Lectura 1 P Veda
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Recursos naturales
Resumen
I. Antecedentes
La economía peruana es altamente dependiente de su rica base de recursos naturales. La
extracción y exportación de sus recursos naturales (minerales, productos agrícolas,
hidrocarburos, caucho, reservas pesqueras y madera) han cumplido un papel esencial en
la historia del desarrollo económico del país e influido sobre su estructura social y
económica. Pero estos recursos no siempre se han empleado para desarrollar una
economía sólida y ampliamente diversificada. Por el contrario, la historia peruana revela
que los productos primarios atraviesan ciclos de auge y depresión seguidos del
agotamiento y destrucción del recurso (Castro 2005). Los bienes que han experimentado
este tipo de ciclos son el guano (entre la década de 1850 y la de 1870), el salitre (1860-
1870), el caucho (1890- 1910) y la anchoveta (1960-1970).
A la mala gestión histórica de productos primarios específicos hay que añadir el
hecho de que los recursos naturales se encuentran actualmente bajo presión. Algunos de
ellos, por ejemplo, están amenazados por diferentes motivos como el aumento de la
emigración hacia el este de la región del Amazonas (oriente), la tala de árboles y la
minería ilegal, la sobrepesca y el desarrollo de carreteras e infraestructuras, arriesgando
aún más a muchas especies en peligro de extinción. Además, hay un problema cada vez
mayor de erosión y de salinización del suelo en la región costera, que afecta a las zonas
agrícolas. Ciertos acontecimientos recientes que han puesto de manifiesto las
consecuencias de la degradación medioambiental y del agotamiento de los recursos
naturales han promovido acciones para fortalecer el modelo de gestión ambiental
peruano. Por ejemplo, los devastadores efectos de los desastres naturales asociados al
fenómeno El Niño en 1998 y la caída de la reserva de merluza y anchoveta han
provocado reacciones institucionales a corto plazo. Del mismo modo, los conflictos
mineros asociados a los pasivos ambientales y a la contaminación han recibido una
amplia cobertura de los medios de comunicación y han llevado a adoptar medidas
concretas tanto al Gobierno (promulgación de la ley sobre pasivos ambientales y de
leyes que decretan el cierre de explotaciones mineras) como a las empresas locales
(acuerdos participativos con las comunidades en fase tan temprana como la de
preexploración). Una mejor gestión de la variada base de recursos naturales del Perú
exige un mejor marco político y normativo, un mayor nivel de recursos para poder
gestionarlos y protegerlos, y un compromiso nacional renovado con la gestión
sostenible de los recursos naturales.
1
El Perú alberga dentro de sus fronteras unas 25 mil especies vegetales, 460 especies de mamíferos,
1.710 especies de aves (19 por ciento del total mundial y el segundo puesto mundial detrás de
Colombia), 297 especies de reptiles (el octavo puesto mundial), 315 especies de anfibios (el cuarto
puesto mundial) y casi 1.600 especies de peces. Además, el endemismo de las especies peruanas es muy
elevado, con al menos 6.288 especies endémicas, 5.528 de las cuales son especies de flora y 760 de
fauna (véase Sánchez Huamán y otros 2005).
Se han hecho numerosos intentos por establecer bases de datos y monitorear la
diversidad biológica en distintos espacios frágiles, pero la mayoría de ellos han sido
dispersos y no coordinados entre las distintas fuentes. Los datos sobre el estado de la
biodiversidad proceden del esfuerzo disperso e independiente de organizaciones no
gubernamentales (ONG), instituciones académicas, fundaciones, proyectos con
financiación externa y programas estatales, y ofrecen una aproximación al estado de la
biodiversidad en el país. El cuadro 1 ilustra los distintos esfuerzos y programas de
supervisión de la diversidad biológica.
Estos esfuerzos dispersos revelan, por ejemplo, que solo otros cuatro países
poseen un número tan grande de especies de aves amenazadas y, dentro de Sudamérica,
solo el Brasil tiene más plantas florales amenazadas. Además, estos esfuerzos han
ayudado al INRENA a elaborar un catálogo de especies amenazadas en el país: (i)
especies en grave peligro de extinción (cinco de mamíferos, doce de aves, cuatro de
reptiles y dos de anfibios); (ii) 71 especies amenazadas; (iii) 116 especies vulnerables; y
(iv) 91 especies casi amenazadas.2
2
La relación completa de la fauna y la flora en grave peligro de extinción, amenazada y vulnerable, puede
encontrarse en <http://www.inrena.gob.pe/iffs/biodiv/catego_fauna_amenazada.pdf> y en
<http://www.inrena.gob.pe/iffs/iffs_biodiv_catego_flora_silv.htm>.
(como Paracas, Manu, Pacaya Samiria, Huascarán, etcétera) puede generar empleo y
recursos para el país.
El mercado global anual de productos derivados de la biodiversidad (que abarca
productos
agrícolas, alimentos funcionales, productos farmacéuticos y biofarmacéuticos, hierbas
medicinales, semillas y productos cosméticos y de cuidados personales) se ha estimado
recientemente en más de 230 mil millones de dólares (Roca y otros 2004). Las
estimaciones de Chambi (2002) y de otros autores sugieren que la biodiversidad del
Perú posee un considerable valor económico. Si se gestiona adecuadamente, este valor
(el de la biodiversidad silvestre y el de la agrícola) podría convertirse en fuente de
mayor renta nacional y empleo. Junto a la agricultura y al crecimiento de industrias
como el ecoturismo, el Perú posee un notable potencial para mejorar la gestión
comercial de muchos tipos de especies de fauna y de flora (Elgegren y Lee 2006).
Numerosos datos procedentes no solo del Perú, sino también de otros países como el
Brasil, señalan la importancia de la biodiversidad tanto para los sectores tradicionales
(es decir, alimentación, vivienda, combustible) como para los modernos (ecoturismo,
bioprospección, captura de carbono y pago por servicios medioambientales).
Presiones y amenazas
El páramo central se extiende a través de numerosas cadenas y cimas montañosas desde el sur del
Ecuador hasta el norte del Perú. Esta ecorregión, como otros ecosistemas de páramo, ocupa desde el límite
arbolado, a aproximadamente 3.200 metros de altitud, hasta el límite de nieve perpetua, a cerca de 4.500
metros de altitud. El pastoreo de ganado, la extracción de madera, la quema, la agricultura y la construc -
ción de carreteras son las principales amenazas para este frágil ecosistema. Las especies no endémicas
están empezando a asentarse, y la erosión resultante del exceso de pastoreo también resulta problemática.
El bosque seco del Marañón está situado en el punto en que se encuentran la Cordillera Central de
los Andes y la Cordillera Norte. Este valle seco se halla casi completamente rodeado de exuberantes
cadenas montañosas. Durante mucho tiempo este ecosistema ha estado sometido a una explotación
agrícola intensiva, y buena parte del bosque ribereño seco original se ha perdido. La agricultura (sobre
todo de la palma aceitera), las fincas ganaderas y la tala de los árboles representan en la actualidad graves
amenazas, y la extracción de aceite supone un problema potencial. La caza y captura para el comercio de
animales de compañía (en especial la captura del pachaloro) también supone una amenaza.
Los yungas peruanoscentrales son una ecorregión subtropical, Los drásticos contrastes de altitud
dentro de la ecorregión explican los diferentes paisajes y especies que se encuentran en ella. En la zona
seca los árboles son de hoja caduca, pero el resto de la región posee una densa vegetación de hoja perenne,
incluyendo selva alta. En toda la región hay una gran diversidad de especies, con un elevado endemismo.
Esta ecorregión todavía se conserva relativamente intacta como hábitat, aunque su deforestación va en
aumento. La abrupta naturaleza del paisaje le ha dado cierta protección, pero los recientes asentamientos
humanos y su expansión han despejado ciertas zonas para el pastoreo y la agricultura, en especial de café y
coca ilegal.
La puna andina central es un altiplano que se extiende a lo largo de la columna de los Andes, a
través del Perú y de Bolivia, y llega, hacia el sur, hasta el norte de Chile y la Argentina. Esta ecorregión,
con un régimen de lluvias moderado, se ha degradado a consecuencia del pastoreo de rebaños de llamas
domésticas, alpacas, cabras y ovejas, y del recojo de madera para calentarse. Es preocupante la
introducción de especies invasivas y los incendios no controlados.
Los Andes tropicales son considerados la región m.is rica y con mayor diversidad del mundo (además
del Perú, abarcan parte de Venezuela, Colombia, el Ecuador y Bolivia). Esta ecorregión alberga alrededor
de una sexta parte de toda la vida vegetal en menos de uno por ciento de la superficie de la Tierra.
Aunque una cuarta parte de su hábitat aún se conserva, la región se enfrenta a distintas amenazas (como
la minería, la extracción maderera, la exploración petrolera y las plantaciones de productos narcóticos)
que se extienden a consecuencia del continuo crecimiento de numerosas ciudades dentro de la región. Los
bosques nubosos se enfrentan a una creciente presión procedente de las presas hidroeléctricas y de las
especies invasivas.
Son varias las fuentes —Conservation International, WWF, Elegren y Lee 2006,
Banco Mundial 2000— que señalan la deforestación como una de las principales causas
de pérdida de biodiversidad (particularmente en la vertiente oriental de los Andes), ya
que priva a las especies de sus hábitats. Un estudio realizado por el Centro de Datos
para la Conservación de la Universidad Agraria La Molina (CDC) trata de identificar
los vínculos entre la deforestación y la pérdida de biodiversidad potencial en las áreas
cocaleras del país.3 La construcción de carreteras en zonas de bosque tropical, seguida
por la emigración desde las zonas pobres del altiplano hacia el este; la tala ilegal; las
fallas del mercado y de las medidas políticas, que generan incentivos perversos y
fomentan los cultivos de «cortar y quemar» en zonas no aptas para la agricultura; las
minas de oro (en particular en Madre de Dios y Loreto); el cultivo de productos ilegales
(coca y amapola); la sobrepesca; la quema; la introducción de especies exóticas; la
contaminación urbana e industrial de las fuentes de agua; y la falta de conciencia entre
la gente común sobre la importancia de la diversidad biológica para el funcionamiento
del ecosistema y el potencial económico son causas que subyacen a la deforestación y la
pérdida de biodiversidad. La agro-biodiversidad también se encuentra amenazada por
los monocultivos y por la introducción de variedades especializadas que, pese a su
elevada productividad y su contribución a la estabilidad de la alimentación y de los
medios de vida, han provocado el declive de las variedades andinas originarias de raíces
y tubérculos.
Alternativas de política
5
El SINANPE comprende nueve categorías: 11 parques nacionales (47 por ciento del total de las áreas
protegidas); 10 reservas nacionales (20 por ciento); 7 santuarios nacionales (2 por ciento); 4 santuarios
históricos; 1 reserva paisajística; 11 zonas reservadas (17 por ciento); 6 bosques protegidos; 6 reservas
comunales (10 por ciento); y 2 cotos de caza.
Aunque el Perú asigna un elevado porcentaje a las áreas protegidas, está por
debajo de los países vecinos como Bolivia y el Ecuador, pero significativamente por
encima de otros países latinoamericanos ricos en biodiversidad (véase el gráfico 1). Sin
embargo, ello no significa necesariamente que el esfuerzo conservacionista es eficiente
y sostenible. En efecto, a pesar del notable crecimiento de la superficie protegida, existe
acuerdo en que el sistema de áreas protegidas carece de capital humano y de los
recursos necesarios para una gestión y supervisión eficientes. Los recursos financieros
para gestionar las 61 áreas protegidas proceden principalmente de organizaciones
internacionales de ayuda bilateral y de ONG. Según el Grupo de Apoyo a la
Biodiversidad, el Perú gasta menos de 50 dólares por kilómetro cuadrado en financiar la
biodiversidad (el Brasil gasta 130 dólares/km2 y México 420 dólares/km2) (Elgegren y
Lee 2006).
La IANP, dependiente del INRENA, tiene plenas competencias para gestionar el
SINANPE. El INRENA ha reconocido, lo que lo honra, su limitada capacidad para
supervisar las áreas protegidas del país y, en consecuencia, ha ido incorporando
paulatinamente nuevos métodos de gestión de estas. En los últimos años, por ejemplo,
ha conseguido incluir a pueblos indígenas y ONG en la cogestión de áreas protegidas y
reservas comunales.6
Además, en 1992 PROFONANPE creó una entidad privada para recabar y
promover el financiamiento para la conservación de las áreas protegidas. PROFONPE
se creó con fondos (5,2 millones de dólares) de la Global Environment Facility (GEF).
Desde su nacimiento, el fondo de dotación de PROFONANPE ha aumentado hasta los
10 millones de dólares, y el organismo ha funcionado como institución prestataria de
financiamiento y servicios al SINANPE.7
6
El primer acuerdo de cogestión con una ONG está previsto para comienzos de 2006 en la Reserva
Natural de Salinas y Aguada Blanca, en el departamento de Arequipa.
Además, la conservación privada y/o comunitaria (ya existente en países como
el Brasil, México y Costa Rica) es conocida por las grandes oportunidades que ofrece
para gestionar áreas protegidas claves. Aunque son pocos los casos en que el sector
privado ha apoyado de forma activa la cogestión de áreas protegidas en el país (por
ejemplo, Pluspetrol está financiando la gestión de la Reserva Natural de Paracas), este
sistema aún no ha sido desarrollado ni apoyado plenamente por el Gobierno.
7
Entrevistas con Alberto Paniagua, director ejecutivo de PROFONANPE, Manuel Pulgar Vidal (SPDA)
y Raúl Tolmos (UNDP), febrero de 2006
Nacional de Huascarán están expuestas a una intensa presión ambiental como
consecuencia del alto índice de visitas, que pone de manifiesto el «éxito» de la política
nacional de promoción del turismo nacional. La congestión humana y los residuos
sólidos en el Camino Inca y en las playas ribereñas del Parque Nacional del Manu son
algunos de los problemas más conocidos. En el caso de Machu Picchu, los datos de un
estudio del año 2000 (EFTEC Ltd.) muestran que los visitantes nacionales y extranjeros
están dispuestos a pagar mucho más por entrar en la ciudadela y pasear por el Camino
Inca (véase el cuadro 2).
Se estima que las tasas de entrada que maximizarían los ingresos podrían llegar a
alcanzar los 5,07 millones de dólares, y que generarían los mayores beneficios si se
fijase un precio conjunto para la ciudadela y el Camino Inca (EFTEC 2000). Aunque el
establecimiento de precios diferenciados podría resultar mejor para resolver algunos de
los problemas antes mencionados, la legislación vigente impide hacer esta distinción.
Lo que sí existe es una tasa impositiva diferente para los turistas extranjeros y los
visitantes locales, a menudo en perjuicio de los visitantes locales de las áreas protegidas
(Banco Mundial 2000).
Más recientemente, el Gobierno del Perú ha aprobado la Ley de
Descentralización Fiscal (2004), que permitirá una reforma estructural en virtud de la
cual los gobiernos regionales y locales podrán crear y gestionar áreas protegidas. Esta es
una oportunidad para que las entidades regionales y locales participen activamente en la
creación y gestión in situ de las áreas protegidas. También pueden lograrse mayores
economías de escala si estas áreas protegidas regionales se establecen junto a áreas
protegidas ya existentes del SINANPE (lo que, además, permitiría definir como
susceptible de conservación una superficie más extensa).
Alternativas de políticas
Las principales enseñanzas que se extraen del funcionamiento de las áreas protegidas
sugieren que su gestión es un proceso de largo plazo que requiere: (i) flexibilidad y
participación de la población local, la sociedad civil, el sector privado y todos los
niveles de gobierno; (ii) un sistema integrado de gestión que refuerce la recientemente
descentralizada estructura de gobierno del Perú; y (iii) un sistema de gestión más eficaz
que garantice la sostenibilidad financiera e institucional.
La agenda futura exige también realizar un esfuerzo coordinado para ampliar la
cobertura y la gestión eficiente de las áreas protegidas del sistema nacional que
actualmente carecen de apoyo financiero e institucional (unas 30 de las 61 existentes),
así como para dar respuesta a los nuevos desafíos y oportunidades fruto de las redes
regionales, locales y privadas de áreas protegidas. En relación con la gestión y la
conservación de la biodiversidad en las áreas protegidas, el sector público y el privado
tienen la responsabilidad de establecer esquemas de gestión ambiental integrales. Para
garantizar el desarrollo sostenible y una gestión eficiente de los recursos naturales en
aquellos sectores económicos que pueden resultar una amenaza para la diversidad
biológica del país, es crucial tener en cuenta las cuestiones ambientales. En concreto,
deberían sopesarse las siguientes alternativas para reforzar las políticas a corto plazo:
Incentivar una mayor consolidación del sistema de áreas protegidas creando áreas
protegidas locales y regionales adyacentes a las que ya gestiona el SINANPE. Esto
haría posible la participación local en la gestión de las áreas y ampliaría la
superficie protegida en ecosistemas claves.
Involucrar más a las poblaciones locales en la gestión de las áreas protegidas. Esta
propuesta refleja las lecciones extraídas de distintos proyectos de áreas protegidas
(incluido el del Foro para el Medio Ambiente Mundial en el río Nanay), en los que
es esencial que las comunidades locales sean propietarias de los recursos.
Reforzar la capacidad institucional, técnica y administrativa de la IANP, que
enfrenta limitaciones en su capacidad de gasto.
Ampliar los acuerdos de promoción y cogestión de áreas protegidas con ONG y con
el sector privado sobre la base de resultados concretos. Estos acuerdos podrían
mejorar el desarrollo del pago por servicios vinculadas al ambiente y las
oportunidades ecoempresariales de las áreas protegidas.
Considerar la posibilidad de crear una agencia autónoma encargada del uso y la
conservación de la biodiversidad, incluida la gestión de los parques nacionales. Esta
autonomía proporcionaría más flexibilidad y podría eventualmente mejorar su
capacitación técnica y administrativa.
IV. Los bosques
Aunque las zonas deforestadas no han sido catalogadas como áreas críticas
(aplicando la metodología para la biodiversidad de Conservation International), el
PROCLIM considera que las regiones más gravemente afectadas por la deforestación
son San Martín, Amazonas y Loreto (que han perdido, respectivamente, 1,3 millones de
hectáreas, 1 millón de hectáreas y 0,95 millones de hectáreas), seguidas por Junín,
Ucayali y Huánuco (véase el cuadro 4). El departamento de Amazonas ha padecido el
mayor incremento de deforestación en el periodo 1990-2000, seguido por Loreto y
Cajamarca. Debe señalarse, sin embargo, que los cálculos sobre la deforestación
subestiman de forma significativa la gravedad del problema, porque no tienen en cuenta
la degradación forestal, que es difícil de medir. La deforestación suele ser la última fase
de un proceso de degradación incipiente causado por un aprovechamiento escasamente
controlado de los productos forestales, que con frecuencia empieza con la tala de
especies valiosas como la caoba. Entre las consecuencias de la deforestación
descontrolada y de la degradación forestal están la pérdida de biodiversidad, el
encenagamiento de las corrientes y la reducción del caudal de agua de las grandes
cuencas de los ríos, la erosión del suelo y su pérdida de fertilidad, en especial en la
sierra (Lee y Elgegren 2006).
El grado de deforestación en la sierra se considera moderadamente elevado. Los
bosques (secundarios) que aún se conservan siguen soportando intensas presiones de las
actividades de extracción de leña. La deforestación en la sierra es una de las causas
principales de la erosión del suelo, y reduce la producción agrícola y la capacidad de
retención de agua de las montañas. Esto provoca inundaciones durante las estaciones
lluviosas y reduce la disponibilidad de agua para consumo humano y para riego. Dos de
los sistemas más amenazados son el bosque seco del noroeste (La Libertad,
Lambayeque, Piura yTumbes) y los manglares de Tumbes. Los bosques de esta región
se talan para fabricar muebles y obtener leña, y son dañados por las cabras. También se
ven afectados por incendios derivados de la agricultura de «cortar y quemar». La
amenaza a estos bosques es particularmente preocupante, porque solo quedan alrededor
de 2,6 millones de hectáreas de bosque seco en el noroeste y 4.550 hectáreas de
manglares en Tumbes (INRENA, J. Elgegren).
En relación con la certificación de los bosques, el Perú está retrasado. El
proyecto de Certificación y Desarrollo del Sector Forestal (CEDEFOR), financiado por
USAID, ha contribuido a reformar y fomentar los planes de certificación forestal, a
reforzar la gestión empresarial y a mejorar el acceso a los mercados, en especial a los
certificados. Los resultados del proyecto han sido positivos e incluyen la asistencia
técnica a 132 (23 por ciento) de las 576 concesiones forestales existentes y la ayuda a la
certificación de cerca de 63 mil hectáreas de bosque (Lee y Elgegren 2006). A pesar de
estos esfuerzos (dirigidos principalmente por USAID y por empresarios locales), la
superficie de los bosques certificados no supera las 40 mil hectáreas (la mayoría fuera
de las áreas de concesión). Esta cifra es baja en comparación con la de la vecina Bolivia,
que tiene más de 2 millones de hectáreas de bosque certificado. 11 En consecuencia, el
Perú tiene un gran margen para desarrollar planes de certificación que pueden contribuir
a aumentar sus ventas en mercados importantes como el de la Unión Europea. Los
actuales mercados de madera por orden de importancia son: (i) México (aunque se cree
que casi toda la madera se exporta después a los Estados Unidos); (ii) los Estados
Unidos; y (iii) la China (Lee y Elgegren 2006). Los mercados locales clave se
encuentran en Iquitos y Pucallpa.
La superficie forestal de propiedad pública, por su parte, se divide en cuatro
subcategorías: bosques de producción permanente, concesiones para la conservación,
áreas naturales protegidas y reservas estatales. En este caso, la información es más
fiable que la relativa a bosques de propiedad privada. En la actualidad hay más de 25
millones de hectáreas de producción permanente (sostenible), principalmente de
madera, y más de 14 millones de hectáreas de bosque protegidas.
11
Entrevista con Jorge Elgegren (2006).
A partir del análisis de imágenes tomadas por satélite, PROCLIM señaló que el factor
explicativo más importante de la deforestación era la conversión de la tierra a usos
agrícolas y ganaderos.12 Según el Mapa de Deforestación de PROCLIM, la agricultura
ocupa alrededor de 610 mil hectáreas de la Amazonía peruana. Esta categoría incluye
tierras aradas, tierras en barbecho y nuevas parcelas agrícolas13 Amazonas es el
departamento con mayor extensión de superficie agrícola (172.471 hectáreas), seguido
por San Martín (136.927 hectáreas) y Loreto (130.634 hectáreas). Otros estudios, como
el del CDC de la Universidad Agraria o el de WWF, concluyen que la pérdida de
superficie forestal también puede atribuirse al cultivo de la coca y a la construcción de
carreteras.14 Esto último concuerda con la experiencia de otros países como el Brasil,
donde las carreteras y las infraestructuras han sido el desencadenante de la
deforestación porque han permitido el acceso a
12
No existen estudios que hayan analizado la significación estadística específica de cada una de las
posibles causas de la deforestación en el Perú.
13
Esto incluye tanto las cosechas estacionales (maíz, yuca, arroz) como las permanentes (cítricos, caña
de azúcar, plátano, aceite de palma, pijuayo).
14
Además, un informe elaborado por Garnica González (2001) sostiene que las plantaciones de coca
han causado la deforestación de 2,3 millones de hectáreas, que representan 24 por ciento de la
deforestación total de la Amazonía peruana; el restante 76 por ciento corresponde a otras causas. No
obstante, el estudio de Garnica no se basa en un análisis de inferencia estadística, de modo que debe
considerarse provisional. El informe señala que San Martín es la región más afectada por el cultivo de
coca, con una cantidad acumulada estimada de 800 mil hectáreas deforestadas a causa de la plantación
de coca en el año 2000, seguida por Huánuco, con 450 mil hectáreas.
valiosos productos madereros. Además, la construcción de carreteras ha facilitado la
emigración a gran escala (como ilustra el caso de Rondonia) y la transformación de
bosques en suelo agrícola.
Un estudio realizado por Alcalde (2002) incluye un análisis de los agentes
causantes de la deforestación, las condiciones que la hacen posible y sus causas. Este
análisis concluye que en la Amazonía peruana los principales agentes son:
Los pequeños agricultores emigrantes que emplean la estrategia de cortar y quemar
para establecer sus pequeños terrenos agrícolas.
La industria agrícola comercial a gran escala que transforma el suelo forestal en
agrícola para producir cosechas comerciales (p. e., aceite de palma). En ocasiones
estos agentes empujan a los pequeños agricultores hacia el bosque.
Los cultivadores de coca y los traficantes de droga que talan el bosque para construir
pistas de aterrizaje no autorizadas para transportar drogas ilegales.
Los propietarios de ganado estabulado, que a veces empujan a los pequeños
agricultores hacia el bosque.
Los leñadores que construyen rutas forestales para transportar troncos de madera
comerciales desde la zona de tala hasta carreteras importantes (estas rutas forestales
permiten a otros agentes adentrarse en el bosque).
La construcción de carreteras y los proyectos de infraestructuras (hidrocarburos,
presas, actividades mineras).
La minería informal y artesanal.
Los planificadores del programa de colonización rural, que promueven la
reubicación de colonos en zonas forestales.
Marco de política
La Ley Forestal y de Fauna Silvestre (1975), que reguló el sector forestal hasta el año
2000, tenía serias limitaciones: no reconocía las necesidades de las poblaciones
indígenas, contemplaba contratos forestales anuales de áreas demasiado pequeñas (mil
hectáreas) y fomentaba una relación de explotación entre los pequeños leñadores y la
industria maderera y sus intermediarios. En el año 2000 dicha ley fue modificada y se
reforzó el marco institucional del sector, introduciendo concesiones madereras a
cuarenta años de 5 mil hectáreas a 50 mil hectáreas, asignadas mediante una licitación
pública transparente.15 Entre las características más importantes de la ley está la
exigencia de planes de gestión sostenible basados en inventarios y censos, y en derechos
de acceso a recursos forestales. Hasta la fecha se han asignado más de 7,5 millones de
hectáreas de bosque (de los 24 millones de hectáreas existentes) a 580 concesionarios.
Sin embargo, la aplicación de la nueva ley se ha caracterizado por la falta de
planificación y un calendario apropiado del proceso de licitación pública, un mal diseño
de las concesiones, lo que a su vez crea problemas de acceso a las concesiones y
conflictos con concesionarios que afirman haber recibido algo distinto de aquello por lo
que licitaron; largas demoras en los trámites administrativos, que hacen difícil cosechar
a tiempo; y un monitoreo inadecuado del comercio ilegal de madera. Algunos de los
factores más importantes que han impedido el desarrollo del sector son la falta del
capital de los concesionarios, su limitado acceso al crédito y su escasa experiencia de
gestión técnica, empresarial y forestal. Además, la capacidad de hacer cumplir la
legislación es limitada, y existe poca información como para determinar qué resultados
se están obteniendo (Elgegren y Lee 2006).
Alternativas de política
15
Las concesiones fueron concebidas como instrumentos de mercado destinados a fomentar la
inversión en una industria forestal sostenible, e incluían: (i) un acceso más transparentey competitivo
a los recursos madereros mediante subasta pública; (ii) la estabilidad de la posesión del bosque
durante un periodo de cuarenta años (renovable mediante evaluación cada cinco años) sobre áreas de 5
mil hectáreas a 50 mil hectáreas, haciéndolo de este modo más atractivo para la inversión privada a
largo plazo; y (iii) la introducción de incentivos para la certificación forestal voluntaria y el
procesamiento de la madera en el bosque.
Para potenciar la contribución del sector forestal a la conservación del medio ambiente,
deberían tenerse en cuenta las siguientes medidas:
Crear consenso a favor de un nuevo marco de política forestal que obtenga la
aprobación del Congreso. Este marco debe articular claramente el papel de los
bosques en el desarrollo en relación con otras actividades como la agricultura, la
minería y la construcción de carreteras.
Evaluar la evolución del método de las concesiones forestales (suspendiendo
posiblemente el proceso de concesión durante la realización de esta evaluación),
revisando los criterios de concesión para incrementar la probabilidad de que el
desarrollo de las empresas forestales tenga éxito, y considerar la posibilidad de
promover la creación de consorcios de concesionarios. Los requisitos para la
obtención de concesiones forestales deberían incorporar estándares más estrictos en
aspectos como el equipo y el capital aportados por los licitadores. Dos estudios
distintos e independientes han señalado que las concesiones son económicamente
viables y que los problemas de la mayoría de los concesionarios son consecuencia
de su falta de capital para explotar la concesión.
Buscar vínculos formales con los mercados, poniendo especial interés en aquellos
mercados internacionales con sistemas de certificación aprobados y que
proporcionen incentivos a la reforestación (como los que promueve Fondebosque).
Reforzar la capacidad institucional, sobre todo en lo que respecta al monitoreo y
cumplimiento de la ley. Las limitaciones financieras y de personal del INRENA y de
la recientemente creada Oficina de Supervisión de las Concesiones Forestales
Maderables (OSINFOR), constituyen una notable restricción de la capacidad del
Gobierno del Perú para monitorear y exigir el cumplimiento de la normativa sobre
gestión forestal. El INRENA y OSINFOR podrían reforzarse mediante asociaciones
y alianzas con otros organismos, gubernamentales y no gubernamentales, para
monitorear y exigir el cumplimiento de las políticas y normas de gestión forestal.
Resolver las principales lagunas existentes en la legislación para afrontar el
problema de la tala ilegal. Es preciso penalizar la tala ilegal para que pueda
perseguirse a los delincuentes. Además, habría que afrontar los vacíos legales
(especialmente en materia de sanción y persecución) que permiten la continuidad de
la tala ilegal. SUNAT (la agencia fiscal del Perú) y el Ministerio Público han
mostrado su compromiso y capacidad para ayudar a detener la tala ilegal, pero
todavía necesitan ayuda complementaria.
Crear un sistema de información forestal fiable, capaz, entre otras cosas, de
monitorear las dinámicas de transformación de la superficie forestal y registrar la
producción de las concesiones.
Evaluar la eficacia de la Comisión Multisectorial para la Lucha contra la Tala Ilegal
y, en caso se solicite, prestar asesoramiento específico sobre cómo mejorarla.
Promover una participación más activa de las poblaciones locales mediante la
creación y la potenciación de comités de gestión forestales y el apoyo a la Mesa
Nacional de Diálogo y Concertación Forestal y sus contrapartes locales.
Revisar y analizar los motivos por los que los instrumentos de mercado
incorporados a la Ley Forestal del año 2000 no se han empleado eficazmente.
Garantizar que la zonificación económica y ecológica de los bosques de producción
permanente preceda a la convocatoria de nuevos procesos de licitación, con el fin de
definir con claridad las pautas de uso de la tierra y concretar mejor los derechos de
propiedad preexistentes para evitar conflictos por la tenencia de la tierra.
Alentar la participación de los gobiernos subnacionales, los grupos indígenas y otros
interesados en la gestión forestal.
Promover más plantaciones forestales y planes de reforestación para maximizar el
potencial forestal del país.
Apoyar el proceso de transferencia de competencias de gestión forestal del INRENA
a los gobiernos regionales con ayudas financieras decrecientes
Situación actual
La erosión y la salinización del suelo son hoy graves problemas para el Perú, y afectan
la productividad de miles de hectáreas y, por consiguiente, el medio de vida de miles de
hogares peruanos. La tierra cultivable es un bien escaso en el país: la tierra arable
representa solo alrededor de 0,155 hectáreas per cápita, uno de las proporciones más
bajas entre los países en desarrollo. La erosión del suelo constituye un desafío
especialmente importante en la sierra, ya que entre 55 por ciento y 60 por ciento del
total de la tierra (aproximadamente 40 millones hectáreas) se considera que ha padecido
algún grado de erosión. La erosión no es un problema tan grave en la costa y el oriente,
aunque aquella producida por el viento en la costa empieza a ser preocupante y la
erosión potencial es significativa en el oriente, dado el alcance de la deforestación. La
falta de estadísticas actualizadas impide hacer una valoración realista de la magnitud del
problema, pero los datos disponibles de la década de 1970 señalan que alrededor de 19
millones de hectáreas se han visto afectadas de forma entre moderada y grave por la
erosión, y otros 110 millones de hectáreas se han visto afectados entre ligera y
moderadamente por la erosión. Distintas estimaciones (la más reciente de 1986)
concluyen que la pérdida de suelo derivada de la erosión supera las 300 mil hectáreas
anuales (Lee y Elgegren 2006).
Del mismo modo, se sabe que la salinidad también afecta a una porción significativa de
la tierra cultivable del Perú. Inicialmente, la salinización puede afectar en menor medida
a la producción, pero en casos extremos puede provocar la pérdida total de la
productividad agrícola y la transformación de tierras productivas en desierto. De hecho
esto es lo que ha sucedido en muchas zonas de la costa peruana. La falta de control y de
datos fiables hace imposible, una vez más, confirmar la magnitud del problema en la
actualidad.16 La página web oficial del Gobierno estima la salinidad en 306.700
16
Una limitación importante para valorar con rigor la gravedad de los problemas de calidad del suelo en
el Perú es la obsolescencia de las bases nacionales de datos. En 1982, la Oficina Nacional de
hectáreas, exclusivamente en las regiones de Piura, Lambayeque e Ica. Pero estudios
realizados en la década de 1970 afirman que la salinidad afectaba a 69 por ciento de los
suelos examinados. Datos cualitativos sugieren además que lo más probable es que la
situación haya empeorado con el tiempo. Larsen y Strukova (2005) calcularon la
pérdida de ingresos de los agricultores derivada de la erosión y la salinización del suelo
entre 544 millones de nuevos soles y 918 millones de nuevos soles anuales. De acuerdo
con lainformación disponible, los costos de la erosión y la salinidad, medidos como
porcentaje del PBI, son bajos comparados con los de otros países donde se han realizado
estudios similares (véase el gráfico 2).
Fuerzas causantes
La erosión y la salinización del suelo son causadas por una combinación de factores
naturales (entre los que se incluyen las variaciones topográficas y las lluvias
estacionales exacerbadas por la aparición periódica de El Niño) y factores humanos
(como el exceso de pastoreo, la deforestación y las malas prácticas de cultivo). En la
sierra, las causas son la falta de acotamiento de los cultivos que provoca la fácilmente
previsible erosión de las empinadas laderas. El exceso de pastoreo de ovejas y ganado
reduce el nivel de la capa vegetal en los pastos, y trae como consecuencia que los suelos
Evaluación de Recursos Naturales (ONERN), organización predecesora de INRENA, dirigió un
estudio para valorar la erosión del suelo en el Perú. En lo que se refiere a la salinización del suelo, la
base de datos es incluso más antigua, pues se remonta a un esfuerzo conjunto de la ONERN con la
Universidad Nacional Agraria en 1977. Estos dos estudios de alcance nacional siguen citándose con
frecuencia, pero cada vez están más desfasados, sobre todo en relación con aquellas zonas del país
más proclives a una erosión significativa del suelo y a problemas de salinización.
resulten más vulnerables a las lluvias torrenciales y la erosión. La deforestación y la
quema de árboles incrementan asimismo la exposición del suelo y su vulnerabilidad. En
términos generales, las prácticas de cultivo de muchos agricultores no se corresponden
con las condiciones (pendiente del suelo, fertilidad y humedad) existentes.
Igualmente, los problemas de salinidad del suelo son fruto de una mezcla de
factores naturales, como los altos niveles de sales minerales del suelo, y de actividades
humanas, como el riego ineficiente. En la costa estos problemas están íntimamente
relacionados con el uso ineficiente y por completo inapropiado del agua de riego, en
especial con el arroz. Se estima que los campos de arroz inundados emplean 21 mil
m3/ha al año, con prácticas tradicionales de cultivo. La salinidad del suelo se acumula
con el paso del tiempo, y provoca un descenso de la productividad. El uso abusivo de
agua de riego se debe a su vez a múltiples factores, incluidas prácticas culturales
arraigadas difíciles de cambiar, el uso en muchos lugares de una infraestructura de riego
obsoleta y mal mantenida, y la ineficaz recaudación de las tarifas por consumo de agua
por las autoridades responsables del riego, que hace que el precio del agua de riego sea
de hecho bajo (o cero), lo que propicia un uso ineficiente del servicio.
El marco institucional
Alternativas de política
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