La Fuerza de La Debilidad-Esquerda Bifet
La Fuerza de La Debilidad-Esquerda Bifet
La Fuerza de La Debilidad-Esquerda Bifet
DE LA DEBILIDAD
ESPIRITUALIDAD DE LA CRUZ
POR
Madrid
1993
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que compromete a compartir la misma vida de Cristo. Por eso habla el
autor de una teologa que es espiritualidad de la cruz.
2
NDICE GENERAL
PRESENTACION........................................................................................................5
I. La vida es hermosa................................................................................................10
1. Abrir los ojos...........................................................................................................10
2. Deseos de verdad y de bien.....................................................................................13
3. Ojos y corazn de nio............................................................................................16
Recapitulacin.............................................................................................................18
4
VII. Construir una nueva tierra...........................................................................79
1. Construir la historia amando...................................................................................79
2. La vida es donacin.................................................................................................82
3. Descorrer el velo......................................................................................................85
Recapitulacin.............................................................................................................87
Lneas conclusivas...................................................................................................121
Orientacin bibliogrfica........................................................................................125
Siglas de documentos...............................................................................................128
5
PRESENTACION
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El hombre ha sido creado para vivir gozosamente, no para sufrir ni
morir. Ahora bien, si en la realidad humana existe el dolor y la muerte, la
nica solucin ser la de afrontar esta realidad, haciendo que el ser
humano se construya como imagen de Dios, que es amor y donacin. Esto
es imposible si Dios hecho hombre, Jesucristo, asumiendo la cruz (Jn
19,17), no se nos hace nuestro camino, verdad y vida (Jn 14,6). La
cruz. es el mismo Cristo, que, insertado en nuestra historia, transforma
la realidad anodina o doloroso en donacin. A partir de la cruz de Cristo,
es posible transformar nuestra cruz en servicio a los hermanos y en gozo
pascual (PO 11).
Toda teologa es una cruz, por ser un esfuerzo humano de querer
penetrar en el misterio de Dios, que parece que calla y est ausente.
Nuestros conceptos son vlidos, pero no llegan a captar al infinito. El
camino de la teologa de la cruz debe ser el de la espiritualidad: querer
vivir lo que se cree por encima de querer comprender, sin dejar el esfuerzo
de comprender. El sufrimiento se comienza a comprender cuando se
comparte con Cristo, que derram su sangre por nuestro amor. Cunto
ms la sangre de Cristo, que por el Espritu eterno se ofreci a s mismo
sin tacha a Dios, purificar de las obras muertas nuestra conciencia para
rendir culto a Dios vivo! (Heb 9,14).
Mirando al que traspasaron (Jn 19,37), el creyente en Cristo
comienza a comprender amando. Es el conocer del Buen Pastor que,
dando su vida en sacrificio, contagia a sus ovejas de la sabidura de la
cruz. A Cristo se le conoce a partir de su amor: Tened los mismo
sentimientos de Cristo Jess (Flp 2,5).
Quien ha experimentado la cruz de Cristo est capacitado para
descubrirle resucitado en el sepulcro vaco. La utopa cristiana es
as. La esperanza, el gozo pascual y la liberacin integral de personas y de
pueblos slo son posibles a partir de la cruz.
El sufrimiento, transformado en donacin y en servicio para evitar el
sufrimiento de los hermanos, transforma el universo y la humanidad
entera. El hombre se trasciende a s mismo compartiendo la cruz con
Cristo. La utopa cristiana es siempre el amor de donacin en un contexto
de fe y esperanza. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe (/
Jn 5.4).
Para vivir y morir amando como Cristo hay que aprender a pensar y
sentir como l. Ese amor viene de Dios (l Jn 4,7), 3? es posible slo
cuando se ha encontrado a Dios en su aparente silencio y ausencia.
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La cruz es un toque del amor eterno sobre las heridas ms dolorosos de
la existencia terrena del hombre (DM 8).
La cruz es el desafo permanente del corazn humano, que busca la
felicidad en la verdad v el bien. La teologa y espiritualidad de la cruz no
pueden elaborarse sin participar vivencialmente en este reto.
Un maestro espiritual hind (guru) enseaba a sus discpulos el
camino (yoga) para llegar a Dios por un proceso de limpieza del
corazn. Un cristiano presente en el grupo le pregunt por qu tena un
crucifijo sobre la mesa. El guru respondi: Estoy buscando a alguien
que me ensee cmo es el yoga (camino) de Jess crucificado . La
sociedad de hoy presenta el mismo problema; quiz es ste el mayor
desafo que ha tenido la Iglesia misionera en veinte siglos: cmo se
puede reaccionar amando en los momentos de dificultad y de cruz?
Esta ancdota y un recuerdo sencillo de mi infancia me sirvieron de
invitacin para escribir esas reflexiones sobre la espiritualidad de la cruz.
Haban pasado pocos das de mi primera comunin (1936). Delante de la
parroquia incendiada arda una hoguera donde todava se poda ver el
rostro bondadoso de la imagen de Cristo crucificado. Aquella mirada
amorosa pareca hablar de perdn y de llamada: quin querr anunciar
a todos los hermanos que yo sufr y mor por amor?... Creo que all
empez mi primera reflexin sobre la cruz, que ahora brindo a mis
hermanos. Para poder expresarme mejor me he inspirado en escritos y
vidas de santos y de personas ejemplares; que ir citando en el momento
oportuno.
Hoy ms que nunca se necesitan apstoles, al estilo del discpulo
amado, que estn convencidos de que la misin tiene su punto de
llegada a los pies de la cruz. (RMi 88). Juan evangelista, el que estuvo
junto a la cruz y el que, adentrndose en el sepulcro vaco, crey en
Jess resucitado, nos indica el camino para transformar el sufrimiento en
donacin y la cruz en resurreccin: MIRARAN AL QUE
TRASPASARON (Jn 19,37). Mirando con amor a Cristo crucificado se
aprende a transformar el dolor en donacin y la debilidad en fuerza que
renueva la creacin y la historia: Te basta mi gracia, ya que la fuerza se
pone de manifiesto en la debilidad (2 Cor 12,9).
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LA FUERZA DE LA DEBILIDAD
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I. LA VIDA ES HERMOSA
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Todo nos habla del Amado. Si algo viene de su mano, es que
tambin y principalmente procede de su corazn. Lo importante es el amor
con que nos da las cosas y permite los acontecimientos. Dios lo dio. Dios
lo quit. Sea bendito el nombre del Seor! (Job 1,21); Si aceptamos de
Dios el bien, no aceptaremos el mal? (Job 2,10).
Abrir los ojos significa dejar hablar al corazn iluminado por la
razn. Solamente si abrimos los ojos del amor, sin hacer clculos de
utilidad y eficacia inmediata, sabremos auscultar los latidos del corazn de
Dios. Este mirar contemplativo nos hace descubrir a quien nos acompaa
siempre dejando huellas de su amor: Mil gracias derramando, pas por
estos sotos con presura, y yndolos mirando, vestidos los dej de
hermosura (San Juan de la Cruz).
Hay que aprender a leer la creacin: Seor, Dios nuestro, qu
admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los
cielos. De la boca de los nios de pecho has sacado una alabanza... Cuando
contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has
creado, qu es el hombre para que te acuerdes de l, el ser humano para
darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ngeles, lo coronaste de gloria y
dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste
bajo sus pies (Sal 8). A pesar de las sombras de la noche, nosotros
podemos participar de la mirada de Dios: Vio Dios que todo era muy
bueno (Gn 1,31).
Jess nos dijo que nuestro Padre Dios hace salir su sol sobre buenos
y malos (Mt 5,45). Las cosas siguen siendo de Dios Amor, como regalo
de todos los das recin salido de sus manos y de su corazn. El amor que
Dios pone en sus cosas nunca se gasta ni se convierte en rutina. El secreto
para descubrir ese amor consiste en el modo con que se estrenan o se usan
las cosas.
Para llegar a ver la gloria o realidad divina y humana de Cristo,
como Verbo encarnado, hay que aprender a ver la gloria o epifana del
amor de Dios en las cosas, en los acontecimientos y en los hermanos.
Cuando el discpulo amado dice que hemos visto su gloria (Jn 1,14),
formula esta afirmacin despus de recordarnos que todo ha sido creado
por Cristo y para l (Jn 1,3). Efectivamente, Cristo es la imagen del Dios
invisible, el primognito de toda criatura; en l fueron creadas todas las
cosas, las del cielo y las de la tierra...; todo lo ha creado Dios en l y para
l; Cristo existe antes que todas las cosas y todas tiene en l su
consistencia (Col 1,15-17).
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La lectura o anlisis de la realidad humana slo es posible a la luz
del amor de quien ha creado el universo y dirige la historia respetando la
libertad del hombre. Otro tipo de relectura no pasara de ser una
caricatura o una quimera, capaz de producir tempestades y atropellos, y
por ello mismo abocada al fracaso. Esos vientos del desierto que brotan
de corazones divididos son los que han producido y seguirn produciendo
los grandes desastres de la historia.
En el arepago de Atenas rechazaron a Pablo porque, al presentar a
Cristo resucitado, afirmaba que todas las cosas son buenas, incluso el ser
humano en su corporeidad, puesto que en Dios vivimos, nos movemos y
somos (Hech 17,28). La verdadera hermosura de las cosas slo se capta
por un proceso de conversin, como lavndose los ojos para ver y
adherirse a Cristo, luz del mundo (Jn 8,12), el Hijo de Dios hecho hom-
bre que ha muerto y resucitado, centro de la creacin y de la historia. Jess
nos ayuda a abrir y purificar los ojos, mezclando su saliva con nuestro
barro (Jn 9.6), su mirada con la nuestra, su agua viva con nuestra agua.
Entonces nuestra agua se hace hermana de la luz.
Hay que aprender a ver las cosas y a visitar las ciudades en los das
en que no hay prisas ni angustias. Entonces todo parece ms bello; pero no
es distinto de cuando nos encontramos en nuestro caminar cotidiano.
La cultura de un pueblo y de sus habitantes es una actitud relacional
hacia las cosas, las personas y el ms all. Esta postura se expresa en el
lenguaje, costumbres, arte, msica... Las expresiones ms bellas de una
cultura se encuentran all donde es ms autntica la convivencia con los
hermanos y la relacin de confianza y unin con el Creador. Entonces las
personas se sienten amadas y capacitadas para un amor de retomo.
Cuando a un pueblo se le quiere quitar su relacin con Dios, entonces
la existencia humana parece un absurdo, se deshumaniza, hasta el punto de
perder el sentido de admiracin por las cosas y anular el respeto a la vida
de los inocentes y de los ms dbiles. La convivencia humana se apaga
cuando, por ansias de ganancia y de dominio, se estimulan las reacciones
de egosmo personal y colectivo. Ya no se escucha al hermano que sufre ni
se descubre la hermosura de la creacin. Las ansias desenfrenadas de tener,
poseer y disfrutar atrofian los sentidos y el corazn. El cosmos no revela
su hermosura y su bondad a los que abusan de l. Nos falta el asombro
por el ser y por la belleza que permita leer en las cosas visibles el mensaje
de Dios invisible que las ha creado (CA 37).
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Quien no sabe apreciar y saborear los dones de Dios no se sentir
amado ni capacitado para amar en el momento del sufrimiento. Las flores,
como todos los dems dones pasajeros, se marchitan. El amor que Dios
puso en esos dones no pasa nunca. El dolor en el momento de perder un
don de Dios se puede convertir en el encuentro con el mismo Dios. El nos
da sus dones para que aprendamos a recibirle a l. La cruz es el camino
para pasar del don al dador de todo bien. En esta aparente ausencia de
Dios se descubre una presencia misteriosa, ms honda y amorosa.
En un pas martirizado por violencias y atropellos todava se poda
observar en las conversaciones la alegra de un servicio prestado con sudor
a los hermanos. Era de noche. Se oyeron unas explosiones y desapareci la
luz. Alguien coment: Qu bella es la naturaleza de noche, sin luz
artificial!. La vida es siempre hermosa porque Dios nos ama tal como
somos, para manifestamos cada vez ms quin es l. Hay que abrir los
ojos de la fe, que es don de Dios y que la ofrece a todos por medio de su
Hijo Jess, el crucificado.
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no tendra sentido. La bsqueda es ya un encuentro, aunque todava no
definitivo.
La verdad es hermosa y se va mostrando como bien, en cuanto
modela nuestras vidas como donacin. No hay nadie que no busque la
verdad y el bien; pero muchas veces se interpone el error y el mal, por
nuestra debilidad y malicia. El corazn y la conciencia nunca acaban de
apagarse del todo. Nos has hecho, Seor, para ti, y nuestro corazn est
inquieto hasta encontrarte a ti (San Agustn).
Hacen sufrir el error y el mal, pero siempre se puede entrever un
destello de la verdad y del bien. Aquel joven que guardaba los mantos de
quienes apedreaban al dicono San Esteban (Hech 7,58) viva en la
conviccin de que sus gestos y sus compromisos para destruir a los
cristianos eran algo legtimo y bueno. Pero en l tambin estaba Cristo
esperando, dejando sus huellas, como cansado del camino y sediento de
su corazn (Jn 4,6ss). Se necesit el sufrimiento y la muerte de Esteban
para que Saulo encontrara la Verdad en Cristo.
Hay momentos histricos en que se intenta mutilar la verdad y el
bien. A veces parece como si se desterraran las verdades y principios
permanentes, as como los compromisos de donacin y de moralidad para
toda la vida. Se quisiera algo fluctuante, til, funcional, eficaz, inmediato...
Pero el corazn no se satisface con verdades a medias ni con bienes
parciales. Si la conciencia no est bien formada y la conducta no
corresponde a sus indicaciones, el corazn humano no encuentra la paz.
El hombre verdaderamente cientfico, a pesar de las apariencias,
busca siempre la verdad entera, aunque centre la atencin en un solo
aspecto. Por esto nunca se opondr a otras perspectivas y bsquedas
parciales. El da en que en nombre de la ciencia y de la cultura, se
quisiera eliminar la trascendencia y a quien la personaliza, la vida no
tendra sentido. La verdadera causa de mucho delitos y crmenes hay que
buscarla en la siembra de ideologas sin fundamento tico. A veces las
vctimas son castigadas; pero los fautores de esas ideas acampan por sus
anchas en ctedras, senados y medios de difusin.
La bsqueda de la verdad y del bien produce dolor y gozo a la vez. Es
el misterio de la vida, que todos han experimentado desde la niez, tanto el
campesino que espera y prepara la cosecha como el investigador de
conceptos o to seres concretos. Siempre queda un destello de verdad y de
bien, que dan sentido a la existencia. Es fuente de gozo el encontrar
sentirlo al caminar.
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Es siempre hermoso descubrir en los ojos de un nio, en el rostro de
un joven y en las manos y gestos de un adulto unas ansias de infinito que
no se pueden saciar con ninguna alienacin: drogas, ideologas baratas,
frases atrayentes, ganancias fciles, xitos inmediatos, bienestar
procedente de atropellos... En la vida de cada ser humano hay unas huellas
de verdad infinita y de bien verdadero, una aspiracin ms profunda y
ms universal (GS 9).
Nuestra poca histrica es tambin hermosa, con esa hermosura de
una verdad y de un bien que se quieren autnticos. Nuestro tiempo es
dramtico y, al mismo tiempo, fascinador. Mientras por un lado los
hombres dan la impresin de ir detrs de la prosperidad material y de
sumergirse cada vez ms en el materialismo consumstico, por otro lado
manifiestan la angustiosa bsqueda de sentido, la necesidad de
interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos de
concentracin y de oracin...; se busca la dimensin espiritual de la vida
como antdoto a la deshumanizacin (RMi 38).
Slo en Cristo, camino, verdad y vida (Jn 14,6), se podr descifrar
el misterio del hombre. En realidad, el misterio del hombre slo se
esclarece en el misterio del Verbo encalmado. Porque Adn, el primer
hombre, era figura del que haba de venir, es decir. Cristo nuestro Seor.
Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del misterio del Padre y de
su amor manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre
la sublimidad de su vocacin. Nada extrao, pues, que todas las verdades
hasta aqu expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona (GS 22).
La bsqueda de la verdad y del bien es una actitud contemplativa,
que quiere ver (theorein, thenria) a Alguien escondido detrs del velo
que separa y une lo contingente y lo transcendente. Si Dios no pasa de la
cabeza al corazn, el hombre se sentir desorientado y no lograr superar
la debilidad, el error y el mal. Hasta ahora deca una joven universitaria
yo tena a Cristo en mi cabeza; ahora me siento feliz porque lo
comienzo a tener en mi corazn.
El gozo de San Agustn por haber encontrado a Cristo, verdad y vida,
fue fruto de una bsqueda dolorosa: Tarde te am, Hermosura tan
antigua y tan nueva, tarde te am! Y t estabas dentro de m y yo afuera, y
as fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre esas cosas
hermosas que t creaste. T estabas conmigo, mas yo no estaba contigo...
Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y
resplandeciste, y curaste mi ceguera (Confesiones)
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En un curso de renovacin para formadores (Argentina), los
participantes comentaron la calidad de la leche servida en el desayuno
precisamente un da en que falt porque las vacas estaban maosas...
Entonces tomaron conciencia de la hermosura de los pastos y del servicio
escondido de tantos trabajadores y servidores, que hacan posible el
sabroso desayuno del despuntar del da. La verdad y el bien se encuentran
a cada paso, en momentos de gozo y de dolor, como la sabidura
esperando a la puerta de nuestra casa (Sab 9,1; 8,16).
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tros tambin decimos muchas veces: creaste todas las cosas con sabidura
y amor (prefacio del 4. canon).
Los santos fueron recuperando las cualidades de la niez sin
contagiarse de sus defectos ni caer en los enredos y sofismas de los
mayores. Esa actitud filial slo es posible por un proceso de imitacin y de
configuracin con Cristo. En el dilogo con Dios V en el camino hacia l
(camino de perfeccin), la vida se va simplificando y se expresa en un
Padre nuestro pronunciado y vivido con Cristo y en el Espritu Santo.
La transparencia y serenidad de los santos es fruto de un proceso de
filiacin divina a imitacin de Cristo. Es el gozo de ver en todo el amor del
Padre. Pero esa actitud filial no es una conquista, sino un don del Espritu
Santo. En aquel momento, Jess se llen de gozo en el Espritu Santo y
dijo: Yo te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los
pequeos. S. Padre, porque as te ha parecido bien (Lc 10,21).
Algunos han hablado de volver a la justicia original y cualidades del
paraso terrenal perdido. Propiamente se trata de volver, con creces, a la
actitud filial que unificaba el corazn para ver en todo una presencia
amistosa de Dios (Gn 3,8). La debilidad natural y las inclinaciones
desordenadas seguirn siendo una realidad hasta el da de la muerte, salvo
privilegio especial, como en el caso de la Virgen Inmaculada. Pero lo ms
importante es la configuracin y sintona con los sentimientos y amores
filiales de Cristo. Entonces se recupera el verdadero yo, que fue creado a
imagen de Dios y que ahora puede participar en la filiacin divina de
Cristo (Ef 1,5).
Slo esos nios grandes que son los santos ven el camino que hay
que seguir para salir de los enredos que hemos fabricado los mayores y
que nos convierten en fuente de sufrimiento. San Nicols de Filie (1417-
1487), siguiendo una llamada de Dios, dej familia, posesiones y empleo
poltico, contra toda lgica humana, en un pas (Suiza) dividido por la
guerra. Al cabo de unos aos, en los que l unific su corazn, pudo dar a
sus amigos los polticos la solucin para terminar la tragedia y las
divisiones del pas: la paz y la unidad se inspiran siempre y slo en Dios
Amor, Padre, Hijo y Espritu Santo. Inesperadamente se sigui la paz y la
unificacin del pas. Desde entonces, la Constitucin suiza comienza
inspirndose en la comunin de la Trinidad. Nicols de Filie lleg a esa
eficacia evanglica partiendo de un proceso de purificacin y unificacin:
Seor, vacame de mi, llname de ti y haz de mi un don para ti. Slo ese
don trascendente y unificador es verdadera donacin a los hermanos.
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Para descubrir el lado bueno de las cosas y los destellos de verdad y
de bondad que todava quedan en cada ser humano, hay que saber mirar a
Cristo crucificado: Mirarn al que traspasaron (Jn 19,37). En su mirada
amorosa, cada ser creado recobra su identidad. Pero hay que compartir la
misma vida de Cristo para saber mirar y amar como l. Su cruz indica las
pistas para descubrir en todo una epifana de Dios Amor.
Para un corazn de nio, la vida sigue siendo hermosa porque
todava queda espacio para lo mejor: la entrega sincera de s mismo a los
dems, como expresin de la unin de las personas divinas y la unin de
los hijos de Dios en la verdad y la caridad (GS 24).
Alguien que nos ama desde siempre ha dejado sus huellas
invisibles en nuestro caminar humano. Slo un corazn unificado por el
amor las sabr descubrir. El obispo de Cantn (D. Tang) estuvo veintitrs
aos en la crcel; algunos aos sin ver a nadie y los dems sin poder leer
nada, mientras al mismo tiempo se le procuraba lavar el cerebro de toda
idea trascendente. Un da vio caer una hojita seca, y se le acabaron las
dudas: si la hojita se cae es que no tiene vida por s misma; pero, sobre
todo, porque una hojita recin cada del rbol no deja de ser una historia de
amor de Dios por cada ser humano. Slo el sufrimiento pasado por amor y
compartido con Cristo puede hacernos abrir los ojos a la verdad integral.
Cuando los dones de Dios se van consumiendo, es que es el mismo
Dios que se nos quiere dar en persona. Esa pedagoga paternal de Dios es
dolorosa, porque se trata de crecer en nuestra actitud filial. Crecer es
siempre dejar algo en lo que nos habamos instalado.
Recapitulacin
19
46), es camino de renuncia, para llegar al gozo de sentirse amado y
capacitado para amar.
Los salmos, ledos y recitados en unin con Cristo, reflejan actitudes
humanas ante todas las realidades gozosas y dolorosas de la vida. Siempre
apuntan a la serenidad de la esperanza, porque todo es historia de
salvacin.
La bsqueda de la verdad y del bien es siempre dolorosa y gozosa.
Es la bsqueda que da sentido a la existencia humana. Hay que aprender a
gozar honestamente de los dones de Dios, para que. cuando falten, le
descubramos a l que se nos da.
La solidaridad con el gozo y el dolor de los hermanos es el modo
como todo creyente y toda comunidad eclesial expresa su sintona con el
amor de Cristo. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos
sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
discpulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre
eco en su corazn. La comunidad cristiana est integrada por hombres que,
reunidos en Cristo, son guiados por el Espritu Santo en su peregrinar
hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvacin para
comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente ntima y realmente
solidaria del gnero humano y de su historia (GS 1).
En todo conflicto histrico de sufrimiento hay innumerables vidas
annimas de hermanos que se consuman en la donacin. No hay ningn
gozo humano superior a esa felicidad de vivir, sufrir y morir amando a
Dios y a todos los hermanos sin distincin. Esa realidad escondida no
aparecer nunca en nuestras publicaciones, porque es una vida escondida
con Cristo en Dios (Col 3,3).
La curacin de nuestra ceguera es dolorosa. Penetr en mi interior,
siendo t mi gua...; fortaleciste la debilidad de mi mirada (San Agustn,
Confesiones). Entonces se experimenta que la vida merece vivirse.
La hermosura y bondad de las cosas produce nuestro gozo cuando
dejan entrever una trascendencia definitiva. El dolor nace del paso de la
contingencia a la trascendencia. El mismo Dios Amor, que nos da sus
dones para descubrirle a l, nos retira esos dones para drsenos l. Nuestro
ser no est preparado para esta donacin definitiva. Sufrimos por ese
paso, que no entendemos. Slo la fe, la esperanza y la caridad (pensar,
sentir y amar como Cristo) transforman el dolor en paso o camino
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pascual. Nosotros, los que poseemos las primicias del Espritu,
gemimos en nuestro interior, suspirando porque Dios nos haga sus hijos y
libere nuestro cuerpo. Porque ya estamos salvados, aunque slo en
esperanza (Rom 8,23-24).
Los deseos no son propiamente la fuente del dolor, sino los bienes
pasajeros que quieren acaparar nuestros deseos. Buscamos siempre la
verdad y el bien a travs de sus huellas pasajeras. El corazn est
desorientado cuando se centra en esos bienes, olvidando a quien los ha
creado por amor. Orientar el corazn con sus deseos equivale a una
negacin de todo lo desordenado, para abrirse a la verdadera felicidad.
Esta orientacin, por parte nuestra y por parte de la Providencia divina,
es dolorosa. Niega tus deseos y encontrars lo que desea tu corazn (San
Juan de la Cruz, Avisos).
Cruz es la subida al monte de Dios por medio de la noche
oscura, pasando de la nada al Todo: bstele Cristo crucificado (San
Juan de la Cruz). Es ordenar la vida segn el amor (Santo Toms), para
poder construir la historia amando. La vida es hermosa porque siempre se
puede hacer lo mejor: amar.
21
II. EL MISTERIO DELAS LIMITACIONES HUMANAS
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Son muchas las lamparitas que se estn consumiendo en hogares,
escuelas, canteras, hospitales, misiones, servicios... A veces les azota
dolorosamente el viento de la duda, de la incomprensin, de la
contradiccin, del aparente fracaso e incluso del escrpulo y de la
culpabilidad por los propios defectos. Pero es siempre hermoso gastarse
para comunicar a otros la luz, la fuerza y el calor recibidos de Dios Amor
para compartirlos y para construir una familia de hermanos. Por esa fatiga
del trabajo y del quehacer cotidiano, como expresin del amor, el hombre
se realiza a s mismo..., se hace ms hombre (Lc 9).
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El sufrimiento slo puede ser vencido por el amor. La cruz de la
propia donacin vence y transforma el sufrimiento. Descubriendo a Dios
Amor en todo, tambin cuando nos retira sus dones, ser posible dar el
paso a la oblacin: Tomad, Seor, y recibid toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me
lo diste, a vos, Seor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra
voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que sta me basta (San Ignacio
de Loyola, Contemplacin para alcanzar amor).
Esta actitud oblativa no significa huir del dolor, sino afrontarlo, como
se debe afrontar cualquier realidad humana, para transformarla en
donacin. Este salto o paso cualificado slo es posible en unin con
Cristo, como inspirndose y apoyndose en su entrega al Padre: en tus
manos, Padre (Lc 23.46). En esta oblacin de Jess se han inspirado todas
las almas grandes: Padre, me pongo en tus manos, haz de m lo que
quieras: sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto
todo, con tal que tu voluntad se cumpla en m y en todas tus criaturas. No
deseo nada ms. Padre... (Carlos de Foucauld). Otra alma grande aada:
Me entrego a tu amor, a tu bondad, a tu generosidad; has de m lo que t
quieras, pero dame almas, muchas almas, infinitas almas. Dame almas de
nios, de pecadores; dame todas las almas de los infieles.... y yo te doy mi
vida, mi corazn, mi ser todo entero. Haz de m lo que quieras!, mas
djame vivir y morir en tu amante Corazn, para que ah se caldee el mo y
pueda a mi vez calentar las almas que se acerquen a m. Que todos te
conozcan y te amen, es la nica recompensa que quiero. Que todos amen a
tu Padre, al divino Consolador; que las almas todas conozcan la Trinidad
Beatsima, por medio de tu Madre Inmaculada. Santa Mara de Guada-
lupe (M. Mara Ins-Teresa Arias).
No resulta fcil esta actitud de confianza activa y constructiva en
manos de Dios Amor y de su providencia cuando las cosas
humanamente no andan bien: ya conoce vuestro Padre las necesidades
que tenis antes de que se las pidis (Mt 6,8); hasta los cabellos de
vuestra cabeza estn contados (Mt 10,30). Se necesita mucha fe y mucha
confianza para saber decir con conviccin: La Providencia lo puede todo
(San Jos Benito Cottolengo).
La actitud ms constructiva ante el dolor es la de afrontarlo con amor.
Esa disponibilidad es slo posible con la confianza incondicional en el
Seor: dispuestos a convertirse en un vaso nuevo en manos del alfarero
divino (Jer 18,6). Es la actitud filial, como la del nio en manos de su
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madre (Sal 130,2). Con esta confianza se puede afrontar la vida con
serenidad.
Los acontecimientos, gozosos y dolorosos, se convierten en signos
de los tiempos, manifestativos de una voluntad de Dios que nos confa la
historia para que la transformemos desde dentro, corriendo el mismo
riesgo que han corrido todos los hermanos que nos precedieron. El
problema verdadero consiste en discernir por dnde nos gua el corazn de
Dios. Se trata de escrutar a fondo los signos de nuestra poca e
interpretarlos a la luz del Evangelio (GS 4; cf. GS 11.44).
Anualmente, el ltimo domingo de agosto, una multitud inmensa de
familias con sus nios y enfermos se congrega en el santuario de Nuestra
Seora de Lanka (Colombo, Sri Lanka). Es el da anual del enfermo. A
veces pasan de doscientas mil personas. Cada uno busca la ternura materna
de Dios, manifestada a travs de Mana y aplicada a la propia realidad. El
ao 1992, un joven enfermo de cncer, humanamente incurable, al
terminar la jomada dijo a su madre: Mam, ya estoy contento, porque s
que Dios me ama tal como soy.
La accin amorosa va ms all de la enfermedad y de la muerte.
Cristo resucit a Lzaro, pero no resucit a Juan Bautista. El martirio de
Juan era ms importante y necesario que la curacin de un enfermo o la
resurreccin de un muerto, que despus volvera a morir.
Parece que Dios calla y est ausente, pero cuando uno est abierto al
amor le descubre siempre presente: El Seor no est lejos, ama y le
descubrirs cercano, que habita en ti (San Agustn, Sermn 21).
3. El misterio de la iniquidad
30
s mismo la divisin, que tantas y tan graves discordias provoca en la
sociedad (GS 10). El atropello actual de tantos pueblos subdesarrollados
nace de un concepto egosta del propio bienestar personal o colectivo, que
abandona a los otros cuando ya han sido estrujados.
En los inicios de la humanidad hay un hecho que es el origen de todo
mal: el pecado original de nuestros primeros padres. La palabra de Dios
(revelacin) nos atestigua este hecho. Los efectos de tal pecado
continan en el corazn de todo ser humano: El hombre, en efecto,
cuando examina su corazn, comprueba su inclinacin al mal y se siente
anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Cre-
ador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio,
rompe el hombre la debida subordinacin a su fin ltimo, y tambin toda
su ordenacin tanto por lo que toca a su propia persona como a las
relaciones con los dems y con el resto de la creacin. Es esto lo que
explica la divisin ntima del hombre. Toda la vida humana, la individual y
la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramtica, entre el bien y
el mal, entre la luz y las tinieblas. Ms todava, el hombre se nota incapaz
de domear con eficacia por s solo los ataques del mal, hasta el punto de
sentirse como aherrojado entre cadenas (GS 13; cf. RP 15-18).
Este misterio de iniquidad o de pecado se encuentra de algn modo
en toda persona e institucin. Aunque nos encontremos entre personas
santas e instituciones que son medios y servicios de santidad y de amor,
nunca podr evitarse totalmente el sufrimiento. Me deca un fiel
colaborador al despedirme para un viaje: Si a su regreso encuentra todos
los problemas solucionados, es que ya habr llegado al cielo...
En toda comunidad humana hay grandes cualidades y grandes
defectos. Es siempre una historia de gracia mezclada con una historia de
pecado y de egosmo. Frecuentemente todos buscan su propio inters, no
el de Jesucristo (Flp 2,21). El origen de tantos dramas es siempre la poca
correspondencia a un don de Dios o la utilizacin de este don para el
propio provecho. Esta actitud egosta y unilateral, que se procura justificar
hasta con palabras de la Escritura, produce el atropello de los hermanos.
En el roce de puntos de vista contrastantes, la verdadera solucin no
proviene de la defensa a ultranza del propio parecer, por honesto que sea,
sino de la atencin al problema de los dems. Cuando se intenta, por
encima de todo, solucionar y comprender el dolor de los otros, entonces se
encuentra la verdadera solucin para todos.
31
Lo ms importante es siempre hacer de la vida una donacin. Los
dones de Dios, en esta tierra, son pasajeros e incompletos, precisamente
para que todo ser humano se realice amando, dndose. La pobreza de
Beln y de la cruz, siendo al mismo tiempo el mayor atropello de la
historia, se convierte en la epifana de Dios Amor. Su Hijo, para
redimimos, se anonad (Flp 2.7), y as pudo mostrar la caracterstica
ms importante del amor de Dios: no tiene nada, para darse l mismo del
todo.
El beato Andrs Carlos Ferrari, cardenal arzobispo de Miln, mostr
siempre un gran amor a la Iglesia y al Papa. Alguien le acus de
modernista, y como consecuencia el Papa San Po X no le quiso recibir.
Ahora ambos son santos en el cielo... Todo fue providencial, para
acrisolar la candad de uno y de otro.
Los santos se hicieron y se hacen a fuerza de yunque y martillo. Lo
importante es descubrir la mano amorosa que los fragua, asindolos
fuertemente para que no se hundan en su propia debilidad.
Recapitulacin
32
El gozo de la convivencia con los hermanos se transforma con
frecuencia en el dolor de la separacin. Los seres ms queridos tambin se
van hacia el ms all. Y las personas ms admiradas y poderosas no
siempre comprenden y comparten.
Los acontecimientos son un tejido maravilloso de la historia humana.
Lo ms hermoso permanece desconocido. En la vida de cada persona y de
cada pueblo, y en toda poca histrica, hay acontecimientos de dolor que
no tienen explicacin humana convincente. Los atropellos dejan entrever
su misterio slo a travs del mensaje evanglico. Quien me sigue no anda
en tinieblas (Jn 8,12).
El origen del dolor es el pecado del hombre. Todos llevamos dentro
este misterio. Todos fallamos en muchas cosas (Sant 3,2). Existen el
pecado original, del inicio de la historia humana, y el pecado personal, que
amenaza en todo corazn humano que ha llegado al uso de razn. Esos
pecados han dado origen al desorden del universo, al odio entre hermanos
y al atropello de innumerables inocentes.
2,24) Querer posesionarse de las personas y de las cosas, utilizndolas
segn el propio antojo, es el origen de todo sufrimiento, en nosotros y en
los dems. Es el misterio de la iniquidad (2 Tes 2,7), que se va
superando slo con la aceptacin del misterio de la piedad (1 Tim 3,16)
o misericordia de Dios manifestada en Cristo Redentor, que carg con
nuestros pecados (2 Pe 2,24), porque el Hijo del hombre ha venido para
dar su vida en rescate por todos (Mc 10,45).
La victoria sobre el sufrimiento slo puede obtenerse a partir del
amor a la verdad del misterio de todo hombre: la verdad os har libres
(Jn 8,32). Si el mundo sali de las manos y del corazn de Dios como algo
muy bueno (Gen 1,31), slo podr recuperarse volviendo a los planes
salvficos de Dios en Cristo, para reencontrar el primer rostro del hombre.
El dolor vence trascendindolo. Mientras queden en el corazn humano
deseos de infinito y de trascendencia, el dolor tiene solucin. La cruz de
Cristo ha abierto un camino de Pascua.
33
III. JESUCRISTO SIN PRIVILEGIOS HISTRICOS
36
los tiempos (Mt 16,3), es decir, signos de la voluntad salvfca del Padre,
que es siempre providente. No necesit excepciones, como podra haber
sido el pedir proteccin especial por medio de legiones de ngeles (Mt
26,53), sino que le bast asumir con amor la historia concreta, sin defensas
armamentistas, como copa de bodas preparada por el Padre (Jn 18,11; Le
20,22). Jess afront con decisin el misterio pascual, como enamorado
que camina apresurado hacia las bodas (Lc 9,51). As am a su Iglesia
esposa, que debe ser la humanidad entera (Ef 25-27).
Es el amor la clave del sufrimiento de Cristo. Vivi, sufri y muri
por amor. Su sangre, es decir, su vida, fue derramada por nosotros llena
de amor del Espritu Santo: La sangre de Cristo, que por el Espritu Santo
se ofreci a Dios como vctima sin tacha, purificar nuestra conciencia de
sus obras muertas para servir al Dios vivo (Heb 9,14).
El amor del Padre se expresa en el hecho de dar a su Hijo en
sacrificio para la salvacin del mundo: De tal manera am Dios al
mundo, que le dio a su Hijo unignito (Jn 3,16). La fuerza de la cruz, para
atraer todas las cosas hacia Cristo (Jn 12,32), procede de la humillacin
y aniquilamiento, como el granito de trigo que muere en el surco para
producir la espiga (Jn 12,24). Mirar con los ojos de la fe a Cristo,
humillado y exaltado en la cruz, es el nico camino para superar y
trascender el sufrimiento. La vida humana, tambin en sus avatares de
dolor y muerte, ya sabe a vida eterna (Jn 3,14-15).
La actitud de Jess de no huir del sufrimiento, sino de afrontarlo por
amor al Padre y a la humanidad, es el resumen de las bienaventuranzas. En
toda circunstancia, todava se puede hacer lo mejor: amar. Yo no me
resista ni me hice atrs. Ofrec mis espaldas a los que me golpeaban, mis
mejillas a los que mesaban mi barba, mi rostro no hurt a los insultos y
salivazos (Is 50,5-6). As es el sermn de la montaa pronunciado por
Jess: no resistis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla
derecha, presntale tambin la otra (Mt 5,39).
Esta es la actitud ms constructiva ante la historia, que transformar,
sin destruir, nuestro ser y el de los hermanos, abrindolo totalmente al
amor: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,
bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltraten..., y seris
hijos del Altsimo (Lc 6,27-28.35).
Un joven que se declaraba ateo, o al menos agnstico, dijo que a l le
impresionaban las bienaventuranzas, pero que no entenda por qu Jess
haba perdido el tiempo treinta aos en Nazaret... Olvidaba que Nazaret
37
no fue ms que la prctica concreta y comprometida de las
bienaventuranzas.
En su vida de Nazaret, Jess, junto con Mara y Jos, escuch y
medit frecuentemente las profecas sobre el siervo de Yav: Varn de
dolores y sabedor de dolencias..., eran nuestras dolencias las que l llevaba
y nuestros dolores los que soportaba...; ha sido herido por nuestras
rebeldas, molido por nuestras culpas. El soport el castigo que nos trae la
paz, y con sus heridas hemos sido curados (Is 53,3-5; cf. Sab 2,12-22). Su
secreto era vivir y morir amando.
Esta realidad inmolativa y amorosa de Cristo se hace presente en el
sacrificio eucarstico, como invitacin a vivir en sintona y comunin con
l.
La actitud interna de Jess es siempre de confianza plena en el Padre.
Los salmos describen detalladamente la pasin y muerte del Mesas (Sal
21 y 37). Cristo los hizo suyos pronunciando los primeros versculos del
salmo 21: Dios mo. Dios mo, por qu me has abandonado? (Sal 21,2;
cf. Mt 27.46: Me 15.34). Eran los salmos del sacrificio de la tarde, y en
ellos se refleja la plena confianza en Dios, conjuntamente con el
sentimiento de ausencia: Han taladrado mis manos y mis pies, cuentan
todos mis huesos... Seor, no te ests lejos (Sal 21,17-20): En ti. Seor,
he esperado... No me abandones, Seor (Sal 37.16-22). La actitud de
confianza plena se refleja de modo especial en el salmo 30, tambin
recitado por Jess: En tus manos encomiendo mi espritu (Sal 30,6; Lc
23,46).
No caben explicaciones de la cruz al margen de los criterios del
mismo Cristo: era preciso que el Mesas sufriera todo esto para entrar en
su gloria (Lc 24,26). As fue de sencilla la explicacin que Jess
resucitado dio a los dos discpulos de Emas.
Si uno de la Trinidad ha sido crucificado (como afirma Proclo,
Patriarca de Constantinopla), el dolor humano ya tiene sentido. Para
Cristo, la cruz es la expresin mxima del amor, el sacrificio total de s
mismo. La explicacin de este misterio la puede dar y captar slo el amor:
Cristo nos am y se entreg a s mismo en sacrificio por nosotros (El
5,2). La cruz de Cristo es a medida de Dios, porque nace del amor y se
completa en el amor (DM 7).
38
3. Consorte y protagonista
39
Cmo es el yoga de Jess crucificado?, preguntaba un guru a
un misionero, mostrndole un crucifijo que llevaba consigo desde haca
aos. No resulta fcil ni cmodo responder a esta pregunta, porque, en
todo caso, las palabras deben corresponder a la vida del que se atreva a dar
una explicacin. Jess hizo de su vida una donacin total: vivi amando,
goz y sufri amando, muri y resucit amando y perdonando a todos y a
cada uno como parte de su mismo ser, como una pgina irrepetible de su
biografa continuada en el tiempo. El camino (o yoga) de Jess
crucificado es siempre el del amor, que transforma todo (tambin el
sufrimiento) en donacin. Un yoga para dominar los deseos y encauzar
las fuerzas de nuestro ser nunca puede equipararse al camino de Jess
crucificado.
Cada lnea del Evangelio describe la cercana de Cristo a cada
hermano. Es como si encontrara a alguien que formar parte de su mismo
corazn y de su misma vida. La sintona o compasin de Cristo (Mt
14,14; 15,32) se expresa en acogida, comprensin, curacin, perdn. Poda
ser una mujer divorciada (la samaritana) o una pecadora (la Magdalena),
un fariseo que buscaba la verdad (Nicodemo) o un publicano que deseaba
verle para cambiar de vida (Zaqueo), una multitud inmensa de pobres y
enfermos o una persona convertida en un harapo por la enfermedad, el
pecado o la desgracia...
Jess hizo siempre suyo el dolor de cada persona que se cruz en su
camino. Nunca mir a una persona como extraa o forastera. Ante una
madre que haba perdido a su hijo nico, Jess se conmovi y resucit al
muchacho (Lc 7.11-17). A un paraltico que colocaron ante l,
descendindole desde el techo. Jess le perdon y san. Jess siempre
mira amando (Mc 10,21), descubriendo en cada persona, ms all del
dolor y del pecado, un hijo amado (Lc 15,24). El tom nuestras flaque-
zas y carg con nuestras enfermedades (Mt 8.17; Is 53,4).
El amor de Cristo a cada persona, especialmente en los momentos de
sufrimiento, es amor esponsal. Nadie es extrao ni forastero en su corazn.
Cada uno es como las arras de su boda (la dracma) (Lc 15,8-10), y
forma parte de los amigos del esposo (Mt 9,15). Por esto l se presenta
como esposo o consorte (Mt 25,6). Tambin los que le crucificaron y los
malhechores que fueron crucificados con l, son parte de sus amores:
Perdnales, Padre, porque no saben lo que hacen (Lc 23.34).
Este amor esponsal de Cristo desde el da de la encarnacin, es amor
redentor: llegar hasta las races del pecado, de donde procede todo dolor y
todo mal. Cristo es el Redentor, el esposo enamorado que libera a la
40
esposa con el precio de su propia sangre: No habis sido liberados con
bienes caducos, el oro o la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo (1
Pe 1,18-19; cfr. Hech 20.28).
Slo a la luz de este amor esponsal del Verbo encarnado y redentor se
comprenden las afirmaciones neotestamentarias, que presentan a Cristo
como responsable que asume nuestros pecados como propios: Cristo nos
ha liberado de la maldicin de la ley, hacindose por nosotros maldicin
(Gal 3,13); a quien no conoci pecado. Dios le trat por nosotros como al
propio pecado, para que, por medio de l, nosotros sintamos la fuerza
salvadora de Dios (2 Cor 5.21); l fue quien en su cuerpo soport
nuestros pecados sobre el madero (1 Pe 2,24).
Este es el significado de la alianza, como pacto esponsal de Dios
con los hombres. La nueva alianza se ha sellado con la sangre del Hijo de
Dios hecho nuestro hermano y consorte: Esta es la copa de la nueva
alianza sellada con mi sangre (Lc 22,20). El objetivo de la redencin es
salvar a toda la humanidad, como esposa amada de Cristo. Jess dio la
vida por todos para que, muertos al pecado, vivamos para alcanzar la
salvacin (1 Pe 2,24).
El camino de Cristo hacia la cruz es camino esponsal. Va decidido a
dar su vida por toda la humanidad, su esposa. Cada ser humano ocupa en
su corazn un lugar irrepetible. Por esto invita a todos a compartir la
misma copa (de bodas) preparada por el Padre (Jn 18,11). Jess invita a
todos: Bebed todos de ella, porque sta es mi sangre, la sangre de la
alianza, que se derrama por todos para perdonar los pecados (Mt 26,27-
28). En su camino hacia Jerusaln, como camino de Pascua, haba invitado
a los suyos a compartir la misma suerte: podis beber la copa que yo he
de beber? (Mc 10,38).
Nuestra capacidad de reflexin no llega a captar plenamente el
misterio de Cristo Redentor. Vindole a l hecho un harapo por nuestro
amor, destruido por el sufrimiento (Is 53,2-3), nos quedamos con el
interrogante en el corazn y en los labios: Seor, adonde vas? (Jn
13,36).
Cuando experimentamos el sufrimiento, las ideas se nos nublan y las
motivaciones se nos hacen insuficientes. Entonces todava queda por
descubrir el secreto del sufrimiento: no estamos solos. No temas... estoy
contigo (Hech 18,9-10). En momentos difciles de huida o desnimo, es el
mismo Cristo quien se nos hace encontradizo, cargando con su cruz que es
la nuestra, como indicndonos que l quiere ir con nosotros all de donde
41
nosotros intentbamos escapar. El Seor es sorprendente. Acontece como
en la bella narracin del quo vadis (adonde vas?), que intenta
describir a Pedro huyendo del martirio y topndose con el Seor cargado
con la cruz y entrando en Roma. Esta narracin literaria se hace realidad
todos los das en la vida de cada uno de nosotros.
Recapitulacin
42
La eucarista, que presencializa la donacin sacrificial y
esponsal de Cristo, hace posible que cada creyente afronte el sufrimiento
como participacin en la copa de bodas de Cristo Esposo. Al participar
de la eucarista, vivimos de la misma vida de Cristo (Jn 6,56-57).
La cruz slo se comienza a entender a partir del corazn abierto
de Cristo muerto en el madero: derram su sangre, es decir, dio su vida en
sacrificio, para podernos comunicar el agua viva de la gracia, que es la
vida nueva en el Espritu Santo.
43
IV. LA CRUZ DEL MISTERIO PASCUAL
1. Los ojos de la fe
48
La vida cristiana es siempre sintona con los sentimientos de Cristo
(cf. Flp 2,5). Por esto la cruz, vivida con Cristo, se convierte en confianza
y decisin inquebrantables: Jess, autor y perfeccionador de la fe,
animado por el gozo que le esperaba, sufri pacientemente la cruz, no le
acobard la ignominia y ahora est sentado a la derecha del trono de Dios
(Heb 12,2). Es la actitud que se refleja en las bienaventuranzas.
La fecundidad de la vida, en los momentos de dificultad, tiene lugar
por un proceso de sufrir amando (cf. Jn 16,20-22; Gl 4,19). El gozo
pascual, en el que se fundamenta el mximo testimonio del amor (PO
11), slo se experimenta a partir de la cruz. Es el gozo del Espritu Santo,
que nada ni nadie puede arrebatar (Jn 16,22).
Slo el que sabe sufrir con Cristo puede experimentar y comunicar
este gozo de la presencia de Cristo resucitado en la propia vida. Pero este
gozo no se puede contabilizar, ni siquiera por quien lo experimenta, porque
es una vida escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). Los que han sido
marcados por la seal de la cruz (cf. Ez 9,4), ya slo viven de la escala de
valores de Cristo, quien es nuestra esperanza (1 Tim 1,1). Qu mayor
gozo que el compartir la misma suerte de Cristo? As como abundan en
nosotros los padecimientos de Cristo, as por Cristo abunda nuestra
consolacin (2 Cor 1,5).
El gozo pascual, que proviene de la cruz compartida con Cristo, no
tiene que ver nada con la actitud egosta de buscarse a s mismo. Ni el
sufrimiento ni el gozo se buscan directamente, sino que se busca slo el
amor de donacin a la persona amada. A Dios se le busca por s mismo,
ms all de sus dones, aunque no se sienta su gozo. La esperanza
fundamenta la gratuidad de la donacin.
La leccin bsica de la esperanza es la de saber perder, arriesgando
todo por Cristo. Por amor a la verdad en la caridad (Ef 4,5) es posible
desprenderse de todo para no hacer mal a los hermanos ni buscarse a s
mismo (Mt 5,39-48). La experiencia cristiana de la esperanza deja bien a la
claras que la fuerza divina se hace sentir en la propia debilidad (cf. 2 Cor
12,10).
La alegra pascual nace en el corazn cuando se ha sabido
transformar las dificultades en donacin. La cruz de Jess no tiene sentido
si no es a la luz del gozo salvfico de que l es portador. La caracterstica
de toda vida misionera autntica es el gozo interior que proviene de la fe
(RMi 91).
49
La siembra en siempre laboriosa, como lo es tambin la siega. Pero
ya desde el inicio el corazn alienta la vida y el trabajo con la esperanza
del (ruto venidero: Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver
vuelven cantando, trayendo las gavillas (Sal 125,6).
Cuando se desvanece la tempestad y vuelve la bonanza, el tiempo
pasado aparece con nueva luz, como desentraando su misterio. Todo se
convierte en camino de bodas. Beber el cliz de esas bodas fue muy
doloroso, pero vala la pena. Hay que leer la historia personal y
comunitaria apoyando la cabeza sobre el pecho abierto de Cristo Esposo:
No te llamarn ms ya la desamparada..., sino que te llamarn
desposada, porque en ti se complacer el Seor y tu tierra tendr
esposo...; hars t las delicias de tu Dios (Is 62,4-5; cf. Is 66,10-14).
Las obras de Dios tienen siempre sus mrtires sin complejos de
martirio. En la historia se pueden encontrar con cierta frecuencia
fundadores e iniciadores de grandes obras, convertidos aparentemente en
un trasto intil o en una lamparita que se est consumiendo en un rincn.
Pero difcilmente se encontrarn personas ms felices que sas. No puedo
olvidar la alegra de un misionero del norte de Sri Lanka, con su salud
resquebrajada, inmerso en la pobreza ms radical, feliz por poder todava
anunciar a Jesucristo, aunque slo fuera en la sala comn del hospital, con
su rostro sereno y su corazn soando sobre el futuro de la evangelizacin
del pas. Esos ilusos han hecho cambiar la historia gracias a la esperanza
que les animaba. A veces, pasados los aos, nos acordamos de ellos para
alabarlos, ahora que ya se fueron.
Recapitulacin
54
plenitud pasa por la cruz; lo importante es decidirse a compartir la misma
donacin de Cristo. Entonces, con l, se vence el dolor y la muerte. La
paz que Cristo resucitado comunica es a travs de las huellas de la
pasin: La paz sea con vosotros; y les mostr las manos y el costado (Jn
20,19-23).
55
V. COMPLETAR A CRISTO, COMPARTIR SU MISMA
SUERTE
56
El ttulo de Esposo aplicado a Cristo no es de adorno, ni una simple
metfora. Jess se presenta con este calificativo (Mt 8,15; 25,6). Toda la
accin pastoral de Pablo tenda a que la comunidad cristiana fuera fiel
esposa de Cristo Esposo; Mis celos por vosotros son celos a lo divino,
pues os he desposado con un solo marido, presentndoos a Cristo como
una virgen casta (2 Cor 11,1-2).
Esta lnea esponsal cruza toda la Escritura, como antigua y nueva
alianza (desposorio), sellada con sangre, como un pacto de amor
definitivo. Cristo sell este desposorio con su propia sangre (Lc 22,20), y
por esto invita a su esposa a beber su misma copa de bodas (Mt 26,27-28;
Me 10,38).
Cuando no se quiere compartir la suerte de Cristo Esposo crucificado,
nacen en el corazn ambiciones camufladas que impiden comprender el
misterio pascual de Cristo y que intentan transformar a la Iglesia en un
trampoln para escalar; fue tambin sta la tentacin de los primeros
discpulos (Mc 9,31.41). La esterilidad espiritual y apostlica comienza a
encubarse cuando no existe la cruz de Jess.
Toda vocacin cristiana tiene sentido de desposorio; compartir la vida
con Cristo. Por esto no admite rebajas en la entrega y en la misin. Cuando
no se fomenta en los fieles este ideal cristiano de perfeccin, todos los
dems deberes quedan cuestionados; compartir los bienes, vida familiar y
matrimonial, evangelizacin, vida de oracin... Los diversos modos de
vida apostlica (sacerdotal, consagrada...) no tienen sentido si no es para
compartir el mismo modo de vivir de Cristo, que fue humilde, obediente,
casto, pobre...
Sin la mirada amorosa de Cristo (Mc 10,21), que llama a un
seguimiento esponsal, no se comprendera la doctrina evanglica sobre la
cruz; Si alguno quiere seguirme, que renuncie a s mismo, que tome su
cruz y que me siga (Mc 8,34); el que no toma su cruz y me sigue no es
digno de m (Mt 10,38).
Estar con l es el secreto de toda oracin cristiana, especialmente
cuando se trata de la vida apostlica: estuvieron con l (Jn 1,39); llam
a los que quiso para estar con l (Mc 3,1314); habis estado conmigo
desde el principio (Jn 15,27). Cuando se vive esta intimidad con Cristo,
no se hacen tantas cbalas sobre el sufrimiento. Al discpulo le basta con
seguir al Maestro que se declara esposo y amigo. Basta con mirarle,
amarle y seguirle, siempre confiando en su presencia y su ayuda.
57
Una joven apstol, que sufri persecucin y crcel, deca que
aprendi a comulgar diciendo fat a todos los sacrificios. En su
corazn experimentaba la presencia consoladora de Cristo, que nunca
abandona. Despus de fundar una institucin apostlica y despus de
muchos aos de trabajos, sigui la misma costumbre. En el momento de su
muerte pronunci estas palabras: De m ya no queda nada... Fiat, '
(Paquita Rovira Nebot).
Los santos, precisamente por estar enamorados de Cristo, han usado
expresiones que no tienen sentido fuera del contexto de desposorio.
Muerte mstica es una de estas expresiones (San Pablo de la Cruz). No
hay ningn motivo slido para abandonar esta terminologa cristiana
nacida del amor y que ha animado grandes obras de caridad. Hay que
acostumbrarse a escuchar en el corazn lo que Cristo dice en realidad a los
suyos: si te envo la cruz es porque te amo.
Un fervoroso hind manifest a un obispo indio su extraeza de ver
que los cristianos usamos mucho la cruz como signo externo, pero que no
aparece en nuestras vidas como realidad de la crucifixin con Cristo. En
toda religin, especialmente en nuestros das, hay quienes buscan dos
tendencias facilonas: hacer de la religin un adorno o una cosa til. La
religin, como relacin personal con Dios, no es un quita y pon, una
conveniencia ocasional, una experiencia sentimental.... como tampoco es
un poder poltico, econmico, ideolgico... Las sectas y los
fundamentalismos actuales acostumbran a ir por estas desviaciones o por
otros sucedneos que no son autntica religiosidad. A este fenmeno slo
se puede hacer frente y responder con un cristianismo que transparente a
Cristo crucificado. Pero hay que reconocer que este estilo de vida est algo
lejos de nuestras comunidades.
No hay mucha diferencia entre una religin de adorno o de
utilitarismo y una actitud secularizante de buscar slo la eficacia
inmediata, el poseer, dominar, disfrutar. Las dos tendencias son caducas
porque no pasan de ser una tempestad de verano. Slo va a quedar para el
futuro lo que nazca del amor. Acomodarse a estas tendencias (religiosas
o secularizantes) seria construir un cristianismo sin cruz y, por tanto, sin el
mandato del amor y sin las bienaventuranzas.
Compartir la suerte de Cristo incluye cruz y resurreccin. De
momento se experimenta y se palpa slo el sufrimiento, pero en el corazn
comienza a sentirse el gozo de la presencia y del amor de Cristo. La le
inquebrantable en la resurreccin de Cristo y en la nuestra es, a la vez,
58
dolorosa y gozosa, oscura y luminosa: Si ahora padecemos con l,
seremos tambin glorificados con l (Rom 8.17).
Hay que decidirse a seguir esponsalmente a Cristo. No se trata de
contabilizar el sufrimiento ni de hacer de l una tragedia. Basta con
olvidarse de si mismo, para vivir una vida escondida con Cristo en Dios
(Col 3.3). La cruz se vive con la sonrisa en los labios, sirviendo a todos,
fijndose en las necesidades y pequeas circunstancias de los dems.
Cuando llegue el momento del desprecio, de la humillacin y del dolor, es
Cristo quien nos har experimentar el gozo de su presencia. Este gozo es
un don exclusivamente suyo, que slo l puede comunicar: Los apstoles
se fueron contentos... porque haban sido dignos de padecer ultrajes por el
nombre de Jess (Hech 5,41).
La Iglesia, esposa de Cristo, encuentra en esta realidad de fe,
vivindola con Mara, la asociada a Cristo Redentor (LG 58). Por esto
imita de la Virgen la fe prometida al Esposo (LG 64). La Iglesia,
reflexionando piadosamente sobre ella y contemplndola en la luz del
Verbo hecho hombre, llena de veneracin entra ms profundamente en el
sumo misterio de la encarnacin y se asemeja ms y ms a su Esposo (LG
65). Mara y la Iglesia comparten la misma espada o sufrimiento de
Cristo (Lc 2.34.35), para mostrar en la propia vida la eficacia salvfica de
su palabra y del escndalo de la cruz.
Esta asociacin esponsal con Cristo crucificado es un don suyo, que
l da con largueza a todos los que le quieren seguir. Por esto hay que
aprender a empezar diariamente, como estrenando un s que lleva hasta
la donacin en la cruz. La Iglesia se siente identificada con Mara en el
Calvario. Junto a la cruz estaba su madre... Jess, al ver a su madre y,
junto a ella, al discpulo que tanto amaba, dijo a su madre: Mujer, ah
tienes a tu hijo (Jn 19,25-26). En los momentos de crucifixin hay que
aprender a vivir la presencia activa y materna de Mara, dicindole como
en la liturgia de la fiesta de la Virgen Dolorosa: Oh Madre, fuente de
amor!, / hazme sentir tu dolor / para que llore contigo... / Y porque a
amarte me anime, / en mi corazn imprime / las llagas que tuvo en s... /
Porque acompaar deseo / en la cruz donde le veo / tu corazn
compasivo.
59
2. Tener los sentimientos de Cristo
60
Al experimentar la propia debilidad en el sufrimiento, hay que
trascender esas limitaciones descubriendo a Cristo presente. En realidad es
l quien se muestra cercano a nuestras llagas. En sus sentimientos de
compasin por nosotros (Mi 15,32) comprendemos que la cruz es una
declaracin de amor, porque nace del amor y se completa en el amor
(DM 7), como toque del amor eterno sobre las heridas ms dolorosas de
la existencia terrena del hombre (DM 8).
Cristo nos contagia de su misma experiencia: el amor del Padre, tanto
en el Tabor como en el Calvario. Nuestro amor a Cristo incluye el
alegrarnos con l por ser el Hijo de Dios, amado por el Padre en el amor
del Espritu Santo. De esta vivencia se pasa a descubrir nuestra existencia
como prolongacin de la suya. Ese paso es la pascua: por la cruz a la
resurreccin.
A San Ignacio de Antioqua, camino del martirio, encontraba la
fuerza para afrontar el sufrimiento al pensar que podra imitar los
padecimientos y la muerte de Cristo. Humanamente es inexplicable la
audacia de los santos ante la cruz, puesto que sentan, como nosotros, el
rechazo y la debilidad de la naturaleza ante el sufrimiento y ante la muerte.
No son las ideas y los conceptos los que transforman su vida, sino
alguien que primero muri por ellos (2 Cor 5,15).
Los sacrificios que Cristo afront en su vida, y especialmente la
muerte en cruz, tuvieron su significado de reparacin: El Hijo del hombre
ha venido para dar la vida en rescate por todos (Mc 10,45; Mt 20,28).
Ser siempre difcil (si no imposible) explicar teolgicamente el por qu
de este misterio; pero todos los das, al celebrar la eucarista, se repiten las
palabras del Seor, en las que aparece el motivo principal de su inmola-
cin: para el perdn de los pecados (Mt 26,28). El misterio de la
encarnacin y el de la redencin seguirn siendo misterios basados en el
excesivo amor de Dios (Ef 2,4). El 'amor hasta el extremo (Jn 13,1) es
el que confiere su valor de redencin y de reparacin, de expiacin y de
satisfaccin al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos en la
ofrenda de su vida (Catecismo de la Iglesia Catlica, n.616).
Quien est enamorado de Cristo no se preocupa tanto de las
explicaciones tericas cuanto de vivir la realidad del misterio de Cristo. El
am as, dndose en reparacin por nuestros pecados y para la salvacin
del mundo. Sufrir con Cristo y reparar los pecados con Cristo para
extender su reino en lodos los corazones, es una nota dominante de quien
desea de verdad ser santo y apstol. El valor salvfico de todo
sufrimiento, aceptado y ofrecido a Oos con amor, deriva del sacrificio de
61
Cristo, que llama a los miembros de su cuerpo mstico a unirse a sus pade-
cimientos y completarlos en la propia carne (cf. Col 1,24) (RMi 78).
Tener los sentimientos de Cristo (Flp 2,5) incluye vivir de los amores
de su corazn. El deseo de compartir la cruz de Cristo nace del deseo de
compartir sus amores. La sintona con los sentimientos de Cristo
comporta orientar hacia l toda la interioridad: convicciones,
motivaciones, decisiones. Es un proceso permanente de purificacin e
iluminacin, que unifica el corazn con Cristo crucificado: los que son de
Cristo Jess han crucificado su carne con sus pasiones y concupiscencias
(Gl 5,24).
Precisamente por sintonizar con los sentimientos de Cristo, el amor a
la cruz nos hace participar en el abandono doloroso y en el gozo
indecible de su entrega total al Padre en el amor del Espritu. Es la
locura de la cruz, que no tiene explicacin humana, sino que es
comunicacin o noticia amorosa por parte de Dios, ms all de las ideas
y reflexiones. Sencillamente se sigue la invitacin de Cristo: permaneced
en mi amor (Jn i 5,9).
A la luz de las vivencias de Cristo, aparece el carcter creador del
sufrimiento (SD 24). Sufrir con Cristo significa hacerse particularmente
receptivos a los planes salvficos de Dios en Cristo (SD 23). La vida
humana, con sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias, se convierte
en sintona con los sentimientos de Cristo y, consecuentemente, en
solidaridad afectiva y efectiva con todos los hermanos.
Por el hecho de estar injertados en la muerte y en la resurreccin de
Cristo (Rom 6,5), el cristiano vive de los criterios, escala de valores y
actitudes de Cristo, quien, desde su encarnacin se ha abierto y
constantemente se abre a cada sufrimiento (SD 24).
En el corazn de Cristo encontramos solucin tambin para nuestra
cobarda y defecciones ante el misterio de la cruz. Nuestra cruz se hace
ms dolorosa cuando no hemos perseverado con fe, esperanza y amor.
Tambin entonces Cristo nos invita a experimentar sus sentimientos de
compasin por nosotros y por todos. Su carga se nos hace ligera al
escuchar y seguir su llamada: Venid a m todos los que estis fatigados y
cargados, que yo os aliviar (Mt I 1.28).
La Iglesia vive con Mara estos sentimientos de Cristo: Virgen de
vrgenes santas, / llore yo con ansias tantas / que el llanto dulce me sea...; /
haz que su cruz me enamore; / y que en ella viva y more / de mi te y amor
indicio (tiesta de la Virgen de los Dolores). La nueva maternidad de
62
Mara y de la Iglesia pasa por la cruz, vivida conjuntamente como
desposorio con Cristo. El divino Redentor quiere penetrar en el animo de
lodo paciente a travs del corazn de su Madre santsima, primicia y
vrtice de todos los redimidos (SD 26). Por esto, cada sufrimiento,
regenerado con la fuerza de esta cruz, se convierte, desde la debilidad del
hombre, en fuerza de Dios (ib.).
3. Completar a Cristo
64
exultis de gozo (1 Pe 4,13). Sufrir amando como Cristo es seal de que
el Espritu de Dios reposa sobre nosotros (1 Pe 4,14). La imitacin de
Cristo es autntica cuando incluye el asumir con l el sufrimiento por
amor. Ser con Cristo sacerdote y vctima... Estas palabras han sido mi
vida en la tierra y espero que sern mi gloria en el cielo (Jos Mara
Lahiguera).
San Pablo ni siquiera intent esbozar una teologa sobre el por qu
podemos completar a Cristo. El saba que esta realidad cristiana forma
parte del misterio de la sabidura de Dios, que se manifiesta en el amor de
Cristo (1 Cor 1,22-24). Por esto se dedic a vivir y a anunciar el misterio
(de Cristo) escondido por los siglos en Dios (Ef 3,9) y la caridad de
Cristo que supera toda ciencia (Ef 3,19). Lo importante es que Cristo viva
en el corazn de todo creyente (Ef 3,17); es entonces cuando se vive en l
(Gl 2,20) y se sabe sufrir por l (Col 1,24) para a llegar a triunfar con l
(Rom 8,17).
Por estar injertados en Cristo, nuestra existencia completa la suya
como una pgina adicional de su biografa. El asumi nuestro sufrimiento
y nuestro gozo en el suyo. Cristo, en cierto sentido, ha abierto el propio
sufrimiento redentor a todo sufrimiento del hombre... Ha obrado la
redencin completamente y hasta el final; pero, al mismo tiempo, no la ha
cerrado. En este sufrimiento redentor, a travs del cual se ha obrado la
redencin del mundo, Cristo se ha abierto desde el comienzo y constante-
mente se abre a cada sufrimiento humano. S, parece que forma parte de la
esencia misma del sufrimiento redentor de Cristo el hecho de que haya de
ser completado sin cesar (SD 24).
En la conciencia de los santos, manifestada en sus escritos
autobiogrficos, haba una conviccin honda de completar a Cristo con la
propia vida. No se trataba slo de los grandes sufrimientos, sino tambin
de los detalles pequeos de todos los das: una sonrisa, un servicio, una
actitud de escucha y de perdn, una actitud constante de servicio y
colaboracin para hacer agradable la vida a los dems... Hay incluso un
olvido del propio sufrimiento, para no hacerlo pesar sobre los oros.
Ofrecer un rostro sereno es tambin fruto de este sacrificio de donacin.
San Ignacio de Loyola en su autobiografa peda ser puesto en
Cristo. En los Ejercicios invita a compartir el dolor con Cristo
doloroso y el gozo de Cristo resucitado. La vida se hace oblacin total a
Cristo para poder pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza
por su amor. La vida ya tiene sentido porque se vive como respuesta al
65
amor de Dios en Cristo: Dadme vuestro amor y gracia, que sta me
basta.
Es frecuente encontrar en Iglesias de misin algunos misioneros
ancianos y enfermos que van terminando sus das como una lamparita del
sagrario que est para consumirse. Han hecho obras maravillosas, a veces
un tanto olvidadas (o criticadas) por quienes las disfrutan. Ahora ya slo
les queda la paz en el corazn y la serenidad en el rostro. Su cruz, amasada
de gozo y de dolor, contina suscitando, sin grandes propagandas, vocacio-
nes y conversiones.
Recapitulacin
66
Sintonizar con los amores de Cristo comporta unirse a sus
sentimientos de alabanza, gratitud y reparacin de los pecados del mundo.
Una sociedad de consumo no entiende de sacrificios, de penitencia ni de
reparacin, porque tampoco entiende el amor de donacin vivido por
Cristo desde la encarnacin hasta la cruz. Cristo am a su Iglesia y se
entreg en sacrificio por ella (Ef 5,2). Sin cruz no tendrs llave para
abrir las puertas del cielo... Dirige todas tus mortificaciones a humillar tu
amor propio y hacerte dueo de ti mismo... Sufre por Dios..., sufre en
silencio, y nadie podr quitarte el mrito (Beato Pedro Poveda).
La fe cristiana en la encarnacin del Verbo y en la redencin pone de
manifiesto la dignidad del ser humano injertado en Cristo y redimido por
l. Dios salva al hombre por medio del hombre, decan los Santos
Padres. Todo redimido por Cristo completa a Cristo en su vida, pasin,
muerte y resurreccin (Col 1,24; Ef 1,23). Por esto dice San Pedro:
Habis de alegraros en la medida en que participis en los padecimientos
de Cristo, para que en la revelacin de su gloria exultis de gozo (1 Pe
4,13).
Los cristianos prolongamos la cruz de Cristo en el espacio y en el
tiempo. El sufrimiento de Cristo y el nuestro forman una sola cruz: la del
Cristo total. Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y
suplo en ni carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por el bien de su
cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24).
67
VI. EL MARTIRIO CRISTIANO
69
mrtires; le basta con marginar, denigrar, intimidar e inutilizar a los que
deciden ser fieles a Ja verdad y al amor.
Un cristiano autntico y coherente no quiere ser esclavo de ningn
poder humano: imperios, ideologas, grupos de presin, bienestar
desenfrenado, dominio econmico... Nada absolutamente antepongan a
Cristo (San Benito). Esta actitud cristiana ser siempre una realidad
molesta y, al mismo tiempo, necesaria. En cualquier circunstancia de
opresin, el testigo en Ja fe, gracias a la accin del Espritu Santo, est
dispuesto a dar la vida amando y perdonando. Todo cristiano sabe muy
bien que el martirio, de cualquier gnero que sea, es un don de Dios. No
existen los superhombres. El martirio no se improvisa. A cada uno le basta
saber que en esos momentos de prueba es Cristo quien se hace presente y
es el Espritu Santo quien comunica las palabras que hay que decir (Mt
10,20).
La fuerza del martirio estriba en el amor de Cristo, que dio su vida
por sus amigos. Su actitud oblativa sostiene la marcha martirial de la
Iglesia. As como Jess, el Hijo de Dios, manifest su caridad ofreciendo
su vida por nosotros, nadie tiene un mayor amor que el que ofrece la vida
por l y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues bien, ya desde los
primeros tiempos algunos cristianos se vieron llamados, y continuamente
se encontrarn otros llamados a dar este mximo testimonio de amor
delante de todos, principalmente delante de los perseguidores. El martirio,
por consiguiente, con el que el discpulo llega a hacerse semejante al
Maestro, que acept libremente la muerte por la salvacin del mundo,
asemejndose a l en el derramamiento de su sangre, es considerado por la
Iglesia como un supremo don y la prueba mayor de la caridad.
Y si ese don se da a pocos, conviene que todos vivan preparados para
confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la
cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia (LG 42).
El espritu de la misin en la vida de los grandes misioneros como
Francisco de Ass, Domingo de Guzmn. Francisco Javier, Teresa de
Lisieux, Carlos de Foucauld y tantos otros, es actitud permanente de
donacin martirial. La historia de la evangclizacin est sembrada de
mrtires. Sin ellos difcilmente se hubiera implantado la Iglesia. La
prueba suprema es el don de la vida, hasta aceptar la muerte para
testimoniar la le en Jesucristo. Como siempre en la historia cristiana, los
'mrtires, es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el
camino del Evangelio. Tambin en nuestra poca hay muchos: obispos,
sacerdotes, religiosos y religiosas, as como laicos; a veces hroes
70
desconocidos que dan la vida como testimonio de la fe. Ellos son los
anunciadores y los testigos por excelencia (RMi 45).
El martirio es ms necesario cuando se trata del primer anuncio
entre los que todava no han odo hablar del Evangelio: El que anuncia el
Evangelio entre los gentiles d a conocer con confianza el misterio de
Cristo, cuyo legado es, de suerte que se atreva a hablar de l como
conviene, no avergonzndose del escndalo de la cruz. Siguiendo las
huellas de su Maestro, manso y humilde de corazn, manifieste que su
yugo es suave y su carga ligera. D testimonio de su Seor con su vida
enteramente evanglica, con mucha paciencia, con longanimidad, con
suavidad, con caridad sincera y, si es necesario, hasta con la propia sangre
(AG 24).
Hay muchos mrtires sin pedestal ni galera. Los mrtires
cristianos no pertenecen a ninguna opcin ideolgica ni partidista. Es
admirable y alentador comprobar el espritu de sacrificio y abnegacin con
que muchos pastores ejercen su ministerio en servicio del Evangelio, sea
en la predicacin, sea en la celebracin de los sacramentos o en la defensa
de la dignidad humana, afrontando la soledad, el aislamiento, la incom-
prensin y, a veces, la persecucin y la muerte (Puebla 668).
Juan Pablo II, en sus viajes apostlicos, siempre ha querido detenerse
a orar en la tumba de tantos apstoles y misioneros mrtires, un tanto
olvidados cuando ha pasado la novedad de la noticia. Junto a la tumba del
obispo Oscar Romero quiso dejar constancia de que el martirio cristiano
incluye siempre el perdn y es una llamada a la reconciliacin.
Los amigos de Cristo saben bien ese trato doloroso que el Seor
reserva a los suyos. A Juan Bautista le cupo en suerte ser el precursor,
preparando el camino al Mesas y sellando su testimonio con su sangre, A
Lzaro, amigo de Cristo, el Seor le resucit para volver a reemprender el
camino de la vida mortal. Pero la predileccin por Juan Bautista consiste
en hacerle testigo de Cristo por una muerte proftica y sacrificial.
Dar la vida es la prueba suprema del amor (Jn 15,13). Cristo la dio
por nosotros. El creyente est dispuesto a darla por l y por los hermanos.
Muchas veces habr que optar heroicamente por el amor de donacin
desprendindose de s mismo y de las propias ventajas. Esta actitud
permanente transforma la vida en signo de la donacin sacrificial de
Cristo. La victoria del amor sobre la vida y sobre la muerte es actitud
martirial que Cristo (presente en los que le aman) hace posible en cada
circunstancia de lugar y tiempo.
71
El difundir la luz de la vida con toda confianza y fortaleza
apostlica puede reclamar a veces el precio de derramar la propia
sangre (Dignitatis humanae 14). El apstol ha hipotecado la vida para
gastarla en el anuncio del Evangelio. El modo cruento o incruento de este
testimonio o martirio se deja a la iniciativa de Cristo, para vivir a la
sorpresa de Dios. Una misionera que parta ilusionada de nuevo para la
misin, cay enferma gravemente; antes de morir dijo a los que le
acompaaban: Jess es siempre sorprendente.
73
irresistible de las bienaventuranzas. La doctrina de la cruz... es poder de
Dios (1 Cor 1,18).
Tal vez nuestras comunidades cristianas no estn preparadas para
recibir a las personas que de algn modo ya han sido tocadas por Cristo.
Falta la actitud martirial de las bienaventuranzas. Cada convertido es un
don hecho a la Iglesia y comporta una grave responsabilidad para ella...,
porque, especialmente si es adulto, lleva consigo como una energa nueva,
el entusiasmo de la fe, el deseo de encontrar en la Iglesia el Evangelio
vivido. Sera una desilusin para l si despus de ingresar en la comunidad
eclesial encontrase en la misma una vida que carece de fervor y sin signos
de renovacin. No podemos predicar la conversin si no nos convertimos
nosotros mismos cada da (RMi 47).
La humildad cristiana, si es autntica, tiene la fuerza irresistible de la
verdad. Ante el tribunal de Pilato. Cristo atado y humillado reconoce la
autoridad del juez y. sin despreciarle ni humillarle, le habla con la audacia
de quien ha venido para dar testimonio de la verdad (Jn 18.37). La
verdad, para hacerse transparente y eficaz, necesita la humildad audaz,
magnnima y caritativa del testigo. De todo evangelizador se espera que
posea el culto a la verdad, puesto que la verdad que l profundiza y
comunica no es otra que la verdad revelada y. por tanto, ms que ninguna
otra, forma parte de la verdad primera que es el mismo Dios. El predicador
del Evangelio ser aquel que, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca
siempre la verdad que debe transmitir a los dems. No vende ni disimula
jams la verdad por el deseo de agradar a los hombres, de causar asombro,
ni por originalidad o deseo de aparentar. No rechaza nunca la verdad. No
oscurece la verdad revelada por pereza de buscarla por comodidad, por
miedo. No deja de estudiarla. La sirve generosamente, sin avasallarla (EN
78).
San Pedro Chanel estuvo cuatro aos evangelizando a los indgenas
de la isla de Futuna (Oceana). Su accin apostlica se desenvolva en
medio de una hostilidad inimaginable. Durante esos aos no pudo bautizar
a nadie. Cuando ya tena un pequeo grupo de catecmenos, fue
martirizado. Su sangre consigui lo que no haba conseguido su debilidad
desarmada: toda la isla se convirti despus de su martirio. Dios no olvida
a sus mrtires.
Desde los tiempos apostlicos, la virginidad cristiana se ha
relacionado con el martirio. Los mrtires han corrido la suerte de Cristo, el
Cordero inmolado. Son la expresin de la Iglesia virgen, esposa fiel a
Cristo, el Esposo crucificado. Por esto en el cielo cantan un cntico
74
nuevo... y siguen al Cordero adondequiera que va (Ap 14,3-4). La
virginidad por el Reino se traduce en mltiples frutos de maternidad segn
el espritu. Precisamente la misin ad gentes les ofrece un campo
vastsimo para entregarse por amor de un modo total e indiviso (RMi 70).
Los servicios humildes de Iglesia, especialmente por parte de
personas consagradas o que se han decidido por el seguimiento evanglico
y la vida apostlica, tienen el valor de martirio incruento: parroquias,
hospitales, escuelas, servicios comunitarios, familia... Son campos de
caridad y de misin, que no se pueden contabilizar porque carecen de
haremos y de poderes humanos. Hay muchas vidas annimas que, como
Teresa de Lisieux o Juan Bautista Mara Vianney, van dejando por donde
pasan retazos de vidas consagradas al desposorio con Cristo. Es para
alabar a Dios mucho los millares de almas que convertirn los mrtires
(Santa Teresa de Jess).
En los campos de misin ad gentes, en los conventos de clausura,
en la investigacin y docencia de la verdad, en innumerables campos
apostlicos, hay muchos apstoles que participan del gozo pascual de
Cristo muerto y resucitado. Parecen, a veces, marginados por la misma
comunidad eclesial. Pero son ellos los que escriben, en el corazn de Dios,
las mejores pginas de la historia martirial y misionera de la Iglesia. Son
tambin ellos los que, sin intentarlo directamente, renuevan la Iglesia
amndola incondicionalmente, para que en su faz resplandezca el misterio
pascual de Cristo. Son las personas ms felices, porque se sienten amadas
y acompaadas por Cristo, y capacitadas para amarle y hacerle amar, del
todo y sin fronteras.
77
Cuando la comunidad cristiana no tiene esta actitud martirial de las
bienaventuranzas, no est preparada para recibir en su seno la mies
abundante (Mt 9,37) y las otras ovejas que son tambin del Buen Pastor
(Jn 10,16). Un cambio fuerte en la sociedad y en una poca determinada
(como es el paso a un nuevo milenio) reclaman un signo ms claro de los
valores evanglicos. Al faltar este signo, se buscan sucedneos y quimeras
de falsos milenarismos.
En algunas regiones llevar pblicamente el signo de la cruz comporta
un riesgo permanente de violencias por parte de grupos fundamentalistas.
Confunden la cruz con un signo partidista de una religin. Pero en esas
mismas regiones se puede observar que la gente sencilla ve en este signo
cristiano la memoria de alguien que dio la vida por toda la humanidad:
algunos se acercan para pedir que se les hable de Jess.... casi como
cuando dijeron a los apstoles: Queremos ver a Jess (Jn 12,21). La
actitud martirial de los misioneros es actitud de sencillez, que sabe
convivir, insertarse, inculturarse, compartir con todos, porque se vive de la
alegra de ser testigos de Cristo crucificado y resucitado.
Recapitulacin
80
VII. CONSTRUIR UNA NUEVA TIERRA
81
rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazn humano (GS
39).
Esta esperanza cristiana es crucificada, porque asume la realidad
difcil y dolorosa, amndola, para transformarla desde dentro. La espera
de una tierra nueva no debe amortiguar, sino ms bien avivar, la
preocupacin de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva
familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del
siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso
temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo el primero, en
cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en
gran medida al Reino de Dios ((JS 39).
La esperanza cristiana se apoya en Cristo, muerto y resucitado, que
ha penetrado los cielos (Heb 4,14). Es como el ncora, que impide que
el barco sea arrastrado por el oleaje violento (Heb 6,19). Cristo, en la cruz,
todava pudo resumir todo su mensaje evanglico de perdn, esperanza y
donacin total. Todo acontecimiento puede ser cambiado por un amor
crucificado. Los hechos irreversibles no han existido nunca. Toda
persona es recuperable si hay algn hermano que se da por ella; las
personas incorregibles, mientras le quede un segundo de vida, todava
pueden cambiar radicalmente hacia el amor y reparar con creces el
pasado.
Esos cambios histricos, comunitarios y personales, slo son posibles
por medio de la cruz. Siempre se puede esperar una nueva humanidad que
en Jesucristo, por medio del sufrimiento de la cruz, ha vuelto al amor
(DEV 40).
La eficacia verdadera no es inmediata. Cuando se siembra la verdad
con amor, aunque sea por medio del sufrimiento, es como la buena semilla
que se echa en el surco, dispuesta a perderse para poder fructificar a su
tiempo (Jn 12,24). Confiar en la eficacia inmediata equivale a toparse con
la frustracin de unas manos vacas. La doctrina de la cruz... es poder de
Dios (1 Cor 1,18). Es verdad que es un poder desarmado, pero que
tambin es capaz de desarmar y desmantelar todo poder humano que no
haya nacido del amor.
El trabajo humano, a pesar de la fatiga y de las frecuentes injusticias
que le rodean, todava puede recuperarse y hacerse constructivo de una
vida ms humana (GS 38). El sufrimiento que a veces acompaa el
trabajo, si se asocia a la cruz de Cristo, redime al trabajo y al trabajador.
82
Cualquier trabajo humano se puede convertir en continuacin de la
creacin y en complemento de la redencin, si se vive en la perspectiva de
la cruz y de la resurreccin de Cristo. En el misterio pascual est
contenida la cruz de Cristo... Id sudor y la fatiga, que el trabajo
necesariamente lleva en la condicin actual de la humanidad, ofrecen al
cristiano y a cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la
posibilidad de participar en el amor a la obra que Cristo ha venido a
realizar... Soportando la fatiga del trabajo en unin con Cristo crucificado
por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la
redencin de la humanidad. En el trabajo humano el cristiano descubre una
pequea parte de la cruz, de Cristo y la acepta con el mismo espritu de
redencin con el cual Cristo ha aceptado su cruz, por nosotros. En el
trabajo, merced a la luz, que penetra dentro de nosotros por la resurreccin
de Cristo, encontramos siempre un tenue resplandor de la vida nueva, del
nuevo bien, casi como un anuncio de los nuevos cielos y otra tierra
nueva, los cuales precisamente mediante la fatiga del trabajo son
participados por el hombre y por el mundo (Lc 27).
La paz y el progreso se construyen amando. Las dificultades pueden
transformarse en nuevas posibilidades de convivencia humana autntica.
Cualquier dificultad, aun antes de llegar a ser una injusticia, es una
indicacin de que algo debe completarse. Una paz de cementerio y una
paz de dictadura o de intimidacin no es ms que un sucedneo de la
verdadera paz. Querer conseguir un triunfo por medio de la violencia o de
la guerra no es ms que prolongar y agravar las dificultades.
La nica actitud constructiva y gozosa es la de la cruz. Uniendo el
propio sufrimiento por la verdad y por la libertad al de Cristo en la cruz, es
as como el hombre puede hacer el milagro de la paz y ponerse en
condiciones de acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad
que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo
agrava (CA 25).
Lo ms difcil del misterio de la cruz es la actitud de fe en su poder
de victoria sobre el mal, sobre el pecado y sobre la muerte, cuando
precisamente aparece en la vida todo lo contrario. Es el misterio de la
encarnacin y redencin: Cristo completa, con nosotros, esta victoria en
todo momento histrico, pero el fruto de la cruz, aparecer al final de los
tiempos. Entonces veremos que el triunfo y el gozo de Cristo es tambin el
nuestro. Esa fe y esa esperanza son dolorosas y crucificadas. As es el
escndalo de la cruz. (I Cor 1,23).
83
Asumir la cruz, la de cada uno y la parte que nos toca de la cruz de
los dems, es el nico compromiso histrico verdadero y dicaz. En este
misterio slo se entra por el camino de la fe, de la esperanza y del amor.
Gracias al sacrificio de Cristo en la cruz, la victoria del Reino de Dios ha
sido conquistada de una vez, para siempre; sin embargo, la condicin
cristiana exige la lucha contra las tentaciones y las fuerzas del mal (CA
25).
Toda experiencia nuestra del pasado, si ha nacido del amor, ha
quedado salvada por Cristo. No hay lugar para la nostalgia ni para el
romanticismo sentimental. Todo momento peseme es asumido por Cristo
crucificado y resucitado para convertirlo en vida perdurable: Quien cree
en m tiene vida eterna (Jn b.47). La cruz, gracias a la resurreccin,
trasciende el tiempo. La historia slo se salva y se construye en el amor.
2. La vida es donacin
86
milagro de las bodas de Can: cambiar el agua en vino o las promesas
mesinicas en realidad, transformar la comunidad cristiana en una familia
de santos y de apstoles (Cenculo, Pentecosts).
Todo acontecimiento hace brotar de nuevo el Magnficat mariano
en los corazones que han comprendido el amor. La donacin total de
Cristo al Padre tiene lugar desde el seno de Mara, se manifiesta
plenamente en la cruz y se prolonga en cada corazn y comunidad
cristiana.
3. Descorrer el velo
88
misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Seor, se
consumar su perfeccin (GS 39).
Sin la sombra de la cruz, que es sufrimiento transformado en amor, la
tensin escatolgica hacia el Reino se convierte en huida de la realidad. Si
no se comparte la cruz de Cristo, la dimensin carismtica o espiritual
del Reino se convierte en subjetivismo caprichoso. Sin amor profundo a
Cristo crucificado, Esposo de la Iglesia, la dimensin comunitaria del
Reino se transforma en formulismos atrofiantes o en polmicas intiles y
cismas. Es siempre la cruz, como expresin mxima del amor esponsal
entre Cristo y cada creyente, la que salva el significado autntico del
mensaje cristiano.
Con la esperanza de descorrer el velo de la fe, el seguidor de Cristo
se une a l en la oscuridad de la crucifixin (Lc 23,44). La fe y la
esperanza hacen posible esa donacin de la propia vida (sangre), para
que toda la humanidad reciba la nueva vida del Espritu (agua) (cf. Jn
19.34).
En esta tensin teologal (de fe, esperanza y caridad) comienza a
vislumbrarse el sentido de la resurreccin de Jess y de la nuestra. El velo
del templo se rasg por medio (Le 23,45). Cristo es ya el nuevo templo
del que brota el agua viva del Espritu (Jn 7,37-39). Cuando se comparte
la donacin total de Cristo en las manos del Padre (Le 23,46), entonces la
Iglesia se hace instrumento de una vida nueva para toda la humanidad.
Un misionero anciano y paraltico me confi la oracin que haca
todos los das, especialmente cuando arreciaba ms el dolor; Seor, t que
me has amado tanto, hazme la gracia de que yo te pueda amar con tu
mismo amor. Esta oracin me pareci un preludio del encuentro
definitivo, cuando Dios ser todo en todas las cosas (1 Cor 15.28). Ante
estas realidades cristianas autnticas, se caen por su peso todos nuestros
haremos y clculos de eficacia inmediata.
Recapitulacin
94
templo de m... Dios trabaja y labora en m... El fruto de esta
contemplacin consiste en mirar cmo todos los bienes y dones
descienden de arriba, y, consiguientemente, invitan a hacer de la vida una
donacin total: Tomad. Seor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me lo
disteis, a vos, Seor, lo tomo; todo es vuestro, disponed a toda vuestra
voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que sta me basta (San Ignacio
de Loyola).
No se trata de contemplacin esttica ni terica, sino de un proceso
doloroso y gozoso, de salir del propio egosmo. De este modo se participa
del misterio pascual de Cristo, aunque sea con los gemidos inefables
del Espritu en nuestro corazn (Rom 8,26): Adonde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?...; sal tras ti clamando, y eras ido...
Buscando mis amores ir por esos montes y riberas, ni coger las flores ni
temer las fieras, y pasar los fuertes y fronteras... Ya slo en amar es mi
ejercicio... Me hice perdidiza, y fui ganada... Descubre tu presencia y
mteme tu vista y hermosura. Mira que la dolencia de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura (San Juan de la Cruz. Cntico espiritual).
Lo que ms duele del misterio de Dios es que se da l mismo, por
encima de sus dones. Esos dones nos los va retirando para drsenos l. La
bsqueda de Dios, por la reflexin teolgica, por la oracin, por el trabajo
y por la convivencia fraterna, se va transformando en el misterio de Dios
que se da l mismo retirndonos sus dones pasajeros. El nico don que
no nos retira es el de su Hijo Jesucristo (con todo lo que l es pitra
nosotros), pero aun entonces nos retira muestro modo de reflexionar,
sentir, dialogar y obrar.
Dios Amor es un misterio de gratuidad: se nos da porque l es
Amor por iniciativa suya, sin esperar nuestros mritos ni nuestras
conquistas. Quiere nuestra colaboracin libre de una voluntad que busca
darse de verdad, pero no necesita nuestras construcciones intelectuales y
literarias. Nos agradece el esfuerzo que hemos hecho, dndonos
infinitamente ms y dejndonos con la impresin de siervos intiles (Lc
17,10), que tienen las manos vacas. Seor, mis manos estn vacas; pero
pon las tuyas en las mas, y ya no estarn vacas (Santa Teresa de
Lisieux).
Slo el amor puede superar este sufrimiento convirtindolo en gozo.
No se ama el sufrimiento por s mismo, sino que se ama a Dios,
gozndonos de que l sea as tal como es. A partir de este amor se ama a
los hermanos con un amor totalmente nuevo, que supera las diferencias,
95
los contrastes, las persecuciones, los malentendidos y las enemistades. En
cada hermano ya se vislumbra el misterio de Dios Amor, ms all de una
superficie caduca.
Despus de un accidente mortal, qued sobre el suelo el cuerpo
destrozado de un amigo ordenado sacerdote pocos aos antes. Lleg su
madre y le rogamos que renunciara a ver el cuerpo de su hijo. Ella dijo con
una actitud llena de fe; Padre, verdad que todo lo que Dios permite es
porque nos ama?... Pareca como si hubiera descubierto una presencia
ms honda de Dios Amor. A esta fe de ver a Dios ms presente y cercano,
cuando parece que est callado y ausente, slo se llega por medio de la
cruz. La lgica humana no entiende; el amor descubre la presencia de
Cristo donde parece que 110 est (Jn 14,21).
97
comprende la sed del buen pastor (Jn 19,28). Quien ha compartido la
cruz del Seor no pone obstculo al servicio fraterno y a la misin.
La misin es anuncio de Cristo y de su mandato de amor. Este
anuncio se hace principalmente con gestos de vida, con testimonio
coherente. Entonces se invita a todos los hermanos a compartir la
salvacin que proviene de la celebracin del misterio pascual de Cristo,
especialmente por el bautismo, la confirmacin y la eucarista. De ah nace
el compromiso de transformar la vida en compromisos de caridad y
servicio.
Compartir la misin de Cristo equivale a compartir su mismo camino
hacia la cruz y la resurreccin. En ese camino de pascua todos los
hermanos ocupamos un lugar especial e irrepetible en el corazn de Cristo.
Pero muchas personas desconocen este amor o han cerrado su corazn. La
cruz del apstol, como amigo ntimo de Cristo, consiste en compartir sus
amores hacia todo ser humano. Quien tiene espritu misionero siente el
ardor de Cristo por las almas y ama a la Iglesia como Cristo (RMi 89).
La caridad del buen pastor se concret en dar la vida (Jn 10,11-17),
dndose l en persona, siguiendo los designios salvficos del Padre y como
consorte (esposo) enamorado de toda la humanidad. No existe mayor
amor que dar la vida por los amigos (Jn 15,13). Quien ha encontrado a
Cristo tiene la conviccin honda y comprometida de que l le espera en el
corazn y en la vida de cada hombre. Quien ama a Cristo se hace, como l,
hermano universal.
La misin, aprendida escuchando los latidos del corazn de Cristo, se
convierte en una donacin permanente que inmola los propios gustos,
intereses y preferencias. As como no hay encuentro con Dios sin sufrir
el misterio de Dios, tampoco hay encuentro con el hermano sin respeto
gozoso y doloroso de su realidad misteriosa de ser hijo de Dios.
Al preparar los temas y la dinmica para un curso a misioneros, la
persona encargada de la animacin del grupo me indic esta pista
iluminadora: Estas personas han sufrido mucho; por esto estn abiertas a
toda iniciativa de generosidad. Efectivamente, slo quien sabe sufrir
amando es capaz de comprender y vivir los compromisos de la misin.
Para ver a Dios en la creacin y en los hermanos hay que pasar por la
cruz.
98
Recapitulacin
99
hacer de cireneo de sus cruces. Los cargos y cualidades de los dems,
para convertirse en donacin, necesitan nuestra presencia comprometida y
dolorosa, sin esperar ventajas personales. Los defectos de los dems se
corrigen admitiendo que su raz est tambin en nuestro corazn.
Durante nuestra vida, Dios nos pone al paso muchos hermanos para
que experimentemos su amor y para que les ayudemos a realizarse
amando. Una amistad bien entendida se convierte en fuente de gozo y de
dolor. Encontramos a Cristo y nos realizamos a nosotros mismos cuando
compartimos con los hermanos sus gozos y sus penas, sus cualidades y sus
limitaciones.
La vida se hace misin de anunciar a todo hermano que su vida es
complemento de Cristo en su Nazaret, en su cruz y en su resurreccin.
Slo despus de haber estado junto a la cruz se descubre a Cristo glorioso
y cercano que habla al corazn: ve a mis hermanos (Jn 20,17).
No existe accin apostlica verdadera sin las huellas de Cristo
muerto en cruz y resucitado. El apstol es consciente de esta realidad: No
s nada ms que a Cristo crucificado (I Cor 1,2).
100
IX. SOY YO: SOLEDAD LLENA DE DIOS
102
La bsqueda de la verdad es gozosa porque da sentido a la existencia.
Pero tambin es dolorosa porque es camino de renuncia a los espejismos y
a los bienes aparentes. La libertad personal y comunitaria se realiza en esa
bsqueda gozosa y dolorosa, construyendo una comunin de hermanos.
Quien as busca la verdad, se va a encontrar con el silencio de los
malentendidos, incomprensiones y marginaciones. Entonces parece como
si Dios callara. Cuanto ms intensamente se busca a Dios, ms se siente la
impresin de entrar en un silencio profundo. Ello es seal de autenticidad
en la bsqueda. As es la escuela del amor, donde slo vale lo que suene a
verdadero dilogo y servicio de donacin. Es como el amor materno, que
se traduce en olvido de s mismo para ser pura gratuidad.
Dios nos educa para este silencio hacindonos experimentar primero
el lenguaje sensible de sus dones. Todo nos habla de l. Pero luego nos
deja entender que su palabra es ms honda y sonora que esos dones
pasajeros. No quieras enviarme de hoy ms ya mensajero, que no saben
decirme lo que quiero! (San Juan de la Cruz).
En este silencio de amistad y contemplacin se escucha la voz de
Cristo, que invita a compartir su misma cruz como camino de desposorio.
San Juan de la Cruz, ante un cuadro de Cristo cargado con la cruz, se
expresaba as, respondiendo al Seor, que le preguntaba qu premio
quera: Seor, lo que quiero es que me deis trabajos por padecer por vos,
que yo sea menospreciado y tenido en poco.
En un ambiente cultural japons me indicaron que no se poda
traducir a su mentalidad la parte de mi conferencia sobre la cruz. Pens
que la razn era ms bien por confundir la cruz con el sufrimiento buscado
por s mismo. Entonces cambi la perspectiva del tema, explicando que la
felicidad (como el gozo de Jess resucitado) nace de una vida que afronta
la realidad (y tambin el sufrimiento), para cambiarla en donacin v
servicio a Dios y a los hermanos. La alegra de San Francisco re Ass
naca de compartir los sufrimientos y humillaciones de Cristo, lisa alegra
110 se puede importar ni imitar simplemente por adaptacin de datos
culturales, porque es un don de Dios, por encima de lodo valor cultural,
que Dios da slo a los pequeos (Lc 10,21).
104
En lugar de comprometerse por este camino de pobreza bblica y de
infancia espiritual, nos parece ms fcil quedarnos en unas elucubraciones
tcnicas sobre la cruz o sobre la contemplacin... Uno hasta se puede
sentir ms satisfecho y realizado porque ya sabe ms cosas y ha llegado
a realizar unas conquistas. Pero sin la ciencia de la cruz (que es ciencia de
amor) y sin la fe (que es adhesin personal a Cristo) no se llega a
experimentar la presencia de Jess resucitado. En los momentos de
contemplacin y en los de accin, la cruz es el nico camino para vaciarse
de s, llenarse de Dios y hacer de la propia vida una donacin de amor:
que ya slo en amar es mi ejercicio (San Juan de la Cruz).
Me impresion vivamente la reaccin sencilla de una persona joven
con cncer galopante: Doy gracias al Seor.... y cuando veo mis faltas,
entonces tambin le doy gracias, porque Dios me hace ver su
misericordia. Aprendiendo a ver a Jess en la propia cruz, se le descubre
tambin esperando en las propias faltas y miserias, para transformarlo todo
en humildad, confianza, conversin y amor. Aquella joven deca tambin
que aprendi a ser cruz de Jess cuando un nio, jugando con un crucifijo,
desprendi la figura del Seor y le dio a ella la cruz. Dios habla por medio
de signos pobres.
Por qu empearse en quedar a oscuras sin ninguna luz? La
oscuridad de la fe no es la oscuridad de la ignorancia ni de la duda. La fe
es luz que deslumbra y nos deja en una aparente oscuridad, como en espera
de la visin. La oscuridad de la incredulidad es un pozo sin fondo. Es
verdad que tambin hay el peligro de los espejismos: pero si Cristo se ha
quedado bajo los signos pobres de la Iglesia y de los hermanos, va no se le
puede encontrar en otra parte, si no es en su palabra, su eucarista, sus
sacramentos, sus hermanos, su historia salvfica... Todo esto encuentra eco
en la soledad del corazn, donde tambin nos espera l. No se trata de
espejismos ni de falsas ilusiones, sino de una presencia que, por ser ms
amorosa y profunda, es ms dolorosa.
La fe en la presencia de Cristo resucitado presente se va convirtiendo,
por la cruz, en una certeza inquebrantable en esa misma presencia del
Seor. No se puede explicar ni se puede regalar, pero se adivina que en los
dems hermanos, sin excepcin, se encuentran tambin las huellas de este
Cristo resucitado que slo se deja entender cuando se comparte con l su
misma cruz.
Aqu ya no sirven, o sirven de poco, las conquistas de una
interiorizacin simplemente psicolgica. Es el Seor quien se da. Y es l
mismo quien exige como precio para descubrirle una actitud de pobreza
105
que es profundamente dinmica por expresarse en forma de autenticidad,
humildad, confianza y generosidad.
A veces parece como si Dios nos dejara en un abandono total.
Entonces no caben los razonamientos y lgicas humanas, sino slo la
sintona con Cristo, el Verbo y el Emmanuel, que quiso, por nuestro amor,
experimentar ese mismo abandono en la cruz. Las palabras y las
reflexiones sobran. Basta con unirse a Cristo para vivir con l esta
presencia dolorosa de Dios Amor, por medio de una actitud de donacin y
de olvido de s mismo, que es plenamente salvfica: en tus manos, Padre
(Lc 23,46).
En aras de este amor, tanto la oracin como la accin y la
convivencia se hacen actitud de aceptar gozosamente el misterio de Dios.
El aparente silencio y ausencia de Dios nos ensea una actitud de silencio
activo de donacin, expresado en adoracin, admiracin y servicio a Dios
y a los hermanos. Ya no cuentan las propias preferencias, sino slo la
gloria de Dios y el bien de los dems. La gloria de Dios es el hombre
viviente; la vida del hombre es la visin de Dios (San Ireneo).
107
resucitado en lo que pareca un sepulcro vaco. La bsqueda de Dios en la
sociedad actual es un arepago que hay que evangelizar (RMi 38).
La contemplacin es actitud filial que se expresa encontrando a
Cristo en la propia pobreza y en el propio sufrimiento. El apstol es un
testigo de la experiencia de Dios (RMi 91). Por esto, si no es
contemplativo no puede anunciar a Cristo de modo creble (ib.).
Los fenmenos culturales de hoy purifican todo lo que en la I religin
no es autntico. Los fundamentalismos y fanatismos, as como las
actitudes religiosas subjetivistas, sectarias y del adorno, son un modo
cmodo de soslayar los planteamientos serios de una sociedad que est
cansada de religiosidad caduca y que, sin rechazar a Dios, busca una
respuesta al sufrimiento que parece silencio y ausencia de Dios. El futuro
de la misin depende en gran parte de la contemplacin (RMi 91). La
evangelizacin de una sociedad post-moderna est en las manos de quienes
han experimentado la presencia de Dios Amor compartiendo la cruz de
Cristo. Quien no sabe sufrir con amor, no encuentra a Cristo ni le sabe
anunciar a los dems.
Abrir nuevos caminos a la humanidad significa vivir el propio
Nazaret con las actitudes hondas de Cristo, ocupado siempre en las
cosas del Padre (Lc 2,49). Estas actitudes son las mismas desde la
encarnacin (Heb 10,5-7) hasta la cruz (Jn 10,8; 19,30). El trabajo ms
fecundo es el de una vida oculta para servir amando. Pero esta tarea est
siempre marcada con la cruz. La actitud de las bienaventuranzas y del
mandato del amor se paga siempre con el precio de la cruz.
El camino histrico de la humanidad se dirige hacia un, encuentro
definitivo con Dios. No se puede llegar a este final feliz sin haber
compartido la vida con los hermanos. De la vida y de la cruz de Cristo se
aprende una gran leccin; la propia cruz, por ser la misma del Seor, es un
modo de compartir las cruces de los dems hermanos, para transformarlas
un da en vidas resucitadas. Cristo, que sufre en todo ser humano, necesita
de nuestro amor crucificado para que todos lleguen a la resurreccin final.
Un misionero sufra una parlisis progresiva que se iba apoderando
de l da a da. Impresionaba a todos su serenidad. El secreto de su gozo
radicaba en su oracin: Seor, ya slo me queda sano el corazn; tmalo
para ti y para todos. Era una vida fecunda que no se malgast por las
ansias de poseer, disfrutar y dominar, sino que se emple toda entera para
construir la historia humana segn el amor. La misin y la misma vida slo
se comienzan a entender a partir de la cruz de Cristo.
108
La tarea de recapitular todas las cosas en Cristo (Ef 1,10) tiene un
precio: la redencin por su sangre (Ef 1,7). No existe liberacin sin
donacin total, puesto que sin derramamiento de sangre no hay remisin
(Heb 9,22). La historia global de la humanidad se construye con la historia
particular de cada ser humano que se decide a compartir la suerte y la
copa de Cristo (Mc 10,38).
Recapitulacin
109
La fecundidad de una vida se mide por la capacidad de donacin v de
contemplacin (ver a Cristo escondido): saber callar orientando todo
el ser hacia el amor de alguien, Jess, a quien hemos descubierto con los
ojos de la fe. Entonces se siente el deseo irresistible de amarle como l nos
am, hasta dar la vida y poder decir como Pablo: Me he hecho siervo de
todos para ganarlos a todos (I Cor 9,22).
En la escuela de la contemplacin de la Palabra y de la relacin
personal con Cristo presente en la eucarista, se aprende a ver el rostro del
Seor en el rostro de cada hermano. Amar a Cristo es servir a los
hermanos. Cualquier trabajo es hermoso, no por el premio ni por el xito
inmediato, sino por el amor de donacin. La historia se construye amando
a los hermanos con el mismo amor de Cristo: Nadie tiene mayor amor
que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13).
Lo ms importante de la vida presente consiste en orientar la
existencia hacia el amor. Nuestras debilidades, defectos y fracasos son
tambin cruces que se pueden aprovechar para amar ms: comprender a
los ms dbiles. Esta cruz de donacin parece una estupidez a los que se
creen sabios y es un escndalo para quienes esperan otra solucin a los
problemas del hombre; pero para todos es la salvacin definitiva: ('lisio
crucificado es fuerza y sabidura de Dios (I Cor 1,23-24).
Para recapitular todas las cosas en Cristo (Ef 1,1O) se necesitan
vidas escondidas con Cristo en Dios (Col 3,3), que sepan compartir la
misma copa preparada por el Padre (Jn 18,11).
110
X. EL GOZO PASCUAL Y FECUNDO DE LOS SANTOS
111
el apurar lo ms amargo... No temis, l os dar la gracia, y as todo lo
podris (Beato Francisco Coll).
La noche oscura tiene, pues, origen en el modo peculiar con que
nos ama Dios. Se nos quiere dar l, ms all de sus dones. Y espera de
nosotros una donacin del propio ser, ms all de nuestros conceptos,
preferencias y sensibilidad. Es en medio de esta noche donde se comienza
a vislumbrar una nueva luz: En la noche dichosa, en secreto, que nadie
me vea, ni yo miraba cosa, sin otra luz y gua, sino la que en mi corazn
arda (San Juan de la Cruz). Como tu amor me guarda siempre, atravieso
contigo por las tinieblas y la noche (Jos Kentenich).
El amor de donacin es la clave para descifrar la cruz. Se comienza a
comprender la cruz viviendo en sintona con Cristo. El amor que no
crucifica no es amor... En el mundo de las almas, el amor es dolor y el
dolor es amor... Qu es ser hostia? Es ser cruz viva, y la cruz es la esencia
del dolor y del amor (Concepcin Cabrera). Mi Jess crucificado, todo
mi vivir eres t (Flix de Jess Rougier).
Uno que no est enamorado no entiende de amor esponsal. La
naturaleza siente la debilidad y el miedo; pero el amor quiere compartir la
suerte de Cristo: Oh cruz! Hazme lugar! Toma mi cuerpo y deja el de mi
Seor (San Juan de Avila).
La cruz se hace camino hacia las bodas con Cristo: Vayamos y
muramos con l (Jn 11,16). Es una muerte mstica de convertir la vida
en oblacin: matando, muerte en vida la has trocado (San Juan de la
Cruz). Es la lgica del amor: Si quieres llegar a poseer a Cristo, no le
busques sin la cruz...; el que no busca la cruz de Cristo, no busca la gloria
de Cristo (id.). Quienes han sido tocados por la cruz de Cristo, ya no
viven para s mismos, sino para aquel que muri por ellos (cf. 2 Cor
5,15).
Para San Pablo de la Cruz esa muerte mstica no es ms que la
unin con Cristo crucificado, para ser un alma crucificada ofrecindose
a l del todo sin buscar nada para s mismo: Espero la luz despus de las
tinieblas... Mi corazn no ser ya mo...; mo slo ser Dios. He aqu mi
amor!.. Morir pobre en la cruz con vos (San Pablo de la Cruz). El
sacerdocio de la vida cristiana consiste en hacerse vctima (donacin
perfecta) con Cristo Vctima: Como verdaderos cristianos, nosotros
somos sacerdotes, y como tales debemos ofrecernos nosotros mismos por
vctimas para gloria de Dios (San Antonio Mara Claret).
112
Algunos han querido ver en esta terminologa espiritual cristiana una
serie de complejos psicolgicos y traumas que tenderan incluso hacia el
morbosismo. Pero esas personas santas queran sencillamente afrontar la
realidad de cada da con amor. La vida es, muchas vetes, oscuridad. Hay
momentos ilgicos en los que la vida parece absurda y sin sentido.
Los santos, precisamente por compartir su existencia con Cristo,
supieron ver en esta realidad oscura y dolorosa una historia de amor. La
cruz es la clave de interpretacin: siempre se puede hacer de la vida una
donacin. Slo Dios nos puede sostener en nuestras tribulaciones (Santa
Claudina Thvenet). En esos momentos de dolor se descubre una cercana
especial de Dios Amor. Qu bueno es el buen Dios (id.). Entonces se
ama la cruz con pasin: Amo vuestra cruz con pasin en lo que tiene de
ms penoso (Beata Dina Blanger).
En Cristo crucificado se aprende a hacer de las propias dificultades
un modo de completar los sufrimientos del Seor (cf. Col 1,24). De la
cruz redentora del divino Salvador a la cruz sangrienta y dolorosa del alma
que se ofrece como vctima a su Dios para acompaarle en su pasin
(Mara Ins-Teresa Arias). La propia vida se hace continuacin del
sacrificio eucarstico: Ofrcele su corazn a Jess para que le sirva de
altar y venga a inmolarse en l (id).
Es siempre la cruz del amor, que se nos convierte en unin con la
Sabidura eterna. Esta sabidura cristiana es la locura del amor que nos
separa de la sabidura de la tierra (Mara de la Pasin). Identificndose
con el anonadamiento de Cristo en la cruz, el amor de Dios se complace en
nuestro anonadamiento, que prolonga el de Cristo Redentor. Slo a la luz
de esa vivencia del amor se pueden entender las expresiones radicales de
las personas que no quieren caminar a medias tintas: Destryeme, Seor,
y sobre mis ruinas levanta un monumento a tu gloria (M. Laura
Montoya). Cuando quieras y como quieras, Seor y Dios mo. Slo
quiero ser la ceniza del holocausto, que por tu gloria he ofrecido a ti y por
ti a tu Iglesia santa (Beata Nazaria Ignacia March).
El deseo de estar con Cristo y de vivir de su presencia ayuda a
superar las dificultades. Tenan a Jess sacramentado, que les endulzaba
todas las penas de esta vida (decan de M. Bonifacia Rodrguez y de su
comunidad). Para encontrar a Cristo presente en nuestras vidas hay que
compartir su misma cruz. El misterio pascual no puede prescindir ni del
dolor de la cruz ni del gozo de la resurreccin. La copa de bodas de que
habla Jess en Getseman (Jn 18,11) es la misma que l quiere compartir
con los suyos (el. Me 10,38; Lc 22,20). No puedo separarme del pie de la
113
cruz; en el Calvario he hecho mi habitacin; aqu descanso, aqu trabajo,
aqu gimo y lloro (M. Esperanza de Jess Gonzlez).
El camino para recapitular (restaurar) todas las cosas en Cristo (Ef
1,10) es camino de Pascua, es decir, de cruz y resurreccin. Hay que
purificar por la cruz, y la resurreccin de. Cristo y encauzar por caminos
de perfeccin (orlas las actividades humanas (GS 37).
En estos momentos difciles de Calvario se experimenta la cercana
de la Santsima Virgen como modelo e intercesora: Quiero imitaros.
Madre ma, en la humildad y en la constancia con que permanecisteis al
pie de la cruz, y en el celo por la salvacin de los hombres (Santa Vicenta
Mara Lpez Vicua). Con Mara y con su ayuda se aprende a pasar la
noche de la fe como desposorio con Cristo, compartiendo su misma
suerte, sufriendo la misma espada (Lc 2,35). Esa noche se convierte
en un velo a travs del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en
intimidad con el misterio (RMa 17).
La cercana a los pobres, como actitud de misericordia, se aprende en
esos momentos difciles de cruz, vividos con Mara, la Madre de
misericordia, la consoladora de los afligidos. Para los espritus grandes, la
contrariedad es aliciente que intensifica la vida sobrenatural (Santa Mara
Rosa Molas). Esas personas que han experimentado la cruz con actitud de
amor son portadoras de consolacin, se hacen constructoras de la unidad y
colaboran con Cristo crucificado a reunir a los hijos de Dios que estaban
dispersos (Jn 11,52).
115
garanta de compartir su misma donacin. Todo el bien que esas obras
siguen haciendo en la Iglesia y en el mundo proviene del amor escondido y
crucificado. El lema de los fundadores podra ser el de M. Mara Bernarda
Heimgartner: In cruce salus (La salvacin se encuentra en la cruz).
El ser humano se realiza en la verdad buscada y vivida por amor. En
la medida en que nos realicemos en esta bsqueda y vivencia de la verdad
y del amor, se produce una sensacin de serenidad y gozo y, al mismo
tiempo, un desgarro doloroso de todo lo que no suene a donacin. La cruz
nos eleva hacia la verdad y la caridad porque nos separa de la tierra...; la
cruz ha tomado a Jess ms que a nadie porque l era el amor, encarnado
por amor para hacemos renacer al amor. Jess pertenece a la cruz (Mara
de la Pasin).
El progreso de la vida espiritual est jalonado de momentos
especiales de donacin. La vida ordinaria de Nazaret muestra su
autenticidad cuando llegan esos momentos, en que se nos pide un
desprendimiento decisivo de todo para orientarnos ms hacia el amor.
Cada da debe sealar un proceso real en el camino de perfeccin, y de
hecho lo sealar si llevamos da a da nuestra cruz y la besamos como si
Jess nos ofreciera una joya... Debemos especializamos en el amor a la
cruz (M. Catalina Zecchini).
La cruz es, pues, el poder de Dios (1 Cor 1,18). Apoyarse en los
poderes humano equivaldra a desvirtuar la cruz (1 Cor
1,17). Para ganar en este campo del amor hay que saber perder (cf.
Flp 3,8). Fijarse demasiado en la prdida y en el dolor es correr el riesgo
de olvidar el mensaje pascual de la cruz, como, olvido de s mismo en las
manos del Padre: No vuelvas a detenerte en tus cruces..., traspsalas, es
decir, pasa por entre ellas con tu mirada slo fija en mi mirada
(Concepcin Cabrera).
Para llegar a la donacin radical de s mismo como expresin del
seguimiento evanglico, que es propio de toda vida sacerdotal y
consagrada, es necesario inculcar el sentido de la cruz, que es el centro
del misterio pascual. Gracias a esta identificacin con Cristo crucificado,
como Siervo, el mundo puede volver a encontrar el valor de la austeridad,
del dolor y tambin del martirio (PDV 48). Slo as se explica el dolor y
gozo del misterio pascual de Cristo, participado por su seguidores. Estoy
tan acostumbrado a sufrir, que ms bien siento consuelo... Mi conciencia
est tranquila, bendito sea Dios (Jos Antonio Planearte y Labastida).
116
Slo quien vive la caridad del Buen Pastor entiende este lenguaje de la
cruz.
Con expresin de alma candorosa, Santa Rosa de Lima lo deca as:
Fuera de la cruz, no hay camino por donde subirse al cielo. El cielo es
donde Dios Amor se deja ver y se comunica del todo y para siempre. Al
cielo slo se llega transformando nuestra realidad en donacin. Pero esto
es slo posible con la presencia y ayuda de Cristo. Al cielo no van los que
viven en regalos, sino los que suben al Calvario llevando de buena gana la
cruz... En el camino de la cruz, quien lo lleva todo es Jess (Santa
Joaquina Vedruna). Sin cruz no hemos de estar... Los que no sufren
mucho no valen para grandes cosas... Arrstrame, Seor, para que contigo
pueda correr por los caminos de la santificacin y sin parar, aunque sea
hasta el monte de la mirra y del sacrificio (Beato Manuel Domingo y
Sol).
En la isla de Futuna (Oceana) hoy existe una comunidad cristiana
floreciente. All muri mrtir San Pedro Chanel, despus de cuatro aos de
evangelizacin aparentemente infructuosa. En el campo apostlico, como
en el de la perfeccin, se cumple el dicho proftico de San Juan de la Cruz:
Adonde no hay amor, pon amor y sacars amor.
3. Gozo pascual
118
esta suerte, entonces envame cruces y penas, que todo lo sufrir con
alegra (Beata Paula Montal).
La victoria de la cruz aparece en la serenidad de esas almas fieles,
que supieron emprender las obras de apostolado perdindose a s mimas en
el amor de Cristo. En el epitafio de M. Mara Bernarda Heimgartner se lee:
Crucem elegit, crucem portavit, in cruce vicit (Eligi la cruz, llev la
cruz, venci en la cruz). El establo y la cruz fueron como ctedra desde
donde este divino Maestro nos instruy en la ciencia de la humildad
(Mara Pouseppin).
La alegra de los enamorados nace de una presencia buscada como
donacin. Qu feliz soy de hacer mi tabernculo en el monte santo de tu
sacrificio! Mis alhajas son tu cruz (Beata Dina Blanger). El amor a
Cristo Esposo crucificado es como la maternidad de Mara, que no tiene
fronteras: Oh Virgen Inmaculada, Madre ma!... Concdeme almas,
amor y dolor... Quiero la cruz de Jess. Slo la palabra cruz me hace saltar
de alegra. Quisiera recorrer todo el mundo y coger todas las cruces que
Dios ha sembrado... y abrazarme con ellas agradecida, y saborearlas y
ofrecrselas en homenaje de amor a Cristo crucificado (id).
Estas personas, que afrontaron con alegra y esperanza las
dificultades, son el libro viviente en que se sigue escribiendo la historia de
la cruz, es decir, la historia de Cristo crucificado y resucitado prolongado
en el tiempo. Es siempre la persona de Cristo que contagia de sus amores a
quienes se dejan conquistar por l. El crucificado es mi vida, mi luz, mi
fuerza, mi tesoro. La cruz es un libro sagrado y bendito. Me parece que
conozco un poco su ciencia; ojal se siga la prctica (Mara de la Pasin).
El dinamismo de la gracia bautismal es un camino de Pascua, que
pasa por la cruz para llegar a la resurreccin: Fuimos, pues, con l
sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo
fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, as
tambin nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados
en Cristo por una muerte semejante a la suya, tambin compartiremos su
resurreccin (Rom 6,4-5).
Recapitulacin
122
LNEAS CONCLUSIVAS
La fuerza de la debilidad
124
La expresin del amor entre el Padre y el Hijo, que es el Espritu
Santo, empieza a manifestarse en nuestro corazn como ro de agua viva
(Jn 7,38) y como un manantial del que surge la vida eterna (Jn 4,14).
Para entrar en ese amor eterno hay que compartir la cruz, de Cristo,
crucificarse con l (Gl 2,19), asociarse a su s al Padre desde el seno
de Mara (Heb 10,5-7). Jess quiso que el fat (s) de su Madre (Lc
1,38) fuera tambin el nuestro; pero hay que aprender a estar de pie junto
a la cruz de Jess con Mara y como ella (Jn 19, 25). La fecundidad en la
vida cristiana, y de modo especial en la vida espiritual y apostlica, es una
maternidad que se expresa en un amor de donacin; sufrir amando (Jn
16,21-23; Gl 2,19). El amor de Dios y el nuestro es as... Mara de Naza-
ret, la Virgen dolorosa, es la memoria de la Iglesia, que debe correr la
misma suerte o espada de Cristo (Lc 2,35).
Ante una sociedad que pide signos, ya no sirven las cruces de
adorno. Se necesitan testigos crebles, en cuyas vidas aparezca Jess
crucificado por amor. A la sociedad humana dividida por el egosmo, slo
la cruz de Cristo la puede reorientar hacia el amor de compartir la vida con
los hermanos. Conocer a Dios Amor equivale a conocer su amor que se ha
manifestado en la cruz. Esa es la sabidura de Dios (Rom 11,33), la
fuerza de la debilidad.
Juan Pablo II, al terminar el documento sobre el sufrimiento
(Salvifici doloris), invita a descubrir y aprovechar la fuerza de la cruz que
se esconde en todo sufrimiento: Con Mara. Madre de Cristo, que estaba
junto a la cruz, nos detenemos ante todas las cruces del hombre de hoy.
Invoquemos a todos los santos que a lo largo de los siglos fueron
especialmente partcipes de los sufrimientos de Cristo. Pidmosles que nos
sostengan. Y os pedimos a todos los que sufrs que nos ayudis.
Precisamente a vosotros, que sois dbiles, pedimos que seis una fuente de
fuerza para la Iglesia y para la humanidad. En la terrible batalla entre las
fuerzas del bien y del mal que nos presenta el mundo contemporneo,
venza vuestro sufrimiento en unin con la cruz de Cristo (SD 31).
Hay que aprender a mirar con amor para comprender la cruz de
Cristo, que es tambin la nuestra. Las llagas que han quedado impresas en
su cuerpo glorioso nos indican un camino: sus pies buscaron a la oveja
perdida, esperaron a la mujer samaritana y a la Magdalena, acompaaron a
sus discpulos por caminos polvorientos; sus manos bendijeron, sanaron,
acaricia ron; su corazn manso y humilde (Mt I 1,29) lati amorosa
mente por todos y cada uno de nosotros... Esos pies y esas manos han
quedado marcados para siempre con un sello de amor. Y ese corazn, del
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que brot sangre y agua (Jn 19,34), ha quedado abierto para invitar a
todos a entrar en l, indicando que dio la vida en sacrificio (sangre) para
comunicarnos la vida nueva y eterna del Espritu (agua).
El discpulo amado, habiendo seguido el camino de la cruz, puede
anunciar a todos lo que ha visto con sus ojos y tocado con sus manos, el
Verbo de la vida (I Jn 1,1 ss). Supo ver a Cristo resucitado en el
sepulcro vaco porque supo amar. Por esto puede invitar a todos a realizar
la misma experiencia, contemplando v compartiendo la misma cruz de
Cristo: MIRARAN AL QUETRASPASARON (Jn 19,37).
El legado cristiano, que pasa de mano en mano y que es fuente de
esperanza al comenzar un tercer milenio, es el legado de la cruz: sufrir
amando, transformar el sufrimiento en donacin. Es entonces cuando la
fuerza se pone de manifiesto en la debilidad (2 Cor 12,9).
126
ORIENTACIN BIBLIOGRFICA
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Juan Pablo II sobre la formacin de los sacerdotes, 1992).
PO = Presbyterorum Ordinis (C. Vaticano II, sobre los presbteros).
PP = Populorum progressio (encclica de Pablo VI sobre cuestiones
sociales, 1967).
RC = Redemptoris custos (exhortacin apostlica de Juan Pablo II
sobre la figura y la misin re San Jos, 1989).
RD = Redemptoris donum (exhortacin apostlica de Juan Pablo II
sobre la vida consagrada, 19X4).
RH = Redemptor hominis (primera encclica de Juan Pablo II, 1979).
RMa = Redemptoris Mater (encclica de Juan Pablo II sobre el Ao
Mariano, 19S7).
RMi = Redemptoris missio (encclica de Juan Pablo II sobre el
mandato misionero, 1990).
SC = Sacrosantum Concilium (C. Vaticano II, sobre la liturgia).
SD = Salvifici doloris (exhortacin apostlica de Juan Pablo II sobre
el sufrimiento, 19X4).
SDV = Summi Dei Verbum (carta apostlica de Pablo VI sobre la
vocacin, 1963).
SRS = Sollicitudo rei socialis (encclica de Juan Pablo II sobre la
cuestin social, 1987).
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