Cuatro Virtudes Esenciales

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CUATRO VIRTUDES ESENCIALES

(Marcos 2:1–12)
INTRODUCCIÓN: este milagro parece haber causado tal impresión a los que lo presenciaron que lo encontramos en
3 de los 4 evangelios. Tuvo lugar en Capernaúm, donde estaba la casa de Pedro. Allí Jesús hizo muchos milagros
que admiraron, pero no convirtieron a la gente (véase Mt. 9:8, Mr. 2:12 y Lc. 5:26). Vivían bajo los rayos del Sol de
Justicia (Mal. 4:2), pero sus corazones permanecían fríos. No en vano Jesús tuvo que decir (Mt. 11:23, 24):
«Pero he aquí que en el seno de una ciudad tan endurecida había un pequeño grupo de 4 hombres muy diferentes de
los demás, pues poseían cuatro virtudes esenciales para todo cristiano».
1. Compasión: por su convecino inválido. En griego se llama «sentir en las entrañas» (véase Flm. 7 y 20 con Mt.
9:36). Estos hombres sintieron lo mismo que Jesús, lo que llamamos nosotros dolor de corazón si queremos
asemejarnos al Maestro.
2. Confianza: en el poder de Jesús para curarle. Cuando nos proponemos traer almas necesitadas a Cristo debemos
confiar en que el Señor es poderoso para obrar el milagro de la conversión, hasta el punto de contagiar nuestra fe a la
persona necesitada. Muchas veces nos desalentamos pensando que no harán caso. ¿Cómo podremos comunicar
nuestra fe a tales personas? (ejemplo de cuando recomendamos a médicos expertos). Jesús es el mayor médico del
alma y ha obrado maravillas aún hoy día, mediante su espíritu (cítense ejemplos).
3. Colaboración: un solo hombre no habría podido llevar el paralítico a Jesús. Muchas veces el espíritu de
colaboración con otros creyentes es un medio eficaz para traer un alma determinada a Cristo, pues el testimonio de
varios es mucho más eficaz que el de una sola persona (ejemplo de una barca de remos). Nuestros hermanos pueden
tener defectos, pero si son creyentes sinceros nada debe impedir nuestra colaboración.
4. Cuidadosos: no trataron de meter al enfermo en medio de la multitud, abriéndose paso a empujones; con ello
habrían perjudicado a muchos oyentes y sobre todo al mismo enfermo. Planearon una estratagema ingeniosa. Subir a
la terraza y abrir un boquete (esto resultaba fácil en casas orientales). ¡Cuánto más cuidado debemos tener para no
escandalizar con palabras o hechos imprudentes a las almas enfermas.
CURACIÓN DEL PARALÍTICO
(Marcos 2:1–12)
INTRODUCCIÓN: puede usarse la de Mt. 9:1–9. Esta curación es un exponente y ejemplo de la curación espiritual
del pecado, considerando los hechos…
1. Un hombre paralítico (v. 3): la parálisis inmoviliza toda acción física. El pecado paraliza toda actividad espiritual.
La víctima no puede andar con Dios, y muchas veces no es capaz de realizar lo que su conciencia le indica que
debiera hacer (véase Ro. 3:9–12, 18–19, 20).
2. Una buena voluntad dispuesta al esfuerzo y sacrificio (v. 4): la simpatía personal debe promover el esfuerzo para
llevar almas a Cristo. No esperar que vengan, sino nosotros ir a ellos y traerles al Señor o al lugar donde pueden
encontrarle. Allí donde se predica el Evangelio. Muchos no son capaces de venir solos. Jesús dijo: «Id y predicad».
3. Una perseverancia invencible (v. 4): Satanás siempre pone dificultades delante de los que quieren llevar a cabo su
obra (Mr. 10:48). Aquí el Señor recompensó la fe perseverante de sus amigos, curando al enfermo:
4. Un perdón inesperado (v. 5): ellos buscaban la curación física del enfermo, pero Cristo le dio mucho más; como
dice el apóstol: «Más de lo que pedimos o entendemos» (Ef. 3:20), al darle el perdón de los pecados que valía mucho
más porque es para la eternidad. Poder para servir a Dios es más importante que poder para servirse a sí mismo.
5. Una percepción inescapable (vv. 6, 8): el Señor percibió lo que estaban pensando «en sus corazones». Parece que
ni siquiera lo habían expresado en susurro entre ellos; pero Dios ve el corazón; nada puede escapar a sus ojos
escrutadores (Jer. 17:10, Ro. 14:10–12; He. 4:12, 13).
6. Un poder incomparable (v. 11): «¿Quién puede perdonar pecados sino solamente Dios?»—decían dentro de sí los
que no podían adivinar quién era Jesús; pero la curación del paralítico demostró quién era; por lo tanto, tenía
potestad para perdonar (Hch. 5:31; Mr. 10:43).
7. Una proclamación imprescindible (v. 12): los circunstantes testificaron de lo que habían visto. ¡Cuánto más lo
haría el paralítico sanado! El poder de Cristo capacita al hombre para proclamar su amor. Hay una facilidad hasta
en el habla en los recién convertidos: el amor de Cristo constriñe a proclamar su poder (Mr. 5:19, 20; 1 Co. 9:16).
¿Sentís vosotros, amigos, este amor y gratitud que os hace obrar? Es el Espíritu de Dios que está en vosotros. De
otro modo, temed por vuestras almas.

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