. 127-128: Pax Tibi. Jumilla. Santa Visita P. y septiembre 9 del 1908.
Excmo. Sr. Nuncio Apostlico. Mi venerado Seor en Jesucristo: recibo con retardo la favorecida de V.E.
en estos retirados montes de Jumilla: de ah mi tardanza en contestar. Tambin crea yo que la
contestacin haba de ser colectiva y acordada en la conferencia episcopal de Granada y por eso no he
contestado personalmente mi parecer sobre las normas y bases de Accin catlica social. Cuando las le
nada se me ofreci en contrario. Y como quiera que ahora no puedo releerlas por no tenerlas aqu en esta
Visita creo deber prestar en todo mi asentimiento y conformidad con las normas y bases propuestas y
que tuve el honor de recibir de V.E. No tengo pues que objetar ni modificar. (sic).
187
El Liberal de Murcia, (14, 16, 17, 18, 19-IV-1909); Crnica Diocesana sobre la Asamblea Diocesana
para Cuestiones Sociales, en BOEDC, 41 (1909), pp. 173-177. Participaron el cannigo doctoral de la
Catedral de Murcia Antonio lvarez Caparrs (disertando sobre el proyecto de una Caja de Retiros para los
obreros), el murciano entonces cannigo de Toledo Francisco Frutos Valiente (la solucin catlica del
problema social), el alcalde de La Unin Jacinto Conesa (descentralizacin de la beneficencia provincial), el
ingeniero de montes Ricardo Codorniu (proteccin del ambiente rural), el diputado Isidoro de la Cierva
(fundacin de un Monte de Piedad en Murcia), el arquitecto diocesano Pedro Cerdn (proyecto de casas
baratas para obreros). Llamaron la atencin las comunicaciones que tuvieron dos mujeres, Mara de
Echarri (sobre la Accin Social de la Mujer) y Juana Guardiola (sobre la Accin de la Mujer en el hogar
domstico). Curiosamente la Asamblea se abri con el diputado carlista Manuel Senante, que disert sobre
la Accin Social de la Iglesia desde su fundacin hasta nuestros das, evidenciando que todava se
mantena la idea del vnculo que una la accin social eclesial con el carlismo.
188
El influyente Severino Aznar haba pedido el mnimo de confesionalidad para abrir los esfuerzos
eclesiales hacia el sindicalismo horizontal, recordando el ejemplo de Alemania, porque consideraba que en
el sindicato no se debera intentar imponer la fe, sino para iluminar desde la fe los principios de actuacin
social. Con el clima enrarecido llegar a decir que nuestro adversario no son solo los socialistas y los
anarquistas, ni los polticos liberales. Son los beati possidentes catlicos, que nos denuncian como
revolucionarios ante los obispos; CUENCA TORIBIO, J.M.: Catolicismo social y poltico, pp. 140-142.
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CAPTULO QUINTO: La presencia de la religin en la cuestin social y en el sindicalismo obrero
Moreno Fernndez considera que dada la poca tarda en la que se cre el crculo
catlico murciano, no experiment reajustes en su organigrama porque asuma desde el
principio funciones econmicas y sociales, y esbozaba en sus estatutos el establecimiento
del neogremialismo, pues prevean la constitucin de juntas gremiales integradas por
socios matriculados y de nmero que fuesen obreros. Estos se agruparon por secciones
de oficio; y cada una tendra un presidente puesto por quien presida el crculo, y no por
los obreros. El objetivo de estas juntas era lograr la compenetracin de intereses y la
fraternidad cristiana entre sus componentes y hubo que esperar bastante para que
desde el propio crculo se promoviera un sindicalismo mixto, ya que la presencia de
protectores se aceptaba, por ms que su funcin se redujera al apoyo pecuniario y
piensa que el retraso obedece a dos razones: la primera, porque el crculo cumpla
satisfactoriamente su cometido y, por lo tanto, careca de objeto crear otras asociaciones
similares para defender los intereses de los trabajadores; y la segunda, porque no se
hizo preciso contrarrestar un movimiento socialista o crata fuerte189.
189
MORENO FERNNDEZ, L.M.: El Crculo de Obreros y el Sindicato Obrero, pp. 93-94.
190
Tercera Asamblea Regional de las Corporaciones Catlico-obreras y Reglas prcticas para sacerdotes,
en BOEDC, 39 (1907), pp. 325-334, 403-405.
191
El Liberal de Murcia, (30, 31-I-1904).
- 317 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
al obrero del hogar y le hacen repulsivo a la sociedad, ilustrar su inteligencia para que
conozca la verdad y se aparte del error192.
El lema de La Casa del Pueblo Catlica era todo por el obrero y para el obrero 194,
pero en junio de 1913 solo haba 196 afiliados y la mayora de ellos pertenecan a los
oficios preindustriales y entre los socios protectores del sindicato catlico San Jos
Obrero se fueron deslizando los poderosos tentculos del ciervismo poltico-social, con la
presencia constante de Ricardo Codorniu Strico, Mariano Palarea Torres y Pedro Cerdn,
con una larga lista de sacerdotes diocesanos, entre los cuales prevaleci ms la
interpretacin religioso-moral, de impronta donosiana, que el ms econmico y social
de Balmes, aceptando el intervencionismo del Estado como expresin del vnculo social
que una los intereses de la Iglesia con los de la burguesa y como contrapeso social al
ejercicio prctico del liberalismo poltico y econmico195.
Desde esas coordenadas, es fcil prever que las soluciones propuestas incidieran ms
en el ejercicio de la beneficencia y la accin caritativa, para mantener el orden social y
la religiosidad popular, que en las innovaciones conceptuales que aportaba el nacimiento
de una nueva clase social, llamada a desempear un papel crucial en el s. XX.
192
MORENO FERNNDEZ, L.M.: El Crculo Catlico de Obreros y el Sindicato Obrero, pp. 97-98; La Casa
del Pueblo (Murcia), (15-I-1913). Todos los esfuerzos se han de encaminar a procurar la regeneracin
moral, social y material de la clase obrera, la cual, careciendo de faros que la dirijan y la guen hacia el
puerto tranquilo y seguro de su bienestar social, es indudable que muchos han zozobrado en las
turbulentas y cenagosas aguas del socialismo ateo, y otros estn prximos a perecer, si no se les arroja a
tiempo el cable salvador del socialismo catlico.
193
El cardenal Aguirre en sus Normas de Accin Catlica y Social en Espaa (1910) fij que todas las
obras de accin social catlicas ostenten paladinamente su carcter catlico; ANDRS-GALLEGO, J.:
Pensamiento y accin social de la Iglesia en Espaa, pp. 398-399.
194
La Casa del Pueblo (Murcia), (15-I, 15-III, 15-VI-1913). Entre los sacerdotes destacan lvarez
Caparrs, Diego Lpez Tuero, Pedro Vzquer Cano, Pedro Alcntara Hernndez, Juan Munuera Martnez,
Antonio Garca Garca, Valentn Tbar Garca Valladolid, Bernardo Frasno, Antonio J. Gonzlez, Eloy Villena
Gmez, Manuel Navarro Martnez, Antonio Conejero, Ramn Fernndez Asensio y Antonio Virgilio Pastor.
195
EGEA BRUNO, P.M.: Sindicalismo cristiano en la sierra minera de Cartagena, pp. 213-215; MORENO,
L.M.: Movilizacin campesina y catolicismo social en la regin de Murcia, en Hispania Sacra, 41 (1989),
pp. 748-749; MARTNEZ SOTO, A.P.: Cooperativismo y crdito agrario en la Regin de Murcia, pp. 158-
159.
- 318 -
CAPTULO SEXTO
1
GONZLEZ CUEVAS, P.C.: La guerra civil de la espiritualidad: el catolicismo espaol y sus enemigos
(1898-1936), en La secularizacin conflictiva, pp. 40-41.
2
La ideologa es un concepto polismico que tuvo su origen en la escuela censista de Destutt de Tracy
(1754-1836) con la pretensin de conformar una disciplina filosfica bsica (prima philosophia) que
sirviera de fundamento a todas las ciencias, con la finalidad de estudiar el origen, los lmites y el desarrollo
de las ideas. K. Marx la utilizar como representacin falsa de la realidad, identificndola con la alienacin
religiosa y filosfica para perpetuar el dominio poltico y social. Para algunos la ideologa son las religiones
de lo temporal (Julien Benda) o religiones secularizadas (Raymond Aron), hasta el punto de considerar que
son la sustitucin de la fe religiosa por doctrinas socio-polticas que buscan la salvacin no trascendente.
Podemos interpretarla con J.-L. Chabot como un sistema de ideas simplificado, con la pretensin de
conquistar el ejercicio del poder y lograr la transformacin de la sociedad; DAWSON, C.: Dinmica de la
Historia Universal, Madrid, Rialp, 1961, pp. 180-190; FAZIO, M.: Historia de las ideas contemporneas.
Una lectura del proceso de secularizacin, Madrid, Rialp, 2006, pp. 151-155.
3
COMISIN TEOLGICA INTERNACIONAL, La Teologa hoy: perspectivas, principios y criterios (29-XI-
2011), Madrid, BAC, pp. 68-77; JUAN PABLO II: Enc. Fides et ratio (14-IX-1998), 64-79.
- 319 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
4
DE BONALD, L.-A.: Teora del poder poltico y religioso (estudio preliminar de C. Capitan), Madrid,
Tecnos, 1988, pp. 5-31. Defensor de la teora del derecho divino del poder, que entiende que el monarca
es el representante de Dios en la tierra y encarna la voluntad divina. Deseaba reconstruir la sociedad
destruida por el protestantismo y las ideas ilustradas, porque no es el hombre quien funda la sociedad por
un contrato, sino que sta se constituye sobre el principio del poder querido por Dios, porque toda
sociedad posee un principio o causa, que es Dios, un mediador, que son Cristo y su Iglesia, y los sujetos
de la autoridad, que son los reyes y los ministros, poderes que no son arbitrarios, sino limitados por la
voluntad de Dios. La Reforma y la Revolucin francesa son los dos sucesos ms dainos para la sociedad.
5
DONOSO CORTS, J.: Obras Completas (Edic. crtica e Introduccin por C. Valverde), Madrid, BAC, 1970,
vol. I, pp. 10-54.
- 320 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
revelada y el error moderno, que no tena ningn derecho, como tampoco lo haba entre
la libertad humana y la obediencia a Dios, la fidelidad a la Iglesia o la aceptacin del
liberalismo. Fue Ramn Nocedal Romea (1842-1907) quien extendi un integrismo
tradicionalista, escindido del carlismo, que consista sencillamente en reafirmar la
condena absoluta que los Papas y el magisterio de la Iglesia haban realizado sobre el
liberalismo, para justificar que nadie poda ser al mismo tiempo catlico y liberal, ni
defender, por tanto y bajo ningn concepto, los postulados ideolgicos del liberalismo6.
Los filsofos ilustrados defendieron con pasin la tolerancia. Cada ciudadano poda
creer cuanto quisiera, nadie deba ser molestado, ni marginado, ni perseguido por sus
convicciones religiosas. La libertad de conciencia se convirti en el autntico caballo de
batalla, porque la Iglesia no estaba dispuesta a admitirla. Esta libertad de conciencia se
traduca en libertad de cultos y en la posibilidad de ensear lo que pareciese conveniente
y verdadero, aunque fuese contrario a la tradicin y a la doctrina tradicional catlica. Los
liberales pretendieron liberar al ciudadano del control eclesistico y del dogmatismo
religioso y mantuvieron la pretensin de recortar los abusos que la irracionalidad y el
fanatismo religioso haban canonizado a travs de los siglos7.
6
SANZ DE DIEGO, R.M.: El integrismo: un no a la libertad del catlico ante el pluralismo poltico, en
Razn y Fe, 947, (1976), pp. 443-457.
7
LABOA, J.M.: Historia de la Iglesia contempornea, Madrid, BAC, 2002, pp. 56-57.
- 321 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Entre los tericos del liberalismo doctrinario, como Alexis de Tocqueville (1805-1859),
Pierre Paul Royer-Collard (1763-1843) o Franois Guizot (1787-1874), fue Benjamin
Constant (1767-1830) quien transform el constitucionalismo europeo a travs de lo
que llam la libertad de los modernos, de carcter individualista, a diferencia de la
libertad de los antiguos, basada en un concepto corporativo de la integracin grupal,
previa a la voluntad individual, donde resida la garanta de la propia identidad colectiva
y el desarrollo de su libertad dentro del particular estatuto estamental, familiar, gremial
y poltico-corporativo8. Dir que sin libertad religiosa individual, no poda existir libertad
poltica, por lo que era imprescindible asentar en la sociedad el pluralismo ideolgico.
8
COELLO PORTUGAL, J:M:: La libertad religiosa de los antiguos y la libertad religiosa de los modernos,
en Revista de Derecho UNED, 7 (2010), pp. 169-197.
9
Desaparecieron los diarios republicanos y librepensadores del Sexenio, entre los que cabe destacar El
Cantn Murciano (1873) como diario oficial de la Federacin o El Obrero (1870-1873) y La Provincia
(1873), rganos informativos del Partido Republicano-Democrtico-Federal; ARROYO CABELLO, M.S.: La
Prensa murciana en el Sexenio revolucionario (1868-1874), en Anales de Historia Contempornea, 9
(1993) pp. 69-79.
10
La aparicin de la prensa escrita en Murcia tuvo su origen en las disputas ideolgicas de la Guerra de
Sucesin entre la Casa de Austria y la de los Borbones, remontndose a la creacin por el cardenal Belluga
de la Gazeta de Murcia (10-VIII-1706) para utilizarla como plataforma de apoyo a la causa de los
Borbones frente al archiduque Carlos, que se haba apoderado de la Gazeta de Madrid. Ya sirvi de cauce
eficaz para que las ideas Ilustradas y el incipiente liberalismo clsico de las cortes de Cdiz se introdujeran
en la vida social de Murcia. Con su decreto sobre libertad de Imprenta (26-X-1811), se fue generalizando
el peridico como fenmeno social de transmisin de ideas polticas y surgieron en Murcia una amplia
- 322 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
opinin y expresin frente al control del criterio confesional eclesial, exigiendo en todo
momento que cualquier medio de expresin pblica no contradijera ningn aspecto la fe
y la moral establecidas por la religin oficial del Estado11.
variedad de cabeceras que fueron el instrumento de penetracin de las ideas liberales, como El
Observador del Segura (1813-1814) o El Caviloso (1814). Durante el Trienio liberal (1820-1823) se tiene
constancia de ms de una veintena de peridicos, aunque la poca ms determinante se produjo durante
el Sexenio, con ms de una cincuentena de ttulos que cubran todas las ideologas polticas, a travs de
las cuales se fue acompasando a las nuevas modas nacionales una Murcia capitalina y provincialista, sin
casi relevancia en el panorama nacional; Panorama de la Prensa murciana de la Ilustracin al
Liberalismo, en Anales de Historia Contempornea, 12 (1996), pp. 373-383; CANDEL CRESPO, F.:
Catolicismo y Prensa en el primer liberalismo murciano. Puntualizaciones en torno a Don Luis Santiago
Vado y Rosso, sacerdote y periodista (1751-1833), en Anales de Historia Contempornea, 12 (1996), pp.
385-393.
11
DE LARA FERNNDEZ, F.: Catlogo de publicaciones peridicas de la Regin de Murcia (1786-1939),
Murcia, Fundacin del Instituto de la Comunicacin, 1996; DE LOS REYES, A.: La prensa murciana en el
s. XIX: una aproximacin, en Anales de Historia Contempornea, 12 (1996), pp. 343-370; CRESPO
PREZ, A.: Historia de la Prensa peridica en la Ciudad de Murcia, Murcia, Real Academia Alfonso X el
Sabio, 2000; Peridicos murcianos del Trienio liberal, en Murgentana, 98 (1998), pp. 69-81; ARROYO
CABELLO, M.S.: La Prensa murciana en el Sexenio revolucionario (1868-1874), en Anales de Historia
Contempornea, 9 (1993), pp. 69-79. Lamentablemente se han perdido la mayora de los ejemplares.
12
GONZLEZ CASTAO, J. (coord.): La prensa local en la regin de Murcia (1706-1939), Murcia, Editum,
1996; ALONSO, S.: Prensa murciana del siglo XIX, Murcia, CAM, 1987. Las medidas represivas contra la
prensa eran habituales, como muestra PREZ CRESPO, A.: La censura en la prensa murciana: 1870-
1880, en Anales de Historia Contempornea, 12 (1996) pp. 417-434.
- 323 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El diario La Paz de Murcia (1858-1896), dirigido por Rafael Almazn, comenz siendo
neutral, pero en la dcada de los setenta tuvo problemas financieros y se puso de parte
de los poderes locales, como diario liberal y rgano del Partido Constitucional. El Heraldo
Murciano (1886-1887) y despus El Heraldo de Murcia (1898-1903) tomaron partido por
la poltica conservadora de R. Robledo y despus por la poltica liberal y la demcrata
de Canalejas. Sin embargo, El Diario de Murcia (1879-1903) creado por Jos Martnez
Tornel se mantendr siempre fiel a su ideario liberal, que trataba de compaginar con su
profunda religiosidad, siendo el diario ms influyente. Quiso continuarlo El Diario
Murciano (1904-1907) de Ramn Blanco, pero deriv al republicanismo14.
13
CRESPO PREZ, A.: Historia de la Prensa peridica, pp. 174-176.
14
GONZLEZ CASTAO, J. (coord.): La prensa local en la regin de Murcia (1706-1939), pp. 67-75.
- 324 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
15
Despus lo dirigi Pedro Jara Carrillo (1911-1926), quien haba sido director hasta entonces de la
Regin de Levante (1904-1910), como rgano portavoz de Segismundo Moret en Murcia, y fue el
exponente del liberalismo ideolgico abierto, que buscaba la secularizacin no solo de las instituciones
polticas y sociales, sino especialmente las culturales, propiciando una campaa de movilizacin social a lo
largo de 1913-14, que lograr finalmente que se cree la Universidad de Murcia en 1915 y, en este sentido,
ser el peridico ms influyente; DE LOS REYES, A.: Los aos de El Liberal y el periodismo en la Regin de
Murcia, Murcia: Asociacin de la Prensa, 2003, p. 44-48; CRESPO, A.: La prensa peridica en la ciudad de
Murcia (1706-1986), Murcia, CAM, 1986, pp, 225-237
- 325 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Una especial huella dejarn los peridicos dedicados a la ciencia mdica que irn
deslizando su anticlericalismo hacia la tradicin catlica 16 , como La Unin de las
Ciencias Mdicas (1881-1885), Estadstica Sanitaria (1901-1909) y Revista Popular de
Higiene (1904-1906). Tambin en el mundo literario: Cartagena Ilustrada (1871-1874),
Cartagena Artstica (1890-1892), El Album (1891), Carthago Moderna (1907).
16
FERRNDIZ ARAUJO, C.: La prensa peridica de Cartagena y su entorno natural, en GONZLEZ
CASTAO, J. (coord.): La prensa local en la regin de Murcia, pp. 33-47.
17
MOLINA MARTNEZ, J.L.: Prensa peridica en Lorca (1820-1939), guilas y Bajo Guadalentn, en
GONZLEZ CASTAO, J. (coord.): La prensa local en la regin de Murcia, pp. 49-68.
- 326 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
En Jumilla desapareci en 1893 el diario El Panadero, que dej sin prensa la localidad,
hasta que surgieron en 1899 el Pueblo, editado por el Crculo Republicano y el
dominical La Zambomba, sobre temas literarios, pero duraron poco, igual que El Barbero,
dirigido por el anterior director de El Panadero, Pedro Jimnez Lpez, como semanario
independiente, curioso y jocoserio. Curiosa fue la aparicin espordica de Fray Potolio
en 1907, fundamentalmente humorstico-satrico, y Humanidad Libre, que se desentenda
de temas polticos y religiosos. En 1908 surgir El Eco, vinculado al barn del Solar.
En Yecla hubo varias publicaciones pero muy efmeras, entre las que cabe
mencionar Yecla Moderna, Acuarelas, El Eco de Yecla y El Mosquito, que se dedicaron
ms a cuestiones literarias y satrico-humorsticas.
- 327 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
influjo que tuvo la presencia de Cnovas del Castillo se unieron los liberales y
republicanos creando El Anunciador Ciezano (1894), El Liberal de Cieza (1910), El
Diario (1910-1911), El Catre (1911), El Ltigo (1912) y El Trabuco (1915) 19. El diario El
Demcrata (1902-1906) comenz siendo Canalejista y deriv hacia el Ciervismo. Con La
Luz del Obrero (1904-1906) comenz a divulgarse el ideario de la lucha de clases y el
odio hacia la burguesa, estando muy vinculado al Centro Obrero ciezano, al igual que
el semanario Libertad (1911-1936), vinculado al PSOE.
19
DE LA ROSA GONZLEZ, M.: La prensa peridica en Cieza y su comarca (1870-1939), en GONZLEZ
CASTAO, J. (coord.): La prensa local en la regin de Murcia, pp. 129-149; MARN RUZ DE ASSN, D.:
La prensa peridica en el noroeste hasta 1939, en GONZLEZ CASTAO, J. (coord.): La prensa local en
la regin de Murcia, pp. 83-88.
- 328 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
cuidarn de que este nuestro Edicto, sea ledo pblicamente al pueblo el primer festivo
despus de su recibo, en la Misa Conventual, procurando excitar a los fieles a que eleven
fervientes plegarias a Dios, para que sea extirpado el error y abra de nuevo los ojos a
la luz de la verdad al desgraciado escritor y apstata20.
Se iniciaron los esfuerzos por contar con alguna prensa a travs de la cual pudiera
hacerse or la voz de la Iglesia, comenzando con el bisemanario El Criterio Murciano
(1885), dirigido por Manuel Martnez Lpez, que apareca con expresa indicacin de
publicarse bajo la censura y con la aprobacin de la autoridad eclesistica en lo moral
y religioso, subtitulndose peridico religioso, cientfico-literario. Colaboraban en sus
secciones doctrinales el cannigo Ildefonso Montesinos y el periodista y escritor Frutos
Baeza, que ya haba creado anteriormente el bisemanal satrico El Liberalito (1885).
20
BRYAN LIVERMORE, T.: Edicto denunciando como apstata al presbtero D. Jos Hernndez Ardieta y
prohibiendo El Librepensamiento, en BOED, 18, (1886), pp. 97-100.
21
Circular nmero 1 (4 enero de 1891), en BOEDC, 23 (1891), pp. 6-7; Censor de La Enseanza Catlica,
en 25 (1893), p. 107; El Correo de la Noche. Diario Catlico, en 27 (1895), p. 92. Exclua al peridico El
Ciezano, que se anticip a la medida con Francisco Vigueras, Doctor en Sagrada Teologa; Circular n. 16
(12 agosto de 1898), en 30 (1898), p. 333. Incluso se recoge la retractacin ante el Arcipreste de Villena
del autor del folleto Desterrado! (Aquilino Juan Ocaa), en el que reconoce con satisfaccin pastoral que
abjur de sus errores y maana confesar conmigo y tomar la Sagrada Comunin: Crnica Diocesana.
Retractacin, en 31 (1899), p. 234.
- 329 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
prensa impa y lo hizo pblico en todas las Iglesias de la dicesis: mandamos a nuestros
amados Prrocos y Rectores que den a conocer de esta nuestra prohibicin y enseen
a los pueblos el gravsimo pecado y penas en que incurren 22.
Poco despus surgir la polmica por un soneto del crtico literario murciano Federico
Balart, que fue calificado torpemente de hereje y fatalista por el diario La Enseanza
Catlica, y Tornel intervendr de nuevo haciendo las necesarias matizaciones, ya que en
el mismo sitio en donde apareci el soneto dijimos: que Dios no condena a nadie es lo
que dice Balart uno es el que se condena y a los
demonios se da. Con las cuales lneas restablecimos la
buena doctrina y explicbamos, bajo un punto de vista, el
pensamiento dominante en el soneto y sin duda nuestro
colega no sabe que el Sr. Balart es en todos sus escritos
eminentemente catlico, en todas sus obras cristiano y
caritativo, y en sus prcticas religiosas, raya en el ms
fervoroso misticismo. Esto lo saben cuantos conocen de
cerca al esclarecido escritor murciano seor Balart. Por tanto, creemos que si La
Enseanza hubiera sabido estas recomendables circunstancias, hubiera interpretado de
otro modo, lo que admite interpretacin segn el criterio que al autor se le suponga25.
22
Ibidem.
23
El Diario de Murcia, (20-I-1889) Comunicado (por P.M. Palao).
24
El Diario de Murcia, (3, 13, 17-I, 17-II-1889).
25
El Diario de Murcia, (12, 15-V-1891). Lo del da (por J.M. Tornel). Eran ganas de sacarle punta al
asunto, pues el soneto deca: Para Dios no hay eventos, no hay acasos,/ antes que el giro de la azul
esfera/ la eternidad a tiempo redujera,/ cont mis horas y midi mis pasos./ El mal y el bien en m vierten
- 330 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
sus vasos,/ y esquivarlos en vano el alma espera,/ que de mi vida la fatal carrera/ mutaciones no admite
ni retrasos./ Anterior a mi ser es mi destino/ tasadas mis acciones ab aeterno,/ fija la suerte, ineluctable el
sino:/ Y an suponen que un Dios grandioso y tierno/ pueda abrir al final de mi camino/ la sima
tenebrosa del infierno!. Pero Santiago Orts dar una versin propia en la que corrige los errores: Para
Dios no hay eventos, no hay acasos,/ porque todo lo ha visto en su alta esfera:/ el hombre es quien lo
eterno redujera/ midiendo el tiempo, como mide pasos./ El bien y el mal con sus distintos vasos/ vencer tu
voluntad cada uno espera:/ pero eres libre en tu vital carrera,/ sin que nada te ligue a tus retrasos./
Anterior a tu ser no es tu destino;/ ni tasados tus actos ab aeterno,/ ni enclavada tu suerte, ni tu sino./
Que Dios justo, si bien grandioso y tierno/ te deja recorrer libre el camino,/ que te lleva o a la gloria, o al
infierno (16-V-1891) A mi antiguo condiscpulo y siempre querido amigo (por J. Santiago Orts).
26
El Diario de Murcia, (11, 18-X, 5-XI, 12, 20-XII-1891; 5-VIII-1892; 5, 8, 11-I, 7, 8, 12-IV, 18, 19, 24-
VIII, 115-IX-1893; 4, 7, 8-II, 2, 7, 8, 9, 10-VI, 19, 22, 23, 24, 25, 27-VIII, 4, 6, 7-IX-1894; 6-III-1897, 12-
II-1898, 16, 17-V, 6, 9-VI, 10-VII, 19-XII-1900; 8, 9-IX-1902).
27
El Diario de Murcia, (5-I-1893). Lo del da: la censura eclesistica; (5-X-1894). Plancha del Sr.
Munera (por J.M. Tornel).
28
El hombre ha empezado a llenar su misin, analizando con mirada de mochuelo, desde el primer
nmero del Diario. Ha pasado por los 92 primeros sin encontrar un mal tropiezo; y al llegar al 93,
correspondiente al domingo 8 de Junio de 1879, da de la Santsima Trinidad, y encontrarse con un
- 331 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Se vio en la obligacin de denunciar a los fieles las lecturas en que puede tener
peligro o sufrir dao alguno la fe y la piedad del pueblo cristiano y afirm que haba
hecho examinar por profesores de teologa de nuestro Seminario los nmeros de La
Tribuna y odo su dictamen sereno e imparcial, venimos en denunciar y denunciamos a
los fieles catlicos de nuestra amada dicesis el peridico La Tribuna que se publica en
esta ciudad, como sospechoso de hereja; porque es reo de ese pecado gravsimo el que
tiene la pretensin de erigirse en juez de su obispo, oficio reservado al Romano Pontfice,
y el que prcticamente se conduce como verdadero hereje censurando y desacatando
documentos episcopales, y perturbando con su modo de obrar la institucin divina de la
Iglesia. Lo hace porque viene publicando frases ofensivas a los odos piadosos, otras
altamente injuriosas a la Iglesia y sus ministros; ideas subversivas del orden social y en
completa oposicin a la naturaleza de la ley y por ltimo faltas de caridad y respeto en las
censuras que hace de autoridades y personas particulares. Por consiguiente y mientras
artculo titulado, como el Misterio augusto del da: Trinidad!, dijo lamindose de gusto y metindose de
hoz en el artculo: Aqu lo pesqu, aqu lo mato! Y, en efecto, el Sr. Munera, despus de haberlo
meditado bien, ha sacado por la alquimia de su ingenio sutilsimo, que yo me manifestaba ya el 8 de Junio
de 1879, hace quince aos, nada menos que como pantesta, arriano, patripasiano y monotelita. Qu
atrocidad! Como si cupiesen en mi cerebro, que no sea el de un loco, errores tan contrarios! Y esto caso
de que los hubiera en el referido artculo, que no los hay, aunque el Sr. Munera lo afirme con toda la
teologa que presume saber (5-X-1894). Plancha del Sr. Munera (por J.M. Tornel).
29
Monicin episcopal sobre la lectura del peridico La Tribuna (22 de julio de 1900), en BOEDC, 32
(1900), pp. 325-328.
- 332 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
Este litigio dar ocasin a una multitud de actos de protesta que se irn desarrollando
a lo largo de toda la dicesis, en todas y cada una de las instituciones30, en una campaa
realmente de movilizacin social que podemos considerar como la primera realmente
autctona, aunque solo se formaliz en unos escritos y no en manifestaciones pblicas en
la calle. Tambin se publicit en el Boletn El Universo como diario catlico, poltico y
literario que vena a defender los principios del derecho, de la Religin y de la moral
divina, y a promover los bienes que se originan de la aplicacin de estos sagrados
principios a la vida poltica y social, porque la razn ltima de los males y desgracias
que han cado sobre Espaa, como lluvia de fuego, es el espritu protestante racionalista
y liberal que viene circulando por todas las venas y arterias de ella. Lo mismo har con
la revista semanal El Orbe Catlico y Bryan se conformar con exigir en los tribunales
los derechos de la Iglesia frente a la prensa impa, para lo que insertar en su Boletn
varias sentencias en las que son condenados peridicos que atacan a la Iglesia31.
30
Protesta contra los desacatos de La Tribuna, en BOEDC, 32 (1900), 357-362; 376-378; 393-395; 404-
405; 424-426; 442-444; 459, 474-475. Siguiendo este proceder el obispo se hace eco de la condena
episcopal del arzobispo de Barcelona sobre el peridico El Urbin y su continuacin Nuestra Revista, as
como del nuevo Cosmopolita: Circular n. 20 (28 de octubre de 1900), en pp. 462-464.
31
Bibliografa. El Universo, diario catlico, poltico y literario, en BOEDC, 32 (1900), pp. 409-410;
Bibliografa. Recomendacin, en pp. 444-445; Sentencia del Tribunal Supremo sobre injurias inferidas a un
Prroco en un artculo periodstico; en BOEDC, 33 (1901), pp. 527-531; Sentencia del Tribunal Supremo
condenando al Director de un peridico por la publicacin de injurias contra la autoridad religiosa, en pp.
551-555; Circular prohibiendo la lectura de un semanario local, en BOEDC, 34 (1902), pp. 521-522;
Protesta de los Rvmos. Prelados provincia Eclesistica de Granada con motivo de las impiedades de
algunos peridicos, en BOEDC, 36 (1904), pp. 453-454.
- 333 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
32
El Amigo del Pueblo (Helln) (republicano federal) (n. 18), El Diario de Murcia (liberal, combate la
religin) (n. 340), El Mediterrneo (Cartagena) (liberal de ideas avanzadas) (n. 551), La Opinin (Helln)
(liberal) (n. 612), El Palenque (La Unin) (independiente clerfobo) (n. 631), El Pueblo (Murcia)
(republicano, defiende los principios de la moderna democracia) (n. 682), La Democrtica Unin
(Albacete) (republicano (n. 822).
33
El Eco de Cartagena (conservador, no hostiga a la religin) (n. 371), El Gran Paleto (Helln)
(conservador, no hostil a la religin) (n. 451), El Lorquioso (noticias locales) (n. 531), El Noticiero
(Cartagena) (conservador) (n. 587) y Las Provincias de Levante (Cartagena) (conservador, no hostil a la
religin) (n. 676).
34
La Enseanza Catlica (1887), descrita como catlico (cfr. n. 405).
35
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos, (n. 103-110), pp. 872-876; (n. 112-115), pp. 876-877. En
ese mismo Informe se realiza una valoracin de las diferentes posturas polticas en la prensa con respecto
a la religin situando en el vrtice a la prensa republicana que propugna el triunfo de todas las ideas de
la Revolucin francesa y quiere abatir las instituciones que no se encuentran en armona con las mismas
porque piensan que su nuevo pensamiento exige nuevos ordenamientos polticos y solamente la Repblica
puede traer el bienestar y la prosperidad al pueblo espaol, de manera que atacan con vehemencia las
creencias religiosas y usan todos los medios para desarraigarlas del corazn de este pueblo. Afirma que
los peridicos liberales son los de mayor difusin y aunque no se propongan la defensa de la Iglesia y de
sus doctrinas se dicen catlicos y se ofenderan cuando no se los considerase como tales. Sin embargo, al
hablar de cosas religiosas usan un lenguaje eclctico, inspirado en el moderno indiferentismo, a pesar de
considerar la religin como una fuerza conservadora y dicen que no se debe combatir sino ms bien
apoyarla. Esto no quita que paguen su tributo a los prejuicios del liberalismo y a la presuncin del siglo
por la que todos quieren hablar de todo como maestros. La prensa democrtica quiere aparecer como
catlica y no combate abiertamente la religin por temor de ofender los sentimientos del pueblo, pero le
hacen una guerra sorda, continua, farisaica, con el fin de quebrantar las creencias religiosas y sembrar el
germen del escepticismo que mata toda noble aspiracin. No lanzan ataques a las autoridades de la
Iglesia pero lejos de ponerse a su lado en la lucha que sostienen para la defensa de los propios derechos,
atribuyen a la intransigencia las justas reivindicaciones, y las combaten como no aptas para los tiempos.
36
Pedir a los Ordinarios pongan fin a la previa censura de los diarios, mas tengan por censores, segn
la norma de la constitucin Pascendi, a aquellos que por su prudencia sean recomendados, cuyo oficio
consistir en leer con diligencia los peridicos escritos por los catlicos, despus de impresos, y si algo
encontrasen que ofreciese peligro, se ha de corregir oportunamente y en secreto, por lo que introduce
unas formas que se alejan cada vez ms de la publicidad; Secretara de Estado de S.S.: Normas sobre la
Religin y la Poltica (22-IV-1911), en BOEDC, 43 (1911), pp. 589-590.
- 334 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
- 335 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Desde el principio tuvo que hacer frente a las duras crticas recibidas por el resto de
la prensa, especialmente de El Liberal de Murcia contra el que haba surgido para
recordarle, en su propio nombre, que la verdadera esencia de la sociedad murciana era el
tradicionalismo catlico y no el liberalismo. Se subtitulaba diario catlico, arrogndose
casi en exclusividad ese ttulo, pero pronto le pidieron que se decantara polticamente y
se definiera mejor como plpito desde el cual, con el panegrico del santo fulano o
mengano, se mezcle el desahogo de la pluma mercenaria o la represalia del soberbio
38
CRESPO PREZ, A.: Historia de la Prensa peridica, pp. 232-234; La Verdad de Murcia, (26-XI-1991):
entrevista con A. Gonzlez Conejero en el suplemento Nueva Era.
39
GONZLEZ ESTEBAN, J.L.: La prensa del sureste, pp. 50-54.
- 336 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
El centro pionero sevillano Ora et Labora, surgido del impulso del arzobispo Spnola,
estuvo constituido por seminaristas que se propusieron, como tarea especfica durante
40
El Correo de Levante, (13-III-1903).
41
Protesta de los Revdmos. Prelados de la Provincia Eclesistica de Granada con motivo de las impiedades
de algunos peridicos, en BOEDC, 36, (1904), pp. 453-466.
42
El Apostolado de la Oracin de la Ciudad de Burgos, en BOEDC, 36, (1904), pp. 170-171.
43
Asamblea Nacional de la Buena Prensa. A los catlicos espaoles; en BOEDC, 36, (1904), pp. 67-83.
- 337 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
44
Protesta de los Revdmos. Prelados de la Provincia Eclesistica de Granada con motivo de las impiedades
de algunos peridicos, en BOEDC, 36, (1904), pp. 453-466; RUZ SNCHEZ, J-L.: Recristianizacin y
movimiento catlico en Espaa. El caso de Sevilla, en DE LA CUEVA, J. MONTERO, F. (eds.): La
secularizacin conflictiva, pp. 139-168.
45
BOEDC, 36, (1904), pp. 244-248; 268-272; 287-290; 304-308.
46
Memoria de La Cruzada de la Prensa en el Seminario Conciliar de San Fulgencio de Murcia, Tipografa
de La Verdad, Murcia, 1917; ANDRES-GALLEGO, J.: La Restauracin, pp. 667-668.
- 338 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
Tambin haba en la capital murciana, desde 1901, una revista semanal llamada
Hojitas del Hogar, elaboradas por el sacerdote Matas de Alto, que pretenda propagar
los principios de la moral cristiana, que se transformar a partir del ao 1908 en el
semanal El Faro. En la Asamblea Diocesana de Murcia en 1909 se pidi expresamente
el editar una Hoja Diocesana y aparecer al ao siguiente, como publicacin diocesana
mensual, para la difusin de las enseanzas dominicales 48 . En marzo de 1910 se
47
BOEDC, 40 (1908), pp. 197-198; La accin del sacerdote en la prensa, en pp. 303-304; Ramillete de
deseos de un periodista catlico, en pp. 403-404; pp. 303-304, Escndalo, escndalo!, en pp. 323-324;
47 (1915), pp. 180-182.
48
Circular de S.E. acerca de la Hoja Parroquial, en BOEDC, 41 (1909), pp. 468-469. En la Asamblea de
Zaragoza estuvieron presentes los socios murcianos, entre los cuales estaba Ricardo Snchez Madrigal,
director de La Verdad de Murcia, Jos Azorn Piero, coadjutor del Carmen de Cartagena, y Patricio Aliaga,
coadjutor de Santa Mara de Gracia de Cartagena, en calidad de honorarios, as como el cura ecnomo de
San Antn de Cartagena Enrique Snchez Guilln y seis seminaristas murcianos.
- 339 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
fund la revista quincenal La Unidad Catlica, dirigida por Luis Snchez Sells, que
vena a ser el rgano de la Coalicin Catlica Antiliberal creada en Cartagena, y fue
utilizada como plataforma de propaganda de la Buena Prensa, pero solo dur un ao.
Por deseo expreso del P. Vicente, vinieron a Murcia los sacerdotes zaragozanos
propagandistas Pedro Dosset (vocal de la Comisin de Custodia) y Miguel Carnicer para
presentar y establecer la Agencia en la dicesis50. Tenemos la crnica de su andadura
proselitista desarrollada desde el 6 al 29 de marzo de 1911, que los llev por Villena,
Yecla, Jumilla, Totana, Lorca, Cieza, Albacete, Helln, La Unin, Hurcal-Overa, Cartagena
y Murcia51. En la composicin de la Subcomisin de la Agencia en Murcia llama la atencin
que no hay ninguna mujer, a pesar de que en el acto final de la ciudad de Murcia el
obispo lo clausur con un encendido discurso para exaltar la pujanza de las seoras de
la Accin Catlico-Social que son, no el sexo dbil, indolente y perezoso, sino el sexo
fuerte, trabajador y austero siempre pronto para sostener en sus robustos hombros el
peso de las empresas catlico-sociales de Murcia. Entre los seglares destacaron la
presencia del redactor de La Unidad Catlica, Francisco Snchez Seller, muy significado
en la lucha antimasnica, y el director de La Verdad de Murcia, Sebastin Rodrguez.
49
VICTORIA MORENO, D.: La prensa catlica en la Regin murciana durante el primer tercio del siglo
XX, en Murgentana, 61 (1981), pp. 57-61.
50
Agencia Catlica de Informacin. Lo que es, circular de Prensa Asociada y Bases del Proyecto, en
BOEDC, 43 (1911), pp. 154-160.
51
Crnica Diocesana sobre la Agencia Catlica de Informacin, en BOEDC, 43 (1911), pp. 246-261; La
Unidad Catlica, (24-III-1912); Agencia Catlica de Informacin. Suscripcin para formar un capital
permanente a favor de la Agencia Catlica de Informacin Prensa Asociada abierta en la Subcomisin de
esta Dicesis de Cartagena, en pp.418-421; Agencia Catlica de Informacin. Suscripcin y Donativos, en
44 (1912), pp. 74-75; VICTORIA MORENO, D.: La prensa catlica en la Regin murciana, pp. 68-69.
- 340 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
Entre 1913 y 1915 surgieron hasta seis cabeceras, destacando el semanal La Casa del
Pueblo (1913-1916) fundado por el sacerdote Pedro Vzquez Cano como rgano del
Sindicato Catlico Obrero54, al igual que una ingente cantidad de publicaciones de todo
tipo, en torno al tema religioso, que realizaban su labor propagandstica55. En Cartagena
merecen destacarse los semanales La Caridad (1904) y El Faro de la Juventud (1916),
los quincenales El Arco (1908) y El Defensor del Obrero (1908) y el mensual El Sembrador
(1914), que cubran el espacio concerniente al mundo obrero. En Jumilla surgi Accin
Social, en Yecla El Eco Social, con el P. Ricardo Cirera y en guilas La Serrana (1905) y
La Opinin (1910)56. Especial relevancia merece el sacerdote Antonio Snchez Maurandi,
52
La prensa llamada independiente, aparece identificada con los intereses eclesiales e integrada en el
sector de la prensa informativa: La Voz Murciana (febrero 1908), El Tiempo (1908), El Pensamiento, Patria
(semanario fundado el 4 de mayo de 1913) y representante del Crculo de la Juventud Conservadora
fueron los ms representativos en la capital murciana.
53
La Hoja mensual Cultura y Religin se edit inspirada por el Jesuita Rufino Aranzuba para ser el
rgano de la Liga contra la Blasfemia, mientras que el anuario La Caridad Murciana (1910) pretenda ser
el eco de las Casas de Beneficencia de Murcia; VICTORIA, D.: La prensa catlica, en pp. 69-70.
54
La Casa del Pueblo (1913), mensual del Sindicato Catlico Obrero, dirigido por el sacerdote Pedro
Vzquez Cano, Mi Sagrario (1913-1915) portavoz de la Obra de las Tres Maras y Discpulos de San Juan
en los Sagrarios, dirigido por Juan Hernndez Castillo, junto con un suplemento titulado Accin
Eucarstica para propaganda de las Maras. El Propagador Eucarstico (1914-1934) fue el boletn mensual
del Consejo Diocesano de la Adoracin Nocturna dirigido por el sacerdote Jos Mrquez, pero el que ms
importancia adquirira fue Espigas y Azucenas (1915-1936) creada por los frailes franciscanos Juan
Rodrguez de Legsima y Antonio Martn, aunque alternaba la formacin religiosa con multitud de
referencias. La publicacin mensual Luz y Amor (1915-1934) se debi a Margarita Aguilar-Amat y Barnuevo
para convertirse en rgano de la Asociacin de Seoras para la Accin Catlico-Social.
55
Desde 1904 exista la Hoja del Asilo de la Pursima como rgano de las Asociaciones de Hijos e Hijas de
Mara del Asilo de la Pursima, barrio de San Antn, que perdur hasta 1933. El Faro (1908) surge como
continuadora de las Hojitas del Hogar para ser una publicacin catlica semanal con beneficio a los
pobres. Lourdes (1909-1930) ser el rgano del Asilo y tuvo muchas dificultades por las diferencias del
Padre Antonio con el obispo P. Vicente. Tambin se edit la Hoja Parroquial (1909-1934) dedicada
semanalmente a la catequesis e instruccin moral del pueblo, dirigida por Juan Navarro Abelln. Juan
Hernndez Castillo fund la revista mensual Mi Sagrario como rgano de la Obra de las Tres Maras y
discpulos de San Juan en los Sagrarios, mientras que Jos Mrquez fund en 1914 El Propagador
Eucarstico como boletn mensual y rgano del Consejo Diocesano de la Adoracin Nocturna de la dicesis.
Destacan en esta labor la iglesia arciprestal de Cartagena, San Antoln de Murcia y las parroquias de
Hurcal-Overa, Sahuco y Caada Juncosa, as como Molina de Segura y Abanilla.
56
FERRNDIZ ARAUJO, C.: Las publicaciones peridicas en Cartagena, Academia Alfonso X el Sabio,
Murcia, 1979; DESVOIS, J.M.: La prensa en Espaa (1900-1931), Madrid, Ed. Siglo XX, 1977.
- 341 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
que se forj en la Cruzada de la Buena Prensa del Seminario murciano y fue luego un
intenso propagador del catolicismo social desde posiciones muy tradicionalistas, siendo
un verdadero admirador de Juan de la Cierva Peafiel57.
3. El influjo representado
por el mundo ideolgico de la Masonera murciana
Hay indicios muy probables del establecimiento de logias masnicas en Murcia desde
1816 en torno a las figuras de Juan Van Halen (destinado en la capital y en conexin
con el conde de Montijo, Capitn General de Granada) y de Jos Mara Torrijos, al mando
del regimiento de Infantera de Lorena, en Cartagena. Pero la primera logia constituida
en la provincia de la que se conserva documentacin precisa es la de Hijos de Hiram,
cuyos trabajos comenzaron en septiembre de 1869 bajo los auspicios del Gran Oriente
de Francia. Se trata de un fenmeno que ha sido muy bien analizado en sus fuentes
para la regin de Murcia por el historiador Jos Antonio Ayala59.
El ltimo tercio del s. XIX constituye la edad de oro de la masonera provincial, con
34 organismos masnicos establecidos, aunque la inmensa mayora se extinguen en
los aos previos a la crisis finisecular, as en el lustro comprendido entre 1886-1890 se
57
SNCHEZ MAURANDI, A.: El problema de la cuestin social, Murcia, Imprenta de La Verdad, 1918.
58
VICTORIA MORENO, D.: La prensa catlica en la Regin murciana, pp. 70-72.
59
AYALA, J.A.: La Masonera en la Regin de Murcia, Murcia, Ed. Mediterrnea, 1986. Tiene tambin
analizado, de igual modo, la masonera en Albacete, que entonces dependa de la dicesis de Cartagena.
- 342 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
crearon 6 nuevas logias y 7 entre 1891 y 1895, con solo 1 entre 1896-1900. Entre 1901-
1905 se crea solo una, y ninguna entre 1906 y 1921, ao en el que comienza la
denominada poca de plata de la masonera murciana, que llegar hasta la II Repblica.
Las dos primeras dcadas de la Restauracin cubren un total del 58% del total, siendo
perceptible la crisis en la dcada 1896-1905 y sobre todo en los tres lustros siguientes.
Un caso excepcional, por su vitalidad y por la documentacin conservada, es el de la
logia Aurora de Cartagena, cuya existencia perdura desde 1877 hasta 1938, y en
menor medida la logia Vigilancia de la capital de Murcia, que se mantuvo 20 aos en
activo (desde 1878 a 1898), pues lo normal es que duraran entre 5 y 10 aos.
60
AYALA, J.A.: Sociologa de la Masonera en la Regin de Murcia, en FERRER BENIMELI, J.A.: La
Masonera en la Espaa del s. XIX, Salamanca, Junta de Castilla-Len, vol. I, pp. 253-255.
- 343 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
No hubo en Espaa un Gran Oriente que los aglutinara a todos, por lo que la divisin
y el trasvase de fidelidades era algo muy frecuente. La primaca correspondi al Gran
Oriente de Espaa, seguido por el Gran Oriente Nacional de Espaa y el Gran Oriente
Espaol, que se repartiran el 80% de los talleres provinciales, mientras que El Gran
Oriente Ibrico, el Gran Oriente de Francia, el Gran Oriente Lusitano Unido y la masonera
mixta El Derecho Humano solo tuvieron una presencia testimonial, con un taller cada uno
de ellos. La categora de los organismos
masnicos presentes la provincia de Murcia
fue alta, pues tena un Consejo de Caballeros
Kadosh62, cinco Captulos63 y diecisiete logias
simblicas dependientes del Gran Oriente de
Espaa 64 , mientras que bajo la obediencia
del Gran Oriente Nacional de Espaa hubo un Captulo65 y siete logias simblicas66.
61
AYALA, J.A.: Marina y Masonera: el ejemplo de Cartagena, en FERRER BENIMELI, J.A.: La Masonera
en la Historia de Espaa. Actas del I Symposion de Metodologa Aplicada a la Historia de la Masonera
Espaola (20-22 junio 1983), Zaragoza, Diputacin General de Aragn, 1985, pp. 289-304.
62
Thader, grado 30, en la ciudad de Murcia; AYALA, J.A.: La masonera en la regin de Murcia,
Ediciones Mediterrneo, Murcia, 1986, pp. 189-193.
63
Rosa-Cruz, grado 18, El Fnix y Concordia en la ciudad de Murcia, Lazo de Unin, en Cartagena,
y Regeneracin en guilas.
64
Nueva Esparta n 3, Hijos de Hiram n 19, Antigua Sparta n 40, Aurora n 43 y Esperanza n
274 en Cartagena, Vigilancia n 35 y Caridad n 46 en Murcia, Resurreccin n 59 y Gmina n
346 en Jumilla, Fidelidad n 55 en Yecla, Nueva Urci n 42 en guilas, Isis n 249 en La Unin,
Concepcin n 315 en San Pedro del Pinatar, Alerta n 81 en Alcantarilla, Luz del Cnit n 109 en
Caravaca de la Cruz, Nueva Begastris n 68 en Cehegn y Benamaor n 69 en Moratalla.
65
Paz y Armona de guilas.
66
Cartagenense n 61, Cartago Nova n 110 y Aurora II n 115 en Cartagena, Vega Florida n 118
en Murcia, Vega de la Rosa n 146 en Jumilla, Cartella n 164 en Cieza y Flor del Valle n 183 en
guilas.
- 344 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
- 345 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Sagasta, que fue miembro de la masonera (hermano Paz del Gran Oriente de
Espaa), consigui abrir el sistema de la Restauracin a las aspiraciones democrticas
del Sexenio y con la ley de Asociaciones de 1887 comenz una etapa de expansin de la
masonera en Murcia que se prolong hasta 1902, aunque tambin el incremento de las
rivalidades internas entre los Grandes Orientes que originar la profunda crisis en la que
entraron en el primer tercio del s. XX.
69
AHN: (Salamanca) Seccin Masonera, Legajo 623-A. Logia Caridad; Legajo 541-A. Logia Vigilancia;
AYALA, J.A.: La masonera en la regin de Murcia, pp. 193-199; GARCA ABELLAN, Genio y figura, pp.
297-308.
- 346 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
70
AHN: Logia Miravete; Legajo 767-A. Consejo Kadosh Thader; Legajo 766-A.
- 347 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
relaciones con Juan de La Cierva, de quien lleg a declarar que era masn durmiente
por la colaboracin recibida mientras era presidente de la Diputacin, facilitndole los
trabajos de construccin del Manicomio, que tanta fama le granjearon en 189271.
71
AHN: Logia Electricista; Legajo 766-A.
72
AHN: Logia Proteccin, Legajo 767-A. Logia Sparta; Legajo 767-A.
73
Durante la Regencia sobrevivieron del periodo anterior nueve logias, con el tringulo Coln n 29 y el
captulo Unin y Democracia n 44. Adems la masonera se extendi por la zona minera Cartagenera y
encontr en La Unin uno de sus bastiones ms firmes, aunque las escisiones y rivalidades entre las logias
oscurecern el panorama de su expansin. J.A. Ayala expone que solo de cinco hay documentacin
fidedigna: Los Diez Hermanos n 380, Adelante n 399, Caballeros de la Noche, Unin y Democracia
n 160 y Sparta n 18.
- 348 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
74
AHN: Logia Los Diez Hermanos; Legajo 767-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 249-250.
75
La plancha terminaba ofreciendo a Morayta la colaboracin de un grupo de obreros que si no pueden
figurar en primera fila, por su insuficiencia y escasa vala, son en cambio un puado de soldados
dispuestos a morir antes que rendirse en la lucha contra todas las preocupaciones, contra todos los
errores, contra todas las tiranas y contra todo en fin lo que tienda a oponerse a la marcha de civilizacin y
progreso en bien de la Humanidad; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 251-252.
- 349 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
76
AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 252-253.
77
AHN: Logia Adelante; Legajo 767-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, p. 260-261.
78
Sobre Maximiliano Barba, venerable ad vitam, se deca que despilfarraba la fortuna de sus hijos, que se
haba separado de su segunda esposa porque llevaba a su casa mujeres de mala vida, que haba iniciado
en su domicilio en los tres primeros grados masnicos a un amigo que luego present en la logia como
masn viejo y que en unin del venerable en propiedad Miguel Martnez haba intentado abusar de una
nia de 14 aos. Del orador Francisco Norte Conesa llevaba mala conducta, viva en Cartagena con una
mujer que no era su esposa despus de abandonar la legtima y a sus hijas para las que no enviaba
ningn dinero. Jos Manzanares era un prestamista usurero, mientras su madre poltica peda limosna en
el ms completo olvido. Reconocen que es tal el espanto que produce la mala conducta de los masones
cartageneros que de buena gana se retiraran de la vida masnica, porque en donde entran tales
monstruos no pueden hallarse los honrados; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, p. 271-272.
- 350 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
79
AHN: Logia Unin y Democracia; Legajo 766-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 286-287.
80
AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 337-338.
- 351 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
La primera logia establecida en La Unin fue la Isis n 249 del 10 de junio de 1883,
que se transform en Firmeza n 22 el 26 de enero de 1889 debido a las constantes
enemistades personales entre sus miembros. Sola firmar sus documentos el secretario
Jos Bueno Javaloyes con su simblico nombre de Lutero, grado 5 y determinaba la
fecha con el apelativo del mes profano de, con lo que expona su aversin a la
Iglesia catlica. La instalacin formal con el n de matrcula 227 se realiz el 29 de
junio de 1895 en la que se denominaron a s mismos como de Santa Institucin y no
haremos ms que cumplir con un deber sagrado de los muchos que nuestra Institucin
nos impone y que todos de nuestra libre y espontnea voluntad hemos prometido y
jurado81, en la que son frecuentes los llamamientos a combatir el error de la Iglesia y
el oscurantismo para que impere la luz de la razn frente a la torpe ignorancia de las
tinieblas eclesiales que envuelve el tiempo presente.
Tambin aqu las ltimas noticias que se tienen son escritos de 1897, en los que se
justifican las excomuniones internas y las acusaciones que motivaron la expulsin de
varios miembros, como la del orador Mariano Ramn Peral, simblico Peral que
frecuentaba sitios en donde solo se fomenta el vicio y se desarrollan las malas pasiones,
se embriagaba a menudo e iba por las calles en ese estado, se enfrent a su superior,
el director de un colegio de enseanza y se haba fugado de su casa dejando en el ms
completo abandono a su mujer e hijos82.
S son conocidas las controversias de la logia masnica de San Pedro del Pinatar
Concepcin n 315, propiciadas por las fuertes crticas que recibieron de los sacerdotes
desde el plpito, con motivo de la propaganda activa que hacan contra la Iglesia, y
porque se hicieron pblicos los nombres de sus componentes. La logia design una
Comunin para entrevistarse en privado con los sacerdotes y pedirles aclaraciones de
81
AHN: Logia Firmeza; Legajo 766-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, p. 297.
82
AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 300-301.
83
AHN: Captulo Japeto; Legajo 768-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 304-305.
- 352 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
sus palabras, enviando al mismo tiempo una carta al director del diario librepensador
Las Dominicales en la que rebatan las crticas recibidas de los clrigos. La cuestin fue
debatida en instancias ms altas y se determin escribir al hermano Piqueras de Murcia
para que hablara con el obispo de la dicesis y evitara en lo posible que se repitieran las
escandalosas predicaciones de los sacerdotes.
Tenan el proyecto de crear una escuela laica e hicieron gestiones con el Secretario
provincial de Instruccin pblica, a travs de un masn maestro de primera Instruccin,
ofreciendo el mismo local de la logia para impartir las clases. Se acord establecer la
escuela con otro nombre y al ao y medio desapareci, aunque consta que, desde
diciembre de 1885, la Veneratura la ostentaba Francisco Miguel Parra Snchez, simblico
Voltaire, con el que se mostraba su carcter profundamente anticlerical. Entre los
escritos que han quedado aparece la protesta hacia la encclica Humanum Genus, en la
que Len XIII condenaba la masonera en 1884, y la mofa realizada por el Venerable
en la Semana Santa de 1885, recordando en sentidas frases, la muerte de Jess, para
pedir que se tributase una triple batera (especie de aplauso) a su memoria85.
- 353 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
cercanos (Elda, Villena, Alcoy) y pronto experiment las discordias internas, que fueron
condenadas como obra jesutica. Los documentos la presentan como inspirada
ideolgicamente en el republicanismo de Ruz Zorrilla y en el progresismo alicantino,
habiendo desistido incluso de hacer propaganda interna contra la Iglesia al considerar
que entre sus miembros el indiferentismo religioso estaba generalizado, a pesar de que
algunos miembros acusaban al estamento clerical
de sus males y al Gran Consejo de no tomar las
medidas adecuadas para atajar su influencia86.
Entre sus escritos destaca el entusiasmo que les proporcion la lectura de la obra del
librepensador murciano Ardieta Conflictos entre la razn y el dogma o memorias ntimas
de un pensador, de la que se dice que a esta obra debemos acudir todos a cooperar
con gran fe particular y colectivamente, con la gran satisfaccin del que trabaja y
consigue ver reducida a la impotencia esas asociaciones religiosas qu grande ser el
da que despierten las conciencias! Y qu grato a la masonera, cumplir con su deber y le
digan a ti lo debemos!88, por lo que tienen claro que debera ser mrito de la masonera
el haber acabado con la presencia de la Iglesia catlica en Espaa.
86
AHN: Logia Los Hijos del Trabajo; Legajo 678-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 311-312.
87
AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 314-315.
88
Ibidem, pp. 316-317.
- 354 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
Con el inicio del s. XX, las dursimas crticas del movimiento catlico murciano hacia
la masonera comenzaron a surtir efecto y la disminucin de sus efectivos fue ms que
ostensible, hasta el punto que solo hay cuatro organismos documentados: el Tringulo
Francos Caballeros de Mazarrn, los captulos Germinal y Asdrbal de Cartagena y
las logias Aurora y Carthago de Cartagena, todas dependientes del Gran Oriente
Espaol, excepto la ltima de ellas, que era irregular. Mazarrn era en 1900 una ciudad
con casi veinticinco mil habitantes, debido a la minera (plomo, plata y hierro), y fue
por iniciativa del extremeo Flix Rubio
Macas, que haba adquirido el grado 18
de Caballero Rosa Cruz en la logia
Pelcano de Jerez de la Frontera, como
se fund el 25 de octubre de 1903 el
tringulo Francos Caballeros,
disolvindose en 1907 sin haber llegado
a constituirse en logia. nicamente
encontramos en sus escritos las duras
crticas ante el nombramiento de Nozaleda como arzobispo de Valencia89.
Bryan haba escrito una dura pastoral contra la francmasonera en la que reconoce
que no es nuestra dicesis, en verdad, la menos infestada por esa verdadera plaga del
mundo cristiano 90, describindola como una secta secreta que tuvo su origen en la
tradicin cristiana pero en la poca de su degeneracin, cuando los Templarios, despus
de su extincin se ampararon al secreto de la sociedad francmasnica para realizar sus
rencorosos proyectos de venganza, entonces la sociedad se troc en antirreligiosa, de
sociedad de artesanos pas a ser club de conspiradores y revolucionarios, que con el
tiempo fue forjando el cuerpo armnico de doctrina que hoy la hace tan nociva para
las sociedades, porque pretende fundamentalmente socavar ms fcil y prontamente
los cimientos de los tronos y del altar a travs del primer artculo de su smbolo: la
igualdad entre los hombres y la independencia o soberana absoluta, la suficiencia
89
AHN: Tringulo Francos Caballeros; Legajo 768-A; AYALA, J.A.: La Masonera en Murcia, pp. 326-327.
90
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la Francmasonera (19-II-1888), en BOEDC, 25 (1988), pp. 45-
106.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
omnmoda del individuo para realizar su propio fin, la negacin del pecado original y de
todo el orden sobrenatural; en una palabra, un sistema completo de naturalismo.
As, negarn la visin cristiana del hombre, rechazando el pecado original, por lo
que consideran la libertad del hombre como ntegra y no necesita de las limitaciones
morales que le impone la Iglesia para alcanzar un orden sobrenatural. Quieren
convertir en delicioso paraso este desgraciado valle de lgrimas, haciendo que el
hombre solo se preocupe del desarrollo de los intereses materiales, el aumento de la
riqueza, como medio para proporcionarse goces y placeres, y evitar incomodidades y
trabajos, rindiendo culto a todas las pasiones, que sirven para obtener con ms
facilidad el fin ltimo del hombre, que no es ms que el deleite sensible 91.
En la familia quieren hacer ver que el matrimonio es un simple contrato natural, cuyo
valor y condiciones penden exclusivamente de la voluntad de los contrayentes, a lo ms
un contrato civil que necesita para su validez de la aprobacin y sancin del Estado, ajeno
a toda ceremonia religiosa e independiente de la jurisdiccin de la Iglesia. Proclaman
el mal llamado matrimonio civil, que no es sino un burdo concubinato.
91
Ibidem, pp. 45-106.
- 356 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
92
Ibidem, pp. 45-106.
- 357 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Bryan conoca que algunos protestantes haban sido los fundadores de varias logias
cartageneras, como el exsacerdote Capuchino Felipe Orejn Delgado, pastor desde 1875
hasta 1897, que se vincul a la logia Hijos de Hiram n 118, siendo orador en ella antes
de fundar dos nuevas logias: la Sparta n 18 y La Unin n 16093.
93
BASTIAN, J.-P.: Los dirigentes protestantes espaoles y su crculo masnico (1868-1939): hacia la
elaboracin de un corpus, en Anales de Historia Contempornea, 21 (2005), pp. 409-426.
94
LVAREZ LZARO, P.: Pginas de Historia Masnica, Madrid, Ediciones Idea, 2006, pp. 259-261.
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CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El librepensamiento anticlerical
de Jos Hernndez Ardieta (1838-1912)
100
GARCA ABELLN, J.: Hernndez Ardieta, el librepensador murciano, Murcia, Academia Alfonso X el
Sabio, 1979, pp. 17-18.
101
Id.: El librepensador don Jos Hernndez Ardieta. Episodio de su excomunin, en Murgentana, 48
(1978), pp. 29-66.
- 360 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
latn, sobre el tema Tempus et spatium, en el que disert sobre Leibniz, Malebranche,
Kant y Kepler, Newton, Linneo, DAlambert y Milton, as como los clsicos Homero,
Virgilio, Pndaro y Anacreonte, sin mencionar siquiera a los filsofos escolsticos.
Tras el fracaso se dirigi en barco a Orn, Lisboa y despus hasta Bolivia y Chile,
donde intent crear una colonia de librepensadores llamada El Progreso y acus a los
jesuitas de ser los instigadores de su fracaso. Despus de su aventura por tierras de
hispanoamrica regres a Murcia, con su mujer y dos hijas, y se estableci en Balsicas
(San Javier), donde sola referirse a Murcia como Gandularia o tierra indolente, poco o
102
GARCA ABELLN, J.: Hernndez Ardieta, el librepensador murciano, pp. 27-28.
- 361 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
l mismo dir que yo vine a esta provincia el 3 de junio de 1884, y a los tres das de
mi llegada ya haba tomado parte en una reunin anticatlica expresando mis opiniones
racionalistas para traer el escndalo, porque fue como un aire desmandado que
levanta tertulias, agita conversaciones, inquieta sacristas. Un aire, en suma, que ir
aventando por todas partes la inesperada semilla del escndalo, para marcar las
conciencias atnitas de los murcianos. Durante algo ms de dos aos tuvo una
actividad marcada por una inusitada intensidad anticlerical, que escandaliz la levtica
ciudad de Murcia, nada acostumbrada a algo similar103.
Este Crculo haba tenido origen en El Liceo, fundado por Olayo Daz en 1873,
donde el entonces joven mdico Maestre haba pronunciado una ruidosa conferencia
sobre la eternidad de la materia, que encendi apasionados debates. Abelln reconoce
que no es temerario pensar que el anticlericalismo murciano hubiera anidado en Los
Amigos del Progreso sobre todo a travs de Ardieta, que supona en Murcia un rostro
entre atrayente y luciferino, muy de la poca, y le dio das de gloria como no haba
tenido antes para propagar sus doctrinas, adquiriendo un fuerte protagonismo104.
El regreso de Ardieta coincidi con la entrada en la dicesis del obispo Bryan (6-VI-
1885), a quien conoca de su poca de estudiante en Roma, y sola referirse a l como
nuestro extraviado hermano. Ardieta utilizar la prensa como instrumento de sus ideas
y escribir en La Correspondencia catalana, El Pas, El Diluvio, La Publicidad y Las
103
Ibidem, p. 30.
104
GARCA, J.: Hernndez Ardieta, el clrigo librepensador, en La Regin de Murcia, IV, pp. 673-684.
- 362 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
105
HERNNDEZ ARDIETA, J.: Conflictos entre la Razn y el Dogma o Memorias ntimas de un
Librepensador, Barcelona, Casa Editorial Romn Gil, 1894-95.
106
GARCA ABELLN, J.: Historia de una excomunin. Episodio de la lucha contempornea entre el
Librepensamiento y el Clericalismo, Murcia, Tipografa Rafael Albaladejo, 1886.
- 363 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Es interesante recordar cmo Ardieta pretenda buscar una confrontacin abierta con
la jerarqua eclesistica sobre la misma fundamentacin de la Iglesia y de su religin, as
como la interpretacin que hacan de la realidad, pero el obispo no solo no accedi,
sino que, despus de un intento fallido de conversar con l en privado, pues en la
entrevista a la que fue invitado por mediacin de Gernimo Poveda se present en el
Palacio episcopal con dos reconocidos anticlericales, lo excomulg directamente el 19
de marzo de 1886 (notificado el 9 de abril), declarando en el edicto al presbtero Jos
Hernndez Ardieta, reo de apostasa de nuestra santa religin denuncindolo ante los
diocesanos como incurso en la primera de las excomuniones latae sententiae de la
Bula Apostolicae Sedis reservada modo specialis al R. Pontfice y en las dems penas
establecidas por el derecho contra los apstatas de orden y religin y contra los clrigos
concubinarios, prohibiendo adems la lectura de su peridico y la suscripcin o la
difusin del mismo, con pena de excomunin mayor reservada.
El revuelo fue mayor cuando tambin mand el obispo que el domingo 11 de abril
se leyera en las misas conventuales de todas las parroquias de la dicesis el decreto de
excomunin. Abelln reconoce que, mientras algunos sacerdotes se emocionaron y
lloraron durante la lectura, en otros sitios se excit el odio contra el apstata. De modo
inmediato, los librepensadores y masones de Murcia reaccionaron programando una
contramanifestacin de protesta, que march por la ciudad precedida de una ruidosa
banda de msica, recorriendo las calles ms cntricas hasta desembocar en frente del
Palacio espiscopal, con la intencin de hacer patente la protesta y la solidaridad con el
excomulgado. Incluso al da siguiente trajeron a Murcia al propio Ardieta desde su
residencia en Balsicas, siendo recibido con aclamaciones en una estacin del ferrocarril
tomada por las fuerzas de la guardia civil y orden pblico por orden del gobernador.
En el local de la sociedad Los Amigos del Progreso, en la plaza de Santa Isabel, fue
recibido multitudinariamente a los acordes del himno de La Marsellesa mientras
homenajeaban a Ardieta con un mitin107, en el que asumi el protagonismo oratorio el
conocido librepensador Odn de Buen, pronunciando un discurso con crticas directas
al clericalismo representante del caduco pasado, mientras se exaltaba el libre
pensamiento que tomar el futuro. Despus, el gran trastornador, el indomable
107
GARCA ABELLN, J.: Hernndez Ardieta, el librepensador murciano, pp. 43-45.
- 364 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
subversivo, desapareci de escena y tras ser excomulgado por Bryan se march en 1886
a la provincia de Barcelona, para dirigir all un centro de la Institucin Libre de
Enseanza en Sabadell, debido a su amistad con Giner de los Ros y su proximidad al
ideario laicizador de la enseanza propugnado por el krausismo.
El librepensamiento anticlerical
de Jos Ferrndiz y Ruiz (1853-1927)
108
Ibidem, pp. 33-34.
109
Retractacin y abjuracin de D. Jos Hernndez Ardieta, en BOEDC, 36 (1904), pp. 156-158; Una Carta
de retractacin del Presbtero Jos Hernndez Arrdieta, en 44 (1912), pp. 418-140.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
econmica con la que poder atender a su madre enferma y para ganar dinero con el que
hacer frente a los cuantiosos gastos se dedic a escribir artculos periodsticos en los que
desarrollaba ampliamente la temtica anticlerical, junto con varios libros novelados bajo
pseudnimo, que acabaron costndole el ser procesado cannicamente110.
Al morir su madre entr en una profunda crisis y arreci sus crticas y amarguras
anticlericales, que le valieron otro sonado proceso en 1896, por la delacin de otro
compaero de Las Dominicales del Librepensamiento, del que tenemos la sentencia en
la que se recoge su vida y su obra: 1: El libro titulado El sacramento espreo, desde
su portada contiene proposiciones herticas, impas y escandalosas; no hay una sola
110
MOLINA MARTNEZ, J.L.: Anticlericalismo y Literatura en el siglo XIX, Murcia, UMU, 1998, pp. 300-345.
111
Ibidem, pp. 293-295.
- 366 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
pgina exenta de errores y de malicia; predomina en este libro, desde el principio al fin,
un espritu satnico; 2: El libro titulado Los secretos de la confesin es un libelo
infamatorio contra Nuestra Santa Madre la Iglesia, contra sus instituciones y sus
ministros, hertico, errneo, impo, blasfemo, inmoral y escandaloso. En l se dice que
todo dogma es una mentira, se admite a lo ms la existencia del Criador; en l se niega
la real presencia de Jesucristo en la Eucarista, hacindose burla de ella y del Purgatorio
se proclama el amor libre, se condena el celibato eclesistico llamndolo absurdo e
inmoral 3: El libro titulado El Papa y los peregrinos puede ser calificado de inmundo
libelo, calumnioso, impo, blasfemo, hertico, ofensivo no solo a los odos piadosos sino
a todo espritu honrado; que excita al cisma y a la rebelin contra el Sumo Pontfice 4:
el libro titulado Memorias de un clrigo pobre merece con toda verdad y propiedad los
calificativos de libelo infamatorio contra las cosas ms santas, contra las ms respetables
personas e instituciones de la Iglesia, inmoral, escandaloso, hertico, impo, escrito en
odio a Cristo y con el designio diablico de demoler si fuera posible la Iglesia... En la
primera parte son innumerables las proposiciones malsonantes la segunda parte es
venenosa y asquerosa En la tercera son ms groseras y repugnantes las herejas112.
Tambin se prob que viva en concubinato con su criada, de la que tuvo un hijo
fallecido, por lo que se le conden a excomunin latae
sententiae reservada al Papa spetiali modo, aunque
cumpli la penitencia impuesta, con mltiples
retractaciones pblicas, y se reintegr ms tarde al
ministerio sacerdotal activo.
112
Ibidem, pp. 308-310.
113
Ibidem, pp. 311-312.
- 367 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
l se presenta en sus obras como quien conoce la Iglesia por dentro y sabe que es
una falsedad, una farsa y, en ciertos puntos, una infamia que trata de engaar al
pueblo115. Todos los temas preferidos de la literatura anticlerical irn apareciendo por
su obra, que carece de valor literario formal, aunque su poderoso influjo se debi a la
visceralidad con la que escriba contra el clericalismo desde las pginas del peridico
republicano madrileo El Pas.
- 368 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
similar sucedi con Francisco Miras y Carrasco (nacido en 1839), que no soportaba las
cadenas intelectuales que impona la religin catlica al nuevo espritu de libertad,
introducido por el liberalismo. Son casos espordicos que vinculan el librepensamiento
murciano con la corriente krausista en cuanto plataforma de enganche para todos los
desengaados del oscurantismo cultural de la Iglesia, que para ellos encerraba la
exposicin que se haca del dogma catlico, desde la jerarqua eclesistica.
La corriente vinculada con el semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento aada
al aspecto indudablemente ideolgico el matiz poltico, que vinculaba inseparablemente
el librepensamiento con la Repblica y lo converta, desde el naturalismo de sus
presupuestos filosficos, en un sistema de pensamiento totalmente opuesto al que
defendan el catolicismo y la monarqua absoluta. El director del semanario, Ramn
Ches, coincida con Odn de Buen en reivindicar ese fuerte sentido anticlerical por el
influjo que tenan del concepto racionalista y masnico de Dios, porque dentro de la
multiplicidad y heterogeneidad de pareceres en el librepensamiento, consideraban que
la verdadera felicidad del hombre consista en la adquisicin de la ciencia y el
progreso117. Esta visin del librepensamiento (con fuertes vnculos con la masonera y
un pronunciado anticlericalismo republicano), fue la que se introdujo en Murcia y de la
que Bryan no tendr ms remedio que afirmar que, por desgracia, sabemos que existe
en las poblaciones ms importantes de nuestra dicesis, y an en la misma capital118.
En Murcia tuvo como plataforma la Sociedad Los Amigos del Progreso, aunque el
ncleo ms persistente se situ en la ciudad de Cartagena, donde los Crculos
Librepensadores existentes consiguieron organizar con ayuda de las logias masnicas
un Meeteng Librepensador, que afrent pblicamente a la Iglesia diocesana en el ao
1899 y provoc la sonora protesta de la jerarqua eclesistica murciana119. Lograron
constituir en 1905 la Agrupacin Librepensadora El Cosmos120.
- 369 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
del Progreso (del que tenemos una serie de Proclamas, que se inician en julio de 1908
y se prolongan hasta mediados de 1909121) y varias publicaciones del grupo denominado
La Voz del Pueblo, como la Hoja Santa, encabezada por la frase sin permiso de la
autoridad eclesistica, realizada para mofarse de la Hoja Popular catlica. Estaban muy
influidos por la Liga de Vecinos del Campo (1903) y Federacin Gremial (1907), que
constituyeron la verdadera fuerza del Bloque Vasista.
121
AMC: Legajo Sucesos Polticos (Proclama 27-VI-1908 hasta Proclama 5-II-1909).
122
Ibidem, Proclamas (23-I-1909 y 5-II-1909).
123
EGEA BRUNO, P.M.: La Poltica y los polticos en la Cartagena, pp. 96-100.
124
AMC: Legajo Sucesos Polticos: Proclama (27-VI-1908).
- 370 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
que el poder papal va perdiendo su influencia en todas las naciones, pues aun cuando
hay todava clericales de tuerca y tornillo, chupacirios de levita, ni ellos siquiera creen
lo que se empean en que los dems crean. Bien por los sacrismoches aquellos, los
hipcritas frailucos sin tonsura, no han sido nunca ms que mercachifles bribones, que
han comerciado y comercian con su conciencia, hijos de frailes miserables que han
adoptado ese modus vivendi para chupetear a expensas de las viejas y beatas fanticas,
cuando no para engordar con las bazofias conventuales125.
Reconoce que hay creyentes entre los republicanos, pero nada tienen que ver con el
clericalismo: algunos creemos en Cristo, no en el que pinta la Iglesia sino en aquel Cristo
que predicaba al aire libre, sin inters alguno lucrativo; en el que predicaba en contra
de la tirana; en el que deca que la tierra era igual para todos los seres; en aquel que
arroj del templo a los falsos mercaderes que lo haban convertido en un mercado de
usureros; en aquel Cristo se poda creer. Recuerda el nefasto e indecoroso ejemplo que
demostraron aquellos ejrcitos al mando de cabecillas tan humanitarios como Cucale,
el cura de Santa Cruz, Rosa y Samaniego que asolaban y devastaban cuanto encontraban
al paso, asesinando en masa a los prisioneros desarmados, sin respeto a edad ni sexo.
Es necesario un descaro sin igual, para llamar a los obreros a vuestras filas y ultrajar con
palabras soeces a los republicanos y amantes del progreso, cuando sois los sostenedores
de todo un despotismo, los que sancionis todas las explotaciones, los hechos del
Santo Oficio os dicen quines sois los amantes del catolicismo, estudiar la Historia 127.
De modo semejante a la masonera, Bryan escribi una dura pastoral para hacer
frente al escndalo que supuso en la dicesis la presencia del sacerdote librepensador
Ardieta y lo hizo con su habitual contundencia afirmando que siempre ha habido errores,
125
Ibidem.
126
Ibidem.
127
Ibidem.
- 371 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
empero, triste es confesarlo, nunca han sido tan numerosos como en el siglo actual, y
sobre todo nunca han sido tan universales, tan trascendentales, tan radicales como en
el siglo XIX; las tinieblas difundidas en la atmsfera de las inteligencias nunca han sido
tantas ni tan espesas como en nuestra poca. Triste privilegio, reservado al siglo que
haba de apellidarse fastuosamente el siglo de las luces!, pues el librepensamiento
contemporneo naci con el ms absoluto y exagerado racionalismo de Descartes, que
elev a categora de principio lo que se llama hoy libertad de pensamiento y no es sino
el sistema que negando toda autoridad, proclama semejante libertad como derecho del
hombre o aquel satanismo arrogante y blasfemo predicho para los ltimos tiempos
por el apstol de las Gentes y hoy es protestantismo en religin y cartesianismo o
racionalismo universal y absoluto en filosofa 128.
- 372 -
CAPTULO SEXTO: El integrismo doctrinal religioso y la pluralidad ideolgica liberal
Bryan sita siempre la raz de los errores modernos en la hereja protestante, y dir
que desde que en un arrebato de loca e impa soberbia, el fraile apstata de Erfurth,
Lutero, proclam como supremo criterio de fe religiosa, el espritu privado, o sea la
razn individual, se abri ancha puerta a todos los errores y a todos los absurdos. Y as
lo reconoci con su claro y elevado talento el sabio y profundo pensador Leibtnitz, y as
lo confes paladinamente a pesar de ser protestante 132.
132
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Librepensamiento, p. 56.
133
Ibidem, p. 56-57. En realidad, el librepensamiento moderno naci en la Francia de mediados del s. XIX,
dentro del mbito de un sector de intelectuales de izquierda que decidieron romper abiertamente con el
catolicismo por su connivencia con el II Imperio de Napolen III frente a la frustrada revolucin que haba
instaurado la II Repblica y situaron el libre examen como el utensilio crtico de todo pensamiento y el
mtodo necesario para la bsqueda de la verdad, convirtindose en una filosofa y una moral de vida. En
Espaa se desarroll a travs de la Liga Universal Anticlerical de Librepensadores fundada por Bartolom
Gabarr (15-VIII-1882), con Fernando Lozano Montes como consultor para Espaa, quien lo describa
como la aglomeracin de todos los racionales que, basndose en la Justicia, Moral y Verdad, se apoyan
mutuamente para practicar la vida o sociedad puramente civil para lo cual prescindan de toda religin y
se declaraba anticlerical porque el clericalismo es amante de la ignorancia, para as poder vivir explotando
al pueblo tras el parapeto de la religin, y no puede transigir con el comercio del pensamiento y
conciencia, facultades esencialmente libres con derecho inalienable; Las Dominicales del Libre
Pensamiento, (15-IV-1883; 6-III, 13-XI-1886).
- 373 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
iguales a los derechos y consideraciones que se dan a la verdad, dolo detestable ante
el cual han doblado la rodilla los pretendidos sabios del siglo de las luces, ante cuyos
altares han quemado el incienso de sus producciones intelectuales, y en cuyas aras han
ofrecido en holocausto su fe y su catolicismo, no solo los corifeos del error, sino hasta
muchos cristianos dbiles e ilusos, que a semejanza de los israelitas del tiempo de Elas
queran conciliar el culto del Dios verdadero con el culto idoltrico de Baal134. Para
Bryan, como veremos, no hay tal libertad de pensamiento, porque sera lo mismo que
endiosar la razn y declararla Dios, como hicieron los racionalistas de la Revolucin
francesa. Para l, se necesita un criterio o criterios fijos e infalibles, que sin gnero
alguno de dudas le convenzan que ha encontrado la verdad y stos vendrn de la
revelacin divina, manifestada en la Iglesia catlica, que fija el criterio infalible de la
verdad que ha de creer el hombre y la verdad moral que ha de obrar. La primaca del
orden sobrenatural, desautoriza el librepensamiento racionalista y naturalista y asienta
la obligacin en el hombre y la sociedad de obedecer el dogma religioso.
134
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Librepensamiento, pp. 55-56.
135
Retractacin del notable escritor J.A. Prez, en BOEDC, 26 (1994), pp. 228-229.
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CAPTULO SPTIMO
EL TRASFONDO CULTURAL
DE LA CONFRONTACIN RELIGIOSA
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
3
GONZLEZ CUEVAS, P.C.: La guerra civil de la espiritualidad: el catolicismo espaol y sus enemigos
(1898-1936), en La secularizacin conflictiva, pp. 42-45.
4
Ibidem, pp. 22-55; SUREZ CORTINA, M.: Anticlericalismo, religin y poltica durante la Restauracin,
en El anticlericalismo en la Espaa contempornea, pp. 153-158. El Bloque de Izquierdas y luego la
Conjuncin Republicano-Socialista contribuirn a mantener como argumento principal de accin poltica
cultural el anticlericalismo, para solucionar el problema que denominaron clerical.
5
CEREZO GALN, P.: La secularizacin. Una cuestin disputada, pp. 27-35.
- 376 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
El control de la educacin por parte de la Iglesia murciana lleg hasta el primer tercio
del s. XIX, prolongndose despus con las prerrogativas concedidas por el concordato
de 1851, pero no se convirti en campo abierto de confrontacin hasta comienzos del s.
XX, cuando a partir de 1898 se plantee la reforma y planificacin global de la poltica
educativa postergada por la tradicin liberal decimonnica, entrando en colisin con el
criterio de confesionalidad exigido por la jerarqua eclesistica6.
6
Siguiendo los postulados de la Ilustracin, la constitucin de 1812 pens nicamente en la alfabetizacin
y, de manera algo ingenua, olvid regular la enseanza en sus distintos niveles hasta mediados de s. XIX,
viendo la conveniencia de llegar a una mutua colaboracin entre el Estado liberal y las instituciones
eclesiales para afrontar el problema del nivel de calidad de los centros educativos y se opt por potenciar
ms la enseanza media y superior que la primaria. El marco jurdico vino dado por la ley Claudio Moyano
(9-IX-1857) y el Reglamento adicional (29-VII-1858) que recoga los postulados del concordato sobre la
confesionalidad de la enseanza y la asignatura de religin. La revolucin del 68 modific el marco de
confesionalidad por el de libertad de cultos y la constitucin del 69 garantiz la ms completa libertad
docente (art. 24), aunque no lleg a configurar la reforma escolar y tan solo suprimi la presencia de las
facultades de teologa dentro de la universidad; VIAO FRAGO, A.: Historia y educacin en y desde
Murcia. Un anlisis contextual, en ID. (ed.): Historia y educacin en Murcia, Murcia, Servicio de
Publicaciones Universitarias, 1983, pp. 11-70.
7
CAPELLN DE MIGUEL, G.: Poltica educativa bajo los gobiernos de Cnovas y Sagasta: Propuestas para
una interpretacin, en Berceo, 319 (2000), pp.125-128.
- 377 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
8
Real orden sobre los derechos de los catedrticos de Religin de los Institutos de enseanza a
Prebendas, en BOEDC, 32 (1900), pp. 39-40.
9
Informe del Claustro de la Universidad de Barcelona, en BOEDC, 27 (1895), pp. 318-320.
10
Ibidem.
- 378 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Bryan emitir una dura circular a todos los sacerdotes diocesanos, recordndoles
cules son sus obligaciones legales de inspeccionar y
cuidar que se ensee la verdadera doctrina catlica en
todas las escuelas de la dicesis, porque as lo
entendi la Santa Sede y los Reyes de Espaa cuando
en el art. 2 del Concordato de 1851, concertaron la
siguiente disposicin, que es la ley del Reino: la
instruccin en las universidades, colegios, seminarios y
escuelas pblicas o privadas de cualquier clase, ser en
todo conforme a la Doctrina de la misma Religin
catlica; y a este fin no se pondr impedimento alguno a los Obispos y dems Prelados
diocesanos, encargados por su ministerio de velar sobre la pureza de la doctrina de la
fe y de las costumbres y sobre la educacin religiosa de la juventud en el ejercicio de
este cargo, aun en las escuelas pblicas 12.
Por esta causa os encarecemos que hagis valer vuestro carcter de Vocales de las
Juntas locales de Instruccin pblica, y en tal concepto y en concepto de Prrocos y
Rectores de vuestras Iglesias y como representantes nuestros despleguis el celo y la
11
Ibidem.
12
BRYAN LIVERMORE, T.: Exhortacin Pastoral: Visita del Prroco a las Escuelas Pblicas, en BOEDC, 32
(1900), pp. 477-481. La causa de la mayor parte de nuestros males sociales es la ignorancia en materias
religiosas. No solo se ignoran hoy los puntos delicados y sutiles de la Doctrina cristiana, sino las verdades
fundamentales, cuyo conocimiento es necesario al cristiano y hasta se ignora -quin lo creyera!- hasta
el Catecismo, que es el resumen ms breve y popular de la Doctrina que se dign el Seor revelarnos para
que nos sirviese de gua en la conquista del cielo.
- 379 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
solicitud posible para hacer la visita frecuentemente a las escuelas pblicas, ponindoos
de acuerdo con los respectivos profesores, a fin de que los nios, que asisten a ellas se
familiaricen con las enseanzas y prcticas cristianas desde sus primeros aos y
aprendan a cumplir los deberes que nuestra sacrosanta Religin impone 13.
Y les confa una informacin valiosa, pues el actual Inspector de Instruccin pblica
de esta provincia, catlico de convicciones profundas y prcticamente religioso, no solo
nos ofrece toda suerte de favor y amparo en el ejercicio de la enseanza de los Prrocos,
sino que desea vivamente ver visitadas todas las escuelas de su distrito por los Ministros
de la Religin y garantida por la ardua vigilancia del Prroco la enseanza y la educacin
religiosa de la niez y de la juventud 14.
Los problemas haban surgido tambin con la costumbre de llevar a los colegiales a
las funciones litrgicas ms sealadas, incluidas las del precepto pascual. El gobierno
conservador consideraba que el referido acto debe seguir practicndose donde exista
tan loable costumbre15, criterio que ser repetido constantemente en Murcia durante
los aos siguientes para conseguir que donde hubiera cado en desuso por dejacin,
volviera de nuevo a introducirse y desde el Boletn se recuerda la obligacin legal de los
maestros de Primaria de acompaar a sus alumnos en esos actos religiosos16.
En la prensa murciana se recogan los diversos disturbios que provocaron los alumnos
con motivo de la expulsin del profesor de la Universidad de Barcelona y su sustitucin
13
Ibidem.
14
Ibidem. A los Arciprestes recomendamos muy encarecidamente que en la Santa Visita, inspeccionen las
escuelas y nos denuncien los defectos que hallaren, sobre textos y enseanza religiosa para poner el
oportuno remedio, y que nos participen si dan cumplimiento los Prrocos al deber de visitar
frecuentemente las escuelas de su feligresa.
15
Real orden sobre obligacin de los maestros de primaria de acompaar a sus alumnos al cumplimiento
pascual, en BOEDC, 23 (1891), pp. 181-182.
16
Disposiciones del obispo de Palencia sobre esta obligacin, en BOEDC, 29 (1897), pp. 142-143; Dos
resoluciones sobre la obligacin de los Maestros de instruccin de primaria de acompaar a sus alumnos
en ciertos actos religiosos, en BOEDC, 29 (1897), pp. 137-138.
17
Sobre las Escuelas dominicales diocesanas, en BOEDC, 24 (1892), pp. 159-160; Escuelas dominicales,
en 34 (1902), pp. 347-348.
- 380 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
por un sacerdote, pero Tornel se anticip al natural desarrollo del principio poltico de
secularizacin del Estado y situaba el problema como una cuestin todava no resuelta,
entre dos poderes y dos principios que no han llegado a convenirse18.
La cuestin escolar impulsada por los gobiernos liberales, a partir del ltimo gobierno
de Sagasta, se mezcl tambin con otros asuntos que la hicieron ms compleja, como
la controvertida cuestin del presupuesto y dotacin de culto y clero (con la financiacin
econmica de la Iglesia y de sus actividades como teln de fondo), y sobre todo con el
problema de las congregaciones religiosas que se haban difundido en torno a la
enseanza y buscaban tambin financiacin pblica21.
18
El Diario de Murcia, (13-X-1895) Revista semanal (por J.M. Tornel).
19
Ibidem.
20
Leyes vigentes en Espaa contra la enseanza anticatlica en las Universidades e Institutos del Reino,
en BOEDC, 30 (1898), pp. 384-396.
21
GONZLEZ ARMENDA, J.R.: Sistemas histricos de dotacin del Estado espaol a la Iglesia espaola
(siglos XIX-XX), Publicaciones Universitarias, Salamanca, 1990, pp. 110-115; GALLEGO, J.A.: La poltica
religiosa, pp. 341-342. Ya vimos cmo la simple algarada estudiantil, producida en 1901 en el colegio
cartagenero de los Hermanos Maristas, se debi a las noticias anticlericales que se producan en el resto
de Espaa, pero fue respondida con dureza por el cannigo A. Jimnez, acusando a la masonera francesa
de ser la causante de todos los desrdenes anticlericales, con la intencin de plantear aqu la batalla al
clericalismo y las rdenes religiosas; El Diario de Murcia, (13, 14, 28-II, 18, 21-IV-1901), (27-II) Pleito
de la exclaustrada (A.J.G.); Pastoral sobre la blasfemia (20-II-1901), en BOEDC, 33 (1901), pp. 73-103.
- 381 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
22
Al problema financiero, que experiment desde el principio, se sum la bsqueda de un profesorado
adecuado. En abril de 1905 se contactara con cierto profesor de Huelva, Matas C. Carrillo quien, a vuelta
de correos, recaba informacin sobre sus honorarios. Enterado de estos, y aunque quizs no guardase
relacin, aleg un sinfn de escusas para no acudir a Cartagena el 1 de junio, fecha prevista para la
apertura de la escuela. Por las mismas fechas se pondran en contacto con Francisco Ferrer Guardia, quien
prometi enviar un profesor de confianza. En la misma misiva tambin mostraba su extraeza por eludir la
coeducacin. El 18 de mayo el mismo interlocutor les anunciaba haber encontrado al profesor idneo. Se
trataba de C. Ametlla y Coll, hasta entonces enseante del centro La Educacin Laica de Tarragona. Este
prometa llegar a la ciudad el da 8 de junio. Sin embargo, dos das ms tarde comunicara la imposibilidad
de cumplir el compromiso adquirido, debido a la necesidad de observar ciertos requisitos. Se recibi
entonces un ofrecimiento de Vicente March, pedagogo de la Escuela Libre de Fraternidad Republicana de
Pueblo Seco. Por las mismas fechas Francisco Ferrer les recomendaba a Julin Vargas. En 1909
desaparecido el Centro de Estudios Sociales, continu funcionando una Academia Moderna de Enseanza
Racional, bajo la direccin de Manuel Ferreira; EGEA BRUNO, P.M.: La poltica y los polticos en la
Cartagena de Alfonso XIII (1902-1923), Murcia, CAM, 1990, pp. 104-106.
23
AYALA, J.A.: La Masonera en la regin de Murcia, pp. 251-252, 297-308, 306-309.
24
GRANDAL LPEZ, A.: Historia de Cartagena, Cartagena, Ed. Aglaya, 2010, pp. 246-290. Solo hubo un
intento fallido de penetracin en 1888 de la tendencia liderada por Bartolom Gabarr, expresada en la
revista La Tronada Anticlerical de la Confederacin Anticlerical de Barcelona. GONZLEZ GUTIRREZ, B.:
Escuelas Graduadas de Cartagena (1903-2003), en Cartagena Histrica 5 (2007), pp. 31-34.
- 382 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Los obispos espaoles dirigieron a Maura una Exposicin contra las escuelas laicas,
en las que mostraban su preocupacin por el influjo pernicioso que ejercan y ponan en
cuestin la neutralidad de que alardeaban, siendo en realidad escuelas anarquistas que
encerraban un grave peligro para el orden pblico y tuvieron gran participacin en las
salvajes escenas que ensangrentaron las calles de la ciudad ms populosa de Espaa25.
El gran problema educativo en Murcia no eran las Escuelas laicas, que no existan,
sino el enorme grado de analfabetismo, pero el movimiento catlico murciano acab
secundando la movilizacin en torno a la cuestin, que ya se haba generalizado por
toda Espaa, y organiz un acto pblico para protestar por la decisin gubernamental.
El mitin contra las Escuelas Laicas fue organizado por el director del Crculo Catlico
de Murcia Mariano Palarea y se celebr en el Teatro Circo (5-VI-1910). Actuaron como
oradores Francisco Sigler Romero y tres miembros de la Asociacin Nacional de Jvenes
Propagandistas, concluyendo el acto el ciezano Ramn Capdevila. Pero fue el vicario
25
Exposicin que los Rvmos. Prelados de Espaa han dirigido al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de
Ministros, contra la existencia de las escuelas llamadas laicas (29 de noviembre de 1909), en BOEDC, 41
(1909), pp. 555-559.
26
Circular del gobierno eclesistico del obispado recomendando la adhesin de las asociaciones y
entidades catlicas de la Dicesis a la Protesta de la Junta Central de Accin Catlica, en BOEDC, 41
(1909), pp. 420-423.
27
GALLEGO, J-A.: La poltica religiosa, pp. 357-368.
- 383 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
general quien vincul la confesionalidad catlica del acto con su correspondencia en las
urnas, realizando un resumen final de todo el mitin con la frase: contra la escuela laica,
el voto catlico, con la intencin de provocar que tuviera su continuidad dentro de las
urnas electorales en las prximas elecciones, con la reunin de millares de votos
dentro de las urnas electorales a favor de candidatos catlicos28.
Ms an, se pregunta hay en Murcia escuelas laicas?, hay temor de que las haya?
Contestando honradamente a estas preguntas, se puede afirmar que no. Y yo vera con
repugnancia un maestro y una escuela ateos. Yo me indignara como cristiano y como
hombre, si supiera que un maestro no pronunciaba delante de un nio, con veneracin y
respeto el nombre de Jess. Yo me creera en plena barbarie, si supiera que una maestra,
delante de sus nias, ofenda el nombre de la Virgen. Yo abominara de esos maestros
y de esas escuelas. Pero tampoco caera en el extremo opuesto, esto es, en defender y en
alegrarme con los maestros que fundaran su pedagoga en ensear a los nios a combatir
todo lo que no se basa en el principio de la libertad racional, a negar el progreso, a
desconocer las realidades necesarias de la civilizacin, a rebelarse contra la igualdad y
la fraternidad que debe existir entre los hombres y a tener en todo y por todo, como
santo procedimiento, la nada refinada intolerancia. Eso no 31.
28
Mitin contra las escuelas laicas en Murcia, en BOEDC, 42 (1910), pp. 218-221.
29
Mitin contra las escuelas laicas en Archena, en BOEDC, 42 (1910), pp. 244-245.
30
El Diario de Murcia, (5-VI-1910). Diario de Murcia: las Escuelas Laicas (por J.M. Tornel).
31
Ibidem; Nuestros maestros, huyendo de toda exageracin, ensean y educan a los nios que se les
confan con elevacin de miras. Les hablan de Dios, como se les debe hablar a los nios, infundindoles su
- 384 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Cuando Canalejas lleg a la presidencia del gobierno ya se haba elaborado entre los
liberales, republicanos y socialistas el concepto de la Escuela Pblica como escuela de
todos y para todos, cargada de un contenido ideolgico que vea en ella un espacio
de tolerancia y neutralidad religiosa y poltica, justificando la neutralidad religiosa por
la necesidad de respetar la libertad de conciencia del maestro, no obligndole a impartir
unos contenidos que colisionaran con sus creencias y opiniones ms ntimas en un
planteamiento del problema religioso que enfrent a catlicos y liberales-republicanos32.
pursimo amor y su candoroso respeto. Les ensean la historia sagrada, como base de elementos de la
historia de la humanidad, y les infiltran dulcemente los sentimientos de la caridad y de amor al prjimo.
As mismo ilustran su entendimiento y preparan su corazn con los preceptos de la doctrina cristiana. Esto
es lo que hacen nuestros maestros, reducindose discretamente a su esfera de accin y dejando a las
familias los que le son esenciales.
32
GARCA REGIDOR, T.: La polmica sobre la secularizacin de la enseanza en Espaa (1902-1914),
Fundacin Santa Mara, Madrid 1985.
33
Real decreto del Ministerio de Instruccin Pblica sobre reorganizacin y funciones de las Juntas
provinciales de Instruccin Pblica, en BOEDC, 34 (1902), pp. 480-483.
34
Interesante Circular de la Junta Provincial de Instruccin Pblica de Barcelona contra los libros de la
Escuela Moderna y circular de S.E.I., en BOEDC, 44 (1912), pp. 391-393; Exposicin del Episcopado
espaol al Excmo. Sr. Ministro de Instruccin Pblica con motivo del Real Decreto sobre codificacin de la
legislacin de Enseanza, en pp. 499-502.
- 385 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
porque la religin catlica es la del Estado y es tambin la que quieren los padres para
que sean educados sus hijos y la que profesan mayoritariamente los maestros35.
35
Carta del Emmo. Card. Primado a los Maestros Espaoles: carta dirigida D. Pedro Daz Muoz, en
BOEDC, 44 (1912), pp. 572-574.
36
Real decreto sobre la enseanza del Catecismo (25-IV-1913), en BOEDC, 45 (1913), pp. 265-267.
37
GARCA REGIDOR, T.: La polmica sobre la secularizacin de la enseanza en Espaa (1902-1914),
Madrid, 1985, pp. 290-292; DEL POZO ANDRS, M.M: Planteamientos ideolgicos en torno a la
enseanza del catecismo en Espaa en el primer tercio del s. XX, en Revista de Ciencias de la Educacin,
125 (1986) pp. 87-96; A la bsqueda de una identidad para la escuela pblica (1898-1936), en La
Secularizacin conflictiva, pp. 215-236.
- 386 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
38
FIGUEROA Y TORRES, A.: Notas de una vida, p. 340. El cardenal Primado envi a todos los obispos
una circular en la que se quejaba de algunas disposiciones tomadas por Romanones que eran
manifiestamente contrarias a los derechos de la Iglesia, como la peligrossima coeducacin sexual
tomada como orientacin pedaggica en las reformas de la Escuela Superior del Magisterio, la merma de
atribuciones en los profesores de Religin y de los libros y bibliotecas de tema religioso en los centros, la
secularizacin de las Escuelas Normales dirigidas por religiosas, los ataques a la libertad de enseanza
garantizada por la constitucin, la dispensa a favor de los disidentes de asistir a la explicacin del
catecismo en las escuelas, la supresin de los exmenes para la asignatura de religin en los institutos, la
abolicin de los privilegios concedidos de antiguo a las rdenes docentes, la postergacin del prroco en
las Juntas locales de Primera Enseanza, el influjo escandaloso de los sectarios en los altos centros
directivos y el Real decreto de 5 de mayo que, a infracciones legales positivas, juntaba el no mencionar en
modo alguno la intervencin de la Iglesia al disponer detallada y extensamente la inspeccin de la
enseanza. Omisin que motiv una consulta del Nuncio, aunque eran temas que haban sido concordadas
por ambas potestades y no pueden derogarse por la voluntad unilateral de los Ministros; Carta Circular
del Emmo. Cardenal Primado a los Rvmos. Prelados de Espaa, en BOEDC, 45 (1913), pp. 357-360.
39
El Tiempo (Murcia), (12-III-1913) Reformas que no prosperan.
- 387 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
40
La Verdad de Murcia, (5-VII-1913) La formalidad del Conde (por M. Peaflor).
41
La Iglesia y la Enseanza: principales derechos que en materia de enseanza religiosa reconoce a la
Iglesia la potestad civil, con sus fundamentos legales, en BOEDC, 45 (1913), pp. 361-365.
42
El Catecismo en las Escuelas Pblicas: disposiciones legales, en BOEDC, 45 (1913), pp. 389-397.
43
El Liberal de Murcia, (2-II-1914) Por la libertad de ctedra: el acto de ayer. La regulacin continuara
durante el ao 1914 con motivo de la reorganizacin de las Escuelas Normales de Primera Enseanza y de
los Estudios Superiores de Magisterio, pero los gobiernos conservadores presididos por E. Dato evitaron ya
toda polmica; Real decreto de Instruccin Pblica y Bellas Artes sobre reorganizacin de las Escuelas
Normales, en BOEDC, 46 (1914), pp. 455-457; Real decreto sobre la reforma de la Escuela de Estudios
Superiores del Magisterio, en pp. 458-460. No obstante, en el Boletn se reprodujo la carta del obispo de
Santander dirigida al ministro de Instruccin Pblica con motivo de una conferencia pronunciada en el
Ateneo de Madrid en la que se declaraba catlico practicante pero entenda que no es absolutamente
imprescindible la enseanza de la religin por el mismo maestro que est encargado del resto de la
enseanza, porque no encuentra bien definido en la ley el precepto que haga obligatorio al maestro
profesar la religin catlica, a lo que el obispo le replica que en Espaa los gobernantes, pues, y sobre
todo, si son catlicos, no pueden desconocer la gravsima obligacin que tienen de proporcionar a los
nios en las Escuelas pblicas la instruccin religiosa evitando una tendencia marcadamente
anticristiana porque si es cierto que en la ley no hallas bien definido el precepto que haga obligatorio al
maestro ser catlico; por lo mismo que no est bien definido, puedes t definirlo sin agravio a la ley
advirtiendo a los que aspiren a regentar nuestras Escuelas Catlicas, que deben profesar la misma Religin
que nosotros profesamos y ensear siempre, como asignatura la ms importante, la Doctrina Cristiana.
Para adoptar esa resolucin poda V.E. contar con el poderoso auxilio de la constitucin de la monarqua,
y de la ley de Instruccin pblica. La constitucin declara que la religin del Estado es la catlica la
vigente ley desvanece cualquier perplejidad de un ministro catlico; da ya resuelta la duda ante la cual se
detiene: porque manda que se ensee en las escuelas la asignatura de Doctrina Cristiana e Historia
sagrada y que el maestro sea intachable en su conducta religiosa y moral: y bien se entiende que en un
pueblo catlico no puede ser intachable la conducta religiosa de un maestro que no profesa nuestra santa
religin; Carta abierta del Exmo. Obispo de Santander al Excmo Ministro de Instruccin Pblica sobre la
enseanza del Catecismo en las Escuelas, en BOEDC, 46 (1914), pp. 117-124.
- 388 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
La segunda mitad del siglo XVIII murciano result ser esplendoroso, en comparacin
con la pobreza del s. XIX, sobresaliendo
entonces en las artes y en el desarrollo del
espritu ilustrado45. Incluso el Colegio-Seminario
de San Fulgencio de Murcia se acredit como
un importante foco de difusin del
pensamiento jansenista y de las ideas
ilustradas, destacando con personalidad propia
en el panorama del estudio de la cultura
espaola del siglo XVIII46. Lo cierto es que el atraso cultural de la provincia de Murcia,
en las ltimas dcadas del s. XIX y comienzos del XX, era muy considerable.
44
AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del siglo XX, pp. 31-32.
45
FLORES ARROYUELO, F.J.: Sociedad murciana e Ilustracin, en Murgentana, 49 (1977), pp. 5-73.
46
MAS GALVA, C.: Jansenismo y regalismo en el Seminario de San Fulgencio de Murcia, en Anales de
la Universidad de Alicante, 2 (1982), pp. 259-290; El Colegio-Seminario de San Fulgencio: Ilustracin,
Liberalismo e Inquisicin, en reas: Revista Internacional de Ciencias Sociales, 6 (1986) pp. 17-48.
47
MORENO FERNNDEZ, L.M.: Las clases trabajadoras y la formacin del sindicalismo aconfesional en
Murcia (1890-1923), pp. 56-57; VIAO FRAGO, A.: Educacin y difusin cultural, en Historia de la
Regin Murciana, vol. VI, pp. 2-39.
- 389 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Las instituciones religiosas que surgieron a finales del s. XIX hicieron una
considerable labor al crear varios colegios en poblaciones muy variadas, aunque no se
dedicaron especialmente a la educacin de la burguesa, sino a las clases ms
desfavorecidas, limitndose a las primeras letras49. La extensin de la obligatoriedad de
la enseanza Primaria de los seis a los doce aos (23-VI-1909), marcar un avance
importante y solo con la creacin de la Escuela Superior de Magisterio, para la formacin
del profesorado, de las Escuelas Normales y de los Inspectores de enseanza Primaria,
se asentaron las bases de una cierta recuperacin.
48
De las 83 escuelas que haba en la capital murciana en 1914, 70 eran pblicas y 13 privadas y mientras
en las primeras estaban matriculados 5.455 en stas solo 1281, por lo que la relacin alumnos-maestro
era mucho ms elevada (72% frente al 42%).
49
En Murcia tenan colegio las Religiosas de Jess Mara (1897) y en Cartagena las Hijas de la Caridad
(1886), los Maristas y las Claretianas (1906). En La Unin abrieron colegio las Carmelitas de la Caridad-
Vedrunas (1900), en Totana las Hijas de la Caridad de San Vicente de Pal (1887), en Cehegn las
Hermanas de la Caridad (1890), igual que en Lorca y Blanca (1897). En Alcantarilla tenan colegio las
Salesianas del Sagrado Corazn de Jess (1890) y en Calasparra las Hermanas Franciscanas de los
Sagrados Corazones (1914). En Caravaca corresponda a la Congregacin de Nuestra Seora de la
Consolacin (1905).
- 390 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
50
El reformismo liberal intent paliarlo con la creacin del Instituto Alfonso X el Sabio (5-VIII-1837), al
que se fueron aadiendo algunos otros centros docentes en la capital y en algunas localidades murcianas,
dependientes de las rdenes religiosas, entre los que cabe destacar el Colegio de la Compaa de Jess
(1867) y el Colegio de San Antonio (1874), el Colegio de segunda enseanza de Saavedra Fajardo (1874)
y el Colegio de S. Isidoro (1882), as como el Colegio de los Sagrados Corazones (1889). En Cartagena
estaban los Colegios de los Cuatro Santos (1879), Colegio de la Santa Trinidad (1879), de S. Fulgencio
(1882), el de S. Diego (1882), Colegio de la Pursima Concepcin (1887), el de S. Luis (1887), Colegio-
Academia de Izquierdo (1897), y un Instituto de segunda enseanza entre los aos 1868 y 1875, filial del
Instituto de Murcia. Ya exista desde 1851 una Escuela de Nutica incorporada al Instituto y en 1789 se
cre el Colegio Politcnico donde se impartieron primera y segunda enseanza. HERNNDEZ PINA, F.: El
Instituto Alfonso X el Sabio, primer centro murciana de Enseanza Media, en Historia y educacin en
Murcia, pp. 189-224.
51
Las Escuelas Pas de los Padres Escolapios en Yecla (1857), Colegio de la Pursima Concepcin en La
Unin (1874), los Colegios de la Pursima Concepcin y S. Luis Gonzaga de Cieza (1876), en Jumilla se
tienen noticas de un Colegio llamado S. Pascual (1877) y otro denominado Colegio Jumillano, los Colegios
de la Santsima Cruz (1877) y el Salvador (1887) en Caravaca, el Colegio de Santa Eulalia (1883) en
Totana, el del Nio Jess de Beln (1883) en Mula, el Colegio de la Pursima Concepcin (1894) en
Cehegn, en guilas se tiene tambin noticia hacia 1890 de un Colegio de primera y segunda enseanza,
en Moratalla se crea el Colegio del Sagrado Corazn de Jess (1896), en Mazarrn el Colegio de la
Pursima Concepcin (1894) y el Colegio de San Jos. En Lorca hay tambin algunos centros destacando el
Colegio de la Pursima Concepcin, incorporado al Instituto de Murcia en 1883 y un Instituto de segunda
enseanza creado en 1864, aunque fue suprimido en 1883.
52
Cfr. CARDENAS OLIVARES, M.I.: 1886-1905: Aos cruciales para el Instituto de Murcia, en El Instituto
Alfonso X... (1987), pp. 125-159. Se cre la Escuela Normal de Murcia con carcter de Superior el 5 de
mayo de 1844, pero ms sobre el papel que en la realidad, dependiendo del rectorado de Valencia. Cfr.
HERNNDEZ PINA, M.F.: La enseanza media en Murcia en el siglo XIX: el Instituto Alfonso X el Sabio,
en Murgentana, 53 (1978), pp. 15-16.
53
GARCA ABELLN, J.: Organizacin de los gremios en la Murcia del siglo XVIII, Academia Alfonso X el
Sabio, Murcia, 1976; MORENO, L.M.: Las clases trabajadoras, pp. 61-62.
- 391 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Para J.A. Ayala, las carencias institucionales se correspondan tambin con un fuerte
absentismo e indiferencia cultural, que cubra prcticamente toda la sociedad murciana
en la que nicamente algunos centros recogan y difundan parcelas del saber de la
poca, como las Sociedades Econmicas del Pas de Murcia y Cartagena, el Ateneo y el
Liceo de Lorca y poco ms, pues esta cultura, si es que puede llamarse tal, era
necesariamente minoritaria no solo por el nmero de los que la cultivaban sino, sobre
todo, por el pblico al que se diriga54.
Tan solo cabe destacar la existencia de varias tertulias en las que se daban cita los
personajes ms destacados de la sociedad murciana. En la dcada de los cincuenta
adquiri relieve la Tertulia de la Botica de San Antoln, donde se encuadran el sacerdote
Miguel Ortega, Miguel Rubio Arrniz, los hermanos Joaqun y Miguel Lpez y Juan Antonio
54
AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, p. 31-32. El dato ms extremo lo muestra el hecho
de que en el nico instituto provincial de Enseanza Media, en el curso 1889-90 solamente haban
obtenido el grado de Bachiller veinticinco alumnos.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
El nico escritor que, de una manera muy sui generis, puede adscribirse de algn
modo a la generacin del 98 es Vicente Medina, nacido en 1866 en Archena, que comenz
a publicar sus primeras poesas en 1890 en la revista cartagenera El Album con una
primera serie de su obra ms relevante Aires Murcianos, prologada en 1898 por Azorn,
en la que propuso su famosa descripcin del carcter murciano de entonces como
cansera vital: anda t si quieres y jame que duerma, a ver si es pa siempre!... Si no
me espertara! Tengo una cansera!.
- 393 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
58
DELGADO, S.: Historia de la Literatura en la Regin de Murcia, Editora Regional, 1998, pp. 187-190.
- 394 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
En los primeros aos del siglo XX se realiza un relevo no solo esttico sino biolgico,
pues en 1902 muere Pedro Daz Cassou, autor en 1900 de El cancionero panocho, en
1905 el eminente crtico y poeta Federico Balart, en 1908 Ricardo Gil, autor de La caja
de la msica y De los quince a los treinta; hacia 1915 Andrs Baquero, Martnez Tornel
y el msico Jos Verd, autor del Cancionero murciano. Los hombres de este perodo
haban nacido en los aos cuarenta-sesenta del siglo XIX y tuvieron su momento de
mayor vigencia hasta 1914, fecha que da nombre a otra generacin diferente, al estar
ya compuesto por hombres de formacin intelectual, europestas abiertos al modernismo
artstico. Les caracteriza el haber sido rigurosamente crticos con la situacin de Espaa,
pretendiendo una nueva gobernacin intelectual de Espaa 60.
59
LLANOS DE LOS REYES, M.: Pedro Jara Carrillo: verso y prosa, Murcia, Ayuntamiento Alcantarilla, 1991.
60
DEZ DE REVENGA, F.J. DE PACO, M.: Historia de la Literatura Murciana, Murcia, Editora Regional,
1989, pp. 187-200. Pertenecen a esta generacin Mariano Ruiz-Funes (1889-1953), escritor y poltico con
una slida formacin literaria y cientfica, que en 1919 fue de los primeros profesores murcianos en
obtener por oposicin la ctedra de Derecho Penal, presidiendo entre 1921-24 el Crculo de Bellas Artes de
la capital, al que dio un gran impulso caracterizado por la tolerancia y libertad para el mundo de las ideas.
Algo similar sucedi con el lorquino Toms de A. Arderus (1883-1935), abogado, alcalde de Lorca y
escritor destacado que, desde la publicacin de su primera obra Tierra Seca en 1911, capt el
costumbrismo de la comarca y sigui escribiendo aunque sus obras no alcanzaran difusin. En l se
percibe ya el influjo de las corrientes polticas de izquierda que influirn poderosamente en el naciente
ambiente cultural murciano de finales del primer tercio de siglo y se adscribi al Partido Reformista de
Melquades lvarez, para ser despus cautivado por la Izquierda Republicana. Pertenecen tambin a esta
generacin literaria del 14 los cartageneros Miguel Pelayo y Jos Prez Bojart, el oriolano Justo Garca
Soriano, que trabaj en Murcia, el ceheginero Juan Miguel Garca Porcel, el lorquino Eliodoro Puche y los
murcianos Dionisio Sierra, Francisco Martnez Corbaln y Jos Martnez Arenas. Cronolgicamente todos
ellos son postmodernistas, pero su esttica est todava fuertemente entroncada con el modernismo que
llena casi un cuarto de siglo, teniendo como caractersticas la utilizacin de un lenguaje simblico y
formalista, ms atento a sus efectos sonoros que a la comunicacin intimista.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Teologa61. Nada original se produca en Espaa y son pocos los autores del s. XIX que
han pasado a la historia de la cultura europea (Jaime Balmes, Donoso Corts y Zeferino
Gonzlez), pues los estudios clsicos se haban descuidado, siendo muy frecuente el
desconocimiento del latn, y la produccin cientfica era irrelevante y de escaso nivel.
La causa principal era que la mayora aspira a puestos mejores, por lo que no hay
profesores ni prrocos que sean estudiantes y ninguno de los profesores lleva
enseando ms de diez aos, debido a los frecuentes cambios. Aunque reconoce que
solan ordenarse unos veinte sacerdotes al ao, sin embargo buena parte son de carrera
corta, que no tenan casi preparacin doctrinal. El rector era nominalmente el obispo y
el vicerrector, J. M. Prez Gutirrez, vena caracterizado como muy dbil de carcter y
ocupadsimo, habiendo dejado en manos de los jesuitas la formacin y la direccin
espiritual de los seminaristas. Adems, la decadencia cultural iba pareja a la moral y el
clero adoleca de relajacin de costumbres y de ambicin desordenada para conseguir
prebendas, ttulos y honores en la Iglesia que les promocionase socialmente, siendo
generalizada la ignorancia de los prrocos en teologa moral63. Las palabras del propio
Rampolla son muy elocuentes: si se quiere formar un juicio, aunque sea indirecto, del
estado moral, literario, cientfico de los seminarios tal como han estado en los ltimos
aos, analizando la condicin actual del clero, ese juicio est lejos de ser favorable. Salvo
honrossimas excepciones, tanto respecto de los individuos como de alguna provincia,
61
ANDRS MARTN, M.: La supresin de las facultades de Teologa en las universidades espaolas (1845-
1855), Ed. Aldecoa, Burgos, 1976.
62
CRCEL ORT, V.: Len XIII y los catlicos espaoles, pp. 386-389.
63
Vicente Crcel recuerda cmo los obispos solan enviar a la Santa Sede noticias muy optimistas sobre
sus seminarios, que no respondan a la situacin real de los mismos y cuando el nuncio visitaba las
dicesis se les colmaba de honores y atenciones para ocultarles la verdad sobre su verdadero estado,
como lo testimoniaron los nuncios Vico (1907-1913) y Ragonesi (1913-1921) en cuyos Archivos ha
quedado abundante documentacin al respecto; La Historia de la Iglesia en Espaa, pp. 366-368.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Para el historiador Flores Arroyuelo Murcia estaba anclada y bien anclada en la vida
del antiguo rgimen y encasillada en unos lmites que dan sensacin de asfixia con
una sociedad paraltica y adormecida que se despert mucho ms tarde que las dems
64
Existe despreocupacin de las rbricas, de la limpieza de las iglesias y de las casas, se omite la
enseanza del catecismo; las obras de celo y de caridad se dejan a la iniciativa de los laicos y de seoras
y, a veces, hasta se les mira con malos ojos si es que no se obstaculiza su labor; son recibidos a
regaadientes y hasta con reproches los fieles que quieren acercarse a los sacramentos. En cuanto a los
cabildos y el clero joven, haciendo las debidas excepciones, el espritu que reina en ellos es, en general,
un espritu de relajacin, de intereses, ambicin y censura del clero mayor. Habiendo entrado muchos
sacerdotes a formar parte de un cabildo mediante recomendaciones, intrigas o cualquier otro mtodo ms
reprobable an, sin haber sido apenas instruidos por el clero parroquial o por los cannigos ms antiguos,
se procuran grados acadmicos y as se hacen capaces para obtener prebendas y dignidades de mayor
importancia. Pero si estos datos bastan para dar a conocer indirectamente el estado de los seminarios en
estos ltimos aos y, por consiguiente, para explicar la ignorancia de las cosas religiosas en la sociedad,
es sin embargo obligado reconocer que los gobiernos en este siglo han hecho todo lo posible para reducir
a estos centros a una total postracin; CRCEL ORT, V.: La Historia de la Iglesia en Espaa, pp. 364-365.
65
En el primero impartan clases Antonio Meseguer, que se haba formado en Pars, y Jos Mara Sanza,
profesor del instituto de Segunda Enseanza. Por estas clases pasaron gran parte de los artistas de la
llamada generacin de los aos veinte que constituirn la vanguardia en Murcia: Pedro Flores, Joaqun
Garca, Luis Garay, Jos Mara Almela y Jos Planes. Las clases de pintura en el Crculo Catlico de
Obreros estaban a cargo del pintor costumbrista Jos Mara Sobejano, que a su vez haba estudiado en la
Econmica y completado su formacin en Madrid y Valladolid. Por su aula pasaron artistas que despus
destacaran en el panorama local, como Victorio Nicols, Clemente Cantos y Nicols Rex. En pintura solo
destacaron Sobejano (1852-1918), Alejandro Siquer (1850-1921) y Pedro Snchez Picazo (1863-1952).
En 1902 se fund en la plaza Cetina de la capital el Crculo de Bellas Artes bajo la presidencia de Diego
Hernndez Illn. Con respecto a la msica, coincide con el fallecimiento de dos msicos reconocidos: en
febrero de 1898 Julin Calvo Garca, organista de la Catedral y maestro de msicos posteriores (Pedro
Muoz Pedrera y Antonio Puig, profesores del Conservatorio) y en 1906 Manuel Fernndez Caballero,
autor de numerosas zarzuelas y composiciones religiosas. Destac tambin el msico militar totanero
Marcos Ortiz. AYALA, J.A.: Murcia en el primer tercio del s. XX, pp. 57-67.
- 397 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
En Murcia no haba un centro acadmico que fuera el soporte de los nuevos avances
cientficos e introdujera las nuevas ideas, pero el movimiento catlico perciba las
dificultades que suponan las corrientes modernas de pensamiento y, a su manera y
desde las frecuentes conferencias que solan dar los profesores del Seminario de San
Fulgencio, trataba de hacerles frente, especialmente cuando se deslizaban por la prensa
liberal. Podemos detectar su inquietud con respecto al evolucionismo y positivismo, as
como en torno a la conciliacin entre los avances cientficos y la religin, en el problema
de las relaciones existentes entre la fe y la razn.
66
FLORES ARROYUELO, F.J.: Sociedad Murciana e Ilustracin, en Murgentana, 49 (1977), p. 70. Hubo
un sector ilustrado presente en Murcia desde el s. XVIII que pervivi en el s. XIX a travs del ideal
poltico-liberal en lites minoritarias, entre las que fue decisivo el apoyo de algunos miembros del clero.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
cuando comenzaron a propalarse por Murcia las ideas evolucionistas de Ch. Darwin que
amenazaban con minar, desde los postulados de la ciencia moderna, los fundamentos del
discurso religioso de la creacin divina de Adn, del barro de la tierra, y de Eva de una
costilla de Adn, lo mismo que la propia idea de providencia divina (contraria a las
leyes cientficas) e incluso de los principios de la moral evanglica, al proponer la
seleccin natural y la lucha del ms fuerte como el criterio selectivo de la evolucin
de las especies y del propio hombre.
Este argumento ser acogido en los ambientes influidos por el anarquismo, debido
al efecto disolvente que posea frente a las ideologas establecidas, y en el pueblo minero
de La Unin, donde se encontraba el ncleo anarquista ms influyente de la cuenca
cartagenera, surgir una asociacin anticlerical que se describa a s misma como
darwinista y amiga del progreso cientfico 67 . Tornel ya lo censuraba al atisbar su
similitud con las ideas economicistas del liberalismo y el problema de la clase obrera en
La Unin (reciba su paga en vales y no en dinero): Darwin puede que haya dejado
algn rastro, siquiera sea el del error en el campo especulativo, pero en la humanidad
no hubiera dejado ms que tristezas, si sus teoras hubiesen tenido alguna trascendencia
en la vida de los pueblos. Porque, o nosotros no lo hemos
entendido, o la seleccin natural quiere decir, que es ley
que lo fuerte se sobreponga a lo dbil, y que lo mismo en
los bosques que en los pueblos impere el que tenga ms
uas. De esto a decir que los vales tienen su razn de ser,
no hay ms que una consecuencia lgica. Darwin, el
materialismo fatalista, es el polo opuesto a lo que hoy se
dirige la filosofa y la ciencia, que engrandece y sublima el
espritu libre y busca en lo divino la ltima razn de todo.
El movimiento catlico murciano observ pronto, que las doctrinas evolucionistas eran
presentadas, por los anticlericales, como prueba esencial para refutar la veracidad de las
afirmaciones bblicas y para mostrar la contradiccin irreconciliable entre los avances y
descubrimientos, conseguidos por la ciencia, y lo que era criticado como el trasnochado
oscurantismo ignorante de la fe, anclado en una concepcin falsa del mundo, que la
Iglesia pretenda imponer en la sociedad a travs de sus dogmas y supersticiones68.
67
El Diario de Murcia, (7-III-1890) Lo del da: anticlerical y darvinista (por J.M. Tornel); AHDPM:
GOB,6580/02: Grupo de Librepensadores Darvinianos (n 104).
68
LPEZ FERNNDEZ, C. VALERA, M. LPEZ SNCHEZ, J.F.: El evolucionismo en Murcia (1870-1880)
a travs de la prensa cultural y cientfica, en Llull, 17 (1994), pp. 89-102.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
69
El Diario de Murcia, (22-VI-1889). Antonio Blanco escribir varios artculos para conciliar la Religin con
la ciencia moderna desde perspectivas un tanto eclcticas: (29-VI y 9-VII-1889).
70
El Diario de Murcia, (16-VI-1889). El comercio de antao (por M. Bueno).
71
El Diario de Murcia, (5-IX-1889; 15, 16-V, 21, 26-VI-1891). La noticia de la destruccin de los restos de
mosaicos y edificaciones visigodas descubiertas en la pedana huertana de La Alberca puso de manifiesto
la ignorancia cultural en la que se encontraba la poblacin huertana que rodeaba la ciudad de Murcia,
mientras la leccin inaugural del seminario se dedic al darwinismo y fue un trabajo paleontolgico
magistralmente desarrollado en periodos elocuentsimos por el Sr. D. Jos Mara Lpez Belmonte, al que
la prensa precisar que no asisti el obispo Bryan; (17-VIII, 16-IX, 2-X-1892).
- 400 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
72
El Diario de Murcia, (15-III-1890). Lo del da (por J.M. Tornel).
73
El Diario de Murcia, (1, 11, 15, 24-XII-1889).
74
El Diario de Murcia, (12-III-1890). Correspondencia.
- 401 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El director del instituto de Secundaria de Murcia, Santiago Orts, disertar sobre las
relaciones armoniosas entre la ciencia y la fe frente a aquellos que consideran que la
fe es un obstculo insuperable para el progreso de las ciencias y que los hombres de
creencias religiosas no pueden dar un paso en ellas por hallarse su entendimiento como
cohibido y tiranizado por las intemperantes y despticas intransigencias de la fe. En sentir
de tales hombres, la fe es de todo punto incompatible con la ciencia. Los hombres de fe
son unos pobres ignorantes y retrgrados, desconocedores de las maravillosas
conquistas de la ciencia, en absoluto, a la que miran de reojo y con cierta infundada
prevencin, por considerarla cada da ms emancipada de la fe, contra la cual no quieren
admitir progreso alguno cientfico por racional y legtimo que sea. En una palabra, la fe,
segn esos hombres, es un molesto y gravsimo estorbo para las ciencias, es su ms
implacable enemiga y todo hombre, que verdaderamente se precie de cultivar la ciencia,
debe empezar por despojarse de las rancias preocupaciones que adquiriera en su
infancia, si aspira a buscar la radical y completa regeneracin del mundo por la sola y
exclusiva virtud de la ciencia, la nica que tiene soluciones propias y adecuadas para
todos y cada uno de los problemas que puedan surgir en la vida de la humanidad, sea
cualquiera la ndole y naturaleza de esos problemas 76.
Aunque en Murcia nadie de relieve sostuviera en pblico estas ideas, sin embargo
realiza una completa descripcin de las crticas que el anticlericalismo achacaba al influjo
de la fe catlica en la cultura y muestra por qu se sentan vctimas del ambiente cultural
hostil, obligndoles a adoptar un lenguaje de carcter apologtico y de defensa, porque
todo el mundo nos conoce en Murcia y sabe y le consta que no venimos de ningn
campo poltico, ni obedecemos a consigna alguna. Obedecemos a nuestra conciencia,
obramos a impulsos de nuestra fe. Escribimos tan solo el fruto de nuestras ms
profundas convicciones. Seremos a lo sumo eso que llaman fantico, pero un fantico
75
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo poltico (22-II-1893), en BOEDC, 21 (1889), pp. 75-
77; LPEZ FERNNDEZ, C. VALERA CANDEL, M. SEZ GMEZ, J.M. LPEZ GONZLEZ, J.: La
presencia de la religin en la difusin de la ciencia en Murcia a travs de la prensa cultural durante la
etapa 1870-1920), en Actas VIII Congreso de la Sociedad Espaola de Historia de las Ciencias y de las
Tcnicas, Murcia, Servicio de Publicaciones Universitarias, 1998, pp. 977-988.
76
El Diario de Murcia, (26-V, 23-VI-1892). Ciencia y fe (por J.L. Orts).
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
inofensivo y, por lo mismo, nos consideramos autorizados para decir con el gran
Tertuliano: dejadme gozar de toda la ignominia de mis creencias; yo me honro con
todo lo que vosotros llamis servilismo y bajeza de espritu. Por lo dems, rechazamos
con toda energa esa insigne vulgaridad, elevada a sistema por algunos, de que todo
hombre de fe ha de ser forzosamente absolutista y todo buen liberal irremisiblemente
ateo Hay nada ms contrario a la razn y ms opuesto a la caridad?77.
Tambin M.P. Palao se propuso mostrar esa armona y disipar las dudas que algunos
sembraban al respecto para profundizar en el ms sencillo tomismo, pues afirmar que
la fe es incompatible con la ciencia equivaldra a afirmar que Dios, autor de la razn y
dispensador de la fe se complace en contradecirse a s mismo, lo que es un absurdo.
Por otra parte, la fe descansa en la revelacin, que es la palabra de Dios inspirada en
un libro el ms antiguo que se ha escrito en el mundo. La ciencia, a su vez, ejercita
tambin su actividad, hojeando a su modo el gran libro de la naturaleza, en el que
aparece igualmente escrita la palabra de Dios con tan grandiosos caracteres, aunque
mudos, que todo pregona el poder y excelencias de su divino creador 78.
77
Ibidem.
78
El Diario de Murcia, (1, 2, 11-VI-1892). Lo del da (por J.M. Tornel). Incluso se abordar el problema
que plantea el moderno librepensamiento en la conferencia de Jos Toms Prez, leda por el joven
mdico Andrs Martnez Rebollo por enfermedad del ponente, tratando de mostrar su diferencia con la
verdadera libertad cristiana; (15-VI-1892). Noticias locales.
79
El Diario de Murcia, (2-X-1891). Lo del da (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
la caridad al amor. El propio Tornel elogiar al clero joven murciano, pero le peda
que eleve su nivel cultural y se interese por las artes y la cultura modernas80.
Luis Escribano estuvo ajeno a toda la polmica que haban suscitado sus declaraciones
y mostrar su extraeza por haber sacado de contexto sus palabras, ya que ignoran
que soy y ser, mientras conserve mis facultades intelectuales regularmente organizadas,
catlico, apostlico, romano, aunque dbil pecador que siente no estar iluminado con los
resplandores de la gracia divina y con la virtud y caridad cristiana y matizar que hablaba
de la geografa antigua de Tolomeo que los cristianos, no la Iglesia, proscribieron, pues
la lectura de las ciencias apoyadas en las fbulas de la mitologa pagana, que Homero y
los escritores de su tiempo mezclaron con verdades geogrficas, entre otras, como
hicieron tambin con las artes, pues posedos del amor a Jesucristo les repugnaba el
sensualismo y materialismo que predominaba en todas ellas 82.
80
El Diario de Murcia, (5, 6, 15-III-1892). Revista de la semana (por J.M. Tornel). El discurso de Antonio
Munera sobre Santo Toms de Aquino ser resumido por Bryan a los Seminaristas en una recomendacin
piadosa, para que les hiciera ser apasionados de Santo Toms tanto para aprender en l a ser sabios,
cuanto para aprender a ser buenos, Noticias locales.
81
El Diario de Murcia, (13, 20, 21-VII-1892). Contra esta opinin se publicaron algunos sueltos en La
Enseanza Catlica y dos cartas, una del Sr. D. Jacobo Manzanares y otra de D. Antonio Pimentel
impugnando el sentido literal de la tesis de Escribano.
82
El Diario de Murcia, (9-VIII-1892). Comunicado (por L. Escribano).
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
83
El Diario de Murcia, (13, 21-VII-1892). A los maestros de la provincia (por P. Martnez Palao); Lo del
da (por J. Martnez Tornel).
84
El Diario de Murcia, (4-X-1892). Lo del da (por J.M. Tornel).
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
no es nada. En la familia, la mujer es reina; fuera de ella, esclava. Querer asignar otros
destinos a la mujer es hacerla descender del trono augusto donde Dios la ha colocado
para hacerla bajar al abismo de su degradacin y ruina y se pregunta qu es la
emancipacin de la mujer?85.
Con frecuencia Bryan sola acudir al argumento de la primaca del orden sobrenatural
para criticar el naturalismo y el racionalismo de la ideologa liberal87. Se trataba del
problema teolgico que envolva todas las cuestiones de orden poltico y social en la
confrontacin del movimiento catlico frente al anticlericalismo y evidenciaba las grandes
limitaciones de la Teologa del momento para enfrentarse a la revolucin intelectual,
cultural y poltica de la modernidad. Era la cuestin denominada del sobrenatural, en
la que se dilucidaba cul era la naturaleza misma de la Iglesia y su relacin con la
sociedad humana, porque el cristianismo se defina como una religin sobrenatural, a
diferencia del carcter natural del resto, ya que su origen no estaba en la iniciativa
humana, sino en la divina, y el contenido moral del Evangelio no era fruto una elaboracin
intelectual de la razn humana, sino el resultado de la Revelacin del propio Dios, por la
que daba a conocer el misterio de salvacin88. De la solucin que se diera a esta cuestin
85
El Diario de Murcia, (5, 8-VI-1894). A las familias y profesores de Primera Enseanza (por F. Prez
Cervera); La mujer emancipada es la mujer educada para el exacto cumplimiento de sus sagrados
deberes dentro de la familia como hija, esposa y madre. Toda otra emancipacin de que se hable respecto
a la mujer es querer desligarla de las leyes a que Dios ha querido sujetar su destino, cuyo desligamiento
trae necesariamente aparejada para el ser desligado, la esclavitud ms ominosa y brutal, en vez del
estado lleno de libertad e independencia que torpemente y por torcido y absurdo camino crea encontrar.
Y lo justifica desde un postulado espiritual en el que se muestra su torpeza intelectual: he aqu
precisamente la eterna causa de todos los infortunios y de todos los dolores que afligen al ser humano
desde que realiz el primer acto de torpe emancipacin. Como entonces, busca el hombre su
emancipacin y no hay emancipacin posible fuera de Dios y fuera del cumplimiento del destino que, en
su alta sabidura, a cada ser Dios le ha asignado.
86
El Diario de Murcia, (23-II-1902). El gran problema (por L. Dez Guirao de Revenga).
87
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la existencia y necesidad del orden sobrenatural (1-III-1897), en
BOEDC, 29 (1897), pp. 61-103; Pastoral sobre la necesidad, naturaleza y efectos del orden sobrenatural
en el individuo (20-II-1898), en BOEDC, 30 (1898), PP. 65-107.
88
Como expresin de la confrontacin de la Iglesia con el pensamiento ilustrado y las tensiones planteadas
entre el racionalismo y el fidesmo, las relaciones entre la fe y la razn se fueron haciendo cada vez
- 406 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
La intencin que subyaca a este planteamiento teolgico fue sin duda la de subrayar
la absoluta gratuidad del fin sobrenatural del hombre, pero de hecho favoreci una
inversin radical de perspectiva que hizo que el fin natural pudiera ser pensado no ya
como simple hiptesis, sino como el punto de partida real de la reflexin antropolgica89.
Sin pretenderlo directamente introdujo un anlisis dualista, que rompa la tradicin
unitaria de la gran Escolstica en su comprensin de la cuestin del sobrenatrual. Esto
hizo que el mbito de la fe tendiera a ser percibido como algo aadido, facultativo y
extrnseco al hombre que, por su naturaleza, ya era considerado como una realidad
completa en s misma que no necesitara de ninguna realidad sobrenatural para que le
permitiera desarrollar su vida y su proyecto humano de construccin de la sociedad
poltica. El racionalismo y el naturalismo se apropiaron del concepto de natural y
trataron de prescindir absolutamente de la ilusoria realidad sobrenatural.
ms conflictivas a lo largo del s. XIX, porque el racionalismo exaltaba la razn humana hasta presentarla
como la nica fuente de conocimiento verdadero, no admitiendo la posibilidad de ninguna Religin
revelada y sobrenatural, mientras que el fidesmo mostr su desconfianza en la razn humana hasta
juzgarla incapaz de fundamentar la fe, que nicamente se justificara por s misma (luteranismo) o por la
tradicin ininterrumpida (tradicionalismo). Despus de las grandes sntesis especulativas del medioevo, la
teologa experiment un grave proceso de decadencia provocada por la corriente Nominalista, que
deform el planteamiento de las cuestiones ms decisivas y fue incapaz de hacer frente a los nuevos retos
que le plantearon las Revoluciones modernas. En la controversia con Bayo y Jansenio (que negaban la
gratuidad del estado originario) el pensamiento Escolstico Post-Tridentino fijo la nocin de naturaleza
pura que le permita afirmar la gratuidad de la vocacin sobrenatural en la que Dios haba creado al
hombre, puesto que Dios poda haber creado una naturaleza humana sin llamarla al orden sobrenatural (una
naturaleza pura) y a partir de ah surgi una deficiente teologa del sobrenatural elaborada sobre el
concepto de naturaleza pura y el doble fin de la creacin (natural y sobrenatural), que vendran a
estructurar las relaciones que existen entre la razn y la fe, lo natural y lo sobrenatural como la misma
que existira entre lo imperfecto y lo perfecto, lo que es incompleto y lo que le dara plenitud y perfeccin.
Esta misma relacin mantendran el Estado y la Iglesia, pues la Iglesia sera la nica que respondera al
designio sobrenatural de Dios sobre los hombres y tendra la misin de tutelar y complementar al Estado
en el ejercicio de su tarea poltico-social para construir la sociedad humana. La pregunta teolgica sobre el
sentido de la vida del hombre y su accin en el mundo no provena ya de la encarnacin histrica de
Cristo, sino de una definicin de lo humano extrnseca a la revelacin divina y exhaustiva en s misma,
que podra ser conocida por la razn natural (la naturaleza) sin necesidad de la fe; VEREECKE, L.: Da
Guglielmo dOckam a santAlfonso de Liguori. Saggi di storia della teologa morale moderna (1300-1787),
Miln, Ed. Paoline, 1990; GALLAGHER, J.A.: Time Past, Time Future. An Historical Study of Catholic Moral
Theology, Nueva York, Paulist Press, 1990; ALFARO, J.: Lo natural y lo sobrenatural. Estudio histrico
desde Santo Toms hasta Cayetano (1274-1534), Madrid, CSIC, 1952; DE LUBAC, H.: El misterio del
sobrenatural, Madrid, Ed. Encuentro, 1991.
89
La Teologa se vio tentada a racionalizar la dimensin paradjica de la existencia humana, segn la cual
el hombre ha recibido una llamada a la plenitud (sobrenatural), que supera y excede las propias
capacidades intrnsecas (naturales) pero las lleva a su perfeccin; NICOLAS J.H.: Les rapports entre la
nature et le surnaturel dans les dbats conemporains, en Revue Thomiste, 74 (1995), pp. 399-416;
LADARIA, L.: Naturaleza y sobrenatural, en SESBOE, B.: Historia de los dogmas, Madrid, BAC, 1996,
vol. II, pp. 280-309; KEARNEY, R. LAFONT, G.: Il Desiderio di Dio, Miln, Ed. San Paolo, 1997.
- 407 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
y las fuerzas de toda la naturaleza creada o por crear, mientras que reacciona contra la
conclusin lgica del racionalismo naturalista al afirmar que el sobrenaturalismo catlico
es una supersticin y los catlicos somos una secta fantica e intransigente 90 . El
equvoco al que conduce este defectuoso planteamiento, justificar el planteamiento
socio-poltico que est ampliamente recogido en los escritos de Bryan, como inspiradores
del movimiento catlico murciano, y puede ser descrito como tradicionalismo autoritativo.
90
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la existencia y necesidad del orden sobrenatural (1-III-1897), en
BOEDC, 29 (1897), pp. 76-77; el anlisis del sobrenatural en pp. 65-66. Dir que hemos querido exponer
estas teoras indigestas para que resulte ms y ms la verdad que os predicamos, y por ende para que
veis en toda su desnuda falsedad estos errores, que (dicho sea de paso) hemos visto con pena
publicados en algunos artculos literarios impresos en nuestra Dicesis, en p. 71.
91
Ibidem, pp. 102-103. Llegar a decir que ha llegado la hora de que los buenos catlicos se unan, se
congreguen y luchen, si es preciso, en los campos polticos, pero solo para destronar el atesmo poltico y
establecer el imperio de Cristo, Pastoral sobre el atesmo poltico (22-III-1893), en BOEDC, 25 (1893), pp.
101-102.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
92
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Libre-pensamiento (23-II-1887), en BOEDC, 19 (1887), pp.
51-82; Pastoral sobre la Franc-masonera (19-II-1888), en 20 (1888), pp. 45-106; Pastoral sobre el
atesmo poltico (22-II-1893), en 25 (1893), pp. 65-104.
93
Id.: Pastoral sobre el Liberalismo (8-III-1889), en BOEDC, 21 (1889), pp. 49-134. Hay un progresivo
reduccionismo doctrinal en los escritos del obispo Bryan con respecto a la consideracin de los enemigos
de la Iglesia en el mbito cultural, ya que primero los asla dedicndoles una pastoral a cada uno: el
librepensamiento en 1887 y la masonera en 1888, pero el 8 de marzo de 1889 publicar una nueva
pastoral en la que los integra como elementos derivados del verdadero enemigo de la Iglesia, que segn
l no es otro que el liberalismo, impregnando desde entonces toda la enseanza del movimiento catlico
murciano de un profundo antiliberalismo que se mantendr con su sucesor P. Vicente.
94
Lo cierto es que en los ambientes eclesisticos de Murcia, sobre todo en los profesores del seminario de
San Fulgencio y las pastorales episcopales, se percibe una gran ignorancia y confusin sobre las fuentes a
travs de las cuales se contempla su origen histrico y su anlisis, as como la realidad conceptual del
liberalismo, porque se centran casi exclusivamente en la acentuacin de una lectura integrista del
magisterio Pontificio, especialmente de Po IX en el Syllabus donde se condena el falso liberalismo de
Montalembert y su catolicismo liberal que propugnaba una Iglesia libre en un Estado libre, y en los autores
tradicionalistas que defienden la civilizacin catlica inspirada en la tradicin, dentro del ideario
integrista que se orient hacia la construccin ideolgica del ansiado Estado cristiano frente al Estado
liberal. Ser la obra de Juan Donoso Corts (1809-1853) la que ms incida en la estructura mental del
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Esta visin ideologizada del liberalismo le impide concebirlo como una simple cuestin
poltica sobre una determinada forma de gobierno97. Tampoco admite concebirlo desde
tradicionalismo murciano, sobre todo en la obra de Bryan, ya que es el Ensayo sobre el catolicismo, el
liberalismo y el socialismo (1851) el ms citado en sus pastorales, junto con referencias a los ms
moderados J. Balmes (1810-1848) y Menndez Pelayo (1856-1912), sin faltar alusiones al integrista Ort
Lara en su identificacin del liberalismo con la secularizacin y el laicismo, haciendo del liberalismo el
causante de todos los males de la situacin poltica y social del rgimen de la Restauracin canovista. Hay
un silencio total de las aportaciones realizadas por la Ilustracin catlica de E. Flrez (1702-1773),
Jernimo Feijoo (1676-1774) y Francisco Isla (1703-1781). Con respecto a la revolucin francesa se
desconoce la obra del abad E. Joseph Sieys (1748-1836), que conducira a la declaracin de la soberana
nacional en la Asamblea Nacional como prembulo de la constitucin de 1791 y la Declaracin de los
derechos del hombre y del ciudadano (1789), as como de los tericos F. Nol Babeuf (1760-1797), F.
Michele Buonaroti (1761-1837) y S. Marchal (1750-1803), que acentuaron su aspecto social. Son
desconocidos los pensadores que moderaron el radicalismo del liberalismo originario, asentando las bases
del liberalismo doctrinario, como Benjamn Constant (1767-1830), Alexis de Tocqueville (1805-1859), P.P.
Royer-Collard (1763) y su discpulo Franois Guizot (1787-1874). Incluso hay una profunda laguna sobre
el liberalismo ingls representado por Jeremy Benthan (1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873).
Tampoco se conoce la tradicin romntica de M. Klinger (1752-1831), que se enfrentar abiertamente a la
Ilustracin y las consecuencias de la revolucin francesa.
95
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Liberalismo, pp. 53-54.
96
Ibidem, pp. 55-56.
97
Ibidem, pp. 60-62. Porque errneamente muchos en esta poca juzgaron que el liberalismo es el
sistema partidario del rgimen representativo en la sociedad civil; el sistema que se propone defender la
libertad de los ciudadanos de los abusos del poder: en una palabra, que el liberalismo es puro
constitucionalismo sobre el que teolgicamente nada habra que recriminar como quiera que el
- 410 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
catolicismo es indiferente a las diversas formas de gobierno, ninguna rechaza y acepta cualquiera, donde
la encuentra legtimamente establecida.
98
Ibidem, pp. 68-69.
99
Ibidem, pp. 56-57.
- 411 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Piensa que los tiempos estaban socialmente muy convulsos porque el mundo se
emancipa de los moldes libertadores del evangelio, para caer en las servidumbres
degradantes del libertinaje de manera inconsciente y considera que el liberalismo tiene
en su raz la semilla del egosmo individualista, que degrada la libertad, impidindole
amar al prjimo. Para demostrarlo citar a Hobbes, el padre del liberalismo ideolgico,
con la intencin de exponer que en el modelo social liberal los hombres se miran
recelosamente como enemigos, en vez de amarse pacientemente como hermanos, tal y
como ha sucedido en Espaa cuando la frmula divina del Estado cristiano (cor unum
et anima una), va sustituyndose por el grito disolvente y fratricida lanzado por la
filosofa del particularismo utilitario (homo homini lupus). Esta lamentable confusin en
las ideas engendra desorden y humillante corrupcin en las costumbres 101.
100
Ibidem, pp. 79-80. Dentro de esta comprensin unitaria y global del liberalismo caben tres grados o
especies de afirmacin injustificada de la libertad y negacin de los deberes donde introduce los
enemigos ideolgicos y culturales de la Iglesia, que son desacreditados de raz por su vinculacin con el
gran error liberal: el liberalismo radical o absoluto, que identifica con el socialismo y consiste en la
supresin de todo deber para con Dios, el liberalismo naturalista que suprime todo deber en el orden
sobrenatural, representado por el librepensamiento y la francmasonera, y el liberalismo moderado o
poltico que solo suprime todo deber sobrenatural en las esferas sociales, pero no en la individual de la
conciencia particular, de manera que define el liberalismo poltico como el sistema que afirma se han de
regir segn las leyes divinas la vida y costumbres de los particulares, pero no las del Estado, porque en las
cosas pblicas es permitido apartarse de los preceptos de Dios y no tenerlos en cuenta al establecer las
leyes, de donde sale aquella perniciosa consecuencia de que es necesario separar la Iglesia del Estado.
101
SALGADO ALONSO, V.: Pastoral la Paz del Seor (25-XII-1904), en BOEDC, 36 (1904), pp. 9-16. Afirma
que la sociedad est inclinada hacia el mal por culpa del pecado y pronto es sepultada por el fango de
su propia corrupcin si una fuerza superior no la detiene y redime, devolviendo los elementos vitales de
que ella culpablemente se va privando. Esa fuerza es la gracia de Dios (sobrenatural) que acta a travs
de su Iglesia y evita el naufragio de la verdad divina en medio de la sociedad humana. Entre la Iglesia y
el mundo hay un duro combate, reflejo del combate entre Satans, que rechaz la voluntad de Dios (el
mundo), y su Iglesia, que trata de realizarla en la sociedad a lo largo de la historia de salvacin
- 412 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
(sobrenatural), por lo que sugiere se ha de obrar a gusto de Dios y no para complacer a los que no
quieran corregirse, porque no suelen estar los enfermos para consultarles las medicinas que les
convienen. Las dificultades socio-polticas que experimenta la Iglesia espaola en las actuales
circunstancias son la guerra que nos suscitar Satans en el desempeo de nuestro ministerio; pero en
esta guerra y tentacin est la prenda honrosa de nuestra paz por el cumplimiento de nuestro deber. Por
ello, la Iglesia necesita especialsimos auxilios de Dios para recabar pacientemente esta prolongada
victoria sobre el mundo que nos censura y sobre el demonio que nos asedia.
102
NOVELLA SUREZ, J.: El pensamiento reaccionario espaol (1812-1975). Tradicin y contrarrevolucin
en Espaa, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007, pp. 96-114.
103
Posee una opinin muy negativa del momento histrico que vive la nacin espaola por culpa de haber
adoptado los principios del liberalismo: los tiempos son difciles. Hoy no se combate un solo dogma, ni
una sola virtud, ni un solo sacramento; se trata de derrumbar todo el edificio de la religin, se combaten
sus fundamentos, se ponen en tela de juicio y se niegan sus sacratsimos derechos. Hemos retrocedido a
los siglos del paganismo, que no otra cosa es el naturalismo moderno, que paganismo refinado y
sublimado con todos los atavos del progreso y de la civilizacin; Pastoral sobre la existencia y necesidad
del orden sobrenatural (1-III-1897), en BOEDC, 29 (1897), pp. 100.
- 413 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Este ideal poltico sostenido por Bryan est muy prximo al de cristiandad medieval
en el que la poltica y la religin estn profundamente hermanadas en una concepcin
dualista opuesta al criterio liberal, pues considera que tanto el Estado como la Iglesia son
dos sociedades perfectas en su mbito de accin, pero el de la Iglesia es superior al
Estado y lo engloba en la medida en que la Iglesia es el nico baluarte de la verdad
sobre Dios y el hombre que el Estado ha de impregnar en todas sus instituciones, en
las costumbres culturales y en la conciencia y la vida de todos y cada uno de los
miembros de la sociedad poltica para salvaguardar el orden social querido por Dios.
Dir que son sociedades completas y perfectas, como quiera que una y otra tienen
por objeto el bien del hombre y su felicidad, pero es tambin indudable que las dos
son sociedades supremas e independientes porque los fines que se proponen realizar son
distintos y separables, la felicidad eterna y la felicidad temporal. Es tambin indudable
que la Iglesia es independiente del Estado en tal grado que lo es absolutamente, pero
no es cierto e indudable, antes absurdo y falso, que el Estado sea independiente de la
Iglesia en el mismo grado, o sea absolutamente como afirman los polticos liberales 104.
Llega a afirmar que no sera absurdo afirmar que el Estado est en la Iglesia, pues
debemos afirmar que la potestad eclesistica es, no solamente ms noble en s, sino
tambin superior y que tiene subordinada a s a la potestad civil y aunque hubo autores
que le atribuyeron poder directo sobre los negocios temporales (como Juan de Salisbury
o Egidio Romano) prefiere la posicin abierta por Surez y el cardenal Belarmino que
sostienen que la potestad espiritual tiene tambin jurisdiccin, al menos indirecta,
sobre lo temporal, al tiempo que recuerda que est condenada la doctrina contraria,
la autonoma absoluta del Estado con respecto a la Iglesia segn la celebrrima bula
dogmtica Unam Sanctam Ecclesiam, dada por Bonifacio VIII, aprobada despus por
Len X y el concilio V de Letrn y prefiere utilizar para expresarlas la misma relacin
que guardan el alma (Iglesia) con el cuerpo (poder civil). Expone la doctrina cannica
104
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el Liberalismo (18-III-1889), en BOEDC, 21 (1889), pp. 92-104.
- 414 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Desde esta concepcin ser muy difcil que se fuera abriendo paso el pluralismo
liberal, porque consideraba que la religin catlica es la ms grande y sublime de las
Instituciones que en el mundo existen, es la verdad y la vida de Dios encarnada en la
Iglesia, fundada por Jesucristo para ensear a los hombres y a los pueblos de todos los
tiempos y espacios los medios de santificarse, para que despus de haber llenado su
destino en el tiempo, consigan la felicidad eterna del cielo, ltimo fin de la criatura
108
Ibidem.
109
Id.: Pastoral sobre el indiferentismo religioso (22-II-1895), en BOEDC, 27 (1895), pp. 49-50.
110
Id.: Pastoral sobre el atesmo prctico (10-II-1896), en BOEDC, 28 (1896), pp. 47-66.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
racional. Los catlicos son los individuos de esa grande y sobrehumana sociedad, los
miembros de ese gran cuerpo social, de esa persona moral, cuya cabeza es Jesucristo;
son, en fin, los sbditos del Reino del Hijo de Dios sobre la tierra, que Bryan entender
de las Naciones catlicas en las que se vive el orden cristiano querido por Dios111.
Esta mentalidad explica que tanto Bryan como el P. Vicente potenciaran la introduccin
de la espiritualidad del Sagrado Corazn de Jess112. Esta devocin tena ya su tradicin
realista en Murcia, pero adquiri una fuerte vitalidad en la primera etapa de Bryan y
se consolid con ocasin del Jubileo previsto por Len XIII para el cambio de siglo, en
el que se puso el acento en la descristianizacin social provocada por el liberalismo 113.
Bryan estaba muy vinculado a los jesuitas y les encomend reactivar la espiritualidad
diocesana, sobre todo a travs del Apostolado de la Oracin y del Corazn de Jess,
que con ocasin del Jubileo pretenda situar la redencin de Cristo como el fundamento
de la restauracin de la humanidad cada y su entronizacin como Rey y Seor del
Universo114. Aunque no tena sentido teocrtico-poltico, deriv implcitamente a l por
111
Id.: Pastoral sobre el atesmo prctico (10-II-1896), en BOEDC, 28 (1896), pp. 47-66.
112
Id.: Exhortacin Pastoral sobre la devocin y culto del S.C. de Jess (28-V-1889), en BOEDC, 21
(1889), pp. 183-188; Instruccin tomada del Mensajero del Sagrado Corazn de Jess sobre el modo de
establecer y practicar el Apostolado de la Oracin, en pp. 19-23, 27-31.
113
La Parroquia de Santomera se dedic al Corazn de Jess y se consagran a l los nios de la Parroquia
del Carmen de Cartagena, gracias a la labor apostlica del Jesuita P. Curiel, haciendo una procesin junto
a la iglesia del Sagrado Corazn de Jess fundada en 1884, en BOEDC, 22 (1890), pp. 145-146, 162-163.
Hubo dificultades de inscripcin, pero las respuestas fueron multitudinarias, en 22, pp. 251-252; 23
(1891), pp. 176-177; Circular sobre cultos del S.C. de Jess, en 23, p 141; en 24 (1892), p. 113; 25
(1893), pp. 177-181, 238-239; Relacin de Centros del Apostolado de la Oracin fundados desde
septiembre del ao 1891 en esta dicesis, en 29 (1897), pp. 292-293; Exhortacin Pastoral sobre las
festividades de Pentecosts y del Sagrado Corazn de Jess, en 32 (1900), pp. 221-223; Frmula
dialogada para la consagracin de los nios al Sagrado Corazn de Jess, en pp. 277-279.
114
La pujanza del Apostolado de la Oracin en Murcia podemos comprobarla en la relacin de centros que
haban sido creados hasta 1910 y 1913; Centros del Apostolado de la Oracin en esta dicesis de
Cartagena, en BOEDC, 42 (1910), pp. 72-73; Recomendacin sobre envo de datos para la formacin de
una estadstica del apostolado de la Oracin en la dicesis, en 45 (1913), p. 13. Se generaliz en 1914 la
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Bryan considera que ha sido precisamente el abandono de ese vnculo tan estrecho
que deberan mantener entre s la poltica y la religin en el orden social construido
desde los postulados del sobrenaturalismo catlico el que ha acabado por arruinar la
gloriosa historia del catolicismo nacional espaol: donde se dio muerte a la fe catlica y
se la separ de la prctica de las virtudes, de que ella sola es vida y raz, all imper muy
pronto la corrupcin moral y con ella sobrevino infaliblemente la decadencia de toda
prosperidad, la disolucin y la muerte. No es preciso ir lejos para convencernos de ello
Cundo comenzaron a derrumbarse nuestras glorias nacionales? Cundo comenz a
hacerse girones, que repartieron entre s otros pueblos, la dilatada tierra espaola?
Cundo dio principio la bancarrota de los gobiernos, la ruina de la iglesia, la opresin
entronizacin del Corazn de Jess en el Hogar; Circular sobre la entronizacin del Corazn de Jess en
el Hogar, en BOEDC, 46 (1914), pp. 193-200 en la que se muestra su origen en el deseo de los cardenales
espaoles Vives y Tut y Merry del Val; MONTERO, F.: La Iglesia catlica ante la modernidad: del jubileo
de fin del siglo XIX al fin del milenio, pp. 303-308.
115
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre la santificacin de lo das festivos (14-II-1894), en BOEDC, 26
(1894), pp. 82-93.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
En este sentido justificar los males de la Patria como un justo castigo providente
de Dios porque la sancin de los actos individuales se extiende tambin a las sociedades,
que al fin son personas morales. A los pueblos y naciones lo mismo que a los individuos
hace desgraciados el olvido y el desprecio de Dios y de su iglesia y felices y prsperos
la observancia de su santa ley, por eso, ahora que est empeado el honor y prestigio
de la patria en sangrienta guerra, ahora que centenares de valientes hijos de Espaa
sucumben en la manigua cubana bajo el machete del traidor y del aventurero, ahora que
el luto tiende negro crespn sobre miles de familias y pueblos, ahora os encarecemos la
necesidad de aplacar a la justicia de Dios con nuestra obediencia a su ley y con nuestras
costumbres intachables. Las sociedades liberales, en castigo de su soberbia han sido
precipitadas en lo profundo hasta igualase con las bestias. Aspiraban a progresar y
prosperar en todo y una ruina completa y total es el trmino fatal de su soberbia117.
Ante la pregunta por cul es la causa de los infortunios que pesan hoy sobre
Espaa? responde que hay una causa radical y secreta, origen y principio de nuestros
males nacionales y raz funesta de las dems desgracias sufridas y de las que se avecinan:
es la sancin de las leyes del gobierno divino, pues aquella nacin que por no mancillar
la pureza de su fe sostuvo guerras seculares con los enemigos de Cristo y opuso una
valla insuperable con su unidad religiosa a las olas desbordadas del protestantismo,
no ha sabido hoy resistir a la corriente de una opinin extraviada y ha preferido la
alianza con el liberalismo a la alianza con Cristo, ha abdicado de su realiza catlica y de
sus cristianas tradiciones y ha hecho pactos con los dioses de las naciones extranjeras,
con mahometanos y judos, con espiritistas y protestantes, con masones y atestas 118.
El pecado y la injusticia han tomado carta de naturaleza en todos los organismos
116
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo prctico (10-II-1896), en BOEDC, 28 (1896), pp. 71-
76. Qu poda esperarse de confeccionadores de cdigos hostiles a Jesucristo y a la Iglesia? Qu de
tribunales de justicia y de centros de administracin servidos por hombres sin fe viva, llenos de vicios e
inspirados por bajas pasiones? Qu, en fin, de aquellos que asientan en los centros docentes maestros
ateos e incrdulos de profesin, con burla y escarnio de la autoridad del sumo pontfice y del episcopado?
Ah! Hemos olvidado que la prctica de las virtudes cristianas es la fuente de toda prosperidad y que la
inmoralidad y el vicio engendran la muerte, lo mismo en la sociedad que en el individuo y vednos aqu
vctimas de nuestro culpable y criminal olvido.
117
Id.: Pastoral sobre el Liberalismo (18-III-1889), en BOEDC, 21 (1889), pp. 112-113.
118
Id.: Pastoral sobre el Gobierno divino en la prosperidad, pp. 82-83.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
pblicos de nuestra nacin y Dios transfiere los reinos de una a otra nacin por las
injusticias y las pblicas transgresiones de su ley. La responsabilidad pende sobre los
polticos espaoles, pues por desgracia con harta frecuencia la autoridad civil no reside
en sujetos leal y sinceramente catlicos y han trado como consecuencia tantos
legtimos derechos de la Iglesia conculcados y tantas leyes opresoras de la verdad e
injuriosas para la religin, introduciendo una nueva forma que adopt la poltica
moderna, pero forma malfica, que la ha convertido en ponzoosa fuente de los males
que nos afligen y de los no menos funestos que nos amargan 119.
119
Id.: Pastoral sobre el atesmo poltico (22-II-1893), en BOEDC, 25 (1893), pp. 74.
120
Id.: Pastoral sobre el Gobierno divino en la prosperidad y ruina de las naciones, pp. 85-86. Pastoral
sobre la enseanza de la Doctrina cristiana (29-I-1891), pp. 41-42; El castigo divino corrobora el error
liberal que ha concebido un dios a su imagen y semejanza, un dios liberal por admitir tambin en el
cielo el Constitucionalismo que proclamaba en la tierra, es decir, proclamando un Dios con soberana
constituida, pero no constituyente, un Dios infinito, omnipotente, s, pero sin providencia, sin gobierno; un
Dios que reina en el cielo, pero que no gobierna la tierra, a semejanza de los dolos de majestad por l
forjados que reinan en los tronos, pero que no gobiernan los pueblos; el liberalismo concluy por declarar
intil toda religin, la suprimi por completo.
121
Pastoral sobre el Liberalismo (8-III-1889), pp. 114-116.
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CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Muestra la urgencia de aclarar esta cuestin porque estn muy en boga en naciones
catlicas y privan mucho en Espaa, que es la nacin catlica por excelencia. Retoma la
distincin realizada por Sard entre el catolicismo liberal y el liberalismo catlico y las
considera como dos formas de conciliacin que son ms peligrosas, ms nocivas an
que el mismo liberalismo radical.
122
Ibidem, pp. 117-126.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
En cuanto a las libertades juzgan que la Iglesia debe aceptarlas, como quiera que
ellas contribuyen a la perfeccin del individuo y al progreso del Estado; y que oponerse
a ellas, sera querer detener el torrente impetuoso de las modernas ideas, con lo cual
no lograra otra cosa la Iglesia que forjarse mayores cadenas, o acaso encender el fuego
de la persecucin sin esperanza de triunfo. Bryan se mofar de ellos con stira, pues
as se explican estos valerosos apologistas que se llaman los legtimos defensores de
los intereses catlicos y se lanzan de una manera feroz contra cualquiera que les
contradiga, sin omitir por eso el obligado panegrico de la caridad y moderacin 123.
Pedir con insistencia que no se les crea porque ellos venden a la Iglesia con el
sculo de amigo y lo que ellos buscan, unos a sabiendas e hipcritamente, pocos de
buena fe, es entregar a la Iglesia a las iras de sus feroces enemigos, que la vilipendien,
escarnezcan y crucifiquen. Para corroborarlo se pregunta cules son los frutos del
catolicismo liberal y contesta que son los mismos que los del liberalismo propiamente
dicho, aun el ms exagerado porque qu importa que en teora condenen con la
Iglesia el liberalismo, si llevan despus a la prctica sus principios y aceptan sus
disolventes consecuencias? 124. Los catlicos liberales aceptan en la prctica doctrinas
y procedimientos diametralmente opuestos a las doctrinas que en teora profesan con la
Iglesia catlica y como el traidor discpulo, venden y entregan el Justo a sus implacables
enemigos. Y an hacen ms, y no sabemos decir si es ms amargo este fruto, porque con
su proceder escandalizan a los buenos, les pervierten y de hijos sumisos les convierten
en enemigos declarados de la Iglesia 125.
123
Ibidem, pp. 114-117.
124
Ibidem, pp. 120-125. Los catlicos liberales inconscientes en lo abstracto, como ellos dicen, opinan
como los catlicos, pero en la prctica rebasan la frontera, y fraternizan no solo con los liberales polticos
o moderados, sino que con los radicales y absolutos, nuevos Judas, viven como discpulos predilectos de
Jesucristo, se jactan acaso de ser sus Apstoles, asisten al Cenculo, reciben la sagrada Comunin, y
acaso desde las gradas del altar, con el Dios del amor en sus corazones, se dirigen prfidos, como el
traidor, a las potestades y agentes del Liberalismo dicindoles Qu me ofrecis, y yo os vender al Justo,
al inocente, al Cristo del Seor? Concertado el precio y obtenidos los aplausos de la opinin pblica que
les proclama sabios, prudentes, moderados, volvindose a la Iglesia, saludndola con el beso traidor del
procaz y desleal discpulo.
125
Ibidem.
- 422 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Incluso considera que es mucho honor llamar a esta especie de polticos con el
nombre de catlico-liberales y prefiere el que mejor especifica su naturaleza como
ateos poltico-prcticos que, seducidos por ignorancia culpable, ora por criminales
pasiones acariciados, ora vencidos por quimricos respetos humanos son los defensores
de la reprobada prudencia, falsa discrecin y mansedumbre que transige con el error y
la hereja, sanciona la libertad y el imperio social del mal126.
El insipiente llega a persuadirse que el hombre poltico debe tener dos conciencias,
correspondientes a los dos caracteres de hombre privado y hombre pblico. La conciencia
privada y la conciencia pblica, y creen que las leyes morales, la Iglesia catlica, el santo
Evangelio deben ser los reguladores de la primera, no de la segunda; en el seno del
hogar, en sus relaciones domsticas, sociales y en las intimidades de la amistad ordenan
cristianamente su conducta, se muestran catlicos sinceros, pero en cuestiones polticas
son defensores de las ms absurdas libertades y tolerantes con escandalosa licencia.
La poltica egosta no desconoce que la vida pblica y la poltica debe ajustarse a los
invariables principios de la moralidad y que no es lcito sancionar en las altas cmaras
legisladoras aquella que reprueba y condena la conciencia catlica, pero subyugados por
las pasiones, esclavos de la ambicin y de la codicia, huellan conscientemente las leyes
de la justicia, desoyen las secretas recriminaciones de la conciencia y marchan por las
sendas de la poltica sin otro faro que el egosmo a la conquista de la gloria vana 127.
126
Id.: Pastoral sobre el atesmo poltico (22-II-1893), en BEODC, 25 (1893), pp. 89-90.
127
Ibidem, pp. 87-88.
- 423 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
El catolicismo liberal fue el intento cultural que intent conjugar la defensa de las
libertades con la profesin de fe cristiana, porque el Evangelio es promotor de la
verdadera libertad de los hombres y solo libremente, en un ambiente social y poltico
de libertad, puede desarrollar con naturalidad su verdadera naturaleza129.
128
Ibidem. Bryan dir que astuto y taimado, como suele ser el error, el liberalismo se complace en el
terreno poltico, cual si fuera el de su propiedad, y falto de lgica e inconsecuente hasta el extremo, no se
cuida para nada de las consecuencias entraadas en sus doctrinas, ni de los falsos y absurdos principios
de que ellas lgicamente se derivan, porque los polticos liberales nunca se han atrevido a proclamarlas
abiertamente, pero estn lgicamente contenidas en las doctrinas que profesan ya que al proclamar el
liberalismo la independencia del Estado de la Iglesia, de la libertad humana de la autoridad de Dios, como
autor del orden sobrenatural, proclamaron por lo mismo la independencia absoluta de Dios y de toda
autoridad en cualquier orden y esfera, negaron el orden sobrenatural, negaron el orden en absoluto,
negaron la autoridad, en una palabra, proclamaron la soberbia naturalista, que son doctrinas distintas al
parecer en la forma, mas en el fondo unas, con esa unidad lgica que existe entre las premisas y el
consiguiente, entre la deduccin y el principio; Pastoral sobre el Liberalismo, pp. 69-71.
129
Surgi sobre todo en Blgica, Italia y Francia, aunque luego se extendi a Alemania y Holanda con la
intencin de liberar a la Iglesia de la instrumentalizacin poltica de los gobiernos y conseguir que los
catlicos asimilaran la necesaria distincin entre la religin y la poltica, a travs de la cual se buscaba una
renovacin interna de la Iglesia. Solo asumiendo las libertades sociales y polticas conseguidas por la
Revolucin francesa y el rgimen constitucional implantado en los Estados liberales se poda conseguir el
libre ejercicio de la misin evangelizadora de la Iglesia en el interior de las nuevas sociedades. Los
principales autores fueron los italianos Rosmini, Silvio Pellico, Manzoni, Capponi, Lambruschini o Ventura,
junto al alemn Dllinger y el ingls Lord Acton, sin olvidar los iniciadores Lamennais, Lacordaire y
Montalembert con su diario LAvenir.
- 424 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Bryan dir que desde la hora en que el malhadado error de los tiempos modernos,
el funesto liberalismo, logr enseorearse de las inteligencias, no cesa de avanzar,
envenenando cuanto toca y amontonando ruinas en su marcha devastadora a travs de
todos los rdenes de la vida. Es el cicln intelectual y moral que arrasa sin piedad cuanto
encuentra en su vertiginosa carrera: es el torrente desbordado que convierte en cinaga
inmunda florestas y vergeles, dejando en todas partes asquerosos sedimentos, grmenes
ptridos de corrupcin y de muerte 131.
Para descalificar los errores modernos desautoriza las libertades modernas como
libertades de perdicin, fruto de la hereja liberal 132, pues reson la frase tpica que
sintetiza el sistema (non serviam) y en las serenas regiones de la inteligencia apareci
el libre pensamiento. Conmovieron sus acentos las ntimas profundidades de nuestro ser,
donde anidan las tendencias ms puras, las inclinaciones naturales hacia Dios, donde se
elabora el sentimiento religioso y sobre cuyos abismos la razn forma sus juicios y brot
la libertad de conciencia. Los fatdicos fulgores robados al infierno por la hereja liberal
esparcieron lvida claridad sobre los horizontes del orden religioso y apareci el
indiferentismo con sus hijas tolerancia y libertad de cultos; se reflejaron los siniestros
fulgores en las esferas polticas y sociales y ah tenis el atesmo poltico y el socialismo
con sus desrdenes y horrores; algunas rfagas de la satnica claridad penetraron en
los mltiples rodajes del organismo social y ellas engendraron las libertades de
asociacin, de la palabra, de imprenta y de enseanza.
130
Este catolicismo intransigente y autoritario tuvo su rgano oficial en La Civilt Cattolica, cuyo ideal era
la restauracin integral de los principios cristianos tanto en la vida individual como en la social y poltica,
propugnando la vuelta a la antigua unin de los poderes espiritual y temporal y consideraba el liberalismo
como la causa de todos los males modernos. En Francia se denominaron a s mismos como catlicos sin
ms (catholiques tout court) y liderados por Mons. Louis Pie, obispo de Poitiers, desarrollaron un
sobrenaturalismo poltico que postulaba la cristianizacin del Estado y de las Instituciones sociales. El
influyente Veuillot desde el peridico LUnivers defenda la intransigencia y condenaba sin paliativos la
civilizacin moderna, al igual que lo har en Espaa Ramn Nocedal con El Siglo Futuro, repitindose el
fenmeno en Italia a travs de La Voce della Verit o Frusta, que influyeron poderosamente en el clero;
LABOA, J.M.: El integrismo, un talante limitado y excluyente, Madrid, Narcea, 1985, pp. 20-25.
131
BRYAN LIVERMORE, T.: Pastoral sobre el atesmo prctico, pp. 51-52.
132
Ibidem, pp. 51-52.
- 425 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
133
Id.: Pastoral sobre el indiferentismo religioso (22-II-1895), en BOEDC, 27 (1895), pp. 47-49.
134
Ibidem, pp. 55-57.
135
Id.: Pastoral sobre el Liberalismo (18-III-1889), en BOEDC, 21 (1889), pp. 107-109.
- 426 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
mentira del liberalismo porque esta frmula consagra todos los errores, sean o no
religiosos, consagra el error en s mismo, pues le reconoce derechos y le tributa
consideraciones iguales a los derechos y consideraciones que se dan a la verdad, dolo
detestable, ante el cual han doblado la rodilla los pretendidos sabios del siglo de las
luces, ante cuyos altares han quemado el incienso de sus producciones intelectuales y
en cuyas aras han ofrecido en holocausto su fe y su catolicismo 136.
136
Id.: Pastoral sobre el Librepensamiento (23-II-1887), en BOEDC, 19 (1887), pp. 55.
137
Ibidem, pp. 56-58.
138
Pastoral sobre el indiferentismo religioso (22-II-1895), en BOEDC, 27 (1895), pp. 72-75.
- 427 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
y el mal tienen idnticos derechos que la verdad y el bien. En ltima instancia, para
Bryan es lgicamente absurdo admitir identidad perfecta entre la verdad y la negacin
de la verdad, entre la luz y las tinieblas, absurdo moral admitirla entre el bien y la
negacin del bien o entre el cielo de los santos y el infierno, as hay repugnancia
absoluta e invencible entre el catolicismo y las dems religiones y por lo mismo repugna
absolutamente a la razn que todas las religiones sean igualmente verdaderas 139.
- 428 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
fuera gestando desde ciertos crculos liberales progresistas el anhelo de contar con un
centro cultural independiente de la Iglesia, que permitiera el desarrollo civil de la sociedad
murciana y lo introdujera en la corriente de progreso cientfico-tcnico y cultural que los
nuevos tiempos presentaban como desarrollo de las libertades modernas.
143
MAS GALVA, C.: El conde y la sublevacin de los mantestas. La actitud de Floridablanca ante la
revuelta estudiantil (Murcia, 1804), en Mlanges de la Casa de Velzquez, 39 (2009), pp. 127-146.
144
RUZ ABELLN, M.T.: La Universidad de Murcia (desde la madrissa medieval a la universidad
contempornea), en Murgentana, 77 (1988), pp. 35-58. Fue Colegio de Telogos de San Isidoro desde
1767 hasta 1835, Instituto Provincial de Segunda Enseanza desde 1837, Universidad Literaria de Murcia
en 1840-41, desde 1841 Instituto de Segunda Enseanza y simultneamente Universidad Libre de Murcia
en 1869-74, Universidad de Murcia (1915-1920).
145
CANDEL CRESPO, F.: Rectores del Seminario de San Fulgencio de Murcia (1700-1961), Muelas, SL., pp.
64-70.
- 429 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
La supresin y su reconversin de nuevo en Instituto fue vista, por los autores del
Libro Blanco de la Universidad de Murcia, como un intento de evitar que pudiera ser
controlada desde los ambientes clericales de la dicesis, porque desde el punto de vista
ideolgico liberal lo prioritario era restar alumnos a los seminarios, reducindolos a
centros de formacin de eclesisticos, y crear una pujante red de centros de enseanza
laica con los que hacer la competencia cultural a la lite local murciana, que tena ya
creada una red de centros escolares religiosos de Primaria, un centro de Secundaria en
el Colegio-Seminario San Fulgencio (en rgimen de externado) y deseaba poder
cumplimentarlo con la creacin de la Universidad149.
El antecedente ms prximo:
la Universidad Libre de Murcia (1869-1874)
El segundo intento tuvo que esperar hasta la convulsin poltica del Sexenio y el
advenimiento de la libertad de enseanza, establecida en el decreto ley de 21 de octubre
de 1868, que autorizaba a diputaciones y ayuntamientos a crear universidades, siempre
que las financiasen con cargo a sus fondos, sobre todo en el novedoso formato de
Universidad Libre que se estaba desarrollando satisfactoriamente en pases europeos,
como Blgica. La ideologa liberal progresista del ministro Manuel Ruz Zorrilla pona en
evidencia el inters por emanciparse de la tutela cultural de la Iglesia, identificando las
nuevas posibilidades que se abran con la ley el verdadero avance de la ciencia150.
146
CANO BENAVENTE, J.: Alcaldes de Murcia (1820-1885), Murcia, 1977, pp. 132-133.
147
Ser l quien ample los locales del centro gestionando a travs del ayuntamiento de Murcia que
consiguiese el amplio huerto del convento de San Francisco, tambin extinguido, para que all pudieran
realizarse las prcticas de botnica. Se trat, por tanto, de una creacin a nivel municipal y provincial que
mostraba el inters por la fundacin de la Universidad; CANDEL CRESPO, F.: Don Pedro Lechaur y Galds
(1764-1851). Semblanza de un cura liberal, en Murgentana, 45 (1978), pp. 33-50.
148
RUZ ABELLN, M.C.: La Universidad de Murcia. (desde la madrissa medieval a la universidad
contempornea), pp. 43-46.
149
MONREAL, J. VIAO, A (coord.): Libro blanco de la Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones
Universitarias, Murcia, 1979; RUZ ABELLN, M.C.: La Universidad de Murcia, pp. 45-46.
150
DEZ DE REVENGA, F.J.: La Universidad de Murcia en la Historia: 75 aniversario de la IV Fundacin,
Servicio de Publicaciones Universitarias, Murcia, 1991.
- 430 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
151
AMM: Actas Capitulares (10-9-69); RUZ ABELLN, M.C.: La Universidad Libre de Murcia (1869-1874),
en Anales de Historia Contempornea, 41 (1982-1983), pp. 323-376; PREZ PICAZO, M.T.: Oligarqua
urbana y campesinado en Murcia (1875-1902), Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1979, pp. 296-297.
152
La Paz de Murcia, (10 al 25-IX-1869).
153
AMM, Leg. 167. Acta Capitular (16-11-1874). Los discursos inaugurales de los cuatro aos acadmicos
son la muestra ms palmaria de la defensa liberal de la libertad de enseanza y su difusin e ilustracin
de los pueblos como fuente de progreso y del bienestar y felicidad sociales, que para el ideario
progresista derivan nicamente del ejercicio de la libertad poltica y social que se haba abierto paso con
la revolucin de 1868 153. La polmica suscitada por Pedro Daz Cassou la desestabilizar internamente
(presentando como ms conveniente la creacin de una Escuela Agrcola en Murcia) y no podr aguantar
las presiones deficitarias y el cambio de legislacin (Decreto de 29 de julio de 1874), que acabaron con su
andadura en 1874.
154
SNCHEZ JARA, D.: Cmo y por qu naci la Universidad murciana, Murcia, UMU, 1965.
- 431 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Jara Carrillo, que utiliz su peridico como plataforma para organizar una importante
campaa de movilizacin y de presin social, poltica y periodstica con la intencin de
conseguir la ubicacin en Murcia de un nuevo centro Universitario, con el que romper la
atona cultural en la que se mova la sociedad murciana y, sobre todo, liberarla del pesado
lastre de la tutela eclesial, al que se culpabilizaba de la penuria cultural de Murcia.
El mismo Cronista oficial de la ciudad de Murcia, Carlos Valcrcel Mayor, fue testigo
presencial de los hechos y recordar que la creacin de la
Universidad se debi ms que ninguna otra cosa a la prensa
liberal murciana: cabe decir, para orgullo y satisfaccin de
los periodistas de ayer y de hoy, que la Universidad fue un
logro de Murcia, s, pero posibilitado por la prensa de un
modo especial, todo hay que decirlo, y de El Liberal de
Murcia en particular 155 . Este peridico comprendi una
intensa campaa a la que se sumaron pronto otros
peridicos provinciales como La Verdad, El Tiempo o El
Porvenir de Cartagena y diversos organismos tanto pblicos como privados, aunque
fueron determinantes las actuaciones polticas de Garca Alix y Juan de la Cierva.
155
VALCRCEL, C.: Crnicas Murcianas del siglo XX, Murcia, Grficas Novograf, 1999, pp. 46-47.
- 432 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
Curiosamente ser Ramiro Pinazo quien presente en el peridico la obra del sacerdote
158
Pascual Jara Carrillo, titulada Compendio de Doctrina Cristiana , en la que ya no se
orientaba la enseanza del catecismo desde el profundo antiliberalismo que la haba
acompaado hasta entonces, pues prudentemente, sabiamente, no dice al alumno que
el liberalismo es un gravsimo pecado contra la fe, ni que no es lcito llamarse liberal, ni
que el matrimonio civil es un torpe concubinato. Nada de eso dice, ms propio para
156
El Liberal de Murcia, (1, 6, 7, 9, 13, 18, 21, 29, 30-I, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 13, 14, 16, 17, 21, 22, 28-II,
11, 16, 17, 19, 20, 24, 28, 30-III, 3, 5, 8, 11, 13, 14, 15, 17, 18, 19, 21, 26, 28, 29, 30-IV, 2, 3, 4, 5, 6, 7,
7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 16, 17, 18, 19, 23, 25, 28, 29-V, 6, 7, 10, 14, 16, 20, 21, 23, 24, 30-VI, 5, 8, 9,
10, 22, 23, 29-VII, 4, 17-VIII, 2, 4, 13, 18, 19, 20, 23, 25, 26, 27, 28-IX, 4, 13, 15, 16, 18, 20, 21, 24, 25,
27, 29-X, 1, 3, 4, 6, 7, 8,9, 10, 11, 12, 17, 18, 19, 23, 27, 29-XI, 3, 13, 15, 16, 18, 19, 20, 21, 23-XII-1914).
157
El Liberal de Murcia, (30-XII-1912). El liberalismo no es pecado: un folleto catlico condenado por
Roma (por F. Ortega); La Verdad de Murcia, (10-X, 1 al 7, 12 al 17-XI, 15, 29, 30-XII-1912; 29-IV, 7-VI-
1913).
158
El Liberal de Murcia, (13-XI-1914). Publicaciones-recensiones (por Ramiro Pinazo).
- 433 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Ruz Abelln no olvida reflejar el importante apoyo que recibi el proyecto por los
ministros murcianos Antonio Garca Alix y Juan de la Cierva Peafiel, que solucionaron el
problema de los fondos pblicos, y tambin la contribucin de los parlamentarios
murcianos ngel Guirao Girada, Joaqun Pay y Salvador Martnez Moya. El proyecto
fue defendido en las cortes por diputados y senadores de todas las tendencias polticas,
desde Isidoro de la Cierva a Joaqun Pay, pero la gestin decisiva se debi a Juan de la
Cierva, que consigui vencer las dificultades que pona el Consejo
Superior de Instruccin Pblica. Pasado el tiempo hablar con
una cierta amargura de la Universidad que, segn l, cay en
manos de otros polticos, que le combatieron y denostaron161.
159
Ibidem.
160
El Liberal de Murcia, (20, 22, 23-XI-1914).
161
Y lo hizo a pesar de que sus preferencias y las del partido conservador estaban a favor de un centro
ms prctico y til para la provincia del tipo de una alta Escuela Industrial, Agrcola o de Ingeniera. El
peridico madrileo El Radical censur la creacin de la Universidad, por el mero hecho de estar
patrocinada por La Cierva, e incluso el ministro Bermann se neg a firmar el decreto de creacin una vez
acordado por el consejo de ministros, recibiendo los recelos de alguna regin vecina; AYALA, J.A.: Murcia
en el primer tercio del siglo XX, pp. 98-99.
- 434 -
CAPTULO SPTIMO: El trasfondo cultural de la confrontacin religiosa
todo ello se nos aparece ahora como una vieja estampa, tpicamente provinciana, en la
que resuenan los compases de las bandas de msica, que van a despedir y recibir en la
estacin de ferrocarril, engalanada con gallardetes rojos y gualdas, a nuestros
comisionados, que pasan una y otra vez bajo arcos triunfales levantados en lugares
estratgicos, con su aire a la vez altanero y condescendiente de padres de la patria162.
La concrecin vendra con el Real decreto por el que se creaba el distrito universitario en
Murcia (23-III-1915), con territorio jurisdiccional comprensivo de las dos provincias de
Murcia y Albacete.
El acto inaugural del primer curso lectivo tendra lugar el 7 de octubre de 1915, a
cargo del primer Comisario regio Andrs Baquero Almansa (1853-1916), que fue uno de
los artfices y mayores impulsores163. Los estudios concedidos inicialmente fueron los de
derecho y los cursos preparatorios de
filosofa y letras, medicina y farmacia. Las
clases se impartieron en el Instituto, donde
se celebr la inauguracin y desde 1917 en
el grupo escolar del Carmen, cuyo edificio
fue cedido a la Universidad, hasta que en
1935 se traslad al antiguo convento de La
Merced. El primer rector, el extremeo Jos
Loustau, realiz una entrega total a su
funcin y pronto se not en la animacin cultural de la ciudad, porque la vida
intelectual de Murcia se abri al rico y variado panorama de las corrientes de
pensamiento nacional y europeo, que hicieron de la Universidad una institucin
imprescindible para la historia ms reciente de Murcia164.
162
VALENCIANO GAY, L.: El rector Loustau y la Universidad de Murcia, Academia Alfonso X el Sabio,
Murcia, 1978; MONREAL, J. - VIAO, A.: Libro Blanco de la Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones
Universitarias, Murcia, 1979.
163
Curiosamente, desde el obispado de Cartagena no se hizo ninguna mencin expresa, ni el prelado
public ninguna circular valorando el hecho, pues nicamente en el Boletn se informaba pomposamente
de las calificaciones de los alumnos de San Fulgencio en las inexistentes Facultades de Derecho
Cannico, Sagrada Teologa y Filosofa; Relacin de las calificaciones obtenidas por los alumnos del
Seminario Conciliar de San Fulgencio en los exmenes ordinarios del curso acadmico de 1914-1915 en las
Facultades de Derecho Cannico, Sagrada Teologa y Filosofa, en BOEDC, 47 (1915), pp. 236ss.
164
El profesorado se reclut al comienzo entre los profesores del Instituto y doctores en las diversas
especialidades que se ofrecieron de forma casi desinteresada para ocupar de manera interina las ctedras
hasta que en 1920 se cubrieron por oposicin. La matrcula oficial en los primeros cursos no llegaba a los
dos centenares de alumnos, si bien los de matrcula libre sobrepasaban el millar; AYALA, J.A.: Murcia en el
primer tercio del s. XX, pp. 99-100.
- 435 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
- 436 -
CONCLUSIONES
- 437 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
En Murcia puede ser descrito, durante las fechas estudiadas, como un periodo de
trnsito que solo se mueve desde la incomprensin inicial de Iglesia (por no entender
que Cnovas, despus del anticlericalismo del Sexenio, no enarbolara polticamente la
defensa de los derechos y privilegios de la Iglesia catlica, sino que introdujera un
sistema liberal que rompa la unidad catlica de la Nacin y permita derivar hacia la
consolidacin de la libertad religiosa), hasta la expresin social de su antiliberalismo, a
travs de las manifestaciones sociales en la calle contra la poltica religiosa del gobierno
liberal-democrtico de Canalejas. Muestra solo un pequeo tramo de la transformacin
eclesial, que fue muy lenta y favoreci la radicalizacin posterior del anticlericalismo.
La desambiguacin conceptual
de los protagonistas y del triple nivel de anlisis
Haba una enorme limitacin conceptual al no percibir que el sujeto con quienes se
confrontaron los anticlericales era la Iglesia catlica, que posee una gran complejidad
interna y tena que hacer frente al reto secularizador que le planteaban las nuevas
circunstancias histricas. Esta situacin ha sido descrita como movimiento catlico o
esfuerzo por acomodarse a la nueva realidad, en la que tuvo un indudable protagonismo
la jerarqua eclesistica (quiz desproporcionada), con alguna incidencia de los nuevos
Institutos religiosos creados para satisfacer las nuevas necesidades asistenciales de la
sociedad liberal, pero tambin cont con una presencia de los laicos inusual hasta
entonces, que empezaron a adquirir protagonismo y a reflejar el valor potencial
emergente de la secularidad en la misin de la Iglesia.
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Conclusiones
Por ltimo, la investigacin nos ha permitido reflejar que se trat de una confrontacin
desarrollada en tres niveles diferentes: poltico, social e ideolgico. Cada uno de ellos
posee sus caractersticas propias y su cronologa especfica, porque en Murcia fueron
sucesivos o superpuestos. La dimensin de orden poltico se mantuvo latente durante
todo el periodo analizado y modific sus parmetros cuando el sistema liberal comenz a
derivar hacia los valores democrticos al comienzo del s. XX. Del poltico se trasvas al
nivel social tardamente, a raz de los sucesos anticlericales de la Semana Trgica de
Barcelona. Y prcticamente no comenz el nivel cultural hasta inmediatamente despus
de la poca estudiada, aunque la confrontacin ideolgica fue, en cierta medida, pareja al
desarrollo de la dimensin poltica, a travs del poderoso altavoz de la prensa murciana.
- 439 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
eclesial y una muy limitada infraestructura cultural, que dependa casi por entero del
mundo doctrinal vinculado a la Iglesia, muy impregnado de los valores tradicionales.
La debilidad del Estado hizo que la tensin inherente al sistema liberal se traspasara
a la sociedad murciana, donde se forj un fuerte caciquismo poltico-clientelar de signo
conservador, muy cercano a los intereses de la Iglesia y propicio al pacto. Fue la
dinmica de la crisis poltica del rgimen, a escala nacional, la que influy de manera
decisiva en Murcia para que se radicalizaran progresivamente las posiciones polticas y
trasvasaran su enfrentamiento a la divisin o fragmentacin social, que no era sino el
reflejo o la expresin de los conflictos que existan entre la reducida clase poltica. En
Murcia la confrontacin no se activ por un proceso endgeno, sino exgeno.
El anlisis nos ha servido para comprender el indudable factor positivo que aport a
la vida poltico-social y cultural de Murcia el proyecto secularizador, pero tambin sus
limitaciones como la progresiva radicalizacin poltica que fue adquiriendo, su escasa
apertura al problema social y la inoperancia de un sistema de pensamiento que asumiera
la modernidad, sin un carcter marcadamente dualista y maniqueo con respecto a la
tradicin cultural tradicional. De igual modo, nos ha permitido percibir los aspectos
beneficiosos de la presencia eclesial y las limitaciones del movimiento catlico murciano,
debido a la inercia pastoral y las dificultades con las que se amold a una situacin tan
cambiante. La ms grave fue su enfoque doctrinal integrista, que hubo de modificar a
fondo para llegar a valorar la secularidad, respetar la autonoma de la sociedad civil,
desprenderse de la identificacin del rgimen de Cristiandad, como modelo ideal poltico-
social del catolicismo confesional, y modificar el talante con el que afront tanto la
cuestin social como la modernidad, en general.
- 440 -
Conclusiones
puramente institucional del turnismo poltico. Cnovas tuvo habilidad para atraerse a los
catlicos, sobre todo con la incorporacin de Gonzlez Conde y el sector ms vinculado a
la Iglesia. Mantuvo sus prerrogativas de control ideolgico, recogidas en el concordato
del 51, pero dej su posicin institucional a medio camino entre la confesionalidad y la
libertad de cultos, recibiendo la incomprensin inicial del movimiento catlico murciano,
que se fue tornando en rechazo con Bryan por su abierto carcter antiliberal, contrario
a la tolerancia religiosa y a rebajar el alcance constitucional de la confesionalidad Estatal.
Las dificultades del movimiento catlico para entender la exigencia de una legtima
secularizacin de la vida poltica, centraron el debate eclesial en la incompatibilidad del
catolicismo con el liberalismo y pusieron en entredicho la colaboracin de los catlicos
con los partidos dinsticos del rgimen liberal. La concepcin sacral de la autoridad y
del poder poltico (junto con una percepcin de las relaciones civiles influidas por los
parmetros estamentales, con un rgido concepto del deber y la obligacin), impidi
que derivara en abierta colaboracin, abriendo un conflicto de fondo, ms ideolgico
que poltico, por el que los conservadores recelaban de ser considerados clericales,
mientras la jerarqua criticaba su distanciamiento con la defensa de los derechos de la
Iglesia. Hubo un antes y despus del asesinato de Cnovas, en 1897, porque Juan de
la Cierva, increment an ms el caciquismo-clientelar y posibilit una convergencia
real con los intereses eclesiales, siendo ms efectiva con el P. Vicente a partir de 1903.
El PSOE solo hizo acto de presencia en Murcia a partir de 1910 y no le result fcil
asentarse en la regin, por lo que su influencia en la poltica religiosa fue mnima durante
la poca que analizamos. Los partidos republicanos murcianos, tan activos durante el
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Sexenio, desaparecieron casi por completo de la vida poltica, debilitados por el fracaso
cantonal y la desunin interna. Castelar y Prefumo lograron contener su desaparicin, a
travs de un anticlericalismo poltico conciliable con las creencias religiosas. nicamente
recobraron algn protagonismo con la formacin del Bloque Liberal y su posterior alianza
con los socialistas, no tanto en el plano poltico, cuanto en el nivel social y popular.
Los varios intentos de crear un tercer partido catlico al margen de los del turno no
tuvieron cabida en Murcia. Ni siquiera la creacin de una plataforma confesional dirigida
por Silvela para que liderara la reconversin del Partido Conservador hacia una ms
estricta identificacin con los criterios confesionales de la defensa de la Iglesia y sus
derechos, a pesar de que en Murcia suscit un enorme entusiasmo el regeneracionismo
de Polavieja. Tampoco cuajaron los esfuerzos de las Ligas Electorales, porque en Murcia
no existi realmente el problema poltico carlista, aunque s el poderoso influjo que tuvo
la ideologa integrista en la jerarqua y su repercusin en los seglares, que contribuy a
deformar las dimensiones del problema. El antiliberalismo les impidi percibir el nuevo
horizonte que abran las posturas posibilistas abiertas con el raillement de Len XIII e
impulsadas por el movimiento catlico espaol desde las instancias Vaticanas.
La vinculacin del nivel social con el poltico se percibe con claridad en Murcia, donde
el anticlericalismo popular del Sexenio prcticamente desapareci con la implantacin
de la Restauracin, pero con el cambio de orientacin poltica liberal volvi a reaparecer
hasta ir fraguando, sin una violencia comparable a la de otras regiones, una divisin en
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Conclusiones
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
de 1898, pero la represin y las deportaciones fueron tan contundentes que se descabez
el movimiento obrero, repitiendo la operacin tras la Semana Trgica, hasta que a partir
de 1910 comenz a forjarse un claro liderazgo socialista con la implantacin de la UGT
y los primeros contactos con la CNT, que le llevaran a asumir de nuevo la direccin. Se
fueron integrando en las manifestaciones sociales a favor de la poltica de Canalejas.
Por su parte, el primer catolicismo social murciano dedic sus esfuerzos a las iniciativas
catequtico-educativas y de propaganda religiosa (escuelas nocturnas para obreros y sus
hijos hasta los numerosos actos de piedad popular religiosa y charlas, catequesis o
conferencias dedicadas a instruir a los trabajadores) y, sobre todo, a las iniciativas
asistenciales y benficas, que marcaron el desarrollo de la caridad social murciana. La
ltima dcada del s. XIX supuso en Murcia la lenta penetracin de las inquietudes sociales
planteadas en los Congresos Catlicos (creacin de los Crculos Catlicos de Obreros),
mientras que las primeras dcada del s. XX se centraron ms en la implantacin y
coordinacin de asociaciones catlico-sociales de tipo cooperativo, con la creacin de
Cajas de Ahorros y entidades financieras, hasta llegar a desarrollar un Sindicalismo
Agrario de marcado signo confesional, que absorbi el naciente sindicalismo laico.
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Conclusiones
Algo similar sucedi con el Librepensamiento murciano, en el que se dio el caso peculiar
de ser varios sacerdotes los principales protagonistas, especialmente Hernndez Ardieta,
pero la decidida voluntad de Bryan acab por reducirlos a la mnima expresin desde una
visin casi apocalptica de la discrepancia con respecto al dogma y la tradicin catlica.
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
Hemos podido descubrir la rica personalidad del periodista Tornel, que se nos ha
antojado como un adelantado para su tiempo. He realizado ya un estudio pionero
sobre l en la revista Aportes: Jos Martnez Tornel (1845-1916): un catlico liberal en
tiempos difciles, pero quedan pendientes el anlisis de su faceta social, las frecuentes
polmicas que mantuvo con la censura eclesistica y, en el fondo, una biografa
autorizada de un personaje tan peculiar del movimiento catlico murciano.
- 446 -
FUENTES DOCUMENTALES
Y BIBLIOGRAFA
1. Fuentes Documentales
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La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
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(11, 20, 21, 13-IV; 12-V; 16-VI; 29-IX; 19, 20, 21, 22-XII-1889).
(8-VII-1910).
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- 448 -
Fuentes y Bibliografa
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1913); (23-I-1927).
(5, 6, 7, 8, 9, 10, 11-V-1898); (20-I; 25-III; 6-VII-1899); (29-IV; 3, 5-V; 14, 17-VI; 2, 3, 4, 5, 6, 7,
8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 19, 20, 21, 22, 23-VI; 1, 23-VII-1902); (17-I; 13, 15-
V-1903).
(3, 13, 17, 20-I; 17, 22-II; 19, 22-III; 9, 11, 13, 16, 23, 28-IV; 3, 9, 12, 18-V; 16, 18, 22-VI; 6, 30-
VII; 3, 8, 12, 13, 18, 20, 21, 25-VIII; 4, 5, 11, 24, 25-IX; 10, 13, 19, 25, 30-X; 1-XI; 1, 11, 15, 24,
27-XII-1889);
(2-I; 16, 19-II; 7, 12, 13, 15, 30-III; 6, 11, 13, 17, 23, 25, 30-IV; 10, 11, 25, 29-V; 17-VI; 2, 7, 11,
14, 15, 17-VII; 16, 23-IX; 31-X; 14, 18, 28-XI; 11, 28-XII-1890);
(3, 15, 16, 17, 24-I; 14, 15-III; 9, 10, 19-IV; 5, 12, 15, 16-V; 3, 21, 26-VI; 1, 14, 16-VIII; 2, 3, 4, 7,
11, 27, 31-X; 3, 5, 11, 18-XI; 12, 15, 16, 19, 20, 23-XII-1891);
(10, 20-I; 3, 8, 9-II; 1, 2, 5, 6, 14, 15, 27-III; 23, 28-IV; 17, 22, 26, 29, 31-V; 1, 2, 7, 11, 12, 15, 16,
22, 23-VI; 13, 16, 20, 21, 25-VII; 5, 9, 17, 25, 28-VIII; 16, 25-IX; 2, 4, 8, 13, 19, 21, 25, 29-X; 8,
30-XI-1892);
(3, 5, 8, 10, 11-I; 1, 2, 4, 24, 28-II; 10, 12, 21, 23, 24-III; 1, 6, 7, 8, 9, 12, 18, 25-IV; 7, 8, 24-V; 11,
16, 22-VI; 1, 4, 8, 16, 17, 22-VII; 17, 18, 19, 22, 24-VIII; 1, 15, 19, 20, 21-IX; 5, 7, 8, 21, 24-X;
2, 3, 4, 6, 9, 11, 12, 13, 14, 16, 17, 18, 21, 22, 26-XI; 2, 3, 4, 15-XII-1893);
(11, 13, 22-I; 4, 7, 8, 11-II; 22-III; 13, 14-IV; 6, 8, 11, 23-V; 1, 2, 5, 7, 8, 9, 10, 14-VI; 7- VII; 19,
22, 23, 24, 25, 27-VIII; 4, 6, 7, 19, 26, 30, 31-IX; 4, 5, 10, 15, 19, 24, 25, 28-X; 1, 2, 7, 8, 27-XI;
27-XII-1894);
(4, 8, 15, 22, 29-I; 17, 27-II; 13, 18, 22, 29, 30, 31-III; 4, 7, 13, 21, 23, 24, 30-IV; 5, 13-V; 16, 22,
28-VI; 2-VII; 6, 18-VIII; 23, 29-IX; 13, 22-X; 13-XI; 13, 31-XII-1895);
(19, 20-I; 1-II; 3, 10, 11, 21-III; 5, 28-IV; 1, 12-V; 10-VI; 16-VII; 21-VIII; 20-IX; 15, 18, 26-XI; 3,
10, 11, 15-XII-1896);
(7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 145, 15, 16, 17, 18, 19, 21, 27-I; 16-II; 6, 10, 12-III; 15-IV; 6, 13, 16, 17,
19-V; 4, 5, 19, 22, 23-IX; 16-X; 5-XI-1897);
(1, 28, 29-I; 12, 16-II; 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29-III; 1, 2,
3, 4, 5, 8, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29-IV; 4, 5, 6, 7, 8, 31-V; 4, 6,
7, 9, 15, 17, 19, 20, 21, 22-VI; 10, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27,
28, 29-VIII; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 20, 22, 23, 24, 25, 26, 27,
29-IX; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 27, 28-X; 3-XI; 1, 3,
16-XII-1898);
(12, 14, 31-I; 8, 11, 12, 20, 22, 25-II; 3, 4, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 16, 17, 25-III; 1, 10, 13-IV; 4, 7, 13,
27-V; 1, 13, 17, 27, 30-VI; 6, 11-VII; 4, 12, 17, 26, 31-VIII; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 15,
17, 19, 20, 21, 29-IX; 1, 12, 28-X; 3, 17-XI; 12-XII-1899);
(8, 12, 14, 19, 31-I; 4, 8, 10, 11, 12, 17, 20, 22, 25-II; 2, 3, 4, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 16, 17, 25-III;
1, 6, 10, 13, 18-IV; 1, 4, 6, 7, 13, 16, 17, 27-V; 6, 9, 12, 13, 14, 15, 16, 24, 27, 28, 30-VI; 3, 5, 6,
10, 11-VII; 4, 12, 17, 26, 28, 31-VIII; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18,
19, 20, 21, 23-IX; 12-X; 3, 7, 10, 17, 22, 23-XI; 12, 15, 16, 18, 19, 21, 27-XII-1900);
(10, 15, 19, 29, 30-I; 1, 3, 8, 9, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 27, 28-II; 6, 15, 21,
22, 24, 29-III; 4, 18, 21-IV; 1, 19, 25-V; 10, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 30-VI; 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8,
9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 23-VII; 1, 3, 4, 5, 17, 20-VIII; 10-IX; 7, 24-XI; 8,
15, 18-XII-1901);
(4, 8, 23, 28-II; 2-III; 4-IV; 3, 13-V; 18-VI; 23, 24, 27-VII; 1, 5, 11, 13-VIII; 4, 8, 9-IX; 5, 18-X; 2,
4-XI-1902);
(13, 14, 18-I; 9, 21, 22-III; 20-IV; 10-V-1903).
(1, 22, 27-II; 9-III; 10, 12, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24-IV; 8, 13, 14, 15, 18, 26-V; 2, 4, 14,
21-VI; 9, 13, 15, 17-VII; 24, 25, 26, 28, 29-IX; 3, 14, 15, 19, 20, 28, 29, 30, 31-X; 8, 11, 16, 18,
20, 21-XI; 1, 2, 3, 12-XII-1903);
- 449 -
La confrontacin entre el anticlericalismo y el movimiento catlico en Murcia (1889-1914)
(7-II; 14-VII; 27-IX; 17-X-1895); (4, 10-IV; 9, 19, 20-VI; 20-VII, 29-IX-1896); (12-II; 2, 3-VII, 7-
VIII-1897); (5, 6, 7-V-1898); (24, 25-IV; 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15-V-1899); (6-V; 8-VI;
27-VII; 15, 16, 17,18-XI-1901); (25-II; 1, 2, 3-IV; 1-V; 10-X; 22-XII-1902); (17, 18, 19, 20, 21,
22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30-IV; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18,
19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29-V; 3, 4-VIII; 13-X-1903); (4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12,
13, 14, 15, 16, 17, 23, 25, 27, 29-I; 1, 2, 3, 4-II; 25-IV-1904); (23-VIII; 21-IX-1906); (2-I; 21-
III-1907); (8, 15-VI-1908); (13-IV; 15, 27-XI-1909); (14-XI; 15-XII-1911); (21-I; 27-VII-
1913); (20-VI-1918); (3-XII-1920).
(6, 12, 17, 21, 29-X-1868); (30-I, 3, 6-II, 1-V, 23, 28-VIII, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19,
20, 21, 22, 23, 24, 25-IX-1869); (4, 12-II; 10-IV, 21-V; 22-VII-1870); (14-I; 6, 7, 8-IV; 18-VI-
1873); (12-IV-1885); (21-IV-1889); (25-II; 7-III; 1, 2-V; 24-VII; 27-X-1890); (20-I; 3, 24-II-
1891); (20-I; 28-IV; 2, 3-V; 24-VI-1892); (15-II; 28-III; 13-IV, 24, 27, 30-V-1893).
- 450 -
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