Pau.3. Revolución Liberal en El Reinado de Isabel Ii
Pau.3. Revolución Liberal en El Reinado de Isabel Ii
Pau.3. Revolución Liberal en El Reinado de Isabel Ii
Esquema.-
1.- Introducción.
2.- El problema de la sucesión de Isabel II.
3.- Carlismo y guerra civil.
3.1. El carlismo.
3.2. La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
4.- Construcción y evolución del Estado liberal.
4.1. La regencia de Mª. Cristina y los comienzos del liberalismo (1833-1840).
4.2. La regencia de Espartero (1840-1843).
4.3. El reinado de Isabel II (1843-1868).
4.3.1. La Década Moderada (1844-1854)
4.3.2. El Bienio Progresista. (1854-1856)
4.3.3. El período de la Unión Liberal y la crisis de la monarquía (1856-1868).
1.- Introducción .-
La implantación del Liberalismo en la España del segundo tercio del siglo XIX
supondrá una serie de profundas transformaciones:
Por otro lado, significó también el entendimiento entre la nueva burguesía emergente
y los grupos privilegiados del Antiguo Régimen para implantar un liberalismo
moderado caracterizado por:
Al nacer la princesa Isabel, su padre, Fernando VII, anuló la Ley Sálica, que
impedía reinar a las mujeres, mediante la Pragmática Sanción (Ver documento 4 del
libro, pág. 136), lo que provocó el enfrentamiento con el hermano del rey, Carlos María
Isidro, quien debía sucederle en el trono.
3.1. El carlismo.-
Los partidarios de Carlos María Isidro (Ver doc. 5 del libro, pág. 137), iniciaron
una fuerte oposición a la regente y se alzaron en armas, lo que desembocó en el estallido
de una guerra civil que duró siete años. Los ideales carlistas, resumidos en el lema
“Dios, Patria, Rey”, se identificaban con los del Antiguo Régimen, al que querían
mantener. Se tratará, pues, no solo de un conflicto dinástico, sino de una confrontación
entre el absolutismo, representado por el carlismo, y los partidarios de la regente y de la
princesa Isabel, representados por el liberalismo.
Los carlistas, sin embargo, nunca llegaron a dominar grandes ciudades, pues el
intento de ocupar Bilbao se saldó con la muerte del general carlista Zumalacárregui
(1835). En una primera fase, la estrategia carlista consistió principalmente en
expediciones, largos recorridos por España, pero sin resultados definitivos. Así, el intento
de ocupar Madrid acabó en una derrota del general carlista Miguel Gómez, que dirigía las
tropas, mientras que en Levante el general Cabrera llevó a cabo diversas expediciones,
pero sin lograr tampoco resultados decisivos. Tras un nuevo intento de los carlistas de
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ocupar Bilbao, fueron derrotados por las tropas liberales del general Baldomero
Espartero en la batalla de Luchana (1836).
La fase final de la guerra (1838-1840) se caracterizó tanto por la crisis entre los
liberales por la radicalización de algunos sectores, como por la crisis en el seno mismo
del carlismo entre transaccionistas y apostólicos. Ello facilitó el acercamiento entre
liberales y carlistas, quienes en 1839 llegaron por fin a un acuerdo en el llamado
Convenio de Vergara, firmado por los generales Rafael Maroto (carlista) y Baldomero
Espartero (isabelino). Por dicho acuerdo los liberales se comprometieron a mantener los
fueros vasco-navarros e integrar a los oficiales carlistas en el Ejército isabelino mientras
los carlistas aceptaron a la infanta Isabel como futura reina (Ver texto del Convenio en
documento nº 8 del libro, pág. 139). Desde entonces, sólo quedó en pie de guerra el
foco de Levante, que sería liquidado por Espartero al derrotar al general Cabrera en
1840. Tras ello el pretendiente al trono, Carlos María Isidro, tuvo que refugiarse en
Francia.
La construcción del nuevo Estado liberal fue lenta y abarcó un largo proceso que duró
varias décadas, y que comprende tanto la minoría de edad de Isabel II, durante la cual
ejercieron la regencia su madre Mª Cristina y el general Espartero, como la mayoría de
edad en la que la propia Isabel detentó la Corona.
Derrocado Espartero, las Cortes declararon a Isabel mayor de edad con trece
años, con el título de Isabel II. Su reinado se caracterizó por la consolidación del
régimen liberal y de sus instituciones, pero también por la preferencia de los
moderados, por la habitual presencia de militares en la Corte y la formación de
camarillas palaciegas, lo que unido a la exclusión de los progresistas contribuyó a su
progresivo debilitamiento y derrocamiento en la revolución de 1868. A lo largo del reinado
isabelino se pueden distinguir tres etapas:
- Disolución de la Milicia Nacional (1845), vista por los moderados como un cuerpo
armada controlado por los liberales radicales.
- Reforma del sistema tributario (1845) impulsada por Alejandro Mon desde el
ministerio de Hacienda, consistente en crear un sistema de impuestos más uniforme y
la supresión de las particularidades regionales. Mejoró con ello la recaudación, pero
los impuestos indirectos, que gravaban los productos de consumo, fueron muy
impopulares y originaron numerosas protestas. A pesar de ello, el Estado siempre
tuvo una Hacienda empobrecida y con deuda constante.
En medio de la agitación, Isabel II llamó a Espartero para formar gobierno con los
progresistas y O´Donnell, centrándose su labor en profundizar el régimen liberal y en el
desarrollo económico. Sus principales iniciativas fueron:
Al margen de todo ello, el bienio tuvo una fuerte conflictividad social, debido a las
malas condiciones sociales de los trabajadores (huelga general en Barcelona, 1855) y al
descontento por los impuestos de consumos, lo que contribuyó a que Espartero fuese
sustituido por O´Donnell. De todos modos, la importancia del Bienio radicó en su intento de
ampliar las bases sociales del régimen y las libertades, lo que permitió el auge de corrientes
políticas más avanzadas como el liberalismo democrático y el republicanismo.
Desde 1858, O´Donnell lideró un nuevo gobierno, que significó el deseo de ampliar
las bases político-sociales del régimen y de atraerse a los progresistas. Este nuevo
ejecutivo tuvo mayor estabilidad, favorecida por el crecimiento de los ferrocarriles y la
prosperidad económica. Entre sus iniciativas destacan las siguientes:
que sucedió desde entonces hasta 1868 fue un período de gran inestabilidad política,
que evidenció el agotamiento del régimen isabelino moderado, incapaz de atraerse a
los sectores sociales más avanzados. Así, la oposición a la monarquía fue en
aumento, protagonizada por los intelectuales (represión de la “noche de San Daniel, 10
de abril de 1865, contra los estudiantes de la Universidad de Madrid), por sectores del
ejército (intentos de pronunciamiento del general Prim, los sargentos del cuartel de San
Gil) y por las fuerzas políticas más avanzadas.
De este modo, la monarquía, cada vez más desprestigiada, se fue quedando sin
apoyos, y finalmente progresistas y demócratas se aliaron en el Pacto de Ostende
(1866) para derrocar a la reina y convocar Cortes constituyentes. A ello se añadió el
descontento social por la crisis económica y el fin de la expansión ferroviaria. Finalmente,
el fallecimiento de O´Donnell (1867) y de Narváez (1868), principales apoyos de Isabel II,
animó definitivamente al conjunto de la oposición a promover un alzamiento
revolucionario al que se sumaron los unionistas. Así, la revolución de 1868 (la “Gloriosa”)
se inició en septiembre en Cádiz y provocó unos días después la caída de Isabel II, que
abandonó territorio español, mientras los militares sublevados (Prim, Serrano…) se
hacían con el poder dando inicio al llamado Sexenio Revolucionario o Democrático
(1868-1874).