Teosias Estructuralistas.
Teosias Estructuralistas.
Teosias Estructuralistas.
EL TRANSFONDO LINGÜÍSTICO
NARRATOLOGIA ESTRUCTURALISTA
METÁFORA Y METONIMIA
En buena medida, la mayor parte de las tendencias de la crítica literaria, hasta ahora revisadas,
abrigan la pretensión de definir la naturaleza del lenguaje literario, precisando nociones
poéticas, sobre las bases de aspectos de carácter lingüístico, que luego suelen verificarse en el
dominio concreto del discurso poético, en el límite fijado por el verso y sus particularidades
rítmicas y fónicas, soporte excepcional para la demostración de los asertos y de los modelos
teóricos aducidos. En cambio, el área de la prosa y el discurso narrativo apenas han merecido la
atención de los estudiosos a lo largo de la primera mitad del siglo; su amplia extensión, por una
parte, y la ausencia de claros rasgos formales- característicos de esos géneros prosísticos- ha
alejado a los críticos de tales textos, que han quedado, así, relegados a formar parte de
taxonomías descriptivas o de historias de literatura.
Este panorama cambiara bruscamente a partir de los presupuestos fijados por los
estructuralista… en mas, el estructuralismo francés, es una investigación aun no interrumpida,
ha dedicado la mayor parte de sus esfuerzos a proponer modelos y patrones de análisis…
Este fenómeno- que permite denominar a la segunda corriente del estructuralismo francés como
“narratología estructuralista”- cuenta con unos necesarios antecedentes( que tienen su asiento en
el formalismo ruso) y con una obvia evolución de las posturas epistemológicas del
estructuralismo… conviene, por lo tanto, antes de enumerar las principales aportaciones de los
Barthes, Torodov, Genette, Kristeva, Bremond, etc., a este dominio, analizar esa previa
“estructura” que los estructuralista reciben, a finales de los años cincuenta.
… no basta inventar una cadena apasionante de acontecimientos, delimitándolos con un principio y un fin. Es
preciso distribuir estos acontecimientos, darles un cierto orden, exponerlos, hacer del sencillo material narrativo
una combinación literaria. La distribución, la estructuración literaria de los acontecimientos en la obra, se llama
trama (sjuzel)…
El tema de una parte indivisible de la obra se llama motivo (…) desde este punto de vista, la fabula es un
conjunto de motivos en su lógica relación causal – temporal, mientras que la trama es el conjunto de motivos en
su lógica relación causal – temporal, mientras que la trama es el conjunto de los mismos motivos, en la sucesión
y en la relación en que se presentan en la obra… (1)
Como apunta Pozuelo Yvancos , en estas indicaciones cabe encontrar la base teórica que va
a permitir distinguir entre “Historia” y “Discurso”, como los dos polos en que se centrara la
teoría narratológica, siendo la historia el material narrativo de carácter argumental , los
acontecimientos , los hechos que se cuentan , mientras que discurso designa los modos en
que se organizan esos acontecimientos que conforman la historia , en una dimensión
lingüística y comunicativa, que implica a los fenómenos del estilo(por la naturaleza del
lenguaje)y los componentes funcionales que se pueden poner en juego en un proceso de este
tipo.
Incluso, en el desarrollo del formalismo, llegaron a esbozarse distintas manifestaciones del
modo en que funcionan los motivos, ya vinculados a la trama, como determina Sklovskij,
ya como elementos individuales, depositarios de una tradición que puede utilizarse en
combinaciones diversas; esta ultima postura- recuérdese- es la que formula V. Propp,
verdadero soporte de una de las direcciones de la narratología estructuralista.
1.1) EL COMENTARIO DE LEVI-STRAUSS A V.PROPP
Basta con indicar que fue Lévi-Strauss a quien correspondió introducir, en los cauces del
estructuralismo francés, la obra de V. Propp, reseñan la edición inglesa (1958) de su
morfología del cuento importante articulo en 1960, en que, tras zafarse de cualquier
adscripción a las ideas generales de los formalistas y tras reprochar – injustamente – a
Propp aceptar la dicotomía forma/fondo para sostener sus análisis, enumera las principales
novedades del trabajo del folclorista ruso, con las que coincide esencialmente; téngase en
cuenta que entre los mitos (o comportamientos culturales primitivos) que analiza Lévi-
Strauss y los materiales folcloristas narrativos que estudia Propp apenas si hay diferencia,
ya que, en sí, el estudio del folclor es dominio en la convergen planteamientos etnológicos
y, por supuesto, antropológicos. De las afirmaciones de Propp, la que encajo mejor con las
posturas de los estructuralistas fue la definición de “función” y el lugar que ocupa en el
desarrollo de la trama; Propp señala que hay que tener presente el sentido que se desprende
de una determinada función, para definir cada acción en un determinado curso de
narrativo, ; muchas de las ideas que, luego, Greimas, Bremond o Torodov precisan se
encuentran ya en ciernes en este estudio, en que se apunta, incluso, que el motivo no es la
unidad mínima de ese proceso de la narración, sui no la función sobre la que se desarrollan
las acciones, que representan la dimensión estable, sobre la que se proyectan los personajes
como categorías variables; por el ello , cuando Propp afirma que lo que debe estudiarse son
las función y nos motivos, esta alejándose del dominio de los folcloristas (siempre
vinculados a las clasificaciones y taxonomías )y Prefigurando las bases del culturalismo.
…, conviene recordar que lo que traza Propp es una “morfología” y que los narratologías se
empeñarán en alcanzar resultados similares; como descripción morfológica, Propp enumera
treinta y una funciones, con un orden de aparición en los cuentos además inalterable, y que
propician la fijación de siete clases de personajes, sobre esta base, tres tipos de
combinaciones “funcionales” resultan posibles, ya sea por medio de una base, ya de un
sustantivo, ya de un símbolo. Se configuran las secuencias organizadoras de esas funciones,
en una serie que permite ya existir al cuento como tal. De este modo, indica que un cuento
fantástico es aquel que progresa desde la función primera (a: villanía) hasta la última (w:
boda), formando todo este conjunto una secuencia mínima (puesto que aunque falten
algunas de las funciones, en nada impiden el desarrollo o la presencia de las otras). A partir
de aquí ya pueden estudiarse fenómenos más complejos de secuencias entrelazadas, con
funciones dobles o triples.
Todo relato consiste en un discurso que integran una sucesión de acontecimientos de interés humano en la
unidad de una misma acción., donde no hay sucesión, donde no hay relato (…) donde no hay integración en la
unidad de una acción, tampoco hay relato, si no solo cronologías, enunciación de una sucesión de3 hechos no
coordinados.
Por eso, para Bremond hay funciones que son necesarias y otras que no lo son, ya que a él
lo que importa es clasificar los acontecimientos del relato según dos tipos fundamentales
(en los que se integran las secuencias narrativas); a los que denomina “mejoramiento a
obtener” y aquí caven secuencias que definen el proceso de mejoramiento dan cuenta de su
ausencia) y como “degradación previsible” (con las consiguientes formulaciones) de
procesos de degradación y de ausencia de este proceso de degradación.
La conexión – siempre hay una suerte de sintaxis – que se estable entre esas secuencias da
lugar a tres modalidades: 1) “por sucesión continua” (cuando una degradación llaman a otra
o cuando dos por eso de mejoramientos estimulan las necesidad otro distinto),
2)”Por enclave” (cuando se inserta un proceso inverso que impide que alcance su desarrollo
normal una de las secuencias previsibles) y 3)”por en clave”, cuando la serie de
acontecimientos no pueden, en relación con un mismo agente, caracterizarse como mejoría
o degradación…
La lengua general de este relato no es evidentemente si no uno de los idiomas ofrecidas a la lingüística del
discurso, y se somete por consiguiente a la hipótesis homológica: estructuralmente, el relato participa de la
frase sin poder nunca reducirse a una suma de frases: el relato es una gran, así como toda la frase
constatativa es, en cierto modo, el esbozo de un pequeño relato (capo. 13)
Tal y como las concibe, las funciones podrán estar representadas por unidades
superiores a la frase (grupo de frases) o inferiores (un sintagma, una palabra).
Las unidades funcionales se dividen en distributivas (tal como las considero Propp)
E integradoras (que acogen a los “indicios”, necesarios para la evolución de la historia,
puesto que se refiere a la caracterización de los personajes y a las informaciones
relativas a su identidad); indicios que son, por tanto, unidades semánticas.
Sobre estos conceptos, Barthes propone una sintaxis funcional que intenta dar cuenta de
la ambigüedad que el relato instituye al confundir la consecución y la consecuencia, el
tiempo y la lógica; una sintaxis que intenta dar una explicación estructural de ilusión
cronológica (teniendo en cuenta que el tiempo solo existe bajo forma de sistema).
Tras las funciones, el segundo nivel, el de las acciones, que Barthes centra en noción de
personaje (con un recorrido histórico de tal categoría). Para indicar que el análisis
estructural se esfuerza en definir al personaje no como un “ser”, sino como un
“participante”, y en discutir la canónica descripción de los protagonistas tradicionales
de las obras literarias.
Con todos estos mimbres, Barthes intenta un “sistema del relato” basándose en los
efectos de distorsión y de expansión de sus unidades y configurando los mecanismos
de mimesis de la realidad y de articulación de sus sentidos (en donde las isotopías
greimasianas le son de gran utilidad: VER 16.2.1). Todo converge a sus principales
fundamentos:
El relato no hacer ver, no imita; la pasión que puede inflamarnos al leer una novela no es una “visión” (de
hecho, nada vemos), es la del sentido, es decir, de u orden superior de la relación, el cual también posee sus
emociones, sus esperanzas, sus amenazas, sus triunfos: “lo que sucede” en el relato no es, desde el punto de
vista referencial (real) literalmente, nada; “lo que pasa” es solo el lenguaje, cuyo advenimiento nunca deja
de ser festejado (cap. 43).
Esta gran “validez” que Barthes se aplicara a demostrar ya en sus siguientes trabajos: en
qué consiste esa “aventura del lenguaje”.
Aun así, Barthes esboza una cierra metodología para analizar el cuento de Balzac (que
ya nada tendrá que ver con el modelo de análisis del relato propuesto en 1966) como si
estuviera practicando una lectura del mismo. Para ello distingue entre dos conceptos: la
lexía y los códigos. Como en el caso de las funciones de 1966, una lexía es una unidad
variable de lectura, un fragmento corto que puede corresponder a unas pocas palabras o
algunas frases; La división de las lexías ha de determinar las unidades de sentido que el
cuento pone en juego; Barthes no da más pautas sobre esta distribución de lexías, puesto
que – bien lo ha afirmado- cada lectura descubre sentidos distintos y, si pusiera limites a
esta operación, estaría falseando sus anteriores formulaciones.
Una vez que se han determinado las lexías, se fijan los códigos que las atraviesan y que
permiten comentarlas, puesto que esos códigos lo que hacen es conectar el “texto” que
se está leyendo con el gran “texto de la cultura”, el gran “libro de vida”, la realidad
suprema del “lenguaje”. Barthes establece cinco códigos para multiplicar esa lectura: 1)
el código hermenéutico, que apunta al “enigma” que es plantea al comenzar el
discurso(la pregunta inicial, la necesidad de buscar una respuesta, la exigencia de
aplicar un desciframiento); 2) el código sémico, que alude al juego de precisiones
caracterológicas, ambientales, psicológicas, que forman una red de connotaciones, con
las que se configuran ya los significados, los temas o los sentidos de la obra; 3) el
código proairético, que determina ya la secuencia lógica de acciones narrativas y de
comportamientos; 4) el código simbólico, que permite configurar para cada texto una
serie de símbolos propios (mediante los mecanismos de la metonimia, por cuya base se
formularían sentidos nuevos), y 5) el código cultural, que remite ya a ese fondo
colectivo del saber integrado por toda suerte de referencias a los conocimientos y
actitudes de una época: su literatura, su arte, su medicina, su ciencia, su psicología,
etcétera. El proceso sería el siguiente:
Los cinco códigos forman una especie de red, de tópico, a través del cual pasa el texto (o mejor dicho: al
pasar por el se hace el texto). Si no intentamos estructurar cada código entre sí, lo hacemos de manera
deliberada para asumir la multivalencia del texto, su parcial reversibilidad. En efecto, no se trata de
manifestar una estructura, sino, en la medida de lo posible, de producir una estructuración (p.15).
En otro trabajo, situado dos años antes, titulado “el efecto de la realidad”, se encuentra
ya en ciernes todas estas actitudes. Interesa destacar, de esta aportación, su idea final
que sintetiza, de alguna manera, todo el pensamiento barthiano de carácter
postestructural:
La desintegración del signo- que parece ser realmente el gran problema de la modernidad- esta per cierto
presente en la empresa realista, pero de un modo en cierta forma regresivo, puesto que se lleva a cabo en
nombre de una plenitud referencial, en tanto que hoy, por el contrario, se trata de vaciar al signo y de hacer
retroceder infinitamente su objeto hasta cuestionar, de un modo radical, la estética secular de la
“representación” (p.101).
2.1) A.J.GREIMAS
Precisamente, Algirdas Julien Greimas es un ejemplo de síntesis de métodos anteriores
con los que pretende conformar una nueva estructura del discurso desde la base de su
configuración semántica, quizá uno de los aspectos más desatendidos por los anteriores
estudiosos. Para ello, asume el modelo de V. propp, corregido con la combinatoria de
funciones dramáticas propuestas por Etienne Soriau, más el cuadro de “actantes” que
había determinado Lucien Tesniere en el ámbito oracional, definidos como “los seres y
las cosas que participan en el proceso”. Con estas corrientes concibe Greimas su
Semantique structurale en 1966, en la que reúne trabajos anteriores, con el propósito de
construir una gramática universal de los textos narrativos, mediante la ejecución del
análisis semántico de la estructura de la frase, a fin de describir el mayor numero de
micro-universo semántico.
En este sentido, hay una notable diferencia con el modelo propuesto por C. Bremond,
ya que para Greimas el proceso narrativo es estático, por que se basa en la acción
reciproca de las relaciones no temporales, mientras que para Bremon el desarrollo
narrativo es, es fundamentalmente, dinámico y procura dar cuentas de las distintas
variantes que puede producirse e la realización del mismo. Es lógica esta separación de
posturas, ya que, aunque los dos críticos partan de Propp leído por Lévi-Strauss, a
Bremond le interesa diseñar un modelo “lógico” donde a Greimas le preocupa trazar un
cuadro de relaciones “semánticas” (Bremond quiere prever o anticipar comportamientos
narrativos, mientras que Greimas solo quiere explicarlos).
Greimas monta todo un sistema de análisis para demostrar los fundamentos
estructurales que han de relacionar a los “actantes”; así señala ya como cierre de su
teoría:
… puesto que el discurso “natural” no puede ni aumentar el número de actantes ni ampliar la captación
sintáctica de la significación mas allá de la frase, debe suceder lo mismo, en el interior de todo
microuniverso; o más bien al contrario: el microuniverso semántico no puede ser definido como universo,
es decir, como un todo de significación, más que en la medida en que puede surgir en todo momento ante
nosotros como un espectáculo simple, como una estructura actancial.
La fijación de esa estructura parte del examen de las propuestas que Propp(quien
hablaba de actores) Y que soriau habían desarrollado al respecto. Greimas adapta la
terminología de estos dos críticos para asentar la organización sintáctica del discurso en
los actantes “sujeto” y “objeto”; Propp hablaba de héroe y de persona buscada, mientras
que Soriau se refería a fuerza temática y representante del valor; en todo caso, la
relación que une a este par de fuerzas narrativas es la misma: el “deseo”, la “búsqueda”
como principio motor de la acción. Para determinar la segunda oposición binaria tiene
en cuenta la pareja “destinador” /”destinatario” señalada por Jakobson, para hacerla
corresponder con dos de los actores de Propp (el padre y el mandatario, a quienes
reduce por tanto a uno solo) y con dos de las categorías de Soriau (atribuidor del bien y
obtentor de ese bien); la relación que existe entre “destinador” y “destinatario” es la del
“saber”, centrándose los dos elementos sobre el “objeto”. Por último, para la tercera
pareja actancial, “ayudante” y “oponente”, Greimas tiene en cuenta relaciones similares
de Propp (donante auxiliar/agresor o malvado) y de Soriau (auxilio/oponente), con una
relación entre elementos configurada por el “poder”, que se centra singularmente en el
“sujeto”.
La ventaja del modelo greimasiano sobre el de Propp y el de Soriau consiste en que
permite establecer una doble relación sintagmática que posibilita todo tipo de
combinación de estas parejas actanciales. El esquema de este “modelo actancial mítico”
quedaría como sigue:
[Saber]
[Poder]
El mismo proceso de reorganización ocurre con las treinta y una funciones que Propp había
fijado y que Greimas- siempre con la pretensión de lograr estructuras de relaciones binarias-
reduce de veinte, que ponen en juego relaciones sintagmáticas (en las que los elementos se
implican unos a otros: interiores al cuento mismo) y paradigmáticas(o disyuntivas, en que los
elementos se excluyen unos a otros).
Los actantes deben realizarse después en los actores y concretarse ya en fuerzas narrativas o
modelos de personajes, movidos por esas funciones implicativas o disyuntivas.
Dos años después, en 1968, Greimas se adentrara en el terreno de la mitología para determinar
los “elementos para una teoría de la interpretación del relato mítico”, en donde, teniendo en
cuenta un mito de referencia bororó (“Le Cru et le Cuit”) analiza la validez del sistema de Lévi-
Strauss, asentado sobre el armazón del mito, el código que desenvuelve y el mensaje que
proporciona, concediendo especial importancia a la transcripción del mito en unidades
narrativas, distinguiendo los “enunciados narrativos” (verdaderos algoritmos constituidos sobre
esos enunciados):
El relato así transcrito no presenta, por consiguiente, más que el armazón formal del mito, abandonado
provisoriamente al texto los contenidos del mensaje propiamente dicho (p.57).
La ventaja de este método es perceptible en el hecho de que permite descubrir las unidades
narrativas y, con ellas, eliminar los elementos del relato no pertinentes a la descripción y, lo que
es esencial, la identificación y la redistribución de las propiedades semánticas de esos
contenidos que proceden del modelo narrativo.
Transcribir un mito o analizar un relato acaban siendo, por tanto, para Greimas operaciones que,
a pesar de la abstracción de sus modelos, han de centrarse en materiales narrativos concretos,
detrás de los cuales es posible percibir referencias a universales semánticos (ámbito en el que
sería ya posible construir esa gramática general narrativa).