Papelucho
Papelucho
Papelucho
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Marcela Paz
Papelucho
Papelucho - 01
ePub r1.1
Titivillus 28.03.2021
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Título original: Papelucho
Marcela Paz, 1947
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
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Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche
me he pasado la noche sin dormir pensando en esto.
Es de aquellas cosas que no se pueden contar
porque no salen por la boca. Y yo sé que mientras
no la haya contado no podré dormir. Le pregunté a
la Domitila qué hacía ella cuando tema un secreto
terrible. —Se lo cuento a otra— me contestó. —
Pero ¿si es algo que no se puede contar a nadie?
—Entonces lo escribo en una carta.
—Tú no entiendes nada —le dije—. Es algo
que no puede saberlo nadie.
—Entonces, escríbaselo a nadie —me dijo, y
soltó la risa. Otra vez es de noche y ya debería estar durmiendo. Pensando en lo que
dijo la Domitila, he decidido escribirle a «nadie», como ella dice, y que es lo que
otros llaman su «diario». Cuando esté escrito, me habré librado de seguir pensando.
Yo tenía en mi laboratorio un frasco con un
invento. Era hecho de muchas cosas y, entre otras,
tenía dos cajas de cabezas de fósforos, Rinso, miel
de abeja, un poco de aceite, crema para la cara y
pólvora. La idea mía era ver lo que resultaba y por
eso hice con él un sándwich para algún ratón
goloso.
Lo dejé sobre mi velador, pero cuando volví, no
estaba. Y la Domitila me dijo que se lo había
comido. Naturalmente que a ella no podía decirle yo que estaba envenenada. Pero le
pregunté qué haría si supiera que se iba a morir.
—Me daría una vuelta de carnero —dijo— porque la muerte es la felicidad del
pobre.
—¿Y qué otra cosa más harías?
—Me daría una fiesta y gastaría mil pesos en comer…
—Toma —le dije—. Te doy lo de mi alcancía (treinta y dos pesos). Cómete algo
bueno, pero sería mejor que te confesaras.
Me miró con cara de lagartija y me preguntó:
—¿Por qué cree que me voy a morir?
—Porque la muerte viene cuando menos se piensa —le contesté y me encerré en
mi cuarto a pensar. Pensé que tal vez sería bueno que ella tomara un purgante, pero
después pensé que sería peor. Pensé que debería decirle lo que le pasaba y pensé
después que a lo peor se moría del corazón. Porque no hay seguridad de que se muera
del veneno.
Es claro que, si se muere, yo deberé entregarme a la policía. Le escribiré una carta
a mis padres y después me entregaré y cuando cumpla mi condena ya no seré
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culpable.
En la cárcel puedo estudiar para ser inventor, porque tendré toda mi vida libre
para eso. Y, tal vez, cuando invente lo que habré de inventar, me absuelvan y todo.
Este pensamiento me pone más tranquilo. Pero lo terrible es estar esperando que
suceda la muerte. Es decir, que a ratos me dan ganas que se muera pronto para
arreglar mis cosas de una vez.
A la hora del té, la encontré pálida y sentí frío en el estómago. Le pregunté qué
tenía y ella soltó la risa.
—Parece que ustéd se está enfermando de la cabeza —me dijo—. A cada rato me
pregunta unas cosas… Y me mira con unos ojos… —y se rio otra vez. Es una suerte
que la Domitila no tenga hijos y ella dice que no le hará falta a nadie. Eso es muy
tranquilizador.
Ahora se me quiere ocurrir que no es cierto que se haya comido el sándwich y
que me ha engañado. Quiero pensar que, como es tan mentirosa, me ha mentido otra
vez. Con este pensamiento creo que podré dormir.
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Enero 1
Hoy hubo pollo para el almuerzo y postre de helados de fresas, y para la comida,
lo que sobró del almuerzo. Pusieron las copas finas y una se quebró en mi asiento.
Me gusta que vengan visitas porque así no hay boche en las comidas. A mí no me
alcanzó postre, pero no importa, porque me lo había comido antes.
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Ahora que no tengo útiles para hacer mis experimentos, tengo que hacerlos con
las cosas de otro. Por eso le pedí a Miguel, el jardinero, que me diera un alicate y un
alambre. Y tuve que regalarle dos corbatas de mi papá. Papá tiene demasiadas
corbatas, y eso es como avaricia, y también hace que Miguel se ponga comunista.
Resulta que junté los alambres del teléfono con los de la lamparita del velador de
mi mamá. Lo que yo quería era ver si salían luces del teléfono y voces de la
lamparita. Pero nada de eso.
Cuando se hizo de noche, la casa estaba a oscuras y no había a quién llamar
porque era día de fiesta y porque estaba descompuesto el teléfono. Pero yo saqué
como pude mi instalación, y cuando llegó mi papá cambió los tapones y ¡listo! Ni
siquiera hubo alboroto. Siempre es así: cuando uno cree que se va a armar la grande,
no pasa nada.
Parece que se murió la señora de la casa de enfrente y había quince autos en la
puerta y dos Mercedes Benz de ocho cilindros.
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Todavía estoy en cama con fiebre y bronquitis. Lloré porque Javier fue al cine,
pero después pensé que estaba llorando porque quería sufrir y me consolé. Cuando
uno quiere sufrir resulta que se pasa la pena y cuando uno no quiere salir llega la
mamá y lo saca a uno en auto.
Se me desparramó la sopa en la cama y me pusieron la colcha limpia. También se
me rompió el reloj que me prestó el papá. Pero no me retaron porque tenía fiebre. Me
gusta estar enfermo porque entonces me llaman «el niño» y me hacen sopa especial y
me piden que me la tome así como suplicándome. También me prometen todo lo que
necesito y, cuando mi mamá le cuenta al doctor lo de la fiebre y tos, me da pena-
gusto y como reír y llorar. Y también me lavo con agua tibia, y, si no quiero, no me
lavo tampoco. Parece que mi timbre sonó toda la noche.
Inventé de enseñar moscas mensajeras. Se me murieron cuatro en el invento, pero
ya tengo pensado otro sistema nuevo que voy a ensayar mañana. Y creo que hasta
puede llevar un átomo y servir de bomba.
La Domitila está bien todavía, pero la noto más gorda y quién sabe si es el
comienzo de una enfermedad mortal.
De todos modos, si ella se muere o no se muere, yo voy a ser santo, así es que no
necesito entrar a la cárcel.
Tuve que levantarme en camisa por obligación, porque me caí de la cama y
porque se quebró un vidrio con un disparo de mi escopeta y tuve que recogerlo y
sacar los pedazos para que no se viera. Así le ahorré una rabia a mi mamá.
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Tengo tan buena puntería que maté la mosca que había en el vidrio y otra que se
quedó clavada con la flecha en el techo.
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Ahora resulta que nos vamos a veranear a la costa y toda la casa se vuelve
maletas y mi mamá está tan confundida que se le pierden las llaves a cada rato y nos
reta a nosotros. La Domitila no contesta cuando uno le habla y todo el mundo arma
una pelotera, porque se rompe una llave del lavatorio. Es una lata estar de viaje
porque a uno ni lo dejan salir ni hacer nada y lo echan de todas partes. Uno se siente
preso y claro que uno piensa en los presos y cuando ve a su canario enjaulado claro
que le abre la puerta y el pobrecito se va. Y mi mamá arma otra pelotera, porque se
fue el canario y eso que el canario es de uno.
Por suerte, en la tarde vino el gásfiter, ese con olor a maestro y que tiene los
dedos tiesos. A mí me quedaron un poco tiesos después que usé sus herramientas. Lo
malo fue que se me cayó la llave inglesa y se quebró una baldosa del baño. Pero
como mi mamá está tan confundida, no la vio y cuando volvamos del verano va a
hacer tanto tiempo que se había roto que ya no va a importar.
Mi papá se enojó porque fui a la mesa con las manos tiesas, pero yo me apuré en
contarle un choque que sucedió el otro día y no le dije cuándo fue y él me dijo que
tomara agua porque me encontraba pálido.
No es que uno sea hipócrita si lo creen pálido cuando uno está pálido.
¡Qué felicidad es salir a veranear a la costa! Yo no la conozco, pero se me ocurre
que debe ser llena de aventuras y además debe ser donde fabrican el chocolate Costa.
Hice mi maleta y no me cupieron nada más que mis cosas y le pedí a Javier que
me llevara mi ropa y no quiso. Así es que la escondí debajo del colchón y cuando
vuelva va a estar limpiecita y planchadita, y esa es una gran cosa. Yo no necesito más
que lo puesto para el veraneo y cuando se ensucie eso, me pongo el traje de baño y
listo.
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Enero 11
Por fin llegamos a la costa. Se llama Viña del Mar y la estación es muy fuñingue.
La casa tiene jardín con flores muy lindas, pero todo lo demás es feo. Lo terrible de la
costa es que se siente tanta hambre que uno tiene que pasársela en la cocina. Además
no hay cómo entretenerse. Uno no puede ir a la playa todavía y quieren que esté
contento.
Resulta que se me ensuciaron los pantalones con ese aceite que había en un tarro
y los lavé y quedaron peores. Mi mamá me retó porque andaba en traje de baño, pero
yo le dije que quería acostumbrarme. Creo que lo mejor será que meta los pantalones
enteros en el aceite ése y así quedarán parejos.
Los metí y tuve que ponerlos a secar debajo del colchón para que no los vieran y
resulta que se retrataron en el colchón que no es de nosotros. Ya es de noche y
todavía no se piensan en secar y yo no sé si mañana tenga que estar enfermo o cosa
por el estilo. No puedo ir a la playa sin pantalones.
Se me ha ocurrido una cosa estupenda. Le pedí prestados unos pantalones a
Javier, es decir, se los arrendé por tres pesos. Me quedaban tan largos que tuve que
cortarles una tajadita y Javier armó un boche y dijo que me iba a acusar y tuve que
regalarle mi escopeta. De todas maneras, ya puedo ir a la playa y no me importa no
tener escopeta en la costa.
En mi cuarto hay olor de garaje.
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Enero 13
Hoy nos fuimos a bañar y el mar es brutal. Las olas se vienen encima como con
rabia y no se puede nadar. La arena es macanuda para jugar, pero más me gusta el
mar y querría ser marino. Lo único es que se ve que el mar es muy peligroso, porque
cuando yo estaba mirando un buque bien lejos desapareció. Yo creo que naufragó,
pero no dije nada, porque qué sacaba con decir cuando estaba tan lejos y ya había
naufragado de todos modos. Pero ahora que es de noche pienso en los náufragos y me
acuerdo de sus hijos y me da pena.
También me gustaría ser buzo, porque, como hay tantos naufragios, es muy fácil
recoger tesoros del fondo del mar.
Mi mamá encontró los pantalones de Javier y armó una pelotera, pero, por suerte,
mi papá le dijo que no se hiciera mala sangre y me comprara otros nuevos y se acabó
el cuento. Pero el cuento no se acabó cuando supo que no tenía más que los
pantalones aceitados y tuvimos que salir a las tiendas y me retó de ida y de vuelta sin
parar, es decir, paró nada más que mientras me probaba los pantalones en la tienda.
Yo me sentía bastante mal, pero me tragué el cototo.
En la tarde, no me dejaron salir en castigo, pero con Javier nos subimos al tejado
y lo pasamos regio. Encontramos una pelota seca y un calcetín guacho.
La Domitila estaba hecha una furia porque llegamos tarde a comer, porque ella
tenía que ir al Casino y se atrasó. Por suerte, mañana, papá y mamá están convidados
a comer. Yo le di a la Domitila mis diez pesos para que me los jugara. ¿Cómo se
jugarán?
Hay unos chiquillos en la casa de al lado que nos sacan la lengua cada vez que
nos ven, hasta que nos cansamos y les tiramos agua y vinieron a reclamar; pero por
suerte no estaba mi mamá, así es que después nos hicimos bien amigos y vamos a
tirarles agua a los del otro lado.
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Mi papá dice que él, a la edad de nosotros, nunca se aburría, pero yo creo que les
voy a decir lo mismo a mis hijos. La cuestión es que, por lo menos cuando uno está
veraneando, no debe aburrirse. Por eso es que, cuando mi mamá se fue al puerto,
nosotros con Javier nos fuimos al garaje de enfrente, y Buzeta, el mecánico, que es
tan bueno, nos dejó ayudarlo y todo. Después fuimos a probar un auto que él estaba
arreglando y resulta que nos quedamos en pana y empezamos a trabajar y trabajar en
él y era como un piano. No se movía. Por fin, se vino encima la noche y ya lo íbamos
a hacer andar y a cada rato hacía explosión. Otra vez iba a andar y así hasta que fue
tan de noche que tuvimos que llamar al garaje para que vinieran a buscar el auto y
remolcarlo y claro que llegamos en medio de la pelotera. Mamá estaba como loca y
me dio diecisiete pellizcos. Teníamos tanta hambre y tanto sueño que yo me dormí
sin mascar la carne y me amaneció en la boca.
Javier dice que él va a ir mañana de todas maneras a buscar el auto con Buzeta,
porque el gusto es más largo que el reto. Pero a mí me pasa al revés: el gusto se me
pasa y el reto se me queda dando vueltas.
Me gustaría ver un incendio bien grande, porque no hay esperanzas de ver
naufragios. A veces me dan ganas de quemar la casa, pero desde antes ya me vienen
los remordimientos y me echan todo a perder.
Yo siempre estoy con remordimientos antes de hacer las cosas y Javier no.
Cuando mi mamá me castiga, pienso que los padres son muy distintos de los de
los cuentos y casi me dan ganas de ser huérfano.
Otras veces me dan ganas de haberme muerto para que aprendan a ser justos.
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Me voy de la casa. Me voy para correr por el mundo y para huir de las injusticias
de la vida.
Me voy a la montaña, donde nadie me insulte y me desentienda. Mi padre es cruel
y me aborrece. Todo porque le di uno de sus trajes al pobre Buzeta, que tiene ocho
hijos. Me dijo que yo había tomado lo ajeno. Eso no es verdad, porque lo de los
padres de uno es también de uno. Al principio me sentí ladrón y me dieron ganas de
morirme, pero después pensé y vi que yo tenía razón y él no. Los ricos no saben lo
que es pobreza. Yo sé.
Después en la noche, Javier me despertó, porque yo estaba llorando y él se
durmió muy tranquilo y me dejó a mí despierto. Y, cuando estaba despierto, me
acordé de ese día en que Javier quebró la lámpara y creyeron que era yo y él se quedó
callado y me castigaron a mí. Así me di cuenta que mi hermano tampoco es bueno
conmigo. Y, aunque mi mamá es tan buena, de todas maneras le hace bien ver que su
hijo la abandona, para que lo defienda de las injusticias.
En la tarde
Después que escribí mi diario me levanté en puntillas y salí a la calle con mi
paquete de pan y mi diario. No había nadie en las calles, pero ahora no me gusta la
gente, así es que me sentí muy feliz. Y me puse a andar y andar y a ratos me daban
ganas de volverme. La montaña está sumamente lejos, pero de todas maneras estoy
en un cerro. Me quedé dormido y, cuando desperté, vi jugar fútbol y ganaron los
azules por tres goles. Ahora estoy en una casita pobre y me convidaron con estofado
y una agüita de café y yo les pagué con mi cinturón, pero tengo que sujetarme los
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pantalones con la mano. Yo les conté que era huérfano y que andaba perdido, pero
que luego iba a llegar a mi casa, porque conocía el camino.
¿Qué dirá Javier de mí?
¿Mi papá estará arrepentido de haber sido injusto? Pobre mamá, sin su hijo. Debe
ser terrible ser madre y que se le desaparezca su hijo de ocho años. Pero mi papá no
me da nada de pena, porque es tan injusto.
Estoy sentado a la orilla de un estero y no me dan ganas de bañarme aunque hace
mucho calor. Es raro, pero cuando uno puede hacer todo lo que quiere, no dan tantas
ganas de hacerlo como cuando no se puede.
A ratos me dan ganas de volverme a mi casa, porque tengo hambre y porque veo
todo el tiempo a mi mamá llorando. Pero pienso que mi papá me va a castigar otra
vez y se me quitan las ganas.
Más tarde
Resulta que de repente me dieron ganas de volverme a la casa, porque ya era casi
de noche, pero me perdí mucho más. Ahora estoy perdido de veras y tal vez para
siempre.
La noche es muy terrible cuando uno está solo y además uno tiene que pensar
todo el tiempo que es muy valiente para que no le dé miedo. Yo no sé qué será de mí.
Soy un hijo perdido. Los hijos perdidos generalmente se van al circo, pero resulta que
no hay circos aquí sino puros potreros.
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Tal vez me dormiré en la casa de una señora que me invitó porque uno no sabe lo
que puede pasar si uno se duerme en un potrero donde hay animales salvajes que
salen sólo de noche.
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Resulta que un caballero que pasó en auto me llevó otra vez a Viña y ahora estoy
en la casa. Yo pensaba que mi mamá iba a llorar de gusto al verme, pero fue todo lo
contrario. Resulta que ella venía llegando de Zapallar con el papá y ni supo que yo
estaba perdido.
Javier me retó porque había vuelto; porque ya que me había ido, ¿para qué
volvía? Y también me amenaza a cada rato con que le va a contar a la mamá o al
papá, y tengo que hacer todo lo que él quiere. La Domitila es tan buena, que me
compró helados y me regaloneó mucho cuando volví.
Resulta que mi papá me trajo un cartucho de dulces de Zapallar y a mí me dio
como arrepentimiento y ganas de llorar, pero le regalé los dulces a la Domitila y se
me pasó eso de que yo era hipócrita. De todas maneras, la Domitila me da dulces a
cada rato.
Ahora pienso que tal vez Javier tenía razón y no debía de haber vuelto. Me estoy
aburriendo de nuevo.
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Resulta que por suerte se reventó el cálifont, porque, si no, no sé qué habríamos
hecho de puro aburridos. Fue estupendo. Era como bomba atómica y la Domitila se
desmayó y el agua hirviendo saltaba como de un pozo de petróleo. Pero después hubo
una pelea entre la Gladys, la vecina, y la Domitila y por suerte perdió la Gladys.
Aunque no tan por suerte, porque la Domitila tiene que limpiar todo. Y la Domitila
cree que la Gladys va a venir a matarla, así es que yo le traje el revólver de mi papá
para que se defienda. Pero, cuando lo estaba mirando, se salió un tiro y se hizo un
agujero en la pared y como la casa es vieja se cayó un buen pedazo.
Yo no sé qué hacer para cuando llegue mi papá y vea esto, pero lo mejor es que
me vaya a confesar al tiro.
Ya me confesé y no era pecado lo del disparo.
Cuando llegó el papá le pregunté: «¿Sentiste el temblor?», y él me dijo que no.
Yo no dije que había temblado, pero de todas maneras él creyó que el pedazo de
pared se cayó con el temblor. Eso no es mentira.
Vinieron a arreglar el cálifont y cuesta tan caro el arreglo que la mamá y el papá
por poco pelean. La suerte que se reventó solo.
No me puedo dormir pensando en lo terrible que es la pobreza. Quiero decir que
hay un señor Ruletero que se queda con toda la plata de mi papá y a veces con la de
mi mamá, y lo más raro es que nadie hace nada por tomarlo preso. Parece que hace lo
mismo con todo el mundo, porque ayer en la comida la tía Lala decía que ella le
había dejado en el mes miles de pesos y la tía Erna que a ella le había quitado
algunos, y así a cada una. Debe ser un señor muy millonario, y además yo me lo
imagino como un ladrón elegante, y con dientes de oro, etc. Pero pienso en lo de la
mamá y el papá, que se lo pasan pelea y pelea por la cuestión pobreza. Mi papá se
queja porque mi mamá paga las cuentas o compra comida y mi mamá se queja porque
el papá vuelve a lo del señor Ruletero, y se va armando la pelea. El dice que va a
buscar lo que dejó y mi mamá dice que es sólo para que le saquen más. Y después,
cuando él por fin decide que no irá, entonces llama a la mamá cualquier amiga y se
va con ella. Después vuelve llorando, reclama de su poco carácter y habla mal de ella
misma, etc., y mi papá sale furioso dando un portazo.
La cuestión es que yo quiero ayudarlos en este momento grave, y, pensando y
pensando, creo que puedo ganar plata. Tengo una idea bastante buena, pero la
cuestión es que me resulte…
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Lo que pasó no fue culpa mía. Yo solamente estaba jugando al invisible y, como
me había encerrado en el armario de las escobas y de los tarros tanto rato, tal vez me
quedé dormido y no desperté sino al otro día, cuando la Domitila sacó la escoba para
barrer.
—¡Santo cielo! —gritó la muy chillona—. Aquí metido y durmiendo, cuando
anda hasta la policía buscándolo. Ahora sí que le va a llegar de veras. El patrón le va
a romper los huesos.
—Yo no lo hice de adrede —le expliqué, pero ella estaba como atontada y no
entendía. Entonces no me quedó otra que ponerme a llorar hasta que se le ablandó el
corazón.
—Me da lástima, mi pobrecito —dijo por fin—. Me gustaría librarlo de los palos.
Tómese primero un buen desayuno y pensaremos algo para decirle al patrón.
—¿Qué pensaremos, Domitila?
—Alguna mentira, naturalmente.
—Esa la tendrías que decir tú, porque yo no miento.
—No será la primera ni la última —dijo riéndose y se tomó la cabeza para pensar.
La cabeza de la Domitila tiene una permanente como nerviosa de crespitos duritos y
algunos son como colorines y otros no. Y las manos brillantes me recordaban a mis
jaibitas, si hubieran crecido como yo quería.
—Yo le diría que Javierito lo encerró —me dijo con cara de artista de cine—. Eso
es un testimonio.
—Pero usted no quiere que digamos la verdad.
—Claro que no.
—Entonces, entre una mentira o un testimonio, da lo mismo. A no ser que usted
prefiera que lo castiguen a usted en lugar de él.
—Mejor sería que dijéramos que tú me encerraste —le dije.
Se quedó pensando un rato y después me preguntó:
—¿Y qué me daría usted porque yo me echara la culpa y dijera que yo le puse la
llave?
—Dime tú lo que quieres.
—Es que lo que yo quiero usted no me lo puede dar.
—Dímelo primero y yo veré.
—Quisiera salir esta noche y no volver hasta mañana, porque tengo una diligencia
que hacer.
—Le diré a mi mamá que te dé permiso.
—Ella no me deja salir de noche. Además tengo que servir la comida y comen tan
tarde… —suspiró.
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—Lo de la comida se puede arreglar. Es cuestión de que conviden al papá y a la
mamá a comer afuera.
—Naturalmente. Así no se daría ni cuenta porque yo volveré tempranito.
—Yo me encargo de que los conviden —le dije, y entonces ella subió con la
bandeja del desayuno y al poquito rato me llamó mamá a su cuarto. Y mi mamá
estaba tan cariñosa y mi papá también y dijeron que por suerte, como ya me había
perdido antes, ya no les daba ni miedo de que me pasara algo, pero criticaron a la
Domitila y la idiotizaron y yo tuve que hacerme el que tenían razón. De todos modos
como le voy a devolver el favor a la Domitila, no me siento canalla ni cosa por el
estilo.
Desde el almacén llamé a la tía Lala y le pregunté si le gustaría que el papá y la
mamá fueran a comer con ella. Que yo sabía que ellos tenían muchas ganas de ir,
pero no se atrevían a pedirle que los convidara. Que no dijera nada de mi llamado,
que yo después le explicaría y que telefoneara luego a la casa. La tía Lala me
prometió hacerlo y, cuando llegué a casa, ya estaba hablando con mi mamá. De modo
que ya le pagué el servicio a la Domitila y estamos a mano.
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Después que yo ya sabía que cuando uno trata de ser bueno sale todo al revés, se
me olvidó cuando ayudé a la Domitila. Y ahora lo que pasa es que mi mamá la quiere
echar. Porque resulta que todavía no ha llegado y ya es la hora del almuerzo y no hay
quién barra la casa, ni haga una cosa ni pele una papa. El desayuno lo tuvo que hacer
mi mamá y rezongó tanto, tanto que era como si me martillara la cabeza. Javier y yo
arreglamos la pieza y se nos rompió la lamparita del velador. Mi papá dice que si la
echa se queda sin nadie todo el veraneo. Por fin, cuando mamá volvió del almacén
con unos huevos, jamón y tomates, telefoneó la Domitila para avisar que se había
caído del micro ayer en la tarde y que había estado aturdida hasta ahora. Mi mamá no
le cree, pero dice que hay que hacerse el que uno le cree porque si no es peor. En todo
caso, Javier y yo vamos a tener que lavar los platos con la mamá y nadie puede salir
para que no quede la casa sola.
La pobre Domitila llegó tan cansada que tuvo que dormir toda la tarde y yo no
salí para abrir la puerta y resulta que nadie tocó el timbre. Así es que, al último me
asomé a la calle y pasó Buzeta en auto y me invitó y salí a dar una vueltecita y resulta
que, cuando volví, se había quedado la puerta abierta y habían entrado a robar, y se
robaron el servicio de té del comedor. Mi mamá estaba echa una furia con la Domitila
por haber dejado la puerta abierta o por estar durmiendo, pero la cuestión es que en
todo caso después no le dijo casi nada para que no se fuera.
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Febrero 10
Mañana nos vamos al campo. Estoy feliz. Viña era muy aburrida. Es claro que
Javier, como anduvo en lancha, se cree genial. Yo no aprendí a nadar porque el mar ni
lo deja a uno. Además le dio por castigarme con la cuestión de la ropa y mi papá se
puso firme en que no me compraran más que un par de pantalones y una camisa y,
cuando se ensuciaban, me dejaban sin salir. Esto lo llaman educar y yo lo llamo
tenerle pica a uno. Por lo demás, yo creo que los grandes también se aburren porque
todo lo encuentran caro, y van a la ruleta y cada vez les va peor. Y papá y mamá
pelean por la ruleta y el pobre papá está desesperado con los gastos, así es que vamos
a economizar. Además, como se va la Domitila, no hay quién haga nada y hay que
volverse.
También esta casa es fea y ajena y me revientan las casas ajenas.
Es una lástima que sea pecado ser ladrón, porque es la única manera de ganar
plata y, además, de no aburrirse. Me cargan los ingenieros, los abogados, los tapiceros
y los profesores.
Ya están listas otra vez las maletas y mi mamá bien confundida y a cada rato
llegan cuentas y más cuentas. El pobre papá debe tener ganas de llorar porque no sé
cómo va a pagar tanta cosa. La vida sería regia si uno pudiera borrar algunas cosas y
algunos días. Yo creo que mamá y papá borrarían este mes y serían felices.
¡Qué lindo es viajar! Qué importa hacer maletas con tal de viajar y pasar por
campos y estaciones y gente que uno no vuelve a ver.
Mañana me voy a levantar muy temprano para ayudar a arreglar la casa y voy a
ser tan económico que mi mamá tendrá que agradecérmelo.
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Febrero 13
Por fin estamos en el campo. ¡Qué felicidad poder andar sucio y sin zapatos!
Además, ¡qué económico! Aquí no venden barquillos y en un mes vamos a ahorrar en
barquillos a lo menos cien pesos. También la fruta no se paga y la comida tampoco
porque estamos alojados en casa de la tía Rosarito. La mamá y el papá tuvieron que
irse a unas diligencias y nos dejaron a cargo de la tía Rosarito. Nos encanta estar a
cargo de ella aunque no contesta ni mira, porque se lo pasa sentada en una silla
mascando algo que no se traga y pensando en algo que no dice. A ella no le importa
que se rompan las ropas ni que lleguemos tarde a tomar té. Me gustaría que la mamá
se demorara mucho en sus diligencias porque así descansa de nosotros y también
porque Javier y yo tenemos mucho que hacer antes de que ella vuelva.
Con Javier salimos a caballo todo el día. Ahora, él es bien amigo mío y los dos
somos amigos del Chirigüe. Hay un caballo ciego que me da mucha pena y le doy de
comer con la mano.
Hicimos un pícnic con Javier y nos comimos seis huevos cada uno y una sandía
cada uno. Después nos dimos un baño de barro y otro de agua del estero. Salimos a
caballo ocho veces en el día y anduvimos en carreta y en tractor. También aprendimos
a lacear y a lechar vacas. Lo importante es la cola porque colea los ojos. También
regamos la chacra y no tomamos té porque la leche de vaca es rica en el balde. Y
ahora nos acostamos sin desvestirnos porque vamos a salir a las cuatro de la mañana
para cazar con el Chirigüe.
Hoy fue un día perfecto. El día más feliz de mi vida, creo.
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Febrero 15
Parece que sucede algo muy tremendo. Mamá ha telefoneado cuatro veces y
cuesta 300 pesos cada comunicación. Son 1200 pesos tirados a la calle, de manera
que es algo grave. La tía Rosarito no puede hablar por teléfono porque es sorda y
cada vez que la mamá telefoneó, nosotros no estábamos. Por fin llegó un telegrama
que decía: «Detenida por acontecimientos. Regresaré mañana. Cariños». En la noche
tuve un sueño raro. Soñé a la mamá detenida por los «acontecimientos», que eran
hombres vestidos de uniforme y llenos de clavos, algo como las sillas del comedor. Y
mamá trataba de librarse de ellos. Entonces, yo le prendía fuego a la casa y los
acontecimientos se derretían.
A ratos, siento pena por mi mamá que ha sido detenida, pero después pienso que
es culpa de mi sueño y se me olvida. Le dije a Javier que deberíamos ir donde ella y
él se echó a reír. De todos modos, si él no me acompaña, iré solo a salvarla. A la tía
Rosarito le dan unos ataques y hoy le iba a dar uno y no le dio y la pobre se pasó el
día esperándolo.
Hoy lo pasamos choriflai porque aprendimos a herrar caballos y a encender la
fragua. También hicimos una chacra y comimos fruta hasta que me dolió el estómago.
Lo único malo es que la tía Rosarito, que era tan buena, se está echando a perder
por completo. Hoy se cortó la leche y se enfureció.
A la chancha le llegaron nueve chanchitos y nos los repartimos entre Javier y yo y
tía Rosarito dijo que eran todos de ella. Nos tiene pica a Javier y a mí y dice que
somos insoportables. A uno le da como pena pensar en su mamá y que otros digan
que sus hijos son insoportables. ¡Si ella supiera!
No sé cómo se nos desparramó la paila del manjar blanco, y, aunque lo recogimos
y limpiamos, la vieja pícara de la tía Rosarito adivinó y nos dio un reto terrible. Duele
mucho que lo reten a uno cuando no son sus padres.
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Febrero 16
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Febrero 20
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Febrero 22
Resulta que no nos fuimos porque el papá anda buscando casa para cambiarnos y
no ha encontrado, así que la mamá se fue hoy para ayudarlo. Nos tuvimos que quedar
aquí, pero, por suerte, la tía Rosarito está con catarro en cama y entonces es menos
aburrido. Salimos a caballo con Zúñiga y comimos dos sandías y después choclos en
casa de él. Y también trillamos un poco y el tractor lo manejamos los dos con Javier.
Pero lo malo fue que Javier se cayó del caballo y creíamos que estaba muerto. Pero
no era más que aturdido, que es como durmiendo, y después tenía unos chichones y
nada más.
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Marzo 1
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Marzo 3
Esta mañana, cuando bajé a repartirle pan a los perros, había una mujer con cara
de bruja y que los corría con un palo. Era negra y sucia y sus brazos parecían cordeles
podridos. Cuando los perros se acercaban, ella los amenazaba con el palo y, cuando
se iban, ella recogía el pan y lo echaba en su saco.
A mí me dio tanta rabia que le dije: ¿Por qué le roba el pan a los perros? ¿Con qué
derecho?
—Con el derecho del hambre —me contestó, y tenía una cara de furia.
Entonces yo subí en el ascensor y le traje todo el pan y el queso que encontré y
también un vuelto que había en la cocina. Yo sé que tengo buen corazón, pero no me
gusta pensar en que soy bueno, porque me da por ser mejor y se me quitan las ganas
de hacer lo que tengo gana y me da por regalar mis cosas, etc.
La mamá echó de menos el vuelto y le echó la culpa a la Domitila y se armó la
pelea. Yo les dije que era yo el que lo había tomado, pero ellas ni me oyeron porque
estaban furiosas. Ahora quiere irse la Domitila y resulta que es la única que me quiere
y me da cosas y me consuela cuando estoy triste.
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Marzo 15
Ya estoy de interno. Nos trajo el papá esta mañana y había un enredo de gente y
tanto eco de voces que uno se mareaba.
En este colegio no hay nadie conocido y uno se siente pésimo. El Padre Carlos
dice a todo que «sí» mientras le hablan y está pensando en otra cosa.
Los chiquillos se creen muy sabios porque uno es nuevo y se secretean y se ríen,
pero Javier le pegó a dos y ahora no se ríen tanto.
La comida es rica y el dormitorio bien grande. Yo no sé qué voy a hacer para
encontrar mi cama. A ratos pienso que era más feliz antes, pero, cuando pienso en
que de todas maneras voy a crecer, y ser grande, y salir del colegio, me consuelo.
Tengo un amigo que se llama Roberto Ugarte y tiene dos dientes quebrados en un
choque de autos. Él también es nuevo y tiene un papá terriblemente millonario y lo
pasa estupendo en su casa y le dan cincuenta pesos todos los días. Su casa tiene
cuatro teléfonos y cuatro máquinas de escribir y tres autos. Javier también se hizo
amigo de él porque anda todo el tiempo conmigo ahora.
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Marzo 16
Resulta que Ugarte no piensa en haber chocado en auto, sino que está mudando
los dientes. Peleé con él porque es un farsante que me dijo que tenía dos papás y
dieciocho hermanos. Entonces me hice amigo con Fidel Ríos que es muy flaco y
todos se ríen de él. Él tampoco tiene ningún amigo y ahora, porque soy su amigo, se
ríen de los dos.
Hoy me dolió el estómago y se me saltaron las lágrimas de pensar que no puedo
contárselo a mi mamá. Entonces hice promesa de no hablar para que se me quitara y
se me quitó. Resulta que tuve que hablar porque se me olvidó lo de la promesa y me
volvió a doler. Entonces hice promesa de no mirar nunca para atrás y se me pasó de
nuevo.
Fidel Ríos anda todo el tiempo detrás de mí y ya me está cargando un poco. De
todos modos, le estoy enseñando a pelear y a ser hombre, y le explico que cuando a
uno le dicen una cosa que da como calor a la cabeza, hay que pegar un puñete.
Javier ya tiene un amigo y ni se acerca a mí. Nos preguntaron la lección y por
suerte la contesté bien. Uno se siente muy gallito.
En la noche hubo rosca en el dormitorio porque a un chiquillo le metieron unos
chocolates reventados en la cama y le robaron el pijama.
Se acostó sin pijama y, cuando se fueron los curas, se levantó en calzoncillos y
agarró a golpes a Souza, creyendo que era él. Los partidarios de Souza les pegaron a
los partidarios del sin pijama y se armó como una guerra. Hasta que llegó un cura y
todos se hicieron los dormidos, pero un poco tarde. Nos castigaron a todos para
mañana.
Es raro, pero cuando uno está interno no importa que lo castiguen. Uno queda tan
poco feliz como antes.
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Marzo 17
Esta mañana comulgamos y cantaron unos gallos en la misa y me dio casi éxtasis.
Era tanto lo santo que me sentía que hice promesa gratis de no comer chocolate y ni
siquiera me acordé que era domingo. Y justo que en la tarde vino a vernos la mamá y
nos trajo chocolates.
Tuve que probar los chocolates para que mi mamá viera que no estaba enfermo y
entonces tuve que dejar la promesa para cuando se me acabaran.
Los chiquillos tienen los papás y las mamás más raros que los vienen a ver y unas
hermana con carteras y pinches en el pelo. Debe ser bien raro tener hermanas. Son tan
mironas y se ríen cuando debían estar serias.
Fidel Ríos seguía detrás de mí hasta que me dio la rabia y le dije: «¿Sois cola mía,
acaso?», y llegó Ríos y me plantó un golpe. De todas maneras, me habría caído sin su
bofetada, porque estaba tan a la orilla de la grada del patio, que una mosca me podía
hacer caer. Ahora resulta que Ríos se cree un matón y ni se acuerda de que yo le
enseñé a pelear.
2 de la mañana
Pasó algo tan terrible que es mejor que lo escriba en mi diario porque me gustaría
contárselo mi mamá, y se me puede olvidar.
Estábamos durmiendo muy tranquilos cuando, de repente, despertamos con un
ruido atroz. Es decir, Ríos y yo, porque los demás seguía durmiendo. El cuarto se
iluminaba con una luz refulgente y después entraban unas sombras de fantasmas con
olor a azufre. Al poco rato, volvía a oírse el ruido tremendo. Ríos y yo nos metimos
en mi cama llenos de miedo y, aunque queríamos despertar a los demás, no nos
atrevíamos a bajarnos al suelo. Nos temblaba el catre y no sabíamos si estábamos
soñando una pesadilla. Ni podíamos hablar porque volvían las luces y los fantasmas y
el olor y el ruido. Pero los demás seguían durmiendo. De repente, se abrió de par en
par una ventana y entró un fantasma enorme y mojado. Tenía mil pies pequeños que
pataleaban en el suelo como si escribieran a máquina y su respiración era tan helada
que nos metimos debajo de la ropa. A través de la ropa se veían las luces, los golpes
nos hacían saltar y ese ruido terrible que se acercaba y se acercaba. Yo le dije a Ríos
al oído:
—Este es el fin del mundo. Recemos.
—Reza tú. A mí se me olvidó —me contestó y, junto con oír esto yo, también me
olvidé hasta el Padrenuestro. Y todo el tiempo se oían golpes y más golpes y luces y
estampidos. El pobre Ríos tiritaba tanto que me hacía tintar a mí. En esto, empezó un
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lamento muy grande y muy largo que venía desde lejos y se acercaba como un avión.
Yo apreté los ojos y los dientes y me tapé los oídos y Ríos comenzó a gritar más
fuerte que el lamento.
Hasta que por fin se despertó el Mocho y encendió la luz del dormitorio. Cerró la
ventana, sacó a Ríos de mi cama y le dio unas gotas en un vaso de agua y dijo que era
muy nervioso.
—No es más que una tempestad eléctrica —dijo riendo con su cara ancha como
de rana y se quedó muy convencido. Es claro que él despertó con los gritos de Ríos y
no vio ni oyó nada de lo terrible que había pasado antes. Por eso lo llamó tempestad
eléctrica. De todas maneras, se veía tan raro en camisón de noche que a uno se le
borraban los fantasmas que acababa de ver, por mirarlo a él que parecía un barrilito
con patas. Pero de ninguna manera se puede dormir cuando uno ha visto y oído lo que
yo vi y oí y uno se queda como esperando que vuelva el fenómeno y aparezcan de
nuevo los fantasmas, las luces, el aliento helado y el monstruo con mil pies.
Si mi mamá supiera lo que pasa en este colegio embrujado después de
medianoche…
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Lunes 18
Resulta que en este colegio hay una banda de ladrones invisibles. Yo sé que son
malos o tal vez no, pero de todos modos me da mucha rabia que no me hayan
convidado a ser ladrón. Ahora sé lo que es ser policía. Es la pica de no ser ladrón la
que los hace buscarlos. Porque claro que no hay nada más lindo que hacer cosas
misteriosas. A mí me robaron mi lapicera y un libro, pero no estoy muy seguro si
tenía el libro o no, pero en todo caso sirve para buscar al ladrón. Cariola ha
organizado una pandilla para buscar al ladrón. A mí me nombraron Oficial de
Reserva porque se me habían perdido tantas cosas. Es decir, yo tuve que decir que me
habían robado una cantidad de cosas para que me recibieran en la pandilla. Me
encargaron que dejara mi chomba nueva encima de la cama para ver si se la robaban,
pero como nadie se la robó, tuve que esconderla detrás del pizarrón. Y cada vez que
podía, iba a ver si estaba ahí, hasta que la última vez que fui no estaba, y se la habían
robado de veras. Entonces cité a la pandilla a reunión y les conté lo que pasó y
cuando apenas estaba hablando, Cariola me dio un golpe y me dijo que yo era un
idiota y un farsante y todos se rieron de mí. Son unos canallas y los aborrezco a
todos, hasta Javier.
Tengo unas ganas terribles de morirme.
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Marzo 20
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Marzo 23
1. He odiado a 19 personas;
2. He pensado tres días en matar a uno;
3. No me quería arrepentir;
4. He perdido mi chomba nueva por mi culpa.
5. Los demás pecados son los mismos de siempre.
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Marzo 24
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uno tiene que volver a ver a sus amigos porque sino, no es amigo, y por la amistad
hay que sacrificarse y yo me voy a sacrificar. Aunque me castiguen de nuevo.
He escrito 12 líneas con la misma tontera y ya está oscureciendo y se va acabar el
día y yo aquí pegado. Es tamaña injusticia estar castigado cuando uno no tiene
intención de ser malo.
Por eso escribo un poquito en mi diario para distraerme porque ya no veo más que
la cuestión del deber hasta en los vidrios de la ventana.
Me gustaría que el Padre Carlos fuera chico por un rato, para que se acuerde de lo
que es esa edad.
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Marzo 25
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Abril 1
Hoy vino mi papá a vernos y Javier le mostró sus buenas notas y papá le regaló
$1000 para su equipo de scout. Yo tenía notas bastante buenas, pero no me atreví a
mostrárselas y no me dio más que $100. En todo caso, hoy me han pagado ya $80 de
mis trabajos, pero me deben $90 más.
Se me había acabado el castigo, pero resulta que me vinieron unas ganas tan
tremendas de ver al Chato Espiñeira que me escapé un rato al pozo, y me volvieron a
castigar.
En realidad, me gusta estar castigado porque gano plata y también porque el
Chato Espiñeira me prometió hacerme un par de ojotas si yo le consigo una llave de
la bodega.
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Abril 2
Me costó bastante conseguir esa llave. Resulta que como no pude conseguir la
llave de la bodega, me pesqué la de la Capilla que se había quedado puesta y después
tuve que ir al pozo a la hora del almuerzo y llegué un poco tarde a almorzar y tuve
que ir a otra parte para decir la verdad y jurar que había estado en esa parte.
La cuestión es que ya me deben $120, pero no puedo escribir más en el diario
porque tengo que trabajar.
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Abril 3
Ahora me deben en total $350 porque le presté al Chato Espiñeira los $100 que
me dio mi papá y los $80 que me pagaron. Ya sólo me faltan $650 para tener mis mil.
Anoche se entraron a robar a la Capilla y se llevaron unos candelabros de plata y
dos floreros y una lámpara que valía diez mil pesos.
Se ha armado un boche tremendo en el colegio con esta cuestión del robo y han
venido unos agentes que se paseaban por todas partes.
Me estoy aburriendo de que nadie me pague, así es que a la salida de clase, esperé
a Gómez y le pedí mis $90.
Se picó y me dijo que yo era un mal amigo porque cobraba los favores. Yo le dije
que no eran favores sino trabajos y él soltó la risa.
—Para que veas que ninguno piensa en pagarte —me dijo, y me vino una rabia a
la cabeza que le pegué una bofetada y le salió sangre de las narices.
El Padre Carlos me vio y me arrestó. Me preguntó por qué le había pegado, pero
yo no le dije más que porque tenía rabia. Entonces Gómez, cuando se le paró la
sangre, me vino a decir que yo era un «gran tipo». A mí se me infló el pecho y
Gómez me dijo que en cuanto pudiera me iba a pagar y que iba a obligar a que todos
me pagaran.
Ahora somos tan amigos que los dos nos contamos los secretos y Gómez es más
amigo mío que de nadie, y eso que es el primero de la clase y todos lo siguen y yo no
tengo necesidad.
Yo estoy muy contento de ganarme la vida solo y no como Javier que pide plata
para las cosas de él.
A ratos me dan ganas de no cobrarle la deuda al Chato Espiñeira que es tan pobre,
pero a ratos me da lástima yo mismo que trabajo a horas extras, y se la cobro. Él me
ha prometido pagarme el sábado, que es mañana.
A ratos me dan ganas de hacer un gran invento y casi me viene la idea, pero
resulta que no tengo tiempo. En todo caso, debe ser estupendo para los padres de uno
tener un hijo genial.
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Abril 4
Hoy fui al pozo a ver al Chato y no había nadie. Pero, buscando rastros, me
encontré con un paquete y lo desenvolví y eran mis ojotas. Y dentro había una carta
para mí del Chato. La letra es pésima y las palabras todas como cortadas y decía así:
«A quí le de jo lo pro me ti do y lo que le de bo se lo si go de bien do por que ya no
tra ba ja re más a quí. Espiñeira», y lo peor es que adentro de la ojota estaba la llave
de la Capilla. Yo fui a ponerla en su lugar, pero ahora no le hace porque le cambiaron
la cerradura.
Gómez sigue siendo muy amigo mío y me ha pagado ya veinte pesos, pero ahora
no quiere ayudarme a cobrarle a los demás, sino que me dice que cobre anticipado y
así estoy más seguro. Ya escribo tan ligero como una máquina y, sobre todo, ahora
me encanta escribir todo el tiempo la misma cosa y me cuesta mucho hacer el diario
porque cada palabra es distinta.
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Abril 5
Hoy salió Gómez al dentista con su mamá y me trajo de regalo cinco petardos.
Hicimos los dos una bomba y la pusimos misteriosamente en el dormitorio debajo de
la cama de Pérez que es tan amujerado y, cuando todos estaban dormidos, le
prendimos la mecha y estalló. El pobre Pérez se cayó de la cama, yo creo que del
susto, y llegó el Padre Carlos y nos preguntó a todos quién fue. Y nadie dijo nada, así
es que quedamos todos arrestados, menos Pérez. Peor para él porque tiene que
quedarse solo.
Es muy bueno tener las muelas picadas porque así uno tiene que ir al dentista con
la mamá. Y para picarme las muelas, me las escarbo con un alfiler y me pongo ahí
cosas picantes, como ají, por ejemplo.
En cuanto se me pique, voy donde el Padre a decirle que tengo que ir al dentista.
Ahora estamos amaestrando pulgas con Gómez. En la casucha del perro pillamos
ocho pulgas y las guardamos en una cajita de fósforos, y en el patio las amaestramos
una por una. Sobre todo, que mientras amaestramos una se escapan las otras y
también nos pican bastante. Pero la Victoria que es la que amaestré y ya sabe hacer lo
que le estamos enseñando. Le damos comidita de carne y está bien gordita.
Resulta que mis notas del mes estaban tan pésimas que perdí mi libreta en el pozo
y ahora tengo que esperar otro mes para comprar una.
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Abril 7
Estoy enfermo y me tienen en la enfermería con rubiola. Es una peste igual que
las picadas de pulga, pero vino un doctor con cara de campeoncito y dijo que era esta
peste. Me llama «mi amigo» y me pregunta si me gustan los soldados, pero yo no le
contesto porque me gustan regular.
Me dan limonada y me prestan los álbumes de fotos que son todos iguales. El
Padre rector me vino a ver y me contó un milagro. El enfermero es tan turnio que se
le cruzan los ojos y es todo hecho como de goma de borrar y a cada rato uno cree que
se va a borrar. Da una rabia oír jugar a los demás allá en el patio…
En el techo de la enfermería hay una arañita y una grieta que parece un río de
mapa.
Me contó el enfermero que en esta misma cama se han muerto tres chiquillos: uno
de peritonitis, otro de meningitis y otro de otra cosa en itis.
Gómez me mandó la Victoria en su cajita y me entretengo tanto con ella, porque a
cada rato se escapa y se me pierde y cuesta encontrarla.
Dicen que mi peste es una epidemia y que va a caer todo el colegio.
Uno es bastante importante de traer una epidemia al colegio.
Dicen que hoy empieza la Semana Santa y hay que hacer sacrificios. ¡Qué más
sacrificios que no poder bañarse en el mar ni ir al cine! Además, yo hago el sacrificio
de reventarme con un alfiler todas las picaditas de la peste.
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Abril 9
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Abril 12
Por fin es Sábado de Gloria y se puede hacer lo que se quiere. Ayer sucedieron
tres cosas:
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Abril 13
La señora que vive en el 7.º me quiere mucho, porque dice que soy igual a un hijo
de ella que se murió hace treinta años. Cada vez que me ve, me da pastillas y me
convida a su casa y me habla de su hijo que era muy inteligente. El hijo en el retrato
tiene cara de tonto y un cuello de mujer. Ella me mostró sus juguetes, pero sería
mejor que me los hubiera dado. Ella es viuda y era su único hijo y dice que yo soy su
primera alegría después de treinta años. Me gusta mucho ser la alegría de alguien,
aunque sea de esta señora que tiene un poco de bigote. De todas maneras, me
prometió llevarme al cine esta tarde, si me dan permiso. Y también si le dan permiso,
va a ir a verme al colegio, porque dice que conmigo cree que está vivo el tal
Miguelito. De todas maneras, cuando pienso que Miguelito debería tener treinta y
nueve años, me dan ganas de pegarle al retrato.
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Abril 14
Ayer fui al cine con la mamá Adela, como ella me hace llamarla, y vimos una
película estupenda. Soñé toda la noche con los piratas y ahora sí que sé que esa es mi
vocación. Voy a ser pirata en los Mares del Norte. La señora ésta me prometió
llevarme un buque al colegio el domingo. Tengo tantas ganas que ya sea domingo,
pero no es más que lunes y mañana entramos de nuevo al internado.
En el tercer piso de este edificio hay un niñito extranjero, de cuatro años. En su
casa no hay empleada y, como su papá y mamá trabajan, lo dejan solo, encerrado con
llave. Pero Rudi es tan diablo que me pasa otras llaves por debajo de la puerta y yo
abro y entro y jugamos a tantas cosas y comemos tantos kuchen, que lo pasamos
estupendo sin hablar. Rudi se ríe todo el tiempo y abre todos los cajones y
registramos todo y nos vestimos de piratas y hacemos piraterías. A la hora del
almuerzo, yo lo dejo otra vez con llave y le paso la llave por debajo de la puerta y
nadie sabe que he estado ahí.
Resulta que en el piso de abajo hay un hipnotizador con el pelo tan crespo como
la Domitila. Y hace dormir a la gente y conseguí que me hipnotizara a mí. Yo ni me
di cuenta, pero él dice que hice todo lo que él quería y que le hablé en griego.
Entonces yo hipnoticé al Rudi, pero tuve que mostrarle lo que debía hacer, porque
él no sabe hipnotizarse. De todas maneras, me regaló su armónica y nos comimos un
tarro entero de mermelada. Rudi quedó feliz. Es muy rico hacer feliz a otros.
En la noche había visitas a comer y se me cayó el diente suelto y tuve que
tragármelo para que no lo notaran.
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Abril 15
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Abril 17
Otra vez salté bien ayer y hoy mucho mejor. Tengo verdadera vocación para
campeón mundial de saltos mortales y esto es una gran cosa para un pirata.
Javier no creía que yo saltaba tan bien, pero me estuvo mirando y él trató de saltar
y no le resultó. Dice que tiene un calambre en la pierna, pero yo que lo conozco, sé
que es para disimular.
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Abril 18
Hoy tengo ganas de morirme y el Hermano relojero dice que «querer es poder»,
así es que a lo mejor me muero.
No me resultó ningún salto esta mañana y lo peor es que cuando uno se cae ni
siquiera se mata y queda tan machucado que no puede seguir saltando.
No quiero querer morirme todavía por si después me resulta ganar la copa en el
concurso, pero si no me resulta, no me interesa vivir. Ayer me llamaban todos «El
águila» y hoy me llaman «El sapo».
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Abril 19
Yo no soy vanidoso, pero sé que hago las cosas bastante perfectas porque Cif me
dijo que el Padre Carlos se lo dijo a Pérez.
Me saqué el primer puesto en la clase esta semana y otra vez salté estupendo. Es
bueno ser perfecto y no ser vanidoso, como yo que desprecio la perfección. Regalé
todas mis cosas porque las desprecio y me siento feliz regalando. Cif me pidió mi
chomba y mi pelota y se las di. Después vinieron muchos a pedirme cosas y las di
todas. Y no me creo perfecto pero Cif dice que los Padres lo repiten todo el día.
Tengo ganas de cantar al aire libre y creo que si hoy me pudiera bañar en el mar,
sabría nadar.
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Domingo 20 de Abril
Hoy tocó visita y Cif me presentó a su hermana Rosa que es rubia y tiene dos
trenzas tan largas que parecen cordeles de columpio. También tiene muchas pecas y
ojos chiquitos y le falta un diente. Ella me dio lo mismo, es decir, no me gustó ni me
disgustó, pero como Cif tiene tanto interés en que le haga caso, yo quedé de
contestarle mañana. Vinieron a vernos la mamá y el papá y nos trajeron ropa limpia y
caramelos y yo les dije que se me estaba picando la muela y que tenía que ir al
dentista, pero dijo mi mamá que me la vieran los Padres.
También vino la mamá Adela y me trajo un buquecito tan chico que no sirve para
nada. De todas maneras, me prometió otro más grande para después.
La hermana de Gómez es colosal. Tiene unos ojos negros bien picantes y, cuando
se ríe, se le abolla la cara y da como cosquillas. Pero yo no pienso en pololearla
porque la pololean casi todos. Y también, no porque uno cumple nueve años tiene que
buscar polola.
Ahora está lloviendo, y mientras escribo gotean las cañerías y gotea el dormitorio
en un balde. Yo no creo en la cuestión de que las lluvias son nubs derretidas. Yo creo
que son estornudos de otros planetas.
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Abril 21
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Abril 22
Otra vez estoy desvelado y esperando que venga el fantasma. Todos están
durmiendo y hay tres que roncan como búfalos. Tengo mi linterna prendida y con pila
nueva, pero no tengo nada que contar. Así es que voy a pensar. Ya pensé. Hice el
programa de mi vida. Espero tener mucho carácter para cumplirlo. A los 16 años me
recibo de bachiller y me llevo todos los premios y honores y los vendo para
comprarme una carabela. Pero antes, a los 10 años, voy a ser campeón mundial de
saltos mortales y voy a saltar a beneficio de los pobres. Tal vez pueda ser «Águila
Humana» en los meses de verano y, si me pagan mucho, guardaré la plata para lo de
la carabela. En mi carabela voy a ser pirata y recorreré el mundo entero. A los 17
años me voy a casar y voy a tener el hijo más feliz del mundo porque va a viajar
conmigo. A los 18 años, voy a predicar el Evangelio entre los salvajes y voy a morir
mártir. Tal vez me muera entre los 20 y los 30 años. Depende.
Justo cuando apagué la luz, volvió el fantasma. No sé por qué pensé que era el
alma del papá de Cif y me puse a temblar, pero no de miedo sino de puros nervios. En
todo caso, prendí mi linterna y se desvaneció, pero en cuanto la apagué, volvió. Así
es que ahora escribo esto y me voy a dormir con mi linterna prendida, aunque se
gaste la pila.
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Abril 25
Ayer no pude escribir porque me pasó una desgracia. Resulta que al dar un salto
maravilloso, me quebré la pierna. Ni siquiera supe lo que pasó, pero después, cuando
desperté adolorido en la cama, me contaron que me desvanecí y que vino la
ambulancia y me operaron y todo.
Recién me contaron esto, me dio por llorar porque creía que mi pierna quebrada
ya no era mía, es decir, que ya no la tenía.
Pero después me convencí que estaba pegada y además que me dolía tanto y me
tranquilicé. Todos me quieren mucho y mi papá me compró el equipo de scout que ya
ni lo necesitaba. Pero ahora tengo ganas de mejorarme y hacer excursiones.
Me acuerdo mucho de Arturo Prat, porque los dos pegamos el salto muy
confiados y los dos no supimos más al otro lado. Sólo que él se murió y yo no. Pero
todavía me podría morir, porque si se me complica el asunto de la pierna, hay
esperanzas. Pero no quiero morirme sin ir a la nieve con mi traje de scout y mi
cantimplora que es de aluminio verdadero, que es un metal muy fino.
Al principio, cuando sonaba el teléfono, mi mamá contestaba con voz triste: «Ahí
está el pobrecito. Sí, muy doloroso. Lo menos para un mes. Ha sido muy valiente.
Dile a X que venga a acompañarlo. Gracias. Cariños a todos» y cortaba. Ahora no
contesta más que: «Está mucho mejor, gracias. No fue gran cosa. Se entretiene lo más
bien solito. Hasta luego». A mí me da bastante rabia porque ella no sabe lo que es
quebrarse una pierna ni lo que cuesta entretenerse «solito».
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Abril 26
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Abril 27
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Abril 28
Ese juego de ayer era aburrido. Hoy inventé uno más divertido y es jugar a los
misterios. Mi cuarto es un reino, mi cama la guarida de un monstruo, yo soy el
monstruo. Echo llamaradas por la boca y electrocuto con los ojos y nadie me puede
tocar. Yo mato al que me da la gana, sólo con mirarlo y maté a la Domitila cuando
vino a limpiar el cuarto, y era su alma la que hacía todo. También era aburrido ese
juego, y por suerte vino mi mamá a acompañarme y hablamos de muchas cosas y me
contestó todas mis preguntas. Pero la mañana no se acabó ni con todo eso. Hay que
ver que es larga una mañana. Nadie sabe lo larga que es…
Hoy iba a venir Gómez a verme y yo hice sacar todos mis juguetes y mi
cantimplora y todo. Hasta me compraron helados y dulces. Tenía la colcha bien
estirada y los helados en una mesa con mantel y todo.
Vi derretirse los helados poco a poco y empezaron a patinar en el plato y se
fueron achicando y achicando y Gómez no llegaba. Después se puso azul la luz de la
ventana. No quería que me encendieran la luz para que no se acabara el día, pero
Gómez no llegaba. Y no tomé té porque seguía esperándolo.
Después entró mi mamá, y cuando vio la colcha estirada, los juguetes en fila y los
helados hechos agua dijo: «¡Pobrecito!», y yo me inundé de lágrimas y lloré y lloré
de puro débil que estoy.
Papá me regaló $50 para que me comprara algo. Más ganas me dieron de
levantarme…
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Abril 29
Hoy me levanté por fin y me hicieron caminar con mi pata tiesa. Y cuando estaba
dando unos pasos, entró de repente Gómez y me puse colorado como tomate. Mamá
me hizo sentar y nos dejó solos, pero a Gómez le dio por preguntarme por la pierna y
de la pierna y si iba a quedar cojo. Yo no había pensado en eso, pero ahora que se fue
Gómez, pienso bastante. Pero no me importa mucho, porque los piratas casi siempre
tienen pierna de palo. Javier también tiene vacaciones porque es el día del Rector.
Pero Javier fue al cine, y aunque convidó a Gómez, él no quiso ir por acompañarme a
mí. Es buen amigo.
La mamá de Miguelito me mandó un libro que era de él para que lo leyera y es
macanudo.
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Abril 30
Hoy bajé en el ascensor y encontré que la calle estaba tan iluminada que me
dolieron los ojos. Para subirme al auto, me tomó en brazos un chofer con el cogote
tan gordo que parecía una barriguita peluda. Y también tenía olor de fábrica. El auto
era un taxi, y como era conocido no era tan caro y nos llevó a dar unas vueltas por el
parque y a mirar el gusano. Me dieron bastantes ganas de subir, pero como tengo $50,
cuando me saquen el yeso los voy a gastar enteros en el gusano.
Cuando llegamos a casa, vino el Padre Carlos a verme y me trajo un libro de la
biblioteca. Pero tiene la letra tan chica que es seguro que es una lata.
El caballero del departamento de al lado se volvió a poner azul, después del té, y
parece que de repente se murió. Se oían muchos llantos y gritos y carreras y después
mucho silencio y es mucho peor el silencio que los gritos.
Ahora puedo andar por todas partes despacito. A mí me gusta estar cojo, porque
la gente me mira y me compadece.
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Mayo 1
Hoy es el día del trabajo, pero no se trabaja. Y tanto no se trabaja, que ni siquiera
se entierra a los muertos, así es que al señor Azul lo van a enterrar mañana. Yo le pedí
a un cabro que ya había traído tres coronas, que me dejara entrar esa última y por fin
conseguí ver la cara del muerto. Apestaba a flores calientes y a gente de luto y
cuando entré mi corona con mi pata tiesa, un caballero me la quitó de las manos y me
dio cinco pesos. El caballero tenía la nariz bastante colorada, seña de que había
llorado. La casa del muerto tenía un barómetro de esos estupendos.
Resulta que el cabro de la corona me estaba esperando afuera y me pidió la
propina.
—Dame cuatro pesos y yo te doy esto —le dije.
¿Por qué le voy a dar cuatro pesos? Los cinco pesos son míos.
—No, señor. Son míos. Yo entré la corona. Y además, que los cuatro son por mi
pierna coja.
—Eso no lo sabes tú. Yo traje la corona y la propina es mía.
—Entonces voy a entrar a buscarla y tú la llevas. A ver si te dan $5 —le dije.
Nos pusimos a discutir y alguien nos hizo callar. Entonces entramos a mi casa
para seguir discutiendo y, de repente, nos agarramos y yo me caí al suelo y no me
pude parar más y el cochino se llevó sus cinco pesos. Pero me las va a pagar y a la
otra corona que traiga le voy a hacer una zancadilla con el paraguas de mi papá.
Resulta que el cabro ése no volvió más, pero vino otro que se hizo bien amigo
mío y tomamos té juntos en la cocina. El trabaja en una florería que se llama Fleur de
Lys y tiene letras de oro en la gorra. Tiene 8 hermanos y los convidé a tomar té
mañana, porque es terrible vivir solo en un departamento. Se llama Jacinto Soto y su
papá es Presidente del Sindicato. Me prometió traerme un kilo de cemento y unos
ratoncitos recién nacidos que él tiene.
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Mayo 4
Cuando entré al colegio, me vinieron a saludar todos los chiquillos y yo creo que
debe haber parecido un choque de autos, porque eran tantos y sobre todo los más
chicos me miraban y me tocaban y uno de Primera soltó el grito.
Pero, al poco rato, me echaron al olvido y me cotizaron harto poco, porque no
sirvo para la pelota ni soy ya campeón de salto, porque ahora es Urquieta, que salta
hasta dormido.
Yo traía un paquete con los frascos de tónico y entre medio venía el frasco con mi
ratoncito y, cuando estábamos acostados, lo saqué para darle de comer y entonces
todos me volvieron a cotizar y tengo que prestárselo a uno por uno, porque si no,
llevan el cuento. Jugamos con él corriendo por el dormitorio y después hicimos como
goles, echándolo de un lado a otro. Y resultó estupendo, porque si nos sintieron.
Hasta la risa era en secreto. Y yo aprendí a correr en una pata.
Después lo metimos al frasco y lo tapamos con el mismo trapo para que tenga aire
y pueda respirar. Y lo guardé en la mesa de noche. Y mañana vamos a levantarnos a
las seis de la mañana, para alcanzar a jugar lo mismo y en la noche también.
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Mayo 5
Mayo 5
Esta noche, cuando subimos a acostarnos, encontré debajo de mi almohada un
papelito que decía: «Ven esta noche al gimnasio. Es un asunto que te interesa. No
averigües y ven callado. Te espero a las 11». El papel no tenía firma y era de
cualquier cuaderno y la letra era imitando imprenta. La cuestión es que yo pensé que
si no iba me creerían cobarde, y también pensé que todos habían recibido el mismo
papelito, pero como había que callarse nadie hablaba de él. Así es que, aunque me
daba susto salir del dormitorio cuando todos parecían durmiendo, de todas maneras
me levanté, me puse el pantalón y la chomba y fui al gimnasio. No había nadie y
esperé un buen rato, tratando de bajar los pelos que se me paraban un poco. Por fin
me convencí que era una broma y volví al dormitorio. Cuando llegué, vi que había
tres chiquillos encima de mi cama, leyendo mi diario, pero fue tanta mi rabia, que no
alcancé a darme mucha cuenta de quiénes eran.
En todo caso vi a Urquieta meterse en su cama, porque duerme en la cama de al
lado.
Me fui donde él para pegarle, pero él se hizo el dormido y, aunque lo remecí y lo
sacudí, no conseguí despertarlo para darle lo que se merecía. En todo caso, no era
sueño mío lo de que estaban leyendo mi diario, porque el pobre estaba tirado en mi
cama, abierto y con las hojas arrugadas. Esta es una canallada que me han hecho y
mañana voy a desquitarme. Lo primero que tengo que hacer es saber quién me
escribió ese papel, porque ese es el que inventó esto.
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Mayo 6
Mayo 6
La revista es estupenda. Se llama «Chistelandia» y tiene sesenta chistes y dos
cuentos. No se vende, pero se arrienda en dos pesos y se lee delante de la empresa,
que somos Gómez y yo, para que nadie la preste. Hoy en la tarde, en puros arriendos,
sacamos $120 y si no sacamos más fue por falta de tiempo, así es que mañana
sacaremos el doble. No escribo más, porque con esto de la revista no tuve tiempo de
hacer mis tareas.
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Mayo 7
Ahora quieren que hagamos revista todos los días, de modo que no hay tiempo
para nada. Gómez es el encargado de cobrar y de pagar y yo tengo que recibir los
cuentos y ordenar la revista y ver quién la está leyendo. El N.º 2 de «Chistelandia»
tiene muchos más chistes porque ahora traen material los de 6.º y todos los de 5.º.
Tengo tanto que hacer que no he tenido tiempo para comparar las letras y tampoco ya
ni me importa quién fue el que me engañó.
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Quedamos un poco peleados, pero a la salida se nos juntaron unos cuantos para
saber lo que había pasado con el rector. Algunos se rieron de sabernos castigados y
otros dijeron que éramos unos grandes tipos. Pero Gómez y yo teníamos tanta rabia,
que nos fuimos derecho a comparar los chistes del primer «Chistelandia» con el
papelito mío y descubrimos que era de Urquieta. Más rabia nos dio de estar
castigados por su culpa. Y yo me fui derecho donde él, me le puse al frente y, en
pleno patio, le dije:
—¡En guardia! ¡Esta es por el anónimo! —y le mandé una cachetada. Cuando se
enderezó, le dije—: ¡Esta es por robarme el diario! —y le mandé otra, y, cuando me
iba a pegar, le mandé la tercera con—: ¡Esta va por el castigo de Gómez y yo!
Urquieta se cayó al suelo y se hizo el aturdido en el mismo momento en que
aparecía el Padre Carlos. Entonces los chiquillos lo levantaron y armaron tal gritería
de: —¡Ahora la llevas tú!— y corrían como jugando desaforados y se caían y todo,
hasta que Urquieta quedó como uno de tantos del juego y no pudo acusarme.
Después, en el comedor, me dijo:
—Tú te crees muy gallito, ¿no es cierto? Pero el que me la hace a mí, me la paga.
Y te la tengo jurada. Tendrás que arrepentirte de tus tres cachetadas.
Pero yo no le tengo miedo.
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Resulta que Urquieta me volvió a robar mi diario y me lo tuvo escondido tres días
enteros. Es decir, todavía estaría escondido si yo no lo encuentro. Estaba en la
biblioteca entre los libros y, si no es por Cariola que me sopló dónde estaba, se pierde
para siempre.
Según me dijo Cariola, lo que le da más rabia a Urquieta es no poderme pegar,
por mi pata de yeso y también que Cariola, cada vez que él salta bien, le dice que si
yo estuviera sano, se la ganaría. En todo caso, a mí ya no me interesa ser campeón,
porque pienso que es mucho mejor tener un circo propio y viajar con él por todo el
mundo. Gómez va a ser el que doma las fieras y yo el de los caballos, el de las
botellas, el de los platos en el aire y el de los trapecios. Como ahora no puedo
ensayarme en los trapecios, me ensayo en los platos y el mozo de la cocina me los
presta y, como son de latón pintado, no importa que se caigan. Ya los tiro tan alto que
topan el techo. Pero lo bueno es hacerlo con los de loza, así es que le escribí a mi
mamá pidiéndole que mañana me trajera tres.
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Urquieta también quiere entrar al circo nuestro, y después de todo, cuando no está
rabiando, es bien divertido y bien payaso, así es que lo aceptamos de Tony. Ahora
estamos bien amigos y él me persigue bastante, pero, de todas maneras, yo le escondo
mi diario por si le da tentación de volvérmelo a robar. Y lo tengo escondido en el
cuarto de baño, en una puertecita que da a las cañerías. Ahí aprovecho para escribir,
pero tiene que ser muy corto y muy apurado, no como antes.
Mi mamá me trajo los platos ayer, pero cuando estaba ensayando se me quebraron
los tres. No importa, porque quiere decir que tengo que ensayar más con los del
colegio.
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Ayer estábamos con Gómez en la cocina, ensayando las pruebas, cuando vimos
una cara que se asomó por la ventana. Era un hombre como Batman y nos pidió
limosna. Entonces le dimos lo que encontramos y él nos pidió permiso para dormir
bajo techo, porque duerme a plena noche y ahora son muy heladas. A Gómez y a mí
nos dio lástima y le abrimos la bodega para que entrara a dormir y el pobre se
acomodó en unos sacos y se durmió ipso flatus.
Al poco rato, tocaron el timbre y era la policía. Venían en busca de un criminal,
que se llama «El Soquete» y que había muerto a dos o a doce personas. Claro que el
Mocho de la puerta les dijo que ahí no estaba, pero ellos insistieron e insistieron en
que lo habían visto entrar aquí, hasta que se colaron para adentro y registraron casi
todo el colegio. Gómez y yo hacíamos promesa para que no entraran a la bodega,
porque nos daba lástima el criminal arrepentido y tan feo y con tanta hambre. Por
suerte, no entraron y se fueron felices. Pero los dos con Gómez no sabemos qué hacer
de pensar que tenemos un verdadero criminal aquí encerrado y aunque le echamos
llave a la bodega, de todas maneras, cuando entre el Mocho cocinero a buscar papas
mañana, a lo mejor lo mata. Así es que vamos a avisarle para que entre armado.
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Mayo 15
Resulta que todo el colegio sabe lo del Soquete y la mitad de los chiquillos dicen
que Gómez y yo somos unos idiotas y la otra mitad dice que no. Pero entre la mitad
que sí, está Urquieta y anda otra vez buscándome camorra.
Hoy, en el recreo, me dijo:
—Tú me debes una y crees que si no te pego porque andas cojo me voy a quedar
así no más.
—En quince días más me sacan el yeso —le contesté.
—Ya llevo una semana esperando y no pienso esperar más.
—¿Qué vas a hacer, entonces? —le dije.
—¿Te daría mucha rabia que te robara tu diario? —me preguntó.
—Mucha. Pero ahora no lo encontrarás con tanta facilidad.
—Eso es asunto mío. Quiero saber qué te da más rabia, el que otros lean tu diario
o una bofetada.
—En todo caso no lo vas a encontrar —le contesté.
—Lo veremos. Tú te crees muy gallo, pero yo no soy tonto tampoco.
—Ni con toda tu habilidad lo vas a hallar —le dije y me fui.
Pero al poco rato volvió donde yo estaba.
—¿Qué vas a hacer cuando no lo encuentres? —me preguntó.
—Pegarte otra cachetada.
—¿Y si no soy yo el que te lo roba?
—A nadie más que a ti le interesa mi diario.
—¿Y te crees tú que vas a pasarte pegando porque tienes una pata con yeso y
nadie te la va a devolver? A mí también me puede dar rabia.
—Eso es lo que quiero. Que te dé luego, me pegues de una vez y dejes en paz mi
diario.
—Eso lo dices porque sabes que castigan al que le pega a un cojo.
Yo sabré lo que hago.
Después, en la tarde, me hizo burla con otros por mi diario y me gritó:
—¡Cómo nos vamos a reír esta noche con tus secretos!
Gómez y yo estuvimos ensayando las pruebas de las botellas con el repostero y
por fin me escapé para escribir todo esto.
En este momento se abrió la puerta del baño y asomó su cabeza Urquieta y me
dijo: «Escribe bastante para que me ría más» y se fue. Pero justo cuando él salió,
sonó la campana para ir a comer y yo no tengo más remedio que esconder mi diario
aquí mismo, aunque sea por la última vez.
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Anoche desperté con un disparo y después sonó otro. Encendí mi linterna y vi que
nadie se había movido. Entonces oí unos gritos de: «¡Por la derecha, por la derecha!»
y salté de mi cama y fui a despertar a Gómez. Pero él ya se había despertado, sólo
que no se movía porque estaba asustado. En eso sonó otro disparo y yo no aguanté
más, me puse los pantalones y salí afuera. Gómez y Triviño, que es nuevo, me
siguieron y salimos al huerto. Pero en la puerta del huerto nos sujetó un agente y dijo
que nos volviéramos al dormitorio, porque podría alcanzarnos una bala. Era que
andaban buscando al Soquete, que se había vuelto a meter por la ventanita a la
bodega y, como ellos pensaron que podía volver a buscar su paquete, lo estaban
esperando escondidos en el colegio desde temprano. Y cuando entró a la bodega le
hicieron: «¡Alto!» pero él se escapó al huerto y en eso andaban ahora. Estábamos
hablando con el agente cuando llegó el Padre José y nos pescó de una oreja y nos
mandó a acostarnos. Claro que yo no podía dormir y nos quedamos conversando en
secreto con Gómez hasta que se acabó la bulla. Y después tampoco me podía dormir;
entonces bajé a buscar mi diario para escribir y no lo encontré. Entonces lo fui a
buscar en la cama de Urquieta y se lo pillé debajo de la almohada. Me dio tanta furia
con él que, si no hubiera estado durmiendo, le hubiera vuelto a pegar.
Y ya realmente no sé dónde esconderlo, pero lo voy a guardar debajo de mi
colchón.
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