La Nave-Tomas Salvador
La Nave-Tomas Salvador
La Nave-Tomas Salvador
Toms Salvador
LA NAVE
EDICIONES G.P.
Portada de ALVARO
Toms Salvador, 1973
Depsito Legal: B. 9.529-1973
ISBN: 84-01-43420-2
ISBN: 84-233-0331-4 (Publicado anteriormente por Ediciones Destino)
Difundido por PLAZA & JANES, S. A.
Esplugas de Llobregat: Virgen de Guadalupe, 21-33
Buenos Aires: Montevideo, 333
Mxico 5. D. F.: Amazonas, 44, 2o piso
Bogot: Carrera 8a Nms. 17-41
LIBROS RENO son editados por Ediciones G. p., Virgen de Guadalupe, 21-33
Esplugas de Llobregat (Barcelona) e impresos por Grficas Guada, S.A., Virgen de
Guadalupe, 33, Esplugas de Llobregat (Barcelona) - ESPAA
En la lucha por la vida intervienen
todos los seres vivos, en total competencia,
y en ella son eliminados los menos eficientes,
quedando el campo libre para los mejor
preparados para sobrevivir.
Tal es la seleccin natural.
DARWIN (El origen de las especies).
INTRODUCCIN
ANTECEDENTES GENERALES
Muy poco amigo de pasar a la historia literaria como escritor apriorstico, a modo
de excepcin quebranto mi costumbre para dirigirme a ustedes antes de que se
embarquen en La nave. La calidad, el escenario, la tcnica y la temtica que he
empleado en esta novela se aparta tan radicalmente de los modos literarios al uso,
incluso de mi propia forma literaria, que creo necesario esta introduccin. No es
estrictamente necesario que lean mi prlogo ahora mismo, pero s entiendo que les
ir siendo necesario a medida que vayan avanzando en la lectura, para serles
imprescindible al final. Por qu?
En forma mxima, porque se trata de una novela de Fantasa-Cientfica; en
forma mnima, porque juego tambin con la caducidad, o si lo consideran mejor,
con el nacimiento de un lenguaje. Construyo este discurso (que dira Natto) porque
si bien existen novelas traducidas al castellano, creo ser el primer escritor espaol
que toma el gnero con densidad y altura, es decir: en un intento de aclimatacin
literario digno, luchando contra el sentido peyorativo que no pocos le quieren
adjudicar.
En qu consiste una novela de Fantasa-Cientfica? O mejor dicho, qu criterio
hace viable la unin de dos conceptos tan reidos en apariencia? Sin extenderme
hacia campos de alta Filosofa, djenme decir que la Ciencia es la realizacin
matemtica de la curiosidad humana. Ahora bien: ninguna verdad cientfica es
definitiva. Todo, en la Ciencia, es provisorio, evolutivo. Desde que los sabios
comenzaron sus investigaciones, la Humanidad ha aprendido a examinar con
espritu crtico las afirmaciones demasiado rotundas. Tal es la cara y cruz de la
Ciencia. No hay ninguna verdad cientfica completamente inatacable.
Sucede as porque la mente humana es elstica. En progresin infinita, admite
las variantes de la Ciencia lo mismo que admite las variantes musicales (realizacin
matemtica del sonido). Pero sucede que sometido a tal tensin, a dicho
deambular, el hombre se cansa de tanta evolucin. Llega a desear un alto, una
frmula estable, y entonces... Entonces pueden ocurrir dos cosas: prima, que el
hombre crea haber llegado al mximo y construya, en torno a las conquistas de la
Ciencia, todo un complejo politicosocial, cultural, econmico y filosfico,
encerrndose dentro para descansar; secunda, que el hombre prescinda de la
Ciencia, vaya ms all sin que suponga esto una aceleracin de los progresos
cientficos y procure desarrollar una cualidad llamada fantasa, precediendo a la
Ciencia, utilizndola a modo de exploradora de cuantos caminos encuentre, a modo
de un juego fantstico donde cada invencin no hace ms que corroborar lo
imaginado.
La primera frmula o estatificacin trae, con el tiempo, una hostilidad hacia toda
novedad. Y sucede que el pensamiento se petrifica, la ciencia se perfecciona, pero
no crea, y la sociedad humana decae. La segunda hiptesis permite que la fantasa
se deslice independientemente de los planos ingenieriles, las frmulas fsicas o
qumicas, con lo cual el espritu descansa sin encerrarse en s mismo, dado que
queda abierto a lo inverosmil, pero probable.
Sealada de forma tan esquemtica la necesaria coyuntura de Fantasa y
Ciencia, nace entonces el escritor. O sea, el escritor curioso, consciente, el que no
puede estar ausente de las manifestaciones humanas de su tiempo. La Ciencia-
Fantasa se hace literaria: en virtud de un proceso muy simple: el translaticio a
tercera persona. Ciertamente, antes ha necesitado formarse el escritor y haber
llegado a un punto de comprensin. De qu forma? Cmo ve el escritor
profesional la Literatura de Fantasa-Cientfica?
As:
a) La Ciencia-Fantasa opera en el campo de las ideas. Se manifiesta
primariamente con un atractivo superficial; pero tiene detrs una fuerza
fundamental, lgica y cientfica, dentro de la propia curiosidad y energa humana. El
escritor sabe que no es narracin de simples aventuras, ni cuentos de hadas, ni
historias policacas. Es todo un proceso de experiencia humana. Toda una influencia
revolucionaria dentro de la narrativa tradicional.
b) Lo ms difcil de un invento es inventarlo. Es decir: captar la necesidad del
invento. El que utiliza actualmente el cierre de cremallera, comprender a duras
penas al que comprendi la necesidad de inventarlo. El escritor, ante la literatura
de Fantasa-Cientfica, se ve en la absoluta necesidad de imaginar inventos que no
han sido inventados, de crear frmulas sociales, polticas o econmicas no
establecidas todava. Ergo: necesita ser un poeta. Y sin embarcarnos en el ejemplo
gastado de Julio Verne, fcil es comprobar cmo un escritor, Hugo Gerback,
describi en una novela publicada en 1911 un aparato que treinta aos despus iba
a ser llamado radar; y que antes de que nacieran los altavoces, H. G. Wells los
utiliza como recurso novelstico. Necesita ser un vidente.
c) Consecuentemente, el escritor aprende pronto que la Literatura de Fantasa-
Cientfica es bastante ms vieja de lo primeramente imaginado: Jonathan Swift
escribi sus Gulliver Travels en 1716, lo mismo que Daniel de Foe (1719) coloc a
Robinson en la soledad y el cosmos para obligarle a sobrevivir; en 1650, Cyrano de
Bergerac haba ya escrito una Historia cmica de los estados e imperios de la Luna.
Y ya en el ilustrado siglo XIX, Ignacio Dondelly escriba tres novelas: La columna de
Csar, La Atlntida, El gran criptograma (1831-1835), muchas de cuyas
predicciones sociales, avanzadas entonces, son moneda corriente hoy en da; Julio
Verne funda un mundo aparte: Jack London escriba El taln de acero y muchas
otras fantasas: y en 1880, Eduardo Bellamy escriba Mirando atrs, utopa
socialista; y en 1884, cuatro autores (Granat, O'Reilly, Dale y Weelwright) escriban
Los hombres del Rey; y en 1890 se publica 2000 A. C.; y que Frank Stockton, con
su novela La gran piedra de Sardis, describa hace sesenta aos el viaje submarino
a travs del Polo que ha realizado hace meses el Nautilus; y que Wells, coloso,
escriba no slo La guerra de los Mundos y El hombre invisible, sino tambin La
mquina del tiempo, Cuando el dormido despierte, La visita maravillosa y El
alimento de los dioses, entre otros ttulos rns. Y que en el siglo actual los
escritores de alta calidad que han escrito fantasa-cientfica son tan numerosos que
citarlos sera engorroso, desde un Vctor Rouseau (1917) con su El Mesas del
cilindro, o un Floyd Gibbon, con su El Napolen rojo (1929), o un Hctor Bywater,
con su La gran guerra del Pacifico, hasta un H. P. Lovecraff, que desde 1921 a 1933
sublimiz el terror con sus Mitos de Cthulhu. Y comprueba que los inminentes:
Maurois (La mquina de leer los pensamientos), Werfell (Los que no nacieron), C.
Sinclair Lewis (Fuga a los espacios), Huxley (Un mundo feliz), y los autnticos
profesionales del gnero: Ray Bradbury, Isaac Asimov, Robert Heinlein, Arthur
Clarke, Teodoro Sturgeon, John Wyndham y Olaf Stapledon (por no hacer
interminable la relacin) han creado una verdadera novelstica.
d) Vista la antigedad y altura, el escritor va cobrando optimismo en su
capacidad. Aprende a interesarse por las cuestiones cientficas y asimila un mnimo
de conocimientos bsicos en las distintas ciencias para estar al da; se esfuerza en
comprender los inventos que puedan influir en la condicin humana. Y, siempre, a
mantener viva la curiosidad intelectual hacia lo desconocido. En consecuencia, se
ve obligado a ser arriesgado ante la posibilidad de enfrentarse a cosas
desagradables; desarrolla paciencia y capacidad para entender conceptos difciles,
digerirlos y ofrecerlos a los lectores. Y, sobre todo, aprende la valenta de
exponerse a las crticas fciles de los amigos, los entendidos, los zoilos de turno
que tratarn de amedrentarle dicindole que es literatura de quiosco, de historietas
infantiles.
Ya est situado el escritor ante la literatura de Fantasa-Cientfica, antecedentes
y necesidades. O lo creer. Pero no ser as. Porque, entonces, el escritor
necesitar desarrollar su propio concepto, su propia idea. Si es escritor de relativa
fama, de obra anterior totalmente diferente, habr de empezar de nuevo. Habr de
empezar saturndose histricamente, para, despus de haber asimilado y estudiado
mucho, olvidar totalmente lo aprendido. La originalidad es un requisito
absolutamente necesario en la Fantasa-Cientfica. Conseguido esto, el escritor
habr de tener el orgullo de su imaginacin. La imaginacin (como la
originalidad) es otro requisito imprescindible. Obviamente, el hombre tiene muchas
ocasiones para mostrarse orgulloso de la imaginacin humana. Le basta pasar
ligera revista a la Historia, comprobando de qu forma el ms indefenso de los
animales venci la inclemente Naturaleza hasta convertirse en el rey de la
Creacin.
Pero debe hacer comprensible su orgullo. Y debe hacerlo a travs de un
camino bastante complicado. Veamos: Las luchas y sufrimientos del hombre apenas
significan nada (llenan su historia y se pierden en ella), sin un significado abstracto,
sin una forma evolutiva de su pensamiento. Y el escritor DEBE COMPRENDER que es l
quien proporciona dicha frmula translaticia. Los egipcios o mayas, por ejemplo,
tenan un lenguaje que si bien les permita reproducir hechos materiales, no los
facultaba para reproducir conceptos inmateriales. O lo que es igual: no podan
transmitir sus pensamientos con la dinmica que requiere la posibilidad evolutiva
de la Historia. Dejaron grandes ruinas, pero poca filosofa. Los arameos, los
griegos, ya supieron encontrar un lenguaje analgico figurado, cuya claridad
cogitativa vivir mientras viva el hombre. Qu suceda? Los egipcios, o mayas, no
tenan lenguaje figurativo analgico porque su estructura mental no se lo permita,
o bien no llegaron a tener finura mental porque su lenguaje figurativo era muy
pobre? Como fuere, es indudable que un egipcio no podra comprender el lenguaje
de una novela actual, mientras que un semita, un griego, un romano, lo entendera
perfectamente.
En consecuencia, el escritor cientfico debe atender de igual forma al lenguaje
descriptivo y al figurativo. Debe relacionar descubrimientos y hazaas, pero sin
olvidar el mensaje analgico a la comprensin de los descendientes, aunque no
estemos seguros del lenguaje que utilicen los hombres dentro de mil aos. Es
difcil entender lo antedicho? No lo creo. Naturalmente, es propio de un escritor
utilizar un lenguaje analgico. No sera escritor si no lo utilizara. Lo que intento
decir es que aplicado a la Literatura de Fantasa-Cientfica, donde el predominio de
lo material debe ser muy intenso, necesita acentuar su originalidad, su
imaginacin, su carga simblica. Entienden ahora? De ah nace la excelente
cualificacin de la novela de Fantasa-Cientfica plenamente lograda.
Para ello, el escritor debe ejercitar su mente con problemas ajenos a la
mentalidad comn, por ejemplo: Ha reflexionado alguien que los 2.000 millones y
pico de humanos que habitan la Tierra cabran perfectamente en un edificio de
1.000 metros de alto, por 1.000 de ancho y 1.000 de profundidad? Pues es verdad,
aunque no lo crea. Se ha preguntado usted las transformaciones que puede sufrir
el metabolismo humano si en vez de transformar en energa los alimentos pudiera
alimentarse directamente de energa? Ha meditado lo que significara la
emigracin de millones de seres a otros planetas? Usted, hombre normal, dir que
no necesita afligirse con problemas que no se plantearn hasta dentro de mil o dos
mil aos; pero el escritor en trance de ir creando un mensaje debe ir pensando en
ello, debe ir inculcando en la mente de otros hombres, de usted mismo, que si los
dinosaurios tardaron en extinguirse cincuenta mil aos y no se dieron cuenta, el
hombre no es, precisamente, un dinosaurio.
Obrar, pues, sobre este lenguaje analgico, sobre estas paradojas o
contradicciones (ver el desastre en la prosperidad y la esperanza en la tragedia) es
lo que hace grande al escritor, lo que le facultar para dejar su mensaje y destruir
el sentido peyorativo que podra envolver su obra.
ANTECEDENTES PARTICULARES
Expuestos los antecedentes generales, djenme que les hable de los mos
particulares, los que forman la historia ntima de este libro.
Lo primero que me llam la atencin fue la escasa, por no decir nula,
participacin espaola en libros de esta ndole. Sucede, en cierto modo, lo mismo
que ocurre en otro campo de la fantasa: los libros de cuentos y leyendas. Por qu
los espaoles, meridionales, tradicionalmente credos sujetos de loca imaginacin,
no han sabido crear siquiera un plido remedo de los grandes mitos infantiles:
Hamelin, Blancanieves, Alicia, Rip van Winkle, Cenicienta, Pulgarcito, Caperucita,
hadas, gnomos, ondinas y princesas encantadas que llenan la literatura de otros
pases? Todos los hroes infantiles citados tienen el sello brumoso de los pases
nrdicos. Y si bien Aladino, Al Baba, Simbad, tienen un sello ardiente, tan lejos
estn de nosotros como los prncipes vikingos.
Tenemos lricos, satricos, epigramistas, libelistas, dramticos, pcaros y
hampones; tenemos, siendo Espaa pas de fantasa e imaginacin, una literatura
bronca y dura. No es ya que nos falte un Chaucer, un Boccaccio, un Mujlis; es que
ni siquiera tenemos el equivalente a un Andersen, un Hoffmann, un Perrault, unos
Grimm, un Irving, un Carrol. Naturalmente tenemos la excepcin, tan moderna,
que es de hoy da: Snchez Silva.
De la misma forma, no existen precedentes en el terreno de la Fantasa-
Cientfica. Antes de 1936 tenamos al Coronel Ignotus; despus, algunas cosas
sueltas de Cargel Blaston, Eduardo Texeira, sendas novelas de Carlos Rojas y
Antonio Ribera. El escritor se desconcierta. Diga lo que se diga, la afinidad, el clima,
no lo crean los escritores extranjeros, sino los golpes sobre el yunque nacional. Al
enfrentarme, pues, con una carencia de obras nacionales, me enfrento con una
carencia de clima. Y, claro, con una impreparacin crtica.
No obstante, he escrito La nave. Las razones son sencillas: como escritor de mi
tiempo no puedo estar ausente de las razones literarias de mi hora. El que en
Espaa sea campo incultivado no debe impedir que alguien sea el primero en
romper el fuego. Como novelista, por otra parte, veo claramente los peligros que
rodean a la novela: digestos, revistas, cine, televisin, deportes y viajes. O
vigorizamos el gnero, le damos amplitud, metemos todo en la novela, como
pide Andr Gide, o perecemos. La novela de Fantasa-Cientfica es un gnero de
arrolladora potencia. Nunca cansa. Cuanto ms se conoce, ms gusta. En Espaa
est empezando a crecer la aficin. Todo hace predecir un futuro de gran auge. El
escritor piensa que si une la masa de lectores que ya tiene debido a su obra a la
que puede ganar de otros sectores, el resultado ser ptimo.
Qu me hace aventurar una conclusin semejante? En primer lugar, la atraccin
misma del gnero; en segundo, el hecho de que la ciencia es la mejor propaganda
de estos libros. Mi Nave es una Nave espacial: americanos y rusos estn
sembrando el espacio de satlites y exploradores. Cunto tiempo tardarn las
aeronaves, con tripulacin humana, en viajar por lo menos dentro de nuestro
sistema solar? Muy poco: una o dos generaciones. Qu mejor clima poda desear!
Por otra parte, la fantasa-cientfica no lo es todo, ni siquiera la mayor parte de
La Nave. Como escritor, como hombre preocupado, s perfectamente que la idea de
una Nave, encerrando en s un complejo filosfico, una utopa, un proceso social
y humano, ha sido largamente acariciada por escritores, poetas y filsofos de todos
los tiempos y latitudes. He cedido, pues, al atractivo de una idea fundamental.
La Nave es una maravilla cientfica; pero es, sobre todo, una morada humana.
La Nave fue lanzada al hiper-espacio; pero no ha llegado todava a ninguna
parte. La Nave lleva setecientos aos perdida en la inmensidad. Los hombres que
la crearon, lanzaron y gobernaron primeramente han muerto. Han muerto tambin
sus sucesores hasta la veintitrs generacin. Qu les queda, entonces, a los
habitantes de La Nave cuando tomo la narracin? Nada. Es decir, una remota
raz humana. Es suficiente. Mientras haya una pareja humana, mientras existan
unos smbolos, mientras persista un poco de curiosidad, el hombre reconstruir su
ciclo vital e histrico, cometer los mismos errores, alimentar las mismas virtudes
y, por distintos caminos, asomar a una misma conclusin.
En La Nave, sobrevive el hombre. Una aguda escritora, examinando mis
libros, dice que una cualidad los unifica: objetivo, sobrevivir. Efectivamente: he
buscado, busco y buscar al hombre en la adversidad, en sus problemas, ea su
dolor. Como dijo Malraux, creo que la misin del escritor es reencontrar al hombre
en todo punto en que aparezca arrasado.
EL LIBRO
G-XXIII: 01
Yo, Shim, hijo de Kanti y Torna, nacido en la Nave, en la edad en que los ojos se
cansan y los cabellos engrisecen, Hombre de Letras, educado para escribir en el
Libro, recibo el mandato de Mei-Lum-Faro, Seor de la Nave, para que me haga
cargo del mismo. Y eso hago, pulsando por primera vez sus estmulos exteriores. Y
hago constar, porque es ley, que he permanecido clibe y seguir sindolo, a fin de
que est mejor guardado mi secreto.
Cumplo la Ley y hago registrar mi seal, para que el Libro me obedezca. Consta
mi cifra generacional y marco en binarios mi primera anotacin. Mi antecesor lleg
a registrar trescientas doce anotaciones y se llamaba Jo. Era hombre metdico y
escriba en ciclos fijos, utilizando los femeninos. As, pues, sirvi en el Libro durante
trescientos doce ciclos, durante los cuales resumi lo que era Ley resumir. Yo no s
todava qu sistema seguir, si sujetndome a ciclos fijos, aunque nada haya que
decir, o anotando cuando haya algo digno de ello, sin sujecin a tiempo. Sospecho
que mi antecesor era bastante descuidado. Es Ley, y puedo decirlo, que su cuerpo
ha revertido a la comunidad.
Todava es pronto para decidirme. La Ley me entrega el Libro y nada me exige,
excepto que no me interrumpa. Ciclos? Tiempo...? En realidad nada he decidido
todava, porque no esperaba suceder tan pronto a Jo. No importan demasiado mis
vacilaciones, puesto que nadie, excepto el Seor de la Nave, puede acercarse al
Libro, e incluso ste se halla casi ciego y en la edad de las venas endurecidas, por
lo que se hace informar de palabra por sus cortesanos.
Cuando esperaba heredar el Libro, temblaba ante la responsabilidad. Ahora me
tranquiliza la suavidad con que enlazan mis estmulos internos con los estmulos
externos del Libro. Estoy almacenando seales de inteligencia, y el Libro podr
continuar siendo la Memoria de la Nave. Ignoro hasta qu punto puede tener
importancia que yo contine siendo seguidor de mis antepasados; pero el Libro
debe tener una importancia considerable cuando permanece, cuando existe y me
necesita, mientras que tantas cosas...
Debo anotar, porque es Ley, que en la Nave habitan setecientos cuarenta y ocho
hombres, mujeres y nios de la clase superior, quinientos vigilantes y doscientos
cincuenta servidores; todos ocupando las cubiertas y cmaras superiores. No puedo
testimoniar cuntos habitantes tienen las cubiertas inferiores y oscuras porque
desde hace siete generaciones hemos perdido el control sobre los wit, y nuestros
guardianes deben montar vigilancia en los pasillos fronteras para evitar su invasin.
Cierto nmero de ellos, cuatrocientos adultos, machos y hembras, trabajan en
nuestras factoras y jardines; pero el nmero total de sus varones, mujeres e hijos
nos es desconocido, ya que nunca abandonan sus cuevas de acero. Se supone que
su nmero es superior al nuestro, porque ellos no conocen nuestra ley de hijos
limitados y es notorio que en sus cmaras y rampas se entregan a orgas
desenfrenadas y prcticas abominables. Aunque de derecho reconocen nuestra
superioridad, de hecho estn en rebelda. Constituyen un problema inquietante, y
ahora habr de estudiar mejor sus caractersticas.
Debo testimoniar que la Nave contina igual que siempre, con sus ocultas
vibraciones, con sus ventiladores renovando el aire, sus granjas hidropnicas
cultivando los aminocidos, la clorofila y las fculas de nuestro alimento vegetal, lo
mismo que la clula cancerosa llamada La Carne sigue reproduciendo el tejido
conectivo llamado protena de nuestro alimento graso.
Debo testimoniar que las Leyes se siguen cumpliendo y que todos nosotros con
la posible excepcin de los wit obedecemos las normas que desde hace mucho
tiempo constituyen el cuerpo social de nuestra organizacin, sin que sepamos
quines las dictaron y cul es su utilidad.
Debo testimoniar, en fin, que seguimos en la Nave. Ignoro desde cundo y hasta
cundo, si bien es cierto que existen algunas tradiciones cuya verdad absoluta
nunca hemos comprobado. No quiero anotar teoras confusas, en esta hora de
responsabilidad, y por lo tanto inscribo, sencillamente, que la generacin XXIII vive
en este cuerpo autrquico llamado Nave.
G-XXIII: 10
Han transcurrido apenas cinco sueos y me acerco otra vez al Libro, sin nada
especial que anotar. He deambulado por la Nave, y todo lo que era costumbre lo he
visto con ojos diferentes. Diferentes son mis pensamientos. Y estoy asustado, en
cierto modo. Debe de ser la magia y el atractivo del Libro, su poder. Me doy cuenta
de lo que significa ser Hombre de Letras y he venido para contemplar el Libro.
Y al inclinar la cabeza, y al ver sus signos o escucharlos, y al saber que espera
otros nuevos, algo parecido al vrtigo de las terrazas me sacude. Es terrible el
atractivo de las Letras, y comprendo a las Leyes cuando prohiben que ms de un
hombre se dedique a ellas! En el esfuerzo que estoy realizando para encontrar
palabras, ideas, signos y estmulos reflejos, me veo diferente al Shim que paseaba
por las cmaras y terrazas de la Nave, sin hablar, sin pensar, esperando lo
inconcreto. Y mi esfuerzo actual me duele. Nunca pude suponer que el pensamiento
doliera fsicamente. Me hace sufrir el orgullo de mi situacin y la conciencia de mis
limitaciones. Trato de situarme ante ellas y no acabo de calcular mis fuerzas. Tengo
en las manos mi Palabra (la Palabra de los mos, de los hombres de mi tiempo), y
los sueos, las inconcreciones, las leyendas y hasta los ruidos son diferentes, con
otro vigor. Ahora no son mis hermanos de raza los que me recuerdan tcitamente
el signo de la herencia. Ahora es mi Libro, mi igualdad ante los hombres que me
precedieron.
Y me duele la pobreza de mi fuente. Ignoro quizs algn da me atreva a
mirarlo cul era la medida expresiva de mis antecesores, o cules eran sus
problemas. Pero conozco bien nuestra pobre existencia anterior. El viaje por la
Nave, con los nuevos ojos, me lo est empezando a decir, a gritar en cada uno de
nosotros y en cada una de sus viejas galeras. Nuestro idioma es pobre. He contado
las palabras que un habitante cualquiera de la Nave emplea para sus contactos
personales, incluso en las pocas de celo, y apenas he encontrado vez y media el
mltiplo de diez. Yo, Shim, s muchas ms, porque el hombre de Letras XXII, Jo,
dedic diez ciclos a ensearme; pero incluso con mi superior educacin estoy
sufriendo para expresar mi pensamiento, para determinar con palabras esta mezcla
de alegra, miedo, curiosidad y orgullo que me invade ante las pginas del Libro.
Hasta mis pensamientos son limitados. Y sin embargo, presiento que los
pensamientos me van a crecer. Y qu har, si los pensamientos me crecen, con
mis pocas palabras? Pero creo que no debo tener miedo a ello. De una forma u
otra, el que ha sido colocado ante una situacin, ha debido resolverla con arreglo a
sus fuerzas. Justo es que dude, justo es que tenga miedo; pero presiento que no
sern mis palabras la peor dificultad. En el Libro tengo la de mis antepasados,
hombres que de una forma u otra fueron testigos de su tiempo. Repito y aclaro:
fueron testigos y narradores de lo que presenciaron.
Mi miedo tiene una raz. Hasta ahora pude creer que los antepasados eran una
leyenda; ahora s que fueron una realidad y que por ley natural nosotros debemos
haber ido perdiendo parte de sus virtudes o defectos. Si es cierto que la Palabra
Escrita nunca se desvirta y he sido educado para tan rigurosa consecuencia,
qu diferencia hay entre la Memoria y la Escritura! La memoria empieza a torcerse
en el momento mismo en que se engendra y se desva un grado por cada hombre
que la recoge, por cada sueo que pasa. La Escritura es la norma que no puede
desvirtuarse.
Qu diferencias existirn entre los antepasados y nosotros? Ah, si las palabras
pudieran desprenderse de su significado y yacer, simples y bellas, como trozos de
acero abandonado...! Es pueril pensar en ello. El maravilloso poder de la Escritura
es hacer que las Palabras, apenas recogidas, se diluyan en nuestro cerebro. Y
luego? No s, todava; pero presiento que all se convierten en algo inenarrable,
algo que desencadena una serie de sensaciones que no guardan proporcin con la
simplicidad de tal agente expresivo.
Y quiero hacer constar aqu que no rehuyo la posibilidad de que la Escritura, el
Libro, desencadene en m una tormenta, o quizs una alegra que cambie mi
personalidad. Al fin y al cabo comprendo ahora que durante mucho tiempo, la
mitad de la vida que me ser probable vegetar, he sido una pieza de la Nave
colocada fuera de su sitio, o simplemente abandonada.
Y quiero tambin decir que teniendo la posibilidad de leer en el Libro cuanto me
acomode, hasta saber lo que pas en esta Nave, si es que algo pas y si es que
quisieron escribirlo, no lo har. Aunque el primer contacto fue temeroso y afirm no
atreverme a desencadenar unas fuerzas que no estaba seguro de dominar, ahora
escribo que no quiero hacerlo. No, por lo menos, hasta que yo mismo haya resuelto
mi propia incongruencia; no, hasta que haya dominado unas inquietudes que me
han nacido; no, hasta que tenga nocin exacta de unas palabras que tienen otro
significado, segn estn aqu, ante el Libro, o en la cmara de Ajedrez.
Debo contestarme a unas preguntas. Unas preguntas que incluso ignoro en su
dimensin exacta. Estoy en medio de unas tinieblas y presiento una luz; pero no
quiero que esa luz rne deje ciego. El descubrimiento de la palabra escrita y su
poder catalizador no puede preceder a mi curiosidad. Indudablemente, sin
reflexionar demasiado, los habitantes actuales de la Nave somos una raza
degenerada. Tiendo la vista en mi derredor y todo cuanto descubro pertenece a
otros tiempos, fue creado por otros seres, de los cuales all fuera no conservan
ni el recuerdo. PERO AQU DENTRO TENGO EL LIBRO. Aqu dentro est la prueba
de que todo, absolutamente todo, fue creado, antes. Y que nosotros no hacemos
ms que conservarlo. Por qu? Para qu? Hasta cundo?
Y las anteriores son las preguntas ms importantes. De menor urgencia, pero de
insoslayable contestacin, hay otras que apenas me atrevo a levantar por escrito:
Hasta qu punto hemos conservado? Somos iguales a nuestros antepasados?
Saban ellos que nosotros debamos tocar las mismas cosas que ellos tocaron? No
lo s; lo cierto, lo terriblemente cierto, es que afuera no existe conciencia de
nada. Somos un pueblo brbaro entre seales de una maravillosa invencin.
Utilizamos fuentes cuya mecnica ignoramos. Por qu? La tradicin asegura que
hace muchas generaciones nuestros antepasados habitaban un lugar diferente.
G-XXIII: 11
He vuelto, estoy aqu, meditando sobre la forma en que debo escribir en el Libro.
Necesito una norma, una razn humana, que creo puede resumirse en dos
vertientes lgicas: querer y poder, esta segunda encerrando otra: deber. Puedo
venir al Libro cuando quiera y cuando deba. Lo primero excluye el tiempo y lo
condiciona a mi propia voluntad. Lo segundo indica una norma de difcil aplicacin,
porque, puedo yo saber por ley exacta lo que es importante inscribir? Puedo,
siquiera, establecer un clculo de tiempo?
Me atormenta el tiempo. Todos hablamos de l, y es una de nuestras palabras;
pero si reflexionamos un poco vemos que es un smbolo sin aplicacin. O cuando
menos nosotros no lo aplicamos. Hasta donde abarca mi sensibilidad, mi recuerdo,
mis hbitos, hallo una igualdad sin tiempo: los mismos procesos, las mismas
claves, la misma necesidad que obliga a recoger las gotas de agua y aprovechar
todas las briznas de protenas.
Todo ello indica que las formas, la materia, la esencia de nuestra Nave se ha
configurado si puedo decirlo as a unas necesidades rtmicas, establecidas las
cuales, su regla se ha perdido. Y esto debe ser el tiempo. Desde cundo lleva La
Carne creciendo? Desde cundo fermenta el hidrozono? Cuntas veces hemos
repetido nosotros los gestos de nuestros antepasados? Hemos creado nuevas
formas, nuevas necesidades, nuevos objetos? Tenemos capacidad para esclarecer
esas extraas tinieblas que de cuando en cuando invaden una cmara? No;
nosotros, los que actualmente ocupamos la Nave, nacidos bajo la implacable ley de
los Hijos Limitados, somos incapaces de fabricar incluso el papel en que estoy
escribiendo; nosotros, los habitantes de la Nave, los negros de las cubiertas
superiores y los blancos degenerados y malditos de las oscuras cavernas interiores,
somos un plido reflejo de algo que fue, antes que nosotros, infinitamente
inteligente, audaz, fuerte y constructivo. Al hablar as, en realidad, estoy volviendo
a la leyenda que circula entre las mujeres y los nios; esa leyenda que se basa en
unos smbolos llamados: El rbol, El ro, El lago, La montaa, El bosque Son
smbolos realmente? Las mujeres, los nios, incluso algunos de nosotros, tienen en
la cabecera de su cama grabados y sucios cuadros a los que llaman por dichos
nombres. Y dicen que son reproducciones de la realidad, que hubo un tiempo en
que nuestros antepasados vivan en unos lugares donde los rboles, los ros, los
lagos, los bosques y las montaas no eran un smbolo, sino un objeto (o lo que sea)
real. Ser posible? Me he negado siempre a admitir tal absurdo. No lo concibo,
porque no lo comprendo. Qu tamao podra tener un rbol? Mayor que una
montaa? Y la montaa, qu utilidad tendra?
En todo caso, verdad o mentira, yo mismo me he dejado ganar muchas veces
por el indefinible encanto de uno de esos smbolos. Concretamente, mi amigo Arn
tiene en su cmara uno al que llama El lago, y que representa una extensin de
agua; tiene unas riberas o contornos verdes, con rboles (lo que parece indicar que
los smbolos tienen una relacin entre s) casi dentro del agua. Lo mejor de todo es
una luz, una luz anaranjada, apacible, suave, casi tan consistente como el agua. Es
fcil abstraerse, dejndose ganar por la magia del smbolo. Uno llega a comprender
que los hombres podran quedarse dormidos, o sentados, junto al agua, junto a los
rboles, en medio de la luz y la paz. Oh! Es una sensacin que me conmueve, que
me anonada, que me obliga a pensar en cosas bellas. Pero en seguida, la razn me
advierte que el simbolismo es falso. Si los hombres hubieran tenido alguna vez la
posibilidad de acercarse a un lugar semejante, no se hubieran metido nunca en un
lugar como la Nave... (Con todo fervor, con toda humildad, reconozco haber
transgredido la Ley. La Nave es la suprema razn de todos nosotros; nuestra
madre; ella nos acoge y alimenta; ella nos ampara del terrible vaco del Espacio. He
pecado y me disculpo humildemente.)
Estoy demasiado confuso, ms que por estas cosas que en realidad forman
parte de nuestra estructura, por el rigor con que me obligo a determinarlas.
Siendo Hombre de Letras, debiera haber hecho de antemano un crculo con las
cosas que son mas, me pertenecen, me obligan. Verdaderamente, lo tena; pero
ahora he tropezado de bruces con la diferencia que hay entre lnea y volumen,
entre superficie y cuerpo. Debiera mirar en el Libro si estas dudas que me atenazan
fueron tambin patrimonio de mis antecesores; pero tengo miedo. No debo volver
la vista al pasado hasta que no haya concretado mi presente, hasta que pueda
ofrecer un resumen de lo que s, y, por extensin de lo que ignoro. Debiera seguir
un mtodo. No me siento capaz; siempre he sido incapaz de sujetarme a un rigor
expresivo. Puedo sentarme aqu, con el Libro entre las manos, y dejar constancia
de lo que estoy pensando. Puedo hacerlo, y lo hago, aunque no estoy seguro de
que sea eso lo que la Ley ordena. La Ley es una y terrible: La Nave es limitada;
limtate t. Todo lo dems es comentario.
Pero debe existir alguna frmula, algn smbolo qne permita una escapatoria.
Yo estoy aqu, y mi cabeza me pide que razone, que me evada, que comprenda!
No quiero rebelarme, no quiero ofender a nuestra madre Nave; no quiero, no...!
G-XXIII: 100
Me acerco por quinta vez al Libro y escribo. Han transcurrido ocho sueos, y
durante los mismos he deambulado por la Nave, desde las terrazas superiores a las
rampas que descienden a las tinieblas centrales donde viven los albinos. De hecho,
he estado ms cerca de ellos que otro hombre alguno de mi generacin y de mi
clase. Los guardianes me advertan el peligro, y por las ltimas rampas y planos me
acompaaban. Sin embargo, no llegu, ni con mucho, a penetrar en las cavernas
malditas. Encontr a mi paso algunos individuos de la raza maldita, blancos, de
aspecto repugnante, cabellos largos y lacios, vestidos negros y pies descalzos. Al
pasar nosotros se volvan de espaldas, de cara a la pared, como es Ley. Sumisos,
serviles, no me parecieron particularmente peligrosos. Dicen los guardianes que a
medida que se adentran en la masa central e inferior de la Nave se vuelven ms
numerosos e insolentes. Viven, o pueden vivir, en la oscuridad. Me dicen que sus
mujeres son muy bellas, especialmente cuando son jvenes. Si se marchitan
despus, debe de ser por su vida disoluta y animal. No he seguido el tema, porque,
como hombre obligado a no tener descendencia, no me interesa. He notado que
crece el peso y en seguida se cansa el que se atreve a subir y bajar las
innumerables escaleras metlicas. El aire es pesado y se reemplaza mal. Hay pocas
luces, y en algunos puntos ninguna, de modo que a veces se dobla una esquina sin
haber esquina, o no se dobla habindola... Es necesario caminar cautamente,
tratando de adivinar dnde se ponen las plantas. El vibrar caracterstico de la Nave
se percibe ms intensamente. Se siente un poderoso corazn latiendo cerca. Se
comprende mejor a los que dicen que la Nave es un cuerpo vivo y que nosotros
somos sus parsitos. Un vago rumor de gritos, choques y llantos trasciende en los
huecos de algunos montacargas, que desde hace generaciones no funcionan. Es feo
y triste todo, pero con cierta grandeza.
Cuando volv a la cmara de Ajedrez, a la terraza llamada de Sem-Faro, estaba
en buenas condiciones para apreciar el cambio. La soledad y la tristeza de aquellas
encrucijadas y cmaras desiertas era un puro contraste ante nuestros reducidos y
aprovechados espacios; tenemos ms luz, ms calor, ms aire; pero , tenemos
menos lugar. La terraza se me antoj ridculamente pequea, pese a que las lneas
curvas aumentaban su perspectiva. Y nuestros hombres, los orgullosos miembros
de la raza kros, negros, de cabello crespo y fuerte, dientes apretados y nariz
prominente, me parecan indiferentes y ausentes, silenciosos y apagados. Trat de
fijarme en las mujeres; pese a ser terraza mixta, nicamente haba tres, las cuales
se diferenciaban muy poco de los hombres. No vi nios.
Estoy hablando de todo eso, aqu, en el Libro. Porque intent hablar a mi amigo
Rein y me mir, asombrado. No comprende nada; no tiene ninguna curiosidad. Y la
curiosidad fue lo que me empuj a m al interior de la Nave. Buscaba las huellas de
los que estuvieron antes que nosotros; buscaba una seal, un mtodo, una frmula
que me permitiera comprender mejor. Lo he encontrado? No lo creo. Conservo en
la cabeza una extraa mezcla de olores pesados, aire sofocante y oscuridades
llenas de misterios. Pero no he visto nada que me ayude.
Seguramente me sucede que nada puedo ver porque no es lo que quiero ver. He
bajado a las capas inferiores con los ojos que llevara mi amigo Rein, si fuese capaz
de sentir curiosidad. Es natural que la curiosidad sola no baste. Sin embargo, tengo
la sensacin de que todo sera ms fcil si nos acuciara a todos de la misma forma.
Debo anotar y anoto que el polvo espacial sigue rodeando intensamente a la
Nave. Aunque la enfermedad que padecemos todos nos impide acercarnos a los
ventanales, el polvo es como una blanca sembradura que nos sale al paso. Sale al
paso? Si bien algunos dicen que la Nave marcha a una tremenda velocidad por el
espacio, no menos cierto es que otros aseguran que estamos quietos, varados en la
Nada absoluta. Son problemas tcnicos que no puedo resolver. La enfermedad a
que antes aluda es el vrtigo, palabra muy vieja, lo que indica que nuestra
impotencia para ver de cerca la negrura del espacio es congnita.
Debo anotar, y anoto, que el desaparecido Abul ha vuelto a la cmara, pero se
niega a dar explicaciones. Ha sido trasladado al trabajo ms duro trabajo en
realidad de hombre wit que se realiza en la plantacin de La Carne. Ha muerto
Cuba, encargado de luces. Su muerte permitir a las parejas que quieren hijos
aspirar a uno. No son muchas. Me dicen que solamente cinco. Entre ellas elegir el
hombre Bios la ms apta. Es la ley.
Dicen que los hombres wit han descubierto la forma de arrojar objetos a
distancia aparte de la forma simple de arrojarlos con la mano; por lo menos, un
guardin de la escalera 72 ha sido herido en la cabeza. No se sabe si el hecho
obedece a un fin premeditado o es un accidente. El objeto es un pedazo de metal
recortado.
G-XXIII: 110
G-XXIII: 111
G-XXIII: 1000
G-XXIII: 1001
Me he levantado y acariciado los cilindros del Libro. Son grandes, fuertes, suaves
y sabios. El primero contiene el origen. Me he inclinado y besado su superficie. La
escasa nocin que tengo sobre la inalterabilidad de las cosas se acrecienta ante
este monumento humano, obra nuestra, obra de las generaciones que sufrieron con
el pensamiento entre las paredes de la cmara, frente a su deber.
He sentido un enorme orgullo, un tremendo amor. Aqu est condensado el
aliento y la palabra de un puado de hombres. Puedo pulsar el ndice, y aparecen
sus nombres, sus cifras. Y aun cuando se haya borrado su recuerdo, lo que ellos
inscribieron seguir siendo testimonio de su existencia. Esta sensacin, y el
amoroso tacto, me han decidido: voy a preguntar al Libro, voy a saciar mi sed...
G-XXIII: 1010
G-XXIII: 1011
Debo anotar hace mucho tiempo que no inscribo nada que cinco hombres wit
han sido apresados cuando caminaban por un pasillo, cerca del Frum, en el
corazn mismo de nuestras terrazas, lugar en el que nada absolutamente tienen
que hacer. Se han negado a contestar durante el interrogatorio, nicamente han
expresado que no tenan malos propsitos y que slo deseaban conocer la parte de
la Nave en que vivamos nosotros, los kros, por simple curiosidad. Se han negado
rotundamente a revelar los caminos secretos que les ha permitido eludir la
vigilancia de los guardianes de fronteras.
Han sido encerrados hasta que Mei-Lum-Faro decida su suerte. Los nimos estn
muy excitados. Las mujeres tienen miedo y piden a los hombres que hagan un
escarmiento con esa chusma. No podran vivir tranquilas temiendo que un wit
pudiera asaltarlas. Algunos hombres piensan igual y piden que los albinos sean
arrojados a los estanques sulfurosos.
No quiero anotar ahora lo que estoy aprendiendo en el Libro. Unicamente, que
mi razonamiento anterior era justo. [Dios mo! Dios mo! La palabra Dios es un
descubrimiento.
G-XXIII: 1100
G-XXIII: 1101
G-XXIII: 1110
G-XXIII: 1111
G-XXIII: 10000
Yo, Shim, hijo de Kanti y Torna, nacido en la Nave, ella debido, me acuso de
haber abandonado mis deberes. Hace casi cien das que no hago anotaciones. Me
refiero a mi deber de inscriptor, el que me obliga a decir lo que en ella sucede. Me
disculpa el enorme proceso de asimilacin que he debido recorrer y que, por lo
menos en parte, ha minimizado lo que en torno mo ocurra. Hace doscientos,
trescientos das, me hubiera parecido trascendental la muerte de un guardin kros
a mano airada en los pasillos de la Nave inmediatos a la factora de fermentacin.
Sin embargo, el otro da me olvid de anotarlo. Y no quiero olvidarme hoy de
inscribir que tres hombres ms, un guardin y dos servidores, han desaparecido
den las fronteras.
Se dice que han sido los wit; se dice que los tres hombres fueron atrados por
mujeres blancas, muy atractivas; se dice que los albinos utilizan a sus hembras
para atraer a nuestros jvenes que no han perdido su capacidad gentica. No he
podido comprobar esta monstruosidad. Pero ha sido prohibida la entrada de las
mujeres wit en las factoras. En el Frum se ha pedido la exclusin total de los wit;
pero es imposible cerrar la frontera a los quinientos trabajadores que la cruzan
todos los das, desempeando oficios rudos en los hornos y estanques. Deberan
ser sustituidos por guardianes y si as se hiciera, qu pasara? Podramos dejar
desguarnecidas las fronteras?
El problema es de difcil solucin. Qu quieren los wit? Mi viejo amigo Ram me
ha hecho la misma pregunta. Entonces, all, en la cmara del ajedrez, no supe qu
contestarle. Aqu, ante el Libro y sus secretos, experimentando el cambio que
siempre experimento cuando abro sus pginas, debo reconocer que s muy bien lo
que son los wit y lo que desean, aunque quizs ellos mismos lo ignoren Dios mo,
qu profundos e inescrutables son tus designios!
Compruebo que he vuelto al concepto de Dios, el mismo que me atormentaba
cuando estuve inclinado sobre esta pgina la ltima vez que anot mis impresiones,
en este apresurado rehacer histrico que estoy emprendiendo. No necesito releer
loe escrito para recordarlo. Lo tengo grabado en el cerebro. Nuevamente me acucia
la idea de Dios. Y me asusta. Puedo hallar explicaciones, lgicas hasta cierto punto,
en los puntos concretos de nuestro pasado; puedo identificar en la Nave aquellos
objetos destrozados, aquella maquinaria de que me hablan los antepasados; puedo
reconstruir los escenarios de las revueltas; puedo seguir el proceso de nuestra
sangre. Pero, dnde puedo encontrar a Dios?
Es inalterable norma humana buscar a Dios en la hora del Dolor. Qu quiso
decir Buani? Es necesario estar sufriendo fsica o moralmente? Conozco el dolor
fsico, y creo comprender lo que es el dolor moral; puedo, incluso, provocar el
primero; pero intuyo que el segundo ha de venir a m por no s qu caminos. Oh,
si encontrara puntos de apoyo, palabras clave! Dios, Dios, DIOS...!
Mis antecesores no todos lo llamaban a veces, algunos con ira, otros con
ternura, muchos con ira y desprecio. Debo entender que a Dios se le encuentra en
todos esos caminos?
Deber releer el Libro otra vez. La primera buscaba la explicacin de los
fenmenos fsicos y se ha necesitado la indudable importancia de su simbolismo
para que yo, inconscientemente, incluyera su concepto entre las cosas importantes
de la Nave. Pero no es suficiente. No lo es, por lo menos, en mi actual disposicin,
rebosante de sensaciones.
S, indudablemente, deber buscar otra vez. Pero me asusta el enorme trabajo
que me espera. As, no acabar nunca, nunca, de aprender todo lo que necesito. Si
pudiera...
Si pudiera concentrarme, olvidar la presencia de la Nave y volver al pasado
hasta aquellos puntos que me interesan... S, quizs; ahora rememoro algunos
pasajes que deben estar en relacin con Dios. Andr Chacot, el primer cronista de
la Nave, en la narracin que hace del Da de la Ira, entre otras cosas, dice algo
parecido... Buscar en el primer Libro...
No, no es esto... Ms adelante... No, no fue el Da de la Ira, sino antes, mucho
antes, en la primera revolucin llamada Da del Desengao...! Veamos, quince,
quince, quince aos... Aqu est! Dice Chacot: Nuestros sacerdotes se han
enfrentado con la multitud excitada y han tratado de contenerla, invocando el
nombre de Dios. La multitud no ha hecho caso de su carcter sagrado y los ha
arrollado. Despus...
Y ms tarde, en el 3 de agosto de 2387 (otro da de i confusin y tormento en la
Nave), el cronista escribe: Hoy es un da de luto y tristeza. Ha muerto el padre
Simn. Era nuestro nico sacerdote. Catlico, tena noventa y siete aos y era el
humano ms viejo de la Nave. Muchos no comprenden la trascendencia de esta
muerte. Dicen que s, que ha muerto el ltimo vnculo de la Tierra (yo mismo soy
una tercera generacin); pero no comprenden que era un ministro de Dios y que su
prdida es irremplazable. Podemos, con nuestros libros, ensear a nuevos mdicos,
ingenieros, mecnicos... Pero, quin puede consagrar nuevos sacerdotes? El padre
Simn, como si lo presintiera, o mejor dicho sabindolo, ha resistido. Ha resistido
esperando el milagro que su condicin de hombre de Dios le permita alentar. Ha
resistido hasta que su viejo corazn no ha podido ms y se ha paralizado. Adivino
das tristes, das pavorosos para la Nave. Su venerable figura, su ejemplo, era un
freno para nuestra desesperacin. Qu haremos ahora?
Tena razn el cronista. Tres aos despus, el Da de la Ira habra de arrasar la
Nave. Sucedi porque el sacerdote no estaba? Lo habra podido evitar el que era
llamado ministro de Dios? Los cronistas de aquella fecha no lo citan; por otra parte,
en el Da del Desengao los sacerdotes fueron arrollados. Eso parece indicar que los
sacerdotes no tenan armas, no eran una fuerza propiamente dicha. De dnde,
entonces, les vena la autoridad? Creo comprender. Era una autoridad espiritual, de
las que se ofrecen con su gesto al ejemplo ajeno. Por otra parte, el cronista le llama
padre. Debo entender una paternidad humana? No; no puede ser... Deba ser
un acatamiento tcito de una paternidad espiritual, pero expresada con amor
humano. Qu hacen los hombres cuando quieren y admiran a una persona
venerable? Lo quieren como a un padre.
Tengo, pues, los siguientes elementos: sacerdote, ministro del Dios sin nombre,
padre, carcter sagrado e irremplazable, autoridad espiritual, aplicados a algunas
personas.
Lo primero prejuzga la existencia de un rito o ceremonia a realizar precisamente
por dicha persona. Objeto de la ceremonia? No lo s; pero es fcil adivinar que
deba de ser para pedir favores o pedir clemencia.
Lo segundo es de ms amplio carcter; el sacerdote lo es en el rito; ministro
quiere indicar una relacin que perdura fuera de la ceremonia, a modo de
embajador entre los hombres. Lo segundo, entiendo, no est reido con lo primero.
Lo tercero, padre, es un apelativo carioso; indica que los hombres admiraban
y queran al sacerdote, o lo que es igual, siendo ste expresivo, como ministro, de
su Dios, el Dios no era un Dios temido, sino amado.
Lo cuarto, carcter sagrado e irremplazable, no lo entiendo bien; mejor dicho,
entiendo lo primero, que es consecuencia de su naturaleza, pero lo segundo se me
escapa. No era un hombre como los dems? No tena hijos que heredaban su
cargo? Era el mismo Dios el que los nombraba? Esto ltimo parece factible, pero,
entonces, por qu los hombres de la Nave por boca de su cronista dan por
hecho que sera el ltimo, sin poderle remplazar? Dejmoslo para mejor ocasin.
El ltimo concepto tampoco lo entiendo bien. Autoridad espiritual? Se puede
tener autoridad sin guardianes que la hagan cumplir? Nunca lo he visto en la Nave,
donde cada orden de Mei-Lum-Faro debe ser vigilada por su cohorte. Admito, sin
embargo, la posibilidad de un nombre con mucho prestigio y sabidura, capaz de
hacerse respetar y obedecer. En este caso, quiz, por su carcter sagrado y su
calidad de irremplazable.
Tengo, pues, situado al hombre. Cul, o cmo, habra de ser el Dios del que un
ministro de dichas condiciones era un representante o testaferro? Dado que la Nave
era y es una maravilla del ingenio humano, y entendiendo que la era de los
sacerdotes se circunscribe a las tres primeras generaciones, entiendo que stos, los
sacerdotes, fueron embarcados con los primeros antepasados. Y puesto que los
primeros antepasados fueron los creadores de la maravilla humana que es la Nave,
es decir, hombres de una capacidad cerebral portentosa, infiero que Dios deba ser
incluso superior a ellos mismos, tan fuera de duda que ellos mismos lo reconocan.
El razonamiento me abruma, porque me descubre un Ser de infinitas posibilidades,
un ser ms sabio que los creadores del repositor, el transitador, los cerebros
positrnicos...
Y dado que los hombres llamaban padre a su ministro, entiendo que era lo
bastante humano, generoso y admirable en las virtudes humanas como para ser l
tambin padre de los hombres...
Y dado que le invocan en su desconcierto, y en su dolor, hasta el extremo de
asegurar que es inalterable norma humana buscar a Dios en la hora del dolor,
entiendo que era un ser consolador, necesario en las contrariedades.
Y dado que los sucesivos cronistas, sin sacerdote ya, y sin posibilidades de
tenerlos, le siguen invocando, llamando, e incluso maldiciendo, hasta generaciones
muy alejadas, entiendo que era un ser capaz de sobrevivirles, que es posible viva
todava, es decir, era inmortal.
Estoy asombrado y asustado; me resulta un Ser inmortal, invisible, generoso y
bueno, padre de los hombres y mucho ms sabio que stos. Es posible una
concepcin de tal naturaleza? Debe serlo, porque no puedo yo, msero Hombre de
Letras de la generacin XXIII, degenerado, poner en duda lo que admitan mis
sabios y audaces antepasados.
Dios mo...! Tambin yo lo digo? Es curioso! Con qu fortaleza, con qu
facilidad me surge esta expresin no aprendida. Estaba latente en m? Lo que no
acaba de comprender mi inteligencia es por qu un ser de esa naturaleza abandon
a sus hijos de tal manera. Sin embargo, los hombres de la Nave, a travs de las
generaciones, parecen aceptar tal abandono, o mejor dicho, sin aceptarlo lo
comprenden. Qu quiere decir eso...?
Mucho temo que este problema sea demasiado para mi pobre y recin adquirida
conciencia de las cosas. Experimento, casi, la misma sensacin de vrtigo que
cuando me asomo a los ventanales del vaco. Ser posible! Ser el Espacio la
residencia de Dios? Todo parece indicarlo: la Nave creada para surcarlo, el
sacerdote como representante o embajador, el Espacio, con su vrtigo... Ay, mis
nervios, mi cabeza, mis manos! Todo me duele, todo me asusta comparado con mis
pobres fuerzas.
En mi intento de comprender la Nave, el tiempo, los hombres y su historia, se
intercala y superpone esta idea de Dios. Presumo que mis pobres fuerzas no
bastarn para llegar al final. Es ms, estoy descubriendo un verdadero fenmeno:
cuanto mayor es el radio de mis conocimientos, mayor es la circunferencia de mis
ignorancias.
Entonces, debo renunciar y volver a la indiferencia de mis amigos y hermanos?
No lo s... Voy cerrar el Libro y a marcharme. Estoy cansado, vuelvo a estar
cansado. Quiz no me pueda nunca quitar mi cansancio de encima...
G-XXIII: 10001
Como primera providencia de este da, inscribo que los hombres wit han enviado
a Mei-Lum-Faro una embajada. Me ha sido permitido estar presente. Incluso he
podido aclarar al Seor de la Nave algunas palabras y conceptos de los albinos,
porque, para mi sorpresa, resulta que los wit tienen ms claridad de expresin que
nosotros, los kros; hablan mejor y ms claro, y hasta con cierta belleza y
profundidad mental. Pudiera ser debido a que la presencia de Mei-Lum-Faro les
impresionaba y procuraban superarse, o a que venan especialmente intruidos en
su discurso.
Como fuere, los albinos han hablado delante de Mei-Lum-Faro y han pedido tres
cosas: ms espacio para vivir, puesto que sobran corredores, rampas y cmaras en
la Nave a medida que la falta de luz hace que los kros las abandonen; permiso para
acercarse a los ventanales exteriores y menos tiempo de trabajo, con un mejor
trato.
En su razonamiento, aducen que la divisin entre wit y kros es injusta, puesto
que unos y otros tienen las mismas necesidades, y adems ellos trabajan ms y en
los peores lugares, sin recibir ms protenas, agua o consideracin. Dicen que los
kros tienen muchos guardianes, en proporcin a su nmero total y piden que
muchos de ellos sean destinados a otros puntos o trabajos. En consecuencia, de no
ser atendidos, se negarn a trabajar en las factoras kros y no saldrn de sus
cuevas.
Uno de los cinco miembros de la comisin, el ms joven, ruborizndose, ha dicho
tambin que las mujeres wit desean ms tejidos sintticos; precisamente ellas son
las que trabajan en los talleres del orln y el sodin, sin que ninguna de las
hermosas telas vaya a parar a sus manos y sin que puedan utilizarse todas,
estando llenos los almacenes. La absurda peticin ha hecho rer a todo el mundo,
hasta al mismo Mei-Lum-Faro y, lo que son las cosas, por lo que puedo adivinar
dado el carcter del Amo, ha salvado la vida a los osados. Sin duda, bajo la
impresin de las mujeres albinas vestidas con ricas telas, Mei-Lum-Faro se ha
inclinado por el humorismo. Ha dicho que lo nico que puede conceder es que los
hombres hagan el trabajo de las mujeres, y las mujeres el trabajo de los hombres.
En cuanto a las restantes peticiones, dice que primero necesita saber cuntos
habitantes wit tienen las cuevas. El ms viejo de los albinos ha respondido con
evasivas, que no lo saba, que no estaba seguro. Ve y cuenta, ha dicho el Amo,
dando por terminada la audiencia. Pero se ha quedado con los cuatro restantes wit
como o rehenes.
Yo, Shim, testigo de todo, he sentido muchas veces la necesidad de hablar por
mi cuenta, para explicar todo lo que s. Me ha detenido la repugnancia, que es
instintiva en nosotros. Pero durante todo el tiempo no he dejado de observar a los
albinos. Plidos, demacrados, de largo cabello y negras vestiduras, son dueos, sin
embargo, de una extraa vivacidad. Por qu se llaman wit? La mejor explicacin
que he encontrado es que, en nuestro idioma degenerado, wit es la primera slaba
de white, palabra del anglo-hispano que significa blanco; del mismo modo que
nuestro nombre, kros, parece derivarse de la palabra necros, o sea, negros, del
mismo idioma. Aclaro que los cronistas del Libro aluden repetidas veces a su
lengua, denominndola anglohispnica, vocablo imposible de repetir por nuestras
gargantas actuales y que parece se origin por la fusin de dos importantes
idiomas de la Tierra a partir del siglo XXII.
El asunto de los albinos est dividiendo la opinin pblica, hasta donde es
posible que nosotros nos interesemos. Despus del incidente de los cinco wit
arrojados al estanque, y de los cuatro guardianes muertos, la actual situacin se
interpreta en el sentido de que los habitantes de las cuevas intentan alterar el
orden natural de la vida. Como siempre sucede, los kros estn divididos en dos
partidos: uno de ellos es intransigente, y el otro, tolerante. El primero se niega a
considerar siquiera como humanos a los wit y pide una expedicin punitiva que los
arrase totalmente; los segundos, aducen que verdaderamente las condiciones de
vida de los wit son malas y que nada se perdera mejorndolas. A esto, refutan los
intransigentes que la menor tolerancia sera interpretada como una debilidad y que
lo verdaderamente necesario es el rigor, incluso el exterminio. De todas formas,
hasta que el viejo regrese, si es que regresa, la situacin se mantiene en calma.
Yo callo y observo. No s en qu condiciones vivirn los wit; pero s s que las
nuestras no son envidiables. Muy posiblemente, en los tiempos anteriores al Da de
la Ira, pertenecer a la clase superior poda tener sus ventajas, por acceso a los
libros, a las salas proyectoras, a los divertimientos automticos y alimentos
escogidos; pero la destruccin de todos los libros, cmaras de televisin,
observatorios, comunicadores, fermentos y cultivos especiales, luces y juegos,
redujo el nivel de vida a sus lmites esenciales, los mismos que tenemos ahora,
cuando nicamente tenemos el Ajedrez, algunos juegos infantiles y los alimentos
bsicos. Por no tener, no tenemos espacio. Discurriendo en los ltimos das por la
Nave he comprobado la enorme desproporcinentre el que ocupamos y el que
permanece inhabitalbe. Huimos de las tinieblas y por tal causa vivimos hacinados,
las muchachas en los beguinet, los jvenes en los celibatorios llamados mayores;
las parejas, cuatro en cmaras de una, y los restantes en diversos apartamentos
estrechos como cmaras descompresivas. Y esto es lo es lo que nos envidian los
wit?
Como nunca he bajado a las cuevas, ni hay noticias de que ninguno de nosotros
lo haya hecho con excepcin de Abul, el cortador, no puedo anotar las
condiciones de vida de los wit en sus profundidades. Desde luego, ms de la mitad
de los sesenta pisos o niveles de la Nave les pertenece. Naturalmente, nosotros
tenemos las partes nobles: los grandes ventanales y paseos de la segunda
cubierta; las cmaras enormes y variadas de la tercera y las residencias exteriores
de la cuarta; tenemos los jardines, los observatorios, el Frum y la nave
desmantelada llamada cha-pell; tenemos cinco montacargas que funcionan y la
mayor parte de los almacenes.
Discurro ahora, mientras intento hacer inventario de lo que poseemos, que en
realidad conozco muy poco de la Nave, esta gigantesca estructura de dos
kilmetros de largo, uno y medio de ancho y un tercio de alto. Acostumbrado a los
corredores, a las cmaras con las puertas siempre abiertas segn es ley, a los
jardines hidropnicos, senta pocas apetencias de ir ms lejos, sabiendo, como
saba, que todo lo ms que poda encontrar seran otros corredores, otras cmaras,
otros almacenes y otros jardines eternamente repetidos.
Los constructores de la nave --ellos mismos lo han dicho atendieron
primordialmente al aprovechamiento minuciosos de todos los rincones, de todas las
materias. Quiz nuestros antepasados, con mayor libertad de movimientos,
conociendo mejor los rincones, podan obtener ventajas que nosotros ignoramos.
Hasta es posible que la encontraran cmoda (deba serlo, en cierto modo, dado que
iba a ser residencia por largo tiempo) y bella. Existen restos de pinturas en las
paredes, cuyos colores nicamente pueden distinguir los nios (y los wit, a deducir
por la peticin del joven albino) y algunas formas de cierta belleza cuya utilidad no
es manifiesta, restos posibles de un adorno que ha perdido su significado. El
cronista de la primera generacin, en una de sus anotaciones, dice: La Nave es
potente y bella. Todos los artistas de la Tierra quisieron que-fuera el exponente
mximo de la Moderna Esttica. Los arquitectos han sido liberales en sus formas
dentro del funcionamiento de su trabajo. Y hemos almacenado los mejores libros de
la Humanidad, y los licores ms nobles, y los ms cmodos utensilios. All, donde
llegue, la Nave ser una digna embajadora de la Tierra.
En contraposicin, un historiador de no recuerdo qu generacin, dice: Esta
horrible fortaleza, esta prisin, este mundo sombro y triste que nos ahoga. Cul
de los dos tiene razn? Posiblemente el llamado Calmo, cuando dice: Mundo eficaz
y terrible, que nos protege y alimenta, pero que nos encierra y anula. Yo, ante
ellos, apenas puedo opinar por carecer de puntos comparativos. Los cronistas
hablan de colores vivos; yo slo distingo negros, blancos y grises; ellos anotan la
belleza inerte de la materia, yo no veo ms que lneas y superficies; ellos hablan
del hombre, rey de la Nave, y yo siempre he visto que la Nave nos domina a
nosotros.
Con estas divagaciones me estoy apartando de mi historia. Empero, cul es mi
historia? Debo seguir anotando mis reflexiones en torno a los wit? Debo continuar
puesto que presiento que en mis manos est gran parte del futuro mi revisin
en torno a las circunstancias histricas de la Nave?
No s, verdaderamente, qu hacer. Me encuentro tan solo que mi soledad me
aplasta. Incluso tengo la sensacin de estar quebrantando la Ley, de estar haciendo
algo prohibido. Quisiera apartar tal sensacin, y mis razonamientos estn cargados
de lgica: efectivamente, debo continuar adelante, puesto que la sabidura nunca
ha estorbado. Pero basta que abandone la cmara, me siente con mi amigo Ram,
para que la lgica me abandone y tenga miedo.
A veces me lleno de orgullo al pensar que mi memoria, mi pensamiento, tiene
hondas races que me unen al pasado. Recuerdo, por ejemplo, que mis primeras
deducciones (sin haber ledo el Libro) me inclinaban a buscar el tiempo objetivo; y
adivin la existencia de los libros. Ahora s que uno y otro estaban al servicio del
hombre, que el humano puede controlar el tiempo y fabricar utensilios y libros. El
que haya perdido esa facultad no quiere decir que no est latente, en alguna parte,
esperando la armona de esfuerzos que caracteriza toda creacin. Es justo mi
orgullo. S que los libros eran la suma de unos conocimientos, y que empezaron
siendo de papel, luego, microfotografas, y ms tarde, cilindros fonovisados, con
una mquina clave para grabarlos. La Nave los tena de las tres clases, y todos
ellos excepto el Libro fueron destruidos el Da de la Ira.
Y s que de la misma forma el tiempo fue destruido subjetivamente al destruirse
los aparatos con que el hombre lo controlaba. Lo dice el cronista: los relojes, dales,
audimetros, termmetros, calendarios, cerebros contadores, esferas y, en general,
todos los servomecanismos destinados a calcular tiempos, distancias, gravedades,
atmsferas, intensidades lumnicas o resumir clculos complicados, fueron
destruidos, machacados, arrancados los relais, los contactos, las conexiones, y
arrojados a los estanques.
Dudo que la destruccin fuera total. Algn aparato, algn reloj, algn libro debi
de quedar intacto o medio inservible. Pero despus del Da de la Ira se sucedieron
seiscientos aos de abandono y desesperanza, de verdadera y real renuncia a ellos,
lo que, al fin, es peor que una destruccin. Primero fue el deseo furioso de destruir;
ms tarde, la alegra morbosa de haber destruido; y luego, la sensacin de lo
irreparable. Las siguientes generaciones, aprobaran o no la conducta de los
iracundos, no tenan ms remedio que cargar con las consecuencias e ir admitiendo
como verdad irrefutable la no existencia de objetos tiles. Y con los aos, la incuria,
la ignorancia y la rutina fueron destruyendo los pocos restos que se salvaron. Con
todo, me niego a pensar que todo, absolutamente todo, haya desaparecido.
Alguna mquina debe de haber, ligeramente averiada, o algn libro escondido o a
medio quemar; o algn reloj golpeado y roto, pero con las piezas dentro de su
caja...
Seduce este caminar por la cuesta abajo de las deducciones. Sin embargo, nada
he hecho que justifique mi optimismo. No tengo norma de conducta. Deben
pensarse las cosas antes de hacerlas? O bien, es mejor hacerlas y luego
meditarlas? Mi raciocinio me dice que ambas cosas son posibles. Para saber que
sentira dolor no es necesario que me muerda un dedo; s que existe el dolor y que
ste vendra a continuacin de mi accin.
Qu sencilla y grande es, al mismo tiempo, esta deduccin! El talento, la
inteligencia es, pues, la capacidad de predecir las consecuencias de ciertos actos
meditados previamente y de los cuales debe resultar el fin lgico que los agentes
empleados determinan. Y ms todava: puede llegarse a consecuencias
desconocidas, pero previsibles, alterando las proporciones de los agentes
provocadores...
Es todo un mundo lo que se abre ante m! Pero, vuelvo a decirlo, cada vez es
mayor mi cansancio, mi temor, incluso mi desconsuelo. La Nave est acomodada a
una Ley y sin duda yo alterara...
He aqu que un guardin est en la puerta, diciendo que Mei-Lum-Faro me llama.
Debo acudir al mandato del Seor de la Nave.
G-XXIII: 10010
Por dos veces el aire renovado me ha dado su aviso del tiempo. Dos veces
cuatro y algn tiempo ms: ocho, quiz diez horas. Todo est en silencio, clido,
vibrante. Nadie se ha acercado a la cmara.
stas son mis conclusiones. Si Mei-Lum-Faro me lleva a su presencial debo llevar
este plan preparado:
1. Historia de la Nave.
2. Teora del tiempo.
3. Estudio del ser llamado Dios.
4. Los wit.
5. Posibilidades futuras.
Historia de la Nave. No ofrece dificultades. Podr contarla a grandes rasgos, y
si hace preguntas, apoyarme en ellas para ampliar detalles. Existe un punto
delicado: la forma como sus antepasados se hicieron con el poder. Habr de buscar
una forma de paliar la evidente censura que el cronista de turno difunde en su
anotacin.
Teora del tiempo. Me gustara en este punto extenderme cumplidamente.
Demostrado que el tiempo existe, y que nuestros antepasados lo dominaban
ampliamente, debo recalcar la importancia que tiene el que nosotros podamos
hacer igual. Tenemos muchas bases: el aire se renueva mediante la pastilla del
repositor, y mis antecesores han indicado repetidas veces que se efectuaba cada
cuatro horas; del mismo modo, La Carne es cortada tradicionalmente cada
veinticuatro. Ms difcil ser reducir a minutos y segundos esta proporcin, pero no
creo que tenga mucha dificultad. Por ejemplo, podemos contar los latidos del
corazn o los golpes rtmicos de un martillo durante el ciclo del repositor. Para
los meses y el ao es cuestin de adicin; no obstante, puesto que tenemos una
esfera y conocemos que su valor es trescientos sesenta grados, hagamos de ella el
signo del ao, haciendo que cada grado sea un da. Podra, tambin, ordenarse la
bsqueda de instrumentos antiguos y procurar su reparacin.
Estudio del ser llamado Dios. Tema complejo que requiere ser abordado con
muchas precauciones. Desgraciadamente, muchos cortesanos dicen que Mei-Lum-
Faro, como Seor de la Nave, no reconoce lmites a su sabidura y poder. En cierto
modo, es un dios de la Nave. Mi trabajo es convencerle de que el Dios de nuestros
antepasados no tena autoridad material, sino espiritual. Podra prescindir de este
apartado, pero, honradamente, prefiero afrontarlo. Dios es una necesidad. Lo
necesitamos; y dada nuestra penuria actual, no podemos rechazar nada de cuanto
pueda ayudarnos. Me reservo la facultad de estudiar ms y mejor esta teora
divina.
Los wit. Tema peligroso, pero que debe ser resuelto. Hoy han cumplido parte
de su amenaza, faltando al trabajo. Se han encerrado en sus cuevas. Posiblemente
tengan ellos ms miedo que nosotros, y lo ms seguro ser que el hambre les haga
salir de sus guaridas. Pero hasta entonces, servicios importantes, como alimentar
de glucosa a La Carne, de hidrgeno lquido a los cultivos hidropnicos, de
reactivos a los estanques y energa a los hornos, estarn abandonados.
Seguramente ni La Carne, ni los fermentos, ni las granjas hidropnicas se
daarn irremisiblemente; pero s dejarn de crecer, de renovarse. Los wit pasarn
hambre, pero nosotros tambin, pues si hay materias que admiten almacenaje,
como las textiles, la mayor parte obedece a la ineludible ley de la renovacin. Mei-
Lum-Faro, como Seor de la Nave, debe tener en cuenta todos los factores. No creo
que se cumpla la amenaza de arrasar las cuevas mediante la invasin. No s qu
ms pensar en torno a este problema. Mi inexperiencia es total. Hace un ao
hubiera estado entre los que arrojaron a los wit al estanque sulfuroso.
Tengo que pensar! El tiempo apremia...
Posibilidades futuras. Cmo puedo saber lo que nos guarda el porvenir? Pero
es posible que estemos al final de nuestro largo viaje. La claridad del espacio que
empieza a filtrarse por los ventanales de cuarzo puede ser luminosidad galctica o
polvo del espacio; pero puede indicar tambin un nuevo sol. Incluso puede ser el
Sol de los nueve planetas! Un sol es inhabitable. Mis antepasados dicen que es una
masa de gases inflamados; pero un sol irradiando fuego puede ser vida y luz para
otras estrellas y planetas. Y la Nave est equipada automticamente para evitar
las explosiones de energa llamadas sol o novas!
No quiero, no puedo engaarme; pero, y si estuviramos al final de nuestro
largo viaje? Una luminosidad puede indicar un sol, pero a infinita distancia todava.
La Tierra estaba a ciento cincuenta millones de kilmetros de su Sol, y en gran
parte de su suelo el Sol abrasaba. Y nosotros apenas percibimos la luz... No, no
quiero engaarme!
Pero tenemos una posibilidad: la de reencontrarnos, la de volver a nuestra
condicin humana. Impidamos que nuestros hijos se expresen con gruidos;
registremos bien la Nave, esta enorme masa de sesenta pisos; renazcamos a la
esperanza. Aunque nada podamos hacer, intentmoslo. Uno de mis antepasados lo
deca: El hombre es un animal indomable. Ha renacido siempre de sus cenizas. Es
la ms admirable forma de vida que puebla el Universo. Es un soplo de Dios mismo.
Aun cuando slo quede una pareja humana, sobre su base se repetir la Historia.
Nosotros no moriremos.
Un latigazo de orgullo y fe me est castigando. Nosotros no moriremos...
Nosotros no pisamos tierra; nosotros no sabemos lo que es la luz del sol; nosotros
no hemos subido nunca a una montaa... Pero nosotros tenemos la Nave; nosotros
tenemos nuestro abandono en la terrible soledad del Espacio; nosotros estamos
destruidos y, como hombres, tenemos el deber de volver a empezar.
Esto es lo que le dir a Mei-Lum-Faro cuando me llame a su presencia. Todo lo
tenemos que aprender. Pero todo est aqu, creado ya. Estamos pisando acero,
titanio, molculas prensadas; estamos respirando un aire creado por los hombres...
Oigo pasos..., se acercan..., estn aqu. Me llaman. Hasta para llamarme usan
monoslabos: Shim; ven con nos... Pobres hermanos mos! Voy. Yo, Shim, que
tanto he escrito, voy a hablar...
G-XXIV: 01
Yo, Beni, hijo de Ol y Kat, nacido en la Nave y educado para Hombre de Letras,
me acerco al Libro por mandato de Mei-Lum-Faro para inscribir que Shim, mi
maestro y antecesor, ha sido castigado. Ignoro lo que ha pasado, porque ni el
Seor de la Nave ni Shim me lo han dicho, y solamente ellos lo saben. A Shim le
han sido cortadas las manos y abandonado cerca de las cuevas.
Mei-Lum-Faro me ordena que anote, y eso hago. Y dice tambin que, despus de
esta nica inscripcin, cierre el Libro, la cmara, y me vaya. No habr ms
Hombres de Letras.
Debo obedecer...
SEGUNDA PARTE
LOS WIT
Uno
LOS NIOS
El ruido de los pasos le estaba siendo transmitido por el temblor del suelo. Trag
la sangre que tena en la boca y, simultneamente al esfuerzo para conseguirlo, los
odos se le destaparon, como si un hierro lo hubiese traspasado. Escuch los pasos
desde otra dimensin, y unas voces agudas, sofocadas. Pero no abri los ojos: l,
oscuridad por oscuridad, prefera la natural, la que comprenda, la que saba exista
teniendo cerrados los ojos. Generaciones enteras indefensas ante la oscuridad le
estaban amarrando con los hilos del miedo.
Pero el signo de vida que los pasos significaban pronto rompi la barrera de su
abandono. Era imposible dejar de comprender que alguien se le estaba acercando.
Y, haba tenido tanto miedo de estar completamente abandonado! El inters, la
atencin que pudo despertar a su cerebro cansado casi apag su dolor. Entonces,
los pasos se detuvieron. Y una voz dijo:
Qu hace?
Est muerto.
Est quieto.
Dnde est?
All...
Dnde...?
All...
Las voces agudas, finas, que respondan, iban quedando lejos, como si no
quisieran acercarse. La voz preguntaba, con voz que le era conocida, tanteaba,
acercndose. Por qu preguntaba y por qu las restantes voces le iban diciendo:
All... Un poco... Ah...?
Quiso hablar y le sali un gemido. Intent incorporarse, y nuevamente el dolor le
hizo aullar como si su garganta no fuera humana. Tres tentativas y tres
inaguantables latidos de dolor le incapacitaran eternamente para repetir el gesto.
Al comprender la enormidad de su reflexin, se ech a llorar. Inmediatamente
sinti el calor de un cuerpo humano. Unos dedos, nerviosos, palparon su pecho y
llegaron hasta su cara. Se detuvieron en la frente. Notaron el sudor y el llanto y se
retiraron. Un instante despus, una tela enjugaba las humedades.
Me oyes? Me oyes? Quin eres? Quin eres?
Reprimi hasta los gemidos a fin de recuperar fuerzas. Deba recuperar fuerzas
antes que el ser spie haba limpiado su rostro se marchara.
Me oyes? Me oyes? Decidme, qu hace?
Las voces agudas, suaves, llegaron de lejos.
Est quieto.
Est muerto.
Est desmayado.
Y la voz tan cerca que not el calor del aliento dijo:
No est muerto.
Y a l.
Responde. No tengas miedo. Soy Abul.
El intenso esfuerzo del cerebro hall su fruto. Abul, el ciego, el sin ojos, el
desterrado como l. Pero dej la cadena de sus razonamientos para murmurar
roncamente:
Abul..., mis manos. Tengo m-i-e-d-o...!
Ellos tambin tienen miedo.
E...llos?
S. Los nios. Tienes...?
Qu?
Tienes... ojos?
Abul lo comprendi le crea castigado igual: cegado. No, no estaba ciego. O
s lo estaba? No razonaba bien, pero una chispa de su entendimiento le estaba
diciendo que haba perdido algo tan valioso como los ojos para Abul. Dijo:
S.
Puedes ver?
S. Mis manos, Abul...
Ya lo s. Dina me lo dijo.
Dina?
Dina es ella. Me dijo: No tiene manos. Yo soy Abul, no me ves?
No.
Por qu, si tienes ojos?
Sinti, por unos momentos, un ramalazo de pnico. Y si estuviera ciego
tambin? No, no era posible!
No hay luz dijo.
Pero, s que hay luz! La tienen ellos...
No pudo evitar una sonrisa. Abul estaba loco.
Abre los ojos, por favor. Los nios tienen la luz.
Abul hablaba despacio, marcando las slabas. Y haba tal acento de sinceridad,
que abri los ojos. Y ya no los pudo cerrar. Al fondo de una cmara, junto a la
puerta, cuatro o cinco nios estaban agrupados, sosteniendo dos luces. Dos luces!
No; no eran luces! Eran dos llamas, dos fuegos en la punta de un cilindro. Eran
luces extraas, que hacan sombras; luces que tenan profundidad; luces que olan.
Abul, como si comprendiera, dijo:
Los wit saben hacer fuego y tienen luces pequeas. Yo no las veo... ahora.
Los wit? Y de repente, el peso total de su desgracia se le mostr en toda su
realidad. Recordaba, s, que le haban cortado las manos. Despus, todo se le haba
desdibujado. Y comprendi que, al igual que al cortador Abul, le haban arrojado a
las cuevas. Estaba en las cuevas; Abul se encontraba a su lado. Y unos nios
blancos, terriblemente blancos, sostenan luces en las manos. Los nios,
asombrados, no perdan detalle de lo que pasaba. Los vea bien. La luz los
recortaba contra la oscuridad metlica. Y entonces vio tambin a Abul, que estaba
esperando. Que estaba esperando a que fuera comprendiendo, l, que tantas cosas
haba comprendido. Y dijo:
Abul. Abul...
se soy yo dijo el kros ciego, sonriendo.
Veo. Mis manos, Abul.
Duelen?
No las tengo.
No, no las tienes.
No puedo levantarme; no puedo apoyarme...
Podrs, luego, ms tarde.
Abul...
se soy yo. Y t, quin eres?
Dud antes de contestar. En circunstancias normales, un cortador no poda
interrogar a un Hombre de Letras, clase superior. Pero intua que aquello se haba
acabado para siempre. Y dijo:
Soy Shim, hijo de Kanti y Torna.
Shim...?
se soy yo pudo sonrer al decirlo.
Los nios, al fondo de la cmara, escuchaban como si en ello les fuera la vida.
Las luces, en sus manos, oscilaban. Conoca cmo oscilaban los objetos colgados;
pero nunca pudo suponer que oscilaran objetos o formas de abajo para arriba.
Djame tus manos dijo Abul.
No!
Djame, Shim. Es bueno que las vea...
No.
Como quieras. Dina te coloc una plasma y rompi su vestido para
envolverlas.
Dina?
Dina es ella.
Pareca mentira, pero el dolor estaba remitiendo mucho. Como si de golpe se le
hubiera quitado el dolor del cerebro, el dominante, y slo le quedara el latido
constante de los muones. Abul, sentado a su lado, aguardaba pacientemente. Se
fij en l: tena el cabello largo como un wit, e iba vestido con sus ropas negras.
Inmvil, sereno, mantena la cabeza levantada, siempre en actitud de aguardar. Era
sencillo, noble y paciente. Todava, por lo visto, le dominaba la extraa pasin que
lo haba condenado a las tinieblas eternas.
Y all estaba, aguardando. Abul aguardara siempre las preguntas ajenas, feliz,
sabiendo la contestacin. Comprendi que sera misin suya hacer constantes
preguntas para que el ciego fuese feliz al contestarlas. Y tambin tuvo miedo de no
vivir lo suficiente para hallar respuesta a todas las cosas que deseaba saber. Y
pregunt:
Me matarn, Abul?
Matar?
S, ellos, los wit.
No..., no lo s; Dina dice que no.
Dnde estn?
Los wit? No lo s. No trabajan, sabes?
Por qu no vienen?
No quieren que te asustes. Primero mandan a los nios. Igual hicieron
conmigo. Pero yo tena a Dina aadi, orgulloso.
Por qu los nios? Quines son los nios?
Abul levant la mano y seal a los pequeos albinos. Dijo:
Alan...
se soy yo respondi uno.
Tomi...
se soy yo.
Bula...
sa soy yo.
Joe...
se soy yo.
Calo...
se soy yo respondi el ltimo.
sos son ellos dijo Abul. Hay ms, muchos; pero ellos son los mos y los
tuyos.
No comprenda nada; pero era agradable escuchar aquellas voces. Muy pocas
veces en su vida haba tenido ocasin de hablar tanto y de escuchar tantos sonidos
humanos. Por lo visto, entre los albinos se hablaba ms que entre los kros. Por
qu? Ya lo sabra. Dijo, para seguir escuchando aquellas explicaciones que le
ahuyentaban el dolor y el miedo:
Mos, Abul...?
S. Los wit tienen muchos nios. Son medio hombres. Los viejos y los
enfermos tambin son medio hombres. Y los jefes los juntan para que sean
hombres enteros.
Abul hablaba muy lentamente, y a veces era penoso seguirle en sus
explicaciones. Pudo entender que los jefes wit asignaban cuando menos dos nios a
cada invlido, uno para llevar la luz y otro para suplir sus sentidos caducos. Antes
de que terminaran las explicaciones, Abul inclin la cabeza como si escuchara;
sonri y dijo:
Ella viene.
Asinti, sin comprender. Pero a poco tambin l escuch una voz de hembra que
llamaba: Abul..., Abul...
Alan.
se soy yo.
Dile que aqu.
El llamado Alan desapareci. Abul pareca haber perdido todo inters por hablar,
esperando, sin duda, o quiz feliz por recoger los menores sonidos que indicaran la
llegada de la hembra. Y la mujer lleg, llevando en las manos una escudilla llena de
algo que humeaba.
Dina dijo Abul, no saba si para l, por el placer de nombrarla.
sa soy yo.
La hembra deposit la escudilla en el suelo y despus de un leve titubeo se
arrodill junto al ciego. Los nios, tranquilizados por la llegada de uno de su raza,
se fueron acercando. Not ms intensidad en la luz, e, incluso, un agradable calor.
La hembra era joven y... Nunca haba estado lo bastante cerca de una hembra,
fuera wit o kros, o cuando menos nunca se haba detenido a examinarla para
apreciar sus cualidades. Por otra parte, se encontraba demasiado dolorido y
desmoralizado para establecer comparaciones. Con todo, la llamada Dina era
delgada y flexible; era blanca hasta lo hubo de reconocer la repugnancia. Su
incapacidad para distinguir los colores no le impeda apreciar ciertas gradaciones
ms oscuras, especialmente en el cabello, largo y suave, y en los ojos, grandes y
de dilatada pupila. Los dientes eran ms blancos que la piel, y los labios, ms
oscuros. Iba vestida con una tnica, apretada a la cintura con otra tela de diferente
color.
No pudo seguir observando, porque la mujer se inclin hacia l y dijo:
Toma.
Le ofreca la escudilla, con cido lctico. Siguiendo un instinto no perdido,
levant los brazos. Y... Los muones no llegaron siquiera a tocar el recipiente.
Rompi a llorar, ahora sin dolor fsico; pero con el dolor de sus miembros
acortados. La hembra, confundida, dijo:
Perdname, perdname...
Abul, angustiado, comenz a palpar con manos inquietas.
Qu pasa? Qu pasa...?
Continu llorando, y la mujer, asustada, abraz al ciego. Los nios, asustados
tambin, emprendieron la huida hasta la puerta. La oscuridad pareci avanzar hacia
ellos, distorsionada, grotesca. El ciego segua preguntando, cerca tambin del
llanto.
Hizo un violento esfuerzo para contenerse. Indudablemente, aquellos seres eran
de simple constitucin. Podan obrar segn su instinto generoso al parecer, pero
eran incapaces de sobreponerse cuando algo les desconcertaba. Dijo:
Dina...
sa soy yo.
Ya ves, no tengo manos.
Lo s. Yo las cuid cuando...
Cuando me encontraron los vuestros. Por qu lo hiciste?
Los ojos de Dina demostraron una sincera sorpresa.
T, como Abul, has sido castigado porque nos queras. Los wit tambin te
quieren.
Me llamo Shim, y lo que dices es verdad.
Dina, recobrada, se mostr eficiente de nuevo.
Tomi, ven, ac y no tiembles.
Qu pasa? el pobre Abul segua preguntando.
Oh, Abul! Es que Shim no tiene manos y no puede tomar la taza.
Es verdad dijo el ciego, comprendiendo.
No tiembles, Tomi.
No tiemblo, Dina.
Quieres que tenga yo la luz?
Metnl La luz es ma!
Oh, callad! La luz para Tomi; y t, Alan, ayuda a Abul.
Qu debo hacer? pregunt el ciego.
Levantar un poco a Shim. Yo le dar el lecto.
Durante unos instantes los poco prcticos ayudantes le zarandearon, renovando
su dolor y su vrtigo; pero se aguant, viendo que deseaban hacerlo bien. Evit
tocar nada con sus brazos, y al cabo, conteniendo sus nuseas, fue sorbiendo el
contenido de la taza que la mujer aproximaba a sus labios. El brebaje estaba tibio y
dulce, con un sabor diferente al que siempre haba encontrado en la dieta normal.
Lo mejor, lo que le sorprenda y despertaba en l nuevos y desconocidos
sentimientos, era aquella torpeza, aquel calor humano hacia l, un rprobo intil,
condenado a la extincin y el aprovechamiento. Los wit... Aqullos eran los wit, los
malditos, los inferiores... Sin embargo, no eran elementos representativos de los
wit; apenas eran unos nios, una hembra joven y un kros, convicto como l.
Oy, como entre sueos, que la muchacha deca:
Las manos...
No quiere responda Abul.
Ahora quedar dormido. Tomi, acerca esa luz.
Despus, las voces se fueron convirtiendo en un eco confuso, en una msica
extraa. La luz, el fuego que oscilaba en la punta del cilindro, le atraa como un
imn. Un nio blanco, sucio, tembln, la sostena. Qu mundo era aquel en que un
nio poda dominar y sostener una luz? Aquel mundo era la Nave, su Nave. Y los
nios eran la avanzada de los wit, enviados para que el nuevo contacto no fuera
demasiado brusco.
Oh, Dios, qu gran descubrimiento! Lo anotara en el Libro, el amado Libro.
Nios y Libro... Blancos los dos; l destinado al Libro, y los nios destinados a l.
Pensando en ello cay en una dulce sima de olvido.
Dos
LAS LUCES
Una de las veces, los nios se marcharon, sin duda por poco tiempo, porque se
dejaron la luz en un rincn. Se sinti acompaado. Aunque el terror de los primeros
instantes haba decrecido enormemente, todava la oscuridad era para l una
negacin del tiempo y la vida. Ver las cosas significaba entenderlas. Donde nada
haba, nada poda comprender. La oscuridad era el resumen del vaco, de lo
incomprensible, de lo indigente. Hasta las cosas que existan y que era imposible se
desplazaran, dejaban de tener un sentido, una realidad formal. La oscuridad lo
arrasaba todo, hasta su cerebro.
La luz, el extrao cilindro, arda en su rincn. El cilindro, grueso como la mueca
de un rincn y largo como el pie de un adulto, estaba colocado en una punta de una
barra de metal. Los nios sostenan la barra, y cuando se cansaban o queran
marcharse, la dejaban en el suelo; la barra se sostena vertical, quiz por tener una
punta o un contrapeso en la parte opuesta a la luz.
Trat de levantarse, evitando apoyarse en los brazos. Le fue difcil, porque la
constitucin fsica del pueblo kros tena su debilidad en las piernas, atrofiadas,
segn la deduccin que haba hecho en tiempos anteriores. Pero lo consigui,
apoyndose en la pared. Una vez en pie, olvidados momentneamente los dolores,
se sinti mejor. Encontraba ms difcil mantener el equilibrio; incluso su debilidad
fsica, por los das de enfermedad y dieta lctil, era acusada; pero todo quedaba
contrarrestado por la curiosidad.
Se fue acercando lentamente, observando de paso cmo iban quedando a su
espalda las sombras. Sentase un poco en ridculo; uno de los mejores cerebros de
la Nave no comprenda lo que para unos chiquillos era un juego. Y tena miedo, por
aadidura. Apret un poco los dientes y se acerc hasta que el calor suave de la
llama le dio en la frente.
La luz, en las clases superiores de la Nave, excepto en aplicaciones directas cuyo
uso se haba perdido en el paso de los tiempos, quedaba oculta. El Libro deca que
los ingenieros electrnicos haban hecho maravillas con la luz interior, con el fin de
aprovechar al mximo el circuito de energa; pero esto no ayudaba nada a los
ignorantes descendientes de la XXIII generacin, que ni siquiera saban lo que era
electricidad, plurina o aplicacin indirecta. Haban nacido y vivan bajo una
luminosidad que pareca brotar de todas partes: del suelo, del techo, de las
paredes; a travs de cristales de hierro, aluminio transparente, cuarzo resistente y
dems materias que componan la Nave. Ocasionalmente, sin que nadie pudiera
descubrir la causa sin que nadie, tambin, se preocupara de descubrirla una
cmara, un corredor, un montacargas, perdan su luminosidad; cuando suceda tal
cosa, los kros se marchaban a otra parte; reducan los lugares habitados.
El conglomerado de conocimientos asimilados en torno a la luz (y los kros saban
que exista porque conocan el valor opuesto: las tinieblas) le rondaban mientras el
calorcillo del fuego la acariciaba el rostro. Presenta que el misterio de la luz deba
de tener una explicacin tan sencilla como la del tiempo objetivo; pero su
experiencia le haba indicado la dificultad de los principios elementales. He ah que
los despreciados wit eran capaces de encender, trasladar y aprovechar un tipo de
luminosidad! Ciertamente, la luz que arda al cabo del cilindro era de nfima calidad
en comparacin con la luz de los antepasados que todava existan en la Nave. En
realidad, ni siquiera haba punto de comparacin. La luz kros (por llamarla as,
diferenciativamente, puesto que los wit tambin la tenan) era mucho mejor que la
luz wit; pero sta tena a su favor la ventaja de que era producto de. los hijos de la
Nave, algo que haban creado ellos. Desde tal punto de vista era fascinante,
enormemente significativo, pese a su tosquedad. Posiblemente ni los wit se daban
cuenta de la enorme importancia de su luz-caliente.
El respeto que la luz le impona, y por otra parte la conciencia de su inutilidad, le
mantena frente a la luz, abiertas las piernas para no perder el equilibrio. En tal
situacin, abstrado, no se dio cuenta de la entrada en la cmara de Abul, Dina y
otros wit desconocidos, hasta que la mujer le toc ligeramente en la espalda.
Shim...
se soy yo respondi, adoptando la forma wit.
Abul, sorprendido sin duda ante una voz que escuchaba fuera del lugar habitual,
pregunt:
Qu pasa, Dina?
Est levantado, mirando la luz...
Pero entonces, rota la coraza de nervios que le haban levantado para acercarse
a la luz, se encontraba mareado y cansado. La debilidad le haca tambalear. Dina,
comprendindolo, tom con cuidado uno de sus brazos y se lo pas en torno al
propio cuello. No pudo evitar un respingo de repugnancia al entrar en contacto su
piel desnuda con la piel desnuda de la hembra wit. Pero lo cierto era que se
encontraba mejor, ms seguro. Dina le llev poco a poco junto al lecho.
No dijo. Quiero estar sentado.
Alan parti corriendo y volvi a poco con un asiento. Se dej caer en l,
agradeciendo ntimamente haber dejado de estar en contacto con la piel blanca.
Calmada un poco la agitacin de su pecho, pudo darse cuenta de que por
primera vez estaban presentes wit de mayor edad que los nios ayudantes. Eran
mujeres; lo denunciaban sus rostros lampios; y la gracia de sus formas indicaba
su juventud. Algunas llevaban luces tambin, pero en seguida las apagaron,
soplando sobre ellas, hasta dejar solamente dos. Nuevamente se sinti extraado.
Cmo lo hacis? pregunt.
El qu?
Matar la luz.
Dina, sonriendo, dijo.
No la matamos, Shim. Mira cmo la enciendo de nuevo.
Y la joven hembra tom un cilindro, lo arrim a otro qu conservaba la luz e
inmediatamente se inflam su punta. Naci otra luz.
Ya est, Shim. Ahora la apago.
Y sopl de nuevo. No comprenda, decididamente.
Por qu la... apagas?
Gasta el aire, Shim dijo Abul, feliz por comprender.
Djame pidi.
Dina repiti la operacin y acerc el cilindro. Sinti de nuevo el calor de la llama.
Sopl ligeramente y el fuego se tambale. Sopl ms fuerte y se apag, dejando un
rastro oloroso, particularmente fuerte, pero no desagradable.
Las mujeres y los nios debieron considerar gracioso el soplido, porque
comenzaron a rer como locos, como si estuvieran divirtindose mucho. Se sinti
ridculo, ignorante, aniado.
Me gusta la luz explic, con las palabras ms sencillas que pudo.
Tambin a nosotros contest una muchacha.
Arriba no la tenemos.
Arriba no la necesitan.
Dina orden a los presentes de modo que formaron un semicrculo. Fue diciendo
los nombres de todas las jvenes, que al tiempo de or su nombre decan el ritual:
sa soy yo. Eran nombres ligeramente parecidos a los kros, pero ms musicales,
ms largos, incluso con significado o alusin a una funcin humana, como una,
llamada Sonrisa, y otra, denominada Lucilla. Todas, ligeramente sofocadas,
ahogaban risitas y comentarios. Dentro de su prevencin encontraba agradable el
grupo de mujeres. Nunca haba visto tantas y tan cerca. Hasta poda distinguir el
palpitar de sus senos, ms grandes y hermosos que los pechos de las mujeres kros.
A no ser por el color, podan ser consideradas francamente hermosas.
Abul, preocupado, dijo:
Te encuentras bien?
Mejor que antes.
Las manos?
Se mir los brazos para contestar. Pero despus de mirar, no pudo hacerlo.
Dina, sin comprender, pero deseando ayudar a su hombre, dijo que estaban mejor
y que no sangraban.
Por qu te cortaron las manos?
La pregunta sali del grupo. Una joven que inmediatamente se ruboriz.
Sera muy largo de contar y no me entenderas.
Abul perdi los ojos porque mir a Dina...
Mala! rega Dina, entre las risas de todas.
Es verdad o no es verdad?
Es verdad dijo Abul suavemente.
Entonces a Shim se las han cortado porque toc a una wit. Dnde la tocaste,
Shim?
Un enorme estallido de carcajadas casi sofoca a las muchachas. Pero l no
comprenda la razn de aquellas risas. No haba tocado a ninguna wit, y as lo dijo,
cuando la algazara se hubo calmado.
Tcame a m dijo una de las muchachas.
Y acto seguido se acerc, apart su vestido y le ofreci el pecho desnudo. La
blanca carne tena una forma perfecta, turbadora. Aunque rechaz inmediatamente
la imagen, comprendi a Abul mejor que hasta entonces le haba comprendido.
Neg con la cabeza.
No puedo agreg.
La muchacha, conteniendo las lgrimas, se apart. Sin comprender lo que poda
haberla afectado, sinti lstima por ella. En todo el rato que sigui, durante el cual
la caterva de muchachas habl sin parar y ri sin medida, observ disimuladamente
a la mujer. Al cabo, Dina empuj a las entrometidas, que no queran marcharse y
protestaban. Es que quieres dos negros, Dina? Djanos uno, Dina, decan,
entre otras cosas que no comprenda. Sigui con la mirada a la que desnud su
pecho y vio que abandonaba la cmara sin mirarle de nuevo.
Abul y dos nios quedaron en la cmara. Los nios le ayudaron a recostarse en
el lecho. Estaba contento, pero cansado. Se estaban acumulando muchas
sensaciones y presenta que muchas otras habran de llegar. Necesitaba estar
fuerte para recibirlas. Volvi Dina, llevando una escudilla de comida, pero un caldo
ms espeso y oloroso.
No debiera darte comida, malo dijo. Has ofendido a Sad.
No comprendo, mujer.
Eres tonto?
No lo s, Dina; pero no comprendo cmo pude haber ofendido a Sad. Acaso
no es cierto que no tengo manos? Adems, es indecente que una muchacha
muestre su pecho.
Indecente? No comprendo. Qu quiere decir, Abul?
Las mujeres kros no lo hacen.
Ah, me habas asustado! Mira, Shim. T has gustado a Sad, y ella ha querido
que la tocaras porque crea que as la tomaras por mujer. Sad es mujer ya y puede
tener hijos.
Confundido, abrumado por unos conceptos de los cuales estaba apartado y que
ni siquiera eran importantes para los hombres de su raza, no supo qu contestar.
Dina, tomando por aprobacin su silencio, insisti:
Sad me haba preguntado cmo eras, y yo...
Basta, Dina. No me interesa Sad. Yo no puedo casarme.
Conservaba la palabra casarse por herencia literaria. Lo que hacan las parejas
kros era anunciar que deseaban unirse y luego pedir autorizacin a Mei-Lum-Faro,
primordialmente para que les fuera concedido mayor espacio.
No puedes querer a Sad? Acaso no eres hombre?
Soy hombre, no lo ves? repuso, de mal humor.
Puf! No son hombres todos los que visten ropas de hombres. Para ser hombre
hace falta dar placer y dao a una mujer.
Djame en paz.
Dina, con lgrimas en los ojos, se levant y grit:
Eres un kros, verdad?, y por eso no quieres a una wit! Pues no tienes manos.
Nuestros hombres tienen manos. Eres malo y tonto. Vete con los tuyos.
Y se march, abandonando la escudilla en el suelo... Asombrado, intent
seguirla. Abul, que haba permanecido silencioso, dijo:
Djala, Shim; ya volver. Las mujeres blancas no son como las nuestras. No
s cmo explicarlo. Son diferentes. Tienen... ms palabras que las... negras y ms,
libertad se dice?, para decirlas. Pero no tienen malicia; no piensan. Son una fruta
dulce que hablara y riera. Pueden ir desnudas, y a menudo lo hacen, y parece que
van vestidas; conocen palabras que las nuestras ni siquiera saben que existen. No
viven en beguinet, como las de arriba, sino donde quieren. Todos, aqu viven donde
quieren...
Conturbado todava ms por las explicaciones del ciego, las cort:
T eres un wit, Abul.
Oh, s! Es decir, no s. Tienes que conocerlos, Shim; no son como los de
arriba. No razonan. Slo tienen gusto. Les gustas o no les gustas. Tienen mucho
corazn y poca cabeza. Cambian a cada momento.
No tienen jefe? pregunt, reconociendo que durante el tiempo pasado
habase interesado muy poco por el extrao mundo en que viva.
Claro, diez o doce! Uno por familia. Son familias, sabes?, y aunque vivan en
lugares distintos se conocen unos a otros, y se ayudan. Sad es de la misma familia
que Dina.
Sad... Tristeza. Por qu la llaman as?
Es una mujer triste, verdaderamente. No s ms...
Reaccion violentamente:
Est bien, Abul; dejemos las mujeres.
Como quieras, Shim.
Tena multitud de cosas que preguntar, y tambin muchas cosas que decir. Pero
su misma multiplicidad le anonadaba. Quizs hubiera deseado que no fuera Abul su
primer confidente.
Cmo hacen los wit la luz-caliente?
Abul ri, divertido.
Siempre te est preocupando la luz. Es sencillo. Las mujeres las hacen. Hacen
falos. Los wit los llaman falos, y tambin falux. Los hacen con las grasas de la
protena, el cido lctico y otras cosas. Es muy fcil. Ya lo vers. Lo echan en un
molde, con una libra de amianto y lo dejan secar. Luego, no hay ms que encender
la punta.
Consumen aire?
Eso dice Dina. Si en una cmara enciendes varias falux, se empieza a toser y
es que falta aire.
Pero, Abul, yo he visto cmo apagaban la luz soplando. Acaso el que sale por
la boca no es aire?
Cmo quieres que lo sepa? Te asombran tanto los falux?
Mucho. En estas cosas sencillas est el hombre, Abul.
Abul recapacit y luego volvi su rostro sereno.
Quin eres t?
Shim, ya lo sabes.
Pero, qu hacas t arriba?
Era Hombre de Letras.
No te entiendo.
Cuidaba del Libro.
Abul sacudi la cabeza, apenado.
Debes perdonarme, Shim; soy muy torpe. No te comprendo. Me hablas del
Libro. Nunca escuch esa palabra. Debes estar cansado, Shim, y si quieres, me
marcho.
No, no te vayas. Me haces compaa. T no tienes ojos..., yo no tengo
manos... Dnde estn los nios para que nos completen?
Y rompi a rer absurdamente; y tanto ms rea cuanto ms le percutan en la
piel los pinchazos del dolor; y tanto ms cuanto ms le pinchaba el recuerdo en el
cerebro. Acab sin poder respirar. Y sin poder llevar las manos a sus ojos.
Pero Abul, sin descomponer su serenidad, dijo:
Yo tambin hice eso, Shim. Hazlo, si te consuela.
Somos los nicos kros en las cuevas, y los dos mutilados...
No somos los nicos, Shim; hay muchos kros entre nosotros.
La sorpresa le dej mudo. Menta Abul para alentarle? No era posible.
Verdaderamente musit, el Libro no era toda la historia de la Nave.
Qu dices?
Ya me entenders, Abul. Estoy mejor; maana estar mejor... No puedo salir
de la cmara?
Claro que s! Puedes ir adonde quieras.
Recapacit a fin de hacer una pregunta cuya contestacin no engendrase una
nueva sorpresa. Estaba harto de sorprenderse, de ir comprendiendo a retazos o no
comprender. Y por fin dijo:
Unicamente he visto nios y mujeres, Abul. Es que los hombres wit no
quieren verme?
Oh, s! Es que quieren saber si les gustas a ellos, a los nios y a las mujeres.
Dicen que estn mejor preparados. Si ellos te aceptan, los jefes te presentarn a
sus familias. Te aconsejo, Shim, que no tengas miedo a los wit. Son buenos, son...
Son diferentes, Abul. Gracias, Abul. Quiero dormir.
Duerme.
Quiero estar solo!
No es bueno estar solo. Pero si quieres, me ir.
Y el ciego se levant. Comprendi lo que poda suponer el viaje por los
corredores, sin lazarillo. Y, arrepentido, dijo:
Espera que vuelva Dina y tu nio.
No hace falta. Conozco perfectamente el camino.
Te has acostumbrado?
Antes casi no oa, y ahora oigo mucho; antes casi no ola, y ahora huelo
mucho.
Yo no me acostumbrar nunca.
Abul, sin responder se fue deslizando hacia la salida con admirable seguridad.
Palp el umbral, sonri y desapareci.
Se dej caer hasta quedar tendido y volvi el rostro hacia una de las luces. Mir
fijamente hasta quedar deslumbrado.
Tres
El Ring era una cueva, como las dems, como toda la Nave. Qu otra cosa que
cuevas eran las cmaras, los corredores, los almacenes, mil y mil huecos,
escaleras, rampas, stanos que agujereaban el vientre enorme de la Nave? Pero
era muy grande. Enormes columnas se elevaban hasta un techo tan distante que se
perda en la oscuridad. No todo el inmenso local era oscuro. Las luces invisibles de
los antepasados lucan en algunos puntos, creando focos luminosos. Por uno de los
lados el saln era aplastado. Una plataforma, desnuda de ropajes, se extenda
como una planicie. Enfrente, hasta donde alcanzaba la vista, las columnas y los
huecos lo llenaban todo. Existan diferentes pisos, o planos, o huecos escalonados
en torno a la forma oral.
No tuvo demasiado tiempo para examinarlo todo, pero s prometi volver para
verlo mejor, para tratar de comprenderlo.
Ellos, los padres de las familias, Abul y l, estaban en la parte delantera, en la
enorme explanada con suelo de madera; enfrente quedaba la enorme oscuridad,
punteada de luces de la cueva llamada Ring.
Saba lo que esperaban de l, pero dudaba de sus fuerzas. Sus manos, o lo que
fueran sus manos, ya no le dolan. Una vieja que Dina haba trado le aplic dos
das antes algo que pareca una masa de algas aplastadas. Sinti primero mucho
calor, luego una sensacin de frescura que haba matado el picor y la sutil
hemorragia que empapaba las vendas. Trat de olvidarse de sus manos.
Y dijo, tratando de resumir sus palabras:
Hermanos wit, padres de las familias, queris que os hable, y yo no s si sabr
hacerlo. All arriba descubr que la palabra hablada poda grafiarse, esconderse en
los hilillos de una pluma sobre la masa blanda del papel. Y descubr que muchas
palabras habladas podan encerrarse en las palabras escritas. Me pregunt qu
utilidad poda tener eso, cuando todos tenemos lengua y podemos hablar. Pero no
tard en descubrir que la palabra escrita, sabiendo ser interpretada, se vuelve
sonido otra vez. Y que se conserva total y enteramente, aunque pasen los aos y
hayan muerto los que las grabaron. Y descubr que se pueden transformar en
sonidos una y otra vez, muchas veces, porque no se pierden, porque son eternas:
Lo descubr, porque descubr que yo poda hacer lo mismo. Nosotros, los kros, all
arriba, casi hemos perdido la palabra hablada. Hablamos poco porque lo que
tenemos que decirnos ya est dicho antes de decirlo. Por eso yo, kros y Hombre de
Letras, me expresara mejor escribiendo las palabras y luego hacindolas sonidos.
Levant los brazos para que vieran sus manos mutiladas.
Pero el Seor de la Nave me cort las manos. No volver nunca, nunca, a
escribir palabras, palabras con ideas, con pensamientos, con lgica relacin entre
ideas y pensamientos. Y s que ahora estoy siendo torpe, desdichado. Me cortaron
las manos por haber faltado a mi deber de Hombre de Letras. Debo creerlo as.
Pero es que yo descubr que por encima de mi deber de Hombre de Letras, mi
deber del silencio, estaba mi deber humano. Y el Seor de la Nave me cort las
manos. Yo haba descubierto cosas, palabras, acciones, historias que estaban
escritas por hombres que haban vivido antes que yo. Haba descubierto la historia
del hombre en la Nave. La historia de la lenta muerte del hombre en la Nave. Haba
descubierto la raz de nuestra historia y el modo de que los hombres volviramos a
recobrar la iniciativa por tantas generaciones abandonada. Me castigaron; me
cortaron las manos; me dejaron sin destino para vivir. Pero no creis que me
acerca a vosotros el despecho, la venganza. Me acerca a vosotros el haber
descubierto que los wit todava son capaces de tener iniciativas. Habis encontrado
la forma de crear y mantener una luz caliente. Pudiera ser una idea sencilla,
elemental. Pero he reflexionado y creo que dominar el fuego, el calor y la energa
es una de las bases de la reconstruccin humana. Otra, es el dominio del tiempo.
Luego, otro da, cuando estis en condiciones de comprenderme, os hablar del
tiempo. Hoy quiero deciros una cosa, la mejor de las cosas, o quiz la ms
tremenda de las cosas.
Dnosla...
Sonri tristemente. Sera capaz de hacerlo? De todas formas, le conmova la
solicitud de aquellos hombres, tantas veces despreciados por inferiores.
Descubr que la raza humana, vosotros y nosotros, kros y wit, no tena su
origen en la Nave. La Nave era un mundo, pero no el mundo origen de la raza. La
Nave haba sido construida por remotos antepasados nuestros y lanzada al espacio,
para viajar, para llegar a un lugar, para dar satisfaccin a la iniciativa humana. La
Nave, enorme, grande, arrolladura para nosotros, era apenas un grano de arena
comparado con el mundo origen de la raza. En aquel mundo, los smbolos que
llamamos Ro, Montaa, Lago, Casa, eran realidades, lugares y objetos al servicio
del humano. Y construyeron una Nave porque desde la Tierra vean las estrellas y
deseaban llegar a ellas. La Nave es esto, lo que estis viendo, lo que podis
encontrar a cada paso. Pero los hombres tambin fracasan. Y la Nave se perdi. Y
pas una generacin, y otra, y otra, y muchas otras. Y en cada una, el humano fue
perdiendo la memoria, fue perdiendo el recuerdo y la iniciativa. Fue retrocediendo.
Lentamente, porque el hombre es duro, resistente y cruel. Hubo rebeliones,
muertes, miserias y desesperaciones. Y en cada generacin, nos hundamos un
poco ms en el olvido. He vivido, fase a fase, esta descomposicin, y sufr
demasiado para querer que vosotros sufris. No, no quiero que sufris vosotros;
quiero que estis orgullosos de vuestros antepasados, de vuestra condicin
humana. Los wit empezaron a decaer a partir de la tercera generacin. No es
cierto, enteramente, tal forma de hablar. Los primeros habitantes de la Nave y los
constructores eran blancos. No eran exactamente wit, pero eran blancos, como
vosotros, viejos de miles de generaciones de antepasados blancos como ellos. Los
kros, o negros de la nave, empezaron a brotar a partir de la tercera generacin.
Ocurri que la Nave, fuera de los espacios solares, bajo otros aires, otras luces,
otras energas radiales, iba siendo quemada, transformada, adaptada. Tampoco es
enteramente cierto esto. Las radiaciones, las influencias del Espacio en la
estructura humana haban sido previstas. Unos sabios, llamados panatrpicos o
panatropos, haban conseguido adelantos muy importantes en la ciencia llamada
gentica. Podan acelerar una mutacin, que por lo que entend es el lento cambio
humano para adaptarse al ambiente. Los panatropos saban que el hombre de la
Tierra, incluso dentro de la Nave, no podra sobrevivir a las radiaciones espaciales,
por lo menos, los ms expuestos a ellas, los que por sus cargos o funciones
estaban condenados a habitar la parte ms expuesta de la Nave. Los mutaron, es
decir, los prepararon de modo que los rayos ultravioleta, los descubiertos en el
espectro de las estrellas, no los mataran, sino que los desfiguraran. Y as sucedi, a
partir de la segunda o tercera generacin. Nacieron los kros, de piel gruesa y
negra, labios abultados, sin vello, sin fuerza muscular; pero de amplio trax y
fuerte mentalidad. Eran pocos: un centenar; pero se fueron cruzando, a medida
que la conciencia del largo viaje o estancia eterna se iba apoderando de las
conciencias. Eso es todo.
Y los wit?
Los wit son los blancos primitivos, los que vivian en las cuevas, en las terrazas
y cmaras interiores, trabajadores especializados, pero no sabios, colonos o
tcnicos para ser usados despus de llegar. Los wit se han conservado como
eran los antepasados, porque hubo un tiempo sin tiempo, sin memoria en que
los kros dijeron: Somos bastantes. Y fueron obligados a permanecer en sus
cuevas. Y ahora, padres de las familias, estoy cansado de tanto hablar.
Uno de los padres tendra que aprender sus nombres se levant y dijo:
Has dicho la verdad, Shim.
La sorpresa apenas le dej hablar.
Acaso sabas ya...?
El wit movi la cabeza.
No, por lo menos en la forma que t lo dices. Pero nosotros, que no tenemos
Libro, que no tenemos sabidura, tenemos unos smbolos que pueden hablar. No;
no es eso; pueden ser hablados, pueden ser explicados por uno de los nuestros que
a su vez aprendi de sus padres y stos de los suyos. Una de nuestras familias es
la depositara de los smbolos. Ylus es el padre.
Smbolos? El ro..., la fuente..., la montaa.
sos son.
Vosotros los habis llevado arriba?
S.
Se detuvo para reflexionar lo que deba decir. Pero no acertaba con las palabras
exactas. El Ring, con su inmensidad, con su plataforma, con sus luces..., y los
ancianos padres de las familias, sentados en semicrculo, envueltos en sus negras
vestiduras, le conmovan y aplanaban al mismo tiempo.
El llamado Ylus se acerc a l y puso la mano encima de sus hombros.
Shim. Conocers al pueblo wit y conocers otra historia de la Nave. Yo te lo
prometo. No sufras por la palabra escrita que no podrs utilizar nunca ms.
Nosotros tenemos palabras, y sabemos cantar, y sabemos recordar lo que dijeron
nuestros padres. Tenemos smbolos que comprendemos, y otros que no
comprendemos. Si t quieres, te llevar a mi familia y nos ayudars...
Alto, Ylus! exclam otro wit. No le engaes. En tu familia comis palabras
y viento. Yo le ofrezco la ma. Mi familia, Shim, es la familia de la luz y el fuego,
que tanto te ha interesado.
Muy bien, Luxi! Tu familia es importante, pero supongo que no la habrs
comparado con la ma. Mi familia, Shim, cuyas mujeres...
Carcajadas y fuertes palmadas.
...y cmaras te ofrezco, es la importante familia Hipomix. Nosotros tenemos el
secreto de la vida. Sabemos curar a los enfermos. La vieja que ha calmado el dolor
de tus manos pertenece a mi familia.
Me gustara, Hipo se interpuso otro anciano, que fueras ms verdadero y le
dijeras a Shim que nicamente curas a los que se curan por s mismos. Si lo sabr
yo, que doy tierra a los que se mueren y aplaco sus lamentos! Te ofrezco mi
familia, Shim. En ella est la verdad, lo que dura ms que la muerte.
El wit rechoncho y calvo se le acerc para tomarle de un brazo y apartarle de
all.
No hagas caso de esos locos, Shim. Te vas a meter en el reino de la muerte,
como quiere Mons? Ni soarlo. La que te conviene es la ma, la familia de la alegra
y la danza. Lo que yo te diga, Shim, claro es, puedes decir que es interesado; pero
no por eso deja de ser cierto. Las mujeres de la familia Tershi son las ms alegres,
las que mejor saben amar. Al lado de ellas nunca estars triste... Hasta te harn
olvidar, ejem!, que no tienes manos. Ellas saben agarrarse por dos, te lo aseguro.
Y saben cantar hermosas canciones, tan bellas como los smbolos de Omar. Ven
con nosotros.
Aturdido, cedi a la presin de otro padre de las familias, que materialmente lo
arranc de las manos de Brisco.
Brisco olvida, Shim, y perdname por recordarlo, que los kros no... Hum...!,
no estis bien dotados para el amor, salvo excepciones que debo reconocer. Qu
te pueden importar esos muslos calientes de Brisco? Ven conmigo. Nosotros
tenemos cabeza. Es decir, sabemos usar lo que hay dentro de las cabezas. Nosotros
exploramos los rincones desconocidos y guardamos lo que encontramos, esperando
hallar un da la explicacin necesaria. Tenemos tesoros, verdaderos tesoros para un
hombre curioso. T, que leste el Libro, podras comprender nuestros tesoros.
Mientras discutan entre s lo que le haban ofrecido sus familias, mientras senta
que sus ojos se humedecan de emocin por la ternura brusca y regaona que le
ofrecan, una mano ms le asi para llamar su atencin.
De qu le valen sus tesoros a Elio? De qu sus smbolos a Ylus? De qu sus
mujeres bailantes a Brisco? De qu sus cuidados a los muertos a Mons? De qu la
luz a Luxi? De qu sus curanderos a Hipo? Yo te lo dir: de nada. El pueblo wit
est escarnecido y humillado, condenado a vivir en las cuevas inmundas aplastadas
por suelos y suelos de metal, sin aire casi para respirar, sin derechos humanos. Mi
familia es familia de soldados. Yo te ofrezco la venganza. Te ofrezco conquistar la
parte de arriba, llevar el pueblo wit al Frum y los ventanales del espacio, y a ti a la
cmara del Libro otra vez. Me llamo Kalr, y mi familia es recia y valiente. Ven con
nosotros. Nosotros s que tenemos conciencia de hombres.
El discurso lo cort Ylus, seguido de los restantes padres de las familias, que se
interpuso entre los dos.
No escuches a Kalr! Est lleno de pasin y envidia. Habla con palabras
extraas a nuestras costumbres. Acaso no has odo a Shim que los kros son
hombres desfigurados por los rayos del espacio? Quieres que el pueblo wit, no
preparado, muera?
He meditado sobre ello, Ylus, pero no me he convencido. Es que todava han
de perjudicarnos esos rayos? No han pasado muchas generaciones? La Nave est
lejos, muy lejos. Ya no habr ese peligro que deca Shim.
Haya o no haya peligro, nosotros hemos sido felices aqu abajo, Kalr. Tenemos
nuestros smbolos y nuestra luz, y nuestras mujeres son bellas, y nuestros hijos,
alegres.
Y las ratas suben de los stanos y muerden los pies y las manos de nuestros
hijos y mujeres! Y nuestros vestidos son siempre negros. Y no hemos visto nunca
las estrellas. Y debemos obedecer a unos hombres que sabemos inferiores a
nosotros!
Basta, Kalr! Por haberte escuchado hemos abandonado el trabajo, y los
guardianes de los kros ocupan las fronteras y matan a todos los nuestros que se
acercan a ellos; y nos hemos metido en un callejn sin salida. Bastante te hemos
escuchado ya...
Kalr, congestionado, furioso, hizo un esfuerzo por contenerse.
He tenido mucha paciencia, Ylus. Se me est acabando. Yo quiero salvar a la
patria, aunque vosotros, entregados al placer, os neguis. Algn da mandar mis
hombres contra vosotros y ser el nico padre de las familias.
Ylus, tristemente, dijo:
Te creo, Kalr. Siempre los que eran ms fuertes se han credo los mejores.
Mandars a tus hombres y nos matars, para quedarte solo. Pero con ello
destruirs la raza wit, que somos nosotros, este equilibrio de alegra, luz, respeto a
los muertos y curiosidad por el pasado. Puedes hacerlo, si quieres, Kalr; pero sabe
que la sangre trae sangre y el odio slo engendra odio. La fuerza nunca ha sido una
razn. Las armas que t tienes las hemos hecho nosotros, Luxi con su luz de fuego,
yo con mis smbolos y Elio con sus materiales que l llama tesoros. Y tus heridos
los cuida Hipo y los entretiene Brisco.
Djame en paz!
Djale, Ylus! Es un fanfarria. A sus soldados los desarman mis mujeres...,
en... cuntos asaltos, Kalr? Jo, jo, jo, jo...
Las carcajadas, el rasgo ms acentuado de los wit, el resorte que siempre
saltaba cuando menos se lo esperaba, brot de nuevo. Irreprimible, violento, pleno.
Los padres de las familias rean como si en aquellas carcajadas les fuese la misma
vida.
Kalr dud, empez a rer con risa de labios y dientes. Pero termin a carcajada
limpia, como los dems. De todo lo que estaba viendo y comprendiendo, era lo que
ms le sorprenda. Los wit, indudablemente, haban descubierto el secreto de rerse
de s mismos. Y lo que ms gracia le haca eran las alusiones a las mujeres, a la
sexualidad, a la vida latente. Lo que tena de kros y lo que tena de hombre
entregado a una tarea que haba excluido a las hembras de su vida, le impedan
comprender aquel humor grosero, pero de evidente vitalidad.
Ri tambin, pero con risa de labios y dientes.
Cuatro
FAMILIA YLUS
Cinco
FAMILIA HIPOMIX
Seis
FAMILIA KALR
Por primera vez, en un tiempo que no poda precisar, pero que presenta largo, o
cuando menos cargado de acontecimientos, Sad no estaba a su lado. Ni tampoco
Ylus... Abul y la fiel Dina eran ya casi sombras en el recuerdo. Se hizo la promesa
de no dejar pasar aquel turno, o da, sin verles de nuevo. Kalr haba dicho: No
traigas a esta mujer. En mi familia son ms hermosas. Adems, no quiero que
nadie de la familia Ylus se asome a mis cmaras. Y era preciso complacer al
guerrero, porque el asunto de los cautivos se haba aplazado, pero no resuelto.
Kalr era un hombre alto, robusto, de enmaraados cabellos de color luz caliente.
Sus vestiduras eran mucho ms cortas que las de Ylus e Hipo, de modo que apenas
le cubran las rodillas. Calzaba sandalias; y un protector de metal le cubra la parte
delantera de las piernas hasta la rtula. En las muecas llevaba tambin
protectores, y uno ms, sobre el pecho, atado con correas a la espalda. Y prendida
a la cintura llevaba una espada, una hoja de acero afilada y corta. En vez de nios,
llevaba a su servicio dos jvenes, uno con las luces y el otro para llevarle el escudo
y la espada. En aquella ocasin deba de haberse olvidado de quitarse los arreos y
sudaba copiosamente.
Cuando esperaban un estallido de insultos y reconvenciones, Kalr haba aceptado
la ausencia de sus cautivos con una extraa pasividad. De todas formas, Hipo
remach el asunto diciendo que los kros se haban abierto por dentro, a causa del
miedo, y sus carnes se haban ensuciado con los excrementos. Kalr encontr
plausible la explicacin. Y haba pedido que le dejaran al extranjero: Lo estis
estropeando vosotros. Shim debe aprender cmo los hombres fuertes no tienen
miedo a nada. Claro que est bastante estropeado, pero yo tengo manos para los
dos. Que venga a m familia. Y l dijo que s.
La familia de Kalr viva muy arriba, casi inmediatamente a las fronteras. Era una
zona de escasa luz actnica, porque en realidad eran las cmaras que los kros
haban abandonado a medida que la perdan. En ellas volvi a experimentar el
fenmeno del repositor renovando el aire, cosa que haba olvidado en los pisos
inferiores. Anot mentalmente la necesidad de investigar por qu abajo, sin la
renovacin peridica del repositor, exista mejor y ms abundante aire. En todo
caso, en aquellas cmaras de Kalr exista un cierto equilibrio. Se notaba la
influencia del repositor, y el mismo Kalr dijo que no podan tener muchos falux
encendidos porque gastaban aire; pero era evidente que no se notaba el ahogo de
los ltimos instantes.
Las cmaras eran iguales o parecidas a todas las de la Nave. Era una zona
intermedia y abundaban los corredores, los armarios, las rampas elevadoras y los
centros de distribucin. Las cmaras eran sencillas, sin ornamentacin, con suelo
de goma plstica, para recoger la energa esttica, muy densa en aquella zona. Los
wit de la familia Kalr vivan sometidos a los caprichos del padre de la familia; la
ms evidente diferencia era que los nios y las mujeres estaban separados de los
hombres, en la parte ms alejada de las fronteras. Eran sombras silenciosas, que
cocinaban para los varones o jugaban con espadas pequeas. Sus vestidos negros y
su reserva producan una desasosegante impresin.
Los adultos dorman en las cmaras ms cercanas a las fronteras y montaban
guardia en los pasillos y montacargas. stos eran tan abundantes que sospechaba
la inutilidad de cubrirlo todo. Los centinelas permanecan sentados en los rincones
oscuros. Kalr, por lo que pudo observar, se tomaba grandes trabajos revisando
fronteras. Despertaba a patadas a los que se dorman y no regateaba tampoco un
buen golpe con el escudo.
Al llegar a la cmara de Mando, Kalr se quit los arreos y los dej en manos de
un muchacho. Otro le trajo unos vasos de metal con una bebida.
Toma, Shim...
No puedo, Kalr.
Lo desdeas?
No tengo manos, recuerda.
Negros malditos! No me acordaba... Y yo no voy a estar dndote la bebida
sorbo a sorbo. Por qu no me lo dijiste?
Un guerrero debe tener ojos para ver y cabeza para pensar.
Kalr medit sobre aquello.
Tienes razn. Bah! Lo arreglaremos en seguida... Qu prefieres, un nio o
una mujer?
Treme a Alan.
Est muy lejos. Confrmate con uno de los mos.
Y mand a buscarle. Gru una orden y un guerrero le trajo un extrao y
sencillo aparato.
Sabes qu es esto?
No.
Lo tienen los kros?
No recuerdo. Creo que no.
Dices bien: no lo tienen. Es una idea ma.
Regres el guerrero con un nio, un muchacho impertinente, que dijo nada ms
verle:
Es un kros...!
Eso no te importa instruy Kalr. No tiene manos y t tienes que darle de
comer y beber. Y acercarle las cosas que te pida.
Yo soy un guerrero, no un servidor repuso el chico.
Kalr, orgulloso, le mir como pensando: Has visto qu muchachos los de mi
familia? Pero en uno de sus caractersticos cambios de rumbo, le sacudi al nio
un manotazo que le envi rodando por el suelo.
Un guerrero obedece. Dale la bebida!
El muchacho, tragndose el orgullo, se levant para obedecer. La bebida ola mal
y saba a etlico. Deba serlo, con el aderezo de algunas plantas. Le abras la
garganta y el muchacho se veng no retirando el vaso, aunque debi de notar que
se ahogaba. Reaccion levantando la rodilla y alcanzando al servidor en el vientre.
El arisco infante rod por el suelo, entre alaridos. Kalr, con desgana, dijo:
Debes tener cuidado con la bebida. Cuesta mucho destilarla y no se puede tirar
por los suelos.
S, Kalr, tendr cuidado.
Bien, volvamos a lo nuestro. Te pregunto otra vez: sabes lo que es esto?
No.
Mira.
El guerrero maniobr en el aparato. Era un trozo de madera, largo como un
brazo; adosado tena un resorte y ligado a ste unos hilos de metal. Kalr tens el
resorte, colocado en la punta, hasta casi tocar el otro extremo. Tom entonces una
varilla de hierro y la coloc en el tope del resorte.
Fjate ahora.
Levant el instrumento, apoyando una punta en el pecho; maniobr en el resorte
y la varilla de metal sali lanzada hacia una pared, rebot en ella con estrpito y
cay al suelo.
Kalr volvi en seguida la cabeza, para ver el efecto que le haba producido. Y no
debi de quedar defraudado, porque, verdaderamente, sufri una impresin muy
intensa. Record inmediatamente al guardin kros, con una varilla clavada en un
hombro y todo el horror de la invencin se le present en toda su intensidad.
Record sus anotaciones en el Libro: Los wit han descubierto la manera de arrojar
objetos...
Ylus y los dems imbciles creen que no soy capaz de tener ideas. Ah tienes la
prueba de lo contrario. sta es un arma destinada a cambiar el curso de la
Historia... Y es idea ma...!
Hazlo otra vez, Kalr.
Te ha gustado, eh?
Repiti la maniobra y otra varilla rebot en la pared. Era, desde luego, un arma
terrible. Los guardianes kros iban armados de lanzas, espadas y porras. Si el bruto
e impaciente Kalr armaba a sus guerreros con aparatos semejantes, podra invadir
la parte superior y ahogar en sangre al pueblo kros. Ylus no haba calibrado bien al
guerrero.
Es magnfico, y t eres un gran guerrero, Karl dijo.
No estoy contento todava dijo el gran guerrero.
Todava podemos salvar la Nave, pens. Y aunque no tena siquiera idea de lo
que podra hacer, s intuy lo que deba hacer: embargar aquellas armas.
No estoy contento, porque es difcil construirlas. Faltan materiales, que es
necesario buscar por las cmaras y almacenes. Y no puedo confiar en las otras
familias. Por otra parte, necesito instruir a mis hombres. Y yo mismo necesito
desarrollar una nueva forma de batallar. Qu crees t que debo hacer?
Necesitaba ganar tiempo y ganarlo dentro de la confianza de Kalr. No deba
mentirle, porque el guerrero tena el instinto del combate, se llamase ciencia o
reflejos.
Tu ventaja, Kalr, est en la lucha a distancia. Tienes que aprender a no dejar
que el enemigo se acerque... Ahora bien, en los pasillos de la Nave esto es difcil,
porque son estrechos, cortos o llenos de escondrijos. Tienes que estudiar la forma
de atraer al contrario al lugar donde mejor puedas hacer uso de tu arma.
Kalr, con la admiracin pintada en el rostro, asinti.
Ya saba yo que eras un hombre importante. Escucha: tengo una propuesta
que hacerte. S t mi cabeza y yo ser tus brazos. T piensa y yo hago. Podemos
ser los amos de todo...
Cierto, y cuando no me necesites, una de tus varillas para mi espalda. Pero se
cuid mucho de expresar tal opinin. Por el contrario, dijo:
Puede ser una buena idea, Kalr; pero necesito meditar. La propuesta es
importante y hay que meditarla.
Bien; medita concedi, magnnimo, Kalr; y medita tambin cmo puedo
aplicar mi arma. Y cmo debo llamarla?
Lanzadora.
No es bastante. Podra ser: lanzadora de la muerte de Kalr?
Podra; pero se tarda demasiado en decirlo.
Oh, eso no importa...!
Kalr se empe en que asistiera a la fiesta. Y all estaba, sentado en el suelo, en
una plaza interior, donde se congregaba toda la familia de los guerreros, mujeres y
nios inclusive, salvo los guardianes de las fronteras. Vasijas con la bebida etlica
corran de grupo en grupo; hombres, mujeres y nios beban grandes tragos y
estallaban en risotadas. Los hombres levantaban las faldas a las muchachas y las
golpeaban con el plano de las manos en las partes carnosas. Todos rean. La
gravedad, la tristeza o aislamiento de la familia guerrera haba desaparecido. Kalr
mismo, congestionado, jadeante, tena ms de Brisco que del altanero soldado. All
mismo vio lo que hubiera credo inconcebible: Kalr tom a una muchacha, la arroj
al suelo y la posey a la vista de todos. Los guerreros tomaron el ejemplo y se
arrojaron sobre las mujeres. stas se resistan, pero slo en los casos en que el
asaltante no fuese de su agrado. Los chillidos, las risotadas, el ambiente clido y el
olor de la bebida derramada le ahogaron. Cerr los ojos; pero all no tena una Sad
que taponara sus odos. Vomit lo que haba comido y bebido y se desvaneci.
No debi durar mucho su desmayo, o cuando menos nadie se asust. Volvi en
s con una sensacin de agobio, de sofoco, que le reventaba los pulmones. Senta
unos jadeos, un perfume y un sudor que no era el suyo. Pudo abrir los ojos y
descubri el rostro de una mujer inmediato al suyo, y una boca que le morda. Kalr,
muy cerca, rea como un loco. Y descubri que la mujer estaba desnuda y que l
mismo lo estaba parcialmente y que la mujer...
Patale desesperadamente, tumb a dos o tres curiosos y se desprendi de la
mujer. Se levant como pudo y se oy gritando:
Basta!
Hubo un momento de desconcierto. Los derribados anteriormente se acercaron
para castigarle. En aquel momento, Kalr, no tan loco como pareca, grit tambin:
Basta!
Cesaron los gritos y chillidos, esperando a no dudar la reaccin del padre de la
familia, castigando al extranjero. Pero Kalr, en vez de castigar al tonto interruptor
de la fiesta, dijo:
Basta, digo! Qu vais a dejar para luego? Dejad en paz a las mujeres y
respetad el kisy. Dnde estn los truhanes?
La multitud, caprichosamente, comenz a gritar:
Natto, dnde ests? Natto..., Natto..., Natto...!
Un wit, blanco y rojizo como todos, salt al anillo de los cuerpos postrados. Fue
saludado con un alarido:
Natto!
se soy yo dijo.
Kalr, tomndole del brazo, lo acerc al sitial que ocupaba.
Ven conmigo, Shim, y no te sofoques demasiado... Recuerda que eres mi
cabeza. Si ese bellaco de Natto dice alguna mentira, dmelo y le corto la suya.
No aludi para nada al desenfreno impdico de momentos antes. Nuevamente
estaba desconcertado ante el pueblo wit. Ante Kalr y sus hombres pareca cobrar
cuerpo la creencia kros de que los albinos se entregaban a prcticas abominables. Y
no saba qu le asustaba ms: si el desenfreno de aquellas costumbres o la
vitalidad que representaba. Aqulla no poda ser una raza decadente. Pero no pudo
seguir reflexionando. Natto estaba hablando, con cierta arrogancia, en gran parte
debida a sus abundantes libaciones. Kalr pareca divertido.
Qu vas a ofrecerme, Kalr, a cambio de mis cantos?
Tus canos no valen ni una lanza, ni un vaso de kisy...
Od, od, oh guerreros, lo que dice el padre de todos vosotros! Que mi canto
no vale nada! Canta t entonces, Kalr, hijo de tu padre...!
Natto! Natto! Queremos a Natto!
Oyes a tu familia, Kalr? Me quieren a m...
Basta, Natto. Te dar un cinturn amarillo.
Quiero un muchacho...
Asqueroso! Tendrs tu muchacho. Empieza, antes de que el kisy te tumbe.
Natto, gesticulando grandiosamente, dio una vuelta en torno a su auditorio.
Od, od, noble familia de los guerreros. Natto, el mejor truhn de la raza, va a
cantar las nobles hazaas del padre de todos vosotros, el invencible Kalr. Venid, oh
espritus de la Nave!, para encender mi canto. Que se haga el silencio, porque
nadie puede hablar donde Natto est cantando; que nadie duerma cuando Natto
est, cantando; que nadie fornique cuando Natto est cantando.
Es nuestro mejor cantor susurr Kalr. No vale para otra cosa. Se desmaya
si ve sangre.
Natto, despus de su exordio, se coloc en el centro del anillo:
Escuchad, oh pueblo ilustre
de los guerreros, de los duros y serenos
guerreros de la Nave! Escuchad y preparad
vuestros ojos al asombro, vuestras negras vestiduras
al resplandor del asombro.
Kalr, el padre de los pueblos, el rey de la familia
ha ideado el exterminio,
ha dominado el acero y ha llevado la victoria
ms all de las fronteras.
Y ha derramado la sangre de los negros orgullosos,
y ha luchado contra el ciego impulso de los metales,
y ha querido que su brazo fuera ms largo y ms duro;
lo ha querido y as fue.
Eran siete las familias de los pueblos olvidados,
de los wit envilecidos en sus cavernas de acero,
de los blancos arropados en sus negras vestiduras.
Y de todas las familias, ninguna como la nuestra,
y ningn padre de las tribus tan osado como Kalr.
Ha llevado a su familia tan cerca de las fronteras
que ya vemos el temblor de las luces enemigas
y escuchamos el suspiro de sus hombres aterrados;
hemos dejado muy lejos los oscuros agujeros
donde los wit padecieron,
y ahora estamos cerca de los sueos que soamos
en las noches en que hubimos de dormir en las tinieblas.
Los instantes de los kros estn contados
y ser Kalr el que nos diga, a nosotros, sus soldados
valerosos, el momento del asalto, el momento de la muerte.
El resorte de la muerte lanzar nuestros aceros
ms all de nuestros brazos.
El rojo licor de las venas enemigas teir
nuestras sandalias; dormiremos en el lecho de las bellas enemigas
y morderemos los pechos que tantas veces soamos.
La victoria es del valiente que la humilla,
recuerda, Kalr, y no olvides el nombre de los hombres
que han de luchar a tu lado, el nombre de los hombres
que tienes a tu lado en este instante
Llama y te respondern. Dales el arma que has creado
y dejarn sus mujeres, las dejarn por seguirte.
Dales gloria, sangre y cantos, como en la fuerte
batalla por la que ahora celebramos, donde tantos
enemigos sucumbieron bajo el peso de tu brazo infatigable.
Oh, padre de los...!
El canto hubiera seguido, a no dudar; pero Natto, ahto de gloria y kisy, se
derrumb estrepitosamente. Los guerreros, tras un momento de indecisin,
prorrumpieron en aullidos y levantaron al truhn, pasendole en triunfo.
Es una lstima que no haya terminado gru Kalr, porque era un hermoso
canto.
Y tena razn; eran palabras fuertes, extraas, que hablaban de pasiones
olvidadas, de odios y sueos dormidos en la sangre de las venas; eran palabras
venenosas, palabras que recordaban un pasado de continuas batallas.
Ahora traer mis cautivos.
Qu cautivos tienes? pregunt, asombrado.
Tantos como dedos en mis manos. Espero que no se hayan ensuciado por
dentro, como aquellos que dejaste escapar.
Espera, Kalr, djame pensar.
Necesitas pensar?
Soy tu cabeza; no lo olvides.
Era extraamente curioso que l, Shim, Hombre de Letras, hombre mutilado, se
viera envuelto en la vorgine de acontecimientos que se sucedan. Nunca pudo
haber supuesto que habra de ser capaz de ver lo que estaba viendo, y ser, en
cierto modo, partcipe de todo ello. Y no tena miedo. Descubra que tambin
aquello el riesgo, el juego de ajedrez con bazas humanas le gustaba.
No traigas a los cautivos, Kalr.
Por qu?
Si los traes, luego no se los podrs quitar a tus hombres...
No se los pienso quitar.
Los destrozarn, entonces...
Kalr se estaba impacientando.
Peor para ellos. Son m botn de guerra. Ya lo has odo a Natto.
Natto estaba ebrio y t tambin lo ests.
Mira, Shim, vete de aqu antes de que te atraviese.
Me ir. Pero t no eres un gran guerrero. T eres un cortador de La Carne...
El rostro de Kalr se congestion hasta lo imposible. Levant la mano armada de
la corta maza, y por unos instantes pareci dispuesto a machacar lo que se le
pusiera por delante.
Vete...! logr musitar el guerrero.
Me voy, Kalr nunca podra saber de dnde le vena aquel desesperado y fro
valor, pero escucha unas palabras. Puedes ser un gran guerrero o un pequeo
guerrero. Un gran guerrero necesita tener en cuenta muchas cosas. Por ejemplo,
que tu lanzadora-de-la-muerte-de-Kalr todava necesita ser construida para todos o
gran parte de tus hombres; segundo, que hasta que eso sea posible, hay que evitar
que el enemigo ataque; hay que evitar toda provocacin; tercero, que un gran
guerrero no es slo valiente en el combate, sino generoso en la victoria. Matar a
diez kros slo para dar gusto a una banda de borrachos, supone declarar una
guerra que hasta ahora no lo est, y para la cual no tienes el arma preparada;
supone precipitar una lucha sin antes haber tomado todas las ventajas posibles; y
supone una monstruosidad, porque si los kros saben que t matas a los cautivos
para devorarlos, eso les har tener miedo de tal forma que lucharn como hombres
desesperados. Y, te lo digo yo, que soy kros: los negros tienen cabeza y saben
usarla. Adems, ellos tambin tienen armas secretas. Mejor haras conservando
esos hombres y preguntarles cuntos son y qu armas tienen. O es que lo sabes
ya, oh ilustre guerrero!?
Dej a Kalr con la boca contrada y el ceo asombrado, y se fue antes de que
pudiera impedirlo. Porque no estaba seguro de si el guerrero le haba dicho que se
fuera de all, de su vista, o que se fuera lejos de la familia. Y no estaba dispuesto a
preguntrselo. Difcilmente se le presentara mejor ocasin para alejarse.
No saba a dnde ir, ni qu rampa tomar. Y tena miedo a la oscuridad. Y no
haba un nio que le ayudara. Y no tena manos con que agarrarse. Y no poda
evitar el terror de su corazn:
Pero deba marcharse. Lejos, acurrucarse en cualquier rincn y esperar una
ayuda. O gritar hasta que alguien acudiera. Todo, menos quedarse all, siendo
testigo del tremendo crimen que se avecinaba.
Comenz a caminar, tambalendose, tomando corredores ciegos que deba
rehacer. Por dos veces volvi al lugar de la orga, sus odos ensordecieron con los
aullidos de los guerreros embriagados y respir el acre humazo de los falux. En la
ltima vez se detuvo a observar si...
Distingui a Kalr, meditabundo, buscando algo con los ojos a l, sin duda,
pero sin dar la orden de llevar a los cautivos.
Suspir, considerablemente aliviado. Y entonces, una pastosa y ceremoniosa voz
dijo a sus espaldas:
T eres Shim, verdad? El kros amigo de Kalr.
se soy yo.
Y reconoci al bardo, al hirsuto borracho que de forma tan melodiosa y fuerte
dominaba las palabras.
Era muy bueno tu canto a Kalr.
T ests loco. Desde cundo son buenos los cantos a los tiranos? Hip...!
Perdona, Shim... Hip...!
Deseaba de tal modo una compaa, antes de arrojarse al laberinto de las
tinieblas, que dese hasta la compaa de aquel truhn embriagado.
Yo era Hombre de Letras...
Hip...
Natto...
se, hip!, soy yo...
Voy a marchar a otra familia. No s el camino. Ven conmigo.
Hip...
Haces mal, Natto, bebiendo as; haces mal permaneciendo en la familia Kalr...
Bien, mal...? Escucha, extrao, mi canto, si es que puedes entenderme... Oh
maldito Kalr! Necesito respirar. Me duele la garganta tras haber escupido...
Es el canto?
Idiota, no! Escucha:
Bien o mal, dos modos
de actuar en torno a tu muerte,
junto al mar opresor
esfmate como un suspiro.
Rey de tu corazn, en los das sin luz,
ve llorando, hijo mo, a travs
de las almas de todos los hombres,
hasta la inocente oscuridad
y la culpable oscuridad y la buena
muerte y la mala muerte, y entonces,
en el ltimo momento,
vuela a la sangre de las estrellas1.
Necesit comprender primero, y luego el asombro se le aposent en el corazn.
Cmo poda haber logrado Natto aquella prodigiosa sntesis de su problema, de su
historia, de su presente, e incluso de su porvenir? No pudo preguntrselo, porque
Natto se apoy en una pared, comenz a resbalar lentamente y cay sentado, las
ropas alborotadas, la cabeza cada, la respiracin bronca, sucio, miserable y
grandioso. Pens, quizs equivocadamente, que aqulla era la destruccin de un
hombre fuera de su lugar en la vida.
Se enfrent decididamente con el caos de niveles, plataformas y corredores.
Llevaba los dos brazos tendidos y eran como antenas de su sensibilidad. Durante
algn tiempo, el ruido de la familia Kalr, los enormes alaridos de aquellas gargantas
primitivas, le fueron guiando. No tena ms que alejarse de all. Record una frase
oscura de un cronista del Libro: Terminaremos siendo humanos de la Edad de
Piedra en una maravilla cientfica.
Cuando qued definitivamente solo, entre los ruidos ominosos del metal y sus
ecos, entre zonas de oscuridad, donde tena que ir tanteando con los pies, y
cayendo y volviendo a caer, demasiado aterrado para saber siquiera si suba o
1
Seiscientos aos antes que Natto, un poeta llamado Dylan Thomas haba dicho lo
mismo, con las mismas palabras. De todas formas, fue una coincidencia de la
cuarta dimensin, de la cual no se puede culpar a Natto.
bajaba, lo hubiera dado todo, hasta la vida de los diez kros, por estar al lado del
bestial Kalr, sus guerreros, sus mujeres y sus luces humeantes.
Siete
FAMILIA LUXI
Ocho
FAMILIA TERSHI
El cantn de la familia Tershi, ms conocida por el nombre del padre, Brisco, era
mucho ms reducido y al mismo tiempo ms amplio que el de las restantes
familias. Amigos de lo ostentoso, de lo que halagaba sus sentidos, buscaban
siempre las cmaras y capillas que tenan colgaduras o gayos colores. Haba una
zona en la Nave, al Sur, y en los pisos intermedios, que debi de tener un fin no
especificado, o cuando menos perdido en las nieblas del tiempo, pero que no
consista en viviendas, almacenes o factoras del crculo de energa.
Desgraciadamente para ellos, la luz de los antepasados se haba perdido por
ello la debieron abandonar los kros y solamente los cilindros de Luxi la
alumbraban. Era una zona hermosa, de planos asimtricos y colores vivos; las
terrazas se superponan sin esfuerzo aparente y las naves eran pequeas, con
excepcin de una de forma ovoide, cuyo techo y frontis estaba cruzado por una
serie de cilindros transparentes, que incluso a la luz de los falux despedan unos
destellos maravillosos. No poda distinguir sus matices, su colorido, pero s el brillo
fugitivo, que en tono gris pareca ceniza iluminada.
En tal nave ovoide, cuyas paredes ascendan sin el apoyo de ninguna columna
hasta reunirse en la altura, formando dos focos elpticos, se reuna la familia dos o
tres veces al da, para el reparto de la comida. Corrientemente las restantes
familias reciban tambin las algas, las protenas, los aminocidos y los
comprimidos de manos del anciano, pero no en una determinada porcin de
tiempo. Los wit, generalmente, eran sobrios para comer y desmedidos para beber.
La familia Brisco era la nica, dentro de las caractersticas tribales, que se reuna
para hacer el reparto del alimento. No quera decir que despus comieran all
mismo, sino que los compuestos qumicos e hidropnicos eran preparados por las
ancianas en las cmaras pequeas de la familia.
Despus de una breve estancia con la familia Luxi, a fin de conocer el secreto de
los falux, que el anciano padre de la familia no haba tenido ni siquiera escrpulos
en descubrirlo, despus que le hubo semi-desvelado el de la luz de los
antepasados, haba vuelto con Sad, en la familia Ylus. Y luego, a fin de preparar
una gran fiesta, en la que participaban todas las familias, haba querido ser
husped de la familia Brisco.
Poco a poco iba entrando en la sencilla y vital personalidad de los wit; conoca a
casi todas sus familias, nicamente le faltaban las familias Elio y Mons, de las
cuales hablaban poco los restantes wit, y con reservas, presuma que por los
importantes derechos que se haban sabido reservar quiz los ms importantes,
aunque no comprenda bien qu poda significar la tarea de la familia Mons sobre
los muertos. Ylus se mostraba reticente cuando le preguntaba sobre ello. En cuanto
a la ocupacin y privilegios de Elio, fcil era comprobar la posicin de ste, cuyos
tesoros y descubrimientos en las zonas de la Nave podan interesar a todas las
familias: a Ylus, cuando fueran smbolos; a Kalr, cuando fueran metales o armas, o
a Hipo, como material para sus curas... Por unas causas u otras, poda asegurarse
que los restantes padres de las familias no confiaban mucho en Elio, que pareca
ocultar cosas para su poltica personal.
Qu variada estructura, la wit, dentro de su elemental sencillez, comparada a la
montona vida del pueblo superior! Los wit eran elementales, pero vigorosos; sus
virtudes parecan defectos, y sus defectos, virtudes. En realidad, nunca se saba
cundo empezaban los unos o los otros. Eran incapaces de unir lgicamente los
cabos rotos de un rel, pero cuando descubran desde el origen oscuro de las
cosas la utilidad prctica de un objeto, o movimiento, o sensacin, lo
administraban con un riguroso sentido de la propiedad. La impudicia de las
mujeres, hermosas, giles, llenas de vida, que los albinos achacaban generalmente
a las hembras de la familia Brisco y que en realidad afectaba a todas las
familias le tuvo preocupado mucho tiempo, hasta que encontr tambin la oscura
razn del instinto. Un instinto de amor, de proximidad, de calor, en las noches
eternas de las cuevas, en la promiscuidad constante de las pocas cmaras
alumbradas que iban quedando en las cubiertas interiores, en la poca duracin de
sus vidas en contraste con el estallido vigoroso de su juventud.
Luxi le haba explicado que los falux haban sido descubiertos casualmente tres
generaciones antes, por un antepasado que dej un trapo abandonado junto a un
cojinete; aunque los servomecanismos (la deduccin era suya) tenan circuitos
automticos de control cuando alguna pieza se recalentaba, aquel da el trapo se
haba encendido; el wit lo sac y arroj a una cubeta de grasa, quedando sofocado
el fuego, pero endurecido el tejido. Ms tarde, casualmente, otra vez, una mujer lo
haba usado para remover los hierros al rojo que usaban para preparar la comida. Y
el tejido haba ardido, despacio, durando cuatro o cinco veces ms que otros tejidos
quemados. As empez, y luego, en incontables sueos, las pruebas, una y otra
vez, hasta encontrar la forma de que la grasa se adhiriera al tejido, hasta solidificar
la grasa, hasta redondear los cilindros. Las mujeres se rean y aplicaban al esfuerzo
de sus hombres el sentido flico que saban los diferenciaba y los una. El falux era
calor y luz, alegra y consuelo. Indudablemente, los antepasados no haban
considerado la posibilidad de que su luz, luz actnica, obtenida descomponiendo
ciertos elementos bajo la presin de la energa elctrica, se acabara alguna vez. En
cierto modo, tenan razn: sus instalaciones eran prcticamente indestructibles, y
en cuanto a energa, la Nave era un crculo constante de ella. Lo que no podan
prever los antepasados era el fracaso de sus descendientes, provocado por su
mismo fracaso; no podan prever el Da del Desengao, y, sobre todo, el Da de la
Ira. Y ms tarde, cuando la poblacin humana de la Nave casi lleg a un lmite
imposible, rotos todos los deseos de seguir viviendo.
Pensando con lgica, con curiosidad, intentando penetrar el secreto de las cosas,
descubran que el secreto era sencillo. Pero para llegar al secreto era necesario,
cuando menos, acordarse, acordarse siempre, de que la Nave era el producto del
esfuerzo y el talento de los antepasados. Pero esto era pedir un imposible. Poda la
existencia de ciertos smbolos inducir a pensar en una fuerza extraa, podan las
leyendas y recuerdos remotos hablar de los antepasados..., pero la Nave era una
fuerza demasiado potente, demasiado cercana, demasiado acogedora.
Sin embargo, era todo tan sencillo...! La luz tena un secreto tan ingenuo como
poderoso. Los antepasados, ciertamente y ello poda haber sido descubierto por
los wit, que apagaban sus falux cuando no los necesitaban tenan que haber
considerado la posibilidad de encender y apagar sus luces. Y as era. La instalacin
estaba oculta en las mltiples formas ornamentales, limpias y lineales como
ngulos abiertos, y la voluntad de utilizar o no el alumbrado quedaba delegada en
la nica parte visible de la instalacin: un cuadrado en la pared, casi siempre junto
a las puertas de entrada, apenas una plaqueta, un tono de color ms oscuro o ms
claro, que responda al simple tacto. Tan elemental como aspirar el aire. Sin
embargo, los hombres de la Nave lo haban olvidado. Acaso no haban olvidado
tambin que respiraban? Era fcil, y terrible al mismo tiempo, imaginarse el feroz
abandono de aquellos seres de las primeras generaciones, buscando
instintivamente la luz, dejando la luz siempre encendida, siempre presente como
una ligadura a un pasado cada vez ms lejano; era fcil y terrible imaginarse la
hermosa, pero feroz luz de los antepasados dejando sin sombras ni matices los
corredores, y, en ellos, los humanos deambulando. Y luego, con el transcurso del
tiempo, un tacto equivocado, un golpe cualquiera... Era ms fcil ir a la cmara
vecina, era ms fcil huir...
TERCERA PARTE
EL NAVARCA
2. LA PROCLAMACIN
3. CONFIDENCIAS A SAD
4. LAS MANOS
6. LA EMBAJADA
8. FUNERALES DE MEI-LUM-FARO