Tiqqunim ¿Cómo Hacer
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I
VEINTE AÑOS. Veinte años de contrarrevolución. De contrarrevolución preventiva.
En Italia.
Y fuera de Italia.
Veinte años de un sueño espinoso con cercas. De un sueño de los cuerpos,
impuesto por el toque de queda.
Veinte años. El pasado no pasa. Porque la guerra continúa. Se ramifica. Se
prolonga.
En una reticulación mundial de dispositivos locales. En una calibración inédita de
las
subjetividades. En una nueva paz superficial.
Una paz armada
bien hecha para cubrir el desenvolvimiento de una imperceptible
guerra civil.
y después duraderamente,
toda una compleja máquina para neutralizar lo que era portador de intensidad. Una
máquina para desactivar todo lo que pudiera explotar.
Todos los dividuos de riesgo,
los cuerpos indóciles,
las agregaciones humanas autónomas.
Luego fueron veinte años de estupidez, vulgaridad, aislamiento y desolación.
¿Cómo hacer?
Alzarse. Alzar la cabeza. Por elección o por necesidad. Poco importa, en verdad,
desde ahora.
Mirarse a los ojos y decir que recomenzamos. Que todo el mundo lo sepa, lo más
rápido posible.
Recomenzamos.
Se acabó la resistencia pasiva, el exilio interior, el conflicto por sustracción, la
supervivencia. Recomenzamos. En veinte años, hemos tenido tiempo para ver.
Hemos comprendido. La demokracia para todos, la lucha “antiterrorista”, las
masacres de Estado, la reestructuración capitalista y su Gran Obra de depuración
social,
mediante selección,
mediante precarización,
mediante normalización,
mediante “modernización”.
Hemos visto, hemos comprendido. Los métodos y los objetivos. El destino que SE
nos reserva. Y el que SE nos niega. El estado de excepción. Las leyes que ponen a la
policía, la administración y la magistratura por encima de las leyes. La
judicialización, la psiquiatrización, la medicalización de todo lo que se sale del
cuadro. De todo lo que se fuga.
Hemos visto. Hemos comprendido. Los métodos y los objetivos.
Cuando el poder establece en tiempo real su propia legitimidad,
cuando su violencia deviene preventiva
y su derecho es un “derecho de injerencia”,
entonces ya no sirve de nada tener razón. Tener razón contra él.
Hay que ser más fuerte, o más astuto. Es por esto
también
que recomenzamos.
o filósofo.
SE quiere contener entre los bordes de una identidad el curso imprevisible de mis
devenires.
SEme quiere convertir a la religión de una coherencia
que SE ha escogido para mí.
Cuanto más soy reconocida, más mis gestos se encuentran entrabados, interiormente
entrabados. Heme aquí capturada en la malla ultraceñida del nuevo poder. En las
redes impalpables de la nueva policía: LA POLICÍA IMPERIAL DE LAS CUALIDADES.
Existe toda una red de dispositivos en los que me hundo para “integrarme”, y que
esas cualidades me incorporan.
Todo un pequeño sistema de fichaje, identificación y policiaje mutuos.
Toda una prescripción difusa de la ausencia.
Todo un aparato de control comporta/mental, que apunta al panoptismo, a la
privatización transparencial, a la atomización.
Y dentro del cual forcejeo.
II
¿CÓMO HACER? No ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? La cuestión de los medios.
No la de los fines, de los objetivos,
de lo que hay que hacer, estratégicamente, en absoluto.
La cuestión de lo que podemos hacer, tácticamente, en situación,
y de la adquisición de esa potencia.
¿Cómo hacer? ¿Cómo desertar? ¿Cómo marcha ello? ¿Cómo conjugar mis heridas y
el comunismo? ¿Cómo permanecer en guerra sin perder la ternura?
La cuestión es técnica. No un problema. Los problemas son rentables.
Alimentan a los expertos.
Una pregunta.
Técnica. Que se redobla en cuestión de las técnicas de transmisión de esas técnicas.
¿Cómo hacer? El resultado contradice siempre al fin. Porque plantear un fin
es todavía un medio,
otro medio.
¿Qué hacer? Dicho de otra manera: vivir es inútil. Todo lo que no has vivido, la
Historia te lo devolverá.
¿Qué hacer? Es el olvido de sí que se proyecta sobre el mundo.
Como olvido del mundo.
¿Cómo hacer? La cuestión del cómo. No de eso que un ser, un gesto o una cosa es,
sino de cómo es lo que es. De cómo sus predicados se relacionan con él.
Y él con ellos.
Dejar ser. Dejar ser la abertura entre el sujeto y sus predicados. El abismo de la
presencia.
Un hombre no es “un hombre”. “Caballo blanco” no es “caballo”.
La cuestión del cómo. La atención al cómo. La atención a la manera en que una
mujer es, y no es,
una mujer — hacen falta dispositivos para hacer de un ser de sexo femenino “una
mujer”,
o de un hombre con la piel negra “un Negro”.
La atención a la diferencia ética. Al elemento ético. A las irreductibilidades que lo
atraviesan. Lo que pasa entre los cuerpos en una ocupación es más interesante
que la ocupación misma.
¿Cómo hacer? quiere decir que el enfrentamiento militar con el Imperio debe estar
subordinado a la intensificación de las relaciones en el interior de nuestro partido.
Que lo político no es más que cierto grado de intensidad en el seno del elemento
ético. Que la guerra revolucionaria no debe ser ya confundida con su
representación: el movimiento bruto del combate.
La cuestión del cómo. Volverse atento al tener-lugar de las cosas, de los seres. A su
acontecimiento. A la obstinada y silenciosa prominencia de su temporalidad propia
bajo el aplastamiento planetario de todas las temporalidades
por la de la emergencia.
El ¿Qué hacer? como ignorancia programática de esto. Como fórmula inaugural
del desamor atareado.
El ¿Qué hacer? regresa. Desde hace varios años. Desde mitad de los años 90, más
que desde Seattle. Una recuperación de la crítica hace como si se enfrentara al
Imperio
con los eslóganes, las recetas de los años 60. Salvo que esta vez se simula.
Se simula la inocencia, la indignación, la buena conciencia y la necesidad de
sociedad. Se vuelve a poner en circulación toda la vieja gama de los afectos
socialdemócratas. De los afectos cristianos.
Y de nuevo, las manifestaciones. Las manifestaciones mata-deseos. Donde no pasa
nada.
Y que ya no manifiestan
más que la ausencia colectiva.
Para siempre.
Para los que tienen nostalgia de Woodstock, de la ganja, de mayo del 68 y del
militantismo, están las contracumbres. SE ha reconstituido el decorado, menos lo
posible.
He aquí lo que comanda el ¿Qué hacer? hoy en día: ir hasta la otra parte del mundo a
protestar contra
la mercancía global
para volver, tras un gran baño de unanimismo y separación mediatizada,
a someterse a la mercancía local.
De regreso, está la foto en el periódico… ¡Todos a solas juntos!… Había una vez…
¡Qué juventud!…
Lástima por esos cuantos cuerpos vivos extraviados allí, buscando en vano un
espacio
para su deseo.
Regresan un poco más fastidiados. Un poco más vaciados. Reducidos.
De contracumbre en contracumbre, acabarán por fin de comprender. O no.
III
ES MARTES 17 de septiembre de 1996, poco antes del alba. El ROS (Reagrupamiento
Operacional eSpecial) coordina en toda la península el arresto
de 70 anarquistas italianos.
Se trata de poner término a 15 años de investigaciones infructuosas de los
anarquistas insurreccionalistas.
La técnica es conocida: fabricar un “arrepentido”, y hacerle denunciar la existencia
de una vasta organización subversiva jerarquizada.
Después acusar sobre la base de esta creación quimérica a todos aquellos a los que
se quiere neutralizar por formar parte de ella.
Una vez más, secar el mar para tomar los peces.
Incluso cuando no se trata más que de un estanque minúsculo.
Y de algunos gobios.
Imperio, es decir que los medios de producción se han vuelto medios de control al
mismo tiempo que lo contrario se verificaba.
Imperio significa que de ahora en adelante el momento político domina
al momento económico.
Y contra esto, la huelga general ya no puede nada.
Lo que hay que oponer al Imperio es la huelga humana.
Que nunca ataca las relaciones de producción sin atacar al mismo tiempo
las relaciones afectivas que las sostienen.
Que socava la economía libidinal inconfesable,
que restituye el elemento ético —el cómo— reprimido en cada contacto entre los
cuerpos neutralizados.
La huelga humana es la huelga que, allí donde SE esperaba
tal o cual reacción previsible,
tal o cual tono apenado o indignado,
PREFIERE NO.
En la guerra presente,
en la que el reformismo de emergencia del Capital tiene que tomar los hábitos del
revolucionario para hacerse entender,
en la que los combates más demókratas, aquellos de las contracumbres,
recurren a la acción directa,
un papel nos está reservado.
El de mártires del orden demokrático,
que golpea preventivamente todo cuerpo que pudiera golpear.
Debería dejarme inmovilizar ante una computadora mientras las centrales nucleares
explotan, mientras que SE juega con mis hormonas o a envenenarme.
Debería entonar la retórica de la víctima. Ya que, es sabido,
todo el mundo es víctima, incluso los opresores mismos.
Y saborear que una discreta circulación del masoquismo
reencante la situación.
Así,
de huelga humana
en huelga humana, propagar
la insurrección,
donde ya sólo hay,
y donde somos todos,
singularidades
cualesquiera.
*
Este texto fue escrito en vista de una publicación, en la primavera de 2001.