El Lado Oscuro de La Historia Entrevista A Ginzburg
El Lado Oscuro de La Historia Entrevista A Ginzburg
El Lado Oscuro de La Historia Entrevista A Ginzburg
HISPANOAMERICANOS
649-650
julio-agosto 2004
DOSSIERS:
Alejo Carpentier
Salvador Dalí
Yves Bonnefoy
Octavio y Marie José
CESAR LÉANTE
Carpentier me dijo 9
JORGE TIMOSSI
El hombre real maravilloso 21
MARTA ROJAS
Alejo Carpentier, el conversador y el novelista 29
LEONARDO PADURA FUENTES
Carpentier y el surrealismo 35
GR AZI ELLA POGOLOTTI
El novelista y las artes visuales 43
IRLEMAR CHIAMPI
Historia y mitologismo en El reino de este mundo 51
GERMÁN GAVIRIA ÁLVAREZ
Viaje y visión del ser en Los pasos perdidos 61
RITA DE MAESENEER
Carlos Esteban Deive y Alejo Carpentier 69
PATRICK COLLARD
Parodiando a don Alejo 79
DOSSIER
Salvador Dalí
CALLEJERO
Y VES BONNEFOY
Octavio y Marie-José 207
PEDRO GURROLA
Wittgenstein en Cortázar y Elizondo 213
ÍTALO MANZI
Angeles y demonios en el cine español de los cuarenta 221
CARLOS D'ORS
Anecdotario de Eugenio d'Ors 229
GUSTAVO GUERRERO
Nota sobre Gallimard y la literatura latinoamericana 243
LUIS PULIDO RITTER
Carta de Londres. Sobre la mirada del uno y del otro 247
ANTONIO JOSÉ PONTE
Carta de La Habana. La Maqueta de la ciudad 251
CONSUELO TRIVIÑO
Carta de Colombia. La pasada Feria del Libro de Bogotá 257
RICARDO BADA
Carta de Alemania. ¿ Quién no le temería a Karl Kraus? 263
RICARDO DESSAU
Carta de Buenos Aires. El último tango 267
MANUEL ALBERCA
Entrevista con Philippe Lejeune 271
BIBLIOTECA
293
El fondo de la maleta
La droga sonora 309
Carpentier en la radio
DOSSIER
Alejo Carpentier
(1904-1980)
Coordinadora:
Hortensia Campanella
Carpentier me dijo
César Léante
fundamente americana. Creo que al cabo de los años me hice una idea
de lo que era este continente. He dicho que me aparté del surrealismo
porque me pareció que no iba a aportar nada a él. Pero el surrealismo sí
significó mucho para mí. Me enseñó a ver texturas, aspectos de la vida
americana que no había advertido, envueltos como estábamos en la ola
de nativismo traída por Güiraldes, Gallegos y José Eustasio Rivera.
Comprendí que detrás de ese nativismo había algo más; lo que llamo
los contextos: contexto telúrico y contexto épico-político; el que halle
la relación entre ambos escribirá la novela americana.
En Francia escribí dos novelas cortas de asunto cubano, que no vie-
ron ni verán jamás la luz de la imprenta, porque el escritor tiene que te-
ner el coraje de echar polvo sobre muchas páginas aunque mucho
esfuerzo le haya costado llenarlas. Terminé también ¡Ecue-Yamba-O!
para cuya publicación, por la Editorial Espasa, me trasladé a Madrid en
1933. Esta primera novela mía es tal vez un intento fallido por el abuso
de metáforas, de símiles mecánicos, de imágenes de un aborrecible mal
gusto futurista y por esa falsa concepción de lo nacional que teníamos
entonces los hombres de mi generación. Pero no todo es deplorable en
ella. Salvo de la hecatombe los capítulos dedicados al «rompimiento»
ñañigo. Fue grata mi estancia en Madrid a pesar de que bajé del tren
con sólo veinte pesetas. Le pedí a Julio Alvarez del Vayo mis derechos
de autor por la publicación de la novela y me pagó regiamente: mil pe-
setas. Con este dinero di un banquete a mis amigos. Y fue grata mi pri-
mera visita a la tierra española, sobre todo, porque allí trabé amistad
con Lorca, Salinas, Marichalar, Pittaluga y muchos otros. Aunque
siempre he detestado la vida de café -nunca la practiqué en París- por
parecerme una abominable forma de perder el tiempo, de no hacer
nada, confieso que pasé muy buenos ratos con García Lorca en la peña
de la Taberna de Correos. Al año siguiente habría de producirse mi se-
gunda visita a Madrid, especialmente invitado por Lorca para asistir al
estreno de Yerma, y tres después, mi tercera, en circunstancias, ay,
muy distintas.
Por supuesto que no todo fue literatura en París. Vivir es una nece-
sidad que impone otras disciplinas. Mas no fueron repudiables las que
yo practiqué y que me permitieron holgarme en una cómoda casa de la
Place Dauphine. Fui director de los Estudios Foniric, donde se graba-
ban discos y programas radiales, de tan alta calidad como la adaptación
de El libro de Colón, de Paul Claudel, en la que actuó Jean-Louis Ba-
rrault, un cuento de Poe que adaptó Robert Desnos, la grabación del
poema de Whitman «Saludo al mundo», en la que se utilizó por vez
15
2
Uno de los jefes de las Brigadas Internacionales, muerto en la batalla de Huesca.
16
Jorge Timossi
Pero también existió otro artículo, al que tuve acceso por la genero-
sidad de Lilia, su esposa. Conservo con gran cuidado esas cinco cuarti-
llas escritas a mano en tinta azul -con líneas que caen hacia la derecha
y correcciones en tinta roja-. Este artículo se publicó en El País, de
Madrid, dos días después de su muerte, el sábado 26, con el mismo tí-
tulo que él le había puesto: «Presencia de Gustave Flaubert». En él
compara el genio de Balzac con el de Flaubert, la frondosidad de la
obra de uno y la escasa obra del otro para concluir con una reflexión
quizá dirigida en parte hacia sí mismo: «Balzac pasa a la posteridad
con un bagaje de más de cien libros. Gustave Flaubert, con seis obras
maestras. ¿Cuál de los dos destinos será más envidiable?»
Pero ese mismo día también terminó otro trabajo, minucioso y can-
sador: la revisión de la traducción francesa, para la casa editora Galli-
mard, de una de sus dos últimas novelas publicadas en español: La
consagración de la primavera. El sobre abultado, con sus observacio-
nes a la traducción, quedó sobre la mesa de cristal de la sala, a la espe-
ra de que alguien viniera a buscarlo -Lilia lo entregó la tarde del
viernes- listo para la impresión.
Sobre esta mesa quedaron además otros signos de trabajos literarios,
de amistades: tres libros distintos pero que parecían formar parte de un
mismo sentido: dos ediciones extranjeras de su Concierto barroco, y
De Peña Pobre, del escritor Cintio Vitier. Los dos volúmenes de Con-
cierto barroco eran muy diferentes entre sí: uno pequeño, delgado, cui-
dadoso, de Japón, mientras que el otro era magnífico, con el número
tres de la tirada limitada, en papel especial y grabados bellísimos, edi-
ción lujosa en francés de Los Bibliófilos de París,
La noche anterior a la de su fallecimiento asistió, siempre con Lilia,
al concierto ofrecido por el joven saxofonista Miguel Ángel Villafrue-
la. Ya era cerca de la medianoche, estaba cansado, pero se quedó en la
sala hasta poder decirle al artista, con su inapreciable visión musical;
«Has tocado maravillosamente. Serás un gran solista». Villafruela
siempre contó con las sagaces indicaciones del maestro, con las mis-
mas que tanto le sirvieron al pianista Jorge Luis Prats desde su triunfo
inicial en el concurso «Marguerite Long-Jacques Thibault».
Una noche de febrero de 1977, el entonces embajador de Cuba en
Francia, Gregorio Ortega, periodista y escritor (Kappa 15, La red y el
tridente), ofreció una cena en su residencia de la impecable avenida
Foch para varios comensales: Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Julio
Cortázar, la editora Ugné Karveliz, entre otros. Fue una noche de con-
versación aguda y que no estuvo exenta, como es fácil suponer, de al-
23
[En París] escribí relatos surrealistas, como «El estudiante», por ejemplo.
Los escribía en francés, idioma que hablo desde niño, pero siempre se los daba
a revisar a Desnos, pues nunca he podido sentir el ritmo interior de esa lengua.
Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista. No iba a añadir nada a este
movimiento. Sentí ardientemente el deseo de expresar el mundo americano.
(...) He dicho que me aparté del surrealismo porque me pareció que no iba a
aportar nada a él. Pero el surrealismo sí significó mucho para mí. Me enseñó a
ver texturas, aspectos de la vida americana que no había advertido, envueltos
como estábamos en la ola de nativismo traída por Güiraldes, Gallegos y José
Eustasio Rivera1.
2
Klaus Muller-Bergh. «Corrientes vanguardistas y surrealismo en la obra de Alejo
Carpentier», en Asedios a Carpentier, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, ¡972, p. 37.
37
En los pocos meses que van desde la carta que enviara al músico
cubano Alejandro García Caturla en vísperas de su viaje a Francia y
la escritura de QSÍQ artículo, Carpentier ha pasado de la información
sobre la existencia de un movimiento llamado «superrealismo» a la
exaltación de sus principios, métodos y búsquedas, en ios cuales pa-
rece haber hallado el camino propicio para trascender el simple re-
alismo del arte criollista. Sin embargo, la velocidad con que se
deterioraría la aparente unidad del surrealismo y la luz que se filtra
por esas fisuras, lo harán -a lo largo de la década del 30- clarificar
algunas de sus perspectivas y hacer más definida su visión del valor
real del movimiento como instrumento posible para el artista ameri-
cano.
La ruptura de la aparente unidad del grupo surrealista se hace pa-
tente apenas un año después -1929- cuando once escritores, entre los
que se hallaban algunos de los «hijos» pródigos de Bretón firman el
panfleto antibretoniano titulado «Un cadáver», con el cual concreta-
ban su separación del equipo dirigido por el autor de Najda. Ribe-
mont-Dessaignes, Roger Vitrac, Leiris, Georges Limbour, Boiffard,
Desnos, Max Morise, Bataille, Jacques Barón, Jacques Prévert y el
propio Alejo Carpentier son los firmantes y uno de ellos -Prévert-,
por ejemplo, llama a Bretón «inspector del Palacio de las Maravi-
llas, el fiscalizador de entradas, el Gran Inquisidor, el representante
del Sueño...», en un tono de burla abierta que desencadenaría la ira
del destinatario.
En el caso específico de Alejo Carpentier, el crack surrealista de los
años 29-30, del cual participó activamente, resultó una experiencia en-
riquecedora y útil para catalizar sus opiniones y actitudes hacia el mo-
vimiento. Pero, ante todo, es importante señalar que la ruptura con
Bretón no significó para él la negación del surrealismo como procedi-
miento estético, sino apenas la liberación de la férrea metodología bre-
toniana y la consiguiente adopción de una visión crítica de
determinados excesos y posturas políticas. Así, en la crónica «El es-
cándalo de Maldoror» se hace evidente el distanciamiento con que el
cubano empieza a observar al «movimiento intelectual más importante
3
A.C. «En la extrema avanzada. Algunas actitudes del surrealismo», Social, vol. 13, ti". 12,
diciembre de 1928, en Crónicas, Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1975,1.1, p. 106 y 110.
38
4
A.C. «El arte singular de Giorgo de Chirico», en Social, vol. 17, n" 1, enero de 1932, en
Crónicas, t. 1, pp. 240-241.
39
1
André Bretón, Manifiestos del surrealismo, Ed. Guadarrama, Madrid, 1969, p, ¡33.
40
6
Mario de Michelli, Las vanguardias artísticas en el siglo XX, Eds. Unión, La Habana,
1967, p. 216.
41
cambio lento pero radical de su visión del surrealismo, del cual comen-
zará a desechar «hallazgos» y a readecuar concepciones, al tiempo que
su óptica de América y del papel del escritor americano se hacen más
sólidas e independientes, para desembocar, al final, en la crítica incisi-
va de la cualidad de lo maravilloso asumida por el movimiento.
Pero tan cierta y necesaria es esta superación de una postura admi-
rativa, como la aprehensión duradera de varias nociones adquiridas en
su convivencia con los creadores del movimiento, nociones que ya lo
acompañarán para siempre: y así, junto a los elementos antes mencio-
nados, como son la existencia de un mundo maravilloso más allá de lo
aparente -que él encontrará en la realidad misma de América, y no en
el subconsciente-, la fusión de realidades aparentemente inconexas, la
superación de ciertas contradicciones, la presencia de la magia, el mito
y el misterio, Carpentier también incorpora a su repertorio estético,
luego de un proceso de readecuación, la conciencia de la ruptura, la
problemática de la libertad social e individual, la noción de que existen
y coexisten diversos planos en una misma realidad, así como una místi-
ca del arte en la que la fe, o lo que llamaría también un cierto «estado»
de inspiración exaltada, juegan un extraño y decisivo papel de revela-
ción en el acercamiento y comprensión, desde la literatura, de la reali-
dad de un continente mágico y maravilloso^ a cuya historia y realidad
dedicará el grueso de su más trascendente obra narrativa y reflexiva, a
partir de la convulsa década de los años 40.
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Carpentier adolescente
El novelista y las artes visuales
Graziella Pogolotti
transfigura. Lección aún más útil en los días que corren dominados por
empresarios que condenan a los artistas a las galeras de la repetición.
Pero, todavía más importante: el talento crece y se sostiene a través de
la consecuente cotidianeidad de un trabajo encarnizado. Picasso intere-
sa también porque el autor de La música en Cuba percibe la presencia
expansiva de la visualidad en el acontecer inmediato de la existencia
humana. La perspicacia de Carpentier supo descifrar claves esenciales
de los cincuenta, tal y como antes lo había hecho con los treinta.
La reflexión del novelista había acompañado al estudioso de las ar-
tes visuales. Para contribuir a la construcción de un imaginario ameri-
cano, había que edificar una compleja estructura polifónica. En ella, la
visualidad desempeñaría un papel decisivo. El huracán atraviesa buena
parte de su narrativa. El mar la invade. Sin embargo, a pesar del gigan-
tismo de los ríos y los montes, el hombre encuentra la dimensión que le
corresponde. Evocada con frecuencia, la ceiba se identifica con una co-
lumna rostral. Cultura y naturaleza se concilian. Porque el paisaje es
observado desde ia perspectiva de ia cultura. Ese entorno significa mu-
cho más que un decorado.
Explosión en la Catedral, obra deí casi desconocido Monsú Deside-
rio, es la versión acertada del título de El Siglo de las Luces adoptada
en las versiones en lengua inglesa de la obra. Es Ja premonitoria ima-
gen simbólica que ilumina las peripecias de los personajes. Porque
supo mirar, porque supo desentrañar el juego de las perspectivas, Alejo
Carpentier llegó a ser un visionario.
Carpentier con doce años
Historia y mitologismo en El reino
de este mundo
Irlemar Chiampi
' Para el cotejo de El reino con las fuentes documentales, véase Roberto González
Echevarría. Alejo Carpentier: The Pilgrim at Home, Ithaca, Cornell University Press, 1977,
131-137.
52
2
Hayden White, Metahistory, The Historical Imagination in Nineteenth-Century Europe,
Baltimore, The John Hopkins University Press, 1977, ix.
3
ídem, ibidem, 1-42.
53
4
Alejo Carpentier, Prólogo a El reino de este mundo, Montevideo, Arca, 1968, 9. Las citas
subsecuentes siguen esa edición.
-1 De ese concepto de lo maravilloso y sus fuentes surrealistas, traté en mi El realismo
maravilloso. Forma e ideología en la novela hispanoamericana (Caracas: Monte Avila, 1984,
35-46). En un artículo posterior, examiné más detenidamente esa cuestión. Ver «Carpentier y
el Surrealismo», Revista de la Universidad de México, vol. xxxvii, n" 5, septiembre de 1981,
2-10.
54
6
La primera modalidad de conversión (naturalia-mirabilia) es relativamente escasa en El
reino. Un ejemplo es la visión del palacio de Sans Souci, cuya grandiosidad y refinamientos
napoleónicos y versallescos dejan al esclavo Ti-Noel «maravillado por el espectáculo más
imponente que hubiera visto en su larga existencia» (El reino, 79-80). En novelas posteriores,
como Los pasos perdidos (1953) y El siglo de las luces {¡962), en las cuales la naturaleza
tropical tiene una fuerte presencia, Carpentier explora en profundidad las posibilidades de
semiotizar los fenómenos reales como prodigios.
55
7
E. M. Mielietinski, A poética do mito, Rio de Janeiro, Forense, 1987, trad Paulo Bezerra
(la primera edición en ruso es de 1976,). Citaremos siempre la edición brasileña con la sigla
PM, seguida por el número de las páginas.
57
&
Por razones de economía, tratamos aquí los conceptos de maravilloso y mito como
equivalentes, pero entendemos, por supuesto, que lo maravilloso corresponde, en la
trayectoria de las formas narrativas, a una historización del mito, cf. Mielietinski, op. cit.,
108-109.
59
Cuando Bouckman invoca los Loas africanos («Nuestros dioses nos pi-
den venganza. Ellos conducirán nuestros brazos y nos darán la asisten-
cia». El reino, 50) para la lucha por la libertad de los esclavos con el
respaldo de los principios de la Revolución Francesa, esa noche tem-
pestuosa de Bois Caimán no simboliza ya la fuga de la historia hacia el
mito, sino la conciencia del papel de los iniciados para organizar la ex-
periencia histórica del cambio revolucionario. Y, cuando posteriormen-
te se da el triunfo de Dessalines, Carpentier corrobora la fuerza
ideológica de los mitos originales para intervenir en la historia, o sea,
para adquirir la historicidad propulsora del cambio:
Pero tal vez sea en la escena final, con las metamorfosis de Ti Noel,
donde podemos reconocer más claramente que la «filosofía de 3a histo-
ria» en Carpentier, al ser sancionada por la prefiguración poética y me-
tahistórica de lo real maravilloso americano, promueve una crítica
contundente al mitologismo lúdico y experimental de la literatura mo-
derna. El epílogo de la novela se compone de dos ciclos de metamorfo-
sis. En el primero, para escapar de los pesados trabajos impuestos por
los Agrimensores (los mulatos republicanos de Ja Llanura), Ti Noel tra-
ta de mimetizar Mackandal mediante una serie de metamorfosis en ave,
garañón, avispa y hormiga. El fiasco es continuo: el negro no consigue
realizar aquella hazaña, ni siquiera adaptarse a la vida de aquellas espe-
cies zoológicas. En el segundo, Ti Noel trata de entrar en el clan de los
gansos, transformándose en ganso, pero es repudiado como un «intru-
so» impertinente. (El reino, 116, 120).
No es necesario decir que la república de los mulatos agrimensores,
que «hablan el idioma de los franceses» y tienen un «oficio de insec-
tos» con sus reglas, tubos, estacas, escuadras, es una metáfora de la
modernización, con su razón instrumental y su percepción unidireccio-
nal de la Historia. Que el clan de los gansos es la imagen de la organi-
zación tribal africana, cuyos ritos y funciones milenarias constituyen
un orden cerrado para los no iniciados. Frente a estos universos contra-
rios -lo moderno y lo arcaico, el de la Historia y el del Mito- la prácti-
60
Hacía ocho meses y cinco días que no había vuelto a ver el libro que es-
cribiera en Venezuela sobre Los pasos perdidos, y encontrarme con la se-
gunda parte inconclusa, donde trataría el tema del regreso, me producía el
más hondo desasosiego. No sólo porque en la novela este tema es un coro-
lario al de la ida, sino porque en mí crecía la sensación de que la travesía
aún no había terminado. El tiempo parece detenerse cuando se regresa al
mismo punto, cuando se habla de las mismas personas, cuando los actos se
repiten, cuando parece haber un salto entre el «antes» de emprender un
viaje y el «después». Pero en seguida del viaje, el salto dado tiene la apa-
riencia de ser más estrecho, que la memoria se contrae. Entonces todo es
ilusión lejana, en cuyo estado sólo cabe la mirada estática. Nada destruye
más al humano que el deterioro de la memoria, y nada doblega más al es-
píritu que la inmovilidad del cuerpo, que el congelamiento de la mente,
que sostenerse en un horizonte que pertenece al pasado. La escritura re-
nombra la memoria y da la idea de que ésta no ha sido devorada como una
hoja por los insectos. La escritura recoge fragmentos, ordena, cartografía sus
parcelas y sus linderos, traza el mapa nuevo donde nos moveremos. La escri-
tura representa un estado remoto, aquel que deseamos recuperar con exacti-
tud. Pero en el tiempo evocado la fidelidad es imposible. Nada es más
traicionero para el escritor que dar rienda a este afán: hay un tiempo para la
creación distinto al de los acontecimientos. Cuanto más, el escritor se bene-
ficia de su bagaje y guarda en el presente algunos pasos que había perdido.
II
Entre Caracas y el Pico del Águila1, una casi a nivel del mar y otro a
4000 m, media la síntesis de una parte de la geografía de la novela. La
' Uno de los páramos más altos de los Andes venezolanos. Es probable que sirviera de
modelo para ubicar el punto donde el Protagonista halla a Rosario.
62
medida del hombre es superior a la del ángel que plantea San Juan en
el Apocalipsis2: la dicta el tamaño de los pasos que da, de los territorios
a los que llega, del espacio imaginado. Si Hernán Cortés3 en carta a
Carlos V reconoce su estrechez lingüística y cultural frente al Mundo
Nuevo que sus botas hollaban, es necesario destacar que para él este
era el paraíso único sobre la Tierra, donde se puede bautizar otra vez
todo -seres humanos, animales, plantas, orografía-, y escribirla en el
entendimiento del hombre renacentista que no puede desplazarse a
América. Es la figura exacta de Adán el primer día de la Creación,
aquel famoso Adán nombrando las cosas de Blake, en cuyos labios y
dedos el mundo adquiere la forma que las palabras y los actos propor-
cionan. Se entiende que esta afirmación en el mundo por la palabra ar-
ticulada supera a la de su Creador quien lo lleva en un viaje por las
Eras sin otro fin ni otro objeto que el de buscarse a sí mismo. A lo me-
jor, es en la ida donde deben caber todas las preocupaciones del viaje-
ro, pues ha de llegar desnudo a un mundo que sus palabras deben crear,
aquel donde encuentra sentido a su existencia. Es cuando el tema del
retorno es imposible de concebir, pues el único regreso posible está en
la reconstrucción de la memoria fragmentada4.
Cuando en 1947 ó 1948 Carpentier inicia su ascenso hacia la cum-
bre de los Andes5, sella una de las travesías más dinámicas y creativas
que alimentará su obra. Quizá un año había transcurrido desde que
avistara los dilatados dominios de Canaima6 en la Gran Sabana con los
yugos de su abuelo, Alfred Clerec Carpentier, buscador de El Dorado y
Gobernador de la Guayana cien años atrás, en un vuelo de un par de
horas desde Ciudad Bolívar hasta Santa Elena de Uairén7, y empezara a
construir personajes de ficción a partir de aquellos a quienes estrechara
la mano. Lucas Fernández Peña y su esposa -una indígena waica- y el
padre Valdearenas, son la esencia humana y novelística de «personajes
robot»8 como el Adelantado y Montsalvage, Rosario y Fray Pedro de
Henestrosa. Los ámbitos del creador son los de las criaturas que crea, y
2
Carpentier, A. Visión de América. Buenos Aires: Losada, 1999, pp. 23.
3
Cortés, H. Cartas de la conquista de México. Madrid: Sarpe, ¡985, p. 23-38.
4
En Los pasos perdidos, el tema del regreso está en términos de reconstrucción, antes del
pasado, de la memoria.
5
En: Visión de América, pp. 65-73.
'' Este mito tamanaco aparece en Los pasos perdidos, en su cuento «Los advertidos» y en el
texto El Salto del Ángel en el reino de las aguas.
7
En: Visión de América, pp. 21-26, 45-54.
* López Lemas, V. (compilador). Entrevistas. Alejo Carpentier. La Habana: Letras
Cubanas, 1985, p. 330.
63
,J
Chao, R. Palabras en el tiempo de Alejo Caipentier. La Habana: Arte y literatura, 1985, p. 227.
'" El Escudo Guayanés abarca el sur de Venezuela, el sur del Orinoco, el sureste de
Colombia, el norte de Brasil amazónico y la totalidad de Guayaría, Surinam y la Guayaría
Francesa. En pemón, Gran Sabana es Teipun o Wek-tá, lugar de cerros. La primera vez que
se utilizó el nombre de «Gran Sabana», fue en un escrito del explorador catalán Juan María
Mundo Freixas en la revista Cultura venezolana, de 1929. Oficialmente, por decreto del
presidente, general Eleazar López Coniferas, se ordena el estudio del área en 1938. En el
texto La Gran Sabana: mundo del Génesis, está en Carpentier el germen de «La Capital de las
Formas», al plantear, a partir de las visiones de esta geografía y de los Tambores de
Amalivacci, la noción de forma revelada, arquetipo de la geología del primer día de la
Creación.
" Raleigh, Sir Walter. El descubrimiento del grande, rico y bello imperio de la Guayana.
Caracas: Juvenal Herrera, 1986.
12
En: Visión de América, pp. 45-54.
,}
En: Visión de América, pp. 35-43.
64
III
14
En: López Lemas, V., pp. 39, 111-112, 139, 177, 257, 281, 417-418.
65
IV
'•1 Humboldt nos refriere que en sus viajes por el Alto Orinoco, los biclios picaban tanto
que incluso el color de la piel cambiaba y que literalmente ya no había más sitio para tanta
picadura. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Caracas: Monte Ávila,
¡985, T. III, pp. 317-331.
16
Cuando se viaja, la fisiología cambia. El. agua «enfermiza» de río en una taza de
mañoco permite soportar jornadas de varios días como si el tiempo fuera mítico. Pude
comprobarlo en mis viajes por el Orinoco Bajo y Medio en 2003. En Los pasos perdidos. Un
viaje (inédito) sigo la trayectoria de Alejo Carpentier en Venezuela. Beca Internacional de
Artes. Colombia, México, Venezuela, 2002.
17
Durante toda la vida nos preparamos para no sentir miedo, que equivale a estar listos a
sentirlo. No es posible disponer la experiencia para lo desconocido, pues no sólo cerraríamos los
ojos ante el abismo, y es en el abismo donde ocurre el choque, donde realmente empezamos a ser.
/s
Este mito tamanaco aparece en Los pasos perdidos, en su cuento «Los advertidos» y en
el texto El Salto del Ángel en el reino de las aguas. Ver nota 25. Sueños originarios, de Alberto
Rodríguez Carucci, analiza su alcance, su simbología y su importancia.
66
27
En Los pasos perdidos, los actos son fugacidad pura; es decir, instante que el tiempo
arrastra hacia el olvido.
2íf
Bacherlad, G. La intuición del instante. México: Fondo de Cultura Económica, 1987.
68
Rita De Maeseneer
;
Deive publicó en 1979 Las devastaciones, novela sobre las destrucciones que tuvieron
lugar en el norte de Santo Domingo al inicio del siglo XVII.
2
Véase el apartado «El trujillato ¡Presente!» de mi artículo de próxima publicación en
Revolución y Cultura «Algunas calas en la narrativa dominicana de la última década
(1992/2002/3)».
"' En adelante sólo indico la página del libro de Deive,
70
4
Después de leer mi artículo Carlos Esteban Deive me comunicó: «La comparación que
usted hace entre mi novela y El reino de este mundo de Carpentier me ha sorprendido
sobremanera. En ningún momento, durante el transcurso de mi redacción, tuve en cuenta la
obra del excelente escritor cubano. (...). Aun así, pienso que en todo escritor subyacen las
influencias de las lecturas de otros novelistas, y es muy posible, no me atrevo a negarlo, que
en «Viento negro» Carpentier esté presente de manera inconsciente» (fax: 26 de agosto de
2003). Quisiera agradecer a Carlos Esteban Deive su amabilidad y su eficacia al contestar de
manera atinada mis numerosas preguntas.
1
El período evocado viene a coincidir con la presencia de uno de los personajes que da
cierta cohesión a los acontecimientos descritos. Me refiero a Don Joaquín García y Moreno,
gobernador de Santo Domingo de 1788 a 1801.
71
6
El papel de Toussaint es difícil de evaluar. Este controvertido personaje ha sido objeto de
numerosos estudios y libros ficticios muy contradictorios como, por ejemplo, la aproximación
marxista por C.L.R. James o el libro anti-Toussaint de Pluchon.
7
Los tres comisarios franceses llegaron a Saint Domingue el 17 de septiembre de 1792, y
Aillaud ya se fue en noviembre a Francia (Pluchon 1989: 600). El capítulo se sitúa en 1793,
puesto que se menciona el pacto entre los españoles y los negros bajo el liderazgo de Biassou
y Jean-Francois. Como ya he dicho, estas libertades con la cronología no desvirtúan la fuerza
de la narración, más bien subrayan que es ficción.
73
Nota bibliográfica:
AUSTERLITZ, P., Merengue. Dominican Music and Dominican Identity, Phila-
delphia: Temple University Press, 1997.
BÁEZ-JORGE, F., «Vodú, mito e historia en "El reino de este mundo"», La pa-
labra y el hombre, 106, abril-junio, 1998: 23-43.
BIRKENMAIER, A., «Carpentier y el Bureau d'Ethnologie Haitienne. Los cantos
vodú en "El reino de este mundo"», de próxima publicación en COLLARD,
P., De MAESENEER, R., «En el centenario del nacimiento de Alejo Carpen-
tier», Foro hispánico, Rodopi, 25, 2004.
CARPENTIER, A., El reino de este mundo en Obras completas, México: Siglo
XXI Editores, 1991:9-119.
DEIVE, C. E., Los refugiados franceses en Santo Domingo, 1789-1801, Santo
DOMINGO: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1984.
- Recopilación diplomática relativa a las colonias españolas y francesas de
la isla de Santo Domingo (1684-1801), Santo Domingo: Ediciones Ferili-
bro, 2000.
- Diccionario de dominicanismos, Santo Domingo: Ediciones Librería La
Trinitaria y Editora Manatí, 2002.
9
Determinados anacronismos ayudan a borrar los límites temporales. Para celebrar el
tercer cumpleaños de los gemelos del Gobernador «Tríos de música, bautizados con el nombre
de pericos ripiaos, amenizaban la algazara distribuidos por barrios, evitándose así
discriminaciones y privilegios» (82), El perico ripiao es una variante de merengue inventada
al inicio del siglo XX (Austerlitz 1997: 63). Otro ejemplo de anacronismo sería: «A imitación
de los políticos nonagenarios, Toussaint Louverture se hacía el sordo y el mudo» (234). No
puede sino remitir a Joaquín Balaguer que aun siendo ciego y decrépito siguió gobernando.
77
*
i
Carpentier en París
Parodiando a don Alejo
Patrick Collard
;
Bogotá, Editorial Pluma; cito por la edición de Barcelona, Montesinos, 1995, 418 pp.
2
Véanse: C. R. Figueroa y otros, Seis estudios sobre La tejedora de coronas de Germán
Espinosa, Santa Fe de Bogotá, Pontificia Universidad Javieriana, 1992; P Collard, «El siglo
xviii de Germán Espinosa». ín: C. Ridz Barrionuevo, F, Noguerol Jiménez, Ma, A. Pérez
López, E. Guerrero, Á.. Romero Pérez (Eds.), La literatura iberoamericana en el 2000;
Balances, perspectivas y prospectivas, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca,
2003, pp. 1411-1417.
•! Cito por la edición de las Obras completas de Alejo Carpentier, vol V, México/Bogotá,
Siglo Veintiuno Editores, 1984.
80
4
Velayos Zurdo, Óscar, El diálogo con la Historia de Alejo Carpentier, Barcelona,
Ediciones Península, 1985, p. !03,
83
•' Saad, Gabriel, «L'histoire et la Révolution dans Le siécle des Lumiéres»; En: Pageaux,
Daniel-Henri (EdJ, Quinze études autour de El siglo de las luces de Alejo Carpentier, París,
Éditions L'Harmattan, «Récifs», 1983, pp. 121-122.
84
" Véase: Collard, Patrick, «Historia e iniciación: la masonería y algunos de sus símbolos
en El siglo de las luces de Alejo Carpentier». En: H. Hermans & M. Steenmeijer (eds), La
nueva novela histórica hispanoamericana, Amsterdam, Rodopi (Foro Hispánico, 1), 199J, pp.
79-92.
7
Para una aproximación cabalística a El siglo de las luces, véase: González Echevarría,
Roberto, Alejo Carpentier: the pilgrim at home, Ilhaca & hondón, Cornell University Press,
1977, pp. 237 ss.
85
;/
La etimología ofrece por cierto otra posibilidad de enriquecer la interpretación del título
de la novela. Se sabe que de la Edad Media al Siglo de Oro, como sinónimo de crónica con
frecuencia se usaba la voz. coránica, «favorecida por la etimología popular, -dice J.
Corominas— pues las crónicas solían tratar de los hechos de personajes coronados»
(Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Bern, A. Francke, 1970, p. 949);
narrando sus historia, Genoveva se hace tejedora de coránicas. Pero esto nos aleja mucho ya
de la comparación con E! Siglo de las Luces.
I •
:M, . •
* V ii
Coordinadora:
Eva Fernández del Campo
Gabriel García Márquez y Carpentier
Dalí y la redención de la pintura
Joan M. Minguet Batllori
Otra vez Meissonier. Parece como si Dalí, cada vez que se alejaba
con su imaginación de la pintura más convencional -a través de esos
paisajes poblados de seres contrahechos, de formas que adquirían sen-
tidos múltiples al disolverse o subsumirse en formas simuladas-, nece-
sitara mayor constricción en el registro técnico. ¿Un retorno al orden?
Quizás sí, pero con una transformación inquietante: el referente al que
acudía no era la naturaleza, sino su propio imaginario simbólico. Las
dobles imágenes de algunos de sus cuadros no existen más que en su
mundo particular, como las «manzanas de hormigón» cezannianas. Me
refiero a esas dobles imágenes a las que se aludía E.H. Gombrich en las
últimas páginas de su Historia del Arte, cuando, al detenerse en el cua-
dro Aparición de un rostro y un frutero en una playa (1938), y consta-
tar la cascada ininterrumpida de formas que dan lugar a nuevas formas,
escribía: «Un cuadro como éste nos hace pensar por última vez en la
razón por la cual los artistas modernos no se contentan con representar
sencillamente io que ven. [...] Saben que el artista que quiere repre-
sentar una cosa real -o imaginaria- no tiene que empezar por abrir sus
ojos y mirar a su alrededor, sino por tomar formas y colores y elaborar
la imagen requerida. [...] El procedimiento de Dalí de dejar que cada
forma represente varias cosas a la par, concentrará nuestra atención so-
bre los muchos sentidos posibles de cada color y de cada forma, de ma-
nera muy semejante a la del feliz equívoco que nos hace advertir la
función de las palabras y su sentido.» La redención pictórica de Dalí,
pues, tenía objetivos intelectuales de envergadura, colocar a la pintura
en la órbita de la polisemia consubstancial con el lenguaje verbal, pero
para ello requería de un preciosismo técnico, de un dominio del oficio
que el catalán ejemplificaba insistentemente en la obra de Meissonier.
Dalí retornaba a la figuración, pero subvirtiéndola. Necesitaba el oficio
de Meissonier, pero para emular a Cézanne.
¿Fue Dalí un incomprendido?, ¿lo sigue siendo todavía? Mucho me
temo que sí. Y no me refiero ahora a la incomprensión que genera su
caracterización como un personaje que se aleja al máximo del canon
del artista decimonónico, el pintor de laboratorio: siempre concentrado
en su trabajo, introvertido, si no hostil y enfermizo. Dalí es todo lo
contrario: interpreta un papel de excéntrico, se relaciona activamente
con el mundo de su tiempo y se acerca siempre que puede a las masas.
Y eso es visto por los convencionalismos del arte como un anatema.
Lo que me interesa destacar ahora y aquí es que la pintura del autor de
El gran masturbador tampoco recibió la consideración que él hubiera
deseado a partir de ese objetivo redentor que se había marcado a raíz
99
t#
' Los contenidos de este artículo forman parte de mi libro Metamorfosis que publicará
próximamente la editorial Edüupa (Madrid) con motivo del centenario de Dalí.
2
I. Prigogine, «Capturing the Ephemeral», en The Arcimboldo Effect. Transformations of
the Face from the Sixteenth to the Twentieth Century, Milán, Grupo Editoriale Fabbri, 1987,
pp. 333 y ss.
•' Crf, Pontus Multen, «Three different kinds of ¡nterpretations» en The Arcimboldo Effect,
p. 28.
102
4
Dalí, Confesiones Inconfesables, Barcelona, Bruguera, 1975, p.389.
1
En varias ocasiones usa Dalí la teoría de la relatividad bajo el efecto del método
paranoico-crítico, cfr. por ejemplo sus artículos:!. «Apparitions aérodynamiques des Etres-Objets»
(Minotaure, n" 6, 1935, pp. 33 y ss.) donde plantea una versión paranoico-crítica del espacio
tiempo que considera al margen del euclidiano; y 2. «Psychologie non-euclidienne d'une
photographie» (Minotaure, n" 7,1935, pp 56 y ss.).
105
" Dalí, Manifiesto místico, 1951, cií. por R. Descharnes y C. Néreí, en Dalí 1904-1989,
Madrid, Taschen, 2001, p, 455.
7
Cf. Descarnes y Néret, Op. cit, p. 455.
" Dalí, Confesiones, p. 222.
107
Definición según F.Capra, Las conexiones ocultas, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 37.
F.Capm, Ibiclem
108
El cubo de Necker
El secreto creador de Dalí
Jesús Lázaro Docio
Por tanto podemos concluir que Salvador Dalí recrea un método po-
lifónico a partir de sus propias vivencias personales, su propia psico-
biografia; a partir de su conocimiento de las teorías freudianas y
psicoanalíticas, y de otras teorías cercanas a la fenomenología; y desde
su dominio de las distintas propuestas de vanguardia que contribuirán a
su formación, concillándolas con su capacidad técnica tradicional y po-
niendo a su servicio el ilusionismo del arte realista e imitativo.
Sólo un gran polimorfo del arte contemporáneo como él podía ela-
borar semejante espectáculo, fiel reflejo de la perversidad y la pasión
con que la atmósfera del arte moderno se distingue desde su compleji-
dad y relatividad. Lo cierto es que el MPC es como la imagen de su
propio creador. Es un cúmulo de contrarios-complementarios que solo
tienen sentido desde su oposición-contradicción. Con su MPC, Dalí
opone dos procedimientos al igual que hizo el psicoanálisis: el analíti-
co hacia el inconsciente y el sintético hacia la consciencia. Su comple-
mentariedad se debe a su propia contrariedad, conjugando el eterno
enfrentamiento entre Apolo y Dionisios.
Ese es su carácter: el de una misma realidad que no se puede saber
dónde empieza o termina. Locura razonante en la que no identificamos
cuál es el límite.
¿Verdad engañosa? ¿Engañosa verdad?
Disfraz de Dalí, piel camaleónica de la que ya no podrá desprender-
se jamás pues su propia imagen será como su camisa de fuerza, su cor-
sé estético que sistematiza la irrealidad y las propias conductas
paranoicas a través de un método que se puede analizar sólo después
de su aplicación y ejecución: el método paranoico-crítico. El simulacro
supera a la propia realidad porque se hace realidad.
En este sentido, Dalí parece anticiparse a nuestro tiempo en el que
la virtualidad, el voyeurismo y el enredo sistemático se imponen, se ex-
tienden y triunfan. El propio secreto, la propia intimidad se hacen pú-
blicos, cotidianos y vulgares. Dalí refleja al hombre de su tiempo, «el
hombre invisible», cargado con un complejo cúmulo de sensaciones
saturadas, de movimientos a veces involuntarios, de aprendizajes con-
fusos, sujetos al azar, percepciones que deben ser afinadas. Un hombre
que es espectador y actor del drama de un mundo en continua meta-
morfosis que le arrastran a su propio cambio permanente en el que ya
no está seguro de la separación entre la realidad y la ficción, donde las
necesidades y exigencias que le impone el mundo moderno que le ro-
dea, le hacen olvidar o disfrazar sus propias necesidades primarias
(sexo, comida, etc.), sus propios deseos que llega a ocultar en un pro-
120
Autobiografía
Ensayo
Creación literaria
Lafemme visible (1930), París: Editions Surréalisíes.
L'amour et la mémoire (1931), Paris; Editions Surréalistes.
Babaou. C'est un film surréaliste! (1932), Barcelona: Labor, 1978. Edición
bilingüe. Guión cinematográfico.
Rostros ocultos (1944), Barcelona: Lluís de Caralt, 1952.
Otros
Diccionario privado de Salvador Dalí, recopilado y ordenado por Mario Mer-
lino, Madrid: Altalena, 1980.
Dalí. Pensaments i anécdotes, Barcelona: Edicións La Campana, 1997.
Cenas de Gala, Barcelona: Labor, 1973.
Los vinos de Gala, París: Draeger, 1977.
Salvador Dalí. Foto de José María Lara
PUNTOS DE VISTA
Salvador Dalí
E?a de Queiroz, cónsul en la Habana
Raquel R. Aguilera y Javier Coca
' Se trata de una carta abierta publicada en As Farpas en noviembre de 187]. El propio
Eqa desecharía este artículo de la edición de las Farpas que publicó en 1890 bajo el título de
Urna Campanha Alegre.
132
2
Citado por Gaspar Sitnoes en Efa de Queiroz. O Homem e o Artista, Edigoes Dois
Mundos, Lisboa, 1945, p. 309.
133
!
José-Luis Martín, Carlos Martínez Shaw, Javier Tusell, Historia de España, Taurus,
Madrid, 1998, p. 504.
4
Pío Baroja, Obras completas IX, Los pilotos de altura, Círculo de Lectores, Barcelona,
1998, p. 648
134
7
Lecturas cubanas, Hermes, La Habana, 1939. Nuestra información procede de E. Guerra
da Cal, Lengua y estilo de E$a de Queiroz, Acta Universitatis Conimbrigensis, Coimbra, ¡975,
t. 1, p. 603.
s
Eca de Queirós. Correspondencia Consular, Cosmos, Lisboa, ¡994.
IJ
Ega de Queirós, Ecos de París, Acantilado, Barcelona, 2004, p. 52. Traducción nuestra.
137
el plazo de ocho años, por el que se contrata a todos los colonos que
salen de Macao, son libres en su trabajo y pueden requerir de este con-
sulado la cédula de extranjero; a los otros, a los que han llegado des-
pués del 61 y a los que ahora llegan, se les obliga, una vez finalizados
sus ocho años de contrato, a salir de la Isla en el plazo de dos meses, o
a recontratarse de nuevo. Tal es, en resumen, la legislación. Pero con
disgusto he de decir a V. E. que la práctica es extremadamente diferen-
te, y autoriza la opinión europea de que la emigración china resulta una
artera disimulación de la esclavitud. La ley permite a los asiáticos que
llegaron antes del 61 que soliciten su cédula de extranjero, pero por to-
dos los medios se impide que la obtengan. El método es manifiesto: en
La Habana se ha constituido, sin estatutos y sin autorización del Go-
bierno de Madrid, una comisión arbitraria que se denomina Comisión
Central de Colonización. Esta comisión pretende tener pleno dominio
de la emigración. Formada por los propietarios más ricos, se impone
con toda naturalidad a las autoridades superiores de la Isla, y ha conse-
guido que se determinara que ningún asiático obtenga del consulado su
célula de extranjero sin que la Comisión Central informe sobre él y lo
autorice a requerirla. Ahora bien, sucede que la Comisión Central, pro-
longa indefinidamente esta información para cada uno de los asiáticos,
y durante ese tiempo el colono se halla en una situación anormal e in-
clasificable: no es colono porque ha terminado su contrato, y no es li-
bre porque no tiene su cédula. Esta situación va en provecho de todos:
de la policía, que a la más mínima infracción (encontrar, por ejemplo, a
un chino fumando opio) le impone enormes multas; del Gobierno, que
lo aprovecha, sin salario, para las obras públicas; y de los hacendados,
que acaban por contratarlo de nuevo. De suerte que el beneficio que la
ley le concede resulta inútil en la práctica. En cuanto a los que llegaron
después de 1861, una opresiva legislación les obliga, una vez acabado
su contrato, a salir de la Isla en dos meses o a volver a contratarse; y
como naturalmente los colonos no tienen medios para regresar a China,
la policía los recoge en los depósitos y se ven obligados a servir ocho
años más.
Nada justifica, Excmo. Sr., esta legislación inhumana, y el estado
revolucionario de la Isla no legitima esta condición humillante y veja-
toria impuesta a los colonos. Pocos participan de la insurrección, y los
que han tomado las armas son los que ya anteriormente andaban hui-
dos por el interior, y que simplemente se unieron a los bandos insurrec-
tos donde encontraban un sueldo. La condición impuesta a los asiáticos
tiene su base exclusivamente en un vasto sistema de explotación. Es la
141
El Cónsul
José Maria d'Ega de Queiroz
142
En virtud del gran interés que tienen para el Gobierno portugués los
sucesos políticos de España -y de la influencia que tiene en toda la po-
lítica española la cuestión cubana- creo que debo poner en conoci-
miento de V. E. un análisis específico más detallado de la situación
política de la Isla de Cuba, dado que la observación próxima y directa
de los hechos me habilita para dar a V. E. una idea real de esta cuestión
tan especialmente desconocida en la Península. Antes de nada he de
decir a V. E. que la insurrección en la Isla de Cuba es un hecho sin im-
portancia local: los insurrectos, impelidos y confinados en los extremos
del Distrito Oriental, están en estos momentos sin organización, sin
fuerza y sin medios de resistencia: no ocupan ni una población, ni un
punto estratégico, ni un campamento definido; guerrillas compuestas
por negros huidos, por chinos rebeldes y por soldados desertores sos-
tienen, sin orden ni concierto, una perturbación constante, con débiles
y tímidos ataques a las haciendas aisladas y a los puestos avanzados.
La mayor parte no tienen vestidos ni armas, la miseria los desmoraliza;
se alimentan apenas de una raíz muy nutritiva que crece en la espesura
de la manigua, y sus movimientos son más bien correrías en busca de
víveres que ataques de revolucionarios. Por eso no ha habido en estos
últimos tiempos encuentros serios entre cubanos y españoles: los perió-
dicos y los comunicados llaman «batallas» a luchas restringidas en las
que, de uno y otro lado, quedan inutilizados cinco o seis hombres. En
el ataque de Holguín, que tanto eco tuvo en la opinión pública, los cu-
banos perdieron siete hombres. Si V. E. desea conocer el motivo por el
143
una guerra con los Estados Unidos es tan general y tan bien aceptada
en Cuba, como lo era en Francia la idea de una guerra con Prusia. To-
das las clases están de acuerdo en este odio gratuito, y he escuchado
declarar a españoles influyentes que perderían con gusto la riqueza de
la Isla para derrotar a los americanos. Y la verdad es que la antipatía y
la reserva se acentúan cada vez más entre Cuba y los Estados Unidos.
Los periódicos de La Habana hablan muchas veces abiertamente de
guerra. Un suceso muy peculiar ha venido últimamente a probar esta
latente hostilidad. Al comienzo de la insurrección en Cuba, la Isla com-
prendía y justificaba la curiosidad que los Estados Unidos tenían por
los asuntos internos de las Antillas: la proximidad, las relaciones, el co-
mercio, los poderosos intereses, todo la legitimaba, y se llegaba a per-
mitir que los reporteros de los periódicos americanos más afectos a la
Independencia, viniesen a Cuba y pasaran al campo de los insurrectos
para observar la verdad sobre el terreno. Últimamente, sin embargo, la
más leve mirada, la más superficial atención que los Estados Unidos
presten a los negocios internos de Cuba, irrita profundamente al ele-
mento español, hasta el punto de que cuando hace poco el reportero
del Herald pidió pasar al campo insurrecto, para investigar sobre el es-
tado de la insurrección, el coronel Morales, comandante del Departa-
mento Oriental dio esta singular respuesta:
- El reportero del Herald puede ir donde quisiere y como quisiere,
no obstante si se le encontrase viniendo del campo insurrecto, será pre-
so y tratado como espía por las leyes de la guerra.
V. E. puede suponer muy bien la indignación de los periódicos
americanos. El reportero pasó, sin embargo, a las líneas insurrectas, y
esta cuestión pendiente produce alguna inquietud.
En cuanto a la opinión de la Isla sobre los recientes acontecimientos
de España no se manifiesta claramente. Las autoridades se adhirieron a
la República, pero sus antecedentes son conservadores. Además, la
prensa no puede esclarecer la cuestión, porque la censura previa le cor-
ta sin piedad toda tentativa de apreciación independiente, y ni siquiera
se conoce bien la verdad, porque los telegramas están sujetos a censura
y sólo se publica lo que la Secretaría del Gobierno consiente. Creo, no
obstante, que la opinión dominante es alfonsina. Pero, en general, la
gran distancia, el egoísmo de los negocios, las preocupaciones por la
política de la Isla, hacen que la opinión se vuelva bastante indiferente a
lo que pasa en la Península. La Habana es una ciudad de negocios y de
rápido enriquecimiento. Los ánimos no se inclinan a apreciaciones de
principios o de gobierno. Mientras haya orden y nada perturbe las for-
147
V [Marzo-abril de 1873]
sito es sólo un intervalo servil entre dos esclavitudes. Los chinos del
depósito son los esclavos transitorios de los ayuntamientos. Ahora
bien, es precisamente en los depósitos donde se encuentra gran parte de
los colonos llegados antes del 61, y con derecho por tanto a la cédula
de portugués; pero por el hecho de estar allí, bajo un régimen peniten-
ciario, no tienen la facultad de reclamar su cédula, y pierden por tanto
cualquier beneficio de la ley. O sea que la Ley los libera y el Regla-
mento los esclaviza. Sucede también que un gran número de los que
llegaron antes del 61 están ahora en su segundo contrato en el campo y
en las provincias del interior y, como no pueden por tanto venir a hacer
efectivo su derecho ante el Consulado de La Habana (porque raro es el
patrón que consiente que el colono pierda dos o tres días de trabajo
para venir a La Habana) no pueden aprovecharse de la disposición que
los favorece. Así que estando parte de estos colonos en los depósitos, y
parte en las haciendas, sólo un pequeño número puede lograr su cédula
y la garantía de un trabajo libre.
El Consulado ha pensado que sería conveniente enviar a un agente
-autorizado por el Gobierno de la Isla- que recorriendo los distritos,
investigando los ingenios y examinando los depósitos, fuera proveyen-
do de cédula, después de un previo proceso de averiguación, a todos
los que estuviesen en los términos de la ley. Pero como el Gobierno, al
permitir esto perjudicaría a los ayuntamientos, al quitarles los brazos
gratuitos de los depósitos, y perjudicaría a los hacendados que tienen a
los colonos en su segundo contrato, el Consulado no puede esperar otra
cosa ante tal reclamación que una resistencia inquebrantable.
¿Puede pensarse al menos que aquellos que alcanzan su cédula tie-
nen en consecuencia garantizada su libertad? De ninguna manera: las
cédulas expedidas por este Consulado no han tenido el respeto que me-
rece cualquier documento procedente de una cancillería extranjera.
Con los más nimios pretextos, las autoridades, desde los jefes de distri-
to hasta los agentes subalternos, recogen las cédulas y hacen recaer al
colono en la condición de esclavo. Ya ha sucedido que una autoridad
local, que necesita para un determinado servicio un cierto número de
chinos, detiene a chinos libres, anula sus cédulas por falsas, y por la ra-
zón de que éstos, sin documento, están a disposición de la policía, los
envía, sin salario, a los trabajos. De ello proviene igualmente que los
agentes de policía, con la amenaza de invalidarles las cédulas, impon-
gan a los colonos un tributo imprevisto de propinas y de dádivas. Es
necesario que el colono tenga protección para que pueda conservar su
cédula. Así, lo que debía serle otorgado por estricta obediencia a la ley
151
de esta reforma, pues una nación que emancipa a los esclavos no puede
lógicamente esclavizar a los colonos.
Dios guarde a V. E. La Habana, 17 de mayo de 1873.
IX [1 de diciembre de 1873]
Augusto Klappenbach
El papel de la razón
2
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. I.
165
•! Hume, Investigación sobre los principios de la moral. Ap. 1: «Sobre el sentimiento moral».
166
4
U. Eco, Kanty e! ornitorrinco, Lumen, Barcelona, 1997, p. 34.
5
Goethe, Fausto, cuadro III.
167
6
Ver A. Klappenbach, ¿Existe un progreso moral en la historia? en Claves út razón
práctica, n" 96, Madrid, octubre de 1999,
168
7
Wundt entendía por sentimientos las afecciones simples de la afectividad y por emociones
las combinaciones de varios sentimientos. Aquí los uso indistintamente-
169
" Desde este punto de vista habría que revisar ía famosa «falacia naturalista», anticipada
por Hume y desarrollada por Moore y buena parte de la filosofía analítica. Si bien es verdad
que resulta lógicamente ilegítimo el tránsito de proposiciones enunciativas a afirmaciones
valorativas, también lo es que esas proposiciones enunciativas se pronuncian en un contexto
hermenéutica de sentido que incluye ya algún tipo de valoración.
170
0
Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, cap. X.
Lucha de capitales en
Arte de Yasmina Reza
Rafael García Alonso
;
La brutalidad con que Marcos confiesa su visión de su relación con Sergio produce un
efecto cómico, precisamente porque en las relaciones de amistad contemporáneas los agentes
tienden a negar la eficacia de los liderazgos suponiendo que existe una situación de igualdad.
Una de las pretensiones de este artículo es llamar la atención sobre la potencia esclarecedora
que -con mayor profundidad que el denominado «interaccionismo simbólico»- la obra de.
Bourdieu puede tener para esclarecer las relaciones «cara-a-cara». En una nota de El
sentido práctico Bourdieu escribe: «En contra de todas las formas de ilusión ocasionalista que
conducen a relacionar directamente las prácticas con propiedades inscritas en la situación, es
preciso recordar que las relaciones "interpersonales" sólo en apariencia son relaciones de
persona a persona y que la verdad de la interacción no reside nunca por completo en la
interacción». (El sentido práctico, Madrid, Taurus, 1991, p. 101).
175
2. Fracciones de clase
3. La sinceridad de Sergio
Pero antes conviene constatar que entre los tres amigos se está pro-
duciendo, tal como veía Marx, una modificación de su ser personal
que, al tiempo, los distingue entre sí. El cuadro comprado es costoso.
El coleccionismo de obras de arte es un círculo muy restringido. La
obra comprada, además, está pensada, por su misma estructura, para
2
Un aspecto muy destacable en Arte es el de la decoración y el vestuario. Podría pensarse
que Reza ha dado un paso incorrecto, debido a su inverosimilitud, al explicitar que el
decorado existente en las casas de los tres amigos es el mismo, «lo más austero posible, lo más
neutro» (18) a excepción de las obras pictóricas expuestas. Además, al menos en España., los
tres personajes visten con el mismo tipo de traje. Ello, en principio, no se corresponde con los
diferentes habitus y formas de ser de los personajes. Tal disonancia, sin embargo, se explica
-independientemente de razones de agilidad y economía en la puesta en escena- si tenemos en
cuenta que Reza nos sitúa ante un grupo de amigos cuya proximidad está en juego. Por otra
parle, nos sumerge en un ambiente que puede ser ajeno al espectador medio.
180
¡
Los conceptos de cinismo y de illusio son conceptos enfrentados en Bourdieu.
182
Citas:
1. REZA, Yasmina (1999), Arte, Barcelona, Anagrama, p. 16.
2. REZA, Y., op. cit. p. 20.
3. REZA, Y., op. cit. p. 62.
4. REZA, Y., op. cit. p. 73.
5. BOURDIEU, Pierre (1997), Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción,
Barcelona, Anagrama, p. 140.
6. BOURDIEU, Pierre (1999), ¿Qué significa hablar? Economía de los inter-
cambios lingüísticos, Madrid, Alkal, p. 66.
7. BOURDIEU, P., (1999), op. cit. p. 66.
8. REZA, Y., op. cit. p. 95.
9. REZA, Y., op. cit. p. 84.
10. BOURDIEU, P., (1997), op. cit. p. 28.
11. BOURDIEU, P., (1997), op. cit. p. 50.
12. BOURDIEU, P., (1997), op. cit. p. 84.
13. BOURDIEU, P., (1988), Cosas dichas, Barcelona, Gedisa.
14. REZA, Y., op. cit. p. 87.
15. REZA, Y., op. cit p. 19.
16. BOURDIEU, Pierre (1988), La distinción. Criterio y bases sociales del gus-
to, Madrid, Taurus, p. 279.
17. REZA, Y., op. cit p. 28.
18. REZA, Y., op. cit. p. 11.
19. BOURDIEU, P., (1988), op. cit. p. 281.
20. REZA, Y., op. cit. p. 30.
21. REZA, Y., op. cit. p. 19.
22. BOURDIEU, P., (1997), p. 155.
23. BOURDIEU, P., (1997), p. 66.
24. REZA, Y., op. cit. p. 75.
25. BOURDIEU, P., (1997), op. cit. p. 144.
26. BOURDIEU, P., (1997), op. cit. p. 142.
27. BOURDIEU, P., (1999), op. cit. p. 66.
28. REZA, Y., op. cit. p. 46.
29. REZA, Y., op. cit. p. 26.
30. REZA, Y., op. cit p. 32.
1
i í-;
1%
• - •
Jorge Andrade
tes hasta el siglo XX, para el cual el valor filosófico, científico o artísti-
co depende de la originalidad creativa.
En la misma línea de paralelismo con la reacción medieval ante el
dispendio de la cultura grecorromana, Eco encuentra que el pensamien-
to progresista de nuestros días ve con sospecha los valores de la origi-
nalidad romántico-idealista y el pluralismo liberal, que considera un
disfraz bajo el que se esconde el monoiitismo del dominio económico.
Por eso mismo, dicho pensamiento privilegiaría la reflexión y la obra
colectivas y anónimas que funcionan como comentario a los textos
fundacionales, mecanismo equivalente al del recurso a la autoridad del
medioevo.
8. Formas del pensamiento. La lógica estructuralista y el formalis-
mo de la lógica y de las ciencias física y matemática del presente están
muy cercanas al pensamiento medieval, sostiene Eco. Así también «los
excesos formalistas y la tentación antihistórica del estructuralismo» se-
rían equiparables a los de las discusiones escolásticas, y la violencia re-
novadora de los revolucionarios contemporáneos, basada en el discurso
teórico intransigente y motorizador de prácticas discriminadoras, sería
equivalente en formas e intenciones al de los reformadores, o simple-
mente «herejes», medievales.
Ni el político de hoy, que argumenta basándose en la autoridad para
fundamentar teóricamente la nueva praxis, ni el científico que intenta
fijar las coordenadas que reestructuren un universo cultural que ha ex-
plotado por exceso de originalidad y aportaciones heterogéneas, son
asimilables a sus pares de la cultura burguesa moderna. Antes bien tie-
nen su paralelo en el ideario medieval, enfrentado a un mundo, el gre-
corromano, que también había estallado por la confluencia conflictiva
de aportes culturales demasiado diversos.
9. La cultura visual y el arte como bricolage. Dos épocas con uto-
pías educativas similares y el mismo disfraz ideológico que vela un
proyecto paternalista de control de las conciencias. Éste tiende un
puente entre la cultura docta, disponible para la élite que reflexiona al-
fabéticamente, y la cultura popular, que recibe en imágenes los datos
funcionales al saber y las estructuras del programa dominante. Monas-
terios medievales, y universidades y centros de investigación donde se
almacena y procesa el conocimiento letrado; capiteles románicos y te-
levisores, pantallas que trasmiten visualmente la información indispen-
sable para que la sociedad funcione.
En ambas épocas se diluye la diferencia entre objeto estético y me-
cánico, entre obra de arte y hallazgo ingenioso, entre arte y artesanía,
189
' Las dos primeras partes de este texto fueron publicadas en esta misma revista, en los
números 374 (agosto de 1981) y 380 (febrero de 1982).
2
Stefan Mulle r-Doohm: En tierra de nadie. Theodor W. Adorno: una biografía intelectual.
Traducción de Roberto H. Bernety Raúl Gabás. Herder, Barcelona, 2003.
192
individuos. Entre los hechos históricos hay nexos que dan lugar a ex-
plicaciones pero no un sentido que los justifique. Adorno abrigó siem-
pre la ilusión de que el pensamiento pudiera abarcar la totalidad de un
mundo social pleno de sentido, sin salirse de él, sin revelar verdades
ocultas, sino iluminando el enigma de la historia, sin destruirlo. Una
empresa estética, si se quiere, enfrentada con un mundo en ruinas, de
aspecto caótico, en medio del cual Heidegger insistía en el ejercicio de
una fantástica exactitud.
Para tales pesquisas resultaba igualmente ilusoria la autonomía de la
ciencia. El científico parte siempre desde un estado de la sociedad, lo
sepa o no. El materialismo histórico, en ese sentido, no es un sustituto
del espíritu objetivo hegeliano. Otra cosa es que el mundo, producto
histórico, se haya cosificado hasta parecer natural, eso que Lukács de-
nomina segunda naturaleza petrificada del hombre. Esta situación exci-
ta a la historia misma, porque tiene el aspecto mineral del mito, que es
su contradictor dialéctico. Tal pérdida de la calidad histórica -la posthisto-
ria de Gehlen o el fin de la historia de Fukuyama, en nuestros días- es
un desafío y una tarea fuerte de la actual consciencia histórica.
El tema plantea, una vez más, el problema de identificar al sujeto de
la historia. La herencia idealista que culmina en Husserl centra la filo-
sofía en el sujeto. El materialismo histórico, por el contrario, sostiene
que la consciencia no manda al ser, que está en el proceso concreto de
la vida social. Por ello, al sujeto monádico y cerrado de Husserl le pro-
pone una subjetividad abierta al tiempo de la historia. Así se advierte
cómo la subjetividad moderna se forma a la vez que la forma dineraria
del valor, cuando un objeto llamado dinero se torna instrumento uni-
versal de los cambios. Es una forma sexualmente caracterizada de mas-
culina y que define lo femenino como objeto sin subjetividad, lo que
hace a la mujer dominante en el mundo de la mercancía que la incluye.
Este sujeto cuyo ser es la trama social y cuya conformación intelec-
tual es la consciencia de serlo, replantea, a su vez, el problema de la
ideología, entendida a partir del marxismo como falsa consciencia. Su-
pone, desde luego, una consciencia verdadera, pero ¿dónde situarla?
¿Cómo interpretar correctamente las ideologías? ¿No es el marxismo
una ideología más, según apunta Mannheim? La respuesta positivista
es neta: el marxismo es la ciencia que denuncia a las ideologías. Pero,
entonces ¿dónde se sitúa ese científico cuyo ser ya no es la trama social
porque la ha superado como objeto de su ciencia?
Adorno, muy posiblemente, no concibió su socialismo fuera del
mundo de las opciones ideológicas: un socialismo humanista que orga-
203
Tal vez Adorno, en esto como en otras cosas, miró al mundo con-
temporáneo desde un lugar utópico y retrospectivo: una sociedad de in-
dividuos fuertes cuyo modelo era una burguesía patricia, instalada en
sus convicciones misionales respecto a la historia, ingenua en su fe
progresista. La nostalgia idealizante le ayudó a procesar los malos
tiempos, lo cual incide en el aspecto fatal de la historia humana, que
exige siempre, desde el pasado seguro y monumental o el futuro germi-
nal e incierto, salirse idealmente de ella para tratar de entenderla.
•' Marta Tafalla: Theodor W. Adorno. Una filosofía de la memoria, Herder, Barcelona,
2003.
CALLEJERO
v ü
tituye a las cosas y que el trocear y volver a pegar no bastan para des-
hacer, se revelen, se desplieguen, más allá de los primeros momentos
de sorpresa superficial; y como, advertido de la finitud, el símbolo es
más interior a la vida que el concepto, se trata de reencontrar en esas
afinidades descubiertas y meditadas y comprendidas, los trazos de una
arquitectura posible del estar en el mundo, reducido a sus necesidades
más simples, las que se alimentan del solo hecho de ser reconocidos.
Una forma de existencia fácilmente cegada y desnortada. Una cristali-
zación en el espíritu, como dice Octavio en su comentario de los colla-
ges. La sístole y la diástole reunidas de nuevo: una obra que late como
un corazón.
Entre estas afinidades destaca una, que es quizá la clave, además de
una aportación en extremo natural y directa, y casi específica del arte
del collage, cuando adquiere conciencia de los dos niveles de su ver-
dad potencial. Por una parte, posee la capacidad de indicar, gracias a la
armonía de la forma de las figuras desmigajadas, la dirección, el senti-
do de lo intemporal; por otra, es un hecho también, si no el principal,
que, observando estos recortes y su delicado juntarse, realizado a me-
nudo en papel usado, de colores desvaídos o en trance de desvairse, el
artista y nosotros con él se ve obligado a cobrar conciencia de la preca-
riedad de los materiales, de su sujeción al tiempo destructor: barro, en
suma, sobre el que se construye el pensamiento, además del tiempo. In-
temporalidad y precariedad: dos indicaciones seguramente divergentes,
a primera vista. Pero ¿acaso no sabemos, a veces, que lo intemporal no
es más que una ilusión cuando olvidamos el trabajo del tiempo en la
vida, el peso de los límites en nosotros, la finitud? ¿Y que sólo entre-
gándonos con alegría de corazón a esa devastadora duración, y perci-
biendo entonces las verdaderas condiciones de la vida, pero también
sus poderes, podremos acceder a los instantes de conciencia, más allá
del tiempo de los relojes: instantes que serán la única intemporalidad
que tenga precio? Hay una afinidad esencial entre lo absoluto y el ins-
tante: los dos beben en las fuentes del otro: el frágil papel del collage
le ofrece a la forma la posibilidad de trascenderse, hasta lo invisible.
Esto es lo que les enseñaron a Marie José y Octavio Paz las imágenes
de voz discreta, pero lúcidas, a las que se asomaron juntos.
I,v.
#,í'-;'
« ^É
1É
Carpentier en París
Wittgenstein en Cortázar y Elizondo
Pedro Gurrola
' Aunque el Tractatus no se tradujo al castellano hasta 1957 y al francés hasta ¡960,
Cortázar pudo tener a su disposición la edición inglesa de 1922 o la reedición de 1933.
216
La interrogación al lenguaje
Bibliografía
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JULIO CORTÁZAR: «Julio Cortázar Lector», entrevista realizada por Sara Cas-
tro-Klaren en 1976, Cuadernos Hispanoamericanos, 364-366, octubre-di-
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zar», en Helmy F. Giacoman (ed.): Homenaje a Julio Cortázar, New
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LUDWIG WITTGENSTEIN: Tractatus Logico-philosophicus, Traducción de Enri-
que Tierno Galván, Madrid: Alianza Editorial, 1987 (2a edición). Las citas
corresponden a la numeración de las proposiciones.
Angeles y demonios en
el cine español de los 40
ítalo Manzi
1
Requiebro, 1955, de Carlos Schlieper, con Carmen Sevilla, Ángel Magaña y Luis Dávila.
222
2
Miriam Day había filmado dos películas en Italia con el nombre Mida di San Servólo
antes de trasladarse a España.. Era la hermana de Clara Petacci, la amante de Mussolini.
Después de su relativamente larga carrera en España, sólo filmó una película en Francia en
1955: Bonnes á tuer de Henvi Decoin, con Danielle Darñeuxy Michel AiKÍair, esta vez con el
nombre de Mvriam Petacci.
223
•* En ¡964, Antonio Román volvió a filmar Pacto de silencio, con el mismo título e iguales
méritos. Esta vez. la acción transcurría durante la guerra de Argelia. Actuaban el francés
Fierre Brice y los argentinos Yvonne Bastien y Carlos Estrada.
224
4
El crimen de la calle de Bordadores, dirigida por Neville en ¡946.
225
atrevido a seguir a Duran. Con un ingenio raro, las dos vidas se siguen
en contrapunto hasta que la fantasía se vuelve realidad o viceversa.
La acción de Domingo de carnaval (1945) se sitúa en el Rastro a
principios del siglo XX. Se comete un crimen (el de una usurera, como
en Crimen y castigo) y se desencadena una serie de peripecias con per-
sonajes que continuamente se sacan y ponen la careta y donde nada es
lo que parece ser. El joven comisario Fernando Fernán Gómez y la sos-
pechosa Conchita Montes son encantadores. Como en todos los filmes
de Neville, la mujer no es nunca una mojigata y el hombre jamás hace
gala de machismo.
El género a que pertenece La torre de los siete jorobados (1944) es
difícil de determinar. ¿Comedia? ¿Filme de horror? ¿Sátira? Neville,
que esta vez no parte de un guión propio sino de una novela de Emilio
Carrere, se divierte en tratar las escenas más tenebrosas en tono de zar-
zuela. Por ejemplo, la música del Dúo de los paraguas de Chueca y
Val verde, subraya la acción de una secuencia de horror. En el Madrid
de principios del siglo XX, Braulio, un joven modesto (Antonio Casal)
está enamorado de «La bella Medusa», una estrella de music-hall, que
acepta su invitación a cenar si también invita a su madre, una alegre se-
ñora que come por tres (Julia Lajos, por supuesto). Para aumentar un
poco su capital, Braulio va a una sala de juego donde se le aparece un
personaje macabro que sólo él puede ver y que, con su ciencia del más
allá, le permite ganar bastante dinero. Se trata de Don Robinsón de
Mantua (Félix de Pomés) que se había suicidado algunos meses an-
tes. Mantua le dice que en realidad ha sido asesinado y le pide que,
a cambio de una gran fortuna, lo ayude a establecer la verdad y cas-
tigar a los culpables. La segunda parte de la película transcurre en
el subsuelo de una vieja casa en ruinas, que comunica con una anti-
gua sinagoga que parece llegar en espirales hasta el centro de la
Tierra y que los judíos habían ocupado en el siglo XV, en la época
de su expulsión de España. Los jorobados del título pasan y desapa-
recen como un coro griego. Las complicaciones del argumento son
muchas pero todo terminará bien.
Jerónimo Mihura (1907-?), hermano del comediógrafo Miguel Mi-
hura, es otro realizador de películas fuera de lo común. A pesar de que
en 1946, por encargo, dirigiera una decena de cortos sobre diferentes
temas del catecismo, su obra propiamente dicha está constiuida por una
serie de películas muy originales y audaces aunque menos alegres que
las de Neville. Sirvan de ejemplo Confidencia (1947), Despertó su co-
razón (1949), Mi adorado Juan (1949) y sobre todo Siempre vuelven
226
1
Amas' ¡,í' \ ida en sombras, Llobet Gracia había realizado un filme amateur, titulado
Suicida. Un hombre descubre la infidelidad de su mujer y piensa en matarse o en matarla.
Finalmente toma una foto en la que están los dos, la desgarra y coloca la parte que representa
a la mujer sobre una vía de tren. El paso del tren sobre la foto provoca la catarsis que
resuelve el conflicto. Pero en la vida real, la actriz que había encarnado la esposa, se
suicidará poco después arrojándose a las vías de un tren.
6
Los datos sobre la última parte de la vida de Llobet Gracia fuero suministrados por Ferran
Alberich, autor de un cortometraje sobre el realizador y restaurador de Vida en sombras.
Anecdotario de Eugenio d'Ors
Carlos d'Ors
Ajo
Antigüedad
Artículo
Benevolencia
Bizantinismos
Se discute en la tertulia acerca de si los escultores bizantinos desco-
nocían la anatomía humana, que si sus figuras deformadas contrastaban
con la perfección del canon clásico, que si un pudor moral les llevaba a
ignorar las proporciones naturales del cuerpo humano. Don Eugenio
afirmaba que sus estatuas eran como eran por deliberado deseo del ar-
232
Caída
Capa
—Bien, muchacho. Por lo que veo, parece ser que ha hecho usted
de su capa un ensayo.
Cogito
Champán
Espejo
Franco
Micrófono
Oscuridad
—¿Está claro?; dice usted que está claro, ¿no? Pues, oscurezcámoslo.
Y se aplicó de nuevo a la tarea de hacer completamente ininteligi-
bles las cuartillas.
Perlas
Policeman
Pasaba Eugenio d'Ors unos días en Londres, cuando vio en una ca-
lle céntrica de la capital inglesa a un policeman que, erguido, corpulen-
to y peripuesto, lucía orgulloso, vistiendo su roja casaca y sus blancos
guantes, su poderío, su impasibilidad y su prestancia en el arreglo de la
circulación. La cara del hombre representado era, empero, parecida, en
peor, a la de un perro dogo... Una ancianíta desde la otra acera, llevan-
do a un pequeñín de la mano, señalando al imponente personaje, le
dijo:
Puro
Receta
Retrato
Retribución
Ron
Iba Eugenio d'Ors paseando una mañana fría por una calle céntrica
de Madrid, cuando se encuentra con un amigo. Este, conociendo lo que
le gustaba a d'Ors el ron, le invita cortésmente a una copa al filósofo.
Pero el escritor rechazó la invitación, diciéndole:
—No puedo aceptar tu invitación por tres motivos principales. El
primer motivo, porque ya sabes que estoy un poco delicado del
corazón y el ron me sube la tensión. El segundo, porque mi hijo,
que es médico, me lo ha prohibido. Y el tercero, porque me aca-
bo de tomar tres copas.
Sánscrito
Estamos en el año 1953. Las penurias económicas que por aquel en-
tonces padecían muchos profesores universitarios era grande. Un pro-
fesor, especialmente necesitado, pugnaba para que le concedieran
alguna materia optativa. Necesitaba urgentemente completar sus esca-
sos ingresos. A pesar de sus reiterados ruegos al decano, no se le ofre-
cía ninguna oportunidad. Hasta que, al fin, un día el decano le llamó y
le dijo:
—Este año existe la posibilidad de que usted explique sánscrito. Es
una asignatura optativa y, casualmente, hay un alumno que la ha
solicitado. Voy a hacer una excepción con usted, puesto que no
se suele impartir una asignatura cuando la pide un alumno sólo.
Pero, voy a tener en cuenta su situación económica, y, si us-
ted está en condiciones de enseñar sánscrito, le ofrezco esta
posibilidad.
239
Ni falta hace decir que aquel profesor no sabía sánscrito. Pero, pen-
sando en su familia, aceptó sin dudarlo. Se preparó como pudo, se ati-
borró con algunas nociones de sánscrito y, con la mejor disposición, se
plantó delante de su único alumno. Este, como era de prever, caló en el
acto su ignorancia y la oculta motivación de su osadía. Consciente el
alumno de su superioridad, chuleaba al profesor, faltaba a cíase, no es-
tudiaba.
Así transcurrió el curso, hasta que llegó el día del examen. Si suspendía
a su incómodo alumno, este indigente profesor se privaría a sí mismo de la
posibilidad de tenerle como alumno de «Sánscrito II». El alumno liego
muy tranquilo al examen. El profesor se limitó a escribir en el encerado las
primeras letras del alfabeto sánscrito y luego preguntó:
Sereno y obispo
Sueño o ensueño
Hay quien lo concilia todo. Era 5 de enero, víspera de Reyes.
«Totó», uno de los tres hijos de Eugenio d'Ors, era todavía muy niño.
Se discutió en familia si convenía hablarle mucho de los Reyes o no.
Se dijo: -«Si se le excita, se desvelará... Pero también es una lástima
privarle de la ilusión, del goce más puro y de la excitación de una no-
che como ésta.»¿Qué vale más, el descanso o la poesía? ¿El sueño o el
ensueño?... Toda la moral, toda la filosofía, toda la pedagogía de este
mundo pasan por el fiel de esta cuestión.
Totó, a la mañana siguiente, la dejó resuelta :
—¡Ay! -dijo, estirándose entre las sábanas de su camita-, en toda
la noche, pensando en los Reyes, no he podido despertarme.
Sultán
Tortilla
Eugenio d'Ors solía contar que, en una ocasión, hizo una excur-
sión a un pueblo castellano con un grupo de amigos que deseaban
conocer una iglesia románica que allí había. Cumplido el artístico
propósito y dado que era la hora de comer, preguntaron dónde po-
drían dar satisfacción a su apetito. Les respondieron que en la Ta-
berna de Andrés, en la plaza del pueblo. Cuando llegaron a la
indicada taberna, se encontraron con que en el sobrio escaparate,
adornado con un almanaque de la «Unión Española de Explosivos»
cubierto de moscas muertas, había una tortilla, más verde que amari-
lla, con un letrero que rezaba: VENDIDA.
241
Uniformes
Vida interior
Cierto día, don Manuel Bartolomé Cossío conducía a través del Mu-
seo del Prado a un grupo de muchachas. Se detuvo ante el Carlos V en
Mühlberg que pintara Ticiano. Siempre goloso de captar la emoción
espontánea e ingenua, Cossío se dirigió entonces a una discípula suya,
para interrogarla:
Viuda
Socorro
Gustavo Guerrero
Habrá que esperar, sin embargo, varios años antes de que Borges se
convierta en autor de Gallimard y su obra empiece a difundirse por el
mundo entero. 1945 es la fecha clave: Gastón Gallimard firma enton-
ces con el escritor y antropólogo Roger Caillois el contrato para crear
una colección destinada a la traducción y a la publicación de obras pro-
cedentes de América Latina. Así nace La Cruz del Sur (La Croix du
Sud), la primera colección europea en te que se editan sólo títulos lati-
noamericanos, prescindiendo de los españoles y los portugueses. Cai-
llois, que había pasado la guerra en Buenos Aires junto a Victoria
Ocampo y a! grupo de la revista Sur, regresa a Francia después de ha-
ber descubierto todo un continente literario. El proyecto de La Cruz del
Sur es de dar a conocer a nuestros escritores e ir formando un público
para nuestra literatura. Tras seis años de preparación y de trabajo, el
primer libro sale en 1951: Ficciones de Jorge Luis Borges. Le siguen
52 títulos que, a lo largo de dos décadas, no sólo difunden una cierta
imagen de América Latina sino que, además, van constituyendo una bi-
blioteca ideal. La lista de autores resulta sencillamente impresionante.
Junto a Borges encontrarnos a Asturias, Carpentier, Cortázar, Arreóla,
Arguedas, Rulfo, Cabrera Infante, Gallegos, Ribeyro, Amorim, Ama-
do, Otero Silva, Alegría y paro de contar con el jovencísimo Mario
Vargas Llosa que publica en la colección su primera novela, La ciudad
y los perros (1963).
Como ha señalado Claude Fell, uno de los estudiosos del tema, La
Cruz del Sur fue un auténtico «trampolín» para la literatura latinoame-
ricana en Francia. Es más, fue un trampolín que se adelantó y, en más
de un sentido, preparó el boom de los años sesenta. No en vano mu-
chos de Sos autores de la colección -pienso en Borges, obviamente,
pero también en Cortázar y Vargas Llosa- empiezan a ser conocidos
como escritores de La Cruz del Sur -y, por ende, de Gallimard- antes
de dar el salto que supone su consagración internacional,
Caillois cierra su colección en 1970, cuando considera que nuestra
literatura está ya lo suficientemente implantada como para necesitar un
espacio editorial propio. Desde entonces, los libros latinoamericanos se
publican en la colección internacional de la casa, Del Mundo Entero
(Du Monde Entier), entre obras de más de cincuenta países y nacionali-
dades diferentes. Pero la atención que se brinda a los escritores del
continente sigue siendo importante. Así, a través de los ochenta y no-
venta, el argentino Héctor Bianciotti y el cubano Severo Sarduy, los
dos editores de letras hispánicas, prosiguieron la labor de componer un
catálogo rico y coherente. Hoy la lista de autores latinoamericanos de
246
Ry Cooder definió que con la música del álbum Buena Vista Social
Club intentó recrear el sonido de una orquesta cubana de los años se-
senta que nunca había existido. Practicante de una nostalgia aún más
poderosa, el gobierno cubano ha conseguido convertir a La Habana en
el sitio de un ataque esperado en los años sesenta que no tuvo lugar
nunca.
Así logra revi sitar aquella temporada en que, gracias al emplaza-
miento de armas soviéticas en territorio cubano, la isla pudo darse aires
de grandísima potencia. (Los misiles fueron retirados muy pronto por
voluntad soviética. Y unas décadas después Rusia desmantelaba los ra-
dares con que sustituyera aquellos misiles, sin mediar consulta alguna
con las autoridades cubanas.)
Mediante concienzudas labores de desurbanización, La Habana ac-
tual se ha erigido en la ciudad de lo que hubiese podido suceder enton-
ces, un ramal muerto de las múltiples posibilidades de octubre de 1962.
-*x
ÉJ ^^HH^^M •1
I 1
Consuelo Triviño
Volar con los libros es, desde luego, una posibilidad de felicidad a
la que los colombianos, por suerte, no van a renunciar. Confiemos en
que la adquisición de este billete de ida al reino de la imaginación los
anime a viajar y a invitar a otros a hacerlo, por el bien del libro, por el
sustento de quienes los escriben y por la salud de la industria editorial
que aunque a veces no lo parezca, sigue cumpliendo el papel de difun-
dir lo que llamamos cultura.
Carpentier y su mujer Lilia en París
Carta de Alemania
¿Quién no le temería a Karl Kraus?
Ricardo Bada
Sí, ¿quién no le temería a Karl Kraus, una de las plumas más sabias
y más venenosas de la literatura universal? Ese Karl Kraus que recién
cumplidos los 25 años, en 1899, fundó en Viena la revista cultural Die
Fackel (La antorcha), dirigiéndola hasta su muerte en 1936 y siendo su
único redactor a partir de noviembre de 1911, esto es: durante nada
menos que un cuarto de siglo. Ese Karl Kraus que, por ejemplo, demo-
lería de un suavísimo gancho a la mandíbula la estatua del intocable
Hugo von Hoffmannsthal definiendo así sus obras: «flores artificiales
que se mustian naturalmente». Ese mismo Karl Kraus que también
dejó dicho «Acerca de Hitler no se me ocurre nada», estatuyendo así el
mayor ejemplo de desprecio que se recuerda en la historia desde que
Jesús de Nazaret respondió a sus jueces con el silencio.
El tonelaje total de Die Fackel son 23.000 páginas en un alemán de
lujo y a veces tan letal como la mordedura de una cobra. Embarcado en
tres gruesos volúmenes, lo tengo muy a la mano en mi biblioteca, y
muchas son las veces en que agarro cualquiera de ellos y lo abro por
cualquier página, para desasnarme y para gozar. Pero ahora, además,
desde hace poco, dispongo de un preciosísimo vademécum que recoge
un par de centenares de aforismos de Karl Kraus, espigados de entre
esas miles de páginas que escribió, y no resisto la tentación de traducir
algunos de ellos al correr de la vista engolosinada.
¡Temblemos!
Carta de Buenos Aires:
el último tango
Ricardo Dessau
«quieren cambiar algo, pero para cambiar algo hay que conocerlo,
como Aníbal Troilo [as del bandoneón y director de orquesta] conocía
a Carlos Di Sarli [as del piano y director de orquesta], y el propio Sal-
gan a Troilo. Todos sabían lo que hacía el otro. No eran unos improvi-
sados». Sin embargo, muchos de los grupos que están surgiendo
«quieren hacer como Piazzolla, un vanguardista que dio color a la mú-
sica de hace 45 años (su tango Adiós Nonino no está tan lejos de A fue-
go lento [la más célebre de las composiciones de Salgan], pero es otro
enfoque musical), sin conocer lo anterior». A fuego lento, precisamen-
te, porque el tango, además de un profundo conocimiento específico,
«requiere cierta madurez intelectual para poder apreciarlo».
A fuego lento se llama ese tango que Salgan compuso en 1953 y
que, con A Don Agustín Bardi (en homenaje al pianista del mismo
nombre), marcó su consagración. Paradojas de la historia, observa Cé-
sar, su padre -quien eligió ese título porque era fácil de recordar, así
como Del 1 al 5 [su primera composición, de 1935, recordaba el perío-
do del mes en que se cobraba- estuvo a punto de sacarlo del repertorio,
porque «cuando lo estrenaron no estaba convencido: se le aparecía
como una maraña de notas». Hasta que, desde el público, se lo volvie-
ron a pedir... y así fue como, al igual que tantas otras obras, musicales
o literarias (recordemos el incierto destino de la Gran Fuga de uno de
los últimos cuartetos de Beethoven, el opus 130, o las novelas de Kaf-
ka) se salvó de la hoguera la que finalmente sería una de las composi-
ciones instrumentales más famosas de la historia del tango.
Hoy, otro fuego lento consume al trío Salgan (Horacio, César y Su-
sana, quienes, como en Los tres mosqueteros, tienen en Ubaldo de Lío
a su D'Artagnan): el de la nueva aventura que empieza a levantar tem-
peratura, bajo el ojo clínico del Maestro. Al segundo día de sentarse
César ante el piano, en el Club del Vino, inseguro como lo estuviera el
propio Horacio con aquel tango inmenso de su inspiración, llamó a su
padre para que diera el visto bueno (o malo) sobre el funcionamiento
del quinteto y del dúo. Cuando el Maestro mostró su entusiasmo, a Cé-
sar ya no le pareció tan desesperada la misión imposible de reconstruir
«de oídas» los arreglos para el instrumento que Horacio nunca dejó por
escrito, sino que directamente traspuso de su cabeza al teclado. Así tra-
baja el genio. De los extraordinarios arreglos de Salgan padre, única-
mente queda constancia escrita en las partituras dedicadas al violín, la
guitarra eléctrica, el contrabajo y el bandoneón, el resto de los instru-
mentos que componen el Quinteto Real. Como si en realidad fuera un
cuarteto.... de Beethoven.
Entrevista a Philippe Lejeune
Manuel Alberca
—Todos los seres humanos son ingenuos al contar su vida, sea oral-
mente o por escrito. Corresponde al lector tomar la distancia que quiera.
Cuando un ser humano nos hace el regalo de contamos cómo ha vivido, es
a nosotros a quienes corresponde hacer fructífera esa experiencia de comu-
nicación. El sociólogo Pierre Bourdieu ha escrito, poco antes de su muerte,
un Essai d'auto-analyse que acaba de ser publicado en Francia. Para de-
mostrar que él no era ingenuo, ha declarado al comienzo, muy ingenua-
mente: «Esto no es una autobiografía». Pero es una autobiografía,
evidentemente, muy hermosa por otra parte. Su genio intelectual no le per-
mitía ver su vida con un punto de vista limitado, sus posiciones, sus ro-
deos. Y está muy bien así. Estos límites, que lo definen, me interesan.
ma parte. ¿No había, al comienzo del siglo XX, personas que se pre-
guntaban si el jazz formaba parte de la música? El fin de la autobiogra-
fía es transmitir una experiencia humana, y hay varios caminos para
ello. Escritores de vanguardia, como Michel Leiris o Georges Perec,
han inventado formas de escritura nuevas absolutamente revolucio-
narias. Pero la «literariedad» puede revestir formas académicas o
pretenciosas. En sentido inverso, personas que no son escritores
pueden crear unas maneras eficaces y sorprendentes de contar su
vida. De hecho, del surrealismo al arte espontáneo, pasando por el
dominio eficaz de los medios, clásicos, todo es posible en autobiogra-
fía. Añadiría yo, por mi parte, que se subestima la literatura al encerrar-
la en la «literariedad».
—Creé el APA con unos amigos en 1992 para responder a una peti-
ción que se me hacía a menudo: personas desconocidas me escribían para
que leyese su autobiografía, para que les ayudase a conservar sus diarios.
Buscaban con toda modestia una forma de diálogo, y una posibilidad de
sobrevivir. No podía hacer todo esto solo, ni convertir mi domicilio en
archivo. Una pequeña ciudad de provincias, Ambérieu-en-Bugey, puso
su biblioteca a nuestra disposición, con un gran espacio disponible.
Constituimos unos grupos de lectura (cinco grupos de una decena de per-
sonas) y desde 1992 hemos leído, comentado y archivado más de 1.500
textos autobiográficos (relatos de vida, diarios, correspondencias). Publi-
camos un catálogo razonado de nuestros fondos (el Garde-mémoire, con
cinco volúmenes ya publicados), valoramos estos textos hablando de
ellos en nuestra revista La Faute á Rousseau, organizando lecturas públi-
cas y mesas redondas, poniéndolos a la disposición de los investigadores,
historiadores o especialistas en ciencias humanas. Actualmente nuestra
asociación tiene 850 socios, que pagan una cuota de 35 euros, constitu-
ye nuestro recurso principal, pero también recibimos ayuda en especie
de la ciudad de Ambérieu, y recibimos algunas subvenciones de organis-
mos públicos (en particular del ministerio de Cultura). Al mismo tiempo,
permitimos a los amantes de la autobiografía y del diario reunirse (gru-
pos de intercambio, fines de semana de encuentros, etc.) e intentamos
cambiar un poco las mentalidades en Francia, de que se reconozca la
dignidad y el interés de la escritura del yo.
-—¡Sus preguntas exploran todas mis fallas! Por supuesto, es útil co-
nocer los datos biográficos para evaluar una autobiografía o un diario -
igual que es más útil todavía conocer la génesis de una autobiografía
para apreciarla (trabajé con pasión en los borradores de Sartre, de Pe-
rec, de Sarraute, por ejemplo, para comprender cómo construían su
verdad). Pero no es preciso confundir la información biográfica, tan
útil, con la construcción de un relato biográfico. A menudo me he que-
dado estupefacto de la audacia de los que pretenden poder comprender
y juzgar la vida de otro, y de contarla como si fueran ellos los que la
hubiesen vivido. Esto me parece una impostura, o una locura. Sin
duda, a veces, hay logros admirables -pienso en la biografía de Mar-
gueríte Duras por Laure Adler. Pero, ¡es tan infrecuente! la mayoría del
tiempo, no llego a comprender cómo los biógrafos no tienen vergüenza
de lo que ellos escriben. Tan legítimo es interpretar una obra, que se ha
hecho para esto, y que resistirá nuestra interpretación, como aventura-
do es interpretar una vida, que no es más que un fantasma que se ha
construido con briznas, y en la que el biografiado ya no puede defen-
derse... A menudo pienso que una autobiografía no podría ser falsa
(porque todas sus imperfecciones o sus astucias definen a su autor) y
que una biografía no podría ser verdadera (la más «lograda» no es más
que una especie de novela). A veces, imagino también lo que le podría
277
—Sí, me gustaría decir unas palabras del libro que acabo de publi-
car con Catherine Bogaert, Un joumal á soi. Histoire d'une pratique.
En 1997, gracias a la Asociación para la autobiografía y la Biblioteca
municipal de Lyon, organizamos una exposición de diarios personales
278
I nodi segreti degU incas. Davide e meses antes que Francisco de To-
Viviano Domenici. Milano: Sperling ledo (virrey entre 1569 y 1581).
& Kupfer, 2003, 223 pp. El mestizo más famoso que reclu-
taron fue sin duda Valera. En
Entre 1984 y 1985, en el archivo 1585 lo encarcelaron por haber
de la napolitana Clara Miccinelli mantenido supuestamente relacio-
aparecieron unos manuscritos de nes sexuales con una mujer.
principios del siglo XVII que po- Como se negó a abandonar la
drían revolucionar la comprensión Compañía de Jesús, lo desterraron
de la historia del Perú pre- y posco- a España en 1595 sin interrupción
lombíno. En ellos se afirma bási- del arresto. Lo excesivo del casti-
camente lo siguiente: 1) Los incas go, sin embargo, hace pensar que
tenían una forma de escritura: el la causa de su encarcelamiento
quipu real, el cual empleaba un si- fue otra, y de hecho el jesuita
labario. 2) Pizarra triunfó en Caja- Garcete declaró en 1591 que a
marca gracias al vino envenenado Valera se lo había condenado por
que repartió entre la oficialidad de hereje. Según el único registro
Atahualpa. 3) El autor de la fa- existente, Valera falleció en Má-
mosísima Primer nueva coránica laga en 1597. El Inca Garcilaso
y buen gobierno (1615) no es el recibió los restos estropeados de
indio Guarnan Poma sino el jesuí- un manuscrito suyo y los cita
ta mestizo Blas Valera (n. 1545). abundante y encomiosamente en
Cada afirmación pone de cabeza sus Comentarios reales.
un entero sector de nuestro cono- Entre los documentos Micci-
cimiento del Perú. Es lógico, en- nelli hay uno, todavía inédito (Ex-
tonces, que desde un principio se sul immeritus Blas Valera populo
haya pensado en una falsificación suo), firmado en 1618 por el mis-
y que la discusión al respecto fue- mo Valera, que presenta una his-
ra agresivamente polémica. El li- toria bastante distinta del cura
bro de los Domenici, en cambio, mestizo. Allí cuenta este: 1) que
es sumamente ecuánime además el General jesuita Vitelleschi le
de informativo. habría permitido «morir vivien-
En 1568 llegaron al Perú los do» (e.d., seguir actuando aunque
primeros jesuitas, apenas unos oficialmente se lo hubiese decía-
282
Ich bin Sehnsucht - verkleidet ais Galeano y Cardenal. Las dos tra-
Frau. Gioconda Belli Gedichte spa- ductoras de Mi íntima multitud
nisch / deutsch, Wuppertal: Peter han hecho obra meritoria, muy lo-
Hammer Verlag, 2003, 171 pp. grada, y han solucionado muy bien
el serio problema de traducción del
La poetisa y narradora nicara- título cambiándolo por dos versos
güense, nacida en Managua el 9 («Soy añoranza / vestida de mu-
de diciembre de 1948, es dema- jer») de la poesía «Metamorfosis»
siado conocida como para necesi- que figura en el volumen. Segura-
tar presentación. También este mente no será este el último en tras-
último libro suyo de poesías es ladarse, en versión germanizada, al
bien conocido ya en su original país de Peter Hammer.
castellano, Mi íntima multitud,
publicado en el mismo año que
esta edición bilingüe y premiado
por las mismas fechas en España
con el «premio de poesía Genera- Quipu: Contar anudando en el Im-
ción del 27». No me detendré, en- perio Inka - Knotting Account in
tonces, en sus valores intrínsecos, the Inka Empire. Santiago: Museo
ya analizados por mejores exper- Chileno de Arte Precolombino /
tos. Me interesa, en cambio, men- Cambridge: Universidad de Harvard,
cionar la relación de la Belli con 2003, 60 pp. Texto de Gary Urton.
Alemania, que aparece explícita
en poesías como la titulada «Un Esta obrita excelentemente ilus-
mundo sin Hitler», escrita con trada se publicó con ocasión de una
ocasión de una de las varias visi- exposición de quipus (la más
tas de la poetisa a este otro país, completa hasta la fecha) realizada
tan poco latino pero tan dispuesto en Santiago de Chile entre julio
siempre a recibir y apreciar toda de 2003 y abril de 2004. No es el
la gran literatura latinoamericana. catálogo de la exposición, ya que
La relación con Alemania se no reproduce, describe ni enume-
expresa también en la existencia ra los objetos expuestos, sino que
de esta editorial, Peter Hammer, consta básicamente de un texto de
que ya ha publicado, en presenta- quien puede ser considerado uno
ción impecable, otros tres poema- de los mayores expertos mundia-
rios de Gioconda en edición les en quipus, si no el mayor.
bilingüe, además de la versión ale- Gary Dwayne Urton inició su
mana de cuatro de sus obras narrati- vida científica con un doctorado
vas, sin mencionar las obras de otros en arqueoastronomía peruana.
autores latinoamericanos como Tarde o temprano tenía que inte-
287
resarse por el único elemento ar- cuentas con los totales de diversos
queológico peruano capaz de conte- quipus. Y estas cuerdas laterales
ner datos de cálculos astronómicos pueden estar unidas a la principal
precolombinos: el quipu, ese sis- por dos tipos distintos de nudos,
tema de cuerdas con nudos que, lo cual se supone que también im-
como bien se sabe, servía a los in- plica una diferencia de significa-
cas para hacer todo tipo de regis- do. Finalmente, los nudos pueden
tros numéricos. estar hechos en una dirección o en
Se conservan alrededor de 600 otra (en S o Z, como las mismas
quipus en todo el mundo, la mitad cuerdas); habiendo casos en que,
de ellos en el Museo Etnográfico dentro de un mismo quipu, los
de Berlín, y cada tanto se descu- nudos de una misma dirección es-
bren más. No servían para hacer tán claramente separados de los
cálculos sino solamente para re- de la otra, se especula también en
gistrar los resultados. Como ade- este caso con la posibilidad de
más de nudos emplean colores y que cada dirección tenga su pro-
una jerarquía entre las cuerdas, se pio significado clasificatorio.
sabe que, además de cifras, regis- Pero la complejidad no termi-
tran conceptos, pero no se sabe na allí: en la tercera parte del total
cuáles. Las cuerdas mismas pue- de los quipus hallados hasta el
den ser de algodón, si provienen momento, los nudos no están
de la costa, pero en su absoluta arreglados conforme a las pautas
mayoría son de lana de caméli- numéricas conocidas. Se ha suge-
dos. Pueden estar hiladas en S o rido, en consecuencia, que esos
en Z (e.d., torcidas hacia la dere- quipus deben de almacenar datos
cha o hacia la izquierda), y es po- no numéricos, es decir, textos, ya
sible que incluso esta característica sean de historia o de religión.
tenga valor clasificatorio, pero no Pero hasta el momento no se ha
se sabe cuál. Además de los nu- avanzado lo suficiente como para
dos habituales (en forma de 8 poder intentar una lectura. El qui-
para la unidad; simples para las pu hallado hace pocos años en
decenas, centenas y miles; com- Italia entre los «documentos Mic-
puestos para representar del 2 al cinelli» junto a la lectura descifra-
9; una posición vacía para el da del texto que contiene es, a
cero), existen otros nudos cuyo decir verdad, tan distinto de todos
valor se desconoce. Además de los otros quipus conocidos que no
las cuerdas habituales, el quipu puede ser tomado en serio, por
puede tener otras laterales que más que su antigüedad sea indu-
subsumen los valores numéricos dable. Sí existen, en cambio, tex-
de las otras, para permitir hacer tos coloniales con la trascripción
288
misma persona» (p. 53); pero mu- que la Corona quiso proteger a los
cho más importante que este indígenas, y el caso concreto de
asunto es la explicación del signi- Gonzalo Ruiz. Este intentó con-
ficado de cada pictograma o gru- mutar una parte del tributo (de
po de pictogramas, que Roskamp por sí excesivo) por «servicio per-
desarrolla con máxima claridad. sonal» (trabajo en las minas y ha-
El capítulo IV es con mucho el ciendas ganaderas, prohibido sin
más extenso y trata de la situación mucho éxito por la Corona en
de la Tierra Caliente michoacana 1549). La baja demográfica en la
en la época en que se redactaron Tierra Caliente michoacana fue
ambos códices. Si bien «¡ejl obje- del 86,5% entre 1520 y 1580 (p.
tivo de este libro no fue escribir 116). Ruiz debe haber amenazado
una microhistoria de Cutzio y seriamente a sus encomendados
Huetamo» (p. 135), Roskamp se para que éstos, en los códices aquí
acerca bastante a él en dicho capí- estudiados, solicitaran un cambio
tulo, cuyo contenido va desde la tan desventajoso, añadiendo que
explicación de los topónimos y lo hacían voluntariamente y que
otros términos indígenas al estado Ruiz era su bienhechor. Efectiva-
de la encomienda de Ortiz luego mente, los códices no registran
de su muerte (1558), pasando por quejas de los indios sino propues-
la geografía económica de la tas de convenio entre ellos y el
zona, los enfrentamientos con los encomendero. Al parecer, la Au-
mexicas, los múltiples contactos diencia no resolvió nunca el asun-
interétnicos y lingüísticos (es to y archivó los códices, que
posible que el purhépecha haya fueron luego cambiando de ma-
servido de lingua franca), el sis- nos hasta nuestros tiempos.
tema tributario, la esclavitud, A los pictogramas se les aña-
etc. Este capítulo proporciona dieron glosas en castellano. Los
también informaciones útiles so- datos de ambos «textos» no coin-
bre la trama política y económi- ciden enteramente entre sí: los
ca de la sociedad virreinal desde pictogramas registran el tributo;
Cortés (que empezó a distribuir las glosas, la propuesta de conmu-
encomiendas en 1524) hasta fina- tación. Los apéndices II y III
les del siglo XVI. Roskamp men- transcriben las glosas de ambos
ciona uno por uno los códices, añadiendo en el apéndice
beneficiados, sus fricciones mu- IV la única otra trascripción que
tuas, sus formas de explotación de se conoce, a saber, la defectuosa
los indígenas, la rápida disminu- que Fray Pablo Beaumont (1710-
ción demográfica de estos, la 1780) hizo del códice de Cutzio.
inobservancia de las leyes con El excelente trabajo editorial se
290
ejemplo, el éxito de novelas como tes del folletín con un acierto que
La pasión turca de Antonio Gala el mercado no pasa por alto,
que a mi juicio bebe de las fuen-
Consuelo Triviño
$3jjg&á3i!&ñ
w
IMI n
El testigo ocular somos cada uno lor humano. Este libro no deja de
de nosotros cuando despreciamos ser una buena lección de humil-
la justicia e ignoramos la verdad. dad («todo es vanidad y caza de
Este libro -siendo como es una viento», dice eí Eclesiastés y se-
denuncia del régimen nazi- es ñala ella misma en el encabeza-
también una parábola que va mu- miento del libro), un conjunto de
cho más allá de su inmediata re- bien perfiladas semblanzas, un
alidad. Por eso su lectura es muy cántico a lo más sustancial de la
actual, y por eso este libro es un vida humana. «Sólo las palabras
gran libro. salvan al tiempo del olvido, per-
miten, al final, despertar un
poco». Es la historia de unas vi-
das que van y vienen, orgullosas
de su vocación artística, incluso
A la caza del viento, de Claire Goll. de su genio para fundar un mundo
Traducción de Jorge Bergua Cavero.nuevo.
Editorial Pre-textos. Valencia, 2003. La prosa de Goll -de soltera
308 pp. Claire Studer- es desgarbada,
atractiva, sincera, magnífica, Nos
Decía Brodsky que en el nego- muestra una visión de la vida fa-
cio de escribir no se acumulan ex- talista, en gran parte por las vi-
periencias, sino incertidumbres. vencias de una infancia amoral,
En el caso de A la caza del viento sin cariño, con una madre despia-
la incertidumbre de la vida, del dada y un padre sin carácter. «La
sentido del arte, de la estabilidad vida estaba sometida a un ma-
amorosa, de la feminidad como quiavélico laberinto de obligacio-
respuesta y baluarte... Leer estas nes y de prohibiciones.» Su
extraordinarias memorias son un hermano Alfred se suicida con 16
buen método para ahondar en la años y ella misma lo intentó.
verdad de lo que realmente fue Pronto entra en contacto con los
una buena parte de la historia cul- primeros poetas, el primero de to-
tural del siglo XX en Occidente. dos fue un jovencísimo Franz
Claire Goll (1891-1977), nacida Werfel, que le contagió su pasión
en Nüremberg, que estudió filoso- por la escritura. Poetas y escrito-
fía en Leipzig y Ginebra, llegó a res expresionistas desfilan por es-
ser una apreciable escritora. En tas páginas. En 1917 se va de
estas páginas desnuda la realidad Alemania por la estúpida «imbe-
de su apariencia, sin componen- cilidad belicosa». Se establece en
das, sin confundir -como ella París. Pierre-Jean Jouve, Romain
misma dice- valor literario y va- Rolland, Yvan Goll -poeta judío
300
El fondo de la maleta
La droga sonora
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N.°52
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