Albert
Albert
Albert
Título original:
Bréviaire du chaos
Editorial Antítesis
Colección “Arquitectura del caos”
Antítesis ediciones:
www.facebook.com/EditorialAntitesis
La reproducción total
O parcial de la obra
Está autorizada por los editores.
La propiedad es un robo.
Alberto Caraco | 3
Alberto Caraco | 61
pretendidos dialecticos, a la merced de ideas
oscuras y confusas. Ningún responsable tiene
entre nosotros el valor de prever la catástrofe y
menos todavía de reconocerla, el imperativo
categórico de estos tiempos es el optimismo y
aunque sea sobre los bordes del abismo, hemos
vuelto a la magia verbal, conjuramos y
exorcizamos, lo más extraño es que el ridículo de
nuestras actitudes parece estar en adelante en el
orden, nuestros Jefes de Estado no son más que
taumaturgos y nosotros no seremos ya, bajo ellos,
más que victimas consintientes.
Alberto Caraco | 65
arrastrándonos a veces como a su cortejo. Se
vuelve penoso mantener vestigios de nuestros
privilegios y no osamos ya reconquistarlos, ahora,
sobre una profundidad en la que buscamos sin
razón la legitimidad futura. Puesto que ninguna
legitimidad surge del abismo, la ilusión de los
utopistas se ha vuelto la nuestra, pero la cloaca
social no redimirá este universo y en cuanto a los
santos, quienes piensan arrojarse ahí,
permanecerán ahí sin esperanza de retorno. La
salvación de la especie se hará contra la masa, la
masa es el caos que ha tornado rostro humano y
que nosotros ocultaremos en el abismo de sus
obras futuras, ya no habrá más que hombres, las
multitudes se habrán desvanecido llevándose el
mal.
Alberto Caraco | 69
está más loco de lo que cree, es más tonto de lo
que se figura y nosotros, quienes lo apoyamos,
probamos que se nos asemeja, el orden no se
concibe más de lo que nosotros nos concebimos a
nosotros mismos, es el ciego llevando a los ciegos
que somos. Nada es más espantoso que este
cuadro, pero solo el futuro lo contemplara,
nosotros no tendremos nunca la inteligencia para
ello, cumplimos nuestro deber y lo disfrutamos,
militamos y dormimos, nuestros anarquistas son
los únicos a los que este acuerdo sorprende y
rehúsan aprobar el arreglo, al cual entregaremos,
sin murmurar, las manos, los anarquistas tienen
razón contra los hombres de orden.
Alberto Caraco | 71
protegido según los métodos de moda, se busca
enterrarme vivo y no se conseguirá más que un
día volver a mis partidarios más fanáticos.
Persevero en la vía que me trazo y esta vía está
abierta en adelante, no estaré en ella mucho
tiempo caminando solitario, mis ideas faltaban a
este mundo y aquellos que las adoptaran
formaran en él un nuevo pueblo, entre los
hombres de orden y los anarquistas. Yo no soy
más un anarquista así como tampoco soy un
hombre de orden, los dos me provocan
igualmente horror y me sitúo por encima de sus
querellas, rompo con la alternativa asignando un
nuevo eje a la legalidad, quiero que el principio
femenino presida al establecimiento de la Ciudad
futura y cambio todos los signos, eso que fue
negativo no debe serlo más y eso que no lo es
todavía lo será sin falta, he aquí toda mi
revolución, ella se inicia ante nuestros ojos y mis
ideas la reflejan. No es la Utopía lo que profeso, es
una verdad que vislumbro.
Alberto Caraco | 73
La Historia es la aventura a superar, la
Historia ha iniciado hace cincuenta siglos y
nosotros no queremos morir con ella. El orden
por venir será la tumba de la Historia y no es más
que a este precio que nuestra especie sobrevivirá,
debemos salir de la Historia y no saldremos de
ella más que por las mujeres, la dominación de las
mujeres nos liberara de su tutela y levantara su
hipoteca. Entonces y solamente entonces el
tiempo no será más —como antes de que el
tiempo fuera—, lo intemporal se convertirá en el
elemento cotidiano, entonces y solamente
entonces la Tierra desposara al Cielo y la
Hierogamia reemplazara al Sacrificio, entonces y
solamente entonces el fin del mundo, que
nosotros habitamos, tendrá su razón de ser y no
habremos de temerla más. No podemos
sustraernos a la catástrofe, pero podemos
sembrar la semilla que la ruina de este universo
no impedirá germinar, podemos confiar nuestra
esperanza al abandono de todo plan, formado
como todo proyecto aparentemente razonable,
pues sabemos que nada prevalecerá sobre la
lógica de una situación que precedió a los
elementos de su génesis y que el tiempo de
nuestra muerte no conseguirá resolver.
Alberto Caraco | 75
La masa de perdición no tiene conciencia y no
la tendrá jamás, lo propio de la conciencia es
aislar a los seres y es para huir de su conciencia
que los humanos se juntan, la masa de perdición
es su camino de huida, es la encrucijada de las
soledades frustradas, es siempre culpable y su
condenación eterna estará siempre en el orden,
ella envuelve en su perdida al montón de
engendros que la componen. El número es el
instrumento del mal, el mal quiere que los
hombres se multipliquen, pues mientras más
superabundan los hombres, menos vale el
hombre, para ser humano el hombre no será
nunca lo suficientemente escaso. En verdad,
moriremos por las masas, las masas nos
arrastraran a los abismos de la desmesura y de la
incoherencia, la salvación y las masas se sitúan en
las antípodas, no podemos ser salvados, pase lo
que pase, somos legión y aquellos de entre
nosotros que se aíslan, no cambiaran ya el destine
del universo, verán solamente hacia donde
caminan los otros, estarán más desesperados que
los ciegos y los sordos, contemplaran cara a cara
una espiral sin rostro y hacia la cual el océano de
sonámbulos avanza en un movimiento
inalterablemente igual.
Alberto Caraco | 77
Podemos salvar a unos cuantos, pero no
salvaremos jamás a la masa en tanto masa,
podemos razonar y volver consiente a un pequeño
número de hombres que debemos aislar
previamente, pero el uso mismo de los medios,
que nuestra ciencia habrá multiplicado
inútilmente, no cambiará el destino de las
multitudes, las multitudes aprenderán a
mentirnos creyéndose de buena fe, la confusión
no será más que mortal y nos desengañaremos
demasiado tarde para remediarlo.
Si los hombres no esperaran nada, su suerte
no sería ya la misma, si los hombres no creyeran
en nada, su condición quizá cambiaria: así la
esperanza y la fe no añaden más que a sus males,
pero hacen Felices a sus amos, y los religiosos, a
pesar de su santidad, solo pueden ser los perros
guardianes. El Día del Juicio, ni la esperanza ni la
fe serán perdonadas, ante la vista de los muertos
que ellas hicieron nacer y de los agonizantes a los
que inducen a multiplicar su semilla hasta el
último respiro. Que si los hombres no esperaran
nada, las mujeres envejecerán estériles, que si los
hombres no creyeran en nada, preferirían los
vicios a la fecundación, los vicios los volverían
menos desdichados que el deber, el deber es
mucho peor que los vicios, el deber es un
establecerse en la calamidad. La verdad es puesta
aquí al desnudo, ponerla al desnudo siempre fue
castigable y se entiende por qué, ya que el orden
necesita de la esperanza y es por el orden que esta
es consumida, el orden necesita aún más de la fe,
Alberto Caraco | 79
y es tan solo por el que la fe vive y que los
hombres viven multiplicando la vida...
Alberto Caraco | 81
estando ya sobre nosotros. Pues caminamos bajo
la sombra de la muerte futura, la muerte es la
dimensión supernumeraria de nuestra existencia,
el precipicio cuelga sobre nosotros y es hacia el
precipicio que nos dirigimos en fila.
Alberto Caraco | 83
nuestros pensadores afirman que subsistirá tal
cual. ¿Cuánto tiempo? Pues ningún desorden
sabría preservarse en su desorden sin
desmembrarse cada vez más, es una ley del
género que nuestros augures quieren olvidar y de
la que nosotros probaremos tanto el alcance como
la precisión.
Alberto Caraco | 85
sacrificio, nos vuelve monstruosos cándidamente,
autoriza a nuestras virtudes a prevenirse del
atributo de todos los vicios y —lo que es mejor—
escogerá para nosotros eso que deseamos y no
osamos elegir. Estamos completamente perdidos,
la enfermedad no perdona ya a ninguna nación y
todos los países se parecen hasta en el tipo de
furor que los opone y los anima a degollarse unos
a otros.
Alberto Caraco | 87
atributos serán la violencia y la simplicidad,
aparentamos adiestrarnos en ellas, nuestros
filósofos suputan milagros a porfía y nunca han
reculado tanto delante del encadenamiento más
lógico y frente a los corolarios más rigurosos. El
miedo a las palabras crece y esto prueba que les
atribuimos una fuerza que desmentimos día a día
en la conducción de los asuntos, nos reímos de su
acepción y torcemos su sentido, excepto para
ponernos a temblar frente a las razones claras y
precisas.
Alberto Caraco | 89
en todas partes el futuro del orden será el caos, el
orden ya no tiene sentido, no es más que una
mecánica vacía y nos consumimos en perpetuarla,
con el fin de que ella nos consagre a lo
irreparable. Elevamos un templo a la Fatalidad, lo
honramos con sacrificios y la hora en la que nos
ofreceremos nosotros mismos no está lejos, el
mundo está lleno de gente que suena con morir,
arrastrando a los otros a la muerte. Se diría que
los hombres en demasía destilan un veneno que
se extiende sobre el universo y que vuelve la
ecúmene inhabitable. Así el Infierno, lejos de ser
la nada, es la presencia.
Alberto Caraco | 91
suya, pues ellas traicionan como respiran, son
pesos amarrados a nuestros pies que tomamos
por fundamentos, que nos sostienen, su
inmolación nos habría vuelto libres y no osamos
romper con ellas en el momento propicio. Así
nuestra fidelidad nos condena y nuestra
obediencia nos sentencia, es demasiado tarde y
nada repararemos, no eludiremos más la
catástrofe y nuestra consolación suprema, a la
hora de perecer, será la de ver perecer, bajo
nuestros pies, a aquellos que nos arrastran al
precipicio y a quienes pisaremos al sucumbir,
para extinguir a la vez su recuerdo y su semilla.
No habrá, mañana, más que víctimas, y tal es la
justicia de la Historia.
Alberto Caraco | 93
desvanecerse para que el vacío subsista solo. Es la
hora de la pureza, debemos regocijarnos, no
perderemos más que nuestra Historia y lo que a
esta se le reclama, nuestras religiones inspiradas
y nuestros imperativos pretendidos eternos, que
no han sido nunca más que históricos. Solo
tenemos la Historia que perder y todo lo que
cuelga de la historia, preferimos el vacío y
aplaudimos su llegada, él es la alegría que nos
ilumina a la hora en la que debemos morir. Así
aprobamos lo irreparable, nuestro vengador
supremo, el clamor de agonía de las naciones es la
música de nuestros funerales, el orden y sus
defensores se desmiembran bajo nuestros ojos y
los cerraremos cuando ellos sean cenizas,
nosotros moriremos siendo los más consolados de
entre los hombres, porque hemos sido los únicos
en renunciar a las obras de la mentira, de la que
los fieles se alimentan.
Un mundo que aún fuera pagano no habría
violentado la naturaleza, los Paganismos la
consideraban divina, como regla general
adoraban los árboles y los manantiales; en lugar
del tiempo, que las religiones pretendidas
Alberto Caraco | 95
reveladas ponen en el centre de sus dogmas, los
Paganismos giraban sobre el espacio y, con
algunas excepciones, preferían la mesura a la
trascendencia y la armonía a cualquier cosa. Las
religiones que se dicen reveladas han establecido
sobre nosotros el fanatismo, y la cristiana, que lo
ha llevado al extreme, ha divinizado la locura,
glorificado la incoherencia y legitimado el
desorden, en nombre de un bien mayor. Mientras
estas tesis espantosas no dispusieron más que de
medios sin alcance, los hombres se adaptaron a
ello, pero desde que nuestras obras les responden,
probamos la enormidad de nuestros imperativos
y, más aún, su demencia.
Alberto Caraco | 97
Nuestros descendientes, después de la
catástrofe, reducidos a alguna fracción ínfima de
la actual humanidad, honraran los manantiales y
los árboles, casaran la Tierra con el Cielo,
juzgaran abominable la idea de sacrificio y
sacrílega la idea de la trascendencia, restauraran
todo eso que las religiones reveladas han abolido:
la prostitución sagrada y la promiscuidad ritual,
el culto a la generación y la adoración de sus
símbolos, la hierogamia y los saturnales. Tomaran
al hombre por eso que no ha cesado de ser y no
por eso que debería ser, no irán a recaer en las
ilusiones del profetismo, renunciaran a
perfeccionar un autómata imperfectible,
concebirán que la espiritualidad no es el destine
de la mayoría y que el error es comunicar una
misma enseñanza a todos, a la manera de las
religiones pretendidas reveladas. Es mejor que la
mayor parte permanezca idolatra y carnal, el mal
preludia a partir del momento en el que los
culpamos y los forzamos a mentirnos
mintiéndose, es mejor que los simples asocien las
divinidades al gozo que a la penitencia y que el
orgasmo sea para ellos lo que es la
transustanciación para los cristianos.
Alberto Caraco | 99
No salimos de la lógica, y en este universo, de
aspecto cada vez más absurdo, no nos
preguntamos ya si hemos merecido la suerte que
no podemos eludir, son nuestras tradiciones las
que nos preparan para ello, son nuestras ideas las
que nos consagran a ello, es nuestra obediencia la
que nos vuelve a remitir a ello, después de un
conato de revuelta, son nuestros hábitos los que
nos destinan a ello tras un extrañamiento sin
mañana. Así, nosotros queremos lo que
queremos, en la medida en la que nos concebimos
a nosotros mismos, y queremos lo que nuestros
amos quieren como si lo quisiéramos nosotros.
No podemos improvisar, cuando el interés nos lo
ordena, y nos arropamos, más resueltos,
alrededor de eso que nos desmiembra, no osamos
romper con eso que nos arrastra y nos
imaginamos que el sacrificio hace milagros. ¿Iba
yo a decir que nosotros nos sacrificamos? Las
conveniencias eran infalibles y en tiempo y lugar
no faltaremos a ello, nos inmolaremos por
nuestros dioses muertos y nuestros ídolos
carcomidos, este acto nos confiere importancia
ante nuestros ojos y desde el instante en el que
sangramos por una causa, le damos crédito sin
mirar lo que ella encierra.
Cuando escucho a nuestros pretendidos
religiosos asestarnos sus simplezas y cuando veo a
una muchedumbre, menos hombres que
rumiantes, prestar oído a estas tonterías,
compruebo que nos volvemos estúpidos y que
merecemos la suerte que nos está reservada. Yo sé
que todos esos rumiantes cumplen su deber de
bestias, que tiran del arado y que copulan, que
mugen y que paren becerros, que ellos entregan al
Estado su leche y algunas veces su carne, pero yo
quisiera al fin que se les ocurriera humanizarse y
preguntarse si eso que se les ensena o predica vale
un comino. ¿Cómo es posible que ellos den
crédito, si no fuera por costumbre, a este hato de
fabulas que son para caerse de sueño? ¿No les da
vergüenza estar ahí, no sienten en lo más mínimo
que se deshonran y que la cortesía en estos
asuntos no es más que una confesión de fracaso?
El confort intelectual, que ellos buscan, es
imposible de encontrar en adelante y ninguna
tradición se los asegura, solo la estupidez es capaz
de proporcionárselos ¿Hemos caído tan bajo para
Por ello al orden, que abominamos, y a la
moral, que despreciamos, al orden caduco y a la
moral inadmisible, que no hemos todavía sabido
remplazar, ni el uno ni la otra, vamos a
defenderlos, ¡ay!, armas en mano, pues aquellos
de enfrente se preparan para atacarnos en
nombre de la moral indefendible y bajo los
estandartes del orden condenado. Yo les pregunto
a todos: ¿Qué vamos a oponer a estos Bárbaros?
¿La tolerancia y el laxismo? Nos aplastarían,
riéndose de nosotros. Y si marchamos delante de
sus ejércitos, adornados con flores y las manos
desnudas, predicándoles la paz, harán como los
Mongoles de la Edad Media, cuando treinta mil