Los Dragones de Krynn - Nancy V. Berberick PDF
Los Dragones de Krynn - Nancy V. Berberick PDF
Los Dragones de Krynn - Nancy V. Berberick PDF
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Nancy V. Berberick & Douglas Niles & Roger E. Moore & Jeff
Grubb & Don Perrin & Richard A. Knaak & Margaret Weis & Kevin
Stein
ePub r1.0
Enhiure 26.11.13
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Ttulo original: The Dragons of Krynn
Nancy V. Berberick & Douglas Niles & Roger E. Moore & Jeff Grubb & Don Perrin & Richard A.
Knaak & Margaret Weis & Kevin Stein, 1994
Traduccin: Marta Pascual
Ilustracin de portada: Paul Jaquays
Diseo de portada provisional: alnoah
Diseo de portada definitivo: helike
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ndice
Presas fciles
Douglas Niles
Pirita
Jeff Grubb
Los mejores
Margaret Weis
La bsqueda
Kevin Stein
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Una noche de estrellas fugaces
[Nancy V. Berberick]
Todos dijeron que lo que ocurri cuando tena quince aos no fue culpa ma.
Nadie dijo: Si Ryle hubiera sido ms rpido si hubiera sido ms fuerte. Nadie
dijo que mi padre todava estara vivo si yo hubiera visto el jabal a tiempo, si hubiera
gritado ms fuerte, si no me hubiera quedado paralizado por el miedo que me impidi
coger el arco y lanzar un cuadrillo a tiempo. Pero yo saba la verdad. Aquella
calurosa noche de verano recorr un largo trecho de vuelta a El Cuervo cabalgando
sobre un caballo y guiando al otro, la menuda yegua que transportaba el cuerpo
destrozado de mi padre. Esa noche vi muchas estrellas fugaces, retazos de luz
brillante cruzando el cielo negro que impregnaban la oscuridad como lgrimas
vertidas por la verdad.
El jabal asest un golpe con la testuz e hiri de muerte a mi padre, pero fue mi
miedo lo que le mat.
Ya de adulto, la gente me llamaba Ryle Espadas, porque pas los diez aos
despus de la muerte de mi padre perfeccionando mis aptitudes como guerrero como
se afilan uas y dientes, y luego me dediqu a vivir de ello. Probablemente os
parecer una fanfarronada, pero de todas formas os dir que, en esta parte de Krynn,
se podan contratar muy pocas espadas mejores que la ma. La gente deca Ryle
Espadas nunca huye asustado de los ladrones y saqueadores. Tampoco tiene miedo de
los goblins, ni de ningn animal del bosque.
Y as fue durante un tiempo. Como deca la gente, yo no tena miedo de nada. El
terror que me acechaba era que alguien pudiera volver a morir a causa de mi miedo.
Escog ese oficio para enfrentarme al terror y vencerlo, como un nio al que le
asustan los fantasmas y salta con avidez las vallas de los cementerios slo para
demostrar que no tiene ningn miedo. Pasado un tiempo, empec a creer realmente
que me haba olvidado de los viejos temores, y durante una temporada nunca pens
que estaba saltando muros de cementerio cuando me pagaban por escoltar a tiernas
doncellas y sus preciadas dotes a travs del bosque y llevarlas al lugar donde se
celebraba la boda, o por proteger y guiar a los viejos acaudalados de posibles
bandidos cuando tenan que ir ro abajo a visitar a sus parientes. Al cabo de un
tiempo, llegu a creer que haca un trabajo honesto. No saba que el miedo no puede
olvidarse hasta que se perdona.
Cuando no tena ningn encargo, viva en la taberna de El Cuervo, en un pequeo
aposento sobre la sala comn. En aquellos das, el pueblo no era exactamente como
hoy, una bulliciosa encrucijada de tiendas de vinos, posadas, tabernas y herreras
agrupadas en torno al mejor vado sobre el ro Rabia Blanca, justo donde sus curvas se
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deslizan por un estrecho valle al pie de las montaas Kharolis. Un verano me
enamor de la rubia Reatha, la hija del barquero. Yo la amaba, y ella me amaba a m,
pero en invierno me dijo que en mi corazn no haba suficiente espacio para ella y
para los fantasmas del pasado.
Olvdalo dijo triste y afligida. Ryle, los accidentes de caza son muy
comunes. Por favor, olvdalo.
Esos comentarios reavivaban el tan profundamente enterrado miedo, la vieja
culpa. Yo no quera despertar mis temores y, por eso, acus a Reatha de animarme a
olvidar a mi padre. Intent por todos los medios hacerme comprender lo que quera
decir. Y yo procur a toda costa no escucharla. Al llegar la primavera, ya no
estbamos juntos, pero nos mirbamos de lejos. Mis ojos podan encontrarla en una
calle llena de gente; los suyos podan encontrarme en la oscuridad.
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siquiera le ech una ojeada. Se sent y se qued mirndome fijamente.
l me observaba y yo a l. Tena el rostro plido y una barba oscura, lisa y
aseada. Era muy delgado y bastante alto para ser un enano, llegaba a la altura del
pecho de un humano de estatura media. Tena el aspecto seorial de los habitantes de
Thorbardin y pareca ser de mediana edad, lo que significa que tena unos noventa
aos. A pesar de su delgadez, era bastante robusto, pero le faltaba el brazo derecho.
Un broche de oro y esmeraldas en forma de dragn en vuelo sujetaba la manga vaca.
Qu quieres, Tarran Quebracho?
He venido a verte.
El fuerte estallido de unas carcajadas procedentes de la taberna nos interrumpi.
Era un cmulo de voces que se alzaban a gritos en tono de mofa. Alguien vocifer:
El dragn! Venga, cuntamelo todo otra vez y ser la cien en lo que va de
ao! Y las risas estallaron de nuevo en La Rosa de El Cuervo, extendindose hasta
el jardn.
El enano estaba quieto sobre el banco de piedra, entre las rosas, con la cabeza
erguida y expectante.
Nunca has odo la historia, Tarran Quebracho?
Asinti con la cabeza.
La he odo. Hay un Dragn de Cobre que vive bajo las montaas, a gran
profundidad, all donde incluso nosotros, los de Thorbardin, no vamos jams. Le
llaman Garra.
Una brisa clida agit las rosas por un instante dejando tras de s un perfume
embriagador que casi se poda palpar.
Ese mismo dije, aunque nunca he odo la parte de la historia sobre su
nombre y ni siquiera s si es un macho. De todos modos, el resto de la historia cuenta
que el animal, si es macho, custodia un gran tesoro del tamao de la taberna, y se dice
que el dragn no es lo peor con lo que uno puede toparse all.
En eso la historia se equivoca. Tarran toc una de las rosas esculpidas en el
lateral del banco y resigui el perfil de un ptalo de mrmol con el dedo, acariciando
la suavidad de la capa de liquen verde ocre. Garra es lo peor que uno puede
encontrar bajo la montaa.
Tarren estaba muy quieto, y la luz del atardecer brillaba en el broche de piedras
preciosas colocado donde en su da tuvo el brazo. El resplandor pareca dar vida al
pequeo dragn de esmeraldas y casi se poda distinguir su aliento en el hombro de
Tarran.
T has visto ese dragn afirm.
Lo he visto. Hace veinte aos. Tarran estaba inmvil como una estatua, pero
golpeaba suavemente con el dedo la rosa de piedra. Maana volver.
Djame adivinar dije. Quieres matarlo, no es cierto?
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Desde luego, era una broma. Todo el mundo sabe que para matar a un dragn se
necesitan varios ejrcitos. Pero Tarran se tom la broma con aire circunspecto, como
si yo hubiera hablado en serio.
Si pudiera matar al dragn contest, no lo hara. La muerte de Garra no es
la mayor venganza que puedo obtener.
Dej de sonrer.
Y tienes esa venganza totalmente planeada?
La tengo. Quiz creers que es una venganza fra, que llega demasiado tarde,
pero me ha costado mucho dejar de gritar en sueos.
Gritos de terror, alaridos que se propagaban en la oscuridad de la larga noche.
Apart la vista de l y de su reconocimiento del miedo como se aparta la vista de
un ser deforme, fingiendo ese gesto de educacin que el sentido comn nos dice que
est mejor que mirar fijamente al lisiado hacindole tomar conciencia de su
deformidad. Lo que el sentido comn indica y lo que el gesto es en realidad son dos
cosas distintas. En el fondo, la gente no suele considerar la lesin o la deformidad
como una enfermedad, sino como algo que pudiera contagiarse. Y eso es lo que me
ocurra a m con cualquier confesin de temor.
Pero al manco Tarran pareca no importarle el hecho de que su miedo fuera
demasiado horrible a mis ojos. Era su miedo, y le perteneca. Se inclin hacia
adelante, con el codo apoyado en la rodilla, y un destello en sus ojos oscuros.
Ryle, Cynara dice que tu espada est en alquiler. La gente me ha dicho que
cuando tienes un encargo, lo cumples, y que no vas a matarme o robarme y salir
corriendo ni te vas a sentir incapaz de llevar a cabo la tarea.
Dicen bien contest. Ninguna de las posibilidades tendra futuro.
Desprendi el broche de dragn de su manga vaca y me lo tendi. Yo lo cog y
me ensimism con el verde brillante de las esmeraldas de las alas y el destello de luz
de los ojos de rub.
Esto es una muestra nfima del tesoro que se esconde bajo la montaa, Ryle
Espadas.
Le devolv el broche. El oro, las esmeraldas y los rubes brillaban como un arco
iris entre los dos. Movi bruscamente el hombro derecho como si su cuerpo no
pudiera olvidar lo que fue un da; antes de conocer al dragn era diestro. Sin
embargo, reaccion a tiempo y cogi el broche con la mano izquierda.
Como ves dijo sonriendo por primera vez, y forzadamente, necesito una
mano. Si vienes conmigo y me ayudas a vengarme del dragn, la mitad de lo que
podamos coger el suya.
Me decid rpidamente, como siempre.
Mi espada es tuya conclu. Y como eres amigo de Cynara, no discutir por
los honorarios.
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Eso tambin era una broma, pero Tarran ya haba sonredo una vez ese da y no
vio la necesidad de volver a hacerlo. Dijo que partiramos por la maana y no habl
ms. Cuando se march, me qued sentado durante un largo rato hasta el anochecer.
O la voz de Reatha un par de veces, primero su agradable risa y luego su tono quedo
y confidencial, mientras ella y una amiga pasaban por el jardn al otro lado del muro.
Cerr los ojos y la imagin ataviada con las piezas preciosas procedentes del tesoro
del dragn, un cliz de oro en la mano, o un collar de diamantes luciendo sobre su
pecho como gotas de agua.
Cuando la ltima luz se extingua, Cynara se acerc al jardn para traerme la cena
y se sent en el banco de piedra a verme comer. Pasado un rato, dijo:
Tarran te ha contratado?
S.
Al or esto, se qued callada un rato. Era una mujer menuda y las rosas la
rodeaban formando un arco; la fragancia de las flores era siempre su propia esencia.
Ryle, l quiere terminar con un fantasma sentenci cuando ya era
prcticamente de noche. Eso es lo que, en realidad, el dragn significa para l.
Yo me encog de hombros y dije que si eso era lo que Tarran quera, era asunto
suyo. El mo era mantenerlo a salvo durante el viaje, ayudarlo en lo que me pidiera y
volver convertido en un hombre rico.
No te da miedo pensar que quizs en la oscuridad, bajo la montaa, puedas
encontrarte con alguno de tus propios fantasmas, Ryle?
Un escalofro me recorri el cuerpo, un hlito extrao en una calurosa noche
estival, pero sonre como si ella estuviera bromeando y contest:-No he visto un
fantasma en mi vida, Cynara, y no creo que empiece a verlos ahora.
Me levant, la bes en la mejilla y le di las buenas noches. Tena la piel tan suave
como uno de los ptalos de sus queridas rosas. Ella cogi mis manos entre las suyas y
me dese buena suerte.
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Tarran estaba sentado y observaba el resplandor de las estrellas en la noche
estival, esas luces diminutas agrupadas que se apreciaban mejor porque no haba
lunas, ya que la luna roja y la plateada acababan de ponerse. Haban pasado dos das
desde que salimos de El Cuervo y estbamos acampados justo encima de la lnea de
rboles, cerca de una gran pendiente rocosa. En mitad de la pendiente, se apreciaba la
entrada a las famosas cavernas, ya que el negro contrastaba con la claridad de la roca.
Por la maana, entraramos y descenderamos por su interior.
Cynara nos haba llenado las alforjas con cecina y fruta, y haces de teas a guisa de
antorchas. Dentro de las cuevas no haba ni provisiones ni luz. De momento, para la
cena, confibamos en mi destreza para cazar y, gracias a mis pequeas flechas para
atrapar aves, consegu coger un par de perdices gordas. Tarran coma mientras
observaba el resplandor en el cielo, y cuando termin, dej de mirar las estrellas que
brillaban en la noche y se acerc al fuego.
Durante un rato no dijo nada. Estaba sentado y me miraba desde el otro lado del
fuego como si quisiera ver en mi interior.
Cog mi espada y la puse sobre mis rodillas, agarr la piedra de amolar y empec
a pasarla sobre el filo reluciente. Sus ojos fijos en m me pusieron nervioso, y
mantuve el acero entre l y yo para intentar desviar su mirada.
Sonri vagamente como si hubiera comprendido y dijo con suavidad:
Cuando vinimos aqu hace veinte aos, ramos cinco, mi hermano, otros tres
parientes y yo. En Thorbardin se dice que estas cavernas estn repletas de filones de
plata y oro, pero no vinimos aqu por eso. La gente de Thorbardin maldice al dragn
y se lamenta por la prdida de la plata y el oro, pero no le dan importancia y excavan
en otros lugares. Los otros y yo ramos unos jvenes alocados que queramos
encontrar el tesoro de la leyenda.
La luz dorada del fuego se relejaba en los cuchillos que llevaba encima: un par de
puales de filo recto, tres dagas con el borde ondulado, y un largo cuchillo cuya
empuadura estaba bellamente ornamentada. Como era manco, no poda utilizar ni el
arco ni la espada, y el hacha la manejaba con dificultad excepto cuando la lanzaba.
Como le faltaba un brazo, a Tarran le gustaban los cuchillos.
El tesoro estaba all dijo, pero su voz ya no era suave, sino que tena un tono
de aspereza. Era tan espectacular que no lo hubiramos imaginado ni en sueos. Y
tambin estaba Garra. Su nombre le hace justicia. Es como una garra, larga y veloz, y
muy afilada. Es de color cobrizo, viejo y le ciega la codicia
Sus palabras se apagaron y sigui recordando en silencio. Tena un aire tan
ensimismado que no supe si haba terminado la historia. Abajo, en el bosque, se oy
el ulular de una lechuza; y el de otra que le contest.
Descubrimos el tesoro dijo Tarran con un suspiro, y el dragn nos
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encontr a nosotros, claro. Ahora ya no tengo hermano, slo tengo el recuerdo de su
muerte. Se llamaba Yarden, y nuestros amigos eran Rowson, Wulf y Oran. Eran hijos
de Lunn Golpe de Martillo, familiares mos. Los vengar a todos.
Cmo vas a vengarte sin matar al dragn?
Garra es un avaro dijo. En Thorbardin decimos que un avaro acumula
cosas para esconder aquella que le es ms preciada. Yo s lo que el dragn esconde.
Si se lo arrebato, lo lamentar durante el resto de su vida. Y eso tiene que ser mucho
tiempo.
Las llamas del fuego se avivaron momentneamente y despus volvieron a perder
intensidad dejando el rostro de Tarran en la oscuridad. Movi la cabeza hacia atrs
levemente y mir por encima de m hacia la negra entrada de las cavernas. No poda
verle la cara; no poda leer en sus ojos o adivinar lo que pensaba. Pasado un instante,
me volvi a mirar e inclin la cabeza ligeramente.
Buenas noches dijo, y su voz son apagada, obsesiva.
Me qued sentado un buen rato preparando mis armas. Hice un paquete con las
flechas para atrapar aves y las sustitu en la aljaba por otras con puntas de acero. El
contacto de las armas en la mano me haca sentir cmodo; era el acero para luchar
contra el enemigo y el miedo. As lo sent esa noche.
Mientras trabajaba, empec a pensar en Reatha, en sus cabellos dorados, en sus
piernas bronceadas, en sus suaves y rosadas pantorrillas iluminadas por el sol. Al otro
lado del ro haba levantado la mano para despedirse de m. A pesar del tiempo que
haba pasado, segua sin mirar a nadie como me miraba a m.
Termin mi tarea enseguida, me tumb delante del fuego y me qued dormido. No
estaba inquieto y dorm bien, pero, de repente, casi al amanecer, me despert con un
escalofro, y en el cielo, hacia el oscuro oeste, vi la estela brillante de una estrella
fugaz que, formando un arco, descenda hacia el suelo como una flecha plateada.
Aviv el fuego con algunos troncos para calentarme mientras esperaba que Tarran
se despertara. Debera haber tomado la estrella fugaz como una advertencia, como el
recuerdo de un miedo que no quera admitir, pero no lo hice. Haba puesto demasiado
empeo en fingir que haba vencido mucho tiempo atrs la vieja culpa y el miedo a
que algn da, de nuevo, mi cobarda causara una muerte.
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pedernal. La fulgurante antorcha desprenda su luz por toda la repisa, y as poda ver
a Tarran mientras ascenda. A diferencia de m, l no utilizaba la mano para
impulsarse, sino slo para mantener el equilibrio, pues se apoyaba completamente en
los pies. Cuando estuvo a mi alcance, me asi de la mano que le tenda y dej que le
izara hasta el saliente. Como era tan delgado, no fue difcil. Una vez a salvo, Tarran
le dio la espalda al sol naciente y me guio hacia el interior de la montaa, escenario
de sus pesadillas.
La luz procedente del exterior se mantuvo detrs de nosotros durante mucho ms
tiempo del que haba imaginado, como si fuera un perrito pegado a nuestros talones,
pero pronto se extingui y slo se apreciaba la luz de la antorcha, danzando sobre las
paredes hmedas y el humo plido que flotaba delante de nosotros a merced de
alguna corriente cavernosa. Seguamos un camino estrecho, las paredes se iban
cerrando a nuestro paso y el techo era cada vez ms bajo, hasta el punto que tuve que
agacharme para pasar por donde Tarran lo haba hecho fcilmente. Cuando
llevbamos un rato caminando, levant una mano en seal de atencin.
Escucha!
Qu?
Se qued muy quieto. La luz de la antorcha se reflejaba en sus oscuros ojos, y sus
pupilas se agrandaron a causa del titilar del fuego. Gir la cabeza levemente, y los
ojos, hasta entonces negros, lanzaban destellos rojizos, como los de un lobo de la
noche. Los ojos de los enanos son as, cambian para adaptarse a la luz del entorno.
Ah dijo, lo oyes?
Entonces o una respiracin que no era ni la de Tarran ni la ma.
As es como suena el dragn cuando duerme dijo Tarran, pero no s si
ahora est durmiendo. Aqu dentro hay eco, y los ecos tambin se repiten a su vez.
Me mir de cerca con la cabeza ladeada. Ests bien?
Claro que s dije con cierta frialdad.
Arque una ceja como si hubiera odo algo extrao.
No pasa nada si tienes miedo, chico.
Le dije que no tena miedo de un eco y solt una risa breve y seca.
Bien, entonces sigamos. An nos queda un trecho.
Comprob que la aljaba estaba todava en mi cadera y palp la espada en mi
cintura. Mi arco, de madera de tejo y sin encordar, colgaba de un asidero en mi
espalda. Con la antorcha en alto, segu a Tarran por el estrecho pasadizo. Al largo de
todo el camino, el resuello del dragn ascenda procedente del suelo y descenda del
hmedo techo. Pareca como si saliera del interior de las propias paredes.
Estoy aqu, estoy aqu, estoy aqu, susurraban los ecos de la bestia escondida en
su guarida.
Si hubiera sido lo suficientemente listo para escuchar en mi interior, me habra
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dado cuenta de que el miedo que llevaba profundamente enterrado empezaba a
despertar.
Estoy aqu, estoy aqu, estoy aqu!.
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estrecho trozo saliente que an se mantena. Las piedras cayeron rodando al abismo:
las ms pequeas chocaban contra los lados ruidosamente y las grandes caan en
silencio.
Daremos la vuelta y buscaremos otro camino dije.
No hay otro camino.
Gir sobre s mismo y observ fijamente la oscuridad. Estaba tan cerca del borde
que slo de verle se me encoga el estmago. Los ecos fantasmales geman y repetan
promesas de oro y plata, joyas y riquezas. Sigue aguanta lo encontraremos
ms de lo que nunca vale la pena arriesgar la vida El dragn segua bramando y
rugiendo una y otra vez.
Levant la antorcha tanto como pude y vi que all, a lo largo de todo el camino, la
pared estaba sembrada de pequeos afloramientos. Casi ninguno serva de sujecin,
pero haba una protuberancia ms larga que probablemente poda aguantar ms peso.
Te asustan las alturas, Tarran Quebracho?
Lo dije en broma y se rio, pero no con una risa breve y seca, sino con una alegra
repentina de la que yo crea que careca.
Me gustara conocer a un enano al que le asusten de verdad.
Cog un rollo de cuerda resistente de mi bolsa, hice un lazo rpidamente y lo
lanc hacia arriba. El lazo se desliz sobre la protuberancia y qued fijado a ella.
Hice otra lazada, a modo de estribo, al extremo de la cuerda y pregunt a Tarran si
quera ir primero. Me dio la antorcha, se enroll una vuelta de cuerda alrededor de la
mano, se agarr y se dio impulso. Inclinndose hacia el precipicio, dej que su peso
le balanceara de nuevo hacia el camino.
Cuando estuvo a salvo al otro lado, me lanz la cuerda y le pas la antorcha por
encima del agujero. Esperamos a que la luz de la tea volviera a ser constante y,
entonces, me colgu la bolsa, me prepar y salt. Estuve unos instantes colgando de
la cuerda. All, casi parado encima de la oscuridad y el vaco, mir hacia abajo, hacia
la negrura del agujero. Ese vaco infinito me hizo sentir como si e estmago me
flotara, como si pudiera elevarme al soltar la cuerda.
Un rugido agudo y amenazador surgi de las profundidades invisibles. Me agarr
sobresaltado, pero la cuerda me resbal de las manos. El spero camo me quemaba
la piel. Sent el vrtigo de la cada, aunque luego me recuper.
El eco de los rugidos del dragn segua sonando. Tarran profiri un grito al ver
cmo me quedaba mecindome sobre el vaco.
Ryle! Ryle! Ryle!
Casi no senta la cuerda en mis manos y ya notaba de nuevo la fuerza que me
arrastraba hacia el vaco cuando Tarran tir la antorcha, se adelant tanto como se
atrevi ms de lo que hubiera debido, consigui agarrar mi bolsa e intent
corregir el balanceo. A mis pies, la antorcha era como una diminuta estrella fugaz que
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se extingua en la negrura eterna.
Me qued colgando, pero sin saber si estaba sobre el vaco o en el saliente.
Suelta la cuerda! grit Tarran. Ahora!
Inmediatamente, el eco de la cueva repiti: Suelta la cuerda! ahora!.
Estaba a oscuras y tuve que confiar ciegamente en Tarran. As que solt la cuerda
y me di un fuerte golpe contra el muro. Las rodillas me temblaban y estaba mareado,
tropec y me agarr al hombro de Tarran.
Tranquilo, chico! Vas a conseguir que nos caigamos los dos!
El terror que me haba encogido el estmago se haba apoderado de todo mi
cuerpo como un veneno. Cuando se apart de mi, me tambale. Tarran me agarr del
brazo para sostenerme con tanta fuerza que supe que ms tarde me saldran
magulladuras.
Qudate aqu! dijo. Qudate aqu. Voy a encender una antorcha.
Temblando y totalmente mareado, me apoy en la roca mientras l coga una tea
de mi bolsa. Rasc el pedernal en el muro de piedra y salt una chispa, pero se apag.
Luego, otra. Por fin, la tercera prendi, y Tarran dio las gracias al dios de los enanos.
Reorx, por concedernos la luz. Levant la nueva antorcha y por primera vez vi en su
rostro algo de color, una seal de alivio.
Ests bien?
El sudor fro me corra por el cuello y la espalda como si fuera la mano helada de
la muerte.
Claro que estoy bien! contest, y estaba completamente seguro de que daba
esa impresin.
Sin embargo, la imagen de la antorcha cayendo, esa estrella fugaz, segua en mi
mente como un recordatorio de la verdad.
Estaba aterrorizado. Casi haba provocado que los dos nos cayramos al vaco, e
incluso que Tarran muriera. As fue aquella vez en que, muerto de miedo, no pude
sacar el arco, ni lanzar la flecha, ni matar al jabal que estaba abatiendo a mi padre.
Tarran puso su mano sobre mi brazo y todos mis msculos se tensaron por el
contacto.
Ahora clmate. Ests de nuevo aqu, sobre suelo firme.
Pero yo no tena miedo de las alturas, ni de caerme. Era an peor, y debi de
notarlo porque su voz son diferente. Debajo de esa seguridad me pareci percibir la
duda y cierto reparo.
Sigamos dije rudamente, y le quit la antorcha.
Asinti con los ojos entrecerrados y se puso en marcha. Yo poda adivinar lo que
pensaba del mismo modo que se percibe el estallido de una tormenta. Se estaba
preguntando si se haba equivocado al contratarme. No me dijo nada de ello, y yo me
mostr fro y rudo; no le pregunt nada y no dej que l lo hiciera. No tena intencin
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de hablar del miedo que l sospechaba.
Y eso fue lo que nos mantuvo callados. Tarran haba pasado veinte aos
aprendiendo a no gritar en sueos, veinte aos esperando hasta que por fin pudo
domear su terror y urdir su venganza.
Haba decidido correr el riesgo y confiar en que no se haba equivocado al
contratarme. Yo, por mi parte, haba pasado diez aos construyendo una
honradamente merecida reputacin detrs de la cual pudiera esconder la nica verdad
que nadie deba descubrir: que mi miedo volvera a matar a alguien que confiara en
m. Si ahora me retractaba, lo hara cubierto de vergenza, como un cobarde al que
los viejos sealan con el dedo, del que las mujeres se compadecen y los nios se
burlan. Un cobarde al que Reatha pudiera rechazar por lstima.
Pero Tarran y yo tenamos razones para seguir adelante.
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Tarran daba vueltas alrededor de la amplia caverna mientras coma; tocaba las
paredes, palpaba los montones de rocas y luego regresaba a las tres columnas.
Habamos encajado una antorcha entre algunas rocas cerca del reflejo del agua de la
fuente, pero incluso as la luz era escasa. Yo estaba sentado al lado de la antorcha
mirando a Tarran, aunque slo vea una sombra oscura.
Yo era escultor de piedra dijo apoyando la mano en una columna reluciente.
Su mirada indicaba que, para l, era como estar tocando un ser vivo.
Con un martillo y un cincel, poda obtener cualquier figura de una roca de este
tamao.
Suavemente, casi con ternura, susurr:
No es magia, pero a m casi me lo pareca.
Se gir y se apart bruscamente de aquello en lo que ahora slo poda soar.
As conoc a Cynara dijo. No toda la roca de buena calidad se encuentra
en Thorbardin. De vez en cuando, sola buscar cerca de las ciudades. Ella era una
nia cuando la vi por primera vez, detrs de la taberna plantando rosales de espinas.
Fui yo quien le construy el banco del jardn como regalo de bodas. Se par y
sonri tristemente. Era el regalo de su primera boda. Cuando ya llevaba algn
tiempo viuda, se iba a volver a casar, pero su prometido muri. Probablemente t
sabes ms que yo de eso, pues eres de El Cuervo. En cualquier caso, Cynara es amiga
ma desde hace mucho tiempo. De qu la conoces t?
Me apart de la luz, cog con las manos un poco de agua helada y me la beb.
Tragaba lentamente, manteniendo el agua en la boca para calentarla. Estaba tan fra
como la nieve, y si tragaba demasiado rpido, poda darme un calambre en el
estmago.
Finalmente, dije:
Era con mi padre con quien se iba a casar esa segunda vez, pero muri en un
accidente de caza.
Los suspiros del dragn se oan a nuestro alrededor, y aunque Tarran percibi la
importancia de mi respuesta, no dio ninguna seal de ello.
Lo siento dijo, incmodo por creer que se estaba inmiscuyendo en el dolor
de otra persona.
Yo tambin.
Tarran se alej de las rocas. Se sent cerca de la antorcha, y la luz se reflej en los
filos de sus cuchillos y provoc destellos en los ojos del rub del broche que colgaba
de su inexistente brazo derecho. Su mirada era insegura, como si no se atreviera a
decir algo, pero aun as lo dijo.
Te sientes mejor? apart su mirada un momento por lo de antes, me
refiero.
Ahora tengo tierra firme bajo mis pies nuevamente contest resuelto.
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Estoy bien.
All sentado, pensativo, sus finos labios fuertemente apretados dibujaban una
lnea delgada. En el canal de piedra, el agua helada corra sobre la roca, murmurando
suavemente.
A ti no te asustan las alturas, verdad, Ryle?
No ms que a ti. Eso era verdad y me re para demostrrselo. Pero tena
miedo de que no me crecieran las alas con suficiente rapidez.
La antorcha despeda chispas, pequeos rayos de luz que sobrevolaban la fuente
en un arco y se perdan en la oscuridad. Tarran me miraba fijamente, sin pestaear,
sin mover sus negros ojos.
Ryle, escucha.
La respiracin del dragn nos llegaba repetida por el eco, como el mar cuando
rompe en la orilla. Tarran se acerc y puso su mano sobre mi pecho. Me miraba de
forma oscura y extraa, como si pudiera saber todo lo que haba en mi corazn slo
con tocarme. Yo quera apartarme, sin embargo me qued quieto, temeroso de parecer
asustado.
Dicen que no le temes a nada, Ryle Espadas, pero seguro que se equivocan;
todo el mundo tiene miedo de algo. Mira en tu interior, Ryle, y busca tu peor temor,
tu miedo ms profundo. Escucha!
Se levant con la cabeza erguida y los ojos tan negros como el abismo. Sus
pupilas se dilataron para adaptarse a la creciente oscuridad.
Garra se alimenta por la noche en el bosque en el que nadie osa adentrarse. Si
tenemos suerte y vamos con mucho cuidado, no lo veremos. Conseguir vengarme, y
saldremos de aqu con las bolsas y los bolsillos llenos de riquezas suficientes para
vivir como reyes.
Pero si nos falla la suerte continu Tarran, y Garra nos ve aunque slo sea
una vez, sabr cmo mirarte y reconocer tu temor ms profundo, el miedo que te
paraliza, y usar ese terror y te matar con l como si fuera una espada que pudiera
partirte en dos.
La antorcha goteaba, despeda chispas en la oscuridad, pequeos rayos de luz en
forma de arco. Luego, oscureci totalmente; la reducida ascua no pudo aguantar
mucho tiempo.
Yo fui el primero al que vio Garra dijo Tarran en un murmullo, y el
primero al que atac. Me hiri y me dej ensangrentado a medio camino entre l y
mis amigos.
Sus palabras eran como pesadas piedras, primero una, luego otra, y yo senta su
peso en mi pecho como si me estuvieran construyendo un tmulo sobre m antes de
tiempo.
Garra me us de cebo, y ellos picaron. Primero, Yarden luego, los dems.
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No pude hacer nada para impedirlo. Estaba entre el dragn y ellos totalmente
indefenso.
La gente no debera hablar de estos temores, y menos en la oscuridad.
Cllate, Tarran exig. No quiero orlo.
Habl con rudeza, como si me dirigiera a un cobarde que me estuviera revelando
su accin ms deleznable. No tena derecho a hablarle as y me odi por el silencio
que causaron mis palabras, pero no pude disculparme, a pesar de que saba que deba
hacerlo. El descubrimiento de sus miedos ms horribles era otra grieta ms en un
dique ya resquebrajado.
Estar asustado no es malo, Ryle. Aqu es mejor que lo ests.
Cerr los ojos y me qued callado.
Bien, slo te dir una cosa: si no sabes cul es tu peor temor, ser mejor que
pases la noche intentando descubrirlo. No creo que quieras que sea Garra quien te lo
muestre.
No le contest ni le dirig la palabra durante el resto de la noche. Por la maana,
Tarran me pregunt si haba dormido bien, y le dije que s. Movi la cabeza pensando
que yo era un loco testarudo. Cuando crea que no le miraba, ech un vistazo hacia el
tnel que conduca al abismo y al camino de curvas, el sendero de vuelta. Pero no
dijo nada de no seguir adelante. Haba ido demasiado lejos y yo tambin.
Durante todo el da estuvimos atravesando cmaras y cuevas, pequeas y grandes,
estrechas y anchas. En todo momento, Tarran recordaba el camino.
Entr por aqu, sal por all sonri amargamente. Eso lo hice ms despacio
que aquello.
Al salir, an conservaba el brazo derecho y llevaba el hueso colgando del
hombro. La carne del brazo haba sido desgarrada por dos zonas y los msculos
quedaban a la vista. Me cont esto y dijo que un hombre nunca debera ver cmo
es su interior. Se haba cubierto y se haba hecho lo que haba podido, pero cuando
consigui salir y lo encontraron, el brazo ya despeda ese hedor gangrenoso. Antes de
que alguien se lo dijera, l ya saba que iba a ser manco para el resto de su vida.
Yo le segua de cerca y nunca tom el camino equivocado, slo se paraba un
momento para decidir la direccin que bamos a seguir. Yo calculaba el tiempo
contando las antorchas, y as supe que habamos andado un da entero cuando
llegamos a un estrecho y bajo tnel, igual que aquel que se alejaba del camino de
curvas a lo largo del borde del precipicio. Este tnel era mucho ms largo que el
primero e igual de bajo. Cuando salimos de l y accedimos a una amplia plataforma,
tena calambres en todos los msculos de la espalda y en los hombros de haber estado
agachado tanto tiempo. El saliente era como una galera que rodeaba una gran sala
real.
Todo el lugar ola a dragn, ese olor rancio propio de los reptiles, la esencia de
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una edad infinita. Tarran empez a respirar de forma agitada, como si estuviera
intentando no ahogarse. Levant la vista hacia el borde luminoso que surga en torno
al agujero del techo. La luna plateada y la roja se vean juntas en un cuadrado de
cielo, vertiendo su luz al interior del tnel a travs de la grieta. Gracias a su claridad,
pude distinguir montones de huesos esparcidos por la galera, costillares de vacas y
caballos. Los huesos ms pequeos eran de ciervos y de alces. Vi un crneo de oso y
lo que deba de ser el esqueleto de un minotauro, con una calavera astada mayor que
la de cualquier toro que jams haba visto. La sangre reseca cubra la plataforma, del
color de la herrumbre; goteaba por el borde y manchaba las paredes de la sala de la
bestia. Aqu era donde Garra traa a sus vctimas nocturnas. Aqu, en esta amplia
repisa, cenaba el dragn. Debajo de nosotros, dieciocho metros ms abajo, se
encontraba la guarida de la bestia, vaca, como Tarran haba dicho. Garran era un
cazador nocturno. Por encima, tan arriba que tena que doblar el cuello para verla, se
abra la salida y la entrada del dragn.
Hay un camino para bajar dijo Tarran quedamente, con voz casi inaudible.
Seal hacia la izquierda y, al levantar la antorcha, pude ver algunos huecos en la
piedra, como escalones.
No son tan regulares como los peldaos dijo el enano. Algunos son ms
largos que otros, pero servirn.
Quin los construy?
Garra. El dragn tiene un sistema para convertir su aliento en cido cuando le
conviene. Lo sabas, no?
Hasta entonces, no.
Y por qu ha construido estos peldaos aqu?
Ya lo vers.
No dijo nada ms y se qued ensimismado, como cuando le vi por primera vez en
el emparrado de rosas de Cynara. Encord mi arco y me lo colgu en el hombro.
Luego, me asegur que tena las flechas con puntas de acero a mano y saqu la
espada de la vaina. Eran armas fuertes y de buena calidad y siempre me haban hecho
sentir seguro. Pero esta vez no era as; todo el pelo se me eriz y sent un picor en los
brazos y en el cuello mientras segua a Tarran Quebracho hacia la guarida del dragn.
Yo pens que haba visto los crneos esparcidos por el suelo antes que Tarran.
Quiz fue as, pero l ya saba que estaban all.
Eran los restos seos de cuatro enanos, a juzgar por su tamao. Las calaveras no
eran de un color blanco puro, pues no haban estado expuestas al sol, al viento y a la
lluvia. Eran de color marrn, viejas y brillantes, y las cuencas de las mandbulas y de
los ojos se apreciaban claramente. Uno de los crneos estaba partido justo por la
mitad, y los otros tres, aunque enteros, estaban rajados.
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Rowson dijo Tarran sealando una de las tres calaveras enteras. Y ah est
Wulf. Oran es el de ms all.
Se acerc y se arrodill al lado del crneo partido, cuyas dos partes se
encontraban algo alejadas del resto. Levant la antorcha. Tarran estaba arrodillado en
el suelo justo en medio de una gran mancha oscura, una extensa lnea de color marrn
herrumbroso. All haba yacido ensangrentado y rogando a sus amigos que huyeran,
aunque stos no lo haban hecho. Todos retaron al dragn para salvarlo, todos
mordieron el cebo y acabaron muertos, y Tarran yaci solo en su propia sangre con
los cuerpos mutilados de sus familiares esparcidos a su alrededor. Sus gemidos
agonizantes poblaban sus pesadillas desde haca veinte aos.
Tarran toc la calavera partida muy suavemente, como si estuviera tocando carne
viva. Ah estaba su hermano, y la mancha del suelo era la sombra de su sangre.
Los mat de una forma horrible dijo Tarran. Se puso de pie y se acerc a m
. Lo hizo de una forma muy cruel.
Mientras hablaba no miraba ni la marca de sangre ni a m, sino que desataba la
correa de sujecin de cada uno de sus cuchillos para asegurarse de que saldran
suavemente de sus fundas cuando los necesitara. Puso el cuchillo largo con el mango
de incrustaciones a mano.
Ests listo, Ryle?
Le contest que s con la boca reseca.
Apaga la antorcha.
Dud, porque me resista a quedarme a oscuras.
Hazlo.
Lo hice, y cuando mis ojos se acostumbraron haba ms luz de la que hubiera
credo. La enorme abertura del techo filtraba la luz de las estrellas y de las lunas hacia
el interior en una columna blanquecina y oblicua. Y entonces, bajo esa luz uniforme,
vi algo ms que sangre y los oscuros crneos de los desafortunados parientes de
Tarran. Vi el tesoro del dragn que se alzaba desde el suelo como una montaa de
arcos iris iluminados por las lunas.
Es un bonito tesoro dijo Tarran en voz baja, piedras preciosas en bruto
procedentes de las montaas de Karthay, torques doradas de Istar, anillos de
Palanthas clices y bandejas de las torres de los magos, de las salas de los
caballeros, de las mesas de los seores elfos de Silvanost.
Mira aquello continu sealando una espada. La hoja cataba picada por la
herrumbre, deslustrada por los aos; el mango era un rub, una piedra maciza tallada
para una mano delgada. Perteneca a una reina de los elfos y se cuenta que la forj
ella misma hace tanto tiempo que en la actualidad su pueblo casi no recuerda ni su
nombre. Todo esto lo ha robado Garra para esconder la cosa que le es ms preciada.
En un susurro, como si estuviera rezando, pregunt:
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Qu podra ser ms preciado que este tesoro para la bestia?
Yo lo vi contest mirndome de reojo. Ahora pareca ensimismado, como si
estuviera reviviendo un mal sueo. Cuando estaba ah en el suelo como cebo, vi lo
que la bestia custodiaba, lo que siempre intent esconder con cada movimiento de sus
alas.
Recorrimos todo el contorno de la mancha de sangre que se extenda alrededor de
las calaveras. A la luz de las lunas, Tarran estaba plido. Pasamos por montones de
topacios sin tallar; era como si caminramos a travs de fuego helado. Oculto tras el
montculo, detrs del tesoro, encontramos otro crneo. Era de un dragn, y destacaba
entre todas las piezas que formaban parte del tesoro de Garra.
De un tamao mayor que yo, este crneo, como los otros, estaba oscurecido por
los aos. Los colmillos estaban cubiertos de oro, las cuencas de los ojos embellecidas
con plata y tapadas con un rub grande, como mis dos puos juntos. Se distinguan
tambin siete espinas seas que deban de haber sido el inicio de una cresta que
recorra toda la espalda del dragn. Estaban cubiertas por fundas de plata y adornadas
con unas redes de delgados hilos dorados de los que pendan diamantes y zafiros de
un azul intenso.
Toqu una de las redes, y las joyas chocaron suavemente entre s y produjeron un
delicado tintineo.
Tarran, qu es esto?
Suspir y emiti un dbil gemido.
Esto es lo que el avaro pretende esconder. Crees que alguien mirara detrs de
esa montaa de baratijas, eh?
Ese esqueleto, cubierto de oro, plata y piedras preciosas, era el tesoro de Garra.
Tarran lo haba visto. Cuando sus parientes murieron asesinados uno a uno. Tarran
apreci la forma de su venganza detrs de la masa brillante del tesoro robado.
Avanz un poco, como si quisiera tocar el crneo, pero no lleg hasta l ni lo
toc. Dej caer la mano apenas levantada.
Por eso la bestia construy los peldaos en su guarida dijo. Algn maestro
joyero, o ms de uno, tuvo que entrar para hacer este trabajo. Es una obra propia de
enanos. Garra debi de hacer un trato con alguien de Thorbardin hace mucho tiempo.
Levant su cuchillo largo, y lo mir como si fuera la primera vez que lo vea. Lo
movi hacia uno y otro lado, y las incrustaciones del mango y el acero azulado
brillaron a la luz de las lunas. Luego, de repente, invirti la empuadura, y utiliz el
cuchillo como un reluciente martillo. Gimiendo, con un dolor que le atenazaba el
alma, golpe el crneo del dragn. A causa del golpe, que sin duda era un primer
arranque de venganza, uno de los espinazos cubiertos de plata se desprendi de la
cresta sea y cay a mis pies. Una red dorada de zafiros cruji, se desliz y aterriz
en el suelo con un gran estruendo. Me acerqu a cogerla, y Tarran se gir hacia m
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con ojos furibundos.
No hasta que haya pulverizado este maldito crneo! Rompi otro espinazo y lo
desprendi de la cresta mientras gritaba una maldicin; era el grito, tanto tiempo
anhelado, para liberarse de un viejo dolor. Arranc un rub de una de las cuencas de
los ojos, y su lamento son como los gritos de un soldado sediento de sangre
saqueando la guarida del enemigo.
sta no era mi venganza; yo no tena que causar todos esos destrozos. Me apart,
tenso e incmodo, y me coloqu bajo la luz de las lunas para cumplir la tarea para la
que haba sido contratado: custodiar la consumacin de la venganza. Con los ojos
fijos en la gran abertura del techo, pas por delante de la montaa de tesoros y me
dirig al centro de la guarida, dando un amplio rodeo a la zona por la que estaban
esparcidas las calaveras de los amigos de Tarran, y esquivando la vieja mancha de
sangre que cubra el suelo de piedra.
Tarran arranc un diente del crneo del dragn con un puntapi. Sus gritos eran
como sollozos. No me gir para verlo. La venganza es algo privado y, si un hombre
quiere llorar por ello, tiene derecho a hacerlo en la intimidad.
Recorr toda la guarida, observando el cielo y por tanto sin mirar al suelo, y
tropec Con algo. Retroced pensando que era una vieja reliquia sea de algn muerto
desafortunado, pero vi que no era as. En la oscuridad, no poda distinguir de qu se
trataba y, con el pie, lo lanc hacia el centro de la guarida, a la luz de las dos lunas.
Era un fragmento de una cscara de huevo vieja y correosa. Es posible que en la
guarida viviera alguna vez una hembra de dragn. Con un escalofro, me gir y vi a
Tarran arrancando otro diente del crneo que algn maestro joyero haba adornado
con joyas y oro como si de una reina se tratara.
En el exterior, el viento gema como un lamento; su sonido me estremeci todo el
cuerpo. Tarran pareca no darse cuenta de nada y arranc otro diente del crneo del
dragn. El gemido del viento aument de repente, y me eriz el pelo de la nuca y el
de los brazos.
Tarran!
Una sombra, un gran charco oscuro, avanzaba rpidamente por el suelo. Y
entonces vi al dragn, el perfil de la bestia encuadrado por la abertura. Mostraba sus
inmensas alas y su cuerpo de color cobre brillaba en un gran destello rojo a travs de
la oscuridad, como una estrella cada del cielo.
Tarran!
La guarida se impregn de un fuerte hedor a sangre y se llen con el sonido del
crujir de huesos de dos cuerpos pesados que cayeron sobre la repisa de piedra, un alce
y una vaca. Era la cena. Agarr a Tarran por el brazo y, de un tirn, lo apart del
esqueleto.
Vmonos! No vale la pena morir por esto!
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Con una expresin salvaje en sus oscuros ojos, intent desembarazarse de m que
le coga de su nico brazo con fuerza, pero como era manco, no pudo impedir que le
arrastrara fuera de all.
No llegamos muy lejos, slo detrs del crneo cubierto de joyas. All, me
arrodill y le arrastr hacia m. La preciosa reliquia familiar de Garra quedaba ahora
entre nosotros y la bestia. Para asegurarme, agarr a Tarran con fuerza y le tap la
boca y la nariz con la mano. Casi no poda respirar, y por eso tuvo que calmarse.
Cuando me pareci que se haba recuperado de la rabia que le cegaba, retir la mano,
seal hacia arriba y, con el dedo sobre los labios, le indiqu que guardara silencio.
Lo nico que esperaba era que el odo de Garra no fuera demasiado fino y no pudiera
captar los fuertes latidos de mi corazn.
Omos a la bestia mientras coma, omos cmo arrancaba9 la carne y el crujido de
los huesos; omos cmo el Dragn de Cobre lama la sangre caliente antes de que
resbalara por los bordes de la repisa. Me tap la cara con los brazos para evitar el
hedor, para no vomitar.
Mientras Garra coma entre gruidos como un glotn ante un festn, Tarran se
acerc a m y, con gestos, me indic que el dragn se marchara a beber agua en
cuanto hubiera terminado. Me dispuse a esperar. Las manos me temblaban tanto que
tuve que apretarlas con fuerza para resistir el miedo.
De repente, se hizo el silencio y pude or cmo goteaba la sangre al caer por el
borde de la repisa hacia el suelo de la guarida. Entonces, Garra, ya saciado, se
incorpor sobre sus inmensas patas traseras gimiendo de placer. La luz de las lunas se
reflejaba en los colmillos manchados de sangre y en las garras se distinguan an
trozos de carne colgando. La luz se deslizaba por el cuello de la bestia coronado por
una cresta, centelleaba entre las pas y giraba en torno a las cobrizas escamas. Garra
extendi sus alas, correosas y grandes, y luego, de repente, las impuls hacia abajo y
dio un salto.
La corriente de aire que provoc al marcharse esparci el hedor de los despojos,
de la sangre, de los huesos y del contenido, an sin digerir, del estmago de los dos
animales.
Tarran y yo salimos a gatas de detrs del crneo de dragn y corrimos hacia la
escalera, todava cubierta de sangre, hacia la salida. Pasamos a toda prisa por delante
del tesoro y ni siquiera le echamos un vistazo, como si fueran los restos de un montn
de grava.
Garra debi de percibir alguna cosa extraa mientras sobrevolaba la guarida, y se
gir. Quiz fue un destello de luz estelar en mi espada o el brillo repentino de la luz
de las lunas sobre el cuchillo de Tarran, o nuestras sombras. El dragn rugi y se
situ sobre la abertura, tapando la luz.
El cido caa como si fuera lluvia; eran las babas mortales del dragn que caan
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sobre la piedra. Todo empez a fundirse: los anillos y pulseras doradas, un cliz de
plata, la hoja oxidada de la espada de rubes de la reina de los elfos. Una gota de
cido cay sobre mi espada y solt el arma justo a tiempo para que no me salpicara en
la mano. Garra rugi de nuevo y entonces no o un sonido bronco, sino una palabra
iracunda.
Ladrn!
El sonido estremeci toda la caverna y retumb en mis propios huesos mientras
yo intentaba colocar, con manos temblorosas y pegajosas, una flecha en la cuerda del
arco. Entonces, el dragn vio lo que realmente habamos hecho y, aullando, arremeti
contra Tarran.
Profanador!
Los instintos que con tanto esmero haba procurado afinar, tomaron el control y
yo slo fui el instrumento de una fra determinacin. Me gir, respir, y lanc una
flecha de acero, pero fall el tiro. No alcanc el ojo de la bestia por un palmo y el
cuadrillo se clav bajo una escama. Maldiciendo, Tarran lanz un pual, y la hoja
toc a la bestia en una zona sin escamas, justo por debajo de su ojo izquierdo.
Te voy a dejar ciego, bastardo! grit Tarran, y lanz otro pual en el mismo
momento en que yo disparaba otra flecha.
Pero nuestro blanco ya no estaba all. Tomando impulso con las correosas alas,
Garra vol hacia la abertura del techo.
El dragn se haba marchado y yo no haba desfallecido cuando se me necesitaba,
por ello di las gracias a gritos al dios que me estuviera escuchando.
Demasiado pronto dijo Tarran. Slo est cogiendo impulso para
abalanzarse de nuevo. Vmonos!
Su advertencia fue como un estmulo. Nos olvidamos de la gratitud y de todo lo
que no tuviera que ver con la supervivencia y corrimos hacia la escalera, pasando a
toda prisa por los agujeros provocados por el cido que todava resbalaba en los
bordes. Sin embargo, en mi interior, una voz alegre celebraba la victoria con regocijo:
No he desfallecido, no me he quedado paralizado por el miedo.
La guarida qued completamente a oscuras cuando el dragn se interpuso entre
nosotros y la luz de las lunas, pero la escalera estaba justo a nuestro alcance.
Pero, de repente, me di cuenta de que ya no corramos los dos, sino que slo yo
suba a tientas hacia los primeros peldaos. Tarran resbal en la sangre, se tambale y
cay justo cuando la bestia furiosa se abalanzaba de nuevo.
Me gir en la escalera, coloqu la flecha en el arco y la lanc directamente a las
mandbulas abiertas de la bestia. En ese mismo instante, Tarran se incorpor sobre las
rodillas emitiendo gemidos de dolor y maldiciendo su impotencia. Lanz el cuchillo
con el mango de incrustaciones y perfor la lengua del animal.
Garra sangraba y gritaba de rabia y de dolor. Se apart y se impuls de nuevo
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hacia arriba para salir de la guarida, Tarran intent levantarse, pero se volvi a caer.
Tena un tobillo roto.
Vete! gimi. Su rostro estaba plido a la luz de las lunas y sus ojos brillaban
oscuros como el azabache. El terror dibujaba unas arrugas profundas en su cara.
Ahora, Ryle, vete!
No iba a hacerlo, as que di un paso hacia l, bajando el peldao cubierto de
sangre. Luego me par; el sudor me resbalaba por la espalda, fro como el terror.
Algo me toc. No era una mano en el hombro ni un soplo de brisa; no era nada
parecido. Era la cabeza del dragn, que en ese momento se inclinaba por el borde de
la abertura del techo de la guarida y miraba hacia abajo como un enorme buitre.
Garra agit las alas y provoc un viento tan fuerte que me arroj contra la pared
rocosa y me inmoviliz all. La bestia me miraba, miraba a esa cosa indefensa, un
ladrn intil, un infeliz con dos piernas. Su miraba clavada en m era como si algo
fro, duro y afilado penetrara en lo ms profundo de mi ser, donde se aloja el corazn
y todas las cosas que s y recuerdo, que espero y temo. En aquel momento, all de
pie, estaba ms desprotegido que los viejos y oscuros huesos esparcidos por la
guarida del dragn, y la bestia segua cernindose en el borde de la abertura con la luz
de las Lunas reflejada en las garras y en los dientes.
No vas a ayudar a tu amigo, Ryle?
Tarran gimi. Los dos sabamos que l volva a ser el cebo.
Tienes miedo? Tienes miedo de no ser lo bastante rpido? O
suficientemente valiente? Ests paralizado, Ryle Espadas?
El estmago se me revolva debido al miedo que me provocaba mi acusador. Las
manos me temblaban tanto que se poda or el golpeteo de la flecha que intentaba
colocar en el arco.
Te voy a dar la oportunidad que no tuviste el valor de aprovechar para tu
padre. Garra se rio mientras entreteja dos pesadillas en una sola. Corre a buscar
al enano, Ryle Espadas, yo cuento.
Ryle! No lo hagas! grit Tarran, el cebo. No lo hagas!
Intent de nuevo colocar la flecha y me hice un corte en la mano con la punta de
acero. La sangre me corri por el brazo. Haba disparado una flecha a la boca de la
bestia y otra cerca del ojo. Ya estaba herida, pero ni mucho menos de muerte; esta
intil flecha no poda daarla.
El hombre de hoy no es mucho ms valiente que aquel chico, verdad? El
jabal mat a tu padre mientras estabas all temblando, Ryle Espadas. Despus de
todos estos aos, las cosas no han cambiado tanto sise Garra con una voz glida.
En los brillantes ojos de Tarran, en su palidez casi transparente, pude distinguir
una comprensin repentina y una gran desesperacin.
El dragn solt una fuerte carcajada, pues poda ver el interior de los dos
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corazones.
Tarran Quebracho! Viejo amigo! Crees que dir que esta ltima cobarda
tambin fue un accidente de caza?
Tarran consigui apoyar una rodilla en el suelo e intent levantarse con la pierna
sana. No pudo, y sigui arrastrndose con el codo y la rodilla una y otra vez en un
proceso angustioso. Cuando volvi a caer, no haba podido recorrer ni un metro.
Ese dragn tena el alma fra como la de un gato; le gustaba jugar con su presa.
Mientras se rea, extendi sus alas moviendo el aire. El hedor de su banquete
impregnaba la estancia de un olor a muerte. Las sombras se cernan sobre los huesos
esparcidos por el lugar eran los suyos, y la sangra que cubra el suelo, incluso los
gemidos de Tarran mientras intentaba alcanzar la escalera.
El sudor, o las lgrimas, me surcaban el rostro. Pareca sangre. Iba a volver a
suceder. Tarran iba a morir igual que mi padre haba muerto, asesinado por mi miedo.
O, como les ocurri a los amigos de Tarran, yo iba a morir mordiendo el cebo que el
dragn me ofreca, la posibilidad de salvar la vida de Tarran.
Eres dbil, Ryle. Siempre lo has sido la voz de Garra era sepulcral, como la
de un fantasma. Dbil, intil, incluso aunque hubieras visto el jabal a tiempo.
Ninguna flecha de tu arco lo hubiera detenido. Intil!
Lo era totalmente, entonces y ahora, y mis flechas insignificantes, las afiladas
puntas de acero no iban a herir a Garra, y en cambio l poda agarrar a Tarran y
aplastarlo hasta matarlo antes de que yo pudiera alcanzarlo. No haba forma de ganar
este juego cruel, igual que no hubo forma de detener al jabal quince aos atrs.
El miedo se me pas de repente. Las sombras volvan a ser slo sombras, y ya no
se me apareca ningn fantasma. El perdn, aunque doloroso, es as de rpido y
definitivo.
Me gir para cambiar el objetivo. Garra dej de rerse. En el silencio, o la
fatigada respiracin de Tarran. Apunt la flecha, certera, directa y mortal, hacia el
crneo de dragn que brillaba envuelto en su aparatosa capa de joyas y piedras
preciosas. Rpidamente, me lleg el involuntario pensamiento de la bestia.
Mi querida Llamarada!
As se llamaba su pareja, la hembra de Cobre que antao brillaba como una
llamarada, como un relmpago y un destello deslumbrante, y que, a la luz de las
lunas, era como una hoguera dorada. Si mi flecha iba bien dirigida al blanco,
alcanzara la frgil reliquia y la convertira en un montn de piedras preciosas y
astillas de huesos. Garra lo saba, y yo tambin.
Tarran dije, como si fuera un soldado dando una orden, ven aqu.
Se arrastr de nuevo sobre el codo y la rodilla y me pareci que transcurra una
eternidad hasta que lleg a tocar el primer peldao con la mano. Garra rugi con un
gran estruendo. Gruesas gotas de cido se desparramaron por la guarida. Pero ahora
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se trataba ya de una amenaza hueca, un gesto intil. Si la baba corrosiva llegaba a
salpicar a Tarran, yo lanzara mi flecha. Garra lo saba, y esa certeza era un grillete
de hierro que le impeda moverse mientras miraba cmo Tarran ascenda con
dificultad por los peldaos cubiertos de sangre, ayudndose con la mano, arrastrando
una pierna, y empapado en sudor como si estuviera bajo una tormenta.
Cuando Tarran me alcanz en la escalera, ya no pude seguir observndole, slo le
oa. Sub detrs de l de peldao en peldao. No apart los ojos del crneo del dragn
en ningn momento, y aquella reliquia cubierta de joyas era como un imn que
mantena mi flecha apuntndola. Tarran lleg a la cornisa, aquella galera redonda
repleta de sangre, huesos y desechos y, finalmente, penetr en la oscuridad de la
abertura. Su ltimo gemido me indic que haba llegado todo lo lejos que poda por s
solo.
Garra tambin lo adivin, y se gir serpenteando su largo cuello hacia la galera y
la abertura en la que Tarran yaca.
Justo cuando la bestia estaba empezando a rerse, lanc mi flecha, que cruz la
galera con un silbido. La luz de las lunas centelle en la punta de acero. El crneo
cubierto de joyas, los restos de su adorada Llamarada, se resquebrajaron como el
hielo y los fragmentos volaron por todas partes.
Garra gritaba como si se estuviera muriendo, y yo me agach y cog a Tarran
entre mis brazos. Slo le o pronunciar un dbil gemido como cuando uno despierta
de una pesadilla. Quizs era yo quien despertaba.
La bestia no nos persigui por las cavernas, pero el aullido de su dolor, la
venganza de Tarran, no nos abandon en todo el camino.
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interior.
Y lo hice una maana en un tranquilo estanque mientras la niebla se estaba
levantando, pero me vi ms o menos como siempre, quiz con la cara un poco ms
delgada, pero ms o menos igual.
Sin embargo, Tarran tena razn cuando dijo que yo no era el mismo de antes.
Cuando llegamos al ro Rabia Blanca era Reatha quien manejaba el transbordador.
Salud a Tarran con seriedad, pero cuando me vio se le ilumin el rostro. Me
pregunt si estaba bien. Y yo, tranquilamente, le conteste que s. A la luz dorada del
atardecer, sonri, porque reconoci la verdad cuando la vio, y me crey.
Nos casamos poco despus en el emparrado de rosas. Tarran estuvo a mi lado, y
Cynara al lado de Reatha. No hubo joya alguna para embellecer a la novia, excepto
un delgado anillo de oro para su dedo. Y tampoco hubo ningn fantasma que se
interpusiera entre nosotros.
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Presas fciles
[Douglas Niles]
Los tenemos: el ro les queda detrs; mucho mejor para matarlos gru
Chaltiford rebosante de emocin.
Es estpido cabalgar por ah coincidi Delmarkiam Gran Cuchillo, jefe de la
tribu de Chaltiford.
Los dos ogros se encontraban en un terrapln cubierto de hierba que dominaba el
valle del ro. Una hilera de jinetes ataviados con armaduras, Caballeros de Solamnia,
patrullaba por la ribera cercana, movindose a un ritmo constante corriente abajo. Si,
como se rumoreaba, el vasto ejrcito de Huma y sus dragones estaban en algn lugar
lejano hacia el norte, este destacamento, ms de tres veintenas de caballeros, corra
realmente un grave peligro.
Aunque todos los jefes de la batalla haban avanzado hacia el borde del
promontorio, hasta el momento no los haban visto. Los hombres de Chaltiford, una
tropa de seis docenas de guerreros, se desplazaron hacia abajo para ocultarse, al igual
que otras numerosas compaas de humanoides grandes y rudos. Como jefe de una
tribu pequea, Delmarkiam estaba al mando de un grupo de habitantes de su pueblo y
algunos parientes.
Llegarn demasiado lejos advirti Chaltiford.
En efecto, la compaa de Chaltiford tena que atacar con rapidez o los jinetes
humanos pronto estaran fuera de su alcance.
A la carga! grit Delmarkiam, muy parco cuando daba rdenes.
Otros veinte jefes emprendieron aproximadamente la misma accin, y un rugido
largo y ensordecedor retumb desde las alturas hasta la ribera del ro. En ese
momento, los caballeros miraron hacia arriba e inmediatamente hicieron girar a sus
caballos en direccin a la amenaza que les sobrevena. Chaltiford imagin el miedo
que deban de sentir al ver a miles de ogros atacndolos violentamente, y ese simple
pensamiento le provoc un escalofro de placer.
Los doce clanes de ogros, todos unidos bajo el estandarte de la Reina de la
Oscuridad, avanzaban acosando a sus enemigos.
Durante breves instantes, el tiempo que tardaron en cargar ochocientos metros,
Chalt sabore uno de los episodios ms gloriosos de su larga y violenta vida. Los
rudos y sanguinarios guerreros, cargando en lnea frontal, hacan retumbar todo el
suelo bajo su pavorosa embestida.
Delante de ellos, la pequea compaa de caballeros en sus pesadas armaduras
formaron un crculo cerrado con los caballos, pero aun as no podan proteger sus
flancos. Adems el ro a sus espaldas, demasiado profundo para vadearlo, bloqueaba
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la retirada.
Un gran semental se encabrit ante Chaltiford, pero l lo golpe con la porra y le
rompi la pata. El jinete se abalanz con la espada sobre la mano del ogro y le roz la
mueca, pero Delmarkiam Gran Cuchillo interpuso su espada, cuya punta era de
piedra, entre Chaltiford y el caballero.
El humano, herido en el vientre, gru, y Chaltiford levant de nuevo la porra y
abati al desgraciado hacindole caer del caballo. Unos ocho o diez ogros se
agolparon con impaciencia alrededor del cado para asestar los ltimos golpes
mientras Delmarkiam, en un arrebato final, raj la garganta del caballo.
Chaltiford profiri un aullido de triunfo levantando su porra ensangrentada. A su
lado, el jefe de su banda, el ogro lugarteniente, se enfrasc con violencia en el
combate y empez a perseguir a su prxima vctima.
Sin embargo, los caballeros resistan con una disciplina sorprendente y una
ferocidad impresionante. Tras el primer ataque, reunieron a sus caballos y formaron
un grupo compacto. Los ogros seguan atacando denodadamente, pero no conseguan
acercarse lo suficiente para abatir los insolentes humanos de sus monturas.
Los caballeros emprendieron toda una racha de contraataques y lograron
mantener a sus brutales enemigos en guardia. Chaltiford admiraba su valor a pesar de
que ansiaba su sangre, pero su porra segua anhelando ms muertes. Aullando por la
frustracin, se lanz contra el muro de caballos, pero el dolor de las magulladuras
producido por las coces con los cascos herrados le hicieron caer.
Al final, los brutales ogros, ms numerosos, rodearon completamente al pequeo
grupo de jinetes. Las hachas y los martillos resonaban contra las espadas y los
escudos, y el campo de batalla retumbaba con el fragor y el caos de una cruda batalla.
Los gritos de los hombres, de los ogros y de los caballos se confundan en un
estruendo de dolor y rabia.
A pesar de todo, menos de la mitad de los humanos haba sido abatida de sus
monturas, cuando Chaltiford dirigi su mirada hacia el cielo, inspirado por una
premonicin.
La muerte, en forma de brillantes colores metlicos, se abalanzaba sobre l. Los
dragones de Huma haban llegado y se precipitaban desde el cielo en una reluciente
embestida, Oro y Plata, Latn y Bronce, todos conducidos por jinetes, muchos de los
cuales empuaban las lanzas mortales que haban cambiado el rumbo de la batalla de
forma tan decisiva.
Todo el ejrcito de ogros se acobard al ver a los enormes reptiles. Muchos de
aquellos inmensos humanoides cayeron de bruces al suelo, arrastrndose
patticamente, demasiado aterrorizados para intentar enfrentarse a los grandes
animales alados.
Los caballeros que an resistan en sus monturas recuperaron las fuerzas y
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arremetieron con una carga inesperada. Chaltiford levant la porra y, por suerte,
desvo un golpe que le habra destrozado la cara.
Delmarkiam lanz una estocada a uno de los caballos, aunque slo consigui
cortar el aire. De repente, pareca que los caballeros haban conseguido romper el
cerco de ogros.
Los dragones descargaban toda su furia sobre los ogros, que se daban a la fuga.
Los compaeros de Chaltiford sangraban por los cortes producidos por las garras y
los colmillos; otros agonizaban bajo las llamaradas del aliento de los dragones y las
babas de cido custico. Durante unos minutos frenticos, la propia vida de
Chaltiford se convirti en una sucesin aterradora de encuentros con la muerte casi
fatales.
Vio cmo Delmarkiam era arrastrado por el suelo y aplastado por unas potentes
garras. El ogro, herido de muerte llamaba a gritos a su amigo, pero Chalt escap
corriendo, aterrorizado por la cercana de los dragones.
Otros reptiles alados surcaron el cielo, cubriendo completamente el sol.
Chaltiford, temblando de miedo, se abalanz sobre la tierra hmeda y hundi su
rostro en el barro, mientras un inmenso Dragn Dorado haca jirones con sus garras a
los ogros que haba a su alrededor. Cuando hua arrastrndose desesperadamente,
unas mandbulas le arrancaron casi por completo una oreja de un chasquido.
El ogro corri precipitadamente hacia unos arbustos para protegerse del estallido
sobre su cabeza de la llama abrasadora del aliento de un dragn, a una altura que no
pona en peligro su vida, pero que levant ampollas en su espalda y redujo a cenizas
la larga coleta atada en la nuca.
Al dejar la batalla, Chaltiford se levant y corri a refugiarse en un bosque
cercano. Sin embargo, tampoco entonces estaba completamente a salvo, ya que un
intrpido caballero galopaba tras l montado en un gran corcel. A duras penas, el ogro
consigui llegar a las primeras ramas y esconderse entre un matorral de espinos, pero
la lanza del caballero iba pinchndole y azuzndole muy de cerca. Las espinas de las
ramas le rasgaron la carne magullada y quemada, y el dolor le provoc ms miedo y
se lanz a una huida ms desesperada.
Pas varias horas corriendo aterrorizado, jadeante, y hasta entonces no se atrevi
a reducir el paso y caminar a trompicones. Mientras andaba ciegamente, la tormenta
de emociones que sufra en su interior atenuaba la sensacin de cansancio.
Chaltiford estaba herido, furioso, vencido, humillado, frustrado una letana
cruda y depresiva. Y aun as no poda olvidar que, al menos, estaba vivo!
Maldigo cien veces a los Caballeros de Solamnia! gru en voz alta como si
esperara que los rboles de los mrgenes del camino pudieran encogerse de miedo
ante la fiereza de su voz.
Despus de todo, hubo un tiempo en que aqu, en las montaas Kharolis, el
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rugido de un ogro era un sonido temido y respetado. Desde luego, esto era en los
tiempos anteriores a los caballeros, a los dragones de colores metlicos y a las
malditas lanzas, pens Chaltiford tristemente.
Por qu haban tenido que enfrentarse a un enemigo tan capaz?, se repeta una y
otra vez, dicindose a s mismo que la guerra de la Reina de la Oscuridad se haba
convertido en una inmensa prdida de tiempo y de sangre. Ogros contra caballeros y
dragones? Demasiados ogros estaban muriendo.
Lo que necesitaba era alguna presa fcil, decidi Chaltiford. Era un ogro grande y
fuerte y debera ser capaz de encontrar algo pequeo y dbil, como en los viejos
tiempos, y abatirlo sin dificultad. A partir de ahora, eso es lo que iba a hacer. Estaba
harto de guerras, campaas y batallas contra reptiles voladores que rugan llamaradas
de fuego!
Sigui su larga y penosa caminata durante varios das. Sus pasos le condujeron
hasta el interior de las montaas Kharolis, no por ninguna razn en particular, sino
porque sus instintos, trastornados por el miedo, le indicaban que las alturas
escarpadas le protegeran de los humanos repugnantes y de sus despreciables aliados,
los dragones de colores metlicos.
Por otro lado, la amenaza de los enanos siempre estaba presente en las montaas.
Chaltiford conoca a los enanos, haba matado a muchos de los bajitos y barbudos
guerreros y los detestaba casi tanto como a los solmnicos. Pero saba que Thorbardin
estaba bastante lejos, hacia el sur, y en esta cordillera quedaban pocos enanos. Por el
momento, Chaltiford prefera correr el riesgo de toparse con los enanos antes que
afrontar la certeza de que los dragones y los caballeros gobernaban las Llanuras de
Solamnia.
El ogro jefe suba con dificultad por un valle rocoso y rido cuando vio algo que
le hizo detener su marcha. Al principio, temi que todas sus maniobras evasivas
hubieran sido en vano. La luz del sol, que iluminaba sesgadamente la sierra oriental,
se reflejaba en una superficie brillante delante de l, una piel de escamas onduladas,
tan relucientes como una moneda de oro puro.
Un dragn! El cuerpo inmenso y serpentino estaba tumbado sobre la ladera de
una montaa slo a ochocientos metros de distancia. El alado animal reposaba en la
base de una escarpada pendiente, y al menos hasta entonces, no se haba percatado de
la presencia de Chaltiford.
Al ogro le empezaron a temblar las rodillas y cay al suelo con un dbil gemido.
Con los ojos muy abiertos, miraba embobado al inmenso reptil dorado al que odiaba
y tema ms que a cualquier otra cosa. La criatura yaca, aparentemente tomando el
sol, en la base de una agrupacin rocosa spera y muy escarpada. La pendiente que se
alzaba ante el dragn tena una extensin de varios cientos de metros y terminaba en
uno de los picos ms altos de esta parte de la cordillera Kharolis.
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Aunque el dragn no se haba movido, el ogro no estaba seguro de si le haba
visto. Luego, cuando su miedo fue disipndose lentamente, Chaltiford se percat de
algo. Por la postura y la actitud del dragn, se dijo Chaltiford con un entusiasmo
creciente, nada pareca indicar que estuvieran vivos.
Los prpados del ogro se entornaron sobre sus perversos ojos, parecidos a los de
un cerdo, y una mirada astuta sustituy al poderoso terror que haba desfigurado su
rostro momentos antes. Chaltiford se levant y corri hacia unas piedras cercanas.
Las rocas sobresalan del suelo formando un montculo de una altura suficiente para
ocultarle del dragn. Desde detrs de la roca, se dedic a observar a la inmvil
criatura.
All Chaltiford estaba a salvo. Fue entonces cuando distingui una herida abierta
en el cuello de la criatura, cuya ala yaca extendida a un lado de una forma muy
extraa, dislocada de su posicin normal.
El ogro estudi con sagacidad a su ancestral enemigo.
Chaltiford segua estremecindose de repulsin, aunque la difcil situacin del
dragn le provocaba cierto placer. La criatura deba de haber sido verdaderamente
pavorosa cuando estaba viva, pues su cuerpo era de proporciones descomunales.
Cuntos tesoros poda acumular un animal como ste durante toda su vida?
Seguramente, una cantidad inimaginable!
Justo despus de que esta idea se le pasara por la cabeza, se le ocurri otra
inmediatamente, con una rapidez inusual: cualquiera que fuera la cantidad de tesoros
que el dragn haba acumulado, en esos momentos nadie los custodiaba.
La criatura poda haber ido a morir all despus de volar una distancia ilimitada.
Pero, por la gravedad de sus heridas, Chaltiford dedujo que el dragn no habra
podido viajar durante mucho tiempo en ese dbil estado. No, el reptil dorado deba de
rondar por las cercanas cuando el destino inexorable lo abati.
Chalt decidi acercarse un poco. Temblaba, pues, incluso muerto, el monstruo
segua siendo inmenso y horrible. Avanzaba a gatas, ya que era lo nico que el ogro
poda hacer para obligar a sus dbiles piernas a moverse. Sin embargo, a medida que
Chaltiford se adelantaba en su precavida aproximacin y no perciba ninguna seal de
movimiento en las doradas escamas, empez a dominar su miedo.
Cuando el ogro lleg al descomunal cuerpo, casi se pavone, sac el pecho y
balance confiado la porra sobre su hombro. Se encaram sobre un miembro inmenso
e inerte y pens incluso en asestarle una patada de desdn, pero se content con
escupirle.
Los ojos inyectados en sangre del ogro brillaban mientras inspeccionaba el
cadver del espantoso enemigo de su tribu. Vio que una de las alas del dragn estaba
plegada y marcada por cicatrices, como si hubiera sufrido una grave herida mucho
tiempo atrs. Chaltiford dedujo que, aunque la herida haba sanado, el dragn no
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haba podido volver a volar.
El animal presentaba otras heridas mucho ms recientes, y el ogro pens que sas
tenan que haber sido las causantes de la muerte. Aunque no era un maestro de la
lgica, Chaltiford haba visto suficiente carne mutilada y muerta o cuerpos
agonizantes para comprender la naturaleza de la herida mortal. Un largo corte
cruzaba el cuello del dragn, y el ogro supo que sa era la herida mortal. Pero el
animal dorado no haba sucumbido a un arma, pues ni una Dragonlance producira
una herida tan ancha y profunda.
Instintivamente, el ogro dirigi su mirada hacia un lado para examinar la
escarpada pared rocosa que se elevaba hacia el cielo y terminaba en un pico alto
cubierto de nieve. En la mitad del risco distingui una protuberancia de piedras. Unas
manchas de color marrn oscuro mezcladas con restos de escamas doradas
desdibujaban la superficie del afloramiento y confirmaban la sospecha de Chaltiford:
el dragn, ya debilitado, se haba venido abajo y se haba roto el cuello en la cada.:
Pero por qu estaba el dragn all solo cuando tantos miembros de su especie
libraban batallas en las llanuras? Desde luego, con el ala herida, el reptil no hubiera
servido de mucho en las grandes formaciones voladoras, pero entonces, por qu
intent ascender un pico tan alto y empinado? Las ideas bullan en la apresurada
mente de Chaltiford.
Un ruido de piedras capt la atencin del ogro, que se dio la vuelta, levant su
porra y mir furtivamente hacia la ladera de la montaa. Varias piedras salieron
rodando de debajo de la cola del reptil muerto.
Chaltiford corri hacia adelante con la porra en alto. Se agach para investigar, y
escudri el interior de un agujero oscuro que quedaba oculto por la cola del dragn
junto a unas rocas.
Dos ojos dorados le miraban con un brillo inocente. El dragn que vio era una
miniatura de su madre, y su tamao, de apenas sesenta centmetros de longitud, no le
confera ningn rasgo de la majestuosidad aterradora del animal adulto. Adems, sus
alas eran diminutas y an no las poda utilizar. La pequea criatura dio un paso hacia
adelant. Cuando la pequea cabecita emergi de entre las sombras, Chaltiford dio un
golpe seco con la porra y aplast el crneo de un mazazo.
Luego, se qued paralizado; la excitacin le corra por las venas. Por qu estaba
esa cra de dragn all? La respuesta era obvia: en algn lugar cercano estaba la
guarida del dragn.
Vio algunas hendiduras prximas a la punta del risco; seguramente, las haba
hecho el dragn con las garras al rascar desesperadamente cuando perdi el equilibrio
y se cay. Por encima de las marcas de las garras, distingui, con cruel regocijo, el
perfil sombro de la entrada de una cueva: haba encontrado la guarida del dragn.
Estremecindose de contento, Chaltiford estudi la empinada montaa. A su
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izquierda y a su derecha se alzaban otras laderas rocosas ms suaves. Tambin eran
muy escarpadas, pero el ogro, familiarizado con el terreno montaoso, saba que
poda escalar por ambos lados. Evidentemente, la cra haba descendido por la ladera
ms sencilla, ya que no poda volar.
La certeza de que encima de l se situaba la guarida del dragn le produjo una
fuerte excitacin. Un reptil enorme como se tena que haber custodiado un tesoro
verdaderamente espectacular.
Estaba anocheciendo, as que el ogro decidi descansar para iniciar la escalada al
amanecer. Chaltiford se acomod entre dos piedras no demasiado cerca del cuerpo
inerte del dragn, y se sumi en un profundo sueo reparador. Mientras dorma, so
que estaba rodeado por montaas de oro que brillaban como cien soles relucientes.
Cuando se despert, no perdi el tiempo. Se levant, cogi su porra, se dirigi
hacia una de las escarpadas y serpenteantes laderas de la montaa y empez a trepar
por la base sembrada de rocas.
Suba de forma constante. A sus espaldas, se extenda un vasto panorama de
montaas, riscos y valles. Sin embargo, los ojos del ogro no se apartaron de las rocas
que tena delante y sigui ascendiendo hacia el agujero negro del pico de la montaa.
El ascenso era duro y, en algunos lugares, Chaltiford se vio obligado a colgarse la
porra del cinturn para poder escalar con las dos manos. Aun as, haba escalado
muchas pendientes tan difciles como aqulla, y nunca con un aliciente tan atractivo.
El seuelo del tesoro era cada vez ms intenso en la mente del ogro. Las
imgenes de su sueo, montaas de oro brillante, enardecan su imaginacin.
Riquezas! Chaltiford pens que estaba rozando la opulencia. Cuando volviera a su
pueblo, los ogros cantaran sus hazaas y explicaran la historia de su triunfo. Podra
elegir a las hembras, y los machos jvenes y fanfarrones se quedaran embobados
ante las maravillosas riquezas de Chaltiford.
A los ogros les encantaba el oro sin ningn motivo especial. En eso, y en alguna
otra cosa, se parecan mucho a los enanos. El oro era lo que ms les seduca. La
proximidad del precioso metal les haca la boca agua, y la posibilidad de poseerlo
ensombreca cualquier otra recompensa.
Los ogros del pueblo de Chaltiford sufran una inanicin casi total cuando los
exploradores de la Reina de la Oscuridad llegaron para reclutarlos para la guerra. Sin
embargo, cuando les preguntaron qu queran a cambio de ello, ninguno de los
humanoides pidi comida; todos deseaban oro. Los jefes humanos haban conseguido
sus servicios a cambio de insignificantes pepitas de oro. Ahora, esas menudencias
tendran poco valor comparadas con el tesoro que Chaltiford estaba a punto de
conseguir para l solo!
Cunto oro encontrara en el inmenso tesoro del dragn? Seran puados de
monedas o de pepitas? Quizs, y el mero pensamiento le dej sin respiracin, hallara
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un montn de relucientes y pesados lingotes.
Desde luego, Chaltiford tena claro que habra piedras preciosas, plata y otros
ornamentos, que tambin se iba a llevar. La plata la utilizara para hacer regalos a las
mozuelas cuando regresara a su pueblo y el resto de chucheras lo intercambiara por
el camino. Pero todo ello palideca al lado del oro que le impulsaba a continuar.
Con la mente ocupada en tales pensamientos, Chaltiford no se percat del
transcurso del da. Cuando finalmente se detuvo para calcular lo que haba avanzado,
se dio cuenta de que casi haba llegado a la cima de la montaa y que el sol ya se
haba escondido por el oeste.
Desde lo alto de un repecho, el ogro vio la guarida del dragn y la amplia y
oscura entrada. Con gran excitacin, empez a trepar por ella y cruz una repisa
rocosa. Consigui agarrarse con sus largos brazos a una estrecha grieta que haba en
la roca. Apoyado en los pies, se impuls para acercarse un poco ms a la guarida. El
saliente no era muy ancho, y en algunos lugares los talones de Chaltiford quedaban
colgando por encima de un precipicio de varios cientos de metros.
Cada paso que daba lo haca con extremo cuidado y, para cada movimiento,
necesitaba un lugar firme al que sujetarse. A pesar del ritmo lento, Chaltiford avanz
bastante, y al cabo de una hora divis la oscura entrada de la cueva en forma de arco
justo encima de l.
Hizo un esfuerzo para impulsar la masa de su enorme cuerpo hacia arriba. Sus
duras botas araaban la roca buscando un lugar en el que apoyarse; grua y se
agarraba, y la desesperacin era como una neblina que le enturbiaba los ojos. Al
darse un fuerte impulso, Chaltiford cay rodando hacia adelante y, a pesar de que la
guarida estaba muy prxima, se qued jadeando durante algunos minutos hasta que se
sinti preparado para levantarse e iniciar el saqueo.
Se levant y examin la cueva. A sus espaldas, se extenda la grandeza de la
cordillera Kharolis, pero todos sus sentidos seguan puestos en el objetivo inmediato
de la guarida.
Por primera vez sinti una punzada de miedo. Sac la porra del cinturn y el
suave mango del arma reforz considerablemente su valor. El suelo uniforme de la
caverna le atraa hacia el interior y, con cuidado, camin por debajo del techo
abovedado.
Sus ojos se acostumbraron rpidamente a la oscuridad. Se oan los crujidos de sus
pies sobre piedras pequeas y, al mirar al suelo, vio que estaba cubierto de
fragmentos de huesos rodos. Varios crneos, de ciervos, cabras monteses y alces,
estaban esparcidos por el lugar. Los restos de huesos haban sido quebrados y
astillados por algn ser deseoso de obtener el tutano del interior.
Al avanzar unos pasos, Chaltiford distingui un inmenso montn de ramitas y
pieles. Pareca el nido de un pjaro, aunque dentro habra cabido fcilmente el ogro y
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un par de sus amigos. Cuando mir dentro, vio fragmentos de cscaras de huevo.
El nido era una prueba irrefutable de que sa era la guarida del dragn. En algn
lugar del interior, probablemente en el hueco ms alejado de la cueva, Chaltiford
encontrara las riquezas del reptil. La idea le provoc punzadas de placer por todo el
cuerpo y le puso la piel de gallina.
Quebrando los trozos de cscaras con las botas, Chaltiford pas por encima del
nido y se adentr en la cueva. El tortuoso pasadizo continuaba hacia el interior y se
divida en numerosas y amplias estancias. Chaltiford pens que nos de los pasillos
haban tenido que ser muy incmodos para el descomunal reptil, pues eran muy
estrechos.
El ogro avanz con cuidado a travs de diversas estancias balanceando su porra
adelante y atrs. Sus ojos, brillando de avaricia, se esforzaban por ver en la oscuridad.
Oy un sonido parecido al que produce un roedor cuando se escabulle. Se gir,
pero slo vio las sombras de rocas inertes All! Algo se alejaba corriendo a una
velocidad espeluznante y Chaltiford dio un grito de sorpresa. Instintivamente, el ogro
se lanz al suelo y entonces se dio cuenta de que se trataba de murcilagos. Cientos
de esas pequeas criaturas volaban por encima de su cabeza procedentes de las
profundidades de la cueva. Tras unos segundos, la bandada de murcilagos haba
pasado.
Al levantarse, el ogro exhal un bufido de desprecio mientras se sacuda el polvo.
Cogi la porra otra vez y, al sentir el peso en sus manos, se tranquiliz.
La siguiente cmara de la extensa red de la caverna era inesperadamente grande.
El techo, alto, repleto de agujas de piedra que colgaban como carmbanos, formaba
una bveda sobre su cabeza. En el suelo, haba varios estanques de aguas cristalinas,
y cerca encontr espinas de pescado.
Mientras recorra la cueva, Chaltiford crey or de nuevo algo que se mova a sus
espaldas, pero no vio nada. Se cambi la porra a la mano izquierda y con la derecha
cogi un trozo grande de roca. Sigui caminando y, de vez en cuando, giraba la
cabeza a ambos lados como si desafiara a la oscuridad a que le mostrara alguna seal
de movimiento.
Cuando Chaltiford lleg al final de la cueva, sta permaneca en silencio. Un arco
estrecho conduca a un pasillo sinuoso; unos pasos ms all, las paredes se abran a
cada lado, y de nuevo se encontr en una amplia cmara subterrnea. Sin embargo, a
diferencia de las salas anteriores, el suelo de esta parte de la cueva no era uniforme.
En lugar de eso, la roca formaba una fuerte pendiente bajo los pies del ogro.
Chaltiford apenas poda distinguir el fondo rocoso y desigual de un agujero a unos
seis u ocho metros de distancia. La depresin ocupaba la mayor parte de esa caverna,
a pesar de que unas repisas de roca estrechas y medio derruidas se extendan a los
lados. El rudo humanoide vio que, ms all del agujero, el oscuro camino abovedado
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conduca a otra cmara subterrnea.
Algo brillaba en el interior de esa sala, y el corazn de Chaltiford lati con fuerza.
Las palmas de las manos le empezaron a sudar y entorn los ojos, esforzndose
desesperadamente por ver en la oscuridad. Poco a poco, sus ojos le confirmaron lo
que su mente se haba atrevido a imaginar.
La boca del ogro se abri en una expresin de asombro. Ah estaba el oro, una
pequea montaa de oro, tal como la haba vislumbrado en su imaginacin!
Tambin le deslumbraron otros colores. Vio el reluciente verde, que slo poda
proceder de las esmeraldas, y muchos puntos carmes que deban de ser rubes.
Tambin vio grandes objetos verdes y negros que dedujo que eran de jade, y granates,
gatas y turquesas que sumaban su brillo multicolor al inmenso montn de tesoros.
Chaltiford se relami los labios sin darse cuenta de que las babas haban
empezado a gotearle por la barbilla.
Gracias al inmenso esfuerzo que hizo su tosco cerebro, pudo contener su impulso
de abalanzarse por encima del agujero en un desesperado intento de saltar al otro
lado.
Se oblig a buscar un camino en torno al obstculo. Decidi que cualquiera de las
repisas medio derruidas poda ser una solucin, as que, encogiendo sus encorvados
hombros, Chaltiford se dirigi hacia la derecha. Al asomarse al agujero, comprob
que, aunque era profundo, una cada no sera mortal. Sin embargo, el fondo estaba
cubierto de rocas irregulares que aseguraban un aterrizaje desagradable, as que el
ogro tom todas las precauciones posibles para no pisar en falso.
Afortunadamente, el espacio le permita caminar sin tener que agarrarse a la pared
con las dos manos, as que llevaba la porra preparada y la balanceaba con la mano
izquierda a medida que avanzaba, ya que sentir el mango en la mano le tranquilizaba
y aumentaba su confianza.
De todos modos, se recordaba constantemente que no deba preocuparse por nada.
Oy unos pasos rpidos a sus espaldas, se gir y coloc la espalda contra la pared.
Se qued anonadado al ver a otro minsculo dragn que saltaba por la repisa slo
unos pasos detrs de l. Su cabeza no era mayor que la de una serpiente y reposaba
sobre un cuello flexible y ondulado. Las patas delanteras de la criatura terminaban en
unas afiladas garras y, a pesar de su pequeo tamao, miraba al inmenso humanoide
sin ningn miedo.
Chaltiford golpe fuertemente con la porra, parti algunas piedras y esparci la
grava, pero el pequeo dragn se apart rpidamente hacia atrs antes de que el golpe
le alcanzara.
El ogro tuvo que admitir que para ser una criatura tan diminuta, la cra era
condenadamente rpida. Si hubiera sido una rata o una ardilla, con toda seguridad, el
golpe las hubiera espachurrado contra la repisa. Sin embargo, el dragn desapareci
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justo cuando la porra empezaba a caer.
Lo importantes que se ha marchado, pens Chaltiford. No poda haberle
causado mucho dao, pero lo ltimo que deseaba era un fastidioso animal pisndole
los talones mientras se ocupaba de su incierta travesa.
Al dar otro paso, su pesada bota hizo caer algunas piedras sueltas de la repisa, y
Chaltiford se dio cuenta de que la operacin iba a ser ms difcil de lo que haba
sospechado. La plataforma era cada vez ms estrecha, y tuvo que apretar la cara
contra la pared de la caverna mientras se apoyaba con los dedos de los pies. La
superficie de la roca estaba cubierta de numerosas grietas y agujeros, lo que le facilit
encontrar muchos puntos donde sujetarse y, por tanto, poder seguir con la pesada
porra en la mana izquierda.
Para su enojo, el pequeo dragn volvi a aparecer, y lo sigui a toda prisa por el
saliente. La criatura se irgui sobre las patas traseras y mir fijamente al ogro desde
unos tres metros de distancia. Tena las alas desplegadas y las mova torpemente,
igual que hizo su hermano all, al lado del cuerpo de la madre. Por eso, Chaltiford
dedujo que la criatura era todava demasiado joven para volar. Una lengua diminuta y
bifurcada se mova entre los dientes afilados como agujas y sus ojos brillaban con
una extraa urgencia.
Esos colmillos representaban una amenaza para el humanoide, que consider la
posibilidad de regresar y perseguir a la criatura por la repisa para asustarla, o
preferiblemente matarla, antes de continuar la bsqueda del tesoro.
Pero la cercana de ese montn de oro result ser un seuelo demasiado atractivo.
Con una fuerte patada, el ogro hizo retroceder al animal. Entonces, Chaltiford
continu su travesa por la repisa. A cada paso, caan piedras sueltas, y el ogro se
agarr fuertemente con su mano libre mientras estudiaba con esmero dnde pona los
pies.
De nuevo, alguien araaba el saliente a sus espaldas. El inmenso humanoide se
maldijo por no llevar la porra en la mano derecha, pues la cra estaba muy cerca, pero
el precario equilibrio le impeda cambiar el arma de mano. Incluso as, con los pies
presionando firmemente la roca, Chaltiford consigui pasar la porra por detrs de su
cuerpo y cogerla con la otra mano, y entonces levant el voluminoso palo y esper a
que el pequeo dragn se acercara un poco ms.
Sin embargo, la criatura se qued quieta mirndolo con esos ojos penetrantes. El
ogro casi estuvo a punto de volver a golpearlo, pero saba que el animal poda huir
mucho ms rpido y que no podra alcanzarlo. As pues, Chaltiford se gir otra vez
hacia su objetivo y se consol pensando que, al menos, ya haba cruzado la mitad del
precipicio.
De nuevo volvi a or ese ruido familiar de unas garras sobre las piedras, aunque
esta vez el sonido proceda de algn lugar delante de l. En medio de la repisa estaba
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sentado pacientemente otro pequeo dragn, a una distancia considerable. Y
Chaltiford solt un bufido de enojo, ya que, aunque el reptil hubiera estado ms
cerca, l tena la maldita porra en la mano equivocada.
Desde luego, tampoco esa cra iba a detenerlo. El ogro continu apartando los
guijarros sueltos a puntapis. Presion la cara contra la pared de roca y, por el rabillo
del ojo, vio que el primer animal le segua otra vez por la repisa.
Maldiciendo, Chaltiford distingui las siluetas de otros pequeos dragones que
surgan sigilosamente de la oscuridad por detrs de su atrevido hermano. Cuando gir
la cabeza a la izquierda, vio que otras cras se haban unido a aquella que bloqueaba
el camino que deba seguir.
El ogro estaba seguro de lo que deba hacer: tena que seguir avanzando. Aquel
tesoro todava le atraa y no iba a verse privado de su merecida recompensa. Los
insignificantes reptiles le miraban con ojos inmensos y fascinados, pero no dieron
ningn indicio de apartarse a medida que el ogro acercaba. Mova su porra adelante y
atrs, hacia los reptiles que haba a su espalda, y de nuevo se impuls con los pies y
se cambi la porra a la otra mano por detrs del cuerpo.
Entonces se dio cuenta de que un pequeo dragn estaba agazapado detrs de una
grieta, justo ante sus ojos. Chaltiford parpade e intent distinguir al reptil que se
encontraba apenas a un palmo de distancia. Las pequeas mandbulas se abrieron
mostrando unos dientes realmente grandes.
Los ojos del animal centellearon de perversin al inspirar con fuerza. Las escamas
doradas se hincharon en el abultado pecho y, entonces, arroj por su boca una
pequea llamarada. El fuego abras la cara de Chaltiford, le quem las cejas y le
chamusc la piel de su nariz protuberante.
Con un gemido de dolor, Chaltiford se apart del dragn y de la repisa en la que
se apoyaba. Tropez y cay hacia atrs al vaco sobre un montn de piedras
desiguales que cubran el suelo del agujero. Los huesos de las piernas y de los
hombros le crujieron por el golpe, y la porra fue a parar a cierta distancia con un gran
estruendo.
Y de nuevo oy aquel ruido, los araazos de unas garras diminutas contra la
piedra. Aunque estaba cegado por el fuego, el ogro pudo localizar fcilmente a los
dragones por el sonido. Las cras se estaban acercando, descendan por las paredes
del hoyo sin ninguna dificultad.
Chaltiford estaba agonizando, pero lo nico que poda hacer era gemir. Ninguno
de sus miembros responda a las desesperadas rdenes de su cabeza. Y aunque se
esforzaba por distinguir alguna cosa, sus ojos tampoco funcionaban.
Sin embargo, escuchaba muerto de miedo cmo avanzaban los reptiles.
Entonces, entendi esa peculiar urgencia que haba percibido en los ojos de las
cras. Con los clientes apretados debido al dolor, se dio cuenta de que la expresin de
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los dragones era natural.
Despus de todo, su madre estaba muerta y ellos estaban solos en la guarida desde
haca mucho tiempo. La explicacin era muy simple: tenan hambre.
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Un dragn hasta la mdula
[Roger E. Moore]
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una sonrisa de excitacin en sus labios, mir el aviso de desahucio, lo coloc sobre el
montn de papeles de algo ms de medio metro de altura que haba en la bandeja de
Pendientes y baj de la silla. Luego, se desperez, estir su arrugada ropa de
trabajo y se dirigi a la cocina. Al salir, cerr la puerta de golpe.
No queda brcol refunfu despus de hacer una rpida inspeccin en los
estantes. Estoy seguro de que ayer le dije a Squib que comprara brcol en el
mercado.
Abri la puerta que daba a la oficina y grit:
Squib! Squiiiib!
Detrs de uno de los muchos montones de papeles que haba en la oficina se oy
a alguien arrastrando los pies. Momentos despus, un enano andrajoso slo un palmo
ms alto que el gnomo de poco ms de un metro que le haba llamado apareci por
detrs del montn de papeles y se puso de pie tambalendose. Con el pelo castao
despeinado hacia un lado y los de la barba de punta como si le acabara de caer un
rayo encima, el enano gully salud al gnomo con los ojos bizcos mientras se morda
los labios y dejaba entrever sus dientes torcidos.
Ah! Ah ests dijo Siempre-en-las-nubes, volviendo a la cocina.
Excelente. Estaba buscando un poco de brcol para comer. Acabo de terminar unos
planos nuevos que seguramente mejorarn nuestras dudosas condiciones financieras
de estos ltimos meses, y tendra que enviarlos por correo para un posible
El enano gully, tambin hambriento, se dirigi hacia la cocina y por poco se cae
rodando al suelo cuando el gnomo abri la puerta de golpe y sali corriendo con los
ojos como platos.
Siempre-en-las-nubes corri hacia el montn de Pendientes, agarr el arrugado
aviso de desahucio, lo puso debajo de la lmpara y lo ley por segunda vez.
Por el gran Reorx! grit. Envi el dinero del alquiler por correo ayer
mismo, o quiz fue hace una semana, o dos, pero vamos, no puedo creer que me
eche de mi oficina! Dice que debemos el alquiler de tres meses! Es imposible,
porque ahora recuerdo que rellen la orden bancaria y la puse en un sobre y te la di a
ti, Squib, y la orden cubra el alquiler de los prximos tres
Siempre-en-las-nubes se qued sin habla cuando vio cmo se iluminaba la cara de
su fiel Squib. El enano gully meti la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones y
sac una bola de papel arrugado y manchado. Con una amplia sonrisa, la levant y se
la dio al gnomo.
Siempre-en-las-nubes cogi una silla, se sent y despleg el papel. Despus de
leerlo por encima, cerr los ojos, y el papel cay al suelo.
Se supona que tenas que echarlo al correo dijo sin levantar la vista. He
gastado el resto del dinero en comida y he tenido que pedir un prstamo para pagar el
alquiler del taller, o sea, que nuestra cuenta corriente est a cero. Estaba esperando
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otro trabajo de investigacin geolgica para estos das, pero ahora nos han
desahuciado, y me iba a poner a cocer un poco de brcol, pero quiz podamos
encontrar algo para cenar entre los restos de basura, si antes no vomito.
El gnomo suspir profundamente y luego se levant irguiendo su minsculo
cuerpo. Se acarici la barba blanca con gesto ausente y se arregl el chaleco verde.
Tenemos que perseverar, mi buen y paciente sigui diciendo, aunque Squib
ya no estaba all. He vivido entre los humanos durante la mayor parte de mi vida, y
ya he pasado antes por otros perodos financieros duros; ste tambin lo superaremos.
Un verdadero dragn tiene valor, y sabe lo que debe hacer y lo hace, as que nosotros
debemos ser como dragones, fuertes, valientes y decididos. Igual que los dragones,
Squib.
Pero el nimo de Siempre-en-las-nubes flaque por un instante. Si fracasaba,
probablemente tendra que dejar la enorme ciudad de Palanthas, la joya de todo
Ansalon, y volver al hogar de los gnomos en el Monte Noimporta. Seguro que all la
demanda de estudios geolgicos era mucho mayor, porque el Monte estaba situado en
el interior de un volcn inactivo, pero cobrar los trabajos realizados era imposible. El
Gran Banco de Noimporta haba modificado todo el sistema contable despus de la
Guerra de la Lanza y, actualmente, las finanzas de cientos de negocios y gremios se
haban hundido sin remedio. Siempre-en-las-nubes haba emigrado doce aos atrs
para probar suerte en Palanthas.
Los comienzos fueron muy duros. Durante doce aos se dedic a trabajos
espordicos y a labores domsticas en una ciudad inhspita y, con esfuerzo, consigui
el dinero y los materiales para poner en marcha su negocio y construir el Dragn de
Hierro, su gran mquina minera y su razn de ser. Estuvo doce aos aprendiendo las
peculiares costumbres de los humanos, hasta el punto de que Siempre-en-las-nubes se
sorprenda a veces a s mismo pensando y hablando con frases cortas como ellos. Los
mejores momentos de estos aos fueron los que pas montando el Dragn de Hierro,
ajustando cada tuerca y cada tornillo en el almacn que haba alquilado unas casas
ms all.
Siempre-en-las-nubes hizo una mueca mientras se frotaba su gran nariz
inconscientemente. No quera dejara Palanthas. Le haba tomado cario a esa gran
ciudad, llena de magia, rebosante de belleza y miseria. Haba sido feliz al abandonar
el ruidoso confinamiento del Monte Noimporta para ver el mundo real.
Siempre-en-las-nubes no era como los dems gnomos. En primer lugar, porque a
veces entenda a los humanos, pero adems porque sus inventos con frecuencia
funcionaban. Uno de ellos, el Receptculo Semihermtico Erradicador de Desechos
por Dilucin, Excitacin y Rotacin, tena incluso cierto valor comercial, aunque
todava tena que ser perfeccionado para que dejara de convertir la ropa sucia en
jirones de tela.
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All viva bien. Tena su negocio. Tena al Dragn de Hierro. Tena al fiel Squib,
su nico amigo y la nica persona en la que confiaba para pilotar al Dragn. Aunque
el enano gully no pudiera pronunciar ni una palabra, Squib era un genio manejando
aparatos mecnicos.
Pero aparte de eso, no haba nada ms por lo que alegrarse. l y Squib iban a
morir de hambre, pues en el almacn slo haba aceite de motores y piezas de
mquinas. No, mejor dicho, slo l iba a morir de hambre: Squib sola comer lo que
encontraba entre las basuras de las carniceras y otras tiendas de comestibles.
Siempre-en-las-nubes era demasiado orgulloso y tena un estmago muy delicado
para pensar en eso. El gnomo se mir los zapatos sumido en una total depresin. No
se le ocurra nada nuevo. Quizs el aceite para motores tuviera algn valor nutritivo.
De repente, se oyeron unos fuertes golpes en la puerta. El gnomo dio un brinco, y
luego llam a Squib a gritos. El enano gully haba desaparecido de nuevo.
Murmurando en voz baja, Siempre-en-las-nubes cruz el umbral y abri la puerta.
Tres hombres esperaban fuera bajo la lluvia, ajenos a los chorros de agua que les
corran por la cara. Uno era larguirucho y tena la barba pelirroja, el otro era alto y
con el pelo negro y el tercero, muy musculoso y rubio. Por alguna razn que no poda
desentraar, Siempre-en-las-nubes tuvo la impresin por un momento de que eran
hermanos.
Buenos seor dijo el primero, el pelirrojo. Hablaba con una sonrisa, pero
vacilaba entre una palabra y otra como si el idioma fuera extrao para l. Estudios
sobre Minas y Minerales Siempre-en-las-nubes que estamos buscando y esper una
respuesta.
Yo soy Siempre-en-las-nubes dijo finalmente cuando record que poda
hablar como un humano.
Al or eso, los tres hombres esbozaron una amplia sonrisa que dejaba ver todos
sus dientes.
Siempre-en-las-nubes, muy bien -dijo el pelirrojo^ Muy bien. Una mina
deseamos un estudio de usted. Usted queremos contratar.
Siempre-en-las-nubes los mir embobado.
Desean contratarme repiti, y luego se golpe leve, mente la cabeza. Oh!
Oh, s!
Olvidndose de todo completamente, el gnomo cerr la puerta de golpe y corri
hacia la mesa de su despacho. Revolvi sus papeles como un loco y busc sus
archivos. Luego, se acord de la puerta, cerrada volvi a toda prisa y, azorado, la
abri de par en par. Los tres hombres seguan all esperando bajo la lluvia en sus
empapados trajes.
Por Reorx! grit el gnomo. Entren, entren de una vez!
Los tres hombres entraron sin dar ninguna importancia al hecho de que sus ropas
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estaban empapadas. Siempre-en-lasnubes se afan en quitar los papeles de unas
sillas para que pudieran sentarse. Squib apareci por detrs de la alacena con los
pelos de su rala barba morena llenos de migajas y trozos de fruta seca medio
masticados, y enseguida recibi el encargo de ofrecer a los visitantes mojados una
taza caliente de leche fresca de cabra. Los tres hombres miraron sus tazas en silencio
y luego las dejaron a un lado cerca de los montones de papeles.
Tendrn que excusar el desorden dijo Siempre-enlas-nubes, incapaz de
contener su excitacin. El negocio ha estado un poco parado, desde luego, por
culpa del tiempo, pero he mantenido la esperanza de que unos elegantes caballeros
como ustedes necesitaran asistencia profesional en cuestiones geolgicas,
petrogrficas, mineralgicas, o incluso gemolgicas, segn sea el caso, y yo fui el
primero de mi promocin en ingeniera minera y geologa; obtuve el diploma
secundario en mecnica
Poco a poco, fue bajando el tono hasta que se call. Los tres hombres lo miraban
otra vez de esa forma tan peculiar. Durante un instante, horroroso, Siempre-en-las-
nubes pens que si alargaba la mano y los tocaba, estaran huecos, como un mueco
de papel. Un escalofro le recorri la columna y enseguida borr el pensamiento de su
mente.
pero, de todas formas, slo estoy hablando sin sentido termin enseguida
. Qu clase de asistencia profesional necesitan?
Los tres hombres intercambiaron una mirada y luego volvieron a mirar al gnomo.
Esta vez fue el rubio grande el que habl:
Una mina necesitamos empez, pero luego se corrigi a s mismo. No, una
mina tenemos. Usted necesitamos un estudio de mina. Comprende? Siempre-en-
lasnubes asinti con la cabeza y el hombre sigui: Una mina que tenemos se
rompi.
Hundida dijo el hombre de pelo oscuro. Derrumbamiento en mina.
S, una mina que tenemos hundida. Usted necesitamos estudio. La mina
tenemos que excavar. Usted necesitamos excavar. Comprende?
S, claro dijo Siempre-en-las-nubes. Ustedes quieren que yo realice un
estudio de su mina derrumbada para ver si es segura, y comprobar si todava contiene
minerales de valor u otros recursos. Y ustedes quieren que realice las excavaciones.
S dijo el rubio. Esclavos tiene para cavar?
Obreros interrumpi el hombre moreno de forma brusca. Obreros.
El rubio asinti enrgicamente y, al hacerlo, las gotas de agua salan despedidas
de su largo y hmedo cabello.
S, obreros.
Qu casualidad, pens Siempre-en-las-nubes.
Resulta que tengo una mquina que excava. La invent yo. Aqu mi fiel Squib
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es el piloto del Mdulo de Mando a Babor y a Estribor. Squib manejar la mquina
que realizar las excavaciones en su mina.
Los hombres volvieron a mirarse y gesticularon con las manos abiertas de forma
muy peculiar.
Usted explica mquina dijo el pelirrojo volvindose hacia el gnomo.
Cmo catapulta?
No, no, no, no se parece en nada a una catapulta. No es una mquina para sitiar.
Es una mquina para cavar, el Dragn de Hierro. La constru yo mismo, con la ayuda
de mi fiel Squib, claro.
Dragn? preguntaron el pelirrojo y el rubio al mismo tiempo con los ojos
abiertos como platos. Dragn?
De repente, Siempre-en-las-nubes solt una carcajada rompi la tensin.
Oh, no! No es un dragn de verdad. Disculpen la confusin. Se trata de una
gran mquina, un dispositivo pulsado a vapor que se mueve sobre ruedas, como un
carro a vapor Oh! Claro, probablemente no hayan visto ninguna a menos que
hayan estado en el Monte Noimporta, pero funciona bien, yo no me preocupara por
eso. No hemos tenido muchos dragones de verdad por aqu. De hecho, no hemos
tenido ninguno, desde la Guerra de la Lanza hace quince aos, as que las cosas estn
bastante tranquilas por aqu, ms o menos.
Entonces, dud por un instante, pero luego sigui.
No quisiera ser maleducado, desde luego, pero tengo que preguntarles, slo
debido a mi gran curiosidad, ya comprendern. Tengo ese defecto desde que era un
nio pero tengo la impresin de que ustedes no son de por aqu, de Palanthas.
Estaba pensando que su forma de hablar es muy interesante, y me ha sorprendido
bastante, bueno, saben, no tiene nada de malo, pero me ha parecido como si,
bueno, como si vinieran de alguna otra parte, quiz no muy lejos de aqu termin la
frase tosiendo. No tiene demasiada importancia, y podemos
Del este dijo el pelirrojo. Del este somos, de muy lejos. Y ahora, usted
contratar queremos, hacer investigacin?
Desde luego contest Siempre-en-las-nubes, azorado y a la vez contento de
cambiar de tema. Inmediatamente se acord de otra cosa. Eh, espero que, al
decir esto, no me consideren un descarado, pero necesitara un depsito, si es posible,
un adelanto, vaya, ya entienden.
El hombre rubio alto desat una bolsa hmeda que llevaba en el cinturn y se la
tendi al gnomo, que de algn modo qued decepcionado, pues la bolsa era ms
ligera de lo que haba esperado. l pensaba recibir monedas de acero, pero el interior
de la bolsa haca un ruido muy suave al moverla.
Con los nervios de punta, debido a los acontecimientos sucedidos por la maana,
Siempre-en-las-nubes tir de las cuerdas que cerraban la bolsa, la coloc de forma
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que el interior quedara iluminado por la lmpara y mir dentro.
Oh! dijo con un hilillo de voz.
Dinero no tenemos manifest el hombre rubio. Diamantes, s, pero dinero
no tenemos. Diamantes usted coge?
Durante un instante, Siempre-en-las-nubes intent no desmayarse.
Desde luego repuso con voz aguda. Oh, desde luego.
Los tres hombres sonrieron enseando sus dientes brillantes.
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se caa de hambre o de sueo.
El resultado de esos aos de trabajo se eriga ante Siempre-en-las-nubes ocupando
prcticamente toda el rea del taller con su asombroso volumen. El gnomo suspir y
levant la vista hacia su creacin con lgrimas de alegra en los ojos. El monstruo
negro dorma profundamente, ajeno a su presencia.
El Dragn de Hierro tena una longitud similar a tres carros juntos y una anchura
de una tercera parte. Debajo de sus seis enormes ruedas, las piedras del pavimento se
haban hundido un palmo en el suelo debido a su descomunal masa. El cuerpo
principal era un gran cilindro de hierro, con una caldera en un lado, del que surga un
laberinto de tubos y vlvulas como una hiedra negra y nudosa. Se haba instalado un
par de cabinas recubiertas de hierro a cada lado en lo alto de la parte posterior, una
para el piloto y otra para el comandante, Squib y Siempre-en-las-nubes
respectivamente. En la parte delantera del cilindro, se apreciaba un inmenso bloque
de palancas y mandos de direccin del que sobresala un gran conjunto perforador de
acero gris terminado en tres brazos, dos por debajo y uno por encima, del grosor del
cuello de un dragn. Las puntas bifurcadas del taladro colgaban suspendidas en las
alturas por encima de la cabeza del gnomo, y brillaban relucientes al resplandor de la
mgica luz.
La mquina era mucho ms gigantesca, fra y fea que si hubiera aparecido en una
pesadilla, pero para Siempre-enlas-nubes era tan bonita como el rostro del ser
amado, y ms potente que todo un ejrcito de dragones. Adems, dentro de slo unos
das iba a realizar su primer trabajo.
Gracias Reorx por guiar mi mano susurr el gnomo, que de repente se sinti
humilde en presencia de su obra. Luego, respir profundamente, levant la barbilla y
se dirigi a la tienda para comprar todo lo necesario para realizar un cambio de aceite
y una puesta a punto completa.
Las horas le pasaron sin darse cuenta. Cubierto de mugre, Siempre-en-las-nubes
canturreaba para s mientras trabajaba debajo del chasis central de las ruedas
posteriores comprobando los amortiguadores. Aparte de un par de nidos de pjaro y
de los restos usuales de ratones, la gran mquina estaba en el mismo estado desde que
la revis por ltima vez. Se estir para comprobar el ajuste de una tuerca en un perno.
A su derecha, son un tintineo al caer algo metlico al suelo. Sobresaltado,
Siempre-en-las-nubes levant la vista y vio la llave de acero que haba usado para
entrar en el almacn. Haba quedado atravesada en un hueco del pavimento entre dos
piedras.
Un poco ms all de la llave, justo al lado de la rueda, haba dos botas negras
altas, sucias de barro y hmedas. Entonces, una de las botas se levant levemente,
flexionando la puntera.
El tiempo vuela cuando uno se lo pasa bien, verdad? dijo una voz de
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hombre desconocida.
Siempre-en-las-nubes espir muy lentamente. Sinti un impulso irracional de
arrastrarse hasta el interior de la maquinaria del Dragn de Hierro y esconderse, pero,
en lugar de eso, levant la llave cuidadosamente con dedos temblorosos.
Se la haba dejado en el candado dijo la voz procedente de las botas
arrastrando las palabras.
Siempre-en-las-nubes se mordi el labio inferior. Sera un guardia municipal
entrometido? Si era as, zanjara la cuestin rpidamente: Siempre-en-las-nubes tena
dinero para sobornarle.
El gnomo recobr la calma:
Gracias grit mientras terminaba a toda prisa de comprobar la tuerca.
Estoy con usted enseguida, si me lo permite. Estoy un poco ocupado, el
mantenimiento de estos aparatos siempre lleva tiempo, ya sabe.
El hombre se apart mientras Siempre-en-las-nubes, entre gruidos, intentaba
salir de debajo del chasis sin tocar la barra de pistones que conectaba las tres ruedas
laterales. El gnomo vio inmediatamente que el hombre no perteneca la guardia
municipal.
Era alto, como todos los humanos. Tena el pelo negro, muy rizado, el rostro
marcado por la viruela y la piel cetrina. No llevaba armadura y sus ropas eran
normales, y tampoco portaba armas, al menos ninguna que Siempre-enlas-nubes
pudiera ver. Sus ropas estaban bastante secas, a excepcin de las botas, y llevaba una
gorra de color gris claro que Siempre-en-las-nubes haba visto en la cabeza de la
mayora de visitantes de la parte central de Ansalon, en Estwilde.
Siempre-en-las-nubes ech un vistazo por detrs del hombre y vio que las puertas
de entrada estaban cerradas.
Interesante dijo el hombre, recorriendo con la vista el monstruo de hierro
que se alzaba al lado del gnomo. El desconocido masticaba alguna cosa,
probablemente un trozo de resina o goma condimentada, una golosina que se haba
hecho muy popular en algunos lugares despus de la Guerra de la Lanza. Lo
construy usted mismo?
Siempre-en-las-nubes sinti un indicio de orgullo entre su nerviosismo.
Pues s, eh lo hice yo. Me llev doce aos construirlo, encontrar todas las
piezas adecuadas y y todo. Se aclar la garganta. Confieso que no esperaba
tener compaa en el taller esta maana, seor eh
El hombre asinti, pasando por alto la insinuacin. Segua masticando su resina y
mirando al Dragn de Hierro con ojos calculadores.
As que es usted un hombrecillo muy ocupado, verdad? dijo.
Siempre-en-las-nubes se qued pasmado. Haca mucho tiempo que nadie haba
sido tan claramente grosero con l refirindose a su altura.
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S, lo soy. dijo bruscamente. Y ahora, si me permite volver a mi
Esta cosa es segura o explota cuando se pone en marcha? pregunt el
hombre con una mueca burlona. Nunca se sabe lo que puede ocurrir con las cosas
de los gnomos. No se ofenda.
Siempre-en-las-nubes tard un instante en poder articular las palabras.
Tengo que decirle que no se trata de un aparato corriente dijo enfadado.
He incluido todas las medidas de seguridad necesarias, y no existe absolutamente
ningn riesgo de funcionamiento defectuoso o explosin de la caldera, siempre que el
comandante mantenga abiertas las vlvulas de liberacin de presin cuando el
vehculo est parado y siempre que los niveles de agua se controlen adecuadamente.
Los elementos calefactores no funcionan con combustible y son bastante seguros, ya
que son un poco mgicos de origen, y me atrevera a decir que montar a caballo
podra ser ms peligroso, o sea, que sera bastante estpido que, a pesar de ciertos
incidentes desafortunados, alguien sugiriera que slo porque algo est construido por
un gnomo puede ser peligroso.
Es un aparato impulsado a vapor, verdad? interrumpi el hombre. Pareca
divertirse. Arranca lechos de flores con estos grandes taladros que tiene en el
morro? Es un arrancaflores a vapor?
sa fue la gota que colm el vaso. Siempre-en-las-nubes irgui los hombros a la
defensiva.
Perdone usted, pero ya estoy harto de esta conversacin y voy a tener que
pedirle que se vaya y me deje seguir con mi trabajo, pues es muy importante y,
sencillamente, no tengo tiempo de estar charlando
Ha tenido visitas esta maana? pregunt el hombre, como de pasada.
Tres tipos, verdad?
Y qu pasa si es as? replic Siempre-en-las-nubes.
El hombre no contest enseguida. En lugar de eso, se acerc al Dragn de Hierro
y pas el dedo por encima de un tubo pintado de negro que recorra la cubierta del
alojamiento superior de las ruedas. Le dijeron sus nombres?
A diferencia de otra gente, ellos el desagradable comentario fue a morir en
los labios de Siempre-en-las-nubes cuando se dio cuenta, para su sorpresa, que los
tres hombres no le haban dicho cmo se llamaban, ni tampoco Siempre-en-las-nubes
se haba acordado de preguntrselo. No se lo dir acab diciendo el gnomo.
De todas formas, por qu tendra que importarle eso usted?
Bueno digamos que, de algn modo, esos tres tipos y yo estamos en el
mismo negocio. Buscamos cosas. Quiz slo siento un poco de curiosidad por saber
qu es lo que estn buscando. Por razones personales.
El hombre se reclin en el alojamiento de las ruedas, y luego, de repente, mir a
Siempre-en-las-nubes casi con amabilidad.
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Usted regenta un negocio de minera, verdad?
Si fuera ms alto pens el gnomo, le dara un puetazo en las narices y lo
echara de all. Cerr los puos con impotencia. Si fuera ms alto.
Verdad? pregunt de nuevo el hombre arqueando las cejas.
S refunfu el gnomo.
El hombre sonri.
Le han pedido que realice unos trabajos de extraccin?
As es dijo Siempre-en-las-nubes lentamente, es un asunto entre mis
clientes y yo.
Ya. El hombre levant la mirada y examin las alturas sumido en sus
pensamientos. Quiz. Se qued pensando un rato ms y luego volvi a mirar la
masa silenciosa del Dragn de Hierro. Y usted ha aceptado el encargo?
Le he dicho que eso es algo entre mis clientes y yo, y su educacin no es
mucho mejor que la de un goblin.
El hombre dej de masticar resina, y su sonrisa se desvaneci. Movi la cabeza
casi con tristeza mientras exhalaba el aire por la nariz, y mir al gnomo con ojos fros
y vacos.
Siempre-en-las-nubes se qued petrificado. La rabia se convirti en miedo de
haber ido demasiado lejos. Dio un paso hacia atrs y, de repente, tom conciencia de
sus limitaciones fsicas.
Transcurrieron unos minutos interminables. Lentamente, el hombre sac algo de
debajo del abrigo y puso el objeto a la vista con mucha parsimonia.
La luz fra brillaba sobre la superficie de una hoja de acero pulido, un enorme
cuchillo de cazador de un solo filo y profundas ranuras que, a Siempre-en-las-nubes,
le pareci casi una espada. Unas runas rojas decoraban el acero. El estmago del
gnomo se encogi de repente. Tengo que salir corriendo pens frentico. Tengo
que desaparecer de aqu. Pero, para su desgracia, estaba paralizado por el miedo y
era incapaz de hacer otra cosa que mirar embobado.
El humano levant el cuchillo de caza y empez a rascar la pintura del tubo del
Dragn de Hierro, desprendiendo las escamas con los dedos. Despus de rascar la
pintura de una zona de aproximadamente un palmo de largo por un centmetro de
ancho, asinti con la cabeza como si estuviera satisfecho de su inspeccin.
Buen trabajo dijo, bajando la mano en la que llevaba el cuchillo. La inmensa
daga apuntaba hacia los pies de Siempre-en-las-nubes. Supongo que es mejor que
me vaya y le deje volver a su trabajo.
Siempre-en-las-nubes no dijo nada, incapaz de apartar su mirada del cuchillo.
El hombre sonri vagamente y asinti. Luego, se gir y camin hacia los
portones. Cuando casi haba llegado al umbral de la puerta, se dio la vuelta. El
cuchillo haba desaparecido.
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Mmmm, sabe?, estaba pensando dijo el humano, que si sus clientes
llegan a saber algo de m, podra tener muchos problemas. Si yo fuera usted, no les
mencionara esta agradable charla que hemos tenido.
Esper el tiempo necesario para asegurarse de que el gnomo haba captado el
mensaje, luego abri las puertas y sali. Antes de marcharse, gir la cabeza hacia el
gnomo y se despidi con la mano; despus, desapareci.
Siempre-en-las-nubes tard un rato en darse cuenta de que en el exterior el sol
empezaba a brillar entre las nubes. Percibi que el trfico callejero aumentaba por el
repiqueteo de los cascos de los caballos y el traqueteo de los carros sobre el
empedrado. Pasados unos minutos, consigui reunir el valor necesario para acercarse
a la puerta y mirar a un lado y a otro de la calle. No haba ningn rastro del humano.
Siempre-en-las-nubes cerr la puerta de golpe, corri el pesado cerrojo y pas una
cadena por los portones.
Los transentes se percataron ele que no se oa ningn sonido procedente del
almacn, cosa rara, ya que normalmente haba mucho ruido siempre que el gnomo
estaba dentro.
El fiel Squib era el encargado de preparar los entrantes para la cena, ya que los
tres hombres tenan que volver a firmar los contratos y a ultimar los detalles de la
misin de Siempre-en-las-nubes. El gnomo saba perfectamente que la idea de Squib
sobre lo que era un alimento comestible no concordaba con la de nadie, a excepcin
de la de otro enano gully, pero tambin confiaba en Squib para perderse rpidamente
por Palanthas cuando sala de compras, como haca siempre. Esto proporcionara al
gnomo y a sus clientes algunos minutos de paz para hablar sobre la misin. Si Squib
regresaba pronto, en ltima instancia Siempre-en-las-nubes poda dejar, con toda
generosidad, que el enano gully se comiera lo que l mismo hubiera cocinado, desde
luego a solas en la cocina y con la puerta cerrada.
Los tres humanos llegaron al anochecer. No se haban molestado en peinarse o
arreglarse las ropas, pero esos detalles significaban muy poco para Siempre-en-las-
nubes, que los hizo pasar al interior y los invit a sentarse.
S suspir Siempre-en-las-nubes, debo decir que ha sido un da bastante
ajetreado desde que vinieron a verme esta maana, seor
Los tres hombres asintieron al unsono.
Mmmm musit Siempre-en-las-nubes, mirando al hombre pelirrojo que era
el que estaba ms cerca. Lo siento mucho, pero creo que he olvidado
preguntarles su nombre.
El rostro del hombre se ilumin al comprender la pregunta.
Harbis contest. Harbis mi nombre es.
Los otros dos parecan sorprendidos, pero luego tambin respondieron.
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Klarmun anunci el rubio robusto.
Skort dijo el alto.
Siempre-en-las-nubes respir con alivio.
Menos mal coment, no saben lo agradable que es encontrar a gente tan
educada que dice su nombre, no como otros que conozco. Estuvo a punto de hablar
ms de la cuenta cuando el recuerdo del cuchillo de caza le volvi a la memoria.
Quieren beber un vaso de leche de cabra? dijo cambiando de tema mientras coga
la jarra y verta las bebidas. Con una sonrisa forzada, reparti las tazas.
Los tres hombres cogieron sus bebidas y las volvieron a colocar en el plato sin
mirarlas.
Nosotros queremos usted hablar de nuestra mina, contratamos usted para
excavar empez el rubio robusto. Palp su chaleco de piel de ciervo con la mano y
sac un pedazo de pergamino doblado.
El rubio musculoso despleg el papel cuidadosamente, lo alis, y lo coloc bajo
la luz mortecina de la lmpara. Una cara estaba completamente en blanco, a
excepcin de algunas marcas burdas que parecan haber sido dibujadas con un trozo
afilado de carbn. Siempre-en-las-nubes mir el papel confuso hasta que reconoci
en un mapa dibujado la baha de Branchala al norte, la ciudad de Palanthas, y la
Antigua Calzada del Sur que conduce hacia las montaas en direccin a la Torre del
Sumo Sacerdote y las tierras de Solamnia.
Klarmun carraspe y seal con decisin sobre el papel.
Ahora estamos aqu dijo sealando Palanthas, y pronto estamos all.
Desliz el dedo hasta un punto justo al este del camino del sur que sala de Palanthas.
Siempre en-las-nubes calcul que estara a unos quince kilmetros de distancia de
la ciudad, y nuevamente se sinti aliviado. El Dragn de Hierro poda recorrer esa
distancia y volver fcilmente con un tanque lleno de agua.
Ah est situada su mina? pregunt.
Los tres hombres asintieron.
Desde camino aqu, usted vuela Klarmun tosi y empez de nuevo.
Usted va aqu, dentro corriente de agua seca.
Riachuelo seco corrigi el alto Skort de pelo oscuro Klarmun asinti
enrgicamente.
Siempre-en-las-nubes haba salido en muy pocas ocasiones de Palanthas desde su
llegada a la ciudad haca ya aos, y por eso desconoca la zona que indicaban los
hombres. Sin embargo, como el Dragn de Hierro tena un chasis semiflexible y
amortiguadores resistentes, quiz podra aguantar una subida por el lecho de un
riachuelo.
El lecho del riachuelo, es de roca slida? pregunt. De barro? O est
cubierto de grava?
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Ah, piedra! dijo Klarmun. Muy amplio, fcil caminar.
Bien. All Squib pilotar el Dragn de Hierro. Siempre-en-las-nubes se
percat de que los hombres lo miraban con sorpresa. Oh, s, el buen Squib es el
piloto. Creo que ya se lo haba mencionado. l manejar el Dragn de Hierro en su
primera expedicin. En realidad, tiene mucho talento para manejar los aparatos
mecnicos, aunque nadie lo dira. La verdad es que me ha ayudado mucho en la
construccin del Dragn de Hierro y nunca he ido tan lejos sin l. Un sabio, sa es la
palabra que le corresponde. Siempreen-las-nubes prescindi con tacto de la
expresin sabio idiota. Es un pcaro listo y tiene muy buen corazn; cuando uno
llega a conocerlo es un verdadero placer estar con l. Una vez encontr la manera
de Ah!, la cena debe de estar lista. Enseguida vuelvo.
Se oa un leve silbido de vapor procedente de la cocina. Siempre-en-las-nubes
baj de su silla y sali corriendo. Apareci de nuevo unos minutos ms tarde
despus de proferir toda una sarta de palabrotas y gritos de dolor con varios boles
llenos de diversos vegetales cocidos. Los puso sobre la mesa, uno al lado de cada
cliente, y se sopl los dedos quemados. La combinacin Cocedor de Alimentos,
Mezclador y Limpiador de Platos no acababa de funcionar.
Ya s que es algo fuera de lo normal que el contratado ofrezca una cena a los
que lo contratan dijo alegremente, pero realmente ha sido un da extraordinario y
supongo que puedo permitirme ciertas libertades con el protocolo. Ah!, bueno,
vamos all, aqu est todo. All tenemos un poco de vegetales picados, con algas en
lugar de brcol, que no quedaba nada en el mercado, y algunas patatas de Palanthas,
cocidas dos veces. Aquello de all es un zumo muy sabroso, bastante fresco y, para
acompaarlo, he hecho, aunque ya s que no es la poca, el pastel de nueces con nata
agria de Yute de lord Amothus. Es un tipo de pastel muy especial y ste es el primero
que he sido capaz de hornear sin la cocina. He puesto ms nueces de lo normal,
espero que no les importe. A Squib le gusta as.
Ninguno de los tres hombres se movi para probar la comida. El pelirrojo, Harbis,
tragaba saliva y pareca mareado.
Pregunta dijo Skort. Se inclin hacia adelante tapando con las manos el bol
de apetitoso zumo como si lo protegiera. Cundo usted empieza a excavar la
mina?
Cundo? Siempre-en-las-nubes se sirvi un montn de vegetales en el plato
. Bueno, he inspeccionado el Dragn de Hierro esta maana justo despus de que
ustedes se marcharan y mmmm, todo est correcto. Por lo tanto, lo nico que tengo
que hacer es instalar un tubo en los drenajes de lluvia y retocar la caldera principal, lo
cual no debera llevarme mucho tiempo, dada la lluvia que ha cado esta maana.
Luego, tengo que hacer una ltima comprobacin de los sistemas y debo obtener el
permiso de las autoridades municipales para circular con un vehculo de grandes
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dimensiones por la ciudad, aunque quiz podra salir sin el permiso esta vez, ya que
los oficiales suelen ser muy comprensivos con los inventores a veces, pero no
siempre, segn he podido comprobar en
Cundo? repiti Skort pacientemente.
Pasado maana dijo Siempre-en-las-nubes. Tendi la mano para coger las
patatas, pero se par un momento. Ahora pueden comer dijo mirando los platos
vacos de sus invitados.
Harbis sudaba. Klarmun jugueteaba con un trocito de patata frita. Skort no miraba
la mesa.
Dos das, bueno dijo Skort con satisfaccin. En mina los tres estaremos,
esperando a medioda. Caminar bueno para nosotros, vemos a usted all. Hizo una
breve pausa y luego continu. Recuerde, usted pedimos que no hable sobre mina o
excavacin con otros. Secreto nuestra mina.
Perdn? Siempre-en-Ias-nubes haba terminado de servirse y estaba a punto
de comerse el pastel de nueces con nata agria.
Los tres hombres se miraron y luego Klarmun hizo un intento de comer, dejando
a un lado el trocito de patata con alivio.
Usted sobre esto, nuestra mina, no hable. No bueno todos sepan. Secreto.
Siempre-en-las-nubes asinti.
S, ya recuerdo que usted dijo eso mismo esta maana justo antes de que
justo antes de que se marcharan. Pens en el hombre del taller con el gran cuchillo.
De repente, palideci como si se hubiera quedado sin sangre. Qu estaba pasando?
Diamantes dimos a usted, usted de nuestra confianza dijo Skort. Sus ojos
ahora parecan ms grandes. Si alguien de nuestra mina sabe, tenemos muchos
problemas, s, problemas. Usted nuestra confianza y tambin su amigo. No
problemas?
Hubo un breve silencio. Siempre-en-las-nubes sinti una punzada de miedo.
No hay problemas. Ninguno en absoluto.
No problemas repiti Skort con un gesto de aprobacin. Si problemas,
nosotros tenemos usted
La puerta de entrada se abri de golpe, sin aviso. El viento fro de la noche se
col en el interior. Una figura achaparrada y sucia que acarreaba un cubo entr
tambalendose.
Squib! grit el gnomo.
El enano gully tena el cuerpo cubierto, de la cabeza hasta los pies llenos de barro,
de grandes araazos que le sangraban. Sus ropas, normalmente andrajosas, estaban
echas trizas y ola como si se hubiera estado revolcando en una letrina.
Por el gran Reorx! Te han atacado? Siempre-en-lasnubes baj de la silla
tan rpido que estuvo a punto de caerse. Se acerc a Squib corriendo. Te han
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pegado?
Squib movi los ojos de un lado a otro y neg con la cabeza sin soltar el cubo.
Primero puso una mano sobre los ojos a modo de visera, como si buscara algo.
Luego, seal, emiti un breve silbido mientras haca un gesto con su mano libre en
forma de garra y represent la escena de una batalla con un enemigo felino. Al final,
iz el cubo con un gesto de triunfo y levant la mano libre con el puo cerrado por
encima de la cabeza. Despus, ofreci el cubo a los hombres sentados a la mesa.
Siempre-en-las-nubes clav los ojos en el cubo y posteriormente los abri con
horror. El cubo estaba lleno casi hasta el borde de ratones muertos.
Squib haba trado los entrantes.
Siempre-en-las-nubes estaba avergonzado.
Squib, por mi tatarabuelo Molinillo-de-aire, no! No vamos a ofrecer a
nuestros nuestros invitados
Su voz se fue desvaneciendo. Harbis, con una expresin de alivio en la cara,
arranc el cubo lleno de ratones de la mano del enano gully. Un cmulo de risas
estall alrededor de la mesa. Squib cogi una silla y se acerc a los tres hombres
mientras Harbis iba ofreciendo los ratones a los dems, que los aceptaron con grandes
suspiros.
Siempre-en-las-nubes cogi su plato, lo retir de la mesa y lo llev a la cocina.
Esperaba que sus clientes le perdonaran su rudeza, aunque ahora ya saba que eran
brbaros vestidos con ropa civilizada. Siempre-en-las-nubes se sent en el suelo y
cort un trozo del pastel de nueces con nata agria, pero sigui imaginndose que
estaba repleto de cabezas y colas de ratones. Apart su plato tristemente y se bebi un
vaso de agua para calmar las nuseas provocadas. No todo el mundo, pens, est
hecho para ser vegetariano.
Firmaron los contratos a la maana siguiente, cuando Siempre-en-las-nubes ya se
haba recuperado. La comida fue un xito total desde el punto de vista de los
humanos, y del de Squib, pues el enano gully no slo se comi varios ratones, sino
tambin todo el pastel de nueces con nata agria.
El da transcurri rpidamente. Siempre-en-las-nubes pidi a unos guardias
municipales que hicieran ronda por el taller para comprobar si alguien rondaba por
all; la generosa donacin que hizo a las arcas de la guardia municipal y a los fondos
destinados a las viudas sirvi para que los guardias se tomaran un inusitado inters
por alejar a los nios y a los vagabundos de su puerta. As, el gnomo se sinti mucho
ms seguro y pudo cargar el tanque del Dragn de Hierro conectando una manguera
al desage del taller y extrayendo toda el agua que necesitaba de las alcantarillas para
llenar la descomunal caldera de la mquina de perforacin.
Despus de pasar todo el da haciendo la comprobacin final de la mquina,
Siempre-en-las-nubes llev a Squib al taller para que probara el Dragn de Hierro. El
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gnomo y el enano gully se encaramaron a sus respectivas cabinas, y Siempre-en-las-
nubes, con su acostumbrado comentario sobre daos colaterales, decidi probar la
mquina a un cuarto del vapor normal.
Al principio rein un gran silencio en el taller. Sin embargo, pasados diez
minutos, la inmensa caldera del Dragn de Hierro empez a emitir un leve rumor.
Siempre-en-lasnubes not que la mquina empezaba a acumular potencia y a
temblar levemente. Aunque en Palanthas se aplicaban unas leyes muy estrictas con
respecto a los ruidos nocturnos, los humanos que no podan soportar el constante
martilleo se haban mudado mucho tiempo atrs de esa manzana de casas, as que
Siempre-en-las-nubes no estaba preocupado por posibles problemas con la justicia.
El rumor fue aumentando hasta que las paredes del taller empezaron a temblar por
el efecto de unas ondas snicas tan fuertes que el gnomo pens que casi poda verlas.
Los tapones de cera y las gruesas orejeras que llevaba puestas amortiguaban bastante
el ruido. Squib estaba tranquilo y ajeno. Su equipo consista en unos anteojos
inmensos y unas orejeras que le daban el aspecto de un insecto, un traje acolchado y
unos guantes recios para protegerse de los chorros de vapor. Siempre-en-las-nubes
llevaba un atuendo similar.
A un cuarto del vapor total, el Dragn de Hierro daba seales de entrar en
funcionamiento. Un tubo cercano al alojamiento principal de las ruedas traseras
revent. Squib y Siempre-en-las-nubes tiraron de las palancas, desconectaron los
cables y apagaron los mandos y los botones. La va de vapor qued cortada. Poco
despus, un chorro de aceite sali disparado de una juntura que se haba roto justo por
debajo del conjunto de la cabeza perforadora, pero Siempre-en-lasnubes no hizo
caso. La prueba de arranque haba transcurrido tal como l esperaba.
Igual de satisfactoria fue la posibilidad que tuvo Siempre-en-las-nubes de ver a
Squib desplegando su peculiar talento con los controles del magnfico vehculo. El
gully mudo no poda contar hasta tres, como muchos de su clan, pero era capaz de
desmontar cualquier aparato y volverlo a montar de forma impecable, una capacidad
que haba salvado al gnomo del desastre en este proyecto cientos de veces. Squib
haba superado todas las pruebas de pilotaje que Siempre-en-las-nubes prepar.
Manejaba sin cometer ningn error el complejo conjunto de cuadrantes: palancas,
botones, motores, dispositivos de alarma, timbres temporizadores, indicadores y otros
aparatos que tena ante s en su pequea cabina. El gnomo perdon felizmente a
Squib cualquiera de sus ofensas, incluso la de los entrantes de la noche anterior.
Siempre-en-las-nubes disminuy la presin de la caldera pasados unos minutos,
pues no crey necesario realizar ms pruebas. El da siguiente, al amanecer,
aumentara la presin al mximo y accionara el mando principal. El Dragn de
Hierro se pondra en marcha para ir al encuentro de los clientes en la mina. Sera un
momento histrico. Quiz, pens, la ciudad le reconocera su hazaa con alguna
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recompensa, como una estatua y un saco lleno de dinero. Nunca se saba.
La mquina qued completamente apagada a medianoche segn el reloj de arena,
el nico objeto de cristal del taller que no haba sufrido daos a causa del ruido. Una
vez efectuadas las ltimas reparaciones, Siempre-en-las-nubes indic a Squib que no
se molestara en limpiar, y salieron por la pequea puerta trasera del taller. Poco
despus, Squib desapareci para escarbar entre un montn de basura.
El gnomo continu el paseo solo, disfrutando de la brisa nocturna e intentando
apaciguar el fuerte murmullo que an tena en los odos. Hasta pasados quince
minutos, Siempre-en-las-nubes no volvi a distinguir los ruidos normales de la calle.
Curiosamente, todos los perros del vecindario estaban ladrando como locos. En
las ventanas de las habitaciones se vean muchas luces encendidas y le pareci que en
la calle haba una cantidad extraordinaria de gente discutiendo y sealando en la
direccin de la que el gnomo vena. Se encogi de hombros, pues supuso que el
clido tiempo primaveral haba sacado a la gente a la calle, y se puso a canturrear
desafinando.
Cruz por una callejuela y luego torci por una calle oscura muy cercana a su
casa. Mientras caminaba, oy un crujido detrs de l, como si hubiera cado una
piedra. Se gir, pero no vio nada raro.
Cuando volvi de nuevo la cabeza hacia adelante, se tropez con las piernas de un
hombre.
El gnomo grit sin querer del susto. Se apart y levant la cabeza.
Por la patente de viga de aluminio de mis antepasados!, qu susto! Tendr
que perdonarme
Al reconocer la cara del hombre, Siempre-en-las-nubes trat de emprender la
huida, pero una mano despiadada le agarr con fuerza del antebrazo derecho y le hizo
volver al callejn a empujones. Siempre-en-las-nubes perdi el equilibrio y se cay.
El tiempo vuela cuando uno se lo est pasando bien, verdad?
El gnomo tard unos instantes en poder articular las palabras. El terror le impeda
mirar hacia arriba.
He guardado el secreto dijo jadeando. Se lo juro. Si usted fuera tan amable
de revisar su estrategia para hacer amigos y dejarme marchar, yo ahhhh!
El humano agarr con fuerza las ropas del gnomo y lo levant en vilo del suelo,
empujndolo contra la pared del callejn. El gnomo estaba demasiado asustado para
gritar pidiendo ayuda. Las manos del hombre aflojaron lentamente: las ropas
empapadas del gnomo. Luego, el hombre se arrodill delante de Siempre-en-las-
nubes y tanto su rostro como su perfil eran claramente visibles en la oscuridad.
Empez a cepillar suavemente la ropa del gnomo como S fuera un viejo y amable
amigo.
Qu mala cada ha sufrido all dijo el hombre suavemente. Acab de
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ocuparse de la ropa y mir fijamente al gnomo. Quiero saber si se va a marchar de
la ciudad para ayudar a sus amigos y cundo. Y espero que no diga que no es de mi
incumbencia.
Siempre-en-las-nubes intentaba desesperadamente liberarse, hacer algo para
defenderse.
___Le he hecho una pregunta dijo el hombre.
Maana por la maana susurr el gnomo hoscamente. Partimos antes del
amanecer.
El hombre buf enojado.
Ya me imaginaba que algo estaba pasando cuando he odo que su
arrancaflores impulsado a vapor se pona en marcha esta noche. Por los dioses de
Krynn, se oa por toda la ciudad! No me sorprendera que los ciudadanos quemaran
su pequeo taller como venganza por no haber podido dormir. Los gnomos tienen un
sentido comn como el cerebro de un mosquito. Y usted tiene an menos del normal
por relacionarse con esos amigos suyos tan especiales.
Se qued un momento pensativo y luego respir profundamente.
Bien, amiguito, le dir lo que va a pasar. Antes de dejar la ciudad con sus tres
robustos colegas, usted va a
Zorlen dijo una voz. Sonaba como la de Klarmun.
Siempre-en-las-nubes y el hombre se giraron inmediatamente. Bajo la plida luz
de una lmpara lejana, el gnomo pudo ver la silueta de alguien parado en la entrada
del callejn, alguien alto y de brazos musculosos, con el pelo hasta los hombros. El
hombre se qued paralizado.
Siempre-en-las-nubes se abalanz hacia adelante. Se tir con todo su peso contra
el hombre arrodillado delante de l y le hizo caer de espaldas. Entonces, el gnomo
sali corriendo del callejn por el mismo camino que haba entrado, tropezando en la
oscuridad con el empedrado y las rasuras.
Detrs de l, oy a alguien que maldeca, luego, unos ruidos metlicos sobre las
piedras, y ms palabrotas. La pelea fue desvanecindose a medida que l se alejaba a
toda prisa.
Siempre-en-las-nubes no saba cunto tiempo haba pasado cuando lleg
tambalendose a la puerta de su casa y se apoy en ella. Le quemaban los pulmones y
no poda respirar. Intent girar el tirador de la puerta, pero estaba cerrada. Tir de l
con fuerza, aunque luego lo solt y se palp el bolsillo en busca del manojo de llaves.
Las llaves haban desaparecido.
Despus de buscar infructuosamente, Siempre-en-las-nubes se sent en el umbral
y se tap la cara con las manos. Deba volver y encontrar las llaves. Tenan que estar
all, pues se acord del sonido metlico que haba odo cuando su asaltante le haba
empujado contra la pared: fueron las llaves al caer del bolsillo del chaleco.
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Siempre-en-las-nubes hubiera preferido morirse antes que volver al callejn, pero
la llave del taller y la de su casa estaban en el manojo. Si esperaba hasta el amanecer,
alguien poda llevrselas.
Saca el dragn que llevas en el interior, se dijo. Saba que era cualquier cosa
menos un dragn. Poda engaarse y pensar que era valiente y que saba lo que deba
hacer, pero no era verdad.
Cuando encontr el callejn, ya era de noche. No se oa ningn ruido. Todas las
luces se haban apagado y la oscuridad era casi total. Tuvo que palpar la pared del
callejn para poder continuar.
Como todos los gnomos, la visin de Siempre-en-las-nubes era sensible a los
rayos infrarrojos, y por eso poda distinguir cualquier fuente de calor en la oscuridad,
pero no vio nada caliente en la entrada del callejn. Mantuvo la cara pegada a la
pared mientras deslizaba las manos por el empedrado tocando con los dedos restos
malolientes sin identificar y otras porqueras.
La bsqueda de las llaves dur una eternidad. Siempre-en-las-nubes perdi la
nocin del tiempo. Se pregunt si no haba sufrido ya bastante. Tena las manos y la
ropa cubiertas de basura, le llegaba el mal olor de excrementos de animales, y fruta
podrida, y moho, y, de repente, sangre, mucha sangre.
Por favor, que no encuentre un cuerpo rog. Que encuentre mis llaves, y me
voy. Por favor, que encuentre mis llaves, que encuentre.
Toc algo metlico con la punta de los dedos. Poco a poco fue acercando la mano
y cogi las llaves.
Nunca en la vida hubiera pensado que fuera posible sentirse tan aliviado y ligero
como l se senta en ese momento. Despus de todo, Reorx haba escuchado sus
plegarias.
El gnomo suspir y se apart de la pared. De repente, tropez con algo que estaba
detrs de l y se cay al lado de un objeto blando y hmedo. Siempre-en-las-nubes
solt un grito de pnico. Casi poda palpar el intenso olor a sangre fresca.
Un cuerpo del tamao de un hombre yaca sobre las piedras del callejn. No se
mova y estaba ms fro que un cuerpo vivo.
La primera pregunta que le vino a la cabeza cuando pudo poner en orden sus
pensamientos fue si era Klarmun o el asaltante. Al cabo de un momento, pudo reunir
el coraje suficiente para levantarse y averiguarlo. Mir a su alrededor pero no vio ni
oy nada, as que se inclin sobre la cabeza del hombre. Lentamente, el gnomo
acerc la mano y le toc el pelo. Era grueso y muy rizado y estaba pegajoso debido a
la sangre seca. Klarmun haba gritado el nombre de Zorlen. Zorlen estaba muerto.
Siempre-en-las-nubes apart la mano y dio un paso hacia atrs.
La cabeza sali rodando ms all del resto del cuerpo y fue a parar al pie del
gnomo dejando un rastro de sangre.
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Siempre-en-las-nubes se qued rgido de miedo y solt un gemido. Se apart
nuevamente y luego se desmay.
Tena algo caliente entre las manos. Siempre-en-las-nubes lo cogi sin pensar,
vagamente consciente del olor del jugoso caldo. Entonces, alguien le empuj las
manos hacia su boca, lo que hizo verter un poco del lquido caliente de la taza que
sostena. Empez a beber. La boca y los dedos le escocan a causa del caldo, pero
sigui bebiendo. Al cabo de un rato, Siempre-en-las-nubes apart la taza vaca y se
arrebuj en la manta que tena sobre los hombros.
Se percat con sorpresa de que estaba en su propia cama. Alguien le coloc los
pies dentro y los tap con la manta. Qu bien, pens. El gnomo se durmi al
instante.
Una mano nudosa y sucia dio unos palmaditas suaves sobre el bulto que roncaba
por debajo de las mantas y levant la taza del suelo. Squib sorbi las ltimas gotas de
caldo, luego recogi del suelo las inmundas ropas de Siempre-enlas-nubes y se
dirigi al Receptculo de Erradicacin de casi cuatro metros de largo, que a veces
funcionaba, situado en la parte trasera de la oficina. No tena ni idea de lo que el
gnomo haba hecho en el callejn hasta tan entrada la noche en ese horrible estado,
pero era obvio que su jefe haba vuelto a casa mucho mis tarde de la hora habitual. El
gnomo haba tenido la suerte de que el valiente Squib estuviera cazando a su roedora
presa en ese momento, justo en el callejn donde tuvo lugar la pelea. De no ser as
Squib se estremeci slo de pensar lo que poda haber pasado. Seguro que algo malo,
igual que lo que le pas al otro tipo, el seor Sincabeza. Squib se haba quedado
tan anonadado que incluso haba dejado escapar al ratn.
Al volver del Erradicador, que resonaba alegremente con fuerza mientras
destrozaba la ropa, el enano gully entr en la cocina y se sirvi otra taza de caldo.
Bebi un sorbo y suspir satisfecho. De todos los platos que saba cocinar, la sopa de
crema de rata era el mejor. Esperaba que su jefe hubiera sabido apreciarlo.
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multitud de pginas blancas.
Aaaaggghhhh! grit Siempre-en-las-nubes convencido de que le estaban
atacando de nuevo. Se defendi agitando los brazos, expulsando montones de apuntes
viejos de su cama. Squib se apart con prudencia y se escondi debajo de la mesa.
Tras calmarse y sopesar la situacin, Siempre-en-las-nubes se recost entre las
mantas intentando apaciguar los latidos de su corazn. Los acontecimientos de la
noche anterior quedaban ahora ms lejanos, aunque no por ello eran menos
aterrorizadores.
Squib se arrastr con cuidado hasta la cama y toc suavemente el brazo de
Siempre-en-las-nubes, a la vez que sealaba hacia la ventana y la luz que entraba a
travs de ella. Siempre-en-las-nubes se gir, y luego volvi a mirar a Squib confuso.
De repente, comprendi.
Oh! Por todos los dioses de Krynn! Con un renovado terror, Siempre-en-
las-nubes batall con sus mantas para liberarse. Tenemos que ir al taller!
Habamos planeado encontrarnos con nuestros clientes en la mina a medioda!
Los siguientes minutos transcurrieron de forma confusa. Mientras intentaba
ponerse precipitadamente un par de pantalones limpios, Siempre-en-las-nubes se
acord de que Klarmun, su cliente, con el que iba a encontrarse dentro de poco, era
un asesino. Slo de pensarlo meti el pie en la pernera, con tanta fuerza que hizo un
agujero en los calzones. Se los quit y se abalanz a toda prisa en busca de otros.
Entonces, sigui reflexionando y pens que Klarmun haba acudido a rescatarlo y
quiz por eso poda perdonarse el crimen. Quiz. El mero pensamiento haca
palidecer al gnomo. Se salt el desayuno porque el Instrumento Trmico para
Despensa de Mantenimiento de Radiacin Equipotencial haba quemado todas las
tostadas, y Squib y l, el primero con una taza caliente de una especie de caldo
jugoso en las manos, salieron a la calle a toda prisa.
Siempre-en-las-nubes se qued atnito al ver unas grandes hojas de papel pegadas
en las puertas del taller. Alz la mirada para leer lo que estaba escrito.
Aviso ley en voz alta. En el da de hoy, la guardia municipal de Palanthas
ha establecido que, hasta nueva orden, el dispositivo mecnico almacenado en estas
dependencias no debe ser manejado dentro de los lmites de la ciudad, por orden del
sargento Liam Jeraws, ya que el excesivo ruido que con tanta violencia perturb al
vecindario la noche anterior, puede ser permanentemente Pero qu tontera es
sta? Siempre-en-las-nubes solt un gruido mientras rodeaba el edificio en
direccin a la entrada posterior. Y pensar en todos los sobornos que he tenido que
hacer para que ahora me vengan con esto. Es vergonzoso! Hoy en da ya nadie
respeta el dinero.
Squib eruct como si manifestara su acuerdo. Se limpi la boca y la barba con la
manga y sigui a su jefe hacia el interior del taller.
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Tardaron unos minutos en ponerse las ropas de proteccin, guantes, cinturones
con herramientas, tapones para los odos, gafas y orejeras. Y se entretuvieron otros
ms en volver a quitrselos cuando ambos se dieron cuenta de que tenan que ir a la
letrina antes del viaje.
Demasiados nervios murmur Siempre-en-las nubes.
Una vez equipados nuevamente, realizaron una ltima comprobacin de las cajas
de suministros que contenan alimentos, herramientas, ropa y muchos metros de
vendas limpias, por si acaso.
Pasados diez minutos, la ruidosa caldera estaba a un cuarto de su potencia total. A
media potencia, se oy un silbido agudo que desencaden todo un coro de timbres de
alarma en los dos grandes pistones de direccin. La monstruosa mquina ruga y se
estremeca como si dentro tuviera lugar un terremoto.
Todos los malos recuerdos de la noche anterior se desvanecieron. El gnomo se
senta mucho ms alto, ms alto incluso que un humano. La sangre le herva en las
venas siguiendo el ritmo de las ondas sonoras que retumbaban por todo el taller. Una
nube de polvo caa del techo.
Siempre-en-las-nubes mir por la ventana a su derecha a la cabina de Squib, y en
ese mismo momento el enano gully volvi la cabeza y capt la mirada. El enano
gully mostraba 1 una sonrisa de oreja tapada por orejera a oreja tapada por orejera, y
sus bizcos ojos apenas se distinguan tras las gruesas gafas. Haba llegado el
momento.
Adelante, hacia nuestro destino! grit Siempre-en-las-nubes sealando en
direccin a las puertas, pero su voz se perda en el caos reinante.
Squib asinti felizmente y, aunque no poda or nada, apret con fuerza el
acelerador y accion el mando principal para aumentar la potencia del Dragn de
Hierro al mximo.
El gnomo dijo de repente:
Primero tenemos que abrir las puertas y luego aadi: Tenemos que evitar
los daos colat ay!
Demasiado tarde. El estruendo de la mquina le retumbaba en los odos. Las
turbinas y los pistones silbaban. El Dragn de Hierro emita un agudo y machacn
sonido metlico que ascenda por el techo hasta el cielo, cuyas vibraciones
destrozaron el reloj de cristal que haba en la parte posterior del taller.
Siempre-en-las-nubes lo observaba todo con una mezcla de asombro y horror, y
un orgullo impresionante en el momento en que los gigantescos taladros atravesaron
las puertas de madera del taller. Luego, el Dragn de Hierro destroz la pared con
facilidad y la atraves. El monstruo negro avanz a travs del agujero y se dirigi
directamente a la calle, curiosamente sin transentes. Las ruedas de la mquina
aplastaron un carro de melones abandonado. Las expertas manos de Squib hicieron
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una maniobra rpida con los controles y el Dragn de Hierro pivot suavemente
sobre sus ruedas traseras para girar a la derecha por una calle que se vaci
rpidamente. La gente pareca muy excitada al verlos pasar.
Seguro que lo estarn, pens el gnomo orgulloso. Siempre-en-las-nubes nunca
haba imaginado, ni en sus sueos ms atrevidos, que conducir el Dragn de Hierro
fuera as. El suelo de hierro vibraba violentamente como si un gigante lo estuviera
aporreando y le golpeaba las plantas de los pies sin piedad. Se mantena erguido a
duras penas, agarrndose a los tubos y a las palancas con todas sus fuerzas. Casi
todos los controles de cristal se rompieron enseguida, y algunos se estropearon sin
remedio, pero, aun as, el Dragn de Hierro pareca funcionar perfectamente.
Y qu ruido! Todo el aire vibraba como grandes olas que rompen en los
acantilados durante una tormenta. Pareca que las casas se estremecan de pavor ante
el invento de Siempre-en-las-nubes. Seguramente, la ciudad le recibira como un
hroe cuando volviera de su primera misin. Tal vez, cientos de personas se
agolparan en su taller de investigaciones geolgicas con nuevos proyectos de minas
para excavar, nuevas fortunas para descubrir y una avalancha de elogios para el
genio.
El Dragn de Hierro recorri toda la calle en direccin a la interseccin con la
Antigua Calzada del Sur, de tres carriles. Siempre-en-las-nubes ech un vistazo a sus
espaldas pero no poda ver gran cosa debido a la nube de polvo y polvo que dejaban a
su paso. Sin embargo, poda asegurar que el camino estaba sufriendo unos daos
considerables. Hizo una mueca slo de pensar que tendra que gastar otro diamante o
dos en las reparaciones de la calzada, pero vala la pena conservar las buenas
relaciones pblicas.
Tambin causaron algn que otro problema. Dos carros abandonados quedaron
destrozados bajo las inmensas ruedas de la mquina y una de las piezas de madera
que haba quedado esparcida por el suelo obstruy la barra de direccin trasera. El
Dragn de Hierro se tambale hacia la izquierda, choc con seis rboles aosos que
bordeaban la avenida y los hizo trizas, hasta que la tabla se desprendi y Squib pudo
recuperar el control de la mquina.
Al llegar a la interseccin con la Antigua Calzada del Sur, el Dragn de Hierro
gir para emprender el tramo final de su viaje. Al dar la vuelta, Siempre-en-las-nubes
se encontr de cara a una nerviosa multitud de guardias municipales que blandan sus
porras, y a un hombre y a una mujer vestidos con tnicas rojas que llevaban algunos
magos de la ciudad. El pelotn estaba slo a treinta metros de distancia.
Oh, oh murmur el gnomo, aunque su voz quedaba apagada por el
estruendo. Cogi un cordn y tir de l para activar un silbato de alarma antes de
parar la mquina. Los guardias se agacharon asustados al or el silbido. Luego, tiraron
sus armas al suelo y, con la boca bien abierta y las orejas tapadas con las manos,
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salieron huyendo. Los magos vestidos de rojo eran los que corran ms rpido.
Siempre-en-las-nubes decidi que ya no haba necesidad de parar, as que
continuaron.
A travs de las ventanas de la mquina vieron los ltimos edificios de la ciudad.
La parte frontal del Dragn de Hierro suba de forma constante por la Antigua
Calzada del Sur en el extremo sudeste del distrito comercial. Estaban al pie de las
montaas. A partir de all, la calzada presentaba un tramo de curvas a derecha e
izquierda como los andares de un borracho a lo largo de varios kilmetros,
pero slo tardaran algunas horas en llegar a la mina si el nivel de vapor se mantena
alto.
El Dragn de Hierro choc contra una estatua de bronce sobre un pequeo
pedestal de piedra que haba en la calzada, dio un tumbo bastante fuerte antes de
romper la figura y la base de piedra. El gnomo sali botando de la silla pero, por la
ventana delantera, pudo ver que haba algo en la calzada delante de ellos, justo en el
recorrido del monstruo.
Era un hombre vestido con una tnica negra. Siempreen-las-nubes se puso de
puntillas y ech otro vistazo.
En realidad, pareca un elfo. Estaba all de pie, tranquilamente, a menos de
cuarenta y cinco metros, con los brazos cruzados encima del pecho mientras
observaba la mquina que se acercaba. Siempre-en-las-nubes poda ver los negros
ojos del elfo perfectamente. Le miraban a l fijamente, y la sangre se le hel en las
venas.
Hasta el ms humilde de los gnomos de Palanthas haba odo hablar de Dalamar,
jefe de la Orden de Tnicas Negras, uno de los magos ms poderosos que existan.
Siempre-en-las-nubes recordaba vagamente haber odo que Dalamar tena como
sirvientes a espectros, y que monstruos horribles vivan sometidos a su voluntad. En
el pasado, Siempre-en-las-nubes haba tenido sueos muy desagradables debido a
otros rumores sobre Dalamar, pero ver al elfo oscuro mirndole de verdad era mucho
peor que cualquier pesadilla. El gnomo intent activar el silbato de alarma, pero el
cordn se haba movido y no estaba a su alcance. Siempre-en-las-nubes mir a la
derecha y vio que el fiel Squib estaba batallando con una vlvula de mando y no
prestaba la ms mnima atencin ni a la calzada ni al solitario Obstculo.
Saludos Siempre-en-las-nubes-piensa-en-las-musaraas-no te-enteras, dijo una
voz fra y oscura en la mente del gnomo.
Siempre-en-las-nubes no haba odo su nombre completo desde haca muchos
aos, por eso le aterroriz orlo ahora en su mente, como si se lo dijera un fantasma.
Sus pensamientos se quedaron atascados como una caja de cambios con un palo
dentro.
Perdname por utilizar el contacto mental directo contigo, pero una conversacin
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normal es casi imposible, dijo la voz. Ayer por la noche me despert el estruendo de
tu mquina, y hace slo un cuarto de hora he tenido que interrumpir mis estudios por
la misma razn. Adems de molestarme, tu aparato ha eliminado el trfico de varias
calles, ha reducido la poblacin de esta ciudad a la anarqua, y ha causado daos en
este distrito por un coste de varios miles de moneda. No me importara lo ms
mnimo lanzarte a ti y a tu miserable aparato a la baha y, de hecho, siento una gran
tentacin de hacerlo ahora mismo.
Al gnomo le flaqueaban las rodillas. Se agarr al borde de la ventana para no
caerse e intent reunir fuerzas para lo que le esperaba.
La cara del elfo oscuro, ahora slo a cuatro metros de distancia, se ilumin con
una sonrisa.
Por otra parte, sin querer, me has divertido y complacido, continu la voz. Me
desagradaba mucho la estatua de Elistan que has reducido a escombros. Elistan era
un benefactor y, a la vez, el estpido ms grande que he conocido, y su estatua
pareca una broma pesada. Adems, tena un parecido terrible, as que vamos a
dejarlo en empate. Puedes marcharte.
Entonces, el elfo oscuro gir hacia la niebla y desapareci. Tres segundos
despus, el Dragn de Hierro pas justo por el lugar en el que haba estado el elfo y
continu su explosiva marcha hacia las montaas. Siempre-en-las-nubes estuvo un
buen rato sin aliento, esperando a que Dalamar reapareciera y llevara a cabo su
amenaza, pero luego cerr los ojos y abri la boca para dar las gracias a Reorx con
una plegaria.
Sin embargo, te recomiendo que tardes bastante en volver, dijo la voz
bruscamente. Y mejor que vuelvas a pie, si es que regresas algn da.
No se oy nada ms.
Aparte de aplastar un carro cargado de fruta y una comadreja sorda, el Dragn de
Hierro y su tripulacin abandonaron la antao tranquila ciudad sin ms incidentes.
Siempre-en-las-nubes tuvo que gesticular frenticamente con las manos para que
Squib comprendiera las seales y detuviera la gigantesca mquina a veinticinco
kilmetros fuera de la ciudad, ya en el interior de las montaas Vingaard. Los chorros
de vapor salan despedidos por los tubos y las vlvulas de la mquina y el estruendo
retumbaba en los valles y los riscos. Siempre-en-las-nubes estaba tan cansado por el
desapacible viaje que, de momento, era incapaz de caminar levantar cualquier cosa
con las manos. Al bajar por la escalera, se cay y aterriz en el suelo. Se estaba
quitando las piedras que se le haban clavado en las manos cuando apareci Squib.
El gnomo se retir la proteccin de las orejas e intent hablar, pero apenas se oa
a s mismo debido al continuo ruido que an retumbaba en sus odos. Gesticul en
vano, y luego agarr a Squib por el brazo y lo arrastr hasta la parte trasera de la
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mquina, ahora parada. Seal el cauce seco del arroyo que se extenda a travs de la
calzada en direccin perpendicular a su trayectoria. Despus de algunos gestos ms,
Squib capt la idea de que tena que ascender por el cauce del ro y, temblando, se
montaron de nuevo en el vehculo. Los estallidos se oyeron de nuevo por todas las
montaas. El Dragn de Hierro gir lentamente sobre sus ruedas traseras, las cuales
lanzaban piedras a su paso, y emprendi su camino sobre el spero suelo.
Ahora, la marcha era mucho peor que antes. No es que la Antigua Calzada del Sur
estuviera en sus mejores condiciones en esa zona, pero el suelo era pedregoso y el
enano gully tena que conducir a menos velocidad. Siempre-en-las-nubes iba dando
bandazos de un lado a otro de la cabina mientras las cajas y los armatostes botaban a
su alrededor. El gnomo chocaba con la cabeza en los tubos e instrumentos cercanos
tan a menudo que era desagradable. Ms de una vez, casi estuvo a punto de salir
despedido de la cabina por la ventana lateral.
Despus de lo que le parecieron mil aos de tormento, Siempre-en-las-nubes vio,
aturdido, que el Dragn de Hierro se detena. La mquina se balance suavemente
sobre las ruedas y luego se asent con otro coro de chorros de vapor y Explosiones
metlicas.
No slo estoy sordo pens mientras yaca en el suelo de la cabina abrazado a
un tubo con sus cortos brazos, sino que tambin tengo los huesos de mi pobre
cuerpo hechos polvo. Tendr que comprarme un cuerpo nuevo, lo que significa otro
diamante gastado, pero valdr la pena. Pedir un cuerpo ms alto, si es posible.
Squib, apenas afectado por el viaje, y con una sonrisa, cogi a Siempre-en-las-
nubes y lo baj por la escalera. Para reanimarlo le ofreci un poco de caldo sabroso
de un recipiente sellado. Siempre-en-las-nubes apart la taza de un manotazo. A
saber con qu haba hecho la sopa el enano gully!
Siempre-en-las-nubes se percat enseguida de que Squib haba parado la
mquina, pues sencillamente no se poda ir a ninguna otra parte. La corriente, amplia
como un camino, manaba antao desde lo que pareca una caverna a un lado de la
montaa. La caverna se haba hundido haca mucho tiempo y, probablemente, la
corriente se sec tambin entonces. Mientras Squib examinaba de pasada el Dragn
de Hierro, Siempre-en-las-nubes se quit las orejeras, las gafas y los guantes y,
aunque se le doblaban las piernas, sali a inspeccionar la zona.
Lo que en principio pareca una caverna, en realidad, no lo era. Era la entrada,
construida por enanos, de lo que tal vez fue una vieja mina, una mina de hierro, a
juzgar por los trozos rojizos de hematites que cubran el suelo. Siempre-en-las-nubes
parpade al pasar sus manos sobre las piedras que enmarcaban la entrada sepultada.
Seguramente los mismos enanos que haban construido Palanthas en el pasado
tambin excavaron esta mina. Siempre-en-las-nubes calcul que no haba habido
obreros trabajando en la mina desde haca
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Cientos de aos suspir Siempre-en-las-nubes. Comprob que poda volver a
or su voz, aunque el ruido constante de los odos no haba cesado.
Diez siglos dijo una voz familiar a sus espaldas.
Con el corazn en un puo, Siempre-en-las-nubes respir y se dio la vuelta.
Harbis y Skort estaban slo a unos cuatro metros de distancia. Ninguno de los dos
sonrea y, aunque estaban cubiertos de polvo parecan no notar el calor.
Por los dioses misericordiosos, qu susto me han dado! Siempre-en-las-
nubes se rio y se introdujo el dedo meique en la oreja derecha. Me he quedado un
poco sordo, pero pronto estar bien. sta es la mina de la que me hablaron?
As es dijo Skort. Ech un rpido vistazo a la entrada y luego volvi a mirar
al gnomo. Disclpenos por haberlo asustado, pero hemos preferido dar un rodeo
por el otro lado de montaa para no quedar ensordecidos por su singular Dragn de
Hierro.
Ah!, no tiene importancia contest Siempre-en-las-nubes alegremente. El
gnomo not algo diferente, pero no poda determinar qu era. Bueno, an nos
quedan cinco horas hasta que se ponga el sol, as que, si quieren que empecemos a
perforar, slo necesitamos unos minutos para que mi asistente prepare la mquina
para la operacin. Hemos tenido un viaje un poco duro hasta aqu, tengo que
Se qued callado en mitad de su explicacin. Primero sinti un miedo irracional y
luego trag saliva y levant la vista hacia Skort.
Debo decir que su lenguaje ha mejorado mucho desde la ltima vez que lo vi.
Djeme que le felicite por su habilidad. Ha conseguido aprender el idioma mucho
ms rpido que la mayora de la gente. No es una crtica contra los humanos, ya me
entiende, pero s que resulta un poco raro.
Tendr que disculparnos por el engao, pero queramos parecer diferentes de lo
que somos dijo Skort secamente. El papel de bruto me va muy bien; a veces vale
la pena parecer poco sofisticado. Mis socios no son tan hbiles con a lenguaje como
yo, as que su representacin era ms genuina. Y s, cuanto antes empiece usted a
perforar, mejor. Estamos ansiosos de poner en marcha nuestro negocio de nuevo.
Desde luego asinti Siempre-en-las-nubes indeciso e incapaz de decir
cualquier otra cosa.
Se gir para mirar la entrada de la mina pero, en vez de eso, vio a Harbis con las
manos en las caderas tapndole la visin. Mejor dicho, Harbis pareca tener las dos
manos en las caderas, aunque, en realidad, con una mano sostena el mango de un
largo cuchillo que llevaba atado a su muslo derecho.
Oh! dijo Siempre-en-las-nubes, y mir nuevamente a Skort asustado.
Empiece a excavar, por favor dijo Skort. Le hemos pagado muy bien por
su trabajo y estamos deseosos de ver los resultados.
Mmmm, resultados claro repiti el gnomo. Desde luego.
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Mir por ltima vez el cuchillo de Harbis y luego se dirigi hacia el Dragn de
Hierro, resistindose al impulso de salir corriendo.
Sin embargo, antes de llegar a la gigantesca mquina se par de repente y mir
hacia atrs. Cuando ya haba empezado a hablar, Siempre-en-las-nubes pens que se
estaba buscando problemas, pero no pudo resistirse. Tena que saberlo.
Perdneme dijo, pero no veo a su amigo Klarmun. Espero que no le
moleste que pregunte por l.
Skort y Harbis miraron fijamente al gnomo durante unos instantes. La hoja de la
daga de Harbis se desliz fuera de la funda unos siete centmetros.
Klarmun ha tenido que quedarse en la ciudad con un viejo conocido dijo
Skort framente. Contine.
Harbis volvi a guardar lentamente el cuchillo, aunque su mano segua agarrando
fuertemente el mango.
Siempre-en-las-nubes asinti de nuevo y, maldiciendo, se dirigi hacia el Dragn
de Hierro. Por dinero haba vendido sus servicios a agentes de la oscuridad, y ahora
queran resultados. No eran brbaros crueles en absoluto, sino actores que
representaban sus papeles, cazadores de fortunas o ladrones. Obviamente, pensaban
que en la mina se esconda algn tesoro y mataran para conseguirlo. Siempre-en-las
nubes haba sido un estpido. Estaba vivo slo porque les resultaba til, y porque
saban que no iba a traicionarlos.
La excitacin que el gnomo haba sentido durante el viaje hasta all se haba
esfumado. Ahora temblaba slo de pensar en el agudo dolor de una pualada en la
espalda y se preguntaba cunto tiempo estara vivo.
Skort haba insinuado que conocan a Zorlen, un viejo conocido haba dicho,
pero lo ms seguro era que fuera un viejo enemigo. Acaso sospechaban los tres
hombres que Siempre-en-las-nubes le haba contado sus planes a Zorlen? Qu haran
si pensaban que lo haba hecho?
Con la mente ocupada en todas estas disquisiciones, el gnomo apenas poda
pensar en el trabajo mientras intentaba inspeccionar la situacin con su asistente. El
fiel Squib seal algunas partes de la mquina que haban sufrido daos durante el
viaje de varias horas, pero, en conjunto, el Dragn de Hierro haba aguantado bien.
No haba razn alguna no empezar a perforar enseguida.
Suspirando profundamente, Siempre-en-las-nubes hizo una seal con la mano a
los dos hombres y les indic que iban a iniciar la perforacin. Cuando les explic que
haran mucho ruido y que desprenderan muchas piedras, por lo los daos
colaterales seran extraordinarios, los dos hombres asintieron y bajaron hacia el
cauce del ro para apartarse del radio de peligro.
Siempre-en-las-nubes dio unas palmaditas en la espalda de Squib, y luego subi
por la escalera de hierro hacia su cabina. Una vez all, cerr con cuidado la puerta y
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coloc varios blindajes en las ventanas para protegerlas de las piedras, por ltimo,
mir por la ventana de estribor para ver lo que estaba haciendo Squib.
Una de las grandes cajas de suministros que haba detrs de Siempre-en-las-nubes
se movi y chirri. La tapa se abri. Siempre-en-las-nubes se gir asustado. Una
figura sucia se levant del interior de la caja sosteniendo la tapa abierta con un brazo.
El pelo negro y rizado del hombre estaba cubierto de sudor, y la sangre reseca le
manchaba la cara.
El tiempo vuela cuando uno se lo pasa bien, verdad? dijo el hombre con voz
suave y cansada. Siempre-en-las-nubes no poda pronunciar ni una palabra. Estaba
mudo de miedo y de sorpresa.
El hombre, Zorlen, movi la cabeza para despejarse.
Soy yo, pequeo amigo dijo. No te molestes en contestar, de todos modos
casi no puedo or nada por culpa del estruendo de tu arrancaflores. He tenido que
acompaaros en vuestro viajecito a las montaas. Tenais muchas cosas en este
armatoste, pero supuse que no las echarais en falta, as que las saqu y me met
dentro la noche de nuestro encuentro en el callejn. Me cost ms de lo que pensaba,
pues nuestro amigo result ser muy bueno con la navaja, mejor de lo que esperaba.
El hombre hizo una mueca de dolor y luego sac el otro brazo de la caja. En la
mano vendada sostena el inmenso cuchillo de caza manchado de sangre.
Siempre-en-las-nubes pudo articular de nuevo las palabras.
Pero, estabas m-m-muerto consigui balbucear no t-t-tenas
Zorlen solt una dbil risita.
Pareca muerto, verdad? Yo tambin lo pens. El cadver era igual que yo.
Siempre lo hacen, ya sabes. La muerte cambia a todos esos draconianos sivak, tanto
si son ellos los que matan como si los matan a ellos. Tuve que asegurarme de que
estaba bien muerto antes de Zorlen levant el mango de su gran cuchillo y lo
desliz suavemente por su garganta. El mejor remedio para los dolores de cabeza
que existe.
Draconianos repiti el gnomo aturdido.
Zorlen se frot las orejas.
Draconianos. Saba que estos tres estaban tramando algo. He seguido a los
bastardos escamosos desde Kalaman, al este de aqu. Robaron algunos documentos
de un viejo mago amigo mo despus de hacerlo trizas. Saban lo que buscaban y
adnde queran ir. La Reina de la Oscuridad deba de haberles advertido. Se llevaron
slo los documentos escritos por los enanos de Palanthas, los que hablaban de sus
minas. Mi amigo recopilaba viejas historias como sta. Luego, mataron a unos
campesinos y les robaron las ropas y la identidad.
Zorlen tena que gritar para lograr que su voz se oyera por encima del ruido, cada
vez mayor, que produca el vapor de la mquina.
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Hace mucho tiempo, en la Era del Poder, los enanos encontraron algo en el
interior de esta mina. Despus sellaron la entrada y no regresaron jams. Tus tres
amiguetes descubrieron su secreto y ahora lo quieren para ellos, y te han reclutado
para ayudarles a conseguirlo.
Espera! protest Siempre-en-las-nubes. No son amigos mos, son
clientes!
Nunca los haba visto hasta hace dos das. Me contrataron, y adems tampoco s
lo que quieren.
Zorlen suspir y asinti. Fuera, la gran mquina empez a retumbar con gran
estruendo.
Pens que quiz fuera as, pero no estaba seguro. Al principio cre que tal vez
fueras uno de ellos, pero luego me di cuenta de que no era as. Hacas demasiadas
estupideces, actuabas como un verdadero gnomo.
Siempre-en-las nubes no estaba seguro de si deba sentirse aliviado o insultado.
Cmo pudiste confundirme con uno de ellos?
Nunca est de ms ser un poco paranoico. Zorlen sonri tristemente. Si los
draconianos sivaks matan a alguien, pueden adoptar su imagen durante un tiempo, ya
sea un gnomo o un ogro. Me parece que fui un poco rudo contigo, porque no saba si
eras uno de ellos o slo un lacayo. Te debo una disculpa. Sin embargo, lo que
tenemos que hacer ahora es
Zorlen se levant y se reclin contra la tapa de la caja. En ese momento, los
silbidos procedentes del exterior se convirtieron en un trueno ensordecedor. El
Dragn de Hierro avanzaba hacia adelante. Siempre-en-las-nubes se cay a un lado.
Zorlen perdi el equilibrio, sali disparado hacia la pared trasera, y su cabeza golpe
el grueso hierro negro. Qued extendido en el suelo, fuera de la caja, como una
mueca de trapo. El largo cuchillo cay ruidosamente al suelo.
Zorlen!
Siempre-en-las-nubes intent desesperado reanimar al hombre, pero fue intil:
estaba fuera de combate. Siempreen-las-nubes cogi precipitadamente las orejeras
y las gafas y se las puso. Tambin se introdujo unos tapones de cera en las orejas. La
descomunal mquina avanzaba hacia adelante, palmo a palmo, recobrando el
equilibrio a cada momento gracias a las habilidades de Squib. Qu pasara si los
draconianos miraban dentro y vean a Zorlen? Skort y Harbis podan ponerse muy
furiosos. El gnomo hizo lo nico que se le ocurri: volvi del revs la caja vaca y
cubri el cuerpo inconsciente de Zorlen con ella.
Siempre-en-las-nubes levant cautelosamente por el mango el cuchillo manchado
de sangre y, despus de pensar un momento, lo coloc debajo de la caja junto a
Zorlen. El humano pareca decir la verdad. Despus de todo, no le haba hecho dao
cuando tuvo la ocasin. Se mereca una oportunidad de vengar a su amigo mago
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muerto, aunque Siempre-en-las-nubes rez para que el gran humano no se despertara
hasta que el trabajo hubiese terminado y estuvieran de vuelta y a salvo en Palanthas.
Un nuevo ruido procedente del interior del Dragn de Hierro empez a orse. Era
una vibracin lenta y regular acompaada de un zumbido que iba en aumento.
Siempre-en-las-nubes se asom a la ventana delantera y vio que los tres enormes
taladros giraban cada vez a mayor velocidad. El polvo form una nube que se elevaba
desde el suelo debido al ritmo creciente de la vibracin.
El Dragn de Hierro avanz hacia adelante y se movi bruscamente cuando los
taladros entraron en contacto con el viejo desprendimiento rocoso. Siempre-en-las-
nubes ajust los anteojos. Una espesa nube de polvo y fragmentos de piedras se
esparcieron por el interior de su cabina a travs de las ventanas. Se tap la boca con
el abrigo protector y pens que ojal hubiera diseado una bufanda a modo de
armadura. De hecho no importaba, ya que estaba encerrado en su propia mquina
perforadora con un vengador loco, y fuera le esperaban unos humanos que
probablemente eran unos draconianos sedientos de sangre y capaces de transformar
su cuerpo a voluntad.
Siempre-en-las-nubes se agach. La nube de escombros y polvo era cada vez
mayor y obstrua la entrada de luz y aire. De todos modos, tena que admitir con
orgullo que, a pesar de lo mal que iban las cosas, el Dragn de Hierro estaba
funcionando perfectamente.
Cuando por fin los taladros se pararon, estaba demasiado oscuro para leer los
pocos dispositivos y controles que todava funcionaban. Dentro de la cabina se haba
acumulado un montn de polvo de roca de tres palmos de altura. Siempre-en-las-
nubes abri la puerta trasera para sacarlo con una pala, pero entonces se dio cuenta de
por qu estaba oscuro: el Dragn de Hierro haba perforado la entrada, la haba
traspasado y estaba aproximadamente a treinta metros bajo tierra.
Se retir con cuidado las orejeras y se quit los tapones d cera. Encendi una
lmpara de aceite y cogi una escobilla del cuadro de herramientas. Estaba quitando
el polvo de la maquinaria cuando se acord de Zorlen. Con mucho cuidado, realiz
una inspeccin, vio que el hombre todava estaba inconsciente, limpi el polvo que
haba alrededor de la caja y abandon la cabina, silenciosamente, por la escalera.
El fiel Squib ya estaba abajo inspeccionando la mquina. A la plida luz de la
lmpara, su amplia sonrisa fue un regalo tan agradable como el sol en un da lluvioso.
El gnomo y el enano gully se abrazaron y se felicitaron, y luego procedieron a revisar
el Dragn de Hierro.
Confo en que todo est bien dijo Skort al cabo de unos instantes mientras l
y Harbis cruzaban el montn de rocas aplastadas y se dirigan hacia la mquina
perforadora.
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Siempre-en-las-nubes dio un brinco. Casi se haba olvidado de sus dos clientes
amenazadores.
Excelente anunci rpidamente. Todo va sobre ruedas, no se han
producido daos permanentes ni problemas, no ms de los rasguos habituales o
abolladuras
Bien interrumpi Skort. Tengan la amabilidad de esperar aqu.
Se acerc al impertrrito Harbis, y los dos hombres pasaron por encima de los
inmensos carriles que haban formado las ruedas del Dragn de Hierro y se dirigieron
hacia el interior del amplio tnel de la mina. No llevaban ninguna lmpara.
Supongo que debera coger la linterna de la cabina para ellos murmur
Siempre-en-las-nubes mientras los vea alejarse. Quiz me daran otro diamante o
dos por su voz se desvaneci. Los dos hombres haban desaparecido en la
oscuridad sin aflojar el paso.
Se qued mirando durante unos instantes.
Qu raro! dijo dbilmente. Se adelant y aguz la vista. Slo el suave
sonido de sus pisadas sobre la roca marcaba su paso, e incluso eso quedaba apagado
por el silbido de vapor procedente de la gran mquina.
Durante unos veinte segundos, las fuerzas de la prudencia y el atrevimiento
estuvieron luchando en la mente de Siempre-en-las-nubes. Al final, gan la
curiosidad, que ha matado a ms gnomos que a gatos.
Mi buen Squib susurr a su amigo, que de nuevo se estaba hurgando la nariz
. Por favor, esprame aqu al lado de la mquina. No me sigas, slo esprame.
Dud un momento y luego aadi: Si aquellos dos hombres vuelven sin m, sube a
bordo del Dragn de Hierro, encirrate en la cabina y regresa a Palanthas. Prate a la
entrada de la ciudad y deja la mquina all. No te pares por ninguna otra cosa, bueno,
slo si te encuentras a alguien vestido de negro.
Me van a matar pens. Estos draconianos, si eso es lo que son, me oirn, y
luego me cortarn en trocitos como un pastel de nueces con nata agria. Ni siquiera el
Gremio del Monte Noimporta de Anatoma, Fisiologa y Envasado de Carne me
reconocer. Debo de estar loco. Estoy loco. Debera pararme aqu mismo y regresar
al Monte Noimporta y dedicarme a la hidrodinmica como todos los miembros de mi
familia, a excepcin del doce veces alabado abuelo Molinillo-de-aire, que se pas al
sector de vigas de aluminio y se hizo rico.
Siempre-en-las-nubes vio luz delante de l, una luz fra y plida como el sol en
una brumosa maana de invierno. Aminor su apresurada marcha de puntillas y not
que el suelo de la mina empezaba a inclinarse hacia abajo levemente y cada vez era
ms desigual.
El gnomo vio un objeto en el camino y se par a cogerlo; Era una bota. Un poco
ms all, haba otra bota y luego varias prendas desparramadas y otras dos botas. No
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saba si eran las de Skort y Harbis, pero los objetos todava estaban calientes y,
adems, despedan un olor raro. Siempre-en-las-nubes dud; luego, cogi una camisa
y, hundiendo sil inmensa nariz en ella, inspir profundamente. Con una mueca, apart
la camisa de la cara. Ola a lagarto.
Se oy un ruido procedente del otro extremo de la pendiente. Siempre-en-las-
nubes se agach, pero despus dej la camisa y sigui hacia adelante de puntillas.
Oy a alguien que gritaba: era Harbis. El gnomo localiz un hueco entre dos rocas y
se dirigi hacia all para esconderse.
Al principio, pens que Harbis deca caca de gato, pero en otro momento oy a
Skort pronunciar claramente chillidos hambrientos!. El eco repiti las palabras
durante varios segundos.
Siempre-en-las-nubes ech un vistazo rpido por detrs de una roca y vio que
Skort y Harbis, casi desnudos, estaban justo en el lugar en el que el tnel se nivelaba
y se abra forjando una amplia sala. A ambos lados de los hombres haba unos
grandes globos brillantes, aparentemente de cristal, colocados sobre unos pedestales
de piedra. Siempre-en-lasnubes estaba por encima de la cabeza de los hombres y a
cierta distancia. Desde esa posicin no poda ver el interior de la cmara.
Chillidos hambrientos! grit Skort nuevamente, y luego se coloc las
manos sobre la boca a modo de bocina para que le oyeran mejor. Quizs haya
muerto.
Nuestra reina no deja esto pasar dijo Harbis, y se acarici la barba pensativo
. Quiz la perforacin oy.
Chist! Skort levant la mano. Siempre-en-las-nubes prest atencin y oy
un sonido lento y distante, como unos golpes. Trag saliva para no respirar.
Es enorme! jade Harbis. Demasiado grande. Antes que aqu llegue,
nosotros Se apart hacia atrs bruscamente.
Maldita sea! dijo Skort abriendo su boca de par en par. Maldita sea!
Se oy un sonido leve y rtmico como si fuera de aire que entra y sale de un
enorme fuelle. Junto a ese sonido, se acercaba el profundo retumbar de los golpes.
Entre un golpe y otro transcurra un intervalo de algunos segundos.
El eco repiti una nueva voz por toda la inmensa sala. Era casi como un susurro.
Quin me llama? dijo la voz lentamente. Quin sabe mi nombre?
Skort tom aliento rpidamente.
Nosotros te llamamos, Chillidos hambrientos! grit. Entonces dio un golpe
a Harbis en el brazo. Cambia ahora! sise.
Harbis asinti, pero Skort ya estaba cambiando. La cara del humano se estir y se
alarg hasta formar un hocico. El cuello desapareci; los brazos se ensancharon, los
pies se alargaron y los inmensos dedos se convirtieron en garras. En los omplatos le
crecieron unas extraas protuberancias. En la base de la columna le apareci de
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repente una cola que se fue agrandando hasta que lleg al suelo.
Las protuberancias de la espalda se convirtieron en inmensas alas plateadas. Tena
la cara de reptil y, a la fra y plida luz, la piel cambi del bronce al blanco, y luego al
brillante plateado. Harbis adopt la misma forma slo unos segundos despus.
Siempre-en-las-nubes haba sobrevivido a la Guerra de la Lanza casi sin darse
cuenta, enterrado en sus estudios geolgicos y mecnicos en el Monte Noimporta. Sin
embargo, haba odo hablar mucho de la guerra y conoca, por tanto, la existencia de
los reptiles draconianos. Saba que nacan los huevos de dragn sometidos a una
transformacin mgica corrupta, tenan colores metlicos, y explotaban o se
convertan en piedra o en cido cuando se moran, tal como informaban los
supervivientes del Subcomit del Monte Noimporta para la Viviseccin de
Especmenes Peligrosos pero Potencialmente Fascinantes de Fauna Local. Tambin
haba odo contar que algunos draconianos podan adoptar las formas de los seres que
mataban. Zorlen estaba en lo cierto.
Nosotros te llamamos, Chillidos hambrientos! dijo con voz spera el gran
draconiano sivak que antes-era Skort. Lemos en los antiguos pergaminos de los
enanos que estabas atrapado, y hemos venido a buscarte.
Pues ya me habis encontrado contest con un trueno el dragn durante una
pausa entre los profundos y rtmicos rugidos. Se oy un fuerte golpe: una sombra se
proyect sobre los dos draconianos. Un pie descomunal cubierto de escamas golpe
el suelo pedregoso slo a tres metros de distancia de Skort y Harbis, un pie tan grande
que empequeeca a los dos seres. Siempre-en-las-nubes poda ver perfectamente las
rojas y brillantes escamas del reptil.
Un dragn! Chillidos hambrientos era un dragn tragagnomos que escupa
fuego, real y vivo!
No os reconozco dijo el dragn precavidamente. Cmo me habis
conocido?
Somos sirvientes de nuestra reina, y es una honra para nosotros poder
saludarte, gran seor dijo Skort con reverencia. Las leyendas de los enanos
citaban tu nombre y tu guarida, pero no esperbamos encontrar a uno tan grande
como t. Queremos liberarte, y despus, te serviremos en todo lo que mandes.
La atronadora respiracin son con mucha intensidad y luego ces de golpe. Tras
una pausa, se oy un rugido tan horroroso que el gnomo se tap las orejas con las
manos. Una nube de polvo se form a su alrededor. Era una onda sonora como la del
Dragn de Hierro, slo que sta proceda de una garganta viva. Dur, segn el
gnomo, una hora.
El aterrador rugido se apag bruscamente y el dragn volvi a hablar.
Cmo os atrevis a burlaros de m? pregunt con una voz que pareca
empalagosa y maligna a la vez. Cada palabra retumbaba en los huesos de Siempre-
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en-las-nubes. Cuando los enanos de Palanthas me despertaron y me encerraron
aqu, era la segunda vez que me encarcelaban en esta gran celda de piedra. Primero
fueron los elfos, los tres magos que ordenaron a la tierra que se tragara a mis
hermanos. En el silencio eterno de estas salas me dorm atormentado por sueos de
venganza y, sin embargo, se me negaba la posibilidad de mover ni una sola garra.
Luego o el golpeteo y el sonido metlico de las herramientas de los enanos.
Ignorando mi posicin, construyeron tneles por encima y por debajo de m, por
todas partes. Ms tarde, uno me encontr, descubri mi costado. Me tomaron por
muerto, por una reliquia petrificada de una poca anterior, y trabajaron como
hormigas para liberarme y colocarme como pieza principal de una gran sala que
excavaron en la roca, a mi alrededor. Ansiaba moverme, incluso parpadear, pero no
hice ni un movimiento hasta el da en que terminaron su labor. Mientras me estaban
admirando, sal de mi largo y miserable sueo y ca sobre ellos como la propia
montaa.
El lento rumor de la respiracin del dragn continu durante casi un minuto antes
de que la criatura volviera a hablar.
Fue dulce probar de nuevo la sangre en mi boca, pero la dulzura dur poco.
Muchos escaparon, sellando la caverna al salir, y me dejaron entre sus artefactos, sus
luces mgicas, sus escaleras esculpidas, y montones de herramientas y huesos. Poda
moverme, pero no volar. Poda ver, pero no haba horizonte. Poda hablar, pero nadie
me oa. Inspeccion todas las zonas de estas ruinas buscando la manera de escapar,
pero fue intil. Los huesos de mis carceleros pudrieron y ahora no son ms que polvo.
Cunto tiempo hace que estoy privado del mundo de los mortales?
Los dos draconianos intercambiaron una mirada y luego levantaron la vista de
nuevo.
Gran seor, la guerra de la que habis hablado primero, contra los elfos, fue
hace unos tres mil aos y, segn sabemos, los enanos os encontraron hace mil aos.
La pesada respiracin termin en un fuerte y sonoro resoplido. Una gota de
lquido amarillo cay desde arriba y salpic a poco ms de un metro de las garras de
los dos draconianos. El lquido se inflam y ardi un poco en el suelo pedregoso.
Entonces, Takhisis me ha olvidado dijo el dragn, pero yo no me he
olvidado de ella. Me he alimentado de magia y piedra, huesos y polvo, piedras
preciosas y sangre. He dormido aqu durante muchas eras, esperando la ocasin de
volar alto por los cielos del mundo. He esperado demasiado para escupir mi venganza
sobre los verdes valles que tenemos encima. No puedo esperar ms. Debis
liberarme. No me importa cmo.
Podemos hacerlo! grit Skort bruscamente, como un alumno impaciente.
Sus ojos brillaban de excitacin. Hemos encontrado a un gnomo estpido y a un
enano gully que han construido una mquina para excavar minas. Los hemos
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engaado para que vengan hasta aqu. Han perforado los escombros de la entrada de
la mina. La mquina nos espera en la boca del tnel. Les obligaremos a ensanchar los
tneles para que podis pasar por ellos. Estaris libre en cuestin de das!
Una mquina minera? Eso era lo que provocaba el estruendo de antes?
Entonces Takhisis os debe haber guiado desde el propio Abismo. No perdamos ms
tiempo.
Los dos draconianos retrocedieron rpidamente.
Esperad! orden el dragn. Otra gota del lquido ambarino cay desde
arriba y salpic las rocas de la boca del tnel. Sangre! dijo el dragn, y su voz
sonaba ahora diferente. Huelo a algn ser vivo de sangre caliente. Me ha
despertado el apetito. Con quin habis venido?
Los draconianos miraron confusos hacia atrs, hacia el tnel.
Aqu slo estamos nosotros, Gran seor dijo Skort.
Estpido! espet el dragn rudamente. Otra gota ambarina y corrosiva cay
de sus inmensas mandbulas abiertas a las rocas. He estado sin comida durante diez
siglos y s lo que hay aqu y lo que no hay.
Skort mir hacia el tnel aguzando la vista.
Regresa y comprueba si te ha seguido alguien orden a Harbis. Tras dudar
unos instantes, el otro draconiano obedeci e inspeccion detrs de los montculos de
piedra y restos que abundaban en el camino.
Por fin, libre dijo la ronca voz a sus espaldas. Libre, por fin. Los incendios
brillarn como nunca cuando alcance las ciudades de los elfos y los enanos. Brillarn
los bosques y los campos cuando los arrase a mi paso. He esperado y soado
demasiado. Mis enemigos han estado en paz durante mucho tiempo. Debo ser libre!
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Dragn! jade Siempre-en-las-nubes con el corazn en un puo.
Dragn all rojo, inmenso draconianos
Un dragn? susurr Zorlen. Dime lo que has visto.
Entre jadeos entrecortados y ataques de tos constantes el gnomo fue contando lo
que haba visto y odo. El humano se qued atnito; sus manos liberaron al gnomo.
Siempre-en-las-nubes, algo ms tranquilo, mir al hombre. Gracias a su
capacidad de visin infrarroja el gnomo comprob que Zorlen sangraba por una
herida que tena en la cabeza que, probablemente, se haba hecho al caer dentro de la
cabina del Dragn de Hierro. La mano de Zorlen temblaba cuando se la tocaba. Su
aspecto ya no era tan amenazador como cuando lo conoci. Pareca un humano
abatido y desesperado al que la suerte le haba abandonado.
Quin eres realmente? pregunt Siempre-en-las-nubes con voz trmula.
No me gusta que me zarandee alguien a quien no conozco, aunque ltimamente
parece que se es el pasatiempo preferido de mucha gente. No es que quiera ser
desagradable, pero
Zorlen mir en direccin al gnomo y sonri. Siempre-en-las-nubes se dio cuenta
de que el humano no poda verlo en la oscuridad. No poda ver nada.
Me llamo Zorlen dijo finalmente, Zorlen Margauff, y soy un mercenario,
una especie de entrometido que arregla asuntos delicados para las personas pudientes
de Kalaman. Estaba ayudando a un amigo, el mago del que te he hablado, que tuvo
una mala visin en su bola de cristal. Estuve fuera un par de horas y, al volver, lo
encontr cortado a trocitos como si le hubieran pasado por la trinchadora de carne de
un carnicero. Yo mismo tuve tambin algunas visiones y recuper la pista de los
asesinos. Los he estado persiguiendo durante semanas para ver lo que tramaban, pero
nunca pens que sera esto. Zorlen respir profundamente e hizo un gesto con las
manos.
Perdname por haberte dado una paliza. En cierto modo, era mi obligacin.
Pensaba que tambin eras un draconiano por la forma en que congeniabas con los
otros tres al principio. Pero, como he dicho, eras Dud un instante al notar la
repentina tensin del gnomo. Eh, olvdalo, los draconianos son buenos actores,
pero no tan buenos. Estaba equivocado.
Siempre-en-las-nubes ech un vistazo hacia el tnel, pero no pudo ver nada tras la
esquina.
Supongo que tendra que estar satisfecho por esta especie de disculpa dijo
lentamente. Nuestra prioridad ahora es salir de aqu lo ms rpido posible con
nuestras extremidades y rganos internos intactos.
Es el Abismo dijo Zorlen, sacando un objeto de su cinturn. Era el largo
cuchillo. Zorlen alarg la otra mano hasta su bota y saco otro gran objeto, una llave
inglesa que probablemente haba cogido de alguna de las muchas cajas de
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herramientas del Dragn de Hierro. Primero tenemos que matar a dos draconianos,
y luego debemos encontrar la forma de sellar esta mina de nuevo.
Pero t has comido demasiada carne cocida! jade Siempre-en-las-nubes.
Olvdate de los draconianos! Tenemos que salir de aqu antes de que ellos
Una piedra rod por el suelo por detrs de la esquina.
El hombre y el gnomo se giraron. Las palabras se les haban congelado en la
boca. Una inmensa figura alada sali dando tumbos por detrs de la esquina y se
lanz sobre ellos.
Una de las alas golpe la cara del gnomo y lo dej casi sin sentido. Siempre-en-
las-nubes cay al suelo. El draconiano salt sobre Zorlen y algo, que produjo gran
estruendo, rod por el suelo de la mina entre las rocas y la suciedad. Zorlen gritaba de
dolor mientras reparta patadas con los dos pies. Una de ellas alcanz el pecho del
draconiano. ste repleg sus alas y atac de nuevo con las garras y las mandbulas.
Luz! grit Zorlen, blandiendo su cuchillo en la oscuridad. Necesito luz!
Siempre-en-las-nubes se arrastr a gatas intentando ponerse de pie. Sus manos
tropezaron con una cosa dura y metlica en el suelo y la cogi. Era una llave inglesa,
la que Zorlen haba trado, una llave inmensa de nueve kilos de peso que utilizaba
normalmente para las ruedas de direccin.
El draconiano y el humano luchaban en el suelo. El humano estaba encima.
Siempre-en-las-nubes vio cmo el draconiano mova sus alas arriba y abajo con
rapidez y cmo sus brazos golpeaban al humano una y otra vez. Los gritos de dolor
de Zorlen resonaban con el eco por todo el tnel.
Sin pensarlo dos veces, el gnomo balance la llave, corri hacia adelante y asest
un rotundo golpe en la espalda del draconiano. El crujido de los huesos al romperse
pudo orse incluso a pesar de los gritos de Zorlen. La criatura cay hacia adelante y
qued atrapada entre sus propias garras. Emita unos curiosos resuellos, como si no
pudiera respirar, e intentaba darse la vuelta.
Siempre-en-las-nubes atac de nuevo, pues estaba tan asustado que no poda
hacer otra cosa. Se coloc debajo de un ala, balance la llave de nuevo hacia arriba y
hacia abajo y golpe el hocico del draconiano justo entre los ojos. Un brazo cubierto
de escamas se despleg, atac al gnomo en la cara, y lo lanz al suelo. Al caer, se
golpe la cabeza.
Siempre-en-las-nubes vio maravillado una explosin d chispas y estrellas. Era
una imagen impresionante. Sin embargo, por alguna extraa razn saba que, cuando
las estrellas desaparecieran, no iba a encontrarse demasiado bien.
Las estrellas se esfumaron rpidamente y, enseguida, sinti un dolor de cabeza
impresionante que le machacaba el crneo y le nublaba la vista. De repente, todo fue
oscuridad.
Aydame gema Zorlen. Me ha desgarrado. Aydame.
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El gnomo, mareado y magullado, se dio la vuelta, logr ponerse a gatas y se
arrastr nada el humano. Zorlen yaca boca arriba y se agarraba el muslo izquierdo
con las manos. Sangraba por todas partes. Un poco ms all, yaca otro cuerpo con un
cuchillo clavado en el pecho inerte. El cuerpo del muerto era Zorlen.
Aydame jade Zorlen, creo que me ha roto una pierna.
El gnomo dud, pues se acord de lo que le haban contado. Era difcil pensar con
ese dolor de cabeza.
Eres Zorlen realmente? pregunt. Podras ser el draconiano, no? Quiero
decir que podras haber adoptado el aspecto de Zorlen al matarlo y podras estar
esperndome para
Asqueroso renacuajo sise Zorlen dbilmente. No soy el maldito
draconiano y tengo la pierna rota. Y solt una serie de maldiciones que
impresionaron a Siempre-en-las-nubes por su creatividad y expresividad.
La cabeza le estallaba, pero Siempre-en-las-nubes fue capaz de alcanzar la pared
y ponerse de pie. Se acerc con cuidado hasta Zorlen. El humano se haba quedado
callado nuevamente y slo se oan sus dbiles gemidos.
Entonces debes de ser Zorlen -dijo el gnomo. Como alguien me dijo una
vez, los draconianos son buenos actores, pero no excelentes.
Por los dioses, cllate y scame de aqu.
Tendrs que ponerte de pie y apoyarte en m dijo el gnomo.
Zorlen se apoy y se puso de pie. Con la mano segua agarrndose fuertemente la
pierna izquierda. Su rostro se retorca de dolor.
Maldita sea! Eres demasiado bajo murmur. No puedo hacerlo.
Siempre-en-las-nubes suspir y luego mir a su alrededor en la Oscuridad.
Bueno, supongo que podra ingeniar una especie de tablilla para tu pierna con
la llave inglesa e incluso hasta sera capaz de improvisar una especie de torniquete,
pues recuerdo una conferencia sobre este tema que tuvo lugar en el Gremio de
Anatoma, Fisiologa y Envasado de Carne, y estoy casi seguro de que no repetira los
fallos del conferenciante y no te pasara lo que le ocurri al que se ofreci voluntario
para probar el torniquete, lo cual fue una lstima teniendo en cuenta que
Zorlen apret los dientes y tante a ciegas.
Olvdalo. Puedo hacerlo dijo. Aydame a levantarme antes de que llegue
el otro draconiano.
Slo tardara un momento en recopilar los materiales para
Venga! Levntame! Dnde rayos ests?
Con gran lentitud por parte del gnomo, y una retahla de maldiciones por parte del
humano, Siempre-en-las-nubes consigui levantar a Zorlen. Despus de hacer
algunas intentonas, adoptaron una especie de marcha a tres piernas. Zorlen se
apoyaba en la parte superior de la cabeza del gnomo con ambas manos y lentamente
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iba dando saltitos por el tnel detrs de su bajito compaero. Siempre-en-las-nubes
tena molestias en el cuello debido a la presin, y adems estaba el dolor de cabeza. A
pesar de todo, el sistema pareca funcionar.
Mientras iban caminando a duras penas, el tiempo dej de ser importante. Slo lo
eran sus pasos, el tnel y el dolor. Ninguno de los dos hablaba. El tiempo se les hizo
eterno hasta que vieron una luz delante de ellos. Estaban cerca del Dragn de Hierro.
De repente, Zorlen flaque. Siempre-en-las-nubes se cay de bruces, y toc con la
nariz en el suelo cubierto de escombros. El humano cay encima de l. El gnomo
tard unos instantes en liberarse de su peso y luego comprob que Zorlen estaba vivo
pero inconsciente, pues haba perdido demasiada sangre.
Caca de rata! murmur Siempre-en-las-nubes empleando la blasfemia ms
fuerte que saba. Se toc la nariz magullada y se dirigi hacia el Dragn de Hierro.
El bizco Squib estaba retirando los escombros de alrededor de las ruedas del
vehculo. Llevaba puestas las orejeras y estaba tan concentrado en la tarea que no se
percat del gnomo, del mismo modo que antes tampoco haba visto a Zorlen. Cuando
Siempre-en-las-nubes toc a su amigo, el enano gully dio un bote y solt el pico.
Mi valiente Squib -dijo Siempre-en-las-nubes cuando el asustado enano
gully se quit las orejeras, tenemos que huir! Tenemos que montar en el Dragn
de Hierro y regresar a Palanthas enseguida. Estamos en peligro! Mir hacia atrs
. Ah!, y llevaremos otro pasajero. Dmonos prisa.
Siempre-en-las-nubes subi por la escalera de acero hasta su cabina. Estuvo a
punto de caerse dos veces, pues el dolor de cabeza lo converta todo en distante e
irreal, como una pesadilla.
La caja en la que se haba escondido Zorlen bloqueaba a medias la puerta. Todo
segua cubierto de polvo. Siempre-en-las-nubes arroj la caja por la puerta y luego
activ los mandos para una puesta en marcha rpida. Si el ltimo draconiano
apareca, recibira una dosis desagradable de perforador de roca de tres cabezales.
Siempre-en-las-nubes sonrea pensando en eso mientras accionaba los interruptores y
giraba los botones de mando. Para finalizar la secuencia de encendido, cogi una
palanca que sobresala del suelo y tir de ella, pero no ocurri nada.
El gnomo lo intent nuevamente; luego dej todo lo que estaba haciendo y se
lanz con todas sus fuerzas sobre la palanca para moverla, pero tampoco ocurri
nada.
A Siempre-en-las-nubes le empezaron a sudar las manos. Zorlen deba de haber
empujado sin querer la caja contra la palanca y el mecanismo se haba atascado. La
palanca era el Freno Terciario de Emergencia del Dragn de Hierro que bloqueaba las
barras de direccin.
Siempre-en-las-nubes solt la palanca y dio un paso hacia atrs. Su corazn ces
de latir, e incluso su dolor de cabeza remiti. El Dragn de Hierro no poda moverse
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ni un centmetro si el freno estaba atascado. Para ello, sera necesario efectuar
importantes reparaciones, como cortar algunos cables y pernos de hierro.
Pero all no se poda hacer nada. Nada de nada. El Dragn de Hierro estaba
acabado.
El gnomo mir a su alrededor por toda la cabina como si la viera por primera vez.
Conoca cada botn, cada mando, cada mancha de pintura. Pens en la cantidad de
veces que se haba pellizcado los dedos y se le haban hinchado, en los innumerables
rollos de vendas que haba usado. Todo por l, su nico hijo, y ahora estaba parado en
una mina abandonada desde haca tiempo y no poda moverse.
El ltimo draconiano aparecera de un momento a otro. No tendra ningn
problema para acabar con un gnomo, un enano gully y un humano inconsciente.
Luego, liberara al dragn, y luego
Un chorro de vapor sali despedido de una de las vlvulas laterales de la gran
mquina. La presin de la caldera se haba acumulado en el interior del Dragn de
Hierro durante su largo perodo de inactividad. Siempre-en-las-nubes movi
automticamente un mando que abrira la vlvula y liberara el vapor.
Sus manos agarraron la vlvula de las ruedas, pero se qued dudando. El gnomo
permaneca quieto, y miraba la vlvula sin verla. Se mordi el labio y un tic le
provoc un parpadeo en el ojo izquierdo.
Debo ser como un dragn hasta la mdula. Yo tambin debo ser un dragn.
Pas un instante precioso. Luego, la mano del gnomo apret con fuerza la vlvula
y empez a girar, pero no en la direccin que en un principio haba intentado. El
chorro de vapor fue disminuyendo hasta que se desvaneci.
Siempre-en-las-nubes sinti crujir el suelo. Se movi y gir otra vlvula para
cerrarla tambin. Movindose cada vez ms rpido, rot otras tres vlvulas y luego,
mediante una serie de mandos, puso la caldera a la potencia mxima. Seguidamente,
abandon la cabina a toda prisa. Pensaba que iba a llorar, pero no le salieron las
lgrimas. Ni siquiera mir hacia atrs.
Al otro extremo de la escalera, el enano gully se inclinaba sobre el cuerpo
semiconsciente de Zorlen. Squib tena una taza de caldo caliente y sustancioso, y
daba de beber al humano en pequeos sorbos mientras le sostena la cabeza con una
mano sucia.
Ya tendremos tiempo para eso despus! dijo el gnomo rpidamente.
Tenemos que abandonar el Dragn de Hierro! Arrastrmosle, y salgamos de aqu!
Squib mir atnito a su amigo y luego levant la vista hacia la inmensa masa del
negro aparato. El Dragn de Hierro empezaba a retumbar y a emitir unos fuertes
sonidos a medida que los tubos y las paredes de la caldera se iban expandiendo.
A correr! Huyamos, escapemos! Evacuacin! Abandonen el barco!
gritaba Siempre-en-las-nubes gesticulando vigorosamente con los brazos delante de
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Squib. Un draconiano se acerca por el tnel! El freno de direccin est atascado!
Vmonos!
Squib se apart con los ojos abiertos como platos y la boca de par en par. De la
sorpresa, se le cay la taza de caldo sobre la cabeza de Zorlen. El humano balbuce
algo y gimi. Siempre-en-las-nubes y Squib cogieron a Zorlen por los hombros y lo
levantaron. El humano pesaba una tonelada, pero consiguieron moverlo con la cabeza
colgando y el pelo rozando el suelo pedregoso.
Jadeando por el esfuerzo, el gnomo y el enano gully se dirigieron hacia la plida
luz en la boca del tnel. Estaba anocheciendo. La nube de polvo que levantaban a su
paso les provocaba tos; tropezaron en los baches que haban causado las ruedas y, por
poco, se caen sobre la grava suelta. La entrada estaba cada vez ms cerca, a diez
metros, a cinco, a dos.
A sus espaldas, uno de los tubos del alojamiento de las ruedas estall. Salieron
despedidos numerosos restos metlicos y piedras. De repente, se oy un silbato de
alarma que resonaba a travs del tnel como el grito de un animal agonizante. Al
final llegaron a la entrada.
Siempre-en-las-nubes se par y mir hacia atrs. Con su capacidad de visin
infrarroja vio brillar al Dragn de Hierro como si fuera el sol. Incluso a esa distancia
poda sentir, a travs de la ropa, el calor procedente de la caldera. El metal que se iba
deformando emita un ruido ensordecedor. Las junturas estallaron y el vapor ruga por
todas partes.
Adis dijo Siempre-en-las-nubes para s y casi sin aliento. Adis.
Empujaron a Zorlen hasta la plida luz del anochecer y lo arrastraron unos quince
metros ms all de la entrada, a un lado, detrs de un gran saliente rocoso. El viento
era fro y en el cielo del atardecer casi no se vean nubes. Empezaban a aparecer los
planetas y las primeras estrellas de la noche.
Dioses, me duele la pierna murmur Zorlen cuando se sentaron, exhaustos.
Fue lo primero que dijo despus de mucho rato. Sangraba y estaba plido; realmente
tena el aspecto de un muerto.
S, ya recuerdo que lo habas mencionado dijo Siempre-en-las-nubes. Se
puso a gatas y se arrastr por detrs de la roca para echar un ltimo vistazo a la
entrada de la mina. Casi estaba tentado de volver y ver su creacin una vez ms.
Quiz no explotara del todo, en cuyo caso podra
Siempre-en-las-nubes se qued paralizado. El ltimo draconiano estaba en la
entrada de la mina y sostena mano el cuchillo de caza de Zorlen manchado de sangre
oscura. El draconiano recorri la zona con sus ojos y entonces vio la figura del
gnomo. Las pupilas se le agrandaron y, a poco, esboz una sonrisa amplia.
Siempre-en-las-nubes! -grit con una voz que como el chasquido de dos
piedras. Te he estado bus cando. Todava no has acabado el trabajo que te
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encargamos. Tu Dragn de Hierro est sobrecalentado, pero no ha sufrido dao
alguno. No abandones ahora la sonrisa se hizo ms amplia, tambin sabemos
cmo usar a tu amigo Zorlen. S que est aqu. Intentaste engaarnos, creo, y esto no
va a acabar bien. Se supona que no tenas que contarle lo nuestro a nadie, pero lo
hiciste.
Levant levemente la punta del largo cuchillo.
Nos sentaremos y hablaremos de estas cosas cuando termines este ltimo
trabajo para nosotros dijo el draconiano. Mostr los dientes, blancos y brillantes.
Los negocios primero. T eres un hombre de negocios, o sea, que ya lo sabes. Luego,
cuando hayas terminado el trabajo
La tierra se levant. En un abrir y cerrar de ojos, el draconiano haba
desaparecido.
En la entrada de la mina se produjo una explosin monstruosa de fuego, humo y
piedras. La rfaga se elev hasta d cielo, cubri las cimas de las montaas y arranc
una parte de montaa a su paso.
El gnomo se lanz al suelo y se cubri la cabeza con sus bracitos. Senta, en las
manos y en el cuello, las punzadas de los afilados trozos de piedra que salieron
despedidos. El estruendo se oy una y otra vez por todas las montaas del extenso
valle, el ltimo rugido del Dragn de Hierro se repeta. Y luego, todo qued en
silencio.
Transcurrieron unos minutos hasta que todo se calm. Cuando le pareci que
estaban a salvo, Siempre-en-las-nubes levant la mano y se quit el polvo de la cara.
La entrada de la mina haba desaparecido. Haba quedado cubierta a una profundidad
de varias decenas de metros por un montn de rocas desprendidas. No haba ninguna
seal del draconiano, ni siquiera las escamas.
Siempre-en-las-nubes se acord de respirar, as que llen sus as que llen sus
pulmones con el aire fro de la noche.
Bien dijo. Eso es todo. Se levant tambalendose y se restreg los ojos.
Luego, se dio la vuelta y vio a Zorlen y a Squib que lo miraban fijamente, con
sorpresa.
Siempre-en-las-nubes se irgui y se sacudi las ropas con aire ms profesional.
Desde luego, ya sabis dijo que los acontecimientos catastrficos son
bastante comunes cuando se emplea tecnologa avanzada. Cuando se hace un pastel,
es inevitable quemar la cocina al menos una vez.
La mina empez a decir Zorlen.
Ya no existe acab Siempre-en-las-nubes. Ni el dragn ni los draconianos.
stas son las buenas noticias, como suele decirse. Las malas noticias son que
tendremos que regresar a casa andando. Mejor dicho, Squib y yo volvemos andando,
pero podemos improvisar una especie de camilla para arrastrarte por el camino.
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Hizo una pausa. Dalamar dijo que
Por otra parte aadi el gnomo, todo el mundo sabe que andar estimula la
circulacin, as que quiz, despus de todo, no son tan malas noticias.
Al cabo de un rato, mientras Siempre-en-las-nubes y Squib inspeccionaban la
zona en busca de materiales para fabricar la camilla, el gnomo se puso a pensar en el
Dragn de Hierro. Primero se sinti triste, pero luego record que todava le quedaba
algo de dinero del adelanto que le haban dado los draconianos y an tena los planos
de aquella nueva mquina perforadora, la que haca los agujeros triangulares. Todava
era un gnomo joven, slo tena cuarenta aos, por lo que todava tena tiempo para
construir un Dragn de Hierro II.
Adems, uno nunca saba cules iban a ser las nuevas tendencias en el mbito de
la perforacin de tneles.
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Pirita
[Jeff Grubb]
De entre todos los dragones, los peores, con diferencia, los Dorados. Los
monstruos del Mal de los colores del arco iris slo quieren devorar a su presa, pero
los Dorados no estn satisfechos hasta que su enemigo aprende algo. Puestos a
escoger, prefiero que me devoren.
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fuego y luego se enrosc frente a las llamas, con el vientre de pelo dorado hacia
arriba y la cabeza recta reposando en el suelo. Era como si el animal fuera un
visitante habitual, y eso tambin lo mencionaran despus como una curiosidad
aquellos que contaban la historia.
El recin llegado levant dos dedos al hombre que estaba detrs del mostrador. El
dueo de la taberna, a su vez, cogi dos jarras, una en cada mano, y levant una ceja
a modo de pregunta silenciosa. El recin llegado habl por primera vez:
Una es para mi compaero explic sealando al animal que estaba tumbado
frente al fuego. El tabernero asinti, hizo una mueca de compromiso y sirvi dos
cervezas.
El compaero canino del extrao ya haba atrado la admiracin de una de las
camareras, una bonita joven vestida con una sencilla falda blanca y una blusa de color
azul oscuro cubiertas por un delantal azul celeste con muchos bolsillos. Llevaba el
pelo recogido en una complicada trenza que le llegaba hasta el final de la espalda y
acariciaba el pelo rubio del vientre del perro, mientras el animal, complacido, no
haca ningn movimiento para disuadirla.
El perro no reaccion hasta que el recin llegado le coloc una jarra espumosa al
lado del hocico. Entonces, mir la jarra y luego a la joven, como si se planteara
escoger entre una de las dos. Al final, gan la cerveza, y el animal se relami la boca,
levant la cabeza hasta el nivel de la espuma y empez a sorber la cerveza con una
lengua larga y delgada. La joven, al sentirse rechazada, suspir y reanud su trabajo
recogiendo las jarras y las botellas vacas o, como coloquialmente las llamaban en
una ciudad que se haba librado de las peores consecuencias de la guerra, soldados
muertos.
Seguidamente, las llev al mostrador dando un considerable rodeo que la apart
de un cliente viejo y bien vestido que la haba estado observando todo el rato.
Al regresar a las mesas, pas por delante del recin llegado, quien la detuvo con
un movimiento de la mano.
Llvale una segunda ronda cuando termine la primera, y una tercera cuando
termine la segunda, y as hasta que quiera parar.
La mujer, cuyo nombre. Melissa estaba bordado con hilo azul claro en su
delantal, estuvo a punto de hacer un comentario, pero luego asinti y se dirigi de
nuevo al mostrador. El resto de clientes, granjeros que hablaban de la prxima
cosecha, carpinteros y albailes que terminaban su trabajo cuando caa la noche, un
escribano con gafas que escriba una carta para una mujer de mediana edad en una
esquina, haban reanudado sus actividades previamente interrumpidas.
Todos excepto el cliente viejo y bien vestido que miraba directamente al recin
llegado con la seguridad de un mago o bien de un mezquino lord. Su ropa estaba
gastada, pero todava se poda utilizar, a pesar de que la barriga quedaba aprisionada
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bajo los botones de su chaleco. El hombre llevaba una varita de marfil ajado, o de
hueso, colgada en el cinturn, pero, a primera vista, no se poda distinguir si era un
objeto encantado, un smbolo de poder o simplemente un adorno.
Es un animal interesante dijo el noble lugareo finalmente.
Ms de lo que cree respondi automticamente y con voz hueca el recin
llegado.
Nunca haba visto a un perro que bebiera cerveza.
Bebe slo para comprometerme dijo con un suspiro. Nunca le piden que
pague la cuenta.
Est en venta?
No lo puedo vender porque no es mo. El perro me acompaa por propia
voluntad. En alguna ocasin, he intentado venderlo o echarlo, o incluso abandonarlo,
pero siempre vuelve y siempre me trae problemas.
Al or esto, el perro levant el hocico de la jarra vaca y bostez mostrando una
serie de dientes limpios y afilados, slo un poco amarillentos por la edad. Luego,
inclin la cabeza hacia su humano compaero.
Sabes que es cierto aadi el recin llegado dirigindose al perro, y luego
murmur: Como si pudiera haber una otra cosa adems de la verdad. Y se gir
para pedir una segunda ronda.
La conversacin se desvaneci a la luz mortecina del fuego cuando el hombre
viejo definitivamente un lord de poca monta, pues, aunque sus ojos eran vivos y
fieros, no tenan el brillo propio de la brujera se dio cuenta de que haba sido
excluido del dilogo entre el hombre y el perro. De todos modos, lo intent otra vez.
Le parece agradable nuestro pueblo?
He llegado a su pueblo accidentalmente. Estoy recorriendo toda la costa desde
Soto de Trent.
Negocios o placer?
No tengo ningn negocio y muy poco placer.
Es usted guerrero? Sus ojos se posaron en la espada y centellearon por un
momento. Yo, nosotros necesitamos un guerrero aqu.
Yo dijo el recin llegado tomando un largo trago de su jarra, soy un
tonto. Pero puede llamarme Jengar.
Al menos es usted franco dijo el viejo barn, pero la risita se le atragant al
ver que Jengar no comparta su regocijo.
El recin llegado atraves al mezquino lord con una mirada feroz y luego se
relaj un poco.
En esta cuestin no tengo eleccin. Para ser sinceros, sa es mi maldicin.
Est interesado en la historia?
Desde luego, desde luego dijo el lord. No va sobre ah, gnomos,
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verdad?
No de momento refunfu el hombre, pero los gnomos slo serviran para
empeorar la cosa
La sala fue quedando poco a poco en silencio cuando Jengar empez su historia.
Lo hizo sin ningn prembulo y sin solicitar silencio, sencillamente empez a relatar
los hechos. Su porte callado sorprendi a muchos de los presentes, por eso, casi la
mitad se perdi el comienzo y, sin embargo, toda la sala estaba en silencio
transcurrido slo un minuto. Las conversaciones se quedaron a medias, los clientes
dejaron de pedir cerveza y el tabernero dej de servirlas, e incluso el sonido de la
pluma del escribano ces. Lo nico que se escuchaba era el perro relamindose el
hocico, e incluso ste par a medida que avanzaba la historia.
Sabed que mi nombre es Jengar. El perro se llama Pirita por razones que luego
comprenderis. Durante la guerra, me cambi el nombre por un apodo tpico de
guerrero, Matatrolls o Llama Mortal, o algo igual de estpido. El motivo por el cual
he preferido olvidar estos motes tambin quedar claro.
En la ltima guerra serv como era debido y luch con valor. En las Dos Guerras
y en la Armada y en el sitio del castillo del Horror no fui un hroe ni comand la
carga, lo confieso, pero fui una parte esencial de la batalla. Y si antes he adornado un
poco mi propia contribucin a tales victorias, bueno, eso es lo que debe esperarse de
un veterano curtido en batallas. Mi defecto, como el de muchos de mis compaeros,
era el de contar mis victorias una y otra vez en los trminos ms brillantes posibles,
hasta que al final me las acababa creyendo.
Cuando los ltimos Seores de los Dragones fueron expulsados de esta parte del
mundo, pens, como muchos soldados, que podra abandonar mi espada y volver a
trabajar de granjero o hacer reparaciones o, en mi caso, continuar con la herrera. Y,
como muchos, no pude. Ya no prestaba atencin a mi oficio, que antes de la guerra
haba sido toda mi vida. La tierra y la forja ya no tenan el mismo atractivo despus
de haber combatido con los vasallos del Abismo y su cruel reina.
Nos juntamos cuatro compaeros que tenamos intenciones similares y un
pasado parecido. Tramamos un plan que slo se poda urdir en una taberna
dbilmente iluminada, parecida a esta en la que ahora estamos sentados. Corran
rumores sobre un dragn que haba sobrevivido a la guerra y haba construido su
guarida en las montaas del sur. Un bardo nos cont la historia voluntariamente y nos
vendi un mapa, supuestamente muy fiable, a un precio bastante alto.
Tenamos la intencin de superar a otros cazadores de fortunas venciendo al
dragn y consiguiendo sus tesoros. Cuatro hombres contra un dragn! ramos
arrogantes y tenamos la cabeza llena de historias sobre otros tipos que haban abatido
a tales criaturas, as que empeamos nuestras escasas pertenencias para conseguir
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suministros para el viaje y la posibilidad de descubrir un buen filn.
El viaje hasta las montaas dur cuatro, no, cinco das. Comentbamos con
regocijo cmo bamos a gastar la fortuna del dragn, pero no hablbamos de cmo
venceramos al monstruo. No hicimos nada para ocultarnos de nuestra presa, y creo
que incluso le hubiramos advertido por escrito nuestra aproximacin si nos
hubisemos parado a pensar en ello. S, ramos arrogantes y tenamos la cabeza llena
de nuestras historias de hroes.
La noche del quinto da, estbamos acampando cuando se oy un ruido entre la
maleza. Los valerosos cazadores de dragones, incluido yo mismo, nos lanzamos a
coger las armas convencidos de que las criaturas de las cavernas se abalanzaran
sobre nosotros en cualquier momento. Pero, en lugar de eso, los arbustos se movieron
ligeramente, se abrieron y sali cojeando esto. Seal al perro que olisque una
jarra vaca y despus ech un vistazo para comprobar la expectacin de la sala.
Melissa, la camarera, trajo una jarra de cerveza fresca para el perro. Jengar
permaneci sentado y callado hasta que Pirita empez a sorber su bebida ajeno al
inters que haba despertado. Jengar suspir y continu.
ramos hombres duros y fuertes. Estbamos preparados para la batalla y, en
ese momento, nos enfrentbamos a esa ridcula criatura de aspecto miserable. Tena
el cuerpo repleto de pinchos y ortigas y estaba ms delgado que ahora. Despus de
rernos de nuestra propia estupidez y decidir que haramos turnos de guardia,
discutimos lo que debamos hacer con l. No habamos cargado con muchas
provisiones y uno de nosotros sugiri, medio en broma, que lo asramos para la cena.
Pero nuestras provisiones no eran tan escasas. Sacrifiqu parte de mis
suministros para alimentarlo, y el animal se lanz sobre ellos de buena gana, pero,
incluso despus de comer, pareca un alma en pena. Se pas todo el da siguiente
trotando a mi lado mientras discutamos cmo bamos a gastar nuestra parte del
tesoro. El rpido Eddie, el que haba sugerido que nos comiramos a nuestra nueva
mascota, planeaba convertirse en un lord local. Los otros dos hablaban de vino y
mujeres y una buena posicin en la comunidad. Yo deseaba viajar durante un tiempo
con todas las comodidades y luego establecerme, cuando ya hubiera visto todo lo que
quera.
Jengar solt una risa maliciosa y, en sus ojos, apareci una mirada ausente.
Cualquiera hubiera dicho que era un hombre que se haba vuelto sabio contra su
voluntad.
La primera seal que tuvimos de lo que iba a pasar fue que el perro
desapareci. Tiene la habilidad de esfumarse ante el peligro, pero en aquel momento
yo todava no conoca sus hbitos, as que me sorprend al ver que se haba
evaporado. Abr la boca para llamarlo, pero el grito del rpido Eddie, ms potente,
apag mi voz.
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Esperbamos encontrarnos con la tpica cueva de dragn que describen los
bardos, una boca inmensa excavada en la ladera de una montaa, hecha a medida
para esas grandes criaturas como lagartos que la consideran su hogar. En lugar de eso,
vimos un amplio claro, parecido al que hacen los ciervos para pasar la noche. La
maleza y los arbustos haban sido aplastados hacia un lado y, en el centro, como una
ofrenda olvidada para un dios ya muerto, apareca un tesoro del tamao de una
montaa. Igual que en las viejas leyendas!
Haba joyas de mbar y rubes, y bandejas de acero pulido, redondeadas como
los escudos de los enanos. Adems de otras joyas de oro y metales semipreciosos solo
para nuestro disfrute. Alrededor de un lado del montn del tesoro haba unos
colmillos de marfil plantados en el suelo formando una lnea. Todo el conjunto
reposaba sobre un lecho de monedas doradas que, desde luego, ahora no tendran
ningn valor como dinero real, pero serviran para comerciar con los artesanos a
cambio de acero de calidad.
El rpido Eddie solt un grito de avara alegra y todos nos quedamos all
petrificados como tontos, sonriendo por nuestra buena suerte. Era excelente!
Habamos encontrado el tesoro del dragn justo cuando ste no estaba en casa!
Juntos, como si furamos un solo hombre, avanzamos hacia adelante, soltamos
nuestras armas y dispusimos las bolsas y los sacos para recoger rpidamente las
antiguas monedas.
Pero, en ese momento, el montn de oro estornud.
Fue una serie de rugidos potentes como un torbellino, tan ancestrales que ya
existan antes de que naciramos. Una cabeza dorada y serpentina se irgui entre el
montn de joyas, y unas grandes alas se desplegaron, brillantes, a la luz del atardecer.
Lo que nos pareci bandejas de acero eran, en realidad, las lminas del vientre de la
criatura, los colmillos de marfil, sus dientes, y lo que supusimos que eran piezas de
joyera finamente trabajadas constituan los msculos bien formados que se
vislumbraban bajo sus brillantes escamas. Sus ojos parecan dos rubes y sus barbas,
finos y suaves hilos de oro retorcido.
Ya veis, cegados por nuestra codicia y nuestros sueos nos olvidamos de
preguntar de qu color era el dragn.
Y si antes nos habamos abalanzado sobre el tesoro, ahora nos batimos en
retirada hacia el lugar donde dejamos nuestras armas. Dos de mis curtidos
compatriotas lo abandonaron todo y huyeron como nios hacia los bosques, y no s si
alguien los ha vuelto a ver. El rpido Eddie se detuvo un momento a recoger su
espada. Por ese intento, fue recompensado con una dbil llamarada que le quem los
pantalones, y tambin desapareci corriendo y gritando entre los rboles. Tampoco s
si alguien lo ha vuelto a ver.
Slo yo cog mi arma y me quede all, no por valenta o herosmo, o incluso por
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codicia, sino por mi propia cobarda, petrificado de miedo. Una cosa es describir un
dragn, sus inmensas y curtidas alas, el fuego, las escamas doradas que brillan como
joyas de oro recin pulidas. Una cosa es ver un dibujo de uno de esos animales o una
maqueta, pero encontrarse frente a la criatura genuina, con su vientre a menos de un
metro por encima de uno y unos dientes que brillan como ascuas encendidas, eso era
otra historia. Yo me tena por un hombre valiente que haba luchado con otros
hombres valientes contra los ejrcitos de Dragones y me jactaba de ser un hroe pero,
en aquel momento, a solas con el animal, me di cuenta de quin era yo en realidad.
Ya habis odo las historias de los bardos acerca de fuertes guerreros que acaban
con el dragn con un simple golpe de espada. Ese golpe, asestado premeditadamente
y con gran potencia, es tan fuerte que provoca la retirada del dragn.
Ya habis odo esos cuentos, y yo tambin. As que cerr los ojos, me
encomend a los dioses y golpe enrgicamente. Fui recompensado por mi fe con una
fuerte sacudida que empez en la hoja de la espada y ascendi por mis brazos con tal
vibracin que casi se me dislocan de los hombros.
Mantuve los ojos cerrados esperando el estruendo de la bestia al caer al suelo, o
las llamaradas de su boca, que seran lo ltimo que iba a or. Pero no pas ni una cosa
ni otra, as que, despus de un rato, me atrev a abrir un ojo.
La escena no haba cambiado ni un pice. El dragn segua acechndome desde
las alturas con las barbas doradas que sobresalan por debajo de sus dientes de marfil
y los ojos brillantes como rubes, que parecan haber capturado el fulgor del fuego.
Mi espada ahora slo meda unos veinte centmetros de largo y terminaba en un
borde roto y dentado. El resto de la hoja, quebrada por la fuerza del golpe, haba ido a
parar a algn lugar cerca, pero igualmente ya no me serva. El dragn abri la boca y
mostr unas lneas de dientes pequeos y afilados.
Has terminado? dijo con una voz que hizo vibrar el suelo y retumb en
mis huesos.
Aunque era una bestia poderosa e imponente, tambin era educada,
considerando la situacin. Me pregunt el nombre y el oficio. Tuve suficiente
entereza por lo menos eso pens entonces para mentirle de cabo a rabo. No, no
ramos ladrones, solo ramos unos viajeros que haban tropezado con l mientras
dorma. No, tampoco ramos asesinos, slo cogimos las armas para protegernos
Guerreros? Bueno, yo era un valeroso guerrero, pero slo si me sacaban de mis
casillas. Recuerdo que no saba exactamente lo que iba a decirle despus y que en mi
mente buscaba con desesperacin cualquier excusa para seguir la charla, pues eso era
lo nico que pareca quedar entre yo y la extincin.
La majestuosa bestia no se crey ninguno de mis embustes. Saba, como saben
todos los dragones, cundo haba luna llena y lo que vala un corazn humano.
Conoca ciencias jams soadas y poderes mgicos que le permitan adoptar los
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atributos de animales y mortales inferiores. Saba que yo estaba mintiendo y eso
pareca irritarlo y entristecerlo a la vez.
Sin embargo, el monstruo no me mat, ni siquiera me puso una garra encima. A
veces, deseara que lo hubiera hecho. En lugar de eso, me impuso una gran carga, la
de viajar tal como yo haba deseado y contar siempre la verdad en todas partes.
El gran animal me liber con esta pesada maldicin, y entonces, tambin yo hu
hacia el bosque lejos de mi hogar, pues no quera tener que contar a mis amigos lo
estpido que haba sido al creer que podra vencer a un dragn. El perro me localiz
esa misma tarde y an sigue a mi lado. Le puse el nombre de Pirita porque l es el
nico tesoro que obtuve como recompensa por mi estupidez. Como he dicho, he
intentado librarme de l, cambiarlo o venderlo, pero siempre me ocurra algo malo
cuando lo intentaba, as que ahora ya he desistido. Tambin he intentado mentir para
poner a prueba la maldicin, pero igualmente me ocurran cosas malas, as que
tampoco lo he hecho ms. Es mi destino, mi maldicin y la leccin que debo aprender
para ser un viajero honesto.
Si digo que vuestra cerveza es inspida y vuestras camas estn llenas de pulgas
es la verdad, y a muchos de vosotros no os importa or este tipo de calumnias. As
que vine a vuestro pueblo y me quedar, uno o dos das, hasta que mis modales os
resulten indecorosos, y luego me marchar. Soy un ejemplo vivo de lo estpido que
es mentir y de la locura de la codicia y el engao. Y desde luego, de las lecciones de
un dragn.
La sala estaba en silencio cuando Jengar termin su historia. Los aldeanos se
haban quedado pensando en sus palabras. De repente, se oy un fuerte chasquido:
Melissa, la camarera, se haba girado y le haba dado una bofetada al frvolo lord en
la mejilla. Luego, con la cara sonrojada y lgrimas en los ojos debido al enfado, se
haba ido hacia la trastienda de la taberna.
El viejo barn, pasmado, murmur lo suficientemente fuerte para que los dems
clientes oyeran:
Qu le pasa?
Jengar lo mir solemnemente.
Usted, durante mi historia, ha colocado su mano en un lugar de lo menos
caballeroso. Cuando he terminado, ella se ha dado cuenta tanto del lugar como de sus
intenciones.
Entonces, fue el viejo barn el que se puso colorado.
Eh, oiga usted, joven
Jengar lo interrumpi.
S, ya oigo, y veo, y digo la verdad aqu, pues sta es mi maldicin. Acaso
pens que mi historia slo era una fbula? Es cierta, y por eso no puedo quedarme
demasiado tiempo. Y diciendo esto recogi su jarra vaca y la del perro y las llev
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al mostrador.
La audiencia consider este gesto como el final oficial de la representacin y
volvi a sus asuntos. La chica no reapareci.
Jengar pidi dos jarras ms y se percat de que el tabernero miraba con el ceo
fruncido hacia el fuego y al lugar en el que estaba el lord de poca monta.
No le gusta el caballero, verdad? pregunt Jengar, y el tabernero se volvi
para contestarle.
Quin? El viejo barn? Yo nunca he dicho empez y luego se encogi
de hombros.
No tiene por qu gustarle. Me parece que slo tiene ojos para la joven.
No son los ojos lo que me molesta dijo el tabernero. Son sus manos. Y
todo el resto. Me ha estado presionando para que Melissa entre a trabajar a su
servicio.
Y a ella no le importa?
Ni lo ms mnimo. Me ha amenazado con huir si accedo. Mientras tanto, l me
hace cada da ms difcil el trabajo. Aumenta los impuestos, recurre a leyes
fastidiosas y me hostiga con cuestiones sin importancia que, sin lugar a dudas,
terminarn cuando acceda a sus peticiones.
Y usted acabar accediendo.
Es un mundo cruel murmur el tabernero, y de repente dirigi su atencin un
poco ms all.
Jengar volvi a la chimenea. El viejo barn intentaba ahora congeniar con Pirita,
pero estaba teniendo el mismo xito que con la chica. El perro retrocedi, se apart
de la mano del hombre y fue a acurrucarse debajo de una silla. El animal se sinti
agradecido por la jarra y centr su atencin en la cerveza.
El viejo barn mir a Jengar dubitativamente.
Todava es usted el valiente guerrero que describa en su historia? dijo con
los ojos puestos en las llamas. Jengar casi poda adivinar sus pensamientos a travs de
su mirada.
Se encogi de hombros.
Valiente, pero dentro de mis lmites. Mi historia ya los ha dejado claros. S que
nunca ms podr enfrentarme a un dragn.
El viejo barn movi la mano como si rechazara la respuesta.
Tengo un problema empez a decir, pero luego se call y se qued pensando
un instante. La comunidad tiene un problema. Aqu cerca vive un gnomo.
Jengar se encogi nuevamente de hombros.
Al menos eso explica la hostilidad que mostraron con el bardo. Caveat lector,
conoce a tu audiencia. Y eso en qu me afecta?
Me preocupa que ese pequeo gnomo pueda representar un peligro para m
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eh, para nuestra comunidad. Explosiones, volcanes, serpientes de mar, vehculos
enormes sin control y todas esas cosas.
No tengo experiencia en eliminar gnomos dijo Jengar con decisin.
S, pero es usted sincero dijo el viejo barn dando una palmadita amable en
la rodilla del guerrero. Jengar retrocedi ante el contacto y comprendi de repente la
reaccin de Pirita con el hombre. He enviado ya a otros valientes guerreros a la
morada de la criatura para investigar, pero ninguno de ellos ha regresado. Todos eran
unos cobardes. Quiero que usted eche a esa criatura o, al menos vuelva y me cuente
por qu los dems han fracasado.
Y si le digo que es usted un hombrecillo repelente? dijo Jengar claramente
. Alguien que no merece los servicios de guerrero.
Lo tomar como un signo de su sinceridad contest el viejo barn con una
risita suave y teatral. Puedo hacerle rico a cambio de su pequeo esfuerzo y quiz
le proporcione un refugio donde sus indiscreciones pasaran inadvertidas.
Qu piensas? pregunt Jengar, y el viejo barn iba a seguir con su
conversacin cuando se dio cuenta de que el guerrero se diriga al perro.
Pirita, que yaca sobre un costado, solt un eructo de satisfaccin y zanj el
asunto.
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instintivamente la vista, pero el culpable estaba cerca del horizonte, en la superficie
de la baha.
El aparato se arrastraba ladeado por las tranquilas aguas, inclinado a lo que Jengar
calcul que era un ngulo de la orientacin prevista. Un gran semicrculo plateado
colocado sobre lo que normalmente hubiera tenido que ser la punta se hundi
firmemente en la baha dejando tras de s una estela de espuma salada que pareca la
cola de un gallo. De una especie de estufa de acero, sala un humo negro que se
elevaba formando unas ondas largas y lentas. Todo el conjunto se diriga con rapidez
y de costado hacia la playa.
Una silueta pequea se debata para controlar el aparato, pero al final ces en su
intento y abandon el vehculo. Salt al agua mientras el aparato avanzaba a toda
velocidad unos metros ms hasta tierra firme. Iba tan deprisa que form un hondo
surco en la arena hmeda de la playa, y luego se par junto a los otros restos de
madera y jirones de lona.
Jengar corri hacia la figura que ya estaba saliendo de la espuma e intentaba
escurrir el agua de su tnica. Pens que sera el gnomo, pero era un hombre joven y
delgado con una barba incipiente. El joven maldeca del mismo modo que solan
hacerlo los veteranos de la Guerra de la Lanza, pero Jengar casi nunca haba odo
hablar de uno tan joven.
Ests bien? pregunt Jengar.
El joven se percat de la presencia de Jengar y lo mir por primera vez; despus
contempl los restos del naufragio.
Maldita sea! Casi lo habamos conseguido.
Conseguido? pregunt el guerrero.
Un barco de vela sin viento dijo el joven, y luego aadi: Usted debe de
ser el ltimo matn del viejo barn que viene a amenazar a Tic.
Qu?
La espada, seor dijo el joven, y por primera vez Jengar se dio cuenta de que
haba desenvainado el arma cuando apareci el aparato. La volvi a guardar
refunfuando.
Una pequea figura vena corriendo desde el faro dando voces. Tena el pelo
rubio, ms escaso en la coronilla, y llevaba un mono de trabajo que tintineaba y
resonaba al moverse.
Excelente! Casi lo hemos conseguido!
Es el gnomo? pregunt Jengar.
Es el maestro Tic dijo el joven.
El gnomo lleg corriendo hasta ellos y se par. Por un momento, se debati entre
la curiosidad por el buque estropeado y la buena educacin hacia el recin llegado. Al
final gan la educacin, pero slo por poco, as que le tendi la mano.
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Encantado de conocerlo dijo el pequeo humanoide. Tic-catacric-
recatacroc Surca-los-mares
Tic dijo el joven, y se march tranquilamente a inspeccionar el aparato.
Jengar y el gnomo lo siguieron. El gnomo continuaba con la mano extendida y
continuaba con las presentaciones.
Sabelotodo Mrame-y-no-me-toques Pies-de-pato
No ha habido prdidas totales dijo el joven examinando las piezas rotas del
aparato.
Mameluco Caracuco Ya-vers Ya-sabrs
Las calderas estn intactas y la nueva parrilla de carbn ha resistido. No se ha
prendido fuego esta vez continu el joven con su inventario.
Bailarn Danzarn Grangolpe
El propulsor se ha estropeado coment el joven, y la vela superior ha
funcionado. Los pontones inferiores no se pueden aprovechar.
Caracola Amapola Amatista Zapatillo
El joven suspir.
Si lo comparamos con otras pruebas, sta ha sido un xito.
Monigote Capirote Flis-flas Catapls.
Jengar se dio cuenta de que el gnomo por fin haba terminado su presentacin.
Con gesto ausente, le dio la mano mientras miraba los restos del naufragio.
Jengar se oy un ladrido dbil y poco entusiasta, y Pirita aadi sin
miramientos.
Llmame Tic dijo el gnomo. Cul es la relacin de los daos, Lexi?
Habr que esperar a que la caldera se enfre, pero tiene buena pinta.
Y la superficie de metal del ala superior?
Entera, pero sigo pensando que pesaba demasiado.
Entonces, necesitamos una caldera mayor dijo el gnomo con un ademn de
cabeza.
Ms peso replic el joven negando con la cabeza, se hundir.
Pero tambin ms vapor, que lo levanta y, por tanto, disminuye el peso
contest el gnomo. Tienes que pensar en esas cosas.
Perdonadme dijo Jengar. Esta cosa para qu se supone que sirve?
Viajes marinos a motor sin magia dijo el gnomo con una mueca. Lo
siento, dnde estn mis modales? Probablemente, quiera amenazarme. Podemos
hablar de ello mientras tomamos el t? Tendremos que esperar un poco a que la
caldera se enfre para manipularla, y luego quiz podra ayudarnos a transportarla
hasta la tienda.
Sin esperar una respuesta, el gnomo se dirigi hacia el faro con el joven llamado
Lexi pisndole los talones. Jengar y Pirita intercambiaron una mirada como si los dos
Jengar fue andando hacia el pueblo. La brisa del atardecer haba empezado a
soplar y el sol se estaba poniendo. Haba pensado en abandonar a Pirita, pero no
caba duda de que vendra otro guerrero que sera lo suficientemente despiadado para
cumplir la orden del viejo barn y lo bastante estpido para cogerle la palabra.
El guerrero entr en la posada de La Cabeza del Lobo. Al menos su reputacin
ante el barn era buena, y una o cinco cervezas le ayudaran a vencer su resistencia al
asunto. Poda eliminar al gnomo, supona, pero pareca una accin totalmente
innecesaria. Se preguntaba por qu el mezquino lord haba tolerado los anteriores
inventos del gnomo y, de repente, se opona a un barco a motor.
Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no los vio hasta que no estuvo
casi encima de ellos. Sentados al lado del pozo delante de la posada, se encontraban
el joven, Lexi, y la camarera, Melissa. No repararon en l y tampoco lo habran visto
aunque se hubiera acercado haciendo repicar sus armas y cantando a pleno pulmn.
Estaban cara a cara, con las frentes juntas, pendientes nicamente el uno del otro.
Hablaban tan bajito que Jengar no poda orlos, pero tampoco quera molestarlos.
Al cabo de un rato, Melissa se levant, bes a Lexi en la frente y regres a la
Dos das ms tarde todo estaba a punto. Lexi hizo correr la voz por el pueblo y
mand un aviso escrito a la posada anunciando que el maestro Tic-catacric haba
resuelto uno de los grandes misterios de la poca y, a medioda, hara una
demostracin de su ms reciente invento. La noticia se extendi rpidamente por los
pueblos vecinos y, a las doce menos cuarto, todos los habitantes del pueblo y los de
los alrededores se haban reunido en el faro con expectacin.
Incluso Soto de Trent mand a un representante, uno de los hijos ilesos del
alcalde, un tipo engredo y remilgado que inmediatamente se puso nervioso por la
presencia de Jengar en el lugar.
El viejo barn estaba fuera de s. Siguiendo la sugerencia de Jengar, haba
dispuesto un almuerzo para los asistentes, pero el nmero de visitantes era mucho
mayor de lo previsto y las reservas de la despensa de la posada se estaban acabando.
En esos momentos recorra la playa de un lado a otro entre los invitados, vindoles
comer y beber y divirtindose a sus expensas. Pero, por ahora, no haba seales de
Jengar, Lexi, o el gnomo, y el tabernero y Melissa estaban ocupados cocinando.
El viejo barn pens que cuando el mozo se largara ya tendra tiempo para
perseguir a la muchacha tranquilamente. Pidi otra cerveza, aunque el calor y el
ejercicio realizado para llegar hasta el faro ya se notaban en su rostro acalorado y
desagradablemente congestionado.
A medioda se oy el toque de trompetas algo desafinadas, pues de hecho eran
el legado de un invento previo del gnomo, y las puertas del faro se abrieron de par
en par.
Jengar, Tic y Lexi empujaron con gran esfuerzo un inmenso vehculo de ruedas
tapado con una tela. Los tres llevaban unos pantalones cortos negros y camisas
blancas abiertas en el pecho. En la cabeza lucan unos pauelos rojos a modo de
adorno. Jengar pareca un pirata, Lexi un nio que jugaba a piratas y Tic, un gnomo
con pauelo rojo.
Empujaron lentamente su artilugio hacia la playa y, tras recorrer unos metros,
algunos aldeanos se acercaron para ayudarles a moverlo entre la muchedumbre. Tic
dej de empujar y pas a dirigir la operacin, hasta que al final el gran aparato fue
colocado en el lugar previsto. El gnomo rog silencio a la multitud con un gesto.
Seoras, seores, ciudadanos, apreciados nobles y visitantes dijo Tic de
carrerilla mientras la gente se inclinaba hacia adelante para captar su fina voz. Tic
hizo una pausa, y por un momento Jengar pens que el gnomo iba a continuar con su
elaborada presentacin pero, en lugar de eso, el pequeo ser tom de nuevo la palabra
y fue, por una vez en su vida, directo al grano. Como sabis, he emprendido una
nueva direccin en mis investigaciones con el fin de que el hombre, y con eso me
Estaba parando de llover. El sonido del agua salpicando en los charcos haba ido
convirtindose lentamente en un leve goteo. Poco a poco, diversas siluetas empezaron
a emerger de los lugares para refugiarse que haban podido encontrar. Todos se
quejaban de la humedad y buscaban en vano madera seca para quemar. Otra persona
tambin buscaba el campamento.
Kang? Jefe de zapadores Kang? Saca tus posaderas escamosas de aqu antes
de que te persiga como a un perro! Kang! Kang!
Incapaz de creer que alguien lo estuviera buscando, un inmenso draconiano bozak
sali lentamente de la tienda cuartel. Caminaba un poco encorvado y vesta una
armadura de cuero labrado. La usual espada de filo curvo que llevaban casi todos los
guerreros draconianos no colgaba de su cinturn. En su lugar, se apreciaba una
pequea daga y una cuerda enrollada.
Yo soy Kang refunfu. Qu es lo que quieres, humano?
Para ti, jefe de zapadores, soy Rajak, segundo ayudante del gran Seor del
Dragn Ariakas. Debes acompaarme a la tienda de mando. Vas a recibir rdenes
para la prxima operacin.
Kang se qued atnito. Antes de que el draconiano pudiera hacer alguna
pregunta, el oficial se gir y empez a caminar penosamente por el camino
enfangado. El chisporroteo de las hogueras del campamento se reflejaba dbilmente
en la coraza del hombre.
Encogindose de hombros, Kang lo sigui respetuosamente. El draconiano pesaba
el doble y meda diez centmetros ms que el humano, pero en su cabeza slo haba
lugar para la obediencia, la fuerza vital del draconiano. Desde sali del cascarn,
haba dedicado toda su existencia a servir al gran Seor del Dragn y a obedecer sus
rdenes.
rdenes La larga lengua de reptil de Kang chasquea de emocin. Al menos,
despus de todo aquel tiempo, por fin reciba rdenes
Como jefe de zapadores, la tarea de Kang era entrenar mantener y dirigir un
escuadrn de ingenieros draconianos. Haca tres meses que se estaban entrenando y
haban construido todo tipo de puentes imaginables. Sin embargo, nunca haban
empleado sus capacidades en combate ni haban obtenido el reconocimiento y el
respeto que Kang saba que se merecan. Su escuadrn no haba pasado el bautismo
de fuego.
No es que no se hubieran construido puentes. Todo el continente de Ansalon
estaba surcado por ros y corrientes, y tambin lagos. Los puentes eran necesarios
Esa noche, la puesta de sol fue una de las imgenes ms fantsticas y preciosas
que Kang haba visto jams. El cielo adquiri el color de la sangre en el horizonte.
Todos los draconianos interrumpieron su arduo trabajo y se deleitaron con la vista.
Era un presagio de la batalla inminente.
Pero justo cuando Kang estaba experimentando esa magnfica sensacin,
distingui algo que volaba en el horizonte Estaba demasiado lejos para identificarlo,
pero el draconiano saba, por la agitacin que le corra en las venas y que le hizo un
nudo en el estmago, lo que era: un Dragn Plateado.
Los draconianos haban nacido de huevos de Dragones Plateados, Dorados, y
de otros dragones que estaban al servicio de Paladine, el dios de esa estupidez de la
justicia y del Bien. La magia negra y los hechizos perversos haban alterado los
huevos de dragn y haban convertido a los dbiles embriones en luchadores fuertes y
poderosos como Kang.
El jefe de zapadores odiaba y tema a los Dragones Plateados, y el draconiano
saba que los sentimientos eran mutuos.
Decidi romper aquel pavoroso silencio dando rdenes a gritos:
Los jefes de tropa debern informarme dentro de quince minutos!
Todos siguieron trabajando. El ro tena una anchura de ms de tres metros en ese
punto, por lo que trasladar a la tropa de reconocimiento a travs de las aguas iba a ser
un problema. La distancia era demasiado grande para que un baaz pudiera volar hasta
el otro lado, y la corriente demasiado fuerte, por lo que cruzar a nado era casi
imposible. Kang no quera que la mitad de sus subordinados fueran arrastrados por la
corriente. Los jefes de tropa llegaron a la tienda de mando uno por uno antes de que
transcurriera el plazo de quince minutos. Todos sealaron sus mapas segn el mapa
principal que Kang haba clavado en un tronco e incorporaron los cambios realizados.
se era el ritual en el ejrcito de los Dragones. Uno llegaba con tiempo al lugar donde
deba recibir rdenes, marcaba el mapa, se serva un plato de gachas calientes en la
zona de acampada y esperaba a que se convocara la reunin para recibir las rdenes.
Los jefes de tropa hablaban entre s, comentaban sus progresos y ultimaban los
detalles. Kang se aclar la garganta.
Cuando el jefe de zapadores se coloc en su puesto delante de la tienda, todos se
levantaron. Normalmente, el suboficial deba solicitar la atencin de los asistentes,
pero Slith an no haba regresado.
Tranquilos, voy a ser breve! He visitado todas las tropas y estoy complacido
con los progresos. Quiero que todas las secciones del puente queden ensambladas
Haba aprendido a dormir con el hacha de batalla entre las manos, un truco que le
salv la vida ms de una vez. Incluso ahora que la guerra haba acabado,
supuestamente, haca ms de un mes, era prudente seguir hacindolo, ya que todava
estaban aquellos que querran verlo muerto simplemente por lo que era. Tres das
atrs haba escapado por los pelos de la milicia local. Queran hacerle pagar por lo
que los de su raza hicieron al servicio de Takhisis, la Reina de la Oscuridad. No
importaba que l hubiera servido con los Caballeros de Solamnia y hubiera escogido
luchar contra sus antiguos seores en las ltimas semanas de la guerra. A los ojos de
los humanos y de algunos que pensaban que era un mal que deba ser erradicado, Kaz
era un monstruo. Ya desde su nacimiento estaba condenado a ese destino y la
violenta historia de la raza de minotauros tampoco le haba ayudado.
Las inmensas manos de Kaz se tensaron imperceptiblemente. Abri un poquito
los ojos. No vea gran cosa porque las nubes tapaban las lunas y an faltaba al menos
una hora para que amaneciera. Lo poco que vea no le ayudaba mucho, as que aguz
los odos. Un sonido leve haba perturbado la rutina de sonidos nocturnos y haba
despertado al veterano guerrero. Quiz slo haba sido un conejo inquieto, o un
murcilago torpe, o Relmpago, su propio caballo, que cambiaba de posicin, pero
Kaz pensaba que era otra cosa. Si haba sobrevivido a tantas desventuras era porque
conoca los ruidos de los animales, y ste era diferente.
Si esos soldados infernales haban encontrado su rastro de nuevo, pens Kaz
amargamente, esta vez iba a luchar sin miramientos. En la guerra contra las legiones
de la Reina de la Oscuridad haba luchado junto a un caballero solitario llagado
Huma, un caballero cuyo honor y aptitudes le haba valido el apodo de Ruina de los
Dragones y Huma el Lancero. Cuando la derrota fue inminente, Huma llev a los
desesperados defensores del Bien las legendarias Dragonlances que cambiaron el
curso de la guerra, al abatir a los dragones de la muerte y la desolacin. El mismo
Huma haba muerto al vencer a la Reina de la Oscuridad.
El honor era la cuestin ms importante en la vida de un minotauro y Kaz
admiraba a Huma por su honor. La fe inquebrantable del caballero en la bondad del
mundo haba cambiado al minotauro. Kaz jur que levantara sus armas slo contra
aquellos que siguieran el camino del Mal. Era su tributo a aquel que l consideraba el
mejor.
Sin embargo, era un tributo que le estaba resultando muy difcil de sobrellevar.
Los soldados que casi le haban capturado tres das atrs eran, en realidad, hombres
buenos que intentaban limpiar sus tierras de las bandas de vagabundos e indeseables
Es sorprendente las cosas que uno encuentra en sus redes dijo una voz en la
oscuridad. Yo esperaba atrapar a un caballero y no a un minotauro. Cuando captur
al caballo supuse que el jinete sera humano. Qu tonto!
Kaz volvi en s y, poco a poco, se percat de que aunque no poda moverse ni
ver nada, estaba vivo.
Ah! Por fin despierto. Te encuentras mejor?
El aturdido minotauro abri los ojos un poquito con gran esfuerzo. Lo poco que
poda ver estaba borroso, pero al menos no eran hojas. Tuvo la vaga impresin de ver
a una figura vestida con una tnica casi encima de l, pero lo dems estaba tan
borroso que no poda asegurarlo.
Qu ests haciendo por estos lugares, tan lejos de los de tu raza, mi minotauro
solitario? Ser mejor que me contestes antes de que pierda la paciencia y te use para
alimentar a m otro husped.
Su memoria era buena. Kaz se alegr al descubrir algunas horas despus que, a
pesar de la total oscuridad, era capaz de recordar el camino. Hasta entonces, slo
haba girado en el lugar equivocado una vez, y se haba dado cuenta del error casi
enseguida.
El minotauro estuvo tentado de improvisar una antorcha, pero la luz le hubiera
puesto en peligro. Aunque estaba completamente seguro de que el cansado Brenn
estara dormido, el minotauro no quera correr ningn riesgo: contaba con que la
oscuridad le ocultara.
Kaz pens en atacar a Brenn durante la noche, pero nunca haba conocido a
ningn hechicero que se fuera a dormir sin algn conjuro protector y, en el caso de
Brenn, sera uno muy poderoso. No, lo mejor que el minotauro da hacer era llevar a
cabo lo que haba decidido: slo ella poda ayudarlo.
Al girar una esquina, vio una plida luz a lo lejos. Al principio, temi haberse
equivocado y que Brenn todava estuviera despierto, pero enseguida se percat de que
la claridad proceda de la cmara en la que la hembra Plateada estaba encarcelada.
Ms confiado, se aproxim a la boca de la cueva y mir hacia el interior.
La hembra yaca inmvil, tan quieta que el minotauro tuvo miedo de que hubiera
muerto mientras dorma. Pero entonces, Kaz vio que se agitaba en su evidente agona.
Despus de haber visto sus heridas y lesiones no pudo evitar sentir una fuerte
admiracin por su determinacin de vivir.
Saba que vendran los cuatro. Mi peticin urgente los haba trado. Cualesquiera
que fueran sus motivos y yo saba que en este grupo tan diverso esos motivos eran
muy diferentes, estaban ah. Los mejores; los mejores de todos.
Me qued parado en la entrada de la taberna de la Cerveza Amarga y, al
contemplarlos, me sent mucho ms tranquilo de lo que haba estado desde haca
mucho.
No estaban sentados juntos. Desde luego, no se conocan, excepto quiz por su
reputacin. Cada uno estaba sentado a su mesa comiendo y bebiendo en silencio. No
se hacan notar; tampoco lo necesitaban: eran los mejores. Sin embargo, aunque no
decan nada usaban su boca para beber la tan famosa cerveza amarga de estos lares
, sus ojos ya se haban puesto en marcha: se estudiaban entre s intentando descifrar
lo que vean. Me sent aliviado al comprobar que a todos pareci gustarles lo que
vieron. Yo no quera que hubiera animosidad entre los miembros de este grupo.
Sentado justo en el centro de la taberna, pequeo en estatura pero grande en
valenta, estaba Orin. El enano tena fama en esta zona por su habilidad con el hacha,
aunque casi todos los enanos eran famosos por eso. Su arma, Cortacabellos, estaba
sobre la mesa delante de l de modo que la tena a la vista y al alcance de la mano.
Segn rezaba el dicho: El verdadero talento de Orin resida bajo una montaa.
Haba atravesado ms cuevas de dragn que cualquier otro enano y nunca se perdi,
ni al entrar ni, y ms importante an, al salir. Muchos buscadores de tesoros deban la
vida, y aproximadamente un tercio del tesoro, a su gua, Orin Ojos en la Oscuridad.
Sentada cerca del enano, a la mejor mesa que la taberna poda ofrecer, haba una
mujer de una belleza increble. Tena el pelo largo y negro como las noches sin lunas;
sus ojos absorban el alma de los hombres del mismo modo que el enano beba
cerveza. Los asiduos a la taberna, un pattico montn de zascandiles, hubieran estado
husmeando a su alrededor con la lengua colgando si no hubiera sido por las marcas
de sus ropas.
Iba muy bien ataviada. El vestido que llevaba era del terciopelo ms fino y ms
caro de todo el pas. Su color azul brillaba a la luz del fuego. Era el bordado plateado
de los puos y de los bajos de su vestido lo que mantena alejados a los que deseaban
pellizcarle la mejilla o robarle un beso. El bordado consista en una serie de
pentculos, estrellas y crculos entrelazados: smbolos cabalsticos. Sus bellos ojos se
encontraron con los mos, y salud con la cabeza a Ulanda la hechicera, que haba
La montaa Negra se alzaba ante nosotros con el pico cubierto por una nube
perpetua de humo grisceo. La llaman as por el tipo de roca, negra y brillante,
surgida de las mismas entraas de la tierra. A veces, la montaa todava ruge para
advertirnos que sigue estando viva, pero nadie recuerda la ltima vez que arroj
llamas.
Llegamos al pie al atardecer. Los rayos de sol brillaban con destellos rojizos sobre
la pared que tenamos que escalar. Si estiraba un poco el cuello, poda ver el oscuro
agujero que se abra ante m, la entrada de la guarida del dragn.
No se ve ni una sujecin. Por Paladine que no exagerabais, senescal dijo Eric
frunciendo el ceo mientras acariciaba con la mano la suave roca negra.
Reynard se rio.
He escalado muros de castillos que eran tan suaves como aqu la seora
bueno, digamos simplemente que eran muy lisos.
El ladrn hizo un lazo con la cuerda y se lo coloc en el hombro. Luego, cogi
una bolsa llena de clavijas y un martillo, pero yo lo detuve.
El dragn podra haber vuelto. Si es as, la bestia oir cmo clavas las clavijas
en la roca. Levant la vista. No est lejos, pero la ruta es difcil. Cuando hayas
llegado, lnzanos la cuerda y subiremos.
Reynard asinti. Examin la pared durante unos instantes con gran seriedad; ni
siquiera sonrea. Despus, con gran sorpresa de los que lo observbamos, se peg a la
roca como una araa y empez a escalar.
Saba que Reynard era hbil, pero debo admitir que ignoraba hasta qu punto.
Contempl cmo avanzaba pegado a la escarpada pared, hundiendo los dedos en
diminutas rendijas, buscando con los pies algn lugar en el que apoyarse; a veces, se
quedaba colgando sostenido nicamente por la fuerza de su voluntad. Estaba
impresionado: realmente era el mejor. Ningn otro humano vivo hubiera sido capaz
de escalar esa pared.
Los dioses estn con nosotros en nuestra sagrada causa dijo Eric
reverentemente mientras observaba a Reynard trepar por la roca negra como si fuera
un lagarto.
Ulanda ahog un bostezo cubrindose la boca con una mano delicada. Orn
rondaba con impaciencia por la base de la pared. Yo segu observando a Reynard,
admirando su labor. Haba llegado a la entrada de la caverna y desapareci en su
interior. Al cabo de un momento, volvi a salir y nos indic con un gesto que todo
estaba bajo control.
Reynard nos lanz la cuerda. Desafortunadamente, la cuerda que se haba llevado
era demasiado corta y no podamos alcanzarla. Orin solt a gritos una retahla de
Galan mir el mapa, no porque se hubiera perdido, sino porque quera conocer
exactamente el lugar en el que iba a morir Borac. Nordmaar quedaba muy lejos al
norte de las montaas Khalkist. Segn este mapa, que se estaba desintegrando debido
a la humedad y a la podredumbre de la cinaga, la ciudad de Valkinord se encontraba
al este.
El olor de su presa haca avanzar al caballero. Galan apret la mandbula con
fuerza. La necesidad de cazar a su presa era lo nico que lo impulsaba a avanzar. La
bsqueda era todo lo que tena en el mundo. Lo mantena en pie, y continuara
hacindolo hasta su ltimo y fatal encuentro.
Galan se par un momento y recost su carga en un punto de tierra blanda.
Levant la pierna, tambin protegida por la armadura, por encima del agua y se
sacudi las sanguijuelas que se pegaban vidamente a cualquier trozo de carne que
encontraban. La fra neblina del pantano penetraba a travs de la armadura por debajo
de la malla, y estaba convencido de que nunca ms iba a estar seco.
Al mirar al fondo, el caballero vio que el barro se mova contra las negras aguas
del pantano de una forma muy rara. Se qued observando un rato ms, y le
sorprendi ver que del agua salan unas burbujas con extraa regularidad. No haba
ningn indicio de que algn ser vivo estuviera removiendo los sedimentos.
Galan dobl las piernas y toc el fondo con las manos. La suciedad del pantano le
repugnaba, pero hizo un esfuerzo y palp la oscuridad con las manos. Not que el
contorno del barro cambiaba, hundindose del mismo modo en varios puntos. Al final
de cada llano, haba otra depresin con una forma ms o menos triangular.
El caballero se levant con una mueca salvaje en los labios. Eran las marcas de
las garras de un dragn que apuntaban en la direccin que estaba siguiendo. Escupi
y se pas las manos por la cara. El dragn pronto estara muerto.
Galan se qued quieto escuchando. En su mano, blanda la Dragonlance de
dragn, cuya punta de lengetas captaba rayos de sangre y plata.
Se oy un grito. El eco repeta el sonido aterrador desde las profundidades del
pantano. El corazn de Galan lata con fuerza apagando los dems sonidos. Haciendo
gala de una gran disciplina, intent calmarse.
El aire soplaba a su alrededor, los juncos crujan ligeramente y del agua
continuaban saliendo burbujas. Ni un movimiento. Exhalando el aire retenido, Galan
clav la Dragonlance en la tierra y hundi la punta en el lodo.
Un peso inmenso lo golpe por detrs, le aporre la espalda y le aboll la
armadura. l se lanz hacia adelante, de cara al agua, e intent liberarse de lo que le
paralizaba, pues no lograba quitarse de encima al atacante. Oy las burbujas que
soltaban los gases atrapados mientras la podredumbre le quemaba los ojos. Pate