Sacramentalidad Del IV Evangelio
Sacramentalidad Del IV Evangelio
Sacramentalidad Del IV Evangelio
Los Sacramentos
(Excursus)
qué no dice: "estáis limpios por el bautismo con que habéis sido
lavados", y en cambio dice: "por la palabra que os he hablado", sino
es porque en el agua es la palabra la que limpia? Quita la palabra y
¿qué es el agua sino agua? Se agrega la palabra al elemento y se hace
un sacramento (accedit verbum ad elementum et fit sacramentum),
el mismo como si fuera una palabra visible. Pues ciertamente esto
mismo dijo cuando lavó los pies a sus discípulos: "El que se ha lavado
no necesita sino lavarse los pies, porque está todo limpio" (Jn 13,10).
¿De dónde viene tanta virtud al agua que toque el cuerpo y purifique
el corazón, si no es porque es la palabra la que lo hace, no porque se
profiere sino porque se cree? Pues en la misma palabra una cosa es
el sonido que pasa y otra es la virtud que permanece. "Esta es la
palabra de la fe que predicamos -dice el apóstol- pues si confiesas
con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo. En efecto, con el corazón
se cree para la justicia; con la boca se confiesa para la salvación"
(Rom 10,8-10). De aquí que en los Hechos de los Apóstoles se lea:
"Purificando sus corazones con la fe" (Hech 15,9), y en la carta del
beato Pedro: "Así el bautismo os ha salvado; no la deposición de la
suciedad de la carne, sino la petición de una buena conciencia" (1Pet
3,21).
Esta es la palabra de la fe que predicamos, con la cual es consagrado
también el bautismo, a fin de que pueda purificar. Cristo, que es la
vid para nosotros, de la cual el Padre es el agricultor, "amó a la Igle-
sia y se entregó a sí mismo por ella". Lee el apóstol y observa qué
cosa agrega: "A fin de santificarla, lavandola con el baño del agua en
la palabra" (Ef 5,25-26). La purificación, por tanto, de ninguna
manera podría atribuirse al elemento perecible, si no se agregara "en
la palabra". Esta palabra de la fe tiene tal fuerza en la Iglesia de Dios,
que por ella la Iglesia purifica al creyente, al oferente, al que bendice,
al que baña y también al pequeñísimo niño, aunque no sea aún capaz
de creer en el corazón para la justicia y de confesar con la boca para
la salvación. Todo esto acontece por la palabra de la cual el Señor
dijo: "Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado".
Jn 6: sobre la Eucaristía.
(Excursus)
Adán.
18. Por eso Moisés refiere que el primer hombre dijo: "Esta sí que
es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gen 2,23), queriendo
darnos un signo del costado del Señor. Así como entonces Dios ha
tomado del costado de Adán para formar la mujer, así Cristo nos ha
dado la sangre y el agua de su costado para formar la Iglesia. Y así
como entonces ocurrió en el éxtasis del sueño de Adán, así ahora nos
ha dado la sangre y el agua después de su muerte, primero el agua y
después la sangre. Y lo que antes fue éxtasis ahora es la muerte,
para que aprendas que, en adelante, la muerte no es más que un
sueño.
19. ¿Habéis visto cómo Cristo se ha unido a su Esposa? ¿Habéis
visto con qué alimento nos alimenta a todos? De este mismo
alimento hemos sido formados y somos nutridos. Así como la mujer
alimenta con su propia sangre y su leche al que ha dado a luz, así
también Cristo alimenta constantemente con su propia sangre a los
que ha engendrado.