Reseña de Libros Por Fernando Caro Molina
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THESAURUS. Tomo XI. Núms. 1, 2 y 3 (1955,1956). Fernando Caro Molina, reseña a «José ...
BICC, XI, 1955-56 RESEÑA DE LIBROS 239
1
JOSÉ A. NÚÑEZ SEGURA S. I., Literatura colombiana. Sinopsis y comentarios de
autores representativos, Medellín, Edit. Bedout, 1952, 495 págs.
2
Véase: JOSÉ MARÍA VERGARA Y VERGARA, Introducción del autor a la primera
edición, en Obras escogidas..., tomo IV, Historia de la literatura de Nueva Gra-
nada, vo!. I, Bogotá, Edit. Minerva, 1931, págs. 12-18.
3
"En suma, durante diez y seis años he hecho de esta idea una idea fija: la
he seguido aun en medio de las guerras que con frecuencia nos saltean; no he
perdido para mi pensamiento ni días de prisión ni días de campaña. A veces he
recogido noticias interesantes que pasaban acto continuo a mi cartera, en medio de
las angustias de un sitio o de la agitación de un campamento" (JOSÉ MARÍA VERGARA
Y VERGARA, op. dt., pág. 18).
4
MIGUEL ANTONIO CARO, loan de Castellanos, en Obras completas, tomo III,
Bogotá, Imp. Nacional, 1921, págs. 54-88.
s
Pueden consultarse las siguientes ediciones de VERGARA Y VERGARA, Historia
de la literatura en Nueva Granada. Desde la conquista hasta la independencia
(1538-1820):
1) Bogotá, Imp. de Echavarría Hnos., 1867, xxiv + 532 págs.
2) Bogotá, Librería Americana, 1905, xxvn-f-515 págs.
3) Bogotá, Edit. Minerva, 1931; Tercera edición con notas de ANTONIO GÓMEZ
RESTREPO y GUSTAVO OTERO MUÑOZ, 2 vols. (Obras escogidas de don Jos£ MARÍA
VERGARA Y VERGARA, tomos IV y V).
6
Con un gran acierto ha escrito FERNANDO ANTONIO MARTÍNEZ: "Vergara y
Vergara edita su Historia de la literatura, primer ensayo sistemático en la materia,
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13
RAFAEL MAVA, Consideraciones críticas sobre la literatura colombiana, Bogotá,
Librería Voluntad, 1944. 146 págs.
14
RAFAEL MAYA, La poesía de Guillermo Valencia, en Bolívar (Bogotá), vol. II
(1952), págs. 951-969.
15
Ambas ediciones carecen de una nota explicativa del autor, en donde diga
cuál es la finalidad que desea dar a su obra.
16
Véanse los fragmentos de las cartas de Rafael Maya y Rodolfo Grossmann
al autor, publicadas en la segunda edición, pág. 5.
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Grandes cosas cantó el doctor Jovio, pero las más grandes las omitió
Por envidia, y acaso omite las dignas de ser conmemoradas,
Y no le avergonzó ocultar con ciegas tinieblas
Las grandes gestas de varones de nuestra Hesperia.
Pero este nuevo Fcbo muestra sus luces en estos escritos
En los cuales la mala fe pasajera había sembrado falsas nubes,
presionado el autor por una prisa inaudita de entregar el original a las naos que
van a partir. Esta condición presta a la obra un forzado tinte de descuido e inco-
rrección..." (Estudio preliminar, en El Antijovio, pág. LXXIV).
43
"Quesada como escritor de estilo tenía las cualidades predominantes de la
claridad, de la gracia y natural elegancia. Claridad en el concepto y la expresión,
como acostumbrado a discurrir. Gracioso por su espíritu andaluz, que en las reali-
dades de la vida no desecha los matices que la alegran. Natural y elegante como
convenía a la hidalguía de los españoles de los siglos de oro, y como convenía a
la sincera bondad de un hombre, siempre reñido con la ficción y en cambio espejo
de perenne franqueza" (Josí: A. NÚÑEZ SEGURA, op. di., 2* ed., pág. 16).
44
MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS, Estudio preliminar, en El Antijovio, pág. Lit.
4r>
Se encuentran estos versos en GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, El Antijovio,
pág. 19.
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mentó, sino también varios escritos hechos de puño y letra del fundador
de Bogotá. Me inclino a creer, fundado en lo que dice Castellanos, que
entre estos escritos debieron de figurar algunos versos latinos •r>0.
El Padre Núñez Segura hace una comparación entre Castellanos y
Ercilla, cuando habla de aquél, y dice que Castellanos es un hombre
culto a medias, y Ercilla, un perfecto humanista 51. Ese juicio errado
debe corregirse en su libro, que por servir de texto, lo propaga incon-
venientemente. El único estudio completo sobre la cultura de Caste-
llanos es el hecho por el doctor José Manuel Rivas Sacconi, en su obra
El latín en Colombia52, en donde prueba plenamente que Castellanos
conocía a fondo la lengua latina y, por consiguiente, su prosodia y sus
clásicos53, y que era capaz de versificar en ella cuando tomaba en
serio este asunto apartándose de su "musa fácil y festiva" G4. También
50
En la correspondencia de Castellanos merece una investigación y examen
atento la que sostuvo en verso con el provisor don Juan Robledo, quien fue des-
pués deán de Venezuela, por la forma prcfcrcncial en que el mismo Castellanos
alude a ella, y nada raro sería que allí hiciera referencia a las poesías de don Gon-
zalo Jiménez de Quesada. Véase: JUAN DE CASTELLANOS, Obras, ed. cit., tomo I,
pág. 306.
51
"Castellanos es a medias un hombre culto. Ercilla es un perfecto huma-
nista (un hombre culto) del Renacimiento. Castellanos hace esfuerzos prodigiosos
para cosechar versos imperfectos. Ercilla es un técnico perfecto en la construcción
del v e r s o . . . " (José A. NÚÑEZ SEGURA, Literatura colombiana, 1* ed., pág. 2 1 ;
2» ed., pág. 23).
52
José MANUEL RIVAS SACCONI, op. cit., págs. 11-40.
63
Josa MANUEL RIVAS SACCONI, op. cit., págs. 15-18.
54
"Es notable la soltura con que pasa del castellano al latín, lo mismo que el
desembarazo con que abandona la métrica acentual, para abrazar la cuantitativa:
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"Primeramente completa con versos latinos la octava, sin cambiar metro y sin
dejarse arredrar por la rima, que emplea como un versificador medieval. Luego se
deshace totalmente de las formas modernas, y construye seis sonoras parejas de exá-
metros y pentámetros, medidos con el rigor demandado por la métrica latina. En
este final de la gigantesca empresa rítmica, no se descubren características que im-
pongan una revisión del juicio que de Castellanos poeta tiene formado la crítica.
La revaluación, acaso, vendrá cuando se estudie más de cerca el poema, con todo
el detenimiento que obra tan vasta exige, sin tener la ingenua pretensión de dar
sentencias globales. Aquí el poeta gana el título de versificador latino, demostrando
que, cuando se proponía trabajar un texto con esmero, sabía apuntarse éxitos for-
males, que extrañarán a quienes en él han visto sólo la musa fácil y festiva" (Josa
MANUEL RIVAS SACCONI, op. cit., págs. 22-23).
55 "Sobre la educación de Castellanos se han expuesto varias opiniones. ANTO-
NIO PAZ Y MELIA, Introducción a la historia del Nuevo Reino de Granada cit.,
tomo I, págs. XLV-XLVI, considera que Castellanos había hecho todos sus estudios
por su cuenta, en las Indias: 'y aquí es de notar en que circunstancias tan difíciles
hubo de adquirir Castellanos el caudal de conocimientos científicos y literarios, pre-
paración necesaria para sus obras, puesto que su partida de bautismo obliga a re-
chazar la hipótesis de que pudiese adquirir en España ni aun los primeros rudi-
mentos de humanidades que aquellas suponen. Todo tuvo que aprenderlo por sí
mismo en su nueva patria, d e s d e e l l a t í n , que le era muy familiar, la
mitología, la historia, retórica, etc., etc., hasta los conocimientos del astrólogo, del
cosmógrafo, del geógrafo y del cursado marinero, que en su Censura le reconoce
Agustín de Zarate, llegando a declarar por fin, que ninguna cosa de la matemática
le falta. Para ello no disfrutó, bien se comprende, de tranquilo retiro, sino que hubo
de hacerlo entre la incesante zozobra de marchas, sorpresas y combates, y las inco-
modidades del hambre, de las inclemencias del cielo, enfermedades y heridas. Ayu-
dólo mucho, a no dudar, el trato con buen número de sus compañeros de armas,
hombres instruidos, en cuyo elogio siempre se complace'. Tal hipótesis extrema re-
sulta inaceptable, a pesar del cariz poético que la hace atractiva. En ningún caso
Castellanos habría venido antes de los doce o trece años, aun atendiendo a los que
anticipan más su viaje: para entonces habría cursado por lo menos gramática. Y
as! lo entendió MIGUEL ANTONIO CARO, Juan de Castellanos, en Obras completas,
tomo III, Bogotá, 1921, págs. 68-69. Dice que pasó a América 'con los primeros
rudimentos de latinidad y artes que es dado adquirir en edad temprana', y que 'no
en Italia, ni aun en España, sino acá en Indias; no en escuela ni de profesor, sino
entre el ruido de las armas, de segunda mano, en conversaciones amistosas, y en
libros que traían los nuevos pobladores, aprendió Castellanos muchas cosas que hubo
de necesitar para engolfarse a componer aquellos sus largos poemas históricos, en
la estrofa del Orlando'. Para CARACCIOLO PARRA, Prólogo a Obras de Juan de Cas-
tellanos cit. injra, tomo I, págs. XXXVII-XXXVIII, debió de ser en los 'primeros años
de su permanencia en Tunja, cuando, dedicado a la lectura y al estudio, con el
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63
GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, Historia general y natural de
las Indias, tomo I, Asunción del Paraguay, Edit. Guaranía, [1944?], págs. 163-164.
84
JUAN DE CASTELLANOS, Obras, tomo I, edic. cit., pág. 67.
85
JUAN DE CASTF.LLANOS, Obras, tomo I, edic. cit., pág. 84.
86
Cf. JOSÉ A. NÚÑEZ SEGURA, op. cit., 1* ed., pág. 2 1 ; 2 9 ed., pág. 23.
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83
Cf. ALBERTO MIRAMÓN, Un aspecto interpretativo de "El Carnero", en Bolívar
(Bogotá), núm. 17, págs. 313-320.
84
Así, por ejemplo, cuando relata: "Durante el gobierno de! doctor Francisco
Guillen Chaparro, que gobernó solo con el fiscal Albornoz, casi cinco años, man-
teniendo todo este Reino en paz y justicia, sin que de él hubiese quejas. En este
tiempo sucedió que en la ciudad de Tocaima don García de Vargas mató a su
mujer, sin tener culpa ni merecerlo, y fue el caso. En esta ciudad había un mes-
tizo, sordo y mudo de naturaleza, hijo de Francisco Sanz, maestre de armas. Este
mudo tenía por costumbre todas las veces que quería, tomar entre las piernas un
pedazo de caña, que le servía de caballo, y de esta ciudad a la de Tocaima, de
sol a sol, en un día estaba en ella, con haber catorce leguas de camino. Pues fue
en esta sazón a ella, que no debiera ir. Habían traído a la casa grande de Juan
Díaz un poco de ganado para de él matar un novillo; desjarretáronlo, era bravo
y tuvieron con él un rato de entretenimiento. El mudo se halló en esta fiesta.
Muy grande era la posada de don García, y a donde tenía su mujer y su suegra.
Cuando mataron el novillo estaba el don García en la plaza. Pues viniendo hacia
su casa topó al mudo en la calle, que iba de ella. Preguntóle por señas de donde
venía; el mudo le respondió por señas, poniendo ambas manos en la cabeza, a
manera de cuernos; con lo cual el don García fue a su casa revestido del demonio
y de los celos con las señas del mudo, topó a la mujer en las escaleras de la casa,
y diole de estocadas. Salió la madre a defender a la hija, y también la hirió muy
mal. Acudió la justicia, prendieron al don García, fuese haciendo la información, y
no se halló culpa contra la mujer, ni más indicio que lo que el don García confesó
de las señas del mudo, con lo cual todos tuvieron el hecho por horrendo y f e o . . . "
(JUAN RODRÍGUEZ FRESLE, op. cit., pág. 100).
85
I. B., Espíritu del título de esta obra, en JUAN RODRÍGUEZ FRESLE, op. cit.,
págs. v-vi.
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88
"Por el aspecto histórico, es común sentir de los escritores que El Carnero,
que pudiera ser una crónica indiscutible, ofrece poca seguridad en cuanto a la ver-
dad de fechas y en cuanto a la exactitud de lugares y personas. Por este aspecto,
no vale la obra, ocupando en relación con las crónicas ya conocidas, el último lugar,
en materia de verdad histórica" (José A. NÚÑEZ SEGURA, op. cit., 2 a cd., pág. 41).
87
El Ministerio de Educación Nacional publicó una edición acompañada de
notas, que es la más recomendable para consulta. Véase JUAN RODRÍGUEZ FRESLE,
El Carnero, Bogotá, Imp. Nacional, 1942, pág. 413.
8 8
JOSÉ A. NÚÑEZ SEGURA, op. cit., 2* ed., págs. 30-32.
89
Fray GREGORIO ARCII.A ROBLEDO, Estudio preliminar, en Noticias historiales
de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales por fray PEDRO SIMÓN,
tomo I, Bogotá, Edit. Kelly, 1953, págs. 11-58.
90
"El P. Simón en no pocos lugares de su historia da a entender que sabía
varias lenguas indígenas, de que después daremos muestras a nuestros lectores.
También es resabido que maneja el castellano americano con espontaneidad, pre-
cisión y abundancia, al fin y al cabo como uno de sus fundadores, cosa que luego
trataremos de propósito.
"Todo esto lo sabe aun el grueso de los lectores: lo que si nadie había obser-
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vado es que hizo un libro de este asunto, como se evidencia por sus mismas pa-
labras en este importante pasaje:
" 'Los [colimas] que llegaban y sentaban sus ranchos en un puesto donde había
árboles (que nosotros llamamos, no sé en que lengua, guamos), que son los que
tenemos dichos en n u e s t r o v o c a b u l a r i o , que en su lengua llaman curí,
¡untando este vocablo con otro que es pacs, que quiere decir morador, vecino, !cs
nombran curipaes: aquellos que habían tomado por habitación la tierra donde había
estos árboles.
" 'Otros que acertaron a llegar y poblarse en país donde había hormigas, a
quien llaman marpas, se llamaron marpapíes.
" 'Los que hicieron asiento y se poblaron en tierras de barrancos, que en su
tierra llaman caparras, se nombraron caparrapíes' (¡Vo/. hisl., tomo III, pág. 212).
"De la lectura del anterior pasaje sacamos dos cosas importantes: la primera y
principal es que allí, aunque tan recatadamente que ninguno había hasta ahora
parado mientes en ello, está la prueba plena histórica de la existencia de una se-
gunda obra del sabio Simón, conviene a saber, su Vocabulario, notaría nada menos
del castellano americano, según aparece la muestra que el mismo autor nos pone
ante los ojos, pues trataba del guamo cuyo origen confiesa fray Pedro ignorar, si
bien las Apuntaciones críticas se lo asignan haitiano, nombre que en lengua colima
o tapacc se decía curi.
"Lo segundo con que nos ¡lustra el párrafo transcrito es el tema sobre que
versaba esta obra perdida: los nombres indígenas, su formación y adaptación al
habla castellana.
"Los grandes autores de las cosas americanas, cierto, nos dan muestras muy
preciosas de esta materia, como el grande Oviedo, pero un tratado entero de este
tema tan apetecido, sólo tenemos noticia haberlo acometido el padre Simón y Bel-
mar, en esta obra cuyo nombre nadie había oído y cuyo paradero hoy por hoy es
imposible rastrear. Pero, como de sorpresas vive el mundo, no hay que desesperar,
que el momento menos pensado salta la liebre y aparece el Vocabulario de ame-
ricanismos.
"Reuniendo todos los pasajes filológico-americanos derramados en las Noticias se
podría reconstruir en parte el contenido del Vocabulario" (Fray GREGORIO ARCILA
ROBLEDO, cst. cit., págs. 20-21).
01
"Narrando las mortales congojas de los expedicionarios de Lugo por el valle
17
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del Magdalena, camino de Santa Fe, dice fray Simón, que allí venía 'el capitán
Lorenzo Martín, que era uno de los singulares poetas de repente y <ie pensado de
aquellos tiempos' y para divertir el hambre canina que los mataba, 'arrojóles media
docena de quintillas con buen donaire, en que los esforzaba a sufrir un poco más
sus trabajos y caminar hasta donde pudiesen hallar algún rancheo con qué darles
alivio, pues la ocasión en que se hallaban no daba otra salida para darle funda y
fuerzas al estómago' (Not. hisl., III, págs. 13-14).
"De suerte que una de las primeras poesías que se produjeron en Colombia,
fueron quintillas con sal ática para aupar las decaídas fuerzas y hacer olvidar con
la estética lírica la prosa del hambre. El Orfco fue el capitán Lorenzo Martín.
"Antes de servirnos el Padre Simón el primor literario de la descripción de La
Caldera, nos dice que don Antonio Flórez, capitán del descubridor de la Provincia
del Carbón, Pedro de Cárcamo, en persona de una piedra preciosa escribió a éste,
'En Taironaca nací
Salida de peña viva,
Cierra, España, ¡arriba, arriba'!
"Estos chispazos poéticos eran por allá en 1592. De suerte que la literatura
poética hunde también sus profundas raíces en fray Simón" (Fray GREGORIO ARCILA
ROBLEDO, est. cit., págs. 51-52.
92
Consúltense: PEDRO HENRÍQUEZ URF.ÑA, op. cit., págs. 80-81, nota 22; y
MANUEL SERRANO Y SÁENZ, en Autobiografías y memorias, Madrid, 1905, Introduc-
ción: págs. xcu-xciv. Los Discursos fueron publicados en el Boletín de la Academia
de la Historia (Madrid), 1935.
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