Papelucho Historiador PDF
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PAPELUCHO
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PAPELUCHO MISIONERO
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PAPELUCHO EN VACACIONES
PAPELUCHO: ¿SOY DIX LESO?
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La gente grande no se acuerda ya de lo mucho que cuesta estudiar.
Creen que uno no tiene nada en la cabeza...
Y hay que ver lo difícil que es poner atención y no pensar en otra cosa.
Porque hay tanto en qué pensar.
Cuando alguien nos explica bien, le entendemos; si ese alguien nos
explica algo entretenido, ponemos atención y si ese alguien nos cuenta una
historia que nos gusta de veras, la aprendemos y no la olvidamos nunca.
A mí me cuesta tanto estudiar, que para poder aprender he tenido que
escribirme yo mismo la Historia de Chile. Y ahora si que la sé de veras y no
se me va a olvidar.
Papelucho
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I
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—Lo de la naranja —contesté, y se me comenzó a reventar la hiel.
—Es redonda ¿ves tú? La tierra es igual —dijo ella— redonda como esta
naranja.
Yo sabía lo que era un imán. Además lo estaba sintiendo muy fuerte con
la naranja ahí tan cerca. Tenía casi reventada la hiel.
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II
La Srta. Carmen nos mostró dónde está Chile. Está abajo y es largo y
flaco como una lombriz que casi se corta a cada rato.
Yo me quedé pensando
cuáles serían las riquezas y
por fin entendí. Resulta que un
país con mar es como una
casa con una inmensa puerta
que da a todo el mundo. Y un
país con cordillera es como
una casa con una muralla de
fortaleza por la que no se
puede meter ningún intruso.
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—Este mar es el Océano Pacífico —dijo— y toda nuestra costa orillea el
Océano. Las aguas que están cerca son aguas chilenas.
—¡Qué pena! —dije.
—Me habría gustado nacer ahí... Y también para salir a nadar por todo
el mundo. Si fuera pescado chileno habría sido tan aventurero y habría ido a
muchas partes a buscar lo más rico y sabroso, lo más lindo de los otros
mares para traerlo a Chile...
—¿Cadena?
—Así se llama cuando hay muchos cerros altos uno al lado de otro.
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—¡Chitas! —dije—. A un lado tesoros en el mar y al otro minas
preciosas... Entonces no importa que parezca un queque con sorpresas.
Como los de los cuentos. De esos queques que tienen frutas confitadas,
nueces, caramelos y chocolates... ¿Han sacado ya las minas preciosas?
—¿Cuáles son?
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EL DESCUBRIMIENTO
III
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Entonces llegó un buen día donde la Reina de España Isabel la Católica.
Le contó su idea y la Reina se quedó pensando.
En ese tiempo la gente quería ir todo el tiempo a las Indias así como
ahora van a Estados Unidos. Pero el viaje era terriblemente largo.
—Yo creo Majestad —le dijo Colón a la Reina de España— que he
encontrado un camino más corto a las Indias.
—Sí, Majestad.
Colón tenía su famoso huevo en el bolsillo y le había hecho a un lado un
garabato para mostrar lo que era España y al otro lado otro garabato para
mostrar lo que eran las Indias. Entonces le explicó que por el lado donde
iban los portugueses a las Indias resultaba más largo. Y por el otro lado, el
lado que él decía, llegaban más ligero.
Claro que Colón se equivocó porque el camino resultó mucho más largo
por donde él decía. Pero de todos modos, si no se le mete esa idea en la
cabeza tal vez todavía ni nos habrían descubierto.
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IV
Cuando por fin estuvieron listas las bautizó: la Santa María, la Pinta y la
Niña. Yo sé por qué.
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V
Yo ya sé que ella siempre dice lo que hay que contestar entre medio y
trata de confundirlo a uno. Pero a mí no.
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Colón y la gran aventura no habría resultado. A Colón no le quedaba más
remedio que pedirle ayuda a Dios o morirían todos en alta mar. ¿Qué hizo
entonces?
—Rezó —dije yo. Porque para pedirle ayuda a Dios hay que rezar, creo
yo.
—Se encerró en su camarote y se arrodilló al pie de su litera. ¿Qué pasó
entonces?
—Se quedó dormido —dije porque cuando yo rezo mucho a veces me
pasa eso.
—¿Lástima de qué?
—Lástima de que Colón rezara tanto. Habría sido
mejor el motín a bordo.
—Presente.
—Ya sé lo que te pasa. Estás distraído otra vez. Pon atención y trata de
comprender.
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—¡Tierra, Capitán! —chilló Gómez otra vez.
"Había un pájaro en el mástil, Capitán", dijo uno. "Lo hemos visto y esa
es seña de que estamos cerca de tierra." Colón se persignó y dio gracias a
Dios. Enfocó el catalejo y miró al mar. Por fin se divisaban unas manchas
oscuras. Todos querían verlas y pedían el catalejo. Gritaban.
—¡Tierra, Capitán! —dijo Gómez.
Ver árboles, cosas verdes. Los remeros bogaban con furia y al poco rato
las tres carabelas atracaron en la playa. Estaban seguros de haber llegado a
las Indias. Pero esa playa parecía solitaria. No había hombres ni casas. Puros
pájaros y tal vez animales. ¿Qué hicieron entonces Colón y sus hombres?
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—Saltaron a tierra —dije yo.
—Demos gracias a Dios —dijo Colón y clavó una cruz en la arena. Todos
se arrodillaron a rezar. Colón, creyendo que era una isla desconocida de las
Indias, la llamó San Salvador.
—Era un poco despistado Colón —dije.
—¿Por qué dices eso? —la Srta. Carmen me miró con ojos redondos.
—Porque creía que América era las Indias...
—Es cierto. El no supo que había descubierto América. Dime ahora,
Papelucho, ¿qué sucedió cuando estuvieron en tierra los españoles?
Nadie contestó.
—Yo creo que debería ser día de fiesta para España no más —dije yo—.
Porque yo encuentro que para los indios de América fue un día
completamente fatal. Yo creo que es terrible ser descubierto. Si no hubiera
llegado Colón, los indios serían completamente felices, con flechas, plumas y
todo.
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VI
—¡No me dolió! —dijo soplándose la mano—. Y para que veas que Colón
no descubrió la América porque creyó que había llegado a las Indias...
—En todo caso la tierra era redonda como él decía. Y él descubrió eso.
Claro que habría sido mejor que no nos descubriera. Me carga ser
descubierto. Pero como no era su intención descubrirla... Si yo fuera él no
me habría vuelto a España.
—Yo sí. Alguien tenía que contarle a la Reina y sacarle pica a los que no
creían que la tierra era redonda —dijo Gómez.
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—Para que veas fue un Américo el que descubrió la América —Gómez
seguía sacándome pica.
—Ese fue el que se dio cuenta que Colón la había descubierto. Y a los
tontos les dio por decir "las tierras de Américo" y por eso quedó con ese
nombre —le expliqué al muy tarado.
—¿Tú crees que debía llamarse Colona?
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LA CONQUISTA
VII
DE TANTO Y TANTO pensar en los indios, por fin conseguí ser un indio
de verdad, y mientras duermo soy un araucano.
Porque sueño todas las noches en indio y mi vida de indio es mejor que
la otra.
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da a uno la comida y lo deja en paz. No hay que pedir permiso para nada.
Uno se manda sólito y lo único que tiene que aprender es a disparar bien la
honda, a nadar en el río y a criar fuerzas levantando piedras para hacerse
bien hombre.
Ellos también viven muy felices conmigo y se pasan las tardes sentados
en el suelo comiendo piñones.
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VIII
AUNQUE ENTRE NOSOTROS los indios no hay domingos y todos los días
son como domingos, eso no quiere decir que sean iguales. Son bastante
distintos.
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Cuando el papá caza una llama yo ya he cazado cien guanacos y se los
llevo a la mamá para que haga abrigos de piel para el invierno. Ella con las
otras indias descubre hacer lana y tejer chales y mantas. Como la mamá no
es vanidosa les regala a las demás indias esa lana y todas tejen, porque no
todas las indias tienen hijos con buena puntería.
En la noche comemos guanaco asado en fuente de greda y con harto
jugo.
Después de comida el papá nos cuenta cuentos y nos quedamos
dormidos ahí mismo.
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IX
—Ya lo creo —le contesté yo pensando en que yo soy indio todas las
noches porque sueño en indio y soñar es igual que vivir. Si uno está
despierto de ocho a ocho y duerme y sueña de ocho a las otras ocho vive
tanto en sueño como al revés.
—¡Papelucho!
—Presente —dije.
—Te he dicho que me hables de los Quechuas —repitió.
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—Tú no sabes nada, Papelucho.
—¿Cómo que no sé nada? —Me acaloré un poco porque me había ido
bien hasta ese momento.
—¿Cómo sabe? Yo creo que fue al revés. Están descubriendo aquí cosas
súper choras de antidiluvianas hechas por araucanos. . .
—¿Ve como fueron los araucanos los que aprendieron solos a trabajar
en greda?
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XI
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revolcarse.
Había muchos indios heridos y otros muertos, pero no nos acobardamos
y seguimos peleando hasta que cayó la noche y los españoles se fueron.
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XII
AUNQUE LOS ESPAÑOLES se habían ido, nuestra tribu hizo guardia toda
la noche. Estaban cansados después de la pelea y se habrían echado al suelo
de buena gana a dormir. Pero eran bravos soldados y no querían despertar
con otro asalto de los españoles.
Por eso miraban a la luna, le cantaban y le bailaban cuando les daba
frío.
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Cuando estuvieron cerca, hicieron un saludo con su mano enguantada y
uno de ellos se acercó al Toqui y le habló en araucano. Lo hablaba pésimo,
pero se le entendía. Dijo:
—Queremos parlamentar.
Yo no sabía lo que era parlamentar, pero se me bajaron los pelos que
se me habían parado en la cabeza.
Estaba tan cerca, que reconocí al tuerto que mandaba el asalto el día
antes, y pensé: Este es don Diego de Almagro, el que viene desde el Perú, la
tierra de los Quichuas...
—¿Qué pasa?
Después supe que el señor Diego de Almagro se había peleado con otro
español en el Perú y éste lo hizo matar.
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XIII
Un buen día llegó a las orillas del río Mapocho y como hacía mucho
calor, se sacó su armadura y se bañó.
En ese tiempo el Mapocho era un río como todos los ríos de campo, sin
orillas y con agüita clara.
Al zambullirse don Pedro en el agua, oyó una voz que le decía: "En este
valle precioso nacerán hombres famosos".
Don Pedro se rascó la cabeza y miró para todos lados, pero no vio a
nadie cerca. Entonces zambulló de nuevo su cabeza en el agua y por
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segunda vez oyó la voz que decía: “En este valle precioso nacerán hombres
famosos.” Y por tercera vez metió la cabeza al agua y oyó lo mismo.
No se atrevió a contar lo que había oído, sino que muy pensativo, subió
al cerrito de Huelen y se sentó en un peñasco a pensar, mientras se secaba
al sol.
Y mientras pensaba, un rayito de sol se le metió en un ojo y lo
deslumbró. Y como él se restregó ese ojo, ese rayo se le metió al cerebro.
Era una idea.
—Aquí debo hacer una ciudad —dijo la Idea—. Una gran ciudad...
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XIV
COMO TODO LE HABÍA SALIDO tan fácil, decidió hacer más ciudades en
todas las partes lindas de Chile y partió con su tropa.
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Entonces los santiaguinos montaron a caballo y se lanzaron sobre los
indios como un rodado de rocas.
Arrollados por los caballos, tuvimos que arrancar...
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XV
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Nosotros todavía les teníamos miedo a los hombres a caballo.
No podíamos convencernos de lo que eran. Nos parecían unas
cuestiones invencibles.
Se armó la pelea. Don Pedro peleó como un valiente, pero Lautaro y sus
indios lo atacaron y atacaron hasta vencerlo.
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XVI
Era una avalancha terrible el ejército de Lautaro con sus flechas, sus
caballos, sus macanas y sus teas encendidas. Por donde pasábamos
quedaba el fuego ardiendo como inmensa hoguera y todos tenían que
arrancar.
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Lautaro se fue a Peteroa y ahí se puso a descansar. Los españoles
aprovecharon que Lautaro descansaba y de sorpresa se dejaron caer con sus
cañones, rifles, etc. ¡Nos vencieron!
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XVII
Pero a pesar de todo, un buen día lo dejaron preso en una de las peleas
con los españoles. Y ese Jefe dio orden que le cortaran las manos.
Pero los españoles prefirieron dejarlo vivo para que los demás indios
vieran lo que les podía pasar.
Galvarino esperaba...
Vio que entre los españoles había un Picunche que cumplía sus órdenes.
Enrabiado del dolor se tiró encima para matarlo. Lo golpeaba con sus brazos
sin manos y si no se lo quitan lo habría muerto ahí mismo.
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XVIII
—¡Asaltaremos Cañete y luego una a una las ciudades que ocupan los
españoles!
—Sí —le contestó éste—. Duermen todos los días después de haber
almorzado.
Caupolicán le creyó.
Pero era un indio traidor. Fue donde el capitán español y le contó todo.
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El Toqui Supremo, amarrado con cadenas, la miró con sus ojos llenos
de lágrimas por primera vez. El sabía que iba a morir y que su hijo no lo
vería más.
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SEGUNDA PARTE
LA COLONIA
XIX
Claro que les costó harto trabajo vencer a los indios. A cada rato se les
sublevaban y había que volver a pelear hasta derrotarlos. Pero los españoles
tenían armas de fuego, y los pobres indios puras flechas.
Los pobres indios, acorralados en sus rucas, no podían hacer nada con
tantos españoles por todos lados.
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Ni siquiera había fogatas para calentarse sino que puros braseros. Y
creo que los chiquillos usaban cuellito de encaje y rulitos largos, igual que
las mujeres.
Menos mal que de repente apareció el corsario Drake que era un pirata.
Era un gringo aventurero que venía dando la vuelta al mundo con cinco
barcos piratas. Cuando pasó el estrecho de Magallanes, se encontró con
Chile.
Resulta que Inglaterra, su patria, estaba entonces en guerra con
España. Cuando este gringo supo que Chile era colonia de España, dijo:
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XX
Una noche a las diez, mientras todos dormían (¿qué otra cosa podían
hacer, digo yo?) se oyó de repente un ruido subterráneo terrible. La ciudad
entera se empezó a sacudir como una gran jalea.
Volaban las tejas, caían las murallas y vigas de los techos y una
espantosa polvareda ahogaba a todos. El mundo se sacudía y se venía
abajo. Desde el cerro Santa Lucía rodaban grandes piedras y pedazos de
roca.
Es famosa por lo mala que fue. Vivía como una reina y tenía la manía
de hacer matar a quien se le antojaba. Como era loca, después le pedía
perdón a Dios y luego volvía a cometer otro crimen. Para sentirse menos
mala tenía en su casa un gran Cristo de madera.
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La noche del terremoto la corona de espinas de ese Cristo resbaló de su
cabeza hasta su cuello y dicen que cada vez que quieren volver a ponerla en
su cabeza, vuelve a temblar.
Con este terremoto todo se hizo pedazos menos este Cristo que es el
Señor de Mayo. Ahora está en la iglesia de San Agustín. Todos los años lo
sacan en procesión el día 13 de mayo que es el aniversario de ese tremendo
terremoto.
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XXI
Poco a poco otra vez hicieron casas y aunque eran todas de adobe, de
un piso y con grandes murallas, había algunas bastante encachadas. Todas
tenían patios, las de los más ricos los tenían de mármol y las otras de piedra
de río. Todavía quedan algunas, pero pocas.
En ese tiempo inventaron las escuelas, pero por suerte había pocas.
En lugar de reloj, daban la hora cantando: "Las tres han dado y
lloviendo", etc., etc., igual que la Radio.
A mí no me gusta soñar en la Colonia, pero si soñara sería por una sola
noche, y para ir a alguna fiesta.
Sería una fiesta en casa del gobernador don Ambrosio O'Higgins, que
era el papá de don Bernardo ídem. Era el representante del Rey de España
en Chile, algo así como Presidente. Su hijo Bernardo no vivía con él.
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Para esta fiesta todas las tías y otras pasaron una semana haciendo
dulcecitos de pasta de almendras, niditos, palomitas, corderitos de mazapán.
Y muchas tortas ricas.
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XXII
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TERCERA PARTE
LA INDEPENDENCIA
XXIII
Yo me quedé callado.
Yo bajé el dedo, pero me dolió tanto que tuve que levantarlo otra vez.
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—¿Usted es independiente? —pregunté— Porque usted ya no tiene
profesora que la mande y tampoco tendrá papá ni mamá cuando está tan
vieja...
—¡Al fin! —dije yo— ¡Tengo tantas ganas que haya una guerra
tremenda en la Historia de Chile! Era tan aburrida la Colonia...
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—Al revés, Papelucho. Las Fiestas Patrias son para celebrar el
nombramiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno.
—¡Ah!... —dije desilusionado—. Eso no más...
Me chupé el dedo, pero lo tenía tan caliente como una papa de cazuela.
Me lo saqué de la boca porque casi me quemaba y lo volví a levantar.
—¿Estás apuntando, Papelucho?
—No, señorita. Me estoy enfriando el dedo.
—¡Ya entendí! —dije yo— Pero usted nos pitó cuando dijo que tenían
que luchar. No les costó nada...
—Ya verás. No iba a ser tan fácil como pareció al principio. Quedaron
todavía en Chile muchos españoles que habían sido dueños y patrones desde
el tiempo de Valdivia. Esos españoles querían a su rey y estaban
acostumbrados a obedecerle. No iban ellos a entregar su poder, sus tierras,
sus riquezas por el alboroto valiente de los patriotas. Se iban a defender.
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XXIV
—¿Y entonces?
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—A poco de llegar fue elegido en la nueva Junta de Gobierno con
O'Higgins y Marín. Como ellos no se interesaban en gobernar, Carrera quedó
solo gobernando.
—Cuando los españoles vieron todas las ideas y demás cosas que
estaba haciendo Carrera, resolvieron atajarlo. Formaron su ejército en el que
había muchos hombres. Se llamaba el ejército realista. Realista quiere decir
que eran partidarios del Rey. Y salió el ejército realista al encuentro del
ejército Patriota, que era el de los chilenos.
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XXV
YO LES CONTÉ A LOS DEMÁS que por fin iba a ponerse entretenida la
Historia de Chile. Y cuando sonó la hora de clase entramos. Bien apurados,
como si fuéramos al teatro. Pero la señorita Carmen no aparecía.
Entonces por fin llegó la señora Riquelme y dijo que la iba a reemplazar
porque la señorita Carmen se había enfermado.
—La batalla de Roble —dije yo, creyendo que era en clase donde la
señorita Carmen me la había contado.
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puntería. Y un buen día su papá lo hizo mandar a Europa al mejor colegio de
Inglaterra para educarlo.
—Bernardo se sentía muy solo allá; se acordaba de Chile, de su mamá
chilena, de su padre que no se atrevía a tenerlo a su lado por miedo al Rey
de España. Algún día, cuando fuera hombre, vendría a Chile a pelear por la
libertad de su patria y porque los chilenos no tuvieran que obedecerle a los
españoles.
Por fin se embarcó para Chile y llegó poco antes de que muriera su
padre.
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XXVI
Nos saludó a cada uno por separado, nos dio un caramelo a cada uno y
cuando entramos a clase de historia dijo:
Yo pensé que se habría sacado una moto en alguna rifa, pero después
pensé que las mujeres gozan con otras cosas. Entonces me dije: Habrá
encontrado asiento en el micro o le habrán dado un par de medias, y no me
preocupé más.
—Haremos una clase inolvidable —dijo ella con cara de relámpago—.
Así como yo recordaré este día cuando sea viejita, así también ustedes se
acordarán de esta clase cuando sean veteranos...
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—Ya me lo había dicho ella. Aprenderemos ahora la batalla de
Rancagua. Pero no vamos a contarla. Vamos a vivirla.
Nos acomodamos todos para vivirla, pero la Srta. Carmen nos dijo:
—Colóquense en dos filas. Para una batalla deben haber dos bandos,
dos enemigos. Unos serán los realistas y los otros los patriotas. Eso no
quiere decir nada. ¿De acuerdo?
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patriotas no tendrían con qué enfriar sus cañones y se desesperarían de sed.
Y para obligarlos a entregarse, los realistas le prenden fuego a los cuatro
costados de la Plaza.
Y resultó tan macanuda esta batalla, que casi todos los realistas
quedaron machucados, rasguñados y uno con el brazo zafado. Y costó
mucho volver a ordenar la clase...
Pero lo peor de todo fue que la Directora del Colegio mandó a llamar a
la Srta. Carmen y la retó como a un cabro.
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XXVII
Me daba pena la Srta. Carmen que tenía como hipo y miraba todo el
tiempo sus uñas. Yo encuentro que su idea fue muy buena porque nunca se
nos va a olvidar la Batalla de Rancagua.
Entonces me acerqué a su pupitre y le di una naranja.
—Usted decía que nunca se iba a olvidar del día de ayer, pero es mejor
que lo olvide... —le dije.
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Ella me miró con ojos colorados:
—Ven acá —me tomó suavemente de un brazo, me acercó a ella y me
beso en la oreja. No sé si lo soñé o me lo dijo al secreto, pero creo haberle
oído esto: —No importa sufrir, porque él me ama...
Yo me puse como tomate y sentí una rabia atroz en la cabeza. ¿Qué le
había hecho yo para que viniera a darme un beso y a dejarme en vergüenza
delante de todos? ¡La vida es muy injusta!
Cuando volví a mi asiento, sentí como todos me tiraban besitos en
secreto. Tenía más rabia que un volcán.
—Entre los chilenos patriotas que llegaron a la Argentina había uno que
le gustó mucho a San Martín por su habilidad y por su audacia. Era Manuel
Rodríguez.
—Ese tiene calle —dije yo.
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menos veinticinco azotes. Los mandaba disfrazados al campamento realista
y conversando y conversando los patriotas de Manuel Rodríguez les hacían
creer que no se preocupaban ni estaban preparados. Entonces los realistas
también se despreocupaban. Ahí llegaba Manuel Rodríguez con sus fuerzas,
los sorprendía, atacaba y los vencía.
—Cuéntenos más de Manuel Rodríguez —dijo Pérez.
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XXVIII
ESA NOCHE, mientras estaba feliz durmiendo, desperté con la rabia del
día antes. Oía besitos de los chiquillos riéndose de mí. También sentía en la
oreja el secreto de la Srta. Carmen. ¿Para que me lo dijo? ¿Qué me
importaba a mí que "Él la amara"? Eso es lo malo de todas las mujeres. Lo
único que les importa es el amor. Me dio tanta rabia con ella que me
desvelé...
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—Perfectamente contestado. El ejército Libertador estaba ya listo para
atacar a los realistas. Venía de la Argentina y tenía que pasar la Cordillera
de los Andes. Una parte venía con San Martín como General y la otra parte
con O'Higgins. Tenían que atravesar la cordillera en muías porque los
caballos se resbalaban en las quebradas. Era un camino penoso y largo.
Paso a paso.
—¿Cuántos años se demoraron? —pregunté.
—Ningún año, pero sí un mes entero. Salieron a principios de enero y
divisaron la tierra chilena en los primeros días de febrero.
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mayoría del pueblo chileno. Y mandó poner en todos los cuarteles dos libros
para que en ellos firmara todo chileno. En uno debían firmar los que querían
la Independencia de Chile y en el otro los que no la querían, o sea los
realistas. Así se sabría cuáles eran más.
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XXIX
ME DIO TANTA RABIA ese desastre que no podía pensar en otra cosa.
Así que me acerqué a la Srta. Carmen en el recreo y le pregunté:
—Oiga, entonces, ¿Chile no es libre todavía?
—Totalmente libre.
—¿Y cómo?
—Decisiva quiere decir la que le dio el triunfo a los patriotas. Fue el día
5 de abril. Esa mañana San Martín en persona dirigió la batalla. Fue una
pelea a muerte y duró muchas horas.
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—¿Y O'Higgins?
—Estaba en Santiago, herido en cama. Acuérdate que había recibido un
balazo en el brazo derecho... Pero cuando supo que su ejército estaba
luchando en Maipú, se levantó de la cama, se vistió y partió al galope. Peleó
con toda su alma, a pesar de estar herido. Esa batalla de Maipú fue la
decisiva y la ganaron los patriotas.
—¿Decisiva? —pregunté.
—Ya te expliqué lo que es decisivo.
—¡Por fin! Ya veía que me iba a salir con otro desastre. Así que Maipú
es tremendo de importante. Y yo ni lo conozco siquiera. ¿Está muy lejos?
—Pero entonces no cumplió su palabra, porque total sólo hace poco que
lo hicieron.
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Todos aplaudimos y decidimos revivir la Batalla de Maipú tal como fue,
bien peleada y bien ganada. Después entraríamos al Templo a darle gracias
a la Virgen del Carmen y rezar una buena Ave María.
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Marcela Paz -pseudónimo de la escritora Ester Huneeus Salas- fue una mujer
excepcional, capaz de construir una prosa fresca y natural.
Cuando, antes de casarse, su novio, José Luis Claro, le regaló una agenda,
Ester decidió escribir en ella el diario de vida de un niño. Y fue así como nació su
hijo más célebre: Papelucho, de quien puede decirse, sin duda, que es ya un clásico
de la literatura infantil chilena.
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