Identidad y Cultura Juvenil
Identidad y Cultura Juvenil
Identidad y Cultura Juvenil
EN EL PERÚ
1. SUBJETIVIDAD Y CULTURA:
El concepto “cultura” proviene del verbo latino colere, que significa originariamente “cultivar”.
Sus implicancias nos llevan hacia la agricultura, así agrum colere significa “cultivar el campo”,
vitem colere, quiere decir, “cultivar la vid”. En consecuencia, el término cultura significa en
latín “agricultura”. Se puede aplicar el término “inculto” a los campos sin cultivar (Mosterín, J.
1992).
Con el transcurso del tiempo, y la buena costumbre de proyectar los significados a otros
fenómenos y otras cosas, el concepto cultura se aplicó a las actividades humanas. Así, a un
hombre rudo e ignorante para el comportamiento en sociedad se le comparó como un “campo
sin cultivar”, y se empezó a hablar del “cultivo del alma”1.
Por el contrario, a un hombre bien educado que se entretenía con la lectura de novelas, asistía a
conciertos y representaciones de teatro, visitaba exposiciones de pintura, etc.; era denominado
dos siglos después como “culto”, y su comportamiento como cultural. Así este término fue
aprehendido por, a decir del filósofo Jesús Mosterín, por una “clase ociosa” que se dedicaba a
“pasatiempos superficiales” (Op. Cit. Pág. 9).
A pesar de las críticas, básicamente por su elitismo y segregación de los sectores denominados
“populares”, este enfoque predominó a lo largo de los siglos. Incluso en los actuales momentos
determinados grupos sociales aún difunden esta idea con el objetivo de perpetuar su poder.
Así se divide a las sociedades entre civilizados y cultos, poseedores de la “alta cultura”; y
sectores salvajes y bárbaros “...incapaces de realizar algún aporte al desarrollo de la cultura y la
civilización” (Portocarrero, G. 2004)2.
Actualmente, por lo menos dentro del ámbito científico, estas nociones vulgares han sido
eclipsadas por los aportes de la antropología que asocia a la cultura con, las técnicas productivas
de los pueblos, organizaciones sociales, creencias religiosas, códigos morales, costumbres,
fiestas religiosas, pasatiempos, etc.
El antropólogo británico Edward Tylor fue el primero que formuló un concepto de cultura que
rompe con las creencias tradicionales:
Cultura es aquél todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, leyes,
moral, costumbres, y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre en
cuanto miembro de una sociedad (citado por Mosterín, J.1992).
1
El sociólogo Gonzalo Portocarrero se refiere a este sentido del término “cultura” como “educación
formal” y “sofisticación o refinamiento del gusto”; “...el hombre culto se define en oposición al hombre
ignorante de la misma manera en que lo educado y civilizado se diferencian de lo natural y lo grosero.”
(Portocarrero, G. 2004. Pág. 291)
2
Este autor incluso considera que las diferencias culturales pregonadas por las elites difunden la idea que
la cultura está enraizada en lo biológico – genético; por tanto son insuperables, fundamentando una
actitud racista.
En realidad todos los científicos sociales, con algunas variantes están de acuerdo con esta
concepción de “cultura”; que implica el quehacer humano que se hereda socialmente a través
del aprendizaje y no a través de la herencia genética 3.
Esto implica una precisión muy útil, que ha sido difundida entre los científicos sociales
contemporáneos; en ambos casos, entre la influencia de la naturaleza (“natura”) y el aprendizaje
social (“cultura”), está presente la transmisión de información. En el primero, hay una
transmisión genética y en la segunda, hay una transmisión por medios conductuales a través del
proceso de enseñanza-aprendizaje 4.
Cabe anotar una observación importante, que la persona no recibe un conjunto de instrucciones
sociales que modelan linealmente su comportamiento. No existe una dependencia entre lo social
y la conducta. Existe un factor que va a impulsar a la persona a decidir “entre el bien y el mal”;
esta es su “subjetividad”. Aquél espacio donde se crean (y recrean) las significaciones sociales y
el mundo simbólico que da sentido a la información recibida.
Aceptar este enfoque, no sólo conductual sino también emocional y simbólico de la cultura
implica, reconocer 5 los límites del concepto antropológico predominante de cultura; ya que al
aceptar que toda manifestación aprendida de los seres humanos es cultura, no importa el pueblo,
comunidad, o sociedad que provenga. En realidad se cae en un “relativismo cultural extremo”
que sólo nos llevaría hacia el nihilismo6
Respaldando este enfoque cuestionador y propositivo acerca de una reformulación del concepto
de cultura; se encuentra Zizek (comentado por Portocarrero, G.), que entiende que la cultura es
“...el campo de lo simbólico organizado por una hegemonía social contingente”7
Vivimos en una sociedad que ofrece pocas oportunidades para la realización y el logro de una
identidad personal estable y satisfactoria. Tenemos grandes dificultades para estimular nuestro
desarrollo personal a pesar que ponemos en juego toda nuestra energía y voluntad. Hay una
creciente desconfianza sobre nuestras autoridades políticas; y en varios casos la organización
política del país no tiene legitimidad. La percepción de muchos pobladores acerca de los
políticos es que aprovechan su liderazgo para satisfacer sus propias necesidades personales
sobrepasando la confianza social. La corrupción y el compadrazgo es el signo de nuestra
sociedad, así como la frustración y la desesperanza.
3
Mosterín aclara el panorama ejemplificando de la siguiente manera “Por naturaleza tenemos pelo, y
nuestro pelo es de tal color. Por cultura nos lo cortamos, peinamos, y teñimos” (Mosterín, J. 1992).
4
John Bonner menciona que la información pasada de forma cultural se acumula en forma de
conocimientos y tradición (citado por Mosterín, pág. 13).
5
Como bien afirma Gonzalo Portocarrero.
6
“Así, si cada cultura, y hasta cada producto cultural, es respetable en sí mismo, entonces no podríamos
decir que esta obra es más bella que la otra, o que tal o cual costumbre o institución pueda ser censurada o
encomiable.” (Portocarrero, G. Pág. 295).
7
Un ejemplo de esta perspectiva es interpretar la sonrisa “cachacienta” o sarcástica del expresidente
peruano Fujimori donde se trasluce a los interlocutores “no todo lo que te estoy diciendo es verdad pero
eso no importa porque si te oculto algo es por tu propio bien; entonces tenme confianza y no hagas caso
de tus sospechas...”. Otro ejemplo, es traducir la “viveza criolla”, o “pendejada”, como una respuesta a la
sociedad que es “una jungla” donde uno será devorado sino se come primero a los demás (Portocarrero,
G. Pág. 301)
La percepción de los jóvenes:
En una encuesta realizada en nuestro país, sobre la que se realizaron comentarios que
aparecieron en Signo Educativo (Nº 112) describe la percepción de los jóvenes acerca de los
principales problemas que se presentan en nuestra sociedad, éstos son: despidos, desempleo,
falta de apoyo de autoridades, falta de educación, falta de conciencia, centralismo, ausencia de
equidad, falta de valores morales y cívicos, informalidad, falta de identificación con el país,
corrupción política y gubernamental, asistencialismo, enorme desigualdad, falta de iniciativa,
trabajo como forma de subsistencia, malestar social.
En ese mismo dossier se hace la siguiente pregunta: ¿Qué medios de realización se ofrecen a los
jóvenes? Los entrevistados reconocen que la revolución de la información a través de la
computación y el Internet, es el principal instrumento para el cambio; pero también subrayan el
valor de la educación, siempre y cuando aumente la consciencia crítica, la capacidad de percibir
la realidad, y la responsabilidad social. Otro elemento que permite la realización personal, es el
apoyo familiar, que pretenda el fortalecimiento de la familia y el estilo democrático de crianza.
Además, como un tercer factor relacionado con las relaciones entre iguales, los jóvenes relievan
la creación de asociaciones juveniles autónomas, que informen, que capaciten, que soporten
emocionalmente las necesidades afectivas de sus miembros.
Esta percepción en realidad no está desencaminada; por el contrario nos permite apreciar una
radiografía que cumple una función diagnóstica y a la vez se constituyen en claves para el
cambio.
Los ciudadanos de segunda clase:
A los jóvenes se les considera como “ciudadanos de segunda clase”, en una sociedad
“adultocéntrica”. Los protagonistas principales de esta novela denominada “la sociedad peruana
y los jóvenes atrapados por un insólito destino”, son precisamente los adultos que reflexionan
sobre los jóvenes, que crean programas y estrategias, que tienen buena fe sobre ellos,
mirándolos muchas veces con conmiseración. Hay una realidad que se hace evidente: la falta de
participación de los jóvenes y su capacidad crítica puesta en juego para su desarrollo personal.
Ser joven en el Perú, no provoca las mismas reacciones en toda la sociedad porque los
problemas son diferentes. No es lo mismo un joven de una institución educativa particular, que
tiene generalmente apoyo económico de parte de su familia, que asiste a las fiestas juveniles los
fines de semana, que cuenta con recursos para estudiar y para divertirse; con otro que vive en un
pueblo joven, y que asiste irregularmente a instituciones estatales y que se “recursea” para poder
subsistir.
Es preciso anotar, en consecuencia, que los jóvenes aparte de los cambios fisiológicos y físicos,
que producen un aceleramiento rápido del crecimiento, necesitan adaptar su identidad hacia las
exigencias de la sociedad por su nuevo estado, originando nuevas formas de sentir, pensar y
comportarse. Aunque estas exigencias sean mayores y más intensas en jóvenes donde su
problemática se agudiza por la marginalidad, la pobreza y los problemas familiares. Esta
situación implica que, emerja un período de conflicto no sólo en el joven como individuo sino
también en el medio social, familiar, escolar y la comunidad toda.
En segundo lugar, hemos planteado que: la juventud es la población más sensible a esta
problemática, por encontrarse en una sociedad adultocéntrica que no permite espacios de
protagonismo y de desarrollo.
Los niños escogen varios aspectos de la personalidad y del comportamiento de otras personas
con los que ellos quieren identificarse y añaden esos rasgos a los suyos propios. Generalmente
se identifican, al principio con su padres, luego con sus pequeños amigos, profesores, o
personajes de la televisión y del deporte. El rasgo esencial es que sean personajes significativos.
De ese modo construyen su propia identidad.
Erickson fue el estudioso que investigó el tema de la identidad en los seres humanos. Él anotó
en 1968 lo siguiente: "Un sentido óptimo de identidad se experimenta simplemente como una
sensación de bienestar psicosocial. Sus concomitantes más obvios son sentirse bien con su
propio cuerpo, un sentido de saber a dónde se va, así como una seguridad interna de
reconocimiento... de aquellas personas que son importantes".
Esto implica que una persona que ha logrado una identidad "óptima" se acepta corporal y
psicológicamente, sus niveles de autoestima son adecuados, pero también su autoconocimiento;
porque la persona ha tenido que evaluar muchos de sus comportamientos, comparar con las de
otros, y validarlos con la experiencia. Es decir, el desarrollo del autoconcepto y la autoestima
van de la mano en el difícil proceso de adquisición de la identidad.
Un tercer elemento, para el análisis es la necesidad que tenemos las personas para ser
reconocidas por los demás. Ciertamente, uno no vive para la gente; si este fuera el caso nos
perderíamos inevitablemente en la confusión y la inseguridad. Esta viene a ser la mejor
demostración de falta de identidad. Pero como señala Erikson, si bien es inevitable el
reconocimiento de los demás, un individuo con una identidad óptima identifica qué personas
son importantes para él, y espera su reconocimiento. Si bien este reconocimiento no es
determinante influye poderosamente sobre toda la psicología humana.
Como resultado de todo ésto, si el individuo presenta un buen autoconcepto, una buena
autoestima, el reconocimiento de personas significativas, y se ha trazado metas realistas, va a
experimentar una sensación de bienestar y seguridad interna, que lo llevará hacia el desarrollo
de una identidad apropiada.
Tener una identidad propia implica ser crítico y consciente de la realidad tanto personal como
social. Una persona que tiene identidad presenta comportamientos semejantes a otros, pero no
son fruto de la imitación o la copia, sino de una reflexión detenida sobre sus consecuencias;
pero sobre todo lograr una buena identidad implica diferencia con los demás.
Podemos afirmar así, que la consciencia y la voluntad hacen perder el carácter pasivo del
comportamiento que sigue mecánicamente las reglas sociales. No obstante, la persona se hace
más humana practicando la diferencia y el pensamiento crítico; fortaleciendo su voluntad, y
creando a cada momento soluciones a los problemas; y sintiéndose libre para pensar y emitir
juicios fuera de las amarras ideológicas .
Como consecuencia es inevitable afirmar, que tener identidad propia significa a la vez, ser
semejante y diferente a la comunidad donde se vive; no implica igualdad, semejanza, o
aceptación pasiva de las normas de esa comunidad. Sino consciencia crítica y una búsqueda
constante por diferenciarse de un mundo homogéneo. Si las fuerzas sociales buscan la igualdad,
la persona debe buscar la diferencia. Esto es precisamente lo que permite el desarrollo de las
sociedades: una sociedad que piensa y se comporta de forma semejante se prepara para la
muerte inevitable; mientras que en una sociedad donde se fermenta la diferencia y se
fundamentan las ideas de forma libre y sin amarras crea las condiciones para el desarrollo.
Ciertamente no pretendemos afirmar que en la diferencia y el caos está el quid del asunto, nada
más lejano; la civilización avanza si la persona, que piensa y siente lo hace con libertad y con
fundamento. El orden se orienta bajo la capacidad crítica y la voluntad de la persona. No debe
provenir de afuera sino de adentro, de la persona que se ha formado en una sociedad que respeta
los derechos humanos y que ha fomentado la autorregulación de sus miembros.
¿Qué puede hacer la sociedad para fomentar el logro de la identidad en los jóvenes?
En primer lugar, reconocer que la transmisión de conocimientos forma parte de una educación
sesgada y academicista que debe ser dejada de lado. Por el contrario, la educación no debe
olvidar que forma personalidades. Con razón F. Savater decía, "La principal asignatura que se
enseñan los hombres unos a otros es en qué consiste ser hombre..."
Recordar que una personalidad es no sólo cognición sino también sentimiento y relación
interpersonal. Un buen padre y maestro tendrá en la mira el fortalecimiento del autoconcepto y
la autoestima de sus hijos y estudiantes.
Recordar que el aprendizaje de la cultura cobra sentido sentido a través de una relación
interpersonal significativa, que ayude al joven a que éste se trace metas realistas de acuerdo a
sus propias características de desarrollo y la realidad donde vive, fortaleciendo su identidad.
Toda educación ideologizada que intenta transmitir su ideario a sus educandos, por buena que
sea su teoría, está condenada al fracaso. Sólo logrará seguidores y repetidores de las
instrucciones emitidas en las aulas escolares.
Esta fase es probablemente el resultado último que debe pretender toda educación, a nivel
cognitivo, "pensar sobre lo que se piensa" es lo que se denomina como "metacognición". El
conocimiento metacognitivo se refiere, al conocimiento sobre nuestros propios procesos y
operaciones cognitivas. Nos permite saber sobre cómo aprendemos, recordamos, o
solucionamos problemas. Además implica el conocimiento sobre qué sabemos, y cómo lo
sabemos. En consecuencia la metacognición permite la consciencia y la regulación del
comportamiento. Permite la diferenciación de la persona y el desarrollo de la identidad.
Por eso decimos que hay una crisis de la modernidad, y que pasamos a otra etapa, o estamos en
una etapa transicional, que se ha denominado “etapa postmoderna”.
La postmodernidad nos permite valorar la ética, los fenómenos que se encuentran en el trasluz
del comportamiento y la actividad humana, los fenómenos de intencionalidad, la voluntad para
la acción, la interpretación de la dinámica psicológica interna de las personas (incluido el
inconsciente freudiano),. Este es el signo de la crítica a la modernidad: la razón no es la única
que explica la realidad, sino que los planos no-conscientes, imaginarios e ilógicos, además de la
voluntad y los valores que orientan nuestro comportamiento, tienen su propia versión, que no es
desdeñable ni mucho menos secundaria en relación a la racionalidad y el conocimiento
científico.
La postmodernidad remarca por ejemplo, que detrás de todo acto de conocimiento existe una
intencionalidad, una voluntad para la acción. Y que en el hombre se conjugan las dos caras de
una misma medalla, lo apolíneo y lo dionisíaco como fuerzas naturales e irracionales que se
derivan de la experiencia estética y que vinculan la belleza, la verdad más elevada, la
perfección, (de origen apolíneo); con la exaltación profundamente irracional e irresistible que
intenta materializarse (lo dionisíaco). Con estas ideas primigenias de Schopenhaüer y Nietszche,
prácticamente se dio origen al objeto de estudio del psicoanálisis freudiano al subrayar el
inconsciente como una zona oscura e irracional que pugna por salir y que determina finalmente
nuestro comportamiento.
Frente a esta situación, nuestra tesis es: que atravesamos por un período de transición donde no
sólo están presentes estos signos negativos; sino que se convive con aspectos positivos propios
de la postmodernidad y que se ubican alrededor de, lo que podemos denominar, las fisuras de la
razón ilustrada y la valoración del inconsciente, la voluntad, y la afectividad, como elementos
olvidados, así como la revalorización de disciplinas alternativas a la ciencia. Además, del
retorno a la exploración de la individualidad, considerando que venimos de una cultura
colectiva, que buscaba al grupo y los elementos económicos como importantes en el desarrollo
social.
Esta “situación puente”, se ha reflejado a su vez en las formas de pensar y sentir, en las formas
de adquirir, procesar, y evocar el conocimiento de la humanidad, es una manifestación más de la
cultura. Ante la muerte de las utopías, todo está por hacerse, provocando naturalmente la
incertidumbre y la angustia, por hacir algo de la realidad que muchas veces se nos escapa. Hay
una sensación de que todo es relativo, no hay nada absoluto, y que se necesita del contacto
social, y del diálogo, para lograr aproximaciones a la verdad. Si bien hay una pérdida de la
ilusión por el futuro, el presente se convierte en una aventura que se hace en cada acción, en
cada conducta, como hechos tangibles que implican la esperanza de que el futuro permita la
afirmación cotidiana de nuestra identidad. La cultura de la imagen, como expresión del
desarrollo tecnológico alcanzado, cambia también nuestra psicología; se prefiere, el
movimiento, lo múltiple, las sensaciones visuales, lo rutilante, la continuidad del espacio-
tiempo, la creatividad, la imagen como un lenguaje abarcador que pretende reemplazar a la
cultura escrita.
Se necesita de un fortalecimiento de la educación que acabe de una vez por todas con el
memorismo, la inequidad de género, el protagonismo del profesor como figura de poder que no
permite la discusión, el diálogo, la comprensión, porque menoscaban su autoridad.
A través de una buena educación el joven debe asumir una actitud crítica ante la realidad,
capacidad para cambiar y aventurarse en nuevos proyectos, fe en el cambio, optimismo,
aprovechamiento creativo de su sentimiento de libertad, sin encumbrarlo y sin dejar de
enriquecer su individualidad, asumir mayor disposición para la vida colectiva, ser solidarios,
leales, comprometidos con la vida política del país.
7. ANOTACIONES FINALES:
El nuevo milenio nos sorprende, porque todo está por hacerse. No hay paradigmas ideológicos
que encaucen rígidamente el quehacer humano. Ante la carencia de estos referentes, debemos
aprovechar esta etapa de transición y no caer en la ansiedad y la confusión, menos en la
indiferencia. Debemos hacer el esfuerzo de crear nuevas formas de relacionarnos con los demás;
y valorar otras formas de conocimiento, además de la ciencia. La razón y la lógica, y en última
instancia la ciencia, no son las únicas formas de conocimiento. Otras disciplinas, también
intentan aproximarse a la verdad, a la realidad de las cosas; con sus propios mecanismos
intuitivos, con su forma de pensar divergente, con la ilusión de encontrar lo prohibido, de
provocar nuevas creaturas (de creatividad), de llenar las carencias, los anhelos, de pintar nuestra
realidad muchas veces gris y rutinaria. Recuerden, sólo la imaginación debe estar en el poder.
En esta etapa de crisis el joven debe tener la meta: de formarse integralmente, para abrirse
espacio en la sociedad no sólo para la práctica profesional; sino también como ciudadanos que
realizan una actividad cívica, democrática, dispuestos a defender sus derechos y de los demás.
Esa debe ser la forma de hacer política. Una política ideológica, partidarizada y profundamente
comprometida con lo humano, la tolerancia, y el respeto de los derechos de los demás.
BIBLIOGRAFÍA
Biehler & Snowman. (1990). Psicología Aplicada a la Enseñanza. México: Limusa, primera
edición.
Mejía, R. (1995). Educación y escuela en el fin del siglo. Bolivia: Tarea, MEPB, CEBIAE, ,
2da. Edición,.