El Reino de Dios - Júlia Navarro Clerigues
El Reino de Dios - Júlia Navarro Clerigues
El Reino de Dios - Júlia Navarro Clerigues
Introducción
1.- El anuncio de la buena noticia: el Reino de Dios
2.- Los signos del Reino
3.-El Reino: criterio de vida
INTRODUCCIÓN
Al intentar darle continuidad a la sesión del seminario, me he encontrado con la
dificultad de enfrentarme a un aspecto de Jesús que necesitaría haber
planteado otro orden en las sesiones.
Porque hablar del mensaje de Jesús requeriría primero un abordaje de su
personalidad humana: de sus gestos y actitudes, y también de su relación con
Dios, como Padre. Tampoco se puede reflexionar acerca del mensaje de Jesús sin
tener presente el hecho de su muerte y resurrección, que enmarca y da sentido a
la fe de sus seguidores. Y ya después de estos aspectos, tan vitales para
consolidar nuestra fe, conocer cómo se han acercado los pensadores y los
creyentes a la realidad de Jesús. Porque todas las aproximaciones son necesarias:
conocer a Jesús humano para saber cómo desde nuestra humanidad poder
seguirle, y considerar su inseparable esencia divina para poder vivir la esperanza
de un horizonte de plenitud.
Por otra parte, no me siento capaz de aportar un estudio puramente racional del
mensaje de Jesús, porque, aunque los autores que he manejado aportan datos y
reflexiones, no me puedo abstraer de mi condición de creyente y seguidora de
Jesús. Su mensaje me interpela y me invita a hacer una lectura desde mi vida;
cada enseñanza suya, es una invitación a la revisión de vida, y por tanto al
compromiso. Suscita preguntas y provoca inquietud e inconformismo con la
propia vida y la del mundo en que vivimos. Tarea difícil, abarcar en una sesión lo
que es todo un proyecto de persona al cual todos los hombres y mujeres están
llamados a acercarse.
Otro reto para mí lo constituye la imposibilidad de detenerse en cada lectura, en
cada texto de los que constituyen el mensaje de Jesús: pasar por el pasaje de las
bienaventuranzas, el buen samaritano, el hijo pródigo…suscita nuevas emociones,
necesidad de silencio y contemplación. No en vano las Bienaventuranzas
constituyeron tema de seminario, el Hijo Pródigo de unos ejercicios, el
Padrenuestro ocupó también un seminario y forma parte de nuestro cotidiano
contacto con Dios.
Quién es Jesús
Un rasgo propio del Reino de Dios que anuncia Jesús, es su realización actual y
permanente: no anuncia una utopía sino una realidad que Él hace presente (Mt
11, 3-5) (Lc 17, 21). “Dios ha entrado dentro de la historia humana…que ha
cambiado de color y perspectiva…el mundo no se ha acabado, sino que el viejo
mundo, se ha transformado en nuevo.”3.
Pero Jesús se revela él mismo como” el mismo Dios bajo condición humana: el
esperado de las naciones, el salvador del mundo.” Es el puente entre Dios y la
persona humana, participando de forma extraordinaria de una manera de ser
Dios que comparte con nosotros su decisión de ser hombre.
Cuando Jesús anuncia la inauguración de ese mundo nuevo lo hace siempre en
términos de alegría y esperanza. “Es tiempo de alegría y no de ayunos” Lc 2,29
Por eso Jesús se identifica con el Mesías prometido en la historia de su pueblo: su
misión es inaugurar el cumplimiento de la promesa de Dios para con la persona y
el mundo y mostrar, con su humanidad, la dirección que dibuja el camino hacia
la felicidad plena.
El Reino de Dios que Jesús proclama nos dice que “lo que más preocupa a Dios
es liberar a las gentes de cuanto las deshumaniza y las hace sufrir; responde a lo
que más desean: vivir con dignidad... Jesús ve que el mal empieza a ser
derrotado y comunica su propia experiencia de Dios”4
Quiénes somos nosotros
Si Jesús se nos revela como mensajero de ese nuevo y prometido Reino ya
presente entre nosotros, nos incorpora a nosotros a esa misma condición. Y por
eso nos podemos definir y concebir como portadores, con Él, de una buena
noticia.
Siempre que Jesús nos haba del Reino, nos implica como actores imprescindibles
de su realización y nos invita a sentirnos afortunados por ello: participar en la
instauración del Reino de Dios, es nuestra manera de acercarnos a Él y alcanzar la
dignidad con la que hemos sido creados. “No hay que esperar. El Reino de Dios
está llegando. Ahora mismo hay que entrar en su dinámica…y encontrar un
impulso y un horizonte nuevo para vivir transformando el mundo según la
verdadera voluntad de Dios”5”No preguntéis cuándo ha de ser establecido en el
futuro…decidíos ya y comprometeros con él, Dios quiere ser vuestro señor. Abríos
pues a su deseo.” 6
Así pues, Jesús anuncia y convoca a la vez: cada anuncio es una llamada para
cambiar; nos llama a la conversión como liberación de esclavitudes y ataduras
que nos paralizan (Mc, 1,15).
Y esa llamada a entrar en el Reino, es una mezcla de urgencia (Lc 13, 1-5) y
paciencia (Lc, 13,9). En esa tensión entre el ya y el todavía no, se inserta nuestra
vida humana. La conciencia de estar en el mundo sin pertenecer del todo a él ()
es nuestra condición más auténtica. Por eso nos experimentamos como seres
contradictorios, en esa tensión entre la finitud y la sed de eternidad, entre la
fragilidad y la capacidad siempre inacabada de crecer y crear.
Lo cierto es que “la mirada de Jesús no se dirige tanto hacia el futuro como al
presente…desde la certeza de que cada momento de la vida es decisivo y
apropiado para recibir la fuerza de la compasión que viene de Dios…el Reino no
llega triunfalmente, de una sola vez, sino que se despliega poco a poco en
momentos de triunfo y otros de esterilidad y rechazo”7
Jesús no sitúa el Reino de Dios en “un lugar preciso de la historia…encajonado en
una ideología o pensamiento…se trata de un corazón nuevo, unas relaciones
personales distintas, unas estructuras humanas que respondan a cómo Dios ha
creado y sueña este mundo”8. De ese modo nadie se puede sentir excluido de
pertenecer a ese Reino; por eso todos los hombres y mujeres pueden ser, aún sin
saberlo, actores y portadores de su realización en la historia.
Jesús sabe bien de nuestra debilidad (los dos hermanos), de cómo al mismo
tiempo que deseamos seguirle, nos quedamos paralizados y a menudo
rechazamos su invitación (Lc. 14, 16-24 y Mt 22 1-10: el banquete de bodas). Sabe
que la riqueza (Mc. 10, 17.23: joven rico), el escándalo (Mt. 18,9), la hipocresía (Mt.
7,13-21: la puerta estrecha) o la discriminación (Lc. 13,28) son obstáculos para
acoger su llamada. Sabe qué difícil es acoger su reino si nos planteamos la
religión como la observancia de unas normas que excluyen a los pecadores, que
no nacen del interior, si la compasión está ausente de nuestras relaciones con los
próximos y los diferentes. “Jesús contó con diversas parábolas para ayudar a la
gente a ver en la misericordia el mejor camino para entrar en el Reino de Dios”9
(Lc. 15,4)
Sin embargo, en sus parábolas y exhortaciones Jesús nos presenta el Reino como
aquello que crece desde lo más pequeño (Mc. 10,15) sabiendo que por nosotros
mismos no lo podemos alcanzar: “La aparente pequeñez esconde y promete un
glorioso futuro: en el comienzo ya está presente el final”10 . “Ha de ser una
comunidad de niños que no se imponen a nadie, que entran en el reino sólo
porque necesitan cuidado y amor…Una comunidad donde se bendice y cuida a
los más débiles y pequeños…la vida se difunde no desde la imposición sino desde
la acogida” 11
Y aún así, Él confía en la posibilidad de que respondamos desde nuestra
pequeñez a la exigencia de su llamada: “A Jesús le interesa en primer lugar si el
hombre está dispuesto a vender sus bienes para comprar la piedra preciosa (Mt.
13, 44-46), si tiene el valor de abandonar familia y fortuna (Mt. 10, 37), poner en
peligro su propia vida (Lc. 17, 33)” En definitiva si tiene una actitud de
disponibilidad y está abierto a recibir su gracia.
Otro aspecto que nos ayuda a conocernos a través del mensaje de Jesús, es su
delicada manera de mirar a las personas, únicas e insustituibles, y de cuidar a la
comunidad como única manera de construir el Reino. La llamada a ser
comunidad, llevada a cabo por sus primeros discípulos y por sus seguidores de
todos los tiempos se expresa de manera entrañable en la oración del
Padrenuestro. La invocación al Padre, la bendición a su nombre, el deseo del
Reino, la confianza en su voluntad, las peticiones de pan, la necesidad de perdón
unida al compromiso de perdón mutuo y la súplica para reconocer la tentación y
evitar el mal se recitan en plural. No es posible ser cristiano, ser humano sin sentirse
comunidad.
De ahí que sus primeros seguidores se constituyeron en una familia nueva, cuyo
único maestro es Jesús. En ella la grandeza no se mide por la autoridad sino por
el servicio; sus objetivos son acoger y difundir la compasión de Dios en el mundo,
al servicio de su proyecto de amor. Aprenden a vivir en la inseguridad y a gozar
del regalo del pan de cada día. Son enviados a curar a las personas, y al mismo
tiempo a anunciar a Dios, como tareas inseparables, sabiendo que en esa tarea
Jesús está con ellos. 12
Cómo es ese Reino
“El reino de Dios, tema central del mensaje gozoso de Jesús, se basa en las
Parábolas y en las Bienaventuranzas y responde al proyecto de Dios para la
humanidad.
Si la esperanza activa del reino de Dios fue lo decisivo, lo fundamental para Jesús,
así ha de ser también para nosotr@s.
Escuchar no es sólo oír, sino comprometerse con la Persona y la forma de actuar
de Jesús. Pone en nuestras manos la tarea de construir su Reino en el mundo y en
la vida de los hombres y mujeres, transformándolo de acuerdo al deseo de
Dios”13.
De entre las parábolas hay un grupo de ellas que aluden explícitamente al Reino:
La vida es más de lo que se ve: algo misterioso está ocurriendo en el interior
de la existencia. Es aquella fuerza contenida en un grano de mostaza que
contiene en sí mismo el germen de la grandeza, como Dios está actuando
calladamente en el interior de nuestro propio vivir.
No hay que impacientarse por la falta de resultados inmediatos ni actuar
bajo la presión del tiempo. El Reino de Dios es un regalo inmensamente
superior a todos los afanes y trabajos de los seres humanos, como la semilla
de trigo que pasa tiempo oculta hasta que se puede realizar la cosecha.
Vale la pena arriesgar lo que tenemos para obtener el mayor regalo. El
Reino aporta a nuestro presente la alegría ante la llegada de Dios14.
Alguien lo vio…
Alguien lo vio Alguien lo vio
en el bolsillo de la nigeriana en los burdeles sucios de Manila
que embarazada junto a la niña
atravesó el estrecho. que vendió su padre.
Alguien lo vio Vela por nosotros…
buscando un hueco entre los Y es que somos iguales.
refugiados Todas y todos, sí,
que en Ingushetia somos iguales
son como deshechos. ante sus ojos.
Vela por nosotros Alguien lo vio
y por nosotros, vela. entre los huesos de las mexicanas,
Muchas y muchos desperdigados
creen que existe por todo el desierto.
y, justo Alguien lo vio
y generoso, cuando el sicario se guardó el revolver
vela por nosotras y entre los coches
y por nosotros descansaba el muerto.
dicen que vela. Vela por nosotros…
Alguien lo vio
en la mirada del muchacho negro
que lleva al hombro (Pedro Guerra)
un arma de combate.
Bibliografía
Leonardo Boff: Jesucristo el Liberador, ensayo de cristología crítica para nuestro
tiempo. Sal Terrae 1980
Armand Puig: Jesús: un perfil biogràfic. Proa 2004
J.A. Pagola: Jesús: aproximación histórica. PPC, 2007
1
L.
Boff:
JL
2 JA Pagola. 98
3 A. Puig.: JPF.329
4 JA Pagola. 99
5 JA Pagola: JAH
6 L. Boff 69
7 A. Puig. 339, 340
8 A Puig 333
9 JA Pagola 143
10 L.Boff 74
11 JA Pagola 228
12 JA Pagola. 290 ss
13 Asun Gu@érrez.
14 JA: Pagola
15 B. Beny
16 L. Boff. 66
17 L. Boff. 69
18 A. Puig. 375
19 JA Pagola 175
20 JA Pagola 174
21 A Puig 357
22 A Puig. 365
23 L. Boff. 77
24 A. Puig 343
25 A Puig 359
26 L. Boff 84
27 A Puig. 452
28 JA Pagola 263
29 A. Puig 451‐452
30 JA Pagola 255
31 JA Pagola 255
32 L Boff. 91‐93