La Casa de Austria - Carlos Fisas PDF
La Casa de Austria - Carlos Fisas PDF
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Le Libros
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Mentidero de Madrid,
decidnos: quin mat al conde?
Ni se sabe ni se esconde.
Sin discurso discurrid.
Dicen que le mat el Cid
por ser el conde lozano.
Disparate chabacano!
La verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano.
Digamos para terminar con este caballero que no pocos cortesanos debieron
de respirar aliviados cuando supieron la muerte de Villamediana, pues ste no
vacilaba en dispararles epigramas hirientes e irnicos. Vay an estos dos como
muestra:
Qu contento va Vergel
con su cintillo de diamantes,
diamantes que fueron antes
de amantes de su mujer.
No cabe duda que tanto Malpica como Vergel debieron respirar aliviados
cuando se enteraron del suceso.
Si los amores de Villamediana por la reina Isabel parecen pertenecer al reino
de las murmuraciones histricas, no lo son en cambio los de Felipe IV con
mujeres de varia lay a, entre las que sobresali Mara Ins Caldern, llamada
comnmente la Calderona, que tena diecisis aos cuando la conoci el rey. La
vio representar en el Corral de la Cruz, al que el monarca acuda de incgnito, y
prendado de su voz y de su gracia, pues era ms graciosa que hermosa, mand
que la llevaran a palacio. Se dijo entonces que quien favoreci los amores fue el
conde-duque de Olivares, que segn se dijo era tambin amante de la actriz.
Esto ltimo debe ser puesto en duda, y a que, como dice Bertaut en su Journal
d'un voyage d'Espagne: Se afirma que el rey no lograba llegar a lo que se
esperaba, aunque en este tiempo era muy vigoroso y por ello estaba
desesperado, de manera que consult a su cirujano, quien visit a la dama y
encontr un obstculo, por lo que fue necesario hacerle una operacin que ella
sufri, despus de lo cual el rey tuvo su contentamiento . Se deca, a pesar de
ello, que quien inici a la Calderona a las artes del amor fue el duque de Medina
de las Torres.
Deleito y Piuela dice que las hablillas que recogi la condesa de Aulnoy
referan que, antes de rendirse la Calderona a las solicitaciones del rey, comunic
stas a dicho duque, que era su amante de corazn, proponindole que se
refugiara con ella en algn sitio secreto, donde ambos pudieran disfrutar de su
amor sin sufrir la persecucin de Felipe IV. Pero el duque, temeroso de caer en
desgracia con su seor, manifest a Mara que le era imposible disputarle aquel
capricho. Reconvnole ella por su debilidad con transportes de mujer enamorada,
y le decidi a refugiarse en casa de ella, simulando un viaje a sus posesiones de
Andaluca. No pudo menos de rendirse la linda actriz a las pretensiones
soberanas; pero al menos mantuvo calladamente su amoro con el de Medina.
El rey, entretanto aade la viajera francesa, sentase muy enamorado y
satisfecho, y algn tiempo despus, cuando Mara pari a don Juan de
Austria [19] lo mucho que se asemejaba ste al duque de Medina de las Torres
dio asunto para que las gentes lo crey eran su hechura []Un da sorprendi el
rey al duque de Medina de las Torres con su querida, y en un arrebato de clera
se acerc a l pual en mano, resuelto a matarle, cuando Mara se interpuso,
diciendo que vengara en ella si ofendido se crea. El rey no supo negar su perdn,
pero desterr al amante Parece confirmado que, a pesar de todo, crey el rey
a don Juan hijo suy o, pues le am tiernamente .
Es muy probable que tal ancdota sea pura fantasa, como tantas otras que
sobre aquel libertino monarca circularon; pero s es cosa cierta que el destierro
sufrido entonces por el duque de Medina de las Torres se atribuy entre el vulgo a
celos del monarca.
El hecho de que el hijo de la Calderona fuese reconocido como suy o por el
rey indign a la reina, olvidando que Enrique IV, su padre, haba reconocido a
once. Felipe IV, de los treinta bastardos que tuvo, slo reconoci a uno.
Por su parte, el prncipe Baltasar Carlos haba sido jurado prncipe de Asturias
el 7 de febrero de 1632, cuando tena dos aos y medio. Conservamos de l un
retrato hecho por Velzquez y alcanz la edad de diecisiete aos y
probablemente Espaa hubiese tenido un rey con el nombre de Baltasar I si no
llega a ser que el 9 de octubre de 1646 falleciera en Zaragoza. La causa de su
muerte se dijo que haban sido unas viruelas malignas, pero se afirm tambin
que don Pedro de Aragn, gentilhombre de la cmara de su alteza, le dej pasar
una noche con una ramera, de lo cual se le origin gran debilidad y fiebre. Los
mdicos, ignorantes del origen de la dolencia, le sangraron, acelerando la
muerte, y don Pedro, por consentir el exceso o no revelarlo oportunamente, cay
en desgracia.
De todos modos, no era precisamente el prncipe Baltasar Carlos ni muy
inteligente ni de muy buenas costumbres. Su alteza el prncipe de Asturias
Baltasar Carlos, heredero del trono de Espaa y de sus Indias, se distraa capando
gatos. Por Madrid corri esta coplilla de autor desconocido:
Eso del lloro deba de llegar al alma del rey, que cuando oy el llanto fuerte
de su hijo dijo:
Eso s que me parece bien, que huela la casa a hombre.
Para comprobar la cualidad viril del recin nacido con la publicidad de la
misma ceremonia se le tuvo al cristianarse con una tnica cortsima, que le
dejaba desnudo de cintura abajo; y como de ello protestase, por achacarlo a
irreverencia o descuido, su infantil madrina y hermana, la infanta Margarita, que
slo tena seis aos, la doncella que llevaba el nio le respondi que era uso
hacerlo as, para comprobar el sexo masculino del nuevo cristiano.
El prncipe, casi siempre enfermo, con frecuentes ataques de alfereca,
muri el 1 de noviembre de 1661, cuando an no haba cumplido cuatro aos de
edad.
El 21 de diciembre de 1658 doa Mariana dio a luz otro hijo varn, bautizado
con los nombres de Fernando Toms, muri al cumplir seis meses.
El hecho de que los hijos legtimos del rey muriesen prematuramente,
mientras los bastardos gozaban de buena salud, se explica por el hecho de la
multiplicidad de matrimonios consanguneos. Se casan primos hermanos, hijos a
su vez de otros primos hermanos y una ta con un sobrino o un sobrino con su ta,
hijos ambos de parientes prximos. Excepto el casamiento entre dos hermanos,
como era preceptivo en el imperio egipcio, todo lo que se puede imaginar en
matrimonios consanguneos se dio en la corte espaola hasta llegar al 6 de
noviembre de 1661, en que la reina dio a luz un hijo que fue llamado Carlos y
que el rey confes que era fruto de la ltima cpula lograda con su esposa. Lo
que haba conseguido tras grandes esfuerzos, pues, debido a su vida crapulosa, y a
no estaba para ciertos trotes y menos para ciertos galopes.
Mientras tanto la poltica exterior espaola sufre un revs tras otro: guerra con
Francia, sublevacin de Catalua, guerra de secesin de Portugal, que terminar
logrando la independencia, prdida de Jamaica. La situacin se hizo tan
insostenible que se hicieron necesarias unas conversaciones de paz que se
iniciaron en may o de 1659. Por fin se lleg a un acuerdo definitivo en el que
Espaa perdi ciudades en Flandes, el actual Artois, Luxemburgo y otras plazas
importantes y, lo que es peor, Espaa ceda a Francia el Roselln, el Conflent, el
Vallespir y parte de la Cerdaa, regiones todas estas donde an hoy se oy e hablar
en cataln.
Como no poda ser menos, esta paz se hizo a base de matrimonio. Mara
Teresa, la hija de Felipe IV, casara con Luis XIV de Francia, previa renuncia a
la corona de Espaa.
La reina Mariana est al margen de todas las conversaciones; a ella slo le
interesa la paz de Espaa con Austria. Por otra parte, nunca se haba avenido con
su hijastra Mara Teresa hasta el punto de que pasaban das sin dirigirse la
palabra.
El tratado de paz, llamado de los Pirineos, se firma en 1659 en la isla de los
Faisanes del Bidasoa, y el 5 de junio de 1660 se celebraba la ceremonia nupcial
en Fuenterraba, por la que se unan en matrimonio la princesa espaola y el rey
francs.
El rey Felipe IV hizo la reverencia al altar con gravedad incopiable. La
infanta le segua sola, vestida de satn blanco, bordado con pequeos nudos de
plata. Luca pedrera e iba peinada con peluca postiza. Su camarera may or
sostena la cola. El rey no era guapo, pero s bien plantado. Acabada la misa, el
rey se coloc en su silla y la infanta tom asiento sobre un cojn, tras lo cual el
obispo descendi y don Luis de Haro se aproxim, entregando seguidamente los
poderes que le haban sido dados para representar a Luis XIV en la ceremonia.
Un sacerdote ley el documento y despus la dispensa del Papa. Seguidamente
los declar unidos en matrimonio. El rey estuvo todo el tiempo entre la infanta y
don Luis de Haro. Al dar el s la infanta volvi la mirada hacia donde se
hallaba su padre, y le hizo una profunda reverencia que pareci darle fuerzas
para contestar Acabada la ceremonia, la joven reina se arrodill ante su padre
y le bes la mano . Al da siguiente tuvo lugar el acto por el que fue entregada
la infanta Mara Teresa al rey de Francia. Existe un grabado contemporneo que
muestra el encuentro en la isla de los Faisanes de los rey es de Espaa y de
Francia con sus cortes respectivas. Visto a casi cuatrocientos aos de distancia, su
contemplacin nos hace reflexionar. A un lado se encuentra Felipe IV y sus
cortesanos, todos de negro vestidos y austeramente adornados con algunas
condecoraciones y veneras. Al otro lado, el rey francs y su corte emergen
entre una ola de puntillas y bordados desmesurados, lazos en los zapatos y
profusin de dijes y joy era. Hoy en da nos parece mucho ms elegante la
severidad espaola que la frivolidad francesa. Pero la reunin marcaba la y a
inevitable decadencia de Espaa y el inicio del apogeo francs.
A la reunin en la que Felipe IV entregaba personalmente su hija al rey de
Francia asista la madre de este ltimo, Ana de Austria, hermana de don Felipe.
Gonzlez-Doria narra as el encuentro: No se haban vuelto a ver estos
hermanos desde 1615, en que aqulla marchase a ser reina, y ste tomase por
esposa a Isabel de Borbn . El encuentro de ambos cortejos tuvo lugar en la isla
de los Faisanes, en un pabelln que se dispuso sobre el lugar por el que cruzaba la
lnea ideal que separaba a las dos naciones. Se colocaron dos alfombras en el
suelo de aquella tienda, separados ambos tapices por un corto trecho que no
deberan atravesar en ningn momento ni Luis XIV ni Felipe IV; sta era la teora
protocolaria de quienes prepararon la etiqueta a seguir en el encuentro, pero la
realidad fue que cuando la y a reina Mara Teresa se abraz a su padre para
despedirse de l, rompiendo a llorar, tambin Luis XIV, en un gesto
verdaderamente simptico y emotivo, se ech a los brazos de su to y suegro, y
le abraz llorando a su vez. Y al regresar a Fuenterraba dira Felipe IV a los
seores de su squito: Vengo muerto, porque de ver llorar a mi hija, eso all
lo deba; mi hermana tambin; pero cuando he visto estos dos muchachos
pendientes de mi cuello llorar como nios, me he de tal suerte enternecido, que
no puedo ms .
Volvamos al prncipe heredero. Cuando naci Felipe IV, vio que era la ltima
oportunidad que tena para tener un heredero; incesantemente oraba para que el
que haba de nacer fuese del sexo masculino. Juan Balans dice que cuando la
esposa de Felipe IV estaba en trance de dar a luz, infinidad de reliquias se
esparcan sin orden ni concierto en torno a su lecho: tres espinas de la corona de
Cristo, varios lignum crucis, un diente de san Pedro, un pedazo de manta de la
Magdalena, una pluma del ala del arcngel Gabriel y otros muchos curiosos
objetos sagrados trados especialmente de todas las iglesias de la capital para
mejor impetrar el favor del cielo.
Lo que no cuenta Balans, y se puede suponer, son las manipulaciones a que
las comadronas y los mdicos sometieron a la regia parturienta. Teniendo en
cuenta la escasa higiene de la poca, lo raro es que incluso los hijos de personas
sanas viesen la luz y no muriesen al cabo de poco rato.
La descripcin oficial del recin nacido dice que era un nio de facciones
hermossimas, cabeza proporcionada, grandes ojos, aspecto saludable y muy
gordito, lo que no concuerda con la descripcin que el embajador de Francia
hace del prncipe, diciendo que parece bastante dbil, muestra signos visibles de
degeneracin, tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el
cuello le supura. Total, una porquera.
Y la verdad es que la segunda descripcin es ms veraz que la primera hasta
el punto que el rey, avergonzado de su vstago, ordena que no se muestre al nio,
y cuando era ello absolutamente necesario, por razones del protocolo cortesano,
se le llevaba tan tapado que slo se le vea un ojo y parte de la ceja.
La realidad lleg al pueblo, que cantaba esta copla:
El prncipe al parecer,
por lo endeble y patiblando,
es hijo de contrabando,
pues no se puede tener.
Y la verdad es que tenan razn porque el pequeo Carlos no se sostena en
pie, se le tena que aguantar con tirantes y a los tres aos continuaba mamando
en el pecho de una de sus trece nodrizas. Que conste que haba otras diecisis de
reserva.
La reina Mariana, cada vez ms encerrada en s misma, no toleraba las
infidelidades primero y el envejecimiento despus de su marido.
El y a citado Barrionuevo dice: No hay que sacarla del retiro que se aflige
en palacio, donde gasta las maanas frescas en montera de flores los das, en
festines y las noches en farsas. Todo esto incesantemente que no s cmo no le
empalagan tantos placeres .
Uno de los placeres de los que no se privaba la reina, que dicho sea de paso
era virtuosa y jams se le haba supuesto no y a un amante sino un solo acto de
coquetera, era la comida. Sera menester copiar diez o doce pginas del libro El
rey se divierte de Jos Deleito y Piuela. Bastar con copiar los dos mens que
siguen:
UNA MERIENDA
Perniles cocidos.
Capones o pavos asados calientes.
Pastelones de ternera y pollos y caas calientes.
Empanadas calientes.
Pichones y torreznos asados.
Perdices asadas.
Bollos maimones o de vaca.
Empanadas de gazapos en masa dulce.
Lenguas de salchichones y cecinas.
Gigotes de capones sobre sopas de natas.
Tortas de manjar blanco y natas de mazapn.
Hojaldres rellenos.
Salchichones de lechones enteros.
Capones rellenos fros sobre alfitete fro.
Empanadas de pavos.
Tortillas de huevos y torreznos.
Empanadas de Benagon.
Cazuelas de pies de puerco con piones.
Salpicones de vaca y tocino magro.
Empanadas de truchas.
Costradas de limoncillos y huevos mejidos.
Conejos en huerta.
Empanadas de liebres.
Fruta de pestios.
Truchas cocidas.
oclos de masa dulce.
Panecillos rellenos de masa de levadura.
Platos de frutas verdes.
Gileas blancas y tintas.
Fruta rellena.
Empanadas de perdices en masa de bollos.
Buuelos de manjar blanco y frutilla de lo mismo.
Empanadillas de cuajada o ginebradas.
Truchas en escabeche.
Plato de papn tostado con caas.
Solomos de vaca rellenos.
Cuajada de platos.
Almojbanas.
Aade ensaladas, frutas y conservas, y parecindole sin duda poco lo anotado
escribe ingenuamente: Si la merienda fuese un poco tarde, con servir
pastelones de ollas podridas pasar por cena .
Todas las reinas espaolas supieron leer y escribir, dominaban varios idiomas,
entre ellos frecuentemente el latn, pero la mujer en general no tena ninguna
cultura y ello es aplicable incluso a damas de alta alcurnia.
Luis Vives escribi en favor de la instruccin femenina, pero lo normal era lo
contrario. He aqu lo que dice Maril Vigil en su magnfico libro La vida de las
mujeres en los siglos XVI y XVII.
Hubo moralistas del siglo XVI que se opusieron a la instruccin femenina; su
pensamiento enlazaba con la tradicin medieval de desconfianza hacia un
incremento de la habilidad de las mujeres. Estos no aludan a una supuesta
inferioridad natural , sino que prevean lo que poda suceder y se anticipaban a
la reaccin contra las cultas del siglo XVII. As, por ejemplo, Juan de la Cerda y
Gaspar de Astete se mostraron cautelosos.
Juan de la Cerda refuta a Vives y se manifiesta en contra de que a todas las
mujeres se les ensee a escribir, no porque de suy o sea malo , sino porque
habemos visto en nuestros tiempos que de saber las doncellas y otras damas
escribir, hanse seguido graves inconvenientes, que de tener la pluma en la mano
se recrecen . En conclusin, propone que las doncellas aprendan a leer pero no
a escribir, para que as no puedan responder a los billetes que les envan los
hombres livianos . Es consciente de que muchas hay que saben este ejercicio
escribir y usan bien de l; mas usan otras dl tan mal, que no sera de
parecer que lo aprendiesen todas . Pero se da cuenta de que las mujeres que
estn decididas a burlar los encierros domsticos lo harn sean analfabetas o no:
aunque no sepan leer no les faltan otras industrias de mucho ingenio que
ellas inventan, con que se entienden con sus consortes sin escribirse; porque todas,
como muy amestradas de naturaleza, usan luego de unas seas y meneos,
respuestas o palabras, con las cuales, como por cifras, agudamente dan a
entender sus daados conceptos . En definitiva, propone que a las doncellas se
las ensee a bordar, hilar, coser, hacer conservas y guisar, y que no se las deje ni
un minuto ociosas.
El jesuita Gaspar de Astete es de la misma opinin. Le parece aceptable que
todas las doncellas aprendan a leer, pero no que sepan escribir, porque las
mujeres no han de ganar de comer por el escribir ni contar , ni se han de
valer con la pluma como el hombre ; antes, as como es gloria para el hombre
pluma en la mano, y espada en la cinta, as es gloria para la mujer el huso en la
mano, y la rueca en la cinta y el ojo en la almohadilla . Dice que la doncella
cristiana debe contentarse con saber leer, que por no saber escribir no perder su
honor ni su reputacin, y que escribir no le es necesario y le puede ser daoso,
como la experiencia ensea . Porque muchas mujeres andan y perseveran
en malos tratos, porque se ay udan del escribir para responder a las cartas que
reciben y como escriben por su mano encubren mejor los tratos que traen y
hacen ms seguramente lo que quieren, mas si hubiesen de escribir por mano
ajena [] cesaran de vivir mal, por no fiar su vida del poco secreto y recato
que hay en algunas personas terceras . Tanto De la Cerda como Astete son
partidarios de que le ensee a la doncella a leer su madre, en casa, o algn
maestro particular de confianza. De la Cerda advierte a la madre que, si contrata
a un profesor, no lo deje nunca solo con la discpula, porque en situaciones as
se han sucedido casos muy ruines . Astete afirma que a los chicos es ms
conveniente llevarlos a aprender a las escuelas pblicas y comunes, pero no a las
chicas, porque del trato y de la conversacin con los muchachos de la escuela
(que suelen ser libres, traviesos y deshonestos) se les puede pegar alguna roa de
libertad y malas costumbres . Adems, si la nia va a aprender al colegio se
acostumbra a salir fuera de casa, se hace callejera y amiga de ver gente, lo
cual en cualquier mujer es cosa reprensible . Segn l, en casa deben ensear a
la doncella a tomar la rueca en la cinta, y el huso en la mano y hacer sus
mazorcas, y echar sus telas de lana y lino .
COMO SE VISTE Y ALIA UNA MUJER ELEGANTE
Del tocado de una mujer elegante, o deseosa de serlo, tenemos dos detallados
relatos de la poca, llenos de animacin: el de Zabaleta y el de Madame
d'Aulnoy. Zabaleta se expresaba as:
Amanece el da de fiesta para la dama; se levanta del lecho y entra en el
tocador en enaguas y justillo. Se sienta en una almohada pequea; englfase en
el peinador, pone a su lado derecho la arquilla de los medicamentos de la
hermosura y saca mil aderezos. Mientras se transpinta por delante, la est
blanqueando por detrs la criada. En teniendo el rostro aderezado, parte al alio
de la cabeza. Pinase no sin trabajo, porque halla el cabello apretado en trenzas.
Recoge parte de l y parte deja libre, como al uso se le antoja que es llevarlo
crecido. Pnese luego lazadas de cintas de colores hasta parecer que tiene la
cabeza florida. Esto hecho, se pone el guardainfante. Este es el desatino ms torpe
en que el ansia de parecer bien ha cado. chase sobre el guardainfante una
pollera, con unos ros de oro por guarniciones. Coloca sobre la pollera una
basquia con tanto ruedo que, colgada, poda servir de pabelln. Ahucasela
mucho porque haga ms pompa. Entra luego por detrs en un jubn
emballenado, el que queda como un peto fuerte y las mangas abiertas en
forma de barco, en una camisa que se trasluce . Despus de sealar las
atrevidas desnudeces que las aberturas del jubn ensean, prosigue as: Lo que
tiene muy cumplido el jubn, quiz porque no es menester, son los faldones, y
tan cumplidos y tan grandes que, echados sobre la cabeza, pueden servir de
mantellina.
Llega la valona cariana (llamada as por ser tomada de la princesa de
Carignan, que estuvo en Madrid), que es como una muceta con miles de labores.
sta se prende todo alrededor del corpio, y prxima a los hombros y escote. Por
la garganta y sobre la valona corre un chorro de oro y perlas. Colcase como
sobretodo un manto de humo, llamado as por lo sutil, quedando el traje
transparentndose en el manto. Los guantes de vueltas labradas, la estufilla de
marta, en invierno, y el abanico en verano, son los indumentos que completan
este traje de la dama para salir a la calle en da de fiesta, el que de ordinario se
viste tambin .
Madame d'Aulnoy describe de visu cmo se pintaba y perfumaba una de las
seoras de su amistad, en estos trminos:
Luego cogi un frasco lleno de colorete, y con un pincel se lo puso no slo
en las mejillas, en la barba, en los labios, en las orejas y en la frente, sino
tambin en las palmas de las manos y en los hombros. Djome que as se pintaba
todas las noches al acostarse y todas las maanas al levantarse; que no le
agradaba mucho acicalarse de tal modo, y que de buena gana dejara de usar el
colorete; pero que, siendo una costumbre tan admitida, no era posible prescindir,
apareciendo, por muy buenos colores que se tuvieran, plida como una enferma,
cuando se compararan los naturales con los debidos a los afeites de otras damas.
Una de sus doncellas la perfum luego desde los pies a la cabeza con excelentes
pastillas; otra la roci con agua de azahar, tomada sorbo a sorbo, y, con los
dientes cerrados, impelida en tenues gotas para refrescar el cuerpo de su seora.
Djome que nada estropeaba tanto los dientes como esta manera de rociar; pero
que as el agua ola mucho mejor, lo cual dudo, y me parece muy desagradable
que una vieja, como la que cumpla tal empleo, arroje a la cara de una dama el
agua que tiene en la boca .
ALGUNOS ASPECTOS DE LA CORTE SEGN EL VIAJE
POR ESPAA DE LA CONDESA D'AULNOY
Descripcin de un coche:
Vi llegar dos carrozas, tiradas por seis mulas cada una, a galope tendido,
ms veloz que pudiera serlo el de caballos. Todava aument mi sorpresa su
atalaje. Entre las dos ocupaban un cuarto de legua. Tena una de ellas seis
cristales tan grandes como los nuestros. (Haca, en efecto, medio siglo que
Medina de las Torres, al regreso de su virreinato de Npoles, introdujo en Espaa
esa novedad de los vidrios, no usada hasta entonces ni aun por los rey es). La
imperial de estos vehculos espaoles es ms baja y por ende ms incmoda que
las francesas. Adornaba el interior del coche una cornisa de madera dorada, tan
ancha como la de las habitaciones, e iba dorada tambin por fuera, lujo
permitido nicamente a embajadores y dems extranjeros, siendo sus cortinas
de damasco y pao cosidos ensambladamente. Cabalgaba el cochero una de las
mulas delanteras dejando vaco el pescante. Pregunt a don Federico de Cardona
la razn de esta novedad, y me refiri haberse introducido tal costumbre desde
que un cochero de Olivares sorprendi y divulg grave secreto de Estado dicho
por el conde-duque a un amigo acompaante, a quien tach de infidente hasta
que se hubo descubierto al culpable. Los tiros son de seda o de cuerdas,
extraordinariamente largos, al punto de distar las mulas ms de tres varas entre
s. No me explico cmo no se rompen con la violencia del galope, si bien es
cierto que ese paso veloz no se estila sino en carretera y se compensa con el
cansino, usual entre calles, fatigosamente recorridas. Dentro de Madrid no se
permite ms de cuatro mulas; pero llevan siempre postilln. Vena mi parienta en
la primera carroza con tres damas espaolas. Los escuderos y pajes seguan en
la otra, de diferente hechura. Eran sus portezuelas por el estilo de las antiguas
nuestras y se desarticulaban llegando hasta el suelo, de modo que cuando bajan
las seoras, no se les ve el pie ni aun el zapato. Tena espejos, como de dos
palmos, colgados a derecha e izquierda, y vidrios delantero y trasero para llamar
a los lacay os, en todo semejantes a mirillas de desvn. Cubra por entero la baca
una funda de barragn, con luengas haldas sujetas a las tirillas de cuero de la
capota por grandes botones. El aspecto es feo y la comodidad nula, porque se ha
de ir debajo como un cofre cerrado .