El Trabajo Es Un Crimen

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El grupo De Moker

La juventud rebelde en el movimiento


libertario holandés de los locos años 20
Título original de Herman Schuurman:
Werken is Misdaad, De Orkaan, Utrecht.
Título original del texto de Els van Daele:
Le groupe «De Moker»: la jeunesse rebelle dans le mouvement libertaire hollandais des
Années folles, Editions antisociales y Dollehond, Paris–Amsterdam, 2007.
Traducción extraida de Ediciones Fractal, Región Española, 2011.
edicionesfractal@writeme.com.
1ra edición, 2018, 100 ejemplares. Rosario, Región Argentina.
El grupo De Moker
La juventud rebelde en el movimiento
libertario holandés de los locos años 20

Els Van Daele


EL TRABAJO
ES UN CRIMEN
POR HERMAN J. SCHUURMAN (1924)

Hay, en el lenguaje, algunas palabras y expresiones que debemos supri-


mir, porque designan conceptos que forman el contenido desastroso y
corruptor del sistema capitalista.
Comenzando con la palabra “trabajar” [werken] y todos los conceptos
relacionados con ella – trabajador u obrero [werkman of werker] – tiempo
de trabajo [werktijd] – salario [werkloon] – huelga [werkstaking] – des-
ocupado [werkloos].
El trabajo es la afrenta y la humillación más grande que la humanidad
ha cometido contra ella misma.
Este sistema social, el capitalismo, está basado en el trabajo; ha creado
una clase de hombres que deben trabajar —y una clase de hombres que
no trabajan. Los trabajadores son obligados a trabajar, sino mueren de
hambre. «Quien no trabaja no come», profesan los poseedores, que por
otro lado pretenden que calcular y embolsarse sus ganancias, también
es trabajar.
Hay desempleados y desocupados. Si los primeros están sin trabajo
sin tener la culpa, los segundos simplemente no trabajan. Los desocu-

7
pados son los explotadores que viven del trabajo de los trabajadores. Los
desempleados son los trabajadores a los que no se les permite trabajar,
porque no pueden sacar provecho de eso. Los propietarios del aparato
de producción fijaron el tiempo de trabajo, instalaron los talleres y or-
denaron en qué y cómo los trabajadores deben trabajar. Éstos reciben
justo lo suficiente para no morir de hambre y a penas son capaces de
alimentar a sus hijos durante sus primeros años de vida. Luego estos hijos
son instruidos en la escuela el tiempo necesario para poder ir a trabajar
cuando les toque el turno. Los poseedores también hacen instruir a sus
hijos para que ellos también sepan cómo dirigir a los trabajadores.
El trabajo es la maldición más grande. Produce a hombres sin espíritu
y sin alma.
Para hacer trabajar a los demás en su beneficio, se debe tener poca
personalidad, y para trabajar se debe tener también poca personalidad;
es necesario arrastrarse y traficar, traicionar, engañar y falsificar.
Para el rico pudiente, el trabajo (de los trabajadores) es el medio de
procurarse una vida fácil. Para los trabajadores es una carga de miseria,
un triste destino impuesto desde su nacimiento, que les impide vivir
decentemente.
Cuando paremos de trabajar, la vida comenzará por fin para nosotros.
El trabajo es el enemigo de la vida. Un buen trabajador es una bestia
de carga con patas rugosas, mirada embrutecida y sin vida.
Cuando el hombre se vuelva consciente de la vida, no trabajará nunca
más.
Con esto no quiero decir que simplemente haya que abandonar al
patrón mañana y ver luego cómo hacer para comer sin trabajar, con la
convicción de que así comienza la vida. Ya es de por sí bastante malo
estar constreñidos a vivir sin un florín y no trabajar, teniendo desde
entonces, en la mayoría de los casos, que vivir a costa de los compañeros
que tienen trabajo. Si eres capaz de ganarte el pan saqueando y robando

8
—como dicen los honestos ciudadanos— sin hacerte explotar por un
patrón, mejor que mejor; pero sin embargo no creas que así se resuelve
el gran problema. El trabajo es un mal social. Esta sociedad es enemiga
de la vida y es sólo destruyéndola, junto con todas las sociedades de
animales laborales que la sigan —es decir revolución tras revolución—
que el trabajo desaparecerá.
Es sólo entonces que vendrá la vida —la vida rica y plena— donde
cada uno llegará, a través de sus instintos puros, a crear. Entonces cada
hombre será creador de su propio movimiento, y producirá únicamen-
te lo que es bueno y bello: lo que es lo necesario. Entonces no habrá
hombres–trabajadores, entonces cada uno será hombre; y por necesidad
vital humana, por necesidad interior, cada uno creará inagotablemente
lo que, bajo condiciones razonables, cubra sus necesidades vitales. No
habrá un horario de trabajo ni un lugar de trabajo, ni gente desocupada
o desempleada. Sólo entonces habrá vida —una vida grandiosa, pura
y cósmica, y la pasión creadora será la felicidad más grande de la vida
humana sin constreñimiento, una vida donde no existan las cadenas del
hambre ni del salario, del tiempo ni del espacio, y donde no habrá más
explotación por parte de los parásitos—.
Crear es un placer intenso, trabajar es un sufrimiento intenso.
Bajo las relaciones sociales criminales actuales, no es posible crear.
Todo trabajo es un crimen.
Trabajar es colaborar con la creación de la ganancia y la explotación;
es colaborar con la falsificación, con el engaño y el envenenamiento; es
colaborar con los preparativos de guerra; es colaborar con el asesinato
de toda la humanidad.
El trabajo destruye la vida.
Si lo comprendemos bien, nuestra vida tomará otro sentido. Si senti-
mos en nosotros mismos ese impulso creador, se expresará a través de la
destrucción de este sistema cobarde y criminal. Y si, por las circunstancias,

9
debemos trabajar para no morir de hambre, hace falta que a través de
este trabajo, contribuyamos al hundimiento del capitalismo.
¡Si no trabajamos por el hundimiento del capitalismo, trabajamos por
el hundimiento de la humanidad!
He ahí el porqué nosotros vamos a sabotear conscientemente cada
empresa capitalista. Cada patrón sufrirá pérdidas causa de nosotros.
Allí, donde nosotros, jóvenes rebeldes, seamos obligados a trabajar, las
materias primas, las máquinas y los productos serán obligatoriamente
puestos fuera de funcionamiento. Saltarán a cada instante los dientes del
engranaje, los cuchillos y las tijeras volarán en pedazos, las herramientas
más indispensables desaparecerán de la vista —nos enseñaremos los unos
a los otros las formas y maneras de hacerlo—.
No queremos ser destruidos por el capitalismo: por eso el capitalismo
debe ser destruido por nosotros.
Queremos crear como hombres libres, no trabajar como esclavos; por
eso vamos a destruir el sistema de la esclavitud. El capitalismo existe
gracias al trabajo de los trabajadores, ahí el porqué no queremos ser
trabajadores y por qué vamos a sabotear el trabajo.

10
EL GRUPO
DE MOKER
EL LEVANTAMIENTO
DE LA JUVENTUD

Herman Schuurman (1897–1991), el autor del panfleto El trabajo es


un crimen, fue uno de los cofundadores del grupo De Moker [El Mazo1],
que reunía a jóvenes proletarios ávidos de revolución, libremente orga-
nizados en torno al periódico De Moker, cuyo subtítulo era Periódico
de agitación para jóvenes trabajadores. El grupo De Moker agitó el
movimiento obrero y libertario holandés durante más de cuatro años,
desde finales de 1923 hasta el verano de 1928:

«Esto puede, más bien esto debe sonar como un mazazo en sus
orejas: nosotros, los jóvenes, rechazamos radicalmente seguir
aguantando más tiempo los asuntos sucios de los viejos en el
movimiento […].

1  Un moker (también llamado vuist, “puño”, en el argot del trabajo) es un tipo


de mazo pequeño (logo de De Moker).

11
Que todo el mundo sepa que somos los que en esta sociedad
no tenemos poder, los que no tenemos dios, ni dinero y pre-
ferentemente los que no tenemos trabajo, y los que tampoco
queremos aguantar por más tiempo toda esta agitación éti-
co–religiosa. El repugnante sermón, con el que nos machacan
desde hace años, del derecho al trabajo, lo cambiamos por el
del derecho a la pereza,2 porque de lo que aqui se trata es de
uno de los primeros síntomas de aniquilación. ¡Destrucción!
Bakunin, cuando era viejo, seguía siendo un revolucionario, por
eso fue él quien señaló la vía de la destrucción. ¿Ha mejorado
la situación del proletario? […] ¡No y mil veces no! La organi-
zación política y sindical ha dejado intactos los fundamentos
del sistema. Sólo han querido cambiar los “excesos”, e incluso
en eso han fracasado completamente. […] El trabajo siempre
ha sido el lema de la burguesía y también el de los dirigentes
de los partidos políticos y los sindicatos. Hoy —y es aquí
donde la historia no para de repetirse sin que el proletariado
gane absolutamente nada— incluso los anarquistas de pura
sangre anuncian exultantes en sus órganos que el trabajo ha
aumentado en Bélgica. Ese es el motivo por el que no hacemos
ningún esfuerzo para formar una organización unificada: no
conocemos ningún frente único revolucionario, nos recono-
cemos y provocamos la solidaridad en la fábrica y en el taller
para estimular el sabotaje. Encontramos por todas partes el
terreno de la agitación…»3

2  La primera traducción holandesa del conocido panfleto de Lafargue, realizada


por J. de Wachter, fue publicada en 1916.
3  J. Verhave, Het moet! (¡Debe ser!), De Moker, n° 4, 10 de febrero de 1924.

12
Uno de los jóvenes libertarios precisará más tarde:

«Los grupos De Moker y Alarm no existían sólo por el mero


hecho de existir como grupo, sino que estaban compuestos
por una serie de personas que sentían la necesitad de combatir
el reblandecimiento de la generación más mayor y de atacar
a esos viejos.»4

Alarm, fundado en mayo de 1922 y muy cercano a De Moker, ya había


publicado un artículo contra el trabajo, que hacía también referencia
a Lafargue:

«El capitalismo, que saca su fuerza del trabajo embolsándose


la plusvalía, estará condenado a la ruina en el momento en el
que el trabajo, y por tanto la ganancia, falte. Paul Lafargue,
el autor de El derecho a la pereza, dice que en esta sociedad el
trabajo es una vergüenza. No obstante habría sido más radical
si hubiese llamado a su libro El deber de la pereza. El deber de
los revolucionarios es el de privar al capitalismo de su fuerza.
Es por eso que la organización sindical es contrarrevoluciona-
ria, porque en lugar del sabotaje y la desobediencia perezosa,

4  Fike van der Burght, Die Moker en alarmgroepen bestonden niet om te bestaan
als groep: sociaal anarchistiese jeugdbeweging in Nederland 1918–1928 (Los grupos
De Moker y Alarm no existían por el mero hecho de existir como grupo: el movi-
miento de la juventud social–anarquista en Holanda 1918–1928). Uitgeverij de
Pook, Ámsterdam, pág. 49. La mayor parte de la información utilizada aquí está
sacada de esta publicación, así como del libro de Ger Harmsen, Blau we en rode
jeugd Ontstaan, ontwikkeling en teruggang van de Nederlandse jeugdbewegingtussen
1853 en 1940 (Juventud azul y juventud roja. Nacimiento, desarrollo y regresión
de los movimientos juveniles en Holanda entre 1853 y 1940), Nimega, 1975.

13
predica el derecho al trabajo haciendo creer a los trabajadores
que podrán lograr alguna ventaja. […]
Pero si la organización sindical existe es gracias a la esclavitud
asalariada: si el trabajo asalariado se hunde, la organización
sindical se hunde con él. Existiendo por y gracias al capitalis-
mo no puede hacer otra cosa que contribuir a su reedificación,
mientras que la lucha por los salarios mantiene continuamente
alejados a los trabajadores de la posibilidad de derrocamiento del
capitalismo. Como anarquistas no sólo debemos luchar contra
el capitalismo, sino también contra el enemigo que se encuentra
en nuestro seno: las organizaciones sindicales. El capitalismo
y el sindicalismo tienen un enemigo común: la pereza. Y ahí
donde los capitalistas y los notables afirman todo el tiempo el
deber y el derecho al trabajo, los revolucionarios deben propagar
por todas partes el deber y el derecho a la pereza.»5

A diferencia de Alarm, en realidad no mucho más mayores, los de De


Moker se definían explícitamente como “jóvenes” —como dijo Schuurman:
«Nosotros, los jóvenes, tenemos demasiado derecho a la vida, demasiada
pasión, demasiada fe y confianza en nosotros mismos, demasiada voluntad
y coraje para dejarnos tratar como tontos»—.6 Lo que no impide que
a diferencia de la casi totalidad de la prensa obrera y libertaria, Alarm
reaccione con entusiasmo ante la aparición de De Moker:

«Muy refrescante. Publicado únicamente para propagar el sa-


botaje. Al igual que Alarm, combate toda forma de salariado,

5  A. J. Jansma, Luiheid en kapitalisme (Pereza y capitalismo), Alarm. Anarchistisch


maandblad, n° 6, 1922.
6  Fike van der Burght, ibíd., pág. 41.

14
porque los trabajadores no comprenden que “mientras exista el
salariado, la explotación seguirá siendo un hecho”. El periódico
combate pues la organización sindical, porque “los sindicatos
colaboran en el adormecimiento de los trabajadores” Ocho de
esos jóvenes antisindicalistas ya han comparecido delante de la
justicia por agitación y atentado contra la seguridad del Estado.
Esta revista es pues muy prometedora. La joven generación
debe ver el salariado como un horror, debe convertirse en una
holgazana: ahí se encuentra el hundimiento de la burguesía.»7

Al principio, la mayor parte de los participantes en De Moker tenían entre


diecisiete y veintitrés años —Schuurman era relativamente “viejo” dentro
del grupo—. Por otro lado, todos los fundadores del grupo y redactores
del periódico provenían de las corrientes más radicales de un movimiento
emancipatorio de la juventud, que emergió a finales del siglo XIX con
la industrialización. Ésta fue relativamente tardía en Holanda pero sus
desastrosos efectos no fueron menores, sobre todo para los jóvenes, y en
el seno de ese movimiento surgió una fuerte tendencia anticapitalista.
En ocasiones, a partir de los doce años, ante la más mínima expresión de
descontento en la calle, esos jóvenes se tenían que enfrentar a los sables de
la policía y a los fusiles del ejército: entonces comprendian rápidamente
qué orden era el que se defendía en Holanda. Aún más, eran ellos los
que formarían la infantería del ejército, ya que los ricos se podían librar
pagando un impuesto para escapar del servicio militar, contribuyendo
igualmente al surgimiento de una fuerte tendencia antimilitarista: es sobre
ese terreno fértil que se fundó, en 1904 en Ámsterdam, la Asociación
Internacional Antimilitarista (Internationale Antimílitaristische Vereni-
ging, lAMV), de la cual fue inspirador Ferdinand Domela Nieuwenhuis,

7  Anuncio de la aparición de De Moker, por Jo de Haas, en Alarm, enero de 1924.

15
“abuelo” del movimiento socialista y libertario holandés. Delegados de
Inglaterra, España, Bélgica, Suiza y Francia formaron parte del congre-
so fundacional, pero el ala holandesa fue la única en recoger un éxito
considerable: con eslóganes como «Ni un hombre, ni un florín para el
ejército» y «Guerra a la guerra», acompañados sistemáticamente de una
consigna anticolonialista: «Las indias liberadas de Holanda»,8 funcionó
hasta la Segunda Guerra Mundial como instrumento de unión entre
los diferentes grupos libertarios y antimilitaristas, que se reunían en
congresos y reuniones, participaban en distintas campañas, y difundían
conjuntamente su periódico, De Wapens Neder (Abajo las armas).

8  El Estado holandés, que heredó en 1799 el derecho de predación sobre el ar-


chipiélago indonesio, hasta entonces mantenido por la Compañía holandesa de las
Indias Orientales, se vio obligado un siglo más tarde, en la época del “imperialismo”,
a defender su monopolio contra la intrépida avidez de los nuevos competidores
en el pillaje, iniciando una siniestra “pacificación” del Cinturón Esmeralda para
asentar definitivamente su poder y aprovecharse del botín. Durante el curso de las
múltiples campañas militares, donde la crueldad más extrema respondía a la feroz
defensa de los indios, el ejército holandés terminó de abatir las relaciones feudales
todavía en vigor en los diferentes principados o sultanatos en los cuales no podía
ser garantizada la sumisión absoluta, introduciendo el capitalismo moderno. Con
éste se introdujo también la explotación industrial del suelo y el subsuelo, con
sus campos de petróleo, sus minas y sus gigantescas plantaciones, para lo que se
necesitó la concentración de un proletariado que debía ser deportado de todas las
islas de lndonesia. Asia continental e incluso de África. La revelación continua de las
atrocidades perpetradas por el ejército y los colonos escandalizaron a una parte de
la opinión pública holandesa, dando lugar en ocasiones a disputas parlamentarias,
pero sólo los anarquistas y, más tarde los comunistas de la tendencia Sneevliesta
marxista–leninista de izquierda, conocida como la tendencia Sneevliet (fundador del
Partido Comunista de lndonesia en 1914) y los consejistas tomaron rotundamente
partido por la resistencia indonesa. Los antimilitaristas se oponían principalmente
al «envio de jóvenes holandeses para asegurar los beneficios usuarios de la burgue-
sía en el Oriente». Los que se reunieron en torno a Alarm y De Moker precisaron
su punto de vista declarando querer «las Indias liberadas del capitalismo, o sea,
liberadas de Holanda», por lo que el mejor apoyo a los indonesios en su lucha por
la emancipación, y a la vez el mejor medio para que la causa nacionalista se viera
superada por la causa del proletariado internacionalista, era minar la metrópolis,
la raiz del imperialismo: el capitalismo.

16
Al terminar la Primera Guerra Mundial, la ola revolucionaria que
sumergió al viejo mundo alcanzó también nuestro llano país, supues-
tamente “neutral”:9 disturbios contra el aumento del coste de vida y la
penuria, múltiples manifestaciones proletarias, huelgas e incluso motines
en un cuartel; en el seno de las Juventudes Socialanarquistas (Socíaal–
Anarchistische Jeugd Organisaties, SAJO), que agrupaban a los jóvenes
proletarios en la revuelta contra la “debilidad” de las organizaciones
existentes, algunos intentarán hacer saltar la Bolsa de Ámsterdam, así
como uno de los depósitos de explosivos de los accesos a la ciudad, pero la
mala suerte hizo fracasar su proyecto. En las reuniones y las publicaciones
de las Organizaciones de Juventudes Socialanarquistas, las discusiones
sobre los principios, pero también sobre las prácticas de la «dictadura del
proletariado», se mezclaban con las discusiones sobre el papel general de
los partidos y sindicatos en la lucha revolucionaria. Hacia 1919–1920,
la tendencia antibolchevique de las Juventudes Socialanarquistas, que
en el fondo negaba toda representatividad a las organizaciones, eclipsó a
todas las demás, sobre todo porque estas últimas se reunían con diferentes
organizaciones “adultas”, de comunistas y sindicalistas. Esta tendencia
radical se reagrupa en 1922 en torno al mensual Alarm, siguiendo el
modelo del Nabat de la Ucrania revolucionaria,10 y/o se incorporará más
tarde al grupo que gravitaba en torno a De Moker.

9  Holanda fue oficialmente “neutral” durante la Primera Guerra Mundial y


continuó siéndolo hasta su invasión por Alemania en mayo de 1940.
10  Según Anton Constandse, cofundador y redactor de Alarm, «se efectúa una
aproximación entre los comunistas de los consejos, que habian abandonado el
Partido comunista (como Leen van der Linde, Piet Kooijman y Wim Hoenders)
y grupos anarquistas como los Alarmistas que adoptaron algunas concepciones
marxistas radicales sobre el terreno económico, que fueron también las de algunos
sindicalistas como Georges Sorel. Durante el periodo en el que podemos encontrarlo
entre los anarcosindicalistas, él también vio en este movimiento la expresión de
una lucha de clase directa, a desarrollar principalmente dentro de las empresas. La
idea de la ocupación de empresas era una forma de “dictadura del proletariado» y

17
Fuera de las Juventudes Socialanarquistas, o antes de unirse a ellas,
muchos de los participantes en De Moker, y no precisamente los menos
representativos, como Herman Schuurman, pasaron por la Liga de
Jóvenes Antialcohólicos (Jongelieden Geheelonthoudersbond, JGOB).
La importancia concedida al antialcoholismo dentro del movimiento
socialista y libertario es seguramente una particularidad holandesa. (El
popular Domela Nieuwenhuis incluso lanzó el eslogan: «Un trabajador
que bebe no piensa. Un trabajador que piensa no bebe»). Que este
antialcoholismo haya encontrado tanto éxito en el seno de la juventud
subversiva de la época se debe seguramente al calvinismo del cual la
población holandesa está profundamente impregnado, pero también al
hecho de que muchos de esos jóvenes proletarios conocían de cerca los
estragos que podia causar el alcoholismo en su propio ambiente, hasta
en sus propias familias. Para ellos, el antialcoholismo significaba tanto
emancipación de la personalidad como contestación a las relaciones
sociales, casi una condición sine qua non de todo cambio social. Los
debates que llevaban a cabo las Juventudes Socialanarquistas se realizaban
también en el seno de la Liga de Jóvenes Antialcohólicos y cuando algunos
de sus miembros se juntaron con los comunistas, Herman Schuurman
y sus compañeros libertarios organizaron a finales de 1920 el congreso
fundacional de la Liga de la Juventud Libre (Vriie Jeugd Verbond, VJV),
que publicó la siguiente Declaración de principios:

«La Liga de la Juventud Libre es la asociación nacional de


Jóvenes que, siendo conscientes de que no pueden o no saben
resignarse a la situación que destruye la vida, trabajan, cada

no se trataba solamente de «una dictadura del partido». «La corriente anarquista


de los Alarmistas se caracterizó por sus vínculos con los comunistas consejistas»
(De Alarmisten, 1918–1933, Ámsterdam, 1975, pág. 16–17)

18
uno a su manera y juntos en la medida de lo posible, por la
revolución espiritual y social.
Ahí donde nuestra sociedad se revela en el capitalismo, y el
militarismo emergente se mantiene solo a costa de la destruc-
ción de la libre personalidad humana, la VJV toma partido
por “la libre personalidad humana”. Con el fin de estimular
el desarrollo de la libre personalidad humana, la VJV acepta
todos los medios para destruir los factores que la obstaculizan,
tales como capitalismo, militarismo, escuela y religión.»

En junio de 1921, el joven Herman Groenendaal, que también abandonó


la Liga de Jóvenes Antialcohólicos para afiliarse a la Liga de la Juventud
Libre, comenzó una huelga de hambre tras ser encarcelado por rechazar
el servicio militar y desencadenó en su favor una gigantesca campaña
antimilitarista, lanzada y coordinada por la Asociación Internacional
Antimilitarista. Durante varios meses se llevaron a cabo manifestacio-
nes, reuniones contestatarias y huelgas en las que participaron miles
de trabajadores; otros insumisos se unieron a la huelga de hambre de
Groenendaal. Después, a principios del mes de noviembre, cuando el
movimiento se estancaba, un pequeño grupo de activistas lanzó una
bomba contra la fachada del edificio donde vivía uno de los jueces de
Groenendaal, con el claro objetivo de criticar la “pasividad” de los no
violentos (lo que por otro lado era Groenendaal). Uno de los autores
del atentado dirá más tarde:

«Se sorprenden de que, delante del Tribunal, ninguno de


nosotros tres haya realizado un discurso clamoroso, un poco
en el estilo al cual estaban acostumbrados los viejos socialde-
mócratas en la Alemania del emperador Guillermo y que no
tuviésemos defensores que compartiesen nuestro punto de vista.

19
Se equivocan. El acto fue nuestra propagada. Hicimos lo que
teníamos que decir. Dijimos eso dirigiéndonos a la burguesía y
al proletariado. Y lo que tenemos que decir sobre el futuro sigue
siendo lo mismo, expresado en términos un poco diferentes:
apoderarse de las empresas, organización por empresa […]
Lo que hemos querido decir desde un principio con nues-
tro atentado es: ¡ah, proletarios!, se pierden admirando al no
violento Groenendaal, despierten entonces y reflexionen un
poco sobre este atentado.»11

El atentado, evidentemente, provocó algunas disensiones. Poca gente


apreció este género de crítica. Sin embargo, los que aprobaron y orga-
nizaron la campaña por la defensa de los autores del atentado —que
recibieron duras condenas— pronto formaron grupos en torno a Alarm

11  Cita de Leen van der Linde en P. A. Kooijman, Neem en eet. Bomaanslag en
opruiing als sociale filosofie. (Toma y come. El atentado con bomba y la iniciación
a la revuelta como filosofía social) Manifesten, L. J. C. Boucher, La Haya, 1967,
pág. 18–19. Por otro lado, los autores del atentado se explicaron por escrito en
P. A. Kooiman, L. V. D. Linde, Jo de Haas, De Revolutionaire Daad, Uitgave:
Agitatie–Commissie: Weg met de Partijen, de Vakorganisaties en de Bon–zen (El acto
revolucionario, Edición: Comité de agitación: A bajo los partidos, los sindicatosy
la patronal), 1922. Anton Constandse remarcó más tarde que dos de los autores
del atentado provenían de un grupo marxista disidente. «Él ya era de la patronal
en la época que los sociaIanarquistas colaboraron ocasionalmente con los marxistas
que habían aceptado el principio comunista de los consejos. Se reencontraron
mutuamente en la defensa de la insurrección de Kronstadt de 1921». Dr. A. L.
Constandse, Anarchisme van de daad van 1848 tot heden (Los Anarquistas y la
Propaganda por el Hecho de 1848 a la actualidad), La Haya, 1970, pág. 178.
Para intentar acelerar el movimiento, pensaron también en secuestrar al alcalde
de Ámsterdam y negarle todo alimento hasta que Groenendaal fuese liberado…
Proyectarán también cometer un atentado contra el propietario de una obra
naval responsable de un lock–out de los metalúrgicos, que no se pudo llevar a
buen puerto; pero todo eso prueba que su principal móvil no era la solidaridad
con Groenendaal o la causa antimilitarista, sino más bien su «pasión destructiva»
contra el sistema capitalista en su totalidad.

20
y, un poco más tarde, en torno a De Moker. Los dos grupos eran muy
cercanos, al igual que lo eran las Juventudes Socialanarquistas y la Liga
de la Juventud Libre, de cuyo seno habían salido, asi que De Moker
adopta la Declaración de principios de la Liga.12
El marcado antimilitarismo de De Moker y de Alarm se distingue
sistemáticamente del antimilitarismo libertario fuertemente impregnado
de pacifismo y de ética tolstoiana, de este principio de “no violencia” que
continúa proliferando dentro de cada movimiento de contestación, para
frustrarlo y ahogarlo. La crítica del militarismo desarrollada por el grupo
De Moker pretendía ser más profunda y concreta. Jo de Haas evoca así la
imbricación del ejército y del militarismo con el Estado y el capitalismo,
dentro de una polémica contra el manifiesto de un grupo de tendencia
bolchevique llamando a los jóvenes a «aprender a manejar las armas»:

«¡Qué bromistas! Dicen que sólo se podrá terminar con la


guerra mediante la revolución mundial. Y para esos marxistas.
¡la revolución = una batalla! Cualquier ser humano normal
puede entender las absurdas consecuencias que esto implica.
El capitalismo ha inventado los medios necesarios para, en
veinticuatro horas, hacer de una ciudad como Londres un
cementerio. “El ejército proletario” deberá por tanto disponer
de gases, de bacterias; etc., para ser capaz, por ejemplo, de
convertir Londres en un cementerio en diez horas. Porque si
no la batalla —la “revolución” según ellos— está perdida de
antemano.

12  Esta declaración es reproducida en cada número de De Moker. Los elementos


más moderados de la Liga de la Juventud Libre se reagruparon en torno a los pe-
riódicos De Kreet der Jongeren (El Grito de los Jóvenes), y más tarde, De Branding
(La Avalancha). También existía una hoja “interna” de la Liga que cubría las dos
tendencias, De Pook (El Atizador).

21
[…] Esto ya lo comprendieron los colegiales, que no se
aventuran en una pelea sin un palo que no sea por lo menos
diez centímetros más grande que el de los otros.»

Sin embargo, los jóvenes deben comprender esto: los socialdemócratas


aspiran a la conquista del poder del Estado. En el manifiesto mencionado
arriba leemos: «Cuando el capitalismo es destruido y por todas partes los
trabajadores toman el poder del Estado en sus manos, la guerra se vuelve
imposible». ¡Es aquí donde se esconde la impostura! Los trabajadores
no toman el poder del Estado, ¡son los dirigentes los que lo hacen! Esto
cambia mucho y lo explica todo. […] En Rusia encontramos generales
blancos a la cabeza del Ejército Rojo que, al igual que aquí, ordenan
disparar a los huelguistas y díspersar las manifestaciones de mujeres.
Imaginad que esos soldados no hubiesen sabido disparar…”13

13  De Moker, n° 11, 1 de octubre de 1924.

22
LA CRÍTICA A MAZAZOS

Herman Schuurman fue sin duda alguna una figura central del grupo
De Moker, al menos en el curso de los primeros años, cuando siendo
redactor publicaba numerosos artículos y traducciones del alemán,
además de realizar habitualmente la portada.14 Bajo el título Notas de
un muchacho, entregaba regularmente sus comentarios y análisis de la
actualidad extranjera, así como las conclusiones que sacaba para sus
compañeros en Holanda.
Por ejemplo en De Moker. 10 de febrero de 1924:

«En Inglaterra, los socialdemócratas han alcanzado el poder.


Gracias a una crisis forzada de gobierno, la disolución de
la cámara baja y la convocatoria de elecciones, obtuvieron
un gran número de escaños. Los trabajadores ingleses van a
gozar entonces de los mismos beneficios que los concedidos a
Alemania y a Austria por los jefes de la II Internacional. Los
ministros “socialistas” ingleses ejecutarán la sumisión de los
dirigentes socialdemócratas al gran capital […] en una versión
aún más hermosa. Al igual que todos sus predecesores, lacayos
rastreros y serviles del gran trust del petróleo angloholandés
Royal Dutch Shell Co. […] En Holanda esos señores quisieron
jugar al mismo juego. Durante la crisis gubernamental, Troelstra
(dirigente socialdemócrata) declaró que el SDAP quería obte-
ner la dirección del gobierno […] Lo que no ocurrió […] Los
traidores a los trabajadores tienen tantas ganas de formar parte
del gobierno porque así quedarían a cubierto. […] Los líderes

14  Véase la reproducción de la portada del n° 12, 1 de noviembre 1924, pág.


19. Muestra un martillo, los trabajadores dicen: ¡Cavemos!, y el subtítulo: el pilar
del capitalismo.

23
de los trabajadores son los peores enemigos de la humanidad
porque sólo pueden dar rienda suelta a su voluntad de poder
si los trabajadores siguen siendo esclavos.»

En el De Moker del l de enero de 1925:

«El agregado diplomático ruso en Roma ofreció un banquete


a Mussolini, su colega en Berlín recibió la visita del nuncio
Pacelli, el representante del papa. En Londres, Rakovski [diplo-
mático ruso] le llevó una tostada al rey de Inglaterra. Y Krass
[por Krassine, otro diplomático ruso] llegó esta semana a París
y todo se desarrolló en el marco de las antiguas tradiciones
maquiavélicas de la diplomacia. Con astucia capitalista, los
déspotas rusos saben cómo lanzar los intereses de los diferentes
Estados los unos contra los otros, y los pueblos, los trabajadores,
son las víctimas. […]
El 19 de diciembre, hará un año que masacraron a los presos
indefensos en el infierno bolchevique de la isla Solovetsky, en
el mar Blanco. En todo el mundo ese día quedará grabado en
las almas de aquellos que aman la libertad humana. Y sabrán
que tienen que destruir todo gobierno sin dejar nada.»

En el De Moker del 15 de octubre de 1926, durante la gran huelga de


mineros de Inglaterra:

«¡Por fin! Por fin noticias de Inglaterra que llenan de esperan-


za, que demuestran que los mineros no se dejan engañar por
discursos y conferencias y están decididos a aplicar el único
método que al final es capaz de romper la resistencia del ca-
pitalismo, el sabotaje. […] Ahora que por fin han tomado la

24
decisión de parar el trabajo de mantenimiento de las minas
(ante el riesgo de explosiones, inundaciones, etc.), se escuchan
por todas partes los alaridos de los “dirigentes obreros” de todas
las tendencias. […]
Dirigentes que, tras un año de reuniones y correspondencia,
sabían que el gobierno y los propietarios de las minas estaban
preparados para esta huelga y que perseverarían hasta que los
trabajadores fuesen sacrificados.
Dirigentes que suplicaron al gobierno que no llegase hasta
el punto de provocar una huelga “general”.
Dirigentes que predicaron la calma y el orden mientras se
encargaban de que el transporte de víveres y de carbón fun-
cionase bien. […]
Esos dirigentes se lamentan ahora a pleno pulmón porque
hay miles de trabajadores, que después de haber abandonado
toda esperanza, comienzan finalmente a hablar de inundar las
minas. Lo cual es, desde el punto de vista revolucionario, el
único método justo. Si los trabajadores no tienen la posibilidad
de ocupar las empresas, éstas deben ser aniquiladas. […]
También en Holanda los mineros amenazan con la huelga
[…]. Esta amenaza seguirá siendo, mientras los líderes de los
sindicatos de mineros mantengan el poder entre sus manos, una
historia de traición y martirio, al igual que hoy en Inglaterra,
al igual que en Twente hace dos años con los trabajadores del
textil. Compañeros, procuremos que en caso de acción, ésta
tenga una envergadura revolucionaria.
Redoblemos los esfuerzos para que los trabajadores rechacen
por fin las huelgas de larga duración. Apoyad la ocupación de
las empresas.
Si no, ¡dejad sitio al sabotaje!»

25
Durante el segundo año Schuurman desaparece del comité de redacción
(que se vuelve anónimo), pero continúa colaborando en De Moker hasta
1927, cuando se compromete especialmente en la campaña internacional
en defensa de Sacco y Vanzetti. Poco después, abandona el movimiento y
se retira a la vida privada.15 Con El trabajo es un crimen, resumió a la perfec-
ción lo que los jóvenes del grupo De Moker intentaron poner en práctica, su
programa. Según la tradición oral, el grupo lo componían unos quinientos
chicos y chicas (éstas mucho menos numerosas), dispersos por todo el país,
sobre todo en el norte y el oeste. No había dirigentes, exceptuando el hecho
de que el comité de redacción de la publicación De Moker determinaba el
contenido. Encontramos en muchos números listas de artículos rechazados
con una argumentación muy sumaria y severa, como: «inadecuado, le seguirá
una carta», «muy confuso, intenta centrarte sobre un punto», «demasiado
largo», «muy mal redactado», «contradictorio», etc. Con ocasión del con-
greso trimestral, la asamblea evaluaba la redacción y nombraba los nuevos
redactores. El grupo tampoco tenía lista de miembros, bastaba con colaborar
de una manera u otra con De Moker. Así, podemos leer en un «balance su-
mario de la asamblea trimestral de De Moker del 10 de abril de 1927»: «En
comparación con hace unos años, podemos constatar que la comunicación
a nivel nacional ha mejorado y que los jóvenes de diferentes partes del país
se conocen mejor. Y hay contactos internacionales. Tenemos un periódico
independiente […] lleno de pequeños artículos contundentes, escritos por
los jóvenes y distribuido también por ellos mismos, un periódico que expresa
una parte magnífica de la lucha».16 Para muchos participantes, la colaboración
en De Moker consistía principalmente en distribuir los tres mil, a veces cuatro
mil ejemplares mensuales, lo que provocaba frecuentes enfrentamientos con

15  Hubo conflictos y disputas entre personas, pequeños juegos de poder, rumores,
etc., pero esta es de las pequeñas historias que, por falta de documentos, es difícil
de juzgar y poco interesante.
16  De Moker, n° 30, mayo de 1927.

26
adversarios políticos y sobre todo con la policía y, por lo tanto, detenciones.
Por otra parte la publicación era frecuentemente embargada y sus redactores
fueron muchas veces condenados a duras penas. Pero el grupo consideraba
esta represión como una propaganda para su causa. Después de toda una
serie de embargos, de detenciones de distribuidores del periódico (incluso
en Amberes, Bélgica), después de la condena de un redactor a dos meses de
cárcel por provocación a la insumisión, después incluso de recibir disparos
por parte de la policía de Ámsterdam durante un enfrentamiento. De Moker
podía afirmar:

«Así, nuestro Moker se ha convertido en el periódico por el


que los propietarios y los maestros se sienten gravemente ame-
nazados, porque incitamos a los jóvenes a ser hombres, entre
los cuales tratan de elegir a los esclavos sin vida e instigar a los
verdugos sin conciencia.
Porque hacemos que los jóvenes sean conscientes del hecho
de que el capitalismo existe gracias a su trabajo y que por
tanto deben rechazar su fuerza de trabajo. […] Es por esto
que el poder lanza sobre nosotros a sus perros sanguinarios.
En nuestra gran lucha por la humanización de la humanidad,
encontramos implacables frente a nosotros a los propietarios
y a los maestros despiadados.»17

En este artículo, al igual que en muchos otros, vemos translucirse las ideas
de Bakunin, sobre todo las que se encuentran en Dios y el Estado, su libro
más conocido y el más editado en holandés, que habla de la emancipación
humana frente a la posternación de la religión —y sitúa sus orígenes en la

17  Herman Schuurman, De Bloedhonden zijn los (Los perros sanguinarios están
sueltos), De Moker, n° 12, 1 de noviembre de 1924.

27
animalidad del hombre— y de la “tarea” del hombre de convertirse cada vez
más en hombre, aboliendo en un mismo movimiento a Dios y al Estado.
También para los jóvenes del grupo De Moker la libertad era la esencia de
la vida. Sus adversarios en el seno del movimiento han desacreditado, a
menudo con hostilidad, su «subjetividad extrema», su comportamiento
arriesgado y lo que llaman su «gusto por el martirio», olvidando así el hecho
de que la vida cotidiana de la inmensa mayoría de los trabajadores era (y
es) considerada por muchos como “un martirio” —y no sólo por los que
creen que el trabajo es un crimen—. Lo que no significa que los Mokers
no buscasen enfrentar la inevitable represión; por ejemplo, para proteger
a los insumisos al servicio militar, hicieron la siguiente proposición: «Al
igual que en Ámsterdam, donde cada barrio se levanta cuando la policia
expulsa a un obrero de su casa, el barrio debe también levantarse cuando
la policía saca a un insumiso de la suya. Y si intentan detenerle en su
trabajo, entonces los compañeros deben solidarizarse hasta el punto de
parar de trabajar».18 En De Moker, se exhorta a veces a los más salvajes a
tener un poco de prudencia frente a las fuerzas del orden, más fuertes que
ellos; algunos textos indican que se llevaba a cabo una discusión sobre los
métodos de guerrilla. A comienzos de 1926, después de un intento fallido
de fusión con los elementos más moderados de la Liga de la Juventud
Libre, el comité de redacción adoptó como firma colectiva el nombre de
«Teun el Demoledor, representante ambulante de dinamita y palancas»,
mientras, los artículos seguían siendo firmados con iniciales o nombres
inventados como “Rebelde”, “Alguien”, “Mocoso”. Hay que señalar al
respecto la relativa impenetrabilidad del grupo De Moker. Los miembros
de los diferentes grupos se conocían bien, se encontraban en casas, com-
partían todo y operaban en bandas de amigos, lo que creaba una barrera

18  Rinus van de Brink, Niet in de kazerne – Niet in de gevangenis (Ni en el cuartel,
ni en la cárcel), De Moker, n° 11, 1 de octubre de 1924.

28
contra los pequeños caraduras que querían darse un aire revolucionario
a costa de sus compañeros y también contra los infiltrados de la policía.
Está claro que los métodos de los jóvenes “Mokers” eran ante todo pro-
vocadores. Lo mismo ocurre en lo concerniente a sus costumbres, que hoy
nos pueden parecer muy austeras. Los chicos y las chicas se relacionaban
libremente, nadaban desnudos, no bebían, muchos eran vegetarianos;
fumar estaba mal visto, al igual que el libertinaje. Vagabundeaban, man-
tenían contacto con el movimiento de vagabundos alemanes y algunos
viajaban por toda Europa, rechazaban también como equivalentes a «la
iglesia y el bar» los comienzos de las delicias espectaculares: el fútbol y
el cine. Un redactor, que firma con su nombre Gerrit, lo expresaba así:

«El efecto nocivo del alcohol sobre el cuerpo humano es bien


conocido sin embargo el alcohol no es la causa, sino tan sólo
una consecuencia de toda esta miseria. Observad cómo ahora
la ginebra es remplazada por el “deporte”. Cómo, mientras que
la cuestión de la sobriedad ocupa cada vez más la atención de
la clase obrera, los espíritus se sueltan en gritos y alaridos en
los campos de fútbol. Y esto será siempre así.
Siempre encontrarán nuevas formas de envenenamiento,
porque son necesarias para mantener a la clase obrera en la
pasividad. Eso durará mientras vosotros sigáis combatiendo
las consecuencias en lugar de la causa. […] Oh, nos gustaría
gritarles a todos esos abstemios: “Paren esos berridos contra el
alcoholismo”. No luchen más contra los excesos y ataquen la
causa. Vengan y “mokeen” [aplasten] con nosotros.»19

19  Jeugd en alcohol zijn vijanden (La juventud y el alcohol son enemigos), De
Moker, n° 8, 1 de julio de 1924.

29
Algunos se consideraban hasta tal punto “antisistema” que incluso
rechazaban la ayuda social a la que tenían “derecho”. Si para sobrevivir,
naturalmente muchos llegaban a trabajar, se trataba de trabajos ocasionales,
y no buscaban ninguna seguridad de existencia; por lo demás, se aban-
donaban al placer de los “sinpa”, se «ganaban la vida cantando y robando»
—como les reprochaban los pequeñoburgueses bien pensantes—: «La falsa
ética del capitalismo, el respeto por la propiedad, la hemos desechado.
Coger siguiendo nuestras necesidades y expropiar a los propietarios son
para nosotros principios de vida razonables y morales».20 En lo que se
refiere al sabotaje, lo propagaron activamente, pero de esto han quedado
pocas huellas o testimonios, a excepción de algunas acciones de mayor
envergadura. Así, un antiguo miembro del grupo contará más tarde que
un día sabotearon una fuente importante de la red eléctrica de Ámster-
dam, de manera que «no había más luz y las fábricas no funcionaron
más».21 De Moker, el 1 de julio de 1924, menciona, aprobándolos, una
explosión dentro de un almacén de pólvora, los incendios dentro de un
depósito de artillería, en un edificio de la gendarmería y en un almacén
de armas. Cuando más tarde la represión golpeó a sus colaboradores,
De Moker reaccionó con insolencia, haciéndose el inocente ultrajado,
mencionando alegremente que la prensa hace propaganda de sus ideas
difundiendo el asunto.22 A pesar de todo, el empleo de explosivos era y
es poco frecuente en Holanda.

20  De Moker, n° 9, 1 de agosto de 1924.


21  Citada en Fike van der Burght, Die moker en alarmgroepen bestonden niet
om te bestaan als groep, pág. 27. También señala que «es difícil de verificar en qué
medida se puso realmente en práctica el sabotaje de empresas, fábricas y talleres.
Nadie escribía sobre esto, era demasiado arriesgado». Además el sabotaje estaba
casi siempre dirigido contra los edificios o el material militar.
22  Herman Schuurman, Wie zijn de brandstichters? (¿Quiénes son los incendia-
rios?). De Moker, n° 15, 1 de febrero de 1925.

30
Como mencionan en su declaración de principios, el sistema escolar
es uno de sus objetivos. «Hay que quemar todos los colegios», escribe
Jacob Knap en De Moker: «El sistema escolar convierte a los niños en
personas débiles e indolentes que no tienen conciencia de sí mismos y se
acostumbran tanto a recibir órdenes que dejan de ver la humillación que
esto supone. […] La emancipación sólo llegará cuando los proletarios
expulsen a sus dirigentes y actúen por ellos mismos».23 Sin embargo los
participantes en el grupo De Moker no sólo eran “activistas”, en general
estaban ávidos de conocimiento. Los más instruidos —frecuentemen-
te maestros que no encontraban trabajo porque tenían antecedentes
judiciales o que, por principio, no querían trabajar en el sistema esco-
lar— ayudaban a los demás. Leían a los “clásicos” —al menos los pocos
disponibles en holandés, o en última instancia, en alemán—. Tocaban
música, organizaban cursos de idiomas (esperanto entre otros), de dibujo
y otras técnicas gráficas y concedían mucha importancia a la composición
de sus publicaciones. Organizaban también conferencias y debates que
atraían a bastante gente —y que con frecuencia eran tumultuosos—.
Junto con De Moker también distribuían Alarm y otros periódicos
libertarios, así como decenas de panfletos y libros sobre el movimiento
obrero, anarquista y antimilitarista. Además de los congresos que llevaban
a cabo cada tres meses con los otros grupos de la Liga de la Juventud
Libre, organizaban cada año, durante las vacaciones de Pentecostés, “mo-
vilizaciones” anticapitalistas libertarias y sobre todo antimilitaristas, que
pretendían tener un carácter internacional. De Moker, el 10 de julio de
1926, realiza un informe de «la tercera movilización de Pentecostés de
la juventud antimilitarista» en Soest: «La policía y el ejército patrullaban
y en las aduanas intentaban bloquear a los compañeros que venían del

23  Jac. Knap, School– en Partijgif (El veneno de la escuela y del partido), De
Moker, n° 5, 1 de marzo de 1924.

31
extranjero. Entre ellos, trescientos holandeses, doscientos alemanes y otros
que venían de Bélgica, Suiza, Austria, Inglaterra y Francia. En Francia
han realizado encarnizados esfuerzos de agitación contra la guerra en
Marruecos y en Siria. Allí es muy difícil hacer propaganda, por colgar
manifiestos te pueden caer seis, ocho meses, o más, de cárcel. Rechazar
el servicio militar es prácticamente imposible en Francia. Un insumiso
es castigado con cinco años de cárcel, y eso dura hasta los cuarenta y
ocho años». (Y todavía hoy, mientras que en Holanda, como por todas
partes, se están aboliendo a pasos agigantados los “derechos adquiridos”
en duros combates, los opresores locales fanfarronean de su clemencia
en comparación con sus homólogos de los países vecinos).»
Klaas Blauw, poco antes de su muerte súbita, expresaba de la manera
más cruel las frustraciones y la motivación de estos jóvenes revolucio-
narios (sin revolución):

«Casi todo lo que hoy llamamos trabajo arruina nuestros


cuerpos […].
Las personas envenenan sus cuerpos con la mala comida que
ellas mismas producen, y sus cabezas con palabras e ideas que
aceptan para poder resignarse a su existencia. Y si eso no es
suficiente, están el alcohol, la morfina, el fútbol, el cine y las
mujeres para olvidar la miseria en la embriaguez, la religión
para soñar con una felicidad eterna.
[…] ¿Y nosotros? Nosotros queremos un cuerpo vivo tanto
tiempo como sea posible, lleno de salud y de fuerza, queremos
un cerebro que piense, queremos crear y gozar, gozar nuestra
vida y toda vida. […]
Tenemos ideas y no podemos convertirlas en realidad. So-
ñamos con cosas bellas y buenas, pero esta sociedad no nos
permite expresarnos y volverlas físicamente tangibles. […]

32
El Estado nos atrapa con una red de leyes, de reglamentos y
de prescripciones, escritas y no escritas. Si a pesar de todo, no
podemos dominar nuestros impulsos de realización, si queremos
ser libres y si queremos hacer, sólo nos queda dar rienda suelta
a nuestro “atolondramiento juvenil”, como dicen, sobre los
monótonos muros de la prisión, como gamberros numerados.
En nuestros espíritus arde un odio salvaje contra esta sociedad,
que nos condena a todo esto, que nos constriñe a violarnos a
nosotros mismos trabajando o a sucumbir no haciendo nada.
Pero nosotros nos levantamos, no sucumbimos.
Utilizamos nuestras fuerzas, vamos a sudar y trabajar.
Pero nuestro único trabajo será el de la demolición de esta
organización con objetivos lucrativos que se llama sociedad
capitalista. Ese es el único trabajo que nos place ahora, ya que
así liberaremos a la Tierra. Ella no nos satisface, debemos ser
capaces de crear una nueva, que no se pueda paralizar como
la vieja, sino que debe estar viva y en marcha. Pero ante todo…
no podemos actuar de otra forma.
Ten cuidado capitalista, grande o pequeño, entero o a medias;
ten cuidado trabajador, si estás en contra de nosotros y defiendes
a tu jefe o si tú mismo aspiras al poder. Ten cuidado, ya que
os arrastra la misma danza macabra. Nosotros destruiremos
vuestro Estado a mazazos y tu cabeza le va a seguir. Ya que si
no luchas con nosotros eres el enemigo de la vida.»24

24  Daad–loos (Sin nada que hacer), De Moker, n° 4, 10 de febrero de 1924.

33
LA GRAN HUELGA DE LAS TURBERAS

En la primavera de 1925, estalla una huelga salvaje masiva en el norte


del país. El año anterior, para combatir el paro y la “mendicidad”, las
autoridades de las provincias de Frisia, Groninga y Drente decidieron
llevar a cabo un proyecto común de “asistencia al trabajo” basado en
tareas de reforestación, polderización,25 trabajos de canalización y otras
formas similares de trabajos forzados. En las inmensas turberas —una
industria que en esa época empezaba a declinar rápidamente—, las
condiciones de vida seguían siendo escandalosamente miserables y
muchos debían trabajar parte del año en esos proyectos de “asistencia
al trabajo”. En los primeros meses de 1925 se propagan de pueblo en
pueblo pequeñas huelgas y acciones de sabotaje que desembocan en un
movimiento subversivo que empezó a tener proporciones inquietantes
para los propietarios… En la región, el “socialismo libre”, contrario al
sindicalismo y profundamente implantado, estaba inducido por “grupos
libres”, núcleos informales que se coordinaban en torno a la Asociación
Internacional Antimilitarista. Esos grupos organizaban en sus pueblos
manifestaciones, obras de teatro y conciertos, conferencias y debates,
acogían efusivamente a oradores como Antón Constandse y Jo de Haas;
abrían bibliotecas, disponían de librerías ambulantes y difundían tanto
De Moker como De Kreet der Jongeren, De Branding, De Wapens Neder e
incluso Alarm. Varios pueblos habían visto a grupos de jóvenes pronun-
ciarse a favor de los Mokers (pero apenas han quedado trazas de ello).
Las turberas de Drente adquirieron cierto renombre después de la gran
huelga ofensiva de la primavera de 1921, cuando grupos de turberos
fueron a Twente, región de la industria textil al este de Holanda, para
intentar convencer a los trabajadores de participar en una lucha común

25  Proceso mediante el cual se desecan terrenos pantanosos ganados al mar. (NdT.)

35
sin compromisos. (En los talleres fueron recibidos con los brazos abier-
tos, pero nada más. «Una facción de los trabajadores estaba preparada,
pero no la mayoría», cuenta uno de los participantes).26 Durante aquella
huelga, con los primeros ecos de la masacre de Kronstadt, se consumó la
escisión entre comunistas y libertarios en la región, pero hubo también
motivos estratégicos. «En lo que a nosotros concierne, la huelga estaba
claramente dirigida contra el sistema» dice Harmen van Houten, que
precisa que estaban principalmente influenciados por Anton Constandse,
que a menudo se alojaba en su casa y que, en las asambleas, criticaba
toda forma de negociación con los propietarios y afirmaba que los so-
cialistas libres «continuarían participando en la huelga […] pero ya no
bajo el eslogan aumento salarial, querían el socialismo ahora». Después
de diez agotadoras semanas, con el fracaso de los intentos de extensión
del movimiento y una dura represión, la huelga se debilitó. Pero los
libertarios habían adquirido un cierto prestigio: se incrementaron sus
filas y florecieron los “grupos libres”.

«Pero no era solamente por las caras nuevas. Un nuevo viento


comenzaba a soplar. Creo que era porque empezábamos a
salir de nuestro aislamiento. Venían a vernos muchos jóvenes
anarquistas de Ámsterdam, La Haya y de esta misma región,
deseosos de conocer a los rebeldes de Drente. En el fondo alle-
gados, chavales y chavalas jóvenes con el eslogan: “El trabajo
es un crimen”. El trabajo ¿es un crimen? Esto debería haber

26  Apenas dos años más tarde los trabajadores de Twente fueron golpeados por
la misma suerte, durante una larga y dura huelga… ¡Ay de los indecisos! Esta cita,
al igual que las siguientes en este párrafo están sacadas del libro de Harmen van
Houten, Anarchisme in Drenthe. Levensherinneringen van een veenarbeider (Anar-
quismo en Drente. Memorias de un turbillero.), Baarn, 1985, uno de los pocos
testimonios de un participante en esas luchas. Harmen van Houten permaneció
durante toda su vida activo en el movimiento libertario.

36
sido incomprensible para nosotros. Nosotros trabajábamos,
teníamos que trabajar para comer y así desde los diez años.
[…] Los compañeros venían en grupos, en tren o en bicicleta
y contaban simplemente con poder comer a nuestra mesa. No-
sotros éramos bastante hospitalarios pues y aceptábamos con
gusto recibirlos como compañeros. Pero eran descarados y se
echaban sin miramientos en el sillón de nuestro padre o nuestra
madre. Si al principio estuvimos orgullosos de su amistad, no
hizo falta mucho tiempo antes de tener más ganas de verlos
partir que de verlos llegar. Lo que les fue explicado rápidamente.
[…] Afortunadamente no todos eran asi, esa gente de la ciudad.
Pero aún y todo se nos hacía un poco extraño.»

Harmen van Houten no dice más; sin ser él mismo un Moker, muestra un
cierto choque cultural entre el norte y el oeste del país, que segura mente
también existió en el seno del grupo De Moker. Después, en 1925, la
«historia de 1921 se repite» sigue diciendo Harmen van Houten respecto
a la huelga; pero esta vez la lucha no resulta de la iniciativa de un Comité
revolucionario de las turberas (del cual van Houten fue miembro), sino
que brotaba espontáneamente por todas partes desde la situación social
que se había vuelto intolerable, con mucha más amargura.

«Grandes grupos de huelguistas recorrían los pueblos turberos.


Los que todavía no participaban fueron obligados a parar el
trabajo. También hubo vandalismo. Había incendios cada noche
en las turberas […] Estaban enfadados con los sindicatos, que no
acudían a las reuniones pero que, cortocircuitando los fuegos de
la agitación, conferenciaban con los jefes. […] Los anarquistas
estaban muy divididos sobre el sentido de la participación en
el comité de huelga. ¿lncitar a la gente a la huelga cuando no

37
había nada que ganar? ¿No hacer nada y aceptar que los salarios
bajen un 30% más? […] Evidentemente, durante la huelga,
nadie tenía previsto volver al trabajo. […] Nos reuníamos en
un solar, donde el canal A se juntaba con el canal de Scholtens.
[…] Por parte de los comunistas, Brommert estaba a menudo
presente; por nuestra parte, Constandse. Durante estas fechas,
Jo de Haas todavia seguía con la agitación en Frisia.»

No tenemos suficiente información sobre la participación directa de los


Mokers en esta lucha, pero podemos estar seguros de que compartían
la posición de los anarquistas, como la expuesta por Anton Constandse
en Alarm:

«¿Qué hacer ahora? […] Fuera de los sindicatos y de los partidos


un nuevo espíritu se apodera de los proletarios. […] Sin estar
organizadas, las turberas han llevado a cabo acciones grandiosas,
más poderosas e indicadoras de más unidad de lo que cualquier
sindicato hubiese podido hacer. […] Los anarquistas han apo-
yado este principio: ninguna acción debe depender del apoyo
financiero. Si una acción no alcanza el éxito por su intensidad
y su método, no logrará mantener sus llamadas de apoyo. […]
Si el sabotaje, las acciones de solidaridad, la extensión de los
conflictos quedan sin resultados, alcanzar un ritmo tranquilo
a largo plazo no será ventajoso. Que los trabajadores fuera de
la región de las turberas no crean que cumplirán con su deber
dando algo de dinero a los turberos, que por otro lado no
tienen ninguna necesidad de convertirse en mendigos. ¡Sólo
cumplirán su tarea participando en la lucha!»27

27  De strijd in de Venen (La lucha en las turberas), Alarm, 15 de mayo de 1925.

38
En De Moker mismo encontramos el siguiente artículo de Jacob Knap,
publicado en el número del Primero de Mayo:

«Al final nos hemos convencido de que los trabajadores no


podían seguir soportando su miseria permanente. Estallan
huelgas de solidaridad, aunque de envergadura limitada. El
conflicto se está extendiendo y alcanzando las turberas de
Drente, transformándose en un vasto incendio. Si bien se trata
de una huelga por la mejora de las condiciones de vida, nos
es al menos simpática porque ha estallado espontáneamente,
pasando por encima de los jefes sindicales y con una fuerte
tendencia revolucionaria.
El sabotaje estaba en el aire y esperábamos que estallasen
huelgas de solidaridad por todo el país pero, por desgracia, esta
esperanza ha sido vana. Parece que una vez más los trabaja-
dores educados en los sindicatos no poseen ninguna voluntad
combativa. El NAS28 lo único que hace es enviar un telegrama
al ministerio del interior para pedir una entrevista. El SDAP
(Partido de trabajadores Socialdemócrata) y la NVV29 (Aso-
ciación Holandesa de Sindicatos) han desempeñado su papel
habitual en esta huelga, el de la traición. Lo primero que hizo

28  National Arbeids–Secretariaat (Secretaria Nacional del Trabajo), sindicato


fundado en 1893 por Christiaan Cornelissen y Domela Nieuwenhuis. En esta
época el NAS, bajo la dirección de Henk Sneevliet, se encontraba todavía rela-
cionado con la Internacional sindical roja, controlada por Moscú, y su órgano
De Arbeid (El Trabaio), con el subtítulo Revolutionair weekblad van het Nationaal
Arbeids–Secretariaat (Semanal Revolucionario de la Secretaría Nacional del Trabajo),
estaba lleno de textos simpatizantes con el gobierno de los comisarios del pueblo
en Rusia; hasta 1927 no rompe con los Bolcheviques.
29  Nederlandse Vakbonds Vereniging (Asociación Holandesa de Sindicatos),
sindicato amarillo fundado en 1906 después de la gran huelga de maquinistas de
1903, versión holandesa de la ola de “huelgas masivas” de principios del siglo XX.

39
Het Volk (El Pueblo, periódico socialdemócrata) fue señalar a
la policia que Jo de Haas, el “famoso lanzador de bombas”, se
encontraba entre los huelguistas y que tuvo un papel importante
en el origen de la huelga […] Poco después fue detenido. […]
También en Drente, nuestros propagandistas han hecho lo
suyo. Constandse y Johan van den Eynde se encontraban alli,
en el seno de la lucha. Y una vez más es Het Volk quien les ha
calificado de “anarquistas demagogos” y de “elementos irres-
ponsables”. El secretario de la NVV, durante una asamblea en
Assen, osó decir: “Hace ya tres años que negociamos vuestras
quejas con las autoridades”; un tío fuerte le interrumpe: “Y
nosotros, hace ya tres años que tenemos hambre”. Lo que
también hemos podido “apreciar” es el hecho de que, preci-
samente la semana en la que estalló la huelga, el Nederlands
Syndicalistisch Vakverbond (NSV)30 fue reconocido como
sindicato por la Casa Real.
[…] Para nosotros esta huelga prueba la fuerza de la acción
directa y los trabajadores deben darse cuenta de que este es el
camino que podemos llamar revolucionario.»31

Combatida por los amarillos de la NVV hasta su liquidación definiti-


va, la huelga de la primavera de 1925 fue en cambio apoyada por los
sindicatos minoritarios NSV y NAS. Este último envió hasta el fin de

30  Fundado en 1923, cuando una pequeña mayoría del NAS eligió juntarse
a la lntemacional sindical roja, la minoría se unió a la Asociación internacional
de Trabajadores (AIT), fundada en Berlín en 1922, precisamente en reacción al
sindicalismo “amarillo” y “rojo”. No obstante, el NSV sólo evolucionó lentamente
hacia el anarquismo y en 1925 no era en su mayoria antiparlamentarista ni an-
tiestatista (ver más abajo).
31  Jac. Knap, De stakingen in het Noorden (Las huelgas en el norte), De Moker,
n° 18, Primero de mayo de 1925.

40
la huelga telegramas de protesta al ministerio del interior para obtener
una entrevista con la intención de «explicar claramente al ministro cuán
justificada estaba esta lucha reprimida con violencia»32 (¡cómo si no lo
supieran ya los señores!)
Por otro lado, si el NAS admitió que la revuelta fue «directa y espontá-
nea», añadió que «no podemos contentarnos con una acción espontánea
de revuelta a corto plazo» para a continuación, lógicamente, invitar a
los trabajadores a unirse a sus filas: «Combatan con nosotros, sindicato
revolucionario, y hagan de este movimiento, el NAS, la organización de
todos los trabajadores verdaderamente combativos de Holanda. Enton-
ces acabaremos con las direcciones reformistas que se comportan como
enemigos de los trabajadores».33 De la misma manera criticaba a la prensa
socialdemócrata que «continúa quejándose de esos “criminales”, huel-
guistas saboteadores que arrancan los postes telefónicos e incendian los
montones de turba».34 Pero si por un lado el NAS no olvida mencionar
en sus comunicados antirrepresivos a los activistas anarquistas detenidos,
como Jo de Haas, por otro lado criticaba implícitamente «todo tipo de
teorías insensatas de personas acostumbradas a hablar en el vacío, sin
indicar ninguna dirección ni hacer proposiciones concretas, abusando de
la lucha».35 Podemos imaginarnos la afrentosa risa con la que los Mokers
recibían este mensaje.
La actitud del NSV frente al “espontaneísmo” no difería mucho del
NAS. Su órgano, De Syndicalist, declaraba con ocasión de una huelga
salvaje en la industria del metal: «El punto de vista de los dirigentes de
los sindicatos centralizados siempre ha sido y seguirá siendo: primero el

32  De Arbeid, 25 de abril de 1925.


33  De Arbeid, 11 de abril de. 1925
34  De Arbeid, 25 de abril de 1925
35  De Arbeid, 9 de mayo de 1925

41
restablecimiento de la industria y después… los intereses de los trabaja-
dores. Sin embargo, nuestro punto de vista, y de hecho no es ninguna
novedad, es que nosotros siempre apoyaremos a los trabajadores que se
rebelen contra aquellos que los explotan, hasta el límite de nuestras posi-
bilidades».36 Pero no sin remarcar: «Señalamos que preferimos vérnoslas
con una huelga bien organizada de antemano». Cuando estalla la huelga
de la primavera de 1925, el NSV cumple con su palabra lanzando una
campaña de apoyo a favor de los huelguistas mientras su secretario efectúa
una gira de propaganda en la región de las turberas para persuadir a los
trabajadores de organizarse en su sindicato, aparentemente sin mucho
éxito. De Syndicalist escribe el 11 de abril:

«Contra los obreros se posiciona una monstruosa alianza de


enemigos. […] Moralmente, ya han ganado la lucha, sea cual
sea su desenlace. Frente a su enemigo común han entablado
una lucha masiva, efectiva y unitaria, más allá de sus diferencias
religiosas y políticas.
[…] Que aprendan de esta lucha que una organización
sólida y permanente, basada en los principios autónomos del
sindicalismo revolucionario es, sin duda alguna, absolutamente
necesaria.»

En las semanas que siguieron, De Syndicalist publicó numerosos artículos


en el mismo sentido. A pesar de las alabanzas y del apoyo material dado
a los huelguistas, el NSV y el NAS veían una incapacidad allí donde De
Moker y Alarm veían un desarrollo revolucionario. No obstante, en el
seno de las filas anarcosindicalistas, hay quien expresa su descontento
con respecto a lo que De Syndicalist escribe sobre la huelga:

36  De Syndicalist, 7 de febrero de 1925

42
«[…] encuentro que ellos, me refiero sobre todo a Constandse
y J. de Haas (denigrados por De Syndicalist), han mostrado,
y muestran todavía, que son los verdaderos combatientes del
socialismo. Queda cada vez más claro que los peces gordos
de un movimiento sindical sólo se apasionan por una acción
cuando ésta concierne a sus pequeños corderos y la ponen de
vuelta y media cuando no es el caso; como consecuencia hay
cada vez más gente que grita: ¡Abajo el movimiento sindical!»37

El que no encontremos muchas reflexiones sobre estos acontecimientos


en De Moker se debe quizás al hecho de que, en los meses siguientes
se descubrieran disensiones en el seno de la redacción: una parte de
los redactores habían juzgado los puntos de desacuerdo entre ellos y
los grupos más moderados de la Liga de la Juventud Libre de tan poca
importancia que, sin preocuparse por la opinión de sus compañeros, se
pusieron de acuerdo con los redactores de Kreet der Jongeren (El grito de
los jóvenes) para fusionarse en un nuevo órgano, titulado De Branding
(La oleada). Decisión arbitraria que fue criticada duramente por los
distribuidores y los (ex)redactores, Herman Schuurman38 entre otros.
En el número 19 de De Moker, del 15 de junio de 1925, anuncian el
cese de la publicación, pero el 20 de febrero de 1926, después de unos
cuantos debates y desavenencias, aparece el número 20, con un nuevo
comité de redacción y firmado colectivamente con el agresivo seudónimo,
“Teun de Sloper” (Teun el Demoledor):39

37  W. S. Stam, Na de stakingen in de Venen (Después de la huelga en las turberas),


De Syndicalist, 16 de mayo de 1925.
38  Además, en el Alarm del 15 de agosto de 1925 se hace mención a la perse-
cución judicial contra Herman Schuurman y Jo de Haas.
39  En el órgano interno de la Liga de la Juventud Libre, De Pook, donde están
incluidas las dos tendencias, este conflicto se evoca sumariamente.

43
«Desde que la movilización pusiera de moda la monotonía
“única”, y el Zar rojo de Rusia el frente “único”, nuestros ór-
ganos vitales y sociales tuvieron que curarse de su indigestión.
[…] Y justo allí nos reencontramos con el viejo Satán, que nos
suministra un nuevo compañero como redactor de De Moker
resucitado […]: Teun el Demoledor, representante ambulante
de dinamita y palancas.»40

En el mismo número, encontramos una dura crítica del supuesto progreso


debido a la racionalización de la industria:

«Según nuestra opinión, el capitalismo moderno tiende a es-


quilmar la voluntad de la humanidad. El pretendido sistema
Taylor, aplicado a gran escala en América, entre otros por el
noble filántropo Ford y en nuestro propio país por Phillips,
Stork y otros, pretende mecanizar de antemano los movimientos
de los trabajadores, volverlos tan automáticos como los de la
máquina que maneja; lo que provoca que después de haber
trabajado durante ocho horas conforme a ese sistema, queden
más embrutecidos, agotados y sin voluntad que realizando las
cerca de diez horas de trabajo del proceso de producción anterior.
[…] “Dime cómo te diviertes y te diré quién eres” podemos
decir para cambiar el conocido proverbio. Y esto adquiere todo
su sentido cuando vemos la forma banal y vacía en la que se
divierte hoy el trabajador. Esta es la sombra siniestra que deja
presagiar, en su desarrollo incesante, el capitalismo moderno.»41

40  Aparecido en el apartado Explosivo y firmado por “Rebelde”.


41  Dienstweigering en persoonlijkheid (Rechazo del servicio militar y personalidad).

44
¿SINDICALISMO O REVOLUCIÓN?

Cuando, en los meses siguientes la tendencia anarcosindicalista comienza


a ganar influencia en el seno del NSV, De Moker parece mostrar cierto
interés hacia este proceso y excepcionalmente abre sus columnas a un
artículo de propaganda sindicalista «en interés del debate». Según su
autor, miembro de las Juventudes Anarcosindicalistas (Sindikalistisch
Anarchistische Jugend) de Berlín, el anarcosindicalismo es mucho más
que una organización sindical:

«Ahora es tiempo de sustituir nuestro carácter destructivo por


el constructivo. Queremos la revolución social. Ese es nuestro
primer objetivo. […] En primer lugar, nuestra tarea es la de
ganar mucha gente para nuestra causa.
[…] Los sindicalistas tienen el mérito de mostrar en la práctica
el camino, no sólo hacia la destrucción de la sociedad actual,
sino también hacia la construcción de la sociedad futura.»

Haciendo referencia a la lucha por la jornada de ocho horas, subrayando


su importancia para el necesario desarrollo cultural del proletariado,
continúa:

«Sabemos que la lucha por el “pan de cada día” es una escuela


importante de revolución. […] Cuando, al contrario, adop-
tamos la idea de que el trabajador quedará satisfecho con la
jornada de ocho horas y un buen salario, entonces adherimos
todo, de hecho inconscientemente, a la Verelendungstheorie42

42  “Teoria del empobrecimiento”: el término viene en realidad de los socialde-


mócratas reformistas, banalizado bajo el nombre de Verelendungstheorie, para
poder criticarla mejor, la afirmación de Marx según la cual la “ley general de la

45
de los marxistas. […] La lucha cotidiana es para nosotros una
gimnasia revolucionaria para la lucha continua entre el patro-
nato y el proletariado. […] Hasta el momento han fracasado
todas las revoluciones porque después de la destrucción de
la vieja sociedad no teníamos fundamentos para la construc-
ción de la nueva. […] Con sus federaciones industriales y no
profesionales por un lado, y por otro sus bolsas de trabajo, [el
anarcosindicalismo] ofrece la garantía de que la producción y el
consumo serán regulados de manera que garanticen la libertad
de cada uno. Su sistema de consejos de base forma una barrera
contra la corrupción. Del funcionamiento de esta construcción
dependerá la existencia de la nueva sociedad sin autoridades
(la anarquía). Los órganos de esta nueva sociedad se deben
formar en el seno de la sociedad actual; la vieja sociedad debe
quedarse embarazada de la nueva.»43

En los números de los meses siguientes, De Moker responde con una


serie de artículos dispersos, bajo el titulo La práctica del socialismo:44

«¿Cómo llevar a cabo el socialismo en la práctica? En De Moker


n° 25, nuestro partidario/adversario expone su respuesta a esta

acumulación capitalista” (El Capital, libro 1, 7° sección, capítulo XXIII) “establece


una correlación fatal entre la acumulación del capital y la acumulación de la miseria,
de tal suerte que acumulación dc riquezas en un lado, es igual a acumulación de
la pobreza, de sufrimiento, de ignorancia, de embrutecimiento, de degradación
moral, de esclavitud, en el lado contrario, del lado de la clase que produce el capital.
43  Eugen Betzer, Syndicalisme en anarchisme (Sindicalismo y anarquismo), De
Moker, n° 25, 11 de septiembre de 1926. Betzer estuvo presente en la “movili-
zación anticapitalista” de Pentecostés de 1924, donde llamó a la unión de todos
los anarquistas.
44  Johny Homan, De practijk van “t socialisme (La práctica del socialismo), De
Moker, n” 27, 15 de noviembre de 1926; n° 29, marzo de 1927; n° 31, julio de 1927.

46
gran cuestión entre cuestiones. Nunca había sentido ni com-
prendido tan claramente cómo hombres que, aparentemente
sólo tienen pequeñas divergencias, pueden estar tan alejados.
[…] Si realmente queremos hacer crecer el germen del socia-
lismo y verlo florecer, debemos en primer lugar buscar sólo
donde se lo puede encontrar: en el desarrollo continuo de la
conciencia humana.
Pero —¿cuántos sindicalistas pueden comprender esto?— este
desarrollo espiritual sólo puede ser estimulado con los medios
conformes a este grandioso objetivo mismo. Los que después
pretenden que este sistema no podría ser reformado en el sentido
de una verdadera mejora de la situación de las “clases laboriosas”,
son tratados de partidarios de la Verelendungstheorie, siendo
sobreentendido que la consecuencia lógica seria una “politica
de lo peor” digna del cinismo de Netchaïev en su Catecismo de
los revolucionarios: “La Fraternidad contribuirá con todas sus
fuerzas y con todos sus recursos al desarrollo y a la extensión
de los sufrimientos que agoten la paciencia del pueblo y lo
empujen al levantamiento general”.
Los que piensen que con “un duro más y una hora de menos”
se estimula la revolución, prueban que en suma no entienden
nada, absolutamente nada, de los factores psicológicos que
deben llevar y propulsar tal cambio social. Y los que, como E.
B., llegan a llamar a la lucha por la mejora de su suerte en el
marco de las relaciones existentes y que resulta de un interés
colectivo restringido, “gimnasia revolucionaria”, sobrepasan el
límite más allá del cual la seriedad se convierte en ridículo. […]
Es cierto: un hombre maliciento, famélico, no es “más” revo-
lucionario que el que está bien alimentado. Nosotros, jóvenes
anarquistas, no somos partidarios de la Verelendungstheorie.

47
Pero también una bien alimentasda clase obrera, satisfecha de
sí misma (¡que no es lo mismo que consciente de sí misma!),
indolente, que se contente con una parte suficiente del botín
de los opresores, difícilmente mostrará un espíritu particular-
mente rebelde. […]
Al fin y al cabo, “el espíritu del socialismo” está en contra-
dicción con el “espíritu de la lucha por los salarios”. El camino
hacia la revolución jamás será el de la lucha por los salarios, la
jornada de ocho horas, etc. […]
Si debido a las circunstancias tienes que trabajar como
asalariado y si, mediante la acción directa en el lugar de
trabajo, puedes arrancar algunas mejoras en las condiciones
laborales (¡consejos de empresa!), cada antisindicalista estará
de acuerdo con ello, a condición de ponerse al mismo tiempo
como primera y más importante tarea, como escribe la Unión
Spartacus en su programa, “denunciar el carácter tramposo de
esos movimientos”. […]
Nos vienen a la memoria varios ejemplos de “práctica del
socialismo”, como la resolución del congreso de la AIT de
1925 sobre las mejoras prácticas que se supone estimularían la
lucha autónoma revolucionaria, o el manifiesto del Primero de
Mayo de la AIT al cual se adhirió el NSV, donde se glorificaba
“revolucionariamente” la jornada laboral de seis horas; y cuando
recordamos todo eso, vemos que este sindicalismo, como todos
los demás, ha llegado al estadio de la “gimnasia revolucionaria”,
un estadio sin perspectivas. […] Ajeno al espíritu rebelde.
Señalamos que en la declaración de principios de la AlT este
aspecto de la lucha por los salarios, este aspecto particularmente
peligroso, ha sido totalmente ocultado. […] Y por esta puerta,
que tan amablemente han dejado abierta, la pura y dura práctica

48
sindical reformista penetra también en la AIT y transforma
todas las frases revolucionarias del programa en “teoría grís”.
Esto a pesar de todos sus perspicaces teóricos.»

Estos “perspicaces teóricos”, los intelectuales anarcosindicalistas que


tomaron la iniciativa de fundar la AIT, atribuían la liquidación de la
revolución al partido bolchevique en Rusia, al partido socialdemócrata
en Alemania, y a la insuficiencia de la organización económica del
proletariado sobre bases libertarias. Haciéndose cargo de su impotencia
frente a las maniobras de los partidos políticos representantes–de–los–
trabajadores y de la rapidez con la que pudieron infiltrar, recuperar y
liquidar la organización espontánea de soldados, obreros y partidarios
insurrectos en los consejos o los soviets, para tomar el poder y restablecer
el Estado, concluyeron que “para la próxima vez” los trabajadores deberán
estar mejor preparados en su tarea revolucionaria, y para este objetivo
hacía falta organizarse en sindicatos revolucionarios y libertarios. Su
nueva ambición se resume en la palabra de uno de los confundadores
de la AIT, Mark Mratchnyi, uno de los anarquistas rusos expulsado por
los bolcheviques:

«Hemos perdido mucho tiempo ocupándonos principalmente


de organizar nuestra propia organización, mientras que los in-
tereses fundamentales de la Revolución exigían la organización
de las masas obreras.»45

Junto con él, otros rusos como Alexandre Schapiro y alemanes como
Rudolf Rocker, que tenían ya una larga experiencia en la lucha y que

45  Citado por Arthur Lehning en El nacimiento de la Asociación Internacional


de Trabajadores de Berlín. Del sindicalismo revolucionario al anarcosindicalismo,
Editions CNT– Région Parisienne, 2000.

49
adquirieron un gran prestigio en el movimiento libertario internacional,
se sumarían a la tarea de edificación de esta «organización económica»
del proletariado.

«El sindicalismo revolucionario, basándose en la lucha de


clases, tiende a la unión de todos los trabajadores, manuales
e intelectuales, en organizaciones económicas de combate en
lucha por la liberación del yugo salarial y de la opresión del
Estado. Su objetivo consiste en la reorganización de la vida
social sobre la base del comunismo libre mediante la acción
revolucionaria de la clase obrera misma. Considera que sólo
las organizaciones económicas del proletariado son capaces
de realizar este objetivo y se dirige, por lo tanto, a los obreros
en calidad de productores y de creadores de riquezas sociales,
y no en tanto que miembros de los partidos políticos obreros
modernos que nunca pueden ser considerados como fuerza
motriz de la reorganización económica.»46

Establecido expresamente para contraatacar la dominación conjunta del


reformismo socialdemócrata y del comunismo bolchevique sobre los
trabajadores, el anarcosindicalismo tuvo la debilidad de querer compe-
tir contra estas organizaciones en su propio terreno, lo que De Moker
señala con sorna: «la jornada laboral de seis horas “revolucionariamente”
glorificada», aspecto reformista por excelencia, que se desarrolló aún más
en los años siguientes como la mejor forma de parar las consecuencias
nefastas de la racionalización, sobre todo el paro. «No nos diferenciamos
tácticamente de los partidos políticos y las centrales sindicales que están

46  Primer párrafo de la Declaración de principios adoptada por el congreso


constitutivo de la AIT llevado a cabo en Berlín, del 25 de diciembre de 1922 al
3 de enero de 1923.

50
bajo su influencia porque busquen alcanzar, hoy, las mejoras para los
trabajadores que nosotros rechazamos, sino sólo porque tenemos otra
idea de los medios para alcanzar esas mejoras», como dijo Rudolf Rocker
en diciembre de 1919, durante el congreso de fundación de la Unión
Libre de Trabajadores en Alemania (Freie Arbeite Union Deutschalands,
FAUD), que será la base de la iniciativa para la fundación de la AIT. Se
trata entonces de fundar un tipo de estructura de cuadros autogestio-
nados, que debe organizar la lucha de clases a través de la acción directa
(huelga, boicot, sabotaje, etc.) para conducir, mediante la «huelga general
insurreccional» y la liquidación del Estado, a un dominio de la gestión
económica.
En el seno del NSV, rama holandesa de la AIT, que en general defendía
una posición “neutra” frente a los partidos políticos, fue fundada en no-
viembre de 1926 la Unión Sindicalista Mixta (Gemengd Syndicalistische
Vereniging, GSV), albergando a un buen número de intelectuales que
influenciaron a este sindicato en el sentido del anarcosindicalismo. En
esta ocasión Arthur Lehning, que desempeñará en el siguiente decenio
un importante papel como teórico y secretario de la AIT, realizó un
discurso donde no dudaba en lanzar algunos sofismas para desacreditar
a los fastidiosos radicales de De Moker:

«Toda forma de autoorganización —sindicato, cooperativa,


asociación, etc.— tiene un significado para la autoliberación
del proletariado. Quien está convencido de eso comprende que
ésta idea se concilia dificilmente con la expresada en el eslogan
“el trabajo es un crimen”.
Si no queremos sólo combatir el capitalismo, sino también
vencerlo, está claro que los trabajadores no pueden procurarse
los medios necesarios para ese objetivo saliendo de las empresas.
[…] Una propaganda para trabajar bien y responsablemente

51
también en el marco capitalista, estimula a su vez una dispo-
sición moral sin la cual no se podria concebir una sociedad
socialista. El proletariado sólo se puede instruir en la práctica
de la vida económica cotidiana y sólo asi podrá alcanzar la
inteligencia para considerar que lo que hoy en día es un medio
de explotación capitalista es también el medio mediante el cual
se podrá realizar la liberación económica.»47

A diferencia de las organizaciones constructivas–reformistas, como los


sindicatos, el grupo De Moker (como todos los grupos que operaban
de forma autónoma) no habría sido, para Lehning, una forma de
autoorganización y por consiguiente no habría tenido ninguna «sig-
nificación para la autoliberación del proletariado», ¡y eso que dos años
de acciones e iniciativas les habían hecho de sobra conocidos! Además,
situando el trabajo —y a los que lo defienden— en el centro de sus
ataques, los Mokers no se situaban al margen de los lugares de trabajo:
«Encontramos por todas partes el terreno de la agitación…» Incitaban
a la subversión y al sabotaje; querían que los trabajadores, de manera
autónoma, ocuparan las fábricas por y para ellos mismos. Discutían y
ponían en práctica tácticas para contraatacar las políticas de lock–out
impuestas por los jefes de la industria y criticaban justamente la len-
titud del proletariado “organizado” en comprender en qué medida los
capitalistas ya habían aprendido a sacar ventaja de las huelgas de larga
duración (como seguiría haciendo Thatcher sesenta años más tarde).
Proclamaban la agitación constante, estimulaban la subversión y el de-

47  Arthur Müller Lehning, Anarcho syndicalisme, Rede uitgesproken op 17 No-


vember 1926 op de stichtinsgvergadering der “Gemengde Syndicalistische Vereniging
(Anarcosindicalismo, Discurso leído el 17 de noviembre de 1926 en la asamblea
fundadora de la Unión sindical mixta), editado en forma de folleto por La Unión en
1927. Texto reproducido y citado muchas veces en los debates sobre la organización.

52
sarrollo de situaciones revolucionarias. Es ahí donde se encontraba, para
ellos, su responsabilidad de proletarios revolucionarios. Es así que los
trabajadores podrían superar su situación de esclavos asalariados. Según
la concepción anarcosindicalista de la “sociedad socialista”, la división
del trabajo y las estructuras que regulan esta división —por oficio, por
empresa y por industria—, sobreviven a la abolición del salariado, pero
autogestionadas por los productores. Arthur Lehning, haciendo a su vez
referencia a Bakunin, afirmaba que los trabajadores «debían organizarse
para gestionar los medios de producción a favor de sus organizaciones
industriales y federativas. Debían formar esas organizaciones desde
hoy, y desde hoy debían instruirlas para ese fin. Para esta instrucción,
debían utilizar todos los medios que ofrece el capitalismo: la empresa
capitalista, la ciencia “capitalista”, la estadística “capitalista”». Si hasta
cierto punto podemos darle la razón, sobre todo cuando escribe que
«nada es más absurdo que rechazar por completo toda la ciencia, por
ser burguesa y sus resultados empleados generalmente en beneficio de
la burguesía», por otro lado no podemos admitir la afirmación según
la cual los conocimientos de la ciencia que necesitamos para derribar
al capitalismo se adquieren trabajando «de manera responsable dentro
del capitalismo» ¡Más bien al contrario!
La critica categórica e integral del sindicalismo de De Moker y Alarm,
incluyendo sus expresiones más radicales, toca un punto esencial de la
vía que desde entonces ha tomado el movimiento obrero. Si los anar-
cosindicalistas querían revolucionar el sindicalismo, los Mokers y sus
compañeros dejaban al desnudo desde el principio la ambigüedad de
esta empresa. La historia del anarcosindicalismo en los años treinta: la
lucha entre las diferentes tendencias, las escisiones, la burocratización,
así como la lucha contra este fenómeno en el seno de la AIT y de sus
federaciones, y su apoteosis durante la guerra civil española con la divi-
sión total entre una burocracia colaboracionista y una base que inicia la

53
realización del comunismo libertario sin ella, contrariado por ella, les
dio rápidamente la razón.
Pero el radicalismo absoluto y ofensivo en el que residía la fuerza de
De Moker en sus comienzos, termina por perder su impulso a fuerza de
repetirse. Después de la contienda con el anarcosindicalismo, De Moker
parece agotado. Al mismo tiempo, la represión se endurece y el fascismo,
al igual que en el resto de Europa, gana terreno en Holanda. El número
32 de De Moker de septiembre de 1927, es sombrío: fueron ejecutados
Sacco y Vanzetti, a pesar de la inmensa campaña internacional llevada
a cabo en su defensa; Piet Kooijman, uno de los autores del atentado
de noviembre de 1921, que se encontraba en aislamiento desde hacía
cinco años, entabló una huelga de hambre, pero sus compañeros no
sabían más que eso, ya que tenían prohibido todo contacto con él; en
Ámsterdam se llevaron a cabo registros en las casas de muchos jóvenes
conocidos por ser partidarios de De Moker, Anton Constandse es con-
denado a dos meses de prisión por «sus palabras subversivas, dirigidas
a los marineros, a los trabajadores, llamándoles a posicionarse contra
[…] la Holanda fascista»; son perseguidos los estudiantes indonesios
que apoyaban la insurrección contra los colonos holandeses. «En vista
de los acontecimientos en Italia, ¡cada trabajador sabe lo que le espera si
deja que las cosas vayan tan lejos como allí!» Ante la falta de desarrollo
revolucionario tanto en el interior como en el exterior de De Moker, el
grupo se vuelve más ideológico, desde el n° 33, de octubre de 1927,
cambia el subtítulo por el de Periódico de jóvenes anarquistas. El siguiente
número lo justifica de esta forma:

«Durante la última reunión trimestral del grupo De Moker


decidimos, después de un largo debate, cambiar el nombre de
De Moker, que antes se llamaba Periódico de agitación para
jóvenes trabajadores, por Periódico de jóvenes anarquistas. […]

54
Muchas personas tienen una opinión incorrecta de la palabra
“agitación”, lo que a menudo conduce a un juicio erróneo de
nuestra lucha y de nuestros medios de lucha.
[…] No abogamos, por ejemplo, por la agitación efímera:
esto es, incitar a los trabajadores a realizar acciones de las
que no puedan cargar con la responsabilidad ni prever sus
consecuencias. […] Lo que entendemos por agitación, espero
explicarlo lo más claro posible:
Algunas personas no están de acuerdo con la organización
de la sociedad actual, incluso la encuentran criminal […].
Para cambiarla, tienen que realizar una agitación contra esta
sociedad entre sus semejantes, no para hacerles cometer actos
inapropiados o alocados, sino para que se den claramente cuenta
de estos abusos. Así, esta agitación quiere decir: despertar a las
personas […], hacerlas ver que también son corresponsables
del militarismo, de la guerra y del capitalismo.
Esto quiere decir pues: hacer ver a los trabajadores la necesi-
dad de instruirse, para que alcancen una mejor comprensión
de los hechos y desarrollen en consecuencia una acción que
no se base en frases huecas, vacías de sentido, sino sobre bases
científicamente estudiadas.
De este modo, formaremos personalidades que sabrán lo que
quieren y podrán defender personalmente sus propios actos, lo
que consecuentemente traerá un movimiento lleno de salud;
lo que difiere de una masa que se alza en un momento remi-
tiéndose a sus dirigentes y atribuyéndoles la responsabilidad
de lo que hace y de lo que no.»48

48  Een verandering (Un cambio), De Moker, N° 34, 15 de noviembre 1927.

55
Estamos lejos del tono ofensivo del principio. Parece que el fuego se
estaba apagando. La distribución del periódico planteaba problemas. La
aparición de De Moker se volvía irregular. A falta de revolución, se perdía
mucha energía en querellas internas. En la calle, a partir de ahora no se
enfrentan sólo contra la policía, sino también, cada vez más a, menudo,
contra bandas fascistas. Al mismo tiempo nacían las críticas internas en
el grupo, referentes a un cierto «culto a la violencia» que manifestaban
algunos. Los jóvenes que habían lanzado la aventura empezaban a en-
vejecer. El último número de De Moker, el n° 37, apareció el verano de
1928 y estaba en gran parte compuesto por artículos de otros periódicos.
En diciembre de ese mismo año, el grupo De Moker se disuelve durante
un congreso trimestral: «porque ya no existen las contradicciones que
existían entre los jóvenes anarquistas y los anarquistas de más edad».
Muchos de los participantes en De Moker permanecieron activos en el
seno del movimiento libertario. Algunos se fueron a España en 1936 para
tomar parte en el heroico y trágico combate de las columnas anarquistas.

56
EL TRABAJO CADA VEZ MÁS CRIMINAL

En julio de 1936 estalló de hecho, en la joven República de España un


levantamiento popular contra el putsch de Franco. Todas las fuerzas de
la revolución y de la contrarrevolución de Europa se movilizaron para
un combate sin tregua, y franquistas, fascistas italianos, nazis, stalinistas,
socialdemócratas, marxistas revolucionarios y anarquistas se enfrentaron
en todos los terrenos. En la retaguardia, los proletarios revolucionarios
de las ciudades y del campo comenzaron, en un amplio movimiento
de colectivizaciones, la abolición de la Propiedad, de Dios y del Estado.
Por desgracia, menos de un año después, tras una última sacudida re-
volucionaria en mayo de 1937 en Barcelona, esta grandiosa experiencia
fue aplastada por las campañas de calumnias y por los escuadrones de
la muerte stalinistas que, seguros de la pasividad cómplice de los buró-
cratas socialdemócratas y anarcosindicalistas, se hicieron con el control
del gobierno, de la policía y del ejército republicano “remilitarizado”.
El viejo mundo por fin se deshizo de sus aguafiestas, y la generación
rebelde que había combatido desde 1917, en Rusia, Ucrania, Alema-
nia, Italia, Hungría entre otros lugares, fue sepultada en el silencio y el
olvido por la prensa burguesa y los órganos de propaganda totalitarios.
Las experiencias de la revolución fueron disimuladas y falsificadas, sus
partidarios calumniados, perseguidos y ejecutados. Ya no era cuestión de
dejar espacios de protesta a los proletarios. Se añadió entonces un grado
suplementario a la explotación, hacia la esclavitud y la exterminación
mediante trabajos forzados en los universos concentracionarios nazis
y estalinistas, así como en los imperios coloniales de las “democracias”
más “civilizadas”.
Después vino la nazificación de toda Europa operada durante la
Segunda Guerra Mundial, después la derrota militar del fascismo, y
la “reconstrucción” y la “modernización” de Europa Occidental que

57
se efectuarán bajo el control conjunto de los “gerentes” de la racio-
nalización y los burócratas sindicales “responsables”, gracias también
a la importación de mano de obra de las (ex) colonias. Entonces la
consigna general «Trabajo – Familia – Patria», fue moderada a través
de las falsas promesas de una inminente «civilización del ocio», su-
puestamente nacida del incremento vertical de la productividad y de
los progresos de la automatización. Las diversas «nuevas formas de
envenenamiento […] necesarias para mantener a la clase obrera en su
pasividad», como decían los Mokers cuando se vieron confrontados
con las primeras manifestaciones del espectáculo, que servían para
mantener una vez más a las masas adormecidas a pesar de tantas san-
grientas carnicerías, no lograron asfixiar sus deseos de emancipación,
ni en las colonias, ni en los países industrializados. Los “dos bloques”
rivales de la guerra fría emplearon todas sus fuerzas para impedir que
ninguna rebelión se emancipara de la alienación estatal; ni tampoco
en el interior de sus propias fronteras, ni en el interior del bloque
enemigo, ni en las colonias “descolonizadas”, transformadas en “ter-
cer mundo” a su disposición. Pero lo que no pudieron impedir es
que un maremoto surgiera de las profundidades, arrojando todas las
ideologías desgastadas y comprometidas, conmocionando todas las
normas y valores reinantes, para alcanzar su paroxismo en el Mayo
del 68 francés, que desde entonces atormenta a todo el sistema y a
los que se aprovechan de él. Todas las crisis del petróleo, económicas
o políticas, la fusión de los dos sistemas de explotación que dividían
al mundo al salir de la Segunda Guerra Mundial en una síntesis de
espectáculo integrada que no tardó en poner en escena a la indispen-
sable figura del nuevo Enemigo, el sucesor encarnado del Goldstein
orwelliano, Bin Laden; todas las guerras llevadas a cabo después, las
nuevas atrocidades terroristas; las catástrofes, las sobredosis de bec-
querel, el estrés, las incontables contaminaciones, el crecimiento de la

58
precariedad y el espectro de la miseria y del hambre para los excluidos
del confort y “ofrecidos” por el mercado; la vuelta al trabajo forzado,
los programas de “reinserción social para el trabajo”, en fin, todas sus
costosas campañas de promoción, no bastan para rehabilitar el trabajo
ante los ojos de los proletarios.
Fuera de una minoría de privilegiados y arribistas, a los trabajadores
en general no les gusta su trabajo, más bien lo detestan. Es una verdad
demasiado conocida, un secreto público del que la gente sólo habla en
la intimidad con los amigos, jóvenes y viejos se obstinan en encontrar
los medios para escapar del trabajo, aunque la mayoría de las veces de
una forma puramente individual, o a veces en colectividades que se
limitan a defender a los desocupados o a los artistas, a reivindicar una
renta básica…, en el fondo buscan acomodarse, con un mínimo de
obligaciones en el sistema explotador, esperando a que se hunda por sí
mismo. Por eso los debates sobre el trabajo están con frecuencia domi-
nados por discursos metafísicos sobre su obsolescencia, por individuos
que, refugiados en las esferas etéreas de la “teoría gris” —como habrían
dicho los Mokers—, no bajan su mirada hacia la crítica en actos del
trabajo y del maldito sistema que saca toda su fuerza de la esclavitud de
las masas. No obstante, sabemos que cada día innumerables trabajadores
roban, sabotean, simulan, en resumen, perjudican de una manera u otra
a sus empleadores, a la empresa que les encadena; y ahora con razones
mucho más fuertes que en el tiempo de los Mokers, vista la escala infi-
nitamente más grande en la que se producen baratijas, falsificaciones,
nocividades, contaminaciones, venenos, armas, mentiras, todas ellas
mercancías únicamente necesarias para la supervivencia del capitalismo.
Pero esas prácticas casi nunca son colectivas y públicas, y las que atacan
explícitamente al sistema de explotación son aún más raras, ahora que
nadie cree poder escapar de esta terrible conclusión, formulada en El
trabajo es un crimen:

59
«¡Si no trabajamos por el hundimiento del capitalismo, traba-
jamos por el hundimiento de la humanidad!»

Estas son las condiciones bajo las cuales los exploradores y sus lacayos
se empeñan en mantener el sistema que les alimenta con sudor, sangre
y lágrimas. Por eso todas las “autoridades”, grandes o pequeñas, cantan
las alabanzas del trabajo, haciendo de él el único remedio para todos los
problemas; los partidos, reciclados o no, rivalizan en ver quién introdu-
cirá a más desocupados dentro del mercado de trabajo; los sindicatos
ya no reivindican el “derecho al trabajo” como antiguamente, sino que
proclaman “el deber de trabajar”. Así en esta ciudad, en otro tiempo
relativamente libre, que es Ámsterdam, el director del Servicio de Trabajo
y Renta (una fusión de los equivalentes locales del INEM y los Servicios
Sociales) puede, apenas un año después de su creación y después de que
se hayan multiplicado las medidas policiales y las campañas de propa-
ganda, anunciar su éxito: «Ahora en todas partes la opinión dominante
es que los que estén en condiciones de trabajar deben trabajar. Hace
veinte años era muy distinto, cuando la gente veía normal que se pudiese
optar tanto a un subsidio, como a una renta básica».
Pero el pequeño neoBonaparte que reina hoy sobre los restos del lm-
perio francés, se ha llevado la palma cuando, al comienzo de su campaña
electoral, declaraba con toda la elegancia de un campo de exterminio:
«El trabajo es la libertad».49
Es a los proletarios de hoy a los que les toca subvertir este orden
apocalíptico de las cosas uniéndose en la lucha a los compañeros más
decididos. Por ejemplo a los que, en la primavera del 2001, incen-
diaron la Cabilia oficial organizándose en asambleas democráticas de

49  Ver el último capítulo, La lutte des classes au XXl siecle (La lucha de clases
en el siglo XX), en L’Ultime Razzia. El 11 de septiembre del 2001 en la historia,
Éditions Antisociales, París 2004.

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base, coordinando sus acciones, excluyendo por principio todo partido
politico y prohibiendo todo vinculo directo o indirecto con el poder;
o aquéllos que a finales del mismo año en Argentina gritaban con
sinceridad «que se vayan todos», echando a dos presidentes consecu-
tivamente y a un buen número de patrones y, uniéndose en asambleas
de fábrica y de barrio, empezaron a reorganizar la vida económica y
social; o aquéllos que en el 2005 en los barrios de la periferia francesa
quemaron las estructuras del Estado neopolicial —la prefectura, el
tribunal, el ayuntamiento, la comisaria, el ANPE [INEM], correos,
etc.— y al mismo tiempo los símbolos de la “felicidad” permitidos
por el capitalismo espectacular —el coche, el McDonald’s, los grandes
almacenes, el gimnasio, etc.— organizándose espontáneamente a través
de blogs y SMS, sin líderes, ni ideologías, ni gurús, ni otros impostores.
Esta última gran rebelión Europea no llega a superar la obra negativa,
pero impidió toda posibilidad de recuperación. «Esta guerrilla urbana,
imprevisible, incomprensible, se caracterizó por la ausencia de jefes […].
Todos los gobernantes tuvieron qué asustarse, porque ahí degustaron
un anticipo de lo que va a pasar cuando todo el planeta baile, cuando
todos los pobres se pongan a ello».50 Porque las revoluciones del siglo
XX no fracasaron por falta de fundamentos para construir una sociedad
nueva, una vez destruida la vieja. Al contrario, todas mostraron que
si la autoridad desaparecía, las masas comenzaban espontáneamente a
organizarse en estructuras democráticas y a reinventar nuevas formas
de vida social. La desgracia es que hasta hoy ninguna revolución supo
minar lo suficiente las bases de la antigua sociedad, lo que se da cuando
los proletarios empiecen a desconfiar de todos los “expertos” y traten
de enemigo a cualquiera que los intente “representar” o negociar en

50  Cita del texto Les banlieuses en feu, le spectacle au milieu (Los suburbios en
llamas, el espectáculo en el centro), Editorial: Le Fin de mot de l’Histoire, París, 2005.

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su nombre, teniendo presente el espíritu de que «en un mundo unido,
toda rebelión local, por muy fuerte y profunda que sea, no tiene futuro
si no consigue unificarse al mundo.»51

Els van Daele, agosto del 2007

51  Ver el último capítulo, La lutte des classes au XXIe siécle (La lucha de clases en
el siglo XX), en L’Ultime Razzia. Le 11 septembre 2001 dans l’hístoire. (La última
razzia. El 11 de septiembre del 2001 en la historia), Editions Antisociales, París 2004.

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NOTAS BIOGRÁFICAS

Anton Constandse (1899– 1985), hijo de comerciantes, tenia quince


años cuando, siendo alumno de la escuela superior, se juntó a la Liga
de Jóvenes Antialcohólicos (JGOB) y eligió el campo del socialismo. En
1919 se adhiere a la Asociación Internacional Antimilitarista y también
a las Juventudes Social–Anarquistas donde aboga por la ocupación de
empresas y la formación de consejos obreros. Escribía en numerosas
publicaciones antimilitaristas y libertarias antes de fundar en 1922 Alarm
Mensual Anarquista. Escritor prolijo, participó activamente en otras
publicaciones, viajando en bicicleta por toda Holanda y Flandes, para
conferencias propagandísticas y de cultura general. Teniendo prohibido
ejercer la profesión de maestro a causa de su expediente judicial, desa-
rrolló una erudición excepcional. En los años 30, confrontado con la
expansión del fascismo, y luego con el ocaso de la revolución en España,
donde veía a los anarquistas participar en el poder de Estado —lo que
consideraba algo inevitable (!)—, empieza a dudar de la eficacia de los
métodos anarquistas. Se sumió en la psicología social e introdujo las
teorías de Wilhelm Reich en Holanda. Secuestrado por los nazis con
un grupo de intelectuales, permanecerá internado durante casi toda la
guerra. Después de la Liberación, se convirtió en ensayista y periodista,
comentador estimado de actualidad, “progresista” con todas las ilusiones
y todas las indulgencias hacia el orden existente que ese término evoca.
Es autor de varios artículos y decenas de folletos y libros. Sobre su pasado
revolucionario decía haberse «despedido del anarquismo como uno se
despide de una persona amada desaparecida».

Jo De Haas (1897–1945), fue hijo de actores ambulantes. A los


quince años fue “vendido” a la Marina, de la que desertará en 1917.
Después de haber purgado una pena de diez meses de cárcel, se une

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a las Juventudes Social–Anarquistas y funda De Opstandeling, orgaan
der Federatie van Social–Anarchistische Jongeren (El insurrecto, órgano
de la Federación de las Juventudes Socialanarquistas). Colaboró con
Alarm, con De Moker, y con muchas otras publicaciones. Cómplice
del atentado de noviembre de 1921 (ver nota n° 11) fue absuelto
en la apelación. Muy activo y buen orador, también realizaba giras
propagandísticas en bicicleta por todo el país. En los años treinta se
convertiría al anarquismo religioso. Fue ejecutado por los nazis al
finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Iacob Knapp (1909–1999), dejó al grupo De Moker en 1926. Durante


la década siguiente estuvo activo en el movimiento de librepensadores.
Traductor de, entre otras cosas, los poemas antibélicos del alemán Oskar
Kanehl —algunos ya fueron publicados en De Moker—, y autor de una
breve biografía de Francisco Ferrer…

Klaas Blauw (1901–1924), nació en el seno de una familia pobre, en


el pequeño pueblo de Wijnjeterp, en Frisia, donde el anarquista Domela
Nieuwenhuis fue muy influyente. Klaas era un muchacho inteligente y
curioso que tuvo el privilegio de poder estudiar y convertirse en maestro.
Pero comprendió al mismo tiempo que el sistema social existente era
demasiado odioso como para tomar la responsabilidad de dirigirse a los
hijos de los obreros según las “normas y los valores” obligatorios de la
época. Ese «maestro de escuela desertor», como se definía a sí mismo,
rechazó también, cómo no, el servicio militar.
En el verano de 1924, camino de una conferencia que iba a dar
durante una asamblea de la Asociación Internacional Antimilitarista
en Wijnjeterp, hizo una parada en casa de un amigo donde, entre
otros, se encontró con Herman Schuurman. Allí exhibiendo su nueva
Browning, lo que no era muy habitual en ese ambiente, se le dispara

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matándole al instante. Era querido en todas partes y sus compañeros
realizaron una colecta durante varios años para erigir un monumento
sobre su tumba —un bajorrelieve en piedra, representando a un tra-
bajador rompiendo sus cadenas con la cara hacia el sol de un futuro
más prometedor—.

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El trabajo es un crimen........................... 7
La crítica a mazazos............................. 23
La gran huelga de las turberas............. 35
¿Sindicalismo o revolución?.................. 45
El trabajo cada vez más criminal........... 57
Notas biográficas................................. 63
Este libro fue finalizado
en mayo de 2018
en la Biblioteca y Archivo
Histórico–Social
«Alberto Ghiraldo»,
en Rosario, Región Argentina.

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