Amazonia Sin Mitos
Amazonia Sin Mitos
Amazonia Sin Mitos
La Amazonia nació de mitos. Su propio nombre se deriva de mujeres míticas, consideradas los
seres más fuertes y feroces que se haya conocido. Lo que estas mujeres imaginarias ofrecían a
los pueblos antiguos es lo que la Amazonia todavía parece proporcionar a muchos; un caudal
de malentendidos y sueños, un objeto de deseos y verdades a medias. En síntesis, una
seductora tierra de mitos.
Los malentendidos del hombre moderno acerca de la Amazonia son comprensibles, porque la
Amazonia encarna superlativos de resonancia mítica: el río más grande y caudaloso del
planeta, el mayor número de plantas y animales, el bosque tropical húmedo más extenso.
Quizá los mitos que aprendimos contribuyeron a engendrar las falsedades que confrontamos
como adultos: los mitos de una Amazonia singular, la Amazonia virgen y vacía, la Amazonia
rica, la Amazonia pobre y frágil, el indígena amazónico como obstáculo para el progreso. La
existencia de estos mitos pone en evidencia la necesidad de un análisis informado.
DESTRUYENDO MITOS
Uno de los primeros mitos fue el de El Dorado, nacido en épocas de la conquista y que no
merece el comentario de este documento. Sin embargo subsisten otros mitos muy influyentes.
Entre estos destacan: (I) La homogeneidad de la Amazonía; (ii) El mito del vacío o de la
virginidad amazónica; (iii) El mito de la riqueza y, a la par, el mito de la pobreza amazónica (iv)
El de la Amazonía "pulmón de la Tierra"; (v) El mito del indígena "freno para el desarrollo"; (v)
El mito de la Amazonía como solución o panacea para los problemas nacionales y por último,
(vi) El mito de la Internacionalización de la Amazonía".
Con demasiada frecuencia se cree que la Amazonía es un solo manto verde, enorme y
uniforme, interrumpido por grandes ríos sinuosos. Ninguna visión de la Amazonía es tan irreal
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como esa. La Amazonía contiene una tremenda diversidad tanto natural como política y social.
Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que dentro de la cuenca amazónica existen muchas
amazonias o muchas facetas geográficas y ecológicas de la misma. La visión del inmenso
bosque denso y húmedo, donde el explorador tenía que luchar contra el calor, las lluvias, los
indígenas, los mosquitos y las pirañas, se ha traducido en la denominación de “Infierno verde".
Esta concepción de la Amazonía uniforme, homogénea, se puede considerar como la madre
de todos los demás mitos.
Es común referirse a la Amazonía como a una "de las últimas fronteras de la humanidad" y a
que es un “inmenso espacio vacío" que es necesario ocupar. Algunos llegan al punto de creer
que se trata de "una región virgen". Estas ideas son comunes tanto en los países
extrarregionales, especialmente los del hemisferio norte, como en los de la misma región. Los
primeros centran su preocupación en conservar intacta la Amazonía como una reserva natural
para toda la humanidad, olvidando que hay gente que vive en la región y que necesita
prosperar. En cambio, algunas de las naciones bajo cuya jurisdicción se encuentra la
Amazonía, la han considerado y la consideran como una de las grandes posibilidades de
explotar riquezas naturales, extender la frontera agrícola y descongestionar las zonas
periféricas volcando poblaciones hacia ella, ignorando asimismo que allí ya hay habitantes y
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que estos, también tienen derechos.
Por otra parte, la Amazonía es una región llena de posibilidades económicas con base en las
materias primas que puede proveer. En ese sentido, el desarrollo es en el momento una
condición esencial para su conservación, donde la biodiversidad y la diversidad cultural
deberán jugar un papel importante (Weigel, 1990). No obstante se reconoce la baja densidad
demográfica del interior amazónico, contrastando con la concentración de la población en las
grandes ciudades de la región.
La exuberante vegetación tropical Amazónica ha hecho creer que el suelo que la sustenta es
rico. Por otra parte, el desconocimiento de la forma de vida y de producción de los pueblos
indígenas indujo a creer que los trópicos húmedos son una suerte de paraíso terrenal, donde el
entorno provee todo lo necesario para vivir, simplemente extendiendo la mano para cosechar.
Aún hoy en día prevalece en diversos grupos de la sociedad el mito de esa riqueza. Así, se
habla de las "ubérrimas tierras” de la Amazonía, que constituyen un "emporio de riqueza", cuya
explotación “llenaría la despensa" de los países del área.
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demostración más palpable que la riqueza, en especial la de los suelos, es sólo aparente, o
que no se lograron detectar las auténticas posibilidades que ofrece la región.
El mito de la riqueza amazónica ha alentado también una salida fácil a los países para los
problemas de población, justicia y pobreza. En lugar de resolverlos donde ocurren, estos
problemas han sido exportados a la Amazonía. Los países andinos en general han preferido
colonizar la Amazonía y enviar hacia ella a los pobladores empobrecidos de los Andes, antes
que desarrollar los altiplanos e implantar reformas sociales. El caso del Brasil es similar, en
relación a la población del Nordeste y del Sur.
Mientras que por un lado la producción ganadera a pesar del apoyo oficial y de los subsidios,
sólo demuestra magros resultados, la mayor parte de las proteínas consumidas en la región
siguen obteniéndose de la producción natural de los ecosistemas en forma de pescado y carne
de animales silvestres, con excepción en las áreas metropolitanas, que generalmente importan
sus alimentos de otras regiones.
Un alto porcentaje, en algunos casos hasta el 80 por ciento, de las tierras actualmente
ocupadas en la Amazonía por la agricultura y la ganadería, están abandonadas y en la mayor
parte de los países de la región, se ha producido un fenómeno ininterrumpido de abandono de
tierras, que perdieron rápidamente su fertilidad, para abrir nuevas áreas en busca de "tierras
frescas o fértiles" para poder subsistir. En el Brasil, se calcula que en la actualidad hay más de
cinco millones de hectáreas de pastos degradados o improductivos (Serrao, 1990). En el caso
de Perú y Bolivia la ganadería y los cultivos legales, que fracasaron, fueron reemplazados en
algunas áreas por el cultivo de la coca orientado hacia la producción de cocaína. De esta
manera las colonizaciones han desatado, en varios casos, una cadena de migraciones internas
para ocupar nuevas tierras. También es necesario mencionar que una parte de los colonos han
regresado a su lugar de origen o han emigrado hacia las ciudades de la región,
desencadenando un crecimiento urbano difícil de controlar y generando problemas adicionales
de pobreza y marginalidad en los cinturones urbanos. Una parte del desarrollo y ocupación de
la Amazonía se basó en su "enorme riqueza forestal" Sin embargo, debido a su extrema
diversidad, los bosques amazónicos son más difíciles de explotar de modo sustentable que sus
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equivalentes de Asia y África, que tienen una mayor proporción de maderas comerciales.
La Amazonía es una región que ofrece verdaderas posibilidades para un desarrollo sostenible,
porque contiene muchos recursos naturales no utilizados o poco utilizados, en forma de
minerales, hidroenergía, biodiversidad y aún en suelos. Las exploraciones más recientes
demuestran que la región contiene importantes recursos naturales no renovables como
petróleo, gas, oro, uranio y hierro, entre otros. Algunos países, como Ecuador, Perú y
recientemente Colombia y Brasil, han descubierto yacimientos importantes de petróleo y gas, y
una parte de su economía se basa en la explotación de los mismos. En el caso del Brasil se
han descubierto minerales de bauxita, cobre y hierro que corresponden al 88, 75 y 35 por
ciento, respectivamente, del total de las reservas del país (Reis y Margulis, 1990). La cuenca,
especialmente las vertientes orientales andinas, contiene un gran potencial hidroenergético,
muy poco explotado aún, que tendrá cada vez mayor importancia económica con el desarrollo
futuro de los países de la cuenca, como alternativa para los grandes embalses en la parte baja,
y para generar energía limpia. Por ejemplo, el Perú tiene el 78 por ciento (= 286,8 TWh) de su
potencial hidroenergético en las vertientes orientales andinas de su territorio, y Brasil el 45 por
ciento (= 900,5 TWh) de su potencial en la región misma (Dourojeanni, 1982).
Muchas discusiones giran en torno a la pobreza de los suelos amazónicos. La gran pregunta
es si son ricos o pobres, para producir qué y cómo. Mientras, por una parte, existe consenso
sobre la pobreza en nutrientes de la mayor parte de los suelos, por otra parte también existen
tecnologías con alto aporte de insumos para hacerlos productivos. Aunque las opiniones
difieren, existen cálculos según los cuales un tercio de suelos amazónicos son aptos para fines
agropecuarios, siempre y cuando se utilicen insumos y tecnologías adecuadas. Sin embargo
este cálculo no se puede sustentar, ya que las tecnologías apropiadas son demasiado
costosas y poco disponibles hasta el presente.
Aquí otra vez se repite el fenómeno de la tecnología externa: se ha puesto gran énfasis en el
desarrollo de la piscicultura con especies introducidas, como la tilapia, en lugar de investigar y
aprovechar el verdadero potencial de las especies nativas (FAO, 1990).
El mito de la pobreza revela, una vez más, que no se han generado estrategias de desarrollo
desde una visión amazónica, sino que ha predominado el enfoque foráneo fundado en
verdades a medias.
Los que buscan argumentos de gran efecto apelan inclusive a tonos apocalípticos para
"defender" la Amazonía, propagando datos alarmantes sobre lo que significaría la destrucción
a gran escala de los bosques amazónicos a nivel global y afirmando que se destruiría uno de
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los "pulmones de la Tierra". En muchos casos se sigue esgrimiendo el argumento de que la
Amazonía produciría el 80 por ciento del oxígeno del mundo. Esto es probadamente falso.
Cuando se afirma que la Amazonía produce un alto porcentaje del oxígeno del planeta se
desconoce la extensión e importancia de los mares en este sentido; se parcializa la
importancia de una región tropical sobre todos los trópicos, y se olvida que el bosque maduro
tiene un balance casi perfecto entre producción de oxígeno y fijación de CO 2. Durante el día el
bosque fija por fotosíntesis en promedio 2,8 kg de carbono/ha/hora, mientras una cantidad
semejante sería consumida a través de la respiración de la biota del suelo (1,8 kg de
carbono/ha/hora) y la respiración de los árboles, estimada en cerca de 1,0 kg de
carbono/ha/hora (Wofsy et al., 1988). Otros cálculos (carbono orgánico transportado por año
por el río Amazonas, cantidad de carbono exportado por ha/día, etc.) que demuestran el
equilibrio de diversos procesos medioambientales en la amazonia, llevan a la conclusión de
que es improbable que la Amazonía, estando en equilibrio, sea el "pulmón de la Tierra" o un
sumidero significativo de CO2 (Victoria et al., 1991). Por otra parte los bosques maduros
mantienen cautiva una gran cantidad de carbono, que se libera en forma de CO 2 al quemarlos.
Aquí existe un problema real, pues con la quema de los bosques amazónicos se liberan
cantidades importantes de CO2 a la atmósfera, contribuyendo al efecto invernadero y al
calentamiento climático global.
Especialmente en los países de la cuenca, los pueblos indígenas han sido y son considerados
como un obstáculo para el desarrollo, la conquista y la colonización de la Amazonía. La razón
está en las tierras que ocupan desde tiempos remotos, en su forma de utilizar los recursos y en
su cultura. Recién durante los últimos decenios del presente siglo se logró introducir en la
normatividad jurídica de los países de la cuenca algunas reglas que garantizan el derecho a la
tierra de los pueblos indígenas y esto, apenas en forma parcial. El reconocimiento de sus
territorios ancestrales y del uso de los recursos naturales con fines de autoabastecimiento se
ha logrado también sólo en parte. Entre los colonos ansiosos de ocupar esas tierras y los que
preconizan teorías desarrollistas, sigue prevaleciendo el concepto que los pueblos indígenas
tienen "demasiadas tierras" y que "no producen para el desarrollo del país". Tampoco ha sido
esclarecido, conceptual y legalmente, el derecho de los indígenas a la tierra y a territorios más
extensos para garantizar la cultura y la organización de los pueblos indígenas y su libertad de
vivir según sus patrones propios y ancestrales.
Durante más de cuatro siglos se ha perseguido un objetivo muy claro, tanto en la época
colonial como en la independiente de los países de la cuenca: que los pueblos indígenas
deben ser civilizados y adoptar la cultura y la religión occidentales para tener derecho a la
ciudadanía y poder decidir sobre su futuro. Por estas razones durante siglos, los pueblos
indígenas fueron objeto de agresiones territoriales y culturales, que han generado graves
problemas para ellos. Los misioneros, los conquistadores, los caucheros, los colonos y los
"garimpeiros", han agredido y siguen agrediendo a los indígenas con el objeto de convertirlos a
la religión cristiana, civilizarlos o esclavizarlos, o quitarles sus tierras y recursos. Muchos
grupos indígenas han desaparecido y otros están con problemas graves de autoabastecimiento
de recursos y de tipo social.
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desarrollo sostenible. Los pueblos indígenas conocen el ambiente y los recursos del bosque y
de las aguas; han desarrollado tecnologías adecuadas para los cultivos; han domesticado
plantas y animales; conocen y saben aprovechar las propiedades de miles de plantas
silvestres, y, en fin, son capaces de contribuir realmente a mejorar los sistemas de producción
para la región.
Hoy en día ya no es posible, a no ser en pueblos indígenas no contactados, que son muy
pocos, partir del enfoque de la validez absoluta del modelo indígena. Mas bien se hace
necesario estudiar y descubrir los aportes que dicho modelo puede dar para un desarrollo
sostenible y modernizar tecnologías ancestrales de reconocida validez. Una visión
absolutamente indigenista del desarrollo amazónico no sólo no es viable, sino que constituye
un mito más. También es inviable, en la actualidad, partir del concepto del indígena ignorante y
prescindir de sus conocimientos, cultura, tecnologías y organización social. Mas bien ha
quedado establecido que la solución está en un justo y objetivo equilibrio entre ambas
tendencias: tomar lo útil del modelo indígena, y reconocer que el desarrollo sostenible
amazónico tiene mucho que aprender de este modelo.
Los países andinos tienen problemas sociales y económicos muy agudos en las tierras altas,
mientras que Brasil los tiene principalmente en el Nordeste, semiárido y pobre, y en el Sur,
donde el éxodo de la mano de obra rural ha sido intenso debido a la ausencia de
oportunidades de empleo o de procesos de reforma agraria, entre otros problemas, y por el
progresivo proceso de modernización de la agricultura. Para solucionar estos problemas
iniciaron importantes programas de colonización de la porción amazónica de sus territorios,
inducidos por los mitos del vacío amazónico y de la feracidad de las tierras, las colonizaciones
fueron acompañadas de programas viales, la reubicación de pobladores de las áreas
periféricas deprimidas, y la construcción de infraestructura urbana y de abastecimiento de
energía.
Desde su independencia, los países amazónicos han debido asumir la defensa de la Amazonía
ante agresiones de carácter económico provenientes de fuera de la región. Durante la década
de los años 60 se hablaba con frecuencia de que la Amazonía era considerada como un
refugio eventual en caso de guerra nuclear. De hecho, organizaciones militares de algunos de
esos países financiaron investigaciones científicas en la región. Previamente, los países
amazónicos debieron reaccionar enérgicamente contra iniciativas tales como las del Hudson
Institute, que propuso crear inmensos lagos artificiales en la cuenca, lo que habría tenido
incalculables impactos ambientales y sociales negativos. Sin embargo, hasta fines de la
década de 1960 ni se había mencionado una idea como la internacionalización de la
Amazonía.
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internacionalización de la Amazonía". En verdad, la idea de que la Amazonía podría ser
internacionalizada, no ha sido planteada jamás por ninguna nación en el mundo. La idea en si
misma es absurda, pues la Amazonía por importante que sea, no es de ningún modo la única
región que tiene importancia ecológica mundial. Muchas otras regiones o biomas son
igualmente importantes. Por ejemplo, los extensos bosques templados y fríos del norte de
Europa, Asia y América, que fijan tanto o más carbono que los del trópico húmedo y también,
están amenazados por el desarrollo. Ya se conoce el papel de los mares, en especial los
mares territoriales, y de los océanos, para la conservación de los recursos, hidrobiológicos y
para el equilibrio de los grandes ciclos naturales. Y al hablar de biodiversidad, debe recordarse
que otras partes del mundo son tan ricas como la Amazonía, en particular las zonas tropicales
de Asia. En la misma América del Sur, tal es el caso de la región del Chocó, que abarca la
costa pacífica de Ecuador, Colombia y Panamá. Tampoco se puede desconocer el gran
número de especies en peligro en áreas de los países desarrollados, en Hawai, California y
Australia principalmente. Internacionalizar cada parte del mundo que tenga importancia
ecológica global es, pues, simplemente absurdo, y únicamente la ignorancia o la mala fe
pueden esgrimirlo.