Conflicto Minero en Santa Ana
Conflicto Minero en Santa Ana
Conflicto Minero en Santa Ana
1. Escenario geográfico,
2. Notas sobre la empresa canadiense (BCMC),
3. Origen del conflicto,
4. Relación entre las comunidades, Estado y la empresa,
5. Estudio de impacto ambiental (EIA),
6. Estallido y solución del conflicto,
7. Conclusiones. El trabajo es un avance de investigación. El conflicto de Puno es
complejo, da para un trabajo multidisciplinario en el que pueden intervenir
sociólogos, historiadores, antropólogos, psicólogos sociales, políticos, etc.
I. Escenario geográfico
El proyecto minero Santa Ana se ubica en la región Puno, provincia de Chucuito, que
está al sur del departamento. Tiene siete distritos: Desaguadero, Huacullani, Juli,
Kelluyo, Pisacoma, Pomata y Zepita; Juli es la capital de la provincia, bordea los 130
mil habitantes. Principalmente es rural1. Pertenece a la zona aimara, pues el norte es
principalmente la zona quechua. Huacullani y Kelluyo son los distritos que tienen un rol
protagónico en el conflicto social que se generó en Puno a raíz del proyecto minero
Santa Ana, el cual está ubicado en la comunidad campesina de Concepción de Ingenio,
distrito de Huacullani, provincia de Chucuito. «El resumen ejecutivo del EIA del
proyecto establece que dentro de la AID social viven alrededor de 4 mil personas, de las
cuales el 92% residen en el distrito de Huacullani y 8% en el de Kelluyo... Según la
empresa consultora responsable de la elaboración del EIA, el uso actual de la tierra en la
zona del proyecto pertenece a la clasificación de terreno sin uso (55.33%) y el resto se
clasifica como praderas no mejoradas (44.68%) con respecto a las características de la
tenencia de la tierra en la zona, estas pertenecen a tres comunidades: Ancomarca,
Challacollo, Concepción de Ingenio y la Junta Vecinal de San Pedro de Huacullani.
Las dos primeras, según el resumen ejecutivo, han dividido sus terrenos en sectores o
parcialidades. Son, en total, 94 posesionarios… en la definición AID social también se
afirma que existen terrenos privados en el lugar donde se desarrolla el proyecto»
(Quiñones, 2013: 26-27). En Huacullani existen un total de 22 comunidades. Antes del
conflicto había relaciones armoniosas entre estos distritos, luego de la presencia de
BCMC-SP, surge la división entre ambos, la misma que continúa a pesar de haberse
superado el conflicto a fines de junio de 2011. Es necesario remarcar que, si bien
inicialmente Huacullani y Kelluyo tuvieron un rol protagónico, posteriormente el
escenario geográfico se incrementó, pues a las provincias del sur se unieron varias
provincias del norte de Puno que intensificaron el conflicto y obligaron a una solución
más rápida.
1) La admisión de los petitorios sea casi inmediata. Solo se exige el pago de algunos
recibos.
2) Las concesiones mineras sean otorgadas antes de cualquier consulta a
los pobladores. En concordancia con lo anterior los puntos centrales del conflicto son:
1) La superposición de la concesión sobre la zona Aimara Lupaca. 2) La titularidad de
una empresa extranjera en zona de frontera. Así se deduce que los argumentos o razones
detrás de la protesta, según el Grupo Propuesta Ciudadana (2011), son:
1) Crecimiento acelerado de las concesiones,
2) La concesión de los lotes 155 y 156 de la zona sur de Puno para la explotación
petrolera,
3) El D.S 083-2007-EM que contraviene el artículo 71 de la Constitución,
4) La superposición de áreas concesionadas con la zona reservada Aymara Lupaca
(zonas de biodiversidad y valor cultural), y 5) Otra superposición se da en los distritos
de Pomata y Zepita (Chucuito) con el proceso de concesión en favor de la empresa
Patagonia S.A. en la zona del cerro Khapía. Este cerro es un Apu y el área donde se
encuentra es considerada por la población como una zona turística intangible. También
existe temor de contaminación de la laguna de Warawarani. En relación con estos temas
se debe considerar lo que Carlos Reyna (La República 29-06-11) llama la historia de
fondo, es decir, los temas que dan la explicación más global de las protestas puneñas.
Para él, lo que generó las protestas fue, por un lado, el sentimiento de agravio común
que las ha activado, tiene que ver con la irrupción de un proyecto minero que no
consulta debidamente a los pueblos que serán impactados; de otro lado, con el rechazo a
la contaminación asociada a la actividad minera que resulta sublevante en muchos
lugares del país. En cuanto a las concesiones mineras el proceso de otorgamiento tiene
una serie de deficiencias que producen vacíos tanto de participación como de
información que terminan generando conflictos sociales. Puno es la segunda región que
cuenta con mayor número de hectáreas concesionadas. Arequipa es la primera. Desde el
año 2002 se ha venido produciendo un incremento sostenido en las hectáreas
concesionadas. Chucuito no tenía concesiones entre 1990-2000; en el 2011 llegó a 59.
Las concesiones mineras en toda la región pasaron de 433,321 hectáreas en el año 2002
a 1’643,746 en el 2010, es decir, un crecimiento de 279%. El incremento continuó, pues
en 2011 ya se llegó a 2’551,933.3 hectáreas. Sobre las concesiones en el caso Santa Ana
se dieron los siguientes pasos, según Quiñones (2013):
1. La desafectación de la zona reservada Aimara Lupaca y la aprobación de la concesión
a Jenny Karina Villavicencio Gardini.
2. La Promulgación del D.S.083-2007-EM que contradice al Art. 71 de la Constitución,
el cual señala que dentro de los 50 km de las fronteras, los extranjeros no pueden
adquirir ni poseer, por título alguno, minas, tierras, bosques, aguas… se exceptúa el
caso de necesidad pública expresamente declarada por decreto supremo aprobado por el
Consejo de Ministros conforme a ley.
3. En el año 2000 la empresa ASC Perú LDC-Sucursal Perú, propiedad de la empresa
transnacional de origen estadounidense Apex Silver Mines Corporation, se interesó en
obtener la concesión del área del proyecto Santa Ana. Hizo los trámites
correspondientes pero su petición fue denegada en febrero del 2001. Fue un trámite
rápido, muy diferente a lo ocurrido con BCMC que duró varios años.
Desde inicios del siglo xxi hasta el momento actual (2013) los alcaldes de Huacullani
han sido: Manuel Llanos 2003-2006; Jaime Musaja 2007-2010 y Braulio Morales 2011-
2014. Entre ellos, la empresa y el Estado no ha existido una relación institucional. El
actual alcalde advierte que no existen documentos en los archivos de la municipalidad
que ayuden a comprender la relación entre los protagonistas antes mencionados. Es un
gran vacío que impide conocer cabalmente las relaciones que se dieron entre las
autoridades locales y la empresa. Inicialmente hubo mayor apertura y menor
desconfianza porque la mayoría de la población no conocía las futuras acciones de la
empresa. A medida que pasaba el tiempo la presencia de la minera fue generando una
serie de tensiones, su imagen se fue desgastando tanto en Huacullani como en los
distritos cercanos, en estos últimos el conflicto alcanzó grandes movilizaciones.
Acerca de las causas y origen del conflicto, de las concesiones mineras, estudio de
impacto ambiental y las audiencias públicas, son precisas las afirmaciones que siguen:
«la política estatal de concesiones mineras podría leerse como la imposición de una
actividad en los territorios de comunidades y poblaciones locales sin consideración
alguna de sus derechos, el uso actual del territorio y sus recursos… Hay una lógica
estatal central que subordina el territorio-país al desarrollo extractivista. Desde esta
lógica, el territorio comunitario o local es subordinado al potencial minero. Las
comunidades y poblaciones locales pueden tener una diferente visión y valoración de su
territorio. Esta perspectiva diferente puede constituir las razones por las que las
comunidades manifiestan su oposición a la actividad minera. La respuesta estatal a esta
oposición es que el proyecto debe ejecutarse sí o sí y que los estudios de impacto
ambiental (EIA) resolverán todas las preocupaciones de las comunidades. Si las
comunidades demandan participación en la decisión sobre el proyecto minero, les
quedan las audiencias públicas previas a la aprobación de los EIA por parte del
Ministerio de Energía y Minas. Pero las comunidades consideran insuficientes estos
mecanismos para que sus demandas sean atendidas».
IV. Relación entre comunidades, empresas y Estado
Con relación a este tema, un punto central se refiere a la participación e información de
los pobladores. Según el Decreto Supremo 028-2008-EM se debe: «Facilitar el acceso
de la población a los resúmenes ejecutivos y al contenido de los estudios ambientales;
publicidad de avisos de participación ciudadana en medios escritos y/o radiales;
realización de encuestas, entrevistas o grupos focales; distribución de materiales
informativos; visitas guiadas al área o a las instalaciones del proyecto; difusión de
información a través del equipo de facilitadores; talleres participativos; audiencias
públicas; presentación de aportes, comentarios y observaciones ante la autoridad
competente; establecimiento de oficina de información permanente; monitoreo y
vigilancia ambiental participativa; uso de medios tradicionales; mesas de diálogo y otros
que la autoridad nacional competente determine mediante resolución ministerial a
efectos de garantizar una adecuada participación ciudadana. «Si la empresa hubiera
cumplido lo que estipula este dispositivo legal otro sería el resultado, pero el Estado
ausente no controló a la empresa, lo cual operó de acuerdo a sus intereses.
Para la población, la participación implica que se escuchen sus voces y comentarios.
Para el Estado y la empresa, esta participación puede reducirse principalmente a brindar
información lo que, en el futuro, como ocurrió en Santa Ana, trae serios problemas.
Según la Dirección General de Asuntos Ambientales Mineros (DGAAM) la empresa
BCMC-SP ha cumplido con implementar varios de estos mecanismos antes y durante la
elaboración del EIA que fue elaborado por la Consultora Ausenco Víctor Perú SAC.
El resumen ejecutivo del EIA establece que durante esta etapa los principales
mecanismos han sido la ronda de taller de apertura en agosto del 2009 y la ronda de
talleres informativos en noviembre del 2010. Cuando el conflicto estalló en el 2011, la
empresa declaró haber desarrollado 48 reuniones informativas con las comunidades que
se instaló en Huacullani. Según los cuadros de la empresa, los talleres participativos, se
han realizado principalmente en las comunidades de Orconuma, Huacullani,
Concepción de Ingenio, Challacollo y Ancomarca. Esto ha generado muchas críticas y
problemas. Sobre todo, por la información contradictoria que llegaba a las comunidades.
Algunos testimonios de pobladores que cita Quiñones (2013) son muy ilustrativos:
«Nos prometían que nos van a dar trabajo para nuestros hijos y para nuestros esposos, y
eso nos iba ayudar a todos. Algunas comunidades ya estaban trabajando con la mina y
se veía que tenían plata, porque se compraron sus motos y dejaron de dedicarse al
contrabando» (Presidente de Asociación de Productores). «No sabemos si la mina es
buena o mala. Unos dicen que es malo, otros nos dicen hay contaminación, que las
vacas se van a morir, nuestros hijos van a morir cuando estén naciendo, van a nacer con
dos cabezas. Al final no sabemos a quién creer…»
Los interesados en desarrollar el proyecto y los opositores al mismo no dan información
objetiva. Una población con tantas limitaciones es fácil de manipular, de manejar, de
engañar y así ocurrió en Chucuito y su entorno.
Sobre las relaciones entre comunidades y empresa, la posición de cada una de ellas es
diferente. La posición de la empresa es que ella es socialmente responsable, lo que
pretende probar con lo siguiente: Apoyo a instituciones educativas; becas a jóvenes;
campañas de salud; capacitación y asistencia en temas productivos, agropecuarios;
actividades culturales, etc. Estos hechos no pasan de ser una ayuda asistencialista
carente de sostenibilidad. De estos beneficios no participaron Zepita ni Desaguadero,
tampoco otras comunidades. La responsabilidad social de la empresa (RSE) no es
política de Estado, es gestión de interés empresarial, por eso las responsabilidades
sociales son tantas como el número de empresas Para las comunidades la RSE se centró
principalmente en áreas directamente afectadas, esto generó recelo entre las no
incluidas. A las primeras se les otorgó compensaciones económicas, oportunidades
laborales y otros beneficios más. Así se fue generando divisionismo entre las
comunidades, fue tan profundo que persiste a pesar de haberse superado el conflicto. A
la mayoría de las comunidades no llegó la RSE, lo que contribuyó a generar más
protestas.
En síntesis, en las relaciones entre Estado, empresa y comunidades no hubo integración,
cohesión o armonía. El Estado mayormente estuvo ausente, la empresa actuó de acuerdo
a sus intereses y su comportamiento generó división entre las comunidades. En cuanto
al poder las asimetrías son evidentes.
V. Estudio de impacto ambiental (EIA)
Los EIA lo hacen empresas autorizadas por el Ministerio de Energía y Minas y el pago a
ellas lo hace la empresa que va a explotar el recurso natural. Como el Estado promueve
la inversión minera resulta siendo juez y parte. Por eso es que se ha comprobado una
serie de irregularidades en muchos EIA y el caso de Santa Ana no es ajeno a esta
realidad. Hay una alianza tácita entre empresa y Estado. Las poblaciones directa o
indirectamente afectadas no tienen información transparente. Los pobladores aimaras no
podían tener un conocimiento cabal del informe del EIA por tres razones:
1) Hasta el último momento estuvo publicado originalmente en idioma inglés.
2) El contenido del mismo es técnico, lo que hace difícil su comprensión por los
pobladores del lugar.
participan en estos actos son Walter Aduviri y Hugo Llanos. Cuando la empresa retorna,
a inicios de 2009, demandó a un grupo de líderes entre ellos los antes mencionados, por
la presunta comisión de delitos contra el patrimonio en la modalidad de daño y robo, así
como por delitos contra la seguridad y tranquilidad pública. El impacto de esta
ocurrencia es local. El 30 de marzo, ante la negativa del Mauricio Rodríguez de firmar
la ordenanza municipal que impida la presencia de BCMC, en Chucuito, Aduviru
encabezó una marcha de sacrificio de 2000 pobladores hacia Puno. A partir de esta
fecha el movimiento social más fuerte es el de Desaguadero. El 25 de abril de 2011, el
movimiento social crece. Se traslada de la provincia de Chucuito a otros lugares.
Exigían la derogatoria del D.S. 083-2007 que otorgaba la concesión de la mina Santa
Ana. Se pedía que Puno sea declarado libre de concesiones mineras. Las protestas
fueron lideradas por Walter Aduviri.
VII. Conclusiones
1. Los distritos donde se ubicó el proyecto Santa Ana están marcados por la
pobreza y la extrema pobreza. Su principal actividad es la agropecuaria. Están
ubicados en el sur de Puno. Son vulnerables al Estado, a la empresa y a los
intereses de agrupaciones políticas.
2. El proceso para obtener la concesión fue irregular. La obtuvo Jenny Karina
Villavicencio (ciudadana peruana) y luego la transfirió a la empresa canadiense
BCMC-SP, lo que atentó contra el art.71 de la Constitución peruana. Se generó
especulaciones y desconfianza, pues no hay explicaciones claras sobre qué es la
necesidad pública, más cuando en el 2000 se negó una petición similar a una
empresa americana.
3. El sistema actual de concesiones mineras se ha convertido en los últimos años en
un factor que genera y alimenta la desconfianza y temores de la población a
impactos negativos como ya han ocurrido en Cerro de Pasco, Hualgayoc,
Huancavelica, río Ramis, etc. Al respecto no hay información adecuada ni de
parte del Estado ni de las empresas mineras.
4. Sobre los mecanismos de participación, no se fomenta la deliberación por parte
de la población. Aquí la empresa juega un papel protagónico; el Estado está
ausente o apenas es veedor, se proporcionó información solo a las localidades
directamente afectadas no a las áreas indirectamente afectadas (AII). Esto creó la
división entre los pobladores.
1. Hay muchas limitaciones para hacer observaciones cuando la empresa presenta
el EIA. La alta vulnerabilidad, más la falta de información y la ausencia de
fiscalización del Estado, sitúa a la población de las comunidades en una posición
desventajosa respecto a la empresa, esta cuenta con los recursos y la información
necesaria. «Este caso muestra la asimetría existente en las negociaciones
entabladas entre ambos actores. Sin embargo, la población busca nivelar estas
asimetrías apelando a recursos informales (legalmente hablando), como las
marchas o manifestaciones, a fin de situarse en una mejor condición de
negociación» (Quiñones, 2013). Esta realidad ha sido plena en el conflicto de
Puno.