Cuando Dios Hablaba Griego: Nota Bibliográfica
Cuando Dios Hablaba Griego: Nota Bibliográfica
Cuando Dios Hablaba Griego: Nota Bibliográfica
1
Timothy M. Law, When God Spoke Greek. The Septuagint and the Making
of the Christian Bible, Oxford 2013, 216 pp.
II
2
Translation and Survival: The Greek Bible of the Ancient Jewish Diaspora,
Oxford 2009.
3
B. G. Wright, uno de los principales estudiosos de esta Carta, hace clara-
mente una evaluación negativa, p. e. en “The Letter of Aristeas and the Question
of Septuagint Origins Redux”, Journal of Ancient Judaism 2.3 (2011) 304-326.
Otros autores, como T. Rajak, Translation and Survival…, 24-63, tienen un juicio
más positivo, teniendo en cuenta los propósitos literarios del autor, separando
historia de mito y apreciando la Carta dentro del contexto de la literatura judía
helenística.
4
D. M. Carr, The Formation of the Hebrew Bible, New York 2011, 153-179.
Además de estos libros, hubo otros textos que hoy se llaman “apó-
crifos”, pero que muchos antiguos judíos y cristianos trataron como
textos de la Escritura, porque en los siglos de formación de Septuagin-
ta no había nada como lo que hoy denominados “los apócrifos”. Esto
lo desarrolla el autor en el capítulo 6: “Heces de pájaro, elefantes con
trompa y dragones reventados”. De nuevo repite la idea de que el pe-
ríodo entre el 200 a.C. y 200 d.C. fue una época de agitación literaria
tanto para judíos como cristianos. Hace un recorrido por los libros
compuestos originalmente en griego y no traducidos de un original se-
mítico: las dos adiciones a Ester, B y E; 2, 3, 4 Macabeos; la Oración de
Manasés; la Sabiduría de Salomón y Baruc. También habla de los libros
que probablemente se han basado en originales semíticos, aunque no
tengamos evidencia manuscrita por el momento: 1-2 Esdras; 4 de las
adiciones a Ester; 1 Macabeos; las Adiciones a Daniel. Concluye indi-
cando que ninguno de estos libros apócrifos logró el estatus canónico
en la Biblia hebrea y esta decisión interna para el judaísmo antiguo
ejerció un profundo impacto sobre el pensamiento cristiano durante
los siglos siguientes. Este mismo periodo de actividad literaria en Pa-
lestina y en la diáspora, en hebreo y en griego, atestiguó el principio de
un nuevo período de singularidad, tanto en la forma del texto hebreo
como en los libros donde había que lograr estatus autoritativo.
Este era el fin de la pluraridad textual. Al principio del período
podemos ver múltiples formas del mismo libro bíblico, preservado
ahora en Septuaginta (y en su traducción antigua latina), los rollos del
Mar Muerto y el Pentateuco samaritano. Durante el fin del período,
una de las tradiciones textuales disponibles en lengua hebrea habría
sido elegida, quizá incluso sin intencionalidad, por tanto la mayoría de
los testigos después del siglo II tuvieron la apariencia de uniformidad.
A continuación, el autor afirma que, puesto que la forma del tex-
to de las escrituras hebreas estaba siendo fijado más o menos en este
período, sus traducciones griegas también sufrirán cambios que re-
flejan estos nuevos desarrollos en la historia de la Biblia. Esta idea,
que Law desarrollará en el capítulo 7, “E pluribus unum”, la encabeza
con una cita de Emanuel Tov: “El TM no fue seleccionado en la anti-
güedad debido a su superioridad textual. De hecho, no fue proba-
blemente seleccionado en absoluto. Desde un cierto punto incesante
era simplemente usado”5.
5
“The Status of the Masoretic Text in Modern Text Editions of the Hebrew
Bible: The Relevance of Canon”, en: L. M. McDonald – J. A. Sanders (eds.), The
Canon Debate, Peabody MA 2002, 242-243.
una biblia canónica completa, como podemos pensar hoy por nues-
tras ediciones y traducciones. Mientras podemos afirmar que los es-
critores del NT casi unánimemente usaron “Septuaginta”, debemos
admitir que la Septuaginta misma no era una entidad única. La va-
riedad de formas textuales, como venimos diciendo, era enorme.
También hay que tener en cuenta el fondo judío. Los primeros
cristianos fueron judíos, así que no es sorprendente que los escrito-
res del NT no dependan únicamente de las escrituras que encontra-
mos en el AT para acceder a las tradiciones exegéticas judías. Los
escritos judíos contenidos en Septuaginta y en otros escritos que los
modernos investigadores llaman pseudoepigráficos formaron el ar-
mazón teológico de los autores del NT. Y en este punto, Encontrando
las “sagradas escrituras”, se detiene un momento el autor del libro
para desentrañar cómo los escritores del NT podrían haber accedi-
do a estas escrituras y en qué forma podrían haber encontrado los
diversos libros que fueron considerados autoritativos. El autor alude
al uso litúrgico de la escritura en el s. I; también recoge la postura de
quienes sugieren que los escritores del NT recogieron su material del
AT de “colecciones de testimonio”, testimonia6, es decir, colecciones
de fragmentos de citas de las escrituras judías organizadas a modo
de tópicos: hay ejemplos en Qumrán (4QTestimonia), en Pablo, en el
autor de Hebreos. Pero T. M. Law apuesta por el contexto litúrgico.
Acaba el capítulo poniendo de relieve el impacto que Septua-
ginta tuvo en el lenguaje y teología del NT. Ello lo ejemplifica con el
empleo de términos basados en el lenguaje de LXX como diathēkē
“alianza” o euangelion “buena noticia”; o con términos de importan-
cia teológica como el concepto de “gloria de Dios”, que también tiene
sus raíces en Septuaginta, en el libro de Isaías. O términos como “vir-
gen” (Is 7,14 en Mt 1,23) o “Señor” y “Cristo”, ambos títulos aplicados
a Jesús.
En el capítulo 9, “La Septuaginta en el NT”, el autor se centra en
las citas explícitas del AT en el NT, y muestra cómo éstas reflejan
el uso de Septuaginta y sus revisiones en lugar del hebreo. Extrae
cuatro conclusiones: 1. Que la mayoría –si no todas las citas en el NT–
no son de ningún modo meramente dependientes del hebreo, y en
los casos donde parecen estar cerca del hebreo, una revisión griega
puede fácilmente suministrar una explicación; 2. También hay casos
6
Esta posición la encontramos claramente en M. C. Albl, “And Scripture
Cannot Be Broken”: The Form and Function of the Early Christian Testimonia
Collections, Leiden 1999.
the Old Testament in Greek, Cambridge 1914 y una más reciente de M. Harl – G.
Dorival – O. Munnich (eds.), La Bible Grecque des Septante, Paris 1994, 289-320,
proporcionan ejemplos de cómo Septuaginta impactó en la Iglesia primitiva. Aun
con todo, es un área que necesita más investigación.
A ello hay que añadir las órdenes del emperador Constantino para
difundir la Biblia, lo cual hizo que fuera en detrimento de un texto
académico a favor de uno que pudiera difundirse ampliamente en la
Iglesia sin anotaciones críticas textuales.
Un nuevo espíritu había nacido, y si los estudiosos no se habían
dado cuenta antes de las divergencias entre el texto hebreo y Sep-
tuaginta, pronto ya sería ignorado del todo.
El capítulo 13, “El hombre con la mano quemada versus el hom-
bre con la espada dorada”, se centra en el debate entre san Jerónimo
y san Agustín sobre la prioridad de Septuaginta.
Un antioqueno fue puente de conexión entre el pasado y el futu-
ro de LXX en Occidente: Eusebio de Emesa. El rigor de la investiga-
ción bíblica de Orígenes y Eusebio de Cesarea influyeron en él, pero
su rechazo al método alegórico de Orígenes más tarde influyó en
uno de los más grandes estudiosos del occidente latino: Jerónimo.
Mucho o poco, Eusebio de Emesa pudo haber impulsado a Jerónimo
a reconsiderar completamente el valor de la Biblia hebrea.
Con su traducción en 405, llamada iuxta Hebraeos, para distin-
guirla de la Vetus latina del s. II, que había sido traducida según Sep-
tuaginta, su novedad no fue sólo una cuestión de estilo, sino que creó
una nueva Biblia para la Iglesia, motivado por una vuelta a la Hebrai-
ca veritas. Aparte de una pequeña población de cristianos que había
usado la peshitta siriaca basada en la Biblia hebrea, era la primera
vez en la historia cristiana que otra Biblia no basada en Septuaginta
era promovida para uso de la Iglesia. Durante 400 años la mayoría
de los cristianos habían oído y leído la Septuaginta y las traducciones
nacidas de ella. La ambigüedad de Jerónimo sobre sus motivos para
el cambio a la Hebraica veritas debería ser vista en el contexto polí-
tico de su tiempo. Los ss. IV y principios del s. V fueron tumultuosos
en el Imperio romano pero también en las relaciones entre judíos y
cristianos. Y en este tenso clima político, un contemporáneo de Je-
rónimo, obispo en el norte de África, consideró la nueva traducción
latina una amenaza para la unidad de una todavía frágil Iglesia.
Indiferente a la erudición de Jerónimo, Agustín mantuvo la au-
toridad de la Biblia griega como la Biblia de la Iglesia. Apeló a la his-
toria del uso cristiano de Septuaginta, empezando con los escritores
del NT, y dándose cuenta de que las iglesias en el Oriente todavía la
estaban usando; cualquier cambio en el Occidente podía acabar en
un cisma. El desacuerdo entre los dos hombres estaba también liga-
do a sus respectivas filosofías del lenguaje. Para Jerónimo, la verdad
se podía encontrar en la lengua hebrea por sí misma; el signo era
III
Por otra parte, es una obra completa que nos adentra en el mun-
do de la Septuaginta desde todos los ámbitos: además de dar un vi-
sión general sobre la historia del texto hebreo y el texto griego, su
formación y transmisión, las referencias contextuales de la obra le
dan consistencia argumental: el AT, los manuscritos del Mar Muerto,
los orígenes del cristianismo, el NT, los Padres de la Iglesia, su deve-
nir a lo largo de la historia. En la misma línea, en España, contamos
con las grandes contribuciones al tema de Natalio Fernández Mar-
cos9, a quien Law le menciona en el primer capítulo con gratitud.
El hilo conductor del libro –la multiplicidad, la fluidez, la plu-
ralidad textual– abre un mundo de futuros estudios que incluso en
muchos casos son indicados por el autor. Un ejemplo de ello es el
impacto que supone la recuperación de este texto en la formación de
la teología y la vida religiosa en la Iglesia primitiva. La Septuaginta
permanece en el corazón de la iglesia primitiva e influyó notable-
mente en la formación de su teología.
No menos importante es señalar –añadido al renacimiento de los
estudios de Septuaginta– el hecho de que hoy día estamos asistiendo
por primera vez en muchos países a la primera traducción en len-
guas modernas: inglés (Oxford University Press, Oxford 2007), ale-
mán (Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart 2009), francés (Éditions du
Cerf, París 2011), italiano (Edizioni Dehoniane, Roma 1999-), japonés
(Kawade-Shobo Shinsha, Tokio 2002-), español (Sígueme, Salamanca
2008-). En esta última, es N. Fernández Marcos junto a Mª Victoria
Spottorno Díaz Caro quienes coordinan esta empresa y únicamente
falta de ver la luz el último volumen, IV. Libros proféticos. Estas pu-
blicaciones son un exponente del interés que ha despertado la Biblia
griega en el área de los estudios bíblicos. Law, en muchas ocasiones
a lo largo de su libro, reclama la atención que debe merecerse en las
traducciones del AT la base de la Biblia griega; pero, como repite a
menudo, la traducción del AT en casi todas las versiones modernas
de la Biblia se basa en la Biblia hebrea. De ahí las divergencias que
encontramos en los textos.
Otro mérito reseñable de este libro es su riqueza bibliográfica,
que añadida tanto a pie de página como al final del libro nos ayuda
a adentrarnos más fácilmente en el mundo de la biblia griega judía
o Septuaginta. Dividida en áreas, y completamente actualizada, el
elenco presentado inicia y guía magníficamente en la materia.
9
Con títulos como The Septuagint, London 2004, o Septuaginta. La Biblia
griega de judíos y cristianos, Salamanca 2008.