KNIGHT, George - Nuestra Iglesia PDF
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MOMENTOS HISTÓRICOS
DECISIVOS
La serie de
EL LEGAOO ADVENTISTA
encuentra su mejor complemento
en tres libros de la abundante
producción de George R. Knight,
publicados por esta misma editorial
o
APIA
Asociación Publicadora Interamericano
2905 NW 87 Ave. Dotal, Florida 33172, EE UU
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Está prohibida y penada por la ley la reproducción total o parcial de esta obra
(texto, diagramaci6n. imágenes), su tratamiento informático y su transmisión,
ya sea electrónica, mecánica. por fotocopia o por cualquier otro medio,
sin penniso previo y por escrito de los editores
Printed m CDIombta
2a impresión abril 2008
Contenido
13 Capítulo 1: Rafces mlllerltas
13 William Miller, el profeta renuente
17 El adventismo da un paso gigante con Joshua V. Himes
20 Charles Fitch y la "Caída de Babilonia"
22 El paso del tiempo predicho
24 El movimiento del séptimo mes y el "verdadero clamor
de medianoche"
26 El "Gran Chasco"
29 Para quienes deseen saber más
A no ser que se indique otra cosa, todas las citas de las Sagradas Escrituras
han sido tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1960.
Dedicado a
Robert y Brenda Fusté, Bond,
dos personas muy especiales en mi vida.
L'.,. de abreviaturas
1888 Materials The EUen G. White 1888 Materials (4 tomos)
A&D Wm. Miller's Apology and Defence
Adv.Rev Adventist Review
AH Adtleflt Herald
AR Adtleflt Review
AS American Sentinel 01 Religious Uberty
Cfemp Christian Temperance and Bible Hygiene,
Jaime White y Elena G. de White
EGW Elena G. de White
GCB General Conlerence Bulletin
[Boletín de la Asociación General]
JL Josiah Litch
JVH Joshua V. Himes
JW Jaime White
LS (1888) Ule Sketches ofJames
and EUen G. White (ed. 1888)
MCr Midnight Cry
MS Mensajes selectos, Elena G. de White (3 tomos)
Ms Manuscrito
MW Morning Watch
NB Notas biográficas de Elena G. de White
PE Primeros escritos, Elena G. de White
PT Present Truth
PUR Pacific Unían Recorder
RH Review and Herald
SO Spiritual Gifts, Elena G. de White (4 tomos)
ST Signs 01 the Tnnes (millerita)
T Testimonies lor the Church (Testimonios
para la iglesia) Elena G. de White (9 tomos)*
WCW William C. White
WM William Miller
• Debido a que la traducción de los nueve tomos de los Testimonios estaba conclu-
yéndose simultáneamente a esta edición de las tres obtas de EL lEGADO ADVENTIS-
TA, si la página de una referencia no corresponde con la edición en español, el lec-
tor en este caso debe acudir a la edición original en inglés.
Una palabra al lector
George R. Knight
Uni~ Andrews
Raíces milleritas
El "Gran Chasco"
El 22 de octubre, decenas de miles de creyentes permane..
cían expectantes esperando la aparición de Jesús en las nubes,
mientras que innumerables personas esperaban en la duda,
temiendo que los milleritas estuvieran en lo cierto. Pero el·
Raíces milleritas 27
día llegó y pasó, y los burladores y los indecisos cobraron áni,
mo, pero los milleritas quedaron totalmente sumidos en el
caos y el desánimo. Sus afirmaciones específicas en cuanto al
tiempo y su confianza ilimitada en la fecha del 22 de octubre
sirvió para aumentar su chasco.
El 24 de octubre, Josiah Litch le escribió a Miller: "Es un
día nublado y oscuro aquí: las ovejas están dispersas, y el
Señor todavía no ha venido" (JL a WM y JVH, 24 de octubre
de 1844).
Hiram Edson posteriormente escribió: "Nuestras esperan'
zas y expectativas más anheladas saltaron por los aires, y nos
sobrevino un espíritu de llanto como nunca antes había ex,
perimentado. Parecía que la pérdida de todos los amigos te'
rrenales no habría tenido ni punto de comparación. Lloramos
sin parar, hasta el amanecer" (H. Edson, Ms).
y Washington Morse reflexionó: "Aquel día vino y pasó,
y la oscuridad de otra noche se cerró sobre el mundo. Pero con
esa oscuridad vino una punzada de desilusi6n para los creyentes
ad~tistas que solo puede encontrar paralelo en la tristeza de los
disdpulos después de la crucifixi6n de su Señor. El paso del tiem,
po fue una amarga decepción. Los verdaderos creyentes ha,
bían abandonado todo por Cristo, y habían compartido su
presencia como nunca antes. El amor de Jesús llenaba cada
alma; y con deseo inexpresable oraban: 'Ven, Señor Jesús, y
ven pronto'; pero no vino. Yahora, al regresar a las preocupado,
nes, perplejidades y peligros de la vida, a la vista de las burlas y la
denigraci6n de los no creyentes que se mofaban como nunca antes,
habfa una terrible prueba de fe y paciencia. Cuando el hermano
Himes visitó Waterbury, Vermont, después de un tiempo, y
declaró que los hermanos deberían prepararse para otro invier,
no frío, mis sentimientos eran casi incontrolables. Abandoné
el lugar de reunión y lloré como un niño" (RH, 7 de mayo de
1901; la cursiva no figura en el original).
28 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Cabría esperar que Miller, fundador y principal dirigente del
movimiento, quedase terriblemente sacudido por la experiencia.
No obstante, mantenía una postura optimista de cara al pú..
blico. EllO de noviembre de 1844, declaro: "Aunque me he
llevado un desengaño dos veces, todavía no estoy abatido ni
desanimado. Dios ha estado conmigo en Espíritu, y ha sido
mi consuelo [...]. Aunque rodeado de enemigos y burladores,
aun así mi mente está perfectamente serena, y mi esperanza
en la venida de Cristo es tan fuerte como siempre. He hecho
únicamente lo que después de afios de reflexión sobria sentí
que era mi solemne deber [...].
"Hermanos, estén firmes, no dejen que ningún hombre
tome su corona. He fijado mi mente en otro tiempo, y así pien..
so estar hasta que Dios me dé más luz. Y ese tiempo es Hoy,
Hoy, y Hoy, hasta que él venga, y vea yo a Aquel a quien mi
alma anhela" (MCr, 5 de diciembre de 1844).
A pesar de esas palabras tranquilizadoras, la masa de mi..
lleritas probablemente abandonó su fe en la segunda venida.
Mientras tanto, quienes seguían con la esperanza del pronto
regreso de Cristo vieron cómo su movimiento, que una vez
había sido tan armonioso, se disolvía en el caos a medida que
los diferentes dirigentes y los "líderes" autodesignados plan..
teaban alegatos y contraalegatos conflictivos en cuanto al sig..
nificado de su experiencia y de la "verdad" acerca de la segun"
da venida.
De esa caldera a presión y de aquella masa informe de de..
sánimo y confusión surgiría la Iglesia Adventista del Séptimo
Día. Pero, por supuesto, nadie podría haber predicho esa va..
riación en 1844. Esta historia será el centro de nuestros dos
capítulos siguientes.
Raíces milleritas 29
Para quienes deseen saber más
Froom, LeRoy Edwin. The Prophetic Faith of Our Fathers. Washington, D.C.: Review
and Herald, 1954, t. 4, pp. 443-851.
Gordon, Paul A. Herald of the Midniglu Cry. Boise, Idaho: Pacific Press, 1990.
Knight, George R. MiIlennial Fewr and the End of the World: A Study of Mi/lerite
Adventism. Boise, ldaho: Pacific Press, 1993.
_ _ _'O Nuestra identidad: Origen y desarrollo. Doral (Florida, EE. UU.): APlA,
2007, capítulo 3.
_ _ _" ed. 1844 and the Rise 01 Sabbatarian Adventism. Hagerstown, Maryland:
Reviewand Herald, 1994, pp. 1-142. (Este tomo contiene reproducciones de
casi todos los documentos citados en este capítulo.)
Land, Gary, ed. Adventism in America: A History, ret!. eJ.. Berrien Springs, Mich.:
Andrews Universiry Press, 1998, pp. 1-28.
Maxwell, C. Mervyn. Dilo al mundo. La historia de los adtIentistas del séptimo dfa. Coral
Gables: APlA, 1990, pp. 7-48.
Neufeld, Don R, ed. The Seventh-day Adventist Encyclopedia,. 28 ed. revisada.
Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 1996, t. 2, pp. 73-82.
Nlchol, Francis D. The Midnight Cry. Washington, D.C.: Review and Herald, 1944.
Schwarz, Richard w., y Floyd Greenleaf. Ught Bearers: A History 01 the Seventh-day
Adtlentist Church. Nampa, Idaho: Pacific Press, 2000, pp. n-50.
c A P l r f l .. O 11
La era
del desarrollo doctrinal
(1844.. 1848)
El don de profecía
Íntimamente relacionado con la validez profética del me~~
saje millerita y de la exactitud de la fecha del 22 de octubre,
estaba el llamamiento de Elena Harmon (Elena G. de White
después de casarse en 1846) al ministerio profético. En no~
viembre de 1844, junto con la mayoría de los demás milleri~
tas, Elena Harmon, que tenía entonces 17 años abandonó su
creencia de que hubiera ocurrido algo el 22 de octubre. Sin
embargo, para su sorpresa, según recordó más tarde, "mien~
tras estaba orando ante el altar de la familia [en diciembre de
1844], el Espíritu Santo descendió sobre mf'. En visión, cuan~
do buscaba a sus hermanos adventistas y no los podía ver, una
voz le dijo que mirara un poco más arriba: "Y entonces[...].
alcé los ojos y vi un sendero recto y angosto [... ]. El pueblo
adventista andaba por ese sendero, en dirección a la ciudad
[celestiall que se veía en su último extremo. En el comienzo
del sendero, detrás de los que ya andaban, había una bril1an~
te luz, que, según me dijo un ángel, era el 'clamor de media
noche"'. De esta forma, Dios confirmó que la fecha del 22 de
octubre era un cumplimiento de la profecía.
La era del desarrollo doctrinal 39
"Esta luz --continuó Elena Harmon- brillaba a todo lo
largo del sendero. y alumbraba lús pies de los caminantes para
que no tropezaran. Delante de ellos iba jesús guiándolos hacia
la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros [...].
Pero [...] algunos [...] negaron temerariamente la luz que brilla-
ba tras ellos. diciendo que no era Dios quien los había guiado
hasta allí. Pero entonces se extinguió para ellos la luz que esta~
ba detrás y dejó sus pies en tinieblas. de modo que tropezaron
y. perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sen-
dero abajo. en el mundo sombrío y perverso" (PE 14. 15).
Su primera visión nos dice mucho acerca del ministerio de
Elena Harmon. Lo primero y lo principal es que nos muestra
su pasión de toda la vida: el pronto regreso de jesús y la preo-
cupación de Dios por sus hijos. Además de eso, presenta un
doble énfasis que la acompaña a lo largo de su ministerio de se~
tenta años.
El primer aspecto de ese énfasis es que en el cielo ocurrió
algo de gran importancia el 22 de octu-
bre de 1844, y que los adventistas
nunca deberían olvidar su lugar
en la historia profética. Por eso
pudo escribir después que "no
tenemos nada que temer del
futuro, a menos que olvide-
mos la manera en que el Se..
ñor nos ha conducido. y lo
que nos ha enseñado en nues-
tra historia pasada" (NB 216).
El segundo aspecto del do~
ble énfasis era que las personas
deben mantener la mirada puesta
en jesús. su Salvador. Así, los ad~
ventistas no solo son un pueblo Elena G. de White
40 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
profético distintivo, sino también un pueblo cristiano. Como
veremos en el capítulo 5, ella enfatiza enormemente este se-
gundo aspecto del doble enfoque durante el período posterior
a 1888, mientras procuraba que el adventismo colocara los dos
aspectos de su sistema de creencias en su debida perspectiva.
Durante setenta aí\os (desde 1844 hasta su muerte en
1915), Elena G. de White predicó el amor de Dios, la proxi-
midad de la venida de Cristo y el mensaje de la hora del jui-
cio de Dios. Al comienzo, por supuesto, tenía poca autoridad.
Casi todos los creyentes la percibían solo como una voz entre
muchas. Sin embargo, gradualmente, los miembros de la de-
nominación en desarrollo comenzaron a reconocer su mensa-
je profético como una comunicación de Dios para guiar a su
pueblo a través de la crisis del tiempo del fin.
No es de extraí\ar, dado el evidente fanatismo carismático
en algunos sectores del adventismo posterior a 1844, que ella
no quisiera ser la portavoz de Dios. Indudablemente, también
era consciente de que el millerismo, debido a algunas ex-
periencias tristes, tenía un profundo prejuicio en contra de
las visiones y de las revelaciones privadas. De hecho, en ma-
yo de 1845 el grupo de Albany se pronunció oficialmente en
el sentido de que no tenía "confianza alguna en ningún nue-
vo mensaje, visión, sueño, lengua, milagro, don extraordina-
rio, revelación", etcétera (MW, 5 de mayo de 1845). Nunca
ha sido fácil ser profeta de Dios, y seguía sin serlo en 1844, el
mismo aí\o en que Joseph Smith, el "profeta" mormón, per-
dió la vida a manos de una multitud airada en Illinois. Pero
Dios le dijo a Elena Harmon que la fortalecería. A medida
que iba pasando el tiempo, los adventistas se sentían cada vez
más impresionados ante la solidez de su mensaje. Al aplicar
las pruebas bíblicas de un profeta a su vida y obra, cada vez
había más personas que confirmaban su creencia en su divi-
no llamamiento.
La era del desarrollo doctrinal 41
En esta coyuntura debiéramos señalar que Elena Harmon
no fue la primera, ni la única elección de Dios para el oficio
profético entre los adventistas. Al comienzo de 1842, William
Foy, negro liberto que pertenecía a la Iglesia Bautista, recibió
varias visiones referentes a la segunda venida de Cristo y la
recompensa de los justos. Foy predicó sus mensajes durante al-
gún tiempo. Luego, inmediatamente antes del Gran Chasco,
Dios llamó a un segundo hombre, Hazen Foss, para el oficio
profético, pero rechazó cooperar y perdió el don. Foss luego
animó a Elena Harmon a no cometer el mismo error.
Antes de dejar esta sección sobre el don de profecía, debe-
mos recalcar que el don de Elena G. de White no desempe-
ñó un papel prominente en el desarrollo de la doctrina ad,
ventista. En una respuesta dada en 1874 a los críticos que
afirmaban que los adventistas del séptimo día habían recibi,
do la doctrina del santuario a través de las visiones de Elena
G. de White, el redactor jefe de la denominación respondió:
"Se han escrito cientos de artículos sobre el tema. Pero en
ninguno de ellos aparecen las visiones a las que una vez se hi,
zo referencia como autoridad en el tema, ni como fuente de
donde haya derivado ninguno de los puntos de vista que sos'
tenemos [...]. Apelamos invariablemente a la Biblia, donde
hay evidencia abundante para los puntos de vista que soste,
nemos sobre este tema" (RH, 22 de diciembre de 1874).
Lo mismo puede decirse de cada una de las grandes postu,
ras doctrinales del adventismo. El método básico empleado
por los pioneros en su formación doctrinal era estudiar la Bi,
blia hasta llegar a un consenso general. En ese punto, Elena
G. de White a veces recibía una visión sobre un tema ya estu'
diado, en primer lugar para reafirmar el consenso y para ayu'
dar a quienes todavía no estaban en armonía con la mayoría
para aceptar la exactitud de las conclusiones del grupo de,
rivadas de la Biblia. Por lo tanto, podemos considerar que el
42 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
papel de la señora White en el desarrollo doctrinal fue más de
confirmación que de iniciación del mismo. No obstante, co,
mo veremos en el capítulo 4, en el desarrollo de las posturas
relativas al estilo de vida adventista a veces desempeñó un
papel más prominente del que tuvo en la formación doctrinal.
Algunos dirigentes adventistas de los comienzos eran bas,
tante sensibles al posible uso indebido del don de profecía.
Por ejemplo, durante años los adventistas difirieron entre sí
en cuanto al momento exacto en que comenzaba y termina'
ba el sábado. Después de un estudio concienzudo de la Biblia,
se llegó a un consenso en 1855 de que el sábado comenzaba
y terminaba a la puesta de sol. Sin embargo, Bates todavía se
mantenía en la posición de que era a las seis de la tarde. En
esas circunstancias, la señora de White recibió una visión
que confirmaba la postura de puesta de sol a puesta de sol ya
establecida a través del estudio de la Biblia. Eso fue suficien,
te para hacer que Bates y sus colegas se pusieran en armonía
con el resto. Es interesante notar que esa visi6n también
cambió la posición de Elena G. de White sobre el tema.
Luego surgió la pregunta de por qué Dios simplemente no
disip610s puntos de desacuerdo dando visiones en primer lu,
gar. La respuesta de Jaime White nos brinda una interpreta,
ción crucial acerca del papel del don de su esposa. "No pare,
ce que el propósito del Señor sea instruir a su pueblo por medio de
los dones del Esp(ritu sobre cuestiones btblicas hasta que sus sier,
vos hayan investigado su Palabra diligentemente [...]. Hemos de
hacer que los dones ocupen su lugar apropiado en la iglesia. Dios
nunca los coloca en el primer puesto, pero os ordenó contar con
ellos para guiamos en el sendero de la verdad, y en el cami,
no al cielo. Él ha magnificado su Palabra. Las Escrituras del
Antiguo y del Nuevo Testamento son la lámpara para ilumi,
nar el camino hacia el reino. Sigan eso. Pero si se apartan de
la verdad bíblica, y están en peligro de perderse, puede ser
La era del desarrollo doctrinal 43
que Dios los corrija en el momento que él elija, y los lleve de
vuelta a la Biblia, y los salve" (RH, 25 de febrero de 1868; la
cursiva no figura en el original).
La quintaesencia del adventismo del séptimo día ha con,
sistido en ser un movimiento orientado hacia la Biblia que
acepta la enseñanza de las Escrituras acerca del don de profe,
cía. Sin embargo, uno de los aspectos desafortunados de la
historia adventista es que algunos miembros de iglesia han
abusado del don de Elena G. de White al darle más impor'
tancia que a la Biblia. Los esposos White y otros fundadores
del adventismo rechazaron esa posición no bíblica. El don de
profecía es una bendición para la iglesia de Dios, pero el ver,
dadero adventismo siempre ha alentado la primacía de las Es,
crituras.
El sábado
Simultáneamente a los desarrollos doctrinales menciona,
dos arriba, los adventistas que se aferraban a la enseñanza del
santuario celestial y a la validez de la fecha del 22 de octubre
comenzaron a obtener una comprensión más completa de la
ley de Dios y del séptimo día como día de reposo.
Los primeros adventistas en aceptar el séptimo día como
día de reposo se enteraron por los bautistas del séptimo día,
quienes a comienzos de la década de 1840 habían renovado su
compromiso de diseminar esta luz especial. Uno de sus miem,
bros, una enérgica mujer llamada Rachel Oakes, retó a un pre,
dicador adventista que pertenecía a la Iglesia Metodista a
guardar todos los mandamientos. Como resultado, el pastor
Frederick Wheeler comenzó a observar el sábado en la prima,
vera de 1844.
Al mismo tiempo, varios miembros de la iglesia de Washing,
ton, New Hampshire, donde Wheeler predicaba con frecuen,
cia, también comenzaron a adorar en el día de reposo bíblico.
44 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Así, la primera congregación adventista en guardar el sábado
surgió antes del Gran Chasco.
En el verano de 1844, T. M. Preble, predicador bautista
del libre albedrío que se había convenido en millerita, tam,
bién aceptó el sábado a través de sus contactos con la congre,
gación de Washington. Al darse cuenta de que quedaba poco
tiempo para el advenimiento, ni Wheeler ni Preble sintieron
que era imponante preocuparse del mensaje del sábado que
acababan de descubrir.
Sin embargo, después del Gran Chasco, Preble publicó el
28 de febrero de 1845 sus creencias sobre el sábado en la pu,
blicación Hope 01 Israel [La esperanza de Israel]. Más tarde ese
año, nuevamente expuso su punto de vista en un folleto de 12
páginas con un título bien explícito: Tract, Showing That the
Seventh Day Should Be Observea as me Sabbath, Instead 01 me First
DaYi "According to the Commandment" [Folleto que muestra
que el séptimo día debiera observarse como día de reposo en
lugar del primer día; "según el mandamiento"].
En marzo de 1845 los escritos de Preble cayeron en manos
de Joseph Bates, uno de los fundadores de la Iglesia Adven'
tista del Séptimo Día. Bates aceptó el sábado y con el tiem,
po 10 companió en una reunión con Crosier, Hahn y Edson,
y aceptaron el sábado bíblico. Entretanto, companieron sus
ideas sobre el santuario celestial con Bates, que las aceptó
prestamente por su sólida base bíblica. De este modo, hacia
finales de 1845 y comienzos de 1846 se empezó a formar un
grupito de creyentes adventistas en tomo a las doctrinas
combinadas del ministerio de Cristo en el santuario celestial
y la naturaleza vinculante del sábado como día de reposo. En
10 sucesivo de nuestro análisis, nos referiremos a ellos con la
designación de adventistas observadores del sábado. Ellos for,
maron el núcleo de 10 que, a comienzos de la década de 1860,
se transformó en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
La era del desarrollo doctrinal 4S
El ex capitán Bates, mientras tanto, en agosto de 1846,
publicó un folleto titulado The Seventh Day Sabbadl, a Perpetual
Sign [El sábado, señal perpetua]. Bates también sirvió de ins~
ttumento para presentarles el sábado como día de reposo a
Jaime White y a Elena Harmon (que se casaron el 30 de agos~
to de 1846). Años más tarde, Elena G. de White recordó que
"en el otoño de 1846 comenzamos a observar el día de repo~
so bíblico, y también a enseñarlo y defenderlo" (PE, xx). Así,
los tres fundadores del adventismo del séptimo día se unieron
en la doctrina del sábado hacia finales de 1846.
Bates le dio una riqueza y una significación profética al sá~
bado que nunca podría haber surgido entre los bautistas del
séptimo día. Para los bautistas, el sábado simplemente era el
día correcto. Pero con Bates, impregnado como estaba él de
una fe profética, informado por medio de un estudio amplio
de los libros de Daniel y Apocalipsis, el sábado como día de
reposo cobró una riqueza escatológica (del tiempo del fin)
que iba más allá de la esfera de la comprensión bautista.
A través de una serie de folletos, Bates interpretó el sábado
en el marco de Apocalipsis 11 al 14. Entre 1846 y 1849 hizo al
menos tres contribuciones para la comprensión profética del
sábado. Primero, comenzó a ver conexiones entre el sábado y
el santuario. A medida que estudiaba el toque de la séptima
trompeta en Apocalipsis 11: 15 al 19 (pasaje que obviamente
tiene que ver con los últimos días), Bates se sintió particular~
mente atraído por el versículo 19: ''Y el templo de Dios fue
abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo".
Bates notó un aumento reciente de artículos sobre el s¡i,
bado. ¿Por qué? Cuando el séptimo ángel comenzó a tocar su
trompeta, propuso Bates, el segundo departamento del templo
de Dios se abrió en el cielo, el arca del pacto fue revelada espi~
ritualmente y la gente comenzó a investigar las Escrituras. El
arca del pacto en el santuario terrenal, por supuesto, contenía
46 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
La inmortalidad condicional
La doctrina adventista distintiva final es la de la inmorta~
li.dad condicional. La mayoría de los cristianos a través de la
historia ha creído, siguiendo la filosofía griega, que Las perso-
nas nacen siendo inmortales. Por eso, cuando su cuerpo mue-
re, su espíritu o algo va al cielo a vivir con Dios, o a un infier-
no que arde eternamente. En otras palabras, las personas tie'
nen una inmortalidad innata. Es imposible que se mueran de
verdad dejando de existir.
Muchos eruditos bíblicos a través de la historia, al mirar el
tema desde un punto de vista hebreo en vez de griego, han
negado la enseñanza de la inmortalidad innata. Uno de ellos
era George Storrs. Después de tres años de estudio bíblico in-
tenso, este ministro metodista llegó a la conclusión en 1840
de que los seres humanos no poseen inmortalidad inherente.
La inmortalidad, sostenía, pertenece a aquellos que siguen a
Cristo, y, por lo tanto, es condicional. Quienes aceptan a Cristo
por fe tendrán la inmortalidad, mientras que quienes lo recha~
zan siguen siendo mortales.
Esa enseñanza, por supuesto, tiene implicaciones directas
para el destino de los impíos. En resumen, si los impíos no son
inmortales, no pueden arder por siempre. Serán consumidos en
el fuego del infierno, y el resultado será eterno. De esta forma.
48 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Storrs comienza a predicar el "aniquilacionismo". Creer en algo
diferente, sostenía, era impugnar el carácter amoroso de Dios.
En 1842, Storrs se unió al adventismo millerita y pronto se
convirtió en uno de los principales activistas y escritores. En
el otoño de 1844, como vimos anteriormente, llegó a ser uno
de los principales defensores del movimiento del séptimo mes.
Mientras tanto, uno de sus primeros conversos entre el cuer-
po pastoral fue Charles Fitch. "Apreciado hermano Storrs -es-
cribió Fitch el 25 de enero de 1844-, como lleva mucho
tiempo luchando en solitario las batallas del Señor, en lo refe-
rente al tema del estado de los muertos y del destino final de
los malvados, le escribo esto para decirle que, después de mu-
cha reflexión y oración, y de una profunda convicción de mi
deber para con Dios, estoy dispuesto a ponerme de su parte"
(Charles Fitch a George Storrs, 25 de enero de 1844).
Los tres fundadores del adventismo del séptimo día -Joseph
Bates y Jaime y Elena G. de White- aceptaron la enseñan-
za de la inmortalidad condicional. Para ellos no solo tenía sen-
tido bíblico, sino que parecía ser necesaria para su teología.
Después de todo, la creencia de las almas inmortales que ya
están en el cielo o en el infierno parecía echar por tierra la ne-
cesidad de las resurrecciones anteriores y posteriores al mile-
nio descritas en el Nuevo Testamento. Además, si la gente ya
tenía su recompensa, ¿por qué tener un juicio previo al adve-
nimiento, o incluso una segunda venida? De este modo, la
inmortalidad condicional formaba un eslabón integral en una
teología centrada en el ministerio de Cristo en el santuario
celestial.
La editorial
adventista
en Suiza
66 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Para finales de la década de 1850, el trabajo de publicacio~
nes de los observadores del sábado se había convertido en
una empresa importante, yen 1855 se estableció una casa
editora propia en Battle Creek, Míchigan. El problema de la
propiedad de la empresa de publicaciones con el tiempo im~
pulsó a los adventistas observadores del sábado hacia una es~
tructura organizativa más formal y amparada legalmente.
:....
metedores. Los hombres tenían exceso
UÑa Smitb,
quien durante mucho tiempo
dirigi61a Re.ñew and HeraId,
Adwncist Raliew
~. (Rwista AdtlenCista)
l: "
~~~
,M
.
d'~ en la actualidad
La era del desarrollo organizativo 77
sonas de casi toda nación" (RH, 3 de febrero de 1859). La
lógica de Smith, derivada de William Miller, era que solo ha-
da falta que el evangelio se predicase a un representante de ca-
da nación. Puesto que los Estados Unidos eran un conglome-
rado de individuos representativos de muchas naciones, pue-
de que no hiciesen falta las misiones extranjeras.
Por lo tanto, aunque la puerta cerrada había empezado a
abrirse, no se había abierto mucho. Los adventistas observa-
dores del sábado eran, en el mejor de los casos, misioneros re-
nuentes. Sin embargo, eso había de cambiar drásticamente
para finales de siglo.
Robinson, Dores Eugene. The Story of Our Health Message. Nashville: Southem Pub.
Assn., 1955.
Schwarz, Richard w., y Floyd Greenleaf. Light Bearers, pp. 100-145.
VandeVere, Emmett K. The Wisdom Seekers Nashville: Southem Pub. Assn., 1972,
pp. 1-52.
White, Arthur L. EUen G. White, t. 2, pp. 34-45, 73-127, 176-204, 297-311, 372-384.
CAP¡'f'UI.O 6
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104 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
El problema surgió cuando dos jóvenes líderes adventistas
de California comenzaron a publicar articulos en la revista
Signs oi the TImes entre 1884 y 1886 que contradecían la "tra,
dición" denominacional en desarrollo. A. T. jones, entusias,
ta estudioso de las profecías, concibi6 una nueva interpreta,
ción para uno de los diez cuernos de Daniel 7. Eso no le pare,
cio nada bien a Urías Smith, director de toda la vida de la re,
vista Review and Herald y reconocida autoridad sobre asuntos
proféticos entre los adventistas.
Por aquel entonces fue cuando, E. j. Waggoner expresó por
escrito la idea según la cual la ley mencionada en Gálatas es la
ley moral y no la ley ceremonial. George 1. Butler, presidente
de la Asociación General, vio en la posición de Waggoner las
semillas que podrían conducir al derrumbe de la posición de,
nominacional acerca de la perpetuidad de los Diez Manda,
mientos.
Estos dos asuntos adquirieron proporciones tremendas
dentro del contexto del desarrollo de la crisis de la ley domi,
nical. Estos no eran tiempos propicios para que los adventis,
tas defendieran públicamente su interpretación profética y su
teología de la ley. La crisis aumentó de grado entre 1886 y
1888, y culminó en el Congreso de la Asociación General en
octubre y noviembre de 1888. Lamentablemente, debido a la
enrarecida atmósfera producida por una tremenda carga emo,
cional y las fuertes personalidades de los participantes, el
congreso se convirtió en una confrontación con escasa mani,
festación de espíritu cristiano.
Elena G. de White apoyó el derecho de jones y Waggoner
a que se les escuchara, a pesar de las objeciones de Smith,
Butler y la mayoría de los delegados. Deploró la actitud dura
y condenatoria manifestada por el bando dirigido por Smith y
Buder, y la llamó "el espíritu de los fariseos" y "el espíritu de
Minneápolis".
La era del reavivamiento, la reforma V la expansión 105
Durante el congreso, Elena G. de White vio cada vez con
mayor claridad que los tradicionalistas carecían del amor de
Jesús en sus corazones. Se habían impregnado cabalmente
con las doctrinas adventistas distintivas referentes a la ley, al
santuario, y otras; pero no habían comprendido lo que signi-
fica ser salvos por la justicia de Cristo y santificados por su
amor, que suaviza y pacifica. Comprendió que Smith, Butler
y sus colegas necesitaban ofr más del mensaje centrado en
Cristo que Waggoner había estado predicando.
En consecuencia, ella se unió a Jones y Waggoner para en-
salzar a Jesús. Algunas semanas después escribió: "Mi gran preo-
cupación durante las reuniones era presentar a Jesús y su amor
ante mis hermanos, porque percibí evidencia definida de que
muchos de ellos no poseían el espíritu de Cristo" (1888 Mate-
riales, p. 216; la cursiva no figura en el original).
¡'Necesitamos la verdad como es en Jesús -dijo a los dirigen-
tes denominacionales durante el congreso de Minneápolis-.
Vi que preciosas almas que habrfan acep-
tado la verdad [del adventismo1 han
sido alejadas de ella por causa de
la forma como se ha manejado
esa verdad, porque Jesús no es-
taba en ella. Y esta es la raz6n
por la cual les he estado ro-
gando todo el tiempo: Que-
remos a Jesús" (ib(d., p. 153;
la cursiva no figura en el ori-
ginal).
Ciertos autores adventistas
del siglo XX han afirmado que el
mensaje de Jenes y Waggoner de
1888 era ya señero en el adven-
tismo de la época. Pero los hechos A. T. Jones
106 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
no respaldan su opinión. Al contrario, dos de los participan'
tes más influyentes en 1888 contradijeron repetidamente esa
afirmación.
E. J. Waggoner, por ejemplo, escribió: "No considero este
punto de vista que defiendo como si fuera una nueva idea
[...]. No es una nueva teoría doctrinal". Luego arguyó que
aceptar su posición "simplemente sería dar un paso más cerca
de la fe de los grandes reformadores desde los días de Pablo
hasta los días de Lutero y Wesley. Estaría un paso más cerca
del corazón del Mensaje del Tercer Ángel" (Gospel in Ga,
latians [El evangelio en Gálatas], p. 70).
Elena G. de White estaba de acuerdo con Waggoner acer,
ca de lo poco común que resultaba su mensaje dentro del
adventismo. El 21 de octubre de 1888, dijo a los delegados
congregados: "El Señor desea que todos seamos alumnos en la
escuela de Cristo [... J. Dios está presentando a las mentes de
los hombres Dones y Waggoner] gemas preciosas de verdad
que son apropiadas para nuestro tiempo. Dios ha rescatado
estas verdades de la compañía del error, y las ha colocado
dentro del marco que les corresponde [...]. Hermanos, Dios
tiene la luz más preciosa para su pueblo. No la llamo una nue,
va luz, pero, oh, sorprendentemente resulta nueva para mu,
chos" (1888 Materials, pp. 139, 140).
Un mes después de las reuniones de Minneápolis, Elena
G. de White volvió a referirse al mismo tema: "El pastor E. J.
Waggoner tuvo el privilegio que se le concedió de hablar cla,
ramente y de presentar sus conceptos sobre la justificación
por la fe y la justicia de Cristo en relación con la ley. No fue
esta una nueva luz, sino que fue una vieja luz colocada donde
debía estar en el mensaje del tercer ángel" (ibíd., p. 211).
La verdadera significación del mensaje de Minneápolis de
1888, tal como Waggoner y Elena G. de White lo expresaron
en las declaraciones anteriores, es que unió la fe en Jesús con
La era del reavivamiento, la reforma y la expansión 107
el mensaje del tercer ángel. Los adventistas, antes de 1888,
llebían entendido dos de las tres partes de Apocalipsis 14: 12,
el versículo fundamental para la comprensión que tenían acer,
.. de sí mismos, y que durante casi cien apareció citado tex,
r.uaImente debajo de la cabecera de la Ret1iew.
Los adventistas, en función de Apocalipsis 14: 12, habían
entendido que la expresión "la paciencia de los santos" hacía
referencia a la fidelidad de los adventistas del séptimo día por
continuar esperando la segunda venida mientras predicaban
el mensaje sobre la hora del juicio a pesar del chasco sufrido el
22 de octubre de 1844. Habían interpretado que la expresión
"aquí están los que guardan los mandamientos de Dios" guar,
da relación con la importancia que dan los adventistas a la
perpetuidad de la ley de Dios, incluido el sábado como verda,
dero día de reposo.
Esas dos partes de Apocalipsis 14: 12 tenían que ver con las
contribuciones distintivamente adventistas a la teología. La'
mentablemente, cuarenta años de predicación de doctrinas
únicas en su género habían conducido a un descuido de algu,
nas creencias que los adventistas compartían con los demás
cristianos, como la salvación por la gracia mediante la fe en
Cristo. La importancia de la predicación de Jones y Waggoner
en Minneápolis fue lo que volvió a vincular las verdades dis,
tintivamente adventistas con el importantísimo mensaje de la
salvación únicamente en Cristo. De este modo, en 1888 algu,
nos adventistas comenzaron a comprender con más plenitud
la tercera parte de Apocalipsis 14: 12, "la fe de Jesús", que,
según sugirió Elena G. de White, equivalía a "Jesús quien llega
a ser portador de nuestros pecados, para convertirse en nues,
tro Salvador que perdona nuestros pecados" (ibfd., p. 217).
Esa idea, naturalmente, inquietó a quienes habían coloca,
do su confianza en la ley. Durante una reunión de pastores a
comienzos de la década de 1890, Elena G. de White tuvo que
108 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
hacer frente a este problema. Rogó a los pastores reunidos que
salieran de la convocación con el mensaje de la justicia de
Cristo tan firmemente afianzado en ellos que no pudieran evi~
tar proclamarlo. Pero si 10 hacían, af\adió ella, "la gente dirá:
'Ustedes están demasiado entusiasmados; están exagerando
demasiado este asunto, y no están pensando 10 suficiente en
la ley; deben pensar ahora más en la ley; no hablen todo el
tiempo de la justicia de Cristo. Sino que enaltezcan la ley".
Ella contrarrestó tales "buenos" sentimientos adventistas
diciendo: "Dejad que la ley cuide de s( misma. Nos hemos preo~
cupado de la ley hasta quedar secos como las colinas de Gilboa
[...]. Confiemos en los méritos de Jesús [...]. Que Dios nos ayude
para que nuestros ojos sean ungidos con colirio, para que
podamos ver" (ibúi., p. 557; la cursiva no figura en el original).
La importancia del Congreso de 1888 es que el adventis-
mo fue nuevamente bautizado en el cristianismo. Los adven-
tistas, por lo menos algunos de ellos, finalmente comprendie-
ron la totalidad del mensaje del tercer ángel. De ahí en ade~
lante podrían predicar un mensaje completo que enseñara las
doctrinas característicamente adventistas dentro del contex-
to de la obra de Cristo.
Por fin los adventistas del séptimo día habían comprendi-
do el mensaje completo del tercer ángel que necesitaban pre~
dicar a "toda nación, tribu, lengua y pueblo" antes de la gran~
diosa cosecha de la segunda venida de Apocalipsis 14. La
década siguiente vio al adventismo no solo crecer en su com-
prensión de la verdad cristiana esencial, sino además expan-
dirse a todo el mundo cuando la denominación finalmente
comprendió la extensión de su tarea misionera.
Repercusiones de Minneápolis
El mensaje cristocéntrico de Jones y Waggoner recibió
una respuesta poco clara de parte de los que participaron en
La era del reavivamiento, la reforma V la expansión 109
el congreso. Algunos de los dirigentes adventistas lo acepta~
ron, pero la mayor parte rechazó tanto a los hombres como su
mensaje. W. C. White hizo notar poco después del congreso
que los delegados regresaron a sus destinos con "sensaciones
bien diferentes. Algunos sintieron que había sido la mayor
bendición de sus vidas; en cambio, otros pensaban que ha~
bía marcado el comienzo de un período de tinieblas" (WCW a
J. N. Loughborough, 20 de noviembre de 1888).
Jones, Waggoner y Elena G. de White, inmediatamente
después del congreso de Minneápolis, comenzaron una inin~
terrumpida campafia para comunicar su mensaje a los adven~
tistas. Los tres viajaron por Estados Unidos hasta el otoño de
1891 predicando la justicia por la fe a los miembros y los pas~
tores. Después de la partida de la Sra. White hacia Australia
en 1891, y del traslado de Waggoner a Inglaterra, Jones y W.
W. Prescott continuaron luchando por la causa en Nortea~
mérica. Durante todo este período, y aun más tarde, Elena G.
de White destac6 el hecho de que Dios había elegido a Jones
y Waggoner para que transmitieran un mensaje especial a la
Iglesia Adventista.
George 1. Butler renunci6 a la presidencia de la Aso~
ciaci6n General en noviembre del año 1888 en protesta por
el apoyo que se había dado a Jones y Waggoner. Por otra par~
te, los sucesores de Butler como presidentes: O. A. Olsen
(1888,1897) y George A. Irwin (1897,1901), tuvieron una
relaci6n positiva con los j6venes reformadores y les dieron
amplia anuencia durante la década de 1890. Tuvieron acceso
a la gente en las iglesias, mediante las lecciones de la Escuela
Sabática, en los colegiOS, en los cursillos celebrados regular~
mente para pastores, y mediante las casas editoras de la deno~
minaci6n.
Fue especialmente importante que durante cada congreso
de la Asociaci6n General desde 1889 hasta 1897, Jones y
110 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Waggoner recibieron la responsabilidad de actuar como ora-
dores principales al predicar su mensaje a los delegados en
decenas de sermones. Aparte de esto, para 18971a denomina-
ción había nombrado aJones director de la revista Reuiew and
Herald, órgano oficial de la iglesia. Como editor más influ-
yente de la denominación, usó la Review como conducto para
sus enseñanzas. Sería difícil concebir un programa que hubie;
ra podido proporcionar más prominencia a los reformadores
durante la década de 1890.
Cabe destacar, además, que el énfasis cristocéntrico ori-
ginado en Minneápolis creó un cambio definido en la pro-
ducción literaria de la Sra. White. Al comprender más pIe;
namente la dureza y esterilidad de una iglesia que imprimía
un énfasis exagerado únicamente a la doctrina, comenzó a
destacar el carácter amante de Jesús y su justicia. Los años
posteriores a 1888 vieron la publicación de libros cristocén-
tricos como EL camino a Cristo (1892), EL discurso maestro de
Jesucristo (1896), EL Deseado de todas Las gentes (1898), Pa-
labras de vida del Gran Maestro
(1900) y el capítulo inicial
de El ministerio de curación
(1905).
Uno de los aspectos la-
mentables de la historia
del adventismo es que al-
gunos creyentes en la dé-
cada de 1890 interpreta-
ron el entusiasta apoyo que
Elena G. de White prestó
a Iones y Waggoner co-
mo una especie de che-
. ··t~.. que teológico en blan-
¿, ,t ca, especialmente en
La era del reavivamiento, la reforma V la expansión 111
Flora Plummer,
pionera del programa
de Escuela Sabática
y directora por Iarao tiempo
del Departamento
de Escuela Sabática
de la Asociación General
126 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
las misiones ocurrida durante la década de 1890, la denomina,
ción había establecido además instituciones médicas, publi,
cadoras y educativas en todos los lugares en los cuales se esta'
bleda. El comienzo del nuevo siglo encontró a la joven igle,
sia excesivamente diversificada en el terreno financiero y en
el de la organización. Debido a esto, el siglo XX comenzó con
una situación de crisis para la denominación.
La era de
la reorganización
y la crisis
(1900.. 1910)
Reorganización denominacional
El año 1901 constituye un hito fundamental en la historia
adventista. La denominación se reorganizó totalmente en los
congresos de 1901 y 1903 para llevar adelante su misión más
eficazmente.
Una dificultad importante que surgió como resultado de la
organización efectuada en 1863 fue que esta había polarizado
excesivamente la autoridad en el presidente de la Asociación
General. Durante las décadas de 1860 y 1870 el presidente
logró prestar cuidadosa atención a la obra de la iglesia en for-
ma bastante personal. Entre 1863 y 1901 la fuerza evangeliza-
dora de la iglesia aumentó de 30 miembros a 1.500. Mientras
tanto, el número de Asociaciones locales había aumentado,
partiendo de seis, a cerca de cien (57 asociaciones y 42 misio-
nes). Durante el mismo período, la feligresía adventista se ha-
bía expandido, partiendo de 3.500, a más de 78.000 miembros,
lo cual representaba unas dos mil congregaciones locales.
Un segundo problema que afectaba a la estructura organi-
zativa de 1863 era la falta de unidad. Por ejemplo, la Escuela
Sabática, el Ministerio de Publicaciones, la obra médica y otras
ramas de la acción misionera de la iglesia actuaban indepen-
La era de la reorganización y la crisis 129
dientemente de la Asociación General. Eso provocaba autén,
ticos problemas. Una ilustración de la dificultad es que la
Asociación General, la Junta de Misiones Extranjeras y la Aso-
ciación Médica Misionera y de Benevolencia enviaban mi,
sioneros al campo mundial sin consultar a los demás. Además
de eso, la falta de unidad causaba un desarrollo desequilibra,
do en los programas de la denominación. La organización
médica, por ejemplo, empleaba a más obreros que todas las
demás organizaciones de la denominación combinadas: unos
dos mil empleados en el programa médico, contra unos mil
quinientos en las demás organizaciones.
Otra dificultad consistía en que la Asociación General
ejercía un control financiero insuficiente sobre las institu'
ciones denominacionales. La iglesia se encontraba en dificul,
tades que requerirían algo más que un ligero retoque.
En resumen, la tarea de reorganización requería tanto la
descentralización como la centralización. Y la autoridad ad,
ministrativa del presidente requería dispersión. Pero, por otra
parte, la Asociación General necesitaba ejercer una autoridad
más directa sobre las diversas instituciones que la constituían.
La iglesia había detectado hacía algún tiempo la necesidad
de cambios en la organización. En efecto, las décadas de 1880
y 1890 presenciaron varios experimentos exitosos. En 1882 se
produjo un primer paso para lograr la dispersión de la autori,
dad administrativa, cuando la denominación estableció el
Consejo Europeo de Misiones Adventistas del Séptimo Día pa,
ra que coordinara la obra en Gran Bretaña y en el continente
europeo. Una segunda acción, aunque más bien tentativa, se
llevó a cabo desde 1888 hasta 1893, cuando la Iglesia dividió
la obra mundial en ocho regiones. Esas regiones, sin embargo,
carecían de autoridad administrativa y de supervisión.
En Sudáfrica y Australia se produjeron otras innovacio,
nes más sustanciales y duraderas. A comienzos del año 1890,
130 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
A. T. Robinson organizó la obra adventista en Sudáfrica
valiéndose de la designación de Departamentos. En lugar de
que los programas de Escuela Sabática y de Publicaciones con'
tinuaran organizados en Asociaciones autónomas, se convir,
tieron en partes integrantes de la Asociación. De modo que de
ahí en adelante, la Asociación tuvo un director de Escuela
Sabática, un director de Publicaciones, y así sucesivamente
para los demás Departamentos. Cada director departamental
trabajaba bajo la dirección del presidente de la Asociación.
Esta disposición organizativa llevó a la denominación hacia la
resolución del problema que suponía el aspecto de la descentra,
lización impuesta por sus dificultades organizativas.
W. C. White y otro administrador estadounidense, llama,
do Arthur G. Daniells, adoptaron la "solución sudafricana"
para el campo australiano, en 1897. Mientras tanto, Austra,
lía realizaba su propia contribución hacia la solución del as'
pecto de la centralización excesiva de autoridad que era parte
del problema de organización del adventismo. Esto consistió
en la formación en 1894 de un nivel intermedio de adminis,
tración entre la Asociación local y la Asociación General,
que fue la Unión. A diferencia del sistema de regiones, la
nueva Unión poseía autoridad administrativa y dirigentes
ejecutivos.
A partir de 1897, la Unión de Oceanía también contó
con un equipo completo de directores departamentales, un
sistema que no tardó en aplicarse en todas las Asociaciones
locales de la Unión. Así fue como para finales del siglo XIX
la iglesia de Oceanía, bajo el liderazgo de Daniells, poseía un
modelo que hacía frente al doble problema de la centrali,
zación y la descentralización que provocaba dificultades en la
eficacia de la obra adventista. Este modelo desempeñó un
papel importante en el Congreso de la Asociación General
de 1901.
La era de la reorganización y la crisis 131
Elena G. de White, ya de edad avanzada, regresó a Estados
Unidos en 1900, después de haber pasado casi una década en
Australia. Encontró una iglesia asediada por aberraciones teo,
lógicas y una estructura administrativa sobredimensionada.
Existían dos desviaciones teológicas de importancia fun,
damental. La primera se centraba en tendencias al panteísmo
entre algunos de los teólogos más destacados de la iglesia y el
poderoso John Harvey Kellogg. El segundo extravío teológico
se refería a un concepto exagerado del perfeccionismo, tal
como lo expresaban ciertos movimientos, como el de la carne
santificada, que surgió en Indiana en 1900. Los dirigentes
consiguieron neutralizar el movimiento de la carne santifica,
da con bastante rapidez, aunque perduraron otras ideas más
sutiles de perfeccionismo. Pero la crisis del panteísmo se com,
plicó con la cuestión de la reorganización. El resultado fue el
cisma más serio en la historia del adventismo del séptimo día.
Retomaremos el asunto de los cismas después de completar
nuestro examen de la reorganización.
En 1900, Elena G. de White, muy experimentada en la
obra de la iglesia; a pesar de sus 73 afios, todavía era capaz de
ejercer el mismo vigoroso liderazgo que había demostrado jun,
tamente con su esposo y Bates en la fundación y la organiza'
ción del adventismo. Durante el Congreso de la Asociación
General de 1901 se mostró tan activa en la reorganización
como lo había sido en ocasión de la organización inicial cua,
tro décadas antes. La víspera de la apertura del congreso, la Sra.
White se reunió con un grupo de dirigentes en la Biblioteca
del Colegio de Batde Creek, donde instó en forma muy clara
a introducir "sangre joven" y "una organización nueva por com,
pleto" (Ms 43a, 1901).
El primer día del congreso ella nuevamente instó a que se
efectuase una reorganización, y se refirió especialmente a quie,
nes deseaban ejercer "poder monárquico" (1901 GeB, p. 26).
132 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Su ruego indujo a A. G. Daniells a proponer que la Asocia~
ción General postergara su agenda regular y en cambio se de~
dicara exclusivamente al tema de la reorganización. Los dele~
gados aceptaron su propuesta. Además, nombraron a este
enérgico joven administrador (Daniells tenía 42 años) para
que dirigiera las deliberaciones relativas a la reorganización.
Ni él ni W. C. White (quien había trabajado estrechamente
con Daniells en Australia) olvidaron las lecciones aprendidas
en el desarrollo de los sistemas de Uniones y Departamentos
durante la década de 1890.
Si se considera el papel prominente de Daniells y W. C.
White en el proceso de reorganización, no sorprende que el
Congreso de la Asociación General de 1901 adoptara ambos
sistemas, el de Uniones y el de Departamentos. El resultado
fue que la "solución australiana" se convirtió en el patrón
para la organización adventista. Esta misma estructura, con
una sola modificación, sigue existiendo en la iglesia del siglo
XXI. La modificación efectuada fue la inclusión, entre 1913
y 1918, de un cuarto nivel administrativo: las Divisiones de
la Asociación General. El presidente de cada División es
también vicepresidente de la Asociación General. Para 1918
podríamos representar como sigue la estructura administrati~
va del adventismo:
La era de la reorganización V la crisis 133
En resumen, el congreso de la Asociación General de
1901 dio un gran paso adelante para resolver las tensiones ge~
neradas por el exceso de centralización y de descentralización
en la estructura organizativa adventista. No solo había es~
tablecido un nivel administrativo intermedio para supervisar
el trabajo de las Asociaciones locales en diversas regiones del
mundo, sino que adoptó el sistema de Departamentos para
unificar y coordinar la obra de la denominación. La estructu~
ra departamental se duplicó en cada nivel organizativo ad~
ventista, incluso en el de la iglesia local. Así, por ejemplo, el
programa de libertad religiosa tenía una persona responsable
de ese aspecto de la obra adventista en la Asociación Ge~
neral, en cada una de sus Divisiones, en cada Uni6n y Aso~
ciaci6n local, y en cada congregaci6n local.
Oliver, Barry David. SDA Organizational Structure: Past, Present and Future. Berríen
Springs, Mich.: Andrews University Press, 1989.
Schwarz, Richard W. }ohn Haroey Kellogg, M.D. Nashville: Southem Publishing
Association, 1970. (Reimpreso por Andrews Universiry Press, 1996.)
- - y Floyd Greenleaf. Ught Bearers, pp. 250-338.
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White, Arthur L EUen G. Wlute, t. 5, pp. 70-110,198-222,243- 258, 271-306, 359-
380; t. 6, pp. 11-32,270-290.
0.1"9:"1.0 7
Figura 1
Expansión de las misiones adventistas
280
260 270
2;fO
220
200
180
160
1-10
120
100
80
60
-lO
20
Charles E. Bradford,
primer presidente negro
de la División Norteamericana
164 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
segregadas. En realidad, algunas Asociaciones regionales tie-
nen pastores de raza blanca, y hay Asociaciones "blancas" que
tienen pastores y administradores afroamericanos. El argumen-
to general de Rock es que las Asociaciones regionales debieran
constituir una opción, si eso facilita la misión de la iglesia al
mundo (Adventist Review, 26 de septiembre de 1991). Por otra
parte, como se observó anteriormente, la "línea del color" se
está tornando cada vez más difusa tanto en lo que concierne a
la asistencia a la iglesia como incluso al liderazgo. Por supues-
to, eso no significa que ya se haya alcanzado el ideal ni que
hayan desaparecido todas las tensiones.
Con la internacionalización de la iglesia durante el perío-
do posterior a 1955, han continuado las tendencias de creci-
miento del adventismo mundial que se vieron entre 1910 y
1955. Un crecimiento de la iglesia semejante al que se ha
producido entre los estadounidenses de raza negra se han re-
petido alrededor del mundo y en otros grupos minoritarios en
Estados Unidos, a medida que los blancos de América del
Norte, Europa y otras regiones del mundo han ido traspasan-
do posiciones de liderazgo a administradores autóctonos. Si la
primera mitad del siglo XX vio al adventismo difundirse por
todo el mundo, la segunda mitad lo vio dando pasos de gigan-
te hacia la meta de convertirse verdaderamente en un cuer-
po religioso integrado internacionalmente.
Desafíos y posibilidades
de la madurez
(1955.. )
La llegada de la madurez
Para mediados de la década de 1950 diversas señales indica~
ban que el adventismo del séptimo día había madurado como
denominación. Una de ellas fue el reconocimiento expresado
por influyentes cuerpos cristianos evangélicos de que la iglesia
era verdaderamente un cuerpo cristiano evangélico. Desde el
aparentemente fracasado movimiento millerita de la década de
1840, la mayor parte de los protestantes había considerado con
sospecha a los adventistas. El hecho de tener a Elena G. de
White como profetisa moderna y de proclamar enérgicamente
África
-- ---
-- --
Centro-Orient:al
- .- - - - -
1.961.735
Sudamericana
--- ---------------- .~~-
2.575.141
Sudasiát:ic.:::a:,--_~~~~~~~_+~----.:
Transeuropea
Figura 2
Distribución de la feligresía adventista
en relación con los Estados Unidos
Figura 3
Curva de crecimiento de la Iglesia Adventista de 1863 a 2004
14M - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
12M _-
13M - _-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-. _
11M - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - : :
10M
9M -
_-_-
_-_-
_-_-
_-_-
_-_-_-_-_-_-_-_-_- ~ •., _
8M------------------
7M-----------------
6M
5M
----------------.,"i"'~.
•
,-
4M ~'~.. ~ ."' ' -
3M----------------
2M---------------
1M ;;¡ - ... ·.t;:-~i ri""i:' ¡~iF
Posibilidades infinitas
En el adventismo actual, nosotros, como miembros indi,
viduales, podemos elegir centramos en los problemas o en las
posibilidades de la iglesia. En esa situación no somos diferen,
tes de nuestros predecesores de las décadas de 1840, de 1880,
de 1950, ni de los tiempos bíblicos.
Desafíos y posibilidades de la madurez 183
Desde luego, si Jaime White, Joseph Bates, Arthur G. Daniells
y otros pioneros hubieran dirigido su atención a los problemas,
la Iglesia Adventista del Séptimo Día no existiría hoy. Aunque
es importante hacer frente a los problemas con responsabi-
lidad, es igualmente importante que lo hagamos de forma po-
sitiva y edificante de modo que exprese la fe y la esperanza de
Moisés, Pablo, Lutero y los fundadores del adventismo.
Deseo sugerir, al aproximamos al final de esta historia
sucinta de nuestra iglesia, que ahora todos hemos entrado en
el cauce de esa historia. La historia es más que algo ocurrido
en el pasado lejano; es más bien una realidad actual, y todos
somos actores en su devenir. Cada uno emite diariamente un
voto, desempeña una parte en un drama que se desarrolla sin
interrupción.
El concepto cristiano de la historia no es circular, sino
lineal. La historia de la tierra comenzó en la creación y con-
cluirá en ocasión de la segunda venida de Jesús; la totalidad
de la Biblia apunta hacia ese final. Los adventistas han creí-
do firmemente que tienen una parte que deben desempeñar
en ese acontecimiento, puesto que los miembros de la deno-
minación predican los mensajes de los tres ángeles de Apo-
calipsis 14 "a toda nación, tribu, lengua y pueblo". Inmedia-
tamente después de la predicación de esos mensajes apocalíp-
ticos ocurrirá la gran "cosecha" que ha motivado a los adven-
tistas del séptimo día hasta el día de hoy. Por eso, el adven-
tismo ha sido siempre un movimiento motivado por la fe y la
esperanza, con una visión de posibilidades infinitas.
Es una visión que continúa llevando el mensaje hasta los
rincones más recónditos de la tierra. Como miembros indivi-
duales, a cada uno nos corresponde una parte apasionante
que debemos desempeñar en la "terminación de la obra"
mientras vivimos "esperando y apresurándo[n]os para la veni-
da del Señor" (2 Pedo 3: 12).
184 Nuestra iglesia / Momentos hist6ricos decisivos
y mientras continuamos con la misión en curso de la Iglesia
Adventista, será de ayuda recordar con frecuencia la siguiente
declaraci6n de Elena G. de White: "Al repasar la historia pasa..
da puedo decir: '¡Alabado sea Dios!' Al tIeT lo que el Seftor ha. he..
cito, me Ueno de admiraci6n y de confian%'P. en Cristo como direc..
toro No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olWlemos
la manera en que el Seftor nos ha. conducido, y lo que nos ha. ense..
ñado en nuestra historia pasada" (NB 216; la cursiva no figura en
el original).
H J
Hahn, R B., 34, 35, 44 Jackson, James e., 83, 84
Halliwell, Leo B., 159 Jacobs, Enoch, 34
Harbor Springs, 112-115 Jesús, tema central de Elena G. de White,
Hannon, Elena, ver White, Elena O. de W. 40, 105, 107, 108, 110, m, 113
Haskell, S. N., 82,116,117,142,152 Jones, A. T., 104-113, 133, 135.137,
Hatch, Nathan, 18 152, 153, 160
188 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivos
Juicio ejecutivo, 36, 37 MUlerismo, 13-28,31-33, 167
Juicio investigador, 36, 37, 46, 48, 49 Ministerio de curación, E~ 110
Justificación por la fe, 106, 111, 112, 179 Minneápolis, ver Congresos de la &o-
ciación General, 1888
K Misión a Suiza, 97, 98
Kellogg,JohnHarvey,84,85,131,133- Misión Global, 175-177
138,142-144 Misión millerita, 17-19
Kellogg, M. G., 65 Misionera adventista, obra, 51, 75,95,
King, R. M., 111 97,115-119, 121, 125, 129, 140,
Kinney, Clun-Ies M., 120 154, 155, 157, 172, 175.
Knight,~, 125 Misiones extranjeras, 129, 141, 154
Moody, Dwight L., 117
L Morse, Washington, 27
La Voz de la Esperanza (The Volee of Movimiento de Estudiantes Volunta-
Prophecy),158 rios para las Misiones Extranje-
Lanchas misioneras, 121, 159 ras, 117
Ley, ver Diez Mandamientos Movimiento del séptimo mes, 24-26,48
Leyes dominicales, lOO, 102, 104, 111, Mujeres en el ministerio, 123-125, 179-
118 181
Liberales-fundamentalistas, lucha entre,
153 N
Lindsay, Sarah, 123 Nacionalismo, ver Inrernactonalizaci6n
Litch, Josiah, 18,27,36 Negros, ver Afroamericanos
Uving Temple, 136 No combatientes, 86-88
Loughborough, John, 69, 84, 96, 109 Novio, ver Esposo, mensaje del, 16, 17
Luzeiro, la lancha-hospital, 159 Nuestro Hogar en la Ladera, 83
M o
MacGuire, Meade, 154 Oakes, Rachel, 43
Magan, Percy, 114, 117,139,140,145 Obra de sostén proplO, 121, 145, 157
Marca de la bestia, 47, 52, 53, 103, 118 Octubre, el 22 de, 24, 26, 27, 31-33,
Martin, Walter, 168 35,37-39,43,46,49,53-55,107
Mensaje del segundo ángel, 52, 53 Olsen, O. A., 109
Mensaje del tercer ángel, 52, 53, 59, Orden evangélico, el, 67, 68
60,69,75,76,82,84,98, Ordenación, 66, 67,123,124,179-181
106-108,118,154 Organización eclesiástica, 57, 66, 68,
Mensajes de los tres ángeles, 46, 49-51, 70-72,80
53, 61, 62, 64, 76, 81, 82, 95, Organizaciones, ciclo de vida de las, 166
101, 118, 150, 158, 175, 175,
177, 182, 183 p
Moming StaT, 121 Pacific Press, 97, 102
Midnig/tt Cry, 18 PaIabIUs de Udadelgmn Maestro, 110,137
MUenio, 15, 17,20,32,48, 101 Palmer, WiIl, 121
Militar, servicio, ver No combatientes Panteísmo, 131, 136
MUler, WUliam, 13-18,22, 24-28, 32, Paulson, David, 143
36,38,54,75,77,79 Pelton, Charles, 63
Índice alfabético 189
Peters, George E., 161 Sanatorio de Hinsdale, 143
Peterson, Frank L., 161, 163 Sanatorio de Glendale, 143
Pitcaim, 159 Sanatorio de Loma Linda, 143
Plummer, L. Flora, 124, 125 Sanatorio de Paradise Valley, 142
Port Gibson, Nueva York, 33 Sanatorio Santa Helena, 97
Preble, T. M., 44 Santuario, doctrina del, 15, 24, 33-38,
Prescott, W. w., 109, 112, 113, 133, 41,43,44-46,49-51,55,75, 101,
135, 137, 138, 153, 154 105
Primer ángel, mensaje del, 37, 51-53, Segunda venida, tiempo de la, 14, 15,
ver también Mensaje, Mensajes 20-28
Profecía de los 2.300 días, 15, 22, 24, 38 Segundo Gran Reavivamiento, 14
Publicaciones, obra de publicaciones, Sello de Dios, 47
18-20,62,63,66,74,76,80,98, Seminario Teológico Adventista, 169
116, 118, 122, 128, 130, 140, Seminario Washington de Misiones
157,174 Extranjeras, 141
Puerta abierta, 75 Séptimo mes, movimiento del, 24-26,48
Puerta cerrada, 53-56, 73-75, 77, 95, Seventh Day Sabbath, a Perpetua! Sign, 45
99, 115 Sheafe, L. c., 160
Purificación del Santuario, 15, 24, 33- Signs of the Times, millerita, 18, 26
38,49,55, 75,82 Silver Spring, Maryland, 141, 151
Smith, Joseph, 40
Q Smith, Uriah, 76, 77, 84, 104, 105
Questions on Doctrine, 168 Snook,B.R,96
Snow, S. S., 24, 25, 38
R Sociedad Misionera del Sur, 121
Radio Mundial AdventISta, 158, 177 Sostén propio, ver Obra de sostén propio
Racismo, ver DiscriminaciQn racial Southem Publishing Association, 122
Reavivamiento, Segundo Gran Reavi- Spicer, W. A., 146, 154, 155
vamiento, 14 Storrs, George, 25, 47, 48, 57
Recolección, 157 Sudáfrica, 98, 116, 129, 130, 170
Reforma pro salud, ver Mensaje de la salud Sur de Estados Unidos, la obra entre los
Reunión de adventistas dispersos, 63 blancos, 99
Review and Herald, 65, 76, 104, 110 Sutherland, Edward, 114, 139, 140, 145
Review and Herald, casa (asociación) Sype, Minnie, 123
editora, 139, 140, 141
Revolución Francesa, 13 T
Richards, H. M. S., 158 Takoma Park, Maryland, 141, 169
Robinson, A. T., 129, 130 Tensiones culturales y doctrinales, 181
Rock, Calvin, 163, 164 Teología, conjunto de creencias unifi-
cadas, 150
S Tiempo de dispersión, 61
Sábado, doctrina del, 42-45, 47, 49-53, Tiempo de prueba, 14,42-44
61,64,75,81,86,87,94,101,107 Tiempo de prueba, cerca del, 14, 43, 44
Sábado, folletos sobre el, 44, 45 Tiempo de demora, 23, 24
Salud, mensaje de la salud, 79-85 Truth About Seventh-day Adventism, 168
Salud, relación con la doctrina, 80, 81 True Missionary, 98
190 Nuestra iglesia / Momentos históricos decisivós
U Washington, Booker T., 112
Uniones y Asociaciones, 130-133 Washington, New Hampshire, 44
Universidad Andrews, 169, 175 Waukon, Iowa, 69
Universidad de la Unión del Pacffi.co, 92 Wheeler, Frederick, 43, 44
Universidad de Loma Linda, 144, 169 White, Elena G. de, 38-43, 45, 48, 49,
Universidad de Potomac, 169 55,58-60,62,64,67-69,73,80-
Universidades Adventistas, 169, 170 84,91,93,95,102,104-114,116,
120,122,123,131,134,137-139,
V 142-144, 146, 150-154, 167, 179,
Vandeman, George, 158 184
Venida del Consolador, La, 154 White, Jaime, 37, 38, 42, 43, 45, 51-53,
Verdad Presente, 50, 64, 81, 82, 85 55, 58-60, 63-74, 81-84, 86-89,
Visiones de Elena G. de White, 38-42, 95,98-100, 153, 183
62, 63, SO-83 White, James &!son, no, 121
Voluntarios para las Misiones Extran- White, W. c., 102, 109,116, 130, 132,
jeras, Movimiento de Estudian- 135, 153
tes, 117 Whitelock, T. S., 142
Wightman, Lulu, 124
W Word to the "Uttle Flock", 62
Waggoner,E.J., 104-111,136,137
Waggone~J.rL,84,85
y
Walla Walla, Colegio de, 112 Y~sIns~,65,89, 117