La Esfinge - Robin Cook
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Emeni hundi el cincel de cobre en los apretados trozos de piedra caliza que
haba directamente frente a l y sinti que chocaba contra una slida
mampostera. Lo hizo nuevamente, nada ms que para estar seguro. Sin duda
alguna haba llegado a la puerta interior. Tras ella se hallaba un tesoro cuy a
riqueza resultaba difcil imaginar; tras ella se hallaba la casa de la eternidad del
joven faran Tutankamn, enterrado haca cincuenta y un aos.
Con renovado entusiasmo continu cavando en los apretados fragmentos de
piedra. El polvo le dificultaba la respiracin. La transpiracin corra en forma de
arroy os incesantes por su cara angulosa. Se hallaba boca abajo en un tnel
oscuro como la noche y tan angosto que apenas caba en l su cuerpo flaco y
sinuoso. Rastrill con la mano las piedras sueltas que estaban debajo de l hasta
que consigui ubicarlas al alcance de su pie. Entonces, igual que un insecto que
estuviera cavando su madriguera, las empuj detrs de s para que el aguatero
Kemese pudiera juntarlas en una canasta. Emeni no sinti ningn dolor cuando
con la mano lastimada busc a tientas en la oscuridad la pared que haba frente a
l. Con la punta de los dedos recorri el sello de Tutankamn que se hallaba sobre
la puerta clausurada, inviolada desde el entierro del joven Faran.
Apoy la cabeza sobre su brazo izquierdo, permitiendo que su cuerpo se
relajara. El dolor le laceraba los hombros, y detrs de s poda or la respiracin
agitada de Kemese juntando las piedras en la canasta.
Hemos alcanzado la puerta interior dijo Emeni con una mezcla de miedo
y excitacin. Ms que cualquier otra cosa, deseaba que esa noche llegara a su
fin. No era un ladrn. Pero sin embargo all estaba, cavando un tnel para llegar
al eterno santuario del desventurado Tutankamn. Que Iramen busque mi
maza. Emeni se dio cuenta de que dentro de los estrechos confines del tnel su
voz adquira un tono extrao semejante a un gorjeo. Kemese grit de contento
ante la noticia y gate hacia atrs para salir del tnel, arrastrando su canasta.
Entonces se hizo un silencio. Emeni sinti que las paredes del tnel se le
venan encima. Luch contra ese miedo claustrofbico recordando que su abuelo
Amenemheb haba supervisado el cavado de esa pequea tumba. Emeni se
pregunt si Amenemheb haba tocado con sus manos la superficie que se hallaba
directamente encima de l. Girando sobre s mismo apoy las palmas de las
manos sobre la slida roca, y ese gesto lo reasegur. Los planos de la tumba de
Tutankamn que Amenemheb haba puesto en manos de su hijo Per Nefer,
padre de Emeni, quien a su vez se los haba entregado a l, eran exactos. Emeni
haba cavado exactamente doce codos a partir de la puerta exterior y haba dado
con la puerta interior. Tras ella se hallaba la antecmara. Le haba tomado dos
noches de dura labor, pero para la maana habra finalizado todo. Emeni
planeaba retirar slo cuatro estatuas de oro, cuy a ubicacin tambin estaba
marcada en los planos. Una estatua para s mismo y una para cada uno de sus
colaboradores. Entonces volvera a sellar la tumba. Esperaba que los dioses
comprendieran. l no hubiera robado para su propio provecho. Necesitaba esa
nica estatua para pagar el embalsamamiento completo y la preparacin
funeraria de sus padres.
Kemese volvi a entrar al tnel, empujando delante de s la canasta con la
maza y una lmpara de aceite. Tambin haba colocado en ella una daga de
bronce con mango de hueso. Kemese era un verdadero ladrn y no existan
escrpulos que limitaran su apetito de oro.
Con la maza y el cincel de cobre, las manos expertas de Emeni trabajaron
rpidamente separando la mezcla que una los bloques de piedra que se hallaban
frente a l. Se maravill ante la insignificancia de la tumba de Tutankamn,
comparada con la enorme caverna que constitua la tumba del faran Seti I, en la
que trabajaba habitualmente. Pero la insignificancia de la tumba de Tutankamn
era una bendicin, puesto que en caso contrario Emeni nunca hubiera tenido
posibilidades de entrar en ella. El edicto formal del faran Horemheb de borrar
la memoria de Tutankamn haba trado como consecuencia que los sacerdotes
Ka de Amen dejaran de montar guardia, y lo nico que tuvo que hacer Emeni
fue sobornar con dos medidas de grano y de cerveza al sereno nocturno de las
chozas de los obreros. Probablemente ni siquiera eso habra sido necesario y a
que Emeni planeaba entrar en la casa de eternidad de Tutankamn durante la
gran fiesta de Ope. Todo el personal de la necrpolis, incluy endo la may or parte
de los habitantes del pueblo de Emeni, el Lugar de la Verdad, estaban
regocijndose en Tebas, en la costa este del gran Nilo. Sin embargo, a pesar de
las precauciones que haban tomado, Emeni an estaba ms ansioso de lo que se
haba sentido en toda su vida, y esa ansiedad lo llev a realizar un esfuerzo
frentico con la maza y el cincel. El bloque de piedra frente a l se inclin hacia
adelante y luego cay al piso de la cmara mortuoria.
El corazn de Emeni se detuvo mientras esperaba ser atacado por demonios
del otro mundo. En lugar de eso percibi el perfume aromtico de cedro e
incienso y sus odos registraron la soledad de la eternidad. Con una sensacin de
temor reverente se abri paso hacia adelante y entr a la tumba arrastrndose. El
silencio era ensordecedor, la oscuridad, impenetrable. Mirando hacia atrs, por el
tnel, divis la plida claridad de la luna en tanto Kemese se abra paso hacia
adelante. Tanteando como un ciego, Kemese se esforz por entregar a Emeni la
lmpara de aceite.
Puedo entrar? Pregunt Kemese a la oscuridad despus de entregar la
lmpara y la y esca.
Todava no respondi Emeni, ocupado en encender la luz. Regresa y
diles a Iramen y a Amasis que en poco rato comenzaremos a llenar nuevamente
el tnel.
Kemese gru desconforme, e igual que un cangrejo comenz a retroceder
por el tnel.
De la rueda salt una nica chispa que prendi la y esca. Con habilidad,
Emeni la aplic a la mecha de la lmpara de aceite. Surgi la luz, taladrando las
tinieblas igual que un repentino calor al penetrar en un cuarto helado.
Emeni se congel y sus piernas casi se doblaron. En la semipenumbra pudo
distinguir la cara de un dios, Amnut, devorador de los muertos. La lmpara de
aceite se sacudi en sus manos temblorosas y l tropez contra la pared. Pero el
dios no avanz hacia l. Y entonces, mientras la luz jugueteaba sobre la dorada
cabeza del dios revelando sus dientes de marfil y su cuerpo estilizado, Emeni se
dio cuenta de que estaba mirando una cama funeraria. Haba dos ms, uno con
cabeza de vaca y otro con cabeza de len. A la derecha, contra la pared, haba
dos estatuas de tamao natural del rey nio Tutankamn custodiando la entrada
de la cmara funeraria. En la casa de los escultores, mientras las tallaban, Emeni
y a haba visto estatuas doradas similares a esas que representaban al Faran Seti
I.
Cuidadosamente evit pisar una guirnalda de flores secas que haba sido
dejada sobre el umbral. Se movi con rapidez, y ubic dos urnas doradas. Con
reverencia, abri las puertas y levant las estatuas doradas de sus pedestales. Una
era una exquisita estatua de Nekhbet, una diosa rapaz del Alto Egipto; la otra era
una estatua de Isis. Ninguna de las dos tena inscripto el nombre de Tutankamn.
Eso era importante.
Emeni se desliz, llevando en sus manos la maza y el cincel, baj la cama
funeraria de Amnut y rpidamente abri un boquete hacia la cmara lateral. De
acuerdo con los planos de Amenemheb, las otras dos estatuas que Emeni deseaba
estaban dentro de un arca en esa habitacin ms pequea. Sin hacer caso de un
fuerte presentimiento Emeni entr dentro de esa habitacin manteniendo la
lmpara de aceite frente a s. Para su gran alivio, no encontr en ella ningn
objeto terrorfico. Las paredes eran de piedra toscamente cortada. Emeni
reconoci el arca que buscaba por la hermosa imagen de la tapa. En ella, tallada
en relieve, estaba la imagen de una joven reina que ofreca ramilletes de lotos,
papiros y amapolas al faran Tutankamn. Pero exista un problema. La tapa
haba sido cerrada en una forma tan inteligente que no consegua abrirla. Emeni
deposit cuidadosamente la lmpara de aceite sobr un arcn de cedro marrn
rojizo y examin el arca desde ms cerca. No tuvo conciencia de la actividad
que tena lugar en el tnel, a sus espaldas:
Kemese y a haba llegado a la entrada con Iramen pegado a sus talones.
Amasis, un nubio enorme que tena gran dificultad en deslizar su cuerpo a travs
del estrecho tnel, se haba quedado atrs, pero los otros dos y a conseguan
divisar la sombra de Emeni que bailaba grotescamente sobre el piso y la pared
de la antecmara. Kemese sujet la daga de bronce entre sus dientes podridos y
pas del tnel al piso de la tumba. Silenciosamente ay ud a Iramen a ponerse de
pie junto a l. Ambos esperaron, animndose a respirar apenas, hasta que con un
nfimo ruido de piedras sueltas Amasis finalmente entr en la cmara. El miedo
que haban tenido rpidamente se convirti en enloquecida avaricia a partir del
momento en que la mirada de los tres campesinos se encontr con el increble
tesoro que estaba esparcido alrededor de ellos. Jams en la vida haban puesto sus
ojos sobre objetos tan maravillosos, y estaba todo all a su alcance. Como una
manada de lobos salvajes de Rusia muertos de hambre, los tres se arrojaron
sobre los objetos cuidadosamente acomodados. Rajaron urnas llenas de objetos a
fin de abrirlas y luego las dejaron vacas. Arrancaron el oro de los muebles y las
carrozas.
Al or el primer estrpito, el corazn de Emeni dej de latir. Lo primero que
pens fue que haban sido descubiertos. Entonces escuch los gritos excitados de
sus compaeros y comprendi lo que estaba sucediendo. Era igual que una
pesadilla.
No! No! Grit tomando la lmpara de aceite y abrindose paso a
travs de la abertura hasta la antecmara. Detnganse! En nombre de todos
los dioses, detnganse! El sonido de su voz reverber dentro de la pequea
habitacin, sorprendiendo por un momento a los tres ladrones y deteniendo su
frentica actividad. Entonces Remese esgrimi su daga de mango de hueso. Al
ver ese movimiento, Amasis sonri. Fue una sonrisa cruel, y la luz de la lmpara
de aceite se reflej en la superficie de sus enormes dientes.
Emeni se abalanz en busca de la maza, pero Remese apoy el pie sobre la
misma, sujetndola al piso. Amasis estir un brazo y aferr la mueca izquierda
de Emeni, devolviendo el equilibrio a la lmpara de aceite. Con la otra mano
golpe a Emeni en la sien y continu sosteniendo la lmpara de aceite mientras
el picapiedras se desplomaba sobre la pila de ropa blanca real.
Emeni no tena idea del tiempo que permaneci inconsciente, pero cuando
volvi en s, la pesadilla regres como una enorme ola. Al principio no oy ms
que voces apagadas. Un pequeo ray o de luz dorada entraba a travs de una
grieta de la pared, y moviendo la cabeza lentamente para aliviar el dolor, el
picapedrero mir fijamente la cmara funeraria. En ella pudo distinguir la silueta
de Kemese en cuclillas entre estatuas bituminizadas de Tutankamn. Los
campesinos estaban violando el sagrado Santuario, el Santo de los Santos.
Silenciosamente, Emeni movi una de sus piernas y luego la otra. Tena
insensibles el brazo y la mano izquierda por haber estado torcidos debajo de su
cuerpo, pero aparte de eso se senta bien. Era necesario que buscara ay uda.
Calcul la distancia que haba entre l y la entrada del tnel. Estaba cerca, pero
sera difcil entrar sin hacer ruido. Emeni se irgui a medias, permaneciendo
inclinado hasta que se calmara el latido de su cabeza. Repentinamente Kemese
se dio vuelta, manteniendo en alto una pequea estatua de oro de Horus. Divis a
Emeni, y por un momento la sorpresa lo congel. Entonces, con un alarido, salt
al centro de la antecmara, hacia el lugar en que se hallaba el aturdido
picapedrero.
Emeni se zambull dentro del tnel ignorando el dolor que senta y
raspndose el pecho y el abdomen sobre el borde filoso. Pero Kemese se movi
con rapidez y consigui aferrarle un tobillo. Sujetndolo con fuerza, llam a los
gritos a Amasis. Emeni gir sobre s mismo hasta quedar de espaldas dentro del
tnel y pate con fuerza con el pie que tena libre, alcanzando a Kemese en la
mejilla. La mano que lo aferraba se afloj y el picapedrero pudo arrastrarse
hacia adelante por el tnel a pesar de las innumerables heridas que le producan
las piedras sueltas. As lleg al seco aire nocturno, y corri hasta el puesto de
guardia de la necrpolis en el camino a Tebas.
Tras l, dentro de la tumba de Tutankamn, comenz a reinar el pnico. Los
tres ladrones saban que su nica posibilidad de escapar era salir inmediatamente,
aun cuando hubieran entrado solamente a uno de los dorados sepulcros de la
tumba. Amasis sali a regaadientes de la cmara funeraria, tambalendose
bajo el peso de las estatuas doradas que llevaba en los brazos. Kemese at un
grupo de anillos de oro slido en un trapo, slo para dejar caer el bulto
inadvertidamente sobre el piso sembrado de escombros. Afiebradamente
echaron su botn en canastas. Iramen baj la lmpara de aceite y empuj la
canasta en el tnel, entrando luego tras ella. Kemese y Amasis lo siguieron,
dejando caer una copa de alabastro en el umbral. Una vez que estuvieron fuera
de la tumba, comenzaron a trepar hacia el sur, alejndose del puesto de guardia
de la necrpolis. Amasis estaba sobrecargado por el botn. Para dejar libre su
mano derecha escondi una copa de loza azul debajo de una roca y luego se
apresur para alcanzar a los dems. Pasaron la ruta que conduca al templo de
Hatshepsut, dirigindose en vez al pueblo de los obreros de la necrpolis. Una vez
fuera del valle, giraron hacia el oeste y entraron en la inmensidad del desierto de
Libia. Eran libres y eran ricos, muy ricos.
Emeni jams haba sido torturado, aunque en alguna ocasin hubiera
fantaseado con respecto a sus posibilidades de soportar la tortura. No poda
soportarla. El dolor creca con sorprendente rapidez y se converta de tolerable
en intolerable. Se le haba dicho que sera examinado con el bastn. No tena idea
de lo que eso significaba hasta que cuatro fornidos guardias de la necrpolis lo
obligaron a tenderse sobre una mesa baja, sosteniendo fuertemente cada una de
sus extremidades. Un quinto guardia comenz a azotarle sin piedad las plantas de
los pies.
Detnganse! Lo dir todo! jade Emeni. Pero y a lo haba dicho todo,
por lo menos cincuenta veces. Dese poder desmay arse, pero no se desmay .
Tuvo la impresin de que sus pies estaban dentro de un fuego y que eran
apretados contra carbones encendidos. El trrido calor del sol de medioda
intensificaba su agona. Aull igual que un perro en el momento de ser muerto.
Intent morder el brazo del guardia que sostena su mueca derecha, pero
alguien lo tom por el pelo y le tir la cabeza hacia atrs.
Cuando finalmente Emeni tuvo la seguridad de que se iba a volver loco, el
Prncipe May a, jefe de polica de la necrpolis, movi con aire casual su mano
de uas pulidas indicando que el castigo deba terminar. El guardia del bastn le
peg una vez ms antes de detenerse. El Prncipe May a, despus de inhalar el
perfume de su acostumbrado pimpollo de flor de loto, mir a sus huspedes:
Nebmare-nahkt, alcalde de Tebas Oeste y Nenephta, supervisor y arquitecto jefe
de su majestad el faran Seti I. Ninguno de ellos habl, de manera que May a
volvi a dirigirse a Emeni que haba sido liberado por los guardias y estaba
tendido de espaldas sintiendo todava el incendio de sus pies.
Dime, una vez ms, picapedrero, cmo supiste el camino que conduce a la
tumba del faran Tutankamn.
Emeni fue obligado a sentarse y la imagen de los tres nobles se balanceaba
ante sus ojos. Gradualmente la vista se le aclar. Reconoci al gran arquitecto
Nenephta.
Mi abuelo dijo Emeni con dificultad. l le dio los planos de la tumba a
mi padre, quien me los entreg a m.
Tu abuelo fue picapedrero y trabaj en la construccin de la tumba del
faran Tutankamn?
S contest Emeni. Volvi a explicarles que lo nico que quera era
obtener el dinero necesario para embalsamar a sus padres. Les suplic que
tuviesen piedad de l, explicando que se haba entregado cuando vio que sus
compaeros profanaban la tumba.
Nenephta observ un halcn que volaba en la distancia formando espirales
contra el cielo color zafiro. Sus pensamientos se alejaron del interrogatorio. Este
ladrn de tumbas lo preocupaba. Le sobresaltaba darse cuenta con cunta
facilidad podran frustrarse todos sus esfuerzos por asegurar la casa de la
eternidad de su majestad Seti I. Repentinamente interrumpi a Emeni.
T eres picapedrero en la tumba del faran Seti I?
Emeni asinti. Haba interrumpido sus splicas en medio de una frase. Tema
a Nenephta. Todo el mundo le tema.
Crees que la tumba que estamos construy endo puede ser robada?
Toda tumba puede ser robada en cuanto no est custodiada.
Nenephta sinti que lo envolva una oleada de furia. Con gran dificultad
contuvo sus ganas de azotar personalmente a esa hiena humana que representaba
todo lo que l odiaba. Emeni presinti la animosidad del arquitecto y retrocedi
hacia sus torturadores.
Y cmo sugeriras que protegiramos al Faran y a sus tesoros?
Pregunt Nenephta finalmente con voz que temblaba de enojo contenido.
Emeni no supo qu contestar. Permaneci con la cabeza baja soportando el
pesado silencio que se produjo. El nico pensamiento que se le ocurra era la
verdad.
Es imposible proteger al Faran dijo finalmente. Lo mismo que ha
sucedido en el pasado, suceder en el futuro. Las tumbas sern robadas.
Con una rapidez que desafiaba la corpulencia de su cuerpo. Nenephta se puso
de pie de un salto y lo golpe con el dorso de la mano.
Porquera! Cmo te atreves a hablar con tanta insolencia del Faran!
Estuvo a punto de golpearlo nuevamente, pero el dolor que le haba provocado en
la mano el primer golpe lo contuvo. En vez de eso, se ajust la tnica de hilo y
habl nuevamente. Ya que eres un experto en el robo de tumbas, qu
explicacin tiene que tu aventura fracasara tan miserablemente?
No soy un experto en robos de tumbas. Si lo fuese hubiera previsto el
efecto que los tesoros del faran Tutankamn provocaran en mis ay udantes
campesinos. La avaricia los llev a la locura.
Las pupilas de Nenephta repentinamente se dilataron a pesar de la brillante
luz del sol. Su rostro se afloj. El cambio de expresin fue tan evidente, que aun
el somnoliento Nebmare-nahkt lo advirti, y detuvo a mitad de camino la mano
con la que se llevaba un dtil a la boca.
Est bien su Excelencia? Nebmare-nahkt se inclin hacia adelante para
observar mejor el rostro de Nenephta.
Pero los veloces pensamientos de Nenephta eran ms importantes que su
semblante. Las palabras de Emeni le produjeron una repentina revelacin. Una
dbil sonrisa surgi entre las arrugas de sus mejillas. Dndose vuelta hacia la
mesa, se dirigi a May a con excitacin.
Ha sido sellada nuevamente la tumba del faran Tutankamn?
Por supuesto dijo May a. Inmediatamente.
branla de nuevo dijo Nenephta, volvindose a Emeni.
Reabrirla? pregunt May a sorprendido. Nebmare-nahkt dej caer su
dtil.
S. Deseo entrar y o mismo en esa lamentable tumba. Las palabras de este
picapedrero me han provocado una inspiracin digna del gran Imhotep. Ahora
conozco el medio de custodiar los tesoros de nuestro faran Seti I durante toda la
eternidad. Me cuesta creer que no se me hay a ocurrido antes.
Por primera vez, Emeni se sinti invadido por un ray o de esperanza. Pero la
sonrisa de Nenephta desapareci cuando repentinamente se dio vuelta hacia el
prisionero. Sus pupilas se estrecharon y su rostro se oscureci igual que una
tormenta de verano.
Tus palabras me han ay udado, pero eso no repara tu malvola accin.
Sers juzgado pero y o ser tu acusador. Morirs en la forma prescripta. Sers
empalado vivo a la vista de tus iguales y tu cuerpo ser lanzado a las hienas.
Indicando con un gesto a sus asistentes que acercaran su silla, Nenephta se
dirigi a los otros nobles.
Hoy han servido bien al Faran dijo.
Ese es mi deseo ms ferviente, Excelencia respondi May a. Pero no
comprendo.
No se trata de algo que t debas comprender. La inspiracin que he tenido
hoy ser el secreto ms celosamente guardado del universo. Durar por toda la
eternidad.
26 DE NOVIEMBRE
Tumba de Tutankamn.
Valle de los Reyes.
Necrpolis de Tebas.
La excitacin era contagiosa. Ni el sol del Sahara que caa como cuchillo
ardiente desde el cielo sin nubes lograba disminuir la sensacin de suspenso. Los
labriegos apuraban el paso, retirando canasta tras canasta de piedras de la
entrada de la tumba de Tutankamn. Haban alcanzado una segunda puerta,
ubicada en un corredor a nueve metros de la primera. Esa puerta tambin haba
estado sellada durante tres mil aos. Qu haba detrs de ella? Estara vaca
tambin esa tumba, como todas las otras que fueron robadas en la antigedad?
Nadie lo saba.
Sarwat Raman, el capataz de turbante, trep los diecisis escalones para
llegar al nivel del piso, y sus facciones estaban cubiertas por una capa de polvo
que pareca harina. Aferrando su tnica, camin hasta la marquesina de la carpa
que proporcionaba el nico rincn de sombra en el valle calcinado por el sol.
Deseo informar a su Excelencia que y a se han extrado todos los cascotes
de la entrada del corredor dijo Raman haciendo una leve reverencia. En
este momento la segunda puerta ha quedado completamente descubierta.
Howard Carter levant la vista de su vaso de limonada, bizqueando bajo el ala
del chambergo de fieltro negro que insista en usar a pesar del calor reinante.
Muy bien, Raman. En cuanto se aplaque el polvo inspeccionaremos la
puerta.
Quedo a la espera de sus honorables instrucciones. Y Raman se dio
vuelta, alejndose.
Eres un tipo de sangre fra, Howard coment Lord Carnarvon, cuy o
nombre de pila era George Edward Stanhope Moly neux Herbert. Cmo
puedes permanecer all sentado, terminando tu limonada, sin saber lo que hay
detrs de esa puerta? Carnarvon sonri y le gui un ojo a su hija, Lady
Evely n Herbert. Ahora comprendo el motivo por el que Belzoni utiliz una
topadora cuando descubri la tumba de Seti I.
Mis mtodos son diametralmente opuestos a los de Belzoni dijo Carter,
ponindose a la defensiva. Y los mtodos de Belzoni tuvieron su merecido
cuando se encontr con una tumba absolutamente vaca, aparte de los
sarcfagos. La mirada de Carter se dirigi involuntariamente hacia la cercana
entrada de la tumba de Seti I. Carnarvon, en realidad no estoy seguro con
respecto a lo que hemos encontrado aqu. No creo que convenga que nos
excitemos demasiado. Ni siquiera s si se trata de una tumba. El diseo no es el
tpico para un faran de la dinasta dieciocho. Puede tratarse simplemente de un
escondite de pertenencias de Tutankamn, tradas desde Akhetaten. Por otra
parte, los ladrones de tumbas nos han precedido, no slo una vez sino dos. Mi
nica esperanza es que hay a sido robada en la antigedad y que alguien la hay a
considerado suficientemente importante como para volver a sellar las puertas.
De manera que, en realidad, no tengo la menor idea de lo que vamos a encontrar.
Sin perder su aplomo ingls, Carter permiti que su mirada recorriera el
desolado Valle de los Rey es. Pero la excitacin le anudaba el estmago. Jams
haba sentido una excitacin semejante en sus cuarenta y nueve aos de vida. No
haba hallado nada durante las seis estriles expediciones anteriores. Se haban
removido y tamizado doscientas mil toneladas de cascotes y de arena para nada.
Y ahora, la rapidez del descubrimiento, despus de slo cinco das de
excavaciones, le resultaba abrumadora. Haciendo girar su vaso de limonada trat
de no pensar, ni de abrigar esperanzas. Esperaron. El mundo entero esperaba.
Las partculas de polvo se depositaron formando una capa fina sobre el piso
inclinado del corredor. Al entrar, el grupo se esforz por no volver a levantarlo.
Carter abra la marcha, seguido por Carnarvon, luego su hija y finalmente A. R.
Callender, el asistente de Carter. Raman aguard en la entrada, luego de entregar
a Carter un cortafierro. Callender llevaba consigo una gran linterna y velas.
Como les dije, no somos los primeros en abrir esta tumba coment
Carter nerviosamente sealando el rincn superior izquierdo de la puerta. Esta
puerta fue abierta y luego vuelta a sellar en esa pequea zona. Luego seal
una parte circular en el medio de la puerta. Y nuevamente aqu, en esta zona
mucho may or. Es muy extrao. Lord Carnarvon se inclin para observar el
sello real de la necrpolis, un chacal con nueve prisioneros atados. En la base
de la puerta quedan rastros del sello original de Tutankamn continu Carter. El
ray o de luz de la linterna reflej el fino polvo que an permaneca suspendido en
el aire antes de iluminar los antiguos sellos de la mezcla. Ahora bien dijo
Carter con tanta frialdad como si les estuviera sugiriendo que tomaran el t,
veamos qu hay detrs de esta puerta. Pero su estmago se contrajo
agravando la lcera que padeca y sus manos estaban hmedas, no tanto por el
calor sino por la tensin que se negaba a expresar. Su cuerpo se estremeci en el
momento de levantar el cortafierro para realizar algunos cortes preliminares en
la antigua mezcla. Los trozos de mampostera cay eron alrededor de sus pies. El
esfuerzo dio rienda suelta a sus contenidas emociones, y cada golpe que daba era
ms vigoroso que el anterior. Repentinamente el cortafierro penetr en la mezcla
y Carter trastabill debiendo apoy arse contra la puerta. A travs del agujero sali
un aire clido y Carter se afan con los fsforos, encendiendo una vela y
manteniendo la llama junto a la abertura. Se trataba de una prueba primitiva para
detectar la presencia de oxgeno. La llama continu encendida.
Nadie se anim a hablar mientras Carter entregaba la vela a Callender y
continuaba trabajando con el cortafierro. Con mucho cuidado agrand el
agujero, asegurndose de que buena parte de la mezcla y de las piedras cay eran
en el corredor y no en la habitacin que se encontraba del otro lado de la puerta.
Nuevamente, Carter tom la vela en sus manos y la pas a travs del boquete.
Continuaba ardiendo alegremente. Luego acerc la cabeza al agujero,
esforzndose por ver en medio de la oscuridad reinante.
En un instante el tiempo se detuvo. Cuando los ojos de Carter se
acostumbraron a la oscuridad, tres mil aos desaparecieron en el trmino de un
minuto. De la oscuridad emergi una cabeza dorada de Amnut, con dientes de
marfil. Aparecieron otras bestias doradas y la fluctuante luz de la vela reflejaba
sus excntricas sombras sobre la pared.
Alcanza a distinguir algo? pregunt Carnarvon lleno de excitacin.
S, cosas maravillosas contest finalmente Carter, y por primera vez su
voz demostraba la emocin que lo embargaba. Entonces reemplaz la vela por la
linterna y sus acompaantes pudieron contemplar la cmara llena de objetos
increbles. Las cabezas doradas formaban parte de tres camas funerarias.
Moviendo el haz de luz hacia la izquierda, Carter clav la vista en una variedad de
carrozas doradas y con incrustaciones que se hallaban amontonadas en el rincn.
Al dirigir la luz hacia la derecha, comenz a darse cuenta del curioso estado
catico de la habitacin. En lugar del orden prescripto por el ceremonial, los
objetos parecan haber sido arrojados impensadamente por todas partes. A la
derecha haba dos estatuas de Tutankamn de tamao natural con falda y
sandalias de oro, armadas con el cay ado y el mangual.
Entre ambas estatuas haba otra puerta sellada.
Carter se apart del agujero para que los dems pudieran mirar con may or
comodidad. Igual que Belzoni se sinti tentado de tirar abajo la pared y
zambullirse dentro de la habitacin. En lugar de ello, anunci con toda calma que
el resto del da estara dedicado a fotografiar la puerta sellada. No intentaran
entrar a lo que evidentemente era una antecmara hasta la maana siguiente.
27 DE NOVIEMBRE DE 1922
Durante un rato, Erica no pudo hablar. Cuando haba levantado la vista esperando
encontrarse con la cara del rabe asesino, descubri que estaba parada frente a
un europeo vestido con un costoso traje beige de tres piezas. Confundidos, ambos
permanecieron mirndose durante lo que pareci una eternidad. Pero Erica
estaba tambin aterrada. Como resultado de su terror, Yvon Julien de Margeau
tuvo que esforzarse durante un cuarto de hora por convencerla de que no tena la
menor intencin de hacerle dao. Y an entonces, Erica temblaba tan
violentamente, que casi no poda hablar. Finalmente, y con gran dificultad, haba
conseguido comunicar a Yvon que Abdul y aca en el negocio, muerto o a punto
de morir. Yvon, que le haba explicado que la tienda estaba vaca en el momento
en que l entr, accedi a mirar nuevamente, despus de insistir con nfasis en
que Erica se sentara. Regres rpidamente.
No hay nadie en la tienda dijo. Hay muchos vidrios rotos y un poco de
sangre en el piso. Pero no hay ningn cuerpo.
Quiero salir de aqu dijo Erica. Era la primera frase completa que
consegua pronunciar.
Por supuesto la tranquiliz Yvon. Pero primero cunteme lo que
sucedi.
Quiero ir a la polica continu Erica. Comenz a temblar nuevamente.
Entonces cerr los ojos y volvi a ver la cimitarra en el momento en que cortaba
la garganta de Abdul. He visto asesinar a un hombre. Sucedi hace apenas
unos minutos. Fue terrible. Yo en mi vida haba visto siquiera a una persona
herida. Por favor! Quiero ir a la polica!
Erica, cuy o cerebro comenzaba a funcionar nuevamente, mir al hombre
que estaba frente a ella. Alto y delgado, tendra cerca de cuarenta aos, y su
cara angular estaba tostada por el sol. Haba en l un aire de autoridad,
aumentado por el azul intenso de sus ojos encapotados. Despus de haber visto a
los rabes harapientos, Erica se sinti ms tranquilizada por su impecable
vestimenta que por cualquier otra cosa.
Tuve la desgracia de ser testigo del asesinato de un hombre dijo por fin
. Espi por la cortina y vi a tres hombres. Uno estaba en la puerta, otro sostena
al viejo, y el tercero le cost continuar, y el tercero le cort la garganta.
Comprendo dijo Yvon con aire pensativo. Cmo estaban vestidos esos
tres hombres?
No creo que usted comprenda nada dijo Erica levantando la voz.
Cmo estaban vestidos? No le estoy hablando de vulgares ladrones. Estoy
tratando de decirle que vi asesinar a un hombre. Asesinar!
Le creo. Pero esos hombres eran rabes o europeos?
Eran rabes, vestidos con tnicas. Dos de ellos estaban inmundos de sucios,
y el otro tena mucho mejor aspecto. Mi Dios! Pensar que vine aqu de
vacaciones! Erica movi la cabeza y comenz a ponerse de pie.
Los reconocera? Pregunt Yvon con toda calma. Apoy una mano
sobre el hombro de Erica, tanto para tranquilizarla como para que permaneciera
sentada.
No estoy segura. Sucedi todo con tanta rapidez. A lo mejor podra
reconocer al hombre del cuchillo. No lo s. Nunca vi la cara del hombre que
estaba junto a la puerta. Erica levant la mano y se sorprendi por la forma
violenta en que temblaba. Ni siquiera estoy segura de creer esto y o misma.
Estaba conversando con Abdul, el dueo de la tienda. En realidad haca rato que
conversbamos y tombamos t. Era un hombre lleno de sabidura, realmente
una buena persona. Dios! Erica se pas la mano por el cabello. Y usted
dice que no hay un cuerpo all afuera? Erica seal el cortinaje. Le aseguro
que realmente se cometi un crimen.
Le creo dijo Yvon. Su mano permaneci apoy ada sobre el hombro de
Erica, y sta se sinti curiosamente reconfortada.
Pero qu sentido tiene que tambin se llevaran el cuerpo? Pregunt
Erica.
Qu quiere decir con eso de tambin ?
Se llevaron tambin una estatua que estaba colocada aqu mismo dijo
Erica sealando el lugar. Era una estatua fabulosa de un antiguo Faran
egipcio.
Seti I interrumpi Yvon. El viejo loco tena la estatua de Seti aqu!
Yvon movi los ojos con incredulidad.
Usted conoca la existencia de la estatua? Pregunt Erica.
S, la conoca. En realidad vine ac especialmente para conversar sobre
ella con Hamdi. Cunto hace que sucedi todo esto?
No estoy segura. Quince o veinte minutos. Cuando usted entr, cre que
eran los asesinos que regresaban.
Merde! exclam Yvon, apartndose de Erica para caminar como len
enjaulado por el cuarto. Se quit la chaqueta y la dej caer sobre uno de los
almohadones. Estuve tan cerca. Se detuvo, dndose vuelta para mirar a
Erica. Concretamente, usted vio la estatua?
S, la vi. Era increblemente hermosa, sin lugar a dudas la pieza ms
impresionante que he visto en mi vida. Ni siquiera el ms importante de los
tesoros de Tutankamn se le puede comparar. Demostraba evidentemente la
perfeccin alcanzada por la mano de obra del Imperio Nuevo en la dinasta
diecinueve.
La dinasta diecinueve? Cmo sabe eso?
Soy egiptloga dijo Erica recobrando algo de su compostura.
Egiptloga? Usted no parece egiptloga!
Y qu aspecto se supone que debe tener una egiptloga? Inquiri Erica
malhumorada.
Muy bien, digamos simplemente que jams lo hubiera adivinado dijo
Yvon. Y Hamdi le mostr la estatua por el hecho de ser egiptloga?
Supongo que s.
A pesar de todo, fue tonto. Muy tonto. No comprendo por qu corri tantos
riesgos. Tiene usted nocin de lo que vale esa estatua? Pregunt Yvon, casi
con enojo.
No tiene precio retruc Erica. Ms razn an para acudir a la polica.
Esta estatua es un tesoro nacional de Egipto. Como egiptloga, s que existe un
mercado negro de antigedades, pero no tena idea de que traficaran con piezas
de tanto valor. Hay que hacer algo!
Hay que hacer algo! Repiti Yvon, riendo con cinismo. Esa frase es
una demostracin del tpico farisesmo norteamericano. La plaza ms importante
para el mercado de antigedades es Estados Unidos. Si los objetos no pudieran
ser vendidos, no existira el mercado negro. En ltima instancia, el culpable es el
comprador.
Farisesmo norteamericano? dijo Erica indignada. Y qu me dice de
los franceses? Cmo puede acusarnos con ese desparpajo cuando el Louvre est
plagado de objetos valiossimos, como el Zodaco del Templo de Dendera, que
han sido esencialmente robados? La gente viaja miles de kilmetros para venir a
Egipto y termina contemplando una copia de y eso del Zodaco.
La piedra del Zodaco fue retirada por razones de seguridad.
Vamos, Yvon! Piense en una excusa mejor que sa! Lo que usted dice
tena cierta validez en el pasado, pero hoy en da y a no la tiene. Erica no poda
creer que se haba recobrado lo suficiente como para participar en una discusin
absurda. Se dio cuenta tambin de que Yvon le resultaba increblemente atractivo
y que estaba intentando lograr alguna respuesta emocional por parte de l.
Muy bien dijo Yvon con frialdad, estamos de acuerdo en cuanto a los
principios. El mercado negro debe ser controlado. Pero no coincidimos en lo que
se refiere a mtodos. Por ejemplo, y o no creo que debamos ir inmediatamente a
la polica.
Erica se escandaliz.
Usted no est de acuerdo conmigo? Pregunt Yvon.
No estoy segura tartamude Erica, indignada porque su reaccin haba
sido tan transparente.
Comprendo su preocupacin. Permita que le explique dnde est. No estoy
asumiendo una actitud condescendiente con usted, soy simplemente realista.
Estamos en El Cairo, no en Nueva York, ni en Pars, ni siquiera en Roma. Y le
digo eso porque aun en Italia la burocracia es increblemente eficiente cuando se
la compara con la de Egipto, y eso es mucho decir. El Cairo padece de una
burocracia gigantesca. Aqu, la intriga oriental y el soborno, constituy en la regla
y no la excepcin. Si usted acude a la polica con su historia, se convertir
automticamente en la principal sospechosa. Consecuentemente la arrestarn, y
en el mejor de los casos ser un arresto domiciliario. Pueden pasar seis meses o
un ao antes de que se llenen los papeles necesarios. Y su vida se convertir en
un infierno. Yvon hizo una pausa. Comprende lo que le quiero decir? Se lo
explico por su propio bien.
Quin es usted? Pregunt Erica tomando su cartera para sacar un
cigarrillo. A decir verdad, ella realmente no fumaba; Richard odiaba que lo
hiciera, y haba comprado un cartn de cigarrillos en un puerto libre, tan slo
como un gesto de rebelda. Pero en ese momento, necesitaba hacer algo con las
manos. Vindola revolver el bolsn, Yvon sac una cigarrera de oro y se la
tendi. Erica tom un cigarrillo con poca naturalidad. El hombre se lo encendi
con un encendedor de oro de Dior, encendiendo luego otro para s mismo.
Durante algunos instantes fumaron en silencio. Erica no inhalaba el humo.
Yo soy lo que en su pas llaman un ciudadano comprometido explic
Yvon, acomodndose con la mano su oscuro cabello que estaba perfectamente
peinado. He deplorado la destruccin de antigedades y de tesoros
arqueolgicos, y he decidido hacer algo al respecto. Esta estatua de Seti I fue el
ms importante cmo se dice? Yvon busc la palabra correcta.
Descubrimiento? dijo Erica intentando ay udarlo. Yvon hizo un
movimiento negativo con la cabeza pero form un crculo con la mano como
sugiriendo a Erica que continuara. Erica se encogi de hombros y propuso otra
palabra. Oportunidad?
Para resolver un misterio aclar Yvon, es necesario tener una
Clave o pista dijo Erica.
Ah! Pista, s. Era la pista ms importante. Pero ahora, no s. La estatua
puede haber desaparecido definitivamente. A lo mejor usted podra ay udar si
fuese capaz de identificar al asesino, pero aqu, en El Cairo, eso ser una tarea
difcil. Y si hace la denuncia en la polica, ser definitivamente imposible.
Cmo se enter de la existencia de la estatua? Pregunt Erica.
Por Hamdi mismo. Y estoy seguro de que, adems de escribirme a m, le
escribi a otra gente dijo Yvon mirando a su alrededor. Vine en cuanto pude.
En realidad, llegu a El Cairo hace slo unas horas. Camin hasta uno de los
grandes armarios de madera y lo abri. Estaba lleno de piezas pequeas. Si su
correspondencia estuviese aqu, sera una ay uda dijo tomando en sus manos
una pequea momia tallada. La may or parte de estas piezas son falsas
agreg.
Hay cartas dentro de ese arcn indic Erica, sealndolo.
Yvon se acerc al arcn, y lo abri.
Muy bien dijo, contento. A lo mejor en estas cartas encontraremos
algo que nos ay ude. Pero me gustara asegurarme de que no hay ms
correspondencia escondida en alguna parte. Fue hasta el cortinaje y lo
descorri. Un poco de luz de da entr en la habitacin. Raoul! Llam Yvon
en voz alta. Las cuentas de la cortina de entrada repiquetearon. Yvon mantuvo
abierto el cortinaje y Raoul entr en el cuarto.
Era menor que Yvon, tena tez oscura y pelo negro y haba en l un aire de
masculina seguridad. A Erica le record a Jean Paul Belmondo.
Yvon lo present, explicando que haba nacido en el sur de Francia, y que,
aunque hablaba ingls con facilidad, resultaba difcil comprenderlo debido a su
acento. Raoul estrech la mano de Erica, con una amplia sonrisa. Y entonces,
ignorndola, los dos hombres conversaron rpidamente en francs antes de
comenzar a revisar la tienda en busca de otras pistas.
Esto nos tomar tan slo unos minutos, Erica dijo Yvon mientras revisaba
cuidadosamente uno de los armarios verticales.
Erica se hundi en uno de los grandes almohadones ubicados en el centro de
la habitacin. Se senta entumecida por todo lo sucedido. Saba que era
completamente ilegal revisar la tienda de Abdul, pero no protest. En lugar de
eso, observ distradamente a los dos hombres. Haban terminado de revisar los
armarios, y en ese momento comenzaban a descolgar todas las alfombras que
cubran las paredes.
Las diferencias que existan entre esos dos hombres se hicieron evidentes
mientras trabajaban. No se trataba de que fueran fsicamente distintos. Era
mucho ms. Era la forma en que se movan y manejaban los objetos. Raoul era
torpe y directo, y en general confiaba puramente en su fuerza fsica. Yvon, en
cambio, era cuidadoso y contemplativo. Raoul estaba constantemente en
movimiento, un poco inclinado, con la cabeza levemente hundida entre los
poderosos hombros. Yvon permaneca muy erguido y observaba los objetos
desde una cmoda distancia. Se haba arremangado, dejando, al descubierto unos
brazos suaves que acentuaban sus manos esculturales y pequeas. De repente,
Erica descubri por qu Yvon era tan diferente. Tena el aspecto protegido y
consentido de un aristcrata del siglo XIX. Un aire de elegante autoridad penda
sobre l como un halo.
Con el pulso todava acelerado, Erica descubri repentinamente que le
resultaba intolerable permanecer sentada. Se puso de pie y camin hasta los
pesados cortinajes. Necesitaba tomar aire, pero se dio cuenta de que no tena
ganas de asomarse a la tienda, a pesar de las afirmaciones de Yvon de que el
cadver y a no estaba. Finalmente se decidi, y abri el cortinaje.
Erica grit. A slo sesenta centmetros una cara se haba dado vuelta para
mirarla en el momento en que abri el cortinaje. Se oy un estruendo de
cermica rota cuando la persona que estaba en la tienda, evidentemente tan
asustada como la misma Erica, dej caer todo lo que llevaba en los brazos.
Raoul reaccion instantneamente y empuj a Erica para entrar en la tienda.
Yvon lo sigui. Tratando de llegar a la puerta, el ladrn trastabill sobre la
cermica que haba en el piso, pero Raoul se movi con la rapidez de un gato, y
asestndole un golpe de karate entre los hombros lo hizo caer. El intruso rod
sobre s mismo. Era un chico como de doce aos.
Yvon le ech una mirada y se acerc a Erica.
Se encuentra bien? Pregunt suavemente.
Erica movi la cabeza.
No estoy acostumbrada a este tipo de cosas. Permaneca aferrada a las
cortinas, con la cabeza baja.
Mire bien a este muchacho dijo Yvon. Quiero estar seguro de que no
era uno de los tres asesinos. La rode con un brazo, pero Erica lo alej
cortsmente.
Estoy bien dijo, dndose cuenta de que el haber reprimido su miedo
anterior la haba hecho reaccionar con exageracin, provocndole una explosin
al encontrarse con el muchacho.
Respirando profundamente se acerc al agazapado muchacho y lo mir.
No dijo simplemente.
Yvon dijo algo en rabe, con aire severo, dirigindose al muchacho y ste se
puso de pie de un salto y sali corriendo, agitando a su paso la cortina de cuentas.
La pobreza de este lugar obliga a alguna gente a actuar como buitres.
Presienten los problemas.
Quiero salir de aqu dijo Erica intentando mantener la calma. No s
adnde quiero ir, pero necesito salir de aqu. Y todava siento que hay que
avisarle a la polica.
Yvon estir una mano y la coloc sobre el hombro de la joven. Habl en tono
paternal.
Podemos informar a la polica pero sin comprometerla a usted. La decisin
es suy a, pero crame que hablo con conocimiento de causa. Las crceles de
Egipto rivalizan con las de Turqua.
Erica estudi los serenos ojos de Yvon antes de mirar sus manos an
temblorosas. Despus de la pobreza y del espantoso desorden que haba visto en
El Cairo, los comentarios de Yvon parecan sensatos.
Quiero regresar a mi hotel.
Comprendo dijo Yvon. Pero, por favor, permtanos acompaarla,
Erica. Deje que antes recoja las cartas que encontramos. Tardar slo un
momento. Ambos hombres desaparecieron detrs de los pesados cortinajes.
Richard Harvey mir el grueso bulto del abdomen de Henrietta Olson. Las
sbanas que la cubran haban sido separadas para dejar al descubierto la zona de
la vescula. El resto del cuerpo de la mujer estaba tapado para preservar su
dignidad.
Ahora, seora de Olson, por favor seale el lugar donde siente el dolor
dijo Richard.
Surgi una mano que haba estado tapada por las sbanas. Con el dedo ndice,
Henrietta se apret el vientre en un lugar ubicado justo debajo de las costillas.
Y tambin aqu atrs, doctor dijo Henrietta, colocndose sobre el costado
derecho y sealando con el dedo el centro de su espalda. Ms o menos ac
y al decirlo, hundi el dedo en el cuerpo de Richard a la altura del hgado.
Richard levant los ojos al cielo en un gesto que slo Nancy Jacobs, la
enfermera de su consultorio, alcanz a ver, pero sta sacudi la cabeza, pensando
que el mdico se estaba comportando de forma particularmente brusca con sus
pacientes.
Richard mir el reloj. Saba que tena que revisar a tres pacientes ms antes
de la hora del almuerzo. Aunque a slo tres aos de haberse recibido estaba
trabajando sorprendentemente bien en su consultorio, y por otra parte le gustaba
su trabajo, algunos das le resultaban un poco pesados. Los problemas
relacionados con el tabaquismo y obesidad constituan casi el noventa por ciento
de sus casos. Eso lo haca extraar la intensidad intelectual de su trabajo como
residente en el hospital general. Y ahora, adems de eso, estaba la situacin que
haba surgido con Erica. Por eso le resultaba casi imposible poder concentrarse
en problemas tales como la vescula de Henrietta.
Hubo un llamado en la puerta, y Sally Marinsky, la recepcionista, asom la
cabeza.
Doctor, su llamado est en lnea uno. La cara de Richard se ilumin. Le
haba pedido a Sally que llamara a Janice Baron, la madre de Erica.
Disclpeme, seora de Olson, debo atender ese llamado. Volver
enseguida. Le hizo seas a Nancy para que se quedara all.
Cerrando la puerta del consultorio, Richard levant el receptor y apret el
botn para pasar la comunicacin.
Hola, Janice.
Richard, todava no he recibido carta de Erica.
Muchas gracias. Ya s que todava no ha escrito. Te llam para decirte que
me estoy volviendo realmente loco. Quiero saber qu te parece que debo hacer.
No creo que puedas hacer mucho en este momento, Richard. No tienes
ms remedio que esperar hasta que Erica regrese.
Por qu crees que se fue? Pregunt Richard.
No tengo la menor idea. Desde el momento en que me comunic que
haba decidido seguir esa carrera, nunca entend su entusiasmo por Egipto. Si su
padre no hubiera muerto, habra sido capaz de hacerle tomar una actitud sensata.
Richard hizo una pausa antes de volver a hablar.
Lo que quiero decir, es que me alegro de que se interese por algo, pero
creo que una aficin nunca debe ser una amenaza para el resto de la vida de uno.
Estoy de acuerdo, Richard.
Se produjo otra pausa, y Richard juguete distradamente con sus tiles de
escritorio. Quera preguntarle algo a Janice, pero no se animaba a hacerlo.
Qu te parecera si y o fuera a Egipto? dijo finalmente.
Hubo un silencio.
Janice? dijo Richard, pensando que se haba cortado la comunicacin.
Egipto! Richard, no puedes abandonar tu consultorio de esa manera!
Sera difcil, pero si es necesario puedo hacerlo. Puedo conseguir alguien
que me sustituy a.
Bueno a lo mejor es una buena idea. Pero no estoy segura. Erica
siempre tuvo ideas propias. Le dijiste algo con respecto a la posibilidad de que
fueras?
No, nunca lo conversamos. Supongo que ella dio por sentado que y o no
poda irme en este momento.
A lo mejor eso la convencera de que la quieres dijo Janice pensativa.
La convencera de que la quiero! Mi Dios!, si ella sabe que di un adelanto
para comprar esa casa en Newton.
Bueno, a lo mejor la casa en Newton no es exactamente lo que Erica tiene
planeado, Richard. Creo que el problema es que te dejaste estar durante
demasiado tiempo, de modo que probablemente tu viaje a Egipto sea una buena
idea.
No s lo que voy a hacer, pero gracias, Janice.
Richard colg el receptor y mir en su agenda la lista de pacientes de la
tarde. Iba a ser un da muy largo.
El Cairo 21.10 horas
Erica se apoy contra el respaldo de la silla mientras dos mozos atentos retiraban
los platos. Yvon haba sido tan cortante con ellos que Erica haba llegado a
sentirse casi incmoda, pero era evidente que l estaba acostumbrado a tratar
sirvientes eficientes, con los que cuanto menos se hablara, mejor. Haban cenado
suntuosamente, iluminados por velas, y comieron aromticos platos regionales
que Yvon orden con gran autoridad. El restaurante se llamaba romnticamente,
aunque en forma poco apropiada, Casino de Monte Bello, y estaba situado en la
cima del monte Mukattam. Desde el lugar en que Erica estaba sentada, en el
balcn, mirando hacia el este poda divisar las montaas rabes que atravesando
la pennsula arbiga, llegaban hasta la China. Al norte se vea el delta, el lugar en
que el Nilo se abra como abanico en busca del Mediterrneo, y hacia el sur, el
ro que llegaba en su viaje desde el corazn de frica como una vbora chata y
brillante. Pero la vista ms impresionante era la del oeste, donde los minaretes y
las cpulas de El Cairo erguan sus cabezas a travs de la niebla que cubra la
ciudad. Las estrellas surgan en el cielo plateado que comenzaba a oscurecerse,
igual que aparecan debajo las luces de la ciudad. Erica rotaba obsesionada con
imgenes de Las Mil y Una Noches. La ciudad tena una cualidad extica,
sensual y misteriosa que obligaba a olvidar los srdidos eventos del da.
El Cairo posee un encanto poderoso y amargo dijo Yvon. Su cara se
perda en las sombras, hasta que el fulgor del cigarrillo, en el momento en que
aspiraba el humo, iluminaba sus facciones agudas. Es una historia tan increble.
La corrupcin, las brutalidades, la continuidad de la violencia son tan fantsticas,
tan grotescas, que estn ms all de toda comprensin.
Ha cambiado mucho? Pregunt Erica pensando en Abdul Hamdi.
Menos de lo que la gente piensa. La corrupcin es un modo de vida. Y la
pobreza es la misma.
Y el soborno? Pregunt Erica.
Eso no ha cambiado en absoluto contest Yvon, dejando caer con
cuidado la ceniza de su cigarrillo dentro del cenicero.
Erica bebi un sorbo de vino.
Me ha convencido de que no me presente a la polica. No s si sera capaz
de identificar a los asesinos del seor Hamdi, y la ltima cosa que deseo es
verme envuelta en una cinaga de intrigas asiticas.
Es la cosa ms inteligente que puede hacer. Crame.
Pero es una resolucin que todava me molesta. No puedo evitar la
sensacin de que estoy evadiendo mi responsabilidad como ser humano. Me
refiero a esto de ser testigo de un asesinato y despus no hacer nada al respecto.
Pero usted cree que si y o no voy a la polica, lo ay udar en su cruzada contra el
mercado negro?
Decididamente. Si las autoridades se enteran de la existencia de esa estatua
de Seti antes de que y o pueda localizarla, se habr perdido toda posibilidad de que
pueda penetrar en el mercado negro. Yvon estir una mano y apret la de
Erica para infundirle confianza.
Y mientras intenta encontrar la estatua, tratar de descubrir tambin quin
mat a Abdul Hamdi? Pregunt Erica.
Por supuesto dijo Yvon. Pero no me entienda mal. Mi finalidad es la
estatua y llegar a controlar el mercado negro. No me engao pensando que ser
capaz de ejercer influencia en las actitudes morales de Egipto. Pero si descubro a
los asesinos, avisar a la polica. Eso ay udar a descargar su conciencia?
Ay udar contest Erica.
Debajo de ellos, se encendieron las luces, iluminando la ciudadela. El castillo
fascin a Erica, evocando en ella imgenes de las cruzadas.
Algo que usted mencion esta tarde me sorprendi dijo la joven,
volvindose para mirar a Yvon. Hablo de la Maldicin de los Faraones .
Supongo que no cree en esas tonteras.
Yvon sonri, pero no habl hasta que el mozo les hubo servido el aromtico
caf rabe.
La maldicin de los Faraones! Digamos que no descarto totalmente esas
ideas. Los antiguos egipcios se tomaron mucho trabajo para preservar a sus
muertos. Eran famosos por su inters en las ciencias ocultas, y eran expertos en
toda clase de venenos. Alors
Yvon bebi un sorbo de caf.
Muchas de las personas relacionadas con los tesoros de las tumbas
faranicas han muerto en forma misteriosa. De eso no cabe ninguna duda.
La comunidad cientfica tiene muchas dudas contest Erica.
Es evidente que la prensa se ha apresurado a exagerar algunas historias,
pero se han producido algunas muertes muy extraas relacionadas con la tumba
de Tutankamn, empezando por Lord Carnarvon mismo. Tiene que haber algo de
verdad en todo eso, aunque ignoro cunta. El motivo por el que mencion la
maldicin , es que aparentemente dos comerciantes que eran buenas
pistas , como usted dice, fueron muertos justo antes de que y o me encontrara
con ellos. Fue una coincidencia? Probablemente.
Despus del caf caminaron por la cima de la montaa hasta una
obsesionante y hermosa mezquita en ruinas. No hablaron. La belleza los acunaba
y los llenaba de temor reverente. Yvon le ofreci la mano mientras trepaban por
unas piedras para pararse sobre las altas paredes sin techo de lo que una vez
haba sido un orgulloso edificio. Encima de ellos se hallaba la Va Lctea,
salpicada sobre el cielo azul de medianoche. Para Erica, el mgico encanto de
Egipto resida en su pasado, y all, en medio de la oscuridad de las ruinas
medievales, pudo sentirlo.
En el camino de regreso al auto, Yvon le rode los hombros con un brazo,
pero continu hablando plcidamente sobre la mezquita y la deposit en la
entrada del Hilton muy cerca de las diez de la noche, tal como lo haba
prometido. Sin embargo, mientras suba en el ascensor, Erica admiti que estaba
un poco enamorada. Yvon era un hombre encantador y endiabladamente
atractivo.
Al llegar a su cuarto, meti la llave en la cerradura, abri la puerta y
encendi la luz dejando caer su bolsn de lona en el perchero del pequeo hall de
entrada. Cerr la puerta y le ech doble vuelta de llave. El aire acondicionado
funcionaba al mximo, y como prefera no dormir en una habitacin
artificialmente refrigerada, se dirigi al control que se hallaba cerca del balcn,
para desconectarlo.
A mitad de camino se detuvo, conteniendo un alarido. Haba un hombre
sentado en el silln ubicado en un ngulo del cuarto. Ni se movi, ni habl. Tena
facciones de beduino puro, pero estaba cuidadosamente vestido con un traje
europeo de seda gris, camisa blanca y corbata negra. Su total inmovilidad y sus
ojos penetrantes la paralizaron. Era igual que una terrorfica escultura de bronce.
Aunque en su pas, Erica haba fantaseado muchas veces acerca de la forma
violenta en que reaccionara si estuviese en peligro de ser violada, en ese
momento no hizo nada. Le fall la voz, y sus brazos colgaron sin fuerzas.
Me llamo Ahmed Khazzan dijo por fin con voz profunda y fluida. Soy
el Director General del Departamento de Antigedades de la Repblica rabe
Egipcia. Le pido disculpas por esta intromisin, pero era necesaria. Meti la
mano en el bolsillo del saco y extrajo una billetera de cuero negro. La abri,
mostrndole sus credenciales. Si desea verlas, stas son mis credenciales.
Erica se demud. Haba querido ir a la polica. Saba que debi haber hecho
la denuncia en la polica. Y ahora se hallaba en graves problemas. Por qu haba
seguido el consejo de Yvon? Todava paralizada por la mirada hipntica del
hombre, Erica no pudo articular palabra.
Me temo que ser necesario que me acompae, Erica Baron dijo
Ahmed, ponindose de pie y acercndose a ella. Erica jams haba visto unos
ojos de mirada tan penetrante. En una cara que, objetivamente, era tan apuesta
como la de Omar Sharif, esos ojos la absorban y la aterrorizaban.
Erica tartamude incoherentemente, pero finalmente consigui desviar la
mirada. Tena la frente perlada de sudor fro. Sinti que sus axilas estaban
hmedas. Dado que jams, en ninguna parte, haba tenido problemas con la
autoridad, estaba terriblemente nerviosa. Mecnicamente se puso un suter y
recogi su bolsn.
Mientras abra la puerta que conduca al pasillo, Ahmed permaneci en
silencio; intensa y reconcentrada, su expresin no se alter en absoluto. Mientras
caminaba junto a l por el vestbulo, Erica conjur imgenes de celdas hmedas
y horribles. Boston repentinamente le pareci muy lejano.
En la entrada del Hilton, Ahmed hizo una sea con la mano y un automvil
negro se acerc a ellos. Abri la puerta del asiento trasero, y le indic a Erica
que entrara, cosa que ella hizo rpidamente, esperando que su cooperacin
atenuara el hecho de no haber denunciado el asesinato de Abdul. Cuando el auto
arranc, Ahmed mantuvo su silencio opresivo e intimidatorio, y de tanto en tanto
fij en Erica su firme mirada.
La imaginacin de la joven volaba, recorriendo caminos ansiosos y sin salida.
Pens en la Embajada de Estados Unidos y en el Consulado. Debera pedir que
la dejaran llamar? Y en ese caso, qu dira? Mirando por la ventanilla se dio
cuenta de que la ciudad todava estaba completamente despierta, llena de
vehculos y de gente caminando, aunque el gran ro pareca un lago estancado de
tinta negra.
Adnde me llevan? Pregunt, y aun para ella misma, su voz tuvo un
sonido extrao.
Ahmed no contest inmediatamente. Erica estaba a punto de repetir la
pregunta, cuando l habl.
A mi oficina en el Ministerio de Obras Pblicas. Queda cerca.
Fiel a estas palabras, el automvil negro pronto sali de la calle principal para
entrar en un semicrculo de cemento frente a un edificio pblico con pilares en la
fachada. En el momento en que suban los escalones de la entrada, un sereno
abri una puerta imponente para dejarlos entrar.
Entonces comenz una caminata que pareca tan larga como el tray ecto que
haban recorrido desde el Hilton. Con el nico acompaamiento del sonido hueco
de sus pisadas sobre el piso de mrmol manchado, cruzaron una asombrosa
cantidad de corredores desiertos, que los hacan entrar ms y ms
profundamente dentro de los laberintos de una prodigiosa burocracia. Por fin
llegaron al despacho de Ahmed. Este introdujo su llave en la cerradura, abri la
puerta y condujo a Erica a travs de una oficina atestada de escritorios de metal
y de viejas mquinas de escribir. Entraron luego en una espaciosa oficina, y
Ahmed le seal una silla. Estaba frente a un antiguo escritorio de caoba,
prolijamente ordenado y lleno de lpices de punta cuidadosamente afilada y con
un papel secante verde completamente nuevo. Ahmed mantuvo su silencio
mientras se sacaba el saco de seda.
Erica se senta igual que un animal acorralado. Supona que la conduciran a
una habitacin llena de caras acusadoras, en la que sera sometida a las rutinas
burocrticas oficiales de costumbre, como tomarle las impresiones digitales.
Crey que se le crearan problemas por el hecho de que no tena consigo su
pasaporte, que el hotel haba exigido que entregara para su registro, diciendo que
era necesario sellarlo y que no se le devolvera hasta veinticuatro horas despus.
Pero esa habitacin vaca le resultaba an ms aterradora. Quin podra saber
su paradero? Pens en Richard y en su madre, y se pregunt si le permitiran
hacer una llamada de larga distancia.
Mir nerviosamente a su alrededor, estudiando la oficina. Haba sido
amueblada en forma espartana y estaba muy ordenada. Las paredes haban sido
adornadas con fotografas de varios monumentos arqueolgicos y con un
moderno pster de la mscara funeraria de Tutankamn. Dos mapas enormes
cubran la pared de la derecha. Uno era un mapa de Egipto y en varias zonas
tena insertados una serie de alfileres de cabeza colorada. El otro era un mapa de
la Necrpolis de Tebas, con las tumbas marcadas por cruces de Malta.
Erica mir a Ahmed, mordindose el labio para esconder su ansiedad. Para
su sorpresa, vio que estaba encendiendo un calentador elctrico.
Le gustara tomar un poco de t? Pregunt, dndose vuelta para mirarla.
No, gracias contest Erica, atnita ante tan extraas circunstancias.
Gradualmente, comenz a pensar que haba sacado conclusiones apresuradas, y
dio gracias a Dios por no haber hecho una confesin atropellada antes de
enterarse de lo que el rabe tena que decirle.
Ahmed se sirvi una taza de t y la llev hasta el escritorio. Despus de
ponerle dos terrones de azcar, comenz a revolverlo lentamente y una vez ms
fij en Erica su mirada poderosa. Ella baj rpidamente los ojos para sustraerse
al impacto, y habl sin levantar la vista.
Me gustara saber por qu motivo he sido trada a esta oficina.
Ahmed no le contest. Erica levant la mirada para estar segura de que la
haba odo, y en el momento en que sus ojos se encontraron, la voz de Ahmed
surgi como un latigazo.
Y y o quiero saber qu est haciendo usted en Egipto! dijo,
prcticamente gritando.
El enojo del hombre tom a Erica por sorpresa, y sus palabras salieron en
forma atropellada y confusa.
Estoy estoy ac soy egiptloga.
Y es juda, verdad? respondi Ahmed de mal modo.
Erica fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que el
hombre pretenda confundirla, pero no estuvo segura de tener la fuerza necesaria
para resistir el ataque.
S dijo simplemente.
Quiero saber por qu est en Egipto repiti Ahmed, levantando la voz
nuevamente.
Vine aqu comenz a decir la joven, ponindose a la defensiva.
Quiero saber cul es el motivo de su viaje, y para quin trabaja.
No trabajo para nadie, y en mi viaje no hay ningn motivo secreto
contest Erica nerviosamente.
Pretende que crea que no hay un motivo detrs de su viaje? dijo
Ahmed cnicamente. Vamos, Erica Baron! Sonri y su piel morena realz
la blancura de sus dientes.
Por supuesto que hay un motivo dijo Erica, y su voz se quebr. Lo que
quise decir es que no vine por un motivo ulterior. Su voz se perdi mientras
recordaba los complicados problemas que tena con Richard.
Lo que dice no es convincente respondi Ahmed. No es para nada
convincente.
Lo lamento dijo Erica. Soy egiptloga. He estudiado el antiguo Egipto
durante ocho aos. Trabajo en el departamento de egiptologa de un museo.
Siempre he querido venir. Planeaba venir hace aos, pero la muerte de mi padre
me lo impidi. Y hasta este ao no me fue posible venir. He hecho arreglos para
hacer algunos trabajos mientras estoy aqu, pero en general ste es un viaje de
placer. Estoy de vacaciones.
Qu tipo de trabajo piensa hacer?
Pienso hacer in situ, algunas traducciones de jeroglficos del Imperio
Nuevo en el Alto Egipcio.
No ha venido a comprar antigedades?
Por Dios, no! exclam Erica.
Cunto tiempo hace que conoce a Yvon Julien de Margeau? Se inclin
hacia adelante, y sus ojos se clavaron en los de Erica.
Lo conoc hoy dijo Erica abruptamente.
Cmo se conocieron?
El pulso de la joven se aceler, y volvieron a aparecer gotas de transpiracin
en su frente. Estaba enterado Ahmed del crimen, despus de todo? Un momento
antes hubiera afirmado que no, pero ahora no estaba segura.
Nos conocimos en la feria tartamude. Contuvo el aliento.
Est enterada de que el seor de Margeau ha adquirido valiosos tesoros
nacionales de Egipto?
Erica tuvo miedo de que se notara el alivio que senta. Obviamente, Ahmed
no estaba enterado del crimen.
No dijo. No tena la menor idea.
Comprende continu Ahmed, la magnitud del problema que debemos
enfrentar al intentar detener el mercado negro de antigedades? Se puso de pie
y camin hasta el mapa de Egipto.
Conozco algo el problema dijo Erica, confundida por los mltiples giros
que tomaba la conversacin. Todava no saba por qu haba sido llevada a la
oficina de Ahmed.
La situacin es psima dijo Ahmed. Tome, por ejemplo, el robo
altamente destructivo de diez tablas de jeroglficos en relieve del templo de
Dendera, realizado en 1974. Una tragedia, una desgracia nacional. El dedo
ndice de Ahmed se apoy sobre la cabeza colorada del alfiler clavado en el
mapa que sealaba la ubicacin del Templo de Dendera. Debi ser un trabajo
realizado por gente del mismo templo. Pero el caso nunca fue resuelto. Aqu, en
Egipto, la pobreza trabaja en contra de nosotros. La voz de Ahmed se perdi.
Su rostro tenso reflejaba preocupacin. Cuidadosamente toc con el dedo ndice
la cabeza colorada de otros alfileres. Cada uno de estos alfileres indica un robo
importante de antigedades. Si y o tuviera bastante personal, y si tuviese dinero
para pagarles salarios decentes a los guardias, tendra posibilidades de tomar
medidas con respecto a esto. Ahmed hablaba ms para s mismo que para
Erica. Al darse vuelta, pareci estar casi sorprendido de verla en la oficina.
Qu est haciendo el seor de Margeau en Egipto? Pregunt, enojndose
nuevamente.
No lo s contest Erica. Pens en la estatua de Seti y en Abdul Hamdi.
Saba que si hablaba sobre la estatua, tendra que referirse al asesinato.
Cunto tiempo se queda l en Egipto?
No tengo la menor idea. Recin conoc a ese hombre hoy.
Pero cen con l esta noche.
Es verdad dijo Erica ponindose nuevamente a la defensiva.
Ahmed volvi a su escritorio. Se inclin hacia adelante y mir
amenazadoramente los ojos gris verdosos de Erica. Ella pudo percibir su
intensidad, y trat de mantener la mirada sin mucho xito. Se senta un poco ms
confiada al darse cuenta de que Ahmed no estaba interesado en ella sino en
Yvon, pero an tena miedo. Adems, haba mentido. Saba que Yvon estaba en
Egipto por la estatua.
Qu descubri con respecto a Monsieur de Margeau durante la comida?
Que es un hombre encantador respondi Erica evasivamente.
Ahmed golpe con fuerza el escritorio con el puo, haciendo volar algunos de
los lpices tan cuidadosamente afilados y sobresaltando a Erica.
No me interesa la personalidad de ese hombre dijo el rabe lentamente
. Quiero saber por qu est en Egipto Yvon de Margeau.
Bueno, por qu no se lo pregunta? dijo Erica finalmente. Todo lo que
y o hice fue salir a cenar con l.
Sale a menudo a cenar con hombres a los que acaba de conocer?
Pregunt Ahmed.
Erica estudi cuidadosamente la cara del rabe. La pregunta la sorprendi,
pero en realidad, casi todo haba sido sorprendente. En la voz del hombre haba
una especie de desilusin, pero Erica saba que eso era absurdo.
Muy pocas veces salgo a cenar con desconocidos dijo desafiante, pero
inmediatamente me sent cmoda con Yvon de Margeau y lo encontr
encantador.
Ahmed se dirigi hacia donde estaba su chaqueta y se la puso
cuidadosamente. Bebiendo de un trago el resto de su t, volvi a mirar fijamente
a Erica.
Por su propio bien le pedira que no repita esta conversacin. Ahora la
llevar a su hotel.
Erica estaba ms confundida que nunca. Mientras observaba a Ahmed,
colocar en su lugar los lpices que haban cado al suelo, repentinamente se sinti
llena de culpa. El hombre obviamente era sincero en su deseo de luchar contra el
mercado negro de antigedades, y ella estaba reteniendo informacin. Al mismo
tiempo, la experiencia vivida con Ahmed haba sido aterrorizante; tal como se lo
haba advertido Yvon, el rabe ciertamente no se haba comportado como ningn
oficial norteamericano que ella conociera. Decidi no decir nada y permitir que
la llevara de regreso al hotel. Despus de todo, siempre podra volver a ponerse
en contacto con l, si sintiera que era su obligacin hacerlo.
El Cairo 23.15 horas
Yvon Julien de Margeau tena puesta una bata colorada de Christian Dior con el
cinturn flojamente atado a la cintura, que dejaba al descubierto la may or parte
de su pecho cubierto de vello plateado. Las puertas corredizas de vidrio de la suite
800 estaban abiertas de par en par permitiendo que la fresca brisa del desierto
susurrara suavemente a travs del cuarto. En el ancho balcn haba sido colocada
una mesa, y desde el lugar en que Yvon estaba sentado poda mirar el Nilo en
direccin al delta. La isla de Gezira, con su fina torre flica de observacin,
descollaba no a mucha distancia. En la orilla derecha, Yvon vea el Hilton y sus
pensamientos volvan constantemente a Erica. Era muy diferente de todas las
mujeres que l haba conocido. Se senta escandalizado y atrado a la vez por su
inters apasionado por la egiptologa, y tambin, confundido por su manera de
hablar con respecto a su carrera. Despus de un momento se encogi de
hombros y comenz a considerarla dentro del contexto que le era ms familiar.
No era, por cierto, la mujer ms hermosa con quien l hubiera estado durante los
ltimos tiempos, y sin embargo haba algo en ella que sugera una sensualidad
sutil pero poderosa.
En el centro de la mesa, estaba su portafolios repleto de los voluminosos
papeles que l y Raoul haban encontrado en lo de Abdul Hamdi. Raoul estaba
estirado sobre el sof, revisando nuevamente las cartas que Yvon y a haba
examinado.
Alors dijo Yvon sbitamente, golpeando con la mano libre la carta que
estaba ley endo. Stephanos Markoulis. Hamdi mantena correspondencia con
Markoulis. El agente de viajes de Atenas.
Eso puede ser lo que estamos buscando dijo Raoul expectante. Te
parece que en esa carta hay una amenaza?
Yvon continu ley endo el texto. Despus de unos minutos, levant la mirada.
No puedo estar seguro si hay una amenaza. Todo lo que dice es que est
interesado en el asunto y que le gustara llegar a alguna clase de arreglo. Pero no
aclara a qu asunto se refiere.
A lo nico que pudo estar refirindose es a la estatua de Seti dijo Raoul.
Posiblemente, pero mi intuicin me dice que no es as. Conozco a
Markoulis; estoy seguro de que hubiera sido ms directo si se refiriese solamente
a la estatua. Tiene que haber algo ms. Hamdi debe haberlo amenazado.
En ese caso, Hamdi no era ningn tonto.
Fue el may or de los tontos corrigi Yvon. Est muerto.
Markoulis tambin haba mantenido correspondencia con nuestro contacto
de Beirut que fue asesinado acot Raoul.
Yvon levant la mirada. Se haba olvidado de la conexin de Markoulis con el
contacto de Beirut.
Creo que debemos comenzar por Markoulis. Sabemos que comercia con
antigedades egipcias. Trata de conseguir una comunicacin con Atenas.
Raoul se levant del sof y dio las rdenes necesarias al operador del hotel.
El trfico telefnico es sorprendentemente escaso esta noche, por lo menos
eso es lo que dice el operador anunci despus de un momento. No debera
haber inconvenientes con el llamado. Tratndose de Egipto, eso es un milagro.
Esplndido contest Yvon, cerrando el portafolios. Hamdi mantena
correspondencia con todos los museos importantes del mundo, pero aun as,
Markoulis no deja de ser una lejana posibilidad. La nica esperanza real que
tenemos es Erica Baron.
Y no veo que ella demuestre ser de mucha ay uda coment Raoul.
Tengo una idea dijo Yvon, encendiendo un cigarrillo. Erica vio las
caras de dos de los tres hombres comprometidos en el asesinato.
Eso puede ser cierto, pero dudo que los reconociera si volviese a verlos.
Es verdad. Pero no creo que eso importe, si los asesinos creen que puede
reconocerlos.
No te entiendo dijo Raoul.
Crees que sera posible hacer que el hampa de El Cairo se enterara de que
Erica Baron fue testigo del crimen y que puede fcilmente identificar a los
asesinos?
Ah! dijo Raoul demostrando por su expresin que repentinamente haba
comprendido. Ya veo lo que ests pensando. Quieres usar a Erica Baron como
seuelo, para obligar a los asesinos a ponerse en descubierto.
Precisamente. La polica de ninguna manera har nada con respecto a
Hamdi. El Departamento de Antigedades tampoco har nada, a menos que se
hay an enterado de la existencia de la estatua de Seti, de manera de Ahmed
Khazzan no estar involucrado. l es el nico funcionario que podra hacer que
las cosas nos resultaran difciles.
Existe un problema importante dijo Raoul con seriedad.
Cul es? Pregunt Yvon, inhalando el humo de su cigarrillo.
Es un camino muy difcil. Probablemente signifique firmar una sentencia
de muerte para Mademoiselle Erica Baron. Estoy seguro de que la matarn.
Sera posible que la protegiramos? Pregunt Yvon recordando la
delgada cintura de Erica, su calidez y su atractiva humanidad.
Probablemente, si utilizramos a la persona conveniente.
Ests pensando en Khalifa?
En l pienso.
Ese hombre crea problemas.
S, pero es el mejor. Si quieres proteger a la muchacha y adems llegar
hasta los asesinos, necesitas a Khalifa. El problema real es que es caro. Muy
caro.
Eso no me importa. Quiero y necesito esa estatua. Estoy seguro de que
ser el punto de apoy o que necesito. En realidad, a esta altura del partido creo
que es el nico camino. He revisado todo el material de Abdul Hamdi que
poseemos. Desgraciadamente no hay prcticamente nada en l que se refiera al
mercado negro.
En realidad creste que habra algo?
Admito que era mucho pedir. Pero por lo que me deca Hamdi en la carta
que me escribi, pens que era posible. Pero consigue a Khalifa. Quiero que
comience a seguir a Erica Baron maana por la maana. Tambin creo que
hasta y o mismo pasar algn tiempo con ella. No estoy convencido de que me
hay a dicho todo lo que sabe.
Raoul mir a Yvon con una sonrisa incrdula.
Muy bien dijo ste. Me conoces demasiado bien. Encuentro algo muy
atractivo en esa mujer.
Atenas 23.45 horas
Medianoche
Al salir del ambiente lleno de humo del bar Taverne, Erica parpade ante la luz
brillante del vestbulo del Hilton. La experiencia vivida con Ahmed y la sensacin
intimidante que le produjo el enorme edificio gubernamental, la haban puesto
tan nerviosa que decidi tomar una copa. Haba querido tranquilizarse, pero
entrar en el bar no fue una buena idea. No pudo disfrutar de su copa en paz;
varios arquitectos norteamericanos supusieron que ella era el antdoto ideal para
una noche aburrida. Ninguno de ellos quiso creer que Erica deseaba estar sola.
De manera que termin su copa y sali del bar.
Parada en un extremo del vestbulo, not los efectos fsicos que le haba
producido el whisky, y se detuvo un momento para que su equilibrio volviera a la
normalidad. Desgraciadamente, el alcohol no haba calmado su ansiedad. En
todo caso, lo nico que haba logrado era aumentarla, y los ojos curiosos de los
hombres que estaban en el bar incrementaron su incipiente paranoia. Se pregunt
si la estaran siguiendo. Lentamente recorri con la mirada el enorme vestbulo.
Ubicado en un silln, haba un hombre europeo que obviamente la estaba
observando por encima de sus anteojos. Un rabe barbudo, vestido con una
tnica blanca que estaba parado junto a una vitrina llena de alhajas, tambin la
miraba fijamente y sin pestaear con unos ojos negros como el carbn. Un
negro enorme, parecido a I di Amin, le sonrea desde la parte delantera de la
mesa de entradas, donde estaba ubicado.
Erica sacudi la cabeza. Le constaba que se estaba dejando dominar por el
agotamiento. Si estuviera en Boston, sola y a medianoche, tambin la miraran
fijamente. Respir hondo y se dirigi a los ascensores.
Cuando lleg a la puerta de su cuarto, Erica record vvidamente el impacto
emocional que le haba producido la presencia de Ahmed en su dormitorio. El
pulso se le aceler en el momento de abrir la puerta. Suavemente, encendi la
luz. La silla que haba ocupado Ahmed, estaba vaca. Enseguida revis el bao.
Tambin estaba vaco.
Cerrando la puerta con doble vuelta de llave, not que haba un sobre en el
piso del hall de entrada.
Era un sobre con membrete del Hilton. Caminando hacia el balcn, abri el
sobre y ley que el seor Yvon Julien de Margeau haba telefoneado, dejando
dicho que lo llamara en cuanto llegara, a cualquier hora que fuese. En la parte
inferior de la hoja que contena el mensaje haba un cuadradito impreso en el
que haban escrito la palabra urgente .
Con el aire fresco de la noche, Erica comenz a tranquilizarse. El panorama
espectacular que se divisaba desde su balcn la ay udaba. Nunca antes haba
estado en el desierto, y la maravill que hubiese tantas estrellas en el horizonte
como en el cielo justo encima suy o. Inmediatamente frente a ella se estiraba la
ancha cinta negra del Nilo como si fuera el pavimento mojado de una inmensa
carretera. A la distancia llegaba a ver, iluminada, la misteriosa esfinge,
custodiando silenciosamente los enigmas del pasado. Junto a esa mtica criatura,
las fabulosas pirmides arremetan hacia el cielo con sus moles de piedra. A
pesar de su antigedad, su vigorosa geometra sugera una lnea futurista,
falseando completamente el contexto del tiempo. Hacia la izquierda, Erica poda
contemplar la isla de Rodas que pareca un trasatlntico navegando por el Nilo.
Sobre la orilla ms cercana de la isla, pudo distinguir las luces del Hotel Meridien,
y sus pensamientos volvieron a Yvon. Reley el mensaje, y se pregunt si
existira alguna posibilidad de que el francs estuviese enterado de la visita de
Ahmed. Tambin analiz la conveniencia de contrselo, si es que l no estaba y a
enterado. Pero Erica senta una fuerte necesidad de no comprometerse en lo que
se refera a las autoridades, y le pareci que el hecho de contarle a Yvon la visita
de Ahmed posiblemente la comprometera. Si exista algn problema entre
Ahmed e Yvon era cosa de ellos. Yvon era completamente capaz de manejarlo.
Sentada en el borde de la cama, Erica pidi que la comunicaran con la suite
800 del Hotel Meridien. Sosteniendo el receptor entre la cabeza y el hombro, se
quit la blusa. El aire fresco le haca bien. Tardaron casi quince minutos para
establecer la comunicacin y Erica se dio cuenta de que, tal como se lo haba
advertido, el sistema telefnico de Egipto era atroz.
Hola! era Raoul.
Hola. Habla Erica Baron. Puedo hablar con Yvon?
Un momento.
Se produjo una pausa y Erica se sac los zapatos. Una lnea del polvo de El
Cairo le cruzaba el empeine.
Buenas noches! exclam Yvon alegremente.
Hola, Yvon. Recib un mensaje suy o, pidiendo que lo llamara. Deca que
era urgente .
Bueno, quera hablar con usted lo antes posible, pero no se trata de una
emergencia. Tena ganas de decirle que pas una noche maravillosa, y quera
agradecrsela.
Es muy lindo que diga eso contest Erica, levemente confundida.
En realidad, usted estaba muy hermosa esta noche, y estoy ansioso por
verla de nuevo.
En serio? Pregunt Erica sin pensar.
Completamente en serio. De hecho, me encantara que desay unramos
juntos maana por la maana. Aqu, en el Meridien, sirven unos huevos
riqusimos.
Gracias, Yvon contest Erica. Lo haba pasado muy bien en su
compaa, pero no tena intencin de perder tiempo en Egipto flirteando. Haba
venido a ver los objetos que le tomaron aos de estudio, y no quera que la
distrajeran. Y lo que era ms importante an, todava no haba decidido cul era
exactamente su responsabilidad con respecto a la fabulosa estatua de Seti I.
Har que Raoul la pase a buscar a la hora que usted me diga continu
Yvon interrumpiendo sus pensamientos.
Gracias, Yvon, pero estoy extenuada. No quiero tener que levantarme
maana a una hora determinada.
Comprendo. Pero podra llamarme cuando se despierte.
Yvon, me divert mucho esta noche, sobre todo despus de lo que sucedi a
la tarde. Pero creo que necesito un poco de tiempo para m misma. Quiero salir
y conocer algunos lugares.
Me encantara mostrarle ms cosas de El Cairo dijo Yvon
persistentemente.
Erica no deseaba pasar el da con Yvon. Su inters en Egipto era algo
demasiado personal para compartirlo.
Yvon, qu le parece si cenamos juntos nuevamente? Eso sera lo ms
conveniente para m.
Yo hubiera incluido la cena en el programa del da, pero, comprendo,
Erica. Me parece esplndido que cenemos juntos, y estar deseando que llegue
el momento. Pero fijemos una hora. Digamos las nueve?
Despus de una amistosa despedida, Erica cort la comunicacin. La
persistencia de Yvon la sorprenda. No crea haber estado particularmente
atractiva esa noche. Se levant y fue a mirarse en el espejo del dormitorio. Tena
veintiocho aos, pero algunas personas pensaban que pareca menor. Not
nuevamente las minsculas arrugas que milagrosamente le haban aparecido
junto a los ojos en su ltimo cumpleaos. Entonces advirti que se le estaba
formando un pequeo granito en la piel.
Maldito! exclam en voz alta, mientras lo apretaba tratando sin xito de
quitrselo. Erica volvi a contemplarse y pens, intrigada, en los hombres. Se
pregunt qu era realmente lo que les gustaba.
Se sac el corpio y despus la pollera. Mientras esperaba que el agua de la
lluvia se calentara, se mir fijamente en el espejo del bao. Dando vuelta la
cabeza hacia un lado se mir de perfil y toc la leve protuberancia de su nariz,
preguntndose si convendra tomar alguna medida al respecto. Retrocediendo
para verse de cuerpo entero, se sinti bastante satisfecha con su figura, aunque
pens que necesitaba hacer ms ejercicio. Repentinamente se sinti muy sola.
Pens en la vida que, por su propia voluntad, haba dejado en Boston. Existan
problemas, pero probablemente escaparse a Egipto no era la solucin. Pens en
Richard. Con la lluvia an abierta, Erica regres al dormitorio y mir el telfono.
Impulsivamente pidi una comunicacin con Richard Harvey, y se sinti
desilusionada cuando el operador le dijo que por lo menos demorara dos horas,
quiz ms. Erica se quej, y el operador le respondi que debera estar
agradecida y a que las lneas no estaban demasiado ocupadas. Habitualmente
tomara varios das obtener una llamada de larga distancia, desde El Cairo; era
ms fcil llamar a Egipto desde el exterior. Erica le agradeci y colg. Mientras
miraba fijamente el telfono silencioso, se sinti conmovida por una repentina
emocin. Luch contra las lgrimas, sabiendo que estaba demasiado extenuada
para pensar en ninguna otra cosa hasta que pudiera dormir.
El Cairo 0.30 horas.
Desde el auto, Ahmed mir las luces que se reflejaban en el Nilo formando
dibujos, mientras cruzaban el puente 26 de Julio hacia la isla de Gezira. El
conductor tocaba bocina permanentemente, pero Ahmed y a no intentaba
intervenir. Los conductores de El Cairo consideraban que tocar bocina sin cesar
era tan necesario como sostener el volante.
Estar listo a las ocho de la maana dijo descendiendo del auto frente a
su casa en Shari Ismail Muhammad, en el distrito de Zamalek. El chofer asinti,
dio vuelta en redondo y el automvil desapareci en la noche.
Los pasos de Ahmed eran lentos mientras entraba a su desierto departamento
de El Cairo. Sin duda prefera su pequea casa de Luxor, junto al Nilo, en el Alto
Egipto donde haba nacido, e iba all tanto como le era posible. Pero el trabajo de
su cargo como director del Servicio de Antigedades lo retena en la ciudad ms
de lo que l deseaba. Ahmed era quiz ms consciente que nadie de las
consecuencias negativas que acarreaba la inmensa burocracia de Egipto. A fin de
estimular la educacin, se le garantizaba un puesto en el gobierno a cada
graduado en la universidad. Consecuentemente haba demasiados funcionarios y
poco trabajo que realizar. En un sistema as, la inseguridad era desenfrenada y la
may or parte de los individuos utilizaban su tiempo en inventar maneras de
perpetuarse en sus cargos. Si no fuese por el subsidio otorgado por Arabia
Saudita, todo el sistema se vendra abajo de un da para el otro.
Tales pensamientos depriman a Ahmed, quien lo haba sacrificado todo para
llegar a su actual posicin. Haba decidido controlar el servicio de antigedades,
y y a logrado su propsito, deba enfrentarse con las tremendas ineficiencias del
departamento. Hasta el momento, sus intentos de reorganizarlo haban
encontrado una furiosa oposicin.
Se sent en su sof egipcio rococ y sac algunos memorndum del
portafolios. Ley los ttulos de los mismos: Medidas de seguridad revisadas para
la Necrpolis de Luxor, incluy endo el Valle de los Rey es y Recintos
subterrneos de almacenamiento a prueba de bombas para los tesoros de
Tutankamn . Abri el primero de ellos, puesto que era el que le interesaba
particularmente. Recientemente haba reorganizado en su totalidad los servicios
de seguridad para la necrpolis de Luxor. Haba sido su primera prioridad cuando
accedi al cargo.
Ahmed ley una frase dos veces, antes de reconocer que sus pensamientos
estaban en otra parte. Recordaba constantemente la cara exquisitamente
modelada de Erica Baron. En cuanto la vio en su cuarto del hotel, la belleza de la
joven lo haba sobrecogido. Tena el plan de sacarla de quicio antes de someterla
al interrogatorio, pero fue l quien inicialmente se sinti fuera de s. Haba un
gran parecido, no en lo fsico sino en la personalidad, entre Erica Baron y la
mujer de quien Ahmed se haba enamorado durante sus tres aos de
permanencia en Harvard. Fue el nico amor de Ahmed, y le dola recordarlo.
Todava lo rondaba la angustia que sinti cuando tuvo que partir hacia Oxford. El
hecho de saber que no la volvera a ver jams lo convirti en la experiencia ms
difcil de su vida. Y lo haba afectado profundamente. A partir de ese momento
evit todo romance, para poder cumplir los objetivos que su familia le haba
marcado.
Apoy ando la cabeza contra la pared, Ahmed permiti que su memoria
recreara la imagen de Pamela Nelson, la joven de Radcliffe. Poda verla
claramente a travs de la niebla de los catorce aos transcurridos desde entonces.
Instantneamente record esos despertares de los domingos por la maana,
cuando el fro de Boston desapareca ante el conjuro del amor. Record cunto le
gustaba observarla mientras dorma, y cmo le acariciaba tan cuidadosamente la
frente y las mejillas, hasta que Pamela despertaba y sonrea.
Ahmed se puso de pie y camin hasta la cocina. Se prepar un t, tratando de
escapar de los recuerdos que Erica haba despertado en l. Pareca slo ay er el
da en que parti para Amrica. Sus padres lo haban llevado al aeropuerto,
llenndolo de instrucciones y de aliento, y sin darse cuenta de los miedos de su
hijo. La idea de viajar a Amrica haba sido sobrecogedoramente excitante para
un muchacho del Alto Egipto, pero Boston le haba resultado horriblemente
solitario. Por lo menos hasta que conoci a Pamela. A partir de ese momento fue
encantador. Caldeado por el compaerismo de Pamela, devor vidamente las
materias de su carrera, terminando sus estudios en la universidad de Harvard en
tres aos.
Ahmed llev su t al living y volvi a sentarse en el duro silln hamaca. El
lquido caliente calm la tensin de su estmago. Despus de pensarlo
cuidadosamente, comprendi por qu Erica Baron le recordaba a Pamela
Nelson. Haba presentido en Erica la misma inteligencia y generosidad que
Pamela haba usado para disimular su sensualidad interior. Fue la personalidad
oculta de la mujer lo que enamor a Ahmed. El rabe cerr los ojos y record el
cuerpo desnudo de Pamela. Permaneci absolutamente inmvil. El nico sonido
que rompa el silencio de la habitacin era el tictac del reloj de mrmol que
estaba sobre el aparador.
Repentinamente abri los ojos. El retrato oficial de un Sadat sonriente borr
los clidos recuerdos. El presente volvi a hacerse realidad, y Ahmed suspir. Y
entonces, se ri de s mismo. Dejarse dominar por tales recuerdos era poco
habitual en l. Saba que sus responsabilidades en el departamento, y con su
familia, dejaban poco lugar a pensamientos sentimentales como sos. Llegar a su
actual posicin haba representado una dura lucha, y en ese momento estaba
muy cerca de su meta final.
Ahmed tom el memorndum referente al Valle de los Rey es, y nuevamente
intent leerlo. Pero su mente se negaba a cooperar con l; sus pensamientos
volvan a Erica Baron. Pens en el comportamiento transparente de la joven
durante el interrogatorio. Saba que las respuestas que Erica le haba dado no eran
una seal de debilidad, sino una evidencia de sensibilidad. Y al mismo tiempo
estaba completamente convencido de que Erica no saba nada importante.
Repentinamente record las palabras del asistente que originariamente le
inform que Yvon de Margeau haba cenado con Erica. ste le haba dicho que
de Margeau la haba llevado al Casino de Monte Bello y que el ambiente pareca
muy romntico.
Ahmed se puso de pie y comenz a pasearse por el cuarto. Estaba enojado y
no saba por qu. Qu estaba haciendo de Margeau en Egipto? Estara por
comprar ms antigedades? Durante sus viajes anteriores, Ahmed no haba
podido vigilarlo adecuadamente. Ahora, exista un camino posible. Si la relacin
entre Erica y de Margeau creca, podra seguir al hombre a travs de Erica.
Tom el telfono y llam a su segundo, Zaki Riad, ordenndole que Erica
Baron fuese seguida durante las veinticuatro horas del da, a partir de la maana
siguiente. Agreg que deseaba que el individuo que siguiera a Erica, le informara
directamente a l.
Quiero saber adnde va y con quin se encuentra. Quiero saberlo todo.
El Cairo 2.45 horas
Fue un sonido discordante y poco familiar el que hizo que Erica se sentara de un
salto en la cama. En un primer momento no supo dnde estaba: haba ruido de
agua que corra, y lo nico que ella tena puesto eran los calzones. Volvi a or el
sonido desagradable y metlico, y entonces se dio cuenta de que se encontraba
en el hotel y que el telfono estaba sonando. El sonido de agua provena de la
lluvia, que haba dejado corriendo. Se haba quedado dormida sobre la colcha de
la cama, con todas las luces encendidas.
Cuando levant el receptor, sus pensamientos seguan siendo confusos. El
operador le anunci que haba obtenido su llamado a Estados Unidos. Despus de
hacer varios sonidos distantes, el telfono qued muerto. Erica grit hola
varias veces, luego, encogindose de hombros, colg el receptor y fue hasta el
bao para cerrar la lluvia. Una mirada casual a su imagen en el espejo la irrit.
Su aspecto era espantoso. Tena los ojos colorados, los prpados hinchados y
el granito del mentn haba madurado formando una desagradable cabeza.
El telfono volvi a sonar y corri al dormitorio para atenderlo.
Me alegro tanto de que hay as llamado, querida. Qu tal fue el viaje?
Richard pareca contento en el otro extremo de la lnea.
Terrible! contest Erica.
Terrible? Sucede algo malo? Richard se alarm instantneamente.
Ests bien?
Estoy perfecta. Lo nico que sucede es que nada es como y o esperaba que
fuese contest Erica. Y enseguida, percibiendo la sobreproteccin que Richard
ejerca sobre ella, decidi que haba sido un error llamarlo. Pero como y a lo
haba hecho le cont todo lo referente a la estatua y al asesinato, le confi su
terror, y le habl de Yvon y luego de Ahmed.
Mi Dios! exclam Richard, obviamente estupefacto. Erica, quiero
que vuelvas a casa inmediatamente, que tomes el prximo avin! Se produjo
una pausa. Erica, oste lo que dije?
Erica se ech atrs el pelo. La orden de Richard tuvo en ella un efecto
negativo. Richard no tena derecho a darle rdenes, fueran cuales fuesen sus
motivos.
No estoy dispuesta a irme de Egipto dijo con tranquilidad.
Mira Erica, has demostrado lo que queras. No es necesario llevar las cosas
ms lejos, sobre todo si ests en peligro.
No estoy en peligro dijo Erica rotundamente. Y a qu te refieres con
eso de la demostracin?
A tu independencia. Ya he comprendido. No es necesario que sigas.
Richard, creo que no comprendes nada. No es tan simple. No estoy
simulando. El antiguo Egipto significa mucho para m. Desde que era una
criatura, sueo con visitar las pirmides. Estoy aqu, porque quiero estar aqu.
Bueno, pienso que ests actuando como una tonta.
Francamente no creo que ste sea un tema apropiado para un llamado
intercontinental. Sigues olvidando que, aparte de ser mujer, soy egiptloga. He
pasado ocho aos de mi vida estudiando para recibirme, y mi carrera es vital
para m. Es importante para m. Erica sinti que una vez ms estaba furiosa
con Richard.
Es ms importante todo eso que nuestra relacin? Pregunt Richard con
una mezcla de dolor y de enojo.
Para m la egiptologa es tan importante como la medicina para ti.
La medicina y la egiptologa no pueden compararse.
Por supuesto, pero lo que t olvidas es que uno puede dedicarse a la
egiptologa con el mismo fervor con que t te dedicas a la medicina. Pero ahora
no quiero seguir hablando de eso, y no estoy dispuesta a regresar a Boston.
Todava no.
Entonces y o ir a Egipto dijo Richard con tono magnnimo.
No contest Erica simplemente.
No?
Eso es lo que dije: no. No vengas a Egipto. Por favor. Si quieres hacer algo
por m, llama a mi jefe, el doctor Herbert Lowery, y pdele que me telefonee en
cuanto pueda. Aparentemente es mucho ms fcil llamar a Egipto, que conseguir
comunicarnos desde aqu con el exterior.
Llamar a Lowery con todo gusto, pero ests segura de que no quieres
que me rena contigo? Pregunt Richard, atnito ante el rechazo que haba
sufrido.
Estoy segura contest Erica, antes de despedirse y cortar la
comunicacin.
Cuando el telfono volvi a llamar a las cuatro de la maana, Erica no se
sobresalt tanto como se haba sobresaltado con la llamada anterior. Sin embargo,
tuvo miedo de que fuera Richard nuevamente, y dej que el telfono llamara
varias veces mientras decida exactamente lo que le dira. Pero no se trataba de
Richard. Era el doctor Herbert Lowery quien llamaba.
Erica, ests bien?
Muy bien, doctor Lowery. Perfectamente bien.
Richard pareca muy preocupado cuando me llam hace alrededor de una
hora. Me dijo que queras que te llamara.
As es, doctor Lowery. Le explicar dijo Erica, sentndose en la cama
para despertarse completamente. Quera hablar con usted respecto de una
cosa sorprendente, y me dijeron que es ms fcil comunicarse con El Cairo que
llamar desde aqu al exterior: Richard le cont algo acerca de mi primer da en
Egipto?
No. Lo nico que me dijo es que habas tenido algunos problemas. Nada
ms.
Problemas no es exactamente la palabra indicada contest Erica.
Rpidamente, le narr los acontecimientos del da. Y luego, tan detalladamente
como su memoria se lo permiti, le describi la estatua de Seti I.
Increble! Exclam el doctor Lowery cuando Erica termin su
descripcin. Casualmente, y o he visto la estatua de Houston. El hombre que la
compr es indecentemente rico, y nos contrat a Leonard y a m para que
volramos a Houston en su 707 para autenticarla. Ambos estuvimos de acuerdo
en que es la estatua ms magnfica que hay a sido hallada jams en Egipto. Yo
pens que probablemente procedera de Aby dos o de Luxor. El estado de la
estatua era sorprendente. Costaba creer que hubiese estado enterrada durante tres
mil aos. De todos modos, la que t describes, parece idntica a la que y o vi.
La estatua de Houston tiene jeroglficos tallados en la base? inquiri
Erica.
S, por cierto contest el doctor Lowery . Tena una tpica exhortacin
religiosa, pero tambin haba un jeroglfico muy curioso tallado en la base.
En la que y o vi, tambin contest Erica excitada.
Era muy difcil de traducir continu Lowery , pero deca algo como:
Que la paz eterna le sea concedida a Seti I, que gobern despus de
Tutankamn .
Qu fabuloso dijo Erica. La que y o vi, tambin tena tallados los
nombres de Seti I y de Tutankamn. Estaba segura de eso, pero es tan extrao!
Estoy de acuerdo en que no tiene sentido que aparezca el nombre de
Tutankamn. En realidad, tanto Leonard como y o, dudamos acerca de la
autenticidad de la estatua cuando comprobamos eso. Pero no caba ninguna duda:
era autntica. Notaste cul de los nombres de Seti I haba sido tallado?
Creo que era el nombre que se asocia con el dios Osiris dijo Erica.
Recuerdo que es el mismo que vi tallado en un escarabajo estupendamente
falsificado. De todas maneras, doctor Lowery, le sera posible conseguir una
fotografa de los jeroglficos de la estatua de Houston y mandrmela?
Estoy seguro que la conseguir. Recuerdo al propietario, un tal Jeffrey
Rice. Le interesar muchsimo saber que existe otra estatua como la suy a, y creo
que a cambio de la noticia cooperar conmigo.
Es una pena que no se hay a podido estudiar la estatua en el lugar donde fue
encontrada coment Erica.
Por cierto dijo el doctor Lowery . se es el problema real del mercado
negro. Los cazadores de tesoros destruy en tanta informacin!
Yo conoca la existencia del mercado negro, pero nunca me di cuenta de la
importancia que tena dijo Erica. Realmente me gustara pode hacer algo al
respecto.
se es un objetivo maravilloso. Pero los riesgos son grandes y, como
descubri Abdul Hamdi demasiado tarde, se trata de un juego mortal.
Erica agradeci al doctor Lowery por haberla llamado, y le dijo que pronto
se dirigira a Luxor para comenzar a trabajar en las traducciones. El doctor
Lowery le recomend que tuviese cuidado, y le dese que se divirtiera.
Al cortar la comunicacin, Erica disfrut de la excitacin que senta. Le hizo
recordar el motivo por el que haba estudiado egiptologa, en primer lugar.
Instalndose en la cama para dormir nuevamente, sinti renacer su entusiasmo
inicial por el viaje.
DIA 2
El taxi de Erica sali a toda velocidad hacia la campia egipcia, dejando atrs
la confusin de El Cairo. Se dirigieron hacia el sur, costeando la orilla oeste del
Nilo. Selim intent continuar la conversacin contndole a Erica lo que Ramss II
le haba dicho a Moiss, pero finalmente se refugi en el silencio. Erica no
deseaba herir a Selim, y le hizo preguntas con respecto a su familia, pero el gua
aparentemente no quera tocar ese tema. De manera que viajaron en silencio y
Erica pudo disfrutar en paz del panorama. Le encantaba el colorido contraste
entre el azul zafiro del Nilo y el verde brillante de los campos de regado. Era la
poca de la cosecha de dtiles, y pasaron junto a burros cargados de hojas de
palma festoneados con la roja fruta. Frente a la ciudad industrial de Hilwan,
ubicada sobre la orilla este del Nilo, el camino se bifurcaba. El conductor tom
hacia la derecha, tocando bocina varias veces a pesar de que la ruta estaba
desierta.
Gamal los segua a slo cinco o seis autos de distancia. Estaba literalmente
sentado en la punta del asiento, conversando sobre cosas sin importancia con el
conductor. Debido al calor reinante que sin duda aumentara, se haba quitado la
chaqueta de su traje gris.
Tres cuadras ms atrs, Khalifa tena la radio encendida con la mxima
potencia, y la msica discordante llenaba el automvil. A esa altura del viaje
estaba completamente convencido de que seguan a Erica, aunque el mtodo que
utilizaban era sumamente peculiar. El taxi perseguidor estaba demasiado cerca
del de Erica. En la entrada del museo haba podido echarle una buena mirada al
ocupante del vehculo, que tena toda la apariencia de ser un estudiante
universitario, pero Khalifa y a haba tenido que vrselas con estudiantes
terroristas. Saba muy bien que esa apariencia pacfica era a menudo un disfraz
bajo el que se esconda un comportamiento despiadado y desafiante.
El taxi de Erica entr en una avenida con palmeras, tan cerca unas de otras,
que la calle pareca una selva. Una fresca sombra reemplaz al sol inflexible. Se
detuvieron en un pequeo pueblo de ladrillos. A un lado haba una mezquita en
miniatura. En el otro haba una zona despejada sobre la que se eriga una esfinge
en alabastro de ochenta toneladas, un sinnmero de trozos de estatuas rotas y una
enorme estatua de piedra cada que representaba a Ramss II. Sobre el borde de
esa zona haba un pequeo puesto de refrescos llamado El caf de la esfinge .
sta es la fabulosa ciudad de Memphis dijo Selim, solemnemente.
Usted se refiere a Mennofer corrigi Erica. Memphis era el nombre
griego del lugar. Mennofer era el antiguo nombre egipcio. Me gustara
invitarlos con un caf o un t agreg, viendo que haba herido el amor propio
del gua.
Mientras se diriga al puesto de refrescos, Erica se alegr de haber estado
preparada para encontrarse con los lastimosos restos de lo que una vez fue la
poderosa capital del Antiguo Egipto, porque de otra forma hubiese tenido una
gran desilusin. Un grupo numeroso de muchachos harapientos se acerc a ella
con sus colecciones de antigedades falsas, pero fueron ahuy entados con mucha
eficacia por Selim y el chofer del taxi. Subieron a una pequea galera con
mesitas redondas de hierro, y pidieron algo para calmar la sed. Los hombres
tomaron caf. Erica orden una Orangina.
Con la transpiracin corrindole por el rostro, Gamal descendi del taxi sin
soltar su El Ahram . Aunque por un momento se sinti indeciso con respecto a
lo que deba hacer, finalmente se convenci de que necesitaba un refresco.
Evitando mirar al grupo de Erica, se ubic en una mesa cerca del quiosco.
Despus que le sirvieron un caf, desapareci detrs de las hojas del diario.
Khalifa mantuvo su mirada telescpica fija en el torso rechoncho de Gamal,
pero permiti que los dedos de su mano derecha se aflojaran. Haba detenido el
auto a setenta metros de Memphis extray endo con rapidez su rifle israel FN.
Estaba agazapado en el asiento trasero, con el cao del rifle apoy ado sobre el
marco de la abierta ventana del lado del conductor. A partir del momento en que
Gamal descendi del taxi, Khalifa lo tuvo permanentemente en el centro de la
mira. Si Gamal hubiera realizado algn movimiento brusco hacia Erica, Khalifa
le hubiera pegado un tiro en el trasero. No lo hubiese matado, pero, como se dijo
Khalifa, lo hubiera demorado considerablemente.
La enorme cantidad de moscas que haba en la terraza, impidi que Erica
disfrutara de su refresco. Era imposible ahuy entarlas con el movimiento de una
mano, y en varias ocasiones aterrizaron sobre los labios de la joven. Erica se
puso de pie, diciendo a los hombres que no se apuraran, y se dirigi, en plan de
paseo, hacia las ruinas de Memphis. Antes de volver al taxi, se detuvo para
admirar la esfinge de piedra. Se pregunt qu clase de misterios contara si
pudiese hablar. Era sumamente vieja. Haba sido construida durante el Imperio
Antiguo.
De nuevo en el coche, continuaron atravesando la espesa selva de palmeras,
hasta que stas fueron espacindose. Reaparecieron entonces los campos
cultivados, junto con los canales de riego tapados por algas y plantas acuticas.
Repentinamente, por encima de las copas de una hilera de palmeras, apareci el
perfil familiar de la pirmide escalonada del faran Zoser. Erica se sinti
invadida de emocin. Estaba a punto de visitar la estructura de piedra ms
antigua que hubiese sido edificada por el hombre, y para los egiptlogos, el lugar
ms importante de Egipto. All, el famoso arquitecto Imhotep haba erigido una
escalera celestial de seis enormes escalones que se elevaban hasta una altura de
cerca de sesenta metros, inaugurando as la era de las pirmides.
Erica se senta igual que una criatura impaciente y endo al circo. Odi la
demora provocada por tener que atravesar a los tumbos un pequeo pueblo
construido con ladrillos de adobe antes de cruzar un enorme canal de irrigacin.
Justo despus del puente, la tierra cultivada se detena y comenzaba el rido
desierto de Libia. No haba transicin alguna. Era lo mismo que pasar del
medioda a la medianoche sin una puesta de sol. Y repentinamente, a ambos
lados del camino, slo hubo arena y rocas y agobiante calor.
Cuando el taxi se detuvo a la sombra de un enorme mnibus turstico, Erica
fue la primera en descender. Selim se vio obligado a correr para mantenerse a su
lado. El conductor abri las cuatro puertas del pequeo automvil para que se
ventilara mientras los esperaba.
Khalifa estaba cada vez ms confundido con respecto al comportamiento de
Gamal. Sin ocuparse de Erica, el hombre se haba dirigido con su diario hasta la
sombra de la pared que circunvalaba la pirmide. Ni siquiera se haba molestado
en seguirla entrando a la pirmide. Khalifa pens durante algunos minutos,
indeciso respecto a la actitud que convena adoptar. Pensando que a lo mejor la
presencia de Gamal era algn inteligente ardid, decidi seguir a la joven de
cerca. Se sac la chaqueta y envolvi con ella su pistola Stechkin semiautomtica
que sostena en la mano derecha.
Durante la hora siguiente, Erica estuvo embriagada por las ruinas. ste era el
Egipto con el que haba soado. Gracias a sus conocimientos era capaz de
transformar los restos de la necrpolis en la maravilla que haba sido cinco mil
aos antes. Saba que no era posible ver todo en un solo da y se content con
tocar las cosas ms importantes y gozar de lo inesperado, como los relieves de la
cobra sobre los que nunca haba ledo nada. Selim finalmente acept su papel, y
permaneci la may or parte del tiempo en segundo plano. Sin embargo se alegr
cuando, alrededor de medioda, Erica anunci que estaba lista para seguir viaje.
Hay una pequea casa de caf y de descanso aqu dijo esperanzado.
Estoy deseando ver algunas de las tumbas de los nobles contest Erica.
Estaba demasiado excitada para detenerse.
La casa de descanso est justo al lado de la mastaba de Ti y del serapeum
aclar Selim.
Los ojos de Erica brillaron. El serapeum era uno de los ms inslitos
monumentos del antiguo Egipto. Dentro de las catacumbas haban sido
enterrados, con pompa y ceremonia digna de rey es, los restos momificados de
los buey es Apis. El serapeum haba sido cavado a mano, con enorme esfuerzo,
dentro mismo de la roca viva. Erica poda comprender el esfuerzo dedicado por
los antiguos egipcios a la construccin de tumbas humanas, pero no comprenda
que ese mismo esfuerzo se dedicara a la construccin de tumbas para buey es.
Estaba convencida de que en torno a las tumbas de los buey es Apis, haba un
misterio que an no haba sido develado.
Estoy lista para ir al serapeum dijo sonriendo.
Debido a su gordura, Gamal no soportaba bien el calor. Aun en El Cairo rara
vez sala a medioda. Saqqara, a esa hora, estaba casi ms all de sus
posibilidades. Y mientras el conductor de su taxi segua al de Erica, trat de
pensar en alguna forma de supervivencia. A lo mejor encontraba un poco de
sombra y convenca al chofer que siguiese a Erica hasta que sta estuviera
dispuesta a regresar a El Cairo. Delante de ellos, el taxi de Erica se detuvo y
estacion frente a la casa de descanso de Saqqara. Mirando a su alrededor,
Gamal record que cuando haba visitado el lugar con sus padres, siendo nio,
camin a travs de un subterrneo oscuro y aterrorizante que haba sido cavado
para los buey es. Y aunque en ese tiempo la caverna lo haba asustado, todava
recordaba que era deliciosamente fresca.
ste es el serapeum? Pregunt al conductor, tocndole el hombro.
All enfrente contest el chofer sealando una zanja que haca de rampa
de acceso.
Gamal dirigi una mirada a Erica que haba bajado del auto y estaba
examinando la hilera de esfinges que conducan a la rampa. En ese momento,
Gamal supo cmo se refrescara. Por otra parte, pens, sera divertido volver a
ver el serapeum despus de tantos aos.
Khalifa no se senta feliz en absoluto, y se pas la mano nerviosamente por el
pelo grasiento. Haba llegado a la conclusin de que Gamal no era el aficionado
que pretenda ser. Actuaba con demasiada indiferencia. Si estuviera seguro de las
intenciones del muchacho, le hubiera pegado un tiro y se lo hubiese entregado
vivo a Yvon de Margeau. Pero era necesario esperar hasta que Gamal tomara la
iniciativa. La situacin era ms complicada y ms peligrosa de lo que l haba
pensado. Khalifa ajust el silenciador en el cao de su pistola automtica y
estaba a punto de bajar del auto cuando vio que Gamal entraba a la zanja que
conduca al subterrneo. Consult un mapa. Era la entrada del serapeum.
Observando a Erica que alegremente se dedicaba a fotografiar una esfinge de
piedra, Khalifa supo que exista una sola razn por la que Gamal entrara al
serapeum antes que ella. Esperara, como una serpiente venenosa, en una de esas
oscuras galeras o en uno de los angostos pasadizos para dar el golpe en el
momento ms inesperado. El serapeum era el lugar perfecto para un asesinato.
A pesar de sus largos aos de experiencia, Khalifa no supo qu convena
hacer. l tambin poda entrar antes que Erica Baron y tratar de descubrir el
escondrijo de Gamal, pero eso sera demasiado arriesgado. Decidi que era
necesario que entrara junto con Erica y que fuese l quien atacara primero.
Erica camin por la rampa, acercndose a la entrada. No le gustaban las
cavernas, y en realidad se senta mal en lugares encerrados. Aun antes de entrar
en el serapeum pudo sentir la fra humedad, y un hormigueo le anunci que tena
piel de gallina en los muslos. Tuvo que obligarse a seguir adelante. Un rabe
sucio, con la cara parecida a un hacha le cobr el dinero de la entrada. El
serapeum le produca una sensacin siniestra.
Una vez dentro de la tenebrosa galera de entrada, Erica pudo percibir la
misteriosa atraccin que algunos aspectos de la cultura del antiguo Egipto haban
ejercido sobre la gente a travs de los siglos. Los pasillos oscuros parecan tneles
del otro mundo, y sugeran el pavoroso poder de lo oculto. Siguiendo a Selim, se
intern ms y ms profundamente en ese inslito lugar. Caminaron por un
corredor interminable con paredes irregulares y toscas, apenas iluminado por
escasas bombitas elctricas de bajo voltaje. En las zonas entre luz y luz, las
oscuras sombras dificultaban la visin. Otros grupos de turistas aparecan
repentinamente surgiendo de la oscuridad; las voces tenan un sonido hueco y el
eco se encargaba de repetirlas innumerables veces. Sobre la derecha del
corredor principal haba varias galeras, y cada una de ellas contena un
gigantesco sarcfago negro cubierto de jeroglficos. Muy pocas galeras laterales
estaban iluminadas. Muy pronto Erica sinti que haba visto bastante, pero Selim
insisti diciendo que el mejor sarcfago estaba ubicado en el extremo de la
galera y que se haba construido una escalera de madera para que los visitantes
pudieran apreciar las tallas interiores. De mala gana, Erica lo sigui. Finalmente
llegaron a la galera en cuestin, y Selim se hizo a un lado para dar paso a la
joven. Ella extendi el brazo para aferrarse al pasamanos de madera y subir a la
plataforma superior.
Khalifa, siguiendo de cerca a Erica, estaba convertido en un manojo de
nervios. Haba soltado el seguro de su pistola automtica y una vez ms la tena
en la mano derecha, bajo la chaqueta. Haba estado a punto de dispararle a un
grupo de turistas que surgieron repentinamente de la oscuridad.
Cuando dobl la esquina de la ltima galera, se encontraba slo cinco metros
detrs de Erica. En el preciso instante en que vio a Gamal, actu por instinto. En
ese momento, Erica trepaba la corta escalera de madera, pegada al costado de
piedra muy pulida del sarcfago. Gamal estaba ubicado en la plataforma
superior y observaba a la joven mientras sta suba. Haba dado un paso atrs,
alejndose del borde de la plataforma. Desgraciadamente para Khalifa, Erica
estaba ubicada exactamente entre l y Gamal, escudando a ste e impidiendo
toda posibilidad de disparar. En un ataque de pnico, Khalifa salt hacia adelante,
pegndole un empujn a Selim. Subi a la carrera el corto tramo de la escalera,
empujando a Erica que cay de rodillas y luego qued tendida junto al
sorprendido Gamal.
De la pistola de Khalifa surgieron chorros de fuego y las balas se incrustaron
en el pecho de Gamal, atravesndole el corazn. Las manos del muchacho
comenzaron a elevarse. Sus pequeas facciones se torcieron de dolor y
confusin, mientras se tambaleaba y caa hacia adelante, encima de Erica.
Khalifa salt sobre la baranda de madera, sacando un cuchillo del cinturn. Selim
grit antes de intentar correr. Los turistas que estaban sobre la plataforma, todava
no comprendan lo que haba sucedido. Khalifa cruz corriendo el corredor hacia
los cables de electricidad. Apretando los dientes para prepararse contra una
posible descarga elctrica, cort el cable con su cuchillo, sumiendo al serapeum
en la ms absoluta oscuridad.
El Cairo 12.30 horas
Haba una mosca en la habitacin que volaba sin cesar, repitiendo su errtico
camino entre las dos ventanas. Esa mosca constitua el nico ruido del cuarto
silencioso, especialmente al estrellarse contra los vidrios. Erica mir a su
alrededor. Las paredes y el cielorraso estaban blanqueados a la cal. Por toda
decoracin haba un poster de un sonriente Anwar Sadat. La puerta de madera
estaba cerrada.
Erica estaba sentada en una silla de respaldo recto. Sobre su cabeza colgaba
una bombita de luz suspendida del cielorraso por un gastado alambre negro.
Cerca de la puerta haba una pequea mesa de metal y una silla idntica a la que
ella usaba en ese momento. El aspecto de Erica era un desastre. Sus pantalones
estaban rotos a la altura de la rodilla derecha, en la que se haba hecho una
lastimadura. Una gran mancha de sangre seca cubra la espalda de su blusa
beige.
Extendiendo la mano, trat de comprobar si temblaba menos. Era difcil
saberlo. En un momento pens que iba a vomitar, pero las nuseas haban
pasado. Ahora senta unas intermitentes oleadas de mareo, contra las que luchaba
cerrando fuertemente los ojos. Sin duda se encontraba an en estado de shock,
pero comenzaba a pensar con may or claridad. Saba, por ejemplo, que la haban
conducido a la estacin de polica del pueblo de Saqqara.
Erica refreg una mano contra la otra, notando que se le humedecan cuando
recordaba lo sucedido en el serapeum. Cuando Gamal cay encima de ella,
pens que haba sido atrapada en un derrumbe de la cueva. Realiz frenticos
intentos de liberarse, pero le result imposible, debido a la estrechez de la
escalera de madera. Por otra parte, la oscuridad era tan total que ni siquiera
estaba segura de tener los ojos abiertos. Y entonces sinti ese lquido clido y
pegajoso corriendo por su espalda. Recin ms tarde se enter de que haba sido
la sangre del hombre que mora encima de ella.
Erica luch contra otro ataque de nuseas y levant la vista en el momento en
que se abra la puerta. En ella reapareci el mismo hombre que antes demorara
treinta minutos en llenar con un lpiz roto una especie de planilla oficial. Hablaba
muy poco ingls, pero cuidadosamente indic a Erica que lo siguiera. La vieja
pistola ubicada en el cinturn del agente no la haca sentirse ms segura. Ya haba
experimentado en carne propia el caos burocrtico que Yvon haba descrito:
evidentemente la consideraban ms sospechosa que vctima inocente. A partir del
momento en que las autoridades llegaron a la escena del crimen, todo se
haba convertido en un infierno. En determinado momento, dos policas haban
discutido en tal forma sobre una prueba que podra llegar a ser una evidencia,
que casi se haban agarrado a las trompadas. Se quedaron con el pasaporte de
Erica, y la condujeron a Saqqara en un camin celular insoportablemente
caliente. La joven pregunt en mltiples ocasiones si poda llamar al consulado
norteamericano, recibiendo un encogimiento de hombros como nica respuesta,
mientras los hombres seguan discutiendo para decidir qu haran con ella.
Atravesando la ruinosa comisara, Erica sigui hasta la calle al hombre del
viejo revlver. All esperaba, con el motor en marcha, el mismo camin celular
que la haba conducido del serapeum al pueblo. La joven intent pedir que le
devolvieran el pasaporte, pero en lugar de contestarle, el hombre la oblig a subir
rpidamente al camin. Cerraron la puerta y le echaron llave.
Anwar Selim y a se encontraba agazapado sobre el asiento de madera. Erica
no lo haba visto desde la catstrofe en el serapeum, y se alegr tanto de volverlo
a ver que casi le ech los brazos al cuello, rogndole que le dijera que todo se
solucionara. Pero cuando ella estaba entrando en el camin, Selim la mir con
ira y dio vuelta la cabeza.
Yo saba que usted iba a traer problemas dijo sin mirarla.
Yo? Problemas? Erica se dio cuenta de que el hombre estaba esposado,
y se ech atrs.
El camin arranc a los tumbos y ambos pasajeros tuvieron que recobrar el
equilibrio. Erica sinti que la transpiracin le corra por la espalda.
Usted actu en forma extraa desde el primer momento dijo Selim,
especialmente en el museo. Estaba planeando algo. Y y o se los voy a decir.
Yo comenz a decir Erica. Pero no continu. El miedo le oscureci el
cerebro. Debi haber denunciado el asesinato de Hamdi.
Selim la mir y luego escupi en el piso del camin.
El Cairo 15.10 horas
Cuando el auto oficial se detuvo frente al Hilton, Erica todava no poda creer que
haba sido puesta en libertad. Abri la puerta del coche antes de que ste se
hubiera detenido completamente y agradeci al conductor como si l hubiese
tenido algo que ver con su liberacin. Senta que llegar al Hilton era un poco
como regresar a su casa.
Una vez ms, el vestbulo estaba lleno de actividad. Los vuelos internacionales
haban estado descargando pasajeros constantemente. La may or parte de ellos
esperaba sentada sobre el equipaje mientras el ineficiente personal del hotel
intentaba dar curso a la marea humana del da.
Erica se dio cuenta de que su apariencia desentonaba por completo en ese
lugar. Estaba acalorada, traspirada y desarreglada. Todava tena la mancha de
sangre en la espalda y sus pantalones se encontraban en un estado desastroso,
sucios y desgarrados en la rodilla derecha. Si hubiese existido otro camino para
llegar a su habitacin, lo hubiera tomado. Desgraciadamente no tuvo ms
remedio que caminar a travs de la gran alfombra oriental colorada y azul,
debajo de la imponente araa de cristal. Era lo mismo que estar iluminada por
reflectores, y la gente comenz a mirarla fijamente.
Uno de los hombres de la recepcin alcanz a verla y comenz a hacer seas
con la mano, blandiendo la lapicera y sealndola. Erica apur el paso y lleg a
la puerta del ascensor. Apret el botn de llamada, temiendo mirar a sus
espaldas, por miedo de que alguien se acercara a detenerla. Apret varias veces
el botn del ascensor mientras la aguja indicadora descenda lentamente. La
puerta se abri y Erica entr en el ascensor, pidiendo al ascensorista que la
llevara al noveno piso. ste asinti en silencio. La puerta comenz a cerrarse,
pero antes de que se hubiese cerrado del todo, una mano se aferr al borde de la
puerta obligando al ascensorista a abrirla nuevamente. Erica retrocedi,
apoy ndose contra la pared del fondo y conteniendo el aliento.
Hola, hola! Exclam un hombre alto con sombrero de alas anchas y
botas de vaquero. Es usted Erica Baron?
Erica abri la boca, pero no pudo pronunciar una palabra.
Yo soy Jeffrey John Rice, de Houston. Usted es Erica Baron? El hombre
continuaba impidiendo que la puerta del ascensor se cerrara. El ascensorista
permaneca inmvil como una estatua de piedra.
Igual que una nia que se siente culpable, Erica hizo un movimiento
afirmativo con la cabeza.
Encantado de conocerla, seorita Baron Jeffrey Rice extendi la mano.
Erica levant la suy a como una autmata. Jeffrey Rice se la estrech en
forma exuberante.
Es un placer, seorita Baron. Quiero presentarle a mi esposa.
Sin soltar la mano de Erica, Jeffrey Rice la oblig a salir del ascensor. Erica
tropez hacia adelante, rescatando su bolsn de lona cuy a correa se le haba
deslizado del hombro.
He estado esperndola durante horas dijo Rice, empujndola en
direccin al vestbulo.
Despus de dar dos o tres pasos torpes, Erica consigui que el hombre le
soltara la mano.
Seor Rice dijo la joven detenindose, me gustara mucho conocer a
su seora, pero en otro momento. He pasado un da muy extrao.
S, en realidad parece un poco andrajosa, querida, pero tomemos una copa.
Estir nuevamente la mano y asi la mueca de Erica.
Seor Rice! exclam Erica bruscamente.
Vamos, querida! Prcticamente hemos dado la vuelta al mundo para venir
a verla.
Erica mir el rostro de Jeffrey Rice, tostado por el sol e inmaculadamente
afeitado.
Qu quiere decir con eso, seor Rice?
Exactamente lo que dije. Mi esposa y y o hemos venido desde Houston
para verla. Volamos toda la noche. Afortunadamente tengo mi propio avin. Lo
menos que usted puede hacer es tomar una copa con nosotros.
Repentinamente record el nombre. Jeffrey Rice era el propietario de la
estatua de Seti I que estaba en Houston. Estaba medio dormida cuando habl con
el doctor Lowery, pero ahora recordaba.
Ustedes han venido desde Houston?
As es. Volamos hasta aqu. Aterrizamos hace pocas horas Ahora venga por
ac y por favor conozca a Priscilla, mi mujer.
Erica permiti que la arrastrara nuevamente a travs del vestbulo para ser
presentada a Priscilla Rice, una belleza surea con un vestido muy escotado y un
anillo de brillantes que competa, en cuanto a luces, con la enorme araa de
cristal. El acento sureo de la mujer era an ms pronunciado que el de su
marido.
Jeffrey Rice condujo a su mujer y a Erica al saln Taverne. Con su modo
eficiente y su voz gritona consigui que los atendieran rpidamente,
especialmente desde el momento en que empez a dar propinas de una libra
egipcia. En la luz tenue del bar, Erica se sinti un poco menos conspicua. Se
instalaron en un reservado del rincn, donde la ropa desgarrada y sucia de Erica
no se notaba tanto.
Jeffrey Rice orden whisky puro para l y para su mujer, y vodka con agua
tnica para Erica, y sta descubri que repentinamente se haba tranquilizado y
que hasta era capaz de rer de las historias que el texano narraba sobre las
experiencias y costumbres de la gente de su regin. Erica se permiti otra copa
de vodka con agua tnica.
Bueno, hablemos de negocios dijo Jeffrey Rice bajando la voz.
Decididamente no quiero arruinar esta reunin social, pero hemos viajado una
gran distancia para hablar con usted. He odo el rumor de que ha visto una estatua
del Faran Seti I.
Erica not que el modo de Rice haba cambiado completamente. Adivin que
bajo el disfraz de tejano juguetn se esconda un astuto hombre de negocios.
El doctor Lowery dijo que usted quera algunas fotografas de mi estatua,
especialmente de los jeroglficos de la base. Aqu tengo esas fotos. Jeffrey
Rice sac un sobre del bolsillo de la chaqueta y lo mantuvo en alto. Muy bien,
le dar estas fotografas con mucho placer, siempre que usted me diga dnde vio
la estatua de la que le habl al doctor Lowery. Sucede que y o haba planeado
donar la estatua a mi ciudad de Houston, pero si hay una cantidad de esas tallas
por todas partes, la donacin no tendr tanto valor. En otras palabras: quiero
comprar esa estatua que usted vio. Tengo mucha necesidad de comprarla. Hasta
he decidido ofrecer diez mil dlares de recompensa a cualquiera que me
informe dnde est para que y o pueda comprarla. Y eso la incluy e a usted.
Bajando el vaso, Erica mir fijamente a Jeffrey Rice. Tras haber visto la
tremenda pobreza que reinaba en El Cairo, supo que en ese lugar, diez mil
dlares tendran el mismo efecto que un billn de dlares en Nueva York. Ese
dinero creara una presin increble en el submundo de El Cairo. Y desde que la
muerte de Abdul Hamdi sin duda estaba relacionada con la estatua, los diez mil
dlares ofrecidos como recompensa por una simple informacin seran capaces
de causar muchas muertes ms. Era un pensamiento aterrorizante.
Erica describi rpidamente la experiencia que haba tenido con Abdul
Hamdi y la estatua de Seti I. Rice escuch atentamente, anotando el nombre de
Hamdi.
Sabe si alguien ms ha visto la estatua? Pregunt, echndose atrs el
sombrero de ala ancha.
Que y o sepa no contest Erica.
Hay otra gente enterada de que Abdul Hamdi tena la estatua?
S contest Erica. Un Monsieur Yvon de Margeau. Se aloja en el Hotel
Meridien. l afirma que Hamdi ha mantenido correspondencia con potenciales
compradores de todas partes del mundo, de manera que probablemente existe
mucha gente que sabe que Hamdi estaba en posesin de la estatua.
Aparentemente esto va a ser ms divertido de lo que esperbamos dijo
Rice, inclinndose para palmear suavemente la mueca de su mujer. Se dio
vuelta hacia Erica, y le alcanz el sobre con las fotografas. Tiene alguna idea
del paradero de la estatua?
Erica hizo un movimiento negativo con la cabeza.
No tengo la menor nocin dijo tomando el sobre. A pesar de la escasa luz
del lugar, su impaciencia le impidi esperar para ver las fotografas, de manera
que las sac del sobre para mirarlas.
Es una estatua estupenda, verdad? coment Rice, con el mismo tono que
hubiera empleado si Erica estuviese contemplando fotografas de su hijo
primognito. Convierte a todas las cosas de Tut en un juego de nios.
Jeffrey Rice tena razn. Mirando las fotografas, Erica admiti que la estatua
era sorprendente. Pero tambin not otra cosa. Por lo que poda recordar, la
estatua era idntica a la que ella haba visto. Entonces vacil. Mirando la
fotografa de Rice se dio cuenta de que en esa estatua, Seti I sostena el cay ado
incrustado de piedras preciosas con la mano derecha. Recordaba que la estatua
de Abdul sostena el cay ado con la mano izquierda. Las estatuas no eran
idnticas, eran imgenes invertidas! Erica recorri el resto de las fotografas.
Eran excelentes y haban sido tomadas desde todos los ngulos obviamente por
un profesional. Finalmente, casi al final del montn, lleg a los primeros planos.
La muchacha sinti que su pulso se aceleraba cuando vio los jeroglficos. Estaba
demasiado oscuro para ver los signos con claridad, pero inclinando la fotografa
lleg a distinguir los dos sellos faranicos. Eran los nombres de Seti I y de
Tutankamn. Sorprendente.
Seorita Baron dijo Jeffrey Rice, para nosotros sera un enorme
placer que nos acompaara a cenar. Priscilla Rice sonri clidamente cuando
su marido formul la invitacin.
Muchas gracias respondi Erica volviendo a colocar las fotografas
dentro del sobre. Desgraciadamente esta noche tengo un compromiso. Quizs
alguna otra vez, si ustedes se quedan en Egipto.
Por supuesto contest Rice. La otra posibilidad es que usted y sus
amigos se unan a nosotros esta noche.
Erica lo pens un momento y luego decidi no aceptar. Jeffrey Rice e Yvon
de Margeau juntos seran igual que el agua y el aceite. Estaba a punto de dar una
excusa, cuando pens en otra cosa.
Seor Rice, cmo compr usted la estatua de Seti I? Vacil al hablar,
puesto que no saba si era correcto hacer esa pregunta.
Con dinero, mi querida! Jeffrey Rice ri, golpeando la mesa con la
palma de la mano. Evidentemente pensaba que haba hecho una broma
graciossima. Erica sonri dbilmente y esper, suponiendo que el hombre le
dara una respuesta ms concreta.
Me enter a travs de un comerciante en arte amigo mo que vive en
Nueva York. Me llam por telfono para avisarme que se iba a rematar a puertas
cerradas una asombrosa escultura egipcia.
A puertas cerradas?
S, sin publicidad. Diramos, en secreto. Sucede todo el tiempo.
Y se remat aqu, en Egipto? Pregunt Erica.
No, en Zurich.
En Suiza dijo Erica incrdula. Por qu en Suiza?
En ese tipo de remates uno no hace preguntas dijo Rice encogindose de
hombros. Existen ciertas reglas de etiqueta.
Y sabe cmo lleg la estatua a Zurich? Pregunt Erica.
No contest Jeffrey Rice. Como le dije, no corresponde hacer
preguntas. Todo fue arreglado por uno de esos importantes Bancos suizos, y ellos
tienden a ser muy reservados. Todo lo que les interesa es obtener el dinero.
Sonriendo se puso de pie y se ofreci a escoltarla hasta el ascensor.
Evidentemente no tena intenciones de agregar nada ms.
Cuando Erica entr a su cuarto, la cabeza le daba vueltas, tanto debido a las
declaraciones de Jeffrey Rice como a las dos copas que haba tomado. Mientras
l la acompaaba hasta que llegara el ascensor, mencion como al pasar que la
estatua de Seti I no era la primera antigedad egipcia que haba adquirido en
Zurich. Antes haba comprado varias estatuas de oro y un magnfico collar
pectoral, y posiblemente todos ellos pertenecan a la poca de Seti I.
Al poner el sobre con las fotografas sobre la cmoda, Erica pens en su
anterior concepcin del mercado negro: alguien encontraba un pequeo objeto
en la arena y se lo venda a otra persona que lo deseaba. Y ahora estaba obligada
a admitir que la transaccin final tena lugar en la sala de conferencias de los
Bancos internacionales. Era increble.
Se quit la blusa, mir la mancha de sangre, e impulsivamente la tir. Sus
pantalones siguieron idntico itinerario, y endo a parar al mismo canasto de
basura. Al sacarse el corpio se dio cuenta que la sangre tambin haba
empapado la parte posterior del mismo. Pero no poda descartar su corpio con
tanta indiferencia. Le resultaba difcil comprar corpios, y haba pocos modelos
que le resultaran cmodos. Antes de obrar apresurada e impulsivamente abri el
cajn superior de la cmoda para comprobar cuntos haba incluido en su
equipaje. Pero en vez de contarlos, se qued mirando su ropa interior. La ropa
interior era un lujo que Erica se haba permitido siempre, aun durante sus aos de
estudiante financieramente difciles. Gozaba con la sensacin tranquilizante y
femenina de la ropa interior cara. Por lo pronto la cuidaba mucho, y cuando
deshizo su equipaje se tom el tiempo necesario para distribuirla prolijamente.
Pero en ese momento el cajn pareca distinto. Alguien haba revisado sus
pertenencias!
Erica se enderez y mir a su alrededor. La cama estaba tendida, de manera
que evidentemente las mucamas haban estado en el cuarto. Pero le revisaran
ellas la ropa? Poda ser. Rpidamente verific la ropa del cajn del medio,
sacando sus vaqueros Levi's. En el bolsillo estaban sus aros de brillantes, el ltimo
regalo que haba recibido de su padre. En otro bolsillo su pasaje de regreso y el
grueso de sus cheques de viajero. Despus de comprobar que todo estaba en
orden, suspir aliviada y volvi a colocar los vaqueros en el cajn.
Mir nuevamente el cajn superior, preguntndose si habra sido ella misma
quien haba desordenado la ropa esa maana. Entonces se dirigi al bao, tom la
bolsa plstica en la que guardaba el maquillaje y se puso a examinar su
contenido. Evidentemente ella no ordenaba su bolsa de maquillaje, pero sin
embargo utilizaba los distintos objetos de una manera organizada dejndolos caer
en la bolsa despus de usarlos. El desodorante debera estar cerca del fondo de la
bolsa y estaba encima de todo. Tambin en la parte superior estaban sus pldoras
anticonceptivas, que siempre tomaba de noche. Erica se mir al espejo. Sus ojos
reflejaban una sensacin de violacin, la misma que sinti cuando el muchacho
la haba tocado el da anterior. Alguien haba metido mano en sus cosas, Se
pregunt si debera denunciar el incidente a la gerencia del hotel. Pero desde el
momento que no le haban robado nada, qu poda decir?
Regres al pequeo vestbulo de su habitacin, y puso nerviosamente el
seguro en la puerta. Entonces cruz el dormitorio, y a travs de los vidrios de la
puerta corrediza observ el ardiente sol de Egipto que se acercaba al horizonte en
el oeste. La esfinge pareca un len hambriento, listo para pegar el zarpazo. Las
pirmides elevaban su macizo contorno contra el cielo color sangre. Erica
hubiese deseado sentirse ms feliz a la sombra de las pirmides.
El Cairo 22.00 horas
Vestido con una camisa suelta y pantalones sport, Ahmed Khazzan se senta
bastante descansado. Todava estaba perplejo por la muerte violenta de Gamal
Ibrahim pero la atribua a los inescrutables designios de Al, y su sensacin de
culpa disminuy . Como dirigente, saba que era necesario que enfrentara
episodios como se.
La noche anterior haba realizado su visita obligatoria a la casa de sus padres.
Amaba profundamente a su madre, pero no aprobaba su decisin de permanecer
en la casa cuidando de su padre invlido. Su madre haba sido una de las
primeras mujeres que en Egipto obtuvo un diploma universitario, y l hubiese
preferido que hiciera valer su educacin. Se trataba de una mujer sumamente
inteligente que hubiera podido ser una gran ay uda para Ahmed. Su padre haba
sido muy mal herido en la guerra de 1956, la misma que haba segado la vida de
su hermano may or. Ahmed no conoca una sola familia egipcia que no hubiese
sido castigada por la tragedia de las mltiples guerras, y cuando lo pensaba,
temblaba de furia.
Despus de la visita al hogar de sus padres, Ahmed durmi largamente en su
propia casa de ladrillos de Luxor. Su ama de llaves le haba preparado un
desay uno maravilloso consistente en pan fresco y caf. Y Zaki lo haba llamado,
informndole que haba despachado para Saqqara a dos agentes especiales de
civil. El Cairo pareca estar tranquilo. Y quiz lo ms importante de todo era que
l mismo haba podido manejar exitosamente una potencial crisis familiar. Un
primo suy o, al que haba promovido al cargo de jefe de guardia de la Necrpolis
de Luxor, haba comenzado a impacientarse y exiga ser trasladado a El Cairo.
Ahmed intent razonar con l, y cuando esa actitud no dio resultado, prescindi
de toda diplomacia y, enojndose, le orden que permaneciera donde estaba. El
padre de su primo, to poltico de Ahmed, intent intervenir. Ahmed se vio
obligado a recordarle que su permiso como concesionario del puesto de refrescos
del Valle de los Rey es poda ser fcilmente revocado. Y luego de haber
solucionado ese asunto, finalmente pudo sentarse a trabajar con algunos papeles.
De tal modo que ese da el mundo pareca mejor y ms organizado que el da
anterior.
Guardando en su portafolios el ltimo memorndum que haba llevado a
Luxor para estudiar, Ahmed tuvo la sensacin del deber cumplido. En El Cairo le
hubiese tomado el doble del tiempo realizar el mismo trabajo. Estar en Luxor lo
beneficiaba. Amaba a Luxor. La antigua Tebas. Para Ahmed haba all una
magia en el aire que lo haca sentirse feliz y en paz consigo mismo.
Se puso de pie en el gran living de su casa. Hecho de estuco de un blanco
deslumbrante en su parte exterior, aunque rstica en su interior, estaba
increblemente limpia. El edificio haba sido construido conectando una serie de
estructuras de ladrillos y a existentes. El resultado era una casa angosta, de slo
seis metros de ancho, pero muy profunda y con un largo vestbulo en el costado
izquierdo. Sobre la derecha se encontraban los cuartos de huspedes. La cocina
estaba ubicada en la parte de atrs de la casa, y era muy primitiva, tanto que no
tena agua corriente. Detrs de la cocina haba un pequeo patio con un establo al
fondo en el que Ahmed guardaba su ms preciada posesin: un padrillo rabe
negro, de tres aos de edad, llamado Sawda.
Ahmed haba ordenado a su caballerizo que tuviera ensillado y listo a Sawda
a las once y media. Se haba propuesto que antes de almorzar interrogara a
Tewfik Hamdi, el hijo de Abdul Hamdi, en su tienda de antigedades. Ahmed
senta que era importante que lo hiciera l mismo. Entonces, cuando se hubiera
atemperado el calor del medioda, pensaba cruzar el Nilo y cabalgar sin anuncio
previo hasta el Valle de los Rey es para inspeccionar su nuevo sistema de
seguridad. Tendra tiempo de regresar a El Cairo por la noche.
Cuando Ahmed apareci, Sawda pateaba el piso con impaciencia. El joven
padrillo pareca un estudio renacentista, con cada msculo de su cuerpo definido
en un mrmol negro perfecto. La cabeza del caballo pareca haber sido
agudamente cincelada, con un belfo resplandeciente. Y sus ojos rivalizaban con
los de Ahmed en el intenso negro profundo. Una vez en marcha, Ahmed sinti la
fortaleza y la vida en el exuberante animal que montaba. Le resultaba difcil
impedir que el caballo se lanzara a una carrera desenfrenada. Ahmed saba que
la personalidad imprevisible de Sawda era un fiel reflejo de sus propias pasiones
voltiles. Debido a la similitud existente entre ambos, para controlar el padrillo
era necesario que empleara duras palabras en rabe y toda la fuerza de las
riendas, para que caballo y jinete se movieran como si fueran uno solo, en la
sombra salpicada de sol de las palmeras plantadas en la ribera del Nilo.
La tienda de antigedades de Tewfik Hamdi era una de tantas instaladas en
una serie de callejuelas serpenteantes y polvorientas detrs del antiguo Templo
de Luxor. Todas ellas estaban ubicadas en las proximidades de los hoteles ms
importantes, y dependan por completo de los incautos turistas para continuar
existiendo. La may or parte de los objetos que vendan eran falsificaciones
fabricadas en la ribera oeste. Ahmed no conoca la ubicacin exacta de la tienda
de Tewfik Hamdi, de manera que una vez que lleg a la zona, pregunt por ella.
Le dieron la calle y el nmero, y la encontr sin dificultad. Pero estaba
cerrada con llave. No haba sido cerrada simplemente por ser la hora del
almuerzo. Estaba tapiada con maderas, tal como se cerraban esas tiendas a la
noche.
Ahmed at a Sawda a la sombra y comenz a preguntar por Tewfik en las
tiendas vecinas. Las respuestas fueron contundentes. Su negocio haba estado
cerrado todo el da, y, s, era extrao, porque Tewfik Hamdi jams lo haba
abandonado en aos. Uno de los propietarios agreg que la ausencia de Tewfik
poda tener relacin con la reciente muerte de su padre, acaecida en El Cairo.
Al volver hacia el lugar en donde haba dejado atado a Sawda, Ahmed pas
directamente frente al negocio. Los tablones que haban sido clavados contra la
puerta, le llamaron la atencin. Mirndolos ms de cerca, Ahmed descubri una
larga y reciente rajadura en uno de ellos. Aparentemente un trozo de tabln
haba sido quitado y luego vuelto a poner en su lugar. Ahmed insert los dedos
entre los tablones y tir. Las maderas no se movieron en lo ms mnimo. Cuando
mir la parte superior de la primitiva persiana, se dio cuenta de que los tablones
haban sido clavados al marco de la puerta desde el exterior, en lugar de haber
sido asegurados desde adentro. Decidi que Tewfik Hamdi debi partir
suponiendo que estara ausente un largo tiempo.
Ahmed dio unos pasos atrs, acaricindose el bigote. Entonces se encogi de
hombros y camin hasta donde haba dejado a Sawda. Pens que probablemente
era cierto que Tewfik Hamdi hubiese ido a El Cairo. Se pregunt si podra
averiguar dnde viva.
Camino a su caballo, Ahmed se encontr con un viejo amigo de su familia, y
se detuvo a conversar; sin embargo, sus pensamientos no se detuvieron en las
frases agradables que pronunciaba. Haba algo particularmente perturbador en el
hecho de que Tewfik hubiera clavado la puerta de su tienda. En cuanto pudo,
Ahmed se excus, rode la parte comercial de la calle y se intern en el
laberinto de pasajes abiertos que conducan a la parte posterior de los negocios.
El ardiente sol de medioda se reflejaba en las paredes de estuco, perlndole la
frente de transpiracin. Sinti que un hilo de sudor le corra por la espalda.
En la parte posterior de las tiendas de antigedades, Ahmed se encontr en
una especie de conejera de refugios precarios. A su paso iba dispersando pollos y
unos nios desnudos detuvieron sus juegos para mirarlo fijamente. Despus de
algunas dificultades y de equivocar el camino varias veces, Ahmed lleg a la
puerta posterior de la tienda de antigedades de Tewfik Hamdi. A travs de las
maderas de la puerta, pudo ver un pequeo patio de ladrillos.
Mientras varios nios pequeos lo observaban, Ahmed apoy el hombro
contra la puerta de madera y la forz lo suficiente para poder entrar. El patio
tena alrededor de cuatro metros y medio de largo y otra puerta de madera en el
extremo opuesto. A la izquierda haba un portal abierto. Mientras Ahmed
colocaba la puerta de madera en su posicin original, vio una rata marrn oscuro
que, saliendo del portal, cruz el patio para meterse en un cao de desage. El
aire estaba pesado, caliente y quieto.
El portal conduca a una pequea habitacin en la que aparentemente viva
Tewfik. Ahmed cruz el umbral. Sobre una simple mesa de madera comenzaba a
pudrirse un mango y haba un trozo de queso de cabra cubierto por moscas. Todo
el resto de los objetos de la habitacin estaban abiertos y desperdigados por el
piso. En un rincn, un armario tena la puerta arrancada. El lugar estaba lleno de
papeles diseminados por todas partes. Las paredes de ladrillo haban sido
agujereadas. Ahmed observ el lugar con creciente ansiedad, tratando de
comprender lo que haba sucedido.
Rpidamente fue hasta la puerta que conduca a la tienda. Estaba sin llave y
se abri con un crujido. Adentro estaba oscuro. Slo penetraban dbiles ray os de
luz por las hendijas de las tablas de la puerta del frente, y Ahmed se detuvo
mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad. Oy el ruido de pequeas
pisadas. Ms ratas.
El desorden de la tienda era mucho may or que el del dormitorio. Los
enormes armarios que cubran las paredes haban sido arrancados, astillados y
luego tirados al centro de la habitacin en donde formaban una enorme pila. Su
contenido apareca destrozado y diseminado por el cuarto. Era como si la tienda
hubiese estado en el epicentro de un cicln. Ahmed tuvo que levantar trozos de
muebles rotos para poder entrar. Se abri camino hasta el centro del local;
entonces qued como congelado. Haba hallado a Tewfik Hamdi. Torturado.
Muerto. Lo haban colocado sobre el mostrador de madera que estaba manchado
de sangre seca. Cada una de sus manos haba sido clavada al mostrador con un
solo clavo, obligndolo a permanecer con los brazos en cruz. Le haban
arrancado casi todas las uas. Le haban tajeado las muecas. Lo haban obligado
a observarse desangrar hasta morir. Su cara sin sangre estaba plida como la de
un espectro, y tena metido un trapo inmundo en la boca para silenciar sus gritos,
convirtiendo sus mejillas en una grotesca protuberancia.
Ahmed espant las moscas; not que las ratas y a haban convertido el
cadver en un festn. La bestialidad de la escena lo sublev, y el hecho de que
hubiese ocurrido en su amada Luxor lo llen de ira. Adems lo embarg el
pnico de que la enfermedad y los pecados de la ciudad de El Cairo se
extendieran como una plaga. Ahmed supo que era necesario que l contuviera la
peste.
Se inclin para mirar los ojos sin vida de Tewfik Hamdi. Eran el espejo del
horror que haba sentido mientras le arrancaban la vida. Pero por qu? Ahmed
se irgui. El hedor de la muerte era abrumador. Cuidadosamente eligi su camino
a travs del piso regado de escombros dirigindose hacia el pequeo patio. La luz
del sol le ba el rostro con su calor y Ahmed permaneci all un momento,
respirando profundamente. Se dio cuenta de que no le sera posible regresar a El
Cairo hasta que supiera ms. Pens en Yvon de Margeau. Siempre que ese
hombre andaba por ah, haba problemas.
Ahmed se escurri a travs de la puerta que conduca a las callejuelas, y la
cerr tras de s. Decidi dirigirse directamente a la jefatura de polica ubicada
cerca de la estacin ferroviaria de Luxor, despus llamara a El Cairo. Mientras
montaba a Sawda, se pregunt qu habra hecho Tewfik Hamdi o qu sabra para
haber merecido un destino tan horrible.
El Cairo 14.05 horas
Con el sol de la tarde acercndose al ocaso, el Nilo pareca una delgada cinta
de plata. Repentinos reflejos brillaban en la superficie all donde las rfagas de
viento agitaban el agua. Erica tuvo que protegerse los ojos para poder distinguir la
forma intemporal de las pirmides. La esfinge pareca hecha de oro puro. La
joven estaba parada en el balcn de su cuarto en el Hilton. Ya casi haba llegado
la hora de partir. La administracin del hotel se mostr encantada ante su decisin
de desocupar la habitacin porque, como siempre, tenan exceso de demanda.
Erica haba preparado su equipaje, y su nica valija estaba lista. La agencia de
viajes del hotel le haba reservado un pasaje en el coche cama del tren de las
19.30 que iba al sur.
La perspectiva del viaje consigui atemperar el miedo que haba sentido
durante los ltimos das y alivi las sensaciones encontradas que le provocaba la
pelea con Richard. El Templo de Karnak, el Valle de los Rey es, Abu Simbel,
Dendera; sos haban sido los motivos de su viaje a Egipto. Ira al sur y vera al
hijo de Abdul, pero se concentrara principalmente en la visita de los fabulosos
monumentos. Le alegraba que Richard hubiese decidido partir. Ella estaba
decidida a no pensar en la relacin de pareja hasta que regresara a los Estados
Unidos. En ese momento y a se vera.
Revisando el cuarto de bao por si se haba olvidado de algo, Erica encontr
su crema de enjuague detrs de la cortina de la baera. La guard en la valija y
se fij en la hora. Estaba a punto de salir para la estacin, cuando son el
telfono. Era Yvon.
Viste a Stephanos? Pregunt alegremente.
S, lo vi dijo Erica, dejando que se produjera una incmoda pausa
despus de pronunciar esas palabras. Ella no lo haba llamado porque la
enfureca que la hubiese expuesto a un peligro tan grande.
Bueno, y qu dijo? Pregunt Yvon.
Muy poco. Ms importante fue lo que hizo. Tena un revlver. Acabbamos
de encontrarnos en la mezquita Al Azhar, cuando surgi un hombre enorme y
calvo, que pareca haber sido azotado. Le dijo a Stephanos que alguien llamado
Khalifa estaba en la mezquita. Entonces se desat el infierno. Yvon, cmo fuiste
capaz de pedirme que me encontrara con un hombre as?
Dios mo! Exclam Yvon. Erica, quiero que te quedes en tu
habitacin hasta que y o te vuelva a llamar.
Lo siento, Yvon, pero estaba a punto de salir. En realidad me voy de El
Cairo.
Te vas! Yo cre que oficialmente seguas detenida dijo Yvon
sorprendido.
No se me permite salir del pas contest Erica. Llam a la oficina de
Ahmed Khazzan y les inform que viajaba a Luxor. No pusieron ningn
inconveniente.
Erica, qudate all hasta que te vuelva a llamar. Tu novio va contigo?
El regresa a los Estados Unidos. El encuentro con Stephanos lo afect tanto
como a m. Gracias por llamarme, Yvon. No te pierdas. Muy
deliberadamente, Erica cort la comunicacin. Estaba segura de que, en algn
sentido, Yvon la haba usado como seuelo. Y aunque crea en la cruzada del
francs contra el mercado negro de antigedades, no le gustaba ser usada. El
telfono volvi a llamar, pero Erica lo ignor.
Le tom casi una hora llegar en taxi desde Hilton hasta la estacin central de
ferrocarril. Aunque Erica se haba duchado cuidadosamente para el viaje, a los
quince minutos de salir del hotel tena la blusa empapada de transpiracin, y la
espalda se le pegaba al hirviente asiento vinlico del coche.
La estacin ferroviaria estaba ubicada en una activa plaza situada detrs de
una vieja estatua de Ramss II, cuy a apariencia intemporal contrastaba
agudamente con la enloquecida conmocin de esa hora del da. Dentro de la
estacin haba una multitud, compuesta por todo tipo de gente, desde hombres de
negocios vestidos a la moda occidental, hasta campesinos cargados de canastos
vacos. Aunque Erica tuvo conciencia de que algunos la miraban fijamente,
nadie intent abordarla, y logr moverse con facilidad a travs del gento. Haba
una cola muy corta de gente frente a la ventanilla de los coches dormitorio, y no
tuvo ningn problema en conseguir su boleto. Pensaba bajarse en un pequeo
pueblo llamado Balianeh, para hacer all un poco de turismo.
En un quiosco compr un Herald Tribune con fecha de dos das antes, una
revista italiana de modas, y varios libros de consumo popular sobre el
descubrimiento de la tumba de Tutankamn. Hasta lleg a comprar otro
ejemplar del libro de Carter, aun cuando y a lo haba ledo muchas veces.
El tiempo pas con rapidez y oy que anunciaban su tren. Un mozo de cordel
nubio, de maravillosa sonrisa, tom su valija y la ubic a los pies de su litera. El
nubio le explic que no era previsible que el vagn se llenara, de modo que no
habra inconveniente en que ella utilizara los dos asientos para colocar sus
pertenencias. Erica puso su bolsn en el piso y se reclin en el asiento con el
Herald Tribune .
Hola dijo una voz agradable, sobresaltndola levemente.
Yvon! dijo Erica, verdaderamente sorprendida.
Hola, Erica. Por suerte te encontr. Puedo sentarme?
Erica sac su material de lectura del asiento.
Pens que seguramente viajaras al sur por tren. Para hacerlo en avin es
necesario reservar el pasaje con anticipacin.
Erica esboz una semisonrisa. Aunque todava estaba algo enojada, no pudo
menos que sentirse adulada por el hecho de que Yvon la hubiese seguido,
obviamente con bastante esfuerzo. Estaba despeinado, como si hubiese corrido.
Erica, quiero disculparme por lo que sucedi cuando te encontraste con
Stephanos.
En realidad no pas nada. Lo que me molest fue pensar en lo que pudo
suceder. T debiste presentir algo, puesto que me aconsejaste que me encontrara
con l en un lugar pblico.
Por supuesto que te lo aconsej, pero lo nico que me preocupaba era la
reputacin de Stephanos respecto a las mujeres. No quera que corrieses el riesgo
de alguna insinuacin desagradable.
El tren se sacudi levemente, e Yvon se puso de pie, mirando hacia un lado y
otro del pasillo. Convencido de que todava no arrancaba, volvi a sentarse.
Todava te debo una cena dijo. se fue el trato que hicimos. Por favor,
qudate en El Cairo. Me he enterado de algunas cosas con respecto a los asesinos
de Abdul Hamdi.
Qu cosas? Pregunt Erica.
Que no se trata de gente de El Cairo. Tengo algunas fotografas que me
gustara que vieras. A lo mejor puedes reconocer a alguno de ellos.
Las trajiste?
No, estn en el hotel. No tuve tiempo de traerlas.
Yvon, y o me voy a Luxor. Estoy completamente decidida.
Erica, puedes ir a Luxor cuando se te d la gana. Yo tengo un avin. Puedo
llevarte maana mismo.
Erica se mir las manos. A pesar de su enojo, a pesar de sus recelos, senta
que su resolucin se debilitaba. Y al mismo tiempo, estaba cansada de que la
protegieran, de que la cuidaran.
Gracias por el ofrecimiento, pero creo que ir por tren. Te llamar desde
Luxor.
Son un silbato. Eran las 19.30.
Erica dijo Yvon, pero el tren comenz a moverse. Est bien.
Llmame desde Luxor. A lo mejor te ver all. Corri por el pasillo y salt del
tren que y a comenzaba a tomar velocidad.
Mierda! exclam Yvon, mientras observaba al tren perdindose de
vista. Pas a la bulliciosa sala de espera. Cerca de la entrada se encontr con
Khalifa. Por qu no est usted en el tren? le pregunt en tono tajante.
Me dijeron que siguiera a esa chica en El Cairo contest Khalifa con una
sonrisa taimada. No se me dijo nada respecto a tomar un tren hacia el sur.
Dios! Exclam Yvon, caminando hacia la puerta lateral. Sgame!
Raoul esperaba en el coche. En cuanto vio a Yvon, puso en marcha el motor.
Yvon mantuvo abierta la puerta de atrs para que Khalifa ascendiera al auto y
subi detrs de l.
Qu sucedi en la mezquita? Pregunt Yvon cuando el auto arranc.
Hubo problemas contest Khalifa. La chica se encontr con
Stephanos, pero el griego tena un compinche de guardia. A fin de protegerla, no
tuve ms remedio que interrumpir la reunin. No haba otra eleccin. Era un
lugar peligroso, casi tan peligroso como el serapeum. Pero para no chocar su
sensibilidad no mat a nadie. Grit unas cuantas veces y tir un par de tiros y
consegu vaciar completamente la mezquita. Khalifa ri despectivamente.
Gracias por tener en cuenta mi sensibilidad. Pero dgame, Stephanos hizo
algn movimiento contra Erica Baron, o la amenaz?
No lo s dijo Khalifa.
Pero eso es lo que se supona que usted iba a averiguar protest Yvon.
Se supona que protegera a la muchacha, y adems descubrira lo que
pudiese dijo Khalifa. Dadas las circunstancias, concentr toda mi atencin
en protegerla.
Yvon dio vuelta la cabeza y observ a un ciclista que los pasaba balanceando
una gran bandeja de pan sobre la cabeza, y que, en medio del trnsito, iba ms
rpido que el auto. Yvon se sinti frustrado. Las cosas no andaban bien, y ahora
Erica Baron, su ltima esperanza de recuperar la estatua de Seti, se haba ido de
El Cairo. Mir a Khalifa.
Espero que est dispuesto a viajar, porque usted va a Luxor esta noche por
avin.
Lo que usted diga respondi Khalifa. Este trabajo se est poniendo
interesante.
DIA 4
Sin saber que Erica planeaba visitar Aby dos, Khalifa permaneci en el andn
de la estacin de Luxor, esperando que los pasajeros bajaran del tren. ste haba
llegado puntualmente y era esperado por un enorme tropel de gente que se
apretujaba ansiosamente para subir. Hubo conmocin y gritos, especialmente por
parte de los vendedores de frutas y bebidas heladas que ofrecan su mercadera a
travs de las ventanillas abiertas a los pasajeros de tercera clase que seguan
viaje hasta Aswan. La gente que descenda del tren y aqullos que suban, se
empujaban en medio de un frenes cada vez may or, porque y a comenzaban a
sonar los silbatos. Los trenes egipcios cumplan con el horario establecido.
Khalifa encendi un cigarrillo, y luego otro, dejando que el humo ascendiera
rozando su nariz ganchuda. Estaba parado lejos del caos, desde un lugar en que
poda vigilar todo el andn y tambin la salida principal. Unos cuantos pasajeros
demorados corrieron para alcanzar el tren cuando ste comenz a salir de la
estacin. No haba ni rastros de Erica. Cuando termin su cigarrillo, Khalifa
abandon la estacin por la entrada principal. Se dirigi a la oficina central de
correos para llamar a El Cairo. Algo andaba mal.
Abydos 11.30 horas
Mientras cruzaba los extensos jardines que separaban el viejo Winter Palace del
nuevo hotel, Erica comprendi el motivo por el que tantos Victorianos ricos
elegan el Alto Egipto para pasar sus inviernos. Aunque el da haba sido
sumamente caluroso, una vez que el sol se pona, refrescaba agradablemente.
Mientras bordeaba la pileta de natacin, vio que una bandada de nios
norteamericanos an la estaban disfrutando.
Haba sido un da maravilloso. Las antiqusimas pinturas que haba visto en las
tumbas eran fabulosas, increbles. Y despus, cuando regres al hotel, haba
encontrado dos notas, y ambas eran invitaciones. Una de Yvon y otra de Ahmed.
Le cost decidirse, pero finalmente resolvi encontrarse con Yvon, con la
esperanza de que pudiera haber descubierto nuevas informaciones respecto a la
estatua. Yvon le haba dicho por telfono que cenaran en el comedor del New
Winter Palace y que la pasara a buscar a las ocho. Siguiendo un impulso, Erica
le contest que prefera encontrarse con l en el vestbulo del hotel.
Yvon se haba puesto un saco cruzado azul marino y pantalones blancos, y
tena el pelo castao cuidadosamente peinado. El francs le ofreci el brazo para
entrar al comedor.
El restaurante no era viejo, pero su poco armoniosa decoracin que
evidenciaba un intento fallido de imitar un elegante comedor continental le daba
un aspecto decadente. Pero en cuanto Yvon comenz a entretenerla con historias
de su infancia en Europa, Erica olvid todo lo que la rodeaba. La manera en que
el francs describa su relacin formal y muy fra con sus padres, haca que la
historia pareciera ms cmica que deplorable.
Y qu me cuentas de tu vida? Pregunt Yvon mientras buscaba el atado
de cigarrillos en su chaqueta.
Yo vengo de otro mundo. Erica mir su copa de vino y la hizo girar.
Crec en una casa ubicada en una ciudad pequea del Medio Oeste. ramos una
familia chica pero muy unida. Erica apret los labios y se encogi de
hombros.
Ummm! Tiene que haber ms que eso dijo Yvon con una sonrisa.
Pero no quiero ser mal educado y no te sientas obligada a contarme.
Erica no pretenda ser reservada. Simplemente no pensaba que a Yvon le
interesaran sus historias sobre Toledo, Ohio. Y no quera hablar de la muerte de
su padre en un accidente areo, ni decir que se llevaba mal con su madre porque
eran demasiado parecidas. Y de todos modos, prefera escuchar los cuentos de
Yvon.
Te has casado alguna vez? Pregunt la muchacha.
Yvon ri y despus estudi la cara de Erica.
Soy casado dijo con aire casual.
Erica desvi la mirada, segura de que la instantnea desilusin que haba
sufrido se reflejaba en sus ojos. Debi haberlo sabido.
Hasta tengo dos hijos maravillosos continu Yvon. Jean Claude y
Michelle. Jams los veo.
Nunca? La idea de que no viera a sus propios hijos le pareca
incomprensible. Erica levant la mirada; y a se haba controlado.
Los visito muy de vez en cuando. Mi mujer eligi vivir en St. Tropez
durante el verano. De manera que
T vives solo en tu castillo dijo Erica, adoptando un tono ms superficial.
No, el castillo es un lugar espantoso. Yo tengo un lindo departamento en
Pars, en la Ru Verneuil.
Hasta que terminaron de comer y comenzaron a tomar el caf, Yvon no se
mostr dispuesto a hablar sobre la estatua de Seti I ni sobre la muerte de Abdul.
Traje estas fotografas para que las vieras dijo, sacando cinco
fotografas del bolsillo de su saco y colocndolas frente a Erica. Ya s que viste
a los asesinos de Abdul Hamdi slo durante un segundo, pero reconoces alguna
de estas caras?
Tomando las fotografas, una a una, Erica las estudi.
No dijo por fin. Pero que y o no los reconozca no quiere decir que no
hay an sido ellos.
Comprendo dijo Yvon, recogiendo las fotografas. No era ms que una
posibilidad. Dime, Erica, has tenido algn problema desde que llegaste al Alto
Egipto?
Ninguno excepto que estoy segura de que me estn siguiendo.
Siguiendo? dijo Yvon.
Es la nica explicacin que se me ocurre. Hoy, en el Valle de los Rey es, vi
a un hombre que tambin creo haber visto en el Museo Egipcio. Es un rabe con
una nariz grande y ganchuda, una sonrisa de desprecio y un diente que termina
en punta. Erica mostr los dientes y seal su incisivo derecho. El gesto oblig
a sonrer a Yvon, aunque no le agradaba que la joven hubiese individualizado a
Khalifa. Lo que te cuento no tiene nada de gracioso continu Erica. Hoy
me asust simulando ser un turista mientras lea la pgina equivocada de su gua.
Yvon dijo, cambiando de tema, es cierto que tienes un avin? Lo tienes
aqu, en Luxor?
Yvon movi la cabeza, confundido.
S, por supuesto. El avin est aqu, en Luxor. Por qu?
Porque quiero volver a El Cairo. Tengo que hacer un trabajo que me
tomar alrededor de medio da.
Cundo? Pregunt Yvon.
Cuanto antes, mejor replic Erica.
Qu te parece esta misma noche? Estaba deseando que Erica estuviese
de vuelta en la ciudad.
Erica se sorprendi ante el ofrecimiento, pero confiaba en Yvon, sobre todo
ahora que saba que era casado.
Por qu no? contest.
Aunque nunca haba viajado en un jet pequeo, se haba imaginado que sera
mucho ms espacioso. Erica estaba sujeta en uno de los cuatro grandes asientos
de cuero. En el silln junto al de ella, Raoul, trataba de darle conversacin, pero
Erica estaba ms interesada en lo que suceda a su alrededor y tambin inquieta
por el despegue. No crea en absoluto en los principios de la aerodinmica.
Dentro de los grandes aviones no se preocupaba, porque el hecho de que un
objeto tan inmenso pudiese volar le pareca lo suficientemente descabellado
como para negarse a pensar en eso. Pero cuanto ms pequeo era el avin,
may or era su desconfianza.
Yvon tena un piloto a su servicio, pero y a que l mismo tena carnet,
generalmente prefera estar al frente de los controles de mando. En ese
momento no haba trnsito areo y les dieron salida inmediatamente. El pequeo
jet que pareca un cuchillo carrete ruidosamente por la pista y tom altura
mientras los dedos de Erica se ponan blancos de temor.
Una vez que estuvieron en ruta, Yvon abandon los controles y fue a
conversar con Erica, quien comenzaba a tranquilizarse.
Me dijiste que la familia de tu madre es inglesa dijo, dirigindose a Yvon
. Crees que es posible que ella conozca a los Carnarvon?
Pero s. Yo mismo conoc al duque actual contest Yvon. Por qu
preguntas?
En realidad me interesa saber si la hija de Lord Carnarvon todava vive.
Creo que se llama Evely n.
No tengo la menor idea contest Yvon, pero puedo averiguarlo. Por
qu quieres saberlo? Has comenzado a interesarte en La Maldicin de los
Faraones ? Sonri en la media luz de la cabina del avin.
A lo mejor dijo Erica en broma. Tengo una teora con respecto a la
tumba de Tutankamn, y quiero investigarla. Te la contar cuando obtenga ms
informacin. Pero te agradecer mucho que averiges lo de la hija de Lord
Carnarvon. Ah, otra cosa. Alguna vez has odo el nombre Nenephta?
Relacionado con qu?
Relacionado con Seti I.
Yvon se qued pensando un momento y despus hizo un movimiento negativo
con la cabeza.
Nunca.
Tuvieron que sobrevolar la ciudad de El Cairo antes de que les concedieran
permiso para aterrizar, pero una vez que lo hicieron las formalidades fueron
breves. Era ms de la una de la maana cuando llegaron al Hotel Meridien. La
gerencia fue extraordinariamente cordial con Yvon, y aunque supuestamente el
hotel estaba colmado, de alguna manera consiguieron una habitacin para Erica
justo al lado del cuarto que ocupaba Yvon sobre la terraza. ste invit a la
muchacha a su suite para tomar una ltima copa despus que se hubiera
instalado.
El nico equipaje de Erica consista en su bolsn de lona en el que haba
puesto un mnimo de ropa, su maquillaje, y material de lectura. Haba dejado las
guas y la linterna en su habitacin de Luxor. De modo que tena poco que hacer
en el sentido de instalarse , y cruz muy pronto la puerta que comunicaba su
habitacin con la sala de estar de la suite de Yvon.
En el momento en que Erica entr el francs se haba quitado el saco,
arremangndose la camisa, y se dispona a abrir una botella de Dom Perignon.
Ella acept una copa de champagne, y por un momento, las manos de ambos se
tocaron. Repentinamente Erica se dio cuenta de lo extraordinariamente buen
mozo que era Yvon. Sinti que, desde la noche en que se conocieron, todo los
haba ido conduciendo hacia ese momento. Yvon estaba casado y obviamente no
la tomaba en serio, pero bueno, ella tampoco lo tomaba en serio a l. Decidi
tranquilizarse y dejar que la noche siguiera su curso. Pero la joven comenz a
sentirse extraamente excitada y, para dominar su turbacin, se sinti obligada a
hablar.
Por qu te interesas tanto por la arqueologa?
Comenz a interesarme en Pars, cuando todava era un estudiante.
Algunos de mis amigos me convencieron de que ingresara en la cole de Langue
Orintale. Me fascin, y por primera vez en mi vida trabaj como un loco. Hasta
entonces nunca haba sido un buen estudiante. Estudi rabe y copto. Pero lo que
me interesaba era Egipto. Supongo que lo que te digo es ms bien una explicacin
que un motivo. Te gustara contemplar el paisaje desde la terraza? Extendi la
mano para tomar la de Erica.
Me encantara contest ella, y su pulso se aceler. Le gustaba lo que
estaba sucediendo. No le importaba si Yvon la estaba usando, si simplemente se
senta obligado a llegar a la cama con todas las mujeres atractivas que conoca.
Por primera vez en su vida se dej llevar por el deseo.
Yvon abri la puerta y Erica sali a la terraza cubierta por un enrejado.
Mientras miraba fijamente la ciudad de El Cairo que se extenda frente a ella
bajo un cielo tachonado de estrellas, percibi el perfume de las rosas. La
ciudadela con sus atrevidos minaretes an estaba iluminada. Directamente frente
a ellos se hallaba la isla de Gezira, rodeada por el oscuro ro Nilo.
Erica senta la presencia de Yvon a sus espaldas. Cuando levant la mirada
para fijarla en la cara angular del hombre, l la estaba estudiando. Lentamente
estir la mano y pas la punta de los dedos por el pelo de Erica, luego le tom la
nuca y la atrajo hacia l. Primero la bes tentativamente, sensible a las
emociones de la muchacha, y despus ms abiertamente, hasta desembocar en
una verdadera oleada de pasin.
Erica estaba sorprendida ante la intensidad de su propia respuesta. Yvon era el
primer hombre con quien haba tenido contacto fsico desde que haba conocido a
Richard, y no saba cmo reaccionara su cuerpo. Pero en ese momento recibi
a Yvon con los brazos abiertos, tan excitada como l.
Se quitaron la ropa con toda naturalidad mientras sus cuerpos se hundan
lentamente en la alfombra oriental. Y en la luz suave y silenciosa de la noche
egipcia hicieron el amor con intenso abandono, teniendo como mudo testigo de su
pasin a la ciudad palpitante que se extenda ms abajo.
DIA 6
Erica dobl el mapa para que calzara en la Baedeker. Estaba atnita. Sin duda
la estatua de Seti que Teffrey Rice haba comprado sali del pas a travs de la
ruta de Atenas, tal como ella haba adivinado cuando conoci a Stephanos
Markoulis. Era una combinacin inteligente, porque el equipaje de los grupos
tursticos nunca era revisado tan a fondo como el de un pasajero individual.
Quin poda sospechar que una viejita de sesenta y tres aos procedente de
Joliet pudiera estar transportando valiossimas antigedades egipcias en su valija
rosada?
Erica regres al balcn, y se apoy en la baranda. El sol se haba hundido
desganadamente detrs de las distantes montaas. En medio de los campos
irrigados de la ribera oeste se ergua el coloso de Memnon, velado por sombras
violetas. Erica se pregunt qu deba hacer. Pens entregar el libro a Ahmed o a
Yvon; probablemente a Ahmed. Pero a lo mejor convendra esperar hasta que
estuviese por partir de Egipto. Eso sera lo ms seguro. Aun cuando saba lo
importante que era denunciar la ruta del mercado negro, Erica tambin estaba
interesada en la estatua de Seti I y en descubrir el lugar en que haba sido
desenterrada. Llena de excitacin se imagin todos los objetos que podan ser
encontrados en ese mismo lugar. No quera que sus propias investigaciones
fuesen detenidas por la polica.
Trat de ser realista con respecto al peligro que implicaba mantener el libro
en su poder. En ese momento le resultaba evidente que el viejo haba sido un
chantajista y que la situacin se haba dado vuelta en su contra. Era igualmente
evidente que Erica haba sido un aditamento de ltimo minuto en sus planes. En
realidad nadie saba que ella posea la informacin, incluso ella misma lo
ignoraba hasta algunos minutos antes. Resolvi, una vez ms, ignorar la
informacin hasta que estuviera lista para abandonar el pas.
Mientras la noche se cerna lentamente sobre el valle del Nilo, Erica repas
sus planes. Continuara con su papel de compradora de antigedades para el
museo y visitara la tienda Curio, en la que a lo mejor y a haba estado, puesto
que no recordaba los nombres de las que haba recorrido. Despus tratara de
averiguar si Sarwat Raman, el capataz de Carter, todava viva. En el caso de
estar vivo tendra por lo menos, cerca de ochenta aos. Ella quera hablar con
alguien que hubiese entrado en la tumba de Tutankamn el primer da, y hacerle
preguntas respecto al papiro que Carnarvon describa en su carta a Sir Wallis
Budge. Mientras tanto, esperaba que Yvon hara las prometidas averiguaciones
sobre la hija de Lord Carnarvon.
El polica tena razn. Qurna no era un lugar amistoso. Mientras Erica trepaba
trabajosamente la colina que separaba el pueblo del camino asfaltado, no tuvo la
sensacin de bienvenida que haba sido evidente en otros pueblos. Vio poca gente,
y aquellos a quienes cruzaba la miraban de un modo penetrante para volver a
hundirse inmediatamente en las sombras. Hasta los perros eran gruones y
sarnosos.
Erica haba comenzado a sentirse incmoda en el taxi cuando el chofer se
neg a ir a Qurna en lugar del Valle de los Rey es u otro punto ms distante. El
hombre la haba depositado en la base de la colina de tierra y arena, diciendo que
con su coche le era imposible subir hasta el pueblo mismo.
Haca un calor espantoso, bastante ms de cuarenta grados, y no haba
sombra de ninguna especie. El sol egipcio abrasaba las rocas y se reflejaba en la
tierra color arena. Ni una brizna de pasto, ni un y uy o, sobrevivan al ataque
furibundo del calor. Y sin embargo la gente de Qurna se negaba a partir. Queran
vivir en la misma forma en que lo haban hecho sus abuelos, sus bisabuelos y sus
antepasados a travs de los siglos. Erica pens que si Dante hubiese conocido
Qurna lo hubiera incluido entre los crculos del infierno.
Las casas eran de adobe, y algunas conservaban su color natural, mientras
que otras haban sido blanqueadas. Mientras Erica trepaba la colina pudo ver
ocasionalmente algunas aberturas practicadas en salientes de roca entre las
casas. Eran las entradas de las antiguas tumbas. Algunas casas tenan patios y en
ellos se levantaban unas curiosas estructuras: unas plataformas de alrededor de
un metro ochenta de largo, y un metro veinte de alto, sostenidas por angostas
columnas. Estaban hechas de un adobe parecido al de los ladrillos. Erica no tena
la menor idea de la utilidad que podan prestar.
La mezquita era un edificio encalado, de una sola planta, con un grueso
minarete. Erica lo haba visto la primera vez que pas junto a Qurna. Igual que el
resto del pueblo estaba hecha de adobe, y la joven se pregunt si una buena lluvia
no barrera el lugar como si fuese un castillo de arena. Entr en la mezquita a
travs de una puerta de madera baja, y se encontr en un pequeo patio frente a
un angosto prtico sostenido por tres columnas. A la derecha vio una sencilla
puerta de madera.
Sin saber si corresponda que entrara, Erica permaneci en el umbral de la
mezquita hasta que sus ojos se acostumbraron a la relativa oscuridad. Las
paredes interiores haban sido blanqueadas y luego se haba pintado sobre ellas
una serie de complicados dibujos geomtricos. El piso estaba profusamente
cubierto de alfombras orientales. Arrodillado frente a una alcoba orientada hacia
La Meca, se hallaba un viejo barbudo de negras y abundantes vestiduras.
Mientras cantaba, mantena las manos abiertas junto a sus mejillas.
Aunque el viejo no se dio vuelta, debi presentir a Erica, porque muy pronto
se inclin, bes la pgina del libro abierto frente a l, y se puso de pie para
dirigirse a la muchacha.
Erica no tena la menor idea sobre la forma correcta de dirigirse a un hombre
sagrado del Islam, de manera que decidi improvisar. Cuando habl, inclin
levemente la cabeza.
Quiero hacerle algunas preguntas acerca de un hombre, un hombre viejo.
El imn estudi a Erica con sus oscuros ojos hundidos y luego le hizo seas de
que lo siguiera. Cruzaron el patio y entraron por la puerta de madera que Erica
haba visto. Conduca a una habitacin pequea y austera con un jergn en un
extremo y una mesa chica en el otro. El anciano indic a Erica que tomara
asiento y l tambin lo hizo.
Por qu desea localizar a alguien en Qurna? Pregunt el imn. Aqu
sospechamos de todos los extranjeros.
Soy egiptloga y quiero averiguar si uno de los capataces de Howard
Carter vive an. Se llamaba Sarwat Raman. Viva en Qurna.
S, lo s contest el imn.
Erica sinti un atisbo de esperanza, hasta que el imn continu hablando.
Muri hace alrededor de veinte aos. Era uno de los fieles. Las alfombras
de esta mezquita son fruto de su generosidad.
Ya veo dijo Erica, obviamente desilusionada. Se puso de pie. Bueno,
de todos modos era una posibilidad. Gracias por su ay uda.
Fue un buen hombre afirm el imn.
Erica asinti y sali al sol enceguecedor, preguntndose cmo conseguira un
taxi que la llevara de vuelta al embarcadero. Cuando estaba a punto de salir del
patio, el imn la llam.
Erica se dio vuelta. El anciano estaba parado junto a la puerta de su
habitacin.
La viuda de Raman todava vive. Le gustara hablar con ella?
Cree que ella estara dispuesta a hablar conmigo? Pregunt Erica.
Estoy seguro que s respondi el imn. Trabaj como ama de llaves
de Carter, y habla mejor ingls que y o.
Mientras Erica segua al imn hasta la parte ms alta de la colina, se pregunt
cmo era posible soportar vestiduras tan pesadas con el calor reinante. Aun con
su ropa liviana ella tena la espalda empapada de transpiracin. El imn la
condujo hasta una casa blanqueada ubicada un poco ms arriba que las dems,
en la parte sudoeste del pueblo. Inmediatamente detrs de la casa se alzaban
dramticamente los riscos. A la derecha de la casa Erica alcanz a ver el
comienzo de un sendero que adivin conducira al Valle de los Rey es.
La blanca fachada de la casa estaba cubierta de dibujos desteidos e
infantiles que representaban coches de ferrocarril, barcos y camellos.
Raman dej constancia de su viaje a La Meca explic el imn, llamando
a la puerta.
En el patio junto a la casa haba una de esas extraas plataformas que a Erica
le haban intrigado. Pregunt al imn para qu servan.
Durante los meses del verano la gente a veces duerme a la intemperie. En
esos casos usan esas plataformas para evitar el peligro de los escorpiones y las
cobras.
Erica sinti que se le erizaba la piel de la espalda.
Una mujer muy anciana abri la puerta. Al reconocer al imn, sonri.
Hablaron en rabe. Cuando la conversacin concluy , la mujer volvi hacia
Erica su grueso rostro de pesadas facciones.
Bienvenida dijo con fuerte acento ingls, mientras abra la puerta de par
en par para que la joven entrara. El imn se excus y parti.
Al igual que la pequea mezquita, la casa era sorprendentemente fresca. A
pesar de lo tosco de su aspecto exterior, por dentro era encantadora. Tena piso de
madera, cubierto por una alfombra oriental de brillantes colores. Los muebles
eran sencillos pero bien hechos, y las paredes estaban revocadas y pintadas.
Numerosas fotografas enmarcadas adornaban tres paredes, mientras que de la
cuarta colgaba una pala de largo mango, cuy a hoja tena inscripciones.
La anciana se present como Aida Raman. Le comunic orgullosamente que
el siguiente mes de abril cumplira ochenta aos. Con verdadera hospitalidad
rabe le ofreci una bebida fresca hecha de frutas, explicando que haba sido
preparada con agua hervida, de manera que Erica no deba preocuparse por su
salud al beberla.
A Erica le gust la mujer. Tena cara redonda y el pelo ralo peinado hacia
atrs, y un vestido alegre y suelto de algodn estampado con dibujos de plumas
de brillantes colores. En la mueca izquierda usaba una pulsera de plstico color
naranja. Sonrea con frecuencia, y al hacerlo revelaba sus dos nicos dientes,
ambos ubicados en el maxilar inferior.
Erica le explic que era egiptloga, y Aida evidentemente se alegr de tener
oportunidad de hablar de Howard Carter. Le cont que ella haba adorado a
Carter, aun cuando ste era algo extrao y muy solitario. Record cunto quera
Howard Carter a su canario, y la pena que haba tenido cuando fue devorado por
una cobra.
Erica bebi su refresco, completamente fascinada por las narraciones de la
anciana. Y resultaba evidente que Aida disfrutaba tanto como ella de ese
encuentro.
Recuerda el da en que fue abierta la tumba de Tutankamn? quiso
saber Erica.
Oh, s! Exclam Aida. se fue el da ms maravilloso. Mi marido se
convirti en un hombre feliz. Muy poco despus, Carter acept ay udar a Sarwat
para que obtuviera la concesin del puesto de refrescos del valle. Mi marido
adivin que llegaran millones de turistas para ver la tumba que Howard Carter
haba descubierto. Y tuvo razn. Despus de eso continu ay udando con la
tumba, pero dedic sus may ores esfuerzos a edificar la casa de descanso. En
realidad, la construy prcticamente l solo, aunque fue necesario que trabajara
en ella de noche
Erica dej que Aida divagara un rato, luego formul la pregunta siguiente.
Usted recuerda todo lo que sucedi el da que la tumba fue abierta?
Por supuesto! dijo Aida, un poco sorprendida por la interrupcin.
Habl su marido alguna vez de un papiro?
Ante la pregunta, los ojos de la anciana se nublaron instantneamente. Movi
la boca, sin que de ella surgiera sonido alguno. Erica sinti una oleada de
excitacin. Contuvo el aliento, observando la extraa actitud de la vieja.
Usted trabaja para el gobierno? Pregunt la anciana finalmente.
No contest Erica.
Y por qu me hace esa pregunta? Todo el mundo sabe lo que se encontr.
Existen libros al respecto.
Depositando el vaso sobre la mesa, Erica le explic la curiosa discrepancia
que exista entre la carta que Carnarvon haba escrito a Sir Wallis Budge y el
hecho de que en las notas de Carter no existiera la mencin de ningn papiro. Ella
no tena ninguna relacin con el gobierno, agreg para tranquilizar a la anciana.
Su inters era puramente acadmico.
No dijo Aida despus de una pausa incmoda. No haba ningn papiro.
Mi marido hubiera sido incapaz de robar un papiro de la tumba.
Aida dijo suavemente Erica, y o nunca dije que su marido se hubiera
apropiado de un papiro.
S lo dijo. Dijo que mi marido
No. Simplemente pregunt si alguna vez l dijo algo sobre un papiro. No lo
estoy acusando.
Mi marido era un hombre bueno. Tena una buena reputacin.
Por supuesto. Carter era un individuo exigente. Su marido necesariamente
debi ser el mejor. Nadie est poniendo en duda la reputacin de su marido.
Se produjo otro largo silencio. Finalmente Aida se dio vuelta para mirar a
Erica.
Mi marido ha muerto hace ms de veinte aos. Me dijo que nunca
mencionara el papiro. Y no lo he hecho, ni siquiera despus de su muerte. Pero
tampoco nadie me lo ha mencionado a m. Por eso me impresion tanto lo que
usted dijo. En cierto modo es un alivio hablar con alguien. No se lo dir a las
autoridades?
No, no lo har prometi Erica. Eso depende de usted. De manera que
haba un papiro y su marido lo tom de la tumba?
S dijo Aida. Hace muchsimos aos.
En ese momento Erica se imagin lo sucedido. Raman haba sacado el papiro
y sin duda luego lo habra vendido. Iba a ser difcil encontrarlo.
Cmo consigui su marido sacar el papiro de la tumba?
Me dijo que lo haba tomado ese primer da, en cuanto lo vio en la tumba.
Todo el mundo estaba tan excitado por los tesoros! Pens que contena una
maldicin, y temi que si alguien se enteraba, detendran la excavacin. Lord
Carnarvon estaba muy interesado en las ciencias ocultas.
Erica trat de imaginar los acontecimientos de ese da agitado. En su apuro
por constatar la integridad de la pared que conduca a la cmara funeraria,
Carter no debi ver el papiro y los dems estaran demasiado deslumbrados por
el esplendor de los objetos que los rodeaban, para darse cuenta de su existencia.
Y el papiro contena una maldicin?
No. Mi marido dijo que no. Jams se lo mostr a ninguno de los
egiptlogos. En vez de eso, fue copiando pequeas secciones y pidi a los
expertos que se las tradujeran. Finalmente las junt todas. Pero afirm que no
era una maldicin.
Y le dijo de qu se trataba? Pregunt Erica.
No. Lo nico que dijo fue que haba sido escrito en la poca de los faraones
por un hombre inteligente que quiso dejar constancia de que Tutankamn haba
ay udado a Seti I.
El corazn de Erica lati apresuradamente. El papiro asociaba a Tutankamn
con Seti I, igual que la inscripcin de la estatua.
Tiene idea de lo que sucedi con el papiro? Su marido lo vendi?
No. No lo vendi dijo Aida. Lo tengo y o.
Erica se puso plida de emocin. Y mientras permaneca como paralizada,
Aida se fue hasta la pala que colgaba de la pared.
Howard Carter le regal esta pala a mi marido dijo Aida. Tirone el
mango de madera hasta separarlo de la hoja grabada. En la punta del mango
haba un hueco. Este papiro no ha sido tocado durante cincuenta aos
continu diciendo Aida mientras luchaba por extraer el documento que
comenzaba a desmenuzarse. Lo extendi sobre la mesa, usando ambos extremos
de la pala como pisapapeles.
Erica se puso de pie lentamente, y dej que sus ojos se regodearan en el texto
del jeroglfico. Se trataba de un documento oficial con los sellos del Estado.
Distingui inmediatamente los sellos de Seti I y de Tutankamn.
Me permite fotografiarlo? Pregunt Erica que casi ni se animaba a
respirar.
Con tal de que con eso no se eche una sombra sobre el nombre de mi
marido contest Aida.
Se lo puedo prometer asegur Erica, atareada con su cmara fotogrfica
. No har nada sin su permiso. Tom varias fotografas y se asegur de que
fueran suficientemente ntidas como para permitirle trabajar. Gracias dijo
cuando termin. Y ahora pongamos el papiro nuevamente en su lugar, pero
por favor, trtelo con cuidado. Puede ser valiossimo y hasta podra hacer
famoso el nombre de Raman.
Ms que eso me preocupa la reputacin de mi marido dijo Aida. Por
otra parte, el nombre de Raman muere conmigo. Tuvimos dos hijos, pero ambos
murieron en las guerras.
Su marido no tena ningn otro objeto procedente de la tumba de
Tutankamn? Pregunt Erica.
Oh no! exclam Aida.
Muy bien. Traducir el papiro y despus le contar lo que dice para que
decida lo que quiere hacer con l. No les dir nada a las autoridades. Eso lo
tendr que decidir usted misma. Pero, por ahora, no se lo muestre a nadie.
Erica y a se haba puesto posesiva con su descubrimiento.
Al salir de la casa de Aida Raman, comenz a debatirse respecto a la mejor
forma de regresar al hotel. El solo pensamiento de caminar seis kilmetros hasta
el embarcadero del ferry la deprima, y decidi arriesgarse a tomar el sendero
que corra detrs de la casa de Aida Raman y caminar hasta el Valle de los
Rey es. All, sin duda conseguira un taxi.
Aunque trepar el risco fuese cansador, el panorama era espectacular. Qurna
haba quedado directamente debajo de ella. Justo detrs del pueblo, anidada en la
montaa, se encontraban las ruinas majestuosas del Templo de la Reina
Hatshepsut. Erica continu trepando hasta llegar a la cima y desde all mir hacia
abajo. Delante de sus ojos se extenda el verde valle, con el Nilo serpenteando en
el centro. Protegindose los ojos del sol, dirigi la mirada hacia el oeste. Delante
de ella estaba el Valle de los Rey es. Desde el sitio privilegiado en que estaba, la
joven alcanzaba a ver, ms all del valle, los picos color rojo xido de las
montaas tebanas en el lugar en que stas se confundan con el grandioso Sahara.
Erica tuvo una sensacin de abrumadora soledad.
Descender al valle fue relativamente fcil, aunque en la parte ms inclinada
del sendero tuvo que cuidarse de las piedras sueltas. El caminito converga con
otro ms ancho procedente de la ahora ruinosa Villa de la Verdad, en la que Erica
saba haban vivido los antiguos obreros de la Necrpolis. Cuando finalmente
lleg al valle tena mucho calor y estaba tremendamente sedienta. A pesar de sus
deseos de regresar al hotel y comenzar a trabajar cuanto antes en la traduccin
del papiro, camin hacia el atestado quiosco de refrescos. Y mientras suba los
escalones que conducan al edificio, no pudo dejar de pensar en Sarwat Raman.
Realmente era una historia sorprendente. El rabe haba robado un papiro
porque tema que contuviese una antigua maldicin. Y le preocupaba la
posibilidad de que esa maldicin detuviera los trabajos de excavacin!
Compr una Pepsi-Cola y encontr una silla vaca en la terraza. Observ la
estructura de la casa de descanso. Haba sido construida con piedras del lugar.
Erica se maravill de que Raman mismo la hubiese edificado. Dese haber
conocido a ese hombre. Sobre todo haba una pregunta que le hubiese gustado
hacerle. Por qu no busc la forma de devolver el papiro, una vez que se enter
de que no contena una maldicin? Obviamente el hombre no haba deseado
venderlo. La nica explicacin que a Erica se le ocurri, fue que hubiese tenido
miedo de afrontar las consecuencias de su accin. Bebi un largo trago de Pepsi
y sac una de las fotografas del papiro. A primera vista se dio cuenta de que
deba leerse en la forma habitual: de la parte inferior derecha hacia arriba. En el
principio del texto tropez con un nombre propio, y casi no pudo creer lo que
vean sus ojos. Lentamente, pronunci el nombre para s misma: Nenephta Mi
Dios!
Al ver un grupo de turistas que suba a un mnibus, Erica pens que a lo
mejor consegua que la llevaran hasta el embarcadero. Volvi a guardar las
fotografas en el bolsn de lona, y rpidamente busc el bao de damas. Un
mozo le inform que los cuartos de descanso estaban justo debajo del quiosco de
refrescos, pero despus de encontrar la entrada, el olor cido de la orina la
desanim. Decidi que poda esperar hasta llegar al hotel. Corri hacia el
mnibus y lleg justo en el momento en que suban los ltimos pasajeros.
Luxor 18.15 horas
Asomada al balcn, Erica estir los brazos sobre la cabeza y suspir aliviada.
Haba terminado de traducir el papiro. No haba resultado difcil, aunque no
estaba segura de comprender el significado de lo que deca.
Observ el Nilo y un enorme barco de pasajeros que pasaba. Despus de
haber estado inmersa en la antigedad del papiro, el moderno trasatlntico
pareca fuera de lugar. Resultaba tan incongruente como el aterrizaje de un plato
volador sobre el Ay untamiento de Boston.
Regres a la mesa de vidrio sobre la que haba estado trabajando, tom la
traduccin y la ley nuevamente:
Yo, Nenephta, jefe de arquitectos del Dios Viviente (que viva eternamente),
Faran, Rey de nuestras dos tierras, el gran Seti I, reverentemente me disculpo
por haber perturbado el eterno descanso del rey nio Tutankamn que yace entre
estas humildes paredes y con estas escasas provisiones por toda la eternidad. El
inenarrable sacrilegio cometido por el picapedrero Emeni, quien intent saquear
la tumba del faran Tutankamn y a quien hemos empalado debidamente y cuyos
despojos hemos diseminado en el desierto del oeste para que queden a merced de
los chacales, ha servido para un noble fin. El picapedrero Emeni ha abierto mis
ojos hacindome comprender la modalidad de los codiciosos y los injustos. Por lo
que yo, Jefe de Arquitectos, conozco ahora la forma de asegurar la eterna
seguridad del Dios Viviente (que viva eternamente), Faran, Rey de nuestras dos
tierras, el gran Seti I. Imhotep, arquitecto del Dios Viviente Zoser y constructor de
la Pirmide Step, y Neferhotep, arquitecto del Dios Viviente Khufu y constructor de
la Gran Pirmide, utilizaron esa forma en sus monumentos, pero sin comprensin
plena. Por lo tanto, el eterno descanso del Dios Viviente Zoser y del Dios Viviente
Khufu fue interrumpido y destruido durante el primer perodo oscuro. Pero yo,
Nenephta, Arquitecto Jefe, comprendo plenamente la forma y tambin la codicia
del ladrn de tumbas. Y as se har, y la tumba del nio rey, faran Tutankamn, es
sellada nuevamente en este da.
Ao 10 del Hijo de Ra, Faran Seti I, segundo mes de Germinacin, da 12.
Con un violento tirn, Evangelos oblig a Lahib Zay ed a ponerse de pie. Sus
manos, que parecan de hierro, aferraban la parte delantera de la tnica del
rabe.
Dnde est? Pregunt con un gruido ante la cara aterrada del dueo de
la tienda.
Stephanos Markoulis, vestido informalmente con una camisa de cuello
abierto, dej en su lugar la pequea figura de bronce que haba estado
examinando y se dio vuelta para mirar a los dos hombres.
Lahib, despus de haberme avisado que Erica Baron vino a su negocio
preguntando por la estatua de Seti, no comprendo por qu vacila en decirme
dnde se encuentra ella ahora.
Lahib estaba aterrorizado, sin saber quin lo asustaba ms, si. Muhammad o
Stephanos. Pero al sentir que los dedos de Evangelos se apretaban sobre su tnica,
decidi que Stephanos era ms de temer.
Est bien, se lo dir.
Sultalo, Evangelos.
El griego lo solt abruptamente, por lo que Lahib trastabill antes de conseguir
recobrar el equilibrio.
Y bien? Pregunt Stephanos.
Ignoro dnde est en este momento, pero s dnde se aloja. Tiene una
habitacin en el Hotel Winter Palace. Pero, seor Markoulis, y a habr quien se
encargue de esa mujer. Hemos hecho los arreglos necesarios.
Tengo ganas de encargarme de ella y o mismo contest Stephanos.
Para estar seguro. Pero no se preocupe, volveremos para despedirnos de usted. Y
gracias por toda su ay uda.
Stephanos hizo una sea a Evangelos, y los dos hombres salieron del negocio.
Lahib no se movi hasta estar seguro de que haban desaparecido. Entonces
corri a la puerta y los observ hasta que se perdieron de vista.
Se van a producir grandes problemas en Luxor dijo Lahib dirigindose a
su hijo, una vez que los griegos estuvieron lejos. Quiero que esta tarde lleves a
tu madre y a tu hermana a Aswan. En cuanto aparezca la mujer norteamericana
y pueda darle el mensaje, y o, me reunir con ustedes. Quiero que t te vay as y a
mismo.
Stephanos Markoulis indic a Evangelos que lo esperara en la entrada del
vestbulo del Hotel Winter Palace mientras l se acercaba a la recepcin. El
empleado era un apuesto nubio de piel color bano.
Se aloja aqu una seora llamada Erica Baron? Pregunt Stephanos.
El empleado consult el registro del hotel, recorriendo la lista de nombres con
el dedo.
S, seor.
Bien. Me gustara dejarle un mensaje. Tiene lapicera y papel?
Por supuesto, seor. Amablemente le dio una hoja de papel con
membrete del hotel, un sobre y una lapicera.
Stephanos simul escribir un mensaje. Pero slo hizo un garabato sobre el
papel, metindolo luego dentro del sobre que cerr cuidadosamente. Se lo
alcanz al empleado quien, dndose vuelta, lo coloc en el casillero 218.
Stephanos le agradeci y fue al encuentro de Evangelos. Juntos, subieron la
escalera.
Cuando llamaron a la puerta del 218 no hubo respuesta, de modo que
Stephanos orden a Evangelos que comenzara a trabajar con la cerradura
mientras l montaba guardia. Los herrajes Victorianos eran fciles de abrir, y los
hombres estuvieron dentro del cuarto casi con tanta rapidez como si hubieran
estado en posesin de la llave correspondiente. Stephanos cerr la puerta tras de
s y estudi la habitacin.
Revismosla dijo. Despus esperaremos aqu hasta que ella regrese.
Quieres que la mate en cuanto entre? Pregunt Evangelos.
Stephanos sonri.
No, conversaremos con ella un ratito. Slo que te advierto que ser y o
quien converse primero.
Evangelos larg una carcajada y abri de un tirn el cajn superior de la
cmoda. All, ordenadas en prolijas pilas, estaban las bombachas de ny lon de
Erica.
El Cairo 14.30 horas
Ests segura? Pregunt Yvon incrdulo. Raoul levant los ojos de la revista
que estaba ley endo.
Casi segura dijo Erica, disfrutando ante la sorpresa de Yvon. Despus de
recibir el mensaje en la Gran Pirmide, la joven haba decidido ver al francs.
Saba que le agradara enterarse de lo de la estatua, y estaba completamente
segura de que estara dispuesto a llevarla a Luxor.
Parece increble! Coment Yvon, cuy os ojos azules brillaban. Cmo
sabes que piensan mostrarte la estatua de Seti?
Porque eso es lo que ped que me mostraran.
Eres inslita dijo Yvon. Yo he estado moviendo cielo y tierra para
encontrar esa estatua, y t la localizas as! Hizo un gesto con la mano, y
chasque los dedos.
Bueno, todava no he visto la estatua dijo Erica. Primero debo llegar a
la tienda de Curio esta misma tarde, y sola.
Podemos partir antes de una hora. Yvon tom el telfono. Le sorprenda
que la estatua estuviese nuevamente en Luxor; en realidad, eso le provocaba
sospechas.
Erica se puso de pie y se desperez.
Pas la noche en el tren, y me encantara darme una ducha, si no te
importa.
Yvon le seal con un gesto el cuarto contiguo. Mientras l hablaba por
telfono con el piloto, Erica tom su bolsn de lona y se dirigi al bao.
Yvon complet los trmites necesarios para el viaje y luego constat que
estuviese corriendo el agua de la lluvia antes de dirigirse a Raoul.
Posiblemente sta sea la oportunidad que hemos estado esperando. Pero
debemos ser extremadamente cuidadosos. ste es el momento en que ser
necesario confiar en Khalifa. Comuncate con l y avsale que llegaremos a
Luxor alrededor de las seis y media de la tarde. Dile que Erica se encontrar esta
noche con la gente que buscamos. Dile tambin que sin duda habr problemas y
que es mejor que est preparado. Y advirtele que si matan a esa muchacha se
termin su carrera.
El pequeo jet gir levemente a la derecha, y se enderez graciosamente
despus de cruzar el valle del Nilo formando una amplia curva como a seis
kilmetros al norte de Luxor. Descendi a trescientos metros y enderez rumbo al
norte. En el momento correcto, Yvon cort la toma de aire, levant la nariz del
avin, y aterriz suavemente sobre un colchn de aire. La marcha atrs de los
motores sacudi el avin, y a los pocos metros ste comenz a carretear por la
pista. Yvon abandon los controles para conversar con Erica, mientras el piloto se
ocupaba de la maniobra final hasta la estacin Terminal.
Ahora, repasemos esto una vez ms dijo dando vuelta uno de los asientos
para quedar frente a Erica. La voz del hombre tena un tono serio que la hizo
sentirse incmodamente ansiosa. En El Cairo, la idea de ser llevada hasta la
estatua de Seti le haba resultado excitante, pero all, en Luxor, senta espasmos
de miedo.
En cuanto lleguemos continu Yvon, quiero que tomes un taxi por tu
cuenta y vay as directamente a Curio Antique. Raoul y y o te esperaremos en el
Hotel New Winter Palace, suite 200. Sin embargo estoy seguro de que la estatua
no estar en la tienda.
Erica levant la mirada rpidamente.
Por qu crees que no estar all?
Sera demasiado peligroso. No, la estatua debe estar en alguna otra parte.
Te conducirn hasta donde est. sa es la forma en que proceden habitualmente.
Pero no te preocupes, no corrers peligro.
Pero la estatua estuvo en Antica Abdul protest Erica.
Eso fue una casualidad contest Yvon. En ese momento la estatua
estaba en trnsito. Esta vez estoy absolutamente seguro de que te llevarn a otra
parte para que la veas. Trata de recordar exactamente adonde te llevan, para
poder regresar. Entonces, cuando te la hay an mostrado, quiero que regatees. Si
no lo haces, sospecharn. Pero recuerda, estoy dispuesto a pagar lo que pidan,
siempre que garanticen la entrega fuera de Egipto.
Por ejemplo a travs del Banco de Crdito de Zurich? Pregunt Erica.
Cmo te enteraste de eso? quiso saber Yvon.
En la misma forma en que me enter de que tena que ir a Curio Antique
contest Erica.
Y cmo lo supiste? Insisti Yvon.
No te lo voy a decir dijo Erica. Por lo menos, no todava.
Erica, esto no es juego.
Ya s que no es un juego contest la joven con toda sinceridad. Yvon la
preocupaba cada vez ms. Y justamente por eso no te lo quiero decir todava.
Muy bien dijo por fin, pero quiero que regreses a mi hotel. En cuanto
puedas. No debemos permitir que esa estatua vuelva a desaparecer. Diles que el
dinero estar disponible dentro de veinticuatro horas.
Erica asinti, y mir por la ventanilla. Aunque eran ms de las seis de la
tarde, el pavimento de la pista de aterrizaje todava herva de calor. El avin lleg
a la Terminal y los motores se detuvieron. Erica respir hondo y se solt el
cinturn de seguridad.
Instalado en un puesto de observacin cercano a la zona comercial del
aeropuerto, Khalifa observ que se abra la puerta del pequeo jet. En cuanto vio
a Erica se dio vuelta y camin rpidamente a un auto estacionado, revisando su
pistola automtica antes de instalarse en el asiento del conductor. Seguro que esa
noche tendra que ganarse su jornal de doscientos dlares. Puso el motor en
marcha y se dirigi a Luxor.
En la habitacin de Erica del Winter Palace, Evangelos extrajo su Beretta de
la funda que tena debajo del brazo izquierdo y acarici la culata de marfil.
Guarda eso orden Stephanos desde la cama. Me pone nervioso que
ests jugando con la pistola. Por amor de Dios, tranquilzate. La muchacha y a
aparecer. Tiene todas sus cosas aqu.
En camino a la ciudad, Erica pens detenerse un momento en el hotel. No
tena sentido andar cargada con la cmara fotogrfica y la ropa que haba
llevado a El Cairo. Pero preocupada ante el pensamiento de que Lahib Zay ed
pudiese cerrar la tienda antes de que ella llegara, decidi ir directamente all tal
como Yvon haba sugerido. Indic al conductor que detuviera el taxi en uno de los
extremos de la atestada plaza Shari el Muntazah. Curio Antique quedaba a media
cuadra de distancia.
Erica estaba nerviosa. Sin saberlo, Yvon haba magnificado sus recelos. Le
era imposible no recordar que haba visto matar a un hombre por esa estatua:
qu estaba haciendo ella metida en todo eso? Cuando se acerc a la tienda, vio
que estaba llena de turistas, y pas de largo. Varios negocios ms adelante, se
detuvo y gir, observando la entrada de Curio Antique. Muy pronto vio salir un
grupo de alemanes, haciendo bromas en voz alta mientras se unan al flujo de
compradores y de paseantes de ltimo momento. Era ahora o nunca.
Erica dej escapar el aliento a travs de sus labios apretados y se dirigi al
negocio.
Despus de todas sus preocupaciones, se sorprendi al encontrarse con un
Lahib Zay ed entusiasta, en lugar del hombre furtivo o subrepticio que ella
esperaba. Al verla abandon su lugar detrs del mostrador, como si ella fuese
una amiga a la que no vea haca mucho tiempo.
Me alegro tanto de volver a verla, seorita Baron! No puedo explicarle lo
feliz que me hace!
Al principio, Erica actu con cautela, pero la sinceridad de Lahib era tan
evidente que hasta permiti que el rabe la abrazara suavemente.
Le gustara tomar un poco de t?
Gracias, no. Vine tan pronto como pude, despus que recib su mensaje.
Ah, s dijo Lahib. Aplaudi lleno de excitacin. La estatua! Usted es
sin duda una mujer de suerte, porque le ser mostrada una pieza maravillosa.
Una estatua de Seti I tan alta como usted misma. Lahib cerr un ojo,
calculando la estatura de la joven.
Erica no poda creer que el hombre fuese tan anticuado. Ante esa actitud, sus
temores parecan melodramticos e infantiles.
Est aqu la estatua? Pregunt Erica.
Oh, no, mi querida! Se la vamos a mostrar sin que se entere el
Departamento de Antigedades. Gui un ojo. De manera que debemos ser
razonablemente cuidadosos. Y dado que es una pieza tan grande y tan
maravillosa, no nos animamos a tenerla aqu, en Luxor. Est en la ribera oeste,
pero podemos entregarla en el lugar que sus clientes deseen.
Y dnde la ver? Y cmo? Pregunt Erica.
Muy simple. Primero es necesario que comprenda que debe ir sola. Por
obvias razones, no podemos mostrar esta pieza a mucha gente. De manera que si
usted est acompaada, o aun si alguien la sigue, perder la oportunidad de verla.
Est claro?
S contest Erica.
Muy bien. Todo lo que tiene que hacer es cruzar el Nilo y tomar un taxi
hasta un pequeo pueblo llamado Qurna.
Conozco ese pueblo dijo Erica.
Eso facilita las cosas Lahib ri. En el pueblo hay una pequea
mezquita.
La conozco afirm Erica.
Ah, maravilloso! Entonces no tendr ningn problema. Vay a a la mezquita
hoy al anochecer. Uno de los comerciantes, socio mo, se encontrar all con
usted y le mostrar la estatua. Es as de sencillo.
Muy bien dijo Erica.
Una cosa ms dijo Lahib. Cuando llegue a la ribera oeste, es mejor
que tome un taxi que est dispuesto a esperarla al pie de la colina del pueblo.
Ofrzcale una libra extra al conductor. De otra manera, ms tarde tendr
problemas para llegar al embarcadero.
Le agradezco mucho dijo Erica. La preocupacin de Lahib por su
bienestar le agradaba.
Lahib observ a Erica, mientras sta se alejaba por Shari el Muntazah rumbo
al Hotel Winter Palace. La joven se dio vuelta una vez para saludarlo con la
mano. Entonces el rabe cerr rpidamente la puerta de la tienda y la asegur
con una tranca de madera. En un escondite ubicado debajo de una de las tablas
del piso ubic sus mejores antigedades y cacharros. Despus ech llave a la
puerta trasera y se dirigi a la estacin. Estaba seguro de que alcanzara el tren
de las siete para Aswan.
Mientras Erica caminaba por la costanera, rumbo al hotel, se sinti mucho
mejor que antes de su visita a Curio Antique. Sus suposiciones de que se vera
envuelta en un asunto de capa y espada eran totalmente infundadas. Lahib Zay ed
se haba mostrado franco, amistoso y considerado con ella. Lo nico que la
desilusionaba era la imposibilidad de ver la estatua hasta la noche. Erica mir el
cielo, calculando cunto tiempo faltaba para la cada del sol. Le quedaba por lo
menos una hora, tiempo ms que suficiente para regresar al hotel y ponerse unos
vaqueros para el viaje a Qurna.
Cuando se acercaba al majestuoso Templo de Luxor, ahora rodeado por la
parte moderna de la ciudad, Erica se detuvo repentinamente. No haba pensado
en la posibilidad de que la estuvieran siguiendo. Si era as, todo el plan fracasara.
Se dio vuelta repentinamente y recorri la calle con la mirada en busca del
hombre que no se le despegaba. Lo haba olvidado completamente. Caminaba
mucha gente por los alrededores, pero ninguno de ellos era el hombre de la nariz
ganchuda y el traje negro. Erica volvi a mirar su reloj pulsera. Era necesario
que averiguara si la estaban siguiendo. Regres sobre sus pasos dirigindose al
templo, y rpidamente compr una entrada y se intern por el pasillo ubicado
entre las torres del piln del frente. Entr al patio de Ramss II, majestuosamente
rodeado por una doble hilera de columnas de papiros, dobl inmediatamente a la
derecha y penetr en una pequea capilla dedicada al dios Amn. Desde all
poda ver tanto la entrada como el patio. Haba alrededor de veinte personas
dando vueltas por all y sacando fotografas de la estatua de Ramss II. Erica
decidi esperar quince minutos. Si en ese lapso el hombre no apareca, se
olvidara de su perseguidor.
Se asom a la capilla para mirar los bajorrelieves. Haban sido realizados
durante la poca de Ramss II y no tenan la calidad de los trabajos que haba
visto en Aby dos. Reconoci las imgenes de Amn, Mut y Khonsu. Cuando Erica
volvi a fijar su atencin en el patio, se sobresalt. Khalifa haba rodeado el piln
de entrada y se hallaba a slo un metro y medio de distancia del lugar en que ella
estaba parada. l se sorprendi tanto como ella. Su mano vol al bolsillo del saco
para aferrar la pistola, pero se contuvo a tiempo y la retir mientras su cara se
distorsionaba en un amago de sonrisa.
Y entonces se alej.
Erica parpade. Cuando consigui recobrarse del sobresalto sali corriendo
de la capilla y lo busc por el corredor, detrs de la doble hilera de columnas.
Khalifa haba desaparecido.
Colocndose la correa del bolsn sobre el hombro, Erica sali del templo con
paso rpido. Saba que estaba en problemas, que su seguidor era capaz de
arruinarlo todo. Lleg a la costanera del Nilo y mir a ambos lados. Era
necesario que el hombre le perdiera la pista y al mirar su reloj, se dio cuenta de
que le quedaba muy poco tiempo.
La nica vez que Khalifa no la haba seguido fue cuando visit el pueblo de
Qurna y cruz el risco del desierto para llegar al Valle de los Rey es. Erica pens
que sera una buena idea utilizar la misma ruta, pero al revs. Ira al Valle de los
Rey es inmediatamente, y desde all utilizara el sendero para llegar a Qurna,
pidindole al taxi que la esperara en la base de la colina del pueblo. Entonces
pens que ese plan era ridculo. Probablemente el nico motivo por el que
Khalifa no la haba seguido hasta el Valle de los Rey es era que saba adnde iba
y no tena ganas de someterse al calor y al esfuerzo del viaje.
Y no porque hubiese sido engaado. Si ella realmente quera que Khalifa no
la siguiera, tendra que perderlo en medio de una multitud.
Mirando nuevamente la hora, se le ocurri una idea. Eran casi las siete de la
tarde. Haba un tren expreso a El Cairo a las siete y media, el mismo que haba
tomado el da anterior. En esa oportunidad, tanto la estacin como el andn
estaban atestados de gente. No se le ocurra nada mejor. Pero si haca eso el
nico problema era que no tendra tiempo de ver a Yvon. Quiz pudiera llamarlo
desde la estacin. Erica llam un taxi.
Tal como esperaba, la estacin estaba llena de viajeros y le cost llegar hasta
las ventanillas de venta de pasajes. Pas junto a una enorme pila de jaulas de
mimbre llenas de pollos. Atado a una columna haba un pequeo rebao de
cabras y ovejas, y los balidos plaideros de los animales se mezclaban con la
cacofona de voces que resonaban en el polvoriento vestbulo. Erica compr un
boleto de ida en primera clase hasta Nag Hamdi. Ya eran las siete y diecisiete.
Resultaba an ms difcil caminar por el andn de lo que haba sido llegar
hasta la ventanilla. Erica no mir hacia atrs. Empuj y se apretuj para
conseguir pasar junto a llorosos familiares que se preparaban para la despedida,
hasta que lleg la comparativa tranquilidad de la zona de los coches de primera
clase. Subi al coche nmero dos, despus de mostrar brevemente al guarda su
boleto. Eran las siete y veintitrs.
Una vez dentro del tren, la joven se dirigi directamente al bao. Estaba
cerrado con llave. Tambin lo estaba el bao de enfrente. Sin vacilar, entr en el
coche nmero tres y camin con apuro por el pasillo central. All haba un bao
libre, y Erica entr. Cerrando la puerta con llave y tratando de respirar lo menos
posible el olor hediondo del lugar, Erica desabroch sus pantalones de algodn y
se los quit. Entonces se puso los vaqueros, golpendose el codo contra el
lavatorio al subrselos. Eran las siete y veintinueve. Son un silbato.
Casi presa del pnico, se quit la blusa y se puso una azul y luego se
encasquet el sombrero caqui que haba comprado para protegerse del sol, y
escondi dentro de l su maravilloso cabello. Mirndose al espejo, dese
fervientemente haber modificado bastante su apariencia. Entonces sali del bao
y literalmente corri por el pasillo para llegar al coche siguiente. Era de segunda
clase y en l haba mucha ms gente. La may or parte de los pasajeros todava
no se haba sentado, sino que estaban ocupados ubicando su equipaje.
Erica continu pasando de un coche al otro. Cuando lleg a tercera clase se
encontr con que los pollos y el ganado haban sido embarcados en el espacio
entre un coche y otro, por lo que le result imposible continuar avanzando.
Asomndose, estudi la multitud del andn. Eran las siete y treinta y dos. El tren
se sacudi y comenz a moverse en el momento en que ella descenda al andn.
Repentinamente el murmullo de voces se hizo ms intenso y varias personas
gritaron mientras se despedan con grandes gestos. Erica se abri paso hacia el
vestbulo de la estacin, y por primera vez busc a Khalifa.
La multitud comenz a dispersarse. Erica permiti que la presin de la
multitud la arrastrara hasta la calle. Una vez fuera de la estacin, se dirigi
apresuradamente a un pequeo caf ubicndose en una mesa desde la que poda
ver la estacin. Orden un caf, sin dejar de vigilar la entrada de la estacin.
No tuvo que esperar mucho. Empujando groseramente a la gente que estaba
a su alrededor, Khalifa sali furioso a la calle. Aun desde donde estaba sentada,
Erica pudo percibir el enojo del hombre cuando trep a un taxi que se dirigi
hacia el Nilo por Shari el Mahatta. Erica bebi el caf de un trago. El sol y a se
haba puesto y estaba cay endo la noche. Se le haba hecho tarde. Levant su
bolsn y sali apurada del caf.
Dios Todopoderoso! Aull Yvon. Para qu le estoy pagando
doscientos dlares por da? Puede explicarme eso?
Khalifa frunci el ceo y se examin las uas de la mano izquierda. Saba
que realmente no tena necesidad de aguantar esos gritos, pero su trabajo lo
fascinaba. Erica Baron lo haba engaado, y l no estaba acostumbrado a perder.
Si lo estuviese, habra muerto largo tiempo antes.
Y ahora? Qu vamos a hacer?
Raoul, que haba propuesto a Khalifa para la tarea, se senta ms culpable que
Khalifa mismo.
Debera conseguir que alguien espere el tren en El Cairo sugiri Khalifa
. La muchacha compr un boleto hasta Nag Hamdi, pero y o no creo que en
realidad hay a salido de Luxor. Pienso que fue todo una treta para que y o le
perdiera el rastro.
Muy bien, Raoul, encrgate de que alguien espere el tren dijo Yvon con
decisin.
Raoul se dirigi al telfono, contento de tener algo que hacer.
Escuche, Khalifa dijo Yvon, el hecho de perder a Erica pone en
peligro toda esta operacin. Ella recibi instrucciones en el negocio Curio
Antique. Vay a para all y averige adonde la mandaron. No me importa cmo
lo averigua, pero hgalo!
Sin decir una palabra, Khalifa se apart de la cmoda sobre la que haba
estado apoy ado y sali del hotel, plenamente convencido, de que el dueo del
negocio no tendra forma de ocultarle el dato que necesitaba, a menos que
estuviese dispuesto a morir.
Bajo los altos riscos de arena y piedra, el pueblo de Qurna y a se hallaba
cubierto por las sombras cuando Erica trep la alta colina desde la ruta. El taxi
que haba alquilado por toda la noche la esperaba abajo con las puertas abiertas.
Camin trabajosamente junto a las sombras casas de adobe. En los patios se
vean fuegos encendidos con estircol seco, que iluminaban las grotescas
plataformas en las que los habitantes del pueblo dorman durante el verano. Erica
record las razones por las que stas eran construidas: escorpiones y cobras, y se
estremeci a pesar del calor de la noche.
La oscura mezquita con su minarete encalado pareca de plata. Se hallaba
frente a ella, como a treinta metros. Erica se detuvo para recobrar el aliento.
Mirando el valle a sus espaldas distingui las luces de Luxor. Particularmente las
del alto edificio del Hotel New Winter Palace. Una hilera de luces de colores,
parecidas a las decoraciones de Navidad, marcaba el emplazamiento de la
mezquita Abdul Haggag.
Iba a continuar su camino cuando en la oscuridad se produjo un sbito
movimiento cerca de sus pies. Lanzando un grito de temor, salt hacia adelante y
casi cay de bruces sobre la arena. Estaba a punto de lanzarse a correr, cuando
un ladrido, seguido por un furioso gruido, cortaron el silencio de la noche.
Repentinamente se vio rodeada de una pequea jaura de perros que le gruan.
La muchacha se inclin y tom una piedra. Debi ser un gesto familiar para los
perros, porque se dispersaron antes de que pudiese arrojar la piedra.
Casi una docena de personas se cruzaron con Erica mientras atravesaba el
pueblo. Todos estaban vestidos con ropa y mantones negros, y pasaban a su lado
silenciosos y sin rostro en medio de la oscuridad. Erica se dio cuenta de que si no
hubiese atravesado el pueblo a la luz del da, le sera imposible encontrar su
camino de noche. El repentino y ronco rebuzno de un burro rompi el silencio,
cesando tan abruptamente como haba comenzado. Desde donde ella se hallaba
en ese momento pudo distinguir en lo alto, contra la colina, el perfil de la casa de
Aida Raman. De sus ventanas escapaba el leve resplandor de una lmpara de
aceite. Ascendiendo detrs de la casa se llegaba a ver, grabado en la montaa, el
sendero que conduca al Valle de los Rey es.
Ya estaba a slo quince metros de la mezquita. No haba ninguna luz. Los
pasos de Erica se hicieron ms lentos. Saba que llegaba tarde a la cita. Ya haba
oscurecido; era noche cerrada. A lo mejor haban decidido que faltara a la cita.
Quiz debera volver al hotel o visitar a Aida Raman y contarle lo que deca el
papiro. Erica se detuvo y observ la mezquita. Pareca desierta. Entonces,
recordando la actitud tranquila de Lahid Zay ed, se encogi de hombros y sigui
caminando hasta la puerta del templo.
Esta se abri lentamente, permitindole ver el patio. La fachada de la
mezquita pareca atraer y reflejar la luz de las estrellas, y el patio se hallaba ms
iluminado que la calle. No vio a nadie.
Silenciosamente, Erica entr, cerrando la puerta tras de s. No se produjo
sonido ni movimiento alguno dentro de la mezquita. Todo lo que la joven oa eran
algunos ladridos ocasionales de los perros del pueblo. Finalmente se oblig a
avanzar y pas debajo de uno de los arcos. Trat de abrir la puerta del templo.
Estaba cerrada con llave. Caminando por el pequeo atrio lleg a la puerta de la
habitacin del imn y llam. No obtuvo respuesta. El lugar estaba desierto.
Erica regres al patio. Pens una vez ms que debieron decidir que ella no
acudira a la cita, y mir la puerta que conduca a la calle. Pero en lugar de salir
inmediatamente, volvi al atrio y se sent con la espalda contra la pared de la
mezquita. Frente a ella, el oscuro arco enmarcaba el patio. Y ms all de las
paredes Erica alcanzaba a ver el cielo del este que comenzaba a iluminarse
anticipando la salida de la luna.
La joven revolvi su bolsn de lona hasta que encontr un cigarrillo. Lo
encendi para preservar su coraje, y con la ay uda de un fsforo mir la hora.
Eran las ocho y quince.
En cuanto comenz a salir la luna, paradjicamente las sombras del patio se
acentuaron. Cuanto ms tiempo permaneca all sentada, ms la engaaba su
propia imaginacin. Cada sonido procedente del pueblo la haca saltar. Despus
de quince minutos de espera, pens que y a haba esperado bastante. Se puso de
pie y sacudi la parte posterior de sus pantalones. Entonces volvi a cruzar el
patrio y abri la puerta de madera que conduca a la calle.
Seorita Baron dijo una figura envuelta en un negro albornoz. El hombre
estaba parado en la calle de tierra, justo al lado de la puerta que conduca al patio
de la mezquita. Con la luna directamente sobre el hombro del embozado, Erica
no pudo verle la cara. El hombre se inclin en una reverencia antes de continuar
hablando. Le pido disculpas por la demora. Por favor, sgame. Sonri,
revelando unos dientes enormes.
No hubo ms conversacin. El hombre que, segn Erica adivin, era nubio, la
condujo hacia la parte superior de la colina, arriba del pueblo. Siguieron una de
las tantas sendas existentes, y el camino se hizo fcil y a que la luz de la luna se
reflejaba en la roca y en la arena. Pasaron junto a unas cuantas aberturas
rectangulares, las entradas de las tumbas.
A esa altura de la ascensin, el nubio respiraba trabajosamente, y fue con
evidente alivio que se detuvo en una hondonada cortada en la ladera de la
montaa. En la base de la hondonada haba una entrada cerrada por una pesada
reja. Sobre la reja colgaba el nmero 37.
Le pido disculpas, pero debe esperar aqu durante unos minutos dijo el
nubio. Y antes de que Erica pudiese responder, el hombre volvi a emprender la
marcha hacia Qurna.
Erica observ la figura que se alejaba, y luego mir la reja de hierro. Se dio
vuelta y comenz a decir algo, pero el nubio y a estaba tan lejos que hubiera
debido gritar para que la oy era.
Erica baj la rampa y aferr el portn de hierro y lo sacudi. El nmero 37
rebot sobre la reja sonando como una matraca, pero el portn no se movi.
Estaba cerrado con llave. Lo nico que Erica alcanz a distinguir fueron algunas
antiguas decoraciones egipcias sobre las paredes.
Volvi a subir la rampa, y la ansiedad que la haba invadido antes de entrar en
Curio Antique volvi a hacer presa de ella. Se qued parada en el borde de la
entrada de la tumba, observando al nubio que en ese momento llegaba al pueblo.
Algunos perros ladraron a la distancia. Detrs de ella se cerna la ominosa
presencia de la montaa.
Repentinamente oy un sonido metlico. El miedo le afloj las piernas.
Despus fue el ruido terrorfico del hierro raspando el hierro. Quiso echar a
correr pero le result imposible moverse, mientras su imaginacin conjuraba
horrendas imgenes procedentes de la tumba. A sus espaldas, la puerta de hierro
de la tumba se cerr y Erica oy pasos. Lentamente se oblig a darse vuelta.
Buenas noches, seorita Baron dijo la figura que suba por la rampa.
Estaba cubierto por un negro albornoz, igual que el nubio, pero llevaba la cabeza
cubierta por la capucha. Debajo de la capucha tena puesto un turbante blanco.
Me llamo Muhammad Abdulah. El hombre se inclin, y Erica recuper algo
de su compostura. Le pido disculpas por estas demoras, pero
desgraciadamente son necesarias. Las estatuas que est a punto de ver son
sumamente valiosas, y tememos que usted pueda haber sido seguida por las
autoridades.
Erica se dio cuenta una vez ms de lo importante que haba sido liberarse de
su seguidor.
Por favor, acompeme dijo Muhammad, pasando junto a ella y
comenzando a trepar la cuesta.
Erica ech una ltima mirada de soslay o al pueblo. A lo lejos se distingua
apenas el taxi que la esperaba sobre el camino asfaltado. Fue necesario que se
apresurara para mantener el paso de Muhammad.
Cuando llegaron a la base del acantilado que caa a pique, el rabe dobl a la
izquierda. En un intento por mirar la cima, Erica casi cay de espaldas.
Caminaron quince metros ms y rodearon una roca enorme. Una vez ms tuvo
que apurarse para mantenerse a la par de Muhammad. En el lado opuesto de la
roca haba una rampa similar a la de la tumba 37. Haba tambin otra pesada
puerta de hierro, pero esta vez sin nmero. Erica se detuvo detrs de Muhammad
mientras ste buscaba a tientas una llave en su llavero. La joven haba perdido
toda valenta, pero a esa altura de las cosas, la asustaba igualmente demostrar
que estaba atemorizada.
No se le haba ocurrido que la estatua pudiese estar escondida en un lugar tan
aislado. La puerta de hierro se abri con un chirrido que demostraba a las claras
que se la usaba muy poco.
Por favor dijo Muhammad simplemente, haciendo seas a Erica de que
entrara.
Era una tumba sin decoraciones. Erica se dio vuelta y observ que
Muhammad cerraba la puerta cuidadosamente detrs de s. En el momento en
que sta qued cerrada, reson un clic en el silencio.
La luz de la luna se filtraba anmicamente a travs de los barrotes de hierro.
Muhammad encendi un fsforo y, pasando a Erica para precederla, avanz
por un angosto corredor. La joven no tuvo eleccin posible, y debi mantenerse
cerca del hombre. Se movan dentro de un pequeo radio de luz, y ella tuvo la
clara sensacin de que se hallaba indefensa y que los acontecimientos estaban
completamente fuera de su control.
Llegaron a una antecmara. Erica pudo percibir apenas algunos dibujos
lineales sobre las paredes. Muhammad se inclin, y con el fsforo encendi una
lmpara de aceite. A la luz vacilante de la llama, la sombra del hombre bail
entre las antiguas deidades pintadas sobre las paredes.
Un agudo reflejo dorado atrajo la mirada de Erica. All estaba: la estatua de
Seti! El oro bruido irradiaba una luz mucho ms poderosa que la de la lmpara.
Por un momento la reverencia pudo ms que el terror, y Erica se acerc a la
escultura. Sus ojos de alabastro y feldespato verde eran hipnticos y la joven
tuvo que hacer un esfuerzo para mirar los jeroglficos de la base. All estaban los
sellos de Seti I y Tutankamn. Eterna vida sea concedida a Seti I, quien gobern
despus de Tutankamn .
Es magnfica dijo Erica con sinceridad. Cunto piden por ella?
Tenemos otras dijo Muhammad. Espere hasta ver las dems antes de
decidirse.
Erica se dio vuelta para mirarlo, a punto de decirle que con sa era suficiente.
Pero no pudo articular palabra. Una vez ms, el terror la paraliz. Muhammad
haba echado hacia atrs la capucha, revelando su bigote y los dientes con punta
de oro. Era uno de los asesinos de Abdul Hamdi!
Tenemos una maravillosa seleccin de estatuas en la habitacin contigua
dijo el rabe. Por favor. Hizo una semireverencia y le indic con un gesto
que se acercara a una puerta angosta.
Un sudor fro cubri el cuerpo de Erica. La entrada de la tumba estaba
cerrada. Tena que ganar tiempo. Se dio vuelta y mir fijamente hacia la puerta,
sin querer seguir internndose dentro de la tumba, pero Muhammad se le acerc
por detrs.
Por favor repiti el rabe, y la empuj suavemente hacia adelante.
Las sombras de ambos se movieron grotescamente sobre las paredes
mientras caminaban por el corredor inclinado. Delante de ella, Erica alcanz a
ver un nicho que se extenda a ambos lados del pasillo. Haba tambin una gran
viga que una el piso con el techo. Cuando Erica pas junto a ella, se dio cuenta
de que esa viga soportaba una inmensa piedra levadiza.
Poco ms all, el pasillo terminaba y un tramo de escaleras cavada en la
roca bajaba en forma empinada hacia la oscuridad.
Cunto ms debemos seguir? Pregunt Erica. Su voz tena un tono ms
alto que de costumbre.
Un poquito ms.
Con la luz a sus espaldas, la sombra de Erica cay frente a ella sobre la
escalera impidindole ver. Comenz a tantear los escalones con el pie. Fue
entonces que sinti algo que se apoy aba en su espalda. Primero pens que se
trataba de la mano de Muhammad. Despus se dio cuenta de que el hombre
haba apoy ado el pie en su cintura.
Lo nico que Erica tuvo tiempo de hacer fue estirar los brazos para tratar de
apoy ar las manos sobre las paredes lisas de la escalera. La fuerza de la patada le
hizo perder pie y comenz a caer. Cay sentada, pero la escalera era tan
inclinada que continu resbalando, incapaz de detener su carrera descendente
rumbo a la ms absoluta oscuridad.
Muhammad deposit rpidamente en el suelo su lmpara de aceite y sac
una maza de piedra del nicho. Mediante varios golpes cuidadosamente dirigidos
sac de su lugar la viga poniendo en movimiento la losa levadiza. Lentamente,
como en accin retardada, el bloque de piedra de cuarenta y cinco toneladas
comenz a inclinarse para luego caer en su lugar con un estruendo ensordecedor
que sell la antigua tumba.
Ninguna mujer norteamericana baj del tren en Nag Hamdi dijo Raoul
, y no haba nadie a bordo que se aproximara siquiera a la descripcin de
Erica. Aparentemente hemos sido burlados. Estaba parado en la puerta del
balcn. Del otro lado del ro, la luna iluminaba con su brillo las montaas que se
cernan sobre la necrpolis.
Yvon estaba sentado, refregndose las sienes.
Ser mi destino estar siempre tan cerca de la meta, slo para tener que
contemplar cmo se me escapa el xito de las manos? Se dio vuelta para mirar
a Khalifa. Y qu puede informarnos el todopoderoso Khalifa?
No haba nadie en Curio Antique. El resto de las tiendas todava estaban
abiertas y llenas de turistas. Aparentemente ese negocio cerr en cuanto Erica lo
abandon. El propietario se llama Lahib Zay ed, y nadie parece conocer su
paradero. A pesar de que estuve muy insistente en mis preguntas. Khalifa
sonri al decirlo.
Quiero que tanto Curio Antique como el Hotel Winter Palace sean
vigilados. Aunque tengan que quedarse levantados toda la noche.
Cuando Yvon qued solo, sali al balcn. La noche era suave y pacfica. El
sonido del piano del comedor suba hasta l por entre las palmeras.
Nerviosamente, el hombre comenz a pasearse por la pequea terraza.
Erica lleg sentada a la base de la escalera, con una pierna encogida debajo
del cuerpo. Tena las manos muy raspadas, pero aparte de eso no se haba
lastimado. La may or parte del contenido de su bolsn de lona se haba
desparramado. Trat de mirar a su alrededor, en medio de la infernal oscuridad,
pero ni siquiera alcanzaba a distinguir su mano colocndola justo frente a sus
ojos. Igual que un ciego, tante dentro del bolsn buscando la linterna. No estaba.
Ponindose en cuatro patas, comenz a gatear por el piso de piedra. Encontr
la cmara fotogrfica que pareca estar intacta, despus la gua, pero la linterna
haba desaparecido. Su mano golpe contra una pared, y Erica retrocedi
aterrada. Todas las fobias que tuvo alguna vez con respecto a vboras, escorpiones
y araas surgieron dentro de ella, para aumentar su terror. La persegua el
recuerdo de la cobra de Aby dos. Tanteando la pared hasta que encontr un
rincn, regres a la escalera y hall el paquete de cigarrillos. El sobre de fsforos
estaba insertado en la cubierta de celofn.
Encendi un fsforo y lo sostuvo lejos de s. Estaba en una habitacin de
aproximadamente tres metros cuadrados, con dos puertas adems de la escalera
que estaba a sus espaldas. Las paredes estaban llenas de pinturas que
representaban escenas de la vida diaria en el antiguo Egipto. Se hallaba en una de
las tumbas de los nobles.
Antes de que el fsforo llegara a quemarle la punta de los dedos, Erica
vislumbr su linterna contra la pared ms lejana. Encendi otro fsforo e,
iluminada por su llama vacilante, fue a recuperar la linterna. El vidrio se haba
roto, pero la bombilla todava estaba en su lugar. Erica apret el botn y el
artefacto cobr vida.
Evitando pensar en la situacin en que se hallaba, la joven regres a la
escalera, la subi y desliz el haz de luz alrededor del permetro de la piedra
levadiza. La masa de granito estaba calzada con increble precisin. La empuj.
Estaba tan fra e inmvil como la montaa misma.
Regres a la base de la escalera y comenz a explorar la tumba. Las dos
puertas de la antecmara conducan, la de la izquierda, a la cmara funeraria, y
la de la derecha a un cuarto de depsito, Entr primero en la cmara funeraria.
Estaba vaca, con excepcin de un sarcfago toscamente trabajado. El cielorraso
haba sido pintado de azul oscuro con cientos de estrellas doradas de cinco puntas,
y las paredes estaban decoradas con escenas del Libro de los Muertos. Sobre la
pared posterior Erica pudo leer el nombre del noble en cuy a tumba se hallaba.
Ahmose, escriba y visir del faran Amenhotep III.
Erica examin con la linterna los alrededores del sarcfago y descubri una
calavera tirada sobre el piso entre jirones de tela. Temblorosa, se acerc. Las
rbitas de los ojos eran oscuros agujeros y la mandbula inferior se haba
desprendido, dando a la boca una expresin de continua agona. Todos los dientes
estaban en su lugar. No era tan antigua.
De pie cerca de la calavera, Erica se dio cuenta de que lo que estaba mirando
era un esqueleto completo. El cuerpo haba estado doblado junto al sarcfago,
como durmiendo. A travs de la ropa carcomida se distinguan las costillas y las
vrtebras. Justo debajo de la calavera, Erica percibi el brillo de un objeto de
oro. Temblorosa, estir la mano y lo recogi. Era un anillo de Yale de 1975.
Cuidadosamente, volvi a ponerlo en su lugar y se puso de pie.
Veamos la otra habitacin dijo en voz alta, con la esperanza de que el
sonido de su propia voz le devolviera la confianza. No quera pensar, todava no,
y mientras quedaran lugares por explorar podra distraer sus pensamientos de la
realidad de su situacin. Como si fuese un turista, pas a la siguiente y ltima
cmara. Era del mismo tamao que la cmara funeraria, y estaba
completamente vaca, con excepcin de unas cuantas piedras y un poco de
arena. Los temas de las decoraciones haban sido tomados de la vida diaria, igual
que en la antecmara, pero estaban inconclusos. La pared de la derecha haba
sido preparada para pintar sobre ella una gran escena de cosecha, y las figuras
estaban dibujadas en color rojo ocre. Sobre la base de la pared haba una ancha
faja blanca destinada a los jeroglficos. Despus de recorrer el cuarto con la
linterna, Erica regres a la antecmara. Estaba quedndose sin nada por hacer, y
un miedo glido amenazaba dominarla. Comenz a recoger del piso el resto de
sus pertenencias y a colocarlas nuevamente en el bolsn de lona. Pensando que
probablemente hubiera pasado por alto algn detalle, subi nuevamente el largo
trecho de escaleras hasta llegar a la losa de granito. En ese momento la venci
una abrumadora sensacin de claustrofobia, e intentando vanamente controlar
sus emociones, comenz a empujar la piedra con ambas manos.
Socorro! grit con toda la fuerza de sus pulmones. El grito reverber
contra las paredes de roca y el eco se perdi en las profundidades de la tumba.
Entonces el silencio se cerr una vez ms sobre ella, ahogndola con su absoluta
inmovilidad. Sinti que necesitaba aire. La respiracin se le hizo difcil. Golpe la
losa de piedra con la palma de la mano, ms y ms fuerte cada vez, hasta que
pudo ms el dolor. En ese momento brotaron las lgrimas que inundaron sus ojos
mientras ella continuaba golpeando la piedra y los sollozos le despedazaban el
cuerpo.
El esfuerzo la dej exhausta, y cay lentamente de rodillas, sin dejar de
llorar incontroladamente. Todos sus miedos a la muerte y al abandono surgieron
desde las zonas ms recnditas de su mente, provocndole renovados accesos de
llanto y de temblores. Repentinamente se dio cuenta de que haba sido enterrada
viva!
Enfrentada a la horrenda realidad de su situacin, Erica comenz a recobrar
algo de su pensamiento racional. Recogi la linterna y descendi el largo tramo
de escaleras de piedra hasta llegar a la antecmara. Se pregunt cundo
comenzara Yvon a preocuparse por lo que pudiera haberle sucedido. Una vez
que l comenzara a sospechar, probablemente ira a Curio Antique, pero estara
enterado de su paradero Lahib Zay ed? Se le ocurrira al conductor de su taxi que
deba informar que haba llevado a una joven norteamericana hasta Qurna, y
que ella no haba regresado? Erica desconoca las respuestas a esas preguntas,
pero el mero hecho de hacrselas revivi en ella un atisbo de esperanza que la
sostuvo moralmente hasta que la luz de la linterna comenz a ponerse
perceptiblemente ms dbil.
La apag y revolvi su bolsn hasta que encontr tres cajas de fsforos. No
era mucho, pero mientras buscaba los fsforos encontr un marcador de fibra.
Al tocar el marcador se le ocurri una idea. Podra dejar algn tipo de mensaje
sobre esa pared de la cmara con decoraciones inconclusas, explicando lo que le
haba sucedido. Y podra escribir el mensaje en forma de jeroglfico, de manera
que sus captores probablemente no reconocieran el significado de los dibujos. No
se enga ni pretendi convencerse de que esa actividad tuviera algn valor para
ella, aparte de mantenerla ocupada. Pero eso, por lo menos, y a era algo. En ella,
el terror haba dado paso a la desesperanza y a un amargo remordimiento. Al
estar ocupada en algo, por lo menos se distraera.
Apoy la linterna entre varias piedras y comenz a planear su mensaje.
Cuanto ms simple fuese, mejor, pens. Una vez que delimit los espacios que
necesitaba, empez a dibujar las figuras. Haba llegado ms o menos a la mitad
de esa etapa de su trabajo, cuando la luz de la linterna disminuy repentinamente
en forma notable. Luego aument una vez ms, pero slo por un momento.
Despus, la lmpara se convirti en un puntito rojo.
Una vez ms, Erica se neg a enfrentar la situacin. Estaba de cuclillas junto
a la pared de la derecha, y dibujaba el texto de su mensaje en columnas
ascendentes que iban desde el piso hasta la parte inferior de la inconclusa escena
de cosecha. Todava la asaltaban intermitentes ataques de llanto cuando
reconoca que lo nico que haba conseguido con su inteligencia era meterse en
un problema del que le era imposible escapar. Todo el mundo le haba advertido
que no se metiera en el asunto del mercado negro, y ella se neg a escuchar. Se
haba comportado como una imbcil. Sus conocimientos de egiptologa no la
capacitaban para habrselas con criminales, especialmente con alguien como
Muhammad Abdulah.
Cuando slo le quedaba una caja de fsforos, Erica trat de no pensar en el
tiempo que le restaba de vida tanto como durara el oxgeno de la tumba. Se
agach casi hasta el piso para dibujar un pjaro. Antes de que llegara a marcar
los contornos del ave, el fsforo se apag repentinamente. Haba durado muy
poco, y Erica maldijo en la oscuridad. Encendi otro, pero en cuanto se agach
para continuar el dibujo, tambin se se apag. Encendi un tercer fsforo y con
mucho cuidado lo acerc a la zona donde estaba trabajando. El fsforo continu
ardiendo suavemente, y luego la llama vacil sbitamente, como si hubiese sido
alcanzada por el viento. Humedecindose los dedos con saliva, Erica pudo
percibir que por una pequea hendidura vertical que haba cerca del piso entraba
una corriente de aire. La linterna todava brillaba muy levemente en la
oscuridad, y Erica la us como gua para ir a buscar una de las piedras que haba
utilizado para sostenerla. Era un trozo de granito, probablemente parte de la tapa
del sarcfago. La llev hasta el boceto de su dibujo y una vez all encendi otro
fsforo. Lo sostuvo con la mano izquierda, y continu golpeando con todas sus
fuerzas hasta que el fsforo se apag. Entonces, despus de localizar la rajadura
al tacto en plena oscuridad, sigui golpeando ciegamente durante ms de un
minuto.
Por fin consigui calmarse y encendi otro fsforo. En el lugar donde haba
estado la rajadura, se haba formado un pequeo agujero en el que le era posible
introducir un dedo. Haba ms espacio detrs, y lo que era ms importante an,
perciba una corriente de aire fresco. A ciegas continu golpeando la zona con el
trozo de granito hasta que sinti un movimiento debajo de la piedra. Encendi un
fsforo. La rajadura se extenda en la unin del piso y la pared y, formando un
arco, llegaba hasta el hueco que lentamente se iba ampliando. Erica se concentr
en golpear ese lugar exacto, sosteniendo el fsforo con la mano izquierda.
Repentinamente se desprendi un gran trozo de mezcla, y desapareci. Despus
de un instante la joven oy que ste golpeaba el piso. El agujero y a tena
alrededor de treinta centmetros de dimetro. Cuando intent encender otro
fsforo, la corriente de aire lo apag. Cautelosamente la joven introdujo la mano
en el agujero, con el mismo miedo que sentira al meterla en las fauces de una
bestia feroz. Del otro lado, toc una superficie lisa. Levantando la palma de la
mano, consigui tocar un cielorraso. Haba descubierto otra habitacin construida
diagonalmente en un nivel inferior a la que en ese momento era su crcel.
Con renovado entusiasmo agrand lentamente la abertura. Trabajaba en la
oscuridad; no quera desperdiciar ms fsforos. Finalmente el agujero fue lo
suficientemente grande como para permitirle introducir en l la cabeza. Despus
de localizar unas cuantas piedritas, se acost boca abajo sobre el piso de la
cmara y pas la cabeza por la abertura. Dej caer las piedritas y escuch el
ruido que hacan al llegar al suelo. La habitacin no pareca ser muy alta, y
aparentemente tena piso de arena.
Erica sac los cigarrillos del atado y encendi el papel. Cuando estuvo en
llamas lo empuj por el agujero dejndolo caer. Las llamas se apagaron, pero la
brasa continu cay endo en espiral. Aterriz como a dos metros cuarenta de
distancia. Erica encontr ms piedras, y con la cabeza en el agujero, las tir en
varias direcciones tratando de hacerse una idea de las dimensiones de la
habitacin. Aparentemente se trataba de una cmara cuadrada. Y lo que la
alegraba era que haba en ella una constante corriente de aire.
Sentada en la negra oscuridad, reflexion sobre qu le convena hacer. Si
bajaba a la habitacin que haba encontrado, probablemente no le sera posible
regresar a la tumba. Pero qu importaba en realidad? El problema real consista
en reunir el coraje necesario para meterse en el agujero. Slo le quedaba media
caja de fsforos.
Erica recogi su bolsn de lona. Cont hasta tres, y se oblig a dejarlo caer
por la abertura. Luego se puso en cuatro patas, retrocedi hasta la pared e
introdujo las piernas en el boquete. Tuvo la sensacin de ser devorada por un
monstruo. Se retorci lentamente para que su cuerpo fuese quedando suspendido
en el espacio, hasta que con la punta de los dedos del pie toc una pared suave y
revocada. Igual que un baista en el momento de decidirse a entrar en el agua
helada, Erica desliz el cuerpo a travs del agujero rumbo al negro vaco.
Durante la cada, que le pareci interminable, azot el vaco con los brazos en un
esfuerzo por caer de pie. Aterriz a los tropezones, pero ilesa, y cay de espaldas
sobre un piso de arena sembrado de cascotes. El temor a lo desconocido la hizo
ponerse rpidamente de pie, tan slo para caer nuevamente esta vez de bruces.
La ahogaba una nube de polvo. Su mano derecha extendida se apoy sobre un
objeto que ella pens era un trozo de madera. Se aferr a l con la esperanza de
encenderlo como antorcha.
Finalmente consigui ponerse de pie. Pas el trozo de madera a su mano
izquierda, a fin de sacar los fsforos del bolsillo del pantaln vaquero con la
derecha. Pero al tacto, el objeto y a no le pareca un pedazo de madera.
Tomndolo con ambas manos se dio cuenta de que lo que sostena era el brazo y
mano de una momia, y en la oscuridad alcanz a discernir los trapos que la
envolvan. Asqueada, arroj el objeto.
Temblando, sac los fsforos del bolsillo y encendi uno. Cuando la luz
comenz a filtrarse a travs del polvo, se dio cuenta de que estaba en una
catacumba de paredes desnudas y sin adornos y llena de momias parcialmente
envueltas en sus coberturas originales. Los cuerpos haban sido separados de sus
miembros y se les haba quitado todo objeto de valor, descartndolos luego
rudamente.
Erica gir lentamente, y constat que en parte el cielorraso haba comenzado
a derrumbarse. En un rincn divis una puerta baja y oscura. Aferrando su
bolsn de lona, camin hacia adelante, entre los despojos que le llegaban hasta
las rodillas. El fsforo le quem los dedos y lo apag, continuando la marcha a
ciegas, con los brazos extendidos hasta chocar con la pared, y luego, a tientas,
lleg a la puerta. Pas a la otra habitacin, Encendi otro fsforo, y se encontr
con una escena igualmente macabra. Haba un nicho lleno de cabezas de
momias decapitadas. Tambin all se haban producido derrumbes. Sobre la
pared opuesta, vio dos entradas. Camin hasta el centro del cuarto, y sosteniendo
el fsforo sobre su cabeza decidi que el aire provena del pasillo ms pequeo.
El fsforo se apag y Erica se dirigi hacia la abertura con los brazos extendidos
delante de s.
Repentinamente se produjo una enorme conmocin. Un derrumbe! Erica se
aplast contra la pared, sintiendo que algo le golpeaba el pelo y los hombros.
Pero no hubo estrpito. En cambio, el aire se satur de polvo y de agudos
chillidos. Y entonces algo aterriz sobre el hombro de Erica. Era algo vivo y con
garras. Mientras con la mano se sacaba el bicho de la espalda, toc un par de
alas. No se trataba de un derrumbe. Era un millar de murcilagos asustados. Se
cubri la cabeza con los brazos y se agazap contra la pared, haciendo esfuerzos
por conseguir respirar. Gradualmente los murcilagos se aquietaron y Erica pudo
pasar a la cmara siguiente.
Poco a poco se dio cuenta de que haba cado dentro de un laberinto de
tumbas de gente comn de la antigua Tebas. Las catacumbas haban sido cavadas
progresivamente en la ladera de la montaa para dar lugar a los millones de
muertos. Algunas veces, inadvertidamente, se conectaban con otras tumbas, en
este caso con la tumba de Ahmose en la que Erica haba sido enterrada viva. El
conducto que las una haba sido cerrado con mezcla y luego olvidado.
Erica continu la marcha. Aunque la presencia de los murcilagos fuese
horripilante, resultaba tambin alentadora. Necesariamente deba existir una
conexin con el exterior. En un momento la joven trat de encender las
envolturas de las momias y descubri que ardan vivamente. En realidad los
huesos mismos de las momias junto con sus envolturas ardan como antorchas, y
se oblig a tomarlos en la mano. Los brazos resultaban los mejores, porque eran
fciles de sostener. Con la ay uda de mejor luz se abri paso a travs de
innumerables galeras y ascendi a distintos niveles hasta percibir claramente la
entrada de aire fresco. Entonces apag su antorcha y camin los ltimos metros
a la luz de la luna. Cuando surgi a la clida noche de Egipto, se hallaba a varios
cientos de metros del lugar en que haba penetrado en la montaa junto con
Muhammad. Exactamente debajo del lugar en que estaba parada se eriga el
pueblo de Qurna. Brillaban en l muy pocas luces.
Por un rato Erica permaneci temblando en la entrada de la catacumba,
valorando como nunca la luna y las estrellas. No ignoraba que haba tenido una
suerte enorme en conservar la vida.
Lo primero que necesitaba era un lugar donde descansar, tranquilizarse y
beber algo. Tena la garganta seca por el polvo sofocante de la catacumba.
Tambin necesitaba lavarse, para eliminar el recuerdo de esa experiencia que se
le adhera como una suciedad, y lo que ms necesitaba era ver una cara amiga.
Y el lugar ms cercano para encontrar todo ese consuelo era la casa de Aida
Raman. Desde all la divisaba, en la parte superior de la colina. Todava haba luz
en una de sus ventanas.
Erica sali de la reclusin de la catacumba, y camin con cansancio por la
base del acantilado. Hasta que llegara a Luxor no se arriesgara a ser vista por
Muhammad o por el nubio. Lo que realmente deseaba era volver a Yvon. Le
explicara lo mejor que pudiese el lugar donde estaba la estatua y despus se ira
de Egipto. Los acontecimientos la haban sobrepasado.
Erica comenz a descender cuando estuvo directamente encima de la casa
de Aida Raman. Durante los primeros treinta metros el piso era de arena,
despus se encontr con cascotes sueltos que la asustaban al rodar ruidosamente
a la luz de la luna. Finalmente lleg a la parte trasera de la casa.
Esper algunos minutos en la sombra, observando el pueblo. No vio
movimiento alguno. Una vez segura de que no corra peligro, rode la casa hasta
llegar al patio y llam a la puerta.
Aida Raman grit algo en rabe. Erica respondi llamndola por su nombre y
preguntndole si poda conversar con ella un momento.
Vy ase grit Aida sin abrir la puerta.
Erica se sorprendi. La mujer haba sido muy clida y amistosa con ella
anteriormente.
Por favor, seora Raman suplic a travs de la puerta. Necesito beber
un poco de agua.
La puerta se abri. Aida Raman tena puesto el mismo vestido que usaba
durante el anterior encuentro de ambas.
Gracias dijo Erica. Lamento molestarla, pero tengo mucha sed.
Aida pareca haber envejecido durante esos dos das. Su buen humor haba
desaparecido.
Muy bien dijo, pero espere en la puerta. No puede permanecer aqu.
Mientras la anciana buscaba el agua, Erica observ la habitacin. Le
resultaba reconfortante ver un cuarto familiar. La pala de largo mango segua
colgada de la pared. Las fotos enmarcadas tambin se alineaban prolijamente.
En muchas de ellas apareca Howard Carter acompaado por un rabe de
turbante que ella supuso sera Raman. Entre las fotografas colgaba un pequeo
espejo, y Erica se espant ante su propio aspecto.
Aida Raman apareci con un vaso del jugo de frutas que le haba ofrecido
durante su primera visita. Erica bebi lentamente. Le dola la garganta al tragar.
Mi familia se puso furiosa cuando les cont que me enga y me hizo
mostrarle el papiro dijo Aida.
Familia? Pregunt Erica, sintindose revivir con la bebida. Yo cre
que usted me haba dicho que era la ltima de los Raman.
Lo soy. Mis dos hijos varones murieron. Pero tambin tuve dos hijas que
tienen familia. Le cont a uno de mis nietos lo de su visita. Se enoj mucho y se
llev el papiro.
Y qu hizo con l? Pregunt Erica, alarmada.
No lo s. Dijo que haba que tratarlo con mucho cuidado y que l lo
guardara en lugar seguro. Tambin dijo que el papiro era una maldicin, y que
ahora que usted lo haba visto era necesario que muriera.
Y usted cree eso? Erica saba que Aida Raman no era ninguna tonta.
No lo s. Lo nico que s es lo que dijo mi marido.
Seora Raman dijo Erica, y o traduje todo el texto del papiro. Su
marido tena razn. En l no hay nada que se refiera a una maldicin. El papiro
fue escrito por un antiguo arquitecto del faran Seti I.
Un perro ladr con fuerza en el pueblo. Le respondi una voz humana
ordenndole que se callara.
Debe irse dijo Aida Raman. Debe irse por si regresa mi nieto. Por
favor!
Cmo se llama su nieto?
Muhammad Abdulah.
La noticia golpe a Erica como una cachetada.
Lo conoce? Pregunt Aida.
Creo que lo conoc esta noche. Vive aqu, en Qurna?
No, vive en Luxor.
Y usted lo ha visto esta noche? Pregunt Erica nerviosamente.
Esta noche no, lo vi durante el da. Por favor, debe irse.
Erica se apresur a partir. Estaba ms nerviosa que Aida. Pero al llegar a la
puerta se detuvo. Los cabos sueltos comenzaban a unirse.
En qu trabaja Muhammad Abdulah?
Erica estaba recordando que Abdul Hamdi haba escrito en la carta que
escondi dentro de la gua, que un agente del gobierno estaba complicado en el
mercado negro.
Es el jefe de guardias de la necrpolis y ay uda a su padre a dirigir el
quiosco de refrescos que est en el Valle de los Rey es.
Erica asinti, comprendiendo. Ser jefe de guardias era el puesto perfecto
para dirigir las operaciones del mercado negro. Y entonces pens en el quiosco
de refrescos y en Raman.
Y ese quiosco de refrescos es el mismo que edific su marido, Sarwat
Raman?
S, s. Seorita Baron, por favor vy ase.
En ese instante todo le result claro. De golpe, Erica pens que poda
explicarlo todo. Y todo dependa del quiosco de refrescos del Valle de los Rey es.
Aida dijo Erica, presa de afiebrada excitacin, esccheme. Tal como
afirm su marido, no existe la Maldicin de los Faraones , y y o lo puedo
probar siempre que usted me ay ude. Simplemente necesito tiempo. Todo lo que
le pido es que no le diga a nadie, ni siquiera a su familia, que estuve a verla
nuevamente. Ellos no se lo van a preguntar, se lo aseguro. De modo que todo lo
que le estoy pidiendo es que usted no saque el tema. Por favor! Erica apret
los brazos de Aida para enfatizar su sinceridad.
Y usted puede probar que mi marido tena razn?
Sin ninguna duda contest Erica.
Muy bien dijo Aida, asintiendo con la cabeza.
Ah! Hay algo ms prosigui Erica. Necesito una linterna.
Lo nico que tengo es una lmpara de aceite.
Cuando se despidi, Erica abraz a Aida, pero la anciana mantuvo su actitud
pasiva y lejana. Con la lmpara de aceite y varias cajas de fsforos en la mano,
Erica permaneci a la sombra de la casa, observando el pueblo. Lo rodeaba una
quietud de muerte. La luna haba pasado su cenit y estaba ahora en el oeste del
cielo. Las luces de Luxor todava brillaban en plena actividad.
Tomando el mismo sendero que haba seguido dos das antes, Erica trep la
estribacin de la montaa. Era mucho ms fcil ascender a la luz de la luna que
bajo el sol ardiente. Saba que estaba violando su resolucin de dejar el resto del
misterio en manos de Yvon y de la polica, pero la conversacin con Aida haba
revivido su euforia por el pasado. Su paso de la tumba de Ahmose a las
catacumbas pblicas le haba ofrecido la nica explicacin posible para todos los
disparatados acontecimientos, incluy endo el misterio de la inscripcin de la
estatua y el significado del papiro. Y con la certeza de que Muhammad Abdulah
jams imaginara que ella estaba en libertad, se senta bastante segura. Aun en el
caso de que el rabe quisiera constatar su presencia dentro de la tumba de
Ahmose, probablemente le tomara das enteros levantar la losa levadiza con la
que haba sellado la tumba. Erica pensaba que tena tiempo disponible, y quera
visitar el Valle de los Rey es y la concesin de Raman. Si lo que pensaba era
cierto, habra descubierto algo que hara empalidecer la importancia de la tumba
de Tutankamn.
Cuando lleg a la cima de la colina, se detuvo para recobrar el aliento. El
viento del desierto silbaba suavemente entre los picos desnudos, aumentando la
sensacin de desolacin del lugar. Desde donde ella estaba poda contemplar el
oscuro Valle de los Rey es con su trama de senderos entrecruzados.
Erica alcanz a divisar su punto de destino. El quiosco de refrescos y la casa
de descanso se destacaban claramente sobre el pequeo promontorio rocoso en
que se hallaban situados. Al contemplarlo, la joven sinti que aumentaba su
coraje y continu la marcha, descendiendo con cuidado para no provocar
pequeas avalanchas de cascotes. No quera alertar a nadie de su presencia en el
valle. Cuando lleg al camino que conduca al antiguo pueblo de los obreros de la
necrpolis, el sendero se hizo menos escarpado y pudo caminar con may or
facilidad. Antes de internarse por uno de los caminos demarcados con piedras
que corran entre las tumbas, Erica se detuvo a escuchar. Todo lo que pudo or fue
el sonido del viento y el chillido ocasional de algn murcilago en pleno vuelo.
Con paso liviano, camin hasta el centro del valle y subi los escalones del
frente del quiosco de refrescos. Tal como esperaba, ste estaba con las persianas
bajas y cerrado con llave. Sali a la terraza y recorri con la mirada el tringulo
formado por la tumba de Tutankamn, la tumba de Seti I y el quiosco de
refrescos. Entonces camin hasta la parte posterior del edificio de piedra y,
preparndose para soportar el hedor, abri la puerta del bao de damas.
Encendi con un fsforo la lmpara de aceite de Aida Raman y revis la
habitacin siguiendo la lnea de los cimientos. No haba nada extrao en la
construccin.
Dentro del bao de hombres, el acre olor de la orina era an ms intenso.
Proceda de un largo urinal de ladrillos que abarcaba toda la pared del frente.
Encima del urinal haba una plataforma, a sesenta centmetros del techo, que se
extenda hacia adelante por debajo del piso de la terraza; el bao de hombres no
llegaba hasta el frente del edificio. Erica se acerc al urinal. La plataforma
estaba a la altura de sus hombros. Levantando la lmpara de aceite trat de ver lo
que haba en ella, pero la luz no iluminaba ms que un metro cincuenta o un
metro sesenta. Lo nico que alcanzaba a ver era una lata de sardinas abierta y
unas cuantas botellas tiradas sobre el piso.
Con la ay uda de un barril para desperdicios, Erica consigui trepar a la
plataforma. Dej su bolsn de lona sobre el borde. Tratando de evitar las basuras,
se arrastr hacia adelante como un cangrejo hasta toparse con la pared. El olor
procedente del ba era an peor en ese espacio cerrado, y el entusiasmo de la
joven se enfri rpidamente. Pero despus de haber llegado tan lejos, se oblig a
revisar la tosca pared de piedra de una punta a la otra. Nada!
Apoy ando la cabeza sobre las muecas, Erica tuvo que admitir que se haba
equivocado. Le haba parecido una idea tan genial! Suspir profundamente, y
luego intent girar sobre s misma. Era casi imposible, de manera que comenz a
arrastrarse hacia atrs para llegar hasta el bao. Sostuvo la lmpara de aceite con
una mano y trat de empujar su cuerpo hacia atrs con la otra, pero la tierra
sobre la que se apoy aba estaba suelta y cedi. Intent afirmarse mejor sobre el
piso, y al hacerlo su mano toc algo suave debajo de la tierra. Erica se retorci y
consigui mirar hacia abajo. Su mano derecha estaba apoy ada sobre una
superficie metlica. Rasp la tierra, dejando al descubierto una chapa. Entonces
apoy la lmpara, y utilizando ambas manos comenz a retirar la tierra suelta.
Al observar los bordes de la chapa, comprob que haba sido colocada para
cerrar una abertura tallada en la roca. Tuvo que retirar toda la tierra antes de
poder levantar un borde del metal y colocarlo luego trabajosamente sobre los
montculos de tierra que la rodeaban. Debajo de la chapa descubri un pozo
cavado en la roca.
Erica sostuvo la lmpara sobre el pozo, y pudo comprobar que ste tena
alrededor de un metro veinte de profundidad y que era el comienzo de un tnel
que se diriga hacia el frente del edificio. Haba tenido razn! Levant la cabeza
lentamente y clav la mirada en la penumbra. La invada una sensacin de
excitacin y de alegra. Ahora saba exactamente cmo se haba sentido Howard
Carter en noviembre de 1922.
Rpidamente tom su bolsn de lona y lo coloc en la plataforma donde no
pudiera ser visto por extraos. Despus se introdujo en el pozo y levant la
lmpara de aceite para que iluminara el tnel. ste se extenda hacia abajo e
inmediatamente se ensanchaba. Erica respir profundamente y comenz a
avanzar. Al principio, prcticamente tuvo que gatear, pero muy pronto le fue
posible caminar agachada. Mientras avanzaba trat de calcular los metros que
recorra. El tnel se diriga directamente a la tumba de Tutankamn.
Erica calcul que deba estar muy cerca de la tumba de Tutankamn. Debido
al piso desparejo del tnel haba adelantado con mucha lentitud. Frente a ella
encontr una curva cerrada que doblaba a la izquierda y hasta llegar al recodo no
pudo ver la continuacin del pasillo. El piso del tnel se inclinaba entonces hasta
terminar en una habitacin. Con las manos apretadas contra las toscas paredes de
roca, avanz poco a poco hasta que sus pies descansaron sobre una superficie
lisa. Haba llegado a una cmara subterrnea.
En ese momento Erica adivin que se hallaba directamente debajo de la
antecmara de la tumba de Tutankamn. Levant la lmpara de aceite por
encima de su cabeza y la luz se extendi, iluminando paredes bien terminadas
pero carentes de todo adorno. El mbito tena alrededor de siete metros y medio
de largo por cuatro y medio de ancho y el techo era una nica y gigantesca
placa de piedra. Cuando la joven fij sus ojos en el piso, se encontr con una
enorme maraa de esqueletos, algunos de los cuales estaban parcialmente
cubiertos por trozos de tela momificada por el tiempo. Al acercar la lmpara,
comprob que cada una de las calaveras presentaba seales de haber sido
fracturada por un golpe producido por un objeto pesado.
Mi Dios! susurr Erica. Saba lo que estaba contemplando. Eran los
restos de la masacre de los antiguos obreros que haban cavado la cmara.
Lentamente atraves el cuarto con su horripilante testimonio de crueldad y
comenz a descender un largo tramo de escalones que terminaban en una pared
de mampostera. En ella Raman haba practicado una gran abertura, y Erica
entr a otra cmara, de dimensiones mucho may ores. Cuando la luz penetr en
la oscuridad, Erica lanz una exclamacin de asombro y se apoy contra la
pared para mantener el equilibrio. Delante de sus ojos se extenda un cuento de
hadas arqueolgico. La cmara estaba sostenida por cuatro macizas columnas
cuadradas. Las paredes haban sido pintadas con exquisitas imgenes del antiguo
panten egipcio. Frente a cada una de las deidades estaba la imagen de Seti I.
Erica haba descubierto el tesoro del Faran. En su tiempo, Nenephta comprendi
que el lugar ms seguro para un tesoro era estar ubicado debajo de otro tesoro.
Avanz cautelosamente, sosteniendo la lmpara en forma tal que la luz
vacilante jugara sobre los innumerables objetos cuidadosamente almacenados en
la habitacin. En contraste con la pequea tumba de Tutankamn, all no exista el
desorden. Cada cosa ocupaba su lugar. Las carrozas doradas parecan estar a la
espera del momento de ser atadas a un caballo. Alineados contra la pared de la
derecha haba enormes cofres y arcas verticales de cedro con incrustaciones de
bano.
Una pequea arca de marfil se hallaba abierta y su contenido de joy as de sin
igual elegancia haba sido cuidadosamente colocado sobre el piso. Sin lugar a
dudas all estaba la fuente de los robos de Raman.
Mientras paseaba alrededor de las columnas centrales, Erica descubri otra
escalera. sta conduca a una habitacin de las mismas dimensiones que la
anterior y que tambin estaba atestada de tesoros. De ella partan varios pasillos
que llevaban a otras tantas cmaras.
Mi Dios! exclam nuevamente Erica, slo que esta vez su exclamacin
no fue de horror sino de estupefaccin. Se dio cuenta de que se hallaba en un
vasto complejo de cmaras que se extendan hacia arriba y hacia abajo, en
sorprendentes direcciones.
Saba que estaba contemplando un tesoro cuy a riqueza estaba ms all de
toda comprensin. Y mientras continuaba pasendose por el lugar, pens en el
famoso escondrijo de Deir el-Bahri descubierto a fines del siglo XIX y que haba
sido cuidadosamente explotado por la familia Rasul durante diez aos.
Aparentemente all, la familia Raman primero y luego la familia Abdulah,
haban estado haciendo lo mismo.
Al entrar en otro cuarto, Erica se detuvo. Estaba en una cmara
relativamente vaca. Cuatro cofres que hacan juego, tenan la forma de Osiris.
Las decoraciones de las paredes haban sido tomadas del Libro de los Muertos. El
techo abovedado estaba pintado de negro, con estrellas de oro. Frente a ella vio
una puerta cuidadosamente cerrada con mampostera y sellada con los antiguos
sellos de la necrpolis. A cada lado de la puerta haba zcalos de alabastro con
jeroglficos tallados en relieve en su parte delantera. Erica pudo leer
instantneamente la frase: Eterna vida otorgada a Seti I, que descansa bajo
Tutankamn .
De golpe le result claro que el verbo era descansa y no gobierna , y
que la preposicin era bajo y no despus . Tambin se dio cuenta de que
estaba contemplando la ubicacin original de las dos estatuas de Seti. stas haban
estado situadas a ambos lados de la pared de albailera durante tres mil aos.
Repentinamente Erica cay en la cuenta de que se hallaba frente a la entrada
no violada de la cmara funeraria del poderoso Seti I. Lo que haba descubierto
no era slo un tesoro, sino una tumba faranica completa. La estatua de Seti que
ella buscaba haba sido uno de los guardias de la cmara funeraria, igual que las
estatuas embetunadas que fueron halladas en la tumba de Tutankamn. Seti I no
haba sido enterrado en la tumba constituida segn el diseo de las otras tumbas
faranicas del Nuevo Reino. sa fue la artimaa final de Nenephta. Un cadver
substituto haba sido enterrado en la tumba que pblicamente se proclam como
perteneciente a Seti, cuando en realidad ste fue enterrado en una tumba secreta
debajo de la de Tutankamn. Nenephta haba conseguido darle el gusto a ambos
bandos. Proporcion a los ladrones profesionales una tumba para saquear,
mientras aseguraba a su soberano una proteccin que ningn otro Faran haba
tenido. Probablemente el arquitecto tambin supuso que aun en el caso de que
alguien entrara en la tumba de Tutankamn, jams imaginara que sta serva de
proteccin al majestuoso tesoro enterrado debajo de ella. Haba comprendido
la modalidad de los injustos y codiciosos .
Despus de sacudir la lmpara para constatar cunto aceite le quedaba, Erica
comprendi que era mejor que emprendiera el camino de regreso. A
regaadientes volvi sobre sus pasos, sin dejar de maravillarse ante la
imaginacin de Nenephta. Sin duda el arquitecto haba sido inteligente, pero
tambin fue arrogante. Dejar ese papiro dentro de la tumba de Tutankamn
constituy el punto dbil en su plan tan cuidadosamente elaborado. Con l
proporcion una pista para develar el misterio al igualmente inteligente Raman.
Erica se pregunt si, igual que ella, el rabe habra ido a la Gran Pirmide, y
habra notado que las cmaras haban sido edificadas una sobre la otra, o bien si
al visitar una de las tumbas de los nobles habra descubierto la existencia de otra
tumba debajo.
Mientras caminaba por el pasillo, Erica pens en la enormidad de su
descubrimiento, y en los riesgos que ste involucraba. No era sorprendente que
se hubiera cometido un asesinato. Ese pensamiento la hizo detenerse. Se pregunt
cuntos crmenes habran sido cometidos. El secreto debi ser guardado
cuidadosamente durante cincuenta aos. El muchacho de Yale De repente
Erica comenz a cuestionar la llamada Maldicin de los Faraones . Quiz toda
esa gente fue muerta para proteger el secreto. A lo mejor la muerte de Lord
Carnarvon mismo?
Al llegar a la cmara superior, Erica se detuvo para mirar de soslay o las
joy as que haban sido sacadas del arca de marfil. Aunque ella haba sido
escrupulosamente cuidadosa tratando de no mover ningn objeto por temor a
desarreglar el aspecto arqueolgico de la tumba, no le incomod tocar algo que
y a estaba fuera de su lugar original. Recogi un pendiente en oro macizo con el
sello de Seti I. Quera tener algn objeto en su poder para el caso de que Yvon y
Ahmed se negaran a creer en su historia. De manera que conserv el pendiente
mientras suba la escalera hasta la habitacin que contena los restos de los
infortunados obreros.
Trepar por el tnel en su camino de regreso result mucho ms fcil que el
descenso inicial. En el tramo final coloc la lmpara de aceite sobre el piso de
tierra y se arrastr para entrar en el espacio cavado debajo del quiosco de
refrescos. Era necesario que decidiera cul era el medio mejor para regresar a
Luxor. Ya haba pasado la medianoche, de modo que las posibilidades de toparse
con Muhammad o con el nubio eran mucho menores. Lo que ms la preocupaba
era el guardia oficial, que trabajaba bajo las rdenes de Muhammad. Recordaba
haber visto la sala de guardias sobre el camino de asfalto. Por lo tanto no le
convena regresar por el camino, sino que sera necesario que tomara el sendero
que conduca a Qurna.
En el reducido espacio existente, resultaba difcil mover la plancha de metal.
Erica tuvo que deslizara sobre la tierra dejndola caer despus en su lugar.
Entonces, utilizando la lata de sardinas que haba visto anteriormente, comenz a
cubrir la tapa de metal con la tierra suelta que haba a su alrededor.
Nassif estaba a casi cien metros de distancia del quiosco de refrescos cuando
oy el ruido producido por el metal al caer sobre la piedra. Inmediatamente se
quit el rifle del hombro y corri hacia la puerta entornada de los baos. Con el
cao del rifle la abri de par en par. La luz de la luna se filtr en el pasillo de
entrada.
Erica oy que la puerta se abra y apag con la mano la llama de la lmpara
de aceite. Estaba como a tres metros del borde de la plataforma que terminaba
en el bao de hombres. Sus ojos se acostumbraron rpidamente a la oscuridad y
consigui ver la puerta que conduca al vestbulo. El corazn comenz a latirle
desaforadamente, igual que la noche en que Richard entr en su habitacin del
hotel.
En ese momento, una negra silueta se desliz dentro de la habitacin. A pesar
de la dbil penumbra, la joven distingui el perfil del rifle. Una sensacin de
pnico comenz a hacer presa de ella cuando el hombre se acerc lentamente.
Caminaba inclinado, y se mova igual que un gato en el momento de acechar su
presa.
Sin tener idea de lo que el hombre alcanzaba a ver, Erica se apret contra el
piso. Cuando el guardia lleg a la pared del urinal, pareca estarla mirando
directamente a la cara. Entonces se detuvo, y durante un lapso que a ella le
pareci interminable, permaneci all mirando fijamente. Finalmente estir la
mano y tom un puado de tierra suelta. Encogiendo el brazo, arroj la tierra
hacia la plataforma. Erica cerr los ojos en el momento en que parte de la tierra
caa sobre ella. El hombre repiti la accin. Algunas de las piedritas que arroj
rebotaron sobre la chapa de metal que an estaba al descubierto. Nassif se irgui.
Harrah musit. Estaba enojado porque ni siquiera se le presentaba la
oportunidad de matar una rata.
Erica sinti un pequeo alivio, pero not que el hombre no se alejaba.
Permaneci all mirndola fijamente en la oscuridad, con el rifle sobre el
hombro. Erica se sinti perpleja hasta que oy el goteo de la orina.
FIN
ROBIN COOK. Estudi Medicina en la Universidad de Columbia y realiz
prcticas durante algn tiempo en Harvard. Su carrera literaria ha estado
siempre determinada por su profesin, y su amplia experiencia en el campo de
la medicina le ha convertido en un maestro indiscutible de la literatura de
suspense basada en temas mdicos. Desde la publicacin de su primera novela,
el pblico y la crtica han reconocido sus valores como narrador y su habilidad
para concebir temas que acaban por convertirse en bestsellers en todo el mundo.