Discurso Memoria Identidad Libro 2
Discurso Memoria Identidad Libro 2
Discurso Memoria Identidad Libro 2
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Cristian Palacios y Pablo Von Stecher
PRIMERA PARTE:
MEMORIAS DE LA ÚLTIMA DICTADURA
SEGUNDA PARTE:
IDENTIDAD, ALTERIDAD, VIOLENCIA. APROXIMACIONES DESDE EL ANÁLISIS DEL
DISCURSO
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TERCERA PARTE: TAN LEJOS, TAN CERCA. VIOLENCIA, IDENTIDAD Y DISCURSO EN EL
CUADRILÁTERO INTERNACIONAL
“LAS FORMAS DAN EL SER A LAS COSAS”. LA CORTESÍA DEMOCRÁTICA COMO CONJURO DE
LA VIOLENCIA
Natalia Teresa Leisch.
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Introducción
Agrupados por el fenómeno de la violencia, los trabajos que componen este volumen
tienen la virtud de exponer la mirada de un grupo de jóvenes investigadores (algunos
muy jóvenes) sobre un tópico cuyas dimensiones parecen multiplicarse en el día a día.
Alertada ya por los filósofos contra las voces de fácil indignación que se niegan a
reconocer en la violencia un movimiento inherente a toda cultura; la reflexión
contemporánea abarca un amplio espectro que va desde las formas más banales de la
violencia (no por ello menos trágicas) hasta sus manifestaciones más visibles. El Estado
democrático y sus opositores, el individuo en su comportamiento público y en su vida
privada: todos hacen uso de alguna forma de violencia. Sea como recurso político
jurídicamente legitimado, como mecanismo de protesta, como expresión de la
insatisfacción, como medio intersubjetivo de sometimiento e, incluso, como
instrumento de su paradójico rechazo, se trata de un fenómeno cada vez más ubicuo y
proteico sobre el cual la comunidad científica se ve en la obligación de pronunciarse.
Los artículos de la primera parte giran, como era de esperar, en torno a los diversos
modos de constitución de una memoria específica de la última dictadura argentina.
Acontecimiento traumático por excelencia que ha condensado, sobre todo en los últimos
años, la mayor parte de las reflexiones alrededor del tema. Tomás Garbarz se detiene en
el análisis de algunos de los procedimientos narrativos de La Voluntad de Martín
Caparrós y Eduardo Anguita, particularmente en la articulación entre los testimonios
que ocupan la última parte de aquella obra y los hechos que constituyen su cuerpo
principal. Estos parecen erigirse como el necesario contrapeso de una narración que
busca producir un efecto de objetividad histórica en donde no tienen lugar las opiniones
actuales de sus protagonistas.
Por su parte, Agustina Pérez, acude al estudio de Infancia Clandestina, el exitoso filme
de Benjamín Ávila, para constatar cómo en el devenir del relato, aquellos recursos
formales que trastornan la narración tradicional del pasado, no llegan sin embargo a
subvertir la coherencia de una trama que apuesta a conjugar una visión unilateral del
pasado. Visión que, como rescata la autora, se emparenta más con aquellas
producciones cinematográficas que en los años ochenta inauguraron la serie de filmes
que intentaban dar cuenta de aquél pasado reciente desde el terreno de la ficción que
con otras producciones contemporáneas que tematizan la misma época.
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En ambos trabajos nos enfrentamos, por lo tanto, a dos intentos bien diferentes, desde
dos épocas históricas distintas, por constituir una memoria de la lucha armada en la
Argentina de los años setenta. Los dos se constituyen sobre el común denominador de
una búsqueda que parte de las formas narrativas clásicas para apelar a recursos más
híbridos que no llegan, sin embargo a desmontar un relato que se quiere homogéneo. En
ambos, lo que predomina es el intento de iluminar una porción del pasado que tiende a
ser simplificada por un imaginario que, superada la teoría de los dos demonios, ha
desdibujado ideológicamente a las víctimas al punto de atribuirles una pasividad en la
que la violencia se erige como monopolio exclusivo del terrorismo de Estado.
Los tres textos, como se ve, buscan interrogar los modos en que se constituye la
memoria de un pasado signado por la violencia. En el primer caso, a través de la
reconstrucción narrativa de una serie de testimonios de algunos de los sujetos que
tuvieron participación activa en ese pasado; en los dos últimos, por la enunciación
constituida desde un derecho de infancia de una generación que intenta dar cuenta de y
comprender a la precedente. En los tres, lo que subyace es la idea, cara a los estudios del
discurso, de que la memoria es un constructo, algo que se va haciendo en el día a día y
del cual estos textos también, en última instancia, forman parte.
De allí que esta primera sección de nuestro libro se cierre con el texto de Ezequiel
Torres respecto de la polémica “No matarás”, puesto que lo allí se pone en juego es la
posición que el intelectual se ve obligado a asumir frente a la violencia. La de aquellos
intelectuales que participaron de manera activa o pasiva en los acontecimientos. La de
nosotros (los autores de este libro), que nos enfrentamos al intento de pensar un pasado
que nunca ha sido nuestro presente. Diferenciar entre distintos modos de decir
verdadero (amparado en los estudios del último Foucault) nos permite reconocer qué se
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juega en aquella polémica entre dos paradigmas de intelectual vigentes, ahora y
entonces, en nuestro país: el del sabio –aquél que reflexiona amparado en su saber, a la
manera de Lucrecio, a salvo de los peligros de la tormenta- el del hablante franco o
parrhesiasta de Foucault –aquél que se siente, no sólo intelectualmente responsable, sino
también cómplice de la violencia.
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otro lado, la representación del nuevo modelo de familia, por oposición a la familia
tradicional, busca provocar el desconcierto y el temor a causa de lo desconocido y de lo
ajeno a la heteronorma imperante en la sociedad.
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por otro, a la adjetivación que lo clasifica bajo una terminología cotidiana (“demente”,
“peligroso”, “retardado”, etc.) pero que también evidencia marcas de estigmatización
(“asocial”) y de peligrosidad social (“perturbador”). En segundo lugar, aborda la Ley de
Salud Mental de 2010, para observar un desplazamiento y redefinición del objeto,
configurado ahora con escasas marcas de subjetividad, donde ya no se lo criminaliza, ni
se lo lee como “enfermo”, sino como “persona” que “padece / sufre /es inestable” y
donde los médicos dejan lugar a otros actores institucionales para tratarlos (psicólogos,
asistentes sociales y terapistas ocupacionales). Delellis analiza, en fin, las
significaciones implicadas en el desplazamiento del objeto.
Finalmente, los artículos de la tercera parte de este libro aluden a polémicas, discursos y
acontecimientos que se juegan principalmente en el cuadrilátero internacional de este
mundo globalizado. De allí el título de la sección que alude a una distancia que es
extrañamente próxima, o al revés, a unos sucesos que nos tocan de cerca pero cuya
enunciación aparece indefectiblemente condicionada por su lejanía. Paradójico mundo
donde, como hemos afirmado al comienzo de este prólogo, los dispositivos
desarrollados durante los dos últimos dos siglos para domesticar, contener y canalizar la
violencia no parecen sino siniestras mascaradas de las formas más radicales de esa
violencia. Habría tal vez que parafrasear a Paul Veyne y preguntarnos si creemos los
contemporáneos en nuestros propios mitos o si todos los modos de la diplomacia que
vemos desplegarse ante nuestros ojos, no son más que otras tantas muestras del cinismo
generalizado. La respuesta no es simple y la pregunta acaso no sea del todo atinada.
Si, como demuestra Natalia Leisch en el primer texto, las formas de cortesía empleadas
en el famoso episodio de violencia mediática entre el rey Juan Carlos de España y el
entonces presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez, responden
a diferentes concepciones de lo democrático; o si, como analiza María Eugenia Irigoin,
la construcción del “enemigo árabe” que realizan en sus discursos los presidentes
norteamericanos, toda vez que se trata de justificar un acto de violencia, se constituye
sobre el acallamiento y la ignorancia de ese otro; o si, como estudia Cristian Palacios,
en la polémica sobre aquello de lo que es dado reírse o no, se está silenciando siempre la
opinión de una parte; debemos concluir que a lo que asistimos, quizás, es a un
gigantesco diálogo internacional de sordos. O mucho más: que lo que determina las
tentativas modernas de regular las relaciones entre las distintas partes de un mundo
hiperconectado es todavía la maldición de Babel. Dicha maldición no pasa por el
conocimiento de que a fin de cuentas, hablamos en diferentes lenguas; sino por la
asunción de que en la traducción entre esas distintas lenguas siempre hay algo
irreductible, algo que se nos escapa. Sobre el ocultamiento de ese vacío traza hoy el
capitalismo globalizado su política, que tiene, como toda política, una dimensión
inherentemente lingüística.
Queda por decir que los diferentes textos que componen este libro formaron parte del I
Coloquio Internacional Violencia en América Latina. Discursos, prácticas, actores
organizado por el Observatorio sobre Discursos de Violencia de Estado en América
Latina en la Biblioteca Nacional. Los agrupados aquí tienen la característica de estar
firmados por los investigadores más jóvenes del observatorio. La caracterización de
todos ellos como “intervenciones” que le hemos dado en el subtítulo, responden a su
voluntad de asumir la responsabilidad que nos toca en tanto investigadores y en tanto
jóvenes, frente a uno de los más terribles malestares que aquejan al mundo
contemporáneo.
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PRIMERA PARTE:
MEMORIAS DE LA ÚLTIMA DICTADURA
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Contar la historia.
La construcción de la memoria en los testimonios de la voluntad
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Estudiante de la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras – UBA. tgarbarz@gmail.com
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organizaciones revolucionarias y de sus militantes. De este modo, se entrevistaron con
antiguos miembros de agrupaciones como Montoneros, el Ejército Revolucionario del
Pueblo, las Fuerzas Armadas Peronistas, y de los restantes grupos y tendencias de
izquierda, violentas y no violentas. Sus vivencias son los relatos de los cuales se nutre la
obra.
La Voluntad tiene la estructura de una narración histórica. Busca generar un
efecto de objetividad cuya lectura produzca la sensación de que lo narrado se produjo tal
como se presenta en el texto. Este propósito significó que en la obra no hubiera lugar
para las opiniones actuales de los protagonistas y, ni siquiera, las de los autores.
Hacia el final del último tomo encontramos la siguiente aclaración:
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existencial. Casullo afirma que “seleccionamos lo que sentimos que hoy importa para
una memoria de lo sucedido, para argumentar sobre un tiempo histórico, y la
experiencia de la revolución planteada por las vanguardias en la Argentina”.
Desde este punto de vista, la memoria no sería un recurso al cual se puede apelar
para la construcción de una historia. Por el contrario: aquello que se construye es la
memoria. Se diferencia de un recuerdo o una vivencia puesto que no está aislada de las
significaciones, juicios y posturas que tiene en el presente quien produce el ejercicio de
la memoria sobre algo acontecido en el pasado. Podemos asimilar esta concepción a la
idea de Benjamin en relación a la experiencia según la cual ésta no se compone
únicamente una vivencia, sino que se trata de la posibilidad de entender, asimilar y
poner en palabras aquello que se ha vivido.
Envar El Kadri –fundador de las FAP– cuenta en su testimonio que cuando
Caparrós le dijo “Tenés que contarme tu vida” (Ibíd.: 689), le contestó “¿A quién le
puede interesar?”. Ante la insistencia de Caparrós, El Kadri agregó: “Nuestras vidas son
nuestras, podemos compartirlas con amigos, cuando nos sentimos a gusto y se nos da la
gana recordar”. Aquí vemos que, así como Casullo afirmaba que seleccionamos lo que
hoy importa para una memoria de lo sucedido, El Kadri asegura que el acto de recordar
es algo que responde a la voluntad de cada uno, y en el momento en que uno elige
hacerlo.
Frente a esta postura, podemos ubicar el testimonio de Emiliano Costa –ex
miembro de Montoneros y líder de la Juventud Peronista, viudo de Victoria Walsh.
Costa señala que hacer memoria “tiene un inmenso valor” (Ibíd.: 664), aún cuando es
algo enormemente doloroso. Señala que al momento del juicio a las Juntas ejercitó una
memoria verdaderamente dolorosa dado que “estaban todavía demasiado cercanas las
cosas”. Esto no sólo se contrapone a la idea de El Kadri en relación a que la memoria es
algo que puede subordinarse a las determinaciones de la voluntad. Sino que también
difiere de una idea bastante extendida sobre la memoria, según la cual algo se puede
recordar mejor si ha ocurrido recientemente, y que el paso del tiempo sólo puede
dificultar este proceso.
El sentimiento de pertenencia a un colectivo, el ser parte de algo superador, la
ausencia de protagonistas individuales que se respiraba en aquellos años y que se hace
presente a lo largo de La Voluntad también se refleja en algunos de los testimonios. Allí
podemos ubicar el de Graciela Daleo –militante de la Juventud Peronista. Daleo, en su
texto, dice: “Cuento mi fragmento –que también es de otros– (...)” (Ibíd.: 665). Remarca
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el predominio del “nosotros” por sobre el “yo”. El posicionamiento político tiene aquí
una correspondencia lingüística. “Cada acto,” –señala Daleo– “aún el más doméstico,
tenía que ver con la Revolución, con la construcción del hombre nuevo”. La propia
identidad se constituía como tal en tanto se subordinara al interés colectivo.
Del mismo modo, Mercedes Depino –historiadora e integrante de las FAR–,
señala que quienes brindaron su testimonio de vida en el libro, no lo hicieron con
ningún afán de protagonismo, sino con “la responsabilidad de contar una historia,
nuestra historia que fue ocultada y desvirtuada primero por el terrorismo de Estado y
luego por la teoría de los dos demonios”. Podríamos pensar que referirse a nuestra
historia tiene un doble cariz: el que marcábamos de los propios militantes, y también el
de todos los argentinos.
Graciela Daleo toma el slogan que durante la dictadura “fue norma de las
conductas cómplices”, el famoso “por algo será” y realiza una inversión del sentido. En
lugar de tratarlo como una justificación de las prácticas militares, lo transforma en un
motivo de orgullo: claro que “en algo, en mucho” andaban. La dictadura los reprimió y
los quiso hacer desaparecer, justamente, por lo que representaban, por lo que buscaban:
“la destrucción del capitalismo y la construcción de un socialismo nuevo, original,
propio”. “El objetivo” –dice Daleo– “no era poner arriba lo que estaba abajo y
viceversa, sino reorganizar la sociedad sin que hubiera «arriba» y «abajo»”. El algo
habrán hecho tiene aquí un signo positivo.
Pero Daleo da otro paso, y le agrega una connotación más al sintagma. Explica
que todavía existen quienes arrojan un manto de sospecha sobre los sobrevivientes. Es
decir, sobre aquellos que estuvieron detenidos durante la dictadura pero que lograron
conseguir la libertad. El algo habrán hecho apunta, en este caso, a que algo habrán
hecho para sobrevivir: hablar, decir algo, delatar, entregar a otros. “Si estás viva, por
algo será, algo habrás hecho”.
Eduardo Sigal –ex miembro del PC– cuenta en su testimonio que pese a sus
propios errores que condujeron al fracaso, los militantes revolucionarios tenían un gran
sentido de solidaridad, justicia y equidad. Pero advierte que es importante rechazar el
relato testimonial “que idealiza al militante de aquella época” (Ibíd.: 697).
A lo largo de La Voluntad, encontramos una narración que apela al detalle, a lo
concreto y a lo cotidiano, a la que se le suman numerosos hechos históricos reales
(fechas, acontecimientos políticos): esto produce un efecto de gran verosimilitud en el
relato. Así, Anguita y Caparrós evitan representar el período que va desde el golpe de
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Onganía hasta el Mundial 78 bajo una estética de lo sublime y no efectuar –como señala
Dominick LaCapra– “un desplazamiento secular de lo sagrado bajo el ropaje de otro
radicalmente trascendente, inaccesible e irrepresentable” (LaCapra, 2005: 111).
Caparrós y Anguita logran, de este modo, dar cuenta de la violencia pero sin mantener
un “respeto reverencial y temeroso” que genere una distancia insalvable entre las
vivencias y el relato.
De este modo, la puesta en relato de lo vivido podría tener –por lo menos– dos
caracteres diferentes, independientemente de que se hagan efectivos o no. Por un lado,
el de aquel que está detenido, privado de su libertad, siendo torturado y obligado a
hablar. Y, por otra parte, el de la voluntad: el de aquellos que, tiempo después de lo
acontecido, deciden brindar su testimonio. En este caso, el testimonio podría pensarse,
de algún modo, como una liberación. O, también, como lo hace Daleo, como una
aparición: “A Eduardo Anguita, a Martín Caparrós, por esta aparición de Victoria,
gracias”. Victoria es, ni más ni menos, el seudónimo que utilizaba como militante.
Hayamos en los testimonios cierto lamento por la suerte que les tocó a los
propios sobrevivientes. Al respecto, Manuel Justo Gaggero –ex PRT-ERP– señala: “No
resulta tarea fácil reflexionar o repensar los 60 y 70. Se mezclan afectos, pasiones y
sobre todo un relativo complejo de culpa por haber sobrevivido”. Posiblemente este
complejo de culpa sea aquello que les permita a los testigos poder contar sus vivencias.
En la misma dirección se enmarca la palabra de Susana Sanz –de la JP– que afirma que
sintió que había cumplido con la obligación que se había impuesto en tanto
sobreviviente: “la de dar testimonio acerca de lo que creían y sentían miles de militantes
que estaban dispuestos a pagar con su vida una vida mejor para los demás”.
Horacio González define a la ausencia como aquello en lo que es más difícil
poner relatos. Podemos pensar que la dificultad de brindar testimonio sobre la dictadura
radica justamente en que es un intento de poner en relato dicha ausencia. El testimonio
se constituye en el género discursivo que permite condensar la experiencia particular y
establecerla como parte de una totalidad. En el caso del juicio a las Juntas, el testimonio
hizo posible la condena del terrorismo de Estado. Así, las voces de los sobrevivientes
sirvieron para suplir la ausencia de cientos de documentos que habían sido eliminados.
En relación a esto, Jorge Jinkis señala que en el siglo pasado “hemos asistido a la
adulteración de archivos y documentos, a la supresión y censura de textos de historia, de
obras políticas y literarias” (Jinkis, 2011: 216), y destaca que han proliferado “los
procedimientos para ocultar testimonios invalorables, tapiarlos dentro de una pared o
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enterrarlos en pozos sellados con cal viva”. Entonces, vemos que ninguna condena
hubiera sido posible si esos actos de memoria, manifestados en los relatos de testigos y
víctimas, no hubieran existido. El testimonio puede entonces funcionar como aquel
elemento que logra unificar las historias particulares y dar sentido a una historia
colectiva. En el caso de La Voluntad, esa historia es la de la militancia revolucionaria en
la Argentina.
Bibliografía
Anguita, Eduardo y Martín Caparrós, (2011). La Voluntad: La caída, Buenos Aires:
Booket.
Cordeu, Mora (2013). “La Voluntad: un libro que apunta a combatir la desmemoria”,
Télam, 27 de marzo de 2013.
Jinkis, Jorge (2011). Violencias de la memoria, Buenos Aires: Edhasa.
LaCapra, Dominick (2005). Escribir la historia, escribir el trauma, Buenos Aires:
Nueva Visión.
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Entre el relato entero y el relato agujereado. Insistencias,
reformulaciones y olvidos en la construcción de una memoria en
Infancia Clandestina (2012)
Agustina Pérez*
Como escribe Régine Robin (2012: 12), el pasado no es libre, sino “regido,
administrado, conservado, explicado, narrado, conmemorado u odiado”. El
acontecimiento traumático de la dictadura militar argentina de 1976 transita por los
discursos sociales como un objeto discursivo portador de un sentido de responsabilidad
política y moral. El cine viene haciéndose eco de esta contusión de la historia, buscando
nuevas formas de poder enunciar y así significar el acontecimiento. En una época en
que el exceso de memoria es tan contraproducente como su vacío, la filmografía
argentina sigue preguntándose cómo desarrollar formas de memorización para que
aquello ya irremisiblemente perdido deje por un momento de desaparecer y pueda
alumbrar el presente. Si la representación del pasado es constitutiva de la identidad
individual y de la identidad colectiva (Todorov, 2000), la misma se vuelve
particularmente aguda cuando quienes la realizan han sido víctimas directas de los
aguijonazos de la historia. Tal es el caso de Benjamín Ávila, hijo de una militante
montonera desaparecida, que decidió emplear su historia personal para realizar su
primera ficción, Infancia Clandestina (2012). IC narra la violencia de Estado en el
momento de la contraofensiva montonera de manera, en apariencia, estructuralmente
conflictiva. Formas clásicas, que miman la posibilidad de un relato entero, sin fisuras,
conviven con otras, esporádicas pero incisivas, más complejas, que lo hacen chirriar. Si
dar cuenta de un acontecimiento traumático implica saltos, discontinuidades e
interrupciones, resta preguntarse hasta qué punto este film logra posicionarse, como
postula Jorge Jinkis (2011), como una memoria que sea también memoria de los
atentados que sufre. Esta obra co-producida por la TV Pública apuesta por la ficción
para intentar deconstruir el discurso que asocia la militancia y la muerte, a la par que
cimenta otro que prioriza la veta afectiva, humana y cotidiana. El resultado es una
memoria cuyas elocuentes insistencias, olvidos y reformulaciones acaban por colocarla
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Licenciada en Letras (UBA) y Maestranda en el Máster de Estudios Literarios Latinoamericanos
(UNTREF). agustina1844@gmail.com.
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próxima a la órbita de la reivindicación del pasado revolucionario realizada por el
kirchnerismo.
Las décadas del 80, 90 y 2000 permiten configurar una cronología un tanto
esquemática pero ilustrativa de tres tendencias bien diferenciadas en cuanto a su
predominancia ficcional o documental. En los 80, bajo el velo de la ficción, algunos
films se animaban a tematizar la dictadura, como Plata dulce (1982) de Fernando
Ayala. Durante el transcurso de los ´90, comienza a arremeter una producción
predominantemente documental, siendo uno de los casos paradigmáticos Montoneros,
una historia (Andrés Di Tella, 1994). Arribando al 2000, aparece una nueva generación
de realizadores, en general jóvenes que fueron víctimas más o menos directas del
terrorismo de Estado. De su mano, un nuevo viraje se impone, caracterizado por formas
híbridas, amasijos donde la tendencia documental y la tendencia ficcional conviven, no
sin fricción, y con una cuota elevada de biografismo. Pasada la primera década del
nuevo milenio, en el 2012, se estrena IC, primer largo de corte ficcional del director,
donde asume el desafío de contar una historia -que es la suya- desde el punto de vista de
un niño de 12 años. IC narra la tensión entre la vida cotidiana de este niño -Juan- entre
el colegio, campamentos, cumpleaños y primer amor, y la vida militante de los mayores
-sus padres Cristina y Horacio, que acaban de regresar del exilio, y el tío Beto- abocada
a preparar la contraofensiva montonera. Si bien el film comienza con una placa que
asegura ‘basado en hechos reales’, el director se ocupará de aclarar en diversas
entrevistas que no se trata de un relato autobiográfico. Ubicándose lejos del fervor
documental de los 90, dice el autor: “Siempre sentí que necesitábamos, los hijos de
desaparecidos y asesinados por la última dictadura en la argentina, una historia que nos
represente emocionalmente [desde la ficción]” (Ávila, 2013: 1). Mientras que en los 80
la ficcionalización era una artimaña eficaz para dar voz a lo que el Estado quería
silenciar, aquí se pone al servicio de una representación emocional que apela a recursos
tradicionales para promover la empatía: “¿Quién no ha tenido su primer amor?, ¿quién
no se ha enamorado alguna vez? Y todos fuimos niños. Creo que partiendo desde ese
lugar la identificación funciona mucho,” (Ibíd.: 1). Si bien en IC conviven formas
tradicionales con otras que las hacen chirriar, marca distintiva de los directores del
2000, en estos el género híbrido es síntoma de una rememoración que pareciera no
poder coagular en el presente, mientras que el uso predominante de un relato entero en
IC adolece de esta incisiva intranquilidad frente a la capacidad de recordar.
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¿Qué es visible del pasado y, sobre todo, de sus puntos de furor y de violencia?
¿Y qué es posible mostrar de ellos? Frente a esta pregunta, Ana Amado (2009) señala
que dos respuestas son posibles, la de una estética reconstructiva, de la mostración
realista, y la que propone la imposibilidad de una reconstrucción totalizadora. Existen
vestigios de esta segunda tendencia en IC, usual en relatos de sobrevivientes escindidos
“entre un relato, incluso no directivo, y agujeros, irrupciones de incongruencia que son
los momentos de verdad” (Robin, 2012: 275). En IC los hechos violentos presenciados
se reproducen mediante el uso de dibujos en la apertura y hacia el final del film; a la vez
que los hechos violentos no presenciados se recuperan gracias al recurso de los estados
alterados de la alucinación febril y el sueño. La escena donde se reconstruye
imaginariamente la muerte del ‘tío’ Beto a manos de la policía tiene lugar en una
alucinación de Juan que se presenta con dibujos en los que se superponen puntos de
vista: la figura de Juan se confunde con la de su padre, ya que, si bien es Juan quien
delira, lo hace sobre la base de las imágenes mentales que se creó a partir del relato de
su padre. Si Horario dice: ‘Beto hizo un movimiento, dijo ‘a mí no me agarran vivo’,
destapó una granada, lo abrazó al policía y se tiró adentro de una camioneta’, en la
reconstrucción, en cambio, el parlamento se reescribe como: ‘a mí no me agarran vivo.
A esos culiaos los tengo controlados’. En vez de abrazarse al policía y tirarse a la
camioneta, Beto aparece en posición erguida, con una sonrisa en el rostro, con su brazo
cruzado en diagonal sobre el cuello del policía al que domina completamente. La escena
resulta lo suficiente consolatoria: la reconstrucción termina mostrándolo, en diferido, es
cierto, pero prácticamente todo, sumado a que la muerte de Beto -que es un agregado
ficcional y no tiene ningún sustrato autobiográfico concreto, si bien es parte de la
imaginería militante- se hincha de un tinte heroico. Recién en una de las últimas escenas
del film veremos que el acto de recordar se separa verdaderamente del acontecer hialino
anterior para empezar a trastabillar, desequilibrio que resulta productivo en tanto la
confiabilidad del testimonio no se reduce ni subordina a las exigencias de la continuidad
discursiva y coherencia lógica (Jinkis, 2011). Cuando los militares encuentran el
escondite donde Juan y su hermana se ocultan, reaparecen los dibujos, pero ahora con
un tenor especial: el momento de máxima violencia no se puede reconstruir, las
imágenes se suceden a una velocidad vertiginosa que las vuelve prácticamente ilegibles,
enmarañadas. Esta rememoración fallida termina estallada en una ceguera por exceso de
luz, que en la escena siguiente se amengua y transforma en la luz que apunta a la cara de
Juan en la sala de interrogatorios.
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Pese a los casos mencionados, en IC lo que predomina es la estética
reconstructiva de la mostración realista, representación que suele perseguir el verosímil
y la claridad. La focalización del film es interna, en consonancia con la historia contada
desde el punto de vista de Juan, y prima la ocularización interna primaria (Gaudreault y
Jost, 1995). Ávila incluye la vertiente revolucionaria en su film, pero tamizada por la
importancia de la cotidianidad. Tal es el sentido del montaje paralelo entre actividades
revolucionarias y el ‘asado peronista’, de clara tendencia idealizante y convencional,
donde predominan en tópicos definitorios como el día soleado, Cristina que canta Sueño
de juventud de Carlos Gardel, el brindis con vino tinto al son de un ‘vamos
compañeros’. Paralelamente se ve cómo se llena una caja con folletos -uno para saber
‘cómo evitar ser secuestrado’- y con cajas de maní con chocolate, algunas rellenas de
dinero, otras con balas. De forma algo maniquea, la luz se emplea para delimitar los
espacios: si el afuera es luminoso, dentro de la casa siempre primará la oscuridad. Si
bien la cámara nos muestra a Cristina cantando, el sonido no cesa en el montaje
paralelo, oscilando así entre ser intra y extradiegético. Si bien pareciera existir una
tensión, propiciada por el montaje paralelo, que hace entrechocar los distintos calibres
semánticos de los hechos, el canto intra/extra diegético contrarresta este efecto,
devolviendo la unidad.
El film pone en acto la dicotomía compromiso vs. felicidad, atravesada por el
proceso de militarización creciente de la organización montonera que, como escribe
Pilar Calveiro (2013: 103), “a la vez que aisló a las organizaciones de su entorno,
propició su debilitamiento interno, al reforzar los lazos de autoridad en detrimento de
los vínculos de compañerismo que históricamente habían ligado a la militancia”. En el
cumpleaños de Juan, Horacio se queja de la imprudencia de Beto, que trajo oculta en
una camioneta a la abuela de Juan para que comparta el festejo, alegando que quebró las
medidas de seguridad, a lo que Beto responde paródicamente afirmando ‘esto ya estuvo
pensado y ejecutado, mi comandante’. La escena es de alta intensidad emocional y, tras
una lucha por la definición de qué es la militancia, se dirimirá en una escena siguiente
qué es ser guerrillero en una discusión entre Cristina y su madre. Aquí se opone el
discurso de los 80 que equipara militancia a muerte, con el discurso que se recupera e
inflama en el kirchnerismo de la militancia como un plus de vida. Una ocularización
primaria muestra a Juan jugando ‘Operación’: saca el corazón y pierde, confirmando así
los dichos de Beto de la escena inmediatamente posterior. El conflicto se cierra con el
abrazo entre las dos generaciones, a la que se suma una tercera, con Juan. En palabras
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de Ávila, “me parece que la película es ese abrazo. Simboliza […] un ‘todos juntos
formamos parte de esto y, de algún modo, hay que llegar a ese abrazo’” (Ávila
entrevistado por Ranzani, 2012). El director resalta que “es cómodo para un espectador
ubicarse rápidamente al ver una película, que le den el lugar donde se quiere sentar ante
estos temas. Pero esta película es incómoda porque no ofrece ningún sillón histórico”
(Rodríguez, 2012). Aunque sea cierto que IC mantiene cierta ambigüedad que deja
espacio para una decisión dinámica por parte de los espectadores, no lo es menos que
los términos de la diatriba suelen plantearse de forma dicotómica.
Como señala Roger Koza, “la materia del relato de Infancia clandestina puede
ser un tópico nacional y popular, pero el modelo de su relato, su poética y las elecciones
formales están muy cerca del cine de Hollywood [con] un relato dinámico de cierto
clasicismo, siempre musicalizado lo suficiente para que se identifique correctamente los
sentimientos aludidos por su historia” (Koza citado por Rodríguez, 2012: 3). Es notable
el torrente de recursos que se ponen en funcionamiento para conseguir un relato sin
fisuras, homogéneo. La insistencia de falsas ocularizaciones internas primarias
realizadas mediante movimientos subjetivos de la cámara -temblor, brusquedad- hace
que prácticamente todas las escenas parezcan tamizadas por la perspectiva de Juan,
aunque se encuentre incluido en ellas y no pueda atribuírsele a él la mirada. Esta
continuidad se concatena con otra a nivel de montaje: entre plano y plano, aunque no
sean correlativos, suele haber elementos en común, como la música o el caso que hemos
citado donde el corazón del que habla Beto aparece a continuación como el corazón con
el que juega Juan. También la continuidad artificial dada por una coincidencia de
iluminación en tonos similares sirve para enhebrar escenas. En IC el tiempo no parece
haber pasado, la vida con sus recodos inmunes traspone una ficción donde la integridad
es la norma. LaCapra (2005) señala que la objetificación y las narrativas que apaciguan
son los polos en los cuales los modos de representación del testimonio, por su forma de
interpelarnos, suelen caer. Para él, la empatía -que Ávila considera fundamental- tiene
un rol crucial en la comprensión histórica, en tanto expone al yo al compromiso con
actores y víctimas. Pero es preciso mantener una ‘empatía modulada’ para evitar dar de
lleno en los excesos. Quizá en este punto, por un exceso turbulento de la explotación de
recursos empáticos, el film de Ávila da un paso en falso y tropieza en ser otra narrativa
apaciguadora. Tal vez por esto mismo el film logró concursar por una nominación a los
premios Oscar. Mientras obras como Los rubios (Albertina Carri, 2003) o M (Nicolás
Prividera, 2007) no encuentran lugar en espacios institucionales como los Goya o los
21
Oscar, en el caso de IC “la ternura y el sufrimiento de un niño son suficientes para
conjurar las posibles interpretaciones políticas del filme, no exento de ambigüedad, que
podrían incomodar al votante americano” (Koza citado por Rodríguez, 2012: 1).
Quizá el punto débil de este film sea estar muy poco intranquilo por su capacidad de
rememoración. Uno de los traspiés en particular no puede asignarse a un olvido
inocente. En la escena inaugural del film una placa indica: ‘Tras la muerte del
Presidente Perón grupos parapoliciales comenzaron a perseguir y asesinar militantes
sociales y revolucionarios’. No se trata, en este punto, de ciertas licencias poéticas como
puede ser el borrado del padre real de Ávila y su reemplazo por Horacio Mendizábal,
secretario militar y comandante del ejército montonero, pareja de su madre; ni de la
transformación del hermano históricamente fáctico por una hermana en la ficción (¿cuál
será el móvil del cambio? ¿aumentará la empatía al apelar al ‘sexo débil’?); ni de la
incorporación del enamoramiento Juan-María o del entrañable Beto. Difícilmente
escape al conocimiento de Ávila, hijo de desaparecidos que ha trabajado anteriormente
con la memoria de la dictadura militar, que las persecuciones habían comenzado antes
de la muerte de Perón (Cfr. Paredes, 2012 y Calveiro, 2013). Este olvido puede ser
solidario de la memoria que el film desea proponer y rescatar. En lo que atañe a la
memoria de la dictadura militar, entre el 2003 y el 2007, el kirchnerismo propuso un
programa claro respecto a la política de memoria, diametralmente opuesto a la política
de ‘pacificación nacional’ menemista (Lvovich y Bisquert, 2008). Néstor Kirchner se
pronuncia a favor de la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, a la
vez que anula el decreto firmado por De la Rúa que imponía el principio de
territorialidad. El cine como discurso social participa también de estos debates
apropiándose del objeto discursivo ‘dictadura militar de 1976’ contribuyendo a generar
una memoria que habrá de operar siempre como una tarea de enmienda, reactualización
o borrado de núcleos de sentido. El film de Ávila se inscribe en este debate en tanto
propone una lectura de la última dictadura que prioriza la veta afectiva. Su rescate de la
militancia setentista implica una mirada puesta ‘más allá de la política’ al destacar la
dimensión humana expresada en los momentos felices, la cotidianeidad, la importancia
del compañerismo, el imperativo de fidelidad a un ideal. Se trata de recuperar el costado
humano que “no sobrevivió en la construcción del discurso histórico que llegó hasta
ahora” (Ávila, 2013: 1). Ávila intentará deconstuir el discurso que termina de instalarse
en los ´80 y que asocia a la militancia con la muerte. Al “mirá que si militás, te matan,
¿eh?” lo reformula como:
22
Mirá que si militás, defendés tus ideas, podés ser feliz, podés tener la
construcción de un mundo real mucho mejor. Te pueden matar, es parte de
las cosas”. Pero no es sólo “te van a matar”. Y esa idea de “te van a matar”
es la que quedó impregnada en la sociedad. En la situación política que se
está viviendo hoy, se empieza a entender que la militancia no es sinónimo de
muerte sino sinónimo de creer. Es otra cosa. (Ávila citado por Ranzani,
2012)
Ana Montero (2012) rastrea los sentidos que funcionan como ‘soporte’ de los
puntos de vista y los posicionamientos que surgen del discurso kirchnerista y que lo han
dotado de legitimidad, vigor e identidad. Así, descubre la preeminencia de ciertos
tópicos fundamentales que primaban en el discurso militante de la década del 70, que
han contribuido a conformar un colectivo de identificación y creencia, tales como ‘el
militante como hombre común’, la ‘heroicidad’, la ‘transgresión’, ‘los sueños
revolucionarios’ y las ‘convicciones’ que se presentan como imposibles de abandonar.
Algunos de estos tópicos reaparecen tanto en las entrevistas brindadas por Benjamín
Ávila, como en IC. Así, ‘el militante como hombre común’ es la columna vertebral del
film que propone ‘rescatar’ lo que era ‘realmente’ la vida de los militantes. Gracias a la
apelación a la ‘heroicidad’ y a los ‘sueños revolucionarios’, ‘el militante como hombre
común’ se reformula de forma tal de no confundirse con la corriente que despolitiza a
las víctimas al arrancarles toda referencia ideológica o partidaria. Fechar el inicio de la
violencia estatal tras la muerte de Perón pone en relación el film de Ávila con aquellas
políticas de memoria kirchneristas que reivindican el pasado de la militancia
revolucionaria, estrategia mistificadora en tanto borra cualquier resquicio de violencia
dentro del gobierno peronista (Lvovich y Bisquert, 2008). La memoria que el IC
construye a través de sus insistencias, olvidos y reformulaciones se ubica en estas
coordenadas.
Si bien Ávila había incursionado en el documental, IC se aleja de esta vertiente y
tematiza la dictadura vehiculizándola por la ficción al igual que en los films de los 80,
pero lo que antes era una estratagema para evadir la censura -la ficción como velo- se
convierte, ahora, en un recurso destinado a promover la empatía y la identificación. Si
en el 2000 el género híbrido era síntoma de una rememoración que pareciera no poder
coagular en el presente, frente a la intranquilidad respecto a la propia capacidad de
23
rememoración que ponían en escena aquellos directores, IC no pareciera preocuparse
por patentizar que “la memoria es también memoria de los atentados que sufre” (Jinkis,
2011:88) sino que compone, en cambio, un relato más bien entero, una rememoración
mansa. Esta reconstrucción totalizadora y realista que enfatiza en lo empático busca
asestar una contraofensiva al imaginario socio-discursivo de los 80 –que, más
difuminado, sigue presente hoy y en el contexto de producción del film- que
homologaba la militancia a la muerte. Esta producción del 2012, no obstante, parecería
estar más emparentada con las películas de los 80 –recordemos que está producida por
Luis Puenzo, director crucial de dicha década-, si bien la adscripción generacional del
director tendería a ponerla en relación con aquellas del 2000. Aunque ciertos recursos
formales hacen chirriar el relato del pasado, los mismos terminan neutralizados por el
aluvión de recursos en sentido contrario que proveen unidad y coherencia,
características difíciles de conjugar con el trabajo inquietante de la memoria del trauma.
Bibliografía
Amado, Ana (1995). “El testimonio. Voces íntimas de la memoria social”, en: AA.VV.,
VI Jornadas de Teoría e Historia de las Artes: El arte entre lo público y lo privado,
Auditorio Facultad de Ciencias Sociales, 12 al 15 de sept., CAIA, Buenos Aires,
pp.512-524.
Ávila, Benjamin (s/d). “Entrevista a Benjamín Ávila, director de 'Infancia clandestina'”,
en: Revista Digital Cabal. Sin datos de publicación ni del entrevistador. Disponible
online en: www./entrevista-benjamin-avila-director-de-“infancia-clandestina".
[Consulta: 17 de noviembre de 2013].
Calveiro, Pilar (2013). Política y/o violencia, Buenos Aires: Siglo XXI.
Gaudreault, André y François Jost (1995). El relato cinematográfico, Buenos Aires:
Paidós.
Jinkis, Jorge (2011). Violencias de la memoria, Buenos Aires: Edhasa.
LaCapra, Dominique (2005). Escribir la historia, escribir el trauma, Buenos Aires:
Nueva Visión.
Lvovich, Daniel y Jaquelina Bisquert (2008). La cambiante memoria de la dictadura,
Buenos Aires: Biblioteca Nacional.
Montero, Ana (2012). '¡Y al final un día volvimos!'. Los usos de la memoria en el
discurso kirchnerista (2003-2007), Buenos Aires: Prometeo.
Paredes, Demian (2012). “Vidas (familiares) militantes (bajo fuego)”, en: Pts.org.ar,
2012. Disponible online en: http://pts.org.ar/Vidas-familiares-militantes-bajo-fuego.
[Consulta: 17 de noviembre de 2013].
Ranzani, Oscar (2012). “'Militancia no es sinónimo de muerte, sino de crecer'”, en:
P/12, 20 de mayo, edición online. Disponible en:
http://www.Pagina12.Com.Ar/diario/suplementos/espectaculos/2-25270-2012-05-
20.Html. [Consulta: 18 de noviembre de 2013].
Robin, Régine (2012). La memoria saturada, Buenos Aires: Waldhuter Editores.
Rodríguez, Juliana (2012). “Infancia clandestina: 'Esta película tiene años de
gestación'”, en: La Voz.com.ar. Disponible online en:
24
http://vos.lavoz.com.ar/cine/infancia-clandestina-esta-pelicula-tiene-anos-gestacion.
[Consulta: 17 de noviembre de 2013].
Todorov, Tzvetan (2000). Los abusos de la memoria, Barcelona: Ediciones Paidós.
25
Emiliano Bustos, Nicolás Prividera, y la construcción de una
generación hamletiana
Agustín Montenegro*
Pero no todo arte sabe callar,/ni todo silencio es significante:/hace falta una
palabra justa que lo interrogue, y lo deje cavilando...
(Prividera, 2012: 99)
1. Dos autorretratos
*
Estudiante avanzado de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires. agusmontenegro@gmail.com
26
2. Abrazar al fantasma (ser o no ser Hamlet)
27
Bustos, por su parte, hace una unión de lo fantasmático, la generación setentista
y la hamletiana, y una especial concepción del tiempo:
La [generación] que nos ocupa ahora tal vez pueda ser tildada de “setentista”
(¿el setentismo es un tren fantasma o, como Hamlet, se ocupa del lenguaje
presente de unos “fantasmas”, de unos ausentes?) porque menciona el
tiempo presente de un todo más amplio, extendido, y en esa extensión del
presente está la memoria, y seguramente de un modo especial la memoria de
los setenta, que encierra la infancia o el tiempo de los padres (propios,
políticos, sociales). (Ibíd.:16).
1
Roben escribe: “Este exceso de memoria que hoy nos invade bien podría no ser más que una figura del
olvido. Porque la nueva edad del pasado es la de la saturación (…) Saturación por inversión de los signos,
puesta entre paréntesis de un pasado cercano, pero no pensado, no criticado, no decantado (...) Saturación
que proviene de la histeria por la relación con el pasado, por la relación con el origen real e imaginario
(…) (2012: 21-22). En este sentido, la propuesta de la generación hamletiana propondría reflexionar,
poesía e historia mediante, sobre la generación setentista. La figura bajo la cual signa esta reflexión es la
de la herencia.
28
a contrapelo del que recuerda, signada por la duda, que haga de esa reflexividad un
estandarte para la construcción de la literatura del futuro.
Este trabajo pretende analizar la poesía de Emiliano Bustos y de Nicolás
Prividera desde una perspectiva amplia que abarque por lo menos dos problemáticas
presentes en su lírica. En primer lugar, la relación con la historia y la política, es decir,
la particular forma de abordar el pasado y su herencia. Aquí veremos cómo se
posicionan con respecto al sistema literario de los 90, y en el marco de un proyecto
como el de Julián Axat y Juan Aiub en Los detectives salvajes. Este proyecto permite
pensar a ambos poetas como parte de un grupo que posibilita la reflexión sobre la
herencia social (y no sólo la individual), para así constituirse a sí mismos como
generación: ni ignorar la generación pasada, ni fagocitar su desaparición. Construir
propia literatura a futuro, fundar una nueva generación después del impasse. Como
escribe Axat:
3. La narrativa posneoliberal
29
Dalmaroni, “… ‘memoria’ refiere de modo eficaz al conjunto de prácticas de disputa
por el sentido del pasado dictatorial y, por extensión, a momentos históricos recientes de
violencia estatal extrema sobre los cuerpos físicos y sociales.” (Dalmaroni, 2004: 11)
Las narrativas de la memoria, sin embargo, deben tener especial cuidado en las
representaciones que construyen. Así como con las representaciones de la Shoah y las
polémicas que han conllevado, una narrativa de la memoria argentina posdictatorial “…
debe combatir (…) la “estetización” mediática de ese pasado o cualquier conciliación
retórica –mítica, heroica, catártica o complaciente–, es decir toda fijación que lo
mercantilice, o que lo clausure y lo expulse así del presente”. (Ibíd.: 127) Vemos cómo
la idea de un tiempo pasado que se extiende sobre el presente, que lo abarca y lo
contiene –y no sólo me refiero a una contención de tipo física, sino también emocional-,
permanece como una constante en los autores que conforman mi corpus.
4. El poeta salvaje
30
ausencia del cuerpo de Miguel Ángel2- sino con la herencia sagrada. Esta distancia es lo
que permite diferenciar la herencia reflexiva de la elegía, el papel crítico del papel
heroico. De ahí “Los extremos de Bustos”, poema que da cuenta del lugar en el que el
poeta se posiciona para pensarse a sí mismo:
El papel gris del poeta, el que se queda entre las sombras del pie y la cima
victoriosa. A mitad de camino, ahí donde la ladera se inclina y el sol pega fuerte.
En Bustos la expresión del duelo no lleva crítica por la ausencia de su padre. No
investiga las culpas, sino que ahonda en la pérdida y en el espacio vacío que la poesía,
con un esfuerzo sobrehumano, intenta decir: “…te acompañé, haciendo de cuenta que
estabas,/a muchos lugares extraños. No es tu culpa. Hace mucho que no estás./No es
fácil decirlo.../” (Ibíd.: 44)
2
En mayo de 2014 el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó que sus restos estaban en la
Costa Sarandí, partido de Avellaneda, en una tumba NN. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-
245454-2014-05-04.html
31
Y cabe notar lo que puede y no puede decir la palabra poética: huella luminosa,
palabra errante, estrella muerta, ahí se fija el ojo del poeta, que va de liana en liana,
como un salvaje que debe refundar las tradiciones desde una óptica nueva3.
Para esa refundación, Bustos construye una relación intrínseca entre un lenguaje
primigenio –recordemos, el fuego y su autorretrato- y su poética. Como un yo poético
que surge desde las entrañas mismas del tiempo, ese presente que contiene al pasado
extendido sobre él. En este sentido, “El chancho muerto” asiste a un ritual de sacrificio
y ofrenda visceral a la poesía, mientras que la búsqueda en las citas de su padre remite a
su propia infancia.4
Es aquí, para cerrar el episodio sobre Bustos, que me gustaría hablar de Giorgio
Agamben, y su concepción de la teoría de la infancia. Recordemos que, en Infancia e
historia, Agamben propone que en la infancia es en donde se construye la capacidad
semántica del lenguaje, y esa construcción responde a la inefabilidad del silencio. Dice
Agamben:
3
Cabe señalar la relación con otro personaje mitológico que se halla en el centro de la crítica literaria que
trabaja con la poesía: “Como en parte es Orfeo, el poeta en la literatura occidental es arquitecto del mito,
mago ante el salvajismo y peregrino hacia la muerte.” (Steiner, 1982: 59) Orfeo también se halla en el
centro del estudio de Maurice Blanchot, El espacio literario.
4
En “Miguel Ángel Bustos, anotaciones en Antología de la poesía mejicana, Concepción García Moral,
Madrid, 1975”, el yo poético recupera anotaciones en un libro de su padre. La operación aquí, entonces,
es glosar la glosa del padre poeta, una glosa que marca el tiempo, la literatura de ese tiempo, y su propia
infancia: “Era 1975. Te/quedaba poco menos/de un año. Me pregunto/si la premonición in-/cluía la
expansiva/onda final, ardiendo/años después en tu/propia sangre.” (Bustos, 2011: 26).
32
unión entre palabra y verdad. Bustos nos ubica en ese momento en que lenguaje y
verdad se construyen entre sí, otra vez, y por primera vez, cada vez.
5. El poeta detective5
5
El carácter detectivesco de Prividera no es de mi invención. Se halla en la impronta del trabajo editorial
de Axat, ya que tanto el trabajo de Bustos como el de Prividera pertenencen a la colección “Los detectives
salvajes”. Salvajismo e investigación detectivesca son epítetos perfectos para los poetas que analizo en
este trabajo, y todas estas reflexiones hablan a las claras de un proyecto editorial con una línea
completamente definida y enmarcada.
6
En 2012 Prividera filmará Tierra de los padres, recorrido histórico político con la misma impronta del
poema.
33
Tener/sus nombres (que la ciudad repite/en sus calles) en el mármol/no
alcanza: por eso/los panteones, las estatuas, los honores. Tan/dueños del
espacio como del tiempo./Ubicuos y eternos. Los otros/(los desclasados, los
vencidos, los olvidados)/se han ido, se irán, por el río. Innominados... (Ibíd.:
67).
Prividera, como Bustos, también reflexiona sobre el lugar del poeta en una
sociedad y en sus roles discursivos: “La poesía siempre estará/con los vencidos. No se
puede/hacer (buena) poesía oficial. Sólo/se puede ser (buen) comisario/político./La
poesía será/revolucionaria o no/será (más que un burocrático/puesto de policía o/tiro de
gracia).” (Ibíd.: 95)7. Y es en este sentido en que Prividera resignifica la palabra justa de
Urondo, que debe inquirir, instaurar la incerteza y la reflexión poético-política. En la
actualidad hay un nosotros inclusivo que se construye de escrituras sin culpas:
Esa falta de culpas y disculpas es, finalmente, la que permite reflexionar sobre la
herencia.
“Arte poética”, por su parte, se relaciona estrechamente con la teoría sobre la
poesía. Cuando Steiner dice “El poeta entra en el silencio. Así la palabra limita, no con
el esplendor o con la música, sino con la noche.” (Steiner, 1982: 64), Prividera parece
responder que no todo silencio es significante, y que muchas veces el silencio es refugio
simple para el poeta-escapista. Blanchot, por su parte, ahonda también en esta relación:
“En la noche se encuentra la muerte, se alcanza el olvido. Pero esta otra noche es la
muerte que no se encuentra, es el olvido que se olvida, que en el seno del olvido es el
recuerdo sin reposo.” (Blanchot, 2002: 148). En la poética de Blanchot, la otra noche es
ahí donde la noche se profundiza. Quien presiente su cercanía “…presiente que se
acerca al corazón de la noche, de esa noche esencial que busca.” (Ibíd.: 153). Esta
7
Cabe destacar el título de la poesía, “Maiacovsky”. Prividera siempre está trazando, con todos los
elementos a su alcance, líneas de relación entre historia, política y poesía.
34
distinción entre la noche atada al día y la otra noche es esencial para entender la
búsqueda en lo profundo que postula Prividera con su trabajo poético.
Prividera, en su largometraje M, se autorretrata como un detective: largo piloto
gris, caminando por las ciudades, una imagen también benjaminiana, recuperando los
pequeños trozos de historia olvidada en las calles. La búsqueda de esa palabra justa de
“Arte poética”, interrogante, cambia el paradigma de la relación política y literatura: la
impronta de la generación hamletiana es la de la duda reflexiva entre el duelo y la
construcción de una poética propia.
6. Conclusión
Los versos que abren este trabajo condensan la propuesta entera de Bustos y
Prividera. El salvajismo lírico del primero ahondando en orígenes primigenios para dar
cuenta de un pasado muy cercano y de un futuro poético imperativo: el fuego de
Ascanio. La refundación precisa de Prividera, que en “Arte poética” recorre a George
Steiner, a Blanchot y a Paco Urondo, para definir el pasado hacia el futuro (“todo
tiempo pasado será mejor” (Prividera, 2012: 99)), ir contra la épica de los victoriosos,
allí en la cima, y relativizar las bondades del silencio poético, y de su significación,
quizás recordando aquellas palabras de Steiner relativas a Auschwitz, Adorno y la
poesía:
35
Bustos y Prividera, dos poetas de la generación hamletiana, un arqueólogo y un
salvaje, buscan reunir otra vez la noción de lenguaje y verdad, historia y memoria, a
través de la palabra poética y de la reflexión sobre su herencia, política y poética.
Bibliografía
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Bell: De la talita dorada.
Blanchot, Maurice (2002). El espacio literario, Madrid: Editora Nacional.
Bustos, Emiliano (2011). Gotas de crítica común, City Bell: De la talita dorada.
Prividera, Nicolás (2012). Restos de restos, City Bell: De la talita dorada.
Agamben, Giorgio (2007). Infancia e historia, Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Régine Roben (2012). La memoria saturada, trad. Víctor Goldstein, Buenos Aires:
Waldhuter.
Steiner, George (1982). Lenguaje y silencio, trad. Miguel Ultorio, Barcelona: Gedisa.
Dalmaroni, Miguel (2004). La palabra justa: literatura, crítica y memoria en la
Argentina, 1960-2002, Mar del Plata: Melusina.
Disponible en http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.1/pm.1.pdf
36
Ética, decir verdadero y paradigmas de intelectual en la polémica “no
matarás”: León Rozitchner y Oscar del Barco
Torres, Ezequiel*
*
Investigador estudiante del Proyecto UBACYT Discursos de la violencia estatal. Memoria y actualidad.
Actividad de Transferencia: Observatorio Discurso de la violencia estatal en Argentina. Universidad de
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. througheternity@yahoo.com.ar
1
Ver el testimonio de Héctor Jouvé en http://www.clubsocialista.com.ar/scripts/leer.php?
seccion=otras_publicaciones&archivo=17
2
Fracción disidente del Partido Comunista que fue expulsada de él porque introdujo una línea heterodoxa
del marxismo bajo la égida principal de Gramsci y Althusser, contra la línea dogmática del marxismo-
leninismo que el PC argentino importaba de la URSS estalinista. Se nucleó en la revista Pasado y
Presente, en la cual aparecieron aportes de distintos teóricos, no solo cientistas sociales, sino teóricos
literarios, filósofos, etc.
37
El corpus a analizar es la serie de textos que constituye el intercambio entre
Oscar del Barco y León Rozitchner, filósofo crítico de las organizaciones armadas
argentinas desde sus orígenes: la carta de del Barco, el texto “Primero hay que saber
vivir: del Vivirás materno al No matarás patriarcal” de Rozitchner y la réplica de del
Barco “Observaciones al artículo “Primero hay que saber vivir” de León Rozitchner”.
Los últimos dos textos fueron publicados en la revista El ojo mocho en 2006.
El objetivo es analizar los textos considerados como casos del discurso filosófico
para ahondar en las relaciones entre ética, política y decir verdadero que ponen en juego
en su decir. De este modo, el trabajo apunta a establecer en qué paradigma de
intelectual se inscribe cada uno en función del modo en que enuncian verdad y las
implicancias de sus concepciones filosóficas en la configuración de sus discursos.
1. Marco Teórico
Seguiré la perspectiva de análisis empleada por Graciana Vázquez Villanueva
(ver Vázquez Villanueva 2010, 2012a) en el análisis de la carta de del Barco y de otros
textos de la polémica: el marco conceptual de las formas aletúrgicas propuesto por
Michel Foucault en sus últimas investigaciones y desarrollado ampliamente en el curso
El coraje de la verdad.
Las formas aletúrgicas o modos de veridicción son formas de decir verdad “que
en primer lugar implican personajes diferentes; en segundo lugar exigen modos de habla
diferentes y, finalmente, se refieren a ámbitos diferentes” (Foucault, 2010: 41). A través
de esas modalidades sociohistóricamente situadas se constituyen los sujetos
enunciadores de verdad. En este texto trabajaré con dos de esas modalidades:
1- la sabiduría, que trata sobre el ser del mundo y las cosas, que puede
adoptar formas enigmáticas y cuya verdad puede no ser enunciada, en la
medida en que “el sabio es sabio en y para sí mismo, y no necesita hablar.
No está forzado a hablar, nada lo obliga a impartir su sabiduría, a enseñarla o
manifestarla. Eso explica que, por decirlo de algún modo, el sabio sea
estructuralmente silencioso (ídem: 36).
2- la parrhesía, o hablar franco, “consiste en decir la verdad sin disimulación,
ni reserva, ni cláusula de estilo, ni ornamento retórico que pueda cifrarla o
enmascararla... sin ocultar ninguno de sus aspectos3, sin esconderla con
3
Los destacados de las citas entrecomilladas son nuestras, excepto si se explicita lo contrario
38
nada” (Foucault, 2010: 29). Además, en la parrhesía el enunciador “se liga a
esa verdad, y por consiguiente, se obliga a ella y por ella” e instaura “el
riesgo de ofender al otro, irritarlo, encolerizarlo y suscitar de su parte una
serie de conductas que pueden llegar a la más extrema de las violencias”
(ídem: 30). Además, “dice las cosas lo más clara, lo más directamente
posible” (35). Por otra parte, el parrhesiasta debe hablar “y no tiene derecho
a sustraerse a esa misión” (37). Finalmente, el objeto de su decir es “la
singularidad de los individuos, las situaciones y las coyunturas.
39
Como lo sostiene Vázquez Villanueva (2010), la carta de del Barco se inscribe
en el modo de veridicción parrhesía: se trata de un decir verdadero que no oculta nada
de la verdad que enuncia, que es franco, sencillo y arriesgado. Franco, en la medida que
establece una ligazón fuerte entre el enunciador y el enunciado; sencillo, en cuanto
utiliza oraciones de sintaxis simple, breves, recurrentemente en el orden canónico
sujeto-verbo-objeto; exhaustivo, ya que establece la necesidad de ser coherentes con los
principios que se sostienen y no ocultar ningún fragmento de la verdad que deriva de
ellos: rasgo constitutivo de la parrhesía que coincide con evitar la maldad:
León Rozitchner confronta a del Barco como parte de la polémica que inició con
las organizaciones guerrilleras y el peronismo de izquierda desde los años 60 en el
texto La izquierda sin sujeto. Según el filósofo, esa izquierda relegó la subjetividad de
40
las personas y su afecto como un verificador de la verdad del pensamiento y como el
índice que debe ser movilizado para dar lugar a un movimiento revolucionario. Los
“gramscianos argentinos” formaban parte de ese grupo, en cuanto focalizaban al hombre
como un conjunto de sistemas (de relaciones sociales, de vínculos de parentesco, de
lenguas, de fuerzas) sin un sujeto dador de sentido. Considerando que Rozitchner
escribe en el 64 y que la experiencia del EGP fue un año anterior, sus críticas al
determinismo y al soslayo del sujeto como una dimensión central de disputa contra el
sistema capitalista en el plano teórico se aplican a la orientación errónea de la praxis
política de esa organización apoyada por el núcleo de Pasado y Presente. La “izquierda
sin sujeto” es reactualizada como el espacio dentro del cual, cuarenta años después,
Rozitchner inscribe a del Barco y a sus compañeros en la crítica a la carta:
Rozitchner plantea su crítica como una disputa por el saber: interroga a del
Barco como un representante de la izquierda que en su discurso teórico dejaba de lado
al sujeto como la dimensión central en la que se verifica la verdad del pensamiento.
Consecuentemente, asume que el saber que produjeron los intelectuales favorables a la
guerrilla luego de su destrucción contribuyó a impedir la autocrítica por sus acciones, al
tiempo que imposibilitó la formación de una alternativa política que cuestionara al
orden neoliberal impuesto por el terror dictatorial como fundamento de la democracia
posterior.
41
3a. Levinas
Uno de los puntos nodales de la crítica realizada por Rozitchner se vincula a la
figura de Emmanuel Levinas, filósofo cuyos enunciados subyacen a todo el dispositivo
enunciativo de la carta de del Barco y al que Rozitchner cuestiona como el sustrato de
la posición ética de su contradestinatario. Del Barco no hace expreso el saber filosófico
levisiano, a excepción de la referencia ya mencionada a la maldad; por ello se torna
necesario explicitar las inserciones de Levinas en la carta para ubicar con mayor
precisión las críticas que Rozitchner le hace.
1).- La carta se inscribe, en términos foucaultianos, en una actitud filosófica de
parrhesía: reconoce la distinción entre ética, política y verdad, y a la vez muestra la
relación necesaria entre esas facetas. En ese vínculo, la ética –que define el objetivo de
la veridicción de parrhesía- cumple un rol central, ya que la responsabilidad de hacerse
cargo de los asesinatos de Pupi y Bernardo sanciona el recurso a la muerte como medio
de la política y determina la necesidad de decir la verdad sin importar que coincida con
lo que diga el antiguo enemigo. Esta actitud es tributaria de la concepción levisiana de
la ética como filosofía primera:
2).- El principio ético que sustenta el decir de parrhesía de del Barco es el “no
matarás”, el cual proviene de la concepción filosófica de Levinas, quien a su vez lo
retoma del mandato bíblico para convertirlo en el sentido subyacente de toda ética:
42
La relación con el rostro es desde un principio ética. El rostro es lo que no se
puede matar, o, al menos, eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás»...
El «No matarás» es la primera palabra del rostro. Ahora bien, es una orden.
Hay, en la aparición del rostro, un mandamiento, como si un amo me
hablase. Sin embargo, al mismo tiempo, el rostro del otro está desprotegido;
es el pobre por el que yo puedo todo y a quien todo debo. Y yo, quienquiera
que yo sea, pero en tanto que «primera persona», soy aquel que se las apaña
para hallar los recursos que respondan a la llamada (Levinas, 2000: 75).
Más allá de todo y de todos, incluso hasta de un posible dios, hay el no
matarás. Frente a una sociedad que asesina a millones de seres humanos
mediante guerras, genocidios, hambrunas, enfermedades y toda clase de
suplicios, en el fondo de cada uno se oye débil o imperioso el no matarás. Un
mandato que no puede fundarse o explicarse, y que sin embargo está aquí, en
mí y en todos, como presencia sin presencia, como fuerza sin fuerza, como
ser sin ser. No un mandato que viene de afuera, desde otra parte, sino que
constituye nuestra inconcebible e inaudita inmanencia (del Barco, 2004: 1).
43
reemplaza ese lugar inicial con la imposición de un dios patriarcal que anula en la
abstracción esa experiencia y la reemplaza por la ley “no matarás”.
3.- Levinas y del Barco convierten al “no matarás” que para los judíos
comprendía una ley exterior y trascendente en un mandato inmanente e interno a los
hombres, y universalizan el tercer mandato bíblico soslayando los dos primeros
(Vivirás y Matarás).
En otras palabras: ese absoluto del “no matarás” que impone el sexto
mandamiento desde afuera, como Dios manda, de trascendente que era para
los judíos-judíos pasa a convertirse en inmanente, viene ahora desde adentro
tanto para los judíos como para los cristianos, ahora todos ecuménicamente
unidos (Rozitchner, 2011: 65)
“¡Vivirás!”, “¡matarás!”, “¡no matarás!”: tal es la serie histórica narrada por
la Biblia judía de la cual Levinas sólo toma la última consigna transformada
en absoluta (Rozitchner, 2011: 66-67).
44
… darle la muerte al otro que amenazaba con matarlo, lo que se llama
legítima defensa, lo convertiría en un hombre que mató a otro, pero no lo
convertiría en un asesino (Rozitchner, 2011: 74; destacado en el original).
Esta distinción entre asesinar y matar anula el argumento de del Barco de que
“el asesinato, lo haga quien lo haga, es siempre lo mismo”: el acto se legitima “en caso
de que sea necesario” o si “la realidad nos obliga” a suprimir a otro para salvar la
propia vida:
El principio universal, así considerado, sólo nos ata a nosotros las manos. El
“no matarás” como mandamiento abstracto y sólo subjetivo... viene del
poder de los que matan, no de los que son pasados a cuchillo” (Ibíd.,
destacado en el original).
45
Retomando el planteo de Foucault de que el parrhesiasta debe decir la verdad, el
silencio implica una violación: del Barco dice la verdad demasiado tarde, siendo que
debió haberlo hecho en cuanto ocurrieron los crímenes de Pupi y Bernardo. Si bien los
objetos de sus discursos son distintos, ese silencio contrario a la parrhesía aproxima a
del Barco a uno de los rasgos centrales de la sabiduría: el sabio “en lo fundamental se
calla, sólo habla cuando quiere” y mientras que él “se mantiene silencioso y sólo
responde con parsimonia, lo menos posible, a las preguntas que pueden hacérsele, el
parresiasta es el interpelador incesante, permanente, insoportable.” (Foucault, 2010: 37).
Asimismo, ese ocultamiento del carácter absoluto del otro y de los asesinatos
innecesarios tolerados se vincula al discurso de sabiduría y técnico -dirigido a la
enseñanza- que la “izquierda sin sujeto” produjo para debatir:
46
La responsabilidad es planteada en términos de la función social del intelectual
para Rozitchner: convertirse en su materialidad y afectividad en el lugar donde se
verifican las categorías del pensamiento. En este mismo sentido cuestiona la actitud
filosófica de parrhesía que sostiene Levinas -y consiguientemente de del Barco:
Para Levinas existe una prioridad radical de la ética sobre la política, como
si toda ética no fuera desde el vamos ética política, social por lo tanto. La
separación entre ética y política prolonga la separación entre la ética materna
y la política paterna... La ética sin madre queda, desmadrada, sin fuerza ni
carne. (Rozitchner, 2013: 91).
La ética y la política tienen para Rozitchner una unidad esencial, por lo que su
actitud filosófica es de sabiduría: la ética es política porque la materialidad es el
fundamento de ambas. Reconocer la especificidad de cada una supone escindir la ética
de las determinaciones maternas que la constituyen y definen al “vivirás” como
mandato, maniobra cómplice de la desigualdad del capitalismo al inhabilitar la muerte
en el campo de la política como medio de protegerse del opresor.
47
Con el “ellos” oculta el hecho de que cada uno de nosotros siguió su propio
camino y que ya no podemos ser incluidos en ese amorfo “ellos” que nos
unifica y al mismo tiempo nos ignora (del Barco, parágrafo 1).
48
Rozitchner distingue entre violencia-asesina y resistencia, y mediante un
malabarismo mal intencionado convierte mi oposición a la violencia-
asesina en una oposición absurda a toda resistencia. Se trata por supuesto de
una artimaña para confundir a los lectores (Ibíd.: parágrafo 3).
Veamos los hechos: Jouvé acató las dos órdenes de muerte (porque participó
en dos asesinatos, aunque Rozitchner, de acuerdo con su método
manipulador, hable sólo de uno) y por eso fue, como lo fueron todos los
demás, responsable y culpable (el propio Jouvé así lo reconoce). (Ibíd.:
parágrafo 5).
Por ello, las “Observaciones” son legibles como una defensa del decir de
parrhesía presente en la Carta: el ocultamiento atribuido no fue tal porque durante el
desarrollo de los acontecimientos los guerrilleros y los intelectuales que los apoyaban
creían en su triunfo y en su corrección. No es válido que Rozitchner le reproche que no
haya expresado el fracaso al que conducía la guerrilla argentina; al no saber esa verdad
no podía tener el deber de enunciarla, si bien no anula la responsabilidad que le
corresponde por las acciones toleradas. La injuria se relaciona con la calificación de las
críticas de Rozitchner como “malabar mal intencionado”, “artimaña”, “método
49
manipulador”, “mito”, “fábula”, “mentira”; la distorsión deliberada de los eventos es
consistente con las características de la retórica como técnica del decir:
50
(“esquema”), al tiempo que las comillas en sus vertientes teóricas
(“marxista”-“psicoanalista”) presenta una toma de distancia respecto a su pertenencia a
ellas, y la valora como dogmática e incapaz de analizar los hechos concretos. Del Barco
contrapone al saber inválido la particularidad de las situaciones, trasladando la
discusión del ámbito del ser –propio de la sabiduría- hacia el de las circunstancias
específicas que constituyen el objeto del hablar franco (“pero precisamente de esto es de
lo que estamos hablando, de situaciones extremas donde se arriesgaba la vida”). Ocurre
lo que Foucault identifica como recurrente en la confrontación histórica entre parrhesía
y sabiduría:
5. Conclusiones
51
parrhesía –del Barco- y otro de sabiduría –Rozitchner. Del Barco enuncia verdad a
través de la modalidad de parrhesía, con centro en el principio ético “no matarás” y una
actitud filosófica en la cual la ética se escinde de la política y cumple un rol de
reguladora -tal como lo sostiene Levinas- para hacerse cargo de los asesinatos de “Pupi”
y Bernardo. En cambio Rozitchner, mediante la sabiduría, enfatiza la unidad esencial
entre ética y política; con ello invalida al fundamento de del Barco postulando al
“vivirás” materno como la justificación de la legitimidad de la muerte del otro como
medio de la política para preservar la vida del oprimido, criticando las muertes del EGP
por dirigirse a los compañeros en lugar de suprimir al enemigo en combate. A su vez,
Rozitchner impugna el carácter de parrhesía de la carta al atribuirle a la “izquierda sin
sujeto” el silencio pactado sobre el carácter violento y de derecha del accionar militar
del EGP y de las organizaciones armadas peronistas –contrario al deber de decir verdad
del parrhesiasta- y anula la verdad de la sabiduría de la concepción levisiana
considerándola como un medio de encubrimiento de su responsabilidad intelectual.
Finalmente, del Barco defiende su modo de decir verdad al presentar a Rozitchner como
un retórico que deforma deliberadamente los hechos para moldear las creencias de los
otros y herirlo mediante la injuria y la calumnia, y como un científico ajeno a la
filosofía que deja de lado la problemática ética y política de las circunstancias.
Las implicancias de esta discusión se extienden a la responsabilidad que uno y
otro atribuyen a los intelectuales en la violencia política: mientras que como sabio
Rozitchner la circunscribía al orden intelectual, mostrando que la “izquierda sin sujeto”
era culpable de no haber pensado en coherencia con su sentir, del Barco enfatiza la
particularidad de la ética y su extensión a todo “ser humano”, de donde proviene la
asunción de complicidad con los asesinatos. No es una responsabilidad del
pensamiento, sino el reconocimiento de la vida de Pupi, de Bernardo, y de todos
aquellos que fueron asesinados por las organizaciones políticas en nombre de la
revolución. Es en el Infinito, en el rostro del otro, donde del Barco encuentra el
imperativo de respetar la vida como el sentido fundamental que debe preservarse en la
política. Si para el intelectual de sabiduría la ética puede definir muertes necesarias u
obligadas por su finalidad política, para el intelectual de parrhesía hay que realzar la
especificidad reguladora de la ética para encarar la responsabilidad. Sólo de este modo
del Barco logra escuchar y hacerse cargo, hacia la sociedad y los familiares de los
muertos, de la lejana súplica de no matar.
52
Bibliografía
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http://laempresadevivir.com.ar/2010/04/25/intercambio-rozitchner-del-barco/ (Última
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Rozitchner, León (2011). “Primero hay que saber vivir: del Vivirás materno al No
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Rozitchner, León, (1964). La izquierda sin sujeto, La Rosa Blindada. Versión digital en
www.rosa-blindada.info/b2-img/LeonRozitchnerLaizquierdasinsujeto.pdf (Última
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Biblioteca Nacional.
Vázquez Villanueva, Graciana (2012a). “Batallar los límites de la interpretación:
memoria intelectual sobre la violencia en la polémica no matarás”. En Imaginario y
nación: episodios, discursos, conceptos, Buenos Aires: Editorial de la Facultad de
Filosofía y Letras.
Vázquez Villanueva, Graciana (2010). “Decir la verdad / no matarás: la izquierda
argentina en debate por su responsabilidad”, versión digital en
www.discoursescience.info/wp-content/uploads/06vazquez.pdf (Última consulta: 16-01-
15).
53
SEGUNDA PARTE:
IDENTIDAD, ALTERIDAD, VIOLENCIA. APROXIMACIONES DESDE
EL ANÁLISIS DEL DISCURSO
54
Sobre la memoria innominada.
Violencia e identidad travesti
1. Introducción
*
Estudiante avanzada de la carrera de Letras (orientación Lingüística, Universidad de Buenos Aires).
Profesora del curso internacional de Literatura Latinoamericana, Universidad de Vestfold (Noruega),
dictado en la Universidad de Buenos Aires. Investigadora en el proyecto UBACyT “Discursos de la
violencia estatal, memoria y actualidad”. amarillapaula@hotmail.com
55
prostitución, un conjunto de travestis se acercó a la asociación Gays por los Derechos
Civiles, en busca de ayuda, fueron ellos los que aceptaron asumir la defensa legal del
caso. En el proceso de interacción con este grupo, las travestis aprendieron los primeros
pasos para auto organizarse y en 1991 se constituyó la Asociación de Travestis
Argentinas (ATA).
La ATA se formó de un grupo de 15 amigas cansadas de sentir en carne propia
el maltrato policial, institucional y social que vivía una trans (travestis, transexuales,
transgéneros) en Argentina.
Entre 1996 y 2001, el grupo decidió cambiar su nombre a Asociación de
Travestis y Transexuales de Argentina (A.T.T.A.). Desde el 2001, el grupo nacionalizó
el movimiento trans en la Argentina y optó por llamarse Asociación de Travestis,
Transexuales y Transgéneros de Argentina (A.T.T.T.A.). La asociación creó y fundó
oficinas y/o sedes trans en las distintas Provincias de la Argentina.
Otra organización importante para la defensa y la denuncia de la marginalización
nace en el año 2002 con el “Movimiento Antidiscriminatorio de liberación” de La
Matanza (Provincia de Buenos Aires). Un grupo de personas travestis, pero también
lesbianas y gay, busca la inclusión del colectivo GLTTBI en trabajo, salud, vivienda y
educación. Sin embargo, su trabajo no se limita solo a defender los derechos de las
travestis sino a la diversidad sexual, a lo que suma su fuerte compromiso social y
adhieren a la lucha de todos los oprimidos. Ya no ven su causa como una sola, sino
como parte de una coyuntura socio-histórica que involucra a muchos más; de esta
organización formará parte activamente Diana Sacayán, desde donde peleará por los
derechos de las personas trans y también se solidarizará con las injusticias sociales de
otros.
En este contexto político y social de auto-organización y militancia, que se
vuelven prácticas más fuertes y extensivas, es que surge El Teje, en donde por fin es
posible la propia automediatización. Son ellas mismas, ahora, las productoras de
sentidos y mensajes dentro de la sociedad, lejos de la caricaturización y la
estigmatización que les dan los medios. A partir de ese momento tuvieron y tienen un
espacio para su voz y un destinatario específico y definido: las propias travestis.
Es desde este lugar propio y estratégico que se empieza a consolidar su identidad
como colectivo. Por lo tanto, el propósito de este trabajo es indagar en estas dinámicas,
en el vínculo entre reconocimiento y la construcción de una memoria, a su vez de cómo
éste se articula para ayudar a la constitución de la identidad travesti.
56
2. Hipótesis y metodología
57
odio perpetrados en un pasado próximo sino que estos mismos evocan a miles de ellos,
dando cuerpo y voz a un presente que es parte viva de un pasado que se reproduce, un
presente parte de una larga historia de muerte y marginación. De esto se desprende que
no sólo sea importante la denuncia como tal, que podría acarrear un peligroso círculo de
violencia y victimización, sino que también haya un llamamiento hacia la acción.
Como herramientas metodológicas utilizaremos, como se ha dicho, la noción de
ethos discursivo, el cual es entendido como la imagen del que habla en el discurso “que
señala la mostración de un carácter –un conjunto de rasgos psicológicos–, un tono –un
particular modo de decir– y una voz –una forma de inscribirse en el discurso–”
(Vázquez Villanueva, 2006: 8). Este ethos discursivo, como señala Maingueneau, está
constituido por efectos impuestos por la formación discursiva y no por el sujeto. El
ethos implica una manera de moverse en el espacio social, una disciplina tácita del
cuerpo aprehendida a través del comportamiento. El destinatario la identifica
apoyándose en un conjunto difuso de representaciones sociales evaluadas positiva o
negativamente de estereotipos que la enunciación contribuye a conformar o a
transformar; para nosotros será importante tener en cuenta que el co-enunciador al que
interpela el ethos discursivo no es solo un individuo al que se proponen “ideas” que
corresponderían más o menos a sus intereses, es también alguien que accede a lo
“dicho” a través de una “manera de decir” y esta última enraizada en una “manera de
SER”, lo imaginariamente vivido (Maingueneau, 2002: 66).
Las “ideas” suscitan la adhesión del lector a través de una manera de decir que
es también una manera de ser. Ubicados por la lectura en un ethos envolvente e
invisible, no solo desciframos los contenidos, participamos del mundo configurado por
la enunciación, accedemos a una identidad encarnada de alguna manera. El poder de
persuasión de un discurso depende, en parte, del hecho de que conduce al destinatario a
identificarse con el movimiento de un cuerpo muy esquemático, investido de valores
históricamente especificados.
Otro concepto clave de nuestro trabajo unido y en estrecha relación con el
anterior es el de incorporación, noción introducida por Maingueneau para
conceptualizar la relación establecida por el ethos entre un discurso y su destinatario; La
incorporación opera según tres dimensiones indisociables: 1) a través de la lectura o la
audición, el discurso da cuerpo a su enunciador -que cumple un papel de garante, de
fuente legitimadora-, y permite al destinatario construir a su respecto una representación
dinámica, 2) El destinatario incorpora, asimila los esquemas característicos de este
58
garante, su manera de habitar su cuerpo, de moverse por el mundo, 3) este doble
proceso permite la incorporación imaginaria del destinatario en la comunidad de los que
adhieren a este discurso, de los que forman cuerpo con él (Charaudeau y Maingueneau,
2005: 315); apelar a esta noción es negarse justamente a considerar al destinatario como
un simple consumidor de ideas o informaciones: el destinatario accede a una manera de
ser a través de una manera de decir. Esta noción es clave para entender como Diana
Sacayán interpela a su colectivo a actuar.
Con relación a la memoria, tenemos en cuenta la formulación de memoria
colectiva de Maurice Halbwachs quien define a la memoria colectiva como “la
condición de posibilidad de las memorias individuales y la identidad del grupo. La
memoria colectiva es reconstrucción del pasado gobernada por los imperativos del
presente.” (Lavabre, 2007: 8); Halbwachs insiste en que las exigencias presentes de la
sociedad reglan la posibilidad de acordarse o no de un acontecimiento, al mismo tiempo
que imponen la deformación del pasado. La memoria se inscribe en una materialidad,
un espacio y lugares específicos donde se reconocen los grupos activos de la sociedad.
Desde ese puno de vista, la memoria es necesariamente plural, multiforme, y se inscribe
en la multiplicidad de tiempos sociales y espacios diferenciados de los cuales se
apropian los grupos. “La memoria colectiva es la condición de posibilidad de los
recuerdos atesorados por los individuos. Y, como tal, cumple una función social de
integración” (Lavabre, 2007: 9).
Pilar Calveiro (2005) en esta línea entre memoria e historia, señala que la
memoria es un acto de recreación del pasado desde la realidad del presente y el proyecto
de futuro. Porque estamos en una situación de urgencias presentes, se interroga el
pasado, se lo rememora para darle una identidad, un estatuto al presente.
3. La periodista des-ubicada
59
Los títulos de las primeras dos notas sobre crímenes de odio son los siguientes:
“¿Nadie oyó gritar a Naty?” y “¿Quién vio caer la sangre caliente sobre la espalda de
Zoe?”. Naty y Zoe son dos travestis sobrevivientes de agresión con armas de fuego.
Desde el título lo ocular y sensorial se hacen presentes, tanto el uso de los verbos
oír/gritar y ver todos remiten a una instancia corporal de vivencia de las experiencias de
violencia que no es inocente. Diana Sacayán a través de los títulos y de las entrevistas
con un contenido altamente sensorial busca situarnos en la escena del crimen e
interpelar al lector. De este modo, éste puede pensarse como parte de la sociedad que
los margina buscando así una empatía que humanice a las víctimas. Por otra parte del
lector puede ser travesti buscando en él que se concientice sobre la vulnerabilidad en
que viven pero sobre todo que no miren para un costado entre ellas mismas.
En la nota número dos sobre el primer atentado violento relata Natalia:
Entonces pasó una chica y le pedí ayuda. Pero la mina va y les avisa a los
gendarmes que están a una cuadra y media, en la estación de tren de
Villegas. Los tipos se acercaron, miraron de lejos y se fueron. La policía
pasó con el patrullero por el lugar varias veces. Me vieron tirada, les hice
señas y se desentendieron. ¡¡¡Diez horas, loca, diez horas!!! Me miraban y
me ignoraban. Si no hubiese sido una travesti la que estaba tirada, no sé si
hubiera estado diez horas ahí. (El Teje, N° 2: 15) [Las negritas son nuestras
en todos los casos].
En este fragmento aparece el acto clave de cada una de las notas sobre crímenes
y actos de odio: la fuerza pública. Los gendarmes y la policía ambos descriptos en su
accionar van a tener una misma manera de operar. Las acciones atribuidas al cuerpo de
la fuerza se indican en pares: mirar/irse, ver/desentenderse y mirar/ignorar que
reformulan y afianzan una imagen de inoperancia en la representación de las fuerzas
públicas; en estos pares de actuación lo primero que está es el eje en la mirada, mirada
que desentiende y luego ignora. Tal como lo indica la propia morfología de desentender
se niega un entendimiento de la situación o como se entiende ignorar desde su
significado etimológico un "no saber", un desconocer. Hay un no entender y un no saber
utilizado por el propio agente de seguridad para justificar su actuar. La operación sería
la siguiente: no sé, no veo= no tengo responsabilidad. Se deja de tener responsabilidad
hacia aquello que es extraño y no contemplado para su defensa y atención, algo tan
60
extraño que no se entiende careciendo de conocimiento sobre esas existencias, una
incomprensión que recorre una vía secreta que conduce nada menos que ver no –
humanos, a deshumanizarlas.
La víctima cierra la propia narración con una condicional que hipotetiza sobre
las condiciones de posibilidad sobre el pasado: “si no hubiese sido una travesti la que
estaba tirada, no sé si hubiera estado tirada 10 horas ahí”. Con esta condicional,
hipotetiza sobre el pasado y lo que no fue, necesita posicionarse dentro del imaginario
de normalidad para creer que la ayuda era posible, porque desde sus condiciones reales
es imposible. La paradoja se da que para que pase lo que tendría que pasar en la realidad
frente a una emergencia debe imaginarse otra. Ella es la condicional de tercer tipo, la
hipótesis imposible que no encuentra espacio en la realidad. Tiene que imaginarse en
otra identidad para prever la posibilidad de ayuda, porque en la propia no la tiene.
Tampoco es inocente en este mismo fragmento la reformulación intradiscursiva
de los gendarmes. En el mismo pasaje estos se retoman como “los tipos”. Esta
reformulación los descategoriza como gendarmes y pasan a tener el mismo estatuto de
cualquier hombre sin una función pública que no tuviera la obligación de ayudarla. Su
ayuda es selectiva, y son presentados como los hombres o personas que normalmente
las ignoran, las invisibilizan o las violentan.
En la nota número cuatro a propósito del atentado contra Zoe, travesti a la que le
pegaron un tiro cerca de una estación de trenes, Sacayán dirá: “En el hospital me
preguntaron si quería hacer la denuncia —sigue contando—, pero yo les dije que no, si
total ya estaba. …. Pienso que hacer la denuncia es al pedo si total BUSCARLO no lo
van a ir a buscar”; en la misma nota, Jesica –otra víctima– relata:
61
En el hospital un uniformado le hace preguntas de rigor pero sin interés, algo
que queda evidenciado en ese “te lo dije” que marca la repetición de algo ya dicho y
fundamental: el lugar de los hechos. Aquí se evidencia que las acciones realizadas por
los agentes de la justicia pública son nulas o absurdas. La repetición de que no hubo un
seguimiento (dos veces y después vuelto a retomar con el “algo tomado más en serio”)
va desde lo que se debe hacer –que haya un procedimiento y se investigue lo ocurrido–
hasta la expectativa de que por lo menos hagan “algo”, casi como un pedido de súplica.
Ese pronombre indefinido que refiere a la actividad policial enfatiza que no hicieron
nada, ni siquiera “algo”. También este algo revestido de “tomado más en serio” enfatiza
que no hubo nada serio en las preguntas, ni en el trato recibido por el uniformado, como
si las respuestas no fueran a indicar algo de importancia que los impulsaría,
efectivamente, a hacer algo.
Ahora bien, esta representación de la fuerza policial se construye paralelamente
al ethos discursivo de Diana Sacayán, sus notas empiezan por lo general de este modo
como el número nos revela:
Recibí la noticia de que una joven travesti de Laferrere había sido golpeada
brutalmente en la villa Puerta de Hierro y que había sido internada en el
hospital Güemes de Haedo. Se llama Natalia Otamendi. Inmediatamente fui
a verla pero cuando llegué al edificio de arquitectura antigua, rodeado de un
gran parque, me propuse localizarla, pero las cosas no fueron tan fáciles.
Luego de recorrer los anchos y extensos pasillos, di con la ventanilla de
informaciones, y allí me encontré con el primer inconveniente: estaba
registrada con el nombre que figura en su documento. Una vez más habían
vulnerado el derecho de una persona a ser llamada por el nombre que eligió́.
Recientemente, en la provincia de Buenos Aires fue firmada la resolución
número 2.359 que exige respetar el nombre de identidad de travestis y
transexuales en los hospitales públicos. No fue este el caso. (El Teje, N° 2:
15).
62
Esta situación crea un clima de impunidad para quienes ejercen violencia
contra las personas travestis. Es necesario recordar que las víctimas de
violencia, más aún de esta magnitud, ven afectada su salud física y psíquica
y es muy difícil poder salir del trauma. La organización M.A.L.
(Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación) solicitó la intervención –en
estos tres casos– de la defensoría de La Matanza en una reunión que se llevó́
a cabo con la Defensora del pueblo Silvia Caprino el día 14 de diciembre de
2007. (El Teje, N° 2: 15).
Firma
Diana Sacayán militante del M.A.L
En otra de las notas donde averigua sobre el arresto injusto de Johana Robledo
empieza su nota del siguiente modo:
63
acto performativo en el que se inscribe en un compromiso con lo escrito, con su
nombre.
Sacayán construye una subjetividad de periodista comprometida y militante que
interpela a su lector, planteando y mostrando modos de ser. Podemos observar este
movimiento a través de la incorporación. El posicionamiento, entendido este como una
identidad enunciativa fuerte, permite una clara producción discursiva como militante
pero también como travesti. En la misma nota sobre Natalia ella narró:
Yo había conocido a Johana por el ano 2000, alguna vez que terminé
viviendo en Virrey del Pino. Ella se acercó y me ofreció un lugar como
refugio, a partir de allí nos hicimos amigas y dos anos más tarde, cuando
creamos el MAL, empezó a participar del grupo. Pasaron seis días desde la
detención hasta que pude encontrarla. (El Teje, Nº 5: 12).
Ella comparte a través de las notas la historia y la violencia hacia las travestis,
ella no toma distancia, también es una víctima junto a sus compañeras en una identidad
constantemente bastardeada con insultos, tales como “puto feo”. Pero en el momento
que el discurso continua, su ethos discursivo se separa de la identidad de puto o puta de
la travesti marginalizada (marginalidad propia del ser travesti exacerbada a partir de
concebírselo como homosexual o prostituta) para pasar a representarse como militante.
El acto de firmar su primera nota como Diana Sacayán militante del MAL la ubica
automáticamente en una esfera de sentido que escapa al destino travesti, donde la
mayoría se prostituye y son mudas. Por el contrario, ella se hace oír y construye sentido
y realidad.
64
Si de por sí puede parecer increíble la posibilidad de existencia de una travesti
para la sociedad, imagínese una que sea periodista y militante, que además se haga
escuchar. Este ethos termina construyéndose como condición de posibilidad para las
travestis. El destinatario no sólo empatiza con la periodista, sino que se identifica con
ella a través de la mostración de su ethos. A través de éste, como señala Maingueneau
(2002), es posible la construcción de una subjetividad de esta enunciadora que se logra
proyectar y permite que “el destinatario acceda a una manera de ser a través de una
manera de decir”. Sacayán es una travesti que propone otros modos de ser travesti que
rompen con los estereotipos, se desplaza, se des-ubica.
Los crímenes de odio y los actos violentos perpetrados hacia el colectivo travesti
han sido invisibilizados históricamente por los medios, por la sociedad, por la historia.
Cabe preguntar si justamente es a causa de esa invisibilización bestial es que no nos
damos cuenta de la violencia atroz que sufre este colectivo, de una expectativa de vida
que ahora mismo es de solo treinta y dos años de edad.
La revista empieza por primera vez una lucha en la historia de los medios en un
espacio que le es propio, donde sus voces no son presentadas a modo de risa, ni caen en
un discurso que las tergiverse y las burle; el esfuerzo por visibilizar no sólo es mostrar
la diversidad de género sino sobre todo en mostrar la dimensión oculta de la travesti,
que es también una persona, vulnerable y en peligro constante.
En cada una de sus notas Diana Sacayán nombra a cada una de las víctimas en
sus títulos: “Nadie escuchó gritar a Naty?”, “¿Quién vio caer la sangre caliente de
Zoe?”, “A un día de la muerte. Johana Robledo se ofreció como testigo de un crimen.
En la brigada de San Justo la dejaron esposada a la intemperie” y el último “El crimen
de Rubí”; los títulos no son al azar. Con la mención de cada uno de los nombres de las
víctimas Sacayán produce un acto onomástico, casi un ritual, que empieza a dar vida e
identidad a algo que no lo tenía y, a la vez, construye un registro, una memoria histórica
del colectivo travesti. Solamente a través de la posibilidad de pensarse grupalmente, de
darse un lugar para investigar su propia historia y sus condiciones de existencia, es que
podrá plantearse la posibilidad de otra identidad en desmedro de ése que se le impuso
como anormal, criminal, abyecta.
65
Como señala Josefina Fernández en Cuerpos Desobedientes: “Es esta incursión
en el espacio público la que permite a las travestis organizadas explicar y superar un
pasado de violencia y exclusión, transformar su auto imagen, y desplegar la posibilidad
de una identidad construida fuera del mundo del ejercicio de la prostitución como medio
de sustento y escenificación de sí mismas” (Fernández, 2004: 191); nombrar es
individualizar. Es otorgar un estatuto y un espacio propio para así, a través de la mirada
particular de estos casos, llegar a una historia común, a identificaciones de otros y de sí.
Nombrarse es dejar de ser cuerpos anónimos para conformar un registro de ellas mismas
dentro y, a la vez, de la configuración de su identidad junto a la identidad como grupo.
De forma integradora, si tomamos la primera nota sobre la violencia hacia el
colectivo travesti, lo primero que tenemos es la noticia de una sobreviviente de un
atentado de muerte, y que sigue viva. Las otras notas tendrán esa misma temática pero
en la última hay un cambio, se nos narra la muerte de Rubí. Se elige contar cómo fue la
muerte de una de ellas, y aún más. El siguiente fragmento, donde Sacayán narró lo
ocurrido al enterarse de la muerte de Rubí, nos devela el porqué de ese cambió en esta
nota:
Para el hospital no era una NN, pero había que movilizarse hasta la
comisaría para hacer una declaración jurada, decir que nos hacíamos cargo.
De repente, si nosotras nos acompañamos tanto tiempo en la vida, o sea, en
ese momento tampoco la íbamos a dejar tirada a la suerte de vaya a saber
qué, viste. Ellas empezaron ahí a movilizarse para el entierro. Que tenga su
cajón, y su velorio, todo como correspondía, sigue la Mae. Estuvimos dando
vueltas como cinco días, ella falleció un lunes o martes, nos entregaron el
cuerpo un sábado y el cuerpo fue directo del hospital Paroissien al
cementerio. Una vez que el juez lo liberó de la autopsia, recién ahí pudimos
tener el cuerpo y nosotr*s, a todo esto, seguíamos tratando de localizar a la
hermana porque era la unica parienta que tenía cerca. Así que nos metimos
en la Villa Santos Vega a buscarla hasta que pudimos localizarla, para
contarle y preguntarle qué quería hacer…. la hermana de ella que está acá no
estaba en condiciones de hacerlo. Entonces desde el templo llamamos a una
reunión y juntamos entre tod*s sus herman*s de religión el dinero para el
cajón, para su entierro1. (El Teje, Nº 6: 6).
1
Los asteriscos son usados para evitar las marcas genéricas de femenino y masculino a/o.
66
En esta última nota, las propias travestis se auto organizan para hacerse cargo de Rubí, y
darle una sepultura digna, donde la marginación y el desapego llega hasta el propio
final. Las travestis son las únicas que velan y pueden velar unas por las otras. Es aquí en
esta secuencia de notas que va desde la historia individual a la historia de auto
organización de las propias amigas de Rubí que velan por ella y la entierran que la voz
enunciativa de Sacayán cobra más fuerza fundiéndose con las otras voces a las que hace
hablar; mediante este acto de sumar y mostrar estas voces de amigas que se auto
organizan para cuidarse y respetarse que Diana Sacayán señala la fuerza que puede
residir en el vínculo entre reconocerse como travestis y como parte, a un tiempo, de un
colectivo que las fortalezca en su identidad y les brinde el cuidado del que carecen
institucional y socialmente. Como señala Fernández en su trabajo, es con la
participación y el accionar del travestismo organizado en el interior del Movimiento
GLTTTIB y sus asociaciones que el colectivo inicia su lucha política por “hacerse
existir”, por darse visibilidad social desde los márgenes en los que la sociedad lo ha
relegado a la vez que inicia su lucha por hacer legítima “otra” visión del principio
organizativo del espacio social de las relaciones de género. (Fernández, 2004: 72).
5. Conclusión
67
violencia que es una reacción hacia todo lo que no es norma dentro del sistema; esta
violencia tiene que ver con subjetividades desvalorizadas y marginalizadas, que aun
existiendo la Ley 26.743, no cuentan con protección real. Sin más, a un año de aprobada
la ley, la propia periodista Diana Sacayán fue golpeada brutalmente y desfigurada por
un grupo de hombres en un bar de Laferrere y, luego, por la propia policía del lugar.
Ella misma como superviviente de la violencia antes y después de estos artículos,
comprendió y comprende la necesidad de la cohesión del colectivo travesti para lograr
un espacio legítimo en una sociedad que aprenda a respetar y cuidar su existencia.
Bibliografía
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volumen 20. Colombia: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias
Humanas, pp. 197-224.
68
¿Sometidos?
Familia, niñez y homosexualidad en el debate por la modificación de la
ley de matrimonio
Fernando Schiaffino
1. Introducción
69
discursivos ‘niños’ y ‘familia’. Estos serán introducidos como una de las estrategias
discursivas que permiten mitigar el carácter violento de una postura que niega la
posibilidad de extender hacia las parejas de igual sexo todos los derechos –incluida la
adopción– y obligaciones conyugales –la crianza de un hijo– de los que gozan las
parejas de diferente sexo. En segundo lugar, demostraremos que los oradores sostienen
su postura por considerar a la relación homosexual como una relación carente de valor
social, incapaz de sostenerse en el tiempo y por lo tanto incapaz de formar una ‘familia’.
2. Corpus
70
en el sentido estricto de la palabra–. Esto es, aceptar que más allá de la orientación
sexual, todo ciudadano argentino tiene la posibilidad y capacidad de unirse y formar una
familia.
1
M. E. Bitonte y Z. Dumm exploraron las particularidades del discurso parlamentario en “El discurso
parlamentario: ¿diálogo en la torre de Babel?” (Publicado en R: Marafioti, comp., Parlamentos, Buenos
Aires, Biblos, 2007).
2
Art. 179 y 180 del “Reglamento de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación”. Recurso
disponible en el sitio web de la HCDN: http://www.diputados.gov.ar/institucional/reglamento/
71
Asimismo, el enunciador (orador) tampoco es un sujeto individual. Si bien habla
una persona, esta pertenece a instituciones sociales y a un partido político. Pero ante
todo ocupa una banca como consecuencia del voto, lo que lo hace representante de la
voluntad de quienes lo votaron. En este sentido, los oradores son portavoces en el
espacio político del debate parlamentario, de otros actores sociales, menos visibles, que
constituyen las condiciones de producción del discurso.
A demás, se debe sumar el carácter masivo que adquieren estos debates; como
consecuencia de la televisación de las sesiones y la posibilidad que genera Internet de
acceder fácilmente a ellos (en soporte escrito o audiovisual) el discurso parlamentario
comenzó a ser recibido cada vez más como un producto mediático. Consientes de esto,
los oradores debieron atender cada vez más profundamente a conformarse una imagen
acertada de su auditorio con el fin de aumentar la efectividad de lo dicho.
“El imaginario político –subraya E. Verón (1987)– supone no menos de dos
destinatarios: un destinatario positivo y un destinatario negativo” e insiste en que el
discurso político se dirige a ambos al mismo tiempo. El destinatario positivo recibe el
nombre de ‘prodestinatario’ y mediante un ‘colectivo de identificación’ con el
enunciador participa de sus mismas ideas, adhiere a sus valores y creencias. Mientras, el
destinatario excluido de ese colectivo será llamado ‘contradestinatario’ y la relación con
el enunciador reposa en la hipótesis de una inversión de la creencia. Este ‘otro’ negativo
define la posición del adversario.
No obstante, en contextos democráticos emerge otro tipo de destinatario. El
‘paradestinatario’ representa a los indecisos, posición que tiene una hipótesis de
suspensión de la creencia respecto del enunciador. Con esta noción se identifican
aquellos sectores que se mantienen “fuera del juego” y deciden su posición a último
momento. Al paradestinatario son dirigidas las estrategias que en el discurso político
pertenecen al orden de la persuasión.
Como primera cuestión de análisis, observamos que los dictámenes de minoría
coincidirán en atribuirle al matrimonio una naturaleza heterosexual. Mediante una
constante apelación a esta condición natural se buscará justificar discursivamente la
negación del matrimonio a las personas del mismo sexo.
72
el resultado es la procreación, asegurando la perpetuidad de la especie (…)
(Dip. Mario R. Merlo).
(…) el matrimonio es una institución especialmente heterosexual. Este es un
dato antropológico del que el derecho suele limitarse a tomar nota. Una
unión formal entre personas del mismo sexo será otra cosa, pero nunca un
matrimonio. (Dip. Ivana Bianchi).
73
vinculándose poco a poco con términos como “enfermedad”, “trastorno” o
“perversión”3. Con el correr del tiempo, la homosexualidad fue cargándose de
significados asociados a lo inmoral, siendo representada como una amenaza social.
Volveremos sobre esto más adelante.
Con el concepto de heteronormtividad son reconocidos los procesos a través de
los cuales las políticas e instituciones sociales refuerzan la idea de que los seres
humanos están divididos en dos categorías distintas. Estos dos ‘grupos’ –o sexos, o
géneros– existen con el objetivo de complementarse mutuamente. Por lo tanto, las
relaciones entre ellos son concebidas como normales, correctas y racionales. El amplio
espectro de interrelaciones que se excluyen de la normalidad conforman “lo otro”, el
lugar de la opresión.
Entonces, desde esta lógica, veremos cómo los oradores asignarán a las
instituciones del Estado una obligación intrínseca, la de velar por el cuidado de esas
normas y ‘contener’ las libertades dentro de ciertos límites. De manera tal que el
auditorio no sea impelido por el orador, sino por algo mucho mayor a ellos que dictará
la norma. Ese ‘tercero místico’, en tanto “entidad abstracta que ellos mismos [los
hombres] han instituido en un tercero que los sobredetermina”, sostiene P. Charaudeau
(2002), coloca al interlocutor bajo amenaza:
74
Este tipo de discurso, cuasi evolucionista, pertenece en efecto a la scientia sexualis
propuesta por Foucault.
Por otro lado, apelar únicamente a la función utilitaria y fecunda del matrimonio
y en consecuencia negarle el acceso a parejas homosexuales, echa por tierra otra de las
cuestiones tratadas por la ley: La (im)posibilidad de adopción por parte de estas, lo que
a su vez supone la conformación y el reconocimiento de un nuevo modelo de familia.
Sin embargo, un argumento de tal dureza que llegara a aquella parte del
auditorio que aún mantiene una posición dubitativa (paradestinatario), haría que esta se
solidarice con la posición contraria. En efecto, con la lucha de un grupo de
desprotegidos ante la ley. A los fines de crear un efecto de adhesión en el auditorio, los
oradores pondrán en juego a un grupo social que, con su desprotección, sea capaz de
suscitar un efecto emocional en el auditorio.
75
A la hora de considerar la posibilidad de adopción por parte de las parejas
del mismo sexo, no hay que atender tanto al deseo de los presuntos
adoptantes, sino al interés superior de los niños. (Dip. M. R. Merlo).
Cuando hablamos de adopción no nos referimos al derecho de las personas
adultas a adoptar como cuestión principal sino al derecho de los niños a ser
adoptados, a tener padres (Dip. F. Pinedo).
Tenemos hoy la oportunidad de otorgar derechos a las personas adultas, que
no gozan de ellos, sin descuidar el interés superior de los niños (Dip. G.
González).
Para evitar recibir una sanción social los oradores opositores a la ley buscarán
producir un efecto de adhesión en el auditorio apelando a saberes de creencia. Patrick
Charaudeau (2011) considera que las creencias se construyen alrededor de un saber
polarizado en torno a valores sociales compartidos: “el sujeto moviliza una o varias
redes inferenciales propuestas por los universos de creencia disponibles”
desencadenando en el interlocutor un estado emocional. Este desencadenamiento, o su
ausencia, pone a quien habla “frente a una sanción social que desembocará en diversos
juicios de orden psicológico o moral” (Charaudeau, 2011: 100).
A través del desplazamiento del tema hacia los niños se minimiza la
problemática de la discriminación y la desigualdad de derechos poniendo en el centro de
la discusión a este grupo de la sociedad que representa ternura e inocencia.
Reitero que [en el país] son diez mil niños que están esperando ser
adoptados (…) Es un tema que me duele, y espero que el día de mañana nos
demos cuenta de que progresismo es defender los derechos de los más
débiles (Dip. C. Hotton).
5
En este sentido, Ruth Amossy reflexiona “se trata de niños, seres por definición inocentes, lo que vuelve
de aquí en adelante sensible al lector por lo que pueda ocurrirles” (Amossy, 2000: 8).
76
homosexuales’ de manera tal que el reconocimiento de los derechos de unos sea
percibido como una amenaza hacia los otros:
Un tema aparte es la adopción por parte de parejas del mismo sexo, ya que
basándose en esto se busca un nuevo modelo de familia, a la que no estamos
preparados como sociedad estoy segura de esto para afrontar (Dip. I.
Bianchi).
(…) es importante para la formación de los chicos que tengan clara una
diferenciación de roles, de padre y de madre (…) Los roles en la educación
nos dicen algunos (…) conforman la personalidad de las personas. En
consecuencia, es importante que estos roles existan no solamente en cuanto
al padre y a la madre sino a los abuelos, que tienen características distintas.
(Dip. F. Pinedo).
Los oradores buscarán producir en el auditorio un efecto de temor a lo
desconocido a raíz de este ‘nuevo modelo’ de familia. Un modelo que se aleja de lo que
determina la heteronorma, ya que supone que los roles6 de padre y madre no
necesariamente coinciden con el género de las partes. Una prueba de ello se observa en
las familias monoparentales. En ellas, solo está presente o bien el padre, o bien la
6
Para el psicoanálisis, se habla de funciones materna y paterna. Estas pueden ser cumplidas por cualquier
persona sin importar el género, la edad o el lazo, sanguíneo o no, que se tenga con un chico. (Cf. Freud, S.
1905 y Lacan, J. 1957).
77
madre, y sin embargo esto no garantiza que sus hijos desarrollen una orientación
homosexual. Por otro lado, ¿de dónde surgen los homosexuales sino de una relación
heterosexual? ¿Acaso ningún homosexual fue un niño criado por una familia con ambos
progenitores y ‘roles’ definidos? Observemos que la base de estos argumentos está
fuertemente cimentada sobre la heteronorma imperante en la sociedad; de otra manera,
los hijos criados en el seno monoparental, necesariamente, serían homosexuales.
Continuando con la apelación a las emociones como efecto del discurso para
desviar el foco de la discusión, observaremos que poco a poco la oposición derechos ‘de
homosexuales’ y derechos ‘del niño’ se va recrudeciendo:
(…) de este nuevo modelo de familia no sabemos nada. Es más: siento que
con la adopción por parte de parejas homosexuales estamos sometiendo a
miles de chicos que han pasado por un hecho traumático, como es el
abandono, a un nuevo experimento. Si esta norma finalmente se sanciona,
me pregunto: ¿cómo podríamos definir qué es una familia? (…) la creación
de esta nueva familia expondría a estos chicos a superar pruebas mayores
que los chicos adoptados por parejas heterosexuales (Dip. I. Bianchi).
(…) me pregunto si es lo mismo que un chiquito crezca y se desarrolle en el
seno de una familia compuesta por una mamá o que lo haga en una familia
con dos papás o dos mamás. (Dip. G. González).
78
calle trabajando en lugar de estar en la escuela, son sometidos a separaciones, tanto
dentro del ámbito familiar como en el de sus relaciones fraternales, por voluntad de sus
propios padres. Son sometidos, incluso, al abandono por parte de estos. Pero al parecer,
con anterioridad a cualquier “experimento” al que se los pueda “someter”, la
homosexualidad es el peor de todos.
Esta serie de términos pertenecen, en efecto, al discurso científico. Por medio de
este tipo de discurso se busca darle verdad a lo dicho: ¿acaso se necesita someter, valga
la redundancia, a este objeto (homosexual) a experimentación, a un estudio minucioso
que dicte un diagnóstico preciso?; ¿urge comprobar su anti naturalidad a través de la
ciencia? Si a esto sumáramos las consideraciones foucaultianas anteriormente
desarrolladas, observaríamos que la representación de la ‘homosexualidad’ que emerge
de los discursos se carga de significaciones asociadas a lo inmoral o lo traumático.
En consonancia, resulta esperable que para una condición como la descripta (anti
natural, que atenta contra el desarrollo de los niños, que necesita ser estudiada y (aún
más) diagnosticada7, las relaciones que carguen con esta condición, es decir, la relación
homosexual fuera representada discursivamente de manera similar:
7
Hasta el año 1973, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) incluía en su Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) a la homosexualidad como categoría
diagnóstica. En la revisión del DSM-III (DSM-III-R, 1986) desapareció de manera definitiva cualquier
mención a la homosexualidad como trastorno mental.
79
mismo sexo no son capaces de hacerlo. No obstante, la ley de adopción vigente en el
momento del debate consideraba que una persona, sin importar su orientación sexual, sí
podía sustituir aquel entorno que su familia biológica no le supo otorgar.
Una vez que se niega la posibilidad de adopción, aparece en cuestión un nuevo
instituto legal que pretende “otorgar a las personas de condición homosexual la
protección que se merecen”: la “Unión Civil”:
Las ‘libertades’ que profesa este instituto están íntimamente relacionadas con la
representación de la homosexualidad que se quiere ofrecer al auditorio. Veamos a qué
se refiere el diputado con este término:
(…) hay otras obligaciones del matrimonio que (…) no creemos que en el
enlace civil tengan que subsistir, como la obligación de convivencia, la
obligación de fidelidad o de tener un trámite complejo para la
disolución del vínculo. (Dip. F. Pinedo).
80
de la sociedad, en términos comerciales, donde las responsabilidades mutuas están
enfocadas a cargos patrimoniales. En consecuencia, una relación entre personas que no
se deben fidelidad, ni convivencia es, en efecto, una relación incapaz de formar una
familia.
Asimismo, este tipo de vinculación legal se ubica en un escalafón inferior al
‘matrimonio’. Esto es, al enlace civil pueden acceder todas las parejas sin distinción
sexual, mientras que al matrimonio solo pueden hacerlo aquellas que resignen de
determinadas libertades siempre y cuando las partes cumplan el requisito de ser
sexualmente ‘complementarias’.
4. Conclusiones
81
hace’. Esos niños y niñas serán objeto de las burlas de sus compañeros y violentados
verbal y físicamente en el tránsito de su adolescencia.
Esos chicos serán, a fin de cuentas, sometidos a la misma segregación en la que
se encontraron, antes de la modificación de la ley, aquellos adultos que decidieron
buscarle un marco legal a su familia y no pudieron encontrarlo. Hasta que “frente a una
naturaleza que no gobernamos, que produce desiguales” (Dip. F. Solá) no nos
preocupemos por equiparar a esos desiguales seguiremos sometiendo a todos, incluidos
los niños, a una sociedad con base en la exclusión.
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82
83
¿Cómo enseñar a defenderse de los enfermos?
1. Introducción
Pablo von Stecher es doctor de la Universidad de Buenos Aires (área Lingüística), profesor de semiología
(UBA) e investigador asistente del Conicet. Ha publicado numerosos artículos sobre el discurso médico
argentino. pablovonstecher@gmail.com.
1
Ramos Mejía, perteneciente a una familia patricia y miembro de la Generación del ´80, se recibió de
médico en 1879. Creó y dirigió la Cátedra de Enfermedades Nerviosas en la Universidad de Buenos Aires
en 1888, y presidió el Departamento Nacional de Higiene desde 1892. Hacia la primera década del siglo
XX, volcó su atención hacia la formación escolar en el país y, desde 1908, ejerció la presidencia del
Consejo Nacional de Educación. Sus obras de ensayística sociocientífica -La neurosis de los hombres
célebres de la historia argentina (1878), La locura en la historia (1895), Las multitudes argentinas
(1899) Rosas y su tiempo (1907)- no sólo marcaron el origen de los estudios de psicología social en el
país, sino que lo configuraron como representante paradigmático de la penetración y constitución del
discurso positivista en la cultura argentina (Terán, 2000: 98).
84
médica, la descripción física y social de los “sujetos enfermos” representativos del
nuevo entramado social, es la instancia que determina la necesidad cada vez más
imperiosa de un médico que se autoconstituya como protector de una sociedad asolada
por los peligros epidémicos y por las crisis morales.
El trabajo se inscribe en el marco teórico del Análisis del Discurso desde sus
tendencias francesas. Analiza la conformación del ethos2 siguiendo los lineamientos de
Ruth Amossy (2000, 2002) y de Dominique Maingueneau (2009), que lo indagan a
partir de rasgos como la construcción del enunciador, los términos evaluativos con los
que el locutor imprime juicios de valor en el enunciado y su correspondencia con la
escena de enunciación3. Atiende, asimismo, a la construcción del auditorio académico, a
partir del análisis de índices de alocución (imperativos, apelativos, pronombres), con el
fin de estudiar qué perfil de médico se formaba por entonces en la Argentina 4. El
enfoque se nutre, además, de los aportes de James Gustafson (1990) sobre los tipos
discursos morales propios de la literatura médica.
El corpus lo conforman, entonces, las siguientes disertaciones de Ramos Mejía:
“Lección III: De las Epilepsias”, “Lección IV: Tratamiento de la epilepsia”, “Lección
V: Los epilépticos bromiómanos”, “Lección VI: Los toxicómanos o bebedores de
veneno”, y el informe “El estado mental de los espiritistas”, todos compilados en el
volumen Estudios clínicos de enfermedades nerviosas y mentales (1893).
85
Demetrio N. de 18 años (…) ha venido aquí traído por sus padres, que no lo
podían curar en su casa y menos soportarlo; tal era la malignidad de su
carácter, bien peligroso por cierto, como vais a verlo. Lo primero que llama
la atención, apenas lo miráis, es su aspecto realmente extraño y
desagradable. Produce la impresión de un mono, más que de un hombre.
Examinad su fisonomía y todo su hábito exterior y veréis qué multiplicidad
de signos os revelan su degeneración. El cráneo cerebral es pequeño (…) y
el cráneo facial tiene aún más visibles los signos de su raquitismo moral
(…) si os fijáis bien, la implantación irregular de sus ojos, poco humanos
por la rara impresión que produce su mirada torcida (...) Comenzad por su
cráneo, que es visiblemente pequeño y asimétrico (…) Observad las
eminencias frontales (…) Las cejas son, como veis, abundantes y espesas a
la derecha. Los dientes revelan bastantes caracteres de degeneresencia. Esa
dentadura expresiva en su misma fealdad elocuente y reveladora, con esa
peculiaridad especial de las deformidades humanas, está allí bien manifiesta.
No tiene este joven un solo diente bien implantado, casi todos están
precozmente cariados, desflecados, como los de los niños sifilíticos,
separados como los de las máscaras de cartón torcido (…) Extendiendo el
examen físico a las demás partes de la cabeza y de su cuerpo mismo, veréis
que son muchas más las anomalías o estigmas característicos de la invalidez,
que el cráneo más que ningún otro órgano, revela con elocuencia (…) La
oreja de este muchacho es demasiado pequeña, un signo de debilidad, de
femenilidad que no se encuentra en el macho sino por excepción o en estos
casos (…) el tórax es visiblemente deforme, estrecho y poco simétrico; las
costillas débiles y grotescas (...) No hay en este cerebro desequilibrio
propiamente, hay más bien depresión, debilidad, pobreza, esa suma
mediocridad de facultades que produce en el espíritu de uno la impresión
inocua de la palidez, de lo descolorido. Yo creo que bien podría clasificarse
entre los imbéciles adelantados (…) Su estado moral es todavía más
característico. Hay una verdadera atrofia de la sensibilidad moral: los más
rudimentarios sentimientos brillan por su ausencia y las lagunas de su
espíritu son tal vez más profundas que en el dominio de la inteligencia
(1893: 105-110).
86
La observación continuamente regulada, guiada e interpretativa sobre los
cuerpos es la operación clave desplegada por el médico en esta lección. La primera
instancia de este proceso didáctico se establece en el direccionamiento de las miradas de
los alumnos hacia los fenómenos que encierra el cuerpo de Demetrio Para ello, el yo-
enunciador articula una serie de imperativos dirigidos a un vosotros, que no sólo
organizan el orden de la examinación para los alocutarios (“lo primero que llama la
atención, apenas lo miráis”; “Comenzad por…”), sino que señalan las particularidades
cuantitativas o cualitativas sobre las que debe anclar la lectura de lo observado
(“Examinad su fisonomía y todo su hábito exterior y veréis qué multiplicidad de signos
os revelan su degeneración”; “Las cejas son, como veis, abundantes y espesas”).
Agudizar la mirada atenta e incisiva es, entonces, el primer paso en el aprendizaje de la
epilepsia, en la medida en que todos los rasgos de Demetrio se constituyen como
fenómenos dignos de observación: o bien producen impresiones o bien resultan
reveladores.
En el marco de esta observación guiada, la descripción de Demetrio se despliega
a través de un encadenamiento de adjetivos subjetivos afectivos (Kerbrat-Orecchioni,
1986: 110), muchos de ellos marcados por “prefijos negativos de privación y
contrariedad” (ver marcas subrayadas): “a-”, “des-” e “in- (i)”, los que van delimitando
al sujeto como “irregular”, “desagradable”, “asimétrico”, “descolorido”. Otros adjetivos
-no marcados por los prefijos, pero- igualmente calificativos, complementan tal
descripción de los distintos rasgos físicos de Demetrio, tales como “pequeño”,
“estrecho”, “deforme”, “torcido”. La proliferación de tales adjetivos, en los que ancla el
juicio y la evaluación del locutor, enfatizan los elementos carentes, empobrecidos o
desviados del sujeto y dan lugar a una descripción exasperada en lo anormal que atañe a
todas las posibles manifestaciones corporales de Demetrio.
Entonces, como segunda instancia en el proceso de instrucción, se indican los
modos de interpretación de aquellas particularidades físicas concernientes al cráneo -de
raigambre frenológica- pero también a los dientes y a las orejas, como signos de
fenómenos anclados en distintas formas de anormalidad en el carácter de Demetrio:
“raquitismo moral”, “caracteres de degeneresencia”, “debilidad” o “femenilidad”. Se
puede percibir, en este esquema vinculante de irregularidades físicas y degeneraciones
morales, la irrupción de una serie de señalamientos que ilustran las valoraciones del
locutor sobre Demetrio en el enunciado, tales como: “su misma fealdad elocuente y
87
reveladora”, “su aspecto extraño y desagradable (…) produce la impresión de un
mono”5 sus dientes, separados “como los de las máscaras de cartón torcido”, o sus
costillas que resultan “grotescas”; valoraciones que desbordarían cierta objetividad o
rigurosidad científica propia de la escena genérica “lección médico-académica”, para
modalizar la perspectiva que configura la mirada sobre el caso.
En esta instancia interesa notar que el fundamento del discurso positivista, de
importante incidencia sobre el campo médico durante esta etapa, se focalizaba en la
observación de hechos de la realidad y en el análisis de su sujeción a leyes, lo que
legitimaba sus conocimientos por sobre los de la religión, dominio considerado como
una etapa primaria en la evolución de la cultura, e incluso como un obstáculo que
detenía la marcha ascendente de la especie humana (Picotti, 1985: 225-226; Terán,
2000: 83). No obstante en este punto, cierto imaginario religioso de la enfermedad, en el
que la alteración del cuerpo exterior era considerada la manifestación de una falta o
déficit interior mensurable en escalas morales, propia del discurso médico medieval
(Vicente Pedraz, 1999: 13-14) se filtra en la caracterización de Demetrio al reforzar que
su estado moral es todavía más característico que su estado físico, o que sus ausencia o
lagunas de espíritu son más profundas que en el dominio de la inteligencia. La medicina
medieval concebía la patología como la expresión visible de una carencia ontológica y,
en su discurso, los cuerpos eran descriptos a partir de cualidades polarizadas en
términos de excelencia -belleza, fuerza, destreza, mesura, apostura, integridad somática-
o de villanía -fealdad, debilidad, torpeza, exageración, desaliño, falta de higiene o de
integridad- (Vicente Pedraz, 1999: 13-14); cualidades estas últimas que, como puede
observarse, definen la caracterización de Demetrio.
Entonces, si estos índices de subjetividad en el lenguaje se nos presentan como
huellas para estudiar los juicios del valor que imprime el locutor en los enunciados
(Kerbrat Orecchioni, 1986: 43, 96; Amossy, 2007: 4) y si estas marcas, además de
ofrecer la visión de éste sobre los objetos, ofrecen una visión de sí mismo (Amossy,
2007: 5), la actitud desfavorable y los juicios de depreciación del locutor sobre el
enfermo también dan cuenta de la conformación del ethos. Esta imagen es la del médico
que juzga y condena a los pacientes y que demuestra la legitimidad de su punto de vista
a partir de la correlatividad establecida entre lo físico y lo moral.
5
Mónica Cohendoz (2004: 139) detecta, entre las operaciones fundadas en una mirada médica propia de
la retórica del discurso científico argentino en este período, tanto el uso del cuerpo del delincuente como
prueba de su peligrosidad, como la animalización del criminal a modo de evidencia del atavismo
prehumano típico de su estado de barbarie.
88
Aunque los datos arrojados por el examen psiquiátrico admiten clasificar a
Demetrio como un “imbécil adelantado”, es el cuadro de “atrofia de la sensibilidad
moral”, el componente que permite advertir sobre la malignidad y la peligrosidad de su
carácter. Así pues, una vez concluida la descripción psicofísica del paciente, se ofrece la
siguiente reflexión:
89
examinados que detecta las costumbres antisociales y nocivas para la comunidad,
supuestamente recurrentes entre los enfermos de epilepsia.
90
de las perturbaciones mentales” pero que merecen un lugar entre los exhaustivos
registros y las múltiples taxonomías de afectados que, de alguna manera u otra,
despertaron la atención del ojo médico argentino, en este periodo.
En el marco de un esquema clasificatorio de sujetos-enfermos, los bromiómanos
son presentados como una variedad de los alcoholistas o dipsómanos. La mirada
sancionadora sobre éstos continúa atravesando a un locutor que corrige la catalogación
de tal condición como una manía, para calificarla, en cambio, como un cuadro que
oscila entre la caída en una perversión hereditaria y misteriosa, y la entrega a una
pasión placentera. Los bromiómanos se constituyen, así pues, a partir de la tendencia a
una depravación desenfrenada por un lado, y cierta debilidad de espíritu por otro,
combinación que tiene como efecto el consumo propenso y adictivo de tal
medicamento.
No es un dato menor considerar el espacio institucional en el que surge esta
“pasión por el tratamiento”. Son las distintas rondas de visita por las salas y los
consultorios del Hospital San Roque las instancias en las que se detecta el “estado de
embriaguez” (1893: 145) de los enfermos. Si, como señalaba Foucault en El nacimiento
de la clínica (2008: 40), el hospital es ese lugar artificial en el que la enfermedad
original puede perder su rostro esencial y el paciente, mediante el contacto con los
enfermos altera y complejiza su propia patología, entendemos que tales derivaciones en
las enfermedades, también pueden responder a la posibilidad de conocer y degustar los
medicamentos propios o de los compañeros de habitación, que esta institución de
manera indirecta ofrece, y cuyo acceso, por momento, parecería escapar al control del
personal especializado.
Ahora bien, los bromiómanos no son los únicos sujetos cuyas inclinaciones
deben ser detectadas y registradas. Las primeras líneas de la “Lección VI: Los
toxicómanos o bebedores de veneno” señalan que “el número de los que
voluntariamente se envenena lentamente por el opio, el bromuro de potasio, el alcohol,
y el éter ha ido en estos últimos tiempos acrecentándose de manera alarmante” (1893:
167). A esta lista, además, deben agregarse otros toxicómanos:
91
consecuencias siquiera quedan limitadas y no se transmiten como aquellas a
las posteridad lejana de muchas generaciones. Detrás de ellos hay aún otras
siniestras falanges de toxicómanos: los eterómanos6 (…) los quinómanos o
quinófagos7 (1893: 171-172).
6
Se trata de los sujetos que hacen “un uso inmoderado del cloral” (1893: 171), es decir, del derivado
clorado de etanol, usado en medicina como anestésico. Eterómanos es el término que refiere a los sujetos
cuyo hábito consistía en aspirar los vapores del cloral y del éter etílico.
7
La quinomanía es señalada como el consumo de la quinina (alcaloide anestésico utilizado para combatir
la malaria) “no ya como un específico de las fiebres intermitentes, sino como un estimulante (…) Los
quinómanos son especies propias de los países palúdicos, acostumbrados a vivir bajo la influencia de este
maravilloso medicamento (…) Tienen la manía del paludismo como secreto pretexto para sus desórdenes
terapéuticos (…) Tucumán, Salta, Jujuy y algunas otras provincias de la República Argentina es donde se
encuentra difundido (…)” (1893: 171-172).
8
James Gustafson (1990: 126-141) identifica los discursos éticos, proféticos, narrativos y políticos como
los distintos tipos de discurso moral que pueden distinguirse en la literatura médica. A su vez, en el marco
del discurso profético distingue dos formas opuestas: la de enjuiciamiento, en el que predominan las
figuras apocalípticas; y la utópica, que tiende a augurar buena salud y condiciones de felicidad para una
sociedad. Para Gustafson, estos tipos discursivos han resultado más apropiados, uno u otro, en los
distintos momentos o etapas que ha atravesado la moral médica.
92
tomadoras de alcanfor” (1893: 180), o en los “los indios fumadores de incienso” (1893:
183).
En su conjunto conforman verdaderas tropas de oscuridad y muerte que atentan
contra los pueblos. En este sentido, pareciera no haber exceso alguno que pudiera pasar
desapercibido para el movimiento alerta y de proyecciones panópticas del registro
médico. La mirada centinela -primer andamiaje de este proceso médico disciplinario
que inspecciona- tiene su correlato en un discurso que documenta y califica lo
observado. En otras palabras, luego de ser advertidos, todos los tipos de toxicómanos
son denominados, “neologizados” -si fuera necesario-, e integrados a un registro que los
enlista, los sanciona y advierte sobre la necesidad de su control.
4. Incorregibles e incurables
93
ejercen sobre la sensibilidad moral, determinando una verdadera infección
psíquica aunque no con el carácter de incurabilidad que en las otras
degeneraciones completamente mórbidas. La inutilidad y la esterilidad
social casi absolutas son las características primordiales y casi
patognomónicas de este grupo con el alma languideciente y anémica como
el cuerpo de un tísico (1893: 271).
Les es más fácil vivir del trabajo de otro, robar o mendigar para adquirir;
abandonarse a la caridad pública, aunque se tengan brazos vigorosos y
musculatura de hierro; comer de la mesa del vecino (…) y aprovechar del
hogar ajeno por falta de tonicidad moral -es la frase que brota a la pluma y
que me parece más exacta- (1893: 271).
94
referencia a “los bromiómanos” para enfatizar la originalidad y precisión
terminológica)9.
Finalmente, la configuración de estos enfermos como una falange más de los
“soldados del ejército negro de los degenerados, que asola hoy más que nunca a la
humanidad entera” (1893: 276), corrobora el enfoque sobre aquellos como una amenaza
social, antes que como un desafío para los tratamientos ante las patologías neurológicas
o criminológicas.
5. Notas finales
9
Otros ejemplos en los que el locutor introduce o explica expresiones o neologismos de su propia autoría
habían ocurrido en casos como: “Esta es, pues, la epilepsia que yo llamo de cráneo inválido” (1893: 113);
“Los bromiómanos o bromiófagos son, como lo indica la sencilla etimología de la palabra, los que tienen
la pasión, más bien que la manía de tomar bromuro de potasio (1893: 143).
95
disciplinario (Foucault 2002: 192). El análisis de tales construcciones discursivas de los
enfermos manifiesta, también, las tensiones todavía latentes entre la búsqueda de un
conocimiento objetivo, propio del científico positivista, y los resabios de las
concepciones religiosas de las patologías, en términos de procedencias y consecuencias.
Se indica sobre el final de la compilación de lecciones y de informes de Ramos
Mejía:
El conocimiento de las degeneraciones humanas, debe ser el estudio
preparatorio y disciplinario para la inteligencia, no ya del médico sociólogo,
sino también del legislador encargado de dictar leyes o de confeccionar
códigos, etc. Es casi un estudio indispensable hasta para el hombre de
Estado destinado a manejar colectividades y pueblos, en donde ese elemento
perturbador de las leyes naturales, concurre con su poderosa fuerza de
inercia a la perturbación de las reglas, cuyo cumplimiento da por resultado
la completa armonía de su marcha y desenvolvimiento (1893: 268).
Bibliografía
96
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gobernar el cuerpo: salud y moral en la Baja Edad Media occidental”, Apunts:
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Catalunya, pp. 10-19
97
Enfermedad mental en Argentina. Un análisis de las técnicas de
subjetivación en el discurso psiquiátrico (1949 y 2010)
Lucila Delellis
1. Introducción
Lic. en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Inv. Tesista en UBACyT “Discursos de la
violencia estatal. Memoria y actualidad” donde estudia el discurso psiquiátrico académico y normativo,
dirigido por la Dra. Graciana Vázquez Villanueva. Correo electrónico: lucila.delellis@gmail.com.
98
discursos que dicen verdad (Foucault, 2010). Por el otro, se indagarán los roles
sociodiscursivos involucrados y se intentará comprobar que la construcción del objeto
discursivo en estos materiales evidencia representaciones de estigmatización, peligro
social y marginalidad. En los documentos de 1949 y 1951, tal construcción puede
interpretarse a partir de la apelación a las emociones del destinatario, reflejada en
recursos narrativos como la elección del léxico, la adjetivación y el estilo en la
formulación de documentos científico-legales. La apelación directa a los sentimientos
del auditorio, en la cual los objetos discursivos operan como disparadores emocionales
(Chauraudeau, 2011), contrastará significativamente con el texto del año 2010 (que, a
pesar de constituir un discurso exclusivamente legal) presenta una evidente impronta
sociopolítica. En ambos casos, el trabajo focalizará con especial relevancia las
condiciones de producción de los textos y se intentarán conclusiones a partir del análisis
contrastivo.
El corpus está conformado por una selección de enunciados de la “Clasificación
sanitaria de los enfermos mentales. Relaciones entre el código civil y sanitario” (1949)
de Ramón Carrillo, quien en 1946 fue designado Secretario de Salud Pública, después
de declinar la propuesta del presidente Perón de tomar el Ministerio de Educación. Fiel a
su vocación médica, Carrillo propuso la creación de una institución gubernamental
dedicada a la salud y, desde su cargo, trató de llevar a cabo un programa sanitarista
dirigido hacia la creación de un sistema unificado de salud preventivo, curativo y de
asistencia social de carácter universal, en el cual el Estado cumpliría un papel
preponderante. La Clasificación… no sólo constituía un documento importante para la
práctica de los profesionales de la salud mental, sino también una referencia
fundamental de los psiquiatras en formación. Asimismo, en relación con este texto, será
referido también su Plan Sintético de Salud Pública (1951), un documento normativo-
institucional que contenía los principios orgánicos sobre la conformación arquitectónica,
técnica y administrativa de un hospital pensado desde una perspectiva social. De este
modo, durante el gobierno peronista, la salud sería considerada también una obra
pública: “en la salud del hombre descansa la salud familiar, la salud social y la salud –
considerada ésta en sus funciones y categorías– de la nación, de la patria” (Carrillo,
1949: 22)1.
1
En Argentina, Vezzetti (1985) estudia las políticas psiquiátricas que garantizaron no sólo la salud
pública, sino también la “defensa social” de la población a principios del siglo XX. Trabajó la
organización de los hospitales, la atención de la higiene pública y su relación con las transformaciones
que acompañaron el proyecto de conformación de un sujeto sociomoral colectivo. Observó, además, las
prácticas de internación y externación de los sujetos con enfermedad mental, caracterizadas como un
99
Para el análisis contrastivo, se utilizará la Ley Nacional de Salud Mental N°
26.657 (2010), norma que establece una serie de garantías para las personas que
padecen este tipo de sufrimientos y que establece como principio fundamental la
necesidad de evitar la internación de los pacientes en institutos neuropsiquiátricos. Esta
ley considera, desde el lugar privilegiado del discurso legal, que el proceso de curación
del paciente debe realizarse fuera del ámbito de internación hospitalaria y debe reforzar
la promoción de sus lazos sociales. Establece, además, que las adicciones deben ser
abordadas desde la salud mental, premisa que generó debates respecto de la ubicación
de estas afecciones en un lugar equivalente al de las psicosis, espejando en ambas
problemáticas no sólo su abordaje clínico sino también su representación discursiva
vinculada con la segregación, la discriminación y la marginalidad.
100
latinoamericanos. Carrillo puso en funcionamiento la escuela neurobiológica argentina
inmersa en hospitales psiquiátricos: en el Hospicio de la Mercedes y el Hospital de
Alienadas (actuales Hospital “José T. Borda” y “Braulio Moyano” respectivamente). En
este contexto, Carrillo conoció en el Hospital Militar al Coronel Juan Domingo Perón,
paciente con quien compartía largas conversaciones. Es precisamente él quien lo
convence de colaborar en la planificación de la política sanitaria de ese gobierno. En
1949, Perón ya había llegado a la presidencia y confirmó a Carrillo al frente de la
Secretaría de Salud Pública, que posteriormente se transformaría en el Ministerio de
Salud Pública y Asistencia Social de la Nación. En ese marco histórico, dominado por
la imagen carismática de un líder popular que había producido un quiebre histórico en la
tendencia electoral, en la conciencia social y en los modos de reacción; Carrillo, desde
su gestión, duplicó el número de camas existentes en el país, erradicó (en sólo dos años)
enfermedades endémicas como el paludismo, la sífilis y las enfermedades venéreas.
Creó cientos de hospitales y policlínicas gratuitos. Disminuyó el índice de mortalidad
por tuberculosis, terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis y redujo
drásticamente el índice de mortalidad infantil. Asimismo, y otorgando especial prioridad
al desarrollo de la medicina preventiva y a la organización hospitalaria, crea el Plan
estratégico de 1951. Para Carrillo, los problemas de la Medicina como rama del Estado,
no podían resolverse si la política sanitaria no se encontraba respaldada por una política
social. Si bien preocupado por todas las áreas de la salud, la especialidad de Carrillo
siempre fue la Neurología y Neuropsiquiatría. En 1949, elabora la Clasificación de las
enfermedades mentales, bajo la convicción de que el sistema nervioso atañe a todas las
problemáticas de la vida humana. Esta obra se basó fundamentalmente en la
observación de la conducta social del sujeto y en una técnica asistencial para “corregir”
su comportamiento. Carrillo agradecía a la psiquiatría académica sus logros en favor del
"conocimiento de la enfermedad mental", pero exigía una psiquiatría preventiva como
instrumento capaz de detener el incremento natural de las afecciones mentales,
resultantes de estados orgánicos controlables clínica o socialmente. Puso énfasis en una
psiquiatría de los estados iniciales antes que de los estados terminales, y sostuvo que un
siglo de tratamiento académico de los padecimientos mentales sólo había servido para
describir y comprender los cuadros, sin modificar las condiciones de su aparición.
101
3. La “Clasificación…” y su configuración del objeto discursivo
2
El destacado es mío en todos los casos.
3
El corrimiento del modelo lingüístico en el campo de los análisis discursivos ha orientado los estudios
de la significación hacia los objetos discursivos. Esta categoría, desarrollada por Foucault (2007),
considera que los discursos son prácticas formadoras de los objetos que enuncian, insertas en
historicidades específicas. Por otra parte, Grize examina que los objetos de pensamiento construidos por
el discurso anclan en preconstruidos culturales propios del dominio que convoca el objeto. Estos
preconstruidos dan lugar a cadenas de expectativas que pueden afianzarse o modificarse (Grize, 1990).
Para la EFAD, la noción de objeto discursivo es una herramienta teórico-metodológica, que atiende a las
marcas lingüísticas que señalan los puntos de emergencia y consolidación de sentidos específicos. Según
Foucault, un objeto de discurso es un haz complejo de relaciones, tanto en prácticas discursivas como no
discursivas, que emerge en condiciones históricas de producción. En este sentido, el objeto discursivo se
presenta como una entidad que se despliega, a la vez, en el intradiscurso y en el interdiscurso, y no
solamente como una entidad psicológica o cognitiva.
102
agresividad. En este sentido, es fundamental la atención psiquiátrica preventiva no sólo
en relación con la enfermedad, sino también con su implicancia en la seguridad social
de la población.
El objetivo de la Clasificación... era crear un instrumento de trabajo que
coordinara las acciones y uniformizara los criterios psiquiátricos. Su uso oficial
organizaría la asistencia, sistematizaría la estadística, decidiría el tratamiento y
optimizaría las construcciones hospitalarias. Para Carrillo, este documento debía
correlacionarse con el sistema jurídico, con el fin de apoyar las políticas sociales y
criminológicas. Por lo tanto, este discurso era esencial para desplegar un criterio
sanitario al mismo tiempo que asistencial, jurídico y social. Sobre la necesidad de una
nomenclatura específica para las enfermedades mentales, el locutor, en el mismo
documento, afirma:
Tenemos los casos de enfermos sin diagnóstico y aún de los que aparecen
con un diagnóstico equivocado. Cuando un enfermo se presenta en un
Servicio, la Guardia o Admisión, en la imposibilidad de determinar la
enfermedad lo pone en observación. Y sigue así durante años, sobre todo si
lo remite a las colonias de crónicos. Se lo sigue observando mucho tiempo
hasta que muere. Luego el médico no sabe lo que padecía y, lo que es más
triste, a veces tampoco tiene curiosidad por saberlo. En Salud Pública no
tenemos todavía una historia clínica tipificada que haga comparables o
agrupables los casos similares o parecidos. Falta sistematización de los
datos y falta una nomenclatura para encasillar los casos. (1949: 28).
103
así, la seguridad social de la población. Por lo tanto, para construir su nosografía,
Carrillo lleva a cabo un minucioso estudio inspirado en las categorías sanitarias de la
medicina, reúne las nomenclaturas de las escuelas psiquiátricas, estudia los procesos
fundacionales de los hospitales psiquiátricos en varios países del mundo y los
correlaciona con la medicina sanitaria y social. Al respecto, especifica:
104
complejas, son los sujetos expulsados de la educación, los incapaces de aprender 4. En
todos los casos, el objeto discursivo no se manifiesta nunca de manera psicológica o
psicoterapéutica, sino que es leída desde el biologicismo y las neurociencias, con
inclusión de la esfera social respecto del tratamiento. La enfermedad mental es un
cuadro irreversible y necesario de ser atendido en lo inmediato con un fin político-
social: el orden público. En este sentido, este padecimiento es construido
discursivamente no sólo en relación con la peligrosidad, sino también como un desafío a
afrontar por las ciencias médico-psiquiátricas.
Con la publicación de la Clasificación…, los profesionales de la psiquiatría
podrían considerar (sólo con algunos datos externos) qué tipo de enfermedad presentaba
el paciente e indicarle el tratamiento correcto. Al respecto, Carrillo afirma:
Luego, por los datos que se recogen de la familia o del lugar de procedencia,
puede saberse enseguida si, por ejemplo, se trata de un asocial. Esto es que
no puede convivir con sus semejantes –psíquicamente normales– en ningún
aspecto. O podrá determinarse que se trata de un semisocial que puede ser
reeducado, como es el caso de un débil mental. Un enfermo pseudosocial es
el que parece ser normal. [...] En su mundo es profundamente perturbador,
lo que se agrava por su aparente normalidad. Si se trata de un débil mental,
es cierto que no será perturbador sino en cierta medida; puede convivir,
puede ser reeducado por la terapéutica pedagógica (1949: 41).
105
intervención sobre la comunidad y sus conflictos. Esto es así por motivos propiamente
metodológicos, que en cierto modo forman parte del discurso de la medicina: en estos
enunciados, la patología revelará la normalidad (Vezzetti ,1985). En consecuencia, el
locutor instaura también una nueva categoría de objeto de discurso: el paciente más
cercano a la “normalidad” será el menos perjudicial para la sociedad porque tendrá
posibilidad de ser “reeducado”. Esto significa que será re-insertado en la sociedad a
partir de la enseñanza como modo de subjetivación, para la incorporación de parámetros
sociales precisos establecidos por la política y las instituciones (Foucault, 2010). En la
construcción de estos objetos de discurso, el locutor enfatizará, a partir de repeticiones
léxicas, la idea de peligrosidad de estos sujetos en el uso reiterado de “perturbador”
como adjetivación inseparable de la patología (el efecto evaluativo de este adjetivo es
aún más acentuada que en “peligroso”). Mediante la estrategia discursiva de la
adjetivación y la repetición, el peligro presentado por la enfermedad mental será
identificado a partir de la apariencia de normalidad: el profesional, asumiendo un rol
específicamente social además de científico, deberá tener la capacidad de detectar al
sujeto que tiene suficiente perspicacia para esconder su patología5.
Si bien la reciente Ley Nro. 26.657 pareció reubicar la discusión sobre los
cuidados en la salud mental, la viabilidad de su aplicación enfrentó una serie de
desafíos. Entre ellos, se destacan la puja entre distintos actores en base a intereses
corporativos diferenciales, la formación de los actuales y futuros profesionales de la
salud mental y las características infraestructurales y organizativas de los servicios, en
particular en lo referente a los hospitales generales.
La ley nacional, en teoría, permite establecer un marco referencial y regulatorio
común a todas las jurisdicciones del país. Si bien con anterioridad algunas provincias
disponían de legislación específica en salud mental, la mayoría de ellas carecía de
legislación al respecto. La ley nacional incorpora el cumplimiento de Derechos
Humanos que se encuentran en la Constitución Nacional por la suscripción a tratados
5
Es destacable que discursivamente lo opone a “debilidad mental”.
8
106
internacionales en la materia y, por ende, que resultan obligatorios para las provincias.
Es decir, si bien las decisiones en salud no son delegadas desde las provincias a la
Nación (manteniendo las primeras su autonomía al respecto), la aplicación de la ley
proviene de la observancia obligatoria de los contenidos vinculados a Derechos
Humanos.
Un punto destacable en esta ley concierne a la utilización de los psicofármacos
en virtud de las necesidades terapéuticas de la persona, evitando su uso como “forma de
castigo”, por conveniencia de terceros o para suplir la carencia de recursos humanos y/o
terapéuticos (por ejemplo, cuidados especiales o acompañamiento). En consecuencia,
parte de la prohibición de la creación de nuevas instituciones monovalentes en salud
mental y de la eliminación de los usos irracionales de la medicación. Estos dos
procesos forman parte del posicionamiento de la ley en la defensa de los Derechos
Humanos de los pacientes psiquiátricos. Al respecto, este debate se ha sumergido en dos
argumentos polarizados: quienes afirman que constituyen lugares de reclusión y
violación de los Derechos Humanos y quienes sostienen que las instituciones
monovalentes deberían ser revalorizados como sector especializado. Este último
argumento deriva tanto en la defensa irrevocable de los neuropsiquiátricos (proveniente
de una tradición de discursos médico-académicos como la Clasificación…), así como de
los derechos de los pacientes allí internados. Las observaciones sobre las reformas de
esta ley, incorporan la discusión sobre la adecuación de los efectores de internación
(hospitales generales). Si bien algunos argumentan que la internación de pacientes con
padecimientos mentales se lleva adelante desde hace tiempo (tanto en las provincias con
y sin instituciones monovalentes de salud mental), la necesidad de adecuación de esos
efectores supondría garantizar también los derechos de las personas internadas por
problemas clínicos. Desde esta perspectiva, se tensa una disputa entre derechos de
pacientes con problemas mentales y los que sufren problemas de tipo clínico. Se plantea
entonces la necesidad de acondicionar un espacio especial para los primeros, de manera
de no generar disturbios a los restantes. La internación en hospitales generales se
enfrenta, además de las presuntas limitaciones infraestructurales, a otras tres
dificultades. La resistencia de profesionales y gremios de trabajadores, quienes
argumentan justamente el interrogante de este trabajo: la supuesta “peligrosidad” de
estos pacientes, la posibilidad de efectuar crisis y excitaciones psicomotrices que
implican todo un dispositivo de cuidado y contención tanto para el paciente de salud
mental como para los restantes de clínica médica. Otra problemática es la insuficiente e
107
inadecuada formación de trabajadores claves en el hospital general, como los
enfermeros. Las resistencias y las dificultades de inclusión de la salud mental dentro de
los dispositivos de atención de otras especialidades médicas, señalan dos dificultades en
el campo de la salud pública sobre los problemas mentales: por un lado, la persistencia
de idea de “peligrosidad” que aún adjudican a estos pacientes; por otro, las persistentes
dificultades y resistencias de incluir a la salud mental dentro de la atención y del sistema
de salud en general. De hecho, en la década del ’90 surge una serie de
conceptualizaciones que vinculan las transformaciones de los padecimientos en salud
mental como consecuencia de la aplicación de políticas socioeconómicas y laborales de
tipo neoliberal. La preocupación central giraba en torno a los efectos negativos que
tanto la desintegración familiar y comunitaria (como la precarización de las condiciones
de trabajo y el desempleo) pudieran tener en los emergentes padecimientos en aumento:
depresión, violencia, abuso de alcohol, adicciones a drogas, accidentes y enfermedades
de transmisión sexual (OPS/OMS 1997). En Argentina, el estudio de la relación entre
las transformaciones operadas en los procesos socioeconómicos y laborales y su
incidencia o compromiso en la conformación de nuevos malestares o padecimientos
subjetivos, también ha tenido un especial interés desde mediados de la década del 90.
Algunos de estos estudios han destacado las consecuencias nocivas de estas
transformaciones tanto en las relaciones familiares como en otros tipos de vínculos,
identificando como sufrimientos propios de esta época a la violencia, al suicidio y al
alcoholismo (Stolkiner 1994). En este mismo sentido se ha destacado la conformación
de nuevas formas de manifestación de los padecimientos que compartían rasgos
dominantes de la cultura actual; señalando las adicciones, los problemas de violencia y
las patologías ligadas a la alimentación (Galende, 1997).
El análisis contrastivo6 permitirá abordar la redefinición del objeto discursivo7 en
el discurso psiquiátrico-legal en relación con los enunciados previamente analizados.
Con el objetivo de implementar una política de salud pública orientada a las necesidades
sociales, Carrillo trasladó los contenidos y preceptos esgrimidos en el documento
6
El análisis contrastivo está destinado a reconocer y confrontar posicionamientos ideológicos, en los que
el estudio de los entornos de las unidades léxicas seleccionadas a partir de la indagación en las
condiciones de producción de los textos, fue uno de los modos de abordaje más transitados del Análisis
del Discurso, a lo que se agregó el análisis del dispositivo enunciativo y de lo que lo sostiene, el género
(Arnoux, 2006).
7
Desde la perspectiva foucaultiana (Foucault ,1997), los objetos discursivos son uno de los elementos de
las regularidades que pueden reconocerse en los discursos, entendidos siempre como prácticas localizadas
históricamente. Las condiciones de aparición de un objeto (“para que se pueda ‘decir de él algo’ y para
que varias personas puedan ‘decir de él cosas diferentes’”) son, entonces, históricas.
108
académico de 1949 al Plan Sintético de Salud Pública8, un texto médico-legal de cuya
aprobación dependería la sanción del Código Sanitario (1951). La codificación habría
de contemplar los dos grandes ejes que orientaban la doctrina sanitaria de la época: la
vinculada a la política sanitaria y la relacionada con la asistencia social.
Al respecto del tratamiento de los objetos discursivos, se evidencia un
desplazamiento y redefinición de los mismos de acuerdo con las necesidades políticas e
institucionales del momento sociohistórico en el que estos discursos se inscriben. En
consecuencia, los enunciados que dan comienzo al capítulo IV de la Ley Nacional de
Salud Mental (2010) estipulan:
109
ARTÍCULO 8º.- Debe promoverse que la atención en salud mental esté a
cargo de un equipo interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y
otros trabajadores capacitados con la debida acreditación de la autoridad
competente. Se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes
(17).
110
nomenclaturas en esta ley, se hace una mención no enfática de la condición de
incapacidad o discapacidad de estas personas, previa aclaración (reiterada varias veces
en el discurso) de la necesidad de un estudio exhaustivo de los casos particulares,
abordados por campos de conocimiento diferentes como la psicología, la medicina, las
disciplinas sociales y, de ser estrictamente necesario, la justicia.
El aspecto fundamental considerado en esta Ley –y el punto que produjo grandes
controversias– fue el debate en torno a la nueva política de hospitalización de los
pacientes. Herederas de los discursos médico-legales como el Plan Sintético de Carrillo
(1951), las leyes anteriores en salud mental otorgaban preeminencia a la necesidad de
internación de los pacientes, tan pronto como el psiquiatra pudiera dilucidar síntomas de
enfermedad mental en los sujetos que se presentaban a consulta. En el Plan de 1951,
Carrillo incursiona en el campo de la arquitectura hospitalaria. Ataca el concepto de
asilo para los enfermos mentales, y sugiere su reemplazo por colonias y hospitales
psiquiátricos. Presenta su concepto de ciudades-hospitales y centros sanitarios; propone
una organización edilicia hospitalaria más racional y la construcción de anexos de
psiquiatría en los hospitales generales. Así:
111
ARTÍCULO 12.- La prescripción de medicación sólo debe responder a las
necesidades fundamentales de la persona con padecimiento mental y se
administrará exclusivamente con fines terapéuticos y nunca como castigo,
por conveniencia de terceros, o para suplir la necesidad de acompañamiento
terapéutico o cuidados especiales. […]
ARTÍCULO 14.- La internación es considerada como un recurso terapéutico
de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores
beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su
entorno familiar, comunitario o social (21).
ARTÍCULO 27.- Queda prohibida por la presente ley la creación de nuevos
manicomios, neuropsiquiátricos o instituciones de internación
monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben
adaptar a los objetivos y principios expuestos, hasta su sustitución definitiva
por los dispositivos alternativos (29).
112
5. La psiquiatría como discurso institucional: un recorrido por el dispositivo
enunciativo
9
Todo discurso ofrece y construye una determinada representación de sí mismo, configurándose como
una escena en la que la distribución de roles juega un papel central. El dispositivo enunciativo consiste,
así, en la puesta en escena de una serie de personajes y voces que interactúan y dialogan (Maingueneau
1987, 1999).
10
Se incorpora la noción de dispositivo de enunciación para dar cuenta también de la inscripción del
sujeto en el discurso, al que relacionamos con los modos “del decir veraz” (Maingueneau, 2005). Esta
noción se diferencia de la definición de dispositivo, también considerada aquí, concebido como una red
de prácticas institucionales que articulan la construcción de objetos de discurso, modos de decir y las
prácticas no discursivas (Agamben, 2011).
113
conocimiento específico en un discurso donde predominan los enunciados asertivos,
hace surgir referencias explícitas al destinatario, estableciendo un juego semi-dialógico
que busca captar la atención del lector con el objetivo de la difusión para la inmediata
implementación de su propuesta sanitaria: “pero ustedes conocen lo que es un neurótico
o un histérico” (53). En consonancia, el locutor hace también referencia al lugar de
enunciación, fundamental para generar sentido sobre la producción de esos discursos :
"cuando aquí en el Hospicio de las Mercedes, llega un enfermo mental”. La elección del
deíctico y de la inclusión del hospital psiquiátrico como punto de partida, determina no
sólo el nivel de compromiso del locutor con el contenido de su discurso (un médico,
también ministro, que escribe desde el hospital y no desde la comodidad de una oficina),
sino también su lugar de observación de la situación que debe ser modificada a través de
estos enunciados.
En el caso de la Ley de Salud Mental, el locutor es el gobierno nacional a través
de la sanción de la ley) y sus destinatarios son positivos o negativos, considerando la
población argentina en su totalidad. No se encuentran marcas de subjetividad, que se
evidencian cuidadosamente silenciadas a lo largo del texto, utilizando formas tácitas
para evitar la reiteración de los objetos discursivos en cuestión y reforzando las formas
imperativas propias de los discursos de tipo legal. En este sentido, es observable en
estos discursos la operatividad estratégica dominante del dispositivo enunciativo
(Agamben, 2011).
En ambos casos, tanto en el documento académico y el médico-legal de Carrillo
como en el psiquiátrico-legal de 2010, el dispositivo enunciativo comporta múltiples
destinatarios (empleados en Salud Mental, profesionales y no profesionales, familiares
de pacientes, pacientes psiquiátricos, pacientes clínicos afectados por esta resolución 11),
con los que el locutor dialoga, a través de procesos discursivos impregnados de la
“veracidad” de los discursos institucionales correspondientes al campo legislativo y
judicial.
Con la sustitución del poder judicial por el poder médico, lo cual implica una
dinámica del discurso completamente distinta, a fines del siglo XVIII los pacientes
11
Se hace referencia a la inclusión de sectores dedicados a la salud mental en los hospitales generales,
donde pacientes clínicos y psiquiátricos se encontrarían en convivencia.
114
psiquiátricos son excluidos junto con el resto de las figuras de la sinrazón –el ladrón, el
mendigo, la prostituta, el libertino– al constituir una específica amenaza para los pilares
fundamentales de la racionalidad moderna: el sistema económico-productivo naciente
(el capitalismo), la moral, la religión. La medicalización del cuerpo social responde a
estos procesos de normalización, a esta división entre la norma y lo patológico. El
discurso psiquiátrico, dentro del discurso de las ciencias médicas, será más adelante el
discurso dominante que designará la patología y la normalidad, utilizando la figura del
médico que recupera la salud a partir del tratamiento de la enfermedad (Foucault
2010a). Desde esta perspectiva, el saber psiquiátrico conserva la pretensión de verdad
como discurso científico particular. Por lo tanto, los efectos de verdad de un discurso
científico son, al mismo tiempo, efectos de poder. La práctica del decir veraz, sólo
puede relacionarse con los valores, las normas y las instituciones dominantes en su
momento histórico, que ejercen cierta gubernamentalidad (Foucault, 2010) sobre la
conducta de los sujetos.
El análisis de las prácticas discursivas psiquiátricas presentes en este trabajo,
determina la construcción del objeto discursivo “enfermedad mental” 12 articulado con
representaciones de peligrosidad social y criminalidad. Los modos foucaultianos de
subjetivación se incorporan en los sujetos sociales a través de estos discursos, a partir de
la configuración de los objetos discursivos y en la organización del dispositivo
enunciativo. Un modo de subjetivación conduce al individuo a la renuncia a sí mismo, a
través de la aplicación de un conocimiento y una obligación permanente de obedecer.
En consecuencia, aquí están presentes las dimensiones del Saber, el Poder y el Sujeto,
transmutadas en las condiciones de veracidad, la gubernamentalidad y los modos de
subjetivación respectivamente (Foucault, 2010). De este modo, y a partir de estas
técnicas, el enfermo psiquiátrico se ve obligado a modificar o fijar una relación
particular consigo mismo y con la sociedad. Por su parte, la sociedad tratará y pensará a
estos sujetos de acuerdo con esos discursos institucionales, puesto que las instituciones
son, a priori, generadoras de los discursos de veracidad13.
El documento de Carrillo de 1949 afirma:
12
Se considera una definición de “locura” pensada como una entidad no previamente definida y
perdurable sino como un objeto discursivo construido por determinados rasgos y sometido a ciertas
variabilidades históricas (Vezzetti, 1985).
13
Se trabaja aquí con los discursos institucionales de la medicina (dentro de ella, la psiquiatría o
neuropsiquiatría), así como las instituciones gubernamentales para el caso de la legislación
115
La psiquiatría aborda ciertos problemas psiquiátricos en su conjunto y con
fines profilácticos, pero también de curación social. De ese modo tiene a su
cargo la profilaxis del crimen, la terapéutica de la criminosis (delincuencia
en relación con las enfermedades mentales) […] y la lucha contra los
aspectos charlatanescos del espiritismo, por su incidencia perturbadora sobre
personas mentalmente deficitarias o predispuestas a crisis psicóticas o
neuróticas (52).
7. Notas Finales
116
Clasificación de las Enfermedades Mentales determinó una configuración del objeto
discursivo “enfermedad mental” que evidencia marcas de estigmatización, y despliega
la importancia teórico-científica que las ciencias médicas adjudicaron a la dicotomía
patología/normalidad. En consecuencia, el locutor instaura también una nueva categoría
de objeto de discurso, en la que el paciente se encontraría cercano a la “normalidad” en
la medida en que pueda ser re-insertado en la sociedad a partir de la educación. Estos
discursos, sin embargo, enfatizan la peligrosidad de estos pacientes en el uso reiterado
del adjetivo “perturbador”.
Al respecto del tratamiento de los objetos discursivos, se comprobó en este
trabajo un desplazamiento y redefinición de los mismos de acuerdo con las necesidades
políticas e institucionales del momento sociohistórico en el que estos discursos se
inscriben. La Ley de Salud Mental (2010) no sólo instaura una discusión respecto del
estado de situación de la salud mental en Argentina, sino también un debate político e
ideológico, en especial, en lo referente a la toma de decisiones en materia de diagnóstico
e internación y el destino de los neuropsiquiátricos. De este modo, y sin eliminar los
imperativos que organizan su dispositivo de enunciación, manifiesta una selección
léxica destinada a mitigar las apreciaciones tradicionales sobre los objetos discursivos
en cuestión y evitar los enunciados evaluativos respecto de la dicotomía
normalidad/patología. El desplazamiento del objeto discursivo “enfermedad mental”
toma lugar en tanto no se coloca la mirada en la idea de enfermedad, sino en los
aspectos emocionales y psicofísicos del paciente, mediante el uso de los sustantivos
sufrimiento, padecimiento o inestabilidad. Por otra parte, la hegemonía de las ciencias
médicas en materia de salud mental se desplaza hacia la ampliación de las disciplinas
involucradas en el diagnóstico y tratamiento de los malestares psíquicos, así como la
inclusión de otras problemáticas dentro de su operatividad. En la legislación de 2010, la
problemática mental (o lo que el documento de Carrillo denomina “enfermedad”) no
representa en sí misma peligrosidad intrínseca para la sociedad, sino que será sometida a
evaluación en cada sujeto y situación en particular.
En relación con los modos de subjetivación y los discursos de veracidad, el
trabajo encontró, en ambos casos (tanto en el documento académico y el médico-legal
de Carrillo como en el psiquiátrico-legal de 2010), que el dispositivo enunciativo
comporta una dinámica dialógica entre el locutor y sus destinatarios, a través de
formaciones discursivas que dirigen sentidos de “veracidad” inherentes a los discursos
legislativo y judicial. Así, el paciente psiquiátrico se encuentra obligado a modificar o
117
fijar una relación particular consigo mismo y con la sociedad. Mientras que el pueblo de
la época peronista celebró la internación de los pacientes psiquiátricos con el propósito
de remediar la criminalidad; la sociedad argentina del siglo XXI intentará explicar sus
comportamientos y convivirá con estos sujetos mediante su inclusión en escuelas,
hospitales y otros ámbitos de encuentro. Este trabajo pretende impulsar la observación
de continuidades o desplazamientos de tales objetos discursivos en la realidad
discursiva de la sociedad argentina, partiendo del interrogante: ¿se ha logrado la
inclusión de los sujetos con padecimiento mental? Sin dejar a un lado que la sociedad
recibe a los individuos según representaciones impulsadas por estos discursos
institucionales.
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Universidad de Buenos Aires.
119
TERCERA PARTE: TAN LEJOS, TAN CERCA. VIOLENCIA,
IDENTIDAD Y DISCURSO EN EL CUADRILÁTERO
INTERNACIONAL.
120
“Las formas dan el ser a las cosas”: la cortesía democrática como
conjuro de la violencia
1. Introducción
*
Estudiante de Letras en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Investigadora estudiante del
UBACYT 20020120100080BA01: Discursos de la violencia estatal. Memoria y actualidad.
natalialeisch@gmail.com
121
Actividad comunicativa a la que se le atribuye la finalidad de dañar la
imagen del otro y que responde a códigos sociales supuestamente
compartidos por los hablantes. En todos los contextos perjudica al
interlocutor. El efecto es interpersonalmente negativo, de lo cual se deduce
que se ha producido una interpretación de la actividad como descortés en ese
contexto (Bernal Linnersand, 2007: 86).
2. Corpus
3. Análisis
122
hacer (.) una:: manifestaCIÓN (.) en torno a:: a las eh:: (1) a las palabras
pronunciadas por el presidente de venezuela? por el presidente hugo chávez?
en relación con el expresidente del gobierno de españa (1) con el señor aznar
(1)
Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=jw6JL_oTjU4
Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=jw6JL_oTjU4
123
Los analistas de la conversación han demostrado que el uso de la segunda
persona, la dirección de la mirada y el tono de la voz son algunas de las marcas que los
hablantes usan para asignar el siguiente turno de habla a sus interlocutores:
Las primeras partes del par adyacente imponen restricciones sobre lo que
habrá de hacerse en el turno siguiente […]; por sí mismas no asignan el
turno siguiente a algún posible hablante siguiente. Sin embargo, constituyen
el componente básico para elegir al hablante siguiente, es decir, invocan a
alguien. Así, una técnica general importante, quizás la más importante, por
medio de la cual el hablante actual puede elegir al hablante siguiente
implicará asociar una fórmula de tratamiento (o algún otro dispositivo de
tratamiento, por ejemplo, la orientación de la mirada) a la primera parte de
un par adyacente. Dicha técnica permitirá elegir a la parte invocada
como hablante siguiente (Sacks, Schegloff y Jefferson, 1974: 28) [El
resaltado es nuestro en todos los casos].
Con este cambio de interlocutor, Rodríguez Zapatero opera una violación de las
normas genéricas de su intervención: debe dirigirse al moderador del evento o al
auditorio en general; el diálogo directo entre los participantes no está permitido. Así,
Zapatero elige para el planteo de su reclamo formas genéricamente marcadas y
abiertamente polémicas, a la altura de la acusación que Chávez le había hecho a Aznar.
La violencia aquí es ejercida a través de la ficción de un diálogo imposible dentro del
género de la intervención en el foro internacional, el uso de primeras partes de pares
adyacentes cuando en realidad el interlocutor no tiene derecho a ejercer la palabra para
completar los pares según el sistema de asignación de turnos local de géneros como la
conversación. Esto no ha sido tomado en cuenta en los análisis del episodio que
circularon en los medios y en la academia. Resulta comprensible que haya sido así en el
caso de los medios de comunicación masivos, regidos por la lógica del escándalo y lo
“noticiable”.
Pese a que el micrófono de Chávez estaba cerrado porque no le estaba permitido
hablar, la intervención de Zapatero se termina convirtiendo efectivamente en un debate
polémico porque la ruptura genérica “se le va de las manos”: por un lado, Chávez acepta
el cambio de género y comienza a interrumpirlo para responder y, por otro lado, el rey
pierde el control e incurre en la famosa descortesía del ¿por qué no te callas?, donde no
124
solamente irrumpe con un tono de voz más alto en un momento en que tampoco le
correspondía tomar la palabra, sino que además dirige una orden (en forma de pregunta)
a un presidente, a quien además tutea.
Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=jw6JL_oTjU4
125
c) desmantelar el statu quo para imponer otro modelo político.
Por eso habla de descortesía política para referirse a este fenómeno en función del
discurso político.
En su análisis de este mismo episodio (Bolívar, 2009), la autora centra su atención
en la descortesía del insulto (“fascista”) y fundamentalmente en las interrupciones de
Chávez a Zapatero y del rey a Chávez. La estrategia de Chávez es definida como
políticamente exitosa, en tanto que con sus interrupciones y el exabrupto del rey
consiguen llamar la atención, mover las emociones del auditorio y activar la memoria de
la conquista española. A la vez sostiene que con la reprimenda, Chávez pierde terreno
en la construcción de su figura como protector del pueblo.
Sin embargo, cuando hace referencia a los estudios que lograron relevar el
impacto de la noticia a través de periódicos y sitios de internet como YouTube, parece
llegar a la conclusión contraria a la sostenida por su hipótesis. Reproduce las
conclusiones a las que llega Possenti (2008):
126
Aliados del oponente: rey Juan Carlos (interrupción) y público (aplausos al final
de la intervención).
La cuestión sería: ¿cómo se debe hablar / qué se puede decir en democracia?
La estrategia de Chávez, ante la reprimenda de Zapatero (que Bolívar describe
como “intensificación del ataque”, 2009: 228) es desplazar el peso de la prueba.
Según Christian Plantin (1998), la carga de la prueba corresponde al Proponente,
que debe justificar la innovación. En este caso, Chávez es quien tiene que justificar su
denuncia, su iniciativa de llamar “fascista” a un ex presidente:
La rutina y la doxa gozan de un privilegio de hecho, la iniciativa y la innovación
se deben justificar; en otras palabras, la carga de la prueba (de la ofensiva) es para
el Proponente (Plantin, 1998: 38).
Las cinco primeras interrupciones de Chávez corresponden a este intento de
desplazamiento de la crítica sobre el respeto hacia José María Aznar:
[que respete entonces,]
[digale a ÉL
dígale a él
que resPEte la dignidad de nuestros pueblos]
que respete la digniDAD de nuestros pueblos?
dígale lo mismo usted a ÉL, presidente?
dígale lo mismo a él
Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=jw6JL_oTjU4
127
representaba a los españoles y Chávez llama “fascista” a Aznar, entonces Chávez llama
“fascistas” a los españoles.
A juzgar por las repercusiones del episodio, esta estrategia de Chávez resulta
ineficaz en cuanto al objetivo de visibilizar la injuria sufrida por el sistema democrático
venezolano por parte de José María Aznar, pero sí consigue llamar la atención sobre su
figura, activar la memoria latinoamericana de la conquista española y exponer al rey en
una actitud contradictoria respecto de la postura que estaba sosteniendo la delegación
española en su intervención.
Lo que no pudo desmontar Chávez (más que la amplificación del insulto que
sugiere Zapatero) es la correlación que el español sostiene entre democracia y cortesía:
128
de poder trabajar
entendernos en favor de nuestros pueblos? (.) DE nuestros pueblos
que NOS respetemos (.) a los representantes? Democráticos↓
y pido? (.)
Pido (.) presidenta bachelet (.)
que esa sea una NORMA (.) de conDUCta (.) en un foro?
que representa (.) a los ciudaDAnos?
BACHELET ((asiente con la cabeza))
ZAPATERO que respetemos a todos (.)
nuestros dirigentes? a todos los gobernantes (.) y exgobernantes
de (.) los países
que formamos esta coMUNIDAD
creo que
es un BUEN principio
y estoy
DESEO (.) fervientemente
DESEO fervientemente
que ése sea un código de conducta
>porque las FORMAS> (.) dan ˂el ser a las cosas˂ (.)
y se puede discrepar RADICALMENTE de todo
respetando (.) a las personas (.)
ése es el principio para
que uno ↑luoGO? (.) pueda ser respetado (.)
y estoy seguro
que toda esta mesa?
y ↑todos los latinoamericanos? quieren
que TODOS los gobernantes democráticos
que estamos aquí en representación del pueblo
seamos respetados ↑HOY Y MAÑANA (2)
aunque discrepemos profundamente de las ideas
que tengamos
129
descalificar, pero sí discrepar. “Las formas dan el ser a las cosas”, la democracia es el
tratamiento de las formas de comunicación que conjura la violencia anti-democrática.
4. Conclusiones
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Investigación interdisciplinaria de la Universidad de Bielefeld, Alemania.
131
Violencia discursiva: mirada hacia lo desconocido y el “otro” como
enemigo
1. Introducción
La producción del “otro” como enemigo parte de los Estados Nacionales para
justificar las acciones bélicas necesarias para la expansión global. Dicha construcción,
se realiza a través de formaciones discursivas, las cuales le dan cuerpo y determinan las
posturas de, en este caso, los Estados Nacionales y los “otros”; y a través del ethos, que
es la propiedad que se otorga a sí mismo el orador de manera implícita mediante su
forma de decir, o sea, lo que un orador muestra de sí según su manera de expresarse.
Este trabajo se enmarca dentro de los enfoques franceses del Análisis del
Discurso y en una línea de investigación sobre la violencia estatal. Nuestra problemática
se centrará en la violencia oriental, a partir de cómo se genera, se crea y se produce un
enemigo “otro” al cual hay que derribar. El concepto de ethos brinda “…una posición
de enunciación, el espacio de lo imaginario y lo que se dice para construir un acto de
identidad vinculado estrechamente con un lugar social” (Vázquez Villanueva, 2011).
Los estudios de Ruth Amossy (2000) y Dominique Maingueneau (2009) recuperan los
lineamientos retóricos sobre el ethos pero se focalizan en un estudio discursivo para
observar tanto las herramientas enunciativas que el locutor posee con el fin de incidir en
la predisposición de sus interlocutores, como el modo en que dicho locutor se auto-
controla para mostrarse confiable ante su audiencia, apoyándose en los lugares comunes
que sostienen su argumento.
Por otra parte, la investigación considera la relevancia de los conceptos de
“enemigo” y “violencia estatal y no estatal” (Calveiro, 2012). Por enemigo se entiende
aquel “otro” que genere una amenaza para el mundo o el resto de la población. En
cuanto a la violencia estatal y no estatal, Calveiro afirma que la primera -al estar
justificada como antiterrorista es legítima- mientras que la no estatal -al presentarse
como violencia terrorista- es ilegítima y por ello hay que combatirla. Las violencias
*
Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras (área de sociolingüística y
etnolingüística), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
irigoin.eugenia@gmail.com
132
estatales son necesarias dado que son por una causa justa: eliminar la amenaza del otro
enemigo.
Nuestro corpus está compuesto por los discursos de Reagan sobre las armas en
Irán (1987), el discurso de George H. Bush frente a la invasión de Irak (1991), la
reflexión de Clinton sobre ataques aéreos contra Irak (1998), los enunciados de George
W. Bush sobre operaciones iniciales en Afganistán, la amenaza iraquí y un mensaje de
guerra (2001, 2002 y 2003), la disertación de Obama frente a los supuestos de que Siria
poseía armas nucleares (2013) y, finalmente, los recientes discursos de Hollande y de
Obama sobre los ataques al semanario satírico Charlie Hebdo (2015). El corpus se
delimitó por una pauta cronológica, es decir, del más antiguo al más nuevo, para
observar cómo los distintos locutores forman su discurso y estipulan una sutil
elocuencia en el destinatario. Además, se delimitó por pautas sociales y políticas, ya que
estos presidentes ampliaban la observación del mapa árabe; que no se compone como
un bloque y está dividido por diferencias religiosas y étnicas.
2. Desarrollo y Análisis
133
cómo el presidente construye un ethos compungido pero a la vez decidido. Por un lado,
compungido por una mala decisión que tomó; por otro lado, decidido a afrontar
cualquier consecuencia con tal de remediar lo acontecido: “…permítanme decir que
asumo toda la responsabilidad de mis propias acciones y de las de mi gobierno…”
(Reagan, 1987). Aquí se puede observar una fórmula suavizante de explicar lo ocurrido
y así poder jactarse de aquello, es decir, una fórmula falsa para salir airoso y triunfante
de la situación. Para validar su discurso de arrepentimiento, el locutor construye su
discurso explicando todos sus pasos: por qué se calló varios meses, cómo serán sus
decisiones de ahora en más, y asegurando a las familias de los rehenes que se
reencontrarán con sus personas queridas.
Cada explicación que brinda el presidente lo construye a él mismo como alguien
que reconoce sus errores y trata de cambiar su accionar para no cometer las mismas
equivocaciones: “…soy responsable de esas actividades…” (Reagan, 1987), por eso es
que hubo un silencio previo de meses, para no dar a conocer información falsa:
134
Podemos develar cómo el orador construye a toda la Nación como los salvadores
del pueblo de Kuwait que no pueden hacer frente a tal oponente. Pero esta construcción
de salvadores se sustenta reforzando la actitud negativa, amenazadora y peligrosa de la
figura de Saddam Hussein:
A medida que se comunica la decisión, se explica que ellos (los que optaron por
atacar objetivos militares en Irak) sólo deben tomar esta postura dado que han ido “con
la paz en su corazón” y no han conseguido que el dictador se retire de Kuwait, es por
eso que no tienen más remedio que echarlos por la fuerza y eliminar cualquier bomba
nuclear e instalaciones de armas químicas que poseen los invasores.
Mientras que el orador resalta las buenas actitudes del mundo, que ora por la
paz; también señala la intransigencia de Saddam que se prepara para la guerra. Aún
más, Bush lo califica de arrogante y conmueve a sus oyentes afirmando que reza por la
seguridad de los inocentes y que guarda la esperanza de que el pueblo iraquí convenza a
su dictador de dejar las armas y por último, sostiene que su objetivo es liberar Kuwait,
en vez de conquistar Irak: “…debemos sentarnos y escuchar a Jackie Jones, un teniente
del Ejército, cuando dice: “si dejamos que se salga con esto (por Saddam) ¿quién sabe
lo que sucederá la próxima vez?”…” (H. Bush, 1991)
135
que las ha utilizado y más de una vez, “…Saddam Hussein utilizará estas terribles armas
de nuevo…” (Clinton, 1998).
El locutor sostiene que Saddam no sólo ataca a un enemigo exterior, sino que
ataca a su propio pueblo, es decir, a la población civil. El efecto para terminar de
moldear al enemigo es afirmar que este utilizará las terribles armas de nuevo como se
mencionó anteriormente, es por eso que el pueblo estadounidense -que ha trabajado con
paciencia para no hacer uso de la fuerza militar y ante la no cooperación por parte de
Saddam- debe, cual obligación, interferir en dicho conflicto dejando a un lado la
diplomacia dado que esa situación “…representa un peligro claro y presente para la
estabilidad del Golfo Pérsico y la seguridad de las personas en todas partes…” (Clinton,
1998).
Pese a que este discurso es más explicativo, continúa creando la misma imagen
de enemigo que los discursos anteriores. El orador expone dos motivos para atacar en
ese momento, uno, el “efecto sorpresa” para que el enemigo tenga menos oportunidad
de preparase, y dos, el mes sagrado del Ramadán: iniciar el combate durante ese mes
sería una ofensa al pueblo musulmán, por eso se debe atacar antes2.
Este discurso, además, menciona el tema del petróleo pero desde una perspectiva
amenazante. En otras palabras, si no se sanciona correctamente el programa de petróleo
por alimentos se convertirá en un programa de petróleo por tanques y resultará en una
amenaza mayor para los vecinos de Irak y en una falta de alimentos para la población.
Es por eso que se debe acabar con la amenaza y el peligro que se concentra en Saddam
Hussein mientras éste permanezca en el poder.
Observando el discurso en su totalidad, el locutor ha ido formando las imágenes
de los buenos utilizando el presente: “…estamos actuando hoy en día…” y la imagen de
los malos con el futuro: “…si no se responde ahora, Saddam será una amenaza en el
futuro, hará la guerra y desarrollará las armas de destrucción masiva…” (Clinton, 1998).
A su vez, a modo de recordatorio, se pone en evidencia que Estados Unidos no tiene
ganas de usar la fuerza “…nunca estamos con ganas de usar la fuerza…” (Clinton,
1998), pero como el enemigo no está a favor de la diplomacia obliga a la Nación a
actuar militarmente.
2
Notemos que para dicho locutor no es una ofensa estar en guerra durante el mes sagrado del Ramadán
siempre y cuando se haya comenzado antes. Creemos que se haya iniciado antes o durante, de todas
formas, es una ofensa.
136
2.4 George W. Bush (2001-2002-2003)
La temática “amenaza extranjera y guerra” se explaya en tres discursos con
diferencia de un año entre cada uno, no obstante los consideramos como un conjunto al
analizarlos. Observamos, por un lado, la misma fórmula de iniciar el anuncio: informar
la orden de atacar; por otro lado, podemos develar cómo las palabras más utilizadas son
"terroristas","amenaza","desarmar", "defender" y "liberar a los pueblos". Además, es
muy claro para qué bandos se utilizan esas palabras repetidas: Afganistán, Saddam
Hussein e Irak son parte del terrorismo que amenaza la paz de los pueblos y el mundo,
es decir, son los enemigos. Y Estados Unidos es el enemigo del mal, de los terroristas y
criminales bárbaros; también es quien llevará “…alimentos, medicina y suministros a
los que mueren de hambre y sufren…” (Bush, 2001).
Al mismo tiempo, perseguir a los que amenazan es la única manera, para EEUU,
de defender la libertad, ya que es un país -según indica el presidente en sus discursos-
que valoriza la vida y no persigue la guerra a menos que sea “…esencial para la
seguridad y la justicia” (Bush, 2002). Sumado a esto, se observa que para persuadir a la
población estadounidense de que atacar es lo correcto, el locutor tiene por estrategia
conmover y generar desprecio por el enemigo al articular lo peligroso que pueden llegar
a ser con el daño que provocan en civiles; hombres, mujeres y niños utilizados como
escudos de su propio ejército. Además, genera en los interlocutores la idea de que el
ataque es lo correcto ya que el único resultado, si se ataca, será la paz mundial.
137
frenar la muerte de vidas inocentes. Sin embargo, él no hará uso de su poder para
ordenar el ataque. En este punto critica a las políticas anteriores dado que han dejado a
un lado las decisiones de los representantes del pueblo, aunque, sostiene que “…si no
actuamos, el régimen de Assad no verá ninguna razón para abandonar el uso de armas
químicas…” (Obama, 2013)
En todo momento Obama refuerza las diferencias que tiene con sus antecesores,
puesto que no actúa de la misma forma que aquellos:
3
Aunque hay disputa si estas personas son de ISIS o Al Qaeda, ambas organizaciones son islamitas
radicales, es decir, luchan por la fuerza -o no- para defender y propagar el islam; entre ISIS y Al Qaeda
hay diferencias de estrategia, liderazgo y objetivos. Para el Instituto Washington para Políticas del Medio
Oriente, Al Qaeda surge de la clase media alta mientras que ISIS no. A su vez, Al Qaeda ataca al enemigo
extranjero como EEUU e ISIS a todo aquel que se opone a él. Por último, Al Qaeda se formó en
Afganistán, por el contario ISIS se formó con yihadistas que luchan en Irak y Siria.
138
que a la violencia no estatal se la combate con más violencia, pero estatal, por lo tanto
antiterrorista y legítima: en nombre de los héroes de la nación.
Después de ese atentado y para reafirmar la violencia estatal, Hollande anuncia,
desde una postura firme y determinante hacia los enemigos, el despliegue de fuerzas
armadas “por todas partes” donde pueda darse el escenario para una amenaza.
Observamos también que el orador llama a la población para tomar consciencia de
que su mejor arma es la unidad de todos, palabras contradictorias a lo que pedía con
anterioridad sobre la investigación de los infames autores, su detención, el veredicto y el
correspondiente castigo, por lo tanto; consideramos que las palabras de unidad están
dichas para aplacar un discurso bélico y vengativo.
Por último, Hollande cierra su discurso pidiendo a los destinatarios reunirse frente
a esa prueba: vencer al enemigo, y su argumento más fuerte es que ganarán, dado que
tienen las capacidades de creer en su destino y nada podrá doblegar su determinación.
Esto quiere decir que si bien el locutor hace referencia a la unidad del pueblo y brinda
las condolencias a las familias de los muertos; el foco, para éste, está puesto en que
nadie y nada los desviará de su meta: eliminar al enemigo.
139
develamos que si Francia quiere atacar al grupo ISIS, Estados Unidos estará en primera
fila para contribuir a ese ataque. Con esto observamos que el ethos discursivo, al
construir al otro como enemigo, los deja bien posicionados a ellos, los estadounidenses,
como los “buenos” que luchan por la justicia. Esto les sirve, en tanto gobierno, como
política interna y externa.
4
Aunque en tanto este arrepentimiento no es tal, pueden vislumbrarse cierta dimensión falaz de este
“ethos arrepentido”.
140
del ciudadano la expresión de opiniones a través de la risa sería peligrosa: como plantea
la Revista Barcelona; ¿de qué lado está la parodia, del bueno o del malo? Por otro lado,
en el discurso de Hollande se presenta un locutor con una imagen compungida y
desconcertante por todo lo acontecido, pero que no deja de respaldarse en la idea de
libertad para así poder sostener su futuro accionar bélico en nombre de los héroes hoy
muertos injustamente. Es decir, para este locutor hay que hacer justicia por las muertes
ocurridas porque las personas que murieron son “las buenas”; mientras que los
hermanos atacantes son “los malos”, sin reparar en que, pese a que fueron muertes
injustas y nada justifica un ataque, seguramente la invectiva a Mahoma provocó el
disgusto y la reacción en los musulmanes. A su vez, no tuvo que persuadir a su
auditorio de justicia dado que, como dijimos anteriormente, los ciudadanos se
encontraron desconcertados y desprotegidos y pedían justicia y paz, bajo el lema “Je
suis Charlie”.
Por último, en séptimo lugar y ligado con el discurso anterior, observamos que el
ethos discursivo del presidente Obama respecto al atentado en Francia, se construye
desde un lugar totalmente amable y cortés con las decisiones que pueda llegar a tomar el
presidente Hollande, dado que, como indica el presidente de Estados Unidos, no pueden
no adoptar esa postura ya que el pueblo francés ha sido solícito aliado para con ellos
ante las amenazas que han sufrido a lo largo de los años.
3. Conclusiones
141
Esta postura no bastó, en el discurso de Obama -específicamente-, para la
intervención bélica puesto que en su discurso de 2013 optó por dejar al Parlamento que
votara el accionar bélico en Siria.
Por su parte, Hollande no ha tenido la necesidad de construir una imagen negativa
del otro, dado que el ataque ocurrido a Charlie Hebdo ha generado, en el mundo
occidental, el reclamo de castigo a los culpables. El presidente francés solo ha tenido
que mantener esa idea de castigo para fundar el contra ataque bélico y así honrar a las
personas inocentes que han muerto.
Finalmente podemos sostener que los países árabes siempre son un “blanco fácil”
para catalogarlos de amenaza dado que se desconoce bastante sobre ellos en occidente y
se prioriza lo occidental por sobre lo oriental. Sin embargo, esto no permite realizar una
categoría tajante sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos; es decir, los
dirigentes de las potencias mundiales se valen de las malas acciones de los “grupos
terroristas” para justificar sus intereses económicos, sin reparar que en el medio de
ambos polos hay ciudadanos afectados que no tienen la culpa y sufren las
consecuencias.
Bibliografía
142
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143
El Humor en Tiempos de Cólera
Cristian Palacios
144
rápidamente la vuelta al mundo. Varias veces. Los principales humoristas gráficos en
los más diversos medios, a lo largo y ancho del planeta, iban a manifestar su solidaridad
publicando sus respectivas caricaturas en las que casi invariablemente se tematizaba la
lucha del humor y la libre expresión contra la barbarie de la violencia. Todos, casi
invariablemente, decían ser Charlie.
Pero había un problema. Charlie Hebdó había creado, a lo largo de los años, una
imagen de sí con la que no se acomodaban tan fácilmente algunos de los agentes que
proclamaban ser, ellos mismos, Charlie. Casi de inmediato, comenzaron las reacciones
encontradas. Sí, yo me identifico con las víctimas. Sí, yo no soy un fundamentalista
islámico sediento de sangre. Sí, yo creo en la libertad de expresión. Pero no. Yo no soy
Charlie. Las razones de todos aquellos que buscaron, en una segunda instancia, no ser
confundidos con el susodicho Charlie, comenzaban por aclarar el repudio a cualquier
forma de violencia para casi de inmediato reprobar, asimismo, las manifestaciones
satíricas de las que Charlie hacía objeto (supuestamente) al Islam. Desmontado, el
argumento vendría a querer decir algo así como: no se debe jugar con fuego si uno no
quiere salir quemado.
Así, el sábado 10 de enero, en el portal de Telesur, Noam Chomsky se cuidaba
de precisar que la reacción de repudio ante los acontecimientos no implicaba
necesariamente la total aceptación de los contenidos de la revista: “The reaction should
be completely independent of what thinks about this journal and what it produces”
[http://www.telesurtv.net/english/opinion/We-Are-All---Fill-in-the-Blank-20150110-
0021.html] y continuaba:
The passionate and ubiquitous chants “I am Charlie,” and the like, should
not be meant to indicate, even hint at, any association with the journal, at
least in the context of defense of freedom of speech. Rather, they should
express defense of the right of free expression whatever one thinks of the
contents, even if they are regarded as hateful and depraved.
145
para no herir, lastimar, dañar de manera innecesaria”
[http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-263951-2015-01-15.html].
Ese mismo día, en ese mismo periódico, otra nota comenzaba por afirmar que
“La solidaridad colectiva” ante los atentados no implicaba “una adhesión global a las
provocaciones de la publicación, cuyos dibujos sobre el profeta Mahoma” había
suscitado nuevamente “un exaltado debate en el país así como condenas y críticas
musulmanas” [http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-263952-2015-01-
15.html]. Mientras tanto, en un número especial de Le Nouvel Observateur, Delfeil de
Ton, antiguo redactor de Charlie Hebdó, acusaba al jefe de redacción Stephanie
Charbonier, Charb, asesinado en el atentado, de haber conducido a su equipo a la
muerte “Quel besoin atil eu d’entraîner l’équipe dans la surenchère?” se preguntaba
[http://www.lemonde.fr/societe/article/2015/01/14/polemique-dans-la-famille-charlie-
hebdo_4556428_3224.html].
El caso Charlie Hebdó lo tenía todo para desatar la polémica. A las habituales
teorías conspiratorias con su no menos habituales llamados al sentido común por parte
de los intelectuales y periodistas paradigmáticos del más amplio espectro político (de la
ultraderecha a la ultraizquierda, pasando por todos los centros) se agregaba aquí el
debate sobre los límites de la libertad de expresión contra la cual, según los principales
medios, había sido dirigido el ataque2. Aquellos que decían “no ser Charlie” tomaban
como argumento principal el que esos límites no debían nunca traspasar la barrera del
respeto hacia el otro y sus creencias. Los más críticos, aseguraban que con su actitud, la
revista le hacía el juego a aquellos fundamentalismos a los que creía atacar, incluidos
los del propio occidente. En una nota justamente titulada “Yo no soy Charlie” publicada
en numerosos blogs y medios digitales, principalmente de izquierda
[http://www.anarkismo.net/article/27767; http://tlaxcala-int.blogspot.com.es/2015/01/je-
ne-suis-pas-charlie-yo-no-soy-charlie.html; http://prensarural.org/spip/spip.php?
article15864] José Antonio Gutiérrez Dantón afirmaba que la “agresión simbólica” de
la revista contra el mundo islámico tenía como contrapartida “una agresión física y real,
2
La prensa británica dio cuenta del ataque en términos de guerra contra la libertad y la democracia “The
war on freedom” (Daily Mail), “Attack on freedom” (The Times), “War on freedom” (Daily Telegraph),
“An assault on democracy” (The Guardian); por su parte, los periódicos españoles se refirieron al
acontecimiento como un “Ataque Yihadista” o “Masacre Islamista”: “Ataque Yihadista a Charlie Hebdo
en Francia” (El Mundo), “Masacre Islamista en el semanario satírico Charlie Hebdó”
[http://www.elmundo.es/e/ch/charlie-hebdo.html]. Por su parte, la prensa de los Estados Unidos, por lo
general bastante reacia a reproducir las caricaturas del profeta, informó sobre el ataque en términos de
“asalto a la Identidad Francesa” y “asalto a la libertad de expresión”: “Assault on French Identity” (The
New York Times); “Dead-liest attack on Western journalists”, “The Charlie Hebdo massacre”, “Attack on
freedom of speech” (Washington Post). Ver especialmente Rosas 2015.
146
mediante los bombardeos y ocupaciones militares a países pertenecientes a este
horizonte cultural”. Y todavía más:
Tampoco puedo ver con buenos ojos estas caricaturas y sus textos ofensivos,
cuando los árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y
explotados de la sociedad francesa, que han recibido históricamente un trato
brutal: no se me olvida que en el metro de París, a comienzos de los ‘60, la
policía masacró a palos a 200 argelinos por demandar el fin de la ocupación
francesa de su país, que ya había dejado un saldo estimado de un millón de
“incivilizados” árabes muertos.
Aunque la torpeza del argumento es evidente [en todo caso las caricaturas no se
dirigirían contra esos sectores árabes empobrecidos, sino contra la utilización de la
religión por parte de unos sectores no precisamente empobrecidos o incluso más, contra
la alarmante tendencia de las sociedades contemporáneas a catalogarlo todo bajo la
esfera de lo políticamente correcto], toca una vena sensible del mundo actual, dado que,
excluidas las poses intelectuales de aquellos que simplemente buscaban diferenciarse de
la opinión de la mayoría, la misma crítica puede encontrarse tanto entre la izquierda
como en la derecha, incluso en la más abstrusa derecha (entre ellos el líder del
ultraconservador Frente Nacional francés Jean-Marie le Pen
[http://www.lepetitnicois.fr/actualite/article/jean-marie-le-pen-je-ne-suis-pas-charlie-
1306.html]).
En última instancia, las declaraciones de aquellos que aseguraban no-ser-
completamente Charlie le hacían más justicia a la revista que los miles de carteles
exhibidos en los puntos centrales de París. Después de todo, Charlie Hebdó se había
esforzado bastante en ser lo suficientemente odiosa y depravada como para que unos
cuantos millones de manifestantes borraran esa imagen en cuestión de días con una
mortalmente seria marcha convocada por unos mortalmente serios políticos entre los
cuales se encontraban algunos de los responsables directos de las más cruentas masacres
acometidas contra las poblaciones civiles del bando contrario (incluso, como no dejaba
de hacer notar Chomsky, contra la libertad de expresión de países no-europeos que al
parecer también poseían tal cosa).
Lo que subyace, creemos nosotros, es una incomprensión fundamental del
humor, ese modo particular del discurso que no debe, según nuestro punto de vista,
147
confundirse lisa y llanamente con lo cómico u otras manifestaciones de la risa3. Más
específicamente de los límites del humor en por lo menos dos de los significados que
puede alcanzar esa expresión. Porque lo que habría que preguntarse, en primer lugar, y
en ello parecen basarse las opiniones que condenan la actitud de la revista, es hasta qué
punto es lícito, ético o moralmente reprobable reírse de aquello que podría herir la
susceptibilidad de un adversario. Lo cierto es que, mal que le pese a Slavoj Žižek, las
caricaturas del profeta, sí parecen molestar a los verdaderos creyentes, aunque no
lleguen al punto de matar a nadie por ello. En un artículo publicado el 10 de enero en el
portal Newstatement [http://www.newstatesman.com/world-affairs/2015/01/slavoj-i-ek-
charlie-hebdo-massacre-are-worst-really-full-passionate-intensity] el filósofo discernía
entre los verdaderos fundamentalistas, y aquellos que, como los asesinos, se
consideraban “secretamente inferiores” a los occidentales no-creyentes, basándose en la
ausencia de resentimiento de los primeros. “¿Cuán frágil ha de ser la creencia de un
musulmán si se siente amenazado por una estúpida caricatura en un periódico satírico
semanal?” –se pregunta. La respuesta es pertinente, pero deja afuera a la amplia
mayoría de creyentes no-fundamentalistas. Porque excluidos aquellos que están
dispuestos a matar con cualquier excusa, por absurda que ésta sea (entre quienes se
encontraban, sin duda, los autores del atentado) la cuestión sobre los límites del humor
sigue siendo legítima. El que no hayan sido los excesos de la revista la causa principal
del ataque, no deja cerrada la cuestión de trasfondo ¿es correcto reírse de una figura
considerada por otros sagrada?
Este problema conlleva un segundo aspecto del que nadie parece haberse
percatado. Porque la cuestión de los límites también puede plantearse en otro sentido. Y
este es hasta qué punto esta forma particular de expresión puede ser comprendida por el
grueso de una sociedad para la cual resulta completamente extraña. Dicha
incomprensión de la naturaleza del humorismo y sus propiedades nos llevaría a
replantearnos su supervivencia en el mundo actual. Esta supervivencia ha sido puesta en
duda, más de una vez, por numerosos críticos e investigadores. Incluso por aquellos que
podrían afirmar que el humorismo ha muerto de éxito4.
3
Sobre las diferencias entre el humor y lo cómico me explayaré casi de inmediato. Para mayores
referencias ver Palacios 2013, 2013b, 2012 y 2011. Ver también Steimberg, 2001.
4
En La Era del vacío (1986), Gilles Lipovetsky sostiene [sin diferenciar entre el humor y lo cómico] que
el humor en la sociedad posmoderna incorpora todas las esferas de la vida social de modo. Aquí es valido
reírse de todo y de todos en todo momento. Esta generalización del código humorístico tendría como
consecuencia el vaciamiento de sus potencialidades revulsivas dando por resultado el fin del humor tal y
como aquí lo entendemos, dado que cuando todo el mundo ríe, es en definitiva el poder quien ríe.
148
Ante esta opinión he tendido por lo general, en mis diversas investigaciones, a
decantarme por la negativa. Y esto es porque tradicionalmente, a lo largo de la historia,
el humor no sólo ha lidiado con dicha incomprensión sino que incluso ha hecho de ella
un arma de batalla, proponiendo modos cada vez más sutiles de la risa, que oscilan entre
el escándalo y el desconcierto. Si hay algo contra lo que el humor se pronuncia, es
contra el anquilosamiento de los sentidos comunes, cualesquiera sean, o del sentido a
secas, lisa y llanamente. Es justamente el humor, con su señalamiento de todo lo que
hay de absurdo en la expresión, en la ley y en la regla, el que nos enseña que en
cualquier comunicación humana, el malentendido está a la orden del día.
En una nota aparecida pocos días después del atentado, Juan Sasturain nos
recordaba que Charlie Hebdó era “nieta política –por izquierda, por anarca- del original
Charlie mensual” que tomaba su nombre del Charlie Brown de Schulz: “Carlitos bah, el
pibe, el eterno y entrañable loser dueño o lo que sea de Snoopy, el perro que nunca tuvo
Mafalda” [http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-263560-2015-01-09.html]. Es
parte de la extrañeza a la que el humor convoca, la que nos impide reconocer una línea
común entre el trazo simple, cándido e infantil de Peanuts y el mucho más agresivo y
grosero dibujo de Wolinsky. En ambos, en el gusto por escandalizar a rajatabla del
segundo, en las desconcertantes y desoladas preguntas hechas al lector por el primero,
se advierte agazapada esta forma particular de pensamiento que hace de la imperfección
inherente de todo lenguaje humano, su punto principal de partida.
Frente a la ilusión de transparencia por la cual creemos que nos entendemos
porque creemos que nos estamos entendiendo (del mismo modo que los sistemas
económicos que utilizan el dinero como medio de intercambio funcionan porque sus
usuarios creen en el valor de ese dinero como medio de intercambio); frente a esa
ilusión fundante del proceso discursivo, los discursos que giran en torno a la risa se
construyen a partir de dos estrategias radicalmente diferentes. La primera se mofa de las
reglas por las cuales producimos este sentido, lo hace de manera explícita y haciendo
evidente el desvío. Este primer modo, al que nosotros llamamos lo cómico, termina por
restituir el sentido del que se burla. Y eso es porque lleva siempre como trasfondo un
pensamiento “en serio” del que se hace solidario. La segunda, por el contrario, lleva
esas reglas hasta sus últimas consecuencias, aparentando tomarlas en serio, para
descubrir finalmente que se constituyen sobre un fondo de nada.
Es a este segundo modo al que nosotros llamamos “humorístico”, siguiendo
entonces una larga tradición que tiene su punto de inflexión más alto en los ensayos de
149
Charles Baudelaire y Sigmund Freud sobre la risa. El primero llama “cómico
significativo” a lo que nosotros denominamos “cómico” a secas y “cómico absoluto” a
lo que aquí identificamos como “humor” vinculando éste último con la violencia
(Baudelaire, 1988). Por su parte Freud va a distinguir entre lo cómico, el chiste y el
humor, haciendo del tercero el lugar de la libertad del sujeto, toda vez que, según sus
palabras, es en el humor donde el yo rehúsa dejarse constreñir por el principio de
realidad (Freud, 1991: 158-159).
En última instancia, lo que se nos aparece como trasfondo es una forma de la
subjetividad susceptible de reírse de aquello que le pone límites a su propia condición
subjetiva. El humor negro sería entonces el caso paradigmático del humor, dado que se
burla de aquello que se muestra como condición traumática esencial de la especie. La
muerte y la violencia no tienen época. Han estado con nosotros desde siempre. La
operación básica del humorismo consiste en señalar explícita y deliberadamente este
hecho poco menos que incontrovertible.
Quizás sea bueno evocar aquí una de las primeras escenas específicamente
humorísticas de la literatura española. Se trata de la famosa disputa por señas entre
griegos y romanos que puede leerse en las primeras páginas del Libro de buen amor del
Arcipreste de Hita. Como se sabe, allí se trata de una contienda cuyo premio, en caso de
pasar la prueba, sería la adquisición por parte de los incultos romanos de la leyes de los
sabios griegos. Ante la certera posibilidad de la derrota, los romanos deciden colocar a
un rústico como contendiente. En un giro digno de un filósofo posmoderno, el resultado
es que los adversarios se entienden, en virtud de que no se entienden. Del mismo modo
podríamos decir nosotros: cuanto más empeño los occidentales no-creyentes ponen en
intentar entender a los musulmanes creyentes, menos parecen entenderse.
Este episodio es además particularmente significativo porque, por un lado,
desmonta la naturaleza de todo proceso discursivo poniendo en primer plano el hecho
de que la comunicación no es más que un caso particular del malentendido (hecho que,
según nuestro punto de vista, es uno de los fundamentos principales de lo irrisorio). El
arcipreste no sólo nos deja leer que sabe que el lenguaje es ambiguo, sino que hace de
esta misma ambigüedad uno de los temas centrales de su libro 5. Así lo demuestra la
5
Esta es una de las tesis principales del libro de Marina Scordilis Brownlee The Status of the Reading
Subject in the “Libro de buen amor” para quien no sólo Juan Ruiz reconocía la ambigüedad inherente a
todo uso del lenguaje, sino que también había establecido la problemática de la interpretación de su libro,
como uno de sus temas centrales (Brownlee, 1985). En esta misma línea afirma Joseph Snow: “ para Juan
Ruiz, no hubo otro modo de vigilar el potencial «engañoso» del lenguaje mismo que reconocer su
inherente ambigüedad y hacerlo el eje central del Libro” (Snow, 2011). Es un movimiento que nosotros
150
famosa sentencia “sobre cada fabla se entiende otra cosa”; dicha por un clérigo en una
época en que la correcta interpretación de las escrituras resultaba crucial para el
sostenimiento del poder eclesiástico. En segundo lugar, porque nos introduce de lleno
en el problema de la traducción entre-culturas, central en la polémica de la que aquí
pretendemos dar cuenta, al traducir el dogma católico, promulgado por el sabio griego,
en una serie de amenazas a la integridad física de su rival, en la que ya puede leerse el
mismo choque e incomprensión que parecen habitar nuestro presente:
reconocemos como propio del humorismo: hacer del “trauma” (en términos freudianos) un motivo de
gozo.
151
deconstruida, dado que lo que hubo es ciertamente una mala palabra, un gesto de
amenaza, que no ha sido entendida como tal. La única conclusión que podríamos sacar
de la anécdota es que cada cual entiende lo que quiere, y dicho esto en un momento
histórico en que saber o no saber qué era lo que realmente se decía en el libro sagrado
podía implicar o no el delito de herejía (castigado con la tortura física o incluso la
muerte); involucraba acaso una crítica político-jurídica radical. A fin de cuentas, ha sido
la clase intelectual (los griegos) la que se ha mostrado incapaz de comprender que el
origen de las leyes (de la cultura) descansa sobre un trasfondo de violencia6.
Por eso mi postura respecto del humor es que éste encuentra justamente su
esencia en el señalamiento constante de lo absurdo que resulta poner límites amparados
en el pensamiento “serio” de una cultura cuyas bases ese mismo humor no hace más que
señalar como ridículas. Es cierto. El humor enoja, escandaliza. Es provocativo, molesto.
Pero a diferencia de lo cómico, no lo hace en defensa de algún interés o valor particular
al que pretenda resaltar por sobre los demás. De allí que, más que realizar una
disertación sobre los posibles e improbables límites del humorismo la pregunta que
cabría plantear es si se trata realmente de humor, si se trata realmente de ese humorismo
radical que no se posiciona a favor de nada ni nadie y que no busca con su crítica, atacar
a los creyentes de tal o cual religión, sino a la institución religiosa como tal (de la que
personalmente sí creo que merece ser atacada).
A fin de cuentas, el atentado a Charlie Hebdó, como hemos llegado a entender
con el paso del tiempo, no ha respondido más que a una necesidad imperiosa de uno y
otro bando, por erigir al Estado Islámico, ese producto del desmembramiento de Al
Qaeda, ese producto directo de la política exterior de la O.T.A.N. y los Estados Unidos,
en el nuevo más formidable enemigo de las bien-pensantes democracias occidentales. A
la luz de los acontecimientos, anteriores y posteriores, el atentado alcanza la lógica de
un partido de ajedrez sin demasiadas sorpresas. Una escalada más de la supuesta
“Guerra contra el Terrorismo” ejecutada con cada vez más desapasionamiento.
Reivindico, de todos modos, mi derecho a estar equivocado.
Que el humorismo de Charlie Hebdó pueda, por tanto, ser malentendido por una
facción de derecha o por cualquier ala del fundamentalismo religioso que se quiera,
resulta inevitable, como bien nos ha enseñado Juan Ruiz, hace ya casi setecientos años.
Una de las virtudes del humor consiste justamente en hacer evidente esta falta de todo
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El inverso perfecto de esta historia es la anécdota del padre Valverde frente al Inca Atahualpa (que no es
en absoluto cómica, pero que tiene todos los elementos para serlo).
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lenguaje humano. Habrá que tenerlo en cuenta para todo análisis futuro que intente dar
cuenta de la radical incomprensión entre oriente y occidente.
Desde un improbable más allá de la historia y la literatura, el Arcipreste, para
nuestro pesar, aún sigue burlándose de nosotros.
Bibliografía
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receptor(es) en el Libro de buen amor”, en Actas del III Congreso Internacional Juan
Ruiz, Arcipreste de Hita, y el «Libro de buen amor», Alcalá la Real del 7 al 29 de mayo
del año 2011.
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gráfico”, Revista Signo & Seña 12. pp. 99-117.
Suiero, Daniel (1968). El arte de matar, Barcelona: Alfaguara.
Tomás y Valiente, Francisco (2000). La tortura judicial en España, Barcelona: Crítica.
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