Escritos Filibusteros (Carlos Enríquez Del Árbol) PDF
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ESCRITOS FILIBUSTEROS I
Ttulo original: Escritos filibusteros I
Autor: Carlos Enrquez del rbol
Diseo y maquetacin: Mara Jos Garca Sanchs
Portada: Manuel Francisco Varo Lpez
Edita: Filosofa, poltica y economa en el Laberinto.
Espaa. Diciembre 2006.
Algunos derechos:
Libros de Laberinto
A mis compaeros de los lunes
PREFACIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA
II
SOBRE LOUIS ALTHUSSER
6. El maestro roto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
7. Presentacin de El porvenir es largo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
8. Un obstculo epistemolgico en la teora marxista y en la filosofa de
Louis Althusser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
III
SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO
9. RSI-Rh . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
10. Clnica y poltica en psicoanlisis (primera parte) . . . . . . . . . . . . . . . 71
11. Clnica y poltica en psicoanlisis (segunda parte, interludio) . . . . . 93
8 ESCRITOS FILIBUSTEROS
IV
FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA (INTEMPESTIVA)
V
EL SEMINARIO (1987-2005)
ALGUNAS INVESTIGACIONES IMPLICADAS EN LA TEORA
DE LA DESMITOLOGIZACIN DEL PROLETARIADO
VI
MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS
Libros de Laberinto
PREFACIO
Libros de Laberinto
I
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA
PRLOGO A LA EDICIN INGLESA DE
TEORA E HISTORIA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA
DE JUAN CARLOS RODRGUEZ
tos de memoria que evoco. Y, como si se tratase de una epifana, puedo asegurar
que el cuenco en el que se han congelado estos retazos (salvndose de las fauces
de la calcinacin) no es otro que esas botas nuevas, compradas la tarde anterior,
que descansan sobre sus tacos, impacientes, junto a la mesa.
Bloch vio como poco a poco todos los jugadores iban saliendo del rea de
castigo. El que iba a lanzar el penalty coloc el baln en el sitio adecuado. En-
tonces l mismo retrocedi y sali del rea de castigo.
Cuando el jugador toma la carrerilla, el portero indica con el cuerpo in-
conscientemente la direccin en que se va a lanzar, antes de que hayan dado la
patada al baln, y el jugador puede entonces lanzar el baln tranquilamente a la
otra direccin dijo Bloch. Es como si el portero intentara abrir una puerta
con una brizna de paja.
De repente el jugador ech a correr. El portero, que llevaba una camiseta de
un amarillo chilln, se qued parado sin hacer un solo movimiento, y el jugador
le lanz el baln a las manos.
Esa maana supe que el libro saldra sin tardanza hacia la imprenta, que no
volveramos a ver ms aquella pila de folios que nos haba torturado da y noche
en los ltimos meses; y tambin, que unas horas ms tarde nos pitaran un penal-
ty y Juan Carlos sin volverse, mirando el baln, retrocedera para ocupar el sitio
exacto entre los tres palos.
II
Libros de Laberinto
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 15
III
Pocas veces se tiene la conciencia clara de que se est leyendo un libro nico.
Cuando el lector haya cerrado Teora e historia de la produccin ideolgica el
prologuista querra estar seguro al menos de dos cuestiones: una, que a travs de
una lectura sin duda exigente (qu gran libro terico no exige nada al lector?) se
abre paso la evidencia de que el materialismo histrico ha sufrido en esta obra una
renovacin fundamental en un terreno en el que siempre haba resbalado, en el te-
rreno de la ideologa; dos, que los logros obtenidos por Juan Carlos Rodrguez, fun-
damentalmente dentro de los discursos literarios pero no slo en ellos, marcan
en la actualidad los lmites del marxismo. Si es as, una promesa se dibuja de inme-
diato: tenemos por delante un inmenso trabajo de transformacin de la realidad pero
disponiendo de una mnima cartografa. Dicho de otra manera, los marxistas se ha-
ban limitado a interpretar el marxismo de diversas maneras cuando lo que importa
es transformarlo.
IV
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16 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Libros de Laberinto
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 17
s o del sentido, es decir, del kantismo, del hegelianismo y del empirismo. Des-
brozar la hermenetica en sus tres variables bsicas: de Gadamer a Lyotard pa-
sando por Habermas. En una palabra arrancarle todas las mscaras al positivismo
y a la fenomenologa.
Ese era un primer triunfo del nuevo marxismo que haba que inventarse.
En aquellos aos en que herva la practica terica de Juan Carlos Rodriguez
sta no cedi ante ningun obstculo que se opusiese y cada semana en sus clases
daba cuenta de ella, ya explicase el Poema del Cid o Garcilaso, Caldern o
Shakespeare, Mallarm o Mayakovski, Poe o Chandler, Borges o Cortzar. Dos
aos despus de la lectura de su Tesis Doctoral estaba en condiciones de abrir
Teora e historia con esa frase: La literatura no ha existido siempre que.por su
importancia decisiva, nos recuerda tanto al escndalo que provoc aquella otra
con la que se abre el Manifiesto Comunista.
La carencia durante diez aos de un nuevo libro de la envergadura de Teo-
ra e historia fue rellenada, resuelta por esos apuntes de clase, que circulaban
en todas direcciones y en los que se encontraba todo lo que no estaba en el li-
bro que prologamos hoy, desde el teatro barroco a la novela del XIX, desde la
literatura hispanoamericana a las vanguardias. Como muy bien seal Manuel
Valle en una de las aportaciones del Seminario de marzo-mayo del ao 1995-96
que la ADEM organiz como homenaje al libro de Juan Carlos Rodrguez con
el ttulo Veinte aos despus: Sobre las categoras centrales de Teora e histo-
ria de la produccin ideolgica, siempre han existido junto a los libros de Juan
Carlos Rodrguez (y hay que tener en cuenta que desde 1974 al 84 slo existi
este libro, y adems inencontrable al haberse agotado) los apuntes de sus clases
y esos tienen una vida propia.
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20 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Sin internarnos en esta cuestin clave, de nuevo, hay que decir que Teora e
historia opera un giro radical en la forma de abordar la realidad ideolgica. Siguiendo
con los planteamientos althusserianos de negar las dicotomas expuestas ms arri-
ba, este libro derriba una ltima dicotoma que subsista en el anlisis marxista: la
de base y superestructura como sustantivacin de la burguesa materia/espritu. Fan-
tasma y autoengao, s, (ver, por ejemplo, Derrida) pero no es an el fondo. Lo
fundamental es que no existe una individualidad previa a su forma ideolgica cons-
tituyente: sin que el individuo se cree su propia forma ideolgica de vida, el siste-
ma no puede funcionar. Por eso la ideologa es inconsciente y de ah esa categora
de inconsciente ideolgico. Y es desde ese nudo desde donde se construyen las
varias figuras de la conciencia. Ahora bien, cada nivel ideolgico (en cada modo de
produccin) se estructura a travs de un ncleo clave que modela su desarrollo de
explotacin necesario. Y es a ese ncleo al que llama Juan Carlos Rodriguez, ma-
triz ideolgica. As mientras en el feudalismo, por ejemplo, la matriz ideolgica
es la relacin Seor/siervo, en el capitalismo es la relacin sujeto/sujeto. Teoria e
historia mostrar con detalle esta articulacin en su radical historicidad. Me atreve-
ra a decir que en esta obra Juan Carlos Rodriguez casi se comporta como un
paleontlogo, como un cazador, que en vez de matar a su presa, la resucita.
VI
Se paga caro el haber abierto una grieta en el muro del amo absoluto: el ima-
ginario capitalista de la poca de la subordinacin real del trabajo al capital. Un
amo absoluto servido durante todas las horas del da, sin descanso, por los meca-
nismos de control de la conciencia.
El rencor fue la nica respuesta que supo segregar el sistema atacado en su
coraza protectora. Un rencor que se visti con las galas del silencio como ley.
No, el otro silencio del que habla Juan Carlos Rodrguez, el silencio de la litera-
tura y el habla de la literatura: un silencio que existe porque todo el mundo cree
saber dnde est ella, dnde se localiza, dnde radica su tpica y su letra. Pero la
letra no es reconocida, no es el espejo de nada, no es el amigo visible sino el
enemigo invisible. El texto es oculto, opaco, mudo. El lugar de la literatura: un
lugar que ni la refleja ni nos refleja a nosotros.
No. Hablamos de lo que sobrevino: la ley del silencio, con el cual el rencor
trata de volver infaliblemente contra su autor toda obra o accin grande realiza-
da. Pero esto es de sobra conocido. No desvel ya Nietzsche los mecanismos
recnditos del resentimiento?
Libros de Laberinto
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 21
Esta ley del silencio, o el silencio como ley, persigui hasta hoy el atrevi-
miento de una teora que devuelve al marxismo muchas virtualidades porque se
dirige al ncleo del sistema, en realidad, a lo que lo hace mantenerse en medio de
una maraa de contradicciones. Y ese ncleo con el que el capitalismo ha conse-
guido una victoria universal es la explotacin ideolgica. Su gran triunfo: el con-
trol de la fabrica de sueos. El control del imaginario social.
Esta ley ha funcionado as: el libro se agot. El mundo acadmico tom bue-
na nota y actu hasta ahora como si no hubiese pasado nada. Ninguna crtica.
Ni a favor ni en contra. La historia de este libro es la historia de una desaparicin
terica. Veinticuatro aos despus las cosas siguen igual. Cuestin de amnesia,
de olvido? Del archivo cansado de la memoria? De una traicin de su vicario el
subconsciente? En verdad los hombres son excesivamente descuidados con sus
recuerdos. Pero sospechamos que no se trata del Todo se olvida del Mudo como
del interesado insulto del silencio. No se trata de que las posiciones tericas ha-
yan sido desfiguradas, de que se distorsionen sus planteamientos, de que se omi-
tan o inventen explicaciones o de que se malinterprete tal pasaje. Es que se calla,
se vuelve la espalda sin encoger los hombros. Se sigue como si los libros de Juan
Carlos Rodrguez no se hubiesen publicado.
Pero aqu est porque de todas formas los hechos son muy tozudos. De vez
en cuando sucede que las palabras de los desaparecidos coinciden con lo que
se empean en pensar los vivos. Porque, en fin, la libertad conquistada es la ni-
ca ropa que nos cae bien.
VII
Concluyamos. Hace mucho tiempo que me cansa ver como presentan en cual-
quier acto acadmico o no, a Juan Carlos Rodriguez como profesor o catedrtico
de literatura. Es cierto: es catedrtico de Literatura en la Universidad de Grana-
da, pero presentmoslo como lo que demuestra su obra en continua expansin.
Como un filsofo. Ser filsofo no es una profesin sino una excepcin. Alain
Badiou recordaba hace algunos aos que bastaban los dedos de las dos manos
para contar los filosofos franceses en ejercicio. Una cosa es ensear filosofa y
otra muy distinta haber producido un corte en el saber. Es preciso distinguir aque-
llos que proponen para nuestro tiempo enunciados singulares, identificables, de
otros, los comentadores, los indispensables eruditos y los vanos ensayistas. Ha-
ber propuesto una teora general y haberla confrontado en la literatura renacentista
y barroca, en la novela, en la poesa del 27 o en el tango. Schopenhauer a lo lejos
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22 ESCRITOS FILIBUSTEROS
no hay una filosofa de los filosfos y una filosofa de los profesores? El siglo
XX todava nos vende en los semforos que arden en las sombras, pero la filoso-
fa an no ha consumido su llama.
Llegados al final, slo me queda recordar la deuda que hemos contrado to-
dos con la inteligencia, los desvelos y tesn en el dificilsimo trabajo de traduc-
cin de Malcom Read. Y cmo no, la oportunidad de contar parte de una historia
que en Granada nadie deseara olvidar.
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LA LEY DEL SILENCIO
Hace ya bastantes meses que vio los escaparates de las libreras Las literatu-
ras criollas de la independencia a la revolucin, subttulo del ms conforme a
mercado Introduccin al estudio de la literatura hispanoamericana, libro publi-
cado por Akal Universitaria, de los profesores de literatura de la Facultad de Le-
tras de Granada Juan Carlos Rodrguez y Alvaro Salvador.
Todava no he podido leer ninguna referencia crtica adecuada. Por tanto se
sigue prolongando un silencio que dura aos sobre eso que se llama discurso litera-
rio. Exactamente trece aos desde que se publicara Teora e historia de la produc-
cin ideolgica (que felizmente va a ser reeditada). Desde entonces no se trata de
que la obra de Juan Carlos Rodrguez sea una interpretacin ms que aadir, una
contribucin ms o menos importante de la crtica literaria de nuestro pas. Se tra-
taba de una cuestin mucho ms sencilla de comprender, una vez superado un obs-
tculo el de leerla en serio; se trataba de que era otra historia. No hablamos
de la aleatoria cuestin de que JCR sea ms o menos conocido. Lo que llama la
atencin es que sus planteamientos tericos no han sido discutidos jams.
Afuera pasa mientras tanto el divertido carnaval posmoderno. Y esto s es cho-
cante cuando la que hay por medio es la aplicacin del materialismo histrico al
campo de la literatura. Mejor, de practicar el marxismo de la literatura en la cues-
tin literaria. Dicho dbilmente: no exista una teora marxista de la literatura. Es-
taban, s, las notas impagables de Marx sobre Balzac o Su, de Lenin sobre Tolstoi,
de Gramsci, de Brecht, de Pavese. Pero no haba una teora de Lukcs (con el que
tambin estamos en deuda) que crea demasiado en el racionalismo burgus.
Dicho fuertemente: JCR ha producido la teora marxista de la literatura.
Si esto es falso, el silencio est ajustado a una disciplente elegancia. Slo
que haba que demostrarlo, y que sepamos, nadie lo ha intentado. Ergo
24 ESCRITOS FILIBUSTEROS
No se trata de que las posiciones tericas de sus obras hayan sido desfigura-
das, que se distorsionen sus planteamientos, que se omitan o se inventen ( como
se invent el arjam) explicaciones, o se malinterprete aquel pasaje. Es que se ca-
lla, se vuelve la espalda sin encoger los hombros. Se sigue como si sus libros no
se hubiesen publicado. Y eso algunos lo llaman terrorismo cientfico. Y de todos
es sabido cmo se repelen marxismo y terrorismo.
No se deber a que los planteamientos tericos de JCR estn ocultos a la ma-
nera en que Lacan se ocultaba con su especial greguera. Desde la primera lnea:
La Literatura no ha existido siempre. Y entre Kant y Hegel, Hegel, aunque
el marxismo no sea un hegelianismo. Lo que se postula es, en realidad, esto: co-
nocer la facultad congnoscitiva antes de conocer. En efecto, investigar la facul-
tad de conocer no es otra cosa que conocerla es la historia del escolstico que
no quera tomarse al agua antes de saber nadar.
Por eso teora e historia. Por eso, anlisis de la ideologa terica contempo-
rnea, y Garcilaso y Herrera; teatro y novela de Diderot a Artaud, W. Meister y
La Celosa. Y aceptado el reto del sancta sanctorum fenomenolgico: Gngora y
Mallarm. Poema a poema. Mientras, La literatura del pobre (del Lazarillo al
Quijote) duerme en su cuna de cartn.
Y ahora la literatura hispanoamericana. Tendra que haber hablado de sta
hoy, en esta pgina, pero tuve que hablar del silencio para que pudiese ser resea
editorial. He tenido que hablar del silencio.
De un gnero nuevo inventado por la crtica: el silencio como gnero.
Maana ser.
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LA MUERTE JOVEN Y LA VIDA BREVE:
UN INCONSCIENTE PARA LORCA Y FALLA
Libros de Laberinto
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 27
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ALGN DA EN ITALIA
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SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 31
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32 ESCRITOS FILIBUSTEROS
ciente ideolgico e inconsciente libidinal). Por ahora slo podemos avanzar algu-
nas preguntas: si los mecanismos psquicos jams existen sin la estructura ideo-
lgica en la que estan subsumidos cul es el nudo que forman el yo libidinal de
Freud y el inconsciente ideolgico?, cmo se articulan los dos espectros que ha-
cen-des-hacen nuestra vida?
La existencia de la teora de la produccin ideolgica como cuerpo terico
sencillo pero robusto, como tenaza conceptual ha logrado un conjunto de xitos
explicativos que van desde la elucidacin del llamado teatro medieval hasta
Mallarm o Lorca. Esa fecundidad ha provocado ya que algunos de sus desarro-
llos sea imitado (pese al silencio que persiste en torno a Juan Carlos Rodriguez
en los mbitos acadmicos) en la exposicin ms reciente de algunos momentos
claves de la historia de la literatura espaola. Bastar fijarse en alguna relevante
y ltima edicin de la universal obra cervantina teniendo en perspectiva La lite-
ratura del pobre.
La importancia de los logros de la teora de la produccin ideolgica obliga
ya a tocar un problema esencial: la cuestin ontolgica. Es conocido que la obra
de JCR arranca de la problemtica abierta por Althusser e igualmente empieza a
ser conocida atravesando simplistas identificaciones- la suelta de amarras, las
notorias diferencias sobre aspectos esenciales que separan al filsofo espaol del
francs, situndose la ms relevante quizs en el despliegue del concepto de ideo-
loga. Es necesario plantear aqu una deuda que hasta donde alcanzo a vislum-
brar no ha sido expuesta antes. La epistemologa althusseriana libr a JCR de un
grillete que ech a perder por ejemplo la impresionante audacia (tanto como para
que a nuestro entender, Heidegger se obligase a la ereccin de ese monumento
ontolgico mortuorio que es Ser y Tiempo) del joven Lukcs de Historia y con-
ciencia de clase.
Me refiero a la mitologizacin del proletariado. Ninguna clase social en s
misma puede ser la base de una ontologa materialista. Y en Althusser ni en el
momento del enunciado la historia es un proceso sin sujeto ni fines, ni anterior-
mente en Pour Marx es sostenible una ilusin as. Lukcs era luxemburguista y
nadie como la revolucionaria polaca coloc en el centro de su teora el concepto
de proletariado revolucionario con tanto vigor. Como sabemos por aquella poca
apareci un libro llamado Qu hacer? en cuyas tesis se miran las cosas de ma-
nera contraria a Rosa Luxemburgo. El proletariado se orientara espontneamen-
te no hacia la revolucin sino hacia el reformismo y el economicismo.
Si Lukcs no pudo llevar adelante una inconclusa ontologa del ser social al
final de su vida y con otros presupuestos fue debido al papel paralizante que des-
Libros de Laberinto
SOBRE LA TEORA DE LA PRODUCCIN IDEOLGICA 33
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UN BRECHT PARA EL SIGLO XXI
Libros de Laberinto
II
SOBRE LOUIS ALTHUSSER
EL MAESTRO ROTO
Ignorarn siempre que estn prendidos en una filosofa de stano con refle-
jos mentirosos. Mala pasada del idealismo que no es el de quien lucha va-
lerosamente por bellas ideas (tarea que abandonan al afanado materialismo) sino
el de quien advirtiendo que una rosa huele mejor que la col, saca la conclusin de
que tambin har ms rico el caldo.
Todo empez muy pronto para un grupo de jvenes que tenamos quince o
diecisis aos en el 68. La biblioteca de mi hermano inagotable y pulcra aliment
la prctica recomendable. No nos dio tiempo a madurar la lectura de Lukcs, Sartre
o Marcuse. Las pginas de un filsofo francs del que acababan de traducirse tres
obras, se nos echaron encima casi en vilo, como si hubiesen de venir de pronto
el mar o los fotgrafos y nuestro desconcierto ante una realidad que nos abru-
maba comenz a tambalearse. Uno de nosotros debe conservar los clichs en los
que est la traduccin de Lenin y la filosofa y Sobre el trabajo terico; dificulta-
des y recursos, escritos cuyo fin era prepararnos prcticamente y servir como pro-
paganda del rigor del materialismo histrico.
Muy pronto otra sorpresa cercana me atrap para siempre: la enseanza de Juan
Carlos Rodrguez. Sus apuntes sobre Garcilaso o Shakespeare que aparentemente
no tenan nada que ver sonaban, continuaban la msica que nos haba posedo. Fal-
taba a clase en el Instituto Padre Surez para ir a escucharlo a Puentezuelas.
Ninguna barrera poda ya impedir el horizonte de mi lectura. No haba auto-
res buenos y malos, ortodoxos o heterodoxos, apropiados o peligrosos. Haba que
abarcar todo lo que pudisemos porque todo se poda explicar.
Tuvimos mucha suerte: los plmbeos y muertos manuales moscovitas en los
que se educaron sin eleccin nuestros viejos no nos atormentaron nunca. Sa-
bamos dnde estaba el marxismo creador y vivo, con el incmodo regalo de que
40 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Libros de Laberinto
PRESENTACIN DE EL PORVENIR ES LARGO
DE LOUIS ALTHUSSER
Ecce Homo tiene una segunda traduccin que es, la que ahora hubiera dado:
Althusser y el horizonte del comunismo. En primer lugar, la historia hemos
dicho. El nombre del Althusser en Espaa, pese a que el pensamiento althusseriano
tuviera una influencia enorme, y sobre todo unos resultados que como voy a tra-
tar de explicar ni el propio Althusser pudo pensar, est, sin embargo, enhebrado
en una serie de polmicas que se pueden calificar de pringosas. Salvando una serie
de crticas, digmoslo, legtimas y tericamente vlidas como, por ejemplo, la de
Gerratana, en los aos setenta (finales de los sesenta y setenta), en Espaa haba
hasta una editorial, que publicaba sistemticamente textos anti-althusserianos, la
existencia de una amplia corriente de seguidores de la rue DUlm fue ms mito que
realidad. Se le atacaba mucho ms de lo que se le lea en serio.
Pero el colmo de los ataques lleg (y no voy a contar todo ese rosario que
abarcaba muchsimos nombres, he hablado de Gerratana que no aparece en El
porvenir es largo, pero si aparece Rancire, que escribi un libro muy fuerte
La leon dAlthusser, y sin embargo, en El porvenir lo nico que podemos cons-
tatar es la generosidad con la que ElTus (como lo llamaba Foucault) trata a Jacques
Rancire. En 1978 decimos se llega al culmen de esa polmica anti-al-
thuseriana; [estoy recordando un largo ensayo que escrib en ese momento con
ese ttulo, no publicado, (aunque s resumido en los primeros seminarios de la
ADEM)], con el libro del gran historiador Thompson, titulado Miseria de la teo-
ra. Era a comienzos de 1978; pues bien, en ese libro, se dicen cosas tan tremen-
das como, por ejemplo, sta: en suma, el althusserismo es justamente el estali-
nismo reducido al paradigma de la teora, el estalinismo al fin alcanzado, teoriza-
do en cuanto ideologa. El caso del althusserismo es uno de los ms simples pues,
como hemos visto, es accin de polica ideolgica. Bueno, se le tacha de
Proudhon redivivo (para justificar el ttulo del libro), de agente al servicio de la
ideologa de URSS, etc. incluso algn despiste extrao con las comillas.
El libro que no tiene desperdicio en ese aspecto, es uno de los ms desgra-
ciados, por algo que comentar a continuacin, utiliza una nueva especie: una
capa social determinada, la lumpenintelectualidad burguesa; se trata de aspiran-
tes a intelectuales cuya formacin intelectual de aficionado los desarma ante ab-
surdas evidencias y disparates filosficos elementales..., y cosas por el estilo.
Digo que es un triste destino el de este libro de Thompson porque, calientes estas
frases, en abril, Althusser, que jams haba sido estalinista, publica, la crtica ms
ajustada que hasta entonces habamos conocido del estalinismo. Se llamaba Lo
que no puede durar en el partido comunista, cuatro artculos que aparecieron Le
Monde entre el 24 y el 27 de abril de 1978.
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 43
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44 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Y, por ltimo, en octavo lugar, quera subrayar ese texto decisivo del que ha-
blaba: Lo que no puede durar. No se puede entender este texto si previamente no
se ha entendido que l trabaj durante veinte aos en lo que yo llamara lo que
no puede durar en la teora marxista. De aqu la fecundidad de sus intervencio-
nes. Todo el esfuerzo de Althusser, est encaminado en ese sentido. De ah la fas-
cinacin que tuvo para los que nos acercamos a el a finales de los aos sesenta.
Este punto puede resumir entonces todo lo anterior.
Ahora bien, vosotros sabis que durante algn tiempo se consider a Grana-
da una fortaleza althusseriana, hoy es quizs tan slo una ciudadela, una acrpo-
lis. Pero es evidente que sera un error y tambin lo hemos oido muchsimo, pen-
sar que el althuserismo en Granada, en nosotros, es simplemente una repeticin
de las ideas de Althusser, una relacin de maestro-aprendiz. No hay nada de eso,
aunque sea una idea extendida. Una idea fcil y falsa para etiquetar lo que hace-
mos. Por eso en este paso quiero hablar de los lmites de Althusser.
Si ser althuseriano significaba haber escogido un sistema de pensamiento que
haca posible vivir de nuevo ese horizonte comunista del que hablaba hace un
momento, no fue un obstculo para percibir sus lmites, y unos lmites muy mar-
cados. Indicaremos dos, teniendo en cuenta que estn ms claros por el desarro-
llo de una obra sorprendente, de alguien que est aqu a mi lado, que es Juan Car-
los Rodrguez.
Uno. Althusser nunca pudo pensar que se poda hacer marxismo de la mane-
ra que l lo ha hecho con los sonetos de Garcilaso o de Mallarm (no pudo pen-
sar la radical historicidad del discurso ideolgico). Eso que l no pudo pensar,
esa posibilidad abierta es a la larga el mayor triunfo de Althusser. Me refiero a la
ruptura definitiva que significa Teora e historia de la produccin ideolgica con
todas las teoras literarias, etc. Sin eso tampoco probablemente estaramos hoy
aqu.
Ser althusseriano no significa seguir a pies juntillas todo lo que dice Althusser,
porque hay montones de cosas que estuvo continuamente rehaciendo, como, por
otra parte, aparece en Lavenir y otras en las que se atasc definitivamente. Dos.
Althusser seal el modo estalinista como un peligro que nos acechaba en nues-
tro propio campo, pero no lo capt en profundidad, en su determinacin ltima.
Antes de finalizar unas palabras sobre qu es este libro extrao.
No es una autobiografa como suele decirse, pero tampoco es un diario, ni
son unas memorias lo que Althusser dice en las primeras pginas de libro.
Qu es? Pues si se quiere leer, est al final del libro: l lo llama un libro, un
ensayo, pero para explicar qu? En este sentido se han buscado tanto en Fran-
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 45
cia como aqu diversos precedentes tengo que recordar a mi amigo Victoriano
Alcantud, es absolutamente forzoso, por sus desvelos en tenernos al dia y por otras
cosas ms, (el texto lo tuvimos inmediatamente despus de que apareci), y, de
hecho ya han aparecido los Cuadernos de cautiverio, adems de otros papeles
pendientes por editar.
Cuando se dice que hay precedentes de este libro, de este ensayo, all donde
se han sealado yo no los veo; se ha dicho Agustn, se ha dicho Rousseau, se ha
dicho tambin las autobiografas de tipo romntico, pero yo no creo que, en abso-
luto, Lavenir tenga nada que ver con esto.
No es una autobiografa ni un diario a lo San Agustn porque la narracin no
gira en torno a la conversin y el triunfo del cristianismo sobre los propios instin-
tos, merced a la continua intervencin de la gracia divina, que es lo que estructu-
ra la obra de San Agustn. Ni est escrito a lo Rousseau, que se confiesa no ante
Dios sino ante los hombres (cuando dice al comienzo de las confesiones, por ejem-
plo: yo soy distinto a los dems, no s si soy mejor o peor, pero soy distinto a
los dems etc), pero con una anotacin adems clarsima en la continuacin de
Las Confesiones que son Las ensoaciones de un paseante solitario; Rousseau
escribe para s, no para los dems. Tampoco tiene mucho que ver con el yo ro-
mntico que se sumerge en su interior para exaltar la individualidad, la diferen-
cia, y, como he dicho antes, tampoco con la autobiografa del siglo dieciocho.
En todo caso, tiene que ver con Montaigne y Hume, en la forma de hablar
incluso (esa presencia de los nombres de la muerte los cinco o seis primeros
captulos de Lavenir), e incluso se podra decir que hay algo pascaliano, pero
probablemente menos de lo que el propio Althusser piensa y dice, sobre todo cuan-
do en los Pensamientos leemos : el yo es odioso, hay que odiarse a s mismo
y hay que buscar en nosotros un ser que no sea el propio yo; evidentemente
aqu, si se quiere, se pueden buscar analogas, pues Althusser reconoce que l co-
noca y que ley mucho a Pascal, pero quiz slo desde este punto de vista y de
la importancia que tiene para la formacin de la subjetividad moderna, la visin
pascaliana le sirvi tanto a Nietzsche para poder atacar, como se sabe, al cristia-
nismo, por la destruccin de ese gran alma.
Adems, est Ecce homo. Pero claro, como se sabe, puede haber un parale-
lismo (la vida fue un martirio para Nietzsche igual que para Althusser), pero Ecce
homo es un regalo de Nietzsche a s mismo. Dice: hoy en mi cuarenta y cuatro
aniversario quiero regalarme este libro, quiero contarme mi vida. Recordad el
subttulo de antes y recordad el de Nietzsche: como se llega a ser el que se es.
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46 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Libros de Laberinto
UN OBSTCULO EPISTEMOLGICO EN LA TEORA MARXISTA
Y EN LA FILOSOFA DE ALTHUSSER
1 Esa traduccin que permanecer conservada por Jos Benavides Vilchez y Francisco Lpez
decidimos no pulirla al aparecer la edicin argentina, creo recordar, de Carlos Prez editor en 1971.
48 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Pero poco tiempo despus los impasses tericos se fueron agrandando balizados en
parte por el propio Althusser: no slo los Elementos de autocrtica o las cartas a Le
Monde sino el texto clave para este escrito que es su intervencin en Venecia, Por
fin la crisis del marxismo! 2. Luego la tragedia sobrevino al maestro que nos haba
enseado a pensar 3.
Cuando en ese primer seminario de la ADEM intervinimos acerca de lo que
no poda durar en la teora marxista, en la provisional enumeracin se inclua un
apartado que sealaba las insuficiencias o los lmites de algunas propuestas de
Althusser. En efecto, no podan durar ni las explicaciones del socialismo real, los
problemas organizativos y el Partido, la teorizacin sobre otras clases sociales (es-
pecialmente el campesinado), el desconocimiento de la importancia de la teora
de la produccin ideolgica as como del psicoanlisis lacaniano, e igualmente
considerbamos inaplazable despejar el estatuto del materialismo dialctico y la
concepcin de la filosofa marxista.
Ahora bien, todos esos problemas no slo tenan un aire de familia sino que
se encontraban en la cercana, en la rbita de un agujero negro que terminaba sien-
do su sumidero: el estalinismo. En palabras de Althusser en su intervencin en
Venecia: la casi imposibilidad de dar una explicacin marxista de verdad satis-
factoria de una historia que, sin embargo, se ha hecho en nombre del marxismo 4.
Dominique Lecourt lo dijo de otra manera igualmente ntida: Tout se passe
comme si les marxistes qui assurent disposer de la premiere thorie scientifique
de lhistoire ne pouvaient paradoxalement pas lappliquer a leur propre pass 5.
Es en este exacto lugar donde interrogbamos el conjunto de la obra de Althusser
(la anterior a 1981) para encontrar alguna clave.
Barcelona, 1980, pp. 219-232. De todas maneras es reseable lo tarde que muchos intelectuales mar-
xistas acogieron las denuncias que desde los aos treinta llegaban de la Unin Sovitica.
3 Para una valoracin actual de la obra de Althusser es imprescindible consultar la reciente
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 49
Y lo que vimos por sorpresa fue, tras una inconsecuencia conocida desde
mucho tiempo atrs por nosotros (su concepto de ideologa 6), un obstculo
epistemolgico que por supuesto le afectaba no slo a l sino a toda la gran tradi-
cin marxistas anterior. La diferencia radicaba en que Althusser era el que ms
cerca estuvo de levantarle la falda a la imagen para ver que haba detrs. Porque
apartando toda una serie de planteamientos que fueron los que motivaron el alu-
vin de crticas que suscitaron sus escritos (ruptura epistemolgica, Marx joven o
maduro, materialismo histrico y dialctico, proceso sin sujeto ni fines, etc.) se-
cundarias en realidad, haba que dirigirse al centro de sus preocupaciones que no
era otro que poltico y que estba resumido en esa cita veneciana 7.
A Sylvain Lazarus no se le escap este dato esencial: La question de la
pensabilit de la politique est celle de la pensabilit du marxisme aprs Stalin,
aprs le stalinisme et le 20 congrs. Ce quil y a penser l est initialement obscur
et dune grande difficult. Toute louvre dAlthusser va y tre consacre 8.
6 Que desestabilizaba a su vez sus reelaboraciones sobre la filosofa. Para unas sucintas indi-
caciones sobre este nudo cfr. mi prlogo a la edicin inglesa a J.C. Rodrguez, Theory and history of
a ideological production, University of Delaware, 2002, pp. 5-12. En Elementos de autocrtica,
Althusser rectific slo en parte su anterior concepcin: Pero yo vea la ideologa como el elemento
universal de la existencia historica: y no iba mas lejos. Dejaba de lado la diferencia de las regiones de
la ideologa , y las tendencias de clase antagnicas que la atraviesan , las divide , las reagrupa y las
enfrentan. La ausencia de la <contradiccin> surta efecto: no se mencionaba las luchas de la clases
en la ideologa. Por la brecha abierta de esta <teora> podan emplearse el teoricismo: ciencia/ideolo-
ga . Y asi sucedi. En Ed. Laia/paperback, Barcelona, 197... pp. 55-56
7 No vamos a desviarnos ahora en una digresin sobre la valoracin de la obra de Althusser.
Nos conformaremos con unas pocas frases de Perry Anderson: El problema reside en otra parte. Es
cierto, tal y como Thompson afirma, que el fruto global del althusserismo ha sido una plaga para la
mente, como ideologa totalmente reaccionaria cuyas categoras cosificadas nunca ser posible aplicar
o probar en la escritura de la historia? La respuesta es que, muy al contrario, el althusserismo se ha
mostrado notablemente productivo, generando una serie impresionante amplia de trabajos que se ocu-
pan del mundo real pasado y presente. (La cursiva es del propio Anderson). Y a continuacin enu-
mera algunos de esos trabajos que abrazan investigaciones sobre historia medieval, economa, fascis-
mo, colonialismo, aparato escolar, etc. Y lo que intentbamos hacer en Espaa aadiramos nosotros
sin ningn rubor. En Teora, poltica e historia. Un debate con E.P.Thompson, Siglo XXI, Madrid,
1985, pp. 139-140.
8 Sou la direction de Sylvain Lazarus. Politique et philosophie dans loeuvre de Louis Althusser,
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50 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Sera necesario quizs una cierta demora en esta estacin pero nos la vamos a
ahorrar porque queremos alcanzar rpidamente las consecuencias de la imposibili-
dad de eliminar la oscuridad y la dificultad de la pensabilidad de la politica despus
de Stalin (y del estalinismo mismo): la crisis del marxismo que en los trminos de
Althusser significa un fenmeno que concierne, en la escala histrica y mundial, a
las dificultades, contradicciones, impasses en los que hoy se encuentran compro-
metidas las organizaciones de lucha de clase revolucionarias que se inspiran en la
tradicin marxista. No slo est afectada la unidad del movimiento comunista in-
ternacional, sus antiguas formas de organizacin destruidas, sino que se cuestiona
su historia, y con ella, las estrategias y las prcticas tradicionales 9.
Sin salir del grupo de tericos franceses que estuvieron en relacin de una u
otra forma con Althusser 10 podemos constatar cual fue el final. Tomemos dos ca-
sos egregios. Pierre Macherey reconocer que: Cest pourquoi, dans les textes
que jai crits postrieurement ces contributions au Dictionnaire critique du
marxisme, jai renonc presque compltement mappuyer sur la rfrence
marxiste, non parce que jen aurais reni les lans initiaux , mais parce quil ma
sembl que le marxiste navait davenir quhors de lui-mme , en se librant de
sa terminologie fige et de ses problms qui avaient fini par tourner en cercle ferm,
au contraire exactement de ce qui, au dpart , avait constitu sa raison detre.
Continuer etre marxiste aujourdhui, ce serait comprendre quil nest plus
possible de letre de la meme manire et chercher en renouveler de fond en
comble la perspective , en pratiquant son gard une sorte dinfidle fidlit 11.
Alain Badiou en un texto publicado en 1985 aseveraba que la crisis del mar-
xismo era ya completa fundamentalmente porque se le haba acabado el crdito
histrico. Movimiento obrero, luchas de liberacin nacional, Estados socialis-
tas, ubicaban al maxismo en el orden de la Historia real, y lo diferenciaban de las
simples corrientes de opinin, as fueran revolucionarias. Ellos transmitan la con-
viccin de que la historia trabajaba en el sentido de la credibilidad del marxismo.
La insurreccin, el Estado, la guerra, la nacin, la accin sindical de masas: to-
dos estos trminos, en los que se resume en apariencia la capacidad poltica
obrera, encontraban su articulacin en el marxismo, y su agente subjetivo supre-
mo en el partido marxista. Se puede denominar crisis del marxismo al derrum-
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 51
12 Se puede pensar la poltica?, Ediciones Nueva Visin, B.A. 1990, p. 20. (La edicin fran-
cesa de Editions du Seuil es de 1985).
13 La apuesta perdida (Ensayo sobre la crisis del marxismo real), Revista Internacional de
socialismo real , desgraciadamente tras el golpe de agosto de 1991 los planteamientos de ste ltimo
se desplomaron como un castillo de naipes.
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52 ESCRITOS FILIBUSTEROS
cas obras que estaban a nuestro alcance de los mismos actores de la revolucin
de octubre, la NEP y la industrializacin acelerada, abrindole paso a una hipte-
sis que haca aos reprimamos y rechazbamos. Y que ahora poda cobrar su ame-
nazante fisonoma.
Como motor de nuestro impulso terico tenamos siempre presente esa ano-
tacin de Lecourt que hemos transcrito al comienzo y que tambin estaba en el
Balibar de los Cinco ensayos de materialismo histrico.
Por supuesto una de las cuestiones que para m qued completamente clara
es que el marxismo es slo materialismo histrico, y lo que se llam segn ex-
presin de Dietzgen materialismo dialctico (Marx y Engels slo hablaron de
dialctica materialista, que no es lo mismo) est incluido dentro del materialismo
histrico despojado de toda vana presuncin de ocupar por un lado, la silla
gestatoria de la presentacin cientfica del sistema orgnico unitario de las cien-
cias y sus relaciones y, por otro, esa metafsica del Estado proletario en la que lo
convirti Stalin 16. Segn Lazarus: Cest la leon quAlthusser retient contre
Staline: il faut pouvoir penser les formes du subjetif, les opinions, en un mot
lideologie, en dautres termes qu esprit de parti et ennemi de classe. Il ny a
plus de hyne dactylographe 17.
En este aspecto Poulantzas (como en tantos otros) llevaba razn al negar la
distincin entre materialismo histrico y materialismo dialctico (frente al empe-
o de Althusser y Badiou), admitiendo el otro planteamiento althusseriano, reco-
gido de Marx y de Lenin, de una transformacin prctica de la filosofa, sin ha-
cerse muchas ilusiones tampoco, ya que, aunque esa nueva prctica de la filoso-
fa se puede rastrear de manera alusiva en los grandes nombres del marxismo,
difcilmente se la poda exponer de un modo sistemtico 18.
16 Ms an, aunque apoyado en una investigacin histrica de carcter cientfico (el materia-
lismo histrico), el marxismo es desde mi perspectiva, una teora poltica para transformar el capita-
lismo, para acabar con todo tipo de explotacin. Una teora poltica que presupone una definicin de
la poltica como aquel arte cuyo objetivo es desviar a las clases dominadas de sus verdaderos intere-
ses. Entonces, el marxismo puede ser el arte del manejo del nudo de contradicciones de una forma-
cin social (ver el Lenin de las Cartas desde lejos y de las Tesis de Abril, el Trotsky del arte de la
insurreccin en la revolucin rusa), o un arte defensivo en tiempos de reflujo para evitar la derrota
total de los explotados, y, sobreviviendo poder vencer (ver el Mao de la Larga marcha ), etc. Una
problemtica gramsciana si se quiere catalogar de alguna manera.
17 op. cit. p. 16.
18 Esa tentativa de una nueva prctica de la filosofa estaba entreverada en la propia escritura
de Althusser. Lecourt lo percibi as: Parce quAlthusser, communiste, mme dans ses textes difficiles,
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 53
avait une <manire de philosopher> trs particulire, dont on avait, en tout cas, perdu lhabitude depuis
longtemps: elle touchait directement le lecteur, elle lui <parlait>. Elle touchait le lecteur, touchait,
travers ses thses abstraites, des problmes thoriques, idologiques et en dfinitive politiques dautant
plus brlants quils taient trop souvent recouverts dun silence officiel, op. cit. p. 122. Y existe una
apreciacin muy interesante de Constanzo Preve que no podemos comentar ahora y a la que creemos
no se le ha prestado la suficiente atencin: Or je soutiendrai que Louis Althusser a reprsent unes
des plus remarquables tentatives qui aient t effectues dans la seconde moiti du xx sicle pour
modifier philosophiquement ce niveau dcisif quest le sens comn du militant communiste historique.
Mais cette tentative (cest du moins ma conviction) a totalement chou: non parce quAlthusser naurait
pas su sexprimer avec une clart, une force de persuasin et une profundeur suffisantes, mais parce
que celui qui il destinait son message tait en ralit absolument intransformable et que quand
linterlocuteur est intransformable le message devient intgralement irrecevable. Permettez-moi
dinsister lourdement sur ce couple de catgories(intransformable/irrecevable), car cest lui, je dirais
mme lui seul, qui mon avis rend compte de la tragdie historique dAlthusser, Louis Althusser: la
lutte contre le sens commun dans le mouvement communiste historique au XX sicle, en Sylvain
Lazarus, op. cit., p.128
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54 ESCRITOS FILIBUSTEROS
ca representa, en general, a una clase, no puede sino representar a una clase cuya
misin histrica consiste en trastocar el modo de produccin capitalista y final-
mente abolir las clases: el proletariado 19.
Es posible parafrasear al propio Althusser: lo que el marxismo no pudo ver ,
no es lo que no vea, es lo que vea; no es lo que le faltaba, es, por el contrario, lo
que no le faltaba; no es aquello en que falla, es, por el contrario, aquello en que
no falla. El desacierto es, pues, no ver lo que se ve; el desacierto ya no recae
sobre el objeto, sino sobre la vista misma. Es un desacierto relativo al ver: el no
ver es, pues, interior al ver, es una forma del ver, por lo tanto, en relacin necesa-
ria con el ver.
La misma relacin que define lo visible define tambin lo invisible, como su
reverso de sombra. El campo de la problemtica es el que define y estructura lo
invisible como lo excluido definido, excluido del campo de la visibilidad y defi-
nido como excluido, por la existencia y la estructura propia del campo de la pro-
blemtica; como aquello que prohibe y rechaza la reflexin del campo sobre su
objeto, o sea, la puesta en relacin necesaria e inmanente de la problemtica con
alguno de sus objetos. As ocurre con el oxgeno en la teora de la qumica
flogstica, o con la plusvala y la definicin del valor del trabajo en la economa
clsica. Estos nuevos objetos y problemas son necesarimente invisibles en el campo
de la teora existente, porque no son objetos de esa teora, porque son sus objetos
prohibidos.
La diferencia radica en este punto precisamente, porque es evidente que el
objeto proletariado s es un objeto de la teora marxista 20. Resumiendo dira-
mos que el proletariado era el nico concepto que no haba pasado por la criba
dialctica.
19 Marx, K. El Capital, volumen 1, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1975, p. 15-16. El texto pertenece
al eplogo o postfacio a la segunda edicin de 1873.
20 Esta es una de las cuestiones que indagu en Teora de las formaciones sociales
postcapitalistas (Una investigacin histrica: URSS 1924-1934), Tesis de doctorado, 1995, ahora pu-
blicada en CD por la Universidad de Granada, 2003. (No es una versin definitiva pues por diversos
motivos dej fuera del texto las partes dedicadas a la filosofa, al arte y a los orgenes leninistas de
la cuestin agraria). Y lo que resumimos en Carlos Enrquez del Arbol/Carlos Torregrosa, El proleta-
riado que existi, U. de Granada, 2002: nuestra teora marxista de la desmitologizacin del proleta-
riado que expusimos pblicamente por vez primera en 1991. Hicimos una autopsia del socialismo
real desde el marxismo. Llegamos con la nave de Argos al territorio de la Gorgona, buscamos a la
Medusa, pudimos mirarla a los ojos en el reflejo de nuestra historia (escudndonos de la sal y la pie-
dra) y la decapitamos. Y el caballo alado que brotar de su cuello?
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 55
El lugar ms conocido donde aparece ese concepto del proletariado como cla-
se universal, es obvio, en el Manifiesto Comunista, como oposicin a todos los an-
teriores movimientos histricos que se produjeron siempre en inters de minoras,
mientras que el proletariado no puede levantarse y permanercer erguido sobre sus
pies, si no es haciendo saltar toda la estructura sobreimpuesta a la sociedad oficial.
El gobierno del proletariado como consecuencia del desarrollo del modo de pro-
duccin capitalista borrar todava ms rpidamente las diferencias nacionales y los
antagonismos entre pueblos. Los trabajadores no tienen patria. Pero es interesante
recordar que la teorizacin del proletariado como clase universal atraviesa la obra
de Marx desde la Crtica a la filosofa del Derecho (Estado) de Hegel hasta La Gue-
rra civil en Francia o la Crtica del Programa de Gotha, con dos precisiones mni-
mas necesarias: por un lado, que Marx lo descubri como clase universal a partir
de las inconsecuencias de la filosofa hegeliana que se constatan desde los artculos
de la Gaceta Renana en 1842, en tanto en esa filosofa el Estado es independiente
de la vida econmica y social, y en tanto la clase universal de los funcionarios p-
blicos (burocracia) es en realidad la encarnacin institucional de la alienacin pol-
tica y expresin de la ilusin de que el Estado realiza la universalidad humana, y,
por otro lado, la ruptura que representa a partir de La ideologa alemana la com-
prensin de que son las contradicciones de la sociedad capitalista y el mecanismo
invisible de explotacin las que conducen tendencialmente al proletariado como ver-
dadera clase universal a abolir sus condiciones de existencia, la propiedad y a abo-
lirse a s mismo, despus de atravesar la pennsula categorial que lo conformaba no
slo como fenmeno histrico sino como paradigma de que sus sufrimientos y su
deshumanizacin representaban los de la condicin humana misma.
Deshipostasiada la clase universal hegeliana se transforma en el materialis-
mo de la lucha de clases en instrumento de explicacin histrica. En el proleta-
riado radica la realizacin contempornea y final de la universalidad, y es slo en
esta medida en que se le imputa significacin y misin histricas. Pero si el so-
cialismo utpico no puede construir el futuro por sus carencias en el entendimiento
adecuado del presente slo el estudio de las relaciones capitalistas existentes pue-
den facilitar las claves para descifrar las tendencias fundamentales que operan den-
tro de ellas, y la sociedad comunista ser tratada tal como ella emerge, tras pro-
longados dolores de parto, del capitalismo. Y la forma Estado en tanto esfera uni-
versal tambin deber ser suprimida, pues solamente la desaparicin de una for-
ma separada de universalidad har posible la realizacin de la universalidad.
Esta categorizacin del proletariado como clase universal pasar a convertirse
en inconsciente en la teora marxista y cuando se produzca el gran acontecimiento
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Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 57
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58 ESCRITOS FILIBUSTEROS
tante (que a su vez resume a R. Zapata) y sin querer entrar ahora a discutir esta cuestin decisiva.
Dice Lecourt: Staline narrivera jamais concevoir lunit des contraires, le primat de la contradiction
sur les contraires, et le primat des conditions matrielles de la contradiction sur la contradiction elle-
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 59
Tras esta experiencia real y trgica, una lectura de las tesis bakuninianas que
denuncian en Marx un doble proyecto de dictadura (cientfica, de los dirigentes
sobre los militantes y social, de los obreros contra las otras clases explotadas en
particular el campesinado) debera haber inquietado algo ms 28.
El ltimo gran intento de presentar un orden de exposicin coherente del ma-
terialismo dialctico, teniendo en cuenta los precedentes esfuerzos de Engels,
Stalin, Lenin, y bajo el prestigio de Mao, es el del Alain Badiou de comienzos de
los setenta y cuyo producto ms logrado tal vez fuese Thorie de la
contradiction 29. Pero la articulacin que efecta de la dialctica se expresa en
una serie de proposiciones absolutamente dudosas entonces, sobre la cuestin sin-
meme; cest--dire les lments constitutifs de cette catgorie et le premier mot du marxisme en
philosophie. Au lieu de cela, il affirme lidentit des contraires rduits netre, dans une perspective
no-hglinne affadie, que <laspect poditif et laspect ngatif des choses>, <lancien et le nouveau>
qui ncessairement apparait, en <germes>, lintrieur de lancien pour lemporter, pp. 146-147. En
todo caso tendra que remitir a mi seminario del 2002 (Lenin y la dialctica de la revolucin) en el
que trat el problema. Sin embargo,una cita del anexo en mi artculo Qu hacer? de Lenin o la pol-
tica de la diferencia Rev. Economa, poltica y filosofa en el Laberinto, nm. 9, mayo 2002, puede
servir para sealar el entronque con la indagacin histrica: Los resultados de mi investigacin deja-
ban difanamente en evidencia que la dialctica marxista no poda sino desmarcarse absolutamente
de la identidad de los contrarios. Los viejos debates de los aos sesenta, y, sirva como ejemplo el de
Godelier/Sve mostraban por una parte su importancia terica y por otra alguna pequea limitacin.
Deca as Godelier: Es fcil demostrar que si el principio de la identidad de los contrarios implica a
fortiori el de la unidad de los contrarios, la reciprocidad no es verdadera. Los contrarios pueden unir-
se sin ser necesariamente idnticos. Para Hegel el Amo es l mismo y su contrario, el Esclavo. Para
Marx el capitalista no puede existir sin el obrero, pero no es el obrero. Nosotros tras nuestra investi-
gacin sobre la infraestructura ideolgica del estalinismo aadiamos, como hemos visto por la cita
anterior este matiz: el obrero puede existir sin el capitalista. El proletariado puede existir sin la bur-
guesa, p. 72.
28 Desde luego sabemos que a Marx le preocup lo suficiente como para anotar la obra de
Bakunin Estatismo y Anarqua con unas notas marginales que han permanecido mucho tiempo indi-
tas y que hoy seguimos sin conocer.
29 Ed. Maspero, Pars, 1975. Hemos dicho un y no el porque el propio Badiou indica des-
pus de la Prsentation que: Le matrialisme dialectique nest pas un systme au sens de la philosophie
spculative, en particulier il ne comporte pas de commencement ni dordre invariable dexposition,
p. 11. Son curiosas varias cosas. Por ejemplo, el orden de aparicin con la inversin de Stalin (que se
expone antes que Lenin), la ausencia de un apartado para Marx (aunque luego se le citar pocas
veces separado de Engels y para rechazar que la negacin de la negacin sea una ley) o la aproba-
cin a la mejora que supone Stalin sobre Engels, etc.
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60 ESCRITOS FILIBUSTEROS
dical (rechazar el entrismo leninista en nombre del leninismo), sobre los jemeres
rojos, sobre el imperialismo sovitico y estadounidense, sobre Portugal, sobre
Althusser, etc., de difcil digestin hoy.
Finalmente en Balibar, el ms cercano colaborador de Althusser, encontra-
mos la misma constatacin de fracaso que en Labica, Macherey, Badiou, etc., aun-
que sea con otros matices (Force est pourtant reconnatre que le marxisme est
aujourdhui une philosophie improbable, [...] Cela veut dire que le marxisme
ne pourra plus fonctionner comme entreprise de lgitimation, [...] Mais la
dissolution du lien conflictuel entre le marxisme et les organisations
politiques..., etc. 30. Estamos de acuerdo con l en que Il ny a pas de doctrine,
il ny a que de fragments (et par ailleurs des analyses, des demonstrations), con
un pequeo aadido: una vez desmoronado el estalinismo. Con una deduccin
desagradable pero verdadera: haberse matado pensando la filosofa de Marx,
es un imaginario camino a ninguna parte de los muchos con los que est tejida la
historia de las luchas por transformar esta snuff movie 31 real (no imaginaria) mun-
dial que es el capitalismo. Lo que no quiere decir que ese camino terrible sea
intil para nosotros. Siempre que podamos articular las indicaciones mudas, in-
cluso las posadas que se levantaron para pernoctar, las cenizas de los fuegos que
se tuvieron que apagar precipitadamente. Porque, al final, vencieron los nuevos
filsofos?
Es hora de bosquejar algunas lineas maestras de nuestra teora de la
desmitologizacin del proletariado. En primer lugar, despejamos el problema de la
relacin entre capitalismo monopolista de Estado (CME) y capitalismo de estado
(CE) separndolos con una precisa diferenciacin: el capitalismo de estado segn
nuestra concepcin tiene una caracterstica sorprendente que despist a la mayora
de los investigadores, que no es capitalista. En segundo lugar, comunicamos el
estatalismo estaliniano con Hegel y con el proletariado, consiguiendo establecer el
binomio esencial: socialismo real = capitalismo de estado + Estado hegeliano. La
infraestructura sobre la que se puede comprender este binomio se muestra mirando
la fuerza histrica nica que puede aniquilar el inters particular y llevar hasta sus
ltimas consecuencias el inters general: el proletariado. Que sepamos nadie ha en-
sayado el anlisis del estalinismo sobre esta realidad. Era probablemente ms c-
modo, menos lacerante, cargar las responsabilidades a la burocracia, a una nueva
Libros de Laberinto
SOBRE LOUIS ALTHUSSER 61
clase explotadora, a una burguesa de Estado, etc. Fuera de las relaciones de pro-
duccin capitalistas el proletariado es clase universal y el voluntarismo estatal su
ms expresiva objetivacin. La burguesa no puede existir sin el proletariado pero
ste s puede hacerlo sin aquella. Pero si esta clase emancipada no crea en las nue-
vas condiciones postrevolucionarias, postcapitalistas, los presupuestos de su propia
desaparicin (y slo puede hacerlo, que sepamos, con la ideologa marxista), se for-
talece y reproduce en su propia objetividad: el Estado 32.
Si el proletariado en el poder sobre la base del capitalismo de estado (no se
debe olvidar que no es capitalista, elemento fundamental en nuestro planteamien-
to), debido a sus reales condiciones de existencia, slo poda engendrar una ideo-
loga estatalista de lo pblico, podemos preguntar exista alguna representacin
histrica absoluta de la ideologa de lo pblico?
S que exista. Ms an, los marxistas la haban tenido siempre delante de
las narices. Volvamos a leer bajo esta problemtica la Filosofa del Derecho
hegeliana y, de nuevo, la Crtica marxiana del 43. De pronto Hegel adquirir otra
inteligibilidad.
En tercer lugar, logramos elaborar un conjunto de seis proposiciones como
fcil diana para no ocultarnos y poder recibir los disparos de la crtica. Son stas:
dos postulados, un lema, un teorema y dos corolarios en relacin al proletariado
como objeto clave para comprender nuestra historia.
Primera proposicin: (postulado) el proletariado es la nica clase universal
de la historia.
Segunda proposicin: (postulado) la burguesa no puede existir sin el prole-
tariado, el proletariado s puede existir sin la burguesa.
Tercera proposicin: (lema) la sustancia objetiva del proletariado es el
Estado.
Cuarta proposicin: (teorema) si se somete el marxismo al proletariado
en el poder tenemos el estalinismo, si el proletariado se somete al marxismo
tenemos el leninismo y, por tanto, la posibilidad real del comunismo 33.
Y a-t-il donc, pour una dialectique marxiste, un chemin possible entre le mauvais cot de Hegel et le
mauvais cot de Benjamin?, en La philosophie de Marx, cit, p. 97.
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62 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Libros de Laberinto
III
SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO
RSI-RH
Libros de Laberinto
SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 67
ne objeto, esto es, si se dice que el amor es ciego entonces por qu es tan po-
pular la lencera?
o esos otros que equivaldran a
cualquier tiempo pasado fue anterior.
tener la conciencia limpia es sntoma de mala memoria.
si un sujeto con mltiples personalidades decide suicidarse puede decir-
se que ha tomado rehenes?
Explicar los vericuetos tericos en los que su lectura se ha entrometido feliz-
mente en mis investigaciones sera largo y sobre todo lamentablemente aburrido.
As que ser cicatero.
Dos apuntes.
Uno. No es poco el espacio de reflexin que ocup en mi tesis doctoral toda-
va indita al pensar el fenmeno estalinista. Directa o indirectamente, a travs
de un ensayo primero de Zizek de 1983 (que me descubrieron mis queridos Vctor
y Adela) publicado en Navarin. Pero no es fcil resumir la cuestin. Digamos que
en mi tesis, tambin contamos un chiste del que soy consciente, que a pesar de
algunas palmaditas en la espalda ni hizo gracia ni la hace an. Es un chiste sobre
la mitologizacin del proletariado.
Dos. Algo que encontr sin buscarlo. O mejor que antes haba buscado sin
encontrarlo y que ahora se sent en mi mesa sin mi permiso. Empez como una
explicacin sobre la ideologa animista de la transicin en el primero de mis se-
minarios de la ADEM en 1987 Lo que no puede durar en la teora marxista (por
cierto que el seminario del 88 lleva la marca de Lacan desde el propio ttulo: Cuatro
conceptos fundamentales del materialismo histrico) y algunos de los que
estn aqu presentes conocen algo del asunto porque relat algunos detalles en
mis intervenciones recientes en la Biblioteca bajo el ttulo de Hamlet idiota, prn-
cipe de Dinamarca.
Se trata de situar en uno de los esquemas de Lacan, en este caso el grafo o
abrebotellas como prefiero llamarlo, ms precisamente en la clula elemental del
deseo, el lugar donde se une el discurso marxista sobre el inconsciente ideolgico
con lo que Lacan defini como un saber que no se sabe: el inconsciente freudiano.
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68 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Como todos ustedes saben, a partir del prodigioso seminario 5 de Lacan (p.
72), abajo a la derecha tenemos la tendencia, la pulsin en tanto que representa
una necesidad individualizada, la intencin mtica presimblica, etc. En la izquier-
da, abajo tambin, el sujeto dividido. Arriba en las intersecciones S y S, o s(A) y
A como consecuencia del acolchado que realiza la intencin o necesidad subjeti-
va con la cadena significante, con la especificidad de que es una operacin de
cosido que se realiza hacia atrs, esto es, sale de la cadena en un punto s(A) que
precede al lugar primero de perforacin. Se trata del significado, mientras que A
(o el gran Otro) es el lugar del point de capiton, esto es, el punto en que un
significante (significante rgido recuerda Zizek) fija el significado de la cadena
deteniendo su deslizamiento. Como lo real no implica ninguna simbolizacin di-
rigida, ninguna unidad e identidad de una determinada experiencia ideolgica,
es un significante sin significado el que acolcha un determinado campo ideolgi-
co. Y, atencin, para el marxismo de la produccin ideolgica cuando se habla
del lenguaje, de la cadena significante siempre lo pensamos dentro de una estruc-
tura ideolgica. Dicho de otro modo: no existe lenguaje suelto, no existe len-
guaje sin ideologa. Siempre se est en un horizonte ideolgico o en otro, jams
en el vaco, jams en esa supersticin por ejemplo roussoniana del yo libre
lastimosamente oprimido por la Cultura o la sociedad, (o kantiana, o empiris-
ta, etc.). No hay enunciacin que no surja de un determinado inconsciente ideo-
lgico. Pues bien, si esto es as, ah es donde interviene la teora de la produccin
ideolgica, la teora de Juan Carlos Rodrguez para explicar como se constituye
ese significante especial, rgido. Es en el punto de acolchado donde se pueden
unir fecundamente la teora del insconsciente lacaniana con la del inconsciente
ideolgico.
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 69
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CLNICA Y POLTICA EN PSICOANLISIS (PRIMERA PARTE)
En esta poca en que todava una gran parte del campo antagonista organiza-
do sigue dominado por los jubilados y los hurfanos del estalinismo sucede tal
vez lo que deca Chesterton cuando afirmaba que si los hombres dejan de creer
en Dios no es que dejen de creer en nada, creen en todo. Incluso en el nacionalis-
mo, aadiramos.
El materialismo histrico cuenta como determinadas clases dominan y se re-
producen y reproducen su dominacin sobre otras clases en cada modo de pro-
duccin. El psicoanlisis habla de lo que constituye al sujeto por ser hablante y
no saberlo. La acentuacin lacaniana de la estructura (lingstica, aunque Lacan
deca que no haca lingstica sino lingistera) supona resistir a concepciones
oscurantistas del inconsciente freudiano 1.
La exposicin que empezamos ahora parte de la idea de que los elementos
tericos y las propuestas organizativas lacanianas tienen una enorme importan-
cia para la reflexin de un marxismo que debe liberarse de la inmensa herencia
1 Como la junguiana. Cfr. Jacques-Alain Miller, De la naturaleza de los semblantes, Ed. Paids,
2002, p. 11.
72 ESCRITOS FILIBUSTEROS
del estalinismo (entendido ste como un saber que se distribuye, difunde y ad-
ministra con el propsito de amordazar la verdad del marxismo. La gravedad
del problema radica en que verdad y saber no estn separados totalmente y lo
que al formarse se presenta como verdad se puede volver saber al inscribirse y
depositarse).
La lectura de la obra de Lacan cuando dibuja la perspectiva del movimiento
psicoanaltico sugiere ms de un paralelismo con el marxismo (que Althusser cons-
tat tambin): por ejemplo, que el rechazo del marxismo es ms intenso entre los
propios marxistas de la misma manera que lo es el psicoanlisis entre los analistas.
(Lacan humorsticamente invent el anagrama SAMCDA (sociedad de asistencia
mutua contra el discurso analtico) para referirse a la IPA 2. As podamos escribir
un vector con tres elementos que se repetan en un crculo infernal: partido-inte-
rior-agorafobia. Althusser como sabemos lo que senta era claustrofobia y de ah
sus cartas a Le Monde conocidas como Lo que no puede durar en el partido co-
munista 3.
Porque se da una constatacin que es del orden de la repeticin: la realidad
siempre termina planteando esta disyuntiva, o primaca de la lgica interna del dis-
curso construido o primaca de la institucin. Volveremos sobre ello ms adelante.
Hay un lugar crtico en la enseanza lacaniana para la reflexin materialista:
se trata de la propuesta del pase que hay que rastrear en una serie de textos que
van desde el Acto de Fundacin de la E.F.P. el 21 de junio de 1964 hasta la Nota
italiana del 7374 pasando por la Proposicin del 67 o los Principios concer-
nientes al acceso al ttulo de psicoanalista en la E.F.P. y por supuesto la historia
de sta 4 (y su disolucin!) donde se encuentran implicadas la clnica, la poltica
y la organizacin. El pase es una forma en que se trata de averiguar cul es la
relacin del analizante con el supery. En qu se convirti la renuncia a la pulsin.
Si un anlisis, una experiencia analtica produce una modificacin subjetiva, esta
modificacin tiene que ver con el supery en tanto que es lo que se nutre en el
2 Asociacin Internacional de Psicoanlisis. Empez siendo una comunidad del anillo de siete
miembros presidida por Freud. Para la organizacin y funcionamiento de la IPA y su relacin con el
psicoanlisis en Francia cfr. Roudinesco, E. La batalla de cien aos (Historia del Psicoanlisis en
Francia). Volumen 2, Ed. Fundamentos, 1993, pp. 174 y ss.
3 Es una de las razones que me impulsaron a titular el primer seminario de la ADEM del ao
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 73
sujeto con las renuncias a la pulsin. Lacan introduce dos modos al mismo tiem-
po con el pase. Hacer reconocimiento de la modificacin subjetiva inducida por
el anlisis y establecer un criterio de seleccin de nuevos analistas.
El pase es un dispositivo producido por Lacan para la E.F.P con objeto de
obtener un testimonio transmisible de un anlisis que ha permitido convertirse
al analizante en psicoanalista. Pero el esquema diseado por Lacan difiere de
un tribunal tal y como se puede entender normalmente (por ejemplo, un tribu-
nal de tesis doctoral) porque en el dispositivo del pase el candidato va a relatar
no directamente al jurado sino a dos pasadores que son tambin dos
analizantes que estan un poco detrs de l en su fin de anlisis el testimonio
de su anlisis. Lo que significa que el que va a pasar es reconocido por los futu-
ros y nos por los pasados. Los pasadores despus de haber escuchado el testi-
monio de pase transmiten a su vez el relato al Cartel de pase o jurado. Es decir,
en el pase, existe una interrogacin siempre necesaria: qu le hace pensar a al-
guien que se ha analizado, que ha acabado, qu transformaciones ha experimen-
tado el analizante para presentarse como analista. Miller habl en Granada di-
rectamente de ofrecer el cadver del inconsciente al examen cientfico. Por-
que esos cadveres son un bien comn para la Escuela, que es algo que no se
puede suprimir en el psicoanlisis de orientacin lacaniana, y que va ms all
de Freud. Porque Lacan no funda una Asociacin funda una Escuela 5 ya que el
inconsciente no es una cosa, el inconsciente necesita al psicoanalista y al ejer-
cicio del pase. Hay que saber qu es un psicoanalista y qu es el inconsciente.
Adems el dispositivo del pase tiene la estructura del chiste. El pasante cuenta
su historia a los pasadores y los pasadores repiten su historia al jurado. Se trata
de convertir la historia trgica del pasante en comedia. El pase es obtener con
los impasses de mi existencia una comedia.
4 La Escuela Freudiana de Pars dur desde 1964 hasta 1980 cuando fue disuelta por Lacan.
La disolucin tambin tiene un significado importante en relacin a la idea lacaniana de la Escuela
como una base de operaciones que resista al malestar en la cultura.
5 Una Escuela organizada en carteles o el cartel como rgano base de la Escuela, en la que el
trabajo es insistentemente subrayado desde el principio: Para la ejecucin del trabajo, adoptaremos
el principio de una elaboracin sostenida en pequeos grupos en Acto de Fundacin 21 de junio de
1964, p. 8, etc. Es decir, hemos empezado por el pase pero no se puede separar del trabajo en carteles
y del concepto de Escuela.
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74 ESCRITOS FILIBUSTEROS
6 Como lo expres en su momento Adolfo Jimnez, con la proposicin del pase, lo que pre-
tende Lacan no es autorizar a los analistas (entendidos como productos finales de sus propios anli-
sis, sino el de que se hystoricen para poder ser nombrados por la Escuela: hacerlos histricos al
modo de la histerizacin, hacindolos sujetos de su propio discurso puesto que, remedando el aforis-
mo lacaniano, un analista no se causa ms que de l mismo, Cuadernos Andaluces de Psicoanlisis,
nm. 6, junio 1991, p. 23.
7 Hilario Cid resumi esto perfectamente: una Escuela no es un Colegio de Psicoanalistas
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 75
8 Aprovecho para repetir mi definicin de poltica: el arte de desviar a las clases dominadas de
sus verdaderos intereses.
9 Dir que Negri cest le Dante de la globalisation. En Rev. Mental, nm.11 dcembre
2002, Jacques-Alain Miller, Linconscient est politique, p. 19.
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76 ESCRITOS FILIBUSTEROS
10 Cuando Hilario Cid (op. cit.) expona la posicin del analista a partir de la Nota italiana del
73 como la de aquel que dice s al saber, retorn a mis odos el otro s radical de Nietzsche a la vida.
(Aunque en esos setenta Lacan promoviera al palco terico al horror).
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 77
conocido el escrito Biologie lacanienne et vnement de corps, JacquesAlain Miller, Rev. La Cause
freudienne, nm. 44 Fvrier 2000, pp. 7-59, que recoge lecciones de mayo y junio del ao anterior.
14 Op. cit. p. 35.
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78 ESCRITOS FILIBUSTEROS
sujeto, ni el hombre, ni an por el hecho de encontrarse ah. Es ese espacio de la apertura al ser, esa
zona de iluminacin del ser. El ser-ah y el ser se dan al unsono, se pertenecen. La existencia sea-
la el poder que tiene el Dasein de estar siempre entregado al ser, expuesto a l, con la capacidad de
revelar al ser. No hay nada como la lectura de este otro filonazi llamado Jnger para empezar a
comprender. He aqu el ciclo de sentimientos que trastornan al combatiente en su carrera a travs
de los desiertos iluminados con las gigantescas batallas modernas: primero, lo primero el horror,
luego lo sobrecoge el miedo; pronto tiene el presentimiento de su destruccin; pero el deseo ar-
diente de revelarse supera todas las angustias y, en su impaciencia, la espera del combate cuerpo a
Libros de Laberinto
SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 79
cuerpo le parece demasiado larga. Cuando por fin el guerrero, frente a frente al enemigo, halla la
ocasin de descargar la ferocidad concentrada en l, cuando la sangre corre de su propia herida o la
del adversario, entonces la niebla se desgarra bruscamente. Como un sonmbulo arrancado a sue-
os horribles, ve a su alrededor. Y el sueo de animalidad monstruoso que el atavismo haba forja-
do en l por la evocacin de los tiempos de sus antepasados, en hordas siempre amenazadas,
abrindose paso a travs de las estepas salvajes, ese sueo toma cuerpo y reviste formas sensi-
bles. Esta bestialidad que se despierta y que exige una enorme prodigalidad de fuerzas y de volun-
tad, paraliza de horror y aterroriza el alma del combatiente. Solamente entonces, el guerrero descu-
bre que el campo de batalla, a donde su marcha fogosa lo ha llevado, es verdaderamente la tierra de
sus antecesores; distingue los peligros que lo rodean y palidece de emocin. Es ms all de estos
lmites que comienza el valor.
En otro lugar Jnger presenta la guerra moderna, esto es, la guerra como un mecanismo gigan-
tesco y mortfero, una ola de destruccin ciega y glacial donde el ejrcito es un instrumento donde
estn hombres, bestias y mquinas soldados a fuego. (La mquina representa la inteligencia de un
pueblo fundido en acero que multiplica hasta el infinito el poder del individuo y da a la batalla mo-
derna su carcter horripilante). Pues bien, en ese desencadenamiento de tempestad, de acero y de muerte,
se percibe la revelacin de una potencia prodigiosa que constituye el principio fundamental del mun-
do. Y aquellos que ven en la guerra slo un desafo lanzado a la civilizacin, aquellos que nicamente
han sentido y conservado la amargura de su propio sufrimiento, en lugar de reconocer en ella el signo
de una alta afirmacin, sos han vivido como esclavos. Heidegger luego nos embobar con los poetas,
con el lenguaje, con la poesa de Hlderlin, pero el ms alto fogonazo del ser aparece cuando la
voluptuosidad de la sangre flota por encima de la guerra como una vela roja sobre una galera sombria.
Y los dos con su uniforme de las SA o las SS. Lo que no tengo claro es cul de los dos les hubiera
cado mejor.
18 El Hueso, p. 69.
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80 ESCRITOS FILIBUSTEROS
sentado por un cuerpo vivo y eso nos obliga a percibir que ese cuerpo es
sexuado 19.
Y tendremos presentes textos como estos del Lacan del seminario 72-73: Para
situar, antes de dejarlos, mi significante, les propongo sopesar lo que, la ltima
vez, se inscribe al comienzo de mi primera frase, el gozar de un cuerpo, de un
cuerpo que simboliza al Otro, y que acaso consta de algo que permite establecer
otra forma de sustancia, la sustancia gozante.
No es esto lo que supone propiamente la experiencia psicoanaltica?: la sus-
tancia del cuerpo, a condicin de que se defina slo por lo que se goza. Propie-
dad del cuerpo viviente sin duda, pero no sabemos qu es estar vivo a no ser por
esto, que un cuerpo es algo que se goza 20.
En efecto, Freud dice que en el fin del camino hay una piedra, hay una roca
y para l la roca tiene que ver con la asuncin del sexo 21 y no de la muerte.
lidad. En un hospital materno infantil tres nios en sus canastitas, mientras sus madres conversan,
sostienen el siguiente dilogo:
y tu de qu sexo eres?
No lo se. Pero, espera. Voy a mirarme los patucos. Ah! Son rosas. Creo que soy una nia. Y
t, sabes cul es tu sexo?
No, pero voy a mirarme los patucos. Ah, son rosas. Luego debo ser una nia.
Ambos observan al tercer nio y uno de ellos le pregunta: y tu sabes cul es tu sexo?
El nio se mira y contesta: pues no lo s porque con la picha y los huevos tan gordos que
tengo no me veo los patucos!
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 81
22 Lo cual nos obliga a concluir que no hay forma tan elaborada del estilo que el inconsciente
no abunde en ella, sin exceptuar las eruditas, las conceptistas y las preciosas, a las que no desdea
ms de lo que lo hace el autor de estas lneas, el Gngora del psicoanlisis, segn dicen, para servir-
les, Lacan J. Escritos II, Ed. Siglo XXI, (2. edicin), Mxico, 1976, p. 190.
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82 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Cuando estudiamos esta produccin ideolgica nos saldr una configuracin muy
distinta de esas espesas nociones. Dicho de otra manera, la lgica interna de esos
textos jams se piensa a s misma a partir de esas nociones de forma/contenido,
sensible/racional, etc. sino a partir de otras determinaciones que son dentro de la
teora de la produccin ideolgica lo que se llama dialctica organicista, una dia-
lctica que se elabora, que se produce a partir de nociones como siervo, sangre,
honor, semejanza 23, analoga, etc. Y pese a que el organicismo feudalizante pre-
fiere la prosa al verso (porque la dicotoma prosa/verso no significa lo mismo
en las condiciones de la transicin del feudalismo al capitalismo del XVII que en
la posterior construccin ilustrada y romntica; y lo mismo ocurre con el teatro,
con la metfora, etc., etc.) para articular sus discursos, no cesar de reelaborar
la forma potica pese a que est producida por una lgica distinta que es la l-
gica animista burguesa.
Miller alude en el Hueso a una prctica barroca fundamental como son las
oraciones fnebres cuando cita a Bossuet. El siglo XVII es, como se sabe, en
gran medida el arte de Trento 24. Recuperacin por recubrimiento del espacio
de lo pblico abierto por los diversos discursos animistas: de Petrarca a
Garcilaso, de Maquiavelo a Bruno, de Alberti a Leonardo, etc. El arte de la re-
accin contrarreformista quisiera cauterizar la herida abierta por el luteranismo
y sus implicaciones doctrinales e ideolgicas, teniendo en cuenta que el meca-
23 Para un lector francs que desconozca Teora e historia de la produccin ideolgica puede
serle de ayuda recordar determinadas pginas de Las palabras y las cosas de Foucault aunque exista
un diferente planteamiento en este basado en la epocalidades heideggerianas. Conveniencia, emula-
cin, analoga y simpata nos dicen como ha de replegarse el mundo sobre s mismo, duplicarse, re-
flejarse y encadenarse para que las cosas puedan asemejarse. Pero no nos dice ni como se lo lee ni
por qu marca se le reconoce. Es necesario que las similitudes ocultas se sealen en las superficies de
las cosas, es necesaria una marca visible de las analogas invisibles. No hay semejanza sin signatura.
El mundo de lo similar slo puede ser un mundo marcado. Por eso el rostro del mundo esta cubierto
de blasones, de caracteres, de cifras, de palabras oscuras, de jeroglficos.
24 Cfr. entre un ingente nmero de obras las de L. Benvolo, M.Tafuri y sir Anthony Blunt. En
Espaa citaremos slo a J.A.Maravall, E. Orozco y Julin Gllego]. Por supuesto habra mucho que
decir sobre la terminologa que se acepta sin ms: renacimiento, barroco, siglo de oro, etc. (tr-
minos todos, inventados por una tradicin crtica dependiente de las formulaciones kantianas, pense-
mos solo en el caso de Wlflin), o sobre Trento no como causa sino como materializacin de las con-
tradictorias condiciones de la respuesta nobiliaria feudalizante, etc.
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 83
25 Seor don Manuel, hoy cuento yo cincuenta y dos aos, y en ellos cuento otros tantos en-
tierros mos. Mi infancia muri irrevocablemente; muri mi niez, muri mi juventud, muri mi mo-
cedad; ya tambin falleci mi edad varonil. Pues cmo llamo vida una vejez que es sepulcro, donde
yo propio soy entierro de cinco difuntos que he vivido? Por qu, pues, desear vivir sepoltura de mi
propia muerte, y no desear acabar de ser entierro de mi misma vida? Hanme desamparado las fuer-
zas, confisanlo, vacilando, los pies, tembrlando las manos; huyse el color de mi cabello y vistiose
de ceniza la barba; los ojos, inhbiles para recibir la luz, miran noche; saqueada de los aos la boca,
ni puede disponer el alimento ni gobernar la voz; las venas para calentarse necesitan de la fiebre; las
rugas han desamoldado las facciones; y el pellejo se ve disforme con el dibujo de la calavera, que por
l se trasluce. Ninguna cosa me da ms horror que el espejo en que me miro.
En Francisco de Quevedo, Poesa original completa, (Edicin, introduccin y notas de Jos Ma-
nuel Blecua), Planeta, Barcelona, 1981, Nota a pie de pgina, en pp. 3-4.
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84 ESCRITOS FILIBUSTEROS
26 Para el examen de las lgicas animista/organicista hay que consultar obligatoriamente Ro-
drguez, J.C. Teora e historia de la produccin ideolgica, Ed. Akal, Madrid, 1975.
27 Cito por la edicin crtica de Blecua, Jos Manuel.. Francisco de Quevedo. Obra potica,
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 85
28 Teniendo en cuenta la necesaria consulta de Amado Alonso, Lzaro Carreter, Mara Rosa
Lida, Juan Ferrat y Borges que el propio Blecua indica. Y especficamente por nuestra parte de Jose
Andrs de Molina.
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86 ESCRITOS FILIBUSTEROS
29 Blecua, Jos Manuel. Op. cit. pp. 175 y ss, con variantes.
30 Escribir en el feudalismo (o escribir segn su prolongacin, es decir, segn la lgica
organicista en las formaciones de transicin) no es igual que escribir hoy en el capitalismo. Escri-
bir en el feudalismo es poseer la letra, del mismo modo que ser seor es poseer el siervo. La pose-
sin aqu es un concepto absolutamente diferente de la categora capitalista jurdica de propiedad,
porque el capitalista no es poseedor del trabajo, sino propietario de la fuerza de trabajo. El escritor
actual no es el poseedor de la escritura, (ms bien est posedo por ella), sino que es propietario de
sus medios de produccin ideolgicos-lingsticos. Hay un abismo entre la posesin feudal y la
propiedad capitalista. No existe en el feudalismo contradiccin ninguna entre la Palabra y el Libro
desde el momento en el que la palabra de Dios se inscribi en el Libro y el espritu de Dios se
encarn como cuerpo. Por eso slo el libro legitimaba la transmisin oral, su verdad. E igualmente
quien poseyera esa verdad esa letra, el letrado , el jurista, el filsofo, el cronista, el monje, el sabio,
poseeran con ello la verdad, ese secreto de los secretos. El libro y su interpretacin. Porque el
libro se presenta inevitablemente como una selva, como un laberinto, como un ocano misterioso.
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 87
Un texto que tiene infinidad de sentidos aparentes, pero que tiene un significado verdadero. El li-
bro tiene una estructura parecida a un laberinto hermtico y este significado es lo que hay que des-
cifrar. De ah las diferentes lecturas del libro (hasta cuatro), de ah la enseanza medieval de la
lectio, de la summa. Los hombres de este modo de produccin histrico estaban fascinados por el
carcter laberntico del libro, estaban sumidos en el vrtigo de significados ante la infinidad de co-
sas que el libro sagrado puede decir. Los lapidarios, los bestiarios, las summas, etc. Por eso se ha-
bla de la escritura como de un ro que fluye para calmar la sed del espritu y que se reproduce
eternamente generando vrtices de sentidos espirituales.
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88 ESCRITOS FILIBUSTEROS
animista. Y aqu topamos de lleno con lo que decamos un poco antes sobre el
significado de la escritura segn la ideologa que la determine. Mientras los es-
critores del organicismo se representan su mrito (por la presencia de unas re-
laciones sociales burguesas reales pero que hay que ocluir) en tanto que glosadores,
siervos de la escritura, Gngora como representante o heredero de ese animismo
fuerte en el XVI y ahora raqutico y cercado, concibe su prctica escritural a par-
tir de la idea de un sujeto originario y autnomo que piensa la validez de su alma
y de sus obras propias. Por eso despus de su retirada de la Corte en 1609 prepa-
rar su nuevo intento pertrechado por el valor y el mrito de sus nuevas composi-
ciones: el Polifemo y las Soledades.
El destino final de ambos en el mbito de lo pblico-poltico ser asimtrico.
Quevedo, habituado a la Corte y la alta poltica (basta pensar en su gran aventura
junto a Osuna) ser primero desterrado a sus tierras! (novedad dentro del espa-
cio organicista que refleja la objetividad del nivel poltico estatal) y retirado a la
fuerza en diciembre de 1639 quedando a buen recaudo en el convento de San Mar-
cos en Len, mientras Gngora esperar hasta el final, sin xito, un cambio favo-
rable para sus ambiciones cortesanas.
Resumamos: en la ideologa animista, el amor como expresin de un alma
bella con toda su furia y energa tiene todas las posibilidades de realizacin salvo
si existen limitaciones en la otra alma; en el organicismo por el contrario, la
vida terrenal imposibilita que la ansiedad deseante pueda satisfacerse plenamente
porque poseer el cuerpo es poseer su corrupcin. Ahora bien, en Quevedo cuando
trata con una temtica como la amorosa producida por el animismo (no as en
sus teorizaciones polticas por ejemplo) encontramos una elaboracin tremen-
damente contradictoria. Y eso es lo que ocurre en muchos de sus sonetos y ejem-
plarmente en este. Esa contradictoriedad J.C. Rodrguez la explica por lo que el
llama el desequilibrio interno que Quevedo inyecta en la estricta lgica
organicista. Si nos fijamos en el primer terceto observamos la ordenacin jerr-
quica de las materias (alma-venas-mdulas) sobre los que la presencia de los
enunciados animistas (ahora en concreto el fuego) provocan un efecto de
espiritualizacin tan particular que aslan a Quevedo de otras enunciaciones
organicistas del XVII pongamos por caso Caldern. De tal manera que se pro-
voca un encuentro entre la lgica animista espiritual y la organicista apariencial.
Si aceptamos la lectura en singular de Blecua (su cuerpo dejar, no su cuida-
do) se refiere al primer verso del terceto primero y no a todo el terceto si
eligisemos el plural dejarn. Que el alma pueda dejar el cuerpo es ms co-
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 89
herente con la lgica organicista que asumir que tanto las venas como las medlas
puedan abandonar su cuerpo. Si Quevedo se hubiese quedado en el tratamiento
de la mezcla del alma con el cuerpo, de la vida con la muerte, no saldra de los
lmites estrictos de la lgica organicista; pero no, como consecuencia de la fuerza
si se puede decir as de la espiritualizacin que las apariencias han sufrido
en su fusin con el alma, a estas le queda permitido tambin dar el salto ms
all. En efecto, vendr la muerte a llevarse (o liberar mejor) el alma a la otra
ribera pero no impedir que permanezca su ardimiento terreno. El alma que ha
alcanzado la otra orilla deja el cuerpo pero no el cuidado (el recuerdo de su
abrasamiento terreno). Y lo ms llamativo e impresionante las apariencias con-
vertidas en ceniza tendrn sentido y sern polvo, ms polvo enamorado.
Y, mientras, cerca de la ribera, encallado, un tronco con una leyenda de Bichat:
la vida es el conjunto de fuerzas que luchan contra la muerte.
Volvamos al anlisis. Habamos dicho que el resultado del pase era algo
as como la transformacin en sujetos sin supery. Una aduana en la que se ha-
cen revisar los que no tienen nada que declarar. Utilizando la construccin del
lgebra lacaniana del matema (forjado a partir del mitema levistraussiano, del
mathema giego, del problema de lo inefable, etc.) en sus cuadrpodos existe un
producto. En el caso del discurso del analista lo que se produce es el significante
amo. Resumamos la estructura del matema preparada por Lacan, que como en-
sea Miller, es una nocin ligada a la idea de una transmisin integral sin las
prdidas del malentendido de la comunicacin y que encarna el pasaje al lmite
del concepto, concepto realizado que atraviesa lo real a costa de la semntica:
el matema es el -273 Kelvin del querer decir. No se interpreta el matema, slo
se ve como est articulado.
Cuatro lugares:
ignorancia trabajo
pereza producto
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90 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Cuatro trminos: S1 (el significante amo), S2 (el saber), S/ (el sujeto dividi-
do), a (el plus de goce).
Bien, el giro de los cuatro trminos sobre los cuatro lugares produce cuatro
discursos de los que ahora nos van a interesar dos: el discurso del amo y el dis-
curso del analista en tanto este ltimo es la situacin en la que se ha logrado salir
del discurso del inconsciente para poder desprender el significante amo. Por con-
siguiente:
Este es el matema del discurso del amo porque el significante unario que re-
presenta al sujeto se encuentra en posicin de agente o lugar de la ignorancia. Un
sujeto con el fardo de todas la prohibiciones culturales que queramos que incluye
una barrera al goce determinando su posicin respecto al saber y a la verdad. El
sujeto del inconsciente se encuentra dividido por la causa de su goce que se articula
en trminos de fantasma (S/ a). Es necesario abrir un parntesis sobre la primaca
del significante para no hacer innecesariamente difcil la articulacin lacaniana. El
significante es un elemento lgico de la lengua. Un elemento definible en la medi-
da en que se diferencia de otro: un fonema, una palabra, una frase, un mensaje co-
dificado pueden funcionar como significante. No se define en trminos de implica-
cin directa con un significado. Lo propio del significante es, al contrario, que no
se significa a s mismo. Imaginemos Atapuerca. Aparece una piedra un tanto espe-
cial por su tallado, en jerga lacaniana se llama significante 1, el rasgo unario. No
significa nada para nadie. Pero llega a manos de Juan Luis Arsuaga y su equipo y
suponen que la hizo alguien. Introduce la suposicin, es decir, introduce otro
significante (S2) o significante binario. (Tenemos pues ahora S1> S2. Esta es-
tructura S1> S2 es la escritura mnima de la estructura del lenguaje). Arsuaga
que la va a llamar Excalibur (como primer objeto simblicoritual hallado hasta
hoy) introduce una suposicin del sujeto en la medida en que quiere decir algo para
alguien. El S1 no deca nada a nadie, era necesario otro significante para articular
la inscripcin de la talla en trminos de saber. El sujeto no es el individuo que la
hizo ni tampoco el que la encontr. El sujeto se articula en la medida en que la
suposicin introduce un efecto de significacin a partir de la lectura. El sujeto es
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 91
una hiptesis, una suposicin del saber. (El Otro como el lugar del lenguaje es ex-
terior al Sujeto). Ahora hay tres trminos S1/S> S2. Y tenemos ya uno de los
famosos enunciados de Lacan: el sujeto como efecto de representacin es represen-
tado por un significante para otro significante. O dicho de otra manera: un significante
es lo que representa un sujeto para otro significante. Nos queda slo el objeto a
pequea para completar el pequeo cuadrpodo que estar en el discurso del amo
en el lugar del producto. Fijmonos que el S1 no es un cuerpo, no es el Sr. Presi-
dente, etc. es un discurso. El rey no es el S1, es en realidad efecto del discurso. Los
curas no son los amos del discurso: el S1 es Dios o el pecado. El S2 es esclavo en
el sentido de que est atado a una satisfaccin. Se es esclavo porque hay un amo
que te proporciona una satisfaccin.
Podemos ahora ver mejor lo que ocurre en el discurso del amo. Lo que ocu-
rre en nuestra vida diaria. El inconsciente como saber trabaja para asegurarle goce
al sujeto. El inconsciente en este discurso est en S2 y lo que hace son formacio-
nes (sueo, lapsus, chiste, actos fallidos, sntomas). Es decir, nuestra vida es una
formacin del inconsciente!
Est claro pues que en este discurso el inconsciente es el esclavo y trabaja
como saber obedeciendo al principio del placer; y el inconsciente es un esclavo
que no descansa nunca (como dice Miller no para nunca de trabajar, ni de da ni
de noche y nunca hace huelga ni pide aumento de sueldo) y por tanto en S2 tene-
mos el goce equivalente al trabajo del inconsciente. Debajo tenemos el objeto pe-
queo a que es un excedente de ese goce, una plusvala que no se deja reabsorber
en S2. Ese a pequea es el producto, eso con lo que no se sabe qu hacer porque
el objeto a es el lugar de lo que no se puede escribir o decir y por eso mismo no
cesa de intentar escribirse ya que la diferencia sexual es de la sexualidad lo
inescribible. El inconsciente insiste en que no hay relacin sexual pero lo hace
sin saberlo. Esto que falta al saber es lo que Lacan produjo como objeto a, aque-
llo que del goce resiste al saber, provocando una divisin subjetiva.
Por tanto nuestra vida se puede escribir as: S1+S2+a, paralelamente a como
la descomposicin del capital por parte de Marx comprende capital constante, ca-
pital variable y plusvalor (c+v+p). Miller lo resume diciendo que hay cierto n-
mero de cosas ms tontas unas que otras (el S1) que desencadenan el in-
consciente que no descansa nunca, transcurriendo su cometido entre formaciones
del inconsciente (S2) y productos del inconsciente (a). Pero qu hace el cuarto
trmino del esquema, el sujeto del inconsciente? Pues, est ah en el lugar de la
pereza, haraganeando en tanto ha delegado el poder en el S1. As S1 es el capataz
de esta cadena de produccin y se podra decir que el sujeto dividido est confor-
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31 Esta cita se encuentra en unas pginas divertidas y llenas de irona de Miller, J-A. El ban-
quete de los analistas, Paids, 2000, p. 95, que debera llamarse mejor Al banquete de los analistas.
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CLNICA Y POLTICA EN PSICOANLISIS (II, INTERLUDIO).
EL MOVIMIENTO DE LOS PSI
tratamientos en psiquiatra y en salud mental. al doctor Clry-Melin y sus colaboradores con anterio-
ridad a la enmienda Accoyer.
3 El azar quiso que cuando Liberation destap la olla se estaban celebrando las Jornadas de
estudio anuales en el Palais des Congrs de la Escuela de la Causa Freudiana sobre la clnica de la
sesin corta. Mil quinientos congresistas de pases de todo el mundo estallaron en aplausos cuando
se ley el No al Sr. Accoyer. El movimiento de los psi acababa de nacer a partir de la vanguar-
94 ESCRITOS FILIBUSTEROS
II
dia lacaniana. Gracias a la psicoanalista Adela Bandevera pude conocer al da siguiente la interven-
cin de Miller (del 26 de octubre) de la que extraigo este prrafo: Lintervention de lEtat pour
installer des valuations des plus, semblants de patients destines raccourcir des cures de
psychothrapies pour des raisons financires sous couvert de scurit du public et chasser les
charlatans. Ils veulent conomiser. La psychothrapie comme de psy-business. LECF ne se
retranchera pas sous les mrites comme la fait la SPP. Elle propose de se trouver avec les
psychothrapeutes pour sopposer aux mauvais coups. Le 14 octobre 03 lAssemble et le 30
septembre le plan a t dpos. Eclairer de lutilit des psychanalystes. Mission dans le monde de
la psychanalyse. Qui sont ceux qui prtendent valuer les autres? Ils se cachent sauf un: Bernard
Accoyer? dput, on sait quil est adversaire des PACS, un sociomane. Il fait partie des utilitaristes
illumins. Prtexte de moderniser.
Libros de Laberinto
SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 95
III
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96 ESCRITOS FILIBUSTEROS
sern los semblantes bajo los que habr de representarse ante el Otro que exis-
te, que ha existido y que seguir existiendo. Habr de luchar para que se los
admita como profesionales sanitarios? Se presentarn como investigadores de
la mente? Cualquiera sea la respuesta que encuentren en ningn caso podr omi-
tirse el hecho fundamental, innegociable, de la salvaguarda del acto analtico
como una intimidad en la que tal vez sobreviva una de las ltimas aspiraciones
a la libertad de pensar y de gozar.
La enmienda Accoyer forma parte de la operacin que de forma silenciosa
se ha ido configurando en Francia para higienizar el campo de la salud mental
y las prcticas de las diversas psicoterapias. Pero nos da tambin la medida de un
plan de accin que tiene efectos en el conjunto de Europa y que ya se ha hecho
sentir en Espaa o en Italia. Lo que se designa como La Banda Higienista es la
encarnacin de la alianza, en trminos de los discursos de Lacan, entre el Discur-
so de la Universidad y el Discurso del Amo en la poltica cientificista, que hace
de la salud un mercado y de lo mental un orden policial sometido a la evaluacin
cuantificadora ms reduccionista.
IV
Para que el lector de este escrito se haga una idea exacta de los aconteci-
mientos es conveniente que conozca en sus trminos exactos la deposicin legis-
ladora. sta:
En la Asamblea Nacional en la reanudacin de la sesin Presidencia de M.
Rudy Salles Poltica de Salud Pblica. Continuacin de la discusin de un pro-
yecto de Ley 8 de octubre de 2003. Tras la discusin de dos enmiendas (71 y
336), la retirada de la 71 y la tercera rectificacin de la 336 por parte de M.
Accoyer el texto queda as:
Luego del artculo 18, insertar el artculo siguiente:
I.En el libro II de la tercera parte del cdigo de Salud Pblica, se crea un
ttulo III titulado Disposiciones particulares, incluyendo un captulo nico ti-
tulado Psicoterapias.
II.En el ttulo III del libro II de la tercera parte del cdigo de Salud Pbli-
ca se inserta un artculo L.3231 redactado como sigue:
Art. L. 3231.Las psicoterapias constituyen herramientas teraputicas uti-
lizadas en el tratamiento de los problemas mentales.
Las diferentes categoras de psicoterapias son fijadas por decreto por el mi-
nistro encargado de la salud. (Ahora viene la tercera rectificacin) Su puesta
en prctica es del resorte exclusivo de mdicos psiquiatras o de mdicos y psi-
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SOBRE EL PSICOANLISIS LACANIANO 97
clogos que tengan las calificaciones profesionales requeridas fijadas por ese
mismo decreto. (Y contina el texto de la segunda rectificacin) La agencia
nacional de acreditacin y de evaluacin en salud participa en la elaboracin de
sus condiciones.
Los profesionales actualmente en actividad que no posean estas calificacio-
nes y que dispensen psicoterapias despus de ms de cinco aos a la fecha de
promulgacin de la presente ley, podrn continuar esta actividad teraputica bajo
reserva de satisfacer dentro de los tres aos siguientes a la promulgacin de la
presente ley una evaluacin de sus conocimientos y prcticas por un jurado. La
composicin, las atribuciones y las modalidades de funcionamiento de este ju-
rado son fijadas por un texto conjunto del ministro encargado de la enseanza
superior 4.
Nosotros, los psi que tratamos la demanda que parte de la voz del sufriente,
de alguien que sufre de su cuerpo o de su pensamiento (cita de Lacan); noso-
tros, profesionales del conjunto de los modos de ejercicio del psicoanlisis, de
la psicologa clnica, de las psicoterapias, y de la psiquiatra pblica y privada,
reunidos en forum en Pars este 15 de noviembre de 2003, declaramos lo que
sigue:
El 2 de octubre ltimo, el Ministerio de Salud anunci en un comunicado ofi-
cial la elaboracin de un plan global sobre Salud Mental sobre la base del
plan de acciones Clry- Melin, precedido de una concertacin dicha amplia-
da que asocia a los profesionales y los representantes del conjunto de los mo-
dos de ejercicio de la psiquiatra (pblica y privada), as como a las asociacio-
nes de los enfermos y de sus familias. Lo que quiere decir claramente que se
4 Se trata de mi resumen de las pginas 3-6 del folleto Jacques-Alain Millar, Carta a Bernard
Accoyer y a la opinin ilustrada (precedida por: La enmienda 336), Escuela Lacaniana de Psicoan-
lisis, Barcelona, 1 de diciembre 2003. Las negritas dentro del texto de la enmienda son tambin mas.
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100 ESCRITOS FILIBUSTEROS
VI
Quin inspira este dispositivo? Parece que no cabe ninguna duda: el discur-
so epidemiolgico quebecquois con sus palabras-claves, movilizacin sanitaria,
promocin de la salud mental, distribucin de cuestionarios, archivaje informatico
de la informacin, evaluacion. Se dir mas tarde: hubo a comienzos del siglo XXI,
el retorno del higienismo del siglo XIX. La enmienda Accoyer no fue sino la punta
de emergencia de un iceberg. Detrs se encontrar sin dificultad el plan Clry-
Melin, Kovess, Pascal, un poco ms lejos, el Libro blanco de la psiquiatria y el
informe Allilaire-Pichot, etc. Un discurso que apunta a hacer entrar a todas las
prcticas de palabra y de escucha en procedimientos de estandarizacin burocr-
ticos, perfectamente extraos a lo que demanda el que sufre: ser acogido en lo
ms ntimo, lo ms singular, o sea a lo que resiste fundamentalmente a la norma-
lizacin. Son muchas las implicaciones, empezando por la escuela, la
medicalizacion de la escuela. Las misiones de la Educacin se cruzan con las de
la salud pblica. Los dos ministerios se asocian. La escuela se vuelve un anexo
del hospital, mas particularmente del hospital psiquiatrico. Las agencias sanita-
rias entran en accin. El personal de salud, los trabajadores sociales, los enseantes,
las familias son movilizados.
VII
Libros de Laberinto
IV
FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA (INTEMPESTIVA)
DE KAKANIA A UKANIA?
Einstein viva en el nmero 112 de la calle Mercer que distaba dos kilme-
tros del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Por la maana Kurt Gdel
lo recoga para hacer de esa distancia un paseo conversado. Puede que algunas
veces al llegar, Einstein suspendiese el intercambio de ideas sentenciando: todo
puede ser simplificado al mximo, pero no ms.
No deja de ser un buen comienzo decir, que, en la confusin de este mundo,
en el que llamamos nacin a lo que comnmente es estado, en el que nacin-esta-
do significa estado plurinacional, donde nacionalismo se hace sinnimo de leal-
tad al estado y en el que etnicidad, tribalismo, regionalismo, parroquialismo, se
usan como equivalentes de lealtad a la nacin, nada tiene de extrao que la natu-
raleza del nacionalismo parezca permanecer sustancialmente inexplicada.
Decir que sabemos lo que es una nacin cuando no nos lo preguntan, pero
no podemos explicarlo ni definirlo muy rpidamente, es levantar pulcramente acta
de desconcierto.
Decir que ha transcurrido casi un siglo de conflictos nacionales, desde que
la vieja Kakania fue descuartizada como consecuencia de la primera guerra mun-
dial es aceptar el reto del desmesurado comercio de ideas al detalle sobrevenido.
Kakania, la monarqua austro-hngara de Musil, francachela de oficiales y pue-
blos en rebelin, tienda abigarrada, remendada con telas de todas las clases, re-
ductos fortificados y bailes de mscaras, exequias pomposas y msica de vals,
constitucionalmente Estado liberal pero con gobierno clerical, de ciudadanos igua-
les ante la ley pero no todos igualmente ciudadanos, con un Parlamento con tan
excesivo uso de su libertad que casi siempre estaba cerrado; pero con una ley para
los estados de emergencia con cuya ayuda se sala de apuros sin Parlamento, y
cuando volva de nuevo a reinar la conformidad con el absolutismo, la Corona
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FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA 105
cin poltica que propugna no debe desligarse del propio desarrollo desigual de la
economa de mercado. Ms an, si llevase razn Szporluk, el socialismo gran
antagonista del liberalismo desde la segunda mitad del XIX hasta 1991 habra
sido infectado por la lgica liberal a traves de List, es decir, la relacin nacionalis-
mo-industrializacin por el puente volado del proteccionismo.
Imaginemos: si un dia Clinton o antes Kohl o Blair convocaran a Pujol y le dije-
ran a partir de maana le recibiremos como jefe de gobierno de una nacin sobera-
na, dnde quedara el debate nacional o los hechos histricos y diferenciales?
Dice Ortrud refiriendose al enigmtico caballero del cisne en Lohengrin: La
fuerza de Dios? Ja, Ja! Dame el poder, y con seguridad te mostrar que dbil
Dios es el que lo protege.
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LA AMENAZA FANTASMA (PRISTINA, BELGRADO, PEKN)
Durante estos dos largos meses nos ha ocurrido como en ese pasaje de Alicia
en el que la Reina Blanca afirma que a menudo se cree seis cosas imposibles an-
tes de desayunar. La otra cara de esa recomendacin de Fahrenheit 451: para que
un hombre no se sienta politicamente desgraciado, no le ensees dos aspectos de
una misma cuestin para preocuparle; ensale slo uno. O, mejor an, no le des
ninguno. Y es que no hay nada como vivir en este pas, en esta Europa de las
maravillas. Ahora que parece que la guerra va a detenerse, estamos seguros de
que la pitanza no se detendr y vates menesterosos, eternos premiados, popes y
acadmicos de nacimiento, intelectuales de empresa y toda la baba que adula, edi-
ficarn y limpiarn nuestra conciencia de toda duda con el empalago retrico de
los derechos humanos prstinos. Los que no creemos en unos derechos humanos
en porciones como el casero-me-fo, nos preguntamos algo ms borroso. Cmo
seiscientos millones de personas a la orden, un inmenso producto interior bruto,
unos medios militares irresistibles, toda la parafernalia de los medios de comuni-
cacin, se han movilizado por una regin ms pequea que Granada y contra un
pas de diez millones de habitantes, llevndose por delante la ONU, la propia le-
galidad de la OTAN, y cualquier otra minucia de esas caractersticas?
Lo sentimos pero nos parece demasiado. No nos lo creemos. El complejo
militar industrial que nos da la felicidad no debe fijarse en ese detalle geogrfico.
Confisenlo. No pasa nada. Nadie les va a molestar mas all de unos pobres art-
culos de peridico. Digan la verdad. Prstina y Belgrado son la primera palabra
del informe sobre la poltica de ventas del siglo XXI. El resto del mismo que no
podemos leer tenemos que imaginarlo. Y parece que el asunto es gordo. Por lo
menos poblado. Muy poblado.
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Libros de Laberinto
FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA 109
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LAS LLAMAS Y LA SOMBRA
Hace ya das que pas el momento de las manifestaciones en las calles pi-
diendo el no a la guerra. Eso es ya una consigna barrida por los acontecimientos.
Ha jugado su importante papel de movilizacin y de concienciacin pero quedar-
se ah es condenarse a la queja intil. Al fracaso. Hay que dar un paso adelante
que concrete la realidad de un pas en la calle repudiando esta guerra imperialis-
ta. La guerra no tiene sentido, tiene una funcin. Ya sabemos cul es el de sta. Y
el furor que la habita es su ley. No la sostiene ningn fin superior. Lo que la em-
puja es la lgica compulsiva y obtusa del beneficio capitalista. Las guerras se ha-
cen contra ellos, contra nosotros, contra los nios.
Hay que formular una poltica que aparte a Espaa de una efectiva participa-
cin en cualquier agresin futura. Ese debe ser el primer paso. Y no es una polti-
ca utpica. Es real y posible.
Es necesario que los partidos y organizaciones de izquierda firmen un programa
comn ante el muy posible descalabro electoral del PP (ya desde las municipales) en
el que quede claro en uno de sus apartados el compromiso para que en el prximo
gobierno de coalicin se inicien las directivas y gestiones precisas para eliminar las
bases militares norteamericanas de Espaa antes del trmino de la legislatura.
Si es verdad y no retrica que se quiere alejar cualquier implicacin espao-
la en un conflicto de estas caractersticas hay que preparar la paz. Y slo se pue-
de hacer factible borrando de nuestro mapa la presencia amenazadora de la gue-
rra que son las bases militares extranjeras. La paz, como deca el filsofo marra-
no, no es la ausencia de guerra: es una virtud que nace de la firmeza del corazn.
Si de verdad todas las voces, los discursos indignados, etc. quieren la paz
deben comprometerse con una poltica que haga corresponder los hechos a los
112 ESCRITOS FILIBUSTEROS
dichos. En caso contrario tal vez quede la duda de que la derecha lleve razn cuan-
do afirma que esto es slo por conseguir un cambio poltico oportunista.
La paz y la defensa deben convocar las fuerzas polticas y sociales ajustando
su forma a su eficacia. Detenerse en llamar asesinos a los cargos del PP o atacar
sus sedes es poco ms que rabia e impotencia.
La espera, el estancamiento, reducen a polvo el inmenso despliegue de ilu-
sin y esperanza que ha recorrido Espaa en todas direcciones. Si millones de
personas en las calles no son argumento para una plataforma comn qu se ne-
cesitar para hacerla posible?
El paro general no puede ser ya un no a la guerra. Tiene que ser un SI para el
comienzo de otra poltica. A 1 de abril de 2003.
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DOCUMENTOS AL GEP DE LA ADEM PARA EL CONGRESO
FUNDACIONAL DEL PIE EN ROMA
II
La forma actual del capitalismo es sigue siendo el Imperialismo. Un im-
perialismo cuyas consecuencias pueden definirse siguiendo a James Petras
como ms Imperio (hacia afuera) y menos Repblica (hacia adentro).
Ms imperio, es decir, mayor dominio, explotacin y rapia de los territo-
rios anexionados al imperio, a travs de la conquista de nuevos mercados, gue-
rras (declaradas o no) de pequea o mediana intensidad, exterminios y genocidios
de regiones enteras, extensin del hambre y la miseria etc.
Menos repblica, es decir, desaparicin progresiva de los derechos conquis-
tados por las clases explotadas en los pases que representan el ncleo del impe-
rio (Estados Unidos y Europa Occidental), privatizacin de las empresas los ser-
vicios y hasta las instituciones pblicas, desvanecimiento de los modos de repre-
sentacin democrtica (que cada vez ms se convierten en liturgia huera de la de-
mocracia formal, mientras el poder se traslada de manera acelerada hasta los con-
sejos directivos de las multinacionales), desvo cada vez ms intenso de recursos
productivos hacia el aparato militar necesario para el control y la expansin del
Imperio.
III
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FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA 115
IV
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116 ESCRITOS FILIBUSTEROS
VI
Una lucha contra la fuerza de las clases dominantes significa (en relacin
con la extensin del Imperio) enfrentarse al estado de guerra permanente que el
capital ha declarado para apropiarse del planeta. Desde 1991 el capitalismo deba-
jo de sus soadores utopas de un mundo en paz y feliz en camino de solucionar
todos los problemas por medio de ayudas y consenso con los que nos anestesi
aplica una estrategia de guerra permanente valindose de los problemas que el
mismo crea o alimenta: nacionalismos, fundamentalismos, terrorismo, etc. Signi-
fica asimismo la defensa absoluta (con todos los matices internos que se quieran)
de los bastiones de resistencia al imperialismo (como Cuba o Venezuela) y el apoyo
a las naciones que estn sufriendo
Pero la lucha contra la fuerza del capitalismo significa igualmente (en rela-
cin con la reduccin de la repblica) luchar contra las privatizaciones, contra
las formas antidemocrticas de representacin poltica, contra las privatizaciones,
contra la precariedad laboral, contra el sindicalismo de colaboracin con el capi-
tal, y buscar nuevas formas de organizacin que aglutinen a las diversas clases
explotadas ms all de la diversidad de las formas de explotacin que sufren.
VII
Libros de Laberinto
FRAGMENTOS DE INTERVENCIN POLTICA 117
sobre todo aquellas que configuran al tipo de hombre que el capitalismo pro-
duce: desde la imagen del hombre como un ser libre (que en el capitalismo no
puede ser otra cosa que libre para ser explotado como seal Marx) hasta la
produccin de la privacidad como un espacio neutro no atravesado por la lucha
de clases o la imagen de la naturaleza humana que extiende las categoras bur-
guesas a todas las pocas y formaciones histricas mostrando al capitalismo como
naturaleza humana.
VIII
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118 ESCRITOS FILIBUSTEROS
IX
Hace trescientos aos Newton pudo decir para referirse a los avances cient-
ficos de su tiempo: Somos grandes porque estamos subidos a hombros de gi-
gantes. Hoy la izquierda antagonista europea, que trata de crecer, ha de admitir
sin embargo que Parecemos pequeos porque estamos de rodillas. Pero depen-
de de nosotros y de nadie ms que podamos ponernos de pie.
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GEP: PROPUESTA GENERAL PARA ESPAA
EN EL PRXIMO CONGRESO DEL PIE
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EL SEMINARIO (1987-2005) 125
En este momento recomend leer el anlisis del caso Lysenko por Lecourt
que pona de manifiesto las consecuencias de textos como aquel de Stalin que
permitieron unificar tericamente el finalismo biolgico lisenkista de la herencia,
con la concepcin tecnicista de la poltica staliniana (repiti una de las citas del
texto de Stalin: Segn sean las fuerzas productivas, as tienen que ser tambin
las relaciones de produccin) modificando, trastocando a Lenin bajo el manto
del presagio de ser el primer discpulo y continuador; enunciando leyes donde
Lenin enunciaba condiciones para conocer.
(Aqu C.E. del A. hizo una digresin sobre la perestroika, la III Internacio-
nal y su herencia, las dificultades y desenfoques en el anlisis del estalinismo)
Volviendo al MD y su relacin con el MH, seal de una manera abrupta tres
interrogaciones esenciales: a) lo que entendemos por marxismo lo constituyen dos
disciplinas distintas (MH-MD) o slo hay una? b) Si existen dos disciplinas, qu
relacin guardan entre s? c) Cmo se han constituido histricamente stas? y el
estudio histrico de esa diferencia nos ofrece alguna pista importante?
La ltima parte del primer Seminario se centr en ofrecer un acercamiento
al lugar del MD en la teora marxista, lo que estaba directamente unido a la elec-
cin de los 4 conceptos fundamentales del MH como ciencia de la lucha de cla-
ses y teora de la revolucin. Y las precisiones histricas son necesarias dijo
porque no se puede construir ni sobre la ignorancia (Spinoza) ni sobre el olvido.
Aunque una cierta dimensin de olvido (Nietzsche) no es ajena al marxismo. Vector
que como deberemos discutir nos introduce en un campo el de la tica que
los enemigos siegan (niegan) y los propios marxistas no han sabido cultivar.
Una primera aproximacin: en la lucha de clases ideolgica el MD es la unidad
tctica del MH. Siguiendo con la metfora militar se podra decir que el MD es el
brazo armado del MH. Y puesto que el marxismo, como toda ciencia no se desarrolla
aislado de los ataques de la ideologa dominante, el MD, es el que entra en contacto,
en lucha con la ideologa capitalista y con las diversas formas de la ideologa peque-
o-burguesa. Entendiendo tctica como un arte en la conduccin de operaciones sin-
gulares. Es sta una importante razn para explicar por qu se suelen extraer los prin-
cipios generales de la dialctica de las obras fundamentalmente polmicas del mar-
xismo sea La Ideologa Alemana, el Anti-Dhring, Materialismo y Empiriocriticismo
o la Respuesta a J. Lewis. Cfr. en el Seminario sobre la categora de Sociedad Civil lo
que dijo J.C. Rodrguez: el MD no es la introduccin de la poltica en el discurso,
sino el discurso como lucha de clases, el MD es la lucha de clases en el discurso.
El MD es por tanto el MH en accin. Proceso y contradiccin son elementos
claves del MD y son la base de enunciados bsicos tales como, toda realidad es un
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EL SEMINARIO (1987-2005) 127
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EL SEMINARIO (1987-2005) 129
turales, con los que clasificar, repartir exhaustivamente, a los individuos en dife-
rentes grupos. Conciben las clases como colecciones de individuos, (sin recordar
al pobre Machado), reunidos en funcin de sus propiedades sociales comunes,
como grupos sociolgicos, cuando de lo que se trata es de superar la idea de cla-
sificacin.
La historia de una clase social, por ejemplo, burguesa/proletariado, no es
slo la historia de un slo grupo social y de su transformacin interna, continua:
es la historia de su reproduccin bajo formas nuevas, a partir del conjunto de las
condiciones creadas por el desarrollo de la explotacin. Aqu CE del A. hizo un
excurso sobre la constitucin del modo de produccin capitalista con referencias
a la bibliografa pertinente, que simplemente anotamos: Recorramos la evolu-
cin de la burguesa cuando sus enemigos eran el altar y el trono; la religin y el
absolutismo, la nobleza y el poder divino, los privilegios, la lgica feudal... En
cuanto al proletariado se ha formado simultneamente al desarrollo del a) proce-
so de explotacin; b) divisin del trabajo (manual/intelectual); c) de la reproduc-
cin de la fuerza de trabajo en sus diferentes etapas, es decir, de la historia de la
lucha de clases en la transicin del feudalismo al capitalismo y del dominio del
MPC; d) la clase obrera no puede ser definida como clase independiente de su
propia transformacin histrica, de un proceso desigual de proletarizacin.
Por ltimo como el tiempo se echaba encima y no haba posibilidad de aca-
bar el asunto, subray la importancia de la cuestin de las fracciones de clase,
describiendo como ilustracin, las fracciones del capital y su transformacin his-
trica y papel poltico.
La siguiente sesin ocupar un intento de acabar con este primer concepto,
pero antes de que caiga en el olvido, dos puntos: 1) el concepto de lucha de cla-
ses es al mismo tiempo el primero de los 4 fundamentales del MH y motor de la
historia. 2) La lucha de clases es econmica, poltica e ideolgica. Este aspecto
tiene hoy una relevancia especial, porque la ideologa ha sido la instancia ms
dbil del marxismo. Es necesario comprender que El Capital, tal como ha llega-
do a nosotros, se limita esencialmente a la esfera de la produccin y de la repro-
duccin capitalista y a sus leyes tendenciales. Esto no excluye que se deba com-
pletar lo que Marx no pudo terminar, y hablar de la superestructura jurdico-po-
ltica y de aquella ideologa en la que los hombres, los propios hombres, no tie-
nen ya el estatuto terico que tenan en la esfera de la produccin. En particu-
lar, la ideologa, elemento en el que se desarrolla un aspecto determinante de la
lucha de clases (es all donde los hombres toman condnela de su pertenencia a
una clase y llevan hasta el fondo su lucha), transforma el estatuto terico de
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EL SEMINARIO (1987-2005) 131
s misma, por parte de las clases obreras, est inseparablemente ligado a la com-
pleta nitidez no slo de los conceptos tericos... o mejor dicho: no tanto de los
conceptos tericos, como de las ideas elaboradas sobre la base de la experiencia
de la vida poltica, acerca de las relaciones entre todas las clases de la sociedad
actual. Esta es la razn de que sea tan profundamente nociva y tan profundamen-
te reaccionaria, por su significacin prctica, la prdica de nuestros economistas
de que la lucha econmica es el medio mas ampliamente aplicable para incorpo-
rar a las masas al movimiento poltico. A fin de llegar a ser un socialdemcrata,
el obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza econmica y de la fisono-
ma social y poltica del terrateniente y del cura, del dignatario y del campesino,
del estudiante y del vagabundo, conocer sus lados fuertes y sus lados flacos, sa-
ber orientarse en las frases y sofismas de toda clase ms corrientes, con los que
cada clase y cada capa encubre sus apetitos egostas y su verdadera naturaleza,
saber distinguir qu instituciones y leyes reflejan stos u otros intereses y como
precisamente los reflejan, Y no es en los libros donde puede encontrarse esta idea
clara: la pueden proporcionar nicamente cuadros vivos, as como denuncias for-
muladas sobre huellas frescas de todo cuanto suceda en un momento determina-
do en torno nuestro, de lo que todos y cada uno hablan a su manera o sobre lo
que cuando menos cuchichean, de lo que se manifiesta en determinados aconteci-
mientos, cifras, sentencias judiciales, etc. Estas denuncias polticas que abarcan
todos los aspectos de la vida son una condicin indispensable y fundamental para
educar la actividad revolucionaria de las masas.
Las notas sobre Lenin llevaron al coordinador del seminario a detenerse so-
bre la importancia para el marxismo de establecer la adecuada relacin, pero tam-
bin distancia entre las masas (nocin en absoluto peyorativa en el MD), las or-
ganizaciones de masas (de los soviets a los sindicatos) y el partido. Por esto Lenin
centrar la direccin poltica de la lucha de clases bajo una serie de principios
que podamos empezar a resumir as:
a) El partido existe no porque subestime la iniciativa de las masas, sino por-
que comprende sus limitaciones.
b) El partido est para explicar a las masas con precisin lo que ha aprendi-
do de ellas con confusin.
(Un nuevo parntesis se efectu aqu, para recordarnos que todo lo anterior
era MD, y que una manera de explicar la dialctica est en comprender correcta-
mente la relacin MH-MD, y que esta cuestin es igualmente objeto del MD).
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134 ESCRITOS FILIBUSTEROS
mentar ahora todas las implicaciones de esas palabras. Slo vamos a desmontar
tal error... o, tal vez... mentira? Otro tipo de reduccin tan absurda como sta
pero totalmente opuesta es por ejemplo la de I. Sotelo para quien la revolucin
rusa fue slo un golpe de Estado afortunado. Tambin veremos en qu sentido
hablaba Lenin de fortuna.
Justamente lo contrario es el nudo de la verdad. Qu sorprendentes son los
acontecimientos de octubre! El estupor al seguir la lectura de los 4 volmenes
de 500 pginas cada uno, de febrero a octubre, de la edicin de Akal de las O. C.
de Lenin... es una experiencia nica! Cmo guiarse en el maremagnum de he-
chos, de acontecimientos, encontrando (Picasso) el hilo rojo que pueda llevar a la
posibilidad de una decisin histrica, est en las antpodas de esa obligacin de
la que habla el Sr. Solares. Tan tremendo es el error que me resisto a creerlo como
tal. Chilla como un sntoma.
Para conducirlos a travs de esos meses, les voy a ofrecer diez fechas de an-
claje, que nos ayudarn a no perdernos en la tempestad del ao 17.
Nos vamos a mover entre dos marcas: por arriba el 23 de Febrero, comienzo
de la insurreccin de las masas, coincidiendo con el Da de la Mujer trabajadora
(fueron las obreras textiles las que iniciaron el movimiento), que culminar po-
cos das despus con el desmoronamiento del zarismo; por abajo, el 25 de Octu-
bre. En medio, nuestras diez fechas.
18 de Abril
20-21 de Abril
6 de Mayo
10-18 de Junio
3-4 de Julio
26 de Julio
24 de Agosto
21 de Septiembre
23 de Septiembre
7 de Octubre.
(J.C. Rodrguez intervino para que se aclarara qu calendario era el de refe-
rencia para no confundirnos. Seguiremos siempre el calendario antiguo (juliano),
antes de la adopcin al ao siguiente del gregoriano).
A continuacin resumi los hechos que marcaban cada una de las fechas: El
18 de Abril estalla, la nota de Miliukov, Ministro de Exteriores del Gobierno sali-
do tras la cada del zarismo, en la que tranquilizaba a los aliados, asegurando que
Rusia cumplira sus compromisos de guerra, lo que significaba oponerse al re-
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EL QU HACER? DE LENIN O LA POLTICA DE LA DIFERENCIA
2002, Lenin y la dialctica de la revolucin, donde detallo las cuestiones que aqu estn implicadas.
138 ESCRITOS FILIBUSTEROS
amasijo multicolor, el aullido de un lobo que pide socorro Y los tenaces estudios
y las estadsticas que pueblan su Desarrollo del capitalismo en Rusia.
A finales de julio de 1900 cruza la frontera y en agosto est en Ginebra don-
de las dificultades en las relaciones con Plejanov estuvieron a punto de apagar la
llama de Iskra. Pero los estorbos fueron vencidos: existan enlaces en las mayo-
res ciudades del imperio, se reclutaron corresponsales, agentes para distribuir el
peridico, los fondos necesarios y la colaboracin del grupo de Plejanov. En marzo
de 1902, Londres, siguiente etapa de su exilio ya le estaba esperando.
Pero ahora el libro est saliendo de la imprenta y comenzaba la gran partida:
la lucha por el partido. Desde este momento la masa confusa y heterclita de mi-
litantes tendria delante la materia ideolgica para admitir la necesidad de una or-
ganizacin centralizada con una direccin firme y homognea.
El movimiento obrero ruso se mostraba audaz pero haba que erradicar el par-
ticularismo de los grupos provinciales que desarrollaban su actividad compitiendo
con la organizacin vecina. Una prueba de la eficacia conseguida es que en muy
poco tiempo Qu hacer? se pudiese leer hasta en los confines de Siberia. Y haba
que derrotar a un marxismo de moda pero aprendido en los marxistas legales que
torpemente el zarismo haba tolerado, pensando en perjudicar al populismo al que
creia an su mayor enemigo. Un marxismo revisionista que en Rusia se llamaba
economismo y estimaba que la clase obrera no necesitaba un partido poltico para
defender sus intereses vitales y mejorar su situacin material.
Mucha es la riqueza que encierra este inesperado libro. Tambin inesperado,
como veremos, para la socialdemocracia. Su arquitectura, su estilo afilado, su ner-
vio interno. Qu hacer? es un compendio de la poltica organizativa y de la tc-
tica iskrista tras una experiencia de dos aos. Es la crtica del ala derecha en la
organizacin socialdemcrata. Es una rectificacin polmica del economismo y
al mismo tiempo la explicacin de la enorme importancia de la lucha econmica
y de los sindicatos. Sorprendi ante todo (y todava sorprende hoy a cualquiera
que intente leerlo) lo que vamos a destacar en este ensayo, lo que consideraremos
su ncleo terico y poltico: la manera de hablar de la actividad espontnea que
se poda esperar de la clase obrera. Este ser el aspecto central que retendremos.
Eso no significa que dejemos de lado los otros temas del libro: el combate impla-
cable contra la situacin de grupos dispersos y dispares, la centralizacin del par-
tido, la homogeneizacin desde arriba, el perdico como esqueleto de la organi-
zacin, el peridico como organizador colectivo, la necesidad de elevar la con-
ciencia poltica del proletariado de la reivindicacin econmica al del enfrenta-
miento con el zarismo, el partido centralizado.
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140 ESCRITOS FILIBUSTEROS
3 Todo esto ha sido confundido por la herencia estalinista de la III Internacional en los parti-
dos comunistas (incluido el PCE) paralizndolos, al sostener por un lado el centralismo democrtico
sin combinarlo con la mxima cohesin terica e ideolgica posible, viviendo desconcertados tanto
frente al capitalismo actual y al desplome del socialismo real como a la poltica concreta. Resum-
moslo as: una esquizofrnica presencia de direccin centralizada sobre un mosaico de taifas ideol-
gicas. Sostener as el centralismo puede sonar muy leninista pero es su mayor perversin. Esta nota
tiene un carcter universal.
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rios y del liquidacionismo. Impresiona del Qu hacer? como prefigura los vai-
venes posteriores no como anticipacin o adivinacin sino como consecuencia de
la lgica frrea de la teora.
Desprender de la teorizacin leninista que implica indiferencia ante las ma-
sas es uno de las acusaciones tpicas y ms errneas. Para Lenin la condicin
fundamental del xito organizativo de la clase obrera a travs del partido es que
sta se diferencia en virtud de causas econmicas objetivas de todas las dems
clases de la sociedad capitalista por su mayor capacidad de organizacin. Sin
esta condicin, la organizacin de revolucionarios profesionales sera un juego,
una aventura, un rtulo vaco, y la obra de Lenin insiste en que la organizacin
que se defiende tiene sentido slo en ligazn con la verdadera clase revolucio-
naria que se alza espontneamente a la lucha. Las masas son indispensables para
la revolucin. Escogeremos una cita al menos. Pertenece al apartado c) del ca-
ptulo IV 4: La lucha poltica de la socialdemocracia es mucho ms amplia y
ms compleja que la lucha econmica de los obreros contra los patronos y el
gobierno. Del mismo modo (y como consecuencia de ello), la organizacin de
un partido socialdemcrata revolucionario debe ser inevitablemente de un g-
nero distinto que la organizacin de los obreros para la lucha econmica. La
organizacin de los obreros debe ser, en primer lugar, sindical; en segundo lu-
gar, debe ser lo ms extensa posible; en tercer lugar, debe ser lo menos clan-
destina posible (aqu y en lo que sigue me refiero, claro est, slo a la Rusia
autocrtica). Por el contrario, la organizacin de los revolucionarios debe eng-
lobar ante todo y sobre todo a gentes cuya profesin sea la actividad revolucio-
naria (por eso, yo hablo de una organizacin de los revolucionarios, teniendo
en cuenta a los revolucionarios socialdemcratas). Ante esta cracterstica gene-
ral de los miembros de una tal organizacin debe desaparecer en absoluto toda
distincin entre obreros e intelectuales, por no hablar ya de la distincin entre
las diversas profesiones de unos y otros. Esta organizacin, necesariamente, no
debe ser muy extensa, y es preciso que sea lo ms clandestina posible. Deten-
gmonos sobre estos tres puntos distintivos 5. Fijmonos (aunque no podemos
4 El libro es de una claridad expositiva apabullante que se percibe ya desde la organizacin del
ndice. El captulo IV se titula Los mtodos artesanos de trabajo de los economistas y la organiza-
cin de los revolucionarios, y el apartado c) La organizacin de los obreros y la organizacin de los
revolucionarios.
5 OC. Ed. Akal, Madrid, 1976, Tomo V, pg. 459.
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6 El estalinismo pervertir igualmente el leninismo en esta cuestin. Las purgas del 36 al 38 se-
rn un exponente destructivo de caractersticas apocalpticas. Se habla de la necesaria distincin entre
leninismo y estalinismo pero es una frase vaca si no se muestra punto por punto, por esta sencilla ra-
zn: la visin del leninismo que conocen los militantes y no militantes comunistas desde hace sesenta
aos es !la visin dada por el estalinismo! En Teora de las formaciones postcapitalistas. (URSS 1924-
1934) Tesis Doctorado 1995 y junto a Carlos Torregrosa en El comienzo de la historia (Ed. Comares, de
prxima aparicin) creemos haber investigado y desentraado la infraestructura del estalinismo.
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7 Lenin, O.C. Akal editor, Madrid, 1977, tomo XIII, pgs. 95-96.
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ANEXO I
pg. 29.
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estalinismo aadiamos, como hemos visto por la cita anterior este matiz: el obre-
ro puede existir sin el capitalista. El proletariado puede existir sin la burguesa.
Es obvio, que para llegar a estos resultados tuvimos que hacer una lectura dete-
nida sobre todo de dos obras de Hegel: La fenomenologa del espritu y La ciencia de
la lgica, de la crtica de Marx en sus distintos momentos, la lectura leninista en sus
Cuadernos, Mao, etc. Y considerar los estudios sobre los orgenes de la dialctica
hegeliana que nace en la poca de Francfort (1797-1800) en el ambiente de crtica
religiosa poskantiana, de la pregunta por el significado de la religin en la historia de
la humanidad, de la contradiccin entre la felicidad de la religin pagana y la infeliz
religin hebraica, del nacimiento de la religin de Jess y sus momentos, en resumen
de la temtica fundamental escisinreunificacin, que nos dar la primera forma de
la dialctica: resolver la anttesis mediante la reunificacin de los opuestos. Luego la
poca de Jena marcada por la discusin con Fichte y Schelling, etc.
Llevaba por tanto razn Althusser cuando sostena que lo que el marxismo le
debe a Hegel es el concepto de proceso.
ALTHUSSER, L., La revolucin terica de Marx, Ed. Siglo XXI, Mxico, 1969
(Cuarta edicin).
BALIBAR, E., La contradiccin. Categora fundamental de la dialctica materia-
lista. Algunas tesis filosficas. En VV.AA. Teora y praxis. Fdo. Torres editor.
Valencia 1977.
BARON, S.H., Plejanov. El padre del marxismo ruso. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1976.
BRIEN, A. Lenin, Ediciones B, s/f.
BROSSAT, A., En los orgenes de la revolucin permanente, Ed. Siglo XXI, marzo
1976.
ENRIQUEZ DEL RBOL, C., Teora de las formaciones sociales postcapitalistas (Una
investigacin histrica: URSS 1924-1934), Tesis de doctorado, Universidad de
Granada, 1995.
GODELIER, M/ SEVE, L., Lgica dialctica y anlisis de las estructuras, Ed. Caldn,
B.A. 1973.
LENIN, OC., Tomos 1,2,3, IV, V, XIII, Ed. Akal.
RODRGUEZ, J.C., Brecht y el poder de la literatura, en Brecht, siglo XX, Ed.
Comares, Granada, 1998.
SHANIN, T., y OTROS, El Marx tardo y la va rusa, Ed. Revolucin, Madrid, mar-
zo 1990.
WALTER, G., Lenin, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1973.
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AGOSTO DE 1917 EN PETROGRADO
(HEGEMONA DE LACLAU/MOUFFE
Y POLTICA DE LA DIFERENCIA) 1
Tal vez, si hubiese que elegir algn libro de la dcada de los ochenta del pa-
sado siglo para discutir los problemas de la teora marxista, escogera Hegemona
y estrategia socialista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe 2. En este trabajo quiero
1 Este fragmento de ensayo es una redaccin provisional a partir de tres momentos previos. El
primero data de mi primer Seminario en la ADEM de 1987. Lo que no puede durar en la teora mar-
xista (donde fue uno de los textos fundamentales de comentario), el segundo de un captulo indito en
mi tesis doctoral que trataba de la cuestin de la clase obrera como clase universal (en CD) y final-
mente del Seminario en curso en este 2005 Lenin y la dialctica de la revolucin. Aclaremos que el
ttulo de este Seminario arrastra cuatro cursos: 2001-2002 Lenin y la dialctica de la revolucin. (I)
Industrializacin y cuestin agraria en Rusia.. 2002-2003 Lenin y la dialctica de la revolucin. (II).
(La percha de Lacan). 2003-2004 Lenin y la dialctica de la revolucin. (III) Ideologa y teora de la
produccin ideolgica. [Con Manuel Valle]. 2004-2005 Lenin y la dialctica de la revolucin (IV) De
Conan Doyle a Raymond Chandler y Lenin y la poltica de la diferencia. [Con Manuel Valle].
2 Lo que me llev a remover viejos escritos fue la presentacin que hice meses atrs del libro
Derivas del discurso capitalista, Miguel Gmez ediciones, Mlaga, 2003, de Jorge Alemn. Hay ade-
ms un debate entre Laclau y Jorge Alemn acerca de Por qu los significantes vacos son importantes
para la poltica?, Mesa redonda de la EOL (Escuela de la Orientacin lacaniana), 22/07/03. Y he de
decir que en ese debate no encontr nada nuevo en relacin al libro de 1985 (versin espaola de 1987).
148 ESCRITOS FILIBUSTEROS
poner de relieve los dos puntos esenciales de desacuerdo con los planteamientos
de ese texto: la discusin sobre la pluralidad e indeterminacin de lo social (que
implica el rechazo de los puntos privilegiados de ruptura y de la confluencia de
las luchas en un espacio poltico unificado) y la insuficiente presentacin de la
teora y la prcticas leninistas.
Y he empezado por sealar los dos lugares importantes de desacuerdo por-
que en la mayor parte del conjunto de cuestiones que aborda la obra de Laclau/
Mouffe hay una sustancial concordancia con las inquietudes histricas y tericas
de nuestra teora de la desmitologizacin del proletariado.
La claridad expositiva permite hacer visible prontamente el desacuerdo. Por
ejemplo: El concepto de hegemona tal como surgi en la socialdemocracia rusa,
y que, como veremos, supone tambin una lgica de la contingencia, fue desde
este punto de vista mucho menos radical. Ni Lenin ni Trotski fueron capaces de
poner en cuestin el carcter clasista necesario de los agentes sociales 3.
En efecto, ni ellos (ni Gramsci ) pusieron en cuestin el carcter clasista de
los agentes sociales porque... no se puede. Ese es el ncleo la discordancia que
quiero privilegiar con los autores de Hegemona y estrategia socialista. Y espero
poner en evidencia que hay al menos una prueba que puede demostrar el error en
que incurren.
Pero, la lnea general de exposicin es perfectamente vlida. Y no es ni ocioso
ni intil recordarla. Se trata para Laclau/Mouffe de reconocer, siguiendo los textos,
que partiendo de la constitucin de la ortodoxia de la II Internacional, segn una
lectura bsicamente positivista de la obra de Marx y Engels publicada lo que en
otro lugar denomin el espejismo de la ortodoxia, se produjo muy pronto la
crisis del paradigma, del modelo mismo erigido. As lo demuestraran las
teorizaciones de Labriola, del austromarxismo (caso por ejemplo de Otto Bauer),
de Bernstein, de Sorel que nuestro autores relatan con claridad y elegancia. Menos
convincentes son las precisiones sobre Trotski 4 en las que no vamos a entrar ahora
y desde luego las referidas a Lenin en las que s nos vamos a detener.
3 E. Laclau/Ch. Mouffe. Hegemona y estrategia socialista, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1987, pp.
51-52.
4 Ya Poulantzas puso de manifiesto el economicismo de fondo del tctico de Octubre y organi-
zador del Ejrcito Rojo. Cfr. por ejemplo Fascismo y Dictadura, Ed. Siglo XXI, Madrid, 4. edicin,
octubre 1973.
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EL SEMINARIO (1987-2005) 149
5 Un terico relevante que la expuso en sus contornos esenciales fue Labriola, por ejemplo, en
su carta a Lagardelle. Vase en el notable ensayo de Liana Longinotti, F. Engels e la Rivoluzione di
maggioranza, Studi Storici, nm. 4, Roma, 1974. Luego publicado en la ed. Avance junto al prlogo
de Engels. Vase infra nota 14.
6 Op. cit. p. IX del Prefacio a la edicin espaola. En mi exposicin del Seminarrio de 1987
(Lo que no puede durar...) tom como prrafo inicial de comentario una frase de la nota 8 en la p. 13:
El problema decisivo, es, en cambio, el de saber si el sujeto de la lucha anticapitalista constituye o
no su identidad en el interior de las relaciones de produccin capitalista y como resultado exclusivo
de las leyes que gobiernan a dicho modo de produccin.
7 Por ejemplo un texto accesible como el de E. Balibar, Cinco ensayos de materialismo hist-
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9 Id, p. 2.
10 id. 12.
11 Cosa extraa en autores conocedores de Lacan y que deben recordar cuanto insisti en la
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12 Ed. Siglo XXI, 2. edicin septiembre 1974, Madrid, pp. 90-91. No es necesario recordar al
lector que Rosa Luxemburgo se refiere en ese libro a la revolucin rusa de 1905-6.
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xismo o materialismo histrico, pero es necesario precisar que la distincin que opero entre marxis-
mo positivista y revolucionario, no se debe confundir con otras categorizaciones valiosas y muy pon-
deradas como por ejemplo la de Alvin W. Gouldner una de mis referencias de los aos setenta. La
distincin del gran terico estadounidense entre un marxismo crtico y un marxismo cientfico no se
corresponde con la ma porque hay un elemento esencial que organiza la diferencia y que depende de
la teora que descubr junto a Carlos Torregrosa que es la de la desmitologizacin del proletariado.
No es tanto estar con o contra Hegel, porque el hegelianismo (para el marxismo) slo se puede enten-
der desde el proletariado en el poder, desde el estalinismo. La distincin surge desde la novedad de la
perspectiva leninista sobre la fuerza y lmites del proletariado (en las diferentes condiciones histri-
cas). Tampoco se corresponde con el gesto epistemolgico althusseriano, joven/maduro, etc. Enton-
ces para empezar llamo poltica de la diferencia en Lenin a la prctica de la estategia y la tctica
bolchevique que lo alejan del espejismo de la ortodoxia, de la infraestructura ideolgica positivista
de la socialdemocracia y la II Internacional.
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14 Cuando Rosa escribi en el verano de 1906 Huelga de masas... Parvus, Trotski y Lenin ha-
ban abierto vas decisivas para salir del cerrojo del marxismo positivista. Lo veremos ms tarde.
15 Para todo ello cfr. Liana Longinotti/Federico Engels, La revolucin de la mayora, Ed. Avance,
Barcelona, junio 1975. La correspondencia entre los dirigentes de la socialdemocracia nos ofrecen
una idea adecuada de la revisin del marxismo, del estorbo de Engels... En Espaa F. Gonzlez reali-
z la revisin con su frase: hay que ser socialistas antes que marxistas.
16 Todava en los aos de la polmica Kautsky-Lenin-Kautsky-Trotsky, el revisionista Kautsky
peda a los bolcheviques que volvieran al evolucionismo marxista. K. Kautsky, Terrorismo y comu-
nismo/L.Trotsky, Terrorismo y comunismo (El Anti-Kautsky), Ed. Jcar, Barcelona, 1977, p. 141.
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156 ESCRITOS FILIBUSTEROS
20 Op. cit. p. 68. Aqu podramos derivar otra rama argumentativa que se basa en nuestro acuerdo
con una frase decisiva del libro de Laclau/Mouffe cuando dicen en la p. 78: Todo depende, pues, de
cmo se conciba a la ideologa. En efecto, y el problema es que nuestros autores no tienen ni idea de
la teora de la produccin ideolgica.
21 Hace ya muchos aos expusimos este problema epistemolgico combatiendo el ser-para-
muerte heideggeriano. Trotski escribi y Castoriadis lo record oportunamente en uno de sus ensa-
yos primeros que el proletariado en s, no es ms que materia de explotacin.
22 Tal y como desarrollo en mi Seminario Lenin y la dialctica de la revolucin en la ADEM.
Se puede ver algo de esto en el pequeo extracto del Seminario del ao 2002 publicado en la Revista
Laberinto, nm. 9, mayo 2002, Lenin y la poltica de la diferencia. Por otro lado pedimos disculpas a
los autores por nuestra enumeracin.
23 Enrquez del Arbol, C., Cuatro conceptos fundamentales del materialismo histrico.
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158 ESCRITOS FILIBUSTEROS
cise ni el tiempo ni la tctica los momentos decisivos se aproximan y hay que pre-
parar ya a todos los militantes para la accin. De nuevo constatamos que la inter-
vencin como veremos ms abajo del 4 de junio no fue ninguna bravata.
La revolucin de febrero de 1917 barri a la monarqua zarista dando el po-
der a la burguesa liberal que colaborando con el imperialismo anglo-francs de-
seaba reducirla a una pequea revuelta palaciega. En principio no estaba dispues-
ta a ir ms all de una monarqua constitucional con un sistema electoral restric-
tivo. Cuando la revolucin suprimi la monarqua e impuls los soviets esta bur-
guesa se volvi hacia la contrarrevolucin. Derrocado el rgimen zarista, el po-
der estatal pas a manos del primer gobierno provisional, compuesto por repre-
sentantes de la burguesa a los que se unieron los terratenientes. El partido kadete
(de constitucional democrtico), principal partido capitalista, se adue del po-
der gracias a la fuerza de la riqueza, la organizacin y los conocimientos, pese a
que quienes se haban enfrentado a las tropas zaristas haban sido los marinos y
soldados, los obreros y campesinos. No tuvo empacho en hacerse republicano aun-
que siempre haba sido monrquico. En el poder los kadetes concentraron sus es-
fuerzos en el prosecucin de la rapaz guerra sellada por los tratados secretos con
ingleses y franceses.
Todava en los das de abril que ve llegar Lenin a Petrogrado la posicin de
los diversos partidos socialistas no se haba definido con claridad. Pero pronto se
pudieron observar las vacilaciones de mencheviques y socialrevolucionarios
(eseristas) en cuestiones tan importantes como el problema de la tierra, la rela-
cin con los rganos de administracin local y la guerra. Los propios dirigentes
bolcheviques tardaron en comprender y asumir la lgica y el alcance de las posi-
ciones leninistas iniciadas con las Cartas desde lejos culminando en las Tesis de
Abril. Ningn apoyo al gobierno provisional.
Hasta la crisis de julio de febrero a julio la caracterstica de la situacin
poltica se defina por el doble poder, que expresaba material y formalmente, el
modo indefinido y transitorio del poder estatal. Si el problema del poder es el pro-
blema fundamental de toda revolucin, en esa etapa el poder era inestable. Lo com-
partan el gobierno provisional y los soviets. Los soviets eran delegaciones de la
masa de obreros y soldados libres, es decir, no supeditados a la coercin exterior y
armados. El estar las armas en manos del pueblo y no existir coercin exterior defi-
nan la esencia de la situacin. Esta especificidad era la que en esos meses hizo que
Lenin pensase en la posibilidad de un desarrollo pacfico de la revolucin.
Sin embargo, las fuerzas polticas mayoritarias en los soviets, eseristas y
mencheviques no comprendieron nunca la constitucin del escenario poltico y
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160 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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que dominaban entre los ms de medio milln de participantes, eran ... las
bolcheviques. Esa misma noche del domingo 18 de junio se inici la ofensiva en
el frente lo que seguramente contuvo el desencadenamiento de una crisis poltica.
Si el 6 de mayo amarr a los eseristas y mencheviques al carro de la burguesa
con una soga, la ofensiva del 18 de junio la transform en una cadena.
Finalmente el 3 y 4 de julio se produjo un fuerte estallido en las calles pese a
los esfuerzos del partido bolchevique para contenerlo, seguido en los das poste-
riores por una furiosa explosin de la contrarrevolucin. Repasemos sucintamen-
te los acontecimientos de junio y julio.
El 3 de junio de 1917, se haba inaugurado en Petrogrado, en el palacio
Turide 25, el I Congreso de los Soviets de toda Rusia. Lenin habl al dia siguien-
te, y durante su intervencin, pertrechado con las resoluciones de la VII Confe-
rencia del POSDR (b), dej claras las intenciones bolcheviques: El (se refiere al
ministro de Correos y Telgrafos que lo haba precedido en la tribuna) deca que
no hay en Rusia ningn partido poltico que est dispuesto a asumir todo el po-
der. Yo contesto: S lo hay! Ningn partido puede renunciar a eso, y el nuestro
ciertamente no renuncia. Est dispuesto en cualquier instante a asumir todo el po-
der 26. La frase provoc en la audiencia aplausos y risas. Pero la situacin de
Rusia en medio de una guerra mundial no era para reirse.
Das ms tarde, con el descontento popular en ascenso, el partido bolchevi-
que, decidi organizar una manifestacin convocando al proletariado frente a la
contrarrevolucin y el gobierno provisional, manifestacin en la que participa-
ran algunas unidades militares. Alarmados, eseristas y mencheviques consiguie-
ron que el Soviet prohibiera la demostracin con el argumento de que se podran
producir enconadas luchas en las calles de la ciudad y dndole oportunidades a la
contrarrevolucin agazapada. Los bolcheviques retiraron la convocatoria. La
Pravda aparecera a la maana siguiente con espacios en blanco en su portada.
Luego vino la sorpresa de la manifestacin del 18 de junio ya citada y el mismo
da, tras el decreto sobre la ofensiva promulgado por el ministro de Guerra
Krensky 27 el 16 de junio, la ofensiva en el frente suroccidental. Ya el 12 de ju-
nio el gobierno provisional haba implantado la pena de muerte en el frente.
ron durante la primera revolucin rusa de 1905, de tendencia populista, se constituy en abril de 1906
con diputados de la I Duma del Estado y slo en marzo de 1917 ingres en el partido eserista.
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162 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Hay que recordar que ese ao de 1917, por ejemplo, los diplomticos del
gobierno provisional bendijeron, la ocupacin de Albania por parte de Italia y su
conversin en un protectorado italiano, el golpe de estado en Grecia alentado por
Inglaterra y Francia, obligando los aliados a abdicar al rey Constantino, mediante
el bloqueo, el hambre y la ocupacin por tropas anglofrancesas de varias regio-
nes griegas, colocando en el poder a Venizelos que les era adicto y arrastrando a
Grecia a una guerra a la que era contraria la mayora de la poblacin, y, la ocupa-
cin de Irn (Persia) por tropas inglesas y rusas.
Tambin en junio durante el congreso del partido eserista aparecieron pro-
fundas divergencias sobre diversos asuntos, sobre todo en relacin a la actitud
ante la guerra, afirmndose las posiciones del ala izquierda.
El destino de la ofensiva, tras algunos xitos iniciales, fue un fracaso, que era al
mismo tiempo el de la poltica del gobierno provisional y el del bloque eserista-
menchevique que lo apoyaba. El 2 de julio los ministros kadetes Shingariov, Manulov
y Shajovskoi renunciaron a sus cargos en el gobierno de coalicin para provocar una
crisis en el gobierno y aplicar las deseadas medidas del partido kadete de desarmar a
la Guardia Roja, evacuar a las tropas revolucionarias de Petrogrado y proscribir al
partido bolchevique. La indignacin popular por la ofensiva y sus resultados provoc
la violenta salida a la calle de obreros, marinos y soldados. Las manifestaciones ame-
nazaban con transformarse en una accin armada contra el gobierno provisional.
La pregunta esencial era haba madurado la situacin revolucionaria en el pas
(y no slo ya en Petrogrado)? En esos das cruciales coincidieron la II Conferencia
bolchevique de Petrogrado y la reunin del CC del partido. Se intent impedir la
manifestacin y ante la imposibilidad de hacerlo se resolvi ponerse al frente e in-
tentar darle un carcter pacfico. La manifestacin se convirti en una marea de con-
signas bolcheviques exigiendo que el Comit Ejecutivo Central de los Soviets to-
mara el poder. Los marinos de Kronstadt (unos 20.000) encabezados por los
bolcheviques se dirigieron, fusil al hombro, a la sede del partido en el palacio
Khesinski 28 donde Lenin, en tono moderado, censur al gobierno provisional y les
exhort sobre la necesidad de defender la revolucin. Luego, con Lunacharsky al
frente, marcharon hacia el palacio Turide mientras se les unian otros destacamen-
tos y grupos de trabajadores. Exigieron ver a los ministros socialistas del gobierno
provisional. El eserista Chernov fue el primero en aparecer y los marinos lo detu-
28 Villa de la Khesinskaya, bailarina de ballet favorita del zar, al lado de la fortaleza Pedro y
Pablo.
Libros de Laberinto
EL SEMINARIO (1987-2005) 163
vieron como rehn. Es sabido que fue la decisin y la oratoria de Trotski la que le
salv el pellejo. Pero despus de la dispersin de los marinos an quedaban dos
oleadas por llegar, la segunda con el regimiento de reserva nmero 176 al frente y
la tercera con miles de trabajadores de las fbricas Putilov. Es evidente que los
bocheviques en julio podran haber tomado el poder en Petrogrado, pero evaluaron
que todava no estaban dadas todas las condiciones necesarias.
La respuesta del gobierno provisional fue, pasado el peligro, clausurar los pe-
ridicos bolcheviques, destruir la imprenta, desarmar a los trabajadores,
allanamientos, arrestos, asesinatos y enviar las tropas revolucionarias de los cuarte-
les al frente de guerra. Se orden la detencin de Lenin y otros lderes bolcheviques,
acusados de instigacin a la rebelin armada con ayuda financiera alemana.
El perodo del doble poder se habia clausurado. El soviet quedaba subordi-
nado e impotente bajo el mando del gobierno provisional.
Para Lenin el ciclo de desarrollo de los partidos se haba completado tras las
jornadas de julio. Eseristas y mencheviques haban ido resbalando desde la con-
fianza en Kerensky en febrero hasta quedar atados por la ofensiva y la colabora-
cin con la burguesa. Su llamamiento en julio a las tropas contrarrevolucionarias
sealaban a donde haban ido a parar. Kerensky, Tsereteli y Chernov haban que-
dado subordinados a la poltica kadete. El hecho principal y decisivo de los das
de julio era el giro hacia la contrarrevolucin de los eseristas y mencheviques.
Por tanto nada de ilusiones constitucionalistas. Era necesario retirar provisional-
mente la consigma Todo el poder a los soviets.
Si volvemos a comparar los das de abril con los de julio, observamos como
el 20 de abril estalla la indignacin del pueblo contra el gobierno. Un regimiento
armado sale a las calles de Petrogrado con la intencin de arrestar al gobierno,
arresto que no se produce. Pero el gobierno ve claramente que no tiene en quien
apoyarse. No hay tropas que estn con l. Derrocar a semejante gobierno era fcil
y el gobierno presenta un ultimatum al Soviet: o me respaldan o me voy. En julio
se produce una similar explosin de indignacin de las clases populares, explo-
sin que todos los partidos tratan de contener, pero que se produjo a pesar de to-
dos los esfuerzos por contenerla. Se organiza otra manifestacin armada contra el
gobierno. Pero la enorme diferencia es que los dirigentes eseristas y mencheviques,
que estn aislados del pueblo y confusos, acuerdan con la burguesa llamar a
Petrogrado las tropas de Kaledin. Los peridicos burgueses publicaron las pala-
bras de Kaledin recordando la llamada de los ministros socialistas, pero los
mencheviques Rabchaia Gazeta y el eserista Dielo Naroda, ocultaron a los lec-
tores esa declaracin poltica. Es decir, por primera vez el gobierno recurra a las
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164 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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EL SEMINARIO (1987-2005) 165
Las semanas posteriores a las jornadas de julio fueron muy difciles para los
bolcheviques. Trotski en su Historia de la Revolucin Rusa las llamara el mes
de la gran calumnia, mientras, el Cavaignac de turno se acercaba.
Se llamaba Kornlov, jefe supremo del ejrcito nombrado por Krensky, que
comenz la rebelin el 25 de agosto con unos objetivos muy definidos: apoderar-
se de Petrogrado, aniquilar al partido bolchevique, disolver los soviets, implantar
una dictadura militar y preparar la restauracin de la monarqua. Kornlov hizo
avanzar sobre Petrogrado el tercer cuerpo de caballera mientras en la ciudad las
organizaciones contrarrevolucionarias estaban dispuestas para la accin. Los
bolcheviques dirigieron eficazmente la lucha para contener a los rebeldes y el pro-
pio Kerensky al temer ser barrido por y junto a Kornlov se apart de ste, decla-
rndolo sedicioso contra el gobierno provisional. Petrogrado, marinos, soldados
y trabajadores estaban de nuevo en armas bajo las directrices del partido bolche-
vique. La rebelin de Kornlov puso en evidencia algo muy importante: que el
ejrcito, todo el ejrcito odia al Estado Mayor.
Es el momento de recomendar al lector volver a leer el Anexo que abre la
perspectiva de Octubre.
Hay un apartado que conviene tener en cuenta para completar el cuadro de la
reflexin leninista a finales de agosto y comienzos de septiembre porque es soli-
dario con la poltica de la diferencia que determina el texto de la carta al CC. Se
trata de la actitud en relacin al campesinado y al partido eserista.
Como hemos insistido en distintas ocasiones, la cuestin agraria constituy
para Lenin una preocupacin constante durante toda su trayectoria poltica y te-
rica. Desde sus polmicas con el populismo hasta sus ingentes estudios para defi-
nir la penetracin del capitalismo en la agricultura o poder elaborar un programa
agrario coherente para el POSDR, pasando por la continua preocupacin por las
transformaciones agrarias en occidente. Lenin saba perfectamente que sin el apoyo
campesino no habra nunca revolucin en Rusia.
Tras la korniloviada, y tras las jornadas de julio, la previsin leninista acer-
caba la fase decisiva de lucha por el poder a un tiempo cercano, si no las clases
explotadas terminaran por incluir a los bolcheviques entre los polticos pusilni-
mes. Si en el texto del Anexo queda clara la tctica con respecto a Krensky, (usar
a Krensky para acabar con Kornlov) quedaba por definir con precisin la acti-
tud ante el partido eserista y su programa agrario. Si el campesinado comprenda
que el paso del poder poltico al proletariado satisfara sus demandas y aspiracio-
nes inmediatas y concluia una alianza con l, la victoria de la insurreccin no
podra ser impedida.
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166 ESCRITOS FILIBUSTEROS
ANEXO
29
AL COMIT CENTRAL DEL POSDR
Es posible que estas lneas lleguen con retraso, pues los acontecimien-
tos se desarrollan a veces con una velocidad verdaderamente vertiginosa.
Escribo esto el mircoles, 30 de agosto; los destinatarios lo leern no an-
tes del viernes, 2 de septiembre, pero con todo y con eso, arriesgando,
creo mi deber escribir lo siguiente:
La sublevacin de Kornlov representa un viraje de los acontecimientos
en extremo inesperado (inesperado por el momento y por la forma) e in-
creblemente brusco.
Como todo viraje brusco, exige una revisin y un cambio de tctica.
Y como con toda revisin, con sta hay que ser extraordinariamente pru-
dente para no caer en una falta de principios.
A mi juicio, incurren en una falta de principios quienes (como
Volodarski) descienden hasta las posiciones del defensismo o (a modo de
otros bolcheviques) hasta el bloque con los escristas, hasta el apoyo al
Gobierno Provisional. Esto es archiequivocado, es una falta de principios.
Nos haremos defensistas slo despus de que el poder pase al proletaria-
do, despus de proponer la paz, despus de romper con los tratados se-
cretos y los vnculos con los bancos, slo despus. Ni la cada de Riga ni
la cada de Potrogrado nos harn defensistas. (Rogara que se d a leer
esto a Volodarski.) Hasta entonces estaremos por la revolucin proletaria,
contra la guerra y no seremos defensistas.
Nosotros no debemos apoyar al Gobierno de Kerenski ni siquiera aho-
ra. Es una falta de principios. Preguntarn: es posible que no haya que
luchar contra Kornlov? Por cierto que s! Pero no es lo mismo; hay un
lmite; y ese lmite lo transponen algunos bolcheviques cayendo en una
posicin conciliadora, dejndose arrastrar por la corriente de los acon-
tecimientos.
Vamos a combatir y. combatimos a Kornlov, como lo hacen las tro-
pas de Kerenski, pero nosotros no apoyamos a Kerenski, sino que desen-
mascaramos su debilidad, sa es la diferencia. Es una diferencia bastante
sutil, pero archiesencial y no se la puede olvidar.
En qu consiste el cambio de nuestra tctica despus de la subleva-
cin de Kornlov?
29 Cito ahora por Lenin, Obras Completas, Tomo 34, Editorial Progreso, Mosc, 1985, pp.
123-125.
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EL SEMINARIO (1987-2005) 167
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168 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Libros de Laberinto
VI
MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS
UN FANTASMA RECORRE LA FBRICA DE SUEOS.
(PRIMERA PARTE)
Nadie pone en duda la obviedad de que el film buueliano nace del encuen-
tro del residente Luis Buuel Portols, aragons de Calanda e hijo de terrate-
niente regresado de la guerra de Cuba afincado en Zaragoza, con la eclosin del
movimiento surrealista. Un joven ms que inquieto retratado as por Ernesto
Gimnez Caballero en 1927 en La Gaceta Literaria: Luis Buuel, aragons. Un
cclope. Tallado en planos recios. Con una silueta hiertica y un rostro litogrfico.
La sensibilidad moderna estaba siendo remodelada a golpes por las intrusiones
en el imaginario tradicional de la serie de movimientos artsticos que en rpida
sucesin y encabalgamiento prolongan al impresionismo y su investigacin
lumnica, entre otros, el cubismo, con la ruptura de los esquemas de la pintura
tradicional, el expresionismo, el futurismo y su potica de la imagen dinmica.
Pero si los diversos movimientos o ismos citados haban encontrado su
plasmacin cinematogrfica (pensemos en Prfido encanto de Bragaglia en 1916
para el futurismo, en El Gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene en 1918 para
el expresionismo, o Entreacto de Ren Clair y Francis Picabia en 1924 para el
dadasmo), el surrealismo, pese al intento previo de La concha y el reverendo de
Antonin Artaud y Germain Dulac del ao 1927, slo se vio complacido en el ce-
luloide cuando se estren Un perro andaluz (ese fresco pintado en la pared de
los sueos) en junio de 1929 en Pars (aunque habia sido realizada en 1928) en
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 173
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174 ESCRITOS FILIBUSTEROS
que el poder de sus imgenes remite siempre ms all, hacia otro lado, es un re-
curso en la resolucin de la tesis A. Esto no significa no reconocer otras relevan-
tes caractersticas del cineasta aragons, desde la maestra de la puesta en escena
invisible a la consideracin de su tcnica excepcional bajo una capa de desalio,
pasando por la de ser un genio de la elipsis.
Ante una pelcula de Buuel y sobre todo ante este perro andaluz (donde
no hay ni perro ni andaluz) uno piensa en primer lugar que est indeciso, para a
continuacin pensar,que ya no est tan seguro. Ahora bien, la duda est ms cer-
ca de la verdad que la falsa certeza. (La irona es una traslacin, una travesa de
significacin de la propia a la contraria, un contraste entre apariencia y realidad
que necesita ser interpretado).
No es inusual en el mbito de la crtica sostener que en muchas pelculas de
Buuel hay que renunciar a su interpretacin. En apoyo de esta idea se citan de-
claraciones del propio Buuel o de sus amigos. Las referencias se estratifican y
se desdoblan as cuando se trata del propio don Luis:
Libros de Laberinto
MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 175
chazaban. Por el contrario, en La edad de oro (1930), tambin coescrita por am-
bos, s se cuenta una historia. Claro que esta vez se trata de un relato muy com-
plejo, en el cual quedan entrelazadas una historia de amor, la historia de la huma-
nidad y, en ltima instancia, la historia natural. (Buuel y Dal en la estacin
surrealista).
La segunda pertenece a Mi ltimo suspiro. Buuel cuenta los entresijos de su
colaboracin con Dal y dice: Escribimos el guin en menos de una semana, si-
guiendo una regla muy simple, adoptada de comn acuerdo: no aceptar idea ni
imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicacin racional, psicolgica o
cultural. Abrir todas las puertas a lo irracional. No admitir ms que las imgenes
que nos impresionaran, sin tratar de averiguar por qu. En ningn momento, se
suscit entre nosotros ni la menor discusin. Fue una semana de identificacin
completa. Uno deca por ejemplo: el hombre saca un contrabajo, no responda
el otro. Y el que haba propuesto la idea aceptaba de inmediato la negativa, etc..
Como vemos, parece haber un acuerdo entre la particular confesin del
cineasta y la crtica. Pero lo que nos ha llamado la atencin son seis palabras que
tienen un estatuto extrao, intruso, en la misma lgica de la frase buueliana. Si
suprimimos las seis palabras sin tratar de averiguar por qu, el prrafo perma-
necera estable, perfecto.
Su presencia, sin embargo, corroe el sentido. Si Buuel y Dal adoptan el
acuerdo de no aceptar idea ni imagen que tenga explicacin (racional, psicolgi-
ca o cultural) cmo no escamarse ante esas imgenes que les dejan impresiona-
dos? Sin tratar de averiguar la impresin producida por una imagen cmo va-
mos a saber que no tiene ninguna explicacin racional?
Lo que normalmente pasa desapercibido en la cita recordada ms arriba es
este sin tratar de averiguar por qu. La cuestin est clara. Ese presupuesto
invalida el punto de partida. La ignorancia o el no querer saber no es un argu-
mento. Ni Dal, ni Buuel pueden evitar que su discurso cinematogrfico quede
armado bajo una lgica interna propia, por muy especial que sea. Y que por su-
puesto no tiene por qu ser el Yo de la pragmtica aludida. Ni mucho menos
una remisin a cada paso, de significante a significado, que es lo que muchos
demandan para su tranquilidad.
Antes de seguir adelante digamos que lo que desde luego es absurdo, es re-
ducir su cine a smbolos (por qu smbolos y no alegoras?). Por tanto nada de
interrogarse en solitario, qu significan los alacranes de La edad de oro?, qu
hay del avestruz que mira a la cmara en El fantasma de la libertad?, qu lleva
el japons en la cajita de Belle de jour?, etc.
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176 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 177
sujeto-objeto, el sujeto tiene que adecuarse a la cosa, es una relacin de ser a ser,
ser que es, a ser que se sabe ser, mientras en la experiencia freudiana, el deseo es
una relacin de ser a falta. No es falta de esto o de aquello, sino falta de ser por la
cual el ser existe. El deseo, es deseo de nada nombrable, bsqueda de ese ms
all que no es nada. Es el deseo el que consuma la estructuracin primitiva del
mundo humano, el deseo en cuanto inconsciente. Mundo humano que vive a tra-
vs de una ideologa inconsciente.
Intentemos ms claridad en este fundamental postulado lacaniano. Est el de-
seo. Pero atencin. Est ms all lo que lo pone en movimiento. Lo que le da vida.
Est el objeto causa del deseo. Hay un objeto causa del deseo. Un objeto que cree-
mos encerrado, disimulado en el lado del Otro. El sujeto cree (todos sin excepcin
creemos) que all se encuentra alguna verdad esencial, un secreto del que estamos
excluidos. (Un impromptu divertido de Don Luis. Alguien contaba la siguiente ocu-
rrencia. Durante el rodaje de Tristana o Belle de Jour, unos alumnos de cinemato-
grafa llegaron acompaados de su profesor. Despus de atenderlos en un receso,
Buuel antes de reanudar las tomas levantando la voz, dijo: atencin, la seorita
Deneuve va a desnudarse. Por favor, los espaoles slganse fuera!). Ahora bien, tal
objeto es un objeto ilusorio de la fantasa. Un espejismo. En realidad no hay nada,
perdn, mejor, hay un vaco. Ocurre en realidad como en esa definicin de lo que
es historia con mayscula: algo que nunca ocurri escrito por alguien que no estaba
all Qu se pretende en un anlisis? Conseguir que el sujeto llegue a reconocer y a
nombrar su deseo. Pero no algo que estara all dado. Al nombrarlo, el sujeto hace
surgir una nueva presencia. Una especie de paso de mito a existencia. No dijo al-
guien que la vida es un rodeo obstinado desprovisto de significacin.. No dijo ese
otro tambin: morir, dormir, soar quiz.
El deseo surge en el momento en que se encarna en la palabra de una ideologa.
Recurriremos a una secuencia de Viridiana para tratar de ilustrar lo que esta-
mos diciendo.
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HAMLET IDIOTA, PRNCIPE DE DINAMARCA.
(UNA APROXIMACIN)
1. QUIN VIVE?
1 Y la risa como madre de la indeseable duda. Eco y la rosa. Eco y la risa. La risa de Descartes
de haber aparecido sera la risa del loco. Pero la hiptesis de la locura fue apartada por el Cartesio.
Ver la polmica entre Foucault y Derrida.
180 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 181
En el siglo XVII la mayora crea en los aparecidos. Unos pocos no. Spinoza
el que ms radicalmente se burl de las patraas. La correspondencia con Boxel
es ilustrativa.
Estamos en los aos finales de la vida del filsofo de Amsterdam. El pensio-
nario Hugo Boxel en carta de 14 de septiembre de 1674 interroga as a Spinoza.
El motivo por el que le escribo esta carta es que deseo saber su opinin acerca
de las apariciones y los espectros o duendes, y, si existen, qu piensa usted de
ellos y cuanto tiempo dura su vida 3.
Spinoza le contesta que la misiva le result grata tanto por constatar el no
haber sido olvidado como por darle la oportunidad de percatarse de que no slo
me pueden ser tiles las cosas verdaderas, sino tambin las bagatelas y las imagi-
naciones. Y anima a su interlocutor a comunicarle que le refiera una o dos histo-
rias de espectros de las que no se pueda dudar lo ms mnimo. Y si los filsofos
quieren llamar espectros a las cosas que ignoramos, no los negar, pues hay infi-
nitas cosas que se me ocultan 4. Adems aade una pregunta para Boxel: si los
espectros son nios, necios o locos, pues las cosas que de ellos he odo son ms
propias de ignorantes que de sabios, y, por interpretarlas en el mejor sentido, se
parecen ms bien a cosas de nios o a diversiones de necios 5. Finalmente le su-
giere una explicacin: que aquel deseo que suelen tener los hombres de contar las
cosas no como realmente son sino como desean que sean, se conoce ms fcil-
mente por las narraciones sobre los duendes y los espectros que por las otras 6.
Pocos das despus Boxel escribir en su contestacin a Spinoza un breve
tratado de espectrologa. Los espectros existen por las siguientes razones. Pri-
mera, porque es coherente con la belleza y perfeccin del universo. Segunda, por-
que es verosmil que el creador los haya creado, puesto que son ms semejantes a
l que las creaturas corpreas. Tercera, porque as como existe el cuerpo sin alma,
tambin existe el alma sin cuerpo. Cuarta, en fin, porque considero que en el aire,
lugar o espacio superior, no hay ningn cuerpo oscuro que no tenga sus habitan-
tes y que, por consiguiente, el espacio inconmensurable que est entre nosotros y
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182 ESCRITOS FILIBUSTEROS
los astros no est vaco sino lleno de espritus que lo habitan 7. Un poco ms
adelante aade una precisin preciosa: se dan espritus de todo gnero, pero quiz
ninguno de sexo femenino. El lector comprender que slo estas cuatro razones
dan para una glosa muy jugosa. Pero tendremos que ahorrrnosla. A continua-
cin enumera lugares de aparecidos. Plutarco, Suetonio, Wierus, Lavater, Crdano,
incluso Melanchton. Luego aade otros nombres y termina la carta con una cita
de Lavater no sin antes acordarse de una frase que no conservamos en la carta de
Spinoza y en la que este le escribi, que encomendarse a Dios no poda sino ha-
cerle rer (actitud que sabemos por otro detalle de la vida de Spinoza).
Ser larga la respuesta del filsofo. No dejar de notar la ausencia de espec-
tros femeninos. No dejar de sealar que su asombro no es tanto ante los relatos
sino ante quienes los escriben porque, cmo hombres dotados de ingenio pueden
escribir semejantes necedades. La argumentacin de Spinoza, la detallada respuesta
a las cuatro afirmaciones planteadas, no tiene desperdicio ya que la irona est
presente junto a la exposicin indirecta de aspectos de su filosofa. As por ejem-
plo la duda de Boxel sobre los antedichos espritus femeninos permite a Spinoza
este comentario: si esta fuera su opinin, parecera coincidir ms bien con la
imaginacin del vulgo, que piensa que Dios es de gnero masculino y no femeni-
no. Me sorprende que aquellos que vieron a los espectros desnudos, no hayan di-
rigido su mirada a los genitales, quiz por temor o por ignorancia de dicha dife-
rencia 8. O el interesante comentario que el marrano de Dios (como lo llama
Yovel) le hace a Boxel a propsito de una frase de ste sobre aquellos que man-
tienen la temeraria idea de que el mundo fuera creado por azar. Respondo, pues,
que as como es cierto que fortuito y necesario son dos conceptos contrarios, tam-
bin est claro que quien afirma que el mundo es efecto necesario de la naturale-
za divina, niega en absoluto que el mundo haya sido hecho por azar; y que, en
cambio, quien afirma que Dios pudo omitir la creacin del mundo, confirma, aun-
que con distintas palabras, que fue hecho por azar, ya que surgi de una voluntad
que pudo no existir. Y como esta opinin y esta sentencia es totalmente absurda,
todos conceden unnimemente que la voluntad de Dios es eterna y que nunca fue
indiferente; por lo cual tambin deben conceder necesariamente (advirtase bien)
que el mundo es efecto necesario de la naturaleza divina 9. Y aade a continua-
cin que si se acepta por todos que la voluntad divina es diferente de la humana,
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 183
10 Id. p. 319.
11 Id. p. 319-320.
12 Id. p. 321.
13 Op. cit. Carta 55, p. 323.
14 Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1999 (1. edicin, septiembre).
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184 ESCRITOS FILIBUSTEROS
15 Oxford University Press, 1988, pp. 94-128. Aunque es inexcusable recordar la divertida obra
de Lewis Carroll sobre los espectros. Cfr. Fantasmagora, Ed. Alba, Barcelona, 2000. Vase igual-
mente, Joyce. James, Ulises (vol. I), Ed. Bruguera-Lumen (trad. J.M. Valverde), Barcelona, 1979, el
captulo nueve donde habla de Goethe, Shakespeare, Hamlet y los fantasmas.
16 Rodrguez, JC. Moratin o el arte nuevo de hacer teatro. Con la edicin facsmil de la Vida de
Guillermo Shakespeare y la traduccin de Hamlet de Leandro Fdez. de Moratn, Caja General de Ahorros
de Granada, Ediciones Anel, Granada, octubre 1991, op. cit. pp. 81-82. Nota 7. Pg. 331 (modificada).
17 No vale la pena insistir en la abrumadora bibliografa (para los lmites de este ensayo) sobre
la infinidad de problemas que suscita la obra de Shakespeare. Nos han parecido obras especialmente
sugerentes dentro de la produccin reciente, Grady, Hugh. The modernist Shekespeare,Oxford
University Press (First published 1991, first published in Clarendon paperback 1991) Nuestra edi-
cin es la reprinted 1995, sobre los cambios de paradigma en la tradicin shakespereana, as como
Taylor, Gary. Reinventing Shakespeare(A cultural history from the Restoration to the present), Vintage,
London(First published by The Hogarth Press, 1990, Vintage edition 1991.
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 185
18 Op. cit.
19 Pre-Textos-Universidad de Murcia, Valencia, 1. edicin diciembre 1993. Sobre todo vacila-
mos con dos obras que se publicaron con muy poca diferencia. Nos referimos a Conejero, M.A.
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186 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Shakespeare. Orden y Caos. Fernando Torres editor, Valencia, 1975 y Prez Gallego, Cndido.
Hamletologa, Fernando Torres editor, Valencia, 1976. Unos diez aos ms tarde apareci un libro
muy til que contiene aportaciones de varios autores sobre aspectos sensibles de Hamlet, presentado
por el mismo Cndido Prez Gallego. Se trata de VVAA. Gua de Hamlet, Ed. Fundamentos (espiral),
Madrid, 1987. La decisin a la hora de escoger el texto de Scmitt viene determinado por la concre-
cin en un punto histrico que nos ayudaba a fijar nuestro trabajo protegindonos de una ms que
probable dispersin de focos que cualquier tentativa sobre la obra shakespereana puede arrastrar. Pero
tanto el libro de Conejero como el de Prez Gallego son fundamentales.
20 Op. cit. p. 10.
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 187
guez, etc.
25 Id. p. 13.
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188 ESCRITOS FILIBUSTEROS
za, unida a su hijo contra su segundo esposo. Tal cosa no aparece en las versiones
tardas 26. En estas la madre queda cuidadosamente apartada de la misin ven-
gadora. Estamos ante un verdadero tab. Por qu es apartada y al mismo tiempo
no aparece con claridad su absoluta inocencia?
Schmitt cree que es inexcusable aludir a que ese tab tiene que ver con la
realidad histrica que representa la reina Mara Estuardo de Escocia y con el as-
censo al trono de su hijo Jacobo. Y recuerda que Shakespeare y su compaa per-
tenecan al crculo de los condes de Southampton y Essex, que apostaron por
Jacobo como sucesor al trono de Isabel. Ambos fueron condenados a muerte y
sus bienes confiscados (aunque Southampton se libr de la pena capital). Y que
la compaa teatral de Shakespeare tuvo que abandonar Londres y representar sus
obras en provincias. A la muerte de Isabel, Jacobo indult a ambos restituyendoles
sus bienes. En cuanto a Shakespeare, aparte de volver a Londres y representar
ante la corte con mucha ms frecuencia que bajo Isabel 27, fue nombrado ayuda
de cmara y recibi la orden de Lord Chamberlain. As pues, las esperanzas del
grupo al que perteneca la empresa teatral de Shakespeare, en los aos crticos
comprendidos entre 1600 y 1603, estaban puestas en Jacobo, el hijo de Mara
Estuardo. Jacobo, de hecho, se convirti en 1603 en el sucesor de Isabel, sucesor
directo de la misma reina que apenas diecisis aos antes haba ordenado la eje-
cucin de su madre Ah tenemos el tab al que me refera en relacin con el
autor de la tragedia Hamlet. El respeto a Jacobo, hijo de Mara Estuardo y espe-
rado sucesor en el trono, haca imposible atribuir a la madre culpa alguna en el
asesinato del padre. Por otra parte, el pblico del drama Hamlet, toda la Inglate-
rra protestante y en especial Londres, estaban convencidos de la culpabilidad de
Mara Estuardo. Teniendo en cuenta a ese pblico ingls era imposible sostener
la completa inocencia de la madre. La cuestin de la culpa deba ser, por tanto,
cuidadosamente evitada. La accin del drama qued con ello restringida y poco
clara. Tras las mscaras y disfraces de la escena teatral se vislumbra una realidad
histrica temible. Y ah nada puede cambiar una interpretacin filolgica, filos-
fica o esttica por muy aguda que sea 28.
Hay que tener en cuenta que la construccin de Dover Wilson es clara: El
misterio de Hamlet es el misterio de Essex 29. En efecto para el eximio crtico
26 Id. p. 13.
27 Cfr por ejemplo, Halliday, F.E. Shakespeare, Salvat, Barcelona, 1984, p. 108.
28 Schmitt, pp. 16-17.
29 El verdadero Shakespeare, Eudeba, 1964, p. 107
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30 Schmitt, p. 47.
31 Id. p. 47.
32 Id. p. 50. Adems: realmente, si el pblico ingls de Hamlet shakespeariano pensaba segn
conceptos ingleses y no daneses antiguos, lo que por razones histricas se comprende por s mismo, la
conexin de Hamlet con Jacobo y la Scottish succesion es manifiesta e imposible de ocultar; (p. 48).
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33Id. p. 50.
34Id. p. 44.
35 Id. p. 37.
36 Id. 34. Es obvio que aqu nos separamos de Schmitt. No slo en las categoras (de barro-
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nuacin cuando se le ocurre el plan del teatro para descubrir a Claudio. (La inter-
pretacin de Branagh es esplndida arrastrando la parte de la autocensura con la
idea del plan). El pual del prncipe ha chirriado levemente sobre el cristal y la
presencia de Ofelia le hace volverse hacia ella. Hamlet avanza morosamente a su
encuentro, como un planeta atrapado por la gravedad. Con suavidad brotan las
palabras conocidas: Ninfa, en tus oraciones acurdate de mis pecados.
Y observemos bien la construccin, la puesta en escena de Branagh: Diga-
mos as que el encuentro con Ofelia muestra tres niveles.
Hamlet-Branagh se para frente a Ofelia-Winslet. Tras un primer intercambio
de palabras el se acerca hasta abrazarla. Fundidos en el abrazo, pues es corres-
pondido, es igualmente Hamlet quien la besa siendo tambin correspondido aun-
que Ofelia lo empuja hacia atrs, (pero probablemente porque est siendo obser-
vada y no solo por su padre!!). Hamlet retrocede despacio 44.
Segundo nivel: la actitud de Hamlet cambia cuando ella trata de devolverle
los presentes, los recuerdos recibidos.
Hamlet sabe que va a desencadenar una tragedia inevitable y quiere librar a
Ofelia de la ruina que se avecina. Hamlet la ama. Quien puede dudarlo? La mi-
soginia presunta y la poltica enlazadas. Si no no hay explicacin a la actitud del
pncipe. Al mismo tiempo su violencia verbal contina el equvoco de la locura.
Es entonces cuando pronuncia por primera vez el get thee to a nunnery 45 tras
el juego desconcertante entre la honestidad y la belleza. Hamlet se autoacusa [soy
arrogante, vengativo, ambicioso; con ms faltas a mi alcance de las que pueden
nombrar mis palabras, o pueda dar forma mi imaginacin, o tenga yo tiempo para
ejecutar. Por qu han de arrastrarse hombres como yo entre el cielo y la tierra?
Somos todos unos canallas. No te fies de la gente como yo. Ea, vete a un conven-
to] y entonces,
44 Comparar con Gibson en donde Hamlet al verla parece intentar seguir su camino.
45 Cfr. Pujals, Esteban. Vete a un convento! (El do Hamlet-Ophelia en Hamlet, de Shakespeare),
Actas del V Congreso de AEDEAN, Oviedo, 1981, Madrid: Alhambra, pp. 21-42. Pujals entre otras ,
considera inconcebible la opinin de Madariaga de que Hamlet no ame a Ofelia, aadiendo ms
adelante que tampoco puedo aceptar la tesis de Salvador de Madariaga, que supone que Ophelia se
finge loca para expresar as que ella ha sido la querida de Hamlet sin manchar su decoro; en tercer
lugar, se decanta por traducir el get thee to a nunnery como vete a un convento! y no vete a un
burdel como por ejemplo ocurre en la edicin de Buero (p. 68) siguiendo cierta crtica erudita. Ade-
ms aade un dato interesante: cuando Shakespeare tena diecisis aos, existe en los archivos de
Strafford un sumario judicial sobre una joven ahogada cerca del pueblo de nombre Katherine Hamlett.
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Tercer nivel: Se oye un chasquido que delata al prncipe que est siendo es-
piado y que Ofelia es un seuelo. Los ojos de Ofelia son un dulce y menesteroso
reclamo enjaulado.
Hamlet pregunta por su padre. Y pasa de la violencia verbal a la fsica. La
agarra y la arrastra por la estancia, pero de nuevo atencin, buscando con furia
tras las puertas a los espas. Hay que suponer que solo busca a Polonio? No.
Claudio y Polonio van siempre juntos. Y de la escena no podemos dejar de pen-
sar claramente el final que hubiese ocurrido si hubiese logrado abrir la puerta co-
rrecta. Sobre todo porque como hemos dicho Hamlet saca el cuchillo durante la
enunciacin del monlogo y sabemos que sigue presto a salir de su funda. La
secuencia tiene un momento casi sublime cuando Hamlet literalmente estrella a
Ofelia contra uno de los espejos sin dejar de hablarle mientras la boca de la bella
exhala el aliento que empaa el cristal.
Hay que decir que independientemente de juzgar si Branagh es consciente to-
talmente de las consecuencias de su montaje, es de una plena objetividad con la
lgica interna del texto de Shakespeare: la opacidad de la poltica 46. Tanto Hamlet
como El Quijote tematizan la inoperancia de un cdigo previo (teatro/libro), en el
que el teatro estara ocupado por la tragedia de venganza y el libro por la novela de
caballeras. Tal vez sea acertado ver que Hamlet es un injerto desestabilizador de
un prncipe renacentista en un esquema primitivo como el de Kyd o del Ur-Hamlet.
Pero tambin hay otra cosa clara. Lo decisivo que es el enfoque de la repre-
sentacin. Se puede forzar el texto con la puesta en escena, pero hay que forzarlo
de principio a fin.
Las representaciones, las puestas en escena que una compaa intente, las
propuestas, como se dice ahora, respondern a la ideologa con la que se lea la
obra. Y hay que suponer que desde hace doscientos aos la lectura kantiano-ro-
mntica ha sido la dominante. Esta tiene variantes pero reposa en esas ya aburri-
das dicotomas actividad/pasividad, sujeto trascendental/sujeto emprico, teora/
prctica, etc. 47.
46 En espera de la publicacin de su obra sobre la escena del XVII recordaremos las clases en
las que JC Rodrguez nos explicaba, como Hamlet era un alma bella luchando por rasgar la opacidad
traidora del espacio pblico, etc.
47 El pargrafo 67 del Breviario de Brecht necesitara un largo comentario, pero ahora retenga-
mos la frase: Slo consigue complicarse en las intrigas feudales a las que regres. En Brecht, B.
Breviario de esttica teatral, Ediciones de la Rosa Blindada, Buenos Aires, 1963, pp. 57-58.
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Queremos subrayar estas palabras de estos dos versos finales: Cuando lu-
chan dos poderosos adversarios. A veces una frase condensa un autentico
paralelogramo de fuerzas. Este es el caso. Pero destaquemos dos sobre todo. La
frase de Hamlet implica 1) que reconoce la fuerza, la peligrosidad de Claudio y
2) que hay lucha, esto es, que Hamlet est en lucha con Claudio. Por tanto que
pasada la etapa de incertidumbre piensa vencerlo (como piensa derrotar a Laertes
en la esgrima), y para vencer a tan taimado enemigo hace falta un plan, que no
sea matarlo en el hueco de una escalera.
Ms an la continuacin del dilogo con Horacio prueba esta deduccin.
Horacio: Dios! Es esto un rey?
Hamlet: No pensis vos ahora poneos en mi lugar/ que ese que mat
a mi rey y prostituy a mi madre,/se que se ha interpuesto entre la eleccin y
mi esperanza/ que puso anzuelo a mi propia vida/ de forma fraudulenta? No
pensis, digo, que fuera lcito/ hacer justicia con este brazo? Y no sera un cri-
men/ dejar que este cncer de la naturaleza/ siga ejerciendo el mal?
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lo sabremos. Pero lo que s sabemos es que Hamlet haba elaborado una estrategia
y que pensaba ejecutarla polticamente y no como una venganza organicista.
62 Carlos Enrquez el Arbol, Un fantasma recorre la fbrica de sueos. Revista Pgina abierta,
2001
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EL VIAJERO Y SU SOMBRA
Discutamos una y otra vez las implicaciones que para la prctica potica te-
na la teora de la produccin ideolgica. (En esa poca Juan Carlos Rodrguez
enunci los primeros trazos de lo que ms tarde sera una otra sentimentalidad
bajo la forma de una aproximacin a Brecht otra escena). Javier era lo que
se llama un animal potico: sin duda Platn lo habra expulsado de la Repblica
porque no quera gente devorada por el verbo. Hablbamos y hablbamos. Con-
secuencias y presupuestos para otro modo de escribir que tropezara con la pala-
bra de la ideologa dominante, disimulada, perdida, negada, olvidada, para en-
contrarla, sealada, enfocada, circunscrita, reubicada en la materia y en la histo-
ria. (Carlos, todo eso est muy bien, pero puedes decirme aqu mismo algo de
lo que pueda acordarme cuando escriba? Te vale sta? No litigues por una im-
posible igualacin de las clases sino por su abolicin). Esta ltima siempre disi-
mulada, perdida, negada, olvidada. Convertir la poesa en indeseable. Sacar a flo-
te las contradicciones enterradas entre los escombros de una infraestructura ideo-
lgica que as se oculta y se hace invisible. Despus mir a la calle/Y era la mis-
ma puerta para todos:/ La vida no exista./Desde el mismo cerrojo/La herrumbre
del expolio nos miraba.
Y el psicoanlisis. Carmelo Galiano desgranaba las primeras sistemticas go-
tas lacanianas y de su memoria escrita robo unas rfagas precarias:
Eran Tiempos Modernos. La historia era un proceso sin sujetos ni fines/ las ca-
lles se llenaban de camaradas atnitos, de sonrisas cmplices. Mientras, nuestro
decano sacaba a pasear a Dora. Aquellas tardes con Julia Una consigna: Lucha
de clases/ y sexualidad. No haba ni armarios de los que salir. Granada era una
fiesta. Althusser preguntaba: todos comunistas? Los Diarios de Brecht, las
Albertianas y el Mundo Obrero, para la seora y el caballero. Fuentevaqueros,
con su voz por los tejados. Llegaban Comediantes/ un terremoto sacuda nues-
tros corazones. Los trenes rigurosamente vigilados/ la muerte, cmo no?, en
Venecia. Encuentros aplazados. Y un largo adis.
En esa antigua foto est tambin Letras del Sur, la Agrupacin Antonio
Gramsci, Escribano y Velilla and Co. Miguel del Pino.Y tantos.
Haba pocos referentes poticos cercanos. Apenas dos islas: Jose Ignacio
Moreno (otro poeta tremendo desaparecido poco despus de Javier) y Alvaro Sal-
vador Y hablbamos, y quiero pensar que en los versos o ser que el mer-
cado nos fue tragando/ con sus comadres y su algaraba,/ que no supimos vernos
y hablarnos/ entre anuncios de sopas luminosas,/ promesas y altavoces/pregonan-
do los ltimos saldos/ de la fecicidad, hay alguna huella de la lata que le di con
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 205
Y hoy, tras dos dcadas de malos tiempos para la tica revolucionaria, segui-
mos necesitando una aspirina del tamao del mundo. Porque lo terrible no es el
hambre del cerco. Lo atroz, lo insoportable, lo que quita las ganas de vivir, es
que conoces el color de los ojos, el gesto, la ntima camisa del que, tal vez, ma-
ana se pase al enemigo.
La Herradura, 25 agosto 03
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UNA ESTTICA PARA EL SIGLO XXI:
EL TEATRO POLTICO DE E. PISCATOR
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 209
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UN BOLLO SUIZO HECHO DE MARIPOSAS.
(HISTORIA DEL DESEO O DESEO DE LA HISTORIA:
LOS EJEMPLOS DE QUEVEDO Y GRACIN)
Rodrguez, Juan Carlos. Teora e historia de la produccin ideolgica. 1. Las primeras literaturas
burguesas. Akal, Madrid, 1974. Existe una reedicin reciente en la misma editorial (1990). Los ejem-
plos que utilizamos pertenecen al segundo y tercer volmenes todava inditos.
2 Citamos por la edicin de Blecua, Jos Manuel, Obra Potica de Quevedo, ed. Castalia, Ma-
drid, 4 tomos. 1969-1971, tomo I, pg. 513. Existe variante anotada por Blecua.
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 213
3 Cuestin clave. Esa es la va que nos abri Althusser. Rechazar no un trmino para elegir
otro, sino rechazar el conjunto. Vid. tal problemtica en el libro de Rodrguez, Juan Carlos, La norma
literaria. Granada. 1984.
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214 ESCRITOS FILIBUSTEROS
ideal? Al abandonar el conjunto sale a la superficie que creer en una lengua natu-
ral, en un espritu humano, en una forma o una esencia previa al hecho potico
mismo, supone creer que la historia no es la nica realidad posible en donde los
hombres se hacen o se producen... No existe un lenguaje natural: existe una fa-
cultad biolgica de hablar (digmoslo as) pero el lenguaje es, materialmente, una
realidad histrica. No solo por su pasado sino en la literalidad misma de nuestro
cada da. El lenguaje resulta as un artificio, dada la obviedad de que todo hecho
histrico lo es. Y muy especialmente el lenguaje potico. La poesa es la produc-
cin de un artificio o arte. No una esencia previa sino una produccin histrica.
Produccin y no construccin. Construir significa creer en las formas previas de
un supuesto espritu. La poesa signo y sntoma de la historia. Y si la poesa es
artificio si la podemos producir o leer tambin podemos transformarla.
Ahora bien, la cuestin de las formas se puede agarrar a dos niveles del idea-
lismo kantiano: trascendental/emprico. Valry o Mallarm la sitan en el nivel
trascendental, reino de la Razn, del Espritu, en su propia pureza. Para Vossler u
Ortega el nivel trascendental no es posible hallarlo en s mismo, sino slo a tra-
vs de la razn prctica: esto es, de la voluntad, del vivir, del actuar. Se contrapo-
ne as un arte eidtico y un arte vital. Toda esta temtica segregar cuestiones
tales como arte realista/arte antirrealista; veamos por ejemplo, La deshumanizacin
del arte de Ortega, la Estilstica etc. Y cmo no! la aparicin del conceptismo/
culteranismo. De nuevo la dicotoma forma/contenido, intelectual/sensible, pala-
bra/idea, el gusto por las formas, el gusto por las ideas. Y as lemos y nos ense-
aron a Gngora y Quevedo. Desde el bachillerato, incluso antes.
Pero qu tiene que ver todo esto y su proyeccin formalismo/contenidismo
sobre la literatura del XVII? Teora e historia ha precisado la configuracin de
ste momento como la lucha entre la dialctica organicista y la animista en las
condiciones de la Transicin. Ni forma ni contenido, ni sensible o racional, etc,
sino las categoras de sustancia, apariencia, la nocin de siervo y la lgica
de las semejanzas, las signaturas, la sangre, la jerarqua de sangres. Y el trata-
miento de las apariencias que es, por supuesto, distinto en Caldern, en Gngora
y en Quevedo. Recordemos el soneto:
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216 ESCRITOS FILIBUSTEROS
El hecho de que Quevedo espiritualice las apariencias, significa que el amor co-
brar el peso de un orden revelador que inscribe una gestualizacin animista. Pero
slo es un planeo fantasmal. Esa superacin de las apariencias ms all de la muer-
te no es un transparentarlas, sino trascenderlas. Recordemos que el Carpe Diem
organicista tiene un claro sentido de Aviso, de la brevedad, del pronto apagamiento
del brillo carnal para ir a la verdad, al juicio, mientras que para el animismo la fuga-
cidad del presente no implica otra cosa que la necesidad de aprovecharlo. Ronsard:
Quand vous serez bien vieille... o el propio Gngora: goza cuello, cabello, labio y
frente, / antes que lo que fue en tu edad dorada / oro, lilio, clavel, cristal luciente.
Para el organicismo, las formas sustanciales son una mezcla de espritu y
materia (indisociable). Para el animismo, la fusin de espritu y materia es incon-
7 Gngora, Luis de, Obras completas, ed. Aguilar, Madrid, 1972, pg. 447.
8 ed. cit. tomo I, pg. 657.
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 217
cebible. Hay una vida espiritual detrs de las apariencias carnales y, para llegar a
ella, hay que purificarse; de ah la soledad, la vida retirada, el ascetismo... Para el
animismo, no existe mezcla sustancial de espritu y materia, sino que ambos co-
existen y perfectamente disociados, en consecuencia.
Segundo ejemplo: el concepto en Gracin. En un Seminario hace tiempo
Germn Garca deca que Gracin era el mayor corte desde Aristteles en la ret-
rica, porque para Aristteles las palabras son para expresarse mientras que para
Gracin las palabras son para producir unas apariencias y unos efectos, que al ha-
cer que el otro haga lo que yo quiero, entonces yo quiero lo que hago. No en fun-
cin de decir alguna verdad sino de provocar, de satisfacer su querer.
Esto es una pequea comedia porque no se puede entender el enredo sin tener en
cuenta que tras las apariencias existe un orden latente que les da vida. Y por eso
concepto y agudeza son las nociones claves del pesimista e irritado jesuta. El pro-
ceso expresivo de la agudeza est en carear los objetos, en reconocer, en detectar
la correspondencia (correspondencia que glos Miller en Granada a propsito de
Spinoza) entre dos objetos. Examinarlos al fin no como apariencias sino como
signaturas. La Retrica antigua en todo caso no habra captado el verdadero sentido
que tiene la Agudeza (con tropos y figuras) porque no hay que darles ms va-
lor que el que el que poseen como meros instrumentos. En una palabra: la nocin
de concepto en Gracin no es algo meramente retrico sino inescindible de las no-
ciones paralelas de correspondencia y/o semejanza, no entre las apariencias sino
entre las signaturas sacralizadas del XVII. Id. est, de nuevo habra as que recurrir a
la radical historicidad de la literatura y del discurso in genere 9 . Y con ello, vol-
vemos a nuestra cuestin central: la historicidad impalpable del vuelo de las mari-
posas. Se trata de decir, pues, que los dos ejemplos que hemos utilizado son perfec-
tamente vlidos respecto a su propia historicidad radical, slo que es aqu donde
aparece el ltimo nivel de la mina de oro: puede salir oro o puede salir agua. Que-
remos decir: estamos seguros de dnde est la historia en el discurso. Pero no esta-
mos en absoluto seguros de dnde est la historia en el psicoanlisis. Y mucho me-
nos, por supuesto, de por qu los psicoanalistas han despreciado siempre la histo-
ria. De otro modo: si los historiadores hemos ignorado siempre el psicoanlisis, por
qu los psicoanalistas han ignorado la historia en nombre de la antropologa.
O sea, por qu en vez de en el Nombre del Padre se nos resita en el lugar del
Nombre del Hombre: precisamente el lugar que carece de nombre.
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APNDICE DOCUMENTAL
220 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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MIRADAS SOBRE LAS PRCTICAS ARTSTICAS 221
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222 ESCRITOS FILIBUSTEROS
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APNDICE DOCUMENTAL 223
ORDENACIN CRONOLGICA DE LOS TEXTOS
La muerte joven y la vida breve: un incosciente para Lorca y Falla, Revista Euroliceo,
nm. 3 abril 1991.
Piscator: Una esttica para el siglo XXI, Rev. El fingidor, nm. 13-14, 2001.
226 ESCRITOS FILIBUSTEROS
Un fantasma recorre la fbrica de sueos, Rev. Pgina Abierta, Madrid, nm. 110-
111, enero 2001.
Clnica y poltica en psicoanlisis (primera parte), Laberinto, nm. 13, noviembre 2003.
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