Guía de Trabajo El Socio IV Medio
Guía de Trabajo El Socio IV Medio
Guía de Trabajo El Socio IV Medio
COORDINACIÓN ACADÉMICA
SEDE PUENTE ALTO
Asignatura: Lenguaje
PUNTAJE PUNTAJE
Profesor (a): Manuel Cornejo
TOTAL OBTENIDO
“Guía de Comprensión Lectora
Nº 1” 17
Calificación
_______________________
_______________________
Nombres y
_______________________ Curso IVº Fecha
Apellidos
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1. Antes de leer.
a. Situar al texto en su contexto de producción. Completen el cuadro con la
mayor cantidad de datos que ustedes manejen. (2 puntos c/u)
Chile 1929.
Genaro Prieto
El socio
Jenaro Prieto
Capítulo 1
Una llovizna helada le azotaba el rostro. Parecía que el sutil polvo de cristal
se empeñara en lijarle las facciones, enflaquecidas por el insomnio, acentuando
en ellas esa especie de ascetismo que el pulimento da a los tallados en marfil.
El fondo de la calle se veía como a través de un vidrio esmerilado. Los
rascacielos, inmenso hacinamiento de cajones vacíos, se oprimían unos contra
otros, tiritando como si el viento los estremeciera.
—El socio... el socio... —seguía mascullando Julián Pardo—, una farsa, una
disculpa ignominiosa..., o algo peor..., sí, ¡ya lo creo! una verdadera
suplantación de persona. ¡Sinvergüenza!
En la esquina, un grupo de gente se arremolinaba en torno de un coche de
alquiler. Julián se acercó también y estiró el cuello por sobre los curiosos.
¡Estúpidos! Miraban un caballo muerto.
Ahí estaba el pobre animal con las patas rígidas, los ojos turbios, el cuello
como una tabla y los dientes apretados... Parecía sonreírse. Julián no podía apartar
los ojos de ese hocico, contraído en una mueca de supremo sarcasmo. ¡Pobre
bruto! Como él, caería un día, agobiado de trabajo, hostigado por el látigo de las
preocupaciones... Un acreedor, un auriga, una mujer..., ¡cuestión de nombre
solamente!
¡Oh! Esa sonrisa del caballo parecía decírselo bien claro:
—Hermano Pardo, no me mires con esos ojos tristes. De los dos, no soy
seguramente yo el más desdichado... El coche ya no me pesa... Ahora descanso.
Cuando esta noche, mal comido, sin desuncirte de la carga de tu hogar,
llames en vano al sueño, yo estaré durmiendo plácidamente como ahora.
Mañana, tu mujer y tu chiquillo subirán al coche; un acreedor gordo
empuñará la fusta y tú, mudo, con la boca amordazada por el freno de la
necesidad, reanudarás el trote interrumpido. No creas que me río de tu suerte. El
sufrimiento me ha enseñado a ser benévolo. Esta mueca, esta contracción de mis
mandíbulas que te ha parecido una sonrisa es solo un gesto de desprecio hacia el
cochero... ¡Qué ridículo me resulta ahora con su látigo y su gesto amenazante!
¡Por primera vez me río del cochero! “Colega Pardo: ¡Confiesa lealmente que me
envidias!”.
¡Qué insolencia! Julián habría querido contestarle. El tono manso y
bondadoso no disminuía el escozor de la verdad.
Por el contrario, la hacía más humillante. ¡Qué demonio! ¡Ser tratado de
colega por un caballo muerto!; pero ¿era razonable que un corredor en
propiedades se pusiera a discutir en plena calle con los restos de un jamelgo?
Miró a su alrededor. En el compacto círculo de curiosos se destacaba una
mujer, casi una niña, envuelta en una suntuosa piel de marta. Su rostro delicado
emergía del ancho cuello del abrigo, con ese encanto, producido tal vez por el
contraste de invierno y primavera, de las flores unidas a las pieles.
6. Entreguen una conclusión grupal del texto integrando los aspectos más
relevantes de su trabajo en equipo. (3 puntos)