Estructura Del Lexico
Estructura Del Lexico
Estructura Del Lexico
La estructura léxica:
¿Se puede estructurar el léxico?
1
Así lo expresan López Moreda y Rodríguez Alonso (1989, 99): «Si echamos un vistazo a los libros de tex-
to que circulan por nuestras aulas, apreciamos que en todos ellos se dan listas de palabras, las más de las veces
sin mucha cohesión, o pequeños vocabularios al final del libro, sin más orden que el alfabético.»
2
Un buen estado de la cuestión, tanto en griego como en otras lenguas, puede encontrarse en Lucas
(1986).
3
Véase la revisión razonada que hace Lucas (1986).
muy bien difundido4. No obstante el éxito de tales trabajos, el planteamiento inicial de conse-
guir un léxico «ideal» y básico presenta, en la práctica, algunos inconvenientes. En opinión de
Lucas (1986, 216-217) dos son los problemas básicos:
a) La dispersión. Los términos de una misma familia de palabras aparecen a menudo des-
perdigados, como podemos ver en la dispersión de la base léxica y sus respectivos com-
puestos, a lo que hay que sumar duplicaciones innecesarias, como es el caso del gr.
µικρς-σµικρς.
b) La ausencia de términos significativos. Hay formas derivadas que aparecerán en la lis-
ta, pero no así la forma básica.
Ante estos hechos, Lucas (1986, 216) propone un modelo «mixto» que complemente el cri-
terio de las frecuencias con el de los campos léxicos, aunque la base de su propuesta siga estan-
do preferentemente en el primer criterio5.
En resumidas cuentas, los métodos más frecuentes para corregir el asistematismo del estu-
dio del vocabulario son el de los índices de frecuencia, al que hemos aludido antes, y la clasifi-
cación onomasiológica de los términos, es decir, la agrupación por esferas conceptuales. Hay
lingüistas como Eugenio Coseriu para quien ambos métodos resultan insuficientes a la hora de
realizar un aprendizaje racional del vocabulario. En su opinión, la clasificación de las palabras
según su frecuencia no dice nada con respecto al significado y la designación, y el proce-
dimiento onomasiológico, en su opinión, sólo es idóneo para el léxico terminológico, por lo
que propone un estudio del léxico estructurado (Coseriu 1986, 235-236). Esta propuesta con-
lleva, en buena medida, la ruptura con la lista de palabras, que hasta el momento se presenta-
ba como el único medio posible de enseñanza del léxico.
4
Para las obras en latín, véase Martínez Fresneda (1966, 11-12) y Santiago Ángel (2001).
5
«Y si esto es así, debemos concluir que el “vocabulario básico griego” tendrá que ser algo más que índi-
ce de frecuencias, lo que no va en contra de que este criterio siga ejerciendo un papel importante en el con-
junto.» (Lucas 1986, 210).
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Autores como Ramón Trujillo, cuyos inicios están claramente en el estructuralismo, expresan de esta
forma su escepticismo: «La determinación del significado gramatical ofrece garantías seguras porque se
precisamente, tenemos que dar un salto con respecto a la relación etimológica como la única
posible, tratando de ver la sistematicidad de las propias relaciones de contenido. De esta for-
ma, la tarea más importante del estudio funcional del léxico (lexemática) es el discernimiento
y descripción de las estructuras sintagmáticas (eje de combinación) y paradigmáticas (eje de
selección) del vocabulario en el plano del contenido (Coseriu 1986, 169; 1987, 229). De acuer-
do con lo expuesto, establece las diversas estructuras sintagmáticas y paradigmáticas:
ESTRUCTURAS LEXEMÁTICAS
Estructuras paradigmáticas
c) Estructuras sintagmáticas
a) Estructuras primarias b) Estructuras secundarias
Campo léxico Modificación Afinidad
Clase léxica Desarrollo Selección
Composición Implicación
Según este esquema, podemos remitir las estructuras léxicas a tres aspectos diferentes:
corresponde siempre con significantes inconfundibles, es decir, con signos o con distribuciones precisas (...).
Pero no sucede lo mismo con el análisis de contenidos semánticos comunes a un conjunto léxico no organiza-
do a partir de rasgos exclusivamente gramaticales, salvo que la base de comparación NO SEA SEMÁNTICA,
sino conceptual, es decir, fundada en una selección arbitraria de propiedades comunes, que se extraen de las
situaciones reales con las que suele relacionarse un grupo de signos.
La cuestión de la unidad conceptual es siempre discutible: así, por ejemplo, yo he llamado “valoración inte-
lectual” a la base conceptual utilizada para reunir en un conjunto una serie de adjetivos, fijando de esa mane-
ra los límites de un supuesto sistema léxico.» (Trujillo 1988, 92-93).
de ser la causatividad. De esta forma, un verbo como alo («alimentar») pertenecería al campo
de los «verbos de comer» (verba edendi), merced a su relación conceptual con el resto de ver-
bos referidos a la acción de alimentar (p. e., vescor, edo y comedo), y pertenecería, a su vez, a la
clase general de los verbos causativos, donde lo encontraríamos en relación paradigmática con
verbos tan diversos como doceo (enseñar) o ludifico (engañar). En los apartados 3.4.-3.6. pro-
fundizaremos en el concepto de clase léxica. Asimismo, trataremos ampliamente acerca del
concepto de campo léxico y sus problemas teóricos en el capítulo 4.
b) En lo que respecta a las estructuras paradigmáticas secundarias, tenemos que adentrar-
nos en el asunto general de la formación de palabras, donde los vagos conceptos de palabra
«simple» y «compuesta», así como de palabra «primitiva» y «derivada» de la gramática tra-
dicional necesitan de una mayor precisión terminológica, de acuerdo con la lexemática o una
clasificación semántica alternativa (Fruyt 1986). En este sentido, Coseriu observa que estas
denominaciones tradicionales tan sólo atienden al plano de la expresión y no al del contenido,
ante lo que propone una categoría diferente para los distintos tipos de formación de palabras,
que son los que exponemos a continuación, contrastadas con las categorías expresadas por la
gramática tradicional:
A estas estructuras se las denomina «secundarias» por presentar una dirección única, de for-
ma que, dada una estructura como anima-animula, el primer término está implicado en el segun-
do, pero no en sentido inverso (Coseriu 1986, 170). Analizamos brevemente cada una de ellas:
7
El proceso de la modificación puede dar lugar a nuevos verbos que sean, a su vez, lexemas base de nue-
vos campos léxicos. Los modificados de dare son, a este respecto, un ejemplo muy representativo. Para este
asunto véase Martín Rodríguez 2000, quien hace una oportuna reflexión sobre la necesidad de confirmar estos
criterios mediante una investigación del material léxico concreto.
Como hemos apuntado al hablar de la modificación, en latín los preverbios son un mecanis-
mo de expresión vivo que, aunque algo complejo, debería enseñarse con mayor atención. Verbos
como in-tego y con-tego tienen una base léxica común, y, en muchos casos, el preverbio tiene una
realización precisa que puede modificar el significado de un término; así, mientras volo es sim-
plemente «volar», subvolo, con un preverbio sub-,cuyo valor es el adlativo «hacia arriba», expre-
sa la acción de «subir volando». Por otra parte, los textos latinos están llenos de modificados pre-
verbiales, y a veces pueden ser incluso un instrumento determinante para la perfecta
comprensión de un pasaje; esto es lo que ocurre con el siguiente texto de Salustio8, donde la
noción sociativa expresada por com— se opone a la de divergencia, expresada por dis-(dis-| com-):
Hi postquam in una moenia convenere dispari genere, dissimili lingua, alius alio
more viventes, incredibile memoratu est, quam facile coaluerint; ita brevi multitudo
dispersa atque vaga concordia civitas facta erat. (Sal. Cat. 6, 2) («Éstos, desde que se
encontraron reunidos dentro de unas mismas murallas, a pesar de ser de razas distintas,
de lengua diferente y de vivir cada cual a su modo, es increíble pensar cuán fácilmente se
fusionaron; de este modo, en poco tiempo, una multitud de distintas procedencias y
errante se hizo ciudad por la concordia.») (trad. de Díaz y Díaz)
c) En tercer y último lugar, las estructuras sintagmáticas, cuyo carácter es, frente al oposi-
tivo de las anteriores, combinatorio (plano sintagmático), pueden explicarse en términos de
solidaridades léxicas, donde uno de los términos se presenta como el determinante y el otro el
determinado, tal y como puede verse, por ejemplo, en la solidaridad que la palabra «perro»
mantiene con el verbo «ladrar». Ahora bien, la determinación de un término sobre otro pue-
de venir dada desde lo más general a lo más particular: una clase léxica (afinidad), un archile-
xema (selección), o un simple lexema (implicación). Cuando se transgreden ciertas solidari-
dades podemos encontrarnos con usos impropios que a veces resultan graciosos. Pongamos
algunos ejemplos:
— No podemos decir «voy a bañar mi cabeza», pues «bañar» implica la clase de la totali-
dad, y no la de la parte, de ahí que sí podamos decir que un objeto está «bañado en oro».
— El verbo «navegar» implica el desplazamiento por un medio acuático y atañe, por tanto,
al archilexema «barco», que engloba a los diferentes transportes por mar. Por ello, pue-
8
Hemos tomado el ejemplo de Domínguez 1986, 348.
de resultar inesperado para un oyente si le decimos que nos hemos pasado el verano
navegando (por internet).
— El verbo «ladrar» mantiene una solidaridad casi exclusiva en el lexema «perro». Por
tanto, si alguien nos dice que «su jefe se pasa el día ladrándole» podremos imaginar
fácilmente con qué tipo de animal se está haciendo la comparación.
mulieres opertaeauro purpuraque (Cato hist. 113) («mujeres recubiertas de oro y púrpura»)
inauratae atque inlautae mulieris (Titin. com. 1) («mujeres recubiertas [o descubiertas]
de oro... y sin lavarse»)
El hecho de que las mujeres estén «cubiertas (opertae) de oro y de púrpura», o «recubier-
tas de oro (inauratae)»9 es, más bien, propio de un mueble o de una estatua. Esta fractura con
la solidaridad léxica esperable es la que provoca, en definitiva, el efecto cómico.
Hecho, pues, este breve resumen relativo a las estructuras, vamos a estudiar en este capítu-
lo diversos aspectos relacionados con la clase léxica para dedicar el siguiente a la estructura de
campo, donde volveremos a las estructuras sintagmáticas cuando tratemos acerca de los cam-
pos semánticos elementales de Porzig (4.1.).
9
Aunque en este segundo caso estamos ante un genial juego de palabras según el cual inauratae pasa a sig-
nificar lo contrario, es decir, sin oro, al entrar en coordinación con inlautae (García Jurado 1997c).
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Entre los clasemas más recurrentes, García Hernández (1980, 53ss.) destaca los siguientes: animado /
inanimado; transformativo / no transformativo, transitivo / intransitivo, causativo / no causativo y determina-
do / indeterminado.
CAUSATIVOS-NO CAUSATIVOS
doceo.–discis
fugo.–fugis
sedo.–sidis
De esta forma, si bien los lexemas se relacionan según distintos criterios, lo más frecuente
es que sea a través de las clases léxicas a las que pertenecen. Veamos dos realizaciones signifi-
cativas de este hecho:
a) la clase de los verbos causativos tiende a establecer relaciones con la clase de los verbos
no causativos11, tanto intransitivos como transitivos, con sujeto distinto con respecto a
la clase causativa12:
b) hay también relaciones entre clases que pueden plantearse entre verbos cuyas acciones
comparten el mismo agente. Es el caso de «aprender» (no resultativo) que forma par-
te de un proceso que termina en «saber» (resultativo), o de «ver» (transformativo),
que forma parte de un proceso que termina en «conocer» (no-transformativo):
«aprender» — — «saber»
«ver» — — «conocer»
Según estos criterios, pueden establecerse una serie de relaciones entre clases léxicas, pre-
ferentemente remitidas a la clase verbal, que se distinguen, ante todo, por la participación de
uno o más sujetos en el proceso que conforman. García Hernández propuso sobre los verbos
latinos de «ver» un sistema de relaciones entre clases (relaciones clasemáticas), cuya caracte-
rística más sobresaliente es su extraordinaria recurrencia dentro de todo el léxico de cualquier
lengua. Este modelo sirve como eje para la organización de los verbos según unas clases léxicas
11
Coseriu (1986, 147 y nota 1) establece la relación de manera diferente: «Las clases no deben confundir-
se con los campos léxicos. Un campo léxico es un contenido léxico continuo, condición que, en cambio, no es
necesaria, para una clase. Un campo léxico puede pertenecer en su conjunto a una clase y contener de ese modo
el clasema correspondiente; pero un clasema puede también, por así decir, “atravesar” toda una serie de cam-
pos léxicos. De aquí que palabras de clases diferentes puedan pertenecer al mismo campo léxico, y al revés: al
kaufen “comprar”, y verkaufen “vender”, determinados clasemáticamente (con respecto al agente) como “adla-
tivo” y “elativo”, respectivamente, pertenecen al mismo campo léxico; en cambio, fragen, “preguntar”, y ant-
worten, “contestar”, pertenecen a las mismas clases, pero no al mismo campo léxico que kaufen y verkaufen.»
12
Por lo demás, es muy relevante, como luego veremos, la circunstancia de que tengamos dos sujetos dife-
rentes, según se trate de la acción causativa («tú matas», «tú enseñas) o de la no causativa («yo muero», «yo
aprendo»).
Complementariedad doceo.–discis
do.–accipis
nihil est, quod discere velis, quod ille docere non possit (Plin. Ep. 1, 22, 2) («no hay cosa
que quieras aprender que aquél no pueda enseñarte»)
Como vemos, en esta relación los términos se complementan, de forma que hay una con-
gruencia lógica entre las dos acciones: se puede «aprender» porque «alguien enseña», y se
«recibe» lo que se «da»14. La alternación, por el contrario, requiere que los términos que
concurren en ella sean equipolentes y contrarios. De esta forma, si tomamos como punto de
partida los verbos complementarios do y accipio, lo contrario de «dar» sería «quitar» (no
«recibir»), y lo contrario de «recibir» sería «rechazar» (no «dar»):
Alternación do / adimo
accipio / repello
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Respetamos los signos convencionales propuestos por García Hernández para representar cada una de
las relaciones: punto y guión (.—) para la complementaria; la barra vertical (|) para la alternación; doble guión
(— —) para la relación secuencial y un guión simple (—) para la extensional.
14
Como después comentaremos, encontramos a menudo interferencias entre los términos comple-
mentarios y la realizaciones mediopasivas. Por lo demás, esta relación, que en principio parece simple, pre-
senta realizaciones concretas de carácter más complejo, como la «dimensión eventiva» propuesta por
Jiménez Calvente (1993) para casos como aliquid mihi in mentem uenit o la «complementariedad facultati-
va» de sumo «tomar uno mismo, sin necesidad de que se lo den» frente a la «complementariedad obliga-
toria» del par do.—accipis (García Jurado 1995b).
ait hanc dedisse me sibi atque eam meae uxori surrupuisse (Plaut. Men. 480-481) («dice
que yo le di este manto y que se lo sustraje a mi mujer»)
nec capiendum quicquam erat nec repellendum (Cic. Tim. 19) («no había que coger ni
rechazar cosa alguna»)
La alternación, relación mantenida por términos que han de ser equipolentes y contrarios,
tiene que ver con lo que entendemos normalmente como antonimia, que es donde la semán-
tica tradicional suele incluir también la relación complementaria. Es oportuno que en este
punto hagamos algunas precisiones acerca de las diferencias que presenta la relación entre tér-
minos complementarios («dar».–«recibir»), por un lado, y entre términos alternos («dar»
/«rechazar»), por otro. La relación de complementariedad y la de alternación son perfecta-
mente diferenciables, como ya se ha observado desde otros marcos teóricos15. Una y otra rela-
ción han sido objeto de estudio, aunque con otras denominaciones y planteamiento, de la
semántica de John Lyons, quien las encuadra en su sistema de «oppositeness of meaning».
Las «oppositeness of meaning» presentan tres tipos generales: la «complementarity», entre
términos contrarios que se implican, tales como «male» / «female», o «single» /
«married», de manera que la negación de uno conlleva la afirmación del contrario; la
«antonymy», entre términos contrarios graduables, como «big» / «small», entre los cuales
pueden darse diferentes grados; y, finalmente, la «converseness», que se da entre términos
del tipo «buy» / «sell», o «husband» / «wife» (Lyons 1979, 474-483). Las relaciones de
complementariedad propuestas por García Hernández coinciden, en términos generales, con
la «converseness» de Lyons, mientras que las relaciones alternas lo hacen con las dos moda-
lidades primeras de «oppositeness of meaning». Sin embargo, las coincidencias terminan
aquí, pues tanto las intenciones como los desarrollos teóricos de cada modelo son completa-
mente diferentes (García Hernández 1980, 63). El análisis de los términos latinos erus
(«señor», «amo»), servus («siervo») y liber («libre») nos puede ayudar a comprender mejor
la diferencia entre la relación complementaria y la alterna. Dados estos términos, podemos
comprobar que la relación entre erus y servus es de complementariedad, ya que mientras el pri-
mero da órdenes (imperat) el segundo las cumple (parat):
15
Para una revisión de los problemas de la antonimia en latín cf. Bârlea 1995 y Moussy 1996.
La relación extensional se define como la duración relativa de una acción. Ésta presenta, a
su vez, doble expresión, bien sea gramatical o léxica (García Hernández 1976, 34):
De esta forma, la expresión de la duración relativa puede expresarse por medio de la gramá-
tica o del léxico, aunque la naturaleza de la duración sea en uno y otro caso de índole bien dis-
tinta. La expresión gramatical más genuina del aspecto extensional está expresada por la opo-
sición entre imperfecto (indelimitativo) y perfecto (delimitativo). La duratividad como tal es
un hecho propio del léxico, mientras que el imperfecto, considerado tradicionalmente como
durativo, expresa, más bien, la indelimitación. Así lo propuso García Hernández (1977a), según
criterios estructurales y, a partir del estudio sistemático de las restricciones de la categoría del
aspecto sobre los elementos de duración, vino a confirmarlo Torrego (1988 y 1989).
Vamos a poner dos ejemplos de cada tipo de relación ayudándonos de los verbos latinos
horresco — — horreo y alo y educo, respectivamente:
Su aparición bien formando perífrasis con coepit, bien modificado por preverbios como in-
o sub-, hace posible que podamos encontrarlo precisamente en el grado incipiente o incoativo
de la acción:
sed ut ille qui navigat, cum subito mare coepit horrescere (Cic. Rep. 1, 63)
(«como aquel que va por el mar, cuando de súbito el mar comienza a encresparse»)
horum in severitatem dicitur inhorruise primum civitas (Cic. Rep. 4, 6)
(«se dice que la población al principio comenzó a encresparse contra la severidad de estos»)
Estos textos ofrecen datos muy pertinentes para la semántica de horresco. El sufijo —sco no es
per se, frente a lo que se dice comúnmente, incoativo, sino, simplemente, no-resultativo. De ser
incoativo, sería innecesario que para referirse a este grado incipiente hubiera que recurrir a la
perífrasis con coepit o a un preverbio. A su vez, observamos cómo hay diferentes medios para
expresar el grado incipiente de la acción, bien mediante la construcción perifrástica, bien gra-
cias a la modificación preverbial. Observamos, asimismo, que la forma de perfecto de horreo,
horrui, pasa a ser también el perfecto de horresco:
16
Con respecto a esta cuestión, tan importante para la lingüística románica, véase García Hernández 1983.
Asimismo, fui ya había sufrido otro desplazamiento, pues en un principio era la forma de perfecto de fio: «El
desplazamiento secuencial supone que un término se desgaja de su tronco originario para integrarse en una
oposición próxima. Dentro de la oposición léxica fio (— — fui) — — sum, el perfecto fui se desplaza del primer
término al segundo: fio — — sum (— — fui); la posición libre de perfecto de fio viene a ocuparla factus sum: fio
(— — factus sum) — — sum (— — fui)» (García Hernández 1992, 327).
— Por su parte, los verbos alere («alimentar») y educare («criar») constituyen un buen
ejemplo de lo que es la relación extensional. Podemos leer la ilustrativa definición que
Nonio Marcelo hace de estos verbos:
ALERE et EDVCARE hoc distant: alere est victu temporali sustentare, educare autem
ad satietatem perpetuam educere. Plautus in Menaechmis (98):
Nam illic homo hominis non alit, verum educat. (Non. p. 682 L.)
El verbo educare está formado por su sufijo —a— de carácter intensivo que lo diferencia del
simple educere (donde encontramos el preverbio ex— «hacia fuera» modificando la base ver-
bal ducere «conducir»). Esta diferencia morfológica ya supone en sí misma una relación
extensional entre educere y educare:
educere-educare
El mismo Nonio Marcelo explica así la diferencia: «educere et educare hanc habent distan-
tiam. Educere est extrahere; educare nutrire et provehere» (Non. p. 718 L.)18. La diferencia entre uno
y otro verbo es, sobre, todo, de intensidad de la acción, pues lo que en el primero no pasa de ser
un mero acto físico («sacar hacia fuera») en el segundo estamos ante una acción habitual sus-
ceptible de convertirse, gracias a la metáfora, en la designación propia de la acción de «criar».
Por eso, asimismo, educare se relaciona también con el verbo alere («dar alimento») en una
relación extensional:
En definitiva, estas relaciones de contenido nos permiten ver sistematizadas las estructuras
básicas que plantean los lexemas. En este sentido, la lexemática supone un paso decisivo para
superar la clásica lista de palabras.
17
Manuel C. Díaz y Díaz traduce «he estado en un entierro».
18
«Educere y educare presentan esta diferencia: educere es, simplemente, conducir hacia fuera, mientras
que educare es nutrir y criar».
Asimismo, Huguette Fugier (1991, 42) se refiere a ello desde el punto de vista del funciona-
lismo sintáctico:
De esta forma, por poner alguno de los ejemplos más significativos, puede observarse que
hay una estrecha conexión entre la voz mediopasiva y ciertos términos complementarios:
Voz Activa/Mediopasiva
Términos Complementarios
19
García Hernández 1985b y 1989. Esta misma necesidad también la ha visto Molero Alcaraz, quien asi-
mismo propone un mismo rango para el estudio del léxico que el que tiene la fonética, la morfología y la sin-
taxis (Molero Alcaraz 1982, 302).
20
«Note that to some extent languages have lexical alternatives to the passive in order to present a state of
affairs from the perspective of a Patient-like constituent» (Risselada 1991, 413 n. 2). Véase también Costas
Rodríguez 1977.
Estos hechos no son del todo desconocidos por la gramática tradicional cuando dice que la
pasiva de facio es fio, o pone en relación la construcción de sum + dativo con habeo, ya que, a fin
de cuentas, no son más que términos complementarios:
1) Las oposiciones léxicas de una lengua se corresponden a menudo con oposiciones gra-
maticales en otra:
latín castellano
facio.–fit hacer.–ser hecho
vendo.–venit vender.–ser vendido
latín griego
ostendo.–apparet ϕανω.–ϕανεται
21
Dada la estrecha interrelación que se plantea entre los fenómenos de índole gramatical, los semánticos
y los propiamente cognitivos, Ramos Guerreira (1998) ha abordado el estudio de la expresión de la posesión
desde el latín arcaico al clásico a partir del aspecto de la tipología de la expresión de la posesión, observando
cómo habeo, que ha sufrido una «erosión semántica» como verbo de «coger» hasta «tener», ha ido despla-
zando a la construcción con sum, que se ha visto relegada a usos de carácter más abstracto. El autor hace hin-
capié en el hecho de que para poder explicar este proceso los factores pragmáticos son esenciales, y subraya su
carácter predominantemente gramatical, de mucho mayor peso, en su opinión, que los aspectos propiamente
léxicos.
3) El participio de perfecto del primer término, debido a su carácter pasivo, puede funcio-
nar como participio del segundo término complementario:
accendo.–ardet: accensus
doceo.–discit: doctus
facio.–fit: factus
gigno.–nascitur: (g)natus
occulo.–latet: occultus
pendo.–pendet: pensus
sopio.–dormit: sopitus
verbero.–vapulat: verberatus
Es evidente que un planteamiento de este tipo entra en conflicto con la concepción emi-
nentemente gramatical de la lengua a la que estamos acostumbrados, donde la larga tradi-
ción de los estudios gramaticales contrasta con la breve vida de la lexemática en calidad de dis-
ciplina lingüística. No obstante, las interferencias léxico-gramaticales surgen continuamente
en la lectura de los textos. Así lo vemos en el siguiente pasaje de Ovidio, donde pueden verse
claramente contrastadas la relación activa-pasiva entre petit y petitur con la complementariedad
léxica entre accendit y ardet22:
dumque petit petitur pariterque accendit et ardet (Ov. Met. 3, 426) («y mientras reclama
es reclamado, y al tiempo que enciende arde [es encendido]»)
Otro problema de índole tanto científica como didáctica viene dado a la hora de formalizar
RELACIONES DE CONTENIDO entre las palabras, ya que las únicas relaciones que general-
mente se establecen son las FORMALES, más concretamente en el ámbito de la etimología,
como la dada entre essurio (no resultativo) y edo (resultativo). Pero, como ha observado García
Hernández, la misma relación en lo que respecta al contenido puede encontrarse, asimismo,
entre sitio y bibo:
22
López Gregoris (1998) ha estudiado el interesante juego de relaciones complementarias que aparecen
en este pasaje Ovidiano, relativo al mito de Narciso.
En definitiva, si buscamos una diferencia clave entre el modelo de estudio estadístico del
vocabulario que hemos visto al comienzo y el estudio que propone la lexemática, esta diferen-
cia puede ser la siguiente:
a) El modelo de estudio léxico a partir de los índices de frecuencia parte del hecho de que el
léxico no presenta una importancia de primer orden dentro de la estructura del lenguaje23.
b) Sin embargo, la lexemática tiene unos presupuestos radicalmente distintos, como es
considerar que el léxico sí presenta, por el contrario, unas estructuras de la misma
importancia que las encontradas en otras parcelas de la lengua.
ACCIPIO «recibir»
ADIMO «quitar»
DO «dar»
EGEO «necesitar»24
23
Así lo expresa, por ejemplo, Lucas (1986, 209): «Desde una perspectiva estrictamente científica el léxi-
co no pasa de ser un elemento secundario en la estructura general del lenguaje (...)».
24
Egeo mantiene una oposición de contenido con careo, en los mismos términos que en castellano tene-
mos «necesitar (algo que hace falta)» y «carecer (de algo que no se tiene, al margen de que se necesite o no».
En el libro titulado Borges director de la Biblioteca Nacional. Diálogos entre José Edmundo Clemente y Oscar Sbarra
Mitre (Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 1998, 47) encontramos el siguiente texto: «Los salteños
Sin embargo, una presentación lexemática trataría de buscar las estructuras léxicas entre los
distintos términos y justificar así su significado:
ACCIPIO (modificado preverbial ad + capio)
complementario de do: do.–accipit
alterno de repello: accipio | repello
no resultativo de habeo: accipio — — habeo
ADIMO (modificado preverbial ad + emo)
complementario de egeo: adimo.–eget
alterno de do: adimo | do
DO complementario de accipio: do.–accipit
alterno de adimo: do | adimo
EGEO complementario de adimo: adimo.–eget
alterno de habeo: habeo | egeo
ERVS complementario de servus: erus.–servus
cf. los verbos: imperat.–servit
imperat.–parat
HABEO complementario de do: do.–habet
alterno de egeo: habeo | egeo
resultativo de accipio: (do.–)accipis– –habes
HOMO término neutro en la oposición
homo // vir / mulier
LIBER alterno de servus: liber | servus
MVLIER término positivo en la oposición homo // vir / mulier
SERVVS complementario de erus.–servus
alterno de liber: liber | servus
VIR término negativo en la oposición homo// vir / mulier
usan en muchos casos palabras de antes, palabras viejas. Y hay como un cuidado especial de las palabras que se
dicen. Una vez me encontré con uno de los arrieros que hay en Salta, y lo vi tan afligido al tipo que le pregunté:
“¿Necesita algo?”. Y el tipo me miró y me contestó: “No señor, no necesito nada. Con lo que me falta tengo bas-
tante”. Esas vueltas del idioma. Y a Borges le gustaba y me hacía conversar.»
De esta forma, el paralelismo entre las estructuras gramaticales y las estructuras léxicas, así
como la pertinencia de las relaciones de contenido, al margen de que sean también formales o
no, constituyen los dos ejes básicos de la lexemática, y suponen asimismo uno de los hechos
más renovadores para la propia didáctica del léxico. No sabemos si este sistematismo es sufi-
ciente como para poder equiparar el estudio del léxico al de la gramática. Los estudiosos de la
sintaxis lo consideran insuficiente para ser funcional, y autores como Flobert lo consideran,
más bien, un hecho estilístico25. Sin embargo, el léxico TIENDE a ordenarse mediante criterios
de proporcionalidad, como vamos a ver a continuación.
La proporcionalidad o analogía es uno de los mecanismos básicos de la creación léxica, pues
gracias a los criterios analógicos es como se crean palabras nuevas, o se da a éstas nuevos sen-
tidos. La proporcionalidad afecta a los aspectos morfológicos; así, por ejemplo, lat. equus / equa
es proporcional a dominus / domina, o servus / serva. Sin embargo, la proporcionalidad también
puede afectar al contenido; de esta forma, es tan proporcional la relación dominus / domina
como la establecida entre homo / mulier (García Hernández 1981, 27). Por otra parte, las rela-
ciones proporcionales afectan en especial a las relaciones clasemáticas que ya hemos analiza-
do anteriormente; según esto, los términos complementarios do.–habes son proporcionales a
dico.–audis, ostendo.–vides y todos aquellos que podamos encontrar. Así pues, la proporciona-
lidad nos permite asociar términos que tienen en común una estructura léxica básica. A partir
de estos hechos de proporcionalidad se abren unas posibilidades didácticas muy diversas, que
posibilitan en buena medida el aprendizaje léxico, así como la lectura atenta de los textos26.
Podemos apreciar estas relaciones proporcionales en un campo tan cercano a nosotros como
es el de la ENSEÑANZA. La acción de enseñar (docere) es causativa de la acción de aprender
(discere), de tal forma que el maestro enseña y el discípulo aprende:
Pues bien, las acciones de «enseñar».–«aprender» pueden verse sustituidas por otras afi-
nes, o bien combinadas:
25
«B. García Hernández donne de nombreux exemples qui ne sont pas spécifiquement latins: donner / rece-
voir, dire / écouter, montrer / apparaître, instruire / apprendre, etc. C’est un phénomène qui, à mon avis, relève plus de
la syntagmatique que de la paradigmatique et de la stylistique plus que de la morphologie.» (Flobert 1992, 37-48).
26
Para la aplicación didáctica de la proporcionalidad léxica cf. García Hernández 1981, 1987 y Domínguez 1986,
351-352.
Indicia enim rei cuiusque et sinceras proprietates negant posse nosci et percipi, idque
ipsum docere atque ostendere multis modis conantur. (Gel. 11, 5, 4) («Niegan, en efec-
to, que puedan conocerse y percibirse los indicios y las propiedades puras de cada cosa,
y esto mismo intentan enseñarlo y mostrarlo de muchas maneras.»)
Advorsae res edomant et docent. (Gel. 6, 3, 14) («Las cosas adversas someten y ense-
ñan.»)
ut auditores sese perpetuo nobis adtentos, dociles, benivolos praebeant (Rhet. Her. 1, 11)
(«de manera que a nosotros siempre se muestren los oyentes atentos, dispuestos a
aprender y benévolos»)
Puede sorprendernos encontrar el término docilis en esta acepción, pero ésta es precisa-
mente la que Juan de Valdés proponía en su Diálogo de la lengua para introducir «dócil» como
neologismo:
«Dócile llaman los latinos al que es aparejado para tomar la doctrina que le dan y es
corregible» (Valdés 1976, 137)
27
Para la etimología de domo, que no tiene relación alguna con domus, cf. E.–M. s. v.
encontrar datos que avalen o sugieran nuestra hipótesis sobre una estructura léxica. Dos tér-
minos de una oposición léxica, independientemente del carácter que ésta tenga, pueden apa-
recer coordinados (coordinación copulativa, adversativa...), yuxtapuestos28, subordinado un
término con respecto al otro, y otras posibilidades diversas, aspecto este que se ve condiciona-
do por las necesidades estilísticas que intervienen en la cita conjunta de dos términos.
PERIRE et INTERIRE plurimum differentiae habet, quod perire levior res est et habet
inventionis spem et non omnium rerum finem. Plautus Captivis (690):
et quae imperes compareant (Plaut. Amph. 630) («y que se cumplan las cosas que
ordenes»)
Pero no en todos los textos se consideran los términos complementarios formando parte de
un proceso entre dos sujetos, pues se puede plantear la opción entre una acción u otra para un
mismo sujeto:
non parere se ducibus, sed imperare postulabat (Nep. Eum. 8, 2) («no pretendía obe-
decer a los jefes, sino darles órdenes»)
28
Los criterios de coordinación y yuxtaposición utilizados por el funcionalismo para esclarecer la identidad
funcional afectan al carácter sintáctico, y constituyen una prueba sintagmática poco relevante a efectos lexemá-
ticos, pues para que dos verbos se coordinen no se precisa más que ambos pertenezcan a la categoría de los ver-
bos (V et V), salvo casos concretos de imposibilidad de coordinación entre verbos personales e impersonales
(«bebe, come y *llueve).
29
Podemos entender mejor esta diferencia si sabemos que el término causativo de pereo es perdo, de for-
ma que pereo puede traducirse en algunos casos como «perderse». Por el contrario, el término causativo de
intereo es interficio, donde el preverbio inter— presenta una clara realización separativa de destrucción. Sobre el
par complementario perdo.–pereo véase el útil trabajo de Martín Rodríguez 1985.
El problema está en discernir cuándo se trata de un proceso y cuándo no, pues esto supone
un análisis de carácter filológico, interpretativo, no necesariamente lingüístico.
— Interrogación doble: gaudeat an doleat, cupiat metuatne, quid ad rem? (Hor. Ep. 1, 6,
12) («¿qué importa que alguien goce o sufra, que sienta deseo o temor?»)
— Coordinación copulativa: neque veto neque iubeo (Plaut. Cur. 145) («ni lo prohíbo ni lo
ordeno»)
— Comparación: eho, mavis vituperarier falso quam vero extolli? (Plaut. Mos. 177) («¿es
que prefieres ser vituperada sin razón que elogiada con merecimiento?»)
— Coordinación adversativa: non vertit fortuna, sed cernulat et allidit (Sen. Ep. 8, 4) («la
fortuna no cambia, sino que golpea y hace pedazos»)
— Or. Subordinadas: nolunt ubi velis, ubi nolis cupiunt ultro (Ter. Eu. 813) («cuando ellas
no quieren tú quieres, y cuando tú no quieres ellan tienen ganas»)
Desde el punto de vista del análisis sintáctico, Baños (2002) ha hecho uso de criterios de este
tipo para estudiar las comparativas con predicados verbales distintos, poniendo de relieve la
«contigüidad semántica» que, por lo general, aparece entre los verbos de los ejemplos estu-
diados. Esta contigüidad se debe, según su análisis, a dos razones básicas:
i) por tratarse de formas «prácticamente sinónimas», tales como caveo y timeo, o doleo y
maereo en ejemplos como:
Verum, ut intellego, cavebat magis Pompeius quam timebat (Cic. Mil. 66) («mas, por
lo que entiendo, tenía Pompeyo más precaución que temor»)
Est autem ita adfectus ut nemo umquam unici fili mortem magis doluerit quam ille
maeret patris (Cic. Philip. 9, 12) («era tal su afecto que jamás nadie se dolió tanto de la
muerte de su único hijo como aquél de la de su padre»)
magi’ non factum possum velle, quam opera experiar persequi (Plaut. Capt. 425) («el
deseo que tengo de ver esto realizado no puede ser mayor que el celo con que trataré de
llevarlo a cabo») (trad. de Román Bravo)
30
Véase Bârlea 1998, 1073-1085 para la simetría sintáctica basada en la antonimia.
Este tipo de análisis, en definitiva, supone uno de los aspectos más delicados y sometidos a
interpretación divergente, pues nos planteamos, por así decirlo, la proyección de una supues-
ta estructura léxica en un texto dado. Se trata del aspecto más filológico del estudio léxico, pues
en la elección de los términos entra el factor estilístico.
Pero el estudio léxico puede hacerse todavía más filológico y hasta confundirse con lo lite-
rario cuando el texto del que extraemos nuestra información para conformar una estructura
léxica es una obra literaria completa. La extensión del marco sintagmático es muy variada, lo
que también depende del tipo de análisis que hagamos. De esta forma, al hacer un estudio de
contextos distribucionales de un verbo (4.3. a.), o del léxico de los elementos nominales que de
él dependen (4.3. b.), el marco sintagmático suele ser un corpus de autor, ampliable, si se quie-
re, a otros autores. Por su parte, el estudio de una oposición léxica en un mismo texto tiende a
ceñirse a un pasaje más reducido. Así podemos verlo en la confluencia y disposición de térmi-
nos nocionalmente afines en el siguiente pasaje de Séneca, con una disposición determinada:
ita fac, mi Lucili: vindica te tibi, et tempus, quod adhuc aut auferebatur, aut subripie-
batur, aut excidebat, collige et serva. Persuade tibi hoc sic esse, ut scribo: quaedam tem-
pora eripiuntur nobis, quaedam subducuntur, quaedam effluunt. (Sen. Ep. 1, 1) («obra
de esta manera, querido Lucilio: reclámate para ti mismo, y coge y conserva el tiempo que
hasta ahora bien se te arrebataba, se te substraía, o simplemente se echaba a perder.
Convéncete de que esto es así como lo escribo: hay horas de las que nos despojan, otras
nos las quitan secretamente, y otras se desvanecen.»)
De esta forma, la disposición horizontal de la serie tripartita de verbos nos ofrece un proce-
so gradual que va del arrebatamiento (incluso violento), pasando por el hurto subrepticio, y lle-
gando a la imperceptible y paulatina desaparición de nuestra posesión. En sentido vertical,
obtenemos tres parejas de sinónimos.
Cuando se trata de una pequeña unidad literaria completa, como es el caso de un epigrama
de Marcial, podemos apreciar fácilmente la confluencia entre una estructura léxica y una
estructura literaria (García Hernández 1987, 230):
En este caso, la estructura léxica se ve recogida en los términos complementarios rogo y pro-
mittis, cuya consecuencia es das, término, a su vez, alterno de negas. En casos como éste, la
estructura literaria es prácticamente indisociable de la léxica. Pero este hecho no es privativo
de las obras cortas, sino también de obras más extensas, como las comedias de Plauto. Así lo
vemos en un llamativo caso dentro del Amphitruo, en la diferencia entre los términos vestitus
«estar vestido» y ornatus «estar vestido con una intención determinada, o disfrazado»
(2.3.1.), donde, aplicados respectivamente a Sosia y a Mercurio, dan lugar a una estructura léxi-
ca paralela a la propia estructura literaria del doble (García Hernández 2001a; García Jurado
1992), tan característica de esta comedia:
PRÓLOGO, presentado por Mercurio, que aparece disfrazado de Sosia:
nunc ne hunc ornatum vos meum admiremini,
quod ego huc processi sic cum servili schema31:
veterem atque antiquam rem novam ad vos proferam,
proterea ornatus in novom incessi modum. (Plaut. Amph. 116-119)
(«En cuanto a mí, no os extrañéis de este atuendo mío, de que me haya presentado en
escena con este atavío de esclavo. Voy a ofreceros una versión nueva de una historia vieja
y antigua y, por ello, me he presentado de esta manera nueva.») (trad. de Román Bravo)
ACTO I, encuentro entre Sosia y Mercurio. Habla Sosia:
certe edepol, quod illum contemplo et formam cognosco meam,
quem ad modum ego sum (saepe in speculum inspexi), nimi similest mei;
itidem habet petasum ac vestitum tam consimilest atque ego; (Plaut. Amph. 441-443)
(«Desde luego, por Pólux, cuando lo observo detenidamente y recuerdo mi propio
aspecto, el que yo tengo —con frecuencia me he mirado al espejo—, su parecido conmigo
es extraordinario. Lleva el mismo pétaso y mismo vestido. Se parece a mí tanto como yo
mismo;») (trad. de Román Bravo)
ACTO III, encuentro entre Anfitrión y Mercurio. Habla Mercurio, que va a disfrazar-
se de Sosia:
ibo intro, ornatum capiam qui potis decet:
dein susum ascendam, in tectum ut illum hinc prohibeam. (Plaut. Amph. 1007-1008)
(«Ahora me voy a casa a ponerme el atuendo que corresponde a un borracho. Después
me subiré al tejado, para desde allí alejarlo.») (trad. de Román Bravo)
31
«El vestitus de siervo, al llevarlo Mercurio, se convierte en ornatus. Pero repárese en que se emplea ahí
el préstamo griego schema, sustantivo derivado del verbo que significa «tener», como habitus («hábito»)
deriva de habere («tener»); pues bien, toda figura retórica que proporciona ornato (ornatus) en la práctica ora-
toria recibe el nombre de schema;» (García Hernández 2001a, 296-297).
De esta forma, mientras Sosia «está vestido de sí mismo» (vestitus), Mercurio aparece
«disfrazado de Sosia» (ornatus), precisamente con la intención de engañarle. Pero tenemos
que observar que tanto uno como otro son en realidad actores disfrazados. La magia del teatro
es la que nos permite ver a uno de los actores como Sosia y, superado este primer nivel, poder
asistir a la nueva obra teatral que se celebra dentro de la primera, es decir, el engaño de
Mercurio por orden de Júpiter. Por ello, Sosia, convertido ahora en involuntario espectador y
víctima, no es capaz de ver que Mercurio está disfrazado, y llama a este disfraz vestitus, cuando
Mercurio lo llama simplemente ornatus.
En definitiva, creemos que el marco sintagmático sobre el que estudiamos algunas estruc-
turas léxicas no es un mero soporte circunstancial, sino que puede llegar a estar tan implicado
en el propio estudio semántico que se convierta en algo indisociable de la estructura léxica y
que pueda incluso llegar a motivarla. Qué mejor resumen del drama de Orestes, que los verbos
piget («arrepentirse») y pudet («avergonzarse») para dar cuenta de sus sentimientos con res-
pecto al asesinato de su padre y al adulterio cometido por su madre. Pacuvio lo expone así en un
fragmento conservado por Nonio (p. 685 L.) de su tragedia Dolorestes («Orestes esclavo»):