Alan Pauls-Las Banderas Del Célibe PDF

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Prlogo

Las banderas del clibe


Siempre que se encuentra u n diario ntimo (porque un dia-
rio nunca aparece: se lo encuentra, se tropieza o se cae sobre l,
incluso cuando se lo ha buscado antes con desesperacin) hay,
junto a sus pginas, muchas veces manchndolas, un cadver.
a
Fatal, esa convencin dram 'tica del gnero rige a u n cuando el
cuerpo del muerto brilla por su ausencia (hbeas corpus: iqu
diario de escritor no est familiarizado con este reclamo jur-
dico?) y la sangre es apenas una falacia truculenta, la astucia
de utilerta destinada a eleuar la cotizacin del finado. Disfia-
zuda de ancdota, encontramos esa convencin e n el prlogo
del primer tomo de Radiaciones, los diarios de la Segunda
Guerra Mundial de Ernst Jnger, cuando el ex capitn del ejr-
cito alemn trae a colacin el diario de los siete marineros que
en 1633 invernaron en la isla de San Mauricio, en el ocano
Glacial Artito. "Allt los haba dejado, con su consentimiento,
la Sociedad Holandesa de Groenlandia, a fin de realizar estu-
dios sobre el invierno rtico y la astronomta polar", escribe
Jnger "En el verano de 1634, cuando regres la flota ballene-
ra, se encontr el diario y siete cadveres." Por la clase de in-
triga que despierta, perfectamente convencional y perfectamente
eficaz, la esczna podra ser el principio de otra versin de The
Thing, el clsico de terror B de Christian Nyby. U n remoto te- protocolos editoriales, y que los casos ms extremos (escritores
rritorio congelado, los cadveres que aparecen, uno por uno, que se pegan u n tiro o tragan la ltima pastilla sobre el cua-
sin seal alguna de violencia, en distintos puntos de la base, derno abierto, con la pluma tibia todava entre los dedos) sean
como petrificados en medio de u n ltimogesto casual, el diario interpretados como contingencias macabras, ms propias de
guardado bajo llave, el cajn violado, una mano trmula que una biografa atormentada que de cualquier misteriosa pro-
abre las tapas gastadas y busca con avidez las ltimas anota- piedad interna del diario.
ciones: 6 de julio de 1634. No s si podr escribir aqu lo que ha Y sin embargo, por entusiasta, despreocupada o jovial que
sucedido, pero soy el nico que puede hacerlo. Todos los de- parezca al leerla, jno hay ya en cada anotacin de diario nti-
ms estn muertos. mo algo fatalmente fnebre, una suerte de distancia mortuoria
Fatalidad sensacionalista del gnero: ese cadver que acom- que separa ese apunte del instante, no s61o en que habr de ser
paa el hallazgo del diario es, casi siempre, el cadver de su reledo (por su propio autor} o letdo (por algn lector), sino en
autor. A juzgar por la posicin en la que suele encontrrselo, es el que producir sus verdaderos efectos?Como si al anotar esa
evidente que muere casi durante el acto de aadir la ltima distraccin, esa nada, ese incidente, el escritor, coleccionista
entrada a su manitico inventario de hechos y de das. Es el sin gusto, slo los conservara a ciegas, nunca del todo conven-
caso flagrante de Cesare Pavese y Virginia Woolf, ambos suici- cido del valor que atesoran, y ms que escribirlos se limitara a
das, pero tambin el de Franz Kafia o Katherine Mansfield, retenerlos. iPor qu? Tal vez, simplemente, por el escndalo
donde el diario ntimo proclama sin disimulo la condicin di- que le provoca sentirse cmplice de su desaparicin en el lecho
ferida de sus efectos, su carcter testamentario, de documento del tiempo. (Por su frecuencia regular de escritura, pero tam-
pstumo. Pero que la proclame slo quiere decir que la vuelve bin porque es la sede que asila a aquello q u e e n otra parte
visible, no que la invente.Eomo toda carta, no importa si es de sonara demasiado vulgar, demasiado ntimo, demasiado
amor o de odio, de viaje o de despedida, todo diario est funda-
do en el principio de la posterida4 Es cierto que su afn ms
inmediato y pueril consiste en registrar, desmenuzar y, natu-
intrascendente -es dedir: insoportable-, todo diario tiene algo
de u n depsito de dedmhos, y su compulsin tiene ms de una
afinidad con procesos fisiolgicos ligados a la digestin -Kaf7za-,
I
ralmente, alucinar el flujo de una vida, pero tambin que el la evacuacin, la retencin, etc.) Pero si el escritor de diario
diario es u n libro que recin suele salir a la luz cuando la vida ntimo se dedica a retener nimiedades, es sobre todo porque
se ha extinguido para siempre y cuando su autor, el autor de hay u n plpito secreto que lo mantiene en vilo y lo enardece: la
sus das, ya no est all para sostener con su propio cuerpo la sospecha de que alguna vez, cuando por fin las recupere, esas
primera persona que confes, apremiado por la mtrica del bagatelas se habrn gonvertido en las piedras preciosas que
estaban llamadas a ser.
I calendario, sus preciosas insignificanciasy sus dramas trivia-
les. "Hubiera considerado una impertinencia publicar este li-
bro cuando estaba en pleno rendimiento de mi actividad lite-
Casi no hay diario ntimo de escritor que no apueste a este
extrao porvenir conjetural. Es el ms all del diario, su otra
raria", escribe Somerset Maugham, o ms bien su espectro, en vida, s u vida despuds de la vida. De ah las dos caractersticas
su Carnet de un escritor, cuando ya es viejo y no puede ser
rival de nadie. La confesin repite, sosegndola, la escena f-
nebre con la que tropiezan los miembros de la flota ballenera
bsicas queparecen definir la prctica: una disciplina mana-
ca h u l l a dies sine linea), la irresponsabilidad. Supersticin
decisiva para el gne~o,la creencia en un ms all redentor es
1
evocada por Jnger. A menos que el caso de Maugham, donde lo nico que puede deipejar esa fastidiosa nube de insegurida-
la asincrona entre la vida y la publicacin del diario es deli- des que largamente disuadieron a Barthes de llevar u n diario.
berada, corra el riesgo de ser u n nuevo lugar comn de los iQupueden valer este da, esta descripcin, esta frase? i Quin >
me asegura que lo que consigno es lo que importa? No se trata polimorfismo no invalidan las reglas del contrato que ha fir-
de una incertidumbre literaria (problema de calida); ms bien mado, el nico, s, pero el ms estricto de todos, y que es el
es una cuestin de pertinencia, de justeza, tal vez incluso de contrato con el calendario. Fiel a la sucesin temporal, que
justicia. Kafia: "Cuando digo algo, pierde inmediata y defini- convierte al gnero en un puro ensimismamiento, ese texto tan
l tivamente su importancia; cuando lo escribo, tambin la pier-
de siempre, pero a veces adquiere una nueva? Y Robert Musil:
"S610 excepcionalmente anotar detalles personales, y slo si
atado a las obligaciones del da que pasa, sin embargo, es el
texto utpico por excelencia, determinado como est por ese
advenimiento mesinico Quevolver necesario aquello que hoy 1
considero que su mencibn puede presentar para m, algn da, apenas es inconsistente, frvolo y provisorio. De ah, tal vez,
algn inters personaln Musil mantuvo su palabra con una esa fragilidad que es como el sello de la enunciacin del diario:
envidiable firmeza, pero las disecciones tcnico-literarias a las una cierta imposibilidad de afirmar o, en todo caso, el gesto
que prefiri consagrar su diario tambin ratifican el poder con reflejo de poner en suspenso el peso de cualquier asercin.
el que esa posteridad azarosa decide las operaciones del gne- Y sin embargo, iqu diario no incluye su declaracin de
ro. Esquemas y problemas literarios, reflexiones, tesis crticas, pr&jpios, su manifes* la asuncin, por parte
filosdficas o cientficas, citas, diagramas, todo el profuso ma- del escritor, del compromiso de usar sus pginas para obtener
terial ensaystico con el que Musil reemplaza las confesiones algn resultado especfico? Es una instancia tpica, casi obli-
personales o el anecdotario de la Viina de principios de siglo gatoria, que el gnero no parece compartir con muchos otros:
sdlo se justifica en la medida en que est llamado a incorpo- imposible escribir un diario ntimo sin hacer constar entre sus
rarse, alguna vez, a El hombre sin atributos, esa obra mons- anotaciones por qu, para qu, con qu esperanza (loca o mez-
truosa que para Musil fue casi la nica posteridad concebible. quina, tmida o temeraria) se decide escribirlo. Funcionalismo

I Es la singular paradoja que afecta a todos estos textos de


coyuntura, escritos al amparo o bajo el imperio de l a
cotidianidad. Se dicen esclavos del presente (y esa declaracin,
inexorable del diario ntimo. El escritor no se conforma con
sostener la creencia de que su diario (nunca las frases de las
que est hecho) es til; encima debe vociferarla, volver a ella
que las pginas deben ratificar dejando constancia de fechas, una y otra vez para recordrsela a s mismo, para perfeccio-
das, meses, aos, es condicin sine qua non de la pertenencia narla o, llegado el caso, para reemplazarla por la que le dicta
de u n texto al gnero), de un presente que sin duda es plural,
1
el presente, como si uno de los secretos (o el precio) de su efica-

l
tejido como est de la intimidad literaria y personal del escri- cia consistiera precisamente en ponerla por escrito. Distintas
tor, de su vida privada y sus relaciones amorosas, profesiona- pero siempre admitidas, esas funcionalidades marcan bolsones
les o sociales, de la actualidad del mundo en el que vive, pero donde el diario, acaso el gnero ms profundamente arraigado
al mismo tiempo cada anotacin, cada huella que esos presen- en el arte de la coartada, intensifica el espesor de su imagina-
tes les inspiran slo encuentran una justificacin tranqui- rio. Se escribe u n diario para dar testimonio de una poca (coar-
lizadora (una salvacin) en el llamado del porvenir, que algu- tada histrica), para confesar lo inconfesable (coartada reli- 7,
i na vez les dar, simultneamente, su sentido, su razn de ser
existencia1 y su dignidad literaria. En rigor, se trata de dos
paradojas encadenadas. El diario, gnero al parecer despreo-
giosa), para "extirpar la ansiedad" (Kafia), recobrar la salud,
conjurar fantasmas (coartada teraputica), para mantener
entrenados el pulso, la imaginacin, el poder de observacin
cupado de las formas, es capaz, como escribe Blanchot, de to- (coartada profesional). Musil lleva u n diario para historiarse
das las libertades ("todo le conviene: pensamientos, sueos, fic- a s mismo, para examinarse el cuerpo bajo el microscopio de
ciones, comentarios acerca de s mismo, acontecimientos im- su propia prosa; Mansfield escribe con el propsito de aliviar-
portantes o insignificantes"), pero su docilidad y su se y, por fin, "emerger"; Jnger, para contrabandear el horror
bajo la forma de "criptogramas"y "arabescos cifrados: Pavese, rios de las dems obras, les niega dignidad literaria y los de-
para llevar a cabo u n minucioso, implacable "examen de con- $ grada a la categora de piezas menores, subsidiarias, corno los
ciencia"; Barthes, para consumar u n ejercicio meramente ex- volmenes de cartas, los relatos de viaje o las listas de com-
f
perimental.
iY si todo ese variado repertorio de funciones se redujera a
1
pras. Para que el diario diga la verdad, pues, es preciso expul-
sarlo de la literatura.
una sola frmula, arcaica pero eficaz: conocerse a s mismo? El experimentalismo deliberado de Barthes, que subraya,
iPor qu, en el impulso que mueve a u n escritor a escribir s u como midiendo su resistencia, cada clusula del gnero; las
diario, tendra que haber algo ms o algo que no fuera la de- enmiendas, supresiones y reescrituras con que Jnger muqui-
cepcionante humanidad de un deseo que se cansa pero no mue- lla su diario antes de publicarlo y de cada reedicin; las dis-
re: el deseo de ser sincero? En verdad, los dos mitos no son sino tintas versiones de una misma nota que aparecen, a veces en la
uno solo, y ya los refut Maurice Blanchot cuando se le ocurri misma pgina, como ensayos de estilo, e n los diarios de
recordar que Scrates, ese prcer del autoconocimiento, nunca Katherine Mansfie1d:b es dificil encontrar estas seales del
escribi una lnea. "S, la mistificacin es recomendable para trabajo con el que cada diario de escritor impugna, a su modo,
u n escritor. Que enturbie u n poco el agua a s u alrededor para el rgimen de sinceridad (con sus valores esenciales: esponta-
que no se sepa quin esJ' (Gombrowicz). Pero esa versin del neidad, transparencia, verdad) que la lectura tradicional, bio-
diario ntimo (prctica espontnea de la franqueza, apertura grfica, siempre pretende imponerlg Y son quiz los escritores
total del corazn) es perfectamente solidaria con otra, especu- ms "vitales", aquellos cuyos diarios fueron ms rentables para
y
lar, que todava hoy sigue codificando el modo de leerlo pos- el establecimiento de una verdad biogrfica, los que ms cate-
tula el diario como l a K a regia que lleva a alguna clase d s gricamente refutan esa operacin que afilia el diario ntimo a
u&, ntima y hasta entonces indita, sobre el autor, sus la vida desafilindolo, al mismo tiempo, de la literatura. Es la
dems libros, sus seres queridos, otros artistas, el lugar y la inesperada leccin de El oficio de vivir, el diario de Pavese.@l
poca en que vivieron, etc.Eacias a esa concepcin, que opone tono confesional, l a extraordinaria crudeza de sus intros-
la transparencia del diario al artificio opaco de la ficcin, la pecciones, la brutalidad con que el diario construye la imagen
sinceridad primitiva del iapunte cotidiano a la manipulacin de u n sujeto fallido: todo en l parece abonar el carcter indicial
retrica que suponen relatos y novelas, los diarios ntimos ad- del diario, simple humareda cuyo mrito es delatar directa-
quieren un cierto glamour amarillo, estilo el lado oscuro de, mente el escenario donde se consume el fuego de una vida. Pero
muy parecido al que tienen las fotos flagrantes que u n reporte- su circulacin interna, su sistema de reenvos y referencias, el
ro grfico le arrebata a u n primer ministro e n plena digresin modo en que cada da, a la manera de u n archivo inteligente,
toxicmang Slo que e n este caso, por u n curioso frenes
autoinculpatorio, el escritor mismo ha tomado el lugar del fo-
tgrafo y nos ofrece -primicia absoluta- la verdad de prime-
ra mano. As, envueltos por el aura morbosa de la revelacin,
los diarios intimos se vuelven obligatorios, preciosos comoprue-
se comunica con otros, aludindolos, retomndolos o corrigin-
dolos, producen u n vrtigo hiperliterario que parece abolir cual-
quier exterioq Repentinamente, la vida pasa a tener una es-
tructura y u n funcionamiento enciclopdicos, y el escritor con-
trae con ella una rdacin casi exclusiva de erudicin; la "expe-
t
bas, y a la vez sufren u n empobrecimiento radical: soldados riencia" se convierte en u n stock de frases, narraciones y co-
por una contigidad mgica a sus autores, de los que se supo- mentarios que puede ser reutilizado indefinidamente. El re-
ne que traducen sin alteraciones las verdades ms profundas, cuerdo ha sido reemplazado por la glosa; las fechas (pocos dia-
tienen la seduccin ultrajante de lo que se dice por primera rios tan escrupulosos de la cronologa como el de Pavese) son
vez; pero simultneamente ese mismogesto, al separar los dia- menos puntuaciones del tiempo, hitos histricos, que argucias
textuales, suerte de boyas tipogrficas que orientan al escritor rante el recorrido por mares donde se deja sentir l a succin del
a la hora de localizar su propio texto en el mapa de u n libro \ Maelstrom y emergen monstruos a la superficie...". Quiz lo
absoluto. que Jnger llama Maelstrom o catstrofe sea lo mismo que
S i perderse en u n diario ntimo es ms fcil y voluptuoso Francis Scott Fitzgerald haba llamado en 1936 t h e crack up,
que encontrarse, que encontrar algo (verdad, revelacin, cara la grieta, la hendidura, el derrumbe: u n punto de no retorno.
t
oculta: alguno de nuestros patticos rosebud de cada da), es E s decir: la frontera a partir de la cual ya no hay ms identi-
quizs, de nuevo con Blanchot, porque no hay nada ms secre- dad, slo u n vrtigo de metamorfosis. "iPor qu soy incapaz de
l to que las vas de acceso a u n secreto. 6 de julio de 1634. No s
si podr escribir aqu lo que h a sucedido, pero soy el nico que
componerme a m mismo? Soy amorfo -un impotente detrs
de s u escritorio-, me malogro -una trompa arruinada, una
puede hacerlo. El principio es prometedor, pero nada garanti- flauta rota, imposible emitir el menor sonido. Lo que me falta
za que la promesa vaya a cumplirse. (Escenario privilegiado es l a direccin, no s en qu direccin hablar, me callo porque
de votos, juramentos y compromisos, suerte de instancia juri- me falta l a direccin que precede a la voz", anota e n su diario
dica privada ante la que el escritor a menudo comparece, no Witold Gombrowicz, para quien el mundo empezaba cuando
sin solemnidad, para obligarse a algo, el diario ntimo es, al ya no se poda retroceder. Tambin los diarios ntimos, al me-
mismo tiempo, u n gnero maestro en el arte del desdecir, el nos e n el siglo XX, empiezan cuando el mundo ya no puede
paroxismo de u n donjuanismo literario donde toda intencin volver sobre sus pasos, asomado como est al abismo de su
falla irremediablemente desde el momento e n que queda asen- propia aniquilacin. E h bien, nous nous en sommes bien tir:
tada.) Estilos del fracasar: siempre pueden faltar las pginas l a cita de Schopenhauer con l a que Barthes encabeza sus No-
decisivas (y todo lo que queda del secreto es el filo sarcstico de , ches d e Pars muestra hasta qu punto&nico xito posible
los bordes arrancados), o la escritura del marinero, erosionada de todo diario ntimo es haber sobrevivido a l a hecatombe y
por el agua y el tiempo, puede haberse vuelto ilegible, o incluso mantenerse en pie en el campo de batallgen esa alfombra de
es posible que junto a ese primer diario aparezca otro, y otro cadveres, aunque la condicin de esa supervivencia sea el ale-
ms, y otro, y que cada uno afirme con idntica conviccin una jamiento definitivo del mundo, una herida lenta, invisible, que
versin diferente de los hechos... Experto en crear l a ilusin de no sangra pero que tampoco deja de abrirse cada da u n poco
encerrar u n secreto, el diario ntimo es igualmente ducho en el m s . k d o diario es, pues, la encarnacin literaria del zombi,
arte de defraudarla, y la figura del lector-investigador que cie- el muerto e n vida, el que lo vio todo y sobrevivi para contarlo
rra el cuaderno y, alborozado, paladea la clave de l a que acaba y ahora, cegado por el blanco fulgor del horror, est condenado
de aduearse, es mucho menos frecuente que la del que termi- a recordar para siempre cada uno de sus d e t a l l 4
n a de leer y, extenuado, se mira las manos y las encuentra u n iCmo decidir si esa catstrofe que est marcada a fuego en
poco ms viejas, como sus ojos, pero siempre vaciad Jnger no el corazn del diario ntimo es individual o colectiva, privada
evoca el episodio de la isla de S a n Mauricio para apoyar la o planetaria? Radiaciones, el diario de Jnger, pero tambin
hiptesis de que las pginas de u n diario revelan el misterio de muchos diarios contemporneos (Kafka, Gombrowicz, Virgi-
su autor, muerto en cumplimiento del deber. Usa ese hecho his- nia Woolf, Andr Gide, el mismo Pavese) sugieren que es las
trico como la escena originaria del gnero, el punto en el que dos cosas al mismo tiempo.Eo hay lesin personal que no sea
l a prctica aparece por primera vez y define con cierta u n a llaga abierta e n el mundo, y todo desmoronamiento uni-
ejemplaridad sus elementos, sus condiciones y sus sentidos, y versal es inmediatamente l a afeccin que amenaza de muerte
de all deduce la idea de que todo diario es el testimonio, la el cuerpo del escritor. E n el diario, la figura de l a catstrofe
exgesis de una catstrofe: "Anotaciones tomadas", escribe, "du- inaugura u n doble movimiento simultneo: el escritor entra en
una escala macroscpica y ocupa el mundo con las guerras gabinete. No, es preciso que salga tras sus huellas, a perseguir
secretas de su organismo, batallas de carne, adiccin, sangre, (porqm el alma enferma no puede sino huir) las formas indi-
locura, autodestruccin; y el orden mundial, a su vez, es tas que adopta y enfrentarse con las monstruosidades con las
irresistiblemente succionado por la fuerza de una subjetividad, que se confunde, y es posible incluso que siguiendo ese rastro
precipita en el escritor y atraviesa su cuerpo con sus conflictos, deba escapar del da y hundirse en lo ms oscuro de la noche,
sus mquinas de muerte, todos sus delirios histrico-po1ticos.J aliarse con las potencias nocturnas y convertir su diario en
Casi todos los diarios de este siglo se escriben sobre la huella "un nocturnario". A dnde lleva la tuberculosis a Katherine
de estas dos series paralelas, coextensivas, que slo tienen sen- Mansfield, el cansancio a Kafia, el alcohol a Cheever. A dnde
-
tido en la medida en que son indisociables: la serie de las ca- lleva la depresin a Virginia Woolf,que en la ltima entrada
tstrofes planetarias (guerras mundiales, nazismo, holocausto, de su diario, cuatro das antes de suicidarse, lanza entre mer-
totalitarismos, etc.), la serie de los derrumbes personales (al- luzas y picadillos de cerdo este magnfico grito de guerra: "Me
coholismo, impotencia, locura, degradacin fsica). As, el gran hundir con mis banderas fameando". ,jYno es acaso Musil el
tema del diario ntimo en el siglo X X es la enfermedad (la en- que, como en eco de la consigna de Woolf, se promete reunir en
fermedad como afeccin del organismo del mundo), y las ano- su diario "las banderas de una batalla jams librada"?
taciones con que el escritor acompaa ese mal forman algo as Pero ide qu batalla se trata? iCon qu derecho el gnerd
como el parte diario, incansable, que da cuenta de su evolu- ms egotista de la literatura podrta usar jergas militares para
cin, una suerte de historia clnica que slo parece tener otdos aludir a sus mdicos arrebatos de todos los das, al herosmo
para la sigilosa expresividad de la dolencia (sntomas, estados de u n paseo inocuo o de un t bajo los rboles, al peligro de u n
y picos, mejoras, humores, reacciones y recrudecimientos). Es encuentro con una mujer que se teme o de un editor que se
aqu, en la evidencia de esta catstrofe esencial, donde fracasa desprecia, a la emergencia de una expectoracin, una copa de
cualquier intento de socratizar el gnero. i Jnger, ni Pavese,
%
ni John Cheever escriben u n diario para sa er quines son; lo
escriben para saber en qu estn transformndose, cul es la
ms, u n miembro que no termina de endurecerse? Es el otro_]
karma que la concepcin biografista endilga al diario ntimo:
la vocacin umbilical, el solipsismo, la imposibilidad de fran-
direccin imprevisible en la que est arrastrndolos la cats- quear el lmite que le impone el espacio privado de su enuncia-
trofe. No es, pues, la revelacin de una verdad lo que estos tex- cin. E m o si, al concederle el privilegio nico de revelar una
tos pueden o quieren darnos, sino la descripcin cruda, clni- verdad, se le retirara a la vez la capacidad de conectarse con el
ca, de una mutacinJ mundo, de impersonalizarse, de acoplarse con fuerzas sociales
Slo as cobra sentido el ritmo, esa suerte de andar comn o colectivas. Aunque sea cruel, implacable y despiadado, el dia-
que campea en estos diarios, y que termina por descubrir en la rio ntimo sigue siendo ledo como una prctica de evasin, y
dimensin clnica de la escritura un arte nuevo y desconcer- su denodada soledad como u n ostracismo libremente elegido,
tante,@nos preocupado por contar, confesar o recordar que la distancia justa que el escritor establece con el mundo para
por seguir u n rastro, la huella que la mutacin va dejando pr0tegerse.J
mientras se produce. Es la gran idea que Musil roba de Basta leer el diario de Kafia (el ejemplar y a la vez el trata-
Nietzsche: escribir u n diario para convertirse e n el do ms radicales del gnero) para comprender hasta qu pun-
viviseccionador del alma a principios del siglo XXJ El alma, es to esas imputaciones (soledad, solipsismo, evasin) resultan
decir: lo que sufre, materia y sede de toda enfermedad, y por lo patticamente irrelevantes a la hora de dar cuenta de la prc-
tanto lo que nunca est lo suficientemente dado para que el tica del diario en este siglo. E n tanto se define por la marca
viviseccionador pueda examinarlo, quieto, en la soledad de su que la catstrofe imprime en el gnero, no hay diario ntimo
que sea slo una expresin individual, y por m s privada que .1
l
cansancio: es el agotado. (Todo escritor de diarios ntimos es
parezca, la esfera de su enunciacin siempre permite articular / siempre u n personaje de Beckett.) Y tiene el diario, en cuyas
voces, formas y experiencias ajenas.Ea@a demuestra cul es, pginas, da tras da, prosigue esa vigilancia clnica del mal
e n verdad, la nueva condicin del escritor de diario ntimo e n que es, a la vez, su suplicio y su nica condicin de salud, el
l a era del Maelstrom. N O u n solitario sino s u m s artero ene- tormento del mundo y tambin la posibilidad de s u redencin.
migo: u n clibe. El clibe es la gran figura conceptudl y polti- 1
E s l a m i s m a idea de Jnger, que encuentra e n el diario el lti-
ca que K a p a opone, al mismo tiempo, al que se "evade" del ! m o refugio de resistencia, "el nico dilogo posible que subsis-
m u n d o y al que lo abraza, al escptico y al comprometido, y s u te e n el Estado Total". All, e n ese territorio propio, expropiado,
vocacin, aquello que lo insta todos los das a tener menos, a el soltero organiza sus pocas fuerzas y se dedica a entrenarlas,
profundizar su sobriedad, a s61o tener "dientes para la propia presta atencin a los murmullos nuevos, respira u n aire ex-
carne y carne para los propios dientes", es l a vocacin del dia- 1 tranjero, entra e n u n sistema desconocido de sonidos, de olores
rio ntimo, la forma soltera por excelencia. Claro que no se es y de luces. Las pequeas manadas sonoras de Ka@a, las voces
soltero estando solo: hace falta trabajar, u n a poltica, muchos del hermano muerto e n Mansfield, lo bajo e n Gombrowicz ...E S
imposibles, todo aquello que la soledad pura, al permanecer l a g r a n funcin del gnero e n los tiempos del terror: hacerposi-
siempre del lado de la vctima, jams pod; procurarse.Ea bles l a percepcin y l a multiplicidad de los tonos, devolverle a
historia de los matrimonios frustrados de Kaflza es la puesta l a forma su potencia amenazante. E n el diario, que es la mora-
e n escena ms cmica y violenta que ha dejado de su teora del d a poltica del clibe, el escritor, el extenuado, dice que no a la
celibato: "Vivir lo m s ascticamente posible, m s ascticamente batalla y la suspende, y da tras da sigue, desde el fondo del
que u n soltero; sta es para m i la nica posibilidad de sopor- cansancio, siempre a prdida, reuniendo todas sus banderas A
tar el matrimonio. Pero, i y ella?. Ka@a no se queda soltero;
dice que no, lo que es radicalmente distinto, porque en esa
negatividad obcecada, inasimilable, que se rehsa a todo sin
proponer nada a cambio, descansa la fuerza, el alcance y el
carcter poltico del celibato. Es la frmula de Bartleby, ese
otrogran clibe inventado por Melville: Preferira no hacerlo ...

i
Decir que no, ayunar, abstenerse, llegar incluso a la anorexia
con tal de rechazar lo existente, el tipo de intercambios y de
relaciones que propone, las formas de vida que reproducedser
m s extranjero que u n extranjero en "el seno de m i familia, e n
medio de las personas mejores y ms amables)', y tambin ser
u n extranjero "en este mundo que se desintegra". Devenir clan-
destino del clibe y del diario ntimo, personaje y forma fuera
de l a ley que se recortan contra el fondo de u n a vida que las
fuerzas del exterminio h a n vuelto intolerable, invivible. El sol-
tero no tiene nada ante l y tampoco nada detrs, "no tiene
m s que este momento, el momento incesante de la pena", y
est "fuera de nuestro pueblo, fuera de nuestra humanidad,
hambriento ya para siempre". llene su lcera, s u anemia, su

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