"Niños Del Kollao" Cuentos de José Portugal Catacora
"Niños Del Kollao" Cuentos de José Portugal Catacora
"Niños Del Kollao" Cuentos de José Portugal Catacora
IV
Un da domingo, al volver de misa con inusitado retraso, llam doa Adriana a
Rosendo i le dijo:
Me he visto con el seor Pacheco, tu maestro de antes i me ha dicho que
hay becas vacantes para la Escuela de Artes i Oficios, de Lima, i que puedes ir
a estudiar por cuenta del gobierno.
Una pequea luz de esperanza brill en la mente meditabunda de Rosendo,
pero pronto se nubl. Cmo dejar a su madre? Al amparo de quin? No!
El no ira a ninguna parte.
Cmo quieres que te abandone, mamacita? respondi Rosendo,
pensativo.
No, hijo. No me has de abandonar. Tal vez tu suerte est en lo que dice tu
maestro. Tal vez haya sido tu buena estrella la que alumbraba con vivos
resplandores esta madrugada, cuando me levant temprano. Dicen que el da
en que nos viene la buena, alumbra con vivos destellos nuestra estrella. Tienes
que aceptar, Rosendito. De all regresars hecho un hombre, con profesin.
Hasta mientras, de alguna manera, pues, estaremos nosotros.
No, mamacita. Yo no puedo dejarte ms. Sufres mucho. I sola. Yo debo
trabajar en alguna forma.
No me has de desobedecer, Rosendito, porque entonces seras un mal hijo.
El lunes mismo hemos de viajar a la ciudad. A los chicos los dejaremos a la
seora Fortunata. Ella es mu buena.
Rosendo call prudentemente. No quiso amargar a tu madre arguyndole ms
razones.
V
Doa Adriana, para afrontar su nuevo sacrificio encamino a la casa de don
Angelino, cuyo servicio muriera su esposo, para ofrecerle en venta el ltimo
pedazo de tierra que le quedaba. Despus de conmoverle con sus dolorosos
trances, apenas logr arrancar de la avaricia consuetudinaria de aquel seor
sin entraas, treinta pesos; ms o menos la mitad del valor efectivo del terreno.
En el amanecer del da lunes, antes de que el poblacho se desperezara de su
sueo, doa Adriana i su hijo emprendieron camino a la capital. Suavemente
baados por los rayos del sol naciente i lactando la dulce brisa del lago
legendario caminaban ella, conforme i tranquila, alentada por aquella santa
resignacin que slo es propia de las madres, i l, tristemente pensativo, con el
alma transida de dolor, por el insistente sacrificio de su madre. I envueltos en el
polvo del camino arribaron a la ciudad.
Splicas aqu i lgrimas all, por fin lograron el expediente.
Tres das despus, los exmenes de admisin se realizaron para ms dj treinta
postulantes a cuatro becas.
Mientras Rosendo renda su examen, una vela arda en el altar de cada iglesia i
mil plegarias manaban de los labios de doa Adriana, elevndose a los cielos
con fervorosa uncin suplicatoria.
Terminaron las pruebas i entre los favorecidos no estaba Rosendo.
Dios mo!solloz la pobre doa Adriana.
Si yo he respondido mejor que esos que han sido aprobadosbalbuce
Rosendo, atormentado ms por el llanto de su madre que par el fracaso del
examen.
I la madre lloraba.
VI
Al otro da, los pasos de doa Adriana i su hijo tornaron sobre el camino al
poblacho.
Me emplear de escribiente en un juzgado deca Rosendo con ansias de
consolar a su atribulada madre.
Si, hijito, si. Dios no ha de querer que nos falte el pan del daresponda la
madre, lanzando al viento de la pampa polvorosa una resignacin hecho
suspiro, tal vez para arrojar de esa manera el fracaso de su ltimo sacrificio,
Un automvil les pasaba de vez en vez, i Porqu no tendremos, nosotros,
siquiera un caballo?pensaba Rosendo, contemplando con amargura el
rosto sudoroso de su amorosa madre.
VII
Una vez en el pueblo, invocaron el favor del seor Oquendo, el primer Juez de
Paz, para que a Rosendo lo empleara como escribiente.
El seor Oquendo le someti a prueba i al revisar el escrito, exclam
escandalizado:
Uf! Tienes muy mala letra i una psima ortografa. Si tienes el tiempo
desocupado, dedcate a hacer buena letra, i despus ya puedes venir a
trabajar. Por ahora no hay nada en que ocuparte; para notificaciones?, eres
muy pequeo todava; para firmar como testigo?, menos an, porque no tienes
la firma garantizada. Cuntos aos te faltan para eso!
Esta misma respuesta le dieron en las dems oficinas pblicas. I en vano se
derramaban las dolorosas lgrimas de doa Adriana.
VIII
Un da, cansado ya de buscar trabajo, trabajo a que dedicar su instruccin
primaria, decidi Rosendo ponerse de aprendiz de zapatero.
Fuese a la nica zapatera del poblacho, la zapatera de Leucacho, el
borrachito, i sin que se enterara su madre empez a aprender aquel oficio.
Pasaron varios das i doa Adriana advirti que su hijo slo se presentaba a
tomar los alimentos. Ella le interrogaba, pero Rosendo siempre se disculpaba.
Aquellas ausencias constantes fueron intrigndola i trat de seguirle los pasos.
Un da le encontr majando suela i sudando a chorros, en la zapatera de
Leucacho. Con lgrimas en los ojos abraz a su hijo, mientras sus labios
protestaban amargamente:
Mi hijo de zapatero! I Para esto te haba hecho estudiar tanto?
IX
Transcurri el ao i en los ltimos meses apenas lleg a ganar un real diario:
jornal de aprendiz, jornal de indio chacrero.
Pero ese msero jornal no era suficiente para terminar con el trabajo nocturno
de una madre casi envejecida, ni siquiera para satisfacer el hambre de sus dos
hermanitos.
Saba Rosendo que nunca llagara a ganar lo suficiente para colmar sus
anhelos: librar de la miseria a los suyos; sin embargo l trabajaba con todas las
fuerzas que su energa primaveral le permita. Ah estaba la vida de Leucacho,
reducida a penuria elocuente, como el retrato ms autntico de su porvenir.
Pero l trabajaba; trabajar era su mximo ideal.
Qu buen chico!-decan los vecinos del pueblo i todos le daban sus
parabienes a doa Adriana.
Efectivamente, Rosendo era un excelente muchacho. Su vida era ejemplar,
nica en el pueblo. Otros muchachos, antes de llegar a su edad se haba
fugado ya del hogar, para entregarse a la vida libertina que de los jvenes
demandaba el ambiente pueblerino; o por lo menos ya saban descuidar la
vigilancia carcelaria al par que conventual de sus hogares, para deambula al
amparo de las noches lunadas, al son de guitarras i charangos, i ocultando
debajo del poncho y sendas botellas de alcohol.
Pero doa Adriana no estaba contenta. Lo decan sus noches de llanto, sus
constantes suspiros.
No saba lo que quera que su hijo fuese, pero no estaba tranquila con que
fuera un simple zapatero remendn, igual que cualquier muchacho analfabeto.
VII
Al saber la llegada de un nuevo prroco, fue doa Adriana a presentarle sus
besamanos i a contarle sus desventuras, como acostumbraban las
solteronas i las viudas beatificadas del pueblo.
Das ms tarde, Rosendo abandonaba la zapatera i asentaba partidas de
nacimiento, matrimonio i defunciones, con un sueldo fijo de 10 soles
mensuales.
Ya era un alivio para doa Adriana i profunda satisfaccin experiment al
pensar que, por fin, para algo deba servir la instruccin primaria de su
Rosendito.
As trabaj Rosendo durante ms de un ao. I en todo este tiempo haba
frecuentado la ntima compaa del hijo del cura, un muchacho entrado en aos
i ms maoso que un macho de Tunquipa. (4) Este le arrastraba por todas
partes i no le dejaba ni un minuto. Vanas veces le oblig a beber. I aunque
Rosendo demostrara repulsin al principio, poco a poco fueron infiltrndose en
su corazn, en su cerebro, hasta en sus huesos, las costumbres malhadadas
de aqul; las costumbres de la juventud de su pueblo; la miseria moral del
poblacho andino.
As lleg un da en que, al decir del cura, el diablo se apoder del espritu dulce
i candoroso de Rosendo i desde entonces no se le vio en parte alguna, aunque
su charango vibrase igual que su voz aguardentosa, todas las noches en el
poblacho.
(1) AMA SUWA, AMA LLULLA, AMA QUELLA, principios moralistas keswa que
se traducen por no robes, no mientas, no seas perezoso, respectivamente.
-Estos principios fueron las bases de la organizacin tico social del
Inkanato, i segn el autor de la apostilla, fueron los postulados
fundamentales de la Pedagoga Social de Manko Kapak, a quien se le
considera como el ms grande educador de la Amrica precolombina
Hacia algunas semanas que las labores escolares se haban iniciado y los
alumnos del tercer ao an no tenamos maestro.
Alguna vez el director nos haba dicho que del Ministerio tardaban en nombrar
al nuevo maestro. Pero nosotros no nos preocupbamos de ello. Mejor
estbamos as, solos.
Entre los cincuenta a sesenta nios de nuestra seccin, la mayor parte ramos
indiecitos. Los blancos i los mestizos eran muy pocos. Adems, ramos de muy
diversas edades i tamaos: desde el gusanillo, que apenas llegaba a los
nueve aos, hasta el Novillo, que ya frisaba en los veinticuatro abriles, las
estaturas eran variadas.
Nuestra vida diana se reduca a esto: abrir cancha para los que se desafiaban
a las trompadas, estropear a los miedosos, gritar, cantar, silbar, i en suma:
jugar, jugar de tope a tope, todas las horas.
De vez en cuando nos visitaba el Director a repartir reglazos a granel.
Encargaba al Novillo el cuidado de la clase i se iba. Una maana se present
de tal modo que cremos que se haba vuelto loco. Sus ademanes violentos i
sus vestiduras descuidadas nos dieron esa impresin.
Cuando se hubo marchado, Jorgito, a quien conocamos por el apodo de
Caballito castaopor sus cabellos rubios i su rostro rojo como el tomate
se coloc en frente de nosotros i empez a imitar al director, con tal originalidad
que todos remos a mandbula batiente. I no tardamos en seguir parodiando a
los dems maestros de la escuela.
Algunos simularon explicar lecciones. Esto interes a muchos i nuestro papel
de maestros, entre chistes i risas, fue tomando proyecciones serias.
Yo dego qui podimos istodiar algonas lijciones sin presejtor, como aura
manifest Huayta, uno de los alumnos ms grandes de la clase, al que le
llambamos el Hazme rer, por su lenguaje estropeado.
Claro que podemos estar aprendiendo as algunas cosas. Qu dicen los
dems?intervino otro de los grandes.
Aceptamos! J Aunque sea por todo el ao! fue la respuesta
Los profesores ensean de acuerdo con un programa i nosotros, de dnde lo
vamos a sacar?arguyo Marco, nio al que considerbamos como el ms
aplicado de la clase; i por eso le decamos Machaquete.
Yo tengo un programainterrumpi Gusanilloporque mi pap, antes de
ser escribano, fue profesor. Yo traigo el programa.
Ya estaba resuelto lo del programa, pero Marco volvi a plantear otra dificultad,
argumentando que los profesores tenan un estante lleno de libros, libros con
que nosotros no contbamos. Esto si que era un problema. La clase qued por
unos instantes en suspenso. I cuando todos creamos fracasada nuestra idea
de estudiar sin maestro, volvi a intervenir Gusanillo Yo puedo traer unos
diez libros.
jBravo Gusanillo!
i Bravo! Bravo! prorrumpimos todos.
El ejemplo de nuestro diminuto compaero fue se-guido por muchos ms.
para saber cuntos ofrecan traer libros, tuvieron que ponerse de pi.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco
j Trece ! fue el ltimo nmero coreado por todos.
Mal nmero! va a pasar algo!grit uno
Una maana vaporosa de marzo, cuando los nios llenaban todos los mbitos
de la escuela con sus juegos bullangueros, se present el aguatero Ruano en
la Direccin del plantel.
Los maestros que all se encontraban se imaginaron que algn vecino del
pueblo lo habra mandado portando un recado; pero, no era as. El aguatero
aquel hombre de herclea contextura fsica, sucio i andrajoso, que viva
surtiendo de agua a la mayor parte de casas del pueblo, aquel hombre sin
hogar i sin familia, que era amigo de todos i que pernoctaba en cualquier parte;
aquel mismo hombre, que no demostraba sino una rudimentaria mentalidad, i
sin embargo era modelo de honradez, pese a su arrastrada miseria, se
presentaba ahora en la escuela solicitando ser alumno. Y Que se propona
aquel hombre Ante esa pretensin noble i contundente pretensin los
maestros sonrieron burlonamente; pero el Director, tras de meditar breve i
hondamente, lo admiti, aunque su nombre nunca figur en los registros
escolares.
Desde entonces concurri a la escuela con la misma prolijidad de un nio, i las
gentes del pueblo le apodaron: Aguatero-estudiante".
Pronto adquiri hbitos de trabajo, de higiene i de orden, siendo entre sus
compaeros modelo de disciplina. Nunca faltaba a las labores de la escuela i
cumpla sus deberes sistemticamente.
En las noches, hasta horas avanzadas, cargaba agua para ganarse el sustento
diario, i en las maanas, era el primero en presentarse en la escuela.
Mientras llegara la hora inicial de las labores es-colares, se entretena en narrar
a los chicos extraas leyendas mticas, o pasajes de su vida, llenos de curiosa
atraccin. A veces llegaba a cautivar a todo el alumnado.
Durante los recreos solamente jugaba con los nios ms pequeos. No
gustaba de jugar con los mayores. Dirase que era un retrasado mental, pero
no lo era. Su espritu ingenuo, sin mancilla como el de un nio, volva hacia la
infancia con sencilla espontaneidad.
As se hizo clebre en la escuela, mientras los nios le colmaban no solo de
sus afecciones, sino hasta de sus propinas que nunca aceptaba el Aguatero, si
mas bien frutas i golosinas los maestros se disputaban por llevarle a su clase,
para que contara a les nios las leyendas mticas que l saba.
II
Un da en la clase del tercer ao, cuando el maestro discurra acerca de las
teoras sobre el origen del lago Titikaka, solicit que se le oyera i cont la
siguiente leyenda, tan rica en imgenes i perfecta como pocas:
Hace miles de aos de esto. Apu, el Dios de las cumbres haba prohibido a
los hombres que es-calaran los cerros, permitindoles vivir solamente en las
quiebras i las hondonadas. Pero, un da se present entre los hombres el
Aukka (1) les oblig a quebrantar la prohibicin, hacindoles consentir que si
lograban alcanzar la cspide de las cumbres, llegaran a tener el mismo poder
de los dioses.
Cuando los hombres intentaron escalar la cumbre cercana, Apu, encolerizado,
moviliz un gran ejrcito de pumas i mand a que los devorasen. Entonces, los
hombres pidieron proteccin al Aukka. Este los intern en las profundidades de
la tierra all siguen viviendo convertidos en Anchanchos (2).
Al contemplar la confabulacin de los hombres con el espritu del mal, Inti el
supremo dios de los incas sinti pesar grande i eclips su luz al mismo tiempo
que todos los seres celestiales se sumieron en amargo llanto. Las lgrimas
invadieron la tierra en forma de tormentas terribles, inundando las quiebras i las
hondonadas.
En este diluvio murieron la mayor parte de los animales. Solamente una pareja
de seres humanos, asidos de un haz de juncos i resignados a morir en el amor
de Dios, antes que escapar con los dems hombres, lograron flotar sobre las
aguas.
Cuando el Dios Inti volvi los ojos a la tierra i ces el llanto celestial, la pareja
sobreviviente por obra divina, contempl con gran asombro que los pumas
(titis) haban perecido tambin i flotaban a millares sobre las aguas, mostrando
sus vientres grises (kkakkas).
He aqu el origen del Lago de que nos hablis i de su nombretermin
diciendo el "Aguatero".
III
Leyendas como stas, en que el cndor, el puma, el zorro, la vicua, los topos,
las hormigas, i hasta las araas, se personificaban como seres mticos, saba
por centenares el Aguatero; i con ellas se habran podido llenar las pginas
de varios volmenes. I otros tantos se habra podido escribir con las ancdotas
de su vida; pues tan lleno de pasajes pintorescos como dolorosos era su
pasado i su msero presente; i tanto haba corrido por nuestras tres regiones
csmicas.
IV
Al terminar las labores del primer semestre, lea i escriba el "Aguatero" con la
mayor correccin.
Pero al iniciarse el semestre siguiente, no volvi a la escuela.
Aquel hombre-nio, que cuando se dejaba estropear en el suelo con los
pequeuelos, experimentando una gran satisfaccin en ello, evocaba al gigante
de las fbulas, rodeado por los hombres de Liliput, a Tolstoi, durante los
eternos recreos de su escuela de Yasnaia Poliana; i cuando narraba sus
leyendas mticas, saturadas de una honda filosofa, semejaba a Cristo,
esparciendo verdades divinas, o a Gandhi, predicando los mtodos pasivos de
la liberacin de su raza, haba desaparecido. Su desaparicin fue extraada
por todo el pueblo i mucho ms por los nios. Pero como todo pasa i se
esfuma, pronto qued olvidado.
V
En el mes de marzo del ao siguiente, present-se de nuevo. La escuela tuvo
un da de fiesta. Pero grande fue el pesar de los nios cuando el Aguatero
expres que pronto los dejara.
Habase ido a una parcialidad perdida entre las escabrosidades de los Andes, i
all haba instalado una escuelita para los yokallas (3) de la Punta Perdida.
Ahora vena a solicitar un certificado de estudios, para revalidar su capacidad
de maestro i oficializar su escuela, adems, a invocar el obsequio de algunos
tiles escolares.
Los nios le obsequiaron muchos libros, cuadernos, lpices, lapiceros cuanto
material escolar encontraron a su alcance. Llevndose estos obsequios, i luego
de encargar al Director del plantel las gestiones necesarias para la
oficializacin de su escuelita, se march.
Los nios lo despidieron cariosamente. I los maestros se quedaron
contemplndolo hasta que se perdi de vista, con los ojos preados de
esperanzas; de esas esperanzas que todos abrigamos de ver redimida nuestra
estirpe nativa, i que a travs de aquel indio vagabundo miserable convertido en
amawta de los tiempos nuevos, se ofreca como una pequea racha de
realidad.
(1) CARABAYA, Provincia selvtica del Departamento de. Puno famosa por la
produccin de caf de superior calidad.
IV
En la tarde de ese mismo da, la autoridad escolar hizo llamar al maestro del
nio dormiln. Cuando ste hubo acudido, se encontr ante una seora vestida
a la usanza del siglo pasado, i gorda; tan gorda que apenas le resista la silla
que tomara por asiento. Lo recibi despectivamente.
La autoridad escolar interrog:
Qu incidente ha tenido usted con el nio Paquito de Peralta?
Tal vez, la seora es la mam de ese nio? respondi el maestro con
esta otra interrogacin.
S. I manifiesta que usted le ha tratado muy mal a su nio.
S, seor. Usted le ha tratado hasta de nio enfermo. Usted ha de saber que
nosotros no somos una cfila de gente asquerosa, ni menos padecemos de
ninguna enfermedadintervino la seora, en forma arrogante.
Usted perdone, seora. Es completamente falso lo que le ha informado su
nio.
No, seor. El nio no puede mentir, precisamente no quiere volver a la
escuela, porque usted le ha dicho que es un nio enfermo.
Sostengo que es falso lo que usted afirma, seora. Le voy a explicar: hace
dos meses que estoy a cargo de la seccin en que estudia su nio, i en los dos
meses, no ha habido un solo da en que no se haya quedado dormido en la
Clase. Esta maana se ha repetido lo de siempre i al despertarle, le he
preguntado que si algo le dola o se senta enfermo. No ha habido ms, seora.
Ya ve usted, seor Director, el nio no ha podido mentir. Hoy mismo hemos
de llamar al mdico titular i segn lo que diga, hemos de tomar nuestras
medidas. Nada ms quera averiguar
I la seora se march.
Amigo; hay que tratar como a cristales a estas gentes que se creen todava
godas, i muy godas, en pleno siglo veinte. Aunque nada grave le suceda, de
seguro que este incidente le ha de traer algunas dificultadesexplic la
autoridad escolar.
El maestro sonri indiferente i se retir a sus labores.
V
Dos meses ms tarde, el maestro fue removido a otra colocacin. Nadie le
supo explicar las razones; pero la autoridad escolar el da de su partida le dijo:
No le deca?. Se ha cumplido lo que le augur.
Efectivamente, Paquito no quera volver a la escuela. Su cuerpecito, extenuado
por tantas i tantas sobreexcitaciones nocturnas, se resista al trabajo escolar.
Algo ms, tena vergenza por aquella noticia que l llevara a su casa i que su
mam lo agrandara tanto. No volvi sino cuando se hubo alejado el maestro
aqul.
(1) CHUTILLO, voz con que se nombra al burro recin nacido, i que tambin se
acostumbra aplicar, de una manera general, a los criados de las casas
(2) CUYES, nombre de conejos en keswa.
CASTILLOS EN EL AIRE
LAS MOMIAS
Sera demasiado largo enumerar los defectos de que
padecemos, las enfermada-des morales que diesman nuestros
campos de la conciencia nacional i personal. En todos los estratos
sociales encontramos a esta trinidad: el prejuicio, la "su peticin i
el fanatismo. EMILIO VASQUEZ.
I
Antes de que las sombras nocherniegas se disiparan, i apenas el alba roja se
insinu sobre las encrespadas cumbres cercanas, se sinti por las calles los
sones estridentes de unas cornetas echadas al vuelo. Eran los nios escolares
que as despertaban a sus compaeros para emprender una excursin.
Las pasivas gentes de! pueblo se estremecieron de terror, al pensar en que tal
vez se repeta la sublevacin indgena de hace diez aos, o en la llegada de
algn batalln revolucionario, pues tan frecuentes eran las revoluciones. Pero
cuando se percataron de la verdad, se dijeron para s:
Qu no han de hacer esos chiquillos del Centro Escolar.
A las seis de la maana ya estuvieron reunidos en el local escolar ms de un
centenar de nios i minutos despus, al mismo tiempo que el sol se elevaba en
el horizonte a grandes saltos, como una perla de plateados destellos,
abandonamos el pueblo todava sooliento. Solamente las gentes matinales i
algunos noctmbulos nos vieron partir.
Los nios mayores iban a pie, equipados como andinistas i los menores iban
montados en unos pequeos caballos, de esos que en la sierra llamamos
chojjchis (1) que venan muy bien al tamao de los nios ms chicos. I todos,
en suma maestros i alumnos bamos posedos de una alegra radiante, a
tono con las horas fulgurantes de la madrugada.
Una suave brisa pampera nos inyect de fuertes energas la caravana inici su
caminata por en medio de una pampa cubierta de pajonal dorado.
El camino semejaba a un haz de pequeas vboras en marcha hacia las
cumbres milenarias.
A poco, en una hondonada de pasto-esmeralda, una majada de vacas lecheras
paca como una floracin de muttiphatas (2) gigantescas.
Ms all, una manada de oveja, blancas como los cirros del cielo andino,
serpeaba por una ladera amarillante.
Luego, por cimas empinadas pastaban llamas, alpacas, huanacos, vicuas
solitarias, que movan la cabeza cual si quisieran saludarnos con profundas
reverencias.
Llegamos al pie de la primera cumbre i cuando nos disponamos a tomar un
ligero refrigerio, las notas eje un charango, de esos charangos que ren, lloran
cantan las miserias de la raza andina, hirieron dulcemente nuestros sentidos.
Todos los nios aguzaron el odo i como si estuvieran al frente de un escenario,
aplaudieron frenticamente; mientras el indio que rasgaba los bordones de su
alma hecho cuerdas de charango, haca su aparicin sobre la apacheta (3), un
cndor gigantesco henda los aires, como si con su soberbio pico quisiera
descorrer el teln ' amatista de aquel escenario majestuoso.
Tras el descanso, la caravana continu su caminata. Trasmontamos la primera
cumbre, luego otra i otra, hasta el fin.
II
El medio da nos sorprendi precisamente al final de la excursin. Un sol
reverberante un panorama majestuosamente cerrero, nos dieron la buena
llegada.
Tinajani (4) fue la exclamacin lanzada por la muchedumbre de nios. I
antes de entregarnos a la reparacin de la fatigosa marcha, nos quedamos de
pie, extasiados e inmviles en la contemplacin de aquella naturaleza
infinitamente agreste.
Innumerables picachos que rasgan el cielo en girones, con sus blondas
melenas desgreadas a los cuatro vientos, se levantaban por doquier.
Torreones gigantescos que se elevan como atalayas csmicos, cual si
quisieran ofrendar sus misterios milenarios al sol, poderoso gestor de la vida.
Cortes de roca rojiza que se levantan como inmensos paredones de fastuosos
templos arcaicos.
Hundimientos depresiones profundas que semejan las solitarias calles de urbes
fantsticas, pavimentadas de oro esmeraldas.
Peascos que se sostienen en las pendientes, como dioses momificados.
Un torrentoso riachuelo de aguas cristalinas, que al correr entre las grietas ha
cavado artsticas tinas de piedra.
Un lagunar lmpido, orillado de los ms variados matices de pasto verde, sobre
este enmaraado escenario, papales florecientes, quinuales, caiwuales
cebadales madurados, con fondo de paja brava i csped saturado de frescor i
verdura, tapizan las hondonadas i las altas planicies, que se elevan como
pedestales floridos.
Finalmente, unas chujjlas (5) indgenas que anidan vidas de hombres de la
puna actual, i una necrpolis que guarda con avaricia restos de hombres que
fueron hace ms de cuatro siglos, completan el panorama de esta belleza
andina.
III
Los nios dejaron sus caballos, los unos a los otros, sus pesados morrales,
provistos slo de lo necesario (picos, sogas, etc.) nos escurrimos por entre las
quebradas, enfilados de uno sobre las estrechas sendas casi inaccesibles.
Escalamos las alturas llegamos a las altas explanadas. Sobre aquellas
solemnes farrallosas cumbres sentimos, como nunca, la pequeez del hombre
frente a la Naturaleza.
Alcanzamos las primeras wakas (6) i la necrpolis sagrada de los que fueron,
tal vez, nobles Wiris del antiguo Melgar, o quizs aguerridos generales del
inkanato, que sucumbieron en la conquista de los indomables Kollas, fue
profanada.
Los nios rodearon a las wakas, como las abejas rodean a su panal, movidos
por esa curiosidad instintiva, propia de la infancia. Excavaron las momias
fueron extradas de sus tumbas.
Ningn nio denot la menor seal de miedo. Todos manipularon aquellos
cuerpos esqueletizados, con la naturalidad de quienes arrancan a la tierra sus
misterios cientficos.
IV
Por la noche, a la vuelta de la excursin, seis momias fueron paseadas en
procesin, en medio de estruendosos hurras i vivas de entusiasmo infantil.
Las gentes pensaron en que seguramente los nios se habran tropezado con
la aparicin de alguna efigie milagrosa, como era frecuente por aquellos
tiempos; pero cuando la noticia de las momias lleg basta ellas, un murmullo
fatdico corri por toda la poblacin.
Maldiciones, protestas blasfemias, recibieron los maestros que haban
permitido la extraccin de las momias.
Los brujos tuvieron buen trabajito en sus aquelarres, durante veladas ntegras,
en los que se dedicaron a aplacar las iras de la Pachamama la madre tierra
por el sacrilegio cometido por los nios.
Se mueren los nios, "agarrados" por la tierra decan las gentes. I hubo
festn de kkoa (7) llampu (8) i coca. Venta abundante para los mercachifles.
Los nios fueron tambin contagiados de los prejuicios de sus padres, i aun
aquellos que se haban disputado en ser el portador de las momias el da de la
excursin, ahora sentan terror por ellas. En vano los maestros lucharon por
convencerlos.
En los das sucesivos cesaron las lluvias i esto alarm mucho ms al
vecindario.
Las momias soplan la lluvia. La tierra, vida de agua para fructificar, clama
venganza al cielo, i el cielo est resentido. Las momias deben ser devueltas a
la tierra.
Tales eran las voces que corran de boca en boca.
V
Un da invadieron a la escuela ms de un centenar de indios i solicitaron a
gritos la devolucin de las momias.
Los maestros i los nios, creyendo ser vctimas de la multitud enfurecida, nos
encerramos en nuestras clases, mientras los indios golpeaban las puertas con
los puos crispados i las indias blasfemaban a voces destempladas.
Las autoridades i la escaza polica, compuesta de media docena de hombres,
anoticiados de la invasin, acudieron en socorro nuestro i trataron de persuadir
a los indios para que dejaran las momias, en provecho de la instruccin de los
nios; mas no hubo razones para convencerlos.
Los indgenas amotinados amenazaron con incendiar la casa escolar, las
momias tuvieron que volver a su morada primitiva.
En la misma noche del rescate de las momias se desencaden una furiosa
tormenta.
"La tierra estaba desagraviada i el cielo llor de alegra".
Luego los cultivos reverdecieron el alma del pueblo tom a su tranquilidad
consuetudinaria.
IV
Se agit una campanilla qued terminado el acto de los exmenes.
Abandonamos la sala, cuando las sombras de la noche haban obscurecido ya
el ambiente.
Al trasponer el umbral de la puerta, que distaba tres gradas del suelo, mi
compaero de la ultima penitencia resbal i cay.
Est muerto! Est muerto!gritaron los chicos apelotonndose sobre el
nio predilecto de la maestra, que yaca en el sueo.
Es por la impresin de que no pudo responder a una sola pregunta
manifest la maestra, al examinarle.
EL CONDOR
I
El maestro coloc sobre el pupitre una silla orden a les nios que la
dibujaran.
Ya se disponan a realizar el dibujo de la silla, cuando Hctor, el mejor dibujante
de la clase, levanto la mano i solicit permiso para hablar. El maestro le
concedi la palabra.
-Seor, queremos dibujo libre
-Quiero, querr usted decirinterrumpi el maestro, irnicamente.
Todos queremos, seor!gritaron, al mismo tiempo, los dems nios. I el
maestro, ante la avalancha de pedidos, tuvo que colocar la silla en su sitio i
atender al deseo de los nios. Pero, no. Los nios no deban hacer lo que
quisieran. La voluntad del maestro deba primar en alguna forma, i la expres
diciendo:
Bueno, harn un dibujo imaginativo; pero para que haya cierta uniformidad,
el tema del dibujo de hoy ha de ser sobre aves.
Los nios aceptaron esta nueva disposicin con mayor agrado que la anterior.
Lo que es Hctor, acept de todo agrado. Hctor era el artista de la clase. 1
odas las clases tienen su artista poeta o dibujante su matemtico, su
naturalista, su historiador, su gegrafo, su orador y hasta su filsofo. I cada
nio que se distingue en alguna materia, tiene mayor ascendencia sobre los
dems nios. Por eso Hctor era una autoridad en la clase de dibujo.
Tedos los nios dibujaban con gran entusiasmo. Cada uno pona sobre su
trabajo todo su inters, todo su espritu porque aquel dibujo eraen cierto
modo obra de sus propias iniciativas. Cuando el nio hace algo que parte de
s mismo, poco o nada tiene que hacer el maestro por la disciplina.
Uno de los primeros en terminar su tarea fue Hctor. Entreg su dibujo al
maestro i esper la opinin de ste.
Un ave monstruosamente grande, devorando a un hombre diminuto, eran los
motivos del dibujo. Aunque el diseo de cada uno de estos motivos era casi
perfecto, la relacin entre ambos ofreca un visible contraste.
Qu significa esto?interrog el maestro.
Es un cndor que se lo est bebiendo los ojos de ese hombrecontest
Hctor,
Pero Usted cree que el cndor es ms grande que un hombre?
Si, seor!
Por qu?
Porque solamente siendo ms grande que el hombre puede atacarle.
Usted ha visto alguna vez un cndor?
No, seor; pero me han contado.
Hctor nunca haba visto un cndor. El lo conoca por referencias i se
imaginaba que fuese mucho ms grande que el hombre.
Cmo le han contado?
Ah, es una historia muy larga! Quiere que le cuente?expres Hctor, con
marcado entusiasmo.
El maestro observ su reloj, luego particip a los nios que Hctor contara
algo muy interesante, mientras duraba la clase de dibujo.
Los dems nios recibieron con palmadas el anuncio.
I luego empez:
Pap tena hace tiempo un caballo grande, muy grande. Le llambamos
Melgarejo. pap deca que le haba puesto ese nombre porque era muy brioso,
loco como aquel general boliviano. I tena un color raro, calor ceniza, casi
verde. Una sola mancha blanca tena sobre la cabeza.
Cuando aprend a montar, Melgarejo ya estaba envejeciendo i haba perdido
mucho sus bros de antes; por esto se le haba dedicado para sillonera de
mam, ella lo quera mucho. Era el nico caballo que poda montar, sin que se
espantara de sus enormes faldas i llevndome abrazado.
Un da mam se muri i desde entonces, el caballo no se dejaba montar con
nadie. Cada vez que alguien quera ensillarlo, se entorpeca i no ceda, aunque
pap lo estropeara hasta cansarse.
Pero una cosa rara pasaba con aquel animal; mientras todos los de la casa le
tenan miedo, yo me andaba por entre sus patas sin que se espantara i lo
montaba como a un burro manso. Me conoca muy bien, basta mis silbidos los
conoca, i sin necesidad de cabestro poda pescarlo en cualquier campo.
Pasaron los aos, durante los cuales Melgarejo slo se entenda conmigo.
Despus me vine al colegio. I aquel viejo animal, como si sintiera pena de no
verme, no quiso volver ms a la casa; entregndose a una vida cerrera i
abandonado a su suerte.
Todos los moradores del pueblo lo perseguan por los daos que ocasionaba
en sus chacras. Hasta pap, cansado de tantas i tantas quejas que reciba a
diario de partes de aquellos, varias veces lo persigui para darle un tiro de
revlver; pero Melgarejo, como si su instinto le anunciara el peligro, siempre se
estopaba. Cierta vez lograron cogerlo i maniatado lo despacharon a la feria de
La Paz (Bolivia) para venderlo. I cuando pap crea que al fin haba logrado
deshacerse de la bestia, que siendo suya no le serva de nada, Melgarejo
volvi a presentarse en los campos del pueblo, removiendo la protesta de los
chacreros.
I cmo haba pasado el Desaguadero? interrumpi un nio,
burlonamente.
A nado. Saba nadar muy bien Melgarejo. Pues, cuntas veces haba salvado
la vida de pap, cuando embriagado i caprichoso se meta en los ros
caudalosos que pasan por la fincacontest enfticamente Hctor, i sigui su
relato.
Pero ahora ya estaba completamente envejecido. I cuando lleg el invierno i los
cebadales ajenos de que sola alimentarse fueron cegados, se present una
tarde en casa, mansamente. Pap, extraado por aquella vuelta inusitada, le
examin la dentadura i encontr que el caballo haba llegado a un estado de
absoluta incapacidad para alimentarse por su propio esfuerzo. Entonces
orden que le colgaran del cuello un talego i de all se alimentaba solamente
con polvillo de arroz.
As lleg a vivir algn tiempo ms, durante los cuales, como si quisiera pagar
con algo el sustento diario de su decrepitud, se someti otra vez al trabajo, en
el trasporte de cargas livianas.
Pero a la larga, lleg a caducar completamente; hasta que un da pap orden
que lo ahorcaran. En esas circunstancias lleg a casa un arriero i solicit que
se le proporcionara una bestia de carga para llevar su equipaje hasta alcanzar
a su recua, que ya estaba unos das adelante, hacia Moquegua.
Pap vio en esa oportunidad una manera insensible de deshacerse de la vieja
bestia i pensando: "ojos que no ven, corazn no siente", se lo ofreci al arriero.
El arriero se lo llev consigo. Ya llevaban salvada una jornada i a medio da de
la segunda, al trasmontar una de tantas cuestas de la cordillera, se asoroch
Melgarejo.
El arriero le hizo sangras i sahumerios con yerbas secas, pero el animal no
pudo caminar ni un paso ms. Entonces colrico i blasfemando sac su
revlver i le dispar un tiro, que slo le abri una herida de raspetn en la
cabeza. Le iba a disparar otro tiro, cuando constat que solamente le quedaban
dos balas previendo algn peligro por el camino, se las guard, luego de cargar
su equipaje en su caballo de silla; sigui su camino, abandonando a Melgarejo
a merced de su propia suerte, moribundo.
Pasaron algunas horas la pobre bestia se reanim un poco. Sinti una sed
calcinante haciendo un esfuerzo supremo, baj a la quebrada en busca de
agua. Lleg a un fangal rodeado de pasto verde; En la parte central del fango
se ofreca a la vista de Melgarejo, charcos de agua color de tornasol; pero no
era sino petrleo. Pugn por llegar hasta all oh desdicha! cuando ya iba
alcanzar el ansiado lquido, sus cuatro patas se hundieron en el lodazal, como
cuatro estacas clavadas por el peso de su enorme cuerpo.
En aquel mismo instante apareci sobre el cielo de la quebrada cordillerana un
cndor famlico i planeando, planeando, baj hasta el suelo.
Melgarejo, ante la sbita presentacin de la muerte, sinti que su cuerpo,
acostumbrado a las rudezas del trabajo, por primera vez se le estremeca de
terror. I cuando el cndor pretendi hincarle la vida con su pico carnicero,
invoc que le escuchara unos instantes. El cndor, compasivo, a la vez que
seguro ce tenerlo en la trampa a su presa, le dej hablar.
Melgarejo, en ese lenguaje en que slo se entienden los animales, cont su
vida en pocas frases, i termino diciendo:
Entre todos los seres de la Naturaleza, el hombre es el animal ms feroz. No
solamente es malo con los dems animales, sino que hasta entre ellos mismos
se explotan i se matan. Nosotras, las bestias, nos asediamos tambin, pero de
frente; mientras ellos acuden a los medios ms terribles i ocultos para
destruirse. nicamente conoc a dos seres humanos, bondadosos con los
animales: una madre i un nio...
Al decir estas palabras, los ojos de Melgarejo se cerraron para siempre. I la
otra bestia, el cndor, antes que saciar sus apetitos con el cuerpo de la bestia
muerta, prefiri remontarse por el aire, raudo e impetuoso, como si quisiera
vengar los dolores por Melgarejo
BUFALO
Ante el poder de la capacidad superior, impuestos por los
convencionalismos sociales, tienen que rendirse; tienen que
desmoronarse como los monumentos de barro. LINO LEON
MARTINEZ.
Once sonoras campanadas del reloj pblico anunciaron labora final de las
labores matinales. I los nios llenaron las calles de esa algaraba tpicamente
infantil que suele caracterizar a las salidas, escolares. Se fueron alejando en
direcciones diversa mientras la escuela quedaba escueta.
Jaime se iba nicamente en compaa de Bfalo. Era ste un perro negro de
gran tamao, de aspecto imponente, con dos manchas blancas sobre los ojos i
una en el pecho. No obstante su severa presencia, era un animal inofensivo.
Iba siempre en compaa de Jaime. Cuando el nio ingresaba a la escuela,
Bfalo se quedaba tendido a lo largo de la puerta, i all se estaba hasta que
saliera. A. veces penetraba hasta la sala de estudios, tendido a los pies de la
carpeta de su amo, pareca que escuchaba las lecciones del maestro.
Todos los nios se haban encariado con el perro i, quien ms, quien menos,
lo haca partcipe de sus recreos" (frutas i golosinas que los nios llevan para
consumir en la escuela). Bfalo era cerno una persona. Coma de todo, incluso
dulces i frutas. Pero l no iba a la escuela por los "recreos" como lo hacen la
mayor parte de los animales sino por su amo Jaime, a quien quera
entraablemente, porque saba que aqul tambin le quera.
Hasta el maestro se haba habituado a su presencia, i muchas veces le tom
de modelo para lustrar las lecciones, cuando hablaba sobre la nobleza de los
animales la necesidad de protegerlos.
Jaime iba manoseando nerviosamente las grandes orejas de Bfalo. Haba
derrotado a su contendor de estudios en las pruebas mensuales. Debera estar
satisfecho i alegre; pero no lo estaba.
En el mes anterior, la madre de Oscarsu contendorle haba dicho que el
profesor le calificaba con notas altas, porque su padre le haca obsequios a
ste, i ella no. Le haba dicho adems, que si segua calificndole mejor que a
su hijo lo hara, denunciar por repartir favores a los alumnos. Jaime estimaba
mucho a su maestro, no porque le calificara bien, porque era bueno, muy
bueno, mejor que su propio padre. Habra preferido que le calificara con notas
inferiores que a Oscar; pero en el momento de la prueba, no haba tenido la
entereza suficiente para decir nada. I aquella amenaza de la madre de su
contendor, le morda la conciencia. Por momentos, pensaba en volver los
pasos i contarle todo al maestro, pero no se decida. I maquinalmente sigui
caminando.
Sus amigos le haban abandonado en ese da por su alto calificativo, i hasta su
primo Emilio le haba dicho en la formacin:
Es que t eres, pues, un sabiocon irona.
Todo esto le amargaba. Tena la boca seca i senta que algo le agarrotaba en la
garganta.
Sigui caminando.
Dobl una esquina i sus ojos se encontraron, frente a frente, con los de Oscar.
Estaba esperndole. Intuitivamente adivin las intenciones de ste queriendo
evitarlo todo, aunque se sintiese ms fuerte que l, le volvi la espalda para
tomar otra calle. Mas Oscar no se qued conforme. De un salto le tranc con el
pi, i Jaime rod por el suelo. Bfalo gru un tanto, pero creyendo que se
trataba de juegos de nios, a los que tanto estaba acostumbrado, se
tranquiliz,
El ofendido se levant i siempre pasivo, pregunt por qu se le agreda. Oscar
por toda respuesta, le hart de insultos i, le desafi a las trompadas.
Aquellos insultos conmovieron hasta las fibras de lo ms ntimo de Jaime, i,
aunque saba bien que su padre que no era sino un modesto carpintero
nunca aprobara su actitud de pelearlo al hijo del seor Montalvn, a quien todo
el pueblo renda pleitesa, acept el reto.
Los dos nios se encaminaron hacia la Chacarilla, una casa quinta
abandonada, que era el lugar indicado para todas las peleas infantiles.
Por la calle, Oscar iba haciendo alarde de su valenta.
Voy a la Chacarilla a comerme un pescaditodeca sealando con el ojo a
Jaime, que caminaba meditando en las consecuencias de su actitud.
A las dos cuadras ya tenan un gran tumulto de nios que los seguan,
haciendo un corro nutrido i voceador.
Llegaron a la Chacarilla. Penetraron en un gran galpn, i corrieron las apuestas
sobre cul de los peleadores iba a ser el vencedor.
Jaime tena ms partidarios, en tanto que a Oscar solamente le acompaaban
los nios de su clase; es decir aquellos que se sintieron ofendidos por el triunfo
de Jaime.
Hasta este momento Bfalo no poda explicarse las razones de aquel alboroto,
se limit a seguir con los ojos todos los movimientos de su amo, as como los
del nio que lo hiciera caer en la calle.
Oscar se sac la americana i siempre denotando valenta, se cuadro.
Jaime se limit a ponerse en guardia, como arrepentido.
Luego se aproximaron ambos. Se miraron intensamente e instintivamente se
trenzaron entre puadas i puntapis.
La multitud de nios alentaba, cada partido a su hroe. Pero, de pronto surgi
e! perro de entre la multitud i se abalanz sobre el contendor de su amo.
Cuando Jaime se dio cuenta de lo que suceda, ya el perro haba arrancado
grandes trozos de musculo a Oscar.
LAS REBANADAS
Escudriemos todos los aspectos de la vida extraescolar de
nuestros alumnos i en su conocimiento hallaremos, de seguro, el
texto de pedagoga ms exacto sugerente que en vano buscamos
en libres exticos. ERNESTO BARRIENTOS.
Iba caminando sin saber cmo. Una laxitud tremenda le aflojaba los msculos,
pero segua caminando. Habra preferido volverse a casa. Meterse en cama
recuperar su sueo.
Los vahos de aquella noche estaban en su cuerpo todava, atolondrndole,
agrandndole la cabeza; pues hubo fiesta en casa, con motivo de los natales
de su hermana mayor.
Introdujo la mano en el bolsillo de su blusa encontr sus consabidas rebanadas
de pan con mantequilla y mermelada. Los llevaba por costumbre. I aquel da,
con esa modorra que haba puesto sus apetitos en huelga, esas rebanadas
estaban detrs. Pens arrojarlas detrs del cercado prximo; pero viendo venir
a un perro, esper para drselo. Cuando el perro pas por sus inmediaciones,
le arroj un pedazo; pero el inocente animal dispar como si le estuvieran
dando caza. Cuntas veces haba sida atacado por nios semejantes i
creyendo que tambin ste le atacaba, huy.
Perro imbcil!!exclam Edgar, estrujando las rebanadas.
Por segunda vez las iba arrojar, cuando vio venir a Luisito, su compaero de
clase.
Luisito, al pasar por donde estaba Edgar, no siquiera lo mir. Estaba con el
alma lacerada por hondas preocupaciones i no tena el menor deseo de
conversar con nadie.
Lucho!le grit Edgar.
Lucho sigui caminando, como si no oyera nada.
Oye, no te hagas el sordo!le grit otra vez.
Luisito se detuvo, contestando apenas con un monoslabo
Edgar se aproxim i le interrog:
Por qu no quieres hablar conmigo?
No s respondi displicente Luis.
Hubo un momento de incertidumbre para Edgar, pero al fin decidi ofrecerle las
rebanadas. Un destello visible de satisfaccin se dibuj en el rostro de Luis.
Los nios olvidan sus dolores ms deprimentes, cuando ruge el hambre en sus
entraas. Pero simulando su repentino cambio emotivo, contest:
Pan?, por qu no?
Edgar sac sus rebanadas se las brindo.
Aquellas que para Edgar eran una mortificacin, fueron a encontrar un sitio
preferente en el estmago de Luis. Luego de terminar, agradeci ste con una
sonrisa dulcemente lnguida, como avergonzado de su primera actitud con
Edgar.
Por qu estabas as? le volvi a interrogar Edgar.
Es que t no sabes lo que me ha pasado contest ahogando un suspiro;
suspiro que trasuntaba las miserias de su hogar.
Qu es, pues?
Luisito habra callado, como tantas veces call todo cuanto aconteca en la
intimidad de la casa paterna; pero acaso no lo saba ya todo e! pueblo? Edgar
tambin lo sabra pronto, sino por sus labios, por los de alguien, i resolvi
contrselo.
Sabes? Ayer a la tarde, al llegar a casa, encontr a mi madre llorando
amargamente. La pregunt por qu lloraba i me dijo que mi padre lo haba
jugado su carro en pinta, en la picantera de la Peta. Si vieras, qu rabia me dio
la noticia. Yo quiero mucho al carro de mi padre, porque tambin he de ser
chofer, como l. Inmediatamente me encamin haca la picantera. All encontr
a mi padre en medio de unos hombres que gritaban i vociferaban las palabras
ms feas, i le decan a la vieja picantera la mar de desvergenzas.
Ah est el heredero!, Ah est el heredero!gritaron los hombres, al verme
entrar.
Qu queran decir con eso?
No s; pero se referan a m. Unos me acariciaron. Otros me pasaron su
vaso de chicha. Hubo alguien que me alcanz algunos reales. Yo no atenda a
nadie. Me limit a decirle a mi padre: Vmonos pap -Mi indiferencia mortific
visiblemente a esos hombres, i empezaron a decirle insultos i stiras a mi
padre. El, que no aguant los insultos, les arroj con un vaso de chicha i ah
domas comenz la pelea. Todos los hombres se fueron contra mi padre, como
unas fieras, i le emprendieron a puadas i puntapis.
Qu barbaridad! I no haba alguien que lo defendiera?
Nadie. Yo no hice ms que gritar. Acudieron algunos vecinos. Luego la
polica. Cuando los policas penetraron en la picantera, algunos de aquellos
hambres va se estaban dando a la fuga. En el interior slo encontraron a mi
padre, con un cuchillo ensangrentado en la mano, a la vieja Peta que gritaba a
voz en cuello: Lo ha muerto! Lo ha muerto!, sealando a un hombre que yaca
en el suelo. Cuando volv a casa, ya no la encontr a mi madre . Al decir
estas palabras no pudo contener las lgrimas que inundaron sus ojos. I luego
continu con las frases torturadas por el llanto:
Alguien le haba avisado la noticia del crimen i un ataque la priv de los
sentidos. Los vecinos la hicieron llevar a la asistencia pblica, de all la pasaron
al hospital.
En aquel instante apareci un polica, que se dirigi hacia ellos,
apresuradamente.
Por fin te encontr avechucho! le dijo a Luisito, tomndole por el cuello.
Luisito no dijo nada. Solamente las lgrimas volvieron a inundar sus ojos.
Pero si l no es quin ha matado suplic Edgar, como intentando defender
a su amigo, haciendo resaltar su inocencia.
I quin te dijo a vos que l ha matado a alguien?respondi el polica
sonriendo, i se alej llevndose a Luisito.
LA NIA, EL JOVEN Y LOS BANDIDOS
El panten abandonado fue el lugar escogido los nios para reproducir las
pelculas de cow-boys, que haban admirado en el nico cinema del pueblo.
Aqul panten, con su capilla derruida, sus mausoleos blancos, sus kollis (1)
vetustos, sus cipreses inmensos, sus matorrales frondosos i hasta su basural
inmundo como que todo era inmundo en esa morada de seres que dejaron
de ser se identificaba, para la imaginacin infantil, con los parajes en que
fueron filmadas las pelculas que les hicieran vivir horas de intensa emocin.
All nadie los molestara. Las buenas gentes del barrio apenas mascullaran
alguna silenciosa condena por la profanacin. Haca demasiado tiempo que el
panten estaba abandonado para que se acordaran de sus antiguos muertos.
Los nuevos tenan otra morada.
La luna navegaba hacia el cnit, como un brillante navo de oro, boyando en un
mar de lapislzuli en calma. La luz invada a raudales en el panten
abandonado.
Los rboles las tumbas plateaban sus .perfiles sus sombras cobraban formas
siniestras, al mismo tiempo que todo el paraje se animaba de un ambiente
severamente potico.
Eran las ocho de la noche.
II
Uno a uno fueron llegando hasta ser unos veinte muchachos de todo tamao
de toda edad. Se apelotonaron en el portillo que daba hacia el lado ms
despoblado tras de esperar al ltimo d la cita, penetraron en el panten.
Cada uno mostr los artefactos que traa para identificarse con el personaje a
que pretenda parodiar. Luego discutieron prolongadamente sbrela reparticin
de papeles.
Yo quiero ser el "joven".
El ms tonto se haba antojado, no? Yo tengo que ser el "joven".
Yo no quiero ser la "nia". Marino, que es ms gordito, i el ms simpaticn,
que sea...
Roberto que haga de "tabernero"
I Emilio de "jefe de polica".
Yo ser el ''bandido mayor"! grit una voz ronca; esa voz que caracteriza a
la pubertad. Era el palomilla conocido por el mote de Wajjsallo (2).
Yo ser su compaero!
i Yo tambin!
Yo ms!
Por fin los papeles fueron repartidos, la pelcula empez a reproducirse.
Un rumor de voces infantiles invadi en el sagrado camposanto, esparcindose
por todos los rincones.
III
La "nia" i el "joven", sentados sobre una tumba debajo de un kolli frondoso
trataban de desempear sus papeles hasta el erotismo, i sin quererlo se
masturban.
Ms all, escondidos entre el matorral, los "bandidos" preparaban sus caballos
de palo sus armas: trozos de hierro, de hueso i de madera. El "capataz",
blandiendo su pual seo, exhortaba a los suyos. Pronto asaltaban la casa
campera del presunto padre de la "nia".
Dentro de la capilla que representaba la taberna, algunos muchachos
simulaban beber. Otros bailaban a son de rechinantes silbidos.
IV
De pronto lleg la "banda de ladrones" en medio de un vocero terrible, los
bandidos se apodera de la taberna.
Manos arriba!
Arriba las manos!
Los asaltados se arrinconaron un ngulo de un galpn con las manos en alto i,
mientras unos simulaban apuntar con sus revlveres, otros, ni ms ni menos
que en un asalto cinematogrfico, desarmaban las vctimas i les arrebataban
todo lo que posean.
Oye no me saques mi real! protesta un asaltado:
Cllate, tonto! Si soy ladrn! respondi el asaltante, con toda naturalidad.
Claro! Ellos son ladrones! No hay qu hacer! grito el tabernero.
Terminada la tarea del saqueo, los asaltantes se dedicaban a beber. Decan
improperios necedades. Todo lo obsceno se ha apoderado del lenguaje de los
nios.
El "capataz" saco una botella del bolsillo de su ancho pantaln, que floreca en
los talones i se arrastraba de puro grande por el suelo, e invit a beber a los
suyos,
Es alcohol, yo no quiero dijo uno.
Si, es alcohol, yo tampocoprotesta otro.
Qu zonzos! dijo el capataz qu creen ustedes que toman los
bandidos?
Se sabe que toman alcohol, pero nosotros no somos bandidos de veras.
Si no quieren tomar, no vuelvan maana.
Aqu todos son machos, como en el cine...
Bebieron alcohol, unos ms que otros. Las palabras de Wajjsallo se
constituyeron en mandato, porque era el mayor de todos. Luego salieron de la
taberna i se dirigen a la casa finca que deben asaltar.
V
Corriendo por todos los vericuetos del panten llegan al lugar que hace de casa
finca.
Peni Pen! Pen!
Gritan imitando tiros de armas de fuego.
El "joven" se prepara para la lucha. La "nia" corre a esconderse tras el
frondoso kolli. Los primeros "bandidos" la descubren. La raptan, como en el
cine. La llevan lejos, i all sobre una tumba, amontonados en un ovillo de
carnes adolescentes, se repite la escena crapulosa i degeneradora de la
masturbacin.
Los dems "bandidos" se apoderan del joven, luchan brutalmente.
Djense pegar, pues! Acaso en el cine es as grita el "Joven",
forcejeando con varios en el suelo.
En esto llegan los policas. Ahora la lucha es de varios contra vanos.
Cuando llegan los policas, el "joven" vence a los "bandidos"vuelve a gritar
el joven, forcejeando siempre en el suelo. Pero el otro, el "capataz" no oye
nada, no entiende nada. Est ebrio de emocin cinematogrfica i lo que es
ms: ebrio de alcohol.
Sigue el forcejeo. Es el "joven". El ahora est encima. el "capataz Wajjsallo, al
sentirse en el suelo, ruge como una fiera herida de muerte. En medio de su
aturdimiento alcoholizado se olvida que est jugando, i slo piensa que alguien
le est venciendo. Hace un esfuerzo inaudito. Derriba al "joven" i le clava su
pual seo en la garganta.
Mientras, la luna navega hacia el cnit como un brillante navo de oro, boyando
en un mar de lapislzuli en calma. Un pjaro nocturno ensaya su fatdico
graznar, sobre la torre de la capilla derruida.
(1) KOLLI, rbol que crece en los climas mas fros de la tierra.
(2) WAJJSALLO, nombre nativo del pjaro bobo.
NIOS DEL KOLLAO